La antigua ermita de San Isidro en Los Barrios, Ed. Peña 15-V, Algeciras, 1989, 154 pp.

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Manuel Alvarez V82quez LA ANnGUA ERMITA DE SAN 1SIDRO EN LOS BARRIOS m @ v

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Manuel Alvarez V82quez

LA ANnGUA ERMITA DE SAN 1SIDRO

EN LOS BARRIOS

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DEDICATORIA:

Al pueblo de Los Barrios, al que debo parte de lo que soy.

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Manuel Alvarez Vazquez

LA ANTIGUA ERMITA DE SAN ISIDRO

EN LOS BARRIOS

Los Barrios 1989

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PRESEIITACION:

La Pena los 15-V, de Los Barrios, esta formada por un grupo de personas de distintas edades, profesiones e ideolog!as, unidas, sin embargo, por un calido deseo de gozar en la amistad y, sobre todo, por un gran carino bacia el pueblo de Los Barrios, por eso, no es extrano, que, como testimonio de lo que somos y queremos ser, hayamos que­rido patrocinar en su integridad la publica­cion de la 1' edicion de esta obra que aqu! se presenta.

Para nosotros es un motivo de ale­gr!a y satisfaccion, no solo por la amistad que nos une con su autor, sino tambien, por­que confiamos en que, por la seriedad y ri­gor de sus planteamientos, as! como por la sencillez de su exposicion, sera capaz de abrir a sus lectores unas puertas, hasta ahora cerradas, y que maravillosamente nos conducen a los origenes hist6ricos del pue­blo de Los Barrios, como hasta el momento pocos ban sabido hacer.

Los Barrios, octubre de 1989.

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INDICE:

Introduce iOn ..••..••... .•.....•..••.•••..•. 9

1. La perdida de Gibraltar ••••••••••••••• 15

2. La ,

campogibraltarefta ••••••••• 25 economl.a

3. El Cortijo de Tinoco .. ...•...•........ 31

4. La familia Escoto ••••••••••••••••••••• 47

5. La Capellanfa del Chantre ••••••••••••• 59

6. La fundaci6n del oratorio ••••••••••••• 73

7. La evoluci6n del oratorio ••••••••••••• 83

8. La descripci6n de la ermita ••••••••••• 99

9. Los primeros sacerdotes de la ermita.115

10. El ultimo parroco de la ermita ••••••• 135

Ep{logo .................................. 145

Bibliograffa ••••••••••••••••••••••••••••• 147

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INTRODUCCION:

En la actualidad son escasas las investigaciones hist6ricas dedicadas al pue­blo de Los Barrios, ese entranable y acoge­dor pueblo campogibraltareno, que comenz6 su principal desarrollo vecinal como consecuen­cia de la lamentable perdida de la ciudad de Gibraltar alla por el ano 1704.

Menor es aun la informaci6n exis­tente sobre el antiguo oratorio o ermita de San Isidro Labrador que, al servir de refu­gio espiritual a muchos exiliados de Gibral­tar, contribuy6 de manera esencial al naci­miento del nuevo pueblo de Los Barrios.

Cubrir, de algun modo, esa laguna documental sobre la mencionada ermita de San Isidro es la modesta intenci6n que tiene el pequeno estudio hist6rico que aqu! se pre­senta.

La existencia de esa antigua ermi­ta, actualmente desaparecida, tuvo una fun­cion muy destacada en el nacimiento del pue­blo de Los Barrios. El conocimiento hist6ri-

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co de la misma, desde sus or!genes hasta la perdida de su condici6n religiosa, es, por tanto, un hecho cultural que deber!a formar parte de las senas de identidad de cada uno de sus habitantes, con independencia de las ideas o creencias personales que se tengan, porque es un patrimonio comun y como tal se tiene que conocer y respetar.

Desde hace bastante tiempo vengo recopilando, con paciencia e ilusi6n, todos los datos y referencias documentales que he encontrado a mi alcance sobre la historia de Los Barrios, mi pueblo natal.

Aunque el material acumulado cada vez es mas abundante, todav!a esta incomple­to. Quedan muchas fuentes documentales y bibliograf!a que aun no he podido consultar con el necesario detenimiento.

Por ese motivo, hasta hace poco, frente a la opini6n de conocidos y familia­res que estaban al tanto de la documentaci6n que pose!a, ven!a defendiendo que no deber!a difundir o publicar ningun trabajo hist6rico sobre el pueblo de Los Barrios hasta no completar las investigaciones pendientes.

Sin embargo, en una consul ta que realice durante el pasado verano en el Archivo de la Parroquia de San Isidro en Los Barrios, que hered6 el legado hist6rico y espiri tual de la antigua ermi ta hom6nima, mantuve una conversaci6n con su parroco en la que surgi6 la idea de que, ante tanto desconocimiento como exist!a en el pueblo sobre la antigua ermita, ser!a interesante y

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necesario que preparase algun estudio hist6-rico con la documentaci6n que ya conoc:!a, porque, por muy incompleto que fuese, siem­pre informar:!a de abundantes hechos y datos que ahora se ignoran.

As{ pues, el trabajo que aqu:! se presenta, debe entenderse s6lo como de mera divulgaci6n hist6rica y anticipo de una in­vestigaci6n que no ha terminado todav:!a. Por ello, se omi ten not as complementarias que distraen la lectura y se introducen s6lo las citas que parecen necesarias para situar mejor el tema tratado. Por igual raz6n, no se adjunta un anexo con la transcripci6n de los documentos utilizados, tal como es usual en otras publicaciones hist6ricas.

Dejo para mejor ocasi6n, la posi­bilidad de elaborar un trabajo con mayor ri­gor y amplitud, en el que esas formalidades metodol6gicas podran tener cabida.

No obstante, y aunque s6lo sea por una cuesti6n de ~hica personal, renuncio a ocultar las fuentes bibliograficas que ban permitido la elaboraci6n de esta pequena producci6n personal.

A lo largo del presente trabajo se desarrollan aspectos generales que ayudan a comprender, tanto la situaci6n de Gibraltar en aquella epoca, como las consecuencias que tuvo su perdida sobre el nacimiento de las nuevas poblaciones que se formaron en la zo­na colindante, despues de 1704.

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De igual modo, se comentan algunos aspectos referidos al Cortijo de Tinoco, en cuyo caser!o estaba construida la ermita.

Por ultimo, se dedica una especial atenci6n a la propia ermita, a su fundaci6n y posterior ampliaci6n, a su auge espiritual y a algunas de su vicisitudes hasta llegar a su actual situaci6n de olvido.

Es posible que, al leer el presen­te estudio, alguien piense que son excesivas las referencias sobre Gibraltar, sobre el Cortijo de Tinoco y sus propietarios o sobre los primeros sacerdotes de la ermita.

Sin embargo, opino que serf a muy dif!cil comprender las dimensiones hist6ri­cas de la antigua ermita de San Isidro, prescindiendo del contexto y circunstancias que le rodearon.

Finalmente, quisiera dejar aqu! constancia de mi doble agradecimiento hacia quienes, aparte de mi familia, de algun modo han contribuido a la realizaci6n de este trabajo.

En primer lugar, al actual parroco de la Iglesia de San Isidro en Los Barrios, Damaso Pina Fernandez, porque no s6lo motiv6 la necesidad del mismo, sino que, ademas, con su confianza y amistad, me facilit6 y sigue facilitandome las habituales consultas hist6ricas en el Archivo Parroquial durante mis vacaciones en el pueblo.

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En segundo lugar, quisiera tambien reconocer mi agradecimiento hacia don Pablo Ant6n Sole, director del Archivo Hist6rico Diocesano de Cadiz, por todas las atenciones y facilidades, que en su d!a me ofreci6 para acceder a cierta documentaci6n hist6rica de dicho Archivo, que aporta una valiosa e ine­dita informaci6n sobre las escasas noticias que hasta la fecha se conoc!an de la ermita de San Isidro y que consist!a, casi exclusi­vamente, en la reiteraci6n de la breve refe­rencia que le dedic6 Ignacio L6pez de Ayala en su conocida obra hist6rica sobre Gibral­tar, publicada a finales del siglo XVIII.

Me agradar!a que este trabajo sea reconocido en su justa intenci6n, como di­vulgador de la historia local, sirviendo de base a nuevas investigaciones, personales o ajenas, sobre el pasado hist6rico de Los Barrios.

Malaga, primavera de 1989.

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1. LA PERDIDA DE GIBRALTAR

Al morir en 1700 el rey Carlos II, sin dejar descendiente directo que le suce­diese en la Corona de Espafia, se produce una contienda belica, conocida como Guerra de Sucesi6n Espafiola. En ella participaron los principales paises europeos de la epoca, que intentaban imponer por la fuerza armada al heredero real que mas conviniese a sus res­pectivos intereses nacionales.

En su lecho de muerte, Carlos II design6 como leg:!timo heredero a Felipe de Borb6n, nieto de su hermana Mar:!a Teresa de Austria y del rey Luis XIV de Francia, quien llegar{a a gobernar en Espafia con el nombre de Felipe V de Borb6n.

Inglaterra y Holanda, temerosas de la aproximaci6n dinastica entre Francia y Espafia, declararon la guerra a ambos paises y, uniendose en alianza con Austria, Prusia, Portugal y Saboya, apoyan decididamente al otro pretendiente a la Corona espafiola, el archiduque Carlos de Austria, quien tambien

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tuvo una acogida favorable en algunas regio­nes espanolas como Arag6n, Cataluna o Valen­cia, que confiaban en que el archiduque ser!a mejor defensor de sus privilegios y derechos tradicionales que Felipe de Borb6n, del que s6lo cab!a esperar un centralismo administrativo muy semejante al implantado en Francia por su abuelo el rey Luis XIV.

El primer d!a de agosto de 1704, como un episodio mas de la guerra iniciada unos anos antes, una poderosa flota anglo­holandesa se encontraba en medio de la bah!a de Algeciras. Estaba al mando de la misma el almirante ingles Rooke y llevaba a bordo al pr!ncipe de Hesse-Darmstadt que actuaba como representante personal del archiduque. La misi6n encomendada a dicha fuerza naval era la de someter a la ciudad de Gibraltar bajo la autoridad del archiduque Carlos.

La defensa mili tar de Gibraltar era bastante deficiente. Aunque pose!a casi un centenar de canones, suficiente p6lvora y plomo, as! como otras armas menores y piezas de repuesto con capacidad total para armar a una fuerza militar de unos mil hombres, sin embargo, sus fortificaciones hab!an mejorado poco desde principio del siglo anterior.

Ademas, apenas se pudo reunir para su defensa unos quinientos hombres, contando los de su guarnici6n y los que se hab!an anadido procedentes del alistamiento entre paisanos y la reducida milicia que acudi6 en ayuda de la ciudad sitiada desde varios pueblos cercanos.

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El pr!ncipe de Hesse-Darmstadt se hizo cargo del mando sobre la fuerza de desembarco dejada en los alrededores de Puente Mayorga y que estaba formada por mas de dos mil soldados. Despues de rechazar el ataque de unos cincuenta espafioles a caballo que le salieron al paso, se despliega rapido por el istmo para impedir cualquier tipo de comunicaci6n por tierra entre la ciudad y el resto del territorio que permanec!a fiel a la soberan!a de Felipe V. Desde las naves situadas en la bah!a, mientras se hac!a el ci tado despliegue por tierra, se lanzaron algunas bombas contra la ciudad para asustar a su poblaci6n.

Al mismo tiempo, se env!a hacia Gibraltar dos cartas, una del archiduque Carlos y la otra del pr!ncipe de Hesse. Por la del archiduque se les comunicaba que, si le acataban voluntariamente como rey, el les respetar!a todos los privilegios y derechos que tuvieron en vida de Carlos II, pero, si se negaban a reconocerle como nuevo rey de Espafia, sufrir!an las consecuencias desas­trosas de toda guerra. En la carta del pr!n­cipe de Hesse se compart!a lo expuesto por el archiduque, demandando ademas una pronta respuesta.

Desde Gibraltar se le contesta a ambas misivas, diciendo que ya realizaron el juramento acatando a Felipe V por rey y senor natural y que, por tanto, como fieles vasallos, estaban dispuestos a sacrificar sus vidas y patrimonios en defensa tanto de la ciudad como de su leg!timo rey.

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El dia dos de agosto, los gibral­tareflos envian al marques de Villadarias, capitan general de aquella costa, copias de las cartas y de la contestaci6n dada, para que tuviese informaci6n de lo sucedido y se lo comunicase al rey. Ademas, se le solici­taba ayuda mili tar inmedia ta, porque de no llegar ese refuerzo, pronto caeria la ciudad en poder de los sitiadores, que les supers­ban en armas y numero de soldados.

Al dia siguiente, el principe de Hesse-Darmstadt envia otra carta a la ciudad si tiada. En ell a advertia, por ultima vez, que de no rendirse voluntariamente, inicia­rian el asalto definitivo hasta obligarles a hacerlo por la fuerza.

El dia cuatro de agosto, como no se produjo la rendici6n solicitada, comienza por parte de los sitiadores un intenso bom­bardeo sobre Gibraltar.

Las religiosas, nif'ios, mujeres y demas gente inutil para el uso de las armas, salen asustados a refugiarse fuera de la misma, en el Santuario de la Virgen de Euro­pa, situado al otro extremo del Pen6n de Gi­braltar. Estando alli escondidos, les llegan rumores sobre la entrada de los enemigos en la ciudad, por eso deciden regresar con sus familiares para compartir juntos el infortu­nio de la posible derrota.

Ante el acoso del fuego enemigo, que hiere a algunos de los que regresaban a la ciudad con los suyos, se ven obligados de nuevo a retroceder hacia su anterior refugio

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en el Santuario. Pero las tropas enemigas, mientras tanto, hab!an llegado all!, tomando posesi6n del mismo, saqueando las alhajas y destrozando muchos de sus objetos sagrados. En consecuencia, todos los que regresaron al Santuario van quedando como prisioneros de guerra.

Conocido el suceso anterior en la ciudad, que, pese al rumor, no hab!a sido todav!a conquistada, y temiendose que las mujeres apresadas pudieran sufrir algun tipo de vejaci6n por parte de la mariner!a anglo­holandesa, cunde el desanimo y se plantean, que, ante la imposibilidad de resistir con exi to frente a tan potente enemigo' ser!a mejor solicitar una capitulaci6n honrosa que evitase males mayores.

Reunidos en Cabildo el gobernador militar don Diego de Salinas, el alcalde mayor don Cayo Antonio Prieto Lasso de la Vega y los trece regidores que compon!an el Ayuntamiento de Gibraltar, acuerdan, en pre­sencia del escribano, la rendici6n de la ciudad.

Las capi tulaciones ofrecidas por el pr!ncipe de Hesse-Darmstadt fueron menos duras de lo que cab!a esperar despues de la obstinada resistencia que hasta aquel momen­to se hab!a mantenido.

Se permit!a que la guarnici6n mi­li tar espai'iola' en el plazo maximo de tres d!as, abandonase la ciudad, con sus banderas desplegadas, algunas armas y municiones, as! como bagajes y provisiones para seis d!as.

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En cambio, los soldados extranjeros que estuvieran defendiendo Gibraltar, quedar!an como prisioneros de guerra.

La poblaci6n civil, que decidiese abandonar la ciudad, podr!a salir con todas sus pertenencias. Los vecinos que decidiesen permanecer en Gibraltar tambien lo podr!an hacer, aunque previamente deber!an hacer ju­ramento de fidelidad hacia la persona del archiduque Carlos. En este ultimo caso, a los que permaneciesen en la ci udad, se les respetar!an todos los privilegios y derechos que ten!an durante el reinado de Carlos II, ademas podr!an mantener sus leyes propias y religion tradicional.

El desorden que padeci6 la ciudad bajo la acci6n incontrolada de la mariner!a, hizo que cuando salieron de la misma, el d{a siete de agosto de 1704, la guarnici6n mili­tar y el Ayuntamiento en pleno, les acompa­naban casi todos los habitantes de las mil doscientas casas que exist!an en la pobla­ci6n, excepto unas setentas personas, que, confiadas en lo pactado, decidieron permane­cer en Gibraltar al lado de sus propiedades.

Entre los que permanecieron en la ciudad, y desde ella sigui6 colaborando con los que desde fuera segu!an defendiendo su soberan!a espanola, es justo recordar a don Juan Romero de Figueroa, parroco de la Igle­sia Mayor de Santa Mar!a Coronada, quien, con tenacidad y astucia, no s6lo consigui6 salvar del saqueo las propiedades de su Pa­rroquia, sino que posibilit6 el env!o clan­destino de alhajas, imagenes religiosas y

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objetos sagrados, que pasarian a formar parte de las Iglesias que se fueron consti­tuyendo en las nuevas poblaciones surgidas en el Campo de Gibraltar.

El numero de gibraltarenos que salieron exiliados no se sa be con certeza, aunque debi6 ser entre cuatro o cinco mil. Todos ellos se encaminaron agrupados por los arenales del istmo hacia las ruinas de la antigua Carteya, a orillas del rio Guada­rranque. Desde alli, unos se dirigieron a las poblaciones cercanas como Tarifa, Medina Sidonia, Jimena, Alcala de los Gazules, Es­tepona y Ronda, o, incluso, hasta otras mas lejanas, como Marbella, Malaga o Cadiz.

Otros, pensando en la posibilidad de una pronta recuperaci6n de Gibraltar, decidieron llevar su exilio cerea de su antigua ciudad para poder regresar a ella, tan pronto como las circunstancias asi lo permitiesen.

Entre esos gibraltarenos que se quedaron pr6ximos a su antigua ciudad, unos lo hicieron porque se fueron sumando a los ejercitos espafioles que acudieron a la zona para realizar el primer si tio y bloqueo de Gibraltar (1704-1705); otros, porque, siendo propietarios de tierras en su termino muni­cipal, aprovecharon la situaci6n para resi­dir provisionalmente en las mismas siguiendo de cerea el conflicto; sin embargo, muchos, no se fueron, sencillamente, porque carecian de medios suficientes para establecerse en otro lugar o poblaci6n.

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En este grupo numeroso de gibral­tarenos pobres, obligados por las circuns­tancias a exiliarse dentro de los l:!mi tes jurisdiccionales, estaban aquellos que por su oficio conoc:!an los recursos econ6micos de dicha zona.

En tal situaci6n se encontraban, de una parte, los pescadores, que conoc:!an perfectamente los caladeros y zonas de pesca en las aguas que rodeaban a Gibraltar; de la otra, los braceros y jornaleros del campo, que tambien confiaban en continuar realizan­do sus trabajos habituales de temporada en los numerosos cortijos y alquer:!as existen­tes en dicha zona campogibraltarena.

Con respecto a los pescadores, se puede anadir, que al precisar buenos abrigos naturales donde proteger sus embarcaciones, encontraron inicialmente los lugares id6neos en las desembocaduras de los tres principa­les r:!os que desaguan en la bah:!a, a saber, Guadarranque, Palmones y de la Miel. Por ello, se establecieron en torno a esos men­cionados lugares.

Por el contrario, los jornaleros y braceros del campo depend:!an casi por com­pleto del trabajo ocasional que les ofrec:!an los propietarios de las fincas o, en su defecto, de las pequenas actividades de re­colecci6n de plant as sil vestres y pequenos product os forestales, que abundaban en la zona interior. Tambien, por eso, dichos tra­bajadores del campo, en vez de permanecer en la costa, se dispersaron hacia el interior.

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Lentamente esa poblaci6n dispersa se ir!a agrupando alrededor de tres recintos religiosos existentes en el Campo de Gibral­tar. Uno era la ermita de San Roque, que se hab!a cons truido hacia 1508 en un al tozano de unos viftedos pr6ximos a Gibraltar. El otro era el oratorio de Nuestra Senora de Europa en el Cortijo de los Galvez, en las Algeciras, que fue erigido sobre el afto 1690. Y el ultimo, la ermita de San Isidro Labrador del Cortijo de Tinoco, en Los Barrios, que se edificar!a alla por el afto 1698 y de la que con mas detalle se hablara a lo largo del presente trabajo de divulga­ci6n hist6rica.

Aunque es cierto que no todos los habitantes de esas nuevas poblaciones eran gibraltareftos, sin embargo, es indudable que estos ocuparon un lugar destacado dentro de su composici6n demografica.

As! pues, aquellas familias acomo­dadas que optaron por permanecer en las nuevas poblaciones de San Roque, Algeciras y Los Barrios fueron las que, llegado el momento, pasaron a dirigir la gesti6n y administraci6n de las mismas.

Algunos miembros de esas familias acomodadas ya ten!an experiencia en la ges­ti6n local, tanto civil como religiosa. Por eso, era 16gico que, cuando fueron surgien­do las nuevas necesidades religiosas y admi­nistrativas, dichas personas pasaron a rea­lizar las mismas o parecidas funciones que hab!an tenido en Gibraltar.

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Los primeros sacerdotes, regidores o escribanos de esas nuevas poblaciones eran antiguos vecinos de Gibraltar.

Al principio ocuparon sus puestos de forma provisional, porque exist!a la es­peranza de que Gibraltar pronto vol ver!a a la Corona espafiola, pero, en 1713, el Tra­tado de Utrecht, obligaba a Espafia a ceder a Gran Bretafia la soberan!a de Gibraltar, con lo que se frustraron gran parte de esas es­peranzas.

Desde San Roque se continuaba con la administraci6n jurisdiccional como si nada hubiese ocurrido. Felipe V se resist!a a dar por defini ti va la perdida Gibraltar, negando la autorizaci6n para constituir una nueva ciudad que la sustituyese.

Con ello se propici6 una serie de intereses personales y rivalidades locales entre las nuevas poblaciones que continuaran hasta la total y definitiva segregaci6n mu­nicipal de las mismas.

De cualquier forma, las costumbres y tradiciones de los antiguos vecinos de Gi­braltar se mantuvieron vivas en sus nuevos lugares de residencia. Siendo las devociones y practicas religiosas las que de forma mas patente continuaron esa identidad. Prueba de ello se encontrara en las imagenes de culto, las procesiones, las hermandades o cofrad!as que reproducen las existentes en su antigua ciudad.

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2. LA ECONOMIA CAMPOGIBRALTAREIA

La vida econ6mica de Gibraltar, en la epoca anterior a 1704' depend:!a en gran parte de la comercializaci6n de los exceden­tes que se produc:!an en su termino municipal y costas adyacentes.

En lo concerniente a la pesca, las capturas eran abundantes, variadas y de buena calidad, sobrepasando las necesidades del consumo local, por lo que el sobrante se llevaba a otras poblaciones pr6ximas de la zona interior por medio de arrieros y traji­neros que, a cambio de su carga de pescado, deb:!an introducir otra de valor equivalente en aceite o pan, en lo que Gibraltar era muy deficitaria.

En cuanto a los productos agr{co­las, Gibraltar, era autosuficiente en horta­lizas, verduras y frutas, que se obten:!an en numerosas huertas situadas en los alrededo­res de la ciudad o en torno a las zonas que contaban con buenos medios para la practica del regad{o. Tambien era autosuficiente en

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la producci6n vit1cola, ya que el cultivo de sus vinas continuaba produciendo notables cosechas, de las que se obten{an unos apre­ciados vi nos que, desde mediados del siglo XVII, fueron la base de un floreciente co­mercio de exportaci6n con destino a otras zonas de Espana o incluso hacia otros paises como Italia, Inglaterra o Francia.

Otra producci6n agr{cola campo­gibraltarena que supon{a una estimable fuen­te de riqueza para la ciudad era la explota­ci6n forestal. En efecto, los considerables bosques de su termino municipal ofrec{an un rendimiento bastante favorable de madera, lena y carb6n, hasta el punto de cubrir en exceso las demandas del consumo interno.

Dentro de la propia explotaci6n forestal, la extracci6n del corcho, tan pr6spera algun tiempo despues, todav{a era una actividad incipiente y apenas se obten{a lo necesario para cubrir la demanda, que se hac{a de modo esporadico e individualizado.

En lo que Gibraltar y su termino era bastante deficitaria fue, como ya se ha apuntado anteriormente, en la producci6n de trigo y aceite.

La siembra de granos no gozaba de la atenci6n necesaria. S6lo se cultivaba para tal fin una tercera parte de las tie­rras utiles. Ademas, por otra parte, a las propias necesidades, se anad{an las deriva­das del hecho de que tambien Ceuta se surt{a de buena parte del trigo que entraba en Gi­braltar, porque desde su puerto se embarcaba

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casi todo lo que esta ultima ciudad precisa­ba para su consumo interno.

En cuanto a la producci6n del acei te' la si tuaci6n era mas grave que la del trigo. Los escasos olivares que en otra epoca se hab{an mantenido en la zona, poco a poco, se dejaron de cultivar, hasta el punto de que, a mediados del siglo XVIII, no quedaba ningun olivar censable en el Campo de Gibraltar.

Ignacio Lopez de Ayala, en su Historia de Gibraltar, escrita a finales del siglo XVIII, compartiendo las ideas genera­lizadas entre los propietarios de tierras de entonces, s6lo encontraba una explicaci6n que justificase la escasa atenci6n que se prestaba al cultivo del trigo y olivo, y que consist{a en los efectos perniciosos de los violentos y casi continuos vientos de levan­te, que en el Estrecho soplan con gran intensidad durante la primavera, retrasando o incluso destruyendo la granaz6n de los sembrados.

La ganader{a era, no obstante, el sector productivo que presentaba una de las mejores perspectivas de crecimiento dentro de la econom{a del Campo de Gibraltar.

Si el clima de la zona parec{a ser adverso para la siembra del trigo o el cultivo del olivo, en cambio, era mucho mas apropiado para la cr{a del ganado. El clima humedo y lluvioso del Campo de Gibraltar favorec{a el crecimiento de buenos pastos que, a su vez, serv{an de excelente base de

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alimentaci6n para el ganado, preferentemente vacuno.

Los beneficios que se obten!an de la ganader!a se produc!an de modo mas lento que los procedentes de la siembra del trigo, pero, sin embargo, no estaban tan influidos por las adversidades meteorol6gicas.

Por otra parte, la inversi6n que precisaba la ganader!a era menor que la de la agricultura; el cuidado que exig!a la tierra y el ganado vacuno para su cr!a eran m!nimos, con lo que se reduc!a notablemente la mano de obra y por tanto se incrementaban los beneficios.

En consecuencia, parece 16gico, que aquellos propietarios del Campo de Gi­braltar que estaban obligados a sembrar tri­go en sus fincas, se sintieran inclinados a transformar sus propiedades agrarias en nue­vas dehesas para la cr!a del ganado vacuno.

El ganado caballar tambien gozaba de cierta atenci6n en el Campo de Gibraltar, ya que sus condiciones de crianza y manteni­miento eran muy semejantes a las requeridas por los toros y vacas.

As! mismo, el Campo de Gibraltar, contaba con buenas posibilidades para la cr!a del cerdo, que se cobijaba entre la vegetaci6n del monte bajo y que, durante la epoca del engorde, encontraba una buena base para su alimentaci6n en la excelente produc­ci6n de bellotas que ofrec!an sus numerosos alcornocales.

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Para completar lo expuesto sobre la producci6n ganadera campogibraltarena, queda por mencionar la existencia de numero­sas cabras, dispersas entre los riscos de la zona mas montanosas y agrestes, as! como una notable cantidad de colmenas de abejas, que, ademas de una apreciada y sabrosa miel, te­n!an una rentabilidad complementaria con la obtenci6n de cera.

Por ultimo, ser!a preciso senalar la abundancia de cacer!a que se daba en el termino municipal de Gibraltar: liebres, co­nejos, perdices, jabal!es, ciervos, patos y otras muchas especies animales segu!an dando importancia y fama a la zona como buen lugar de caza. Es cierto que, aparentemente, la cacer!a no deber!a incluirse como un sector product! vo, pero, dadas las dif!ciles cir­cunstancias que rodearon a los exiliados gi­braltarenos, debi6 ocupar cierta importancia en la satisfacci6n de algunas de sus necesi­dades alimenticias.

Ademas de las posibilidades econ6-micas, que se ban apuntado mas arriba, otras circunstancias naturales vinieron a favore­cer el establecimiento de los emigrados gi­braltarenos en la zona pr6xima a su antigua ciudad.

En efecto, se contaba con una bue­na parte del material que precisaban para la construcci6n de sus viviendas.

La abundancia de piedra, princi­palmente arenisca y caliza, era tal, que en muchas fincas las utilizaban para construir

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los muros con los que vallar sus respectivas lindes.

Por eso, en cualquier parte del campo, se pod!a reunir con facilidad cantos de arenisca que, por su tamano y por la co­modidad con la que se pod!an labrar, resul­taban muy adecuados, tanto para la produc­ci6n de los dinteles y demas elementos de la canter!a, como para la fabricaci6n de los correspondientes muros, ya fuese trabandolos y enfoscandolos con la mezcla de cal y are­na o, simplemente, recubriendolos de arcilla roja.

Por otra parte, la techumbre de ramas, tan habitual en las chozas o modestas viviendas de los habitantes mas pobres, era, del mismo modo, facil de obtener entre el matorral y la arboleda que espontaneamente crec!a en el campo, al amparo de la humedad climatica que ya se apunt6 mas adelante.

As! pues, como consecuencia de to­do lo que se acaba de exponer, es facil lle­gar al conocimiento de que las circunstan­cias naturales y econ6micas del Campo de Gi­braltar favorec!an, en algun sentido, a los exiliados que decidieron permanecer agrupa­dos en los lugares mas id6neos de esa zona. Con lo que se posibilitaba el nacimiento de las tres nuevas poblaciones que al principio vinieron a reemplazar a Gibraltar.

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3. EL CORTIJO DE TINOCO

Con respecto al Cortijo de Tinoco, lo primero que interesa precisar es su si­tuaci6n dentro del Campo de Gibraltar, junto con los l{mites y dimensiones que ten{a en la epoca que se analiza.

Luego conviene comentar la activi­dad econ6mica que en el se desarrollaba y el valor que poseia entonces.

Por ultimo, no se debe olvidar la identificaci6n de sus propietarios, porque estos desempeftaron un destacado papel en el desarrollo de las circunstancias que haran posible que los emigrados gibraltareftos se estableciesen en los alrededores de dicho Cortijo y comenzasen a construir las prime­ras casas del que ser!a con el tiempo nuevo pueblo de Los Barrios.

Segun la documentaci6n de la epo­ca, el Cortijo de Tinoco se encontraba a mas de dos leguas de Gibraltar, con la que se comunicaba por medio de un deficiente camino

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de herradura en el que era obligatorio vade­ar los r:!.os y arroyos intermedios, con lo que su transito se hac:!.a muy penoso durante el invierno por los continuos aguaceros y crecidas. Las tradicionales canadas reales tambien bordeaban las proximidades del Cor­tijo de Tinoco, complementando de algun modo la deficiente red viaria.

El r:!.o de Palmones pasaba cerea del Cortijo, oscilando su distancia entre varios centenares de metros en su curso mas alto y cerea del millar en el mas bajo' quedando su desembocadura a poco mas de cin­co kil6metros.

Entre 1701 y 1717 existen varias escrituras notariales que hacen referencia a dicho Cortijo, pero en ninguna de ell as se menciona las dimensiones que pod:!.a tener en aquella epoca.

En cambio, en esos documentos si se citan otros datos importantes. En uno de ellos se dice que era "un cortijo de pan sembrar, con sus casas, alcarias y posos en los Varrios (sic.) termino de la Ciudad de Gibraltar que llaman Tinoco y al presente del Senor San Ysidro y linda con tierras de la Alcaid:!.a y Cortijo de don Carlos Venega de Cordoba y Cortijo del Valsamo y vega de Vargas y otras tierras y valdios ••• "

En el documento que se acaba de ci tar, como se puede comprobar, son varios los datos informativos que se recogen. Cada uno de ellos permite un comentario mas deta­llado que a continuaci6n se realiza.

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Lo mas importante que se advierte es que para situar el Cortijo de Tinoco ya se habla del lugar de Los Barrios en el ter­mino de Gibraltar.

En efecto, muy pr6ximo al caserio del Cortijo existia un pequefto asentamiento humano que, con anterioridad a 1704, ya se denominaba con el nombre que luego recibiria la nueva poblaci6n, surgida tras la perdida de Gibraltar.

Con respecto al nombre de Los Ba­rrios, se sabe que ya aparece citado en una cesi6n territorial que los Reyes Cat6licos hicieron tras la conquista de Gibraltar a finales del siglo XV. Tambien se sabe por un estudio realizado por Isidoro Porquicho Moya sobre la poblaci6n de Cadiz entre 1597-1650 que aparecen personas vinculadas con Los Ba­rrios en los registros parroquiales que du­rante esa epoca se realizaron en dicha ciu­dad. Igualmente se sa be que el licenciado rondefto don Macario Fariftas del Corral, que visit6 dicho asentamiento humano de Los Ba­rrios, lo describe, en 1663, como "lugar de poca poblaci6n".

De cualquier modo, conviene no ol­vidar que la denominaci6n de "lugar" que se le da entonces a Los Barrios no significaba una mera localizaci6n espacial, como algunos pudieran pensar. En esa epoca se designaba como "lugar" a una determinada categoria en la clasificaci6n de las poblaciones espafto­las, que, segun su importancia, se dividian en ciudades, villas y lugares.

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Las ciudades eran las poblaciones con mayor numero de habitantes y mayor im­portancia econ6mica o estrategica. Pose!an determinados privilegios reales o sei'loria­les, en raz6n de los importantes servicios hist6ricos prestados a sus respectivos reyes o senores, as! mismo, las ciudades pose!an un mayor territorio bajo su jurisdicci6n. Las villas pose!an menor importancia que las ciudades, tanto por su numero de habitantes como por la calidad de sus privilegios o la extensi6n de su territorio. Los lugares eran poblaciones de menor entidad que las ciuda­des y villas, a las que, por lo general, es­taban subordinados.

Pero de ningun modo, los lugares eran la categor!a mas pequei'la de poblamiento en esa epoca. Por debajo de la categor{a de los lugares, todav!a se situaban las aldeas, que en parte se asemejan con ell os, o los cortijos, alcarias y despoblados, que s6lo eran pequei'l!simos nucleos de poblaci6n cam­pesina surgidos alrededor del caser!o de al­guna propiedad destinada a la explotaci6n agr!cola o ganadera.

El cortijo de aquel tiempo era, en Andaluc!a accidental, una posesi6n de tierra relativamente extensa que se dedicaba bien a la labranza de secano o a la cr!a de ganado. Cuando se destinaba al secano, el cultivo del trigo ten!a preferencia, por eso, se les llamaban "cortijos de pan sembrar", para distinguirlos de las "dehesas" que eran los cortijos destinados a la cr!a de ganado, con preferencia vacuno. En el interior del cor­tijo hab!a un caser!o, en el que de forma

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estacional o estable habi taba el due no y parte de los sirvientes que trabajaban en el mismo.

El Cortijo de Tinoco, como ya se ha indicado mas arriba, se encontraba proxi­mo al r{o Palmones. Su caser!o principal estaba en lo alto de una loma alargada que estaba limitada por dos vaguadas casi para­lelas, por cuyo fondo, corr!an dos pequenos arroyos, uno de ellos denominado, segun la tradici6n oral, arroyo del Junco, y el otro, cuyo antiguo nombre se ha olvidado, si bien con posterioridad se ha venido denominando sucesivamente con los nombres de arroyo del Barranco, de las Huertas o de la Limona. Dentro del Cortijo exist!an varios pozos, casas y alcarias o alquer!as.

En la actualidad, poco se sabe sobre la raz6n que pudiera haber existido para denominar a dicho cortijo con el nombre de Tinoco. Tampoco se sabe desde cuando se ven!a utilizando ese apelativo o quienes son sus primeros propietarios. El nombre de Ti­noco, tal vez, haga referencia al apellido de algun antiguo propietario del mismo, pues por esa epoca ven{a siendo frecuente denomi­nar muchas propiedades de tierras con los respectivos nombres de sus duenos.

El apellido Tinoco, con anteriori­dad a 1704, ten!a una clara representaci6n dentro de la poblaci6n de Gibraltar. Es muy posible que algun gibraltareno, que tuviese dicho apellido, fuese, por tanto, el propie­tario que dio nombre a dicho Cortijo.

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La extensi6n del Cortijo de Tinoco en aquella epoca, a pesar de la ausencia de datos precisos sobre sus dimensiones, se en­tiende que era bastante mayor que el actual.

Por la tradici6n oral del pueblo se ha mantenido el conocimiento de que el caser!o principal del mismo, donde estaba el oratorio o ermita, se encontraba en el cen­tro urbano del pueblo, es decir, a mas de un kil6metro del moderno caser!o.

La causa de tal disminuci6n terri­torial habr!a que buscarlas, de una parte, en la apropiaci6n de terrenos que hicieron los exiliados de Gibraltar para construir sus viviendas con patios y huertos adyacen­tes, y, de la otra, en la adjudicaci6n por suertes o parcelas menores cuando el Estado expropi6 los bienes eclesiasticos.

Sin un detenido estudio de la evo­luci6n del regimen de la propiedad rustica en la poblaci6n de Los Barrios, es dif!cil establecer las lindes exactas que tuvo dicho Cortijo de Tinoco. No obstante, basandose en la tradici6n oral, que mantiene que el cita­do arroyo del Junco lo bordeaba, y siguiendo las lindes nombradas en el documento que se ha citado anteriormente, se podr!a estable­cer que por el noroeste llegaba hasta la linde del Balsamo; por el este hasta la Vega o Caballer!a de Vargas, que pudiera corres­ponder con el terreno comprendido entre el descansadero o abrevadero del Moral, en la antigua Canada Real, y la zona de las huer­tas de la margen izquierda del r!o Palmones; por el sur y sureste, llegar!a hasta el Cor-

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tijo de don Carlos Venega de C6rdoba, que podr{a corresponderse con el Cortijo Grande que, segun la tradici6n oral, tuvo un case­r{o que fue el primer edificio de obra que se hizo en las colinas donde se si tua el pueblo de Los Barrios; por ultimo, hac{a el noreste, el Cortijo de Tinoco lindar{a con tierras de la Alcaidfa, que tal vez pudieran ser terrenos de propios de la Ciudad de Gibraltar situados desde los alrededores del antiguo Cementerio hacia el actual Mercado de Abastos. Aparte, dicho Cortijo de Tinoco lindaba con otros terrenos y bald{os de pro­piedad tambien municipal y que se distri­bu{an de forma mas dispersa entre las pro­piedades citadas.

Para concluir el comentario sobre la situaci6n, dimensiones y l{mites del Cor­tijo Tinoco, resta por sefialar, como dato curioso, el in ten to que bubo a principios del siglo XVIII por cambiarle de nombre, llamandole Cortijo del Senor San Isidro, que si bien se lleg6 a utilizar en determinados documentos, en la practica, fue incapaz de sustituir a su antigua denominaci6n que es la que sigui6 utilizandose mas asiduamente y es la que ahora todav{a permanece.

Seguidamente se pasa a analizar las actividades econ6micas que se realizaban en el Cortijo de Tinoco y el valor econ6mico que en aquel tiempo pose{a.

Cuando en 1704 se produce la per­dida de Gibraltar, el Cortijo de Tinoco era todav{a una finca eminentemente agr{cola.

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Tal como se mencionaba en el docu­mento anteriormente citado era un cortijo de "pan sembrar", es decir, de los dedicados a la siembra de trigo, aunque la existencia de pozos y alquer!as dentro de sus lindes da a entender que tambien los cultivos de regad!o pudieron tener cierta dedicaci6n.

La actividad agr!cola, que se rea­lizaba en el Cortijo, explica, en parte, que el oratorio del mismo estuviese bajo la ad­vocaci6n de San Isidro Labrador, santo que tradicionalmente se ven!a vinculando como protector de las labores del campo.

Sin embargo, tambien al Cortijo de Tinoco le afect6 la tendencia que se ven!a generalizando entre los propietarios de fin­cas agr!colas del Campo de Gibraltar. Pronto se observa como sus propietarios intentaron su transformaci6n de cortijo de "pan sem­brar", en dehesa para la cr!a de ganado va­cuno, con lo que se pretend!a una mayor rentabilidad econ6mica para el mismo.

Ademas de las razones que se apun­taron al respecto, cuando se analiz6 la eco­nom!a campogibraltarena, el Cortijo de Tino­co, poseia excelentes condiciones para su transformaci6n en dehesa de ganado.

En primer lugar, dentro del Corti­jo exist!a abundancia de piedras como para realizar con ellas el necesario cercado que evitase la salida del ganado de sus linderos cuando se transformase en dehesa. Despues, exist!a en su terreno, ademas de excelentes pastos, gran cantidad de acebuches que en

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mayor medida podr!an servir de lugar de som­bra o "acostadero" para descanso y refugio del ganado. Por otro lado, con los pozos y abrevaderos existentes en el Cortijo o sus proximidades se garantizaban suficientemente las necesidades del ganado.

Por un documento notarial fechado en Jimena de la Frontera el d{a 22 de abril de 1708 ante Francisco Sanchez de la Gruesa se comprueba que en esa fecha se ten!a solicitada la necesaria autorizaci6n real:

"Item es condisi6n que si las tierras de dicho cortijo o mas las serrare yo el dicho Chantre por estar pretendiendo conseguirlo con facultad Real que si llegare este caso se pueda aplicar el mas valor que tendran dichas tierras por ser dehesas a el fin y efecto que paresiere a mi el dicho Chantre por aber de costar la facultad Real y gastos que en ello se ha de tener porsion de maravedies considerable".

Se desconoce la fecha en que se concedi6 la autorizaci6n real para que el Cortijo de Tinoco se convirtiese en dehesa. Varias razones hacen pensar que hacia 1717 ya se criaba abundante ganado en el mismo.

Ignacio L6pez de Ayala, en su obra citada, refiere que en esa fecha su duefio se encontraba de descanso en el Cortijo, en el que pose!a abundante ganado.

Por otra parte, y segun consta en un expediente elaborado en 1724 a petici6n del primer capellan del oratorio de San Isi-

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dro, dicho capellan, don Antonio Rodriguez, ya se quejaba en 1714 ante el Obispado de Cadiz sobre los nuevos moradores de Los Barrios que hab!an construido casas y chozas dentro del Cortijo de Tinoco, con la piedra destinada a hacer la cerea o valla para la seguridad del ganado. De ello se deduce que en dicha fecha se hab!a iniciado la cr{a de ganado vacuno en el mencionado Cortijo.

Del valor economico del Cortijo de Tinoco solo se conoce que en una audiencia episcopal de 1702, celebrada en el Obispado de Cadiz, se le dio un valor de cuarenta mil cuatrocientos cincuenta y dos reales, aunque es posible que el valor fuese superior al all:! estimado.

De cualquier forma, al convertirse en dehesa, dicho valor se debi6 incrementar notablemente, tal como ya preve{a uno de sus propietarios en la cita que se ha hecho mas arriba.

Ha llegado la ocasion, tal como se anunci6 al principio de este cap{ tulo, de comentar lo que se recoge en la documenta­cion consul tada sobre los propietarios del Cortijo de Tinoco.

Sin embargo, conviene precisar que, hasta ahora, la unica referencia sobre la propiedad del mismo, se deb{a a Ignacio Lopez de Ayala, quien, en su d!a, senal6 que el Cortijo de Tinoco fue propiedad de un canonigo de la Catedral de Cadiz llamado don Juan de Arino.

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Desde entonces, nadie hab!a dudado de la autoridad hist6rica de L6pez de Ayala y el nombre de don Juan de Arifto se repet!a en todos los comentarios sobre el origen del pueblo de Los Barrios.

En dos siglos nadie se ha molesta­do en consul tar las fuentes documentales, porque, de lo contrario, parece inexplicable que no se haya rectificado y ampliado la es­casa informaci6n aportada por dicho autor y que sus ep!gonos o aprendices ban repetido hasta la saciedad.

En primer lugar, es preciso saber que don Juan de Arifto en realidad se llamaba don Juan Phelipe Garc!a de Arifto y Escoto y que el Cortijo de Tinoco, antes de que el tuviese alguna relaci6n de propiedad sobre dicho Cortijo, hab!a sido propiedad exclusi­va de su t!o don Bartolome de Escoto y Bo­horques' quien lo adquiri6 en los ul timos aftos de su vida con la intenci6n de vincu­larlo a una funci6n piadosa y fue quien construy6 el caser!o y la ermita, como mas adelante se comprobara.

A su muerte, el Cortijo pasa como herencia, en 1701, a sus sobrinos por medio de una division en cinco partes' segun el dej6 estipulado en su testamento. El Obispa­do de Cadiz intervino en la valoraci6n del Cortijo y en el reparto de la herencia, porque, don Bartolome de Escoto y Bohorques, que era can6nigo con la dignidad de Chantre en la Iglesia Catedral de Cadiz, dej6 orde­nado la creaci6n de una Capellan!a de misas rezadas por la eterna salvaci6n de su alma y

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las de sus familiares difuntos, cuyas misas debian realizarse en el oratorio de San Isidro que habia construido en el mencionado Cortijo, cuyos gastos se cargarian sobre su herencia.

Dos de los sobrinos de don Barto­lome de Escoto y Bohorques, don Juan Phelipe Garcia de Arifio y Escoto y dofia Mariana de Mansanares, adquirieron las restantes partes de la herencia del Cortijo de Tinoco, con lo que quedaron como copropietarios por mitad

En abril de 1708, de mutuo acuer­do, decidieron que, a la muerte de ambos, el Cortijo pasaria en su totalidad a propiedad eclesiastica para que con sus rentas se rea­lizaran determinadas obras piadosas, con­forme habia sido la voluntad de su tio.

En octubre de 1708, muere dofia Mariana de Mansanares, quedando su primo don Juan Phelipe Garcia de Arifio y Escoto como unico administrador del Cortijo.

En noviembre de 1719, muere don Phelipe Garcia de Arifio y Escoto, con lo que, de acuerdo con lo estipulado, el Corti­jo de Tinoco pasaba a ser propiedad ecle­siastica.

Mientras ocurre ese proceso de motivaciones personales, por el que se van modificando las relaciones de propiedad de don Bartolome y sus sobrinos dofia Mariana y don Juan Phelipe sobre el Cortijo de Tinoco, paralelamente, ocurre otro proceso, por el que, una gran parte de los habitantes que se

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establecieron dentro de las lindes del men­cionado Cortijo, se van apropiando de los terrenos del mismo, en los que habian edifi­cado las primeras chozas y casas del nuevo pueblo de Los Barrios.

Es cierto, que, en 1714, el primer capellan don Antonio Rodriguez intent6 opo­nerse a esa apropiaci6n, pero, al parecer no pudo evi tarlo, porque los vecinos contaban con la autorizaci6n del propio don Juan Phe­lipe que les permiti6 la construcci6n de re­fugios provisionales donde protegerse de las inclemencias del tiempo hasta que se recupe­rase Gibraltar.

Sin embargo, despues de la muerte de don juan Phelipe, don Antonio Rodriguez, basandose en que el vicario y vecinos de Los Barrios pretendian ampliar la Iglesia en perjuicio de la Capellania del Chantre, intenta frenar de nuevo, en 1724, la libre apropiaci6n de terrenos, estableciendo, al menos, un censo que deberian pagar los veci­nos a la Capellania, en cuantia proporcional a la superficie que cada uno habia ocupado.

Se instruye un expediente al res­pecto, en el que por medio de un auto diri­gido al cura y vicario de la Iglesia de Los Barrios y Algeciras, don Pedro de Rossas Placencia, se le solicitaba que interrogase a tres vecinos de la poblaci6n y tomara tes­timonio notarial de sus pronunciamientos.

Los tres vecinos que se interrogan son Jorge Gallego, Joseph Mendes y Francisco

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Ximenez. Los tres contestan al interrogato­rio con respuestas demasiado coincidentes.

En lo que respecta a la apropia­ci6n de terrenos, contestan que se constru­yeron las viviendas con autorizaci6n del Chantre, el cual no les impuso por ello nin­gun censo. Las piedras que se sacaron para construcci6n de las mismas se recogieron con su licencia y no quitandolas de las cercas del ganado, como afirmaba el capellan don Antonio Rodr:!guez. Y los acebuches que se cortaron porque estorbaban para hacer las casas y calles, unos se arrancaron con el beneplaci to del Chant re y otros porque se pensaba que con ello no se perjudicaba a la Capellan:!a, ademas, al habitarse la zona, se le daba mas valor a la propiedad de la Cape­llan:!a, mientras los acebuches cortados no daban mas beneficio que el servir de sombra al ganado. Por ultimo manifestaban que nadie se negar:!a a pagar un determinado censo a la Capellan:!a, si en justicia le correspondiese tal obligaci6n.

Sin embargo, el Obispado resuelve el expediente ordenando exclusivamente a los moradores de Los Barrios que hagan la nueva Iglesia, que pretend:!an construir, separada de la ermita de la Capellan:!a. Nada se in­dica sobre la imposici6n de censo a las vi viendas, con lo que de hecho se viene a confirmar esta primera apropiaci6n de tie­rras del Cortijo de Tinoco, por parte de los vecinos de Los Barrios, alla por 1724.

Las apropiaciones de terrenos para las viviendas y sus correspondientes calles

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continuaran sucediendose a lo largo del si­glo XVIII, hasta el punto de que gran parte del ensanche urbanistico que conoce Los Barrios durante el reinado de Carlos III (1759-1788), se realizara a expensa de una parte de los terrenos del Cortijo de Tinoco.

La desamortizacion eclesiastica, o venta por el Estado en publica subasta de una parte de los bienes de la Iglesia, no parece afectar al principio al Cortijo de Tinoco.

El Real Decreto de 19 de febrero de 1836 afectaba solo a las propiedades del clero regular, es decir de las 6rdenes monasticas. y el de 2 de septiembre de 1841, que autorizaba la venta de las propiedades del clero secular tales como los de fabricas de las Iglesias o los de las cofradias reli­giosas, en cambio, exceptuaba "los bienes de prebendas, capellanias, beneficios, y demas fundaciones de patronato de sangre activo o pasivo", entre los cuales se encontraba la Capellania del Cbantre que pose!a el Cortijo de Tinoco.

Por lo tanto, segun se deduce de lo expuesto mas arriba, el Cortijo de Tinoco no debio enajenarse hasta la siguiente eta­pa desamortizadora realizada durante el bie­nio progresista, que se inicia con la Ley de 1 de mayo de 1855 y dura hasta el 14 de oc­tubre del afto siguiente, fecha en la que se suspende la expropiacion y venta de los bie­nes eclesiasticos que todavia no se habian visto afectado por dicha actuaci6n.

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Lo cierto es que, con independen­cia de la fecha en que se realizase esa ex­propiaci6n, en la relaci6n provincial de la riqueza rustica del ano 1863, aparece citado el Cortijo de Tinoco, con 192 hectareas, 85 areas y · 50 centiareas, como propiedad del personaje local don Jose Gonzalez de la Vega que fue miembro del partido progresista, al­calde de Los Barrios en 1836, conspirador en el derrocamiento de la reina Isabel II en 1868, diputado provincial, vicepresidente y presidente de Diputaci6n Provincial de Ca­diz, diputado nacional y... miembro de la Hermandad de San Isidro, fundada en Los Barrios en 1849.

Se ignora si al Cortijo de Tinoco pertenecieron otras fincas relacionadas con su nombre y que aparecen en la mencionada relaci6n catastral de 1863, tales como las llamadas Canutos de Tinoco y Culebras de Ti­noco, q~e se repart!an en varias suertes y tierras pertenecientes a distintos miembros de la familia Blanco, siendo la superficie total de dichas fincas: 13 hectareas, 54 areas y 50 centiareas, en lo que respecta a las partes en que se divid!a Culebras de Ti­noco; y 72 hectareas, 23 areas y 50 centia­reas, en lo correspondiente a los Canutos de Tinoco.

En la actualidad, el Cortijo de Tinoco todav!a tiene menores dimensiones, debido a las posteriores particiones que ha ido sufriendo su propiedad.

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4. LA FAMILIA ESCOTO

Anteriormente se ha dicho que los propietarios del Cortijo de Tinoco, en 1708, acordaron que este pasar!a a propiedad ecle­siastica despues de su muerte. Ahora es el momento de exponer algunos datos y hechos relacionados con los mismos, que, en gran parte, ayudan a comprender las razones que guiaron a sus propietarios para actuar de tal modo.

Don Bartolome de Escoto y Bohor­ques hab!a nacido en Gibraltar en 1634, en el seno de una familia devota. Era hijo del capi tan y regidor perpetuo de dicha ciudad don Diego de Escoto, que ostentaba tambien el cargo de familiar del San to Oficio que, como miembro destacado de la ciudad de Gibraltar, por su intachable conducta y consideraci6n social, le facultaba para for­mar parte del Tribunal de la Santa Inquisi­ci6n en el ambito de la jurisdicci6n gibral­tarena. A su vez, era nieto de don Pablo de Escoto, que tambien fue regidor de dicha ciudad y que hab!a dejado instituido un

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v!nculo o mayorazgo sobre sus bienes, estableciendo el orden de sucesi6n para dicho mayorazgo entre sus herederos y cuya sucesi6n correspondi6 en su d!a al propio don Bartolome, primero, y a su sobrino don Juan Felipe, despues.

Por un expediente de Gibraltar, fechado en diciembre de 1643, se sa be que don Bartolome de Escoto y Bohorques fue alumno de don Pedro Mufioz Jorquera, presb!­tero y preceptor de gramatica en esa ciudad. En dicha fecha solicit6 al Obispado de Cadiz que le reconocieran de "corona y cuatro gra­dos" para sus estudios sacerdotales. 0 sea, de la tonsura o rapado de coronilla y de los cuatro grados de las Ordenes menores: ac6li­to, exorcista, lector y ostiario. Se desco­noce la fecha en que le reconocen los cuatro grados de las Ordenes menores. Tampoco se sabe la fecha en que realiz6 los tres grados siguientes de las Ordenes mayores, con los que se conclu!an los estudios sacerdotales: subdiacono, diacono y presb!tero. Como nota curiosa, se puede afiadir al respecto, que en la misma fecha, 1643, se tramita en Gibral­tar otro expediente para la ordenaci6n de "corona y cuatro grados" de otro aspirante llamado don Juan Tinoco de Figueroa.

En 1649, se produjo en Gibraltar una grave epidemia de peste que afect6 a buena parte de su poblaci6n. Por ese motivo se realizaron frecuentes peregrinaciones hasta la ermita de San Roque que exist!a en sus inmediaciones, puesto que dicho santo ten!a reconocida fama como protector de los apestados. Acud!an con tanta fe y fervor

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que, segun recoge la tradici6n, los que realizaron tal peregrinaci6n se libraron de la epidemia.

No se sabe si durante la epoca de la epidemia todav!a viv!a en Gibraltar el adolescente Bartolome Escoto y, por tanto, si pudo participar en alguna de aquellas peregrinaciones. De cualquier forma, debi6 quedar impresionado por el acontecimiento, bien por su presencia directa, bien por los relatos que pudiera haber o!do en su propia familia.

En los ultimos anos de su vida se sa be que resid!a en Cadiz, en cuya Iglesia Catedral ejerci6 de can6nigo con la dignidad de Chantre, bajo cuya autoridad estaba el gobierno y direcci6n del Coro de la Catedral y cuanto con el mismo se relacionaba.

Durante la procesi6n del Corpus del ano 1692, ocurri6 otro suceso religioso, ahora en Cadiz, en el que por raz6n de su cargo debi6 participar don Bartolome Escoto y Bohorques. Las Memorias de Raimundo Lante­ry recogen los pormenores del suceso, que a continuaci6n se exponen.

Mientras estaba toda la procesi6n por las calles, llovi6 much!simo y oblig6 al Obispo don Jose de Barcia Zambrano y al gobernador don Francisco de Velasco que iban en ell a inmedia to a la Custodia, a hacerla guarecer en la casapuerta de don Diego Barrios de la Rosa, quien al instante, baj6 a recibirla con gran fervor y dispuso que la subieran a su oratorio particular hasta que

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pasara la lluvia. Pasado el aguacero y antes de que la Custodia saliese de su casa, colg6 en la misma una bolsa con doscientos cin­cuenta doblones como prueba de su agradeci­miento por la vi si ta tan grata que hab:!a recibido de Su Di vina Majestad. Con poste­rioridad, y aunque la casa era nueva, mand6 derribarla para construir un palacio con su correspondiente oratorio digno de quien le hab:!a visitado. Luego solicit6 y consigui6 autorizaci6n del rey para poder colocar en la calle, delante de la fachada, unas cade­nas de bronce sujetas a pequenas columnas. As:! mismo, el rey le autoriz6 a que pusiera en su escudo la divisa: Doy gracias y alabo al Sant:!simo Sacramento del Altar. A su vez, el Obispo de Cadiz mand6 colocar en la portada una lapida de marmol en la que se explicaba el suceso. Desde ese momento don Diego de Barrios se convirti6 en un gran propagador de la devoci6n del Sant:!simo Sacramento, hasta el punto de que mand6 imprimir y repartir gratui tamente un libro sobre las grandezas de este Santo Misterio, adoptando la costumbre de poner siempre por encima de su firma la frase: Alabo al Sant:!simo Sacramento.

El suceso que anteriormente se ha comentado, de algun modo debi6 impresionar la espiritualidad de don Bartolome Escoto y Bohorques, aunque tampoco se conoce ninguna prueba documental que pueda corroborarlo. Pero, como luego se vera a lo largo de esta exposici6n, existen datos y coincidencias sobre la ermita de San Isidro y los or:!genes del nuevo pueblo de Los Barrios que parecen confirmar como valida tal suposici6n.

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Al morir don Bartolome de Escoto y Bohorques, su sobrino don Juan Phelipe Gar­c{a de Arift.o y Escoto se present6, el d{a trece de enero de 1701, ante el escribano publico de Cadiz Juan Ludres Bueno, llevando un testamento por el que su t{o le otorgaba poder a el y a doft.a Estefan{a Escoto y Bohorques, su hermana, para que cada uno de ellos "in solidum" pudieran disponer sobre el cumplimiento de lo estipulado en las clausulas de dicho testamento.

Como el termino "in solidum" se emplea en derecho civil para indicar que una persona de un grupo tiene responsabilidad para que se descargue en ella la obligaci6n entera del grupo, con la simple presencia de don Juan Felipe Garc{a de Arift.o y Escoto, este quedaba autorizado para disponer que se cumpliera el testamento de su difunto t{o, entre cuyas clausulas hab{a una, la cuarta, que dispon{a sobre el establecimiento de una Capellan{a de Misas a expensa del Cortijo de Tinoco. Dichas misas deber{an realizarse en el oratorio de San Isidro Labrador, existen­te en dicho Cortijo. La intenci6n de tales misas estar{a encaminada a conseguir que el culto divino pudiera ser mas frecuentado en ese campo y tambien para que, con ellas, las almas de el y sus familiares difuntos pudie­sen gozar de los sufragios y beneficios que les pudieran corresponder.

En ese momento todav{a no se hab{a calculado el "principal" o valor del capital del Cortijo de Tinoco, sobre el que se ten{a que imponer el censo o gravamen que permi­tiese el cumplimiento de las obligaciones

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impuestas por la Capellan!a de Misas, que se hab!a consti tuido segun la ultima voluntad de don Bartolome de Escoto y Bohorques.

Don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto y su prima dona Mariana de Mansanares quedar!an, al adquirir las partes restantes, como unicos propietarios por mitad de dicho Cortijo de Tinoco.

Don Juan Phelipe Garc!a de Arifio era sobrino del difunto don Bartolome de Es­coto y Bohorques, pero, en la actualidad, se desconoce la l!nea de parentesco que un!a a ambos, porque en esa epoca era frecuente que los hijos cambiaran el orden de los apelli­dos en raz6n de su prestigio social. Era hijo de don Bernardo Garc!a de Arino y de dona Ana de Sarria y Escoto, y naci6 en Gi­braltar hacia 1649.

Dona Mariana de Mansanares tambien era sobrina de don Bartolome de Escoto y Bohorques, pero igualmente se desconoce la l!nea de parentesco entre ambos.

Don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto adquiri6, en 1703, la parte de su hermana dona Francisca Clara Garc!a de Arino, religiosa profesa en el Convento de Santa Clara en Gibraltar, para el1o tuvo que pagar quince mil reales a ese Convento, que en representaci6n de su hermana le reclamaba la quin ta parte de la herencia. As! mismo, pag6 cuatro mil cuarenta y cinco reales al tutor de sus sobrinos don Fernando y don Carlos de Villegas, hijos de dona Beatriz de Villegas, tambien religiosa profesa en el ya

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citado Convento de Santa Clara y prima de don Juan Phelipe.

Por su lado, dofta Mariana de Man­sanares, aftadi6 a su parte en la herencia, la que correspond!a a su hermano don Chris­tobal de Ama, que hab!a fallecido reciente­mente, y que se valoraba en ocho mil nove­cientos y un reales, e igualmente dio al Convento de Santa Clara la cantidad de cua­tro mil cuarenta y cinco reales para comple­tar lo que correspond!a en la adquisici6n de la parte de su prima dofta Beatriz de Ville­gas.

El d!a 22 de abril de 1708, en la villa de Jimena y ante el notario Francisco Sanchez de la Gruesa, don Juan Phelipe y dofta Mariana acuerdan hacer agregaci6n a la Capellan!a, que se insti tuy6 por el testa­mento de su t!o sobre una parte de las ren­tas del Cortijo de Tinoco y que ellos ahora, al ser los unicos poseedores del mismo, ex­tend!an a la totalidad de las rentas del mencionado Cortijo. Si bien, entonces deja­ron establecido que la Capellan!a no se be­neficiar!a de la ampliaci6n hasta despues de la muerte de ambos.

En el mes de octubre de 1708 muere dofta Mariana de Mansanares, quedando su primo don Juan Phelipe Garc!a de Arifto con el exclusivo gobierno del Cortijo, conforme a lo estipulado en las escrituras de la men­cionada agregaci6n.

Existe la posibilidad de que una partida de defunci6n registrada en la Parro-

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quia de San Isidro en Los Barrios pudiera corresponder a la de dona Mariana de Mansa­nares. La copia literal de dicha partida de defunci6n es la siguiente:

"En onze de Octubre de mill sette­cientos y ocho anos, murio dona Maria Ana de Manzanares, aviendo recivido los Santos Sacramentos, se enterr6 en la Capilla de Senor San Ysidro Labrador, termino de Gibraltar y lo firme • - Don Juan Mart:Cn de Torres y Gutierrez.- Esta legalmente copiada de que doy fee.- Don Pedro de Rossas Plasen­cia.

Poco mas se sabe de dona Mariana de Mansanares tras lo que se acaba de decir. Existen razones fundadas para atribuirle un esp:Critu religioso, que se manifiesta en su conformidad para ceder su parte de propiedad sobre el Cortijo de Tinoco, con destino a la constituci6n de una obra piadosa que perpe­tuara las practicas religiosas en la ermita de San Isidro. Ademas, dona Mariana hab:Ca impuesto, sobre su parte en dicho Cortijo, una carga de ochenta y un reales para que la cofrad:Ca del Sant:Csimo de Gibraltar pudiera pagar a los eclesiasticos que deb:Can llevar las varas del palio cuando sal:Ca de viatico el Sant:Csimo.

Con respecto a don Juan Pbelipe Garc:Ca de Arino y Escoto todav:Ca se puede anadir alguna informaci6n complementaria. Por la tradici6n oral del pueblo, se le ha atribuido una personalidad dominada por un esp:Cri tu religioso lleno de misericordia y piedad hacia los demas.

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Ignacio L6pez de Ayala recogia el hecho de que se habia sentido conmovido, en una de sus visitas al Cortijo de Tinoco, por los sufrimientos y desgracias de sus anti­guos convecinos gibraltarenos, que, en 1704, habian buscado refugio en sus proximidades.

Por el testimonio dado por varios de los primeros vecinos del pueblo de Los Barrios para el expediente instruido contra ellos por el Obispado de Cadiz, en 1724, se sabe que don Juan Phelipe les dio en vida autorizaci6n para sacar la piedra y cortar los acebuches que le estorbasen al construir sus viviendas, asi como que, viendo que la ermi ta que servia de Iglesia era bas tante reducida y muchos de los que oian la misa tenian que permanecer en la puerta a la in­temperie, tambien les autoriz6 para que la trasladaran a otra habitaci6n contigua que era de mayor tamano.

Igual que su prima dona Mariana, don Juan Phelipe sentia gran veneraci6n por la devoci6n al Santisimo, para cuyo fin or­den6 que, despues de su muerte, las rentas obtenidas del Cortijo de Los Alamos, que era de su propiedad, constituyera el llamado "Caudal del Santisimo Sacramenta", designan­do como administrador del mismo al presbite­ro don Martin Lozano.

Del mencionado Caudal se pagaria a los eclesiasticos que, en Los Barrios y San Roque, saliesen en la procesi6n del Corpus o en cualquier otra del Santisimo Sacramenta, asi como durante las salidas por viatico, llevando la custodia, gui6n o palio. El di-

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nero sobrante ser!a para gastos de cera y algunas alhajas destinadas al Sant!simo.

As! mismo, don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto, fund6 para despues de su muerte una Capellan!a de misas sobre las rentas del Cortijo del Balsamo que el hab!a adquirido en 1714.

El d{a 24 de noviembre de 1719 muere en Cadiz don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto, a la edad de setenta a nos, con lo que el Cortijo de Tinoco se convierte al ano siguiente en beneficio o propiedad eclesiastica, separandose de los bienes "temporales" para integrarse en los bienes "espirituales", cuya naturaleza mantendr!a hasta la posterior enajenaci6n estatal de las propiedades religiosas que permitira de nuevo su paso a propiedad privada.

La copia literal de su partida de defunci6n, segun consta en el Archivo de la Catedral de Cadiz, dice:

"En Cadiz veinte y cinco . de no­viembre de mil setecientos y diesinuebe anos se enterro por la manana en esta Santa Yglesia por los Senores Dean y Cavil do, y Venerable Hermandad de Nuestro Senor San Pedro a el Senor don Juan Felipe Garc!a de Arino Chantre Dignidad en esta Santa Ygle­sia natural de la Ciudad de Gibraltar de edad de setenta anos hijo leg!timo de don Bernardo Garc!a de Arino y de dona Ana de Sarria y Escoto, vivia frente del Rosario en Cassas propias recivio los Santos Sacramen­tos y test6 ante Miguel Fernandez de Otaz

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escribano publico del numero en esta ciudad el d{a veinte y tres del presente mes testo mil y trecientas misas a dos reales de plata nombro por sus alvaseas a el Senor don Sevastian de Villanueba y Morales Cavallero del orden de San Tiago su quadjutor a don Antonio Rodriguez y a don Mart!n Lozano Presbiteros murio en veinte y quatro y lo firme como Cura semanero.- Don Valentin Hemudo."

Queda una faceta de la vida de don Juan Garc{a de Ariflo que, con la insuficien­cia documental existente, es dif{cil de en­tender.

En efecto, ser{a interesante saber la cantidad y formacion de su fortuna perso­nal y delimitar las causas de su incremento patrimonial. Al desconocerse su caudal ini­cial, no se puede discernir si el aumento de sus propiedades rusticas guarda alguna rela­cion con la administracion de la herencia de su t!o y con la posible plusval{a obtenida por la conversion del Cortijo de Tinoco en dehesa para la cr{a de ganado vacuno.

Tambien ser{a interesante poder conocer, si la confianza que deposita en el presb{tero don Mart!n Lozano iba en detri­mento de la que su t!o don Bartolome hab{a depositado en el presb!tero don Antonio Rodr{guez, quien junto con el licenciado don Juan de Barbosa y don Bernardo Forniel, es­taban a su servicio.

Ser{a interesante tambien, poder profundizar en otra ocasion en las actuacio-

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nes de don Antonio Rodr:lguez y don Mart!n Lozano que, al parecer adoptan posturas con­trapuesta con respecto al naciente pueblo de Los Barrios, el uno obstaculizando el asen­tamiento de los vecinos desde su influyente funci6n de primer capellan, el otro impul­sando la construcci6n de la nueva Iglesia y, por tanto, colaborando al crecimiento del nuevo pueblo de Los Barrios desde su no menos influyente puesto de administrador del "Caudal del Sant!simo" dejado por don Juan Phelipe a su muerte.

De cualquier forma y a pesar de las lagunas que siguen existiendo, se ha po­dido comprobar a lo largo de este comentario que hist6ricamente es injusto, como ha venido ocurriendo, atribuir en exclusivo a don Juan Phelipe Garc:la de Arino y Escoto la existencia del oratorio de San Isidro. Sin el impulso inicial que a tal fin dispusiera su t!o don Bartolome de Escoto y Bohorques y sin el apoyo de su prima dona Mariana de Mansanares, el oratorio de San Isidro no ha­br!a desempenado el papel que desempen6 con los exiliados gibraltarenos.

Aunque con ello, no se pretende restar importancia al papel que desempen6 don Juan Phelipe en el nacimiento de la Iglesia y pueblo de Los Barrios, que aqu! nadie niega, sino todo lo contrario, se in­tenta valorar en sus justas dimensiones.

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5. LA CAPELLANIA DEL CHANTRE

La Capellania era una instituci6n can6nica por la cual una persona al morir dejaba establecido sobre su herencia un cen­so que cobraria un determinado clerigo, el capellan, quien contraia la obligaci6n de rezar las misas estipuladas por el sufragio y goce del alma del difunto o su familiares. Junto al capellan existia el patr6n de la Capellania, que era quien ostentaba la propiedad legal de los bienes sobre los que se habia impuesto el censo que debia correr con los gastos de la misma. Podia ser un he­redero directo del que fund6 la Capellania o bien aquella otra persona que adquiria dichos bienes a sabienda del censo impuesto por tal motivo.

Como se recordara, el Chantre era, dentro de los can6nigos de una Iglesia Cate­dral, aquel que con la categoria de Dignidad se encargaba de dirigir todo lo relacionado con el canto liturgico en la misma a traves del coro.

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Por otra parte, tambien se recor­dara que, entre los Chantres que ha tenido la Catedral de Cadiz, se encuentran don Bar­tolome de Escoto y Bohorques y don Juan Phe­lipe Garc!a de Arifio y Escoto, que eran res­pectivamente t!o y sobrino.

Pues bien, como el primero de los dos, al morir, dej6 ordenado la fundaci6n de una Capellan!a de misas que se deber!an re­zar en el oratorio de San Isidro, existente en su Cortijo de Tinoco, cuando mas adelante se mencione la Capellan!a del Chantre, se referira a esta que se acaba de sefialar y que seguidamente se pasa a comentar.

Don Bartolome de Escoto, influido tal vez por el ambiente de religiosidad que se daba en su familia, intent6 en vida fun­dar una Capellan!a de misas rezadas en bene­ficia espiritual de su alma y la de sus deu­dos difuntos.

Sin embargo, segun refiere su so­brino don Juan Phelipe, no pudo realizar su deseo en vida por fal ta de fincas seguras sobre las que imponer los gastos de la men­cionada Capellan!a.

Por eso, intent6 con tenacidad ad­quirir una finca que permitiera el estable­cimiento de una Capellan!a estable. Con tal motivo debi6 adquirir el Cortijo de Tinoco durante los ul timos aftos de su vida y' en previsi6n de que la muerte le sorprendiera antes de ver cumplido su piadoso deseo, dej6 autorizado a su sobrino don Juan Phelipe para que insti tuyese una Capellan!a en su

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nombre, conforme a las instrucciones que le hab!a dejado y que seguidamente se pasa a comentar.

La mencionada Capellan!a seria, en efecto, fundada por el sobrino tras la muer­te de su t!o el Chantre. La escritura de la misma se realiz6 en Cadiz, el d!a 13 de ene­ro de 1701, ante el notario Juan Ludres Bue­no. En la misma se reiteran los motivos de dicha fundaci6n:

"Y por quanto el dicho Sefior Chan­tre mi tio tubo intenzion de erigir, y fun­dar una Capellania para que el Culto Divino fuese mas frecuentado, su Alma, Padres, her­manos, y defuntos de su obligazion gozasen de los sufragios y beneficios de ell a, la qual no pudo fundar en su vida, por falta de fincas seguras que solicito con todas veras hallarlas, y para que tan santo intento, tenga el logro, que su buen proposito deseo me dexo comunicado, la fundase yo, por su muerte en la forma y con las prevenziones que ira referido".

El numero de misas rezadas que se establec!a por afio era de cincuenta y siete, todas se dir!an en el Oratorio de San Isidro que estaba en el Cortijo de Tinoco, que dej6 el indicado Chant re entre sus bienes. Ese numero se correspond!a con el de los d!as de fiesta en los que podia haber mas asistencia a misa, por parte de los campesinos de los alrededores del Cortijo. Equival!an, pues, a los cincuenta y siete d!as de fiesta que hab!a entre enero y junio, de una parte, y desde mediados de octubre hasta finales de

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diciembre, de la otra; y dejar!an de rezarse desde julio hasta mediados de octubre "por ser este tiempo el en que asiste menos jen­te en aquel sitio, y aver sido la intenzion del dicho Senor mi tio, en hazer esta funda­zion para que gozasen los vezinos de aquella Ciudad del benefizio y alivio de tener en el Campo el consuelo espiritual, no s6lo de oir misa sino tambien el de frecuentar los San­tos Sacramentos".

Ante la posibilidad de que, pasado el tiempo, los d!as de fiesta ·del calendario pudiesen aumentar, en tal caso, se les sena­laba su misa correspondiente, que se tendr!a que restar de las senaladas al medio mes de octubre.

Ademas, si por fuerte temporal y lluvias, el capellan no pudiese llegar hasta el Cortijo de Tinoco, la misa perdida ten­dr!a que cumplirla entre los d!as de fiesta de los meses excluidos. Igualmente, si por motivo de enfermedad o impedimenta justifi­cado no pudiese asistir el capellan, este vendr!a obligado a enviar un sacerdote con­fesor que la diga en su lugar.

La limosna senalada para el cape­llan, por cada una de dichas misas, ser!a de catorce reales de vell6n para que pudiese costear el caballo que le lleve al Cortijo desde Gibraltar, distante mas de dos leguas. Aparte, se le dar!an otros ochenta y dos reales de vell6n para que costease la cera, vino y hostias, que necesi tase en las res­pectivas misas.

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Ambas partidas sumaban ochocientos ochenta reales de vell6n al ano, que equiva­lian, en aquel tiempo, a ochenta ducados de vell6n.

Para obtener · los ochenta ducados al afto, se deberia a par tar del caudal que dej6 don Bartolome la cantidad de mil seis­cientos ducados que equivalian a diecisiete mil seiscientos reales de vell6n, que se considerarian como dotaci6n principal de la Capellania del Chantre y se emplearia para adquirir una finca, a sa tisfacci6n de don Juan Phelipe y del primer capellan, para que de sus rentas se pudiese costear los gastos de la misma.

De esto ultimo se deduce que, al principio, a la Capellania del Chantre no se le dej6 mas vinculaci6n con el Cortijo de Tinoco que la de utilizar su oratorio.

El primer capellan nombrado fue el licenciado y clerigo de menores 6rdenes don Antonio Rodriguez, natural de Gibraltar y de veintiocho aftos de edad en ese momento, que asisti6 a don Bartolome de Escoto y Bohor­ques hasta su muerte y fue senalado por este para tal fin.

Don Antonio Rodriguez, con los in­gresos de la Capellania podria costear la limosna que estimase oportuna para aquel sa­cerdote que le dijese misa hasta que el se ordenase. El dinero sobrante quedaria para que se cos tear a los estudios sacerdotales. Pero si se diera el caso de no querer orde­narse sacerdote, quedaba entonces autoriza-

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do don Juan Phelipe Garc!a de Arifto y Escoto para nombrar otro capellan que lo sustituye­se. Las sucesivas vacantes ser!an nombradas por los que estuviesen entonces de patr6n de la Capellan!a.

El primer patr6n de la Capellan!a, segun la voluntad de don Bartolome ser!a su sobrino don Juan Phelipe. Este nombr6 a su vez como patronos que le hab!an de suceder a su muerte, en primer lugar, a su hermana do­fta Francisca Clara Garc!a de Arifto, religio­se profesa en el Convento de Santa Clara de Gibraltar. Y a la muerte de esta, su primo don Christobal Alfonso de Ama, regidor per­petuo de dicha ciudad, y por su fal ta, la hermana doncella de este dofta Mariana de Mansanares. A su vez, si est a fal tase, el patr6n de la Capellan!a ser!a el que fuese poseedor del mayorazgo fundado por don Pablo de Escoto, que, tras la muerte del Chantre, lo pose{a el propio don Juan Phelipe y, tras el, ser{a sucesor su sobrino don Fernando de Baraona y Villegas.

Sin embargo, si por cualquier cir­cunstancia, el mencionado mayorazgo se per­diese y, segun lo estipulado en el, sus bie­nes pasaran al Hospital de la Misericordia, entonces, y segun la voluntad del Chant re difunto, el patrono ser!a el propietario que entonces tuviese el Cortijo de Tinoco.

Y si por algun accidente tambien se perdiese dicho Cortijo, su caser{o y ora­torio, los dos hermanos mayores de la Cofra­d{a del Sant!simo Sacramenta de Gibraltar pasar!an a ser patrones perpetuos y designa-

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r!an al sacerdote que debiera hacerse cargo de la Capellan!a del Chantre, cuyo numero de misas pasar!a a ciento diez y se rezar!an en la Capilla de Nuestra Senora del Socorro del Convento de la Merced de Gibraltar, sefialan­do de limosna por cada una de ella ocho rea­lea que equivaldr!an al total de la cantidad sefialada para las cincuenta y siete misas del oratorio de San Isidro.

Por ultimo, don Juan Phelipe, por las atribuciones que pose!a, dispuso que las misas de la Capellan!a diesen comienzo el d!a primero de la Pascua de Resurrecci6n de aquel mismo afio de 1701.

Como todav!a no se hab!a impuesto la cantidad principal de cuyos reditos deb!a cos tear se la Capellan!a, las misas que se dijesen hasta entonces, obtendr!an su impor­te del caudal principal dejado por don Bar­tolome. As! mismo, se establec!a que don Antonio Rodr!guez no deber!a llevar cosa al­guna de la Capellan!a hasta que se produjese dicha imposici6n.

El d!a 22 de diciembre de 1703, se da el edicto del Obispado de Cadiz por el que se concede la Capellan!a a don Antonio Rodr!guez, que ya era subdiacono. La dote y caudal de la Capellan!a, segun refiere este en la petici6n de nombramiento, era de mil seiscientos ducados de vellon, con un redito anual de ochenta ducados, cuya cantidad se hab!a obtenido a traves de distintas imposi­ciones sobre varias propiedades que fueron de don Bartolome de Escoto.

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As{, Juan de los Santos Matheos y Marcos Guerrero, vecinos de Gibraltar, por una casas y propiedades que fueron de don Bartolome en dicha ciudad, respectivamente impon!an de capital principal setecientos veinte ducados y cuatrocientos ducados y de redi to 0 tributo anual' treinta ducados y veinte ducados. Para completar la dotaci6n, don Juan Phelipe Garc!a de Arino y su prima dona Mariana de Mansanares, impusieron sobre sus partes de propiedad en el Cortijo de Ti­noco, como principal cuatro mil reales y mil doscientos reales, respectivamente, y como tributo, doscientos reales y sesenta rea­les, a pagar anualmente por cada uno en la misma forma, con lo que se completaba la cantidad senalada para la Capellan!a.

En suma, la mencionada Capellan!a, cuya dote era de diecisiete mil seiscientos reales de vell6n, equivalentes a los mencio­nados mil seiscientos ducados de vell6n, de haberse impuesto exclusivamente sobre el Cortijo de Tinoco habr{a precisado casi la mitad del valor que se le hab{a dado a dicho cortijo en la audiencia episcopal de Cadiz en 1702 y que consist!a en cuarenta mil cuatrocientos cincuenta y dos reales, aunque posiblemente su valor real podr!a haber sido superior al acordado entonces.

Seguidamente se comentan aquellos aspectos mas destacables de la agregaci6n que a dicha Capellan!a hicieron don Juan Phelipe Garc!a de Arino y dona Mariana de Mansanares el d{a 22 de abril de 1708, en la ciudad de Jimena y ante el notario Francisco Sanches de la Gruesa.

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Despues de explicar los pormenores sobre la adquisici6n, por parte de don Juan Phelipe y su prima dona Mariana, de las restantes partes de la herencia en que hab!a quedado dividida la propiedad del Cortijo de Tinoco, llamado en ese momento Cortijo del Senor San Isidro, y ambos manifestarse como unicos propietarios del mismo, se informa del censo que ten!a impuesto el Cortijo en ese momento.

Se pagaban doscientos cuarenta re­ales de censo abierto al aflo. Ciento veinte de ellos a la Capellan!a que ten!a a su cargo don Antonio Rodr!guez, junto con otros treinta y ocho reales y trece maravedies a la misma Capellan!a y otros ochenta y un reales que hab!a impuesto dona Mariana sobre su parte en el Cortijo, para que la Cofrad!a del Sant!simo de Gibraltar pudiera pagar a los eclesiasticos que llevan las baras del palio cuando sal!a de viatico el Sant!simo.

Como despues de la perdida de Gi­braltar, en 1704, la Capellan!a del Chantre dej6 de cobrar los censos impuestos sobre las otras fincas que don Bartolome pose!a en dicha ciudad y para evitar que por falta de medios econ6micos pudiera llegar a perderse, don Juan Phelipe y dofla Mariana acuerdan la fundaci6n y agregaci6n de todo el Cortijo de Tinoco, sus casas, alcarias, pozos y cho­zas como complemento de la dotaci6n inicial de aquella Capellan!a.

Cuando se hiciese efectiva dicha agregaci6n, todo el importe de las rentas del Cortijo de Tinoco pasar!a a beneficio de

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la Capellan!a, respetando lo estipulado para la Cofrad!a del Sant!simo por los gastos de los eclesiasticos que portasen las varas del palio en la salida del Sant!simo. El res to ir!a en aumento de las limosnas que tendr!an que abonarse por las misas que se rezasen en el oratorio de San Isidro, a raz6n de vein­ticuatro reales cada una y con el dinero que sobrase, se ampliar!a el numero de misas, para que todos los d{as de fiesta del ano tuviesen su correspondiente misa. y si aun sobraba algun dinero, como era de suponer, ir!a a manos del capellan don Antonio Rodri­guez, que ya era presb!tero, en raz6n de que a su cargo estaban los gastos de hostias, cera, pan y vino, y, porque ademas, se le hab!a retirado tras la perdida de Gibraltar los ingresos por gastos del caballo que lo deb!a trasladar desde esa ciudad al oratorio de San Isidro.

Para que se hiciese efectiva dicha agregaci6n a la Capellan!a, don Juan Phelipe y su prima dona Mariana establecieron cier­tas condiciones, que se comentan a continua­cion.

En primer lugar, dicha agregaci6n y la transformaci6n de los bienes profanos en espirituales no tendr!a lugar hasta que no muriese tanto don Juan Phelipe Garc!a de Arino como su prima dona Mariana de Mansana­res "pues mientras fuese dios servido y bibamos no a de tener lugar ni efecto esta dicha Capellan!a o Agregasi6n. Y por fin de nuestros d!as a de tener prinsipio en aten­sion a que el dicho Chantre don Bartolome de Escoto nuestro tio desde que enpeso a labrar

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las casas de dicho Cortijo fue su intensi6n se dedicase a obra pia. Y as{ en cumplimien­to de nuestra consiensia queremos se efectue".

Ademas se ordenaba que la Capella­n{a velase por la conservaci6n del Cortijo de Tinoco y sus instalaciones, hasta el pun­to de que, si fuese necesario, se suprimi­r{an algunas misas y con sus fondos se rea­lizar{an las reparaciones:

"Y se reparen cuidando de ellas siempre y con mas espesialidad el cuarto alto y bajo prinsipal donde esta el dicho oratorio. Y si por qualquier asidente que sea las dichas casas se arruinaren o el dicho cuarto prinsipal se caiere por asidente inpensado el dicho oratorio se a de reedificar para que este siempre en ser de manera que permanesca y se perpetue en dicha capellan{a".

Por otra parte, don Juan Phelipe, ante la posibilidad que se autorizase a cer­car la finca, convirtiendola en dehesa, deja claro que el mayor valor que adquiriese por tal motivo no se habr{a de anadir a la Cape­llan{a:

"Item es condision que si las tie­rras de dicho Cortijo o mas las serrare yo el dicho Chantre por estar pretendiendo conseguirlo con facultad Real que si llegare este caso se pueda aplicar el mas valor que tendran dichas tierras por ser dehesa a el fin y efecto que paresiere a mi el dicho Chantre por aber de costar la facultad Real

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y gastos que en ello se a de tener porsion de maravedies considerable. Y asi no se a de entender utilidad hasia la dicha Capellania y agregasion sino del fin a que se aplicare por mi. Y si tal caso llegare y no hubiese yo hecho aplicasion de las mas utilidad que se le seguira siendo cortijo serrado en este caso y no en otro se entendera ser aumento de dicha Capellania".

Todavia, con posterioridad a esta ultima disposici6n, don Juan Phelipe Garcia de Arino y Escoto, orden6 una nueva disposi­ci6n en solitario tras la muerte de su prima dona Mariana de Mansanares, que afectaba a la Capellania del Chantre. Esta ultima dis­posici6n se realizaria en Cadiz, el dia 23 de noviembre de 1717, ante Miguel Fernandez de Otaz, escribano real en dicha ciudad. Los aspectos mas importantes de la misma son los que a continuaci6n se indican.

En esta ocasi6n don Juan Phelipe nombra como sucesores del licenciado don Antonio Rodriguez en la Capellania, en segundo lugar al licenciado don Martin Munoz Lozano, presbitero; en tercer lugar al licenciado don Juan de Barbosa; y en cuarto lugar a don Bernardo Forniel "que todos tengo en mi compania".

A las razones anteriores para jus­tificar la continuidad de las misas en el oratorio de San Isidro, ahora, anade que la distancia de dos leguas hasta Gibraltar y casi otro tanto hasta el Convento de la Almoraima "sitios donde unicamente pueden acudir los fieles" es raz6n suficiente. Pero

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ademas, tras la perdida de Gibraltar se ban producido circunstancias que aconsejan con­tinuar la asistencia espiritual prestada a los fieles desde dicho oratorio:

"Y por que con la perdida de dicha ciudad y deseoso de que lograsen este alivio los vezinos que fueron della, y otros Po­bres, he dado permiso ha que hagan disferen­tes cassas solisitando el que desde luego el dicho oratorio, sirviese, como sirve de Parrochia, y donde se mantiene un saserdote que les administra los santos sacramentos y respecto de lo qual, y que el fin de dicho alivio espiritual se esta logrando, es mi voluntad que los capellanes hasta aqui nom­brados, y los que asi mismo nombrare no tengan obligazion, de ir presisamente a zelebrar las missas de su encargo a dicho cortixo sino es que las diga en la parte y lugar donde residiere, llevando por la limosna de cada una a razon de onze rreales de vellon."

Si se diese el caso que la ciudad de Gibraltar se restituyese a la Corona espafiola o que la vecindad que hab!a en el Cortijo y sus alrededores se redujese a ser poblaci6n en algun lugar de ese termino o fuera de el, de suerte que se fuese el cura que all{ hab{a, en esa fecha, vol ver!an a renovarse las obligaciones iniciales de la Capellan!a, diciendo las misas rezadas en los correspondientes d!as de fiesta a raz6n de veinte reales de vell6n por limosna de cada misa, corriendo de su cuenta los gastos apuntados para el caballo.

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Por ultimo, queda modificada la sucesi6n de patr6n en la Capellan!a, pues en el caso de que sus sobrinos don Fernando o don Carlos Villegas, unicos supervivientes de los anteriormente nombrados, no tuviesen ningun descendiente que les heredasen, ser!a entonces patr6n perpetuo de la Capellan!a el prebendado que obtuviese la Dignidad de Chantre en la Santa Iglesia Catedral de Ca­diz, quien nombrar!a a los sacerdotes que deber!an cubrir la vacante.

El d{a 24 de noviembre de 1719, a los setenta anos, muere en Cadiz el Chantre don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto. El d!a anterior, ante Miguel Fernandez de Otaz, escribano publico de dicha ciudad, test6 mil trescientas misas por su a1ma, a dos reales de plata cada una, y nombr6 por albacea a don Sebastian de Vil1anueva y por coadjutores a don Antonio Rodr!guez y a don Mart!n Lozano.

En e1 comentario que se acaba de realizar s6lo se ha analizado la Capellan!a fundada, en 1701, a la memoria de don Barto­lome de Escoto y Bohorques y la agregaci6n que, en 1708, hicieron a la misma sus sobri­nos don Juan Phelipe Garcia de Arino y Esco­to y dona Mariana de Mansanares, porque in­teresaba resenar exclusivamente esta, que se hab{a realizado a expensa del Cortijo de Ti­noco. Sin embargo, conviene recordar que don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto tam­bien lleg6 a fundar una Cape11an!a propia sobre el Cortijo del Ba1samo, que empez6 a funcionar, en 1720, despues de su muerte.

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6. LA FUNDACION DEL ORATORIO

A lo largo de la presente exposi­ci6n ya se ha dado alguna informaci6n sobre el oratorio o ermita de San Isidro que exis­t!a en el Cortijo de Tinoco.

Esa informaci6n, por supuesto, no se ha agotado. Quedan todav!a determinados aspectos que necesitan y merecen ser comen­tados con mayor profundidad.

En ese sentido, ahora se intentara determinar las razones que hicieron posible la creaci6n de un oratorio bajo la advoca­ci6n de San Isidro dentro del Cortijo y ave­riguar la posible fecha de su construcci6n.

Luego se indicara la evoluci6n y desarrollo hist6rico que sigue el oratorio, convirtiendose sucesivamente en ermita e iglesia, para volver a ser ermita cuando se construya la actual Iglesia de San Isidro y des de ab! caer en el a band ono y deterioro, hasta motivar su paulatino olvido.

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Mas adelante, se intentara locali­zar la situaci6n del antiguo oratorio dentro del caser!o del Cortijo de Tinoco, as! como se describiran la naturaleza de su edifica­ci6n, sus dimensiones, su mobiliario y los objetos religiosos o liturgicos que pose!a.

Por ultimo, para completar la ex­posici6n del oratorio o ermita de San Isidro se resenaran los sacerdotes que estuvieron vinculados con el mismo, sobre los cuales, hasta hace poco tiempo, tambien ha existido bastante confusi6n y desconocimiento.

Pasando a analizar la primera pro­puesta, la de la creaci6n del oratorio, lo primero que conviene dejar claro es que se desconoce en la actualidad las razones que hubiese tenido su fundador para colocarlo bajo la advocaci6n de San Isidro Labrador.

No obstante, y con independencia de esas razones personales del fundador, exist!an razones sociales que pueden justi­ficar tal decisi6n, sobre todo si se tiene en cuenta la popularidad que en aquella epoca rodeaba al culto del Santo predilecto de la Corte.

San Isidro hab!a nacido en Madrid a finales del siglo XI. Fue en vida un sen­cillo labrador, conocido por su vida virtuo­sa y por su gran devoci6n hacia el Sant!simo Sacramenta, de cuyo culto fue un gran defen­sor, llegando a fundar una Cofrad!a del Sant!simo en la madrilena Iglesia de San Andres.

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El gran numero de milagros que se atribu!a a su intercesi6n hizo que el Papa Paulo V, en 1619, procediera a su beatifica­ci6n por petici6n del propio rey de Espana Felipe III, en agradecimiento por la salud recobrada tras una grave enfermedad, durante la cual, se hab!a ordenado una solemne y ge­neral rogativa al Santo apoyado en la estima y veneraci6n que le profesaba el pueblo madrileno desde hac!a bastante tiempo.

Algunos anos mas tarde, en 1622, el Papa Gregorio XV, a instancia de otro rey de Espana, Felipe IV, hijo y sucesor del anterior monarca citado, canoniz6 al beato Isidro, designandolo santo en la misma cere­monia que a Ignacio de Loyola, Felipe de Neri y Teresa de Jesus.

A partir de entonces, al contar el culto de San Isidro con el apoyo de la Corte espanola, se inicia su propagaci6n por las distintas zonas del Reino, unas veces, bajo el empuje de devotos seguidores de la vida y milagros del Santo; otras, en manos de quienes con cierta adulaci6n testimoniaban de ese modo su servicio y simpat!a hacia la Corte; o, incluso, como aglutinante de los intereses gremiales entre colectivos dedica­dos a las actividades campesinas, principal­mente los labradores.

Al respecto, resulta significativo tambien, que el Obispo que hab!a en Cadiz en la epoca en que se construye el oratorio, don fray Alonso de Talavera, persona muy ca­ritativa y dadivosa con los pobres, antes de ser Obispo de Cadiz, fue dos veces prior de

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San Lorenzo del Escorial, visitador general de la Or den de San Jer6nimo, predicador de Carlos II y Felipe V, calificador de la su­prema y general Inquisici6n y presidente del Consejo de Castilla.

Por lo tanto, resulta natural que cuando dicho Obispo fue promovido a la Di6-cesis de Cadiz, en 1696, de algun modo debi6 influir, por su familiaridad con la Corte, en la propagaci6n de la devoci6n hacia San Isidro Labrador.

Ademas de lo senalado, la familia Escoto, con tantos miembros vinculados a la vocaci6n religiosa, participaba de algun mo­do con el modelo de vida cristiana y devota que representaba la figura de San Isidro. Y, sobre todo, compart{a con el Santo su devo­ci6n hacia el Sant{simo Sacramenta.

Por otra parte, exist{a el deseo de que dicho oratorio de San Isidro cumplie­se una verdadera funci6n piadosa entre los campesinos. Particularmente los que vi v{an en los alrededores del Cortijo de Tinoco, que estaban desprotegidos de toda atenci6n religiosa, pues para realizar sus practicas y obligaciones con la Iglesia no ten{an, se­gun senalan los documentos de la epoca, nin­gun lugar mas cercano que el Convento de la Almoraima o la propia ciudad de Gibraltar, distantes de ambos mas de dos leguas.

De lo anterior, podr{a deducirse que, en esa epoca, la ermita de San Roque y el oratorio de Algeciras no deb{an garanti­zar las atenciones religiosas que se preten-

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d:!a que tuviese el oratorio de San Isidro, conforme a los deseos de su fundador.

Por tanto, al parecer, existieron suficientes motivos como para pensar que la dedicaci6n del oratorio a San Isidro, lejos de ser un hecho arbitrario fue una elecci6n casi necesaria.

Realizado el comentario sobre la advocaci6n del oratorio del Cortijo de Tino­co a San Isidro, se pasa al intento de si­tuar la fecha de su construcci6n.

Sobre la fecha de construcci6n del oratorio o ermita de San Isidro, lo primero que hay que reconocer honradamente es que, por el momento, no existe certeza sobre la misma.

Tras una detenida consul ta de la documentaci6n hist6rica que hace referencia al tema, se observa, en primer lugar, que el oratorio de San Isidro fue construido por el Chantre don Bartolome de Escoto y Bohorques, quien habr:!a adquirido el Cortijo de Tinoco en los ultimos anos de su vida con la devota intenci6n de dedicarlo para determinada obra piadosa.

As:!, en 1701, en la escri tura de fundaci6n de la Capellan:!a de misas rezadas que se fundaba en memoria del Chantre, tras su muerte, conforme el lo hab:!a dejado esti­pulado, su sobrino don Juan Phelipe Garc:!a de Arino y Escoto declara, segun se ha visto con anterioridad, que su t:!o tuvo intenci6n de fundar esa Capellan:!a "la qual no pudo

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fundar en su vida, por falta de fincas segu­ras que solisito con todas veras hallarlas, y para que tan santo intento, tenga el logro que su buen proposito deseo me dexo comuni­cado, la fundase yo, por su muerte en la forma y con las prevenziones que ira referi­do".

De lo antedicho se podr!a deducir err6neamente que don Bartolome de Escoto y Bohorques, antes de morir, todav!a no hab!a adquirido el Cortijo de Tinoco. Pero nada esta mas alejado de la realidad que esa su­posici6n, porque en todas las escrituras consultadas aparece el Cortijo de Tinoco como uno de los bienes que dej6 el difunto Chantre. Ademas, el mismo sobrino don Juan Phelipe, al ordenar en 1708 la escritura de agregaci6n de la Capellan!a del Chantre, recuerda como su t!o "desde que empeso a labrar las casas de dicho Cortijo fue su intension se dedicase a obra pia".

Por otra parte, el oratorio estaba tambien construido antes de la defunci6n del Chantre, pues en su testamento dispone que en el se recen las misas de la Capellania, que ordenaba fundar tras su muerte.

Sin embargo, de la devoci6n de don Bartolome Escoto y Bohorques y de sus sobri­nos don Juan Phelipe Garc!a de Arifto y Esco­to y dofta Mariana de Mansanares hacia el cul to del Sant!simo Sacramenta, indirecta­mente, tal vez se pueda averiguar la cons­trucci6n del oratorio.

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Don Bartolome de Escoto y Bohor­ques y, tal vez, su sobrino don Juan Phelipe Garc1a de Arifio y Escoto, debieron vivir de cerea el suceso de la procesi6n del Corpus del afio 1692 en Cadiz, que, como se recorda­ra, consisti6 en un fuerte aguacero que cay6 sobre la comi ti va, obligando al Obispo don Jose de Barcia Zambrano y autoridades que le acompafiaban a hacer resguardar la Custodia en el portal de la casa de don Diego Barrios de la Rosa, quien pensando que tal aconteci­miento hab{a ocurrido por intercesion divina para visitar su morada, les hizo subir a su oratorio privado hasta que ces6 el temporal, manifestando posteriormente una gran devo­ci6n hacia el culto del Sant1simo.

As{ pues, don Bartolome y don Juan Phelipe debieron sentirse fuertemente emo­cionados por tal acontecimiento local y por su consiguiente efecto sobre el fervor popu­lar hacia dicha devoci6n, sintiendo un cier­to deseo de emular la actuaci6n de don Diego Barrios de la Rosa, que tan fielmente se re­sum1a en la nueva divisa de su escudo de ar­mas: DOY GRACIAS Y ALABO AL SANTISIMO SACRA­MENTO DEL ALTAR.

Dofia Mariana de Mansanares tambien participaba de esa veneraci6n hacia el San­t1simo Sacramenta que se ha atribuido a su t1o y a su primo, por eso, hab1a creado, en beneficia de la Cofrad1a del Sant1simo de Gibraltar, un censo sobre su parte de pro­piedad en el Cortijo de Tinoco, para que con el se costease los eclesiasticos que lleva­ban las varas del palio en sus salidas.

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As{ mismo, su primo don Juan Phelipe, como se recordara, tambien dej6 instituido un "Caudal del Sant{simo" sobre el Cortijo de Los Alamos, que era de su pro­piedad, y entre cuyas funciones se encontra­ba la de promover el culto y veneraci6n del Santl.simo Sacramento en las nuevas Iglesias de Los Barrios y San Roque hasta el momento de la recuperaci6n de Gibraltar, pues enton­ces, tal beneficio corresponder{a a dicha ciudad.

Pues bien, en un informe que el autor de este trabajo realiz6 recientemente para la Hermandad de San Isidro Labrador, sobre los antecedentes hist6ricos de dicha hermandad, tuvo ocasi6n de ocuparse de esa familia Escoto y de su devoci6n hacia el culto del Sant!.simo, sobre todo, en relaci6n con una gruesa lapida de marmol blanco que hab{a estado casi ignorada en el patio principal del Cementerio antiguo de Los Barrios.

El texto grabado en dicha lapida es el siguiente: ALABADO/ SEA EL SAN/ TISSIMO SACRAMENTO/ DE 1698.

Dicho texto guarda estrecha rela­ci6n con otro que hay grabado en el dintel de la mal llamada "casa de las doncellas", que dice: BENDITO Y ALABADO SEA EL SANTISI­MO. 1779. Y que, segun investigaci6n perso­nal, podr{a haber sido un local de la anti­gua Cofrad{a o Hermandad del Sant{smmo Sa­cramento que, de algun modo, estuvo vincula­da con la familia Escoto, beneficiandose de ciertos derechos sobre el "Caudal del

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Sant!simo", y que tanta importancia tuvo en los comienzos del pueblo de Los Barrios, tal como en otro lugar se expondra.

La temprana fecha de la lapida, cuando en el lugar que hoy ocupa Los Barrios s6lo exist!an chozas y algun que otro case­r!o, descarta la existencia de otro edifi­cio tan id6neo como el oratorio para su co­locaci6n.

Igualmente la proximidad temporal de esa fecha con la de la muerte de don Bar­tolome de Escoto y Bohorques, segun se desprende de la escritura de fundaci6n de la Capellan!a del Chantre, fechada en Cadiz, el d!a 13 de enero de 1701, es otra coinciden­cia mas . a tener en cuenta, sobre todo si, como ya se ha senalado, se sabe que el ora­torio fue construido por aquel en los ulti­mos anos de su vida.

El mismo hecho de su conservaci6n en el antiguo Cementerio, sin especificar ningun tipo de senas de identidad de difun­tos, tal como es habitual en las lapidas fu­nerarias'tanto de los sepulcros individuales como de los panteones familiares, hace supo­ner que tal vez bajo ella se recogieron los restos de cadaveres procedentes del anterior o anteriores Cementerios de la poblaci6n de Los Barrios.

Y en tal caso, si no se pon!a ninguna indicaci6n al respecto, tal vez, se­r!a, simplemente, debido a que cuando, a me­diados del siglo XIX, se construy6 el Ce­menterio precedente al actual, todav!a no

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habr:!a perdido dicha lapida su vinculaci6n piadosa en el recuerdo de los habitantes que en aquella epoca ten:!a el pueblo de Los Barrios.

Por lo tanto, dadas las coinciden­cias que se acaban de apuntar, no es del to­do arbitraria la propuesta de que dicha la­pida, fechada en 1698, corresponds con la que marcaba la fecha de fundaci6n del orato­rio de San Isidro o su entorno inmediato.

S6lo una detenida consulta de los expedientes y documentos relacionados con el tema, conservados en el Arc hi vo Diocesano Provincial de Cadiz o, tal vez, la aparici6n de algun dato al respecto, entre los expe­dientes sobre el Cementerio conservados en el Archivo del Ayuntamiento de Los Barrios, podr:!an clarificar la cuesti6n y determinar si la propuesta es aventurada o, por el con­trario, es fruto de una certera intuici6n corroborada por los hechos.

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8. LA EVOLUCION DEL ORATORIO

En relaci6n con el oratorio de San Isidro y su evoluci6n hist6rica, ahora inte­resa anotar las principales etapas de ese proceso, que se inicia con un pequeno orato­rio privado, que se convierte luego en ermi­ta y posteriormente en Iglesia Parroquial, para volver de nuevo a la condici6n de ermita, que es con la naturaleza que mejor se recuerda, y desde ab~, hasta el abandono, ruina y correspondiente olvido en que queda para las nuevas generaciones del pueblo de Los Barrios.

Lo primero que se advierte al consultar la documentaci6n referente al tema de la creaci6n del mencionado recinto reli­gioso es que inici&lmente se le denomina con el nombre de oratorio y no con el de ermita. Aunque los conceptos de oratorio y ermita parezcan identicos, sin embargo, hay matices que los diferencian y justifican el uso de una u otra denominaci6n.

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Efectivamente, tanto el oratorio como la ermita son recintos o edificaciones destinadas al culto sagrado, pero, mientras que el oratorio suele encontrarse dentro de un edificio o propiedad privada y tiene una utilizaci6n particular, que generalmente se destina al duefio del mismo y sus familiares o sirvientes, en cambio, la ermita tiene una utilizaci6n publica mas patente, con inde­pendencia de que la propiedad de la misma sea de caracter seglar o eclesiastico.

As! pues, como al principio el re­cinto religioso del Cortijo de Tinoco debi6 estar destinado al uso particular del duefio, era 16gico que se le denominara oratorio. Resulta curioso al respecto que don Juan Phelipe Garc!a de Arifio prefer!a tal denomi­naci6n sobre las demas.

Sin embargo, el nombre de ermi ta se utilizara, con mas frecuencia a partir de 1701, fecha en que comienzan a rezarse all! las misas de la Capellan!a del Chantre. Tal denominaci6n es probable que la comenzaran a utilizar los primeros frailes que supl!an a don Antonio Rodr!guez en las misas del ora­torio, luego se generalizar!a entre los fie­lea que la frecuentaban, lo cual tambien era 16gico porque a partir de entonces escapa, en parte, de la funci6n privada para desem­pefiar una funci6n publica cada vez mas acti­va, que ven!a determinada por la propia in­tenci6n fundacional de la Capellan!a del Chantre, consistente en que los campesinos de los alrededores pudieran cumplir con sus deberes religiosos, sin necesidad de los grandes desplazamientos que supon!a acudir

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al Convento de la Almoraima o a Gibraltar, distantes mas de dos leguas.

Despues de 1704, al autorizarse provisionalmente la ampliacion de las pres­taciones religiosas que desde la ermi ta se debian ofrecer a los emigrados de Gibraltar, pasara a denominarse Iglesia de San Isidro.

Al aumentar la poblacion del lugar tras la perdida de Gibraltar, en 1704, inme­diatamente el Obispo de Cadiz don fray Alon­so de Talavera, de conformidad con don Juan Phelipe Garcia de Arifio y Escoto, autoriza verbalmente la utilizacion provisional del oratorio o ermi ta de San Isidro para que desempefiara las funciones propias de cual­quier Iglesia hasta la recuperacion de dicha ciudad.

Despues del Tratado de Utrecht, en 1713, que imponia a Espafia la cesion de Gi­braltar para Gran Bretafia, se frustraron, en buena parte, las esperanzas que habia en una pronta devolucion de la misma. Sin embargo, como consecuencia de ello, las nuevas pobla­ciones del Campo de Gibraltar continuaron creciendo en numero de habi tantes, desbor­dando con ello las previsiones iniciales de las nuevas Iglesias.

Por ello, en 1715, se nombra for­malmente al sacerdote don Pedro de Rossas Placencia como cura propio de la Iglesia de San Isidro, que desde la ermita homonima atendia a la creciente poblacion de Los Ba­rrios y Algeciras.

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El Obispo de Cadiz, don fray Alon­so de Talavera, hab:!a muerto en el mes de octubre de 1714, su sucesor, don Lorenzo Ar­mengual de la Mota, fue promovido al cargo el d:!a 6 de mayo de 1715, sin embargo, no tom6 posesi6n de la sede hasta el 23 de fe­brero de 1717.

Tan pronto como don Lorenzo Armen­gual de la Mota se hizo cargo del Obispado de Cadiz, comenz6 a estudiar sus necesidades y a ordenar las actuaciones pertinentes para superar las deficiencias existentes.

Por ello, durante el otofio del mismo a no, realiz6 una vi si ta pastoral de varios d:!as por las nuevas poblaciones del Campo de Gibraltar y ciudades lim:!trofes.

A finales de noviembre, el mencio­nado Obispo realiza la Vi si ta General a la Iglesia de San Isidro de la nueva y crecien­te poblaci6n de Los Barrios y comunica a los fieles, segun se recoge en el Libro de Visi­tas, los favores espiri tuales que el Papa Clemente XI hab:!a otorgado a dicha Iglesia:

"Hicimos saber la indulgencia ple­naria, concedida a nuestra suplica por la Santidad de Nuestro Muy Santo Padre Clemen­te XI para los que confesados, y comulgados, visitaren dicha Parroquia."

En dicha visita, el Obispo Armen­gual, ademas de revisar la Iglesia, sus ins­talaciones, objetos religiosos, libros del archivo, etc., dict6 varios mandatos en los que se daban determinadas instrucciones para

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mejorar el funcionamiento religioso de la nueva Parroquia.

Uno de esos mandatos hace refe­rencia a la necesidad de sustituir el Sagra­rio, que era sumamente pequeno, hasta el punto de que en el no cab{a el cop6n. Para ello, deber{a suprimirse la peana sobre la que estaba la imagen de Nuestra Senora de la Concepci6n y colocarlo en su lugar.

Otro, ordena que la Pila baustis­mal se coloque fija en el rinc6n que hab:!a detras de la puerta, cubierta con una badana y cerrada con candado, as{ como que se ad­quiriese una concha de metal adecuada a tal efecto.

As{ mismo, por cuanto el Obispo predecesor no resolvi6 en su d{a la erecci6n de la Parroquia con la formalidad necesaria y a la vista de los numerosos vecinos que se hab{an congregado all{, era preciso suplir dicha deficiencia, don Lorenzo Armengual de la Mota ordena lo siguiente:

"Por tanto por la Presente erigi­mos en Parroquia formal la Yglesia del Oratorio, que so la invocaci6n de San Ysidro ay en estos Barrios, sirva para ellos, con Cura, Sacristan, y Monacillo, a quienes imponemos la obligacion, al Cura de cele­brar, y administrar todos los sacramentos a los vesinos inmediatos a dicha Yglesia, Algeciras, Huerta de Espana, y Cortixos, que estan desde el Rio Guadarranque hasta los terminos de Tarifa, y Castellar, siendo la obligacion de los que residen en ellos venir

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a dicha Yglesia de San Ysidro, para el cum­plimiento de los preceptos anuales de Confe­si6n y Comuni6n y a que sus hijos reciban el Baptismo en su Pila, y los cadaveres a dar­les sepultura en su Yglesia y Cementerio, a contraer sus matrimonios, como su proprio Parrocho, y a este el ir a administrar el viatico y extramauncion quando lo necesiten, celebrar los Divinos oficios, como se prac­tica en las Yglesias de la Diocesi".

Igualmente se resenan algunos ves­tuarios y objetos liturgicos que deb1an ad­quirirse por carecer de ellos la Iglesia. Tambien se indican algunas recomendaciones que se ten{an que cumplir en las actividades religiosas, tanto del sacerdote como de las Cofrad{as y fieles, y, a su vez, se regulan los aranceles con los que deben contribuir los fieles por los distintos servicios reli­giosos: bautismos, matrimonios, defunciones, etc.

Senalados los aspectos fundamenta­les de la Visita General que realiza el Obispo don Lorenzo Armengual, es preciso retomar el comentario del desarrollo hist6-rico que recorre el antiguo oratorio o ermi­ta de San Isidro, despues de dicha constitu­ci6n en Iglesia Parroquial, con la necesa­ria formalidad episcopal.

Como la Iglesia utilizaba el mismo edificio del antiguo oratorio, que era muy pequeno, en 1717, don Juan Phelipe Garc{a de Arino, convoc6 a algunos vecinos del lugar y les comunic6 que estaba dispuesto a solici­tar del Obispo de Cadiz, don Lorenzo Armen-

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gual de la Mota, que autorizase el traslado de la Iglesia desde el oratorio en que se encontraba hasta una Sala contigua de mayor amplitud.

El decreto episcopal por el que se autoriza el mencionado traslado esta fechado en Alcala de los Gazules, el d{a 6 de mayo de 1718, y en '1 se indica que: "con el mo­tivo de la perdida de la Ciudad de Gibraltar es mui cresido el numero de avitadores que an poblado y refugiadose en dicho Si tio y que en el no ay otra Yglesia donde puedan selebrarse los divinos oficios y concurrir los fieles para oir el Santo Sacrificio de la misa, y para administrarles los Santos Sacramentos sino una corta Capilla en que actualmente se selebran; nos pidio y suplico el dicho don Juan Phelipe Garcia de Arino y Escoto que en atension a esos motibos y a los de su ferborosa piedad en el beneficio espiri tual de los moradores de dicho Si tio dispensemos en la Referida Clausula de dicha Fundazion y diesemos nuestro permiso para que se trasladase dicha Capilla a una Sala 6 Pieza grande que esta contigua a ella en dichas Casas para que mas comodamente res­pecto a ser mas capaz, puedan los fieles asistir a las funziones y actos de la Ygle­cia, y visto por Nos la combeniencia espiri­tual que se sigue a los vesinos de este Sitio; por la presente damos nuestro permiso y facul tad para que en dicha Sala 6 pieza decentemente compuesta pueda trasladarse y colocarse la dicha Capilla y el Sagrario de ella para que sirva de Yglecia, dispenzando como dispenzamos en la referida Clausula de escriptura de dicha fundazion con la Calidad

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de que siempre que sesen los Motivos Expre­sados pueda dicha Sal a o pieza resti tuirse al Estado que actualmente tiene para maior aumento de la renta de dicha Capellania".

Muerto don Juan Phelipe Garcia de Arino, en 1719, y ante la insuficiente capa­cidad de la Iglesia, a pesar de su traslado a la Sala contigua mencionada anteriormente, el cura y vicario de las Iglesias de Los Barrios y Algeciras, don Pedro de Rossas Placencia, de conformidad con los vecinos de Los Barrios, decide abrir unos arcos en el muro exterior para adosarle otra nave, que aumente la capacidad de la Iglesia.

Sin embargo, don Antonio Rodri­guez, primer capellan de la Capellania del Chantre, aprovechando el incidente, recurre ante el Obispo de Cadiz para intentar frenar que los vecinos de Los Barrios amplien la Iglesia y, a la vez, evitar, de forma defi­ni ti va, que se apropien li bremente del te­rreno de sus viviendas, que pertenecia a la Capellania.

El Obispado ordena abrir un expe­diente, en 1724, cuyo contenido ya se coment6 en relaci6n con la apropiaci6n de terrenos del Cortijo de Tinoco por parte de los primeros habi tantes del pueblo de Los Barrios.

En dicho expediente se recoge el interrogatorio de tres testigos, uno de los cuales, Jorge Gall ego, en relaci6n con la necesidad de ampliar la Iglesia dice: "que experimentandose grande estrechez en la

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Yglesia en donde, con el aumento de vezinos, y muy pocos sacerdotes ademas de no poderse celebrar los Divinos oficios, se queda mucha parte de dichos vezinos sin oir Missa; y que deseando el mayor cul to y desencia de su Magestad Sacramentado como el interes de los vezinos, los que juntos discurrieron el ampliar dicha Yglesia 6 hacer otra fuera, y como el hacerla fuera tuviese mas costa; se determino hazer una Nave junto a la que oy sirve de Yglesia; haciendole arcos y finali­sando la capilla mayor que esta principiada en ella y todo sin detrimento de la Capella­nia, ni de otra Persona alguna, y que sabe el que declara se trajeron dos Maestros de toda aprobazion, para que a su leal saber y entender dixessen si se podia abrir dichos Arcos sin el menor detrimento; a los quales, el declarante, les oyo dezir, no tener peli­gro alguno, haciendolos con Yeso, lo que te­nian dichos Maestros por muy facil y ordina­rio; y que no obstante lo referido su merced dicho senor vicario hizo propuesta a todos los vezinos, que sin embargo de la seguridad de los Maestros, era preciso hacerla por la parte de dichos vezinos para que en ningun tiempo se experimentasse dano a la Capella­n!a y que aunque avia algunos vezinos que se obligasen a los danos, se determino por nuebo acuerdo hacerla fuera, sirviendo solo para ella la Pared de la Sala de la que oy es Yglesia; a la parte del Sementerio; De cuya obra no seria necessario pedir licencia a dicho Capellan si solo la de su Excelencia la que discurre el que declara tiene su mer­ced dicho Senor Vicario, y si hecha la Ygle­sia en la forma dicha se pudiera conseguir los arcos en la que oy es, obligandose a los

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danos los particulares vezinos, se haria en adelante".

Las declaraciones de los siguien­tes testigos, Joseph Mendes y Francisco Xi­menez, y la del propio vicario, don Pedro de Rossas Placencia, aftadian poco a lo ya ex­puesto. En cierto modo, se limitaban a rei­terar casi identica vision de los hechos y a recordar que don Juan Phelipe hab!a autori­zado algunas de las actuaciones sobre las que se opon!a el capellan mencionado.

Finalizado el expediente, se dict6 el correspondiente auto resolutorio, con fecha 30 de agosto de 1724, por el cual se ordenaba que la Iglesia nueva que pretend!an realizar, para no daftar al oratorio, la construyeran retirada del mismo.

Tal resoluci6n, aunque aceptada, no debi6 agradar mucho a los primeros veci­nos de Los Barrios, que confiaban en que el Obispo Armengual autorizaria la ampliaci6n de la Iglesia.

Anos mas tarde, en 1727, se inicia la nueva Iglesia en el lugar que ocupa en la actualidad. Las obras iran lentas, sufriendo varios percances, entre los que se puede reseftar la ca!da de la b6veda central que obliga a replantear la construcci6n de la misma.

En 1740, el Obispo don Tomas del Valle, que sucede en la sede episcopal a don Lorenzo Armengual que hab!a muerto en 1730, realiza una Visita General a la Iglesia de

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Los Barrios, que todav!a se encontraba en la Sala contigua al oratorio o ermita de San Isidro. En vista de la estrechez de la misma ordena lo siguiente:

"Y por quanto es tanta la estre­chez de la Yglesia que no permite se pongan en ella bancos, sillas, ni otros generos de assientos, mandamos a nuestro Vicario, haga quitar, y sacar de ella todos los que huvie­re, dejando solo los que sirven para el Co­ro, y mandamos que en estos no se sienten otras personas, que las de los ecclesiati­cos".

El d{a 7 de julio de 1760, el Vi­cario y capellan don Francisco Cordero Ga­lindo comunica al Obispo don Tomas del Valle que se hab{a realizado el traslado del Sa­grario, desde la ermi ta de San Isidro, que que hab{a servido de Parroquia hasta enton­ces, a la nueva Iglesia, que, sin embargo, se encontraba sin terminar.

Poco a poco la nueva Iglesia se constituye en el aglutinante religioso de la poblaci6n de Los Barrios, atrayendo para s{ el interes religioso, as{ como las atencio­nes y limosnas que el vecindario hab{a dis­pensado con anterioridad a la antigua ermita de San Isidro.

A la vez que la nueva Iglesia fue creciendo y desarrollandose, la antigua er­mita inicia un proceso de declive y deterio­ro. El abandono va cayendo sobre la ermita, en la que progresivamente dejan de realizar­se las actividades religiosas a las que

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obligaban las clausulas fundacionales de la Capellan:la del Chant re. Dichas acti vidades religiosas, junto con la mayor:la de su mobi­liario y objetos liturgicos se trasladaran, entonces, a la nueva Iglesia.

El d:la 20 de junio de 1776, el canonigo magistral y Visitador General de la Diocesis de Cadiz, don Joseph Mart:ln y Guz­man, se encuentra visitando Los Barrios, de­bide a la vacante en la sede episcopal por la muerte de don Tomas del Valle. En rela­cion con la ermita de San Isidro, escribe en el Libro de Protocolos de Capellan:las, lo siguiente:

"Y en atencion a que dicho Senor Chantre Arino por la clausula veinte y una del testamento otorgado en dicha Ciudad de Cadiz en veinte, y tres de Nobiembre de mil setecientos diez y siete ante el referido Miguel Fernandez de Otaz escrivano de su nu­mere dispuso entre otras cosas que si por algun accidente se quitase el cura y el mi­nisterio Parrochial que en aquel entonces ha via en dicha Hermi ta del Senor San Ysi­dro, fuesen obligados los Capellanes a decir Misa todos los dias festivos, y ser confeso­res para administrar este Sacramenta a los fieles, Hallandonos en este caso por haberse erigido Yglesia Parroquial en esta Pobla­cion, y no servirse ya en dicha Capilla los ministerios Parrochiales, mandamos se saquen por ahora de la renta de dicha Capellania quatrocientos reales vellon cada ano para ayuda a los reparos' y decencia de dicha Capilla, como expresamente lo dispone dicho Senor Chantre, cuya cantidad sirva tambien

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para costear los ornamentos y vasos sagrados de ella a fin de que todo este corriente, y se verifique la intencion del fundador, y se diga Misa todos los dias festivos a ora re­gular, y comoda para los fieles, con la Li­mosna que alcanzare vajados los costos pre­cisos de reparos, y obras, como tambien los quatrocientos reales que dejamos asignados, declarando, como declaramos que la livertad, que tenian los Capellanes de cumplir las Mi­sas donde quisieran es y se entiende interin dur6 el ministerio Parrochial en dicha Her­mita, pero no en el dia en que ya se separ6 de ella segun la fundacion no siendo berosi­mil, quisiese el fundador se arruinase, ni profanase, y senalamos por Limosna de dichas Misas en los dias festivos la renta que quedare liquida, vajadas las pensiones y gastos no siendo preciso sean a veinte reales vellon como dispuso el fundador con­templando ser{a necesario el costo del cava­llo, lo que no siendo preciso en el dia se dividira la renta liquida en el numero de Misas de los dias festivos a lo que alcanza­re, y se pondra en este Libro la raz6n que dejamos preceptuada de esta Capellania para que quede, como quedara sugeta a la visita que se haga de las demas de su comprehen­sion".

Un d{a mas tarde, 21 de junio de 1776, realiza otro informe, que esta recogi­do en el Libro de Visitas, en el que se se­nala que, ademas de visitar la Iglesia Pa­rroquial, ha estado en "la Hermita del Senor San Ysidro en que antes estubo, y fue erigi­da esta Parroquia por el Ilustr{simo Senor don Lorenzo Armengual de la Mota, en veinte

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y quatro de Noviembre de mil setecientos dies y siete". Y al respecto, dispone lo si­guiente:

"Mandamos se erija en la Capilla del Senor San Ysidro Escuela de Christo por ser grande utilidad para !as Almas, lo que confiamos del Celo del actual Vicario. Y de todos los demas Sacerdotes, pues con todos, y con cada uno en particular se entiende este mandato".

Se ignora si los mandatos anterio­res se llevaron a la practica y consiguieron rehabilitar la antigua ermita de San Isidro. De cualquier forma, segun parece, la ermita ya no recuperar!a el pasado esplendor que tuvo a principios del siglo XVIII.

A mediados del siglo XIX, el dete­rioro de la ermita era irreversible. Por eso, cuando tras la desamortizaci6n ecle­siastica, pasaron a propiedad privada todas los bienes de la Capellan!a del Chantre, no se advierte oposici6n popular para impedir la enajenaci6n de la misma.

A pesar de ello, en las Vi si tas Generales del los Obispos de Cadiz a la po­blaci6n de Los Barrios, se sigue mostrando un cierto interes hacia la ermita de San Isidro para que no se perdiese el legado es­piritual que la misma representaba en la historia del pueblo.

El d{a 7 de marzo de 1866, don fray Feliz Mar!a de Arriete i LLanos, Obispo de Cadiz, al visitar la poblaci6n, se !amen-

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ta de que en el local de la antigua ermita se hayan realizado elecciones populares con el consentimiento de las autoridades loca­les, lo cual supon!a, a su en tender, una verdadera profanaci6n.

El d!a 22 de julio de 1881, otro Obispo de Cadiz, don Jaime Catala y Albosa, realiza la Visita General a la poblaci6n de Los Barrios y puede comprobar el lamentable estado en que se encuentra la ermita de San Isidro, manifestandose del siguiente modo:

"Hemos tenido la Triste suerte de ver destejada y casi destruida la antigua Capilla de San Isidro perteneciente a la Capellan!a del mismo nombre cuyo Templo fue la base de la Fundaci6n de este pueblo, porque, segun se nos asegura, desvinculada la Capellan!a, ha creido el duefio de los bienes de la misma que pod!a disponer de di­cho edificio".

Ya era tarde para evitar lo inevi­table, pero a pesar de todo, el mencionado Obispo ordena q~e el Cura del pueblo realice ciertas actuaciones, por si de ellas pudiera desprenderse algun remedio:

"Habiendonos informado de que el actual poseedor de los bienes de la Capella­n!a de San Isidro ha derribado el Techo de la Capilla en que radica dicha Capellan!a, lo cual nos es tanto mas sensible, cuanto que dicha Capilla merece por muchos conceptos el respeto y la consideraci6n de estos feligreses, ordenamos al Reverendo Cura Regente que sin perdida de tiempo

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estudie los antecedentes y nos diga en el termino de dos meses, si este Templo era propiedad de la Iglesia o de los fundadores de la Capellania. Si ha sido considerado co­mo Capilla publica y quien atendia al culto del mismo y cuanto crea conveniente para que podamos formar concepto exacto de este asunto".

Se desconoce si la informaci6n que se solicitaba se realiz6 y si, en tal caso, se envi6 al Obispo. De cualquier forma, poco nuevo debia anadir al asunto porque la ermita continua en su creciente estado de deterioro y ruina hasta mediados del presen­te siglo, en que, aprovechando el buen esta­do de sus muros, se le realiz6 la correspon­diente techumbre y se incorpor6 a las insta­laciones de la Panaderia de Salazar.

Todavia cabe una ultima reflexi6n sobre la ermita de San Isidro y su triste destino, que, a la luz de los acontecimien­tos que se acaban de resenar, podria haber supuesto un viraje en su proceso hist6rico.

En efecto, si en sus origenes, el primer capellan don Antonio Rodriguez no se hubiese empenado en preservar la autonomia de la Capellania del Chant re, frente a las necesidades religiosas de la nueva poblaci6n de Los Barrios, tal vez, no habrian cesado aun las actividades religiosas en la ermita de San Isidro, tal como en su dia desearon sus fundadores.

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8. LA DESCRIPCION DE LA ERMITA

Una vez realizado el comentario sobre la fundaci6n del oratorio de San Isi­dro y su evoluci6n hist6rica hasta su actual olvido, se describe a continuaci6n c6mo era en sus or!genes.

Una de las primeras descripciones que se tiene del oratorio de San Isidro, se encuentra en las escrituras que, en 1708, da agregaci6n de la totalidad de las rentas del Cortijo de Tinoco, en beneficia de la Cape­llan!a del Chantre y consiste en la breve resena siguiente:

"Item es condision que todas las beses que dichas casas y posos necesi taren de reparos sesen las misas. Y se reparen cuidando siempre y con mas espesialidad el quarto alto y bajo prinsipal donde esta el dicho oratorio. Y si por qualquier asidente que sea las dichas casas se arruinaren o el dicho cuarto prinsipal se caire por asidente inpensado el dicho oratorio se a de reedifi­car para que este siempre en ser de manera

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que permanesca y se perpetue en la dicha Capellan:!a".

En documentos posteriores, tambien se habla de un Sal6n o Sala principal que estaba adosado al oratorio. Ese mismo sal6n ser:!a el que posteriormente se utilizar:!a como Iglesia debido a las reducidas dimen­siones del oratorio.

Aparte de esas referencias sobre las estancias del caser:!o y otras similares, que hacen referencia a la estrechez, tanto del oratorio como del propio sal6n, no se conoce ninguna otra que muestre las dimen­siones exactas de dichas estancias.

Sin embargo, basandose en los escasos datos apuntados y en el inventario general del oratorio, fechado en 1702, junto a una observaci6n detallada de los muros de esas estancias, que ahora se conservan for­mando parte de la panader:!a de los Hermanos Salazar, que ocupa el mismo lugar que tuvo el caser:!o y oratorio del antiguo Cortijo de Tinoco, todav:!a es posible aproximarse a las dimensiones que pudieron tener dichas estan­cias.

La obra o fabrica de las estancias sefialadas del antiguo caser:!o de Tinoco esta formada por un grueso muro de mamposter:!a de 0,60 metros de grosor.

La piedra del mismo esta unida por mortero de arena y cal con la superficie en­foscada del mismo mortero. Los muros se con­servan en perfecto estado y todav:!a dejan

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adivinar algunos elementos que formaron par­te del antiguo oratorio y del Sal6n que sir­vi6 posteriormente de Iglesia.

La superficie o planta de dichas estancias esta formada por un rectangulo, cuyas dimensiones exteriores son de 9,25 me­tros por 15,75 metros. La orientaci6n topo­grafica de su l!nea longitudinal es aproxi­madamente de Nordeste a Sudoeste. En su lado mayor linda de una parte con la calle de San Isidro y de la otra, con el patio de la re­ferida panader{a de los Hermanos Sal azar, que debi6 coincidir con el patio del Case­r!o. En sus lados menores linda por un lado con la Plaza de San Isidro y por el otro con otra vivienda de la calle de San Isidro.

Dicho -rectangulo est a di vidido en sentido longitudinal por un muro interior, del mismo grosor que el exterior y que forma otros dos espacios rectangulares semejantes.

Uno de 14,5 metros de longitud por 4 metros de anchura, que fue la sala o sal6n principal del caser{o de Tinoco, y que linda en su muro exterior mas largo con la calle de San Isidro y en el menor con la plaza de San Isidro. A el se trasladar!a la Iglesia, en 1718, cuando qued6 pequeno el oratorio para el creciente numero de habitantes de la nueva poblaci6n. La altura que ten{a esta sala o salon era de 4 metros, al menos des­pues de que se transformase en Iglesia y se abriese en el muro exterior dos ventanas del tipo de ojo de buey de 0,65 metros de diame­metro, que se conservan en la actualidad.

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Y el otro de 14,5 metros de longi­tud por 3,25 metros de anchura, que por su lado mayor interior lindaba con la Sala o Sal6n mencionado, con el que se comunicar!a a traves de alguna puerta, y por la exterior con el patio del caser!o, hacia donde se abrir!a la puerta exterior principal. Dicho espacio estar:!a subdi vidido, por medio de muros transversales de pequeno grosor, en varias estancias. En la del centro, estar!a la puerta exterior, que, hasta hace poco, ten!a un arco deprimido rectil!neo, cuya estructura era semejante a otro del que se hablara posteriormente. En la estancia del fondo se abr:!a el hueco de la escalera que llevaba al sober ado o habi taci6n al ta, que en la documentaci6n hist6rica utilizada, se le denomina como Cuarto alto. La altura que pose:!a este segundo espacio rectangular era de 3,50 metros y por tanto algo menor que la que pose!a la Sala o Sal6n principal despues que se transformase en Iglesia.

Por la zona que linda con la plaza de San Isidro, se adosaba a este ultimo es­pacio rectangular una pequena habitaci6n, cuyas dimensiones exteriores son de 4,5 me­tros por 3,30 metros, siendo la comunicaci6n entre ambas estancias tambien a traves de un arco deprimido rectil!neo de 2,25 metros de luz y 0,45 metros de radio en los cuadrantes extremos. El espacio util de est a pequena habitaci6n adosada, coincide en anchura con los 3,25 metros senalados para el mencionado espacio rectangular del que es prolongaci6n; su longitud, en cambio, es muy reducida pues no alcanza a medir siquiera los 3 metros. Esta pequena habitaci6n ten:!a un tejado de

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tres aguas que se conserv6 hasta tiempo reciente y por tanto no ten!a encima ninguna estancia. La altura que ten!an los muros de esta pequena habitaci6n, al parecer, y segun lo que se recuerda, era menor que la de la planta baja del resto del edificio, o sea, en torno a los 3 metros.

La aplicaci6n que pudo tener dicha pequena habitaci6n, en la actualidad, se desconoce. Caben varias posibilidades.

Una posibilidad ser!a que fuese el propio oratorio con acceso independiente hacia el exterior. Las razones que apoyar!an esta posibilidad estar!an basada en el hecho de que por el grosor de sus muros, que equi­vale al de los muros exteriores del caser!o, se puede pensar que es una construcci6n simultanea al resto del edificio, con lo que las reducidas dimensiones de la superficie util no tendr!an mas justificaci6n que la de ser el pequeno oratorio, que tendr!a acceso directamente a traves de una puerta abierta en uno de sus muros.

Una segunda posibilidad ser!a que dicha habitaci6n fuese el oratorio, tal como se ha indicado anteriormente, pero que su acceso no fuese exterior como se ha dicho, sino desde el mismo caser!o y por medio del caracter!stico y amplio arco rectil!neo deprimido que le comunica con la estancia contigua, desde la cual se podr!a o!r la misa a traves de la amplia abertura que deja el mencionado arco, porque las dimensiones tan reducidas del oratorio apenas permiti-

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rian la colocaci6n del altar con el retablo y la tarima que tenia delante.

Una tercera y ultima posibilidad, supondria que el oratorio no estuviese en la pequena habitaci6n senalada y que sobresale del resto del edificio, sino en la estancia contigua a la misma, tambien mencionada, con lo que el arco rectilineo seria el de la puerta de entrada al oratorio. Entonces, la pequena habitaci6n, que tendria otra puerta o un amplio arco de acceso al exterior, s6lo seria el p6rtico o vestibulo del oratorio. Ese p6rtico o vest!bulo, pudo estar cons­truido al mismo tiempo que el oratorio, aun­que tampoco se descarta la posibilidad de que fuese posterior.

Tal vez, la ultima posibilidad sea la mas probable' no obstante' debido a la insuficiencia documental existente al res­pecto, tampoco es facil descartar las res­tantes.

A continuaci6n se analiza y comen­ta el mobiliario y objetos liturgicos exis­tentes en el antiguo oratorio, por ello, seguidamente, a causa de la gran importancia documental que posee para este trabajo, se transcribe en su integridad el primer inven­tario de la ermita de San Isidro fechado en Los Barrios, el dia treinta y uno de mayo de 1702. Posteriormente se comentara con mas detalles.

"Inventario de las alhajas y orna­mentos proprios de la Hermita de San Ysidro Labrador, si ta en el Cortijo, que fue del

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senor don Bartolome Escoto y Bohorquez Chan­tre de las Yglesias de la Ciudad de Cadiz sitio llamado Los Barrios, termino de la Ciudad de Gibraltar= Primeramente, una Ymagen de Talla de Nuestra Senora de la Concepci6n, con su corona de plata con piedras coloradas embutidas= Item, otra Ymagen de San Ysidro Labrador colocada en el nicho alto del retablo= Item, una cortina con su zenefa de tafetan doble carmesi, guarnecida con puntas de oro de un dedo de ancho que sirve en el nicho de Nuestra Senora= Item, una cruz de palo dada de betun de Car­min y perfiles de oro= Item, otra cruz de Carabaca con su peana de madera de la higuera de San Pedro Alcantara= Un Retablo Labrado de Talla sin dorar con quatro pinturas de San Bartholome, San Pe­dro, San Juan de Dios, y San Benedicto= Una Ara que esta puesta en el altar de lien­zo crudo= Dos atriles, el uno dado de color de Carmin con perfiles de oro, y el otro de gonzes= Una tablilla del Evangelio de San Juan con moldura colorada y oro= Veinte Laminas de papel con sus molduras da­das de color caoba= Dos frontales, el uno de Damasco carmesi nuebo, y el otro de brocatel morado con flo­res blancas Y ambos sin guarnici6n= Dos pares de Manteles de Lienzo de Aroca nuebos con encages finos= Dos Albas de Lienzo fino de Aroca con enca­ges finos en el ruedo y en las mangas= Dos amitos guarnecidos de encages, y el uno con cintas azules, y el otro sin ellas= Dos Zingulos de Cordon de Seda blanca carme-

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si y azul= Una Casulla con su estola y manipulo nueba de Damasco morado con galoncillo de oro falso= Bolsa corporales de lo mismo, y pai'ii to de Caliz sin guarnicion= Otra casulla, manipulo y estola de Damasco Carmesi nueba, con su galoncillo de oro fino, y bolsa de Corporales de lo mismo= Un pafHto de Tafetan cencillo carmesi sin guarnicion= Dos pares de Corporales nuebos de olan, y encages finos de flandes de dos dedos= Plata= Un caliz de plata con su patena= Dos candelabras de plata de mas de quarta de alto con el pie de triangulo= Unas vinageras de plata, con su platillo de peltres y otras vinageras del mismo peltre= Quatro candeleros pequefios de azofar= Tres toallitas de mano= quatro purificadores =una cagera de carei para ostias, Un misal mediado con sus registros de seda= Un Quaderno de misas de Santos nuebos= Una Campanilla de bronce= Un espegito, que esta en la taquilla de los ornament os= Un bonete de pafio de Segovia forrado en es­terlin negro= Una tarima de madera que sirve en el altar= Dos esteras de esparto de dos varas de largo= Un bastidor de lienzo encerado para la ven­tana= Dos piletas de marmol para agua bendita, que estan fixas en la pared. La una dentro, y la otra fuera de la Hermita= Un molde de fierro para hazer formas= Una

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Campana, que esta puesta en el campanario de la Hermita= que todas las dichas alhajas se entregaron a don Antonio Rodriguez Capellan de la dicha Hermita, quien se hizo cargo dellas para tenerlas con buen custodia, y dar quenta cada que se le pida, y haverse entregado dellas declar6 ser de su cargo y lo firm6 en los Barrios Termino de Gibraltar y Maio treinta y uno de mil setecientos dos aflos="

De lo contenido en el inventario que se acaba de citar, se deducen varias ob­servaciones que, de algun modo, ampl!an los detalles sobre el oratorio y que se comentan seguidamente en sus aspectos mas notables.

En primer lugar, se confirma, una vez mas, lo reducido de las dimensiones del oratorio, tanto en la planta, sobre la que se ha hecho antes referencia, como en el alzado.

En efecto, por un lado se habla de dos esteras de esparto de 2 varas de larga, que equivalen a 1,67 metros de longitud cada una. Puesto que el altar ten!a su tarima, estas esteras debieron utilizarse para ais­lar del fr!o el suelo del oratorio, ya fuese exclusivamente en la mencionada habitaci6n pequefla, o bien en la contigua.

No se especifica el estilo en que estaba construido el retablo. Se dice s6lo que era de madera tallada sin dorar. Aunque es probable que fuese del convencional esti­lo barroco, que ya ten!a gran difusi6n por aquella epoca.

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El retablo en su parte central tendr!a los dos nichos o huecos en los que a modo de pequenas capillas estaban colocadas las imagenes de Nuestra Senora de la Concep­ci6n en el de abajo y San Isidro en el de arriba, que aunque eran de talla pequena, ocupaban casi todo el espacio disponible de sus respectivas capillas, hasta el punto de que cuando el Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota realiza su primera visita al ora­torio, en el ano 1717, y ante la deficiencia del Sagrario, ordena que, pese a su estre­chez, se construya uno, con las dimensiones que permita el hueco que quede al retirar la peana sobre la que estaba la imagen de Nues­tra Senora de la Concepci6n.

Las cuatro pinturas o cuadros que ten!a el retablo estar!an situadas, como parece 16gico, dos arriba, a ambos lados de la capilla o nicho de San Isidro y otras dos abajo, tambien a ambos lados de la capilla o nicho de Nuestra Senora de la Concepci6n. Se desconoce el estilo y tamano de esas pintu­ras, aunque, por lo que se lleva dicho, ten­dr!an, as! mismo, un tamano reducido.

Los motivos o temas de dichas pinturas del retablo, son conocidos por el inventario citado, sin embargo, conviene destacar la significaci6n que parece tener esos motivos.

Se ha dicho anteriormente que las cuatro pinturas del retablo representaban a San Bartolome, San Pedro, San Juan de Dios y San Benedicto. De ello, se deduce que tales motivos fueron seleccionados de forma inten-

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cional por su especial significaci6n para el fundador del oratorio, que ser!a, segun se confirma una vez mas, don Bartolome de Esco­to y Bohorques.

Resul ta aceptable, pues, que la primera figura representada en uno de los cuadro sea la de San Bartolome, uno de los doce ap6stoles, quien, aparte de la devoci6n que despertaba entre las personas creyentes de aquel tiempo por la leyenda que rodeaba a su martirio y muerte, que tanto se ven{a representando en la pintura religiosa de aquella epoca, era, ademas, el santo de la onomastica del propio don Bartolome.

En segundo lugar se ci ta a San Pedro, el otro ap6stol que fue designado primer Papa de la Iglesia, por cuyo motivo gozaba tambien de gran devoci6n entre los fieles, ademas bajo su advocaci6n existi6 en Cadiz una Venerable Hermandad de Nuestro Senor San Pedro, en la que se integraban una buena parte, o tal vez la totalidad, de los sacerdotes residentes en esa ciudad. Entre los objetivos de dicha asociaci6n religiosa destacaba el deseo de fomentar la espiritua­lidad y vocaci6n de servicio entre los cle­rigos. Consta documentalmente que don Juan Phelipe Garc{a de Arino y Escoto pertenec{a a esa Hermandad. Su t!o, don Bartolome, con toda probabilidad debi6 tambien formar parte de ella. As{ pues, esas razones justificaban tambien la elecci6n de San Pedro como perso­naje en un cuadro del oratorio.

En tercer lugar se menciona a San Juan de Dios, y aqu{ de nuevo vuelve a ser

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significativa la elecci6n de ese Santo, que habia repartido sus bienes entre los pobres y que habia promovido la creaci6n de hospi­tales para a tender a los enfermos pobres, uno de los cuales, el Hospital de San Juan de Dios de Cadiz, adquiri6 cierto prestigio en aquella epoca, gracias al apoyo incondi­cional que le prestaba el Obispo don fray Alonso de Talavera, y que, por otra parte, probablemente tambien coincidia con el santo onomastico del sobrino de don Bartolome, don Juan Phelipe Garcia de Arino y Escoto.

Con respecto, al ultimo personaje representado en los cuadros, San Benedicto, a primera vista, parecen mas dudosas las motivaciones que pudieran haber llevado a su elecci6n. No obstante, no deja de sorprender la coincidencia de que San Benedicto II, que subi6 al solio pontificio unos mil anos an­tes, en el 684, se hubiese instruido en la antigua "schola cantorum", de la que guarda­ba un agradable recuerdo y que, antes de llegar a ser papa, se habia ganado una mere­cida fama por su humildad y caridad hacia los pobres, y, una vez nombrado Sumo Ponti­fice, por decisiones como la de que los po­bres fueran atendidos por el clero o las numerosas restauraciones de iglesias que realiz6 en Roma o su convocatoria del XIV Concilio de Toledo en el que se conden6 a los obispos espanoles que habian caido en la herejia.

Nada se sabe de la disposici6n de esos cuadros dentro del retablo. Pero, si el orden en que se le resena fuese indicativo de su ubicaci6n, podria aventurarse que San

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Bartolome y San Pedro estar{an a izquierda y derecha respectivamente de la imagen de San Isidro. Mientras que San Juan de Dios y San Benedicto estarfan debajo de los anteriores y a la izquierda y derecha de la imagen de Nuestra Senora de la Concepci6n.

El inventario que aqu{ se viene comentando hace referencia tambien a una cruz de Caravaca sobre una peana de madera de la higuera de San Pedro de Alcantara y no deja de ser igualmente curioso al respecto, que la famosa cruz de Caravaca, hom6nima de la ciudad que Fernando III el Santo cediera a los caballeros templarios en 1241 y posteriormente pasara a manos de la Orden de Santiago por orden del rey Alfonso XI, el que conquistara Algeciras y muriese de peste en el sitio de Gibraltar, cruz con sus cua­tro brazos caracter{sticos, que aun seguira viva en la simbolog{a religiosa de Los Ba­rrios a traves de su versi6n en hierro for­jado que corona el tejado de la que fuera capilla de la Hermandad de las Animas Bendi­tas, y que se puede observar desde la plaza de la Iglesia.

Por otra parte, tambien es curioso el hecho de que esa cruz de Caravaca tuviese la peana de supuesta madera de la higuera de San Pedro de Alcantara, debido no s6lo a la vida ascetica y de entrega religiosa que llevo dicho Santo y a la fama que mereci6 por su dedicaci6n hacia los pobres y humildes y por el magisterio espiritual que ejerci6 sobre santos como San Juan de Avila, San Francisco de Borja, Santa Teresa de Jesus o San Felipe de Neri, los cuales

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compart!an con dicho Santo popularidad y devoci6n cristiana en la epoca de la construcci6n del oratorio, hasta el punto de que algunos de ellos fueron canonizados junto a San Isidro Labrador en 1622. Ademas, por otra parte, la veneraci6n hacia San Pedro de Alcantara se mantendra en la zona, sobre todo gracias a otro oratorio que, bajo su advocaci6n, se construir{a algunos anos despues, en 1766, en el Cortijo de Ojen del termino de Los Barrios.

Contribuyendo a la decoraci6n del oratorio y segun se senala en el inventario precedente, hab{an veinte estampas enmarca­das. Se desconocen los moti vos religiosos que ten!an, pero, por el numero de las mis­mas, es bastante posible que la mayor{a de ellas ilustraran las estaciones del V{a Crucis, que constituyen un motivo ornamental por excelencia, dentro de la tradici6n reli­giosa del catolicismo.

Por lo resenado en el inventario, se sabe tambien que el oratorio ten!a una ventana cubierta con un bastidor de lienzo encerado y que podr{a corresponder, bien con la que hasta hace poco tiempo tuvo la peque­na habitaci6n, que hace esquina en la plaza de San Isidro, o bien con la que todav!a existe en la habitaci6n contigua y que se abr{a al patio delantero del antiguo caser{o del Cortijo de Tinoco.

As{ mismo, el inventario habla de una campana que estaba en el campanario de la ermita, del que tampoco se conoce su for­ma, estilo o situaci6n.

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Dos piletas de marmol para el agua bendita pose!a el oratorio. Estaban fijas a la pared, una dentro y la otra fuera. Aunque no se indique, el tamano de dichas pilas de marmol ser!a pequeflo, en consonancia con el espacio disponible en el oratorio. Por una revision posterior de dicho inventario, realizada en 1769, se conoce que una de esas dos pi1as se hab!a tras1adado a la nueva Ig1esia parroquial, que se hab!a construido en lugar separado a la ermita, pudiendo ser la que en la actualidad se encuentra en la entrada posterior de dicha Iglesia.

Para guardar los ornamentos de la ermita hab!a una taquilla, tal vez empotrada en la pared por raz6n de la estrechez que se viene reiterando para sus dimensiones.

La vestimenta liturgica y los or­namentos para el culto eran nuevos en su mayor parte, tal como correspond!a a un ora­torio de reciente fundaci6n con respecto al momento en que se realiza ese primer inven­tario, que como se recordara es de 1702.

Lentamente se van consumiendo y deteriorando muchos de los elementos rela­cionados en ese primer inventario de 1702, como se puede comprobar en la revision de 1769. Los restantes, mas valiosos y perdura­bles, poco a poco, iran a parar a la nueva Iglesia, como se observa en las reseflas que llevan los posteriores inventarios.

A este respecto, no debe dejar de consignarse los distintas incrementos de alhaja y vestuario, de los que se benefici6

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la Iglesia de San Isidro, procedentes de los fondos que, con astucia y artimanas, don Juan Romero de Figueroa, parroco de la Igle­sia de Santa Mar:la Coronada de Gibraltar, fue sacando desde dicha ciudad con la ayuda de algunos de sus antiguos moradores.

Esos fondos de Gibraltar, guards­dos en varias areas, fueron deposi tados en el Obispado de Cadiz, con la esperanza de que pudieran regresar a la ciudad cuando es­ta se reintegrase a la Corona espanola.

Perdidas, en gran parte, las espe­ranzas de una pronta recuperaci6n y dadas las crecientes necesidades de las nuevas Iglesias del Campo de Gibraltar, poco antes de 1715, se autoriza la distribuci6n de bue­na parte de esos fondos para que atendiesen sus necesidades mas urgentes.

En ese reparto correspondi6 a la Iglesia de San Isidro ciertos vestuarios, a1hajas y objetos 1iturgicos, que, en parte, son citados por el padre Caldelas en su obra sobre la Parroquia de Gibraltar en San Roque y, de forma mas pormenorizada, en los prime­roe Inventarios que se fueron realizando en dicha Iglesia de Los Barrios.

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9. LOS PRIMEROS SACERDOTES DE LA ERMITA

En otro lugar, se hizo menci6n de los capellanes que fueron designados por don Juan Phelipe Garc:!a de Arifto para hacerse cargo de la Capellan:!a del Chantre.

Como se recordara, el primero era el licenciado y presb:!tero don Antonio Ro­dr:!guez, y luego, sucesivamente, el tambien licenciado y presb:! tero don Mart:!n Lozano, el licenciado don Juan de Barbosa y el li­cenciado don Bernardo Forniel, todos ellos estaban al servicio de don Juan Phelipe Gar­c:!a de Arifto y Escoto y convi v:!an con el, preferentemente en Cadiz. Tras la muerte de los mismos y segun las ultimas disposiciones que se hicieron al respecto, ser:!a el magis­tral de la Catedral del Cadiz, quien desig­nar:!a a los oportunos sucesores.

No se tiene constancia de aquellos de los candidates propuestos que llegaron a suceder en la Capellan:!a a don Antonio Ro­dr:!guez, del que se desconoce la fecha de defunci6n. En la documentaci6n consultada en

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el Archivo Parroquial de la Iglesia de San Isidro en Los Barrios no consta que don Mar­tin Lozano llegara a desempefiar dicha Cape­llania antes de su muerte, ocurrida en el afio 1762. Hasta el momento, s6lo se ha podi­do constatar que el licenciado don Pedro Be­n:!tez Calvo, vecino de Los Barrios, era el capellan en 1776.

Una breve consul ta en el Archi vo Diocesano Provincial de Cadiz, tal vez, ha­br:!a bastado para anotar las sucesivas cola­ciones que se fueron haciendo de la mencio­nada Capellan:!a del Chantre, desde su funda­ci6n hasta su desvinculaci6n. Sin embargo, a pesar de esa laguna, no por ello la presente exposici6n adolece de una mutilaci6n estric­tamente necesaria.

Ahora, tras esa breve resefia sobre los capellanes de la Capellan:!a del Chantre, y para concluir el presente trabajo sobre la ermita de San Isidro, puede resultar con cierto valor hist6rico para el tema, el co­mentario que a continuaci6n se hace sobre los primeros sacerdotes que desarrollaron su acti vi dad religiosa en dicha ermi ta de San Isidro.

Igual que ocurriera con el tema de la ermi ta, la ausencia de publicaciones o investigaciones hist6ricas sobre los prime­res sacerdotes de la Iglesia de San Isidro en Los Barrios, ha hecho que el olvido borre la memoria de aquellos sacerdotes, que, a pesar de ser modestos personajes en relaci6n con los supuestos prohombres incluidos en la presente exposici6n, no por ello dejaron de

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desempenar un importante papel en la evolu­ci6n de los acontecimientos que afectaron a la referida ermita de San Isidro y que, por tanto, con su actuaci6n personal, condicio­naron la historia del pueblo de Los Barrios en sus or{genes.

Rasta hace poco tiempo, el unico sacerdote que se recordaba y mencionaba, entre aquellos que inicialmente desempenaron su funci6n en la antigua ermita de San Isi­dro, era don Pedro de Rossas Placencia, cura propio de la Iglesia cuando la vi si t6, en 1717, el obispo don Lorenzo Armengual de la Mota.

Lo mismo que ocurriera tambien con don Juan Phelipe Garc{a de Arino y Escoto, la persona de don Pedro de Rossas Placencia, ensombrec{a la de los demas sacerdotes que le hab{an precedido en el cargo.

Aqu{, tambien es probable que la autoridad hist6rica de Ignacio L6pez de Aya­la sobre el Campo de Gibraltar, indujera, si no a error, al menos a la pereza intelectual para no acudir a las fuentes documentales.

La siguiente cita de dicho autor, es la que hasta el momento ha venido impi­diendo, en parte, un acercamiento mas obje­tivo a la realidad hist6rica de la ermita de San Isidro y los or{genes del pueblo de Los Barrios:

"El ano de 16 tuvieron principio las poblaciones de los Barrios i Algeciras, contenidas ambas en los terminos de Gibral-

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tar. La primera dista al sudoeste de san Ro­que como dos leguas, i una larga al norueste de Algeciras. El principal motivo de haberse reunido en esta parte fue la religi6n. Hab{a donde hoi los Barrios una casa de campo per­teneciente a D. Juan de Arino, chant re que era de la iglesia de Cadiz, en tierras pro­pias, conocidas por el nombre del cortijo del Tinoco. Criaba en ella mucho ganado principalmente bacuno, i por las primaveras solia venirse a disfrutar la quietud i abun­dancia de su hacienda. Celebraba el santo sacrificio en el oratorio que alli tenia con la advocacion de san Isidro Labrador; i como los vecinos de Gibraltar se hallaban espar­cidos por los campos inmediatos en cortijos, molinos, vinas i otras posesiones, concu­rrian los dias festivos a oir misa en el oratorio. Convidados de la oportunidad del si tio pidieron y obtuvieron licencia para hacer casas i chozas en la inmediacion, i as! crecio el numero de los vecinos en este lugar, i aun en el territorio de Algeciras. Como unos y otros necesitaban pasto espiri­tual, especialmente en las graves enfermeda­des, se recurrio al obispo de Cadiz Don Lo­renzo Armengual de la Mota, quien cre6 cura a Don Pedro de Rozas para que asistiese a las dos poblaciones. Estableci6 este taber­naculo para el sacramenta del altar, puso pila de bautismo dentro del mismo oratorio, i exerci6 todas las funciones de parroco, siendo aquel por entonces la iglesia parro­quial donde se administraban los sacramentos a los vecinos de los Barrios i Algeciras".

La cita anterior, era conveniente reflejarla para mostrar el punto de parti-

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da que exist!a antes del presente acerca­miento a la realidad hist6rica de la ermita de San Isidro, durante los comienzos del pueblo de Los Barrios a principios del siglo XVIII. Una confianza excesiva en la indiscu­tible certeza que se atribu!a a L6pez de Ayala, ha venido impidiendo la matizaci6n de sus afirmaciones, a traves de la investiga­ci6n en las fuentes documentales.

En efecto, hasta hace poco tiempo, en que el actual parroco de la Iglesia de San Isidro, don Damaso Pina Fernandez, rea­lizara, tras paciente busqueda, la relaci6n de los sacerdotes que ha tenido la menciona­da Iglesia, se ven!a considerando, en el pueblo de Los Barrios, a don Pedro de Rossas Placencia como el primer cura que bubo en la antigua ermita de San Isidro.

As! pues, como complemento de la informaci6n que hasta aqu! se ha ofrecido sobre la ermita de San Isidro, ahora, se da nueva informaci6n sobre este particular.

Cuando don Juan Phelipe Garc!a de Arifto y Escoto funda la Capellan!a del Chan­tre, segun consta en las escrituras fechadas en Cadiz el d!a 13 de enero de 1701, designa como primer capellan al licenciado don An­tonio Rodr!guez, que, aunque todav!a no era sacerdote o presb! tero, era qui en su t!o, don Bartolome de Escoto y Bohorques, hab!a designado para tal funci6n.

Segun se dispon!a en la mencionada fundaci6n de la Capellan!a del Chantre, mientras que terminaba sus estudios ecle-

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siasticos, don Antonio Rodriguez podria nom­brar a un sacerdote que se hiciese cargo de sus obligaciones religiosas con la menciona­da Capellania.

El numero de misas que correspon­dia a esa Capellania del Chantre, segun ya se ha comentado, era de 57 misas rezadas que deber!an decirse en otros tantos d!as de fiestas comprendidos entre los distintos meses del afto, a excepci6n de julio, agosto, septiembre y mediados de octubre, en los que se dejar!an de decir por quedar poca pobla­ci6n en los alrededores del Cortijo de Tino­co, tal vez, porque la poblaci6n campesina que predominaba en la zona, se trasladar!a a realizar su actividad a otros lugares.

Por lo tanto, la presencia de los primeros sacerdotes en la ermita era debido a la sustituci6n que hac!an al primer cape­llan, haciendose cargo de decir las corres­pondientes misas y la administraci6n de con­fesi6n y comuni6n a los fieles que asist!an al oratorio de San Isidro.

Posteriormente, despues de la per­dida de Gibraltar, en 1704, al establecerse provisionalmente en la ermita la Iglesia, un sacerdote, con la autorizaci6n del Obispado de Cadiz, pas6 a desempeftar las funciones de cura de la misma, al margen de las obliga­ciones establecidas por la Capellan!a del Chantre.

En esa epoca, ademas, hab!an otros sacerdotes en la poblaci6n, que hab!an es­tado adscritos a las distintas Iglesias de

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Gibraltar y que, exiliados en su Campo, re­sidian en las nuevas poblaciones a la espera de su posible retorno.

En las mencionadas escrituras de 1701, por las que se fundaba la Capellania del Chantre, don Juan Phelipe Garcia de Ari­no y Escoto establecia que las misas senala­das por el alma de su tio y deudos difuntos, darian comienzo aquel mismo ano, a partir del primer domingo de la Pascua de Resurrec­ci6n, que, tras la consulta en un calendario perpetuo, parece corresponder al dia 2 7 de marzo de 1701.

Asi pues, cuando se firma el pri­mer inventario de la ermita, el dia 31 de mayo de 1702, ya hacia poco mas de un ano que se estaban diciendo las misas en el ora­torio de San Isidro.

Entre 1701 y 1704, se desconoce el nombre del sacerdote o sacerdotes que, en ausencia del capellan, tuvieron el encargo de rezar las correspondientes misas en el oratorio de San Isidro. Es muy posible que fuesen frailes mercedarios del Convento de la Almoraima.

A partir de la ultima fecha, que coincide con la perdida de Gibraltar, ya se conocen los nombres de dichos sacerdotes, bien a traves de la relaci6n elaborada por su actual parroco, Damaso Pina Fernandez, en la que cronol6gicamente se enumeran los dis­tintos sacerdotes que han servido en esa Pa­rroquia de San Isidro, desde 1705 hasta su llegada en 1983, o bien, a traves de la con-

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sulta directa en las fuentes documentales que ban servido para la elaboraci6n de esa relaci6n, o sea, los libros de bautismo, matrimonio o defunci6n que se conservan en el Archivo Parroquial, en los que se pueden encontrar mayor riqueza informativa que en la mencionada relaci6n nominal.

Inmediatamente despues que la ciu­dad de Gibraltar fue conquistada por las tropas anglo-holandesas al servicio del ar­chiduque Carlos de Austria, muchos de sus antiguos habitantes se pasaron a vivir a las proximidades del Cortijo de Tinoco.

Los sacerdotes que estaban a cargo de la sustituci6n del primer capellan, pro­visionalmente intentaron atender las nece­sidades religiosa que les demandaban aque­llos nuevos habi tantes que hab{an llegado huyendo de Gibraltar.

Junto a las misas, confesiones y comuniones que se estipulaban en la Capella­n{a del Chant re, esos sacerdotes, as{ como otros tantos que se encontraban entre los exiliados de Gibraltar, pronto, con el con­sentimiento verbal del Obispo de Cadiz, co­menzaron a atender cuantas necesidades reli­giosas se iban planteando, por parte de la nueva poblaci6n, tales como bautizos, matri­monios y defunciones.

Para los bautizos y matrimonios la infraestructura del oratorio era suficiente. En cambio, para las defunciones era preciso un Cementerio, en el cual se pudieran ente­rrar los cadaveres. Y efecti vamente dicho

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Cementerio existi6 al lado de la propia er­mi ta. Hoy se ignora si la habili taci6n de ese Cementerio fue consecuencia de la nume­rosa poblaci6n que acudi6 a los alrededores de la ermita de San Isidro, tras la perdida de Gibraltar, en 1704, o si, por el contra­rio, era anterior a dicha fecha.

Las primeras partidas de defuncio­nes conservadas en el archivo parroquial de la Iglesia de San Isidro en Los Barrios, datan de 1704. Si con anterioridad a esa fe­cha se permiti6 algun tipo de enterramiento en el lugar de Los Barrios, s6lo podr{a comprobarse cotejando las partidas de defun­ciones de Gibraltar, en el periodo anterior a 1704. Las partidas de matrimonios y las de bautizos, en cambio, son de un ano despues de la perdida de Gibraltar.

Como al principio se pensaba que la recuperaci6n de Gibraltar ser!a inmedia­ta, dichas partidas de bautismos, matrimo­nios y defunciones, se fueron realizando en cuadernos sueltos, con la intenci6n de que, al recuperarse dicha ciudad, se pudiesen trasladar a los libros de las correspondien­tes Iglesias parroquiales.

En 1715, y no en 1717 como dec{a L6pez de Ayala, es nombrado como cura propio de la Iglesia Parroquial, que hasta entonces hab{a funcionado de forma provisional desde la ermita de San Isidro, don Pedro de Rossas Placencia, quien no pudo ser nombrado por el Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota por la sencilla raz6n de que este, aunque fue promovido a la vacante episcopal, el d{a 6

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de mayo de 1715, no tom6 posesi6n de la sede hasta el 22 de febrero de 1717.

Pasaron los anos pero Gibraltar no se recuperaba. Los cuadernos sueltos en los que se apuntaron las correspondientes parti­das de bautismos, matrimonios y defuncio­nes, lentamente, se deterioraban. Por eso, don Pedro de Rossas Placencia, solicit6 au­torizaci6n del Obispado de Cadiz para trans­cribir literalmente dichas partidas, con lo que se evitar!a el posible extrav!o o dete­rioro de las mismas.

El entonces Obispo de Cadiz, don Lorenzo Armengual de la Mota, emite un de­creto, en 1728, autorizando dicha petici6n y fijando los terminos en que se ten!a que realizar. Por su curiosidad e importancia, no s6lo en lo que atane a la conservaci6n de las primeras partidas de bautismo, matrimo­nio y defunci6n del periodo comprendido entre 1704 y 1715, sino tambien, por la de­nominaci6n poco usual que en el se le da a la poblaci6n de Los Barrios, se cita en su integridad dicho decreto:

"Don Lorenzo Armengual de la Mota por la gracia de Dios y de la Santa Sede Appost6lica Obispo de Cadiz del Consejo de Su Majestad su Capellan maior y Vicario Ge­neral de la Real Armada del Oceano,etc.

Atento a que el licenciado don Pedro de Rossas Plasencia Vicario y Cura de las Yglesias de la Poblacion de San Ysidro y de las Algeciras del Campo de Gibraltar de este nuestro Obispado, Nos a representado que en el Archivo de la Yglesia de San Ysi-

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dro se hallan en unos Quadernos sueltos puntadas, y escritas las Partidas de Bautis­mo, Cassamientos, y Entierros de los que en dicha Poblacion se executaron desde el mes de Noviembre del ano de mill settezientos y quatro hasta otro tal mes del ano de mill settezientos y quinze, y que estando de esta forma expuestos, es facil el que con el tiempo se extravien, y pierdan algunos, de que se podra seguir grave y perjuicio a las Familias que all{ se acogieron por la falta y perdida de Gibraltar, y deseando obviarlo, Nos a pedido le concedamos facultad para compulsar y trasladar todas las Partidas contenidas en los referidos Quadernos en un Libro de afolio entero encuadernado y con su Pergaminos previniendo por nuestro Decreto la forma en que se ban de Copiar para que en lo venidero hagan fee las Partidas que de el se sacaren He vis to por Nos, y que de no trasladar las Partidas de los dichos Quader­nos en Libro de a folio forrado con Pergami­mino es induvitable seguirse lo que previe­ne= Por tanto Ordenamos y mandamos al refe­rido don Pedro de Rossas Plasencia Vicario y Cura de dicha Poblacion, que luego y sin di­lacion alguna compre un Libro de Afolio el Competente para que en el se pongan todas las Partidas de Bautismos, Cassamientos y Entierros que en la Poblazi6n de San Ysidro y Algeciras se huvieren hecho, desde el mes de Noviembre de mill settezientos y quatro, hasta otro tal mes del ano de mill setecien­tos y quinze que se hallan escritas y punta­das en los Quadernillos sueltos que paran en el Archivo, con la separacion y methodo corres,pondiente, y se executara buscando que se escriva dichas Partidas literalmente como

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se hallaren con la firma del Cura o Sacerdo­te que en cada una huviere, y cotejada la copia con la original por el Vicario en cada una pondra su firma, diziendo esta legalmen­te copiada de que doy fee con cuia circuns­tancia en lo venidero en virtud de este nuestro Decreto que se pondra por caveza del referido Libro la hara para cuia Validacion Interponemos nuestra authoridad y este De­creto Judizial. Dado en esta Villa de Chi­clana a quatro dias del mes de Junio de mill settezientos y veinte y ocho afios.- Lorenzo Obispo de Cadiz.- Por mandato del Obispo Nuestro Senor Nicolas de Aragon, Provisor escrivano".

El vicario y cura de Los Barrios, don Pedro de Rossas Placencia, cumpli6 en todos sus detalles las 6rdenes recibidas del Obispo de Cadiz para preservar el contenido de aquellos cuadernos sueltos. En el Archivo Parroquial de Los Barrios afortunadamente se conserva el mismo libro en el que don Pedro de Rossas mand6 copiar cada una de las mencionadas partidas.

Tal vez, el hecho de que el propio don Pedro de Rossas, firmase, dando fe, al final de cada partida copiada literalmente, indujo a errar a cuantos, con poco deteni­miento, consultaron dicho libro, haciendoles pensar que, tal como dec{a L6pez de Ayala, ese era el sacerdote mas antiguo de Los Barrios.

El mencionado Libro, encuadernado en pergamino, consta de 114 folios numerados en su correspondiente recto, pero no en el

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vuel to. Lo encabeza un texto justificati vo en el que se senala a modo de t!tulo lo si­guiente:

"Libro en que estan compulsadas las partidas de Baptismos, Casamientos y en­tierros, que se ban hecho en esta Parroquia de Senor San Ysidro Labrador, des de el dia Diez del mes de Noviembre de mill setesien­tos y quatro, hasta el de veinte y quatro del dicho mes Noviembre del ano de mill setecientos y quince, en virtud del Decreto del Excelentisimo Senor don Lorenzo Armen­gual de la Mota mi Senor por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Appostolica Obispo de Cadiz del Consejo de Su Majestad su Cappellan maior y Vicario General de la Real Armada del mar Oceano, que esta en este dicho libro despues del ABCD= Siendo Vicario y Cura de esta dicha Parroquia don Pedro de Rozas Placencia, Comissario del Santo Oficio".

Detras de dicho texto continua el ABCD o {ndice de los bautizados, casados y enterrados, ordenados por la letra inicial de sus respecti vos nombres dentro de los distintos anos que se recogen en el Libro. Le sigue el Decreto del Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota, que ya ha sido citado en su integridad mas arriba y en el que al final del mismo se encuentra pegado el sello personal del mencionado Obispo estampado en seco sobre un recorte de papel cuadrado de cuyos cuatro lados salen otros tantos brazos de cruz, terminados cada uno en tres puntas que se asemejan a las tres puntas superiores de la flor de lis emblematica de la nueva

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dinast!a borb6nica espanola. A continuaci6n de dicho Decreto, estan compulsadas, prime­ro, las 248 partidas de bautismo habidas en el periodo senalado, despues las correspon­dientes 152 partidas de entierros y por ul­timo las 110 partidas de casamientos, con lo que finaliza el contenido de tan importante Libro del Archivo Parroquial.

Por dicho Libro se conoce el nom­bre del primer sacerdote, que, despues de la perdida de Gibraltar en 1704 y con la auto­rizaci6n verbal del obispo de Cadiz, don fray Alonso de Talavera, se hizo cargo del oratorio de San Isidro, cuando pas6 a fun­cionar de forma provisional como Iglesia para poder satisfacer todas las necesidades religiosas planteadas por los exiliados gibraltarenos que se hab!an establecido en los alrededores del Cortijo de Tinoco.

Ese primer sacerdote de la Iglesia de San Isidro Labrador, no de la ermita, en Los Barrios fue el licenciado don Bartolome de Fr!as,"Cura in voce, en dicha Yglesia, de orden del Ilustrisimo y Reverendisimo Senor don Fray Alonso de Talavera mi Senor Obispo de Cadiz".

Se desconoce, si con anterioridad a noviembre de 1704, fecha en la que por primera vez aparece su firma en una partida de entierro, estaba en el oratorio sustitu­yendo a su capellan el licenciado don Anto­nio Rodr!guez, o si por el contrario era uno de los sacerdotes de Gibraltar que pasaron a residir fuera de dicha ciudad cuando fue arrebatada a la soberan!a espano1a

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Un ano mas tarde, agosto de 1705, esta ausente por enfermedad, segun consta en una partida de bautismo que dice: "yo el Presentado fray Pablo de Espana Manrrique de Lara Religioso del Sagrado Orden de Nuestra Senora del Carmen Calzado, y Capellan Maior de un Reximiento de Cavalleria ligera de que es Coronel don Vicente Raxa, estando de Bloqueo en el sitio y Campo de Gibraltar en el termino de los Barrios en la Yglesia de San Ysidro por abcencia y enfermedad de don Bartholome de Frias, Cura de dicha Yglesia, y a peticion del licenciado don Juan Antonio Moreno que quedo con el cargo de dicha feligresia ••• "

Este sacerdote, don Juan Antonio Moreno, era, segun el mismo hace constar en otra partida de bautismo, presb:!tero de la ciudad de Gibraltar, y qued6 al frente de la Iglesia "por abcencia de don Bartholome de Frias Cura de dicha Yglesia, y por estar ma­lo en la ziudad de Tarifa, y averme encarga­do que asistiera en dicha Yglesia".

En enero de 1706, otro sacerdote se ha hecho cargo de la Iglesia parroquial que ven:!a funcionando en el antiguo oratorio de San Isidro. Era "don Juan Martin de To­rres y Gutierrez, Cappellan maior del nuevo muelle y Presidio de Gibraltar, y de dicha Yglesia de los Barrios, por orden del Ilustrisimo y Reverendisismo Senor don fray Alonso de Talavera mi Senor Obispo de este Obispado".

En agosto del mismo ano, tambien se ausenta por una corta enfermedad este ul-

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timo sacerdote, quedando a cargo de la Ygle­sia don Joseph Gallego Moriano. Una vez cu­rado, regresa y permanece en Los Barrios hasta el verano de 1709.

En junio de 1709, aparece por la poblacion fray Juan de San Nicolas, mercena­rio descalzo. o sea de la Orden de Nuestra Senora de la Merced, que en agosto pasar!a a sustituir al anterior cura, don Juan Mart!n de Torres y Gutierrez, qui en junto con don Juan Antonio Moreno, seguiran firmando algu­nas partidas de bautismos con licencia del mencionado fraile, no se sabe si porque se­gu{an residiendo en el pueblo o porque acu­dieron ante algun compromiso.

Sin embargo, desde 1709 hasta 1715 se observa un fuerte auge en el control re­ligioso de la poblaci6n de Los Barrios por parte de los frailes de la Merced. Todos ellos proceder!an probablemente del Convento de los Mercedarios reformados de la Almorai­ma, fundado en 1603, junto a la ermita de Nuestra Senora de los Reyes que era de 1526.

As{, en 1710, son tres los coadju­tores o tenientes de cura que estan subordi­nados a fray Domingo de San Nicolas: Fray Pedro de la Trinidad, Fray Jose de San Fran­cisco Javier y Fray Diego de San Antonio. Incluso despues apareceran otros que actua­ran con licencia del cura, tales como fray Jose del Castillo, fray Alejo de la Concep­cion, etc.

Se desconoce si los motivos de tal circunstancia se deb{an a indicaciones del

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obispo de entonces en Cadiz, que tambien era fraile de la Orden de San Jer6nimo, o si, por el contrario, fue motivada por las pre­siones e influencias del mencionado Convento que estuviese estudiando la posibilidad de establecer alguna vinculaci6n con la nueva poblaci6n que alli se estaba formando.

En 1712 otro religiose de dicha orden, fray Bernardo de Santa Maria, vendria a sustituir a fray Domingo de San Nicolas al frente de la Iglesia de San Isidro, quien permaneceria en ella hasta que, en agosto de 1715, llega a Los Barrios un nuevo sacerdo­te, don Pedro de Rosas Placencia

Varias consecuencias tendria la presencia de los frailes de la Merced entre la pob1aci6n que estaba surgiendo en torno a la antigua ermita de San Isidro, convertida en Iglesia parroquial para las poblaciones de Los Barrios y Algeciras.

En efecto, se observa, a partir de entonces, junto a una mayor atenci6n reli­giosa de la poblaci6n, como en muchas parti­das de defunciones comienzan a resefiarse testamentos por los que se mandaban rezar determinadas misas por el alma del difunto, a rezar en la ermita de San Isidro o en al­gun Convento de la zona, siendo ellos mismos los que generalmente se beneficiaban de las respectivas limosnas al encomendarles las correspondientes misas.

En relaci6n con las actividades religiosas de los frailes del Convento del Santo Cristo de la Almoraima existe en el

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Libro de Vistas un mandato alusivo a ellos, dictado por el Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota, en su visita del dia 24 de no­viembre de 1717, que dice lo siguiente:

"Por quanto Nos ha constado del abuso, que por algunos Religiosos, y espe­cialmente por los de la Almoraima se ha tenido en decir Missa en Altares portatiles, assi en Casas particulares, como en las Plaias, con el motivo de que no queden sin Missa los Pescadores; y siendo muy digno de remedio tal abuso, assi por lo dispuesto por los Sagrados Canones como por motus proprios de los Summos Pontifices, y que solo pueden haverlo executado con el pretexto de la par­ticipacion de Privilegios, y que el Concedi­do a la Sagrada Religion de la Compania de Jhesus y a otras Religiones con moti vo de las Missiones a mas del fin, que en ellos ban expresado los Summos Pontifices, tengan uso, no contradiciendolo el Obispo: Por tan­to, y a fin de obviar el abuso introducido, contradiciendo, como contradecimos en est a nuestra Diocesi el uso de dicho Privilegios, mandamos al Cura de esta Yglesia no permita, ni de lugar a que por ningun Religioso se celebre el Sacrificio de la Missa fuera de la Yglesia sino fuere en oratorio, que tenga Breve de Su Santidad y aprobado por Nos, y en caso necesario in time, y haga saber al que lo contrario intentare la contradiccion, que tenemos hecha al uso de su privilegio, y en caso necesario le damos Comision para que a los subditos nuestros, que intentaren oir la missa en otra forma les intime la pena de Excomunion Maior las que sententis ipso facto incurrenda trina Canonica monitione

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premisa, en que por este Decreto les conde­namos y so la misma pena mandamos al Cura nos de luego noticia de si algun Religioso Contraviniere."

Se desconoce los efectos de la or­den precedente del Obispo Armengual sobre las actividades religiosas de los frailes mercedarios del Convento de la Almoraima, pero las actuaciones del Cura don Pedro de Rossas, y, sobre todo, la presencia de frai­les carmelitas descalzos, que muy pronto em­pieza a advertirse, les restar{a importancia a la actividad religiosa de dichos frailes mercedarios, o "mercenarios", que era con el nombre con el que, inocentemente, tambien se les denominaba entonces.

No se sabe, si la retirada de la custodia que ten!a prestada el Convento de la Almoraima a la ermita de San Isidro, guarda alguna relaci6n con el tema. De cual­quier modo, se trae a colaci6n la cita que al respecto recoge el padre Caldelas con referencia a una petici6n que hace don Juan Phelipe Garc{a de Arifto sobre el reparto de alhajas del fondo de Gibraltar:

"Las grandes instancias que hace don Pedro de Rossas Cura del Oratorio del Senor San Ysidro en mi cortijo campo de Gibraltar, para que se le remita un sol donde colocar a su Magestad los dias que fueren necesarios, por haver se llevado el que alli se avia prestado, al Convento de la Almorayma donde era; y a si mismo necesi tar de una campanilla de plata, para las vezes que sale su Magestad a los enfermos, en cuya

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atencion se servira el Governador dar lizen­cia para que de la plata, que de las Igle­sias de Gibraltar se trajo, que esta en pod er del Senor Doctoral, se puedan sa car veinte y ocho onzas, que seran menester para las dos alajas referidas y su hechura. Cadiz y Abril 2 de 1716 afios."

Por otra parte, desde que los frailes carmelitas descalzos ponen, en 1715, la primera piedra de su Desierto o Convento de San Jose del Cuervo, hasta su exclaustra­ci6n y expropiaci6n de bienes, durante la desamortizaci6n de 1835, iniciaron una fe­cunda presencia en el pueblo, en donde con­taron con casas propias en las que de conti­nuo habitaban algunos de ellos.

Dicha comunidad carmelita, encon­tr6 en San Jose del Cuervo, en el limite de Medina Sidonia con el Campo de Gibraltar, el terreno id6neo para construir su Desierto, que era como se denominaban los Conventos situados en despoblados y cuyos frailes se dedicaban preferentemente a la vida eremita o contemplativa.

Donde mejor se plasmaria su cola­boraci6n, seria, sin dudas, en la direcci6n de la obra de la nueva Iglesia, que guardaba cierta similitud con la del Convento y que, a mediados del siglo XVIII, se vio impulsada al encomendarse su direcci6n a uno de sus miembros, fray Joseph, religioso lego en dicho Desierto del Cuervo.

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10. EL ULTIMO PARROCO DE LA ERMITA

Ya se ban hecho algunas alusiones, sobre don Pedro de Rossas Placencia, quien desde 1715 desempefiaba las funciones de cura propio en la Parroquia de San Isidro. Ahora ser{a el momento de esbozar un breve comen­tario sobre su personalidad.

Poco se sabe en la actualidad del que, hasta hace poco tiempo, se ven{a consi­derando como primer parroco de la ermita de San Isidro.

Era natural de Gibraltar, igual que otros muchos eclesiasticos que se dis­persaron por el Campo de Gibraltar, despues de 1704.

En los encabezamientos de sus cer­tificaciones, ademas de hacer cons tar que era " Vicario y Cur a de est a Parroquia", afiad{a tambien su cargo de "Comisario del Santo Oficio", lo que pone en evidencia su vinculaci6n con la Inquisici6n, dentro de la antigua jurisdicci6n de Gibraltar.

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Su presencia en el naciente pueblo de Los Barrios debi6 ser muy influyente. Con el llegaron a la Iglesia de San Isidro los nuevos modos administrativos y las nuevas formas de practicar las actividades religio­sas que pretend!a el Obispo don Lorenzo Ar­mengual de la Mota y que respaldaba don Juan Phelipe Garc!a de Arino. Con gran acierto, supo materializar y profundizar esos deseos en el pueblo de Los Barrios.

Muchas devociones tradicionales en Gibraltar renacen entonces en la nueva po­blaci6n: las procesiones del Corpus, Domingo de Ramos, Via-Crucis, Rosario y Purificaci6n de Nuestra Senora, eran, junto a las Cofra­d{as del Sant!simo, Animas o del Rosario, los exponentes de las primeras manifestacio­nes de la religiosidad del pueblo de Los Barrios, tal como el aut or de este trabajo tuvo ocasi6n de tratar en un art!culo sobre la Cofrad!a del Cristo de Medinaceli en dicho pueblo.

Sin dudas, don Pedro de Rossas Placencia desempef16 una importante acci6n dinamizadora, no s6lo sobre la practica re­ligiosa de su feligres!a, sino tambien sobre la toma de conciencia vecinal entre los exiliados de Gibraltar, empenados en fundar una nueva poblaci6n en Los Barrios, que les compensara de la perdida de la tan anorada Gibraltar.

Se le ve, desde un principio, no s6lo como impulsor de nuevas devociones re­ligiosas entre los fieles, sino tambien en­tretejiendo los finos hilos que mov!an inte-

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reses dispares, dentro de la pequena co­munidad local. As! mismo, es dif!cil pensar que el desempeno de determinados cargos re­ligiosos en Algeciras y Los Barrios, a favor de su hermano y sobrinos, no hubiesen conta­do con su apoyo e influencias.

Las nuevas directrices parroquia­les, que se impusieron a su llegada, con toda probabilidad, despertar!an las reserves de los frailes de la Almoraima, entre los cuales, quiza, se encontraban los que hab!an sustituido al capellan don Antonio Rodr!guez en sus obligaciones con la ermita y, por lo tanto, podr!an ser informadores de confianza sobre cuanto pudiese perjudicar a los inte­reses de la Capellan!a del Chantre.

Por lo tanto, no ser!a dif!cil pensar que la opinion de don Pedro de Rossas tuvo algo que ver con las censures que el Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota hizo sobre la actuaci6n de determinados frailes mercenarios en el pueblo de Los Barrios. Aunque, por su testamento, se comprueba que este no debi6 tener animadversi6n hac!a el propio Convento de la Almoraima, ya que pide la presencia de los frailes del mismo en su entierro.

Al parecer, don Pedro de Rossas Placencia mantuvo buenas relaciones con el Chantre don Juan Phelipe Garc!a de Arino y Escoto, y con su hombre de confianza en Los Barrios, el licenciado y presb!tero don Juan Martin Munoz Lozano, que mas tarde, desde su cargo de administrador del Caudal del Sant!­simo, instituido por aquel Chantre, dar!a un

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gran impulso al desarrollo de las activida­des religiosas en el pueblo, aportando, so­bre todo, una importante fuente de ingresos econ6micos para la terminaci6n de las obras de la nueva Iglesia. Tambien parece que don Pedro de Rossas debi6 mantener mejores rela­ciones con el Obispo don Lorenzo Armengual que con su sucesor don Tomas del Valle.

En cambio, se le advierte cierta tirantez con el primer capellan de la ermi­ta, el licenciado don Antonio Rodr!guez, sobre todo, despues de su enfrentamiento en el asunto de la ampliaci6n de la ermita, que al ser prohibida su reforma y ampliaci6n por el Obispo don Lorenzo Armengual de la Mota, en 1724, hace que don Pedro de Rossas Pla­cencia se convierta en el gran impulsor de una nueva Iglesia, independiente de la Cape­llan!a del Chantre, y que, por su grandeza fuese orgullo de la poblaci6n y superaci6n palpable de la antigua ermita de San Isidro, que con su pequenez, ya no satisfac!a a la poblaci6n de Los Barrios.

Existen ciertos indicios que hacen pensar que esa tirantez con el primer cape­llan de la ermita pudo ser anterior al a sun to de la ampliaci6n de la Iglesia, e, incluso, que, dicha postura, de algun modo, fuese compartida por don Juan Martin Munoz Lozano.

Pero don Pedro de Rossas Placencia muere en Algeciras el d!a 15 de mayo del ano 1759, fecha que, curiosamente, coincid!a con la festividad de San Isidro, y casi a punto de conseguir ver cumplido su gran deseo: la

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inauguraci6n solemne de la nueva Iglesia, que estaba a punto de realizarse.

La nueva Iglesia de Los Barrios ser:!a, en efecto, la gran ilusi6n de don Pedro de Rossas Placencia, tal como consta en la copia de su testamento, conservada en el Archi vo de la Parroquia de San Isidro y que seguidamente se transcribe:

"En la Poblacion de la Ciudad de Algeciras, en el d:!a quinze del mes de Mayo de mil setecientos sinquenta y nueve ai'los murio don Pedro de Rossas Placencia natural de la Ciudad de Gibraltar Vicario y Cura de esta Poblacion de Los Barrios, y Comisario del Santo 6ficio; resivio los Santos Sacra­mentos; y por un testimonio de Christoval Fravega y Quevedo escrivano Real, constan, y paresen las clauzulas siguientes; dize: que en el dicho dia mes y ai'lo ante el presente escri vano y competente numero de testigos, el expresado don Pedro de Rossas Placencia hijo lexi timo de don Pedro de Rossas y de doi'la Ysabel Gonzales Vazquez; otorgo como residente en dichas Algeciras, Declaracion testamentaria, por la que exibio ante el dicho escrivano dos instrumentos, de su ultima y determinada voluntad, la una 6torgada, ante Francisco Romero Notario de esta Poblacion de Los Barrios en el dia diez, y nueve de Diziembre del ai'lo pasado de setecientos sinquenta y sinco, y otro firma­do, solo por el otorgante, su fecha en ocho de enero, de sincuenta y seis, en los que dispone, que luego que haia fallesido, su Cuerpo se sepul te en la Yglesia Parrochial del Senor San Ysidro, en la sepul tura mas

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proxsima al Atar mayor, de lo que se pague la limosna acostumbrada, y si quando llegar a este tiempo estuviera Consagrada, la Ygle­sia nueva se sepultara en la misma conformi­dad y que se le haga 6ficio de honrras ente­ras, y que asistan todos los Senores Sacer­dotes, que se hall are en est a Poblacion, y la Santa Comunidad del Decierto de la Almo­rayma, y a voluntad de sus Albaceas, con limosna cada una de tres reales de vellon, y assimismo se digan mas veite y sinco con di­cha limosna, por las Almas de dichos Santos Sacerdotes, y que el dia que tengan por conveniente sus Albaceas, se hagan honrras de Anniversario, y que en la vispera de Nuestra Senora de la Concepcion, se repartan a los pobres de esta Poblacion, sesenta rea­lea de vellon y que para ello senalen sus Albaceas la finca que tengan por convenien­te, de suerte que sea perpetua esta memoria, y su distribucion se haga por don Pablo de Rossas, 6 don Joseph de Rossas, por falta de ellos los que dejaren nombrados; y declara que es Patrono del Patronato, que en la Ciu­dad de Gibraltar fundo Antonio Mercado, y por su fallecimiento lo subcede don Pablo Joseph de Rossas su hermano ya dicho; y que es Pa trono y Capellan de la Capellania que en la Villa de Casares fundo sobre unas vinas que estan en el partido del Rosalejo con cargo de veite missas resadas, y encarga que por su fallesimiento, se pidan vaja de dichas missas, y solo se digan dose pues ass{ es su voluntad; y assi mismo es Cape­llan de la Capellania que en la Ciudad de Gibraltar fund6 Bartholome Vazquez Aranda sobre un pozo de las guertas que fueron de Gibraltar el que se halla proxsimo a uno de

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los Molinos de Viento de dicha Ciudad, de la que fue Patrona Maria de los Santos, y della, ni ha persivido su renta ni ha dicho las missas de su 6bligacion, por la perdida de dicha Ciudad; y que es Patrono de la Capellania que en Algesiras con su hermano don Pablo de Rossas fund6 de que es Capellan don Joseph de Rossas; y que para que tenga alguna renta mas; es su Voluntad que en las Casas que fueron de Blaz Garcia se gasten de mi caudal docientos pesos por el dicho mi hermano, y se hagan algunas viviendas, como paresca conveniente, asistiendo en su fabri­ca el referido mi sobrino, y tambien Declaro soy Patrono de la Capellania que en dicha Ciudad de Gibraltar, fund6 Antonio Munos, como consta del testamento que 6torgo Diego Miguel Parra su sobrino sobre una guerta que llaman de Palomino en el arroyo de los Moli­nos del termino de dicha Ciudad y por mi falta nombro por Patrono de ella, a don Mar­t!n Lozano, sobre lo que no ha hecho dili­gencia alguna, por estar adjudicada, a don Juan Casino vezino de Medina Sidonia; tambien soy Patrono de la Capellania que funde en esta Poblaci6n, de que es Capellan don Melchor de Amor y Barbosa Presvi tero y que es su voluntad que la parte de herencia que pertenecia a su hermana dona Francisca de Rossas, despues de cumplido su testamento sirvase para acavar la Capilla que se ha fabricado en esta Poblacion, deja a las mandas forsosas ocho reales de vellon y asi mismo declara, que con un Buey que dona Luisa Antonia dejo: para ayuda de la fiesta de la Virgen de la Concepci6n, se agregue otro de su Caudal, para el mismo fin, y asi mismo declara tiene en su poder una Imagen

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de filigrana, engastada en oro que es propia de la Cofradia de las Animas, que dio Pedro Martin Guerrero, por ciento, y veinte reales de vellon que tom6 del Caudal de dicha Cofradia: nombro por sus Albaceas testamen­tarios a don Pablo Joseph de Rossas su her­mano, don Martin Lozano , y don Joseph de Rossas su sobrino, assi parese de la hijue­la' a la que me refiero' y por verdad lo firme.- don Melchor de Amor."

Para concluir el comentario sobre don Pedro de Rossas Placencia, se afiade a continuaci6n el contenido, tambien integro, de la Capellania que el mismo fund6 para su propia memoria, en 1746, en la poblaci6n de Los Barrios, y que contiene algunas otras informaciones, que complementan las que has­ta ahora se han indicado sobre su vida y personalidad.

"En la Poblacion de los Barrios en nueve dias del mes de Septiembre de mill setecientos quarenta y seis afios se toma la razon de la Capellania que en dicha Pobla­cion fundo la buena memoria de don Pedro de Rossas Placencia Vicario y Cura de las Yglesias de esta dicha Poblacion termino de la Ciudad de Gibraltar natural de dicha Ciudad y Comisario del Santo oficio de ella y su Jurisdicion, y vecino de la expresada Poblacion, hixo lexitimo de don Pedro de Rossas Placencia (defunto) y dofia Ysabel Gonzales Basques, a los treinta de Julio de dicho afio, dotandolas sobre tres Casas que el susodicho tiene en esta Poblacion de Los Barrios la una en el camino que sale para Cadiz con su horno y poso que huvo y compro

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a Gaspar Romero, otra en el Barrio de la Yglesia que huvo y compro ha Sebestian Mar­tines; otra en la Calle de Santa Ana, que segun apresios tienen de Valor tres mill siento y sinquenta Reales y de Renta, seis­cientos y sesenta Reales, Con obligacion de dies y seis missas resadas, que se an de decir en esta Parrochia 6 en la de dicha Ciudad de Gibraltar restituida esta a la Corona de Espana, las que se an de aplicar en los dias, de la Sircunsicion del Senor, fiesta de los Santos Reyes, d!a de la Puri­ficacion de Nuestra Senora, dia de la Anun­ciacion, dia del Senor San Ysidro Labrador, dia de la Ascension del Senor, el dia del Corazon de Jesus, el dia de San Pedro y San Pablo, el dia de la Asumpcion de Nuestra Senora, el dia de San Bernardo, el dia del Dulce nombre de Maria, el dia de Todos los Santos, dia de la Consepcion de Maria Santi­sima, y el dia de la Na t i vi dad del Senor. nombrando a don Melchor Joseph de Amor, Mu­nos y Barbosa, su sobrino natural y vecino de esta Poblacion hijo lexitimo de don Joseph Matheo de Amor y Munos y de dona Ana Barbosa y Velasco naturales de la referida Ciudad de Gibraltar, y por su falta sobrevi­viendo el fundador reserva el derecho de nombrar y faltando recayga en don Pablo Joseph de Rossas su hermano, y a falta don Joseph de Rossas su sobrino, y despues en don Joseph de Rossas su sobrino, y despues en don Juan Alonso Santander, su sobrino con otros nombramientos que mas largamente cons­tan de fundacion y que segun parese por el testimonio presentado por el dicho don Melchor de Amor Munos y Barbosa primero Capellan se le hizo Adjudicacion por el

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Senor Provisor y Vicario General de este Obispado, en la Ciudad de Cadiz en treinta dias del mes de Agosto de mill setecientos quarenta y seis."

Tal vez, la actividad religiosa de don Pedro de Rossas Placencia, durante los origenes del pueblo de Los Barrios, merece­ria una mayor atenci6n que la que aqui se le ha prestado.

En efecto, al parecer, seria una figura clave tanto en la recuperaci6n de mu­chas costumbres y devociones piadosas de Gi­braltar en Los Barrios, como en la evoluci6n y desarrollo del propio pueblo, pero, los motives de su inclusion en esta exposici6n hist6rica estan supedi tados a su esbozada vinculaci6n con la ermita de San Isidro, de la que, lejos de ser el primer parroco, como pretendiera Ignacio L6pez de Ayala, en rea­lidad, podria considerarse casi como el ul­timo parroco que ejerce su funci6n desde la ermita, porque, tras su muerte, la Iglesia de San Isidro se segrega de la ermita, mien­tras esta inicia su paulatino declive hist6-rico.

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EPILOGO:

A veces, nadie mejor que el autor de una investigaci6n, conoce las carencias y limitaciones de la misma.

El presente trabajo se ha realiza­lizado, casi en exclusive, sobre los datos y capias de documentos que poseia el autor en su pequefio archive particular desde mucho antes de tener la intenci6n tratar el tema de la antigua ermita de San Isidro; por eso, quedan todavia lagunas que se podrian haber cubierto consultando con mas detenimiento el Archive Hist6rico Diocesano y el Archive Hist6rico Provincial de Cadiz.

La cicunstancias personales y la­borales de autor, solo han permitido, mien­tras se desarrollaba la redacci6n, cotejar y rectificar, durante sus cortas estancias en el pueblo de Los Barrios, algunos datos per­tenecientes al Archive Parroquial.

A pesar de todo, se abriga la con­fianza de que quienes hayan concluido su

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lectura, sin necesidad de reclamar la debida benevolencia y carifio como hijo del pueblo de Los Barrios, no queden defraudados en sus espectativas.

Asi pues, para el auter del pre­sente trabajo, nada habria mas gratificante, que haber podido contribuir en la recupera­cion documental de una parte del pasado his­torico de Los Barrios, garantizando su re­cuerdo para satisfaccion de las futuras ge­neraciones de dicho pueblo.

Por todo ello, desde aqui, como ultimo des eo' se realiza un llamamiento a quienes corresponda, para que, en el lugar que estuvo la ermi ta de San Isidro, algun dia, al menos, se pueda colocar una lapida de marmol que de testimonio de que, en torno a dicho lugar religiose, surgi6 Los Barrios como pueblo.

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BIBLIOGRAFIA:

A. FUENTES DOCUMENTALES:

A.l: ARCHIVO HISTORICO DIOCESABO DE CADIZ:

Secci6n: GIBRALTAR.

Serie 2•: Ordenes Sagradas:

415-108. 1643 diciembre 5 Gibraltar: Barto­lome de Boorques y Escoto h. de Diego Escoto y Catalina de Boorques, v. de Gibraltar, para corona y grados.

Serie 9•: Capellanias:

2674-123. 1724 mayo 16 Chiclana: Don Antonio Rodriguez, presb:!tero capellan de la cape­llan{a y agregaciones dotadas por los Sres. Dr. Don Bartolome de Escoto y Bohorquez y Don Juan Phelipe Garc{a de Ariflo y Escoto, contra el Vicario y moradores de los Barrios

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del Campo de Gibraltar sobre que la Iglesia Nueva Parroquial que intentan fabricar la executen separada del sa16n y casa pertene­ciente a esa Capellan{a.

2739-188. 1702 marzo 20 Gibraltar: Capella­n{a nueva fundada por el seftor don Juan Felipe Garc:f.a de Arifto y Escoto, cbantre dignidad de la Santa Iglesia Cathedral de esta ciudad, como albacea del seftor don Bartolome de Escoto y Boborquez, cbantre can6nigo que fue de esta Santa Iglesia.

2740-189. 1720 febrero 22 Cadiz: Capellan{a fundada por el Sr. Dn. Juan Pbelipe Garc:f.a de Arifto, chant re dignidad que fue de la Sta. Iglesia desta ciudad. Capellan primero Dn. Pedro Mendez Calvo colegial de Sn. Bartolome de ella.

A.2: ARCHIVO PARROQUIAL DE LOS BARRIOS:

Libro n2 12 de Inventarios.

Libro n2 12 de Visitas de Ios Obispos.

Libro n2 12 de Protocolos de Capellan{as.

Libro n2 12 de Partidas de bautismo, defun-ci6n y aatrimonio.

Libro nt 41 de Partidas de entierros.

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B. BIBLIOGRAFIA GENERAL:

ALVAREZ VAZQUEZ, Manuel: •Anotaciones sobre un articulo de Ramon Cbamizo referente a la Cofradfa del Cristo de Medinaceli en Los Barrios•, art. mecanografiado, Los Barrios, 1989.

ALVAREZ VAZQUEZ, Manuel: Biograf{a de Los Barrios, Manuscrito inedito, Los Barrios, 1964.

ALVAREZ VAZQUEZ, Manuel: Informe sobre los antecedentes bistoricos de la Heraandad de San Isidro Labrador y de la Cofradfa de Nuestra Seilora del Rosario en Los Barrios (Cadiz), Ed. mecanografica, Los Barrios, 1988.

ANGUITA GONZALEZ, Julio: La desamortizaci6n eclesiastica en la ciudad de Cordoba (1836-1845), Ed. Albolafia, C6rdoba, 1984.

ANONIMO: Nota acerca de la bistoria de la villa de Los Barrios, Ed. mecanografica, s.l., 1948.

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