Ehiselena M. Barrios A. Dicen que el mundo está divido en dos dimensiones

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Ehiselena M. Barrios A.

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Ehiselena M. Barrios A.

Dicen que el mundo está divido en dos dimensiones: El más allá y en donde habitan sólo humanos. Pero lo que nadie sabe es que sólo una pequeña y estrecha línea los separa…

Existía en un lugar desconocido una escuela, a la cual ingresaban chicos normales, como a cualquiera institución escolar, o eso era lo que por mucho tiempo había aparentado. Una de las diferencias que caracterizaba a este instituto, era que se encontraba localizado en medio de un espeso bosque, rodeado de altos y frondosos árboles, un poco apartado de la civilización; muy decorado con hermosos y grandes jardines, fuentes, bancos, un colegio realmente elegante y exclusivo. Por tal razón sólo ingresaban a ese instituto chicos de la alta clase, los cuales tenían padres que ocupaban importantes cargos en destacadas empresas y su economía era bastante buena, o bien, que uno de sus padres hayan estudiado en este. El instituto había sido fundado ya hace mucho tiempo, por un grupo de profesores, el cual era liderado por el profesor Wide, director del plantel. Era un joven apuesto, de apenas unos treinta años de edad, alto, delgado, su color de piel rosaba la transparencia, aunque su presencia era un poco tenebrosa, su aspecto era prácticamente perfecto, tenía ojos celestes que resaltaban y brillaban en la oscuridad y llamaban la atención de cualquiera que los mirase, además de su tono de voz suave y elegante, como una melodía fúnebre y celestial a la vez; una sonrisa, aunque un poco tímida, irradiaba ternura. Él había heredado esa propiedad de su padre, el Sr. Daniel Wide, el cual fue un hombre de gran influencia entre los grandes, durante su vida se había empeñado en conseguir tantas propiedades como podía, un hombre extremadamente rico, se puede decir que fue un gran padre, ya que Wide y su esposa lo amaban, así como toda familia amaría a un padre ejemplar. El Sr. Wide, tras la muerte de su esposa Maer, una mujer hermosa, de la cual Wide había heredado aquellos ojos celestes y su piel blanca y delicada; entró en depresión el resto de sus años hasta su muerte, poco tiempo después, dejando a Wide prácticamente huérfano a merced de los sirvientes de aquella enorme mansión en la que vivían, los cuales lo atendían con amor, como siempre lo habían hecho. El niño era muy pequeño aun cuando sucedió todo esto, tuvo que crecer sin padres y esto lo llevó a madurar a muy temprana edad y tener un impulsivo odio a la vida, ya que ésta lo había dejado sin lo que más amaba y lo más valioso que había podido tener, sus padres. A Wide nunca le faltó nada, ni siquiera el amor y cariño de sus padres, el dinero no reemplazo el calor de esa familia. Los padres de Wide siempre habían deseado tener un hermano para su primogénito, pero Maer, nunca pudo volver a embarazarse, por lo tanto le dedicaron todo su amor y atención a su único hijo, se encargaron de educarlo como debía ser, pero principalmente le enseñaron que siempre

que deseara algo, debía dar todo de sí mismo para conseguirlo, que luchara por aquellas cosas que anhelaba. Wide creció siguiendo las enseñanzas de sus padres, las cuales lo convirtieron en un niño ejemplar y de orgullo para sus padres, obediente, dedicado a sus estudios, respetuoso, entre muchas otras buenas cualidades. Después de que Wide inaugurara el instituto, tuvo gran éxito, ingresó en él gran cantidad de estudiantes de distintos lugares, este poseía un internado, por lo tanto, no hubo problemas de hospedaje para los estudiantes que venían de lugares más distantes. El colegio fue reconocido rápidamente en todas partes y cada año que pasaba ingresaban más y más estudiantes. Mientras tanto Wide esperaba con paciencia el pasar de los años, observando como su obra crecía cada vez más, teniendo en mente aquello que hace mucho tiempo había elaborado y sólo debía esperar el momento indicado… Durante su adolescencia, Wide era el típico chico al que todos llaman ‘’raro’’. En el colegio tuvo muchos problemas, era víctima muy a menudo de sus compañeros que lo denigraban si razón alguna, incluso hasta le golpeaban. Le recordaban lo infeliz que era, sin padres, sin amigos, solo; a pesar de ello, se caracterizaba por ser un buen estudiante, tenía buenas calificaciones, ocupaba siempre los primeros lugares en todo. Pero era antisocial, tal vez por miedo, o quizás por el simple hecho de no querer compartir experiencias vividas con los que tendría que llamar: ‘’amigos’’, en algún sentido, se sentía bien así. Pero no por mucho tiempo. Sus compañeros al atormentarle la vida a diario, hicieron que el odio que sentía por la vida, después de haberle quitado a sus padres, creciera aún más. Ese día, el cual no parecía día, más bien la noche más oscura y tenebrosa que había podido contemplar en toda su vida, Wide tenía el presentimiento de que algo malo le ocurriría, y así sucedió, en el momento que salía de clases unos chicos lo esperaban fuera del colegio. Esto no le agradaba para nada. Intentó esquivarlos cambiando de dirección para esperar a que su chofer fuera a buscarlo, pero ellos lo siguieron hasta acorralarlo en un lugar no muy lejano al instituto. Sin razones lo golpearon entre los cuatro; Wide pudo escapar, con apenas el labio roto y unos cuantos moretones. Corrió tanto como pudo. Y pudo escapar de la vista de esos chicos a los que nunca antes había visto. Era invierno, todo el tiempo llovía y ese día no fue la excepción. Pero no sólo llovía en el exterior, su mente era inundada por una tormenta de pensamientos, una lucha entre esos deseos de querer morir, de desaparecer o sus ganas de hacer infeliz a todos aquellos que habían

hecho su vida más miserable de lo que había sido desde la muerte de sus padres y vengarse de todos ellos. Las gotas de lluvia mojaban su perfecto rostro y ondulado cabello color negro azabache. Mientras se perdía en sus pensamientos de ira y venganza, llegó a casa. Los sirvientes de la mansión intentaron atenderlo, pero el corrió directamente a su habitación, encerrándose en él y tirando todo a su paso con tanta ira que nadie se atrevía a detenerlo. -¿Por qué a mí? Yo no les he hecho nada.-Se decía a sí mismo mientras halaba su cabello con odio y presionaba sus dientes con ira.-Malditos, los mataré a todos.-Gritó tan fuerte, que todos en la mansión pudieron escucharlo. Cuando había destruido prácticamente todo, descargando su ira, no pudo contener más sus lágrimas, aquellas lagrimas que había estado reprimiendo su alma por tanto tiempo y lo habían vuelto un ser insensible y sin emociones. Se apoyó en un librero que había tras el deslizándose hacia abajo, hasta apoyar su cabeza en sus rodillas dejando fluir esas brillantes lagrimas que resplandecían con la luz de la luna y acariciaban sus mejillas hasta descansar en sus suaves y rojos labios. Cuando sus sollozos lamentos cesaron, hubo un largo minuto de completo silencio en todo el lugar, como si el mundo hubiera desaparecido por completo y no existiera nada, ni el más minúsculo sonido. Ya había tomado una decisión, iba a abandonar este mundo, el maldito mundo que lo había hecho un ser sin luz y desgraciado. Después de pensarlo un poco más, dio un fuerte golpe al librero con su puño, haciendo caer un libro del estante a su lado, su mente quedó en blanco por un momento al ver el aspecto de aquel enorme libro. Tenía una cobertura negra hecha de cuero y unas grandes letras doradas en la portada que decían: ‘’Enciclopedia de lo Desconocido’’. Aquél libro llamó mucho su atención, quizás por su tamaño y que no se haya percatado de que estaba ahí, ya que la mayor parte de su tiempo leía, tenía una gran cantidad de libros y la mayoría los había leído, o porque recuerda habérselo visto a su padre en algún momento en su infancia, sus recuerdos estaban completamente nublados como para recordar perfectamente. Luego de haberlo observado por un tiempo lo tomó entre sus frías y delicadas manos y empezó a leer brevemente su contenido. Después de observar cierta información del libro, sus ojos brillaron de tal forma que se pudieron iluminar aquellas páginas que en ese momento miraba, había una nota blanca en medio de las páginas amarillas y viejas de la enciclopedia, pero eso no fue lo que lo asombró. Esa carta la había escrito su padre…

‘’Hijo mío, sé que te sorprenderá el contenido de este libro y te preguntarás por qué yo lo tenía. Pero gracias a este libro he podido tener todo lo que ahora te pertenece a ti. Cuando este libro llegó a mis manos, el poder me cegó y no dudé en utilizarlo, sin pensar en las consecuencias. Puedes tener todo lo que quieras, pero… Wide, tu madre y yo te hemos enseñado a luchar por lo que deseas, pero a conseguirlo con tus esfuerzos y de una forma limpia, pero con este libro puedes conseguirlo sin esfuerzos, sólo hay que pagar un precio, un precio muy alto, este libro, este maldito libro me quitó la vida de tu madre, si, así como lo lees, una vez que lo utilices él cobra la vida de alguien al que ames. Por esta razón tu madre murió y yo caí en depresión, era consciente de que no se podía tener todo lo que quieres fácilmente sin dar algo a cambio. Perdóname hijo por no haber pensado, pero ahora me encuentro muy grave y no sé cómo decirte esto personalmente, no tendría el valor para mirarte y decirte a la cara que la muerte de Maer fue por culpa mía. Sé que no duraré mucho tiempo, ya siento que mi vida se acorta cada segundo que pasa, los recuerdos me torturan y no creo que pueda seguir adelante con este peso que llevo en mi corazón, no sé a dónde irá mi alma, pero sólo quisiera irme de este mundo con tu perdón hijo, es lo único que me importa. Perdóname hijo por dejarte solo. Sólo espero que si algún día llegaras a encontrar este libro, aunque sé que lo harás, pienses bien que si quieres tener todo lo que quieres deberás pagar un precio muy alto, quizás con tu propia vida. Adiós hijo, nunca olvides que Te Amo… Sr. Daniel Wide’’ Después que Wide terminó de leer estas palabras de su difunto padre, quedó petrificado, no sólo por las confesiones de su padre, sino por lo maravilloso que le parecía ese libro, pero ahora ya nada le sorprende. El pensamiento que tenia de quitarse la vida había desaparecido completamente, sus hermosos ojos celestes se tornaron a un azul oscuro, y reflejaban la completa oscuridad que ahora se anidaba en su alma, además de una pequeña sonrisa diabólica que se reflejaba en su brillante y blanca dentadura. Como Wide no tenía nada que perder, salvo su propia vida, decidió utilizar la fría y tentadora enciclopedia. En su mente había creado un plan, era algo que en realidad le costaría más de lo que él pensaba… Quería recuperar a sus padres… Ya había pasado mucho tiempo desde que inauguró el instituto, el colegio había crecido lo suficiente y ya era el momento de poner su plan en marcha.

Después de que Wide encontró el libro, lo estudió y leyó tantas veces que se lo supo prácticamente de memoria. Obviamente tuvo contacto con seres del más allá, pero era algo a lo que él no temía, ya que sabía perfectamente a lo que se enfrentaba y con quienes estaba trabajando… Lo que debía hacer, era fundar una institución a la que debían ingresar jóvenes entre los 18 y 22 años de edad, enseñarle las artes oscuras, convirtiéndolos en súbditos del mal, y haciendo crecer el número de almas en el infierno con los sacrificios que se llevarían a cabo en el final de los días. Ese era el precio a pagar, pero nadie, ningún humano fuera de la institución podía enterarse de lo que sucediera en este colegio, esta era la razón principal por la cual el colegio se ubicaba prácticamente en medio de la nada, si algún estudiante decidía revelarse, debía ser asesinado. Paso un tiempo después de que Wide puso en marcha su plan, como era de esperarse, mucho de los estudiantes sintieron miedo y pensaron que podían escapar del infierno que empezaba a desatarse en aquel lugar, pero estos fueron asesinados como fue mandado anteriormente por el dios del inframundo. Era de esperarse, que con el pasar del tiempo surgieran las incógnitas por parte de los familiares de algunos estudiantes que no volvían a casa al terminar las clases. El consejo de profesores había creado una larga lista de razones para justificar la muerte de algunos de estos estudiantes, si había caído accidentalmente por las escaleras o cosas parecidas. Con el pasar de los días empezaron a correr rumores de que pasaban cosas extrañas en ese colegio y que en realidad no morían accidentalmente los estudiantes, sino que eran sacrificados para algún ritual que se realizaba en el plantel. El resto de los estudiantes aceptaron por miedo la propuesta de Wide y los profesores, que en realidad eran súbditos del mal, los cuales lo había ayudado durante todo ese tiempo para llevar a cabo su plan y de esta forma, aquellos estudiantes que aceptaron guardar el secreto y seguir las enseñanzas de Wide, de esta forma conservaron sus vidas. Así sucedió los próximos años. Todo iba como lo había planeado y cada día estaba más cerca de conseguir a sus padres, sólo necesitaba que pasaran 4 décadas más guardando el secreto, y sus padres volverían de la muerte para estar junto a él. Después de pasados unos años, Wide, se vio en la obligación de clausurar el instituto, de vez en cuando siguieron las muertes de otros estudiantes, por esta razón, se volvió algo anormal este acontecimiento y los rumores que años atrás habían surgido se volvieron más insistentes. Como Wide había hecho un trato con el libro, nadie fuera del instituto podía enterarse de lo que pasaba dentro del plantel, sino, tendría que pagar ese error con su propia vida, y eso no le serviría de nada, ya que él quería recuperar a sus padres y enseñando las artes oscuras y haciendo sacrificios al dios del inframundo era la única forma que tenía para conservar su vida, ofreciendo el alma de los demás, como pago por conservar la suya. Pero no pudo conseguirlo.

Wide murió poco tiempo después, tal vez porque el libro cobró su parte del trato, o porque él simplemente quiso quitarse la vida. Todos los intentos que había hecho por recuperar a sus padres para regresarlos a la vida, fueron inútiles. Pasaron alrededor de cien años después de haber clausurado el instituto, el estado tomó posesión de él, ya que el dueño anterior no había dejado testamento alguno, salvo unos documentos que revelaban el nombre del instituto. El estado decidió reinaugurarlo, puesto que era un lugar muy exclusivo y elegante, también llevaría una gran inversión remodelarlo, pero vieron ventaja en él, ya que sólo podrían ingresar en él, estudiantes de la alta clase, tal como había sucedido muchos años atrás, pero algunos ciudadanos, sintieron cierto temor al enterarse de este acontecimiento, ya que habían escuchado leyendas que narraban cosas extrañas habían pasado en ese lugar, pero tampoco fue impedimento para que ingresaran en él tantos estudiantes como en aquellos días, por segunda vez, el Instituto Maer-Aeng fue todo un éxito. Todo transcurría con normalidad después de haber iniciado las clases… Rías, una chica muy joven, hermosa, de ojos grandes color gris, sus labios tan rojos como el color de las rosas que ocultaban una dulce sonrisa, un cabello largo y rojo con rizos tan perfectos como todos su ser, cualquiera que la mirase se percataría de que chispean de su cabello destellos dorados, una piel tan blanca que parecía hecha de papel. Esta chica, que reunía todas las características físicas de un ángel, tenía una impulsiva atracción por lo extraño, sobrenatural y misterioso, un incontrolable amor a la muerte. Desde pequeña fue así, no se puede decir que ese afán por lo infernal era causado por haber tenido una mala vida, ya que Rías era de una bella familia, sus dos hermanos eran unos ángeles a los que ella cuidaba cada día de su vida, no tenía nada que pedir, pero desde muy pequeña ha sentido esa atracción por el lado oscuro. Era una chica normal, en teoría, ya que salía con sus amigas, socializaba, sonreía, se divertía como cualquier chico de su edad lo haría, a diferencia de sus gustos y preferencias. Cuando Rías ingresó al colegio, obviamente hubieron muchos chicos que se interesaron en ella, no sólo por su llamativo físico, sino, porque se notaba que era una chica interesante, que tenía algo que cautivaba a todos, pero ella no le tomaba importancia a este tipo de cosas, a los chicos los consideraba como una pérdida de tiempo, era una de las cosas que más la distinguía de sus amigas y de cualquiera chica de 20 años que sólo sueñan con el chico perfecto. Ella sólo soñaba con el día que ocurriera algo diferente y sobrenatural en su vida. Su mejor amiga, Grenyi, era todo lo opuesto, no sólo en su físico: pequeña, cabello negro, corto y liso, sus ojos tan oscuros que casi no se distinguían sus pupilas, pero su piel era igual de blanca que la de Rías; también era distinta en personalidad: tímida, callada, dudaba mucho de hacer o decir las cosas. Ellas y el resto de sus amigas: Dey, Merir, Luz y

Ales, siempre estaban juntas. Los demás estudiantes las llamaban ‘’raras’’ porque siempre vestían de forma extraña y con colores oscuros que hacían resaltar su color de piel y sus extraños y llamativos ojos. Se puede decir que a todas les gustaba lo infernal, pero no tanto como a Rías, parecía que ella lo llevaba en la sangre. Todos los días la misma rutina aburrida y cotidiana. Nunca pasaba algo nuevo, los mismos comentarios hacia ellas, estudio, diversión, pero nada que calmara esa inquietud de insatisfacción en sus vidas. Un día las amigas de Rías, la invitaron a salir, pero con la intención de presentarle a un chico, pensaban que a su amiga le faltaba ese tipo de emoción en su vida. Rías, aceptó la invitación de sus amigas, a pesar de que se imaginaba sus intenciones, las notaba exageradamente emocionadas y eso era extraño en ellas. Pasó el día y llegó el momento de ir al centro comercial. Como siempre, Rías se veía realmente hermosa. De un momento a otro, sus amigas le pidieron que las esperara sentada en una silla cerca de un restaurante de comida italiana. Ella aceptó. Casi al instante, se acercó a ella un chico realmente guapo: alto, de ojos verdes, muy elegante, tenía una sonrisa que podía dejar boquiabierta a cualquiera chica a la que le sonriera. -Hola guapa, te molesta si me siento a tu lado?.-Quién lo diría, su voz es aún más hermosa de lo que cualquiera habría imaginado. -Para nada.-Respondió Rías, sin siquiera apartar la mirada de un libro que leía. -¿Puedo saber su hermoso nombre?.- Le preguntó sin apartar sus ojos de ella. -No, no es necesario.-Levantó la mirada. Quedando hipnotizada por aquellos ojos verdes que la observaban. -Mucho gusto, soy Travis.-extendió su mano hacia la de Rías. -Soy… -Estaba atontada por aquel chico, pensó que ese era el chico que sus amigas le iban a presentar.-Disculpa, debo irme.-Le dijo, sacudiendo la cabeza y soltándole la mano a Travis. En el momento que Rías corría en busca de sus amigas, venían ellas acompañadas de un apuesto joven. Rías se quedó pensativa y se detuvo a medio camino, miró hacia donde estaba Travis que la miraba extrañado y hacia donde estaban sus amigas con aquel joven que la miraba entusiasmado. Pensó un momento y sonrió con ironía alejándose de aquel lugar. Las amigas le pidieron disculpas a Keilan, el joven que le presentarían a Rías y fueron tras ella. Rías no quería hablar al respecto.

Habían pasado alrededor de medio año escolar. Era un día normal como cualquiera, o bueno, lo había sido hasta hace un momento. Rías y Grenyi daban clase de historia, sus amigas estaba en el jardín principal del colegio conversando. A Rías le resultaban realmente aburridas esas clases, necesitaba algo emocionante, diferente, no como aquello que le había pasado tiempo atrás con esos chicos, fue extraño y no quería saber sobre el tema; en comparación con Grenyi que, como siempre, escuchaba atenta las clases del profesor. Rías observaba distraída por la ventana del aula, se percató de que el día se oscurecía como nunca antes había visto, esa oscuridad que sólo en su imaginación había podido observar. En ese instante una sonrisa diabólica se dibujó por primera vez en su dulce sonrisa. Presintió de inmediato que algo ocurriría, ese algo que había estado esperando ya hace mucho tiempo, que pensó que jamás llegaría. No pudo contener la emoción y salió sin siquiera pedir permiso de la clase. Grenyi había tenido el mismo presentimiento que Rías, al parecer todas las del grupo lo habían sentido, pero ella sólo observó a Rías, sabía lo que iba a pasar y la verdad es que sentía un poco de miedo. Cuando Rías llegó al jardín del colegio, llevada ahí por un impulso extraño se percató de que todas sus amigas miraban a una misma dirección, petrificadas, sorprendidas, asombradas, maravilladas, sería difícil distinguir que reacción era más clara; miraban al firmamento, aquel firmamento que se había tornado oscuro y fúnebre, olía a muerte, corría una brisa fría, dolorosa, era inexplicable, pero a ellas no les incomodaba, ni siquiera a Grenyi que había salido al jardín, no pudo evitarlo, algo la llevaba a hacerlo. El corazón de cada chica se detuvo al presenciar semejante acontecimiento, a excepción de el de Rías, su corazón latía con tanta fuerza que sentía correr la sangre por su cuerpo a tanta velocidad que parecía las venas se fuesen a salir de su cuerpo. Y ahí estaban, paradas, como estatuas, petrificadas, no podían apartar sus miradas de aquellos seres infernales con sus túnicas, tan negras como la muerte, tan sombrías como el mismo infierno. Destellaban maldad, miedo, agonía, era como reyes de lo maligno. Parecían de la realeza, se veían tan limpios, a pesar de su aspecto infernal. Wide estaba entre ellos, sus ojos ya no eran de ese color celeste que iluminaba a quien los mirase, eran tan oscuros que se podía ver la oscuridad de su alma, habían perdido belleza en su totalidad, aun así, había algo en él que lo diferenciaba del resto… Mientras observaban atónitas lo que sucedía, en el interior del colegio se escuchó un fuerte grito, como si le desgarrasen el alma a alguien. Fue tan espeluznante aquel grito que hizo despertaran del asombro en el que aún se encontraban. Se dirigieron al lugar de donde provino aquél grito, y lo que verían a continuación era realmente espeluznante, cuerpos descuartizados por todas partes, estudiantes que corrían desesperados de un lugar a otro. Se podía observar el miedo, la desesperación en sus ojos. De algún modo, a Rías le hacía gracia y daba placer. Ahora sabía que eso era lo que había estado esperando toda su vida.

Mientras Rías estaba distraída observando lo que sucedía, Wide no había podido dejar de observarla desde aquel momento en el que la vio por primera vez caminando en medio de cuerpos sin vidas, con su piel que resaltaba entre tanta sangre. Fue inevitable para él contenerse en ver aquellos llamativos ojos grises, su rizado y rojo cabello no podían ser invisibles para aquellos oscuros ojos en los que había empezado a brillar una pequeña luz, su expresión había cambiado totalmente. Simplemente no podía dejar de mirarla y empezó a sentir algo extraño en su interior, sentía como si la sangre corría nuevamente por sus venas, intentó ignorar aquello que sentía y siguió con lo que estaba haciendo, pasó su fina y brillante oz por el cuerpo de muchos estudiantes unas cuantas veces, pero no podía continuar sin dejar de mirar a Rías. Mirarla, ahora se había vuelto una adicción para Wide. Había algo en ella que lo hipnotizó, sintió que le pertenecía, Rías debía pertenecerle. Sin siquiera hablarle, él sentía que ella le devolvía la vida. Luego de un rato, cuando los súbditos del mal habían acabado con todo ser que se encontraba en el instituto, Rías, Grenyi, Dey, Merir, Luz y Ales, caminaban en medio de cuerpos sin vidas, descuartizados, decapitados, totalmente desmembrados, sangre bañaban las paredes, se había creado un pequeño lago de sangre en medio del lugar. Rías no sentía miedo, no podía sentirlo aunque quisiera, porque lo que sentía era que había llegado el momento, el presentimiento de que habían ido por ella. A medida que caminaba en medio de aquella masacre y observaba el resultado de lo que había pasado, se preguntaba: ¿Qué pasaría con ellas? ¿Por qué no las habían asesinado como al resto de los estudiantes? ¿A caso sería cierto lo que pensaba, habían ido por ellas? Rías se perdía en sus pensamientos, justo cuando levantó la cabeza para regresar a la realidad, Wide apareció frente a ella, se sorprendió de tal forma que cayó al piso; casualmente ese día había vestido un traje blanco, el cual se convirtió en un desastre manchándolo de aquella sangre espesa y oscura. Wide la ayudó a levantarse, de una forma tan delicada y tierna, sin siquiera dejar de mirarla, no parpadeaba un solo instante, pero él no decía una sola palabra. La tomó de la mano y Rías sin resistirse, la llevó al lugar en el que se encontraba el resto de los súbditos de la muerte, seguida por sus amigas. El presentimiento que había tenido Rías, había sido acertado, ellos habían ido por ella. En el momento que estuvieron las chicas ante séquito de demonios, el dios del inframundo empezó a hablar, ellas no lo podían ver a la cara, su túnica era tan negra y oscura que no les permitía ver su rostro, sólo una sombra infernal que se escondía bajo la túnica, sólo podían escucharlo.

-Supongo que sabían que vendríamos por ustedes. No es así, Rías? Tú principalmente, no perteneces a este mundo, tu lugar está con nosotros en la oscuridad. El único precio que debías pagar era… la vida de todos, a los que, obviamente, hemos asesinado, aunque, debo admitir que quizás nos hemos pasado un poco.-Rió de forma burlona mientras observaba a sus súbditos. -Sí, sabíamos que vendrías.-Respondió Rías, tan segura de sí misma. -Oh! Vaya, así que me esperabas, ya empiezas a agradarme, niña. -Pues… Es genial.-Dijo ella, aclarando su garganta. -La razón por la que hemos venido hasta aquí, es simple, mi hijo Wide-Hace una mueca para que el joven pasara al frente-Será el próximo en gobernar el nuevo mundo y para ello, le he pedido que escogiese a alguien para que gobierne junto a él. -¿Y qué podríamos hacer nosotras? -Mi hijo quiere que seas tú. Eres la elegida. Al parecer tiene buen gusto y ha escogido perfectamente-.Le dice dirigiéndose a ella. -¿A mí?.-Pregunta un poco cohibida mientras este acaricia su cabello. -Sí, a ti. Y no dudo que lo ayudes a gobernar como debe ser, pequeña.- Responde dándole la espalda-Comencemos.-Caminando hacia el centro del lugar. Para que estas chicas pertenecieran oficialmente al otro mundo, se debía realizar un ritual. En este ritual ellas aceptaban entregar sus almas al infierno y dejar todo lo que tenían por pertenecer al lado oscuro. Todas aceptaron. Cuando terminaron de realizar el ritual, Rías tenía un aspecto infernal, malvado, pero aún conservaba su belleza, su cabello se tornó a un rojo oscuro y opaco. Grenyi, Dey, Merir, Luz y Ales, eran sus nuevas súbditas. Ninguna dijo una sola palabra durante el ritual, ni siquiera desde el momento que el dios del inframundo empezó a hablar, sólo Rías había cruzado palabras con él. Nunca sintieron miedo, ni pensaron en salir corriendo. Luego de dar por terminado el proceso, que les permitiría pertenecer al lado oscuro, fueron llevadas a su nuevo hogar, ese lugar en el que no hay luz, en el exilio, donde no hay vida alguna, salvo almas que sufren día a día. Ese lugar desértico sería donde habitarían hasta el final de los tiempos.

Ahora Rías le pertenecía a Wide. No era una pertenencia de algo material, era una pertenencia de amor. Aquellos chicos en vida nunca habían conocido el amor, nunca se había enamorado. Es extraño que después de la muerte hayan encontrado el amor verdadero. Aun así, lo más que habían hecho era mirarse a menudo, no intercambiaron palabras en todo el camino, pero para ellos era suficiente mirarse, eso les bastaba. Parece que los años después de su muerte, Wide haya quedado intacto, se veía igual de joven y apuesto. Rías y Wide fueron presentados ante los demás súbditos que habitaban en el más allá. Aquellas almas que habían sido asesinadas en el tiempo que Wide era el director del instituto Maer-Aeng y las almas que habían sido sacrificadas el día que fueron en busca de Rías. Todos empezaron a adorar a los dioses del nuevo mundo. Al entrar al castillo, se dirigieron a su habitación, fue el primer momento en el que pudieron estar a solas los dos. Era evidente en sus miradas, estaban enamorados el uno del otro, quien lo diría. -¿Dónde habías estado en toda mi vida?.- Le preguntó sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. -Te estaba esperando.-Dijo ella sonriendo, llevando sus manos a las de él. -No pensé que llegaría a encontrarte. -Pues yo siempre supe que llegarías, aunque debo admitir que ya te estabas tardando mucho y empezaba a creer que aquellos sueños en los que te veía venir a mí, eran sólo eso, sueños. -Yo también llegué a pensar que eras sólo un sueño, pero… -Se puso de pie y se detuvo mirando hacia la ventana.-…Ahora me siento vivo estando aquí contigo.-Dibujando una hermosa sonrisa en su rostro. Aquella sonrisa que nunca en su vida había podido mostrar. -Te extrañé.- Le dijo Rías acercándose a él y colocando sus suaves y delicadas manos sobre su espalda. -Ya no tienes que extrañarme más.-Se dio vuelta hacia Rías, mirándola a los ojos.-Estoy aquí. Jamás me iré de tu lado. Jamás.- Estrechó a Rías entre sus fuertes brazos, y le dio un beso en la frente. Fue uno de esos besos en los que no importan las circunstancias en las que estés, ese tipo de besos que te devuelve a la vida. Rías veía a Wide cada noche en sus sueños. Soñaba que gobernaba junto a él, que él la amaba cada segundo de sus vidas. Se había enamorado de él en sus sueños, sin saber que él también la buscaba.

A pesar de sus miradas oscuras, sin alma y sin vida, brillaba una luz, esa luz que iba creciendo cada segundo que pasaban juntos. Esa luz que era amor, amor que crecía en dos cuerpos sin alma, destinadas al exilio en el más allá. Y así pasaron los siglos, gobernaron como lo haría cualquier rey del mal. Pero… Rías y Wide se amaban, se amaban aun en la muerte, aun sin alma. Ellos se amaban de verdad. Y en un mundo gobernado por dos almas desterradas que se aman, que hacen ver que el amor vence cualquier barrera del tiempo y del espacio, ese amor que sin importar todo lo malo que hayan pasado, o todo lo sucio que hayan hecho, se hace más grande. Este nuevo mundo en el que no se sabe si será como la muerte en el infierno o como la muerte en el cielo.