El Fin de la Poesía [Apuntes de taller]

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EL FIN DE LA POESÍA Héctor Hernández Montecinos

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EL FIN DE LA POESÍA

Héctor Hernández Montecinos

1. La poesía es inseparable de las vidas que la escriben, no por el

hecho de que tengan o no que hacer referencia a ellas sino porque

ese ‘previo’ a cada acontecimiento es el mismo ‘previo’ al poema.

Un previo ni siquiera lingüístico. Pienso así en los órganos,

terminales nerviosas y músculos que se ponen en acción de

manera casi musical para la pasión del poema, en esa pulsión

coreográfica que es la suma de átomos atrayéndose y

repeliéndose o en los accidentes geográficos de la piel al dilatarse

o contraerse. La poesía existe gracias a estas unidades

entusiasmadas, pero las pierde de vista en la profusión de un algo

más allá. Confundimos la noción de vida con la de historia y

justamente la poesía nos dice que lo que separa a la historia como

genealogía de la vida como devenir es la singularidad de esa

tensión, su fracaso: el candoroso e imposible diálogo entre las

palabras y las vivencias.

2. Imagino a esas personitas que no saben aún escribir. Los imagino

pensando sin palabras y no lo puedo imaginar sin palabras. En

cierto momento de lucidez extrema para ellos las letras son

imágenes más. Círculos, líneas, que se extienden o pliegan, que

comienzan y luego se acaban al alejar el lápiz del papel. Los

niños están cerca de la poesía pues miran las cosas con la

extrañeza de la creación y la destrucción, de esos dibujos poco

animados, de los sentidos, de los contextos de enunciación.

Conocer significa armar y desarmar o viceversa y el lenguaje es la

primera casa de muñecas que tenemos, en todo su artificio, su

miniatura, su posibilidad de combustión. Nada se crea sin que

algo se destruya de alguna manera, ese proceso unido se llama

transformación y ciertamente la poesía es transformación. El

niño es el primero en saber que él mismo se transformará y su

deseo y necesidad son justamente su infancia, las llamas donde

arderá su pasado y su futuro. Algo similar ocurre con el poeta

con su propio yo. La infancia es la adultez de la poesía.

3. La creatividad, recuerdo de la infancia de la humanidad,

sustenta a la poesía y ese es su enorme potencial de adaptación a

la crisis, de transformarla en humus cultural, compost de la

civilización. En un mundo especializado en fabricar deshechos,

en sintetizar proteínas e ideas la replicación de artistas que no

son creativos es una contradicción primera. Información basura

y el problema del campo cultural es su homogenización. Lo

creativo debe ser la medida de todo. No debe, lo es. El arte es un

mediación, un contrato entre la cultura y la creatividad, pero

cuando dejamos las obras y su inscripción lo creativo prioriza los

procesos de autonomía y el arte se hace suntuario, innecesario,

puro deseo cadavérico, esqueletos para leer la historia con menos

culpa mecánica.

4. Cada vez que leemos no es la idea rescatar la información

solamente de lo que ahí se dice sino justamente complementar el

proceso creativo imaginando lo no está dicho, lo que no se pudo,

no se quiso, no se necesitó. La obra es siempre mucho más que las

palabras con que llega a las manos de uno. La obra es lo que

nunca llega a dichas manos. Desaparece al comenzar un libro y

regresa cuando se deja en el velador. Desaparece cuando leemos

la solapa del libro y regresa cuando recordamos el anterior o

mejor aun, imaginamos el que vendrá. La escritura

5. Leer la historia, leer poemas, leer palabras, en el fondo, no es más

que la constatación de los límites que pueden ir tomando las

escrituras, tomaron o tomarán. Cada libro leído comprueba que

sí se puede ir más allá de cualquier libro anterior. Como si fuera

una señal en el camino, siempre es posible avanzar más, una

piedra de confianza.

6. Fuera de los centros de irradiación cultural, es decir las

provincias o ciudades alejadas, la poesía aún mantiene un secreto

no descubierto: la poesía es su propio centro.

7. Los caminos del arte contemporáneo nos dicen que no hay obras

sino procesos. La escritura misma es un proceso en el cual el

poema es el resultado de múltiples pasos previos que pasan por lo

emocional, racional, estético incluso físico. El poema no es un fin

en sí mismo, sino un medio de otras cosas que conscientemente ni

imaginamos y eso es fantástico.

8. El o la que escribe no es el o la misma persona que vive. Digamos

que ese sujeto lírico, hablante, máscara es una parte de la

persona que creemos ser, y mientras más conciencia de ese otro

tengamos cada uno, más posibilidades creativas tenemos de

escribir. Ampliarlo es ampliarnos y por ende ampliar nuestra

escritura.

9. Un libro no es un conjunto de poemas sino un poema entero

dividido en distintas partes, que pueden ser otros poemas,

capítulos, etc. Una obra es el ajuste exacto del tiempo, del

espacio de esos poemas. Ninguno puede ir antes o después. Es el

punto exacto de una bella incertidumbre.

10. Nada, un manuscrito, un libro, una obra se dan no como una

sucesión cronológica, ni siquiera existe algo así en términos

exactos. Lo que descubre hoy la teoría cuántica ha sido parte de

la literatura desde su origen. Nacimiento y destino se erigen en

una intuición más allá de la civilización.

11. Escribir es dejarse tentar por la otredad, en todos los niveles,

suspenderse de ese yo, esa jaula de oro que el sistema te conforma

como identidad. La poesía es conciencia, de sí, de las cosas

buenas, las malas, del mundo. Deshabitarse unos instantes de

eternidad.

12. Allen Ginsberg, y los beatnik en general, releen a los poetas

malditos y actualizan los márgenes, los bordes, las desmesuras

que cada sociedad, cada moral, cada economía impone a los

sujetos. La metáfora del viaje, tanto territorial como mental es

parte de la gran metáfora de la literatura: moverse, desplazarse,

cambiarse de punto geográfico, de vista, de fuga.

13. Existe un momento en que la obra debe concretarse

materialmente: la edición. La pregunta es invertir dinero para

publicarlo o invertir tiempo en la paciencia de esa espera.

Pérdida material o triunfo inmaterial. Tener los propios libros en

casa o estar dentro de un catálogo es algo que se preguntan todas

las madres de los poetas.

14. Cuando un mundo, una sociedad, formas-de-vida se convierten

en especies culturales en extinción pareciera ser que la poesía es

la primera en perimetrear esa pérdida, en delinear en versos lo

que está a punto de desaparecer como si fuera un mapa

imaginario de lo imaginario que será esa realidad en otra

realidad. Una poesía que sabe que desaparecerá junto con la

época que la vio aparecer. La nostalgia de una imaginaria

resurrección.

15. Lo cotidiano y banal de las hablas, los objetos lingüísticos

encontrados al pasar el oído por la realidad, el idioma en sus

peñascos y diamantes ha sido una materialidad para cierta poesía

que en dicho lenguaje crea un ready made, un hallazgo más que

de arte, de creatividad. Lo coloquial no es el reverso del poema,

sino una materia prima que se debate entre la vida y las

palabras. Nadie ha vivido más allá de esas palabras, pero

tampoco nadie ha escrito ni descrito la vida de esos lenguajeos ni

siquiera posibles de inscribir con el uso tradicional de la fonética.

En la poesía no es la koiné del idioma, sino la koiné de la propia

poesía.

16. Ante la pregunta de contra qué hoy la poesía se rebela pensamos

en los grandes relatos de manera zigzagueante, pero luego caemos

en lo más obvio, en la materia de la poesía misma hace siglos: el

yo, la vida privada del yo. La identidad, esa jaula de oro, ha sido

el triunfo de las esclavitudes modernas, más aun, la identidad

como algo idéntico a sí mismo: la verdad de sí de ese yo. La

poesía destruye los afanes de bien, belleza y verdad de este

mundo y crea otro donde nada de eso existe: la ficción. Ese es el

desacato. Un paraíso infernal donde todo lo improbable puede

ser probable y lo posible puede ser no más que un conjunto de

sonidos articulados desde un vacío también imaginario.

17. La ficción como un universo donde no existe ni el bien ni el mal

ni la verdad ni la mentira ni la belleza ni la no belleza. Un locus

donde el tiempo y el espacio son sensaciones a flor de piel y

donde cada piel es una flor. El único relato de la humanidad que

ha creado en sí mismo su propio universo con reglas en sentido

contrarios de su reloj son la poesía y la teoría cuántica. Una

partícula puede estar en dos lugares distintos a la vez, a eso le

decimos metáfora.

18. Nos preguntamos por qué es tan importante el lenguaje, por qué

somos lenguajes, por qué las metáforas de Dios, especialmente los

monoteístas, eligieron el lenguaje como revelación ante los

humanos. Palabras sagradas, leyendas mí(s)ticas, parábolas,

mantras, sonidos mágicos, letras de poder. ¿Cuál es el poder

detrás? ¿La inscripción, la resurrección, la inmortalidad? Dios

castigó a ese Adán y esa Eva no por desobedecerle sino por

mentirles y el primer pecado de Dios fue la envidia porque ellos

pudieron mentir y Él no. Hágase la luz es el momento en que se

hace la luz, al igual que los cielos y el mar. Para nosotros esas

tres palabras, luz, cielos y mar son las mismas con que se puede

escribir culos, maricos, celo. Dios no puede mentir, por eso

escribe mediante sus fans.

19. Dentro de los gestos políticos y románticos de hoy quizá el de

más profundidad sea el de la renuncia, el momento en cuando ese

‘no’ a la administración de los deseos y miedos del sistema

empoderado se convierte en una afirmación. Renunciar a todos

los vidrios de colores, espejismos y señales de humo de la

propiedad, el compromiso y la ideología. La superficie de ese

gesto es donde se concentran los sentidos mismos del arte. El

dueño de la calle es quien vive ahí, el vagabundo, el que renunció

a pagar por ella. La poesía en este sentido es la renuncia más

efectiva tanto a ese yo detestable como del mundo que ese yo

cree necesitar y desear. Tanto así que la poesía le pregunta al

deseo si es necesario y a la necesidad qué es lo que desea y ese

vagabundo que escribe disfrazado de mujer es la obra de arte más

excelsa que ha dado un sistema neoliberal como el nuestro.

20. En un mundo maquínico, atiborrado de dispositivos, memorias

extraíbles y sistemas operativos que intentan rivalizar con la

mente, con lo poco y nada que sabemos de nuestra mente, uno se

pregunta por la relación del bien, la verdad y la belleza con su

estatuto de perfectibilidad. El porno es un ejemplo de esa

perfección inanimada de los cuerpos, de las afectaciones que los

unen y separan, del producto estrella del mercado somático junto

con la droga. Ni siquiera es placer o evasión sino el privilegio de

representaciones personales de la realidad, de una de ellas. La

iteración de los estereotipos refuerza las identidades que lo

consumen, que se lo apropian como verdad de sí. No hay poema,

lira, melopea perfecta más que en la decantación de sus cuerdas y

lo real es la vibración de esas partículas.

21. Una de las más brillantes y trágicas formas de adiestramiento

institucional es la permanente crisis, gobernar desde el caos, la

administración de la naturaleza humana. La poesía se

desenvuelve fuera de toda ley, esto es, en el esplendor de las

paradojas, dentro de las cuales una de ellas, la entropía, dice que

desde el desorden venimos y hacia más desorden vamos. Los

fragmentos de las tazas luego de quebrarse no se vuelven a unir,

nunca se unirán, nunca en una eternidad probable. Los

fragmentos de un poema siempre estarán unidos en una ficción

incluso improbable. En la poesía no hay crisis porque todo es

crisis, crítico en el sentido de la fulgencia del acontecimiento que

es. Liberarse de la crisis es aceptar la paradoja, vivirla, liberarla

día a día creativamente, lo mismo que hace el poema ante el

idioma. ¿Es posible una poesía sin idioma?

22. Pablo de Rokha fue el primero en la nostalgia, la furiosa

nostalgia de las epopeyas cotidianas de lo que comenzaba a

desaparecer. Las comidas y bebidas no son sólo las vísceras de un

tiempo trazado por siglos en estado de mutua cooperación sino

que son el laberinto en que ciertas formas-de-vida y afectaciones

ensamblaron una forma de entender la naturaleza, la civilización

y el nudo entre ellas. La obra rokhiana describe con voracidad

todo lo que el poeta siente va a desaparecer, tanto así que se

consumió a sí mismo, a su obra y el gesto del disparo en la boca

es la entropía de una obra poética que más allá de las

mediaciones de la verdad debe transformarse en su propio fin.

23. Nicanor Parra hereda el apetito de ver panes con semántica

donde hay restos de piedras sintácticas. Lo abrupto de su

antecesor y su geografía existencial es llevada a la ciudad, a la

escuela, la universidad para que ahí vuelva a desanudarse su

coeficiente de realidad. Lo que Parra hace es no es darle humor a

la poesía sino a ella misma hacerla reír de sí, de su verdad de sí. Y

en ese gesto de renuncia acaso no hay también una nostalgia, una

nostalgia de que las palabras encontrada resucite una vez más en

un ataúd de papel, en unas tablas de madera, unas bandejitas de

cartón.

24. La poesía fuera de la propiedad privada que representan Pablo

de Rokha y Nicanor Parra, y más allá Walt Whitman con Allen

Ginsberg, son la antesala de un modo en que la poesía se permite

pensarse, habitarse desde afuera hacia adentro, pero no quedarse

en esa casa sin luz, sino volver a salir. No es que sean sólo voces

colectivas, nosotros gastados en su utopía de persona gramatical

sino que algo más simple que eso: el derecho a existir de ese yo es

otro. La renuncia al éxito, la certeza y el poder de la poesía como

propiedad privada, como bien raíz, como inmueble. Más bien

dicho, al servicio de una comunidad que no sabe nada de poesía

ni entiende su gesto. Ese es el triunfo: la resurrección de la

imaginación en un mundo sin imaginación que muere.

25. Una obra de vanguardia modifica la lectura. Incomoda a quien

tiene una expectativa de lo que leerá. Suspende un futuro

probable. Una posibilidad de universo paralelo. Leer ha sido el

intento de domesticar el cosmos. Las cuatro letras

fundamentales. La función de buscar una verdad uniendo

puntitos, líneas, círculos. Planetas, órbitas y galaxias que

parezcan planetas, órbitas y galaxias. Continuos y contiguos

exige el ojo. Al fondo de la página hay un paisaje escrito con

tinta o pixeles. Átomos y fusión. Las nubes en pantalones pasan.

Las hojas caen cinco metros de altura. El pasto imaginario se

seca. Los coyotes despiertan y su boca es del tamaño del

universo.

26. Un libro no es el símil del universo. Ni siquiera de un planeta. A

lo suma una mano se abre escrita con las líneas del destino.

Letras entre el corazón y la mente. Todo lo que uno escribe

queda fuera de todo. No hay límites de entrada pero tampoco de

salida. La vida en el más allá es información vibrante.

Particularmente nadie ve. Entre página y página letras que

ondulan van saltando entre el papel y el primer número. Es otro

modo de leer el vacío entre las moléculas de la celulosa. Las

interacciones que dan sustento al vértigo. Viven los libros porque

alguien una vez leídas esas letras lee esa frecuencia de onda. La

telepatía entre extremidades, raíces y ramas. Antenas de lo que

viaja en el aire que es el propio aire.

27. Inventa algo quien se reinventa a sí mismo. No es el producto

sino el proceso. El universo es información. Son puntos que

alguien conecta y crea red. Mientras más distante más poderosa

la conexión. El mar es un puente. El fondo del mar, una línea del

horizonte de sucesos. Los viejos continentes nunca podrán ser

nuevos. Y lo nuevo es renunciar a lo situado, al monumento, a la

inscripción. Un paracaidista decide devolverse. No hay avión. No

hay gravedad más que en el borde izquierdo de la página.

28. La vida es la obra. No hay más. Todas las artes son las distintas

habitaciones de la casa. El mundo es un museo de cera que se

derrite. Un museo de antigüedades que se actualizan con los

antivirus. Un museo de palabras que se llama lengua. Toda

colección es un sabor. Las curatorías son cocinerías. Se expone lo

que sobra de una obra. Su fetiche carnívoro. Su aura con

especias. Lo que no cabe en la boca es lo que se desea. Las piedras

que han sido talladas con rostros de dioses muertos. Los árboles

cortados para hacer un fuego barroco o isabelino. El enser del ser.

Los objetos desaparecen rápido por eso se instalan aunque

siempre es tarde. No hay tiempo para las obras de arte ni arte

que detenga al tiempo.

29. Describen la vida en la ciudad y todos vivimos en la ciudad.

Tautología poética. Las variantes son parte de la red del

alcantarillado. Es su gracia. Leer los hábitos de las personas que

leen los hábitos de la ciudad. Eso se llama ley. Civilización.

Palabrear el hálito mundano. Darle luz a los recovecos del

intestino. Plazas, bares, calles, barrios tal cual como hace dos

siglos. Paisaje y retrato. Naturalezas muertas por quien las

vuelve cadáver exquisito. No hay nada situado pues todo se

mueve. Todo es flujo. Todo es pliegue. La memoria elige lo que

más le conviene y monta. Un circo de emociones. Una tarima

familiar. Un muro de los lamentos.

30. Recuerda el que quiere vender algo. Quien desea hacerse camino

en los atajos del capital. Se acumula lo que hemos unido con una

línea del destino. Cerros de humores, ríos de palabras, hechos sin

importancia que el ego chupetea como si fueran huesos. La

escritura es nihitécnica. Entre carro y cerro viven las ciudades.

Rellenan la falta de altura arrastrándose sobre sí mismos. El

pasado es eso. El pasado es la primera persona singular. Va hacia

atrás quien busca, quien desea. El futuro es siempre colectivo.

Por eso huyen de él. Lo dejan pasar como bailando pero temen.

Todo lo que es de muchos es peligroso para el enemigo.

31. La geografía no es un orden sino un caos que hemos

interrumpido por un momento. Todo se aleja y se acerca a la vez.

Nada nunca se ha detenido. Las montañas respiran. El océano se

evapora y vuelve a condensarse. El aire y el agua en la tierra

siempre han sido los mismos. Los desiertos florecen y los bosques

dejan de ser imaginarios. No medimos el tiempo, lo creamos. Ni

siquiera. Lo destruimos. En una escala microscópica un segundo

es un siglo y un siglo la eternidad. Moléculas que mueren como

galaxias. Los continentes rebotan entre sí. Las especies no

existen. Son instantes de un big bang orgánico que somos

nosotros con pelo. Lo infinito que vuelve a nacer hacia atrás.

Escribirlo es asesinarlo.

32. Leer un poema sin saber de quién es. Una hoja en blanco con

palabras impresas por quien sabe pobrediablo. En algún país. En

alguna oscura sala de máquinas que bufan. Luego frente a ti. Un

título en mayúscula y negrita. Abajo versos que se desenrollan

como una alfombra con papilas gustativas. De qué se trata.

Quién escribe ahí alguien se pregunta. Son sólo letras. Imágenes

sin aura. Desnudas. Expuestas a su sin más que sí mismas.

Diciendo sólo lo que dicen. Sin tono. Sin pasado. Un triste y

patético poema. Eso es un texto sin su autor. Consonantes y

vocales. Un símbolo de pez.

33. La infancia no es la primavera de la vida, sino el otoño de la

pureza. El jardín se vuelve patio pues ha llegado el niño a

colonizarlo, a reiterar el gesto fundacional de ponerle nombre a

las cosas y señorear sobre ellas. ¿Qué es nombrar? Darle un

nombre a las cosas para hacerlas acceder a mi mundo. Decirle

piedra a la piedra y reventar con sus letras a las hormigas sobre

la baldosa. Para el niño todo árbol es bosque y el bosque una

gramática para nombrar el deseo y su miedo de ser arrojado de

él.

34. Imagino a un muerto agonizando, mirando una luz al final de un

túnel. Veo a ese anciano pensando en la resurrección de los

muertos segundos antes de él morir. Siento como sus músculos se

rigidizan luego de unos últimos estertores. Ya está en el túnel.

Avanza por ahí. Cree ver a alguien pero no hay nadie. Su cuerpo

vibra nuevamente, se humedece. El túnel se ha inundado, pero

no se ahoga. La luz, la luz, llega a la luz. Los médicos le toman la

cabeza, lo alzan y se lo dan a su madre luego de limpiarlo con una

toalla. Ese es el secreto de la resurrección. La infancia es su

olvido.

35. ¿Qué es recordar? ¿Qué se recuerda? Creemos recordar personas y

hechos, pero recordamos las palabras que nos los recuerdan.

Palabras que hemos elegido para nombrar lo que nunca existió:

el pasado. A todo lo que podemos acceder de lo que ya no está, lo

que ya no es, está en el lenguaje, que dicho de otro modo, es el

recuerdo de las vidas, de muchas, de todas las muertes juntas. La

escritura se pierde en la noche de la humanidad. No, la

humanidad se pierde en la noche de la escritura. En la oscuridad

de su intención, en lo siniestro de la inscripción. No morirás,

dijeron, pero era justamente morirse el deseo. Escribe quien ya

no vivirá otro siglo y al final todo es recuerdo, pues todo es

pasado, pues todo es mentira. Y esa no es la tragedia. Por el

contrario.

36. La única herencia posible es el dolor, la herida por la cual

nacemos, el desgarro de los espermatozoides que murieron en el

camino y que nos arañan el rostro. De un útero nacemos y a un

útero vamos al morir. La noche es la metáfora de ese viaje, ya

que la noche es la metáfora de la vida y la vida es la metáfora de

la información en el Cosmos. La luz, esa luz privada que enrojece

cuando se acerca y se pone azul cuando se aleja: los colores de la

sangre, su historia, las venas del universo. Heredamos la

información de lo que seremos, pero no del cómo. Y es mejor,

sino todo sería humano.

37. El anciano habla para sí mismo. Le habla a los minutos que le

regaló a las estrellas para que aún sigan ahí. No es su otoño, sino

la primavera de su nacimiento, su primera verdad. Lo íntimo de

su voz son las arrugas de las vocales que se le escapan, de los

cinco aires con que horadamos las piedras, las palabras, los

cálculos en la garganta, el cuerpo en un par de semanas. Todo

cadáver es gramática. Su inmolación para decir que alguna vez se

miró el mar, pero nunca se fue al mar ni el mar vino a esta copa.

Alejarse, volver a sí. No se amorata el cuerpo agarrotado, se hace

uno con el cielo, con el atardecer, con el amanecer. Todas las

estrellas son radiación. Todo lo que brilla se está despidiendo.

38. Llueve en la sociedad moderna y recién ahí recuerda que es

sociedad y que no es moderna. El público de la lluvia se deja

torturar por la historia de la lluvia, por la imposibilidad de un

diluvio sintagmático. El desastre de que se mojen las palabras

cuando queríamos calentarnos con ellas. Susurran bajo los

polímeros, brillan las calles y todo lo que exuda vapor morirá. El

invierno le recuerda al mundo que una vez se congelaron los

colores y que hablar era un modo de sobrevivir. Habitar y

habitarse por el hálito de los perros de caza. Un recuerdo de

estalactitas de palabras sobre el rostro mientras se espera la

muerte. Eso es la memoria. Hablar para no morir nuevamente.

39. Mirar el pasado es mirarse a sí mismo. No existe un pasado sino

mi pasado. Es la propiedad privada de la vida privada. Mientras

más lejos llego más lejos llega la muerte, su lúcido recuerdo de

desaparecer, su trampón. Las piedras y los padres de las piedras.

Hacia el futuro se mira en plural, pues tarde o temprano todos

renacerán, renaceremos. Los límites de la historia son los límites

de la gramática: el tiempo de los tiempos verbales. El yo y el

nosotros, en su imposibilidad de existir, en el duelo que significan

bajo el sol. No hay humanos, sino uno que los nombra a todos.

No hay estaciones sino cambios de color. El color de la historia.

40. Todos los fenómenos son celestes. Los desiertos hablan por los

huesos que ahí van a nacer. Calaveras que llegamos para mirar

hacia arriba, estirar el cuello, meter las narices entre las

constelaciones. Así de impertinente es la revuelta. La aparición

de los primeros gestos de la intimidad. Una vez la ciudad se llenó

de plagas. Vestían bonito y hablaban raro. Cada una de ellas era

una ley, pero todas tenían ganas de morirse. Huesos son, y más

huesos para levantarse cada día, en medio de cada noche. Huesos

para ser parte de una constitución, el esqueleto de los esqueletos.

41. Una flor extraña las moléculas de granito con la que será

dibujada. Se hunda en la línea imaginaria que separa a la tierra

del cielo, busca las piedras volcánicas de los cráteres que yacen en

el fondo del mar. Necesita el fuego, el motor de la civilización

para que su belleza sea la de una flor, para que sus colores sean

los mismos que el del arcoíris. Las palabras lo arruinan todo. Esa

es su propia belleza. La alegría de esperar a que eso ocurra. El

resto es arriba y abajo.

42. ¿Qué dice el poema? ¿Qué espero de él? Las palabras no se leen,

hablan y el poeta las escucha, las ve luchando contra la

dictadura de la gramática y ‘me gusta’. Van al banco y luego

pasan por la farmacia. Veneno y antídoto. Bilis y ponzoña que

caen de la lengua, pedazos de sinónimos para el dolor, el daño, el

padecimiento, el malestar. Yo me pregunto cómo accedemos a

ese luto, no el de las personas ni de los hechos sino de las palabras

que cambian de estación. Los árboles son testigos de todas las

mitologías y cantan. Nadie oye su color. Ese es el problema.

43. Un ejército prusiano de semillas en cámara lenta por el aire.

Corrientes de esporas semánticas entrando por la boca y saliendo

por los oídos. Una sensación de la historia que no puede no ser

sino un movimiento de traslación. Dos mujeres hablan, se

cuentan algo, susurran, se heredan una noche para que dentro de

otra noche más oscura esa sea un amanecer. Un cementerio, sí, es

un cementerio. Un país, sí, es un país. No, eso no.

44. Quizá no hay urnas, no hay fosas, no hay vagabundos

durmiendo en los mausoleos, no hay cárceles ni palomas que

coman palomas. Todo ha desaparecido. Si las vacas volaran

veríamos recién sus manchas. Es la ley de las palabras, la muerte

que cargan consigo, y que necesitan para sobrevivir. Eso dicen

los bosques, por eso volvemos a ellos. No es la infancia ni el yo, ni

siquiera Edipo, ni la poesía. Hay cosas que jamás se podrán

narrar y esa es su eternidad.

45. Qué es una obra sino todo lo contrario a una suma de poemas, a

una suma de libros, a una suma de cualquier cosa. Las cuatro

operaciones matemáticas son tres: estructura y montaje. La

novela enseña que todo es novela menos la vida, ese es su justo

límite. La poesía no se cierra en el uso de las palabras sino en la

injerencia que tiene en la vida, en la vida de quienes creen que

esas palabras son palabras. Desfalco. De algún modo la literatura

como género es eso, desfalcar las expectativas de lecturas de uno

y reforzar las de otros. A eso le llaman canon y margen, pero es el

mismo gesto mirado desde uno de esos dos lugares de poder.

46. El poema, todo, es un paisaje o dicho más fríamente un

territorio. Un locus habitable ¿por quién? ¿hay alguien aquí?

Nadie responde, pero algo se mueve entre las moléculas, alguien

se asoma entre los átomos de la celulosa. Las letras poco a poco

empiezan a desvestirse, luego las palabras encienden el motor y

nuevamente a las carreteras del mundo, pero del mapa del

mundo que es el poema. Un mapa en blanco que resume todas las

cartografías de la humanidad. En ese paisaje la gravedad ha

hecho estragos. Al lado izquierda de la página todo se cae, un

magnetismo que poco a poco se acaba con cada golpe de dados.

Un poema se ve, es algo, existe, es materia dura y concreta

aunque su fatiga de materiales lleve durando tres mil años.

47. Parajes, partes, partidas, parir. Algo se inicia, eso seguro; algo se

mueve, eso seguro; alguien se muere, sí: tú. Leer es entrar,

acceder, mover las patitas de la mente, los axones del

conocimiento, las dendritas de la vida eterna. Todas las

convenciones que unen al lector, desde sus sistemas digestivos

hasta su pinacoteca imaginaria adquieren vida, son urgentes, de

vida o muerte. Es el más allá, pero en el más acá. Más acá del

libro, en mí. Me dejo habitar por el poema. Soy él. Me inicio, me

muevo, me muero un ratito.

48. Los recursos naturales del poema. Honesto aun en su delirio,

pasional aun en su contemplación, inteligente aun en su sencillez,

poderoso, siempre, pues esa es su única obligación. Hay otros

detalles como el lenguaje, pero los poemas no son lenguaje sino

vida expresada en lenguaje. La vida no se corrige, las palabras y

los libros sí. Todo es ahora, todo el universo es ahora. Nada se

repetirá nunca. El poema es un momento, una noche, una

existencia que le quita un ratito a la muerte, un ratito para no

morir jamás.

49. Imaginar un lenguaje, pensar en nuevos sentimientos, vivir

nuevas afectaciones, dejarse habitar por lo peregrino de lo que no

conocemos, fluir en el desorden de los sentidos, que es un orden

mayor en los mayores significados. Nuevos versos, nuevas

prosas, nuevas palabras. Emprender vuelo desde otro rincón de

la página. Accidentes geográficos en el inconsciente del poema.

Inesperados puntos cardinales. La poesía no sé si funda, salvo la

propia imposibilidad del poema. Funde realidad, milímetros y

centímetros cúbicos.

50. Ni la memoria ni la locura pueden nombrarse a sí mismas.

Recordar es dejarse arrasar por un delirio de invención. La vida,

los millones de estímulos en un segundo de tiempo, son inasibles

con las palabras. ¿Qué color tenía el cielo cuando te diste vuelta

y caminaste? ¿Cuántas personas iban en el metro junto a mí

cuando te llamé? ¿Qué dedo se me había acalambrado mientras

dormía? No, nunca se recuerda, se inventa y luego se elige. El

pasado es una sensación térmica. Un escalofrío, una corriente de

aire, una quinta estación del año.

51. La cordillera en llamas es una imagen que inaugura la geografía

reciente de Chile. Sus sedimentos ceden, va el barroco barranca

abajo, los pliegues tectónicos, los pliegues. Se quiebran los

resortes del contrato natural, de la vastedad de su silencio. El

océano es la contraparte, la sima de negra nieve, el fondo del mar

sin aviones. La realidad de la orografía es un espejo donde otro

planeta resplandece, uno que no tiene nombre y está hecho para

que sea dejado por la fuerza. Las circunstancias están pensadas

para repetirse hasta que nadie más las fuerce hasta ese nivel. Un

coro de piedras surca el cielo. La protesta de la lluvia de estrellas.

52. El dolor es una reserva de la culpa, para sí y para los otros. No se

accede al trauma porque justamente es trauma. No tiene

palabras. No tiene llaves para entrar en esa puerta. Vive en el

dolor quien quiere que otros también vivan en él. El enfermo

recuerda su enfermedad. El rencoroso recuerda su rencor. La

memoria socializa su locura para decir que es historia la suma de

muchas vivencias sin bien ni mal. Hermosamente

contradictorias. Vida en su sentido más amplio, en la verdad de

su mentira. Sonriendo por el hecho de sonreír y en ese gesto facial

el gesto de morirse como se debe morir la gente: con toda su

dentadura mental.

53. Discurso, cuerpo, territorio. No sé qué resume la interacción de

esos tres conceptos. La vida, la historia, la humanidad, la

modernidad, la civilización. No sé me digo en esta habitación. Un

país que se fragmenta, montañas que se convierten en islas, que

le rinden pleitesía a los hielos eternos. Restos esparcidos como

esporas, semillas reventadas a golpes. Una poesía que tiene que

ponerse peluca, sentencias que tienen que parecer palabras.

Labrar el discurso, minarlo, convertirlo en una bomba, pero

nadie lo ve. El poder de la poesía secreta del país.

54. Los gatos no pueden sobrevivir. No cargan con ninguna cruz de

ningún dios gato. No recuerdan sus vidas anteriores aunque sean

esta misma. No heredan ni se pelean lauchas. Corretean por los

tejados de vidrio de los discursos sobre el poder y el no poder.

Esas oficinas siempre cerradas llenas de ladridos. La

institucionalidad de una pelea vieja, engrifamientos y rugidos. El

binarismo en el patio de la patria. Las ratas siempre ganan, se

quedan con el queso.

55. La poesía política es de piedra, lítica como el hacha y la voz. La

única arma son las manos, una para destruir y otra para crear, o

viceversa. El entusiasmo de la resentimentira. Un Dionisio que

nace dos veces. El fuego y la palabra. Padre y madre. La familia

chilena y el poder de la poesía para acabar con ella. La curiosidad

del hijo mató al padre, lo oscuro de la poesía iluminó las cocinas

del país. Un poema es una ventana para que todo el mundo salga

de sus casas y no regrese jamás. Las puertas son de cuchillo. Los

vecinos son palomas. Que huya todo lo que debe fluir. Las

estrellas son testigos de jabón. Las frazadas encienden los

complejos. Al padre hay que abrirle todo.

56. Se escuchan los poemas con los ojos. Se ven cuando se escriben en

lo frío del papel. Las altas nieves que no se ven. Regiones

imaginarias que desfilan hacia el sur, hacia el sur de los salmos.

Al final todo libro es de pan, para hoy y mañana a los fantasmas

con estómagos de coleccionista. El deshielo, los cuadernos de

descomposición y las vendas. Mirar es convertir millones de

puntos en unas decenas, unos pocos, en un paraguas de papel.

Buses salen y buses llegan con sus propios abismos. La historia

de la historia. Huir de la materia.

57. Hay caníbales. Hay caníbales en la civilización. Cavilan en la

gravidez. Representan un papel que no escribieron. Huelen a

leche de pájaros. Se pierden en la línea del horizonte hablando

por teléfono y tienen prisa. No pueden cerrar los ojos. Se fuman

un himno. Y más prisa tienen. Ven los poemas sobre los árboles

pero no los ven. Han venido para irse. Las máquinas les dan

tiempo libre, un ratito de big bang. Es el desfalco, dicen. La

poesía es extraterrestre.

58. Autoridad es la que se gana sin autoridad. No puños, no espadas

ni plumas. La contradicción que devasta el yo de los sin yo.

Aplastados por un colchón que llevan en la cabeza ellos mismos

para que otros sueñen. Poderoso es el que afecta sin que lo

afecten, el resto es efecto. Posee autoridad quien no se deja

afectar por nada. Alguien habla y no escucha. O escucha pero no

le importa. Las democracias, el Estado, la ley, Dios. De eso se

trata la línea volitiva que separa al poderoso de la víctima. No

hay buenos y malos. Todo lugar es intercambiable.

59. Mariana se le aparece en sueños a Osiris. Jorge habla desde el

otro lado del espejismo en un terminal infinito.