breve análisis fascismo y guerra civil española

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GUERRA CIVIL ESPAÑOLA CONTINUIDADES Y RUPTURAS “Levántate, pueblo leal, al grito de revolución social” 1 A menudo determinados acontecimientos se nos presentan en el imaginario como momentos únicos, ventanas de oportunidad, de fuerte impronta revolucionaria y ruptor de estructuras. Sin embargo, tal como lo concibe la tríada francesa acontecimiento- estructura- coyuntura, es posible comprender ciertas movilizaciones sociales pensando ya no en las rupturas que provoca, sino en las continuidades con respecto a un orden anterior. Desde Braudel con su crítica a la historiografía tradicional y su apuesta a “La larga duración” hasta Michel Dobry y su “hipótesis de continuidad”, la historiografía busca el alcance de los acontecimientos en la continuidad de las estructuras, es decir, en elementos que se combinan y se vienen gestando en procesos de larga duración y que, en un momento determinado, emergen en la superficie. Haciéndome eco de estas teorizaciones, en líneas generales, creo que resulta oportuna la comprensión de la Guerra Civil Española como un proceso que encarnó rupturas, pero también continuidades, no como un conflicto aislado dentro de una continuidad histórica, ni como la antesala o el microensayo de procesos futuros, sino 1 “Los Hijos del Pueblo”. Canción popular. Cántico republicano. http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 1

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GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

CONTINUIDADES Y RUPTURAS

“Levántate, pueblo leal,

al grito de revolución social”1

A menudo determinados acontecimientos se nos presentan en el

imaginario como momentos únicos, ventanas de oportunidad, de

fuerte impronta revolucionaria y ruptor de estructuras. Sin

embargo, tal como lo concibe la tríada francesa acontecimiento-

estructura- coyuntura, es posible comprender ciertas

movilizaciones sociales pensando ya no en las rupturas que

provoca, sino en las continuidades con respecto a un orden

anterior. Desde Braudel con su crítica a la historiografía

tradicional y su apuesta a “La larga duración” hasta Michel Dobry

y su “hipótesis de continuidad”, la historiografía busca el

alcance de los acontecimientos en la continuidad de las

estructuras, es decir, en elementos que se combinan y se vienen

gestando en procesos de larga duración y que, en un momento

determinado, emergen en la superficie.

Haciéndome eco de estas teorizaciones, en líneas generales, creo

que resulta oportuna la comprensión de la Guerra Civil Española

como un proceso que encarnó rupturas, pero también continuidades,

no como un conflicto aislado dentro de una continuidad histórica,

ni como la antesala o el microensayo de procesos futuros, sino

1 “Los Hijos del Pueblo”. Canción popular. Cántico republicano. http://www.guerracivil1936.galeon.com/

1

pensándolo desde una perspectiva de larga duración que

simultáneamente no descarte su carácter excepcional.

De esta manera, podemos observar que las distintas tácticas y

estrategias llevadas adelante por los actores predominantes en

este periodo, tienen un anclaje impreciso y como acción,

indeterminado, inesperado al mismo tiempo que continuo, es: la puesta

en movimiento. Tal como lo define el autor de la bibliografía

recomendada, Julián Casanova, existe una enorme dificultad para el

acercamiento a la “cuestión” por parte de la historiografía

española, debido a los espejismos en que cae, sobre todo en los

análisis sesgados que enmarcan al conflicto bajo la (bi)

polaridad: nacionalistas/republicanos. De esta manera, el autor

acepta un cambio en el “paradigma” si se quiere dominante, para

postular nuevos actores y nuevas perspectivas de distinto alcance,

ya sea desde la inclusión de movimientos sociales, hasta actores

que habían sido invisibilizados como el caso de las mujeres y con

ello, alejarse de aquella perspectiva dicotómica que postula dos

pares homogéneos. Asimismo, critica a aquellos estudios que caen

en el anacronismo de analizar los hechos desde una subjetividad con

pretensiones universalistas, que considera que existen verdades y

no aproximaciones, prevaleciendo la perspectiva de “los

vencedores” en el análisis historiográfico.

Así entonces, hay un nuevo intento por dar una mirada más

“neutral”, despojada de las pasiones enceguecedoras y objetivando

aún más al objeto de conocimiento, en este caso la guerra civil,

2

que involucra no sólo a los historiadores extranjeros, más aún a

los mismos afectados: los ciudadanos españoles.

Encarándose en esos debate sostiene por lo tanto Casanova, que la

guerra civil si bien puede entenderse como lucha de clases, su

análisis debería complementarse con otras vertientes que recupere

no sólo a los partidos y a sus principales referentes sino a la

“sociedad civil” que participó activamente. A partir de aquí

critica una de las perspectivas que rompen con la hegemonía de

“creación de verdad” ´por parte de los vencedores, para postular

al proceso histórico de la Guerra Civil Española como “de crisis

estructural”, reavivando la disputa entre modernidad/arcaísmo, es

decir, explicitando la excepcionalidad española en su doble

estructura económica: una avanzada y otra arcaica, una industrial

y otra rural. Las desigualdades socio-económicas que provocan estas

asimetrías van a ser un fuerte componente para la imposibilidad de

constitución plena de una identidad nacional y la dificultad de

encarar un proyecto capaz de satisfacer a amplios y diversos

sectores. Es a partir de aquí que, de alguna manera, se piensa la

noción de CONTINUIDAD, dejando de lado el recorte que toma

únicamente como análisis al nuevo período abierto tras la caída de

Primo de Rivera, es decir, a la Segunda República.

Por consiguiente, y vinculando al concepto clásico de Poulantzas

de “formaciones sociales”, lo que se observa en España no es un

único modo de producción sino más bien un conjunto de elementos y

resabios de distintos modos de producción, con sus

correspondientes clases y fracciones de clase dominante, que

3

conviven en una tensión irreductible y que, particularmente en

España, colisionarían ante el “vacío de poder” explicito, en

mayor medida, según Casanova, en el último tramo de la República.

“…el <<bloque social>> que detentaba el poder perdió poco a poco su legitimidad

y su capacidad de representación, en un proceso que inicialmente es conceptualizado

como <<crisis de hegemonía>> y que pronto pasó a ser <<crisis de Estado>>. Crisis de

dominación que tuvo su máxima expresión en el advenimiento de la Segunda República,

una coyuntura decisiva que no pudo solucionar el repertorio de los grandes problemas

planteados porque la pérdida del poder político por el sector que conserva el poder

económico hizo muy difícil su equilibrio…”2

De esta manera entonces Casanova concibe al levantamiento militar

como la imposibilidad de la República de articular una base

consensual que le permita mantener subordinados a los grupos

económicos hegemónicos. Por lo tanto, los desequilibrios

estructurales fueron los causantes de la tragedia (y lo que este

concepto implica) entendiendo con ello la inevitabilidad del fracaso de

la República condicionada desde su puesta en acción, desde un

principio por los sectores más status quistas y el arrastre de

conflictos irresueltos.

Sin embargo, tal como afirma Casanova, referirse sólo al “bloque

de poder” es negar al conjunto de relaciones de poder que permite

que los sectores subordinados continúen siéndolos. En ello también

realiza una crítica que repara si se quiere, en la “autonomía

relativa del Estado”, al admitir que durante la gestación del

2 Casanova, Julián; “¿Guerra civil o lucha de clases? En Historia Social, N° 20, Valencia, 1994

4

nacionalismo español, se concedieron prerrogativas hacia los

sectores subordinados, ya sea desde leyes laborales impulsadas por

la Segunda República, que no encontraron aceptación por parte de

los trabajadores, hasta la aparición de un nacionalsindicalismo, que

trastoca cierta identidades y resignifiica la movilización obrera

al tiempo que oculta la dominación permanente y las instituciones

que reproducen su ideología, bajo un aparente consenso.

Por consiguiente, frente a la necesidad de visibilizar otras

fuerzas sociales que actúen ya no desde la superficie, sino desde

la historia en lo profundo, se rompe con 2 axiomas que acompañaron la

comprensión de este período, y que serán explicados por quien

critica al mismo tiempo la cuestión socialmente problematizada

como “Fracaso de la República”. Así pues Santos Juliá afirma:

“… este fracaso que se supone inevitable, alimenta la conciencia culpable de los

protagonistas; proporciona materiales para construir el mito de de los orígenes de la

nación española como ineluctable choque frontal entre dos Españas; sirve para

argumentar con pretensiones científicas la razón final de lo que se piensa un trágico

destino…”3

De alguna manera entonces, Santos Juliá reprocha los sentimientos

de culpabilidad de “los vencidos” y concibe a la guerra civil

desde un nuevo lugar: como consecuencia de un fallido golpe de Estado

militar. De modo similar afirma que tales golpes y sus causas

profundas superan cualquier consideración meramente episódica y

hunden sus raíces en la estructura de la sociedad, extrayendo como3 Juliá, Santos, “El Fracaso de la República”, en RevistaOccidente, n° 7-8, Madrid, 1981, pg.196

5

factores predominantes el mantenimiento de burocracias

ineficientes y aburridas como lo son la militar y la eclesiástica.

Por lo tanto, la fuerte tradición pretoriana y la arraigada

cultura del pronunciamiento, la defensa de la monarquía como de

los valores de la nación, las divisiones socioeconómicas, la

permanencia de la Iglesia como institución visceral y con un

enorme poder constituyente, conjuntamente con la débil

consolidación del Estado nación, posibilita entender a la Guerra,

ya no como el fracaso de la República, sino como un proceso de más

largo alcance, que se pone de manifiesto con el putsh y la

resistencia que moviliza.

Esta tradición pretoriana, o lo que Vilar denomina cultura del

pronunciamiento es un factor que no puede ser soslayado puesto que,

frente al escaso sentimiento de nación y en un país que en 122

años ha conocido 52 intentos de Golpe de Estado Militar, no debe

extrañarnos el papel desempeñado por esta burocracia militar

puesto que, de aquellos 52 intentos de pronunciamiento, sólo 11

tuvieron éxito. Esto ejemplifica el intervencionismo permanente de

los militares siempre que se planteaba un problema grave a la

sociedad española: en el siglo XIX, el de la revolución político

burguesa y en el siglo XX la Revolución social.

“…se ha podido sostener que hay diferencias de fondo entre los pronunciamientos del

siglo XIX que tienen un programa positivo (frecuentemente liberal, romántico, idealista), y

6

los golpes de estado del siglo XX, simples precauciones contrarrevolucionarias y es

posible, en efecto, que haya matices a determinar. …”4

Al mismo tiempo es importante reparar en el rol asumido por la

Iglesia Católica rescatando su función constituyente de

identidades, inclusive en el momento mismo de la República. Un

gran equivoco de los republicanos, según explicita Thomas Hugh, es

haber considerado que España de 1930 había dejado de ser

católica5, cuando en realidad hubiese sido más acorde

conceptualizarla como anticlerical, es decir, si bien no eran

practicantes y había un enorme descreimiento acerca del

comportamiento de la jerarquía, (especialmente por los numerosos

escándalos de corrupción), la Iglesia y las creencias religiosas

se mantenían muy arraigadas en el pueblo español. Es interesante

rastrear estas “contradicciones” que suscita la pertenencia a

estos grupos, ya que si bien la jerarquía eclesiástica estaba

aliada a los clases altas y burguesas, los párrocos del pueblo

eran percibidos como consejeros, resultando su imagen

comparativamente más favorable y capaz de ser ese “brazo

articulador” con aquellos sectores que la Iglesia requería

movilizar. Por consiguiente, “…al declinar la Iglesia, declinaba la principal

4 Vilar, Pierre, “La guerra civil española”. Ed. GrijalboMondadori, Barcelona, España, 1996. Pg. 39 “Pronunciamiento: un grupode conspiradores militares, que disponen en uno o varios puntos del país de fuerzasarmadas y que cuentan con apoyos interiores y exteriores, sacan a los tropas de suscuarteles, se pronuncian por medio de un manifiesto sobre la situación política, ocupanlos lugares de decisión y comunicación y, si el movimiento se extiende suficientemente,requieren al gobierno para que se retiren, lo reemplazan y a veces cambian el régimen”

5 Tal como lo explicita Azaña: «España ha dejado de ser católica»7

fuerza unificadora del país…”6 Entonces, la mezcla de imágenes que

combinan la quema de iglesias conjuntamente con la bendición de

cardenales a los desfiles militares, podrían tener un asidero, al

punto que en algunos casos fue retratada como una guerra de religión.

Pero ¿lo era realmente? A ello responde Vilar. Si bien se reconoce

que en algunas regiones de España se transmite aún una herencia

histórica y se conserva un ambiente tradicional, que mantienen en

el seno del pueblo ciertas creencias, al mismo tiempo existe un

intenso ateísmo militante que toma el aspecto de fe mística, en

una mejora de la humanidad por el triunfo de la razón sobre la

superstición y el dogma. Son éstas, a pesar de sus diferencias,

formas de concebir la religión.

Frente a todo este mosaico de unidades sociales, Santos Juliá

entonces aboga por el cese de dos axiomas que han atravesado a la

historiografía en torno a la Guerra Civil. Por un lado, la (bi)

bipolarización del conflicto, visibilizando dos compartimentos

homogéneos como nacionalistas y republicanos otorgándoles a sus

distintas fracciones una misma participación, contradiciendo la

propia experiencia.

Tal es el caso del “polo” que no se parece nada a un Polo: la

comunidad de intereses en la coalición que abarca desde

anarquistas hasta republicanos de centro, pasando por los

anarcosindicalistas, los sindicalistas a secas, los comunistas de

varias tendencias, los socialistas divididos entre sí y los

republicanos de izquierda. Lo mismo ocurre, si se quiere, con el

6 Hugh, Thomas “La guerra civil española”. España contemporánea. Editorial Ruedo Ibérico. París. 1961

8

otro extremo. Ya entonces los autores advierten las

fragmentaciones que impiden la sostenibilidad de la coalición que

forman los sectores nacionalistas, desde la Falange, la Iglesia,

los campesinos conservadores, hasta los militares sublevados.

“…por la práctica política, por el sistema de partidos y, sobre todo, por su composición

social, España, más que polarizada, ofrece a quien quiere verla con las lentes limpias de

propaganda política, la impresión de un mosaico…”7

Al mismo tiempo, como segundo axioma, el autor va a criticar

aquellas hipótesis de disolución, porque sostienen que la imposibilidad

de consolidar un sistema de representación política perdurable

deviene del tiempo escaso con el que contaba la República. De

aquí que la temporalidad, va a ser determinante para el éxito o

fracaso de un proyecto, aunque nunca se determine efectivamente

cuál o cuánto tiempo es el necesario.

“…La República sin embargo, no se define por la polarización o por la disolución, sino por

la apertura de vías de movilización de grupos en una sociedad fuertemente fragmentada

sin poder civil y que ha quebrado la tradicional representación de los intereses de clase

sin sustituirla por un sistema consolidado…”8

Otro de los autores que se van a referir a las fallas de la

Segunda República, va a ser Helen Graham quien versará sobre el

concepto de CRISIS, que es al mismo tiempo CRISIS Social, Política

7 Juliá, Santos, “El fracaso de la República”, en RevistaOccidente, n° 7-8, Madrid, 1981.Pg.205

8 Juliá, Santos, “El fracaso de la República”, en Revista Occidente, n° 7-8, Madrid, 1981. Pg. 210

9

y Económica. De esta manera otorga nuevamente a la crisis de la

República bases más estructurales, al considerar el peculiar

desarrollo histórico desigual experimentado por España. El único

medio para cimentar entonces una alianza antioligárquica era el

establecimiento de un amplio apoyo social que atienda a las

demandas sociales contradictorias, teniendo en cuenta la

articulación perdurable de intereses contradictorios, como base de

legitimación.

Así, el eclipse de la República ante el levantamiento militar

fallido, puso en evidencia estas limitaciones, reconociendo por un

lado, la formación de un frente de derecha y por el otro la

permanencia de tradición antiestatalista en vastos sectores, que

veían un Estado centralista como la continuidad de un orden

oligárquico que los había subyugado. Ahora bien, lo que destaca

Graham al igual que Santos Juliá, es que la Republica encontró su

base de apoyo en los días posteriores a la sublevación de Junio,

en la defensa de una causa común. Precisamente esta última es

motivo de debate. ¿Cuál es esa causa común?

Por consiguiente, si bien el autor parece por momentos caer en el

axioma de la polarización, al aseverar que la causa es una lucha de

clases, sin embargo simultáneamente distingue las milicias

populares constituidas por los sectores obreros (industriales y

campesinos), y el Ejército de los sectores oligárquicos

(encabezados por los terratenientes). Prueba de ello, es que

adjudica como la principal debilidad de la izquierda republicana

la falta de creatividad en un despliegue de estrategias para hacer

10

frente al desafío de la movilización de las masas, es decir, el

trastrocamiento del espacio de lo público frente a la irrupción de

diferente, del otro.

No obstante, Graham enmarca el conflicto en un espacio más

amplio: su vinculación intrínseca con la coyuntura de las

democracias europeas. Por su parte, frente al debate sobre la

internacionalización o no de la Guerra Civil, que algunos van a

considerar como microensayo de la Guerra Civil Europea, Graham

considera que la reticencia a participar por parte de Francia e

Inglaterra a favor de la República, que luego se tradujo en el

Pacto de No Intervención, marcó el clivaje de los acontecimientos.

Sin embargo, hay un hecho que merece el repudio de este

posicionamiento y es el conocimiento de los Gobiernos inglés y

francés sobre el apoyo otorgado por las potencias fascistas a los

nacionalistas. De esta manera la autora ya no coloca a la Guerra

Civil Española como un proceso aislado de los derroteros de

Europa, en una España arcaica y lejana, sino como parte y

preludio de un conflicto latente, que algunos iban a subestimar,

como lo fue la Segunda Guerra Mundial.

A partir de este momento, entra el conflicto en una nueva

confrontación de carácter macro: se vincula estrechamente (o

quieren vincularla) con el binomio Fascismo- Antifascismo. Lo que

en un primer momento se consideraba una simple negación por parte

de Inglaterra, que temía más al comunismo que al fascismo, y la

renuencia a involucrarse por parte de Francia, por miedo a un

11

aislamiento, con el posterior tratado de No Intervención, quedó

sellado el destino de la República y de Europa. Estas potencias no

tuvieron en cuenta (o no quisieron hacerlo) las desventajas sobre

las que operaban las fuerzas republicanas, basada su retaguardia

en asambleas populares y en milicias intermitentes, frente a un

ejército centralizado, jerarquizado como el Ejército nacionalista,

conjuntamente con la potencia tecnológica y material del eje

itálico germano.

De alguna manera, quien pudo leer este escenario de manera

diferente fue la URSS a la que la autora le otorga un papel casi

benevolente. Esto de alguna manera marca un cambio, pero más aun,

la coyuntura internacional es la ventana de oportunidad para que

el PC se reconstituya, organizando a las masas y arrebatándole la

preeminencia, en el caso de España, al anarcosindicalismo y al

socialismo. Digo benévola, ya que la URSS no intervino de forma

desinteresada, ni mucho menos, sino que participo en el conflicto

arrebatándole al bando republicano casi la totalidad de su reserva

económica, interviniendo logística y militarmente en la política

española, a cambio de una dominación implícita por parte del aliado (ver

Furet).

Sin embargo, en este contexto de dependencia externa para la

resolución de un conflicto prolongado, era imprescindible la

reconstitución de la alianza, mediante el restablecimiento de un

Estado centralizado o una fuerza capaz de aglutinar a los sectores

contradictorios, que desde un principio veían amenazada la

continuidad de su causa. Teniendo en cuenta la tradición de

12

izquierda en España, el predominio del anarcosindicalismo en

Cataluña y del socialismo en Madrid (principales bastiones del

republicanismo) conjuntamente con los sindicatos prevalecientes,

CNT y UGT, marca una ruptura interesante el papel que asume el

PCE:

“… El papel de PCE era central. Alentada por las necesidades bélicas, la movilización social

en gran escala dentro de la retaguardia republicana a través de organismo del Frente

Popular estaba poniendo en marcha una nueva política de masas…”9

De alguna manera era la transición del caudillismo hacia la

constitución de instancias modernas capaces de canalizar la

multiplicidad de demandas, teniendo en cuenta la movilización

popular e incorporando los sectores excluidos en la arena de la

política, al tiempo que había una contienda militar que necesitaba

la maximización de sus recursos. Por consiguiente, la República no

tuvo otra alternativa que reconstruir un aparato estatal. En este

sentido el rol del PCE es fundamental ya que no solo reclama una

alianza interclasista, sino que tácticamente alcanzo la misma,

ganando en posiciones al PSOE que continuaba siendo un partido

basado en el “puritanismo ideológico”. Hay que reconsiderar si

esto fue realmente así, es decir, el predominio del PCE por una

cuestión ideológica o si realmente lo que lo vuelve hegemónico es

la administración de los recursos estatales y los fondos enviados

desde la URSS. En este contexto agrupa a sectores de clases medias

urbanas y rurales junto con su propia base proletaria al mismo

9 Graham, Helen; “La movilización de masas en vistas a la GuerraTotal: la experiencia republicana” en “La república asediada”,Península, Barcelona; Pg. 310

13

tiempo que garantizaba a los pequeños propietarios rurales la

constitución de un Estado liberalcapitalista (burgués) más que un

orden radical anticapitalista (o proletario).10

Por primera vez había una causa mayor que la lucha de clases: la

defensa de la democracia por sobre todas las otras causas, lo que

provoca una pausa en la interpelación a las clases, para exhortar

ahora al pueblo. La estrategia discursiva por parte de los dos

bandos, nacionalistas y republicanos, habían absolutizado el

conflicto, para pensarlo como una Guerra Total.

Enzo Traverso por su parte va a teorizar esta categoría enmarcando

a la Guerra Civil Española en una coyuntura regional más amplia,

que tiene su punto de inicio en la 1° Guerra Mundial, a la que

denomina: GUERRA TOTAL. Este concepto, que parece ajeno a nuestro

trabajo para el propósito de analizar continuidad y rupturas,

marca un presente importante en la excepcionalidad española y más aún,

de la coyuntura europea inmersa en el trastrocamiento de su

condición beligerante. La anomia jurídica y la plenitud pasional

caracterizan a la Guerra Civil llevada al extremo, como si la

caída de las normas nos llevará a un estado ya no prehistórico

sino postpolítico, al precio de la vida del enemigo o de la

propia vida. De esta manera, con la concepción del enemigo que

esgrime Traverso, no se apunta a una paz justa, una rendición

incondicional, sino a su aniquilación, a su absolutización. La

10 Tal lo define Graham en “La movilización de masas en vistas a laGuerra Total: la experiencia republicana” en “La repúblicaasediada”, Península, Barcelona; Pg.295

14

noción es derivada como negación del concepto tradicional de

guerra: guerra de ejércitos, guerra interestatal, guerra enmarcada

por normas que se fueron estableciendo paulatinamente. En efecto,

en este nivel, el concepto ilustra el pasaje de la guerra clásica

a una guerra “anómica”, combatida, vivida y sufrida por civiles,

asimilable, dice el autor, a las guerras coloniales.

Lo llamativo es que la guerra civil española es el laboratorio de

análisis en el que por primera vez se combinaron todos estos

factores conjuntamente con la violencia caliente, ligada al

enfrentamiento cuerpo a cuerpo, bajo una función paroxística¸ con la

violencia fría, el maelstrom de las guerras totales, siendo una violencia

ancestral combinada con la tecnología de bombardeos aéreos y

exterminio de camaradas. Así sostiene Traverso: “…la distancia e

indiferencia moral se combinan con la proximidad física y la implicación emocional del

combate…hay una brutalización de las facultades mentales…”11

Otra cita que clarifica las pasiones desatadas, la retomo de Hugh:

“… al cabo de un mes unas cien mil personas habían perecido sin ningún juicio… los

crímenes fueron cometidos por hombres de los dos lados, enteramente convencidos que

lo que estaban haciendo no era recto, sino noble…”12

Como ya anticipamos, las continuidades o rupturas del proceso

español, se vincula con continuidades y rupturas de un proceso más

11 Traverso, Enzo, “A sangre y fuego. De la guerra civil europea 1914 – 1945”, Cap. N° 2 Anatomía de la guerra civil”. Pg. 9012 Hugh, Thomas “La guerra civil española”. España contemporánea. Editorial Ruedo Ibérico. París. 1961

15

amplio: el europeo. Tal como lo explicita en su texto sobre “La

guerra civil española”, Pierre Vilar sostiene que tanto desde los

estados mayores como por partes de los medios revolucionarios, se

pensaba todavía demasiado a la manera del siglo anterior.

“….aquellos que en la clase obrera se atrevían a pensar como si estuvieran en 1917- la

revolución rusa- o en 1918 – la revolución alemana- olvidaban que no se encontraban al

final de una gran guerra internacional sino en la víspera de otro conflicto, en una Europa

inquieta pero no fatigada…” 13

Quizá prefiera reafirmar la idea de Furet que considera que en

“España del siglo XIX” (la caracteriza de esta manera debido al

atraso en que estaba subsumida en comparación con el resto de

Europa) se estaba debatiendo lo que se hacía había saldado el

resto de “Europa del siglo XX”: “la revolución o contrarrevolución”:

“… Cabe señalar que la España de 1936 es uno de los países de Europa que menos pueden

ser comprendidos bajo la oposición fascismo- antifascismo… España ofrece el espectáculo

de un conflicto más antiguo: sobre su suelo se enfrentan la revolución y la

contrarrevolución…”14

Sin embargo, el conflicto español fue entendido por varias

potencias del resto de Europa como la materialización del

antagonismo entre fascismo/antifascismo teniendo en cuenta el

apoyo por parte de las potencias fascistas al bando nacionalista.

13 Vilar, Pierre, “La guerra civil española”. Ed. Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 1996. Pg. 43

14 Traverso, Enzo, “A sangre y fuego. De la guerra civil europea 1914 – 1945”, Cap. N° 2 Anatomía de la guerra civil”. Pg. 288

16

De alguna manera, “el apoyo” de Stalin a la República, y de

Hitler y Mussolini a Franco, provoca una apertura de la guerra

civil, un trastrocamiento de las relaciones de fuerza

materializadas en el espacio. Mientras tanto, Stalin iba ganando

una enorme ventaja moral y prestigio, al erigirse como el defensor

de la democracia europea, borrando las purgas, crímenes y torturas

perpetuados por el Komintern en URSS.

Continuando con la idea del enemigo, es el propio Hitler quien

permite que ese OTRO, se constituyera en otro capaz de disputarle

sus recursos de poder y erigirse como el enemigo legítimo. En el

discurso de aquel, al satanizar al comunismo, lo vuelve un

interlocutor confiable para las democracias europeas; siendo el

enemigo por excelencia Hitler lo convierte en amigo de los

demócratas.

En un contexto de necesaria movilización de las masas, de un

acompañamiento entre los distintos partidos de izquierda, la

inminencia de un conflicto armado hicieron indispensable la

consolidación de una Alianza Antifascista que tuviera como

política interna la constitución de Frentes Populares. El VII

Congreso de la Internacional, celebrado en 1935, sentó las bases

de un frente único como soporte de un frente antifascista,

generalizando las experiencias unitarias de Frente Único y de

Frente Popular, que estaban ya en curso en Francia, España y otros

países, y les dio una firme base de principio asentada sobre la

teoría del marxismo-leninismo.

17

Según interpreta François Futre, el Frente Popular debía

entenderse de dos maneras:

La primera, destinada a reunir contra Hitler no sólo a la

izquierda comunista y socialista (acérrimas enemigas, acusada

a ésta última de ser el ala izquierda de la derecha), sino

también a las democracias, lo que se llama “masas populares”

La segunda, debía tener por centro la unidad de la clase

obrera, ya que el fascismo no es más que una modalidad tardía

del capitalismo.

Diferentes son los argumentos esgrimidos en torno al viraje de la

Internacional, que iba a considerar confiable a los socialistas, a

quienes años anteriores había vilipendiado al considerarlo el ala

izquierda de la derecha, es decir, a los reproductores del

sistema. Según explicita François Furet como Santos Juliá, el

reacomodamiento de fuerzas se debió a un cambio en la política

exterior soviética, por el temor a quedar aislada en un conflicto

que la enfrente directamente con Alemania de Hitler, o las

revueltas populares en Francia reclamando la dimisión de Daladier

en la que Thorez reclama un frente popular o la iniciativa de

Dimitrov en la Internacional que abogaba por un cambio de política

que abandonase la consideración del socialismo como

socialfascismo. Resulta a su vez interesante (re)pensar al Frente

Popular como un subproducto del Partido Comunista, manteniendo su

hegemonía en un plano menos perceptible.

18

Lo que es innegable, y en eso ya nos advierte Eley, es que

efectivamente el pacto antifascista era en sí mismo un pacto

democrático, resultando favorecidas esencialmente las izquierdas,

al provocar en las mismas un sentimiento más amplio y demostrar

sus credenciales democráticas para avanzar más allá y sentar las

bases del socialismo. De esta manera, la estrategia

frentepopulista era más que una simple estrategia defensiva: era

una estrategia planeada cuidadosamente para el avance hacia el

socialismo, mientras que la democracia se convirtió en el tema

unificador de este planteamiento.

Al mismo tiempo este posicionamiento se alimentaba en la creencia

que el fascismo tenía como razón última el deseo de eliminar los

avances democráticos del sistema republicano. Por consiguiente, el

odio del nazismo no se alimenta del comunismo per se sino del odio a

las libertades democráticas de la República de Weimar.

Paralelamente el binomio que constituía el Frente Popular, las

democracias europeas y el stalianismo, según señala Traverso,

estaba atravesado por distintas antinomias, que marcarían el

clivaje de los acontecimientos. Podría leerse las mismas, y

teniendo en cuenta lo comentado al principio, como una continuidad

o ruptura. Con el ascenso de Hitler al poder, hubo un enorme

compromiso intelectual que derivo posteriormente en una polarización

del conflicto en el campo intelectual. Lo que se intenta no es

mantenerse distante de los hechos, sino más bien un involucramiento

consciente, puesto que en la contienda se lucha principalmente por el

devenir de Europa y por ende, “de la humanidad”. Por tal, puede

19

entender a la estrategia como continuidad con la tradición

iluminista, siendo una base de valores universalmente aceptada por

todo el espectro antifascista, oponiendo a los valores

reaccionarios de la autoridad y la jerarquía, los principios de

igualdad, democracia y libertad. Asimismo hay una ruptura interna

que muestra lo original del período: la antinomia: stalinismo-

antistalinismo, considerando que el terror al fascismo era más fuerte

que la denuncia de los crímenes cometidos por la URSS (ya sea

porque efectivamente lo desconocían o porque consideraban que para

combatir contra el fascismo no podía pasarse por alto el aporte de

los comunistas y de la Unión Soviética). Como contraparte, un

sector reducido en Europa eran los dispuestos a denunciar los

asesinatos de Stalin, pensando que si bien los comunistas eran

aliados indiscutibles en la lucha contra el fascismo, esto no

justificaba el silencio de la dictadura staliniana.

Vinculado con esto último, llama la atención que el antisemitismo de

los nazis no haya sido percibido por la oposición antifascista.

Probablemente el enceguecimiento provenía del contexto de la

guerra, así como la incomprensión de la naturaleza del

antisemitismo, considerado como residuo oscurantista y medieval.

Otros consideran en cambio, que el principal motivo del

desconocimiento, como es el caso de Traverso, radica en la defensa

encarnizada y acrítica de la idea de progreso.

En todo este proceso, lo que es incuestionable es que los grandes

beneficiarios de los Frentes Populares fueron los comunistas, ya

sea por su incorporación a la política nacional, aunque sea tras

20

bambalinas, por el aporte de un enorme caudal de afiliados y sobre

todo, su ropaje como un país democrático¸ de respeto a las libertades

civiles, viviéndose paralelamente en el interior de la URSS el

período más sangriento.

Sin embargo, más allá de las vastas lecturas que se puede hacer de

este proceso, es indispensable nuevamente poner en focus a la Guerra

Civil Española. Como ya advertimos, la asimilación de la

estrategia de no intervención por parte de los Frentes Populares,

en especial del Frente Popular francés, tuvo injerencia directa en

el acaecer de la Revolución que conllevó el abandono de la

República Española a su alineamiento a la égida soviética.

Lo que se trató entonces de un conflicto con ropajes

fascismo/antifascismo o democracia versus totalitarismo, en

realidad es la incompatibilidad de dos proyectos: Revolución o

Contrarrevolución.

“…La insurrección de julio de 1936 es una revuelta del Ejército apoyada por la Iglesia

Católica, los monárquicos, los terratenientes y todo lo que en España figure como fuerza

tradicionalista. Lo que tiene propiamente de fascista se debe a lo que queda de la Falange

de Primo de Rivera (y su nacionalsindicalismo). Pero esta izquierda del Franquismo pronto

será despojada de toda influencia...”15

A partir de aquí, entonces sostiene Furet que, si la Falange

acompaña en un principio al franquismo, prontamente será eclipsada

por la figura de Franco, que a diferencia de sus correligionarios

15 Furet, François, “El pasado de una ilusión”, o cit. Capítulo VII “Comunismo y Antifascismo”. Pg.287

21

Hitler y Mussolini, no puede ser entendido bajo la categoría de

líder carismático al tiempo que su totalitarismo es cuestionable

ya que nunca ha manifestado su voluntad de extender su dominación

hacia el resto de Europa, (inclusive, una vez iniciada la 2°

Guerra Mundial, va a marcar una considerable distancia con

respecto a aquellos).

Por lo tanto frente al vacío de poder, explícito por un lado en un

frente de derecha y por otro, en la propaganda anarquista y por

ende, antiestatista, al tiempo que el estado se presentaba

impotente para contener las huelgas obreras y las ocupaciones de

tierras por parte de los campesinos, son el marco general para la

comprensión de la coyuntura en que se sucede el levantamiento

militar. Se trata entonces del germen de una revolución libertaria, en

término de Furet, propia del anarquismo, con su prescindencia del

Estado e impulsada por el poderosos sindicato de la UGT contrario

a la alianza de movimiento obrero con los republicanos.

Por lo tanto, en el caso de español, la amenaza comunista

inexistente cobra valor en tanto sirve como pretexto para una

clásica contrarrevolución. Pero al mismo tiempo sirve para

envalentonar una revolución popular que da nuevas fuerza la

rebelión del Ejército. El levantamiento militar radicaliza el

conflicto llevándolo a dos bandos: los republicanos y los

nacionalistas.

Sin embargo, Pío Moa en su libro “Los orígenes de la guerra civil

española”, considera entre algunos hechos claves para entender la

dinámica de la historia de España en los años 30:

22

1) La insurrección socialista y nacionalista catalana de

izquierdas, en octubre del 54, como un intento de guerra

civil, implícito en la Esquerra catalana y explícito en el

PSOE. Según afirma el autor: eran frecuente las invocaciones

de la guerra civil en las propagandas socialistas y las

instrucciones del movimiento debía ser considerado como una

guerra civil.

2) Frente a ello, entonces, sostiene que el PSOE no creía en la

amenaza fascista (aunque propagandísticamente sostuviera lo

contrario, a fin de exaltar a las masas), considerando que la

legalidad seguiría en pie. Sin embargo el autor problematiza

sobre el perfil del CEDA, sosteniendo que lejos de presentarse

como un partido fascista, tenía preferentemente una impronta

centralista y legalista.

3) La documentación es concluyente a la hora de establecer que

el PSOE desató su asalto al poder con fines netamente

revolucionarios, es decir, para implantar lo que llamaba la

dictadura del proletariado, siguiendo el ejemplo soviético. Lo

hizo porque consideraba que la situación histórica y la

debilidad general que creía percibir en la derecha y en el

aparato del estado, abrían el camino al objetivo definidor del

partido: implantar en España un régimen socialista.

4) Y la Esquerra, en los meses previos al golpe de octubre,

provocó deliberadamente al gobierno, impidiendo la solución

negociada de diversos problemas, con el fin de crear en

Cataluña un ambiente insurreccional. Con ello atacaban

directamente la legalidad que esos mismos partidos habían

23

establecido en 1931, pero que no admitían pudiera dar el

triunfo electoral a las derechas.

5) Finalmente, según testimonia el autor, el plan de guerra civil

fracasó ante todo porque las masas no siguieron los

llamamientos de los líderes socialistas y nacionalistas

catalanes. Aún no existía, por tanto, el clima social propicio

para la contienda. La excepción fue la cuenca minera asturiana

que sumió al estado en una crisis extrema.

“…En conjunto, el golpe de octubre del 34 fue el intento revolucionario más grave y

Sangriento ocurrido en Europa desde la Revolución Rusa de 1917, y fue comparado a la

Comuna de París…”16

Conclusión:

Entonces, frente a todas estas corrientes historiográficas que

intentan dar cuenta de un proceso tan complejo, resulta difícil

encontrar una postura objetiva, (si es posible la objetividad en los

estudios sociales) ya que la misma Segunda República y aún más, la

misma Guerra Civil moviliza y contiene innumerables mitos,

leyendas y mentiras.

La España del siglo XX heredó del XIX, según definen los autores

que hemos trabajado en este trabajo, grandes desequilibrios

estructurales:

problemas religiosos: la persistencia de la Iglesia por

conservar sus privilegios antes las reformas republicanas,

16 Moa ,Pío ; “Los orígenes de la guerra civil española”, http://webs.ono.com/pdf001/otros/piomoa.pdf

24

que contaban a su vez con el apoyo de los poderosos y la fe

de los humildes; de esta manera la iglesia católica mantiene

una pretensión dominante a la que responde un

anticlericalismo militante.

la cultura de pronunciamiento apoyada por amplios sectores,

puesto que la República proponía modernizar un Ejército

anticuado y con exceso de oficiales, mientras que los

militares observaban con desconfianza las reformas

republicanas

Problemas sociales: la persistencia de instituciones de un

antiguo régimen agrario, con estructuras de la industria. En

algunas regiones, según detalla Pierre Vilar, de marcada

presencia de latifundios que conviven con una propiedad

parcelaria minúscula y de pocos recursos, al tiempo que en

otras regiones la pequeñez de las explotaciones (minifundios)

eran desbastadas al verse gravadas por cargas del antiguo

régimen.

Asimismo es importante hacer hincapié en la escasa consideración

de otras variables que necesariamente deben de incorporar los

autores trabajados para una comprensión, si se quiere, más nítida

del proceso: la dimensión espacial-territorial que explicite los

desequilibrios regionales ya sea del centro-norte español, así

como del sur de España, los modos de producción hegemónicos y que

entran en disputa, las diferentes tácticas de ofensiva y

retaguardia empleadas en los campos de batalla, y sobre todo, el

soslayar un elemento fundamental: las tendencias autonomistas de

Cataluña y Países Vascos, así como la resistencia Madrileña y el

gran abanico de subjetividades que desató. El reconomiento de la25

República a los estaods independientes de Cataluña y Países Vascos

(la república de Euskadi) no puede ser pormenorizado puesto que

las tensas relaciones entre sus principales fuerzas (comunistas,

nacionalistas vascos, socialistas, anarquistas y republicanos

moderados) hacía imposible una dirección política común para ganar

la guerra. Considero entonces que este conjunto de factores

posibilita una complejización de las perspectivas de análisis y

una mayor comprensión acerca de las continuidades y rupturas que

provocó la Guerra Civil Española. Se trata entonces, tal como

arguye Pierre Vilar, de ponderar las fuerzas de estos problemas.

Necesariamente las variables CONTINUIDAD- RUPTURA asimismo fueron

pensadas para disputar el sentido de pensar a la guerra civil

española como un conflicto que combina la dicotomía FASCISMO-

ANTIFASCISMO y REVOLUCION-CONTRAREVOLUCION, para pensarlo en

relación a la excepcionalidad y especificidad española.

El golpe militar que pretendía dominar todo el territorio español,

no alcanzó la rápida victoria esperada. Entre tanto una vez

desatada la guerra civil, se suscitó la resistencia desde el

bando republicano y la ofensiva desde los nacionalista, despojando

a la República del elemento definitorio del Estado en términos

weberianos, es decir, el monopolio de la fuerza física legitima,

por lo que la constitución de milicias populares sentaron las

bases de legitimación al mismo tiempo que se ensayaron formas

democráticas locales como los comités  populares De esta manera

salen a

flote el “mosaico”, las múltiples España, nacidas de los

conflictos generacionales, arrastrados y enmudecidos en una paz

aparente; detrás entonces de la polarización surgen multitud de26

pequeñas republicas revolucionarias o contrarrevolucionarias,

mientras que el sentimiento de fascismo o antifascismo no es más

que un sentimiento ideológico unificador, la base moral sobre la

que se sustenta la movilización.

De esta manera, sin embargo estos dos parámetros de revolución-

contrarrevolución, que considero más plausible para la comprensión

del proceso, no necesariamente coinciden con el binomio

antifascismo- fascismo. Por un lado, quienes en ese momento se

explicitaban como una alternativa progresista, moderna no eran los

republicanos, sino quienes se enmarcaban bajo el estandarte del

fascismo, fenómeno nuevo en toda Europa, mientras que “el bando

republicano” encarna los valores del romanticismo y de la misma

democracia, ya que habían sido chantajeados por una elite reacia a

cualquier modificación del status quo y a cualquier intento de

consolidación de un Estado popular. Finalmente la dictadura que

sale victoriosa de la guerra civil se asemeja a una autocracia

reaccionaria respaldada por dos burocracias que permanecen hasta

el día de hoy, anquilosadas en la cultura española: la tradición

militar y la tradición eclesiástica. Justamente la necesidad de

instaurar un nuevo orden moral y no una promesa de comunidad es lo

que verifica la cara más sangrienta del franquismo. De esta

manera, las pasiones desatas en Julio del 36 eran el desahogo de

todas las luchas y aversiones acumuladas durante generaciones

enteras.

Entonces la impronta reaccionaria del franquismo puso en evidencia

el retroceso de lo que un momento fue un intento de movilizar a

las masas populares en la esfera de lo público, que sean

reconocidos sus derechos políticos, civiles y sociales, al tiempo27

que se presenta continuador de un orden oligárquico,

invisibilizando con ello nuevamente a aquellos sectores que por

un breve interludio, habían sido reconocidos como actores

relevantes en las relaciones de poder.

Tal como sostiene Furet:

“….La guerra de Julio de 1936, concentra y simplifica las pasiones políticas del siglo: las

vuelve heroicas la lucha armada, las amplifica el antifascismo y reduce la situación a dos

bandos: fascistas y antifascistas…” 17

Ana Milagros Games

17 FURET, FRANÇOIS; “El pasado de una ilusión”, o cit. Capítulo

VII “Comunismo y Antifascismo”. Pg. 303

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