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LA EMBAJADA DE OBEDIENCIA DEL DUQUE DE SEGORBE Y CARDONA AL PAPA CLEMENTE X (1671)* La embajada de obediencia era una ceremonia de origen medieval en la que un soberano, a través de su embajador, mostraba pleitesía al papa 1 . Pese a su importancia en la Edad Media y Moderna, exis- ten todavía pocos estudios sobre la evolución de esta ceremonia y sus repercusiones políticas y culturales 2 . En el presente trabajo nos acer- caremos a un momento crucial de su evolución, que afectó a las re- laciones entre la monarquía hispánica y la Santa Sede y que marcó el ocaso de esta fiesta. La creciente marginalidad de Roma en el plano internacional, desde tiempos de la Reforma, pero de forma más evi- dente desde la paz de Westfalia (1648), condujo a la suspensión defi- nitiva de esta ceremonia muy poco después, durante el pontificado de Inocencio XI (1676-1689). El declive de la embajada de obediencia durante este periodo puede ser analizado como una manifestación del deterioro del concepto de obediencia hacia Roma. En las siguientes páginas la analizaremos como reflejo de un complejo juego de con- flictos e intereses pactados, y no como la representación de un poder estático y de unas relaciones políticas inamovibles. Jurgen Habermas fraguó el concepto de un Antiguo Régimen «re- * Este artículo ha sido posible gracias al apoyo del Proyecto I+D+I Poder y re- presentaciones en la edad moderna. Redes diplomáticas y encuentros culturales en la monarquía hispánica 1500-1700, UNED, HAR2012-39516-C02-02, del Ministerio de Economía de España. 1 El Consejo de Estado en 1668 definía así el fin de la embajada de obediencia: «es un acto de reconocimiento que se hace al vicario de cristo luego que es promo- vido al pontificado, el qual acostumbran a hacer los príncipes católicos y esta forma se ha observado casi siempre», Archivo Histórico Nacional (de ahora en adelante AHN), Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. 2 M.A. Visceglia, Guerra, diplomacia y etiqueta en la corte de los papas. Siglos XVI-XVII, Madrid, Polifemo, 2010, en el que la autora nos acerca a la dimensión político-diplomática de esta ceremonia.

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LA EMBAJADA DE OBEDIENCIA DEL DUQUEDE SEGORBE Y CARDONA

AL PAPA CLEMENTE X (1671)*

La embajada de obediencia era una ceremonia de origen medievalen la que un soberano, a través de su embajador, mostraba pleitesíaal papa1. Pese a su importancia en la Edad Media y Moderna, exis-ten todavía pocos estudios sobre la evolución de esta ceremonia y susrepercusiones políticas y culturales2. En el presente trabajo nos acer-caremos a un momento crucial de su evolución, que afectó a las re-laciones entre la monarquía hispánica y la Santa Sede y que marcó elocaso de esta fiesta. La creciente marginalidad de Roma en el planointernacional, desde tiempos de la Reforma, pero de forma más evi-dente desde la paz de Westfalia (1648), condujo a la suspensión defi-nitiva de esta ceremonia muy poco después, durante el pontificado deInocencio XI (1676-1689). El declive de la embajada de obedienciadurante este periodo puede ser analizado como una manifestación deldeterioro del concepto de obediencia hacia Roma. En las siguientespáginas la analizaremos como reflejo de un complejo juego de con-flictos e intereses pactados, y no como la representación de un poderestático y de unas relaciones políticas inamovibles.

Jurgen Habermas fraguó el concepto de un Antiguo Régimen «re-

* Este artículo ha sido posible gracias al apoyo del Proyecto I+D+I Poder y re-presentaciones en la edad moderna. Redes diplomáticas y encuentros culturales en lamonarquía hispánica 1500-1700, UNED, HAR2012-39516-C02-02, del Ministerio deEconomía de España.

1 El Consejo de Estado en 1668 definía así el fin de la embajada de obediencia:«es un acto de reconocimiento que se hace al vicario de cristo luego que es promo-vido al pontificado, el qual acostumbran a hacer los príncipes católicos y esta formase ha observado casi siempre», Archivo Histórico Nacional (de ahora en adelanteAHN), Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837.

2 M.A. Visceglia, Guerra, diplomacia y etiqueta en la corte de los papas. SiglosXVI-XVII, Madrid, Polifemo, 2010, en el que la autora nos acerca a la dimensiónpolítico-diplomática de esta ceremonia.

presentativo», en virtud del cual el espacio público se definía solo porel poder concentrado en manos del soberano, quien lo proyectaba deforma simbólica hacia la sociedad política o res publica moderna3.Contra este modelo historiográfico, del que en cierto modo había par-ticipado también José Antonio Maravall y su visión de cultura diri-gida desde arriba4, ha aparecido otro que asume que en la res publicaparticiparon, construyendo significados, muchos otros agentes socia-les, distintos al monarca y a la nobleza. Por otra parte, contra la ideaheredada de Norbert Elias del ceremonial como etiqueta, que actúapara lograr el disciplinamiento social5, ha empezado a concebirse otraque entiende el ceremonial como expresión de poderes intermedios6.El espacio ceremonial es visto cada vez más como un lugar de apro-piación y legitimación de distintos grupos e individuos, un espaciocambiante y nunca estático. Lo que en las embajadas de obedienciaocurría, como en otras ceremonias, era siempre el fruto de pactos y,a menudo, el anuncio de rupturas o alianzas políticas futuras. En lamayoría de las ocasiones, la diplomacia en el siglo XVII no buscó elequilibrio ni la armonía entre las partes, como bien nos ha explicadotambién Lucien Bély, sino la satisfacción de intereses particulares opues-tos, de los promotores de la ceremonia y de quienes participaron enella7.

Desde la Baja Edad Media y con el paso del tiempo, las embaja-das de obediencia constituyeron delegaciones enviadas al principio deun reinado o tras la elección de un nuevo pontífice, como acto de re-

3 J. Habermas, The Structural Transformation of the Public Sphere. An Inquiryinto a Category of Bourgoise Society, Boston, 1988.

4 J.A. Maravall, La cultura del barroco. Análisis de una estructura histórica,Barcelona, Ariel 2002 (1975), capítulo 5. En realidad esta visión bebe de las catego-rías de análisis estatalistas, nacidas de las revoluciones burguesas en el siglo XIX.

5 N. Elias, El proceso de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica,1988.

6 Véase sobre este cambio de rumbo véase: M.A. Visceglia – C. Brice, Cere-monial et Rituel à Rome, (s. XVII-XIX), Roma, École Française de Rome, 1997; F.Benigno, Specchi della rivoluzione. Conflitto e identità politica nell’Europa moderna,Roma, 1999. Y del mismo autor: La corte disputata. Il cerimoniale viceregio in Sici-lia, en F. Cantú (ed.), Las cortes virreinales de la Monarquía española. América eItalia, Roma, Viella, 2008, pp. 233-245.

7 L. Bély, L’art de la paix en Europe. Naissance de la dipomatie moderne: XVI-XVIIIème siècle, París, PUF, 2007. El ceremonial en la esfera diplomática ha cobradoimportancia desde el artículo pionero de: W.J. Roosen, Early Modern DiplomaticCeremonial: A system approach, en «The Journal of Modern History» 52, 3, 1980,pp. 452-476.

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conocimiento público de un soberano hacia la Santa Sede. Teórica-mente, esta ceremonia era una prerrogativa exclusiva de los estadosvasallos del papa como Francia, España o el Imperio. En la práctica,cualquier estado, por pequeño que fuera, podía enviar a sus embaja-dores de obediencia al papa tras su llegada al solio pontificio, comoocurría, por ejemplo, con Venecia, Toscana, Génova o Lucca. Cadauno de ellos escenificaba de un modo diferente su estatuto específicoen el seno de sus relaciones con el papado.

Así, bajo los Austrias y siguiendo la tradición aragonesa, el sobe-rano español, encarnado en un embajador «de obediencia» elegido en-tre la más alta nobleza, se reconocía como vasallo del papa y acatabala infeudación del reino de Nápoles8. Durante toda la Edad Moderna,con cada nuevo rey que subía al trono, y como hiciera Julio II conFernando el Católico, tras recibir el debido homenaje de fidelidad, elpapa expedía la bula áurea con la que investía al nuevo monarca comorey de Nápoles y Sicilia. Sin embargo, el orden en el que debían su-cederse la embajada de obediencia y la investidura no estuvieron nuncaclaros en los libros de ceremonias, y algún monarca pretendió algunavez, para alimentar sentimientos de obligación en el papa, que su in-vestidura fuera efectiva antes de corresponderle con el envío de unaembajada de obediencia. También los papas retrasaron en ocasiones lainvestidura de un soberano para obtener de él alguna pretensión. Sinduda, esta ambigüedad desencadenó más de un conflicto internacio-nal.

El Estado de la Iglesia tenía otras maneras de asegurarse la obe-diencia pública de la monarquía de España en el escenario romano,por ejemplo, a través de la ceremonia de la entrega de la chinea. Anual-mente, el día 29 de junio, festividad de San Pedro, un embajador, ennombre del rey español, entregaba a la Santa Sede el tributo de unajaca blanca (la chinea) con 7.000 ducados, que aseguraban el gobiernoespañol del reino de Nápoles9. Constituyó una ceremonia bien codi-ficada y con una periodicidad bien establecida. Con todo, la emba-jada de obediencia reflejaba mejor que la fiesta de la Chinea el climaentre el Papado y la monarquía en un determinado contexto. La in-definición sobre la naturaleza y la periodicidad de la embajada de obe-diencia permitía a España condicionar su celebración a la obtención

8 Es decir, que se sancionaba la condición de Nápoles como feudo de la Iglesia. 9 M. Boiteux, L’hommage de la Chinea. Madrid, Naples, Rome, en C.J. Her-

nando (dir.), Roma y España un crisol de la cultura europea en la edad moderna,Madrid, SEACEX, 2007, vol. II, pp. 831-846.

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de ciertos derechos, o a la buena marcha de ciertas negociaciones, porejemplo, en materia jurisdiccional. Y también el papado aprovechó lainconcreción de esta ceremonia para condicionar su celebración a laobtención de ciertas prebendas.

Por todo ello, la embajada de obediencia constituye a los ojos delhistoriador un excelente termómetro para medir las relaciones entreEspaña y la Santa Sede. Por un lado, la acogida que el papa reser-vaba al embajador y su séquito y la atención prestada a las peticio-nes del embajador expresaban el nivel de amistad entre un soberanoy el papado. Por otro, esta embajada era también la ocasión propiciapara la nobleza romana de mostrar y escenificar los lazos de amistadentre sí y las relaciones de fidelidad hacia los Austrias, como tendre-mos ocasión de analizar.

La embajada de obediencia seguía un protocolo complejo. Primerotenía lugar la entrada secreta y privada del embajador de obedienciaa la ciudad, acompañado de su cortejo, hasta llegar a la residencia delembajador. Desde allí, visitaba en secreto al Papa, para besarle el pie,y homenajeaba a sus nepotes y a las mujeres de estos. A los pocosdías se producía su entrada oficial en Roma en cabalgata pública, desdela villa de Julio III, cerca de la Porta del Popolo, recorriendo la víadel Corso, hasta la residencia fijada para el embajador de obediencia10.La procesión de la cabalgata lograba transformar todo el escenario ur-bano y las calles por las que transcurría se decoraban con espectacu-lares arquitecturas efímeras. En ocasiones, obligó al pontífice a adap-tar y transformar ciertos espacios, como el Palacio del Quirinale, paraacoger dignamente la embajada.

Las embajadas de obediencia españolas antes de 1671

En 1455 Alfonso el Magnánimo envió a Roma una ostentosa de-legación formada por quince embajadores que, en su nombre, debíanmostrar obediencia al papa Calixto III11. Veinte años después, en 1475,el deán de Burgos, Alfonso de Barajas, acudió a Roma en nombre delos Reyes Católicos a rendir pleitesía al papa Sixto IV, como parte dela comitiva de la embajada de obediencia enviada por el rey arago-

10 Los franceses, por ejemplo, en sus embajadas de obediencia, seguían un itine-rario diferente, y su ingreso se realizaba por la puerta Angelica.

11 M.A. Ochoa Brun, La diplomacia aragonesa en el reinado de Alfonso V, ensu Historia de la diplomacia española, Madrid, 1995, vol. II, p. 200.

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nés, Juan II. Como tantas veces sucedía, esta embajada de obedienciabuscó una contrapartida: que Roma reconociese a Isabel como reinalegítima de Castilla, en perjuicio del rey portugués Alfonso V, en elmarco del conflicto por la sucesión al trono castellano previo al Tra-tado de Alcaçovas que en 1479 reconoció finalmente a Isabel comoreina de Castilla.

Durante los reinados de Alfonso V y Fernando el Católico, la em-bajada de obediencia de los reinos de la corona de Aragón se cum-plía enviando a Roma una embajada desde Nápoles. En el siglo XVI,en cambio, los embajadores de obediencia de Nápoles fueron siendosustituidos por otros legados con distintos cargos en la administra-ción de la monarquía. Fue en el siglo XVII, y por una cuestión depragmatismo, cuando empezó a hacerse coincidir el cargo del virreyde Nápoles con el del embajador de obediencia al Papa, como ocu-rrió con la embajada de obediencia a Clemente VIII del VI conde deLemos, en nombre de Felipe III12. La obediencia a este papa ya sehabía escenificado durante el reinado de Felipe II, pero tras el ascensoal trono de Felipe III, se decidió volver a suscribir el rito con Romapor conveniencia política.

En ocasión de esta embajada de obediencia de 1600, el duque deSessa, además de ofrecerle al VI conde de Lemos su residencia de laVía del Corso, le brindó la cantidad de cien mil ducados para finan-ciar su viaje y organizarle una gran procesión desde Plaza Navona yhasta San Pedro. El conde de Lemos estuvo acompañado de ocho-cientos caballeros y nobles y se mostró ante el pueblo romano concalza y jubón amarillo «con adereço de oro ligero y pardo sombrerocon plumas pardas blancas y amarillas con un çintillo de diamantesmuy rico»13, como recuerdan las fuentes. Esta embajada sirvió, comoocurrió en futuras ocasiones, para reforzar los vínculos de la noblezaromana y napolitana con la casa de Austria.

En 1607 tuvo lugar con extraordinario boato otra embajada de

12 I. Enciso Alonso-Muñumer, La embajada de obediencia del VI Conde deLemos. Ceremonial diplomático y política virreinal, en C. J. Hernando (dir.), Romay España un crisol de la cultura europea en la Edad Moderna, 2007, vol. I, pp. 471-514. Véase también el manuscrito: Jornada a Roma de Fernando Ruiz de Castro, VIconde de Lemos a Roma, 1600, Biblioteca Nacional de España (BNE), Ms. 6150. Vé-ase también S. de Cavi, Ephemera del viceré conte di Lemos (1599-1601), en J.L.Colomer, (ed.), España y Nápoles. Coleccionismo y mecenazgo artístico de los vi-rreyes en el siglo XVII, Madrid, Villaverde Ediciones, 2009, pp. 1-25.

13 Enciso Alonso-Muñumer, La embajada de obediencia del VI Conde de Le-mos. Ceremonial diplomático y política virreinal, cit.

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obediencia, en esta ocasión ante el papa Pablo V, protagonizada porel duque de Feria, Gómez Suárez de Figueroa, quien estuvo acom-pañado por Raimundo de Cardona, hijo del duque de Sessa. Un añodespués, en 1608, Enrique IV quiso dar el contrapunto y escenificócon magnanimidad su obediencia al papa, con el envío de un legado,el duque de Nevers. Se anunciaban nuevos tiempos para las emba-jadas de obediencia que pasarían a encarnar cada vez más la rivali-dad entre potencias. Así, en 1615 y en el marco de las dobles bo-das hispano francesas, Enrique IV dio un paso al frente y nombrócomo embajador de obediencia a un hijo suyo y hermanastro deLuis XIII, Alexandre Bourbon de Vendome, quien acudió a Romacon gran fasto. España, en cambio, nunca mandó a un familiar di-recto del rey.

Al morir Felipe III en 1621, Felipe IV solo tardó unos meses enenviar a un embajador de obediencia ante el nuevo papa, GregorioXV, un signo de que la alianza con Roma seguía siendo firme y prio-ritaria para España. El elegido para tal encargo fue Manuel de Fon-seca y Zúñiga, VI conde de Monterrey14 quien hizo coincidir su en-trada secreta en la ciudad en marzo de 1622 con la canonización, undía después, de cuatro españoles: Ignacio de Loyola, Francisco Javier,Teresa de Jesús e Isidro Labrador, y del italiano Felipe Neri15. El 15de marzo se organizó su cabalgata de obediencia oficial por las callesde Roma con un cortejo iniciado, como de costumbre, en Villa Giu-lia y terminado en el palacio pontificio. Dos días después se celebróel acto público de obediencia ante el papa. Durante toda la embajadade obediencia, y como marcaba el ceremonial, Monterrey estuvo acom-pañado del embajador ordinario, el duque de Alburquerque. Diez me-ses después, en septiembre de 1622, Monterrey hizo su entrada pú-

14 A. Rivas Albaladejo, «La mayor grandeza humillada y la humildad más en-grandecida». El VI conde de Monterrey y la embajada de obediencia de Felipe IV aGregorio XV, en J.M. Millán – M. Rivero Rodríguez (dirs.), Centros de poderitalianos en la monarquía hispánica (siglos XV-XVIII), Madrid, 2010, vol. 1, pp. 703-750. Véase también la copia del siglo XVIII de la relación de la embajada, BNE, Ms.11259.

15 A. Anselmi, Roma celebra la monarchia spagnola: il teatro per la canonizza-zione di Isidoro Agricola, Ignazio di Loyola, Francesco Saverio, Teresa di Gesù e Fi-lippo Neri (1622), en J.L. Colomer (dir.), Arte y diplomacia de la Monarquía his-pánica en el siglo XVII, Madrid, Fernando Villaverde Ediciones, 2003, pp. 211-246.M. Boiteux, Le rituel romain de canonisation et ses représenta-tions à l’époque mo-derne, en G. Klaniczay (dir.), Procès de canonisation au Moyen Âge, Roma, ÉcoleFrançaise de Rome, 2004, pp. 327-355.

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blica en Madrid con gran pompa, augurando el inicio de una brillantetrayectoria política16.

En 1625, el responsable de realizar la embajada de obediencia alpapa Urbano VIII fue Fernando Afán de Ribera, III duque de Al-calá. También para Alcalá esta designación abrió la puerta de futurosnombramientos, como el de embajador ordinario en Roma, primero,y como virrey de Nápoles, después. Esta embajada se celebró, comohiciera Monterrey, aprovechando el rédito que una canonización pa-ralela podía brindarle17. El mismo año de la embajada de Alcalá se ca-nonizó a Isabel de Portugal y el duque enalteció su linaje recordandoque descendía de la santa lusa. Una estrategia similar de exaltaciónnobiliaria se repitió con Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, IX Al-mirante de Castilla y V Duque de Medina de Rioseco (1600-1647) ensu embajada de obediencia de 1646. Este no escatimó esfuerzos en re-cordar que descendía de Enrique II de Castilla y que por lo tanto eraun virrey de Nápoles (nombrado en 1644) de sangre real18. El casodel Almirante de Castilla se repitió en los años sucesivos. En efecto,desde mediados de siglo la embajada de obediencia dejó de constituirla antesala de promociones cortesanas y se convirtió en un escenariode trayectorias ya consolidadas, como ocurrió con el caso del propioduque de Medina de Rioseco quien, habiendo ostentado los cargosde virrey de Sicilia y de Nápoles, fue nombrado embajador de obe-diencia al papa Inocencio X en 1646.

Pese al creciente aislamiento al que las potencias europeas habíansometido a la Santa Sede, en especial desde la firma de la paz de Wes-tfalia (1648), España siguió enviando embajadas de obediencia al pon-tífice. La estrategia de Francia, en cambio, era diametralmente opuesta.En abril de 1655, y tras la elección del pontífice Alejandro VII, LuisXIV decidió no enviarle su embajada de obediencia. Suspendió tam-bién su embajada ordinaria, y cuando, en 1662, decidió enviar a Cre-quí, muy pronto abrió un profundo conflicto con la Santa Sede conla crisis de los corsos. Coincidiendo con el pontificado de AlejandroVII (abril de 1655 – mayo de 1667), Roma festejó la canonización detres españoles: Ramon Nonato (1657), Tomás de Villanueva (1658) y

16 Según Ángel Rivas, la embajada de obediencia supuso para Monterrey el arran-que de su carrera política.

17 M. Gotor, Le canonizzazioni dei santi spagnoli nella Roma barrocca, en Romay España. Un crisol de la cultura europea en la Edad Moderna, coord. por CarlosJosé Hernando Sánchez, Madrid, 2007, vol. II, pp. 621-640.

18 Constituyen dos elementos comunes entre el Almirante de Castilla y el du-que de Segorbe: los dos eran virreyes de Nápoles y descendían de sangre real.

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Francisco de Sales (1665). Pero tal circunstancia no sirvió para digni-ficar ninguna embajada de obediencia española, como en el pasado.Llegaban años de contención para España en Roma. La siguiente ca-nonización colectiva de españoles no se produjo hasta 1671 (con cua-tro españoles19), y ningún embajador de obediencia pudo usarla comocaja de resonancia de su propia ceremonia.

Tras la muerte de Felipe IV en septiembre de 1665, ni la regenteMariana de Austria ni su hijo juraron obediencia al papa ClementeIX (junio de 1667-diciembre de 1669). En realidad, tardaron seis añosen enviar, en su nombre, a un embajador de obediencia ante el papa.Fue una suspensión sin precedentes de la embajada de obediencia es-pañola, que no se reanudó hasta el pontificado de Clemente X (abrilde 1670-julio de 1676).

La embajada de obediencia de Pedro Antonio de Aragón a ClementeX (1671) y las causas de su retraso

El duque de Segorbe y Cardona, Pedro Antonio de Aragón20, vi-rrey de Nápoles desde 1666, inició su embajada de obediencia el 3 deenero de 1671, día en el que emprendió su marcha rumbo a Roma,y finalizó un mes y medio después, el 18 de febrero del mismo año.Para el traslado del embajador desde Nápoles se había consolidadocon los años el siguiente itinerario: desde Aversa, se pasaba por Ca-pua, Mola, Fondi (donde el embajador se alojaba en la casa del prín-cipe de Stigliano), Terracina, Sermoneta, Cisterna, Castelgandolfo, Al-bano, hasta llegar a Roma. En las instrucciones que Mariana de Aus-tria dio a Pedro Antonio de Aragón, le recordó que era la primeraembajada de obediencia que se hacía en «nombre del rey mi hijo»21.Aunque Carlos no había alcanzado aún la mayoría de edad, en Romacausó incomodidad tal retraso. ¿Por qué se había esperado tanto enenviar a un embajador de obediencia?

Las necesidades del decoro y los planes de Pedro Antonio para

19 San Francisco de Borja, San Luis Beltrán, San Fernando, Santa Rosa de Lima,que era en realidad criolla de Perú.

20 D. Carrió-Invernizzi, El gobierno de las imágenes. Ceremonia y mecenazgoen la Italia española en la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, Iberoamericana,2008.

21 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Instrucciones.

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mostrarse magnánimo contribuyeron a retrasar sin duda su embajada.Llegó a afirmar en una ocasión que debía acudir a Roma «como criadoy ministro de Vuestra Majestad en materia tan pública y que no ad-mite dispensación en lo ostentoso»22. También reconoció que los bor-dadores y tejedores de Nápoles se habían retrasado en la entrega desus vestidos y telas: «sin perder una hora de tiempo me he aplicadoa prevenir lo necesario para ocasión de tan gran relieve ocupando enlo que se hace los más telares desta ciudad y casi todos los borda-dores»23. Antes de emprender su viaje, envió a Roma abundantes ro-pas y joyas con las que pretendía comparecer ante el papa. AbandonóNápoles con 150 escoltas, acompañado de 70 prelados, con 178 ca-rrozas de seis caballos y 74 mulos cargados con abundantes regalos.Le acompañaron numerosos nobles napolitanos, como el príncipe deBelmonte, el de Acaia, los duques de Girifalco, Abbruzzano y Gio-venazzo, con quienes pretendía superar viejas disputas. Todos estospreparativos para movilizar tantos recursos dilataron ciertamente elinicio de la embajada de obediencia.

Sin embargo, en los años 1666, 1667 y 1668 se habían vivido al-gunas circunstancias políticas que favorecieron, aún más si cabe, lasuspensión de la embajada española. En estas circunstancias adversas,España necesitaba demostrar su descontento hacia la Santa Sede24. En1666, la muerte de Felipe IV desencadenó el conflicto por la investi-dura del nuevo rey de España como rey de Nápoles. El sucesor altrono era por primera vez un menor de edad, pues Carlos, con cua-tro años, estaba todavía lejos de los catorce que se exigían para rei-nar. Pedro Antonio de Aragón, que se hallaba aún en Roma comoembajador ordinario, invitó al Consejo de Italia a solicitar rápidamenteal papa la investidura del reino de Nápoles y del estado de Milán25.Sin embargo, en diciembre de 1665 reconocía a la reina la intenciónde Alejandro VII de negar la investidura y de enviar un legado apos-tólico que gobernara el reino de Nápoles durante la minoría de edad

22 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE), Archivo de la Em-bajada de España ante la Santa Sede (AEESS), leg. 92. Ceremonial de Embajadas, nº4: Relaciones de entradas solemnes en Roma: Pedro Antonio de Aragón, embajadorde Obediencia, 1671.

23 Pedro Antonio de Aragón, marzo de 1669, Archivo General de Simancas(AGS), Leg. 3292-94.

24 También la dilación de otra embajada de obediencia, la del conde de Tendilla(estudiada por Ochoa Brun) sirvió, como la de Aragón ahora, para manifestar undescontento general.

25 AGS, E. 3289-87.

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de Carlos, ejerciendo el baliatu regni durante diez años, una especiede gobierno de transición26. El papa lanzó esta propuesta polémica,influido por los escritos del clérigo napolitano Camillo Tutini. La reinatardó en reponerse de la noticia y esperó hasta abril de 1666 para re-mitir al papa la petición formal de investidura. La Santa Sede mostrósu malestar por el procedimiento empleado e impuso públicamente sucondición: que durante la minoría de edad de su hijo, Mariana acep-tara un gobierno provisional en Nápoles de un legado papal, en sus-titución del virrey. Para fortalecer aún más su postura, el nuncio enMadrid llegó a transmitir en la corte la voluntad del papa de recha-zar el tributo de la chinea ese año, en un nuevo gesto de presión ha-cia España.

A nadie se le escapaba que la Santa Sede había planteado un cam-bio constitucional en Nápoles y la posibilidad de una devolución delreino al Estado de la Iglesia. El virrey Pedro Antonio de Aragón, alver tambalear su gobierno, impulsó la publicación de un texto jurí-dico de Marciano en contra de la pretensión papal: De Baliatu regni.En julio de 1666, Alejandro VII se retractó, dio la investidura a Car-los y admitió el tributo de la chinea, reestableciéndose el statu quo.El conflicto se cerró pero no fue un buen comienzo en las relacionesentre el Papado y la regencia de Mariana de Austria. La instrucciónque Mariana dio a su embajador de obediencia en 1670 fue «conser-var la quietud pública y que en la menor edad del rey se mantengala Paz, siendo tan propio de Su Beatitud mostrarse Padre de un Reyniño tan benemérito hijo de la Iglesia (…)»27. En Roma había que darla sensación de que nada había ocurrido, muy al contrario de lo queel virrey hacía en Nápoles, en cuyo espacio público exhibía por pri-mera vez de manera no efímera su propio retrato esculpido junto alde Carlos II, en la fachada del hospital de san Genaro28.

Un año después de esta crisis, otro hecho empañó la política in-ternacional española y volvió a retrasar la embajada de obediencia: elestallido de la Guerra de Devolución con Francia. En 1668, el Con-sejo de Estado expresó la urgencia de enviar la embajada de obe-diencia, pese a que el papa estuviera tomando decisiones tan contra-

26 AHN, E, 2011, 1/9, carta del 5 de diciembre desde Roma.27 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma

1640-1671. Instrucciones.28 D. Carrió-Invernizzi, El gobierno de las imágenes, 2008; R. Pane, Il vicerè

Pedro Antonio d’Aragón e l’ospizio di San Gennaro dei Poveri, in Seicento Napole-tano, 1984, pp. 134-141.

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rias a los intereses de España: «por el mismo caso que el papa estádesobligando con acciones tan agenas de razón y tan contra el de-coro real, será bien que el mundo vea y experimente que no olvidavuestra majestad las demostraciones de veneración y respeto que sedeben»29. Los consejeros consideraron «que no sólo estaba suspensala publicación del capelo, sino también las gracias de cruzada, las bu-las del arzobispado de Monreal, la prorroga del capellán mayor deNápoles y otras cossas»30. En noviembre de 1668 el Consejo asignóa Pedro Antonio una ayuda de costa de 40.000 escudos de plata paraque se dirigiera definitivamente a Roma a rendir obediencia al Papa.Se le enviaron todos los despachos y las cartas para entregar a car-denales y príncipes. El embajador ordinario en Roma, el marqués deAstorga, insistió dos meses más tarde en la necesidad de acelerar laembajada: «porque verdaderamente Su Beatitud es ambicioso de aplausoy honra, sera combenientisimo que este obsequio de su Santidad deabrevie todo lo posible»31. Asimismo solicitó más recursos para reci-bir al embajador de obediencia con el decoro que merecía. En casocontrario, pedía ausentarse de Roma mientras durara la embajada, con-traviniendo las instrucciones que decían claramente que el embajadorde obediencia debía estar en todo momento acompañado por el or-dinario.

Pedro Antonio respondió con evasivas a tales apremios y alu-diendo a los problemas internos en Nápoles para justificar los retra-sos: «luego que cesse el riesgo de las mutaciones y dando lugar eltiempo, la executaré sin perderle, sintiendo mucho el embarazo desteepidemia para no adelantarla como quiesiera»32. Sin embargo, es po-sible que otra idea rondara por la cabeza del virrey: la necesidad deno hacer coincidir la embajada de obediencia española con la portu-guesa que se anunciaba inminente. En octubre de 1669, solo un añoy medio después de que España y la Santa Sede reconocieran la in-dependencia de Portugal con un tratado de paz, el papa recibió a laprimera embajada de obediencia lusa en la ciudad, protagonizada porPedro de Sousa, conde de Prado, quien compareció con tres libreas

29 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Noviembre de 1669.30 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837.31 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma

1640-1671. Instrucciones. Relato del viaje, hecho por el embajador Marqués de As-torga. Roma, 4 de enero de 1669.

32 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Carta desde Nápoles2 de julio de 1669.

la embajada de obediencia del duque de segorbe 329

lujosas en su cabalgata de entrada en Roma. La tensión política de-bió ser máxima en los meses previos y posteriores, y prueba de elloes que en septiembre de 1671 se vivió en Roma un incidente de ca-rrozas entre el embajador portugués y el marqués de Astorga quecausó algunos heridos.

Como se ve, el papado no fue el único que intentó retrasar la ce-remonia, poniendo condiciones a la investidura en 1666. El propio vi-rrey, también. Ya Fernando el Católico, en 1507, había enviado desdeNápoles una embajada de obediencia, sin esperar a que le invistieranrey de Nápoles, algo para lo que tuvo que aguardar tres años. Pío V,por su parte y como otros papas después, había recelado de la posi-bilidad de que Felipe II no le enviara una embajada de obediencia.Casi un siglo después, el papa Clemente X, tras seis años de silencio,debió de temer también que el rey de España no le rindiera la de-bida obediencia pública.

Uno de los objetivos que persiguió España con esta embajada deobediencia, según numerosas fuentes, fue la concesión al reino de Ná-poles de los beneficios inherentes a la bula de la Santa Cruzada, parapoder aumentar la flota de las galeras y defender mejor sus costas.Para conseguir este y otros beneficios, la reina animó a Pedro Anto-nio a hablarle al Papa sobre «los daños que han causado las guerrasy los que se han seguido de la injusta invasión que el rey cristiani-simo hizo el año de 1667 en los Países Bajos»33, para recordarle lomucho que había hecho España para cumplir con lo estipulado en elTratado de los Pirineos, y añadió en las instrucciones: «en haver ce-dido después tanto, como es manifiesto al mundo, por asegurar estegran bien de la Paz. De que también es buen testimonio el ajusta-miento con Portugal»34. El mensaje era claro: el papa debía corres-ponder con generosidad a todas las cesiones que había hecho Españaen los últimos años «por el gran bien de la Paz». Sin embargo las rei-vindicaciones de España no debían mostrarse abiertamente en una ce-remonia tan solemne, sino con disimulo «de suerte que no parezcaque es esso el fin de vuestro viaje, sino tan solamente el de darle laobediencia»35.

33 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Instrucciones.

34 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Instrucciones.

35 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Carta del julio de 1670.

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La puesta en escena de la embajada de obediencia de 1671

Numerosas fuentes se refieren a la embajada de obediencia de 1671como de extraordinariamente fastuosa. No se trata de simple retórica,pues en efecto fue una de las que más cambios de etiqueta introdujopara magnificar su celebración y también una de las que más testi-monios manuscritos, impresos36 y gráficos dejó. Veamos en primer lu-gar qué motivó tantos cambios en la celebración de esta ceremonia.

Cuando en abril de 1670 fue elegido Emilio Altieri como papaClemente X, Mariana de Austria volvió a enviar, solo cuatro mesesdespués, sus Instrucciones a Pedro Antonio de Aragón. Ya todos losdemás estados, como Toscana o Lucca, habían hecho el debido ho-menaje de obediencia al papa durante todo el año del 1669. El reno-vado encargo le llegó al virrey poco después de recibir la noticia delfallecimiento en Madrid de su hermano Luis y de heredar de él lostítulos de VII duque de Segorbe y VIII de Cardona. Desde que susobrina, Catalina Antonia de Aragón, casada con el duque de Medi-naceli, interpusiera un pleito para reclamar dichos títulos, el virreymultiplicó las apelaciones a su linaje en las manifestaciones públicasen Italia. La embajada de obediencia fue la ocasión propicia para en-noblecer su imagen y tratar de reafirmar sus derechos37. Más tarde lellegarían otras ocasiones para desplegar imágenes de su nobleza, comola canonización de San Francisco de Borja en abril del mismo año, ala que tanto había contribuido por vínculos familiares. Esta canoni-zación permitió exaltar los valores de la antigua nobleza española oGrandeza, pues San Francisco de Borja, IV duque de Gandía, había

36 La embajada de 1671 cuenta con dos relaciones impresas, una en castellano, yla otra en italiano; Relación de la Embaxada de Obediencia que dio en Roma a laSanctidad de Clemente X en nombre del Catholico Rey de las España Carlos Se-gundo y Su Sereníssima Madre, Tutora, y Governadora, El excelentísimo Señor D.Pedro Antonio de Aragón Folch de Cardona, Olim de Aragón, Duque de Segorbe yCardona, Conde de Empuries y Prades… Editada por la Universidad de Valencia,2000; A. Formoni, Ambasciata di ubidienza fatto alla stadi clemente X in nome diCarlo Secondo… re delle Spagne e di Mariana d’Austria… sva madre, regina gover-nadrice, da D. Pietro Antonio d’Aragona duca di Segorbe,… vicere di Napoli, con lenotizie delle solennità, con le qvali fu esseguita, e del poposo recevimmento fattoglida D. Antonio Pietro Alvarez Osorio Gomez Davila e Toledo, marchese di Astorgadi Velada & c. Ambasciatore ordinaria in Roma per le medesime maestà nel mese deGenaro dell’anno 1671, (In Roma): per Ignatio de’Lazari, 1671. La oración de obe-diencia que se leyó en el Quirinale por parte de monseñor Agraz es también repro-ducida íntegramente en el impreso de Formoni.

37 En el grabado que encargó en Roma a Falda y Rossi tuvo la primera opor-tunidad de autoproclamarse duque de Segorbe y Cardona.

la embajada de obediencia del duque de segorbe 331

sido, como Pedro Antonio de Aragón, un Grande de España y vi-rrey a la vez38.

En el transcurso de toda la ceremonia, el embajador de obedien-cia estaba siempre acompañado por el embajador ordinario ante laSanta Sede, en este caso el marqués de Astorga, quien también acu-día al consistorio público celebrado en la Sala Regia del palacio delVaticano, en el palacio San Sisto o en cualquier otra residencia papalcomo el Quirinale, donde el embajador de obediencia hacía entregade sus credenciales al Papa y se hacía lectura de la oración de obe-diencia. Terminado el consistorio, tenía lugar el banquete público delpapa con los dos embajadores y finalmente la audiencia privada delembajador de obediencia con el Papa, seguida de sus visitas privadasa los cardenales. Por último, el embajador de obediencia y su séquitoregresaban a su residencia. Antes de abandonar la ciudad, se alojabanuna noche en el palacio papal.

Durante las negociaciones previas a la celebración de la embajada,en junio de 1670, Clemente X, por razones de comodidad y debidotambién a su precaria salud, solicitó un cambio en la rígida etiquetaque imperaba en la embajada de obediencia: deseaba recibirla en lasala regia del Quirinale en Montecavallo, en lugar de en San Pedro,como mandaba la tradición, lo que significaba una voluntad papal deredimensionar el papel simbólico de la residencia de Montecavallo endetrimento de las demás. Tras meditarlo, Mariana ordenó a su emba-jador que aceptara tal novedad, teniendo en cuenta que Montecava-llo podía contar también con una sala regia donde recibir al embaja-dor con total decoro. Según el cronista Arteminio Formoni, el itine-rario de la cabalgata de entrada a la ciudad se modificó para que Cle-mente X pudiera contemplarla desde su balcón del Quirinale y la salade este palacio fue declarada regia para tal ocasión39. Muy poco an-tes, Clemente X había recibido la embajada de obediencia lusa en San

38 El canonizado San Francisco de Borja y Aragón, IV duque de Gandía, virreyde Cataluña y padre general de los jesuitas, era también nieto de Fernando de Ara-gón por parte de madre, y por lo tanto pariente lejano de Pedro Antonio de Ara-gón. El entonces IX duque de Gandía, Francisco Carlos de Borja estaba casado conMaría Ponce de León y Aragón, sobrina de Pedro Antonio de Aragón, y el X du-que de Gandía, Pascual Francisco de Borja y Ponce de León (1665-1717) seguía man-teniendo estrecha correspondencia con el duque de Segorbe y Cardona. A. Adami,Il Santo fra Grandi di Quattro Grandati, cioe S. Francesco di Borgia esprimenti ne-lla sua santità…, Roma, Il Varesa, 1672.

39 A. Formoni, Ambasciata di ubidienza fatto alla stadi clemente X in nome diCarlo Secondo… Roma, Lazari, 1671, pp. 93 y 96.

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Pedro, por lo que los españoles debieron pensar que el cambio de es-cenario podía beneficiarles, deseosos como estaban de distinguirse delos portugueses. Así lo expresó el Consejo de Estado: «ofreciéndoseahora el haver hecho el Embajador de Portugal su embajada de obe-diencia en San Pedro, por estarse todavía allí Nuestro Muy santo pa-dre Clemente Decimo»40.

40 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671.

la embajada de obediencia del duque de segorbe 333

Figura 1. Plano de Roma de Inocencio XI. En línea discontinua, el itinerario de lacabalgata pública que realizó Pedro Antonio de Aragón hasta Montecavallo. En lí-nea continua, el recorrido que hizo días después para asistir al consistorio público parala entrega de las credenciales y lectura de la oración de obediencia.

En diciembre de 1670, Pedro Antonio se decidió finalmente a re-alizar la embajada de obediencia, con el viejo argumento de que sehabían disipado los riesgos de alteraciones en Nápoles. Pero los pro-blemas con la Santa Sede en materia de protocolo no desaparecieron.El Papa retrasó el nombramiento del nuncio de Nápoles hasta la lle-gada de Pedro Antonio a Roma, para que no tuviera que salir a re-

cibirle fuera de la ciudad como mandaba la tradición. Después, elnuevo nuncio tardó dos días en hacerle una visita «y extrañando ladilación no le admitió y tuvo luego por conveniente que el obispo deCaracas fuese en su nombre a dar a entender al cardenal nepote elreparo que le causaba el haber aguardado Su Santidad a nombrar nun-cio de Nápoles un día después de su arrivo a aquella corte, deviendohaberle enviado al camino a recibirle pues no devera dudar que siendovirrey de Nápoles havia de sentir este descuido»41.

Durante los preparativos de la cabalgata pública de entrada a laciudad el embajador siempre convocaba a todos los cardenales de lafacción española en un encuentro para tratar el tema de la asistenciade los barones romanos que eran Grandes de España en la cabalgatade ingreso a la ciudad42. Pedro Antonio de Aragón aprovechó parapresumir ante la reina las muestras de fidelidad que estaba recibiendode parte de cardenales filoespañoles en Roma, como el cardenal Al-tieri, que acompañó al embajador de obediencia durante todo el re-corrido por la ciudad.

El cardenal Altieri me dixo lo mismo, que los de su cassa havían sido hon-rados con avitos de santiago y que siempre havian servido a la corona y queel cardenal mi hermano y yo que fuimos embajadores seríamos testigos queen quanto se ofreció del servicio del rey que dios tenga en gloria lo pro-curó como lo haría siempre que no deseava más que de su cassa se conti-nuase en la protección de Vuestra Majestad y lo mismo me dijeron los ne-potes43.

Las exhibiciones de fidelidad en una ocasión tan importante comoesta eran especialmente necesarias si tenemos en cuenta los temores quetenía la reina ante la fragilidad del partido español en la ciudad. En elcapítulo veintidós de la Instrucción secreta que recibió Pedro Antonio,la reina le pedía que vigilase a ciertos cardenales desafectos, informán-dole de sus maniobras lo más rápido posible. Constituye un testimo-nio relevante de una diplomacia que no contaba con las ventajas de una

41 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671.

42 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. El marqués de Astorga en 1670: «tratando el negocio que mira a la con-currencia de los varones romanos que son grandes de España con el condestable Co-lonna en las cabalgatas que han de ofrecerse y todo es discurrir en un medio ter-mino que los conforme por ahora».

43 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Carta desde Nápoles a 26 de febrero de 1671.

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comunicación veloz y que debía ejercerse, en ocasiones, interpretandosilencios y en ausencia de una información completa. La reina en suinstrucción expresó su desconfianza hacia los cardenales Francesco yAntonio Barberini, quienes pedían acercarse a la órbita española y, a lavez, estaban negociando un acuerdo con los Médicis, recibiendo, ade-más, el apoyo de algunos cardenales supuestamente filoespañoles, comoMontalto y Cesi44. Por ello instaba al embajador a recabar toda la in-formación sobre tales maniobras en el menor tiempo posible.

Los cardenales Francisco y Antonio Barberino an adherido siempre a la co-rona de Francia, manifestandolo en todas las ocasiones y más particularmenteen las de haverse puesto (después de la asumpcion del papa Inocencio X) de-vajo la protección de aquel rey fomentado y ayudado la turbación y inva-siones de mis reinos de Nápoles y Sicilia. No obstante esto an procurado dealgunos años a esta parte por vias indirectas reconciliarse con migo y que yolos admita en mi gracia. Pero teniendo yo presente su mala correspondenciaa los beneficios recibidos de mi, no me ha parecido justo ni conveniente oir-los, mas no por esso dejan de esparcirse vozes echadas por su parte (segúnse colige de diversos avisos). Dando a entender que tienen negociación pen-diente en este proposito y que los apoyan algunos de mi ministros. Puedeser que en estas ficciones ayan ido con fin de poner en desconfianza a SuSantidad y a los Médicis para facilitar por este medio componerse con algunadellas o con entrambas. Pero haviendose hecho con migo oficios en diferen-tes ocasiones y assi de parte de Su Beatitud como de los Medicis, para queno dé oidos a la reconciliación de Barberinos (…). Tras todo esto ai avisosde que en Roma corre voz reforzada que los Medicis se conciertan con Bar-berinos y que en el ajustamiento intervienen los cardenales Montalto y Cesi.Punto que obliga a grande atención y reparo respecto los inconvenientes quese podrían seguir dello. De que he querido vais advertido para que luego quelleguéis a Roma procuréis informaros bien de lo que pasa, con la mayor cer-titud que fuere posible y que me informéis dello sin perder punto de tiempo,teniendo entendido que si los cardenales Montalto y Cesi concurren en eltratado, faltarían a su obligación y mucho más el primero por cardenal na-cional y de mi tan beneficiado y que si fuese cierta esta reconciliación serámenester entrar en otros conceptos de mi parte, y por esso aveis de procu-raros con destreza, hacer que se dilate el ultimo ajustamiento para que ayatiempo de darme cuenta y que os llegue mi respuesta45.

44 J.L. Colomer, Arte per la riconciliazione: Francesco Barberini e la corte di Fi-lippo IV, en Mocchi Onori - Lorenza - Schutze - Sebastian - Solinas - Fran-cesco, I Barberini e la cultura europea del Seicento, Actas del congreso internacio-nal, Roma, De Luca, 2007, pp. 95-110.

45 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Instrucción secreta para don Pedro para su embajada de obediencia. Ca-pítulo veintidós.

la embajada de obediencia del duque de segorbe 335

Uno de los principales logros que quiso transmitirle Pedro An-tonio de Aragón a la reina una vez concluida la embajada fue preci-samente el gran esfuerzo que se había invertido en reforzar el partidoespañol en Roma y los resultados cosechados. En una interesante carta,se refería en estos términos sobre la cuestión, mostrando además elimportante papel del intercambio de regalos en tales ceremonias46:

Mandó su santidad le avisasen quando salia y se puso detrás de una bedrieray habiendolo reparado los que iban en la carroza me lo advirtieron, levan-teme y me hechó la bendición. Al despedirme haviendole besado el pie elcamarero le dio una cadenilla con un relicario con reliquia de san Eustaquio(de quien save soy devoto) pusomela al cuello diciendo la traxase en su nom-bre y me acordase que me estimava, respondi que la recibía en nombre delrey y que la remitiría a su magestad en la próxima ocasión para que la tru-xese consigo, en la audiencia me dio grandes expresiones de su afecto (…).Estimeselo de parte de Vuestra Majestad y me dio los breves inclusos enrespuesta de las reales cartas de Vuestra Majestad que puse en sus santas ma-nos el día de mi entrada la una y la otra el que le di la obediencia en nom-bre de Vuestra Majestad y del rey nuestro señor47.

El impacto editorial de la embajada de 1671

Lucien Bély ha recordado el gran impacto de la embajada de obe-diencia de 1671 en el exterior, en especial en Francia, donde se di-fundieron muy pronto numerosas relaciones impresas y manuscritasde la embajada48. Ninguna relación de las anteriores embajadas de obe-diencia españolas llegó a publicarse. La razón no fue otra que la vo-luntad propagandística del duque de Segorbe, quien se preocupó depromover su publicación49 y quien concibió su propia biblioteca comoun instrumento de gobierno. Su mentalidad aristocrática y su con-cepción barroca del gobierno le llevaron a creer en la necesaria di-versificación de los conocimientos como fundamento del control dela sociedad y de la cultura50.

46 B. Clavero, La grâce du don, París, Albin Michel, 1996; N. Zemon Davis,The Gift in Sixteenth Century France, Oxford, Oxford University Press, 2001.

47 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma1640-1671. Carta desde Nápoles a 26 de febrero de 1671.

48 Lucien Bély en una conferencia pronunciada en el Congreso de la EuropeanNetwork of the Baroque Cultural Heritage, de Viena, septiembre de 2012.

49 Lo hizo en otras ocasiones, revelando su gran preocupación editorial, encar-gando textos jurídicos a agentes suyos como Roberto Mazzucci, quien escribió untratado sobre el buen mecenas, Ragioni giuridiche e politiche (Nápoles, 1671).

50 C.J. Hernando, Aspectos de la política cultural del virrey Pedro Antonio de

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El duque de Segorbe también encargó a Gian Battista Falda undibujo de la cabalgata que luego llevó a grabado Gian Giacomo deRossi en 1671. También este fabuloso encargo a un artista tan reco-nocido en la Roma de la época constituyó una novedad en la órbitaespañola del momento. En la correspondencia que Pedro Antonio en-vió sobre su embajada empezó a firmar como duque de Segorbe, altiempo que promovía este grabado presidido por un gran escudo no-biliario reafirmando sus derechos sobre los títulos que quería dispu-tarle su sobrina. No terminó aquí la voluntad del duque de fijar lamemoria de su embajada. A su regreso a España entregó al rey Car-los II un lienzo sobre su embajada de obediencia según atestigua uninventario del Alcázar de Madrid del reinado de Carlos II en el queconsta una pintura de esta temática.

A principios de diciembre de 1671 llegaron a Roma «tredici ca-rri da Napoli carichi di molte casse delle livree necessarie a una talefunzione con un carrozzino di campagna tutto di veluto verde, cosìal di fuori come al di dentro, guarnito di fascie…»51. La entrada se-creta de la embajada de obediencia se inició un día lluvioso de eneroen Roma, según un relato del marqués de Astorga «refiriendo el lu-cimiento con que (aunque incógnito) se hubiera hecho su entrada, ano aver sobrevenido una gran lluvia por el gran concurso de carro-zas y gente que acudió (…)»52, quien también refirió que el papa es-taba «de incógnito, pero todos le vieron»53. Falda se encargaría dehacer olvidar la borrasca en su fabuloso dibujo de la entrada solemneen la ciudad, representando a toda la fastuosa comitiva desde Portadel Popolo y hacia Montecavallo, e incorporando el tramo de regresoal palacio de la embajada en plaza de España. En la cabalgata pú-blica podemos ver al virrey, «vestito di un avito tutto ricamato di ar-gento pendendogli dal collo una venera di diamanti»54, flanqueadopor monseñor Rocci, mayordomo del papa y por el cardenal Alto-viti, al que se ha mencionado antes. Le siguen detrás el embajadorespañol marqués de Astorga, el condestable Lorenzo Onofrio Co-

Aragón, en L. De Rosa - L.M. Enciso (eds.), Spagna e Mezzogiorno d’Italia ne-ll’etá della transizione, Nápoles, 1997. G. Galasso, Il Principato di Pietro Antonio diAragona, en Napoli Spagnola dopo Masaniello, Nápoles, 1972, cap. 8.

51 A. Formoni, Ambasciata, p. 35.52 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Según relación del

marqués de Astorga. Jueves 22 el día de la entrada secreta.53 Ibidem.54 A. Formoni, Ambasciata, p. 80

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Figura 2. Giovan Battista Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajadade obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671.

Figura 3. Giovan Battista Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajadade obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671, detalle del escudo y dedicatoria.

lonna y un cardenal Portocarrero omnipresente durante toda la em-bajada55.

La Ambasciata di ubidienza, relación impresa de Arteminio For-moni, es clave para entender cómo se desarrolló la embajada duranteel mes y medio que duró. El grabado de Falda, por su parte, consti-tuye una transposición visual, de asombrosa fidelidad, del relato es-crito de Formoni. Ambos nos describen al detalle los asistentes a laprocesión, las libreas y carrozas de la comitiva, los vestidos que lu-cían los asistentes y hasta los sonidos de las trompetas y demás ins-trumentos de los músicos presentes:

Tutta la strada era ingombrata di carrozze, ed erano così numerose le turbedel popolo che uscirono per vedere si bella entrata, che più della città po-pulata vedevasi la campagna: o Roma quel giorno veramente si poteva chia-mare Madre di molti popoli, mentre uno ne poteva dimostrar dentro; ed unaltro fuor delle mura. Centro ottanta furono le carrozze tirate da sei cava-lli che incontrarono prima, e poi seguitarono quella degli ambasciatori: onde

55 Según Pedro Antonio: «desde que entré en Roma todas las noches ha estadoen mi cuarto que los días se han ocupado en visitas sin perder ninguno», AHN, Sec-ción Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837 (26 febrero de 1671 desde Nápoles).

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Figura 4. Giovan Battisca Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajadade obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671. Detalle en el que vemos al emba-jador de obediencia acompañado por monseñor Rocci, mayordomo del papa, y por elcardenal Altoviti.

Roma istessa stupiva come fino allora non avesse mai avuto notizia che tantene potessero mettere all’ordine le Cavallerizze dei suoi signori…56.

Formoni da cuenta del papel protagonista que tuvo el marqués deAstorga en el desarrollo de toda embajada: «Il marchese divenuto tut-t’occhi, perche la sua cortesia si rendesse avvalorata dalla sua vigilanza,disponeva tutte le cose ordinando a i gentilhuomini di sua famigliaquanto bisognava per rendere quell’ospitalità più famosa»57. La rela-ción también nos describe el interior del palacio de la embajada deEspaña en tiempos del marqués de Astorga, con amplios detalles so-bre los tapices y los lienzos que decoraban sus paredes. Gracias a estadescripción sabemos también que, con motivo de las recepciones quetuvieron lugar durante la embajada de obediencia, se expusieron en elpalacio los retratos de Clemente X bendiciendo a los reyes de Es-paña, el de Carlos II en acto de gobernar, y el de la reina en acto derecibir súplicas. También nos permite conocer cómo se decoraron lasmesas, qué comida se sirvió, las figuras de azúcar que se mostraron,qué regalos se intercambiaron y qué música sonó. Formoni permitepor último descifrar los numerosos emblemas e historias representa-das en los muros del palacio, por ejemplo el episodio del incendio deTroya, que ya había sido evocado durante los festejos en Roma porel nacimiento del príncipe Carlos58.

El lujo de los vestidos y la abundancia de coches y lacayos quenos describen Formoni y Falda había alcanzado cuotas demasiado al-tas en la representación diplomática española. Cierto o no, en 1674,sólo tres años después de la embajada de obediencia de 1671, CarlosII ordenó redactar una pragmática para limitar el exceso de lujo enlos agentes españoles en el exterior.

En un contexto de gran inestabilidad política en las relaciones en-tre el papado y la monarquía como el que hemos descrito a lo largode estas páginas, el duque de Segorbe encontró en los impresores yartistas unos perfectos aliados. A las puertas del ocaso de esta fiesta,la embajada de obediencia de 1671 representó un consciente manejode las formas de representación y de los tiempos de negociación; unavoluntad de impactar con una puesta en escena rara y de obtener uneco editorial. En esta embajada convergieron además intereses opues-tos, como los representados por el duque, el consejo de Estado, o el

56 A. Formoni, Ambasciata, pp. 37-38.57 Ivi, p. 50.58 Ivi, p. 159.

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propio papado. Por todo ello, nos hallamos ante un perfecto ejemplode los últimos coletazos de la diplomacia barroca.

Diana Carrió-Invernizzi

Abstract

L’ambasciata di obbedienza era una cerimonia, le cui origini risalgono alMedioevo, nella quale un re, attraverso il suo ambasciatore, rendeva omag-gio al pontefice. Nonostante la sua importanza nell’età medievale e moderna,sno rari gli studi sulla evoluzione di questa cerimonia e sulle sue ricadutepolitiche e culturali. Lo scopo di questo saggio è di esaminare un fase cru-ciale di questa cerimonia, quando l’ambasciata spagnola di obbedienza a Cle-mente X (1671), pregiudica gravemente le relazioni tra la corona spagnola ela Santa Sede e segna l’inizio del loro declino.

The embassy of obedience was a ceremony, with its origins in medievaltimes, in which a king, through his ambassador, used to show respect to thePope. In spite of its importance in Medieval and Early Modern times, thereare still few studies on the evolution of this ceremony and its cultural andpolitical impact. The aim of this essay is to approach a crucial moment ofthe history of this ceremony, when the Spanish embassy of obedience toClemente X (1671), dramatically affected the relationships between the Span-ish Monarchy and the Holy See, and signed the start of its decline.

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