LA AUTONOMIA DE LOS MUNICIPIOS EN COLOMBIA
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CONDICIONES CONSTITUCIONALES DE LA AUTONOMIA TERRITORIAL EN
COLOMBIA
Presentado por:
LUIS FERNANDO ROMERO MEDRANO
Al Doctor:
AUGUSTO HERNÁNDEZ BECERRA
ESTRUCTURA DEL ESTADO
UNIVERSIDAD SIMON BOLIVAR
Facultad de Derecho
Maestría en Derecho Administrativo
I Semestre
18 de mayo de 2011
Resumen
“La autonomía territorial en Colombia, tiene pleno amparo
constitucional, pues tanto su consagración como principio
(art 1 C.N.) y como atributo de los entes territoriales (art.
287 C.N) se constituyen en una garantía de su existencia
jurídica, que impone un límite a la intervención de las
autoridades nacionales (gobierno y congreso). La Constitución
además dispuso, que la ley trazaría una distribución de
competencias entre estas y aquellas, que permitiesen
complementarse para la consecución de los fines estatales.
Son pues herramientas e instrumentos que salvaguardan y
blindan la razón de ser de esta reciente nueva forma de
organización territorial puesta en marcha con la expedición
de la Constitución de 1991.”
Abstract
"The territorial autonomy in Colombia, has full constitutional
protection, as both his consecration as a principle (Article 1 CN)
and as an attribute of local authorities (art. 287 SC) constitute
a guarantee of its legal existence, which imposes a limit
intervention of national authorities (government and Congress).
The Constitution further ordered that the law would draw a
distribution of powers between them and those that complements for
achieving the governmental objective. They are tools and
instruments for safeguarding and shielding the reason for this
recent new form of territorial organization launched with the
issuance of the 1991 Constitution. "
CONDICIONES CONSTITUCIONALES DE LA AUTONOMIA TERRITORIAL EN
COLOMBIA
La autonomía de la que son titulares los entes territoriales
en Colombia, ha sido producto de un largo proceso histórico,
que se remonta a la independencia de la corona española.
Desde esta época fueron constantes los enfrentamientos en
cuanto al modelo de ordenamiento territorial a implantar,
surgiendo desavenencias entre los que simpatizaban por el
sistema federal y los que defendían el centralismo.
En el siglo XIX se turnaron el sistema federal y unitario,
como una pugna de nunca acabar, lo que dio lugar a la
expedición de numerosas constituciones que revestían estas
condiciones (federales o nacionales). El Federalismo se hizo
evidente y real en las Cartas Políticas de 1853, 1858 y 1863.
A pesar de la marcada tendencia federalista del siglo XX, a
finales de éste, Colombia se vio sorprendida con una nueva
constitución, en medio de agitados acontecimientos políticos.
Las guerras civiles, la llegada al gobierno del ultra
conservador RAFAEL NUÑEZ, las malas relaciones entre el
partido liberal y la iglesia católica y el paso definitivo a
la regeneración conservadora, fueron algunos de los hechos
que impulsaron el nacimiento de la Constitución de 1886.1
1 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la
Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, p. 41
Con esta Carta Política se extinguió la forma federal del
Estado y el nuevo mapa territorial pasaría a estar formado
por departamentos, provincias y municipios. La Constitución
trasladó la totalidad de las decisiones políticas al poder
central y las autoridades regionales pasaron a ser de libre
nombramiento y remoción por el presidente de la República.2
El Estado Colombiano, por lo menos desde el punto de vista
formal, se regiría por dos principios: centralización
política de Colombia y descentralización administrativa; sin
embargo, esto no fue más que letra muerta pues la
centralización término invadiendo todos los ámbitos del
gobierno y la administración del Estado. 3
Ninguna de estas dos nociones, sin embargo, se consignó
expresamente en el texto constitucional. Con todo, durante
los siguientes cien años la opinión pública se ocupó
insistentemente de la centralización, para protestar contra
sus excesos, y de la descentralización, en reclamo de las
reformas necesarias para convertirla en una realidad. 4
2 Cfr. Néstor Iván Osuna Patiño. “Constituciones de Colombia: un Estado en formación”, en AA.VV Gran Enciclopedia de Colombia, t. VII, Bogotá, Circulo de Lectores, 1993, p.25.3 Cfr Fernando Hinestrosa. Notas sobre la descentralización en Colombia, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 1986, p.18.4 “La descentralización, al igual que la libertad, es algo que los jefes del puebloprometen, pero nunca conceden. Para obtenerla y conservarla el pueblo no debe contar más quecon su propio esfuerzo; y si él mismo no tiene la voluntad de tal cosa, el mal carece deremedio”. (Cit. Por J. Peter Mayer, Alexis de Tocqueville, estudio biográfico de ciencia política, Madrid,Editorial Tecnos, 1965, p. 37).
Los primeros doscientos años de independencia de nuestra
patria, estuvieron marcados por tendencias completamente
opuestas, en lo que se refiere al panorama territorial. La
mitad del siglo XX con un sistema federal y luego de
promulgada la constitución de 1886 se instauró un
centralismo radical.
El primer camino hacia la descentralización de los entes
territoriales se produjo en 1986, con la reforma
constitucional que introdujo la elección popular de alcaldes.
Reforma que fue ratificada en la Constitución de 1991, y
adicionalmente la autonomía territorial se eleva a principio
constitucional. Constituyéndose ello, en una de las
características principales de la nueva Carta.
La autonomía territorial es una novedad de la Carta Política
de 1991, lo que implica que los lineamientos de la República
unitaria que hasta entonces caracterizaban al Estado ya no
puede seguir siendo los mismos, y las relaciones entre el
centro y la periferia se debe mirar bajo otra óptica. 5
Es entonces, a partir del 4 de julio de 1991, que el
ordenamiento territorial en Colombia sufre la más
trascendental reforma en pos de la descentralización de los
municipios y departamentos.
5 Cfr. Augusto Hernández Becerra. Ordenamiento y desarreglo territorial de Colombia, Bogotá, UniversidadExternado de Colombia, 2001, pp 94-95.
Con la nueva Carta Política, la autonomía territorial
adquiere dos importantes características, que definen e
identifican su razón de ser en nuestro ordenamiento jurídico:
la autonomía como principio de la organización territorial del Estado y como
segunda medida la autonomía como atributo o cualidad de las entidades
territoriales.
COMO PRINCIPIO FUNDAMENTAL DE LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL
ESTADO.
La Corte Constitucional en varios pronunciamientos ha
determinado el contenido y naturaleza de los preceptos
constitucionales. Existe una clasificación que ha tenido
mayor acogida y es la que los categoriza como: valores,
principios y reglas.
En lo que respecta a los principios, hay que destacar que de
éstos, existen dos especies: los que se encuentran
expresamente consagrados en la Constitución o en la Ley y
aquellos que no se encuentran definidos dentro de la norma.
Como el principio que nos ocupa, si tiene la condición de
estar consagrado expresamente en la constitución, hay que
destacar, que esta característica implica dos funciones a
saber, en primer lugar ser los encargados de aportar
criterios de interpretación de la Constitución y de la forma
como deben aplicarse las demás normas jurídicas. Y en segundo
término, “puede alcanzar proyección normativa tanto por obra
del legislador como del juez. En este último supuesto (por la
actividad judicial) siempre en defecto de norma (fuente
subsidiaria), esto es, cuando se precisa, por ausencia de
regla concreta, extraer del principio jurídico la regla para
el caso. 6
Así las cosas, los principios constitucionales generales son
de vital importancia, pues al mismo tiempo son principios
generales del ordenamiento jurídico, y por tanto, una de sus
funciones primordiales consiste en aportar criterios de
interpretación respecto de la aplicación del resto de normas
jurídicas. 7
En el caso colombiano la Corte Constitucional le ha dado un
gran carácter a los principios constitucionales, asimilándolo
a normas integrantes del ordenamiento jurídico que:
“consagran prescripciones jurídicas generales que suponen una
delimitación política y axiológica reconocida, y en
consecuencia, restringen el espacio de interpretación, lo
cual hace de ellos normas de aplicación inmediata tanto por
el legislador como por el juez constitucional.”8 6 Aragón Reyes. Constitución y Democracia, Madrid, Tecnos, 1990, pp 91 y ss. Del mismo autor y en igual sentido, ver “Principios Constitucionales”, cit., pp.39 y s.s.7 Aragón Reyes. “Principios Constitucionales”, cit., pp.39-43; ID Constitución y Democracia, cit, pp 75-93, y Francisco Balaguer Callejón. Ob.cit., p.21 y ss..8 Sentencia C-1287/2001, M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
Bajo esta perspectiva de principio constitucional, la
autonomía territorial, constituye su principal garantía de
protección frente al intervencionismo del poder central, toda
vez que bajo esta visión se equilibran las competencias
entre la Nación y los entes territoriales, al menos
formalmente. Lo cual implican que no solamente las
autoridades nacionales van a ejercer el poder, sino que en
virtud de las atribuciones concedidas a los entes
territoriales, las autoridades de este orden, también
ejercerán lo propio, bajo el marco que le indique la
Constitución.
En virtud de este nuevo principio no es posible seguir
concibiendo al Estado colombiano como un Estado centralizado
que se rige por un principio jerárquico; todo lo contrario, a
partir de este momento el principio de competencia debe tener
un papel fundamental. Es decir, la Constitución estableció
una serie de materias que serán competencia de las entidades
territoriales y otras que serán competencia del Estado
central9; así mismo dispuso que sería la Ley Orgánica de
Ordenamiento Territorial la encargada de asignar las
competencias normativas a las entidades territoriales10.
9 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp. 48-4910 Artículo 151 de la Constitución Nacional.
Resulta importante señalar que en la actualidad los estados
unitarios cuentan con unos instrumentos que permiten de
alguna manera establecer un sistema de frenos y contrapesos a
la centralización y se presentan como típicos mecanismos de
distribución del poder. En este sentido se habla de la
delegación, la descentralización y la desconcentración. El
modelo colombiano no es ajeno a esa tendencia, y el concepto
de descentralización aparece en el ordenamiento jurídico, al
lado de la unidad y la autonomía, como otro principio de
rango constitucional (art 1)11.
La consagración de la autonomía territorial como principio
constitucional no ha solucionado del todo el fuerte
centralismo que caracterizó al Estado durante más de un siglo
de existencia de la Carta Política de 1886, pues no hay que
perder de vista que nuestro ordenamiento sigue teniendo, como
es lo propio de los estados unitarios, al principio de
unidad como fundamente de la organización territorial. Esta
situación ha conllevado a que se presenten colisiones entre
estos dos principios (unidad y autonomía). Lo cual ha
motivado a que se presenten sendas demandas de
inconstitucionalidad contra disposiciones que desvirtúan la
autonomía territorial.
11 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp.
En una de esas sentencias de constitucionalidad, la Corte
sostuvo sobre este tópico: no obstante, no hay que olvidar
que al lado de este principio de autonomía territorial el
constituyente estableció el principio unitario, presente ya
en el régimen constitucional anterior. Sin embargo, al mismo
tiempo sería impensable reconocer la existencia actual de
Estados unitarios puros que encajen al pie de la letra con
los modelos clásicos; por el contrario, la tendencia
dominante en gran parte de los Estados unitarios modernos
consiste en buscar herramientas y fórmulas que permitan
atenuar la excesiva centralización del modelo tradicional, y
sin duda Colombia hace parte de esa “nueva ola”.12
La coexistencia de los de principios constitucionales de
unidad y autonomía, dentro del ordenamiento colombiano, ha
generado tensiones como se venía comentando, las cuales han
sido resueltas por la Corte Constitucional, con un criterio
en el cual se le da preponderancia al principio unitario,
colocándolo por encima del de autonomía, así lo deja entrever
en las sentencias C-004 de 1993, C-535 de 1996, C-579 de
2001.
La posición de la Corte Constitucional es consecuente con el
Estado unitario que nos rige, pues si bien la autonomía como
manifestación de la descentralización administrativa se elevó
a principio constitucional, ello no puede lugar a que12 Sentencia C-216 de 1994.
desborde el sistema de unidad que nos gobierna. La autonomía
bajo esta concepción de Estado no puede ser absoluta como se
quisiera, y son totalmente cuestionables las limitaciones que
aún hoy son evidentes. Sin embargo, el sistema actual no
permite un avance que permita un nivel de autonomía tal, que
se traduzca en un mayor acercamiento a las necesidades de la
comunidad, por medio de mayores libertades que propendan por
una mejor atención de las mismas y un óptimo sistema de
autogobierno.
El elevar a principio constitucional la autonomía
territorial, fue un avance sin precedentes en nuestra
historia constitucional, consecuencia del sentimiento de
inconformidad por el siglo de centralismo, pero falta mucho
camino por recorrer para llegar a una verdadera autonomía
territorial que sin desconocer y apartarse de la nación,
avance significativamente para lograr que los territorios
organizados en forma de municipios, distritos o departamentos
puedan gobernarse de mejor manera sin el intervencionismo
estatal.
COMO ATRIBUTO O CUALIDAD DE LAS ENTIDADES TERRITORIALES
La autonomía consagrada en la Constitución también se
manifiesta como atributo de los entes territoriales. Se trata
de una cualidad que la Norma Suprema otorga a las entidades
territoriales; es una posición jurídica de los entes
territoriales que los convierte en autónomos respecto de otro
sujeto, el Estado central.13
La autonomía territorial debe ser entendida como “condición
general de determinados sujetos. Esto es, la autonomía
constituye un estatus: el ordenamiento jurídico al reconocer
autonomía a ese sujeto le está reconociendo un estatus
determinado. Este estatus está integrado por la práctica
totalidad de potestades públicas superiores (…) y viene
atribuido al ente para la gestión de los intereses propios de
la comunidad por él representada”14
No es posible referirse a este atributo de la autonomía
territorial colombiana sin remitirse de manera obligatoria a
su fundamento constitucional, ello es el artículo 287 de
nuestra Carta Política, dentro del cual se indica:
“Las entidades territoriales gozan de autonomía para la gestión de susintereses, y dentro de los límites de la Constitución y la ley. En tal virtudtendrán los siguientes derechos:
1. Gobernarse por autoridades propias.
2. Ejercer las competencias que les correspondan.
3. Administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para elcumplimiento de sus funciones.
13 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp. 54-5514 Galán Galán, ob. Cit. P-113.
4. Participar en las rentas nacionales.”
De esta norma se desprende los derechos o definido de
mejor manera, las potestades de las que gozan los entes
territoriales en nuestro Estado.
La primera potestad es la de gobernarse por autoridades
propias, que implica el derecho de los habitantes del ente
territorial a de manera democrática elegir a sus
gobernantes, sin que sean impuestos por el poder central.
Como se explico anteriormente, el primer paso se dio con
la reforma constitucional de 1986 que permitió la elección
popular de los alcaldes, situación que se confirmó en la
Carta de 1991 y que de paso se extendió a los gobernadores
de los departamentos que a partir del 4 de junio de ese
año, serian elegidos por medio del sufragio. Sin duda este
fue un avance muy significativo en la consecución de la
autonomía territorial, que todavía se encuentra en proceso
de construcción.
En lo que respecta a ejercer las competencias que le
correspondan, es bastante indeterminada la redacción de
este atributo, pues no indica que tipo de disposición
determinara esas competencias, por lo que necesariamente
hay que acudir otros preceptos constitucionales que
establecen competencia en cabeza de los municipios y
departamentos.
Ese orden de ideas, la Constitución asigna a las
entidades territoriales, entendidas como un todo
institucional, sus funciones esenciales. Así, tenemos que
es función propia del municipio la prestación de los
servicios públicos, la construcción de las obras que
demande el progreso local, ordenar el desarrollo de su
territorio (artículo 311). Según el artículo 298, los
departamentos “tienen autonomía para la administración de
los asuntos seccionales y la planificación y promoción del
desarrollo económico y social dentro de su territorio en
los términos establecidos por la Constitución”. La
Constitución, además, atribuye a las autoridades
territoriales competencias que no pueden ser usurpadas,
revocadas ni enervadas por otras autoridades del Estado,
precisamente porque son propias de gobernadores, alcaldes,
asambleas y concejos. 15
La determinación de las competencias de los entes
territoriales, también le fue encargada a la Ley de
Ordenamiento Territorial, sobre la cual se cifran muchas
expectativas y que después de casi 20 años, el Congreso no
se ha podido poner de acuerdo para darle vida jurídica.
15 Cfr. Augusto Hernández Becerra, El Principio de Autonomía de Las Entidades Territoriales. Anuario deDerecho Constitucional, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2003.
Estos dos tópicos representan mucha complejidad y
merecerían un capítulo especial, que no es dable incluir
en estas reflexiones.
Siguiendo con las atribuciones de los entidades
territoriales, que son la materialización y el punto de
partida de la autonomía de que gozan, es menester acudir a
la primera sentencia en que la Corte Constitucional se
ocupo del tema de los derechos contemplados en el artículo
287 de la Constitución Nacional, ello se plasmó en la
sentencia C-517 de 1992.
En esta sentencia la Corte se ocupa de cada uno de estos
derechos, pero siguiendo el orden en que se han venido
desarrollando en este escrito me referiré a las facultades
de: Administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el
cumplimiento de sus funciones; y participar en las rentas nacionales.
Con respecto a la potestad de administrar los recursos y
constituir las contribuciones necesarias para el
cumplimiento de sus funciones, el Tribunal Constitucional
desarrollo este punto de la siguiente manera:
“Según esta atribución, los impuestos nacionales deben ser
creados por la ley, los departamentales por ordenanzas y los
municipales por medio de acuerdos, sin que exista ninguna
razón constitucional para que una ley grave a la población de
un municipio o departamento para el cumplimiento de las
funciones específicas de éste o aquel. Ahora bien, los
departamentos y municipios se encuentran sujetos al marco
legal en la creación de sus tributos propios en virtud del
principio de unidad nacional.
En desarrollo de esta atribución constitucional los concejos
deben adoptar de conformidad con la Constitución y la ley los
tributos y los gastos locales (art. 313 No. 4), dictar las
normas orgánicas de presupuesto y expedir anualmente el
presupuesto de rentas y gastos”16
La Corte, en este pronunciamiento no profundiza en mayor
medida el alcance de estos atributos de orden tributario,
puesto que se remite a los artículos 367, 314 (4) de la
Constitución Nacional para darle un mayor precisión a los
mismos; pero lo que si deja en claro es su criterio con
respecto a la preeminencia del principio de unidad sobre el
de autonomía, que es evidente en este tema de tributación,
toda vez que en este aspecto tanto los municipios como los
departamentos están sujetos al marco legal que establezca
el legislador, lo que se constituye en un claro limitante
del principio de autonomía territorial, justificado según
las voces del Tribunal Constitucional en la unidad nacional
y que la misma Carta Política establece que estos son lo
pueden ser creados por la Ley.
16 Sentencia C-517 de 1992.
Siguiendo con los atributos de los entes territoriales, en
lo que respecta a la participación de estos en las rentas
nacionales, se han producido unas modificaciones las cuales
vale la pena mencionar: inicialmente en la Constitución
Nacional de 1991 se estableció el llamado situado fiscal
(art. 356); luego se implementó el denominado sistema
general de participaciones, que tuvo origen en el Acto
Legislativo 01 de 2001, desarrollado por medio de la Ley
715 del mismo año, y que vino a reemplazar el denominado
situado fiscal, posteriormente se produjo una nueva reforma
a través del Acto Legislativo 04 de 2007.
Tanto el llamado situado fiscal como el Sistema General de
Participaciones, le permiten a las entidades territoriales
recibir recursos de la Nación, no obstante la autonomía que
ostentan, hecho que es de significativa importancia, puesto
que la gran mayoría de los municipios y departamentos del
país no son auto sostenibles. Sin embargo estos recursos
tienen una destinación especifica, determinada por el
Legislador, fue así como se expidió la Ley 60 de 1993, que
fijaba dichas destinaciones y a la vez determinaba las
competencias entre la Nación y las entidades territoriales
(arts 151 y 288 de la C.N). Esta Ley fue derogada por la
Ley 715 de 2001, en virtud de la reforma constitucional
introducida por medio del Acto Legislativo 01 de 2001. Es
para destacar que este esquema de fijación de recursos
otorgados por la Nación, se limita la autonomía de la que
gozan los entes territoriales y constituyéndose en una
manifestación del intervencionismo Nacional.
No se puede dejar de lado otro aspecto relevante en cuanto
a las potestades que brinda la autonomía a los entes
territoriales, y es el que concierne a la gestión de sus
propios intereses. La Corte Constitucional, afirma que se
trata del derecho de las entidades territoriales a
participar a través de órganos propios en la administración
y gobierno de los asuntos de interés para su respectiva
comunidad. 17
Este planteamiento lleva a la Corte a clasificar en dos
grupos los intereses del Estado. En un primer grupo se
encuentran los intereses nacionales, se trata de aquellos
asuntos que deben ser gestionados por el poder central
porque afectan a toda la Nación. En segundo lugar, aparecen
los intereses territoriales o sectoriales, cuyo ámbito de
influencia encuentra barreras espaciales, en la medida en
que afectan solamente y de forma directa a determinadas
comunidades; por ello deben ser gestionados por las
respectivas autoridades territoriales.18
17 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp 65.18 Ibídem.
De todo lo anterior se puede colegir que la autonomía
territorial en Colombia, tiene pleno amparo constitucional,
pues tanto su consagración como principio (art 1 C.N.) y
como atributo de los entes territoriales (art. 287 C.N) se
constituyen en una garantía de su existencia jurídica, que
impone un límite a la intervención de las autoridades
nacionales (gobierno y congreso). La Constitución además
dispuso, que la ley trazaría una distribución de
competencias entre estas y aquellas, que permitiesen
complementarse para la consecución de los fines estatales.
Son pues herramientas e instrumentos que salvaguardan y
blindan la razón de ser de esta reciente nueva forma de
organización territorial puesta en marcha con la expedición
de la Constitución de 1991.
No obstante a pesar de gozar de plenas garantías
constitucionales y que indiscutiblemente se ha avanzado en
la consecución del fin autonomía territorial, seguimos
gobernados por un sistema estatal unitario de más de 120
años de tradición, que goza en la actualidad de estar
consagrado como principio constitucional; más que
satanizarlo y endilgarle responsabilidades por la forma
como bajo su orientación se han manejado los destinos
nacionales, en hacer llamado a reflexionar de si es
necesario avanzar hacia la búsqueda de un modelo
intermedio, que si bien no desdibuje la unidad nacional que
nos guía, permita alcanzar niveles más profundos de
autonomía de los entes territoriales, en procura de brindar
una atención más cercana a las necesidades insatisfechas de
la población colombiana.
No hay que desconocer que nuestro estado, está en
consonancia con la tendencia actual de los modelos
unitarios, que buscan una fórmula que permita darle mayor
dinamismo a la administración pública, implementando
mecanismos y herramientas que contribuyan a atenuar el
marcado centralismo, que es considerado como un obstáculo
para obtener un acercamiento verdadero a los requerimientos
de sus habitantes.
NUCLEO ESENCIAL DE LA AUTONOMÍA TERRITORIAL
Lo expuesto en el capítulo anterior constituye sin lugar a
dudas parte del núcleo esencial de la autonomía territorial
de las que son poseedores los municipios, distritos y
departamentos en nuestra nación colombiana, ellos son los
derechos consagrados en el artículo 287 de la Carta
Política de 1991. Sin embargo haciendo una lectura detenida
de las distintas sentencias proferidas por la honorable
Corte Constitucional en torno al tema que nos convoca
(Autonomía territorial), es importante para profundizar un
poco más estos humildes comentarios, extraer de ellas
algunos elementos importantes que aparentemente no se
consagran en la disposición constitucional citada, pero que
según la corte integran ese núcleo esencial.
Sobre el núcleo esencial de la autonomía, la Corte continúa
afirmando, como lo hizo en sentencias anteriores (C-004 de
1993; C-216 de 1994), que dicho núcleo está formado por los
derechos consagrados en el artículo 287; sin embargo, al
mismo tiempo, habla de la existencia de otros “elementos
indispensables a la propia configuración del concepto”19;
y, finalmente se refiere al derecho de autodirección de las
entidades territoriales, que se ejerce mediante su facultad
de dirección política, como elemento imprescindible de
dicho núcleo esencial. 20
Como se comento anteriormente la sentencia C-535 de 1996,
estableció novedades en cuanto los derechos de los que son
titulares los entes territoriales, al establecer uno
distinto a los consagrados en el artículo 287 de la
Constitución Nacional, el de dirección política, pero
confirma que el núcleo esencial de la autonomía está
contenido en la citada disposición. Pese a lo anterior,
aparentemente trata de mostrar el derecho de autodirección
como un derecho especial y autónomo, cuando simplemente se
trata del derecho contenido del numeral 1 del artículo 287;
19 Sentencia C-535 de 1996.20 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp 65
es decir está dentro del derecho a gobernarse por
autoridades propias. 21
El núcleo esencial resulta indispensable para el
legislador; y por tanto, la autonomía territorial
consagrada en la Constitución goza de una garantía
institucional, pues el principio autonómico es un
componente esencial del orden constitucional.22
Años después en el 2001, la Corte se pronuncia con
novedades sobre el tema en cuestión. En la sentencia C-579
de 2001, se revisa nuevamente el concepto de núcleo
esencial y se afirma que la potestad de las entidades
territoriales para elaborar sus propios presupuestos y
rentas y gastos debe ser considerada como otro derecho
esencial de los consagrados por el artículo 287. 23
En esta sentencia también se reflexionó sobre el hecho
consistente en que el núcleo esencial se vería reducido en
material presupuestal debido a la mayor intervención del
legislador en este tema de presupuesto. Es decir, que el
legislador cuenta con amplias facultades constitucionales
para regular el devenir económico de la Nación y por ello
podrá intervenir con mayor fuerza en el campo de las
finanzas territoriales; así la Corte pone de presente que
esa intervención no es absoluta y generalizada, pues debe21 Ibídem 22 Sentencia C-535 de 199623 Ibídem
perseguir la preservación de la estabilidad macroeconómica
del Estado; y por otra parte, debe obedecer a criterios de
razonabilidad y proporcionalidad que se evaluaran en cada
caso concreto. 24
En el nuevo pronunciamiento una vez más la Corte justifica
el intervencionismo central, específicamente en lo que
tiene que ver con las finanzas territoriales, toda vez que
estas, según su interpretación deben estar en consonancia
con los políticas nacionales. Sin embargo condiciona dicha
intervención en el entendido de que ésta debe perseguir la
estabilidad macroeconómica del Estado y además de que debe
obedecer a criterios de razonabilidad y proporcionalidad.
Es decir, que la injerencia nacional no puede ser
arbitraria e injustificada, sino obedecer a los objetivos
antes reseñados.
Como se vio, el tema del núcleo esencial de la autonomía
territorial no ha sido ajeno al desarrollo jurisprudencial
de la Corte Constitucional, quien ha distinguido conforme a
lo que establece el artículo 287 los atributos de las
entidades territoriales. Y no solo se ha limitado a estas
potestades sino que reconoce, otros que no están inmersos
dentro del plurimencionado artículo.
No obstante, debe señalarse que la doctrina elaborada por
la Corte sobre esta materia deja varios interrogantes, pues
24 Sentencia C-535 de 1996
al analizar situaciones concretas el juez constitucional
utiliza criterios de proporcionalidad y razonabilidad para
juzgar la intromisión o no del poder legislativo en las
competencias de los entes territoriales y, por ende, la
vulneración o no de dicho núcleo esencial, dando en algunos
casos, exagerada preeminencia al principio unitario, lo que
en ciertos eventos hace nugatoria la autonomía de los entes
territoriales.25
A mi modo de ver, si bien es cierto que la Corte establece
un criterio de supremacía del principio de unidad sobre el
de autonomía, a la hora de analizar disposiciones en la que
se produzca una colisión entre estos dos principios, ello
tiene plena justificación constitucional, pues como lo
comenté precedentemente el sistema que nos gobierna es
unitario, en consecuencia las intervenciones del centro
sobre los entes de la periferia, no deslegitiman el
principio de unidad, siempre y cuando se enmarque dentro de
la necesidad de desarrollar políticas nacionales
indispensables, que en virtud de la constitución deben ser
manejadas desde el nivel central, lógicamente ello no puede
dar lugar a que se desconozca el conjunto de potestades de
orden constitucionales de las que son beneficiarias las
entidades territoriales. Para ello ha llamado la atención
sobre el núcleo esencial consagrado en el artículo 287 de
la Constitución Nacional, el cual se constituye como una25 Paula Robledo Silva. “La autonomía municipal en Colombia”, Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2010, pp 67.
garantía del principio de autonomía territorial que se
contempla en nuestro ordenamiento.
Finalmente, estimo que en materia de autonomía territorial
hay muchos aspectos por avanzar, si bien hemos recorrido un
trayecto importante, el poder centralista sigue siendo muy
fuerte y con regímenes presidenciales continuistas y con
reformas constitucionales que buscan ejercer mayor control
desde el centro, se muestra cierto estancamiento en el
camino ya recorrido; es importante retomar esa vía, en pro
de un acercamiento más profundo a las necesidades propias
de cada región, las cuales no podrían ser mejor asumidas en
su totalidad que por sus propios representantes, que al
sentirla suya, le da un valor agregado que se manifiesta a
través de una mejor gestión.