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Bases biológicas del estrés postraumático y memoria en el trauma psíquico. Alumna: Báez Morelos...
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Bases biológicas del estrés postraumático y memoria
en el trauma psíquico
Alumna: Laura Romina Báez Morelos
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Psicología
Diciembre 2014
I. Introducción.
Procuro en el documento un enfoque integrativo y una
organización que sea fácil de comprender para cualquier
lector. Comienzo definiendo el estrés y el trauma psíquico,
después hablo sobre genética y resiliencia como factores de
predisposición para desarrollar estrés postraumático,
menciono las bases biológicas del TEPT, y por último, en el
apartado “Memoria en el estrés postraumático” - lo más
relacionado con la investigación- donde toco el tema de
consolidación y fragmentación de la memoria.
De las funciones cognitivas en el estrés postraumático se ha
hablado principalmente de aprendizaje y memoria, que están
muy relacionados, pero aquí me oriento a desarrollar el tema
de la memoria en el TEPT. Los antecedentes del presente
trabajo están principalmente en Pierre Janet y Bessel van
der kolk. También son referencias importantes para comprender
este tema: Rachel Yehuda, Joseph LeDoux, David Baldwin,
Ayesha Ahmad, Don Tucker y Maratos et al.
II. Marco teórico.
1. El estrés postraumático y el trauma.
El estrés es una reacción fisiológica que se activa en
situaciones que percibimos desafiantes o amenazadoras; si
bien es cierto que el estrés leve en periodos cortos es
benéfico ya que se convierte en un estímulo para el desempeño
de las personas o para facilitar la supervivencia, hay
ocasiones en que ser víctima o testigo de accidentes,
desastres naturales, enfermedades graves, cualquier tipo de
violencia, maltrato o abandono; se convierte en un trauma que
perturba al individuo, y el grado de estrés es tal, que no
permite a la persona regresar a su estado de homeostasis
psicológico y biológico. De acuerdo al Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales IV-TR, entre otros
criterios, el estrés agudo que dura más de un mes tras un
evento traumático es considerado Trastorno por estrés
postraumático (TEPT) y es éste uno de los trastornos más
complejos, debilitantes y persistentes que conlleva diversas
alteraciones cerebrales, neurobiológicas, metabólicas,
inmunológicas, y cognitivas. Los síntomas del TEPT involucran
hiperarousal (dificultad para quedarse dormido,
hipervigilancia, dificultad para concentrarse, irritabilidad
emocional y respuestas exageradas de sobresalto); sueños y
recuerdos intrusivos concernientes al trauma; flashbacks
(escenas retrospectivas muy vívidas en las que la persona se
puede sentir o incluso actuar como si el evento estuviera
sucediendo otra vez); también la persona hace esfuerzos para
evitar pensamientos, sentimientos, conversaciones y lugares
relativos al trauma, y por último, existe una incapacidad de
recordar y ordenar aspectos específicos del trauma
(fragmentación de la memoria).
El trauma psíquico es la base subjetiva de este
trastorno y Pierre Janet (1919) lo definió como el
resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable que
sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona. Cuando las
personas se sienten demasiado sobrepasadas por sus emociones, los
recuerdos no pueden transformarse en experiencias narrativas neutras. El
terror se convierte en una fobia al recuerdo que impide la síntesis del
acontecimiento traumático y fragmenta los recuerdos traumáticos
apartándolos de la consciencia ordinaria, dejándolos organizados en
percepciones visuales, preocupaciones somáticas y reactuaciones
conductuales.
2. Resiliencia.
No todas las personas que han vivido o presenciado un evento
traumático desarrollan estrés postraumático, para esto
intervienen las características biológicas y cognitivas de
las personas así como las características del estresor.
La resiliencia es la habilidad personal que conlleva bases
neurobiológicas, factores genéticos, epigenéticos,
psicológicos y sociales, e implica adaptarse y reponerse de
la adversidad y el estrés, encontrando un equilibrio
emocional. En el TEPT la resiliencia no sólo tiene que ver
con la capacidad de recuperarse del trastorno sino también
tiene que ver con la vulnerabilidad de desarrollarlo. Se
distinguen sujetos pro-resilientes (menos predispuestos a
desarrollar estrés postraumático) y no-resilientes (más
predispuestos a desarrollarlo).
Cabe decir que en el estrés postraumático la resiliencia es
complicada de trabajar puesto que, en casos severos, el
estrés agudo y crónico puede llegar a afectar genética,
neurobiológica y estructuralmente al cerebro (Ahmad, A;
2007).
3. El estrés y la supervivencia.
Para comprender el desarrollo posterior del trabajo, conviene
citar dos modelos cerebrales.
Uno es el de Paul MacLean con el modelo del Cerebro triuno,
éste modelo describe en el cerebro tres estructuras
desarrolladas evolutivamente, la estructura filogenéticamente
más antigua es el complejo reptiliano, que abarca el tronco
del encéfalo y el cerebelo; la segunda estructura es el
sistema límbico formado por el tálamo, el hipotálamo, el
hipocampo, el complejo amigdalino, el cuerpo calloso, el
septo y el cerebro medio, y la tercera estructura es el
neocórtex y ha sido la última en desarrollarse
evolutivamente.
El segundo modelo, que básicamente distingue lo mismo que el
cerebro triuno, pero lo clasifica en funcionalidad más que en
estructura, es el del Learning brain y Survival brain (Ford,
J; 2009; p.127). El Learning brain se dedica a la adquisición
del conocimiento, e implica conexiones neuronales y
sinápticas de áreas cerebrales complejas y controladas
conscientemente como el giro cingulado, la ínsula, la corteza
prefrontal y el hipocampo. El Survival brain es más primitivo
y anticipa y protege del daño haciendo uso de mecanismos
automáticos inconscientes.
Considero importante citar estos dos modelos porque en el
estrés postraumático predominan el complejo reptiliano y el
sistema límbico (en el modelo del cerebro triuno) y el
Survival brain.
Si nos enfrentamos a una situación que se perciba amenazante
para la supervivencia, se ponen en acción mecanismos
primitivos (hipervigilancia, miedo, lucha, huida e
inmovilidad tónica/síncope vasovagal) llevados a cabo por las
áreas del cerebro más antiguas, en el complejo reptiliano y
en el sistema límbico, específicamente en el complejo
basolateral del complejo amigdalino y el hipocampo. El
neocórtex modularía éstas áreas pero el estrés agudo altera
esta regulación y entonces sólo predominan los mecanismos
ancestrales inconscientes que se convierten en las respuestas
predominantes en un afectado por estrés postraumático. David
Baldwin (2013) dice: “las reacciones mentales, de comportamiento y
fisiológicas al estrés que se originan en estas antiguas estructuras se integran mal
con nuestra experiencia consciente” y esto es básicamente lo que
generará un trauma.
4. Bases biológicas del estrés postraumático.
Aunque todos hemos sentido estrés, las personas que han
desarrollado Trastorno de estrés postraumático son
fisiológica y neuroquímicamente diferentes ya que el estrés
que padecen se vuelve diferente al estrés que experimentamos
todos los días. El estrés es un mecanismo que se conoce
bastante pero la diferencia biológica entre el estrés
“normal” y el estrés postraumático radica en que la respuesta
ante un estresor es aguda y muy duradera, a veces por
décadas. Se puede decir que en el estrés postraumático “el
cerebro no puede diferenciar entre el evento traumático y el revivir del mismo,
como resultado, el cuerpo y el cerebro continúan respondiendo como si se
estuviese bajo la amenaza del evento traumático”. (van der Kolk, B; p.87)
Es fundamental comprender el papel del Sistema Nervioso para
estudiar el estrés; Sharon Johnson (2009) dice que “el Sistema
Nervioso identifica, integra e interpreta estímulos sensoriales y produce impulsos
electroquímicos que son distribuidos por los nervios periféricos para generar
respuestas” (p.72). El Sistema Nervioso se divide en Sistema
Nervioso Central (SNC) y Sistema Nervioso Periférico (SNP); a
éste último conciernen los sistemas Nervioso Somático (SNS) y
Nervioso Autónomo (SNA) el cual responde principalmente al
hipotálamo y es regulador del arousal; el SNA posee a su vez
dos ramas: el Sistema Nervioso Simpático (que genera entre
otras cosas la respuesta de lucha-huida) y el Sistema
Nervioso Parasimpático, éste regula al Sistema Nervioso
Simpático buscando un equilibrio en el arousal psicológico.
Se ha encontrado que predomina el Sistema Nervioso Simpático,
por lo que hay hiper activación fisiológica -hiperarousal-.
De manera muy breve y sencilla, el estrés tiene la siguiente
ruta: En primer lugar, se perciben estímulos peligrosos y se
activan zonas cerebrales corticales y subcorticales así como
neurotransmisores para enfrentar la amenaza. Las zonas
cerebrales que intervienen son primero el tálamo, que recibe
señales de las fibras sensoriales, y posteriormente
participan la amígdala, el núcleo cerúleo y la corteza
prefrontal al mismo tiempo. La corteza prefrontal evalúa e
interpreta información emocional del ambiente, tratando de
resolver el peligro, tomando decisiones y elaborando
significado personal, esta estructura inhibe la acción del
núcleo cerúleo (estructura que controla las funciones de
emergencia y es el lugar en el que se realiza la integración
de memoria, conducta y activación autonómica), sin embargo,
en el estrés postraumático algo falla. El complejo amigdalino
procesa emociones activando redes neuronales innatas y envía
señales al hipotálamo y al núcleo cerúleo, éste libera
norepinefrina vía medula espinal para que el Sistema Nervioso
Simpático ejecute la acción defensiva lo que resulta en
aceleración cardiaca, hiperventilación, pupilas dilatadas,
dolor de estómago, boca seca, tensión muscular y en extremos
inmovilidad tónica para hacer frente a la amenaza.
Paralelamente, el hipocampo participa evaluando las entradas
con información previa de la memoria ya que esta estructura
“almacena las dimensiones temporales y espaciales de los estímulos” (van der
Kolk, B; 1996; p. 231). Todo lo anterior en conjunto ocasiona
la estimulación del eje hipotalámico hipofisario adrenal
(HHA) -que se desregula en el TEPT- , este eje es una
interacción entre el hipotálamo, la hipófisis (o glándula
pituitaria) y la glándula adrenal coordinando la respuesta
ante el estrés. En el TEPT, la persona valora que no puede
lidiar con la amenaza y permanecen hiper activadas
estructuras límbicas y corticales y así también se desregula
el eje HHA.
En la respuesta del organismo ante situaciones estresantes
participan hormonas y neurotransmisores (mensajeros
químicos):
Catecolaminas. Son neurotransmisores que actúan en el
torrente sanguíneo y en las hendiduras sinápticas. Esta
categoría incluye la epinefrina, norepinefrina y
dopamina.
- Dopamina. Controla las respuestas fisiológicas al estrés.
-Norepinefrina. Es un neurotransmisor liberado por el núcleo
cerúleo que activa el hipocampo y mantiene la hipervigilancia
en situaciones estresantes. También “es responsable de la memoria a
corto plazo y de la recuperación de la memoria a largo plazo y es encontrada en
niveles elevados en personas con TEPT. Se cree que ésta es la causa de que se
experimenten flashbacks en el TEPT” (Johnson, S; 2009; p. 94) ya que
las memorias estarían fuertemente consolidadas por la
intervención excesiva de norepinefrina al momento de la
situación estresante.
-Epinefrina. Es un neurotransmisor conocido también como
adrenalina u hormona de lucha/huida y es secretada por la
médula adrenal para incrementar el metabolismo (Johnson, S;
p. 93). También está elevada en personas con estrés
postraumático.
Factor liberador de hormona adrenocorticotropa (CRF). Es
una hormona y neurotransmisor liberado por el hipotálamo
que activa el eje HHA y estimula también la liberación
de cortisol; se ha sugerido que la habilidad de
controlar esta hormona está asociada con la resiliencia
(Charney; 2004) y niveles elevados de ella se han
vinculado con TEPT (Bremner; et al.; 1997).
Glucocorticoides: Son hormonas que produce la hormona
adrenocorticotropa; las más importantes son el cortisol,
la cortisona y la corticosterona. Se sabe que una causa
de atrofia en el hipocampo resulta de una exposición
prolongada a altas concentraciones de glucocorticoides
durante el estrés extremo, ejerciendo “efectos negativos sobre
la neurogénesis y la plasticidad neuronal” así como se “reduce el
número de células proliferativas en el giro dentado del hipocampo” (D
´Alessio, L). Como ya se mencionó, el hipocampo
participa en la memoria y por lo tanto una afectación a
esta estructura también mermaría la capacidad de
memoria.
Por un lado, el cortisol es el principal mediador de la
respuesta al estrés y se encarga de movilizar la energía
celular, mantener el estado de alerta y focalizar la
atención; se ha demostrado ampliamente que la
hipocortisolemia crónica se asocia al TEPT, bajos
niveles de cortisol significan en la persona
dificultades para lidiar con el estrés. Por otro lado,
los niveles de otros glucocorticoides son elevados en
estas personas.
Serotonina. Es un neurotransmisor, “aumenta en condiciones
fisiológicas de estrés agudo a nivel de la corteza prefrontal, núcleo
accumbens, amígdala e hipotálamo lateral” (D´Alessio, L).
Vasopresina. En una hormona que se libera durante el
estrés y actúa en el hipotálamo, el núcleo cerúleo y la
amígdala. “Liberación excesiva de norepinefrina o vasopresina al
momento del trauma bien podría desempeñar un papel en consolidar
excesivamente los recuerdos” (van der Kolk, B; 1996; p. 229).
Opioides endógenos. Son péptidos liberados en cantidades
elevadas durante y después del estrés agudo en personas
con TEPT; disminuyen el dolor y el miedo pero trastornan
la función de la memoria (van der Kolk, B; 1996).
“Desregulación del sistema opioide puede estar asociado con los flashbacks
experimentados en el TEPT” (Ford, J; 2009; p. 135).
4.1. Genética y epigenética.
La Genética es una rama de la Biología y a uno de los niveles
biológicos más elementales podríamos hablar de genética, ésta
constituye bases biológicas para el comportamiento que en el
TEPT es pertinente considerar ya que puede considerarse un
factor predisponente. Los genes almacenan información de lo
que somos y en buena parte también influyen en lo que podemos
ser o no ser como personas. Se han estudiado recientemente
“las variaciones genéticas asociadas con la respuesta neurobiológica al estrés”.
(Johnson, S; 2009; p. 85). “Los estudios en gemelos han demostrado que
el desarrollo de trastorno de estrés postraumático después de un trauma es
hereditario, y que los factores de riesgo genético pueden representar hasta el 30-
40% de esta heredabilidad.” (Almli, L; Ressler, K; Smith, A; 2014).
Los genes y neurotransmisores involucrados en el estrés, son:
Gen 21-hidroxilasa. Es un gen que participa en la
producción de cortisol (mediador del estrés). Se han
detectado más de 65 mutaciones funcionales en este gen.
(Johnson, S; 2009; 85).
Neuropéptido Y. Es un neurotransmisor liberado junto con
las catecolaminas durante el estrés; variaciones
genéticas producen aumento en la secreción de
Neuropéptido Y. (Baker, D; Biswas, N; Chen, Y et. al.;
2012). Se cree que éste neuropétido está vinculado con
el aprendizaje y la resiliencia, sin embargo, se han
detectado bajos niveles de este neurotransmisor en
pacientes con estrés postraumático (Rasmusson et, al.
2002).
Gen ANK3. Es un gen que regula la actividad neuronal y
la desinhibición conductual. Se cree -en base a
experimentos con ratones- que este gen está asociado con
la reactividad al estrés y el TEPT. (Baldwin, C; Koenen,
K; Leussis, M; Logue, M; Miller, M; Melista, E;
Petrychen, T; Solovieff, N; Wolf, E; 2013)
Gen RORA (retinoid-related orphan receptor alpha).
Implicado en los mecanismos moleculares de los efectos
del estrés traumático en el cerebro. (Logue et al.;
2012) & (Baldwin, C; Logue, M; Miller, M; Wolf, E; 2013)
Serotonin Transporter (SLC6A4) “Polimorfismo de este gen ha sido
un marcador para la resiliencia. La variante alélica corta (short, S) se asocia
a una menor eficiencia en la función recaptadora del neurotransmisor, con
implicancias negativas para las respuestas de ansiedad y depresión frente
al estrés. La situación contraria se ha observado con la variante alélica
larga (long, L), que se asocia a una mejor respuesta al estrés, un menor
riesgo de ansiedad y depresión y una mayor resiliencia del sistema”. (D
´Alessio, L).
PACAP (pituitary adenylate cyclase-activating
polypeptide). Polimorfismo de este gen se asocia con los
síntomas del TEPT. Del polipéptido se han encontrado
altos niveles en mujeres con TEPT, pero no en hombres,
la razón se desconoce pero “se sabe que la amígdala y el
hipocampo tienen una alta densidad de receptores de PACAP” (Almli,
L; Bekh, B; Dhanani, Ely, T; R; Fani, Glover, E; N;
Gutman, D; Jovanovic, T; Norrholm, S; Reiser, E;
Ressler, K; Strafford, J; 2014).
También se han encontrado mutaciones genéticas en:
Angiotensin I-converting enzyme (Baghai et al., 2002),
Glucocorticoid receptor gene (Wust et al., 2004), CRH
receptor gene (Challis et al., 2004) y gen ACTH (Slawik et
al,. 2004). Todos estos genes relacionados con la respuesta
al estrés.
La genética y epigenética pueden ayudarnos a comprender por
qué unas personas son más vulnerables al estrés y también a
la adaptación al mismo.
Desde hace no mucho se sabe que también existe la posibilidad
de que factores –como el estrés, la alimentación, las
adicciones- alteren el grado de expresión génica, a esto se
le conoce como epigenética, que implica cambios químicos en
el ADN y por tanto en la actividad del mismo pero sin llegar
a alterar su estructura y su secuencia, no hablamos de
mutaciones.
Pero no es sólo esto, se sabe que a veces esos cambios del
ADN pueden heredarse, estas alteraciones a nivel molecular
afectarán al nivel biológico, cognitivo y conductual. La
metilación del ADN es uno de los procesos que conduce al
silenciamiento génico y desactiva la expresión génica; se ha
observado metilación del ADN en situaciones de estrés, lo
cual desactiva genes. Si hay metilación del gen transportador
de serotonina (SLC6A4) se presenta hiperactivación en la
amígdala y esta reacción de la amígdala conlleva a tener
respuestas exageradas en situaciones de estrés. (Galea, S;
Hariri A; Koenen, K; Nikolova, Y; Seney, M; Sibille, E; Wang,
C; Williamson, D; 2014)
Un ejemplo relativo al estrés postraumático y epigenética son
los análisis de Rachel Yehuda y Jonathan Seckl. Yehuda trató
a hijos de sobrevivientes del holocausto con estrés
postraumático, su resolución era que la exposición de estas
personas a la narrativa de sus padres era la causa de su
padecimiento. Más tarde Seckl cuestionándose sobre si las
mujeres estresadas podían heredar a sus hijos este estrés,
hizo experimentos con ratas preñadas y las expuso a hormonas
del estrés y se dio cuenta de que las crías también tenían
estrés, decidió criar a éstas y ver si los efectos se
encontraban en generaciones posteriores sin necesidad de
administrarles hormonas del estrés, y efectivamente, la
tercera generación también tenía respuestas anormales ante el
estrés; se podría pensar simplemente que la interacción entre
las madres y sus hijos ocasionó que desarrollarán estrés,
pero no pudo ser así porque las madres no estaban cerca de
sus crías. Posteriormente Seckl, et. al (2005) estudiaron a
mujeres que estuvieron embarazadas durante el 11 de
Septiembre y que presenciaron directamente el evento, así
como a sus hijos. Como ya se mencionó, el cortisol es una
hormona que regula la respuesta del organismo ante el estrés
y en este caso se encontraron niveles anormalmente bajos de
dicha hormona tanto en madres como en sus hijos, cabe decir
que los bajos niveles de cortisol variaban proporcionalmente
con la gestación en la que debieron estar las madres que
presenciaron el 11 de Septiembre. Se llegó a la conclusión de
que se pueden heredar los efectos del estrés.
5. Psicofisiología y estrés postraumático.
Se han detectado anormalidades neuroanatómicas en el estrés
postraumático como disminución del volumen del hipocampo,
hiper activación del complejo amigdalino, disminución de la
participación del área de Broca y lateralización del
hemisferio derecho, las cuales conllevan a alteraciones en
las funciones de percepción, atención, aprendizaje y memoria
pero en esta ocasión sólo me enfocaré a tratar el tema de la
memoria en el estrés postraumático.
5.1. Memoria en el estrés postraumático.
David Lieberman (2004; p. 38) define a la memoria como “los
procesos mediante los cuales codificamos, almacenamos y recuperamos
información sobre nuestras experiencias” y este proceso implica
reiteradas conexiones sinápticas entre las neuronas. Hay
varias clasificaciones para la memoria: a corto plazo, de
trabajo, a largo plazo, visual, implícita (de contenido
emocional y de contenido procedimental) y explícita o
declarativa (de contenido semántica y episódico) y no hay
sólo una región cerebral que participe en la memoria, es más
bien un proceso que involucra varias zonas del cerebro.
“La consolidación o fijación de la memoria se refiere a cuándo y cómo los
recuerdos se vuelven permanentes” (Eichenbaum, H; 2003; p. 22) y la
consolidación de los recuerdos en el estrés postraumático es
importante. Se dice que la fijación de la memoria puede darse
por aprendizaje y por mecanismos naturales, ésta ruta “incluye
la liberación de glucococorticoides y mecanismos adrenérgicos a través de la
amígdala que pueden influir en la fijación de memoria en los sistemas
declarativos” (Eichenbaum, H; 2003; p. 326). También durante el
estrés, la secreción de neurohormonas como la norepinefrina
afecta a la consolidación de la memoria al momento del
trauma y en la recuperación posterior. (van der Kolk, B;
1994)
En el caso del estrés traumático, las memorias tienen un
componente emocional importante y “son desencadenadas por hiper
excitación autonómica potenciada por rutas de la memoria y rutas
noradrenérgicas que emanan del núcleo cerúleo. La amígdala también participa
con las catecolaminas para codificar y consolidar las memorias asociadas a
eventos que provoquen arousal, miedo y estrés”. (Johnson, S; 2009; p.
96). En las memorias implícitas emocionales la participación
de la amígdala es esencial y según Peter Lang las memorias
emocionales se almacenan como redes asociativas compuestas
por elementos sensoriales de la experiencia y son activadas
cuando una persona se encuentra ante un estímulo que excita
elementos de estas redes.
Según Janet (1973) y van der Kolk (1989) las memorias son una
integración de percepciones visuales, auditivas, táctiles y
gustativas que proporcionan una base para categorizar e
integrar los nuevos estímulos; también según Janet (1919) la
memoria es la acción de contar una historia –actualmente la
definición de Janet alude el concepto contemporáneo de
memoria declarativa o explícita- y cuando una persona está
traumatizada hay una incapacidad y miedo al narrar el evento,
haciendo que los recuerdos no se puedan convertir en
narrativas neutras evitando la integración de los nuevos
estímulos con el conocimiento previo. En los flashbacks o
escenas retrospectivas que presentan las personas con TEPT
muy frecuentemente se observa que el individuo no puede
verbalizar y con respecto a esto van der Kolk (1989) dice que
el no poder acceder a la memoria lingüísticamente en estas
crisis empieza a organizar la experiencia en un nivel
icónico, en "sensaciones somáticas, reactuaciones conductuales, pesadillas y
escenas retrospectivas".
Algunos de las proposiciones de van der Kolk y Janet se han
podido apoyar con la ciencia contemporánea. Hoy en día
sabemos que en la memoria participan conjuntamente áreas
cerebrales como el hipocampo, la amígdala y la corteza
cerebral en las que se han encontrado irregularidades, así
también en el área de Broca (involucrada en el discurso y
lenguaje).
El hipocampo es importante para procesar la memoria a corto
plazo y para crear y recuperar memorias explícitas y
autobiográficas ya que es esencial en el procesamiento de las
dimensiones temporales y espaciales de la memoria. Las
memorias explícitas se van formando a partir de los 2 años
junto con el desarrollo del lenguaje y con ello “la posibilidad de
narrar lo que acontece y cómo nos afecta” (Aznárez, B; 2014). Se ha
detectado disminución del volumen hipocampal (Bremner 2001 &
Bain, E; Bonne, O; Charney, D et al., 2008) y se cree que se
debe a la exposición a estrés prolongado ocasionando pérdida
neuronal ya que los altos niveles de hormonas del estrés
tienen un efecto perjudicial en el hipocampo. Lucianna D
´Alessio comenta que el hipocampo es muy susceptible a
diferentes noxas y que esto está relacionado con su alta
capacidad plástica “el hipocampo es el tejido cerebral que ha demostrado
poseer mayor plasticidad” y si la actividad del hipocampo es
suprimida “se impide que el evento traumático se vuelva memoria explícita y la
memoria irresoluta del trauma permanece en la memoria implícita” (Johnson,
S; 2009; p. 89).
Por otro lado, Bremner (2001) halló en su estudio
deficiencias en la capacidad de la memoria a corto plazo y
llegó a la conclusión de que “este podría ser el periodo cuando el
hipocampo organiza las experiencias en cómo una persona ve e interpreta sus
experiencias” (Johnson, S; 2009; p. 89). Todos los efectos
mencionados sugieren que la mala integración de la memoria
ocasiona parte de la sintomatología del estrés postraumático
(flashbacks o escenas retrospectivas, ideas intrusivas,
dificultades para secuenciar espacial y temporalmente los
recuerdos y las amnesias comunes en el TEPT).
En el complejo amigdalino no se encuentran diferencias
estructurales pero se ha visto que hay una hiperactivación de
estas neuronas en personas con estrés postraumático y ésta
hiperactivación interfiere con el correcto funcionamiento del
hipocampo. El complejo amigdalino está involucrado en el
miedo condicionado, evalúa el significado emocional de los
estímulos e interviene en almacenar las memorias emocionales,
como se mencionaba al principio, la amígdala es
filogenéticamente más antigua y según LeDoux (1999) está
relacionada con la memoria implícita. La memoria implícita
tiene que ver con los niveles perceptual, somático, emocional
y conductual (Aznáres, B; 2014) y si hay alteraciones se
observa un incremento del condicionamiento e
hipersensibilización y reforzamiento de la memoria trumática.
(De La Iglesia Marí, M).
En otra zona cerebral en que se han encontrado
irregularidades es en la corteza cerebral.
La corteza prefrontal ejerce la función de inhibir la
activación de la amígdala y de recuperar la memoria episódica
(Hall, N; Gjedde, A; Kupers, R; 2008); si hay afectación en
ésta región se presenta una pérdida en la contención de
emociones, déficits en atención y concentración así como
deficiencia en la memoria de trabajo. (De La Iglesia Marí,
M).
Ayesha Ahmad comenta que la corteza prefrontal ventromedial
participa en la extinción del miedo condicionado y una
afectación en esta zona dificulta la extinción del miedo y su
estimulación fortalece la memoria. “Se ha sugerido que los individuos
resilientes son menos propensos a consolidar memorias emocionales y tienen una
mayor capacidad para extinguir memorias traumáticas” (Charney; 2004) en
Ahmad Ayesha.
También en un estudio de Cindy Eckart, et., al 2011 se halló
que el TEPT correlaciona con una reducción en la sustancia
gris en la corteza prefrontal, “la duración del trastorno es
directamente proporcional a la reducción de sustancia gris y a la gravedad
sintomatológica” (Seijas, R; 2013)
David Baldwin (2013) cita a Tucker, D y Luu, P (2012) quienes
describieron dos redes corticolímbicas que tienen que ver con
la consolidación de la memoria: la red dorsal en el
hemisferio izquierdo -activada en contextos seguros-, ésta
red según Tucker y Luu participa en la memoria espacial; en
cambio en el hemisferio derecho la red ventral -activada en
contextos novedosos- participa en la memoria de elementos
desconocidos; también estos autores señalan que estas redes
trabajan juntas pero que “ésta coordinación se rompe bajo tensión… una
persona traumatizada podría no utilizar la red dorsal…Esto puede afectar la
memoria y la conciencia en el ser humano. Como la red ventral se separa de las
zonas más bajas del cerebro, la consolidación de la memoria en que la red se
interrumpe y los síntomas asociados con una experiencia traumática parecen
anómalos”.
Por último, Silberman & Weingartner, 1986; Tomarken,
Davidson, Wheeler, & Ross, 1992 señalaron que “el hemisferio
derecho desempeña un papel en la percepción y expresión de la emoción,
particularmente de la emoción negativa” (p. 234) y Rauch et al., 1996
en un estudio detectaron lateralización en este hemisferio
durante la exposición a narrativas traumáticas; este
hemisferio está involucrado, entre otras cosas, a evaluar
significados emocionales; por otro lado se encontró que en el
hemisferio izquierdo el área de Broca, en parte responsable
de procesar, producir y comprender el lenguaje “mostró una
disminución significativa en la utilización de oxígeno” (p.233). Estos
resultados los llevaron a corroborar una proposición que ya
antes habían hecho van der Kolk & Ducey (1989) sobre que el
hemisferio derecho, al ser capaz de trabajar en ocasiones sin
participación activa del hemisferio izquierdo, “hace que los
pacientes no sean capaces de integrar la experiencia afectiva inmediata con la
estructuración cognitiva de la experiencia. Falta de integración resulta en
reactividad extrema al ambiente sin que intervenga la reflexión” (p.234).
III. Practica: Evaluación de la memoria declarativa en
personas con TEPT.
IV. Referencias consultadas.
Adolphs, R; Cahill, L; Schul, R, et al. . (1997). Impaired
Declarative Memory for Emotional Material Following Bilateral Amygdala
Damage in Humans. Learn. Mem. 4: 291-300 Recuperado en
Noviembre 2014, de Cold Spring Harbor Laboratory Press.
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