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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
"E. Laclau y las declaraciones de independencia
americanas: la fundación de la comunidad
como requisito del populismo y de la política"
Trabajo de Fin de Máster Estudios Contemporáneos de América Latina
Jacobo Calvo Rodríguez
Tutor: Javier Franzé Mundanó
Madrid, 2015
3
E. Laclau y las declaraciones de independencia americanas: la fundación
de la comunidad como requisito del populismo y de la política
I. Introducción y agradecimientos
El aquí presente trabajo es una reflexión de teoría política sobre la perenne
problemática que existe en las Ciencias Sociales para definir de manera certera el
populismo. Para ello, exploraremos las capacidades de la teoría de Ernesto Laclau a
través de una interpretación de su obra La Razón Populista.
Intentaremos poner un ejemplo de cómo la teoría de Laclau no sería
sencillamente una reflexión que extrae ciertas características de determinados
movimientos aislados para definir el populismo, sino que se convierte en una visión
sobre la política a lo largo de la historia. Por eso tomamos el ejemplo de las
declaraciones de independencia americanas.
Además de la parte donde establecemos el marco teórico, la justificación, la
hipótesis y la metodología; el siguiente apartado sería un esfuerzo metodológico por
estudiar las declaraciones y los enunciados allí contenidos de la manera más rigurosa
posible dentro de un contexto político y de pensamiento. El penúltimo capítulo se
dedicará al análisis de discurso de las actas seleccionadas –EEUU, Venezuela y México-,
explicitando la ideología que dirigen las independencias y un contexto que permita
comprender el documento. Por último, concluiremos respondiendo a las preguntas
que nos hacemos al principio del trabajo, viendo si la teoría de Laclau puede explicar
dichos acontecimientos discursivos.
Para terminar, querría agradecer a mis amigos Manuel, Jorge y Fran las
acaloradas discusiones que hemos tenido vía whatsapp o en persona sobre discurso
político. Han valido para poner determinadas ideas en orden ante la necesidad de
elaborar un pensamiento comprensible para los demás. Pero también quiero
agradecérselo al resto del grupo de amigos, los cuales me han aguantado
estoicamente seis meses hablando sobre MI TFM.
4
Cómo no, agradecerles a mis padres todo lo que se han esforzado para hacer
que yo pudiese estudiar siempre lo que quería; por haberme enseñado las ganas de
aprender con su aliento. Sobre todo a mi madre, siempre orgullosa de conseguir que a
sus hijos les gustase leer a pesar de que la vida sólo le dejó leer en casa. También a mi
hermano sociólogo Álvaro, aunque diga que siempre hilo frases y no digo nada.
Agradecimientos profundos a Javier Franzé por la misma tutoría de este
trabajo, la cual no tenía por qué haber aceptado. De la misma manera, agradecerle su
paciencia, detenimiento y atención, así como aquel "¡pues la región se lo pierde!"
cuando se presentaron algunos inconvenientes para tratar esta temática en un TFM. A
esas razones le sumo las de haberme facilitado siempre el material académico que
tenía en su mano.
Para terminar, gracias a Rosa por responder trece o catorce veces las mismas
preguntas con buena cara, por intentar mover fechas para nuestra conveniencia...y, en
fin, por hacer que el Máster funcione con un trato cercano y humano.
5
II. Marco teórico, justificación, hipótesis y metodología
1. Estado de la cuestión y marco teórico
1.1. Estado de la cuestión
En esta parte intentaremos reproducir una serie de definiciones teóricas que se
han hecho para el fenómeno del populismo e intentaremos justificar por qué desde
nuestro punto de vista no son válidas para llegar a aprehender el concepto de manera
rigurosa. El orden que seguiremos será el que nos ofrece el artículo de Frei y Rovira El
populismo como experimento político: historia y teoría política de una ambivalencia1.
Frei y Rovira exponen que la definición de populismo es una de las mayores
encrucijadas de la teoría política, ya que no llegan a existir determinados puntos
nodales que, científicamente, nos ofrezcan la capacidad de explicar el fenómeno
partiendo de unas consideraciones comunes.
La primera lectura académica sobre el populismo que queremos rescatar se
encuadra dentro de la década de los '50 y del estructuralismo. Reúne una serie de
características que se pueden resumir con el fragmento que sigue:
"Característico de este estadio sería la creciente participación de los sectores medios
urbanos así como de las burguesías industriales y comerciales tanto en el mercado interno
como en el sistema político, la formación de un ‘Estado de compromiso’ entre diversas clases
sociales, la implementación de una política estatal de substitución de importaciones, la
movilización del pueblo en nombre de la nación así como también la irrupción de liderazgos de
corte carismático y personalista"2
Gino Germani sería uno de los autores representativos de esta época. Define el
populismo latinoamericano como un fenómeno producto de una transición entre una
sociedad rural y otra industrializada en medio de un vacío ideológico dejado por la
izquierda política y el fascismo. Ese espacio vacío será ocupado por el populismo, que
se convertirá en un movimiento multiclasista que integraba a las masas materialmente
1 Frei, Raimundo y Rovira, Cristóbal: "El populismo como experimento político: historia y teoría política
de una ambivalencia" en Revista de Sociología, nº 22, Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Chile (2008). pp. 117-140. 2 Ibíd. p. 122.
6
desposeídas en la comunidad política, aunque fuese cooptando su voluntad bajo
regímenes semiautoritarios.
La segunda etapa para la definición de populismo se da durante y después de la
tercera oleada de democratización y compartiría las siguientes características:
"A diferencia de la teoría de la modernización y del estructural-funcionalismo,
comienza ahora a observarse al populismo como un tipo específico de lógica política, que
independiente de las condiciones socio-estructurales, se establece en distintos regímenes a
causa de diversos déficits institucionales en los sistemas de representación democráticos."3
En este caso, hay una voluntad de relacionar al populismo con un determinado
tipo de régimen político, así como de postular el peligro que supone para la
democracia un liderazgo del estilo populista4. Dentro de esta categoría podríamos
meter a Flavia Freidenberg, Carlos Vilas, Margaret Canovan y Donald McRae.
Freidenberg expone que el populismo es un tipo de liderazgo político5. Aunque
más que liderazgo, para Freidenberg se trataría de hiperliderazgo.
El "líder áulico", como ella lo llama, elabora un discurso en el que es él mismo,
en representación del pueblo, el que se enfrenta a un "otro", enemigo político. Dicha
representación del pueblo es directa, no hay prácticamente instituciones o partidos
que medien entre el líder y su pueblo.
Otra característica de este tipo de liderazgo sería el estilo "decisionista" del
mismo, es decir, actúa. No se preocupa de dejarse llevar por una u otra ideología, ya
que sus decisiones son las que "hay que tomar": "(…) no respeta las normas, es
pragmático, maniqueo e ideológicamente ecléctico."6
En cuanto al clientelismo, lo cierto es que Freidenberg no deja muy claro si es
existe per se en el populismo o no. En un principio dice que no es algo característico
3 Ibíd. p. 124.
4 Ibíd.
5 Freidenberg, Flavia: ¿Qué es el populismo? Enfoques de estudio y una nueva propuesta
de definición como un estilo de liderazgo, Instituto de Iberoamérica USAL (2013). En línea: http://www.academia.edu/2367975/_Qu%C3%A9_es_el_populismo_Enfoques_de_estudio_y_una_nueva_propuesta_de_definici%C3%B3n_como_un_estilo_de_liderazgo (consultado 20/08/2015) 6 Ibíd. p. 16.
7
del populismo, ya que lo importante es el estilo de liderazgo que existe; pero, al mismo
tiempo, admite que es algo complementario para mantener el apoyo de los
seguidores: "Además, esa relación directa no invalida la presencia de redes clientelares
que, si bien no están por encima del vínculo líder seguidor, le complementan y
acompañan en la interacción con sus seguidores."7
La última característica que Freidenberg otorga al liderazgo populista es un
vínculo emocional en el que el líder aparece como una figura excepcional. El único
capaz de hacer frente a los enemigo del pueblo y hacer realidad sus anhelos. Sin
embargo, no es el único vínculo que se establece entre el líder y sus seguidores.
También se da una relación de tipo que nosotros llamaremos "material" aunque la
autora no lo bautice como tal. Dicho vínculo material consiste en que las demandas de
la gente se establecen en bajo una lógica de coste-beneficio, por lo que si el líder es
capaz de satisfacer las demandas de grupos organizados, estos se sumarán a su
proyecto.
El último autor que queremos tratar aquí es Carlos Vilas y su artículo
¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulismo”
latinoamericano.8
Carlos Vilas toma el ejemplo de los nuevos populismos latinoamericanos de
ideología neoliberal de la década de los '90 –Fujimori, Menen y Buccaram- y los
compara con los populismos clásicos, llegando a la conclusión de que nada tienen que
ver unos con los otros. Estos neopopulismos son realmente neoliberalismo.
Para el autor mencionado los populismos clásicos consistirían en:
"una amplia movilización social; la integración de las clases populares principalmente
pero no exclusivamente urbanas en un esquema de articulación política multiclasista; la
promoción de una mayor diferenciación económica capitalista con énfasis industrializador,
impulsada desde un Estado intervencionista dentro de una estrategia de economía mixta y no
7 Ibíd. p. 17.
8 Vilas, Carlos: "¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulismo”
latinoamericano" en Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2003, vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36.
8
alineamiento internacional; de resonancias ideológicas nacionalistas; con una conducción
fuertemente personalizada."9
El razonamiento de Vilas es relativamente sencillo. Otorga al populismo clásico
(y al populismo en general) estas características ideológicas que no tienen nada que
ver con las políticas públicas llevadas a cabo por los mencionados líderes de los años
'90. Por lo que, el mito del neopopulismo no es más que eso, un mito. Concluyendo
que el populismo es, por tanto, una determinada etapa histórica latinoamericana que
ya pasó. Aunque el hecho de que sea una etapa histórica determinada no lo llega a
explicitar tal que así, es lo que se deduce de su igualación entre una "ideología para un
contexto" y el "populismo".
Para nosotros, el principal fallo de todas estas definiciones es que tienen límites
demasiado difusos. Esto se debe a que se basan en características empíricas que
tienden a resumir las características que son consideradas como puntos nodales de
todo el populismo realmente existente. El problema se presenta cuando un populismo
tiene ciertas características que no encajan dentro del cuadro que anteriormente se
habían definido como "populismo ideal". De esta manera, tras una definición de
populismo, comienzan a enumerarse una lista de populismos que no lo son.
En el caso del hiperliderazgo, la propuesta casi "sicologista" de Freidenberg nos
parece que no goza del suficiente asidero, ya que, siguiendo su razonamiento,
podríamos encontrar este tipo de liderazgo en otro tipo de movimientos no
considerados como populistas. Su teoría la podríamos aplicar a casi cualquier líder con
un gran éxito electoral y que, de algún modo, pueda tomar maneras "mesiánicas". En
nuestra opinión este tipo de consideraciones son más de carácter ético que de carácter
científico.
Por otro lado, el papel del líder aparece siempre ligado al papel de los
"seguidores". Con esto, Freidenberg lo que está planteando es un diálogo que
realmente no es tal, ya que es el pueblo quien recibe únicamente el mensaje por parte
del líder, mientras el pueblo escucha y asiente. El pueblo como actor (y no solo como
receptor) aparece, aunque solo puntualmente organizado y demandando una serie de
9 Ibíd. p. 14.
9
cosas al líder, el cual si tiene a bien, aceptará. En nuestra opinión, este tipo de líder
eminentemente emisor, no deja de ser otra consideración de difícil comprobación, ya
que ¿hasta qué punto es un líder únicamente emisor o receptor en términos
nítidamente diferenciados? De nuevo, son consideraciones más cercanas al plano
moral que al científico.
En cuanto a las definiciones de Germani y de Vilas podríamos hacer una crítica
a la equivalencia que trazan entre ideología y populismo. Como si el populismo
estuviese relacionado con algún tipo de políticas públicas.
En el caso de Germani, se recurre a la cooptación de las clases trabajadoras por
parte de un régimen que teóricamente no los representa, perdiendo su autonomía y
voluntad dispuesta a priori por su posición social. En otras palabras, para el caso del
peronismo, Germani escribe que la falta de organización obrera provocó un
consiguiente vacío ideológico en la representación política de los trabajadores. Así,
terminarían siendo representados por alguien que lo que pretendía era que
abandonasen su lucha lógica –que sería la de clases- a cambio de una serie de
condiciones materiales mejores.
La crítica hacia Vilas recaería en que su definición del populismo como etapa
histórica latinoamericana que comparte unos rasgos ideológicos comunes, muestra
una completa incapacidad para considerar el populismo como algo característico de
determinados movimientos políticos en diferentes latitudes. Esto significaría negar la
categoría de populista a, por ejemplo, el People's Party de finales del siglo XIX en los
Estados Unidos. Algo que sin duda, supone una gran debilidad en su teoría.
En Canovan y McRae podríamos decir que existe una "vuelta" a Germani en el
sentido de que ambos se preguntan por los orígenes del populismo, es decir, cuáles
son las condiciones políticamente estructurales necesarias para el surgimiento del
populismo, así como cuál es la clase o grupo social e ideológico que nutre al
movimiento populista.
Canovan nos ofrece los siguientes puntos como característicos del populismo:
10
"1. "El socialismo que [surge] en países campesinos atrasados que enfrentan los
problemas de la modernización."
2. "Básicamente, la ideología de pequeños pobladores rurales amenazados por
el abuso del capital industrial y financiero."
3. Básicamente [...] un movimiento rural que busca realizar los valores
tradicionales en una sociedad cambiante."
4. "La creencia de que la opinión mayoritaria de la gente es controlada por una
minoría elitista."
5. "Cualquier credo o movimiento basado en la siguiente premisa principal: la
virtud reside en la gente simple, que constituye la aplastante mayoría, y en sus
tradiciones colectivas."
6. "El populismo proclama que la voluntad de la gente como tal es suprema por
sobre cualquier otro criterio."
7. "Un movimiento político que cuenta con el apoyo de la masa de la clase
trabajadora urbana y/o del campesinado, pero que no es resultado del poder
organizativo autónomo de ninguno de estos sectores"."10
Estas características que Canovan otorga al populismo se podrían resumir en lo
que ella llama "convocatoria del pueblo" y "antielitismo", por lo que cabría pensar que
se descarta en buena medida la posibilidad de que un contenido específicamente
social pueda ser quien de definir el populismo. Pero esto no es así, y Canovan ve en
esta indeterminación social e ideológica uno de los grandes inconvenientes de una
definición sobre el populismo que simplemente se reduzca a estos dos grandes rasgos
populistas.11
McRae no se quedará siquiera en este eclecticismo como Canovan, y define al
populismo de otro modo, aunque sigue enfrascado en la idea de que tanto la base
social como la ideología son algo característico del populismo:
10
Canovan, Margaret: Populism, Junction Books, Londres (1981). Cit. en Laclau, Ernesto: La Razón -Populista, FCE (2005). pp. 17-18. 11
Ibíd.
11
"Pero sin duda, vamos a utilizar automática y correctamente el término populista
cuando, bajo la amenaza de algún tipo de modernización, industrialización, o como quiera que
lo llamemos, un segmento predominantemente agrícola de la sociedad afirma como su
estatuto de acción política, su creencia en una comunidad y (generalmente) un Volk como
excepcionalmente virtuoso, igualitario y contra toda elite. (…) Si con todo esto hallamos un
movimiento de asociación de corto plazo, con fines políticos a ser alcanzados por la
intervención estatal, y no un partido político serio, real, entonces estamos frente a un
populismo en su forma más típica."12
Los problemas con los que se encuentran los autores de estas teorías es que los
criterios que otorgan al populismo terminan por ser definiciones encorsetadas basadas
en las características generales del "populismo realmente existente", elaborando un
"populismo ideal".
Cuando se comparan estas características generales con otros casos no
populistas pero que tienen dichos rasgos, o cuando no son capaces de interpretar
determinado movimiento considerado populista; se produce un aluvión de
"excepciones populistas" que no terminan sino por enturbiar todavía más cualquier
definición certera. De ahí que cualquier base empírica que le queramos otorgar al
populismo sea en vano, ya que no es el único tipo de movimiento policlasista (la
socialdemocracia o el fascismo), ni es un movimiento que se dé solo en sociedades
rurales (caso del peronismo), ni tampoco es una ideología con un determinado
programa de políticas públicas (caso de Fujimori)…. Por todo esto, y por cualquier
connotación empírica que le queramos dar, el populismo carece de unos códigos,
sociales, ideológicos o de liderazgo, que nos permitan identificarlo. La clave, por tanto,
estaría en otros presupuestos.
1.2. El populismo de Ernesto Laclau
Para comprender el populismo en Laclau hay que partir de que para el autor
argentino el populismo está caracterizado por elementos discursivos (o simbólicos).
Por tanto, esta concepción implica la negación de algunas ideas de populismo que
descartamos, como ya hemos comentado.
12
McRae, Donald MacRae, "Populism as an ideology", en G. Ionescu y E. Gellner (comps.): Populism its meaning and national characteristics McMillan (1969) p. 168. Cit en Laclau…: óp. cit. (2005) pp. 20-21.
12
Desde esta perspectiva “laclausiana”, el populismo deja de ser una etapa
histórica irrepetible; deja de tener cualquier tipo de principio ideológico; y deja de ser
un determinado tipo de liderazgo.
Como dijimos arriba, Laclau entiende el populismo como algo basado en “lo
discursivo” o en lo simbólico, que se traduce en la fórmula “el pueblo contra la
oligarquía”. El proceso a través del cual se fundamenta esto último son las “lógicas de
equivalencia”, que son lo contrario de las “lógicas de la diferencia”13. Las lógicas de la
de la diferencia son aquéllas que se producen en sociedades donde las demandas
sectoriales de los distintos grupos/actores sociales son satisfechas por la comunidad
política en la que viven. Por ejemplo, las demandas para la legalización del matrimonio
homosexual por parte de varias asociaciones civiles. De esta manera, cada grupo pide
por sus intereses a la comunidad política, que tiene la responsabilidad de aceptarlas o
ignorarlas. Pero, si estas demandas “diferenciales” se acumulan y distintos grupos con
distintas peticiones quedan a un lado del sistema, se abrirá la posibilidad de una
acumulación de las mismas. Por lo que los actores demandantes comenzarán a
identificarse entre ellos, no porque sus demandas converjan (por lo menos en un
principio), sino porque tienen en común el sentirse excluidos de la comunidad política.
Este proceso desencadenará las antes mencionadas lógicas de equivalencia, esto es:
los demandantes se convertirán en un bloque que tiene en común identificarse como
“el pueblo”. “Pueblo” que se rebela contra el que ostenta el poder (“la oligarquía”),
que hace caso omiso a sus ruegos. El “pueblo” deja de lado sus peticiones y pasa a
exigir que sus demandas entren en la agenda política. Finalmente, de entre este clima,
surge la figura del “líder” político. Éste traslada el mensaje del pueblo a través de la
dialéctica ya comentada “pueblo contra oligarquía” e intenta precisamente situar al
“pueblo” donde –en teoría- se merece estar, en el poder. El líder es así la punta del
iceberg, no como en otras hipótesis en las cuales el populismo es fruto de un brillante
liderazgo.
Así, Laclau nos muestra lo importante que son los significantes vacíos para
hacer política. Palabras como “pueblo” son de límites difusos, transversales y superan
los clásicos debates sobre las clases sociales. Incluidos aquéllos que discutían si se
13
Laclau…: óp. cit. (2005).
13
debía incluir a la pequeña burguesía o no dentro del proyecto socialista. Pero “pueblo”
no sería el único término vacío cargado de lo que podríamos llamar capacidad para
crear una fuerte identificación. Otras palabras como “tiranía”, “buen gobierno”,
“prudencia”, y hasta “nación” (estirando este último concepto), son capaces de poner
de relieve lo importante de los significantes vacíos a la hora de construir un discurso
político, que no tiene por qué ser coherente, precisamente por esa vaguedad.
Al final, para Laclau, lo importante para identificar al populismo es la frontera
discursiva que se marca entre un “ellos” –ostentadores del poder y que encarnan el
“mal gobierno”- y un “nosotros” –verdaderos merecedores del poder político por ser
los “oprimidos” de ese “mal gobierno”.
En conclusión, el populismo es un tipo de discurso político. Y como tal, no es
propio de ninguna de las dos categorías clásicas que dividen las ideologías políticas:
izquierda o derecha. No tiene ningún tipo de contenido ideológico. Como bien se
esfuerza en subrayar Laclau a lo largo de su trayectoria, el populismo es una “forma”
que puede tener un contenido ideológico diverso, puede ser comunista como en el
caso de Mao, o fascista como en el caso de Hitler.
Llegados a este punto podemos abordar ya explícitamente la parte de la teoría
de Laclau sobre el populismo que nos interesa especialmente para este trabajo: el
elemento (re)fundacional.
Como hemos visto, los actores que toman el discurso populista se presentan
como revolucionarios. El “pueblo” tomará el poder y por fin quitará de en medio a los
“oligarcas”, origen de los problemas de la comunidad política. Así, el populismo toma
un carácter (re)fundacional de la comunidad política, es decir, tiene la intención de ser
hegemónico. En otras palabras, tiene la característica de crear un nuevo marco en el
que se mueva la comunidad. Y no nos referimos sencillamente a un marco legal, sino al
campo semántico que asienta unos nuevos límites y les da un determinado significado
a esos términos vacíos como “tiranía” o “democracia”. Hasta se podría decir que
define al “pueblo” al regular su comportamiento. Pero como decíamos, estos
significados no son siempre los mismos dentro del discurso populista, ya que este
puede ser utilizado por ideologías de izquierda o de derecha; comunistas o
14
reaccionarios; etc. Esto será muy importante en lo que sigue, ya que ese carácter
(re)fundacional del discurso populista es el que tienen las actas de independencia (tal y
como antes decíamos). Así, para mostrar esta característica como propia del
populismo en Laclau, debería haber similitudes formales entre un discurso y otro.
Esta explicación del proceso que se podría resumir en que un grupo social X
comienza a sentirse abandonado por parte de la comunidad y política y cabe la
posibilidad de que se organice (o no) pero tiene una serie de demandas políticas
insatisfechas. Poco a poco comienza a asociarse con otros grupos Y o Z creando una
articulación equivalencial, es decir nace el sujeto político “pueblo” enfrentado a una
“oligarquía”. Este pueblo tiene demandas como “pueblo” aunque sin perder nunca la
diferencialidad que cada grupo tiene, ya que para Laclau dicha diferencialidad es lo
que realmente existe. De hecho es una de esta diferencialidades y un líder son los que
se alzan sobre las demás y toma un significante vacío como propio que represente al
adversario político y a sí mismo en oposición al otro, ya que para Laclau no hay
identidad propia sin otras de las que diferenciarse.
El hecho de que remarquemos esta parte es porque nos fijaremos en el hecho
de que en La razón populista se esgrime el planteamiento de que este universal vacío
representa “una totalidad fallida, (…) una plenitud inalcanzable”14. Es decir, todas las
hegemonías15 se asientan en un universal no completamente cerrado. Una hegemonía
que no queda completamente suturada simbólicamente y a través de la cual se puede
producir una dislocación que abra paso a la formación de una nueva hegemonía. Esto
ocurre, precisamente, porque las identidades se forman en oposición las unas de las
otras y no en sí mismas.
El populismo se presenta como el representante necesario para que la plebs se
transforme en el único populus existente. La plebs es plebs por considerar que está
excluida del populus, que sería el pueblo "legítimo". Todo régimen político tiende a
neutralizar la existencia construida de esa plebs, mediante un discurso que representa
a prácticamente todos como populus.
14
Ibíd. p. 94 15
Entendiendo por hegemonía el momento ético-político de una comunidad en palabras del propio Laclau (p. 138).
15
De esta manera, el institucionalismo sería el discurso que intenta hacer
coincidir los límites de la comunidad política con los del propio discurso. Es decir, el
discurso institucionalista busca hacer coincidir los límites de la comunidad política con
su propia ideología, haciéndola parecer "sentido común". Un "sentido común" que lo
es precisamente porque el institucionalismo intenta hacer creer que el populus es
prácticamente la totalidad de la comunidad política. O, en el caso de que haya
demandas que no caben en el sistema, es porque no caben "de momento", pero para
que quepan es necesario mantener ese mismo orden.
Mientras que el populismo plantea una dialéctica entre una plebs excluida de
las decisiones que se toman por un populus ilegítimo, ya que no representa los
intereses de la plebs. La plebs (pueblo) es así una construcción en oposición a los
intereses de una oligarquía, tiranía, etc. Mientras que en el primer discurso hay un
intento de coincidencia entre el populus y la totalidad de la comunidad política, en el
populismo hay una lógica de enfrentamiento que divide la comunidad política entre
oligarcas y plebeyos. Siendo los primeros a los que los plebeyos deben derrotar como
adversario político.
Para Ernesto Laclau, tanto en el caso como de que el populismo llegue al poder,
como en el caso de que haya un orden institucionalista –basado en la absorción
completa de las demandas de la comunidad política-, nunca se podrá llegar a ese
horizonte prometido en el que la sutura de la sociedad consigo misma (que todos
estén integrados plenamente) sea total o completamente universal, una cuestión de
soluciones técnicas. Por un lado porque el conflicto social siempre estará presente y
porque, seguidamente, “[la] noción de que un grupo tal que, mediante la organización,
hubiera asumido todas las funciones del individuo y hubiera eliminado la noción de un
líder se corresponde, casi punto por punto, con una sociedad totalmente gobernada
por lo que hemos denominado lógica de la diferencia16”. Cosa imposible ya que
supondría la posibilidad de entenderlo todo a través de conceptos ideales.
16
Ibíd. p. 111
16
2. Justificación del trabajo
2.1. ¿Por qué el populismo?
El concepto de populismo está incrustado en el pensamiento sobre América
Latina. Es una palabra que en seguida relacionamos con la región aplicando el
calificativo para todo tipo de líderes. Desde Perón a Bucaram pasando por el APRA.
Hasta todo tipo de movimientos como el peronismo o el aprismo que perduran hoy y
se les ha llamado populistas hasta ahora. En este sentido, tampoco es que solamente
tenga reminiscencias inmediatamente contemporáneas, sino que también nos vale
para explicar los conflictos políticos e ideologías en la región o en épocas enteras que
se suelen situar en los años ’30 y que comparten rasgos comunes como el
nacionalismo económico y la voluntad de desarrollo industrial.
De esta manera, el llamado “populismo se ha convertido en uno de los
conceptos clave para entender políticamente la región. De tal modo, se vuelve
necesaria la definición de un concepto certero y riguroso –que no universal ni
definitivo- del populismo.
Como ya hemos especificado, el concepto elaborado por Ernesto Laclau nos
parece el más útil para avanzar en una conceptualización cada vez más afinada. Sin
embargo, haciendo un símil metafórico, su paso al frente ha servido para abrir un
nuevo camino todavía no bien pavimentado.
2.2. ¿Por qué las declaraciones de independencia?
2.2.1. Desde el punto de vista cronológico
Es el propio autor argentino quien constantemente toma ejemplos históricos
tradicionalmente no populistas –o considerados populistas sólo en parte- para
justificar su teoría, como en el caso de Ataturk17. Y no solo eso, sino que, en un intento
obvio por plantear el populismo como parte de las dinámicas histórico-políticas –y no
17
Laclau…: óp. Cit. (2005) p. 258-265
17
solo como estrictamente contemporáneo o del S. XX- pone el ejemplo de la Revolución
Francesa y del cartismo inglés como ya hemos explicitado.
De la Revolución Francesa se vale para explicar las lógicas de la equivalencia
que teóricamente ocurren en el populismo:
“En el curso de la Revolución Francesa, y especialmente durante el período jacobino, el
pueblo, como sabemos, constituyó una construcción equivalencial, y la totalidad de la dinámica
política del período sería ininteligible si no la entendiéramos en términos de la tensión existente
entre la universalidad de la cadena equivalencial y la particularidad de las demandas de cada
uno de los eslabones. (…) Todo el período está marcado por la tensión entre las demandas de
los trabajadores y el discurso equivalenial de la democracia popular radical.”18
Por otro lado, el cartismo le vale para explicar, en el contexto de la Revolución
Industrial, un discurso con una frontera amigo-enemigo que adoptan los militantes
cartistas para nombrar la realidad política de su tiempo:
“(…) éste era el discurso que dividía a la sociedad en dos campos (…). Lo que es
característico de ese discurso es que no constituía un discurso de la clase trabajadora, sino un
discurso popular dirigido en principio, a todos los productores contra los “ociosos”19. “La
distinción no era principalmente entre las clases dirigentes y las clases explotadas en un sentido
económico, sino más bien entre los beneficiarios y las víctimas de la corrupción y el monopolio
del poder político”” 20.
Por otro lado, cabe admitir que no hemos sido los únicos que hemos
especulado con la capacidad de la teoría populista para ser aplicada a otros cambios
hegemónicos que son considerados por Laclau como lo político según hemos visto en
el anterior apartado. J. Hillis Miller escribe lo siguiente: “Los nombres que da Laclau a
la clase de cambio que espera son “hegemonía” (tomado de Gramsci) y
“emancipación(es)”, que es además el título de uno de sus libros (Emancipación y
18
Laclau…: óp. Cit. (2005) p. 105 19
Ibid. p. 118 20
Stedman Jones, G.: “Rethinking the Chartism” en Lenguages of Class. Studie in Working Class History 1832-1902; Cambridge University Press, Cambridge (1983); cit. en Laclau, Ernesto: La razón populista, FCE (2005). p. 118.
18
diferencia). Las revoluciones y las “declaraciones de independencia” exitosas son una
de las formas de ese cambio (…)”21.
Dicho esto, ya tenemos la suficiente información como para justificar la
utilización de las declaraciones de independencia en nuestro trabajo de manera
razonada:
(a) Conceptualmente, es posible utilizar la teoría populista de Laclau para
interpretar las declaraciones de independencia porque son un ejemplo nítido del
discurso manejado en un cambio hegemónico tal y como admite Hillis Miller, por lo
que, siguiendo los esquemas de Laclau debería parecerse al discurso del populismo. De
hecho, no habría ningún problema ya que como decíamos en nuestra hipótesis, para
Laclau el discurso fronterizo y la construcción de las lógicas de la equivalencia serían
realmente lo esencial de “lo político”. Por lo que también debería estar presente en un
proceso indiscutiblemente político como son la construcción de la realidad que hace
una declaración de independencia.
(b) Cronológicamente, no sería contraproducente aplicar esquemas populistas
a las declaraciones de independencia, ya que si el populismo se podría identificar por
la existencia de una frontera y de unas lógicas de la equivalencia; y a la vez una u otra
se pudieron dar en épocas inmediatamente anteriores (la Revolución Francesa), como
inmediatamente posteriores (el Cartismo), podría ser tranquilamente que en algún
movimiento de la época pudieran haberse producido ambas cosas pese a que a
nosotros como ya especificamos nos interesa más la frontera que la posible existencia
de lógicas de a equivalencia. En cualquier caso, de situar cronológicamente el
populismo, Laclau le estaría dando la categoría de moderno, es decir, propio de lo que
los historiadores llamamos Edad Contemporánea, la cual se inauguraría precisamente
con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial inglesa, contextos ambos de las
ejemplificaciones descritas por el autor argentino.
21
Hillis Miller, J.: “Hacerse cargo de una tarea. Momentos de decisión en el pensamiento de Ernesto Laclau”, en Critchley, Simon y Marchart, Oliver (comp.): Laclau, aproximaciones críticas a su obra, FCE (2008). p. 269-279.
19
2.2.2. Desde el punto de vista ideológico
En segundo lugar, cumpliendo con lo explicitado por Laclau en su concepción
del populismo como aideológico y basado en el discurso, tenemos la obligación de
tener que escoger tres actas de independencia de diferentes ideologías y latitudes.
Estados Unidos (1776) se trata de una independencia basada en principios
republicanos tal y como recoge Hannah Arendt22. Tras una serie de agravios después la
guerra entre Francia e Inglaterra en la que participaron vehementemente los
americanos, estos harán la primera declaración de independencia de la historia.
En Venezuela (1811) una junta elegida “democráticamente” en 1810 expulsa a
los gobernantes metropolitanos durante la ocupación francesa de España para
proteger la soberanía española y de Fernando VII cuando éste se ve obligado a abdicar
en favor del invasor francés en 1808. Poco después, dicha junta declara la
independencia de España basándose los mismos argumentos que legitimaron la
independencia estadounidense en su acta de independencia.
La independencia estará inspirada en un pensamiento liberal23, aunque como
veremos la independencia fue el ideal alrededor del cual se concentraron toda una
serie de demandas sociales de todo tipo.
La declaración del Imperio Mexicano (1821) es la que más se diferencia de las
otras dos, ya que se trata de la independencia de un Imperio.
Por tanto, la independencia del Imperio Mexicano poco tiene que ver con un
movimiento ideológico liberal. De hecho, México termina por independizarse cuando
en España se instaura el Trienio Liberal (1820-1823), período en el que Fernando VII e
ve desposeído del poder absolutista propio del Antiguo Régimen y se implementan
reformas propias de la Modernidad como borrar los privilegios del clero.
Dicho suceso produce revuelo entre las fuerzas realistas que habían estado
luchando durante la década de los años 10 del S. XIX en contra de la independencia de
22
Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992) 23
Belin M. y Vázquez, V.: "Independencia y estado-nación en Venezuela desde los regímenes de la gubernamentabilidad" en Documentos de trabajo IELAT, nº 17 (2010). pp. 24-48.
20
Nueva España. Finalmente se crea consenso entre las distintas facciones que aceptan
el liderazgo de Iturbide y del Ejército Trigarante. Ambos actores son de lo más
representativo de la independencia mexicana: Iturbide había sido general de las
mismas fuerzas realistas anteriormente; y el Ejército Trigarante debía su nombre a que
representaba la garantía de religión, independencia y unión24.
Las diferencias ideológicas entre cada una de las declaraciones de
independencia son fundamentales para darle rigurosidad al trabajo, ya que
comparando el discurso en ellas contenido, podríamos trazar similitudes políticas entre
ellas al margen de la ideología que tengan. Tal y como nos dice Laclau que debería
pasar en el populismo, al no tener este un contenido ideológico determinado. El
populismo es un discurso político que se presenta a sí mismo como aideológico, pero
que puede ser utilizado tanto por reaccionarios como por revolucionarios.
Lo que nos permite el caso de los Estados Unidos es integrar una comparación
con otros procesos de independencia al margen de los latinoamericanos que no
permita afirmar o desmentir que las conclusiones obtenidas sean propias o no de la
especificidad latinoamericana. De esa manera no solo comparamos documentos
teniendo en cuenta sus ideologías, sino puntos geográficos y culturales
completamente distintos. Pretendemos huir en definitiva, de concepciones que
pretendan interpretar la historia latinoamericana a través de una especie de
populismo "genético" enraizado en la historia política latinoamericana.
3. El supuesto y la hipótesis: el populismo de Laclau como definición
amplia
3.1. El supuesto
La primera consideración de la que partimos es que Ernesto Laclau está
definiendo la política como el populismo. Una opinión que va sosteniendo a lo largo de
todo su libro La Razón Populista. En un primer momento nos dice:
“Si la sociedad lograra alcanzar un orden institucional de tal naturaleza que todas las
demandas pudieran satisfacerse dentro de sus propios mecanismos inmanentes, no habría
24
Breña, Roberto: “La consumación de la independencia de México: ¿dónde quedó el liberalismo? Historia y pensamiento político” en Revista Internacional de Filosofía Política, n. 16 (2000). Pp.59-94.
21
populismo, pero, por razones obvias, tampoco habría política. La necesidad de construir un
“pueblo” (una plebs que reivindica ser un populus) sólo surge cuando esa plenitud no es
alcanzada y objetos parciales dentro de la sociedad (objetivos, figuras, símbolos) son investidos
de tal manera que se convierten en los nombres de su ausencia.25”
De esta afirmación podemos suponer que Laclau define el populismo como
aquel discurso político que plantea una realidad en la que “los de arriba” ejercen un
gobierno que no asimila las demandas sociales, convirtiéndose en opresor de “los de
abajo” por tener intereses divergentes. Sin embargo, el verdadero detentador de la
comunidad política debería ser “el pueblo”, entendiendo como pueblo los que no son
oligarcas. Por tanto, para Laclau el populismo tiene, necesariamente, un elemento que
caracteriza a lo político tal y como admite literalmente con posterioridad:
“¿Significa esto que lo político se ha convertido en sinónimo de populismo? Sí (…). Al ser
la construcción del pueblo el acto político par excellance –como oposición a la administración
pura dentro de un marco institucional estable-, los requerimientos sine qua non de lo político
son la constitución de fronteras antagónicas dentro de lo social. (…) Pero estas constituyen
también los rasgos definitorios del populismo. No existe ninguna intervención política que no
sea hasta cierto punto populista. Sin embargo esto no significa que todos (…) sean (…)
populistas. Depende de la extensión de la cadena equivalencial. (…) Pero cierta clase de
equivalencia (cierta producción del “pueblo”) es necesaria para que un discurso pueda ser
considerado político.”26
Lo que pretendemos decir con esto es que la cuestión de lo político no es algo
baladí en la propuesta de Ernesto Laclau, ni algo tangencial en su teoría, sino que se
vuelve uno de los núcleos que dan fundamento a su libro y a su pensamiento. Por lo
que no es descabellado considerar el populismo laclausiano no solo como una
explicación aplicable a procesos, movimientos, líderes… sino como toda una visión de
la política que se vuelve necesario especificar.
Debido a que el populismo es una de las características que definen “lo
político”, toda hegemonía debería ser en alguna medida populista tal y como nos
reconoce Laclau al decir que no hay ningún sistema puramente institucionalista porque
25
Laclau...: óp. cit. (2005) p. 149 (la negrita es nuestra) 26
Ibíd. p. 195
22
si no “tampoco habría política”. De hecho, así mismo lo reconoce él en un artículo de
2009 en donde directamente nos dice que el populismo es gradual y deberíamos
preguntarnos cuánto de populista es un movimiento, y no si es populista o no.27 Lo que
nos lleva a pensar, en sentido inverso, que cuanto menos populismo hubiese en
determinada hegemonía, menos política sería.
Pero, ¿qué elementos hacen necesario el discurso populista como propio de
toda hegemonía? Pues la frontera que la comunidad política se marca para decir quién
y qué demandas están dentro; y quién y qué demandas están fuera de la propia
comunidad.
Esto tiene que ver con la consideración de la que parte Laclau sobre la creación
discursiva de las identidades políticas. Éstas se fabrican siempre por oposición a un
“otro” marcada por una frontera. En el caso de un movimiento que sea populista, la
frontera será explícita y se dividirá la realidad en dos espacios antagónicos, una
mayoritaria (el pueblo) y otra minoritaria (la oligarquía). En el caso del
institucionalismo, pese que su discurso intenta expandirse hasta hacerse coincidir con
los límites de la comunidad, nunca podrá hacerlo completamente por la necesidad de
crear una identidad propia en contraposición a otros excluidos de comunidad política.
Por tanto, esa frontera es la que para Laclau crea la identidad propia y por
tanto aglutina demandas sociales siempre heterogéneas, por esto es por lo que
Benjamín Arditi ha propuesto que Laclau concibe la “política-como-populismo” y “la
política-como-hegemonía”28.
Habiendo reflexionado brevemente sobre lo que para Laclau es la hegemonía y
lo político ligados ambos al populismo, podemos pasar a formular nuestra hipótesis.
Hemos escrito que Ernesto Laclau concibe el populismo como lo político y como
la hegemonía, como si las tres fuesen sinónimos. Sin embargo, para el caso de nuestro
objeto de estudio –el populismo como tal- lo que pretenderíamos mostrar es que el
populismo tal como lo define el autor argentino, es no solo hegemonía, sino más
27
Laclau, Ernesto: “Populismo: ¿qué nos dice un nombre?”, en Francisco Panizza (ed.), El populismo como espejo de la democracia, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, (2009) pp. 51-70. 28
Arditi, Benjamín: “¿Populismo es hegemonía es política? La teoría del populismo de Ernesto Laclau” Constellations, Vol. 17, No. 2 (2010) pp. 488-497.
23
concretamente, el discurso contrahegemónico; y por tanto fundante de la comunidad
política.
3.2. La hipótesis
Si el populismo es la política en la teoría de Laclau, entendiendo por político el
discurso “como oposición a la administración pura dentro de un marco institucional
estable”, su definición se tornaría aplicable a una cantidad de casos mucho mayor de
lo que a primera vista cabría suponer. Casos que merecería la pena pensar si son
populistas o no, y si como dice el propio autor argentino, podemos considerar como
populista cualquier acción o movimiento político en mayor o menor grado.
Es cierto que Laclau pone ejemplos de líderes y movimientos que han sido
considerados populistas como es el caso de Kemal Atatürk. Este es un ejemplo que
"fácilmente" puede ser catalogable como populista: logra un apoyo amplio de la
sociedad, existe un liderazgo fuerte, hay una imagen ruptura con el régimen anterior,
se produce en un país moralmente derrotado tras la I Guerra Mundial durante los años
20 y 30 del S.XX…. Es decir, cualesquiera que sean los criterios que utilicemos para
definir el populismo (discursivos o no), es cierto que podemos imaginarnos
tranquilamente la posibilidad de que Atatürk fuese populista, ya que reúne elementos
clásicos de la imagen que arquetípicamente se tiene del populismo en el imaginario. A
pesar de ello, Laclau no lo considera un movimiento populista porque el kemalismo
huye de la creación del conflicto; aunque la consideración de Laclau sobre si Atatürk
era o no populista no nos atañe ahora. Para nosotros, ahora, lo importante es cómo el
autor argentino le niega la categoría de populista a un movimiento, autodenominado
como tal, debido a que huye de los cánones discursivos que él cree que son propios del
populismo29.
Nuestro caso consistiría en hacer lo que hace Laclau con Atatürk pero forzando
su teoría a puntos radicales, esto es: llevar su propuesta sobre el populismo a actos
discursivos rupturistas extemporáneos; propios de momentos que no forman parte de
lo que tradicionalmente se entiende por "imagen populista", como una declaración de
independencia. Es más, el propio proceso de independencia goza de toda una tradición
29
Laclau…: óp. cit. (2005) p. 258-266.
24
historiográfica propia a la que, de ninguna manera, se ha comparado con un
acontecimiento populista; y solamente en estudios recientes, como el de François-
Xavier Guerra, se ha empezado a elaborar una línea de interpretación que considerase
al "pueblo" como actor político bien definido30.
De este modo, nuestra idea de partida es que las declaraciones de
independencia se pueden interpretar desde la óptica populista laclausiana.
Siguiendo con el hilo de esto plantearemos nuestras hipótesis:
(a) Si el populismo de Laclau es una de las condiciones sine qua non de la
ruptura hegemónica –y de la política-, tal y como él dice, podemos intentar contrastar
su afirmación con otro discurso nítidamente rupturista como puede ser una
declaración de independencia. Si lo que dice Laclau fuese cierto, encontraríamos
similitudes entre el discurso populista y el discurso emanado de dichas declaraciones.
(b) De ser contrastado rigurosamente el anterior párrafo podríamos
plantearnos que el populismo laclausiano se volvería amplio. En el sentido de que se
convertiría en el discurso conformador de la realidad de cualquier intento de ruptura
hegemónica susceptible de vencer políticamente a un orden dado. Así como de la
política mismo.
(c) La tercera hipótesis, dependería de haber afirmado las otras dos
previamente. Por un lado, si el discurso populista se pudiese “transformar” en el
discurso propio de toda ruptura hegemónica, es decir, se cumpliese el supuesto (b); y
si por otro lado se cumpliesen las similitudes de discurso entre un documento
fundacional (la declaración de independencia) y un discurso populista, es decir el
supuesto (a), podríamos afirmar el carácter fundacional de este último.
Así, las preguntas que nos hacemos son: ¿podemos afirmar que existe una
similitud entre el discurso emanado de las declaraciones de independencia y el
discurso propio de del populismo laclausiano? ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría
de Laclau sobre el populismo es amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con
otro discurso no-populista pero propio de una ruptura hegemónica? Y por último, nos
podemos plantear, en consecuencia de la respuesta afirmativa de las dos anteriores
30
Guerra, François-Xavier: Modernidad e independencias: ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFRE (1992).
25
preguntas: ¿es el discurso populista un discurso que pretende una (re)fundación de la
comunidad política en Laclau?
4. Metodología o cómo huir del anacronismo
4.1. Discurso
Nuestra metodología para analizar las declaraciones de independencia estará
basada en un análisis del discurso político teniendo en cuenta su contexto. Para
empezar, debemos explicitar qué es para nosotros el discurso. Una somera definición
la podemos extraer del libro de Michel Foucault El orden del discurso:
"(…) el discurso —el psicoanálisis nos lo ha mostrado— no es simplemente lo que
manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo; y ya que —esto la
historia no cesa de enseñárnoslo— el discurso no es simplemente aquello que traduce las
luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha,
aquel poder del que quiere uno adueñarse."31
Pero esto es solo una definición parcial, ya que no se define específicamente
discurso. Discurso no sería solamente lo que se dice o lo que se escribe, sino también
las acciones. Es un conjunto de acciones sociales que se diferencian unas de otras
porque se relacionan entre sí. Ninguna palabra tiene un significado en sí misma, sino
que toma significado cuando se diferencia de las demás. Este conjunto de acciones y
palabras se constituyen, por tanto, durante la misma relación entre ellas y no tienen
sentido en sí mismas. Una relación que, por lo demás, es construida a través del
lenguaje y que en conjunto forman un complejo relacional que es el discurso32.
En ocasiones, se ha definido el discurso como aquello que nombra, con mayor o
menor fortuna, la realidad. La cual, mediante procedimientos también más o menos
acertados, podemos asir y comprender. De esta manera, habría verdades que
podríamos ir descubriendo a lo largo de la historia.
Para el caso que nos toca a nosotros, el asunto fundamental en esta línea de
pensamiento sería la "libertad de elección racional" que hace que el ser humano se
31
Foucault, Michel: El orden del discurso, Tusquets, Barcelona (1992). p. 12. 32
Laclau…: óp. cit. (2005). p. 92
26
mueva por intereses instrumentales que, si se comparten, se convierten en colectivos.
Por tanto, es una cuestión de unir intereses objetivos comprobables33. Se hace así
depender el discurso de esos intereses. El discurso sería, simplemente, una
elaboración interesada con el fin de comunicar unos objetivos o demandas.
Sin embargo, la teoría del discurso de la que nos valdremos nosotros no
contempla la existencia, como tal, de estos intereses objetivos, sino que los intereses
son construidos por determinados actores en un momento histórico determinado.
Dichos actores son los que llama Foucault sociedades del discurso34 que en cada
momento marcan los límites de todo discurso elaborado. Es decir, son una policía35 del
discurso que establece lo que es nombrable –y en qué términos- y lo que no lo es. Por
ejemplo, la libertad de la Ilustración poco tiene que ver con libertad propugnada hoy
en día por la ideología neoliberal. En el segundo caso, la libertad como significante
tiene más que ver con la defensa del libre mercado en la que cada uno es dueño de su
propio destino racionalmente. En el primero, la libertad tenía que ver con la libertad
para elegir gobernantes, para reunirse, o para opinar.
Como planteábamos antes, los discursos del "sentido común" son elaborados
por sociedades de discurso localizables, que dan determinado significado a
determinados significantes importantes en una época. Sin embargo, definir "el sentido
común" siempre encuentra adversarios que también querrían definirlo en sus
términos, lo que produce un enfrentamiento que repliega a cada uno de los actores
hacia sí mismo. Es decir, es la oposición misma la que crea las identidades. El
considerarse de un bando porque no se es de los demás.
Podemos retomar el ejemplo de la libertad como significante para explicarnos.
Durante el Antiguo Régimen no se entendía la libertad como singular, sino
como plural, las "libertades". Lo que se pretende hablando de "libertad" es dar a dicha
libertad un valor universal en contraposición con las "libertades" corporativas propias
del Antiguo Régimen y de cada uno de los estamentos. La "libertad" es una metáfora
que se vuelve un concepto cargado de expectativas hacia un futuro en el que todos 33
Colomer, J. M.: "La teoría 'económica' de la política" en Vallespín, Fernando (ed.): Historia de la Teoría Política, Vol. 6 La reestructuración contemporánea del pensamiento político, Alianza (1995). 34
Foucault, Michel: óp. cit. p. 35. 35
Foucault, Michel: óp. cit. p. 31.
27
serían iguales y todos tendrían las mismas libertades, en contraposición a las
"libertades" corporativas de Antiguo Régimen36.
A cada uno de los partidarios de una u otra libertad los vincula un determinado
discurso y unos determinados enunciados con los que se sienten identificados y a
través de los cuales se diferencian del resto de personas3738.
No obstante, hay momentos en los que determinados acontecimientos
discursivos son capaces de crear nuevas identidades y nuevos actores. Estos
acontecimientos discursivos, con sus actores, pueden dar lugar al cuestionamiento de
ese "sentido común", que triunfará si es a partir de esos actores desde donde se
reorganiza el sistema ético y discursivo. El caso de una declaración de independencia
es bien representativo de esto. Fuerzas políticas y sociales que un principio no se
declararían "independentistas", tras el acontecimiento discursivo de la declaración de
independencia, se reordenan y se crean dos grandes espacios antagónicos: realistas e
independentistas.
Llegado este punto, no debemos pensar que estamos haciendo referencia a la
existencia de discursos "verdaderamente liberadores" y otros "verdaderamente
dominadores". Todo discurso supone, "crear un mundo nuevo de leyes, privilegios,
subordinaciones y delimitaciones", tal y como nos decía Nietzsche39. Ya que todo
discurso hegemónico contempla límites que no se pueden traspasar. En palabras de
Foucault: "(…) que existan sistemas de enrarecimiento no quiere decir que, por debajo
de ellos, más allá de ellos, reinaría un gran discurso ilimitado, continuo y silencioso, que
se hallaría, debido a ellos, reprimido o rechazado, y que tendríamos por tarea que
levantar restituyéndole finalmente el habla".40
En otras palabras, a lo que nos referimos es a que no hay un discurso que esté
ahí a priori; ni tampoco una serie de realidades esenciales dispuestas a ser ordenados
en una lógica de "liberación" pero que no toman esa "lógica de liberación" porque el
36
Kosselleck, Reinhardt: “Historia de los conceptos y conceptos de historia” en Ayer, nº 53 (2004). Pp. 27-45 37
Foucault, Michel: óp. cit. 38
Howarth, David: "La teoría del discurso" en Marsh, David y Stoker, Gerry (eds.): Teoría y métodos de la ciencia política, Alianza (1995) pp. 125-142. 39
Nietzsche, Friedrich: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. En línea: http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/verdadymentira.htm (consultado 05/09/2015) 40
Foucault: op. cit. p. 43-44.
28
discurso dominante los mantiene bien ocultos. No sería por tanto una cuestión de
profundidad –en el sentido de profundizar hasta el discurso esencial-, sino una
cuestión de "externalidad" o "internalidad" a una totalidad que, pese a ser "total",
tiene límites41. Es decir: qué discursos se encuentran dentro del sentido común y
cuáles son aquellos que se quedan fuera del mismo: "(…) ninguna identidad está
cerrada en sí misma, pero es sometida a desplazamientos constantes en términos de
cadenas de combinación y substitución. Es constituida a través de procesos
esencialmente tropológicos que no se refieren a ningún fundamento último
trascendental."42
De esta manera descartamos que cualquier tipo de estructura discursiva emane
de un determinado ordenamiento estructural socioeconómico. No habría así una
superestructura dependiente de un sistema "más esencial" que sería la explotación
económica. Todo lo contrario, sería el propio discurso el que ordena y reordena la
realidad bajo los supuestos de determinadas "sociedades de discurso" o actores
políticos (entendiendo político ampliamente) quienes son capaces de convencer, en
definitiva, de que su diagnóstico y solución son los más acertados para los tiempos que
corren. De ahí que "para la teoría del discurso la vida social puede ser descrita en
términos de una retórica generalizada"43.
En definitiva, nuestro análisis no se fundamenta tanto en la presunta existencia
de unos hechos que "ocurrieron realmente" o en unas grandes leyes estructurales que
conducirían al orden y desorden de un sistema; sino, más bien, se centra en la cuestión
de la percepción que los actores tienen del momento en el que viven, es decir, en su
interpretación de la realidad. Al fin y al cabo, para nosotros, son esas percepciones las
que hacen que dichos actores se muevan en un sentido o en otro a lo largo de la
historia.
41
Laclau, Ernesto: Philosophical roots of discourse theory. En línea: https://www.essex.ac.uk/centres/TheoStud/documents_and_files/pdf/Laclau%20-%20philosophical%20roots%20of%20discourse%20theory.pdf 42
Laclau, Ernesto: Ibíd. p. 6. (traducción nuestra). 43
Ibíd.
29
4.2. Textualismo y contextualismo
La otra pata de nuestra metodología será el contextualismo en contraposición
al textualismo.
La historiografía dedicada al pensamiento político –y aquí incluimos teoría,
historia y filosofía política- normalmente ha interpretado los tratados o los textos del
pensamiento partiendo de que su importancia tenía que ver con la grandeza de las
visiones de los distintos autores. Parten del hecho de que las ideas de "los clásicos" (los
grandes pensadores) son universales. Por tanto, son favorables o detractores de tal o
cual idea universal, o van añadiendo progresivamente su granito de arena para que el
pensamiento se abra a nuevas formas. De esta manera se podría hacer (como se ha
hecho) una teorización primigenia sobre la división de poderes que se despliega a lo
largo de la historia y presente por ejemplo durante la existencia del Imperio Romano44.
Esto se debe a que, como decíamos, hay ideas perennes que recorren la historia que
tendríamos que ir desentrañando a través de estos grandes pensadores.
El error metodológico fundamental sería el de confundir la existencia de "ideas
universales", con el hecho de que: al interpretar los textos desde el hoy en día,
estemos aplicando categorías actuales al pasado, haciendo de nuestras propias
interpretaciones presentes –y contingentes- algo universal al tiempo. De este modo, es
relativamente fácil creer en la posibilidad de trazar equivalencias entre el hoy y el ayer
en cuanto al significado de las palabras y los enunciados.45
¿Cómo podemos entonces soslayar el problema que se nos plantea atendiendo
a la necesidad de conocer más rigurosamente el significado del texto? Pues
atendiendo también al contexto en el que es elaborado el dicho texto.
Desde nuestra perspectiva, las cosas toman sentido cuando tienen un
significante y un significado. Las palabras no toman sentido por el mero hecho de
existir, sino que lo hacen cuando nombran determinado fenómeno de percepción de
los objetos o de las cosas. Así, lo fundamental para entender una palabra en toda su
dimensión es hacer caso al contexto, siempre social, en el que se inscribe o se
encuentra. Howarth nos brinda un ejemplo de esto bastante aclaratorio: 44
Skinner, Quentin: "Significado y comprensión en la historia de las ideas" en Revista de Historia Intelectual, nº 4 (2000) pp. 149-191. 45
Rabasa Gamboa, Emilio: “La escuela de Cambridge: historia del pensamiento político. Una búsqueda metodológica” en En-claves del pensamiento, año V, núm. 9, enero-junio (2011). Pp. 157-180.
30
"Tomemos el ejemplo de una piedra que podemos encontrarnos en el campo. Este
objeto, dependiendo del contexto social determinado en el que se sitúa, puede ser un ladrillo
para construir una casa, un proyectil para uso bélico, un objeto que indique una cierta riqueza
o un hallazgo de gran importancia arqueológica. Todos los significados e identidades diferentes
que adopte el trozo de materia dependen del tipo de discurso concreto y de las circunstancias
específicas que dan significado o «ser» al objeto"46.
Partiendo de estas consideraciones, hay sobre todo dos aspectos
metodológicos que vamos a criticar del textualismo y que intentaremos reconstruir
desde una perspectiva contextualista. El primero estaría basado en la supuesta
coherencia que se busca a todo texto con la realidad del momento en la está escrita
desde consideraciones presentes, o con la totalidad de la obra discursiva de los
autores; y el segundo aspecto sería el hecho de confundir la palabra con su
significado47.
Tradicionalmente, el estudio del pensamiento ha adolecido de buscar la
coherencia entre los diferentes escritos de los autores o buscarla dentro del mismo
escrito, a pesar de que existan contradicciones en dichas obras. Se intenta, una y otra
vez, girar alrededor del texto buscando interpretaciones que añadan coherencia a lo
que presumiblemente el autor quiso expresar. Como si se tratase de escritos
interpretables a través de la misma coherencia actual o, simplemente, no se
contemplase la posibilidad de que la contradicción exista:
"(…) la coherencia, o su falta, que se descubren con tanta ligereza, dejan de ser una
relación histórica de ideas que realmente se hayan pensado alguna vez. La historia así escrita
no se convierte en absoluto en una historia de las ideas, sino en abstracciones: una historia de
pensamientos que en realidad nadie llegó a pensar nunca, en un nivel de coherencia que, de
hecho, nadie alcanzó nunca."
Pongamos de nuevo un ejemplo con la palabra "independencia". Muchos
estudios se han dedicado a discutir sobre la existencia de una independencia
"realmente existente". La pregunta de si es "realmente existente", se debe al hecho de
si existe o no un "dependencia" después de la declaración de independencia.
Esto es, si hubo precisamente un cambio de modelo económico y político, o se
prosiguió con la dependencia. Esta dependencia se podría dar con respecto a otra
46
Howarth, David: óp. cit. p. 129. 47
Skinner, Quentin: óp. cit.
31
potencia europea como Gran Bretaña48. O, por otra parte, hay teóricos que hablan de
la continuidad de esta supuesta dependencia a lo largo del S. XX por ejemplo en el caso
de Argentina49. E incluso otros autores, como Mariátegui, son apreciados precisamente
por teorizar sobre la posibilidad de que la dependencia realmente sea propia del
sistema capitalista en su conjunto y no de unas élites nacionales o de la potencia de
turno50. Por lo que la solución para lograr una verdadera independencia pasaría por
dejar a un lado el mismo sistema capitalista.
No pretendemos tomar partido en este debate ni negar ninguna de las tres
posibilidades, sino hacer ver que en el debate alrededor de la independencia cada uno
está llamando "dependencia" a fenómenos distintos o, por lo menos, están influidos
por ideas distintas y tienen objetivos distintos en distintas épocas.
Buscar la coherencia entre "independencia" y "independencia realmente
existente" (o "verdadera independencia"), como dice Skinner, no se convierte en un
buen estudio de la historia de las ideas, ya que trataría sobre ideas o abstracciones
que, en realidad, nunca nadie ha llegado a pensar a ese nivel de coherencia.
En consecuencia, el fundamento metodológico que guía nuestro análisis es el
del contexto, que es lo que nos permite no confundir la palabra con su significado:
"El error implícito, por ejemplo, en tratar de insistir en que tanto el siglo XIII como la
Ilustración fueron preponderantemente "épocas de fe" (y por ende tienen mucho más en
común de lo que los propios philosophes se habrían preocupado por admitir) es sin duda el de
tomar la palabra por la cosa. Puesto que, como se señaló con toda claridad, hablar de una
época de fe puede ser exactamente lo mismo que hablar de una época sometimiento (la fe
antes que la argumentación) o de confianza (la fe en uno mismo). La noción de que cualquier
"idea" fija ha persistido, es espuria".51
Para ello, nos hace falta ponernos en la época y en el significado que los
conceptos tenían para la gente que los escribía. La palabra y su significado deben ser
analizadas en su contexto. Volvamos al ejemplo de "independencia".
48
Sevares, Julio: "¿Cooperación Sur-Sur o dependencia a la vieja usanza?" en NUEVA SOCIEDAD, Nº 207, (2007) pp. 11-22. 49
Peña, Milcíades: Masas, Caudillos Y Elites La Dependencia Argentina De Yrigoyen A Perón, Fichas (1973) 50
Mariátegui, José Carlos: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Biblioteca Ayacucho (2007). 51
Skinner, Quentin: óp. cit. p. 177
32
Según Fernández Sebastián, éste era un vocablo que apenas se utilizaba y que
empieza a llenarse de contenido fuertemente política hasta finales del S.XVIII y va
tomando notoria importancia en la Edad Contemporánea. Por tanto, su significado
varió con el paso del tiempo y no tiene el mismo significado hoy que en aquéllos días.
De hecho, como hemos visto, es imposible entenderlo a través de autores si no
hacemos caso del contexto en el que se encuadra el susodicho significante.
4.3. La historia de los conceptos
Al margen de que la intención política de esas declaraciones sea construir una
interpretación del mundo que ellos consideran como la sensata; y se construyan dos
bandos enfrentados (uno con derechos y otro sin ellos), necesitamos saber cuáles
pueden ser los significantes que en aquella época podían tener potencia a la hora de
construir esa realidad de dos bloques enfrentados. Para poder conocer esto, hemos
elegido la metodología de la Historia de los conceptos de Reinhart Kosselleck.
Kosselleck nos dice:
Las teorías actualmente en boga que reducen la realidad al lenguaje olvidan
que todo lenguaje tiene siempre dos caras. Por un lado, el lenguaje es receptivo y
registra lo que sucede fuera de sí mismo, descubriendo aquello que se le impone sin ser
en sí mismo lingüístico, a saber: el mundo, tal y como se nos presenta pre-
lingüísticamente (y no-lingüísticamente). Por otro lado, el lenguaje, en su función
activa, asimila (einverwandelt sich) todos estos contenidosy estados de cosas
(Gegebenheiten) extra-lingüísticos52.
En relación a las Actas de Independencia de los países analizados, esto nos
pone sobre aviso de que el texto contenido en esos documentos históricos no son
meras declaraciones retóricas, sino que esconden tras de sí una interpretación de la
realidad política enfrentada a otra, que tiene su propia interpretación de esa misma
realidad: “La propia realidad no se deja reducir a su significado y forma lingüística
52
Koselleck, Reinhart: "Historia de los conceptos y conceptos de historia" en Ayer nº 53 (2004). p. 30.
33
(Gestaltung)) pero sin tales contribuciones lingüísticas probablemente no habría
realidad, al menos para nosotros.53”
Por ejemplo, en las Declaraciones, como es obvio, aparece la palabra libertad.
La libertad es uno de esos significantes vacíos que no es lo mismo pronunciarlos en
aquella época que hoy en día. Hoy en día es un término en disputa por distintas
ideologías y en aquella época también, pero las ideologías que disputan por el término
no son las mismas en el S.XIX que ahora, obviamente. Por eso no vale interpretar
libertad como ahora, sino que hay que darle un recorrido histórico al concepto y
entenderlo ese significante en su contexto, algo determinante para conocer su
significado.
53
Ibíd.
34
III. Conceptos Clave
En este apartado pretendemos dar cuenta de dos de los conceptos clave para
poner en relación las declaraciones de independencia con la teoría de Laclau sobre el
populismo.
Como exponíamos en el apartado metodológico, no es posible interpretar
documentos de principios del S.XIX desde un punto de vista actual. No podemos tomar
textualmente lo escrito en las actas de independencia e interpretarlas
anacrónicamente trazando las equivalencias que mejor convengan a nuestro análisis
con respecto a los significados de las palabras y enunciados.
Por tanto, habremos dado un paso adelante si los significados de determinados
conceptos de Laclau para el populismo nos brindan un marco interpretativo capaz de
explicar las declaraciones de independencia estudiadas sin desvirtuar o interpretar
atemporalmente las palabras contenidas en las mismas.
1. La Independencia
1.1. La declaración de independencia: una proclamación hacia dentro
Normalmente, se han analizado las mismas declaraciones de independencia
desde una óptica internacional, es decir, como un documento que informaba al resto
de naciones del mundo de que un nuevo estado había nacido y buscaba así su
reconocimiento en la comunidad internacional54.
Este sería el cometido que se plantea David Armitage, el estudioso actual más
citado para analizar este tipo de documentos: ver las declaraciones de independencia
como algo que surge en Estados Unidos, de donde se toma el modelo para la
elaboración de posteriores declaraciones a lo largo de toda la historia, llegando incluso
al actual caso de Kosovo55.
54
Armitage, David: The Declaration of Independence: A Global History. Cambridge, MA: Harvard University Press (2007). 55
Armitage, David: Declaraciones de independencia, 1776-2011: del derecho natural al derecho internacional. En línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf (consultado 06/09/2015)
35
Desde luego, podemos compartir esta visión del profesor Armitage, sin
embargo, este autor no deja de centrarse en lo que el documento en cuestión supone
para la caída de imperios, o en la trascendencia que dicho documento ha tenido a lo
largo de la historia dentro de la comunidad internacional. Ya sea políticamente,
jurídicamente, etc. En otras palabras, Armitage desarrolla su teoría destacando sobre
todo la relevancia que tuvo el documento para condicionar la historia al formular un
método legítimo de independencia unilateral.
Como decíamos, pese a poder estar de acuerdo con el autor estadounidense,
su teoría no contempla en gran medida la capacidad de la declaración de
independencia como documento no solo hacia fuera de la recién creada comunidad
política –la existencia de un nuevo estado-; sino también hacia dentro de la propia
comunidad política. De hecho, es algo que el propio Armitage admite:
"(…) una creciente aversión republicana a los secretos de los gobiernos de gabinete que
se identificaba con unas monarquías desenfrenadas y competitivas complementaba deseos
ilustrados de comunicar y diseminar información, particularmente en forma impresa, para dar
forma a la opinión del público, tanto interno como internacional.
La publicidad informaba al pueblo; y, con igual trascendencia, formaba pueblos. Los
observadores se convertían en participantes dentro de comunidades políticas, tanto las de
larga tradición como las recién formadas, pues la recuperación o recreación de la soberanía los
convertía en portadores de autoridad y articuladores de la opinión pública"56
En caso de que precisamente queramos estudiar las declaraciones como
documentos que proclaman algo político también hacia dentro, deberemos recurrir a
otro tipo de consideraciones al margen de las contempladas por Armitage.
Consideraciones como: ¿se puede pensar en una declaración de independencia como
un documento propio de la (re)fundación de una comunidad política, tal y como se
considera una constitución, por ejemplo? Esta será la pregunta que nos intentaremos
responder en este apartado.
Desde luego, algo que no podemos dejar de tener en cuenta es que, de los
temas que se tocan en las declaraciones, la cuestión internacional –declararse igual al
56
Armitage: óp. cit. p. 16 en línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf
36
resto de naciones de la Tierra- ocupa una mínima parte del texto, siendo dedicado la
mayor parte del mismo a enumerar agravios cometidos por el anterior sistema de
gobierno, las causas de la independencia a los ojos de los redactores y, en fin, a
construir una realidad que hace actuar a los hombres americanos de ese modo,
explicar por qué se hacía lo que se estaba haciendo.
Así, para intentar responder esta pregunta debemos intentar centrar la primera
declaración escrita dentro del contexto en que se escribió, la de Estados Unidos por
Thomas Jefferson.
Desde 1327, los ingleses habían puesto fin al gobierno de siete reyes y en todos
y cada uno de esos entendidos como cambios de gobierno, se redactó y promulgó un
documento por escrito que explicaba el porqué de dicho cambio.
Las razones que se podían esgrimir para deslegitimar al gobernante fueron de
dos tipos. El primero sería enarbolar el hecho de que era un rex inutilis, es decir, un rey
inútil, incompetente para ejercer su cargo. El segundo discurso legitimador que se
pudo esgrimir en Inglaterra fue el del rey "malo", en otras palabras, el rey se había
corrompido por dejarse llevar por gente de dudosa moral que le rodeaba y de la cual él
se fiaba; o directamente actuaba despóticamente en contra de las propias costumbres,
tradiciones y leyes que guiaban el comportamiento decente de la sociedad.57.
Pese a que Thomas Jefferson, autor del acta de independencia de Estados
Unidos, dijo que él en ningún momento había copiado ningún escrito anterior para
dicha finalidad, sí admite que su texto "no aspiraba a la originalidad" y que de algún
modo pretendía expresar lo que en ese momento era la "mente americana" en cuanto
al problema político de su tiempo58.
Si bien esto tiene un recorrido que condiciona la interpretación de la palabra
"independencia" (tal y como veremos después), también nos muestra que no había
nada de extraño en explicar los sucesos que se estaban viviendo, creando así una
57
Maier, Pauline: "Independencia política, continuidad cultural: la declaración de independencia de los Estados Unidos en un contexto británico" en en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: Las Declaraciones de Independencia: los textos fundamentales de las independencias americanas, El Colegio de México y Universidad Autónoma de México (2013) pp. 111-120. 58
Ibíd. p. 111
37
realidad que legitimaba a los independentistas americanos a hacer lo que hacían y a,
después de todo, apropiarse de la "mente americana". Es decir, plantear que aquella
realidad dibujada en el acta era lo que pensaría el "americano medio" de la época, y
por tanto, una obviedad. De ahí que él no aspirase a la "originalidad".
Es, por tanto, un documento que apela a los propios americanos y no sólo al
resto de naciones. Pretende también ser un texto que convenza a los mismos
americanos de que la independencia se hace necesaria y así caminar hacia un cambio
de gobierno.
1.2. ¿Qué significaba "declarar la independencia"?
1.2.1. Los conceptos de monarquía.
Continuando con el anterior subpunto, nos vemos en la necesidad de explorar
qué era lo que se nombraba cuando se decía "independencia".
Para ello, debemos tener en cuenta que la misma palabra no ha tenido siempre
su significado "moderno" vinculado al hecho de formar un nuevo estado-nación en el
mapa global. Esta era una palabra que ya se utilizaba y estaba relacionada con otras
expresiones políticas durante el Antiguo Régimen e incluso se siguió utilizando con el
mismo significado durante el tiempo en el que nació la literatura política que aquí nos
concierne.
En nuestra opinión, para responder a la pregunta que nos hacemos, lo mejor
sería comenzar con un acercamiento a los diferentes tipos de monarquías como forma
de gobierno y organización del estado que existían en España y en la América hispana.
Y cuál de estas "opciones" era la hegemónica en el momento de la independencia.
Luego deberíamos continuar preguntándonos a qué se referían por independencia y
con respecto a qué era necesaria esa independencia. Este comienzo se debe a que
debemos contextualizar la palabra política "independencia" dentro de todo un
conjunto de ideas y discursos políticos que recorrían el pensamiento de la época. No
podemos aprehender su significado si no es contextualizando el término tal y como
nos dice Koselleck.
38
Para describir estos conceptos distintos de Monarquía vamos a utilizar un
artículo de Javier Fernández Sebastián59. En él se nos explican los cuatro modelos para
concebir la monarquía que se dieron en España en el campo de las ideas. Para
explicarnos esto, Fernández Sebastián se vale de los "tipos ideales" de Weber, por lo
que las concepciones a las que aquí hagamos referencia se deben interpretar como
categorías funcionales para una explicación inteligible. Es decir, hay que entender que
los arquetipos se mezclan y no hay prácticamente una separación pura de los
conceptos. Con todo, pasemos a explicar en primer lugar el concepto de monarquía
tradicional o "austracista", que sería la más propia del Antiguo Régimen hispano.
Esta forma de gobierno se encontraba legitimada en un discurso organicista,
corporativo y basado en la costumbre y la tradición. Los diferentes estamentos
estaban representados en las Cortes, las cuales no serían únicas, sino que cada reino
tenía sus propias leyes y normas de funcionamiento social, los fueros. Cuando decimos
"cada reino" nos estamos refiriendo a cada una de las coronas que eran patrimonio del
monarca. En el caso español, Castilla, Aragón (con una subdivisión propia entre
Valencia, Aragón y Cataluña), Nápoles, etc. Y no solo eso, sino que los naturales de
cada reino a su vez eran nacionales de su provincia región o ciudad60. Así, un español
"era natural de una de las Españas, siendo la inquebrantable fidelidad a la Iglesia
romana y la lealtad al monarca común los dos nexos de unión fundamentales entre
todos los españoles. La Monarquía se concibe así como una suerte de nación de
naciones"
Son muchos los "conservadores" españoles que tronarán contra la
centralización del poder y el absolutismo como forma de gobierno, precisamente
porque tenían una concepción monárquica propia de la Edad Media. La Monarquía,
por tanto, desde este punto de vista, sería la agregación de varios cuerpos políticos
que tomaban coherencia cuando estaban guiadas por la providencia del Rey. Es bien
representativo este fragmento que nos brinda el propio Fernández Sebastián copiando
las palabras de Juan de Palafox y Mendoza:
59
Fdez., Sebastián, Javier: "España, monarquía y nación. Cuatro concepciones de la comunidad política española entre el Antiguo Régimen y la Revolución liberal" en Studia Historica-Historia Contemporánea, Vol. XII (1994) pp. 45-74 60
Ibíd. p. 49
39
"Pero así como era posible siendo Creador, era imposible siendo gobernador lo que
intentaba, pues sólo Dios puede crear a los Reinos con unas inclinaciones, pero una vez creados
con diversas, necesario es que sean diversas las leyes y forma de su gobierno. De donde resulta
que queriendo a Aragón gobernarlo con las leyes de Castilla, o a Castilla con las de Aragón, o a
Cataluña con las de Valencia o a Valencia con los usajes y constituciones de Cataluña, o a todos
con unas, es lo mismo que trocar los bocados y los frenos a los caballos y reducirlos a uno solo,
con que estos se empinan, aquéllos corcovean, los otros disparan y todo se aventura. Y pues
Dios, siendo Creador que pudo crear las tierras de una misma manera, las creó diferentes, y en
toda Vizcaya no se hallará apenas una naranja, ni en toda Valencia una castaña, no habiendo
en Valencia otra cosa que naranjas ni en Vizcaya que castañas, porque quiso necesitar unas
tierras a otras para hacer más sociable esta nuestra naturaleza o para otros fines, necesario es
también que las leyes sigan como el vestido la forma del cuerpo y se diferencien en cada Reino
y Nación.61"
En España, este imaginario político fue tan potente, que los intentos de un
absolutismo "puro" encarnados en el despotismo ilustrado de por ejemplo Carlos III,
fracasó hasta tal punto que incluso los liberales partidarios de una monarquía
constitucional, como los que formularon la Constitución de Cádiz de 1812, con el
tiempo tuvieron que aceptar de cierto modo la idea de "Las Españas" para poder
mantenerse vivos dentro del circuito político, siendo hegemónico el discurso
tradicionalista que luego se reforzó con el discurso nacionalista romanticista62.
De este modo, cuando Portugal formaba parte de la monarquía hispánica,
también era "independiente", ya que seguía siendo un reino con una corona propia
solo que en manos del mismo rey que España o Nápoles. Cuando en Portugal la
nobleza decide rebelarse para "independizarse", no lo hace en el mismo sentido que lo
entendemos hoy en día –que sería para formar un nuevo estado-, sino para tener un
61
Para la referencia de esta cita de Palafox tomamos literalmente lo que nos dice J. F. Sebastián en su nota al pie: Apareció primero (con el título Juicio político de los daños y reparos de cualquier Monarquía) en el tomo X de las Obras completas de Palafox (Madrid, 1762) y luego en el Semanario Erudito, tomo VI, pp. 45-63 (1787). Reproducido en Apéndice por J. Mª Jover en «Sobre los conceptos de Monarquía y nación en el pensamiento político español del XVII», en Cuadernos de Historia de España, XIII, 1950, pp. 138-150. Nosotros extraemos el fragmento de Fernández Sebastián, Javier: óp. cit. (1994) p. 52-53. 62
ibíd. p. 71.
40
rey con una dinastía propia y portuguesa. Pero ya era un reino independiente dentro
de lo que conformaban "Las Españas"63.
En el mundo anglosajón la situación era un tanto distinta. Pese a que se
guardan similitudes con la existencia de un monarca rector de varias monarquías, en
Inglaterra triunfó un modelo de monarquía constitucional después de la Revolución
Gloriosa de 1688. De este modo, el Parlamento actuaba como controlador de los
excesos del poder del rey tal y como vimos en el subpunto anterior cuando
hablábamos de la inspiración que encontró Jefferson en los documentos
metropolitanos. De hecho, el mismo Jefferson, al redactar la constitución de Virginia,
parafrasea en su preámbulo la Declaración de Derechos inglesa64.
De esta manera, es posible admitir que "los ingleses llegaron a pensar que el
derecho de juzgar a los reyes pertenecía no solamente a Dios, sino al cuerpo de los
gobernados y, por lo tanto, en este sentido práctico, al Parlamento, que en teoría
representaba a todos los estados del reino, es decir, al rey, a la nobleza y al pueblo."65
Ahora bien, si podemos admitir que en el mundo anglosajón ya era de "sentido
común" la posibilidad de cuestionar la capacidad del rey para gobernar por "inútil" o
por "malo" y despótico, ¿cómo funcionaban estos imaginarios en la América Latina de
la época? Podría suceder que, de algún modo, pensásemos que las concepciones
hegemónicas y no hegemónicas de la monarquía metropolitana no fuesen las mismas
en las colonias. Esto supondría decir que en ultramar se había consolidado cierta
hegemonía liberal y que se actuó en consecuencia. Para nosotros, esta explicación
clásica en las facultades de Historia sería demasiado sencilla y mecanicista.
François Xavier Guerra nos aporta una valiosa información al respecto de la
complejidad que se da en aquellos años y cómo se mezclan los imaginarios
tradicionales con procesos teóricamente nuevos en la historia.
63
Portillo, José María: "Independencia constituyente", en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: Las Declaraciones de Independencia: los textos fundamentales de las independencias americanas, El Colegio de México y Universidad Autónoma de México (2013). pp. 479-495. 64
Maier, Pauline: óp. cit. p. 113. 65
Ibíd. p. 112
41
En América Latina, lo cierto es que la conceptualización sobre la monarquía era
muy parecida a lo que describimos para su metrópolis. Una imagen muy
frecuentemente utilizada para explicar la figura del monarca era la de que el rey es
Padre antes que juez. Es decir, el padre, en su relación con los vasallos, actúa como un
padre justo, garantía de unión familiar: de que los hijos no se dispersen y no se dejen
llevar por las discordias que pudiesen surgir entre ellos66.
Otra de las imágenes más recurrentes es la de concebir el reino como un
cuerpo cuya cabeza es el monarca. La desaparición del mismo rey supondría la acefalia
y la consecuente corrupción del cuerpo. En el sentido que nos ocupa, la corrupción del
cuerpo significaría la disgregación de la Monarquía en reinos, provincias y pueblos
distintos; así como se disolvería la unidad existente entre todos los estados o
estamentos sociales, los cuales cooperaban y cumplían su función para el debido
funcionamiento de todo el cuerpo. Aunque, como decíamos, con una cabeza rectora67.
En definitiva, ambas imágenes explicadas son discursos clásicos de la
monarquía tradicionalista organicista que concibe la política y la sociedad como
compartimentos estancos (corporativos) que el rey dirige hacia a un fin de mayor
calado que "lo inmediato" o los intereses "mundanos".
Y decimos aquí "mundanos" en oposición a la "divinidad", ya que el vínculo que
hay entre el rey y sus súbditos es el de vasallaje. Esto significa que los súbditos juran
lealtad a su señor –en nuestro caso sería Fernando VII- para con el que tenían una
serie de obligaciones como defender su soberanía. El nexo entre el rey y sus vasallos
está mediado por la religión. Es bien representativa una imagen real que ocurrió en
México en 1808 con respecto a esto que decimos:
Los eclesiásticos de Guanajuato organizaron una jornada de muestra de lealtad
a Fernando VII. En la función desfilan toda clase y tipo de personas, como los mismos
eclesiásticos regulares y seculares, espada en mano, con plumas y bandas y el
distintivo del vasallaje al monarca.
66
Guerra, Francois Xavier: óp. cit. p. 151 67
Ibíd.
42
Tras ellos participaban un regimiento de mujeres que, a modo de amazonas,
desfilaban también espada en mano para defender la soberanía de su señor. Incluso
los indios ofrecen su ayuda para defender al amado rey68.
De esta manera, todos los grupos sociales, estamentos, sexos, etc, estaban
igualados en un mismo deber y honor, que era ser súbdito del monarca y defenderlo
con las armas si fuese necesario. Basta recoger este testimonio para hacernos una idea
de esta concepción tradicional de la monarquía en el imaginario social:
"Se dijo por los Reyes de Armas en altas voces las siguientes Palabras (silencio, silencio,
silencio, oygan, oygan, oygan, atiendan, atiendan, atiendan) [...] y el señor sub-delegado
recibió el Pendón de manos del Alférez Real y poniéndose con el las manos a la orilla del
tablado dixo en voz alta: Por las Españas, por México y por Huexocingo El Señor Don Fernando
séptimo Nuestro Católico Monarca —viva-viva-viva— y enseguida en señal de regocijo se
levantaron muchas voces de todo el concurso repitiendo lo mismo."69
En este contexto conceptual, lo que significaba la palabra "independencia" era
referido a la autonomía que se le podía otorgar de manera completa, si acaso, al
propio monarca. No son pocos los debates entre intelectuales europeos, como
Bossuet, acerca de si la independencia del soberano debe ser o no total, ya que la
independencia solo se le podía otorgar a la misma divinidad. El debate de fondo, por
tanto, era la "cantidad " de divinidad que un rey tenía para poder ejercer de manera
independiente70.
En cuanto a la "independencia" aplicada a cuerpos políticos como un reino o
una provincia, se entendía que ésta nunca estaba vinculada a la secesión de un
territorio, sino, como mucho, al grado de autonomía jurisdiccional que se le podía
otorgar a un territorio. Eso sí, tampoco podemos entender esta autonomía como hoy
en día –que sería como uno de los pasos previos a la independencia. Deberemos
68
Ibíd. p. 152-153. 69
Representación del ayuntamiento de Huexocingo con el relato de la jura del rey y después de la Junta Central, 4.V.1809, en AGN México, Historia, vol. 417, exp. I. Cit. en ibíd. p. 157-158 70
Fernández Sebastián, Javier: "La independencia de España y otras independencias. La transformación radical de un concepto en la crisis del mundo hispano" en Ávila…: óp. cit. pp. 41-80
43
entenderla como una decisión política que a su vez cohesionaba todavía más los
cuerpos políticos de la Monarquía en cuestión y de sus dominios71.
1.2.2. ¿Qué significaba entonces "independencia" en la declaración?
El concepto de "independencia" comienza a resignificarse a partir de un
momento de conflicto en el que, como bien dice Koselleck, hay palabras centrales que
empiezan a disputarse y a tomar significados diversos según quien las diga.
Volviendo a la metrópolis española, en la Constitución de Cádiz de 1812
durante la invasión napoleónica de España se señala que "la Nación española es libre e
independiente, y no puede es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona"72.
Aquí la palabra "independiente" remite, es verdad, al hecho de que España estaba
conquistada por una fuerza exterior y se disputaba una "Guerra de Independencia", tal
y como se le dio en llamar. Era una guerra para recuperar la soberanía con respecto a
una potencia extranjera. Sin embargo ¿significaba solamente eso la afirmación de que
España era independiente aunque libraba una guerra por la independencia?
El hecho de que el artículo 2 la Constitución diga al final que la nación no puede
ser "patrimonio de ninguna familia ni persona" está haciendo la afirmación de que la
independencia no solamente puede ser concebida como la independencia con
respecto al resto de naciones, sino que debe ser concebida como la independencia del
propio monarca. Esto nos conduce a un debate sobre la soberanía, que ya no residiría
en el soberano (o no completamente), sino que la independencia es con respecto a él.
Si antes el debate se centraba en la independencia del monarca, ahora el
debate estará centrado en la idea de con respecto a qué o quién se debe ser
independiente. Reformulando y resituando así el tema de la soberanía, ya que si el
independiente es ahora la nación, es porque a la vez, es soberana.
Para desgracia de los revolucionarios de Cádiz, no se logró que la soberanía
cambiase de manos. Y la propia guerra no resituó la soberanía ni la independencia;
sino que la mantuvo en su sentido tradicional, convirtiendo la independencia en una
71
Ibíd. 72
Ibíd. p. 60.
44
recuperación de la soberanía con respecto al extranjero y conservando la figura de la
monarquía tradicionalista encarnada en la persona de Fernando VII. Los medios
tradicionalistas no escatimaron esfuerzos en resignificar la palabra incluso en los
propios términos tradicionalistas con respecto al significado que la dicha palabra tenía
antes; exponiendo que la independencia de España era la independencia de su
monarca que estaba "cautivo"73.
La abdicación de los Borbones en Bayona en favor del Imperio napoleónico
había producido un vacío de soberanía que precisamente había sido aprovechado por
los constitucionalistas gaditanos para, como decíamos, resituar la soberanía y la
independencia. En América, a este vacío de soberanía se reaccionó con la formación de
Juntas que deponen a las autoridades metropolitanas (virreyes y capitanes generales)
para formar luego congresos elegidos mediante votación, que serán los que declararán
la independencia posteriormente, ya que al principio se forman para defender la
soberanía de Fernando VII. No hay que olvidar que el virrey era un cargo que hacía las
veces de rey en América, por lo que después de lo acaecido en Bayona, su legitimidad
era relativa a la hora de defender a un monarca que había renunciado a sus derechos
como tal.
Esta independencia declarada no tendrá un sentido distinto para los
congresistas americanos. Sin embargo, en las colonias son capaces de resituar el
término, refiriéndose a la independencia del pueblo o de la nación con respecto a esa
dependencia que se interpretaba que se tenía del monarca, única institución política
dotada de independencia y soberanía. Significaba no sólo la emancipación de la
metrópolis como tal, sino la independencia de toda autoridad ajena al pueblo. Frente a
las sociedades monárquicas basadas en una dependencia orgánica, se buscaba ahora
la independencia de los pueblos74.
En Estados Unidos por ejemplo, la imagen con la que se identificaba esta
independencia ideal era la del "granjero independiente, dueño de su hacienda y de sí
73
Ibíd. p. 61. 74
Ibíd.
45
mismo, ajeno a toda forma de servidumbre o subordinación personal"75. Y a la vez
estaba conectado con lo público a través del compromiso cívico.
En la América hispana, esta imagen de libertad e independencia individual no
fue tan potente y el tema de la soberanía e independencia se centró más en una
concepción elitista de la misma. Esto se debió a que no era tan fuerte la imagen del
individuo en esa independencia, sino más bien la comunidad76. Y esta comunidad
política tenía unos intereses nacionales que era necesario defender, pero que por
cuestiones de racionalidad y conocimiento, dichos intereses generales no podían ser
descubiertos por todos. De ahí que el concepto de soberanía se acotase a una serie de
élites ilustradas77.
En definitiva, lo que pasó a representar la palabra "independencia" en el
conflicto ocurrido en el seno de las colonias atlánticas, era lo que se puede interpretar
hoy en día como "cambio". Un cambio de modelo, de sistema político. Muestra de ello
es que la utilización de "Guerra de Independencia" en las colonias para nombrar al
proceso que les había llevado a la independencia –valga la redundancia- no fue
utilizada hasta bien tarde. Inmediatamente después de la formación del estado se
utilizaba la palabra Revolución78, una palabra que modernamente está ligada al cambio
político radical, pero que en su momento también significó restauración79.
2. La identidad "americana" y la nacionalidad
¿Significa lo anteriormente dicho que no existiese una identidad americana con
respecto a las metrópolis? Sería falaz esta afirmación, aunque no significa que por el
hecho de que dicha identidad existiese desembocase en una independencia. Y
tampoco significa, ni mucho menos, que estuviese ligada con una especie de
reclamación nacionalista en el sentido moderno del término.
Las singularidades en las que se fundamentaron dicha identidad americana no
tenían especialmente un contenido cultural o antropológico. De hecho en el caso
75
Ibíd. p. 54. 76
Ibíd. p. 55-57. 77
Guerra: óp. cit. p. 368-375. 78
Fernández Sebastián…: óp. cit. (2013) p. 77-78. 79
Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992).
46
hispano, esas singularidades o distinciones culturales, legales, jurisdiccionales, etc,
eran perfectamente complementarias con las concepciones tradicionalistas de la
"Monarquía de Las Españas". Además, como ya dijimos, estas diferencias estaban
incluso incrustadas en la misma concepción de los diferentes reinos de la propia
Península y fue la concepción hegemónica de la idea de España de manera prolongada
en el tiempo. En otras palabras, la "nacionalidad española" no era cuestionada como
tal en América, este era un concepto perfectamente neutralizado discursivamente por
el peso del tradicionalismo, lo fundamental era apropiarse de una identidad difusa
como era la de americano –como seguidamente veremos-, que nada tenía que ver con
considerarse "extranjero" en la comunidad política propia.
Para el caso norteamericano, tampoco podemos obviar el hecho de que
durante las guerras que se disputaron entre 1730 y 1760 se vivió un auténtico
sentimiento de victoria sobre Francia y España en las Trece Colonias. Del mismo modo,
los blancos asentados en las costas atlánticas no dejaban de considerarse a sí mismos
británicos, copiando comportamientos culturales, ideológico-políticos o económicos80.
Las distinciones a las que se hacía referencia tanto en Norteamérica como en la
América Hispana con respecto a Europa tenían que ver, por ejemplo, con los escritos
de Thomas Paine: la geografía, por la distancia que había entre los dos continentes; la
Naturaleza y el paisaje; o los mitos del "Nuevo Mundo"81.
Una imagen bien representativa de esto que acabamos de comentar es cuando
se produce el famoso Motín del Té en Boston (1773), uno de los sucesos más
importantes para el desencadenamiento de la Revolución Norteamericana. En un
cuadro se puede ver como los protagonistas de ese acto de rebelión iban disfrazados
de indios Mohawk82. Sería del todo desmedido interpretar que los rebeldes se
consideraban de alguna manera ligados o mezclados con los nativos, por lo que
debemos interpretar esa imagen como una asunción de esa identidad americana
expresada a través de la naturaleza animada. Sin embargo, no significa que por ello se
80
Armitage, David: "La primera crisis atlántica: la Revolución Americana", en 20/10 Colección El mundo Atlántico y la Modernidad Iberoamericana 1750-1850, vol. 1, Telefónica (2012) en línea: http://www.20-10historia.com/articulo1.phtml. Consultado 10/07/2015. 81
Guerra…: óp. cit. p. 348. 82
Armitage, David: óp. cit. (2012) p. 22.
47
considerasen culturalmente más cercanos a los mohawk como una especie de
reclamación nacionalista antediluviana. Como mucho, podemos interpretar esta
imagen como una de las primeras ocasiones en las que esa identidad americana está
enfrentada en intereses a una identidad británica.
Para el caso hispano, podemos poner otro ejemplo de igual repercusión que es
la utilización y el significado de la palabra "América o americano". No es casual que
este significante tuviese una utilización más o menos constante en los períodos
anteriores a la independencia y que, cuanto más se aproxima el proceso de la
independencia, más se utiliza el término83. Y no es casual porque durante el período
colonial se utilizaba este gentilicio para nombrar a los indígenas. Para los criollos, por
ejemplo, se utilizaba la expresión "español americano"84.
El motivo de que esta palabra fuese utilizada mucho más en una contienda
política significa que representaba una identidad que unos u otros se quisieron arrogar
tanto para defender tanto las Españas y sus distintos reinos –tal y como
tradicionalmente se había utilizado el término América-; como para atacar a este
mismo concepto en favor de la independencia de América. Ya fuese de Sud América,
de la América Meridional o la de aquella famosa frase de Bolívar: "Para nosotros, la
Patria es América"85.
A pesar de la cada vez mayor utilización del término América, tras los procesos
de independencia, este entra en franca decadencia y pasan a ser utilizados sobre todo
los gentilicios de cada nuevo estado: venezolano, peruano, etc86.
Esta decadencia se debe que la palabra que expresaba una identidad americana
se intenta resignificar para apropiársela un bando durante el conflicto. Pero, una vez
que ya están formados los estados, se vuelve imprescindible formar una nacionalidad
propia de cada estado para convertirse también en nación soberana. De hecho, es
Guerra quien nos comenta, en su ya citado libro, que la palabra "nación" no aparece
83
Feres Júnior, Joao: "El concepto de América, ¿concepto básico o contraconcepto?", en Fernández Sebastián, Javier (director): Diccionario político y social del mundo iberoamericano: La era de las revoluciones, 1750-1850. Iberconceptos-I. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,Madrid (2015). 84
Ibíd. 85
Ibíd. 86
Ibíd.
48
en ningún escrito anterior a la independencia87. En el mismo sentido, vale la pena
recordar lo que ya dijimos anteriormente, que los hispanoamericanos nunca se
refirieron a su proceso e independencia como una "guerra", sino como una revolución;
un cambio de régimen.
De esta manera, podemos extraer que la "independencia" estaba más ligada a
la idea de que era necesario, para el cambio de régimen, la formación de un estado y
luego convertir precisamente al pueblo en nacional y al país en soberano en oposición
al rey. En trinomio era el siguiente: independencia con respecto al rey para formar un
estado capaz de articular una soberanía en manos de la nación (con todas las
acepciones que le podamos dar a nacional: elitista, en el caso hispano; o popular en el
caso anglosajón).
Este trinomio se cumple igualmente en el caso Norteamericano. Es el mismo
Thomas Paine, uno de los padres fundadores de la independencia, quien nos lo dice de
manera literal: “nada puede resolver nuestros asuntos tan expeditamente como una
declaración de Independencia abierta y determinada”, tras la cual las antiguas
colonias, transformadas en estados independientes, podían con propiedad “tomar el
rango de Naciones”88.
De nuevo, aunque hay una apelación al plano internacional, aparece reflejada
primero la necesidad de esa independencia para luego formar una nación. Pauline
Maier también coincide en esta interpretación para el caso estadounidense:
"Los colonos americanos se separaron de Gran Bretaña no porque anhelaran constituir
una nación distinta, sino porque sus únicas alternativas eran, como lo expresó la colonia de
Virginia, "la sumisión abyecta a la voluntad de…tiranos prepotentes" o "la separación total de
la corona y gobierno de gran Bretaña". Rompían con Gran Bretaña, a sus ojos, para preservar
lo más valioso de la tradición británica"89
Vale la pena aclarar que ese "anhelo de constituir una nación distinta" al que se
refiere Maier tiene que ver con una intención a priori de la independencia. Que
87
Guerra…: op. cit. p. 159. 88
Paine, Thomas: Common Sense, cit. en Armitage…: óp. cit. p. 9. En línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf. Consultado: 10/07/2015. 89
Maier…: óp. cit. p. 119
49
hubiese una nacionalidad a priori supondría que los americanos se declarasen una
nación desde antes de la independencia. Es decir, Maier en el conjunto de su artículo
también desarrolla la idea de que los colonos americanos no tenían de sí mismos la
visión de una nacionalidad distinta a la británica antes de la independencia.
Posteriormente se hacía necesario.
3. Conclusión: la declaración de independencia, un documento
fundacional
En esta primera parte del capítulo hemos explorado el concepto de
independencia preguntándonos si una declaración puede ser considerada como un
documento (re)fundacional, del mismo modo que puede ser considerada una
constitución.
Para responder a esta pregunta, lo primero que nos debíamos responder era si
una declaración de independencia podía ser considerada como un documento que
hiciese no solo una proclamación interpelando al resto de estados del mundo, sino
también que pretendiese interpelar a la propia comunidad política. Llegamos a la
conclusión de que incluso quienes han estudiado estas actas como una declaración
internacional, admiten su capacidad para movilizar y declarar hacia dentro.
La siguiente pregunta obligada era explorar los significados que podía tener en
la época la palabra "independencia". Para ello nos vimos obligados a estudiar el
concepto de monarquía en el mundo anglosajón e hispano, ya que era con respecto a
quien se declaraban las independencias.
Este término y sus significados, nos condujeron a consideraciones sobre los
ingredientes de la monarquía con respecto a los que se declaraban independientes las
colonias, deduciendo el trinomio "independencia-soberanía-nación" como el
articulador del discurso independentista, por lo que "independencia" era "cambio de
régimen". Y por último, hemos admitido el hecho de la existencia de una identidad
"americana", pero no el hecho de que eso significase la existencia de una nacionalidad
diferenciada entre americanos y europeos. Todo lo contrario, las conclusiones que
podemos extraer son que "independencia", "americano" o "nación", son términos que
50
se intentan resignificar legitimando así a unos actores políticos para ejercer y definir
ciertas palabras, y así resituar esos términos para hacer legítimo otro régimen político.
En definitiva, lo que observamos es un uso de las palabras distinto entre aquellos que
defienden el "país viejo" y aquéllos que intentan legitimar la llegada de "país nuevo".
Es la proclamación de la necesidad de (re)fundar la comunidad política. En
definitiva la proclamación de un cambio de régimen. Tal y como nos dice José María
Portillo: "Sin formar propiamente parte del texto constitucional, las declaraciones de
independencia se presentaron, así, como los primeros actos propiamente
constituyentes que realizaron las sociedades atlánticas que conformaron por primera
vez Estados por sí mismos al margen de sus matrices imperiales"90. Se trata de un
documento que informa sobre la necesidad de la emancipación e intenta hacerla
efectiva sin marcha atrás. Algo equivalente, según Portillo, al mismo hecho que supone
la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano en el contexto de la
Revolución Francesa de 1789.
En nuestro análisis no cabe la idea de que no hubiera habido una "verdadera
independencia" –o "realmente existente"- o una especie de "engaño" de los criollos
para enriquecerse más, así como de una serie de "advenedizos" que supieron
colocarse en el lugar adecuado en el momento adecuado para situarse en el bando
ganador. El asunto aquí tratado no es si hubo o no un engaño ya que eso es
completamente irrelevante, no termina de explicar el suceso acontecido mientras este
acontecía, sino que es una interpretación historiográfica desde el presente poniendo
una serie de requisitos "verdaderamente revolucionarios". Nuestro objetivo está en
mostrar cómo aquella declaración se vivió y se percibió realmente como un cambio de
régimen. Tal y como escriben Erika Pani y Alfredo Ávila:
"(…) no pocos historiadores han considerado que el mundo hispanoamericano era
demasiado jerárquico, católico, escolástico, tradicional y tropical para que el proceso de
independencia pudiera considerarse auténticamente revolucionario. Estos análisis han
procurado, justificadamente, identificar la naturaleza de los cambios (jurídicos, económicos,
sociales) y calar su profundidad. Rara vez han considerado como evidencia suficiente el
90
Portillo…: óp. cit. p. 480.
51
testimonio de unos actores convencidos de lo cataclísmico del momento que estaban
viviendo."91
Hannah Arendt, para su estudio de la Revolución Norteamericana sigue un
razonamiento muy parecido a través de la exploración del significado de la palabra
revolución. Según la autora alemana, revolución fue una palabra que se utilizaba,
figuradamente, con el fin de hablar de una "restauración". Esto se debe a la apelación
de los revolucionarios a tiempos pasados mejores, ya que son las referencias de las
que gozan para plantear un futuro que por lo demás es imprevisible. Es por ello que los
revolucionarios no son conscientes de la revolución que están haciendo como si
tuvieran los planos perfectamente trazados del edificio que acabarían construyendo;
sino que interpretan que, de algún modo, las circunstancias les obligan a tomar
decisiones que no tenían pensado tomar. Haciendo una defensa de las visiones de los
"actores" en lugar de los "espectadores" de los procesos históricos, Hannah Arendt
dice una cosa que compartimos también plenamente y con lo que finalizamos este
apartado de conclusiones:
"(…)en efecto, todas las historias iniciadas y realizadas por hombres descubren su verdadero
sentido únicamente cuando han llegado a su fin, de tal modo que puede pensarse que sólo al
espectador, y no al agente, le cabe la esperanza de comprender lo que realmente ocurrió en
una cadena dada de hechos y acontecimientos. (…)
Pero lo que realmente importa es que todos aquellos que, a lo largo del siglo XIX y hasta bien
entrado el XX, siguieron las huellas de la Revolución Francesa se consideraron no como simples
sucesores de los hombres de esta Revolución, sino como agentes de la historia y de la
necesidad histórica, con el resultado evidente y, sin embargo, paradójico, de que la necesidad
sustituyó a la libertad como categoría principal del pensamiento político y revolucionario." (Se
refiere aquí a la llegada de Napoleón al poder)92.
91
Ávila, Alfredo y Pani, Erika: "De la Representación al Grito, del Grito al Acta. Nueva España, 1808-1821", en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana y Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 275. 92
Arendt, Hannah: óp. cit. p. 54.
52
IV. Ideología y análisis de discurso de las declaraciones de independencia
En este apartado pretendemos analizar las actas de independencia de los tres
países escogidos, Estados Unidos, Venezuela y México, por orden cronológico.
Primero, empezaremos por una pequeña contextualización histórica que dé
cuenta de "los hechos" acaecidos y de cómo se va asentando como plausible la opción
de la secesión de una colonia con respecto a su imperio.
Luego trataremos de justificar ideológicamente las actas, es decir, qué
ideología tenían los actores políticos que redactan las declaraciones de independencia
y qué sistema pretenden instituir después de independizarse del rey.
Por último, trataremos de analizar el discurso contenido en cada declaración de
independencia poniéndolo en relación con su contexto.
1. La declaración de independencia de Estados Unidos
1.1. Del orgullo victorioso de la Guerra de los Siete Años, a la Declaración de
Independencia de 1776
Toda la información contenida en esta contextualización histórica es recogida
del seminario de Miguel Cabo Villaverde en la USC93.
Tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763), cuyo campo de batalla y objeto de
la conflagración fue América, Gran Bretaña había contraído una gran deuda
ocasionada por los gastos bélicos. Para reponer la Hacienda se considera que los
colonos han de contribuir al maltrecho tesoro común debido a que ellos también
fueron defendidos.
La primera medida sería la tasa sobre el azúcar y la melaza de las Antillas que
entraban en América en 1765, la Sugar Act. Junto a esta ley también se introduce el
impuesto sobre el timbre, que ya existía en Inglaterra, la Stamp Act, en virtud de la
93
Cabo Villaverde, Miguel: Historia da América Anglosaxona, en Clases Historia de América, curso 2011-2012 (USC).
53
cual todos los actos jurídicos públicos y privados en las colonias debían realizarse sobre
papel sellado con el timbre del Estado.
Las respuestas por parte de los colonos a estas leyes no se hicieron esperar.
Durante el mismo año, varias asambleas de los estados –instituciones que ya ejercían
sus funciones durante el período colonial- van a impugnar estos nuevos impuestos. Sin
embargo, no debemos interpretar esto como un primer paso que inexorablemente
condujo a la declaración de independencia posterior. De hecho, las imágenes de estas
protestas son clásicas de las tradicionales acciones colectivas rebeldes del Antiguo
Régimen, que tranquilamente podrían ser ejemplos del libro de E. P. Thompson
Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial94: instituciones locales resistiendo a decisiones tomadas por la
monarquía; asaltos a casas de recaudadores de impuestos para intimidarlos como en
Massachussets; o boicots al productos ingleses que llegaban a las colonias. Muchas de
estas acciones eran pertrechadas por actores rebeldes organizados en la
clandestinidad como los Sons of Liberty.
Finalmente, estos actos de protesta conseguirán sus objetivos y el Parlamento
británico se verá en la obligación de retirar las nuevas tasas y obligaciones. Pero la
situación se repetirá en 1767.
En ese año se aprueban las Townshend Acts que instituyen derechos de aduana
sobre varios productos para su entrada en América, como el papel, el té o el vidrio. La
Asamblea de Massachussets vota una moción de protesta bajo el principio de “no
taxation without representation” a lo que el gobierno británico responderá disolviendo
la Asamblea y argumentando un nuevo principio de "representación virtual" según el
cual el Parlamento representaba a todos los habitantes del Imperio. A partir de este
momento sí se puede decir que las protestas dejan de tener un tamiz netamente de
Antiguo Régimen y se pasa entonces a protestar para conseguir un objetivo concreto
que es el de lograr una representación capaz de defender los intereses americanos en
la metrópoli.
94
Thompson, E. P.: Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Crítica, Barcelona (1979).
54
Las tensiones siguieron creciendo tras este suceso y se produce entonces un
boicot a los productos sometidos a tasas. Después de tres años de pugna tiene lugar
un hecho que se interpreta políticamente como el ataque literal de los británicos a su
propio pueblo: la Masacre de Boston (1770). Un suceso que empieza como una reyerta
más, pero que terminó con los soldados británicos disparando a una masa que
protestaba en la calle. Los soldados serán juzgados por un jurado de colonos y se
encontraron culpables a dos soldados.
Este acto pudo haber pasado como uno más en otro momento de la historia,
pero justamente en medio de ese estado indignación se interpretó como una
"masacre" perpetrada por los británicos al pueblo americano, siendo capaces que
arrebatar vidas humanas. Ante esto, el Parlamente tuvo que volver a dar marcha atrás
y a retirar las leyes aprobadas exceptuando la tasa sobre el té.
En 1773 se concede el monopolio sobre la venta de té a la Compañía de las
Indias, para aliviar sus dificultades financieras. En este contexto tiene lugar la famosa
Boston Tea Party (llevada a cabo por Sons of Liberty vestidos de indios mohawk), que
será ya el punto de no retorno. Consistió en una protesta en la que integrantes de los
Hijos de la Libertad tiraron al mar los cargamentos de té que llegaban al puerto de
Boston. Esta vez el gobierno británico no retrocedió y en 1774 promulgó las
denominadas Intolerable Acts (“Leyes intolerables”), que afectan particularmente a
Massachussets: cierre del puerto de Boston hasta que se pagase una indemnización a
la Compañía; una nueva ley de acuartelamiento para las colonias según la cual los
ciudadanos privados han de colaborar en el alojamiento de las tropas; se da mayor
poder al gobernador; prohibición de reuniones públicas en Massachussets; y en el caso
de que los soldados británicos cometiesen algún delito, serían juzgados en la
metrópoli. De nuevo, aquí vemos que se bautiza como "intolerable" a un hecho que
por lo demás no debería por qué tener mayor repercusión en otra época. No era de
extrañar que un gobierno tuviese la legitimidad para imponer las reformas que mejor
le pareciese, creando opiniones de todo tipo con ellas; pero estas opiniones no
contemplaban siempre secesiones. En este contexto se dijo que aquello era
intolerable.
55
La reacción del bando contrario a las reformas fue la de estimular la solidaridad
de las restantes colonias con la de Massachussets, y en septiembre de 1774 se produce
una reunión de delegados de las Trece Colonias en Filadelfia (el Primer Congreso
Continental) por iniciativa de Benjamin Franklin. De nuevo debemos advertir que este
acto no se trata de una marcha consciente hacia la independencia, sino la de trazar
una estrategia conjunta capaz de devolver el orden anterior a las cosas. Los partidarios
de la ruptura con Gran Bretaña son aún minoritarios; nadie acusa de nada al Rey, sino
que se culpa al mal gobierno, al Parlamento, a Greenville o a Townshend, por ser los
parlamentarios que impulsaron en el Parlamento las leyes-agravio. Pero sí se reafirman
en el derecho de los habitantes de América a participar en la votación de las leyes que
los afectasen directamente, y en el llamamiento a boicotear las mercancías británicas.
En el invierno de 1774-75 se organizan los llamados “comités de enlace” (para vigilar el
cumplimiento del boicot) y las milicias armadas. De hecho, en abril de 1775 se produce
el primer choque armado en Lexington, un choque imprevisto provocado porque los
soldados británicos salen a requisar unas armas que están acumulando los
boicoteadores y por el camino se produce la escaramuza.
Se produce así el segundo Congreso Continental de Filadelfia (1775) en el que
se forma ya un ejército y se pone a su mando a George Washington, aunque todavía se
excluía explícitamente la separación de Gran Bretaña. Los ánimos se van decantando
hacia la secesión sólo con el paso del tiempo y ante la inflexible actitud de Jorge III.
Será el anuncio del envío a las colonias de nuevas tropas y el folleto de Thomas Paine
"Common Sense" lo que comience a quebrar el statu quo con respecto a la figura del
rey.
El librillo de Paine tuvo una gran difusión, y en él se califica ya abiertamente de
tirano a Jorge III, rompiendo así el "tabú" del Rey y esgrime que América estaba
constreñida y que sin ese yugo opresor sería más próspera. Es muy significativo que el
panfleto contenedor de uno de los discursos más exitosos a favor de la independencia
se titule "sentido común". Se pretende aquí hacer frente a la idea de que dar el paso
hacia la independencia era demasiado arriesgado y carente de beneficios para las
colonias. Todavía era de sentido común pensar que el rey era una figura a respetar.
Ahora Thomas Paine planteará que lo que no es de sentido común es seguir bajo la
56
soberanía de un rey que no escucha las demandas de la gente y actúa de manera
despótica:
"I have heard it asserted by some, that as America hath flourished under her former
connection with Great Britain, that the same connection is necessary towards her future
happiness, and will always have the same effect. Nothing can be more fallacious than this kind
of argument. We may as well assert, that because a child has thrived upon milk, that it is never
to have meat; or that the first twenty years of our lives is to become a precedent for the next
twenty. But even this is admitting more than is true, for I answer roundly, that America would
have flourished as much, and probably much more, had no European power had any thing to
do with her. The commerce by which she hath enriched herself are the necessaries of life, and
will always have a market while eating is the custom of Europe."95
Finalmente, el mismo Congreso, el 4 de julio de 1776 el Congreso Continental,
tras una serie de enmiendas, aprobará la Declaración de Independencia redactada por
Thomas Jefferson.
1.2. El republicanismo como ideología en la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos
Para este apartado seguiremos la interpretación que hace Hannah Arendt sobre
la Revolución Americana en su libro Sobre la Revolución. Para comenzar, debemos
advertir que el republicanismo, a pesar de que se ha utilizado asiduamente para
describir una forma de gobierno consistente en la ausencia de monarquía, en Hannah
Arendt hace referencia a una ideología como tal, diferenciada de otras
interpretaciones liberales de la Declaración de Independencia de Estados Unidos.
Esta ideología para el caso norteamericano se fundamentará sobre todo en dos
cosas: en la creación de un espacio público libre de injerencias o intereses privados en
el que cada persona se comprometiese por civismo; y la defensa de la República contra
los posibles abusos de poder.
95
Paine, Thomas: Common Sense. En línea: http://pinkmonkey.com/dl/library1/sense.pdf consultado el 20/07/2015.
57
Para entender bien el primer concepto debemos saber, antes que nada, que
para Hannah Arendt la autorrealización plena del individuo se da interactuando y
discutiendo con otros individuos y convenciéndose los unos a los otros. De esta
manera es como el yo se libera y busca lo que la propia Arendt llamaría la "pasión por
la distinción", es decir, distinguirse el individuo con respecto a los demás hombres.
Esta idea se basa en la antigua polis ateniense, donde los individuos discutían sobre
política en el ágora: "Se suponía que la polis multiplica las ocasiones de ganar «fama
inmortal», es decir, de multiplicar las oportunidades para que el individuo se distinga,
para que muestre con hechos y palabras quien es su única distinción".96
Según la autora alemana, esta pasión por el espacio público vuelve a despertar
con la Revolución Americana y hunde sus raíces en el comportamiento político de la
sociedad durante la época colonial:
"(…) el pueblo iba a las asambleas municipales… no solo por cumplir con su deber ni, menos
aún, para servir a sus propios intereses, sino sobre todo, debido a que gustaban de las
discusiones, las deliberaciones y las resoluciones… lo que les movió fue la pasión por la
distinción que, según, John Adams, era la más esencial y notable de todas las facultades
humanas. Donde quiera que se encuentren hombres, mujeres o niños, sean viejos o jóvenes,
ricos o pobres, altos o bajos, prudentes o locos, ignorantes o cultivados, todo individuo es
movido poderosamente por el deseo de ser visto, oído, juzgado, aprobado y respetado por las
personas que lo rodean y constituyen sus relaciones."97
El republicanismo sería, por tanto, la ideología que, a través del civismo,
procura proteger el espacio público que según Arendt es el auténticamente político. Y
es que Hannah Arendt diferencia la esfera pública política de otra esfera privada y
económica –o patrimonial en el caso de un monarca-; lo que le lleva a pensar que ese
espacio puramente político, cuando está protegido de intereses privados, y
únicamente está guiado por el civismo, el amor a la discusión y a la autorrealización de
la persona reconocida dentro de la comunidad, es cuando se puede decir que es
republicano. Para Arendt esto es a lo que se refiere la Declaración de Independencia
cuando habla de la felicidad, refiriéndose a la felicidad pública
96
Arendt, Hannah: La Condición Humana, cit. en Souroujon, Gaston: "Arendt y las lecturas republicanas de la Revolución Norteamericana", en Fragmentos de filosofía, nº 9 (2011). pp. 13-30. 97
Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992). p. 189.
58
La conservación de este espacio puramente político, deja de lado
consideraciones de tipo material, es decir, para Hannah Arendt la República es
irrealizable sin un mínimo sustento que permita ejercer el derecho de participar en los
asuntos públicos por mero amor a la polis. Así, este espacio no deja de tener ciertos
aires aristocráticos, al desquitarse del trabajo manual98. Desquite que para Arendt es el
fin al que todo hombre aspira, trabajar lo menos posible:
"Todo gobierno encuentra su razón de ser original y más legítima en el deseo del
hombre por emanciparse de la necesidad vital, y los hombres lograron tal liberación por medios
violentos obligando a otros a que soportasen las cargas que impone la vida. En esto consistió la
esencia de la esclavitud (…) solo la violencia y el gobierno sobre otros hombres podían liberar a
unos cuantos. (…) El resultado fue que la necesidad invadió el campo de la política, el único
campo donde los hombres pueden ser auténticamente libres."99
De hecho, Arendt dice que pensar un régimen republicano fue posible en
Norteamérica porque existían unas condiciones materiales prósperas que permitían la
existencia de ese espacio público proclive a debatir. En la Revolución Francesa por
ejemplo, la urgencia de decidir con respecto a las masas necesitadas, traía consigo la
imposibilidad de una soberanía nacional no concentrada. Por lo que nunca pudo
abrirse ese espacio público republicano100.
Desde este punto de vista, para que la República pueda funcionar al margen de
los intereses, necesidades o abusos, debería haber una dispersión del poder; que este
estuviese lo menos concentrado posible para evitar que el poder pueda interponerse
en ese espacio puramente político al margen de cualquier injerencia no-política.
En conclusión, la maniobra de los Padres Fundadores fue equiparar los
conceptos de monarquía y tiranía, cuando en principio eran precisamente antagónicos.
Monarquía sería el buen gobierno de un individuo, y tiranía precisamente el abuso del
poder por parte del soberano para conseguir sus propios intereses. Cuando los
independentistas igualan ambos términos no solamente creen que el problema era el
mal gobierno del que eran víctimas, sino la incapacidad misma para participar en el
98
Souroujon, Gaston: óp. cit. 99
Arendt, Hannah: óp. cit. Madrid (1988). p. 114. 100
Ibíd. p. 24-25
59
espacio público, el cual no existe ya que es patrimonio de un monarca, y por tanto es
privado.101
De este modo, resituaban la soberanía en otro actor político que sería el pueblo
debatiendo en condiciones de igualdad en el nuevo espacio abierto y neutral, que es la
esencia de una república.
Habiendo dividido el poder entre los "hombres del ágora", el siguiente paso
sería controlar el poder dentro las propias instituciones para que no existiese un poder
concentrado en determinados actores, como los representantes o las masas. De ahí
que se adoptase la división de podres de Montesquieu como una de las claves del
republicanismo estadounidense:
Lo que los hombres de la Revolución americana consideraron una de las innovaciones
más importantes del nuevo gobierno republicano, la aplicación y elaboración de la teoría de la
división de poderes de Montesquieu al cuerpo político, desempeñó un papel secundario en el
pensamiento de los revolucionarios europeos de todos los tiempos; la idea fue rechazada
inmediata mente, incluso antes de que estallase la Revolución Francesa, por Turgot en nombre
de la soberanía nacional, cuya «majestad» —majestas fue el vocablo empleado
originariamente por Jean Bodin antes de que él mismo lo tradujese por souveraineté— al
parecer exigía un poder centralizado e indiviso.102
1.3. El análisis de la declaración de independencia
1.3.1. La interpretación de los hechos que construye la realidad
independentista
A grandes rasgos, la estructura de las actas sería una enumeración de “las
infamias” (presentes en todo el texto) cometidas por el gobierno metropolitano
contra la legalidad, la justicia, las costumbres, etc, de los pobladores americanos; otra
parte sería aquélla en la que legitiman su “derecho natural” (venido de Dios) a
terminar con lo que se concibe como una asociación entre “pueblos”. Un pueblo que
antes estaba contenido en una institucionalidad colonial y ahora estará contenida en
una institucionalidad estatal. Por último, hay una declaración de cómo serán a partir
de ese momento las relaciones entre metrópolis y antigua colonia, asegurándose la
capacidad para hacer la guerra.
101
Souroujon, Gaston: óp. cit. 102
Arendt…: óp. cit. (1988) p. 24.
60
En general, la construcción de la realidad que hacen con esta declaración de
independencia será la de unas colonias con un pueblo oprimido por la tiranía de Jorge
III y las autoridades metropolitanas, que han cometido toda una serie de agravios que
atentaban contra las costumbres y las leyes de las que tradicionalmente se habían
dotado en las colonias.
En todo momento, se hace referencia a las leyes aprobadas por la metrópolis:
En cuestión de impuestos: "(Jorge III) Ha creado multitud de nuevas oficinas y
envió un enjambre de funcionarios para hostigar a nuestro pueblo y engullir sus
bienes"103
En el uso de la violencia como instrumento de gobierno: "Ha influido para que
la autoridad militar sea independiente y superior al poder civil."104
En cuanto a la obligada cooperación de la gente para albergar en sus casas a
soldados: "Ha mantenido entre nosotros, en tiempos de paz, ejércitos permanentes,
sin el consentimiento de nuestra legislatura"105 y "Se ha asociado con otros (…) para
acuartelar grandes cuerpos de tropas entre nosotros."106
Con respecto a los juicios contra los soldados que deberían ser juzgados por sus
atentados contra los habitantes de las Trece Colonias: "Ha obstruido la Administración
de la Justicia, al negarse a aprobar las leyes para el establecimiento de poderes
judiciales"107. Y "Se ha asociado con otros (…) para protegerlos (a las tropas) para
protegerlos, por un juicio ficticio, del castigo por los asesinatos que cometieron entre
los Habitantes de estos Estados."108
Por último, se hace referencia al hecho de que no se aceptaba la
representación de las Trece Colonias en el Parlamento, considerándolas no como una
parte más del reino sino como un lugar donde ejercer un dominio directo a través de
103
VV.AA.: Declaración de los Trece Estados Unidos de América, en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 502. La negrita siempre será nuestra. 104
Ibíd. 105
Ibíd. 106
Ibíd. p. 503. 107
Ibíd. p. 502 108
Ibíd. p. 503
61
funcionarios elegidos desde la metrópolis. Y no satisfecho con eso, el gobierno
metropolitano también intentó cerrar las propias instituciones de las que
tradicionalmente habían gozado los americanos:
"Para abolir el libre sistema legal tradicional inglés en una provincia vecina,
estableciendo allí un gobierno arbitrario y extendiendo sus fronteras con el fin de convertirlo de
inmediato en un ejemplo y un instrumento adecuado para introducir el mismo poder absoluto
en estas colonias.
Para suprimir nuestras cartas, abolir nuestras leyes más valiosas, y alterar de forma
fundamental nuestros gobiernos.
Para suspender nuestras propias legislaturas y declararse investido con poder de
legislar por nosotros en todos los casos."109
Ante esta interpretación de los hechos (recordemos que generalizada en la
"mente americana" según Jefferson), el pueblo de las colonias resistirá de manera
mesurada y prudente dichos envites, pidiendo cosas humildemente mientras
soportaban la tiranía de los metropolitanos: "Tal ha sido el paciente sufrimiento de
estas colonias"110; "En cada etapa de estas opresiones, hemos pedido compensación los
términos más humildes, pero a nuestras repetidas peticiones se ha contestado
solamente con repetidos agravios"111; "Tampoco hemos dejado de dirigirnos a nuestros
hermanos británicos. Los hemos prevenido de tiempo en tiempo de las tentativas de su
legislatura en extender sobre nosotros una jurisdicción injustificable"112.
No habiendo escuchado las demandas y exigencias de diverso tipo por parte de
los colonos, Gran Bretaña cargará violentamente contra los habitantes de las colonias
imponiéndose mediante la fuerza, declarando la guerra a las colonias y por tanto
abdicando el derecho del mismo rey a gobernar protegiendo a su pueblo:
"Ha abdicado el gobierno aquí, al declararnos fuera de su protección y al emprender
una guerra contra nosotros (…).
109
Ibíd. p. 503 110
Ibíd. p. 501 111
Ibíd. p. 503 112
Ibíd. p. 504
62
En este momento, está transportando grandes ejércitos de mercenarios
extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía, ya iniciada en
circunstancias de crueldad y perfidia que apenas encuentran paralelo en las épocas
más bárbaras, y totalmente indignas de un jefe de una nación civilizada"
"(…) Ha excitado insurrecciones internas entre nosotros y se ha esforzado en provocar
a los habitantes de nuestras fronteras, los inmisericordes indios salvajes, cuya conocida regla
de guerra es una destrucción sin distinción de edad, sexo y condición."113
Delante de semejante panorama descrito, propio "de las épocas más bárbaras",
los congresistas aducen que solamente les queda una alternativa que se convierte en
imperativo, declarar la independencia: "Cuando en el curso de los acontecimientos
humanos se vuelve necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han
ligado con otro (…)"114; "Tal ha sido el sufrimiento de estas colonias y tal es ahora la
necesidad que las obliga a reformar su anterior sistema de gobierno"115; "Debemos
pues, convenir en la necesidad, que estable nuestra separación y considerarlos, como
consideramos a las demás colectividades humanas, enemigos en la guerra, amigos en
la paz".116
Como vemos, los congresistas construyeron un discurso legitimador en el cual
acogen todo tipo de demandas y exigencias con el nombre de pueblo o colonia. El cual
se ve obligado por mera supervivencia a armarse para contrarrestar la violencia que se
ejerce, desde la misma nación a la que pertenecen, contra ellos. Es decir, es Jorge III
quien abdica, quien trata mal a su propia nación y no la protege, quien atenta contra
ella; es, en fin, quien empuja a los propios americanos a declarar su independencia del
monarca. Ya no por gusto, sino por necesidad, por sentido común. Ya no es una
cuestión de ideología, o de ponerse del lado de un grupo que ya antes clamaba por la
independencia, es porque no hay alternativa. Pero este sentido común, como vemos
es construido:
113
Ibíd. p. 503 114
Ibíd. p. 501 115
Ibíd. p. 501 116
Ibíd. p. 504
63
Nunca habían supuesto problemas políticos de envergadura las reformas
institucionales. Si lo habían hecho, había sido en forma de protestas propias del
Antiguo Régimen, y no de una impugnación a la totalidad del régimen político. Esto es
justamente lo que pasó en el período inmediatamente anterior a la declaración de
1776. Sin embargo, esas demandas "populares" no habían sido atendidas o se
aceptaban parcial o relativamente, por lo que se fueron acumulando durante ese
período hasta ser recogidas en la declaración de independencia.
Por lo demás, en la época, un gobierno metropolitano tenía perfecta
legitimidad para hacer cumplir la ley en sus colonias mediante la movilización de las
tropas. No habría sido la primera vez que pasase en la historia. Esta está llena de
acontecimientos donde, a pesar de utilizar la represión, no se impugna la totalidad del
sistema; o no hay esa movilización social capaz de armar un ejército independentista a
base de milicianos.
1.3.2. Los "agravios" y el "derecho natural" como frontera
Construido el mensaje independentista respondiendo al significado en conjunto
de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, vale la pena pararse ahora
en cómo se construye la frontera que crea una identidad popular que se construye en
oposición a los ejecutores del "mal gobierno".
Estas fronteras se construyen en base a dos elementos que llamaremos los
"agravios" y el "derecho natural".
La palabra "agravio", en el contexto norteamericano del momento, no deja de
ser un significante flotante, ya que como decíamos, si bien para los colonos ellos
habían sido víctimas de la infamia; para los metropolitanos era perfectamente legítimo
"poner orden" en una parte de su monarquía que se había vuelto "caótica" y que
reclamaba una serie de cosas inasumibles, como la representación en Parlamento
cuando las colonias ya estaban representadas virtualmente en él. De esta manera, es
una disputa por definir quién es el infame y quién la víctima.
64
Los independentistas plantearon que era el rey quien cometía esos agravios
contra su pueblo, estableciéndose así una frontera entre el pueblo y "la tiranía" o "el
despotismo":
"Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente
el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es su
derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura
seguridad. (…)
La historia del presente rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidas injurias y
usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía
sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo
imparcial."117
Otra manera de crear esa frontera es reafirmar la identidad americana como
uno de los pueblos conformadores de la Gran Bretaña. Para ello se utilizará, por
ejemplo, la palabra "hermanos", lo que permite a los americanos ponerse en pie de
igualdad con respecto al resto de los pueblos de la monarquía, ya que no se utiliza la
palabra "padre", lo que conllevaría la suposición de cierta autoridad de la metrópolis
sobre su colonia: "Un príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que
definen a un tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre. Tampoco
hemos dejado de dirigirnos a nuestros hermanos británicos. Los hemos prevenido de
tiempo en tiempo (…)"
Del mismo modo, si las cualidades del mal gobierno sufrido por el pueblo son
los "agravios"; las virtudes del "buen gobierno" no dejarán de ser características igual
difusas en su significado pero que sin embargo no dejan de ser palabras que engloban
la “bondad” del “pueblo” que se rebela contra la “infamia” impuesta:
"(…) todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad;
que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan
sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados"118
117
Ibíd. p. 501-502 118
Ibíd. 501
65
Con respecto al derecho natural, nos referimos a uno de los temas explicados
en el capítulo anterior: como parte del cuerpo de la monarquía, los colonos tenían
unas instituciones que les permitían un considerable nivel de autogobierno, ya que
Dios mismo había decidido diferenciar a los hombres para que cada comunidad se
dotase de sus propias leyes, basadas en la tradición y la costumbre. Las apelaciones a
la recuperación y las denuncias de abolición (por parte del rey) de instituciones propias
son constantes en la declaración.
Como veíamos en el anterior fragmento, el derecho de los hombres a ser bien
gobernados proviene del "Creador". Pero podemos también extraer otras expresiones
tales como: “(…) con plan despótico para sujetarnos a una jurisdicción extraña (una
jurisdicción a la que no estaban acostumbrados) a nuestras leyes y no reconocida por
nuestra constitución".
Aquí, "Dios" es el significante flotante que legitima prácticamente cualquier
acción política hasta que se consolida el proceso de secularización. Como podemos
ver, desde la Reforma y el Anglicanismo, hasta las declaraciones de independencia de
nuevas naciones, los actores tienden a apropiarse del símbolo más poderoso de la
época, que es el "Creador".
Este “derecho natural de los pueblos” es el que permite trazar la frontera entre
“ellos” (opresores) y “nosotros” (pueblo con derecho a constituirse como comunidad
independiente cuando no se cumplen las leyes que la Providencia ha creado). De esta
manera, se apropian de la identidad "americana" basada en unas instituciones y en
unas tradiciones legales propias, que hasta el momento habían tenido cabida en la
monarquía, pero que por el despotismo de Jorge III, ahora se hacían impracticables.
Además de ser Dios de donde emana la Providencia en la que se fundamentan
las leyes, el Señor también funciona directamente como la encarnación del bien: Dios
está de nuestro lado, mientras que nuestros dominadores cometen ·atrocidades
contra nosotros. Del mismo modo, nosotros ya somos una identidad con nuestras
“propias leyes” y hábitos desde antes; y los metropolitanos son nuestros “hermanos”
(nuestros "iguales" como decíamos antes) pero no nuestros padres: "Y apoyados en
66
esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia,
empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor"119
Como podemos observar, concepciones antiguas como el "derecho natural"; o
la legitimación de los cuerpos institucionales y el poder en "Dios"; o la apelación a la
identidad americana como uno de los "pueblos" de Gran Bretaña; son resignificadas al
ser el objeto de deseo de los redactores de la Declaración de Independencia. Lo que
están declarando en verdad es su deseo de volver a un orden anterior identificado con
el "buen gobierno" tras el plan despótico de Jorge III. Pero eso no podía darse en
aquéllas condiciones, por lo que era literalmente necesaria la independencia para
garantizar un gobierno prudente. A lo que nos referimos es a que las palabras
utilizadas y los argumentos dados, siguen expresados en palabras antiguas, pero se ven
forzadas a resignificarse por culpa del tirano, e incluso es necesario tomar palabras
relativamente nuevas con nuevo significado como "independencia".
De hecho, si no entendemos esto de la manera que acabamos de explicitar,
podríamos entender como contradictorias expresiones tales como "un príncipe, cuyo
carácter está así señalado con cada uno de los actos que pueden definir un tirano, no
es digno de ser el gobernante de un pueblo libre". Aquí podría parecernos paradójico
que un pueblo pudiese ser libre si tiene un príncipe; sin embargo, si lo
contextualizamos, debemos entender por libertad esa noción de las "libertades" de
cada uno de los pueblos de Antiguo Régimen. Por eso, si pensásemos que esa
afirmación de los redactores de la declaración es contradictoria, lo estaríamos
haciendo motivados por lo que para nosotros –en un contexto de secesión- significa
hoy "libertad". Para ellos, este significado se expresaba mediante un significante de
prácticamente nuevo cuño como "independencia". Por tanto, claro que eran pueblos
libres, aunque no fueran independientes.
119
Ibíd. p. 504
67
2. Acta de Independencia de las Provincias Unidas de Venezuela
2.1. De las Juntas a la Declaración de Independencia de 1811
Tras la victoria napoleónica contra los ejércitos españoles en la Península, en
1808 tienen lugar las Abdicaciones de Bayona, donde Carlos IV y su hijo Fernando (VII)
renunciarán a la Corona Española y reconocerán como legítimo rey al hermano de
Napoleón, José I.
Se produce entonces un vacío de poder en las colonias americanas. Los virreyes
y capitanes generales ejercían su gobierno haciendo las veces de rey, y del mismo
monarca emanaba su poder. Pero ahora el monarca era José I, el cual no será
reconocido en América y, a imitación de las Juntas españolas, se formarán en las
ciudades americanas órganos –llamados también Juntas- para defender los derechos al
trono de Fernando VII. La Junta Central en España y el gobierno regente del Congreso
de Cádiz, no verán con buenos ojos estos movimientos en América y no serán
reconocidas. Finalmente, estas Juntas se declararán independientes de la Junta Central
Española, derrocarán a los virreyes o capitanes generales en sus respectivos territorios,
y serán las que rellenen ese vacío de soberanía que se había producido cuando, por un
lado, Fernando VII abdica y las autoridades coloniales se transforman en leales a José I;
y cuando, por otro lado, las autoridades regentes metropolitanas no recojan de buen
grado los movimientos de las juntas americanas y le dan a los americanos una muy
pequeña representación en las Cortes gaditanas. En Caracas, esto se produjo en 1810,
y conservó la finalidad de ser la protectora de los derechos reales de Fernando VII.
Esta Junta de Caracas convocará, después de un año (1811), su propio congreso
paralelo al de Cádiz, donde a los americanos les parecía que tenían una representación
poco acorde con su importancia.
Hay que advertir, que la convocatoria de este Congreso se sigue haciendo en
nombre del propio Fernando VII y de la conservación de sus derechos sobre la corona.
En verdad, podríamos decir que estaban imitando a su metrópolis. Por tanto, durante
todo este período, realmente no había una enmienda a la totalidad del régimen
existente, a la majestas, que era el mandato del propio rey; sino que la enmienda era
relativa a la administratio del monarca, es decir, al cómo se estaba ejerciendo la
68
majestas120. En otras palabras, existían una serie de demandas por parte de muchos
grupos sociales: exigencia de igualdad política y social, acceso a la riqueza…. Tal y como
nos muestra Alfaro Pareja:
"(…) la diatriba se complejiza, exacerba y dinamiza con la participación de sectores
sociales cuyas expectativas, necesidades e intereses no siempre tuvieron relación directa con el
objetivo político de la emancipación (…). Los esclavos deseaban libertad, los pardos, canarios y
sectores medios ansiaban igualdad; los criollos mantuanos el poder político, las regiones
querían administrar el poder en su jurisdicción. El proceso de Independencia fue un gran
conjugador de estas iniciativas"121
Pero no había un cuestionamiento del sistema monárquico como tal. Por lo
menos no hasta que grupos de presión como la Sociedad Patriótica comenzaron a
agrupar a grandes sectores de la población a su alrededor a favor de la posibilidad
independencia122. De ella formaban parte personajes como Francisco Miranda (futuro
presidente) o Simón Bolívar.
Así, en ese mismo año Bolívar, representando al dicho grupo de presión, da un
discurso en el Congreso animando a declarar la independencia. La pregunta planteada
por la Sociedad Patriótica en el Congreso se dirime con una apabullante mayoría a
favor de la declaración de independencia. Solo un diputado vota en contra alegando
que a él no se le había convocado en el Congreso para esta finalidad, sino para
defender los derechos del monarca legítimo. Se forma así la Primera República, que
durará solamente un año (1811-1812).
Lo cierto, es que la experiencia fue desastrosa. Al ser el principio del proceso de
independencia, Venezuela dependía de las exportaciones hacia mercados hispanos
que le fueron bloqueados. Los precios de los productos importados fueron
encareciéndose y se emitió papel moneda que provocó una inflación galopante. De ahí
que cuando los españoles recuperaron Caracas fueran recibidos con enorme
120
Portillo, José María: óp. cit. p. 485 121
Alfaro Pareja, Francisco: "El horizonte de las ilusiones populares: La Independencia de Venezuela y los conflictos no resueltos", en Historia Caribe, vol. IX nº 24 Enero-Junio (2014). p. 71 122
Lucena Salmoral, Manuel: "El Siglo XIX: La utopía de libertad, orden y progreso", en Lucena Salmoral, Manuel (coord.): Historia de Iberoamérica, Tomo III Historia Contemporánea, Cátedra (1988).
69
aceptación123. Pero la caída de Caracas no significa que los españoles fuesen capaces
de controlar el país, ya que grandes destacamentos de esclavos se habían rebelado en
los llanos del país124.
El advenimiento de la Segunda República tendrá lugar en 1813 cuando Simón
Bolívar culmine la Campaña Admirable entrando en Caracas. Pero aparece un actor
ineludible para la caída de la Segunda República en 1814, José Tomás Boves. Éste había
aprovechado la movilización esclava de los llanos para convencerlos de que no debían
apoyar a los independentistas ya que los mantuanos (sus dueños) lo eran. La
desestabilización causada por los grandes ejércitos que llegó a controlar, provocó el
debilitamiento de la República y fue causa fundamental de su caída aunque Boves
nunca llegase a entrar en Caracas.125
Finalmente, Venezuela lograría su independencia de manera conjunta con los
actuales estados de Colombia, Ecuador y Panamá, siendo parte de la Gran Colombia en
el Congreso de Angostura de 1819.
2.2. El liberalismo como ideología de la independencia de Venezuela
Durante la contextualización de la independencia de Venezuela continuamos
narrando los hechos históricos acaecidos luego de la propia declaración porque para
ver la ideología que se apropió de las palabras allí escritas nos hace falta irnos a 1819 y
a la formación de la Gran Colombia, debido a que los anteriores períodos de
independencia son demasiado cortos como para justificar con argumentos sólidos la
ideología de los actores que luego ejercieron el poder del estado.
El rigor de nuestra exposición no se verá dañado por esta translación de ocho
años que transcurre entre 1811 y 1819, ya que son los mismos integrantes del
Congreso de Angostura los que reconocen la legalidad de la República de Venezuela
nacida en 1811, y se reivindica el carácter que esta tenía como acto de soberanía de un
pueblo126. De hecho, si hubiese habido una lejanía ideológica fuerte entre los padres
123
Ibíd. 124
Ibíd. 125
Ibíd. 126
Belin M. y Vázquez, V.: "Independencia y estado-nación en Venezuela desde los regímenes de la gubernamentabilidad" en Documentos de trabajo IELAT, nº 17 (2010). pp. 24-48.
70
fundadores de Venezuela y los de la Gran Colombia, se habría rehecho la declaración
de independencia, tal y como veremos que sucedió en México.
Al ser liberal nuestra concepción de la ideología que inspiró la independencia
venezolana, la comparación con el caso estadounidense se vuelve necesaria para
lograr diferenciar bien un caso de otro. Centraremos nuestra argumentación en dos
cosas: el significado que tenía el término República/republicano en aquella época en
Hispanoamérica; y en el artículo ya citado de Belin y Vázquez.
En la Hispanoamérica del S. XIX, la palabra república o republicano, no hacía
referencia a una ideario político que fundamentase una ideología política como tal, en
contraposición al caso norteamericano. Se entendía que la república era "un sentir
opuesto al ideario monárquico"127. Entendiendo que el concepto "monarquía" tenía
connotaciones patrimoniales que no tienen más finalidad que la conveniencia propia y
no la de la cosa pública, es decir, el bien común. Por eso fueron posibles formulaciones
"mixtas" que proponían monarquías republicanas128. En otras palabras, monarquías
que ejerciesen el buen gobierno.
La imagen de lo republicano se remitía a los valores y virtudes propias de la
Antigüedad republicana romana, que se entendían como algo positivo en cuanto a las
actitudes que debería tener alguien dedicado a la cosa pública. Pero la transformación
de la expresión en una realidad institucional, no dejaba de considerarse un
anacronismo utópico: "era una cultura política plena, pero una forma política vacía"129.
Esto no sucedió en las Trece Colonias, donde por ejemplo Thomas Paine logró
regenerar una idea obsoleta de modo que pudiese representar un horizonte y un
proyecto político de cara al futuro130.
Como ya habíamos dicho, la declaración de los Estados Unidos pensaba la
independencia desde un punto de vista más individual, cuya imagen era el granjero
propietario independiente que trabajaba para sí. Por otro lado, se pensaba que la
127
Lomné, Georges: "De la «República» y otras Repúblicas: La regeneración de un concepto" en Fernández Sebastián…: óp. cit. (2015) 128
Ibíd. 129
Ibíd. 130
Ibíd.
71
autorrealización del individuo se daba a través del espacio público –que es donde
realmente se es libre-, entendido como el lugar verdaderamente político (republicano)
que debía ser protegido de otros intereses privados y a la cual debía estar conectado
por un mero sentimiento de civismo.
Si estos eran los presupuestos ideológicos de los que partía la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos, los de Venezuela serán distintos. La
independencia se concebirá como la independencia de la misma comunidad política.
Comunidad política que tenía unos intereses comunes que había que defender cuando
se participaba en política. Por otro lado, se tenía la concepción de que el hombre se
hacía libre en su ámbito privado a través de su capacidad para aprender y de la razón.
Lo cual estaba muy ligado a la capacidad material que se pudiese tener para permitirse
poder ejercer dicha libertad, es decir, a ser o no propietario131.
Como vemos, si en la ideología republicana el hombre se hace libre mientras
participa en la política por amor cívico; en la ideología liberal, el individuo participa en
política en base una libertad previamente adquirida por la razón, condición sine qua
non para su participación en política:
"Si en los varones‐propietarios, los “vicios privados” para alcanzar las “virtudes
públicas” debían ser controlados al servicio de una comunidad racional y ordenada, para los
excluidos del estado de naturaleza los “malos vicios y las bajas pasiones” se controlaban por
medio de las prácticas de la “represión”. En ambos casos, el interés económico privaba como
“instrumento dominante mediante el cual se podían subyugar las pasiones"132
Si a esta concepción en la que la virtud pública emana de la virtud privada, de la
cual están excluidos los no-libres, añadimos la creencia en el hecho de que la
independencia y cambio de régimen es una concepción colectiva y no individual,
podemos extraer la razón por la cual el elitismo liberalista fue la ideología que
podríamos decir que inspiró la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas
de Venezuela.
131
Belin, M. y Vázquez, V: óp. cit. 132
Ibíd. p. 31
72
2.3. Análisis de discurso de la Declaración de Independencia de las Provincias
Unidas de Venezuela
2.3.1. La interpretación de los hechos que construye la realidad
independentista
La estructura temática del acta podría resumirse en una crítica al abandono que
se ha consumado por parte del gobierno hacia Venezuela, abandonando la obligación
del propio rey de hacer cumplir las leyes. En este apartado se critica tanto al gobierno
napoleónico, como al deseado monarca español Fernando VII, como al Congreso de
Cádiz. Estos son los tres responsables de ese vacío de soberanía que los americanos,
sin desearlo, se han visto en la obligación de ocupar. Se continúa justificando las
bondades de la independencia y la necesidad de declararla. Y finalmente se declara la
capacidad de Venezuela como estado para valerse de los instrumentos necesarios de
cualquier estado para defenderse en la guerra o trazar relaciones comerciales.
En esta acta, también se construye una realidad que hace referencia a los
hechos acontecidos inmediatamente antes a la declaración, olvidando
"generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto
de conquista ha causado (…) corriendo un velo sobre 300 años de dominación
española"133.
La interpretación fundamental se centrará en el vacío de poder que provocaron
los españoles en América. Como decíamos en el capítulo anterior, un monarca tenía la
responsabilidad de proteger y gobernar bien todos sus territorios, no haberla
abandonado, "dejándola sin el amparo y garantía de las leyes"134. De hecho, el acta
empieza dejando claro que, con las abdicaciones de Bayona, de facto los americanos ya habían
asumido la soberanía y el gobierno de sí mismos antes de declarar la independencia:
"En consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono español por la
conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, queremos,
antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos
ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al universo las
133
VV.AA.: Acta de los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 521. 134
Ibíd.
73
razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos
a hacer de nuestra soberanía."135
"América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y
conservación"136
Pero los americanos no habían hecho uso del control de facto del gobierno para
nada más que para defender los derechos de Fernando VII al trono de España, pese a
que éste no cumplía con sus obligaciones:
"Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las
órdenes del lugarteniente duque de Berg, a la América, debieron poner en uso los derechos que
hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación
española".
Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad por
no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación137.
Este respeto por la monarquía se verá frustrado no por deseo de los
americanos, sino por las acciones de mal gobierno que ejercieron en primer lugar los
Borbones, cediendo sus responsabilidades a un rey extranjero. Y en segundo lugar,
porque el mezquino Congreso de Cádiz no dio la suficiente representación a los
americanos, así como declaró en rebeldía a las autoridades que en América se
levantaron para precisamente hacer lo mismo que estaban haciendo ellos en la
metrópolis.
Los Borbones pecaron cuando:
"(…) concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio
español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado
que contrajeron con los españoles de ambos mundos (…); por esta conducta quedaron inhábiles
e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos"138
Y no solo eso, sino que los redactores especulan con la posibilidad de que
Fernando VII no esté realmente dispuesto a volver para hacerse cargo de sus
135
Ibíd. 136
Ibíd. p. 522 137
Ibíd. 138
Ibíd.
74
mandamientos. Todo lo contrario: "(…) a las relaciones de la fuerza que le ligaban con
el Emperador de los franceses ha añadido los vínculos de sangre y amistad"139.
Por su parte, los franceses habían llegado a España con promesas de libertad e
igualdad, pero en realidad se estaban arrogando una representación nacional que no
les pertenecía. Es más, era culpa de los mismos franceses que los americanos creyesen
que Fernando VII volvería para gobernar, así no podrían valerse de instrumentos
suficientes como para mantenerse libres: "(…) y contra sus mismos principios,
sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos
impunemente (…).
Por último, la maniobra para atacar al Congreso de Cádiz gira en torno a dos
ideas. La primera sería que rechazó lo que sus "hermanos" americanos estaban
practicando políticamente en su territorio, que era lo mismo que hacían ellos en
España. Pero en el caso americano se le llamó "perfidia e ingratitud". El motivo de
esto, según los venezolanos, será que con la reacción americana a la invasión francesa,
se les caerá por tierra el proyecto de tener el monopolio del poder en nombre de un
rey que no existía:
"Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de
gobierno de España, y que la ley imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí
misma para ventilar y conservar los derechos de su rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de
Europa contra los males que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se
variaron los principios, y se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de
norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de
administración que querían perpetuar a nombre de un rey imaginario."140
El segundo blanco de ataques hacia Cádiz será la de haber declarado en
rebeldía a las Juntas y Congresos americanos. Así como desoír las demandas que
buscaban una representación americana en Cortes acorde con sus estatus, tamaño y
población. Contrariamente a eso, se encontraron con una mezquina representación
aceptada por obligación:
139
Ibíd. p. 523 140
Ibíd. p. 522.
75
"A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad, y de la
inviolabilidad de nuestros principios (…) se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea
(…).
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo,
y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con
nuestros hermanos; y para añadir el desprecio a la calumnia se nos nombran apoderados,
contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de
nuestros intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a
concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta y sujetaron a la voz pasiva de
los ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección;
lo que era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra
incontestable importancia política"141.
Ante esta situación de abandono por parte de su metrópolis, los americanos
habían tenido que asumir el designio de sus propios gobiernos sin ningún tipo de
ayuda; todo lo contrario, con una oposición central desde la autoridades peninsulares.
Habían tenido que enfrentarse y desconectarse de sus propios hermanos peninsulares.
Los cuales, también se habían despreocupado de la situación de sus hermanos
americanos, e incluso han llegado a armarse contra ellos: "Con esta atroz política, han
logrado hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias, armarlos contra
nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y de la consanguinidad, y
convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia".142
Delante de esta "atroz" actitud, en un principio nosotros resistimos y
aguantamos con moderación sus envites y malas actitudes por principios y por
generosidad. Pero ahora la situación se había vuelto intolerable tras tres años de un
"predecible desorden" si no hubiesen intervenido los propios americanos dotándose a
sí mismos de instituciones capaces de mantener la "seguridad y felicidad de su país".
En consecuencia, de nuevo nos volvemos a topar –como en la declaración de
Estados Unidos- con el planteamiento de una especie de arrinconamiento de las
141
Ibíd. p. 523 142
Ibíd.
76
autoridades legítimas coloniales por parte de las autoridades metropolitanas, que
fuerzan a las primeras a declarar una independencia para cumplir las demandas que el
país o pueblo tenía: "(…) hasta que la necesidad nos ha obligado a ir más allá de lo que
nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de
España, que nos ha relevado del juramento condicional con que hemos sido llamados a
la augusta representación que ejercemos."143
Estas demandas en un primer momento no había adonde dirigirlas por la falta
de autoridades, y cuando se exigieron por parte de unas nuevas –y legítimas-
autoridades coloniales hacia España, se desoyeron e incluso se represaliaron. Por lo
que, como en el caso norteamericano, se agruparon en torno al significante
independencia, que es, a fin de cuentas, el título del escrito analizado y por tanto, lo
que engloba y define al resto del texto.
Si bien en la declaración estadounidense, las demandas acumuladas se
plantearon de manera muy nítida como ya hemos visto; en el acta venezolana
aparecen formuladas de otro modo al principio de la declaración: "(…) olvidamos
generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto
de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los
descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición,
por la misma razón que debía favorecerlos (…)"144.
De esta manera, lo que los independentistas procuran es ganarse el favor de
todos aquellos que hacían demandas de tipo social, económico o político, agrupadas
en buena medida dichas demandas por cuestiones de raza como nos mostraba Alfaro
Pareja: los esclavos demandaban libertad, los criollos querían el poder político, los
pardos mayor igualdad, etc. Estos grupos son todos los descendientes de los
descubridores, conquistadores y pobladores.
De este modo, la independencia vuelve a ser no una opción política como
cualquier otra en cualquier otro momento, sino que se transforma en la opción de
143
Ibíd. 144
Ibíd. p. 521
77
sentido común de los americanos, ya que sus demandas no caben dentro del sistema
político en el que vivían y era necesario cambiarlo.
2.3.2. El "desorden" y "América/americanos" como frontera
De nuevo, como en el caso de los Estados Unidos, la identidad popular, la de
"los americanos", se construye a través de la fuerte oposición entre estos últimos y los
peninsulares. Estas fronteras se crean, sobre todo, a partir de dos significantes: la
acusación de "desorden" y la identidad "americana".
En este contexto, el "desorden" se presenta como un significante flotante, en el
sentido de que un bando y otro se acusa de haber provocado el desorden en prejuicio
de sí mismo. Los independentistas acusaban al rey, a los franceses y al Congreso de
Cádiz de haber sembrado el desorden abandonando sus obligaciones de gobernar en
un principio, y después la de gobernar bien. Este desorden, solamente fue salvado por
los propios americanos que tomaron las riendas del gobierno no por gusto, sino
porque de lo contrario se avecinaría el "desorden (…) [seríamos] conducidos a la
horrorosa suerte que vamos a apartar (…)"145.
Sin embargo, por su parte la metrópolis podría argumentar, como hizo, que las
juntas americanas debían hacer caso de la Junta Central como cualquier otra junta del
territorio español. Y cuando los venezolanos forman su propio Congreso, es lógico que
los metropolitanos de Cádiz pensasen que el único organismo legítimo era el suyo
porque eran los regentes, y que por tanto, le debían lealtad al ser ellos los
representantes del rey Fernando. En otras palabras, para el Congreso de Cádiz y el rey
también era perfectamente plausible argumentar que el desorden estaba siendo
causado por los propios americanos para aprovecharse de él enemigos de la Corona.
Cosa que tampoco dejaría de ser cierta: Francisco de Miranda, presidente de la
Primera República, siempre había defendido la independencia.
Los independentistas construyeron ese desorden uniendo tres elementos para
cada uno de sus adversarios políticos: el rey Fernando se había comportado como un
tirano al haber preferido cuidar su propia vida que complacer los deseos de un pueblo
que lo reclamaba; el rey francés era ilegítimo porque era extranjero, una imposición
145
Ibíd. p. 523
78
del emperador francés que no era reconocida por el pueblo; y por último, las Cortes de
Cádiz se habían comportado de manera mezquina al haber declarado ilegales los
movimientos independentistas y al haberles otorgado, solo por obligación, una nimia
representación en la cámara. Por tanto, uno por rechazo del pueblo y otros dos por
abandono, habían dejado a su suerte a los americanos:
"(…) sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y
han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno, desorden y conquista que
tiene ya disuelta la nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y
reclamaciones, y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y
oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes."146
Con respecto a Fernando, se dice de él que dejo de ser monarca para ser tirano.
Un monarca se transforma en tirano cuando deja de mirar por el interés general y pasa
a procurar el interés propio: "(…) un rey que había apreciado más su propia existencia
que la dignidad de la nación que gobernaba (…) por esta razón quedaron inhábiles o
incapaces de gobernar a un pueblo libre a quien entregaron como un rebaño de
esclavos"147
Los franceses, de manera obvia, eran extranjeros e invasores, por lo que la
frontera se trazó a través de esas dos cosas: "Los intrusos gobiernos que se abrogaron
la representación nacional aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena
fe, la distancia, la opresión y la ignorancia daban a los americanos contra la nueva
dinastía que se introdujo en España por la fuerza (…)"148.
Con el Congreso de Cádiz la frontera se crea a través del despotismo del que
hace gala en su trato hacia América:
"(…) degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección; lo que
era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra
incontestable importancia política.
146
Ibíd. 521 147
Ibíd. p. 522 148
Ibíd.
79
(…) han procurado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos
declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las
tentativas que, en diversas épocas, han hecho algunos americanos para la felicidad de su país,
como lo fue la que últimamente nos dictó la propia seguridad (…)"149.
Por eso era necesario declarar la "absoluta independencia de él (anterior orden)
y de toda dominación extraña"150. Obsérvese aquí como se hace referencia a la
independencia con respecto al anterior orden. Esto nos hablará de cómo los
venezolanos concebían la independencia de rey a modo de cambio de régimen político
(se muestran independientes de toda monarquía). Por lo que cualquier cambio de
régimen, entienden que pasa por romper con la garantía de unión de los distintos
pueblos que forman las Españas, que es precisamente la monarquía. Esta concepción
de la monarquía rectora que está obligada al buen gobierno –y por tanto pacta con su
pueblo-; y que es garante de unidad territorial, será muy importante para entender de
nuevo que los hispanoamericanos tenían una identidad como "americanos" dentro de
lo que venía a concebirse como el Reino de España, y que eran un pueblo libre, pero
no independiente. Recordemos que el argumento contra el rey era que no estaba
capacitado para gobernar a un "pueblo libre". Es decir, que ya era libre. Solo que ahora
ese pueblo resituaba la soberanía en sí mismo, y eso era lo que le hacía independiente:
"estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra".
Esta identidad americana se crea a través de tres palabras, "América",
"americanos" y "nosotros". Es decir, los redactores se arrogan la capacidad de
representar al pueblo americano, pero también de decidir quién es, o no es, parte
legítima de ese pueblo. Como la palabra "América" o "americanos" aparece hasta
nueve veces en el acta contando el título, y la palabra "nosotros" aparece diez, basta
con que para tomar ejemplos repasemos extractos anteriores para no ser demasiado
reiterativos. Si al "nosotros" le sumamos también el posesivo de primera persona del
plural –nuestro/nuestra- resultará que aparece siempre ligada a características
positivas: nuestra moderación, generosidad, buena fe, principios inviolables,
sencillez…. En definitiva se trata de un gran significante vacío como
149
Ibíd. 150
Ibíd. p. 524
80
"América/americanos", que se construye, y bajo el mismo se ampara al "nosotros",
confundiéndose a los redactores con la "América".
Del mismo modo, la palabra "pueblo" o "pueblos" aparece en seis ocasiones. La
mayoría de veces ligada a características como "virtuoso", "libre"…; o también
aparecerá ligada también a la "voluntad de los pueblos". Como decíamos, basta con
repasar las citas hasta ahora sacadas del texto.
Sin embargo, también se habla de quien no forma parte del este pueblo. Se
especula, en una parte del texto, con que los metropolitanos envían agentes
metropolitanos para "amotinarnos unos contra otros"151. O también se dice en otra
parte
"(…) declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y participes de
nuestra felicidad, a los que, unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la
religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden; siempre que, reconociendo nuestra
absoluta independencia de él y de toda otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con
su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás
naciones) en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas."152
Es cierto que en ambos casos se hace referencia a los españoles, pero no deja
de ser igualmente cierto que mediante este discurso se traza una equivalencia entre
"unionista" y "adversario".
Por último, aunque no aparece tan ligado al derecho natural como en la
declaración estadounidense, Dios también está presente, aunque mayormente en su
dimensión de "bien" (Dios y el bien están de nuestra parte), y no tanto "Creador" de
leyes o normas que forman pueblos. Solamente se hace referencia al Dios Creador en
un fragmento, y no como creador de normas, sino como creador de circunstancias que
empujan a los hombres a tomar decisiones. Es decir aparece como el que en definitiva,
decide el destino, construyendo los acontecimientos sucedidos como algo sobre lo que
no se puede elegir y hay que aceptar por sentido común: "(…) y tomar entre las
potencies de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y
151
Ibíd. p. 523 152
Ibíd. p. 524
81
a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y
utilidad."153
3. El Acta de Independencia del Imperio Mexicano
3.1. Del Grito de Dolores al Plan de Iguala
La independencia mexicana sigue unos derroteros muy distintos de los que
siguen las colonias españolas de Sudamérica. Sí podemos encontrar similitudes
cronológicas, como el comienzo de las rebeliones en el año de 1810, sin embargo los
actores son completamente distintos y los ejes sobre los que se construye la
independencia mexicana serán completamente distintos al caso venezolano. De todo
ello deviene que la declaración de independencia sea declaración de independencia de
un Imperio.
En 1810, el cura Miguel Hidalgo da el llamado "Grito de Dolores", en el cual
llama a sus feligreses indios a levantarse contra la nueva autoridad extranjera
nombrada por los franceses. Las proclamas en torno a las cuales se unieron los indios
fueron la Virgen de Guadalupe y el Rey Fernando VII154.
Hidalgo muere en la refriega militar después de ser capturado en 1811 y José
María Morelos recoge el testigo de la rebelión. Éste es ya quien se declara republicano
y comienza a formular una fórmula "nacional" en la que no solamente quepan los
indios en la revuelta, sino todos los grupos sociales exceptuando los peninsulares.155
Durante el liderazgo de Morelos se crea el Congreso de Chilpancingo, que elabora una
declaración de independencia, abole el impuesto indígena y la esclavitud, y apoya a la
Iglesia Católica. Pero la rebelión fue perdiendo fuerza y las derrotas militares se fueron
acumulando hasta que, en el mismo año de 1811, Morelos es derrotado y fusilado,
terminando así con la primera intentona de independencia.
Como vemos, los actores que toman parte por la independencia en el caso
mexicano son completamente opuestos a lo ocurrido en Venezuela. En el país
sudamericano es Caracas y las zonas urbanas quienes toman la iniciativa de cambio
153
Ibíd. 154
Lucena Salmoral, Manuel: "El Siglo XIX: La utopía de libertad, orden y progreso", en Lucena Salmoral, Manuel (coord.): Historia de Iberoamérica, Tomo III Historia Contemporánea, Cátedra (1988). p. 75 155
Ibíd. p. 78.
82
político y todo se desarrolla en una pugna entre instituciones por reafirmarse en su
legitimidad para dirigir el país. En el caso mexicano, son los indios y las zonas rurales
las que toman la iniciativa al sur de Nueva España, formando un Congreso que será
ambulante dependiendo de hacia dónde se mueva la horda independentista. A partir
de este momento, los municipios serán uno de los actores fundamentales de la
Independencia Mexicana, lo que supone un rasgo diferencial para explicarse la
independencia mexicana con respecto al resto de independencias hispanoamericanas.
Lo cierto es que luego de este primer intento netamente rural de
independencia, la situación política en Nueva España se mantendrá relativamente
controlada salvo por pequeños grupúsculos guerrilleros que mantienen su actividad en
el sur de la colonia. Las autoridades realistas quedarán legitimadas y se aceptará el
regreso de Fernando VII, el cual –no lo olvidemos-, al llegar a España, hace caso de
Manifiesto de los Persas, no acepta la Constitución de Cádiz y retoma la senda
absolutista hasta 1820, año en que tiene lugar el advenimiento del Trienio Liberal. Un
pronunciamiento militar que fuerza al rey español a aceptar la Constitución liberal de
1812 y a limitar sus poderes. Esta situación no fue bien recibida en México, pero ello
no debía de suponer inexorablemente un camino abierto hacia la declaración de
independencia, hasta que entra en escena Agustín Iturbide.
Anteriormente, Iturbide había sido un jefe realista criollo que había combatido
a los insurgentes del sur. Ahora, en 1820, pretendía pedir un ejército y financiación al
virrey para comandar un nuevo regimiento que terminase de una vez por todas con los
rebeldes, que en aquel momento estaban encabezados por Vicente Guerrero. El virrey
aceptó su propuesta y puso a su disposición un numeroso ejército. Pero Iturbide, luego
de unos cuantos combates, decidió que lo mejor era negociar con Guerrero y llegar a
un acuerdo e integrar el desorden dentro del orden; conciliar el orden colonial con el
revolucionario.
De esta manera, Agustín de Iturbide se reunió con Vicente Guerrero en Iguala y
acordaron el llamado plan de las Tres Garantías o Plan de Iguala con tres principios
básicos: independizar México como reino gobernado por el propio Fernando VII o
algún familiar; favorecer y sostener a la Iglesia dentro del reino y proclamar la igualdad
83
entre los habitantes de México. Con estos tres puntos, el ejército insurgente y el
realista se unieron bajo el mando y liderazgo de Iturbide.156 El Plan de Iguala fue
ganando adeptos entre los cargos de los municipios –que en aquella época eran
elegidos por los vecinos-157 periféricos, cercando poco a poco el centro capitalino.
En España, ante el nuevo movimiento de Iturbide, se decide enviar a Juan
O'Donojú a América para negociar con el nuevo líder independentista. Ambos se
reúnen en Córdoba y llegan a un tratado según el cual se reconocen los principales
puntos del Plan de Iguala y además se acuerda que Nueva España será gobernada por
un Junta Provisional Gubernativa, cuyo jefe sería Iturbide y tendría como integrante al
propio O'Donojú. De este modo, Iturbide logra entrar triunfal en la capital con su
ejército Trigarante, y él mismo redacta el Acta de Independencia del Imperio Mexicano
–cuyo emperador sería un Borbón-, que fue aprobada por la propia Junta Gubernativa.
Sin embargo, O'Donojú muere y crea el Congreso Constituyente de México. Al poco
tiempo, se recibe la noticia en México de que la metrópolis no reconoce el Tratado de
Córdoba. Fracasada esta hoja de ruta, en 1822, y ante la falta de vacante de un
emperador, el propio Congreso nombra a Agustín de Iturbide como Agustín I158.
Hay múltiples explicaciones sobre cómo Agustín de Iturbide "cambió" de
opinión y se convirtió en independentista: que ya tenía pensado su plan cuando hace
su petición al rey159; que su lealtad cambia cuando ve que los insurgentes no pueden
ser derrotados fácilmente; que realmente fue Vicente Guerrero quien reclamó a
Iturbide; o que Iturbide fue convencido por algunos criollos capitalinos.160 En verdad,
para nosotros, cualquiera de estas suposiciones no explican realmente por qué el
liderazgo del futuro emperador mexicano obtuvo la legitimidad necesaria para tener
éxito y poner de acuerdo a los actores que tomaron parte en la Independencia
mexicana. En otras palabras, la pregunta no debe ser por qué Iturbide cambió de
opinión o si él había trazado un plan perfecto para terminar siendo emperador, el
156
Ibíd. p. 115 157
Annino, Antonio: "Pueblos, liberalismo y nación en México", en Annino, Antonio y Guerra, Francois-Xavier (Coordinadores): Inventando la Nación. Iberoamérica Siglo XXI. Fondo de Cultura Económica (2003). pp. 399-430 158
Lucena Salmoral…: óp. cit. p. 116. 159
Breña, Roberto: "La consumación de la independencia de México ¿dónde quedó el liberalismo?", en Revista Internacional de Filosofía Política, nº 16 (2000). pp. 59-93 160
Ávila, Alfredo y Pani, Erika: óp. cit. (2013)
84
asunto fundamental es en base a que símbolos y discursos se consiguió aglutinar a
todos esos actores bajo el significante de "independencia". Y por qué los criollos
capitalinos o la Iglesia que antes eran realistas, ahora apoyaban el iturbidismo. Esto
será lo que tratemos de responder en el siguiente punto.
3.2. Ideología del Acta del Imperio Mexicano
Como hemos visto, el acta de independencia es la declaración de un Imperio,
pero lo más salientable del tema es que, en un primer momento, era la redacción de
un documento de ambigüedad supina. El cuestionamiento relativo a la administratio
del monarca no deviene, pasado el tiempo y ciertos acontecimientos, en un
cuestionamiento de la majestas con la declaración de independencia como ocurrió en
Venezuela. En el caso mexicano, el cuestionamiento de la administratio se lleva hasta
sus últimas consecuencias con una declaración ambigua y que mantiene la figura del
monarca Borbón, pero sin ser dependiente de él.
Las explicaciones de esto debemos encontrarlas en el germen del proceso de
independencia. Como decíamos, los guerrilleros del sur novohispano, tenían la
particularidad de representar a un sector de la población rural y mestizo o indígena,
mientras que en el resto de independencias los actores dirigentes son urbanos y
criollos. Además, es una rebelión temprana, en la que todavía no había dado tiempo
–si acaso- a que en la capital se pudiesen hacer movimientos políticos independientes
del clima revolucionario del sur. Es decir, mientras el eje de la problemática
independentista en Sudamérica fue el vacío de soberanía; en Nueva España el eje
independentista lo inauguraron actores a los que, en buena medida, no se les
esperaba. De ahí que luego, en el Plan de Iguala, se condenase como "horrorosa" la
experiencia de Hidalgo y Morelos. En definitiva, durante la década del 10 del siglo XIX,
en Nueva España, la imagen de "independentista" era relativa una masa que sembraba
el desorden en el sur, cosa con la que los criollos no se identificaban por el propio
lenguaje utilizado por Hidalgo; el cual distinguía entre "gachupines" blancos e indios161,
siendo los enemigos los blancos.
161
Lucena Salmoral...: óp. cit.
85
Por ello, también se vivió una etapa relativamente controlada en la colonia
hispanoamericana hasta la restauración de la Constitución de Cádiz en 1820 y la
entrada en escena de Iturbide. Los antaño conservadores de la autoridad real, ahora se
transformarán en independentistas, aunque siempre con las reservas propias del que
tiene miedo al desorden. En nuestra opinión, así como en la de Roberto Breña, esto
hace que podamos entender la independencia mexicana como una independencia de
ideología conservadora.
A la agregación de demandas de los municipios y de los guerrilleros, se le
sumaron ahora las demandas de los capitalinos y de la Iglesia, que veían con recelo la
puesta en marcha de una etapa liberal en España. Como escribe Roberto Breña: "la
abolición absoluta de la inmunidad eclesiástica en casos penales y, por último, arresto
y confiscación de los bienes de los prelados que hubieran firmado el Manifiesto de los
Persas"162, provocó el descontento del estamento eclesiástico. "Los terratenientes, los
cuales se habían visto afectados por los decretos de septiembre de 1820, que
establecían la abolición de los mayorazgos y las vinculaciones"163, y los militares
también se habían visto afectados por la abolición de los privilegios de la milicia
colonial. Este descontento, no tenía por qué haberse canalizado hacia el
independentismo hasta la aparición de Iturbide y sus adeptos, ya que fueron ellos
quienes lograron que esa agregación de demandas se concentrase en el significante
"independencia", tal y como podemos ver en las personas que firman el Acta de
Independencia:
"(…) aparecen firmas de novohispanos de todas las tendencias políticas, lo que demuestra el
alcance del consenso logrado por Iturbide: desde el ultrarrealista Antonio Pérez (obispo de
Puebla y ex firmante del Manifiesto de los Persas) y el reaccionario Matías de Monteagudo (ex
inquisidor) hasta José María de Bustamante (intelectual que luchó con sus ideas al lado de
Morelos) y Juan Bautista Raz y Guzmán (miembro del grupo proindependentista conocido como
los «Guadalupes»), pasando por Juan Francisco de Azcárate (ex miembro del célebre
ayuntamiento capitalino de 1808), José María Fagoaga (acaudalado noble mexicano que se
162
Breña…: óp. cit. p. 61. 163
Ibíd.
86
convertiría en líder de los borbonistas) y José Miguel Guridi y Alcocer (ex diputado
gaditano)."164
El pactismo del exmilitar realista se impuso como manera de conciliar todos los
actores descontentos bajo el paraguas de la independencia. El pacto entre Guerrero y
Iturbide, junto a la condena de los tiempos de las revueltas de Hidalgo, así como una
medida ambigüedad que apoyaba a la Iglesia Católica y reconocía hasta el final la
monarquía española; conjugaron las ideas que en un principio estaban en disputa y
vinieron a derrumbar la imagen del independentista como la caótica masa de indios.
De esa manera, se buscaba la integración de los independentistas como Guerrero o los
municipios dentro del orden colonial. Sin embargo, la cesión relativa de los iturbidistas,
provocó la necesidad de seguir manteniendo bajo esa ambigüedad a todos los grupos
sociales que demandaban algo al régimen colonial. De manera que esas
contradicciones terminaron por resolverse en una independencia efectiva y total que
necesitaba de elementos conservadores –como la monarquía- para mantener a raya a
los independentistas "clásicos"; los cuales a la vez, si querían conseguir la victoria
política, no podían rechazar unirse a la columna iturbidista. De hecho, esta agregación
de demandas con fórmulas ambiguas está en el mismo Ejército Trigarante, que
representaba las garantías de religión, independencia y unión. La "unión" significa la
unión de todos los sectores por la independencia. También podemos ver como esta
ambigüedad termina por estallar cuando los acontecimientos fuerzan a declarar la
República o mantener el Imperio con otra persona al frente. Se opta por mantener el
imperio pero solo dura un año, ya que si ya se había declarado la independencia total y
se descartaba la posibilidad de ser un imperio independiente dentro de la monarquía
española, no tenía sentido mantener la figura monárquica. En cualquier caso, estos
rasgos observados de miedo al desorden por parte de los criollos y la precipitación de
los acontecimientos provocado por el Trienio Liberal español165; fueron los que
forjaron el intento de integrar a los rebeldes en un nuevo pacto de la comunidad
política que dejase atrás el enfrentamiento166. Esto es lo que nos lleva a pensar en la
condición conservadora de la declaración de independencia mexicana.
164
Breña…: óp. cit. p. 62. 165
Breña…: óp. cit. 166
Aninno…: óp. cit.
87
3.3. Análisis de discurso del Acta de Independencia del Imperio Mexicano
Para este caso no subdividiremos el punto en dos apartados ya que la
declaración de independencia mexicana tiene una extensión muy pequeña.
El mensaje que construye el acta, como decíamos, es ambiguo. Por un lado se
declara la independencia, pero por otro se dice que el proceso se ajustará a lo
acordado en el Plan de Iguala y en el Tratado de Córdoba. Ambos acuerdos hacían
referencia a que Fernando VII seguiría siendo monarca, o algún otro Borbón.
En verdad lo que encontramos es un documento que procura eliminar casi todo
el conflicto político. Prácticamente no se acusa a los españoles de agravios, solamente
se declara que México perdió su voz durante 300 años. Tampoco se declara a los
españoles como una nación igual a las demás, sino que se le dedica un apartado para
decir que es una nación con la que habrá una mayor unión que con el resto:
"(…) la antigua España, con quien, en lo sucesivo, no mantendrá otra unión que la de una
amistad estrecha, en los términos que prescribieren los tratados (…) con arreglo a las bases que
en el Plan de Iguala y Tratado de Córdoba, estableció, sabiamente, el Primer Jefe del Ejército
Imperial de las Tres Garantías; y en fin que sostendrá, á todo trance."167
Sí se hace referencia a lo que debe ser el buen gobierno con significantes
flotantes: "(…) constituirse del modo que más convenga á su felicidad; y con
representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios; comienza a hacer
uso de tan preciosos dones (…)". Pero en ningún caso se hace referencia a quién es el
culpable del mal gobierno, no se construye un enemigo político claro que fundamente
la identidad propia. Todo lo contrario, se tiende a un mensaje de unión, de consenso,
de pacto… de acuerdos, planes y tratados.
El motivo de esto es que se agregan demandas ideológicamente antitéticas e
incluso contradictorias, como en el resto de las actas. El punto diferencial entre el
resto de las actas es que un grupo ideológico es fuerte como para intentar dirigir el
proceso, pero en México ninguno de los grupos independentistas es lo
suficientemente fuerte como para fagocitar al otro, ambos siguen manteniendo una
gran "autonomía". Municipios y el ejército, actores fundamentales del proceso,
167
Iturbide, Agustín: Acta de Independencia del Imperio Mexicano en Ávila…: óp. cit. p. 547.
88
mantienen constantemente una competencia: los municipios siempre tienen la
voluntad de ir un paso más allá y el ejército criollo busca controlarlos.
Este tipo actitud pactista implicaba mantener contentos a sectores ideológicos
que no habrían podido entenderse sino a través del encumbramiento y vanagloria del
propio acuerdo entre las partes para no atacarse las unas a las otras y volver a una
confrontación de resolución sine die. Sin embargo, el hecho de que el discurso
dominante en el acta sea el de evitar la confrontación, no significa la inexistencia de
una frontera que cree identidad en la confrontación.
El acta mexicana es la única declaración de independencia hasta ahora
estudiada que declara a México una nación con derecho a constituirse:
"La Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre
uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. (…) derechos [que] le concedió el Autor
de la Naturaleza. Y reconocen por inenagenables y sagrados las naciones cultas de la tierra; en
libertad de constituirse del modo que mas convenga á su felicidad168.
Es este derecho natural y la nación (o pueblo) quienes crearán la frontera entre
un pueblo con derechos a constituirse como independiente y recuperar su voz perdida
contra quienes pretende seguir callándola. De todos modos, vale la pena pararse en
esto y preguntarnos qué es a lo que se refieren por "Nación" en la declaración de
independencia: si es una palabra de Antiguo Régimen o es una palabra que hace
referencia a la nación en su sentido "moderno".
En nuestra opinión, ambos significados se mezclan. Es obvia la referencia a Dios
como creador de derechos de los pueblos, por lo que la nación se enmarca dentro de
esa "nación de naciones" que supone el tradicionalismo hispano tal y como veíamos en
el artículo de Fernández Sebastián. En este sentido, el hecho de que México se declare
una nación no debe extrañarnos desde su ideología conservadora, y probablemente
estaban pensando en términos como la imagen del pacto entre el rey y sus reinos169.
No obstante, esta concepción no tendría nada de conflictiva, ya que era la
hegemónica y la que dominaba la Monarquía Hispánica y en la que esta encontraba su
168
Ibíd. 169
Aninno…: óp. cit.
89
fundamento legitimador. Es con el Trienio Liberal cuando esta concepción se ve
amenazada y se da un paso adelante declarando la independencia: por un lado para
conservarse del liberalismo (ejército, iglesia, etc), pero también, por otro, para
constituirse nacionalmente, algo que todos los bandos independentistas declaraban
como necesario o de sentido común ("como algo que "conviene a la felicidad") para
sus propios fines. De ahí el sincretismo que se desprende del Acta, que crea una
frontera a través de la expresión "sale hoy de la opresión en que ha vivido" y de la
palabra nación como algo anterior a la propia declaración de independencia: "La
Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia".
Por otro lado, debemos ser conscientes que en Nueva España era mucho más
fuerte esa identidad "protonacional" de Antiguo Régimen que en el resto de colonias.
Mientras que en Sudamérica se utilizaba el término "americanos" o "América", como
una identidad confusa; en Nueva España se había creado una identidad propiamente
novohispana como uno de los reinos "nacionales" que integraban la monarquía170.
Como dice Aninno en el citado capítulo, el significado de "nación" en el acta mexicana
tiene un sentido "moderno" como "una colectividad más un territorio y unos lazos
comunes", es decir, en la capacidad y legitimidad de la que hacen para poder
constituirse; pero no deja de estar basado en un imaginario "indígena mítico: el del
catolicismo evangelizador novohispano". Esta identidad tan concretamente localizable,
en contraposición al término "americanos", será de la que se apropien los
independentistas para marcar la frontera con respecto a, se supone, la metrópolis. Y
decimos que se supone porque en ningún caso se hace referencia a las autoridades
españolas más que para adularlas.
Esta lectura supone que el significante vacío creador de identidades en choque
es el de "Nación", con un significado sincrético, pero con una gran carga identitaria
fuertemente arraigada en el caso mexicano, tanto en su sentido más moderno como
en el más conservador. De esta manera se convertía en el significante aglutinador más
fuerte del momento, que estaba enfrentado, teóricamente, a la metrópolis liberal
(aunque no al concepto de monarquía). Este significado bifaz del término es el que
neutraliza el conflicto en el seno de la sociedad mexicana –dominada por el consenso-
170
Ibíd.
90
y sitúa el enfrentamiento en una metrópolis que ha silenciado a una nación de pleno
derecho, aunque se acepte la monarquía (que no se interpreta como la metrópolis en
el Trienio Liberal) y se declare la estrecha amistad que ha de unir al país viejo con el
nuevo.
Como hemos dicho, es una frontera pequeña, y si hay cosas que nos puedan
parecer contradictorias, es precisamente por la ambigüedad con la que se juega para
mantener la paz y la identidad independentista aglutinada dentro de la Nueva España
con palabras como nación, trasladando el conflicto a la metrópolis y no a la monarquía.
Esto permitía que las ideologías más "modernas" se mantuviesen por la
independencia. Así como las más conservadoras –los auténticos pilotos del proceso-
también se mantuviesen bajo la independencia, ya que era la única decisión que podía
conservar la monarquía tal y como ellos la deseaban en forma de Imperio y no de
monarquía constitucional.
91
V. El pueblo y la política
1. ¿Podemos afirmar que existe una similitud entre el discurso emanado
de las declaraciones de independencia y el discurso propio de del
populismo laclausiano?
Como hemos visto, a partir de la palabra independencia, podemos extraer una
gran cantidad de significantes y significados diversos para palabras y nociones en
disputa por los distintos actores.
En este sentido, la palabra "pueblo" o "pueblos"; "americanos"; "América";
"tiranía" o "despotismo"... no dejan de ser alguno de esos términos. Del mismo modo,
otros significantes flotantes como "Dios", funcionan de la misma manera: como una
manera de construir un enfrentamiento entre la mayoría (plebs) y la minoría (tiranía),
que busca transformar a esa mayoría en el populus legítimo.
El trinomio anteriormente descrito ya tiene ahora un actor que lo ejerza, ya hay
un nombre con calificativos: pueblo/América independiente con nacionalidad y
soberano. Y para que todo esto pudiese ser ejercido, se necesitaban unos medios, que
serían los que proporciona el estado. La intención es hacer del pueblo el actor
independiente/revolucionario, con nacionalidad nueva y soberano a través del estado.
Cuando se ha estudiado el pueblo como actor político en el caso de la
independencia hispanoamericana, en multitud de ocasiones se han interpretado esas
constantes interpelaciones al pueblo como una interpelación a un cuerpo ya
constituido y empíricamente comprobable, el "conjunto de la sociedad"171 para
Guerra. De esta consideración previa implícita es de donde nace el "engaño" como uno
de los argumentos que nos permite explicar por qué tras la independencia se consumó
una élite criolla detentadora del poder político y económico y como se desoyeron las
demandas de ese "pueblo".
Esta concepción está mediada por la movilización de la gente y de sus
demandas para pelear por el bando independentista. Como admite el propio Guerra,
en los discursos políticos se trataba al pueblo como un actor político que hablaba, 171
Guerra…: óp. cit. p. 322.
92
deseaba o actuaba; y su voluntad era encarnada a veces en algunas acciones colectivas
o en las acciones de determinados personajes. Al final, solo sus enemigos eran los que
no formaban parte del mismo pueblo. Estos enemigos eran los que Guerra llama
"hombres de bien", los cuales buscan mantener el orden dado contra una plebe
embravecida y caótica172.
Cuando los dirigentes de las independencias dejan fuera las demandas de
determinados grupos sociales, Guerra y otros intelectuales de autoría más reciente
como Francisco Álvarez Pareja173, lo tomarán como una "traición" a un pueblo que se
había movilizado para adquirir una serie de exigencias. De esta manera, buscan
motivos que expliquen esta actitud de las nuevas élites, llegando a conclusiones como
el "atraso" en la mentalidad pese a un sistema político "avanzado", o la dependencia
de redes clientelares, o la presión de los grupos más conservadores.
Sin embargo, estas explicaciones, al contrastarlas con el caso norteamericano,
en buena medida se desvanecen en el aire. Decimos esto porque supondría afirmar,
como contrapartida, que la independencia estadounidense fue "exitosa" porque ya
había una mentalidad nueva en las clases dirigentes, no existían clientelas tan fuertes o
no existían grupos conservadores igual de fuertes. Pero, como hemos visto,
probablemente, las Trece Colonias "rompían con Gran Bretaña, a sus ojos, para
preservar lo más valioso de la tradición británica", tal y como decía la ya citada Pauline
Maier.
Para nosotros, el problema fundamental que subyace a las teorías de Guerra y
de Alfaro Pareja por ejemplo, es que consideran al pueblo como un ente empírico cuya
existencia es comprobable. Es cierto, como dice Guerra, que siempre se refería a
instituciones u otros agentes ligados al llamado Tercer Estado del Antiguo Régimen.
Pero esto no supone nada, ya que por lo menos una parte de ese Tercer Estado tuvo
las posibilidades de acceder al gobierno del país, como los comerciantes o los
artesanos.
También podemos interpretar –como ya hemos dejado claro que haríamos-
que el pueblo no es algo comprobable y existente empíricamente al que se pueda
interpelar como totalidad de la comunidad política, ya que ni desde el discurso
172
Ibíd. p. 351-353. 173
Alfaro Pareja…: óp.cit.
93
independentista se "interpela" al conjunto de la sociedad. De nuevo poniendo a
Guerra como ejemplo, hay una parte de ese pueblo que queda excluido, que son sus
enemigos políticos. El pueblo no es algo que se invoque en un momento dado, o una
agente preconstituido al que se puede o no interpelar a que haga algo o tome
determinadas decisiones.
Para las independencias que aquí hemos estudiado, podemos entender el
pueblo como la construcción de un actor político enfrentado a alguien que ejerce un
"mal gobierno" sobre él, como decían los independentistas norteamericanos.
Dicho esto y en consecuencia, la manera de entender esas "interpelaciones al
pueblo" –como se les ha llamado174-, o más bien esa construcción del pueblo, podría
ser ver dónde se resitúa luego el agente de la independencia-soberanía-nación, es
decir, dónde está pueblo "legítimo":
"La razón colectiva es la única soberana, y no la voluntad colectiva... De esto resulta
que la soberanía del pueblo no puede residir sino en la razón del pueblo, y sólo la parte sensata
y racional de la comunidad social está llamada a ejercerla.
La parte ignorante del pueblo queda bajo la tutela de la ley dictada por el
consentimiento del pueblo racional.
La democracia no es despotismo absoluto de las masas ni de las mayorías, sino el
régimen de la razón."175
He aquí la mejor explicación de a qué nos referimos, hay una resituación en uno
determinados actores políticos que realmente son el pueblo legítimo, siendo otro tras
la independencia, el pueblo ilegítimo.
Si a esto le sumamos la evidencia de una concentración de demandas que se
van acumulando en las colonias y que toman una forma "revolucionaria" bajo el
significante "independencia" en las declaraciones de independencia, obtenemos que
dicho documentos guardan similitudes razonables con el discurso populista
laclausiano.
Esta interpretación nos vale sobre todo para el caso estadounidense y el
venezolano. El acta mexicana no se puede leer completamente como un documento
populista, aunque sí la podemos leer desde la óptica laclausiana del institucionalismo,
174
Diccionario 175
Echevarría Esteban: Dogma socialista. Publicado por la primera vez en 1839 por el periódico El iniciado, en Uruguay, la obra fue reeditada en 1846 bajo su título actual. Cit. en Guerra…: óp. cit. p. 371.
94
ya que se intenta plantear una frontera muy pequeña sin un adversario nítido, esto es,
intenta absorber todas las demandas de, prácticamente, el conjunto de la sociedad. La
imagen, como dijimos, es la del pacto, el tratado y el acuerdo, siendo uno de los iconos
del imaginario independentista el Abrazo de Acatempan. Esta frontera pequeña sería
la frontera insalvable que está insertada en todo discurso político, según Laclau.
El caso mexicano pone de relieve una construcción y participación del sujeto
"pueblo" –y una ruptura hegemónica- que prima el carácter de unión y neutralización
del conflicto.
2. ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría de Laclau sobre el populismo
es demasiado amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con
otro discurso "no-populista" pero propio de una ruptura hegemónica?
Para comenzar a responder esta pregunta debemos hacer la distinción entre "lo
político" y "la política" en Laclau. La política sería aquello que se encarga de lo político
en una comunidad. Lo que es considerado o no como político –y por ende es
susceptible de ser tratado por la política- es una cuestión de hegemonía, es decir, de lo
que está permitido nombrar, definir, expresar, quién es legítimo que hable de
determinada cosa, etc. Como tal, lo político es lo que ordena y funda la comunidad, ya
que otorga a cada uno su lugar y le da un sentido coherente (de manera obviamente
subjetiva) a la comunidad política en cuestión. Así, la política sería el orden resultante
de lo político. Un orden que se vuelve hegemónico en cuanto se percibe como la mejor
opción dentro de todas las posibles, siendo el consenso o la despolitización
características propias de dicho ordenamiento resultante. La fuerte dominación (o
primacía) de lo político sobre la política se transforma, así, en algo intermitente a lo
largo de la historia176.
De este modo, podemos reconocer cómo esta primacía de lo político se da en
las actas de independencia bajo una forma que, según Laclau, podría caracterizarse
como populista. En el caso de la independencia venezolana y norteamericana esto se
vuelve una interpretación válida al considerar, el autor argentino, que "la primacía de
lo político" y "el populismo como conflicto basado en una frontera", son la misma
176
Franzé, Javier: La primacía de lo político: crítica de la hegemonía como administración, work in progress (2015)
95
cosa. Por tanto, cualquier discurso con voluntad (contra)hegemónica, para tener éxito,
tendría que "utilizar" el populismo, que es a su vez la forma que toma siempre lo
político: la frontera. Por eso es plausible que el marco teórico de Laclau sirva para
entender los documentos (re)fundantes de una nueva comunidad política, como ya
hemos visto. Del mismo modo, la capacidad que tiene Laclau para explicar el
populismo, se pierde un poco al ser el populismo (por ser la primacía de lo político)
algo intermitente pero constante a lo largo de la historia; y no algo que defina unos
determinados movimientos. Esta es la primera conclusión que queremos lanzar.
No obstante, cuando analizamos el caso mexicano se nos plantea el problema
de que el acta de independencia prima el rehuir el choque explícito con un adversario
político, es decir, neutraliza el conflicto; sin embargo, como explicábamos al principio
del trabajo, cabe afirmar el carácter fundante de un acta de independencia como uno
de esos acontecimientos discursivos reordenantes de la comunidad política. En otras
palabras, también se produce una dialéctica entre el "país viejo que dejamos atrás" y
"el país nuevo que viene".
Tendríamos así, dos alternativas que nos sirvan para interpretar esta aparente
contradicción de la teoría laclausiana:
(a) Por un lado, podríamos pensar que este acontecimiento discursivo en Nueva
España es capaz de reordenar la comunidad política precisamente porque existe una
frontera, por muy pequeña y difusa que sea. Por tanto, nos veríamos en la obligación
de mantener el conflicto como lo "verdaderamente" (contra)hegemónico o como lo
"verdaderamente" político. El problema es que, de paso, estaríamos afirmando que
por tanto lo político es, ya no algo intermitente y constante, sino algo perenne a lo
largo de la historia, ya que siempre hay en todo régimen y discurso política una
frontera entre el "nosotros" y los "otros". De esta manera, se perdería la misma
capacidad de lo político para explicar no sólo el populismo, sino los cambios
hegemónicos, ya que todo régimen político tiene fronteras políticas conflictivas
insalvables. Cualquier discurso podría ser así potencialmente (re)fundante.
(b) Por otro lado, podríamos no negar que el pueblo mexicano se construya por
oposición a España; pero al afirmar la primacía de un discurso de cordialidad, de
acuerdo y de unión, nos encontramos con un caso parecido al que Laclau plantea con
Kemal Ataturk. El kemalismo no logra una ruptura hegemónica con el régimen
96
precedente porque no lo hace a través de un discurso dialéctico177, sino que tiende al
discurso "unionista" de la nación al completo. Según Laclau, sus políticas fueron
posibles por el autoritarismo del general turco debido a la inexistencia de lógicas de la
equivalencia. Cuestionamientos aparte que podamos hacer con respecto al caso turco,
lo cierto es que nos es bastante poco plausible admitir esto en el caso de la
independencia mexicana. Es verdad que comienza con Iturbide un régimen autoritario,
pero el proceso que lleva a Iturbide a formar un Imperio está precedido por la unión de
distintas facciones políticas, así como por una clara lógica de la equivalencia entre
municipios y una movilización popular incuestionable como muestra el Ejército
Trigarante.
En definitiva, no se puede dar ninguna de las dos respuestas para mantener
coherentemente la teoría de Laclau. La primera –que el acta mexicana sea política y
rupturista porque existe una frontera por muy pequeña que sea-, se nos hace muy
poco explicativa al poder decir entonces que prácticamente cualquier discurso, aunque
prime en él el institucionalismo, puede ser rupturista por su toque populista. La
segunda respuesta tampoco la podemos ofrecer porque, sencillamente, carecería de
fundamento histórico.
En conclusión, tanto por la aplicabilidad de la categoría "populista" al caso
norteamericano y venezolano; como por su incapacidad para explicar el acta mexicana
debido a que la ruptura política aquí no se plantea en forma populista; entendemos
que la teoría de Laclau es demasiado amplia como para definir específicamente el
populismo únicamente como movimientos que aparecen en la historia.
3. ¿Es el discurso populista el discurso que pretende una (re)fundación de
la comunidad política en Laclau?
Un acta de independencia es uno de esos acontecimientos discursivos que
reordena la comunidad política y la (re)funda. Como hemos visto, el lenguaje que se
utiliza se resignifica, pero sigue teniendo connotaciones propias de una época
teóricamente anterior; los actores que toman parte en la redacción del texto ya
estaban en buena medida presentes antes de la declaración y durante, por lo menos,
la última etapa del período colonial. Por tanto, no podemos hablar de una "fundación" 177
Laclau le niega al kemalismo la condición de movimiento populista, p. 258-266
97
completa y total de la comunidad, sino de un reordenamiento. De ahí que tampoco
podamos interpretar estos documentos históricos como salidos de la nada con unas
ideas completamente nuevas. La connotación de que son textos que "hacen historia"
es una consideración propiamente historiográfica o "mitológica", sus actores –en
cuanto al concepto de fundación- no dejan de tener un discurso parecido a los que
podría tener cualquier movimiento populista clásico.
Desde este punto de vista, el discurso que allí se encarna no tiene que ver con
la ideología que profesen los actores que la redactan. No es una cuestión ideológica la
que guía el acontecimiento discursivo aquí estudiado, sino algo que va más allá: el
concepto de "lo político" como esa capacidad de reordenar la comunidad y, en fin, de
construir una hegemonía "nueva" combatiendo una hegemonía "vieja". En el caso
venezolano y norteamericano esta voluntad de país nuevo que combate a un país
viejo, es palpable en todo el documento; y las similitudes con el discurso populista, las
consideramos evidentes.
Esto puede conducirnos a la objeción de que en este trabajo "esencializamos"
lo político como característica fundamental de las independencias, sin distinciones que
tienen que ver con la clase social o la ideología de los actores en lid. Y en parte
tendrían razón, pero hay que tener en cuenta que una esencia o fundamento siempre
está llena de un contenido determinado. En nuestro caso, dicho fundamento es vacío,
esto es, está preso del vaivén de los combates políticos y por tanto es contingente. En
cualquier caso, no es un fundamento último de las cosas –metafísico-, sino cambiante,
a merced de quién decide llevarse por delante o defender una determinada manera de
entender la política. Por otro lado, podría argumentarse también que cómo de vacío
puede estar ese fundamento no-fundamental. Pues bien, los límites están marcados
por la herencia de los significantes y los significados, tal y como expusimos en nuestro
capítulo sobre los conceptos clave de las independencias:
"El lenguaje, escrito y no escrito, es un sentido acumulado y sedimentado, que
condiciona la representación del mundo por parte de los actores, pero a la vez permite la
resignificación. Expresa la imposibilidad de percibir y conocer fuera de un sentido ya dado, esto
98
es, con neutralidad, pero a la vez resulta una herramienta no determinista sino apropiable por
la subjetividad, reformable y por ello performativa."178
En este sentido, el populismo, por su similitud con documentos contrastables
como propios de la política en sentido amplio179 (actas de independencia) –y por tanto
de la creación de una nueva hegemonía-, así como por su dialéctica entre "país viejo" y
"país nuevo"; se convierte en una forma de discurso propia de lo que funda una
comunidad política.
Sin embargo, se nos plantea el mismo problema entre la teoría de Laclau y la
independencia de México que para los anteriores apartados.
Hemos mostrado como, con respecto al caso venezolano y estadounidense, el
populismo de Laclau es capaz de dar cuenta del acontecimiento discursivo que divide a
la sociedad americana. Obteniendo así como resultado la posibilidad de afirmar que el
populismo laclausiano se convierte en una definición lo (re)fundante de la comunidad
política, y por tanto, la forma discursiva de lo político que construye una nueva
hegemonía con la ya mencionada fórmula de "país viejo y oligárquico" contra "país
nuevo y popular".
Pero esta lógica no nos funciona para el caso del Acta de Independencia del
Imperio Mexicano. El acta mexicana guarda un discurso institucionalista que está a
medio camino entre la declaración de lo nuevo y de lo viejo. Y lo nuevo no es popular
ni lo viejo oligárquico. Es mucho más ambiguo. Y sin embargo, no deja de ser un acto
político el hecho de declarar la independencia de México bajo presupuestos que tienen
la finalidad declarada de hacer difusa la frontera política. Por tanto, no solo la voluntad
de enfrentamiento con su frontera puede ser considerado como la parte
"verdaderamente" política de un acontecimiento discursivo, sino que la ambigüedad o
el institucionalismo como actitud proactiva (como voluntad de "ataque" y no solo de
"defensa" de un orden) también pueden ser considerados como parte de un discurso
plenamente político; y no solamente como un apéndice para defender el orden dado
ante un discurso verdaderamente político marcador de una frontera que sería el
178
Ibíd. p. 15 179
Con "política en sentido amplio" nos estamos refiriendo a la política como conjunto formado por "lo político" y por "la política", teniendo en cuenta que ambas cosas son contingentes y volubles.
99
populismo en mayor o menor grado. De hecho, tras la independencia, deja de haber
un bando realista, y las identidades políticas se reformulan entre republicanos e
iturbidistas.
En el caso mexicano se produce el hecho de que el discurso del hermanamiento
entre todas las partes termina por reubicar fronteras políticas. Si en un primer
momento el eje "independencia sí-no" se plantea bajo la imagen del "caótico sur" y el
"ordenado México", al Iturbide integrar a ese "caótico sur" está redefiniendo la
frontera del enemigo político a través precisamente de un discurso unionista de toda
Nueva España y sitúa la frontera política con España, aunque de una manera muy
difusa y ambigua, sin que sea un adversario claro. Es una frontera implícita y no
explícita.
En definitiva, si hacemos caso de las percepciones, de los cambios de
identidades políticas, y de la reformulación de las fronteras políticas de la comunidad,
podemos afirmar que el acta mexicana es contrahegemónica sin ser populista.
Laclau escribe en La Razón Populista “que en el locus de toda totalidad
hallamos tan solo de la tensión entre equivalencia y diferencia"180. Si entendemos por
"equivalencia" la impugnación a un orden dado, y por "diferencia" la defensa o el
intento de mantener y reproducir ese orden; no tenemos nada que objetar a Laclau, ya
que está diciendo que siempre hay una lucha entre unos actores que pretenden
formular otra manera de entender y ordenar la política, y otros que buscan conservar
el orden existente.
En este sentido, no objetamos nada al hecho de que exista una igualación entre
hegemonía y lo político en la teoría de Laclau, sería contradictorio con lo explicitado
hasta ahora. Nuestra objeción se dirige hacia la igualación entre el populismo y la
política, ya que para Laclau, sin frontera populista no hay política. Esto lo vimos en el
apartado 2 de este capítulo cuando tratábamos la posibilidad de explicar el acta
mexicana con la teoría de Laclau, lo cual se nos hacía imposible. Dicha igualación
parece que puede ser sostenida a través de este trabajo, que toma documentos
históricos con un discurso claramente político en sentido amplio.
180
Laclau…: op. cit. (2005) p. 94-95.
100
La problemática se da cuando observamos que uno de esos documentos
políticos no emana un discurso de claro enfrentamiento entre una supuesta "élite
opresora" y un "pueblo sufridor", que es lo que caracteriza el populismo. Al contrario,
aunque sí podríamos admitir que se forma una identidad en oposición a un "otro"; ese
"otro" no termina de definirse nítidamente bajo palabras como "tiranía" o
"despotismo", o "el monarca" como en el caso estadounidense. Sin embargo, sí
podemos decir que en la comunidad política hay una ruptura con el régimen anterior a
la declaración de independencia, como nos muestra la desaparición de un bando
realista o la aparición de actores republicanos como la alternativa al iturbidismo.
Del mismo modo, y por un lado, el argumento del autoritarismo tampoco nos
termina de aclarar nada, ya que ese supuesto autoritarismo estaría basado en la
ausencia de lógicas de la equivalencia. Por otro lado, el caso mexicano guarda más
similitudes con el retorno de Perón, en el que precisamente el excesivo éxito de esas
lógicas de la equivalencia es lo que acaba devorando al propio Perón181. Sin embargo,
la segunda llegada de Perón en sí misma y su gobierno de un año, contrariamente al
caso del Acta Mexicana, no constituyen una reordenación de la comunidad política.
4. Conclusiones
En consecuencia de todo lo anteriormente dicho, nos encontramos con la
conclusión de que el populismo de Laclau es, no es tanto una definición del populismo
específicamente, sino de una definición del populismo como algo constante o perenne,
igualado a la política. De ahí que no tengamos que preguntarnos según el autor
argentino, si un movimiento es populista o no, sino cuánto de populista –cuánto de
político como frontera- hay en determinados movimientos o acontecimientos.
Entonces, el populismo según Laclau es básicamente la frontera, y la frontera es lo
"verdaderamente" político.
Por estar haciendo una definición de la política en sentido amplio es por lo
que, precisamente, su teoría puede interpretar sucesos que no han sido catalogados
como populistas desde otros puntos de vista. Tales son los casos de unas declaraciones
de independencia.
181
Ibíd. p. 266-274.
101
En segundo lugar, el caso del Imperio Mexicano nos retrotrae a una
problemática ya más profunda que es el propio concepto de la política para Laclau.
Considerándolo el discurso propio de cualquier ruptura hegemónica, es decir, el
discurso característico de la política. Lo que hace a la política ser política: su
fundamento.
En La Razón Populista se contempla el hecho de que ningún discurso
institucionalista pueda evitar cierta frontera política. Siendo esta misma frontera lo
que constituye al discurso institucionalista como un discurso político. Esta posibilidad
la exploramos para el caso del acta mexicana, especulando con que la pequeña
frontera allí descrita fuese la capaz de fundar un nuevo orden. Llegamos a la
conclusión razonada de que aquello no era posible.
Aun así, la posibilidad de que el discurso institucionalista y el populista
convivan, no hace que ambos no se diferencien. Se mantienen bien separados y
opuestos, siendo únicamente político en sentido amplio el populista. En este punto, lo
que Laclau trata es de definir no solo la política como (re)fundante –que también-, sino
que está definiendo el populismo como la política en sentido amplio. Siendo la política
el discurso populista, en grandes o en pequeñas dosis.
Dicha separación entre populismo e institucionalismo –y la "frontera populista"
como "la política en sentido amplio"-, viene un poco a desaparecer cuando nos damos
cuenta de que desde un discurso en el que se mantiene más la vertiente
institucionalista, se puede construir una ruptura hegemónica con el pasado. Queda así,
por tanto, la igualación entre populismo y política en entredicho, ya que no sería
posible decir que la frontera es lo que le da un carácter político a las cosas. Y no solo
desde el punto de vista de un discurso que intente mantener un orden dado, sino
desde el punto de vista de un discurso que pretende impugnar o subvertir dicho orden
dado. Podría así deducirse que existen muchas maneras de construir oposiciones y
fronteras no populistas, ambiguas como en el caso mexicano. Así como imágenes de
acuerdo y consenso también pueden ser utilizadas para construir la percepción de que
ha habido una ruptura hegemónica o que la unión es necesaria para conseguir el
102
cambio político. Por lo que la política no es política simplemente por existencia de
frontera.
Por tanto, la solución a la teoría laclausiana pasaría por separar el concepto de
populismo de la idea de "la frontera como política"; o más bien, del populismo "como
la única frontera posible".
En definitiva, creemos que nuestro trabajo ha valido para mostrar, por una
parte, que la definición estrictamente de populismo de Laclau es amplia al poder
interpretar con ella un sinfín de procesos políticos no necesariamente catalogados,
tradicionalmente, como populistas. De ese modo, hemos podido sostener que Laclau
hace del populismo la "verdadera" política. La parte de la política que hace que la
política sea política. En fin: su fundamento (aunque sea contingente).
Por otra parte, hemos llegado a la conclusión de que tal definición no es precisa
al identificarla con una frontera política (el populismo) y con la ruptura hegemónica. La
frontera está poco presente en algunos acontecimientos discursivos (re)fundantes,
como el acta mexicana, donde se prima el carácter institucionalista del discurso
político para (re)fundar la comunidad. Y cuando la frontera está presente, lo está de
manera difusa y ambigua, lo que le quita su condición de populista, sin embargo, esta
declaración no deja de ser un acto político rupturista. Esta última consideración, en
forma de crítica, sería la que nos lleva a pensar que habría que repensar el concepto de
la política como populismo y como ruptura hegemónica, al haber fronteras no
populistas capaces de provocar una ruptura.
103
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Historia Intelectual, nº 4 (2000) pp. 149-191.
- Mariátegui, José Carlos: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana,
Biblioteca Ayacucho (2007).
- Thompson, E. P.: Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de
la sociedad preindustrial, Crítica, Barcelona (1979).
- Vilas, Carlos: "¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del
“neopopulismo” latinoamericano" en Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2003,
vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36.
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ÍNDICE
I. Introducción y agradecimientos: pág. 1
II. Marco teórico, justificación, hipótesis y metodología: pág. 4
1. Estado de la cuestión y marco teórico: pág. 4
2. Justificación : pág. 14
3. El supuesto y la hipótesis: el populismo de Laclau como definición amplia: pág. 18
4. Metodología o cómo huir del anacronismo: pág. 23
III. Conceptos Clave: pág. 32
1. La Independencia: pág. 32
2. La identidad "americana" y la nacionalidad: pág. 43
3. Conclusión: la declaración de independencia, un documento fundacional: pág. 47
IV. Ideología y análisis de discurso de las declaraciones de independencia:
pág. 50
1. La Declaración de Independencia de Estados Unidos: pág. 50
2. El acta de Independencia de las Provincias Unidas de Venezuela: pág. 65
3. El Acta de Independencia del Imperio Mexicano: pág. 79
V. El pueblo y la política: pág. 89
1. ¿Podemos afirmar que existe una similitud entre el discurso emanado de las
declaraciones de independencia y el discurso propio de del populismo
laclausiano?: pág. 89
2. ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría de Laclau sobre el populismo es
demasiado amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con otro discurso
"no-populista" pero propio de una ruptura hegemónica?: pág. 92
3. ¿Es el discurso populista el discurso que pretende una (re)fundación de la
comunidad política en Laclau?: pág. 94
4. Conclusiones: pág. 98