El voto femenino en las elecciones locales en Chile, 1992-2008

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EL VOTO FEMENINO EN ELECCIONES LOCALES EN CHILE, 1992-2008 379 El voto femenino en elecciones locales en Chile, 1992-2008 Daniela Oliva / Rodrigo Osorio Introducción La elite política de comienzos de siglo XX consideraba que la gestión mu- nicipal era similar a la administración del hogar. Así, el aseo, la salubridad, el hermoseamiento de los jardines y el abaratamiento de las subsistencias coinci- dían con lo que se consideraba el papel tradicional de las mujeres (Gaviola et al. 2007). De esta forma, no sorprende que la participación electoral femenina se iniciara en elecciones locales. Como eran elecciones de menor relevancia y competitividad, fue más fácil que los partidos llegaran a un acuerdo en su implementación. Así se probaría el efecto de la incorporación de las mujeres, disminuyendo la incertidumbre. Utilizando la comparación entre la gestión municipal y el hogar se buscó incentivar a las mujeres a inscribirse en los re- gistros electorales y aumentar su participación. Los estudios en Chile no han prestado atención al comportamiento electo- ral de las mujeres. Se han enfocado principalmente en dar cuenta de las trans- formaciones y continuidades del sistema de partidos, centrando su análisis en la trayectoria histórica e institucional (Scully 1995; Siavelis 1997; Valenzuela y Scully 1997; Tironi y Agüero 1999; Valenzuela 1999; Montes, Mainwaring y Ortega 2000; Angell 2003; Torcal y Mainwaring 2003). Solo algunos han indagado sobre la evolución y los determinantes del comportamiento electoral (por ejemplo Ortega 2003, López 2004, Navia 2004, Morales 2008). En general, se argumenta que en Chile las mujeres tienden a votar en mayor medida que los hombres por candidatos de derecha y de centro, tanto a nivel parlamentario como presidencial (Maza 1995, Power 2002, Oliva 2010). Esta tendencia de voto femenino más conservador se remonta al establecimiento del sufragio de las mujeres (Gil 1969, Cruz-Coke 1984), y habría continuado tras el retorno a la democracia. Sin embargo, aquella preferencia femenina por candidatos conservadores se vio desafiada por la llegada al poder de Michelle Bachelet, electa en 2005 con un amplio apoyo de las mujeres en las urnas.

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EL VOTO FEMENINO EN ELECCIONES LOCALES EN CHILE, 1992-2008 379

El voto femenino en elecciones locales en Chile, 1992-2008

Daniela Oliva / Rodrigo Osorio

IntroducciónLa elite política de comienzos de siglo XX consideraba que la gestión mu-

nicipal era similar a la administración del hogar. Así, el aseo, la salubridad, el hermoseamiento de los jardines y el abaratamiento de las subsistencias coinci-dían con lo que se consideraba el papel tradicional de las mujeres (Gaviola et al. 2007). De esta forma, no sorprende que la participación electoral femenina se iniciara en elecciones locales. Como eran elecciones de menor relevancia y competitividad, fue más fácil que los partidos llegaran a un acuerdo en su implementación. Así se probaría el efecto de la incorporación de las mujeres, disminuyendo la incertidumbre. Utilizando la comparación entre la gestión municipal y el hogar se buscó incentivar a las mujeres a inscribirse en los re-gistros electorales y aumentar su participación.

Los estudios en Chile no han prestado atención al comportamiento electo-ral de las mujeres. Se han enfocado principalmente en dar cuenta de las trans-formaciones y continuidades del sistema de partidos, centrando su análisis en la trayectoria histórica e institucional (Scully 1995; Siavelis 1997; Valenzuela y Scully 1997; Tironi y Agüero 1999; Valenzuela 1999; Montes, Mainwaring y Ortega 2000; Angell 2003; Torcal y Mainwaring 2003). Solo algunos han indagado sobre la evolución y los determinantes del comportamiento electoral (por ejemplo Ortega 2003, López 2004, Navia 2004, Morales 2008).

En general, se argumenta que en Chile las mujeres tienden a votar en mayor medida que los hombres por candidatos de derecha y de centro, tanto a nivel parlamentario como presidencial (Maza 1995, Power 2002, Oliva 2010). Esta tendencia de voto femenino más conservador se remonta al establecimiento del sufragio de las mujeres (Gil 1969, Cruz-Coke 1984), y habría continuado tras el retorno a la democracia. Sin embargo, aquella preferencia femenina por candidatos conservadores se vio desafiada por la llegada al poder de Michelle Bachelet, electa en 2005 con un amplio apoyo de las mujeres en las urnas.

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Esto llevó a cuestionar el comportamiento electoral histórico de las mujeres e introdujo la llamada “solidaridad de género” como una nueva variable expli-cativa de la intención de voto (Franceschet 2006, Ríos 2006, Morales 2008, Cabezas y Osorio 2008).

La literatura chilena sobre voto femenino a nivel municipal es escasa. Exis-ten pocos estudios que se enfoquen exclusivamente en el comportamiento electoral de las mujeres en el ámbito local antes de 1973 (ver Gaviola et al. 2007, Maza 1995, Kirkwood 1986). Estos suelen concentrarse principalmen-te en el período previo al establecimiento del sufragio femenino a nivel nacio-nal. Se observa entonces un vacío en la literatura entre 1950 y 1971 y luego entre 1992 y 2008.

Excepciones para la segunda etapa son las investigaciones realizadas por Altman (2004) y Cabezas y Osorio (2008). Ambos trabajos establecen la exis-tencia de un voto femenino conservador en elecciones municipales tras el re-torno a la democracia. El primero sostiene que existiría solidaridad de género en las elecciones de 1992 a 2000, y los segundos señalan que en la municipal de 2004 no se habría producido este comportamiento.

Planteamos que, a nivel municipal, las chilenas suelen apoyar a partidos o fuerzas políticas conservadoras, siguiendo el mismo comportamiento obser-vado en elecciones nacionales. Además, verificamos que para la elección de alcaldes de 2008 no existe evidencia suficiente para hablar de una solidaridad de género en las urnas. Para llegar a estas conclusiones realizamos un análisis histórico de la votación femenina a nivel municipal en diez de las 12 eleccio-nes previas a 1973 y en las cinco posteriores a 1990.

En primer lugar, presentamos las principales teorías y enfoques utilizados para explicar el voto femenino. En segundo lugar, realizamos un análisis des-criptivo de los resultados de las elecciones municipales celebradas antes de 1973 y después de 1989. En tercer lugar, mostramos la cantidad de mujeres que se presentaron a la elección por coalición y partido en las elecciones de 2008. Y, finalmente, analizamos si existe un voto de género en estos mismos comicios.

Comportamiento electoral femenino: conservadurismo tradicional, realineamientos y solidaridad de género

Desde mediados del siglo XX, gran parte de la literatura politológica ha sostenido que las mujeres son más conservadoras y suelen ser menos partici-pativas que los hombres (Inglehart y Norris 2000, 2003). Tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos, las mujeres tendían a apoyar, en mayor

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medida que los hombres, a los partidos de centro y de derecha. Este compor-tamiento es denominado por Inglehart y Norris (2003) como la “diferencia de género tradicional” (traditional gender gap), y se habría visto influido por determinadas situaciones y/o coyunturas políticas, tales como el desempeño de los gobiernos, las actitudes de los partidos y las imágenes preestablecidas de ciertos líderes políticos (Inglehart y Norris 2003)

Kelley y McAllister (1984) sostuvieron que el sexo de los candidatos po-dría influir en la intención de voto y que existía un efecto significativo de la solidaridad de género. Es decir, que las mujeres apoyaban en mayor medida a candidatas que candidatos. Sin embargo, existía una segmentación cultural, pues los sectores liberales tendían a apoyar el ingreso de las mujeres en polí-tica en mayor medida que los sectores más conservadores. De esta forma, los partidos más liberales nominarían a más mujeres en política que los partidos conservadores.

Inglehart y Norris (2003) señalan que en la década de los noventa las muje-res se habrían inclinado más a apoyar candidatos de izquierda, conformando el fenómeno denominado “realineamiento de género” (gender realignment). Este fenómeno se enmarca dentro de la “diferencia de género moderna” (mo-dern gender gap). No obstante, hacen una distinción entre sociedades posin-dustriales y sociedades en desarrollo. Señalan que en las primeras se produjo el realineamiento de género, mientras que en las segundas se habría continuado con el conservadurismo tradicional. La diferencia entre países en desarrollo y países posindustriales se habría producido porque en muchas sociedades del segundo tipo se transformaron más rápido los roles de género. Todo esto me-diado por un cambio en las actitudes hacia las mujeres, causado por la masiva incorporación al trabajo formal y remunerado y por las mayores expectativas de educación (Inglehart y Norris 2003). De esta forma, las mujeres de las so-ciedades desarrolladas no solo estaban equilibrando sus derechos respecto a los hombres, sino que también el desarrollo de sus potencialidades.

Según Sanbonmatsu (2002), estos cambios culturales tuvieron un efecto sobre la conducta electoral. Así, los votantes tendrían una predisposición a preferir a candidatos de un sexo por sobre otro, constituyéndose de esta for-ma el grupo de los y las “votantes de género”. Además, las mujeres serían más propensas que los hombres a preferir candidatas de su mismo sexo (San-bonmatsu 2002, Cook 1994), consagrando la denominada “solidaridad de género” (Eckstrand y Eckert 1981, González y Kampwirth 2001). El efecto de la preferencia de género también depende de ciertas características de los votantes, tales como su conocimiento sobre política y su grado de pertenencia

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a un partido. De esta forma, las mujeres le darían una mayor importancia a la elección de representantes de su mismo género que los hombres (Cook 1994). Por otro lado, la presencia de candidatas mujeres afectaría positivamente el compromiso y la participación política de las votantes (Verba, Burns y Sch-lozman 1997; Hansen 1997).

El modelo de comportamiento electoral de Columbia supone que existen variables de largo plazo que condicionan el comportamiento electoral de las personas (Lipset y Rokkan 1967). Los enfoques de género han considera-do el sexo de los y las votantes como una forma de identificación partidaria derivada de una pertenencia a un grupo (Darcy y Schramm 1977, Paxton y Kunovich 2003). Sin embargo, esto no quiere decir que las mujeres voten solo considerando su género, sino que lo hacen tomando en cuenta una serie de otros factores y variables. Paxton y Kunovich (2003) demostraron que los vo-tantes se ven influenciados también por sus creencias ideológicas acerca de las mujeres. Además, pueden estar más o menos dispuestos a elegirlas de acuerdo a sus visiones de la emotividad y de la competencia del género femenino.

Un estudio realizado por Darcy y Schramm en 1977 demostró que existiría una relación entre el partido político, el género del candidato y la elección del votante. Parecía que a las mujeres del Partido Demócrata les iba mejor que a sus contrapartes republicanas como candidatas al Congreso de Estados Uni-dos. En la misma línea, el estudio de Bernstein y Polly (1975) demostró que existían ciertos vínculos entre estatus económico, raza y el voto por mujeres.

La intención de votar por mujeres se manifiesta también de diferentes for-mas en diferentes grupos. La complejidad de estudiar el apoyo a candidatas o candidatos requiere de una variedad de enfoques para entender estas implican-cias (Ekstrand y Eckert 1981). Por lo tanto, si bien muchos electores suelen votar en consideración del género de los candidatos, debemos tener claro que también entran en juego una serie de variables de corto, mediano y largo plazo que afectan en general las preferencias de los votantes (Lipset y Rokhan 1967, Campbell et al. 1960, Lewis-Beck et al. 2008, Dalton y Klingemann 2009).

El voto femenino en los municipios chilenosEn 1931, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, se introdujo el

derecho a voto municipal femenino. El decreto ley, que estipulaba que solo podían votar las mujeres que tuvieran alguna propiedad y con 25 años cum-plidos (Kirkwood 1986), no alcanzó a ser aplicado. Con la llegada al poder de Arturo Alessandri los movimientos sufragistas presionaron para conservar el derecho a voto, exigiendo la eliminación de la condición de propietaria y

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reduciendo la edad mínima para sufragar. Finalmente, el decreto ley se convir-tió en la ley 5.357, que en 1934 otorgó a las mujeres el derecho a votar y ser electas en comicios municipales. Además, se eliminó el requisito de propiedad y se estableció como edad mínima para sufragar los 21 años (Cámara de Di-putados 2012). Por otro lado, la ley aprobada en 1934 estableció la creación de un nuevo registro electoral denominado “municipal”, que incluía a las mu-jeres y a los residentes extranjeros, con mesas separadas para ambos. Los votos de este registro se contabilizaban de manera separada del registro masculino o “político” (Maza 1995).

El proceso de apertura del padrón electoral hacia las mujeres tuvo algunas particularidades. La defensa de los intereses de la Iglesia católica y la “cuestión social” jugaron un papel crucial en la incorporación de las mujeres en política (Errázuriz 2005). En Chile, fueron dirigentes políticos católicos y conserva-dores los primeros en apoyar y favorecer la extensión del sufragio femenino. Esta particularidad va en contra de lo señalado por la teoría, que indica que los países católicos tardarían más que los protestantes en conceder este derecho (Maza 1995).

La singularidad del caso chileno se explicaría por la presencia activa de organizaciones femeninas ligadas a la Iglesia católica, a comienzos del siglo XX, dedicadas a la beneficencia y caridad. Estos grupos estaban formados principalmente por mujeres educadas y de clase alta, que eran atraídas por la Iglesia para evitar que fueran cooptadas por ideologías de izquierda o liberales (Stuven 1999). De esta forma, al apoyar el establecimiento del sufragio feme-nino, la Iglesia católica y los grupos políticos conservadores se aseguraban el respaldo de nuevas votantes en las futuras elecciones.

El retraso en la aprobación del proyecto de ley se debió, en parte, a la resis-tencia de los partidos anticlericales. Temían que el voto femenino alterara el equilibrio de las fuerzas electorales, efecto que podía magnificarse porque las elecciones eran muy competitivas y el electorado pequeño (Maza 1995).

Desde los años veinte que una gran cantidad de proyectos de ley relaciona-dos con el voto femenino estaban estancados en el Congreso. Esto se debió a la resistencia de algunos partidos, principalmente liberales y radicales, y a la falta de influencia que tenían las organizaciones femeninas en aquel momen-to. Sin embargo, esta situación cambió con los efectos de la crisis económica de 1929, que incentivaron a miles de mujeres a manifestarse y a intervenir con más fuerza en política.

A pesar de esto, la mujer mostró en un comienzo un escaso interés por par-ticipar de los procesos electorales. Para la elección de 1938, representaban el

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16,4% de los inscritos. Para 1950 esta cifra había aumentado solo a un 22,9%. Esta situación se vio revertida solo por las reformas electorales de 1958 (Urzúa Valenzuela 1992) que introdujeron la cédula única y el cierre de las secretarías de propaganda. Después de esta fecha, las mujeres se inscribieron masivamen-te, pasando a constituir un factor decisivo en las elecciones chilenas.

La irrupción femenina en elecciones locales (1935-1971)Si bien el derecho a voto para mujeres se estableció en 1931, no fue hasta

1935 que pudieron efectivamente ejercer el sufragio. En esta elección, ade-más, por primera vez se constituyeron municipios por elección popular, tras diez años en que alcaldes y regidores fueron designados por el ejecutivo. Y, por otra parte, pudieron votar los extranjeros por primera vez en elecciones locales (Maza 1995).

La comprometida acción de dirigentes de la Iglesia católica y de miembros del Partido Conservador en la aprobación del sufragio femenino probable-mente contribuyó a que las mujeres votaran por tendencias más conservado-ras. En las elecciones municipales de 1935, el 47,3% del voto femenino fue para el Partido Conservador, seguido por un 18,6% para el Partido Liberal y un 13,1% para candidatos independientes (Tabla 1).

TABLA 1.

Resultados elecciones municipales 1935. Composición del voto de género según partido

Partido% del voto total de

mujeres% del voto total

de varones% del total de votos

Agrario 0,7 1,5 1,3

Conservador 47,3 21,7 26,6

Demócrata 3,8 9,5 8,4

Democrático 2,5 6,9 6,0

Liberal 18,6 21,0 20,6

Radical 12,5 19,9 18,5

Radical Socialista 0,6 1,2 1,1

Socialista 0,1 0,2 0,2

Social Republicano 0,7 0,9 0,9

Independiente 13,2 17,2 16,4

Fuente: Elaboración propia con datos de Maza (1995).

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En esta primera elección se produjo una bajísima inscripción de mujeres para votar. De un total de 850 mil potenciales votantes se inscribieron solo 76.049, es decir, apenas un 9% (Maza 1995). Por otro lado, el establecimien-to del derecho a sufragio no solo implicaba la posibilidad de votar, sino que también de ser electas como regidoras. En total se presentaron 98 candidatas y solo fueron electas 25. De estas, 16 eran conservadoras, cinco liberales, dos radicales, una demócrata y una independiente (Gaviola et al. 2007).

Fueron diversos los factores que favorecieron el triunfo de los conservado-res entre las mujeres. En primer lugar, el alto costo asociado a la obtención del carné de identidad, que favorecía a los partidos con mayores recursos. En segundo lugar, el cohecho de parte de los grupos políticos poderosos. Final-mente, la fuerte campaña electoral llevada a cabo por el Partido Conservador para atraer el voto femenino. La izquierda se mantuvo indiferente en un ini-cio, posiblemente al considerar que las elecciones de 1935 habían sido ilustra-doras en cuanto al conservadurismo femenino y, por ende, decidieron darles la espalda o ignorarlas. Recién a partir de 1938, la izquierda representada en el Frente Popular comenzó a tener una mayor preocupación por la atención y la adhesión de las mujeres, especialmente tras la llegada al poder de Pedro Aguirre Cerda (Gaviola et al. 2007).

Después de 1935, los partidos fueron abriendo sus puertas a las nuevas votantes, aunque probablemente por intereses utilitarios. En las elecciones municipales siguientes las mujeres chilenas continuaron prefiriendo a candi-datos conservadores y de derecha (Errázuriz 2005). Sin embargo, en la medi-da que se inscribían más mujeres para votar, la proporción proconservadora del electorado femenino fue declinando desde 1947. Como contrapartida, la votación de mujeres hacia el Partido Radical y el Partido Liberal comenzó a aumentar hasta prácticamente igualarse. Estos dos últimos lograron mantener un apoyo femenino constante y desde 1950 en adelante los radicales lograron superar a los conservadores.

Los dos partidos de izquierda más importantes –Comunista y Socialista– no pudieron captar en gran medida el voto de las mujeres. Sin embargo, estos últi-mos lograron mantener un apoyo femenino constante y tras la elección de 1953 aumentaron de manera importante los votos de las mujeres hacia esta colectivi-dad (20,3% de los votos en 1971). Este partido se transformó en un fiel reflejo de la conquista del sufragio femenino por parte de los partidos de izquierda.

En las elecciones de 1944, la Falange Nacional irrumpió en la lucha partidista por el apoyo electoral de las mujeres. Si bien mantuvo un bajo porcentaje de vo-tos, desde 1953 repuntó convirtiéndose en el partido más votado por las mujeres.

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Tal como señala Maza (1995) la cantidad de votos femeninos dirigidos hacia los conservadores tendió a disminuir tras las primeras elecciones muni-cipales, siendo desplazados por los radicales. Como se observa en la Figura 1, la Falange Nacional (más adelante denominada Democracia Cristiana) logró posicionarse en el lugar de los radicales, convirtiéndose en el principal depo-sitario de los votos de las mujeres.

Si comparamos estos datos con los votos masculinos por los principales partidos políticos, se advierte que fueron mayoritariamente hacia el Partido Radical hasta aproximadamente 1963. De esta fecha en adelante el liderazgo del PDC fue incontrarrestable, no solo a nivel de mesas de mujeres sino que a lo largo de todo el electorado.

Se observa también que los hombres, en comparación con las mujeres, apo-yaron en mayor medida a los partidos de izquierda, sobre todo en los primeros años. Por otro lado, el Partido Liberal recibió un apoyo masculino constante a lo largo del período, similar a lo que ocurre con las mujeres (Figura 2).

La principal diferencia entre el voto femenino y el voto masculino entre 1935 y 1971 fue el liderazgo de los conservadores entre las mujeres durante los primeros años y el liderazgo radical entre los varones. La votación por los radicales después de 1950 tiende a ser igual entre ambos géneros, al igual que la votación por el PDC tras 1963.

FIGURA 1.

Evolución voto femenino por principales partidos políticos (1935-1971)*

1935 1938 1941 1944 1947 1950 1953 1963 1966 1971

50

45

40

35

30

25

20

15

10

5

0

Comunista

Independiente

Radical

Conservador

Liberal

Socialista

Falange Nacional-DC

Nacional

*Para los años 1956 y 1960 no existen datos disponibles separados por mesas de mujeres y de hombres. Fuente: Elaboración propia con datos de Maza (1995), Gaviola et al. (2007) y el Servicio Electoral (2011).

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Si bien el Partido Conservador obtuvo mejores resultados en las mesas fe-meninas que en las mesas masculinas solo en una ocasión (1963), en las elec-ciones anteriores fue el partido con mejor porcentaje de votos femeninos en relación al porcentaje de votos masculinos. Tras aliarse con los liberales en la formación del Partido Nacional, este conglomerado obtuvo mejores resulta-dos en las mesas femeninas que en las masculinas, tanto en 1967 como en 1971, tal como se muestra en la Figura 2.

Con la Falange Nacional se da una situación similar. De 1944 a 1963 ob-tuvo resultados similares en mesas de mujeres y de hombres. A partir de la elección municipal de 1967, la votación femenina por el partido supera a la masculina.

En el caso de los partidos Radical, Comunista y Socialista ocurre lo con-trario. Los tres mantuvieron una base de votantes principalmente masculina durante el período observado. Sin embargo, tras la elección de 1963 las dife-rencias entre las mesas parecieron estrecharse. No sabemos si esto se debe a un realineamiento hacia la izquierda de las votantes o al aumento de las mujeres inscritas en los registros, lo cual tendería a igualar las votaciones de hombres y mujeres por cada partido.

Comunista

Independiente

Conservador

Liberal

Falange Nacional-DC

Nacional

FIGURA 2.

Evolución voto masculino por principales partidos políticos (1935-1971)

1935 1938 1941 1944 1947 1950 1953 1963 1966 1971

35

30

25

20

15

10

5

0

*Para los años 1956 y 1960 no existen datos disponibles separados por mesas de mujeres y de hombres. Fuente: Elaboración propia con datos de Maza (1995), Gaviola et al. (2007) y el Servicio Electoral (2011).

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Las elecciones municipales tras el retorno a la democraciaEl 28 de junio de 1992 se realizaron las primeras elecciones municipales

tras el retorno a la democracia. Según los resultados de estos comicios, las mujeres apoyaron principalmente a partidos de derecha y de centro.

En la Figura 3 se muestra el porcentaje total de votos por género y cómo este se distribuye por cada partido. Las barras representan el porcentaje total de votos masculinos y femeninos por cada partido. Del total de mujeres que votó en estas elecciones, el 28,8% lo hizo por el PDC, el 12,7% por RN y el 9,4% por la UDI. Por otro lado, la distribución del total de votos por partido entre hombres y mujeres es bastante similar, aunque se observan diferencias importantes en RN y la UDI. Los votos femeninos en Renovación superan en casi 81 mil votos a los masculinos, y en el gremialismo la diferencia es de aproximadamente 76 mil votos a favor de las mesas de mujeres. También se producen diferencias en el PS y el PC, aunque de manera contraria. Los votos masculinos superan en 23 mil y 15 mil a los votos femeninos, respectivamente.

En 1996 el PDC fue el partido más votado por las mujeres, con un 25,8% de los votos femeninos y, al igual que en 1992, lo siguió RN con el 14%. El tercer lugar fue ocupado por el PPD, con el 12,3%, desplazando a la UDI

TABLA 2.

Porcentaje de votación por principales partidos (1935-1971)*

Conservador Liberal Radical SocialistaFalange

Nacional-DC

Comunista Nacional

M V M V M V M V M V M V M V

1935 34,3 65,7 17,4 82,6 13,0 87,0 13,3 86,7

1938 27,2 72,8 14,2 85,8 10,5 89,5 7,6 92,4

1941 26,2 73,8 19,7 80,3 13,4 86,6 12,2 87,8

1944 25,7 74,3 19,8 80,2 14,7 85,3 12,9 87,1 24,5 75,5

1947 29,4 70,6 20,9 79,1 16,8 83,2 18,9 81,1 20,6 79,4 14,1 85,9

1950 30,3 68,7 22,0 77,5 22,1 77,5 19,3 80,2 25,1 74,3

1953 31,1 67,9 33,9 67,4 28,8 70,6 27,0 72,9 32,3 66,8

1963 50,9 49,1 46,4 53,6 44,7 55,3 36,8 63,2 48,8 51,2 35,7 64,3

1966 46,1 53,5 42,1 57,6 52,3 47,3 40,2 59,6 50,1 48,7

1971 43,5 56,4 43,1 56,7 54,0 45,7 42,7 57,1 53,2 45,8

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FIGURA 4.

Resultados elecciones municipales 1996

% Total voto mujeres % Total voto varones

que en estas elecciones obtuvo solo un 4,3%. En cuanto a los resultados por mesas, el PDC continuó como líder entre las mujeres –con una diferencia de un poco más de 98 mil votos con las mesas masculinas– seguido por RN, tal como se observa en la Figura 4.

FIGURA 3.

Resultados elecciones municipales 1992

% Total voto mujeres % Total voto varones

35

30

25

20

15

10

5

0

PC PR PS PPD PDC RN UDI Indp..

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl

30

25

20

15

10

5

0

PC PS PRSD PPD PDC RN UDI Indp..

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En el año 2000 se mantuvo la tendencia y el PDC obtuvo la mayor canti-dad de los votos de mujeres (21,7%). Sin embargo, fue evidente su descenso perdiendo terreno frente a la UDI (16,8%) y RN (15,9%), como se observa en la Figura 5. Entre 1992 y 2000 el PDC disminuyó en un 7,2% su votación femenina, mientras que la UDI la aumentó en un 6,4% y RN en un 3,2%. Sin embargo, es probable que esta disminución se relacione más con la pérdida de terreno del PDC a nivel municipal que con alineamientos de género particula-res (ver capítulo de Fernández, Morales, del Pozo y Torres en este libro).

En resumen, en estas tres elecciones –antes de la separación en comicios de alcaldes y de concejales– el PDC mantuvo su supremacía en cuanto al porcen-taje de votos femeninos obtenidos. No obstante, cada vez fue perdiendo más terreno frente a la UDI y RN. Lo mismo ocurrió con las diferencias entre votos en las mesas de mujeres y de hombres. Así, el PDC obtuvo mejores resultados en mesas femeninas en 1992 y fue destronado por la UDI en 2000.En la pri-mera elección directa de alcaldes el PDC logró mantenerse como el partido más votado entre las mujeres (21,8%). Además, las diferencias de votación con la UDI y RN se hicieron más estrechas. Mientras que la UDI obtuvo un 20,3% de los votos femeninos, RN obtuvo un 14,4%, como se muestra en la Figura 6.

Por otro lado, la UDI obtuvo considerablemente más votos en las mesas de mujeres que en las de hombres. La votación por este partido en las mesas

FIGURA 5.

Resultados elecciones municipales 2000

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

% Total voto mujeres % Total voto varones

25

20

15

10

5

0

PC PS PRSD PPD PDC RN UDI Indp..

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de mujeres superó por aproximadamente 138 mil votos a las preferencias en las mesas de varones. Esta diferencia, que ha ido aumentando a lo largo de los años, nos ayuda a entender por qué el voto femenino es tan importante para el éxito de la UDI en elecciones locales.

En las elecciones de alcaldes 2008, la UDI logró desplazar al PDC como el partido que recibía la mayor cantidad de votos femeninos (20,6% y 18%, respectivamente). Aquí la UDI obtuvo un porcentaje de votos bastante similar al de las elecciones anteriores. Por lo tanto, su llegada al primer lugar se produ-ciría más por una disminución de los votos femeninos dirigidos al PDC que por un aumento en su apoyo de parte de las mujeres. Se observa también una disminución en el apoyo femenino hacia RN, en comparación con la elección de alcaldes anterior (Figura 7).

De los ocho partidos políticos analizados, solo el PC obtuvo mejores re-sultados en mesas de hombres. Todos los demás partidos aumentaron su vo-tación en las mesas de mujeres. Las colectividades que históricamente han tenido mayor éxito en las mesas de hombres, como el PS y el PRSD, en estas elecciones revirtieron esta tendencia. De todas formas, los partidos que obtu-vieron mejores resultados en las mesas femeninas siguieron siendo la UDI, el PDC y RN.

En resumen, entre las elecciones de 2004 y 2008 el PDC pasó de ser el par-

FIGURA 6.

Resultados elecciones de alcaldes 2004

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

% Total voto mujeres % Total voto varones

25

20

15

10

5

0

PC PS PRSD PPD PDC RN UDI Indp..

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tido más votado por las mujeres al segundo más votado, siendo desplazado por la UDI. Es posible que esto se haya producido por la disminución en los votos totales del primer partido, más que por un aumento significativo en los votos femeninos del segundo. Además, la UDI logró mantenerse en ambas elecciones como el partido que consiguió un mejor resultado en las mesas femeninas.

Por otro lado, observamos una similitud con la tendencia del voto femeni-no en las elecciones anteriores a 1973, pues los partidos más votados por las mujeres pertenecen tanto al centro (PDC) como a la derecha (UDI y RN). La continuidad es destacable si consideramos que el PDC logró mantenerse como líder entre las mujeres tras el retorno a la democracia y que RN y la UDI son considerados los herederos del extinguido Partido Nacional, que también lideró la votación femenina antes de 1973.

Elecciones municipales 2008.Mujeres nominadas y candidatas electas

Los partidos políticos juegan un rol fundamental en el aumento o descenso de la representación femenina. Estas colectividades se encargan de reclutar mujeres, darles cabida dentro del partido y de nominarlas como candidatas para puestos de elección popular. No obstante, los partidos chilenos no suelen nominar a muchas mujeres para estos cargos. Y si lo hacen, las relegan a posi-

FIGURA 7.

Resultados elecciones de alcaldes 2008

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

25

20

15

10

5

0

PC PS PDC PPD PRCD RN UDI Indp..

% Total voto mujeres % Total voto varones

EL VOTO FEMENINO EN ELECCIONES LOCALES EN CHILE, 1992-2008 393

ciones donde tienen escasas opciones de ser electas. Ante esta situación, frecuentemente se argumenta que para aumentar la

representación de mujeres en política es necesario implementar medidas de acción positiva. Una de las medidas más utilizadas a nivel mundial son las cuotas de género. Estas funcionan como un catalizador en la trayectoria de crecimiento de la representación femenina (Dahlerup 2006). Las cuotas pue-den estar inscritas en la constitución de cada país, en estatutos legales ordina-rios o en los estatutos internos de los partidos políticos (Sawer 2010).

En Chile no existen cuotas de género legales y solo tres partidos –PS, PPD y PDC– han adoptado cuotas voluntarias que han sido establecidas en sus es-tatutos internos. Sin embargo, en la práctica las cuotas no han favorecido sig-nificativamente a las mujeres. Esto ocurre tanto por la utilización generalizada de prácticas que buscan burlar la normativa y por la ausencia de sanciones ante el no cumplimiento (Humanas 2011).

A pesar de lo anterior existen casos de partidos conservadores, como la UDI, que sin compromisos ideológicos definidos sobre el aumento de la re-presentación femenina, y sin implementar medidas de igualdad de género en las últimas elecciones, ha nominado y elegido a más mujeres que las otras grandes colectividades. Esto se debe a su particular proceso de nominación de candidatos, centralizado y exclusivo, que permite a las mujeres evitar obstácu-los a la hora de ser seleccionadas como candidatas (Hinojosa 2009).

Para las elecciones municipales de 2008, de los 1.231 candidatos que com-pitieron por las alcaldías, 103 fueron de la coalición Por un Chile Limpio, cuatro de la Fuerza del Norte, 191 del Juntos Podemos, 442 de la Alianza y 329 de la Concertación (227 de la Concertación Democrática y 102 de la Concertación Progresista). De todos ellos, solo el 17,7% fueron mujeres. El Cuadro 11 muestra la distribución de los candidatos y candidatas que se presentaron a la elección por sexo y por coalición. También se muestra la dis-tribución por sexo de los electos.

La proporción de mujeres que se presentaron como candidatas fue de 4,7 veces menor que la de hombres. Esta relación aumenta al observar solo a los candidatos electos. Así, la proporción de mujeres que ganó la elección fue 6,3 veces menor que la cantidad de hombres que ganaron una alcaldía en 2008. Estos datos son similares a los de 2004. De los 1.243 candidatos y candidatas que se presentaron ese año, 1.038 eran hombres (83,5%), y solo 205 eran mujeres (16,5%). Si solo se consideran los electos y electas en 2004, tenemos que, de los 345 alcaldes y alcaldesas, 305 eran hombres (11,6%) y tan solo 40 eran mujeres (88,4%).

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Al diferenciar la cantidad de candidaturas que se presentaron a la elección, y los electos y electas por coalición y por sexo, se observa que la lista de la Alianza es la que más mujeres presenta. Así, el 31,2% de las mujeres que participaron en las municipales corrieron en la lista de derecha. Le sigue la Concertación que presentó el 22,9% de las mujeres que participaron, repartidas entre la lista de la Concertación Democrática (16,9%) y la Concertación Progresista (5,9%).

De las candidatas que ganaron, el 62,7% fue de la Alianza, el 23,4% de la Concertación y el 8,5% independiente. Por un Chile Limpio eligió a una sola mujer como alcaldesa y el Juntos Podemos eligió a dos, correspondientes al 4,3%. En el caso del PRI, la alcaldía la obtuvo Blanca Araya, en Punitaqui, con el 40,5% de los votos. Las candidatas electas por el Juntos Podemos fue-ron Denis Cortés (independiente dentro del pacto), que ganó en Illapel con el 58,5% de los votos, y Claudina Núñez (PC) que obtuvo el 52,6% de los votos en Pedro Aguirre Cerda. Esta última solo tuvo como contendor al UDI Rafael

CUADRO 3.

Candidaturas y cargos obtenidos. Elección de alcaldes y alcaldesas 2008, por sexo

SexoCandidatos y candidatas Electos y electas

Número % Número %

Hombres 1.013 83,3 298 86,4

Mujeres 218 17,7 47 13,6

Total 1.231 100 345 100

Fuente: Elaboración propia con datos de SERVEL (2011) y www.elecciones.gov.cl

CUADRO 4.

Candidaturas y cargos obtenidos en la elección de alcaldes y alcaldesas de 2008, por coalición y sexo

CoaliciónCandidatos y candidatas Electos y electas

Hombres Mujeres Hombres Mujeres

Por un Chile Limpio

83 8,2% 20 9,2% 7 2,3% 1 2,1%

Fuerza del Norte 4 0,4% 0 0% 1 0,3% 0 0%

Concertación 279 27,5% 50 22,9% 136 45,6% 11 23,4%

Juntos Podemos 151 14,9% 40 18,3% 5 1,7% 2 4,3%

Alianza 272 26,9% 68 31,2% 115 38,6% 29 61,7%

Independientes 224 22,1% 40 18,3% 34 11,4% 4 8,5%

Total 1.013 100% 218 100% 298 100% 47 100%

Fuente: Elaboración propia con datos de www.elecciones.gov.cl.

EL VOTO FEMENINO EN ELECCIONES LOCALES EN CHILE, 1992-2008 395

Izquierdo, pues esta comuna estaba dentro del pacto por omisión celebrado entre el Juntos Podemos y la Concertación.

Si el análisis se hace por partido, excluyendo los candidatos que compitieron como independientes dentro de las listas, observamos que de las 167 competi-doras casi un tercio eran independientes. El partido que más mujeres presentó fue la UDI, seguido por RN. En la Concertación, el PDC fue el que más mu-jeres presentó, seguido del PS. El Partido Radical presentó tan solo una mujer.

Puede generar sorpresa el hecho de que la UDI sea el partido que nomine a más mujeres para este tipo de elecciones, considerando su ideología conserva-dora y poco proclive a adoptar reivindicaciones femeninas. Sin embargo, este tipo de prácticas no son nuevas dentro de los partidos de derecha. Debemos recordar que el Partido Conservador, en el periodo anterior a 1973, nominó a un número de mujeres más alto en sus listas que los otros partidos, como parte de su estrategia para atraer el voto femenino. Por ejemplo, en 1935, además de nominar a más candidatas en comparación con las otras colectividades, instruyó a las electoras mujeres a que votaran por sus candidatas en todos los distritos donde las presentaban. Así, es altamente probable que el éxito arro-llador de las candidatas conservadoras se debiera a esta concentración de todos los votos femeninos en ellas (Maza 1995: 46). Este tipo de prácticas nos llevan a analizar la estrategia municipal de la UDI con mucho mayor detenimiento e incorporando otras variables que no habían sido consideradas.

¿Voto de género en las elecciones de 2008?Para identificar si en la elección de 2008 se presentó algún tipo de voto de

género elaboramos una base de datos con todos los candidatos que se presenta-ron, distinguiendo si eran hombres o mujeres. A cada candidato le agregamos la votación que obtuvo en las mesas de hombres y en las mesas de mujeres. Con estos datos –siempre controlando por sexo del candidato– se realizaron pruebas de medias en las que se comparó el porcentaje de votos recibido en las mesas de hombres, con el porcentaje recibido en las mesas de mujeres. De este modo, se observa que en general las mujeres tienden levemente a votar más por candidatas que por candidatos. Se repitió el mismo análisis, pero esta vez controlando por la coalición del candidato.

La evidencia muestra que, independientemente del sexo del candidato o candidata, la Alianza por Chile tiende a recibir más votos entre mujeres que entre hombres. Para el caso de la Concertación solo tenemos información estadísticamente significativa para afirmar que, cuando el candidato fue hom-bre, recibió más votos de parte de las mujeres.

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CUADRO 5.

Candidaturas y cargos obtenidos en la elección de alcaldes y alcaldesas de 2008, por partido y sexo

PartidoCandidatos y candidatas Electos y electas

Hombres Mujeres Hombres Mujeres

PRI 27 3,4% 10 6% 1 0,4% 1 2,4%

FP 1 0,1% 0 0% 0 0% 0 0%

PDC 115 14,6% 21 12,6% 55 21,9% 4 9,8%

PS 56 7,1% 16 9,6% 27 10,8% 3 7,3%

PC 63 8,0% 13 7,8% 3 1,2% 1 2,4%

PH 23 2,9% 7 4,2% 1 0,4% 0 0%

RN 98 12,4% 23 13,8% 46 18,3% 9 22%

UDI 102 12,9% 27 16,2% 43 17,1% 15 36,6%

PPD 56 7,1% 9 5,4% 31 12,4% 4 9,8%

PRSD 26 3,3% 1 0,6% 10 4% 0 0%

Independientes 223 28,2% 40 24% 34 13,5% 4 9,8%

Total 790 100% 167 100% 251 100 41 100

www.elecciones.gov.cl.

CUADRO 6.

Rendimiento de candidatos y candidatas por coalición y sexo de los electores y electoras (% de votos de hombres - % de votos de mujeres)

CoaliciónSexo del

candidato/aMedia

Desviación típica

Error típico de la media

Significante (bilateral)

Todas las coaliciones

Hombre -1,8 11,7 0,4 0,000

Mujer -0,8 11,7 0,8 0,338

AlianzaHombre -4,6 9,0 0,5 0,000

Mujer -3,9 8,4 1,0 0,000

ConcertaciónHombre -3,2 6,9 0,4 0,000

Mujer -1,6 10,5 1,5 0,290

Juntos PodemosHombre 8,3 11,2 0,9 0,000

Mujer 10,2 14,3 2,3 0,000

IndependientesHombre -4,5 15,1 1,0 0,000

Mujer -5,2 10,0 1,6 0,002

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Se observa, además, que el Juntos Podemos tiene un apoyo mayor en hom-bres que mujeres, independiente del sexo del candidato o candidata. Final-mente, notamos que los candidatos y candidatas independientes recibieron más votos de mujeres que de hombres, sin importar el sexo.

ConclusionesEl voto femenino en Chile se implementó por primera vez en elecciones

locales y se incentivó a las mujeres a inscribirse en los registros acentuando la similitud entre la administración municipal y la del hogar. Hoy las mujeres representan casi el 50% del electorado, convirtiéndolas en actores relevantes en los procesos eleccionarios.

Como se ha observado, en general se da una continuidad en los patrones de votaciones de las mujeres, que siguen prefiriendo, en mayor medida, candida-tos más conservadores. Antes de 1973, a nivel municipal, las mujeres votaban en mayor medida por el Partido Conservador y la Falange Nacional. Luego, por el Partido Nacional y el PDC. Tras el retorno a la democracia, las mujeres mantuvieron esta tendencia, prefiriendo mayoritariamente a fuerzas de dere-cha y centro como la UDI, RN y el PDC.

Esta tendencia histórica ha sido ignorada por los estudios que han intenta-do dar cuenta de las transformaciones y continuidades del sistema de partidos chileno. Se observa que, antes de 1973 y después de 1990, las mujeres han tendido a votar más por partidos de centro y de derecha en elecciones munici-pales. Por cierto, comportamiento similar al que otros estudios han reportado para las elecciones nacionales.

Por otro lado, la evidencia empírica muestra que no existiría una solidaridad de género en las elecciones de los alcaldes y alcaldesas de 2008. La pertenencia a un pacto político afectaría más que el sexo de los candidatos y candidatas al momento de explicar la votación. La coalición de derecha tiende a recibir más votos de mujeres que de hombres, mientras que en la Concertación y en el pacto Juntos Podemos se da la situación contraria. Dentro de la Alianza, la UDI es el partido que recibe la mayor cantidad de votos femeninos.

¿Será que la UDI estará recibiendo más votos de las mujeres porque pre-senta a más candidatas o porque realmente las chilenas votan de manera más conservadora?

Por un lado, la evidencia nos muestra que la Alianza recibe más votos de mujeres, independiente del sexo del candidato. Por otro lado, Valenzuela (1990), para recalcar la importancia del clivaje clerical-anticlerical argumen-taba que “los electores con fuerte identificación religiosa, independiente de

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su clase, votaban con mayor probabilidad por los conservadores, y más tarde por los democratacristianos, que aquellos de orientación más laica. Puesto que las mujeres eran con mayor probabilidad religiosas, las electoras en especial (como ocurrió en muchos países europeos) votaban por la derecha y la De-mocracia Cristiana. En cambio, los electores protestantes o aquellos con com-promiso religioso débil, en distintos estratos socioeconómicos, exhibían una probabilidad mucho mayor de apoyar a los radicales centristas o a la izquier-da” (Valenzuela 1990: 152). Lamentablemente, todos los estudios que pudie-ran dar cuenta de la relación entre religiosidad, conservadurismo y conducta electoral de mujeres utilizan datos electorales anteriores a 1973. Por esto, no es posible concluir si el aumento en el apoyo electoral femenino de la UDI es causa de un aumento en la cantidad de candidatas, en comparación a los otros partidos, o porque las mujeres presentan un grado mayor de conservadurismo. Ciertamente, este es un desafío pendiente en estudios que intenten explicar la conducta electoral de las mujeres.

Lo que sí es un hecho es que, en comparación a décadas anteriores, las mujeres chilenas han ganado terreno en muchos ámbitos de la vida social. Sin embargo, en la esfera política pareciera que no se ha avanzado, especialmente en relación con la representación política. En 1935 se presentaron 65 mujeres como candidatas y fueron electas 24. En la última elección municipal (2008), de las 218 candidatas que se presentaron solo 47 fueron electas. De aquí que se torne cada vez más necesaria una discusión seria y comprometida sobre la adopción de mecanismos de acción afirmativa, como una ley de cuotas y de financiamiento diferenciado para apoyar campañas de candidatas.

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