Intervención arqueológica preventiva de apoyo a la restauración en el Castillo de Sabiote (jaén)
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DE BERLÍN A TOKIO:
UNA REFLEXIÓN DE ALGUNOS ESCENARIOS URBANOS HEGEMÓNICOS A
PARTIR DE LA MIRADA CINEMATOGRÁFICA COMO RECURSO DE
ENTENDIMIENTO DE LOS PROCESOS IDENTITARIOS DEL ÁMBITO
URBANO.
Alberto CANAVATI ESPINOSA
Ángeles CASTILLO SORIANO
Universidad Autónoma de Nuevo León.
Facultad de Arquitectura.
E.T.S.A.B / UPC
-En aquest sentit, la mostració intencionada de la quotidianitat ha estat un aspecto que el cine ha
convertit en expressió del seu temps, sense apartar-se de les exigències de comercialitat de la seva
producció- (Valor, 1998).
1. RETRATOS DE CIUDAD A TRAVÉS DEL KINEMATÓN.
El cine ha sido siempre un terreno en el que, indistintamente de en dónde lo clasifiquemos,
nos refleja una realidad que sale de un planteamiento abstracto, y que luego se materializa
en personajes, escenarios (reales, montados o virtuales) así como el móvil con el cual se
desarrolla una historia. Lo que en un principio pudiera ser poco frecuente o impensable que
sucediera en nuestras vidas, es a menudo sustituido por el imaginario que el cine nos
proporciona y es ahí donde nos proyectamos o identificamos con los personajes tanto como
con los ambientes de soporte. Asimismo, la carga de mensajes que este emite es por lo
regular, permeado de influencias políticas, filosóficas y éticas; -hay pues una diferencia
considerable entre la palabra y la imagen. Es entonces cuando podemos preguntarnos
cómo el cine llega a expresar ideas generales y abstractas. En primer lugar porque
cualquier imagen es más o menos simbólica: tal hombre, en la pantalla, puede representar
fácilmente a toda la humanidad. Pero en especial porque la generalización se opera en la
conciencia del espectador, a quien el choque de imágenes entre sí sugiere las ideas con
una fuerza singular y una precisión perfecta: es lo que se llama montaje ideológico-
(Martin, 1999).
Diversos abordajes han dejado claro que los espacios físicos (hablamos más allá de los sets
de filmación cerrados) llamados locaciones han creado una íntima y encarnada relación
con el séptimo arte, comenzando con las primeras escenas cinemáticas en las que los
mismos hermanos Lumière retrataban la salida de los obreros de una fábrica o cualesquier
imagen del día a día, ofreciendo al insipiente espectador un halo de maravillosos
imaginarios extraídos de aspectos que en tiempo real podrían haber pasado desapercibidos,
es decir, fueron lo suficientemente geniales para convertir en espectáculo lo que no era
espectáculo, era más allá de ver la imagen, era maravillarse por verse a sí mismos a través
de un artefacto que emitía luz y movimiento, no era lo real sino la imagen de lo real. Lo
extraordinario de mostrar aspectos incluso polirrítmicos y musicales a través de la lente
bien puede ser ejemplificado en Berlin: Die Sinfonie der Grosstadt, de Walther Ruttmann,
que a través de una cámara montada sobre una locomotora: el epítome del desarrollo
tecnológico del momento, nos muestra la llegada a la otrora esplendorosa capital germana,
dieciocho años antes de su casi total destrucción; con sus calles, edificios, gente y
ambientes acompasados por una tácita secuencia que asemeja una gran pieza musical.
Pareciera ser que la célebre pieza de Ruttmann ha sido una referencia innegable en la
historia de los vídeos musicales, como el premiado e ingenioso vídeo de los Chemical
Brothers: Star Guitar, dirigido por Michel Gondry (2002) en donde los gradualmente
cambiantes paisajes urbanos y suburbanos hacen un sync con la musica durante los cuatro
minutos de viaje a través de ciertos elementos repetitivos que enfatizan el tempo. El cine
ha devenido en la expresión máxima de la cultura visual, siendo éste considerado no sólo
un arte sino que según palabras de Anthony Sutcliffe en su artículo La Ciudad y el Cine y
citando a Peter Keating –el cine, durante el período entre las dos guerras mundiales,
sustituyó a la novela como la forma artística más importante de reflejar la gran ciudad y
su vida-.
La arquitectura, como sujeto de trama, aunque no siempre protagonista, se ha dado en
contadas ocasiones, viéndose ésta como el objeto de los ideales con los cuales juegan los
protagonistas, a veces con actitudes heroicistas y redentoras, aparentemente
incomprendidas, tal y como aparece en el rodaje de Adrian Lyne, Indecent Proposal
(1993), en donde un jóven profesor de historia de la arquitectura, protagonizado por
Woody Harrelson, idealiza los logros de los grandes maestros del siglo XX así como su
sueño de edificar la casa deseada, levantada gracias a la noche que su mujer (Demi Moore)
pasa con un excéntrico magnate (Robert Redford) y recibe a cambio un millón de dólares.
Mientras tanto valdría la pena citar el siguiente párrafo: The Fountainhead (1949), dirigida
por King Vidor, representaba el triunfo apoteósico de la arquitectura moderna, lo cual
puede deducirse de cualquier sinopsis argumental: Howard Roark (Gary Cooper) es un
arquitecto moderno e idealista; antes que transigir con ningún proyecto tradicional,
prefiere trabajar como obrero en las canteras. Con gran esfuerzo consigue seguir adelante
ejecutando pequeños edificios radicalmente funcionales (gasolineras, casas, granjas…)
hasta que acepta diseñar para un colega un gran complejo residencial .al comprobar
como su idea es adulterada en la ejecución, dinamita lo construido ayudado por Patricia
Neal que interpreta el papel de una sofisticada critica de arquitectura (Ramírez, 1995).
Secuencia de stills en vídeo-clip Star Guitar, de Chemical Brothers, director: Michel
Gondry (2002), www.hqvidz.blogspot.com.
Otro elemento que se ha visto fuertemente ligado a la condición de la ciudad y su
arquitectura es la novela: recurso vital para catalizar las historias que en ella se cuentan y
transformarlas en movimiento, siendo en la mayoría de las veces mejor que el cine mismo,
debido a los recursos de tiempo gradual que el cine no se puede permitir, sin embargo, a
fin de cuentas queda como una herramienta en un marco en donde el celuloide, que nos
seduce las pupilas, cobra protagonismo y brinda el confort a quienes prefieren una historia
ya digerida que sumergirse en el intenso y siempre absorbente periplo literario.
La arquitectura juega un papel en la mayoría de las ocasiones muy velado, ya que pudiese
parecer que siempre asumimos que ahí está, no obstante, cuando cambian los códigos a los
que estamos habituados, esta podría ser remarcable e incluso imprescindible para el ojo del
espectador. De todas maneras hace más de ochenta años todo aquello que tuviera relación
alguna con el movimiento de la máquina y sus derivaciones, estaba en boga, aunque fuera
en un segmento de élite intelectual: Más interés que todo eso tuvieron algunas películas
francesas: L´ inhumaine (1924), de Marcel L´Herbier, fue “la primera película en hacer
uso de la arquitectura moderna” (Ramírez, 1995) Mientras tanto: ¿Qué refleja hoy en día
el cine con su arquitectura?; si tomamos en cuenta que nuestra cultura, no sólo es más
visual, sino que ha necesitado la recreación de escenarios alternativos por medios digitales,
que muestran imaginarios de ciudades reales sumergidas en agua, convertidas en junglas o
más allá, recintos especulativos que bajo las tipologías, estilos y corrientes arquitectónicas
de nuestra historia, se fusionan y ambientan aquello que pudiese dar lugar en otro mundo ú
otra época.
2. LA CIUDAD COMO DOCUMENTO, LA CIUDAD COMO OBRA DE ARTE
En la incipiente historia del celuloide se ha retratado a la ciudad de una manera en que
ninguna manifestación estética lo había hecho antes, es decir, no sólo por el lado de las
explícitas imágenes que en algunos casos nos remiten directamente sino que nos invita a
elaborar una construcción personal e introspectiva de aquello que se filtra a través del ojo
del personaje y luego del nuestro, haciendo más complejo el discurso que finalmente el
producto intelectual pueda tener. Anthony Sutcliffe, en su artículo La Ciudad y el Cine,
menciona una cita de Peter Keating, en la que -el cine, durante el período entre las dos
guerras mundiales, el cine sustituyó a la novela como la forma artística más importante de
reflejar la gran ciudad y su vida- (Sutcliffe, 1992). Bien valdría la pena inaugurar en
especie estas líneas con Berlin:Die Sinfonie Der Grosstadt (1927), de Walther Ruttmann,
quien ya tenía una formación como pintor y que simpatizaba con el movimiento Dadaísta;
influído por Dziga Vertov, realizó este gran rodaje, considerado por muchos como uno de
los más influyentes documentos fílmicos que definen la estética gráfica del siglo XX en el
celuloide; no obstante, si se quiere aprender entre líneas esta pieza fílmica -su
entendimiento debe ser a través de la complejidad de medios que la rodean, no sólo los
medios gráficos y publicitarios; tres autores que ayudaron a dar forma a la vanguardia
berlinesa de los años veinte -El Lissitsky, Laszlo Moholy-Nagy y Otto Umbehr- pueden
servir para resaltar esta gran obra- (Webber, 2008). El largometraje de Ruttmann retrata a
través de la geometrización del movimiento y el frenético ritmo urbano un día en la hoy
capital germana, siendo la máquina parte imprescindible de estos compases
metropolitanos. Esta pieza, entre otras, deja claro que el cine -ha emergido de una
arquitectura móvil de la visión: que pudiera considerarse como la cultura geo-visual
interactiva de la condición moderna- (BRUNO, 2002)
Póster de película Berlin: Die Sinfonie Der Grosstadt, director: Walther Ruttman (1927),
www.angestellten.de.
Por el otro lado recordamos Modern Times (1936), de Charles Chaplin, obra paradigmática
en la que el hombre se reduce a su más mínimo halo de dignidad ante la avasalladora
escala de la maquinaria de la fábrica en la que él labora y que con un cándido sentido del
humor hace mofa de los procesos de producción provocando un galimatías entre sus
compañeros de la línea; también aparece el elemento urbano como un sitio gris, agreste y
de un continuum desalentador, sin la más mínima intención de ser expuesta con rasgo
identitario alguno, excepto el despoblado donde se ubica la barraca en la que el
protagonista habita, evidenciando los lazos afectivos más sublimes en una condición de
miseria y marginalidad extremas: el mimo es capaz de levantarse de nuevo a pesar de la
constante fragilidad de su morada y así mismo es la viva condición del hombre promedio
estadounidense en épocas postrimeras al crack de 1929. Es ésta una de las primeras
películas que se atreven a mirar lo que hay tras bambalinas de una ciudad moderna y
pujante, poniendo en evidencia el slum side: ese pariente incómodo que existe en toda
familia y que en las ciudades no es la excepción. Chaplin fue lo extraordinariamente hábil
y profundo para contar una historia que aparentemente se limitaba a una sátira de la vida en
las fábricas, hasta cierto punto una referencia con la literatura de Dickens, en donde el
hombrecillo, sin querer, es una especie de héroe polémico que -debe confrontar un
universo oponente lleno de energía mecánica que es al mismo tiempo su antítesis y se
reduce al absurdo y, donde la fricción de este encuentro enciende la chispa de lo satírico
en todos los rincones de la narrativa- (Stewart, 1976)
Póster de película Modern Times, director: Charles Chaplin (1936),
www.therabbitfilm.wordpress.com.
En un principio el cine era un entretenimiento para ciertas esferas burguesas y de clase
media siendo éste un ambigú de galas de fin de semana y pretexto para los encuentros
sociales; sin embargo no tardó en trasladarse a los sectores más populares siendo que a
partir de este momento comenzaron a abundar salas improvisadas para la proyección de
películas. Una de las piezas que refleja no sólo una democracia en la dosis de imágenes
sino también un discreto señalamiento a los contrastes sociales es Á Propos de Nice
(1930), de Jean Vigo, que por igual retrata a la burguesía en plena promenade como a la
clase obrera realizando tareas características de su condición, sin menoscabo de los
marcados contrastes que se evidencian cuando estos dos polos opuestos conviven, o al
menos transitan en un mismo espacio público; no obstante, -su montaje ideológico deja
algunas dudas acerca de los propósitos significativamente radicales del rodaje- (Thiher,
1984).
Póster de película Á Propos de Nice, director: Jean Vigo (1930), www.listal.com.
3. TRANSFORMACIONES DE LA CIUDAD A PARTIR DEL ENCUADRE.
Pareciera ser que el cine, especialmente a partir del fenómeno Hollywood ha moldeado
ciertos rasgos de la ciudad, siendo éstos categorizados de manera personal sin la pretensión
de generalizar sino para dar un cierto orden:
1. La transformación del imaginario que la sociedad tiene de la misma ciudad, es decir, ya
existe otra perspectiva óptica e imaginativa de observar el fenómeno urbano.
2. La instauración de una nueva tipología en la: la sala de cine; ésta cada vez va cobrando
más sofisticación y escala tanto a nivel urbano (como hito) como a nivel social (los grupos
que ahí se reúnen cada vez son más heterogéneos), así como la representatividad
arquitectónica que cobran en el paisaje inmediato, desde el hegemónico santuario de la
fábrica de sueños, pasando al abandono y, finalmente, la recodificación de la sala de cine
como parte del híper centro de consumo y multi-entretenimiento de suburbia.
3. La imagen arquetípica del cine se traslada a las ilusiones de quienes anhelan poseer
ciertos escenarios hasta convertirse en parte de las piezas que componen una ciudad.
No sería descabellado decir que el cine en su infinidad de imágenes proporciona a veces
claves que se traducen en construcciones de lenguajes arquitectónicos, con plena
conciencia intelectual o no, pero que terminan formando inevitablemente parte de aquellos
rasgos identitarios de una ciudad, específicamente moderna.
4. DE LA TRANSGRESIÓN A TRAVÉS DE LA MIRADA HASTA EL MORBO DE
LA DESTRUCCIÓN
La mirada voyeurística como un hilo conductor a la reflexión del rompimiento de los
límites entre espacio público y privado toma lugar en Rear Window (1954), de Alfred
Hitchcock, en donde la imposibilidad de movimiento del protagonista: un fotógrafo lisiado
protagonizado por James Stewart refuerza inevitablemente una inusitada capacidad de
morbo por lo que sucede enfrente de su edificio de departamentos en una urbe neoyorquina
que pone en evidencia la condición promedio del habitante manhattaniano, el espacio
mínimo y la privacidad amainada al límite; algo tan contradictorio en la bastedad del
espacio habitable promedio de Norteamérica, no obstante paradigmática de quien ostenta
habitar el corazón de la cosmopolita urbe.
Póster de la película Rear Window, director: Alfred Hitchcock (1954), www.gloubik.info.
La ciudad bombardeada ha sido el protagonista de una corriente de realizadores que por
muy diversas circunstancias la han relatado ya sea como el universo de la desesperanza,
del cambio de patrones morales de una sociedad que aprende a reconstruir sus vidas a
partir de las cenizas, los recuerdos demoledores y la imperiosa necesidad de supervivencia.
De nuevo hacemos referencia a la tan retratada Berlín con la obra maestra de Roberto
Rosellini: Germania Anno Zero (1948), con una promenade a través de las apenas legibles
trazas urbanas y un panning por las irreconocibles fachadas, tan iguales en textura,
aquéllas de la fragmentación; Rossellini nos muestra una nueva estética de las ruinas, es la
creación de una nueva ciudad, no a partir de la reconstrucción sino de la perspectiva de un
nuevo imaginario que nace de una escenografía real (de locación); aquí el manipuleo de los
efectos especiales se limita a cuáles son los emplazamientos que el director elige para
reforzar la condición que ya en sí misma refleja el filme, incluso podría hacerse cierta
alusión a Space, Time, Architecture, de Siegfried Giedion, en donde de una manera sutil el
autor hizo no sólo una selección de imágenes fotográficas, sino también de montajes y
recortes en las fotos para nutrir el sentido de sus posturas.
Póster de la película Germania Anno Zero, director; Roberto Rossellini (1948),
www.tveuropa.net.
6. EL ESPACIO COMPRIMIDO EN TENSIÓN Y LA VISIÓN INTIMISTA.
En la mayoría de las ocasiones que hacemos referencia a la Gran Manzana, pareciera ser
que nos remite a un imaginario de escenas exteriores en donde lo que más destaca es el
skyline, las calles atestadas de una variopinta fauna urbana que va de un lado a otro, el
humo de las alcantarillas así como el aspaventoso glamour de sus extravagantes
escaparates y de sus peculiares habitantes; sin embargo existe una visión que completa y,
que a veces contrapone dicho escenario con la cara del psicoanálisis en su lado más
originalmente hilarante: uno de los mejores usos del travelling en el cine es The Rope
(1948), de Alfred Hitchcock, adaptada de la novela homónima de Patrick Hamilton del año
1929, en donde a través de las tomas continuas (cada una en promedio de nueve minutos)
se logran estados de tensión y un interés inusitado en el espacio interior, casi siempre como
telón de fondo la imagen del skyline de Manhattan a través de las panorámicas ventanas del
lujoso apartamento en donde acontece la trama (simulado en un set), el marco de un
misterioso homicidio planteado por dos estudiantes, quienes lo toman como un reto de
superioridad intelectual, al parecer, nietzchiana; asimismo, los acercamientos y
alejamientos de cada uno de los personajes no sólo dan una idea de tensión en el espacio
contenido, sino que propician una ficticia amplitud desde la sala hasta la cocina, siendo
éstas las zonas más recurridas de la historia.
Poster de la película The Rope, director, Alfred Hitchcock (1948) / foto de Hitchcock con
su reparto en el set de filmación, www.lisathatcher.wordpress.com.
Esta peculiar obra de Hitchcock -provee una notoria discrepancia entre el tiempo real y la
percepción del tiempo del espectador, es decir, ilustra cómo la experiencia de duración es
un constructo, está basada en factores tan variados como el contenido de los
acontecimientos que están siendo percibidos, las reacciones emocionales que estos
sucesos provocan y la manera en cómo las imágenes se nos presentan, así como las
inferencias conscientes e inconscientes las acompañan- (Damasio, 2002).
En tanto, Woody Allen nos muestra un imaginario más complejo y poliédrico de Nueva
York, es quizás el cinesata que más ha exprimido psicoanalíticamente al New York State of
Mind, así como también ha deconstruído sus clichés (de NY) para reconstruirlos a partir
de su muy particular visión, específicamente a partir de tres obras que bien pueden
considerarse una trilogía temática: Annie Hall (1976), Interiors (1978) y Manhattan
(1979), encaran más el imaginario estereotípico de personajes con un cierto grado de
sofisticación intelectual, también neoyorquino y que a partir de un contexto asépticamente
controlado por el realizador hace vaivenes en los altibajos de sus personajes, siendo él
mismo el primer expuesto, haciendo una conexión entre Grouxo Marx y Freud a través de
un peculiar sentido del humor. Edgar Morin menciona en el libro El Cine o el Hombre
Imaginario: -y al mismo tiempo que los estados anímicos son paisajes, estos son estados
anímicos. Los realizadores confían a los paisajes el cuidado de expresar los estados
anímicos: la lluvia interpreta la melancolía, la tempestad el tormento. El cine tiene su
catálogo de paisajes incidentales, que expresan los estados anímicos, sus “exteriores” que
corresponden a otros tantos registros interiores…” (Morin, 2001: 101). En la mayoría de
las veces el arquetípico aspecto de Manhattan se confina a las ventanas, muros y mobiliario
que albergan el desarrollo de la trama en cuestión y a lo mucho habrá el rodaje de un
paisaje más neutral, como el rincón de un parque, un acercamiento mientras los personajes
caminan por la acera o un zoom-in enfocando desde la calle misma hacia el semblante de
quien es punto de atención en el momento mismo: la ciudad se aprecia desde los atributos
del personaje más que de las ya tan repasadas formas que nos han brindado el cine, la
televisión o las imágenes impresas.
Póster de la película Manhattan, director: Woody Allen (1979), www.filmaffinity.com.
7. SOFÍA COPPOLA Y EL PAISAJE ALIENADO.
Cuando el común denominador de un paisaje urbano está determinado por una
combinación de elementos y de circunstancias que, lejos de hacer obvia la trama, suscitan
la introspección y la contención evidente de emociones, nos brinda la oportunidad de
apreciar la ciudad como la secuencia seriada de postales que asociamos para transportarnos
a un etno-paisaje (ethnoscape), según palabras de Arjun Appadurai, quien viene citado en
el libro de Barbara Mennel Cities and Cinema, -que es aquel paisaje de personas que
constituyen el cambiante mundo en el que vivimos, incluyendo turistas, migrantes,
refugiados, exiliados, empleados eventuales-, etc. (Mennel, 2008).
La joven directora Sofia Coppola debutó como realizadora con la visual como sonoramente
floydiana The Virgin Suicides (1999, soundtrack de Air), que pone en predicamento la
aparentemente apacible vida suburbana por medio de un guión que trastoca lo plano de la
trama y, que muy a la manera de Antonioni, juega lentamente con los emplazamientos del
sitio, percibiendo el paisaje suburbano tan fotogénico como soso, pareciendo ésta una
metáfora crítica visual.
Escena de la película The Virgin Suicides, directora: Sofia Coppola (1999),
www.criticamelian.blogspot.com
Coppola continúa con una trama híper-urbana y barroca de collages visuales: Lost in
Translation (2003), filme que recrea un ambiente de sofisticación característico del
turismo corporativo de negocios así como un matiz anodino, tan característico en éste, el
cual puede ser visto en cualquier metrópoli del orbe, sin embargo las relaciones de arraigo
que se dan entre los protagonistas: dos personajes de origen norteamericano: Bob, un actor
de mediana edad (Bill Murray) contratado para hacer publicidad en Tokio por una cadena
de televisión nipona, y Charlotte (Scarlett Johansson), una chica de recién pasados los
veinte que acompaña a su marido, un célebre fotógrafo de revista. Los dos identificados
por un hastío a un lugar del que en principio se sentían completamente alienados hasta su
encuentro compartían efímeramente los atributos que la ciudad les ofrecía: calles
abarrotadas, plétora de luces, gente excéntrica, el consuelo del karaoke y el placebo de una
relación condenada a la transitoriedad, todos éstos en el marco del limitado diálogo y la
acción de dos personas que se atraen mutuamente, pero que saben muy bien sus límites y
los asumen de tal manera que la no fructificación hacia algo más intenso provocase una
cierta frustración, juego asertivo de la nóvel cineasta.
Escena de la película Lost in Translation, directora: Sofia Coppola (2003),
www.nekotabi.es
8. …COMO REFLEXIÓN.
A partir de esta reflexión se intenta escabullir por los diferentes caminos interpretativos
que ofrece la imagen del kinematón, sus relaciones con los lugares urbano-arquitectónicos
captados bajo la visual de un momento, espacio y perspectiva únicos, empero no de
interpretación unilateral. Siendo el atisbo del espacio (físico e imaginario) en sus diversas
escalas aquel de mayor interés en esta reflexión, sin limitarse solo a este tipo de espacios,
al contrario, vertiéndose también sobre esas arquitecturas emocionales que se generan a
partir de la perspectiva y objetivo de un creador cinematográfico y que forman parte de la
construcción de la identidad del propio filme como de la ciudad misma en diversas
ocasiones. Asimismo se procura que en esta ocasión los actores dejen de ser los
centerfolds, siendo el espacio arquitectónico el que cobra una dimensión y escala humana
a partir de la relación que éste tiene con los protagonistas, secundarios e incidentales; la
imagen por sí sola es una maqueta sin escala humana, mientras que en el tenor de que el
cine tiene como característica fundamental la imagen en movimiento, dicha maqueta cobra
vida a partir de quienes vivan en ella.
Debemos estar concientes de la trascendencia que ha tenido el cine no sólo como
documento o como pasaje que ha marcado alguna época de nuestras vidas sino también
como uno de los innegables constructores, de-constructores y re-constructores de la ciudad,
tanto en su imagen como en la forma en cómo quisiéramos vivirla, y que la lectura que nos
ofrece cada director es tan sólo una parte subjetiva que en conjunto nos brinda un abanico
de realidades y ficciones, haciendo más compleja la interpretación de los misterios (mitos y
realidades) que la urbe retratada siempre nos tiene a través de la lente del celuloide: el
gran jerarca documentalista de la ciudad en el siglo XX y ¿porqué no decirlo?, hasta hoy
en día.
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