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1 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID "E. Laclau y las declaraciones de independencia americanas: la fundación de la comunidad como requisito del populismo y de la política" Trabajo de Fin de Máster Estudios Contemporáneos de América Latina Jacobo Calvo Rodríguez Tutor: Javier Franzé Mundanó Madrid, 2015

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

"E. Laclau y las declaraciones de independencia

americanas: la fundación de la comunidad

como requisito del populismo y de la política"

Trabajo de Fin de Máster Estudios Contemporáneos de América Latina

Jacobo Calvo Rodríguez

Tutor: Javier Franzé Mundanó

Madrid, 2015

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E. Laclau y las declaraciones de independencia americanas: la fundación

de la comunidad como requisito del populismo y de la política

I. Introducción y agradecimientos

El aquí presente trabajo es una reflexión de teoría política sobre la perenne

problemática que existe en las Ciencias Sociales para definir de manera certera el

populismo. Para ello, exploraremos las capacidades de la teoría de Ernesto Laclau a

través de una interpretación de su obra La Razón Populista.

Intentaremos poner un ejemplo de cómo la teoría de Laclau no sería

sencillamente una reflexión que extrae ciertas características de determinados

movimientos aislados para definir el populismo, sino que se convierte en una visión

sobre la política a lo largo de la historia. Por eso tomamos el ejemplo de las

declaraciones de independencia americanas.

Además de la parte donde establecemos el marco teórico, la justificación, la

hipótesis y la metodología; el siguiente apartado sería un esfuerzo metodológico por

estudiar las declaraciones y los enunciados allí contenidos de la manera más rigurosa

posible dentro de un contexto político y de pensamiento. El penúltimo capítulo se

dedicará al análisis de discurso de las actas seleccionadas –EEUU, Venezuela y México-,

explicitando la ideología que dirigen las independencias y un contexto que permita

comprender el documento. Por último, concluiremos respondiendo a las preguntas

que nos hacemos al principio del trabajo, viendo si la teoría de Laclau puede explicar

dichos acontecimientos discursivos.

Para terminar, querría agradecer a mis amigos Manuel, Jorge y Fran las

acaloradas discusiones que hemos tenido vía whatsapp o en persona sobre discurso

político. Han valido para poner determinadas ideas en orden ante la necesidad de

elaborar un pensamiento comprensible para los demás. Pero también quiero

agradecérselo al resto del grupo de amigos, los cuales me han aguantado

estoicamente seis meses hablando sobre MI TFM.

4

Cómo no, agradecerles a mis padres todo lo que se han esforzado para hacer

que yo pudiese estudiar siempre lo que quería; por haberme enseñado las ganas de

aprender con su aliento. Sobre todo a mi madre, siempre orgullosa de conseguir que a

sus hijos les gustase leer a pesar de que la vida sólo le dejó leer en casa. También a mi

hermano sociólogo Álvaro, aunque diga que siempre hilo frases y no digo nada.

Agradecimientos profundos a Javier Franzé por la misma tutoría de este

trabajo, la cual no tenía por qué haber aceptado. De la misma manera, agradecerle su

paciencia, detenimiento y atención, así como aquel "¡pues la región se lo pierde!"

cuando se presentaron algunos inconvenientes para tratar esta temática en un TFM. A

esas razones le sumo las de haberme facilitado siempre el material académico que

tenía en su mano.

Para terminar, gracias a Rosa por responder trece o catorce veces las mismas

preguntas con buena cara, por intentar mover fechas para nuestra conveniencia...y, en

fin, por hacer que el Máster funcione con un trato cercano y humano.

5

II. Marco teórico, justificación, hipótesis y metodología

1. Estado de la cuestión y marco teórico

1.1. Estado de la cuestión

En esta parte intentaremos reproducir una serie de definiciones teóricas que se

han hecho para el fenómeno del populismo e intentaremos justificar por qué desde

nuestro punto de vista no son válidas para llegar a aprehender el concepto de manera

rigurosa. El orden que seguiremos será el que nos ofrece el artículo de Frei y Rovira El

populismo como experimento político: historia y teoría política de una ambivalencia1.

Frei y Rovira exponen que la definición de populismo es una de las mayores

encrucijadas de la teoría política, ya que no llegan a existir determinados puntos

nodales que, científicamente, nos ofrezcan la capacidad de explicar el fenómeno

partiendo de unas consideraciones comunes.

La primera lectura académica sobre el populismo que queremos rescatar se

encuadra dentro de la década de los '50 y del estructuralismo. Reúne una serie de

características que se pueden resumir con el fragmento que sigue:

"Característico de este estadio sería la creciente participación de los sectores medios

urbanos así como de las burguesías industriales y comerciales tanto en el mercado interno

como en el sistema político, la formación de un ‘Estado de compromiso’ entre diversas clases

sociales, la implementación de una política estatal de substitución de importaciones, la

movilización del pueblo en nombre de la nación así como también la irrupción de liderazgos de

corte carismático y personalista"2

Gino Germani sería uno de los autores representativos de esta época. Define el

populismo latinoamericano como un fenómeno producto de una transición entre una

sociedad rural y otra industrializada en medio de un vacío ideológico dejado por la

izquierda política y el fascismo. Ese espacio vacío será ocupado por el populismo, que

se convertirá en un movimiento multiclasista que integraba a las masas materialmente

1 Frei, Raimundo y Rovira, Cristóbal: "El populismo como experimento político: historia y teoría política

de una ambivalencia" en Revista de Sociología, nº 22, Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Chile (2008). pp. 117-140. 2 Ibíd. p. 122.

6

desposeídas en la comunidad política, aunque fuese cooptando su voluntad bajo

regímenes semiautoritarios.

La segunda etapa para la definición de populismo se da durante y después de la

tercera oleada de democratización y compartiría las siguientes características:

"A diferencia de la teoría de la modernización y del estructural-funcionalismo,

comienza ahora a observarse al populismo como un tipo específico de lógica política, que

independiente de las condiciones socio-estructurales, se establece en distintos regímenes a

causa de diversos déficits institucionales en los sistemas de representación democráticos."3

En este caso, hay una voluntad de relacionar al populismo con un determinado

tipo de régimen político, así como de postular el peligro que supone para la

democracia un liderazgo del estilo populista4. Dentro de esta categoría podríamos

meter a Flavia Freidenberg, Carlos Vilas, Margaret Canovan y Donald McRae.

Freidenberg expone que el populismo es un tipo de liderazgo político5. Aunque

más que liderazgo, para Freidenberg se trataría de hiperliderazgo.

El "líder áulico", como ella lo llama, elabora un discurso en el que es él mismo,

en representación del pueblo, el que se enfrenta a un "otro", enemigo político. Dicha

representación del pueblo es directa, no hay prácticamente instituciones o partidos

que medien entre el líder y su pueblo.

Otra característica de este tipo de liderazgo sería el estilo "decisionista" del

mismo, es decir, actúa. No se preocupa de dejarse llevar por una u otra ideología, ya

que sus decisiones son las que "hay que tomar": "(…) no respeta las normas, es

pragmático, maniqueo e ideológicamente ecléctico."6

En cuanto al clientelismo, lo cierto es que Freidenberg no deja muy claro si es

existe per se en el populismo o no. En un principio dice que no es algo característico

3 Ibíd. p. 124.

4 Ibíd.

5 Freidenberg, Flavia: ¿Qué es el populismo? Enfoques de estudio y una nueva propuesta

de definición como un estilo de liderazgo, Instituto de Iberoamérica USAL (2013). En línea: http://www.academia.edu/2367975/_Qu%C3%A9_es_el_populismo_Enfoques_de_estudio_y_una_nueva_propuesta_de_definici%C3%B3n_como_un_estilo_de_liderazgo (consultado 20/08/2015) 6 Ibíd. p. 16.

7

del populismo, ya que lo importante es el estilo de liderazgo que existe; pero, al mismo

tiempo, admite que es algo complementario para mantener el apoyo de los

seguidores: "Además, esa relación directa no invalida la presencia de redes clientelares

que, si bien no están por encima del vínculo líder seguidor, le complementan y

acompañan en la interacción con sus seguidores."7

La última característica que Freidenberg otorga al liderazgo populista es un

vínculo emocional en el que el líder aparece como una figura excepcional. El único

capaz de hacer frente a los enemigo del pueblo y hacer realidad sus anhelos. Sin

embargo, no es el único vínculo que se establece entre el líder y sus seguidores.

También se da una relación de tipo que nosotros llamaremos "material" aunque la

autora no lo bautice como tal. Dicho vínculo material consiste en que las demandas de

la gente se establecen en bajo una lógica de coste-beneficio, por lo que si el líder es

capaz de satisfacer las demandas de grupos organizados, estos se sumarán a su

proyecto.

El último autor que queremos tratar aquí es Carlos Vilas y su artículo

¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulismo”

latinoamericano.8

Carlos Vilas toma el ejemplo de los nuevos populismos latinoamericanos de

ideología neoliberal de la década de los '90 –Fujimori, Menen y Buccaram- y los

compara con los populismos clásicos, llegando a la conclusión de que nada tienen que

ver unos con los otros. Estos neopopulismos son realmente neoliberalismo.

Para el autor mencionado los populismos clásicos consistirían en:

"una amplia movilización social; la integración de las clases populares principalmente

pero no exclusivamente urbanas en un esquema de articulación política multiclasista; la

promoción de una mayor diferenciación económica capitalista con énfasis industrializador,

impulsada desde un Estado intervencionista dentro de una estrategia de economía mixta y no

7 Ibíd. p. 17.

8 Vilas, Carlos: "¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del “neopopulismo”

latinoamericano" en Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2003, vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36.

8

alineamiento internacional; de resonancias ideológicas nacionalistas; con una conducción

fuertemente personalizada."9

El razonamiento de Vilas es relativamente sencillo. Otorga al populismo clásico

(y al populismo en general) estas características ideológicas que no tienen nada que

ver con las políticas públicas llevadas a cabo por los mencionados líderes de los años

'90. Por lo que, el mito del neopopulismo no es más que eso, un mito. Concluyendo

que el populismo es, por tanto, una determinada etapa histórica latinoamericana que

ya pasó. Aunque el hecho de que sea una etapa histórica determinada no lo llega a

explicitar tal que así, es lo que se deduce de su igualación entre una "ideología para un

contexto" y el "populismo".

Para nosotros, el principal fallo de todas estas definiciones es que tienen límites

demasiado difusos. Esto se debe a que se basan en características empíricas que

tienden a resumir las características que son consideradas como puntos nodales de

todo el populismo realmente existente. El problema se presenta cuando un populismo

tiene ciertas características que no encajan dentro del cuadro que anteriormente se

habían definido como "populismo ideal". De esta manera, tras una definición de

populismo, comienzan a enumerarse una lista de populismos que no lo son.

En el caso del hiperliderazgo, la propuesta casi "sicologista" de Freidenberg nos

parece que no goza del suficiente asidero, ya que, siguiendo su razonamiento,

podríamos encontrar este tipo de liderazgo en otro tipo de movimientos no

considerados como populistas. Su teoría la podríamos aplicar a casi cualquier líder con

un gran éxito electoral y que, de algún modo, pueda tomar maneras "mesiánicas". En

nuestra opinión este tipo de consideraciones son más de carácter ético que de carácter

científico.

Por otro lado, el papel del líder aparece siempre ligado al papel de los

"seguidores". Con esto, Freidenberg lo que está planteando es un diálogo que

realmente no es tal, ya que es el pueblo quien recibe únicamente el mensaje por parte

del líder, mientras el pueblo escucha y asiente. El pueblo como actor (y no solo como

receptor) aparece, aunque solo puntualmente organizado y demandando una serie de

9 Ibíd. p. 14.

9

cosas al líder, el cual si tiene a bien, aceptará. En nuestra opinión, este tipo de líder

eminentemente emisor, no deja de ser otra consideración de difícil comprobación, ya

que ¿hasta qué punto es un líder únicamente emisor o receptor en términos

nítidamente diferenciados? De nuevo, son consideraciones más cercanas al plano

moral que al científico.

En cuanto a las definiciones de Germani y de Vilas podríamos hacer una crítica

a la equivalencia que trazan entre ideología y populismo. Como si el populismo

estuviese relacionado con algún tipo de políticas públicas.

En el caso de Germani, se recurre a la cooptación de las clases trabajadoras por

parte de un régimen que teóricamente no los representa, perdiendo su autonomía y

voluntad dispuesta a priori por su posición social. En otras palabras, para el caso del

peronismo, Germani escribe que la falta de organización obrera provocó un

consiguiente vacío ideológico en la representación política de los trabajadores. Así,

terminarían siendo representados por alguien que lo que pretendía era que

abandonasen su lucha lógica –que sería la de clases- a cambio de una serie de

condiciones materiales mejores.

La crítica hacia Vilas recaería en que su definición del populismo como etapa

histórica latinoamericana que comparte unos rasgos ideológicos comunes, muestra

una completa incapacidad para considerar el populismo como algo característico de

determinados movimientos políticos en diferentes latitudes. Esto significaría negar la

categoría de populista a, por ejemplo, el People's Party de finales del siglo XIX en los

Estados Unidos. Algo que sin duda, supone una gran debilidad en su teoría.

En Canovan y McRae podríamos decir que existe una "vuelta" a Germani en el

sentido de que ambos se preguntan por los orígenes del populismo, es decir, cuáles

son las condiciones políticamente estructurales necesarias para el surgimiento del

populismo, así como cuál es la clase o grupo social e ideológico que nutre al

movimiento populista.

Canovan nos ofrece los siguientes puntos como característicos del populismo:

10

"1. "El socialismo que [surge] en países campesinos atrasados que enfrentan los

problemas de la modernización."

2. "Básicamente, la ideología de pequeños pobladores rurales amenazados por

el abuso del capital industrial y financiero."

3. Básicamente [...] un movimiento rural que busca realizar los valores

tradicionales en una sociedad cambiante."

4. "La creencia de que la opinión mayoritaria de la gente es controlada por una

minoría elitista."

5. "Cualquier credo o movimiento basado en la siguiente premisa principal: la

virtud reside en la gente simple, que constituye la aplastante mayoría, y en sus

tradiciones colectivas."

6. "El populismo proclama que la voluntad de la gente como tal es suprema por

sobre cualquier otro criterio."

7. "Un movimiento político que cuenta con el apoyo de la masa de la clase

trabajadora urbana y/o del campesinado, pero que no es resultado del poder

organizativo autónomo de ninguno de estos sectores"."10

Estas características que Canovan otorga al populismo se podrían resumir en lo

que ella llama "convocatoria del pueblo" y "antielitismo", por lo que cabría pensar que

se descarta en buena medida la posibilidad de que un contenido específicamente

social pueda ser quien de definir el populismo. Pero esto no es así, y Canovan ve en

esta indeterminación social e ideológica uno de los grandes inconvenientes de una

definición sobre el populismo que simplemente se reduzca a estos dos grandes rasgos

populistas.11

McRae no se quedará siquiera en este eclecticismo como Canovan, y define al

populismo de otro modo, aunque sigue enfrascado en la idea de que tanto la base

social como la ideología son algo característico del populismo:

10

Canovan, Margaret: Populism, Junction Books, Londres (1981). Cit. en Laclau, Ernesto: La Razón -Populista, FCE (2005). pp. 17-18. 11

Ibíd.

11

"Pero sin duda, vamos a utilizar automática y correctamente el término populista

cuando, bajo la amenaza de algún tipo de modernización, industrialización, o como quiera que

lo llamemos, un segmento predominantemente agrícola de la sociedad afirma como su

estatuto de acción política, su creencia en una comunidad y (generalmente) un Volk como

excepcionalmente virtuoso, igualitario y contra toda elite. (…) Si con todo esto hallamos un

movimiento de asociación de corto plazo, con fines políticos a ser alcanzados por la

intervención estatal, y no un partido político serio, real, entonces estamos frente a un

populismo en su forma más típica."12

Los problemas con los que se encuentran los autores de estas teorías es que los

criterios que otorgan al populismo terminan por ser definiciones encorsetadas basadas

en las características generales del "populismo realmente existente", elaborando un

"populismo ideal".

Cuando se comparan estas características generales con otros casos no

populistas pero que tienen dichos rasgos, o cuando no son capaces de interpretar

determinado movimiento considerado populista; se produce un aluvión de

"excepciones populistas" que no terminan sino por enturbiar todavía más cualquier

definición certera. De ahí que cualquier base empírica que le queramos otorgar al

populismo sea en vano, ya que no es el único tipo de movimiento policlasista (la

socialdemocracia o el fascismo), ni es un movimiento que se dé solo en sociedades

rurales (caso del peronismo), ni tampoco es una ideología con un determinado

programa de políticas públicas (caso de Fujimori)…. Por todo esto, y por cualquier

connotación empírica que le queramos dar, el populismo carece de unos códigos,

sociales, ideológicos o de liderazgo, que nos permitan identificarlo. La clave, por tanto,

estaría en otros presupuestos.

1.2. El populismo de Ernesto Laclau

Para comprender el populismo en Laclau hay que partir de que para el autor

argentino el populismo está caracterizado por elementos discursivos (o simbólicos).

Por tanto, esta concepción implica la negación de algunas ideas de populismo que

descartamos, como ya hemos comentado.

12

McRae, Donald MacRae, "Populism as an ideology", en G. Ionescu y E. Gellner (comps.): Populism its meaning and national characteristics McMillan (1969) p. 168. Cit en Laclau…: óp. cit. (2005) pp. 20-21.

12

Desde esta perspectiva “laclausiana”, el populismo deja de ser una etapa

histórica irrepetible; deja de tener cualquier tipo de principio ideológico; y deja de ser

un determinado tipo de liderazgo.

Como dijimos arriba, Laclau entiende el populismo como algo basado en “lo

discursivo” o en lo simbólico, que se traduce en la fórmula “el pueblo contra la

oligarquía”. El proceso a través del cual se fundamenta esto último son las “lógicas de

equivalencia”, que son lo contrario de las “lógicas de la diferencia”13. Las lógicas de la

de la diferencia son aquéllas que se producen en sociedades donde las demandas

sectoriales de los distintos grupos/actores sociales son satisfechas por la comunidad

política en la que viven. Por ejemplo, las demandas para la legalización del matrimonio

homosexual por parte de varias asociaciones civiles. De esta manera, cada grupo pide

por sus intereses a la comunidad política, que tiene la responsabilidad de aceptarlas o

ignorarlas. Pero, si estas demandas “diferenciales” se acumulan y distintos grupos con

distintas peticiones quedan a un lado del sistema, se abrirá la posibilidad de una

acumulación de las mismas. Por lo que los actores demandantes comenzarán a

identificarse entre ellos, no porque sus demandas converjan (por lo menos en un

principio), sino porque tienen en común el sentirse excluidos de la comunidad política.

Este proceso desencadenará las antes mencionadas lógicas de equivalencia, esto es:

los demandantes se convertirán en un bloque que tiene en común identificarse como

“el pueblo”. “Pueblo” que se rebela contra el que ostenta el poder (“la oligarquía”),

que hace caso omiso a sus ruegos. El “pueblo” deja de lado sus peticiones y pasa a

exigir que sus demandas entren en la agenda política. Finalmente, de entre este clima,

surge la figura del “líder” político. Éste traslada el mensaje del pueblo a través de la

dialéctica ya comentada “pueblo contra oligarquía” e intenta precisamente situar al

“pueblo” donde –en teoría- se merece estar, en el poder. El líder es así la punta del

iceberg, no como en otras hipótesis en las cuales el populismo es fruto de un brillante

liderazgo.

Así, Laclau nos muestra lo importante que son los significantes vacíos para

hacer política. Palabras como “pueblo” son de límites difusos, transversales y superan

los clásicos debates sobre las clases sociales. Incluidos aquéllos que discutían si se

13

Laclau…: óp. cit. (2005).

13

debía incluir a la pequeña burguesía o no dentro del proyecto socialista. Pero “pueblo”

no sería el único término vacío cargado de lo que podríamos llamar capacidad para

crear una fuerte identificación. Otras palabras como “tiranía”, “buen gobierno”,

“prudencia”, y hasta “nación” (estirando este último concepto), son capaces de poner

de relieve lo importante de los significantes vacíos a la hora de construir un discurso

político, que no tiene por qué ser coherente, precisamente por esa vaguedad.

Al final, para Laclau, lo importante para identificar al populismo es la frontera

discursiva que se marca entre un “ellos” –ostentadores del poder y que encarnan el

“mal gobierno”- y un “nosotros” –verdaderos merecedores del poder político por ser

los “oprimidos” de ese “mal gobierno”.

En conclusión, el populismo es un tipo de discurso político. Y como tal, no es

propio de ninguna de las dos categorías clásicas que dividen las ideologías políticas:

izquierda o derecha. No tiene ningún tipo de contenido ideológico. Como bien se

esfuerza en subrayar Laclau a lo largo de su trayectoria, el populismo es una “forma”

que puede tener un contenido ideológico diverso, puede ser comunista como en el

caso de Mao, o fascista como en el caso de Hitler.

Llegados a este punto podemos abordar ya explícitamente la parte de la teoría

de Laclau sobre el populismo que nos interesa especialmente para este trabajo: el

elemento (re)fundacional.

Como hemos visto, los actores que toman el discurso populista se presentan

como revolucionarios. El “pueblo” tomará el poder y por fin quitará de en medio a los

“oligarcas”, origen de los problemas de la comunidad política. Así, el populismo toma

un carácter (re)fundacional de la comunidad política, es decir, tiene la intención de ser

hegemónico. En otras palabras, tiene la característica de crear un nuevo marco en el

que se mueva la comunidad. Y no nos referimos sencillamente a un marco legal, sino al

campo semántico que asienta unos nuevos límites y les da un determinado significado

a esos términos vacíos como “tiranía” o “democracia”. Hasta se podría decir que

define al “pueblo” al regular su comportamiento. Pero como decíamos, estos

significados no son siempre los mismos dentro del discurso populista, ya que este

puede ser utilizado por ideologías de izquierda o de derecha; comunistas o

14

reaccionarios; etc. Esto será muy importante en lo que sigue, ya que ese carácter

(re)fundacional del discurso populista es el que tienen las actas de independencia (tal y

como antes decíamos). Así, para mostrar esta característica como propia del

populismo en Laclau, debería haber similitudes formales entre un discurso y otro.

Esta explicación del proceso que se podría resumir en que un grupo social X

comienza a sentirse abandonado por parte de la comunidad y política y cabe la

posibilidad de que se organice (o no) pero tiene una serie de demandas políticas

insatisfechas. Poco a poco comienza a asociarse con otros grupos Y o Z creando una

articulación equivalencial, es decir nace el sujeto político “pueblo” enfrentado a una

“oligarquía”. Este pueblo tiene demandas como “pueblo” aunque sin perder nunca la

diferencialidad que cada grupo tiene, ya que para Laclau dicha diferencialidad es lo

que realmente existe. De hecho es una de esta diferencialidades y un líder son los que

se alzan sobre las demás y toma un significante vacío como propio que represente al

adversario político y a sí mismo en oposición al otro, ya que para Laclau no hay

identidad propia sin otras de las que diferenciarse.

El hecho de que remarquemos esta parte es porque nos fijaremos en el hecho

de que en La razón populista se esgrime el planteamiento de que este universal vacío

representa “una totalidad fallida, (…) una plenitud inalcanzable”14. Es decir, todas las

hegemonías15 se asientan en un universal no completamente cerrado. Una hegemonía

que no queda completamente suturada simbólicamente y a través de la cual se puede

producir una dislocación que abra paso a la formación de una nueva hegemonía. Esto

ocurre, precisamente, porque las identidades se forman en oposición las unas de las

otras y no en sí mismas.

El populismo se presenta como el representante necesario para que la plebs se

transforme en el único populus existente. La plebs es plebs por considerar que está

excluida del populus, que sería el pueblo "legítimo". Todo régimen político tiende a

neutralizar la existencia construida de esa plebs, mediante un discurso que representa

a prácticamente todos como populus.

14

Ibíd. p. 94 15

Entendiendo por hegemonía el momento ético-político de una comunidad en palabras del propio Laclau (p. 138).

15

De esta manera, el institucionalismo sería el discurso que intenta hacer

coincidir los límites de la comunidad política con los del propio discurso. Es decir, el

discurso institucionalista busca hacer coincidir los límites de la comunidad política con

su propia ideología, haciéndola parecer "sentido común". Un "sentido común" que lo

es precisamente porque el institucionalismo intenta hacer creer que el populus es

prácticamente la totalidad de la comunidad política. O, en el caso de que haya

demandas que no caben en el sistema, es porque no caben "de momento", pero para

que quepan es necesario mantener ese mismo orden.

Mientras que el populismo plantea una dialéctica entre una plebs excluida de

las decisiones que se toman por un populus ilegítimo, ya que no representa los

intereses de la plebs. La plebs (pueblo) es así una construcción en oposición a los

intereses de una oligarquía, tiranía, etc. Mientras que en el primer discurso hay un

intento de coincidencia entre el populus y la totalidad de la comunidad política, en el

populismo hay una lógica de enfrentamiento que divide la comunidad política entre

oligarcas y plebeyos. Siendo los primeros a los que los plebeyos deben derrotar como

adversario político.

Para Ernesto Laclau, tanto en el caso como de que el populismo llegue al poder,

como en el caso de que haya un orden institucionalista –basado en la absorción

completa de las demandas de la comunidad política-, nunca se podrá llegar a ese

horizonte prometido en el que la sutura de la sociedad consigo misma (que todos

estén integrados plenamente) sea total o completamente universal, una cuestión de

soluciones técnicas. Por un lado porque el conflicto social siempre estará presente y

porque, seguidamente, “[la] noción de que un grupo tal que, mediante la organización,

hubiera asumido todas las funciones del individuo y hubiera eliminado la noción de un

líder se corresponde, casi punto por punto, con una sociedad totalmente gobernada

por lo que hemos denominado lógica de la diferencia16”. Cosa imposible ya que

supondría la posibilidad de entenderlo todo a través de conceptos ideales.

16

Ibíd. p. 111

16

2. Justificación del trabajo

2.1. ¿Por qué el populismo?

El concepto de populismo está incrustado en el pensamiento sobre América

Latina. Es una palabra que en seguida relacionamos con la región aplicando el

calificativo para todo tipo de líderes. Desde Perón a Bucaram pasando por el APRA.

Hasta todo tipo de movimientos como el peronismo o el aprismo que perduran hoy y

se les ha llamado populistas hasta ahora. En este sentido, tampoco es que solamente

tenga reminiscencias inmediatamente contemporáneas, sino que también nos vale

para explicar los conflictos políticos e ideologías en la región o en épocas enteras que

se suelen situar en los años ’30 y que comparten rasgos comunes como el

nacionalismo económico y la voluntad de desarrollo industrial.

De esta manera, el llamado “populismo se ha convertido en uno de los

conceptos clave para entender políticamente la región. De tal modo, se vuelve

necesaria la definición de un concepto certero y riguroso –que no universal ni

definitivo- del populismo.

Como ya hemos especificado, el concepto elaborado por Ernesto Laclau nos

parece el más útil para avanzar en una conceptualización cada vez más afinada. Sin

embargo, haciendo un símil metafórico, su paso al frente ha servido para abrir un

nuevo camino todavía no bien pavimentado.

2.2. ¿Por qué las declaraciones de independencia?

2.2.1. Desde el punto de vista cronológico

Es el propio autor argentino quien constantemente toma ejemplos históricos

tradicionalmente no populistas –o considerados populistas sólo en parte- para

justificar su teoría, como en el caso de Ataturk17. Y no solo eso, sino que, en un intento

obvio por plantear el populismo como parte de las dinámicas histórico-políticas –y no

17

Laclau…: óp. Cit. (2005) p. 258-265

17

solo como estrictamente contemporáneo o del S. XX- pone el ejemplo de la Revolución

Francesa y del cartismo inglés como ya hemos explicitado.

De la Revolución Francesa se vale para explicar las lógicas de la equivalencia

que teóricamente ocurren en el populismo:

“En el curso de la Revolución Francesa, y especialmente durante el período jacobino, el

pueblo, como sabemos, constituyó una construcción equivalencial, y la totalidad de la dinámica

política del período sería ininteligible si no la entendiéramos en términos de la tensión existente

entre la universalidad de la cadena equivalencial y la particularidad de las demandas de cada

uno de los eslabones. (…) Todo el período está marcado por la tensión entre las demandas de

los trabajadores y el discurso equivalenial de la democracia popular radical.”18

Por otro lado, el cartismo le vale para explicar, en el contexto de la Revolución

Industrial, un discurso con una frontera amigo-enemigo que adoptan los militantes

cartistas para nombrar la realidad política de su tiempo:

“(…) éste era el discurso que dividía a la sociedad en dos campos (…). Lo que es

característico de ese discurso es que no constituía un discurso de la clase trabajadora, sino un

discurso popular dirigido en principio, a todos los productores contra los “ociosos”19. “La

distinción no era principalmente entre las clases dirigentes y las clases explotadas en un sentido

económico, sino más bien entre los beneficiarios y las víctimas de la corrupción y el monopolio

del poder político”” 20.

Por otro lado, cabe admitir que no hemos sido los únicos que hemos

especulado con la capacidad de la teoría populista para ser aplicada a otros cambios

hegemónicos que son considerados por Laclau como lo político según hemos visto en

el anterior apartado. J. Hillis Miller escribe lo siguiente: “Los nombres que da Laclau a

la clase de cambio que espera son “hegemonía” (tomado de Gramsci) y

“emancipación(es)”, que es además el título de uno de sus libros (Emancipación y

18

Laclau…: óp. Cit. (2005) p. 105 19

Ibid. p. 118 20

Stedman Jones, G.: “Rethinking the Chartism” en Lenguages of Class. Studie in Working Class History 1832-1902; Cambridge University Press, Cambridge (1983); cit. en Laclau, Ernesto: La razón populista, FCE (2005). p. 118.

18

diferencia). Las revoluciones y las “declaraciones de independencia” exitosas son una

de las formas de ese cambio (…)”21.

Dicho esto, ya tenemos la suficiente información como para justificar la

utilización de las declaraciones de independencia en nuestro trabajo de manera

razonada:

(a) Conceptualmente, es posible utilizar la teoría populista de Laclau para

interpretar las declaraciones de independencia porque son un ejemplo nítido del

discurso manejado en un cambio hegemónico tal y como admite Hillis Miller, por lo

que, siguiendo los esquemas de Laclau debería parecerse al discurso del populismo. De

hecho, no habría ningún problema ya que como decíamos en nuestra hipótesis, para

Laclau el discurso fronterizo y la construcción de las lógicas de la equivalencia serían

realmente lo esencial de “lo político”. Por lo que también debería estar presente en un

proceso indiscutiblemente político como son la construcción de la realidad que hace

una declaración de independencia.

(b) Cronológicamente, no sería contraproducente aplicar esquemas populistas

a las declaraciones de independencia, ya que si el populismo se podría identificar por

la existencia de una frontera y de unas lógicas de la equivalencia; y a la vez una u otra

se pudieron dar en épocas inmediatamente anteriores (la Revolución Francesa), como

inmediatamente posteriores (el Cartismo), podría ser tranquilamente que en algún

movimiento de la época pudieran haberse producido ambas cosas pese a que a

nosotros como ya especificamos nos interesa más la frontera que la posible existencia

de lógicas de a equivalencia. En cualquier caso, de situar cronológicamente el

populismo, Laclau le estaría dando la categoría de moderno, es decir, propio de lo que

los historiadores llamamos Edad Contemporánea, la cual se inauguraría precisamente

con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial inglesa, contextos ambos de las

ejemplificaciones descritas por el autor argentino.

21

Hillis Miller, J.: “Hacerse cargo de una tarea. Momentos de decisión en el pensamiento de Ernesto Laclau”, en Critchley, Simon y Marchart, Oliver (comp.): Laclau, aproximaciones críticas a su obra, FCE (2008). p. 269-279.

19

2.2.2. Desde el punto de vista ideológico

En segundo lugar, cumpliendo con lo explicitado por Laclau en su concepción

del populismo como aideológico y basado en el discurso, tenemos la obligación de

tener que escoger tres actas de independencia de diferentes ideologías y latitudes.

Estados Unidos (1776) se trata de una independencia basada en principios

republicanos tal y como recoge Hannah Arendt22. Tras una serie de agravios después la

guerra entre Francia e Inglaterra en la que participaron vehementemente los

americanos, estos harán la primera declaración de independencia de la historia.

En Venezuela (1811) una junta elegida “democráticamente” en 1810 expulsa a

los gobernantes metropolitanos durante la ocupación francesa de España para

proteger la soberanía española y de Fernando VII cuando éste se ve obligado a abdicar

en favor del invasor francés en 1808. Poco después, dicha junta declara la

independencia de España basándose los mismos argumentos que legitimaron la

independencia estadounidense en su acta de independencia.

La independencia estará inspirada en un pensamiento liberal23, aunque como

veremos la independencia fue el ideal alrededor del cual se concentraron toda una

serie de demandas sociales de todo tipo.

La declaración del Imperio Mexicano (1821) es la que más se diferencia de las

otras dos, ya que se trata de la independencia de un Imperio.

Por tanto, la independencia del Imperio Mexicano poco tiene que ver con un

movimiento ideológico liberal. De hecho, México termina por independizarse cuando

en España se instaura el Trienio Liberal (1820-1823), período en el que Fernando VII e

ve desposeído del poder absolutista propio del Antiguo Régimen y se implementan

reformas propias de la Modernidad como borrar los privilegios del clero.

Dicho suceso produce revuelo entre las fuerzas realistas que habían estado

luchando durante la década de los años 10 del S. XIX en contra de la independencia de

22

Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992) 23

Belin M. y Vázquez, V.: "Independencia y estado-nación en Venezuela desde los regímenes de la gubernamentabilidad" en Documentos de trabajo IELAT, nº 17 (2010). pp. 24-48.

20

Nueva España. Finalmente se crea consenso entre las distintas facciones que aceptan

el liderazgo de Iturbide y del Ejército Trigarante. Ambos actores son de lo más

representativo de la independencia mexicana: Iturbide había sido general de las

mismas fuerzas realistas anteriormente; y el Ejército Trigarante debía su nombre a que

representaba la garantía de religión, independencia y unión24.

Las diferencias ideológicas entre cada una de las declaraciones de

independencia son fundamentales para darle rigurosidad al trabajo, ya que

comparando el discurso en ellas contenido, podríamos trazar similitudes políticas entre

ellas al margen de la ideología que tengan. Tal y como nos dice Laclau que debería

pasar en el populismo, al no tener este un contenido ideológico determinado. El

populismo es un discurso político que se presenta a sí mismo como aideológico, pero

que puede ser utilizado tanto por reaccionarios como por revolucionarios.

Lo que nos permite el caso de los Estados Unidos es integrar una comparación

con otros procesos de independencia al margen de los latinoamericanos que no

permita afirmar o desmentir que las conclusiones obtenidas sean propias o no de la

especificidad latinoamericana. De esa manera no solo comparamos documentos

teniendo en cuenta sus ideologías, sino puntos geográficos y culturales

completamente distintos. Pretendemos huir en definitiva, de concepciones que

pretendan interpretar la historia latinoamericana a través de una especie de

populismo "genético" enraizado en la historia política latinoamericana.

3. El supuesto y la hipótesis: el populismo de Laclau como definición

amplia

3.1. El supuesto

La primera consideración de la que partimos es que Ernesto Laclau está

definiendo la política como el populismo. Una opinión que va sosteniendo a lo largo de

todo su libro La Razón Populista. En un primer momento nos dice:

“Si la sociedad lograra alcanzar un orden institucional de tal naturaleza que todas las

demandas pudieran satisfacerse dentro de sus propios mecanismos inmanentes, no habría

24

Breña, Roberto: “La consumación de la independencia de México: ¿dónde quedó el liberalismo? Historia y pensamiento político” en Revista Internacional de Filosofía Política, n. 16 (2000). Pp.59-94.

21

populismo, pero, por razones obvias, tampoco habría política. La necesidad de construir un

“pueblo” (una plebs que reivindica ser un populus) sólo surge cuando esa plenitud no es

alcanzada y objetos parciales dentro de la sociedad (objetivos, figuras, símbolos) son investidos

de tal manera que se convierten en los nombres de su ausencia.25”

De esta afirmación podemos suponer que Laclau define el populismo como

aquel discurso político que plantea una realidad en la que “los de arriba” ejercen un

gobierno que no asimila las demandas sociales, convirtiéndose en opresor de “los de

abajo” por tener intereses divergentes. Sin embargo, el verdadero detentador de la

comunidad política debería ser “el pueblo”, entendiendo como pueblo los que no son

oligarcas. Por tanto, para Laclau el populismo tiene, necesariamente, un elemento que

caracteriza a lo político tal y como admite literalmente con posterioridad:

“¿Significa esto que lo político se ha convertido en sinónimo de populismo? Sí (…). Al ser

la construcción del pueblo el acto político par excellance –como oposición a la administración

pura dentro de un marco institucional estable-, los requerimientos sine qua non de lo político

son la constitución de fronteras antagónicas dentro de lo social. (…) Pero estas constituyen

también los rasgos definitorios del populismo. No existe ninguna intervención política que no

sea hasta cierto punto populista. Sin embargo esto no significa que todos (…) sean (…)

populistas. Depende de la extensión de la cadena equivalencial. (…) Pero cierta clase de

equivalencia (cierta producción del “pueblo”) es necesaria para que un discurso pueda ser

considerado político.”26

Lo que pretendemos decir con esto es que la cuestión de lo político no es algo

baladí en la propuesta de Ernesto Laclau, ni algo tangencial en su teoría, sino que se

vuelve uno de los núcleos que dan fundamento a su libro y a su pensamiento. Por lo

que no es descabellado considerar el populismo laclausiano no solo como una

explicación aplicable a procesos, movimientos, líderes… sino como toda una visión de

la política que se vuelve necesario especificar.

Debido a que el populismo es una de las características que definen “lo

político”, toda hegemonía debería ser en alguna medida populista tal y como nos

reconoce Laclau al decir que no hay ningún sistema puramente institucionalista porque

25

Laclau...: óp. cit. (2005) p. 149 (la negrita es nuestra) 26

Ibíd. p. 195

22

si no “tampoco habría política”. De hecho, así mismo lo reconoce él en un artículo de

2009 en donde directamente nos dice que el populismo es gradual y deberíamos

preguntarnos cuánto de populista es un movimiento, y no si es populista o no.27 Lo que

nos lleva a pensar, en sentido inverso, que cuanto menos populismo hubiese en

determinada hegemonía, menos política sería.

Pero, ¿qué elementos hacen necesario el discurso populista como propio de

toda hegemonía? Pues la frontera que la comunidad política se marca para decir quién

y qué demandas están dentro; y quién y qué demandas están fuera de la propia

comunidad.

Esto tiene que ver con la consideración de la que parte Laclau sobre la creación

discursiva de las identidades políticas. Éstas se fabrican siempre por oposición a un

“otro” marcada por una frontera. En el caso de un movimiento que sea populista, la

frontera será explícita y se dividirá la realidad en dos espacios antagónicos, una

mayoritaria (el pueblo) y otra minoritaria (la oligarquía). En el caso del

institucionalismo, pese que su discurso intenta expandirse hasta hacerse coincidir con

los límites de la comunidad, nunca podrá hacerlo completamente por la necesidad de

crear una identidad propia en contraposición a otros excluidos de comunidad política.

Por tanto, esa frontera es la que para Laclau crea la identidad propia y por

tanto aglutina demandas sociales siempre heterogéneas, por esto es por lo que

Benjamín Arditi ha propuesto que Laclau concibe la “política-como-populismo” y “la

política-como-hegemonía”28.

Habiendo reflexionado brevemente sobre lo que para Laclau es la hegemonía y

lo político ligados ambos al populismo, podemos pasar a formular nuestra hipótesis.

Hemos escrito que Ernesto Laclau concibe el populismo como lo político y como

la hegemonía, como si las tres fuesen sinónimos. Sin embargo, para el caso de nuestro

objeto de estudio –el populismo como tal- lo que pretenderíamos mostrar es que el

populismo tal como lo define el autor argentino, es no solo hegemonía, sino más

27

Laclau, Ernesto: “Populismo: ¿qué nos dice un nombre?”, en Francisco Panizza (ed.), El populismo como espejo de la democracia, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, (2009) pp. 51-70. 28

Arditi, Benjamín: “¿Populismo es hegemonía es política? La teoría del populismo de Ernesto Laclau” Constellations, Vol. 17, No. 2 (2010) pp. 488-497.

23

concretamente, el discurso contrahegemónico; y por tanto fundante de la comunidad

política.

3.2. La hipótesis

Si el populismo es la política en la teoría de Laclau, entendiendo por político el

discurso “como oposición a la administración pura dentro de un marco institucional

estable”, su definición se tornaría aplicable a una cantidad de casos mucho mayor de

lo que a primera vista cabría suponer. Casos que merecería la pena pensar si son

populistas o no, y si como dice el propio autor argentino, podemos considerar como

populista cualquier acción o movimiento político en mayor o menor grado.

Es cierto que Laclau pone ejemplos de líderes y movimientos que han sido

considerados populistas como es el caso de Kemal Atatürk. Este es un ejemplo que

"fácilmente" puede ser catalogable como populista: logra un apoyo amplio de la

sociedad, existe un liderazgo fuerte, hay una imagen ruptura con el régimen anterior,

se produce en un país moralmente derrotado tras la I Guerra Mundial durante los años

20 y 30 del S.XX…. Es decir, cualesquiera que sean los criterios que utilicemos para

definir el populismo (discursivos o no), es cierto que podemos imaginarnos

tranquilamente la posibilidad de que Atatürk fuese populista, ya que reúne elementos

clásicos de la imagen que arquetípicamente se tiene del populismo en el imaginario. A

pesar de ello, Laclau no lo considera un movimiento populista porque el kemalismo

huye de la creación del conflicto; aunque la consideración de Laclau sobre si Atatürk

era o no populista no nos atañe ahora. Para nosotros, ahora, lo importante es cómo el

autor argentino le niega la categoría de populista a un movimiento, autodenominado

como tal, debido a que huye de los cánones discursivos que él cree que son propios del

populismo29.

Nuestro caso consistiría en hacer lo que hace Laclau con Atatürk pero forzando

su teoría a puntos radicales, esto es: llevar su propuesta sobre el populismo a actos

discursivos rupturistas extemporáneos; propios de momentos que no forman parte de

lo que tradicionalmente se entiende por "imagen populista", como una declaración de

independencia. Es más, el propio proceso de independencia goza de toda una tradición

29

Laclau…: óp. cit. (2005) p. 258-266.

24

historiográfica propia a la que, de ninguna manera, se ha comparado con un

acontecimiento populista; y solamente en estudios recientes, como el de François-

Xavier Guerra, se ha empezado a elaborar una línea de interpretación que considerase

al "pueblo" como actor político bien definido30.

De este modo, nuestra idea de partida es que las declaraciones de

independencia se pueden interpretar desde la óptica populista laclausiana.

Siguiendo con el hilo de esto plantearemos nuestras hipótesis:

(a) Si el populismo de Laclau es una de las condiciones sine qua non de la

ruptura hegemónica –y de la política-, tal y como él dice, podemos intentar contrastar

su afirmación con otro discurso nítidamente rupturista como puede ser una

declaración de independencia. Si lo que dice Laclau fuese cierto, encontraríamos

similitudes entre el discurso populista y el discurso emanado de dichas declaraciones.

(b) De ser contrastado rigurosamente el anterior párrafo podríamos

plantearnos que el populismo laclausiano se volvería amplio. En el sentido de que se

convertiría en el discurso conformador de la realidad de cualquier intento de ruptura

hegemónica susceptible de vencer políticamente a un orden dado. Así como de la

política mismo.

(c) La tercera hipótesis, dependería de haber afirmado las otras dos

previamente. Por un lado, si el discurso populista se pudiese “transformar” en el

discurso propio de toda ruptura hegemónica, es decir, se cumpliese el supuesto (b); y

si por otro lado se cumpliesen las similitudes de discurso entre un documento

fundacional (la declaración de independencia) y un discurso populista, es decir el

supuesto (a), podríamos afirmar el carácter fundacional de este último.

Así, las preguntas que nos hacemos son: ¿podemos afirmar que existe una

similitud entre el discurso emanado de las declaraciones de independencia y el

discurso propio de del populismo laclausiano? ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría

de Laclau sobre el populismo es amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con

otro discurso no-populista pero propio de una ruptura hegemónica? Y por último, nos

podemos plantear, en consecuencia de la respuesta afirmativa de las dos anteriores

30

Guerra, François-Xavier: Modernidad e independencias: ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFRE (1992).

25

preguntas: ¿es el discurso populista un discurso que pretende una (re)fundación de la

comunidad política en Laclau?

4. Metodología o cómo huir del anacronismo

4.1. Discurso

Nuestra metodología para analizar las declaraciones de independencia estará

basada en un análisis del discurso político teniendo en cuenta su contexto. Para

empezar, debemos explicitar qué es para nosotros el discurso. Una somera definición

la podemos extraer del libro de Michel Foucault El orden del discurso:

"(…) el discurso —el psicoanálisis nos lo ha mostrado— no es simplemente lo que

manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo; y ya que —esto la

historia no cesa de enseñárnoslo— el discurso no es simplemente aquello que traduce las

luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha,

aquel poder del que quiere uno adueñarse."31

Pero esto es solo una definición parcial, ya que no se define específicamente

discurso. Discurso no sería solamente lo que se dice o lo que se escribe, sino también

las acciones. Es un conjunto de acciones sociales que se diferencian unas de otras

porque se relacionan entre sí. Ninguna palabra tiene un significado en sí misma, sino

que toma significado cuando se diferencia de las demás. Este conjunto de acciones y

palabras se constituyen, por tanto, durante la misma relación entre ellas y no tienen

sentido en sí mismas. Una relación que, por lo demás, es construida a través del

lenguaje y que en conjunto forman un complejo relacional que es el discurso32.

En ocasiones, se ha definido el discurso como aquello que nombra, con mayor o

menor fortuna, la realidad. La cual, mediante procedimientos también más o menos

acertados, podemos asir y comprender. De esta manera, habría verdades que

podríamos ir descubriendo a lo largo de la historia.

Para el caso que nos toca a nosotros, el asunto fundamental en esta línea de

pensamiento sería la "libertad de elección racional" que hace que el ser humano se

31

Foucault, Michel: El orden del discurso, Tusquets, Barcelona (1992). p. 12. 32

Laclau…: óp. cit. (2005). p. 92

26

mueva por intereses instrumentales que, si se comparten, se convierten en colectivos.

Por tanto, es una cuestión de unir intereses objetivos comprobables33. Se hace así

depender el discurso de esos intereses. El discurso sería, simplemente, una

elaboración interesada con el fin de comunicar unos objetivos o demandas.

Sin embargo, la teoría del discurso de la que nos valdremos nosotros no

contempla la existencia, como tal, de estos intereses objetivos, sino que los intereses

son construidos por determinados actores en un momento histórico determinado.

Dichos actores son los que llama Foucault sociedades del discurso34 que en cada

momento marcan los límites de todo discurso elaborado. Es decir, son una policía35 del

discurso que establece lo que es nombrable –y en qué términos- y lo que no lo es. Por

ejemplo, la libertad de la Ilustración poco tiene que ver con libertad propugnada hoy

en día por la ideología neoliberal. En el segundo caso, la libertad como significante

tiene más que ver con la defensa del libre mercado en la que cada uno es dueño de su

propio destino racionalmente. En el primero, la libertad tenía que ver con la libertad

para elegir gobernantes, para reunirse, o para opinar.

Como planteábamos antes, los discursos del "sentido común" son elaborados

por sociedades de discurso localizables, que dan determinado significado a

determinados significantes importantes en una época. Sin embargo, definir "el sentido

común" siempre encuentra adversarios que también querrían definirlo en sus

términos, lo que produce un enfrentamiento que repliega a cada uno de los actores

hacia sí mismo. Es decir, es la oposición misma la que crea las identidades. El

considerarse de un bando porque no se es de los demás.

Podemos retomar el ejemplo de la libertad como significante para explicarnos.

Durante el Antiguo Régimen no se entendía la libertad como singular, sino

como plural, las "libertades". Lo que se pretende hablando de "libertad" es dar a dicha

libertad un valor universal en contraposición con las "libertades" corporativas propias

del Antiguo Régimen y de cada uno de los estamentos. La "libertad" es una metáfora

que se vuelve un concepto cargado de expectativas hacia un futuro en el que todos 33

Colomer, J. M.: "La teoría 'económica' de la política" en Vallespín, Fernando (ed.): Historia de la Teoría Política, Vol. 6 La reestructuración contemporánea del pensamiento político, Alianza (1995). 34

Foucault, Michel: óp. cit. p. 35. 35

Foucault, Michel: óp. cit. p. 31.

27

serían iguales y todos tendrían las mismas libertades, en contraposición a las

"libertades" corporativas de Antiguo Régimen36.

A cada uno de los partidarios de una u otra libertad los vincula un determinado

discurso y unos determinados enunciados con los que se sienten identificados y a

través de los cuales se diferencian del resto de personas3738.

No obstante, hay momentos en los que determinados acontecimientos

discursivos son capaces de crear nuevas identidades y nuevos actores. Estos

acontecimientos discursivos, con sus actores, pueden dar lugar al cuestionamiento de

ese "sentido común", que triunfará si es a partir de esos actores desde donde se

reorganiza el sistema ético y discursivo. El caso de una declaración de independencia

es bien representativo de esto. Fuerzas políticas y sociales que un principio no se

declararían "independentistas", tras el acontecimiento discursivo de la declaración de

independencia, se reordenan y se crean dos grandes espacios antagónicos: realistas e

independentistas.

Llegado este punto, no debemos pensar que estamos haciendo referencia a la

existencia de discursos "verdaderamente liberadores" y otros "verdaderamente

dominadores". Todo discurso supone, "crear un mundo nuevo de leyes, privilegios,

subordinaciones y delimitaciones", tal y como nos decía Nietzsche39. Ya que todo

discurso hegemónico contempla límites que no se pueden traspasar. En palabras de

Foucault: "(…) que existan sistemas de enrarecimiento no quiere decir que, por debajo

de ellos, más allá de ellos, reinaría un gran discurso ilimitado, continuo y silencioso, que

se hallaría, debido a ellos, reprimido o rechazado, y que tendríamos por tarea que

levantar restituyéndole finalmente el habla".40

En otras palabras, a lo que nos referimos es a que no hay un discurso que esté

ahí a priori; ni tampoco una serie de realidades esenciales dispuestas a ser ordenados

en una lógica de "liberación" pero que no toman esa "lógica de liberación" porque el

36

Kosselleck, Reinhardt: “Historia de los conceptos y conceptos de historia” en Ayer, nº 53 (2004). Pp. 27-45 37

Foucault, Michel: óp. cit. 38

Howarth, David: "La teoría del discurso" en Marsh, David y Stoker, Gerry (eds.): Teoría y métodos de la ciencia política, Alianza (1995) pp. 125-142. 39

Nietzsche, Friedrich: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. En línea: http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/verdadymentira.htm (consultado 05/09/2015) 40

Foucault: op. cit. p. 43-44.

28

discurso dominante los mantiene bien ocultos. No sería por tanto una cuestión de

profundidad –en el sentido de profundizar hasta el discurso esencial-, sino una

cuestión de "externalidad" o "internalidad" a una totalidad que, pese a ser "total",

tiene límites41. Es decir: qué discursos se encuentran dentro del sentido común y

cuáles son aquellos que se quedan fuera del mismo: "(…) ninguna identidad está

cerrada en sí misma, pero es sometida a desplazamientos constantes en términos de

cadenas de combinación y substitución. Es constituida a través de procesos

esencialmente tropológicos que no se refieren a ningún fundamento último

trascendental."42

De esta manera descartamos que cualquier tipo de estructura discursiva emane

de un determinado ordenamiento estructural socioeconómico. No habría así una

superestructura dependiente de un sistema "más esencial" que sería la explotación

económica. Todo lo contrario, sería el propio discurso el que ordena y reordena la

realidad bajo los supuestos de determinadas "sociedades de discurso" o actores

políticos (entendiendo político ampliamente) quienes son capaces de convencer, en

definitiva, de que su diagnóstico y solución son los más acertados para los tiempos que

corren. De ahí que "para la teoría del discurso la vida social puede ser descrita en

términos de una retórica generalizada"43.

En definitiva, nuestro análisis no se fundamenta tanto en la presunta existencia

de unos hechos que "ocurrieron realmente" o en unas grandes leyes estructurales que

conducirían al orden y desorden de un sistema; sino, más bien, se centra en la cuestión

de la percepción que los actores tienen del momento en el que viven, es decir, en su

interpretación de la realidad. Al fin y al cabo, para nosotros, son esas percepciones las

que hacen que dichos actores se muevan en un sentido o en otro a lo largo de la

historia.

41

Laclau, Ernesto: Philosophical roots of discourse theory. En línea: https://www.essex.ac.uk/centres/TheoStud/documents_and_files/pdf/Laclau%20-%20philosophical%20roots%20of%20discourse%20theory.pdf 42

Laclau, Ernesto: Ibíd. p. 6. (traducción nuestra). 43

Ibíd.

29

4.2. Textualismo y contextualismo

La otra pata de nuestra metodología será el contextualismo en contraposición

al textualismo.

La historiografía dedicada al pensamiento político –y aquí incluimos teoría,

historia y filosofía política- normalmente ha interpretado los tratados o los textos del

pensamiento partiendo de que su importancia tenía que ver con la grandeza de las

visiones de los distintos autores. Parten del hecho de que las ideas de "los clásicos" (los

grandes pensadores) son universales. Por tanto, son favorables o detractores de tal o

cual idea universal, o van añadiendo progresivamente su granito de arena para que el

pensamiento se abra a nuevas formas. De esta manera se podría hacer (como se ha

hecho) una teorización primigenia sobre la división de poderes que se despliega a lo

largo de la historia y presente por ejemplo durante la existencia del Imperio Romano44.

Esto se debe a que, como decíamos, hay ideas perennes que recorren la historia que

tendríamos que ir desentrañando a través de estos grandes pensadores.

El error metodológico fundamental sería el de confundir la existencia de "ideas

universales", con el hecho de que: al interpretar los textos desde el hoy en día,

estemos aplicando categorías actuales al pasado, haciendo de nuestras propias

interpretaciones presentes –y contingentes- algo universal al tiempo. De este modo, es

relativamente fácil creer en la posibilidad de trazar equivalencias entre el hoy y el ayer

en cuanto al significado de las palabras y los enunciados.45

¿Cómo podemos entonces soslayar el problema que se nos plantea atendiendo

a la necesidad de conocer más rigurosamente el significado del texto? Pues

atendiendo también al contexto en el que es elaborado el dicho texto.

Desde nuestra perspectiva, las cosas toman sentido cuando tienen un

significante y un significado. Las palabras no toman sentido por el mero hecho de

existir, sino que lo hacen cuando nombran determinado fenómeno de percepción de

los objetos o de las cosas. Así, lo fundamental para entender una palabra en toda su

dimensión es hacer caso al contexto, siempre social, en el que se inscribe o se

encuentra. Howarth nos brinda un ejemplo de esto bastante aclaratorio: 44

Skinner, Quentin: "Significado y comprensión en la historia de las ideas" en Revista de Historia Intelectual, nº 4 (2000) pp. 149-191. 45

Rabasa Gamboa, Emilio: “La escuela de Cambridge: historia del pensamiento político. Una búsqueda metodológica” en En-claves del pensamiento, año V, núm. 9, enero-junio (2011). Pp. 157-180.

30

"Tomemos el ejemplo de una piedra que podemos encontrarnos en el campo. Este

objeto, dependiendo del contexto social determinado en el que se sitúa, puede ser un ladrillo

para construir una casa, un proyectil para uso bélico, un objeto que indique una cierta riqueza

o un hallazgo de gran importancia arqueológica. Todos los significados e identidades diferentes

que adopte el trozo de materia dependen del tipo de discurso concreto y de las circunstancias

específicas que dan significado o «ser» al objeto"46.

Partiendo de estas consideraciones, hay sobre todo dos aspectos

metodológicos que vamos a criticar del textualismo y que intentaremos reconstruir

desde una perspectiva contextualista. El primero estaría basado en la supuesta

coherencia que se busca a todo texto con la realidad del momento en la está escrita

desde consideraciones presentes, o con la totalidad de la obra discursiva de los

autores; y el segundo aspecto sería el hecho de confundir la palabra con su

significado47.

Tradicionalmente, el estudio del pensamiento ha adolecido de buscar la

coherencia entre los diferentes escritos de los autores o buscarla dentro del mismo

escrito, a pesar de que existan contradicciones en dichas obras. Se intenta, una y otra

vez, girar alrededor del texto buscando interpretaciones que añadan coherencia a lo

que presumiblemente el autor quiso expresar. Como si se tratase de escritos

interpretables a través de la misma coherencia actual o, simplemente, no se

contemplase la posibilidad de que la contradicción exista:

"(…) la coherencia, o su falta, que se descubren con tanta ligereza, dejan de ser una

relación histórica de ideas que realmente se hayan pensado alguna vez. La historia así escrita

no se convierte en absoluto en una historia de las ideas, sino en abstracciones: una historia de

pensamientos que en realidad nadie llegó a pensar nunca, en un nivel de coherencia que, de

hecho, nadie alcanzó nunca."

Pongamos de nuevo un ejemplo con la palabra "independencia". Muchos

estudios se han dedicado a discutir sobre la existencia de una independencia

"realmente existente". La pregunta de si es "realmente existente", se debe al hecho de

si existe o no un "dependencia" después de la declaración de independencia.

Esto es, si hubo precisamente un cambio de modelo económico y político, o se

prosiguió con la dependencia. Esta dependencia se podría dar con respecto a otra

46

Howarth, David: óp. cit. p. 129. 47

Skinner, Quentin: óp. cit.

31

potencia europea como Gran Bretaña48. O, por otra parte, hay teóricos que hablan de

la continuidad de esta supuesta dependencia a lo largo del S. XX por ejemplo en el caso

de Argentina49. E incluso otros autores, como Mariátegui, son apreciados precisamente

por teorizar sobre la posibilidad de que la dependencia realmente sea propia del

sistema capitalista en su conjunto y no de unas élites nacionales o de la potencia de

turno50. Por lo que la solución para lograr una verdadera independencia pasaría por

dejar a un lado el mismo sistema capitalista.

No pretendemos tomar partido en este debate ni negar ninguna de las tres

posibilidades, sino hacer ver que en el debate alrededor de la independencia cada uno

está llamando "dependencia" a fenómenos distintos o, por lo menos, están influidos

por ideas distintas y tienen objetivos distintos en distintas épocas.

Buscar la coherencia entre "independencia" y "independencia realmente

existente" (o "verdadera independencia"), como dice Skinner, no se convierte en un

buen estudio de la historia de las ideas, ya que trataría sobre ideas o abstracciones

que, en realidad, nunca nadie ha llegado a pensar a ese nivel de coherencia.

En consecuencia, el fundamento metodológico que guía nuestro análisis es el

del contexto, que es lo que nos permite no confundir la palabra con su significado:

"El error implícito, por ejemplo, en tratar de insistir en que tanto el siglo XIII como la

Ilustración fueron preponderantemente "épocas de fe" (y por ende tienen mucho más en

común de lo que los propios philosophes se habrían preocupado por admitir) es sin duda el de

tomar la palabra por la cosa. Puesto que, como se señaló con toda claridad, hablar de una

época de fe puede ser exactamente lo mismo que hablar de una época sometimiento (la fe

antes que la argumentación) o de confianza (la fe en uno mismo). La noción de que cualquier

"idea" fija ha persistido, es espuria".51

Para ello, nos hace falta ponernos en la época y en el significado que los

conceptos tenían para la gente que los escribía. La palabra y su significado deben ser

analizadas en su contexto. Volvamos al ejemplo de "independencia".

48

Sevares, Julio: "¿Cooperación Sur-Sur o dependencia a la vieja usanza?" en NUEVA SOCIEDAD, Nº 207, (2007) pp. 11-22. 49

Peña, Milcíades: Masas, Caudillos Y Elites La Dependencia Argentina De Yrigoyen A Perón, Fichas (1973) 50

Mariátegui, José Carlos: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Biblioteca Ayacucho (2007). 51

Skinner, Quentin: óp. cit. p. 177

32

Según Fernández Sebastián, éste era un vocablo que apenas se utilizaba y que

empieza a llenarse de contenido fuertemente política hasta finales del S.XVIII y va

tomando notoria importancia en la Edad Contemporánea. Por tanto, su significado

varió con el paso del tiempo y no tiene el mismo significado hoy que en aquéllos días.

De hecho, como hemos visto, es imposible entenderlo a través de autores si no

hacemos caso del contexto en el que se encuadra el susodicho significante.

4.3. La historia de los conceptos

Al margen de que la intención política de esas declaraciones sea construir una

interpretación del mundo que ellos consideran como la sensata; y se construyan dos

bandos enfrentados (uno con derechos y otro sin ellos), necesitamos saber cuáles

pueden ser los significantes que en aquella época podían tener potencia a la hora de

construir esa realidad de dos bloques enfrentados. Para poder conocer esto, hemos

elegido la metodología de la Historia de los conceptos de Reinhart Kosselleck.

Kosselleck nos dice:

Las teorías actualmente en boga que reducen la realidad al lenguaje olvidan

que todo lenguaje tiene siempre dos caras. Por un lado, el lenguaje es receptivo y

registra lo que sucede fuera de sí mismo, descubriendo aquello que se le impone sin ser

en sí mismo lingüístico, a saber: el mundo, tal y como se nos presenta pre-

lingüísticamente (y no-lingüísticamente). Por otro lado, el lenguaje, en su función

activa, asimila (einverwandelt sich) todos estos contenidosy estados de cosas

(Gegebenheiten) extra-lingüísticos52.

En relación a las Actas de Independencia de los países analizados, esto nos

pone sobre aviso de que el texto contenido en esos documentos históricos no son

meras declaraciones retóricas, sino que esconden tras de sí una interpretación de la

realidad política enfrentada a otra, que tiene su propia interpretación de esa misma

realidad: “La propia realidad no se deja reducir a su significado y forma lingüística

52

Koselleck, Reinhart: "Historia de los conceptos y conceptos de historia" en Ayer nº 53 (2004). p. 30.

33

(Gestaltung)) pero sin tales contribuciones lingüísticas probablemente no habría

realidad, al menos para nosotros.53”

Por ejemplo, en las Declaraciones, como es obvio, aparece la palabra libertad.

La libertad es uno de esos significantes vacíos que no es lo mismo pronunciarlos en

aquella época que hoy en día. Hoy en día es un término en disputa por distintas

ideologías y en aquella época también, pero las ideologías que disputan por el término

no son las mismas en el S.XIX que ahora, obviamente. Por eso no vale interpretar

libertad como ahora, sino que hay que darle un recorrido histórico al concepto y

entenderlo ese significante en su contexto, algo determinante para conocer su

significado.

53

Ibíd.

34

III. Conceptos Clave

En este apartado pretendemos dar cuenta de dos de los conceptos clave para

poner en relación las declaraciones de independencia con la teoría de Laclau sobre el

populismo.

Como exponíamos en el apartado metodológico, no es posible interpretar

documentos de principios del S.XIX desde un punto de vista actual. No podemos tomar

textualmente lo escrito en las actas de independencia e interpretarlas

anacrónicamente trazando las equivalencias que mejor convengan a nuestro análisis

con respecto a los significados de las palabras y enunciados.

Por tanto, habremos dado un paso adelante si los significados de determinados

conceptos de Laclau para el populismo nos brindan un marco interpretativo capaz de

explicar las declaraciones de independencia estudiadas sin desvirtuar o interpretar

atemporalmente las palabras contenidas en las mismas.

1. La Independencia

1.1. La declaración de independencia: una proclamación hacia dentro

Normalmente, se han analizado las mismas declaraciones de independencia

desde una óptica internacional, es decir, como un documento que informaba al resto

de naciones del mundo de que un nuevo estado había nacido y buscaba así su

reconocimiento en la comunidad internacional54.

Este sería el cometido que se plantea David Armitage, el estudioso actual más

citado para analizar este tipo de documentos: ver las declaraciones de independencia

como algo que surge en Estados Unidos, de donde se toma el modelo para la

elaboración de posteriores declaraciones a lo largo de toda la historia, llegando incluso

al actual caso de Kosovo55.

54

Armitage, David: The Declaration of Independence: A Global History. Cambridge, MA: Harvard University Press (2007). 55

Armitage, David: Declaraciones de independencia, 1776-2011: del derecho natural al derecho internacional. En línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf (consultado 06/09/2015)

35

Desde luego, podemos compartir esta visión del profesor Armitage, sin

embargo, este autor no deja de centrarse en lo que el documento en cuestión supone

para la caída de imperios, o en la trascendencia que dicho documento ha tenido a lo

largo de la historia dentro de la comunidad internacional. Ya sea políticamente,

jurídicamente, etc. En otras palabras, Armitage desarrolla su teoría destacando sobre

todo la relevancia que tuvo el documento para condicionar la historia al formular un

método legítimo de independencia unilateral.

Como decíamos, pese a poder estar de acuerdo con el autor estadounidense,

su teoría no contempla en gran medida la capacidad de la declaración de

independencia como documento no solo hacia fuera de la recién creada comunidad

política –la existencia de un nuevo estado-; sino también hacia dentro de la propia

comunidad política. De hecho, es algo que el propio Armitage admite:

"(…) una creciente aversión republicana a los secretos de los gobiernos de gabinete que

se identificaba con unas monarquías desenfrenadas y competitivas complementaba deseos

ilustrados de comunicar y diseminar información, particularmente en forma impresa, para dar

forma a la opinión del público, tanto interno como internacional.

La publicidad informaba al pueblo; y, con igual trascendencia, formaba pueblos. Los

observadores se convertían en participantes dentro de comunidades políticas, tanto las de

larga tradición como las recién formadas, pues la recuperación o recreación de la soberanía los

convertía en portadores de autoridad y articuladores de la opinión pública"56

En caso de que precisamente queramos estudiar las declaraciones como

documentos que proclaman algo político también hacia dentro, deberemos recurrir a

otro tipo de consideraciones al margen de las contempladas por Armitage.

Consideraciones como: ¿se puede pensar en una declaración de independencia como

un documento propio de la (re)fundación de una comunidad política, tal y como se

considera una constitución, por ejemplo? Esta será la pregunta que nos intentaremos

responder en este apartado.

Desde luego, algo que no podemos dejar de tener en cuenta es que, de los

temas que se tocan en las declaraciones, la cuestión internacional –declararse igual al

56

Armitage: óp. cit. p. 16 en línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf

36

resto de naciones de la Tierra- ocupa una mínima parte del texto, siendo dedicado la

mayor parte del mismo a enumerar agravios cometidos por el anterior sistema de

gobierno, las causas de la independencia a los ojos de los redactores y, en fin, a

construir una realidad que hace actuar a los hombres americanos de ese modo,

explicar por qué se hacía lo que se estaba haciendo.

Así, para intentar responder esta pregunta debemos intentar centrar la primera

declaración escrita dentro del contexto en que se escribió, la de Estados Unidos por

Thomas Jefferson.

Desde 1327, los ingleses habían puesto fin al gobierno de siete reyes y en todos

y cada uno de esos entendidos como cambios de gobierno, se redactó y promulgó un

documento por escrito que explicaba el porqué de dicho cambio.

Las razones que se podían esgrimir para deslegitimar al gobernante fueron de

dos tipos. El primero sería enarbolar el hecho de que era un rex inutilis, es decir, un rey

inútil, incompetente para ejercer su cargo. El segundo discurso legitimador que se

pudo esgrimir en Inglaterra fue el del rey "malo", en otras palabras, el rey se había

corrompido por dejarse llevar por gente de dudosa moral que le rodeaba y de la cual él

se fiaba; o directamente actuaba despóticamente en contra de las propias costumbres,

tradiciones y leyes que guiaban el comportamiento decente de la sociedad.57.

Pese a que Thomas Jefferson, autor del acta de independencia de Estados

Unidos, dijo que él en ningún momento había copiado ningún escrito anterior para

dicha finalidad, sí admite que su texto "no aspiraba a la originalidad" y que de algún

modo pretendía expresar lo que en ese momento era la "mente americana" en cuanto

al problema político de su tiempo58.

Si bien esto tiene un recorrido que condiciona la interpretación de la palabra

"independencia" (tal y como veremos después), también nos muestra que no había

nada de extraño en explicar los sucesos que se estaban viviendo, creando así una

57

Maier, Pauline: "Independencia política, continuidad cultural: la declaración de independencia de los Estados Unidos en un contexto británico" en en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: Las Declaraciones de Independencia: los textos fundamentales de las independencias americanas, El Colegio de México y Universidad Autónoma de México (2013) pp. 111-120. 58

Ibíd. p. 111

37

realidad que legitimaba a los independentistas americanos a hacer lo que hacían y a,

después de todo, apropiarse de la "mente americana". Es decir, plantear que aquella

realidad dibujada en el acta era lo que pensaría el "americano medio" de la época, y

por tanto, una obviedad. De ahí que él no aspirase a la "originalidad".

Es, por tanto, un documento que apela a los propios americanos y no sólo al

resto de naciones. Pretende también ser un texto que convenza a los mismos

americanos de que la independencia se hace necesaria y así caminar hacia un cambio

de gobierno.

1.2. ¿Qué significaba "declarar la independencia"?

1.2.1. Los conceptos de monarquía.

Continuando con el anterior subpunto, nos vemos en la necesidad de explorar

qué era lo que se nombraba cuando se decía "independencia".

Para ello, debemos tener en cuenta que la misma palabra no ha tenido siempre

su significado "moderno" vinculado al hecho de formar un nuevo estado-nación en el

mapa global. Esta era una palabra que ya se utilizaba y estaba relacionada con otras

expresiones políticas durante el Antiguo Régimen e incluso se siguió utilizando con el

mismo significado durante el tiempo en el que nació la literatura política que aquí nos

concierne.

En nuestra opinión, para responder a la pregunta que nos hacemos, lo mejor

sería comenzar con un acercamiento a los diferentes tipos de monarquías como forma

de gobierno y organización del estado que existían en España y en la América hispana.

Y cuál de estas "opciones" era la hegemónica en el momento de la independencia.

Luego deberíamos continuar preguntándonos a qué se referían por independencia y

con respecto a qué era necesaria esa independencia. Este comienzo se debe a que

debemos contextualizar la palabra política "independencia" dentro de todo un

conjunto de ideas y discursos políticos que recorrían el pensamiento de la época. No

podemos aprehender su significado si no es contextualizando el término tal y como

nos dice Koselleck.

38

Para describir estos conceptos distintos de Monarquía vamos a utilizar un

artículo de Javier Fernández Sebastián59. En él se nos explican los cuatro modelos para

concebir la monarquía que se dieron en España en el campo de las ideas. Para

explicarnos esto, Fernández Sebastián se vale de los "tipos ideales" de Weber, por lo

que las concepciones a las que aquí hagamos referencia se deben interpretar como

categorías funcionales para una explicación inteligible. Es decir, hay que entender que

los arquetipos se mezclan y no hay prácticamente una separación pura de los

conceptos. Con todo, pasemos a explicar en primer lugar el concepto de monarquía

tradicional o "austracista", que sería la más propia del Antiguo Régimen hispano.

Esta forma de gobierno se encontraba legitimada en un discurso organicista,

corporativo y basado en la costumbre y la tradición. Los diferentes estamentos

estaban representados en las Cortes, las cuales no serían únicas, sino que cada reino

tenía sus propias leyes y normas de funcionamiento social, los fueros. Cuando decimos

"cada reino" nos estamos refiriendo a cada una de las coronas que eran patrimonio del

monarca. En el caso español, Castilla, Aragón (con una subdivisión propia entre

Valencia, Aragón y Cataluña), Nápoles, etc. Y no solo eso, sino que los naturales de

cada reino a su vez eran nacionales de su provincia región o ciudad60. Así, un español

"era natural de una de las Españas, siendo la inquebrantable fidelidad a la Iglesia

romana y la lealtad al monarca común los dos nexos de unión fundamentales entre

todos los españoles. La Monarquía se concibe así como una suerte de nación de

naciones"

Son muchos los "conservadores" españoles que tronarán contra la

centralización del poder y el absolutismo como forma de gobierno, precisamente

porque tenían una concepción monárquica propia de la Edad Media. La Monarquía,

por tanto, desde este punto de vista, sería la agregación de varios cuerpos políticos

que tomaban coherencia cuando estaban guiadas por la providencia del Rey. Es bien

representativo este fragmento que nos brinda el propio Fernández Sebastián copiando

las palabras de Juan de Palafox y Mendoza:

59

Fdez., Sebastián, Javier: "España, monarquía y nación. Cuatro concepciones de la comunidad política española entre el Antiguo Régimen y la Revolución liberal" en Studia Historica-Historia Contemporánea, Vol. XII (1994) pp. 45-74 60

Ibíd. p. 49

39

"Pero así como era posible siendo Creador, era imposible siendo gobernador lo que

intentaba, pues sólo Dios puede crear a los Reinos con unas inclinaciones, pero una vez creados

con diversas, necesario es que sean diversas las leyes y forma de su gobierno. De donde resulta

que queriendo a Aragón gobernarlo con las leyes de Castilla, o a Castilla con las de Aragón, o a

Cataluña con las de Valencia o a Valencia con los usajes y constituciones de Cataluña, o a todos

con unas, es lo mismo que trocar los bocados y los frenos a los caballos y reducirlos a uno solo,

con que estos se empinan, aquéllos corcovean, los otros disparan y todo se aventura. Y pues

Dios, siendo Creador que pudo crear las tierras de una misma manera, las creó diferentes, y en

toda Vizcaya no se hallará apenas una naranja, ni en toda Valencia una castaña, no habiendo

en Valencia otra cosa que naranjas ni en Vizcaya que castañas, porque quiso necesitar unas

tierras a otras para hacer más sociable esta nuestra naturaleza o para otros fines, necesario es

también que las leyes sigan como el vestido la forma del cuerpo y se diferencien en cada Reino

y Nación.61"

En España, este imaginario político fue tan potente, que los intentos de un

absolutismo "puro" encarnados en el despotismo ilustrado de por ejemplo Carlos III,

fracasó hasta tal punto que incluso los liberales partidarios de una monarquía

constitucional, como los que formularon la Constitución de Cádiz de 1812, con el

tiempo tuvieron que aceptar de cierto modo la idea de "Las Españas" para poder

mantenerse vivos dentro del circuito político, siendo hegemónico el discurso

tradicionalista que luego se reforzó con el discurso nacionalista romanticista62.

De este modo, cuando Portugal formaba parte de la monarquía hispánica,

también era "independiente", ya que seguía siendo un reino con una corona propia

solo que en manos del mismo rey que España o Nápoles. Cuando en Portugal la

nobleza decide rebelarse para "independizarse", no lo hace en el mismo sentido que lo

entendemos hoy en día –que sería para formar un nuevo estado-, sino para tener un

61

Para la referencia de esta cita de Palafox tomamos literalmente lo que nos dice J. F. Sebastián en su nota al pie: Apareció primero (con el título Juicio político de los daños y reparos de cualquier Monarquía) en el tomo X de las Obras completas de Palafox (Madrid, 1762) y luego en el Semanario Erudito, tomo VI, pp. 45-63 (1787). Reproducido en Apéndice por J. Mª Jover en «Sobre los conceptos de Monarquía y nación en el pensamiento político español del XVII», en Cuadernos de Historia de España, XIII, 1950, pp. 138-150. Nosotros extraemos el fragmento de Fernández Sebastián, Javier: óp. cit. (1994) p. 52-53. 62

ibíd. p. 71.

40

rey con una dinastía propia y portuguesa. Pero ya era un reino independiente dentro

de lo que conformaban "Las Españas"63.

En el mundo anglosajón la situación era un tanto distinta. Pese a que se

guardan similitudes con la existencia de un monarca rector de varias monarquías, en

Inglaterra triunfó un modelo de monarquía constitucional después de la Revolución

Gloriosa de 1688. De este modo, el Parlamento actuaba como controlador de los

excesos del poder del rey tal y como vimos en el subpunto anterior cuando

hablábamos de la inspiración que encontró Jefferson en los documentos

metropolitanos. De hecho, el mismo Jefferson, al redactar la constitución de Virginia,

parafrasea en su preámbulo la Declaración de Derechos inglesa64.

De esta manera, es posible admitir que "los ingleses llegaron a pensar que el

derecho de juzgar a los reyes pertenecía no solamente a Dios, sino al cuerpo de los

gobernados y, por lo tanto, en este sentido práctico, al Parlamento, que en teoría

representaba a todos los estados del reino, es decir, al rey, a la nobleza y al pueblo."65

Ahora bien, si podemos admitir que en el mundo anglosajón ya era de "sentido

común" la posibilidad de cuestionar la capacidad del rey para gobernar por "inútil" o

por "malo" y despótico, ¿cómo funcionaban estos imaginarios en la América Latina de

la época? Podría suceder que, de algún modo, pensásemos que las concepciones

hegemónicas y no hegemónicas de la monarquía metropolitana no fuesen las mismas

en las colonias. Esto supondría decir que en ultramar se había consolidado cierta

hegemonía liberal y que se actuó en consecuencia. Para nosotros, esta explicación

clásica en las facultades de Historia sería demasiado sencilla y mecanicista.

François Xavier Guerra nos aporta una valiosa información al respecto de la

complejidad que se da en aquellos años y cómo se mezclan los imaginarios

tradicionales con procesos teóricamente nuevos en la historia.

63

Portillo, José María: "Independencia constituyente", en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: Las Declaraciones de Independencia: los textos fundamentales de las independencias americanas, El Colegio de México y Universidad Autónoma de México (2013). pp. 479-495. 64

Maier, Pauline: óp. cit. p. 113. 65

Ibíd. p. 112

41

En América Latina, lo cierto es que la conceptualización sobre la monarquía era

muy parecida a lo que describimos para su metrópolis. Una imagen muy

frecuentemente utilizada para explicar la figura del monarca era la de que el rey es

Padre antes que juez. Es decir, el padre, en su relación con los vasallos, actúa como un

padre justo, garantía de unión familiar: de que los hijos no se dispersen y no se dejen

llevar por las discordias que pudiesen surgir entre ellos66.

Otra de las imágenes más recurrentes es la de concebir el reino como un

cuerpo cuya cabeza es el monarca. La desaparición del mismo rey supondría la acefalia

y la consecuente corrupción del cuerpo. En el sentido que nos ocupa, la corrupción del

cuerpo significaría la disgregación de la Monarquía en reinos, provincias y pueblos

distintos; así como se disolvería la unidad existente entre todos los estados o

estamentos sociales, los cuales cooperaban y cumplían su función para el debido

funcionamiento de todo el cuerpo. Aunque, como decíamos, con una cabeza rectora67.

En definitiva, ambas imágenes explicadas son discursos clásicos de la

monarquía tradicionalista organicista que concibe la política y la sociedad como

compartimentos estancos (corporativos) que el rey dirige hacia a un fin de mayor

calado que "lo inmediato" o los intereses "mundanos".

Y decimos aquí "mundanos" en oposición a la "divinidad", ya que el vínculo que

hay entre el rey y sus súbditos es el de vasallaje. Esto significa que los súbditos juran

lealtad a su señor –en nuestro caso sería Fernando VII- para con el que tenían una

serie de obligaciones como defender su soberanía. El nexo entre el rey y sus vasallos

está mediado por la religión. Es bien representativa una imagen real que ocurrió en

México en 1808 con respecto a esto que decimos:

Los eclesiásticos de Guanajuato organizaron una jornada de muestra de lealtad

a Fernando VII. En la función desfilan toda clase y tipo de personas, como los mismos

eclesiásticos regulares y seculares, espada en mano, con plumas y bandas y el

distintivo del vasallaje al monarca.

66

Guerra, Francois Xavier: óp. cit. p. 151 67

Ibíd.

42

Tras ellos participaban un regimiento de mujeres que, a modo de amazonas,

desfilaban también espada en mano para defender la soberanía de su señor. Incluso

los indios ofrecen su ayuda para defender al amado rey68.

De esta manera, todos los grupos sociales, estamentos, sexos, etc, estaban

igualados en un mismo deber y honor, que era ser súbdito del monarca y defenderlo

con las armas si fuese necesario. Basta recoger este testimonio para hacernos una idea

de esta concepción tradicional de la monarquía en el imaginario social:

"Se dijo por los Reyes de Armas en altas voces las siguientes Palabras (silencio, silencio,

silencio, oygan, oygan, oygan, atiendan, atiendan, atiendan) [...] y el señor sub-delegado

recibió el Pendón de manos del Alférez Real y poniéndose con el las manos a la orilla del

tablado dixo en voz alta: Por las Españas, por México y por Huexocingo El Señor Don Fernando

séptimo Nuestro Católico Monarca —viva-viva-viva— y enseguida en señal de regocijo se

levantaron muchas voces de todo el concurso repitiendo lo mismo."69

En este contexto conceptual, lo que significaba la palabra "independencia" era

referido a la autonomía que se le podía otorgar de manera completa, si acaso, al

propio monarca. No son pocos los debates entre intelectuales europeos, como

Bossuet, acerca de si la independencia del soberano debe ser o no total, ya que la

independencia solo se le podía otorgar a la misma divinidad. El debate de fondo, por

tanto, era la "cantidad " de divinidad que un rey tenía para poder ejercer de manera

independiente70.

En cuanto a la "independencia" aplicada a cuerpos políticos como un reino o

una provincia, se entendía que ésta nunca estaba vinculada a la secesión de un

territorio, sino, como mucho, al grado de autonomía jurisdiccional que se le podía

otorgar a un territorio. Eso sí, tampoco podemos entender esta autonomía como hoy

en día –que sería como uno de los pasos previos a la independencia. Deberemos

68

Ibíd. p. 152-153. 69

Representación del ayuntamiento de Huexocingo con el relato de la jura del rey y después de la Junta Central, 4.V.1809, en AGN México, Historia, vol. 417, exp. I. Cit. en ibíd. p. 157-158 70

Fernández Sebastián, Javier: "La independencia de España y otras independencias. La transformación radical de un concepto en la crisis del mundo hispano" en Ávila…: óp. cit. pp. 41-80

43

entenderla como una decisión política que a su vez cohesionaba todavía más los

cuerpos políticos de la Monarquía en cuestión y de sus dominios71.

1.2.2. ¿Qué significaba entonces "independencia" en la declaración?

El concepto de "independencia" comienza a resignificarse a partir de un

momento de conflicto en el que, como bien dice Koselleck, hay palabras centrales que

empiezan a disputarse y a tomar significados diversos según quien las diga.

Volviendo a la metrópolis española, en la Constitución de Cádiz de 1812

durante la invasión napoleónica de España se señala que "la Nación española es libre e

independiente, y no puede es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona"72.

Aquí la palabra "independiente" remite, es verdad, al hecho de que España estaba

conquistada por una fuerza exterior y se disputaba una "Guerra de Independencia", tal

y como se le dio en llamar. Era una guerra para recuperar la soberanía con respecto a

una potencia extranjera. Sin embargo ¿significaba solamente eso la afirmación de que

España era independiente aunque libraba una guerra por la independencia?

El hecho de que el artículo 2 la Constitución diga al final que la nación no puede

ser "patrimonio de ninguna familia ni persona" está haciendo la afirmación de que la

independencia no solamente puede ser concebida como la independencia con

respecto al resto de naciones, sino que debe ser concebida como la independencia del

propio monarca. Esto nos conduce a un debate sobre la soberanía, que ya no residiría

en el soberano (o no completamente), sino que la independencia es con respecto a él.

Si antes el debate se centraba en la independencia del monarca, ahora el

debate estará centrado en la idea de con respecto a qué o quién se debe ser

independiente. Reformulando y resituando así el tema de la soberanía, ya que si el

independiente es ahora la nación, es porque a la vez, es soberana.

Para desgracia de los revolucionarios de Cádiz, no se logró que la soberanía

cambiase de manos. Y la propia guerra no resituó la soberanía ni la independencia;

sino que la mantuvo en su sentido tradicional, convirtiendo la independencia en una

71

Ibíd. 72

Ibíd. p. 60.

44

recuperación de la soberanía con respecto al extranjero y conservando la figura de la

monarquía tradicionalista encarnada en la persona de Fernando VII. Los medios

tradicionalistas no escatimaron esfuerzos en resignificar la palabra incluso en los

propios términos tradicionalistas con respecto al significado que la dicha palabra tenía

antes; exponiendo que la independencia de España era la independencia de su

monarca que estaba "cautivo"73.

La abdicación de los Borbones en Bayona en favor del Imperio napoleónico

había producido un vacío de soberanía que precisamente había sido aprovechado por

los constitucionalistas gaditanos para, como decíamos, resituar la soberanía y la

independencia. En América, a este vacío de soberanía se reaccionó con la formación de

Juntas que deponen a las autoridades metropolitanas (virreyes y capitanes generales)

para formar luego congresos elegidos mediante votación, que serán los que declararán

la independencia posteriormente, ya que al principio se forman para defender la

soberanía de Fernando VII. No hay que olvidar que el virrey era un cargo que hacía las

veces de rey en América, por lo que después de lo acaecido en Bayona, su legitimidad

era relativa a la hora de defender a un monarca que había renunciado a sus derechos

como tal.

Esta independencia declarada no tendrá un sentido distinto para los

congresistas americanos. Sin embargo, en las colonias son capaces de resituar el

término, refiriéndose a la independencia del pueblo o de la nación con respecto a esa

dependencia que se interpretaba que se tenía del monarca, única institución política

dotada de independencia y soberanía. Significaba no sólo la emancipación de la

metrópolis como tal, sino la independencia de toda autoridad ajena al pueblo. Frente a

las sociedades monárquicas basadas en una dependencia orgánica, se buscaba ahora

la independencia de los pueblos74.

En Estados Unidos por ejemplo, la imagen con la que se identificaba esta

independencia ideal era la del "granjero independiente, dueño de su hacienda y de sí

73

Ibíd. p. 61. 74

Ibíd.

45

mismo, ajeno a toda forma de servidumbre o subordinación personal"75. Y a la vez

estaba conectado con lo público a través del compromiso cívico.

En la América hispana, esta imagen de libertad e independencia individual no

fue tan potente y el tema de la soberanía e independencia se centró más en una

concepción elitista de la misma. Esto se debió a que no era tan fuerte la imagen del

individuo en esa independencia, sino más bien la comunidad76. Y esta comunidad

política tenía unos intereses nacionales que era necesario defender, pero que por

cuestiones de racionalidad y conocimiento, dichos intereses generales no podían ser

descubiertos por todos. De ahí que el concepto de soberanía se acotase a una serie de

élites ilustradas77.

En definitiva, lo que pasó a representar la palabra "independencia" en el

conflicto ocurrido en el seno de las colonias atlánticas, era lo que se puede interpretar

hoy en día como "cambio". Un cambio de modelo, de sistema político. Muestra de ello

es que la utilización de "Guerra de Independencia" en las colonias para nombrar al

proceso que les había llevado a la independencia –valga la redundancia- no fue

utilizada hasta bien tarde. Inmediatamente después de la formación del estado se

utilizaba la palabra Revolución78, una palabra que modernamente está ligada al cambio

político radical, pero que en su momento también significó restauración79.

2. La identidad "americana" y la nacionalidad

¿Significa lo anteriormente dicho que no existiese una identidad americana con

respecto a las metrópolis? Sería falaz esta afirmación, aunque no significa que por el

hecho de que dicha identidad existiese desembocase en una independencia. Y

tampoco significa, ni mucho menos, que estuviese ligada con una especie de

reclamación nacionalista en el sentido moderno del término.

Las singularidades en las que se fundamentaron dicha identidad americana no

tenían especialmente un contenido cultural o antropológico. De hecho en el caso

75

Ibíd. p. 54. 76

Ibíd. p. 55-57. 77

Guerra: óp. cit. p. 368-375. 78

Fernández Sebastián…: óp. cit. (2013) p. 77-78. 79

Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992).

46

hispano, esas singularidades o distinciones culturales, legales, jurisdiccionales, etc,

eran perfectamente complementarias con las concepciones tradicionalistas de la

"Monarquía de Las Españas". Además, como ya dijimos, estas diferencias estaban

incluso incrustadas en la misma concepción de los diferentes reinos de la propia

Península y fue la concepción hegemónica de la idea de España de manera prolongada

en el tiempo. En otras palabras, la "nacionalidad española" no era cuestionada como

tal en América, este era un concepto perfectamente neutralizado discursivamente por

el peso del tradicionalismo, lo fundamental era apropiarse de una identidad difusa

como era la de americano –como seguidamente veremos-, que nada tenía que ver con

considerarse "extranjero" en la comunidad política propia.

Para el caso norteamericano, tampoco podemos obviar el hecho de que

durante las guerras que se disputaron entre 1730 y 1760 se vivió un auténtico

sentimiento de victoria sobre Francia y España en las Trece Colonias. Del mismo modo,

los blancos asentados en las costas atlánticas no dejaban de considerarse a sí mismos

británicos, copiando comportamientos culturales, ideológico-políticos o económicos80.

Las distinciones a las que se hacía referencia tanto en Norteamérica como en la

América Hispana con respecto a Europa tenían que ver, por ejemplo, con los escritos

de Thomas Paine: la geografía, por la distancia que había entre los dos continentes; la

Naturaleza y el paisaje; o los mitos del "Nuevo Mundo"81.

Una imagen bien representativa de esto que acabamos de comentar es cuando

se produce el famoso Motín del Té en Boston (1773), uno de los sucesos más

importantes para el desencadenamiento de la Revolución Norteamericana. En un

cuadro se puede ver como los protagonistas de ese acto de rebelión iban disfrazados

de indios Mohawk82. Sería del todo desmedido interpretar que los rebeldes se

consideraban de alguna manera ligados o mezclados con los nativos, por lo que

debemos interpretar esa imagen como una asunción de esa identidad americana

expresada a través de la naturaleza animada. Sin embargo, no significa que por ello se

80

Armitage, David: "La primera crisis atlántica: la Revolución Americana", en 20/10 Colección El mundo Atlántico y la Modernidad Iberoamericana 1750-1850, vol. 1, Telefónica (2012) en línea: http://www.20-10historia.com/articulo1.phtml. Consultado 10/07/2015. 81

Guerra…: óp. cit. p. 348. 82

Armitage, David: óp. cit. (2012) p. 22.

47

considerasen culturalmente más cercanos a los mohawk como una especie de

reclamación nacionalista antediluviana. Como mucho, podemos interpretar esta

imagen como una de las primeras ocasiones en las que esa identidad americana está

enfrentada en intereses a una identidad británica.

Para el caso hispano, podemos poner otro ejemplo de igual repercusión que es

la utilización y el significado de la palabra "América o americano". No es casual que

este significante tuviese una utilización más o menos constante en los períodos

anteriores a la independencia y que, cuanto más se aproxima el proceso de la

independencia, más se utiliza el término83. Y no es casual porque durante el período

colonial se utilizaba este gentilicio para nombrar a los indígenas. Para los criollos, por

ejemplo, se utilizaba la expresión "español americano"84.

El motivo de que esta palabra fuese utilizada mucho más en una contienda

política significa que representaba una identidad que unos u otros se quisieron arrogar

tanto para defender tanto las Españas y sus distintos reinos –tal y como

tradicionalmente se había utilizado el término América-; como para atacar a este

mismo concepto en favor de la independencia de América. Ya fuese de Sud América,

de la América Meridional o la de aquella famosa frase de Bolívar: "Para nosotros, la

Patria es América"85.

A pesar de la cada vez mayor utilización del término América, tras los procesos

de independencia, este entra en franca decadencia y pasan a ser utilizados sobre todo

los gentilicios de cada nuevo estado: venezolano, peruano, etc86.

Esta decadencia se debe que la palabra que expresaba una identidad americana

se intenta resignificar para apropiársela un bando durante el conflicto. Pero, una vez

que ya están formados los estados, se vuelve imprescindible formar una nacionalidad

propia de cada estado para convertirse también en nación soberana. De hecho, es

Guerra quien nos comenta, en su ya citado libro, que la palabra "nación" no aparece

83

Feres Júnior, Joao: "El concepto de América, ¿concepto básico o contraconcepto?", en Fernández Sebastián, Javier (director): Diccionario político y social del mundo iberoamericano: La era de las revoluciones, 1750-1850. Iberconceptos-I. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,Madrid (2015). 84

Ibíd. 85

Ibíd. 86

Ibíd.

48

en ningún escrito anterior a la independencia87. En el mismo sentido, vale la pena

recordar lo que ya dijimos anteriormente, que los hispanoamericanos nunca se

refirieron a su proceso e independencia como una "guerra", sino como una revolución;

un cambio de régimen.

De esta manera, podemos extraer que la "independencia" estaba más ligada a

la idea de que era necesario, para el cambio de régimen, la formación de un estado y

luego convertir precisamente al pueblo en nacional y al país en soberano en oposición

al rey. En trinomio era el siguiente: independencia con respecto al rey para formar un

estado capaz de articular una soberanía en manos de la nación (con todas las

acepciones que le podamos dar a nacional: elitista, en el caso hispano; o popular en el

caso anglosajón).

Este trinomio se cumple igualmente en el caso Norteamericano. Es el mismo

Thomas Paine, uno de los padres fundadores de la independencia, quien nos lo dice de

manera literal: “nada puede resolver nuestros asuntos tan expeditamente como una

declaración de Independencia abierta y determinada”, tras la cual las antiguas

colonias, transformadas en estados independientes, podían con propiedad “tomar el

rango de Naciones”88.

De nuevo, aunque hay una apelación al plano internacional, aparece reflejada

primero la necesidad de esa independencia para luego formar una nación. Pauline

Maier también coincide en esta interpretación para el caso estadounidense:

"Los colonos americanos se separaron de Gran Bretaña no porque anhelaran constituir

una nación distinta, sino porque sus únicas alternativas eran, como lo expresó la colonia de

Virginia, "la sumisión abyecta a la voluntad de…tiranos prepotentes" o "la separación total de

la corona y gobierno de gran Bretaña". Rompían con Gran Bretaña, a sus ojos, para preservar

lo más valioso de la tradición británica"89

Vale la pena aclarar que ese "anhelo de constituir una nación distinta" al que se

refiere Maier tiene que ver con una intención a priori de la independencia. Que

87

Guerra…: op. cit. p. 159. 88

Paine, Thomas: Common Sense, cit. en Armitage…: óp. cit. p. 9. En línea: http://scholar.harvard.edu/armitage/files/declaraciones.pdf. Consultado: 10/07/2015. 89

Maier…: óp. cit. p. 119

49

hubiese una nacionalidad a priori supondría que los americanos se declarasen una

nación desde antes de la independencia. Es decir, Maier en el conjunto de su artículo

también desarrolla la idea de que los colonos americanos no tenían de sí mismos la

visión de una nacionalidad distinta a la británica antes de la independencia.

Posteriormente se hacía necesario.

3. Conclusión: la declaración de independencia, un documento

fundacional

En esta primera parte del capítulo hemos explorado el concepto de

independencia preguntándonos si una declaración puede ser considerada como un

documento (re)fundacional, del mismo modo que puede ser considerada una

constitución.

Para responder a esta pregunta, lo primero que nos debíamos responder era si

una declaración de independencia podía ser considerada como un documento que

hiciese no solo una proclamación interpelando al resto de estados del mundo, sino

también que pretendiese interpelar a la propia comunidad política. Llegamos a la

conclusión de que incluso quienes han estudiado estas actas como una declaración

internacional, admiten su capacidad para movilizar y declarar hacia dentro.

La siguiente pregunta obligada era explorar los significados que podía tener en

la época la palabra "independencia". Para ello nos vimos obligados a estudiar el

concepto de monarquía en el mundo anglosajón e hispano, ya que era con respecto a

quien se declaraban las independencias.

Este término y sus significados, nos condujeron a consideraciones sobre los

ingredientes de la monarquía con respecto a los que se declaraban independientes las

colonias, deduciendo el trinomio "independencia-soberanía-nación" como el

articulador del discurso independentista, por lo que "independencia" era "cambio de

régimen". Y por último, hemos admitido el hecho de la existencia de una identidad

"americana", pero no el hecho de que eso significase la existencia de una nacionalidad

diferenciada entre americanos y europeos. Todo lo contrario, las conclusiones que

podemos extraer son que "independencia", "americano" o "nación", son términos que

50

se intentan resignificar legitimando así a unos actores políticos para ejercer y definir

ciertas palabras, y así resituar esos términos para hacer legítimo otro régimen político.

En definitiva, lo que observamos es un uso de las palabras distinto entre aquellos que

defienden el "país viejo" y aquéllos que intentan legitimar la llegada de "país nuevo".

Es la proclamación de la necesidad de (re)fundar la comunidad política. En

definitiva la proclamación de un cambio de régimen. Tal y como nos dice José María

Portillo: "Sin formar propiamente parte del texto constitucional, las declaraciones de

independencia se presentaron, así, como los primeros actos propiamente

constituyentes que realizaron las sociedades atlánticas que conformaron por primera

vez Estados por sí mismos al margen de sus matrices imperiales"90. Se trata de un

documento que informa sobre la necesidad de la emancipación e intenta hacerla

efectiva sin marcha atrás. Algo equivalente, según Portillo, al mismo hecho que supone

la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano en el contexto de la

Revolución Francesa de 1789.

En nuestro análisis no cabe la idea de que no hubiera habido una "verdadera

independencia" –o "realmente existente"- o una especie de "engaño" de los criollos

para enriquecerse más, así como de una serie de "advenedizos" que supieron

colocarse en el lugar adecuado en el momento adecuado para situarse en el bando

ganador. El asunto aquí tratado no es si hubo o no un engaño ya que eso es

completamente irrelevante, no termina de explicar el suceso acontecido mientras este

acontecía, sino que es una interpretación historiográfica desde el presente poniendo

una serie de requisitos "verdaderamente revolucionarios". Nuestro objetivo está en

mostrar cómo aquella declaración se vivió y se percibió realmente como un cambio de

régimen. Tal y como escriben Erika Pani y Alfredo Ávila:

"(…) no pocos historiadores han considerado que el mundo hispanoamericano era

demasiado jerárquico, católico, escolástico, tradicional y tropical para que el proceso de

independencia pudiera considerarse auténticamente revolucionario. Estos análisis han

procurado, justificadamente, identificar la naturaleza de los cambios (jurídicos, económicos,

sociales) y calar su profundidad. Rara vez han considerado como evidencia suficiente el

90

Portillo…: óp. cit. p. 480.

51

testimonio de unos actores convencidos de lo cataclísmico del momento que estaban

viviendo."91

Hannah Arendt, para su estudio de la Revolución Norteamericana sigue un

razonamiento muy parecido a través de la exploración del significado de la palabra

revolución. Según la autora alemana, revolución fue una palabra que se utilizaba,

figuradamente, con el fin de hablar de una "restauración". Esto se debe a la apelación

de los revolucionarios a tiempos pasados mejores, ya que son las referencias de las

que gozan para plantear un futuro que por lo demás es imprevisible. Es por ello que los

revolucionarios no son conscientes de la revolución que están haciendo como si

tuvieran los planos perfectamente trazados del edificio que acabarían construyendo;

sino que interpretan que, de algún modo, las circunstancias les obligan a tomar

decisiones que no tenían pensado tomar. Haciendo una defensa de las visiones de los

"actores" en lugar de los "espectadores" de los procesos históricos, Hannah Arendt

dice una cosa que compartimos también plenamente y con lo que finalizamos este

apartado de conclusiones:

"(…)en efecto, todas las historias iniciadas y realizadas por hombres descubren su verdadero

sentido únicamente cuando han llegado a su fin, de tal modo que puede pensarse que sólo al

espectador, y no al agente, le cabe la esperanza de comprender lo que realmente ocurrió en

una cadena dada de hechos y acontecimientos. (…)

Pero lo que realmente importa es que todos aquellos que, a lo largo del siglo XIX y hasta bien

entrado el XX, siguieron las huellas de la Revolución Francesa se consideraron no como simples

sucesores de los hombres de esta Revolución, sino como agentes de la historia y de la

necesidad histórica, con el resultado evidente y, sin embargo, paradójico, de que la necesidad

sustituyó a la libertad como categoría principal del pensamiento político y revolucionario." (Se

refiere aquí a la llegada de Napoleón al poder)92.

91

Ávila, Alfredo y Pani, Erika: "De la Representación al Grito, del Grito al Acta. Nueva España, 1808-1821", en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana y Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 275. 92

Arendt, Hannah: óp. cit. p. 54.

52

IV. Ideología y análisis de discurso de las declaraciones de independencia

En este apartado pretendemos analizar las actas de independencia de los tres

países escogidos, Estados Unidos, Venezuela y México, por orden cronológico.

Primero, empezaremos por una pequeña contextualización histórica que dé

cuenta de "los hechos" acaecidos y de cómo se va asentando como plausible la opción

de la secesión de una colonia con respecto a su imperio.

Luego trataremos de justificar ideológicamente las actas, es decir, qué

ideología tenían los actores políticos que redactan las declaraciones de independencia

y qué sistema pretenden instituir después de independizarse del rey.

Por último, trataremos de analizar el discurso contenido en cada declaración de

independencia poniéndolo en relación con su contexto.

1. La declaración de independencia de Estados Unidos

1.1. Del orgullo victorioso de la Guerra de los Siete Años, a la Declaración de

Independencia de 1776

Toda la información contenida en esta contextualización histórica es recogida

del seminario de Miguel Cabo Villaverde en la USC93.

Tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763), cuyo campo de batalla y objeto de

la conflagración fue América, Gran Bretaña había contraído una gran deuda

ocasionada por los gastos bélicos. Para reponer la Hacienda se considera que los

colonos han de contribuir al maltrecho tesoro común debido a que ellos también

fueron defendidos.

La primera medida sería la tasa sobre el azúcar y la melaza de las Antillas que

entraban en América en 1765, la Sugar Act. Junto a esta ley también se introduce el

impuesto sobre el timbre, que ya existía en Inglaterra, la Stamp Act, en virtud de la

93

Cabo Villaverde, Miguel: Historia da América Anglosaxona, en Clases Historia de América, curso 2011-2012 (USC).

53

cual todos los actos jurídicos públicos y privados en las colonias debían realizarse sobre

papel sellado con el timbre del Estado.

Las respuestas por parte de los colonos a estas leyes no se hicieron esperar.

Durante el mismo año, varias asambleas de los estados –instituciones que ya ejercían

sus funciones durante el período colonial- van a impugnar estos nuevos impuestos. Sin

embargo, no debemos interpretar esto como un primer paso que inexorablemente

condujo a la declaración de independencia posterior. De hecho, las imágenes de estas

protestas son clásicas de las tradicionales acciones colectivas rebeldes del Antiguo

Régimen, que tranquilamente podrían ser ejemplos del libro de E. P. Thompson

Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de la sociedad

preindustrial94: instituciones locales resistiendo a decisiones tomadas por la

monarquía; asaltos a casas de recaudadores de impuestos para intimidarlos como en

Massachussets; o boicots al productos ingleses que llegaban a las colonias. Muchas de

estas acciones eran pertrechadas por actores rebeldes organizados en la

clandestinidad como los Sons of Liberty.

Finalmente, estos actos de protesta conseguirán sus objetivos y el Parlamento

británico se verá en la obligación de retirar las nuevas tasas y obligaciones. Pero la

situación se repetirá en 1767.

En ese año se aprueban las Townshend Acts que instituyen derechos de aduana

sobre varios productos para su entrada en América, como el papel, el té o el vidrio. La

Asamblea de Massachussets vota una moción de protesta bajo el principio de “no

taxation without representation” a lo que el gobierno británico responderá disolviendo

la Asamblea y argumentando un nuevo principio de "representación virtual" según el

cual el Parlamento representaba a todos los habitantes del Imperio. A partir de este

momento sí se puede decir que las protestas dejan de tener un tamiz netamente de

Antiguo Régimen y se pasa entonces a protestar para conseguir un objetivo concreto

que es el de lograr una representación capaz de defender los intereses americanos en

la metrópoli.

94

Thompson, E. P.: Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Crítica, Barcelona (1979).

54

Las tensiones siguieron creciendo tras este suceso y se produce entonces un

boicot a los productos sometidos a tasas. Después de tres años de pugna tiene lugar

un hecho que se interpreta políticamente como el ataque literal de los británicos a su

propio pueblo: la Masacre de Boston (1770). Un suceso que empieza como una reyerta

más, pero que terminó con los soldados británicos disparando a una masa que

protestaba en la calle. Los soldados serán juzgados por un jurado de colonos y se

encontraron culpables a dos soldados.

Este acto pudo haber pasado como uno más en otro momento de la historia,

pero justamente en medio de ese estado indignación se interpretó como una

"masacre" perpetrada por los británicos al pueblo americano, siendo capaces que

arrebatar vidas humanas. Ante esto, el Parlamente tuvo que volver a dar marcha atrás

y a retirar las leyes aprobadas exceptuando la tasa sobre el té.

En 1773 se concede el monopolio sobre la venta de té a la Compañía de las

Indias, para aliviar sus dificultades financieras. En este contexto tiene lugar la famosa

Boston Tea Party (llevada a cabo por Sons of Liberty vestidos de indios mohawk), que

será ya el punto de no retorno. Consistió en una protesta en la que integrantes de los

Hijos de la Libertad tiraron al mar los cargamentos de té que llegaban al puerto de

Boston. Esta vez el gobierno británico no retrocedió y en 1774 promulgó las

denominadas Intolerable Acts (“Leyes intolerables”), que afectan particularmente a

Massachussets: cierre del puerto de Boston hasta que se pagase una indemnización a

la Compañía; una nueva ley de acuartelamiento para las colonias según la cual los

ciudadanos privados han de colaborar en el alojamiento de las tropas; se da mayor

poder al gobernador; prohibición de reuniones públicas en Massachussets; y en el caso

de que los soldados británicos cometiesen algún delito, serían juzgados en la

metrópoli. De nuevo, aquí vemos que se bautiza como "intolerable" a un hecho que

por lo demás no debería por qué tener mayor repercusión en otra época. No era de

extrañar que un gobierno tuviese la legitimidad para imponer las reformas que mejor

le pareciese, creando opiniones de todo tipo con ellas; pero estas opiniones no

contemplaban siempre secesiones. En este contexto se dijo que aquello era

intolerable.

55

La reacción del bando contrario a las reformas fue la de estimular la solidaridad

de las restantes colonias con la de Massachussets, y en septiembre de 1774 se produce

una reunión de delegados de las Trece Colonias en Filadelfia (el Primer Congreso

Continental) por iniciativa de Benjamin Franklin. De nuevo debemos advertir que este

acto no se trata de una marcha consciente hacia la independencia, sino la de trazar

una estrategia conjunta capaz de devolver el orden anterior a las cosas. Los partidarios

de la ruptura con Gran Bretaña son aún minoritarios; nadie acusa de nada al Rey, sino

que se culpa al mal gobierno, al Parlamento, a Greenville o a Townshend, por ser los

parlamentarios que impulsaron en el Parlamento las leyes-agravio. Pero sí se reafirman

en el derecho de los habitantes de América a participar en la votación de las leyes que

los afectasen directamente, y en el llamamiento a boicotear las mercancías británicas.

En el invierno de 1774-75 se organizan los llamados “comités de enlace” (para vigilar el

cumplimiento del boicot) y las milicias armadas. De hecho, en abril de 1775 se produce

el primer choque armado en Lexington, un choque imprevisto provocado porque los

soldados británicos salen a requisar unas armas que están acumulando los

boicoteadores y por el camino se produce la escaramuza.

Se produce así el segundo Congreso Continental de Filadelfia (1775) en el que

se forma ya un ejército y se pone a su mando a George Washington, aunque todavía se

excluía explícitamente la separación de Gran Bretaña. Los ánimos se van decantando

hacia la secesión sólo con el paso del tiempo y ante la inflexible actitud de Jorge III.

Será el anuncio del envío a las colonias de nuevas tropas y el folleto de Thomas Paine

"Common Sense" lo que comience a quebrar el statu quo con respecto a la figura del

rey.

El librillo de Paine tuvo una gran difusión, y en él se califica ya abiertamente de

tirano a Jorge III, rompiendo así el "tabú" del Rey y esgrime que América estaba

constreñida y que sin ese yugo opresor sería más próspera. Es muy significativo que el

panfleto contenedor de uno de los discursos más exitosos a favor de la independencia

se titule "sentido común". Se pretende aquí hacer frente a la idea de que dar el paso

hacia la independencia era demasiado arriesgado y carente de beneficios para las

colonias. Todavía era de sentido común pensar que el rey era una figura a respetar.

Ahora Thomas Paine planteará que lo que no es de sentido común es seguir bajo la

56

soberanía de un rey que no escucha las demandas de la gente y actúa de manera

despótica:

"I have heard it asserted by some, that as America hath flourished under her former

connection with Great Britain, that the same connection is necessary towards her future

happiness, and will always have the same effect. Nothing can be more fallacious than this kind

of argument. We may as well assert, that because a child has thrived upon milk, that it is never

to have meat; or that the first twenty years of our lives is to become a precedent for the next

twenty. But even this is admitting more than is true, for I answer roundly, that America would

have flourished as much, and probably much more, had no European power had any thing to

do with her. The commerce by which she hath enriched herself are the necessaries of life, and

will always have a market while eating is the custom of Europe."95

Finalmente, el mismo Congreso, el 4 de julio de 1776 el Congreso Continental,

tras una serie de enmiendas, aprobará la Declaración de Independencia redactada por

Thomas Jefferson.

1.2. El republicanismo como ideología en la Declaración de Independencia

de los Estados Unidos

Para este apartado seguiremos la interpretación que hace Hannah Arendt sobre

la Revolución Americana en su libro Sobre la Revolución. Para comenzar, debemos

advertir que el republicanismo, a pesar de que se ha utilizado asiduamente para

describir una forma de gobierno consistente en la ausencia de monarquía, en Hannah

Arendt hace referencia a una ideología como tal, diferenciada de otras

interpretaciones liberales de la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Esta ideología para el caso norteamericano se fundamentará sobre todo en dos

cosas: en la creación de un espacio público libre de injerencias o intereses privados en

el que cada persona se comprometiese por civismo; y la defensa de la República contra

los posibles abusos de poder.

95

Paine, Thomas: Common Sense. En línea: http://pinkmonkey.com/dl/library1/sense.pdf consultado el 20/07/2015.

57

Para entender bien el primer concepto debemos saber, antes que nada, que

para Hannah Arendt la autorrealización plena del individuo se da interactuando y

discutiendo con otros individuos y convenciéndose los unos a los otros. De esta

manera es como el yo se libera y busca lo que la propia Arendt llamaría la "pasión por

la distinción", es decir, distinguirse el individuo con respecto a los demás hombres.

Esta idea se basa en la antigua polis ateniense, donde los individuos discutían sobre

política en el ágora: "Se suponía que la polis multiplica las ocasiones de ganar «fama

inmortal», es decir, de multiplicar las oportunidades para que el individuo se distinga,

para que muestre con hechos y palabras quien es su única distinción".96

Según la autora alemana, esta pasión por el espacio público vuelve a despertar

con la Revolución Americana y hunde sus raíces en el comportamiento político de la

sociedad durante la época colonial:

"(…) el pueblo iba a las asambleas municipales… no solo por cumplir con su deber ni, menos

aún, para servir a sus propios intereses, sino sobre todo, debido a que gustaban de las

discusiones, las deliberaciones y las resoluciones… lo que les movió fue la pasión por la

distinción que, según, John Adams, era la más esencial y notable de todas las facultades

humanas. Donde quiera que se encuentren hombres, mujeres o niños, sean viejos o jóvenes,

ricos o pobres, altos o bajos, prudentes o locos, ignorantes o cultivados, todo individuo es

movido poderosamente por el deseo de ser visto, oído, juzgado, aprobado y respetado por las

personas que lo rodean y constituyen sus relaciones."97

El republicanismo sería, por tanto, la ideología que, a través del civismo,

procura proteger el espacio público que según Arendt es el auténticamente político. Y

es que Hannah Arendt diferencia la esfera pública política de otra esfera privada y

económica –o patrimonial en el caso de un monarca-; lo que le lleva a pensar que ese

espacio puramente político, cuando está protegido de intereses privados, y

únicamente está guiado por el civismo, el amor a la discusión y a la autorrealización de

la persona reconocida dentro de la comunidad, es cuando se puede decir que es

republicano. Para Arendt esto es a lo que se refiere la Declaración de Independencia

cuando habla de la felicidad, refiriéndose a la felicidad pública

96

Arendt, Hannah: La Condición Humana, cit. en Souroujon, Gaston: "Arendt y las lecturas republicanas de la Revolución Norteamericana", en Fragmentos de filosofía, nº 9 (2011). pp. 13-30. 97

Arendt, Hannah: Sobre la Revolución, Alianza (1992). p. 189.

58

La conservación de este espacio puramente político, deja de lado

consideraciones de tipo material, es decir, para Hannah Arendt la República es

irrealizable sin un mínimo sustento que permita ejercer el derecho de participar en los

asuntos públicos por mero amor a la polis. Así, este espacio no deja de tener ciertos

aires aristocráticos, al desquitarse del trabajo manual98. Desquite que para Arendt es el

fin al que todo hombre aspira, trabajar lo menos posible:

"Todo gobierno encuentra su razón de ser original y más legítima en el deseo del

hombre por emanciparse de la necesidad vital, y los hombres lograron tal liberación por medios

violentos obligando a otros a que soportasen las cargas que impone la vida. En esto consistió la

esencia de la esclavitud (…) solo la violencia y el gobierno sobre otros hombres podían liberar a

unos cuantos. (…) El resultado fue que la necesidad invadió el campo de la política, el único

campo donde los hombres pueden ser auténticamente libres."99

De hecho, Arendt dice que pensar un régimen republicano fue posible en

Norteamérica porque existían unas condiciones materiales prósperas que permitían la

existencia de ese espacio público proclive a debatir. En la Revolución Francesa por

ejemplo, la urgencia de decidir con respecto a las masas necesitadas, traía consigo la

imposibilidad de una soberanía nacional no concentrada. Por lo que nunca pudo

abrirse ese espacio público republicano100.

Desde este punto de vista, para que la República pueda funcionar al margen de

los intereses, necesidades o abusos, debería haber una dispersión del poder; que este

estuviese lo menos concentrado posible para evitar que el poder pueda interponerse

en ese espacio puramente político al margen de cualquier injerencia no-política.

En conclusión, la maniobra de los Padres Fundadores fue equiparar los

conceptos de monarquía y tiranía, cuando en principio eran precisamente antagónicos.

Monarquía sería el buen gobierno de un individuo, y tiranía precisamente el abuso del

poder por parte del soberano para conseguir sus propios intereses. Cuando los

independentistas igualan ambos términos no solamente creen que el problema era el

mal gobierno del que eran víctimas, sino la incapacidad misma para participar en el

98

Souroujon, Gaston: óp. cit. 99

Arendt, Hannah: óp. cit. Madrid (1988). p. 114. 100

Ibíd. p. 24-25

59

espacio público, el cual no existe ya que es patrimonio de un monarca, y por tanto es

privado.101

De este modo, resituaban la soberanía en otro actor político que sería el pueblo

debatiendo en condiciones de igualdad en el nuevo espacio abierto y neutral, que es la

esencia de una república.

Habiendo dividido el poder entre los "hombres del ágora", el siguiente paso

sería controlar el poder dentro las propias instituciones para que no existiese un poder

concentrado en determinados actores, como los representantes o las masas. De ahí

que se adoptase la división de podres de Montesquieu como una de las claves del

republicanismo estadounidense:

Lo que los hombres de la Revolución americana consideraron una de las innovaciones

más importantes del nuevo gobierno republicano, la aplicación y elaboración de la teoría de la

división de poderes de Montesquieu al cuerpo político, desempeñó un papel secundario en el

pensamiento de los revolucionarios europeos de todos los tiempos; la idea fue rechazada

inmediata mente, incluso antes de que estallase la Revolución Francesa, por Turgot en nombre

de la soberanía nacional, cuya «majestad» —majestas fue el vocablo empleado

originariamente por Jean Bodin antes de que él mismo lo tradujese por souveraineté— al

parecer exigía un poder centralizado e indiviso.102

1.3. El análisis de la declaración de independencia

1.3.1. La interpretación de los hechos que construye la realidad

independentista

A grandes rasgos, la estructura de las actas sería una enumeración de “las

infamias” (presentes en todo el texto) cometidas por el gobierno metropolitano

contra la legalidad, la justicia, las costumbres, etc, de los pobladores americanos; otra

parte sería aquélla en la que legitiman su “derecho natural” (venido de Dios) a

terminar con lo que se concibe como una asociación entre “pueblos”. Un pueblo que

antes estaba contenido en una institucionalidad colonial y ahora estará contenida en

una institucionalidad estatal. Por último, hay una declaración de cómo serán a partir

de ese momento las relaciones entre metrópolis y antigua colonia, asegurándose la

capacidad para hacer la guerra.

101

Souroujon, Gaston: óp. cit. 102

Arendt…: óp. cit. (1988) p. 24.

60

En general, la construcción de la realidad que hacen con esta declaración de

independencia será la de unas colonias con un pueblo oprimido por la tiranía de Jorge

III y las autoridades metropolitanas, que han cometido toda una serie de agravios que

atentaban contra las costumbres y las leyes de las que tradicionalmente se habían

dotado en las colonias.

En todo momento, se hace referencia a las leyes aprobadas por la metrópolis:

En cuestión de impuestos: "(Jorge III) Ha creado multitud de nuevas oficinas y

envió un enjambre de funcionarios para hostigar a nuestro pueblo y engullir sus

bienes"103

En el uso de la violencia como instrumento de gobierno: "Ha influido para que

la autoridad militar sea independiente y superior al poder civil."104

En cuanto a la obligada cooperación de la gente para albergar en sus casas a

soldados: "Ha mantenido entre nosotros, en tiempos de paz, ejércitos permanentes,

sin el consentimiento de nuestra legislatura"105 y "Se ha asociado con otros (…) para

acuartelar grandes cuerpos de tropas entre nosotros."106

Con respecto a los juicios contra los soldados que deberían ser juzgados por sus

atentados contra los habitantes de las Trece Colonias: "Ha obstruido la Administración

de la Justicia, al negarse a aprobar las leyes para el establecimiento de poderes

judiciales"107. Y "Se ha asociado con otros (…) para protegerlos (a las tropas) para

protegerlos, por un juicio ficticio, del castigo por los asesinatos que cometieron entre

los Habitantes de estos Estados."108

Por último, se hace referencia al hecho de que no se aceptaba la

representación de las Trece Colonias en el Parlamento, considerándolas no como una

parte más del reino sino como un lugar donde ejercer un dominio directo a través de

103

VV.AA.: Declaración de los Trece Estados Unidos de América, en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 502. La negrita siempre será nuestra. 104

Ibíd. 105

Ibíd. 106

Ibíd. p. 503. 107

Ibíd. p. 502 108

Ibíd. p. 503

61

funcionarios elegidos desde la metrópolis. Y no satisfecho con eso, el gobierno

metropolitano también intentó cerrar las propias instituciones de las que

tradicionalmente habían gozado los americanos:

"Para abolir el libre sistema legal tradicional inglés en una provincia vecina,

estableciendo allí un gobierno arbitrario y extendiendo sus fronteras con el fin de convertirlo de

inmediato en un ejemplo y un instrumento adecuado para introducir el mismo poder absoluto

en estas colonias.

Para suprimir nuestras cartas, abolir nuestras leyes más valiosas, y alterar de forma

fundamental nuestros gobiernos.

Para suspender nuestras propias legislaturas y declararse investido con poder de

legislar por nosotros en todos los casos."109

Ante esta interpretación de los hechos (recordemos que generalizada en la

"mente americana" según Jefferson), el pueblo de las colonias resistirá de manera

mesurada y prudente dichos envites, pidiendo cosas humildemente mientras

soportaban la tiranía de los metropolitanos: "Tal ha sido el paciente sufrimiento de

estas colonias"110; "En cada etapa de estas opresiones, hemos pedido compensación los

términos más humildes, pero a nuestras repetidas peticiones se ha contestado

solamente con repetidos agravios"111; "Tampoco hemos dejado de dirigirnos a nuestros

hermanos británicos. Los hemos prevenido de tiempo en tiempo de las tentativas de su

legislatura en extender sobre nosotros una jurisdicción injustificable"112.

No habiendo escuchado las demandas y exigencias de diverso tipo por parte de

los colonos, Gran Bretaña cargará violentamente contra los habitantes de las colonias

imponiéndose mediante la fuerza, declarando la guerra a las colonias y por tanto

abdicando el derecho del mismo rey a gobernar protegiendo a su pueblo:

"Ha abdicado el gobierno aquí, al declararnos fuera de su protección y al emprender

una guerra contra nosotros (…).

109

Ibíd. p. 503 110

Ibíd. p. 501 111

Ibíd. p. 503 112

Ibíd. p. 504

62

En este momento, está transportando grandes ejércitos de mercenarios

extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía, ya iniciada en

circunstancias de crueldad y perfidia que apenas encuentran paralelo en las épocas

más bárbaras, y totalmente indignas de un jefe de una nación civilizada"

"(…) Ha excitado insurrecciones internas entre nosotros y se ha esforzado en provocar

a los habitantes de nuestras fronteras, los inmisericordes indios salvajes, cuya conocida regla

de guerra es una destrucción sin distinción de edad, sexo y condición."113

Delante de semejante panorama descrito, propio "de las épocas más bárbaras",

los congresistas aducen que solamente les queda una alternativa que se convierte en

imperativo, declarar la independencia: "Cuando en el curso de los acontecimientos

humanos se vuelve necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han

ligado con otro (…)"114; "Tal ha sido el sufrimiento de estas colonias y tal es ahora la

necesidad que las obliga a reformar su anterior sistema de gobierno"115; "Debemos

pues, convenir en la necesidad, que estable nuestra separación y considerarlos, como

consideramos a las demás colectividades humanas, enemigos en la guerra, amigos en

la paz".116

Como vemos, los congresistas construyeron un discurso legitimador en el cual

acogen todo tipo de demandas y exigencias con el nombre de pueblo o colonia. El cual

se ve obligado por mera supervivencia a armarse para contrarrestar la violencia que se

ejerce, desde la misma nación a la que pertenecen, contra ellos. Es decir, es Jorge III

quien abdica, quien trata mal a su propia nación y no la protege, quien atenta contra

ella; es, en fin, quien empuja a los propios americanos a declarar su independencia del

monarca. Ya no por gusto, sino por necesidad, por sentido común. Ya no es una

cuestión de ideología, o de ponerse del lado de un grupo que ya antes clamaba por la

independencia, es porque no hay alternativa. Pero este sentido común, como vemos

es construido:

113

Ibíd. p. 503 114

Ibíd. p. 501 115

Ibíd. p. 501 116

Ibíd. p. 504

63

Nunca habían supuesto problemas políticos de envergadura las reformas

institucionales. Si lo habían hecho, había sido en forma de protestas propias del

Antiguo Régimen, y no de una impugnación a la totalidad del régimen político. Esto es

justamente lo que pasó en el período inmediatamente anterior a la declaración de

1776. Sin embargo, esas demandas "populares" no habían sido atendidas o se

aceptaban parcial o relativamente, por lo que se fueron acumulando durante ese

período hasta ser recogidas en la declaración de independencia.

Por lo demás, en la época, un gobierno metropolitano tenía perfecta

legitimidad para hacer cumplir la ley en sus colonias mediante la movilización de las

tropas. No habría sido la primera vez que pasase en la historia. Esta está llena de

acontecimientos donde, a pesar de utilizar la represión, no se impugna la totalidad del

sistema; o no hay esa movilización social capaz de armar un ejército independentista a

base de milicianos.

1.3.2. Los "agravios" y el "derecho natural" como frontera

Construido el mensaje independentista respondiendo al significado en conjunto

de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, vale la pena pararse ahora

en cómo se construye la frontera que crea una identidad popular que se construye en

oposición a los ejecutores del "mal gobierno".

Estas fronteras se construyen en base a dos elementos que llamaremos los

"agravios" y el "derecho natural".

La palabra "agravio", en el contexto norteamericano del momento, no deja de

ser un significante flotante, ya que como decíamos, si bien para los colonos ellos

habían sido víctimas de la infamia; para los metropolitanos era perfectamente legítimo

"poner orden" en una parte de su monarquía que se había vuelto "caótica" y que

reclamaba una serie de cosas inasumibles, como la representación en Parlamento

cuando las colonias ya estaban representadas virtualmente en él. De esta manera, es

una disputa por definir quién es el infame y quién la víctima.

64

Los independentistas plantearon que era el rey quien cometía esos agravios

contra su pueblo, estableciéndose así una frontera entre el pueblo y "la tiranía" o "el

despotismo":

"Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente

el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es su

derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura

seguridad. (…)

La historia del presente rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidas injurias y

usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía

sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo

imparcial."117

Otra manera de crear esa frontera es reafirmar la identidad americana como

uno de los pueblos conformadores de la Gran Bretaña. Para ello se utilizará, por

ejemplo, la palabra "hermanos", lo que permite a los americanos ponerse en pie de

igualdad con respecto al resto de los pueblos de la monarquía, ya que no se utiliza la

palabra "padre", lo que conllevaría la suposición de cierta autoridad de la metrópolis

sobre su colonia: "Un príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que

definen a un tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre. Tampoco

hemos dejado de dirigirnos a nuestros hermanos británicos. Los hemos prevenido de

tiempo en tiempo (…)"

Del mismo modo, si las cualidades del mal gobierno sufrido por el pueblo son

los "agravios"; las virtudes del "buen gobierno" no dejarán de ser características igual

difusas en su significado pero que sin embargo no dejan de ser palabras que engloban

la “bondad” del “pueblo” que se rebela contra la “infamia” impuesta:

"(…) todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos

derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad;

que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan

sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados"118

117

Ibíd. p. 501-502 118

Ibíd. 501

65

Con respecto al derecho natural, nos referimos a uno de los temas explicados

en el capítulo anterior: como parte del cuerpo de la monarquía, los colonos tenían

unas instituciones que les permitían un considerable nivel de autogobierno, ya que

Dios mismo había decidido diferenciar a los hombres para que cada comunidad se

dotase de sus propias leyes, basadas en la tradición y la costumbre. Las apelaciones a

la recuperación y las denuncias de abolición (por parte del rey) de instituciones propias

son constantes en la declaración.

Como veíamos en el anterior fragmento, el derecho de los hombres a ser bien

gobernados proviene del "Creador". Pero podemos también extraer otras expresiones

tales como: “(…) con plan despótico para sujetarnos a una jurisdicción extraña (una

jurisdicción a la que no estaban acostumbrados) a nuestras leyes y no reconocida por

nuestra constitución".

Aquí, "Dios" es el significante flotante que legitima prácticamente cualquier

acción política hasta que se consolida el proceso de secularización. Como podemos

ver, desde la Reforma y el Anglicanismo, hasta las declaraciones de independencia de

nuevas naciones, los actores tienden a apropiarse del símbolo más poderoso de la

época, que es el "Creador".

Este “derecho natural de los pueblos” es el que permite trazar la frontera entre

“ellos” (opresores) y “nosotros” (pueblo con derecho a constituirse como comunidad

independiente cuando no se cumplen las leyes que la Providencia ha creado). De esta

manera, se apropian de la identidad "americana" basada en unas instituciones y en

unas tradiciones legales propias, que hasta el momento habían tenido cabida en la

monarquía, pero que por el despotismo de Jorge III, ahora se hacían impracticables.

Además de ser Dios de donde emana la Providencia en la que se fundamentan

las leyes, el Señor también funciona directamente como la encarnación del bien: Dios

está de nuestro lado, mientras que nuestros dominadores cometen ·atrocidades

contra nosotros. Del mismo modo, nosotros ya somos una identidad con nuestras

“propias leyes” y hábitos desde antes; y los metropolitanos son nuestros “hermanos”

(nuestros "iguales" como decíamos antes) pero no nuestros padres: "Y apoyados en

66

esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia,

empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor"119

Como podemos observar, concepciones antiguas como el "derecho natural"; o

la legitimación de los cuerpos institucionales y el poder en "Dios"; o la apelación a la

identidad americana como uno de los "pueblos" de Gran Bretaña; son resignificadas al

ser el objeto de deseo de los redactores de la Declaración de Independencia. Lo que

están declarando en verdad es su deseo de volver a un orden anterior identificado con

el "buen gobierno" tras el plan despótico de Jorge III. Pero eso no podía darse en

aquéllas condiciones, por lo que era literalmente necesaria la independencia para

garantizar un gobierno prudente. A lo que nos referimos es a que las palabras

utilizadas y los argumentos dados, siguen expresados en palabras antiguas, pero se ven

forzadas a resignificarse por culpa del tirano, e incluso es necesario tomar palabras

relativamente nuevas con nuevo significado como "independencia".

De hecho, si no entendemos esto de la manera que acabamos de explicitar,

podríamos entender como contradictorias expresiones tales como "un príncipe, cuyo

carácter está así señalado con cada uno de los actos que pueden definir un tirano, no

es digno de ser el gobernante de un pueblo libre". Aquí podría parecernos paradójico

que un pueblo pudiese ser libre si tiene un príncipe; sin embargo, si lo

contextualizamos, debemos entender por libertad esa noción de las "libertades" de

cada uno de los pueblos de Antiguo Régimen. Por eso, si pensásemos que esa

afirmación de los redactores de la declaración es contradictoria, lo estaríamos

haciendo motivados por lo que para nosotros –en un contexto de secesión- significa

hoy "libertad". Para ellos, este significado se expresaba mediante un significante de

prácticamente nuevo cuño como "independencia". Por tanto, claro que eran pueblos

libres, aunque no fueran independientes.

119

Ibíd. p. 504

67

2. Acta de Independencia de las Provincias Unidas de Venezuela

2.1. De las Juntas a la Declaración de Independencia de 1811

Tras la victoria napoleónica contra los ejércitos españoles en la Península, en

1808 tienen lugar las Abdicaciones de Bayona, donde Carlos IV y su hijo Fernando (VII)

renunciarán a la Corona Española y reconocerán como legítimo rey al hermano de

Napoleón, José I.

Se produce entonces un vacío de poder en las colonias americanas. Los virreyes

y capitanes generales ejercían su gobierno haciendo las veces de rey, y del mismo

monarca emanaba su poder. Pero ahora el monarca era José I, el cual no será

reconocido en América y, a imitación de las Juntas españolas, se formarán en las

ciudades americanas órganos –llamados también Juntas- para defender los derechos al

trono de Fernando VII. La Junta Central en España y el gobierno regente del Congreso

de Cádiz, no verán con buenos ojos estos movimientos en América y no serán

reconocidas. Finalmente, estas Juntas se declararán independientes de la Junta Central

Española, derrocarán a los virreyes o capitanes generales en sus respectivos territorios,

y serán las que rellenen ese vacío de soberanía que se había producido cuando, por un

lado, Fernando VII abdica y las autoridades coloniales se transforman en leales a José I;

y cuando, por otro lado, las autoridades regentes metropolitanas no recojan de buen

grado los movimientos de las juntas americanas y le dan a los americanos una muy

pequeña representación en las Cortes gaditanas. En Caracas, esto se produjo en 1810,

y conservó la finalidad de ser la protectora de los derechos reales de Fernando VII.

Esta Junta de Caracas convocará, después de un año (1811), su propio congreso

paralelo al de Cádiz, donde a los americanos les parecía que tenían una representación

poco acorde con su importancia.

Hay que advertir, que la convocatoria de este Congreso se sigue haciendo en

nombre del propio Fernando VII y de la conservación de sus derechos sobre la corona.

En verdad, podríamos decir que estaban imitando a su metrópolis. Por tanto, durante

todo este período, realmente no había una enmienda a la totalidad del régimen

existente, a la majestas, que era el mandato del propio rey; sino que la enmienda era

relativa a la administratio del monarca, es decir, al cómo se estaba ejerciendo la

68

majestas120. En otras palabras, existían una serie de demandas por parte de muchos

grupos sociales: exigencia de igualdad política y social, acceso a la riqueza…. Tal y como

nos muestra Alfaro Pareja:

"(…) la diatriba se complejiza, exacerba y dinamiza con la participación de sectores

sociales cuyas expectativas, necesidades e intereses no siempre tuvieron relación directa con el

objetivo político de la emancipación (…). Los esclavos deseaban libertad, los pardos, canarios y

sectores medios ansiaban igualdad; los criollos mantuanos el poder político, las regiones

querían administrar el poder en su jurisdicción. El proceso de Independencia fue un gran

conjugador de estas iniciativas"121

Pero no había un cuestionamiento del sistema monárquico como tal. Por lo

menos no hasta que grupos de presión como la Sociedad Patriótica comenzaron a

agrupar a grandes sectores de la población a su alrededor a favor de la posibilidad

independencia122. De ella formaban parte personajes como Francisco Miranda (futuro

presidente) o Simón Bolívar.

Así, en ese mismo año Bolívar, representando al dicho grupo de presión, da un

discurso en el Congreso animando a declarar la independencia. La pregunta planteada

por la Sociedad Patriótica en el Congreso se dirime con una apabullante mayoría a

favor de la declaración de independencia. Solo un diputado vota en contra alegando

que a él no se le había convocado en el Congreso para esta finalidad, sino para

defender los derechos del monarca legítimo. Se forma así la Primera República, que

durará solamente un año (1811-1812).

Lo cierto, es que la experiencia fue desastrosa. Al ser el principio del proceso de

independencia, Venezuela dependía de las exportaciones hacia mercados hispanos

que le fueron bloqueados. Los precios de los productos importados fueron

encareciéndose y se emitió papel moneda que provocó una inflación galopante. De ahí

que cuando los españoles recuperaron Caracas fueran recibidos con enorme

120

Portillo, José María: óp. cit. p. 485 121

Alfaro Pareja, Francisco: "El horizonte de las ilusiones populares: La Independencia de Venezuela y los conflictos no resueltos", en Historia Caribe, vol. IX nº 24 Enero-Junio (2014). p. 71 122

Lucena Salmoral, Manuel: "El Siglo XIX: La utopía de libertad, orden y progreso", en Lucena Salmoral, Manuel (coord.): Historia de Iberoamérica, Tomo III Historia Contemporánea, Cátedra (1988).

69

aceptación123. Pero la caída de Caracas no significa que los españoles fuesen capaces

de controlar el país, ya que grandes destacamentos de esclavos se habían rebelado en

los llanos del país124.

El advenimiento de la Segunda República tendrá lugar en 1813 cuando Simón

Bolívar culmine la Campaña Admirable entrando en Caracas. Pero aparece un actor

ineludible para la caída de la Segunda República en 1814, José Tomás Boves. Éste había

aprovechado la movilización esclava de los llanos para convencerlos de que no debían

apoyar a los independentistas ya que los mantuanos (sus dueños) lo eran. La

desestabilización causada por los grandes ejércitos que llegó a controlar, provocó el

debilitamiento de la República y fue causa fundamental de su caída aunque Boves

nunca llegase a entrar en Caracas.125

Finalmente, Venezuela lograría su independencia de manera conjunta con los

actuales estados de Colombia, Ecuador y Panamá, siendo parte de la Gran Colombia en

el Congreso de Angostura de 1819.

2.2. El liberalismo como ideología de la independencia de Venezuela

Durante la contextualización de la independencia de Venezuela continuamos

narrando los hechos históricos acaecidos luego de la propia declaración porque para

ver la ideología que se apropió de las palabras allí escritas nos hace falta irnos a 1819 y

a la formación de la Gran Colombia, debido a que los anteriores períodos de

independencia son demasiado cortos como para justificar con argumentos sólidos la

ideología de los actores que luego ejercieron el poder del estado.

El rigor de nuestra exposición no se verá dañado por esta translación de ocho

años que transcurre entre 1811 y 1819, ya que son los mismos integrantes del

Congreso de Angostura los que reconocen la legalidad de la República de Venezuela

nacida en 1811, y se reivindica el carácter que esta tenía como acto de soberanía de un

pueblo126. De hecho, si hubiese habido una lejanía ideológica fuerte entre los padres

123

Ibíd. 124

Ibíd. 125

Ibíd. 126

Belin M. y Vázquez, V.: "Independencia y estado-nación en Venezuela desde los regímenes de la gubernamentabilidad" en Documentos de trabajo IELAT, nº 17 (2010). pp. 24-48.

70

fundadores de Venezuela y los de la Gran Colombia, se habría rehecho la declaración

de independencia, tal y como veremos que sucedió en México.

Al ser liberal nuestra concepción de la ideología que inspiró la independencia

venezolana, la comparación con el caso estadounidense se vuelve necesaria para

lograr diferenciar bien un caso de otro. Centraremos nuestra argumentación en dos

cosas: el significado que tenía el término República/republicano en aquella época en

Hispanoamérica; y en el artículo ya citado de Belin y Vázquez.

En la Hispanoamérica del S. XIX, la palabra república o republicano, no hacía

referencia a una ideario político que fundamentase una ideología política como tal, en

contraposición al caso norteamericano. Se entendía que la república era "un sentir

opuesto al ideario monárquico"127. Entendiendo que el concepto "monarquía" tenía

connotaciones patrimoniales que no tienen más finalidad que la conveniencia propia y

no la de la cosa pública, es decir, el bien común. Por eso fueron posibles formulaciones

"mixtas" que proponían monarquías republicanas128. En otras palabras, monarquías

que ejerciesen el buen gobierno.

La imagen de lo republicano se remitía a los valores y virtudes propias de la

Antigüedad republicana romana, que se entendían como algo positivo en cuanto a las

actitudes que debería tener alguien dedicado a la cosa pública. Pero la transformación

de la expresión en una realidad institucional, no dejaba de considerarse un

anacronismo utópico: "era una cultura política plena, pero una forma política vacía"129.

Esto no sucedió en las Trece Colonias, donde por ejemplo Thomas Paine logró

regenerar una idea obsoleta de modo que pudiese representar un horizonte y un

proyecto político de cara al futuro130.

Como ya habíamos dicho, la declaración de los Estados Unidos pensaba la

independencia desde un punto de vista más individual, cuya imagen era el granjero

propietario independiente que trabajaba para sí. Por otro lado, se pensaba que la

127

Lomné, Georges: "De la «República» y otras Repúblicas: La regeneración de un concepto" en Fernández Sebastián…: óp. cit. (2015) 128

Ibíd. 129

Ibíd. 130

Ibíd.

71

autorrealización del individuo se daba a través del espacio público –que es donde

realmente se es libre-, entendido como el lugar verdaderamente político (republicano)

que debía ser protegido de otros intereses privados y a la cual debía estar conectado

por un mero sentimiento de civismo.

Si estos eran los presupuestos ideológicos de los que partía la Declaración de

Independencia de los Estados Unidos, los de Venezuela serán distintos. La

independencia se concebirá como la independencia de la misma comunidad política.

Comunidad política que tenía unos intereses comunes que había que defender cuando

se participaba en política. Por otro lado, se tenía la concepción de que el hombre se

hacía libre en su ámbito privado a través de su capacidad para aprender y de la razón.

Lo cual estaba muy ligado a la capacidad material que se pudiese tener para permitirse

poder ejercer dicha libertad, es decir, a ser o no propietario131.

Como vemos, si en la ideología republicana el hombre se hace libre mientras

participa en la política por amor cívico; en la ideología liberal, el individuo participa en

política en base una libertad previamente adquirida por la razón, condición sine qua

non para su participación en política:

"Si en los varones‐propietarios, los “vicios privados” para alcanzar las “virtudes

públicas” debían ser controlados al servicio de una comunidad racional y ordenada, para los

excluidos del estado de naturaleza los “malos vicios y las bajas pasiones” se controlaban por

medio de las prácticas de la “represión”. En ambos casos, el interés económico privaba como

“instrumento dominante mediante el cual se podían subyugar las pasiones"132

Si a esta concepción en la que la virtud pública emana de la virtud privada, de la

cual están excluidos los no-libres, añadimos la creencia en el hecho de que la

independencia y cambio de régimen es una concepción colectiva y no individual,

podemos extraer la razón por la cual el elitismo liberalista fue la ideología que

podríamos decir que inspiró la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas

de Venezuela.

131

Belin, M. y Vázquez, V: óp. cit. 132

Ibíd. p. 31

72

2.3. Análisis de discurso de la Declaración de Independencia de las Provincias

Unidas de Venezuela

2.3.1. La interpretación de los hechos que construye la realidad

independentista

La estructura temática del acta podría resumirse en una crítica al abandono que

se ha consumado por parte del gobierno hacia Venezuela, abandonando la obligación

del propio rey de hacer cumplir las leyes. En este apartado se critica tanto al gobierno

napoleónico, como al deseado monarca español Fernando VII, como al Congreso de

Cádiz. Estos son los tres responsables de ese vacío de soberanía que los americanos,

sin desearlo, se han visto en la obligación de ocupar. Se continúa justificando las

bondades de la independencia y la necesidad de declararla. Y finalmente se declara la

capacidad de Venezuela como estado para valerse de los instrumentos necesarios de

cualquier estado para defenderse en la guerra o trazar relaciones comerciales.

En esta acta, también se construye una realidad que hace referencia a los

hechos acontecidos inmediatamente antes a la declaración, olvidando

"generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto

de conquista ha causado (…) corriendo un velo sobre 300 años de dominación

española"133.

La interpretación fundamental se centrará en el vacío de poder que provocaron

los españoles en América. Como decíamos en el capítulo anterior, un monarca tenía la

responsabilidad de proteger y gobernar bien todos sus territorios, no haberla

abandonado, "dejándola sin el amparo y garantía de las leyes"134. De hecho, el acta

empieza dejando claro que, con las abdicaciones de Bayona, de facto los americanos ya habían

asumido la soberanía y el gobierno de sí mismos antes de declarar la independencia:

"En consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono español por la

conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, queremos,

antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos

ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al universo las

133

VV.AA.: Acta de los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, en Ávila, Alfredo; Dym, Jordana; Pani, Erika: óp. cit. (2013) p. 521. 134

Ibíd.

73

razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos

a hacer de nuestra soberanía."135

"América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y

conservación"136

Pero los americanos no habían hecho uso del control de facto del gobierno para

nada más que para defender los derechos de Fernando VII al trono de España, pese a

que éste no cumplía con sus obligaciones:

"Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las

órdenes del lugarteniente duque de Berg, a la América, debieron poner en uso los derechos que

hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación

española".

Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad por

no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación137.

Este respeto por la monarquía se verá frustrado no por deseo de los

americanos, sino por las acciones de mal gobierno que ejercieron en primer lugar los

Borbones, cediendo sus responsabilidades a un rey extranjero. Y en segundo lugar,

porque el mezquino Congreso de Cádiz no dio la suficiente representación a los

americanos, así como declaró en rebeldía a las autoridades que en América se

levantaron para precisamente hacer lo mismo que estaban haciendo ellos en la

metrópolis.

Los Borbones pecaron cuando:

"(…) concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio

español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado

que contrajeron con los españoles de ambos mundos (…); por esta conducta quedaron inhábiles

e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos"138

Y no solo eso, sino que los redactores especulan con la posibilidad de que

Fernando VII no esté realmente dispuesto a volver para hacerse cargo de sus

135

Ibíd. 136

Ibíd. p. 522 137

Ibíd. 138

Ibíd.

74

mandamientos. Todo lo contrario: "(…) a las relaciones de la fuerza que le ligaban con

el Emperador de los franceses ha añadido los vínculos de sangre y amistad"139.

Por su parte, los franceses habían llegado a España con promesas de libertad e

igualdad, pero en realidad se estaban arrogando una representación nacional que no

les pertenecía. Es más, era culpa de los mismos franceses que los americanos creyesen

que Fernando VII volvería para gobernar, así no podrían valerse de instrumentos

suficientes como para mantenerse libres: "(…) y contra sus mismos principios,

sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos

impunemente (…).

Por último, la maniobra para atacar al Congreso de Cádiz gira en torno a dos

ideas. La primera sería que rechazó lo que sus "hermanos" americanos estaban

practicando políticamente en su territorio, que era lo mismo que hacían ellos en

España. Pero en el caso americano se le llamó "perfidia e ingratitud". El motivo de

esto, según los venezolanos, será que con la reacción americana a la invasión francesa,

se les caerá por tierra el proyecto de tener el monopolio del poder en nombre de un

rey que no existía:

"Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de

gobierno de España, y que la ley imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí

misma para ventilar y conservar los derechos de su rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de

Europa contra los males que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se

variaron los principios, y se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de

norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de

administración que querían perpetuar a nombre de un rey imaginario."140

El segundo blanco de ataques hacia Cádiz será la de haber declarado en

rebeldía a las Juntas y Congresos americanos. Así como desoír las demandas que

buscaban una representación americana en Cortes acorde con sus estatus, tamaño y

población. Contrariamente a eso, se encontraron con una mezquina representación

aceptada por obligación:

139

Ibíd. p. 523 140

Ibíd. p. 522.

75

"A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad, y de la

inviolabilidad de nuestros principios (…) se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea

(…).

Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo,

y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con

nuestros hermanos; y para añadir el desprecio a la calumnia se nos nombran apoderados,

contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de

nuestros intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.

Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a

concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta y sujetaron a la voz pasiva de

los ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección;

lo que era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra

incontestable importancia política"141.

Ante esta situación de abandono por parte de su metrópolis, los americanos

habían tenido que asumir el designio de sus propios gobiernos sin ningún tipo de

ayuda; todo lo contrario, con una oposición central desde la autoridades peninsulares.

Habían tenido que enfrentarse y desconectarse de sus propios hermanos peninsulares.

Los cuales, también se habían despreocupado de la situación de sus hermanos

americanos, e incluso han llegado a armarse contra ellos: "Con esta atroz política, han

logrado hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias, armarlos contra

nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y de la consanguinidad, y

convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia".142

Delante de esta "atroz" actitud, en un principio nosotros resistimos y

aguantamos con moderación sus envites y malas actitudes por principios y por

generosidad. Pero ahora la situación se había vuelto intolerable tras tres años de un

"predecible desorden" si no hubiesen intervenido los propios americanos dotándose a

sí mismos de instituciones capaces de mantener la "seguridad y felicidad de su país".

En consecuencia, de nuevo nos volvemos a topar –como en la declaración de

Estados Unidos- con el planteamiento de una especie de arrinconamiento de las

141

Ibíd. p. 523 142

Ibíd.

76

autoridades legítimas coloniales por parte de las autoridades metropolitanas, que

fuerzan a las primeras a declarar una independencia para cumplir las demandas que el

país o pueblo tenía: "(…) hasta que la necesidad nos ha obligado a ir más allá de lo que

nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de

España, que nos ha relevado del juramento condicional con que hemos sido llamados a

la augusta representación que ejercemos."143

Estas demandas en un primer momento no había adonde dirigirlas por la falta

de autoridades, y cuando se exigieron por parte de unas nuevas –y legítimas-

autoridades coloniales hacia España, se desoyeron e incluso se represaliaron. Por lo

que, como en el caso norteamericano, se agruparon en torno al significante

independencia, que es, a fin de cuentas, el título del escrito analizado y por tanto, lo

que engloba y define al resto del texto.

Si bien en la declaración estadounidense, las demandas acumuladas se

plantearon de manera muy nítida como ya hemos visto; en el acta venezolana

aparecen formuladas de otro modo al principio de la declaración: "(…) olvidamos

generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto

de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los

descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición,

por la misma razón que debía favorecerlos (…)"144.

De esta manera, lo que los independentistas procuran es ganarse el favor de

todos aquellos que hacían demandas de tipo social, económico o político, agrupadas

en buena medida dichas demandas por cuestiones de raza como nos mostraba Alfaro

Pareja: los esclavos demandaban libertad, los criollos querían el poder político, los

pardos mayor igualdad, etc. Estos grupos son todos los descendientes de los

descubridores, conquistadores y pobladores.

De este modo, la independencia vuelve a ser no una opción política como

cualquier otra en cualquier otro momento, sino que se transforma en la opción de

143

Ibíd. 144

Ibíd. p. 521

77

sentido común de los americanos, ya que sus demandas no caben dentro del sistema

político en el que vivían y era necesario cambiarlo.

2.3.2. El "desorden" y "América/americanos" como frontera

De nuevo, como en el caso de los Estados Unidos, la identidad popular, la de

"los americanos", se construye a través de la fuerte oposición entre estos últimos y los

peninsulares. Estas fronteras se crean, sobre todo, a partir de dos significantes: la

acusación de "desorden" y la identidad "americana".

En este contexto, el "desorden" se presenta como un significante flotante, en el

sentido de que un bando y otro se acusa de haber provocado el desorden en prejuicio

de sí mismo. Los independentistas acusaban al rey, a los franceses y al Congreso de

Cádiz de haber sembrado el desorden abandonando sus obligaciones de gobernar en

un principio, y después la de gobernar bien. Este desorden, solamente fue salvado por

los propios americanos que tomaron las riendas del gobierno no por gusto, sino

porque de lo contrario se avecinaría el "desorden (…) [seríamos] conducidos a la

horrorosa suerte que vamos a apartar (…)"145.

Sin embargo, por su parte la metrópolis podría argumentar, como hizo, que las

juntas americanas debían hacer caso de la Junta Central como cualquier otra junta del

territorio español. Y cuando los venezolanos forman su propio Congreso, es lógico que

los metropolitanos de Cádiz pensasen que el único organismo legítimo era el suyo

porque eran los regentes, y que por tanto, le debían lealtad al ser ellos los

representantes del rey Fernando. En otras palabras, para el Congreso de Cádiz y el rey

también era perfectamente plausible argumentar que el desorden estaba siendo

causado por los propios americanos para aprovecharse de él enemigos de la Corona.

Cosa que tampoco dejaría de ser cierta: Francisco de Miranda, presidente de la

Primera República, siempre había defendido la independencia.

Los independentistas construyeron ese desorden uniendo tres elementos para

cada uno de sus adversarios políticos: el rey Fernando se había comportado como un

tirano al haber preferido cuidar su propia vida que complacer los deseos de un pueblo

que lo reclamaba; el rey francés era ilegítimo porque era extranjero, una imposición

145

Ibíd. p. 523

78

del emperador francés que no era reconocida por el pueblo; y por último, las Cortes de

Cádiz se habían comportado de manera mezquina al haber declarado ilegales los

movimientos independentistas y al haberles otorgado, solo por obligación, una nimia

representación en la cámara. Por tanto, uno por rechazo del pueblo y otros dos por

abandono, habían dejado a su suerte a los americanos:

"(…) sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y

han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno, desorden y conquista que

tiene ya disuelta la nación española.

Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y

reclamaciones, y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y

oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes."146

Con respecto a Fernando, se dice de él que dejo de ser monarca para ser tirano.

Un monarca se transforma en tirano cuando deja de mirar por el interés general y pasa

a procurar el interés propio: "(…) un rey que había apreciado más su propia existencia

que la dignidad de la nación que gobernaba (…) por esta razón quedaron inhábiles o

incapaces de gobernar a un pueblo libre a quien entregaron como un rebaño de

esclavos"147

Los franceses, de manera obvia, eran extranjeros e invasores, por lo que la

frontera se trazó a través de esas dos cosas: "Los intrusos gobiernos que se abrogaron

la representación nacional aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena

fe, la distancia, la opresión y la ignorancia daban a los americanos contra la nueva

dinastía que se introdujo en España por la fuerza (…)"148.

Con el Congreso de Cádiz la frontera se crea a través del despotismo del que

hace gala en su trato hacia América:

"(…) degradados por el despotismo de los gobernadores, la forma de la elección; lo que

era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra

incontestable importancia política.

146

Ibíd. 521 147

Ibíd. p. 522 148

Ibíd.

79

(…) han procurado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos

declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las

tentativas que, en diversas épocas, han hecho algunos americanos para la felicidad de su país,

como lo fue la que últimamente nos dictó la propia seguridad (…)"149.

Por eso era necesario declarar la "absoluta independencia de él (anterior orden)

y de toda dominación extraña"150. Obsérvese aquí como se hace referencia a la

independencia con respecto al anterior orden. Esto nos hablará de cómo los

venezolanos concebían la independencia de rey a modo de cambio de régimen político

(se muestran independientes de toda monarquía). Por lo que cualquier cambio de

régimen, entienden que pasa por romper con la garantía de unión de los distintos

pueblos que forman las Españas, que es precisamente la monarquía. Esta concepción

de la monarquía rectora que está obligada al buen gobierno –y por tanto pacta con su

pueblo-; y que es garante de unidad territorial, será muy importante para entender de

nuevo que los hispanoamericanos tenían una identidad como "americanos" dentro de

lo que venía a concebirse como el Reino de España, y que eran un pueblo libre, pero

no independiente. Recordemos que el argumento contra el rey era que no estaba

capacitado para gobernar a un "pueblo libre". Es decir, que ya era libre. Solo que ahora

ese pueblo resituaba la soberanía en sí mismo, y eso era lo que le hacía independiente:

"estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra".

Esta identidad americana se crea a través de tres palabras, "América",

"americanos" y "nosotros". Es decir, los redactores se arrogan la capacidad de

representar al pueblo americano, pero también de decidir quién es, o no es, parte

legítima de ese pueblo. Como la palabra "América" o "americanos" aparece hasta

nueve veces en el acta contando el título, y la palabra "nosotros" aparece diez, basta

con que para tomar ejemplos repasemos extractos anteriores para no ser demasiado

reiterativos. Si al "nosotros" le sumamos también el posesivo de primera persona del

plural –nuestro/nuestra- resultará que aparece siempre ligada a características

positivas: nuestra moderación, generosidad, buena fe, principios inviolables,

sencillez…. En definitiva se trata de un gran significante vacío como

149

Ibíd. 150

Ibíd. p. 524

80

"América/americanos", que se construye, y bajo el mismo se ampara al "nosotros",

confundiéndose a los redactores con la "América".

Del mismo modo, la palabra "pueblo" o "pueblos" aparece en seis ocasiones. La

mayoría de veces ligada a características como "virtuoso", "libre"…; o también

aparecerá ligada también a la "voluntad de los pueblos". Como decíamos, basta con

repasar las citas hasta ahora sacadas del texto.

Sin embargo, también se habla de quien no forma parte del este pueblo. Se

especula, en una parte del texto, con que los metropolitanos envían agentes

metropolitanos para "amotinarnos unos contra otros"151. O también se dice en otra

parte

"(…) declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y participes de

nuestra felicidad, a los que, unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la

religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden; siempre que, reconociendo nuestra

absoluta independencia de él y de toda otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con

su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás

naciones) en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas."152

Es cierto que en ambos casos se hace referencia a los españoles, pero no deja

de ser igualmente cierto que mediante este discurso se traza una equivalencia entre

"unionista" y "adversario".

Por último, aunque no aparece tan ligado al derecho natural como en la

declaración estadounidense, Dios también está presente, aunque mayormente en su

dimensión de "bien" (Dios y el bien están de nuestra parte), y no tanto "Creador" de

leyes o normas que forman pueblos. Solamente se hace referencia al Dios Creador en

un fragmento, y no como creador de normas, sino como creador de circunstancias que

empujan a los hombres a tomar decisiones. Es decir aparece como el que en definitiva,

decide el destino, construyendo los acontecimientos sucedidos como algo sobre lo que

no se puede elegir y hay que aceptar por sentido común: "(…) y tomar entre las

potencies de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y

151

Ibíd. p. 523 152

Ibíd. p. 524

81

a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y

utilidad."153

3. El Acta de Independencia del Imperio Mexicano

3.1. Del Grito de Dolores al Plan de Iguala

La independencia mexicana sigue unos derroteros muy distintos de los que

siguen las colonias españolas de Sudamérica. Sí podemos encontrar similitudes

cronológicas, como el comienzo de las rebeliones en el año de 1810, sin embargo los

actores son completamente distintos y los ejes sobre los que se construye la

independencia mexicana serán completamente distintos al caso venezolano. De todo

ello deviene que la declaración de independencia sea declaración de independencia de

un Imperio.

En 1810, el cura Miguel Hidalgo da el llamado "Grito de Dolores", en el cual

llama a sus feligreses indios a levantarse contra la nueva autoridad extranjera

nombrada por los franceses. Las proclamas en torno a las cuales se unieron los indios

fueron la Virgen de Guadalupe y el Rey Fernando VII154.

Hidalgo muere en la refriega militar después de ser capturado en 1811 y José

María Morelos recoge el testigo de la rebelión. Éste es ya quien se declara republicano

y comienza a formular una fórmula "nacional" en la que no solamente quepan los

indios en la revuelta, sino todos los grupos sociales exceptuando los peninsulares.155

Durante el liderazgo de Morelos se crea el Congreso de Chilpancingo, que elabora una

declaración de independencia, abole el impuesto indígena y la esclavitud, y apoya a la

Iglesia Católica. Pero la rebelión fue perdiendo fuerza y las derrotas militares se fueron

acumulando hasta que, en el mismo año de 1811, Morelos es derrotado y fusilado,

terminando así con la primera intentona de independencia.

Como vemos, los actores que toman parte por la independencia en el caso

mexicano son completamente opuestos a lo ocurrido en Venezuela. En el país

sudamericano es Caracas y las zonas urbanas quienes toman la iniciativa de cambio

153

Ibíd. 154

Lucena Salmoral, Manuel: "El Siglo XIX: La utopía de libertad, orden y progreso", en Lucena Salmoral, Manuel (coord.): Historia de Iberoamérica, Tomo III Historia Contemporánea, Cátedra (1988). p. 75 155

Ibíd. p. 78.

82

político y todo se desarrolla en una pugna entre instituciones por reafirmarse en su

legitimidad para dirigir el país. En el caso mexicano, son los indios y las zonas rurales

las que toman la iniciativa al sur de Nueva España, formando un Congreso que será

ambulante dependiendo de hacia dónde se mueva la horda independentista. A partir

de este momento, los municipios serán uno de los actores fundamentales de la

Independencia Mexicana, lo que supone un rasgo diferencial para explicarse la

independencia mexicana con respecto al resto de independencias hispanoamericanas.

Lo cierto es que luego de este primer intento netamente rural de

independencia, la situación política en Nueva España se mantendrá relativamente

controlada salvo por pequeños grupúsculos guerrilleros que mantienen su actividad en

el sur de la colonia. Las autoridades realistas quedarán legitimadas y se aceptará el

regreso de Fernando VII, el cual –no lo olvidemos-, al llegar a España, hace caso de

Manifiesto de los Persas, no acepta la Constitución de Cádiz y retoma la senda

absolutista hasta 1820, año en que tiene lugar el advenimiento del Trienio Liberal. Un

pronunciamiento militar que fuerza al rey español a aceptar la Constitución liberal de

1812 y a limitar sus poderes. Esta situación no fue bien recibida en México, pero ello

no debía de suponer inexorablemente un camino abierto hacia la declaración de

independencia, hasta que entra en escena Agustín Iturbide.

Anteriormente, Iturbide había sido un jefe realista criollo que había combatido

a los insurgentes del sur. Ahora, en 1820, pretendía pedir un ejército y financiación al

virrey para comandar un nuevo regimiento que terminase de una vez por todas con los

rebeldes, que en aquel momento estaban encabezados por Vicente Guerrero. El virrey

aceptó su propuesta y puso a su disposición un numeroso ejército. Pero Iturbide, luego

de unos cuantos combates, decidió que lo mejor era negociar con Guerrero y llegar a

un acuerdo e integrar el desorden dentro del orden; conciliar el orden colonial con el

revolucionario.

De esta manera, Agustín de Iturbide se reunió con Vicente Guerrero en Iguala y

acordaron el llamado plan de las Tres Garantías o Plan de Iguala con tres principios

básicos: independizar México como reino gobernado por el propio Fernando VII o

algún familiar; favorecer y sostener a la Iglesia dentro del reino y proclamar la igualdad

83

entre los habitantes de México. Con estos tres puntos, el ejército insurgente y el

realista se unieron bajo el mando y liderazgo de Iturbide.156 El Plan de Iguala fue

ganando adeptos entre los cargos de los municipios –que en aquella época eran

elegidos por los vecinos-157 periféricos, cercando poco a poco el centro capitalino.

En España, ante el nuevo movimiento de Iturbide, se decide enviar a Juan

O'Donojú a América para negociar con el nuevo líder independentista. Ambos se

reúnen en Córdoba y llegan a un tratado según el cual se reconocen los principales

puntos del Plan de Iguala y además se acuerda que Nueva España será gobernada por

un Junta Provisional Gubernativa, cuyo jefe sería Iturbide y tendría como integrante al

propio O'Donojú. De este modo, Iturbide logra entrar triunfal en la capital con su

ejército Trigarante, y él mismo redacta el Acta de Independencia del Imperio Mexicano

–cuyo emperador sería un Borbón-, que fue aprobada por la propia Junta Gubernativa.

Sin embargo, O'Donojú muere y crea el Congreso Constituyente de México. Al poco

tiempo, se recibe la noticia en México de que la metrópolis no reconoce el Tratado de

Córdoba. Fracasada esta hoja de ruta, en 1822, y ante la falta de vacante de un

emperador, el propio Congreso nombra a Agustín de Iturbide como Agustín I158.

Hay múltiples explicaciones sobre cómo Agustín de Iturbide "cambió" de

opinión y se convirtió en independentista: que ya tenía pensado su plan cuando hace

su petición al rey159; que su lealtad cambia cuando ve que los insurgentes no pueden

ser derrotados fácilmente; que realmente fue Vicente Guerrero quien reclamó a

Iturbide; o que Iturbide fue convencido por algunos criollos capitalinos.160 En verdad,

para nosotros, cualquiera de estas suposiciones no explican realmente por qué el

liderazgo del futuro emperador mexicano obtuvo la legitimidad necesaria para tener

éxito y poner de acuerdo a los actores que tomaron parte en la Independencia

mexicana. En otras palabras, la pregunta no debe ser por qué Iturbide cambió de

opinión o si él había trazado un plan perfecto para terminar siendo emperador, el

156

Ibíd. p. 115 157

Annino, Antonio: "Pueblos, liberalismo y nación en México", en Annino, Antonio y Guerra, Francois-Xavier (Coordinadores): Inventando la Nación. Iberoamérica Siglo XXI. Fondo de Cultura Económica (2003). pp. 399-430 158

Lucena Salmoral…: óp. cit. p. 116. 159

Breña, Roberto: "La consumación de la independencia de México ¿dónde quedó el liberalismo?", en Revista Internacional de Filosofía Política, nº 16 (2000). pp. 59-93 160

Ávila, Alfredo y Pani, Erika: óp. cit. (2013)

84

asunto fundamental es en base a que símbolos y discursos se consiguió aglutinar a

todos esos actores bajo el significante de "independencia". Y por qué los criollos

capitalinos o la Iglesia que antes eran realistas, ahora apoyaban el iturbidismo. Esto

será lo que tratemos de responder en el siguiente punto.

3.2. Ideología del Acta del Imperio Mexicano

Como hemos visto, el acta de independencia es la declaración de un Imperio,

pero lo más salientable del tema es que, en un primer momento, era la redacción de

un documento de ambigüedad supina. El cuestionamiento relativo a la administratio

del monarca no deviene, pasado el tiempo y ciertos acontecimientos, en un

cuestionamiento de la majestas con la declaración de independencia como ocurrió en

Venezuela. En el caso mexicano, el cuestionamiento de la administratio se lleva hasta

sus últimas consecuencias con una declaración ambigua y que mantiene la figura del

monarca Borbón, pero sin ser dependiente de él.

Las explicaciones de esto debemos encontrarlas en el germen del proceso de

independencia. Como decíamos, los guerrilleros del sur novohispano, tenían la

particularidad de representar a un sector de la población rural y mestizo o indígena,

mientras que en el resto de independencias los actores dirigentes son urbanos y

criollos. Además, es una rebelión temprana, en la que todavía no había dado tiempo

–si acaso- a que en la capital se pudiesen hacer movimientos políticos independientes

del clima revolucionario del sur. Es decir, mientras el eje de la problemática

independentista en Sudamérica fue el vacío de soberanía; en Nueva España el eje

independentista lo inauguraron actores a los que, en buena medida, no se les

esperaba. De ahí que luego, en el Plan de Iguala, se condenase como "horrorosa" la

experiencia de Hidalgo y Morelos. En definitiva, durante la década del 10 del siglo XIX,

en Nueva España, la imagen de "independentista" era relativa una masa que sembraba

el desorden en el sur, cosa con la que los criollos no se identificaban por el propio

lenguaje utilizado por Hidalgo; el cual distinguía entre "gachupines" blancos e indios161,

siendo los enemigos los blancos.

161

Lucena Salmoral...: óp. cit.

85

Por ello, también se vivió una etapa relativamente controlada en la colonia

hispanoamericana hasta la restauración de la Constitución de Cádiz en 1820 y la

entrada en escena de Iturbide. Los antaño conservadores de la autoridad real, ahora se

transformarán en independentistas, aunque siempre con las reservas propias del que

tiene miedo al desorden. En nuestra opinión, así como en la de Roberto Breña, esto

hace que podamos entender la independencia mexicana como una independencia de

ideología conservadora.

A la agregación de demandas de los municipios y de los guerrilleros, se le

sumaron ahora las demandas de los capitalinos y de la Iglesia, que veían con recelo la

puesta en marcha de una etapa liberal en España. Como escribe Roberto Breña: "la

abolición absoluta de la inmunidad eclesiástica en casos penales y, por último, arresto

y confiscación de los bienes de los prelados que hubieran firmado el Manifiesto de los

Persas"162, provocó el descontento del estamento eclesiástico. "Los terratenientes, los

cuales se habían visto afectados por los decretos de septiembre de 1820, que

establecían la abolición de los mayorazgos y las vinculaciones"163, y los militares

también se habían visto afectados por la abolición de los privilegios de la milicia

colonial. Este descontento, no tenía por qué haberse canalizado hacia el

independentismo hasta la aparición de Iturbide y sus adeptos, ya que fueron ellos

quienes lograron que esa agregación de demandas se concentrase en el significante

"independencia", tal y como podemos ver en las personas que firman el Acta de

Independencia:

"(…) aparecen firmas de novohispanos de todas las tendencias políticas, lo que demuestra el

alcance del consenso logrado por Iturbide: desde el ultrarrealista Antonio Pérez (obispo de

Puebla y ex firmante del Manifiesto de los Persas) y el reaccionario Matías de Monteagudo (ex

inquisidor) hasta José María de Bustamante (intelectual que luchó con sus ideas al lado de

Morelos) y Juan Bautista Raz y Guzmán (miembro del grupo proindependentista conocido como

los «Guadalupes»), pasando por Juan Francisco de Azcárate (ex miembro del célebre

ayuntamiento capitalino de 1808), José María Fagoaga (acaudalado noble mexicano que se

162

Breña…: óp. cit. p. 61. 163

Ibíd.

86

convertiría en líder de los borbonistas) y José Miguel Guridi y Alcocer (ex diputado

gaditano)."164

El pactismo del exmilitar realista se impuso como manera de conciliar todos los

actores descontentos bajo el paraguas de la independencia. El pacto entre Guerrero y

Iturbide, junto a la condena de los tiempos de las revueltas de Hidalgo, así como una

medida ambigüedad que apoyaba a la Iglesia Católica y reconocía hasta el final la

monarquía española; conjugaron las ideas que en un principio estaban en disputa y

vinieron a derrumbar la imagen del independentista como la caótica masa de indios.

De esa manera, se buscaba la integración de los independentistas como Guerrero o los

municipios dentro del orden colonial. Sin embargo, la cesión relativa de los iturbidistas,

provocó la necesidad de seguir manteniendo bajo esa ambigüedad a todos los grupos

sociales que demandaban algo al régimen colonial. De manera que esas

contradicciones terminaron por resolverse en una independencia efectiva y total que

necesitaba de elementos conservadores –como la monarquía- para mantener a raya a

los independentistas "clásicos"; los cuales a la vez, si querían conseguir la victoria

política, no podían rechazar unirse a la columna iturbidista. De hecho, esta agregación

de demandas con fórmulas ambiguas está en el mismo Ejército Trigarante, que

representaba las garantías de religión, independencia y unión. La "unión" significa la

unión de todos los sectores por la independencia. También podemos ver como esta

ambigüedad termina por estallar cuando los acontecimientos fuerzan a declarar la

República o mantener el Imperio con otra persona al frente. Se opta por mantener el

imperio pero solo dura un año, ya que si ya se había declarado la independencia total y

se descartaba la posibilidad de ser un imperio independiente dentro de la monarquía

española, no tenía sentido mantener la figura monárquica. En cualquier caso, estos

rasgos observados de miedo al desorden por parte de los criollos y la precipitación de

los acontecimientos provocado por el Trienio Liberal español165; fueron los que

forjaron el intento de integrar a los rebeldes en un nuevo pacto de la comunidad

política que dejase atrás el enfrentamiento166. Esto es lo que nos lleva a pensar en la

condición conservadora de la declaración de independencia mexicana.

164

Breña…: óp. cit. p. 62. 165

Breña…: óp. cit. 166

Aninno…: óp. cit.

87

3.3. Análisis de discurso del Acta de Independencia del Imperio Mexicano

Para este caso no subdividiremos el punto en dos apartados ya que la

declaración de independencia mexicana tiene una extensión muy pequeña.

El mensaje que construye el acta, como decíamos, es ambiguo. Por un lado se

declara la independencia, pero por otro se dice que el proceso se ajustará a lo

acordado en el Plan de Iguala y en el Tratado de Córdoba. Ambos acuerdos hacían

referencia a que Fernando VII seguiría siendo monarca, o algún otro Borbón.

En verdad lo que encontramos es un documento que procura eliminar casi todo

el conflicto político. Prácticamente no se acusa a los españoles de agravios, solamente

se declara que México perdió su voz durante 300 años. Tampoco se declara a los

españoles como una nación igual a las demás, sino que se le dedica un apartado para

decir que es una nación con la que habrá una mayor unión que con el resto:

"(…) la antigua España, con quien, en lo sucesivo, no mantendrá otra unión que la de una

amistad estrecha, en los términos que prescribieren los tratados (…) con arreglo a las bases que

en el Plan de Iguala y Tratado de Córdoba, estableció, sabiamente, el Primer Jefe del Ejército

Imperial de las Tres Garantías; y en fin que sostendrá, á todo trance."167

Sí se hace referencia a lo que debe ser el buen gobierno con significantes

flotantes: "(…) constituirse del modo que más convenga á su felicidad; y con

representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios; comienza a hacer

uso de tan preciosos dones (…)". Pero en ningún caso se hace referencia a quién es el

culpable del mal gobierno, no se construye un enemigo político claro que fundamente

la identidad propia. Todo lo contrario, se tiende a un mensaje de unión, de consenso,

de pacto… de acuerdos, planes y tratados.

El motivo de esto es que se agregan demandas ideológicamente antitéticas e

incluso contradictorias, como en el resto de las actas. El punto diferencial entre el

resto de las actas es que un grupo ideológico es fuerte como para intentar dirigir el

proceso, pero en México ninguno de los grupos independentistas es lo

suficientemente fuerte como para fagocitar al otro, ambos siguen manteniendo una

gran "autonomía". Municipios y el ejército, actores fundamentales del proceso,

167

Iturbide, Agustín: Acta de Independencia del Imperio Mexicano en Ávila…: óp. cit. p. 547.

88

mantienen constantemente una competencia: los municipios siempre tienen la

voluntad de ir un paso más allá y el ejército criollo busca controlarlos.

Este tipo actitud pactista implicaba mantener contentos a sectores ideológicos

que no habrían podido entenderse sino a través del encumbramiento y vanagloria del

propio acuerdo entre las partes para no atacarse las unas a las otras y volver a una

confrontación de resolución sine die. Sin embargo, el hecho de que el discurso

dominante en el acta sea el de evitar la confrontación, no significa la inexistencia de

una frontera que cree identidad en la confrontación.

El acta mexicana es la única declaración de independencia hasta ahora

estudiada que declara a México una nación con derecho a constituirse:

"La Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre

uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. (…) derechos [que] le concedió el Autor

de la Naturaleza. Y reconocen por inenagenables y sagrados las naciones cultas de la tierra; en

libertad de constituirse del modo que mas convenga á su felicidad168.

Es este derecho natural y la nación (o pueblo) quienes crearán la frontera entre

un pueblo con derechos a constituirse como independiente y recuperar su voz perdida

contra quienes pretende seguir callándola. De todos modos, vale la pena pararse en

esto y preguntarnos qué es a lo que se refieren por "Nación" en la declaración de

independencia: si es una palabra de Antiguo Régimen o es una palabra que hace

referencia a la nación en su sentido "moderno".

En nuestra opinión, ambos significados se mezclan. Es obvia la referencia a Dios

como creador de derechos de los pueblos, por lo que la nación se enmarca dentro de

esa "nación de naciones" que supone el tradicionalismo hispano tal y como veíamos en

el artículo de Fernández Sebastián. En este sentido, el hecho de que México se declare

una nación no debe extrañarnos desde su ideología conservadora, y probablemente

estaban pensando en términos como la imagen del pacto entre el rey y sus reinos169.

No obstante, esta concepción no tendría nada de conflictiva, ya que era la

hegemónica y la que dominaba la Monarquía Hispánica y en la que esta encontraba su

168

Ibíd. 169

Aninno…: óp. cit.

89

fundamento legitimador. Es con el Trienio Liberal cuando esta concepción se ve

amenazada y se da un paso adelante declarando la independencia: por un lado para

conservarse del liberalismo (ejército, iglesia, etc), pero también, por otro, para

constituirse nacionalmente, algo que todos los bandos independentistas declaraban

como necesario o de sentido común ("como algo que "conviene a la felicidad") para

sus propios fines. De ahí el sincretismo que se desprende del Acta, que crea una

frontera a través de la expresión "sale hoy de la opresión en que ha vivido" y de la

palabra nación como algo anterior a la propia declaración de independencia: "La

Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia".

Por otro lado, debemos ser conscientes que en Nueva España era mucho más

fuerte esa identidad "protonacional" de Antiguo Régimen que en el resto de colonias.

Mientras que en Sudamérica se utilizaba el término "americanos" o "América", como

una identidad confusa; en Nueva España se había creado una identidad propiamente

novohispana como uno de los reinos "nacionales" que integraban la monarquía170.

Como dice Aninno en el citado capítulo, el significado de "nación" en el acta mexicana

tiene un sentido "moderno" como "una colectividad más un territorio y unos lazos

comunes", es decir, en la capacidad y legitimidad de la que hacen para poder

constituirse; pero no deja de estar basado en un imaginario "indígena mítico: el del

catolicismo evangelizador novohispano". Esta identidad tan concretamente localizable,

en contraposición al término "americanos", será de la que se apropien los

independentistas para marcar la frontera con respecto a, se supone, la metrópolis. Y

decimos que se supone porque en ningún caso se hace referencia a las autoridades

españolas más que para adularlas.

Esta lectura supone que el significante vacío creador de identidades en choque

es el de "Nación", con un significado sincrético, pero con una gran carga identitaria

fuertemente arraigada en el caso mexicano, tanto en su sentido más moderno como

en el más conservador. De esta manera se convertía en el significante aglutinador más

fuerte del momento, que estaba enfrentado, teóricamente, a la metrópolis liberal

(aunque no al concepto de monarquía). Este significado bifaz del término es el que

neutraliza el conflicto en el seno de la sociedad mexicana –dominada por el consenso-

170

Ibíd.

90

y sitúa el enfrentamiento en una metrópolis que ha silenciado a una nación de pleno

derecho, aunque se acepte la monarquía (que no se interpreta como la metrópolis en

el Trienio Liberal) y se declare la estrecha amistad que ha de unir al país viejo con el

nuevo.

Como hemos dicho, es una frontera pequeña, y si hay cosas que nos puedan

parecer contradictorias, es precisamente por la ambigüedad con la que se juega para

mantener la paz y la identidad independentista aglutinada dentro de la Nueva España

con palabras como nación, trasladando el conflicto a la metrópolis y no a la monarquía.

Esto permitía que las ideologías más "modernas" se mantuviesen por la

independencia. Así como las más conservadoras –los auténticos pilotos del proceso-

también se mantuviesen bajo la independencia, ya que era la única decisión que podía

conservar la monarquía tal y como ellos la deseaban en forma de Imperio y no de

monarquía constitucional.

91

V. El pueblo y la política

1. ¿Podemos afirmar que existe una similitud entre el discurso emanado

de las declaraciones de independencia y el discurso propio de del

populismo laclausiano?

Como hemos visto, a partir de la palabra independencia, podemos extraer una

gran cantidad de significantes y significados diversos para palabras y nociones en

disputa por los distintos actores.

En este sentido, la palabra "pueblo" o "pueblos"; "americanos"; "América";

"tiranía" o "despotismo"... no dejan de ser alguno de esos términos. Del mismo modo,

otros significantes flotantes como "Dios", funcionan de la misma manera: como una

manera de construir un enfrentamiento entre la mayoría (plebs) y la minoría (tiranía),

que busca transformar a esa mayoría en el populus legítimo.

El trinomio anteriormente descrito ya tiene ahora un actor que lo ejerza, ya hay

un nombre con calificativos: pueblo/América independiente con nacionalidad y

soberano. Y para que todo esto pudiese ser ejercido, se necesitaban unos medios, que

serían los que proporciona el estado. La intención es hacer del pueblo el actor

independiente/revolucionario, con nacionalidad nueva y soberano a través del estado.

Cuando se ha estudiado el pueblo como actor político en el caso de la

independencia hispanoamericana, en multitud de ocasiones se han interpretado esas

constantes interpelaciones al pueblo como una interpelación a un cuerpo ya

constituido y empíricamente comprobable, el "conjunto de la sociedad"171 para

Guerra. De esta consideración previa implícita es de donde nace el "engaño" como uno

de los argumentos que nos permite explicar por qué tras la independencia se consumó

una élite criolla detentadora del poder político y económico y como se desoyeron las

demandas de ese "pueblo".

Esta concepción está mediada por la movilización de la gente y de sus

demandas para pelear por el bando independentista. Como admite el propio Guerra,

en los discursos políticos se trataba al pueblo como un actor político que hablaba, 171

Guerra…: óp. cit. p. 322.

92

deseaba o actuaba; y su voluntad era encarnada a veces en algunas acciones colectivas

o en las acciones de determinados personajes. Al final, solo sus enemigos eran los que

no formaban parte del mismo pueblo. Estos enemigos eran los que Guerra llama

"hombres de bien", los cuales buscan mantener el orden dado contra una plebe

embravecida y caótica172.

Cuando los dirigentes de las independencias dejan fuera las demandas de

determinados grupos sociales, Guerra y otros intelectuales de autoría más reciente

como Francisco Álvarez Pareja173, lo tomarán como una "traición" a un pueblo que se

había movilizado para adquirir una serie de exigencias. De esta manera, buscan

motivos que expliquen esta actitud de las nuevas élites, llegando a conclusiones como

el "atraso" en la mentalidad pese a un sistema político "avanzado", o la dependencia

de redes clientelares, o la presión de los grupos más conservadores.

Sin embargo, estas explicaciones, al contrastarlas con el caso norteamericano,

en buena medida se desvanecen en el aire. Decimos esto porque supondría afirmar,

como contrapartida, que la independencia estadounidense fue "exitosa" porque ya

había una mentalidad nueva en las clases dirigentes, no existían clientelas tan fuertes o

no existían grupos conservadores igual de fuertes. Pero, como hemos visto,

probablemente, las Trece Colonias "rompían con Gran Bretaña, a sus ojos, para

preservar lo más valioso de la tradición británica", tal y como decía la ya citada Pauline

Maier.

Para nosotros, el problema fundamental que subyace a las teorías de Guerra y

de Alfaro Pareja por ejemplo, es que consideran al pueblo como un ente empírico cuya

existencia es comprobable. Es cierto, como dice Guerra, que siempre se refería a

instituciones u otros agentes ligados al llamado Tercer Estado del Antiguo Régimen.

Pero esto no supone nada, ya que por lo menos una parte de ese Tercer Estado tuvo

las posibilidades de acceder al gobierno del país, como los comerciantes o los

artesanos.

También podemos interpretar –como ya hemos dejado claro que haríamos-

que el pueblo no es algo comprobable y existente empíricamente al que se pueda

interpelar como totalidad de la comunidad política, ya que ni desde el discurso

172

Ibíd. p. 351-353. 173

Alfaro Pareja…: óp.cit.

93

independentista se "interpela" al conjunto de la sociedad. De nuevo poniendo a

Guerra como ejemplo, hay una parte de ese pueblo que queda excluido, que son sus

enemigos políticos. El pueblo no es algo que se invoque en un momento dado, o una

agente preconstituido al que se puede o no interpelar a que haga algo o tome

determinadas decisiones.

Para las independencias que aquí hemos estudiado, podemos entender el

pueblo como la construcción de un actor político enfrentado a alguien que ejerce un

"mal gobierno" sobre él, como decían los independentistas norteamericanos.

Dicho esto y en consecuencia, la manera de entender esas "interpelaciones al

pueblo" –como se les ha llamado174-, o más bien esa construcción del pueblo, podría

ser ver dónde se resitúa luego el agente de la independencia-soberanía-nación, es

decir, dónde está pueblo "legítimo":

"La razón colectiva es la única soberana, y no la voluntad colectiva... De esto resulta

que la soberanía del pueblo no puede residir sino en la razón del pueblo, y sólo la parte sensata

y racional de la comunidad social está llamada a ejercerla.

La parte ignorante del pueblo queda bajo la tutela de la ley dictada por el

consentimiento del pueblo racional.

La democracia no es despotismo absoluto de las masas ni de las mayorías, sino el

régimen de la razón."175

He aquí la mejor explicación de a qué nos referimos, hay una resituación en uno

determinados actores políticos que realmente son el pueblo legítimo, siendo otro tras

la independencia, el pueblo ilegítimo.

Si a esto le sumamos la evidencia de una concentración de demandas que se

van acumulando en las colonias y que toman una forma "revolucionaria" bajo el

significante "independencia" en las declaraciones de independencia, obtenemos que

dicho documentos guardan similitudes razonables con el discurso populista

laclausiano.

Esta interpretación nos vale sobre todo para el caso estadounidense y el

venezolano. El acta mexicana no se puede leer completamente como un documento

populista, aunque sí la podemos leer desde la óptica laclausiana del institucionalismo,

174

Diccionario 175

Echevarría Esteban: Dogma socialista. Publicado por la primera vez en 1839 por el periódico El iniciado, en Uruguay, la obra fue reeditada en 1846 bajo su título actual. Cit. en Guerra…: óp. cit. p. 371.

94

ya que se intenta plantear una frontera muy pequeña sin un adversario nítido, esto es,

intenta absorber todas las demandas de, prácticamente, el conjunto de la sociedad. La

imagen, como dijimos, es la del pacto, el tratado y el acuerdo, siendo uno de los iconos

del imaginario independentista el Abrazo de Acatempan. Esta frontera pequeña sería

la frontera insalvable que está insertada en todo discurso político, según Laclau.

El caso mexicano pone de relieve una construcción y participación del sujeto

"pueblo" –y una ruptura hegemónica- que prima el carácter de unión y neutralización

del conflicto.

2. ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría de Laclau sobre el populismo

es demasiado amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con

otro discurso "no-populista" pero propio de una ruptura hegemónica?

Para comenzar a responder esta pregunta debemos hacer la distinción entre "lo

político" y "la política" en Laclau. La política sería aquello que se encarga de lo político

en una comunidad. Lo que es considerado o no como político –y por ende es

susceptible de ser tratado por la política- es una cuestión de hegemonía, es decir, de lo

que está permitido nombrar, definir, expresar, quién es legítimo que hable de

determinada cosa, etc. Como tal, lo político es lo que ordena y funda la comunidad, ya

que otorga a cada uno su lugar y le da un sentido coherente (de manera obviamente

subjetiva) a la comunidad política en cuestión. Así, la política sería el orden resultante

de lo político. Un orden que se vuelve hegemónico en cuanto se percibe como la mejor

opción dentro de todas las posibles, siendo el consenso o la despolitización

características propias de dicho ordenamiento resultante. La fuerte dominación (o

primacía) de lo político sobre la política se transforma, así, en algo intermitente a lo

largo de la historia176.

De este modo, podemos reconocer cómo esta primacía de lo político se da en

las actas de independencia bajo una forma que, según Laclau, podría caracterizarse

como populista. En el caso de la independencia venezolana y norteamericana esto se

vuelve una interpretación válida al considerar, el autor argentino, que "la primacía de

lo político" y "el populismo como conflicto basado en una frontera", son la misma

176

Franzé, Javier: La primacía de lo político: crítica de la hegemonía como administración, work in progress (2015)

95

cosa. Por tanto, cualquier discurso con voluntad (contra)hegemónica, para tener éxito,

tendría que "utilizar" el populismo, que es a su vez la forma que toma siempre lo

político: la frontera. Por eso es plausible que el marco teórico de Laclau sirva para

entender los documentos (re)fundantes de una nueva comunidad política, como ya

hemos visto. Del mismo modo, la capacidad que tiene Laclau para explicar el

populismo, se pierde un poco al ser el populismo (por ser la primacía de lo político)

algo intermitente pero constante a lo largo de la historia; y no algo que defina unos

determinados movimientos. Esta es la primera conclusión que queremos lanzar.

No obstante, cuando analizamos el caso mexicano se nos plantea el problema

de que el acta de independencia prima el rehuir el choque explícito con un adversario

político, es decir, neutraliza el conflicto; sin embargo, como explicábamos al principio

del trabajo, cabe afirmar el carácter fundante de un acta de independencia como uno

de esos acontecimientos discursivos reordenantes de la comunidad política. En otras

palabras, también se produce una dialéctica entre el "país viejo que dejamos atrás" y

"el país nuevo que viene".

Tendríamos así, dos alternativas que nos sirvan para interpretar esta aparente

contradicción de la teoría laclausiana:

(a) Por un lado, podríamos pensar que este acontecimiento discursivo en Nueva

España es capaz de reordenar la comunidad política precisamente porque existe una

frontera, por muy pequeña y difusa que sea. Por tanto, nos veríamos en la obligación

de mantener el conflicto como lo "verdaderamente" (contra)hegemónico o como lo

"verdaderamente" político. El problema es que, de paso, estaríamos afirmando que

por tanto lo político es, ya no algo intermitente y constante, sino algo perenne a lo

largo de la historia, ya que siempre hay en todo régimen y discurso política una

frontera entre el "nosotros" y los "otros". De esta manera, se perdería la misma

capacidad de lo político para explicar no sólo el populismo, sino los cambios

hegemónicos, ya que todo régimen político tiene fronteras políticas conflictivas

insalvables. Cualquier discurso podría ser así potencialmente (re)fundante.

(b) Por otro lado, podríamos no negar que el pueblo mexicano se construya por

oposición a España; pero al afirmar la primacía de un discurso de cordialidad, de

acuerdo y de unión, nos encontramos con un caso parecido al que Laclau plantea con

Kemal Ataturk. El kemalismo no logra una ruptura hegemónica con el régimen

96

precedente porque no lo hace a través de un discurso dialéctico177, sino que tiende al

discurso "unionista" de la nación al completo. Según Laclau, sus políticas fueron

posibles por el autoritarismo del general turco debido a la inexistencia de lógicas de la

equivalencia. Cuestionamientos aparte que podamos hacer con respecto al caso turco,

lo cierto es que nos es bastante poco plausible admitir esto en el caso de la

independencia mexicana. Es verdad que comienza con Iturbide un régimen autoritario,

pero el proceso que lleva a Iturbide a formar un Imperio está precedido por la unión de

distintas facciones políticas, así como por una clara lógica de la equivalencia entre

municipios y una movilización popular incuestionable como muestra el Ejército

Trigarante.

En definitiva, no se puede dar ninguna de las dos respuestas para mantener

coherentemente la teoría de Laclau. La primera –que el acta mexicana sea política y

rupturista porque existe una frontera por muy pequeña que sea-, se nos hace muy

poco explicativa al poder decir entonces que prácticamente cualquier discurso, aunque

prime en él el institucionalismo, puede ser rupturista por su toque populista. La

segunda respuesta tampoco la podemos ofrecer porque, sencillamente, carecería de

fundamento histórico.

En conclusión, tanto por la aplicabilidad de la categoría "populista" al caso

norteamericano y venezolano; como por su incapacidad para explicar el acta mexicana

debido a que la ruptura política aquí no se plantea en forma populista; entendemos

que la teoría de Laclau es demasiado amplia como para definir específicamente el

populismo únicamente como movimientos que aparecen en la historia.

3. ¿Es el discurso populista el discurso que pretende una (re)fundación de

la comunidad política en Laclau?

Un acta de independencia es uno de esos acontecimientos discursivos que

reordena la comunidad política y la (re)funda. Como hemos visto, el lenguaje que se

utiliza se resignifica, pero sigue teniendo connotaciones propias de una época

teóricamente anterior; los actores que toman parte en la redacción del texto ya

estaban en buena medida presentes antes de la declaración y durante, por lo menos,

la última etapa del período colonial. Por tanto, no podemos hablar de una "fundación" 177

Laclau le niega al kemalismo la condición de movimiento populista, p. 258-266

97

completa y total de la comunidad, sino de un reordenamiento. De ahí que tampoco

podamos interpretar estos documentos históricos como salidos de la nada con unas

ideas completamente nuevas. La connotación de que son textos que "hacen historia"

es una consideración propiamente historiográfica o "mitológica", sus actores –en

cuanto al concepto de fundación- no dejan de tener un discurso parecido a los que

podría tener cualquier movimiento populista clásico.

Desde este punto de vista, el discurso que allí se encarna no tiene que ver con

la ideología que profesen los actores que la redactan. No es una cuestión ideológica la

que guía el acontecimiento discursivo aquí estudiado, sino algo que va más allá: el

concepto de "lo político" como esa capacidad de reordenar la comunidad y, en fin, de

construir una hegemonía "nueva" combatiendo una hegemonía "vieja". En el caso

venezolano y norteamericano esta voluntad de país nuevo que combate a un país

viejo, es palpable en todo el documento; y las similitudes con el discurso populista, las

consideramos evidentes.

Esto puede conducirnos a la objeción de que en este trabajo "esencializamos"

lo político como característica fundamental de las independencias, sin distinciones que

tienen que ver con la clase social o la ideología de los actores en lid. Y en parte

tendrían razón, pero hay que tener en cuenta que una esencia o fundamento siempre

está llena de un contenido determinado. En nuestro caso, dicho fundamento es vacío,

esto es, está preso del vaivén de los combates políticos y por tanto es contingente. En

cualquier caso, no es un fundamento último de las cosas –metafísico-, sino cambiante,

a merced de quién decide llevarse por delante o defender una determinada manera de

entender la política. Por otro lado, podría argumentarse también que cómo de vacío

puede estar ese fundamento no-fundamental. Pues bien, los límites están marcados

por la herencia de los significantes y los significados, tal y como expusimos en nuestro

capítulo sobre los conceptos clave de las independencias:

"El lenguaje, escrito y no escrito, es un sentido acumulado y sedimentado, que

condiciona la representación del mundo por parte de los actores, pero a la vez permite la

resignificación. Expresa la imposibilidad de percibir y conocer fuera de un sentido ya dado, esto

98

es, con neutralidad, pero a la vez resulta una herramienta no determinista sino apropiable por

la subjetividad, reformable y por ello performativa."178

En este sentido, el populismo, por su similitud con documentos contrastables

como propios de la política en sentido amplio179 (actas de independencia) –y por tanto

de la creación de una nueva hegemonía-, así como por su dialéctica entre "país viejo" y

"país nuevo"; se convierte en una forma de discurso propia de lo que funda una

comunidad política.

Sin embargo, se nos plantea el mismo problema entre la teoría de Laclau y la

independencia de México que para los anteriores apartados.

Hemos mostrado como, con respecto al caso venezolano y estadounidense, el

populismo de Laclau es capaz de dar cuenta del acontecimiento discursivo que divide a

la sociedad americana. Obteniendo así como resultado la posibilidad de afirmar que el

populismo laclausiano se convierte en una definición lo (re)fundante de la comunidad

política, y por tanto, la forma discursiva de lo político que construye una nueva

hegemonía con la ya mencionada fórmula de "país viejo y oligárquico" contra "país

nuevo y popular".

Pero esta lógica no nos funciona para el caso del Acta de Independencia del

Imperio Mexicano. El acta mexicana guarda un discurso institucionalista que está a

medio camino entre la declaración de lo nuevo y de lo viejo. Y lo nuevo no es popular

ni lo viejo oligárquico. Es mucho más ambiguo. Y sin embargo, no deja de ser un acto

político el hecho de declarar la independencia de México bajo presupuestos que tienen

la finalidad declarada de hacer difusa la frontera política. Por tanto, no solo la voluntad

de enfrentamiento con su frontera puede ser considerado como la parte

"verdaderamente" política de un acontecimiento discursivo, sino que la ambigüedad o

el institucionalismo como actitud proactiva (como voluntad de "ataque" y no solo de

"defensa" de un orden) también pueden ser considerados como parte de un discurso

plenamente político; y no solamente como un apéndice para defender el orden dado

ante un discurso verdaderamente político marcador de una frontera que sería el

178

Ibíd. p. 15 179

Con "política en sentido amplio" nos estamos refiriendo a la política como conjunto formado por "lo político" y por "la política", teniendo en cuenta que ambas cosas son contingentes y volubles.

99

populismo en mayor o menor grado. De hecho, tras la independencia, deja de haber

un bando realista, y las identidades políticas se reformulan entre republicanos e

iturbidistas.

En el caso mexicano se produce el hecho de que el discurso del hermanamiento

entre todas las partes termina por reubicar fronteras políticas. Si en un primer

momento el eje "independencia sí-no" se plantea bajo la imagen del "caótico sur" y el

"ordenado México", al Iturbide integrar a ese "caótico sur" está redefiniendo la

frontera del enemigo político a través precisamente de un discurso unionista de toda

Nueva España y sitúa la frontera política con España, aunque de una manera muy

difusa y ambigua, sin que sea un adversario claro. Es una frontera implícita y no

explícita.

En definitiva, si hacemos caso de las percepciones, de los cambios de

identidades políticas, y de la reformulación de las fronteras políticas de la comunidad,

podemos afirmar que el acta mexicana es contrahegemónica sin ser populista.

Laclau escribe en La Razón Populista “que en el locus de toda totalidad

hallamos tan solo de la tensión entre equivalencia y diferencia"180. Si entendemos por

"equivalencia" la impugnación a un orden dado, y por "diferencia" la defensa o el

intento de mantener y reproducir ese orden; no tenemos nada que objetar a Laclau, ya

que está diciendo que siempre hay una lucha entre unos actores que pretenden

formular otra manera de entender y ordenar la política, y otros que buscan conservar

el orden existente.

En este sentido, no objetamos nada al hecho de que exista una igualación entre

hegemonía y lo político en la teoría de Laclau, sería contradictorio con lo explicitado

hasta ahora. Nuestra objeción se dirige hacia la igualación entre el populismo y la

política, ya que para Laclau, sin frontera populista no hay política. Esto lo vimos en el

apartado 2 de este capítulo cuando tratábamos la posibilidad de explicar el acta

mexicana con la teoría de Laclau, lo cual se nos hacía imposible. Dicha igualación

parece que puede ser sostenida a través de este trabajo, que toma documentos

históricos con un discurso claramente político en sentido amplio.

180

Laclau…: op. cit. (2005) p. 94-95.

100

La problemática se da cuando observamos que uno de esos documentos

políticos no emana un discurso de claro enfrentamiento entre una supuesta "élite

opresora" y un "pueblo sufridor", que es lo que caracteriza el populismo. Al contrario,

aunque sí podríamos admitir que se forma una identidad en oposición a un "otro"; ese

"otro" no termina de definirse nítidamente bajo palabras como "tiranía" o

"despotismo", o "el monarca" como en el caso estadounidense. Sin embargo, sí

podemos decir que en la comunidad política hay una ruptura con el régimen anterior a

la declaración de independencia, como nos muestra la desaparición de un bando

realista o la aparición de actores republicanos como la alternativa al iturbidismo.

Del mismo modo, y por un lado, el argumento del autoritarismo tampoco nos

termina de aclarar nada, ya que ese supuesto autoritarismo estaría basado en la

ausencia de lógicas de la equivalencia. Por otro lado, el caso mexicano guarda más

similitudes con el retorno de Perón, en el que precisamente el excesivo éxito de esas

lógicas de la equivalencia es lo que acaba devorando al propio Perón181. Sin embargo,

la segunda llegada de Perón en sí misma y su gobierno de un año, contrariamente al

caso del Acta Mexicana, no constituyen una reordenación de la comunidad política.

4. Conclusiones

En consecuencia de todo lo anteriormente dicho, nos encontramos con la

conclusión de que el populismo de Laclau es, no es tanto una definición del populismo

específicamente, sino de una definición del populismo como algo constante o perenne,

igualado a la política. De ahí que no tengamos que preguntarnos según el autor

argentino, si un movimiento es populista o no, sino cuánto de populista –cuánto de

político como frontera- hay en determinados movimientos o acontecimientos.

Entonces, el populismo según Laclau es básicamente la frontera, y la frontera es lo

"verdaderamente" político.

Por estar haciendo una definición de la política en sentido amplio es por lo

que, precisamente, su teoría puede interpretar sucesos que no han sido catalogados

como populistas desde otros puntos de vista. Tales son los casos de unas declaraciones

de independencia.

181

Ibíd. p. 266-274.

101

En segundo lugar, el caso del Imperio Mexicano nos retrotrae a una

problemática ya más profunda que es el propio concepto de la política para Laclau.

Considerándolo el discurso propio de cualquier ruptura hegemónica, es decir, el

discurso característico de la política. Lo que hace a la política ser política: su

fundamento.

En La Razón Populista se contempla el hecho de que ningún discurso

institucionalista pueda evitar cierta frontera política. Siendo esta misma frontera lo

que constituye al discurso institucionalista como un discurso político. Esta posibilidad

la exploramos para el caso del acta mexicana, especulando con que la pequeña

frontera allí descrita fuese la capaz de fundar un nuevo orden. Llegamos a la

conclusión razonada de que aquello no era posible.

Aun así, la posibilidad de que el discurso institucionalista y el populista

convivan, no hace que ambos no se diferencien. Se mantienen bien separados y

opuestos, siendo únicamente político en sentido amplio el populista. En este punto, lo

que Laclau trata es de definir no solo la política como (re)fundante –que también-, sino

que está definiendo el populismo como la política en sentido amplio. Siendo la política

el discurso populista, en grandes o en pequeñas dosis.

Dicha separación entre populismo e institucionalismo –y la "frontera populista"

como "la política en sentido amplio"-, viene un poco a desaparecer cuando nos damos

cuenta de que desde un discurso en el que se mantiene más la vertiente

institucionalista, se puede construir una ruptura hegemónica con el pasado. Queda así,

por tanto, la igualación entre populismo y política en entredicho, ya que no sería

posible decir que la frontera es lo que le da un carácter político a las cosas. Y no solo

desde el punto de vista de un discurso que intente mantener un orden dado, sino

desde el punto de vista de un discurso que pretende impugnar o subvertir dicho orden

dado. Podría así deducirse que existen muchas maneras de construir oposiciones y

fronteras no populistas, ambiguas como en el caso mexicano. Así como imágenes de

acuerdo y consenso también pueden ser utilizadas para construir la percepción de que

ha habido una ruptura hegemónica o que la unión es necesaria para conseguir el

102

cambio político. Por lo que la política no es política simplemente por existencia de

frontera.

Por tanto, la solución a la teoría laclausiana pasaría por separar el concepto de

populismo de la idea de "la frontera como política"; o más bien, del populismo "como

la única frontera posible".

En definitiva, creemos que nuestro trabajo ha valido para mostrar, por una

parte, que la definición estrictamente de populismo de Laclau es amplia al poder

interpretar con ella un sinfín de procesos políticos no necesariamente catalogados,

tradicionalmente, como populistas. De ese modo, hemos podido sostener que Laclau

hace del populismo la "verdadera" política. La parte de la política que hace que la

política sea política. En fin: su fundamento (aunque sea contingente).

Por otra parte, hemos llegado a la conclusión de que tal definición no es precisa

al identificarla con una frontera política (el populismo) y con la ruptura hegemónica. La

frontera está poco presente en algunos acontecimientos discursivos (re)fundantes,

como el acta mexicana, donde se prima el carácter institucionalista del discurso

político para (re)fundar la comunidad. Y cuando la frontera está presente, lo está de

manera difusa y ambigua, lo que le quita su condición de populista, sin embargo, esta

declaración no deja de ser un acto político rupturista. Esta última consideración, en

forma de crítica, sería la que nos lleva a pensar que habría que repensar el concepto de

la política como populismo y como ruptura hegemónica, al haber fronteras no

populistas capaces de provocar una ruptura.

103

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junio (2011). Pp. 157-180.

- Sevares, Julio: "¿Cooperación Sur-Sur o dependencia a la vieja usanza?" en NUEVA

SOCIEDAD, Nº 207, (2007) pp. 11-22.

- Skinner, Quentin: "Significado y comprensión en la historia de las ideas" en Revista de

Historia Intelectual, nº 4 (2000) pp. 149-191.

- Mariátegui, José Carlos: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana,

Biblioteca Ayacucho (2007).

- Thompson, E. P.: Tradición, revuelta y consciencia de clase: Estudios sobre la crisis de

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- Vilas, Carlos: "¿Populismos reciclados o neoliberalismo a secas? El mito del

“neopopulismo” latinoamericano" en Rev. Venez. de Econ. y Ciencias Sociales, 2003,

vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36.

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ÍNDICE

I. Introducción y agradecimientos: pág. 1

II. Marco teórico, justificación, hipótesis y metodología: pág. 4

1. Estado de la cuestión y marco teórico: pág. 4

2. Justificación : pág. 14

3. El supuesto y la hipótesis: el populismo de Laclau como definición amplia: pág. 18

4. Metodología o cómo huir del anacronismo: pág. 23

III. Conceptos Clave: pág. 32

1. La Independencia: pág. 32

2. La identidad "americana" y la nacionalidad: pág. 43

3. Conclusión: la declaración de independencia, un documento fundacional: pág. 47

IV. Ideología y análisis de discurso de las declaraciones de independencia:

pág. 50

1. La Declaración de Independencia de Estados Unidos: pág. 50

2. El acta de Independencia de las Provincias Unidas de Venezuela: pág. 65

3. El Acta de Independencia del Imperio Mexicano: pág. 79

V. El pueblo y la política: pág. 89

1. ¿Podemos afirmar que existe una similitud entre el discurso emanado de las

declaraciones de independencia y el discurso propio de del populismo

laclausiano?: pág. 89

2. ¿Podríamos, pues, afirmar que la teoría de Laclau sobre el populismo es

demasiado amplia al poder equivalerse el "discurso populista" con otro discurso

"no-populista" pero propio de una ruptura hegemónica?: pág. 92

3. ¿Es el discurso populista el discurso que pretende una (re)fundación de la

comunidad política en Laclau?: pág. 94

4. Conclusiones: pág. 98