De los Jacobinos al Estado Libre: historia de la violencia en Irlanda

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De los jacobinos al Estado Libre: de cómo la violencia se gestó, irrumpió y logró asentarse en el movimiento nacionalista irlandés Inglaterra no respeta nada salvo el poder. - Charles Stewart Parnell ¿Fue Irlanda una nación violenta? Las imágenes que tradicionalmente nos llegan del imaginario colectivo nos llevan indefectiblemente a su guerra por la independencia o a los atentados que hasta no hace mucho agitaban los titulares de la prensa británica. También es posible que la propia visión inglesa de la situación política en la isla vecina durante doscientos años (una de incomprensión, y que achacaba al irlandés la triste condición de fanático atrasado) haya podido influir sobre nuestras percepciones. Incluso las penurias del siglo XIX como fue la Hambruna de la Patata pueden llevar a pensar que el pueblo irlandés tenía todos los motivos para ser violento; ergo, debió de serlo. Pero lo cierto es que el funcionamiento de la violencia en Irlanda fue mucho más complejo e involuntario. Su relación con el nacionalismo (o con los varios nacionalismos) resulta lo suficientemente fascinante como para constituir el objeto de estudio de este ensayo. La violencia de la que trataremos aquí no responde a un interés morboso; un interés en la violencia per se. Se trata más bien de relacionar la violencia con las diversas formas que adoptó el nacionalismo irlandés. Si las impulsó o las contuvo, directa o indirectamente. Sus causas y sus consecuencias, tantas veces indeseadas. Llegados a este punto, es crucial determinar cuáles fueron las formas que adoptó este nacionalismo irlandés, para comprender mejor la interacción entre violencia y nacionalismo. El nacionalismo constitucional fue quien predominó en la pugna y ganó muchas batallas (si bien no la guerra, en el sentido amplio de la palabra). Logró no pocas aportaciones para la Irlanda política, fundamentalmente

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De los jacobinos al Estado Libre: de cómo la violencia segestó, irrumpió y logró asentarse en el movimientonacionalista irlandés

Inglaterra no respeta nada salvo el poder.

- Charles Stewart Parnell

¿Fue Irlanda una nación violenta? Las imágenes quetradicionalmente nos llegan del imaginario colectivo nosllevan indefectiblemente a su guerra por la independencia oa los atentados que hasta no hace mucho agitaban lostitulares de la prensa británica. También es posible que lapropia visión inglesa de la situación política en la islavecina durante doscientos años (una de incomprensión, y queachacaba al irlandés la triste condición de fanáticoatrasado) haya podido influir sobre nuestras percepciones.

Incluso las penurias del siglo XIX como fue la Hambrunade la Patata pueden llevar a pensar que el pueblo irlandéstenía todos los motivos para ser violento; ergo, debió de serlo.Pero lo cierto es que el funcionamiento de la violencia enIrlanda fue mucho más complejo e involuntario. Su relacióncon el nacionalismo (o con los varios nacionalismos)resulta lo suficientemente fascinante como para constituirel objeto de estudio de este ensayo.

La violencia de la que trataremos aquí no responde a uninterés morboso; un interés en la violencia per se. Se tratamás bien de relacionar la violencia con las diversas formasque adoptó el nacionalismo irlandés. Si las impulsó o lascontuvo, directa o indirectamente. Sus causas y susconsecuencias, tantas veces indeseadas.

Llegados a este punto, es crucial determinar cuálesfueron las formas que adoptó este nacionalismo irlandés,para comprender mejor la interacción entre violencia ynacionalismo. El nacionalismo constitucional fue quien predominóen la pugna y ganó muchas batallas (si bien no la guerra,en el sentido amplio de la palabra). Logró no pocasaportaciones para la Irlanda política, fundamentalmente

durante el siglo XIX. El nacionalismo revolucionario se opuso aesta primera vía, desconfiando siempre de políticos –y enmuchas ocasiones de la Iglesia, aunque sus militantessiguieran siendo religiosos- y buscando detonarinsurrecciones populares que nunca llegaron, la mayoría deveces por medio de incursiones mal preparadas y peorresueltas. También se hizo hueco el nacionalismo romántico,aunque éste mostró sus síntomas más a través deintelectuales que de paramilitares.

Sin embargo, conviene no llamarse a engaño: elresurgir de lo gáelico y los valores del romanticismoestuvieron ligados a la violencia en más de una ocasión. Nosólo porque el espíritu de revivir/reconstruir una culturay un pasado irlandés sin solución de continuidad iba ligadoíntimamente al espíritu decimonónico de los YoungIrelanders, que intentaron su propia acción revolucionariaen los 1840, sino porque la muy popular Liga Gaélicatriunfó en las décadas finales del s. XIX siendo infiltradapor elementos revolucionarios. Unos que pronto supierontransformar el aprendizaje de irlandés y las competicionesde deporte local en una maquinaria bien engrasada de captarguerrilleros para la causa irlandesa.

Antes de pasar a describir los agentes de la violencia–y averiguar definitivamente si su acción fuerepresentativa y auxilió a la causa del nacionalismo-convendría describir el entorno en el que esa violencia sehizo posible. La violencia se gesta ex novo cuando unapoblación es movilizada con hastío para ser entrenada yenviada al frente (caso de las Brigadas Internacionales enAlbacete, o de las juventudes europeas en 1914), o inclusocuando un idealista se une a un movimiento revolucionariosin contacto previo con su realidad violenta, pero en elcaso irlandés, muchas de las pautas de violencia, de susmétodos y formas de organización, ya estaban inventadosdesde antes de 1919 o las diversas intentonas a lo largodel XIX.

Tierra y religión: causas de la violencia estructural

Estas eran formas de violencia primitivas, latentes,difusas en el sentido de que no constituían un movimientoen una dirección política inequívoca, con un objetivo quepoder lograr. Sí tenían intencionalidad, pero ésta sebasaba más en mantener un “estado de opinión”, unos temoreso unas costumbres sin que fueran amenazadas. Era unaviolencia de origen rural y por tanto de corte conservador:no buscaba inaugurar un nuevo mundo pagando un peaje desangre, más bien mantener las reglas tradicionales de loque sus ejecutores consideraban justo.

Sus orígenes eran la tierra y la religión.1 Fueronestos dos elementos los que constituyeron la placenta de laviolencia posterior, los que instruyeron a los irlandeses –incluidos los más conservadores- en sus técnicas y sucoordinación. La cuestión religiosa había sido problemáticadesde que los colonos de Gran Bretaña se abrieran paso porel norte de esta isla celta favoreciendo el credoprotestante frente al catolicismo local. No significa esoque toda manifestación de catolicismo proviniera de tiemposinmemoriales. La última y muy significativa revolucióncatólica en la cultura irlandesa, cuando se introdujeronrelicarios y bendiciones nuevas, dató de 1850 a 1875.2 Perosí significó que la reivindicación de los católicos frentea las imposiciones protestantes proporcionó una de lasseñales de identidad “irlandesa” más antiguas.

Por lo demás, existía una violencia latente entre lascomunidades de unos y otros (particularmente si loscatólicos decidían aliarse con los nacionalistas o losprotestantes con Londres), pero el nacionalismo siemprecontó con políticos protestantes de renombre (ej: Parnell),aunque aliados tradicionalmente con la Iglesia Católica. Enel caso de Londres, su identidad protestante sí fue una delas causas que hizo que muchos gobernantes británicosdespreciaran a Irlanda como un reducto de papistasretrógrados.

1McDONAGH, Oliver. States of Mind. A Study of Anglo-Irish Conflict 1780-1980.London – Boston – Sydney, George Allen and Unwin, 1985, p.712BROWN, Terence. Ireland. A Social and Cultural History, 1922-1979.Glasgow, Fontana Paperbacks, 1982, p. 27

Por otra parte, el catolicismo se convirtió paramuchos irlandeses en el único estandarte que aportaba unaproyección internacional a su causa; de este modo y porotras razones, el catolicismo se ligó a la políticanacionalista sin tener por qué haber sido así desde unprincipio.3 A pesar de sus planteamientos conservadoresultramontanos (que le permitían apoyar, como mucho, a losnacionalistas constitucionales), la Iglesia Católicareclutaba obispos entre sus curas y curas entre el puebloirlandés.4 De esta manera, fue permeable al contacto con laviolencia cuando muchos de sus párrocos se unieron a una uotra rebelión, especialmente en el s. XX, cuando la víainsurreccional fue ganando apoyos.

El segundo pilar,y quizá el más importante, de laviolencia contemporánea irlandesa (aunque frecuentemente nose perciba así) es la tierra. El conflicto agrarioproporcionó las causas y los métodos de la violencia desdehacía más de un siglo: la sociedad secreta agraria. Estetipo de formación (y sus derivaciones sectarias, católicaso protestantes) establecía un orden alternativo a través dela amenaza velada, castigando con pistola o cuchilloaquellos comportamientos que se salían de la “justicia”consuetudinaria. La organización era jerárquica en estassociedades. Hay que tener en cuenta que, desde el robo dearmas hasta la acción en sí, era constante la necesidad dedisciplina.5 Una forma de articularse que pronto secontagiaría a otras formas de violencia en la segunda mitaddel siglo XIX.

Esta violencia agraria no se mantuvo pura ydistanciada de las tensiones nacionalistas que corroyeronla isla durante la Edad Contemporánea; su relación con losvariados nacionalismos fue siempre compleja y cambiante.Las formas de violencia caótica de los “agrarios” causaronsiempre el rechazo de los partidos. Desde losconstitucionalistas, donde todos –desde O´Connell aRedmond- se acabaron desmarcando de sus actividades, hastalos revolucionarios; de los Young Irelanders a la IrishRepublican Brotherhood por igual.

3Ibid., p. 354BROWN, op. cit., p. 305McDONAGH, op. cit., p. 70

Poco importó que los constitucionalistas seaprovecharan de la agitación agraria de 1820 para lograr,ante la aprensión de Londres, la emancipación católica en1829, o que las huestes disciplinadas de Parnell sebeneficiaran exactamente del mismo hecho entre 1870 y1885.6 Sin olvidar que la articulación política de losmovimientos revolucionarios en la segunda mitad del XIX,por otra parte, calcó la dinámica del terrorismo agrario:células locales, golpes esporádicos y pactos de omertá.

Al fin y al cabo, el movimiento de protesta ruralsabía crear una impresión en la opinión pública(internacional incluida) de que todos los irlandesesestaban de acuerdo en un punto, algo de lo que pronto seapropiarían tanto O´Connell como Collins. En cierto modo,se debe a que la base reivindicativa del movimientocampesino no estaba en el intento de engendrar un mundonuevo regado con sangre, sino en un tipo de violenciapunitiva hacia quienes rompieran las normas no escritas dela ética campesina. Los campesinos irlandeses buscabanmoralizar la economía, del mismo modo que los nacionalistascreían moralizar la política.7

Pero la violencia agraria no se puede relacionar conla revolucionaria, como ha querido ver algún historiador,por mucho que las formas de la primera inspiraranclaramente a la segunda. Las sociedades secretas campesinaseran conservadoras y reaccionarias. No tenían intenciónalguna de quitarle sus tierras a los terratenientes; previoa 1880, los granjeros arrendatarios solían ser partidariosde lo comunal (pero una vez logrado esto, no hay motivopara pensar que atacarían las tierras del cacique local) y,después de esa fecha, la mentalidad derivó hacia lapropiedad privada, aunque el comunalismo no desaparecieracomo noción popular.8 Los miembros de una misma comunidadconfiaban en el trabajo común, pero más bien como muestrade buena vecindad que como manifiesto político.9

6Ibid., p. 717Ibid., p. 728McDONAGH op. cit., p. 429BROWN, op. cit., p. 24

Podemos, por tanto, aseverar que para mediados del s.XIX, antes de que la hambruna de la patata empujara aIrlanda por un abismo de asfixia y penurias aún mayores quelas sufridas habitualmente, que la violencia existía, notenía un componente esencialmente político (aunquetambién), y se articulaba en torno al eje religioso y alagrario. Eran las vendettas de las sociedades secretas delmedio rural, la violencia callejera entre religiones o lasangre que corría tras las grandes campañas políticasmoderadas, muchas de ellas ligadas a la cuestión agraria.Muchas veces, esta violencia fue señalada por losrevolucionarios como prueba de la decadencia que el dominioexterior británico inspiraba en sus súbditos irlandeses; elegoísmo y la división. Lo cierto es que estaba yaprofundamente implantada en el alma de la isla.10

¿Hasta qué punto formó parte la cultura delromanticismo de esta placenta de la violencia? Depende de quéentendamos por “nacionalismo romántico”, el grupo denacionalistas que se acogió a ella. Si lo entendemos comoideología esencialmente decimonónica, entonces estaráíntimamente ligado a la vía de la revolución,mayoritariamente armada. Pero podemos considerarlo más biencomo una ideología que recurre a los eslogans del XIX(vitalidad, emancipación, naturaleza, historicismo) paraconstruir una identidad nacional, o incluso al revés: unaideología que construye una identidad nacional parajustificar un discurso de “revuelta decimonónica”. En todocaso, la segunda posibilidad abre la puerta a que estenacionalismo romántico se exprese en cualquier momentohistórico, y por tanto no tenga por qué formar parte de laoleada de revoluciones violentas que surcó el XIX. Loséxitos culturales de la Liga Gaélica respondieron a esto, ola política educativa del Estado Libre a partir de 1921,aunque es cierto que ambas estuvieron parcialmente ligadasa la acción militar.

En todo caso, el nacionalismo romántico, decimonónicoo no, trajo consigo ideas que facilitaron los roces con laMetrópoli. En primer lugar, traía aparejado un corpusrepublicano completo, en el sentido de que apostaba porinstituciones y valores nuevos. Por muy democratizado que10McDONAGH, op. cit.,p. 75

estuviese, el Imperio Británico no era muy tendente a larenovación doctrinaria y ambas posturas pronto seantagonizaron, algo a lo que ayudó el apoyo francés a losrevolucionarios irlandeses en su fallido golpe de 1798. Porotra parte, el Romanticismo aconsejaba el acto del martiriocomo reflejo de valentía y sacrificio simbólico. Lejos dela tradicional violencia agraria o sectaria, losrevolucionarios irlandeses supieron dar el paso fatídico,salir al descubierto, hacerse matar y labrarse un nombre enel imaginario colectivo de la isla. Esta tendencia hacia elmartirio sería crucial en 1916 y decidiría el futuro de lanación entera desde la acción de una minoría desafortunada.En general, romanticismo y revolución estuvieronconectados, especialmente si tenemos en cuenta que, de lostres grandes estallidos de cultura irlandesa -a mediadosdel XVIII, en los 1830 y en los 1890- todos ellos acabaronligados a facciones belicosas de uno u otro tipo.11 El delXVIII a los United Irishmen. El de los 1830 a los YoungIrelanders. El de 1890 a la Liga del Deporte y la LigaGaélica, ambas infiltradas por la IRB, la sociedadconspirativa del momento.

Sin embargo, que un sujeto posea una placenta noanuncia de manera infalible el nacimiento de nadie; delmismo modo, esta placenta de la violencia no era de por sí unaherramienta activa. Ni los nacionalistas constitucionalesla querían emplear ni los nacionalistas revolucionariossabían utilizarla. Por lo demás, el primero había ganadosus triunfos con O´Connell, emancipando a los católicos en1829 y permitiéndoles entrar en el Parlamento deWestminster (aunque fue en ese momento cuando los diputadosirlandeses pudieron darse cuenta de lo aislada que estabasu causa). En general, los avances parlamentarios y losbrotes de genialidad cultural delineaban políticamente unaIrlanda rica en ideas pero mansa a la hora de intentarponerlas en práctica. Una isla que sólo entendía laviolencia como actitud, como forma de reforzar lasconvenciones sociales en los campos y en la misa.

Cuando los barcos desde América trajeron consigo, en1845, la enfermedad que causó la destrucción de las11HUTCHINSON, John. The Dynamics of Cultural Nationalism. The Gaelic Revival andthe Creatrion of the Irish Nation State. London, Hunwin Hyman, 1987, p. 50.

cosechas de patata y la hambruna generalizada del puebloirlandés (más bien extendida que paliada gracias a lasmedidas laissez-faire del nuevo y rígido gobierno whig), elmundo de la Isla cambió radicalmente en tan solo unos años,y no sólo en el aspecto demográfico.

La catástrofe hizo sentir sus efectos en política. Lasfacciones políticas de los mil ochocientos cuarenta sedisolvían como fantasmas que ya han cumplido su cometido.El movimiento de O´Connell fue uno de estos, y su lídersería recordado para siempre como el hombre que logró quelos católicos llegaran a Westminster, sólo para sufrir lasmayores derrotas parlamentarias. No sería hasta Parnell ylos años ochenta que el nacionalismo constitucionalirlandés compensaría esta debilidad convirtiéndose en laprimera fuerza parlamentaria de Londres. Los únicos ecosque dejó la marcha de la Repeal Association de O´Connell sepudieron sentir únicamente en estallidos esporádicos de lamuy tradicional violencia agraria.

Si eso resume los pasos del nacionalismoconstitucional a mediados de siglo, toca definir ahora losdel nacionalismo revolucionario. El movimiento de losvigorosos Young Irelanders acabó de suicidarse en el jardín dela conspiración tras una fracasada intentona en laemblemática fecha de 1848. La mala preparación bien pudotener la culpa, si bien el movimiento apenas conservabaapoyos sociales desde la Hambruna y la policía habíaarrestado a no pocos de sus líderes12. Quizás fueprecisamente esta debilidad creciente, o la voluntad deutilizar la Hambruna como detonador social (ya estabanreactivándose las crisis agrarias) lo que les hizo pensaren intentar la insurrección fallida.

En todo caso, fue la última travesura romántica de losnacionalistas revolucionarios; el gobierno acabó con ellos.A partir de entonces, tras algo más de diez años, laviolencia se articularía en movimientos cuyos modelos deorganización recordarían a los partidos comunistas oanarquistas de la Primera Internacional (sin compartir para

12FINNEGAN, Richard, McCARRON, Edward. Ireland. Historical Echoes,Contemporary Politics. Oxford- Boulder, Westview Press, 2000, pp. 40-4

nada sus ideales) o incluso a la más tradicional Mafiasiciliana. Sería un modelo que llegaría para quedarse. Lascélulas del nacionalismo revolucionario irlandés nocambiarían de modelo nada menos que hasta 1920, cuando larepresión británica les obligara a llevar la guerra a lasmontañas.

Articulando el movimiento Feniano: el modelo de violencia definitivo

Ya fuera por la patata o, irónicamente, por larepresión policial, muchos irlandeses emigraron a Francia ya EEUU: los mejores destinos para la subversión en términospolíticos y diplomáticos, amén de buenas escuelas deviolencia organizada. Ambas naciones tenían una experienciaaún humeante de revoluciones armadas más o menos exitosascontra la autoridad.

Francia llevaba sufriendo revoluciones desde 1789,1830 y 1848, todas ellas víctimas de su propio éxito. Sutradición de sociedades secretas como las que repartíanpanfletos en el París de 1788 se asentó con los clubsjacobinos y con el régimen de partidos. La política searticulaba fácilmente en la sociedad y, cuando fuereprimida (como ocurrió durante la dictadura napoleónica ylos reinados más o menos autoritarios tras 1815), recurríaa la estructura de la sociedad secreta para sobrevivir.Este formato era bien útil; un reducido grupo de hombresdominaba la estructura entera entre palabras de secretismoritual. La centralización así era muy completa y no habíatanto riesgo de infiltración policial, el mayor de lospeligros.13

Es de suponer, además, que el modelo de lealtadescerradas sería aún más factible en Irlanda. En Francia, alfin y al cabo, gente con visiones radicales intentaba darun golpe en medio de la cocina política del país; susapoyos eran dudosos (aunque el radicalismo de la capital locompensaba) y no serían pocos los que verían la oportunidadde prosperar sirviendo como informadores a la policía. Peroen la sociedad rural irlandesa, atada de una manera fuertepor lazos clientelares y una sorprendente pero lógica

13McDONAGH, op. cit.,p. 81

pasividad (tanto para ayudar a los revolucionarios como ala policía), las células al estilo francés tenían muchasoportunidades de resistir, al menos hasta que los Black andTans resolvieron el asunto en 1920 echando puertas abajo einterrogando brutalmente a todos los jóvenes de cada puebloque asaltaban.14 La importación del modelo celular francésa Irlanda se amoldó, como todos los fenómenos políticos quele afectaban, al localismo; quizá de manera más completaque en épocas anteriores.15 Así, cada célula podía guardarmás relación con su propia comunidad y convertirse en suteórico “guardián” (las llamadas “Cortes republicanas”facilitaron esta tarea, proporcionando al violento una basede legitimación y justicia locales), pero esto tambiénsupuso que cuando estallaran las hostilidades en la horafinal de Irlanda, la violencia sería descoordinada ydesigual.16

La influencia francesa no sólo afectó a las formas,sino también al contenido: de manera algo peligrosa, sobretodo para un movimiento revolucionario que se rodearíapronto de conciudadanos que no compartirían sus premisasmás radicales. Los nuevos revolucionarios (o viejosrevolucionarios reciclados, una constante en la historiairlandesa) absorbieron el republicanismo de Blanqui, quienconsideraba que las masas se levantarían sólo cuando unavanguardia revolucionaria diera el primer paso.17 Blanquicreía necesaria una fase dictatorial para poder preparar alpueblo de cara a convocar elecciones libres.18 Losrevolucionarios franceses habían sufrido el mal de lademocracia cruda en sus propias carnes tras tomar París en1848 y proclamar una república cuya bandera a punto habíaestado de ser la roja: las Cortes se desplazaríanpesadamente hacia la derecha al sentir el voto delcampesinado conservador. Este espíritu de “acciónrevolucionaria a pesar de la democracia” reviviría en laúltima fase del juego nacionalista, tras la guerra de 1919-14FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6715 HOPPEN tiene un brillante capítulo sobre el localismo en Irelandsince 1800: Conflict and Conformity. London - New York, Longman, 1989.16FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6617 TOWNSHEND, Charles. Ireland. The 20th Century. London- New York,Arnold Publishers, 1999, p. 2518 McDONAGH, op, cit., p. 81

21, cuando ya la mayoría de irlandeses, separatistasincluidos, había aceptado la paz con Londres y elestablecimiento del Estado Libre. El IRA proseguiríaentonces con la guerra hasta conseguir ser derrotado amanos de su propio pueblo, esta vez.

Pero si Francia proporcionó ideas, fue EEUU quienaportó una excelente base de operaciones, mucho másexplícita y provocadora, con desfiles incluidos.19 Esto seunió a la fundación de la Irish Republican Brotherhood(IRB) en Irlanda el Día de San Patricio de 1858, quedeclaraba querer lograr una república irlandesa por lafuerza. Ambas ramas, la irlandesa y su satélite americano,se acabaron conociendo como los “fenianos” en la jergaasustada de los políticos londinenses. Fue una descripciónacertada. Aunque el movimiento se debilitó en los 70 y hubode reconstruirse, las formas, las metas y los integrantesdel nacionalismo revolucionario siguieron siendo en muchoscasos los mismos. La base americana fue tan importante (sepodía actuar al descubierto y el número de militantessuperaba por tanto al de la rama irlandesa) que elmovimiento feniano se articuló políticamente en torno aestos dos polos, unidos necesariamente por un directorio desiete miembros que coordinaría la violencia y planificaríasu repercusión sobre la opinión pública internacional.

La realidad americana era particular. Los irlandesesamericanos, llegados en grandes oleadas a lo largo delsiglo, se consideraban fuertemente irlandeses pero tambiénamericanos; su deseo de integración se mezclaba no obstantecon la segregación: al ser una etnia generalmentepaupérrima y maltratada, solían agruparse por barrios paraorganizar la subsistencia y la defensa frente al violentoracismo nativo. Si militaban en organizaciones políticas,claro está, esto reforzaba su componente irlandés, pero almismo tiempo les integraba en EEUU: militar en unaorganización antibritánica era visto como honorable en unpaís que había expulsado al inglés en 1776.20

19WARD, Alan J. The Easter Rising: Revolution and Irish Nationalism.Illinios,AHM, 1980, p. 5320McDONAGH, op. cit., p. 82

Los fenianos de la lejana América buscaron en todomomento la oportunidad de Irlanda en la debilidad deLondres y el reconocimiento diplomático de una nación cuyaúltima guerra sangrienta con Gran Bretaña databa nada menosque de 1812, si bien es cierto que el apoyo americano sefue matizando con el paso del tiempo. La táctica feniana sebasaba en aprovechar regimientos compuestos de irlandesesen cuerpos paramilitares oficiales como, por ejemplo, lamilicia de Nueva York, ahorrándose así gran parte de laformación en disciplina y uso de armas, a lo que se añadíaun componente de camaradería armada previa y denacionalidad que reforzaría los lazos entre soldados. Dehecho, más de 100.000 irlandeses que lucharon en la GuerraCivil americana eran o se volvieron fenianos al término dela misma. Muchos no tardarían en volverse a Irlanda, bienentrenados.21

En general, el movimiento feniano fue apoyado por elproletariado; se convirtió en el pasto ideológico de lasreses maltratadas por Gran Bretaña; para desesperación deun Marx que consideró que esas clases desposeídas le debíanmás lealtad a sus ideas.22 Pero lo cierto es que la mayoríade fenianos en ambos países eran jornaleros, granjerospobres, operarios, empleados...23

Quizás la clave del éxito ideológico entre estasclases fue que los fenianos mezclaron ideas simples dejusticia social (el fondo de la violencia agraria) sinintroducir planteamientos excesivamente innovadores; la“república” no era una utopía a la francesa (o a la Marx)sino la consecuencia lógica del alejamiento de la CoronaInglesa. La mayoría de los fenianos, de hecho, nunca sepronunció acerca de si quería una república como talinstitución.24

Esto no quiere decir que los fenianos y sus sucesoresno añadieran elementos de revolución social, como lasCortes Republicanas (tribunales para resolver pleitos21 Íbid., p. 82-8522Nicholas MANSEGH trata la actitud del comunismo hacia Irlandaen The Irish Question, 1840-1921. [1940] Toronto, University of TorontoPress, 1975, p. 10323 WARD, op. cit., p. 5224 McDONAGH, op. cit., p. 83

locales, con marcada tendencia social) pero siempre dentrode lo lógico, en términos de la mentalidad campesina:lograr su apoyo ya era suficientemente difícil de por sícomo para introducir ideas rupturistas y escandalosas comolas de Engels o Bakunin. Los fenianos, además, estaban pocoinclinados a la innovación total y muchos de ellos erancatólicos fervorosos. De esta manera, el movimiento se basóen una sensación laxa y difusa de querer desprenderse de laasociación controladora de los ingleses. Para un feniano,de hecho, no existía distinción económica o política entreirlandeses. Posiblemente, también vería más diferencias delas realmente existentes comparándose con un inglés.

Los fenianos intentaron ejercitar una cierta gimnasiarevolucionaria en los años sesenta, sin pensar en que pocoseran los grupos del nacionalismo revolucionario quelograban sobrevivir al primero de los “ejercicios”. En1967, una fallida insurrección en Irlanda llevó a arrestosy deportaciones; el gobierno no quiso crear mártires, yacertó. Los fenianos se valoraban entre ellos más inclusoestando muertos. En EEUU, por su parte, en 1866, 1500fenianos americanos intentaron invadir Niágara, repitiendofracaso tras fracaso también en 1870 y 1871.25

Los fenianos habían dado con la fórmula que basaba larevolución sobre un nacionalismo indeterminado y anglófobo,que demostraba que (como otros revolucionarios) no teníapor qué contar políticamente con la Iglesia Católica y quesuperaba en tácticas y retórica al resto de nacionalistas ya algún grupo rival. Sabían apoyarse con fuerza, además, enla experiencia del martirio y la represión, y manejar amboscon inteligencia. Incluso estos ideales románticos eranpasados por el filtro racionalista propios de una causarevolucionaria de finales del XIX. Los fenianos habíandescubierto el modus operandi de la violencia políticairlandesa por excelencia.26

Recordemos que la Iglesia, reforzada políticamentedesde la alianza con O´Connell, estaba lejos de apoyar almovimiento feniano, por mucha devoción que hubiera en lasfilas de estos últimos. A pesar de que el clero anunciara a

25 WARD, op. cit., p. 5326 McDONAGH, op. cit., p. 85

voz en grito el conteo de mártires revolucionarios a lolargo de las décadas, la jerarquía condenó siempre a losfenianos y sus organizaciones frentistas. La influencia dela Roma más conservadora y asustada pesaba sobre estajerarquía; la Iglesia Católica irlandesa no era nada fuertefrente a los anglicanos y por tanto tenía escasa capacidadde maniobra autónoma (algo que no afectó tanto a sus clasesmás bajas, permeadas como todo en la isla por el localismorural).

El humanitarismo católico, por otra parte, sí aparecióen forma de paternalismo compasivo, pero cuando ya hubofenianos muertos, especialmente después de 1916 y la durarepresión británica que soliviantó prácticamente a todo elmundo.

La jerarquía había preferido ligarse al movimiento delnacionalista parlamentario Parnell y pactar con él unaalianza política, a pesar de que desde 1829 se hicieronllamamientos para dejar de asociarse a políticos yorganizaciones.27 Parnell era el nuevo héroe del momento.Un héroe del nacionalismo constitucional de la segundamitad de siglo, un aristócrata atractivo e hípercarismático que conseguía éxitos, tan parecido a O´Connellcomo distinto de los fracasados revolucionarios (quealternaban desastres con lentas recomposiciones).

Aunque la violencia agraria latente que despertaba decuando en cuando sí logró ocasionalmente alguna reformacargada de buenas intenciones y escasos resultados, raravez marcó el rumbo político del país. Parnell logró esto.Este político habilidoso apostaba por el nacionalismoconstitucional que, pese a envolverle con sus limitaciones,le proporcionó un entorno en el que la políticaparlamentaria irlandesa destacaría como nunca. Jamás fue unrevolucionario y Paul Bew llegó a describirle como“conservador social”.28 Pero eso no significa que nohiciera buen uso de la violencia en su discurso, por lodemás bastante discreto en comparación con el vociferante O´Connell.

27FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 4228 TOWNSHEND, op. cit., p. 30

Lo cierto es que el parnelismo se apoyaba en elfenómeno de la Liga Nacional de Tierras, criatura nacida dela mezcla entre las recientes turbulencias agrarias y lafuerza parlamentaria de tiempos anteriores. Allí,espoleados por las elevadas rentas que habían de pagar alos terratenientes (intensificadas inoportunamente por losmalos precios y cosechas), se unieron granjeros,campesinos, políticos nacionalistas e incluso curas.Inicialmente fundada en 1879, tras varios embrionesregionales, por un miembro de la IRB salido de prisión, laLiga de Tierras cayó en las manos de Parnell comopresidente ese mismo año tras la debacle de las cosechas.Se convirtió entonces en una especie de legalidadalternativa, apoyada en el potente discurso parlamentariode su líder, pero también en el fenómeno del boycott,inaugurado entonces, y sin dejar de mantener nexos con elterrorismo agrario tradicional.

De hecho, esa amenaza de violencia contenida a presiónfue lo que dio a Parnell una sombra paralela enWestminster; políticamente, un as en la manga. Él lo sabíay lo aprovechaba. Había presidido la Liga de Tierras yhabía visto a los fenianos introducirse en la Ejecutiva.Para Parnell, liderar la Liga había sido un riesgo políticopero también el reconocimiento de una oportunidad, en formade violencia potencial.29 Londres supo percibirlo, y esole costó el arresto en 1880 (o al menos, lo justificó) ylas pesquisas de una Comisión de Investigación sobre“Parnelismo y crimen” en 1888-1889.30

Pero el parnelismo iba más allá de la amenaza deviolencia rural en la Irlanda de los años ochocientosochenta; dado que ligaba lo agrario al Home Rule –unobjetivo ambicioso, vistos los ánimos en Westminster-,necesitaba de métodos más eficaces y aceptables. Estos losencontró Parnell, de manera brillante. Antes de supresidencia política, bastaba con ofrecer un cargo a undiputado nacionalista irlandés en un gobierno whig paratenerlo bajo control (caso de Sadleir y Keogh en 1852).Ahora, Parnell combinaba el filibusterismo para reventar

29FOSTER, R.F. Modern Ireland. 1700-1972. London, Penguin, 1988, pp. 404-40530 FOSTER, op. cit., p. 405

debates ante el escándalo de los parlamentarios británicoscon una disciplina inédita en su propio partido (primerodirigió la Liga Nacional de Tierras recién creada en 1879 yun año después lideraba el Partido Parlamentario Irlandés).De manera indiscutible, guiaba el voto único de todos susrepresentantes como un solo hombre, permitiendo a losirlandeses por primera vez descabezar o aupar a gobiernosal poder en Londres. Sin llegar a ser un orador de masascomo O´ Connell, la democracia le benefició, y supocosechar buena ganancia electoral tras la ampliación desufragio en 1884. Su gran virtud política fue eloportunismo.31

Esta fuerza se tradujo en unos logros que la violenciapor sí sola jamás habría logrado para Irlanda. La legalidadno violenta corroía al Imperio Británico por dentro. Losirlandeses se convirtieron, en menos de una década, en laaplastante fuerza política unitaria que llevó a Gladstone ala reforma agraria (insuficiente) del LandAct en 1881 (quefue acompañado de un ataque a la Liga y al propio Parnell)y un proyecto para instaurar el Home Rule –básicamente ladevolución de los parlamentos irlandeses, con cierto gradode autogobierno- en 1886. Desgraciadamente, la propuesta lecostó el gobierno a Gladstone al dividir a los liberales, yParnell no pudo asegurar otro proyecto de ley antes de caerél mismo víctima de una campaña de descrédito orquestado.

Irónicamente, fueron los conservadores los queaprobaron también reformas destinadas a aliviar los miedosque la turbia masa rural irlandesa suscitaba en lacancillería londinense. Introdujeron obra pública ydemocratizaron la campiña, intentando “matar la Home Rule através de amabilidad”, como expuso Balfour.32 Es cierto,por otra parte, que el “logro” del proyecto de 1886 unió asus enemigos, unionistas y conservadores, temerosos de unadesintegración del Imperio, en un abrazo políticoduradero.33

31JACKSON, Alvin. Ireland. 1798-1998. Oxford-Malden, Blackwell, 1999,p. 11532FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 4533 WARD, op. cit., p. 85

Mientras tanto, el parnelismo había caído. Si bien susorganizaciones se vieron libres de sectarismo religioso yprovinciano (algo parecido a la visión del irlandés utópico deO´Connell, los románticos o los fenianos), el puritanismoresurgió con fuerza al estallar el affaire de Parnell conKitty O´Shea, esposa de un gerifalte del partido: elmoralismo, primero protestante y luego también católico,justificó entonces las posturas a favor o en contra deParnell y el asunto acabó con la unidad del Partido, con lavida del propio Parnell y con las esperanzas de lograrHome Rule, al menos por el momento. No en vano, el Ministrode Finanzas del Estado Libre, Ernest Blythe, sugirió conpicardía que a la señora O´Shea habría se la erigiera unaestatua en algún callejón tranquilo, en agradecimiento ahaber salvado el independentismo irlandés.

1914: derrota en la victoria parlamentaria, victoria en la derrota revolucionaria

Desde entonces, tanto las tendencias como los métodosse mantuvieron, y derivaron en sus consecuencias másdrásticas. Eso sí, siempre acompañadas de la contradicción:los nacionalistas constitucionales pronto se encontraríancon el fracaso en medio de lograr el mayor de sus éxitos, ylos nacionalistas revolucionarios cosecharían la mayor desus victorias, en medio de una sangrienta derrota.

El veto de los Lores había impedido hasta entonces queel Home Rule lograra salir de los parlamentos londinensespara entrar en los irlandeses; no sería hasta comienzos delXX que los liberales anularían su capacidad de censura.Estos habían reconquistado el poder brevemente en losnoventa con el apoyo irlandés, y montaron un segundoproyecto de ley. Pero por un momento pareció que el asuntose estancaría ahí; los liberales perdieron las eleccionesy, cuando volvieron a ganar, fue en 1906 y con ampliamayoría. Los diputados irlandeses no les eran necesarios.34

Pronto, los problemas del parlamentarismo les hicieronvolver a solicitar el apoyo del Irish Party. Y al introducirseun tercer proyecto de Home Rule en 1912, con los Loresanulados en su veto, se pudo ver que era una reforma

34 WARD, op. cit., p. 84

inevitable.35 Sin embargo, fue aprobada en agosto de 1914:la Gran Guerra la puso inmediatamente en suspenso.

A estas alturas, y dada la fiereza con la que elUlster –recordemos, territorio de mayoría protestante yunionista- se oponía a la Home Rule recién aprobada (“Ulsterwill fight, and Ulster will be right” coreaban susdefensores), parecía claro que no se trataba de elegirentre la Unión o la Home Rule, sino entre aprobar ésta enparte de la isla -dejando el Ulster a un lado- odirectamente ir a la guerra civil, ya fuera por aprobarlatambién en Ulster o por no aprobar nada en ninguna parte.36

Pero los nacionalistas tampoco eran muy proclives a lassoluciones de partición, considerándolas inadmisibles. En1914, y aún esperando una guerra corta, un breve intervalobélico, la violencia era ya una de las dos posiblessoluciones a la situación política irlandesa. Y no habíasido mérito de los grupos violentos (ej: el nacionalismorevolucionario), ya que estos no habían logrado aupar laopción del Home Rule como sí lo había hecho Parnell y sutambién hábil sucesor, John Redmond.

Ambas posiciones, la del Ulster y la de losnacionalistas, se tradujeron en milicias armadas muchoantes de que esta moda atenazara la Europa deentreguerras.El número de fuerzas era parecido, aunque losprotestantes solían ganar en armamento. Preocupado por laamenaza de los “suyos” (los llamados National Volunteers,opuestos a los Ulster Volunteers), Redmond impuso a colegassuyos en la dirección de los mismos... al tiempo quetambién lo hacía la IRB.37

Redmond comenzaba ya a coquetear con la idea departición temporal para el Ulster cuando estalló laGuerra.38 De los National Volunteers, 12.000 se renombraronIrish Volunteers y se declararon contrarios a luchar parauna guerra de Londres, mientras que 160.000 siguieron aRedmond y fueron al campo de batalla, con la idea deresolver un conflicto corto y cosechar los laureles

35Ibid., p. 8436Ibid., p. 9337Ibid., p.8938Ibid., p. 92

suficientes como para asegurar la implantación del Home Rule(los unionistas pensaban seguir peleándolo, desde luego).Este cisma permitió que los Irish Volunteers no sufrieranla erosión del reclutamiento y crecieran en número hastalos 16.000 en 1916.39

Pero el nacionalismo revolucionario tardó enaprovechar la oportunidad, quizás porque en 1914, con lasperspectivas de una guerra corta, el clima no se percibíade igual manera que lo hacen los historiadores actuales. Laguerra garantizaba la exportación irlandesa de alimentos ydaba empleo; mucho irlandés vio cómo su situación personalmejoraba gracias a ella. La mayoría de católicos, además,apoyaba a Redmond, reflejo del apoyo que la propia IglesiaCatólica le concedía.

Es posible que, si en este momento no se produce unaacción espontánea de los Irish Volunteers, organizada porlos elementos infiltrados de la IRB y a espaldas de lapropia dirección de los Volunteers (que se veía a sí mismacomo protectora del Home Rule), no estallara ningunainsurrección irlandesa durante la guerra.40 Es posible,también que la represión británica que le siguió prepararael terreno para la insurrección general.

Una escaramuza en el centro de Dublín en 1916,capitaneada por los elementos más románticos delnacionalismo revolucionario (una ideología que en el casode Pearse llegaba casi al umbral de la autoinmolación),acabó con una resistencia empedernida contra la lluvia deobuses con que le contestó Londres. La Metrópoli no estabanada contenta: la traición le sorprendía en medio de unaguerra interminable y difícil (1916 es el año del Somme yVerdún) y los revolucionarios habían solicitado ayuda aAlemania. 16 personas fueron fusiladas, incluido elhonorable Sir Roger Casement.

Las ejecuciones estuvieron plagadas de elementosemotivos. Plunkett se casó antes de caer bajo las balas yel sin par socialista Conelly hubo de ser transportado encamilla y atado a una silla para poder aguantar la lluviade tiros. El obispo de Limerick protestó contra la39WARD., pp. 96-9740 Ibid., p. 98

inhumanidad; la Iglesia, como tantos conservadores, sehabía opuesto siempre a los fenianos, pero la represióncambió el sentir popular de manera espectacular. Casementprovocó una campaña generalizada a su favor, que incluyó unvoto a favor de la conmutación de la pena por parte delSenado norteamericano.

Aunque el gobierno tenía informes de Inteligencia queadvertían de que estaba perdiendo a la opinión públicairlandesa, habría sido excepcional que una traición a mitaddel año 1916 no fuera castigada con crueldad.41 El gobiernose había mostrado inflexible fusilando a sus propiastropas, y era propio hacerlo con los quintacolumnistas delseparatismo irlandés.

La violencia, pero la británica en esta ocasión y nola revolucionaria, que había sido acogida con frialdad pormuchos dublineses, cocía así el caldo perfecto para laanglofobia en la isla. Incluso quienes despreciaron a losmártires de 1916 se apresuraron a llorarlos tras suejecución. Londres percibió esto y, desde entonces, combinólas políticas de violencia, que buscaban asustar a losrebeldes y convencer al público británico, con reformaspolíticas que llegaron indefectiblemente tarde.

El Irish Party, el partido nacionalista que había sidovehículo de los avances de Parnell y Redmond, se encontróentonces en situación peliaguda. Si quería no perder todosu peso, necesitaba mostrar una actitud decididamenteantibritánica y confiar en que no se produjera ningunaescalada de violencia. Ninguna de las dos cosas ocurrió enla medida suficiente, y el partido del nacionalismoconstitucional, el próspero hermano menor de lasasociaciones de O´Connell, cayó para siempre en eldescrédito.

Mientras, el Sinn Fein, partido nacionalista fundadoen 1907, se consolidaba en 1917 como rama política delnacionalismo republicano, solapándose en miembros con laIRB. De Valera lo dirigió, y también a los Volunteers,aunando así las ramas política y militar.42

41Ibid., p. 110-11142 WARD, op. cit., p. 116

Pero que el Sinn Fein desplazara al Irish Party en las“elecciones Khaki” de 1918 no prueba sino que losnacionalistas habían perdido la fe en la moderación delIrish Party, no que se hubieran pasado en bloque a laideología republicana. Cambiaría el método, pero elobjetivo seguía pareciéndose a un gobierno alejado de losintereses ingleses, y a poco más.43 Esto podría ayudar aexplicar la falta de entusiasmo posterior para oponerse alTratado de Paz con los ingleses, en 1921.

La guerra anglo-irlandesa cambia las pautas de la violencia feniana

Un factor muy importante que contribuyó a detonar laviolencia en la isla una vez más fue, precisamente, lacercanía de una violencia potencial, lejana y obligatoria:el reclutamiento forzoso. Aunque aprobado para Gran Bretañaen enero de 1916, Irlanda había sido eximida del mismo, portemor a más insurrecciones. La gran ofensiva alemana de1918 cambió esto. Para el final de la guerra, la medida seseguía discutiendo pero, mientras tanto, había bastado paraque Redmond y su partido se marcharan ofuscados deWestminster.44 La vía parlamentaria estaba prácticamentemuerta.

Cuando los parlamentarios del Sinn Fein no sepresentaron en la Cámara de los Comunes tras las eleccionesde 1918 y en cambio formaron su propio parlamento nacional,se desató una guerra de emboscadas y arrestos, de acción yreacción, entre el elemento local nacionalista y lasguarniciones policiales. Gran Bretaña había cometido elerror de soltar a no pocos rebeldes presos para aplacar ala opinión internacional, y ahora estos aportaron suexperiencia para la causa.45

El reflejo feniano de los guerrilleros llevó a unterrorismo local y descoordinado, apoyado en las CortesRepublicanas y el nuevo parlamento irlandés para legitimary elaborar su nuevo orden legal.46La tendencia a matar

43Ibid., p.12144Ibid., p. 11745 FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6346Ibid., p. 66

policías fue el paso decisivo en la espiral de violencia deaquellos años: significaba que los nacionalistas ya nopodían echarse atrás.47

La violencia guerrillera pudo resultar difícil para elRIC policial pero tampoco fue simple para los que laperpetraron. Era una gimnasia revolucionaria rotundamentedesigual: mientras unos atacaban cuarteles, otros seguíanintentando buscar armas. La desorganización fue tal que elcomandante Mulcahy tuvo que prohibir toda acciónespontánea.48

Para la policía fue una experiencia atroz. Por razonestácticas (ser una institución pequeña y localizable),concentró todos los primeros ataques, y se volvió undestino impopular. Londres hubo de llamar a los Black andTans para compensar la falta de números pero estos brutalesex-soldados persiguieron a los rebeldes con tanta saña queobligaron a cambiar el modus operandi de la violencia: losterroristas, indefensos, hubieron de agruparse y huir almonte, donde formaron columnas guerrilleras completamentededicadas a las dinámicas de resistencia.49 Tanto Townshendcomo Finnegan y Mc Carron están de acuerdo en este punto:el perfeccionamiento de la persecución británica empujó alos cómodos terroristas locales a reinventarse enparamilitares a tiempo completo.50

Mientras tanto, la red de amenazas y presión social,tejida a lo largo de un siglo de conflicto agrario, impedíaque el sistema legal persiguiera a sediciosos,saboteadores, terroristas...51 Las lealtades intra-comunitarias, y su tradicional pasividad a la hora de laacción política, se convertían ahora en un muro de silencioque evitaba la acción contundente de la Ley: a Inglaterrasólo le quedaba la violencia antisubversiva, con toda lacrueldad que ésta conllevaba. La falta de información sobrelas actividades de la guerrilla desesperó a los mandos y47 TOWNSHEND, op. cit., p. 8848TOWNSHEND, op. cit., p. 9349 FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6750TOWNSHEND, op. cit., p. 94; y FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6751TOWNSHEND, op. cit., p. 94

pronto se inculcarían las represalias violentas como métodoconsagrado de respuesta.52 La opinión pública liberal enGran Bretaña, sin embargo, no tardaría en escandalizarse.El diputado liberal Kenworthy (más tarde laborista) llegó aafirmar “Son los alemanes los que han ganado la guerra,porque su espíritu de horror prusiano ha sido transplantadoa Irlanda”.53

Así, la violencia durante la guerra consistió más enuna dialéctica entre ataques guerrilleros y una acciónpolicial reforzada con violencia antisubversiva. Sólocuando se activó una suerte de pogromo anticatólico enBelfast, se pudo decir que la violencia religiosa se habíaintroducido en el dilema nacionalista/unionista. Losprotestantes, por su parte, abandonaban silenciosamente enmuchas ocasiones sus respectivos lugares de origen entrehoscas murmuraciones de aprobación. Que las dos religiones,en general, no se destruyeran durante la guerra de modoviolento no implica que el triunfo absoluto de la una nosupusiera el debilitamiento absoluto de la otra.

Porque con la toma de control por parte de losrepublicanos de sus zonas de influencia, llegaba laconstrucción de un orden nuevo. Nuevo en el sentido de unorden paralelo, no un orden novedoso. Aparte de lainvención revolucionaria de las Cortes Republicanas y eluso práctico de las milicias como funcionariadoparaestatal, la mayoría de estructuras eran merasduplicaciones de las británicas. Los nacionalistasjustificaban esto señalando la necesidad de pragmatismo entiempos de guerra.54

Pero no serían ellos precisamente el primer régimenque conduce su revolución al tiempo que una guerra, ymuchos otros lo hicieron presentando un cuerpo legal ypolítico totalmente original, precisamente durante esosmismos años. No; el conservadurismo intrínseco de losnacionalistas irlandeses evitó violencias como lasoviética, donde el Estado se compromete a destruir o52Ibid., p. 10153 LAWRENCE, Jon: “Forging a Peaceable Kingdom: War, Violence,and Fear of Brutalization in Post–First World War Britain”, TheJournal of Modern History, 75, 3 (2003), p. 58154 TOWNSHEND, op. cit., p. 88

neutralizar aquellos elementos que obstaculizan surenovación total. Pero anunciaba ya el tipo de violenciaque seguirían sufriendo los irlandeses una vez cesara elconflicto con Gran Bretaña: la violencia de orden público.

Durante todo este proceso bélico, el nacionalismo fueganando batallas paralelas en el terreno democrático, tantoen 1918 (donde el Sinn Fein “aparcó” a los Home Rulers) comoen 1920, donde las elecciones locales reforzaron laconstrucción de la red política nacionalista, basada en elejemplo –no exento de problemas- de los tribunalesrepublicanos.55

De Valera, en el extranjero mientras tanto, y susnacionalistas buscaron el reconocimiento en la Conferenciade Versalles. Usaban así la experiencia apocalíptica de laviolencia masiva (y ajena) para convencer a Londres de queno merecía la pena prolongar su guerra; la violenciainmediatamente pasada ha sido muchas veces un acicate parala paz. Pero al mismo tiempo concentraron las críticas detantos ingleses, que veían como los irlandeses“aprovechaban” el sacrificio de los patriotas para lograrsus objetivos políticos.

Así las cosas, las negociaciones entre los dos“estados” prosiguieron con el consabido menú anglosajón:amenazas de violencia como primero, y conciliación pactadaa modo de segundo.56 Pero ni siquiera el Home Rulefuncionaba ya. Aparte, las elecciones a los dos parlamentosde 1920 (Ulster y Dublín) dieron tanta ventaja al Sinn Feinque Londres comprendió que poco se lograría por esa vía.

La amenaza de violencia era un fuerte elemento denegociación. Cuando volvió De Valera a Irlanda, en 1921,presionó para que el IRA se centrara en más ataques a granescala, simbólicos, que dieran la impresión de que toda Irlandale estaba ganando la partida a Londres. El IRA obedeció,atacó las Aduanas de Dublín y 100 de sus hombres fueroncapturados en el proceso. El famoso comandante MichaelCollins, cuya visión de la violencia se basaba en

55 TOWNSHEND, op. cit., pp. 91-9256Ibid., p. 100

intercambiar un mínimo coste por un máximo beneficio (laguerrilla, en otras palabras) no pudo por menos dedesesperar.57 La violencia británica fue también unapalanca considerable; los nacionalistas se desgastaban cadavez más en asuntos militares.58

Los problemas de la guerrilla consistían en que losbritánicos se daban cada vez más maña en las expedicionesde búsqueda y captura mientras el gobierno alternativo deDublín aparecía cada vez más presionado, y que la mayoríade columnas itinerantes del IRA no podrían aguantar unaguerra mucho más larga. El propio Mulcahy, enfrentado luegoa los republicanos más endurecidos, les recordaría que nohabían sido capaces de “echar a los ingleses” más que deuna estación de policía de tamaño mediano.59 Por si fuerapoco, se calculaba que la guerrilla se fracturaría eseverano, justo cuando el buen tiempo permitiría incursionesmotorizadas de la tropa británica.60

Negociar se hizo difícil, especialmente para GranBretaña: al contrario que el IRA, ellos sabían que negociarimplicaba pactar y ceder (los irlandeses, asombrados dehaber desafiado a la tradicional arrogancia imperial,confundían negociación con victoria; un error que prontopagarían en sangre). Asimismo, Londres había denunciado alSinn Fein como terrorista, y ahora costaba presentarle antela opinión pública como interlocutor legítimo.61

Finalmente, la apertura del Parlamento del Ulster(que, paradójicamente, fue la única fuerza irlandesa quellevó a cabo la “devolución” del Home Rule, tras oponersedurante años a ella) convenció a los británicos de que lapartición era un hecho, y aceptaron conceder a Irlanda unaindependencia bajo condiciones, como por ejemplo mantenerel juramento a la Corona. Por otra parte, el Imperioaprendió la lección y trató de recortar el potencial parala violencia de esta pasiva –pero peliaguda- isla vecina.

57Ibid., p. 10258 FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 6859 TOWNSHEND, op. cit., p. 10360 Íbid., p. 10361 TOWNSHEND, op. cit. p.103

Se redujo el tamaño del Ejército, y especialmente de laArmada, y se mantuvieron las bases navales de la costa.62

Epílogo: violencia tras la victoria

La reacción a este Tratado no fue unánime. No era unpapel para incitar entusiasmos, y quizá fuera ése su grandefecto. Un tratado pretende ofrecer una solución honrosa aadversarios debilitados; no cumplir los sueños de gloria deuna de las facciones. No fueron pocos los nacionalistas quereactivaron el viejo reflejo feniano de considerarcorruptos a los negociadores (incluso cuando entre losmismos se hallara Collins, héroe de la guerrilla) y prontocomenzó a articularse el siguiente estallido deviolencia.63 Irlanda acababa de conocer la paz exteriorpara inaugurar la guerra interna.

El nacionalista medio era mayoritariamente unprofesional urbano, de clase media y conservador. Habíaagitación social en 1919 (como la hubo, y peor, en 1913)pero si el laboralismo apoyó la causa nacionalista porprincipio, el nacionalismo siempre consideró que loslaboralistas podrían esperar.64 Este conservadurismo diopie a uno de los regímenes menos innovadores de la Historiadel mundo anglosajón; y es que una cosa es que lasesperanzas revolucionarias se disipen al ganar una guerra yotra, como recuerda Brown, que se establezca después de lavictoria un Estado sin ambición social alguna.65

El nuevo gobierno fu discípulo fiel del credo liberaldel laissez-faire, que tantos muertos le había costado aIrlanda durante la hambruna de la patata (en su fase whig).Sólo aplicó algunos retazos de sus anteriores promesas deproteccionismo a las cuentas de rosario y a la margarina, yen 1927.66 Se aceptó mal el sindicalismo, se liquidaron lasinnovaciones revolucionarias de la guerra (con razón o sinella), se apostó por la continuidad en el funcionariado, se

62Ibid., p. 10563Ibid., p. 10964Ibid., p. 9765BROWN, op. cit., p.1466 TOWNSHEND, op. cit., p.120

bajaron los sueldos de los maestros en 1923 y las pensionesen 1924. Los ministros recordaban constantemente queIrlanda era pobre; al contrario que De Valera, nuncasupieron convertir elevar esto a la categoría de virtudnacional.67

Quizás como contrapartida, de modo que el nacionalismoirlandés no olvidara su alma diferenciada e independiente,se incentivó con fuerza una educación irlandesa queresucitara el gaélico y que creara la base cultural sobrela que desarrollar un sistema político. El adoctrinamientooficial compitió con el popular, y pronto la Liga Gaélicaperdió la popularidad que alguna vez tuvo, si bien vio cómose realizaba su razón de ser. Esta vez, al contrario quemuchos nacionalistas románticos durante el XIX, el EstadoLibre se cuidó de resucitar el espíritu de lo celta almismo tiempo que entregaba la cultura del país a la IglesiaCatólica.68 Si los irlandeses católicos se habían empapadode lo gáelico desde los años ochenta, lo cierto es quetambién los republicanos habían absorbido el catolicismo.69

La Iglesia supo reconocer a sus aliados y, cuando losmás republicanos desafiaron al Tratado y al Gobierno (DeValera se rebelaba así contra Collins), los púlpitostronaron contra los eternos guerrilleros.70 De hecho, erauna actitud lógica, como lo era el conservadurismo propiode una sociedad rural y dividida en condados; una sociedadtradicional, familiar y temerosa de la muerte desde la GranHambruna. Una sociedad que ya tenía suficiente con aceptar–sin grandes entusiasmos hasta 1916- la posibilidad de unamera revolución política.71

Esta base social era la idónea para que dos grupos tanconservadores como los granjeros y los comerciantesmoldearan, como así lo hicieron, la ideología del nuevoEstado Libre.72 El público aplaudió sus deseos deestabilidad, por proteger sus negocios o por conocer la tan

67Ibid., pp. 118, 119, 120, 121 y 12268 TOWNSHEND, op. cit., p. 12469HUTCHINSON, op. cit., p. 30670 TOWNSHEND, op. cit., p. 11571 BROWN, op. cit., p. 1872Ibid., p. 26

ansiada paz. Aplaudiría también el giro a la derecha delgobierno Cosgrave por los mismos motivos.

El cisma que supuso en el republicanismo lacontinuación de la campaña de guerrilla por parte del IRA,rompió aquella identidad única irlandesa que tanto habíacostado forjar a lo largo del XIX. Familias y amigos seenfrentaron, y la camaradería de guerra se rompióirremisiblemente. El gobierno, por su parte, se vioobligado a construir rápidamente un nuevo ejército paraenfrentarse al viejo.73 Su salvajismo en la guerra superóal de los británicos: donde estos necesitaban unamoderación que no encontraron, ellos necesitaban aferrarsea un poder inestable; la violencia era recomendable.

El Estado Libre llegó a fusilar a más miembros del IRAque los propios Black and Tans.74 Cayeron 78 guerrillerosen un conflicto civil que se llevó otras 1000 vidas deirlandeses.75 Tras una pacificación parcial que nunca llegóa completarse –los asesinatos políticos se convirtieron enun fenómeno de los años veinte, como le sucedía en paraleloa la joven república de Weimar- el gobierno tuvo vía librepara proseguir con su programa conservador.

No sería hasta los años treinta cuando De Valera sereconciliaría con el establishment y reintegraría a la facciónrepublicana y anti-tratado mediante un partido políticorural, social y populista que no tardaría en alcanzar granéxito en el medio rural. Más de una década después deaceptarla en su seno, la violencia dejaba de definir alconjunto del nacionalismo irlandés.

Conclusiones: una isla sin necesidad de violencia

Irlanda pudo tener momentos particulares de violencia,muchas veces conducida por una minoría hasta elencontronazo final con las fuerzas del orden, pero nuncadestacó por ellos. De hecho, los grandes logros de la épocafueron construidos con no poco esfuerzo por el nacionalismoconstitucional, y no el revolucionario. El primero no creía73 FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 7074 TOWNSHEND, op. cit., p. 11675 FINNEGAN y McCARRON, op. cit., p. 70

en el uso de la violencia, y las razones parecíanevidentes.

Porque desde 1798 a 1840, a 1867 y hasta 1916(incluido), la violencia –arma principal del nacionalismorevolucionario, que buscaba forzar a posicionarse a granparte de la población irlandesa una vez comenzara elchoque- fue conducida por sociedades, en ocasiones secretas(otras, no tanto, en la medida en la que se integraran enfrentes culturales legales), y consistió en atacar a lasfuerzas policiales locales hasta provocar un conflictoabierto. No funcionó en ninguna de las ocasiones, gracias ala mala preparación y al hecho de que los barcos enviadospor los aliados en EEUU, y que debían llegar cargados dearmas, no desembarcaron nunca a tiempo.

Si 1916 funcionó, de hecho, y proporcionó a losrevolucionarios el martirio colectivo y la empatía de supueblo, fue por la sombra alargada de una violencia muchomayor. La carnicería vivida ese mismo año en las trincherasdel Somme hizo que el gobierno aplicara la moral de guerray castigara la intentona con sangre: hasta entonces, susreacciones a los variados levantamientos habían sido tanastutas como moderadas.

Pero si 1916 dio martirio y comprensión popular, ellono fue suficiente para que la vía revolucionaria seerigiese en opción preferente. Se trataba más bien de unageneración de simpatías por una causa perdida que laconvicción en una futura victoria. Para pensar en estoúltimo, tuvo que caer primero la alternativa más fuerte; laparlamentaria. Las torpes reacciones a la política deRedmond por parte del gobierno en Londres permitieron laruptura y dieron vía libre a cualquier otro tipo denacionalismo.

Finalmente, la guerra se ganó por las armas pero,hasta 1919, ese modus operandi se reveló como bastanteineficiente. Las principales victorias –fundamentalmente laemancipación católica, la tenue reforma agraria y el HomeRule- habían sido conseguidas por los parlamentarios.

Pero es ahí donde también incide el discurso de laviolencia. ¿Estaban los parlamentarios exentos del mismo?

Conviene no olvidar que el trasfondo de las grandescampañas del nacionalismo constitucional es el de laviolencia agraria local; cuando el sistema apretabademasiado, los Whiteboys se encargaban de “vigilar lascostumbres”, y esto pronto generó un difuso clima deamenaza que los políticos ingleses en Westminster supieroninterpretar, acertadamente, como un peligro potencial quehabía que desactivar.

Para los parlamentarios, así, la violencia fue unapalanca. Para el resto, fue un arma, pero una que nuncasupieron utilizar. Incluso en 1921 es muy posible que elIRA no hubiera podido aguantar otro año de lucha en muchaszonas del país. La violencia se articuló de manera local(como casi todo en la Irlanda del XIX) y fue complicadotransformar las pulsiones de violencia comunitaria yespontánea en una estrategia coordinada entre columnas deguerrillas. Los parlamentarios, por tanto, fueron losúnicos que lograron entender el componente local de estaviolencia: demasiado leve para realizar ataques explícitos,pero lo suficiente ruidosa como para intranquilizar aLondres.

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