"Music, limited good". A propósito de las resistencias musicales
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RESISTENCIAS AL RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN SOCIAL EN LA
ESPAÑA RURAL: EL CASO DE LAS PROVINCIAS CASTELLANO-
MANCHEGAS (1909-1923).
Óscar Bascuñán Añover.
Universidad de Castilla-La Mancha.
El estallido de la gran revuelta urbana de Barcelona
en el verano de 1909 aceleró un poco más el proceso
decadente en el que ya se encontraba inmerso el régimen
político de la Restauración. Once años más tarde del
desastre de 1898 las ansias coloniales provocaban un nuevo
desastre que conmocionaba a la opinión pública de todo el
país por la alta capacidad de las masas populares para
desbordar el orden social y por la violencia represiva
desatada por el gobierno para reducir a los revoltosos de
Barcelona. En este estallido social confluyeron un conjunto
de expresiones de protesta social tradicional e innovadora
que anunciaban los desafíos sociales y políticos a los que
se tendría que enfrentar el régimen parlamentario durante
sus últimos años de existencia. La estabilidad del sistema
político de la Restauración desde entonces subsistió en
amenaza permanente. El turno de poder se resquebrajaba
debido a las divisiones internas de los partidos políticos
dinásticos y cobraban mayor fuerza las organizaciones
políticas opositoras que no actuaban por mecanismos
clientelares sino a través de la movilización electoral y
sindical. El campo de acción principal fueron las grandes
ciudades, donde más intensamente se estaban transformando y
1
modernizando las actividades económicas, las relaciones
sociales y de producción y el entramado urbanístico con el
crecimiento descontrolado y la llegada de los primeros
obreros del campo1.
Estas complejas transformaciones en el ámbito urbano
estaban enfrentando a dos formas de entender y organizar la
sociedad, la de la burguesía conservadora y la del
proletariado. El surgimiento de nuevas identidades
colectivas, socioculturales y de clase se había propagado
entre los trabajadores industriales asalariados a través de
sociedades, sindicatos y partidos políticos que lograban
canalizar su malestar social y proyectarlo con
reivindicaciones concretas y mayores cotas de movilización
organizada. La construcción de esta identidad política y
cultural se fraguó en España según Manuel Pérez Ledesma en
las últimas décadas del XIX a través de la interpretación
de experiencias comunes en el trabajo y unas condiciones
sociales y laborales compartidas, la elaboración de un
lenguaje, unos conceptos de clase y la difusión de una
serie de ritos, símbolos y mitos. La aprobación de la Ley
1 Sobre la “Semana Trágica” de Barcelona, las obras más recurrentessiguen siendo J.C. Ullman, Semana Trágica. Estudio sobre las causas socioeconómicasdel anticlericalismo en España (1898-1912), Ariel, Barcelona, 1972; J. RomeroMaura, La Rosa de fuego: el obrerismo barcelonés de 1899 a 1909, Alianza Editorial,Madrid, 1989; el renovador trabajo que alimenta el debate de C.Ealham, La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937, Alianza, Madrid,2005; y los más recientes de D. Marín, La Semana Trágica. Barcelona en llamas,revuelta popular y la Escuela Moderna, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009; yA. Dalmau, Siete días de furia, Destino, Barcelona, 2009. La crisis de lospartidos políticos dinásticos, el surgimiento de nuevas fuerzas yalianzas en S. Balfour, “La caída del sistema de la Restauración(1914-1923)”, El fin del Imperio español (1898-1923). pp. 215-232; y en M.Martorell Linares y F. del Rey Reguillo, “El parlamentarismo liberal ysus impugnadores”, Ayer, nº 63, 2006, pp. 23-52.
2
de Asociación de 1887, la de Sufragio Universal Masculino
de 1890 y la de Huelgas de 1909 allanaron en parte este
camino de movilización de masas que alcanzó mayor aliento
durante la segunda década del siglo XX2.
El ritmo de este proceso fue mucho más lento y
discontinuo en el mundo rural, donde aún predominaban los
caciques locales. Las relaciones clientelares eran el modo
menos arriesgado de obtener recursos, beneficios o asegurar
la subsistencia; y los primeros ensayos de asociación
obrera, actividad sindical y política fueron contestados
con el despido, la coacción y el empleo de las fuerzas del
orden público. La elaboración compleja de una nueva
identidad de clase no se mostró con mayor inquietud hasta
bien entrada la segunda década del siglo XX en el mundo
agrario, pero ni siquiera lo hizo en todas las poblaciones
2 El debate en torno a la construcción de la clase obrera comoidentidad política y cultural en E.P. Thompson, La formación de la clase obreraen Inglaterra, Crítica, Barcelona, 1989, 2 vols.; una conceptualizaciónsobre la identidad colectiva como proceso de construcción social através del cual se generan definiciones comunes que facilitan lamovilización en A. Melucci, “Asumir un compromiso: identidad ymovilización en los movimientos sociales”, Zona Abierta, nº 69, 1994, pp.153-180; el camino que transcurre entre la formación de una identidady la movilización, pasando por la creación de significados ypercepciones consensuadas de la realidad y la deslegitimación de losoponentes en B. Klandermans, “La construcción social de la protesta ylos campos pluriorganizativos”, en E. Laraña y J. Gusfield (eds.), Losnuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad, Centro deInvestigaciones Sociológicas, Madrid, 1994, pp. 183-219; y del mismo yS. Goslinga, “Discurso de los medios, publicidad de los movimientos yla creación de marcos para la acción colectiva: ejercicios teóricos yempíricos sobre la construcción de significados”, en D. McAdam, J.McCarthy y M.N. Zald, Movimientos sociales: perspectivas comparadas, EdicionesIstmo, Madrid, 1999, pp. 442-474; el reflejo de este debate en lahistoriografía española en M. Pérez Ledesma, “La formación de la claseobrera: una creación cultural”, en R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.),Cultura y movilización en la España Contemporánea, Alianza, Madrid, 1997, pp.201-233.
3
agrarias. Estas circunstancias de dependencia
socioeconómica, dominación oligárquica y atraso cultural
que rodearon al mundo rural han servido de coartada para
que la historiografía más interesada por la teleología y
formas organizativas del movimiento obrero tachase a los
sectores sociales subalternos del campo de asumir actitudes
pasivas, resignadas o apáticas que sólo y muy
excepcionalmente se transformaban en viscerales explosiones
de ira cuando sentían el dolor de sus estómagos. Sin
embargo, nuevos estudios sociales más comprensivos con las
lógicas campesinas, las enseñanzas de la historia “desde
abajo” y la sociología de los movimientos sociales, han
puesto de relieve en los últimos años las bases de
conflictividad en las que se apoyaba el patronazgo o
clientelismo y las distintas expresiones de desorden,
resistencia y protesta social que se manifestaron a
consecuencia de ello3.
La resistencia al reclutamiento: fugitivos y exceptuados.
El reclutamiento de soldados en la campaña militar del
Rif no desató en el interior agrario la misma explosión de
violencia política y anticlerical que en Barcelona. A pesar
del malestar generalizado entre los sectores sociales que
no pudieron evitar el reclutamiento de sus hijos en una3 Un primer acercamiento a los precursores de la historia “desde abajo”en H.J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos, Prensas Universitarias deZaragoza, Zaragoza, 1989. Uno de los artículos que consiguió reavivarel debate historiográfico en la década de los 90 y definir lospropósitos de una historia de los movimientos sociales en C. GilAndrés, “Protesta popular y movimientos sociales en la Restauración:los frutos de la ruptura”, Historia Social, nº 23, 1995, pp. 121-135.
4
nueva aventura colonial, la protesta que asoló la ciudad
Condal no logró propagarse por el resto de la península. El
rechazo y la movilización popular frente al servicio
militar fue una de las causas y manifestaciones de protesta
más significativas del siglo XIX y las primeras décadas del
XX como bien han demostrado clásicos y nuevos análisis de
autores como Albino Feijoo, Carlos Serrano, Carlos Gil
Andrés y Víctor Lucea4. Los abusos de un sistema de
reclutamiento que libraba de ir a la guerra a los sectores
sociales que podían pagar en metálico la redención, comprar
un sustituto o conseguir la exención por medio de los
manejos caciquiles, se agudizaron en los momentos en los
que surgieron nuevas campañas bélicas en Ultramar y en
África. Al riesgo al que entonces se exponía el soldado
había que añadir la larga separación del hogar, la pérdida
de trabajo, las malas condiciones de vida en el frente o la
posibilidad de contraer alguna enfermedad y, todo esto, era
asumido en su inmensa mayoría por las clases sociales más
débiles, que además dejaban de aportar trabajo e ingresos
por un largo tiempo a la economía familiar, si es que
4 Véase A. Feijoo Gómez, Quintas y protesta social en el siglo XIX, Ministerio deDefensa, Madrid, 1996; C. Serrano, El turno del pueblo. Crisis nacional,movimientos populares y populismo en España (1890-1910), Península, Barcelona,2000 (1ª ed. en Casa de Velázquez, 1987), pp. 22-49; C. Gil Andrés,Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936),Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, pp. 263-326; y V.Lucea Ayala, Rebeldes y amotinados. Protesta popular y resistencia campesina enZaragoza (1890-1905), Institución <<Fernando el Católico>> (C.S.I.C.)-Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2005, pp. 141-172.
5
regresaban sanos y salvos5. Los daños sobre las economías
agrícolas eran muy costosos:
“Ha comenzado el alistamiento de todos los jóvenes de diecinueve
y veinte años que deben ser sorteados para cubrir el próximo
reemplazo; es decir, de los poquísimos brazos que dedicados a las
faenas del campo pueden en este año salvar los productos de la tierra.
Por efecto de las campañas de Cuba y Filipinas y de los
contingentes que a diario reclaman ambos Ejércitos, claro está que en
este año será muy difícil que haya licenciamiento, y aun habiéndolo,
resultará mermado por las bajas crecidas que las campañas han causado
en la quinta que debe licenciarse, y que en su gran mayoría forma en
las filas de los cuerpos combatientes. [...]
En este año, las operaciones de labranza y siembra han sido
deficientes por falta de brazos jóvenes y vigorosos, las guarderías y
el pastoreo están en manos de viejos y muchachos de catorce a veinte
años, y si estos últimos se les lleva al servicio militar, queda el
campo desierto y sembrado de ruina”6.
En cualquier caso, las protestas públicas contra las
quintas nunca fueron muy numerosas en todo el país. Las
posibilidades de que estas protestas fuesen eficaces o
librasen a los mozos del reclutamiento eran más bien
escasas, la vigilancia estrecha y la represión de estas
acciones pasaba por la severa justicia militar. Algunas
ciudades como Zaragoza, Valencia, Logroño, Santander, La
Coruña, Madrid y Barcelona se dejaron escuchar en el
período de la Restauración con acciones colectivas de
protesta durante las campañas más intensas de reclutamiento
5 El sistema de reclutamiento militar liberal en F. Puell de la Villa,El soldado desconocido. De la leva a la “mili” (1700-1912), Biblioteca Nueva, Madrid,1996. 6 Diario de Albacete, “Las quintas y la agricultura”, nº 4.185, 11-1-1897.
6
por necesidades bélicas pero, aunque algunas de ellas
fueron muy espectaculares por su violencia y represión,
nunca fueron muy numerosas. En las provincias castellano-
manchegas, donde no existían grandes núcleos urbanos, la
movilización de reservistas durante la campaña militar de
Melilla del verano de 1909 provocó algunas quejas contra el
gobierno en la población obrera de Minas de San Quintín
(Ciudad Real), pero lo que se preveía un conato de protesta
contra el reclutamiento se convirtió en un linchamiento de
dos vendedores ambulantes magrebíes7. Años atrás, la
movilización de reservistas en 1895 para sofocar la
insurrección cubana había desatado cierto estado de
agitación en la estación de ferrocarril de Albacete, desde
donde partían vagones cargados de soldados8. Y en agosto de
1923 el Gobernador Civil denegaba la autorización para que
se celebrase una manifestación en Manzanares convocada por
las madres de los soldados contra la movilización de
tropas9.
Esta escasez de acciones colectivas no significa la
ausencia de malestar social ni que los reclutas y sus
familias aceptasen siempre de forma resignada el sistema de
reclutamiento. Las expresiones de descontento social y
conflicto se expresaron muy pocas veces a través de la
movilización colectiva, especialmente en el mundo rural de
la Restauración, sometido a estructuras de dominio
oligárquicas que dejaban poco terreno a la7 Diario de La Mancha, “Agresión a dos vendedores moros”, nº 929, 22-7-1909. 8 El País, nº 2.969, 15-8-1895. 9 A.H.N. Serie A Gobernación, leg. 42, exp. 7.
7
institucionalización de los conflictos y la representación
pública y democrática de actitudes sociales y políticas
opositoras al régimen. En cambio, los ilegalismos, la
transgresión, fraude o desobediencia de las leyes fueron
prácticas mucho más extendidas en el mundo rural por
tratarse de formas o expresiones menos ruidosas y
arriesgadas de desorden y resistencia frente a las nuevas
leyes y exigencias del Estado liberal. Estos ilegalismos
alcanzaron su mayor dimensión y gravedad en el campo
durante los procesos desamortizadores y desarticuladores de
los bienes comunales y municipales a través de las acciones
furtivas de hurto de leñas y caza, los ataques contra la
propiedad de la tierra en forma de daños, incendios y
agresiones contra guardas jurados del campo y recaudadores
de impuestos. Expresiones de resistencia a las nuevas
exigencias y formas de organización social liberal que
tuvieron su traducción en el terreno del reclutamiento por
medio de acciones que pretendían esquivar la obligación del
servicio militar10.
Carlos Serrano aseguraba en El turno del pueblo que las
prácticas más habituales de los españoles para evitar el10 Los estudios que bajo el “efecto Scott” han prestado atención aestas llamadas formas de resistencia campesina dentro de nuestrasfronteras son cada vez más numerosos. Algunos a destacar pueden serlos de S. Cruz Artacho, “De campesino a ladrón y delincuente enAndalucía (XIX-XX)”, en M. González de Molina (ed.), La historia deAndalucía a debate. Campesinos y jornaleros, Anthropos, Granada, 2000, pp. 159-178; C. Frías Corredor, “Conflictividad, protesta y formas deresistencia en el mundo rural. Huesca, 1880-1914”, Historia Social, nº 37,2000, pp. 97-118; V. Lucea Ayala, “Entre el motín y el delito. Laprotesta no institucionalizada en la provincia de Zaragoza, 1890-1905”, Historia Contemporánea, nº 23, 2001, pp. 729-758; y O. BascuñánAñover, Protesta y supervivencia. Movilización y desorden en una sociedad rural: Castilla-LaMancha, 1875-1923, Fundación Instituto Historia Social, Valencia, 2008.
8
servicio militar durante el período de la Restauración
fueron la deserción o los prófugos que huían al extranjero
en las provincias costeras o fronterizas y la exención por
medio de fraudes y engaños en las del interior. Los que
habitaban en zonas costeras o fronterizas tenían mayores
posibilidades para huir o emigrar antes de que fuesen
llamados a filas. En cambio los mozos del interior
peninsular tenían más difícil escapar o emigrar y por ello
buscaban otra serie de subterfugios para evitar el
alistamiento11. Una correlación entre prófugos y exentos
que en palabras de Gil Andrés manifestaba “que la
resistencia a las quintas es un fenómeno general en toda
España, adoptando en cada caso la población las formas y
estrategias que tiene a su alcance y presentan mayores
posibilidades de éxito”12. Además, con unos índices que
aumentaron durante el período de guerras coloniales, ya que
ante el riesgo y temor de ser enviado al campo de batalla
crecía el rechazo a las armas. La movilización de
reservistas que provocó la guerra con Cuba entre 1895 y
1898 dejó en la prensa de Albacete de aquellos años
numerosos llamamientos a desertores o reclutas en paradero
desconocido que se expresaban en los siguientes términos:
“Por la Capitanía General de Valencia se cita, llama y emplaza
al soldado desertor Francisco Castellanos López, hijo de Joaquín e
Isidora, natural de Villapalacios, de 26 años de edad, soltero y de
oficio tejedor, para que en el término más breve comparezca ante el
11 C. Serrano, El turno del pueblo, pp. 22-49.12 C. Gil Andrés, Echarse a la calle. pp. 273-274.
9
Juzgado militar de dicho centro a responder de los cargos que le
resultan en la causa que se le instruye por el delito de deserción”13.
Más frecuente incluso en la prensa de Albacete de
estos años era la publicación de relaciones con los nombres
de todos los hombres que no habían acudido al llamamiento
del ejército, avisándoles que debían hacerlo cuanto antes
si no querían incurrir en delito:
“Relación de los individuos nacidos en el año 1878, según
resulta de las certificaciones expedidas por el Registro civil y Curas
párrocos respectivos de esta capital que no se han presentado para ser
alistados en el reemplazo del Ejército del corriente año, ignorándose
su paradero y residencia, así como el de sus familias, a pesar de las
gestiones practicadas por los agentes municipales de este
Ayuntamiento, debiendo verificarlo inmediatamente si no quieren
incurrir en la penalidad que determina la Ley de Quintas vigentes:
[lista de noventa y un nombres]”14.
No obstante, los índices de prófugos o huidos en las
provincias castellano-manchegas, como provincias del
interior peninsular, se situaron entre los más bajos
durante el período de la Restauración en el que se
conservan fuentes estadísticas. Las Estadísticas del reclutamiento
y reemplazo del Ejército durante los años 1918-1920, destacan que
las provincias de Cuenca y Guadalajara fueron las de menor
porcentaje de prófugos de todo el país, con un 1,57% y
2,44% respectivamente. Les seguían las de Segovia, Zaragoza
y Badajoz. La provincia de Ciudad Real ocupaba el sexto
lugar en menor índice de prófugos con un 3,07% y en octavo
y duodécimo lugar se encontraban las de Toledo y Albacete,
13 Diario de Albacete, “Llamamiento a un desertor”, nº 4.026, 27-6-1896. 14 Ibid., “Quintas”, nº 4.195, 23-1-1897.
10
con un 3,96% y 5,19% respectivamente. Muy lejos de éstas se
situaban las provincias con mayor índice de prófugos como
las Canarias, Oviedo y Almería, con un 59,36%, 41,01% y
32,87% respectivamente. Incluso de la media nacional, que
todavía en estas fechas avanzadas se situaba en el 16,80%
de prófugos, a pesar de que éste estaba experimentando una
considerable disminución en relación a los años
inmediatamente anteriores debido a los mayores controles
del Estado15.
Mapa 1Distribución geográfica de los mozos prófugos. Promedio del
trienio 1918-1920
Fuente: Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920
Ahora bien, cumpliéndose la correlación que ya
advertía Carlos Serrano, el bajo índice de huidos que
15 Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920, Imprenta deRamón Velasco, Madrid, 1923, pp. XIX y 17.
11
predominó en las provincias castellano-manchegas fue
contrarrestado con un elevado número de exceptuados. De
nuevo, las Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército durante
los años 1918-1920 muestran datos muy reveladores. Así, las
provincias de Cuenca y Ciudad Real son las de mayor índice
de exceptuados de toda España, con un 20,66% y un 19,41%
respectivamente. En quinto y sexto lugar les seguían las
provincias de Albacete y Toledo con un 17,54% y 17,53%
respectivamente. Y en décimo lugar la de Guadalajara, con
un 15,83% de reclutas exceptuados. Unos porcentajes algo
por encima de la media nacional, que se situaba en el
12,64%, a pesar de que desde 1912 estaba sufriendo una leve
disminución debido al “cuidado cada vez mayor con que las
comisiones mixtas de reclutamiento revisan los expedientes
para evitar los abusos que se cometen en este respecto”. No
parece casualidad que, por el contrario, fuese precisamente
Canarias el territorio con menor número de exceptuados16.
Mapa 2Distribución geográfica de los mozos exceptuados delservicio militar. Promedio del trienio 1918-1920.
16 Ibid., p. XVII y 17.
12
Fuente: Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920
Las exenciones se concedían en función de diversos
criterios sociales que básicamente consistían en ser
huérfanos o hijos y nietos únicos de viudas a las que
tenían que mantener o tener padres y abuelos pobres. Aún
así, el índice de exentos, al basarse en consideraciones
tan cargadas de subjetividad y menos fácilmente
verificables por las autoridades militares tendía a
aumentar durante los períodos bélicos. Como tuvo lugar
durante la guerra de Cuba y Filipinas, cuyos índices de
exceptuados en toda España se elevaron del 19,36% en 1895
al 24,31% al año siguiente y no volvieron a caer por debajo
del 20% hasta 1899 con el fin de las hostilidades. La
exención, a diferencia de la insumisión o deserción,
obedecía a criterios legales, pero en la práctica estaba
sujeta a la política de influencias, redes clientelares,
13
favores y coacciones que ejercían los caciques en el ámbito
municipal. Quizás así también se pueda entender el ligero
aumento que experimentaron los índices de exceptuados en
los años inmediatamente posteriores a 1912 cuando se abolió
la práctica del pago de la redención o sustitución del
servicio militar de la que se beneficiaban exclusivamente
los más ricos. En definitiva, estas expresiones frente al
servicio militar revelaban entre los sectores sociales
populares y rurales un malestar social ante las exigencias
del Estado liberal que desde 1898 intentaba ser canalizado
por las organizaciones republicanas, obreras y subversivas
en su lucha contra el régimen oligárquico.
Resurgimiento y auge de la movilización social y
obrera.
La severidad con la que fueron perseguidos y juzgados
los sucesos de Barcelona impusieron una mordaza a la
protesta en los meses inmediatos. Aún así, en los años
inmediatamente posteriores arrancó en el medio agrario un
nuevo ciclo de movilización colectiva, lento pero
progresivo, que conjugaba las nuevas formas organizativas
del movimiento obrero con las tradicionales acciones
subversivas y directas del campesinado. Desde finales del
siglo XIX el movimiento obrero había intentado que sus
ideas y prácticas de movilización traspasasen las fronteras
de los grandes núcleos urbanos e industriales y, aunque se
tuvieron que enfrentar a graves obstáculos, éstas empezaron
a brotar lentamente en las capitales provinciales y otros
14
centros artesanales, agrícolas y mineros importantes de las
provincias agrarias castellano-manchegas como Puertollano,
Talavera de la Reina, Almansa, Hellín y Manzanares. Las
sociedades obreras benéficas o de socorros mutuos que se
fundaron en muchas de estas poblaciones en los primeros
años del siglo XX con el beneplácito, patrocinio o
subvención de los caciques locales fueron transformándose
en casas del pueblo que aglutinaban a nuevas sociedades
obreras de oficios bajo el control, en primer lugar, de
republicanos. Los socialistas, a su vez, desde
prácticamente la segunda década del siglo XX constituyeron
en los principales núcleos de población agrupaciones
locales, órganos de expresión y secciones de la UGT que se
fueron haciendo con el control de las casas del pueblo y
desplazando a los republicanos.
Esta lenta activación de la organización obrera tuvo
su reflejo en la movilización social y en el seguimiento
que por primera vez tuvo una huelga general en dos núcleos
de estas provincias. El 11 de septiembre de 1911 los
sindicatos obreros convocaron un paro general de 48 horas
en protesta por la campaña militar de Marruecos que fue
ampliamente secundada en Vizcaya, Barcelona, Zaragoza y
Valencia. La huelga se propagó por numerosas ciudades y
adoptó una forma insurreccional en varios pueblos de
Levante. Los muertos por la represión provocaron una nueva
convocatoria de huelga por solidaridad el día 21, que tuvo
seguimiento en Guadalajara y Almansa, en la que fueron
detenidos y procesados once obreros acusados de rebelión,
15
reunión ilegal y coacciones17. También reaparecieron en
estos primeros años de la segunda década del XX ciertas
huelgas de jornaleros, gañanes y segadores en poblaciones
de Toledo y Ciudad Real como Tembleque, Herencia, Cózar,
Torrenueva, Manzanares y Orgaz. Las formas eran muy
similares a las primeras huelgas que estallaron en el campo
toledano durante 1904-1905. Las demandas también eran
parecidas: aumento de salario, reducción de la jornada
laboral y, en ocasiones, admisión de obreros despedidos por
formar parte de alguna sociedad obrera18.
Ahora bien, la mayor intensidad del ciclo de
conflictividad en todo el país y, por ende, en las
provincias castellano-manchegas se produjo bajo la estela
de la I Guerra Mundial y la crisis social que afectó a
todos los estados que directa o indirectamente se vieron
implicados. En España el inicio de este proceso fue
acompañado de una rápida y desordenada capitalización de la
economía debido a su papel de abastecer a los mercados
envueltos en la contienda bélica. Los principales centros
urbanos e industriales del país recibieron numerosa mano de
obra procedente del campo. Cambiaron los sistemas de
17 La huelga general de 1911 en E. González Calleja, La razón de la fuerza.Orden público, subversión y violencia en la España de la Restauración (1875-1917), CSIC,Madrid, 1998, pp. 155-175; la declaración de huelga en Guadalajara enLa Crónica, “Noticias generales”, nº 1.823, 21-9-1911; y los sucesos deAlmansa en A.H.P.A., Audiencia Territorial de Albacete, caja 508, exp.14. 18 Las huelgas de estos años en las provincias castellano-manchegas enBoletín del Instituto de Reformas Sociales, nº 80, 81, 83, 85, 86, 87, 88, 96, 98,99, 100, 103, 105, 115, 116, 118, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 127129, 130 y del 133 al 166. El estallido huelguístico en el campotoledano durante el bienio 1904-1905 en Ó. Bascuñán, Protesta ysupervivencia, pp. 96-108.
16
producción, se intensificó la producción industrial y
comercial, emergieron nuevas y rápidas fortunas, la
exportación disparó la inflación, floreció el contrabando y
la especulación. En las poblaciones vitícolas de La Mancha,
la expansión del comercio benefició a bodegueros, grandes
propietarios, intermediarios que compraban las cosechas
directamente en los campos para venderlas fuera de la
población y prestamistas que imponían intereses
desorbitados en épocas de siembra y recolección. El otro
lado de la moneda lo representaban los pequeños
propietarios, labradores y jornaleros, víctimas de los
intereses abusivos, el bajo precio de la uva y la escasez
de los jornales. La fuerte especulación e inflación generó
situaciones de carestía y escasez que apenas pudieron ser
contenidas con las leyes de subsistencias de 1915 y 191619.
Las organizaciones obreras trataron de abanderar la
protesta contra la escasez de alimentos, pero ni lograron
evitar la reaparición del tradicional motín de
subsistencias ni una deriva violenta de las formas de
movilización obrera. En 1915 estallaron graves motines por
la carestía y escasez del pan en Albacete y Toledo. En
abril y mayo de 1918 se produjeron dos conatos de motín en
Alcolea del Pinar y Marchamalo y en agosto de ese mismo año
19 Los cambios y efectos socioeconómicos originados por el tránsito deuna economía de protección a la de libre mercado y exportación a lasombra de la I Guerra Mundial fueron sólidamente estudiados por S.Roldán y J.L. García Delgado, La formación de la sociedad capitalista en España,1914-1920, CECA, Madrid, 1973, 2 vols. Véase también, J. Maluquer deMotes, “De la crisis colonial a la guerra europea: veinte años deeconomía española”, en J. Nadal, A. Carreras y C. Sudrià (comps.), Laeconomía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Ariel, Barcelona, 1987,pp. 62-104.
17
la revuelta por el precio del pan llegó a la capital
alcarreña. Tanto en el motín de Toledo como en el de
Guadalajara, una comisión de la Casa del Pueblo trató de
negociar la rebaja del pan, pero al no conseguirlo se
sucedieron las manifestaciones, cierres de tiendas,
lanzamientos de piedras, asaltos de tahonas y cargas de la
Guardia Civil, que en Guadalajara ocasionaron un muerto y
seis heridos. A finales de ese mismo año, en La Puebla de
Montalbán, la Casa del Pueblo convocó una manifestación por
la rebaja de las subsistencias y la destitución de dos
guardas municipales que tornó en “actitud levantisca”,
cargas de la Guardia Civil y varios heridos. A finales de
marzo de 1919 del mismo año, se producía otro motín contra
el arriendo del impuesto de consumos en Villamayor de
Calatrava y en La Puebla de Almoradiel eran detenidos
diecisiete obreros por agredir a la Guardia Civil en una
protesta contra la carestía de las subsistencias20.
Las recomendaciones de las organizaciones obreras para
reconducir el conflicto de los mercados locales por otras
vías de presión y negociación menos arriesgadas y
violentas, no lograron en un principio ser demasiado
persuasivas con las masas populares, especialmente con las
mujeres, que seguían optando por recurrir en situaciones
desesperadas al motín, el asalto de tahonas y estaciones de
ferrocarril. El movimiento socialista a diferencia del
anarquista, rechazaba la acción directa como estrategia
para conseguir determinadas reivindicaciones sociales y20 La narración y análisis de estos motines de subsistencias en Ó.Bascuñán, Protesta y supervivencia, pp. 108-151.
18
políticas y optaba por la huelga, la manifestación o el
mitin por ser medios legales, menos arriesgados y que no
ponían en peligro a la organización política y sindical.
Sin embargo, no siempre debió ser fácil convencer a las
comunidades campesinas de que abandonasen unas ideas y
formas de movilización asentadas en la tradición y la
experiencia que solían provocar la reducción inmediata de
los precios. Además, los esfuerzos negociadores de las
organizaciones obreras con las autoridades locales no
siempre dieron resultados inmediatos e incluso dotaron a
los conflictos de una mayor amenaza para las oligarquías,
que podían empezar a contemplar estas acciones no ya como
una agresión contra especuladores o recaudadores de
impuestos sino contra toda la clase propietaria. Los
motines de subsistencias empezaron a ser reprimidos con
mayor violencia en estos últimos años, como prueba la
protesta contra la subida del precio de las patatas que
tuvo lugar en Tarancón en abril de 1919 y que se saldó con
once muertos y entre dieciocho y veinte heridos de balas
máuser21.
21 El motín de Tarancón y sus consecuencias más inmediatas en El Liberal(Cuenca), “El pueblo, las subsistencias y el maüser. Gravísimossucesos en Tarancón”, nº 959, 30-4-1919, “Los sucesos de Tarancón”, nº960, 3-5-1919, y “Los sucesos de Tarancón. Otro muerto”, nº 962, 10-5-1919; El Día de Cuenca, “Protesta de los taranconeros ante la carestía delas subsistencias”, nº 528, 26-4-1919, “El conflicto de Tarancón”, nº529, 28-4-1919; El Liberal, “La catástrofe de Tarancón”, nº 14.271, 29-4-1919; y El País, “Lo de Tarancón”, nº 11.535, 30-4-1919. Pocos díasdespués y cerca de Tarancón, estallaba otro motín en Torrubia delCampo ante la negativa de los comerciantes a vender sus productos aprecio de tasa. Véase, El Liberal (Cuenca), “¿Qué ocurre en Torrubia?”, nº959, 30-4-1919.
19
Del mismo modo, las reivindicaciones laborales que ya
empezaban a estar dirigidas por ciertas sociedades obreras,
en su mayoría socialistas, estuvieron cargadas en buen
número de ocasiones de prácticas coactivas y violentas que
no consiguieron hacer olvidar los comportamientos
tradicionales del motín popular. Las organizaciones obreras
demandaban a través de sus formas de movilización nuevos
derechos laborales y ciudadanos, mayor participación en el
sistema y en las decisiones políticas. Sin embargo, algunas
huelgas de segadores y jornaleros como las que tuvieron
lugar en 1915 y 1916 en Granátula de Calatrava, Torralba de
Calatrava, Herencia y Manzanares, parecían todavía tener
muchos más elementos comunes con los tradicionales motines
que con las huelgas cívicas e institucionalizadas. La
concentración de hombres, mujeres y niños en las plazas,
las amenazas de incendiar el ayuntamiento, apedrearlo y
asaltar la cárcel son algunos de los comportamientos que
aún se manifestaron en estas huelgas.
El movimiento obrero no logró instalarse en todas las
poblaciones castellano-manchegas, ni la identidad de clase
logró superar siempre las relaciones clientelares que
patrocinaban los caciques. Aún así, el movimiento obrero
había tomado ya posiciones y comenzaba a mostrarse como el
conducto colectivo principal de las clases subalternas para
mostrar su descontento social. Desde décadas atrás el
sistema paternalista estaba inmerso en un lento proceso de
descomposición al calor de la mercantilización de las
economías, la desarticulación de los antiguos derechos
20
colectivos de uso y aprovechamiento, la desigual
distribución de los recursos, el incremento de las
desigualdades sociales y los procesos de empobrecimiento.
En estos últimos años del período la deferencia de los
campesinos a los caciques se mostró mucho más costosa, las
corruptelas, coacciones y violencias para obtener el voto
se hicieron más habituales y la actuación de las fuerzas
del orden público para contener la protesta social más
severa. El asociacionismo obrero se fortaleció en algunas
de estas poblaciones, se constituyeron mayor número de
sociedades obreras y entre 1916 y 1918 se tiene constancia
de que se empezó a celebrar el 1º de Mayo con manifestación
y mitin en poblaciones como Talavera, Puertollano, Alcázar
de San Juan, Toledo, Ciudad Real y Albacete22.
También empezaron a aparecer reivindicaciones obreras
de carácter político y nacional. La huelga general del 18
de diciembre de 1916 convocada por UGT y CNT en demanda del
abaratamiento de las subsistencias, la solución de la
crisis de trabajo y la amnistía completa de los delitos
políticos fue secundada con manifestaciones en gran parte
del país y, entre ellas, en Albacete, Toledo, Talavera de
la Reina, Puertollano y Almadén, aunque en esta última se
asaltaron las casetas del impuesto de consumos. Estas
22 Un análisis de las relaciones paternalistas y las estrategias depoder y dominio caciquil desde una perspectiva conflictivista delperíodo de la Restauración en Ó. Bascuñán Añover, “A propósito de ladesmovilización campesina durante la restauración: prácticas yestrategias de adaptación y resistencia a la lógica clientelar en lasprovincias castellano-manchegas”, en E. Nicolás y C. González (ed.),Ayeres en discusión. Temas clave de Historia Contemporánea hoy, Universidad deMurcia, Murcia, 2008.
21
poblaciones participaron de un modo coordinado y, en su
mayoría, cívico en la mayor movilización social hasta
entonces habida en España. El movimiento obrero intentaba
así atraerse a las masas populares y prepararlas para una
huelga general revolucionaria que desencadenase la apertura
democrática del régimen político. Sin embargo, la huelga de
agosto de 1917 acabó en un gran fracaso y con un gran coste
de vidas humanas y detenidos. El fracaso de la huelga pudo
obedecer a su carácter improvisado, previsible, violento,
indefinido políticamente, sin coordinación entre las
centrales sindicales y sin apoyos suficientes, entre ellos
el del campesinado23. En las provincias castellano-
manchegas apenas tuvo cierta repercusión entre los
ferroviarios de Hellín, Talavera de la Reina y Almansa.
Meses más tarde, en noviembre de 1917, se celebró en
Albacete una “imponente manifestación de las izquierdas” en
favor de la amnistía para los miembros del comité de la
huelga revolucionaria que cumplían sentencia en
Cartagena24.
El régimen parlamentario de la Restauración entró a
partir de entonces en su fase terminal. La falta de
autoridad del ejecutivo ante los nuevos centros de poder no
se pudo solventar ni con la formación de gobiernos de
concentración nacional. Los problemas sociales y económicos
23 Las huelgas generales de 1916 y 1917 en S. Juliá, Los socialistas en lapolítica española, Taurus, Madrid, 1997; en C. Forcadell, Parlamentarismo ybolchevización. El movimiento obrero español, 1914-1918, Crítica, Barcelona, 1978;y en E. González Calleja, La razón de la fuerza. pp. 515-534.24 J.B. Vilar y P.M. Egea Bruno, “Movimiento obrero en Albacete durantela crisis de la Restauración (1902-1923)”, Congreso de Historia de Albacete,Albacete, 1985, vol. 5, pp. 88-89.
22
derivados del final del conflicto bélico internacional
trastornaron los intentos de recomponer la situación
política y la crisis de legitimidad del sistema desvelaba
la escasa representación de intereses y aspiraciones sobre
el que estaba construido el edificio político. El
proletariado se alzaba como la principal amenaza del
régimen. En las provincias castellano-manchegas aparecieron
los primeros concejales socialistas y obreros en
ayuntamientos como los de Talavera, Puertollano, Alcázar de
San Juan, Toledo, Albacete, Villarrobledo y Cuenca. A la
vista de la revolución bolchevique en Rusia, los intentos
de insurrecciones obreras y los disturbios sociales
postbélicos en países como Alemania, Austria, Hungría e
Italia, también en España, creció un sentimiento
contrarrevolucionario en los grupos burgueses y
oligárquicos en torno a la defensa de los principios de
propiedad, orden y religión. La opción democrática,
percibida por las clases conservadoras como la puerta de
entrada del proletariado al gobierno, fue desechada
entonces por soluciones autoritarias que en algunos casos
no tardaron en desembocar en dictaduras derechistas y
militares25.
25 El profuso período político de entreguerras en E.J. Hobsbawm, Historiadel siglo XX, 1914-1991, Crítica, Barcelona, 1991; M. Kitchen, El periodo deentreguerras en Europa, Alianza, Madrid, 1992; G. Jackson, Civilización ybarbarie en la Europa del siglo XX, Planeta, Barcelona, 1997; R. Vinen, Europa enfragmentos. Historia del viejo continente en el siglo XX, Península, Barcelona, 2002;y M. Mazower, La Europa negra. Desde la Gran Guerra hasta la caída del comunismo,Ediciones B, Barcelona, 2003. Un trabajo comparativo sobre lasdistintas guerras civiles que asolaron Europa en estos años y unidaspor una misma dialéctica, la revolución frente a la defensa de lapropiedad, el orden y la religión en, J. Casanova (comp.), Guerras civilesen el siglo XX, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 2001; y del mismo,
23
Los defensores del orden social mostraron una mayor
preocupación por organizarse, asociarse y fundar sindicatos
agrarios católicos que luchasen contra la revolución social
y las fuerzas secularizadoras. En 1916 se constituyó en la
provincia de Ciudad Real la Federación de Sindicatos
Agrícolas Católicos de La Mancha presidido por el marqués
de Casa Treviño y en 1918 contaba con veinticuatro
sindicatos. En 1916 también se creó la Federación Católica
de Cuenca, un año más tarde la de Toledo y entre 1918 y
1920 se levantaron al menos diecisiete sindicatos en la
provincia de Albacete. No se conocen bien las consecuencias
dispares del sindicalismo católico en algunas de estas
provincias, sobre todo en Cuenca donde el movimiento obrero
se extendía a un ritmo mucho más lento o en partidos
judiciales de mayor aislamiento y presión caciquil como los
de Alcaraz, Casas Ibáñez y Yeste en Albacete, donde se daba
la sindicación católica más elevada de la provincia
mientras la obrera era inexistente. En Ciudad Real, según
Barragán Morales, el mayor número de estos sindicatos
católicos se concentraron en el ámbito oriental y vitícola
de la provincia, la zona más inserta en los circuitos
comerciales y donde mayor presencia tenían los medianos y
pequeños propietarios. No obstante, este sindicalismo
católico no parece que consiguiese obtener grandes efectos
de persuasión entre el elemento jornalero, especialmente en
provincias como las de Toledo y Ciudad Real, donde mayores
progresos experimentó el movimiento obrero26. La prensa
“Europa en guerra: 1914-1945”, Ayer, nº 55, 2004, pp. 107-126.
24
provincial conservadora también empezaba a gastar más tinta
en la llamada “cuestión social”:
“A cada nueva cosecha de trigo, una nueva cosecha de conflictos
sociales. Peticiones, huelgas, amenazas... Antaño fue en los campos de
Jerez, donde el anarquismo hizo prosélitos inconscientes; después ha
sido en los montes valencianos, en Galicia más tarde, en la Mancha al
fin, cuyos habitantes no pudimos imaginar jamás que la paz del llano
se turbara. [...] Las huelgas, la inquietud de los obreros del campo,
las aspiraciones de los trabajadores, son objeto de una traducción
caprichosa, subjetiva y capciosa no pocas veces. Pero el socialismo,
la anarquía, los elementos discordantes y de perturbación siguen
avanzando” 27.
La etapa más intensa de este ciclo de conflictividad
llegó a España entre los años de 1918 y 1920. La
generalización de la protesta obrera benefició a otros
grupos de presión que se sumaron a ella, generó
contramovimientos o de oposición extrema y provocó la
respuesta de las autoridades políticas en forma de
represión, también algunas de reforma. Las élites políticas
se encontraban más divididas que nunca, se formaron nuevas
coaliciones y crecieron los antagonismos entre los grupos
que buscaban extender sus fuerzas con el apoyo popular. La26 El catolicismo político ha sido estudiado por F. Lannon, Privilegio,persecución y profecía. La Iglesia católica en España, 1875-1975, Alianza, Madrid,1990; J.W. Callahan, La Iglesia católica en España (1875-2002), Crítica,Barcelona, 2002; y J.J. Castillo, El sindicalismo amarillo en España. Aportacionesal estudio del catolicismo social español (1912-1923), EDICUSA, Madrid, 1977. Un buenestudio del patronazgo católico a través de la figura del marqués deComillas en E. Faes Díaz, “Enemigos íntimos: radicalización patronal ysindicación católica en la crisis de la Restauración”, Ayer, nº 56,197-220. Un primer estudio del sindicalismo católico en la provinciade Ciudad Real en A. Barragán Morales, Juan Manuel Treviño (1879-1936). Lossindicatos católico-agrarios, Biblioteca de Autores Manchegos, Ciudad Real,2001.27 El Pueblo Manchego, “Cuestiones sociales. El problema agrario”, nº 1.949, 13-7-1917.
25
radicalización política en esta etapa final estimuló una
deriva violenta en la movilización a pesar de que la huelga
laboral se convirtió en la expresión fundamental de la
acción colectiva. La huelga representaba una forma de
protestar más flexible, autónoma, cívica, modular, de mayor
repercusión social, nacional y vinculada a los movimientos
de la actividad política general. Sin embargo, el
incremento de las prácticas patronales coactivas contra los
obreros asociados, la mayor severidad de la política
represiva de las autoridades y la radicalización de algunas
estrategias de acción colectiva dificultaron que la huelga
mostrase siempre un aspecto cívico e institucionalizado. Al
contrario, mantuvo un cierto componente subversivo y
convivió estrechamente con otras prácticas de lucha social
como el pistolerismo en Cataluña y la insurrección en
Andalucía28.
En estos tres años, las huelgas arrojaron su mayor
número hasta entonces en las provincias castellano-
manchegas. Las huelgas de jornaleros o trabajadores del
campo empezaron a cobrar mayor protagonismo junto a las de
los trabajadores de oficio y mineros, especialmente en las
provincias de Toledo y Ciudad Real. Además, se declararon
algunas huelgas por solidaridad con los despedidos y otras
de gran duración debido a la mayor capacidad de resistencia
y recursos de la organización sindical en poblaciones como
Puertollano y Talavera de la Reina. La Junta Local de28 Este período de intensificación de la protesta y los cambiosexperimentados en las expresiones colectivas, políticas y violentas enE. González Calleja, El máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violenciapolítica en la crisis de la Restauración (1817-1931), CSIC, Madrid, 1999.
26
Reformas Sociales no siempre logró actuar con eficacia,
institucionalizar los conflictos y hacer que se respetasen
los acuerdos laborales debido al rechazo que despertaba en
muchos patronos estas prácticas de negociación colectiva y
reconocimiento de las organizaciones sindicales29. Estas
dificultades que encontró un sindicalismo cada vez mejor
organizado y militante pudieron favorecer la persistencia
de algunas acciones directas tradicionales y el surgimiento
de otras extremas. En Polán la prohibición de la rebusca de
aceituna provocó una “actitud levantisca” entre las mujeres
de los jornaleros que impedían a los hombres que saliesen
al campo a trabajar30. Pocos días más tarde, la falta de
acuerdo entre los jornaleros y patronos de Noblejas por el
precio de los jornales, las subsistencias y el impuesto de
consumos provocó una huelga, actitudes coactivas y
enfrentamientos con la Guardia Civil que se saldaron con
tres muertos y trece heridos de bala máuser31.
Cuadro 1.Número de huelgas y revueltas obreras en Castilla-La
Mancha, 1915-1923.1915
1916
1917
1918
1919
1920
1921
1922
1923
Albacete 1 3 3 3 7 9 1 3Ciudad Real 7 10 7 10 5 15 6 2 1
29 A. Barrio Alonso, “La oportunidad perdida: 1919, mito y realidad delpoder sindical”, Ayer, nº 63, 2006, pp. 153-184. Sobre las reaccionespatronales ante el reconocimiento sindical, véase también a F. del ReyReguillo, “El empresario, el sindicalista y el miedo”, en R. Cruz y M.Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea. pp. 235-272.30 El Castellano, “Conflictos en la provincia”, nº 2.589, 21-1-1918.31 Ibid., “Los huelguistas de Noblejas. Combate con la Guardia Civil, nº2.594, 28-1-1918, y “Después de los sucesos. Detenciones en Noblejas”,nº 2.595, 29-1-1918.
27
Cuenca 1 1 2 4 9 2 2Guadalajara 1 4 6 4 5 2 1Toledo 3 15 6 15 20 11 5 2 8Castilla-LaMancha 12 29 17 34 42 48 19 11 10
Fuente: Elaboración propia a partir del Boletín del Instituto de Reformas
Sociales y fondos hemerográficos, judiciales, militares y
gubernamentales.
Los instantes de mayor agitación laboral de este
periodo se situaron en la provincia de Toledo, en el mes de
mayo de 1919. En La Puebla de Montalbán los huelguistas
coaccionaban a los segadores. En Escalonilla los obreros
abandonaban el trabajo sin dar explicaciones. En El Carpio
de Tajo la sociedad obrera amenazaba a los patronos y las
mujeres recorrían el campo “para maltratar de palabra y
obra” a los segadores forasteros. El Gobernador Civil
aseguraba que en este pueblo la huelga tenía carácter
“anarquista” y que era necesario conducir al campo y
escoltar a los que querían trabajar, como si fueran
“presos”, por la actitud “airada” de los huelguistas y
“sobre todo de las mujeres”. En Gerindote la situación era
muy parecida. En los últimos quince días del mes las
autoridades solicitaron la concentración de las fuerzas del
orden en Consuegra, Fuensalida, La Pueblanueva, Magán, San
Bartolomé de las Abiertas, Navahermosa, Olías del Rey, La
Calzada y Villaluenga y el Teniente Coronel aseguraba que
carecía de fuerzas suficientes para acudir “a todos los
focos de insurrección”. Los conflictos quedaron sofocados a
final de mes salvo en El Carpio del Tajo, donde los obreros
no se prestaban a explicitar ningún tipo de reivindicación
28
laboral y simplemente manifestaban que no volverían a
trabajar la tierra “hasta que sea suya”. En Villaseca, en
cambio, eran los patronos los que se negaban “a todo
arreglo” y sólo pedían agentes de la Guardia Civil que les
protegiesen32.
El número de huelgas declaradas fue aún mayor en 1920
y, aunque en su mayoría fueron laborales y reivindicativas,
no faltaron episodios de coacción y violencia como en
Villamiel, donde los huelguistas salieron al campo con
“garrotes y varas” para amenazar a los forasteros
contratados. En Daimiel grandes grupos de mujeres y hombres
recorrieron las fábricas en marzo de 1921 para evitar los
relevos de los obreros y se concentraron más de mil
personas en “actitud rebelde y levantisca” para forzar el
acuerdo entre patronos y obreros. En Puertollano, un mes
más tarde, dos mil obreros se concentraban “en actitud
levantisca” frente al ayuntamiento y amenazaban “con la
revuelta si no se les proporcionaba trabajo o alimentos”33.
La precipitación de huelgas y manifestaciones obreras
generó la urgencia de concentrar a las fuerzas de la
Guardia Civil. Tal despliegue no sólo tuvo por objeto
prevenir posibles desórdenes públicos sino –atendiendo a
las palabras del Gobernador civil de Albacete- el de
“deshacer la huelga y con ello desmoralizar a los
32 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 57, exp. 24.33 Lo de Villamiel en El Castellano, “En Villamiel. Obreros coaccionados”,nº 3.368, 20-9-1920; lo de Daimiel y Puertollano en A.H.N., Serie AGobernación, leg. 15, exp. 21.
29
directores y explotadores de estos obreros y profesionales
de la revuelta”34.
A pesar de que se descubren indicios que muestran cómo
en algunas de las mayores poblaciones de las provincias
castellano-manchegas el conflicto social empezaba a
transitar por conductos cívicos e institucionalizados,
existía un ambiente coactivo, especialmente en las
comunidades rurales donde mayor peso tenían los caciques,
que favoreció la pervivencia de acciones de protesta
subversiva. Así se puede entender el estallido, todavía en
1920, de una nueva oleada de motines de subsistencia que
afectó principalmente a las provincias de Toledo y Ciudad
Real. En San Clemente, Casas Ibáñez y Alcaudete de la Jara
se asaltó o apedreó el ayuntamiento, la fábrica de harinas
y el juzgado. En Las Herencias los jornaleros abandonaron
la siega porque el principal propietario había vendido toda
su cosecha de aceite a un “acaparador” de Madrid y se
negaba a abastecer al pueblo de la cantidad que el propio
ayuntamiento le exigía. En Calzada de Oropesa las “cien
mujeres amotinadas” sacaron al secretario del ayuntamiento,
un reconocido “maurista” acusado de ocasionar la escasez de
pan, y le “maltrataron furiosamente” a los gritos de “¡O te
marchas o te matamos!”, “¡No te valdrán tus patrocinadores!
>>, “¡Ni la Guardia Civil!”. En Las Ventas con Peña
Aguilera las amenazas de quinientas mujeres y doscientos
hombres de quemar la fábrica de harinas y los comercios
precipitaron al día siguiente el acuerdo sobre los precios
34 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 57, exp. 7.
30
de las subsistencias. En Urda, al contrario, la violencia
se desató ante la dificultad de conseguir un acuerdo entre
obreros y patronos por los jornales y las subsistencias35.
El motín llegó hasta Ciudad Real en el mes de
septiembre, donde adquirió su expresión más violenta y
subversiva. La escasez de aceite y las largas colas en
espera de racionamiento desataron un motín que empezó con
el intento de asalto del ayuntamiento y el Gobierno Civil y
acabó con el incendió de las fábricas de harinas, oficinas,
bodegas, comercios, bares, el molino de aceite del marques
de Casa Treviño, la casa palacio del alcalde, varios coches
y el intento de asalto de la casa de la condesa viuda de la
Cañada. Las cargas de la Guardia Civil, la dimisión del
Gobernador civil y de todos los miembros del ayuntamiento
logró calmar la situación en la capital, pero no en el
resto de la provincia. En Calzada de Calatrava la prensa
hablaba de “ánimos bastante excitados” ante la carestía de
aceite. En Minas de San Quintín se manifestaron en
distintas ocasiones grupos numerosos de mujeres. La
protesta llegó a Villamayor de Calatrava, de cuya población
era anejo, y secundada por todas las sociedades obreras
consiguieron de autoridades y mayores contribuyentes la
promesa de rebajar el pan, las patatas y el aceite. En días
siguientes, “cientos de mujeres” de San Quintín y
Cabezarados recorrieron los comercios de tejidos,
coloniales y carnicerías para que los vendedores firmasen
de conformidad una lista de precios que éstas llevaban. En35 Un análisis de esta nueva oleada de motines de subsistencias en Ó. Bascuñán, Protesta y supervivencia, pp. 123-151.
31
Daimiel, Almodóvar del Campo, La Solana, Membrilla en
distintas ocasiones y, meses más tarde, en Tomelloso se
sucedían estas mismas manifestaciones de mujeres frente al
ayuntamiento y los comercios para exigir la rebaja de los
precios. En Moral de Calatrava se temía una situación
similar36. Francisco Alía y Mª Paz Ladrón de Guevara
afirman también la existencia de motines en Corral de
Calatrava y Brazatortas37.
El conflicto de las subsistencias se fue desvaneciendo
a lo largo de 1921 y con ello las manifestaciones y motines
que le acompañaron. El ciclo de protesta entraba en su fase
descendente y el número de huelgas también empezó a decaer.
Precisamente en esta fase descendente del ciclo de protesta
se pueden apreciar en el país algunas actitudes más
radicales y violentas. El agotamiento de la movilización
provocó la reacción del obrerismo más militante. Esta
radicalización de estrategias y objetivos de la lucha
social tuvo su centro en la Barcelona del pistolerismo
anarquista, de la formación de bandas parapoliciales por
patronos, de la violencia de los sindicatos amarillos, de
la aplicación de la “ley de fugas” y del terrorismo de
36 El motín de Ciudad Real en El Pueblo Manchego, “El conflicto delaceite. Ciudad Real a merced de las turbas” y “¡Que se vayan, que sevayan!”, nº 2.907, 22-9-1920, “Después de los sucesos” y “Comunicado”,nº 2.909, 24-9-1920; “Después de los sucesos”, nº 2.910, 25-9-1920; y“Después de los sucesos”, nº 2.912, 28-9-1920. También en El País,“Manifestación y tumultos en Ciudad Real”, nº 11.998, 22-9-1920; y ElLiberal, “Motín en Ciudad Real”, nº 14.740, 22-9-1920. 37 F. Alía Miranda y M.P. Ladrón de Guevara, “Movimiento obrero yconflictividad social en Castilla-La Mancha (1898-1936)”, en M. OrtizHeras, D. Ruiz González e I. Sánchez Sánchez (Coords.), Movimientossociales y Estado en la España Contemporánea, Ediciones de la Universidad deCastilla-La Mancha, Cuenca, 2001, pp. 529-563.
32
Estado dirigido por Martínez Anido, que fue contestada con
el asesinato de Dato38. En las provincias castellano-
manchegas, como en el resto de provincias agrarias, las
acciones de este tipo fueron muy escasas pero, en cualquier
caso, no dejan de ser síntomas de nuevas expresiones y
formas de movilización y violencia. Así, en febrero de
1919, dos líderes socialistas de Albacete –según la versión
del Gobernador civil- en una reunión celebrada en la Casa
del Pueblo, instigaban a los obreros a que acudieran con
armas y palos al edificio de la compañía donde trabajaban
para incendiarlo si no conseguían resolver el conflicto39.
Ya a finales de septiembre de 1919 fue detenido un sujeto
de ideas anarquistas y tesorero de una sociedad obrera en
Argamasilla de Calatrava, población cercana a Puertollano,
acusado de haber atentado en el domicilio de un propietario
y haberle sobornado con anónimos y bajo amenaza de
muerte40.
El atentado personal apareció en Toledo cuando en la
madrugada del 26 de mayo de 1920 un individuo acometió en
la calle al alcalde de la ciudad y le disparó dos veces,
aunque sólo un disparo logró herirle en la pierna. El
agresor fue un joven cerrajero, vecino de Toledo e
38 Este proceso de repliegue de la protesta, reacción y represióncontrarrevolucionaria en E. González Calleja y F. Rey Reguillo, Ladefensa armada contra la revolución. Una historia de las “guardias cívicas” en la España delsiglo XX, CSIC, Madrid, 1995; y E. González Calleja, El máuser y el sufragio.pp. 19-254. 39 A.H.N., Serie A Gobernación, 57, exp. 7, y Defensor de Albacete, “Elsocialismo en Albacete”, nº 5.204, 13-2-1919.40 El Pueblo Manchego, “El atentado en Argamasilla de Calatrava”, nº2.616, 4-10-1919.
33
identificado como “exaltado socialista”41. En septiembre de
ese mismo año estalló un cartucho de dinamita en el casino
de Talavera de la Reina42. Apenas un mes más tarde en la
puerta del Gobierno civil de Albacete aparecía una botella
con pólvora y clavos, aunque con la mecha apagada. La noche
de antes los huelguistas habían serrado siete postes del
fluido eléctrico y al día siguiente una manifestación
obrera “a cuya cabeza figuraba la bandera roja del
socialismo” exigía la destitución del Gobernador. El líder
socialista hablaba a los obreros en estos términos: “me
dicen las autoridades aquí reunidas que el Gobernador Civil
no volverá a Albacete, pero por si acaso no es así, estar
sobre las armas y a mi primer aviso, para impedirlo a toda
costa”43. En julio de 1921 un agente de la Guardia Civil
fue herido de arma de fuego en Puertollano tras un
enfrentamiento con los mineros44.
Esta radicalización no sólo se dirigió contra élites
sociales y fuerzas del orden, sino también contra afiliados
o militantes de organizaciones políticas y sindicales
rivales. Así, en 1918 la policía tuvo que disolver una
manifestación obrera en Toledo que protestaba por el
rechazo del ayuntamiento a una proposición del concejal
socialista sobre dar el nombre de Wilson a la calle del
41 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 58, exp. 8. Véase con más detalleen El Castellano, “Un hecho repugnante” y “Atentado contra el alcalde”, nº3.270, 26-5-1920. 42 El Castellano, “¿Terrorismo en la provincia? Explosión de un cartucho dedinamita en un casino de Talavera”, nº 3.368, 20-9-1920.43 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 41, exp. 25; y Defensor de Albacete,“Terminó la huelga”, nº 5.750, 25-10-1920.44 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 39, exp. 4.
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Comercio. Días después y a consecuencia de ello se suscitó
en la calle un enfrentamiento entre jóvenes monárquicos y
socialistas que terminó con alguna carga de la Guardia
Civil45. En Valdepeñas los obreros toneleros de Bodegas
Bilbaínas rompieron su afiliación a la Casa del Pueblo “por
su libre y espontánea voluntad” –según la prensa
conservadora- y a consecuencia, se tuvieron que establecer
retenes en la bodega por las amenazas que sufrieron de
asalto y boicot por parte de los trabajadores asociados al
centro obrero46. A finales de octubre de 1920 en Huerta de
Valdecarábanos, el presidente y varios socios de la
sociedad obrera, entre ellos algunos concejales, propinaron
una paliza al médico y miembro del sindicato católico de la
población. Éste tuvo que abandonar la población pero, aún
así, al día siguiente la sociedad obrera salió en
manifestación a los gritos de “fuera el cura” y creyendo
que éste se encontraba en el casino, lanzaron algunas
piedras y disparos contra los cristales del edificio47. Por
contra, a mediados de mayo de 1923 en Toledo estallaba un
petardo en la casa del Gerente de la Sociedad Electricista
que ocasionaba daños en su vivienda y en el edificio
contiguo, la Casa del Pueblo48.
En definitiva, estas mayores dosis de enfrentamiento
social provocaron fracturas y posiciones difíciles de
reconciliar. La escasez e ineficacia de canales cívicos y45 Ibid., leg. 41, exp. 21; El Castellano, “Una sesión turbulenta. Cargas dela Guardia Civil en las calles”, nº 2.848, 12-12-191846 El Pueblo manchego, “Información de los pueblos de la provincia. Valdepeñas”, nº 2.810, 28-5-1920. 47 A.H.N., Serie A Gobernación, leg., 58, exp., 8. 48 Ibid., leg., 17, exp., 7.
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democráticos a través de los que expresar el malestar
social y las trabas que encontró la institucionalización
del conflicto en un territorio habitado por los caciques,
obstruyeron la integración del movimiento obrero en el
régimen político. El florecimiento de posturas extremas,
antiliberales y antiparlamentarias por la izquierda y la
derecha en todo el país, junto al fraccionamiento de los
partidos políticos, la inestabilidad de los gobiernos y los
escasos intentos de las élites políticas por democratizar
el régimen, explican la escasa oposición que encontró el
golpe de Estado militar en 1923. Pero la dictadura del
General Primo de Rivera no haría sino silenciar o hibernar
temporalmente unos problemas sociales y conflictos que
volverían a emerger con mayor intensidad tras la
proclamación de la II República.
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