Juventud y formación de los ministriles de Sevilla entre los siglos XVI y XVII

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REVISTA de MUSICOLOGÍA

Vol. XXXVI Nos 1-2 2013 MadridISSN: 0210-1459

JUVENTUD Y FORMACIÓN DE LOS MINISTRILES DE SEVILLA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVII

Clara Bejarano PellicerUniversidad de Sevilla

Resumen: Este trabajo aborda el estudio de la etapa de formación de los ministriles en la Sevilla de finales del siglo XVI y comienzos del XVII a través de las evidencias encontradas en la documentación notarial. Las preguntas giran en torno al marco jurídico y social en el que estaba prevista la forja de nuevas generaciones de ministriles, con interés en el perfil del discípulo y el del maestro, sin olvidar los mecanismos de transición entre la etapa de formación y la inserción en el mercado laboral. Este tema nos conduce a la valoración del papel desempe-ñado por la juventud en la red de servicios musicales en el contexto de un período de apogeo de la demanda musical en Sevilla y su área de influencia.

Palabras clave: ministril, aprendiz, maestro, «copia» de ministriles, contrato, práctica.

THE YOUTH AND TRAINING OF MINSTRELS IN SEVILLE DURING THE SIXTEENTH AND SEVENTEENTH CENTURIES

Abstract: This essay approaches the study of the training of minstrels in Seville at the end of the sixteenth century and the beginning of seventeenth century through evidence found in notarial documentation. Questions center upon the legal and social frameworks in which new generations of minstrels took form and point to the profiles of both disciple and master, without forgetting the transition process between the training stage and entrance into the work market. This subject leads us to value the role played by youth in the network of musical services in the context of the peak period of musical demand in Seville and its sphere of influence.

Keywords: minstrel, apprentice, master, minstrels groups (copias), contract, practice.

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La formación musical de los ministriles es un tema que permanece en la oscuridad historiográfica. La figura del ministril se desarrolló progre-sivamente del siglo XiV al XVii en toda Europa, pero decayó en el siglo XViii junto con sus instrumentos característicos1. Los ministriles tuvieron su apogeo en el siglo XVi, cuando se integraron como asalariados en las capillas eclesiásticas, pero ni siquiera de esa etapa tenemos una infor-mación expresa y conocida sobre su proceso de formación profesional2. Dada la opacidad de las fuentes, es comprensible que no haya supuesto un objeto de investigación muy cultivado hasta el momento. Se conservan bien estudiados manuales para aprender a tocar instrumentos de cuerda pulsada de forma aficionada, pero no para convertirse en un tañedor de

1 ruiz jiménez, Juan. «Ministril», en Diccionario de la música española e hispanoamericana. Emilio Casares Rodicio (dir.). Madrid, SGAE, 2002, vol. 7, pp. 593-597.

2 La figura del ministril ha sido estudiada, en ocasiones a través de documentos notariales, en las siguientes publicaciones, entre otras: Aspectos de la cultura musical en la Corte de Felipe II. Luis Robledo Estaire, Tess Knighton, Cristina Bordas Ibáñez y Juan José Carreras. Madrid, Al-puerto, 2000, pp. 146-158. ruiz jiménez, Juan. La librería de canto de órgano. Creación y pervivencia del repertorio del Renacimiento en la actividad musical de la catedral de Sevilla. Granada, Junta de Andalucía, 2007. ruiz jiménez, Juan. «Ministriles y extravagantes en la celebración religiosa». Políticas y prácticas musicales en el mundo de Felipe II. John Griffiths y Javier Suárez-Pajares (eds.). Madrid, ICCMU, 2004, pp. 199-242. ruiz jiménez, Juan. «De canciones y motetes. Repertorio para ministriles españoles en el siglo XVI». Goldberg, 53 (2008), pp. 40-50. ruiz jiménez, Juan. «Música y devoción en Granada (siglos XVI-XVII): funcionamiento extravagante, y tipología de plazas no asalariadas en las capillas musicales eclesiásticas de la ciudad». Anuario musical, 52 (1997), pp. 39-75. Gila medina, Lázaro y Gila medina, M.ª Josefa. «Los ministriles de la Capilla Real y la Universidad de Granada, aspectos ceremoniales». Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 24 (1993), pp. 335-343. Gómez muntané, Maricarmen. «Las escuelas de ministriles a finales de la Edad Media: El viaje a las escuelas». Goldberg, 41 (2006), pp. 58-67. martínez Gil, Carlos. «Ofrécese compañía de ministriles para tocar en fiestas (sobre la formación de una compañía de ministriles en Toledo en 1668)». Revista de Musicología, XIX, 1-2 (1996), pp. 105-132. noone, Michael. «Los ministriles en la Catedral de Toledo en la segunda mitad del siglo XVI». Los instrumentos musicales en el siglo XVI. Pedro J. Lavado (ed.). Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 1997, pp. 125-134. Peters, Gretchen. «Las redes sociales y profesionales de los ministriles de Montpellier, 1350-1500». Música y cultura urbana en la Edad Moderna. Andrea Bombi, Juan José Carreras y Miguel Ángel Marín (eds.). Valencia, Universidad de Valencia, 2005, pp. 107-113. Peters, Gretchen. «Urban Minstrels in Late Medieval Southern France». Early Music History, 19 (2000), pp. 201-235. Peters, Gretchen. «Civic Subsidy and Musicians in Southern France During the Fourteenth and Fifteenth Centuries: a Comparison of Montpellier, Toulouse and Avignon». Music and Musicians in Renaissance Cities and Towns. Fiona Kisby (ed.). Cambridge, Cambridge University Press, 2001, pp. 57-69. Peters, Gretchen. «Urban Musical Culture in Late Medieval Southern France». Early Music, 25, 3 (1997), pp. 403-410. madurell, José Mª. «Documentos para la historia de músicos, maestros de danza, instrumentos y libros de música (siglos XIV-XVIII)». Anuario musical, 5 (1950), p. 199. aGulló y cobo, Mercedes. «Nuevos documentos para las bio-grafías de músicos de los siglos XVI y XVII». Anuario musical, 26 (1971), pp. 199-212. calahorra martínez, Pedro. La música en Zaragoza en los siglos XVI y XVII. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1977. cea Galán, Andrés. «Francisco Correa de Arauxo: nuevos documentos sobre su vida y entorno en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla». Nassarre, 22, 1 (2006), pp. 77-96.

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instrumentos de viento madera –los más útiles desde el punto de vista laboral– con carácter profesional. Sabemos que el portugués Andrés de Escobar escribió un libro de aprendizaje de la chirimía, y probablemente hubo más de su género, pero no queda rastro3. Los indicios apuntan a una formación familiar de los ministriles; todo lo que consta es que en las capillas eclesiásticas existían unas lecciones –muy en segundo plano respecto a las de contrapunto que impartían los maestros de capilla para toda la comunidad catedralicia– para la formación de instrumentistas a cargo de los ministriles asalariados. Estas lecciones estaban destinadas a los seises que, tras cambiar la voz, optaban por ello, y a los ministriles que querían aprender otro instrumento, ampliando su propia formación profesional4. En general, la investigación siempre se ha orientado, por la disponibilidad de fuentes, a la formación vocal de los niños cantores, sobre todo en instituciones5, aunque también se han documentado algu-nos contratos de aprendizaje privado –tanto vocal como instrumental–, procedentes de diversos puntos de España6.

3 dabrio González, María Teresa. «La capilla musical de don Cristóbal de Rojas en la catedral de Córdoba». Laboratorio de Arte, 4 (1991), p. 112.

4 Ibid., ruiz jiménez, J. «Ministril…». 5 de la rosa y lóPez, Simón. Los seises de la catedral de Sevilla. Sevilla, Francisco de P. Díaz,

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6 álVarez martínez, Rosario. Fuentes para la historia de la música en Tenerife. Siglos XVI-XVIII. Santa Cruz de Tenerife, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, 2001, pp. 58-61. madurell, José Mª. «Documentos para la historia de maestros de capilla, infantes de coro, maestros de música y danza y ministriles en Barcelona (siglos XIV-XVIII)». Anuario musical, 3 (1948), pp. 222-223. esquerro esteban, Antonio. «Músicos del seiscientos hispánico: Miguel de Aguilar, Sebastián Alonso, Gracián Babán y Mateo Calvete». Anuario Musical, 61 (2006), pp. 81-120. Archivo Histórico Provincial de Burgos, Lerma, leg. 1189, fol. 13. Fuente: Freund schwartz, Roberta. «En busca de liberalidad». Music and Musicians in the Courts of the Spanish Nobility, 1470-1640. Tesis Doctoral, University of Illinois, Urbana-Champaign, 2001, p. 620. Valenti, Tommaso. «Contratto di un maestro di tromba di Trevi nell’Umbria». Note d’archivio per la storia musicale,

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El objetivo de este trabajo reside en determinar la edad, la etapa de la vida en que los ministriles se formaban, bajo qué modelo educativo, cuál era el perfil del docente y qué papel jugaban los aprendices en la econo-mía de los músicos y en la red del negocio del abastecimiento musical urbano. El estudio de la juventud de los ministriles sevillanos a principios del siglo XVII es particularmente relevante para determinar el grado y los cauces de profesionalización de la figura del ministril en el Antiguo Régimen, particularmente en el período de mayores perspectivas laborales como fue el reinado de Felipe III y en un eminente foco de irradiación de música y músicos. Sevilla viene a desempeñar el papel de punta de lanza en la racionalización de la música como negocio, pero su modelo es aplicable a cualquier centro urbano en que la música tuviera una rele-vancia socioeconómica. Indirectamente, la caracterización del perfil del ministril en período de formación viene a contribuir al debate sobre el carácter –gremial o precapitalista– del oficio.

La aportación de este trabajo consiste en abordar el tema mediante una metodología basada en las fuentes notariales. Afortunadamente, los insuficientemente explorados archivos históricos de protocolos notariales vienen a arrojar luz sobre un aspecto no tratado en otras fuentes. Encon-tramos diversos tipos documentales que directamente –los contratos de aprendizaje– o indirectamente –los conciertos entre ministriles– vienen a informarnos sobre cuáles eran los mecanismos y los circuitos de formación para los aprendices de ministril.

Ante todo, hay que recordar que Sevilla vivía una fase de esplendor entre los siglos XVI y XVII, y que el reinado de Felipe III fue especialmente floreciente a nivel económico, social, urbanístico, demográfico y cultural. Como puerta de América y sede de la Casa de Contratación, la ciudad hispalense se convirtió en el centro neurálgico de una intensa actividad económica y un complejo aparato de exhibición del prestigio social. Las instituciones y corporaciones se multiplicaron en esta fase, integrando cabildos de gobierno, órdenes religiosas, vecindades, gremios y cofradías, las cuales se vieron inmersas en un clima de competición por su reputa-ción devocional, cuyo mejor contexto de exhibición eran las festividades religiosas. El recurso a la música se convirtió en un elemento ceremonial imprescindible, lo cual alimentó un activo mercado de servicios musicales, engrosando la población de músicos que habitaban Sevilla y alentando las

III, 1 (1926), pp. 62-65. aGulló y cobo, Mercedes. «Documentos para las biografías de músicos de los siglos XVI y XVII (Continuación)». Anuario musical, 25 (1970), pp. 105-124.

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relaciones que entablaban entre sí7. Si hemos centrado nuestra atención precisamente en esta franja temporal ha sido por estimar que constituye el punto álgido de la inflación, de la prosperidad y de la demanda de artes suntuarias para ser exhibidas en el espacio público.

El concepto clave para este tipo de investigación, en un medio de ca-rácter jurídico como es el notarial, es el de minoría de edad. En la época que nos ocupa esta condición abarcaba hasta los 25 años, aunque el in-dividuo ya se consideraba dueño de sus actos desde los 14 en el caso de los varones y de los 12 en el de las mujeres. A partir de los 18 las mujeres y de los 20 los hombres se podía solicitar la capacidad jurídica8. Entre uno y otro umbral se sitúa el período que nos interesa de la vida de los ministriles. Si bien en términos generales es imposible averiguar la edad de las personas citadas en un documento notarial, los menores de edad y los esclavos constituyen una excepción por la relevancia jurídica del dato. Cuando intervenían en una escritura o eran el objeto del que ésta trataba, era obligatorio precisar cuántos años tenían. Esta especificidad ha venido a reportarnos jugosos datos sobre la juventud de los músicos de Sevilla.

Para todos aquellos cuyo padre no fuera ministril, todo parece apun-tar a que la iniciación de los ministriles en el oficio tenía lugar en la adolescencia, mediante unos años de docencia con un maestro. Hemos localizado un número limitado de contratos de aprendizaje firmados ante notario, en la línea de los que se producían en los oficios artesanales9. El enunciado del texto se encuentra indistintamente bajo dos variantes, dependiendo de la intervención del padre o tutor del discípulo: «otorgo y conozco, que pongo a servir por aprendiz al dicho mi hijo con vos Juan de Castro ministrill»10 o bien «[…] otorgo e conosco que me pongo

7 bejarano Pellicer, Clara. El mercado de la música en la Sevilla del Siglo de Oro. Sevilla, Fundación Focus-Abengoa, Universidad de Sevilla, 2013, passim.

8 marchant riVera, Alicia. «El prohijamiento, la tutela y la carta de aprendiz: instrumentos para una historia de la situación del menor en Málaga durante la primera mitad del siglo XVI». IX Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Población y grupos sociales en el Antiguo Régimen. Juan Jesús Bravo Caro y Juan Sanz Sampelayo (eds.). Málaga, Universidad de Málaga, 2009, vol. II, pp. 943-955. merchán álVarez, Antonio. La tutela de los menores en Castilla hasta fines del siglo XV. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1976, p. 224. rojo VeGa, Anastasio. «Los menores de edad en el Valladolid del siglo de Oro». Investigaciones históricas: época moderna y contemporánea, 15 (1995), pp. 175-194.

9 González sánchez, Carlos Alberto. «Las escrituras de aprendizaje. Aproximación al ar-tesanado sevillano de la segunda mitad del siglo XVI». En torno a la documentación notarial y a la historia. Pilar Ostos Salcedo y María Luisa Pardo Rodríguez (eds.). Sevilla, Ilustre Colegio Notarial de Sevilla, 1998, pp. 143-154. zoFío llorente, Juan Carlos. Gremios y artesanos en Madrid, 1550-1650. Madrid, CSIC, 2005, pp. 446-452.

10 AHPdS, oficio 1, leg. 345, libro 9º de 1615, 14 de septiembre de 1615, fol. 922.

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a deprender el oficio de menestril con bos Juan de Biedma maestro del dicho oficio […]»11. Salta a la vista la diferencia connotativa entre las dos redacciones, aun cuando vinieran a introducir el mismo tipo de contrato: en la que implica a los padres o tutores indefectiblemente se hace hincapié en la condición de servidor del joven, mientras que en la otra, en la que el alumno toma la palabra, se lo caracteriza ante todo como discente. En otras ocasiones, es el maestro quien expide el documento: «otorgo y conosco que soy convenido y concertado con Duarte de Silva vezino desta ciudad de Sevilla en la collación de Santa María que está presente en tal manera que yo sea obligado y me obligo a enseñar al dicho Duarte de Silva a tañer baxón […]»12. Esta redacción inspira el mayor grado de igualdad entre maestro y discípulo en tanto que es un acuerdo entre los dos, expresado en los mismos términos que cuando un ministril profe-sional se concertaba con un igual o colega.

La edad más habitual para comenzar un período de aprendizaje como ministril eran los 14, 15 y 16 años. Por supuesto, hay ejemplos precoces con 10 años13, y otros tardíos de 2114, pero son excepcionales. La duración habitual del contrato oscila entre los cuatro y los cinco años. No obstante, encontramos acuerdos de períodos más limitados (un año, un año y medio, dos años) que coinciden con discípulos que ya no son adolescentes sino veinteañeros, algunos ya mayores de edad. Probablemente estos últimos no se concertaron con los maestros para aprender el oficio de raíz, sino que buscaban una ampliación de sus capacidades o de su gama instrumental. Eso parece intuirse de las palabras de Damián de Tejeda como maestro: «me obligo a enseñar al dicho Duarte de Silva a tañer baxón chirimía y tenor y baxoncillo y todos los demás ynstrumentos que yo supiere eseto sacabuche y corneta»15. Probablemente Duarte de Silva, mayor de edad, ya fuera ministril sacabuche y cornetista antes de entrar como aprendiz de Da-mián de Tejeda. Por su parte, Juan de Paz, mayor de edad, se concertó con el ministril Juan de Biedma para aprender a tocar exclusivamente el sacabuche, en un contrato que no implicaba servicio sino solamente lecciones particulares: «me obligo de acudir a vuestra casa a rescibir las liciones del dicho oficio e me avéis de enseñar a tocar un sacabuche

11 AHPdS, oficio 1, leg. 348, libro 2º de 1615, 22 de diciembre de 1615, fol. 420v.12 AHPdS, oficio 17, leg. 10946, libro 5º de 1621, 1 de noviembre de 1621, fol. 394.13 AHPdS, oficio 1, leg. 345, libro 9º de 1615, 14 de septiembre de 1615, fol. 922.14 AHPdS, oficio 22, leg. 15109, libro 2º de 1610, 27 de julio de 1630, fol. 738.15 AHPdS, oficio 17, leg. 10946, libro 5º de 1621, 1 de noviembre de 1621, fol. 394.

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bastantemente de manera que pueda trabajar en qualquier parte»16. Estos datos apuntan a que el mercado se estaba volviendo exigente: por una razón o por otra, los jóvenes ministriles juzgaron que los instrumentos que sabían tocar no eran suficientes para ser competitivos y regresaron al maestro para ampliar su formación.

Aunque los ministriles tendieran a ser polivalentes, la especialización instrumental existía, como nos demuestran las nóminas de las capillas eclesiásticas, que nombran a algunos ministriles por su instrumento o su tesitura, y también lo sabemos gracias a los propios contratos de apren-dizaje. El que conservamos de 1572, que pertenece a la generación an-terior, precisamente dispone que el alumno aprenda el arte de ministril sacabuche, y en este caso no se trata de un joven profesional sino de un adolescente de 16 años que, probablemente, estaba concertando su primer contrato de formación17. En la siguiente generación, a la que per-tenecían los mencionados Duarte de Silva y Juan de Paz entre otros, por el contrario los adolescentes aspiraban a formarse en todos –el «arte de menestril», sin hacer salvedades– o una gran parte de los instrumentos del oficio: «aviendo el dicho mi hijo deprendido el dicho arte de menestril y sabiendo tañer todos los instrumentos dél de forma que pueda asistir y ganar por oficial en qualquier parte», expuso el padre de Bernardo de Zaona en 161518.

En un contrato de aprendizaje estándar, como el de cualquier otro oficio, la docencia llevaba aparejado el servicio doméstico y el adoles-cente se instalaba en casa del maestro. Su manutención quedaba a cargo del maestro, responsable de darle de «comer y beber e bestir e calçar y casa y cama en que e tal duerme sana y enfermo conbenientemente y me debéis de curar a buestra costa en las enfermedades que tuviere»19, aunque a veces se añade una limitación al tiempo de enfermedad a quin-ce días: «y los días que os dexare de servir por enfermedad o ausencia, que vos lo sirva adelante, cumplido el tiempo, días por días, y tiempo por tempos»20. En otros casos también se introducen limitaciones sobre lo que el maestro tendría que gastar en el vestuario del discípulo, lo cual es comprensible por la edad de crecimiento en la que entraba a su servicio. Domingo Luis se comprometió simplemente a costear «todos

16 AHPdS, oficio 1, leg. 348, libro 2º de 1615, 22 de diciembre de 1615, fol. 420v.17 AHPdS, oficio 3, leg. 1572, 4 de enero de 1574, fol. 6.18 AHPdS, oficio 1, leg. 345, libro 9º de 1615, 14 de septiembre de 1615, fol. 922.19 AHPdS, oficio 22, leg. 15109, libro 2º de 1610, 27 de julio de 1630, fol. 738.20 AHPdS, oficio 1, leg. 345, libro 9º de 1615, 14 de septiembre de 1615, fol. 922.

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los sapatos e medias que durante el dicho tiempo ubiere menester» de Lázaro Sabiote, su discípulo de 14 años21.

A su vez, al final del período de aprendizaje algunos maestros debían hacer un regalo a su aprendiz en los contratos en que éste era un adoles-cente. Lo más frecuente era un traje completo de adulto, pero también hay casos de instrumentos musicales. Domingo Luis se comprometió a regalar a Lázaro Sabiote «los ynstrumentos de una chirimía e bajón e no otra cosa alguna», sugiriendo con sus palabras que los maestros se resis-tían a hacer este tipo de obsequios22. Los precios de instrumentos de los que disponemos son de 1570, los cuales –dada la inflación galopante que aquejaba a Sevilla a finales del siglo XVI y comienzos del XVII– debieran haber crecido exponencialmente en 1621, pero nos sirven como punto de referencia: en 1570 una chirimía podía costar 6 ducados, una corneta 3, una flauta 1 y un sacabuche 1223. También nos consta que en 1611, un atuendo masculino compuesto de «un bestido negro calzón y ropilla de terciopelado y un ferreruelo de perpetuán todo nuevo» costaba 400 reales (unos 36 ducados), lo cual supondría un regalo mucho más generoso que el de los instrumentos, de ser de las mismas características24. Desde luego, no todos los contratos de aprendizaje contemplan una recompensa final, ni siquiera la mitad.

Tampoco nos inspira confianza en la honradez de los maestros la cláu-sula habitual que insiste en que «le enseñéys el dicho vuestro oficio bien, y cumplidamente, como vos lo sabéys, sin le encubrir dél cosa alguna, pudiéndolo el dicho mi hijo aprender, y no quedando por vos de se lo enseñar»25. El caso del concierto entre el padre de Bernardo de Zaona y el ministril Juan de Castro es extremo, porque al maestro se le carga con la responsabilidad pecuniaria del aprendizaje del discípulo. Si éste al final del período de formación no sabía tocar como un oficial en cualquier parte, «se a de poner a costa del dicho Juan de Castro con otro maestro que lo enseñe y todo aquello que costare enseñallo se a de bajar e quitar de los dichos cinquenta ducados y si costare más questa cantidad la avéis de pagar vos el dicho Juan de Castro»26. Por su parte, Duarte de Silva desconfiaba tanto de la dedicación de su maestro, Damián de Tejeda, que incluyó una cláusula en la escritura según la cual al final del perío-

21 AHPdS, oficio 1, leg. 405, libro 2º de 1621, 27 de abril de 1621, fol. 421.22 Ibid.23 AHPdS, oficio 1, leg. 121, libro 1º de 1570, 18 de marzo de 1570, fol. 963. 24 AHPdS, oficio 4, leg. 2459, libro 4º de 1611, 5 de noviembre de 1611, fols. 803r-809v.25 AHPdS, oficio 1, leg. 405, libro 2º de 1621, 27 de abril de 1621, fol. 421.26 AHPdS, oficio 1, leg. 345, libro 9º de 1615, 14 de septiembre de 1615, fol. 922.

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do él mismo se sometería voluntariamente al examen de dos ministriles escogidos personalmente para que valoraran si su maestro había hecho un buen trabajo, y en su caso éste se vería obligado a darle clases gratis hasta que hubiera acabado su plena formación27. Estas disposiciones nos invitan a reflexionar sobre la desconfianza que pesaba sobre el espíritu docente de los ministriles.

Pero la mayor parte de obligaciones recaían en el discípulo, trans-mitiendo una impresión de que era él quien debía estar agradecido al maestro por prestarse a admitirlo, más que al revés. El aprendiz estaba obligado a pagar al maestro sus enseñanzas mediante servicio en dos áreas: la actividad musical y el servicio personal indefinido. Así es como se expresan la mayoría de contratos: «os sirva en el dicho vuestro oficio, y en lo a ello tocante, y perteneciente, y en lo demás que le dixéredes y mandáredes, que le sea honesto y possible de ha-zer». La lealtad integral se exigía como a cualquier criado: «donde en este tiempo el dicho mi hijo, viere, y supiere vuestra pro, que os lo allegue, y vuestro daño, que os lo aparte, y si apartar no pudiere, que vos dé noticia dello». La opción al cambio de parecer, propio de las veleidades de la adolescencia, no se contemplaba: todos los contratos advierten que, una vez comenzado el período de aprendizaje, al jo-ven no le estaría permitido cambiar de oficio o de instrumento. Si se evadía, el maestro estaba autorizado a reconducirlo a su casa por la fuerza: «si me fuere o ausentare del vuestro serbicio vos doy poder cumplido para que a my costa me saquéis e traigáis de doquiera que yo estuviere a vuestro poder para que cumpla el dicho serbicio»28. El discípulo –o su tutor– era responsable pecuniariamente de todas las pérdidas que pudiera ocasionar a su maestro, fuera por romper un instrumento, faltar a un compromiso o sustraer algún objeto. Una vez firmada la escritura, el acuerdo no podía ser anulado o transgredido por ninguna de ambas partes si no era pagando una pena que oscila entre 10.000 maravedíes en los contratos más antiguos y 5.000 en los de los años 1615-1620. Esto es, se exigía absoluta seriedad y madurez adulta a la hora de llevar a cabo el contrato, pero la previsión de tan amplia casuística nos ilustra acerca de los problemas que podían tener lugar y de hecho sucedían entre maestros y discípulos (Tabla 1).

27 Ibid.28 AHPdS, oficio 3, leg. 1572, 4 de enero de 1574, fol. 6.

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tabla 1. Contratos de aprendizaje de ministriles sevillanos (1574-1621), selección

Año Discípulo Maestro Padre Duración Instrumento Edad Precio Premio

1574Jerónimo

de Mendoza

Diego López

Antonio de Carmona

de Mendoza

5 años Sacabuche 16 años

15.000 mrs.(40

ducados)

1587 Melchor de Loaísa

Juan de Medina

1610Juan

González Parrales

Jerónimo de Medina

Francisco González 4 años Ministril y

sacabuche21

años 50 ducados

1613Francisco

de Hermosa

Alonso de Machuca 4 años

Ministril triple,

corneta y flauta

15 años 60 ducados Ropa

1614Francisco Martínez de León

Jerónimo Gutiérrez 4 años

Todos menos

sacabuche

18 años 80 ducados

1615 Juan de Paz

Juan de Biedma 1 año Sacabuche

Mayor de

edad

500 reales (45,5

ducados)

1615 Bernardo de Zaona

Juan de Castro

Juan de Zaona, barbero

5 años Todos 10 años 50 ducados Ropa

1620 Antonio de Mora

Juan Bautista de

Ribera2 años

Menor de

edad en

1621

1621 Lázaro Sabiote

Domingo Luis

Pedro Fernández,

sastre5 años 14

años Ninguno ChirimíaBajón

1621 Duarte de Silva

Damián de Tejeda

1 año y medio

Todos menos

sacabuche y corneta

Mayor de

edad60 ducados

Nada se menciona sobre la metodología, la técnica o el repertorio en la primera fase de este proceso de aprendizaje. Se supone que el discípulo tocaría los instrumentos del maestro, dado el silencio sobre el particular. La información comienza a fluir cuando abordamos la segunda mitad del período de formación. En determinados contratos (aquellos en los que los maestros son ministriles catedralicios), no en todos, se hacen menciones directas o indirectas a la práctica profesional que el aprendiz debía desempeñar a beneficio del maestro:

yo sea obligado e me obligo de yr con bos el dicho Diego López o con las personas que bos me mandáredes a qualesquier partes e lugares a tañer en qua-

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lesquier fiestas que sean en esta dicha ciudad como fuera della e lo que así se ganare en las dichas fiestas a de ser y es para bos el dicho Diego López sin que yo aya ni llebe dello cosa ninguna29.

La naturaleza profesional de este servicio se revela en las precisiones espacio-temporales que se mencionan: «yo bos sirva en el dicho vuestro oficio de menestril sacabuche ensta ciudad de Sevilla e fuera della así de noche como de día»30, en clara referencia a las vísperas solemnes noc-turnas y la procesión diurna de que se componían las fiestas en las que los ministriles intervenían. El contrato de Juan González Parrales es más explícito respecto a las fiestas en las que los aprendices debían actuar:

E otrosí me obligo de yr y que yré a todas las fiestas e rregoçijos y procesiones que me mandáredes así en esta ciudad como fuera della y todos los maravedíes e joyas de oro e plata y libros y otras cosas que en la dicha razón obiere e ganare y se me diere todo ello a de ser para bos el susodicho y os lo daré y pagaré en esta ciudad […] Otrosí declaración y condición que si no fuere a qualquier fiesta procesión y otras partes donde me embiáredes os pagaré por cada bes que no fuera a qualquier parte donde así me embiáredes lo que ansí avía de aver e ganar e por ello me podáis executar […]31.

Que los maestros podían tener a varios aprendices a su cargo simul-táneamente queda ya revelado en el contrato de Damián de Tejeda con Duarte de Silva en 1621: «el dicho Duarte de Silva estando bueno a de yr a todas las partes dentro y fuera de Sevilla que yo le dixere y ordenare que baya con los demás aprendices que yo tengo»32.

Así pues, en los contratos de aprendizaje se hacen menciones a las prácticas profesionales, pero no se dan más detalles. Para averiguar el contexto en el que los aprendices se sumergían en el mundo profesional hay que rastrear otro tipo de documentos notariales ilustrativos: los con-ciertos particulares entre ministriles. Al parecer, la presencia de aprendices en las copias o grupos que formaban los ministriles profesionales no era desdeñable. Aunque no es preceptivo, a veces los términos y cláusulas que incluyen sus escrituras de concierto hacen mención a los aprendices y discípulos. Ya en una copia fundada en 1580, integrada por los minis-triles extravagantes Pedro Fernández Polo, Francisco Criado del Arroyo, Francisco Muñoz Gamera, Agustín de la Barrera y Alonso Hernández

29 AHPdS, oficio 3, leg. 1572, 4 de enero de 1574, fol. 6.30 AHPdS, oficio 3, leg. 1572, 4 de enero de 1574, fol. 6.31 AHPdS, oficio 22, leg. 15109, libro 2º de 1610, 27 de julio de 1630, fol. 738.32 AHPdS, oficio 17, leg. 10946, libro 5º de 1621, 1 de noviembre de 1621, fol. 394.

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Maneyo, se dejaba claro que cada uno podía tener sólo un aprendiz de cada sexo33:

Yten es condición e cargo que durante el tiempo de esta compañía ninguno de nosotros no pueda tener ni tenga ni enseñar ni enseñe más que solamente un discípulo y una discípula que sean dos pero que no sean dos discípulas ni dos discípulos sino como dicho es una discípula y un discípulo y no puedan ninguno de nosotros tener más si no fuere comunicándolo entre todos cinco y que todos prestemos en ello nuestro consentimiento34.

Si alguien transgredía esta regla, lo haría bajo pena de doscientos ducados a repartir. Cada uno sólo podría enseñar a su discípulo corres-pondiente «su arte», esto es, su especialidad instrumental. Dos de los ministriles tañían el mismo instrumento, el sacabuche, por lo que ambos debían compartir discípulos, computando como un solo maestro.

Este documento demuestra que los maestros llevaban a sus discípulos consigo a sus agrupaciones profesionales y que tocaban codo con codo, supervisando su formación práctica en total inmersión en el mundo labo-ral. Un poco más adelante descubrimos que existían otras modalidades: había maestros que enviaban a sus discípulos a ocupar su lugar en sus copias particulares, esta vez sin supervisión. En 1593 encontramos una copia formada por una serie de ministriles profesionales que no tienen intención de tocar en ella, sino de nombrar discípulos para que trabajen en su nombre:

Primeramente declaramos que en esta compañía an de andar y asistir seis compañeros los cinco dellos nombrados por nos los dichos Juan y Gerónimo de Medina y Alonso López así de los discípulos que al presente tenemos como de aquí adelante tuviéremos como de otras qualesquier personas traydas de otras partes de Sevilla no pasando del dicho número de cinco y el otro compañero para llegar al dicho número de seis e de ser yo el dicho Juan Fernández de Hinojosa que la e de servir mi plaça por mi persona propia y no por discípulo ni sostituto35.

Tan sólo uno de los otorgantes de la escritura estaba dispuesto a impli-carse en el trabajo y es precisamente aquel que no era vecino de Sevilla,

33 Por ministriles «extravagantes» se entiende aquellos que no pertenecían a ninguna capilla ni trabajaban de forma estable al servicio de una institución percibiendo una nómina, sino que ejercían su oficio libremente, aplicándose también el vocablo a las actuaciones de los músicos de las instituciones cuando tenían lugar fuera de éstas. Es un término en vigor todavía en el siglo XVIII e incluido en el Diccionario de autoridades. ruiz jiménez, Juan. «Ministriles y extravagantes en la celebración religiosa…», pp. 199-239.

34 AHPdS, oficio 1, leg. 151, libro 1º de 1580, 27 de febrero de 1580, fol. 846.35 AHPdS, oficio 2, leg. 1111, libro 1º de 1593, 20 de abril de 1593, fols. 793r-795v.

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sino de Carmona. El documento contemplaba que el número de aprendi-ces podía ampliarse, probablemente si el negocio iba bien y se necesitaba más personal. Cada uno de los cuatro socios fundadores podía nombrar a uno nuevo. El perfil instrumental de los aprendices estaba muy definido, por necesidades de la propia copia: «Gerónimo de Medina a de nombrar un discípulo sacabuche y el dicho Juan de Medina un discípulo tenor o contraalto chirimía y baxón y el dicho Alonso López tiple y corneta».

En 1598 obtenemos la confirmación de que la iniciación en una copia como aprendiz de uno de sus miembros titulares podía ser el primer pel-daño de una carrera profesional, porque no en vano había jóvenes que, una vez concluido su período de aprendizaje, permanecían al servicio de su antiguo maestro, integrados en la misma copia en la que había realizado su bautismo de fuego. De este año data un protocolo en el que el maestro, Juan de Medina, dispensó a su aprendiz, Melchor de Loaísa, del tiempo que le quedaba por estar sirviendo en su compañía, lo cual estaba fijado por un contrato de aprendizaje firmado once años antes. Por lo que parece entenderse, en tal contrato el discípulo se comprometió a pagar al maestro 60 ducados, probablemente en concepto de tasas, y a permanecer en su copia un tiempo determinado. No sabemos si trabajar en esta agrupación era el medio por el cual estaba previsto que satisficiera el precio. Puesto que no es frecuente que un período de aprendizaje durase más de once años –como en este caso duró la vinculación entre docente y discente–, podemos pensar que Melchor de Loaísa siguió en la copia cumpliendo con lo dispuesto en el contrato, pero no en calidad de aprendiz sino de oficial. Al fin y al cabo, el documento lo nombra como ministril, no como aprendiz de ministril. Lo cierto es que Juan de Medina lo dispensó del tiempo que le quedaba a cambio de recibir el pago en efectivo36.

Ya hemos visto que los maestros podían agrupar a sus aprendices en prácticas para que les sustituyeran en sus propias copias. En 1601 obtenemos pruebas de que estos discípulos no sólo podían ser enviados a trabajar con sus compañeros habituales en la compañía de su maestro, sino que éste también podía alquilar sus servicios como instrumentista de forma individual. En dicho año, el ministril Luis de Albánchez cedió al sacristán de la iglesia del Sagrario, Diego de Santa María, a dos mozos discípulos para que éste los distribuyera entre las cofradías de Semana Santa que tenía a su cargo. El cometido de los dos muchachos sería tocar el bajón acompañando a dichas cofradías en las procesiones del Miércoles,

36 AHPdS, oficio 3, leg. 1615, libro 2º de 1598, 3 de septiembre de 1598, fol. 992v.

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Jueves y Viernes Santo. El precio fijado incluía los ensayos que fueran necesarios y sería efectivo aunque la procesión proyectada no tuviera lugar (eventualidad siempre presente por razones meteorológicas). Que esto no era un caso aislado sino una práctica común en la existencia de un aprendiz de ministril se demuestra en un detalle: «por vos fazer buena obra quito e dexo de dar el dicho Arteaga en otras cofradías don-de lo tenía concertado». Al menos, era común en las fechas álgidas del calendario litúrgico, cuando todos los músicos capacitados que hubiera se hacían escasos.

Adentrándonos en el siglo XVII, de 1612 procede un documento que acaba de resolver todas las dudas acerca de las estructuras de inserción de los aprendices en la práctica profesional. En estas fechas de apogeo de la actividad musical urbana, tanto institucional como privada, en el contexto de una necesidad frecuente de mano de obra y, probablemente, también un auge de las vocaciones instrumentistas gracias a la profesio-nalización y asentamiento de su perfil social, los ministriles procedieron a la racionalización de varios aspectos interdependientes: la formación profesional de los aprendices, por un lado, y el aprovechamiento de la mano de obra barata, por el otro. Los grandes ministriles de la ciudad, hombres versados en el negocio y con gran iniciativa privada, hallaron la fórmula más rentable para formar de manera eficaz a las generaciones más jóvenes, a la vez que ampliaban sus beneficios como empresarios de la música.

Los protagonistas de este esclarecedor concierto fueron Jerónimo de Quesada, de un lado, y Andrés de Arroyo del otro. Ambos eran ministri-les de carrera y estaban en la cúspide en aquellos momentos, aparte de tener mujer e hijos. El primero era el modelo de ministril institucional, sedentarizado y estable: detentaba una plaza de sacabuche en la capilla catedralicia de Sevilla desde el 15 de septiembre de 160637 y era mayor-domo de la fábrica de la iglesia de Santa María la Blanca desde 161038. El segundo era ministril extravagante, nunca detentó un puesto como músico en ninguna institución, pero era un eficaz agente en el negocio privado de los servicios musicales. Desde 1605 nos consta su abastecimiento al cabildo municipal de Sevilla, y sabemos que era el representante de una

37 ACS, Sec. IV, Fábrica, Libro de salarios 324, fol. 100v. suárez martos, Juan María. Música sacra barroca en la catedral hispalense. Tesis Doctoral inédita, Universidad de Sevilla, 2007, vol. I, p. 278.

38 AHPdS, oficio 19, leg. 12672, libro 4º de 1610, 15 de junio de 1610, fol. 1162.

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extensa familia de ministriles39. Suministraba copias de ministriles a las localidades de una amplia área metropolitana.

Estos dos barones de la red socioprofesional de la música en Sevilla llegaron a un ventajoso acuerdo en 1612. Jerónimo de Quesada se com-prometió a ceder anualmente uno o dos ministriles noveles, que fueran aprendices suyos o lo hubieran sido, para que Andrés de Arroyo los ad-mitiera a su servicio y los distribuyera entre sus copias a su gusto. Para el jefe de la copia todo eran facilidades: podía escoger de qué especialidad quería a los discípulos entre todos los que Jerónimo de Quesada tuviera (lo cual nos ilustra acerca de la variedad que éste tenía en su casa), po-dría pagarles estipendios o «aprovechamientos» a voluntad, Jerónimo de Quesada no los enviaría a desempeñar ninguna otra tarea musical, se hacía responsable pecuniario de las faltas de sus discípulos… Los mozos se pondrían a la entera disposición de Andrés de Arroyo, el cual ganaría mano de obra barata a su elección y según sus necesidades:

para efeto de que anden con vuestras copias y hagan todo aquello que bos les quisiéredes hordenar y mandar así dentro de los muros desta ciudad de Sevilla como en otras qualesquier partes y lugares de fuera della que vos quisiéredes y fuera vuestra voluntad lo qual abéis de poder hacer y los embiar que cumplan las órdenes que vos le diéredes a pie o a cavallo o de la forma e manera que os pareciere convenir a vuestras fiestas y demás cosas que tubiéredes que cumplir40.

El objetivo, desde el punto de vista formativo, era el entrenamiento integral de los aprendices y la introducción de los ministriles noveles en los entresijos del negocio privado mediante la más intensa inmersión en una red de compañías creada para obtener el máximo beneficio. Las copias de Andrés de Arroyo atenderían la demanda musical de cabildos municipales, cofradías, conventos e iglesias de Sevilla y su área de in-fluencia. Para los jóvenes supondría un completo programa de prácticas, pero los términos del documento nos inducen a pensar que el objetivo que primaba en el negocio no era la formación de los aprendices, sino el cumplimiento de los compromisos contraídos con los clientes, por lo que Andrés de Arroyo no estaba obligado a pensar en lo que conviniera a los discípulos en prácticas, sino a sí mismo como empresario.

Andrés de Arroyo no era ningún docente, por lo que no recibiría a un principiante incompetente. El documento señala que quedaba obligado a

39 AMS, Sec. XV Mayordomazgo, tomo 19, lib. H-3194, 16 de mayo de 1605.40 AHPdS, oficio 4, leg. 2461, libro 2º de 1612, 16 de mayo de 1612, fols. 257v-260r (véase

Apéndice documental).

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lo «recebir y admitir e yr recibiendo y admitiendo estando idóneo para ello». El derecho a disfrutar de este período de prácticas profesionales en el negocio de la música asistía a los aprendices en tanto que estuvie-ra vigente su vinculación con Jerónimo de Quesada. Cuando su tiempo de aprendizaje, estipulado por un contrato, expirase, el maestro debía sustituirlo por otro aprendiz en las copias de Andrés de Arroyo. El ex-aprendiz dejaba de formar parte de este programa; Andrés de Arroyo tenía libertad para contratarlo como oficial o no. Aun cuando Jerónimo de Quesada derivaba a un aprendiz a las manos de su colega, el joven seguía viviendo en casa del maestro, siendo alimentado y enseñado por él. Aferrándose a este hecho, Jerónimo de Quesada pactó que Andrés de Arroyo debía pagarle a él lo que sus aprendices hubieran ganado por su trabajo. Lo cual, por cierto, era tradición y estaba estipulado que fuera la mitad de lo que los oficiales ministriles ganaban en cualquier copia, y se denominaba «media parte». Esta media parte debía pagarse a los aprendices también en caso de enfermedad o prisión, como a cualquier otro ministril como dictaban las reglas de solidaridad y cobertura social que observaban todos los conciertos entre ministriles. Al cabo de dos años al servicio de Andrés de Arroyo, el trabajo de los discípulos pasaría a valer una parte entera, que seguiría percibiendo su maestro. Andrés de Arroyo debía rendir cuentas mensualmente a su colega de los beneficios que hubiera rentado el trabajo de los muchachos, y no estaba obligado a darles a ellos ningún estipendio.

A la vista de este concierto, no es difícil aprehender cuál era el be-neficio que cada parte perseguía. Por una parte, Jerónimo de Quesada comenzaba a obtener un rendimiento económico de sus discípulos, que aunque no era de una cuantía fija, la propia eficacia de Andrés de Arroyo como gestor le garantizaba que sería el máximo posible. Estos ingre-sos servirían al maestro para cubrir los gastos de manutención de sus aprendices y tal vez para reservarse algunas ganancias. Por añadidura, se ahorraba el esfuerzo y las molestias de buscar y concertar continuos encargos para emplearlos: ese trabajo pasaba a hacerlo Andrés de Arroyo. En tercer lugar, su vinculación estable con éste actuaría como un polo de atracción para los aprendices en busca de maestro. Es obvio que, en vista del continuo flujo de discípulos que tenía, Jerónimo de Quesada se planteaba la formación profesional como un negocio personal. Por la otra parte, Andrés de Arroyo se aseguraba el aprovisionamiento de personal bien instruido, dócil (esto es, con plena disponibilidad para cualquier tipo de encargo), obligado a responder ante una figura supe-

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rior (el maestro) con quien tenía lazos jurídicos escritos ante notario y, sobre todo, barato.

Para los aspirantes a ministril, este acuerdo suponía una gran oportu-nidad para adquirir pericia a temprana edad al máximo nivel profesional, teniendo en cuenta que estas prácticas les llevaban a entrar en contacto directo con importantes figuras del mundo de la música en Sevilla, que podrían contratarlos cuando terminase su período de aprendizaje o en-viarlos con recomendación especial a algún destino donde se demandase personal musical. De hecho, a uno de los aprendices (cuyo contrato de aprendizaje de 1574 conocemos), Jerónimo de Mendoza, al cabo de los cin-co años de formación que tenía estipulados, puntualmente lo encontramos con 20 años embarcándose hacia las Canarias con otros tres ministriles para entrar al servicio del cabildo de la catedral de Gran Canaria. Puesto que los testigos de la escritura son los ministriles de la catedral sevillana entre los que se contaba su maestro, Diego López de Morales, podemos abrigar sospechas de que fueran ellos los que hubieran seleccionado a los candidatos más adecuados a petición del cabildo canario41.

El acuerdo del que veníamos hablando estaba previsto para que se pro-longara doce años. Los otorgantes se plantearon el negocio a largo plazo, signo de su estabilidad. Era obvio que Jerónimo de Quesada consideraba que había llegado a la cúspide de su carrera: entre sus perspectivas no se contaba con que abandonara la Catedral de Sevilla por otra y la esta-bilidad laboral estaba garantizada después de que el cabildo eclesiástico lo hubiera recibido como ministril. Por su parte, Andrés de Arroyo tam-bién tenía una posición en el mundo sevillano de la música y no parece que aspirara a nada mejor. Desconocemos su edad, pero teniendo en cuenta que su hijo había nacido en 1587, ya no debía de tener edad de estar buscando su hueco en la carrera musical en 1612. Su estabilidad le hacía firmar acuerdos por doce años. Incluso en el caso de que Andrés de Arroyo muriera, ya se disponían sus herederos en el negocio: su hijo, sus yernos y su cuñado, todos ministriles.

No obstante, la vigencia de este acuerdo no fue de doce años, ni mucho menos. Los otorgantes cancelaron la escritura al cabo de menos de dos años, el 29 de enero de 1614. Parece ser que mediaron graves disensiones entre ellos que acabaron en los tribunales. Aunque en ningún documento conservado se da cuenta de cuál fue el motivo de conflicto, podemos hacer algunas especulaciones. Lo cierto es que en julio de 1613 Andrés

41 AHPdS, oficio 15, leg. 9220, libro 1º de 1579, 15 de enero de 1579, fols. 299r-302r.

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de Arroyo dio carta de pago a Jerónimo de Quesada tras haber recibido lo que éste le debía en concepto de las faltas de sus aprendices. En este contexto, el maestro reconoció que su socio no le debía nada de las me-dias partes con las que recompensaba el trabajo de los mozos, pero que a partir de entonces las pagas mensuales de este concepto ya no iban a depender de la confianza mutua, sino que se iban a expedir cartas de pago de forma ineludible42. En el documento original se había dicho que Jerónimo de Quesada confiaría en la honradez de Andrés de Arroyo a la hora de rendirle cuentas de lo ganado por sus discípulos:

Asimesmo en lo que toca a las pagas que fuéredes haziendo en la dicha razón a de ser y hago bastante recaudo vuestro juramento y declaración en que asimesmo quedáis dexo y difiero qualquier prueva e averiguación que se requiera acerca de quales e quantas y en qué cantidad ayan sido las que me oviéredes fecho o hiziéredes porque mediante esto tiene efeto esta escriptura y porque de vos el dicho Andrés de Arroyo tengo entera satisfacción43.

Esto nos sugiere que podría haber habido problemas entre ellos durante este primer año de negocio en torno al rendimiento de cuentas por parte de Andrés de Arroyo. Al parecer, Jerónimo de Quesada fue el primero en denunciar a su socio. El pleito condujo a que Andrés de Arroyo tuviera que pagarle «cierta cantidad de maravedíes». Esto no acabó con las desa-venencias: posteriormente, el ministril catedralicio volvió a originar otro pleito pidiendo que se anulara el acuerdo entre ambos «mediante ciertas causas e raçones que para ello dize y alegue como por el dicho pleito más largamente consta», lo cual nos invita a pensar que a Andrés de Arroyo sí le interesaba mantenerlo en vigor. El cariz del asunto da la impresión de ser económico: el negocio parece ser más rentable para Arroyo que para Quesada. La Real Audiencia falló que la escritura debía permanecer vigente, pero en enero de 1614 ya ambos socios estaban de acuerdo en cancelarla porque Jerónimo de Quesada, fracasada su tentativa judicial, acabó convenciendo a Andrés de Arroyo, sobornándolo con 310 reales.

Ignoramos si ambos socios quedaron en buenas relaciones después de esta efímera colaboración. Lo cierto es que las razones que el documento introduce son bastante vagas y convencionales, pero hacen hincapié en la obligación de Quesada de suministrar aprendices a Arroyo: «por nos

42 AHPdS, oficio 4, leg. 2466, libro 3º de 1613, 15 de julio de 1613, fol. 295v (véase Apéndice documental).

43 AHPdS, oficio 4, leg. 2461, libro 2º de 1612, 16 de mayo de 1612, fols. 257v-260r (véase Apéndice documental).

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quitar e apartar de pleitos que entre nosotros no aya diferencias en razón de la dicha escritura ni en raçón de los dichos discípulos que por ella yo el dicho Jerónimo de Quesada tenía obligación de dar»44. Como para reafirmar la armonía entre ambos, simultáneamente Andrés de Arroyo prestó a Jerónimo de Quesada 10 ducados, a devolver en un mes (segu-ramente para acabar el mes hasta que cobrara su nómina de la catedral), los cuales le había prestado «por me hacer amistad e buena obra», razones absolutamente rituales y vacías de contenido45.

¿Qué nos queda después de la extinción de esta malograda iniciativa de regulación de la formación de los aspirantes a ministril? ¿Se trata de un hecho anecdótico que demostró su inviabilidad sin tardanza? No parece que así sea. Este acuerdo viene a ser la punta del iceberg de un fenómeno extendido: la transmisión del oficio de ministril más allá de los vínculos familiares. Hasta hoy, siempre se ha sostenido que los instrumentistas transmitieron sus técnicas y conocimientos de padres a hijos, tesis que se puede documentar generosamente por la cantidad de apellidos que se repiten en las prosopografías de músicos. Pero gracias a este tipo de documentos podemos descubrir que ésa no fue la única vía para conver-tirse en ministril. Como en cualquier otro oficio, existieron fórmulas para el acceso a la profesión por parte de hijos de personas ajenas a la música. Fórmulas que dependían de acuerdos privados, es cierto, pero que estaban reguladas ante notario y cuyas condiciones no estaban sujetas al capricho individual, sino a unas convenciones de grupo. Precisamente los apren-dices de este tipo de contratos nunca llevan apellidos conocidos dentro de las dinastías de ministriles sevillanos. Si existió este tipo de contratos de aprendizaje fue porque había una demanda social preexistente: algo de atractivo debía de tener convertirse en ministril en torno al cambio de siglo cuando había padres sastres y barberos que costeaban la instrucción de sus hijos como tales.

El acercamiento de los hijos de familias no musicales al oficio de la música apunta a que el arte de ministril no debía de estar tan mal visto socialmente como en etapas precedentes, ya que constituía una profesión con perspectivas de futuro que permitía la subsistencia. La formación de los adolescentes de manera intensiva durante cuatro o cinco años nos in-dica que el de ministril era un oficio propiamente dicho, especializado, del que se podía vivir, y no un mero complemento a la economía doméstica.

44 AHPdS, oficio 4, leg. 2469, libro 1º de 1614, 29 de enero de 1614, fols. 413r-417v (véase Apéndice documental).

45 AHPdS, oficio 4, leg. 2469, libro 1º de 1614, 29 de enero de 1614, fol. 407.

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Sobre todo, son mozos procedentes de fuera de Sevilla (Carmona, Úbeda, tierras del duque de Alba, etc.) los que se interesan por los contratos de aprendizaje.

La abundancia de menores de edad en las copias de ministriles nos induce a pensar que los instrumentistas noveles accedían al mercado de trabajo después de su etapa formativa precisamente a través de es-tas compañías. No necesariamente a las órdenes de un empresario de la música como Andrés de Arroyo, como fue el caso del joven Pedro Andrés en 1612, con 21 años. También había casos de mozos que se aso-ciaban entre sí para formar copias como compañeros, como hicieron en 1580 Agustín de la Barrera (mayor de edad), Pedro Fernández Polo (24 años), Francisco Muñoz Gamero (23 años), Alonso Hernández Menayo (22 años) y Francisco Criado del Arroyo (21 años)46. Hemos localizado a 36 menores de edad que se titulaban ministriles; por ende, habían superado el período de aprendizaje y estaban concertándose con otros ministriles en plano de igualdad, en el fructífero arco cronológico entre 1570 y 1629. Su media de edad se sitúa en los 20,6 años, y muy pocos no pertenecen a la veintena: los 20 años era la edad más frecuente, a la vista de los datos, para incorporarse a una compañía. Lo cual apunta a que, si la edad habitual para empezar el aprendizaje eran los 15 ó 16 años y éste se prolongaba por 4 ó 5 como hemos dicho, el paso al ejercicio de la profesión ocurría sin solución de continuidad, al menos en estas décadas tan activas en Sevilla.

Entre las copias en las que se integraron cuya plantilla conocemos completamente, hay siete compañías en las que los ministriles jóvenes representan una proporción variable entre el 20 y el 80%, siendo lo más frecuente que de cinco o cuatro miembros sólo uno fuera mayor de edad, probablemente para evitar complicaciones jurídicas. Este fenómeno lo encontramos en 1579, 1580, 1605 y 1612, por ejemplo, y no serían los únicos casos. En otras copias de 1584 y 1590, la proporción de menores de edad se situaba entre el 50 y el 60%. Quizá sea significativo que cinco de estas siete copias citadas se formaron para marcharse de la ciudad para acudir a la oferta de empleo que implicaba un desplazamiento en la ruta atlántica: Cádiz, Canarias y, sobre todo, Indias. Es natural que fueran los jóvenes los más dispuestos a partir, por tener más movilidad y menos cargas familiares. Parece obvio que, mientras que para los mú-sicos de las capillas eclesiásticas las agrupaciones independientes eran

46 AHPdS, oficio 1, leg. 151, libro 1º de 1580, 27 de febrero de 1580, fol. 846.

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un modo de completar los ingresos de su economía doméstica, para otros extravagantes era su medio de subsistencia y para los más jóvenes constituía una oportunidad para adquirir experiencia y darse a conocer en el mundo profesional con la esperanza de acceder algún día a una capilla más estable47.

El hecho de que el concierto entre Jerónimo de Quesada y Andrés de Arroyo acabase tormentosamente no significa que fuese inviable. Al fin y al cabo, las desavenencias entre los ministriles eran frecuentes en todos los órdenes: muchos conciertos de formación de copias se rompían al poco tiempo, sin que mediara la formación de los aprendices en ningún sentido, porque los ministriles se caracterizaban por ser muy flexibles a las circunstancias del mercado y a las opciones de negocio. Aunque nunca podremos saberlo debido a la desaparición de documentación judicial (la más indicada para estudiar estos fenómenos), parece que el negocio dejó de interesar a uno de los dos socios, Jerónimo de Quesada, mientras que el otro, Andrés de Arroyo, lo encontró muy lucrativo. Quizá la in-competencia o la falta de seriedad de los discípulos no podía compensar económicamente los beneficios que su trabajo generaba, pero esto no debe darse por cierto, ya que ningún otro caso apunta en esa dirección. Si los aprendices hubieran sido incompetentes, Andrés de Arroyo habría sido el primero en rechazarlos, pero sucedió todo lo contrario. Lo que se desprende de los datos estadísticos es que los aprendices y noveles desempeñaban una parte importante en la economía doméstica de sus maestros y de las copias en las que se integraban. Si esto no fuera viable o rentable no encontraríamos tantos ejemplos. Más bien, sucedía al con-trario: sin aprendices, nada de esto habría funcionado, porque su figura se encontraba en la base del sistema.

El concierto de los cinco ministriles jóvenes en 1580 da qué pensar respecto a la relevancia de los aprendices en la economía de la agrupa-ción instrumental. Dos de los compañeros, Agustín de la Barrera y Pedro Fernández Polo, mencionan que en el cupo de aprendices que a cada uno le toca no debe contarse el discípulo que cada uno de los dos tenía ya en el momento de formar dicha copia «porque estos dos moços a nos los dichos Francisco Criado e Francisco Muñoz e Alonso Hernández nos consta que no dan provecho ninguno». Se sobreentiende que no estaban lo bastante formados para desempeñar un papel al nivel de los demás integrantes de la copia. Si no daban provecho significa que no estaban

47 bejarano Pellicer, Clara. El mercado de la música…, capítulo 4.

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capacitados para interpretar la parte de un ministril profesional, es decir, que no eran intercambiables por nadie.

Esta salvedad, que nosotros consideramos que cae por su propio peso, denota que el resto de aprendices contemplados en la escritura sí debían de poderse equiparar a sus maestros en cuanto a pericia y rendimiento laboral. Esto viene a demostrar que una agrupación musical de este tipo, fundada con un claro afán de lucro, se construía sobre el presupuesto de un número muy amplio de aprendices que, al fin y a la postre, desem-peñaban el mismo papel que los oficiales plenamente formados. Por lo tanto, suponían mano de obra barata con la que contar.

Especialmente enigmático en este contexto resulta la distinción sexual entre los aprendices: este mismo protocolo insiste en que cada ministril podía tener un discípulo de cada sexo. Lo más lógico es pensar que se refería a las doncellas que aprendían a tocar un instrumento para ser admitidas en los conventos sin dote, en virtud de su capacitación. Sin embargo, por lo que el documento da a entender, las chicas se conta-ban entre los aprendices que «daban provecho». ¿Esto querría decir que ellas participaban en las actuaciones públicas de las que una copia extravagante vivía? No hay ningún indicio en las fuentes narrativas ni archivísticas de la época que haga pensar que las copias de ministriles pudieran ser mixtas, pero también es natural pensar que una forma-ción completa debía incluir la desenvoltura que únicamente otorga la práctica de tocar en público. Incluso para una futura monja resultaría imprescindible.

También encontramos indicios de la importancia que tenían los dis-cípulos como fuente de ingresos para sus maestros en el mencionado protocolo que obliga al ministril Luis de Albánchez a enviar tañedores de bajón a las procesiones que surtía el sacristán Diego de Santa María. El maestro cobra una buena cantidad por los servicios quasi profesionales de sus discípulos –100 reales por cada uno– y los cobra enseguida, recién acabado el trabajo. Ni siquiera aguarda hasta que termine la Semana Santa: el Sábado Santo era el día fijado para el pago, y el ministril insiste en recibir el dinero personalmente: «me avéis de pagar a mí y no a otra persona otros cien reales que son docientos reales estos todos juntos me los avéis de pagar el dicho Sábado Santo a mí solo y no a otra persona y si se los diéredes a qualquier dellos es por vuestra quenta e riesgos». Esta expresión tan espontánea nos está hablando de experiencias nega-tivas adquiridas por la reiterada práctica, y también de la picaresca que debía de caracterizar a algunos aprendices, comprensible si se tiene en

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cuenta que todos los beneficios de cualquier trabajo que pudiera realizar correspondían a su maestro por escritura ante notario48.

El perfil de maestro docente de ministriles, a la vista de los documentos hallados, presenta un 61,5% de ministriles con plaza y nómina en la capilla de la Catedral de Sevilla. Encontramos casos desde el principio hasta el final de nuestro arco cronológico: desde 1593 hasta 1620. Los maestros que no fueron ministriles catedralicios son dispares: Juan de Biedma no lo era en el momento de admitir a su discípulo, pero lo sería cinco años después; Juan de Castro era un empresario extravagante con estrechas vinculaciones a la capilla de la Colegiata de San Salvador; Domingo Luis, Agustín de la Barrera y Pedro Fernández Polo eran ministriles extrava-gantes, algunos muy jóvenes.

El predominio de los maestros con plaza es comprensible desde el punto de vista de los aprendices: es natural que fueran los más demanda-dos y admirados, porque la estabilidad que suponía haber sido recibido por el cabildo eclesiástico les infundiría un gran prestigio. También hay que tener en cuenta que contar con un trabajo indefinido les garantizaba que no se marcharían de Sevilla en busca de empleo, interrumpiendo su labor docente. No obstante, la pregunta más interesante atañe a las motivaciones de los maestros: ¿tendrían los ministriles catedralicios más necesidad de complementar su salario mediante actividades docentes que los extravagantes? ¿El monto de sus ganancias sería menor?

No estamos en condiciones de calcular los beneficios que podía per-cibir un ministril extravagante: aparte de que no se suelen conservar los pagos por sus servicios ni los conciertos con sus clientes, tampoco sabemos cuántos individuos iban a cada actuación. Todo lo que sabemos es lo que cobraban por nómina los ministriles catedralicios, y no parece que fuera un salario miserable. Los músicos de la catedral recibían como remuneración salario en reales y en especie, aumentos, ayudas de costa (solicitadas por una causa justificada y votadas por el cabildo) y ayudas de gracia. Tanto los cantores como los ministriles de la catedral cobraban su salario en ducados y en fanegas de trigo (y raramente de cebada) du-rante el siglo XVI y aproximadamente la primera mitad del XVII, salvo excepciones. Jerónimo de Quesada, en concreto, fue recibido en 1606 con salario de 75.000 maravedíes y 60 fanegas de trigo al año49. Casi todos los ministriles en los años 80 y 90 del siglo XVI y la primera década del XVII entraban con un salario de 67.000 ó 75.000 maravedíes y 60 fanegas

48 AHPdS, oficio 5, leg. 3566, 12 de marzo de 1601, fols. 847r-848r.49 ACS, Sec. IV, Fábrica, Libro de salarios nº 324, fol. 100v.

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anuales, y posteriormente se les iba aumentando sin un criterio uniforme, hasta alcanzar algunos los 112.500 maravedíes dentro de este período. Hay algunos casos en que el salario inicial es muy superior a esta cifra. El peor pagado de los ministriles de este período fue Francisco Cano Albánchez, que fue recibido con un salario de 40.000 maravedíes y 16 fanegas. Por citar a alguno de los que sabemos que fueron maestros de discípulos, Luis de Albánchez ganaba 90.500 maravedíes cuando hizo el contrato de aprendizaje, Diego López 67.500 maravedíes y 60 fanegas y Alonso de Machuca 112.500 maravedíes y 72 fanegas de trigo50. Tengamos en cuenta que el alquiler de una casa en 1580 podía costar entre 510 y 937 maravedíes al mes, y que en 1612 había subido hasta 1.125-2.250 mara-vedíes. Ciertamente, los músicos nunca cobraron salarios precisamente astronómicos, pero sí mejores que los de los trabajadores manuales y no sabemos hasta qué punto los enriquecieron con sus actividades musicales complementarias. La experiencia dice que los ministriles catedralicios eran los preferidos de las corporaciones demandantes de servicios puntuales.

También podemos pensar que los ministriles catedralicios fueron los más interesados en tener muchos discípulos que nutrieran sus copias y los sustituyeran en todas aquellas ocasiones en que ellos mismos no podían atender a la demanda del mercado porque el cabildo de canónigos se lo prohibía. Las actas capitulares de la catedral son reveladoras al respec-to. Por ejemplo, en 1608 se dispuso que los ministriles tenían derecho a organizar estas actuaciones con sus discípulos, pero no a tomar parte física en ellas:

[…] y ordenaron que en quanto a la execución de las penas que tienen por sus excesos los ministriles conforme a las Reglas que el Cabildo les ha puesto, la haga el señor Presidente, y que en quanto a las fiestas en que tañen fuera de la Iglesia guarden lo que está ordenado, en concertar las dichas fiestas, cobrar el dinero y repartirlo, pena de dos ducados al que lo quebrantare. Y que en las fiestas que hacen por sus discípulos hagan lo que quisieren libremente con tal que ninguno de los ministriles de la Yglesia vaya con ello, ni a tañer ni a llevar el compás so pena de quatro ducados todas las veces que lo contrario hiciere para la fábrica, y este auto se ponga en el libro de los ministriles y se les notifique lo guarden y cumplan51.

Las rentas del trabajo de sus aprendices serían la razón que justificaría el esfuerzo docente, porque probablemente las tasas que casi todos los contratos de aprendizaje contemplan equivaldrían a lo invertido en la

50 ACS, Sec. IV, Fábrica, Libro de salarios nº 324, fols. 100r-102r.51 ACS, Sec. I, Actas Capitulares, libro 44, fol. 53v, 19 de mayo de 1608.

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manutención de los discípulos. Como ya se ha dicho, la mayoría de los contratos dejan a cargo del maestro el alimento, el vestido y la atención sanitaria del aprendiz. A excepción de uno, todos fijan una cantidad en pago al maestro. En 1574 eran 40 ducados, y en los años 10 del siglo XVII encontramos una variedad que oscila entre 45,5 y 60 ducados.

En definitiva, aquello que interesaba a los maestros de los discípulos era la aplicación de su técnica a la práctica, y lo mismo a éstos de aqué-llos. El de ministril era un oficio demasiado demandado para permanecer mucho tiempo formándose.

Conclusiones

El intrincado laberinto de los protocolos notariales, mediante dos ti-pos de documento otorgados por ministriles profesionales, nos permite averiguar muchas cosas sobre la juventud y el período formativo de los instrumentistas de viento madera en el Antiguo Régimen. Además de la vía familiar de transmisión del oficio, se documenta otra alternativa para quienes procedían de otro grupo socio-profesional y deseaban con-vertirse en ministriles, lo cual implica un atractivo socioeconómico para este arte. Hijos de artesanos y forasteros de Sevilla y también ministriles con lagunas en su formación se concertaron con ministriles de prestigio, predominantemente miembros de la capilla catedralicia, en unas con-diciones muy próximas a las de los contratos de aprendizaje de otros oficios artesanales, incluyendo servicio personal y fidelidad. La práctica profesional del discípulo era temprana y jugaba un gran papel tanto en su formación como en la compensación económica del maestro, pues tendía a sustituirlo y nutrir sus grupos de ministriles subordinados52.

Esto nos conduce a valorar la importancia del elemento juvenil, antes y después de haber finalizado su período de formación, en la red de oferta y demanda de servicios musicales en la Sevilla del cambio del siglo XVI al XVII. Las prácticas profesionales colocaban a los jóvenes en una buena posición para enlazar con contratos y conciertos sin solución de

52 Las tendencias apuntadas por este estudio coinciden con las que revela el estudio de Sylvie Granger para la provincia francesa de Le Maine en el período 1600-1850: 2 de cada 3 músicos no tenía antecedentes familiares músicos, sino que adquiría el oficio de tocar varios instrumentos (o alguno nuevo) con un contrato de aprendizaje con un maestro, normalmente de cuatro años aunque podía oscilar entre uno y seis, de manera que era raro que un músico saliera al mercado laboral con menos de 20 años; el aprendizaje implicaba servicio personal y manutención en casa del maestro. GranGer, Sylvie. Musiciens dans la ville (1600-1850). París, Belin, 2002, pp. 149-173.

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continuidad, a las órdenes de sus maestros o enviados por ellos a ocu-par plazas en la ruta atlántica, entonces en expansión. La contribución de los jóvenes es patente en cualquier compañía de ministriles, porque suponían un notable ahorro a su empleador, ingresos a su maestro y se les presupone flexibilidad. Los servicios musicales de los discípulos parecen ser un elemento de vinculación e intercambio entre ministriles consolidados. La formación de aprendices se revela con el atractivo de una especie de negocio que se sumaba a todos aquellos con los que los ministriles simultaneaban su actividad como tañedores.

Así pues, parece que el oficio de ministril tenía perspectivas de futuro en las fechas de que hablamos. Son ilustraciones de ello el surgimiento de las vocaciones, el asentado marco jurídico y estructural por el que se les daba cauce y los automáticos mecanismos de inserción de los jóvenes en el mercado laboral. Los contratos de aprendizaje y la completa con-sagración de los jóvenes ministriles al oficio nos están hablando de una generación de músicos muy profesionalizados. Disfrutar de los servicios de los músicos jóvenes supuso una fuente de ingresos e interés para mu-chos ministriles consolidados y llegó a originar conflictos entre ellos, lo cual viene a señalar que no era un asunto baladí, sino que desempeñaba un importante papel en el funcionamiento de las copias. En definitiva, aunque el tema merecería un estudio aparte, se puede adelantar que el papel del aprendiz, de naturaleza gremial por las características de su contrato con el maestro, sin embargo conserva pocos rasgos corporativistas y se inserta plenamente en la mentalidad precapitalista que distinguía a muchas de las compañías de ministriles.

Apéndice documental

Un ejemplo de contrato de aprendizaje de un ministril sevillano (1613)

AHPdS, oficio 4, leg. 2466, libro 3º de 1613, 31 de julio de 1613, fols. 674r-678r.

Sepan quantos esta carta vieren como yo Francisco de Hermosa vezino desta ciudad de Sevilla en la collación de San Lorenço hijo legítimo de Juan Fernández difunto y de María de la Encarnación su muger beata que al presente es de san Antonio de Padua vezina desta dicha ziudad de Sevilla en la dicha collación de san Lorenço otorgo y conozco que entro a deprender el arte de menestril tiple y corneta e flauta con Alonso de Machuca menestril de la santa yglesia desta dicha

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ziudad de Sevilla y vezino della en la dicha collación questá ausente por tiempo de quatro años cumplidos primeros siguientes que corren e se quentan desde oy día de la fecha desta carta en adelante para que en el dicho tiempo os sirva en el dicho su arte y en todo lo a él tocante y perteneciente y en lo demás que me di-xere y mandare que me sea onesto y pusible de hazer durante el qual dicho tiempo el dicho Alonso de Machuca a de ser obligado de me dar de comer y bever y casa y cama en questé y duerma sano y enfermo con que cada enfermedad no pase de quinze días porque si más estubiere yo me tengo de curar a mi costa y me enseñe el dicho su arte de menestril según y como lo save pudiéndolo yo deprender y no quedando por él de me lo enseñar y en condición que en fin de los dichos quatro años el dicho Alonso de Machuca a de ser obligado a me dar un vestido calsón y ropilla y ferreruelo de (roto) o perpetuán dos camisas y un jubón y medias y çapatos y sombrero y pretina y dos cuellos todo nuevo y otrosí es condición que en fin de los dichos quatro años e de ser obligado y me obligo de le dar al dicho Alonso de Machuca en dos años sesenta ducados cada un año treynta ducados por los tercios de cada un año en fin de cada quatro meses como sean cumplidos lo que montare por rata una paga en pos de otra con más las costas de la cobrança. Para lo qual me obligo en bastante forma y donde en este dicho tiempo viere su provecho se lo llegaré y su daño se lo apartaré y si alguna cosa le hiziere menos e llevare de su poder y casa a saviendas o en otra manera me obligo de se lo pagar en esta ziudad de Sevilla llanamente e por ellos me pueda executar con sólo su juramento y declaración o de quien su poder y causa ubiere en que lo difiero sin otra prueva ni averiguación alguna aunque de derecho se requiera porque della le relievo. Y si algunos días le dexare de servir por en-fermedad o ausencia o en otra manera que los sirva adelante días por días e tiempo por tiempo en lo qual a de ser ansimismo creydo con sólo su juramento y declaración o de quien su poder oviere sin otra prueva de que le relievo y si me fuere o ausentare de su poder y casa le doy poder cumplido e vastante para que a mi costa me pueda traer e sacar de onde quiera que estubiere y para ello apre-miarme con prisión e por todo rigor de derecho a que le cumpla el dicho servicio e por lo que en ello gastare me pueda executar con sólo su juramento e declaración o de quien su poder e causa ubiere sin otra prueba alguna de que ansimismo le relievo. Y otrosí es condición que si le quebrare e perdiere algún ystrumento o ynstrumentos me obligo de ser los pagar en esta ziudad llanamente e por su valor me pueda executar con sólo su juramento o de quien su poder obiere en que lo difiero sin otra prueba de que le relievo. Y es condición que si me fuere a las Yndias e a otra qualquier parte e lugar fuera desta dicha ziudad durante el dicho tiempo todos los maravedíes pesos de oro plata reales y otros qualesquier aprovechamientos que fuere ganando en la dicha parte que ansí fuere todo ello a de ser y sea para el dicho Alonso de Machuca y para quien causa suya ubiere y lo a de poder pedir y cobrar de qualesquier personas y justicas e depositarios y maestres y de quien y con derecho deva para lo qual le doy poder en bastante forma y del recibo dello dar cartas de pago lasto e finiquito e las demás que con-vengan y lo tome como cosa suya propia sin que para mí quede cosa alguna porque así somos de acuerdo. Y otrosí me obligo de que yré a todas las fiestas y regosixos y proseciones que me enviare an sí en esta dicha ziudad como fuera

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della y todos los maravedíes e joyas e libreas y otras cosas que ganare por la dicha raçón todo ello a de ser y sea para el dicho Alonso de Machuca sin que para mí quede cosa alguna. Y otrosí es declaración que si por no yr a las dichas fiestas y regusixos que me embiáredes dexare de ganar qualesquier maravedí joias e libreas lo que ansí dexare de ganar por no yr a las dichas fiestas y regusixos me obligo de os lo pagar en esta dicha ziudad llanamente e por ello me pueda executar con sólo su juramento e declaración o de quien su poder obiere en que difiero sin otra prueva alguna de que le relievo e para todo lo contenido en esta escritura y cada cosa dello podáys yr o embiar una persona fuera desta dicha ziudad a qualquier parte donde yo estuviere la qual gane doze reales en cada un día de quanto se ocupare en la cobranza y en la yda estada e buelta a esta dicha ziudad todas las beces que a ello fuere hasta lo aver cobrado y por lo que monte los dichos salarios me pueda executar con sólo su juramento e declaración o de quien su poder obiere en que difiero sin otra prueva recaudo ni averiguación alguna aunque de derecho se requiera de que le relivo y en esta manera y según dicho es me obligo de cumplir lo contenido en esta escritura e no me apartar dello por ninguna cau-sa ni raçón que sea aunque diga e alegue que quiero deprender otro arte e ofizio o estar en otra parte ni en otra manera y el dicho Alonso de Machuca que así lo cumpla por su parte e la parte ynobidiente dé y pague a la que lo ubiere por firme dies mil maravedíes con todas las costas daños e yntereces que se les si-guieren e recrescieren e la dicha pena pagada o no que esta escritura valga en todo e por todo como en ella se contiene. E para más seguridad de lo contenido en esta escritura doy conmigo por mis fiadores a la dicha María de la Encarnación mi madre y a Blas Díaz Pisarro de Hermosa vezino desta dicha ziudad de Sevilla en la collación de san Miguel e nos los dichos María de la Encarnación y Blas Díaz Pisarro de Hermosa que presentes somos y esta escritura avemos oydo y enten-dido por el presente escrivano público toda ella de vervo adeverun otorgamos e conocemos que salimos e nos constituimos por tales fiadores del dicho Francisco de Hermosa e juntamente con él de mancomún e a bos de uno e cada uno por el todo ynsolidum renunciando como espresamente renunciamos las leyes de duo-bus res debendi y el auténtica de presente de fide jusoribus y el benefizio de la dibisión y escursión y las demás leyes y derechos de la mancomunidad e fiança como en ella se contiene nos obligamos a que el dicho Francisco de Hermosa hará e cumplirá todo quanto por esta escritura está obligado donde no que nosotros como tales sus fiadores lo pagaremos e cumpliremos al dicho Alonso Machuca aquí en Sevilla sin pleyto alguno por todo e cada cosa dello nos pueda executar con sólo su juramento e declaración o de quien su poder e causa oviere sin otra prueba alguna de que le relevamos e sin que sea que no a de ser necesario hazer diligencia ni escursión contra el dicho Francisco de Hermosa a cuyo benefizio e las auténticas que en raçón dello hablan espresamente y más nos obligamos de darle de bestir al dicho Francisco de Hermosa durante el dicho tiempo de los dichos quatro años y a ello nos pueda apremiar el dicho Alonso de Machuca por todo rigor de derecho y yo el dicho Alonso Machuca que presente soy y esta es-critura e oydo y entendido porque me a sido leyda por el presente escrivano público toda ella de vervo adverun otorgo e conosco que la aceto en todo e por todo como en ella se contiene e me obligo de pagar e cumplir y enteramente sa-

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tisfacer todo quanto por esta escritura es e queda a mi cargo sin faltar cosa algu-na para cuya paga e cumplimiento de lo que dicho es ambas partes damos poder cumplido a las justicias de su mahestad para que por todo remedio e rigor de derecho e vía executiva y en otra manera como por sentencia definitiva de juez competente pasada en cosa juxgada nos executen compelan y apremien a lo ansí pagar e cumplir como dicho es e renunciamos qualesquier leyes e derechos de nuestro favor e la general del derecho e obligamos nuestras personas y bienes e de cada uno de nos avidos e por aver e por ser yo el dicho Francisco de Hermo-sa menor de hedad de veinte e cinco años e mayor de quinze juro en forma de derecho de aver por firme esta escritura e todo lo en ella contenido e no la recla-mar ni contradecir ni alegar contra ella menoría de hedad ni pedir el veneficio de restitución yn yntrigum y que en contra de lo aquí contenido no hecha reclamación ni protestación e si pareciere la doy por ninguna e deste juramento no pediré avsolución ni relaxación e si me fuere concedida no usaré dello e yo la dicha María de la Encarnación renuncio las leyes de Veliano e de Toro que son en favor de las mugeres que no me balgan en esta raçón por quanto el presente escrivano público me apercibió dellas en especial. Fecha la carta en Sevilla de otorgamiento de los dichos Francisco de Hermosa y María de la Encarnación e Blas Díaz Piza-rro de Hermosa a treynta y un días del mes de jullio de mill seiszientos e treze años e los dichos Francisco de Hermosa y Blas Díaz Pizarro de Hermosa firmaron sus nombres en el registro e porque la dicha María de la Encarnación dixo que no save firmar firmó por ella un testigo en el registro e presentaron por testigos de su conocimiento que juraron en forma de derechoser los contenidos e se llaman como se an nombrado a Francisco de Ribera vezino de Sevilla a san Lorenzo y a Elbira Gutiérrez biuda muger que fue de Matheo Sánchez vezina de Sevilla en la dicha collación de san Lorenço que así se dixeron llamar siendo testigos Melchor de Morales y Miguel del Vallés.

Escrituras entre los ministriles Jerónimo de Quesada y Andrés de Arroyo a propósito de sus aprendices (1612-1614)

AHPdS, oficio 4, leg. 2461, libro 2º de 1612, 16 de mayo de 1612, fols. 257v-260r.

Sepan quantos esta carta vieren como yo Gerónimo de Quesada menestril de la santa yglesia desta ciudad de Sevilla e vezino della en la collación de Santa María la Blanca otorgo y conosco que estoy convenido y concertado con Andrés de Arroyo asimismo menestril vezino della en la collación de san Lorenzo en tal manera que el dicho Andrés de Arroyo aya de recibir y reciba en sus copias de menestriles que tiene o tubiere pocos o muchos uno o dos menestriles que sean o an sido discípulos míos y ayan estado en mi casa o al presente lo estén y no de otra manera alguna juntos o distintos de la forma y manera que él quisiere los quales yo e de ser obligado y me obligo a que teniendo yo los tales discípulos en mi casa y compañía os los he de dar y entregar para efeto de que anden con vuestras copias y hagan todo aquello que bos les quisiéredes hordenar y mandar

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así dentro de los muros desta ciudad de Sevilla como en otras qualesquier partes y lugares de fuera della que vos quisiéredes y fuera vuestra voluntad lo qual abéis de poder hacer y los embiar que cumplan las órdenes que vos le diéredes a pie o a cavallo o de la forma e manera que os pareciere convenir a vuestras fiestas y demás cosas que tubiéredes que cumplir dando por ello algún aprovechamiento o sin él lo que a de durar tiempo de doze años cumplidos primeros siguientes que and e empeçar a correr desde primero día del mes de junio primero que biene deste año en questamos de mill seiscientos doçe en adelante durante el qual dicho tiempo me obligo de os dar los dichos uno o dos aprendizes de los arriba referidos como yo los fuere teniendo por manera que si aviéndoos yo entregado uno o dos para que cumpla esta obligación ellos cumplieren el tiempo por que obieren entrado conmigo os tengo de dar otro o otros dos de los que adelante fuere teniendo dentro de la dicha mi casa aprendiendo conmigo y no en otra manera los quales bos avéis de recebir y admitir e yr recibiendo y admitiendo estando idóneo para ello y les avéis de dar por razón de su ocupación media parte de lo que ganan y ganaren los demás menistriles que ganan parte entera de los que andan y andubieren en las dichas vuestras copias la qual dicha media parte yo tengo de aver y a mí me la avéis de entregar por quanto yo como maes-tro de los tales diçípulos los e de alimentar e yr enseñando de lo que no ovieren acavado de aprender y con darles la dicha media parte referida avéis de aver cumplido sin que ellos ni alguno de ellos os puedan pedir otra cosa alguna ni bos tengáis obligación de se la dar lo qual me lo avéis de yr dando e pagando en cada un mes como es uso e costumbre y en quanto a la prueva y aberiguación de lo que se obiere ganado en cada un mes a de ser y fago bastante recaudo vuestro juramento y declaración sin más prueva ni averiguación aunque se requiere de derecho de que os relievo porque así es uso y costumbre y asimesmo en lo que toca a las pagas que fuéredes haziendo en la dicha razón a de ser y hago bastan-te recaudo vuestro juramento y declaración en que asimesmo quedáis dexo y difiero qualquier prueva e averiguación que se requiera acerca de quales e quan-tas y en qué cantidad ayan sido las que me oviéredes fecho o hiziéredes porque mediante esto tiene efeto esta escriptura y porque de vos el dicho Andrés de Arroyo tengo entera satisfacción y en esta manera y según dicho es yo me obligo de cumplir e aver por firme este concierto y vos el dicho Andrés de Arroyo que no lo podáis reclamar en manera alguna ni por ninguna causa que sea con que mientras los dichos ministriles que ansí anduvieren en vuestras copias por mi quenta os sirvieren no an de poder entrar en otra copia alguna ni yo los tengo de poder embiar porque presisamente os an de servir en las dichas vuestras copias y en los demás casos que les dixéredes y mandáredes así ayudando a los demás menestriles como a cantores dentro y fuera desta dicha ciudad y si por qualquier causa los dichos menestriles o alguno dello no acudieren puntualmente a todo lo arriba contenido y a cada cosa dello a vuestra satisfación o teniéndolos yo no os los entregare para el dicho efeto yo he de ser obligado e me obligo de os pagar todo aquello que por razón de las dichas faltas o cada una dellas perdiéredes y por todo e cada cosa dello me podáis executar son sólo el dicho vuestro juramen-to y declaración o de quien vuestra causa tuviere sin más prueva alguna en el qual dexo difierida qualquier prueva e aberiguación que acerca de lo susodicho

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y de cada cosa dello se requiera sin otra alguna de que os relievo. Con condición que si los dichos menestriles o alguno dellos cayeren enfermos o estubieren pre-sos o retraydos costándoos a vos de la verdad dello les abéis de dar los aprove-chamientos y ganancias que ganaran como si sirvieran y conque esta media par-te que ansí a de ganar cada uno de lo dichos menestriles en la forma arriba referida a de ser hasta que ayan serbido tiempo de dos años cada menestril en la dichas vuestras copias porque pasados los dichos dos años que uno aya servido desde en adelante yo he de aver una parte entera por el que así oviere servido los dichos dos años todo el tiempo que demás y allende de los dichos dos años os fuere sirbiendo hasta que se cumpla la carta y obligación que el tal discípulo tubiere fecha conmigo porque cumplida que sea vos no abéis de tener obligación de lo tener en vuestras copias y con que las medias partes que dexáredes de dar a los dichos discípulos e a cada uno dellos y los dichos dos primeros años que así sirbieren ayan de ser y sean para vos el dicho Andrés de Arroyo como cosa vues-tra propia como dueño que soys de las dichas copias y persona que las rige y gobierna y porque así es condición y concierto. Y con condición que a falta o por fallescimiento de vos el dicho Andrés de Arroyo yo e de ser obligado e me obligo de cumplir todo lo que por esta escriptura queda a mi cargo de guardar e cumplir en vuestro favor con Gerónimo Gutiérrez vuestro cuñado y con Graviel de Pala-cios vuestro yerno y con Diego de Alba asimesmo vuestro yerno y con Juan de Arroyo vuestro hijo todos menestriles con todos juntos mientras ellos bibieren durante los dichos doze años desta dicha compañía y a falta de cada uno dellos con los que fueren quedando los quales ayan de aver y gozar todos los aprove-chamientos que conforme a esta escriptura vos avéis de aver e llevar e porque a falta de bos el dicho Andrés de Arroyo an de ser e yo hago dueños e señores de los dichos aprovechamientos los dichos vuestro hijo cuñado y yernos e yo el dicho Andrés de Arroyo que a lo que dicho es presente soy aviendo visto y entendido esta escriptura porque me a sido leyda por el presente escrivano público otorgo que la acepto en todo y por todo como en ella se contiene y me obligo de yr re-cibiendo los dichos aprendizes menestriles de vos el dicho Gerónimo de Quesada y pagaros las medias partes o partes que ganaren conforme arriba está dicho durante el dicho tiempo de doze años a los plazos y tiempos que arriba está de-clarado y de pagar e cumplir todo lo demás y que por esta escriptura es y queda a mi cargo sin faltar cosa alguna y ambas partes y para la paga e cumplimiento dello damos poder cumplido a las justicias ante quien pareciere para por todos los remedios e rigores del derecho e vía executiva y en otra manera e como por sentencia pasada en cosa jusgada nos executen compelan y apremien a lo ansí pagar e cumplir según dicho es y renunciamos todas e qualesquier leyes y dere-chos de nuestro favor e la que defiende la general renunciación e obligamos nues-tras personas y bienes y de cada uno de nos avidos e por aver. Fecha la carta en Sevilla diez y séis días del mes de mayo de mill y seiscientos y doze años y los dichos otorgantes lo firmaron de sus nombres en el registro a el qual dicho Andrés de Arroyo yo el presente escrivano público doy fee que conozco y el dicho Geró-nimo de Quesada presentó por testigos de su conocimiento que juraron en forma de derecho que lo conozen y saven que es el propio aquí contenido y se llama como se a nombrado a Santiago López clérigo de menores hórdenes vezino de

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Sevilla en la collación de la Magdalena y a Gabriel de Palacios menestril en la collación de San Lorenzo que así se nombraron, siendo testigos Gabriel Ortiz y Melchor de Morales escribanos de Sevilla.

AHPdS, oficio 4, leg. 2466, libro 3º de 1613, 15 de julio de 1613, fol. 295v.Sepan quantos esta carta vieren como yo Andrés de Arroyo menestril vezino desta ciudad de Sevilla en la collación de san Lorenzo otorgo e conozco que doy carta de pago a Gerónimo de Quesada menestril de la santa yglesia desta dicha ziudad de Sevilla e vezino della todos los maravedíes que en qualquier manera me deva por qualesquier faltas que me ayan fecho los discípulos del dicho Gerónimo de Quesada que an tenido obligación de acudir a mis copias conforme a las escrituras de consierto y compañía que en raçón dello otorgamos ante el presente escrivano público en el año pasado de mill seiscientos y doze porque desde el día que se otorgó la dicha escritura asta oy día de la fecha desta carta de pago aviendo ajus-tado la quenta de todo ello quedamos satisfechos e pagados el uno del otro y el otro del otro de todos los maravedíes que en raçón de los dichos discípulos nos an pertenecido y de todo ello yo el dicho Andrés de Arroyo ya me doy por contento e pagado a mi coluntad e yo el dicho Gerónimo de Quesada questá presente e lo contenido en esta carta de pago leydo y entendido por el presente escrivano público otorgo e conosco que aceto e por mi parte confieso e declaro que el dicho Andrés de Arroyo no me debe cosa alguna hasta oy dicho día en raçón de los aprovechamientos que yo devo de aver por lo que an ganado mis discípulos con sus copias en conformidad de la dicha escritura de consierto porque todo quanto en la dicha raçón me tocó e perteneció lo e recivido en dineros de contado de que nos ambos a dos los dichos Andrés de Arroyo y Gerónimo de Quesada el uno del otro y el otro del otro nos damos por vien contentos e pagados a nuestra voluntad sobre que renunciamos la eseción e leyes de la ynumerata pequnia e prueva de la paga como en ella se contiene y nos damos por libres e quitos y a nuestros bienes y herederos de todos e qualesquier derechos y pretensiones que el uno contra el otro y el otro contra el otro tengamos en qualquier manera y declaramos que no tenemos ni nos queda derecho ni recurso alguno a no nos pedir ni demandar en raçón dello cosa alguna ni en otra qualquier manera quedándose como se queda dexamos en toda su fuerça e vigor aparexado efeto la dicha escritura de consierto que asy hazemos y otorgamos el dicho año pasado de mill seiscientos y doze y sin la ynobar en cosa alguna y ambos otorgantes nos obligamos de aver por firme esta carta de pago y no yr ni venir contra ella en ningún tiempo so espresa obligación que para ello hacemos de nuestras personas y bienes e de cada uno de nos avidos e por aver. Con declaración que nos ambos hacemos que la paga de lo que yo el dicho Gerónimo de Quesada e de aver por lo que de aquí en adelante ganaren mis dicípulos en las copias del dicho Andrés de Arroyo me lo a de pagar en cada un mes lo que los dichos mis dicípulos ganaren y dello yo le aya de dar carta de pago sin las quales yo no tenga obligación a le recebir en quenta lo que de otra manera pagare y en quanto a esto se ynoba la dicha escritura del concierto quedándose en todo lo demás en ella contenido en su fuerça e vigor e aparexado efeto. Fecha la carta en Sevilla a quince días del mes de jullio de mill seiscientos e treze años

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e los dichos otorgantes que yo el presente escrivano públuco doy fee que conosco lo firmaron de sus nombres en el registro. Testigos Melchor de Morales e Miguel del Vallés escrivanos de Sevilla.

AHPdS, oficio 4, leg. 2469, libro 1º de 1614, 29 de enero de 1614, fols. 413r-417v.

Sepan quantos esta carta vieren como yo Andrés de Arroyo ministril beçino des-ta ciudad de Sevilla en la collación de san Lorenzo por my de la una parte e yo Jerónimo de Quesada ministril de la santa yglesia desta dicha ciudad e vecino della por mí de la otra el uno de nos al otro y el otro al otro decimos que por quanto entre nosotros hicimos una escritura de consierto en raçón de que yo el dicho Jerónimo de Quesada tuviese obligación de dar al dicho Andrés de Arroyo uno o dos ministriles que fuesen o ubiesen sido discípulos míos e ubiesen estado en mi casa los quales fuese yo obligado precisamente a que teniendo yo los tales discípulos en mi casa e compañía los ubiese de dar y entregar al dicho Andrés de Arroyo para que andubiesen en sus copias sirbiendo en ellas haciendo lo que les hordenase dentro e fuera desta dicha ciudad los quales yo fuese obligado de hazer e cumplir por tiempo de doze años dando yo los dichos mis discípulos y pagándome el dicho Andrés de Arroyo los maravedís en que fuimos conveni-dos y consertados según que lo susodicho y otras cosas que más largamente se contienen y declaran en la escritura que en raçón dello pasó e se otorgó ante el presente escrivano público en en diez y seis días del mes de mayo del año pasa-do de mill seiscientos e doze en la qual se declaró averse e entenderse el dicho concierto que ubiese de durar el dicho tiempo de los dichos doce años dando yo el dicho Jerónimo de Quesada los dichos dos discípulos como los fuese teniendo al dicho Andrés de Arroyo y en falta suya a Jerónimo Gutiérrez su cuñado y a Graviel de Palacios y a Diego de Alba sus yernos e a Juan de Arroyo su hijo como la dicha escritura contiene después de lo qual entre nosotros se mobió un pleito executibo por el qual el dicho Andrés de Arroyo me dio çierta cantidad de maravedíes y del dicho Gerónimo de Quesada se mobió otro a el dicho Andrés de Arroyo pidiendo averse de dar la dicha escritura de concierto por ninguna mediante ciertas causas e raçones que para ello dize y alegue como por el dicho pleito más largamente consta que pasó ante Lucas Rodríguez escrivano de su magestad e del juzgado e del licenciado don Diego Faxardo teniente de asistente que fue desta dicha ciudad que se a comido a el dicho pleito executivo que ante el dicho teniente y escrivano ansí avía puesto el dicho Andrés de Arroyo por ser ambos dependientes de la dicha escritura de concierto arriba referida y los dichos pleitos se acavaron por autos de vista y revista de la real Audiencia desta ciudad en quanto a la vía executiva quedándose la dicha escritura de concierto en su fuerça e bigor como por el consta a que ansimismo nos referimos. E aora somos convenidos e consertados de chancelar e dar por ninguna la dicha escritura de concierto que fue causa de los dichos dos pleitos y los mismos pleitos mediante que yo el dicho Jerónimo de Quesada doi y e dado al dicho Andrés de Arroyo por que la dicha chancelación tenga efecto trescientos y diez reales pagados en dineros de contado quel dicho Andrés de Arroyo de mí a recevido por tanto en

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cumplimiento dello e por bía de medio transación e concierto por nos quitar e apartar de pleitos que entre nosotros no aya diferencias en razón de la dicha es-critura ni en raçón de los dichos discípulos que por ella yo el dicho Jerónimo de Quesada tenía obligación de dar ni en todo lo demás que por la dicha escritura concierto quedé obligado ambos otorgantes la chancelamos e damos por ninguna para que no balga ella ni sus copias ni traslados en juicio ni fuera dél y damos por ningunos los dichos pleitos que ansi nos avíamos puesto arriva referidos para que nos podamos baler ni aprovechar dello en manera alguna como cosa acavada e fenecida e e dada por ninguna e yo el dicho Andrés de Arroyo declaro aver recevido del dicho Jerónimo de Quesada los dichos trescientos y diesz reales que ansí me a dado como a parte con quien principalmente se hiço este concierto para que yo como tal viniese en lo otorgar como lo otorgo esta chancelación en que nos ambos otorgantes nos damos por libres el uno a el otro y el otro a el otro de la dicha escritura e pleitos ahora e para siempre xamás confesando como yo el dicho Jerónimo de Quesada confieso estar pagado de todos los maravedíes que an sido a cargo del dicho Andrés de Arroyo de me pagar por raçón de los dichos diçípulos que hasta oi día de la fecha desta carta e dado en conformidad de la dicha escritura para que andubiesen en sus copias de lo que ubieron de aver a mí tocante por la dicha raçón porque todo ello me lo a pagado según e como el dicho Andrés de Arroyo estava obligado de que no me resta ni queda diviendo cosa alguna sobre que ambos en raçón de lo que cada uno a rescevido del otro renunciamos las leyes de ynumerata pequnia e prueva de la paga como en ella se contiene y como pagados e satisfechos de todo quanto en la dicha raçón emos de aver declaramos que no nos queda derecho ni recurso alguno el uno contra el otro ni el otro contra el otro para nos poder pedir cosa alguna por causa de la dicha escritura que ansí agora queda chancelada e dada por ninguna ni en otra qualquier manera eçeto otra escritura de obligación que yo Jerónimo de Quesada hago oi día de la fecha de esta carta ante el presente escrivano público en favor del dicho Andrés de Arroyo de contía de diez ducados questá e se queda en su fuerça e bigor para se los pagar a el plaço que en ella se contiene. Yo el dicho Andrés de Arroyo me obligo a que los dichos Gerónimo Gutiérrez y Gabriel de Palacios e Joan de Arroyo mi hijo e yernos aprobarán esta escritura de chancelación e finiquito e la abrán por bien desistiéndose de qualquier derecho que en la dicha raçón tienen contra el dicho Gerónimo de Quesada dentro de un mes cumplido primero siguiente e a ello me pueda apremiar por todo rigor de derecho el dicho Gerónimo de Quesada porque mediante esto ubo efeto tal escritura. Yo el dicho Diego de Alba yerno del dicho Andrés de Arroyo que soy presente y esta escritura e oydo y entendido por el presente escrivano público otorgo e conosco que por mi parte en quanto quedó chancelo la dicha escritura de concierto y doy por libre al dicho Gerónimo de Quesada e a sus bienes y eredero de ahora e para siempre jamás para en la dicha raçón ni en otra qualquier manera le pedir cosa alguna e todos tres nos obligamos de aver por firme tal escritura e de no yr ni venir contra ella en ningún tiempo ni so espresa obligación que para ello haçemos de nuestras personas y bienes avidos e por aver e damos poder complido a las justicias de su magestad para que por todo remedio e rigor de derecho e vía executiva y en otra manera e como por sentencia difinitiva pasada en cosa juzgada nos ejecuten

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compelan e apremien a lo ansí pagar e cumplir como dicho es e renunciamos qualesquier leyes e derechos de nuestro favor e la general del derecho e por ser yo el dicho Diego de Alva menor de los veinte y cinco años e mayor de veinte y uno juro a Dios e a la cruz en forma de derecho de aver por firme esta escritura y de no yr ni benir contra en ella en ningún tiempo ni alegar menoría de hedad ni pedir beneficio de restitución yn yntrigum ni avsoluciónni relaxación deste juramento a quien me lo deva conceder e si me fuere concedida no usaré della ni tengo hecha reclamación en contrario de lo aquí contenido e si pareçiere averla fecho la reboco e doy por ninguna. Fecha la carta en veinte y nueve días del mes de henero de mill e seiscientos e catorze años e los dichos otorgantes que yo el presente escrivano doy fee que conozco lo firmaron de sus nombres en el registro siendo testigos Melchor de Morales y Pedro de Ábila escrivanos de Sevilla.

Recibido: 6 marzo 2013 Aceptado: 2 junio 2013

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