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RESISTENCIAS AL RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN SOCIAL EN LA ESPAÑA RURAL: EL CASO DE LAS PROVINCIAS CASTELLANO- MANCHEGAS (1909-1923). Óscar Bascuñán Añover. Universidad de Castilla-La Mancha. El estallido de la gran revuelta urbana de Barcelona en el verano de 1909 aceleró un poco más el proceso decadente en el que ya se encontraba inmerso el régimen político de la Restauración. Once años más tarde del desastre de 1898 las ansias coloniales provocaban un nuevo desastre que conmocionaba a la opinión pública de todo el país por la alta capacidad de las masas populares para desbordar el orden social y por la violencia represiva desatada por el gobierno para reducir a los revoltosos de Barcelona. En este estallido social confluyeron un conjunto de expresiones de protesta social tradicional e innovadora que anunciaban los desafíos sociales y políticos a los que se tendría que enfrentar el régimen parlamentario durante sus últimos años de existencia. La estabilidad del sistema político de la Restauración desde entonces subsistió en amenaza permanente. El turno de poder se resquebrajaba debido a las divisiones internas de los partidos políticos dinásticos y cobraban mayor fuerza las organizaciones políticas opositoras que no actuaban por mecanismos clientelares sino a través de la movilización electoral y sindical. El campo de acción principal fueron las grandes ciudades, donde más intensamente se estaban transformando y 1

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RESISTENCIAS AL RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN SOCIAL EN LA

ESPAÑA RURAL: EL CASO DE LAS PROVINCIAS CASTELLANO-

MANCHEGAS (1909-1923).

Óscar Bascuñán Añover.

Universidad de Castilla-La Mancha.

El estallido de la gran revuelta urbana de Barcelona

en el verano de 1909 aceleró un poco más el proceso

decadente en el que ya se encontraba inmerso el régimen

político de la Restauración. Once años más tarde del

desastre de 1898 las ansias coloniales provocaban un nuevo

desastre que conmocionaba a la opinión pública de todo el

país por la alta capacidad de las masas populares para

desbordar el orden social y por la violencia represiva

desatada por el gobierno para reducir a los revoltosos de

Barcelona. En este estallido social confluyeron un conjunto

de expresiones de protesta social tradicional e innovadora

que anunciaban los desafíos sociales y políticos a los que

se tendría que enfrentar el régimen parlamentario durante

sus últimos años de existencia. La estabilidad del sistema

político de la Restauración desde entonces subsistió en

amenaza permanente. El turno de poder se resquebrajaba

debido a las divisiones internas de los partidos políticos

dinásticos y cobraban mayor fuerza las organizaciones

políticas opositoras que no actuaban por mecanismos

clientelares sino a través de la movilización electoral y

sindical. El campo de acción principal fueron las grandes

ciudades, donde más intensamente se estaban transformando y

1

modernizando las actividades económicas, las relaciones

sociales y de producción y el entramado urbanístico con el

crecimiento descontrolado y la llegada de los primeros

obreros del campo1.

Estas complejas transformaciones en el ámbito urbano

estaban enfrentando a dos formas de entender y organizar la

sociedad, la de la burguesía conservadora y la del

proletariado. El surgimiento de nuevas identidades

colectivas, socioculturales y de clase se había propagado

entre los trabajadores industriales asalariados a través de

sociedades, sindicatos y partidos políticos que lograban

canalizar su malestar social y proyectarlo con

reivindicaciones concretas y mayores cotas de movilización

organizada. La construcción de esta identidad política y

cultural se fraguó en España según Manuel Pérez Ledesma en

las últimas décadas del XIX a través de la interpretación

de experiencias comunes en el trabajo y unas condiciones

sociales y laborales compartidas, la elaboración de un

lenguaje, unos conceptos de clase y la difusión de una

serie de ritos, símbolos y mitos. La aprobación de la Ley

1 Sobre la “Semana Trágica” de Barcelona, las obras más recurrentessiguen siendo J.C. Ullman, Semana Trágica. Estudio sobre las causas socioeconómicasdel anticlericalismo en España (1898-1912), Ariel, Barcelona, 1972; J. RomeroMaura, La Rosa de fuego: el obrerismo barcelonés de 1899 a 1909, Alianza Editorial,Madrid, 1989; el renovador trabajo que alimenta el debate de C.Ealham, La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937, Alianza, Madrid,2005; y los más recientes de D. Marín, La Semana Trágica. Barcelona en llamas,revuelta popular y la Escuela Moderna, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009; yA. Dalmau, Siete días de furia, Destino, Barcelona, 2009. La crisis de lospartidos políticos dinásticos, el surgimiento de nuevas fuerzas yalianzas en S. Balfour, “La caída del sistema de la Restauración(1914-1923)”, El fin del Imperio español (1898-1923). pp. 215-232; y en M.Martorell Linares y F. del Rey Reguillo, “El parlamentarismo liberal ysus impugnadores”, Ayer, nº 63, 2006, pp. 23-52.

2

de Asociación de 1887, la de Sufragio Universal Masculino

de 1890 y la de Huelgas de 1909 allanaron en parte este

camino de movilización de masas que alcanzó mayor aliento

durante la segunda década del siglo XX2.

El ritmo de este proceso fue mucho más lento y

discontinuo en el mundo rural, donde aún predominaban los

caciques locales. Las relaciones clientelares eran el modo

menos arriesgado de obtener recursos, beneficios o asegurar

la subsistencia; y los primeros ensayos de asociación

obrera, actividad sindical y política fueron contestados

con el despido, la coacción y el empleo de las fuerzas del

orden público. La elaboración compleja de una nueva

identidad de clase no se mostró con mayor inquietud hasta

bien entrada la segunda década del siglo XX en el mundo

agrario, pero ni siquiera lo hizo en todas las poblaciones

2 El debate en torno a la construcción de la clase obrera comoidentidad política y cultural en E.P. Thompson, La formación de la clase obreraen Inglaterra, Crítica, Barcelona, 1989, 2 vols.; una conceptualizaciónsobre la identidad colectiva como proceso de construcción social através del cual se generan definiciones comunes que facilitan lamovilización en A. Melucci, “Asumir un compromiso: identidad ymovilización en los movimientos sociales”, Zona Abierta, nº 69, 1994, pp.153-180; el camino que transcurre entre la formación de una identidady la movilización, pasando por la creación de significados ypercepciones consensuadas de la realidad y la deslegitimación de losoponentes en B. Klandermans, “La construcción social de la protesta ylos campos pluriorganizativos”, en E. Laraña y J. Gusfield (eds.), Losnuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad, Centro deInvestigaciones Sociológicas, Madrid, 1994, pp. 183-219; y del mismo yS. Goslinga, “Discurso de los medios, publicidad de los movimientos yla creación de marcos para la acción colectiva: ejercicios teóricos yempíricos sobre la construcción de significados”, en D. McAdam, J.McCarthy y M.N. Zald, Movimientos sociales: perspectivas comparadas, EdicionesIstmo, Madrid, 1999, pp. 442-474; el reflejo de este debate en lahistoriografía española en M. Pérez Ledesma, “La formación de la claseobrera: una creación cultural”, en R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.),Cultura y movilización en la España Contemporánea, Alianza, Madrid, 1997, pp.201-233.

3

agrarias. Estas circunstancias de dependencia

socioeconómica, dominación oligárquica y atraso cultural

que rodearon al mundo rural han servido de coartada para

que la historiografía más interesada por la teleología y

formas organizativas del movimiento obrero tachase a los

sectores sociales subalternos del campo de asumir actitudes

pasivas, resignadas o apáticas que sólo y muy

excepcionalmente se transformaban en viscerales explosiones

de ira cuando sentían el dolor de sus estómagos. Sin

embargo, nuevos estudios sociales más comprensivos con las

lógicas campesinas, las enseñanzas de la historia “desde

abajo” y la sociología de los movimientos sociales, han

puesto de relieve en los últimos años las bases de

conflictividad en las que se apoyaba el patronazgo o

clientelismo y las distintas expresiones de desorden,

resistencia y protesta social que se manifestaron a

consecuencia de ello3.

La resistencia al reclutamiento: fugitivos y exceptuados.

El reclutamiento de soldados en la campaña militar del

Rif no desató en el interior agrario la misma explosión de

violencia política y anticlerical que en Barcelona. A pesar

del malestar generalizado entre los sectores sociales que

no pudieron evitar el reclutamiento de sus hijos en una3 Un primer acercamiento a los precursores de la historia “desde abajo”en H.J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos, Prensas Universitarias deZaragoza, Zaragoza, 1989. Uno de los artículos que consiguió reavivarel debate historiográfico en la década de los 90 y definir lospropósitos de una historia de los movimientos sociales en C. GilAndrés, “Protesta popular y movimientos sociales en la Restauración:los frutos de la ruptura”, Historia Social, nº 23, 1995, pp. 121-135.

4

nueva aventura colonial, la protesta que asoló la ciudad

Condal no logró propagarse por el resto de la península. El

rechazo y la movilización popular frente al servicio

militar fue una de las causas y manifestaciones de protesta

más significativas del siglo XIX y las primeras décadas del

XX como bien han demostrado clásicos y nuevos análisis de

autores como Albino Feijoo, Carlos Serrano, Carlos Gil

Andrés y Víctor Lucea4. Los abusos de un sistema de

reclutamiento que libraba de ir a la guerra a los sectores

sociales que podían pagar en metálico la redención, comprar

un sustituto o conseguir la exención por medio de los

manejos caciquiles, se agudizaron en los momentos en los

que surgieron nuevas campañas bélicas en Ultramar y en

África. Al riesgo al que entonces se exponía el soldado

había que añadir la larga separación del hogar, la pérdida

de trabajo, las malas condiciones de vida en el frente o la

posibilidad de contraer alguna enfermedad y, todo esto, era

asumido en su inmensa mayoría por las clases sociales más

débiles, que además dejaban de aportar trabajo e ingresos

por un largo tiempo a la economía familiar, si es que

4 Véase A. Feijoo Gómez, Quintas y protesta social en el siglo XIX, Ministerio deDefensa, Madrid, 1996; C. Serrano, El turno del pueblo. Crisis nacional,movimientos populares y populismo en España (1890-1910), Península, Barcelona,2000 (1ª ed. en Casa de Velázquez, 1987), pp. 22-49; C. Gil Andrés,Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936),Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, pp. 263-326; y V.Lucea Ayala, Rebeldes y amotinados. Protesta popular y resistencia campesina enZaragoza (1890-1905), Institución <<Fernando el Católico>> (C.S.I.C.)-Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2005, pp. 141-172.

5

regresaban sanos y salvos5. Los daños sobre las economías

agrícolas eran muy costosos:

“Ha comenzado el alistamiento de todos los jóvenes de diecinueve

y veinte años que deben ser sorteados para cubrir el próximo

reemplazo; es decir, de los poquísimos brazos que dedicados a las

faenas del campo pueden en este año salvar los productos de la tierra.

Por efecto de las campañas de Cuba y Filipinas y de los

contingentes que a diario reclaman ambos Ejércitos, claro está que en

este año será muy difícil que haya licenciamiento, y aun habiéndolo,

resultará mermado por las bajas crecidas que las campañas han causado

en la quinta que debe licenciarse, y que en su gran mayoría forma en

las filas de los cuerpos combatientes. [...]

En este año, las operaciones de labranza y siembra han sido

deficientes por falta de brazos jóvenes y vigorosos, las guarderías y

el pastoreo están en manos de viejos y muchachos de catorce a veinte

años, y si estos últimos se les lleva al servicio militar, queda el

campo desierto y sembrado de ruina”6.

En cualquier caso, las protestas públicas contra las

quintas nunca fueron muy numerosas en todo el país. Las

posibilidades de que estas protestas fuesen eficaces o

librasen a los mozos del reclutamiento eran más bien

escasas, la vigilancia estrecha y la represión de estas

acciones pasaba por la severa justicia militar. Algunas

ciudades como Zaragoza, Valencia, Logroño, Santander, La

Coruña, Madrid y Barcelona se dejaron escuchar en el

período de la Restauración con acciones colectivas de

protesta durante las campañas más intensas de reclutamiento

5 El sistema de reclutamiento militar liberal en F. Puell de la Villa,El soldado desconocido. De la leva a la “mili” (1700-1912), Biblioteca Nueva, Madrid,1996. 6 Diario de Albacete, “Las quintas y la agricultura”, nº 4.185, 11-1-1897.

6

por necesidades bélicas pero, aunque algunas de ellas

fueron muy espectaculares por su violencia y represión,

nunca fueron muy numerosas. En las provincias castellano-

manchegas, donde no existían grandes núcleos urbanos, la

movilización de reservistas durante la campaña militar de

Melilla del verano de 1909 provocó algunas quejas contra el

gobierno en la población obrera de Minas de San Quintín

(Ciudad Real), pero lo que se preveía un conato de protesta

contra el reclutamiento se convirtió en un linchamiento de

dos vendedores ambulantes magrebíes7. Años atrás, la

movilización de reservistas en 1895 para sofocar la

insurrección cubana había desatado cierto estado de

agitación en la estación de ferrocarril de Albacete, desde

donde partían vagones cargados de soldados8. Y en agosto de

1923 el Gobernador Civil denegaba la autorización para que

se celebrase una manifestación en Manzanares convocada por

las madres de los soldados contra la movilización de

tropas9.

Esta escasez de acciones colectivas no significa la

ausencia de malestar social ni que los reclutas y sus

familias aceptasen siempre de forma resignada el sistema de

reclutamiento. Las expresiones de descontento social y

conflicto se expresaron muy pocas veces a través de la

movilización colectiva, especialmente en el mundo rural de

la Restauración, sometido a estructuras de dominio

oligárquicas que dejaban poco terreno a la7 Diario de La Mancha, “Agresión a dos vendedores moros”, nº 929, 22-7-1909. 8 El País, nº 2.969, 15-8-1895. 9 A.H.N. Serie A Gobernación, leg. 42, exp. 7.

7

institucionalización de los conflictos y la representación

pública y democrática de actitudes sociales y políticas

opositoras al régimen. En cambio, los ilegalismos, la

transgresión, fraude o desobediencia de las leyes fueron

prácticas mucho más extendidas en el mundo rural por

tratarse de formas o expresiones menos ruidosas y

arriesgadas de desorden y resistencia frente a las nuevas

leyes y exigencias del Estado liberal. Estos ilegalismos

alcanzaron su mayor dimensión y gravedad en el campo

durante los procesos desamortizadores y desarticuladores de

los bienes comunales y municipales a través de las acciones

furtivas de hurto de leñas y caza, los ataques contra la

propiedad de la tierra en forma de daños, incendios y

agresiones contra guardas jurados del campo y recaudadores

de impuestos. Expresiones de resistencia a las nuevas

exigencias y formas de organización social liberal que

tuvieron su traducción en el terreno del reclutamiento por

medio de acciones que pretendían esquivar la obligación del

servicio militar10.

Carlos Serrano aseguraba en El turno del pueblo que las

prácticas más habituales de los españoles para evitar el10 Los estudios que bajo el “efecto Scott” han prestado atención aestas llamadas formas de resistencia campesina dentro de nuestrasfronteras son cada vez más numerosos. Algunos a destacar pueden serlos de S. Cruz Artacho, “De campesino a ladrón y delincuente enAndalucía (XIX-XX)”, en M. González de Molina (ed.), La historia deAndalucía a debate. Campesinos y jornaleros, Anthropos, Granada, 2000, pp. 159-178; C. Frías Corredor, “Conflictividad, protesta y formas deresistencia en el mundo rural. Huesca, 1880-1914”, Historia Social, nº 37,2000, pp. 97-118; V. Lucea Ayala, “Entre el motín y el delito. Laprotesta no institucionalizada en la provincia de Zaragoza, 1890-1905”, Historia Contemporánea, nº 23, 2001, pp. 729-758; y O. BascuñánAñover, Protesta y supervivencia. Movilización y desorden en una sociedad rural: Castilla-LaMancha, 1875-1923, Fundación Instituto Historia Social, Valencia, 2008.

8

servicio militar durante el período de la Restauración

fueron la deserción o los prófugos que huían al extranjero

en las provincias costeras o fronterizas y la exención por

medio de fraudes y engaños en las del interior. Los que

habitaban en zonas costeras o fronterizas tenían mayores

posibilidades para huir o emigrar antes de que fuesen

llamados a filas. En cambio los mozos del interior

peninsular tenían más difícil escapar o emigrar y por ello

buscaban otra serie de subterfugios para evitar el

alistamiento11. Una correlación entre prófugos y exentos

que en palabras de Gil Andrés manifestaba “que la

resistencia a las quintas es un fenómeno general en toda

España, adoptando en cada caso la población las formas y

estrategias que tiene a su alcance y presentan mayores

posibilidades de éxito”12. Además, con unos índices que

aumentaron durante el período de guerras coloniales, ya que

ante el riesgo y temor de ser enviado al campo de batalla

crecía el rechazo a las armas. La movilización de

reservistas que provocó la guerra con Cuba entre 1895 y

1898 dejó en la prensa de Albacete de aquellos años

numerosos llamamientos a desertores o reclutas en paradero

desconocido que se expresaban en los siguientes términos:

“Por la Capitanía General de Valencia se cita, llama y emplaza

al soldado desertor Francisco Castellanos López, hijo de Joaquín e

Isidora, natural de Villapalacios, de 26 años de edad, soltero y de

oficio tejedor, para que en el término más breve comparezca ante el

11 C. Serrano, El turno del pueblo, pp. 22-49.12 C. Gil Andrés, Echarse a la calle. pp. 273-274.

9

Juzgado militar de dicho centro a responder de los cargos que le

resultan en la causa que se le instruye por el delito de deserción”13.

Más frecuente incluso en la prensa de Albacete de

estos años era la publicación de relaciones con los nombres

de todos los hombres que no habían acudido al llamamiento

del ejército, avisándoles que debían hacerlo cuanto antes

si no querían incurrir en delito:

“Relación de los individuos nacidos en el año 1878, según

resulta de las certificaciones expedidas por el Registro civil y Curas

párrocos respectivos de esta capital que no se han presentado para ser

alistados en el reemplazo del Ejército del corriente año, ignorándose

su paradero y residencia, así como el de sus familias, a pesar de las

gestiones practicadas por los agentes municipales de este

Ayuntamiento, debiendo verificarlo inmediatamente si no quieren

incurrir en la penalidad que determina la Ley de Quintas vigentes:

[lista de noventa y un nombres]”14.

No obstante, los índices de prófugos o huidos en las

provincias castellano-manchegas, como provincias del

interior peninsular, se situaron entre los más bajos

durante el período de la Restauración en el que se

conservan fuentes estadísticas. Las Estadísticas del reclutamiento

y reemplazo del Ejército durante los años 1918-1920, destacan que

las provincias de Cuenca y Guadalajara fueron las de menor

porcentaje de prófugos de todo el país, con un 1,57% y

2,44% respectivamente. Les seguían las de Segovia, Zaragoza

y Badajoz. La provincia de Ciudad Real ocupaba el sexto

lugar en menor índice de prófugos con un 3,07% y en octavo

y duodécimo lugar se encontraban las de Toledo y Albacete,

13 Diario de Albacete, “Llamamiento a un desertor”, nº 4.026, 27-6-1896. 14 Ibid., “Quintas”, nº 4.195, 23-1-1897.

10

con un 3,96% y 5,19% respectivamente. Muy lejos de éstas se

situaban las provincias con mayor índice de prófugos como

las Canarias, Oviedo y Almería, con un 59,36%, 41,01% y

32,87% respectivamente. Incluso de la media nacional, que

todavía en estas fechas avanzadas se situaba en el 16,80%

de prófugos, a pesar de que éste estaba experimentando una

considerable disminución en relación a los años

inmediatamente anteriores debido a los mayores controles

del Estado15.

Mapa 1Distribución geográfica de los mozos prófugos. Promedio del

trienio 1918-1920

Fuente: Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920

Ahora bien, cumpliéndose la correlación que ya

advertía Carlos Serrano, el bajo índice de huidos que

15 Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920, Imprenta deRamón Velasco, Madrid, 1923, pp. XIX y 17.

11

predominó en las provincias castellano-manchegas fue

contrarrestado con un elevado número de exceptuados. De

nuevo, las Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército durante

los años 1918-1920 muestran datos muy reveladores. Así, las

provincias de Cuenca y Ciudad Real son las de mayor índice

de exceptuados de toda España, con un 20,66% y un 19,41%

respectivamente. En quinto y sexto lugar les seguían las

provincias de Albacete y Toledo con un 17,54% y 17,53%

respectivamente. Y en décimo lugar la de Guadalajara, con

un 15,83% de reclutas exceptuados. Unos porcentajes algo

por encima de la media nacional, que se situaba en el

12,64%, a pesar de que desde 1912 estaba sufriendo una leve

disminución debido al “cuidado cada vez mayor con que las

comisiones mixtas de reclutamiento revisan los expedientes

para evitar los abusos que se cometen en este respecto”. No

parece casualidad que, por el contrario, fuese precisamente

Canarias el territorio con menor número de exceptuados16.

Mapa 2Distribución geográfica de los mozos exceptuados delservicio militar. Promedio del trienio 1918-1920.

16 Ibid., p. XVII y 17.

12

Fuente: Estadísticas del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Trienio 1918-1920

Las exenciones se concedían en función de diversos

criterios sociales que básicamente consistían en ser

huérfanos o hijos y nietos únicos de viudas a las que

tenían que mantener o tener padres y abuelos pobres. Aún

así, el índice de exentos, al basarse en consideraciones

tan cargadas de subjetividad y menos fácilmente

verificables por las autoridades militares tendía a

aumentar durante los períodos bélicos. Como tuvo lugar

durante la guerra de Cuba y Filipinas, cuyos índices de

exceptuados en toda España se elevaron del 19,36% en 1895

al 24,31% al año siguiente y no volvieron a caer por debajo

del 20% hasta 1899 con el fin de las hostilidades. La

exención, a diferencia de la insumisión o deserción,

obedecía a criterios legales, pero en la práctica estaba

sujeta a la política de influencias, redes clientelares,

13

favores y coacciones que ejercían los caciques en el ámbito

municipal. Quizás así también se pueda entender el ligero

aumento que experimentaron los índices de exceptuados en

los años inmediatamente posteriores a 1912 cuando se abolió

la práctica del pago de la redención o sustitución del

servicio militar de la que se beneficiaban exclusivamente

los más ricos. En definitiva, estas expresiones frente al

servicio militar revelaban entre los sectores sociales

populares y rurales un malestar social ante las exigencias

del Estado liberal que desde 1898 intentaba ser canalizado

por las organizaciones republicanas, obreras y subversivas

en su lucha contra el régimen oligárquico.

Resurgimiento y auge de la movilización social y

obrera.

La severidad con la que fueron perseguidos y juzgados

los sucesos de Barcelona impusieron una mordaza a la

protesta en los meses inmediatos. Aún así, en los años

inmediatamente posteriores arrancó en el medio agrario un

nuevo ciclo de movilización colectiva, lento pero

progresivo, que conjugaba las nuevas formas organizativas

del movimiento obrero con las tradicionales acciones

subversivas y directas del campesinado. Desde finales del

siglo XIX el movimiento obrero había intentado que sus

ideas y prácticas de movilización traspasasen las fronteras

de los grandes núcleos urbanos e industriales y, aunque se

tuvieron que enfrentar a graves obstáculos, éstas empezaron

a brotar lentamente en las capitales provinciales y otros

14

centros artesanales, agrícolas y mineros importantes de las

provincias agrarias castellano-manchegas como Puertollano,

Talavera de la Reina, Almansa, Hellín y Manzanares. Las

sociedades obreras benéficas o de socorros mutuos que se

fundaron en muchas de estas poblaciones en los primeros

años del siglo XX con el beneplácito, patrocinio o

subvención de los caciques locales fueron transformándose

en casas del pueblo que aglutinaban a nuevas sociedades

obreras de oficios bajo el control, en primer lugar, de

republicanos. Los socialistas, a su vez, desde

prácticamente la segunda década del siglo XX constituyeron

en los principales núcleos de población agrupaciones

locales, órganos de expresión y secciones de la UGT que se

fueron haciendo con el control de las casas del pueblo y

desplazando a los republicanos.

Esta lenta activación de la organización obrera tuvo

su reflejo en la movilización social y en el seguimiento

que por primera vez tuvo una huelga general en dos núcleos

de estas provincias. El 11 de septiembre de 1911 los

sindicatos obreros convocaron un paro general de 48 horas

en protesta por la campaña militar de Marruecos que fue

ampliamente secundada en Vizcaya, Barcelona, Zaragoza y

Valencia. La huelga se propagó por numerosas ciudades y

adoptó una forma insurreccional en varios pueblos de

Levante. Los muertos por la represión provocaron una nueva

convocatoria de huelga por solidaridad el día 21, que tuvo

seguimiento en Guadalajara y Almansa, en la que fueron

detenidos y procesados once obreros acusados de rebelión,

15

reunión ilegal y coacciones17. También reaparecieron en

estos primeros años de la segunda década del XX ciertas

huelgas de jornaleros, gañanes y segadores en poblaciones

de Toledo y Ciudad Real como Tembleque, Herencia, Cózar,

Torrenueva, Manzanares y Orgaz. Las formas eran muy

similares a las primeras huelgas que estallaron en el campo

toledano durante 1904-1905. Las demandas también eran

parecidas: aumento de salario, reducción de la jornada

laboral y, en ocasiones, admisión de obreros despedidos por

formar parte de alguna sociedad obrera18.

Ahora bien, la mayor intensidad del ciclo de

conflictividad en todo el país y, por ende, en las

provincias castellano-manchegas se produjo bajo la estela

de la I Guerra Mundial y la crisis social que afectó a

todos los estados que directa o indirectamente se vieron

implicados. En España el inicio de este proceso fue

acompañado de una rápida y desordenada capitalización de la

economía debido a su papel de abastecer a los mercados

envueltos en la contienda bélica. Los principales centros

urbanos e industriales del país recibieron numerosa mano de

obra procedente del campo. Cambiaron los sistemas de

17 La huelga general de 1911 en E. González Calleja, La razón de la fuerza.Orden público, subversión y violencia en la España de la Restauración (1875-1917), CSIC,Madrid, 1998, pp. 155-175; la declaración de huelga en Guadalajara enLa Crónica, “Noticias generales”, nº 1.823, 21-9-1911; y los sucesos deAlmansa en A.H.P.A., Audiencia Territorial de Albacete, caja 508, exp.14. 18 Las huelgas de estos años en las provincias castellano-manchegas enBoletín del Instituto de Reformas Sociales, nº 80, 81, 83, 85, 86, 87, 88, 96, 98,99, 100, 103, 105, 115, 116, 118, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 127129, 130 y del 133 al 166. El estallido huelguístico en el campotoledano durante el bienio 1904-1905 en Ó. Bascuñán, Protesta ysupervivencia, pp. 96-108.

16

producción, se intensificó la producción industrial y

comercial, emergieron nuevas y rápidas fortunas, la

exportación disparó la inflación, floreció el contrabando y

la especulación. En las poblaciones vitícolas de La Mancha,

la expansión del comercio benefició a bodegueros, grandes

propietarios, intermediarios que compraban las cosechas

directamente en los campos para venderlas fuera de la

población y prestamistas que imponían intereses

desorbitados en épocas de siembra y recolección. El otro

lado de la moneda lo representaban los pequeños

propietarios, labradores y jornaleros, víctimas de los

intereses abusivos, el bajo precio de la uva y la escasez

de los jornales. La fuerte especulación e inflación generó

situaciones de carestía y escasez que apenas pudieron ser

contenidas con las leyes de subsistencias de 1915 y 191619.

Las organizaciones obreras trataron de abanderar la

protesta contra la escasez de alimentos, pero ni lograron

evitar la reaparición del tradicional motín de

subsistencias ni una deriva violenta de las formas de

movilización obrera. En 1915 estallaron graves motines por

la carestía y escasez del pan en Albacete y Toledo. En

abril y mayo de 1918 se produjeron dos conatos de motín en

Alcolea del Pinar y Marchamalo y en agosto de ese mismo año

19 Los cambios y efectos socioeconómicos originados por el tránsito deuna economía de protección a la de libre mercado y exportación a lasombra de la I Guerra Mundial fueron sólidamente estudiados por S.Roldán y J.L. García Delgado, La formación de la sociedad capitalista en España,1914-1920, CECA, Madrid, 1973, 2 vols. Véase también, J. Maluquer deMotes, “De la crisis colonial a la guerra europea: veinte años deeconomía española”, en J. Nadal, A. Carreras y C. Sudrià (comps.), Laeconomía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Ariel, Barcelona, 1987,pp. 62-104.

17

la revuelta por el precio del pan llegó a la capital

alcarreña. Tanto en el motín de Toledo como en el de

Guadalajara, una comisión de la Casa del Pueblo trató de

negociar la rebaja del pan, pero al no conseguirlo se

sucedieron las manifestaciones, cierres de tiendas,

lanzamientos de piedras, asaltos de tahonas y cargas de la

Guardia Civil, que en Guadalajara ocasionaron un muerto y

seis heridos. A finales de ese mismo año, en La Puebla de

Montalbán, la Casa del Pueblo convocó una manifestación por

la rebaja de las subsistencias y la destitución de dos

guardas municipales que tornó en “actitud levantisca”,

cargas de la Guardia Civil y varios heridos. A finales de

marzo de 1919 del mismo año, se producía otro motín contra

el arriendo del impuesto de consumos en Villamayor de

Calatrava y en La Puebla de Almoradiel eran detenidos

diecisiete obreros por agredir a la Guardia Civil en una

protesta contra la carestía de las subsistencias20.

Las recomendaciones de las organizaciones obreras para

reconducir el conflicto de los mercados locales por otras

vías de presión y negociación menos arriesgadas y

violentas, no lograron en un principio ser demasiado

persuasivas con las masas populares, especialmente con las

mujeres, que seguían optando por recurrir en situaciones

desesperadas al motín, el asalto de tahonas y estaciones de

ferrocarril. El movimiento socialista a diferencia del

anarquista, rechazaba la acción directa como estrategia

para conseguir determinadas reivindicaciones sociales y20 La narración y análisis de estos motines de subsistencias en Ó.Bascuñán, Protesta y supervivencia, pp. 108-151.

18

políticas y optaba por la huelga, la manifestación o el

mitin por ser medios legales, menos arriesgados y que no

ponían en peligro a la organización política y sindical.

Sin embargo, no siempre debió ser fácil convencer a las

comunidades campesinas de que abandonasen unas ideas y

formas de movilización asentadas en la tradición y la

experiencia que solían provocar la reducción inmediata de

los precios. Además, los esfuerzos negociadores de las

organizaciones obreras con las autoridades locales no

siempre dieron resultados inmediatos e incluso dotaron a

los conflictos de una mayor amenaza para las oligarquías,

que podían empezar a contemplar estas acciones no ya como

una agresión contra especuladores o recaudadores de

impuestos sino contra toda la clase propietaria. Los

motines de subsistencias empezaron a ser reprimidos con

mayor violencia en estos últimos años, como prueba la

protesta contra la subida del precio de las patatas que

tuvo lugar en Tarancón en abril de 1919 y que se saldó con

once muertos y entre dieciocho y veinte heridos de balas

máuser21.

21 El motín de Tarancón y sus consecuencias más inmediatas en El Liberal(Cuenca), “El pueblo, las subsistencias y el maüser. Gravísimossucesos en Tarancón”, nº 959, 30-4-1919, “Los sucesos de Tarancón”, nº960, 3-5-1919, y “Los sucesos de Tarancón. Otro muerto”, nº 962, 10-5-1919; El Día de Cuenca, “Protesta de los taranconeros ante la carestía delas subsistencias”, nº 528, 26-4-1919, “El conflicto de Tarancón”, nº529, 28-4-1919; El Liberal, “La catástrofe de Tarancón”, nº 14.271, 29-4-1919; y El País, “Lo de Tarancón”, nº 11.535, 30-4-1919. Pocos díasdespués y cerca de Tarancón, estallaba otro motín en Torrubia delCampo ante la negativa de los comerciantes a vender sus productos aprecio de tasa. Véase, El Liberal (Cuenca), “¿Qué ocurre en Torrubia?”, nº959, 30-4-1919.

19

Del mismo modo, las reivindicaciones laborales que ya

empezaban a estar dirigidas por ciertas sociedades obreras,

en su mayoría socialistas, estuvieron cargadas en buen

número de ocasiones de prácticas coactivas y violentas que

no consiguieron hacer olvidar los comportamientos

tradicionales del motín popular. Las organizaciones obreras

demandaban a través de sus formas de movilización nuevos

derechos laborales y ciudadanos, mayor participación en el

sistema y en las decisiones políticas. Sin embargo, algunas

huelgas de segadores y jornaleros como las que tuvieron

lugar en 1915 y 1916 en Granátula de Calatrava, Torralba de

Calatrava, Herencia y Manzanares, parecían todavía tener

muchos más elementos comunes con los tradicionales motines

que con las huelgas cívicas e institucionalizadas. La

concentración de hombres, mujeres y niños en las plazas,

las amenazas de incendiar el ayuntamiento, apedrearlo y

asaltar la cárcel son algunos de los comportamientos que

aún se manifestaron en estas huelgas.

El movimiento obrero no logró instalarse en todas las

poblaciones castellano-manchegas, ni la identidad de clase

logró superar siempre las relaciones clientelares que

patrocinaban los caciques. Aún así, el movimiento obrero

había tomado ya posiciones y comenzaba a mostrarse como el

conducto colectivo principal de las clases subalternas para

mostrar su descontento social. Desde décadas atrás el

sistema paternalista estaba inmerso en un lento proceso de

descomposición al calor de la mercantilización de las

economías, la desarticulación de los antiguos derechos

20

colectivos de uso y aprovechamiento, la desigual

distribución de los recursos, el incremento de las

desigualdades sociales y los procesos de empobrecimiento.

En estos últimos años del período la deferencia de los

campesinos a los caciques se mostró mucho más costosa, las

corruptelas, coacciones y violencias para obtener el voto

se hicieron más habituales y la actuación de las fuerzas

del orden público para contener la protesta social más

severa. El asociacionismo obrero se fortaleció en algunas

de estas poblaciones, se constituyeron mayor número de

sociedades obreras y entre 1916 y 1918 se tiene constancia

de que se empezó a celebrar el 1º de Mayo con manifestación

y mitin en poblaciones como Talavera, Puertollano, Alcázar

de San Juan, Toledo, Ciudad Real y Albacete22.

También empezaron a aparecer reivindicaciones obreras

de carácter político y nacional. La huelga general del 18

de diciembre de 1916 convocada por UGT y CNT en demanda del

abaratamiento de las subsistencias, la solución de la

crisis de trabajo y la amnistía completa de los delitos

políticos fue secundada con manifestaciones en gran parte

del país y, entre ellas, en Albacete, Toledo, Talavera de

la Reina, Puertollano y Almadén, aunque en esta última se

asaltaron las casetas del impuesto de consumos. Estas

22 Un análisis de las relaciones paternalistas y las estrategias depoder y dominio caciquil desde una perspectiva conflictivista delperíodo de la Restauración en Ó. Bascuñán Añover, “A propósito de ladesmovilización campesina durante la restauración: prácticas yestrategias de adaptación y resistencia a la lógica clientelar en lasprovincias castellano-manchegas”, en E. Nicolás y C. González (ed.),Ayeres en discusión. Temas clave de Historia Contemporánea hoy, Universidad deMurcia, Murcia, 2008.

21

poblaciones participaron de un modo coordinado y, en su

mayoría, cívico en la mayor movilización social hasta

entonces habida en España. El movimiento obrero intentaba

así atraerse a las masas populares y prepararlas para una

huelga general revolucionaria que desencadenase la apertura

democrática del régimen político. Sin embargo, la huelga de

agosto de 1917 acabó en un gran fracaso y con un gran coste

de vidas humanas y detenidos. El fracaso de la huelga pudo

obedecer a su carácter improvisado, previsible, violento,

indefinido políticamente, sin coordinación entre las

centrales sindicales y sin apoyos suficientes, entre ellos

el del campesinado23. En las provincias castellano-

manchegas apenas tuvo cierta repercusión entre los

ferroviarios de Hellín, Talavera de la Reina y Almansa.

Meses más tarde, en noviembre de 1917, se celebró en

Albacete una “imponente manifestación de las izquierdas” en

favor de la amnistía para los miembros del comité de la

huelga revolucionaria que cumplían sentencia en

Cartagena24.

El régimen parlamentario de la Restauración entró a

partir de entonces en su fase terminal. La falta de

autoridad del ejecutivo ante los nuevos centros de poder no

se pudo solventar ni con la formación de gobiernos de

concentración nacional. Los problemas sociales y económicos

23 Las huelgas generales de 1916 y 1917 en S. Juliá, Los socialistas en lapolítica española, Taurus, Madrid, 1997; en C. Forcadell, Parlamentarismo ybolchevización. El movimiento obrero español, 1914-1918, Crítica, Barcelona, 1978;y en E. González Calleja, La razón de la fuerza. pp. 515-534.24 J.B. Vilar y P.M. Egea Bruno, “Movimiento obrero en Albacete durantela crisis de la Restauración (1902-1923)”, Congreso de Historia de Albacete,Albacete, 1985, vol. 5, pp. 88-89.

22

derivados del final del conflicto bélico internacional

trastornaron los intentos de recomponer la situación

política y la crisis de legitimidad del sistema desvelaba

la escasa representación de intereses y aspiraciones sobre

el que estaba construido el edificio político. El

proletariado se alzaba como la principal amenaza del

régimen. En las provincias castellano-manchegas aparecieron

los primeros concejales socialistas y obreros en

ayuntamientos como los de Talavera, Puertollano, Alcázar de

San Juan, Toledo, Albacete, Villarrobledo y Cuenca. A la

vista de la revolución bolchevique en Rusia, los intentos

de insurrecciones obreras y los disturbios sociales

postbélicos en países como Alemania, Austria, Hungría e

Italia, también en España, creció un sentimiento

contrarrevolucionario en los grupos burgueses y

oligárquicos en torno a la defensa de los principios de

propiedad, orden y religión. La opción democrática,

percibida por las clases conservadoras como la puerta de

entrada del proletariado al gobierno, fue desechada

entonces por soluciones autoritarias que en algunos casos

no tardaron en desembocar en dictaduras derechistas y

militares25.

25 El profuso período político de entreguerras en E.J. Hobsbawm, Historiadel siglo XX, 1914-1991, Crítica, Barcelona, 1991; M. Kitchen, El periodo deentreguerras en Europa, Alianza, Madrid, 1992; G. Jackson, Civilización ybarbarie en la Europa del siglo XX, Planeta, Barcelona, 1997; R. Vinen, Europa enfragmentos. Historia del viejo continente en el siglo XX, Península, Barcelona, 2002;y M. Mazower, La Europa negra. Desde la Gran Guerra hasta la caída del comunismo,Ediciones B, Barcelona, 2003. Un trabajo comparativo sobre lasdistintas guerras civiles que asolaron Europa en estos años y unidaspor una misma dialéctica, la revolución frente a la defensa de lapropiedad, el orden y la religión en, J. Casanova (comp.), Guerras civilesen el siglo XX, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 2001; y del mismo,

23

Los defensores del orden social mostraron una mayor

preocupación por organizarse, asociarse y fundar sindicatos

agrarios católicos que luchasen contra la revolución social

y las fuerzas secularizadoras. En 1916 se constituyó en la

provincia de Ciudad Real la Federación de Sindicatos

Agrícolas Católicos de La Mancha presidido por el marqués

de Casa Treviño y en 1918 contaba con veinticuatro

sindicatos. En 1916 también se creó la Federación Católica

de Cuenca, un año más tarde la de Toledo y entre 1918 y

1920 se levantaron al menos diecisiete sindicatos en la

provincia de Albacete. No se conocen bien las consecuencias

dispares del sindicalismo católico en algunas de estas

provincias, sobre todo en Cuenca donde el movimiento obrero

se extendía a un ritmo mucho más lento o en partidos

judiciales de mayor aislamiento y presión caciquil como los

de Alcaraz, Casas Ibáñez y Yeste en Albacete, donde se daba

la sindicación católica más elevada de la provincia

mientras la obrera era inexistente. En Ciudad Real, según

Barragán Morales, el mayor número de estos sindicatos

católicos se concentraron en el ámbito oriental y vitícola

de la provincia, la zona más inserta en los circuitos

comerciales y donde mayor presencia tenían los medianos y

pequeños propietarios. No obstante, este sindicalismo

católico no parece que consiguiese obtener grandes efectos

de persuasión entre el elemento jornalero, especialmente en

provincias como las de Toledo y Ciudad Real, donde mayores

progresos experimentó el movimiento obrero26. La prensa

“Europa en guerra: 1914-1945”, Ayer, nº 55, 2004, pp. 107-126.

24

provincial conservadora también empezaba a gastar más tinta

en la llamada “cuestión social”:

“A cada nueva cosecha de trigo, una nueva cosecha de conflictos

sociales. Peticiones, huelgas, amenazas... Antaño fue en los campos de

Jerez, donde el anarquismo hizo prosélitos inconscientes; después ha

sido en los montes valencianos, en Galicia más tarde, en la Mancha al

fin, cuyos habitantes no pudimos imaginar jamás que la paz del llano

se turbara. [...] Las huelgas, la inquietud de los obreros del campo,

las aspiraciones de los trabajadores, son objeto de una traducción

caprichosa, subjetiva y capciosa no pocas veces. Pero el socialismo,

la anarquía, los elementos discordantes y de perturbación siguen

avanzando” 27.

La etapa más intensa de este ciclo de conflictividad

llegó a España entre los años de 1918 y 1920. La

generalización de la protesta obrera benefició a otros

grupos de presión que se sumaron a ella, generó

contramovimientos o de oposición extrema y provocó la

respuesta de las autoridades políticas en forma de

represión, también algunas de reforma. Las élites políticas

se encontraban más divididas que nunca, se formaron nuevas

coaliciones y crecieron los antagonismos entre los grupos

que buscaban extender sus fuerzas con el apoyo popular. La26 El catolicismo político ha sido estudiado por F. Lannon, Privilegio,persecución y profecía. La Iglesia católica en España, 1875-1975, Alianza, Madrid,1990; J.W. Callahan, La Iglesia católica en España (1875-2002), Crítica,Barcelona, 2002; y J.J. Castillo, El sindicalismo amarillo en España. Aportacionesal estudio del catolicismo social español (1912-1923), EDICUSA, Madrid, 1977. Un buenestudio del patronazgo católico a través de la figura del marqués deComillas en E. Faes Díaz, “Enemigos íntimos: radicalización patronal ysindicación católica en la crisis de la Restauración”, Ayer, nº 56,197-220. Un primer estudio del sindicalismo católico en la provinciade Ciudad Real en A. Barragán Morales, Juan Manuel Treviño (1879-1936). Lossindicatos católico-agrarios, Biblioteca de Autores Manchegos, Ciudad Real,2001.27 El Pueblo Manchego, “Cuestiones sociales. El problema agrario”, nº 1.949, 13-7-1917.

25

radicalización política en esta etapa final estimuló una

deriva violenta en la movilización a pesar de que la huelga

laboral se convirtió en la expresión fundamental de la

acción colectiva. La huelga representaba una forma de

protestar más flexible, autónoma, cívica, modular, de mayor

repercusión social, nacional y vinculada a los movimientos

de la actividad política general. Sin embargo, el

incremento de las prácticas patronales coactivas contra los

obreros asociados, la mayor severidad de la política

represiva de las autoridades y la radicalización de algunas

estrategias de acción colectiva dificultaron que la huelga

mostrase siempre un aspecto cívico e institucionalizado. Al

contrario, mantuvo un cierto componente subversivo y

convivió estrechamente con otras prácticas de lucha social

como el pistolerismo en Cataluña y la insurrección en

Andalucía28.

En estos tres años, las huelgas arrojaron su mayor

número hasta entonces en las provincias castellano-

manchegas. Las huelgas de jornaleros o trabajadores del

campo empezaron a cobrar mayor protagonismo junto a las de

los trabajadores de oficio y mineros, especialmente en las

provincias de Toledo y Ciudad Real. Además, se declararon

algunas huelgas por solidaridad con los despedidos y otras

de gran duración debido a la mayor capacidad de resistencia

y recursos de la organización sindical en poblaciones como

Puertollano y Talavera de la Reina. La Junta Local de28 Este período de intensificación de la protesta y los cambiosexperimentados en las expresiones colectivas, políticas y violentas enE. González Calleja, El máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violenciapolítica en la crisis de la Restauración (1817-1931), CSIC, Madrid, 1999.

26

Reformas Sociales no siempre logró actuar con eficacia,

institucionalizar los conflictos y hacer que se respetasen

los acuerdos laborales debido al rechazo que despertaba en

muchos patronos estas prácticas de negociación colectiva y

reconocimiento de las organizaciones sindicales29. Estas

dificultades que encontró un sindicalismo cada vez mejor

organizado y militante pudieron favorecer la persistencia

de algunas acciones directas tradicionales y el surgimiento

de otras extremas. En Polán la prohibición de la rebusca de

aceituna provocó una “actitud levantisca” entre las mujeres

de los jornaleros que impedían a los hombres que saliesen

al campo a trabajar30. Pocos días más tarde, la falta de

acuerdo entre los jornaleros y patronos de Noblejas por el

precio de los jornales, las subsistencias y el impuesto de

consumos provocó una huelga, actitudes coactivas y

enfrentamientos con la Guardia Civil que se saldaron con

tres muertos y trece heridos de bala máuser31.

Cuadro 1.Número de huelgas y revueltas obreras en Castilla-La

Mancha, 1915-1923.1915

1916

1917

1918

1919

1920

1921

1922

1923

Albacete 1 3 3 3 7 9 1 3Ciudad Real 7 10 7 10 5 15 6 2 1

29 A. Barrio Alonso, “La oportunidad perdida: 1919, mito y realidad delpoder sindical”, Ayer, nº 63, 2006, pp. 153-184. Sobre las reaccionespatronales ante el reconocimiento sindical, véase también a F. del ReyReguillo, “El empresario, el sindicalista y el miedo”, en R. Cruz y M.Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea. pp. 235-272.30 El Castellano, “Conflictos en la provincia”, nº 2.589, 21-1-1918.31 Ibid., “Los huelguistas de Noblejas. Combate con la Guardia Civil, nº2.594, 28-1-1918, y “Después de los sucesos. Detenciones en Noblejas”,nº 2.595, 29-1-1918.

27

Cuenca 1 1 2 4 9 2 2Guadalajara 1 4 6 4 5 2 1Toledo 3 15 6 15 20 11 5 2 8Castilla-LaMancha 12 29 17 34 42 48 19 11 10

Fuente: Elaboración propia a partir del Boletín del Instituto de Reformas

Sociales y fondos hemerográficos, judiciales, militares y

gubernamentales.

Los instantes de mayor agitación laboral de este

periodo se situaron en la provincia de Toledo, en el mes de

mayo de 1919. En La Puebla de Montalbán los huelguistas

coaccionaban a los segadores. En Escalonilla los obreros

abandonaban el trabajo sin dar explicaciones. En El Carpio

de Tajo la sociedad obrera amenazaba a los patronos y las

mujeres recorrían el campo “para maltratar de palabra y

obra” a los segadores forasteros. El Gobernador Civil

aseguraba que en este pueblo la huelga tenía carácter

“anarquista” y que era necesario conducir al campo y

escoltar a los que querían trabajar, como si fueran

“presos”, por la actitud “airada” de los huelguistas y

“sobre todo de las mujeres”. En Gerindote la situación era

muy parecida. En los últimos quince días del mes las

autoridades solicitaron la concentración de las fuerzas del

orden en Consuegra, Fuensalida, La Pueblanueva, Magán, San

Bartolomé de las Abiertas, Navahermosa, Olías del Rey, La

Calzada y Villaluenga y el Teniente Coronel aseguraba que

carecía de fuerzas suficientes para acudir “a todos los

focos de insurrección”. Los conflictos quedaron sofocados a

final de mes salvo en El Carpio del Tajo, donde los obreros

no se prestaban a explicitar ningún tipo de reivindicación

28

laboral y simplemente manifestaban que no volverían a

trabajar la tierra “hasta que sea suya”. En Villaseca, en

cambio, eran los patronos los que se negaban “a todo

arreglo” y sólo pedían agentes de la Guardia Civil que les

protegiesen32.

El número de huelgas declaradas fue aún mayor en 1920

y, aunque en su mayoría fueron laborales y reivindicativas,

no faltaron episodios de coacción y violencia como en

Villamiel, donde los huelguistas salieron al campo con

“garrotes y varas” para amenazar a los forasteros

contratados. En Daimiel grandes grupos de mujeres y hombres

recorrieron las fábricas en marzo de 1921 para evitar los

relevos de los obreros y se concentraron más de mil

personas en “actitud rebelde y levantisca” para forzar el

acuerdo entre patronos y obreros. En Puertollano, un mes

más tarde, dos mil obreros se concentraban “en actitud

levantisca” frente al ayuntamiento y amenazaban “con la

revuelta si no se les proporcionaba trabajo o alimentos”33.

La precipitación de huelgas y manifestaciones obreras

generó la urgencia de concentrar a las fuerzas de la

Guardia Civil. Tal despliegue no sólo tuvo por objeto

prevenir posibles desórdenes públicos sino –atendiendo a

las palabras del Gobernador civil de Albacete- el de

“deshacer la huelga y con ello desmoralizar a los

32 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 57, exp. 24.33 Lo de Villamiel en El Castellano, “En Villamiel. Obreros coaccionados”,nº 3.368, 20-9-1920; lo de Daimiel y Puertollano en A.H.N., Serie AGobernación, leg. 15, exp. 21.

29

directores y explotadores de estos obreros y profesionales

de la revuelta”34.

A pesar de que se descubren indicios que muestran cómo

en algunas de las mayores poblaciones de las provincias

castellano-manchegas el conflicto social empezaba a

transitar por conductos cívicos e institucionalizados,

existía un ambiente coactivo, especialmente en las

comunidades rurales donde mayor peso tenían los caciques,

que favoreció la pervivencia de acciones de protesta

subversiva. Así se puede entender el estallido, todavía en

1920, de una nueva oleada de motines de subsistencia que

afectó principalmente a las provincias de Toledo y Ciudad

Real. En San Clemente, Casas Ibáñez y Alcaudete de la Jara

se asaltó o apedreó el ayuntamiento, la fábrica de harinas

y el juzgado. En Las Herencias los jornaleros abandonaron

la siega porque el principal propietario había vendido toda

su cosecha de aceite a un “acaparador” de Madrid y se

negaba a abastecer al pueblo de la cantidad que el propio

ayuntamiento le exigía. En Calzada de Oropesa las “cien

mujeres amotinadas” sacaron al secretario del ayuntamiento,

un reconocido “maurista” acusado de ocasionar la escasez de

pan, y le “maltrataron furiosamente” a los gritos de “¡O te

marchas o te matamos!”, “¡No te valdrán tus patrocinadores!

>>, “¡Ni la Guardia Civil!”. En Las Ventas con Peña

Aguilera las amenazas de quinientas mujeres y doscientos

hombres de quemar la fábrica de harinas y los comercios

precipitaron al día siguiente el acuerdo sobre los precios

34 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 57, exp. 7.

30

de las subsistencias. En Urda, al contrario, la violencia

se desató ante la dificultad de conseguir un acuerdo entre

obreros y patronos por los jornales y las subsistencias35.

El motín llegó hasta Ciudad Real en el mes de

septiembre, donde adquirió su expresión más violenta y

subversiva. La escasez de aceite y las largas colas en

espera de racionamiento desataron un motín que empezó con

el intento de asalto del ayuntamiento y el Gobierno Civil y

acabó con el incendió de las fábricas de harinas, oficinas,

bodegas, comercios, bares, el molino de aceite del marques

de Casa Treviño, la casa palacio del alcalde, varios coches

y el intento de asalto de la casa de la condesa viuda de la

Cañada. Las cargas de la Guardia Civil, la dimisión del

Gobernador civil y de todos los miembros del ayuntamiento

logró calmar la situación en la capital, pero no en el

resto de la provincia. En Calzada de Calatrava la prensa

hablaba de “ánimos bastante excitados” ante la carestía de

aceite. En Minas de San Quintín se manifestaron en

distintas ocasiones grupos numerosos de mujeres. La

protesta llegó a Villamayor de Calatrava, de cuya población

era anejo, y secundada por todas las sociedades obreras

consiguieron de autoridades y mayores contribuyentes la

promesa de rebajar el pan, las patatas y el aceite. En días

siguientes, “cientos de mujeres” de San Quintín y

Cabezarados recorrieron los comercios de tejidos,

coloniales y carnicerías para que los vendedores firmasen

de conformidad una lista de precios que éstas llevaban. En35 Un análisis de esta nueva oleada de motines de subsistencias en Ó. Bascuñán, Protesta y supervivencia, pp. 123-151.

31

Daimiel, Almodóvar del Campo, La Solana, Membrilla en

distintas ocasiones y, meses más tarde, en Tomelloso se

sucedían estas mismas manifestaciones de mujeres frente al

ayuntamiento y los comercios para exigir la rebaja de los

precios. En Moral de Calatrava se temía una situación

similar36. Francisco Alía y Mª Paz Ladrón de Guevara

afirman también la existencia de motines en Corral de

Calatrava y Brazatortas37.

El conflicto de las subsistencias se fue desvaneciendo

a lo largo de 1921 y con ello las manifestaciones y motines

que le acompañaron. El ciclo de protesta entraba en su fase

descendente y el número de huelgas también empezó a decaer.

Precisamente en esta fase descendente del ciclo de protesta

se pueden apreciar en el país algunas actitudes más

radicales y violentas. El agotamiento de la movilización

provocó la reacción del obrerismo más militante. Esta

radicalización de estrategias y objetivos de la lucha

social tuvo su centro en la Barcelona del pistolerismo

anarquista, de la formación de bandas parapoliciales por

patronos, de la violencia de los sindicatos amarillos, de

la aplicación de la “ley de fugas” y del terrorismo de

36 El motín de Ciudad Real en El Pueblo Manchego, “El conflicto delaceite. Ciudad Real a merced de las turbas” y “¡Que se vayan, que sevayan!”, nº 2.907, 22-9-1920, “Después de los sucesos” y “Comunicado”,nº 2.909, 24-9-1920; “Después de los sucesos”, nº 2.910, 25-9-1920; y“Después de los sucesos”, nº 2.912, 28-9-1920. También en El País,“Manifestación y tumultos en Ciudad Real”, nº 11.998, 22-9-1920; y ElLiberal, “Motín en Ciudad Real”, nº 14.740, 22-9-1920. 37 F. Alía Miranda y M.P. Ladrón de Guevara, “Movimiento obrero yconflictividad social en Castilla-La Mancha (1898-1936)”, en M. OrtizHeras, D. Ruiz González e I. Sánchez Sánchez (Coords.), Movimientossociales y Estado en la España Contemporánea, Ediciones de la Universidad deCastilla-La Mancha, Cuenca, 2001, pp. 529-563.

32

Estado dirigido por Martínez Anido, que fue contestada con

el asesinato de Dato38. En las provincias castellano-

manchegas, como en el resto de provincias agrarias, las

acciones de este tipo fueron muy escasas pero, en cualquier

caso, no dejan de ser síntomas de nuevas expresiones y

formas de movilización y violencia. Así, en febrero de

1919, dos líderes socialistas de Albacete –según la versión

del Gobernador civil- en una reunión celebrada en la Casa

del Pueblo, instigaban a los obreros a que acudieran con

armas y palos al edificio de la compañía donde trabajaban

para incendiarlo si no conseguían resolver el conflicto39.

Ya a finales de septiembre de 1919 fue detenido un sujeto

de ideas anarquistas y tesorero de una sociedad obrera en

Argamasilla de Calatrava, población cercana a Puertollano,

acusado de haber atentado en el domicilio de un propietario

y haberle sobornado con anónimos y bajo amenaza de

muerte40.

El atentado personal apareció en Toledo cuando en la

madrugada del 26 de mayo de 1920 un individuo acometió en

la calle al alcalde de la ciudad y le disparó dos veces,

aunque sólo un disparo logró herirle en la pierna. El

agresor fue un joven cerrajero, vecino de Toledo e

38 Este proceso de repliegue de la protesta, reacción y represióncontrarrevolucionaria en E. González Calleja y F. Rey Reguillo, Ladefensa armada contra la revolución. Una historia de las “guardias cívicas” en la España delsiglo XX, CSIC, Madrid, 1995; y E. González Calleja, El máuser y el sufragio.pp. 19-254. 39 A.H.N., Serie A Gobernación, 57, exp. 7, y Defensor de Albacete, “Elsocialismo en Albacete”, nº 5.204, 13-2-1919.40 El Pueblo Manchego, “El atentado en Argamasilla de Calatrava”, nº2.616, 4-10-1919.

33

identificado como “exaltado socialista”41. En septiembre de

ese mismo año estalló un cartucho de dinamita en el casino

de Talavera de la Reina42. Apenas un mes más tarde en la

puerta del Gobierno civil de Albacete aparecía una botella

con pólvora y clavos, aunque con la mecha apagada. La noche

de antes los huelguistas habían serrado siete postes del

fluido eléctrico y al día siguiente una manifestación

obrera “a cuya cabeza figuraba la bandera roja del

socialismo” exigía la destitución del Gobernador. El líder

socialista hablaba a los obreros en estos términos: “me

dicen las autoridades aquí reunidas que el Gobernador Civil

no volverá a Albacete, pero por si acaso no es así, estar

sobre las armas y a mi primer aviso, para impedirlo a toda

costa”43. En julio de 1921 un agente de la Guardia Civil

fue herido de arma de fuego en Puertollano tras un

enfrentamiento con los mineros44.

Esta radicalización no sólo se dirigió contra élites

sociales y fuerzas del orden, sino también contra afiliados

o militantes de organizaciones políticas y sindicales

rivales. Así, en 1918 la policía tuvo que disolver una

manifestación obrera en Toledo que protestaba por el

rechazo del ayuntamiento a una proposición del concejal

socialista sobre dar el nombre de Wilson a la calle del

41 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 58, exp. 8. Véase con más detalleen El Castellano, “Un hecho repugnante” y “Atentado contra el alcalde”, nº3.270, 26-5-1920. 42 El Castellano, “¿Terrorismo en la provincia? Explosión de un cartucho dedinamita en un casino de Talavera”, nº 3.368, 20-9-1920.43 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 41, exp. 25; y Defensor de Albacete,“Terminó la huelga”, nº 5.750, 25-10-1920.44 A.H.N., Serie A Gobernación, leg. 39, exp. 4.

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Comercio. Días después y a consecuencia de ello se suscitó

en la calle un enfrentamiento entre jóvenes monárquicos y

socialistas que terminó con alguna carga de la Guardia

Civil45. En Valdepeñas los obreros toneleros de Bodegas

Bilbaínas rompieron su afiliación a la Casa del Pueblo “por

su libre y espontánea voluntad” –según la prensa

conservadora- y a consecuencia, se tuvieron que establecer

retenes en la bodega por las amenazas que sufrieron de

asalto y boicot por parte de los trabajadores asociados al

centro obrero46. A finales de octubre de 1920 en Huerta de

Valdecarábanos, el presidente y varios socios de la

sociedad obrera, entre ellos algunos concejales, propinaron

una paliza al médico y miembro del sindicato católico de la

población. Éste tuvo que abandonar la población pero, aún

así, al día siguiente la sociedad obrera salió en

manifestación a los gritos de “fuera el cura” y creyendo

que éste se encontraba en el casino, lanzaron algunas

piedras y disparos contra los cristales del edificio47. Por

contra, a mediados de mayo de 1923 en Toledo estallaba un

petardo en la casa del Gerente de la Sociedad Electricista

que ocasionaba daños en su vivienda y en el edificio

contiguo, la Casa del Pueblo48.

En definitiva, estas mayores dosis de enfrentamiento

social provocaron fracturas y posiciones difíciles de

reconciliar. La escasez e ineficacia de canales cívicos y45 Ibid., leg. 41, exp. 21; El Castellano, “Una sesión turbulenta. Cargas dela Guardia Civil en las calles”, nº 2.848, 12-12-191846 El Pueblo manchego, “Información de los pueblos de la provincia. Valdepeñas”, nº 2.810, 28-5-1920. 47 A.H.N., Serie A Gobernación, leg., 58, exp., 8. 48 Ibid., leg., 17, exp., 7.

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democráticos a través de los que expresar el malestar

social y las trabas que encontró la institucionalización

del conflicto en un territorio habitado por los caciques,

obstruyeron la integración del movimiento obrero en el

régimen político. El florecimiento de posturas extremas,

antiliberales y antiparlamentarias por la izquierda y la

derecha en todo el país, junto al fraccionamiento de los

partidos políticos, la inestabilidad de los gobiernos y los

escasos intentos de las élites políticas por democratizar

el régimen, explican la escasa oposición que encontró el

golpe de Estado militar en 1923. Pero la dictadura del

General Primo de Rivera no haría sino silenciar o hibernar

temporalmente unos problemas sociales y conflictos que

volverían a emerger con mayor intensidad tras la

proclamación de la II República.

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