Jung Carl Gustav Energetica psiquica y esencia del sueno

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C. G. JUNG ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO HUNAB KU PROYECTO BAKTUN

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C. G. JUNG

ENERGÉTICA PSÍQUICAY

ESENCIA DEL SUEÑO

H U N A B KU

P R O Y E C T O B A K T U N

C. G. J U N G

ENERGÉTICA PSÍQUICAY

ESENCIA DEL SUEÑO

E D I T O R I A L P A I D Ó SBUENOS AIRES

Título del libro original alemán

ÜBER PSYCHISCHE ENERGETIK UND DAS WESEN DER TRÄUME

Publicado porRASCHER & CIE. A. G. VERLAG

Zurich

Versión directa del alemán porLUDOVICO ROSENTHAL

(Sobre la energética del alma)y

BLAS SOSA(Generalidades sobre la teoría de los complejos. - Consideracionesgenerales sobre la psicología del sueño. - La esencia del sueño.

Instinto e inconsciente. - Los fundamentos psicológicosdel espiritismo)

Supervisión

ENRIQUE BUTELMAN

Impreso en la República ArgentinaQueda hecho el depósito que marca la ley N° 11.723

Copyright de todas las ediciones en castellano por

E D I T O R I A L P A I D Ó SCabildo 1547 Buenos Aires

Í N D I C E

PÁG.

Prólogo de la primera edición 9Prólogo de la segunda edición 9

I. SOBRE LA ENERGÉTICA DEL ALMA 111. FUNDAMENTOS DE LA CONCEPCIÓN ENERGE-

TISTA EN PSICOLOGÍA 11o) Introducción 11b) La posibilidad de una determinación cuantitati-

va en psicología 141. El sistema subjetivo de valores 172. La estimación objetiva de las cantidades . . . . 20

2. APLICACIÓN DEL CRITERIO ENERGETISTA . . . . 24a) El concepto de energía psíquica 24b) La conservación de la energía 29c) La entropía 38d) Energetismo y dinamismo 42

3. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA TEORÍADE LA LIBIDO 46a) Progresión y regresión 46b) Extraversión e introversión 57c) El desplazamiento de la libido 58d) La formación de símbolos 64

4. EL CONCEPTO PRIMITIVO DE LIBIDO 84II. GENERALIDADES SOBRE LA TEORÍA DE LOS

COMPLEJOS 91III. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA PSI-

COLOGÍA DEL SUEÑO 108IV. LA ESENCIA DEL SUEÑO 164V. INSTINTO E INCONSCIENTE 185

VI. LOS FUNDAMENTOS PSICOLÓGICOS DEL ESPIRI-TISMO 196

El Sueño de NabucodonosorDel "Speculum humanae salvationis"Siglo XV. Vaticano. Cod. palat. 413

Prólogo de la primera edición

En este volumen, segundo tomo de los PsychologischeAbhandlungen, hemos incluido cuatro ensayos, tres delos cuales sólo fueron publicados hasta ahora en inglés(N° 1, 2 y 4, en Collected Papers on Analytical Psycho-logy, 2a ed., Londres, Baillière, Tindall & Cox, 1920). Mien-tras uno se refiere al problema, no resuelto aún, del sig-nificado de los sueños, los tres restantes están dedicadosa una cuestión cuya importancia es, a nuestro juicio, car-dinal: la de los factores psíquicos fundamentales o imá-genes dinámicas que, en nuestro entender, expresan laesencia de la energía psíquica. Nuestro concepto de laenergía psíquica que aplicamos en el libro Wandlungenund Symbole der Libido (2a ed. Leipzig y Viena, 1925) 1 hasuscitado tanta oposición como incomprensión, motivo porel cual consideramos conveniente abordar de nuevo el pro-blema de la energética psíquica, pero esta vez no desde laperspectiva de su aplicación práctica, sino de su teoría.Por tanto, los lectores de nuestra obra anterior bien po-drán hallar en ésta algunas repeticiones.

Prólogo de la segunda edición

Los ensayos que integran el presente volumen consti-tuyen intentos de ordenar la caótica multiplicidad de los

1 Wandlungen und Symbole der Libido, 1912; 2a ed. alemana, 1925. Hayedición castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido. B. Aires, Edi-torial Paidós, 1953.

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fenómenos psíquicos, introduciendo en ella conceptos queya tienen vigencia en otros sectores de la ciencia. Comoaun nos hallamos muy al principio de los conocimientospsicológicos, nuestros esfuerzos habrán de dedicarse a losconceptos y a los sectores más elementales, pero no a lascomplicaciones individuales, inaccesibles al total esclare-cimiento, que tanto abundan en nuestra casuística. El "mo-delo" de la neurosis y del sueño, creado por Freud, sólopermite explicar parcialmente el material empírico; enconsecuencia, la psicología médica deberá procurar el per-feccionamiento de sus métodos no menos que de sus con-ceptos psicológicos, tanto más, cuanto que la psicología"académica" ha renunciado hasta ahora a investigar empí-ricamente lo inconsciente. Por ello, sigue concerniendo ala psicología médica la tarea de investigar las relacionesde compensación entre el psiquismo consciente y el in-consciente, cuestión tan importante para comprender lopsíquico en su totalidad.

Aparte las obvias correcciones, el texto no ha experi-mentado alteraciones fundamentales. El número de losensayos fue aumentado a seis, incluyendo en este volu-men una breve reseña de la teoría de los complejos y unaexposición de los nuevos puntos de vista acerca de lainvestigación de los sueños.

Kuesnacht - Zurich.C. G. JUNG.

I

SOBRE LA ENERGÉTICA DEL ALMA

1. FUNDAMENTOS DE LA CONCEPCIÓN ENERGETISTA ENPSICOLOGÍA

a) Introducción.

Cuando introduje en la psicología mi concepto de lalibido tropecé con múltiples tergiversaciones y aun conel más estricto rechazo, de modo que quizá no sea super-fluo considerar una vez más los fundamentos de dichoconcepto.

Es un hecho de todos conocido que el suceder físicopuede ser abordado desde dos puntos de vista: mecanicistael uno, energetista el otro2. La concepción mecanicista espuramente causal y concibe todo hecho como resultado deuna causa, aceptando que las sustancias inmutables mo-difican sus relaciones mutuas de acuerdo con leyes cons-tantes.

La concepción energetista, en cambio, es esencialmen-te finalista3 y concibe el suceder como consecuencia de

2 Sobre mecánica y energética, véase Wundt: Grundzuege der physiologis-chen Psychologie, tomo III, 1903, V, p. 692 y sig. Sobre el criterio dinamista,véase Ed. v. Hartmann: Weltanschauung der modernen Physik, 1909, p. 202y sig.

3 Evito el término "teleológico" a f in de eludir el malentendido de queadolece el concepto corriente de teleología, es decir, el supuesto de que éstallevaría implícito el concepto de la postulación anticipante de una finalidad.

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una causa, en el sentido de que las variaciones fenomé-nicas se basan en la acción de cierta energía, la cual semantiene constante a través de esas mismas variacionesy concluye por llevar entrópicamente a un estado de equi-librio general. El decurso energético tiene un determi-nado sentido objetivo, ya que sigue irremediablemente(irreversiblemente) la caída del potencial. La energía noes la concepción de una sustancia moviente en el espacio,sino un concepto abstraído de las relaciones de movimien-to. Sus fundamentos no son, pues, las sustancias mismas,sino las relaciones de éstas, mientra que el fundamentodel concepto mecanicista radica en la sustancia semovienteen el espacio.

Ambos puntos de vista son indispensables para la com-prensión del suceder físico y gozan, por tanto, de generalaceptación, al punto que la vigencia paralela de las conside-raciones mecanicista y energetista ha permitido que pau-latinamente surgiera una tercera concepción, mecanicistay energetista a la vez, aunque desde un punto de vistaestrictamente lógico, el ascenso de la razón a la consecuen-cia, la acción causal progresiva, no puede ser al mismotiempo la selección regresiva de un medio para el fin4.Nos resulta imposible aceptar que una y la misma arti-culación fáctica pueda ser simultáneamente causal y final,pues estas determinaciones se excluyen entre sí. En efec-to, trátase de dos concepciones distintas, una de las cuales

4 "Las causas finales y las causas mecánicas se excluyen mutuamente, puesuna función unívoca no puede ser al mismo tiempo plurívoca". (Wundt: loc.cit., tomo III, 1904, V, p. 728). Considero ilícito hablar de "causas finales",pues se trata de un concepto híbrido surgido de la mezcla de consideracionescausalistas y finalistas. En Wundt, la serie causal es biarticulada y unívoca,constando de la causa M y el efecto E, mientras que la serie final es triarticuladay plurívoca: postulación objetal A, medio M, realización del objetivo E. Tam-bién esta construcción la juzgo un producto híbrido, pues el concepto de lapostulación del objetivo es una complementación causalmente concebida de laverdadera serie finalista M-E, la cual es asimismo biarticulada y unívoca. Dadoque, efectivamente, la concepción finalista no es sino la recíproca de la causa-lista (Wundt), M-E es simplemente la relación causal en concepción inversa.La finalidad no conoce ninguna causa puesta en el principio, pues la concep-ción finalista no es causalista, o sea que no contiene ningún concepto causal,como tampoco la concepción causalista tiene ningún concepto de fin, objetivoo cumplimiento.

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es precisamente la recíproca de la otra, pues el principiode finalidad es la inversión lógica del principio de causa-lidad. La finalidad no sólo es lógicamente posible, sino quees un principio explicativo indispensable, pues ningunaexplicación de la naturaleza podría ser exclusivamentemecanicista. En efecto: si a nuestra intuición sólo se die-ran sustancias movientes, únicamente habría explicacionescausales; pero a nuestra intuición se dan también rela-ciones cinemáticas, que imponen la consideración ener-getista5. De no ser así, ni habría sido necesario inventarel concepto de energía. El predominio de una u otraconcepción no depende tanto de la conducta objetiva delas cosas, sino más bien de la actitud psicológica del in-vestigador o pensador. La empatia lleva a la concepciónmecanicista; la abstracción, a la energetista. Ambas orien-taciones tienden a cometer el error intelectual de hipos-tasiar sus principios con los denominados datos objetivosde la experiencia, y de aceptar que la intuición subjetivase identifica con la conducta de las cosas; o sea que, porejemplo, la causalidad, tal como la hallamos en nosotrosmismos, también radicaría objetivamente en la conductade las cosas. Este error es muy común y lleva, por tanto.a incesantes conflictos, pues, como dijimos, es inadmisi-ble que la determinación sea simultáneamente causal yfinal. Pero esa intolerable contradicción sólo resulta de lailícita e irreflexiva proyección en los objetos de lo quesólo son meros modos de considerar las cosas. Dichos mo-dos únicamente pueden quedar libres de contradiccionesmientras se mantienen en la esfera de lo psicológico, pro-yectándose sólo hipotéticamente a la conducta objetivade las cosas. El principio de causalidad soporta su inver-

5 El pleito entre energetismo y mecanicismo es un caso paralelo del viejoproblema de los universales. Por cierto que a la intuición sensible sólo se dala cosa individual, y en esa medida lo universal sólo es nomen, una palabra.Pero al mismo tiempo se dan también las analogías o las relaciones de lascosas, y en ese sentido lo universal es una realidad (realismo relativo deAbelardo).

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sión lógica sin contradicciones, pero los hechos no la so-portan; por eso, la finalidad y la causalidad deben excluir-se mutuamente en el objeto. Sin embargo, adoptando elconocido recurso del divisionismo, suélese alcanzar uncompromiso inaceptable desde el punto de vista teórico,pues considerando un fragmento causalísticamente y elotro finalísticamente," se obtienen las más variadas combi-naciones teóricas, que, no cabe negarlo, reflejan la reali-dad con relativo verismo7. Es preciso recordar siempreque, por fielmente que los hechos concuerden con nuestraintuición de los mismos, los principios explicativos noson más que formas de consideración, es decir, fenómenosinherentes a la actitud psicológica y a las condicionesapriorísticas generales del intelecto.

b) La posibilidad de una determinación cuantitativa enpsicología.

De todo lo expuesto puede desprenderse sin lugar adudas que todo suceder concita tanto el enfoque mecanicis-ta - causal como el energetista - final. Sólo la oportunidad,es decir, la eficacia, puede decidir la preferencia que debadarse a una u otra concepción. Si, por ejemplo, nos inte-resa la faz cualitativa del suceder, la concepción energe-tista deberá subordinarse, pues nada tiene que ver con lassustancias, sino sólo con sus relaciones cinemáticas cuan-titativas.

Mucho se ha discutido acerca de si también el suce-der psíquico podría someterse, o no, a la concepción ener-

6 Finalidad y causalidad son dos posibilidades del comprender, antinó-micas entre sí. Son interpretantes (Wundt) progresivos y regresivos y, comotales, contradictorios. Naturalmente, este principio sólo rige si se presuponeque el concepto de la energía es una abstracción que expresa relaciones. ("Laenergía es relación". Ed. v. Hartmann, loc. cit., 1909, p. 196). En cambio,este principio es inexacto si se presupone un concepto hipostasiado de laenergía, como, por ejemplo, en Ostrwald, Philosophie der Werte.

7 "La diferencia entre las concepciones teleológica y causalista no esobjetiva ni divide los contenidos de la experiencia en dos campos dispares,sino que ambas concepciones sólo son formalmente distintas, en el sentido deque a cada relación final le corresponde, como complemento, una concatenacióncausal, y recíprocamente, a toda relación causal se le puede dar, caso necesario,una forma teleológica". (Wundt, loc. cit., tomo II, 1903, V, p. 737).

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getista. A priori no habría motivo alguno contra tal posi-bilidad, pues nada induce a excluir de los datos empíricosobjetivos el suceder psíquico, ya que también lo psíquicopuede ser un objeto de la experiencia. Pero como lo de-muestra el ejemplo de Wundt, es lícito dudar de que elenfoque energetista sea, en principio, aplicable a los fe-nómenos psíquicos y, en caso afirmativo, si lo psíquico po-dría considerarse como un sistema relativamente cerrado

En lo que se refiere al primer punto, adhiero sin re-servas a la opinión de von Grot. uno de los primeros queplanteó la energética psíquica, expresada en los siguien-tes términos: "El concepto de energía psíquica tiene, enla ciencia, tanta justificación como el de energía física,y la energía psíquica posee no menos dimensiones cuan-titativas y formas distintas que la física"8.

En cuanto al segundo punto, discrepo de quienes has-ta ahora se han ocupado de la cuestión, pues eludo casipor completo el problema de la integración de los pro-cesos energéticos psíquicos en el sistema físico. Procedoasí porque, en el mejor de los casos, sólo existen al res-pecto presunciones imprecisas, pero ningún asidero real.Aunque estoy convencido de que la energía psíquica sehalla íntimamente vinculada de alguna manera con elproceso físico, necesitamos experiencias y conocimientosmuy distintos de los actuales para discurrir con mínimaautoridad sobre esa interrelación. En cuanto al aspectofilosófico del problema, adhiero íntegramente a las teoríasde Busse9. y coincido asimismo con Külpe, cuando se re-fiere a dicha cuestión en los siguientes términos: "Sería,pues, totalmente indiferente si un quantum de energíapsíquica interviene, o no, en el decurso de los procesosmateriales: no se violaría con ello la ley de la conserva-ción de la energía, tal como actualmente la concebimos" 10.

8 Arch. f. syst. Phil., tomo IV, p. 290.9 L Busse, Geist und Korper, Seele und Leib, 1903.

10 Külpe, Einleitung in die Philosophie, pág. 150.

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La relación psicofísica constituye, en mi entender, unproblema aparte que quizá sea resuelto alguna vez. Peropor ahora la psicología no puede detenerse ante esa difi-cultad, sino que debe considerar lo psíquico como un sis-tema relativamente cerrado en sí. Sin embargo, al proce-der así es preciso romper con el punto de vista "psicofí-sico", insostenible a mi juicio, pues su enfoque epifeno-menológico es todavía un resabio del viejo materialismocientífico. Como, por ejemplo, opinan Lasswitz, von Groty otros, las manifestaciones de la conciencia no tendríanrelaciones funcionales entre sí, pues sólo (!) serían "mani-festaciones, exteriorizaciones, características de ciertas re-laciones funcionales más profundas". Las relaciones cau-sales de los hechos psíquicos entre sí, que es dable ob-servar constantemente, contradicen la concepción epife-nomenológica, la cual tiene una semejanza fatal con el con-cepto materialista, según el cual lo psíquico sería una se-creción del cerebro, como la bilis lo es del hígado. Unapsicología que considerara lo psíquico como epifenómenodebería llamarse fisiología cerebral y conformarse con losmagros resultados que tal psicofisiología puede suminis-trar. Lo psíquico merece ser considerado como un fenó-meno en sí, pues no hay motivo alguno de reducirlo aun mero epifenómeno, aunque esté ligado a la función ce-rebral. En efecto, tampoco es posible considerar la vidacomo un epifenómeno de la química del carbono.

La experiencia inmediata de las relaciones psíquicasde cantidad, por un lado, y la profunda incertidumbre enque se halla sumida la interrelación psicofísica, aun in-tangible, por el otro, justifican que, por lo menos provi-soriamente, se enfoque lo psíquico como un sistema ener-gético relativamente cerrado en sí. Al adoptar este puntode vista me coloco en contradicción directa con la energé-tica psicofísica de von Grot. A mi juicio, éste se hallacon su concepción en terreno muy inestable, razón porla cual también sus restantes opiniones carecen de gran

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valor demostrativo. Con todo, por considerarlas como ma-nifestaciones de un innovador en este terreno tan difícil,no quiero dejar de repetir textualmente las formulacio-nes de von Grot; "1. Las energías psíquicas, no menosque las físicas, son cantidades v magnitudes. 2. Son inter-cambiables, como formas distintas del trabajo psíquico yde la potencialidad psíquica. 3. Pueden transformarse en

energías físicas, y viceversa (por mediación de procesosfisiológicos)." Apenas es necesario advertir que la tercerade estas leyes es muy cuestionable. En última instancia,sólo la oportunidad podrá decidir, no si la consideraciónenergética es posible en sí, sino si promete dar resultadoen determinado caso práctico11.

La posibilidad de la determinación cuantitativa exactade la energía física ha demostrado, a su vez, la convenien-cia de la concepción energetista frente al suceder físico.Pero también sería posible considerar energéticamente elsuceder físico sin disponer de una determinación cuanti-tativa exacta, sino contando únicamente con la posibilidadde la apreciación de las cantidades 12. Mas si aun la meraapreciación fuese totalmente imposible, también deberíarenunciarse al enfoque energético, pues de no existir porlo menos la posibilidad de apreciar las cantidades, el pun-to de vista energetista sería absolutamente superfluo.

1. El sistema subjetivo de valores.

La posibilidad de aplicar el punto de vista energetistaen psicología depende exclusivamente de si las determi-naciones cuantitativas de la energía psíquica son posibles,o no. A esta cuestión debe responderse con una decididaafirmación, pues nuestro psiquismo posee, en efecto, un

11 N. von Grot hasta llega a declarar lo siguiente: "El onus probandi estáa cargo de quienes niegan la energética psíquica, pero no de quienes la aceptan".(Arch. f. syst. Phil., tomo IV, 1898, pág. 324).

12 Tal fue efectivamente la posición de Descartes, el primero que postulóel principio de la conservación de la cantidad de movimiento, sin contar,empero, con los métodos de medición física, que sólo fueron descubiertos enépocas más recientes.

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sistema de evaluación muy bien desarrollado: el siste-ma de los valores psicológicos. Los valores no son sinoapreciaciones cuantitativas energéticas. Cabe agregar, alrespecto, que no sólo disponemos de un sistema objetivode valoración, sino también de un sistema objetivo demedición, cual es el de los valores morales y estéticos co-lectivos. Este sistema de medidas, sin embargo, no es di-rectamente aplicable a nuestros fines, pues constituye unaescala de valores preestablecida con carácter general, quesólo considera indirectamente las condiciones psicológicassubjetivas, es decir, individuales.

Lo que en primer término interesa a nuestros fineses el sistema subjetivo de valores, o sea las apreciacionessubjetivas de cada individuo. Somos efectivamente capa-ces de estimar hasta cierto punto los valores subjetivosde nuestros contenidos psicológicos, aunque en ocasionesya nos resulte extremadamente difícil medirlos tambiéncon exactitud y en forma objetiva, o sea en comparacióncon valores establecidos con carácter general. Pero esacomparación es superflua para nuestros fines, como ya loseñalamos. También podemos comparar entre sí nuestrasvaloraciones subjetivas, determinando sus intensidades re-lativas. Esta medida, sin embargo, es relativa a los valo-res de los demás contenidos y, por tanto, no es absolutani objetiva, pero es suficiente para nuestros fines, ya quefrente a las mismas cualidades es posible reconocer concerteza las diferencias de intensidad de los valores, y losvalores iguales se equilibran, evidentemente, en idénticascondiciones.

Las dificultades sólo se presentan cuando se trata decomparar intensidades de valores de distintas cualidades,por ejemplo al comparar el valor de un pensamiento cien-tífico con el de una impresión sensible. Aquí, la valora-ción subjetiva pierde precisión y se torna incierta. Además,la apreciación subjetiva sólo se limita a contenidos deconciencia, siendo inoperante cuando se trata de aprecia-

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ciones que han de trascender los límites de la concien-cia, dado el valor de las influencias inconscientes.

Teniendo en cuenta, sin embargo, la conocida relacióncompensatoria entre la conciencia y lo inconsciente, 13 laposibilidad de alcanzar determinaciones de valores paralo inconsciente sería, precisamente, lo que más importa.Si queremos aplicar una concepción energetista del su-ceder psíquico, estamos obligados a tomar en cuenta elimportantísimo hecho de que los valores conscientes pue-den desaparecer aparentemente, sin volver a manifestarseen una correspondiente efectuación consciente. En esecaso deberíamos esperar, teóricamente, que aparecieran enlo inconsciente, pero como lo inconsciente no nos es di-rectamente accesible, ni en nosotros mismos ni en los de-más, la valoración sólo podrá ser indirecta, es decir, ten-dremos que recurrir a métodos auxiliares para nuestrasestimaciones. En la valoración subjetiva, nuestro sentiry comprender nos ayudan sin dificultades, ya que se tra-ta de una función que desde tiempos inmemoriales vienedesarrollándose y diferenciándose con la mayor fineza. Yael niño se ejercita precozmente en la diferenciación desu escala de valores, apreciando a quién quiere más, alpadre o a la madre, quién los sigue en segundo o entercer término, a quién odia más, etc. Esta estimaciónconsciente no sólo fracasa frente a las manifestaciones delo inconsciente, sino que aun llega a invertirse, convir-tiéndose en evidentes errores de estimación, que tambiénse califican como "represiones" o "desplazamientos delafecto". La valoración subjetiva ha de ser, pues, total- \mente excluida al estimar las intensidades de valor in

13 La unilateral idad de lo consciente es compensada por una eventual posi-ción opuesta en lo inconsciente. Son, en primer término, los hechos de la psico-patología los que demuestran claramente la posición compensatoria de lo in-consciente, hallándose abundante material al respecto en los trabajos de Freudy de Adler, así como en mi Psychologie der Dementia praecox (1907); consi-deraciones teóricas encuéntrase en mis Collected Papers, etc., 1916, p. 278y sig. Con respecto a la compensación psíquica en sus relaciones generalesvéase el trabajo de A. Maeder, "Régulation psychique et Guérison", Arch, Suissesde Neur, et de Psych., vol. XVI.

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conscientes. Por tanto, necesitaremos puntos de referen-cia objetivos que nos faciliten una estimación objetivaaunque indirecta.

2. La estimación objetiva de las cantidades.

Al estudiar los fenómenos de asociación he demos-trado que existen determinadas agrupaciones de elemen-tos psíquicos alrededor de contenidos afectivamente car-gados, que se califican como complejos. El contenido afec-tivamente cargado, el complejo, consiste de un elementonuclear y de gran número de asociaciones secundaria-mente constelizadas. El elemento nuclear, a su vez, estáformado por dos componentes: ante todo, por una condi-ción dada por la experiencia, es decir, por una vivencia,

la cual se halla causalmente vinculada al ambiente; luego,por una condición de índole disposicional, inmanente alcarácter individual.

El elemento nuclear se caracteriza por lo que se de-nomina tono afectivo, es decir, por la tonalidad emocional.Energéticamente expresada, esta tonalidad equivale a unacantidad de valor. En la medida en que el elemento nu-clear sea consciente, dicha cantidad podrá ser subjetiva-mente estimada de modo relativo; pero si, como suele su-ceder, el elemento nuclear es inconsciente,14 o por lo me-

14 El que un complejo o su núcleo esencial pueden ser inconscientes no esun hecho de por sí evidente. Un complejo no sería tal si no poseyera unadeterminada, y aun considerable, intensidad afectiva. Como cabe esperar, talvalor energético debería elevarlo automáticamente a la conciencia, es decir, lafuerza de atracción que le es inherente debería atraerle la atención consciente.(¡Los campos de fuerza se atraen mutuamente!) Será preciso explicar, pues,por qué a menudo no sucede tal cosa, como la experiencia bien lo demuestra.La explicación más simple y directa nos la ofrece la teoría de la represión deFreud. Esta teoría presupone una posición antagónica en la conciencia, es decir,la actitud consciente es hostil al complejo inconsciente y le impide toda con-ciencialización. Esa teoría, en efecto, permite explicar muchos casos, pero a mijuicio existen otros que le escapan. En realidad, la teoría de la represión sólotoma en cuenta aquellos casos en los cuales un contenido conciencializable ensí mismo, es reprimido de la plena conciencia, o sea que es inconciencializado,o bien es mantenido a limine de la conciencialización. En cambio, no toma enconsideración aquellos otros casos en los cuales, de los materiales inconscien-tes, no conciencializables en sí mismos, fórmase un contenido de elevada inten-sidad energética, el cual no puede, empero, conciencializarse directamente, osólo llega a hacerlo con enormes dificultades. En tales casos, la actitud cons-

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nos es inconsciente en su significación psicológica, enton-ces fracasará toda estimación subjetiva. He aquí dondedebe intervenir el método indirecto de estimación, que sebasa, en principio, sobre el siguiente hecho: el elementonuclear crea automáticamente un complejo, en la medidade su acento afectivo, es decir, de su valor energético,como lo hemos demostrado detalladamente en los capítu-los II y III de nuestra Psicología de la demencia precoz.De acuerdo con su valor energético, el elemento nucleartiene poder constelizante. A partir de él se produce unaconstelación específica de los contenidos psíquicos, sur-giendo de ello el complejo, el cual viene a ser, pues, unaconstelación de contenidos psíquicos dinámicamente con-dicionada por el valor energético. Pero la constelación re-sultante no es sólo una irradiación pura de la excitación,sino una selección de los contenidos psíquicos excitados,condicionada por la cualidad del elemento nuclear, selec-ción que, naturalmente, no puede ser explicada energéti-camente, ya que la explicación energética es cuantitativa,y no cualitativa. Para la explicación cualitativa necesita-mos el punto de vista causalista15. Por tanto, el principiobásico de toda estimación objetiva de las intensidades devalor psicológicas debe rezar así:

ciente no sólo no es hostil al contenido inconsciente, sino que aun se le mos-traría bien dispuesta: trátase de neoformaciones creativas que, como se sabe,muy a menudo tienen sus primerísimos orígenes en lo inconsciente. Tal comola madre, aunque espera anhelosamente su niño, sólo puede darlo a luz congrandes esfuerzos y dolores, también un contenido nuevo y creativo puedepermanecer durante largo tiempo inconsciente, a pesar de la disposición favo-rable de la conciencia, sin que por ello pueda considerárselo "reprimido". Poseeun elevado valor energético, pero no llega a conciencializarse. No es demasiadodifícil explicar este caso: como el contenido es nuevo y, precisamente por ello.extraño a la conciencia, aun no existen asociaciones y vinculaciones de relacióncon los contenidos conscientes. Todas estas conexiones habrán de ser laboriosa-mente canalizadas, y sin ellas no puede alcanzarse el estado de conciencia.Por tanto, habría que recurrir fundamentalmente a dos explicaciones de lainconsciencia de un complejo: primero, la represión de un contenido concien-eializable; segundo, el carácter extraño a la conciencia de un contenido queaun no es conciencializable.

15 O bien un concepto hipostasiado de la energía, como el de Ostwald.Sin embargo, ni aun así podríase prescindir del concepto de sustancia nece-sario para toda explicación causal mecanicista, pues la "energía" siempre será,en el fondo, sólo un concepto de cantidad.

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El poder constelizante del elemento nuclear es pro-porcional a su intensidad de valor, es decir, a su energía.

Mas, ¿de qué recursos disponemos para estimar elvalor energético del poder constelizante, que lleva al in-cremento de las asociaciones conectadas a un complejo?Podemos estimar esa magnitud energética de las siguien-tes maneras:

1. De acuerdo con el número relativo de las conste-laciones motivadas por el elemento nuclear. Dicho nú-mero se determina por observación directa y por la re-velación analítica, pues cuanto más frecuentes sean lasconstelaciones condicionadas por un mismo complejo, tan-to mayor deberá ser su valencia psicológica.

2. De acuerdo con la frecuencia e intensidad rela-tivas de los denominados signos de trastorno o de complejoEn esta categoría no sólo caen los síntomas que aparecenen el experimento asociativo, los cuales no son más queefectos complejísticos deformados por la situación expe-rimental particular, sino también los fenómenos caracte-rísticos de los procesos psicológicos libres de condicionesexperimentales. Freud ha descrito gran parte de esas ma-nifestaciones, como las equivocaciones del lenguaje y dela escritura, el olvido, los errores de comprensión y otrosactos sintomáticos. A ellos se agregan los automatismosdescritos por mi, como las "sustracciones de pensamien-tos", las "exclusiones", las "paralalias", etc. La intensidadde esos fenómenos puede, en parte, determinarse directa-mente por mediciones del tiempo, como lo hemos demos-trado en el experimento asociativo. La misma determi-nación es posible también en el proceso psicológico librey espontáneo, pues munidos de un reloj es fácil determi-nar las intensidades de valor midiendo el tiempo que elsujeto necesita para hablar sobre determinados temas. Po-dríase objetar que los sujetos suelen malgastar la mayorparte del tiempo hablando de lo accesorio para eludir loprincipal, pero eso sólo demuestra cuánto más importantes '

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 23

son, para ellos, las pretendidas cosas accesorias. El obser-vador deberá cuidarse de que un juicio arbitrario lo in-duzca a explicar los verdaderos intereses principales delsujeto como cosas accesorias, conformando así alguna pre-misa teórica subjetiva; por el contrario, al determinar losvalores habrá de ajustarse estrictamente a criterios obje-tivos. Si, por ejemplo, una paciente malgasta horas que-jándose de sus sirvientes, en lugar de referirse al conflic-to que el médico, quizá con toda razón, ha reconocidocomo fundamental, ello significa que el complejo de lassirvientas posee mayor valor energético actual que el con-flicto, quizá inconsciente aún, pero que en el curso ulte-rior del tratamiento habrá de revelarse como elementonuclear; ello también puede significar que la inhibiciónemanada de la preeminente posición consciente, siguemanteniendo inconsciente, por sobrecompensación, al ele-mento nuclear.

3. De acuerdo con la intensidad de las manifestacio-nes secundarias de los afectos.

Frente a estos fenómenos disponemos de medios ob-jetivos de determinación que, si bien no permiten medirla magnitud afectiva, facilitan su estimación aproximada.La psicología experimental nos ofrece para ello toda unaserie de métodos. Aparte de las mediciones cronológicas,que determinan la inhibición del proceso asociativo, másbien que los afectos mismos, podemos recurrir en parti-cular a los siguientes medios:

a) el trazado del pulso;16

b) la curva respiratoria;17

16 Véase H. Berger, Körperliche Äusaerungen psychischer Zustände, 1904.A. Lebmann: Körperliche Ällsserungen psychischer Zustände, trad. Bendixen,

17 Peterson y Jung, "Psycho-physical Investigations", etc., Brain, vol. XXX.Nunberg, en Jung, Diagnost. Assoc. stud., tomo II, 1910, XIII. Ricksher y

Jung, "Further Investigations on the Galvanic Phenomenon", Journ. of Abnorm.Psych., vol. II, 1907.

24 c. c. J U N G

c) el fenómeno psicogalvánico.18

Las modificaciones de estos trazados, fáciles de reco-nocer, permiten inferir aproximadamente la intensidad delas causas de perturbación. Como la experiencia ha de-mostrado exhaustivamente, también es posible provocaradrede fenómenos afectivos en el sujeto, por medio deestímulos psicológicos cuya particular tonalidad afec-tiva se ha reconocido para este individuo en particular ycon referencia al experimentador que interviene 19.

Además de estos métodos experimentales, disponemostambién de un sistema subjetivo sumamente afinado parareconocer y evaluar en los demás las manifestaciones afec-tivas actuales: nos referimos a la intuición directa, quetambién los animales poseen en alto grado, no sólo frentea los seres de su propia especie, sino también frente alhombre y a los demás animales. En efecto, percibimos enel prójimo las más leves fluctuaciones emocionales y te-nemos una delicadísima sensibilidad para la cualidad ycantidad de los afectos ajenos.

2. APLICACIÓN DEL CRITERIO ENERGETISTA

a) El concepto de energía psíquica.

Hace largo tiempo que se viene aplicando la ex-presión "energía psíquica", pues ya se encuentra, porejemplo, en Schiller20. También von Grot21 y Th.Lipps22 han aplicado el punto de vista energetista. AsíLipps diferencia la energía psíquica de la física, y tambiénStern23 deja planteado el problema de esta relación. Debe-

18 Veraguth: Das psychogalvanische Reflexphänomen. Karger, Berlín.Binswauger, en Jung, Diagnost. Assoc. stud., tomo II, 1910, XII.19 Al respecto, remito a mis Diagnostischen Assoziationsstudien, así como

a Collected Papers on Analytical Psychology, 2a ed., 1917, cap. II.20 Schiller piensa, por así decirlo, energéticamente. En efecto, opera con

ideas como el desplazamiento de la intensidad, y otras similares. Ver: überdie ästhetische Erziehung des Menschen, 1795.

21 Nicolás von Grot, "Die Begriffe der Seele und der psychischen Energiein der Psychologie", Arch. f. syst. Phil., tomo IV, 1898.

23 Th. Lipps, Leitfaden der Psychologie, 1906, II, p. 62, 66 y sigs.23 W. Stern, Psychologie der individuellen Differenzen, 1900, p. 119 y sigs.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 25

mos a Lipps el discernimiento de los conceptos de energíapsíquica y fuerza psíquica. Para Lipps, la fuerza psíquicaes la condición previa para que en el alma ocurra pro-ceso alguno y para que llegue a tener cierto grado deacción. La energía psíquica, en cambio, sería "la posibili-dad, implícita en los procesos mismos, de actualizar esafuerza en sí". En otra parte Lipps se refiere también alas "cantidades psíquicas". La diferenciación de fuerza yenergía es indispensable conceptualmente, pues la ener-gía es en realidad un concepto que no se encuentra objeti-vamente contenido en el fenómeno en sí, sino que única-mente está dado en el material empírico específico; enotros términos, la experiencia sólo nos da específicamentela energía como movimiento y fuerza, cuando es actual,o como situación o condición, cuando es potencial. Cuandoes actual, la energía psíquica se manifiesta en los fenó-menos dinámicos específicos del alma, como instinto, de-seo, voluntad, afecto, atención, rendimiento, etc., que sonprecisamente fuerzas psíquicas. Cuando es potencial, laenergía aparece en las específicas habilidades, capacida-des, posibilidades, disposiciones, actitudes, etc., que sontodas condiciones suyas.

La diferenciación de tipos particulares de energía—como energía placentera, sensible, de contraste, etc.—,efectuada por Lipps, me parece conceptualmente inacep-table, pues las especificaciones de la energía radican pre-cisamente en las fuerzas y las condiciones. La energía esun concepto cuantitativo al cual se subordinan las fuer-zas y las condiciones. Sólo éstas se hallan cualitativamen-te determinadas, pues se trata de conceptos que expresancualidades, las cuales alcanzan su efectuación por mediode la energía. Un concepto cuantitativo nunca puede sersimultáneamente cualitativo, pues en tal caso no nos fa-cilitaría la representación de relaciones de fuerzas, queconstituye su finalidad peculiar.

Sin embargo, como desgraciadamente no podemos de-

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mostrar con rigor científico que exista una relación deequivalencia entre la energía física y la psíquica24, no nosqueda otro remedio sino abandonar la concepción ener-getista, o bien postular una energía psíquica particular,lo que, como operación hipotética, sería perfectamentefactible. Con igual derecho que la física, la psicología esacreedora a tal prerrogativa de conceptuación indepen-diente, como ya lo señaló Lipps; pero sólo en la medidaen que la concepción energetista tenga valor en sí misma,y no represente una mera subordinación a un vago e in-cierto concepto general, como Wundt ha destacado contoda razón. Por mi parte, opino que la concepción energe-tista de los fenómenos psíquicos está plenamente justifi-cada, pues precisamente las relaciones cuantitativas, cuyaexistencia en lo psíquico es imposible desconocer, llevanimplícitas posibilidades de conocimiento que escaparían auna consideración meramente cualitativa.

Si lo psíquico, empero, sólo consistiera de procesosconscientes, como pretenden los psicólogos de la concien-cia —aunque ellos mismos confiesan que dicho carácterconsciente suele ser algo "oscuro"—, bien podríamos con-formarnos con la postulación de una "energía psíquica".Pero como tenemos la convicción de que también los pro-cesos inconscientes forman parte de la psicología, y nosólo de la fisiología cerebral (considerándolos corno me-ros procesos de sustrato), nos vemos obligados a fundarnuestro concepto de la energía sobre una base algo másamplia. Estamos plenamente de acuerdo con Wundt en queexisten cosas oscuramente conscientes; aceptamos asimis-mo una escala de grados de claridad de los contenidos deconciencia; mas donde comienza la plena oscuridad no ter-mina, para nosotros, lo psíquico, sino que se continúa en

24 A. Maeder aun llega a opinar que la "actividad creadora" en el orga-nismo y particularmente en lo psíquico, "supera el consumo de energía". Tam-bién sustenta la opinión de que en lo psíquico sería preciso postular, ademásde los pr incipios de conservación y de entropía, un tercer principio, el de laintegración. Ver: Heilung und Entwicklung im Seelenleben, 1908, p. 50 y69 sigs.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 27

lo inconsciente. No pretendemos, sin embargo, negar el te-rritorio correspondiente a la fisiología cerebral, aceptandoque las funciones inconscientes terminan por continuarseen los procesos del sustrato, a los cuales no es posible con-ferir cualidades psíquicas, salvo admitiendo la hipótesis filo-sófica del pananimismo.

La delimitación del concepto de energía psíquica pre-senta ciertas dificultades, pues carecemos de toda posibili-dad de discernir lo psíquico de los procesos biológicos pro-piamente dichos. Lo biológico es accesible, no menos quelo psíquico, a la concepción energetista, en la medida enque el biólogo la estime útil y valiosa. Los procesos vitalesen general, como los psíquicos en particular, no guardancon la energía física ninguna relación de equivalencia de-mostrable con exactitud.

Ubicándonos en el terreno del sentido común cientí-fico y renunciando a consideraciones filosóficas de excesi-va envergadura, lo mejor quizá sea concebir simplementeel proceso psíquico como un proceso vital. Con ello am-pliamos el concepto estrecho de una energía psíquica alconcepto más amplio de la energía vital, que lleva subordi-nada la denominada energía psíquica como una de sus for-mas específicas. Logramos así la ventaja de poder perse-guir las relaciones cuantitativas allende los límites estre-chos de lo psíquico, entrando en las funciones biológicasen general, con lo que, dado el caso, tendremos pleno accesoa las relaciones de "cuerpo y alma", cuya existencia es in-dudable y que ya han sido discutidas hace tiempo.

Ahora bien: el concepto de una energía vital nada tie-ne que ver con la denominada fuerza vital, pues ésta, entanto que fuerza, no sería más que un caso específico deuna energía universal, con lo que desaparecerían las pre-rrogativas de una bioenergética frente a la energética físi-ca, con abstracción del abismo, hasta ahora no colmado,que separa el proceso físico del proceso vital. He propuestodenominar libido a la energía vital aceptada como hipóte-

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I sis, tomando así en cuenta la aplicación psicológica que mepropongo darle y diferenciándola con ello de un conceptouniversal de la energía. Lo hago de acuerdo con mi creen-cia en el derecho que poseen, tanto la biología cuanto lapsicología, de desarrollar sus propios conceptos. De nin-gún modo pretendo con ello inmiscuirme en una bioener-gética, sino dejar francamente establecido que aplico el tér-mino libido con referencia a nuestro propósito. Para suspropios fines, el bioenergetista bien puede proponer una"bioenergía" o una "energía vital".

Me adelanto a prevenir aquí un posible malentendido.En efecto, de ningún modo tengo la intensión de abrir, enel presente trabajo, la discusión sobre el controvertido te-ma del paralelismo psicofísico y de las interrelaciones.Esas teorías son especulaciones sobre las posibilidades dela acción simultánea o sinérgica del cuerpo y el alma, con-cerniendo precisamente a aquel punto que he excluido deeste estudio, o sea la cuestión de si el proceso energéticopsíquico transcurre junto al proceso físico o dentro delmismo. A mi juicio, casi nada sabemos aún al respecto. Deacuerdo con Busse25 creo concebible la interacción y noveo motivo alguno para oponerle la hipótesis de un parale-lismo psicofísico, pues precisamente al psicoterapeuta, cu-yo campo de acción se halla justamente en esa esfera críti-ca de la interacción entre cuerpo y alma, debe parecerlemuy probable que lo psíquico y lo corporal no sean dosprocesos paralelos independientes, sino que están ligadospor la interacción, aunque sus respectivas índoles esencia-les aun se sustraigan casi por completo a nuestra expe-riencia. El filósofo quizá necesite entrar en profundas con-sideraciones sobre este problema, pero a la psicología em-pírica le conviene limitarse a temas experiencialmenteaccesibles. Aunque hasta ahora no se haya logrado incluirel proceso energético psíquico en el proceso físico, tampo-

25 L. Busse, Geist und Körper, 1903.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 29

co los adversarios de tal hipótesis han conseguido separarsin lugar a dudas el proceso psíquico del físico.

b) La conservación de la energía.

Si nos proponemos considerar energéticamente el pro-ceso vital psíquico, debemos comprometernos asimismo ano conformarnos con el mero concepto, sino a demostrartambién su aplicabilidad al material empírico. La concep-ción energetista sería superflua si no se confirmara en lapráctica su ley fundamental, la de la conservación de laenergía. Al respecto, siguiendo la recomendación de Bus-se", debemos diferenciar el principio de equivalencia y elprincipio de constancia. El principio de equivalencia diceque "para cada energía que se aplica y se consume en laproducción de un estado, aparece en otra parte un quantumigual de la misma o de otra forma de energía''; el principiode constancia, en cambio, establece que, "la cantidad totalde energía siempre permanece igual, sin aumentar ni dis-minuir". El principio de constancia es, así, una consecuen-cia lógicamente necesaria, pero generalizante, del princi-pio de equivalencia y, por consiguiente, no tiene importan-cia práctica alguna, ya que nuestra experiencia siempre sebasa en sistemas parciales.

Para nuestros fines sólo interesa, pues, el principio deequivalencia. En mi libro Transformaciones y símbolos dela libido 27 he demostrado la posibilidad de concebir a laluz del principio de equivalencia ciertos procesos evoluti-vos y otras transformaciones análogas. No me propongorepetir aquí, extensamente, cuanto expuse en dicho libro,pero no dejaré de señalar una vez más que la investigaciónde la sexualidad por Freud aporta valiosas contribucionesal problema que nos ocupa. Precisamente en las relacionesde la sexualidad con el psiquismo total es, en cierto modo

26 L. Busse, loc. cit.27 B. Aires, Paidós, 1953.

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donde mejor se observa cómo la desaparición de un quan-tum de libido es seguido por la aparición de un valor pro-

Lporcional en forma distinta. Desgraciadamente, la com-prensible sobrevaloración de la sexualidad por Freud locondujo a reducir a la sexualidad también las transforma-ciones que corresponden a otras fuerzas anímicas, coordi-nadas con la sexualidad, acarreándole así el justificadocargo del pansexualismo. El defecto de la concepción freu-diana radica en la unilateralidad a que tiende toda con-cepción mecanicista-causal es decir, en la reductio ad cau-sam simplificante que, cuanto más cierta, más simple ymás amplia sea, tanto menos fielmente se ajusta a la signi-ficación del material analizado y reducido. Quien lea conatención las obras de Freud, con facilidad advertirá cuánimportante es el papel del principio de equivalencia en laformación de sus conceptos. Acúsase esa tendencia con par-ticular claridad en sus estudios casuísticos, cuando describelas represiones y sus formaciones sustitutivas 28. Quien tengaexperiencia práctica en la materia sabrá que el principio deequivalencia también posee considerable valor heurísticoen el tratamiento de las neurosis. En efecto, aunque nosiempre se lo aplique conscientemente, es usado intuitiva-mente, pues cada vez que un valor consciente, como, porejemplo, una transferencia, se atenúa o aun desaparece, bús-case al punto la correspondiente formación sustitutiva, es-perando ver surgir en alguna parte una magnitud equiva-lente. Cuando la formación sustitutiva es un contenido dela conciencia, no es difícil hallar dicho sucedáneo, pero amenudo se da el caso de que una cantidad de libido des-aparezca sin originar, aparentemente, una formación sus-,titutiva. En tal circunstancia el sucedáneo es inconscienteo, como sucede a menudo, el paciente no tiene concienciade que determinado hecho nuevo sea, precisamente, dichaformación sustitutiva. Mas también puede ocurrir que una

28 Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 31

considerable magnitud de libido desaparezca en forma tancompleta como si hubiera sido totalmente absorbida por loinconsciente, sin que ello origine una nueva posición devalor. En tal caso conviene atenerse estrictamente al prin-cipio de equivalencia, pues la detenida observación del pa-ciente no tardará en demostrar la aparición de signos decierta actividad inconsciente, ya consistan ellos en la exa-cerbación de determinados síntomas, ya en un nuevo sín-toma, en sueños peculiares o en curiosos y fugaces fragmen-Ctos de fantasías, etc. Ahora bien, si el análisis de tales sín-tomas consigue llevar aquellos contenidos a la conciencia,por lo común será fácil demostrar que la cantidad de libidodesaparecida de la conciencia ha producido en lo incons-ciente una formación que, a pesar de todas sus diferencias,tendrá no pocos rasgos comunes con dichos contenidosconscientes que habían perdido su energía. Sucede como sila libido hubiese arrastrado consigo, a lo inconsciente, cier-tas cualidades, lo cual a menudo es tan claro que estas so-las características permiten reconocer de dónde procede lalibido que ha venido a activar lo inconsciente. Existen,al respecto, ejemplos irrefutables y de todos conocidos:cuando el niño comienza a separarse interiormente de suspadres aparecen en él fantasías de padres sustitutivos. Ta-les fantasías se transfieren casi siempre a personas reales,pero las transferencias de esta clase son insostenibles a lalarga, ya que el individuo, a medida que madura, se veobligado a asimilar el complejo parental, es decir, la autori-dad, responsabilidad e independencia, puesto que a su vezhabrá de convertirse en padre o en madre. Otro sector ricoen ejemplos demostrativos lo ofrece la psicología de la reli-gión cristiana. La represión de los instintos —es decir, enrealidad, de la instintividad primitiva— lleva a formacio-nes religiosas sustitutivas como el "amor a Dios" medioeval(Gottesminne), en el que sólo un ciego podría dejar de verlas características sexuales.

Estas consideraciones nos conducen a una nueva ana-

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logia con la energética física. Como se sabe, la teoría dela energía no sólo opera con un factor de intensidad, sinotambién con un factor de extensidad, representando esteúltimo un agregado prácticamente necesario del conceptopuro de energía. En efecto, gracias a él se vincula el con-cepto de intensidad pura con el de "cantidad" (por ejem-plo, cantidad de luz en contraste con intensidad lumínica)."La cantidad, o factor de extensidad de la energía, es inse-parable de determinada formación y no puede ser transfe-rido a otra, sin transferir al mismo tiempo partes de esaformación; el factor de intensidad, en cambio, puede pasarde una formación a otra"29. Por consiguiente, el factor deextensidad suministra la determinancia dinámica de laenergía que se halla siempre en las manifestaciones deésta30.

Análogamente, existe también un factor de extensidadpsicológico, que no puede pasar a una nueva formación sinque se transfieran partes o caracteres de la formación ori-ginal a la cual perteneció. En un estudio anterior señala-mos especialmente esta peculiaridad de la transformaciónde la energía al demostrar que la libido no abandona unaformación como si fuese una intensidad pura, pasando ínte-gramente a otra formación, sino que transfiere caracterís-ticas de la vieja función a la nueva31.

Dicha particularidad es tan notable que hasta ha indu-cido a errores; no sólo llevando a falsas teorías, sino tam-bién a graves autoengaños. Así, por ejemplo, cuando lacarga libidinal de cierta forma sexual pasa a otra forma-ción y arrastra consigo determinadas particularidades desu anterior aplicación, sería fácil, pero erróneo, concluirque el dinamismo de esta nueva formación también es se-

29 Ed. von Har tmami. Weltanschauung der modernen Physik, 1909, p. 5.30 La física actual identif ica la energía con la masa, pero esta ecuación

no puede intervenir en nuestros planteamientos.31 Wandlungen und Symbole der Libido, passim.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO

xual32. O bien, cuando la carga libidinal de una actividadespiritual pasa a un interés esencialmente material el su-jeto cree erróneamente que la nueva formación es asimis-mo de índole espiritual. Tal conclusión sería en principiofalsa, pues sólo toma en cuenta la relativa semejanza dedos formaciones, pero desdeña sus diferencias, no menosesenciales.

La experiencia práctica nos demuestra con caráctergeneral que una actividad psíquica sólo puede ser sustitui-da en forma equivalente; así, por ejemplo, un interés pa-tológico, una adherencia intensa a un síntoma, sólo puedeser sustituida por la fijación no menos intensa a otro tipode interés, razón por la cual tampoco se logra jamás sepa-rar la libido del síntoma, sin ofrecerle tal sustitución. Si elsucedáneo tiene menor valor energético, supondremos alpunto que una parte de la energía debe hallarse en otrolugar; si no aparece en la conciencia, entonces surgirá enla formación de fantasías inconscientes o en un trastornode las parties supérieures de las funciones fisiológicas, pa-ra usar aquí una acertada expresión de Janet.

Aparte de esas experiencias prácticas hace tiempo co-nocidas, la concepción energetista también nos permiteconstruir otra parte de nuestra teoría. De acuerdo con laconcepción causalista freudiana, son siempre las mismas einvariables sustancias, los componentes sexuales, a cuyaactuación se reduce con monótona uniformidad toda inter-pretación, como el propio Freud lo señaló en cierta oca-sión. Es evidente que el espíritu que anima la reductio ad

32 La reducción de una formación compleja a la sexualidad sólo puede seraceptada como explicación causal válida, si antes se ha convenido que sólo sepretende explicar la función del componente sexual en dicha formación com-pleja. Si se acepta, empero, la reducción a la sexualidad como una explicacióncausal válida, ello sólo podrá hacerse mediante la premisa tácita de que setrata de una formación exclusivamente sexual. | Pero con ello se habría esta-blecido a priori que una formación psíquica compleja es sólo una formación se-xual, lo que representa una flagrante petición de principio! Tampoco es posiblepretender que la sexualidad sea el único instinto psíquico fundamental, de modoque toda explicación sexualista no podrá ser más que la explicación de uncomponente parcial, pero nunca será una teoría psicológica suficiente porsí sola.

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causam o el in priman figuram nunca podrá hacer justiciaa la idea de la evolución finalista, psicológicamente tanimportante, pues toda modificación de un estado quedareducida a una "sublimación" de las sustancias básicas, osea a poco menos que una manifestación impropia de unay la misma cosa.

La idea del desarrollo sólo es aceptable si la idea de lasustancia invariable no es subordinada a la denominadarealidad objetiva, es decir, siempre que no se postule la cau-salidad como idéntica con la conducta de las cosas. En efec-to, la idea del desarrollo exige la posibilidad del cambio delas sustancias, que, energéticamente consideradas, son sis-temas de energía dotados de variabilidad e intercambiabi-lidad teóricamente ilimitadas, siempre dentro del principiode equivalencia y supuesta, claro está, la posibilidad deuna diferencia de potencial. También aquí, como al consi-derar la interrelación causal y final, la proyección de lahipótesis energetista nos lleva a una irreductible antino-mia, ya que la sustancia invariable no puede ser, al mismotiempo, un sistema de energía32. Según el punto de vistamecanicista, la energía adhiere a la sustancia, razón por lacual Wundt habla de una energía de lo psíquico que ha-bría aumentado en el curso del tiempo y no permitiría, poreso, la aplicación de las leyes de la energía. Para el puntode mira energetista, en cambio, la sustancia es meramentela expresión o signo de un sistema energético. Esa antino-mia sólo seguirá siendo irreductible mientras desconozca-mos que las concepciones corresponden a actitudes psicoló-gicas fundamentales, las cuales, en cierta medida, coinci-den evidentemente con las condiciones propias del objeto,de modo que sus puntos de vista también han de ser prác-ticamente aplicables. De ahí que tanto los causalistas comolos finalistas se esfuercen tan desesperadamente por sus-tentar la validez objetiva de sus respectivos principios,

32a Naturalmente, este principio rige sólo en el campo de lo macrofísico, enel cual existen leyes "absolutas".

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 35

pues se trata, al mismo tiempo, de los principios que rigensus respectivas actitudes ante la vida y el universo, con-cepciones cuya validez condicional nadie estaría dispuestoa aceptar sin más, pues nadie, salvo una especie de suicida,querría cortar la rama en que está sentado. Pero las irre-mediables antinomias que se desprenden de la proyecciónde principios lógicamente justificados obligan a un estudiofundamental de las propias actitudes psicológicas, únicoprocedimiento que permite evitar la violación de los otrosprincipios lógicamente justificados. La antinomia debe re-solverse en un postulado antinómico, por insuficiente queeste recurso parezca al concretismo humano y por muchoque repugne al espíritu naturalista atribuir a la denomi-nada realidad el carácter de una misteriosa irracionalidad,carácter que, sin embargo, se desprende irremediablementedel postulado antinómico 33.

La doctrina evolucionista no puede prescindir del pun-to de vista finalista, y hasta Darwin —Wundt lo ha desta-cado correctamente— maneja conceptos finalistas, como elde la adaptación y otros. El hecho evidente de la diferen-ciación y el desarrollo no puede explicarse totalmente porla causalidad, sino que obliga a recurrir al enfoque finalis-ta, que el hombre ha creado, junto al causalista, en el cursode su desarrollo psíquico.

La concepción finalista concibe las causas como mediospara el fin. El problema de la regresión constituye unejemplo simple: causalmente, la regresión está condicio-nada, por ejemplo, por la "fijación a la madre". Finalísti-camente, en cambio, la libido regresa a la imago de la ma-dre, para hallar allí las asociaciones mnemónicas que per-miten al desarrollo pasar, por ejemplo, de un sistema se-xual a un sistema espiritual.

La primera de esas explicaciones se limita a destacar

33 Véase al respecto: Psychologische Typen, 1920, p. 425 y sigs. Hay edi-ción castellana: Tipos Psicológicos. B. Aires, Editorial Sudamericana, 6a edi-ción, 1954.

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la importancia de la causa y desdeña totalmente el valordel proceso de la regresión. De esta manera, el edificiode la cultura queda reducido a un mero sucedáneo, de-bido únicamente a la imposibilidad del incesto. La se-gunda explicación, en cambio, nos permite prever todolo que ha de resultar de la regresión y, al mismo tiem-po, nos deja comprender el significado de las imágenesmnemónicas que han venido a reavivar la libido en regre-sión. Al causalista, desde luego, esta última concepción hade parecerle increíblemente hipotética, pero para el finalis-ta, la "fijación a la madre" representa un supuesto arbitra-rio, al cual puede objetarse que pasa totalmente por altola finalidad, único factor al cual podría atribuirse la reani-mación de la imago materna. Adler, por ejemplo, aducenumerosos cargos de esa índole contra la teoría freudiana.Por mi parte, en Transformaciones y símbolos de la libidotraté, aunque no explícitamente, de hacer justicia a ambospuntos de vista, actitud que ambos bandos me reprocharoncalificándola de posición poco clara y vacilante. He com-partido, así, la suerte de los neutrales durante la guerra, alos que frecuentemente hasta se les negó la buena fe 34.

Lo que es un hecho para la concepción causalista, esun símbolo para la finalista, y viceversa. Cuanto paraaquélla es efectivamente, para la otra es inefectivamente(en el sentido de "figurado"). Por tanto, debemos confor-marnos con el postulado antinómico y considerar el mundotambién como fenómeno psíquico. Naturalmente, para laciencia es indispensable saber cómo es el mundo "en sí"pero tampoco la ciencia puede eludir las condiciones psico-lógicas del conocer, y la psicología, en particular, es la quemás debe considerar esas condiciones. Precisamente por-que el alma posee también el punto de vista finalista, espsicológicamente ilícito proceder con un criterio causalista

34 Véase, al respecto: über die Psychologie des Unbewnssten, 1942. Hayedición castellana. B. Aires, Editorial Losada, 1945.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 37

exclusivo frente al fenómeno psíquico, actitud que nos con-duce a la conocida monotonía interpretativa.

La concepción simbolística de las causas, que alcanza-mos merced al enfoque energetista, es imprescindible parala diferenciación del alma, pues los hechos, si no son con-cebidos simbolísticamente, no pasan de ser sustancias in-mutables que siguen actuando permanentemente, como ocu-rre, por ejemplo, en la vieja teoría traumática de Freud.La causa no permite evolución alguna; para el alma, lareductio ad causam es lo contrario del desarrollo, puesmantiene la libido aferrada a los hechos elementales. Des-de el punto de vista del racionalismo, ese proceder es elúnico aceptable, pero desde el punto de vista del alma esuna actitud avital y atrozmente tediosa, con lo cual, natu-ralmente, no pretendemos negar que la fijación de la libidoa los hechos fundamentales es imprescindible para muchosseres. Pero en la medida en que esa condición se hayacumplido, el alma no puede detenerse permanentementeen ella, sino que debe seguir desarrollándose mediante latransformación de las causas en medios para un fin, enexpresiones simbólicas de un camino a recorrer. Con ellodesaparece el significado exclusivista de la causa, es decir,su valor energético, para reaparecer en el símbolo, cuyafuerza de atracción representa el correspondiente quantumde libido. Jamás se podrá eliminar el valor de una causapostulando un fin arbitrario y racional, procedimiento quesiempre será un artificio.

El desarrollo anímico no puede efectuarse únicamentemerced al propósito y a la voluntad, sino que necesita elsímbolo atractivo, cuyo quantum de valor supera al de lacausa. Además, el símbolo no puede llegar a formarsemientras el alma no se haya detenido suficientemente enlos hechos elementales, es decir, mientras la necesidad in-terior o exterior del proceso vital no haya llevado a unatransformación de la energía. Si el hombre viviera enforma meramente instintiva y automática, las transforma-

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ciones sólo podrían tener lugar de acuerdo con leyes pura-mente biológicas, y algo de eso aun lo vemos en la vidaanímica de los primitivos, que es al mismo tiempo total-mente concretística y totalmente simbolística. En el hom-bre civilizado, el racionalismo de la conciencia, tan útilpor lo demás, se revela como el más grave obstáculo paralas transformaciones fáciles de la energía, ya que la razón,para evitar las antinomias que le resultan intolerables,siempre se pliega exclusivamente a uno u otro partido yprocura aferrarse desesperadamente a los valores que haelegido, sin cejar en ello mientras considere el hecho de larazón humana como "sustancia inmutable", excluyéndoseasí su concepción simbolística. La razón, empero, es sólo

.relativa y se anula a sí misma en sus antinomias. Ade-más, sólo es el medio para un fin, sólo es expresión simbó-lica para el punto de intersección de un camino evolutivo.

c) La entropía.

El principio de equivalencia es uno de los postuladosprácticamente importantes de la energética; el otro postu-lado complementario e imprescindible lo constituye el prin-cipio de la entropía. Las conversiones de energía sóloson posibles merced a diferencias de intensidad preexisten-tes. De acuerdo con el principio de Carnot, el calor sólopuede transformarse en trabajo pasando de un cuerpo máscaliente a otro más frío. Pero el trabajo mecánico se con-vierte continuamente en calor que por su baja intensidadya no puede volver a transformarse en trabajo. Así, unsistema energético cerrado iguala paulatinamente sus dife-rencias de intensidad hasta alcanzar una temperatura cons-tante y uniforme, con lo cual queda imposibilitada todaotra transformación. Tal estado es el de la llamada muertecalórica.

Empíricamente sólo conocemos el principio de la en-tropía como una ley de procesos parciales que constituyen

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 39

un sistema relativamente cerrado. También el psiquismopuede ser considerado como tal sistema relativamente ce-rrado, y sus conversiones de energía llevan a una compen-sación de diferencias que, según la formulación de Boltz-mann 35, conduce de un estado improbable a un estado pro-bable, proceso en el cual, empero, se limita cada vez másla posibilidad de nuevas transformaciones. Observamosese proceso, por ejemplo, en el desarrollo de una actitudmental permanente y relativamente inmutable. Despuésde violentas fluctuaciones iniciales, las contradicciones secompensan y aparece paulatinamente una nueva actitud,cuya ulterior estabilidad será tanto mayor, cuanto más vio-lentas hayan sido las diferencias iniciales. Cuanto mayorhaya sido la tensión de las contradicciones, tanto mayorserá la energía que de ella surja, y cuanto mayor esta ener-gía, tanto más intensa será la fuerza atractiva, constelizan-te. En proporción con esa mayor atracción, será tambiénmayor la amplitud del material psíquico constelizado, ycuanto más aumente esta amplitud, tanto menor será laposibilidad de ulteriores trastornos que podrían resultar dediferencias con materiales no constelizados previamente. Deahí que una actitud mental surgida de amplias compensa-ciones sea particularmente estable. La experiencia psicoló-gica cotidiana nos suministra abundantes pruebas de laexactitud de esta regla: los más profundos conflictos, unavez superados, dejan tras sí una seguridad y tranquilidado un quebrantamiento tales, que difícilmente podrán sertrastornados o, respectivamente, curados, mientras que, porel contrario, es preciso que hayan existido los más profun-dos contrastes y que éstos hayan llevado a una conflagra-ción, para producir resultados valiosos y permanentes. Da--do que a nuestra experiencia sólo le son accesibles los sis-temas relativamente cerrados, nunca tenemos oportunidadde observar una entropía psicológica absoluta; pero cuanto

35 Populare Schriften, pág. 33.

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más completamente cerrado sea el sistema psicológico, tan-to más fácilmente se revelará el fenómeno de la entropía *.Obsérvase esto con particular claridad en aquellos trastor-nos mentales que se caracterizan por un intenso aislamien-to del mundo exterior. La llamada "imbecilidad afectiva"de la demencia precoz o esquizofrenia quizá pueda consi-derarse como un fenómeno entrópico; también cabe inter-pretar así todas aquellas manifestaciones degenerativas quese desarrollan en actitudes psicológicas excluyentes, a lalarga, de toda vinculación ambiental. Tales sistemas psico-lógicos relativamente cerrados los hallamos también en losprocesos voluntariamente dirigidos, como el pensamiento yel sentimiento dirigidos. Estas funciones se basan en elprincipio de la exclusión de lo inconveniente, es decir, decuanto fuere susceptible de apartar del sentido elegido. Loselementos "propios" se dejan abandonados a la mutua com-pensación y son protegidos, entre tanto, contra toda in-fluencia perturbadora exterior. Así alcanzan, al cabo dealgún tiempo, su estado más probable, el cual demuestrasu solidez, por ejemplo, mediante un concepto "estableci-do" o una manera de pensar "acostumbrada", etc. Cuántenaces son tales formaciones, sólo podrá apreciarlo quienhaya tratado de disolverlas, como, por ejemplo, al eliminarun prejuicio o modificar una manera de pensar. En la his-toria de los pueblos, las modificaciones de esa índole hastahan costado torrentes de sangre. Sin embargo, en la medi-da en que es imposible alcanzar un aislamiento absoluto—excluidos, quizá, los procesos patológicos— también elproceso energético se continúa como desarrollo, aunquecon decreciente intensidad, con menor gradiente, debido alas "pérdidas por rozamientos".

Esa forma de considerar las cosas ya es conocida desdehace mucho tiempo. Nadie ignora las "convulsiones de lajuventud" que ceden la plaza a la "serenidad de la madu-

36 Un sistema se considera absolutamente cerrado siempre que no seaposible ningún aporte exterior de energía. Sólo en tal caso rige en él la entropía.

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rez"; se habla de una "sólida convicción" después de los"conflictos de la duda", de una "conciliación de las tensio-nes internas", etc. He aquí trasuntada la concepción ener-getista que intuitivamente todos aplicamos. Para el psicó-logo científico, sin embargo, esa concepción no podrá serútil mientras no sienta la necesidad de apreciar valorespsicológicos. A la psicología fisiológica ni siquiera le inte-resa el problema, pues, como ya su nombre lo indica, sededica al aspecto fisiológico de la psicología. En cuanto ala psiquiatría, como sabemos, es meramente descriptiva enrelación con la psicología, y hasta hace poco ni siquierase preocupaba de la causalidad psicológica, llegando aun anegarla. A la psicología analítica, en cambio, le cupo lamisión de considerar también el punto de mira energetista,pues la concepción causal-mecanicista del psicoanálisisfreudiano no alcanzaba a hacer justicia al hecho de losvalores psicológicos. El valor requiere un concepto expli-cativo de índole cuantitativa al que un concepto cualitati-vo, como por ejemplo el de la sexualidad, jamás podrásuplantar. Un concepto cualitativo es siempre la designa-ción de una cosa, de una sustancia; un concepto cuantita-tivo, en cambio, es siempre la designación, de una relaciónde intensidad, y nunca de una sustancia o cosa. Un con-cepto cualitativo que no designara una sustancia, o unacosa, o un hecho, sería una excepción más o menos arbi-traria, y el mismo carácter tendría un concepto energéticohipostasiado, cualitativo. La explicación científica causa-lista necesita en ocasiones tales hipótesis, pero no debenser utilizadas para tornar superflua la concepción energe-tista. Recíprocamente, lo mismo rige para la energetista,que a veces tiende a negar la sustancia, convirtiéndose asíen una concepción meramente teleológica o finalista. Seríailícito postular un concepto cualitativo para la energía,pues representaría una especificación de la energía, la cualno puede ser más que una fuerza. En biología, ello equi-valdría al vitalismo; en psicología, al sexualismo (Freud)

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o cualquier otro "ismo", pudiéndose demostrar en tal casoque el investigador reduce la energía del psiquismo totala una fuerza o un instinto determinados. Los instintos,sin embargo, como ya hemos señalado, son especificaciones.La energía les está supraordinada, como concepto relacio-nante, y nunca podrá expresar otra cosa sino las relacionesentre valores psicológicos.

d) Energetismo y dinamismo.

Cuanto hasta ahora se ha expuesto sobre la energía,refiérese al concepto puro de la energía. Ésta, como su con-cepto correlativo, el de tiempo, es una forma de intuicióninmediata, dada a priori37 por un lado; pero por el otro esun concepto concreto, aplicado o empírico, abstraído de laexperiencia, como lo son todos los conceptos explicativos dela ciencia 38. El concepto aplicado de la energía siempre con-pierne a la conducta de fuerzas, es decir, de sustancias enmovimiento, pues sólo de ese modo se da la energía a laexperiencia: sólo por la intuición de la conducta de sustan-cias en movimiento. De ahí que, en la práctica, se hablede energía eléctrica, etc., denotando con ello que la ener-gía sería en cada caso una fuerza determinada. De esamezcla del concepto empírico o aplicado y de la formaintuicional del fenómeno surgen aquellas constantes confu-siones de "energía" y "fuerza". Similarmente, tampoco el

37 Por eso, la idea de energía es tan ant igua como la humanidad, al puntoque la hallamos ya entre las concepciones básicas de los primitivos. VéaseLehmann, Mana, 1922, y nuestras consideraciones en über die Psychologiedes Unbewussten, 1942. Hubert y Maus (Mélanges d'Histoire des Religions,prefacio, p. XXIX), también consideran el mana como una categoría de larazón. He aquí t ex tua lmen te reproducidas sus palabras al respecto: "Constan-temente presentes en el lenguaje, sin que sean necesariamente explícitas (lascategorías), existen por lo común en forma de hábitos directores de la con-ciencia, aunque ellas mismas permanecen inconscientes. La noción de manaes uno de esos pr incipios: está dada en el lenguaje; se halla implícita en todauna serie de juicios y de razonamientos relativos a los mismos atributos propiosdel mana; hemos d icho que éste es una categoría. Pero el mana no es sola-mente una categoría peculiar del pensamiento primitivo, y hoy, por Tía dereducción, también han adoptado la forma primitiva otras categorías que fun-cionan siempre en nuestras mentes, como las de sustancia y de causa", etc.

38 Para mayores detalles, me remito a Psychologische Typen, 1920 p486 y sigs, y pág. 630 y sigs.

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concepto de la energía psicológica es puro, sino sólo unconcepto concreto y aplicado que se ofrece a nuestra intui-ción como una "energía" sexual, vital, espiritual, moral,etc., es decir, con otras palabras, en la forma del instinto,cuya inconfundible naturaleza dinámica justifica su equi-paración conceptual con las fuerzas físicas.

La aplicación del concepto puro a los objetos de la ex-periencia implica necesariamente una mayor concretizacióno representatividad del concepto, con lo que, en apariencia,el concepto vendría a postular una sustancia. Ello ocurrió,por ejemplo, con el concepto del éter físico, que, pese aser un concepto, fue aplicado como si se tratara de una sus-

'tancia cabal. Tal confusión es inevitable, pues no somoscapaces de imaginarnos representativamente un quantum,salvo que se trate de un quantum de alguna cosa. Esa cosaes, precisamente, la sustancia. De ahí que todo conceptoaplicado se hipostasíe inevitablemente, aun contra nuestravoluntad, lo cual, sin embargo, no nos debería hacer olvi-das nunca que se trata de un concepto.

Hemos propuesto designar "libido" el concepto de ener-gía que aplicamos en la psicología analítica. La elecciónde dicho término quizá no sea ideal, en ciertos sentidos,pero consideramos que este concepto merecía tal designa-ción, aun cuando sólo fuera por razones de justicia histó-rica. En efecto, fue Freud quien primero persiguió y des-cribió coherentemente las relaciones psicológicas dinámi-cas en psicología, aplicando con tal fin el cómodo términode "libido", aunque con un sentido específicamente sexual,de acuerdo con su punto de partida general, que es el dela sexualidad. Además de "libido", Freud también emplealos términos "instinto" (por ejemplo, en "instintos del yo")y "energía psíquica" (por ejemplo, en la interpretación delos sueños). Como Freud se limita casi exclusivamente ala sexualidad y a sus múltiples ramificaciones en lo psí-quico, la definición sexualista de la energía como fuerzainstintiva específica es suficiente para los fines que persi-

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gue. En cambio, si se tiende a alcanzar una teoría psico-lógica general, es imposible aplicar como concepto explica-tivo una energía exclusivamente sexual, es decir, un ins-tinto específico, pues la transformación de la energía psí-quica no es una dinámica exclusivamente sexual. La diná-mica sexual representa, en la totalidad de lo psíquico, sóloun caso especial. Con eso no pretendo negar su existencia,sino sólo conferirle su ubicación exacta.

Dado que el concepto aplicado de la energía se hipos-tasía para la intuición en forma inmediata en las fuerzaspsíquicas (instintos, afectos y otros procesos dinámicos), sucontenido representativo es, a nuestro juicio, suficientemen-te expresado por el término "libido", pues otras intuicionessimilares ya han usado tradicionalmente términos seme-jantes, como por ejemplo la "voluntad" de Schopenhauer,la ορμή de Aristóteles, el "Eros" ("odio y amor de los ele-mentos"), etc. De estos conceptos sólo he tomado lo re-presentativo de la denominación, sin ajustarme a la defi-nición del concepto correspondiente. No obstante, al omi-tir en mi obra anterior una explícita aclaración al respecto,he dado lugar a múltiples falsas interpretaciones, al acha-cárseme con carácter casi general una especie de concep-ción vitalista.

Como ya he señalado, no implico en el término "libi-do" ninguna clase de definición sexual39, pero tampocopretendo negar con ello la existencia de una dinámica se-xual ni de ninguna dinámica, como por ejemplo, la delinstinto del hambre.

Ya en 1912 destaqué que mi concepción de un instintogeneral de vida, llamado libido, sustituye al concepto de"energía psíquica" que apliqué en mi Psicología de lademencia precoz. En dicha oportunidad pequé por omisión

39 La voz latina libido no tiene, en modo alguno, sentido exclusivamentesexual, sino la significación general de ansia, anhelo, afán. Pruebas explícitasal respecto se hallarán en Wandlungen und Symbole der Libido, 1925. Hay edi-ción castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido, B. Aires, Paidós,1953.

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al describir el concepto sólo en su aspecto psicológico,dejando a un lado su metafísica, que procuro exponer enla presente obra. Pero al limitarme a presentar el concep-to de la libido únicamente en su faz fenoménica, tambiénlo aplico, como si estuviera hipostasiado. En tal sentido,mía es la culpa de las confusiones ocurridas. De ahí queposteriormente declarara expresamente, en mi Darstellungciner psychoanalytischen Theorie (1913) (Hay edición cas-tellana: Teoría del psicoanálisis, Barcelona, 1935) lo si-guiente: "... que la libido, con la cual operamos, no sólono es concreta ni conocida, sino que es precisamente unaincógnita, una pura hipótesis, una imagen o un vale; tanimposible de captar concretamente como la energía en elmundo de las representaciones físicas". La "libido" no es,por tanto, sino una expresión abreviada de la "concepciónenergetista". Todo ello se debe a que nuestras represen-taciones intuicionales nunca podrán operar con conceptospuros, salvo que logremos expresar matemáticamente losfenómenos. Pero mientras eso no sea posible, los conceptosaplicados siempre se hipostasiarán automáticamente en laintuición por medio de los datos de la experiencia.

Aun debemos mencionar otra vaguedad que resulta dela aplicación intuicional de los conceptos de la libido y dela energía en general: nos referimos a la confusión, inevi-table en la esfera intuicional, entre la energía y el conceptodel efecto causal, siendo éste un concepto dinámico, y noenergético.

La concepción causal-mecanicista ve de la siguientemanera una serie de hechos a-b-c-d: a causa b; b causa c,etc. En este sentido, el concepto de efecto es una designa-_ción de cualidad, es...decir,...una virtus de la causa,.o, conotras palabras, una dinámica. La concepción energético-finalista, en cambio, lo considera así: a-b-c- son, medios dela conversión de energía que, sin causa alguna, transcurrenentrópicamente desde a, el estado menos probable, pasan-do por b-c, hacia el estado más probable. Prescíndese to-

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talmente de un efecto causal, considerando únicamente lasintensidades de acción. Siendo las intensidades iguales,podemos poner, en lugar de a-b-c-d, también w-x-y-z.

Ahora bien: en ambos casos el material empírico es laserie a-b-c-d, aunque con la diferencia de que la concep-ción mecanicista deriva un dinamismo del efecto causalque ella contempla en el material, mientras que la concep-ción energetista, en vez del efecto causal, contempla laequivalencia del efecto convertido. En otros términos, am-bas concepciones enfocan la serie a-b-c-d, pero la una lohace en "forma cualitativa, y la otra con criterio cuantita-tivo. La concepción causalista abstrae el concepto dinámi-co del material empírico, mientras que la concepción fina-lista aplica su concepto puro de la energía en la esfera intui-cional y, en cierto modo, lo convierte en un dinamismo. Apesar de tal discrepancia gnoseológica, cuyo absolutismo nopodría ser mayor, ambas concepciones se entremezclan in-evitablemente en el concepto de fuerza: ello ocurre, efecti-vamente, cuando la posición causalista abstrae el conceptode la dinámica a partir de la percepción pura de la cuali-dad actuante, y cuando la posición finalista torna intuíblesu concepto puro por medio de la aplicación. Por eso, elmecanicista habla de la "energía de lo psíquico", mientrasque el energetista se refiere a la "energía psíquica". De loque antecede se desprende sin lugar a dudas que es unoy el mismo proceso el que, a la luz de las distintas concep-ciones, adquiere en cada caso un aspecto totalmente distinto.

3. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA TEORÍA DE LA LIBIDO

a) Progresión y regresión.

La progresión y la regresión de la libido constituyen,sin duda alguna, uno de los fenómenos energéticos más im-portantes de la vida psíquica.

Con el término "progresión" se entiende, ante todo, elavance cotidiano del proceso de adaptación psicológica. Co-

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mo sabemos, la adaptación jamás llega a completarse, aun-que la confusión entre la actitud alcanzada y la verdaderaadaptación induce a suponerlo. Sólo mediante una actitudcorrespondiente dirigida podemos cumplir las necesidadesde la adaptación. Por tanto, el proceso de adaptación selleva a cabo en dos etapas: 1) establecimiento de la acti-tud; 2) completamiento de la adaptación mediante la acti-tud. La actitud frente a la realidad es algo extraordinaria-mente tenaz, pero por tenaz que sea el hábito, su capacidadefectiva de adaptación lo es en grado mínimo. He aquí unaconsecuencia necesaria de la continua mutación ambientaly de la readaptación que ella impone.

La progresión de la libido consistiría, por consiguiente,en la continua satisfacción de las exigencias planteadas porlas condiciones ambientales. Como esa función sólo puede•cumplirse merced a una actitud, la cual, precisamente porser una actitud, está necesariamente orientada, y en con-secuencia implica cierta unilateralidad, puede darse fácil-mente el caso de que la actitud ya no llegue a cumplir lafunción de adaptación por haberse modificado las condi-ciones exteriores a tal punto que exijan una actitud dis-tinta de la existente. Así, por ejemplo, la actitud afectivaque procura afrontar las condiciones de la realidad me-diante la empatia, bien puede tropezar con una condiciónque sólo pueda ser superada por una actitud intelectual, esdecir, por medio de una comprensión premeditada y cogi-tativa. En tal caso fracasará la actitud afectiva, y con ellotambién se detiene la progresión de la libido. El senti-miento de vida que reinaba se extingue, y en cambio seexacerba desagradablemente el valor psíquico de ciertoscontenidos de conciencia, contenidos y reacciones subjeti-vas irrumpen en primer plano, y el estado se torna afec-tivo, tendiendo a estallar en explosiones. Estos síntomastraducen una acumulación de la libido. El estado de acu-mulación se caracteriza por la disociación de los pares decontrarios. En el curso de la progresión los pares de con-

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trarios se mantienen unidos en el decurso coordinado delos procesos psicológicos. Su acción sinérgica facilita la re-gularidad equilibrada del proceso, que sería unilateral yabsurdo si no estuviera dotado de antagonismos internos.De ahí que toda extravagancia y exageración se considerea justo título como una pérdida del equilibrio, por faltarleevidentemente la acción coordinadora del impulso antagó-nico. Por consiguiente, cualquiera que sea la función deadaptación cumplida, la progresión lleva implícita en suesencia la interacción uniforme y equilibrada del impulsoy de su antagonista, del sí y del no. Esta compensacióny unión de los pares antagónicos la comprobamos, por ejem-plo, en el proceso reflexivo ante una decisión de importan-cia. En la acumulación de la libido, cuando queda impedidala progresión, el sí y el no ya no pueden unirse en un actocoordinado, por la equiparación de sus respectivos valores,que se equilibran mutuamente. Cuanto más dure la acu-mulación, tanto más ascenderá el valor de las posicionesantagónicas, que enriquecen progresivamente en asociacio-nes y se anexan nuevos sectores del material psíquico. Latensión lleva al conflicto; el conflicto conduce a intentosde represión mutua, y si fracasa la represión de la partecontraria, prodúcese la disociación, la "escisión de la per-sonalidad", la oposición a sí mismo, creándose con ello unaposibilidad de neurosis. Los actos emanados de tal estadoson incoordinados, es decir, patológicos, y adquieren el ca-rácter de actos sintomáticos; aunque en parte estén nor-malmente determinados, fúndanse por otro lado en el con-flicto reprimido, el cual, a diferencia del suceder progre-sivo, no actúa como factor de equilibrio, sino de oposición,con lo cual el efecto alcanzado no se estimula, sino que esperturbado.

La pugna entre los contrarios continuaría inútilmentesi, junto con el estallido del conflicto, no comenzara tam-bién el proceso de la regresión, de la evolución retrógradade la libido. La colisión de los contrarios produce su des-

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valorización paulatina; dicha desvalorización aumenta con-tinuamente y es lo único que la conciencia llega a percibir,siendo equivalente a la regresión, pues a medida que pro-gresa la desvalorización de los opuestos conscientes, au-menta el valor de todos aquellos procesos psíquicos queno interesan para la adaptación y que, por tanto, rara vezo nunca alcanzan aplicación consciente. Entre esos ele-mentos psíquicos que no pueden servir a los fines de laadaptación ambiental predominan los elementos incons-cientes. Por tanto, aumenta la valencia de los sustratos dela conciencia y de lo inconsciente, por lo cual cabe esperarque éste llegue a influir sobre la conciencia. Debido a lainhibición que lo consciente ejerce sobre lo inconsciente,los valores inconscientes sólo alcanzan, en un principio,expresión indirecta. La inhibición que sufren es una con-secuencia del carácter orientado y direccional de los con-tenidos conscientes. (La inhibición es idéntica a lo queFreud ha denominado "censura".) La manifestación indi-recta de lo inconsciente adopta la forma de perturbacionesdel suceder consciente: en el experimento de asociaciones,como signos de complejos; en lo restante, como actos sinto-máticos, descritos originalmente por Freud; en los estadosneuróticos, como síntomas.

A medida que la regresión aumenta la valencia deaquellos contenidos que previamente estaban excluidos delproceso de adaptación consciente, siendo por lo general"oscuramente conscientes" o totalmente inconscientes, im-púlsanse a través del umbral de la conciencia elementospsíquicos evidentemente inútiles para los fines de la adap-tación, por lo cual habían sido siempre apartados de lafunción psíquica orientada. Los trabajos de Freud han de-mostrado cabalmente la índole de esos contenidos: no sóloson sexual-infantiles, sino contenidos y tendencias incom-patibles en general, de naturaleza en parte inmoral, enparte antiestética, en parte irracional o imaginaria. Estecarácter evidentemente inadecuado para los fines de la

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adaptación es el motivo del menosprecio con que la litera-tura psicoanalítica suele considerar el trasfondo del alma40.

Superficialmente considerado, lo que la regresión trae aluz es, evidentemente, fango abisal, pero si uno no se con-forma con el examen y la valoración superficiales y renun-cia a los juicios aparentes, determinados por una teoríapreconcebida, se advertirá que no sólo se trata de restosde la vida diurna, incompatibles con ésta y por ello conde-nados, ni sólo de incómodas y reprobables tendencias pri-mordiales del ser humano animal, sino que también exis-ten allí gérmenes de nuevas posibilidades vitales40a. Unode los grandes valores del psicoanálisis reside precisa-mente en que no vacila en traer a luz todos los contenidosincompatibles, lo cual sería una empresa totalmente inútily aún repudiable si los contenidos reprimidos no llevaranimplícitas, justamente, las posibilidades de una renovaciónde la vida. Sabemos que es así y que debe ser así, no sólopor abundantes experiencias prácticas, sino también porlas siguientes reflexiones:

— El proceso de adaptación necesita de una función cons-ciente y orientada que se caracteriza por su conciencia in-terna y por su integridad lógica. Como ya hemos visto, elcarácter orientado de la función obliga a excluir cuanto lesea inadecuado, a fin de mantener su orientación. Lo inade-cuado cae víctima de la inhibición y, con ello, es apartadode la atención consciente. Como enseña la experiencia, lafunción de adaptación conscientemente orientada sólo pue-de ser una, pues si, por ejemplo, nos colocamos en actitudpensante no podemos adoptar al mismo tiempo la sintiente,pues pensar y sentir son dos funciones totalmente dispares,al punto que para cumplir las leyes lógicas del pensamien-

40 A semejanza de la opinión del viejo Hudibras, citada por Kant (Sueñosde un visionario, III) : "Cuando en el vientre se agita un viento hipocondríaco,todo depende de la dirección en que sople: si se dirige hacia abajo, conviérteseen un f la to , pero si asciende, será una visión o una inspiración celestial".

4 0 a L a sobresaturación profesional con las vaguedades neuróticas tornaescéptico al médico, pero los juicios generalizantes emanados del campo pato-lógico, siempre tienen el inconveniente de ser errados.

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to debemos excluir concienzudamente el sentimiento, paraque el afecto no perturbe el proceso cogitativo. En talcaso sustraemos, en la medida de lo posible, la libido alproceso afectivo, de modo que esta función cae en un esta-do relativamente inconsciente. Como demuestra la expe-riencia, las actitudes son fundamentalmente habituales,de modo que las restantes funciones, inadecuadas, en lamedida en que sean incompatibles con la actitud prevale-ciente, son relativamente inconscientes, o sea no utilizadasinejercitadas, indiferenciadas y necesariamente asociadas,por coexistencia, con los restantes contenidos de lo incons-ciente, cuya inferioridad e incompatibilidad ya hemos se-ñalado. Por eso dichas funciones, cuando son activadas porla regresión y alcanzan así la conciencia, aparecen, por asídecirlo, en forma incompatible, deformadas y cubiertas porel lodo de las profundidades.

Si recordamos, ahora, que el motivo de la acumulación' de libido es el fracaso de la actitud consciente, comprende-remos en qué sentido los contenidos inconscientes activa-dos por la regresión son gérmenes valiosos: en efecto, con-tienen los elementos de aquella otra función que fue ex-cluida por la actitud consciente y que tendría la virtud decomplementar o sustituir eficazmente a la actitud cons-ciente fracasada. Cuando el pensamiento fracasa como fun-ción adaptatriz por encontrarse ante una situación a la cualsólo es posible adaptarse por medio de la empatia, el mate-rial inconsciente activado por la regresión contiene, preci-samente, la función sensible que falta a la adaptación, perola contiene aún en forma embrionaria, es decir, arcaica yno desarrollada. Similarmente, en el tipo opuesto la re-gresión activa en lo inconsciente una función cogitativaque compensa eficazmente la insuficiencia de la empatiaconsciente.

La regresión, al activar una situación inconsciente, con-fronta a la conciencia con el problema del alma frente alproblema de la adaptación exterior. Es natural que la con-

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ciencia se resista a aceptar los contenidos regresivos, perola imposibilidad de la progresión concluye por forzarla asometerse a dichos valores regresivos, lo cual significa, enotros términos, que la regresión lleva a la ineludible adap-tación al alma, al mundo psíquico interior.

Así como la adaptación al mundo circundante puedefracasar debido al carácter unilateral de la función adapta-triz, también la adaptación al mundo interior puede fraca-sar por la unilateralidad de la función que le está dedi-cada. Cuando, por ejemplo, la acumulación de la libido seha producido por el fracaso de la actitud cogitativa frentea la necesidad de adaptación exterior, y si entonces laregresión ha venido a activar la función sensible incons-ciente, lo único que se alcanzará al principio será unaempatia del mundo interior, resultado que bien puede sersuficiente, como comienzo. Pero a la larga dicha empatiano bastará, sino que será necesario recurrir también a lafunción cogitativa, tal como frente al mundo exterior sehizo necesario el recurso opuesto. Por todo ello se tornanecesaria una total orientación hacia el mundo interior,hasta el momento en que se haya alcanzado la adaptación

' interior; una vez lograda ésta, podrá continuar nuevamentela progresión.

El principio de progresión y regresión se refleja en el"mito del dragón-ballena", estudiado por Frobenius", co-mo lo expusimos detalladamente en nuestro libro Trans-formaciones y símbolos de la libido. El héroe de dicho mitoes el representante simbólico de los desplazamientos de lalibido. La incorporación al dragón es el movimiento regre-sivo; el viaje al Este (el viaje nocturno por mar) y lossucesos que en él ocurren simbolizan las adaptacionesfrente a las condiciones del mundo psíquico interior. Lasituación de ser totalmente engullido y desaparecer el hé-roe en el vientre del dragón-ballena, representa cómo la

41 L. Frobenius, Das Zeitalter des Sonnengottes, 1904.

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actitud se aparta completamente del mundo exterior. Ladominación del monstruo desde su interior refleja el resul-tado de la adaptación a las condiciones del mundo interior.La salida del vientre (el "romper el cascarón") con ayudade un ave, que también es una salida del sol, representa elnuevo comienzo de la progresión.

Es característico que mientras el héroe se halla engu-llido, el monstruo inicie el viaje nocturno por mar haciael Este, es decir, hacia el levante, con lo que a nuestro jui-cio se denota el hecho de que la regresión no significanecesariamente un retroceso, en el sentido de involución odegeneración, sino más bien una fase necesaria del procesoevolutivo, en la cual el hombre carece, empero, de la no-ción del desarrollo, por encontrarse en una situación forzo-sa que se representa como si estuviera en un estado muyinfantil y aún embrionario, es decir, en el propio vientrematerno. Sólo si el ser humano permanece en tal estado,podrá hablarse de evolución regresiva, involución o dege-neración.

Análogamente, tampoco debe confundirse la progre-sión con la evolución, pues el constante flujo o decurso dela vida no significa necesariamente desarrollo progresivo odiferenciación, ya que ciertas especies animales y vegeta-les han permanecido detenidas desde tiempos prehistóricoscasi en el mismo nivel de diferenciación y, no obstante,sobreviven. Así, también la vida psíquica humana puedeser progresiva sin evolución, y regresiva sin involución.Evolución e involución nada tienen que ver, en sí mismas,con progresión y regresión, pues estas últimas son, en reali-dad, meros movimientos vitales, que a pesar de su movi-lidad tienen carácter estacionario. Corresponden a lo queGoethe ha designado tan hermosamente como sístole ydiástole 42.

42 La diástole es la extraversión de la libido que se expande en el uni-verso. La sístole es su contracción al individuo, ¡a mónada. ("La sístole, quecontrae fuerte y conscientemente, que da a luz lo individual; la diástole. anhe-

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Muchas son las objeciones levantadas contra esa con-cepción del mito como representación de hechos psicoló-gicos. Es sabido lo difícil que resulta desprenderse de la¡idea de que el mito sería, en cierto modo, una alegoría ex-plicativa de fenómenos astronómicos, meteorológicos o ve-'getativos. No puede negarse la coexistencia de dichas ten-dencias explicativas, pues las pruebas que las demuestranson abrumadoras, pero con ello no se resuelve la cuestiónde por qué el mito explica alegorizando precisamente enesa forma, y no en otra. Es preciso comprender de dóndetoma el hombre primitivo su material de explicación ytampoco debe olvidarse que el afán de causalidad del pri-mitivo no es, en modo alguno, tan grande como el nuestro.En cierta manera, le importa mucho menos la explicaciónque la fabulación. En nuestros pacientes podemos compro-bar diariamente cómo se forman las fantasías míticas: noson construidas reflexivamente, sino que se presentan co-mo imágenes o representaciones seriadas que se imponendesde lo inconsciente, y al ser narradas tienen a menudoel carácter de episodios coherentes que equivalen a repre-sentaciones míticas. De esa manera fórmanse los mitos;por tal motivo, también las fantasías originadas en lo in-consciente tienen tantas analogías con los mitos primitivos.Pero en la medida en que el mito no es sino una proyec-ción de lo inconsciente, y de ningún modo una invenciónconsciente, no sólo se explica que siempre nos encontre-mos con los mismos temas mitológicos, sino también que elmito represente típicos fenómenos psíquicos.

Impónese ahora la cuestión de cómo ha de compren-derse energéticamente el proceso de la progresión y de la

losamente amplificante, que quiere abarcar el Todo." Chamberlain, Goethe, 1902,p. 571). La permanenc ia en una de estas posiciones significa la muerte (p.p . 5 7 1 ) ; de ahí que un t ipo sea i n s u f i c i e n t e y necesite ser complementado por laf u n c i ó n opuesta. ("Mas si un ser h u m a n o se mantiene únicamente receptivo, sila diástole persiste continuamente, prodúcese en la vida anímica tal como enla corporal, la parálisis, y f ina lmente la muerte. Sólo la acción puede dar vida,y su condic ión primera es la l i m i t a c i ó n , es decir, la sístole, que crea la medidabien l i m i t a d a . C u a n d o más enérgica la acción, tan to más resueltamente debel levarse a cabo la l imi tac ión" . II. St. Chamberlain , Goethe, 1002, pág. 581).

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regresión. Es evidente, a primera vista, que progresión yregresión son, esencialmente, procesos de fuerza. La pro-gresión podría compararse con un curso de agua que co-rriera de la cumbre hacia el valle. La acumulación corres-pondería entonces a un obstáculo específico que se oponea la corriente, por ejemplo un dique que convierta la ener-gía cinética de aquélla en energía potencial de la altura.La acumulación obliga al agua a emprender otro camino,una vez que la haya hecho alcanzar una altura que lepermita derramarse por algún punto. Quizá se dirija a uncanal que, por medio de una turbina, convierta en electri-cidad la energía viva del declive. Esta conversión repre-sentaría una nueva progresión creada por acumulación yregresión, cuyo carácter distinto a la anterior se acusaporque la energía se manifiesta ahora en nueva forma. Eneste proceso de transformación, el principio de equivalen-cia tiene particular valor heurístico. La intensidad de laprogresión reaparece íntegramente en la intensidad de laregresión.

De la concepción energetista no se desprende esencial-mente que la progresión y regresión de la libido sean pro-cesos obligados, sino sólo que deben existir transformacio-nes equivalentes, pues la energética únicamente conoce elquantum, pero nunca el quale. Así, progresión y regresiónson funciones específicas que es preciso concebir como pro-cesos dinámicos y que, como tales, están condicionados porcualidades de la sustancia. Por tanto, la progresión y laregresión jamás podrán deducirse de la esencia del concep-to energético, sino que sólo es posible comprenderlas ener-géticamente en sus mutuas relaciones. El por qué de laexistencia de la progresión y la regresión únicamente pue-de deducirse de las cualidades de la sustancia, es decir,mediante una concepción mecanicista-causal.

La progresión, como proceso adaptativo continuo a lascondiciones ambientales, se funda en la necesidad vital dela adaptación. El imperio de la necesidad exige la abso-

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luta orientación hacia las condiciones ambientales y larepresión de todas aquellas tendencias y posibilidades queestán al servicio de la individuación.

La regresión, por lo contrario, como adaptación a lascondiciones de la propia vida interior, se basa en la nece-sidad vital de satisfacer las exigencias de la individuación.•El ser humano no es una máquina, en el sentido de unorganismo que pudiera cumplir incesantemente el mismotrabajo, sino que sólo puede afrontar en forma ideal laexigencia de las necesidades exteriores si se halla tambiénadaptado a su propio mundo interior, es decir, si está enarmonía consigo mismo. Recíprocamente, sólo puede adap-tarse a su propio mundo interior y alcanzar la armoníaconsigo mismo, si está adaptado asimismo a las condicionesambientales. Como muestra la experiencia, ninguna deambas funciones puede abandonarse sino transitoriamente:si, por ejemplo, se cumple sólo la adaptación unilateral alexterior, descuidándose lo interior, aumenta paulatinamen-te el valor de las condiciones interiores, lo que se acusaen el predominio de elementos personales en la adaptaciónexterior. Tuvimos oportunidad de observar un caso drás-tico de esta especie. Un industrial que había levantado suempresa por sí mismo, forjando una fortuna, comenzó arecordar cierta fase de su juventud en la cual había tenidogran afición por el arte. Sintió la necesidad de retomaresas tendencias y comenzó a crear diseños artísticos paralos productos de su fabricación, con el resultado de que yanadie quiso comprar esos productos artísticos y el indus-trial quebró al cabo de pocos años. Su error fue pretendertransferir al exterior lo que pertenecía a su interior, erran-do así en la interpretación de la necesidad de individua-ción. El fracaso tan notable de una función adaptatriz quehasta entonces había sido perfectamente eficaz se explicapor esa típica tergiversación de las necesidades interiores.

Aunque la progresión y la regresión están causalmen-te fundadas en la naturaleza misma de los procesos vita-

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 57

les, por un lado, y en las condiciones ambientales, por elotro, es preciso concebirlas, si se consideran energética-mente, sólo como medios o puntos de pasaje del procesoenergético. Vistas desde ese ángulo, la progresión y laadaptación de ella resultante se producen como mediospara la regresión, más precisamente, para la manifestacióndel mundo interior en el mundo exterior, con lo cual secrea un nuevo medio de progresión de distinto tipo, laque representa una mejor adaptación a las condicionesambientales.

b) Extraversión e introversión.

La progresión y la regresión pueden relacionarse conla extraversión y la introversión de la libido. La progre-sión, como adaptación a las condiciones exteriores, podríaconcebirse como extraversión, mientras que la regresión,en tanto es adaptación a las condiciones interiores, puedeinterpretarse como introversión. De tal paralelismo, no obs-tante, surgiría una profunda confusión de los conceptos. Pro-gresión, regresión, sólo pueden ser vagas analogías de la ex-traversión y la introversión. En realidad, esos últimos con-ceptos corresponden a dinamismos de tipo distinto a la pro-gresión y regresión, los cuales son dinamismos o formas re-gulares de la conversión de energía, mientras que la extra-versión y la introversión, como ya su nombre lo indica, sondinamismos o formas de la progresión tanto como de la re-gresión. La progresión es un movimiento vital progresivo ensentido cronológico, pudiendo llevarse a cabo de dos for-mas: ya extravertida, cuando los objetos, es decir, las con-diciones ambientales determinan predominantemente laforma de progresión, ya introvertida, cuando la progresióndebe adecuarse a las condiciones del yo, o, más exactamen-te, al "factor subjetivo". Análogamente, también la regre-sión puede producirse de dos maneras, ya como retraccióndel mundo exterior (introversión) o como una huida hacia

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las vivencias exteriores extravagantes (extraversión). Así,un fracaso puede precipitar a un individuo en un estadode sombrío ensimismamiento, mientras que impulsa al otrohacia juergas continuas. Estas dos formas de reacción dis-pares, que hemos denominado introversión y extraversión,corresponden a dos tipos disposicionales opuestos.

La libido no se mueve sólo hacia adelante y hacia atrás,sino también hacia fuera y hacia dentro. En mi obrasobre tipología he expuesto detalladamente la psicolo-gía de esos últimos desplazamientos, de modo que renun-ciaré a explayar el tema en esta ocasión.

c) El desplazamiento de la libido.

En Transformaciones y símbolos de la libido, segundaparte, capítulo III, he aplicado la expresión "desplazamien-to de la libido" para significar su transformación o con-versión energética, concibiéndola como una traslación delas intensidades o de los valores psíquicos desde un conte-nido a otro, análogamente a la denominada conversión dela energía, la cual, en su forma calórica, por ejemplo, esconvertida por la máquina de vapor, primero en presión yluego en energía cinética. Similarmente, la energía deciertos fenómenos psíquicos es convertida en otros dina-mismos por la acción de medios adecuados. En la obra queacabo de mencionar he presentado ejemplos de esos pro-cesos de transformación, de modo que sería obvio repetir-los aquí.

En los procesos naturales espontáneos, la energía setransforma de acuerdo con su gradiente natural, dando lu-gar a fenómenos naturales, pero a ningún "rendimiento detrabajo". Así también el ser humano, abandonado a sí mis-mo, vive en cierto modo como fenómeno natural y no pro-duce trabajo en el sentido cabal del término. Mas la cul-tura constituye la máquina mediante la cual el gradientenatural es utilizado rindiendo un trabajo. El hecho de que

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el ser humano haya llegado a inventar esa máquina deberadicar en lo más profundo de su naturaleza, y quizá enla naturaleza de los seres vivientes en general, pues la sus-tancia viva es en sí un transformador de energía, partici-pando la vida en el proceso de trasmutación, aunque dealgún modo aun desconocido. La vida tiene lugar graciasa que utiliza las condiciones físicas y químicas naturalescomo si fueran medios para su existencia. El organismovivo es una máquina que transforma la energía incorpo-rada en cantidades equivalentes de otras manifestacionesdinámicas. No sería lícito afirmar que la energía física setransforma en vida, sino tan sólo que esa transformaciónes la expresión de la vida. Tal como el organismo vivo esuna máquina, también otros mecanismos de adaptación alas condiciones físicas y químicas tienen el valor de má-quinas que permiten distintas formas de trasmutación. Así,por ejemplo, todos los recursos de que necesita el animalpara la seguridad y perpetuación de su existencia, apartede la nutrición directa de su organismo, son máquinas queaprovechan el gradiente natural para lograr el rendimientode un trabajo. Cuando el castor abate árboles y endicamediante ellos los cursos de agua, realiza un trabajo queestá condicionado por su diferenciación. Ésta constituyeuna cultura natural que funciona como transformadora deenergía, es decir, como una máquina. Así también la cul-tura humana, en su calidad de producto de la diferencia-ción natural, es una máquina: en primer lugar, una máqui-na técnica que utiliza las condiciones naturales para latransformación de la energía física y química; pero tam-bién es una máquina espiritual que utiliza las condicionesdel espíritu para la transformación de la libido.

Así como el hombre ha logrado, inventar una turbina,encauzarle un río y producir, con la energía cinética asíobtenida, electricidad susceptible de múltiples aplicaciones,así también ha logrado aprovechar el instinto natural queabandonado a su gradiente transcurriría sin rendir trabajo

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alguno, convirtiéndolo mediante una máquina en una for-ma dinámica distinta, productora de trabajo.

La conversión de la energía instintiva se realiza portransferencia a un objeto análogo al objeto instintivo. Talcomo la planta hidroeléctrica imita la caída de agua natu-ral y capta así su energía, también la máquina psíquicaimita el instinto y se apodera así de su energía. Un buenejemplo al caso lo constituye la ceremonia primaveral delos watchandis43. Estos naturales cavan en la tierra un agu-jero de forma alargada y lo rodean con arbustos plantadosen el suelo, remedando así un órgano genital femenino.Luego rodean bailando ese agujero, sosteniendo ante sí lasjabalinas de modo que semejen penes erectos, y mientrasejecutan la danza hunden las jabalinas en el foso excla-mando: ¡pulli mira, pulli mira, wataka! (¡non fossa, nonfossa, sed cunnus!). Ninguno de los oficiantes puede echardurante esa ceremonia la mirada sobre una mujer.

Con el foso, los watchandis se procuran un objeto aná-logo al genital femenino, objeto directo del instinto natu-ral. Mediante las reiteradas exclamaciones y el éxtasis dela danza se sugieren a sí mismos que el agujero en la tierraes realmente un órgano genital. Para que esa ilusión nosea perturbada por el verdadero objeto de los instintos,ninguno puede mirar a una mujer. Trátase, por tanto, deuna indudable canalización de la energía con derivaciónde la misma hacia un objeto análogo al original, por mediodel acto de la danza —que en realidad es un juego copula-tivo, como en las aves y en otros animales— y por la imi-tación del acto sexual44.

Esta danza posee el sentido cabal de una ceremonia defecundación de la tierra, motivo por el cual tiene lugar en

43 Preuss, Globus 86, pág. 338; Schultze, Psychologie der Naturvoelker,1925, pág. 168; Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, 1912, pág. 144.Hay versión castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido, B. Aires,Paidós, 1953.

44 Véase, al respecto, la observación de Pechuël-Loesche, Volkskunde vonLoango, 1907, p. 38: los bailarines escarban el suelo con un pie y realizanal mismo tiempo movimientos específicos con la pelvis.

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primavera. Representa también un acto mágico, con la fi-nalidad de transferir la libido a la tierra, adquiriendo éstaasí un valor psíquico particular y convirtiéndose en unobjeto prospéctico. Luego, el espíritu se orientará a ella yestará a su vez determinado por ella, con lo que se creala posibilidad y aun la probabilidad de que el hombre lededique su atención, representando ésta la precondiciónnecesaria para la labranza. En la práctica, aunque no siem-pre, la labranza tiene lugar en condiciones de analogíasexuales. El "lecho nupcial en la tierra" es una de estasceremonias transitivas: el labrador, en una noche de pri-mavera, lleva a su mujer al campo y la copula allí parafecundarla. Con ello se establece una estrecha relación yuna analogía que actúa a semejanza de un canal que, de-rivando el agua del lecho del río, la conduce a la plantageneradora. La energía instintiva se asocia estrechamentecon el campo, de modo que su labranza adquiere en ciertomodo el valor de un acto sexual. Esta asociación asegurala sólida y estable derivación del interés a la labranza, yel campo, por consiguiente, ejerce una atracción sobre ellabrador, el cual se ocupará de su tierra y beneficiará, na-turalmente, su fecundidad. Como bien lo ha demostradoMeringer, la asociación entre la libido —entendida tam-bién en su sentido sexual— y la labranza se expresa asi-mismo en el lenguaje45. La transmisión de la libido al la-bradío no sólo se realiza, naturalmente, por analogía se-xual, sino también por la magia directa del contacto, comopor ejemplo mediante el empleo del "Walens" en el cam-po46. El hombre primitivo percibe tan concretamente latrasmisión de la libido, que hasta su fatiga por el trabajola concibe como si el demonio del labradío le hubiera"chupado la médula"47. Toda empresa u obra de ciertaimportancia, como la labranza, la caza, la guerra, etc., es

45 Meringer, "Woerter und Sachen", Indogerm. Forsch., 16, 179/84 yWandlungen und Symbole der Libido, pág. 145.

46 Véase Mannhardt, Wald-und Feldkulte, I, 1904, p. 480 y sigs.47 Mannhardt, ibidem, I, p. 483.

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iniciada por el hombre primitivo con actos mágicos deanalogía, con ceremonias mágicas propiciatorias que tienena todas luces la finalidad psicológica de derivar la libidoa la actividad que se ha hecho necesaria. En las danzasdel búfalo de los indios pueblos de Taos, los danzantes re-presentan simultáneamente al cazador y a las presas. Laexcitación y el placer de la danza trasmiten la libido a laactividad cazadora, y el placer de la danza que para elloes necesario se crea mediante la percusión rítmica deltambor y los cantos excitantes de los ancianos de la tribu,que también dirigen toda la ceremonia. Como sabemos,los ancianos viven sumidos en sus recuerdos y gustan ha-blar de sus viejas hazañas, "calentándose" al hacerlo. Elcalor "prende", y así los ancianos dan, en cierto modo, elprimer impulso hacia la danza, hacia la ceremonia mímicaque tiene por objeto acostumbrar a los jóvenes a la cazay prepararlos psíquicamente para esta actividad necesaria.Análogos rites d'entrée se describen en muchas otras tri-bus primitivas48. Un ejemplo clásico lo hallamos en laceremonia del Atninga que realizan los Aruntas. Consisteen el "enfurecimiento" de los compañeros de tribu invita-dos a emprender una incursión de venganza. El caciquede la tribu realiza esa preparación poniendo en contactoel pelo del muerto a vengar con la boca y el pene delhombre que debe "enfurecerse"; para ello se arrodillasobre este hombre y lo abraza como si lo sometiera a unacópula49. Supónese que de tal modo se lograría "inflamarlas entrañas del hombre con ansias de vengar el asesinato".Es evidente que la ceremonia procura establecer el conoci-miento íntimo de cada uno con la víctima, induciéndolo asía vengar al muerto.

La complejidad a menudo increíble de esas ceremonias

48 Sintéticamente expuestos por Lévy-Bruhl, Les fontions mentales dansles sociétés inférieures, 1910, p. 262 y sigs.

49 Una expresiva i lustración se encontrará en la pág. 560 de la obra deSpencer y Gulle, Northern, Tribes of Central Australia.

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demuestra cuán considerable es el esfuerzo necesario paraapartar a la libido de su cauce natural, es decir, de lascostumbres cotidianas, derivándola hacia una actividad in-sólita. El moderno raciocinio cree poder alcanzarlo por unmero acto de voluntad, prescindiendo de todo ceremonialmágico, y precisamente por ello tardó en comprender ensu justo sentido las ceremonias primitivas. Si se reflexiona,empero, que el hombre primitivo es mucho más incons-ciente que el civilizado, es decir, que está mucho más cer-ca de ser un mero fenómeno natural que nosotros, y quepor eso casi no conoce lo que nosotros llamamos "volun-tad", se comprenderá al punto por qué necesita de talesceremonias complicadas en casos que nosotros resolvería-mos con una simple decisión voluntaria. El hombre civili-zado es más consciente, es decir, está más domesticado. Enel curso de los siglos no sólo hemos logrado domeñar lasalvaje naturaleza que nos circunda, sino también aherro-jar —¡por lo menos transitoriamente y hasta cierto punto!—nuestro propio salvajismo interior. En todo caso, hemosadquirido una "voluntad", o sea una energía disponible,que quizá no sea muy cuantiosa, pero es mayor que la delhombre primitivo, y por ello ya no necesitamos danzasmágicas para "fortalecernos" al emprender una acción,por lo menos cuando se trata de las más comunes. Encambio, al abordar algo que supera nuestras fuerzas, algoque bien podría salir mal, solemos colocar ceremoniosa-mente la piedra fundamental munida de la bendición dela Iglesia, "bautizamos" la nave al botarla, nos asegura-mos, en caso de guerra, la ayuda de un Dios patriótico, yaun a los seres más fuertes, el miedo les arranca a menu-do una jaculatoria. Así, basta la menor incertidumbre paraque el complicado ceremonial mágico se reanime con lamayor naturalidad. La ceremonia permite, en efecto, des-pertar fuerzas emocionales profundas, convertir la convic-ción en ciega autosugestión, restringir el campo visual delo psíquico a un punto de mira fijo, sobre el cual se con-

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centra entonces todo el empuje de la vis a tergo incons-ciente. Y es evidente que la seguridad lleva al éxito mejorque la vacilación.

d) La formación de símbolos.

El símbolo es una máquina psicológica que transfor-ma energía. No nos referimos aquí a un signo, sino alverdadero símbolo. Así, el agujero en la tierra de loswatchandis no es el signo del órgano genital femenino,sino un símbolo que representa la idea de la mujer-tierraque ha de ser fecundada. La confusión con la mujer hu-mana significaría una interpretación semiótica del símboloy perturbaría fatalmente el valor de la ceremonia. Porello es que los danzantes no deben mirar mujer alguna.La concepción semiótica destruiría la máquina psíquica,tal como si se destruyera la tubería de presión de unaturbina por la sola razón de que se trata de una caída deagua muy poco natural, establecida mediante la represiónde las condiciones naturales. Lejos de nosotros, por su-puesto, pretender que la interpretación semiótica es absur-da: ella no sólo es posible, sino también muy cierta, y sueficacia es indiscutible en todos aquellos casos en que sólo semutila la naturaleza, sin alcanzar al mismo tiempo unrendimiento efectivo de trabajo. Mas la interpretación se-miótica se torna absurda cuando se la utiliza en formaexclusiva y esquemática, cuando tergiversa la verdaderanaturaleza del símbolo y lo reduce a un mero signo.

El primer rendimiento de trabajo que el hombre primi-tivo arranca a la energía instintiva por la formación deanalogías, es la magia. Una ceremonia tiene carácter má-gico cuando no se la lleva a su término hasta el rendi-miento efectivo de un trabajo, sino cuando se detiene en lafase de la expectación. En tal caso la energía es derivada ha-cia un nuevo objeto, creando un nuevo dinamismo, el cual,empero, sólo conserva su carácter mágico mientras no

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rinda un trabajo efectivo. La ventaja lograda con la cere-monia mágica radica en que el objeto que se acaba deinvestir adquiere una efectividad potencial con relacióna lo psíquico. Su nuevo valor le confiere carácter deter-minante y creador de representaciones, de modo que atraey ocupa más o menos permanentemente al espíritu. Pro-dúcense así ciertos actos que se realizan casi como unjuego en el objeto mágico y que por lo común son rítmi-cos. Un claro ejemplo lo hallamos en ciertos dibujos ru-pestres sudamericanos, consistentes en trazos grabados pro-fundamente en la más dura roca, y que han sido produci-dos porque durante siglos enteros los indígenas vuelvena grabar continuamente las mismas líneas en las mismasrocas. El significado de dichos dibujos es apenas interpre-table, pero la actividad que ha llevado a su creación esharto significativa 50.

La determinación del espíritu por el objeto mágica-mente actuante implica también la posibilidad de que porla continuada dedicación lúdica al objeto, el hombre reali-ce respecto de éste una serie de descubrimientos que deotro modo se le habrían escapado. Es sabido que precisa-mente por esa vía se han logrado ya muchos descubrimien-tos, y no es en vano que se llama a la magia la madre de lasciencias. Hasta muy avanzada la Edad Media, lo que hoyllamamos ciencias naturales no era otra cosa sino magia.Valga el ejemplo de la alquimia, cuyo simbolismo acusainconfundiblemente el proceso de transformación de laenergía, cuyos principios ya hemos descrito, al punto quelos últimos alquimistas hasta llegaron a tener concienciade esa sabiduría 51.

Sin embargo, sólo la evolución de la magia hasta con-vertirse en ciencia, o sea, el progreso desde la mera fase

50Th. Koch, Südamerikanische Felszelchnnngen, 1907.51 Véase H. Silberer, Probleme der Mystlk, 1914; Chr, Rosencreutz, Chy-

nusche Hochzeit, 1616; Jung, Psychologie und Alchemie, 2a ed., 1952, y DiePsychologie der Uebertragnng, 1947. (De este último libro hay edición caste-llana: La psicología de la transferencia. B. Aires, Paidós, 1954).

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expectante hacia la verdadera labor técnica sobre el obje-to, permitió alcanzar el dominio sobre las fuerzas de lanaturaleza, tal como se había soñado en la era de la ma-gia. Hasta el sueño de la alquimia, la posibilidad de latrasmutación de los elementos, se ha hecho realidad. Laacción mágica a distancia ha sido materializada por mediode la electricidad. Por tanto, estamos perfectamente jus-tificados en nuestra valoración de la formación simbólicay en la categoría que damos al símbolo, como medio ines-timable para aplicar el curso meramente instintivo delproceso energético a un rendimiento efectivo de trabajo.No cabe duda que la cascada es más hermosa que la usinaeléctrica, pero la dirá necessitas nos ha enseñado a valorarla luz y la fuerza motriz eléctricas más que la bella inuti-lidad de la cascada que nos podrá deleitar durante uncuarto de hora en nuestra caminata estival.

De la misma manera que en la naturaleza física sólopodemos convertir una parte muy limitada de la energíanatural en una forma prácticamente utilizable, mientrasdebemos dejar disiparse en fenómenos naturales inútilesuna parte inmensamente mayor, también en nuestra natura-leza psíquica sólo podemos sustraer una mínima parte dela energía a su curso natural. Una parte considerablemen-te mayor no puede ser captada, sino que mantiene el cursoregular de los procesos vitales. De ahí que la libido estédistribuida en forma natural entre los distintos sistemasfuncionales, a los cuales no puede ser sustraída totalmente.La libido se halla invertida en esas funciones, como sufuerza específica e intransformable. Sólo cuando el sím-bolo ofrece un gradiente más empinado que la naturaleza,es posible convertir la libido en formas distintas. La his-toria de las culturas ha demostrado exhaustivamente queel ser humano posee un exceso relativo de energía, sus-ceptible de ser derivado hacia una utilización distinta delmero decurso natural. El hecho de que el símbolo faciliteesa derivación demuestra que no toda la libido se encuen-

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tra fijada en una forma sujeta a las leyes naturales, lascuales le imponen un decurso regular, sino que hay uncierto quantum excedente de energía que podríamos cali-ficar como sobrante libidinal. Es concebible que ese so-brante se origine porque las funciones firmemente orga-nizadas no bastan para compensar suficientemente las di-ferencias de intensidad, a manera de una cañería de diá-metro demasiado reducido para derivar totalmente uncaudal de agua continuamente renovado, siendo en tal casonecesario que el líquido rebalse de algún modo. El so-brante libidinal lleva a ciertos procesos psíquicos quelas simples condiciones naturales no alcanzan a explicaro sólo lo hacen insuficientemente. Trátase de procesos re-ligiosos, cuya índole es esencialmente simbólica. Las ideasreligiosas son símbolos de representaciones; los ritos o lasceremonias son símbolos de acciones, constituyendo ambosla manifestación y la expresión del sobrante de libido. Almismo tiempo, son transiciones a nuevas actividades quedeben calificarse específicamente como actividades cultu-rales, en contraposición con las funciones instintivas decurso reglado y sujeto a leyes.

El símbolo transformador de energía, lo hemos califi-cado también de símil libidinal52, comprendiendo en estetérmino las represeníacíoñeT^ptas para expresar la libidoen forma equivalente, convirtiéndola así en una formadistinta de la original. La mitología nos ofrece inconta-bles ejemplos de esta especie, desde los objetos sagrados,los churingas, los fetiches, hasta las imágenes divinas. Losritos con que se rodea los objetos sagrados a menudo per-miten reconocer con toda claridad su índole de transfor-madores de energía, por ejemplo en los frotamientos rítmi-cos a que el hombre primitivo somete su churinga, conlo que se incorpora la fuerza mágica del fetiche y al mismotiempo lo vuelve a "cargar"53. Un fase más alta de la

52 Wandlungen tmd Symbole der libido.63 Spencer y Gillen, The Nortfcern Tribes of Central Australia, 1904, p. 277.

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misma evolución es la idea totémica, que está íntimamenteligada a los orígenes de las organizaciones colectivas y queconduce directamente a la idea del paladium, de la deidadprotectora tribal, así como a la noción de las organizacionescolectivas humanas en general. El proceso de transforma-ción de la libido se viene realizando desde los orígenes de

I la humanidad y continúa aún. Los símbolos nunca fueroninventados conscientemente, sino producidos por lo incons-ciente, por medio de la llamada revelación" o inunción "Teniendo en cuenta la íntima vinculación de los símbolosmitológicos con los oníricos, así como el hecho de que, co-mo lo expresa P. Lejeune, el sueño es le dieu des sauvages,es muy probable que gran parte de los símbolos históricosproceda directamente de los sueños, o por lo menos hayasido suscitada por los mismos K. Sabemos con certeza quetal es el caso de elección del tótem, y también tenemospruebas correspondientes en cuanto a la elección de losdioses. Esa función simbólica persistente desde tiemposprehistóricos continúa aún, a pesar de que la evolucióndel espíritu tiende desde hace muchos siglos a suprimirla formación individual de símbolos. Un primer paso ental sentido fue la creación de una religión oficial de Esta-do, un paso más lo constituyó la extirpación del politeísmo,cuyo comienzo quizá se halle en el intento reformatoriode Amenofis IV. Como sabemos, la época cristiana hacumplido progresos extraordinarios en la supresión de laformación individual de símbolos. En la medida en quela intensidad de la idea cristiana comienza a disminuir,

61 "El hombre, por supuesto, siempre ha tratado de comprender y dominarsu ambiente, pero en las fases primitivas este proceso era inconsciente. Losasuntos que para nosotros constituyen problemas existían latentes en el cerebroprimitivo; allí, indeíinidos, yacían juntos el problema y la respuesta; a travésde muchas eras de salvajismo, primero una y luego otra respuesta parcialemergió a la conciencia; al final de la serie, apenas completada hoy, habráuna nueva síntesis en la cual el enigma y la respuesta serán una sola y_J»misma cjjsa". A. E. Crawley, The Idea of Ule SOfll, 1909, p. 11.

65 "Los suefios son para los salvajes lo que la Biblia para nosotros: fuentede la revelación divina". Gatchet, "The Klamath Lanjuage", Contrib. to tile N.Amerlc. Etnnol., II, i; citado por Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dan»les soclétés Inférieures, 1910.

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cabe esperar que vuelva a animarse la formación individualde símbolos. Evidente prueba de ello podría ser el aumen-to casi increíble de las sectas desde el siglo XVIII, el si-glo del "Iluminismo". Nuevas etapas de esta vía se en-cuentran en la tremenda expansión de la Ciencia cristiana,la Teosofía, la Antroposofía y la el Mazdeísmo.

La labor práctica con nuestros pacientes nos ofrececontinuamente tales formaciones de símbolos tendientes ala transformación de la libido.

Al comienzo del tratamiento comprobamos la actua-ción de formaciones simbólicas cuya insuficiencia se acusapor su reducido gradiente, de modo que la libido no pue-de convertirse en rendimiento efectivo, sino que se deri-va inconscientemente por las viejas vías, es decir, por fan-tasías y actividades fantásticas de carácter sexual arcaico,hallándose en consecuencia el paciente en desacuerdo con-sigo mismo, o sea neurótico. En tales casos, naturalmente,está indicado el análisis en sentido estricto, es decir, elmétodo psicoanalítico reductivo iniciado por Freud quedesintegra todas las formaciones simbólicas inútiles y lasreduce a elementos naturales. La usina hidroeléctrica, si-tuada a excesiva altura y construida ineficientemente, esdemolida y descompuesta en sus partes originarias, resta-bleciéndose al mismo tiempo el curso de agua originalLo inconsciente continúa formando símbolos que, natu-ralmente, pueden ser reducidos a sus elementos ad infi-nitum.

El ser humano, empero, no se conforma ni podrá con-formarse jamás con el curso natural de las cosas, pues po-see siempre un sobrante de energía al cual se puede ofrecerun gradiente más favorable que el meramente natural,razón por la que el hombre vuelve siempre a buscarlo, pormás que se lo torne a reducir al gradiente natural. Hemosllegado, por consiguiente, a la convicción de que, una vezreducido todo lo inadecuado, restablecido el curso natural,de las cosas y dada así la posibilidad de una vida natural.

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la reducción no habrá de continuarse, sino que se deberá-favorecer más bien, sintéticamente, la formación de sím-bolos, de modo que resulte un gradiente más favorablepara el sobrante de libido. La reducción al estado natu-ral no es, para el ser humano, ni un estado ideal, ni unapanacea. Si el estado natural fuese realmente tal cosa, elhombre primitivo habría de llevar una existencia envidia-ble. Pero en manera alguna es así, pues el primitivo estáde tal modo torturado por supersticiones, ansiedades ycompulsiones, además de todos los pesares y esfuerzos dela vida cotidiana, que si viviera en nuestra civilización nopodría ser considerado sino como un grave neurótico, oaun como un demente. ¿Qué decir de un europeo que secondujera del siguiente modo? Un negro había soñado quesus enemigos lo perseguían, lo apresaban y lo quemabanvivo. Al día siguiente hizo que sus parientes encendieranuna hoguera y lo pusiesen con los pies en la misma, a finde alejar mediante esta ceremonia apotropéyica la calami-dad soñada. Quemóse de tal manera que durante muchosmeses no pudo levantarse, gravemente enfermo™.

De tales ansiedades se libró él hombre mediante laprogresiva formación de símbolos, que lo condujo a la cul-tura. Por tanto, la vuelta a la naturaleza habrá de ser se-guida necesariamente por una restauración sintética delsímbolo. La reducción conduce hacia lo más profundo delprimitivo hombre natural y de su curiosa actitud mental.Freud dedicó principalmente su atención a la absolutaansia de placer; Adler, a la "psicología del prestigio". Trá-tase, en efecto, de dos particularidades muy esenciales delpsiquismo primitivo, pero en modo alguno de las únicas.En aras de la integridad, habría que mencionar tambiéntodos los restantes rasgos de primitividad, como lo lúdico,lo místico, lo "heroico", etc., pero ante todo el hecho car-dinal del alma primitiva: su inermidad frente a las "po-

06 Lévy-Bruhl, loc. cit., p. 54.

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tencias" suprapersonales, sean ellas instintos, afectos, es-píritus, demonios o dioses. La reducción lleva a esa ina-nidad del primitivo, de la cual al hombre civilizadoespera haber escapado. Pero así como la reducción enfren-ta al hombre con su subordinación a las "potencias" y leplantea con ello un problema casi peligroso, así el trata-miento sintético del símbolo lo enfrenta con el problemareligioso, mas no con el de las confesiones religiosas ac-tuales, sino con el'problema religioso del primitivo. Frentea las potencias que lo dominan de manera muy real, única-mente un hecho no menos real puede ofrecerle proteccióny ayuda; ningún sistema intelectual, sino sólo la experien-cia inmediata puede contrapesar el ciego poderío de losinstintos.

Al polimorfismo de la primitiva naturaleza instintivase enfrenta, regulándola, el principio de individuación; ala multiplicidad y a la contradictoria disparidad se le opo-ne una unidad contractiva, cuyo poderío no es menor queel de los instintos. Ambas faces aun llegan a formar unapolaridad imprescindible para la autorregulación, que a me-nudo ha sido caracterizada como naturaleza y espírituEl fundamento de esos conceptos lo forman condiciones psí-quicas entre las cuales la conciencia humana oscila comoel fiel de una balanza.

A la experiencia inmediata el espíritu primitivo sólose da en la forma del psiquismo infantil aun accesible ala memoria. Freud concibe las particularidades del mismocomo sexualidad infantil, con cierta razón, pues de esta dis-posición germinal se desarrollará la ulterior naturalezasexual madura. Freud, empero, deriva del estado germi-nal infantil una serie de particularidades del espíritu, dan-do así la impresión de que también el espíritu surgiría deuna fase previa sexual y, por tanto, no sería sino un de-rivado de la sexualidad. Sin embargo, no advierte que elestadio germinal polivalente de la infancia no es tan sólouna curiosa y perversa fase previa de la sexualidad ñor-

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mal y madura, sino que justamente nos parece curiosa-mente perversa porque no sólo es la fase previa de la se-xualidad madura, sino también de la particularidad espi-ritual del individuo. Del estadio germinal infantil surgetodo el ser humano ulterior; de ahí que él primero no selimite a la mera sexualidad, tal como tampoco el psiquismodel hombre adulto es simple sexualidad. En ese estadiogerminal tampoco se hallan únicamente los gérmenes dela vida adulta, sino también toda la herencia de la serieancestral, cuya extensión es indeterminada. En tal heren-cia no sólo se hallan incluidos los instintos que se originanya en la fase animal, sino también todas aquellas dife-renciaciones que han dejado tras sí huellas trasmisibles.Así, en realidad, todo niño nace dotado de una enormeincongruencia; por un lado es un ser inconsciente, en cier-to modo animal, mientras que por el otro es la encarna-ción última de una suma hereditaria antiquísima, infinita-mente compleja. Esa incongruencia representa la tensióndel estadio germinal y explica también muchos otros enig-mas de la psicología infantil, por cierto no poco enigmática.

Si procedemos a develar mediante un procedimientoreductivo las fases previas infantiles de un psiquismo adul-to, hallamos, como fundamento último, los gérmenes in-fantiles, que por un lado contienen in statu nascendi alulterior ente sexual natural, pero por el otro también al-bergan todas aquellas complejas precondiciones del entecultural. Esto quizá se refleje con máxima claridad en lossueños de los niños. Muchos son simplemente "pueriles"y directamente comprensibles; pero otros llevan implíci-tas posibilidades de explicación casi—alucinantes y cosasque sólo revelan su sentido profundo a la luz de las ana-logías primitivas. Esta otra faz es el espíritu in nuce. Lainfancia no sólo es importante porque en ella comienzanalgunas mutilaciones de los instintos, sino también porqueen ella todos aquellos profetices sueños e imágenes quepreparan el destino se enfrentan al alma infantil, alen-

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táíidola Q. angustiándola, junto con aquellos presentimien-tos retrospectivos que, excediendo ampliamente los lími-tes de TaTexperiencia infantil, abarcan la existencia de losantepasados5G?. Así, en el alma del niño, a la condición"natural" ™ lo npm-iQ ^inc. pgpiHtuai pi'en se-^fbe ir?-"!ser humano que vive en estado natural no es, en modoalguno, meramente "natural", como los animales, sino queve, cree, teme y adora cosas cuyo sentido no se desprendede las solas condiciones ambientales, cuyo sentido oculto,por el contrario, nos lleva muy lejos de toda naturalidad,intuibilidad y comprensibilidad, y que aun contrasta, amenudo en la forma más violenta, con los instintos. Re-cuérdese solamente todos los ritos y costumbres cruelesde los primitivos, contra los que se levanta indignado elsentimiento natural; todas las convicciones e ideas incon-ciliablemente opuestas a la evidencia misma de las cosas.Esos hechos compelen a aceptar la suposición de que elprincipio espiritual (sea éste lo que sea) se impone conincreíble fuerza frente al principio meramente natural.Podría afirmarse que también aquel principio es "natural"y que ambos emanan de una y la misma "naturaleza".Por nuestra parte, no dudamos de ese origen, pero debemosdestacar que esa cosa "natural" consiste de un conflictoentre dos principios, a los cuales puede darse, a gusto decada uno, tal o cual nombre, y que esta contradicción esla expresión y quizá también el fundamento de aquellatensión que hemos dado en calificar como energía psíquica.

Por razones teóricas, también en el niño debe existirtal tensión antinómica, pues sin ella no habría energía al-guna, como ya Heráclito lo ha declarado: "la guerra esel^^gdrp...de-todo". Como señalamos antes, ese conflictopuede concebirse como una antinomia entre la esencia na-tural, aun profundamente primitiva, del ente recién naci-do, y su masa hereditaria altamente diferenciada. El ente

""* En alemán, antepasados: Aliñen; presentimientos: Ahntmgen, algoasí como "antepasamientos", retruécano irremedable en castellano. (T.).

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natural se caracteriza por su inquebrantada instintividad,es decir, por su total inanidad frente a los instintos. Lamasa hereditaria que se opone a tal estado consiste de lossedimentos mnemónicos de todas las experiencias de laserie ancestral. Esta hipótesis suele ser considerada conescepticismo, suponiendo que se trataría de "representa-ciones heredadas", pero naturalmente no pretendemos im-plicar tal cosa. Trátase, en cambio, de posibilidades here-dadas de representación, de "facilitaciones" o_"canaliza_-ciones" que paulatinamente se han formado en la serie añ-r-pst.ral por la reit.prac-itSn He las experiencias. Negar latrasmisión hereditaria de esas canalizaciones equivaldríaa negar la herencia del cerebro. Quien pretendiera hacerlodebería sustentar, consecuentemente, la afirmación de queel niño nace con el cerebro de un mono. Pero como vieneal mundo con un cerebro humano, éste también tendráque comenzar a funcionar, tarde o temprano, de manerahumana, y necesariamente comenzará a funcionar en elmismo nivel en que se encontraban los últimos anteceso-res. Desde luego, esa circunstancia es profundamente in-consciente para el niño. Ante todo, sólo se le tornan cons-cientes los instintos y cuanto eventualmente pueda opo-nérseles, vale decir, los padres reales y visibles. De ahíque el niño aun no tenga la menor noción de que los ele-mentos inhibidores podrían residir en él mismo. Con razóno sin ella, todo lo inhibidor se proyecta sobre los padres.Este prejuicio infantil es tan pertinaz que nosotros, losmédicos, debemos desplegar los mayores esfuerzos parainculcar a nuestros pacientes la conciencia de que el pa-dre malo, el que todo lo prohibe, no se halla tanto fuerade él, sino alojado en el niño mismo. Cuanto actúa desdelo inconsciente, se manifiesta proyectado hacia el prójimo.Ello no significa que el prójimo esté totalmente exento deculpa, pues aun la mayor de las proyecciones se engendrapor lo menos en una astilla, pequeñísima quizá, pero entodo caso la astilla del prójimo.

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Aunque la masa hereditaria está constituida por ca-nalizaciones fisiológicas, éstas fueron creadas en la serieancestral por procesos espirituales, y cuando llegan a laconciencia del individuo, sólo pueden alcanzarla asimismoen forma de procesos espirituales. Además, aunque esosprocesos sólo puedan conciencializarse por medio de la ex-periencia individual, presentándose por tanto como adqui-siciones individualgs^_sigtten-siefidaj:analizaciones preexis-tentes q\ie^dfo~son "rellenadas" por Inexperiencia indivi-duai^Quizá toda experiencia "impresionante" consista entína semejante irrupción en una vía arcaica pero que hastaese momento permaneció inconsciente.

Las canalizaciones preexistentes son hechos concretos,tan irrefutables como el hecho histórico de que el serhumano construyó una ciudad a partir de su caverna pri-mitiva. Naturalmente, tal evolución sólo fue posible mer-ced a la formación de colectividades, y ésta sólo fue posi-ble mediante la coartación de los instintos. La coartaciónde los instintos por procesos espirituales se impone en elindividuo con el mismo poderío y con idéntica eficaciaque en la historia de los pueblos. Es un proceso normativoo, más cabalmente expresado, un proceso nomotético, cuyopoderío emana del hecho inconsciente de las canalizacio-nes heredadas. El espíritu, como principio activo de la/masa hereditaria, consiste de la suma de los espíritus an-cestrales, de los padres invisibles,57 cuya autoridad nace con

^el.jttiñp. El concepto filosófico de espíritu ni siquiera halogrado liberar su expresión terminológica de aquel otroconcepto de espíritu, el que es sinónimo de "espectro". Encambio, la concepción religiosa consiguió superar dichaadhesión terminológica a los espíritus denominando Diosa aquella autoridad espiritual. Esa concepción se ha des-arrollado en el curso de los milenios, como una formula-ción de aquel principio espiritual opuesto a la instintivi-

57 SoederMom, Das Werden des Gottesglaubeus, 1916, p. 88 y sigs., 175y si?s.

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dad pura. Lo que tiene extraordinaria importancia eneste concepto es el hecho de que Dios es concebido al mis-mo tiempo como creador de la naturaleza. Se le aceptacomo hacedor de aquellos seres imperfectos que yerran ypecan, y simultáneamente es reconocido como juez ypunidor. La lógica más simple bastaría para argumentarque, al crear un ser que cae víctima del error y del pecado,que a causa de su ciega instintividad carece casi de todovalor, no se es, evidentemente, un buen creador y ni si-quiera se está preparado para aprobar un examen deaprendiz. (Como se sabe, ese argumento tuvo un impor-tante papel en el gnosticismo). Mas la concepción religio-sa tampoco se deja confundir por tal crítica, sino que afir-ma que los caminos y los designios divinos son inescru-tables. En efecto, el argumento gnóstico no halló mayoraceptación en la historia, pues la intangibilidad de la ideade Dios parece corresponder a una necesidad vital, frentea la que toda lógica debe flaquear. (Compréndase que nose trata en este caso de Dios como una cosa en sí, sinoúnicamente de una concepción humana, la cual, como tal,es un legítimo objeto de la ciencia.)

Aunque el concepto de Dios es, por tanto, un princi-pio espiritual por excelencia, la necesidad colectiva exigeque sea al mismo tiempo una concepción de la primeracausa creadora, de la cual emana toda aquella instintividadantagónica de lo espiritual. Con ello, Dios no sólo seríala esencia de la luz espiritual, última flor que aparece enel árbol de la evolución; no sólo la meta de la redenciónespiritual, en la que culmina toda creación; no sólo el fin yel objeto, sino también la más tenebrosa, la más baja cau-sa de todas las tinieblas de la naturaleza. He aquí una tre-menda paradoja que corresponde, evidentemente, a unaprofunda verdad psicológica. En efecto, no representa otracosa, sino el carácter contradictorio de uno y el mismoente, un ente cuya más íntima naturaleza radica en sutensión antagónica. Ese ente, la ciencia lo llama energía,

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ese algo que es la compensación viva entre los antagonis-mos. Quizá sea por ello que la concepción de Dios, inad-misiblemente paradójica, es tan satisfactoria para las ne-cesidades humanas, que ni la más justificada lógica puedesostenerse contra ella. En efecto, ni la más sutil especula-ción podría hallar una fórmula más adecuada para expre-sar este hecho fundamental de la intuición interior.

No creemos haber dicho nada superfluo al ocuparnosun tanto detenidamente de la naturaleza de los antagonis-mos que son el fundamento de la energía psíquica". Lateoría freudiana consiste en una explicación causal de lapsicología de los instintos, y considerado desde este puntode vista, el principio espiritual no podría ser más que unapéndice, no podría presentarse sino como un subproductode los instintos. Como no es posible negar su fuerza inhi-bidora y supresora, ésta se atribuye a las influencias dela educación, a las autoridades morales, las convencionesy tradiciones. De acuerdo con aquella teoría, esas instan-cias, a su vez, derivan el poderío que ostentan de las re-presiones, por mediación de un círculo vicioso. En todocaso, lo espiritual no se acepta como un equivalente opues-to al instinto. El punto de vista espiritual, por el con-trario, se encarna en la concepción religiosa, que supone-mos suficientemente conocida. Según ese punto de vista,la psicología de Freud representa una amenaza, pero nouna amenaza mayor que el materialismo en general,, seaéste de índole científica o práctica. La unilateralidad teó-rica de la teoría sexual freudiana es, por lo menos sinto-máticamente, importante, pues tiene una justificación mo-ral, aunque no científica. No cabe duda que la instintivi-dad en el campo de la sexualidad es la que más generaly profundamente choca con las concepciones religiosas.Nunca se podrá evitar la colisión de la instintividad infan-

• Del mismo problema, bajo otros aspectos y con distinto enfoque, no»nemos ocupado en Wandlungen und Symbole der Libido, pág 167 y 410 y sigs..asi como en Psychologische Typen, pág. 275 y sigs

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til con el ethos;\ más aún, este choque lo consideramos,gomo conditio sine qua non de la energía psíquica.' Mien-trasTtoHós convenimos eñ~Har~ptrrgérvtado que el homicidio,el robo y otras perversiones afectivas son totalmente in-tolerables, admitimos, en cambio, la existencia de un de-nominado problema sexual. Nadie habla de un problemadel homicidio o íTe^ff "Colera; nadie exige que se adoptenmedidas sociales contra aquellos que descargan su mal hu-mor en los semejantes. No obstante, trátase igualmentede instintividades, pero su supresión se considera natural.Sólo en lo referente a la sexualidad plantéase un interro-gante. Este traduce una duda: la de si nuestros antiguosconceptos morales y las instituciones legales que en ellosse fundan serían suficientes y eficaces. Ningún entendidoatreveríase a negar que existen al respecto opiniones muydispares: ni siquiera se daría un problema de esa especie,si no fuera planteado por la disparidad de la opinión pú-blica ante tal cuestión. Es evidente que nos hallamos antela reacción contra una moralidad demasiado rigurosa, perono se trata del simple desencadenamiento de una instin-tividad primitiva, pues todos sabemos que tales desenca-denamientos nunca se han preocupado de las leyes éticasni de problemas morales. Trátase, en cambio, de seriasdudas acerca de si nuestra concepción moral tradicionalrinde la debida justicia a la naturaleza de la sexualidad.De esa duda surge, naturalmente, el legítimo interés decomprender mejor y más profundamente la naturaleza dela sexualidad, y es a este interés que se aproxima la psi-cología freudiana, así como muchos otros intentos. Portanto, el que Freud preste particular importancia a lasexualidad representaría una respuesta más o menos cons-ciente a dicho problema actual, y recíprocamente, la re-cepción que Freud ha hallado en el público demostraríacuan actual es su respuesta. Ningún lector atento y críticode las obras de Freud dejará de advertir cuan general yelástico es su concepto sexual. En efecto, es tan amplio

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que a menudo nos preguntamos por qué el autor persisteen emplear en determinados pasajes una terminología se-xual. Su concepto de la sexualidad no sólo comprende losprocesos sexuales fisiológicos, sino también casi todos losestratos, fases y formas del sentir y el apetecer. Esta enor-me elasticidad permite también aplicar universalmente suconcepto sexual, pero no, por cierto, con ventaja para lasexplicaciones así obtenidas. Por medio de ese concepto se

, puede explicar una obra de arte o una vivencia religiosade la misma manera que un síntoma histérico, sin conside-rar, al hacerlo, la absoluta diferencia entre los tres. Portanto, la explicación obtenida habrá de ser falsa por lomenos para dos de las cosas mencionadas. Salvo estos in-convenientes, empero, es psicológicamente exacto comen-zar por abordar el problema de los instintos desde la fazde la sexualidad, pues en ésta radica algo que es motivode reflexión precisamente para quien la contempla sinprejuicios. El conflicto entre ethos y sexualidad ya no es,actualmente, una simple colisión entre instintividad y mo-

-ral, sino una lucha por la justificación de un instinto ola aceptación de una fuerza que se expresa en ese instinto,fuerza que, al parecer, no puede ser tratada a la ligeray que tampoco quiere someterse a nuestras bien intencio-nadas leyes morales. Mas la sexualidad no es sólo instin-tividad, sino también una innegable potencia creadora; nosólo es la causa fundamental de nuestra vida como indivi-duos, sino también un factor muy serio de nuestra vida psí-quica. Con creces sabemos hoy cuan graves consecuenciaspueden acarrear los trastornos de la sexualidad. Podríasellamarla portavoz de los instintos, y por eso el punto devista espiritual ve en ella su principal contrincante, perono porque los excesos sexuales sean, en sí mismos, másinmorales que la gula y la ebriedad, la avaricia, la tiraníay la dilapidación, sino porque el espíritu sospecha en lasexualidad un contrincante del mismo poderío y aun afína el. En efecto, tal como el espíritu quisiera subordinar

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a la sexualidad, como a todos los demás instintos, sujetán-dolos a sus propias formas, también la sexualidad tieneantiquísimos derechos sobre el espíritu, al cual otrora —enla concepción, el embarazo, el nacimiento y la niñez—llevó albergado en sí y de cuya pasión el espíritu no puedeprescindir para sus creaciones. ¿Qué restaría del espíritu,si un instinto de igual valía no se le opusiera? Quedaríareducido a una mera forma vacía. El respeto razonablepor los demás instintos ha llegado a ser, para nosotros, algonatural y evidente, pero la actitud frente a la sexualidadsigue siendo muy distinta: aun nos resulta problemática,o sea que ante ella no hemos alcanzado todavía esa calidadde conciencia que nos permitiría rendirle plena justiciasin sufrir por ello un sensible menoscabo moral. Freud noes sólo un investigador científico, sino también un aboga-do de la sexualidad; de ahí que por lo menos concedamosa su concepto una justificación moral, teniendo en cuentala gran importancia del problema sexual, sin por ello poderaceptarlo también científicamente.

No es ésta la oportunidad para discutir los posiblesmotivos de la actitud contemporánea ante la sexualidad.Basta señalar nuestra impresión de que la sexualidad esel más poderoso y el más directo de los instintos," por locual se nos presenta como el instinto por antonomasia.

También cabe destacar, empero, que el principio espi-ritual, en sentido estricto, no es antagónico al instznío ensí, sino más bien a la instintividad, en el sentido de unainjustificada supremacía de la naturaleza instintiva frente_a lo espiritual. También lo espiritual se manifiesta en elpsiquismo como un instinto, más aún, como una verdaderapasión, o como Nietzsche lo expresó cierta vez, "como unfuego consuntivo". No es ningún derivado instintivo, comopretende la psicología de los instintos, sino un principiosui generis: el de la forma imprescindible para la energía

88 No es éste el caso en los primitivos, en los cuales el problema alimen-tario desempeña un papel mucho más importante.

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instintiva. En un estudio especial, al que aquí remitimoshemos tratado particularmente este problema 60.

Esas dos posibilidades que ofrece el espíritu humanoson las que sigue la formación de los símbolos. La reduc-ción desintegra los símbolos inadecuados e inútiles y haceretornar con ello al mero decurso natural, ocasionando asíun relativo estancamiento de la libido. Tal estado, en lamayoría de los casos, lleva forzosamente a la formación delas denominadas "sublimaciones", es decir, a determinadasactividades de índole cultural, derivándose así, en ciertamedida, el intolerable exceso de libido; pero con ello noquedan cumplidas las necesidades realmente primitivas.Si se examina, empero, la psicología de ese estado con cri-terio minucioso y libre de prejuicios, es fácil descubrir co-natos de una primitiva formación religiosa, aunque unaformación de carácter individual y muy distinta de la pre-dominante religión dogmática colectiva. La formación dereligiones o de símbolos constituye, sin embargo, un interésdel espíritu primitivo tan importante como la satisfacciónde los instintos, de modo que la vía del desarrollo ulteriorqueda así lógicamente establecida. El camino de salida delestado reducido radica en la formación religiosa individual,que permite a la individualidad en sí emerger del velo dela personalidad colectiva, lo que sería imposible en el esta-do de reducción, pues la naturaleza instintiva es, por esen-cia, absolutamente colectiva. El desarrollo de la indivi-dualidad también queda coartado o, por lo menos, muydificultado si, a partir del estado de reducción, prodúcensesublimaciones de emergencia consistentes en determinadasactividades culturales que, por su índole misma, tambiénsean colectivas. En la medida en que los seres humanosson en su mayor parte colectivos, las sublimaciones deemergencia constituyen resultados terapéuticos que no esposible subestimar, pues permiten a muchos seres la super-

60 Instinto e Inconsciente, en el presente volumen.

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vivencia en actividades útiles y productivas. A esas "acti-vidades culturales" pertenecen también los ejercicios re-ligiosos en el marco de una religión colectiva oficial. Lamaravillosa amplitud de la simbólica católica ofrece alespíritu una recepción que es, para muchas naturalezas,ampliamente satisfactoria de por sí, mientras que la rela-ción inmediata con Dios que caracteriza al protestantis-mo satisface al impulso de independencia mística, y lateosofía, con sus infinitas posibilidades de representación,viene al encuentro de la necesidad gnosticista de eviden-cia intuitiva, así como a la inercia del pensamiento.

Esas organizaciones o sistemas son símbolos (aú(a6oAov)= profesión de fe) que permiten al hombre erigir una po-sición espiritual antagónica a la primitiva naturaleza ins-tintiva, una actitud cultural frente a la mera instintividad.Tal fue siempre la función de todas las religiones, cumpli-da durante las más largas épocas y para la inmensa mayo-ría de los seres por el símbolo de la religión colectiva,mientras que sólo temporariamente y para relativamentepocos seres, las religiones colectivas oficiales son insufi-cientes. Sea en individuos aislados, sea en grupos humanos, siempre que el proceso cultural se encuentra en plenoprogreso prodúcense cismas de las convicciones colectivas.Todo, progreso cultural representa psicológicamente unaampliación de la conciencia, una conciencialización quesólo puede tener lugar por medio de la diferenciación. Portanto, todo progreso comienza por la individuación, es de-cir, por el hecho de que un individuo, consciente de suunicidad, se abre un nuevo camino por terreno virgen.Para ello habrá de retornar primero a su condición primor-dial, prescindiendo de toda autoridad, de toda tradición,y aceptando conscientemente su diferenciación individual.En la medida en que logre imponer colectivamente suconciencia ampliada, la tensión de los antagonismos asícreados proporcionará el impulso que la cultura necesitapara avanzar hacia nuevos progresos. Ello no implica que

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el desarrollo de la individualidad sea en todas las circuns-tancias necesario o aun oportuno, si bien de acuerdo conel aforismo de que "sólo la personalidad es la máximafelicidad de las criaturas terrenas", serían relativamenteabundantes los seres que ante todo necesitarían desarro-llar su individualidad, especialmente en esta época cultu-ral de chatura colectiva, dominada por el periodismo.De acuerdo con mi propia experiencia, naturalmente limi-tada, entre los hombres de edad más o menos madura sonmuchos aquellos para los cuales el desarrollo de la indivi-dualidad es una necesidad imprescindible. Por eso hellegado a la convicción, particular y sujeta a revisión, deque precisamente el hombre de edad madura tiene, ennuestra época, urgente necesidad de ser educado algo másen la cultura individual, ya que en su juventud la escuela,y luego la universidad, le han dado una formación exclusi-vamente colectiva y lo han saturado materialmente dementalidad colectiva. También es frecuente la experien-cia de que los hombres de edad madura son, en este res-pecto, mucho más plasmables de lo que cabría esperar, yaque los seres madurados y consolidados por la experienciade la vida son los más reacios a un punto de vista exclusi-vamente reductivo. Es natural que la edad juvenil puedeobtener gran beneficio de la amplia aceptación de la natu-raleza instintiva, por ejemplo mediante la aceptación dela sexualidad, cuya represión neurótica aparta en excesoal hombre de la vida o lo sujeta a un género de vida pro-fundamente inadecuado, con el cual debe necesariamenteentrar en conflicto. La justa aceptación y consideración delos instintos normales conduce al hombre joven hacia lavida y lo liga a destinos que han de guiarlo hacia necesi-dades y hacia los sacrificios y cumplimientos en ellas im-plícitos, que fortalecerán su carácter y madurarán su ex-periencia. Para el hombre adulto en la segunda mitad desu vida, en cambio, la continua ampliación del horizontevital no es, evidentemente, el principio más adecuado, pues

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la involución del atardecer de la vida exige simplifica-ciones, limitaciones e interiorizaciones, es decir, una cul-tura individual. El ser humano de la primera mitad de lavida, biológicamente orientada, tiene por lo general, gra-cias a lo juvenil de todo su organismo, la posibilidad de so-portar la ampliación de su existencia y de aplicarla paraalgo útil. El hombre maduro está naturalmente orientadohacia la cultura, mientras que las disminuyentes fuerzasde su organismo le facilitan la subordinación de los instin-tos a las consideraciones culturales. No pocos son los quefracasan en la transición de la esfera biológica a la cultural,pues nuestra educación colectiva no nos provee casi derecurso alguno para cumplir satisfactoriamente esa mu-danza. Aunque se preocupa en grado sumo de la educa-ción juvenil, no atiende en modo alguno la del hombreadulto, del cual, sin razón conocida, se supone siempre "queno necesitaría ninguna educación. Por tanto, fáltale todaguía para ese paso extraordinariamente importante de laactitud biológica a la cultural, para la transformación de laenergía desde su forma biológica a la cultural. Este proce-so de transformación es individual y no puede ser impuestopor reglas ni preceptos generales. La transformación de la li-bido se realiza por medio del símbolo. La formación desímbolos es un problema fundamental que no correspondeal ámbito de este trabajo. Al respecto, remito al capítulo Vde Tipos psicológicos, donde me he ocupado detenidamentedel problema.

4. EL CONCEPTO PRIMITIVO DE LIBIDO

Las más primitivas representaciones de una potenciamágica, considerada como una fuerza objetiva en la medi-da en que es también un estado de intensidad subjetivo,demuestran a qué punto los orígenes de la formación desímbolos religiosos está vinculada precisamente a un con-cepto energetista.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO g5

Valga, como ilustración, algunos ejemplos. Según in-formes de McGee61, los indios dacotas tienen la siguienteconcepción de dicha "fuerza": el sol es wakanda, no elwakanda o un wakanda, sino simplemente wakanda. Laluna es wakanda, así como el trueno, el rayo, las estrellas,el viento, etc. Seres humanos, en especial el chamán, sonasimismo wakanda, como los demonios de los elementoslos fetiches y otros objetos rituales, numerosos animales ytambién parajes de carácter notable.

McGee opina que la expresión "wakanda." podría tra-ducirse por "secreto" mejor que con cualquier otro térmi-no, pero también este concepto es demasiado estrecho, dadoque wakanda puede denotar asimismo fuerza, sagrado, an-tiguo, tamaño, animado, inmortal.

En sentido análogo al que los dacotas dan a wakanda,los iraqueses usan la voz oki, y los algonquines, manitú,con el significado abstracto de "fuerza" o "energía produc-tiva". Wafcanda es la representación de "una energía vitalo fuerza universal de distribución ubicua, invisible peromanejable y transferible" (Lovejoy) ra. La existencia delprimitivo, en cierta manera, gira en todos sus intereses al-rededor de intentos de apropiarse esa fuerza en cantidadsuficiente.

Particular interés tiene la observación de que concep-tos como el de manitú se emplean también como exclama-ciones ante cualquier percepción sorprendente. Idénticaobservación ha hecho Hetherwick ™ en los yaos, que excla-man mulungu cuando ven algo sorprendente o incompren-sible, teniendo dicha voz los siguientes significados:

1. el alma del hombre, que en vida se llama lisokay en la muerte se convierte en mulungu;

2. la totalidad del mundo de los espíritus;

81 IStt Beport tT. S. Burean of Etnnol., pág. 182; Lovejoy, "The funda-mental concept of the primitive philosophy", The Monlst, vol XVI, pág. 363.

" The Monist, vol. XVI.63 Citado por Lévy-Bruhl, Les fonctiona mentales, etc., 1910, pág. 141.

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3. la cualidad o fuerza de acción mágica inherente aun objeto de cualquier especie, como la vida y la saluddel cuerpo;

4. el principio activo en todo lo mágico, misterioso,incomprensible e inesperado;

5. la gran fuerza espiritual que crea el universo ytodo lo vivo que en él se halla.

Similar es el concepto de wong en la Costa de Oro.Wong puede ser un río, un árbol, un amuleto, así como la-gos, fuentes, comarcas, montículos de termitas, árboles,cocodrilos, monos, serpientes, pájaros, etc.

Tylor61 interpreta erróneamente la fuerza del wongen sentido animista, como "espíritu" o "alma". Sin embar-go, como lo demuestra el empleo de wong, trátase de una re-lación dinámica entre los hombres y sus objetos. El con-cepto de churinga "5 entre los australianos es también unarepresentación energética similar, significando lo siguien-te: 1) el objeto ritual; 2) el cuerpo de un antepasado in-dividual (del cual procede la fuerza vital); 3) la propie-dad mística de objetos cualesquiera.

Muy similar es el concepto de zogo entre los natura-les del Estrecho de Torres, que se aplica en sentido sus-tantivo tanto como adjetivo.

El arunquiltha australiano es un concepto paralelo designificado semejante, salvo que sirve para denotar la ac-ción mágica mala y el espíritu malévolo, que trata de en-gullir al sol en los eclipses°e. Análogo es el concepto mala-

w Edward B. Tylor, Dle Anfaenge der Kultur, 1873.K Véase Spencer y Guien, The Northern Tribes, etc., 1904, pág. 277. Con

respecto al churinga como objeto ritual, describen la siguiente aplicación: "Elindígena tiene la convicción vaga e incierta, pero no por eso menos poderosa,de que un churiuga, como todo otro objeto sagrado, heredado de generaciónen generación, no sólo está dotado de un poder mágico que en él fu-é puestoal confeccionarlo, sino también de una especie de fuerza procedente de cadauno de los individuos que lo poseyeron. El dueño del churinga lo frota decontorno con la mano cantando al mismo tiempo, y paulatinamente siente queentre él y el objeto sagrado se establece una relación particular, que unafuerza pasa del objeto a él y de él al objeto". Los fetiches son cargados connueva fuerza dejándolos durante semanas y aun meses junto a otro fetichepoderoso. Véase Pechuél-Loesche, Volkskunde von Loango. 1907, p. 366.

* Spencer y Gillen, loc. cit., p. 548,

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yo de badi, que también implica las relaciones mágicasmalévolas.

Las investigaciones de Lumholtz " han demostrado quelos mexicanos poseen asimismo la representación funda-mental de una fuerza que circula a través del hombre y delos animales y plantas rituales (ciervo, hikuli, cereales,plumas, etc.) M.

De los estudios realizados por Alice Fletcher entre losindios norteamericanos se desprende que el concepto delwakan es una representación de relaciones energéticassimilar a los conceptos ya enunciados. El ser humano pue-de tornarse wakan por medio del ayuno, la oración o lavisión. Las armas del indio joven son wakan y no debenser tocadas por ninguna mujer (pues en tal caso la libidose retraería de ellas). Por eso se impreca las armas median-te una oración antes de los combates (a fin de fortalecerlascon la carga libidinal). Mediante el wakan se establece larelación entre lo visible y lo invisible, lo vivo y lo muer-to, la parte y el todo.

Codrington" dice del concepto melanesio de mana:"El espíritu melanesio está totalmente dominado por lacreencia en una fuerza sobrenatural o en un influenciaque, con carácter casi general, se designa mana. Esta fuer-za efectúa cuanto sobrepase la potencia común del hom-bre, todo lo que trascienda de los procesos naturales máscomunes; se fija a personas y a cosas, manifestándose enefectos que sólo a él-pueden ser atribuidos. Es una fuerzao influencia de especie no física, sobrenatural en ciertomodo, pero se manifiesta por medio de la fuerza física o

" TTnknown México.08 Lévy-Bruhl, loc. cit., p. 139: "Cuando los huicholes afirman 1» identi-

dad del trigo, el cerdo, el hikul y las plumas, expresan una suerte de clasi-ficación que se ha establecido entre sus representaciones, clasificación cuyoPrincipio rector es la presencia general en esos entes —o, más bien, la circu-lación entre esos entes— de un poder místico extraordinariamente importantepara la tribu".

" Codrington, The Melanesians, 1891, pág. 118. En su obra extraordina-riamente rica en valiosas observaciones (The Melanesians of British New Guinea,1910, pág. 446), Segliman menciona el bariaua, que posiblemente también debaincluirse en el concepto de mana.

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de cualquier poder o cualidad que posea un ser humano.El mana no está fijado en parte alguna y puede ser trans-mitido a casi cualquier parte; sólo los espíritus, sean almasincorpóreas o seres sobrenaturales, lo poseen y puedentransmitirlo; en realidad es producido por un ente perso-nal, pero puede expresarse por medio del agua, o de unapiedra, o un hueso".

Esa descripción muestra claramente que tanto el ma-na como los demás conceptos semejantes constituyen unarepresentación de la energía que es la única explicaciónde las curiosas características que ostentan estas concep-ciones primitivas. Naturalmente, sería absurdo aceptar quelos primitivos poseen la idea abstracta de una energía, perono cabe duda que sus concepciones representan el ante-cedente concretístico de la idea abstracta.

Concepciones similares pueden hallarse en el concep-to del tondi de los batacos, ™ el atua de los maoríes, el anio han de Ponape, el kasingue o kalit de Peleu, el yaris deTobi, el ngai de Masailandia, el andriamanitra de los ma-lagasos, el hjomm de Ekoi, etc. En su libro Das Werden desGottesglaubens, Soederblom nos ofrece un repertorio ca-si completo de tales concepciones.

Según la opinión de Lovejoy —opinión a la que adhe-rimos sin reservas—, esos conceptos no serían "designa-ciones para lo supranormal o sorprendente —ciertamenteno designan lo que despierta venerante asombro, res-peto o amor—, sino más bien para lo activo, lo poderoso ylo creador". El concepto en cuestión concierne propiamentea la representación de "una sustancia o energía difusa, decuya adquisición depende toda fuerza, capacidad o fertili-dad extraordinarias. Esa energía es, con toda seguridad,fértil (en ciertas y determinadas circunstancias) y estambién misteriosa e incomprensible, pero sólo es así mer-ced a su extraordinario poderío, y no porque las cosas a

70 Warnecke, Die Religión der Batak, 1909.

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través de las cuales se manifiesta tengan carácter extra-ordinario o sobrenatural, ni cualquier otro que supere laexpectativa más razonable".

El principio preanimista es la "creencia en una fuer-za de la cual se supone que actúa según determinadas re-glas y leyes comprensibles; una fuerza susceptible de serinvestigada y dominada". Lovejoy propone, para designaresas concepciones, el término primitive energetics. Muchosconceptos que los estudiosos interpretan con criterio ani-místico, como espíritus, demonios o númenes, correspondenal primitivo concepto de energía. Como ya señalamos, enrealidad no es justificado hablar de un "concepto". Laformulación de Lovejoy, a concept of the primitive philo-sophy, emana naturalmente de nuestra mentalidad mo-derna, es decir, nosotros lo pensaríamos como un conceptopsicológico de energía, mientras que para el primitivo trá-tase de un verdadero fenómeno psíquico que se percibecomo ligado al objeto. El primitivo no posee ideas abstrac-tas y por lo general ni siquiera tiene conceptos concretossimples, sino sólo representaciones, como lo demuestraexhaustivamente cualquier lengua primitiva. Así, tampocoel mana es un concepto, sino una representación basadaen la percepción de las relaciones fenoménicas. Es la esen-cia de lo que Lévy-Bruhl ha descrito como participationmystique. El lenguaje primitivo sólo denota el hecho de larelación y de la sensación por ella despertada, como lodemuestran claramente algunos de los ejemplos preceden-tes, pero nunca designa la naturaleza o la esencia de di-chas relaciones ni del principio que las establece. El des-cubrimiento de un término adecuado para designar laespecie y la esencia de la fuerza relacionante fue el privi-legio de una etapa cultural ulterior, que recurrió para elloa las designaciones simbólicas-

En su clásica obra sobre el mana, Lehmann lo definecomo "lo extraordinariamente efectivo". La naturaleza psí-quica del mana es destacada particularmente por Preuss

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(Globus, tomo 86/7) y por Roehr (Anthropos, XIV-XV).No es posible, realmente, eludir la impresión de que la

concepción primitiva del mana representa una etapa pre-via de nuestro concepto psíquico de energía y, con todaprobabilidad, también del concepto de energía en ge-neral ".

La concepción fundamental del mana retorna en laetapa animística, pero esta vez en forma personificada".Ahora son las almas, los espíritus, los demonios, los dioses,quienes despiertan aquellas extraordinarias acciones. ComoLehmann ha destacado certeramente, el mana aun no tie-ne nada de "divino"; de ahí que no se lo pueda concebircomo la forma original de la idea divina. No obstante, se-ría difícil negar que el mana es una precondición inelu-dible o, por lo menos, muy importante para el surgimientode la idea divina, si no es aún la más primitiva de todaslas condiciones previas. Otra condición previa ineludible esel factor de personificación, para cuya explicación proba-blemente sea necesario recurrir a otros factores psicológicos.

La difusión casi universal del concepto primitivo deenergía es una clara expresión del hecho de que la concien-cia humana sintió ya en las fases más primitivas la nece-sidad de designar figurativamente el dinamismo del su-ceder psíquico por ella percibido. Por tanto, al concederen nuestra psicología particular importancia a la con-cepción energetista, coincidimos con hechos psíquicos quedesde los tiempos más arcaicos se hallan inculcados en elespíritu humano.

71 Véase mi exposición de la forma en que Robert Mayer descubrió elconcepto de energía, en Ueber die Psychologie des Unbewussten, 1942, pág.luí y sigs.

72 Seligman (loc. cit., 1910, pág. 640 y sigs.) menciona observacionesque a nuestro juicio representan fases de transición del mana a las personifi-caciones animísticas. Trátase del labunl de la tribu de los Gelaria. Labunlsignifica "emitir". Se refiere a acciones dinámicas (mágicas) que emanan opueden ser emitidas de los ovarios ( ? ) de las puérperas, hacia otras personas.Los labuni tienen el aspecto de "sombras", usan los puentes para atravesarlos ríos, se transforman en animales, pero por lo demás no tienen ningunapersonalidad ni forma definible. Análoga concepción es la del ajík entre losElgonyi de Kenya septentrional (observación personal).

II

GENERALIDADES SOBRE LA TEORÍA DE LOSCOMPLEJOS

La moderna psicología comparte con la física modernael hecho de que su método posee mayor valor gnoseoló-gico que su material de estudio. En efecto, ese material,la psique, se caracteriza por tan insondable variedad, in-determinación e ilimitud, que las determinaciones emer-gentes del mismo son, por fuerza, de difícil o imposibleinterpretación, mientras que las determinaciones puestaspor la concepción de lo psíquico y por el método de elladerivado, son —o por lo menos deberían ser— magnitudesconocidas. La investigación psicológica arranca de esos fac-tores empíricos o arbitrariamente establecidos, y observa elpsiquismo precisamente a través de la modificación de esasmagnitudes. Lo psíquico, por lo tanto, se da como una pertur-bación de aquel modo de comportamiento que el respectivométodo aplicado presupone como más probable. Tomadocwm grano salís, el principio que rige este proceder coin-cide con el método de las ciencias naturales en general.

En tales circunstancias resulta evidente que todo de-penderá de la premisa metodológica y que los resultadosserán básicamente impuestos por ésta, aunque el objetomismo del conocimiento no t^eja de tener cierta interven-ción, pero sin conducirse como lo haría si subsistiese co-mo ente autónomo, en toda su natural espontaneidad. De

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ahí que hace tiempo se haya reconocido, precisamente enpsicología experimental y sobre todo en psicología, queuna determinada disposición experimental no puede captarel proceso psíquico en forma inmediata, sino que entreéste y el experimento se interpone cierta condición psíqui-ca que podría designarse como situación experimental. Tal"situación" psíquica puede, llegado el caso, invalidar todoel experimento, al asimilar la disposición experimentaltanto como la finalidad en la cual dicho experimento sefunda. Entiéndese por asimilación cierta actitud del su-jeto investigado, que tergiversa el experimento al estar do-minado por una insuperable tendencia a suponer que eiexperimento en cuestión es, por ejemplo, una prueba deinteligencia o un intento de penetrar en su intimidad consondeos indiscretos. Tal actitud no puede menos que en-mascarar el proceso que el experimento se proponía captar

Experiencias de esa índole se han hecho particular-mente en el experimento de asociación, comprobándose enél que la finalidad perseguida por el método •—determinarlos tiempos medios de reacción y las cualidades reactivas—constituía un resultado relativamente insignificante encomparación con la forma en que el método mismo esperturbado por el comportamiento autónomo del psiquis-mo, esto es, por la asimilación. En efecto, fugjibservandoesa perturbación que descubrimos los complejos afectiva^mente-GwrgttdGSj cuy os efectos antes se registraban siempre "como meras fallas de reacción.

El descubrimiento de los complejos y el de los fe-nómenos de asimilación por ellos motivados demostró cla-ramente la endeble base en que reposaba la antiguaconcepción, que se remonta a Condillac, según la cual seríaposible explorar procesos psíquicos aislados. No existenprocesos psíquicos aislados, tal como tampoco existen pro-cesos biológicos aislados; en todo caso, aun no se ha des-cubierto método alguno que permita aislarlos experimen-talmente. Una atención y una concentración especialmente

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 93

entrenadas para ello sólo permiten aislar aparentementeun proceso que responde a la intención de la experiencia.Pero también aquí nos encontraríamos con una situaciónexperimental, que sólo se diferencia de la anteriormentedescrita porque la conciencia ha asumido el papel delcomplejo asimilante, papel que en el otro caso lo desem-peñaban los complejos de inferioridad más o menos in-conscientes.

Con todo eso, empero, de ningún modo se cuestionaen principio el valor del experimento; sólo se critica sualcance. En el terreno de los procesos psicofisiológicos,como por ejemplo las percepciones sensoriales o las reac-ciones motrices, predomina el mecanismo reflejo puro,gracias a la evidente sencillez del fin experimental, noproduciéndose ninguna o casi ninguna asimilación. Perocosa muy distinta ocurre en el dominio de los procesospsíquicos más complicados, donde ninguna disposición ex-perimental puede ser constreñida a posibilidades perfec-tamente determinadas. Aquí, donde también falta la se-guridad ofrecida por la postulación de objetivos experi-mentales específicos, surgen en cambio posibilidades in-definidas que, llegado el caso, determinan desde el prin-cipio mismo una situación experimental que se designacomo constelación. Exprésase en este concepto la circuns-\tancia de que la situación exterior desencadena un procesopsíquico consistente en la reunión y el apronte de deter-minados contenidos. La expresión "estar constelizado" de-nota que se ha adoptado una actitud preparatoria y deexpectativa, que presidirá todas las reacciones. La conste-lización es un proceso automático, involuntario, o sea quenadie puede evitar en sí mismo. Los contenidos consteli-zados son determinados complejos que poseen su propiaenergía específica. Si se lleva a cabo un experimento deasociación, los complejos por lo común influirán conside-rablemente su curso, ya sea perturbando las reacciones,ya, en casos más raros, creando para su protección un

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modo determinado de reacción, que puede reconocerse por-que ya no está de acuerdo con el sentido de la palabrainductora.

Merced a su habilidad yerbal-motriz, los sujetos cultosy voluntariosos logran amortiguar a tal punto el sentidode una palabra inductora, que ya no son alcanzados pordicho sentido. Pero eso sólo se consigue, cuando se tratade ocultar secretos personales de importancia real. El artede Talleyrand —disimular los pensamientos con las pala-bras— es otorgado únicamente a pocos.lLos sujetos pocointeligentes, y entre éstos las mujeres en particular, se de-fienden mediante los denominados predicados de valor\lo cual ofrece a menudo un espectáculo un tanto cómico.En efecto, los predicados de valor son atributos sensi-bles, como lindo, bueno, querido, dulce, amable, etc. Noes raro observar en la conversación corriente cómo ciertaspersonas todo lo encuentran interesante, encantador, lindoy bueno, o en inglés fine, marvellous, grand, splendid, yprincipalmente fascinating. Tales expresiones procuransoslayar una última indiferencia interior, o bien el deseode mantener el tema a una distancia prudencial. Pero lainmensa mayoría de los sujetos no pueden evitar que suscomplejos seleccionen determinadas palabras inductoras,que les provocan toda una serie de síntomas perturbadores,sobre todo una prolongación del tiempo reaccional. Tam-bién cabe emplear en estos experimentos las determina-ciones de la resistencia eléctrica, que Veraguth fue el pri-mero en aplicar a este fin, obteniéndose así, a través delreflejo psicogalvánico, nuevos indicios de las reaccionesperturbadas por complejos.

El interés general del experimento de asociación radicaen que, como ninguna otra experiencia psicológica de aná-loga sencillez, permite reproducir la situación psíquica deldiálogo, con determinaciones de medida y de cualidadaproximadamente exactas. En lugar de una pregunta for-mulada con precisión se presenta una palabra inductora,

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUENO 95

vaga, plurívoca y por eso molesta, y en lugar de una res-puesta, la reacción es una sola palabra. La observacióncuidadosa de las perturbaciones reaccionales nos permitecaptar y registrar hechos y situaciones que a menudo seeluden adrede en la conversación habitual. De tal modo,el experimento asociativo nos permite comprobar cosasque traducen el fondo psíquico no expresado, o sea pre-cisamente aquellas disposiciones o constelaciones que an-tes señalamos. Lo que ocurre en el experimento de aso-ciación también sucede en cualquier diálogo. Tanto aquícomo allí existe una situación experimental que, llegadoel caso, puede constelizar los complejos, que a su vezasimilarán el tema de la conversación o la situación misma,incluso al interlocutor. El diálogo pierde así su carácterobjetivo y su finalidad propia y verdadera, pues la cons-telización de los complejos frustra el propósito del hablantey aun puede hacerle decir cosas distintas de las que que-ría y que más tarde ni siquiera podrá recordar. La crimi-nología saca prácticamente provecho de esas situacionespor medio del interrogatorio cruzado. En psicología seaplica el llamado experimento de repetición, que permiterevelar y localizar las lagunas mnemónicas. Consiste ésteen preguntar al sujeto, después de cien reacciones, porejemplo, cuáles han sido sus respuestas a cada una de lascien palabras inductoras. Las lagunas o las deformacionesmnemónicas aparecen entonces, con cierto promedio de re-gularidad, siempre en los sectores asociativos perturbadospor complejos.

Hasta ahora no nos hemos referido, deliberadamente,a la índole de los complejos, dándolos tácitamente porconocidos, pues el término, en su sentido psicológico, seencuentra hoy incorporado a la mayoría de las lenguas.Todo el mundo sabe, en la actualidad, que uno "tiene1!complejos". Lo que no se sabe también, aunque teórica-mente es mucho más importante, es que los complejos lotienen a uno. En efecto, la suposición ingenua de la uni-

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dad de la conciencia, que se identifica con el "psiquismo"total, y de la supremacía de la voluntad, es gravementecuestionada por la existencia de los complejos. Cada cons-telación de complejos motiva un estado de conciencia per-turbado. La unidad de la conciencia queda rota y la in-tención volitiva es más o menos dificultada, o aun impe-dida del todo. También la memoria sufre a menudo pro-fundamente, como ya hemos visto. De ahí que el complejodeba ser un factor psíquico, que. energéticamente hablan-do, posee una valencia susceptible de superar en ocasionesla del propósito consciente, pues de otro modo no seríanposibles tales rupturas del orden consciente. En realidad,un complejo activo nos deja momentáneamente en unestado de pérdida de libertad, de pensamiento y accióncompulsivos, estado al que quizá podría aplicársele el con-cepto jurídico de responsabilidad restringida.

¿Qué es, pues, científicamente hablando, un "complejoafectivamente cargado"? Es la imagen de una determinadla^situación psíquica que posee un fuerte acento emocionaly, además, ha demostrado ser incompatible con la posturao la actitud habitual de la conciencia. Esa imagen tieneuna poderosa cohesión interior, tiene su propia totalidady también dispone de un grado relativamente alto de au-tonomía, es decir, sólo en escasa medida se encuentra so-metida a las disposiciones de la conciencia, conduciéndoseen el espacio de ésta como si fuera un cuerpo extraño

; animado de vida propia. Por lo común es posible dominarel complejo con cierto esfuerzo de la voluntad, pero nose puede alejarlo definitivamente, y en la primera ocasiónpropicia reaparecerá con su fuerza original. Ciertas inves-tigaciones experimentales parecen indicar que sus curvasde intensidad o de actividad tienen carácter ondulante,con una longitud de onda que puede variar en horas, díaso semanas. Mas este problema sumamente complicado aúnno ha sido aclarado.

Gracias a los trabajos de la psicopatología francesa

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y en particular a los realizados por Fierre Janet, conoce-mos hoy día las amplias posibilidades de escindirse quetiene la conciencia. Janet y Morton Prince lograron realizarescisiones en cuatro y cinco personalidades diferentes,comprobándose que cada una de estas parcelas de perso-nalidad posee un trozo propio de carácter y una memoriaparticular. Tales parcelas existen relativamente indepen-dientes unas de otras, y pueden en todo momento relevarsemutuamente, es decir que cada una posee un alto gradode autonomía. Mis estudios sobre los complejos comple-mentan esa imagen un tanto alarmante de las posibilidadesde desintegración psíquica, pues en el fondo no existeninguna diferencia de principio entre una personalidadfragmentaria y un complejo. Ambos tienen en común to-dos los caracteres esenciales, incluso la delicada cuestiónde la conciencia fragmentaria. Las personalidades fragmen-tarias poseeñ~Iñdü3abTemente conciencia propia, pero lacuestión de si fragmentos psíquicos tan pequeños comolos complejos tienen también propia conciencia, ha queda-do aún sin resolver. Debo confesar que esta cuestión meha preocupado con frecuencia. Los complejos, en efecto,se comportan como los genios malignos de Descartes yparecen divertirse con sus diabluras de gnomos. Ellos po-nen en los labios precisamente la palabra que era mejorcallar, y hacen olvidar justamente el nombre de la per-sona que debía ser presentada; provocan una incoerciblenecesidad de toser exactamente al ejecutarse un hermosopianísimo en un concierto, y hacen tropezar ruidosamentecontra una silla al que quiere pasar inadvertido cuandollega tarde.

En un sepelio hacen presentar congratulaciones en vezde condolencias; son los autores de aquella malicia queF. Th. Vischer quería imputar a los objetos inocentes, ylos personajes de nuestros sueños, ante los cuales nos sen-timos impotentes; son los seres élficos caracterizados a laperfección por el folklore danés en la historia del pastor

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que quería enseñar el "padrenuestro" a dos elfos: éstos seesforzaron en repetir la oración con exactitud, pero desdela primera vez no pudieron menos que decir: "Padre nues-tro que no estás en los cielos". De acuerdo con lo que cabeesperar según nuestra teoría, se revelaron como incapacesde aprender.

Espero que esta metaforización de un problema cien-tífico será tomada cum máximo salís grano y sin acerbascríticas. Una descripción de la fenomenología de los com-plejos, por sobria que sea, no puede prescindir de su im-presionante autonomía; cuanto más penetre en la natura-leza profunda —casi diría yo, en la biología— de loscomplejos, tanto más el carácter de alma fragmentariaaparecerá con evidencia. La psicología onírica muestra contoda claridad la personificación de los complejos, cuandono los reprime la conciencia inhibitoria, así como el folk-lore describe a los duendes haciendo ruido de noche en lacasa. El mismo fenómeno observamos en ciertas psicosisen las que los complejos "hablan" y parecen "voces" depersonas extrañas.

La hipótesis según la cual los complejos son psiquesfragmentarias escindidas, puede hoy día considerarse comocierta. Su origen etiológico es, a menudo, un trauma, unshock emocional o algún incidente análogo por el que seha separado un trozo de la psique. Una de las causas másfrecuentes es el conflicto moral fundado, en último aná-lisis, sobre la aparente imposibilidad de aceptar la tota-lidad de la naturaleza humana. Esa imposibilidad suponeuna escisión inmediata, independientemente de si la con-ciencia del yo es consciente de ello o no. Por lo generalexiste una notable inconsciencia acerca de los complejos,lo que, naturalmente, les confiere una libertad de accióntanto mayor. Su fuerza de asimilación aparece entoncesen toda su amplitud, ya que la inconsciencia acerca delcomplejo ayuda a éste a asimilar el yo mismo, de dondese origina una momentánea e inconsciente modificación de

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la personalidad, denominada identificación^ con j^cprn^piejo. Esta noción totalmente moderna tenía otro nombreen la Edad media: se llamaba, entonces, posesión, términoque está lejos de evocar la representación de un estado.inofensivo; sin embargo, no hay una diferencia esencialentre un lapsus linguae corriente debido a un complejoy las furibundas blasfemias de un poseso. Sólo existe unadiferencia de grado. La historia de la lengua presenta nu-merosos ejemplos. De una persona trastornada por sucomplejo suele decirse: "¿Qué demonios tiene hoy?", "Tie-ne el diablo en el cuerpo", etc. Naturalmente, al usar esasmetáforas algo gastadas, no se piensa ya en su sentidoorigina}, que por otra parte todavía es fácil de reconocery muestra, además, que el hombre más primitivo y másingenuo no "psicologizaba" como nosotros los complejosperturbadores, sino que los concebía como entia per se, esdecir como demonios. El desarrollo ulterior de la concien-cia ha conferido tal intensidad al complejo del yo y a laconciencia personal, que los complejos han sido despoja-dos, al menos en el uso lingüístico, de su autonomía primi-tiva. En general, se dice: "Yo tengo un complejo". La vozpersuasiva del médico dice a la paciente histérica": "Losdolores de Ud. no son reales: Ud. se imagina sufrir". Eltemor a la infección es aparentemente una invención ar-bitraria del enfermo y, en cada caso, se busca convencerlode que él se ha forjado una idea delirante.

Resulta fácil de ver que la concepción moderna co-rriente encara el problema dando por aceptado el hechode que el complejo ha sido inventado e "imaginado" porel paciente y que, en consecuencia, no existiría si ése nose hubiera tomado el trabajo —en cierto modo intencio-nal— de darle vida. No obstante, ha quedado fuera deduda que los complejos poseen una notable autonomía,que los dolores sin fundamento orgánico, es decir los lla-mados males imaginarios, son tan dolorosos como los le-gítimos, y que una fobia patológica no tiene la menor

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tendencia a desaparecer, aun cuando el enfermo mismo, sumédico, y hasta el habla cotidiana en general asegurenque no es más que pura imaginación.

Nos hallamos aquí en presencia del interesante casode la manera de ver llamada apotropéyica, que está en unamisma línea con las antiguas designaciones eufemísticas.cuyo ejemplo clásico es el HóvToq eú^eTvoq.

Así como las Erinias por prudencia y propiciación eranllamadas Euménides, las bien intencionadas, así tambiénla conciencia moderna concibe todos los factores íntimosde perturbación como su actividad propia: simplementelos asimila. Como es natural, eso no acontece confesandoabiertamente que se recurre a un eufemismo apotropéyicosino con una inconsciente tendencia a "irrealizar" la au-tonomía de los complejos cambiándoles el nombre. Ensemejante caso la conciencia se comporta como un hombreque, al oír un ruido sospechoso en el piso alto, corre haciael sótano para comprobar allí que no hay ladrón alguno yque, por consiguiente, el ruido era pura imaginación. Enrealidad ese hombre prudente no se ha atrevido a subiral piso alto.

Desde luego, no se comprende bien por qué el temorincita a la conciencia a explicar los complejos como unaactividad propia. Los complejos parecen de una insignifi-cancia tal, de una futilidad tan ridicula, que inspiran ver-güenza, impulsando a hacer lo posible para ocultarlos. Sinembargo, si fueran en realidad tan fútiles, no podrían seral mismo tiempo tan molestos. Molesto es lo que causamolestia, por lo tanto algo desagradable, que como tal eseo ipso de cierta importancia y que debería ser conside-rado como importante. Uno se siente demasiado propensoa declarar irreal, mientras se puede, lo que es incómodo.La irrupción de la neurosis indica el momento preciso enque los medios mágicos y primitivos del gesto apotropé-yico y del eufemismo ya no resultan eficaces. Desde esemomento el complejo se establece en la superficie de la

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conciencia; ya no es posible evitarlo y, al extenderse, asi-mila paso a paso a la conciencia del yo, como ésta ante-riormente trataba de asimilar al complejo. De ahí nace, endefinitiva, la neurótica disociación de la personalidad.

Un complejo, en el"curso de semejante desarrollo; re-vela su fuerza primitiva, capaz de sobrepujar, llegado elcaso, a la potencia del complejo del yo. Sólo en tal cir-cunstancia se comprende que el yo tiene toda la razónpara someter el complejo a una prudente magia verbal,pues resulta evidente que el yo teme aquello que de unmodo alarmante amenaza oprimirlo. Entre la gente quepor lo general se tiene por normal hay una gran cantidadque conserva "un esqueleto en el armario"; bajo ningúnpretexto se debe aludir a su presencia, pues el temor queinspira ese fantasma en acecho es inmenso. Todos los quese encuentran aún en el estadio de la irrealización de loscomplejos invocan las neurosis como prueba de que loscomplejos son indicio de naturalezas enfermizas a las queellos no pertenecen. ¡Como si el enfermarse fuera sólo pri-vilegio de enfermos!

La tendencia a despojar de su realidad a los comple-jos mediante la asimilación, no demuestra la nulidad deellos, sino su importancia; es una confesión negativa deltemor instintivo experimentado por el hombre primitivoante las cosas oscuras, invisibles y que se mueven por símismas. Ese temor surge en los primitivos al caer la no-che; los complejos también, ya se sabe, se acallan duranteel día, pero de noche elevan su voz con mayor fuerza,ahuyentando el sueño o al menos perturbándolo con pesa-dillas. Los complejos son, en efecto, objetos de la expe-riencia interior, y no se encuentran en pleno día, en lacalle o en la plaza pública. De los complejos depende elbienestar o el malestar de la vida personal; son los Laresy Penates que nos aguardan en la intimidad del hogar,cuya paz es tan peligroso alabar demasiado. Ciertamente,mientras esos genios malignos sólo fastidien al prójimo,

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poco importa, pero cuando comienzan a molestarnos..., seprecisa, sin duda, ser médico para saber qué devastadoresparásitos son los complejos. Para tener una impresióncompleta de la realidad de un complejo, hay que habervisto cómo familias enteras en el curso de pocos años hansido destruidas moral y físicamente, y haber contempladola tragedia sin par y la desesperante miseria que siguensus huellas. Se comprenderá entonces qué inútil y pococientífica es la idea de poder "imaginarse" un complejo.Si se buscara un símil tomado de la patología médica,los complejos podrían compararse con las infecciones ocon los tumores malignos que se originan sin la menorintervención de la conciencia. Tal comparación, por lo de-más, no es muy satisfactoria, pues los complejos no son,en su esencia, de naturaleza morbosa, sino propiamentemanifestaciones vitales de la psique, sea ésta diferencia-da o primitiva. Por eso encontramos sus huellas innegablesen todos los pueblos y épocas. Los monumentos más anti-guos de la literatura los conservan: así, por ejemplo, laepopeya de Gilgamesh describe la psicología del complejode poderío con maestría insuperable, y el Libro de Tobíasen el Antiguo Testamento contiene la historia de un com-plejo erótico y su curación.

El espiritismo, doctrina universalmente difundida, esuna expresión directa de la estructura de lo inconsciente,estructura a base de complejos. Los complejos son, en efec-to, las unidades vivientes de la psique inconsciente, cuyaexistencia y constitución ellos nos permiten reconocer porsí solos. De hecho lo inconsciente sería un residuo de re-presentaciones esfumadas, denominadas "oscuras", comoocurre en la psicología de Wundt, o una "f ring e of cons-ciousness", como lo llama William James, si no existierancomplejos. Si Freud ha sido el verdadero descubridor delo inconsciente psicológico, se debe a que se dedicó a laexploración de esos lugares oscuros, en vez de conside-rarlos simplemente como actos fallidos, minimizados por

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los eufemismos. La vía regia hacia lo inconsciente no sonpor cierto los sueños, como pretende Freud, sino los com-plejos, que engendran sueños y síntomas. Por otra parte;esa vía nada tiene de regia, porque el camino indicadopor los complejos parece más bien un sendero áspero ysinuoso que a menudo se pierde en la espesura, y la ma-yoría de las veces, en lugar de conducir al corazón delo inconsciente, aparta de él.

El temor a los complejos es un mal indicador de ca-minos, pues siempre aleja de lo inconsciente y lleva a laconciencia. Los complejos son tan desagradables que nadie,estando en su buen sentido, admitiría que las fuerzas ins-tintivas que los nutren pueden ser algo bueno. La con-ciencia siempre está convencida de que los complejos sonalgo incongruente y que, por lo tanto, deben ser elimina-dos de alguna manera. A pesar de una asombrosa abun-dancia de testimonios de toda clase que demuestran launiversal existencia de complejos, resulta imposible con-siderarlos como manifestaciones normales de vida. El te-mor a los complejos es un prejuicio poderoso, pues laangustia supersticiosa ante lo adverso ha sobrevivido atoda explicación racional. Ese temor opone al estudio delos complejos una resistencia esencial, que para ser supe-rada requiere cierta decisión.

Temor y resistencia son los mojones que jalonan lavía regia hacia lo inconsciente. En primer término expre-san los prejuicios a que lo inconsciente se ve sometido. Esnatural deducir de un sentimiento de angustia la existen-cia de un peligro, y de la sensación de resistencia la pre-sencia de algo repulsivo. Tal es la conclusión del paciente,del público, y en definitiva también del médico; ella ex-plica por qué la primera teoría médica de lo inconscienteha sido, con toda lógica, la teoría de la represión, de Freud.quien de la naturaleza de los complejos infiere un incons-ciente constituido en lo esencial de tendencias incompa-tibles que, en razón de su inmoralidad, son víctimas de la

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represión. Nada mejor que esa comprobación podría de-mostrar el empirismo de su autor, quien procedió sin de-jarse influir en lo más mínimo por premisas filosóficas.Ya se había tratado la cuestión de lo inconsciente antes deFreud. Leibniz había introducido esa noción en filosofía;Kant y Schelling se refirieron a ella, y Carus por vez pri-mera elaboró un sistema cuya influencia se advierte enla importante obra de Eduard von Hartmann, Filosofía de loinconsciente. La primera doctrina médicopsicológica tienetan poco que ver con esas primeras manifestaciones, comocon Nietzsche.

La teoría freudiana es una fiel descripción de expe-riencias objetivas realizadas al explorar los complejos.Pero como esa exploración es un diálogo entre dos per-sonas, en la elaboración de la concepción hay que consi-derar los complejos de ambos interlocutores. Todo diá-logo que se aventura en esos dominios defendidos por laangustia y la resistencia apunta a lo esencial; incitandoa uno a la integración de su totalidad, obliga también alotro a tomar una posición definitiva, es decir a afirmartambién su totalidad, sin la cual le sería imposible llevarla conversación hasta el plano profundo defendido porel temor. Ningún investigador, por objetivo y desprovistode prejuicios que sea, podrá prescindir de sus propios com-plejos, pues éstos gozan en él de la misma autonomía queen cualquier otra persona. Él no puede prescindir de loscomplejos, porque éstos le son inherentes; ellos integran,al fin de cuentas, su constitución psíquica, que constituyeel prejuicio absoluto de todo individuo. Por eso la consti-tución psíquica decide inexorablemente qué concepciónpsicológica se formará cada observador. La inevitable li-mitación de toda observación psicológica reside en queésta sólo es válida en el supuesto de la ecuación per-sonal del observador.

La teoría psicoanalítica formula en primer términouna situación psíquica creada por el diálogo entre un ob-

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servador y cierto número de sujetos observados. Como eldiálogo se mueve en gran parte en la zona de resistenciade los complejos, también la teoría se halla impregnadade su atmósfera, vale decir que en sus grandes rasgos tie-ne algo de chocante, pues actúa a su vez sobre los com-plejos del público. De ahí que todas las concepciones dela psicología moderna sean no sólo una controversia en elsentido objetivo de la palabra, sino también una provo-cación. Ellas causan en el público violentas reacciones deadhesión o de repudio; en el sector de la discusión cien-tífica provocan debates apasionados, impugnaciones dog-máticas, susceptibilidades personales, etc.

De esos hechos fácilmente puede colegirse que la psi-cología moderna con su exploración de los complejos hadescubierto un sector anímico "tabú" donde crecen todasuerte de recelos y esperanzas. La esfera de los complejoses el verdadero foco de perturbaciones psíquicas, cuyasconmociones en realidad son tan considerables que la in-vestigación psicológica futura no puede esperar dedicarseen paz a un trabajo erudito y silencioso, ya que éste su-pone cierto consenso científico previo. Pero en la hora ac-tual la psicología compleja está muy alejada aún de unacomprensión general, mucho más todavía, según me pa-rece, de lo que se imaginan los pesimistas. En efecto, conla revelación de las tendencias incompatibles sólo se des-corre el velo de un sector de lo inconsciente y se deli-mita sólo una parte de la fuente de la angustia.

Aún se recuerdan las tempestades de indignación des-encadenadas por todas partes cuando se conocieron lostrabajos de Freud. Tales reacciones, provocadas por loscomplejos, obligaron a dicho sabio a replegarse en unaislamiento que le valió, tanto a él como a su escuela,el reproche de dogmatismo. Todos los teóricos de estesector psicológico corren el mismo peligro, pues abordanun objeto lindante con lo que el hombre tiene de más in-domable, lo numinoso, para usar la acertada expresión de

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! Otto. La libertad del yo termina donde comienza la zona! de los complejos, potencias psíquicas cuya naturaleza más

profunda aun está sin explorar. Cada vez que la inves-tigación, como hasta ahora, llega a penetrar aún más enel tremendum psíquico, en el público se desencadenanreacciones análogas a las de los pacientes que, por moti-vos terapéuticos, son impulsados a avanzar contra la in-tangibilidad de sus complejos.

Esta exposición de la teoría de los complejos puedesonarle —al oyente no advertido— como la descripción deuna demonología primitiva y de una psicología del tabú.Tal singularidad proviene de que la existencia de comple-

IJos, es decir de fragmentos psíquicos escindidos, es unI notable residuo del primitivo estado del espíritu, el cuales de una elevada disociabilidad, expresada, por ejemplo,en el hecho de que con suma frecuencia los primitivosadmiten varias almas —hasta seis por individuo— y ade-más una cantidad de dioses y de espíritus que no sólo sontema de su conversación, como podría ocurrir entre nos-otros, sino que a menudo constituyen para ellos expe-riencias psíquicas sobremanera impresionantes.

Aprovecho la ocasión para destacar que utilizo la ideade "primitivo" en el sentido de "original"', sin formularningún juicio valorativo. Y cuando digo "residuo" de unestado primitivo, no pretendo significar que dicho estadodebe terminar necesariamente en un plazo más o menoslargo, pues no podría aducir como única razón valederael hecho de que ese estado desapareciera antes que lahumanidad. Hasta el presente dicho residuo al menos noha variado mucho, sino que con la guerra mundial y supostguerra se ha reforzado notablemente. Por eso me sien-to inclinado a suponer que los complejos autónomos cons-ítituyen manifestaciones normales de la vida e integran;la estructura de la psique inconsciente. 1

Como se ve, me he contentado con exponer aquí loshechos fundamentales y esenciales de la teoría de los com-

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piejos. Sería necesario completar esta imagen imperfecta,exponiendo la problemática resultante de la existencia delos complejos autónomos. Tres problemas de capital im-portancia pueden plantearse: el problema terapéutico, elproblema filosófico y el problema moral. Los tres todavíaestán en discusión.

III

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRELA PSICOLOGÍA DEL SUEÑO

El sueño es un fenómeno psíquico que, en oposicióna los demás hechos de la conciencia, por su forma y con-tenido significativo se sitúa al margen del constante de-venir de los hechos conscientes. De todos modos, el sueñono parece, por lo general, ser una parte integrante de lavida consciente del alma, sino más bien una experienciaexterna y aparentemente ocasional. Las especiales circuns-tancias de la formación del sueño condicionan su situa-ción excepcional, es decir que el sueño no proviene, comootros contenidos de la conciencia, de la continuidad cla-ramente lógica o puramente emocional de los aconteci-mientos de la vida, sino que es el residuo de una curiosaactividad psíquica desarrollada durante el dormir. Esteorigen aisla ya el sueño de los demás contenidos de laconciencia, pero de un modo muy especial lo aisla su con-tenido propio, que se halla en sorprendente contraste con elpensamiento consciente.

No obstante, un observador atento comprobará sin di-ficultad que los sueños no se sitúan por completo al mar-gen de la continuidad de la conciencia, puesto que encasi todos los sueños cabe encontrar ciertas particulari-dades provenientes de impresiones, de pensamientos o deestados de ánimo de la víspera o de días anteriores. De

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ese modo, por consiguiente, existe cierta continuidad enespecial hacia atrás. Pero nadie que tenga vivo interés porel problema de los sueños ignorará que éstos poseen ade-más —si vale la expresión—• una continuidad hacia ade-lante que, en ocasiones, produce efectos notorios sobre lavida mental consciente aun de personas que no podrían serconsideradas como supersticiosas o de algún modo anor-males. Esas secuelas ocasionales consisten, la mayoría delas veces, en alteraciones del humor, más o menos evi-dentes. Sin duda, a causa de esa débil conexión con los res-tantes contenidos de la conciencia, el sueño es un recuerdotan fugaz. Numerosos sueños escapan a la reproducciónni bien uno se despierta, otros se pueden reproducir úni-camente con una fidelidad muy dudosa, y sólo de muypocos cabe afirmar que son clara y nítidamente repro-ducibles.

Esa curiosa táctica de los sueños ante la reproducciónse explica por la cualidad de las asociaciones de las imá-genes oníricas. A diferencia del pensamiento lógico y di-rigido, que podemos considerar como especial caracterís-tica de los procesos mentales conscientes, el nexo de lasrepresentaciones oníricas es verdaderamente fantástico; elproceso asociativo del sueño crea relaciones que por lo ge-neral son totalmente ajenas al pensamiento de la realidad.

A ello debe el sueño el vulgar epíteto de absurdo, sinsentido. Pero antes de formular tal juicio debemos con-siderar que el sueño y sus causas constituyen algo quenosotros no comprendemos. Con semejante juicio estaría-mos proyectando sobre el objeto nuestra propia incom-prensión. Pero eso no impediría que el sueño tenga supropio sentido.

Fuera de los antiguos intentos por conferir al sue-ño un sentido profético, el descubrimiento de Freud esprácticamente la primera tentativa para investigar el sen-tido de los sueños, investigación que ha de calificarse como"científica", puesto que su autor ha elaborado una téc-

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nica que, no sólo él mismo, sino también numerosos in-vestigadores afirman, conduce al resultado buscado, es de-cir a comprender el sentido del sueño, sentido que no esidéntico a las fragmentarias alusiones significativas delcontenido manifiesto de los sueños.

No corresponde aquí someter la psicología del sueñofreudiana a una discusión crítica. Trataré más bien de des-cribir brevemente las adquisiciones de la psicología oní-rica que hoy podemos considerar como más o menosseguras.

Ante todo debemos preguntarnos qué es lo que nosautoriza a atribuir al sueño un significado distinto de losfragmentos poco satisfactorios contenidos en el sueño ma-nifiesto. Un argumento de importancia a este respecto esel hecho de que Freud ha encontrado el sentido latentedel sueño de una manera ernpírica y no dediictivcL.

La comparación entre las fantasías oníricas y las delestado de vigilia en un mismo individuo, nos proporcionaotro argumento en favor de un posible significado latenteo no manifiesto. No es difícil ver que tales fantasías delestado de vigilia poseen no sólo un sentido superficial yconcreto, sino también un significado psicológico profun-do. La brevedad de la exposición a que debo ceñirme nome permite presentar tales ejemplos; señalemos simple-mente que se encuentra una buena ilustración del sentidode las fantasías diurnas en un género literario muy an-tiguo y difundido, cuyo modelo son las fábulas de Esopo.En ellas, por ejemplo, se cuentan las hazañas ficticias delleón y del asno. El sentido superficial y concreto de lanarración es una fantasmagoría inverosímil, pero su sen-tido moral oculto resulta evidente para cualquiera quereflexione. Es característico el que a los niños les inte-rese el sentido exotérico de la fábula y les divierta.

Sin embargo, la aplicación concienzuda de la técnicapara analizar el contenido manifiesto del sueño, propor-

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ciona el mejor argumento en favor de la existencia de unsignificado onírico latente.

Con eso llegamos al segundo punto capital, es decir ala cuestión del procedimiento, analítico. Tampoco aquíquerría yo defender o criticar las opiniones y descubri-mientos de Freud; prefiero limitarme a lo que me pare-ce definitivamente logrado. Si admitimos que el sueño esun fenómeno psíquico como cualquier otro, no tendremosel menor motivo para suponer que su naturaleza y sudestino obedecen a leyes y fines diferentes de los de otrosfenómenos psicológicos. Según el principio principia expli-candi praeter necessitatem non sunt multiplicando." (losprincipios explicativos no han de multiplicarse más delo necesario), debemos analizar el sueño como cualquierotro producto psíquico, mientras otras experiencias no nosenseñen algo mejor.

Sabemos que, considerado desde el punto de vista cau-sal, todo proceso psíquico es la resultante de los conteni-dos psíquicos que lo han precedido. Sabemos, además, quetodo proceso psíquico considerado bajo el aspecto de sufinalidad, aun en el instante mismo de su acontecer psi-cológico tiene un sentido y un objetivo propios.

También ha de aplicarse al sueño ese criterio. Porconsiguiente, para explicar el sueño en términos psicoló-gicos, debemos ante todo saber de qué vivencias pretéri-tas se compone. Así, para cada parte de la imagen oníricasff remontará a sus antecedentes. Presentemos un ejem-plo: una persona sueña que pasea por una calle dondeun niño corre y de pronto es atropellado por un automóvil.Reduzcamos esta escena onírica a sus antecedentes, valién-donos de los recuerdos del soñador. Reconoce la calle co-mo la que recorrió el día anterior. El niño es el hijo desu hermano al que visitó en la víspera del sueño. El ac-cidente del automóvil le recuerda un accidente ocurridoen la realidad algunos días antes y del que sólo tuvo no-ticias por los diarios. Como se sabe, la opinión corriente

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se conforma con tal reducción; suele decirse: "¡Ah!, deahí proviene mi sueño".

Ahora bien, desde el punto de vista científico es ob-vio que tal reducción resulta del todo insuficiente. El so-ñador ha atravesado muchas calles en la víspera, pero¿por qué su sueño eligió precisamente esa calle? El so-ñador ha leído numerosos casos de accidentes; ¿por quéeligió justamente éste? Con el descubrimiento de un ante-cedente no se ha avanzado demasiado, sólo la concurren-cia de múltiples causas puede permitir una determinaciónaceptable de las imágenes del sueño. Para reunir mayorcantidad de material se sigue el mismo principio de larememoración, que también se ha designado como métodode asociaciones libres. Como fácilmente se comprende, estabúsqueda proporciona materiales múltiples y en parte he-terogéneos, cuyo único rasgo común parece ser su vínculoasociativo con el contenido del sueño; de otro modo nohubiera sido posible su evocación. Una cuestión técnicaimportante es saber hasta dónde ha de llegar esa bús-queda de material. Como, después de todo, cualquier pun-to de partida en el alma puede servir para evocar todala existencia anterior, esto —teóricamente— conduciría aexplorar para cada sueño toda la historia pasada del in-dividuo. Sin embargo, debemos estudiar sólo el materialpsíquico absolutamente indispensable para la comprensióndel sueño. La limitación del material es, desde luego, ar-bitraria, en la medida en que, como dice Kant, la com-prensión es un conocimiento adecuado a nuestras inten-ciones. Si, por ejemplo, buscamos las causas de la Revo-lución francesa, podemos abocarnos al estudio no sólo dela edad media francesa, sino también de la historia gre-corromana, aunque esto no sea "adecuado a nuestra inten-ción", pues nos es posible comprender también el origen dela Revolución con un material mucho más limitado. Por lotanto, buscamos material asociativo en la medida que nos

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parece necesario para atribuir al sueño un significado uti-lizable.

La reunión del material asociativo, salvo su limitación,escapa al arbitrio del investigador. Una vez reunido el ma-terial, debe ser sometido a una selección y a una elabo-ración, cuyo principio se encuentra en las reconstruccio-nes históricas o científicas. Se trata esencialmente de unmétodo comparativo, que como es natural no actúa deun modo automático, sino depende en buena parte de lahabilidad e intenciones del investigador.

La explicación de un hecho psicológico exige que selo enfoque desde dos ángulos, a saber: desde el punto devista de la causalidad, y desde el punto de vista de lafinalidad. Con toda intención hablo de finalidad, para evi-tar una confusión con el concepto de teleología. Por fina-lidad quiero designar simplemente la tensión psicológicainmanente hacia un fin. En lugar de "tensión hacia un fin"puede decirse también: "orientación hacia un objetivo".Todo fenómeno psicológico lleva en sí una orientación detal sentido, hasta los fenómenos puramente reactivos, comopor ejemplo las reacciones emocionales. La cólera provo-cada por una injuria recibida se encamina hacia la ven-ganza, el luto llevado con ostentación trata de suscitar con-dolencia en los demás. Someter los materiales asociativosengendrados por el sueño a un examen causal, es reducirel contenido manifiesto de lo soñado a ciertas tendencias eideas fundamentales que, expuestas por las asociaciones,son naturalmente de orden elemental y general.

Por ejemplo, un joven paciente sueña: "Estoy en unaquinta ajena y tomo una manzana de un árbol. Observocon precaución a mi alrededor para ver si alguien me havisto".

Las asociaciones oníricas son las siguientes: recuerdahaber tomado sin permiso una vez, siendo niño, algunasperas en una quinta ajena. El sentimiento de mala con-ciencia, particularmente notable en el sueño, le recuerda

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un episodio de la víspera; encontró en la calle a una jovenconocida que le era indiferente, y cambió con ella algunaspalabras. En ese momento pasó un señor conocido, y uncurioso sentimiento de vergüenza se apoderó de él, comosi hubiera cometido algo deshonesto. La manzana le re-cuerda la escena del Paraíso y el hecho de que jamáscomprendió por qué el comer del fruto prohibido tuvo tanmalas consecuencias para nuestros primeros padres. Siem-pre se había irritado por semejante injusticia divina, puesDios creó a los. hombres como son, con toda su curiosidady avidez.

Además le viene a la mente la idea de su padre, quecon frecuencia lo ha castigado de manera increíble porciertas cosas. Una vez fue castigado muy severamente porhaber sido sorprendido observando con disimulo a laschicas en el baño. Aquí se asocia la confesión de que re-cientemente ha iniciado relaciones sentimentales con unasirvienta, que aun no han llegado a concretarse. La vís-pera del sueño tuvo una cita con ella.

Si de una mirada abarcamos todo ese material aso-ciativo, veremos que el sueño tiene una evidente relacióncon el acontecimiento de la víspera. La escena de la man-zana revela por el material asociado que, evidentemente,simboliza una escena erótica. Por muchas otras razonesparece muy probable que esa vivencia de la víspera siguerepercutiendo aún en los sueños. Este joven recoge ensueños la manzana paradisíaca que aun no ha gustado enla realidad. Todas las demás asociaciones se refieren alotro hecho de la víspera, es decir al curioso sentimientode mala conciencia que se apoderó del soñador cuandohablaba con la joven que le era indiferente. Ese senti-miento se vuelve a encontrar en la evocación del pecadooriginal y en el recuerdo de un incidente erótico de suinfancia, castigado por su padre con tanta severidad.Todas estas asociaciones se mueven en el plano de la cul-pabilidad.

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Consideremos primero tales materiales desde el pun-to de vista causal adoptado por Freud, o mejor aún, co-mo se expresa Freud, "interpretemos" el sueño.

Desde el día anterior al sueño subsiste un deseo in-satisfecho. Este deseo se realiza en el sueño mediante elsímbolo de la escena de la manzana. ¿Por qué la satis-facción del deseo se encubre con una imagen simbólica,en lugar de realizarse en una idea claramente sexual?Freud remite al sentimiento de culpa, innegable en nues-tro ejemplo, y dice: es la moral impuesta al joven desdesu infancia la que, tratando de reprimir tales deseos, im-prime en una aspiración natural el sello de molesto einsoportable. Por eso la idea penosa reprimida sólo puedeabrirse camino de una manera "simbólica". Como esa ideaes incompatible con la conciencia moral, Freud postulauna instancia psíquica llamada censura que impide a di-chos deseos penetrar en la conciencia sin cubrirse.

La manera de ver finalista, que yo opongo a la con-cepción freudiana, no significa, como lo subrayo expre-samente, una negación de las causas del sueño, sino másbien conduce a otra interpretación distinta del material.asociado al sueño. Los hechos en sí mismos, es decir lasasociaciones, permanecen los mismos, pero se los confron-ta con otra unidad de medida. La cuestión puede formu-larse simplemente de la siguiente manera: ¿para qué sir-ve este sueño? ¿qué resultado persigue? Esta cuestión noes arbitraria ya que se puede aplicar a toda actividadpsíquica. En cualquier caso puede preguntarse por qué ypara qué, pues todo fenómeno orgánico consta de un com-plejo sistema de funciones con un fin definido y cada unade estas funciones, a su vez, puede descomponerse en unaserie de actos aislados orientados hacia un fin. Es evi-dente que el sueño añade al episodio erótico de la vís-pera materiales que acentúan, en primer término, un sen-timiento de culpabilidad inherente al acto sexual. Estaasociación ya se ha revelado eficaz en la otra vivencia

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del día anterior, es decir el encuentro con la joven indi-ferente, pues allí también el sentimiento de mala con-ciencia se asocia de un modo automático e inesperado-como si también entonces el joven hubiese cometido algopecaminoso. La misma vivencia también se desarrolla enel sueño y se ve reforzada por la asociación del materialcorrespondiente al tomar la forma del pecado original,tan duramente castigado.

De ahí deduzco que el soñador tiene inclinación in-consciente o tendencia a representarse sus vivencias eró-ticas como algo culpable. Resulta característica en el sue-ño la asociación del pecado original, cuyo castigo draco-niano el joven jamás ha podido comprender. Esa asocia-ción aclara por qué el soñador no ha pensado simple-mente: "lo que hice no está bien'". Por lo visto no sabeque podría condenar sus aventuras eróticas a causa de sumoralidad dudosa. Tal es el caso en realidad. Consciente-mente piensa que su conducta es, desde el punto de vistamoral, totalmente indiferente, pues sus amigos segura-mente harían lo mismo; además, tampoco puede compren-der por qué se da tanta importancia a esa cuestión.

Para saber si ese sueño tiene sentido o es un absurdo,habría que considerar si el antiquísimo criterio de la moraitradicional es sensato o absurdo. No quiero embarcarmeen una discusión filosófica, sino simplemente subrayar quesin duda alguna la humanidad ha tenido sus buenas ra-zones al inventar esa moral; de lo contrario no se com-prendería verdaderamente por qué ha refrenado unosus apetitos más poderosos. Si apreciamos este hecho ensu justo valor, debemos reconocer como pleno de sentidoel sueño que muestra al joven la necesidad de considerarsus aventuras eróticas desde el punto de vista moral.Hasta las tribus más primitivas, con frecuencia tienen unareglamentación sexual extraordinariamente severa. Elloprueba que la moral sexual, especialmente, constituye enel seno de las funciones psíquicas superiores un factor que

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no debemos subestimar, pues merece ser tenido muy encuenta. En nuestro caso podría decirse que el joven, sinpensar y como hipnotizado por el ejemplo de sus amigossigue los propios desees eróticos, olvidando que el hombretambién es un ser moralmente responsable que, habién-dose dado a sí mismo una moral, quieras que no se sienteobligado por su propia creación. En ese sueño podemosreconocer una función reguladora propia de lo inconscien-te, que consiste en que aquellos pensamientos, inclinacio-nes y tendencias de la personalidad humana que en la vidaconsciente alcanzan escaso valor, ejercen una función orien-tadora durante el sueño, cuando los procesos conscientesestán casi por completo interrumpidos.

Sin duda alguna puede ahora preguntársenos qué pro-vecho sacará el soñador si no ha comprendido su sueño.

Debo advertir que la comprensión no es un procesoexclusivamente intelectual; la experiencia muestra queuna infinidad de cosas pueden ejercer su influencia en elhombre y aun convencerlo de una manera efectiva, sin ha-ber sido comprendidas intelectualmente. Recordemos sola-mente la eficacia de los símbolos religiosos.

El ejemplo citado aquí con facilidad podría inducir apensar que la función onírica constituye directamente unainstancia "moralizadora". Este ejemplo, evidentemente, pa-rece confirmarlo, pero si recordamos que los sueños con-servan en cada caso los contenidos subliminales, ya no po-dríamos hablar de una función puramente "moral". Así escomo los sueños de personas inatacables desde el puntode vista moral, revelan contenidos "inmorales", en el sen-tido común del término. Resulta característico que SanAgustín se felicitaba de no ser responsable de sus sueños ,ante Dios.

Inconsciente es lo que, de un momento a otro, no esconsciente; por eso no ha de sorprender que el sueño añadaa la respectiva situación psíquica consciente todos los as-pectos que serían esenciales a una actitud radicalmente di-

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ferente. Es obvio, entonces, que esta función del sueñoconstituye una regulación psíquica, un contrapeso absolu-tamente indispensable a toda actividad ordenada.*, Refle-xionar en un problema es encararlo con miras a su solu-ción, bajo todos sus aspectos y con todas sus consecuencias;este proceso mental también se perpetúa automáticamentedurante el estado más o menos inconsciente del dormir;según nuestra actual experiencia, parece que todos los pun-tos de vista subestimados o desconocidos en el estado de

rvigilia, es decir que fueron relativamente inconscientes, sepresentan al espíritu del soñador, al menos para orientarlo.

El simbolismo de los sueños, tan discutido, será apre-ciado de manera muy diferente según se lo considere desdeel punto de vista causal o desde el punto de vista final. Eldeterminismo causal de Freud postula la existencia de unanhelo, de un deseo reprimido que se expresa en el sueño;anhelo siempre relativamente sencillo y elemental, aunquepuede disfrazarse de múltiples maneras. Así, el joven denuestro sueño podría haber soñado que debía abrir unapuerta con una llave, que volaba en avión, que besaba asu madre, etc. Desde el punto de vista de ese psicólogotodo eso podría tener el mismo significado. Por ese ca-mino la escuela freudiana ortodoxa ha llegado —para citarun ejemplo extremo— a explicar más o menos todos losobjetos largos, que aparecen en los sueños, cerno símbolosfálicos, y todos los objetos redondos o huecos, como símbo-los femeninos.

Para la concepción finalista las imágenes del sueñotienen su propio valor. Si, por ejemplo, en lugar de laescena de la manzana, nuestro joven hubiera soñadoque con una llave debía abrir una puerta, a este sue-ño diferente habría correspondido material asociativoesencialmente distinto; este material habría completadola situación consciente de manera distinta que el mate-rial de la escena de la manzana. Para este punto devista, la riqueza del sentido de los sueños reside pre-

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cisamente en la diversidad de las expresiones simbólicas yno en su reducción unívoca. El determinismo causal, por sumisma naturaleza, tiende hacia una reducción unívoca, esdecir hacia una interpretación fija de los símbolos. La con-cepción finalista, en cambio, ve en las variaciones de laimagen onírica la expresión de una situación psicológicavariada. No conoce interpretaciones fijas de los símbolos;desde este ángulo, las imágenes oníricas son importantesen sí mismas, pues en sí mismas llevan el significado por elque, en última instancia, se presentan en el sueño. En nues-tro ejemplo, entonces, el símbolo tiene más bien el valorde una parábola; no oculta, sino enseña. La escena de lamanzana alude claramente al factor de la culpa, a la vezque oculta la acción cometida por los primeros padres.

Según el punto de vista que se adopte, se obtendrán,como se advierte, diversas maneras de concebir el sentidode los sueños. Se trata ahora de saber cuál es la concep-ción mejor o más verídica. Concebir el sentido del sueño,de cualquier manera que sea, es para nosotros terapeutasuna necesidad principalmente de orden práctico y no teó-rico. Si queremos tratar a nuestros pacientes, por razonesdel todo concretas debemos buscar medios que nos permi-tan educarlos con eficacia. Como claramente lo ha demos-trado nuestro ejemplo, la búsqueda de material asociativoha suscitado una cuestión propicia para abrirle los ojos aljoven sobre cosas que antes descuidaba sin reflexionar.Pues cometiendo esas negligencias se descuidaba a sí mis-mo, ya que, como cualquier otro, posee un sentido moraly necesidades morales. Tratando de vivir sin respetar talescosas, vive de manera unilateral e incompleta, de modo porasí decir incoordinado; esto comporta para la vida psíquicalas mismas consecuencias que un régimen alimentario uni-lateral e incompleto tiene para el organismo. A objeto deencaminar a una personalidad hacia su plenitud y autono-mía, debemos conducirla hacia la asimilación de todas lasfunciones que hasta ahora no han logrado un total desarro-

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lio consciente. Con tal fin, y por motivos terapéuticos, esnecesario considerar los aspectos inconscientes de las cosasproporcionadas por el material onírico. Fácilmente puedededucirse de aquí que la concepción finalista es una granayuda para la educación práctica del individuo.

Al espíritu científico contemporáneo, habituado al pen-samiento estrictamente causalista, le agradan más bien lasexplicaciones deterministas. Por eso, cuando se trata dedar una explicación científica de la psicología onírica pa-recen tan atrayentes las ideas freudianas, del más purodeterminismo. Mas por ser incompletas, no puedo menosque ponerlas en tela de juicio, pues la psique ha de consi-derarse no sólo desde el punto de vista causal, sino tam-bién desde el punto de vista final. Sólo la colaboración deambos criterios, que en razón de dificultades enormes, tan-to teóricas como prácticas, está aún hoy por realizarse,puede brindarnos una mejor comprensión de la esencia delsueño.

Pasaré ahora a examinar brevemente algunas cuestio-nes más amplias de la psicología onírica, que se hallan almargen de la discusión general del problema de los sueños.Consideremos en primer lugar la clasificación de los sue-ños, cuestión cuyo significado práctico o teórico no querríayo sobrevalorar. Anualmente debo estudiar de mil quinien-tos a dos mil sueños y esta vasta experiencia me ha permi-tido comprobar que en realidad existen sueños típicos. Sinembargo, no son muy frecuentes, y considerados desde elpunto de vista final pierden mucho de la importancia quetienen para la concepción causal, en cuanto se refiere a susignificado simbólico fijo. Los temas típicos de los sueñosresultan de gran importancia, pues permiten compararloscon los temas mitológicos. Multitud de temas mitológicos,expuestos particularmente en las meritorias obras de Fro-benius, a menudo vuelven a encontrarse con el mismo sig-nificado en los sueños de muchas personas. Lamentable-mente la brevedad de estas páginas no me permite pre-

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sentar ejemplos más detallados, como he hecho en otrasobras. Debo subrayar, sin embargo, que la comparaciónde los temas oníricos típicos con los temas mitológicos per-mite suponer, como ya lo hiciera Nietzsche, que el pensa-miento onírico es una forma filogenética anterior de nues-tro pensamiento. ¿Qué quiere decir esto? En vez de otrosmuchos ejemplos, nos lo explicará el sueño citado más arri-ba: como se recordará, la escena de la manzana simboli-zaba de manera típica la culpa erótica. El pensamientoabstracto se habría expresado: "Hice mal obrando así". Escaracterístico que les sueños no se expresan casi nunca deesa manera abstracta y lógica, sino siempre en el lenguajemetafórico de las parábolas. Tal particularidad caracterizaigualmente a los idiomas primitivos, cuyas expresiones flo-ridas siempre nos sorprenden. Si recordamos los monu-mentos de la literatura antigua, por ejemplo las parábolasde la Biblia, encontraremos que lo que hoy se expresa me-diante locuciones abstractas, se lograba entonces con elempleo de metáforas. Aun un filósofo como Platón no rehu-só expresar ciertas ideas fundamentales recurriendo a lossímiles.

Así como nuestro cuerpo conserva las huellas de suevolución filogenética, así también el espíritu humano. Porconsiguiente no debe sorprendernos la posibilidad de queel lenguaje alegórico de nuestros sueños sea una reliquiaarcaica.

El robo de la manzana de nuestro ejemplo es, por otraparte, uno de aquellos temas oníricos típicos que reapare-cen de diversas maneras en múltiples sueños. Y al mismotiempo es un tema mitológico bien conocido, que encon-tramos no sólo en la narración bíblica, sino también enmultitud de mitos y leyendas de todas las épocas y latitu-des. Trátase de una de las imágenes universalmente huma-nas, capaces de reaparecer, autóctonas, en cada uno de nos-otros y en cualquier tiempo. La psicología del sueño, deeste modo, nos abre el camino hacía una psicología compa-

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rativa general, de la que cabe esperar una comprensión deldesarrollo y de la estructura del alma humana, análoga ala que nos ha proporcionado la anatomía comparada en loreferente al cuerpo humano.

El sueño nos comunica, por lo tanto, en un lenguajesimbólico (vale decir con representaciones sensoriales eintuitivas), ideas, juicios, concepciones, directivas, tenden-cias, que a causa de la represión o por pura ignorancia eraninconscientes. Dado que ésos son contenidos inconscientes,el sueño, derivado de la actividad de lo inconsciente, con-tiene una representación de los contenidos inconscientes.No constituye una representación de los contenidos incons-cientes en general, sino sólo de ciertos contenidos que, porvía asociativa, se actualizan y seleccionan en correlacióncon el estado momentáneo de la conciencia. Considero estacomprobación como un punto de vista práctico de gran im-portancia. Si queremos interpretar un sueño correctamen-te, necesitamos un conocimiento profundo de la situaciónconsciente momentánea, pues el sueño nos muestra la fazcomplementaria inconsciente, es decir, contiene los mate-riales constelizados en lo inconsciente por la situación mo-mentánea consciente. Sin ese conocimiento es imposibleinterpretar un sueño de manera satisfactoria —exceptuan-do, naturalmente, los aciertos debidos al azar—. Ilustremoslo dicho con un ejemplo:

Un día vino un señor a consultarme por primera vez.Me declaró que tenía afición por numerosos problemas cien-tíficos y que también se interesaba, desde un punto de vis-ta literario, por el psicoanálisis. Afirmó que se encontrabamuy bien de salud y que por esto no me consultaba en ca-lidad de paciente, sino sólo porque le interesaban las cues-tiones psicológicas. Añadió que su buena posición econó-mica le permitía dedicarse a múltiples curiosidades en susmuchos ratos de ocio. Además —explicó— quería conocer-me para que yo lo introdujese en los arcanos de la teoríadel psicoanálisis. Lamentaba presentar tan poco interés

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para mí, por ser él un hombre normal y resultarme, encambio, más interesantes los casos de "locos". Algunos díasantes me había escrito preguntándome si me sería posiblerecibirlo. En el curso de la conversación pasamos de pron-to a la cuestión de los sueños, preguntándole yo si habíatenido alguno la noche anterior. Respondió afirmativamen-te y me contó el siguiente sueño:

"Estaba yo en una pieza de paredes desnudas, dondeme recibió una especie de hermana de caridad; ésta queríaobligarme a sentarme a una mesa sobre la que había unabotella de kéfir que yo debía beber. Quise ir a lo del Dr.Jung, pero la enfermera me dijo que yo estaba en un hos-pital y que el Dr. Jung no tenía tiempo para recibirme".

Es evidente ya por el contenido manifiesto del sueño,que la proyectada visita a mi consultorio ha constelizadode algún modo lo inconsciente. Las asociaciones son lassiguientes: Pieza de paredes desnudas: "Una especie desala de recibo glacial, como en un edificio público, o unhall de entrada en un hospital. Jamás estuve en un hospi-tal como paciente". Hermana de caridad: "Me pareció anti-pática, miraba de soslayo. Me acuerdo de una cartomán-tica y quiromántica que consulté una vez para que mepredijera el futuro. Durante una enfermedad tuve a unadiaconisa como enfermera". La botella de kéfir: "El kéfirme repugna: no puedo beberlo. Mi mujer siempre tomakéfir, cosa que me lleva a burlarme de ella, porque tienela idea fija de que siempre debe hacer algo por su salud.Recuerdo que una vez estuve en un sanatorio —tenía losnervios agotados— y tuve que tomar kéfir".

Aquí lo interrumpí con la indiscreta pregunta de si suneurosis desapareció después por completo. Trató de elu-dir la cuestión, pero debió por fin confesar que su neurosistodavía persiste, y que en realidad su mujer desde hacetiempo le viene instando para que me consulte, pero queél no se siente tan nervioso como para venir a verme, que élno está loco, que a mí sólo me interesan los locos, que él úni-

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camente tiene interés por conocer mis teorías psicológicas,etcétera.

El material citado demuestra cómo el paciente ha fal-seado la situación; le interesaba presentarse ante mí en ca-lidad de filósofo y psicólogo, y relegar la existencia de suneurosis a un segundo plano, pero el sueño se la recuerdade una manera muy desagradable y lo obliga a ser franco.Es necesario ingerir ese amargo brebaje. La cartománticale revela qué esperaba, en el fondo, de mí. Como el sueñole dice, debe someterse a un tratamiento antes de entraren discusiones teóricas conmigo.

El sueño rectifica la situación. Añade lo que corres-ponde y mejora así la actitud general del paciente. Tal esla razón por la que en nuestra terapéutica nos es necesarioanalizar los sueños.

Con ese ejemplo, sin embargo, no querría causar la im-presión de que todos los sueños son tan simples como ése,y que todos son del mismo tipo. A mi modo de ver, todoslos sueños tienen una relación compensatoria con los da-tos conscientes, pero tal función compensatoria no apareceen todos los sueños tan claramente como en nuestro ejem-plo. Si bien el sueño contribuye a la regulación psíquicaespontánea del individuo reuniendo automáticamente todolo que ha sido reprimido, descuidado, ignorado, su capaci-dad compensadora a menudo no resulta tan clara, pues aunson muy imperfectos nuestros conocimientos sobre la natu-raleza y las necesidades del alma humana. Existen, en efec-to, compensaciones psíquicas al parecer muy remotas. Entales casos siempre debe recordarse que cada individuo, encierto sentido, es un representante de toda la humanidady de su historia. Y lo que fue posible en gran escala en lahistoria de la humanidad, es posible en cada individuo,en una proporción menor. En ciertas circunstancias el in-dividuo siente las necesidades que ha experimentado la hu-manidad. Por eso no es nada sorprendente que las com-pensaciones religiosas desempeñen un gran papel en Ion

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sueños. Que ello se produzca en nuestra época tal vez engrado sumo, es una consecuencia natural del preponderantematerialismo de nuestra concepción del mundo.

La capacidad compensadora de los sueños no es ni unainvención nueva, ni el producto artificial de una interpre-tación tendenciosa, como muy bien lo demuestra el ejemplohistórico de un sueño bien conocido que se encuentra enel Libro de Daniel. Estando Nabucodonosor en el apogeode su poder, tuvo el siguiente sueño:

IV, 10: Las visiones de mi cabeza en mi cama, eran:Parecíame que veía un árbol en medio de latierra cuya altura era grande.

11: Crecía este árbol, y hacíase fuerte, y su alturallegaba hasta el cielo; y su vista hasta el cabode toda la tierra.

12: Su copa era hermosa, y su fruto en abundan-cia, y para todos había en él mantenimientoDebajo de él se ponían a la sombra las bestiasdel campo, y en sus ramas hacían morada lasaves del cielo, y toda carne se mantenía de él.

13: Veía en las visiones de mi cabeza en mi cama.y he aquí que un velador y santo descendí?del cielo;

14: Y clamaba fuertemente, y decía así: Cortad elárbol, y desmochad sus ramas: derribad sucopa, y derramad su frute; vayanse las bestiasque están debajo de él, y las aves de sus ramas;

15: Mas el tronco de sus raíces dejaréis en la tie-, rra, y con atadura de hierro y de metal quede

atado en la yerba del campo, y sea mojadocon el rocío del cielo, y su vivienda sea conlas bestias en la yerba déla tierra:

16: Su corazón sea mudado átcorazón de hombre,y séale dado corazón de bestia; y pasen sobreél siete tiempos.

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En la segunda parte del sueño el árbol se personifica,de suerte que salta a la vista fácilmente que el gran árboles el mismo rey soñador. Desde luego, Daniel interpretó elsueño así. Sin posibilidad de ser mal entendido, significauna tentativa de compensación del delirio de grandezasque, según el relato bíblico, evolucionó hacia una verda-dera enajenación mental. Esta concepción, que ve en losfenómenos oníricos un proceso de compensación, según en-tiendo, corresponde a la naturaleza de los hechos biológi-cos en general. La teoría de Freud se mueve en la mismadirección, cuando atribuye al sueño un papel compensador,es decir la función de conservar el dormir sin interrupción.Como Freud lo ha demostrado, hay muchos sueños que evi-dencian cómo ciertas excitaciones sensoriales, capaces dedespertar de su sueño al que duerme, son desfiguradas se-gún lo requiere la voluntad de dormir y la intención de nodejarse perturbar. Y el mismo Freud también ha demos-trado que existen muchos otros sueños en que los estímulosperturbadores intrapsíquicos (como la aparición de repre-sentaciones personales susceptibles de desencadenar inten-sas reacciones afectivas), son desfigurados e insertados enun contexto onírico que esfuma el contorno de las repre-sentaciones lo suficiente para impedir las descargas afecti-vas intensas.

Sin embargo, no debe olvidarse que existen precisa-mente sueños perturbadores del dormir en sumo grado, ysueños —no pocos, por cierto— cuya estructura dramáticalleva, por así decir, lógicamente a una situación de granintensidad afectiva, con tanta perfección realizada en elsueño, que quien duerme se despierta fatalmente por lasemociones desencadenadas. Freud explica tales sueños di-ciendo que la censura no ha logrado reprimir las emocio-nes perturbadoras. Se me ocurre que esa explicación notiene en cuenta los hechos. Todos conocemos aquellos sue-ños que presentan claramente y del modo más desagradablevivencias penosas y preocupaciones cotidianas, para descri-

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bir con minuciosa nitidez los aspectos más importunos. Ami juicio sería injustificado invocar aquí la protección deldormir y el apaciguamiento de las emociones como funcióndel sueño. Habría que tergiversar por completo la realidadpara encontrar en esos sueños una confirmación de la hipó-tesis mencionada. Lo mismo vale también para aquelloscasos en que las fantasías sexuales reprimidas se presentansin disfraces en las imágenes manifiestas del sueño.

Por eso he llegado a pensar que es demasiado estrechala concepción freudiana que considera los sueños como unafunción esencialmente encaminada a realizar los deseos yproteger el dormir, en tanto que la idea fundamental deuna función biológica compensadora es ciertamente acer-tada. Esta función compensadora tiene poco que ver conel dormir, pues su principal importancia se refiere a la vidaConsciente. Los sueños se comportan^ma-eom-pensacionesde la situación^consciente respectiva. Protegen el dormircuando es posible, es decir obligados por la necesidad y auto-máticamente bajo la influencia de ese estado; pero tambiénsaben interrumpirlo cuando su función lo requiere, esto es,cuando sus contenidos compensadores tienen una intensi-dad suficiente para suspender el curso del dormir. Un ele-mento compensador es particularmente intenso, cuando tie-ne una importancia vital para la orientación de la con-ciencia.

Ya en 1906 llamé la atención sobre las relaciones com-pensadoras entre la conciencia y los complejos autónomos,destacando al mismo tiempo la adecuación entre una yotros1. Lo mismo ha hecho Flournoy, independientementede mis trabajos2. De esas observaciones se infiere la posi-bilidad de impulsos inconscientes orientados hacia un fin.Pero he de advertir que la orientación finalista de lo incons-ciente no tiene nada en común con las intenciones cons-

1 Psychologíe der Dementla praecox. 1907.2 "Automatismo téléologique antisuicide". Arch. de Psychol., t. VII, 1908,p. 113.

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cientes concomitantes; por lo general el contenido incons-ciente incluso contrasta con el contenido consciente; enparticular tal es el caso cuando la actitud consciente siguedeterminada dirección demasiado exclusiva, que amenazapeligrosamente a las necesidades vitales del individuo.Cuanto más unilateral y alejada del óptimum de las posi-bilidades vitales se halle la actitud consciente, tanto máshabrá que contar con la aparición posible de sueños viva-ces y penetrantes, de contenido fuertemente contrastante,pero convenientemente compensador, como expresión de laautorregulación psicológica del individuo.-'Así como el cuer-po reacciona de manera adecuada a su herida, a una infección o a un modo de vida anormal, así también las funcio-nes psíquicas reaccionan a las perturbaciones antinaturalesy peligrosas con medios de defensa apropiados. El sueñoforma parte, opino yo, de esas reacciones adecuadas, intro-duciendo en la conciencia, gracias a una combinación sim-bólica, los materiales constelizados en lo inconsciente porlos datos de la situación consciente. En esos materiales in-conscientes se encuentran todas las asociaciones que por sudébil intensidad permanecerían inconscientes, pero que, sinembargo, poseen bastante energía para manifestarse duran-te el dormir. Evidentemente, la concordancia entre el contenido latente de los sueños y su contenido manifiesto, noaparece sin más a primera vista; el análisis del contenidomanifiesto del sueño es necesario para llegar a los elemen-tos compensadores de su contenido latente. La mayor partede las reacciones de defensa del cuerpo humano son tam-bién de naturaleza oscura y por así decir indirectas; hansido necesarios conocimientos profundos e investigacionesprecisas para descubrir su papel provechoso. Recordemosla importancia de la fiebre y de la supuración para unaherida infectada. ^

El hecho de que los procesos psíquicos compensadorescasi siempre son de naturaleza individual, dificulta de mo-do considerable la demostración de su carácter compensa-

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dor. Como por lo general se trata de procesos individuales,el principiante en tales cuestiones difícilmente advertiráhasta qué punto una imagen onírica tiene sentido compen-sador. Por ejemplo, según la teoría de las compensaciones,uno estaría inclinado a suponer que un sujeto cuya actitudfrente a la vida es demasiado pesimista, debería tener sue-ños alegres y optimistas. Pero esta suposición sólo se reali-zará en una persona sensible a esa clase de estímulos. Encambio, si su temperamento es otro, sus sueños, como co-rresponde, se teñirán de negro más aún que su actitudconsciente. Podría aplicarse aquí el principio similia simi-libus curantur.

No es fácil formular reglas especiales para la aplica-ción del concepto de compensación onírica. La compensa-ción, en su esencia, hállase íntimamente ligada a la natu-raleza total del individuo. Las posibilidades de la compen-sación son innumerables e inagotables,, si bien con la expe-riencia irán cristalizando ciertos principios fundamentales.

Al proponer la teoría de la compensación no pretendoafirmar que sea la única teoría posible acerca de los sue-ños, o que explique por completo iodos los fenómenos de lavida onírica. El sueño es un fenómeno extraordinariamen-te complejo, tan complejo e insondable como los fenómenosde la conciencia. Desde luego, sería arriesgado pretenderexplicar todos los fenómenos conscientes desde el ángulode una teoría que los reduce a la satisfacción de los deseoso instintos; es poco probable que los fenómenos oníricospuedan explicarse de una manera tan simplista. Pero tam-poco podemos considerar los fenómenos oníricos como ex-clusivamente compensadores y secundarios en relación conlos contenidos de la conciencia, aunque según la opinióngeneral, para la existencia del individuo la vida conscientees de una importancia incomparablemente mayor que lainconsciente. Pero esta opinión general sin duda deberá sersometida a una revisión, pues al aumentar nuestra expe-riencia crece la certidumbre de que la función de lo incons-

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cíente tiene en la vida de la psique una importancia quepor ahora tal vez no llegamos aún a vislumbrar. Es justa-mente la experiencia analítica la que descorre el velo, cadavez más, del influjo de lo inconsciente sobre la vida cons-ciente del alma —influjo cuya existencia e importancia ha-bían sido descuidadas por la psicología anterior. Según miopnión, basada en una larga experiencia e innumerablesexámenes, la importancia de lo inconsciente para la pro-ductividad general de la psique, es probablemente tangrande como la importancia de la conciencia. Si esta opi-nión es exacta, no solamente la función inconsciente podráser considerada como compensadora y relativa con referen-cia a los contenidos de la conciencia, sino también la con-ciencia deberá considerarse como relativa con respecto alcontenido inconsciente momentáneamente constelizado. Ental caso, la orientación activa hacia un objetivo o propósito,no sólo sería un privilegio de la conciencia, sino que tam-bién podría serlo de lo inconsciente, de suerte que tambiénéste hallaríase en condiciones de asumir una dirección orien-tada hacia un fin, con tanto éxito como la conciencia. Así,el sueño podría tener, llegado el caso, el valor de una ideapositiva conductora, o de una representación orientada ha-cia un fin, de importancia vital superior a los contenidosconscientes momentáneamente constelizados. Esta posibi-lidad, que a mi entender es real, concuerda con el consen-sus gentium, puesto que la superstición de todas las épocasy de todos los pueblos ve en el sueño un oráculo reveladorde verdades futuras. Si prescindimos de la exageración yfanatismo de tales representaciones universalmente difun-didas, siempre quedará un átomo de verdad. Maeder hadestacado enérgicamente la significación prospectiva y fi-nalista del sueño, bajo la forma de una adecuada función in-consciente que prepara la solución de conflictos y proble-

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mas actuales, tratando de representarla mediante símboloselegidos a tientas'.

Distinguimos entre la función prospectiva del sueño ysu función compensadora. Esta última considera lo incons-ciente en su dependencia de lo consciente, al que añadetodos los elementos que el día anterior han permanecidoinfraconscientes a causa de la represión, o simplementeporque eran demasiado débiles como para ingresar en laconciencia. La compensación representa una adecuada au-torregulación del organismo psíquico.

La función prospectiva, en cambio, es una anticipaciónde las futuras acciones conscientes, que se presenta en loinconsciente algo así como un ensayo previo, o como unesbozo o plan proyectado con antelación. Su contenidosimbólico es, en ocasiones, el bosquejo de la solución de unconflicto: Maeder lo ha demostrado de manera categórica.La realidad de tales sueños prospectivos no puede negarse.Sería injustificado llamarlos profetices, pues en el fondoson tan poco profetices como un pronóstico médico o me-teorológico. Se trata sólo de un previo cálculo de probabi-lidades que, por cierto, puede concordar eventualmente conel curso real de los hechos, pero no debe concordar nece-sariamente, ni coincidir en todos sus detalles. Sólo en esteúltimo caso podría hablarse de profetice. Los pronósticosde la función prospectiva del sueño son a menudo franca-mente superiores a las conjeturas conscientes, y no es deextrañarse, puesto que el sueño proviene de una fusiónde elementos infraconscientes, o combinación de todas laspercepciones, ideas y sentimientos que por su escaso relievehan escapado a la conciencia. Además el sueño dispone dehuellas mnemónicas subliminales que no podrían influir con

* Cf. Maeder, "Sur le mouveraent psychoanalytique", L'Allnée Psychologi-que, t. XVIII.

Id. "Ueber die Funktion des Traumes". Psychoanalyt. Jahrbucli, t. IV, P.692 y sigs.

Id. "Ueber das Traumproblem". Psychoanalyt. Jahrbuch, t. V, pág. 647y siguientes.

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eficacia en la vida consciente. Por eso el sueño se encuen-tra en una situación mucho más favorable que la concien-cia, a los efectos de un pronóstico.

Si bien la función prospectiva constituye a mi manerade ver un atributo esencial del sueño, es bueno, sin embar-go, no sobreestimarla, porque de lo contrario fácilmentellegaríamos a pensar que el sueño es una especie de psico-pompo, dotado de un conocimiento superior y capaz de im-primir a la vida una orientación infalible. A pesar de quepor una parte se subestima la importancia psicológica delsueño, sin embargo, para cualquiera que se dedique al aná-lisis de los sueños es grande el peligro de sobreestimar lavalidez de lo inconsciente para la vida real. Pero nuestraexperiencia actual nos autoriza a suponer que lo incons-ciente posee una importancia aproximadamente igual a lade la conciencia. Sin duda alguna existen actitudes cons-cientes que se ven sobrepasadas por lo inconsciente, esdecir actitudes conscientes tan mal adaptadas a la natura-leza de la individualidad total, que la actitud inconscienteo constelación presenta una expresión incomparablementesuperior. Pero no siempre es ése el caso. Con mucha fre-cuencia ocurre que el sueño amplía la vida consciente sólocon algunos fragmentos, porque en este caso la actitudconsciente por una parte está adaptada a la realidad en unamedida casi suficiente, y por otra parte satisface aproxima-damente a la naturaleza esencial del sujeto. Una conside-ración más o menos exclusiva de la perspectiva presentadapor el sueño, descuidando la situación consciente, no seríaconveniente, en este caso, y tendría como único resultadoperturbar y destruir la actividad consciente. Sólo en pre-sencia de una actitud consciente a todas luces insuficientey defectuosa, se puede atribuir a lo inconsciente una vali-dez superior. Tal apreciación se basa en criterios que ensí constituyen un delicado problema. Es evidente que ja-más podremos apreciar el valor de una actitud conscientesi la consideramos exclusivamente desde un punto de vista

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colectivo. Requiérese más bien un estudio profundo de lapersona en cuestión, y sólo mediante un conocimiento cabaldel carácter individual es factible determinar en qué medi-da es insuficiente la actitud de la conciencia. Cuando sub-rayo el conocimiento del carácter individual, no quiero sig-nificar con ello que han de descuidarse por completo lasexigencias del punto de vista colectivo. Como se sabe, elindividuo está determinado no sólo por su propia esencia,sino también por sus vinculaciones con lo colectivo. Poreso, si la actitud consciente es aproximadamente satisfacto-ria, el sueño se limitará a su función puramente compen-sadora. Este caso constituye, sin duda, la regla para el hom-bre normal, en normales condiciones internas y externas.Por esas razones, la teoría de la compensación me pareceque suministra una fórmula en general exacta, acorde conlos hechos, pues atribuye al sueño una función compensa-dora de gran importancia para la autorregulación del orga-nismo psíquico.

Cuando un individuo se aparta de la norma en el sen-tido de que su actitud consciente, tanto objetiva como sub-jetiva, se torna inadaptada, la función de lo inconsciente,por lo general puramente compensadora, gana en impor-tancia y adquiere rango de función prospectiva y conduc-tora, capaz de imprimir a la actitud consciente una direc-ción del todo diferente y preferible a la anterior, comoMaeder lo ha demostrado acertadamente en sus trabajosantes citados. A ese rubro pertenecen los sueños como elde Nabucodonosor. Es evidente que sueños de esa índolese dan sobre todo en individuos que se han quedado pordebajo de su propio valor. Asimismo resulta patente quetal desnivel es muy frecuente. Por eso a menudo tenemosque considerar un sueño desde el ángulo de su significaciónprospectiva.

Mencionaremos ahora otro aspecto de la cuestión, quede ningún modo debe descuidarse. Hay multitud de persoñas cuya actitud consciente, adaptada a su medio, cuadra

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mal a su propio carácter. Son individuos cuya actitud cons-ciente y esfuerzo de adaptación sobrepasan sus posibilida-des individuales, es decir, que parecen mejores y más va-liosos de lo que son. Ese excedente de actividad exterior,evidentemente, nunca se alimenta de sus propios recursosindividuales, sino que en su mayor parte vive a expensasde las reservas dinámicas de la sugestión colectiva. Talespersonas ascienden a un nivel más elevado que el corres-pondiente a su naturaleza, gracias, por ejemplo, a la efi-cacia de un ideal común, a la atracción de un beneficiocolectivo, o al amparo de la sociedad. Interiormente no es-tán a la altura de su situación exterior, y por ello, en todosestos casos, lo inconsciente desempeña un papel compensa-dor negativo, vale decir, es una función reductora. Es cla-ro que una reducción o desvalorización representa, en esascondiciones, una compensación en el sentido de una au-torregulación del individuo, y que esta función reductorapuede tener también un carácter eminentemente prospec-tivo (véase el sueño de Nabucodonosor). La palabra "pros-pectivo" suscita en nosotros la imagen de algo constructivo,preparatorio y sintético. Mas para comprender esos sue-ños reductores debemos separar netamente la noción "pros-pectiva", de aquellas imágenes, pues ellos, de hecho, no sonnada preparatorio, constructivo o sintético, sino más biendisgregan, desunen, desvalorizan y hasta destruyen y ami-noran. Con esto, evidentemente, no quiero decir que la asi-milación de un contenido reductivo deba ejercer forzosa-mente una acción destructora sobre todo individuo; alcontrario, tal asimilación con frecuencia tiene un efectoaltamente saludable, pues sólo es atacada la actitud y nola personalidad total. Pero este efecto secundario no modi-fica en nada el carácter del sueño, reductor y retrospec-tivo en su esencia, por cuya causa tampoco debería llamarse"prospectivo". En consecuencia, a los fines de una mayorexactitud es preferible designar tales sueños como sueñosreductivos, y la función correspondiente como junción re-

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ductiva de lo inconsciente, aunque en el fondo siempre setrate de la misma función compensadora. Debemos habi-tuarnos, por lo tanto, a ver lo inconsciente presentandosiempre aspectos distintos, como ocurre con la actitud cons-ciente. Lo inconsciente modifica su apariencia y su fun-ción tanto como lo hace la actitud consciente; por eso estan difícil dar una idea clara acerca de su esencia.

La función reductiva de lo inconsciente se ha hechocomprensible ante todo por las investigaciones de Freud.La interpretación freudiana de los sueños se limita en loesencial al fondo sexual infantil, personal y reprimido delindividuo. Investigaciones posteriores han atraído la aten-ción sobre los elementos arcaicos, vale decir sobre los resi-duos funcionales, filogenéticos, históricos y colectivos es-tratificados en lo inconsciente. Podemos en consecuenciaafirmar hoy día, con seguridad, que la función reductivadel sueño actúa sobre un material compuesto esencialmentepor los deseos sexuales infantiles reprimidos (Freud), porlos anhelos infantiles de poderío (Adler), y por residuosde instintos, pensamientos y sentimientos arcaicos y colec-tivos. La reproducción de tales elementos, que tienen uncarácter totalmente retrospectivo, es de una eficacia in-comparable cuando se trata de socavar un orgullo despro-porcionado, o recordar a un individuo la futilidad humanay reducirlo a su condicionamiento fisiológico, histórico yfilogenético. Toda apariencia de falsa grandeza y de im-portancia falaz se disipa al contacto revelador de un sueñoreductor que analiza el comportamiento consciente con unsentido crítico despiadado, sacando a luz materiales abru-madores, caracterizados por una perfecta condensación detodas las bajezas y debilidades. En sí resulta imposible ca-lificar como prospectiva la función de un sueño de estanaturaleza, pues todo, hasta la última fibra, es retrospec-tivo en él y conduce a un pasado que se creía sepultadodesde hace largo tiempo. Esta circunstancia, evidentemen-te, no impide al contenido onírico ni ser compensador con

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relación a los hechos de conciencia, ni poseer una orienta-ción finalista, pues la tendencia reductiva en ocasionespuede ser de gran importancia para la adaptación del individuo. Pero el carácter del contenido onírico es reductivo.A menudo ocurre que los pacientes por sí mismos experi-mentan espontáneamente cómo se vincula el contenido oní-rico con la situación consciente, y según este conocimiento,obtenido por vía afectiva, el contenido onírico es percibidocomo prospectivo, reductivo o compensador. Sin embargo,no siempre se presenta este caso, y aun debemos subrayarque, en general, precisamente al comenzar un tratamientoanalítico el paciente experimenta una incoercible tenden-cia a concebir obstinadamente los resultados de la explora-ción analítica de su material a través de su propio enfoquepatógeno.

Tales casos requieren cierto apoyo por parte del médi-co para lograr una exacta comprensión del sueño.

Esa circunstancia vuelve extraordinariamente impor-tante la idea que el médico se forma acerca de la psico-logía consciente de su paciente. En efecto, el análisis delos sueños no consiste meramente en la aplicación prácticade un método aprendido de manera mecánica, sino; al con-trario, presupone un conocimiento íntimo de toda la con-cepción analítica, que sólo se adquiere mediante el análisisdidáctico. El error más burdo que puede cometer un tera-peuta es suponer en el analizado una psicología similar ala suya propia. Semejante proyección puede ser acertadaen algún caso dado, pero la mayoría de las veces será puraproyección. Todo lo que es inconsciente es, por eso mismo,proyectado; de ahí que el analista deba tener conciencia almenos de los principales contenidos de su inconsciente, afin de que no se enturbie la claridad de su juicio con lasproyecciones inconscientes. Quienquiera que analice lossueños de otro, ha de tener invariablemente presente queno existe ninguna teoría sencilla y notoria de los fenóme-nos psíquicos, de su naturaleza, de sus causas o de sus fines.

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De ahí que no contemos con norma general de juicio algu-na. Sabemos que existen fenómenos psíquicos de toda cla-se. Pero no sabemos nada cierto sobre su naturaleza. Sólosabemos que el estudio de la psique, desde un punto devista dado, puede suministrar detalles por cierto preciosospero jamás justificará una teoría concluyente, a partir de lacual quepa hacer deducciones. La teoría sexual y de la satis-facción de los deseos, así como la teoría de la voluntad depoderío, son puntos de vista valiosos, pero se les podría im-putar en cierto modo el no tener en cuenta la hondura y lariqueza del alma humana. Si dispusiéramos de una teoríaexhaustiva, podríamos contentarnos con el aprendizaje me-cánico del método; sólo se trataría entonces de descifrarciertos signos establecidos para contenidos ya determina-dos; bastaría para eso aprender de memoria algunas reglassemióticas. La apreciación exacta de la situación conscien-te sería tan superflua como en el caso de una punción lum-bar. Pero a despecho de los atareados especialistas de nues-tra época, el alma se muestra completamente refractaria atodo método que de antemano trate de captarla desde unsolo ángulo, con exclusión de todos los otros.

De los contenidos de lo inconsciente, además de subli-minales, sólo sabemos que son complementarios con rela-ción a la conciencia, y por consiguiente esencialmente rela-tivos. De ahí que para comprender un sueño sea indispen-sable conocer la situación consciente.

Con los sueños reductores, prospectivos o puramentecompensadores, no ha quedado agotada la serie de signifi-caciones posibles. Existen ciertos sueños que podrían lla-marse simplemente sueños reactivos. Uno se sentiría incli-nado a incluir en esé~rubro todos los sueños que en lo esen-cial no parecen ser más que la reproducción de una vivenciaconsciente plenamente emocional, cuando el análisis de es-tos sueños no descubre la razón profunda de per qué esavivencia se reproduce con tanta fidelidad en el sueño. SeComprueba, en efecto, que las vivencias poseen también un

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aspecto simbólico que había escapado al sujeto; y que esúnicamente a causa de tal aspecto que la vivencia se repro-duce en el sueño. No corresponde, por lo tanto, consideraraquí esos sueños; aquí deben figurar solamente aquellosen los que ciertos hechos objetivos han creado un traumapsíquico, cuya configuración no es puramente psíquica, sinoque al mismo tiempo indica una lesión física del sistemanervioso. La guerra ha producido gran cantidad de estoscasos de shocks violentos, por lo que, de un modo especial,deben aguardarse en tales casos numerosos sueños reacti-vos puros, en los cuales el trauma representa el factor máso menos decisivo.

Si bien para la actividad global de la psique es muyimportante, por cierto, que gracias a una reactivación fre-cuente el elemento traumático poco a poco pierda su auto-nomía y recobre así su rango en la jerarquía psíquica, no sepodría, sin embargo, llamar compensador un sueño tal, queen el fondo sólo es la repetición del trauma. El sueño, sinduda, parece restituir un trozo autónomo que se ha separa-do del resto de la psique, pero de inmediato se ve que laasimilación consciente del trozo reproducido por el sueñono atenúa en nada la conmoción generadora del sueño. Elsueño continúa "reproduciéndose", es decir el contenidoautónomo del trauma prosigue su actividad por sí mismo,hasta la completa extinción del estímulo traumático. Denada sirve "realizar" conscientemente de antemano.

En la práctica no es fácil decidir si un sueño es reacti-vo en su esencia, o si sólo reproduce simbólicamente unasituación traumática. Pero el análisis puede resolver lacuestión, pues en el último caso la reproducción de la esce-na traumática se interrumpe al ser interpretada con exac-titud, mientras que la reproducción reactiva no se inte-rrumpe por el análisis del sueño.

Es evidente que también encontramos los mismos sue-ños reactivos de un modo especial en el curso de procesoscorporales patológicos; por ejemplo, cuando fuertes dolores

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influyen enérgicamente en el desarrollo del sueño. Segúnmi opinión, los estímulos somáticos sólo por excepción tie-nen una importancia determinante. Por lo general, son in-tegrados en la expresión simbólica del contenido oníricoinconsciente, es decir, son utilizados como medio de expre-sión. No es raro que los sueños presenten una maravillosae íntima conexión simbólica entre una enfermedad físicainnegable y un determinado problema psíquico, de suerteque el malestar físico aparece justamente como una expre-sión mímica de la situación psíquica. Cito tal particulari-dad más para ser completo que para otorgar especial im-portancia a ese asunto problemático. Sin embargo, me pa-rece que existe entre los trastornos físicos y psíquicos ciertacorrelación, cuyo alcance en general suele subestimarse.pero que por otra parte es exageradamente sobrevaloradopor ciertos círculos que sólo quieren ver en los trastornosfísicos una expresión de las perturbaciones psíquicas, comoes el caso, por ejemplo, de la Christian Science. Si men-ciono aquí esta cuestión es porque los sueños pueden ilus-trar de un modo muy interesante el problema de la inter-dependencia funcional de cuerpo y alma. También hay quereconocer en el fenómeno telepático un posible determi-nante del sueño. Hoy día no cabe dudar de la realidadgeneral de ese fenómeno. Desde luego, es muy simple ne-gar la existencia del fenómeno sin examinar los materialesque lo constituyen; pero ésta es una actitud poco científica,que no merece consideración alguna. Yo he tenido ocasiónde comprobar que, como se viene afirmando desde antiguo,los fenómenos telepáticos también ejercen su influenciasobre los sueños. Ciertas personas son a este respecto par-ticularmente receptivas y con frecuencia tienen sueños decarácter telepático. Reconocer el fenómeno telepático nosignifica aceptar incondicionalmente las concepciones eso-téricas corrientes sobre la naturaleza de la acción a dis-tancia. El fenómeno existe sin duda alguna, pero su teoríano me parece tan sencilla. En cada caso debe tenerse en

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cuenta la posibilidad de la concordancia de las asociacio-nes, de desarrollos psíquicos paralelos4, que como puedecomprobarse desempeñan un gran papel, particularmentedentro de una familia, y se manifiestan, entre otras cosas,por una igualdad o estrecha semejanza en la manera depensar. Asimismo hay que considerar las criptomnesias.factor que Flournoy ha destacado de un modo especial* yque en ocasiones puede causar los fenómenos más sorpren-dentes. Como de todas maneras en el sueño se manifiestanmateriales subliminales, no es de maravillarse si la crip-tomnesia se presenta a veces como factor determinante. Hetenido oportunidad de analizar con bastante frecuenciasueños telepáticos, cuya significación telepática en muchosde ellos era aún desconocida al momento del análisis. Ésteliberaba material subjetivo como en cualquier otro sueño,y por consiguiente el sueño demostraba tener un signifi-cado en armonía con la situación momentánea del sujeto.El análisis no daba indicio alguno de que el sueño fueratelepático. Hasta ahora no he encontrado ningún sueñocuyo contenido telepático residiera con certeza en los ma-teriales asociativos (en el "contenido latente del sueño")suministrados por el análisis. El contenido telepático sehallaba siempre en la forma manifiesta del sueño.

En general la literatura sólo menciona aquellos sueñostelepáticos que anticipan "por telepatía" en el tiempo y enel espacio, un acontecimiento particularmente afectivo;en consecuencia, se citan sólo aquellos sueños cuyo asuntoposee en cierta medida una resonancia humana (por ejem-plo, un deceso), que explica, o al menos ayuda a compren-der la premonición o la percepción a distancia. Los sueñostelepáticos que me fue dado observar correspondían en sumayor parte a ese tipo. Un pequeño número, en cambio, secaracterizaba por el hecho curioso de que un contenido

4 Of Diagnost. Ass. Stud., t. II, p. 95c Des Indeg á la Planéte Mars. 1900; "Nouvelles observations sur un cas

do somnambulisme avcc glossolalie". Archives de Psychologie, t. I, 1901.

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manifiesto del sueño tenía una referencia telepática a co-sas totalmente desprovistas de interés, por ejemplo el rostrode una persona desconocida e indiferente, cierta disposiciónde los muebles de un lugar y condiciones indiferentes, elrecibo de una carta sin importancia, etc. Al consignar esaausencia de interés, simplemente quiero decir que ni conlas interrogaciones habituales, ni con el análisis, he encon-trado elemento alguno cuya importancia hubiera "justifi-cado" el fenómeno telepático. Ante semejantes casos unose siente más bien inclinado a pensar en la casualidad, queen los casos citados más arriba. Lamentablemente estahipotética casualidad siempre parece un asylum ignoran-tiae. Nadie negará que ocurren casualidades rarísimas, pe-ro el hecho de que el cálculo de probabilidades permitaprever su repetición, descarta su naturaleza de pretendidacasualidad. Naturalmente, jamás afirmaré que las leyesque la rigen son "sobrenaturales", sino sólo que son inacce-sibles a nuestro saber balbuciente. Así también los hechostelepáticos en cuestión poseen un carácter de realidad quedesafía todo cálculo de probabilidades. Si bien de ningúnmodo me atrevería a arriesgar una opinión sobre fenóme-nos de tal índole, creo, sin embargo, que es bueno recono-cer y destacar su realidad. Para la investigación de lossueños, este punto de vista representa un enriquecimiento'.

En oposición a la conocida concepción freudiana, segúnla cual el sueño, en su esencia, es la "realización de undeseo", con mi amigo y colaborador A. Maeder sostengoque el sueño es una autorrepresentación espontánea de lasituación actual de lo inconsciente expresada en forma sim-bólica. Nuestra concepción coincide en este punto con elpensamiento de Silberer', y esta concordancia resulta tantomás satisfactoria, puesto que es el resultado de trabajosindependientes.

• Para la cuestión de la telepatía remito a J. B. Rhine, New Frontierg ofthe Mind. 1937.

7 Ver los trabajos de Silberer sobre la formación de símbolos. Jahrbuch,t. III j IV.

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Esta concepción se opone a la fórmula freudiana sobretodo en que renuncia a sostener una determinada afirma-ción sobre el sentido del sueño. Nuestra fórmula solamenteexpresa que el sueño es una representación simbólica decontenidos inconscientes. No discute si además esos con-tenidos son siempre deseos realizados o no. Ulteriores in-vestigaciones, como Maeder lo ha señalado expresamente,nos han mostrado claramente que el lenguaje sexual delos sueños no podría estar siempre sometido al malenten-dido de una acepción concreta *; este lenguaje sexual es unlenguaje arcaico naturalmente pleno de las analogías másafines, sin que sea necesario en cada caso ocultar con esto?contenidos oníricos un verdadero objeto sexual. Por eso esinjustificado tomar en todos los casos el lenguaje sexualdel sueño en su acepción concreta, mientras que otros con-tenidos se explican como símbolos. Ni bien las expresionessexuales del lenguaje onírico son concebidas como símbo-los de cosas desconocidas, al punto se amplía la concepciónde la naturaleza del sueño. Maeder lo ha descrito con mu-cha precisión a propósito de un ejemplo práctico presen-tado por Freud9. Mientras uno ve en el lenguaje sexualdel sueño su lado concreto, sólo se dan soluciones inmedia-tas, exteriores y concretas, o la inacción correspondiente,hecha de resignación oportunista, o de cobardía y perezahabituales. Pero no existe comprensión alguna del proble-ma, ni una actitud ante él. En cambio, ello se logra de in-mediato si se abandona el malentendido concretista queconsiste en tomar literalmente el lenguaje sexual incons-ciente y en interpretar los personajes oníricos como perso-nas reales. Asimismo estamos inclinados a suponer que elmundo es como lo vemos, y con igual candidez creemos quelos hombres son como nos los imaginamos. Lamentable-mente en este último caso no existe física alguna que nosdemuestre la desproporción entre percepción y realidad.

48 Concordamos en esto con Adler,8 Jahrbuch für Psychoanal, Forscüungen, t. V, p. 679 y sigs.

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Aunque la posibilidad de error grosero sea mucho más con-siderable que para las percepciones sensoriales, proyecta-mos sin dificultad alguna y con toda ingenuidad nuestrapropia psicología en los demás. Cada uno se crea así unaserie de relaciones más o menos imaginarias, basadas úni-camente en tales proyecciones. Entre los neuróticos sonfrecuentes los casos en que la proyección fantástica consti-tuye la única manera posible de relacionarse con los de-más seres humanos. Un individuo al que percibo esencial-mente gracias a mi proyección, es una imago o un portadorde la imago o símbolo. Todos los contenidos de nuestroinconsciente son constantemente proyectados en nuestromundo circundante, y sólo en la medida en que compren-'demos ciertas particularidades de nuestros objetos comoproyecciones o imagines, conseguimos diferenciar a éstasue los atributos reales. Cuando no somos conscientes delorigen proyectivo de una cualidad percibida en el objeto,no podemos sino creer ingenuamente en su real pertenen-cia al objeto. Todas nuestras relaciones humanas abundanen tales proyecciones, y quien en su sector personal nopudiera captar claramente esto, no tiene menos que pensaren la psicología periodística de los países beligerantes. Cumgrano salís, siempre se atribuyen al adversario las propiasfaltas inconfesadas. En todas las polémicas personales seencuentran ejemplos notables. Quienquiera que no poseauna buena dosis de autorreflexión, no estará por encimade sus proyecciones; las más de las veces se hallará some-tido a ellas. La condición natural del espíritu supone laexistencia de esas proyecciones; es natural e innato pro-yectar los contenidos inconscientes. Ello crea en el indi-viduo relativamente primitivo aquella fusión característicacon el objeto, que Lévy-Bruhl acertadamente designaracomo "identidad mística" o "participación mística"10. Asítodo contemporáneo normal y que no haya reflexionado

»

10 Lévy-Brohl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, 1910.

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sobre sí mismo más de cierta medida, se halla ligado a sumundo circundante por medio de todo un sistema de pro-yecciones inconscientes. El carácter coactivo de esas reíaciones (precisamente su aspecto "mágico" o "místico-imperativo") permanece inconsciente "mientras todo vaya bien".Pero si sobreviene una demencia paranoidea, esas relacio-nes inconscientes, de origen proyectivo, aparecerán comootras tantas ideas obsesivas amplificadas, en general, pormateriales inconscientes que, notémoslo bien, constituíanya durante el estado normal el contenido de tales proyec-ciones. Asimismo, en tanto que los intereses vitales —lalibido— puedan aprovechar esas proyecciones como unvínculo agradable y útil que liga al individuo con el mun-do, ellas constituirán una positiva facilidad de la vida. Peroapenas la libido elige otro camino y por ende comienza aretirarse de los lazos proyectivos anteriores, las proyeccio-nes actúan como los mayores obstáculos imaginables, al im-pedir con eficacia toda verdadera liberación respecto de losobjetos. Manifiéstase entonces un fenómeno característico:el sujeto se esfuerza en desvalorizar y disminuir lo más po-sible los objetos antes ensalzados, a fin de poder liberar deellos la libido. Mas como la identidad precedente descansasobre la proyección de contenidos subjetivos, una separa-ción plena y total sólo puede lograrse si el sujeto vuelvea tomar posesión de la imagen representada por el objeto,con toda su significación. Esta restitución se produce to-mando conciencia del contenido proyectado, es decir, reco-nociendo el "valor simbólico" del objeto en cuestión.

Dichas proyecciones son tan frecuentes y tan ciertascomo el desconocimiento sistemático de su naturaleza pro-yectiva. En presencia de tales hechos, no sorprenderá veral ingenuo sentido común suponer de antemano como evi-dente, que cuando uno sueña con un señor X, esta imagenonírica "señor X" es idéntica con el señor X de la realidad.Esta suposición concuerda con la ausencia general de espí-ritu crítico, al no ver diferencia alguna entre el objeto en

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sí y la representación que de éste se hace. Consideradacríticamente —nadie podrá negarlo— la imagen onírica sólotiene con el objeto una relación exterior y muy limitada.Pero, en realidad, esa imagen es un complejo de factorespsíquicos formado —gracias, sin duda, a ciertos estímulosexteriores— en el individuo mismo, y que por lo tantoconsta en substancia de factores subjetivos, característicospara él, pero que a menudo no tienen nada que ver con elobjeto real. Siempre comprendemos a los demás como noscomprendemos a nosotros mismos, como tratamos de com-prendernos. Lo que no comprendemos en nosotros mismos,tampoco lo comprendemos en los demás. Así, por múltiplesrazones, la imagen de los otros por lo general es en granparte subjetiva. Como se sabe, ni aun una familiaridadíntima podría garantizar en modo alguno un conocimientoobjetivo de los demás.

Si, como lo hace la escuela freudiana, nos proponemosencontrar "impropios" o "simbólicos" ciertos contenidosmanifiestos del sueño, y explicar que el sueño habla porcierto de "campanario", pero significa "falo", sólo nos restaun paso para decir que el sueño a menudo habla de "sexua-lidad", pero no siempre significa sexualidad; en efecto, elsueño habla, con frecuencia, del padre, pero en realidaddesigna al soñador mismo. Nuestras imagines son partesintegrantes de nuestro espíritu, y cuando nuestro sueño re-produce cualesquiera representaciones, éstas son ante todonuestras representaciones, para cuya elaboración he. con-tribuido la totalidad de nuestro ser; son los factores subje-tivos los que en el sueño, no por motivos exteriores, sinopor los movimientos más íntimos de nuestra alma, se agru-pan de tal o cual manera, expresando un sentido u otro.Toda la génesis del sueño es esencialmente subjetiva; _eisueño es el teatro donde el soñador es a la vez escena, actor,apüntáapfi^díréctor, autor, público y crítico. Esta simpleverdad forma la base de aquella concepción del sentido delos sueños que he denominado interpretación en el plano

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subjetivo. Esta interpretación, como su nombre lo indica,ve en todas las figuras del sueño rasgos personificados dela personalidad del soñador11.

Repetidas veces esa concepción ha suscitado ciertas re-sistencias. Los argumentos de unos se apoyan sobre lasingenuas premisas, ya citadas, de la mentalidad normalcorriente. Los argumentos de otros se basan más bien so-bre la cuestión de principio: ¿qué es más importante, eiplano objetivo o el plano subjetivo"! En realidad, la pro-babilidad teórica del plano subjetivo me parece inobjeta-ble. El segundo problema, en cambio, es mucho más espi-noso. Así como la imagen de un objeto por una parte eselaborada subjetivamente, por la otra está condicionadaobjetivamente. Cuando reproduzco en mí la imagen, esta-blezco un condicionamiento subjetivo y objetivo a la vez.Para discernir en cada caso qué aspecto predomina, antetodo es necesario averiguar si la imagen se reproduce gra-cias a su significación subjetiva o a su significación objeti-va. Cuando sueño, por ejemplo, con una persona a la queme une algún interés vital, la interpretación se aproximapor ciento más al plano objetivo que al otro. Cuando, encambio, sueño con una persona que en realidad me es ajenae indiferente, entonces la interpretación se realiza sobre elplano subjetivo. Es posible, sin embargo —y este caso enla práctica resulta muy frecuente—, que la persona indife-rente represente para el soñador otra persona con la cualestá ligado por lazos afectivos. La teoría freudiana decía:la persona indiferente ha sustituido a la otra en el sueñopara disimular la molestia que ésta produce. En tal casorecomiendo seguir el camino más natural y decir: la remi-niscencia afectiva evidentemente ha cedido su lugar en elsueño al indiferente señor X, lo cual me conduce a unainterpretación en el plano subjetivo. Esta sustitución es una

11 Para la interpretación en el plano subjetivo Maeder (1. c.) ha presen-tado ya algunos ejemplos. Ambos métodos interpretativos son tratados conmás detalles en mi libro Ueber die Psychologle dea Unbewussten. 1943. Hayedición en castellano: Lo inconsciente. B. Aires, Losada, 1942.

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elaboración onírica que de hecho equivale a una represiónde la reminiscencia desagradable. Pero, si esa reminiscen-cia se deja desplazar tan fácilmente es porque no tienemucha importancia. Su reemplazo muestra que ese afectopersonal puede ser despersonalizado. Podría entonces su-perar mi afecto, pero sería recaer en la situación afectivapersonal el restarle valor a la despersonalización llevada acabo con tanto éxito en el sueño, al considerarla como sim-ple represión. Creo más sensato estimar que la feliz sus-titución de la persona desagradable por una indiferente,equivale a una despersonalización de mi afecto hasta en-tonces personal. Por ello, el valor afectivo, es decir la masalibidinal correspondiente, se ha vuelto impersonal; en otrostérminos, se ha liberado del lazo personal que la ataba alobjeto, lo que en adelante me permitirá elevar al planosubjetivo el conflicto real precedente, y tratar de compren-der en qué medida constituye exclusivamente un conflictosubjetivo. Para mayor claridad lo ilustraré con un breveejemplo:

Una vez tuve con el señor A un conflicto personal, ypoco a poco me fui convenciendo de que la culpa estabamás de su parte que de la mía. En esa época tuve el sueñosiguiente: "Por cierto asunto debí consultar a un abogado,quien con gran sorpresa mía me exigió nada menos quecinco mil francos por la consulta, lo que provocó enérgicasprotestas de mi parte".

La imagen del abogado es una débil reminiscencia demi época de estudiante, caracterizada por múltiples dispu-tas y controversias. La brusquedad del abogado me recuer-da con desagrado la personalidad de A y el conflicto todavíapersistente. Avanzando por el plano objetivo podría decir:Detrás del abogado se oculta el señor A, por consiguienteel señor A me exige un precio exagerado y sin derecho.Ese día un estudiante pobre me pidió le prestara cinco milfrancos. En consecuencia, el señor A es un estudiante po-bre, necesitado e incompetente, puesto que se halla en el

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comienzo de sus estudios. Por lo general, en tal situaciónnadie tiene pretensiones ni emitiría opiniones. La realiza-ción de mis deseos se cumpliría así: mi adversario, carentede mansedumbre, sería desechado y mi tranquilidad que-daría protegida. Pero, de hecho, en este punto del sueñome desperté a causa de la viva cólera experimentada antelas exigencias del abogado. Por consiguiente, no fui tran-quilizado por la "realización de mis deseos".

Detrás del abogado ciertamente se oculta el desagrada-ble asunto A. Pero es digno de notarse que mi sueño hayaido a buscar a aquel indiferente jurista de mi época estudian-til. Al abogado asocio: discusión, ergotismo, espíritu decontradicción, y a esto aquel recuerdo de mi época de es-tudiante, en que yo, con razón o sin ella, solía defender nvtesis tenaz, obstinada y tercamente, para conseguir al me-nos aparentar superioridad. Todo esto —bien lo sé— hainfluido en la cuestión que tuve con el señor A. Así com-prendo también por qué el litigio con A no puede liquidar-se, pues el pleitista que vive en mí por todos los mediostrata de conseguir una satisfacción "justa".

Esta concepción, enteramente razonable, conduce a unresultado, mientras que la interpretación en el plano obje-tivo resulta infructuosa, pues no demuestra en modo algu-no la hipótesis de que los sueños son la realización de undeseo. Cuando un sueño me indica dónde estoy cometiendoun error, me proporciona con ello la posibilidad de mejorarmi actitud, lo que siempre es una ventaja. Naturalmente,sólo se llega a tal resultado mediante la interpretación enel plano subjetivo.

Por convincente que sea en un caso similar la inter-pretación en el plano subjetivo, en otro caso conflictualdonde se halle en juego una relación de vital importancia,puede carecer de valor. En este caso evidentemente hayque relacionar al personaje onírico con el objeto real. El cri-terio a seguir se deduce, en cada caso, de los datos cons-cientes, excepto los casos en que una transferencia entra

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en juego. La transferencia determina con toda facilidaderrores de juicio qúé~eñ ocasiones hacen aparecer al médi-co como un deus ex machina absolutamente imprescindibleo como un requisito de la realidad, igualmente indispensa-ble. Tal es el médico para el juicio de su paciente. Entales casos la autorreflexión del médico debe decidir enqué medida él representa un problema real para su pa-ciente. Desde que el plano objetivo de la interpretacióncomienza a resultar monótono e infructuoso, es tiempo deconsiderar a la persona del médico como un símbolo de loscontenidos proyectados por el paciente. Si el analista nolo hiciera, no le queda más que desvalorizar la transferen-cia y así destruirla, reduciéndola a los deseos infantiles, otomar la transferencia al pie de la letra y sacrificarse a lasexigencias del paciente (aun contra las resistencias incons-cientes de éste). Esta segunda eventualidad perjudica aambos, pero en general más al médico. Si, en cambio, seconsigue elevar la persona del médico al plano subjetivo;todos los contenidos transferidos (proyectados) pueden re-tornar al paciente con su valor original. Un ejemplo deretracción de las proyecciones en la transferencia, puedeleerse en mi libro Die Beziehungen zwischen dem Ich unddem Uribewussten™.

Ciertamente, nadie que no sea un analista práctico seinteresará de un modo especial por estas digresiones acercadel "plano subjetivo" y "plano objetivo". Pero cuanto másahondemos en la problemática de los sueños, tanto mástomaremos en cuenta los puntos de vista técnicos del trata-miento práctico. En ese dominio ha sido necesaria la ine-luctable coacción que siempre ejerce sobre el médico uncaso difícil y que sin cesar le hace pensar en el perfeccio-namiento de sus medios de acción, a fin de poder prestarayuda, incluso a este caso difícil. Gracias a las dificultades

a Con respecto a las proyecciones que se dan en la transferencia, véasepie Psychologie der TTebertragung, 1946. Hay edición castellana: La psicologíad« la transferencia. B. Aires. Paidós. 1954. También del libro citado en eltexto: El 70 7 lo Inconsciente, Barcelona, Mirado, 1940.

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del tratamiento diario de los enfermos hemos sido llevadosa concepciones que sacuden hasta los fundamentos nuestramentalidad corriente. Si bien la subjetividad de una imago

, es una verdad patente, sin embargo esta comprobación tie-ne algo de filosófico que suena mal a ciertos oídos. Comohemos mostrado más arriba, ello resulta de la suposiciónirreflexiva que identifica sin más ni más la imago con elobjeto. Toda perturbación de tal supuesto tiene el donde irritar. Por la misma razón, la idea de un plano subje-tivo atrae poco la simpatía, pues ella perturba el candidopostulado de la identidad de los contenidos de concienciacon los objetos correspondientes. Nuestra mentalidad secaracteriza —como los acontecimientos de tiempos de gue-rra " lo demuestran claramente— por juicios de una desca-rada ingenuidad emitidos contra el adversario, pero querevelan nuestros propios defectos; se reprocha al enemigosimplemente las deficiencias propias e inconfesadas. Seve todo en los demás, se critica y se condena a los otrosy se desea mejorarlos y educarlos. No tengo necesidad depresentar ejemplos; los más ilustrativos se encuentran entodos los periódicos. Pero es natural que eso que ocurreen grande se encuentre también en pequeño en cada uno.Nuestra mentalidad es todavía tan primitiva, que se ha libe-rado de la identidad original con el objeto sólo en algunasraras funciones y dominios. El primitivo une a un míni-mum de autorreflexión un máximum de compenetracióncon el objeto, que aun puede ejercer directamente sobre élla magia de su coacción. Toda la magia y la religión pri-mitivas se basan sobre las influencias mágicas emanadasdel objeto, que se originan en las proyecciones de conteni-dos inconscientes sobre el objeto. La autorreflexión pocoa poco se ha separado del estado de identidad inicial, y haprogresado paralelamente hasta alcanzar una diferencia-ción cada vez mayor entre sujeto y objeto. Tal diferencia-

18 La primera Guerra mundial.

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ción revela que ciertas propiedades antes atribuidas inge-nuamente al objeto, en realidad eran contenidos objetivos.Los antiguos ya no creían ser papagayos rojos o hermanosde los cocodrilos, pero sin duda continuaban aún sumergi-dos en la magia. A este respecto, sólo el siglo xviii, el siglode las luces, ha dado un paso decisivo hacia adelante. Pero,como todos sabemos, estamos aún muy alejados de un co-nocimiento de nosotros mismos de acuerdo con nuestro sa-ber actual. Cuando la cólera, a propósito de una insignifican-cia, llega hasta el arrebato, nadie nos convencerá de que elmotivo de nuestro furor se halla totalmente fuera de lapersona o cosa que nos irrita. Así, atribuimos a estas cosasel poder de encolerizarnos, hasta el punto de perturbar enocasiones nuestro sueño y nuestra digestión. Por eso acu-samos sin reparos ni reservas al objeto que nos exaspera,injuriando así una parte inconsciente de nosotros mismosproyectada en el elemento perturbador.

Tales proyecciones forman legión. Unas son favorables,es decir actúan como un puente que facilita el tránsito dela libido; otras son desfavorables, sin llegar prácticamentea constituir un estorbo, pues las proyecciones desfavora-bles por lo general se establecen fuera del círculo de lasrelaciones íntimas. Sin embargo, el neurótico es una ex-cepción: consciente o inconscientemente entabla con su am-biente una relación tan intensa que él no puede impedir alas proyecciones desfavorables desembocar en los objetosmás próximos y suscitar conflictos. Esto lo obliga —si quie-re curarse—, a tener en cuenta sus proyecciones primitivascon tanta perspicacia como nunca lo hace el hombre nor-mal. Este último produce, sin duda las mismas proyeccio-nes, pero mejor distribuidas: el objeto de las proyeccionesfavorables está cerca, el de las proyecciones desfavorables

_se halla a mayor distancia. Como sabemos, eso ocurretambién entre los primitivos: extranjero, para ellos, es si-nónimo de enemigo y malvado. Entre nosotros, aun en laspostrimerías de la Edad Media, "extranjero" y "miserable"

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eran lo mismo. Esa distribución es racional, y por ello elindividuo normal no experimenta necesidad alguna de ha-cer conscientes estas proyecciones, si bien tal estado espeligrosamente ilusorio. La psicología de la guerra ha des-tacado claramente esa particularidad: todo lo que hace lapropia nación es bueno, todo lo que realizan las otras na-ciones es malo. El centro de todas las infamias siempre seencuentra a una distancia de muchos kilómetros detrásde las líneas enemigas. Esta misma psicología primitiva estambién la de cada individuo; por eso, toda tentativa deelevar a la conciencia tales proyecciones, inconscientes des-de toda la eternidad, provoca gran irritación. Por ciertonos gustaría mejorar nuestras relaciones con nuestros pró-jimos, pero evidentemente con la condición de que éstosrespondan a nuestras esperanzas, es decir que se comportencomo dóciles portadores de nuestras proyecciones. Sin em-bargo, si estas proyecciones se vuelven conscientes, nuevasdificultades pueden aparecer para perturbar las relacionescon los demás hombres; lo que significa la destrucción delpuente ilusorio por donde transita libremente el amor y elodio, dando fácilmente salida a nuestras virtudes ficticiasque quieren "elevar" y "mejorar" a los otros. Tales difi-cultades de relación determinan una acumulación de libidoque hará conscientes las proyecciones desfavorables. En losucesivo el sujeto se verá ante la tarea de aceptar comopropias todas las infamias y bribonadas atribuidas sin re-paros a los demás y por las que se ha indignado toda lavida. Lo irritante en ese proceder es la convicción de quepor un lado, si todos los hombres obraran así, la vida seríacompletamente soportable, y por otra la sensación de unaviolenta resistencia a aplicarse este principio a sí mismo,y en serio, por cierto. Si los otros lo hicieran, no se podríadesear nada mejor; pero como uno mismo debe hacerlo, laidea sola resulta insoportable.

El neurótico sin duda se ve obligado por su neurosisa realizar ese progreso; no así el hombre normal, cuyas

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perturbaciones psíquicas, en cambio, se concretan en lavida social o política en forma de manifestaciones psicoló-gicas colectivas, como guerras y revoluciones. La existen-cia real de un enemigo en quien se puede descargar lamaldad es, evidentemente, un alivio de la conciencia. Porlo menos se puede decir sin temor quién es el culpable,teniendo en cuenta que la causa del desastre se encuentrafuera, y no en la propia actitud. Desde que uno se repre-senta claramente las desagradables consecuencias de laconcepción en el plano subjetivo, una objeción se impone alespíritu: ¿es posible que todos los defectos abominables,censurados en los demás, se encuentren en nosotros mis-mos? Entonces, los grandes moralistas, los educadores ge-niales y los benefactores de la humanidad serían los másperversos. No habría que decir menos sobre la proximidadentre el Bien y el Mal, y de manera más general, sobre lasíntimas relaciones entre los pares de contrarios; pero esonos llevaría demasiado lejos de nuestro tema.

Desde luego, no debe exagerarse la concepción en elplano subjetivo; sólo se trata de estimar de una manera unpoco más crítica a quién corresponden las cualidades per-cibidas. Lo que salta a la vista en un objeto puede ser unacualidad real del objeto. Pero cuanto más subjetiva yafectiva sea esa impresión, tanto más ha de ser concebidala cualidad como una proyección. Para esto es necesarioestablecer una distinción de no poca importancia entre lacualidad real existente en el objeto —sin la cual no seríaprobable una proyección sobre el objeto— y el valor o sig-nificación propia de la energía libidinal canalizada haciaesa cualidad. No queda excluido que sea proyectada sobreun objeto una cualidad de la que en realidad apenas exis-ten rastros en el objeto (por ejemplo, la proyección decualidades mágicas en los objetos inanimados). No ocurrelo mismo cuando se trata de las comunes proyecciones derasgos caracterológicos o actitudes momentáneas del com-portamiento. En esos casos es frecuente ver que el objeto

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constituye una ocasión para la proyección que se encuentracasi provocada. Lo último sucede cuando una cualidad psí-quica se encuentra proyectada sobre una persona que laposee inconscientemente; por eso actúa con eficacia sobrelo inconsciente de los demás. Toda proyección determinauna contrap^rcjiección, siempre que la cualidad proyectadapor el sujeto exista de un modo inconsciente en la personaque recibe la proyección, así como un analista reaccionafrente a una "transferencia" con una ''contr^traiisfe^en-cia", cuando la transferencia proyecta un contenido incons-cíente aun para el medico mismo, no obstante existir enél". La contratransferencia es, pues, tan oportuna y con-veniente, o inconveniente, como la transferencia del pa-ciente: tiende a establecer las mejores relaciones, indis-pensables para la realización de ciertos contenidos incons-cientes. La contratransferencia es, como la transferencia,un fenómeno obsesivo, subyugante, pues denota una iden-tificación "mística", vale decir inconsciente, con el objeto.Tales ligaduras inconscientes suscitan siempre resistencias,conscientes si el sujeto, en su manera de ser, tiende a dispo-ner libremente de su libido, sin dejársela sonsacar con astu-cia o por fuerza, e inconscientes, si el sujeto prefiere másbien dejarse quitar la libido. Por eso la transferencia y lacontratransferencia, en tanto sus contenidos permaneceninconscientes, crean relaciones anormales e insostenibles,que tienden a su propia destrucción.

Aun cuando pueda encontrarse en el objeto una parce-la de la cualidad proyectada, el significado práctico de laproyección es, sin embargo, puramente subjetivo e incumbepor entero al sujeto, cuya proyección presta a una cualidadmínima del objeto un valor exagerado.

Aun cuando la proyección concuerde con una cualidadque realmente pertenece al objeto, el contenido proyec-

11 Sobre los contenidos típicos de la proyección, véase Die Psychologle derUebertragung, 1946. (Hay edición castellana: La psicología de la transferencia.B, Airee, Faidós, 1954).

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tado existe también en el sujeto, donde constituye unaparte de la imago del objeto. Esta imago del objetoes una magnitud psicológica diferente de la percepciónsensorial del objeto; consiste en una imagen13 existente aimargen de todas las percepciones, y sin embargo basada entodas ellas. Su vitalidad independiente, dotada de unaautonomía relativa, permanece inconsciente en tanto coin-cide exactamente con la vida real del objeto. Por eso laindependencia de la imagfo escapa a la conciencia y es pro-yectada inconscientemente en el objeto, es decir se confun-de con la independencia del objeto. Debido a ello, natural-mente, el objeto está dotado por el sujeto de una existenciaapremiante, es decir de un valor exagerado basado sobrela proyección de la imago en el objeto, o mejor, sobre laidentidad postulada a priori; de tal suerte, el objeto exte-rior se vuelve a la vez interior; así, por vía inconscientes

un objeto exterior puede ejercer una acción psíquica inme-diata sobre el sujeto, al quedar por su identidad con laimago en cierto modo acoplado directamente al mecanismopsíquico del sujeto. De ahí el poder "mágico" que un obje-to puede ejercer sobre el sujeto. Los primitivos nos pro-porcionan sorprendentes ejemplos de ello; tratan, por ejem-plo, a sus niños u otros seres "animados", como tratan a supropia alma. No se atreven a hacer nada contra ellos portemor a ultrajar el alma de les niños o de los objetos. Poresta razón los niños deben permanecer lo más posible sineducar hasta la pubertad, época en que de repente se lesempieza a impartir una educación complementaria (inicia-ción) a veces cruel.

Más arriba he dicho que la independencia de la imagopermanece inconsciente porque se halla identificada conla del objeto. De acuerdo con eso, la muerte del objetodebería desencadenar una serie de curiosos efectos psico-

11 Para completar digamos que ninguna Imago procede sólo del mundo''xterior. A su configuración específica contribuye también la disposición psíqui-ca a priori, vale decir el arquetipo.

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lógicos, pues el objeto no desaparece del todo, sino que pro-sigue una vida inmaterial. Sabemos que en realidad es así.La ¿magro inconsciente, que ya no corresponde a ningúnobjeto, se convierte en el espíritu del difunto, y ejercesobre el sujeto efectos que no se pueden concebir sinocomo fenómenos psíquicos. Las proyecciones inconscientesdel sujeto que han inoculado contenidos inconscientes en laimago del objeto identificándola con éste, sobreviven a ladesaparición real del objeto, y desempeñan un importantepapel en la vida de los pueblos primitivos y en la de lospueblos civilizados, antiguos y modernos. Estos fenómenosprueban de un modo convincente la existencia relativamen-te autónoma de imagines en lo inconsciente. Es evidenteque ellas habitan lo inconsciente, porque nunca se distin-guen conscientemente del objeto.

Todo progreso, todo perfeccionamiento de las concep-ciones humanas, se ha asociado a un progreso de la con-ciencia individual: el hombre se ha diferenciado de lascosas, y se presenta frente a la naturaleza como distintode ella. Por eso el pensamiento psicológico en su nuevaorientación deberá seguir el mismo camino: salta a la vistaque la identidad del objeto con la imago subjetiva confie-re al objeto una importancia que no le es propia, pero queha poseído desde siempre, pues la identidad es un hechoabsolutamente original. Esta situación constituye para elsujeto un estado primitivo que sólo puede perdurar entanto que no lleve a graves inconvenientes. La sobrevalo-ración.del objeto representa justamente una circunstanciaparticularmente apta para obstaculizar el desarrollo delsujeto. La fascinación por un objeto "mágico" orienta po-derosamente a la conciencia subjetiva en el sentido de eseobjeto, y perturba toda tentativa de diferenciación indi-vidual, que evidentemente debería comenzar con una deli-mitación de la imago y del objeto. En efecto, la línea gene-ral de la diferenciación individual resulta imposible deconservar si factores extrínsecos intervienen de un modo

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"mágico" en la economía psíquica subjetiva. La separaciónde las imagines, que confiere al objeto excesiva importan-cia, restituye al sujeto aquella energía disociada, urgente-mente necesaria para su propio desarrollo.

Concebir las imagines oníricas en el plano subjetivorepresenta para el hombre moderno lo mismo que quitarlea un primitivo sus figuras ancestrales y fetiches e intentarenseñarle que el "poder curativo" es una cosa espiritualque no existe en el objeto, sino en el alma humana. Elprimitivo experimenta una legítima aversión hacia estaconcepción herética, e igual que él, también el hombremoderno siente como desagradable y aun peligroso el des-truir la identidad existente entre imago y objeto, consa-grada por la antigüedad más remota. Apenas caben ima-ginarse las consecuencias que tal divorcio tendría paranuestra psicología: ¡ya no habría a quién acusar, nadie aquien culpar, nadie a quien poder educar, hacer mejor ocastigar! Al contrario, en todas las cosas habría que co-menzar por uno mismo, exigir de sí; sólo de sí mismo, loque se exige de los demás. Tal estado de cosas dice clara-mente por qué la concepción de las imagines oníricas enel plano subjetivo no es un paso indiferente; sobre todo no,porque da lugar a parcialidades y exageraciones en ambossentidos.

Fuera de esas dificultades más bien de orden moral,existen algunas otras de orden intelectual. Se me hahecho ya la objeción de que la interpretación en el planosubjetivo es un problema filosófico, y que la aplicaciónde este principio linda con los límites de la concepción delmundo, dejando por ello de ser ciencia. No me sorprendeque la psicología también se relacione con la filosofía, puesel pensamiento, base de la filosofía, es una actividad psí-quica y como tal es objeto de la psicología, que abarca lopsíquico en toda su extensión, incluyendo la filosofía, lateología y muchos otros sectores. Frente a todas las filoso-fías y a todas las religiones se erige la realidad del alma hu-

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mana, que es, quizá, lo que decide en última instancia sobrela verdad y el error.

Por el momento poco le importa a nuestra psicologíasi sus problemas colindan con los de uno u otro dominiocientífico. A nosotros nos preocupan ante todo las necesi-dades prácticas. Si la cuestión de la concepción del mundoes un problema psicológico, entonces su discusión es denuestra incumbencia, tenga relación o no la filosofía conla psicología. Asimismo las cuestiones de la religión sonpara nosotros cuestiones psicológicas. El alejamiento gene-ral de estos dominios por parte de la psicología médicacontemporánea, constituye una lamentable ausencia quese advierte claramente en el hecho de que las neurosis psi-cógenas a menudo encuentran sus mejores posibilidades decuración en lugares donde no se ejerce la medicina profe-sional. Aunque yo mismo soy médico y según el principiomedicus medicum non decimat (un médico no diezma aotro médico), tendría razones para abstenerse de criticara los médicos, debo empero reconocer que en sus manosno siempre se halla bien cuidada la psicología médica. Amenudo he visto que los médicos psicoterapeutas ejercensu arte según la rutina a que los lleva el carácter propiode sus estudios. El estudio de la medicina consiste, poruna parte, en la simple memorización de una enorme can-tidad de hechos, sin un verdadero conocimiento de sus cau-sas, y por otra, en ciertas habilidades prácticas que debenadquirirse por la experiencia, según el principio "piensapoco y obra más". Así ocurre que de todas las facultadesdel médico, la que tiene menos ocasiones para desarrollar-se es la función del pensar. Por eso tampoco nos sorpren-derá que aun médicos de orientación psicológica no puedan,en modo alguno —o sólo con máximo esfuerzo— seguir misreflexiones. Es que se han habituado a obrar de acuerdocon las recetas y a aplicar mecánicamente métodos queno han ideado por sí mismos. Pero semejante tendenciaes la más inadecuada para el ejercicio de la psicología me-

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dica, pues se aferra a esquemas de teorías y métodos auto-ritarios e impide el desarrollo de la independencia en elpensar. Así he visto que hasta las más elementales distin-ciones —de extraordinaria importancia para la práctica—,como la interpretación en el "plano subjetivo" y en el "pla-no objetivo", el "yo" y el "sí-mismo", "signo" y "símbolo","causalidad" y "finalidad", etc., resultan demasiado exi-gentes para su capacidad de pensamiento. Esta dificultadexplica el tenaz apego a concepciones anticuadas que desdehace tiempo demandan revisión. Que esto no es únicamentemi opinión subjetiva, lo demuestra la fanática unilaterali-dad y el aislamiento sectario de ciertas organizaciones "psi-coanalíticas". Esta actitud es, como todos sabemos, un sín-toma e indica incertidumbre sobrecompensada. Pero, pre-cisamente, ¿quién será el que se aplique criterios psicoló-gicos a sí mismo?

La concepción de los sueños como satisfacciones de de-seos infantiles o como arrangements de orientación finalistaal servicio de una intención infantil de dominio, es dema-siado estrecha para dar cuenta de la esencia del sueño. Elsueño, como todo elemento de la conexión psíquica, es unaresultante de la totalidad de la psique. Por eso debemosestar preparados para encontrar en el sueño todo lo quedesde épocas primitivas ha importado en la vida de la hu-manidad. La vida humana en sí no se limita a tal o cualinstinto fundamental, sino se construye sobre una multi-tud de instintos, apetencias, necesidades y condicionamien-tos tanto físicos como psíquicos; el sueño tampoco puedeexplicarse por tal o cual elemento, por seductora que pa-rezca —en su simplicidad— tal explicación. Podemos estarseguros de que ésa es errónea, pues ninguna teoría sim-plista de los instintos podría jamás abarcar la amplitud delalma humana, ni sondear sus misterios; por consiguiente,tampoco comprenderá los sueños, expresión del alma. Paracomprender el sueño, por lo menos en algo, precisamosinstrumentos seleccionados trabajosamente de todos los

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sectores de las ciencias del espíritu. Pero con un par demajaderías o con la prueba de ciertas represiones, no seresuelve el problema del sueño. Se ha reprochado a mistrabajos su tendencia "filosófica" (y hasta "teológica"),en el sentido de que empleo nociones "filosóficas" y deque mi concepción psicológica es "metafísica"10. Pero ocu-rre que yo utilizo ciertos materiales de la filosofía, de laciencia de las religiones, y de la historia, exclusivamentepara representar la estructura psíquica. Si por ejemployo empleo un concepto teológico, o asimismo el conceptometafísico de energía, debo hacerlo porque constituyenrepresentaciones existentes en el alma humana desde loscomienzos. No me cansaré de repetir que ni la ley moral,ni el concepto de Dios, ni ninguna religión le ha venidoal hombre desde fuera, como quien dice desde el cielo;sino que el hombre todo lo lleva dentro de sí como engermen, y por esto lo crea al extraerlo de sí. Por consi-guiente, es inútil pensar que basta sólo el racionalismopara ahuyentar este fantasma. La idea de la ley moral, laidea de Dios, forman parte de las reservas inextirpablesdel alma humana. Por ello, toda psicología honesta queno esté cegada por la soberbia de un racionalismo trivial,debe aceptar la discusión de eses hechos. Ni las vanas ex-plicaciones, ni la ironía podrán disiparlos. En física pode-mos pasar sin un concepto de Dios, pero en psicología, lanoción de la divinidad es un factor definitivo con el quehay que contar, tanto como con las nociones de "afecto","instinto", "madre", etc. Naturalmente, en la eterna con-fusión entre objeto e imago estriba el no poder diferenciarentre "Dios" e imago de Dios"; por eso se piensa que unohabla de Dios, que explica "teología", cada vez que sehabla de la "imagen de Dios". No corresponde a la psico-logía, como ciencia, postular la hipóstasis de la imago divi-na; ella debe simplemente, de acuerdo con los hechos, con-

18 Eso se refiere a mi teoría del "arquetipo". El concepto biológico depattern oí behavlonr (pauta de conducta) , ¡ también es "metafísico"?

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tar con la existencia de una imagen de Dios. De modo simi-lar opera con la noción de instinto, sin atribuirse la com-petencia de establecer qué es el "instinto" en sí. Cada unosabe a qué hechos psicológicos responde el término de ins-tinto, por oscura que sea su naturaleza profunda. Tambiénresulta claro que la noción de Dios, por ejemplo, corres-ponde a un determinado complejo de hechos psicológicos,representando así una magnitud determinada con la quese puede operar. Pero queda una cuestión fuera del alcan-ce de toda psicología: saber qué es Dios en sí. Lamentotener que repetir cosas tan evidentes.

En lo que precede he expuesto lo esencial de lo quedebía decir en cuanto a las consideraciones generales sobrela psicología onírica ". Intencionalmente he dejado de ladolos detalles reservados a la casuística. La discusión de esasgeneralidades nos ha llevado a vastos problemas que esimprescindible citar cuando se trata de los sueños. Desdeluego, habría aún mucho que decir sobre el fin del análisisde los sueños; pero como dicho análisis constituye el ins-trumento del tratamiento analítico, sólo puede hacerse encorrelación con una descripción del tratamiento completo.Sin embargo, una descripción detallada de la naturalezadel tratamiento requiere diversos trabajos previos que en-foquen el problema desde distintos ángulos. La cuestióndel tratamiento analítico es extremadamente compleja, adespecho de los autores que, excediéndose en simplificacio-nes, quieren hacer creer que es muy fácil extirpar las"raíces" conocidas de la enfermedad. Guardémonos de todaligereza en estos asuntos. Yo preferiría ver la discusiónprofunda de los problemas capitales, puestos en boga porel análisis, reservada a gente seria y concienzuda. Por lodemás, sería verdaderamente tiempo de que la psicologíaacadémica abriese los ojos a la realidad y se interesara porel alma humana real, y no sólo por las experiencias de la-

17 En el siguiente ensayo, redactado mucho más tarde, se encontraránalgunas nociones complementarias.

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boratorio. Ya no deberían existir profesores que prohibena sus discípulos interesarse por la psicología analítica outilizar sus nociones; no deberían hacer a nuestra psicologíael reproche de utilizar de un modo poco científico las "expe-riencias obtenidas en la vida diaria". Sé que la psicología ge-neral podría sacar el mayor provecho de un estudio serio delos problemas oníricos, a poco que llegara a liberarse del pre-juicio, totalmente injustificado y profano, de que el sueñoes producido por excitaciones somáticas exclusivamente.La sobrevaloración de lo somático es también en psiquiatríauna de las principales causas del estancamiento de la psi-copatología, en cuanto que no ha sido fertilizada directa-mente por el análisis. El dogma: "las enfermedades men-tales son enfermedades del cerebro", es un residuo del ma-terialismo que floreció hacia 1870, y se transformó en unprejuicio absolutamente injustificable que impide todo pro-greso. Aun cuando fuera verdad que todas las enfermeda-des mentales son enfermedades del cerebro, éste no seríaun argumento contra la investigación del aspecto psíquicode la enfermedad. Pero este prejuicio es utilizado paradesacreditar y exterminar de antemano todas las tentativashechas en tal sentido. Sin embargo, jamás se ha probadoque todas las enfermedades mentales son enfermedades delcerebro, ni jamás podrá demostrarse; de lo contrario debe-ría poder probarse que si un individuo piensa u obra deesta o aquella manera, es porque tal o cual albúmina seha disociado o integrado en tal o cual célula. Semejantehipótesis conduce directamente al evangelio materialista:"El hombre es lo que come". Tal ideología pretende redu-cir la vida del espíritu a procesos de asimilación y de des-asimilación en las células cerebrales, asimilación y desasi-milación que son necesariamente siempre concebidas sólocomo síntesis o desintegraciones de laboratorio, pues re-presentarnos los procesos tales como la vida los crea, esa tal punto imposible, que no podemos seguir con el pen-samiento el proceso vital. No obstante, es así como debe-

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 163

rían poder pensarse los procesos celulares, si se quiere ase-gurar la validez de la concepción materialista. Pero, si selograra eso, ya habría sido superado el materialismo, pues-to que la vida aparecería, no como una función de la mate-ria, sino sólo como un proceso existente en si y para sí.a? cual fuerza y materia estarían subordinadas. La vidacomo función de la materia exigiría generatio aequivoca;pero habrá que esperar aún mucho tiempo esta prueba.Nada nos autoriza, como no sea el exclusivismo, la arbitra-riedad y la carencia de pruebas, a concebir la vida de ma-nera materialista; tampoco tenemos derecho de reducir lapsicología a un proceso cerebral, sin contar que cualquiertentativa en tal sentido está condenada al absurdo, comolo demuestran todas las que ya fueron emprendidas. Elfenómeno psíquico debe ser considerado bajo su aspectopsíquico y no como proceso orgánico o celular. Uno seindigna contra los "fantasmas metafísicos", cuando alguienexplica los procesos celulares a la manera vitalista, perola hipótesis física es acreditada como "científica", aun cuan-do no sea menos fantástica. Pero ella se adapta al prejuiciomaterialista, y por esto cualquier absurdo se consagra comocientífico, desde que permite trocar lo psíquico en físico.Ojalá no esté muy lejano el tiempo en que nuestros hom-bres de ciencia se desliguen de ese residuo de materialismoanticuado y vacío.

IV

LA ESENCIA DEL SUEÑO

La psicología médica se distingue de todas las otrasdisciplinas científico-naturales, en que tiene que tratar losproblemas más complejos sin poder apoyarse en series ex-perimentales o hechos explicables por la lógica. En cam-bio se ve enfrentada con multitud de objetos irraciona-les constantemente variables; sin duda, el alma es el sermás insondable e inaccesible de cuantos ha estudiado elpensamiento científico. Se debe, por cierto, suponer quetodos los fenómenos psíquicos se hallan de algún modo enuna serie causal en el sentido más amplio, si bien es acon-sejable considerar precisamente aquí, que la causalidad,en última instancia, sólo es una verdad estadística. Poreso, quizás, en ciertos casos no es del todo inconvenientedejar al menos una puerta abierta a una irracionalidad talvez absoluta, si bien ya por razones heurísticas en cadacaso se plantea primeramente la cuestión de la causalidad.Asimismo, bien está también considerar en medio de esteplanteo al menos una de las clásicas distinciones concep-tuales, a saber la de causa efficiens y causa finalis. Enasuntos psíquicos no es precisamente la cuestión: ¿Por quéocurre esto?, necesariamente más eficaz que la otra cues-tión: ¿Para qué ocurre?

Entre los muchos problemas de la psicología médicaexiste un tema de sumo cuidado: el sueño. Sería asimismo

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una tarea tan interesante como difícil la de tratar él sue-ño exclusivamente bajo su aspecto médico, vale decir conrespecto al diagnóstico y pronóstico de los estados patoló-gicos. El sueño en realidad también se refiere a la saludy a la enfermedad, y como en virtud de su origen incons-ciente se nutre del jugo de las percepciones subliminales,puede en ocasiones producir cosas muy dignas de conocerse.A menudo eso me ha resultado útil en casos de difícil diag-nóstico diferencial, con síntomas orgánicos y psicógenos.También para el pronóstico son importantes ciertos sue-ños. (Cfr. mi artículo "Die prakíische Verwendbarkeit derTraumanalyse", pág. 98 y sigs., en Wirklichkeit der Seele,Zurich, 1934) *. Pero en este terreno faltan aún todos lostrabajos previos necesarios, como cuidadosas coleccionescasuísticas y demás. Es una tarea de los médicos del futu-ro formados en psicología, elaborar sistemáticamente pro-tocolos de sueños, cuando tengan ocasión de recibir mate-rial onírico que se relacione con ulteriores comienzos de en-fermedades agudas que amenacen la vida o aun con undesenlace fatal, es decir con acontecimientos no previstosen el momento de establecer el protocolo. La exploraciónde los sueños en general es en sí trabajo de toda una vida;el análisis de cada uno en particular es tarea que exi-ge una ardua labor. Por ello he preferido en este bre-ve resumen tratar los aspectos fundamentales de lapsicología e interpretación de los sueños, de modo que aunel profano en la materia pueda formarse una imagen deeste problema y su método. El experto convendrá conmigocuando digo que el conocimiento de los principios funda-mentales es más importante que una casuística copiosa,incapaz de compensar una escasa experiencia.

El sueño es un trozo de actividad psíquica involuntaria,que tiene precisamente tanta conciencia como para poderser reproducido en el estado de vigilia. Entre los fenóme-

* Hay versión castel lana: "La aplicación práctica del análisis d« losDueños", eo Bealidad del alma, E. Aires, Losada, 1940. [E.]

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nos psíquicos, el sueño es el que presenta quizá las cosasmás "irracionales". Parece haber recibido un mínimumde aquella asociación lógica y jerarquización de valoresque muestran los otros contenidos de la conciencia, y porello resulta menos fácil de ver y comprender. Los sueñosque presentan una feliz combinación lógica, moral y esté-tica, son verdaderas excepciones. Por lo general, el sueño

• es un curioso y extraño producto que se caracteriza porsus muchas "malas cualidades", como falta de lógica, dudo-'sa moral, formas antiestéticas y evidentes contrasentidoso absurdos. Está bien entonces tildarlo de torpe, dispara-tado y sin valor.

Toda interpretación de un sueño es una afirmaciónpsicológica sobre algunos de sus contenidos psíquicos, y enconsecuencia resulta algo riesgosa, pues por lo general elsoñador, como la mayoría de la gente, tiene a menudo unasorprendente susceptibilidad no sólo para las observacionesdesacertadas, sino también para las acertadas. Como úni-camente en condiciones muy especiales es posible estudiarun sueño sin la participación del soñador, las más de lasveces se precisa un extraordinario empeño para obrar contino y no herir el amor propio del paciente. Qué debe de-cirse, por ejemplo, al paciente que relatada una serie desueños poco decentes, pregunta: "¿Por qué tengo jus-tamente yo sueños tan repugnantes?" A una pregun-ta de esa suerte es mejor no darle respuesta ninguna, pueses difícil contestarle, por muchas razones, sobre todo parael principiante; en tales circunstancias suele decirse condemasiada facilidad una torpeza, precisamente cuando secreía poder responder a la cuestión. Comprender los sue-ños es, en efecto, una cosa tan difícil, que desde hace yatiempo he tomado por norma, cuando alguien me cuentaun sueño y me pregunta mi opinión, de decir ante todopara mí mismo: "No tengo ninguna sospecha de qué sig-nifica este sueño". Establecido esto, puedo luego entraren el análisis del sueño.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 167

Sin duda el lector se preguntará aquí: ¿Vale la pena,en última instancia, indagar en un caso particular el sen-tido de un sueño, suponiendo que los sueños en general ten-gan un sentido y que éste pueda demostrarse en la mayo-ría de los casos?

Para demostrar, por ejemplo, que un animal es verte-brado, puede ponerse al descubierto su columna vertebral.¿Pero cómo proceder cuando se debe "poner al descubierto"la estructura íntima y llena de sentido, de un sueño? Alparecer no existen leyes formales unívocas, y en particu-lar los sueños no tienen un modo de comportamiento regu-lar, excepto los sueños "típicos", bien conocidos por todos,como por ejemplo los sueños deíncttifis_jo_^sátirqs". Lossueños de angustia no son raros, por cierto, pero tampococonstituyen regla. Además existen típicos temas dejsueñostambién conocidos por el profano, como volar, subir esca-leras, trepar montañas, pasear con escasas ropas, perderalgún diente, el gentío, el hotel, la estación del ferrocarril,la vía férrea, el avión, el automóvil, los animales angus-tiantes (serpientes), etc. Esos temas son muy frecuentes,pero en modo alguno bastan para poder inferir una legali-dad relativa a la estructura del sueño.

Hay personas que de tiempo en tiempo tienen el mis-mo sueño. Sobre todo ocurre eso en los años mozos, peroeventualmente tal repetición puede extenderse también alo largo de muchas décadas. En tales casos no es raro quese trate de sueños muy impresionantes y que se tenga laplena convicción de que "sin embargo deben significar al-go". Esta convicción tiene su valor, en cuanto que no pode-mos dejar de admitir que de vez en cuando se presenteuna determinada situación psíquica que provoque el sueño.Pero una "situación psíquica" es algo que cuando puede for-mularse se identifica con un determinado sentido, siem-pre que no se aferré uno a la gratuita hipótesis de que to-dos los sueños se reducen a malestares de estómago o °.la posición en decúbito dorsal. Tales sueños de hecho su-

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gieren por lo menos cierto contenido significativo causal.Lo mismo puede decirse de los temas llamados típicos.Aquí es difícil librarse de la impresión de que "eso significaalgo".

Pero, ¿cómo lograr un sentido plausible, y cómo poderconfirmar luego la exactitud de esa interpretación? Un pri-mer método, por cierto no científico, consistiría en profeti-zar acontecimientos futuros echando mano a un libro desueños, y una vez realizados verificar la interpretación,suponiendo que el sentido de los sueños estribara en laanticipación del futuro.

Otra posibilidad de investigar directamente el signifi-cado de un sueño sería remontarse al pasado para recons-truir las primeras vivencias al aparecer determinados te-mas. Si bien esto es posible en una medida limitada, sinembargo tendría un valor decisivo sólo cuando con ello pu-diera conocerse algo que en realidad le ha ocurrido al so-ñador, pero que le es inconsciente, o eventualmente algoque de ningún modo quisiera revelar. Si es así, se trataentonces de una pura imagen del recuerdo cuya apariciónen el sueño por nadie es discutida; y, además, su funciónonírica significativa resulta de muy escasa importanciapuesto que igualmente el soñador consciente hubiera podi-do dar referencias sobre ello. Lamentablemente, con estohan quedado agotadas las posibilidades de una investiga-ción directa del significado.

El mayor mérito de Freud es haber dado con la pistaen la investigación de los sueños. El descubrió antes quenadie que sin la colaboración del soñador no podríamosefectuar interpretación alguna. Las palabras que constitu-yen el relato de un sueño, no tienen un solo sentido, sinomuchos. Cuando, por ejemplo, alguien sueña con una mesa,faltará mucho aún para saber qué significa la "mesa" delsoñador, a pesar de que la palabra "mesa" parece ser bas-tante clara. Sabemos, en efecto, de una mesa, pero ignora-mos que esta "mesa" es precisamente aquella a la cual

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 169

estaba sentado su padre cuando negó al soñador toda ulte-rior ayuda económica y lo echó de su casa por haragáu.La blanca superficie de esa mesa le quedó fijada como sím-bolo de su catastrófica inutilidad, no sólo en la concienciadiurna, sino en los sueños de la noche. Tal es lo que nuestrosoñador entiende por "mesa". Por ello, precisamos la ayu-da del soñador para reducir la multiplicidad de significa-dos de las palabras a lo esencial y convincente. Quienquie-ra que desconozca el asunto puede dudar que la "mesa"designe en la vida del soñador un punto molesto; pero elsoñador no duda, ni yo tampoco. Es evidente que la inter-pretación de los sueños es en primer lugar una vivenciaque sólo para dos personas se mantiene libre de objeciones.

En consecuencia, cuando llegamos a la comprobaciónde que la "mesa" significa en el sueño precisamente aque-lla mesa fatal y todas las demás circunstancias, hemos in-terpretado entonces, no el sueño, sino al menos ese temaaislado como hecho principal, es decir sabemos qué repre-senta la palabra "mesa" en un contexto subjetivo.

Llegamos a ese resultado mediante la metódica averi-guación de las ocurrencias del soñador. Sin duda debo re-chazar los restariíeTprcícédimientos a que Freud somete lo¿contenidos oníricos, pues dependen demasiado de la ideapreconcebida de que los sueños son la realización de "de-seos reprimidos". Si bien existen sueños semejantes, faltatanto para probar que todos los sueños son realizaciones dedeseos, como para demostrar que todos los pensamientos dela vida psíquica consciente provienen de deseos insatisfe-chos. No existe razón alguna para suponer que los proce-sos inconscientes en que se basa el sueño son en su formay contenido más limitados y unívocos que los procesosconscientes. De los últimos cabría más bien suponer quese dejan reducir a tipos conocidos, puesto que las más delas veces reflejan la regularidad o aún la monotonía de laconducta consciente.

Para establecer el sentido del sueño, basándome en la

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noción arriba explicada he practicado un procedimientoque llamo examen del contexto, y que consiste en averi-guar mediante las ocurrencias del soñador qué matiz sig-nificativo tiene para él cada detalle importante del sueño;es decir, procedo igual que para descifrar un texto difícilde leer. Este método da como resultado, no siempre untexto inmediatamente comprensible, sino con frecuenciasólo importantes indicios reveladores de numerosas posibi-lidades. Una vez atendí a un joven que en la anamnesiame declaró que felizmente estaba prometido, y por ciertocon una joven de "buena" familia. En sueños se le apare-cía la imagen de ella haciendo muy mala figura. El con-texto demostró que lo inconsciente del soñador combinabahistorias escandalosas de toda clase, provenientes de muydiversas fuentes, con la imagen de su prometida, lo que leresultaba absolutamente inconcebible, y por supuesto a mítambién. Por la continua repetición de tales combinacio-nes debí, sin embargo, concluir que a pesar de su resis-tencia consciente existía una tendencia inconsciente a vera su novia en situaciones poco claras. Me dijo que si algohabía de cierto en eso, sería catastrófico para él. Su neu-rosis aguda se había manifestado algún tiempo despuésde la fiesta del compromiso. No obstante lo increíble delcaso, la sospecha contra su novia me pareció un punto detan capital importancia, que le aconsejé realizara una seriede investigaciones. Éstas demostraron que la sospecha erajustificada, y el shock del desagradable descubrimientono exterminó al paciente, sino lo curó de su neurosis y porconsiguiente también de su novia. Aunque el examen delcontexto descubría algo "increíble" al presentar una apa-rentemente absurda interpretación de los sueños, sin em-bargo todo se reveló como acertado cuando se elucidaronlos hechos. Este caso es de una sencillez ejemplar. Es su-perfluo destacar que los sueños que tienen una solucióntan simple son los menos.

El examen del contexto es por cierto un trabajo senci-

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 171

lio, casi mecánico, que no tiene sino una importancia pre-paratoria. La posterior elaboración de un texto legible,es decir la verdadera interpretación del sueño, es en cam-bio por regla general una tarea absorbente, y supone com-prensión psicológica, capacidad de combinación, intuición,conocimiento del mundo y del ser humano, y sobre todouna sabiduría específica que depende tanto de un amplioconocimiento como de cierta intelligence du coeur. Todosestos requisitos previos, inclusoTólTnornbrados^éñ últimotérmino, valen en general para el arte del diagnóstico mé-dico. No se requiere en absoluto un sexto sentido para po-der comprender los sueños; pero sí se precisa algo másque los esquemas insípidos de los vulgares librejos de sue-ños, formados casi siempre bajo el influjo de ideas precon-cebidas. Hay que rechazar la explicación estereotipadade los temas oníricos; sólo se justifican las interpretacionesparticulares deducidas por un cuidadoso examen del con-texto. Aun cuando se posea una gran experiencia en estascuestiones, no obstante es necesario con frecuencia confe-sar la propia ignorancia ante cada sueño, y renunciando atoda idea preconcebida disponerse para lo más inesperado.

Por más que los sueños se refieran a una concienciade determinada índole y a una situación psíquica determi-nada, sus raíces ahondan en el desconocido y oscuro tras-fondo de los fenómenos conscientes. Por falta de una ex-presión más significativa, llamamos inconsciente a ese tras-fondo. No conocemos su esencia en sí; observamos sólociertos efectos, de cuya manera de ser inferimos ciertasconclusiones sobre la naturaleza de la psique inconsciente.Por ser el sueño una exteriorización normal y muy frecuen-te de la psique inconsciente, proporciona la mayor partedel material empírico para la exploración de lo incons-ciente.

Pero, como la mayoría de los sueños no coinciden conlas tendencias de la conciencia, sino que muestran parti-culares divergencias, debemos suponer que lo inconscien-

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te —verdadera matriz de los sueños— tiene una funciónindependiente; por ello hablo yo de autonomía de lo in-consciente. El sueño no sólo no obedece a nuestra volun-tad, sino que aun muy a menudo se pone en abierta oposi-ción con las intenciones de la conciencia. Pero la oposi-ción no siempre es tan acentuada; a veces puede también elsueño apartarse sólo en pequeña medida de la actitud otendencia consciente y originar modificaciones; por cierto,en ocasiones hasta puede coincidir con dichos contenidosy tendencias. Para formular esos comportamientos, comoúnico concepto posible se me ofrece el de compensación;sólo él puede, a mi juicio, abarcar cabalmente todos losmodos de comportamiento del sueño. En rigor, la compen-sación debe distinguirse de la complementación. El com-plemento es un concepto demasiado limitado y limitativo,que no basta para explicar adecuadamente la función oní-rica, pues designa una relación de completación por así de-cir automática *. f La compensación, en cambio, como lodice el término, es un cotejo y comparación de diversosdatos o puntos de vista, por donde se origina un equilibrioo una regulación^}

Existen tres'posibilidades al respecto/ Cuando una ac-titud de la conciencia hacia la situación vital es unilateralen alto grado, el sueño se sitúa en el lado opuesto. Si laconciencia ocupa un lugar relativamente cercano al "me-dio", el sueño se contenta con variantes. Pero si la situa-ción de la conciencia es "correcta" (adecuada), coincideel sueño y subraya la tendencia, sin perder sin embargo suautonomía particular. Como de todos modos nunca se sabecon seguridad cómo ha de valorarse la situación conscientede un paciente, queda excluida de antemano una interpre-tación de los sueños sin interrogar al soñador. Pero, auncuando conozcamos la situación consciente, con ello no sa-bremos nada aún sobre la posición de lo inconsciente. Co-

1 Con esto no se quiere negar el principio de complementación. El con-cepto de compensación es sólo un refinamiento psicológico del mismo.

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mo lo inconsciente es la matriz no sólo de los sueños, sinotambién de los síntomas psicógenos, la cuestión de la po-sición de lo inconsciente adquiere una importancia prácticaespecial. Sin preocuparse de si yo y otros conmigo consi-deran mi actitud consciente como justa, lo inconsciente pue-de, por así decir, "tener otra opinión".v

Si bien en la mayoría de los casos la compensacióntiende a lograr un normal equilibrio psíquico, mostrándoseasí como una suerte de autorregulación del sistema psíqui-co, no puede uno, sin embargo, quedar satisfecho con eseconocimiento, pues bajo ciertas condiciones y en ciertos ca-sos (por ejemplo, en las psicosis latentes) la compensa-ción conduce a un desenlace fatal (prevalecen las tenden-cias destructivas), por ejemplo el suicidio u otras accio-nes anormales, que precisamente están "anotadas" en elplan de vida de ciertos individuos tarados.

En el tratamiento de las neurosis se presenta la tareade producir otra vez la armonía entre "consciente" e "incons-ciente". Como sabemos, esa tarea puede cumplirse de múlti-ples maneras, comenzando por los "modos de vivir natu-rales", las objeciones fundadas en la razón, la fortificaciónde la voluntad, hasta el "análisis de lo inconsciente".

Dado que los métodos más sencillos fracasan con tantafrecuencia y el médico ya no sabe cómo debe seguir tra-tando al paciente, la función compensadora de los sueñosofrece una ayuda oportuna. Los sueños de los hombresmodernos, por ejemplo, no siempre indican el medicamentoconveniente, como se cuenta de los sueños de incubación quese tenían en el templo de Esculapio; pero aclaran la situacióndel paciente de una manera que puede ser sumamente sa-ludable, trayendo recuerdos, ideas, vivencias, despertandolo que duerme en la personalidad y descubriendo lo incons-ciente en las relaciones, de tal suerte que rara vez uno queno se canse en elaborar sus sueños durante largo tiempoasistido por un profesional, quedará sin enriquecer y am-pliar su horizonte. Precisamente a causa de la conducta

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compensadora, el análisis de los sueños, llevado- a caboconsecuentemente, proporciona nuevos puntos de vista yabre nuevos caminos que ayudan a superar los temidosestancamientos.

Con el concepto de "compensación" se ha logrado porcierto sólo una caracterización muy general de la funciónonírica. Si, como ocurre en los tratamientos prolongadosy difíciles, se tienen ante los ojos series de sueños que so-brepasan muchos centenares, entonces paulatinamente seimpone al observador un fenómeno que en un sueño aisla-do está oculto detrás de la correspondiente compensación.Es ése una especie de proceso evolutivo de la personali-dad. Sobre todo las^compéñsaciones aparecen como even-tuales nivelaciones de unilateralidades o restablecimientosde una situación de equilibrio perturbada. En cambio, enuna comprensión y experiencia más profundas se ordenanesos actos de compensación, al parecer únicos, en una suer-te de plan. Parecen vincularse entre sí y, en el sentido máspróluEdo, subordinarse a un fin común, de modo que unalarga serie onírica ya no parece un alineamiento sin sen-tido de acontecimientos incoherentes y únicos, sino un pro-ceso evolutivo y organizado que transcurre por planos je-rarquizados. He designado este proceso inconsciente expre-sado espontáneamente en el simbolismo de largas series desueños, como proceso de ind,iyMuaciáíL.

Más que eiTcualqúier otra parte, desde luego, en el tra-tamiento descriptivo de la psicología onírica habría quecolocar aquí los ejemplos ilustrativos. Pero lamentable-mente esto resulta imposible por razones técnicas. Por ello,remito a mi libro Psychologie und Alchemie (Zurich, 1943),que contiene, entre otras cosas, una investigación sobre laestructura de series de sueños con especial referencia alproceso de individuación.

La cuestión de si largas series de sueños recibidas fue-ra del procedimiento analítico, permiten también reconocerun proceso evolutivo que apunta a la individuación, queda

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aún sin explicar por falta de las correspondientes investi-gaciones.- El procedimiento analítico significa, sobre todocuando abarca el análisis sistemático de los sueños un"proceso acelerado de maduración", como Stanley Hall lollamara una vez acertadamente. Por eso, sería posible quelos temas que acompañan al proceso de individuación, quese dan sobre todo y en primer lugar en las series oníricasrecibidas en el procedimiento analítico, aparecieran con undistanciamiento temporal quizás notablemente mayor cuan-do se presentan en la serie onírica "extra-analítica".

Más arriba mencioné que para la interpretación delos sueños se requiere, entre otras cosas, también una sa-biduría especial. Si bien creo a un profano inteligente conalgunos conocimientos psicológicos y cierta experiencia dela vida capaz de poder diagnosticar con aciertos la com-pensación de los sueños, juzgo imposible que nadie sin co-nocimientos sobre mitología y folklore, sin saber psicolo-gía de los primitivos y ciencia de las religiones compara-das, comprenda la esencia del proceso de individuación,base, según todo lo que sabemos, de la compensación psico-lógica.

No todos los sueños_son deiguaMmportancia. Ya losprimitivos dístíñguíáñ~entre (fgegileño^ y £grañdes^ sue-ños. Nosotros diríamos, por ejemplo, sueños "insignifican-tes" e "importantes". Considerados con más precisión, los"pequeños" sueños son fragmentos nocturnos de la fanta-sía, que provienen de la esfera subjetiva y personal y di-luyen su importancia en trivialidades. Por eso tales sue-ños se olvidan también con facilidad, precisamente porquesü~vali3ez no alcanza más allá de las oscilaciones cotidia-nas del equilibrio psíquico. Los sueños de gran alcance, encambio, permanecen a menudo guardados erTlá memoria alo largo de uria^vMa, y no raras veces constituyen la parteprincipal del tesoro de las vivencias psíquicas. Cuántaspersonas he encontrado que en la primera entrevista nopueden dejar de decir: "¡Una vez tuve un sueño!" En oca-

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sienes se trata del primer sueño que pueden recordar, teni-do entre el tercer y el quinto año de vida. He investigadomuchos de tales sueños y con frecuencia he encontradoen ellos una particularidad que los distingue de todos losdemás. En efecto, hay en ellos imágenes simbólicas quetambién encontramos en la historia del espíritu humano.Merece destacarse que el soñador no necesita tener sospe-cha alguna de la existencia de tales paralelos. Esta parti-cularidad vale para los sueños del proceso de individua-ción. Contienen esos sueños los llamados temas mitológi-cos, que he designado como arquetipos. Se entiende portales las formas específicas y las series alegóricas que seencuentran de un modo análogo en todos los tiempos y re-jgiones, como también en los sueños individuales, fantasías,¡visiones e ideas delirantes. Su frecuente aparición en ca-!sos individuales y su ubicuidad étnica prueban que el alma¡humana en parte es propia de cada uno, subjetiva o per-isonal, y que en parte es colectiva y objetiva (cfr. mi li-bro Über die Psychologie des Unbewussten).

De ahí que hablemos, por un lado, de un inconscientepersonal, y por otro, de un inconsciente colectivo, que re-presenta una capa, por así^decír, más profunda que lo in-consciente personal, cercano a la "conciencia. Los sueños"grandes" o trascendentales provienen de esa capa profun-da. Su importancia se revela —prescindiendo de la impre-sión subjetiva— por su forma plástica que a menudo mues-tra una fuerza y belleza poéticas. Tales sueños se presen-tan las más de las veces en períodos decisivos de la vida,como en la primera juventud, en la época de la pubertad,en la madurez (entre los treinta y seis y cuarenta años),y cerca ya de la muerte. Con frecuencia su interpretación*presenta considerables dificultades, pues el material que elsoñador puede aportar es demasiado escaso. Precisamenteen las creaciones arquetípicas se trata no ya de experienciaspersonales, sino en cierto modo de ideas generales, cuyaprincipal importancia radica en su sentido particular, y

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no en cualquier conexión personal de las vivencias. Un jo-ven, por ejemplo, soñó con una gran serpiente que custo-diaba un vellocino de oro en una bóveda subterránea. Sinduda había visto una vez una boa en un jardín zoológico,pero no fue capaz de mencionar nada que hubiera podidomotivarle tal sueño, fuera del recuerdo de las narracioneslegendarias. Según este contexto insuficiente, el sueño, ca-racterizado precisamente por su intensidad emocional, ten-dría una importancia por completo insignificante. Y así,no se explicaría dicha emocionalidad. En un caso semejan-te debemos recurrir a los mitologemas, donde la serpienteo el dragón, el tesoro y la gruta representan una de laspruebas demostrativas de la vida heroica. Resulta claro,pues, que se trata de una emoción colectiva, es decir deuna situación típica afectiva que no es una vivencia per-sonal en primer término, sino que sólo secundariamentellega a serlo. Primariamente se trata de un problema hu-mano general, descuidado en su aspecto subjetivo y quepor ello en su aspecto objetivo se abre paso hacia la con-ciencia, (cfr. K. Kerényi y C. G. Jung, Einführung in dasWesen der Mythologie, Amsterdam, 1941).

Un hombre en la mitad de su vida se siente aún joven,y vejez y muerte le están lejanas. Pero alrededor de lostreinta y seis años pasa el cénit de la vida sin tener con-ciencia de la importancia de ese hecho. Si es un hombreque por todas sus disposiciones y aptitudes no soporta uninconsciente demasiado grande, el reconocimiento de esemomento tal vez se le impondrá en forma de un sueño ar-quetípico. Será inútil esforzarse por comprender el sueñocon ayuda de un cuidadoso examen del contexto, pues aquélse expresa por medio de extrañas formas mitológicas, nohabituales al soñador. El sueño utiliza figuras colectivas,pues ha expresado un problema humano sempiterno, quese repite indefinidamente, y no una perturbación personaldel equilibrio.

Todos aquellos instantes de la vida individual en que

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• las leyes de validez universal del destino humano quebran-tan las intenciones, esperanzas y concepciones de la con-

! ciencia personal, son a la vez estaciones del procesa deindjmduiicíón. Efectivamente, este proceso es la espon-tánea realización del hombre tpíal. El hombre conscientede su yo es sólo una parte del todo viviente, y su vida norepresenta aún ninguna realización completa. Cuanto máses puro yo, tanto más se separa del hombre colectivo quetambién es, y hasta se convierte en su opuesto. Pero, comotodo ser viviente tiende hacia su totalidad, frente a la inevi-table unilateralidad de la vida consciente tendrá lugar unaconstante corrección y compensación por parte de la na-turaleza humana universal, con el fin de lograr una defi-nitiva integración de lo inconsciente en la conciencia, o me-jor aún, una asimilación del yo en una personalidad másamplia.

Tales reflexiones son imprescindibles si se quiere com-prender el sentido de los "grandes" sueños. En efecto,éstos utilizan numerosos mitologemas que caracterizan lavida del héroe, es decir de aquel gran hombre semidiós.Aquí se da la aventura peligrosa y las pruebas confirma-torias, como ocurre en las iniciaciones. Hay dragones, ani-males benéficos y demonios. Encontramos al sabio ancia-no, al hombre animal, el tesoro oculto, el árbol de los de-seos, la cisterna, la caverna, el jardín rodeado por un mu-ro, las sustancias y procesos de transformación de la alqui-mia, etc., cosas todas que no tienen nada que ver con lastrivialidades del día. La razón de ello reside en que setrata de la realización de una parte de la personalidad queaun no existía, sino que sólo estaba a punto de llegar a ser.

El modo como tales mitologemas aparecen en sueñoscondensándose y modificándose mutuamente, lo pinta lailustración del sueño de Nabucodonosor (Daniel, IV, 7 ysigs.) *. Si bien al parecer la imagen 110 pretende ser otra co-sa que una representación de aquel sueño, así es, sin embar-

* Véase la lámina fuera de texto.

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go, cómo lo ha soñado nuevamente el artista plástico, segúnse ve de inmediato al examinar con más precisión los detalies. El árbol crece (de un modo inverosímil) del ombligodel rey: es por consiguiente aquel árbol genealógico delos ascendientes de Cristo, que crece del ombligo de Adán,el primer padre2. Por eso lleva en la corona el pelícano,que alimenta con su propia sangre a los polluelos: cono-cida "alegoría de Cristo". Además el pelícano forma aquelquincunx con el tetramorfo, los cuatro pájaros, en lugar delos cuatro símbolos de los Evangelistas. El mismo quin-cunx se encuentra también abajo: el ciervo como símbolode Cristo" y los cuatro animales que miran hacia arriballenos de expectación. Ambas cuaternidades tienen la másestrecha relación con las representaciones alquimistas:arriba los animales que vuelan, abajo los animales terres-tres, los primeros (naturalmente) representados como pá-jaros, los últimos como cuadrúpedos. Por consiguiente, enla pintura de la imagen onírica no sólo se ha infiltrado larepresentación cristiana del árbol genealógico y de loscuatro evangelistas, sino también la idea (alquimista) dela doble cuaternidad (superius est sicut quod injerius —lo de arriba es como lo de abajo). Esa contaminación pintade un modo muy gráfico cómo se comportan los sueñoscon los arquetipos. Los últimos no sólo se condensan, entre-tejen y mezclan entre sí (como aquí), sino también conelementos individuales únicos1.

" El árbol a la vez es un símbolo alquimista. Psychologle und Alchemíe,1044, pág. 561, y en otros lugares.

* El ciervo es una alegoría—d* Cristo, porque la leyenda le atribuye lacapacidad? de~ autorrenovjicján, Honorius von Autun escribe así en su Speculumde Mysterüs ficctEsTae (Patr. Lat. Yol. CLWII, 847) "Fertur quod cervuspcstquam serpentem deglutiverit ad aquam currat ut per haustum aqnae vene-num ejiciat et tune conniam et pilos excutiat et sic denuo nova recipiat". Enel Saint-Graal (publ. por Eugéne Hucher, 1878, III, pág. 219 y 224) se cuentaque Cristo a veces aparece a sus discípulos como ciervo blanco con cuatroleones (= Evangelistas). En la alquimia Mercurio es representado alegórica-mente como ciervo (Manget, Bibl. Chem. 1702, Tab. IX, fig. XIII, y en otroslugares), porque el ciervo puede renovarse a sí mismo: "les os da cuer dn serfvault moult pour conforter le cuer humain" (Louis üelatte, Textos Latina etVleux Francals Relatiís aux Cyranides. Bibl. de la Fac. de Phil., et Lettr. deL'Univ. de Li'ge. Pase. XCIII, 1942, pág. 346).

* Respecto a los conceptos alquimistas empleados aquí, véase Psychologi»und Alchemíe. Zurich, 1944.

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Pero si los sueños destacan compensaciones tan esen-ciales, ¿por qué no son entonces comprensibles? Con fre-cuencia se me formula esta pregunta. A ella debo respon-der que la naturaleza no tiene tendencia alguna a ponersus frutos a disposición, en cierto modo gratis, del anhelohumano. A menudo se arguye que la compensación esineficaz si el sueño no se entiende. Pero eso no es tan se-guro, pues mucho obra sin ser comprendido. Sin duda po-demos aumentar considerablemente la eficacia mediante lacomprensión, cosa a menudo necesaria, ya que lo indons-ciente puede pasar inadvertido. "Quod natura reliquit im-perfectum, ars perficit" (lo que la naturaleza deja imper-

-fecto, el arte^ lo_perfecciona) dice un adagio alquimista.En cuanto a la forma de los sueños, se encuentra ab-

solutamente todo, desde la impresión fulminante, hasta lainterminable trama del sueño. Sin embargo, existe unagran cantidad de sueños "mediocres", en los que se puedereconocer cierta estructura, por cierto bastante parecida ala del drama. El sueño empieza, por ejemplo, con una indi-cación del lugar, como: "Estoy en una calle, una alame-da (1); o: "Estoy en un gran edificio, como un hotel" (2),etc. A eso añádese con frecuencia una indicación sobre lospersonales de la acción, por ejemplo: "Voy con mi amigo Xa pasear por un parque de la ciudad. En una encrucijadanos encontramos de repente con la señora Y" (3); o bien:"Estoy sentado con mi padre y mi madre en un coche delferrocarril" (4); o también: "Estoy con el uniforme, muchoscamaradas de servicio me rodean" (5), etc. Son más raraslas referencias sobre el tiempo. Esta fase del sueño la lla-ma exposición. Incluye el lugar de la acción, las personasque actúan y con frecuencia la situación inicial.

La segunda etapa es la intriga. Por ejemplo: "Estoyen una calle, que es una alameda. A lo lejos aparece unautomóvil que se aproxima velozmente; como anda muy in-seguro, pienso que el conductor está embriagado deltodo" (1). O bien: "La señora Y parece estar grandemente

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excitada, y quiere decirme apresuradamente algo en vozbaja, lo que como es evidente no debe escuchar mi amigoX" (3). La situación se complica de algún modo, y se pro-duce cierta tensión, pues no se sabe qué debe ocurrir.

La tercera parte es la culminación o las peripecias,.Aquí ocurre algo definitivo o se produce un cambio, porejemplo: "De repente me veo yo en el automóvil, comosi fuera el mismo chófer beodo. Ciertamente no estoy em-briagado, sino extrañamente inseguro, pierdo la dirección.No puedo contener el coche que corre vertiginosamente, yme estrello con estrépito contra un muro" (1). O bien: "Laseñora Y palidece súbitamente y cae al suelo" (3).

La cuarta y última fase es el desenlace, la solución oel resultado final del sueño (hay ciertos sueños en loscuales taita esta cuarta fase, lo que en ocasiones puedeconstituir un problema especial que no vamos a discutiraquí), por ejemplo: "Veo que la parte anterior del cocheestá destrozada. Es un coche ajeno que yo no conozco. Yomismo he salido ileso. Pienso con cierto temor sobre miresponsabilidad" (1). O bien: "Creemos que la señora Y hamuerto. Pero es evidente que sólo se trata de un desvane-cimiento. El amigo X exclama: "Debo buscar un médi-co" (1). La última fase presenta un hecho concluyente,que también es el resultado "buscado". En el sueño esevidente que después de cierta confusión caótica se reali-za una recuperación del conocimiento, es decir debe reali-zarse, puesto que es un sueño compensador. En el sueño3 el resultado indica que es necesaria la ayuda de una ter-cera persona competente.

El primer soñador (1) es un hombre que casi ha perdidola cabeza en difíciles situaciones de familia, y no queríadejarse llevar al extremo. El segundo soñador (3) dudabaacerca de si haría bien en recurrir a un psicoterapeuta paraque atendiera su neurosis. Con estas indicaciones el sueñopor cierto todavía no ha sido interpretado; sólo ha sidobosquejada su situación inicial.

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Esta distribución en cuatro fases puede utilizarse enmuchos casos que se presentan en la práctica sin especia-les dificultades, lo que en consecuencia estaría confirman-do que la mayoría de las veces el sueño tiene una estruc-tura "dramática".

El~contenido esencial del tratamiento onírico es, comoya he indicado más arriba, una especie de compensaciónfinamente sintonizada para ciertos casos de unilateralidad,equivocación, desvío u otro defecto del punto de vista cons-ciente.

Una de mis pacientes histéricas, cierta aristócrata quese presentaba con excesiva pulcritud, encontró en sus sue-ños una serie de mujeres sucias que vendían peces, y pros-titutas ebrias. En casos extremos las compensaciones sevuelven de tal manera amenazadoras que por angustia apa-rece el insomnio.

El sueño puede en consecuencia desautorizar de unmodo desagradable, o apoyar moralmente con aparente be-nevolencia. Lo primero ocurre en gente que tiene una opi-nión de sí mismo demasiado buena, como el caso de la pa-ciente recién mencionada; lo último se da en quienes setienen por muy poca cosa. Pero en ocasiones, el arroganteno es, por ejemplo, solamente humillado en sueños, sino,exaltado a un rango inverosímil, por cierto hasta el ridícu-lo, y el demasiado humillado asimismo es rebajado hastalo inverosímil ("ío rub it in", como dicen los ingleses).

Muchos que saben algo, pero no bastante, acerca delsueño y su interpretación, influidos por la impresión deuna compensación refinada que aparece con un propósito,prejuzgan de buen grado que el sueño tiene en realidaduna intención moral: avisa, censura, consuela, pronostica,etc. Puede creerse así que lo inconsciente sabe muy bieninducir a atribuir las decisiones y resoluciones a los sue-ños, pero surge el desengaño si los sueños no dicen nada.La experiencia me ha enseñado que cjmndo_sejáene al-gún conocimiento de la psicología onírica, fácilmente se

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sobrevalora lo inconsciente, lo cual disminuye la energíaconsciente. Pero lo inconsciente sólo funciona satisfacto-riamente cuando la coñcíeHHa cumple su tarea hasta el lí-mite de sus posibilidades. Un sueño puede, quizá, comple-tar lo que todavía falta, o seguirle ayudando a uno, aundonde el mejor esfuerzo ha fracasado. Si lo inconsciente enrealidad se hubiera superpuesto a la conciencia, no se ve-ría en absoluto dónde estaría la ventaja de la conciencia,o por qué en última instancia los fenómenos de la concien-cia han resultado necesarios.

Si fuera un puro lusus naturae, no tendría importan-cia ninguna el hecho de que en general alguien sepa queel mundo y él mismo existen. Esta opinión, en cierto modoes difícil de aceptar; de ahí que, por razones psicológicasdeba evitarse destacarla, aun cuando fuera justa, lo que,por lo demás, afortunadamente nunca estaremos en condi-ciones de demostrar (¡como tampoco lo contrario!). Lacuestión pertenece al campo de la metafísica, donde noexiste criterio alguno de verdad. Pero con ello no debesubestimarse de ningún modo el hecho de que los puntosde vista de la metafísica son de gran importancia para elbienestar del alma humana.

En la investigación de la psicología onírica encontramosproblemas filosóficos y aún religiosos de primer orden,para cuya comprensión precisamente el fenómeno de lossueños ha proporcionado ya contribuciones decisivas. Perono podemos pretender hoy día estar en posesión de unateoría general satisfactoria o de una explicación de esefenómeno difícil de comprender. Por lo contrario, la esen-cia de la psique inconsciente nos es todavía demasiadodesconocida. En este dominio queda aún por realizar uninmenso trabajo, paciente y sin prejuicios, del que nadiedebe desanimarse.

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El fin de la investigación no consiste, por cierto, encreerse estar en posesión de la única teoría verdadera,sino en ir aproximándose poco a poco a la verdad, a tra-vés de los tanteos de todas las teorías.

V

INSTINTO E INCONSCIENTE

Si se quiere discutir con éxito la relación entre ins-tinto e inconsciente, importantísimo problema que inte-resa tanto a la biología como a la psicología y a la filosofía,es indispensable anticipar una clara definición de dichosconceptos.

Con respecto a la definición de instinto, debo desta-car que la característica de la "reacción todo o nada" for-mulada por Rivers, es muy significativa. Hasta me pareceque esa propiedad de la actividad instintiva es de particu-lar importancia precisamente para el aspecto psicológicodel problema. Naturalmente, debo limitarme sobre todo alaspecto psicológico del problema, puesto que no me sientecompetente para tratar el problema del instinto desde elpunto de vista biológico. Y cuando intento caracterizar psi-cológicamente la actividad instintiva, no puedo valerme delcriterio de "reacción todo o nada" sustentado por Rivers,por la siguiente razón: Rivers explica esa reacción comoun proceso con una gradación de la intensidad no adecua-da a las circunstancias. Es una reacción que ocurre contoda su intensidad propia y sin proporción con el estímuloque la provoca. Pero, cuando examinamos e investigamoslos procesos psicológicos de la conciencia, para ver si hayalgo que sobresalga por carencia de proporción entre suintensidad y el estímulo provocador, a cada paso podemos

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comprobar una cantidad de tales procesos, por ejemplo,afectos desproporcionados, impresiones, impulsos exagera-dos, intenciones y demás. Por ello, parece imposible atri-buir todos esos procesos al instinto. De ahí que debamos,en primer término, buscar otro criterio.

Como se sabe, el lenguaje corriente utiliza con muchafrecuencia la palabra "instinto". Hablamos de acción "ins-tintiva" siempre que se presenta una conducta cuya caui& y finalidad no son enteramente conscientes, y que hasido provocada sólo por una oscura necesidad interna. Estapeculiaridad ya fue apuntada por Reid, cuando dijo: "Porinstinto entiendo un impulso natural hacia ciertas accio-nes, :SÍn tener en vista un fin, sin deliberación y sin ver-dadera idea de lo que hacemos"1 De ese modo, la accióninstintiva se distingue por cierta inconsciencia de su mo-tivación psicológica, en contraposición con los procesosconscientes, que se caracterizan por la continuidad cons-ciente de sus motivaciones.

Por eso la actividad instintiva aparece como un acon-tecer psíquico más o menos abrupto, una suerte de irrup-ción en la continuidad de la conciencia. De ahí que tambiénsintamos al instinto como "necesidad interna", definicióndada ya por Kant*. En virtud de tal naturaleza de la acti-vidad instintiva, debe ser atribuida a los procesos propia-mente inconscientes, sólo accesibles a la conciencia porsus resultados. Si nos contentáramos con esta concepcióndel instinto, en seguida veríamos que es insuficiente, puescon semejante definición sólo hemos deslindado el instintodel proceso consciente y lo hemos caracterizado como in-consciente. Si examinamos los procesos inconscientes, ad-vertiremos que resulta imposible concebirlos a todos comoinstintivos, aunque el lenguaje corriente no hace aquídiferencia alguna. Cuando alguien pisa una serpiente ypor ello se asusta vivamente, tal impulso debe designarse

1 Eeid, On the Active Powers oí tbe Miad, III, 2.3 Kant, Anthropologle, 1, § 78.

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como instintivo, pues en nada se diferencia del temor delos monos a las víboras. Precisamente esta uniformidad yregularidad del fenómeno la mayor parte de las veces esla cualidad característica del instinto; como Lloyd Morganacertadamente lo ha señalado, sería tan poco interesanteapostar a que se desencadena una acción instintiva, comoa que sale el sol por la mañana. En cambio, nadie se asustatanto a la vista de una gallina como ante una serpiente.Si bien el mecanismo del susto ante una gallina involucraun impulso inconsciente como el instinto, debemos sin em-bargo distinguir ambos procesos. El primer caso, el temora las serpientes, es un proceso comprensible, ampliamentedifundido; el último, en cambio, cuando es habitual, sepresenta como una fobia y no como un instinto, pues sóloocurre aisladamente, sin característica general alguna. Pe-ro existen aún otras necesidades inconscientes, por ejem-plo, ideas obsesivas, melodías persistentes, ocurrencias ycaprichos intempestivos, emociones compulsivas, depresio-nes, sentimientos de angustia, etc. Esos fenómenos se ob-servan, como se sabe, no sólo en los individuos anormales,sino también en los normales. En tanto que todos esos fe-nómenos ocurran aisladamente y no se repitan con regu-laridad, han de distinguirse de los procesos instintivos, sibien su mecanismo psicológico parece corresponder al delinstinto. Pueden ellos caracterizarse también por la reac-ción "todo o nada", lo que es fácil de observar espe-cialmente en los procesos patológicos. En el terreno de lapsicología existen muchos casos de esa especie, en losque un estímulo provoca una reacción desproporcionada,comparable a una reacción instintiva.

Todos esos procesos deben distinguirse de los proce-sos instintivos. Sólo pueden llamarse instintos aquellos fe-nómenos que son procesos heredados, insconscientes, ysobre todo que se repiten uniforme y regularmente. A lavez deben tener el sello de una necesidad imperiosa, com-parable a una especie de acto reflejo, como ha dicho Her-

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bert Spencer. La actividad instintiva, en el fondo, se dis-tingue de un reflejo sensoriomotcr puro sólo por su na-turaleza más complicada. Por eso William James, no sinfundamentos, llama al instinto "un impulso meramenteexcitomotor, debido a la preexistencia de cierto "arco re-flejo" en los centros nerviosos"3. Los instintos tienen encomún con los puros reflejos la uniformidad y regularidad,así como la inconsciencia de sus motivos.

La cuestión del origen de los instintos y de cómo seadquieren por vez primera, es extraordinariamente com-plicada. El hecho de que los instintos siempre son heredi-tarios no aclara en nada la cuestión de su origen. La he-rencia sólo traslada la cuestión a los antepasados. Es co-nocida la concepción de que los instintos proceden de unaespecie de acto volitivo frecuentemente repetido de unmodo individual y luego también general. Esa explicaciónes plausible en la medida en que podemos observar dia-riamente cómo las actividades aprendidas con esfuerzo,mediante el frecuente ejercicio se vuelven poco a poco au-tomáticas. En cambio, debe destacarse que los instintos másmaravillosos observados en el reino animal, carecen porcompleto del factor del aprendizaje. En muchos casos eshasta imposible imaginarse cómo podría haber tenido lu-gar jamás un aprendizaje y un ejercicio. Pensemos, porejemplo, en el refinadísimo instinto de propagación de laPrónuba yuccasella, la mariposa de la yuca4. Cada flor dela yuca se abre sólo por una noche. De una de esas floressaca la mariposa el polen, que amasa formando una bo-lita. Luego busca una segunda flor, corta el ovario, colocasus huevos entre los óvulos de la planta, trepa por el pis-tilo y mete la bola de polen en esta abertura en forma deembudo. Sólo una vez en su vida realiza la mariposa tancomplicada acción.

Tales casos son difíciles de explicar mediante la hi-

8 W. James, Principies of Psychology, II, 801.4 Kerner, Naturgeach. der Fflanisn.

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pótesis del aprendizaje y del ejercicio. La filosofía deBergson ha abierto nuevos caminos para la explicación,que acentúan el factor intuición. La intuición en cuantoproceso inconsciente, cuyo resultado es una ocurrencia, sepresenta como irrupción de un contenido inconsciente enla conciencia5. Por esto la intuición es una especie de pro-ceso perceptivo, pero en contraposición con la actividadsensorial consciente y la introspección, es una percepcióninconsciente. El lenguaje corriente refiriéndose a la intui-ción habla también de aprehensión "instintiva", porque laintuición es un proceso análogo al instinto, con la únicadiferencia de que el instinto es un impulso adecuado a unaactividad a veces muy complicada, y la intuición la aprehen-sión inconsciente adecuada a una situación con frecuenciasumamente compleja. La intuición sería así una especiede inversión del instinto ni más ni menos admirable queéste. Pero nunca debemos olvidar que lo que para nosotrosresulta complicado y aún maravilloso, para la naturalezano representa ningún milagro, sino algo totalmente común.Siempre tenemos tendencia a proyectar en las cosas nues-tra propia dificultad de comprensión y a llamarlas com-plicadas, pero en sí son sencillas y no participan en nues-tras dificultades mentales.

Un examen del problema del instinto sin referenciaal concepto de lo inconsciente, sería incompleto. Los pro-cesos instintivos requieren precisamente el concepto com-plementario de lo inconsciente. Según entiendo, lo incons-ciente ha de comprenderse como la totalidad del conjuntode fenómenos psíquicos carentes de la cualidad de la con-ciencia. Esos contenidos psíquicos pueden prácticamentedesignarse como subliminales, suponiendo que todo conte-nido psíquico debe poseer cierto valor energético paravolverse consciente. Cuanto más bajo descienda el valor deun contenido consciente, tanto más fácilmente desapare-

5 Véase mi definición de "intuición" en Psychologische Typen. (Hay edi-ción castellana: Tipos psicológicos. B. Aires, Sudamericana, 1954, 6* edición).

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cera éste bajo el umbral. Por eso lo inconsciente es elreceptáculo de todos los recuerdos perdidos, y además detodos aquellos contenidos que son aún demasiado débilespara poder tornarse conscientes. Estos contenidos proceden,por combinaciones inconscientes, de la misma fuente don-de se originan los sueños. A dichos contenidos añádensetambién todas las represiones más o menos intencionalesde representaciones e impresiones penosas. A la suma detodos esos contenidos la designo como inconsciente per-sonal. Pero además encontramos en lo inconsciente no sólolas cualidades adquiridas por el individuo, sino también lashereditarias, por ejemplo los instintos, esto es, los im-pulsos a actuar que 'sin motivación consciente resultar,de una necesidad. A ello se suman las formas de intuiciónexistentes a priori, es decir congénitas, los arquetipos dela percepción y aprehensión, que son una condición de-terminante, ineludible y a priori de todos los procesos psí-quicos. Así como los instintos disponen al hombre a unamanera de vivir específicamente humana, así los arquetiposobligan la percepción e intuición a formas específicamentehumanas. Lqs_instintos_y_Jos^arquetipgs_dg ja intuiciónconstituyen lo~inconsciente colectivo^ que llamo colecti-vo porqüei^en^corifrápbsición, a lo inconsciente definidomás arriba, no es receptáculo de contenidos individuales,es decir más o menos esporádicos, sino difundidos de unmodo general y uniforme. El instinto es, según su natura-leza, un fenómeno colectivo, es decir general y uniforme-mente expandido, que nada tiene que~~ver con la indivi-dualidad del hombre. Los arquetipos de la intuición tienenla misma cualidad de los instintos: también son fenómenoscolectivos. Sostengo el criterio de que la cuestión del ins-tinto no puede tratarse desde el punto de vista psicológicosin considerar la cuestión de los arquetipos, pues una escondición de la otra. Pero la discusión de este problemase encuentra notablemente dificultada a causa de las no-tables divergencias de opinión en punto a qué se entiende

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 191

por instinto en el hombre. James piensa que el hombreestá lleno de instintos, mientras que otros quieren limitar-los a unos pocos procesos apenas diferentes de los refle-jos, es decir, a ciertos movimientos del lactante, a ciertasreacciones particulares de brazos y piernas, de la laringe,al uso de la mano derecha y a la formación de sonidosvocálicos. A mi juicio esa limitación va demasiado lejos,pero es muy característica de la psicología humana engeneral. Por sobre todas las cosas siempre debemos tenerpresente que cuando hablamos de los instintos humanos,hablamos de nosotros mismos, por lo cual no estamos libresde prejuicios. Somos más capaces de observar los instintosen los animales y aún en los primitivos, que en nosotrosmismos. Lo que obedece al hecho de que estamos habitua-dos a criticar nuestras propias acciones y a darles unfundamento racional. Pero de ningún modo está demostra-do, y hasta es muy poco probable, que nuestros argumen-tos sean concluyentes. No se precisa ser un talento paraver la superficialidad de ciertos argumentos, y reconocerel verdadero motivo, esto es el instinto oculto que los ma-neja. A causa de nuestra artificiosa manera de razonar,puede parecemos que no hemos obrado por instinto, sinopor motivación consciente. Con lo cual no se pretende queal hombre no le ha sido posible, mediante un cuidadosoadiestramiento, transformar parte del instinto en actividadvolitiva. El instinto, sin duda, es domesticado, pero el mo-tivo principal sigue siendo el instinto. Se ha logrado, por

i cierto, envolver una gran cantidad de instintos en argu-mentos y propósitos racionales, de tal suerte que ya no

i podemos reconocer debajo de tantos velos el motivo pri-mordial. Nos parece, así, que casi no tuviéramos ya ins-tintos. Pero cuando aplicamos a la acción humana el cri-terio, recomendado por Rivers, de la reacción despropor-cionada, reacción "todo o nada", encontraremos innumera-bles casos de reacciones exageradas. La exageración es unapeculiaridad humana extendida universalmente. Aun cuan-

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do cada uno con el mayor cuidado fundamente su reacciónracionalmente, para lo cual siempre encontrará pretextos,el hecho de la exageración quedará en pie. ¿Y por qué nohace, da o dice aún algo más? Porque justamente en él seproduce un proceso inconsciente, que transcurre sin in-tervención de la razón, y por eso no cumple la norma dela motivación razonable, o la sobrepuja. Ese fenómeno estan uniforme y regular, que sólo cabe designarlo comoinstinto, si bien nadie querría reconocer como instintivasu manera de obrar en el caso respectivo. Creo por lotanto que el obrar humano está influido por el instinto engrado mucho más alto de lo que por lo general se supone,y que a este respecto estamos sujetos a múltiples engañosdel juicio, como consecuencia de la exageración instintivadel punto de vista racional.

Los instintos son formas típicas de acción, y siempreque se trata de formas de reacción que se repiten unifor-me y regularmente, se trata de un instinto, sea que seasocie un motivo consciente o no.

Así como es cuestionable si el hombre posee muchoso sólo pocos instintos, así también hasta ahora apenas hasido ventilada la cuestión de si posee o no muchas formasprimordiales o arquetipos de la reacción psíquica. Asimis-mo aquí tropezamos con la misma gran dificultad antesmencionada: nos hallamos tan acostumbrados a operar conconceptos tradicionales y evidentes, que ya no sabemosabsolutamente hasta qué punto tales conceptos se basanen los arquetipos de nuestra intuición. Igualmente lasimágenes primordiales están encubiertas por la extraor-dinaria diferenciación de nuestro pensamiento. Así como labiología las más de las veces sólo reconoce pocos instintosal hombre, así también la teoría del conocimiento reducelos arquetipos a relativamente pocas y lógicamente limi-tadas categorías del entendimiento.

En Platón los arquetipos de la intuición tienen el ex-traordinario valor de ideas metafísicas o paradigmas, con

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 193

respecto a las cuales las cosas de la realidad se comportansólo como mimesis o imitaciones. Sabemos que también lafilosofía medieval, desde San Agustín —de quien he to-mado la idea de arquetipo'— hasta Malebranche y Bacon,muévese a este respecto en el mismo plano que Platón.

"También encontramos en la Escolástica la idea de que losarquetipos son imágenes de la naturaleza grabadas en elespíritu humano, con arreglo a las cuales éste forma susjuicios. Así dice Herbert de Cherbury: "Instinctus natu-rales sunt actus facultatum illarum a quibus communesillae notitae circa analogíam rerum internam, cuiusmodisunt, quae circa causam, médium et jínem rerum bonarum,malum, pulchrum, gratum, etc., per se etiam sine discursuconformantur".

Pero desde Descartes y Malebranche ese concepto me-tafísico delirquetipo o idea ha ido perdiendo importancia,Se convierte en pensamiento, en una íntima condición delconocimiento, como lo formula claramente Spinoza: Perideam intelligo mentís conceptum, quera mens jormat".Kant, por último, reduce los arquetipos al limitado núme-ro de las categorías del entendimiento. Schopenhauer vamucho más lejos aún en la simplificación, pero por otraparte retorna en cierto modo al punto de vista platónico.En este bosquejo lamentablemente demasiado somero ve-mos obrar de nuevo ese desarrollo psicológico que ha sos-layado los instintos bajo motivaciones racionales y trans-forma los arquetipos en concepjp_s__racionales. Bajo esasenvolturas apenas si sé~püede reconocer el arquetipo. Ysin embargo el modo como el hombre concibe el mundo, apesar de todas las diferencias de detalle, es tan uniforme,y regular como su acción instintiva. Así como debemosestablecer el concepto de un instinto determinante y re-gulador de nuestra acción consciente, debemos también te-ner un factor correlativo que determine la uniformidad y

• La expresión "arquetipo" se encuentra también en Dionisio Aeropagitay en el Corpus Hermeticum.

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regularidad de nuestra aprehensión. Designo tal factor co-mo arquetipo o imagen primordial. Podríase asimismo lla-marlo intuición del instinto en sí mismo o autorretrato delinstinto, por analogía con la conciencia, que no es otracosa que una imagen interior del proceso objetivo de lavida. Del mismo modo que la aprehensión consciente daforma y objetivo a la acción, la aprehensión inconscientedetermina, mediante el arquetipo, la forma y objetivo delinstinto. Al igual que consideramos al instinto como "re-finado", también debemos suponer que la intuición oaprehensión —causante del instinto— por medio del ar-quetipo, es de increíble precisión. Así, la mariposa de layuca, antes mencionada, debe tener como quien dice unaimagen de la situación en que se desencadena su instinto.Tal imagen le permite "reconocer"' la flor y su estructura.

El criterio de la reacción "todo o nada", sustentadopor Rivers, nos ha permitido descubrir fácilmente la acti-vidad del instinto; espero que el concepto de la imagenprimordial ayude a descubrir la actividad de la aprehen-sión intuitiva. Eso se logra con facilidad mucho mayorsi se piensa en los primitivos. En ellos encontramos sobretodo ciertas imágenes típicas y temas que constituyenlos fundamentos de sus mitologías. Estas imágenes sonautóctonas y de uniformidad relativamente grande, comopor ejemplo, la idea de la fuerza y sustancia mágicas, delespíritu y su conducta, de los héroes y dioses y sus le-yendas. En las grandes religiones del mundo vemos esasimágenes perfeccionadas y a la vez envueltas en formas ra-cionales. Aun en las ciencias exactas aparecen como laraíz de conceptos auxiliares indispensables: la energía, eléter, el átomo7. En filosofía Bergson nos da un ejemplode renovación de una antiquísima imagen en su concepto

7 Prescindiendo del concepto de éter, actualmente en desuso, energía yátomo son intuiciones primitivas. Una forma primordial de la primera es elmana, y de la última el átomo de Demócrito y las "chispas del alma", de losprimitivos habitantes de Australia.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 195

de la "duración creadora", que ya se encontraba en Procloy en forma más primitiva en Heráclito.

La psicología analítica se ocupa diariamente en el tra-tamiento de perturbaciones de la aprehensión consciente,tanto en sanos como en enfermos, debidas a la irrupciónde imágenes primordiales. Pues las exageraciones de laacción debidas a la ingerencia del instinto son ocasionadaspor concepciones intuitivas, es decir por arquetipos, queprovocan impresiones demasiado intensas y a veces conuna deformación particular.

Los arquetipos son formas típicas de la aprehensión;sobre todo cuando se trata de concepciones que se repitende un modo uniforme y regular, está actuando un arque-tipo, reconózcase o no su carácter mitológico.

Lo inconsciente colectivo consta de la suma de los ins-. tintos y sus correlatos, los arquetipos. Así como cada serhumano posee instintos, así también posee imágenes pri-

,mordíales. Pruébalo en primer término la psicopatologíade los trastornos mentales en que irrumpe lo inconscientecolectivo. Tal es el caso de la llamada esquizofrenia, per-turbación donde con frecuencia comprobamos la apariciónde instintos arcaicos, asociados con imágenes mitológicasevidentes. A mi entender, es imposible decir qué es pri-mero: la aprehensión o el impulso. Me parece que ambosson una misma cosa, la misma e idéntica actividad vital,que sólo para una comprensión mejor debemos pensar condiferentes conceptos8.

8 Reiteradas veces he tratado en el correr de mis años el tema de estebreve ensayo; las conclusiones a que poco a poco he llegado por la reflexión,pueden leerse en otro ensayo, elaboración de una conferencia ante el Congresode Éranos, en 1946, y publicado en el anuario de Éranos del mismo año bajoel título: Der Geist der Psychologie. Allí encontrará el lector un desarrollocompleto del pro'blema de instinto y arquetipo. Desde el punto de vista bioló-gico el asunto fue tratado por Friedrich Alverdes en "Die Wirksamkeit vonArchetypen in den Instinkthandlungen der Tiere". Zoolog. Anzelger, 1937, vol.119, fase. 9/10.

VI

LOS FUNDAMENTOS PSICOLÓGICOS DELESPIRITISMO

Si con una mirada retrospectiva observamos el pasadodel género humano, encontraremos, junto a muchas otrasconvicciones religiosas, una universalmente difundidacreencia en la existencia de seres espirituales o etéreos quemoran alrededor del ser humano y ejercen sobre él unainfluencia invisible pero poderosa. A menudo se añade aello la idea de que esos seres son los espíritus o las almasde las personas difuntas. Tal creencia se encuentra tanto enpueblos de la más elevada cultura como entre los negrosaustralianos que viven aún su era paleolítica. Sin duda, en lospueblos civilizados de Occidente, desde hace más de un sigloel racionalismo y el criticismo intelectual han combatidoal espiritismo y lo han reprimido en mucha gente culta,junto con otras convicciones metafísicas. Pero como ésasperviven en las grandes masas, así también subsiste el espi-ritismo. La casa embrujada no ha desaparecido aún delas ciudades más instruidas e intelectuales, ni el campesi-no ha dejado de creer en el embrujamiento de su ganado.Por el contrario, ha sido precisamente en la época del ma-terialismo —esa inevitable secuela del iluminismo racio-nalista— que el espiritismo ha experimentado un aumentoen gran escala, no como recaída en las tinieblas de la su-perstición, sino como un hondo interés científico, como una

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 197

necesidad de esclarecer con la luz de la verdad la incerti-dumbre de un tenebroso caos de hechos. Los nombresde un Crookes, de un Myers, de un Wallace, de un Zoellnery de muchos otros destacados autores simbolizan ese re-nacimiento del espiritismo. Aun cuando se discuta la na-turaleza de las observaciones, y aun cuando se puedanreprochar errores y autoengaños, a esos investigadoresles corresponde, sin embargo, el inmortal mérito moralde haber intervenido sin preocupaciones personales, contodo el peso de su autoridad y de su gran nombre cientí-fico, en el esfuerzo de encender una luz nueva en la oscu-ridad. No temieron ni a los prejuicios académicos ni a laburla del vulgo, y precisamente en una época en que elpensamiento de las clases cultas sucumbía ante el arro-llador avance del materialismo, llamaron la atención haciaciertos fenómenos psíquicos que parecían estar en abiertacontradicción con la ideología imperante. Esos hombresrepresentaron una reacción del espíritu humano contra laconcepción materialista del mundo. Considerado desde elpunto de vista de la historia, no sorprenderá en modo al-guno saber que ellos se valían justamente del espiritismocomo del arma más eficaz contra la verdad puramentecondicionada por los sentidos, pues el espiritismo tambiéntuvo para los primitivos el mismo valor funcional. La com-pleta dependencia del primitivo con respecto a las cir-cunstancias concretas, las múltiples necesidades y opresio-nes de su vida frente a la hostilidad de su vecino y de lospeligrosos animales rapaces, las frecuentes acometidas deuna naturaleza despiadada, sus aguzados sentidos, su avi-dez sensual, sus emociones poco dominadas, todo lo ata s.la realidad física, hasta el punto de que se halla en cons-tante riesgo de caer en una actitud materialista y conello en la degeneración. Pero su espiritismo, o mejor dicho,su percepción de lo espiritual lo compensa a cada paso

!vde su conexión con el mundo puramente visible y palpable,.infundiéndole la certidumbre de una realidad espiritual,

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cuyas leyes obedece con tanto cuidado y temor como lasleyes de la naturaleza física que lo rodea. Por eso el pri-mitivo vive propiamente en dos mundos. Su mundo físicoes al par un mundo espiritual. El mundo objetivo es inne-gable, pero el mundo espiritual posee una existencia igual-.mente positiva. Y no sólo en su opinión, sino por su per-cepción ingenua de las cosas del espíritu. Donde quiera queesa ingenuidad ha desaparecido por el contacto con la cul-tura y su iluminismo funesto para los primitivos, tambiénha dejado de existir su dependencia respecto de la leyespiritual y ha caído en la degeneración. Ni el cristianismolo hubiera preservado de esta ruina, pues una religiónaltamente desarrollada requiere también una psique suma-mente evolucionada para poder desplegar sus benéficosefectos.

El fenómeno "espiritual" es para el primitivo la evi-dencia inmediata de una realidad espiritual. Si investiga-mos más de cerca en qué consiste para él ese fenómeno,encontraremos los siguientes hechos psicológicos: ante todono es rara entre los primitivos la visión o aparición deespíritus. Supónese por lo común que ello es mucho másfrecuente entre los primitivos que entre los civilizados,de donde se deduce la idea de que la visión de espírituses mera superstición, pues nunca le ocurre algo semejantea un hombre ilustrado, salvo cuando está enfermo. Escompletamente cierto que el hombre civilizado utiliza lahipótesis de los "espíritus" mucho menos que el primitivo;pero según mi opinión es también cierto que el fenómenopsíquico mismo no es mucho más raro en él que en elprimitivo. Estoy convencido de que un europeo que reali-zara los mismos ejercicios y prácticas de que se vale Un.curandero para que se le aparezcan los espíritus, tendríaasimismo idénticas percepciones. Sin duda él las interpre-taría de manera distinta y por ello les restaría eficacia;pero eso no quita nada al hecho como tal. Sabemos tam-bién que el europeo puede tener insólitas percepciones

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO IQQ

psíquicas de toda índole, si se ve obligado a vivir largotiempo en circunstancias primitivas, o si por cualquier otromotivo se encuentra en condiciones psíquicas fuera de locomún.

El sueño1 constituye para el primitivo uno de los de-terminantes esenciales de su creencia en los espíritus. Confrecuencia aparecen en los sueños personajes que el pri-mitivo interpreta como espíritus. Ciertos sueños poseenpara él un valor incomparablemente mayor que para elcivilizado. No sólo habla mucho de ellos, sino que a me-

•nudo le parecen de tanta importancia que apenas puedediferenciarlos de la realidad. Al hombre civilizado en ge-neral los sueños le importan poco, pero también hay mu-chos que atribuyen gran significación a algunos de ellos.a causa de su carácter frecuentemente extraño e impre-sionante, que lleva a suponer que se trata de inspiracio-nes que se manifiestan de un modo comprensible. Pero ala inspiración corresponde también, implícitamente, un ins-pirador, un espíritu, aun cuando se hable poco de estalógica consecuencia. Un caso particularmente propicio paratales creencias es la no rara aparición de difuntos en sue-ños. El entendimiento ingenuo considera esto como unareaparición de los muertos.

Otra fuente de la creencia en los espíritus son lasenfermedades psicógenas, los trastornos nerviosos, en es-pecial los de tipo histérico que parecen presentarse a me-nudo entre los primitivos. Como tales perturbaciones pro-vienen de conflictos psicológicos, en gran parte incons-cientes, parece que fueran causadas por aquellas personasvivas o muertas que de algún modo tienen una relacióníntima con el conflicto subjetivo. Si se trata de un difunto,es fácil suponer que su espíritu es el que ejerce una ac-ción nociva. Como a menudo los conflictos patógenos seremontan hasta la infancia y se vinculan con los recuer-

1 Véase La esencia del sueño, en este mismo volumen.

200 C. G. J U N G

dos de los padres, se comprende que para el primitivo elespíritu de sus parientes difuntos posea una importanciaespecial. Esos hechos explican la universal difusión delculto de los antepasados y familiares. El culto de losmuertos significa en primer lugar una protección contrala malevolencia de las difuntos.

Quien posee experiencia en el tratamiento de enfer-mos nerviosos, sabe cuan grande y honda es la influen-cia de los padres sobre el enfermo —muchos pacientes sesienten hasta perseguidos por sus progenitores—, aun cuan-do ésos hayan muerto mucho tiempo antes. Las consecuen-cias psicológicas del influjo paterno son tan poderosas,que, como se ha dicho, de ellas deriva en muchos pueblostodo el sistema del culto de los muertos'.

Las verdaderas enfermedades mentales son de induda-ble importancia para la formación del espiritismo. Entrelos pueblos primitivos, según lo que sabemos, las más delas veces se trata de trastornos de tipo delirante, aluci-

1 natorio y catatónico, que al parecer corresponden al ampliosector de la denominada esquizofrenia, enfermedad queabarca la mayor parte de las enfermedades mentales cró-nicas. Siempre y en todas partes se ha considerado a los¡enfermos mentales como poseídos por malos espíritus. Las'alucinaciones del paciente lo llevan a apoyar esa creencia.Esta clase de enfermos padece menos de visiones que dealucinaciones auditivas: oyen "voces", que son, con suma

2 Cuando en 1925/1926 participé en una expedición al monte Elgon, unade las jóvenes que nos traían agua, habitante de un pueblo de hotentotes veci-no, según todas las apariencias a causa de un aborto séptico presentaba altafiebre. Nuestro escaso instrumental no nos permitía darle un tratamiento ade-cuado. Los parientes hicieron venir de inmediato a un "nganga" o curandero.Éste se puso a dar vueltas alrededor de la choza formando círculos cada vezmás amplios para husmear las cercanías. De pronto se detuvo inmóvil en unsendero que bajaba del monte y explicó que la enferma era la única hija de suspadres, muertos demasiado jóvenes y moradores ahora de un bosque de bam-búes, de donde descendían cada noche para enfermar a la hija a íin de queésta muriese y les hiciera compañía. Construyó enseguida en dicho sendero una"trampera para los espíritus" en forma de choza en miniatura, modeló unapequeña figura de barro como simulacro de la enferma, y la colocó en la chocitacon "posho" (remedios). De noche entraron allí los espíritus porque creíanque era la casa de su hija. Con gran sorpresa nuestra la enferma sanó en dosdías. ¿Nuestro diagnóstico era falso? El enigma qjiedó sin resolver.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 201

frecuencia, las de sus parientes, o de personas que dealgún modo vinculan con sus conflictos íntimos. Natural-mente, tales alucinaciones causan a la inteligencia ingenuala impresión de que provienen de los espíritus.

No se puede hablar de la creencia en los espíritus, sinhacer a la vez referencia a la creencia en las almas. Lacreencia en las almas es un correlato de la creencia en losespíritus. En la convicción del primitivo un espíritu eslas más de las veces el espíritu de un difunto, por lo tan-to antes fue el alma de una persona viva. En efecto, tales el caso donde predomina la creencia de que el hombreposee sólo un alma. Pero tal creencia no reina en todaspartes, pues con frecuencia se admite que el hombre poseedos o más almas, de las cuales una u otra sobrevive ala muerte y posee una relativa inmortalidad. En ese casoel espíritu del difunto es sólo una de las varias almas delque vivía. En consecuencia, es sólo una parte del almatotal, un fragmento psíquico, por decirlo así.

De ese modo, la creencia en las almas es casi una ne-cesaria condición previa del espiritismo en cuanto creen-cia en espíritus de difuntos. El primitivo también estáconvencido de que no sólo existen espíritus de difuntos,sino además demonios elementales de los que no se hade suponer que han sido almas humanas o partes de ellas.Este grupo de espíritus constituye una cuestión aparte.

Antes de entrar de lleno en la discusión de los fun-damentos psicológicos de la creencia en las almas, demosun breve repaso a los hechos antes mencionados. Comoasunto principal he subrayado tres fuentes, que constitu-yen por así decir los verdaderos fundamentos del espiri-tismo: la visión de los espíritus, el sueño y las perturba-ciones de la vida psíquica. El sueño es el caso más normaly frecuente; su gran importancia para la psicología delhombre primitivo es reconocida por todos. Pero, ¿qué esel sueño?

El sueño es un fenómeno psíquico producido sin mo-

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tivo consciente durante el dormir. Mientras se sueña, laconciencia no ha desaparecido totalmente, sino existe aúnalgo de ella. Así, por ejemplo, en la mayor parte de lossueños se tiene una relativa conciencia del yo, de un yopor cierto muy limitado y verdaderamente transformado,llamado yp^onjri£o. Es sólo un fragmento o un indicio delyo de la vigilia. Existe conciencia en cuanto está asociada,como un contenido psíquico, con el yo. El yo representa uncomplejo psíquico de firme trabazón interior. Como el dor-mir rara vez transcurre completamente sin sueños, tam-bién se puede suponer que el complejo del yo rara vezcesa del todo como actividad. Su actividad durante el dor-mir por lo general es sólo limitada. Los contenidos psíqui-cos del sueño aparecen al yo como los hechos de la vigilia;por eso las más de las veces en sueños nos encontramosen situaciones similares a la de las vida real, pero raravez ejercemos nuestro pensamiento o razón respecto deellas. Así como los hombres y las cosas reales entran ennuestro campo visual, así también las imágenes oníricas,cual otra clase de realidad, se presentan en el campo cons-ciente del yo onírico. No sentimos los sueños como si nos-otros los produjéramos, sino como que vienen a nosotros.No se someten a nuestro arbitrio, sino que obedecen leyespropias. Representan evidentemente complejos psíquicosautónomos, capaces de formarse por sí mismos. La fuentede su motivación es inconsciente. Por eso decimos que lossueños vienen de lo inconsciente. En consecuencia debe-mos suponer que existen complejos psíquicos autónomosque escapan a nuestro control consciente y aparecen y des-aparecen según sus propias leyes. Por nuestra experien-cia diaria estamos convencidos de que podemos producirnuestros pensamientos cuando queremos. También cree-mos saber por qué y para qué tenemos esos pensamien-tos y cuál es su origen. Cuando se nos presenta un pensa-miento contra nuestra voluntad y nos domina, o cuandode repente sin quererlo nosotros desaparece, consideramos

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 203

tal caso como excepcional o aún como algo patológico. Ladistinción de la actividad psíquica en estado de vigilia ydormir, nos parece por ello de gran importancia. En la vi-gilia la psique parece estar sometida a la voluntad cons-ciente, durante el dormir, en cambio, parece producir imá-genes extrañas e incomprensibles que desde otro mundollegan a nuestra conciencia.

Lo mismo ocurre con la visión de aparecidos. Es comoun sueño, pero en estado de vigilia. Surge de lo incons-ciente junto a una percepción consciente y no es otra cosaque una momentánea irrupción de un contenido incons-ciente en la continuidad de la conciencia. El mismo fenó-meno se presenta también en los estados psicopatológicos.El oído al parecer percibe de repente no sólo los ruidosdel ambiente, las ondas sonoras externas, sino que es es-timulado interiormente y oye contenidos psíquicos que noforman parte de la conciencia inmediata del sujeto8. Jun-to a los juicios formados por la inteligencia y del senti-miento, aparecen opiniones y convicciones que se impo-nen al sujeto, basadas aparentemente en percepciones rea-les, pero que de hecho proceden de condiciones incons-cientes internas. Tales son las ideas delirantes.

El factor común a esos tres casos es el hecho de quela psique como totalidad no es una unidad indivisible, sinodivisible y más o menos dividida. Si bien las partes aisla-das se relacionan mutuamente, gozan sin embargo de re-lativa independencia, a tal punto que ciertas partes delalma nunca o sólo raras veces se asocian al yo. He llamadocomplejos autónomos a esos elementos psíquicos, y sobresu realidad empírica he fundamentado mi teoría de loscomplejos*. Según esta teoría el complejo del yo cons-tituye el centro característico de nuestra psique. Pero éles sólo uno entre varios complejos. Los otros complejos

a También hay casos en que las voces pronuncian claramente los propiospensamientos conscientes del enfermo. Pero éstos son los casos más raros.4 Cfr. Consideraciones generales sobre la teoría de los complejos, en estemismo libro.

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se presentan con más o menos frecuencia asociados al com-plejo del yo y de este modo se vuelven conscientes. Peropodrían existir largo tiempo sin asociarse con el yo. Exce-lente ejemplo de ello y bien conocido por todos es la psi-cología de la conversión de San Pablo. Si bien el momentode la conversión parece ser absolutamente repentino, sa-bemos sin embargo por múltiples experiencias que parauna transformación fundamental se requiere una largapreparación interior; y sólo cuando se termina ésta, esdecir cuando el individuo se halla maduro para la con-versión, irrumpe entonces el nuevo conocimiento con granemoción. Pablo desde mucho tiempo antes era inconscien-temente cristiano, circunstancia que explica su odio faná-tico a los cristianos, pues el janatismo ^iempjre_j>e_jla_enquienes tienen que acallar una incertidumbre interior. Poreflo siempre son los convertidos los más grandes fanáticos.La visión de Cristo en el camino a Damasco señala sóloel momento en que el complejo inconsciente de Cristo seune al yo de Pablo. El que Cristo le haya salido al en-cuentro casi en una visión objetiva, se explica por el hechode que para Pablo el ser cristiano era su complejo incons-ciente. De ahí que ese complejo se le aparezca proyectado,como si no le perteneciera a él mismo. Él no podía versea sí mismo como cristiano; por ello su resistencia contraCristo lo cegó, y sólo pudo ser curado por un cristiano.La ceguera psicógena, de la que se trata en este caso,siempre es, según la experiencia, un no querer ver (in-consciente). El no querer ver, en este caso, es la fanáticaresistencia de Pablo contra el cristianismo. Esa resistencianunca se extinguió del todo en Pablo, como lo prueban lasSagradas escrituras, sino que periódicamente reaparecía enforma de arrebatos, erróneamente interpretados como epi-lépticos. Tales accesos corresponden a un repentino retor-no del "complejo de Pablo", reprimido por la conversión,como antes correspondían al "complejo de Cristo".

Por razones de conciencia intelectual no podemos so-

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 205

meter el caso de Pablo a una explicación metafísica, puesentonces deberíamos explicar también de la misma mane-ra todos los casos similares que se presentan en nuestrosenfermos. Y con ello llegaríamos a las conclusiones másabsurdas, a las que no sólo se opone nuestra razón sinotambién el sentimiento. Los complejos autónomos de lapsique aparecen claramente en los sueños, visiones, aluci-naciones patológicas e ideas delirantes. Siendo dichos com-plejos inconscientes o extraños al yo, aparecen siempreproyectados. En los sueños son representados por otraspersonas, en la visión se presentan en cierto modo pro-yectados en el espacio, y lo mismo se aplica a las vocesen la perturbación mental en tanto éstas no sean atri-buidas directamente por el enfermo a las personas quelo rodean. Las ideas de persecución con frecuencia sonasociadas con determinadas personas a las que se atribu-yen las cualidades del complejo inconsciente. El pacienteconcibe a esas personas como enemigos, pues su yo eshostil al complejo inconsciente, como lo era, por ejemplo,Pablo a su complejo de Cristo, que no podía aceptar. Loscristianos son perseguidos por él como representantes delcomplejo de Cristo existente en él, pero no reconocidopor él. Este caso se repite constantemente todos los días.Sin titubear mucho, siempre está uno dispuesto a proyec-tar cualquier suposición en hombres y cosas, y de acuer-do con eso, a odiarlos o amarlos.

Considerados desde el punto de vista psicológico, losespíritus son, por lo tanto, complejos autónomos incons-cientes que aparecen proyectados porque no tienen aso-ciación directa con el yo °.

Antes he mencionado que la creencia en las almas esun correlato necesario del espiritismo. Mientras que losespíritus se experimentan como extraños e incompatibles

* No se tome eso como demostración metafísica. La cuestión de si existen•spiritus en sí ni de lejos queda resuelta de ese modo. La psicología no tratade las cosas "en sí", sino jólo de su representación.

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con el yo, no ocurre lo mismo con las almas. El primitivosiente la proximidad o el influjo de un espíritu como des-agradable o peligroso y se nota aliviado cuando el espí-ritu es conjurado. A la inversa, experimenta la pérdida deun alma como una enfermedad grave e incluso atribuyea esa pérdida una enfermedad corporal grave. Existen nu-merosos ritos que hacen retornar el alma hacia el enfermo.Los niños no deben ser golpeados, pues su alma ultra-jada podría retirarse. El alma por consiguiente es parael primitivo algo que normalmente debe estar en él; losespíritus, en cambio, le parecen algo distinto que normal-mente no debe estar cerca. Por eso también se aleja delos lugares frecuentados por los espíritus. Cuando se acer-ca, por fines religiosos o mágicos, lo hace con temor.

La pluralidad de almas indica una pluralidad de com-plejos de relativa autonomía, que pueden comportarse co-mo espíritus. Los complejos del alma parecen compati-bles con el yo y su pérdida se presenta como morbosa, encontraposición con los complejos del espíritu, cuya relacióncon el yo ocasiona enfermedad, y cuya separación indicacuración. Por ello la patología primitiva sabe de dos causasde enfermedad: la pérdida de un alma y la posesión porun espíritu. Ambas teorías se equilibran bastante.

De acuerdo con esas creencias, cabría postular la exis-tencia de complejos inconscientes que normalmente perte-necen al yo, y otros que normalmente no deben asociarsecon el yo. Los primeros son los complejos del alma, los últi-mos los complejos del espíritu.

Esa discriminación, corriente entre los primitivos,corresponde exactamente a mi concepción de lo incons-ciente. Sostengo yo que lo inconsciente se divide en dospartes totalmente distintas. Una parte es lo que llama-mos lo<mconsciente persóñgk, depositario de todos aquelloscontenidos psíquicos que han sido olvidados en el trans-curso de la vida. Las huellas de ésos subsisten en lo in-consciente, aun cuando haya cesado todo recuerdo cons-

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 207

cíente. Además contiene todas las impresiones subliminaleso percepciones, cuya energía es demasiado pequeña comopara poder alcanzar la conciencia. A eso se añade aún lacombinación inconsciente de representaciones que todavíason excesivamente débiles e imprecisas para poder tras-poner el umbral de la conciencia. Por último, también en-contramos en lo inconsciente personal todos aquellos con-tenidos que se muestran incompatibles con la actitud cons-ciente. Ese incluye por lo general todo un grupo de con-tenidos psíquicos, los cuales parecen inadmisibles a cau-sa de su deficiencia moral, estética o intelectual. Se sabeque el hombre no puede pensar y sentir sólo cosas bellas,buenas y verdaderas. Si uno se esfuerza por conser-var una actitud lo más ideal posible, se reprime automá-ticamente todo lo que no se adapta a tal actitud. Si, comoocurre casi siempre en personas altamente diferenciadas,una función, por ejemplo el pensar, se desarrolla sobretodo y así domina la conciencia, el sentir es reprimido ycae en su mayor parte en lo inconsciente.

De esos materiales consta lo inconsciente personal. Ala otrajparie ^de_jo inconsciente la llamo inconsciente ^B^^rsonolo^olecíwp: Como ya lo indica el nombre,~estaparte no incluye contenidos personales, sino colectivos, es-to es, que no sólo corresponden a un individuo, sino porlo menos a todo un grupo de individuos, las más de lasveces a todo un pueblo, y aún a toda la humanidad. Talescontenidos no son adquiridos durante la existencia de unindividuo: son productos de formas e instintos innatos.Si bien el niño no tiene representaciones innatas, poseesin embargo un cerebro altamente desarrollado con posi-bilidades de funcionamiento bien definidas. Este cerebroes heredado de los antepasados. Es el resultado orgánicode la función psíquica de todos los ascendientes. Así elniño trae consigo a la vida un órgano dispuesto a funcio-nar al menos como ha funcionado en el transcurso de todoslos tiempos. En el cerebro están preformados los instin-

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tos, todas las imágenes primordiales, que han constituidosiempre el fundamento del pensar humano, y todo el te-soro de los temas mitológicos6. En un hombre normal noes fácil, desde luego, probar sin más ni más la existenciade un inconsciente colectivo, pero en sus sueños de tiempoen tiempo aparecen representaciones mitológicas. Talescontenidos se ven claramente en casos de perturbaciónmental, en especial en la esquizofrenia, donde a menudolas imágenes mitológicas se despliegan en toda su insos-pechada variedad. Los enfermos mentales producen a ve-ces combinaciones de ideas y símbolos, que no cabe atri-buir a las experiencias de su existencia individual, sinomás bien a la historia del espíritu humano. Es un pensa-miento mitológico primitivo, que reproduce sus propiasimágenes primordiales, no una reproducción de las expe-riencias conscientes'.

Lo inconsciente personal contiene complejos que per-tenecen al individuo y son parte indispensable de su vidapsíquica. Cuando cualquier complejo que debe estar aso-

• ciado con el yo se vuelve inconsciente por represión opor una notable disminución de potencial energético, elindividuo experimenta una pérdida. Y cuando un complejo^perdido se torna de nuevo consciente, por ejemplo median-te un tratamiento psicoterapéutico, se experimenta un¡aumento de energía8. La curación de muchas neurosis se"realiza de este modo. En cambio, cuando un complejo delo inconsciente colectivo se asocia al yo, es decir se hace

• Por lo cual no ha de entenderse la correspondiente forma de los temas,sino BU esquema preconociente (y por ello poco evidente). Puede esto compa-rarse con la red de cristales preformada en el líquido madre, que tampoco hade confundirse con los diversos sistemas axiales formados propios de cadacristal.

' Cfr. Wandlnngen und Symbole der Libido. (Hay edición castellana:Transformaciones y símbolos de la libido. B. Aires, Paidós, 1953) ; Spielrein,"TJeber den psychischen Inhalt eines Palles von Schizophrenie". Janrb. f. Psy-choanal. n. Psychopath. Forscb. t. III, 1911. Nelken, "Analytische Beohach-tungen über Phantasien eines Schizophrenen. Jahrb. f. Psychoanal. n. Psychopat.Torsch, t. IV, 1912. C. A. Meier, "Spontanmanifestationen des KollektivenUnbewussten". Zentralbl. f. Psychotherapie, t. XI, 1939.

8 Por cierto, no siempre se experimenta eso como desagradable. Muchasveces la pérdida de un complejo no produce descontento mientras no se percibensus malas consecuencias.

EHERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 209

consciente, el individuo experimenta ese contenido comoextraño, inquietante y a la vez fascinador; en cada caso laconciencia es influida de un modo considerable, sea quesienta al complejo como morboso, o bien que por ello sevea alejada de la vida normal. La asociación de un con-tenido colectivo al yo siempre produce un estado de "alie-nación", pues con la conciencia individual se mezcla algoque propiamente debería permanecer inconsciente, esto esseparado del yo. Si se consigue alejar nuevamente de laconciencia dicho contenido, el individuo se sentirá alivia-do y más normal. La irrupción de tales extraños conteni-dos se encuentra como síntoma característico en el comien-zo de muchas perturbaciones mentales. Los pacientes sonacometidos por raros e inauditos pensamientos, el mundoles parece cambiado, la gente tiene rostros extraños y des-figurados, etc°.

Los contenidos de lo inconsciente personal se experi-bientan como pertenecientes a la propia alma, los conte-íjiidos de lo inconsciente colectivo, en cambio, parecen ex-traños y como provenientes de afuera. La reintegraciónjde un complejo personal actúa aliviando y a menudo cu-rrando directamente. La irrupción de un complejo de loinconsciente colectivo, en cambio, es un signo muy des-agradable y aún peligroso. El paralelismo con la creenciaprimitiva en los espíritus y en las almas, resulta eviden-te. Las almas de la creencia primitiva corresponden a loscomplejos autónomos de lo inconsciente personal; los es-píritus, a los complejos de lo inconsciente colectivo.

Desde el punto de vista científico designamos nosotrosprosaicamente como complejos psíquicos aquello que losprimitivos concebían como almas o espíritus. Pero si con-

• Los conocedores de esta materia pondrán reparos a la unilateralidad demi exposición, pues saben que el arquetipo, es decir el contenido colectivoautónomo, no posee sólo el aspecto negativo aquí descrito. Pero aquí rae limitoa la sintomatología corriente, como se encuentra en cualquier manual de psi-quiatría, e igualmente a la común actitud de defensa contra lo inusitado. Desdeluego, el arquetipo también tiene una numinosidad positiva, a la que en otroslugares me he referido ampliamente.

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sideramos el papel extraordinario que en la historia y enla actualidad desempeña la creencia en los espíritus y enlas almas, no podremos contentarnos con la mera verifi-cación de la existencia de tales complejos, sino que de-beremos ahondar algo más en su naturaleza.

La existencia de dichos complejos se puede demostrarexperimentalmente con mucha facilidad, mediante el expe-rimento de asociación10. Como sabemos, éste consiste endecir a la persona investigada una palabra a la cual lamisma persona debe contestar lo más rápido posible conotra palabra adecuada. El tiempo de reacción se mide. Seesperaría que todas las palabras sencillas fueran contes-tadas aproximadamente con igual velocidad, y sólo las pa-labras "difíciles" demandarán un tiempo de reacción másprolongado. Pero en realidad las cosas ocurren de otramanera. Con frecuencia se producen tiempos de reaccióninesperadamente largos en respuesta a palabras muy sen-cillas, mientras que a palabras difíciles se responde rá-pido. Investigaciones posteriores más cuidadosas demos-traron que la mayoría de las veces los tiempos de reac-ción largos se producen cuando la palabra inductora acier-ta en un contenido de intensa carga afectiva. Además dela prolongación del tiempo de reacción se presentan tam-bién otras perturbaciones características que no puedoentrar a detallar aquí. Los contenidos cargados de afecti-vidad se refieren las más de las veces a cosas que lapersona investigada querría quedasen inadvertidas paralos demás. Por lo general se trata de contenidos moles-tos y por ello reprimidos, y a veces también desconocidospor la misma persona investigada. Cuando una palabrainductora acierta con tal complejo, generalmente no se leocurre respuesta alguna, o se le ocurren tantas cosas quepor lo mismo no sabe qué responder, o repite mecánica-mente la palabra inductora, o da una respuesta y la sus-

10 Cfr . Diagnostische Assozlationsstndien, 1906.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 211

tituye en seguida por otra, etc. Cuando terminado el ex-perimento se le pregunta por segunda vez a la personainvestigada qué ha respondido a cada palabra inductora,las más de las veces puede recordar bien las reaccioneshabituales, pero mal las complejas. Estas característicasrevelan claramente las cualidades del complejo autóno-mo: provoca una perturbación en la disposición a las re-acciones, sustrae la respuesta, o por lo menos la demoradesproporcionadamente, o causa una reacción inadecuada,y posteriormente borra de la memoria la respuesta; que-branta la voluntad consciente y perturba la manera depensar; por ello hablamos de la autonomía de los com-plejos. Si sometemos a un neurótico o un alienado a eseexperimento, descubriremos que los mismos complejos queperturban la reacción son al par el contenido esencial dela perturbación psíquica. Ellos causan no sólo las pertur-baciones de la reacción, sino también los síntomas. He exa-minado casos en que a ciertas palabras inductoras se res-pondía con palabras extrañas y al parecer sin sentido, pa-labras que saltaban inesperadamente de los labios del su-jeto, como si un ser extraño hablase por mediación suya.Tales palabras correspondían al complejo autónomo. Estoscomplejos, si se los excita con un estímulo externo, pue-den provocar repentinas confusiones mentales, emociones,depresiones, estados de angustia, etc. o expresarse pormedio de alucinaciones. En resumen, se comportan de talmodo que el primitivo espiritismo parece una formulaciónextraordinariamente gráfica para representarlos.

Podemos ahora extender más todavía el paralelo. Cier-tos complejos se originan en experiencias dolorosas o pe-nosas de la vida individual. Son experiencias vitales deíndole afectiva que dejan heridas psíquicas duraderas. Unamala experiencia puede, por ejemplo, suprimir valiosascualidades de un hombre. De ahí provienen complejos in-conscientes de naturaleza personal. Los primitivos habla-rían en ese caso de una pérdida de alma, y con razón, pues

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en realidad ciertas partes de la psique al parecer han des-aparecido. Una parte de los complejos autónomos se ori-gina en dichas experiencias personales; pero otra partederiva de fuente muy distinta. Mientras la primera es fá-cilmente comprensible —ya que concierne a la vida ex-terna visible para todos—, la segunda es oscura y difícilde entender, pues se vincula siempre con percepciones oimpresiones de los contenidos de lo inconsciente colectivo.Comúnmente se busca racionalizar esas percepciones inte-riores mediante causas externas, sin poder demostrar conello que provienen de las cosas. En el fondo se trata decontenidos irracionales que nunca le fueron conscientes alindividuo, y por ello busca en vano la prueba en lo ex-terior. La concepción primitiva expresa acertadamente estocuando cree que interviene un espíritu extraño. Según miexperiencia, aparecen esas vivencias internas cuando unaexperiencia externa ha sacudido de tal modo al individuoque ha derribado toda su anterior concepción de la vida, ocuando los contenidos de lo inconsciente colectivo, por cual-quier motivo, alcanzan una energía tan grande que son ca-paces de influir en la conciencia. Este último resultadopuede producirse, en mi opinión, cuando en la vida de unpueblo o en general en la de un gran grupo humano ocurreun profundo cambio de naturaleza política, social o reli-giosa. Tal cambio denota a la vez un cambio en la acti-tud psicológica. Estamos acostumbrados a atribuir las pro-fundas transformaciones históricas exclusivamente a cau-sas externas. Yo creo, empero, que las circunstancias exte-riores con frecuencia son más o menos meras ocasionespara que se manifieste la nueva actitud, inconscientemen-te preparada, hacia el mundo y la vida. Lo inconscientecolectivo es influido por las condiciones sociales, políticasy religiosas, en el sentido de que todos los factores repri-midos en la vida de un pueblo por la concepción vigentedel mundo o la actitud, se acumula poco a poco en loinconsciente colectivo para dar vida a sus contenidos. Por

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 213

lo común son uno o más individuos de particular fuerzaintuitiva, los que perciben esos cambios en lo inconscientecolectivo y los traducen en ideas comunicables. Estas ideasse extienden rápidamente, porque también se han produ-cido cambios paralelos en lo inconsciente de los otroshombres. Reina una disposición general a aceptar las nue-vas ideas, si bien por otra parte también existe una fuerteresistencia en contra. Las ideas nuevas no son solamenterivales de las antiguas, sino que también se manifiestancasi siempre en una forma más o menos inaceptable parala antigua actitud.

Toda vez que se reavivan los contenidos de lo incons-ciente colectivo, este acontecimiento obra con gran fuerzasobre la conciencia. Esto produce'siempre cierta confusión.Si la reanimación de lo inconsciente colectivo ocurre aconsecuencia del fracaso de las ilusiones y esperanzas dela vida, se corre el peligro de que lo inconsciente ocupeel lugar de la realidad. Tal situación sería patológica. Si,en cambio, la reanimación se presenta mediante procesospsicológicos en lo inconsciente del pueblo, el individuo sesentirá sin duda amenazado o por lo menos desorientadopero el estado que de ello resulta no será en modo al-guno morboso, al menos para él. Bien puede compararseentonces el estado mental de todo el pueblo con una psi-cosis. Si se consigue la traducción de lo inconsciente a unlenguaje comunicable, se obtendrá un efecto liberador. Lasfuerzas instintivas existentes en los contenidos inconscien-tes, serán trasladadas por la traducción a la conciencia yconstituirán una nueva fuente de energías que puede darorigen a un entusiasmo de serias consecuencias u.

Los espíritus no son amenazadores y nocivos en todaslas circunstancias, sino que pueden también desarrollarefectos benéficos cuando son traducidos en ideas. Un ejem-

11 Esa descripción de la existencia de una psiqne colectiva, redactadaen la primavera de 1919, ha quedado confirmada por lo» acontecimientos ocu-rrido» deide 1938.

214 C. G. J U N G

i pío universalmente conocido del paso de un contenidol colectivo inconsciente al lenguaje general, es el milagroI de Pentecostés. Para los gentiles los Apóstoles se encon-traban en un estado de confusión mental12. Pero precisa-mente desde ese estado transmitieron ellos la nueva doc-trina, que la expectación inconsciente del pueblo atribuyóa la oportuna expresión salvadora, y que con sorprendenterapidez se difundió por todo el Imperio romano.

Los espíritus son complejos de lo inconsciente colec-tivo, que reemplazan una perdida adaptación a la reali-dad, o que tratan de compensar la actitud inadecuada detodo un pueblo. Los espíritus son, por lo tanto, pgnsa-mientos patológicos o también nuevas ideas desconocidas.

El espíritu de los difuntos proviene de la vinculaciónafectiva que los unía a sus parientes, y que al perder conla muerte su verdadera aplicación penetra en lo incons-ciente, donde reaviva un contenido colectivo que no ejerceningún efecto favorable a la conciencia. Por eso los bata-kos y muchos otros primitivos dicen que los difuntos conla muerte empeoran su carácter y siempre tratan de per-judicar a los vivos de algún modo. Evidentemente diceneso por la experiencia, muchas veces repetida, de queun apego indisoluble a los difuntos hace a los hombresmenos aptos para la vida y hasta causa enfermedadesmentales. El efecto dañino puede aparecer inmediatamenteen forma de una pérdida de libido, depresión y enferme-dad corporal. Como acontecimientos posteriores a la muer-te se relatan también fenómenos de fantasmas. Se trataaquí en primer lugar de hechos psíquicos que no se puedennegar. La fobia a las supersticiones, vinculada de un mo-do especial con el racionalismo, hace muy a menudo queel más interesante relato de hechos sea rápidamente re-primido para impeJir_JaLÍnves_tigación. He tenido oportu-nidad no sólo de conocer muchos relatos de esa índole de

" Act. II, 13: "Ésto» están llenos de mosto".

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO 215

labios de mis pacientes, sino que yo mismo he observadoalgunos con mis propios ojos. Pero mi material es dema-siado escaso para poder presentar una opinión bien fun-dada. Sin embargo, he llegado a la íntima convicción deque los fantasmas son realidades con las que se sueña,pero de las cuales la "sabiduría profesional" no quieretomar nota.

En este ensayo he bosquejado una concepción psico-lógica del problema de los espíritus, de acuerdo con elconocimiento actual de los procesos inconscientes. Me helimitado por completo a lo psicológico, y he dejado fuerade discusión el problema de si los espíritus en sí existeny si su existencia puede manifestarse por efectos materia-les, no porque yo creyera a priori que tal cuestión es absur-da, sino porque no estoy en condiciones de aducir expe-riencias de alguna manera probatorias. El lector sabe, co-mo yo, cuan difícil es encontrar pruebas de la existenciaindependiente de los espíritus, pues las corrientes comu-nicaciones espiritistas las más de las veces no son otra cosaque vulgares manifestaciones de lo inconsciente personal.Sin embargo, hay excepciones dignas de mención. Quisierallamar la atención sobre el notable caso descrito por Ste-wart E. White en una serie de libros. Las comunicacionestienen allí un contenido extraordinariamente más profun-do que en otros casos. Así, por ejemplo, se reproduce unaserie de ideas arquetípicas, entre las cuales se halla tam-bién el^arquetipo deLármismo, de tal suerte que casi podríapensarse que se trata de pasajes tomados de mis escritos.Descartado por completo el plagio consciente, tengo tam-bién como poco probable considerarlo como una reproduc-ción criptomnésica. En realidad debe tratarse de una ge-nuina producción espontánea del arquetipo colectivo. Estonada tiene de extraordinario, pues precisamente el tipo delsí-mismo suele encontrarse tanto en la mitología como enlos productos de la fantasía individual. La espontánea ele-vación a la conciencia de los contenidos colectivos, cuya

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existencia en lo inconsciente desde hace tiempo ha sido yaexplotada por la psicología, concuerda con la tendenciageneral de las comunicaciones mediúmnicas a trasladar loscontenidos de lo inconsciente a la conciencia. He examina-do la mayor parte de la literatura espiritista, precisamenteen lo que se refiere a las tendencias manifestadas en lascomunicaciones, y he llegado a la conclusión de que en elespiritismo existe un intento espontáneo de lo inconscientepara volverse consciente en forma colectiva. La tarea delos denominados espíritus consiste en hacer a los vivos di-rectamente más conscientes, o aplicar sus esfuerzos psico-terapéuticos a los recién muertos, y en consecuencia indi-rectamente a los vivos. El espiritismo como fenómenocolectivo persigue, por lo tanto, los mismos fines que lapsicología médica, y produce aún, como lo demuestran susúltimas manifestaciones, las mismas representaciones fun-damentales —por cierto en forma de "doctrina de los espí-ritus"— características de la naturaleza de lo inconscientecolectivo. Tales cosas, por sorprendentes que sean, no prue-ban nada ni en favor ni en contra de la hipótesis de losespíritus. Sin duda, no ocurre lo mismo con la prueba dela identidad realizada con éxito. No cometeré la tonteríade moda de considerar falso todo lo que no puedo expli-car. Podría presentar sólo muy pocas pruebas de esa claseque resistieran el criterio de las criptomnesias y sobre todo,de la "percepción extrasensorial". La ciencia no puede per-mitirse el lujo de la ingenuidad. Esas cuestiones están aúnpor resolverse. Pero, a quien se interese por la psicologíade lo inconsciente, puedo recomendarle los libros de Ste-wart.E. White13. El libro más interesante me parece que esThe Unobstructed Universe (1944). También es digno deleerse The Road I know (1945), en cuanto que en él se en-cuentra una excelente explicación del métodjQ_d£ laimagó»nación activa, que ya desde más de treinta años vengo em-

13 El Dr. Künkel de Los Angeles tuvo la deferencia de llamarme la aten-ción sobre Stewart E. Wtite.

ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO £17

picando en el tratamiento de las neurosis para llevar a laconciencia los contenidos inconscientes". En esos escritosse encuentra todavía la primitiva ecuación: país de losespíritus — país del sueño (inconsciente).

Por lo general los fenómenos parapsíquicos parecen es-tar vinculados a la presencia de un médiuma. Son ellos,al menos hasta donde alcanza mi experiencia, efectos exte-riorizados de los complejos inconscientes. De estas exte-riorizaciones estoy ciertamente convencido. He visto, porejemplo, múltiples efectos telepáticos de complejos incons-cientes y también he observado una serie de fenómenosparapsíquicos. Pero no puedo ver en todo esto prueba algu-na de la existencia de verdaderos espíritus; antes bien,por algún tiempo debo considerar esos fenómenos como uncapítulo de la psicología ". Creo que la ciencia debe impo-nerse ese límite. Pero nunca ha de olvidarse que la cienciaes solo una tarea del intelecto; y como éste no es más quelina sola de las funciones psíquicas fundamentales, no bastapor ello para crear una visión generaldel mundo. Esto in-cumbe por lo menos también a£¿ejitimienl!>. El sentimien-to tiene muchas convicciones distintas de las del intelecto,y esto no siempre significa que las convicciones del senti-miento, comparadas con las del intelecto, sean inferiores.También están las percepciones subliminales de lo incons-ciente, que no se hallan a disposición del intelecto cons-ciente y por eso no tienen cabida en una visión intelectual

14 Una breve descripción del método se encuentra en Die Bezlehungen«rwischen flem Ich und dem Unbewussten", 1928. (Hay edición castellana: El70 y lo Inconsciente. Barcelona, Miracle, 1936.

w Pero también existen algunas notables excepciones de esta regla. (Cfr.los relatos de Harry Price sobre Borely Rectory).

M Después de medio siglo de reunir experiencias psicológicas de muchaspersonas y en muchos países, ya no me siento tan seguro como en el año 1919,en que escribí esto. A decir verdad, dudo de que un método de observaciónexclusivamente psicológico pueda satisfacer a los fenómenos en cuestión. Nosólo las comprobaciones de la parapsicología, sino también mis propias consi-deraciones teóricas, bosquejadas en mi contribución al Congreso de Éranos, de1946, me han conducido a cierto? postulados que rozan el terreno de las repre-sentaciones físicoatómicas, es decir del continuum espaciotemporal. Con estoqueda planteado el problema de la realidad transpsíquica, donde se basa lapsique directamente.

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del mundo. De ahí que tengamos toda la razón cuandootorgamos a nuestro intelecto sólo una validez limitada.Pero, cuando empleamos el intelecto, debemos procedercientíficamente y permanecer fieles a una hipótesis de tra-bajo mientras no haya una prueba infalible contra suvalidez.

-ESTE LIBRO SE TERMINÓDE IMPRIMIR EL DÍA 30DE SETIEMBRE DEL AÑOMIL NOVECIENTOS CIN-CUENTA Y CUATRO, ENLA IMPRENTA CHILE,CHARCAS 433, Bs. AIRES,REPÚBLICA ARGENTINA.

Los seis ensayos que integran el presen-

te volumen tratan cuestiones fundamen-

tales de la psicología profunda: primera

entre ellas, la energía psíquica. Jung de-

cide este problema en el sentido de que

los fenómenos anímicos pueden, en efecto,

someterse a una consideración energetista,

aunque por su índole misma se sustraen

a toda determinación cuantitativa exacta.

Considerándolas desde este punto de vista,

aborda las principales transformaciones

dinámicas, como la progresión, la regre-

sión, la extraversión, la introversión y la

mutación de las formas de energía por

formación de símbolos. Expónese luego la

teoría de los complejos, tal como ha sur-

gido de los resultados del experimento

asociativo. Ambos ensayos constituyen la

esencial introducción a las Consideracio-

nes generales sobre la psicología del sue-

ño, donde el autor se ocupa menos de la

teoría que de las posibilidades prácticas

de interpretación. El quinto ensayo ilus-

tra sobre la relación de lo inconsciente

con el instinto, y el volumen concluye

con la exposición de las consideraciones

que la psicología de lo inconsciente pue-

de aportar a la creencia en la realidad

de los espíritus.