B5 El Guerrero Kinley Mac Gregor

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Transcript of B5 El Guerrero Kinley Mac Gregor

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ÍÍNNDDIICCEE

AARRGGUUMMEENNTTOO ............................................................................. 4

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CCaappííttuulloo 22 ................................................................................ 11

CCaappííttuulloo 33 ................................................................................ 18

CCaappííttuulloo 44 ................................................................................ 41

CCaappííttuulloo 55 ................................................................................ 50

CCaappííttuulloo 66 ................................................................................ 56

CCaappííttuulloo 77 ................................................................................ 70

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CCaappííttuulloo 99 .............................................................................. 100

CCaappííttuulloo 1100 ............................................................................ 116

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EEppiillooggoo .................................................................................. 207

AARRGGUUMMEENNTTOO

Lochlan MacAllister nació para ser un líder.

Despiadadamente preparado para tomar el control

de su clan, ha dedicado su vida a su gente. Pero

cuando se entera de que su hermano, al que se creía

muerto, podría seguir con vida, se embarca en una

búsqueda en pos de la verdad.

Catarina desea una vida de libertad. Pero ahora su

real padre desea utilizarla como peón para

asegurarse un tratado entre clanes conflictivos. Por

tal causa está dispuesto a retener a su hija con tal de

imponerle sus intenciones. Pero cuando ella escapa,

el destino le arroja en el camino de un hombre al que

aborrece.

CCaappííttuulloo 11

Mucho después de que oscureció Lochlan MacAllister y sus hermanos, Braden y

Sin se sentaron a charlar con el padre de la nueva esposa de Ewan. Las velas habían

sido apagadas y el vestíbulo era iluminado por el fuego del hogar que estaba ubicado

en el centro de la estancia.

Su luz jugó contra los escudos y armas que decoraban las paredes, y mientras los

reflejos producían formas extrañas con sus sombras, bromeaban y probaban la

comida que habían dejado los sirvientes para ellos antes de irse a descansar.

La pareja felizmente casada, se había retirado hacía mucho tiempo y ni Ewan, ni

Nora habían dado señales de vida desde entonces. Obviamente los presentes no

esperaban otra cosa. De hecho, Lochlan estaba seguro de que pasarían muchos días

antes de volver a ver el rostro de su hermano. Y eso era algo que hacía que su

corazón latiera con fuerza. Estaba muy contento del hecho de que por fin su hermano

Ewan encontrara la felicidad. Y para nadie era un secreto que él sin duda se lo

merecía.

—No puedo creer que Ewan se halla casado antes que Lochlan —dijo Braden,

mientras picaba un poco de la fruta que había en una fuente—. Debemos ser muy

cuidadosos Sin. Pienso que el segundo asalto podría caer sobre nosotros muy pronto.

También presiento que habrá una que otra confesión.

—Quizás —dijo Sin sonriendo.

—¿Tienen alguna información sobre los MacKaids? —preguntó súbitamente

Alexander, el padre de Nora.

Lochlan movió su cabeza negativamente. Deseaba encontrarlos con todas sus

fuerzas. Y sabía que lo haría. No descansaría hasta que no pagaran por atentar en

contra de su familia.

—Ninguno de mis hombres ha podido encontrar ni un rastro de ellos —dijo

Alexander—. ¿Que tal le ha ido a los tuyos?

—Tampoco han tenido suerte.

—Eso es muy extraño —dijo Sin—. Estoy seguro que todavía no hemos escuchado

hablar al último de los MacKaids.

—Probablemente no —asintió Lochlan.

—¿Entonces que debemos hacer? —Preguntó Alex—. Le he informado a mi primo

lo que hicieron y él ha ordenado la ejecución para todos ellos, pero hasta que no los

atrapemos….

—No es mucho lo que nosotros podemos hacer —dijo Braden.

Sin terminó su jarra de cerveza y se sirvió un poco más.

—Efectivamente, así es.

—¿Qué? —preguntó Braden.

—Deberías casarte Lochlan.

Este empujó bromeando el hombro de Sin.

– Veo que ya estás borracho.

—¿Lo está? —preguntó una voz femenina de pronto.

Ellos observaron sorprendidos a Caledonia, la esposa de Sin, que se acercaba

rápidamente. Ella giró en torno a la mesa hasta que se situó detrás de la silla de Sin.

Miró hacia abajo a su marido y lo reprendió con una sonrisita.

—Presiento que mi querido esposo lleva ya mucho tiempo aquí abajo.

Sin se sintió un poco apenado con la concurrencia.

—Venga conmigo, milord —le dijo ella, tomando suavemente su mano—. Mañana

tenemos una larga jornada hacia nuestro hogar y ya sabes que le prometí a mi

hermano Jaime que regresaríamos a tiempo para su cumpleaños.

Sin besó la mano de su esposa y luego acarició con ella su propia mejilla.

Lochlan quedó sorprendido al observar ese gesto, que era extraño viniendo de Sin.

Era muy bueno ver a su hermano tan encariñado con su cuñada. Jamás sospechó que

Sin alcanzaría algún día una felicidad rotunda. La vida por fin trataba amablemente

a su hermano mayor, tal y como siempre debió haber sido.

—Que descansen caballeros —dijo Sin, mientras se retiraba obedientemente a sus

habitaciones con su esposa. Al subir ellos se encontraron con Maggie en el pasillo.

Lochlan sonrió cuando ella vino hacia ellos, y los miró a los tres con sospecha.

Recordó el tiempo en el cual había deseado incluso su muerte y que le sucedieran

también muchas atrocidades. Ahora, estaba feliz de no haberla matado.

—Luces aún vivo, Braden —Lochlan le dijo a su hermano menor—. Este es tu

turno de guardar tus oídos con llave.

Braden se burló de ese comentario y dijo

—Mi dulce Maggie es quien conoce la mejor manera de tratar mis oídos, ¿verdad,

mi amor?

Sus caderas oscilaban cadenciosamente, mientras ella se acercaba a la mesa.

—Eso depende de lo que tengas tú en mente —Dedicó una dulce sonrisa a Lochlan

y Alexander—. ¿Les importa si me llevo conmigo a mi querido esposo?

—Por supuesto que no —dijo Alexander.

Braden la levantó en brazos, y comenzó a subir las escaleras a un paso frenético.

Lochlan los observó marcharse y su corazón sonreía por la actitud graciosa de su

hermano. Sin duda, Maggie podría darle a él muy pronto la noticia de la llegada de

un nuevo sobrino o sobrina.

—Entonces —dijo Alexander en el momento en que se quedaron solos—. ¿Haz

planeado ya el conseguirte una esposa?

Lochlan revolvió la cerveza alrededor de su copa y consideró el hecho. Realmente,

en su corazón no había espacio para una mujer. Dudó que en algún momento lo

hubiera. Pero su deber le ordenaba que tuviera en cuenta que pronto él debía tomar

una esposa. Ya se había demorado mucho en asumir esa responsabilidad.

—Quizá algún día —contestó quedamente.

Alexander arqueó una ceja hacia el.

—¿Acaso, ya no estás en edad de hacerlo, como para que estés dudándolo?

Quizá ya lo estaba. Pero el tenía demasiadas cosas en mente, en las cuales ocupaba

la mayor parte de su tiempo y buscar novia y casarse no era una de ellas.

—Todo llegará a su tiempo.

Alexander se burló de eso. Sonaron unos pasos cerca de la estancia, y oyeron como

la puerta principal se abría y se cerraba con su sonido característico. Intercambiaron

ceños fruncidos por la sorpresa. Esa no era hora para atender invitados.

Un Viejo sirviente entro en el vestíbulo con un joven detrás de él. El muchacho no

parecía haber alcanzado aún su mayoría de edad. Estaba vestido con harapos y

llevaba a cuestas un maletín de cuero.

—Perdone, milord —le dijo el viejo sirviente a Alexander—. El muchacho dice que

trae noticias sobre Lysander.

Alex le hizo un gesto al muchacho para que se acercara.

—¿Hay algún problema?

El muchacho se asustó y dio un paso atrás, mirando tímidamente a Lochlan y al

sirviente.

—Habla muchacho —le dijo Alexander pacientemente—. Nadie te hará daño en

este lugar.

Aún así el muchacho continuó dudoso.

—Debo decirle algo, milord. Un hombre vino a nuestro pueblo y me dijo que yo

debía entregarle esto a usted.

El chico se acercó y puso el maletín sobre la mesa, entonces se apartó rápidamente

como si creyera que la ira del infierno le azotaría su joven cabeza. Lochlan sospechó

de sus acciones. Alexander llevó su mano encima del maletín estropeado.

—¿Esto es de Lysander? —El muchacho trago con dificultad.

—No lo sé, milord. Me dieron la orden de entregárselo sin abrirlo.

Por la palidez que reflejaba el rostro del muchacho, Lochlan supuso que el no

había obedecido esa orden.

—¿Quién te dio esto? —Preguntó Lochlan. El joven rascó su cuello nerviosamente.

—El hombre me dijo que dentro del maletín había una carta dirigida a lord

Alexander y……y me mandó a decirle a su señoría que la próxima vez usted debería

contratar a alguien mejor que a un caballero francés. El muchacho estaba temblando.

—¿Puedo irme a casa ahora, milord?

Alexander asintió con un gesto. El chico salió disparado de la estancia como si los

demonios de lucifer lo estuviesen persiguiendo. El ceño de Lochlan se profundizó.

Alexander estudió el maletín.

—Esto es muy extraño.

—Si —dijo Lochlan, apoyándose detrás para observar mejor—. Lo es de hecho.

Alexander abrió el maletín y descargó su contenido sobre la mesa. Lochlan se

irguió en el momento que vio el tartán Verde y Negro que su padre había comprado

hacia tiempo para sus hijos. Nadie, a diferencia de él y sus hermanos debía poseer

otro tartán con ese diseño. Su sangre se congeló cuando lo miró fijamente con

escepticismo. Alexander abrió una pequeña pieza de pergamino, mientras Lochlan

tomó en sus manos el tartán para poder examinarlo mejor.

—Canmore —Alexander leyó en voz alta—. A mi no me gusta hacer el papel de tonto

por culpa de nadie. Dígales a los gitanos que ellos son los próximos en nuestra lista. No debió

haberle hablado al rey sobre nosotros. Si usted se hubiera quedado callado su hija podría haber

vivido mucho tiempo más. Ahora, nosotros nos iremos en contra de ella y del resto de los

MacAllisters. Cuídese mucho.

Las manos de Alexander temblaron por la rabia y su cara se puso casi de color

púrpura.

—Está firmado por Graham MacKaid.

Lochlan ni siquiera escuchó sus palabras. El estaba muy concentrado viendo las

iniciales estampadas en una de las esquinas del tartán andrajoso y estropeado que

tenía en sus manos.

K.M.

Kieran MacAllister.

¿Pero como pasó esto? ¿Quién podía tener el tartán de su hermano? ¿Nadie fuera

de su clan podría tener acceso a él? Buscando más pistas, Lochlan desempacó el

material y maldijo cuando una mano cortada al ras cayó directamente en el piso.

Alexander también maldijo, cuando identificó la extraña marca que tenía el reverso

de esa mano.

—Ayúdame Lochlan —gruñó—. Mataré a cada uno de esos bastardos por esto.

A Lochlan se le hizo difícil respirar. Le costaba un poco enfocarse. El trató de

recordar en su mente al hombre que había conocido hace muy poco tiempo. Un

hombre al cual no le había prestado la más mínima atención.

—¿Realmente, quien era Lysander? —Preguntó a Alexander.

—Honestamente, nunca lo supe. Lo conocí en Francia hace unos cinco años,

cuando estuve de visita en casa de un amigo. Cuando regresó de Outremer, nunca

habló de él mismo.

—¿Y este tartán de donde salió? —Alexander se encogió de hombros.

—El se envolvió con el cuándo vino a buscar trabajo. ¿Significa ese tartán algo

para ti?

Si el supiera, que significaba más que su propia vida.

—¿Alguna vez te dijo como lo encontró?

Alexander negó con su cabeza.

—Lo único que puedo decirte es que para él, ese tartán era muy querido. Mi

esposa trató de quitárselo una vez para lavarlo y el casi le arranca el brazo. Solía ser

muy feroz, en los primeros días que empezó a trabajar aquí.

Alex recuperó la mano y fue en busca de un sacerdote para realizar los oficios

correspondientes. Lochlan recorrió con sus largos dedos las letras que se encontraban

en la esquina del tartán, en el mismo lugar en el que un día su madre las puso.

—¿Cómo un francés pudo haber obtenido el tartán de Kieran?

Ninguno de sus hermanos, había viajado más lejos de Inglaterra a excepción de

Sin y él nunca había llevado un tartán consigo.

Si no fuera por las iniciales, el podría pensar que quizá el vendedor había

confeccionado otro tartán y pudo habérselo vendido a otra persona. Pero esas letras

bordadas, hacían único a su propio tartán, al de Braden y al de Ewan.

No, sin duda este tartán es el de Kieran. El lo sabía. No había ninguna duda en su

mente de que era de su hermano, además por lo que se podía observar el tartán era

bastante viejo. Un recuerdo de Outremer. Lo cual significa que Kieran, no pudo

haber muerto el día que se fue solo al lago. Por alguna razón, su hermano había

simulado su propia muerte, y después había abandonado Escocia.

—¿Pero por qué?

¿Por qué Kieran jamás quiso volver a comunicarse con ellos? ¿Por qué quiso que

todos creyeran que el había muerto hace ya tantos años?

Lochlan se sentó cuando la noticia lo penetró como un cuchillo afilado. Sin duda

los MacKaids encontraron el plaid después de que mataron a Lysander y lo enviaron

de vuelta con lo poco que quedó de él.

Ellos quizá si saben a quien perteneció este tartán y cuanto significa. Lochlan tomó

su cerveza en un solo trago. En alguna parte de allí afuera, Kieran MacAllister podría

estar aún con vida. Y Dios debería tener piedad para que él alguna vez pudiera

volver a estar con su hermano.

CCaappííttuulloo 22

Ocho meses después…

Catarina se mordió con sus propios dientes cuando apretó su dedo pulgar contra

la palma de su mano en un esfuerzo por liberarse de la soga que la tenía prisionera.

El sudor se resbalaba desde su frente, haciendo que a su nariz le diera un poco de

comezón, pero ella no se atrevió a rascarse. El poco tiempo del que disponía era

demasiado valioso para eso.

En cualquier momento sus secuestradores podrían regresar.

Ella los despreció por todo el daño que le estaban causando y deseó que la sarna

les invadiera esa parte de la anatomía masculina que los hombres valoraban tanto. La

tosca soga le quemó la piel, ya que al intentar liberarse se raspó con ella. A ella no le

importó ese hecho. Lo más importante era conseguir su libertad a cualquier precio. Y

juraba por Dios, que los malditos pagarían por separarla de aquellos a quienes ella

tanto amaba. ¡Cómo se atrevían a hacer tal cosa!

Nuevamente se dispuso a liberarse a pesar del dolor. Entonces intentó girar su

cabeza para atacar a la firme soga con sus propios dientes. Pero en lugar de soltar el

nudo, ella sentía que lo que se aflojaban eran sus dientes. Maldiciendo, cerró los ojos

y rezó para que la soga se soltara cuando tiró de ella con todas sus fuerzas.

Sintió de repente la pequeña ruptura superficial de la soga al raspar esta su carne.

Aun así, no se acobardó y en un resbalón doloroso, su mano quedó por fin libre. Si

ella fuera de las chicas que suelen gritar por todo, Cat habría llorado de alivio, pero

las lágrimas habían sido algo que había olvidado hacia años. Limpiando su frente,

respiró largamente y trató de recomponerse al sentir en su mano un poco de alivio

cuando dejó de latirle por la presión. Luego se ocupó desesperadamente en encontrar

un arma en ese cuarto desordenado en el que se encontraba.

Allí no había nada…

Excepto el fuego. Ella estrechó su mirada sobre los leños ardientes en el momento

en que una idea se le vino a la mente. Buscando bajo su vestido, ella rasgó un gran

trozo de su enagua para protegerse las manos.

—¿Piensas que de ahora en adelante ella no nos causará mas problemas?

Su corazón latió rápidamente, al escuchar a algunos hombres que se acercaban al

cuarto donde estaba prisionera. Caminando detrás del hogar, ella agarró un leño

encendido firmemente con ambas manos y se ubicó detrás de la puerta donde no la

podrían ver sino hasta después de que fuera demasiado tarde para ellos.

—Si nos causa algún problema más, considero que deberíamos azotarla sin

importar las órdenes que hallamos recibido.

—Pues hombre, te deseo mucha suerte. Mi ojo aún me duele debido al último

encuentro que tuve con ella. Yo creo que esa zorra golpea como un hombre.

Ellos abrieron la puerta. Cat suspendió su respiración hasta que ellos entraron en

la habitación. Su cuerpo reacciono sin vacilación y golpeó fuertemente con el leño en

la cabeza al segundo hombre. El gruñó de dolor, y se estrelló contra el primer

hombre, ella levantó el leño una vez más y lo golpeó tres veces seguidas, entonces

recogió sus faldas y trató de escapar tan rápidamente como pudo.

Salió del cuarto y fue hacia los establos. Algunos hombres gritaron para que ella se

detuviera, pero no les hizo caso. Nada, excepto la muerte podría hacerla rendirse

ante ellos.

Cat dudó cuando observó al pequeño número de personas que habitaban el

pueblo. Muchas giraron sus cabezas sorpresivamente al verla ensillar a un caballo.

Robar de esa manera significaría para ella desafortunadamente perder su cabeza en

la horca si la atrapaban. Pero tampoco tenía mucho futuro en la vida si alguno de

esos hombres lograba apresarla de nuevo.

—Deténganla —Gritó uno de los hombres—. Le daré 20 francos de oro a quien

logre atraparla.

Cat hizo una mueca de dolor, cuando observó como la turba enardecida mostraba

interés ante esa oferta. Veinte francos eran una fortuna. Un hombre gigantesco se

paró enfrente de ella con sucias intenciones. Se recogió las faldas y le dio una patada

en medio de sus piernas. El se doblegó de dolor, pero antes de que pudiera golpearlo

otra vez otro hombre la atrapó por la espalda

Ella mandó su cabeza hacia atrás para poder golpear la cara del hombre. El la

maldijo cuando se escapó de sus manos, ya que su cráneo estaba atontado con el

dolor que le produjo el golpe. Luego otro hombre intentó capturarla, ella logró girar

con tiempo su cuerpo cuando el tipo se le aventó y por su propio impulso cayó de

lleno en el piso ensuciándose hasta los dientes.

Pero antes de que pudiera continuar su fuga, alguien la golpeó por detrás y la hizo

caer de espaldas en el piso. Trató de tomar aire por su boca cuando el aire abandonó

sus pulmones. Pero aún no estaba derrotada. Se desplazó con su cuerpo para

derribar al que la había tumbado al suelo, pero no lo logró.

Desesperada ella rodó sobre el suelo, intentando escapar de nuevo de alguna

manera, pero su vía de escape fue bloqueada de repente por un par de botas de cuero

negro un poco maltratadas. Ella casi estalla de odio en su interior al sentirse atrapada

de nuevo.

¡No!

Ella se negaba a creer lo que acaba de ver con sus ojos al mirar cara a cara al

hombre que le bloqueaba sus esperanzas.

Esto no puede ser……

El tiempo se detuvo mientras ella observaba la mirada azul cristalina de ese

hombre que ella pensó que no volvería a ver jamás. La última vez que se encontraron

el era un bastardo bastante pagado de si mismo. Regio y duro para todos. Para ella él

siempre había sido más grande que la propia vida, pero ese pensamiento no

coincidía con la apariencia que el mostraba actualmente ante sus ojos.

Ahora el lucía mucho más fuerte y poderoso. Peligroso. Determinado y feroz. Su

cabello dorado estaba despeinado por el viento y sus mejillas lucían una barba de

varios días que no había sido afeitada. Pero eso no era lo que lo hacía parecer un

malhechor, la mirada letal que se reflejaba en su rostro era de lo más aterradora.

—¿Estas herida, mujer? —preguntó Lochlan con su gutural acento escocés, al

mirarla detenidamente y ayudarla a levantarse del suelo.

Cat lo único que se atrevió a hacer fue negar con un gesto de su cabeza, al tomar

su mano. Para alivio de ella, el la puso detrás de su espalda para protegerla de sus

perseguidores.

No podía creer en su suerte cuando trataba de sacudirse el sucio vestido que

llevaba puesto. Ni tampoco podía creer que Lochlan se arriesgara a salvarla cuando

ningún otro se habría atrevido a desafiar a esos hombres.

Uno de sus secuestradores se acercó a Lochlan con el fin de atraparla y este

desenfundó su espada para protegerla.

—Quédese donde está —el secuestrador lo observó desafiante, desconociendo por

completo que aquel a quien se enfrentaba era conocido como uno de los lairds más

poderosos de Escocia.

—Este es un asunto del Rey no debería entrometerse.

Lochlan se mofó del tono dominante que usó el tipo para dirigirse a él.

—Los asuntos del Rey me importan muy poco. No lo veo aquí por ningún lado y

si tú tienes algún problema con esta mujer, también tienes un problema conmigo.

Cat sonrió por primera vez en muchos días. Ella no alcanzaba a creer todavía que

alguien estuviera protegiéndola tan firmemente…. y que el aludido fuera Lochlan

MacAllister ni más ni menos. La vida de este hombre solo había girado en torno a

hacer cumplir las reglas. Jamás ni en sus sueños más desquiciados contempló la idea

de que el algún día la protegería a ella de algo y mucho menos de esto.

El atacante más próximo dio un paso hacia adelante. Lochlan giró la espada

alrededor de su cuerpo preparándose para el ataque. El hombre no se atrevería a

tanto si conociera de primera mano la habilidad extraordinaria que poseía Lochlan

con la espada, pero luego pareció darse cuenta de este hecho y se alejó a una

distancia un poco más segura.

—Nosotros debemos obedecer una orden real que nos obliga a llevarla a Paris.

Lochlan le hablo detrás de su hombro.

—¿Tú quieres ir a Paris Catarina?

—No, en lo que me resta de vida.

El le habló a sus captores.

—Bien, ya escucharon, la dama habló claramente. Si ustedes tienen un decreto

real, chicos, les sugiero que me lo muestren. Por otro lado, espero que lo

reconsideren y regresen por donde vinieron antes de que los deje marcados con mi

espada el resto de sus vidas.

Un tic nervioso latió con furia en la mejilla de uno de los guardias.

—Usted quiere hacerse matar por su insolencia.

—Si eso ocurre quizá usted pueda tocar una canción triste sobre mi tumba.

Luego silbó.

Un gran caballo gris relinchó antes de galopar cerca de Lochlan. El se subió

rápidamente al caballo mientras le daba una mano para ayudarla a montar y

mantenía con la otra la espada dirigida hacia los hombres.

Cat tomó su mano y el la colocó detrás de él sobre la grupa del caballo el cual

trotaba lentamente. Envolviendo sus brazos alrededor de su esbelta cintura, ella lo

apretó en gratitud por todo lo que estaba haciendo. Si no fuera por el hecho de que

odiaba hasta el aire que Lochlan respiraba, ella hasta le hubiese dado un beso.

—Gracias —dijo en su oído.

Lochlan no contestó, ya que se había fijado en que los hombres corrían hacia sus

caballos. Condenada suerte. El iba a tener que pelear contra ellos sin duda alguna.

Cuando se había detenido en el pueblo a conseguir suministros para el resto de su

viaje, la última cosa que esperaba encontrar era a la prima de su cuñada Nora.

La última vez que vio a Catarina, fue cuando ella se detuvo brevemente en su

castillo después de que ella y su familia salvaran a Ewan de una muerte prematura.

Cat se había comportado con el de forma grosera y el se había alegrado mucho

cuando ella se marchó, deseando no volverla a ver nunca más.

Aparentemente su suerte cada vez era peor en los últimos meses. Le debía a esta

mujer la valiosa vida de su hermano, por eso se había atrevido a rescatarla en

retribución.

—¿Por que, estos hombres te están persiguiendo? —preguntó sobre su hombro.

—Mi padre, Lucifer los ha mandado por mí.

—¿Tu padre?

—Si. En Paris hay un hombre que quiere casarse conmigo. Y que Dios me condene

antes de que yo vaya por mi propia voluntad a ese altar.

Lochlan solo pudo sonreír, a pesar del peligro. El no podía estar más de acuerdo

con ese sentimiento.

—Yo me encuentro en tu misma situación, mujer. ¿Entonces el los envió para

raptarte?

—¿Cómo lo sabes?

—El hecho es que aquí no están ni Viktor, ni Bavel para que te protejan. —Su tío y

su primo habían sido siempre extremadamente protectores con ella. En el lugar

donde estuviera, ellos la seguían como perros guardianes. La única forma en que no

se encuentren aquí con ella, es que alguien la hubiese separado sin su permiso.

—Ellos me secuestraron en la posada donde estábamos descansando. Mis

familiares deben estar angustiados por mi desaparición.

Sin duda. Personalmente, el había estado muy agradecido por la paz que se había

propagado en su hogar luego de que ella se marchó. El sintió cuando ella se giró para

mirar hacia atrás.

—Ellos se acercan a nosotros.

Maldiciendo, el admitió la verdad de su declaración.

—Ellos son muy persistentes.

—Como gusanos después de asolearse.

Lochlan no entendió su expresión.

—¿Sabes cuanto dinero les ofreció tu padre a tus secuestradores?

—Yo creo que lo que más los inquieta no es el pago, sino el peso de la ira de mi

padre.

—¿Y quién es tu padre que causa tanto terror?

—Felipe —le dijo simplemente.

Lochlan frunció el entrecejo.

—¿De qué Felipe me hablas?

Ella imitó su ceño fruncido.

—¿Es que acaso no escuchaste lo que los hombres te dijeron? Mi padre es Felipe

Capeto.

Lochlan se congeló cuando ese nombre penetró en su mente.

—¿Felipe el Rey de Francia?

—¿Es que acaso hay otro?

Se sintió enfermo cuando el peso de la verdad lo golpeó. Lochlan nunca se había

sentido tan tonto en toda su vida, considerando el hecho de que había convivido con

sus cuatro pendencieros hermanos, y eso era ya decir mucho por el momento.

—¿Estas diciéndome que yo he secuestrado a la Princesa de Francia separándola

de su custodia real?

—No, Lochlan MacAllister. Tú más bien has liberado a la Princesa de Moldavia,

del hombre que piensa casarse con ella a la fuerza solo porque el así lo quiere.

El apretó sus dientes con furia.

—Yo creía que tú eras solo una simple campesina.

—Eso depende de a quien se lo preguntes.

Un sentimiento de terror lo detuvo.

—Si no recibo una respuesta que me satisfaga de usted, milady, tenga la plena

seguridad de que voy a detenerme para preguntarle a los hombres que nos están

siguiendo, exactamente lo que piensan ellos.

Cat odió sus palabras. Ella no podía esperar nada bueno viniendo de este hombre.

El era inflexible y severo. Ella dudó si alguna vez en su vida él había vivido sin las

estúpidas reglas que tanto amaba obedecer.

—Bien, entonces te lo diré todo. Mi madre fue la hija ilegitima de un príncipe de

Moldavia y una campesina. Su padre la llevó a la corte cuando ella era ya una mujer

mayor, allí ella conoció a un hombre llamado Felipe que compartía su amor por los

caballos……y también otras cosas, gracias a ello mi madre muy pronto se encontró

embarazada, y de ese tórrido romance nací yo. Como Felipe no era libre para casarse

y ella no quería compartir su vida con nadie más, mi madre abandonó la corte de su

padre y se fue a vivir al pueblo donde nació. Allí crecí, hasta que mi padre me

encontró en edad suficiente para hacer realidad sus deseos políticos, el quiere sacar

ventaja uniendo a través de mi las monarquías de Moldavia y Hungría, sin

importarle que yo sea hija ilegitima. Desde el día en que descubrí tal atrocidad, he

intentado escaparme de mi destino yendo de un lugar a otro, evitando por todos los

medios tener algún contacto con el.

—¿Por que no me dijiste nada de esto antes de que yo te separara de esos

guardias?

—Por supuesto que no. Además yo los amenacé primero y los ataqué después.

—¿Y crees que tu testimonio podrá salvar mi cabeza cuando tu padre exija mi

muerte?

Ella se mofó de su afirmación.

—¿Tu realmente no le tienes miedo a mi padre, verdad?

—Yo no le temo a nada ni a nadie. Sin embargo, yo no soy un simple hombre

Catarina. Yo soy el MacAllister, así como tu padre es el rey en Francia. Cualquier

decisión que yo tome afectará sin duda la vida de las personas que me han

convertido en su líder. Y no sacrificaré a nadie que pertenezca a mi clan solo porque

tú eres desobediente y terca.

—¿Que quieres decir con eso?

—Simplemente quiero decir, que voy a llevarte con tu padre.

CCaappííttuulloo 33

Cat no estaba segura de haberlo escuchado correctamente.

—¿De verdad estas planeando eso?

—Si, voy a llevarte a tu padre, como corresponde.

Ella no supo si le fastidió más lo que dijo, o esa arrogante mirada que siempre lo

acompañaba, definitivamente él era un caso perdido.

—¿Y con qué derecho piensas hacerme esto?

—Aunque no lo creas, lo hago porque es mi deber, soy el laird y por lo tanto debo

evitar que tu padre le declare la guerra a mi pueblo. No deberías olvidar que la

hermana del rey Felipe es la esposa de Alexander Canmore. Alex es uno de los pocos

hombres que podría lastimar verdaderamente a mi clan.

Ella no podía creerlo.

—¿Entonces tu eres como una vaca leal a mi padre como todos los demás? Y yo

que pensaba que estabas hecho de un material mucho más resistente, al final no eres

más que un hombre corriente.

Sus palabras lo enfurecieron.

—Esto no es un juego Catarina. Yo debo responder por cada persona que

considera al clan MacAllister como su hogar.

Ella resopló con incredulidad.

—Creo que tus hombros no soportan tanto peso, deberías renunciar.

El se sintió ofendido por la opinión que ella tenía de él.

—Aunque lo dudes, mis hombros son bastante resistentes y no es la primera vez

que debo demostrarlo.

Ella se burló de su afirmación.

—Vaya, que importante te crees por eso. Quizá por ello, la joroba de tu espalda se

ha aumentado, debido a que debes inclinarte mucho para besar los pies de hombres

como mi padre.

El detuvo su caballo intempestivamente, para mirarla furioso.

—¿Con qué derecho me insultáis?

—Mis insultos todavía no han sido suficientes, para expresarte todo lo que te

detesto. Yo aquí soy la hija del rey y tengo todo el derecho de insultarte. ¿Ahora,

dime, que piensas hacer para detenerme?

Lochlan resoplaba con furia contenida y sus ojos azules disparaban fuego hacia

ella.

—Tu padre debió haberte criado mejor, mereces que te azoten por tus palabras.

—Violencia. Que pensamiento tan masculino, no me sorprende viniendo de

alguien como tu.

Lochlan le gruñó a ella como si fuera un animal salvaje, luego azotó a su caballo

con sus espuelas para apresurar la marcha. Ese movimiento brusco casi la hace

resbalar de la silla. Ella tuvo que envolver sus brazos fuertemente alrededor de su

cintura para no caerse del caballo, aunque un pensamiento la hizo sentir enferma.

—¿Estáis intentando matarme?

—No milady. Yo solo intento calmar mi temperamento para evitar matarte.

Incapaz de resistirse después de oír tan bruscas palabras, ella lo mordió en el

hombro. Lochlan gimió, al sentir ese dolor inesperado.

—¿Acaso, me habéis mordido?

—Si, y deberíais estar seguro de que te morderé más fuerte si no me liberáis

inmediatamente.

—Si así lo deseáis. —El detuvo súbitamente su caballo de nuevo. Tan pronto como

lo hizo, el le lanzó una mirada sardónica—. Sus deseos son ordenes milady, quedáis

en libertad.

Ella se espantó por sus acciones.

—¿Qué me decís?

El hizo un gesto hacia la tierra, incapaz de creer en su mala suerte.

—¿Acaso no desea correr, milady?, hágalo, por mi no hay ningún problema.

Seguramente el no estaba hablando en serio.

—¿Piensas abandonarme aquí, en este bosque salvaje? ¿Sola, a mi suerte?

—Oh, tenga la plena seguridad, milady, que tendré mucha lástima del oso o del

lobo que se atreva a cruzarse en su camino.

Cat se llenó de rabia y deseó por una milésima de segundo que este hombre jamás

hubiese nacido. Si ella pudiera le quitaría a Lochlan MacAllister una a una las

pulgadas sobrantes de su vida.

—Eres peor que un piojo, una cucaracha.

El pareció percibir la cercanía de los guardias, quienes estaban ya muy próximos a

ellos.

—Aquí vienen tus nuevos amigos. Estoy seguro de que ellos estarán muy felices

de llevarte segura a tu casa.

Ella lo miro con desprecio y luego saltó del caballo.

—Eres un tonto…… un estúpido —riñó antes de recoger sus faldas y ponerse a

caminar rápidamente para alejarse de él.

Lochlan se reclinó en su silla y la miró correr con todas sus fuerzas. Ella era veloz,

se merecía el trato que estaba recibiendo por haberlo insultado tan duramente. Pero

su satisfacción terminó cuando observó como los guardias intentaban atraparla. Un

hombre gigantesco, quien era tan impresionante como un oso, la tomó por un brazo

y prácticamente la arrastró sin consideración antes de ponerla en la parte de atrás de

su caballo. Ella gritó y maldijo, agitando sus piernas y tratando de morder al hombre,

quien alejó su pierna y la mantuvo en su lugar con una mano.

Lochlan sintió un dolor sordo en su estómago. Lo habían obligado a hacer lo que

no quería algunas veces y sabía lo doloroso que podría ser no tener el pleno control

de tu vida.

¿Pero a él que le importaba lo que le estaba sucediendo a ella? Ese era un

problema del Rey de Francia no suyo.

La verdad es que el no podía permanecer inmutable ante la verdad que se

mostraba ante sus ojos, incluso cuando la que sufría era una arpía.

Ella lo había mordido. Pero la verdad era, que le había salvado la vida a Ewan y el

le debía mucho por eso.

Oh no, Lochlan, ni siquiera pienses en meterte en más líos.

Ese pensamiento le llegó demasiado tarde, pues el ya había espoleado su caballo

detrás de los captores de Catarina. Los hombres percibieron la cercanía del jinete e

inmediatamente se dieron a la fuga, conduciendo a sus caballos más rápidamente.

—Esperen —ordenó Lochlan.

Al paso que ellos iban podrían herirla si tenían algún accidente. Pero los guardias

no se detuvieron.

Lochlan se resistió para no causarle un daño mayor a la joven y refrenó su

montura para pausar su marcha. El sabía que tarde o temprano los jinetes se

detendrían para descansar, entonces el podría rescatarla para llevarla a su casa sana

y salva.

En su hombro aún sentía el escozor del pequeño mordisco que le había dado. Bien,

ella no lo lastimaría nunca más. Pero claro, siempre quedaba la duda de si el sería tan

afortunado de no encontrarse con sus dientes de nuevo.

Como si acaso el tuviera tiempo para volver a su casa. Actualmente estaba

buscando información sobre su hermano Kieran, quien había desaparecido hacia

algunos años. Desde que Kieran había dejado su espada y su tartán en la orilla del

lago, todos habían asumido que el se había ahogado despechado, luego de que una

mujer licenciosa rompió su corazón. Pero su cuerpo nunca había sido encontrado.

Esa historia siempre había sido contada sin alteración, hasta que el vio un

duplicado del tartán de Kieran, la noche en que se enteró del asesinato de Lysander.

Desde ese momento, Lochlan había perseguido pistas que lo llevaran hacia su

hermano. Su búsqueda lo había llevado hasta el sur de Francia, donde el creyó que

su hermano se había marchado luego de simular su suicidio. Poco tiempo después

Lochlan había hablado con el último caballero que había visto con vida a su hermano

Kieran en Tierra Santa. Stryder de Blackmoor.

Stryder estaba compitiendo en un torneo en Normandía, por eso Lochlan se había

dirigido allí. Ese torneo solo duraría unos pocos días más, por eso era necesario que

Lochlan se apresurara antes de que los caballeros empacaran y abandonaran el

pueblo.

Si el no se hubiese encontrado con Catarina, no tendría tantos problemas. Pero lo

quisiera o no, el ya estaba metido de cabeza en el embrollo. No podía permitir que

ella sufriera aunque se lo mereciera. Condenado infierno.

El había nacido con lo que su hermano Braden llamaba un desafortunado sentido

de la responsabilidad. Su familia se lo había recalcado hacia mucho tiempo, y el

nunca tuvo el valor de cambiar esa actitud. Una vez más en su vida, el deseó ser

como Braden, Ewan o Kieran, a quienes solo les importaba vivir su vida a su manera.

Deseó tener el poder de no darle importancia a sus acciones y de que las mismas no

tuvieran consecuencias sobre las vidas de las demás personas.

Sin embargo, el era consciente de como las tonterías que podría hacer una persona,

afectaban a todo el mundo a su alrededor. En ese momento, el podría alejarse de allí

y atender sus propios problemas y desear que Catarina pudiera escaparse del cerco

de sus guardias. Pero si por su descuido algo le pasara, sería su culpa por no haberla

ayudado cuando tuvo oportunidad. Eso sería algo que le pesaría en su conciencia por

toda la eternidad.

—Yo no soy un mártir —resopló con ansiedad—. Pero el era un hombre recto,

cuyas palabras eran el firme reflejo de sus convicciones…y ella era una mujer que

podría ser lastimada por los mismos hombres que deberían protegerla. Eso no era

correcto y el lo sabía.

Entonces los siguió casi una hora y finalmente los guardias se detuvieron a

descansar. Silenciosamente el desmontó de su caballo y lo dejó amarrado mientras se

acercaba sigilosamente al campamento. El guardia que tenía apresada a Catarina la

tiró al suelo sin ninguna consideración.

—Si trata de escapar otra vez, le juro por Dios que le romperé ambas piernas con

mis manos.

Catarina alzó su barbilla para desafiarlo.

—Usted no se atrevería a hacerme eso.

—Inténtelo y verá.

Ella se puso de pie con una gracia y dignidad que realmente lo impactaron.

Lochlan no podía creer lo que ella era capaz de hacer, era una mujer audaz ya que se

le enfrentaba sin temor al gigantesco hombre. Parecía frágil y delicada en

comparación, pero incluso así demostraba no tener miedo. Su derroche de confianza

lo impresionó.

Ella tenía piernas largas, su cabello negro y largo se había liberado de su trenza y

bailaba libremente contra el viento enredándose en su cuello, su piel estaba pálida

por la brisa. Sus oscuros ojos estaban lívidos y un rubor ligero oscurecía sus mejillas.

Era una mujer muy hermosa. Pero lo era más cuando estaba en silencio absoluto.

Otro hombre se acercó con una soga e intentó amarrarla. Ella se agachó y lo

empujó para evitar tal ultraje. Antes de que pudiera lograr su cometido el hombre le

dio una bofetada que la tiró de lleno en el suelo.

El temperamento de Lochlan quedó fuera de control. Cruzó la distancia que había

entre el y los hombres en un abrir y cerrar de ojos, en el momento en que el hombre

levantaba su mano para volver a lastimarla. Lochlan lo golpeó duramente, el sujeto

cayó encima del otro hombre, que había venido en su ayuda.

Cat no podía creer que Lochlan hubiese regresado a por ella, la levantó de repente

del suelo y la puso encima del caballo más cercano. Después de darle las riendas,

golpeó el flanco del caballo, enviándola a través del camino mientras el regresaba

para enfrentarse a los guardias.

Su mejilla le escocía horriblemente debido al golpe que el hombre le había

propinado. Pero ella no le daba ninguna importancia, mientras estuviera bien lejos de

esos hombres. Todo lo que deseaba era liberarse por siempre de ellos. Mantuvo su

cabeza inclinada sobre el cuello del caballo para no tropezarse con los obstáculos del

camino. Lo único que quería era escapar, ni siquiera miró atrás ni una sola vez, hasta

que sintió el sonido de los cascos de un caballo que se aproximaba rápidamente. Con

miedo a que sus guardias la atraparan otra vez, Cat giró hacia atrás pero solo vio a

Lochlan que se acercaba presuroso en su caballo gris.

El no habló hasta que estuvo al lado de ella, entonces apretó sus riendas para

refrenar su caballo.

—¿Qué hacéis? —preguntó ella.

El logró esquivar su intención de impedirle que su mano se acercara a su rostro, y

entonces revisó su mejilla lastimada.

—Solo quería ver cuanto daño te han causado. ¿Estáis bien?

Su preocupación por ella la fastidió. No permitía que nadie a excepción de Víctor

o Bavel, la tratara con tal bondad.

—¿Y a vos que te importa?

Esos ojos acerados la penetraron con frialdad.

—Me importa lo suficiente, ya que he matado al hombre quien te hizo esto. Ahora

permanece quieta y déjame ver ese cardenal.

Cat se tragó su tono grosero.

—¿Lo matasteis?

—Bien, yo ciertamente no lo felicité por abusar de ese modo de su fuerza. Sin

duda tu padre habría hecho algo peor, si lo hubiese sorprendido golpeándote.

Tal cosa era cierta. Golpear a la realeza equivalía la pena capital. Pero aún así le

sorprendía que Lochlan se tomara lo que le había sucedido a ella como un asunto

personal. Eso hizo que su odio hacia él se disminuyera un poco más.

El llevó su mano a la muñeca de ella, que tenía sangre coagulada.

—¿Qué te hicieron esos hombres?

Ella alejó su mano.

—Ellos trataron de llevarme en contra de mi voluntad a un lugar que no deseo ir.

El agitó su cabeza en desaprobación.

—¿Tu siempre eres así, como si hubieses nacido en el infierno?

—No, yo puedo ser una persona muy amable cuando no abusan de mi buena

voluntad. Pero no cuando alguien intenta imponerme sus deseos sin importarle mis

opiniones al respecto. ¿Dime, podrías ser tú tan dócil, si alguien intentara obligarte a

hacer lo que no quieres?

—Yo soy un hombre.

Ella estrechó su mirada hacia él.

—¿Y eso que importa?

—Yo no nací para obedecer a los deseos de otro hombre.

Ella sonrió.

—¿En serio, no lo haces? —Acaso no me dijiste que no podías liberarme ya que eso

causaría un gran impacto a tu gente. ¿Acaso no obedeces lo que ellos te demandan?

Lochlan arqueó una ceja en respuesta a su razonamiento. Ella era terriblemente

rápida.

—Eso no es lo que yo quise decir.

—Por supuesto que no. ¿Qué podría saber de retórica un humano tan mal

formado como yo?

Más de lo que ella suponía.

—Yo no soy Aristóteles milady. Y no creo en eso de que las mujeres son humanos

mal formados.

—Pero si nos acusas de haber nacido en el infierno.

—No —dijo él mientras se apoyaba para resistir su peso—. Yo dije que tu habías

venido del infierno, lo cual es cierto. En ningún momento me exprese en contra de

todas las de tu género. Mi indirecta solo estaba dirigida hacia ti.

Cat no sabía por qué, pero sus palabras la hicieron sonreír. Y con la luz del sol

bailando en los reflejos rojizos de su cabello dorado, era realmente impactante. Había

una esencia de poder y nobleza que provenía de él. Si ella no supiera lo irritante que

podía ser, tal vez le gustara un poco su aspecto.

Su caballo se alejó a un paso de el, y ella tuvo un sentimiento ligeramente

desagradable. Una urgencia de escapar de él le recorrió el cuerpo, pero ya había visto

la destreza del hombre con el caballo, para saber que podría alcanzarla fácilmente. Si

intentaba escapar, él sería un problema mucho mayor que sus guardias.

Pero primero quiso usar con él la lógica.

—Yo no deseo regresar con mi padre. ¿Podrías ayudarme a encontrar a Viktor y a

Babel, por favor?

Ella pudo ver la incertidumbre en sus ojos.

Solo rezaba para que esa incertidumbre le diera alguna ventaja, para ponerlo de su

lado. Podría ser más fácil encontrar a su familia si el la acompañaba. Una mujer sola,

viajando a través del país llamaría mucho la atención. Sin mencionar el peligro al que

se exponía. En el camino había numerosos ladrones y bandidos quienes desearían

ponerle las manos encima a una mujer noble e indefensa.

—Los guardias ya están muertos —dijo ella suavemente—. Nadie sabe que tú me

ayudaste. Y puedo asegurarte que yo no se lo diré a nadie. Por favor Lochlan. Todo

lo que yo deseo en la vida es no depender de ningún hombre. Seguramente tú

puedes entenderlo. Mi padre solo quiere imponerme una corona y un marido que yo

no quiero. Si existe alguna compasión dentro de ti, entonces te pido misericordia.

Sería más honroso para mí que me atravesaras con tu espada a que me devuelvas a

ellos.

Lochlan no habló, ya que se debatía con el mismo. Sabía la difícil situación que se

cernía sobre ella. Algunas veces él había sentido esa opresión dura y pesada como un

hierro. Todos los días de su vida había sentido en algún momento el peso de las

obligaciones y el deber.

Catarina era como una bestia salvaje, ya que prefería roerse su propio miembro

para liberarse si este caía en alguna trampa. Un príncipe o un rey podrían demandar

una completa obediencia por parte de ella, y si no obedecía, su esposo podría

encarcelarla, como hizo el rey de Inglaterra con su propia reina. Por su desobediencia

su esposo podría matarla.

De todos modos, ella tendría que someterse. Y eso era algo que el no deseaba para

nadie, ni siquiera para ella.

—Muy bien, Catarina. Voy a ayudarte a encontrar a tu tío y a tu primo, pero

primero yo necesito viajar a Normandía para hablar con un hombre sobre el

paradero de mi hermano.

Ella lo observó con sospecha.

—¿Júrame que no te estás burlando de mi?

—No es ninguna broma. Te lo juro por las almas de mis hermanos. Voy a velar por

ti hasta que encontremos a Víctor y a Bavel. Lo que pase contigo cuando yo te

entregue a ellos, será tu problema.

Sus ojos lo deslumbraron con su espíritu y felicidad.

—Por eso yo podría besarte…si no fueras un sinverguenza.

A pesar del insulto, sus palabras lo divirtieron.

—¿Recuerdas lo que pasó la última vez que me insultaste, o ya lo olvidaste?

—Si, pero tu volviste por mi, ¿no es cierto?

—Quizá la próxima vez no lo haga.

—Quiz{s…. —Ella adelantó su caballo dándole un puntapié.

Lochlan observaba la forma en que ella montaba. Su espalda estaba recta y se

movía en perfecta sincronización con su caballo. Su porte regio era difícil de ocultar,

y él había sido un estúpido por no darse cuenta de ello la primera vez que la vio.

Claro, que en esos días estaba más preocupado por Ewan y el enredo que su

hermano había tenido con Canmore cuando Ewan intentó escapar con su hija…. Pero

aun así, Lochlan debió haberlo visto.

Ahora, no había ninguna duda sobre su noble procedencia, aunque aun

conservara sus cualidades salvajes. Ella era una mujer que amaba la vida y no trataba

de ocultarlo. Mientras que otras nobles se manejaban con sumo cuidado para que sus

modales no ofendieran a los demás, ella vivía sin ataduras. Si era feliz, sonreía. Si

estaba furiosa…….

Ella mordía.

Que Dios ayudara al tonto que le entregara su corazón a una mujer como ella.

Nunca tendría paz en su hogar. En una disputa con su esposo se defendería hasta

morir. Sacudiendo su cabeza, el se acercó y la obligó a que fuera un poco más

despacio.

—Necesitamos cuidar a los caballos tanto como nos sea posible.

—¿Debemos caminar entonces?

El se tomó a pecho su sugerencia.

—¿Estás deseando hacerlo?

—¿Crees que no lo haré?

A la mayoría de las mujeres que conocía, no les gustaría caminar en lo absoluto.

Mientras más bonito se hacía el campo, más difícil para caminar se ponía. Tocaría

caminar un terreno muy largo.

—No. —El resbaló de su caballo y se puso en tierra. Pero antes de que el pudiera

ayudarla se había bajado, y acariciaba la frente del caballo con el hocico en su

hombro.

Ella le lanzó una sonrisa, antes de comenzar a caminar. El estuvo prontamente

hechizado y cautivado por los cambios bruscos de su temperamento.

—Veo que estas de buen humor.

Ella estiró sus brazos y los puso detrás de su espalda mientras caminaba.

—Soy libre, al menos un día más. Y eso para mí es una causa más que suficiente

para celebrar. —Se enderezó para mirarlo—. ¿Nunca has celebrado el hecho de estar

aquí, ahora, vivo y sano con el sol sobre tu rostro y los pájaros cantando a tu

alrededor? ¿Qué el cielo azul se apoye sobre tu cabeza?

El estaba empezando a sospechar que quizás esta mujer estaba poseída por un

envenenamiento lunar.

—No. Tengo que reconocer que jamás lo he considerado.

Ella frunció su entrecejo y lo miró.

—¿No me digas que no bailas, cuando escuchas música?

—Soy el laird de mi clan, mujer. No es propio de mí hacer tal cosa. A veces,

cuando escojo a una mujer para un baile, ella se imagina inmediatamente que yo

tengo intenciones de casarme con ella y no que simplemente que quiera bailar.

Cat se detuvo al escuchar sus tristes palabras. Pobre hombre, asustado por un

simple baile.

—No puedo imaginar la vida sin la dicha de bailar. Es como vivir sin sonreír. —

Ella giró su cabeza para mirarlo, al recordar su breve estadía con el en Escocia—. ¿Tu

no sonríes mucho verdad?

—Cuando la ocasión lo requiere, por supuesto que lo hago.

—Es decir, muy raramente.

El resopló con exasperación por culpa de ella y su extraña conversación.

—Si estas intentando decirme todas mis limitaciones, no te tomes la molestia en

hacerlo. Te aseguro que conozco cada una de mis deficiencias.

Cat escuchó dolor detrás de su tono y decidió darle un respiro. Era más que obvio

que alguien de su pasado se había tomado el tiempo en enumerarle todas sus

limitaciones.

—Yo no quise hacer una lista de tus deficiencias Lochlan. Solo trataba de

conversar contigo para pasar el tiempo. Si quieres que caminemos en silencio,

entonces lo haré.

El inclinó su cabeza hacia ella de una manera noble propia de él, que se contuvo

para no reprenderlo también por eso.

—Perdóneme por mi error, milady. Por favor, continúe con su interrogación.

A Cat le extrañó de su réplica mordaz e inesperada.

—¿Es esa una clase de broma de tu parte?

—Sería muy desdichado si usted no se hubiese dado cuenta.

Ella sonrió.

—Pero fue un gran esfuerzo, y por eso estoy muy orgullosa de ti.

Ella lo miró por un momento cuando el caminó a su lado. Se veía tan poderoso y

varonil. De un andar tan presumido y tan recto, que parecía que esperara defenderse

en cualquier momento. Se veía como un guerrero, no como un noble. Se mantenía

alerta vigilando el área buscando alguna amenaza.

Algo la sorprendió con respecto a eso. Y encontró increíble que el estuviera en

territorio extranjero, sin sirvientes o guardias.

—¿Has venido solo a tu viaje?

El giró su cabeza para mirarla a ella.

—La mayor parte del viaje, si. Pagan dejó de ser mi acompañante cuando abordé

el barco que me alejó de Inglaterra. Ella sonrió al recordar a su viejo amigo. Pagan los

acompañó a ella y a su familia durante su viaje a Escocia y los ayudó en sus asuntos

personales. Había sido un hombre rústico, pero ella valoraba su amistad—. Oh, de

verdad lo extraño. El siempre era tan cáustico y mórbido.

—¿Y lo extrañas por eso?

—Si, él era muy divertido a pesar de su rencor.

En vez de responderle, Lochlan la haló por su vestido y le dijo que permaneciera

en silencio.

Cat quería preguntarle que estaba pasando, pero por sus acciones, asumió que su

silencio era mucho más recomendable.

El se asomó dentro de los árboles e inclinó su cabeza intentando escuchar algo.

Ella se colocó detrás de él.

—¿Escuchas algo extraño? —susurró ella.

—No estoy seguro.

Ella trató de escuchar sus palabras escasamente audibles. Y él continuó

inspeccionando el área con su mirada, Cat apenas se daba cuenta de lo cerca que

estaba de él. Había olvidado lo grande e intimidante que puede ser un hombre como

Lochlan. Cuando estaba rodeado por sus hermanos, no destacaba mucho porque

ellos poseían las mismas cualidades.

Pero estar tan cerca de él... era extremadamente desquiciante. Sus hombros eran

anchos y muy musculosos. Los cordones de su túnica se habían soltado y dejaban ver

los músculos acordonados de su pecho mientras que su mano descansaba sobre la

empuñadura de su espada, como si estuviera listo para la batalla.

Personalmente, ella siempre había considerado que los hombres rubios eran un

poco frágiles y femeninos. Pues en Lochlan no había nada de frágil ni de afeminado.

Tenía los rasgos bien cincelados y sus ojos expresaban belleza e inteligencia.

Pero lo que mas la sorprendía era el súbito impulso que tenía de extender su mano

y tocar sus mejillas para sentir la rudeza de su barba descuidada que lo hacía verse

aún más atractivo. Ella no sabía por que quería tocarlo, y esa necesidad era tan fuerte

que no estaba segura de poder evitarlo.

Lochlan miró hacia abajo, entonces se congeló al ver la mirada ardiente que le

dirigía. El había visto la lujuria retratada en los ojos de muchas mujeres, pero nunca

en los de ella. Eso lo perturbó y de alguna forma lo hizo ser consciente de ella. Dada

la naturaleza menos que amistosa de la mayoría de sus encuentros, no podía creer

que una mirada de ella haría a su cuerpo arder de esa forma. Una parte muy suicida

de él, incluso quiso besarla.

No, hombre, quédate quieto. Tú no deseas probar los labios venenosos de una

víbora. Ella es demoníaca y la última cosas que necesitas hacer es enredarte con una

mujer quien va a complicar tu existencia.

Eso era cierto. Solo quería tener un minuto de paz. Tenía demasiados problemas

con su gente a diario, con sus hermanos y su madre. La última cosa que el quería era

llevar más miserias y discusiones a su casa. Quería a una mujer que fuera tranquila y

dócil por naturaleza. Una que lo aliviara, no que irritara su espíritu más de lo que ya

estaba.

Aclarando su garganta, dio un paso hacia atrás y retomó las riendas de su caballo.

—Cualquier cosa que pude haber sentido, parece que se borro del mapa. Debemos

seguir moviéndonos —dijo retomando el camino.

Ella se movió para caminar a su lado.

—¿Cómo están tus hermanos? ¿Ewan se está comportando bien para que mi prima

Nora no lo liquide?

El miró hacia delante para evitar su mirada.

—Todos están bien. Y mientras que Nora siempre amenaza a mi hermano con

alguna cosa, Ewan luce completamente contento con ella.

—Pero tú te ves un poco preocupado.

Esas palabras hicieron que el la mirara a los ojos.

—¿Y que te hace pensar tal cosa?

—Herede de mi madre un poco de su sexto sentido. Tú no pareces que estés en

paz con todo lo relacionado a tu familia. Puedo sentirlo.

Eso era verdad. Había mucha inquietud en su hogar. Braden le había contado a su

madre lo ocurrido con el tartán de Kieran, y ahora ella no dejaba de llorar por la

suerte de su hijo perdido en el mundo. Lochlan le había prometido, que el no

regresaría hasta no saber con certeza lo que le había pasado a Kieran.

—Por lo menos yo no estoy huyendo de ellos, como lo haces tú —dijo recordando

su lamentable condición familiar.

—Te lo concedo. Mi padre es un hombre muy terco. Igual que tú. Pero me

sorprende que hayas venido solo. ¿Quién hace las veces de laird en tu clan mientras

tanto?

—Braden y Ewan, están liderando el clan con la ayuda de mi madre.

—Vaya, eso es algo muy extraño viniendo de ti. No puedo imaginar como hiciste

para dejar en manos de otros el liderazgo de tu clan.

El decidió ignorar el leve sarcasmo de su voz.

—Yo no le entregué a cualquiera las riendas de mi clan, mujer. Ellos son mis

hermanos y conocen la política que rige a mi clan. Además yo no podía pedirles que

abandonaran a sus esposas y a sus hijos para realizar este viaje tan largo, y esto es

algo muy personal como para mandar a cualquier extraño. Yo era el único que podía

hacerlo. Por eso estoy aquí.

—¿Y has encontrado algo sobre Kieran en tu búsqueda?

—Si. El abandonó Escocia y viajó a Tierra Santa en busca de mi hermano Sin.

—Pero nunca lo encontró.

El negó con su cabeza.

—Muchos conocieron a Kieran en el camino a Tierra Santa. La última persona que

lo vio, fue un Caballero llamado Stryder de Blackmoor. Yo debo hablar con Lord

Stryder sobre lo que le pudo haber pasado a Kieran.

—Y si gracias a eso tú encuentras a tu hermano...

—Lo golpearé hasta que me pida misericordia. —gruñó.

—¿Y por qué estás tan furioso?

El no le respondió. Mientras tanto recordó la última vez que vio a su hermano.

Kieran había bebido mucho, y se revolcaba sobre su dolor en el cuarto de los niños.

—¿Recuerdas la primera vez que Isobail vino aquí?

Lochlan había tratado de quitarle la bebida a Kieran, pero él no se lo había

permitido. Debido a ello, había muchas gotas de aguamiel salpicando la túnica de

Kieran, mientras apretaba la botella con su pecho.

—Lo recuerdo.

Kieran, quien no quería soltar de ningún modo la jarra de aguamiel, tenía los ojos

inyectados en sangre y de esa forma lo miró.

—¿Por qué no te diste cuenta de que ella era una mujer maligna?

Reconociendo que su hermano necesitaba compasión en vez de azotes, Lochlan se

detuvo para contestarle su pregunta.

—Ella lo calculó todo. Solo te miraba ardientemente, cuando tú ponías tus ojos

sobre ella. En el momento en que tú desviabas tu mirada, ella se volvía fría como un

témpano de hielo. Y ellos habían discutido la noche en que Lochlan le comentó ese

hecho a su hermano. Kieran le había contestado que el era un bastardo celoso porque

el tenía el amor de Isobail mientras que Lochlan no tenía a nadie que lo amara.

Kieran suspiró con lágrimas alcoholizadas.

—Debí haberte escuchado. ¿Pero con que derecho hablabas tu de amor o de

mujeres? Jamás te he visto con una dama. Alguna vez llegué a pensar que ni siquiera

estabas interesado en ellas.

Lochlan se congeló por el tono acusatorio que tenía la voz de Kieran.

—¿Qué rayos me estás diciendo?

La mirada de Kieran era un tanto mordaz.

—Tú sabes a que me refiero. Yo pienso que los hombres son los que reclaman tu

interés. ¿Es por eso por lo que querías alejar a Isobail de mí? Estabas celoso de que yo

tuviera a una mujer, mientras que tú no podías tener a ninguna.

La ira lo sofocó, pero Lochlan se controló.

—Tú solamente estás borracho.

—Sabes que no soy el único que piensa lo mismo de ti. Braden, Ewan e incluso

nuestra madre y nuestro padre. Papá me dijo que una vez te trajo a una prostituta

para tu uso. Dijo que tú no habías hecho nada para estar con ella.

Lochlan podría abofetear a su hermano por eso. Era cierto, él había regresado a la

mujer y le había pagado porque ningún ser humano debería tener que venderse por

comida. Además estaba furioso con su padre por su actitud. El pensaba que las

personas solo servían para satisfacer sus necesidades egoístas.

Lochlan no deseaba comportarse como su padre, un libidinoso a quien no le

importaba lo que sucediera con las mujeres y los bastardos que dejaba a su paso. El

conocía de primera mano los resultados desastrosos de sus flirteos galantes. Con ello

el había arruinado la vida de su madre y la de su hermano Sin, así como la de

muchas otras personas. La última cosa que Lochlan quería era que un hijo de su

sangre sufriera por su culpa.

En ese momento Kieran furioso se atrevió a desenvainar su espada para comenzar

la lucha. Al final, Lochlan lo desarmó fácilmente y lo envió directo al piso. Kieran

que permanecía en el piso, de espaldas lamentaba su suerte.

—Por primera vez en tu vida, Lochlan, conviértete en un hombre y ten el valor de

matarme.

Lochlan envainó su espada.

—Yo soy un hombre, Kieran, lo creas o no. Ser hombre no significa engendrar

bastardos y robar las mujeres de otros. Yo no soy quien llora por el hecho de que su

hermano se fugó con la mujer que amaba. Si fueras la mitad del hombre, que piensas

que eres, entonces no hubieses permitido que ella se alejara de ti. Pero todo habría

sido una mentira. El corazón de Isobail es un témpano de hielo y ella solo lo estaba

usando para conseguir sus propósitos.

El quería herir a Kieran de la misma forma en que él lo había hecho.

Kieran sonrió burlonamente.

—De todas formas yo tuve la oportunidad de tener a una mujer en mi cama. No

seré conocido como el Ganímedes débil que se oculta tras la sombra de su padre.

Lochlan apretó con fuerza la empuñadora de su espada. Temeroso de que si no se

alejaba pronto de su hermano podría matarlo.

—Eso eres, un cobarde. Corre y abandona a un hombre desarmado en el piso. Le

tienes miedo a todo. A las mujeres, a los conflictos y a la vida. Deberías morir en vez

de vivir como lo haces. ¡Eres un inútil Lochlan, un Inútil!

El regresó para contestarle a su hermano.

—Por lo menos yo no estoy intentado acabar con mi vida. ¿Quién es el verdadero

inútil aquí? Todo lo que has hecho en tu vida es hacérnosla imposible a los que te

amamos. Tú eres quién debería morir.

Esas fueron las últimas palabras que le dirigió a su hermano, y desde entonces un

vacío en su corazón le quemaba cada día, desde que habían encontrado la espada y el

tartán abandonados en el lago y habían asumido su muerte.

Nadie supo lo que había ocurrido en el cuarto de los niños. Nadie conocía la culpa

que Lochlan sentía por lo que había pasado y eso lo hería cada vez más. Era su

sufrimiento personal.

Y si Kieran estuviera aún vivo y se hubiese ocultado de todos por orgullo o

vanidad, el podría matarlo por exponerlo a una situación tan peligrosa.

Pero nadie sabía toda la verdad. Porque gracias a las infidelidades del padre de

Lochlan, las responsabilidades del clan pasaban a segundo plano cuando el estaba

bebido, gracias a ello Lochlan se había aislado de todo a muy temprana edad. Había

tratado de mantener viva la confianza en su padre, ocultándole a todo el mundo su

verdadera naturaleza. A sus hermanos, a su madre y a su clan.

La única vez que se había permitido las delicias de estar con una mujer, ella lo

había engañado suciamente y eso era algo que jamás pudo olvidar. No habría

ninguna forma en la que el le abriera su corazón a otra persona de nuevo, para que le

pagara con dolor y mentiras. El ya había aprendido su lección.

Catarina aclaró su garganta para llamar su atención.

—Te hice una pregunta, Lochlan, y por ello te perdiste en tus pensamientos. ¿Te

encuentras bien?

—Estoy bien, milady.

—Hmmmm… mi madre solía decir que los hombres admiten que se sienten bien,

cuando están ocultando algo. ¿Qué tratas de ocultar, Lochlan?

El respiró profundamente.

—Tú eres implacable con tus preguntas.

—Y tú eres mucho peor que tu hermano Ewan. Aunque eso no es un insulto, de

todas formas. A mi me cae muy bien, es un gran chico….cuando no se vuelve terco

como una mula. A él no le gusta hablar mucho. Pero me dijo que no lo hacía porque

sus hermanos acaparaban toda la atención. Yo asumí que lo que quiso decir era que

comparado con Braden y Sin, el no habla para nada.

Lochlan permaneció en silencio, cuando se dio cuenta que estaba encantado con

ella. Si fuera Braden, probablemente ya la tendría desnuda debajo de él en el próximo

cuarto de hora. Pero lo del flirteo r{pido nunca había sido una de sus aptitudes…

aunque actualmente quisiera hacer lo contrario. El pensamiento de ellos dos

retozando de forma apasionada lo atrajo profundamente. Deseaba sobre todo

silenciar sus preguntas con un beso y hacerle el amor rápidamente bajo las sombras

de los árboles.

Las consecuencias de lo que pasaría después del sexo, era lo que le impedía llevar

a cabo sus fantasías. Lo cierto era que tenía miedo de un embarazo no deseado y de

que ella esperara más de él que solo un beso y un revolcón. El se había pasado

mucho tiempo, secando las lágrimas de mujeres quienes se habían decepcionado de

la actitud de sus hermanos. Sin mencionar todos los años en que su madre se

lamentó sobre su padre por todas sus infidelidades. A él le gustaba pensar que su

padre era un hombre bueno, pero que se dejaba arrastrar por sus bajos instintos, lo

que corroía su humanidad.

Lochlan se detuvo cuando se dio cuenta de algo a su alrededor. Tuvo la plena

seguridad de que los estaban siguiendo. Pero eso no era posible. Ambos guardias

habían caído abatidos y no había nadie más que quisiera perseguirlos.

Catarina lo miró sospechosamente.

—Si sigues haciendo eso, me vas a poner nerviosa.

—Perdonadme, milady.

Cat no sabía que pensar sobre su acompañante. Era tan apropiado y rígido,

también bastante irritante. Le recordaba mucho a su padre. Siempre cuidándose por

conservar las apariencias, su padre se había negado a tomar su mano incluso cuando

era una niña. Se esperaba que la realeza siempre escondiera sus emociones. A ella no

le gustaba vivir de las apariencias. Se parecía mucho más a su madre en ese aspecto.

Por eso su madre se distanció de su padre, aunque fuera en contra de lo que

realmente deseaba. Siempre fue una mujer amable, con un gran amor por su tierra en

la cual no tenía ninguna importancia. Su padre le predicaría sobre la obligación y el

deber. El la culparía por mantener una relación condenada de por vida, por pasar un

corto y miserable tiempo con un hombre que esperaba que ella no sonriera jamás. Un

hombre que la obligaría a vestir como el quisiera, como comportarse y evitarle

incluso salir en público.

A Cat le gustaba reír y bailar. Ser feliz. Más que todo deseaba amar. Nunca le

había permitido a ningún hombre que la tomara y luego la abandonara. Ella quería

encontrar a alguien que la tocara con cariño sin importarle lo que los demás pudieran

pensar.

Nunca olvidaría ese día cuando vio a una joven mujer en un pueblo con su tío

Bavel. Ellos fueron allí en busca de provisiones y mientras tanto ella vio que un

soldado regresaba de la batalla. Venía descalzo, sucio y maloliente. Pero a pesar de

eso, una campesina joven grito de felicidad y soltó la canasta que llevaba en el

momento en que cruzó sus ojos con los de él. La había ahuecado en sus brazos,

mientras giraba con ella, sonreía y la besaba con amor.

Eso era todo lo que Cat quería. Un amor sin restricciones. Pasión. Saber que su

amante no desea a otra sino a ella. Eso era algo irreal, como si los cerdos pudieran

volar, pero lo había visto una vez y por eso no habían muerto aún sus esperanzas.

Era un deseo al cual se aferraba tenazmente. Se negaba a obtener menos que eso.

—¿Me contestarías algo Lochlan? —preguntó ella, tratando de romper el silencio

entre ellos—. ¿No te has casado aún?

El se sorprendió un poco por la pregunta.

—¿Perdón, qué me decís?

—Ewan me dijo que tú estabas negociando un matrimonio arreglado con otro

clan. ¿Debo suponer que aún no te has casado?

Una frialdad se apoderó de sus rasgos.

—El padre de la novia así lo desea.

—¿Pero tu no, verdad?

—Esa sería una excelente unión para nuestros clanes. Ella posee una dote rica en

tierras de labranza y también ese clan es conocido por tener grandes luchadores para

la batalla. Eso incrementaría nuestro ejercito y ampliaría nuestras defensas en el sur.

Ella le refutó.

—Oh, Lochlan….siento una lastima inmensa por tu novia. ¿Qué piensas decirle en

su noche de bodas? ¿Mi gente está muy agradecida por nuestro matrimonio, milady?

¿Nuestra unión significa para ellos muchas más tierras de labranza?

El se detuvo y la enfrento.

—Aunque no lo hayas pensado, tú no podrás vivir toda tu vida sin obligaciones

Catarina. Tarde o temprano tendrás que crecer y comprender que hay consecuencias

por el abuso de la libertad.

—Sí —sonrió divertida—. Tendré graves consecuencias por ello.

El agitó su cabeza.

—Eres como Braden. En su búsqueda de la libertad el rompió cientos de corazones

y los abandonó sin consideración. ¿A ti no te importa a quién hieres con tu actitud?

—Claro que me importa. Yo jamás he herido a nadie con sucias intenciones.

—¿Entonces, por que me mordiste en el hombro?

Ella alzó su barbilla audazmente.

—Tu me insultaste, acaso no sabes que me estaba defendiendo. Mi sonrisa y mi

baile nunca han herido a nadie.

Sus ojos azules la miraban fríamente.

—¿Piensas que no? ¿Tienes alguna idea de cuantos hombres han visto tu danza y

han creído que estás intentado seducirlos? Cuando tu los rechazas, los hieres, o acaso

no te has dado cuenta.

Ella frunció el cejo ante su enojo.

—Dios santo, ¿Cuántas veces te han herido para que reacciones así?

—Nunca. Yo no permito que la lujuria domine mis emociones, pero yo he secado

las lágrimas de mujeres que se lamentan constantemente por las personas que han

jugado con ellas. Es muy cruel jugar con los demás.

Bien, ella no tenía que preocuparse de que el intentara seducirla, y no es que se

sintiera decepcionada por eso. El era intratable.

Cat permaneció en silencio el resto del camino. Ellos no tenían nada que decirse, él

era tan diferente a ella. Obviamente estaba contento de vivir una vida totalmente

restringida y estaba segura de que no se pondrían de acuerdo en ningún tema de

conversación ya que sus opiniones eran diametralmente opuestas. A diferencia suya,

Lochlan no parecía ceder ante ningún debate. Preferiría el silencio, la paz y la última

cosa que ella quería era que se arrepintiera de ayudarla y la llevara donde su padre.

Después de una hora, Lochlan la ayudó a montar en su caballo y ella trotó

calladamente hasta que llegaron a un pueblo pequeño. Estaba anocheciendo y las

personas estaban apresurándose para terminar su jornada antes de irse a dormir.

Lochlan se bajo de su caballo en frente de los establos, y la ayudó a bajar de su

montura. Muchos de los habitantes los observaron con recelo. Era obvio, que no

estaban acostumbrados a que los extranjeros visitaran su pueblo.

Un hombre mayor vino desde el granero, mientras se rascaba la parte de atrás de

su cuello. Era un anciano, tenía el cabello deshilachado y gris.

Lochlan le entregó las riendas de su caballo.

—¿Podría usted alimentar a mi caballo?

El hombre se extrañó de la actitud de Lochlan.

—¿Qué me dijo?

Lochlan sacó una moneda de su bolsa.

—¿Podría usted alimentar a nuestros caballos?

El hombre hizo un gesto despectivo.

—¿Qué idioma habla, inglés?

Lochlan no podía sentirse más ofendido por ese atrevimiento. Cat se dio cuenta de

que el hombre, no entendía el francés Normando de Lochlan debido a su fuerte

acento escocés.

—Lo que él quiere decir, es que necesitamos establos para guardar nuestros

caballos por esta noche, señor. El desea que usted los alimente con un poco de avena.

—¿Entonces, por que no se expresó claramente?

El ceño de Lochlan se profundizó cuando el hombre tomó la moneda y las riendas

de los caballos.

—Eso fue lo que yo le dije.

Cat intentó no reírse de su furia. Sabía que Lochlan no apreciaría ese gesto en lo

más mínimo.

—Si, pero tu tienes que tratar de no utilizar ese fuerte acento con estas personas,

porque no lograran entenderte nunca.

El hombre regresó y aclaró su garganta antes de dirigirse a Cat.

—A propósito, milady, debería decirles a las demás personas que es mudo y que

usted debe hablar por el. A nosotros no nos gustan los extranjeros y mucho menos

los Ingleses.

Lochlan resopló furioso.

—Yo no soy inglés —contestó entre dientes.

Cat fingió una seriedad que claramente no sentía.

—En su mundo, no existen diferencias entre ingleses y escoceses.

—Pues somos muy diferentes.

—Lo sé, pero para un campesino aquí en Francia, tú no eres más que un extranjero

y si eres de Inglaterra o de Escocia, para ellos no tiene ninguna importancia.

Un tic latía en su mejilla.

Cat trató de tranquilizarlo dándole golpecitos en el brazo.

—Venga, milord, busquemos un lugar donde comer y descansar.

—¿Estas disfrutando con esto, no?

—Más de lo que te imaginas.

Lochlan observó como se engalanaba con su presunción. La verdad sea dicha, el

había tenido algunos problemas para que la gente entendiera su francés, aunque el lo

hablaba fluidamente. Lo que lo encolerizaba era tener que depender de una mujer

que ni siquiera lo soportaba.

Cuando se acercaron a lo que parecía ser una hostería pequeña, Lochlan oyó a un

muchacho que suplicaba en la tienda del pellejero.

—Por favor, señor, mi padre estará muy enfadado. Él me dijo que usted debe

pagarme lo apropiado por todo este tiempo.

—Y yo le he dado su pago, muchacho. Ahora lárgate fuera de aquí antes de que yo

te azote.

—Pero señor...

La voz del muchacho se apagó cortada por el sonido de una palmada. Momentos

después, un niño no mayor de diez años tropezó con el, mientras sostenía su mejilla

adolorida. Larguirucho y pequeño, sus ojos castaños estaban luminosos por las

lágrimas.

Lochlan levantó al muchacho de un tirón cuando este empezó a alejarse.

—¿Te encuentras bien, muchacho?

Él niño retrocedió.

—Por favor, mi señor. Yo no tengo nada que usted pueda tomar.

Lochlan agitó su cabeza.

—Yo no quiero tomar nada de ti, muchacho. Solo quiero saber si te trataron con

justicia o no.

Cat hizo una pausa cuando comprendió que Lochlan no estaba detrás de ella.

Aceleró su paso para encontrarlo con un muchacho, fuera de una tienda pequeña. La

mejilla del muchacho estaba pintada de un rojo luminoso y tenía dibujado el

contorno de una mano grande. Esa visión era suficiente para enfurecerla.

Su voz tembló cuando el chico se dirigió a Lochlan.

—Yo traje las pieles como mi padre me pidió, pero el pellejero sólo pagó lo que

quiso, incluso casi la mitad de lo que debía.

Antes de que ella pudiera pestañear, Lochlan tomó al muchacho y lo llevó dentro

de la tienda para confrontar al dueño de la pellejería. Ella siguió después de ellos,

pero Lochlan no parecía saber que estaba allí cuando se enfrentó al curtidor.

Los ojos del hombre se ensancharon cuando él percibió el tamaño de Lochlan y la

presencia de su espada envainada.

—El niño dice que usted está debiéndole algo.

La mirada del curtidor se estrechó con enojo.

—¿Qué mentiras le ha dicho, muchacho?

—Ninguna, señor, por favor. Mi padre me pegará si yo llevo a casa menos de lo

que él espera.

El curtidor encrespó sus labios cuando le tiró una pila de pieles al muchacho.

—Tienes suerte de que yo te pague por esto. Esos cueros no tienen ningún valor

para mí. Tu borracho padre estropeó la mayoría. Ahora sal de mi vista antes de que

te arreste por robo.

El muchacho inclinó su barbilla al pecho y se dispuso a marcharse, pero Lochlan lo

detuvo y se arrodilló ante el niño.

—Permíteme ver tus monedas.

El pudo ver las lágrimas en los ojos del muchacho cuando abrió su mano para

mostrarle una sola moneda cobriza.

—¿Y cuánto más debes llevar a casa?

—Un franco, mi señor.

Lochlan soltó los cordones de su bolsa, y le dio dos francos al niño.

El muchacho lo miró con escepticismo.

—Gracias, mi señor. Que Dios lo bendiga.

Lochlan inclinó su cabeza ante el niño mientras corría fuera de la tienda. Entonces

se puso de pie y le dirigió una mirada furiosa e intimidante al artesano, el cual se

asustó y se retrocedió dos pasos.

Le tiró varias monedas al hombre.

—Eso es para su caridad, usted necesita aconsejar bien a su mano. Recuerde, un

perro tomará sólo unos pocos puntapiés antes de ponerse vicioso. El muchacho del

cual usted abusa hoy podría convertirse en el hombre que le devolverá el favor a

usted cuando crezca.

Cat caminó detrás de Lochlan cuando este se alejó furtivamente. Ella observó los

ojos del artesano y vio miedo en ellos. Era muy dudoso que volviera a golpear a otro

niño en la vida. Agradecida por eso, se apresuró para estar cerca de Lochlan.

—Eso fue muy típico de ti, Lochlan.

—No me felicites por ello, Catarina.

Ella lo detuvo de un tirón.

—Yo nunca felicito a cualquiera. Lo qué hiciste era sumamente necesario. Yo estoy

segura que no tienes ni idea de lo que ese solo acto significó para el niño.

—Créeme, lo sé.

Había algo en el tono de su voz que le hizo sentir la necesidad de abrazarlo. Si no

lo conociera bien, pensaría que él había sufrido abusos cuando era niño. Pero había

visto cuanto amor sentía su familia por él. Ellos eran tan unidos que no había

ninguna manera de que pudiera comprender la miseria en la que el niño vivía.

Pero aún, algo en su actitud le recordó mucho a un león herido y no entendía por

qué. Él era tan fuerte e inflexible…tan poderoso que la idea de que estuviera herido

por algo era increíble. Aunque Ewan era físicamente un hombre mucho más grande

que Lochlan, le faltaba la gracia letal que parecía firmemente inculcada en el laird

MacAllister.

Y Lochlan estaba ahora aun más rígido que como lo había estaba ese día más

temprano. Suspirando en sus pensamientos, lo encaminó hacia la hostería. En cuanto

entraron, algunos de los obreros se volvieron sospechosamente hacia ellos. Cat se

dirigió a un hombre que vestía un delantal que parecía ordenarle algo a una de las

sirvientas.

—¿Perdone, señor? Nosotros necesitamos un cuarto para descansar esta noche.

Su mirada se estrechó con furia sobre Lochlan.

—¿Usted siempre permite que su mujer hable por usted?

Los orificios nasales de Lochlan resoplaron despectivamente hacia el hombre que

inmediatamente se asustó y retrocedió.

Cat le puso la mano en el pecho a Lochlan para detenerlo. El hombre tragó y les

hizo un gesto hacia los escalones.

—Hay un cuarto en la parte de arriba, es la tercera puerta a la derecha.

Ella sonrió con apreciación.

—Gracias. Nosotros también necesitamos algo de comida.

—Estará lista en un momento.

Ella inclinó su cabeza hacia el hombre antes de tomar la mano de Lochlan para

conducirlo hacia los escalones.

El enojo de Lochlan se incrementó cuando él sintió su mano suave dentro de la

suya. Sólo sus cuñadas y su madre habían hecho tal cosa alguna vez. Ese era un

toque familiar y lo que más lo inquietaba, era que su toque le removía el centro de su

ser. Le encendió la sangre y lo hizo consciente agudamente del hecho de que ella lo

estaba llevando a un cuarto, solitario, con una cama…

Su verga se endureció con ese pensamiento repentino.

Cuando lo llevó al cuarto, cerró la puerta detrás de ella. El calor en su ingle era

insufrible ya que su mirada se dirigía a una cama que estaba muy cercana.

—Nosotros debimos haber conseguido dos cuartos. Esto es muy impropio.

—¿Quizás, pero que crees que la gente piensa de un hombre y una mujer que

viajan juntos? —Es más seguro si ellos creen que estamos casados.

Ella tenía razón, pero ese conocimiento no lo ayudaba a aliviar el dolor ardiente de

su ingle. Era feroz y duro, y le hizo desear nunca haberla conocido.

Dejó caer sus alforjas cerca de la ventana.

—Yo dormiré en el suelo.

Cat se divirtió con sus palabras hasta que escuchó el sonido de un grupo grande

de jinetes que se aproximaban. Parecía más bien que un ejército pequeño había

invadido al pueblo.

Acercándose a la ventana, la abrió de un empujón y vio a un grupo de soldados.

Retrocedió anonadada.

—¿Qué pasa? —Preguntó Lochlan desde el piso.

—Afuera están los hombres de mi padre.

CCaappííttuulloo 44

Lochlan escuchó calladamente al grupo de hombres que se apeaban en la hostería.

No le prestó mucha atención a ese hecho hasta que el capitán del pequeño ejército

detuvo a un hombre en la mitad calle.

—Nosotros estamos buscando a una mujer joven. —El puso su mano a la altura de

su hombro—. Ella es así de este alto y tiene el pelo negro y ojos oscuros, viaja sola. Su

nombre es Catarina.

Afortunadamente, el hombre negó conocerla con la cabeza y Lochlan hizo su

mejor esfuerzo para recordar si el la había llamado por su nombre cerca de algún

aldeano.

—Por lo menos ellos piensan que todavía estoy sola —susurró.

Eso era algo que estaba a su favor, pero aún así debían encontrar una forma de

salir hacia el bosque sin ser vistos.

—¿Conoces a alguno de los hombres que están afuera?

Ella miró hacia abajo, y agitó negativamente su cabeza.

—Creo que no, pero eso es algo difícil de decir con plena seguridad. Hay muchas

personas en la corte de mi padre y es muy complicado distinguir sus caras

claramente desde aquí.

Él maldijo. Ellos podrían intentar salir afuera por la parte de atrás y escapar, pero

esos soldados verían ese acto un tanto sospechoso. Si él fuera inteligente, la

abandonaría a su suerte. Pero eso sería desleal y ya le había dado su palabra.

—Lo mejor que podemos hacer es quedarnos aquí, pienso que ellos investigaran

alrededor del pueblo y luego se marcharán.

Catarina parecía un poco asustada por eso.

—¿Piensas que ellos revisarán las habitaciones aquí?

—Es posible que lo hagan.

Ella respiró frustradamente.

—Entonces debo ir con ellos antes de que me encuentren.

—¿Perdóname, que dijiste?

—Sería algo muy prudente de mi parte. Si ellos me encuentran contigo, podrían

matarte. Estoy segura que puedo escaparme de nuevo.

Él lanzó una mirada dudosa al gran número de hombres que investigaban el

pueblo. Concedido, ella era una mujer problemática, pero eran tantos hombres que

incluso él tendría problemas para escapar de ellos.

—Prometí que te entregaría en las manos de tu tío, Catarina, y tenlo por seguro

que lo haré.

—¿Sí, pero que hay de tu gente?

—Los guardias que están abajo no conocen a ninguna de las personas de mi clan.

Así que si tú no les dices quien soy, mi gente no correrá ningún peligro.

—¿Harías eso por mí?

—Soy un hombre de palabra. Siempre cumplo lo que digo. Te prometí que te

llevaría con Bavel y juro que lo haré.

Cat le sonrió.

—Estaba equivocada sobre ti, Lochlan MacAllister. Tú no eres tan odioso como yo

pensaba. Eres casi un héroe para mí. —Cuando dijo esas palabras, ella comprendió lo

hermoso que era ese hombre. Aunque su pelo estuviese despeinado y no estuviera

afeitado, era sumamente atractivo. No podría recordar que otro hombre le pareciera

tan bello.

Cuando lo miró, sus ojos se oscurecieron lentamente, sostuvo su mirada fija en sus

labios con un hambre insaciable. Esa mirada estaba tan caliente que ella casi pudo

sentir sus labios sobre los suyos. Sintió su cuerpo apretado contra ella. Se estremeció,

y quiso saber como se sentiría al besarlo.

Lochlan había inclinado totalmente su cabeza hacia ella cuando un golpe afilado

logró que ellos se sobresaltaran.

—¡Por orden del rey, abran esta puerta!

Lochlan le hizo señas para que hiciera silencio antes ir a abrir la puerta. Cat se

atragantó de miedo presintiendo lo que iba a pasar.

Con el pelo oscuro y una cara de duras facciones, el guardia entró en la habitación.

Su mirada se estrechó cuando observó a Cat, antes de que tomara conciencia del

tamaño de Lochlan. Su enojo se hizo visible con una mueca.

—¿Perdónenos, milord, pero es cierto que usted llamó a la mujer que está con

usted Catarina?

—¿Quién dijo eso?

—Una mujer en la calle. Ella me dijo que ustedes eran extranjeros.

Todavía Lochlan estaba molesto por la interrupción perpetrada por el arrogante

soldado.

—¿Y que pasa si así es?

—Estamos buscando a la hija del rey, Catarina. Es indispensable que nosotros la

encontremos y la devolvamos a manos del rey.

El soldado le lanzó una mirada significativa a Cat quien se permitió enfrentarse a

él con la expresión más encantadora que podría mostrar.

—Oh, lo lamento señor —dijo Cat, mientras imitaba el acento escocés de

Lochlan—. ¿Seguramente usted no está creyendo que yo sea una princesa francesa,

verdad? —Ella dio un paso adelante y envolvió sus brazos alrededor de Lochlan—.

Me siento adulada, pero aquí solo estamos mi marido y yo.

El guardia frunció el entrecejo.

—¿Pero su nombre es Catarina, verdad?

—Mi nombre es Catriona. Es similar supongo para las orejas francesas, pero no es

el mismo nombre.

Él cabeceó de alivio relajó el ceño del soldado.

—Entiendo perfectamente. Por favor perdonen mi interrupción.

Cat no respiró hasta que el hombre cerró la puerta y oyó que sus pasos se alejaban

hacia el vestíbulo.

Lochlan todavía la estaba mirando.

—¿Dónde aprendiste a dominar ese acento?

Ella arrugó su nariz.

—Escuchándote a ti y a tus hermanos. Tiendo a aprender fácilmente.

—Solo tú podrías decir algo como eso. Parecía como si hubieses nacido en Escocia

y lo de Catriona fue…brillante.

Ella lo interrumpió.

—Siempre hago lo mejor que puedo.

Ella vio como el fuego regresó a sus ojos antes de que se excusara y la dejara sola

en el cuarto para descansar. Salió tan rápidamente que ella no tuvo tiempo ni

siquiera para hablar.

Sus acciones la habían divertido mucho más teniendo en cuenta que sentía el

mismo calor por culpa de él. Había algo sobre él que era tan desquiciante y deseable

que era lo que la mantenía alejada para no obligarlo a que la besara. No olvides que

lo odias. Él es todo lo aborreces en un hombre.

Él también había sido amable con un muchacho campesino totalmente

desconocido y le había brindado protección a ella. Todos teníamos faltas. Lo que

pasa es que él tenía más de las que debería. Pero últimamente sus cualidades

positivas estaban arrasando con todas sus faltas.

Alejando ese pensamiento de su mente, fue a buscar en sus alforjas para ver si él

tenía algo allí que pudiera masticar antes hasta que su comida estuviera lista.

Antes de escapar de sus guardias ella no había tenido la oportunidad de comer

mas que una sola comida en todo el día. Literalmente, estaba hambrienta.

Cuando se acercó a las ventanas, su atención se dirigió a los soldados que estaban

afuera. Solo uno llamo su atención. Su corazón dejó de latir del temor.

Myles D'Anjou…

Corrió y se ocultó detrás de la cama, lejos de la ventana. Cerrando sus ojos,

susurró una pequeña oración donde rogaba que él se alejara antes de que pudiera

poner los ojos sobre ella. ¿Por qué él estaría aquí? ¿Por qué un noble viajaría con

guardias comunes para tratar de encontrarla?

Ganar puntos con su padre, claro. La familia de Myles había encolerizado a su

padre por su fidelidad al Rey Henry en algunos aspectos y desde entonces su padre

había sospechado de ellos.

Quiso maldecir su suerte. Myles había sido el primero de los nobles de la corte de

su padre, en ofrecerse a cortejarla. Gracias a Dios, su padre había rechazado sus

ofertas. Él no confiaba en aquel hombre y ella tampoco. Myles podría poner sus

manos sobre ella sin ninguna consideración. O peor, el intentaría forzarla para que su

padre estuviera en la obligación de casarla con él.

Deseaba poder advertirle a Lochlan de la presencia de ese hombre. Pero si conocía

a su Laird de las Highlands, sabía que el no confiaría en las palabras de ese sujeto.

Creo que me estoy preocupando por nada. Esperó que eso fuera verdad. Dios la

ayudaría si Myles se encontraba con Lochlan y el se enteraba de su presencia en este

lugar.

—¿Perdóneme?

Lochlan hizo una pausa cuando abandonó la tienda y vio a un hombre una cabeza

más bajo que él acercándose.

—¿Puedo ayudarlo en algo?

Él era un noble, lo supuso inmediatamente, pero no era un noble adinerado.

Aunque sus botas eran del más fino cuero, eran bastante viejas y estropeadas. Su

túnica azul oscura y con mangas también denotó nobleza, sin embargo, no estaban

en buen estado, sus ropas eran simples y no llevaba ninguno de los adornos

preferidos por aquellos que tenían dinero. Incluso su espada era vieja y necesitaba

reparación.

—Estoy buscando a una mujer.

Lochlan resopló.

—Bien entonces supongo que usted no tendrá suerte conmigo, muchacho. La

última vez que lo verifiqué, comprobé que definitivamente no cuento con los

atributos de ninguna hembra.

El hombre lo miró fijamente sin ninguna diversión.

—Escuché que usted llegó al pueblo con una mujer que tiene mucho parecido con

la que yo estoy buscando.

—Yo ya he hablado con otro de sus hombres. Ella no es la mujer que usted busca.

—¿En serio? ¿Yo quisiera estar seguro de ese hecho?

—La mayoría de las personas lo han hecho.

Su mirada se dejó caer encima de la espada de Lochlan que estaba incrustada con

rubíes y esmeraldas alrededor de su empuñadura.

—¿Es usted un noble?

—Sí, cuento con lazos de sangre con tres tronos.

Eso le dio una idea al hombre.

—¿De dónde es usted, milord?

—Pienso que yo ya he contestado demasiadas preguntas. Mi esposa espera por mí

y yo no tengo ningún deseo de hacerla esperar. Estoy seguro de que un hombre en

busca de una mujer, puede entender mi urgencia para volver a ella.

Lochlan se alejó de él. Por el rabillo del ojo, vio al hombre llamar a otro guardia.

Maldición. Esto no era un buen presagio. Apretando sus dientes, barrió con su

mirada a los otros que estaban entrevistando a las personas sobre los lugares dónde

Catarina podría estar escondida. Había luchado batallas desigualdades antes, pero

había tenido otra espada por lo menos en la mano cuando lo había hecho y no había

cargado con una mujer. Una lucha con la guardia real podría ser de hecho muy

sangrienta.

Intentando alejar ese pensamiento de su mente, entró en la hostería dónde una

sirvienta estaba rebanando el venado asado. Hizo una pausa junto a ella y le dio una

moneda.

—¿Podría preparar dos fuentes y llevarlas a nuestro cuarto?

Los ojos de la mujer se ensancharon cuando vio la cantidad que él le había dado.

—Sí, mi señor. Cumpliré su encargo rápidamente.

Él inclinó la cabeza antes de que comenzara a subir los escalones hacia la

habitación dónde Catarina estaba esperándolo en una esquina con la ventana

firmemente cerrada.

Nunca la había visto tan asustada.

—¿Algo anda mal?

—Sí —dijo suavemente—. Conozco a uno de los hombres que está ahí abajo.

—Permíteme suponer. ¿Un sujeto, con ojos saltarines que descarga ajo y sudor?

—Myles D'Anjou. Veo que te encontraste con ese cerdo.

El hizo un gesto afirmativo.

—Me acorraló en la calle.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó con un tono temeroso.

—Absolutamente nada. ¿Piensas que el me creyó?

—Lo dudo mucho. Posee de una curiosidad terrible. Eso hizo que Viktor lo

amenazara con cortarle esa parte de su cuerpo y hacérsela tragar por querer ponerla

donde no debía.

Cat se apretujó en el suelo cuando Lochlan se le acercó con un bulto envuelto,

ofreciéndoselo a ella.

—¿Qué es?

—Algo que pensé que podría gustarte.

Frunciendo el entrecejo, ella desató la cinta y tiró la cubierta hacia atrás para

encontrarse con una camisa de lino suave, un vestido azul oscuro, y otro de verde

luminoso. Los vestidos eran completamente encantadores.

Lochlan se separó de ella antes de hablar.

—El sastre dijo que el cordón de los vestidos es bastante firme.

Cat se quedó muda cuando acarició con su mano esa tela finamente tejida. La

última cosa que había esperado había sido que el le hiciera un regalo tan costoso. De

hecho, debieron de haber sido confeccionados para otra dama y eso habría obligado a

Lochlan a que sobornara al sastre con alguna que otra monedad de más.

—¿Por qué me compraste esto?

El todavía se negaba a mirarla.

—No tenías nada que ponerte, milady, y yo sé cuanto las mujeres valoran tales

cosas. No quiero que usted se sienta infeliz cuando lleguemos al torneo.

No podía crear tanta bondad inesperada de su parte. Estaba verdaderamente

pensativa. Su corazón latía con fuerza, cuando se movió para estar de pie en frente

de él.

—Gracias, Lochlan —dijo antes de darle un beso casto en su mejilla.

Lochlan no pudo respirar cuando sintió la suavidad de sus labios en su piel.

Incapaz de resistirlo, giró su cabeza y tomó posesión de su boca. Gruñó al comprobar

el sabor dulce de sus labios.

Cat dejó caer el bulto al suelo para poder tomar la cara de Lochlan con sus manos.

Oh, el sabor de este hombre. El era tierno y salvaje. Todo sobre él la hizo arder de

repente. A ella nunca la habían besado así. Sentía que ambos se devoraban y

acariciaban. No tenía ni idea porque ella se sentía tan atraída por él.

Un golpe acabó con la magia.

Lochlan se separó con un gruñido feroz. Cat no podía hacer nada, permaneció allí

en la misma posición hasta que él fue a la puerta y la abrió. La sirvienta en el

vestíbulo realmente se asustó al mirar su semblante furioso.

—Su comida, mi señor.

Pasándose una mano a través de su pelo, Lochlan la dejó pasar a la habitación. Le

lanzó a Cat una mirada incendiaria. Tan rápidamente como pudo, la sirvienta dejó la

comida en la pequeña mesa que estaba cerca de la ventana y se retiró.

A Lochlan le habrían parecido divertidas las acciones de la mujer si no tuviera su

ingle apunto de explotar. Como sabía, todo lo que él podía hacer para solucionar su

problema era verter agua en su regazo o hacer buen uso de la cama que estaba detrás

de él.

Desgraciadamente, ninguna de las dos era una opción factible.

Catarina se apoyó en la cómoda y suspiró. Él raramente había visto una mirada

más dichosa cuando rasgó un pedazo de pan y lo puso en su boca.

—¿Estás hambrienta?

—Si, muy hambrienta —respiró. Entonces lo miró fijamente de una forma

traviesa—. Si uno debe prepararse para escapar te recomiendo que comas antes de

que intentes aplastar a golpes a la guardia real. Es muy difícil comer mientras huyes.

Ellos tienden a capturarte si lo haces.

Él sonrió por eso.

—Te aseguro que tendré muy presente eso si alguna vez despierto encadenado.

Lochlan se reunió con ella en la mesa mientras Cat servia vino para los dos. Ella

tomó un poco antes de empezara a hablar de nuevo.

—Claro, nosotros nos detenemos en la noche…

—…y ellos nos alcanzan.

Ella asintió.

—¿Piénsalo, será que nosotros debemos huir en cuanto ellos se tranquilicen?

Lochlan miró a través de la ventana dónde ya reinaba la oscuridad.

—Veamos lo que ellos van a hacer primero. Si tenemos suerte, se irán de aquí sin

descubrirte. Además, nosotros necesitamos descansar. Y mejor lo hacemos aquí que

encima de los caballos. Sin mencionar que los caballos están exhaustos y necesitan

descansar más que nosotros.

—Si, pero yo odio esperar, de verdad.

—Y yo creo que la impaciencia fue tu dificultad más grande esta mañana, ¿No es

así?

Ella arrugó su nariz. Había algo encantador en esa mirada que ni siquiera él sabía

que lo tenía. Ellos terminaron su comida en silencio mientras Lochlan consideraba la

mejor forma de salir del embrollo.

Dirigiéndose a la ventana, siguió esperando para escuchar las órdenes que

instigarán a los soldados a marcharse, pero parecían estar atrincherados. Su única

esperanza era que ellos no intentaran quedarse toda la noche. La tensión de esta

espera también estaba poniendo nerviosa a Cat.

—¿Te molestaría dejarme sola un momento? Me gustaría lavarme y cambiarme de

ropa.

Lochlan asintió con un gesto.

—Hay un cepillo en mis alforjas si quieres puedes usarlo.

—Gracias.

Observó cuando Lochlan cerró la puerta detrás de él. Miró desde la ventana a los

hombres que todavía interrogaban personas a su paso. Oh, como deseaba que les

cayera una peste a todos ellos. A este paso esos soldados se quedarían en el pueblo

para siempre.

Pero era mejor estar aquí que en un palacio alemán. Alejando de si ese horroroso

pensamiento, vertió el agua rápidamente en una cubeta y usó un pedazo de tela

pequeña para refrescarse. Todavía estaba emocionada por la bondad de Lochlan por

haberle comprado los vestidos. Todo tuvo sentido por fin. A el le gustaba cuidar a las

demás personas. Como el era el laird del clan su trabajo consistía en anticiparse a las

necesidades que requería su gente para solucionarlas de la mejor forma.

Por lo menos ésa era la teoría, pero la mayoría de los hombres que ella había

conocido que se desempeñaban en tales trabajos habían desarrollado una actitud

egoísta, en donde preferían obtener lo mejor para ellos en vez de obtener lo mejor

para todos.

Arrodillándose, abrió sus alforjas para buscar el cepillo. Lochlan era sumamente

aseado. Cada artículo estaba envuelto cuidadosamente. El pobre hombre se moría

por mantener el orden en cada cosa, hasta en algo incluso tan inocuo como una bolsa

de viaje.

—Yo debo estar volviéndolo loco.

El único orden que ella obedecía era convertirse en un duende saltarín. De hecho,

se estaba absteniendo de desordenarle todo, solo para ver su reacción. Pero estaba

muy agradecida con él como para hacer tal cosa.

Se cepilló su largo pelo negro, y devolvió el cepillo al sitio exacto dónde él lo había

puesto… pero a última hora lo movió. Era muy duro para ella no tener un poco de

diversión a su costa.

En cuanto hubo terminado, abrió la puerta para decirle que volviera a entrar. Tan

pronto como lo hizo comprendió que eso había sido un completo error, el peor que

había cometido hace mucho.

Porque allí en el vestíbulo Myles estaba frente de su puerta.

CCaappííttuulloo 55

Los pequeñitos ojos de Myles se encendieron en el momento en que ellos la

enfocaron.

—Buenas tardes Catarina. Es un gran placer volverte a ver.

Cat observaba a Lochlan, insegura de la forma en la cual debía responder. Pero

antes de que ella incluso pudiera pestañear, Lochlan tenía a Myles agarrado por el

cuello y lo empujaba a través de la puerta. Ella retrocedió hacia el cuarto y cerró la

puerta mientras Lochlan sostenía un cuchillo en la garganta de Myles.

—No digas ni una palabra —le advirtió Lochlan—. Cualquier palabra que digas te

causará la muerte. ¿Lo has entendido?

El asintió.

—No tenemos nada con que amarrarlo —suspiró Cat.

—Catarina tu no podr{s escapar de nosotros. Hay….

Lochlan lo obligó a callarse con un golpe duro en la mandíbula. Los ojos de Myles

giraron hacia atrás antes de que se desplomara al suelo con un gran estruendo.

Cat arqueó una ceja a Lochlan quien estaba frunciéndole el entrecejo a Myles.

—¿No consiguió la muerte en tus manos, pero por lo menos lograste que se

callara, eh?

Él recogió sus cosas rápidamente.

—¿Y si él se despierta?

—¿Entonces nosotros vamos a ser cazados, y no creerás que ellos están jugando,

no?

Ella lo siguió cuando el salió del cuarto y bajaron al establo dónde él ensilló los

caballos apresuradamente. Cuando se montaron, sonó una alarma que rompió el

silencio del pueblo.

—La princesa está con el escocés. ¡Deténganla!

Lochlan maldijo.

—¿Puedes correr a mi ritmo, muchacha?

—¿Estás bromeando? Para huir de ellos, soy capaz de convocar al diablo y todos

sus discípulos. —Ella puso sus talones en los flancos del caballo. El caballo relinchó y

salió del establo.

Lochlan sonrió por su indomable espíritu y su gran habilidad y trató de

alcanzarla. Él conocía muy poco esta tierra lo que les dio una gran desventaja. Los

caballos habían descansado un poco, pero él no estaba seguro cuánto tiempo

resistirían una carrera plena. Si tenían suerte, los caballos de los guardias estarían

también cansados. Si no, este se convertiría en el peor escape del siglo.

Cuando dejaron atrás el pueblo y se internaron en el bosque, algunos de los

guardias arremetieron contra ellos mientras otros intentaban bloquearles el paso.

Lochlan y Catarina los evadieron y corrieron hacia el límite de pueblo. Él podría

oír la conmoción de los hombres que corrían detrás de los caballos.

—Mantén tu cabeza abajo —le dijo a Catarina—. Continúa hacia el norte y no te

detengas por nada del mundo. —Él sólo esperó que la oscuridad les permitiera

escudarse de los guardias y no fuera tan cruel como para permitir que ellos los

atravesaran con una flecha o los hicieran caerse por un precipicio.

La última vez que él había sido cazado de esta manera, había tenido a su propio

padre detrás, el hombre borracho, había intentado matarlo. Sólo entonces, Lochlan

había conocido su verdadera naturaleza. Había eludido a su padre fácilmente y pasó

la noche en una cueva, en lo alto de sus tierras. Por la mañana, había despertado con

frío y sucio lo que ocasionó que su padre lo golpeara sin piedad.

—Eres un bastardo sin valor. Si tu madre no tuviese tanta rectitud, yo juraría que tú

fuiste engendrado por los lomos de otro hombre.

Ese era un insulto tan común que Lochlan se había partido prácticamente sus

dientes, tratando de controlar la ira que le causaba. No supo lo que hizo que se

acordara otra vez de su padre. Pero una cosa era cierta…si ellos los atrapaban, no

saldrían de esa batalla sin cicatrices tampoco.

Apretando los dientes, él instigó a su caballo para que corriera más rápidamente.

El corazón de Cat estaba latiendo con fuerza cuando corrieron a través de la

oscuridad. Odió no poder ver absolutamente nada. Era una noche sin luna que

ayudaría ocultarlos de los guardias, pero que no les permitía encontrar el camino por

el cual deberían estar viajando. Una punzada de miedo la atravesó y odió ser tan

cobarde. No le gustaba estar asustada. Pero la oscuridad era opresiva.

De repente, Lochlan se detuvo al lado de ella, mientras reducía la velocidad.

—¿Algo anda mal?

Él hizo señas para que guardara silencio.

No habló, pero el sentir el latido de su corazón en sus orejas la estaba

ensordeciendo.

Lochlan desmontó y puso sus manos sobre la tierra. Sin estar segura de lo que el

hacía, se obligó a que confiar en él. Luego la ayudó a bajarse una forma segura. Le

dio palmadas a las ancas de su caballo y lo envió corriendo a otro lado

—¿Que haces?

—¡Sh! —chasqueó el.

Enfadada, vio cuando él llevó su caballo al lado del camino y lo hizo acostarse. Lo

cubrió con hojas, entonces la puso a su lado. En cuanto ella quedó cubierta de hojas,

el se le unió. Se había cubierto un poco cuando escuchó el sonido de caballos que se

acercaban.

—¿Los ves por algún lado? —gritó uno de los guardias.

—Sí. Ellos todavía están corriendo delante de nosotros.

En cuanto los jinetes pasaron, empezó a levantarse pero Lochlan se lo impidió.

Ella podía sentir los músculos de su brazo que la tocaban íntimamente en su

estómago y en sus pechos. En cuanto intentó abrir la boca para protestar, escuchó a

otro jinete acercándose. Realmente abrió la boca de la sorpresa pero no emitió ningún

sonido y esperó a que el soldado se alejara.

Una vez que todo hubo pasado, Lochlan se levantó, y extendió su mano hacia ella.

—¿Cómo supiste que habría otro jinete?

—Cualquier comandante con la mitad de cerebro tendría a un jinete haciendo

guardia en la parte de atrás, sólo en caso de que ocurran este tipo de artimañas. Él la

puso en la parte de atrás de su caballo antes unírsele.

—¿Tu animal soportará el peso de los dos?

Él los guió al este.

—Tal vez en una parte del viaje. Tendremos que viajar más lentamente que antes,

pero como ellos no nos están persiguiendo, estaremos bien.

—A menos que se den cuenta que mi caballo no lleva a ningún jinete.

—Afortunadamente cuando eso suceda estarán muy lejos y no podrán desandar el

camino para encontrarnos fácilmente.

Cat esperó que tuviera razón. La última cosa que quería era estar encadenada

nuevamente a su padre. Sin mencionar, que Lochlan estaba exponiendo su propia

vida para ayudarla. El no le debía nada y aún estaba siendo más amable con ella que

su propia familia. Sintió que su corazón se ablandaba.

—¿Ya te he dicho lo mucho que aprecio lo que estás haciendo para mí, verdad?

—No, muchacha, tu solo me has insultado.

—Entonces te juro que jam{s te insultaré otra vez…incluso si te lo mereces.

A Lochlan lo impresionó la ternura de su voz. Estabas más acostumbrado al

veneno que a la miel de las personas, por eso no estaba seguro de cómo responderle.

—Gracias.

—Son muy bien recibidas.

Ellos continuaron adelante en silencio y Lochlan trataba de escuchar cualquier

sonido o señal que anunciara el regreso de los guardias. Pero cuando pasaron a

través del bosque, parecía que habían logrado evadirlos.

Cat trató de escuchar también cualquier señal que revelara el retorno de los

guardias, pero después de un tiempo mientras la tensión se confundía con el ritmo

de los andares del caballo, el calor delicioso del cuerpo de Lochlan le produjo sueño.

Se fundió con su cuerpo.

Dios santo, el hombre olía realmente bien. El perfume de su piel era agradable y

masculino. Quiso frotarse contra él, pero nunca podría hacer algo como eso. Aun así,

el deseo la quemó y sus párpados estaban poniéndose cada vez más pesados y más

pesados.

Intentó todo lo que pudo para mantenerse despierta, pero había sido un día largo,

y ella había estado corriendo, literalmente, desde que salió de su cama. Ahora se

sentía segura, y su agotamiento le estaba pasando factura.

Lochlan frunció el entrecejo cuando sintió que Catarina se estaba quedando

dormida. Su cuerpo se relajó tan de repente que era difícil para él mantenerla en el

caballo. Se detuvo poco tiempo para cambiarla de posición y acomodarla entre sus

brazos antes de renovar su curso.

La sostuvo cuidadosamente, asombrado de que confiara tanto en él como para

dormirse. Había algo sobre ella que la hacía siempre estar en guardia. Era obvio que

había estado alrededor de muchas amistades falsas igual que él. Las personas que

sólo lo buscaban porque querían algo de su poder o su dinero. O aquellos que

querían presumir que eran íntimos conocidos del laird.

Su padre lo había advertido de tales personas, pero cuando el era un hombre joven

había creído que su padre estaba resentido y amargado. El hecho de que su padre

había sabido la verdad sobre esas personas lo atormentaba. Había aprendido sus

lecciones de la manera mas dura y se preguntó quién había herido a Catarina de esa

manera.

Pero al contrario de él, ella todavía era libre. No se ocultaba del mundo. Se había

mantenido expuesta, como si no sintiera ningún dolor. Él no podría comprenderla.

Había tenido suficiente dolor en toda una vida en contra de sus deseos, la última

cosa que él quería era llevar más problemas a su casa.

—Tu no puedes ayudar a las personas, muchacho. Ellos solo quieren abusar de ti.

Toman lo que quieren de ti sin pedirte permiso. Deme una moneda, te rogarán y en

el momento en que se las des, te apuñalarán por la espalda para tomar el resto de

monedas que tú tengas. Confía en mí. Las personas son las pulgas que infectan y

supuran la piel de la creación de Dios.

Él nunca había querido creer en esas palabras, pero había tiempos en los cuales

comprobó que su padre estaba en lo correcto en vez de equivocarse. Y cuando

sostuvo a Catarina, se preguntó lo que ella haría para traicionarlo.

Se espantó cuando vio una imagen de la cara de Maire en su mente. Ella había

sido tan bonita e inocente. Tocar su mano incluso había sido como probar la

divinidad.

Al final, había roto su corazón y había reñido con él. Y así como su padre había

predicho, lo separó de su lado para lograr capturar a alguien más importante. Lo

mismo que Isobail había hecho con sus hermanos.

Catarina necesitaba su ayuda. Pero si alguna vez se le presentaba la oportunidad,

no tenía ninguna duda de que ella lo tiraría a los lobos y se reiría de eso. Ni siquiera

sería su culpa. Era simplemente la naturaleza humana. Uno no alimentaba a una

víbora en su pecho a menos que esperara que lo mordiera.

Lo que debía hacer sin dilación, era entregarla a su familia y que se encargaran de

ella. Debería alejarla rápidamente de él, así podría realizar más rápido lo que se

había propuesto.

Pero cuando miró fijamente su cara serena y recordó el sabor de sus labios, se

preguntó lo que sería tener a una mujer como ella a su lado. Sus hermanos habían

sido todos muy afortunados al encontrar mujeres valiosas. Mujeres que se

comportaban de una forma fiel y amorosa.

Pero él nunca sería tan afortunado. Sería inútil soñar con eso. Él era el laird y su

vida era servir a las personas de su clan. Eso tendría que ser suficiente.

Aun así, era difícil no imaginar a una mujer como Catarina que lo sostuviera

fuertemente. Ella sería una madre feroz. A diferencia de lo que le pasó a él, ella no se

agacharía ante su marido, entonces defendería a sus hijos. Catarina lucharía con uñas

y dientes para defender a los suyos y a todo aquel que fuera débil. Él la admiraba por

eso.

Y también era una mujer muy bonita. No en un sentido clásico, pero si de una

manera muy exótica. Su pelo oscuro y sus ojos le recordaron a un felino diabólico. Su

piel era morena y oscura, diferente del cutis refinado de la mayoría de las señoras de

clase alta. La podía imaginar caminando descalza a través de un prado, mientras

sonreía por la belleza de la naturaleza.

Lochlan hizo una pausa en sus reflexiones cuando oyó un ruido afilado a su

derecha. Guiando al caballo, se dispuso a escuchar cuidadosamente.

¿Los guardias los habrían encontrado?

Cuando el estuvo seguro que había imaginado el sonido, algo pasó muy cerca de

su cara. Una flecha se empotró en un árbol a su izquierda. Alcanzó la empuñadura

de su espada.

—Cuidado, amigo. Si desenvaina su espada, será el último error que cometa en su

vida.

CCaappííttuulloo 66

Lochlan se debatió mucho tiempo en encontrar la forma de evitar que los

atravesara una flecha.

—Este no es un juego. Quite la mano de su empuñadura, o la próxima flecha le

dará de lleno en su cabeza.

Apretando sus dientes por el enojo que le habían causado, Lochlan hizo lo que le

pidió aunque se mortificó desde el centro de su alma. Si estuviera solo, podría luchar

contra ellos. Pero con Catarina dormida en sus brazos, no tenía otra alternativa más

que obedecer.

Un jovencito, alto y torpe, que tenía más o menos quince años le quitó a tirones su

espada. Cuando hizo eso, sus ojos grises observaron a Catarina durmiendo en sus

brazos y abrió la boca audiblemente antes de caminar hacia atrás.

—Bracken…él tiene algo aquí que tú querrás ver.

—Yo ya he visto suficientes espadas en todo este tiempo, muchacho.

—Sí, pero no es la espada lo que tú reconocerás. Él tiene en sus brazos a la

Princesa Catarina.

¿Cómo sabia el muchacho quien era Catarina? Lochlan frunció el ceño por sus

palabras y vio como un hombre más o menos de su propia edad salió de la parte de

atrás de un árbol. Con el pelo negro largo y ojos tan claros que parecían translúcidos,

sostenía un arco y una flecha.

Delgado, pero muy musculoso, no había ninguna duda de que este hombre era

rápido y letal en la lucha. Aun así, Lochlan sabía que podía derrotarlo.

El hombre se acercó lentamente hasta que se pudo asomar encima del brazo de

Lochlan para ver a Catarina. Por el momento podría ver su frente, apuntó la flecha de

nuevo hacia la cabeza de Lochlan.

—¿Qué está haciendo usted con ella?

—Eso no es de su incumbencia.

Los ojos del hombre se estrecharon peligrosamente.

—¡Cat! —gritó en un tono que envió a varios pájaros a volar—. ¡Despiértate!

Ella se despertó tan rápido, que su cabeza tropezó con la mandíbula de Lochlan. Él

maldijo por el dolor afilado que le causó.

Su mirada era irritable y acusatoria.

—¿Por qué me gritaste?

—No fui yo. —Él señaló a los dos hombres que estaban debajo con un gesto de su

barbilla—. Ellos son los culpables de que te hayas despertado.

Ella frunció el entrecejo hasta que su mirada enfocó la cara del hombre, entonces

no lo podía creer.

—¿Eres Bracken de Ravenglass?

Sus rasgos ablandaron al instante.

—Sí, amor. Ahora dime si debo matar a este hombre o no.

Su ceño volvió.

—¿Y por qué quieres matarlo?

—Porque te tiene abrazada.

Ella se rió.

—¿Lochlan? No, el no est{ abraz{ndome…—dudó cuando sintió los brazos de

Lochlan alrededor de ella—. Bueno, quiero decir, sí, él está abrazándome, pero no

como tu piensas. Solamente es un amigo.

Lochlan no estaba seguro si ella comprendía el hecho de que cuando dijo esas

palabras, acarició con su mano afectuosamente su brazo, encima de sus bíceps. Su

cuerpo entero se encendió y por el ceño en la cara de Bracken, era obvio que notó su

acción y no le gustó en lo más mínimo.

Bracken bajó su flecha, entonces silbó quedamente. Cuando hizo esto, otro niño se

acercó. Al principio parecía ser otro jovencito, pero cuando pudo ver más cerca,

Lochlan comprendió que era una mujer muy delgada vestida con un justillo de cuero

castaño y unos calzones. Como los otros dos, ella tenía el pelo negro trenzado y ojos

azules retraídos y pálidos como los de Bracken.

Cat se puso rígida en sus brazos.

—¿Julia? ¿Bryce? ¿Qué están haciendo aquí? ¿Por qué están vestidos así?

Bracken miró hacia abajo e inclinó la cabeza en sus manos antes de contestarle en

un tono sarcástico.

—Parece que están asaltando a tu amigo. Supongo que algunas cosas nunca

cambian.

Catarina se rió nuevamente.

—Yo no esperaría nada menos de ti. ¿Pero por qué están aquí en Francia?

—Nosotros —él señaló a los otros dos junto a él—. Somos bandidos. Si regresamos

a Inglaterra, El Rey Henry pedirá nuestras cabezas.

—¿Y por qué? No te entiendo.

Bracken suspiró antes de que pusiera su flecha en la aljaba que estaba sujeta en su

espalda y el arco en el hombro opuesto.

—Mi padre se unió con la gente equivocada y fue denunciado como si fuera un

traidor. Nuestras tierras fueron confiscadas junto con mi armadura y mis caballos, mi

padre fue ejecutado, y a nosotros nos ofrecieron la opción entre la muerte o el

destierro. Obviamente, nosotros escogimos el exilio.

Lochlan resopló. Era muy extraño que esa opción se les hubiese dado.

Normalmente la justicia del rey era sumamente veloz y letal.

—Henry tuvo que estar de buen humor ese día.

Bracken sonrió con desprecio.

—Si tú lo dices.

Catarina ignoró el hielo y el veneno en la voz de Bracken. Aunque no lo culpó a

por eso. Él estaba en todo su derecho de ser hostil por haber tenido que soportar tal

injusticia.

—¿Así que ahora ustedes se dedican simplemente a viajar, no es así?

Bracken se encogió de hombros.

—No había muchas opciones para escoger, entonces volteamos la página del libro.

Quiero decir, que he intentado encontrar un trabajo decente, pero nadie quiere

contratar a un noble deshonrado que solo tiene experiencia en los campeonatos de

caballeros. Yo ni siquiera sé cómo saben lo que soy. Nunca les menciono nada sobre

mis actitudes cuando pido trabajo. Es como si pudieran olerlo de algún modo en mí.

Realmente no. Había un porte regio en el hombre que nadie podía eludir. Sin

mencionar que su francés era formal y teñido con un acento inglés bastante fluido.

Era obvio que cualquiera que viera a este hombre trataría de correr hacia su casa en

vez de ponerlo a trabajar para él.

Catarina observó a Bryce que todavía sostenía la espada de Lochlan en sus manos.

—¿Por qué nos detuvieron?

Bracken le hizo una mueca diabólica.

—Íbamos a asaltarlos.

Catarina agitó su cabeza y lo amonestó.

—¿Se han convertido en ladrones?

—Eso es mucho mejor que andar muertos de hambre.

Ella lanzó una mirada fija con el fin de reprenderlos a los tres.

—Me decepcionas con ese comportamiento, Bracken.

—Tú no entiendes Cat. —dijo Julia defensivamente—. Bracken no ha comido en

tres días. Él nos da sus porciones a nosotros y aún así estamos hambrientos. Si

Bracken no come pronto….

—Es suficiente, Julia —dijo Bracken con los dientes apretados—. Ella no necesita

conocer los detalles sórdidos de nuestras vidas.

Lochlan abrió sus alforjas con una mano y le envió un pequeño paquete envuelto a

Julia.

—La carne y el pan son para ti.

Sus ojos se iluminaron al instante.

—Dios lo bendiga.

Él inclinó su cabeza hacia ella, entonces le dio una bolsa pequeña a Bryce. El

jovencito la abrió para encontrar varias monedas de oro.

Bracken dijo una maldición cuando lo vio todo, entonces quitó la bolsa de las

manos de Bryce. Él se acercó furtivamente hacia ellos con ojos inyectados en furia.

—Nosotros no necesitamos su caridad.

Lochlan arqueó una ceja ante su conducta indócil cuando se negó a recibir las

monedas.

—¿Acaso no ibas a robarme de todos modos?

—En ese caso yo lo habría ganado, no quiero deberle nada a nadie.

Mientras escuchaba las razones de Bracken, entendía y respetaba sus acciones. Ya

que no le gustaba tomar algo a menos que él lo ganara.

—Bien, entonces monte junto con nosotros y considérese pagado por su trabajo.

Estamos siendo perseguidos por los hombres del rey y yo estoy intentando llegar a

un torneo en Rouen. Necesito usar un par de manos extras para luchar si los guardias

logran encontrarnos de nuevo.

Bracken frunció el ceño ante él.

—¿Y por qué están escapando?

—Mi padre desea que me case.

Él joven parecía tan espantado como cuando Lochlan lo escuchó la primera vez

que lo dijo.

—¿Y eso que tiene de malo?

Catarina se puso rígida.

—Para mí, es terrible. Y bien lo sabes. Ahora si no te importa, necesitamos cruzar

este camino. Contigo o sin ti.

Lochlan se divirtió ya que se dio cuenta que ella no utilizaba ese tono imperioso

estrictamente con él. Era bueno verlo dirigido a alguien más.

Bracken dudó antes de que volviera su cabeza hacia Julia.

—Saca los caballos.

Ella estuvo encantada de acatar esa orden, y se dirigía feliz a buscarlos, mientras

que Bryce le devolvió la espada a Lochlan.

—Lo siento mucho — le dijo el muchacho antes de colocarse al lado de Bracken.

En un espacio corto de tiempo los tres montaban sus caballos y todos andaban

sobre el camino. Bryce y Julia compartieron la carne mientras tanto.

Bracken se negó a comer, diciendo que él prefería verlos disfrutar. Luego se puso

en frente de Lochlan mientras los otros dos los seguían detrás.

—¿Cuántos guardias los están persiguiendo?

—Son casi un ejército.

—Son un buen número a vencer.

Lochlan no respondió a su sarcasmo.

Julia hizo galopar su caballo al lado de Bracken y de nuevo ofreció carne a su

hermano.

—Por favor come algo. Te vas a enfermar.

—Ella tiene razón —dijo Lochlan—. Nos detendremos por la mañana para buscar

más provisiones.

Podía ver la reserva en los ojos de Bracken y admiró la lealtad del hombre con sus

hermanos y por sacrificarse en su nombre.

—Por favor, Bracken. Yo no podría resistir la idea de perderte a ti también.

Esa súplica debió haber debilitado su resolución. Ya que Bracken tomó una

porción pequeña de carne.

—Ahora comete el resto y deja de molestarme.

Ella le ofreció una sonrisa luminosa a su hermano mayor.

—Muy bien, Señor Churlish. —Se retiró y se ubicó al lado de Bryce.

Bracken tragó la carne antes de mirar fijamente a Lochlan.

—Todavía no sé quién es usted.

—Soy Lochlan MacAllister.

—Él es el laird de su clan —agregó Catarina.

Bracken apartó su mirada.

—Ya veo. —Su tono estaba vacío y algo especulativo.

Catarina lanzó un ceño a Lochlan antes de mirar a Bracken.

—¿Qué quisiste decir con eso?

—Nada.

—¿Lochlan, por qué dijo eso?

Como si él lo supiera. Pero le daba bastante curiosidad su afirmación.

—Por su tono, yo puedo decir que hay más en esa declaración. No te preocupes

por tratar de ofenderme. Tengo cuatro hermanos que me enseñaron muy bien que es

la paciencia.

Bracken miró hacia atrás a Bryce como si pudiera comprenderlo completamente

antes de hablar de nuevo.

—Yo me encontré con su padre un par de veces cuando aún era un escudero joven

en la corte de Henry.

Con esas pocas palabras, quedaba todo totalmente claro.

—Ah.

Asintió Bracken.

—Exactamente.

Cat miró alternativamente hacia atrás y hacia adelante ya que los dos parecían

estar hablando entre si con un código secreto desconocido para ella.

—¿De que están hablando?

—De nada —dijeron al unísono.

Cat rodó sus ojos hacia ellos.

—Hombres —le dijo a Julia—. Ellos son para nuestra vida el peor error que

podemos cometer.

Julia se rió tontamente al lamer sus dedos. Con un suspiro frustrado, devolvió su

atención a los hombres.

—¿Entonces que es lo que hizo tu padre, para poder lograr el entendimiento

mutuo entre ustedes?

Lochlan le dio un apretón de irritación a su montura.

—¿Tu no vas a permitirme vivir en paz hasta que no lo sepas, verdad?

—No hasta que me contestes.

—Bien, te diré que mi padre tenía una gran reputación en la corte inglesa.

—¿Qué reputación tenía?

—Era famoso por su crueldad.

—Oh —susurró, mientras se sentía culpable ahora que había descubierto cual era

el problema—. Lo siento, Lochlan, yo no debí haberte presionado.

—Está bien, muchacha. Para nadie es un secreto. —Él señaló a Bracken con una

inclinación de cabeza—. Muchas personas eran conscientes de lo que mi padre

realmente era.

Aun así, ella no debía haberlo acechado. Tales cosas eran personales y sin ninguna

duda él tenía cicatrices de esa experiencia. Si su padre fue cruel con los extraños,

entonces probablemente lo fue también con su familia y eso le dio lastima, porque se

preguntó qué otros secretos cerrados con llave tenía Lochlan guardados dentro de él.

Todos guardaron silencio mientras viajaban en la oscuridad. Cat escuchó el

susurro del viento a través de los árboles. Hacía un poco de frío, pero la proximidad

íntima del cuerpo de Lochlan lo llevó lejos. Sentir su esencia y sus músculos

alrededor fue la mejor manera de conservar su calor.

Lochlan se puso rígido, de todas las formas posibles, cuando Catarina puso su

mano en su brazo antes de poner la cabeza bajo su barbilla, para luego relajarse

contra su cuerpo. Aunque era un toque completamente platónico, había algo tan

íntimo en ese contacto que hizo que su sangre se disparara sin control.

Pero lo peor era que su proximidad le había despertado un anhelo que estaba

dormido muy dentro de él, algo que nunca había deseado. Jamás se había sentido a

gusto alrededor de las mujeres. Ellas siempre estaban confabulándose y eran muy

frágiles para su gusto. No le gustaban ni las lágrimas ni el melodrama, y parecían

venir con una abundancia de ambas cosas. Hasta ese punto, sus obligaciones se

habían frustrado desde que Catarina se cruzó en su camino. Ya una vez le habían

quitado su espada y cualquiera le disparaba una flecha a su cabeza. Desde el minuto

que entró en su vida, todo se convirtió en un caos.

La sensación de ella en sus brazos…era como estar en el cielo. Y se preguntó lo

que se sentiría al tener una esposa. Tener a alguien que pudiera fastidiarlo e

incomodarlo al preguntarse que estrategia usaría para conseguir su mano.

Sus cuñadas eran los partidos perfectos para sus hermanos. Ellos las trataban con

respeto y las amaban de una forma que él nunca había creído posible. Cada una de

ellas había salvado literalmente la vida de sus hermanos.

¿Será que el se merecía algo parecido? Pero tan pronto ese pensamiento pasó por

su mente, se mofó en silencio cuando recordó las amargas palabras de su padre.

“Merecer no tiene nada que ver con hacer algo, muchacho. Saca eso de tu cabeza. El mundo

no te debe nada y yo te debo incluso menos”.

Su padre tenía razón. Si el merito fuera algo verdadero, su hermano Sin podría

haber sido el laird. Sin era el mayor. Pero su padre nunca había nombrado a Sin

como su sucesor, entonces ¿que sentido tenía la justicia en todo eso?

No, la vida no tenía nada que ver con la justicia ni con proyectar un futuro. Más

bien se trataba sobre quien negocia y quien toma el cargo.

Aun así, tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no frotar la mejilla contra

su pelo y saborear esa suavidad en su piel. Las imágenes de ella desnuda en sus

brazos lo atormentaban. Sería tan f{cil poner sus labios en su garganta…

Tenía que detenerse. Si continuaba con esas ideas podría enloquecer con el calor

de su cuerpo. Ella era una prima de su cuñada que había salvado valientemente la

vida de Ewan. Como tal, su deber era protegerla y honrarla. No podía haber nada

más que eso.

Bracken montó a su lado.

—¿Otra vez se quedó dormida?

El miró sus brazos y comprobó que estaba completamente relajada.

—Creo que sí.

—Interesante. Nunca la vi confiar de esa manera en una persona excepto en Bavel.

Ella no lucía desconfiada, mientras estaba derrumbada contra su pecho. Era

contradictorio y casi insultante saber que la aburría tanto, que constantemente se

dormía alrededor de él. Normalmente no preguntaba por otra persona. La mayoría

de la gente era sumamente reservada en su presencia.

—¿Hace cuanto tiempo la conoces? —preguntó a Braden.

Él sonrió como si sus recuerdos le dieran calor.

Nosotros nos conocimos cuando éramos niños, aquí en Francia. En París

realmente. Llegué aquí con mi padre y fui a la corte, esa vez ella estaba visitando a su

padre en el verano. —La diversión rodeó sus ojos—. Estaba furiosa porque la

obligaban a quedarse en el palacio y tenía que llevar ropas de gala. Cada pocos

minutos, daba puntapiés fuera de sus zapatos, rasgaba los vestidos y se quitaba el

velo del cabello. Aludía que estaba sofocada con el peso de su vestido. Yo pensé que

a la pobre niñera le daría una apoplejía por tener que tratar con ella.

Lochlan podía imaginar las dimensiones de su rabieta.

—¿Y su padre toleraba ese comportamiento?

El humor desapareció de su rostro.

—Ni un poco. Ellos la azotaban y ella sonreía, incluso mientras tenía lágrimas en

sus ojos por el dolor. Usted no puede obligarme a llevarlo puesto, le decía

valientemente. Puede pegarme hasta que me ponga azul, pero nunca me obligará a

llevar ese vestido puesto.

—¿Y por qué ellos no cedieron ante ella y simplemente la dejaron tranquila?

—¿El Príncipe Felipe? ¿El que ahora es rey? —preguntó Bracken incrédulamente—

. ¿Piensas honestamente que cedería ante cualquier punto en la vida, sobre todo crees

que le daría la razón a una niña malcriada?

Tal cosa era cierta. Felipe era conocido por su temperamento férreo y por su

inflexibilidad. La única opinión que le importaba en la vida era la propia.

—¿Y entonces qué pasó?

—Su tío la secuestró, se la llevó lejos en mitad de la noche y la regresó a los brazos

de su madre. Después de eso, dejaron su casa y viajaron por todas partes para que su

padre nunca pudiera gobernar a sus espaldas, sus tierras y su ubicación.

Ése había sido un movimiento muy atrevido de su parte. Era increíble que Felipe

no hubiera podido encontrarlos nunca para arrastrarlos hacia París encadenados.

—¿Me pregunto cómo pudo encontrarla ahora?

—Eso no podría decírtelo. Pero dudo mucho que ella quisiera ir a él por voluntad

propia.

Lochlan sonrió ante su afirmación.

—Pareces conocerla mucho, teniendo en cuenta que solo te encontraste una vez

con ella cuando eran niños.

Bracken lo miró sospechosamente.

—¿Son celos, lo que escucho en tu voz?

—Difícilmente. Apenas la conozco.

Todavía una fuerte sospecha se mantenía en el ceño de Bracken.

—Desde que mi padre la conoció, el apreció mucho a su madre y siempre la

invitaba a disfrutar con nosotros la fiesta primaveral que hacíamos todos los años en

nuestro hogar. Durante años, nos visitaban y se quedaban por lo menos un mes en

nuestro castillo en Inglaterra.

Lochlan sintió un poco de celos en ese momento. Había años de historia entre los

dos. No supo por qué ese hecho lo molestó, pero lo hizo.

—No deseaste conocerla bien a ella también.

—No creo que entienda lo que usted quiere decir. Cat no tiene ningún interés en

ser atada a un hombre y creo que nunca lo tendrá. Ella valora su libertad más que

cualquier persona que yo haya conocido alguna vez.

Pero la vida de un gitano no era la vida digna de una princesa. Viajando sin tener

una casa real y haberse alejado de su padre debe de haber sido muy duro para ella y

para su madre. Él no podía ni siquiera imaginar las penalidades que ellos debieron

haber pasado.

Bracken aclaró su garganta.

—Estoy sorprendido de que usted no me haya preguntado nada sobre mis tierras

y mis títulos.

Lochlan le echó una mirada tímida.

—Pensé que podría ser mejor evadir ese penoso tema.

—Así, es. ¿Puede usted imaginar perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos?

Lochlan busco con sus ojos a Bryce y a Julia. En su opinión, Bracken no había

perdido todo, él todavía llevaba un pedazo de su vida con él.

—Sí, puedo entenderlo. He perdido a uno de mis hermanos.

Bracken asintió.

—Entonces usted sabe lo que yo quiero decir. Mis sentidas condolencias.

—Yo también le deseo lo mismo por la muerte de su padre.

Bracken inclinó su cabeza hacia él, sellando su respeto mutuo antes de que

permitiera a su caballo retrasarse para poder montar al lado de sus hermanos.

Lochlan miró hacia abajo a Catarina quien tenía una mano envuelta demasiado

cómoda contra su ingle mientras la otra descansaba en su propio regazo. Sus labios

perfectos estaban abiertos y si ellos hubieran estado solos, se hubiese atrevido a

probarlos.

Pero con los otros tan cerca…eso solo sería una fantasía para él. Bendito Dios, ella

se veía tan bella entre sus brazos….

Montaron en silencio el resto de la noche. No fue sino hasta el alba que se

acercaron a una granja pequeña.

Bracken puso al frente su caballo.

—¿Tiene más dinero?

—Sí.

—Entonces creo que le preguntaré al granjero si no tiene ningún problema en que

nos quedemos en su granero un tiempo. ¿Qué me dice?

Lochlan refrenó un bostezo.

—Yo no podría estar más de acuerdo. Dormir sería un placer muy bienvenido.

Le dio algunas monedas a Bracken.

El hombre asumió el liderato de la caravana mientras los demás se quedaron atrás

para no asustar al granjero o a su familia. Generalmente la vista de tantos nobles en

la casa de un campesino francés presagiaba un mal augurio y efectivamente ellos

tenían a la guardia real en contra de ellos.

Después de unos minutos, regresó con una pierna de cordero salado, un jarro de

licor de aguamiel, y dos barras de pan.

—Podemos dormir en el granero tanto como queramos pero no debemos

perturbar a los animales.

Lochlan resopló.

—Yo no planeo perturbar otra cosa más que al heno cuando me acueste en él.

—De acuerdo. —Bracken pasó la carne y el pan a sus hermanos.

Julia hizo una pausa cuando empezó a cortar un pedazo de pan y le ofreció la otra

parte a él.

—¿Le gustaría comer un poco de pan, Señor Lochlan?

—Simplemente llámeme Lochlan, milady, yo paso. Prefiero que usted se alimente

bien.

Vio la gratitud en sus ojos antes de que ella cortara un pedazo de pan por la mitad

y se lo entregara a Bracken. Lochlan miró como Bracken se apartaba de ellos para

comerlo, pero no se extrañó de la manera en que el hombre mordió el pan como un

mendigo hambriento. Él lo comió tan rápidamente que Lochlan estuvo asombrado de

que no se mordiera sus dedos en el proceso.

La simpatía por ellos comenzó a crecer dentro de él. Nadie merecía la miseria que

les había tocado. Parecían ser personas bastante decentes. Todo lo que necesitaban

era una oportunidad.

—Sabes, Bracken —dijo Lochlan cuando él se acercó—. Yo siempre suelo usar a

otro caballero especializado para que me acompañe.

Bracken se mofó cuando él desmontó de su caballo y los llevó hacia el granero.

—Yo no tengo ninguna espada o armadura. Sólo tengo un caballo porque lo robé,

el mío quedó atrás en las arcas del rey—. ¿De qué le serviría a usted?

—Volver a retomar lo que le pertenece a usted, no es para mi ningún crimen. La

oferta está en pie. Las espadas y las armaduras pueden comprarse.

La sospecha nubló sus ojos.

—¿Y por qué haría usted tal cosa?

Lochlan se encontró con su mirada al mismo nivel cuando se esforzó a apartar de

si mismo el dolor de su voz y de sus ojos.

—Porque ningún hijo debe ser responsable de las acciones de su padre. Ni debe

ser juzgado por ellas.

Bracken lo miró fijamente y Lochlan comprendió que había entendido que se

estaba refiriendo a su padre así como al de él mismo.

—¿Y que pasará con mis hermanos?

—Tú necesitarás a un escudero. Bryce parece tener la edad para hacerlo y mi

madre estaría encantada en tener a una señorita joven para entrenar y charlar.

La mirada que Bracken le dio a Julia reveló su amor y el alivio en sus ojos era casi

tangible. Era obvio que se había preocupado mucho por su bienestar en el camino.

Aun así, no estaba de acuerdo en arrojarlos a la caridad.

—Nosotros le pagaremos con nuestro trabajo.

—De eso no tengo ninguna duda.

Bracken le ofreció su brazo a Lochlan.

—Entonces soy su hombre.

Llevando a Catarina acunada contra él, Lochlan agitó su brazo y cabeceó.

—Bienvenido al clan MacAllister.

Las lágrimas brillaron en los ojos de Julia.

—¿Nosotros viviremos en una casa de nuevo? ¿Verdad?

—Sí, querida —dijo Bracken, con la voz quebrada—. Tal parece que nosotros lo

haremos.

Ella soltó un chillido antes de que corriera hacia a Bryce para abrazarlo.

—¿Escuchaste hermano? ¡Nosotros viviremos en una casa!

—Escuché todo antes de que vinieras a gritarme en el oído. Ahora me temo que

jamás escucharé de nuevo.

Ella lo empujó festivamente.

—¡Oh! shush, Señor Grump. Estás tan entusiasmado como yo y lo sabes.

Una sonrisa pequeña de adolescente malhumorado lo confirmó antes de que

mascullara algo por lo bajo y se alejara.

Bracken sostuvo el caballo de Lochlan mientras él desmontaba con Catarina en

brazos. Ella ni siquiera se movió.

—Juro que esta mujer puede dormir sin importarle lo que pase a su alrededor.

—Sí. Ella sería la compañera perfecta para un hombre que ronca.

Lochlan rió.

—Eso es muy cierto.

Llevó Catarina adentro del granero dónde Julia rápidamente hecho una manta

provisional para ella. Luego de acostarle, la cubrió con su capa. Sus mejillas estaban

luminosas en su letargo y su pelo negro se enrolló discretamente alrededor de su

cara. Que Dios lo condenara, pero era la mujer más bonita que él había visto alguna

vez en la vida, sobre todo lo era más cuando estaba bien calladita y sin atormentarlo.

Bracken hizo una pausa a su lado.

—Si sigues mirándola fijamente voy a sospechar que estas encaprichándote con

ella.

Él se mofó de sus palabras.

—Yo soy demasiado viejo para encapricharme con alguien.

—Nunca somos demasiado viejos para encapricharnos.

Claro que ellos lo eran. Él era un hombre mayor y tal vez se casaría pronto con

otra…si alguna vez regresaba y se lo proponía. Los encaprichamientos eran para los

niños y las mujeres tontas, no para los hombres.

Desatendiendo las palabras de Bracken, fue a desensillar su caballo para

acomodarlo mientras Bracken y Bryce cuidaban de los suyos. Julia hizo los catres, y

se fue a dormir rápidamente.

Bryce se acostó a su lado, y después se ubicó Bracken. Cuando él los siguió, se

aseguró de guardar su espada al lado de su cama improvisada. Se colocó entre Bryce

y Catarina en el suelo. Acunando la manta a su lado, cerró sus ojos y se quedó

inmediatamente dormido.

Pero aun así, en sus sueños Catarina lo atormentó. Podía verla y podía oírla reírse

con él, sintiendo su cuerpo junto al suyo. Era el pensamiento más agradable que el

podía imaginar. Ojala pudiera tenerla para siempre así…

Aquellos eran pensamientos imposibles. Ella era una mujer que se negaba a ser

privada de su independencia y él era un hombre cuyas represiones nunca serían

rotas. Él no podía ser libre. Tenía demasiados deberes y responsabilidades como para

comportarse con tal frivolidad.

Pero en sueños no se preocupaba por eso. Allí, él era libre de estar con ella y,

honestamente, ese momento dulce lo dejó incluso sonriendo en su sueño.

Cat se despertó al escuchar un ruido extraño. Todavía agotada, abrió un ojo para

encontrarse envuelta por un cuerpo caluroso. Detrás de ella se encontraba el pecho

de alguien mientras un brazo masculino pesado, la mantenía abrazada. Incluso la

parte de atrás de sus muslos descansaban contra los suyos.

Un vistazo rápido del granero le permitió ver a Bracken dormido a sus pies, lo

cual le hizo saber quien la sostenía. Lochlan. Una sonrisa cruzó sus labios cuando

inclinó su cabeza para verlo aparecer dormido casi encima de ella.

Bendito Dios, él era un hombre realmente guapo. Las barbas de su cara parecían

tan fuera de lugar y al mismo tiempo le daban tal rusticidad que hacían de su rostro

algo muy interesante. Se preguntó si él incluso sabía que la tenía abrazada así. Dada

la rigidez de su personalidad, lo dudaba mucho.

Él debió de haberle extendido su mano en sueño. Lo bueno era que Bryce estaba

solo a unas pulgadas. No había ninguna duda de que Lochlan se habría horrorizado

si hubiese sido encontrado abrazando al muchacho.

Sonriendo ante ese pensamiento, enlazó sus dedos impulsivamente con los suyos.

Su mano era mucho más grande que la suya lo que la asombró. Sus dedos eran largos

y muy estilizados. Meticulosamente limpios y fuertes. Tenía un anillo de sellar de oro

en su dedo pequeño. Tenía grabados el escudo del clan MacAllister representado por

un león y un cardo.

Cuando lo volvió ligeramente en su dedo, sintió de nuevo el sonido que la había

despertado. Era un grupo de caballos.

Ella se puso rígida y esperó a ver que tan cerca vendrían. Se detuvieron lejos del

granero. Pero su alivio fue efímero cuando oyó la voz ruda de un hombre.

—Saludos, buen granjero. Nosotros estamos buscando a una persona.

CCaappííttuulloo 77

Cat se sentó inmediatamente e hizo que Lochlan se despertara. Cubrió su boca con

su mano cuando empezó a hablar y le hizo señas para que escuchara.

—¿A quién está buscando, señor?

—A la peor clase de sinvergüenza. Se llama Le Faucon y viaja con dos muchachos.

Creemos que son sus hermanos.

—No, señor. Por aquí no hemos visto a ninguna persona como esa.

—¿Está seguro? La corona está ofreciendo una recompensa por cualquier

información que lleve al arresto de ese ladrón.

—Entonces yo desearía colaborarle mucho más, pero desgraciadamente, ese sujeto

nunca ha sido visto por aquí.

—Muy bien. Si usted escucha algo…..

—No dudaré en informarle al alguacil.

—Que tengo un buen día entonces.

—Buen día a usted también señor.

Cat no respiró de nuevo hasta que no escuchó a los hombres marcharse. Le ofreció

una sonrisa tímida a Lochlan.

—Siento mucho haberte despertado. Pensé que la situación era más preocupante

de lo que resultó ser.

—No te preocupes, muchacha. Hiciste bien. Podría haber sido peor. Él se rascó la

barbilla. Deberíamos despertar a los otros para que nos pongamos en camino. El

próximo grupo que venga, tal vez esté buscándonos.

A ella no le gustó como sonó eso, pero sabía que probablemente tenía razón.

Alejándose de él, se dispuso a hacer lo que le había dicho.

Bracken gruñó tan pronto como ella le puso la mano en su hombro para

despertarlo.

—Ten misericordia de mí, Cat. Desliza una manta sobre mis costillas y déjame

dormir.

Ella lo empujó suavemente.

—Levántate, piojo. Estamos desperdiciando la luz del día.

Él se aclaró la garganta.

—Eres una arpía maligna. Al contrario de otra persona, que yo podría nombrar,

no pasé la mitad la noche dormido en los brazos de un hombre.

—Yo no sabía que tenías tales fantasías, Bracken. No creo que Lochlan quiera

coincidir contigo, pero….

—Ni siquiera lo menciones... —exclamó, mientras se levantaba inmediatamente.

Le dirigió una mueca indignada a Lochlan.

—¿La escuchaste, Lochlan? No estoy seguro cual de nosotros fue el más insultado.

Sus ojos realmente centellearon.

—Yo pienso que ese insulto fue dirigido definitivamente hacia usted.

—Solo tú lo creerías —refunfuñó cuando salía furioso del establo.

Julia se rió de la furia su hermano.

—No le presten atención. Él siempre es desagradable cuando se levanta.

—Eso es cierto —asintió Bryce antes de bostezar—. Mi Padre decía que si nuestro

castillo sufriera alguna ataque en la vida, esperaba que los invasores irrumpieran en

el cuarto de Bracken mientras estuviera dormido. Entonces se convertiría en un

berserker1 y los derrotaría a todos sólo para tener otros minutos de descanso.

Cat sonrió aunque a una parte de ella le dolió un poco la anécdota. Recordaba que

el padre de Bracken era tan alto, amable y gentil que no podían imaginar cómo él se

había convertido en un traidor. Su perdida tendría que haber sido algo muy trágico

para los tres. Eso hizo que su corazón se entristeciera.

Después de que Bracken regresó al granero, ella y Julia fueron a hacer sus

necesidades mientras los hombres preparaban los caballos. Por la posición del sol en

el cielo, supuso que aún era antes de mediodía. En todos los aspectos, se sentía

descansada, ya que Lochlan había sido un excelente cojín para pasar la noche. Pero

ya era tarde y debían empezar su jornada. Solo esperaba que los otros no estuvieran

exhaustos.

Ambas se arrodillaron en el suelo para lavar sus caras en un pequeño arroyo. Cat

agitó su cabeza cuando recordó lo que la había despertado.

—¿Julia? ¿Haz oído hablar de un ladrón llamado Faucon?

La muchacha realmente palideció.

—¿Por qué me preguntas eso?

1 En la mitología escandinava, asesino sangriento.

—Eso fue lo que me despertó. Escuché a un grupo de hombres haciéndole

preguntas al granjero por ese sujeto y yo quise saber si tú habías escuchado algo

sobre él en alguno de tus viajes.

Cat no lo habría creído posible si no lo hubiese visto, pero Julia palideció aún más.

Saltó sobre sus pies y se dirigió rápidamente al granero.

Cat corrió detrás de ella, mientras se preguntaba que le había sucedido. Cuando

entró al granero, Julia tenía agarrado a Bracken por el brazo.

—Bracken, debemos darnos prisa.

Él frunció el entrecejo a su hermana antes de que liberara el brazo de su agarre.

—¿Por qué?

—Dijo Cat que vinieron hombres aquí a buscarte.

Su hermano maldijo.

Cat frunció el ceño cuando entendió finalmente lo que estaba pasando.

—¿Tú eres Faucon?

No se percibió ninguna muestra de orgullo en su cara, sólo mostró una mirada de

profunda resignación.

—Sí, lo soy. Y no me mires de esa forma, Cat. Nosotros nos conocemos de toda la

vida. No tienes ni idea lo que es cargar con la responsabilidad de darles de comer a

nuestros seres amados. Créeme. La necesidad te obliga a hacer cosas que jamás

pensarías hacer.

—El hambre no tiene ninguna moral —dijo Lochlan suavemente.

Ella vio el alivio en los ojos de Bracken, cuando comprendió que estaba en

presencia de alguien que no lo juzgaría por lo que había hecho para proteger a sus

hermanos. Cat estaba tratando de entenderlo. Pero a ella le habían inculcado desde

que nació que era mejor morir de hambre que robar siquiera un poco a otra persona

para poder alimentarte.

Sin embargo, su moral nunca había sido probada a ese extremo y supo que

Bracken era un hombre amable y decente. Si él tuvo que robar para comer, entonces

era porque de verdad no había tenido ningún otro recurso.

Cat le ofreció una sonrisa comprensiva.

—No te condeno por lo que haz hecho, Bracken. Simplemente me hiere que tú

hayas tenido que reducirte a esa situación.

Sus ojos se quedaron fijos en ella.

—Créeme, nadie aquí está más triste que yo.

Cat se acercó a él y lo abrazó.

—Eres un hombre bueno, Bracken y soy muy feliz por conocerte. No debes tener

miedo de lo que yo o cualquiera pueda pensar de ti.

—Gracias —susurró antes de que se apartara de ella, como si se avergonzara por

su cumplido.

—Debemos asegurarnos que nadie lo reconozca. —Lochlan abrió sus alforjas y

sacó de ella dos de sus túnicas—. Son un poco grandes para Bryce, pero a ti deben

quedarte bien.

Cat notó la forma en la que Bracken puso su mano encima del fino lino. Pensó que

el hombre nunca habría soñado en tocar una ropa tan costosa de nuevo. Nadie los

tomaría por campesinos o ladrones cuando llevaran esas ropas puestas.

Siguiendo una señal de Lochlan, sacó uno de sus vestidos y se lo entregó a Julia

quien emitió un gritito como un niño cuando recibe un regalo de navidad.

—¡Es tan encantador! Muchas gracias, Cat, muchas gracias.

Ella inclinó su cabeza hacia la muchacha quien prácticamente corrió para

cambiarse de ropa mientras sus hermanos intercambiaban sus túnicas

inmediatamente. Cat apartó su mirada, pero el pecho musculoso de Bracken la hizo

pensar en Lochlan. Era extraño que su deseo se dirigiera hacia él y no hacia el bonito

cuerpo que estaba frente a ella. Era al hombre que tenía ubicado en su izquierda a

quien ella quiso ver desnudo.

Se había vuelto loca.

No había otra explicación. ¿Por qué no estaba fascinada por los grandes músculos

de Bracken? El era un hombre muy guapo y aún lo era más su cuerpo, pero haberlo

visto desnudo, no le había hecho latir su corazón, ni había quedado sin respiración.

Lo que necesitaba era algo, que apartara de su mente esos pensamientos.

—Le compraré más comida al granjero —dijo ella, mientras se acercaba a la

puerta.

Lochlan la detuvo y le dio su bolsa.

—Podrás comprar más fácil la comida, si llevas contigo el dinero.

Ella sonrió, mientras intentaba cubrir su turbación.

—Eso probablemente es cierto. Muchas gracias.

Una ligera e indirecta sonrisa se deslizó desde el borde de sus labios hasta su

corazón. No entendía como un gesto tan simple podía hacer a sus rodillas flaquear,

mientras que la desnudez de Bracken no lo había hecho.

Y eso no era nada comparado con el impulso aplastante que tenía de tocar su cara.

Asustada por ese deseo, se marchó rápidamente.

Lochlan no pudo evitar observar el coqueteo de Catarina al salir del granero.

Había algo en el movimiento de sus caderas que lo tenía encantado.

—¿Estás enfermo?

Frunció el entrecejo ante las palabras de Bracken.

—¿De qué hablas?

—Tú sabes a que me refiero. Si su padre estuviera aquí te arrancaría los ojos por la

forma en la cual la estas mirando. Haz hecho de todo menos babear.

Lochlan sentía un impulso infantil por defenderse, ¿Pero acaso el no tenía razón?

Tal vez Bracken estuviera en lo correcto. No había sentido esa clase de deseo por una

mujer hace muchos años.

—Sí, puede que tengas razón, pero gracias a la experiencia se muy bien cuando no

actuar.

—¿Qué problema tendrías si lo hicieras?

Sí, los tendría. Ya tenía suficientes responsabilidades, además Catarina no era el

tipo de mujer que necesitaba en su vida. Su espíritu voluntarioso sería una tensión

constante para cualquier hombre.

—Los corazones son impredecibles —le dijo débilmente a Bracken—. Por eso el

Señor nos dio inteligencia para que pudiéramos reconocer la estupidez cuando la

vemos. Ella es una princesa francesa cuyo padre ya le tiene un marido escogido. He

aprendido a quedarme fuera de tales políticas hace mucho tiempo. Ya he tenido que

soportar una guerra de clanes que casi destruye a mi gente. No tengo ningún deseo

de iniciar otra.

—¿Entonces por qué estás ayudándola?

Lochlan se veía lejano cuando apretó la cincha de su silla de montar.

—A ella le debo la vida de mi hermano y también le di mi palabra.

—¿Ésa es la única razón por la cual la ayudas?

—Claro que si.

Bracken se burló de el.

—Si prefieres creer en esas mentiras…

Julia se mofó de su hermano cuando regresó a su lado.

—Mire quien le aconseja a otro sobre el amor —dijo agitando su cabeza—. No le

preste ninguna atención, Señor Lochlan. Mi hermano sabe mucho menos del amor

que yo.

Bracken la miró despectivamente.

—Haz escuchado a demasiados trovadores, niña.

—Quizá, pero nunca he sufrido porque la persona que amo se haya casado con

otro.

No había ninguna equivocación sobre la furia que las palabras de Julia habían

despertado en Bracken. Sus ojos ardían, y el se giró para ensillar a sus caballos.

Lochlan frunció el entrecejo ante su rápida salida y al dolor que mostraba el ceño

de Julia.

—Debo aconsejar mejor a mi lengua —dijo ella en un tono contrito—. No debí

herirlo de esa manera.

Habiendo herido a sus propios hermanos en muchas ocasiones por pura malicia,

él la entendió completamente.

—Todos nosotros cometemos equivocaciones.

—Sí, pero la pérdida de Jacqueline todavía lo aflige y yo lo conozco bien. Fue

irreflexivo de mi parte recordarla.

—Si, en ese caso, yo no soy quien debe escuchar tus disculpas.

Ella asintió antes de dirigirse hacia donde estaba Bracken, quien la saludó con una

mirada furiosa. Pero en cuanto se disculpó, él la tomó en un abrazo y la besó en la

coronilla de su cabeza antes de soltarla.

Aún había dolor en sus ojos ausentes. Era obvio que todavía Bracken lamentaba la

pérdida de Jacqueline. Otra razón que tuvo Lochlan para asegurar su corazón. Las

emociones debilitaban a los hombres y él no tenía ningún deseo de humillarse por

algo tan insignificante como el toque de una mujer.

Pero cuando Catarina regresó al granero comprendió que esa resolución era

puesta a prueba. Y cuando lo absorbió con su mirada y le sonrió, los temblores de su

estómago le indicaron que estaba perdido.

Es sólo lujuria se dijo.

Había sentido esa picadura amarga en sus lomos muchas veces en su vida. El

cuerpo de cualquier mujer podía aliviar esa comezón.

Pero en su corazón, lo sabía. El amor era fundamental y no deseaba a nadie más

que a Catarina.

Bracken aclaró su garganta para atraer la atención de Lochlan.

—Vamos a necesitar otro caballo —le dijo.

Lochlan asintió.

—Estoy de acuerdo, pero no hay ninguno en este lugar. Sugiero que intentemos

encontrar uno lo más pronto posible. He exigido mucho a mi propio caballo en la

última quincena.

—Como todos nosotros — dijo Bracken.

Catarina se colocó entre ellos.

—Yo podría caminar, pero eso nos reduciría la velocidad.

Bracken resopló ante esa perspectiva.

—Como si nosotros pudiéramos montar mientras tú caminas. El quitó sus ojos de

ella y le habló a Lochlan.

—Las mujeres deben montar juntas. Será menos peso para un solo corcel.

Lógicamente, Lochlan estuvo de acuerdo. Pero sentía algo de celos al pensar que

Cat montaría con Julia y no con él. Dejando ese pensamiento de lado, tomó un

pedazo de pan de la mano de Catarina antes de ayudar a Julia a montar su caballo.

Cat repartió el resto del pan antes de que la ayudara a subir detrás de Julia. Ella

compartió el pan con Julia, mientras él montaba en su caballo.

—¿Qué tanto conoces este campo? —le preguntó a Bracken.

—Lo suficiente.

—Entonces necesito que nos guíes hasta Rouen. ¿Sabes como llegar allí?

—Sí, está al oeste a dos días de aquí.

Lochlan suspiró sabiendo que eso había estado cerca. De esa forma llegarían al

final del torneo, pero Stryder todavía podría estar allí. Eso era lo mejor que el podía

esperar. —

Entonces démonos prisa.

Bracken los guió desde la granja hacia el bosque. Decidieron que sería mejor

apartarse del camino tanto como fuera posible, ya que Lochlan era el único de ellos

que no era requerido por las autoridades. Realmente se divirtió por ese hecho. No se

explicaba como había caído hasta el cuello con ellos, teniendo en cuenta que había

pasado la mayoría de su vida evitando tales complicaciones.

Eso era algo que solo podía pasarle a uno de sus hermanos.

Montaron durante varias horas antes de que Bracken los llevara fuera del bosque

hacia la vía principal del camino.

—Por aquí hay un cruce de caminos —explicó—. Allí hay a menudo vendedores

ambulantes que esperan a los viajeros, para venderles sus mercancías. Tal vez

quieran vendernos un caballo.

Lochlan esperaba eso.

—¿Qué hay sobre los guardias?

—Quizá haya uno o dos. —Bracken miró fijamente a las mujeres—. Pienso que

debemos dejarlas con Bryce y nosotros debemos dar el paseo.

Lochlan no estaba tan seguro.

—Parece que cuando dejo sola a Catarina busca problemas.

Ella lo miró indignada.

—Eso no es cierto… —Entonces su cara se ablandó como si borrara sus palabras—.

… no lo hago tan a menudo.

El se rió, agradeciéndole que al menos era capaz de reconocer la verdad.

—La vigilaré cuidadosamente —dijo Bryce con una mueca torcida en sus labios—.

Si ella se mete en cualquier problema, la tumbaré en el suelo y la ataré.

Ahora fue su turno para recibir la mirada indignada de Catarina.

—Eres un pícaro, pequeño. Recordaré lo que has dicho.

Él sonrió de satisfacción.

Lochlan guió su caballo mientras Bryce llevaba a las mujeres fuera del camino,

para esconderlas. Cuando estuvo seguro de que nadie podía verlos, llevó a Bracken a

recorrer una corta distancia hasta donde estaban los vendedores ambulantes.

Como habían predicho, allí había tres carretas de vendedores con varias

mercancías. Se detuvo ante el primero que encontraron. La carreta del hombre tenía

muchos artículos de trabajo metalúrgico, incluso una selección de pequeñas espadas.

Aquello podía servirles de mucho.

Después de apearse, escogió una de las espadas para probar su filo y su equilibrio.

La espada tenía un trabajo muy rudimentario, se asemejaba más a las espadas usadas

por los soldados de a pie. Apenas serviría para un noble caballero, pero era lo mejor

que podían conseguir antes de llegar a la feria.

Lochlan le pagó al hombre, y se dirigió hacia el próximo vendedor.

Bracken sostenía los caballos cuando Lochlan le dio la espada.

—Gracias.

—Te conseguiré una mejor en Rouen.

—Créeme, ésta es la espada más fina de todo el reino.

Lochlan entendió lo que quiso decir. Cuando algo grande había sido arrebatado de

tus manos, el regreso de cualquier minucia era bienvenido.

—¿Le gustaría comprar un pedazo bonito de tela para su dama? —dijo una vieja

arrugada desde su carreta. —Tenemos el tejido más fino que pudiera ser encontrado,

mi señor. Venga y véalo.

Lochlan le hizo una mueca encantadora.

—Necesitamos un caballo, buena señora.

—¿Dice usted un caballo? —Un hombre salió desde la parte trasera de la carreta—

. He conseguido uno del último hombre que negoció conmigo. ¿Qué quieren

intercambiar por él?

—Monedas, si el animal vale la pena.

El hombre le hizo señas para mostrarle tres caballos atados en la parte de atrás de

la carreta. El más grande era un bayo con una estrella blanca en la frente.

—Es un castrado —explicó el hombre—. Está un poco desnutrido, pero es muy

saludable.

Lochlan intercambió una mirada sospechosa con Bracken. El hombre tenía razón,

el caballo necesitaba bastante comida para llenar su barriga, pero por otro lado,

parecía robusto.

—¿Qué opinas?

Bracken se encogió de hombros.

—Los mendigos no podemos escoger.

Eso era muy cierto. Lochlan sacó su bolsa para pagarle al hombre. Cuando tomó

las riendas de su nueva adquisición, notó que Bracken caminaba manteniéndose

detrás de las sombras cuando los caballos se acercaron.

El vendedor lanzó una mirada furtiva al noble que estaba acercándose. Era un tipo

robusto que le llevaba entre dos y cinco años de edad. Era obvio por la reacción del

vendedor que había tenido un problema con ese hombre y no quería ni siquiera

saludarlo.

—Buen día, milord —saludó el vendedor.

El noble le sonrió con desprecio y continuó con su marcha.

—Gracias a Dios que no se detuvo —susurró temerosa la anciana.

—Él se llevó todas nuestras ganancias la semana pasada al cobrar los impuestos —

dijo el vendedor—. Pero veo que viste con nuevas botas y una túnica de piel mientras

que nosotros estamos comiendo repollos podridos.

Lochlan no se movió hasta que el hombre y sus escoltas se hubiesen marchado, sin

dejar de mirar en su dirección. En cuanto se marchó, Bracken tomó el caballo y

caminó hacia donde estaban los otros.

—¿Un amigo? —Preguntó Lochlan.

—Se podría decir que es…un bien merecido cliente.

Lochlan sonrió abiertamente.

—¿Fue la comida de la última semana?

—Más bien, la de hace dos noches. Por eso creo que quizá pueda recordar mi cara

fácilmente.

—¿Te causo problemas al intentar llevarle a Rouen?

—Probablemente.

Lochlan agitó su cabeza. La prudencia le decía que abandonara a Bracken y a su

familia para que se defendieran con sus propios medios, pero no era ese tipo de

hombre. Bracken necesitaba recobrar la vida que había dejado atrás y eso nunca

pasaría si era colgado por crímenes que le habían obligado a cometer.

—Debemos permanecer en los bosques.

—Yo no podría estar más de acuerdo. Nunca se sabe cuando uno de mis clientes

pueda estar acechándome para tenderme una trampa. Mostraba una felicidad

dichosa en sus ojos.

—Veo que te estás divirtiendo con esta situación.

—Mientras la amargura te saca la alegría de muchas cosas, también te da un

jocoso sentido del humor. Desde que se convirtió en mi fuente principal de

entretenimiento en estos días, tiendo a saborear estos momentos.

Lochlan comprendió que no podía culparlo. Él siempre había tomado el humor en

cualquier lugar donde pudiera encontrarlo, luego notó que Bracken le daba al

vendedor algunas monedas de la bolsa pequeña que Lochlan le había dado.

Una vez que ellos terminaron de realizar sus compras, encontraron a las mujeres y

a Bryce sentados en la tierra, mientras jugaban con un par de dados. Lochlan se

quedó pasmado. No podía imaginar a una dama, sin importar que fuera o no

princesa, sintiéndose cómoda sentada en las tierra para divertirse con un juego

común. Ellos estaban allí, y parecían tan felices como podían ser.

Bracken le hizo una reverencia a Catarina.

—Su montura la espera, milady.

Catarina sonrió cuando se levantó a inspeccionar el caballo.

—Y vaya montura fina que es.

Dio golpecitos en la cabeza del caballo antes de frotar su cuello. El animal parecía

completamente satisfecho por ser la fuente de su afecto. Y no es que Lochlan culpara

al caballo. Desearía tener a esa mujer en particular acariciándole un poco también.

Sacó un saco de alimento de sus alforjas.

—Debemos permitirle comer un poco antes de que reanudemos nuestra marcha.

Bracken estuvo de acuerdo.

—Sí, no nos haría ningún bien si se derrumba del hambre.

—Y estropearía ciertamente mi día —dijo Catarina festivamente—. Yo no tengo

ningún deseo de matar a un pobre animal indefenso, sobre todo a uno tan bonito.

El caballo asintió como si la hubiera entendido.

Luego de que el caballo se alimentó, montaron y reanudaron su jornada. Lochlan

no habló mucho ya que Bryce y Julia se fastidiaban entre si y Catarina se tomaba sus

palabras con tranquilidad.

Sus charlas le hicieron extrañar mucho a sus propios hermanos. No había

comprendido cuan solo había estado en ese viaje hasta ahora. Habían pasado

semanas sin tener ningún tipo de conversación. El había sido su única compañía,

pero esto era definitivamente mejor que hablar con su caballo.

—Háblenos algo sobre Escocia, Señor Lochlan —dijo Julia mientras llevaba sus

pensamientos hacia ella—. He escuchado que es un lugar salvaje dónde los hombres

apenas se visten como humanos.

Catarina se rió.

—Obviamente los hombres se visten como humanos. Mira a Lochlan. No se

ve…demasiado extraño.

Él sonrió.

—¿Comparado con quienes? A diferencia de lo que tu crees, nosotros los escoceses

somos los mejores vestidos y los de mejor comportamiento comparados con muchos

otros. Miró a Julia—. Escocia es el país de Dios, muchacha. Nunca has visto un lugar

más bonito. Las colinas y las montañas son tan altas como las espaldas de los

gigantes y alcanzan a los cielos más claros que alguna vez veras.

—No puedo esperar para verlo.

Catarina soltó una risita.

—Sabes, yo casi puedo probar el brezo cuando hablas sobre Escocia.

—Sin embargo, no deberías hacerlo —dijo Lochlan con fastidio—. Tu suerte

estaría echada, si te envenenaras con el.

—Buen punto.

Viajaron todo el día y no se detuvieron hasta el crepúsculo. Lochlan se dedicó a

cazar la comida mientras los otros acampaban durante la noche. No le tomó mucho

tiempo encontrar dos liebres. Las ató y las llevó en su espalda.

Cuando se acercó al arroyo cerca del campamento, para poder lavarlas, oyó a

Catarina decir su nombre.

—Lochlan es un poco severo.

Él sabía que no debería estar escuchando detrás de las puertas, pero al mismo

tiempo, las mujeres no deberían hablar nada sobre él. Decidiendo que dos males

podían hacer un bien, se acercó y vio a las dos mujeres al borde del agua, lavándose

las caras.

—El se ve muy retraído —dijo Julia—. Como si algo dentro de él lo estuviera

hiriendo.

—Yo pienso que él está angustiado por su hermano perdido y por su familia.

—Quizás, pero yo he escuchado historias sobre su padre. La gente dice que el

MacAllister era un demente. ¿Piensas que él podría haberle heredado eso a su hijo?

—No. —La sinceridad que vio en la cara de Catarina lo conmovió—. Lochlan es

un hombre bueno. Fíjate cómo les ofreció una casa a todos ustedes.

—Lo sé. Eso fue muy amable y decente por parte de él. Simplemente es… —Su

voz se apagó.

—¿Qué?

Julia tragó antes de continuar.

—Escuché que cuando el MacAllister estuvo en la corte de Inglaterra, encontraron

a una muchacha, de dieciocho años, que había sido violada y golpeada hasta la

muerte. La última persona que la vio viva dijo que ella había ido a encontrarse con el

MacAllister para una cita. Muchos dijeron que él la había matado durante ese

encuentro.

—¿Y no lo arrestaron?

—No, no lo hicieron. Aunque…si él hubiera sido. ¿Tu piensas que el Señor

Loch…?

—¡No, muchacha! —Catarina chasqueó —. ¡Nunca! El jamás haría tal cosa.

Lochlan se apartó lejos cuando sus palabras lo espantaron. Probablemente su

padre lo había hecho. Él no se sorprendería.

“Lo único que hace que las personas te respeten es la crueldad. Muéstrales su significado y

ninguno se atrever{ a atacarte”. Su padre había vivido y había muerto por esas

palabras. Su propia madre había llevado bastantes cardenales en su cuerpo lo que le

permitió a Lochlan saber de primera mano qué raramente guardaba su puño.

Por no mencionar lo que el les hacía al resto de ellos.

Pero por lo menos Catarina había visto la verdad. Él no era su padre. Él se negaba

a comportarse con crueldad hacia los otros. Desgraciadamente, muchos no veían las

cosas de la misma manera.

Con el corazón reforzado, regresó al campamento.

La cara de Bryce se ilumino en el momento en que vio las liebres.

—Veo que habrá barrigas llenas esta noche.

Lochlan las puso a los pies del muchacho para que pudiera desollarlas.

—Debo ir a lavarme.

Cuando regresó al arroyo, se aseguró de hacer bastante ruido para advertir a las

mujeres que se estaba acercando.

Julia se excusó rápidamente mientras que Catarina se quedó allí. Ignorándola,

Lochlan se arrodilló para lavar sus manos.

Cat frunció el entrecejo. Lochlan parecía evadirla más que antes.

—¿Estás bien?

—Estoy bien, muchacha.

Pero no parecía estarlo. Había algo que lo preocupaba.

—¿Estás así por qué nosotros te estamos reteniendo?

—¿Qué?

—Me preguntaba si estas molesto por el hecho que todos nosotros estamos

viajando ahora contigo. Sé que tienes prisa por investigar sobre el paradero de tu

hermano.

—No. Si Bracken sabe donde estamos ubicados y hacia donde tenemos que ir, no

estoy molesto, imagino que ahora el viaje será aún más rápido.

Ella se acerco a él.

—¿Entonces que tormento llevas en tu mente?

Él se puso de pie para sobrepasar su altura.

—En mi mente no hay nada que me atormente.

Como si ella pudiera creerle. Cada parte de su cuerpo se tensó y sus ojos pálidos

negaron su afirmación.

—Si usted lo dice, milord.

Él le frunció el entrecejo.

—¿Qué quisiste decirme con ese tono de voz?

—Nada en absoluto. Si tu mente está limpia, entonces lo está. Lejos de mí el

cuestionar a un hombre estúpido.

Su ceño se profundizó.

—Pensé que habías dicho que te abstendrías de insultarme.

—Tal parece que no puedo hacerlo. Debe ser tu manera encantadora lo que hace

que me provoque fastidiarte. Además, le dijiste a Bracken lo que pasaba con tus

hermanos, que era imposible intentar insultarte.

Sus rasgos se aplacaron un poco.

—Entonces estaba disfrutando más bien del hiato de mi tormento.

—Te dejaré en paz de una buena vez.

Cat se separó de él, pero antes de que pudiera dar más de un paso, tomó su brazo

suavemente.

Ella estaba a la expectativa cuando vio que una gran cantidad de emociones

cruzaban su rostro. Pero lo que la hirió fue el tormento que vio en esos ojos pálidos.

Él quería decirle algo, podía sentirlo. Sin embargo, parecía incapaz de expresarlo.

—¿Hay algo más?

Él la soltó para que pudiera marcharse.

—No. Debes regresar al campamento. —Dicho eso, se arrodilló nuevamente en el

suelo.

Cat dudó cuando miró como el agua salpicaba su cara. Una parte de ella quiso ir a

él y tocar su rígida espalda. Pero por otro lado se dio cuenta de que quería estar solo.

Decidiendo darle paz, se sintió obligada a marcharse aunque fue muy duro.

No supo por qué quiso aliviarlo, todavía sentía esa necesidad. Había algo sobre él

que la atraía incluso en contra del sentido común. Nunca se había sentido así con un

hombre antes. Muchos le habían gustado, por ejemplo Bracken la atraía por sus

miradas y su personalidad. Hubo hombres que la hicieron reír y que eran

sumamente atractivos. Pero ellos no la hicieron arder con una mirada. No deseó

consolarlos cuando estaban tristes; ni a ella le dolió nunca el pensar que estuvieran

en problemas.

—¿Estas bien? —preguntó Bracken, cuando ella regresó al campamento.

De repente entendió la negativa de Lochlan para contestarle.

—Si, estoy bien.

—Pero no te vez bien.

—Claro que me veo bien. Por lo menos estoy tan bien como alguien que está

huyendo de las autoridades. A pesar de todo, creo que yo me veo bastante feliz.

Él se rió.

—Siempre he admirado esa cualidad tuya.

—¿Cuál?

—Tu habilidad de hacer ligera cualquier situación, no importa cuan horrible sea.

Es una habilidad que siempre he deseado poseer.

Cat sonrió.

—Tú eres muy amable. Pienso que todos ustedes trabajan muy bien bajo presión

—ella observó más allá de él, para ver a Julia y a Bryce atando un asador provisional

sobre el fuego para cocinar las liebres.

Una vez que estuvo hecho y después que colocaron las liebres al fuego, Bryce sacó

una flauta de madera pequeña de su maletín y empezó a tocar.

Cerrando sus ojos, ella escuchó las notas musicales y se permitió el placer de

aliviar las preocupaciones de su mente. No sabía por qué, pero el sonido de la música

siempre la había aliviado no importaba lo que estuviera ocurriendo. Abrió sus ojos y

le sonrió al joven.

—Te haz vuelto muy talentoso.

Él hizo una pausa en la canción para sonreírle.

—Gracias, Cat. —Entonces volvió a tocar.

Cat le ofreció una mano a Julia.

—Baila conmigo, Julia.

Se levantó sin vacilación y sacudió la suciedad de su falda. Riéndose, tomó las

manos de Cat para poder bailar juntas en círculo.

Lochlan se detuvo cuando entró en el campamento y vio a las mujeres bailando

juntas. Lo que lo congeló fue la forma en la que Cat bailaba. Nunca había visto nada

igual. A diferencia de las bailarinas de la corte ella se ondulaba y se movía

seductoramente. Si así se había visto Salome en su tiempo, él podía entender

perfectamente al hombre que hizo algo para aplacar a una mujer como esa.

El sonido de su risa y el ritmo de la canción acariciaron sus orejas. Y cuando ella

mantuvo el dobladillo de su vestido alzado, le mostró el juego de piernas más

increíble que él había mirado alguna vez.

Catarina bailó sin preocupaciones. Sin reglas. Todo lo que le importaba era su

goce.

Su sonrisa lo paralizó, cuando vino a su lado a ofrecerle sus manos.

—Únete a nosotras, Lochlan.

Nunca en toda su vida había querido hacer algo con tanto deseo, pero no pudo

aceptarlo. N sabía que hacer y la última cosa que quería era parecer un tonto frente a

los otros.

—No, gracias.

Ella le suplicó.

—Venga, milord. Por un momento, sea libre.

Él miró a Bracken quien los observaba curiosamente.

—No, Catarina.

Apartando sus ojos de él, fue hacia Bracken quien aceptó su invitación y bailó con

igual abandono que ella.

Una parte de él odió al hombre en ese momento. Pero la verdad era que se detestó

así mismo mucho más, que a todos. Él pudo haber bailado fácilmente, también. Sólo

que se contuvo.

“Parecer{s un necio, muchacho. Los hombres no bailan. Sólo las mujeres, los castrados, y

los bromistas. Si quieres que una mujer se burle de ti, solo tienes que bailar. Confía en mí,

ellas sólo respetan al hombre que batalla en el campo y la forma en que use su cama”.

Su padre tenía razón. Además, en un momento en el que él había estado bailando,

la mujer que había amado se había acostado con otra persona…

Lochlan flaqueó ante ese pensamiento. Gracias a Maire, se había empequeñecido y

eso había sido terrible. Él nunca se rebajaría de nuevo a ese nivel. Las personas

podrían aceptarlo como era y si no era lo suficiente bueno para ellos, entonces bien

podrían apartarse de su camino.

Se contentó con mirar bailar a los otros.

Hasta que se dio cuenta que las liebres se estaban quemando.

Maldiciendo, corrió hacia el asador para voltearlo, pero era demasiado tarde. Todo

un lado ya estaba teñido de negro.

Jadeante, Catarina se le unió.

—¡Oh, no!

—¿Acaso entiendes lo que causan tus tonterías, no es así? —chasqueó el.

Ella ni siquiera pudo reaccionar de otra manera, solo pudo reírse.

—Sí, una liebre teñida de negro y una sonrisa. Recordare eso como algo mórbido

algún día.

Él quiso defenderse, pero el brillo de la sonrisa maliciosa que vio en sus ojos lo

detuvo y le sonrió a su vez.

—Algún día, Lochlan, voy a verte bailar.

—Eso nunca pasará, chica.

—¿Acaso estás desafiándome?

—No, yo sólo te digo la verdad.

Todavía sus ojos estaban sonrientes.

—Lograré que bailes, ya lo verás, no descansaré hasta lograrlo. Guarda mi

juramento en tu mente.

El único problema que había en ese momento, es que él quería bailar con ella, pero

otro tipo diferente de baile. Sentía el calor de su cuerpo y estaba desesperado por

probar sus labios y otras partes de ella.

—Mejor déjeme cargar con eso —dijo Julia a Lochlan cuando lo empujó y tomó de

sus manos la liebre quemada—. No podemos permitirnos el lujo de quemar la otra

liebre, de lo contrario usted tendría que cazar de nuevo.

Él asintió aunque no estaba seguro de lo que la muchacha le había dicho. Solo

podía contemplar fijamente la boca de Catarina.

Sus ojos oscuros brillaron con malicia antes de ponerse de puntillas para darle un

beso fugaz en su mejilla.

—Bailarás —le susurró en su oído.

El se congeló en el acto, pero suprimió ese sentimiento rápidamente al darse

cuenta de que nunca se rendiría a sus encantos.

Y nunca bailaría para ella.

CCaappííttuulloo 88

Aunque estaban un poco nerviosos porque eran buscados por las autoridades,

cabalgaron hasta Rouen sin contratiempos. Su tensión se alivió cuando llegaron a la

feria. Allí había hombres del rey, algunos de los cuales podrían identificar a Bracken

o a Cat fácilmente.

Ella sólo esperaba que ninguno de ellos hubiese recibido la orden de su padre para

llevarla ante él.

La cara de Julia brillaba de felicidad al observar las tiendas multicolores y las

competencias musicales. Hacía mucho tiempo que Cat no asistía a una feria tan

grande. Había muchas personas alrededor. Espectadores, entretenedores, y

caballeros que iban de un lugar a otro. Había una vivacidad en ese lugar que hizo a

su espíritu volar.

—¡Malabaristas! —dijo Julia, mientras se subió a su silla de montar para mirarlos

cuando pasaron cerca—. Ese sería uno de los talentos que yo desearía poseer.

Bryce se mofó de su hermana.

—¿Cree que los caballeros de justa aún estén aquí? —le preguntó a Lochlan.

—Es lo más probable —contestó—. Generalmente permanecen hasta el final del

torneo.

—No puedo esperar el tener la edad para poder competir.

Bracken se burlo.

—Estás hablando como un chiquillo que todavía es derribado de su caballo.

Pienso que cambiarás de opinión cuando hayas probado un poco con la lanza.

—Yo nunca he podido vencerte.

Julia sonrió cariñosamente.

—Es porque te golpeaste la cabeza la primera vez que te enfrentaste con Bracken y

eso ha confundido tu inteligencia, por lo cual no has podido tratar de derribarlo

desde entonces.

—¡Ouch! —chasqueó Bracken—. Ambos me atacan a la vez. ¿Dónde estará la

caballería?

—Ciertamente no está aquí, Lord Grump —dijo Julia un momento antes de

espolear su caballo y montar delante de ellos.

Bryce frunció su entrecejo.

—¿Ella sabe a dónde nos dirigimos?

—Creo que no.

El muchacho soltó un sonido de disgusto antes de perseguirla.

—¿Dónde empezaremos la búsqueda? —Preguntó Bracken.

Lochlan guió su caballo antes de darle dinero.

—Tú alquilaras algunas tiendas y yo trataré de encontrar a Stryder —desmontó y

le dio sus riendas—. Me encontraré contigo después.

Bracken asintió inclinando su cabeza.

Antes de que Lochlan pudiera dar un solo paso, Cat se bajó de su caballo y se le

unió.

–Voy contigo.

Él no estaba seguro de que eso fuera lo mejor.

—Tú deberías quedarte aquí con Bracken.

—No, yo prefiero ayudarte a investigar.

Lochlan trató de disuadirla pero no lo logró. Jamás podría ganar una discusión

con esa mujer. Cansado de perder el tiempo y hasta de respirar, se dirigió hacia el

grupo más cercano de nobles.

Ellos dejaron de discutir cuando se les acercó.

—Disculpen mi interrupción. Estoy buscando a Stryder de Blackmoor.

Dos de los hombres estallaron en carcajadas mientras los otros parecían menos

divertidos.

Lochlan intercambió una mirada desconcertada con Catarina antes de que uno de

los hombres risueños se hubiese serenado.

—Stryder está en el campo. Si usted quiere hablarle, debería colocarse una

armadura. No está exactamente de un humor amistoso en estos momentos.

Sus palabras les causaron más risas a los otros.

—¿Hay algo que yo deba saber sobre él?

—Si, ha estado discutiendo con su esposa toda la semana. Ella ha abierto un hoyo

en el castillo mientras el permanece en la lista. Está de pésimo humor, y a menos que

usted traiga una ofrenda de paz para Rowena, yo dudo mucho que esté interesado en

lo que usted le tiene que decir.

Eso era algo que el no esperaba oír. Maldición. La última cosa que necesitaba era

interferir en una riña matrimonial

Catarina lo alejó de los hombres.

—Tengo una idea.

Antes de que pudiera preguntarle de que se trataba, ella se dirigió hacia el castillo.

—¿Qué haces Catarina?

—Confía en mi Lochlan.

¿Acaso el tenía otra opción? Ella atravesó rápidamente la muchedumbre,

evadiendo todos los obstáculos a su alrededor. ¿En qué demonios estaría pensando?

Al final, se detuvo dentro del vestíbulo donde estaba agrupado un grupo pequeño

de personas. Lochlan dudó cuando escuchó música y risas a su alrededor.

Catarina se acercó a un guardia que estaba a su derecha.

—Perdón señor, ¿Usted podría decirme donde puedo encontrar a la Condesa de

Blackmoor?

El hombre le sonrió.

—¿Escucha una voz que parece la de un ángel en el cielo? Esa es ella, milady. Está

en el vestíbulo cantando.

—Gracias.

Lochlan finalmente entendió lo que Catarina pretendía hacer. ¿Qué mejor manera

había de domar al león que ganar antes a su leona? Tenía sentido buscar a la dama

primero y como Catarina era también una mujer, no habría ningún inconveniente

para convencerla de que los ayudara.

Cat se dirigió hacia la agrupación de nobles. Lochlan se quedó detrás temeroso de

que notaran su presencia. O peor aún, temiendo que los allí reunidos causaran más

peleas entre Rowena y Stryder, al informarle al conde que Lochlan había sido visto

hablando con su esposa.

Pero por suerte la condesa había terminado con su recital. Cantó la última nota y

le entregó su laúd a un hombre joven que estaba a su izquierda. Él tenía que darle a

Stryder un poco de crédito, la condesa era tan hermosa como talentosa. Con el pelo

rubio largo y los ojos luminosos, ella era una mujer muy impresionante.

La muchedumbre la aplaudió y vitoreó. Ella se inclinó, y se separó del grupo de

personas.

—¿Condesa? —la llamó Catarina.

Ella se detuvo.

— ¿Sí? ¿Te conozco?

—No. He venido aquí con un amigo.

El advirtió a Catarina desde atrás y le hizo señas para que se acercara.

—Necesitamos hablar con su marido con urgencia.

Los ojos de la condesa lucieron enojados, lo que oscureció sus mejillas.

—Entonces les sugiero que se vistan con una armadura y lo busquen en el campo,

que es el único lugar donde le interesa estar. —dijo comenzando a alejarse.

—Por favor —dijo Cat—. Esto es algo muy importante. Lord Lochlan está

buscando información sobre un hermano que desapareció en Tierra Santa. El desea

hablar con Lord Stryder quien fue el último que lo vio con vida.

Esas palabras hicieron que la condesa detuviera su marcha.

—¿Te refieres a Outremer?

Lochlan asintió.

—Nosotros pensábamos que Kieran había muerto. Pero un hombre que llevaba su

tartán fue asesinado en Escocia. El se hacía llamar Lysander.

—Lysander —susurró ella. El enojo huyó de su cara—. ¿Un caballero

excepcionalmente alto y con el cabello negro?

—Sí.

Cat se heló cuando comprendió algo. La condesa estaba muy interesada y si su

marido fue una vez un cautivo en Outremer como Lysander…

Bajó su voz para que nadie pudiera oírlos por casualidad.

—¿Es Lord Stryder un miembro de la Hermandad de la Espada?

Rowena lanzó una mirada temerosa.

—¿Cómo conoces a la Hermandad?

— Lysander y el Pagano eran como una familia para mí. Yo viajaba con ellos.

El reconocimiento encendió los ojos de la condesa.

—¿Tu eres Cat?

—Sí.

Toda la sospecha se alejó de su rostro y fue remplazada por un gesto de amistad.

—He escuchado muchas historias sobre ti. Es un placer conocerte finalmente.

—Gracias —alargó su mano para atraer a Lochlan—. Este es Lochlan MacAllister,

el laird de su clan.

Y nuevamente su rostro brilló con afecto al escuchar su nombre.

—¿Eres el hermano de Lord Sin?

—Si.

—¿Entonces todos nosotros somos prácticamente familia, verdad? —Rowena hizo

muecas como si hubiera tenido un pensamiento súbito—. Eso significa que yo debo ir

a hacer las pases con el diablo. Ese hombre es una plaga al igual que todos sus

principios. Bien. Lo haré para lograr un bien mayor. Hago esto por el bien de otra

persona y espero que el Señor en toda su misericordia me de bendiciones —respiró

un poco frustrada—. Por lo menos Dios me perdonará. Sabe que la última cosa que

quiero hacer es darle de comer al ego del diablo. Estoy muy harta de eso.

Cat miró a Lochlan que parecía tan confundido como ella.

—¿El diablo?

—Si, me refiero a mi marido belicoso. Ahora iré antes de que recobre mis sentidos

y los deje solo con todos sus problemas.

Cat se rió de la mujer. No sabía por qué, pero Rowena le cayó muy bien.

—Gracias, Condesa.

—Llámame Rowena —dijo caminando hacia la puerta, como si fuera a recibir sus

últimos ritos religiosos.

Lochlan caminó detrás de las mujeres, mientras intentaba no darse falsas

esperanzas. Era posible que Stryder no supiera nada el paradero de Kieran. ¿Pero y si

sabía algo? ¿Y si por algún milagro, Stryder lo había visto recientemente?

Era difícil para él mantenerse bajo control. Esto era lo más cerca que había

estado…..últimamente, y quiz{ nunca sabría lo que le ocurrió a su hermano

realmente.

Rowena los llevó directo al campo del torneo. Sin detenerse, fue a la tienda que

estaba ubicada justo en frente de las listas. Era de un fuerte color negro y estaba

resguardada por un hombre musculoso que llamó la atención de Rowena, cuando se

estaba acercando.

Ella inclinó su cabeza hacia él.

—Buenos días Val, ¿El patán está allí adentro?

—Si, milady, está como un jabalí con un colmillo rabioso, si usted logra

entenderme. Por favor tenga misericordia de todos nosotros y hable con él.

—Desgraciadamente, debo hacerlo. Pero te juro, que no mejoraría su humor si

fuera para ayudarte.

El hombre pareció dolido.

—Muchas gracias, milady. Su bondad no tiene límites.

—Recordaré ese tono, cuando en otra ocasión necesites un favor de mi parte

—Estoy seguro de que lo hará.

—Fíjate en lo que dices cuando te dirijas a mi esposa. —El gruñido hosco que salió

de la tienda parecía un trueno—. Es a tu señora a la que te estás dirigiendo. Harías

bien en recordarlo.

Rowena parecía todo menos contenta.

—No piense que por defenderme va a caer en gracia de nuevo conmigo, Señor de

la guerra.

Stryder dejó la tienda como si un dragón surgiera de su guarida. Su pelo largo,

oscuro y ondulado le llegaba hasta los hombros. Y aunque estaba enfadado, tenía

unos ojos amables e inteligentes.

—¿Crees que no lo sé? Usted no me perdonará hasta que me arrastre ante la corte

entera. Hice eso alguna vez y… —Su voz se apagó cuando comprendió que no

estaban solos.

—¡Ha! —dijo Rowena triunfalmente—. Parece que yo he hecho de ti un tonto.

¿Qué importa un poco más de humillación?

Stryder le hizo muecas a su esposa.

Cat suprimió una sonrisa cuando dio un paso al frente.

—Por favor, perdone nuestra interrupción, milord. Pero a Lord Lochlan le gustaría

hablar con usted en privado.

Stryder miró a su esposa antes de que comenzara a alejarse de ellos.

—Ahora no tengo tiempo para eso.

Con los brazos en jarras, Rowena se interpuso en su camino.

—Puedes correr a atravesar a hombres inocentes con tu lanza después —dijo

tomando su mano enguantada entre las suyas—. El tiene algo importante que apretó

tratar contigo.

El entendimiento iluminó los ojos del conde.

—Por favor únanse conmigo en mi tienda.

Lochlan les permitió a las mujeres ir primero antes de seguir al conde dentro. La

tienda era sorprendentemente grande, con una gran cama y una mesa. Stryder les

indicó a las mujeres que tomaran asiento antes de enfrentarse a Lochlan.

—¿Vienes de Outremer? —le preguntó Stryder.

—No. Alguien me dijo que usted conoció a mi hermano allí.

El conde frunció el ceño.

—¿Y quién era su hermano?

—Kieran MacAllister.

No hubo ninguna duda del dolor que brilló profundamente en los ojos azules del

hombre. Rowena se levantó y fue a su lado. Ella no le dijo ni una palabra, solo le dio

golpecitos afectuosos a su espalda y fue obvio que el conde se consoló con su toque.

—Debes ser su hermano Lochlan. El me dijo que todos sus hermanos eran de

cabello oscuro menos tú.

Las emociones lo inundaron al escuchar esas palabras. Era verdad. Stryder había

conocido a su hermano y Kieran no había muerto en el lago después de todo. Si

hubiera podido el habría llorado de alivio, pero esa no era su forma de ser.

—Sí. Soy Lochlan.

Stryder apretó a su esposa antes de dirigirse hacia un baúl que estaba al lado de su

cama.

—Kieran era un buen hombre.

Lochlan no pudo respirar cuando el miedo lo asaltó.

—¿Era?

Él asintió.

—Outremer nos cambió a muchos de nosotros. No necesariamente para bien.

Había dos escoceses entre nuestros prisioneros. Ellos dijeron que eran hermanos.

MacAllisters.

Eso no podía ser.

—¿Dos? ¿Cómo es posible?

—Sí. Kieran y Duncan. —Él sacó una caja pequeña del baúl, regresó al lado de

Lochlan y se la entregó.

—Kieran me la dio dos días antes de que escapáramos. Me dijo que la mantuviera

en mi poder hasta que algún día uno de sus hermanos preguntara por él. Esperaba

que todos ustedes siguieran pensando que había muerto, no quería que supieran en

que se había convertido. Pero también tenía miedo de que alguno de ustedes se

enterara de la verdad, y entonces comenzara a buscarlo.

Con manos temblorosas, Lochlan abrió la caja y sintió que estaba a punto de llorar.

Dentro había un crucifijo pequeño de plata idéntico al que él llevaba. Las cruces

habían sido regalos hechos por su madre cuando cada uno alcanzó su madurez. Y

había pertenecido a él, porque en el reverso del crucifijo estaba gravado el nombre de

Kieran.

—Kieran dijo que usted lo reconocería y sabría que era suyo.

—Lo hago. —Tragando, se encontró con la mirada de Stryder.

—¿Mi hermano est{… —No podía atreverse a decir las palabras. El miedo de la

respuesta lo estranguló y no soportaba la idea de saber que su hermano se había

muerto en Tierra Santa y que ninguno de ellos se había enterado.

—¿Vivo? —Stryder terminó por él—. No lo sé. Los hermanos MacAllister se

quedaron atrás y lucharon con los sarracenos mientras nosotros escap{bamos…uno

de ellos murió esa noche y el otro… —el se encogió ante recuerdo.

—¿Qué pasó con el otro?

—El ahora vive en Inglaterra. Silencioso y oculto.

—¿Se trata de Kieran? —la voz de Lochlan se quebró.

—Honestamente no lo sé. Ambos hombres lucían tan parecidos que podrían ser

gemelos. Muchas veces durante nuestro encarcelamiento los confundíamos y no

sabíamos cual era Duncan y cual era Kieran.

—Pero usted debería estar seguro de cual de los dos está vivo.

—El escocés está severamente desfigurado —susurró Rowena—. El pudo haber

muerto si su hermano no lo hubiese salvado, además Stryder no lo llevó a Europa. La

lucha acabó con una vida y los otros…. no han podido identificarlo claramente.

Stryder asintió.

—El se ha aislado completamente y no ha permitido que nadie lo vea desde

entonces.

Lochlan estaba de pie allí, completamente aturdido por el giro inesperado de la

historia. Quiso reírse y maldecir al mismo tiempo.

Catarina envolvió sus brazos alrededor de él.

—Quizá debamos ir a verlo para saber si es Kieran o no.

—Sí —dijo dirigiéndose a Stryder—. ¿Dónde vive el Escocés?

—Él está en un lugar apartado en Sussex. Si puedes esperar unos días, podría

llevarte allí. Es la única manera que te permitirá acercarse. El escocés no confía en

nadie. Al último hombre que intentó penetrar sus tierras le disparó cuatro veces.

Cat estaba impresionada.

—¿Y el hombre murió?

—No, pero le aseguro que nadie más ha intentado visitarlo después de eso sin

llevar a un miembro de la Hermandad a su lado.

Aunque pareciera extraño, eso era algo que Kieran con mal humor haría sin

pensárselo dos veces. Lochlan le ofreció su mano a Stryder.

—No puedo expresarle todo mi agradecimiento por lo que está haciendo por mí.

Él agitó su brazo y le dio golpecitos en el hombro.

—No se preocupe, yo tengo un hermano también y le aseguro que no hay nada

que no haría por él.

Seguramente por eso el deseaba tanto ayudarle.

—¿Su hermano está aquí?

—No. Irónicamente, él está en este momento con el escocés por alguna otra razón

que no puedo decirle. Hace más de un año que no veo a Kit. —Él miró a Rowena—.

¿Es por esto que mi esposa está siendo agradable conmigo?

—Sí. Por esto yo estuve deseosa de hablarte ya que es una buena causa, muy

diferente a la tendencia antinatural que tienes por querer derribar a los hombres con

una lanza.

Stryder rodó sus ojos.

La mirada de Rowena se ablandó.

—Espero que asistas esta noche a la cena, esposo. Alexander y William extrañan a

su padre y yo ya estoy cansada de sus quejas —dijo abandonando la tienda antes de

que Stryder pudiera contestarle.

—¿William y Alexander? —preguntó Cat.

—Nuestros hijos. Desde que su madre me sacó de sus aposentos, yo no he podido

verlos. Rowena teme que se corrompan con mis costumbres belicosas.

Lochlan se confundió con sus palabras.

—¿Ella no sabía que usted era un caballero antes de que se casaran?

—Sí, pero su más grande temor es verme derrotado en la batalla como le sucedió a

su padre y por eso siempre se molesta conmigo. Una vez que el torneo se acabe y si

todavía sigo vivo, estará bien. —Una sonrisa pequeña jugó a los bordes de labios—.

He aprendido que pelear un poco con ella vale la pena, por eso asisto a algunos

torneos de vez en cuando. Se que está temerosa y por eso se pone furiosa, y si no me

amara, no le importaría lo que me sucediera. Así que yo le doy la bienvenida a su

rencor mientras dure el torneo, pero por el amor de Dios, nunca le comente eso a ella.

Jamás me lo perdonaría.

Lochlan sonrío.

—Su secreto está a salvo conmigo.

—Bueno, ahora si usted me perdona, necesito prepararme para mi próximo

encuentro.

Lochlan siguió a Cat afuera y esperó hasta que estuvieron de nuevo solos.

—Así que cuéntame lo que sepas sobre esa tal Hermandad secreta de la Espada.

Cat suspiró cuando pensó en Pagano, en los amigos de Lysander, y en todas las

cicatrices físicas y mentales que ellos habían llevado.

—Todos estuvieron prisioneros en Outremer. Permanecieron juntos en el mismo

campamento sarraceno. Stryder era uno de los líderes del grupo, él con los demás

idearon una manera de escapar. Pero como escuchaste, el escape fue muy difícil y

muchos no pudieron nunca regresar a casa. Aquellos que si lo lograron, crearon una

red de personas para ayudar a otros a retornar al seno de sus familias y para ayudar

a los recientemente liberados para prepararlos en su regreso a sus hogares. La llaman

la Hermandad de la Espada y todos llevan la marca de una luna creciente en el

reverso de sus manos.

Lochlan apretó los dientes cuando intentó imaginar los horrores que Kieran debió

haber padecido en ese lugar. Él había oído muchas historias sobre las cárceles

Sarracenas, y entendió que todos debían llevar cicatrices muy profundas en sus

mentes y en sus cuerpos. Si el escocés fuera su hermano, se preguntó si Kieran

todavía estaba cuerdo.

—Pagano, el hombre con el que viajaste…

—Él era un hombre bueno, pero se negaba a hablar sobre la prisión. Lysander se

emborrachaba y nos contaba algunos eventos. Dijo que había sido una experiencia

horrible, de verdad.

Ella extendió la mano para tocarlo.

—Siento mucho lo que tu hermano debió haber padecido allí.

—Igual que yo. —Si pudiera, habría cambiado de lugar alegremente con Kieran.

Catarina tomó su mano en las suyas.

—¿Y por qué él se alejó de ustedes?

—Por una discusión. Había una mujer, llamada Isobail de la cual él se enamoró. Se

suponía que ella se casaría con alguien más y por eso escapó con ella en mitad de la

noche, supuestamente para salvarla de su futuro, lo que causó que nuestros clanes

batallaran entre si. Kieran la trajo a nuestra casa y nosotros le dimos la bienvenida.

Pero desde el principio supe que ella era un problema. Incluso vino a mí una noche

después de que Kieran se hubiese retirado.

—¿Y se lo dijiste a él?

—Lo intenté pero él se burló de mí. No fue hasta que ella le prestara toda su

atención a nuestro hermano Ewan que Kieran comprendió que yo tenía razón. Le

hizo a Ewan lo mismo que había hecho con Kieran, le pidió escapar con ella a media

noche. Luego hizo que la llevara a Inglaterra dónde otro amante estaba esperándola.

Entonces abandonó a Ewan destrozando su vida. Cuando el regresó a casa, ya era

demasiado tarde. Kieran había desaparecido. Él dejó su espada y su tartán a la orilla

de un lago lejos de nuestra casa, para que todos creyéramos que él se había ahogado

de pesar.

—Pero no lo hizo.

Lochlan hizo una mueca de dolor.

—Si sólo lo hubiese sabido. Debí de haberlo buscado. El dolor destruyó a mi

madre y a Ewan así que nunca consideré la posibilidad de que Kieran hubiera

fingido su propia muerte. ¿Qué tipo de tonto haría tal cosa?

—Alguien que estuviera tan herido que no pensara en el dolor que le estaba

causando a los demás.

La cólera explotó en su rostro.

—Eso es egoísta.

—Sí. Tales cosas siempre lo son. Él debe de haber sido muy joven.

—Lo era. Pero eso no lo excusa de haber destruido a mi madre.

—Entonces debes perdonarlo.

—¿Tu podrías perdonarlo?

—Si, y no te digo que no lo golpearía un poco por su idiotez, pero con tal de

recuperarlo…

Lochlan asintió. Ella lo entendía. Había un alivio dentro de él al pensar que podía

ver de nuevo a su hermano, dispuesto a dar lo que sea para saber si aún estaba vivo.

Y odiaba el pensar lo que la familia de Catarina debía estar pasando por no saber

lo que le había ocurrido.

—Debemos encontrar pronto a tu tío.

—Lo encontraremos. Yo tengo fe de que todas las cosas pasan por una razón y que

él volverá a mi vida cuando Dios lo disponga.

Su confianza lo asombró. Ella poseía una paz interna que era algo imposible de

lograr para él. Y Aunque su padre estuviera intentando controlar su vida, e incluso

cuando todo alrededor de ella estaba hecho un caos completo, estaba tranquila.

Dando golpecitos a su mano, ella le sonrió.

—¿Crees que el Escocés puede ser Kieran?

—No estoy seguro. De cualquier modo parece que yo tendré un hermano de

nuevo.

La única pregunta era saber si existía otro hermano del cual nunca había sabido

nada. Y aunque fuera Kieran, tendría que conocerlo otra vez. Había pasado tanto

tiempo desde el día de su desaparición…

Lochlan no estaba seguro de si eso era una maldición o una bendición. Pero de

nuevo, él tenía a un hermano. ¿Cómo podría ser ese hecho otra cosa más que una

bendición?

Era algo maravilloso y se negó a verlo como nada más.

Les tomó un poco de tiempo encontrar a Bracken y a sus hermanos. Ellos habían

alquilado dos tiendas pequeñas que estaban en la parte de atrás del campo. Una para

las mujeres y otra para los hombres.

—¿Encontraste a Stryder? —preguntó Bracken.

—Sí. Nosotros debemos… —Hizo una pausa cuando comprendió que no podía ir

con Bracken a Inglaterra. Se había olvidado completamente del destierro del

hombre—. Tendré que contratar un barco para que los lleve a Escocia. Catarina y yo

tendremos que viajar a Inglaterra para encontrar a mi hermano.

—Es una buena idea —asintió Bracken—. Mi sendero a través de Inglaterra sería

de hecho muy sangriento. Ese es el desagradable problema que causa el exilio. Y sin

intención de ofender, pero prefiero mantener mi cabeza atada a mi cuerpo un poco

más de tiempo.

—No puedo culparte ciertamente por eso.

—¿Bracken? —preguntó Julia, interrumpiéndolos—. ¿Sería posible que ahora que

Lochlan y Cat regresaron, Bryce y yo podamos recorrer las actividades de la feria?

Bracken dudó antes de mirar fijamente a Bryce.

—Eres responsable del cuidado de tu hermana. No quiero que andes distraído y

vagando lejos de ella. ¿Me escuchaste?

—Si, de acuerdo.

—Entonces hagan lo que deseen, pero los quiero a los dos aquí antes del

anochecer. Hay que cuidarse mucho de todas las personas extrañas que están aquí.

—Algunos de ellos podría ser ladrones —le fastidió Cat.

—Sí, y no se atrevan a esculcar bolsillos. Nosotros somos ahora gente honrada y

espero que ambos se comporten como nobles que son.

Julia alzó su barbilla indignadamente.

—Me ofende hasta la médula de los huesos que pienses que yo puedo caer tan

bajo —enfocó su mirada primero en Bryce, y luego en Bracken—. Ustedes dos eran

los ladrones. Incluso vestida como un muchacho, yo siempre era una dama. —Y

dicho eso se despidió.

Bracken dio un gruñido enfadado.

—Bryce, obsérvala atentamente y si cualquier hombre la ofende con su mirada,

tienes todo mi permiso para destriparlo. Y si algo malo le pasa a Julia, entonces yo te

destriparé.

Bryce abandonó rápidamente la tienda.

Bracken se volvió hacia Lochlan.

—Deberías estar feliz de que solo tienes hermanos. Nada es peor que tener a una

hermana demasiado atractiva para tu salud mental.

Cat se burló.

—Bracken, Julia tiene una inteligente cabeza sobre sus hombros. Ella no es de las

que se derrite por la belleza de un hombre que la ronde por ahí. Te aseguro, que

nunca haría algo para avergonzarte.

—Lo sé. Es en los hombres en los que no confío. Nosotros somos unos perros,

todos mentirosos y engañosos cuando estamos dispuestos a cazar a una muchacha

bonita.

Lochlan se puso rígido.

—Me ofende lo que acabas de decir. Yo nunca le he mentido a una mujer.

—Por eso Dios te debe de haber dado hermanos. Te aseguro, que con Julia, yo

estoy pagando por todos mis pecados pasados.

Lochlan sonrió.

—Entonces ven. Busquemos una armadura y una buena espada para ti mientras

estemos aquí…solo en el caso de que necesites una.

Cat negó con su cabeza.

—¿Algo mejor para romper intestinos, eh?

Bracken sacó su espada de su cinturón y tocó con su dedo pulgar el filo.

—Sabes que entre más afilada esté la espada, más se puede herir a la gente...

—Entonces deberías buscar esa espada para atacar a los pretendientes de Julia.

—Sí, lo haré —dijo envainando su espada.

Sin pensar, Cat siguió a los hombres fuera de la tienda, entre la muchedumbre.

Habían dado sólo unos pasos cuando un oscuro presentimiento se posó sobre ella. Y

no fue hasta que un hombre que llevaba puesta una máscara plateada, se detuvo a su

lado, que entendió la razón de su temor.

—Buenos días, prima Catarina.

CCaappííttuulloo 99

Cat no podía respirar cuando se dio cuenta de que el hombre de la máscara era

Damián St. Cyr. Su madre era la hermana de su padre y habían pasado muchos años

desde que lo había visto por última vez. En esos tiempos, él había sido un muchacho

guapo pero arrogante, vivía siempre alardeando sobre su linaje y las tierras que

algún día heredaría. Cat nunca lo había querido.

Pero el hombre que estaba frente a ella parecía muy diferente del muchacho que

había conocido y no era sólo por el hecho de que él tenía una máscara plateada

cubriendo la parte superior de su cara. Había en el aire un refrenamiento poderoso y

no era sólo porque fuera alto y bien constituido.

Él era impresionante y misterioso.

—Primo Damián —dijo ella, odiando la nota de pánico que oyó en su voz. El

muchacho que ella había conocido no había dudado en informarle a su padre o a sus

hombres sobre su presencia. Él disfrutaría con el dolor que pudiera causarle.

—No esperaba encontrarte por aquí —ella debió hacerlo. Tenía todo el sentido del

mundo que una familia francesa poderosa asistiera a una feria de ese tamaño.

Debería avergonzarse por no considerarlo mas detenidamente.

—Debo decir lo mismo de ti. —Él se inclinó un poco para que sólo ella pudiera oír

sus próximas palabras.

—Especialmente teniendo en cuenta de que toda Francia te está buscando.

Su estómago se encogió.

—No te preocupes —le susurró, mientras tocaba su mejilla ligeramente con su

mano enguantada—. Tu secreto está seguro conmigo —se enderezó y sacó una foto

de entre sus dedos—. Henri, entrégale tu capa a mi más estimada prima. Me temo

que ella tiene un poco de frío.

Sin vacilación, el hombre detrás de él se sacó su capa y se la dio a Damián quien

entonces envolvió con ella a Cat. Le levantó la capucha para esconder con ella su

rostro y le ofreció una sonrisa genuina cuando metió su pelo adentro.

—Hay tres personas aquí además de mí quienes podrían reconocerte. —Apártate

del gran vestíbulo y mantente fuera del campo del torneo y así no tendrás problemas.

Ella todavía no podría creer que estuviera haciendo eso por ella. Nunca había

estado en su naturaleza ayudar a los demás.

—¿Por qué estás ayudándome?

Había una llamarada de dolor en sus ojos que él ocultó rápidamente.

—Simplemente digamos que yo sé lo que es estar retenido contra mi voluntad. Eso

es algo que no le deseo a nadie. —Dicho eso, se alejó.

Cat se impresionó cuando él se llevó su medio ambiente lejos. Por suerte, ninguno

de ellos miró hacia atrás.

Ella respiró aliviada.

—¿Catarina? ¿Algo anda mal?

Sintió la voz de Lochlan cuando se puso a su lado con el ceño angustiado.

—No. Solo me encontré con mi primo.

El pánico se instaló en su rostro.

—Él me dejó ir —dijo todavía incrédula—. No puedo creer que se comportara tan

amablemente.

Lochlan miraba alrededor como si estuviera buscándolo.

—Yo tampoco. ¿Estás segura de que no convocará a los guardias una vez que los

encuentre?

Si él le hubiera hecho esa pregunta antes de su reunión con Damián, habría dicho

que sí. Era simplemente la clase de cosas que su primo haría. Ahora, no estaba tan

segura.

—No, pienso que no nos sucederá nada.

Y ella lo creía.

Bracken se dirigió hacia ellos.

—¿Pasa algo malo? Yo los hacía detrás de mí y en un abrir y cerrar de ojos

desaparecieron.

Lochlan la señaló con una inclinación de su barbilla.

—Catarina se encontró con su primo hace unos momentos aquí.

Sus ojos se agrandaron de sorpresa.

—¿Cuál primo?

Cat no podía esperar ver su próxima expresión al enterarse del nombre del

hombre, si acaso se sorprendería más de lo que ella lo hizo.

—Damián de St. Cyr.

Bracken se mordió su puño cuando examinó a la muchedumbre con una mueca

salvaje.

—¿El bastardo está llamando a los guardias?

—No —dijo jadeante—. El me dio esta capa para esconderme y me dijo que

tuviera cuidado para que no me encontraran.

Entonces la mandíbula de Bracken se cayó de la sorpresa.

—¿Dami{n…St. Cyr te dijo eso? ¿Dami{n yo-no-tengo-ningún-alma-St. Cyr? ¿El

engendro demoníaco, el peor siervo de Satanás? ¿El mismo muchacho demente que

cortó la correa de mi silla de montar y se sonrió cuando me rompí la pierna y la

clavícula?

Realmente, ella había olvidado de que ese había sido uno de los tantos eventos de

su niñez.

—Sí. El mismo.

Bracken resopló.

—¿Qué infiernos pasó para que él encontrara la decencia ahora?

Ella se encogió de hombros, confundida por su cambio de actitud.

—¿Quizá él solo creció, no crees?

Había todavía, duda en los ojos de Bracken.

—Es como si él se hubiese dado un golpe fuerte en la cabeza.

—Confía en mí, se necesita mucho más que eso para cambiar sus costumbres

demoníacas. Él solo vivía para herir a los demás.

Ahora Lochlan estaba sintiendo un poco de temor.

Cat le dio golpecitos al brazo de Bracken.

—Tienes razón, pero yo pienso que ahora es diferente.

—Entonces consigue el nombre del sacerdote que lo exorcizó. Necesitamos

enviarle un regalo de agradecimiento al hombre.

—Bracken —le reprendió—. Ten más respeto. Debes estar agradecido de que esté

de nuestro lado en esto. —La última cosa que deseaba en la vida era tener a Damián

contra ellos. Como Bracken había dicho, el hombre podía ser el engendro del mal.

Bracken se mofó cuando continuó con su queja a través de la muchedumbre.

—Todavía no estoy seguro de que no está informando a los demás del lugar en

donde estás. Ellos podrían estar planeando secuestrarte mientras hablamos. Te

podrían atrapar en el momento en que menos lo esperas.

Ella agitó su cabeza.

—Bien eso es algo en lo cual no deseo pensar.

Mientras discutían, Lochlan se detuvo frente a un armero. Tomó una espada larga

para probarla.

Pareciendo contento con el arma, se la entregó a Bracken.

—¿Qué opinas de esta espada?

Bracken puso su dedo índice debajo del puño para verificar el equilibrio.

—Tiene buenas proporciones y equilibrio. Las líneas son rectas.

—Usted no encontrará una mejor espada en toda la Cristiandad —dijo un joven

cuando salía de la tienda que estaba ubicada al lado de la mesa de exhibición—. Mi

padre se enorgullece de su trabajo.

—Muéstrame —le dijo Cat a Bracken, mientras que el giraba la espada alrededor

de su cuerpo—. Esta es un arma muy bonita.

El joven asintió.

Cat permaneció de pie mientras que Lochlan equipaba a Bracken con todo lo que

necesitaría para luchar. Nunca había visto a Bracken tan feliz. Había una luz de

felicidad en sus ojos que no había notado antes y también se veía un poco más alto.

Era su dignidad restaurada lo que lo engrandecía. Con la pérdida de su padre y sus

tierras, el hombre había sufrido un golpe muy grande en su ego. Pero ahora él

parecía el mismo noble que ella había conocido todos esos años.

Le hizo feliz ver el retorno de su viejo amigo y le agradecía a Lochlan por darle

eso. Era de verdad una gran obra de caridad.

En cuanto estuvo equipado, Bracken se excuso para ir a competir en los juegos de

armas. Pero conociéndolo, estaba segura de que él tenía pensado tomar venganza de

algunos nobles y derrotarlos. Cat reprimió su sonrisa cuando él corrió literalmente

como un niño a unirse a los otros hombres en la lista.

Fue hacia Lochlan quien le estaba pagando al armero.

—Fue algo muy noble lo que hiciste.

Él se encogió de hombros dejando su hecho caritativo a un lado.

—Me gusta ayudar a las personas, sobre todo a aquellos que la han pasado muy

mal.

Su corazón se ablandó.

—Mi madre hacía lo mismo. Una vez la vi quitarse la capa para envolverla

alrededor de una mujer vieja en uno de los pueblos por los que nosotros estábamos

viajando. Hacía un frío helado, pero mi madre dijo que era mejor cubrir al que más lo

necesitaba. Ella era una dama muy amable.

—¿Y tu, muchacha?

—Yo, también. Por eso Lysander y Pagano terminaron viajando con nosotros. Los

encontramos en el camino, mientras morían de hambre. Yo los invité a la cena y la

próxima cosa que mi tío supo, es que eran compañeros de viaje permanentes. Yo no

habría podido comportarme de otra manera. Bavel constantemente me reprendía

sobre recoger gente en el camino. Dijo que un día ellos me traicionarían.

—¿Y alguno lo hizo?

—Sí. Algunos pocos. Y uno de ellos fue quién me secuestró alejándome de mi tío e

intentó entregarme a mi padre. Yo todavía no puedo creer que me haya traicionado

después de todo lo que hicimos por él.

Lochlan se volvió hacia ella cuando el armero los dejó para atender a otro cliente.

—Lo siento, Catarina.

Ella suspiró antes de alejarse.

—No sientas pena por mí. Yo soy la que tiene que hacer un arreglo con mi padre

al respecto. Me fastidia que él deba buscarme través de otros en lugar de ser franco

conmigo. Yo soy su hija, es muy torpe de su parte meter a otros en nuestros

problemas. Ningún niño debe sentirse así alrededor de su padre.

Lo miró cuando caminaban hacia el sendero que estaba en medio de las tiendas. El

viento despeinó su cabello y sus ojos vibraban.

—No tienes ni idea de lo mucho que odio que mi padre me utilice como una

herramienta.

—Pienso que yo tengo una buena idea de eso, muchacha.

Quizás la tenía. Había algo en su tono que calmó el dolor dentro de ella.

—¿Dime algo, Lochlan? ¿Alguna vez has usado a alguien de esa manera?

—No. No lo he hecho.

—Y si tú tuvieras una hija….

—Yo la valoraría con cada parte de mí ser.

Ella deseaba creer en sus palabras.

—¿Tu la obligarías a casarse para beneficiar a tu clan?

Lochlan se detuvo cuando consideró sus palabras. Ella le dio tiempo para que

reflexionara.

—No —dijo él por fin—. Yo nunca heriría intencionalmente a mi hija. Encontraría

otra manera para lograr la paz. Una solución que nos hiciera felices a ambos.

Cat apretó su mano fuertemente en las suyas, como si esas palabras pudieran

reconfortarla. Si al menos su padre pensara así.

Pero también la hizo pensar en la novia de Lochlan que esperaba en Escocia.

—¿Y cómo se siente tu futura esposa al tener que casarse contigo?

Él se encogió de hombros.

—No lo sé. No hay nada establecido todavía entre nosotros, te aclaro que no es mi

novia. Aún tengo que contestar la oferta de su padre.

Ella dudo. Debido a lo que él había dicho antes, no podía imaginar por qué no

daba su respuesta al padre de la novia.

—¿Por qué no?

—Porque yo no quiero a una esposa que no esté satisfecha de mí.

Ella frunció el entrecejo.

—¿Qué significa eso?

Él soltó su mano antes de adelantarse.

—Yo necesito una esposa que sea firme y de mente clara. Una que sea inteligente y

de espíritu tranquilo. No quiero a alguien que cause conflictos en mi casa o en mi

clan, sino una esposa que puede echarse sobre las espaldas sus cargas sin quejarse.

Cat se encogió ante lo que describió.

—Hablas de ella como si fuera una yegua. ¿Estás buscando una mula de carga

quizá?

Él le miró de una forma intensa y hostil.

—No. Espero que el Señor se demore en darme niños, aunque no hay ninguna

garantía sobre eso. Mientras permanezcamos sin hijos necesito a una esposa que

sirva a mi clan, no que sea un estorbo.

Eso tenía sentido, pero no contestaba su pregunta original.

—¿Pero que hay de ti como hombre, Lochlan? ¿Qué buscas en una mujer?

La mirada de Lochlan se apartó de ella mientras algunas emociones desconocidas

lo estrangulaban. Él quería tener lo que sus hermanos tenían. Él quería a una mujer

que lo sostuviera por la noche y que estuviera a su lado durante el día. Una mujer

que lo amara y lo acariciara. Uno cuya misma presencia le hiciera su día más

luminoso.

Pero nunca encontraría lo que deseaba, no había incluso necesidad de pensar en

tales cosas. Su lugar estaba en el querer otros, no que lo quisieran a él. Sus

necesidades no eran importantes. Sólo lo eran las de su familia y las personas de su

clan.

Sin embargo, ella no quería oír eso. Así que le hizo la misma pregunta.

—¿Dime lo que tu quieres, Catarina? ¿Qué tipo de hombre haría a tu corazón

volar?

Sus ojos estaban tristes y se tiñeron de la misma soledad que él sentía tan a

menudo.

—No hay ningún hombre para mí.

—¿Pero si lo hubiera…que te gustaría de él?

Como ella no contestó en seguida, él le dio una sonrisa inteligente.

—¿No es tan fácil contestar esa pregunta , cierto?

Una sonrisa diminuta se mostró en la esquina de sus labios.

—Buen punto, milord. Usted tiene razón. Yo no sé que tipo de hombre podría ser.

Pero sé que no es el príncipe odiosamente estropeado que mi padre buscó para

casarme.

Y él podía entender bien eso.

—¡Lochlan!

El se volteó al escuchar el sonido de una voz familiar. No fue hasta que vio al

hombre alto con el cabello castaño rojizo que comprendió quién estaba llamándolo.

Era el hermano adoptivo y amigo de su hermano Sin.

—Simón —dijo mientras extendía su brazo al hombre cuando él se les acercó.

Simón lo agitó y lo palmeó en la espalda.

—Hace mucho tiempo desde la última vez que nuestros caminos cruzaron, mi

amigo. ¿Cómo están todos?

—Están muy bien, ¿y tú?

Simón lució un poco tímido.

—Aparte del hecho de que mi esposa está de nuevo embarazada y no puede ni

siquiera sentarse y no tiene ningún escrúpulo sobre permitirme conocer y compartir

su dolor, a nosotros nos ha ido muy bien.

Lochlan sonrió antes de comprender que no los había presentado.

—Lord Simón de Anwyk permítame presentarle a…Cat.

Cat arqueó una ceja al escuchar como Lochlan acortaba su nombre por primera

vez. Él hizo bien en hacerlo. La última cosa que ellos necesitaban era que alguien

reconociera su nombre y comenzara a sospechar.

Ella no sabía quién era Simón, pero parecía un hombre amable y bastante

amigable.

—Lord Simón, es un honor conocerlo.

Él le hizo una inclinación refinada.

—Y yo a usted, milady.

Miró de un lado a otro a la expectativa.

—Nosotros solo somos amigos —le explicó ella.

—Ya veo. —Pero por su tono ella podía decir que todavía estaba intentando

deducir su relación.

Decidiendo desviar su atención, Cat le hizo una pregunta propia de ella.

—¿Y cómo es que los dos se conocen entre si?

—Simón es el hermano adoptivo y el mejor amigo de mi hermano Sin —le explicó

Lochlan.

El hombre le dio una sonrisa encantadora.

—Sí. Tengo cicatrices como pruebas para demostrarlo.

Ella arqueó una ceja ante su tono jocoso al tratar ese tema.

—¿Cicatrices?

Los ojos de Simón centelleaban alegremente.

—Sin MacAllister y Stryder de Blackmoor pueden ser bastante peligrosos para la

salud de una persona. Por eso le dije, que tengo la colección de cicatrices para

demostrárselo.

Ella se rió.

—Así que usted también es amigo de Stryder. Qué interesante. Él es la razón por

la cual nosotros estamos aquí.

—Sí —dijo él riéndose—. Stryder fue quien me dijo que Lochlan estaba aquí. Dijo

que estaba buscando noticias de su hermano Kieran.

Lochlan asintió.

—Lord Stryder ha estado de acuerdo en llevarnos hacia el escocés cuando el

torneo finalice, para ver si él es Kieran.

Cat estaba un poco confundida por la ignorancia de Simón.

—Si tu eres tan cercano a Sin el hermano de Lochlan ¿por qué no supiste que

Kieran era el hermano de Sin?

—Los árboles familiares raramente son sencillos, milady. Cuando yo conocí a Sin,

supe que él era medio-escocés, pero nunca ni una vez en todo ese tiempo, mencionó

el nombre de su familia en lo absoluto. Realmente no supe nada de los MacAllisters

hasta que regresé de Outremer. Quizás debí haber hecho la conexión entonces, pero

como todos, supuse que Kieran había muerto y que los dos MacAllisters que

nosotros muy raramente conocimos en la prisión eran otros hermanos. —Él señaló a

Lochlan con una inclinación de su cabeza—. Lochlan fue el único nombre que ellos

mencionaron y desgraciadamente, ese nombre es bastante común en las Regiones

montañosas. Yo no me di cuenta de eso hasta hoy.

Era triste pensar que había estado cerca de todos ellos y nunca lo había sabido.

Pero esas cosas pasaban en la vida.

—¿Habiéndolos conocido tan bien a todos, usted puede decirnos si el escocés es

Kieran MacAllister?

Simón posó una mirada simpática sobre Lochlan.

—Yo no sé más de lo que sabe Stryder. Nosotros enterramos a uno de los

hermanos y trajimos al otro de regreso a Inglaterra. El que sobrevivió nunca

mencionó su nombre. Incluso ahora, raramente habla en lo absoluto. Durante un

largo tiempo pensamos que había quedado mudo por sus lesiones.

Ella se encogió ante la idea del dolor que él debió de haber padecido para estar

traumatizado de esa manera.

—¿Qué pasó con ellos esa noche?

—Honestamente no lo sabemos. Cualquier cosa que haya sucedido cuando se

quedaron detrás nunca se supo. Pero debe de haber sido algo horrible. Ninguno de

ellos era el tipo de hombre que se evadiera de algo en la vida. Y Dios y todos sus

santos saben que yo les vi padecer cosas que ningún hombre debe sufrir. No quiero

ni siquiera imaginar lo que finalmente rompió el temple del escocés.

Ella miraba a Lochlan quien permanecía callado pero sabía lo que él debía estar

pensando. Kieran se había alejado de su familia. Había convertido en un infierno la

vida de todos ellos. Quiso tocarlo, pero sabía que él no le daría la bienvenida a ese

gesto.

Lochlan se detuvo como si estuviera considerando algo.

—¿Simón? ¿Te podría pedir el favor de que cuidaras de Cat durante un tiempo

breve? Hay una cuestión que necesito arreglar.

—Absolutamente.

—Muchas gracias.

Cat frunció el ceño cuando él se alejó.

—Bien, eso fue ciertamente abrupto.

—¿Están peleados?

—No. Pensé que por fin estábamos llevándonos bien.

Simón se encogió de hombros.

—Quizás tenía que apresurarse para ir al privado.

Ella se rió de su comentario inesperado.

—Posiblemente. ¿Usted creció alrededor de muchos hombres, verdad?

Él se unió a su risa.

—Sí y mi esposa es aficionada a decirme constantemente lo mucho que lo nota.

A Cat le gustó la forma de ser de ese hombre, uno de los pocos que tenía un trato

tranquilo de todos los que había conocido.

—¿Cuánto tiempo hace que conoces a Lochlan? —Le preguntó ella, mientras

caminaban a través de la muchedumbre.

—Sólo hace unos años, pero he conocido a su hermano Sin la mayor parte de mi

vida. Él puso sus manos en su espalda—. ¿Qué hay de usted, lady Cat? ¿Hace cuánto

tiempo usted lo conoce?

—Hace poco también. Mi prima se casó con su hermano Ewan y ahora Lochlan

está llevándome con mi tío.

—Eso es algo muy considerado de su parte.

—Lo es.

Caminaron durante varios minutos más mientras que Cat intentaba pensar en

alguna manera de incluir el tema del que ella quería discutir en realidad.

Simón finalmente la detuvo y la miró fijamente.

—Usted sabe, milady. Puede preguntarme lo que sea.

—¿Perdón?

Su mirada era calurosa y abierta.

—Percibo que por su silencio quiere preguntarme sobre Lochlan y su familia.

—¿Cómo lo supo?

Él se encogió de hombros.

—He estado alrededor de muchas mujeres que me preguntan sobre los hombres

que he conocido. Me figuro que usted no es diferente que todas las demás.

—Es verdad, pero… no estoy segura de si debo adularme o debo ofenderme.

Su risa era baja y festivamente insidiosa.

—Yo nunca he ofendido a nadie abiertamente……detr{s de sus espaldas es una

cuestión completamente diferente.

Ella agitó su cabeza por su tono juguetón.

—No puedo creer que usted se atreva a hacer algo tan dudoso.

Una mirada extraña petrificó su cara.

—Hay cosas que una persona es capaz de hacer en las circunstancias correctas.

Cat se detuvo cuando notó la amenaza subyacente en el tono de su voz.

—¿Usted hace parte de la Hermandad, verdad?

Él solo hizo la más sutil de las inclinaciones.

Ella se sintió horrible por él.

—No lo sabía, Simón, por favor perdóneme.

—No hay nada que perdonar. Usted no lo sabía y yo no le había ofrecido la

información. Además, no soy el hombre que le fascina a usted. Ése sería Lochlan.

Ella tuvo que obligarse a encogerse ante la verdad.

—Yo no diría que Lochlan me fascina.

—Si usted lo dice, milady. —Pero su tono estaba lleno de escepticismo—. En ese

caso, yo pretenderé que no noto la manera en que su voz se ablanda siempre que

usted dice su nombre.

Sus palabras la horrorizaron.

—¿Eso no es…lo es?

—Sí.

Ella sintió que el calor se arrastraba hacia su cara.

—Él no es el tipo de hombre que a mi me intriga. De verdad. En lo absoluto.

—Si usted lo dice, milady.

—Lo hago, pero….

—Usted todavía quiere saber de él.

Ella asintió aunque quiso continuar con sus rechazos. ¿Qué fue lo que él dijo?

Simón podía ver con claridad en línea recta a través de ella.

La sacó de la muchedumbre, hacia un banco pequeño y apartado, dónde podían

sentarse sin que nadie escuchara por casualidad.

—Yo no sé mucho sobre Lochlan. La mayoría de lo conozco de él y de su familia lo

escuché de su hermano.

—¿Y qué le dijo él?

Simón tomó una respiración profunda antes de contestarle.

—Sé que Sin daría su vida por él y que pocos hombres merecen eso de parte suya.

Era bueno saber eso.

—Escuché que su padre era bastante abusivo con los demás.

Simón soltó una risa amarga.

—Sí, usted debe saber que no era así solo con los extraños. Era un borrachín que

raramente detuvo su puño ante cualquiera de su familia. Lochlan hizo lo que pudo

para proteger a sus hermanos, pero a él no había nadie que lo protegiera.

Su corazón le dolió con esas palabras.

—¿Él se hizo responsable por el resto de su vida, verdad?

—Sí.

Esa verdad la entristeció. Odiaba oír hablar de cualquiera que estuviera en ese

estado. Mientras que su padre no siempre había sido amable, su madre y su familia

si lo habían sido. Ella había escapado del dolor que sintió en la corte de su padre y en

el momento en que su madre lo había sabido, lo había detenido y había mantenido a

Cat completamente protegida. Deseó que todos los niños pudieran ser tan

afortunados.

—¿Y a habido alguna mujer que haya capturado alguna vez su corazón? —

preguntó calladamente.

—Solo una.

Ella se aturdió por eso. Lochlan nunca había hablado de eso. Él actuaba como si no

tuviera ningún concepto sobre el amor.

—¿Él no le pidió que se casara con él?

—Sí, lo hizo.

Cat estaba feliz de estar sentada. Si ellos hubieran estado caminando, se hubiera

caído del shock que la noticia le produjo.

—¿Y qué pasó con ella? ¿Por qué no se casaron?

Los ojos de Simón se encendieron con furia al recordar lo que le había sucedido a

su amigo.

—Cuando su padre la conoció, la hizo su amante.

Ella sintió un dolor profundo como si hubiera recibido un golpe físico.

—No…..seguramente eso no era posible. ¿Qué el hizo qué?

—El la convirtió en su amante —repitió el con tono letal—. Sin dijo que era su

manera de enseñarle a Lochlan que todas las personas tenían un precio y que no

podía confiar en nadie. Que ninguna mujer lo miraría en la vida como algo más que

el laird de su clan. Sería un trofeo para ellas. Algo para exhibir pero nunca algo para

amar.

Cat estaba aturdida de que alguien fuera tan frío. ¿Qué le había pasado a su padre

para que creyera que las personas no valían nada? ¿No pensaba nada más de su hijo?

—¿Qué tipo de mujer podría ser tan tonta como para engañar de esa manera a una

persona? ¿Por qué se habría acostado con su padre si estaba con Lochlan?

Simón se rió amargamente.

—¿Usted me pide que descifre la mente de una mujer que nunca conocí? Yo

apenas puedo analizar lo que mi propia esposa está razonando la mayoría de los

días.

Había mucha verdad en todo eso. Las personas hacían a menudo las cosas más

raras, cosas que nunca tenían sentido para nadie excepto para ellos.

—¿Sabe lo que pasó con ella?

Él asintió.

—Murió, mientras alumbraba al bastardo de su padre después de un año. Sin dijo

que Lochlan fue el único que asistió a su entierro y que todos los años en la fecha de

su nacimiento y muerte, lleva flores a su tumba.

Era simplemente la clase de cosa que Lochlan haría. Pero que dolor debía costarle.

¿Por qué su padre lo había herido tanto?

De repente, se sentía como una necia por quejarse de su propio padre ante él. En

comparación, el suyo era un santo.

—¿El bebé sobrevivió?

—No, lo enterraron en sus brazos.

Cat hizo una mueca de dolor cuando recordó la conversación que había tenido

más temprano con Lochlan, cuando le había preguntado irreflexivamente qué tipo de

mujer querría para que fuera su novia. No imaginaba lo que debió haber sentido. Él

ya había ofrecido su corazón a una mujer, solo para que se lo devolviera hecho

pedazos. ¿Cómo podía alguien herir a otro de esa manera?

La vida no parecía ser nada excepto dolor.

Y en ese momento de simpatía, quiso hacer algo bueno por él. ¿Pero qué?

—Dígame, Lord Simón, ¿Lochlan tiene algo que le gusta hacer?

Él parecía confundido por su súbito cambio de tema.

—¿Como?

—¿Le gusta el ajedrez? ¿Toca algún instrumento? ¿Le gusta algo de esa

naturaleza?

—Sin nunca me dijo nada sobre eso y jamás lo he visto hacer nada especial.

Cat se detuvo para observar la mercancía de varios vendedores que los rodeaban.

Nada destacaba entre sus provisiones que se pareciera a Lochlan. Él era un hombre

simple con necesidades simples.

Y entonces lo vio…

Allí estaba, en frente de ella. Una sonrisa curvo sus labios cuando se levantó del

banco y fue directamente hacia el. Había varios nobles delante de la mesa,

observando las mercancías.

Ignorándolos, tomó el juguete pequeño que fue tallado para parecerse a un mono.

Apretó la base del juguete y observó como se meció de un lado a otro. Su boca

diminuta se abrió y se cerró, mientras hacía un ruido parecido a un clic. Era perfecto.

Lochlan al contrario, era completamente frívolo. Y era lo que un hombre tan duro

como él necesitaba.

—¿A milady le gustaría que envolviéramos su juguete? —preguntó el viejo

comerciante.

Sonriendo aun más ampliamente, se lo entregó.

—Sí, por favor.

Simón frunció el entrecejo cuando se acercó mientras ella le pagaba al hombre por

el juguete.

—¿Es un regalo para un niño?

—No. El juguete es para mi protector.

—¿Para Lochlan?

Ella asintió.

—Pienso que debería disfrutar de un poco de alegría. Parece que siempre está tan

lejano y callado.

Simón se rascó la mejilla un tanto escéptico.

—No estoy seguro de que le de la bienvenida a ese regalo.

Ella tampoco.

—¿Supongo que pronto lo averiguaremos, eh?

—Si, supongo.

Le agradeció al comerciante cuando volvió con su paquete. Tomándolo, se dirigió

hacia su tienda.

Lochlan se detuvo entre la muchedumbre cuando presintió que alguien lo estaba

observando nuevamente. Examinó a todas las personas a su alrededor, pero no pudo

encontrar a nadie que estuviera interesado en su persona. Pero el sentimiento

permanecía allí, picándole la piel, obligándole a buscar la fuente de esa idea.

—¿Lochlan?

Él se giró para ver a Julia dirigiéndose hacia él, con Bryce a tres pasos por detrás—

. ¿Sí, muchacha?

—¿Por favor podría escoltarme para que Bryce pueda ser libre de incomodar a

alguien más? Los santos son testigos de que si no me alejo pronto de él, tendré que

matarlo.

Lochlan evito reírse de su tono mortal.

Bryce respiró con hastío.

—No tengo ninguna elección. Bracken me matará si no lo hago ¿Piensas que me

gusta mirar cosas de mujeres tontas? Oooh, aah —se burló haciendo un falsete—.

Que encantador. Que bonito. Con esto haría un traje espléndido…Esta tela servir{

para el saco de Peter—. ¿A quién demonios le importa eso?

Ella le gruñó a su hermano.

—Te comportas como un niño.

—Y me alegro de eso. Sobre todo si me salvará de la necesidad de acariciar cada

pedazo de tela en la feria. ¿Por qué no puedes ir a mirar las justas como una persona

normal?

—¡Lo ve! —gritó ella mientras gesticulaba hacia Bryce.

Lochlan aclaró su garganta porque sentía compasión por el muchacho y estaba

agradecido de que él había tenido sólo hermanos.

—Sí, muchacha, lo veo muy claramente. Bryce, puede ir a las listas. Yo cuidaré a

su hermana por usted.

Uno habría pensado que el muchacho se había coronado rey por la mirada de

alivio y alegría que se vio en su cara.

—Dios lo bendiga, Lord Lochlan. Su bondad no tiene ningún límite y estoy seguro

que el Señor siempre será misericordioso con usted. De verdad, usted se ha

comportado como un santo.

El muchacho salió disparado tan rápidamente que Lochlan no tuvo oportunidad

de responderle.

Julia expresó un sonido de alivio antes de que se acercara a él y tomara su brazo.

—Gracias, milord. Usted ha logrado que mi salud mental se mantenga este día al

alejarme de mi hermano. Para mi próxima parada tenía pensado ir a la casilla de un

armero para comprar una daga para apuñalarlo.

—Entonces me alegro mucho de que me haya encontrado.

Riéndose, ella soltó su brazo y giró rápidamente delante de él para poder observar

más telas con detenimiento.

Graham MacKaid caminó tras las sombras, cuando vio que Lochlan pasaba y por

eso tropezó con su hermano Sean que venía detrás de él.

—Así que nosotros tenemos dos mujeres para escoger —susurró Sean—. ¿Cuál

tomaremos?"

—A la que no tiene un hermano detrás.

Sean empezó a salir, pero Graham agarró su brazo.

—Todavía no. No hemos estado siguiéndolo todo este tiempo para actuar

rápidamente ahora a riesgo de arruinarlo todo. Averigüemos más sobre la mujer que

está con él, y luego la tomaremos.

Se detuvo cuando otro pensamiento le vino a la mente. Era tan malo, que le hizo

sonreír.

—O mejor todavía. ¿Deberíamos usar a ese hermano de otra forma?

—¿Usarlo cómo?

—Recuerdas que al MacAllister lo acusaron de matar a su amante en Inglaterra?

—Sí.

—¿Qué pasaría si a otra mujer joven la encontraran golpeada y violada con un

pedazo de tartán del MacAllister en su mano?

Sean se rió.

—Ellos colgarán a Lochlan con seguridad.

Graham asintió.

—Entonces su clan será dividido porque no sabrán quien es su líder. Eso hará que

los hermanos MacAllister deban ir a luchar fuera de su clan. Esa será una

oportunidad perfecta para mostrar de que están hechos y de recobrar nuestro honor

ante los ojos de la corona.

Sacó a su hermano fuera de la muchedumbre.

—Esta noche tomaremos a la muchacha mientras duerme.

Sean se rió.

—Y mañana, Lochlan MacAllister será ahorcado.

CCaappííttuulloo 1100

Cuando Lochlan llevó a Julia a la tienda que estaba compartiendo con Catarina,

entendió completamente por qué Bryce había buscado un indulto. Ella realmente

había ido de tienda en tienda, mientras tocaba todo, con sus ooohss y aahsss. A veces

incluso chillaba del deleite. Pero le había gustado mirarla. Ella sentía mucho placer

con la más pequeña de las cosas y eso le recordó a Catarina, deseó probar de nuevo

su sabor.

Desde el momento en que la había rescatado, Catarina se instaló en su mente sin

preguntarle si él la quería allí o no. Y el recuerdo del sabor de sus labios lo invadió

fuertemente.

Intentando espantar sus pensamientos de su mente y la dolorosa necesidad que

tenía de probar un poco más de esa boca, llevó a Julia a su tienda y se dirigió hacia la

suya para poder descansar un rato. Tenía que encontrar algún remedio a su lujuria

antes de volverse loco.

Estaba casi en la entrada de la tienda cuando alguien lo llamó.

Haciendo una pausa, Lochlan se giró para ver a un hombre lo bastante viejo para

ser su padre que se le acercaba. Llevaba puesta una túnica roja de piel y lo miró

fijamente como si estuviera viendo a un fantasma. Nunca en su vida, se había

encontrado con ese hombre antes.

—¿Puedo ayudarlo?

—Usted se parece a un hombre que conocí una vez. Se llamaba Giles MacAllister.

Bien eso lo explica todo entonces.

—El era mi padre.

El hombre hizo una mueca despectiva.

—¿Y usted lo admite? ¿Qué tipo de bastardo es usted?

Antes de que él pudiera responder, el hombre le dio una cachetada que le rompió

el labio.

La paciencia de Lochlan se rompió. Envejecido o no, nadie le pegaba de esa

manera. Nadie. Sus días de probar sangre se habían terminado.

Gruñendo, él arremetió contra el hombre, y alguien lo sujetó por detrás.

—Tranquilízate, Lochlan —le dijo Bracken en su oreja—. Es al primo del Rey

Henry al que estás a punto de atacar. Piénsalo.

Que piense su culo. Él quería sangre.

No había tolerancia en los ojos del anciano cuando le sonrió con desprecio a

Lochlan como si fuera un leproso.

—Haré que lo arresten.

—¿Y por qué haría tal cosa, milord? —preguntó Bracken, mientras apretaba a

Lochlan para sostenerlo, ya que estaba dispuesto a atacarlo.

—Su padre violó a mi hermana.

Lochlan hizo una mueca.

—Yo no soy mi padre.

No había todavía, ningún indulto en los ojos del hombre.

—Eso habría que verlo. La maldad solo engendra más maldad en este mundo.

Haré que a Lord Reginald le sea notificada inmediatamente su presencia aquí. Yo

que usted, me marcharía.

Bracken finalmente explotó.

—Perdone mi estupidez, milord, pero yo no entiendo su enojo con mi amigo. Si su

padre hizo lo que usted dijo ¿Por qué él no fue arrestado?

La furia en sus ojos era potente.

—El bastardo le cortó la lengua y le rompió sus brazos. Cuando se recuperó lo

suficiente para señalar al hombre que la había asaltado, él ya había huido a Escocia

dónde nosotros no podíamos localizarlo.

Él observó fijamente a los pies de Lochlan.

—Puedo asegurarle, que nadie aquí le dará la bienvenida una vez que yo les diga

quién es usted.

Lochlan estrechó sus ojos.

—Les dirá cualquier mentira que se le ocurra.

—Las palabras entretenidas solo salen de gente como usted.

Él dio un giro y se marchó.

Lochlan se quedó de pie silenciosamente cuando la revelación pasó por sus

pensamientos como un vaso estrellado. Él sabía que su padre era cruel, pero esto

parecía muy extremo incluso para él. El hombre no estaba acostumbrado a detener su

puño, pero esto…

Esto desafiaba a la crueldad y si su padre lo hubiera hecho, entonces él habría sido

el primero en colgarlo.

Bracken se encontró con su mirada.

—¿Lo que ese hombre dijo era verdad?

—Honestamente, no lo se. Mi padre nunca había demostrado tal brutalidad y

normalmente presumía cuando castigaba a alguien. Pero yo no podría decir con toda

seguridad que todo esto es cierto. Lo que puedo hacer es mantener la esperanza de

que no lo hizo y orar por la pobre mujer que fue obligada a sufrir tal monstruosidad.

Lochlan no podría resistir el pensamiento de que un hombre capaz de hacer eso lo

hubiera engendrado. Sintiéndose enfermo, se dirigió a su tienda para intentar borrar

la imagen de la pobre mujer maltratada de su mente.

Cat se fijó cuando Julia entró en su tienda con una sonrisa luminosa en la cara.

—¿Te ha ido muy bien en tu excursión?

Algo en ella lo veía ridículo teniendo en cuenta que la joven tuvo que andar con su

hermano detrás.

—Oh no te lo puedes imaginar —dijo Julia jadeando—. Me arrepiento de todo lo

que te dije sobre Lord Lochlan. Él es un hombre maravilloso. De verdad.

Cat arqueó una ceja al escuchar el sonsonete de la voz de la muchacha.

—¿Oh?

Aun más mareada que antes, se arrodilló en el suelo delante de Cat y se rió

tontamente.

—Sí y después de pasar algún tiempo con él, estaba pensando que quizá podría

ser una buena esposa para él.

No había ninguna razón para que esas palabras la encolerizaran ya que cuando

abandonaron los labios de Julia, Cat quiso darle un tirón a su pelo y arrancárselo.

Tenía que tratar de no traicionar sus pensamientos.

Julia tomó su mano en las suyas.

—¿Crees que yo pueda ganarme su corazón?

—Lo dudo mucho —se encogió cuando escuchó la hostilidad de su tono, pero

Julia no parecía notarlo—. Lochlan ya ha tenido negociaciones con un Lord escocés

para obtener la mano de su hija.

La cara de Julia se entristeció.

—¿Y el a aceptado el compromiso?

—No.

La alegría volvió al instante a su cara.

—Entonces hay esperanza para mí. Haré que se enamore de mí y se olvidará de

todas las partes de esa otra mujer. Ya lo verás.

Eso no era lo que Cat había esperado como resultado de sus malas intenciones.

Incapaz de escuchar la férrea disposición de la muchacha, para seducir a Lochlan,

Cat recogió el regalo de la cama que estaba a su lado y se marchó.

Ella quería a Julia, pero esto…esto la encolerizaba a un nivel que nunca habría

pensado posible. La idea de otra mujer con Lochlan…

Julia no sabía nada de cómo cuidar de un hombre como él. Nada sobre ser la

esposa de un laird.

Todavía humeando, Cat había partido hacia la tienda de Lochlan, cuando vio su

confrontación con el anciano. Esas palabras enfadadas y amargas se quedaron

firmemente grabadas en sus oídos. Así como también la mirada herida y asustada de

la cara de Lochlan se mantuvo muy firme en su corazón.

En cuanto Lochlan entró en la tienda, se acercó a Bracken despacio.

Él estaba a punto de marcharse cuando Cat lo detuvo.

—¿Cómo pudo ser tan cruel?

La mirada dolida en su cara la chamuscó.

—Entiendo su enojo. Si algo así, Dios lo prohíba, en la vida le pasa a Julia, yo no

descansaría hasta que me asegurara que la persona responsable fuera muerta…por

mi mano.

Ella lo respetaba y no esperaba nada menos de él.

—Pero Lochlan es inocente de todo.

Bracken asintió.

—Sí, pero las emociones raramente escuchan a la razón.

Eso era muy cierto y ella bien lo sabía. Su tío permanentemente la reprendería por

permitir que sus emociones dirigieran sus acciones.

¿Pero por qué alguien tenía que ser tan duro con un hombre inocente cuyo

corazón, era resguardado por un espíritu generoso?

Bracken dejó caer su mirada al paquete que tenía ella en sus manos. Él borró su

expresión rápidamente.

—Voy a buscar a Bryce. Me demoraré un poco en eso.

Ella frunció el entrecejo ante sus extrañas palabras cuando él la dejó muy

rápidamente. Había escuchado una nota amarga en su voz, pero no sabía el por qué.

Ignorándolo, se acercó el ala flexible de la tienda. Dudó al entrar en ella.

—¿Lochlan?

Sólo espero un poco antes de escuchar su voz profunda.

—Entra, Catarina.

No supo por qué el sonido de su nombre en sus labios la hizo desfallecer, pero

sucedió. Ella caminó y lo encontró de pie frente a una silla como si él simplemente

hubiera estado todo el tiempo así. Parecía tan quieto y formal. Poderoso. Reservado.

Y ella recordó lo que le había dicho Simón sobre la mujer que él había amado. La

mujer que lo había traicionado de la peor manera que uno pudiera imaginarse. Su

garganta se apretó cuando las emociones desconocidas que sentía por él la

atravesaron.

Insegura se obligó a acercarse a él.

—Yo…umm…Compré esto para ti.

Él frunció el ceño ante ella.

—¿Por qué?

Ésa era una buena pregunta. Pero por desgracia ella no podía pensar en una

respuesta igualmente buena.

Aclarando su garganta, se encogió de hombros.

—Pensé que podría gustarte.

Lochlan no estaba seguro de qué pensar cuando tomó el pequeño paquete de sus

manos y lo desenvolvió para encontrar un mono de madera tallado. Qué cosa tan

extraña para dársela a él, no podía entender sus razones. ¿Ella creía que el era un

niño? ¿O peor aún ella lo consideraba como un animal y quería mofarse de él?

Asustado por su respuesta, se encontró con su mirada oscura.

—Este es el juguete de un niño.

—Sí —le dijo ella dijo con una sonrisa encantadora—. Creí que podías encontrarlo

divertido ya que nunca sonríes.

Al darse cuenta de que ella no se estaba burlando de él después de todo, le sonrió.

—Gracias, milady. Aprecio mucho su pensamiento y el regalo.

Cat tragó cuando lo miró. El regalo parecía perturbarlo y no estaba segura por

qué.

Buscando confortarlo, ella tocó su mano ligeramente y saboreó su fuerza.

—Tu no eres como tu padre, Lochlan.

Él se puso rígido.

—¿Escuchaste todo?

—Si, lo oí.

Un músculo se trabó en su mandíbula y una pared de incomodidad se interpuso

entre ellos.

Era una pared en la que ella estaba desesperada por abrir una brecha.

—Yo no te juzgo por tu familia, Lochlan. Nunca lo he hecho.

Su enojo no se disipó.

—¿Qué no te importa, dices? Ahora si me disculpas, deseo estar solo un rato.

Cat no quería marcharse. Ella quería darle alivio, pero sabía que él ya no le daría

la bienvenida a su presencia. No, él necesitaba tiempo.

—Estaré en mi tienda si decides que quieres compañía.

Lochlan inclinó su cabeza hacia ella antes de que saliera de la tienda.

Él realmente no quería que ella se fuera. Aunque al mismo tiempo sabía que no

había más nada que decir. Ella había escuchado su vergüenza y, honestamente, ya

estaba cansado de eso. Él quería estar solo.

No, eso no era cierto. Él quería que Catarina estuviera con él y ni siquiera estaba

seguro del por qué.

Su corazón latía más fuerte, cuando abandonó la tienda para seguirla. Sin

embargo, ella no se veía en ninguna parte. De algún modo, había desaparecido en la

muchedumbre. Maldición, la mujer podía moverse rápidamente cuando quería.

Asumiendo que ella se había dirigido directamente hacia su tienda, fue hacia ella.

Él lo casi había llegado allí cuando oyó que alguien le gritaba.

Frunciendo el entrecejo, se volteó para ver al jefe del torneo liderando a un

pequeño grupo de soldados hacia él.

Sin una palabra, los guardias se le pusieron en frente para bloquearle el paso.

Confundido por sus acciones, se volvió hacia el comandante.

—¿Hay algún problema?

—Sí. Usted está bajo arresto —gruñó cuando intento quitarle la espada a Lochlan.

Su primer instinto fue empujar al hombre, Lochlan se detuvo antes de hacer algo

que empeorara su situación. Los guardias lo rodearon. Él quiso preguntarle cuales

eran los cargos, pero no hubo necesidad ya que el conocía la respuesta.

Real o imaginario, él estaba a punto de pagar por los crímenes de su padre.

Cat se heló dentro de su tienda cuando oyó un grito fuerte afuera. Intercambió un

ceño con Julia antes de salir para ver el momento en el que Lochlan era arrestado.

No…

Quiso ir hacia ellos y exigir que lo liberaran, pero ella sabía lo tonto que sería ese

acto. Además, no la escucharían. Ella era sólo una mujer y ellos eran los hombres que

obraban gracias a una orden del señor local.

—¿Qué sucede? —preguntó Julia a su lado.

Cat regresó a la tienda.

—Debemos encontrar a Simón y a Stryder. —Agarrando su capa, se cubrió antes

de dirigirse hacia las listas, con Julia detrás de ella.

Efectivamente, Lord Stryder estaba en su tienda. Ella ignoró al guardia cuando

entró sin anunciarse.

Stryder estaba desnudo hasta la cintura y se lavaba en una tina grande.

Cat abrió la boca cuando tuvo a la vista toda su piel morena antes de que se diera

la vuelta y forzara a Julia a hacer lo mismo.

—Perdóneme por interrumpirlo, milord. Debí de haber golpeado o debí esperar

hasta ser anunciada.

Una risa profunda retumbó detrás de ella.

—¿Yo creo que usted más bien tiene algo importante que decirme, verdad?

—Sí.

—Entonces dese la vuelta. Ya estoy vestido.

Cat lo hizo y observó que el llevaba una simple túnica de lino. Los cordones

estaban desatados e incluso vestido, allí no nada escondía el hecho de que el tenía un

cuerpo muy bien definido. Y no es que a ella le atrajera su cuerpo, solo que no era

ciega como para no verlo.

—Ellos han arrestado a Lord Lochlan. —anunció sin preámbulos.

Él le frunció el ceño.

—¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

Ella se detuvo cuando comprendió que realmente no lo sabía.

—No lo sé. No lo dijeron.

El avanzó dos pasos hacia ella.

—¿Y cuales son los cargos?

—De nuevo le digo, no lo dijeron.

Él estrechó su mirada como si estuviera considerando sus sin respuestas.

—Interesante. Deme un momento, milady, para terminar de vestirme y nos

dirigiremos al castillo para ver qué está pasando.

Agradecida por su ayuda, le dio una cortesía rápida.

—Gracias, milord.

Cat regresó a dónde Val estaba de pie con una mueca inteligente en su cara.

—Otro minuto más, milady y él habría estado desnudo.

—Me lo podrías haber dicho antes de que entrara —chasqueó al hombre que le

faltaba poco para ser un gigante.

—Lo intenté, pero usted tenía mucho interés de verlo. ¿Y quién soy yo para

enfrentarme con una dama?

—Solo eres la pobre excusa infeliz de un guardia —dijo Stryder dentro de la

tienda.

Val agitó su cabeza.

—Me alegraré el día que la edad juzgue al hombre que esta hablando allí dentro.

Esto está demasiado afilado para mi gusto.

Cat se rió antes de enviar a Julia hacia su tienda y esperó que Stryder terminara de

acicalarse.

Stryder salió de la tienda con una luz intensa en la mirada que podía sofocar al

diablo cuando terminaba de atar su túnica.

—¿Recuérdame por qué razón te tolero? —le preguntó a Val.

—He salvado su trasero muchas más veces de las que usted puede contar.

—¿Y todavía no estamos igualados?

—No. El día que eso suceda usted me matará probablemente, antes de que yo

intente dar un paso.

Gruñéndole, Stryder se dirigió hacia el castillo.

—Sígame, milady, para que descubramos lo que sucede.

Lochlan estaba de pie en el gran vestíbulo vacío ante el conde de Rouen, que era

un hombre anciano con el pelo gris y con los ojos castaños y afilados. Su mirada

estaba llena de desprecio cuando lo miró fijamente.

—¿Qué desean hacer con él, Oswald? —le preguntó al noble que había

confrontado a Lochlan antes.

—Manténgalo prisionero hasta que su padre venga por él.

Lochlan se mofó.

—Ésa sería ciertamente una gran espera, mis señores, ya que mi padre está

muerto.

Oswald no dudó un segundo en aplicar su veneno.

—Entonces castíguelo a él en lugar de su padre.

Afortunadamente para él, el conde parecía tener un buen sentido.

—Yo no puedo hacerlo sin una causa. Él es un lord escocés.

Oswald se puso rígido como si eso lo ofendiera hasta la médula de sus huesos.

—Y yo soy el primo de un rey. Y exijo justicia, Reginald. Su padre destruyó a mi

hermana. Él tomó su honor, su virginidad, y su lengua. Por eso, quiero el cuello de su

hijo bastardo en un lazo.

Lochlan apretó sus dientes para no protestar por su inocencia en todo esto. No era

como si ellos no lo supieran. El problema era, que a Oswald no le importaba.

—Yo no puedo colgar a un hombre por un crimen que su padre cometió.

—Entonces azótelo al menos.

Reginald le dio una mirada fija midiendo a Lochlan.

—¿Cómo se siente usted sobre eso?

¿Tenía que preguntar? ¿Acaso el hombre era tonto?

—Estoy en desacuerdo. Completamente. Yo no he hecho nada para merecer tal

castigo.

—Nada que el haya escogido —sonrió Oswald con desprecio—. Pero escucha con

atención mis palabras, él es culpable de algo. La manzana nunca rueda lejos del

árbol.

En ese caso, el ciertamente lo hizo.

Lochlan oyó la puerta detrás de él abrir y cerrar.

Reginald frunció el ceño cuando enfocó su mirada encima del hombro de Lochlan.

—Lord Stryder. ¿A qué debo el honor de su visita?

—Escuché que mi amigo había sido arrestado y vine para ver cual fue la razón.

Lochlan se giró para mirar al conde, y entonces se heló cuando comprendió que

Catarina estaba con él. Odió que ella fuera testigo de ese evento. Si cualquiera

pudiera reconocerla, estaría metida en un problema mucho más grande del que el

tenía.

—Esto no es de su incumbencia —chasqueó Oswald a Stryder—. Esto es entre

nosotros y como la más alta clasificación jerárquica de un noble aquí presente, yo

exijo la carne del MacAllister. Y quiero que le den veinte latigazos.

Reginald suspiró largamente antes de asistir.

—Que así sea. ¡Guardias!

Lochlan gruñó cuando los guardias vinieron a tomarlo. Él agarró al primero y lo

golpeó por detrás. Cuando intento darle al otro, oyó un lamento suave de alarma.

—¡Deténganse!

Nadie se movió.

Catarina se acercó a Reginald y a Oswald, entonces se detuvo directamente

delante de Reginald, muy despacio.

—¿Yo creo que usted está equivocado, milord?

—¿Equivocado por qué?

Ella bajó su capucha para que pudieran ver su hermoso rostro.

—Como princesa de Francia, yo soy la de más alta clasificación jerárquica, incluso

que el noble aquí presente y exijo que usted lo libere. Inmediatamente.

CCaappííttuulloo 1111

Reginald y Oswald, junto con los guardias, se inclinaron inmediatamente ante ella.

Lochlan también se aturdió por sus acciones y no podía respirar, ni siquiera podía

moverse. Para salvarlo, se había condenado a volver a la custodia de su padre.

¿Por qué ella haría eso?

—Levántense —chasqueó a los guardias—. Y quítenle los grilletes. Ahora.

Lochlan arqueó una ceja ante su tono autoritario. Y no es que él no lo hubiera

escuchado antes, sino que le sorprendió cuando se dirigió con ese tono hacia alguien

más.

—Escucharon a la princesa —dijo Reginald, mientras les hacía señas hacia

Lochlan—. Obedezcan lo que ella dice.

Stryder miró a Catarina cuando los guardias se apresuraron a obedecerla. Habló

en un tono bajo que sólo Catarina y Lochlan podían oír.

—Parece que alguien omitió un hecho importante, cuando nos encontramos más

temprano.

Catarina se encogió de hombros indiferente.

—No creí que eso fuera importante.

Él se rió.

—Sí, pues a todos los demás parece importarles.

—Esto es sólo un defecto de nacimiento pequeño que se esconde a menudo muy

fácilmente. Esta no era una de esas ocasiones.

—Princesa —dijo Reginald, mientras se levantaba para estar de pie ante ella.

—Haré preparar una habitación inmediatamente para usted mientras le envío

unas palabras a su padre que le permitan saber que usted está segura y sana. Me

honro de verdad de que usted me honre con su presencia en esta feria tan humilde.

Cat tenía que tragarse el sarcasmo que había detrás de sus palabras. No era su

culpa que ella no tuviera ningún deseo de ser tratada como la realeza, más lo que no

quiso es que su padre fuera notificado de su paradero. El Señor Reginald estaba

intentando ser elegante y amable y así le respondió ella, sin tener en cuenta el nudo

en su estómago.

—Gracias, milord. Aprecio mucho su hospitalidad. —Así como apreciaría que

alguien le golpeara la cabeza con un ladrillo. Sólo esperaba que la sonrisa que le

ofreció no le pareciera tan falsa como se sentía.

Lochlan se le acercó despacio. Su gratitud brilló desde las mismas profundidades

de sus ojos pálidos. Eso le dio más valor.

—No tenías que hacer esto —susurró el.

Ella puso su mano en su mejilla.

—Sí, tenía que hacerlo. No iba a permitirles que te hirieran después de todo lo que

has hecho para mí. ¿Qué es un poco de encierro comparado con una paliza severa?

—Para ti eso sería lo peor —susurró.

Era verdad, pero ella nunca le permitiría saber eso.

Lochlan no podía respirar cuando vio el dolor en sus ojos oscuros. Nadie había

hecho tal sacrificio alguna vez por él. En toda su vida.

Cerró sus ojos para poder saborear su caricia antes de cubrir su mano con la suya.

Su piel era tan suave y su mano tan delicada, que lo encendía como jamás lo había

hecho ninguna mujer con su toque. Él llevó su mano a sus labios y le puso un beso

tierno en sus nudillos.

—Gracias, Catarina.

Ella inclinó su cabeza hacia él.

—Su Alteza —dijo Reginald fuertemente antes de obligarlos a apartarse—. Si

usted desea venir conmigo…

Lochlan vio la repugnancia en su mirada antes de que ella se apartara. Quiso

maldecir cuando la miró seguir a los hombres fuera del cuarto.

Stryder caminó hacia adelante y le bloqueó su atención de Catarina para llevarla

hacia él.

—Bien y yo que pensaba que era el único que podía salvar tu pellejo.

Él se mofó.

—Yo creí que nadie podía ayudarme de lo que ellos habían pensado hacerme.

Pero una cosa era cierta, él iba a encontrar la manera de salvar a Catarina de los

planes de su padre.

Simón agitó su cabeza cuando él, Stryder, y Bracken estaban de pie en la tienda de

Stryder, enfrente de Lochlan.

—Usted no puede raptarla del castillo, Lochlan. Eso es un suicidio, el secuestro lo

es…y ellos lo colgar{n por eso.

Esas palabras no hicieron nada para detener su plan.

—Ellos tendrán que cogerme y colgarme.

Bracken resopló.

—Él tiene razón sobre eso y créeme que lo se. Pero... —le dio una severa

advertencia a Lochlan—, ellos serán duros y no se detendrán. Dame algo de crédito

con eso también.

Stryder hizo un sonido de aversión en la parte de atrás de su garganta cuando se

movió para servirse otra jarra de licor de aguamiel.

—Bracken está en lo correcto. Si la sacas de ese castillo mientras Oswald está allí,

sabes que no descansará hasta que estés muerto.

Nada de eso importaba. Todo lo que le preocupaba era mantener a Catarina lejos

de un matrimonio que ella no quería.

—Yo le hice una promesa y se la voy a cumplir.

Simón rodó sus ojos.

—¿Por ese juramento estas seguro de querer arriesgar tu vida? ¿Valdría la pena lo

que ellos podrían hacerte?

Lochlan se detuvo. Oswald sabía exactamente quién y lo que él era, era un riesgo

enorme el que estaba tomando. Pero al mismo tiempo, supo cuánto Catarina

aborreció el estar en sus manos. ¿Cómo podía abandonarla ahora?

Miró a Bracken y recordó la historia de cuando ella era niña, mientras estaban

forzándola para lograr su sumisión.

La que más recordaba, era la manera en que ella lo había mirado cuando le había

dado su regalo.

Y en ese momento, tomó su decisión.

—Sí, merece que sacrifique mi vida. Yo soy un hombre de honor y no permitiré

que la castiguen por ayudarme. Nunca en la vida.

Bracken se inclinó renuentemente.

—Sabes que yo estoy para protegerte…aunque no pueda regresar a Inglaterra

nunca más. Iría contigo allí si no tuviera a dos personas que dependen de mí para su

sustento.

Lochlan respetaba su decisión. Si él se comportara más razonablemente, no estaría

haciendo esto. Estaba a punto de irse en contra de un rey, raptar a una princesa, en el

país que su padre gobernaba, e intentar separarla de otro en contra los deseos de su

padre.

No había ninguna duda de que había una esquina reservada en el infierno para los

necios como él.

Simón sonrió amargamente.

—Usted puede contar conmigo también. Antes tengo que ir a informarle a mi

esposa donde voy a estar para que no me destierre de nuestra alcoba por toda la

eternidad, ya que le molestaría mucho despertarse y no encontrarme a su lado. —Él

señaló a Julia y a Bryce que estaban sentados en una esquina en completo silencio—.

Puedes dejarlos a ellos en su custodia. En cuanto el torneo se acabe, ella debe partir a

Escocia. Nosotros podemos encontrarnos allí.

Lochlan no podría creer que Simón, Stryder, y Bracken lo estuvieran apoyando en

esa locura. ¿Acaso estaban locos? Ellos tenían mucho que perder, incluso más que él.

—Esto es más de lo que yo les puedo pedir.

—No —dijo Simón sonriendo—, todos nosotros hemos… —hizo una pausa antes

de continuar—, bueno, yo por alguien, he hecho ciertamente las cosas más tontas por

andar cerca de este noble.

Stryder asintió.

—Igualmente.

Quizás, pero Lochlan le agradecía a ellos más de lo que podía expresar en la vida

con algo tan simple como las palabras.

—Muchas gracias a todos.

Después de palmearlo en la parte de atrás, Simón salió para hablar con su esposa

mientras que Lochlan miró fijamente a Stryder cuyos ojos lo acusaban de estupidez.

Lo triste era que él estaba completamente de acuerdo. Lo que había planeado era

tonto.

Y al mismo tiempo no podía arrepentirse de llevarlo a cabo.

Catarina lo necesitaba y él no quería defraudarla.

—Ya sabes —dijo Bracken—. Nunca deja de asombrarme lo que los hombres

hacen para conseguir el amor de una mujer.

—Yo no estoy enamorado de ella.

Bracken se mofó.

—Claro que lo estás. ¿Por qué entonces te arriesgarías por ella?

—Yo le hice una promesa. —Pero incluso él estaba empezando a dudar de su

convicción. La verdad era que Catarina significaba mucho más para él de lo que

creía.

—Pienso que todo es tan romántico —dijo Julia soñadoramente—. Se convertirá en

un verdadero y decente héroe, Lord Lochlan.

Ella miró intensamente a Bryce.

—Ojalá que todos los hombres fueran tan nobles.

Bryce gimió como si sus palabras lo atravesaran.

—Cuidado Señor Lochlan, temo que mi hermana está interesada en pedir su

mano.

Julia palmoteó juguetonamente a su hermano.

—Eres un sinvergüenza insensible.

—Y tú eres una boba.

—Y ambos nos están molestando —los reprendió Bracken—. Por el amor de Dios

y de todos sus santos, váyanse a la tienda de Simón y molesten a su esposa mientras

nosotros tratamos de pensar sin sus voces lloriqueando y sus tontos argumentos.

Julia y Bryce parecían muy ofendidos. Por primera vez, ellos cerraron con llave los

brazos en un frente unificado, alzaron sus barbillas orgullosamente y abandonaron la

tienda.

—Buen trabajo —le dijo Stryder—. Pensé que tenía que matar a cualquiera de los

dos.

—Por favor no lo haga. Aunque pongan su temperamento a prueba, ellos son la

única cosa en este mundo que significa algo para mí. Incluso cuando me irritan, los

extrañaría de verdad si no estuvieran.

Stryder se rió.

—Como hermano mayor, padre, y marido, te entiendo completamente.

Bracken respondió con una respiración apreciativa.

—Es una maravilla que usted no se haya tirado del torreón más cercano debido a

esa carga que lleva.

—Algunas veces… —Stryder se giró para mirar a Lochlan—. Por eso parece que

soy un poco suicida al unirme a esta cruzada.

Lochlan se unió a su risa.

—Sí y cuando ellos me lleven al patíbulo, recordaré que hice esto por mi honor.

Bracken se mofó.

—Yo todavía sigo pensando que haces esto por amor, pero cada vez que lo digo tu

lo niegas.

—Y todavía lo hago. —Pero mientras más lo negaba, se preguntaba si acaso no

estaría protestando demasiado. Su corazón se ablandó al pensar en Catarina y con su

ausencia había un dolor dentro de él que no quería contemplar de ningún modo. Era

como si una parte de él la estuviera extrañando.

Eso era ridículo. Catarina lo incomodaba hasta el centro de su alma. Lo insultaba

todo el tiempo.

Ella lo había mordido.

Aún así la consideraba una amiga. Por eso estaba dispuesto a arriesgar su vida y la

de su clan por ella.

Sí, había algo malo en él, sin ninguna duda.

Cat intentó escuchar lo que lady Anabeth estaba diciéndole a un pequeño grupo

de mujeres que estaban sentadas en un lugar separado, en un círculo de costura en el

solar de la señora, pero honestamente no podía oírla. Era algo relacionado con hacer

un buen vestido o quizás estaban hablando del vestido que alguien más había

llevado puesto. La mujer siguió hablando sin hacer ni siquiera una pausa para

respirar. En toda su vida no había visto nunca algo como eso.

Quizá debió haber permitido que a Lochlan lo golpearan después de todo…

Pero al pensarlo no estaba tan segura de eso. ¿Qué era un poco de fastidio

comparado con lo que ellos le habrían hecho a él?

Todavía la señora continuaba holgazaneando delante de ella en un tono alto, nasal

sobre algo que les había llamado la atención.

Entonces otra vez…

—¿Princesa?

Ella miró a una sirvienta joven que estaba inclinada ante ella.

—Por favor levántate, niña.

La muchacha así lo hizo, entonces le dio un trozo pequeño de papel.

—Un señor me dijo que le entregara esto a usted, Su Alteza.

—Gracias.

La muchacha se inclinó de nuevo antes de abandonar el cuarto.

—¿Es una carta de amor? —le preguntó jadeantemente lady Anabeth, que como

todas las demás mujeres la miraba fijamente como si ella estuviera sosteniendo el

Santo grial.

Cat dudó un poco.

¿Quién le enviaría una nota como esa? Una nota de odio, quizá. Pero le daba

curiosidad.

Abriéndola, ella tuvo que obligar a sus ojos a no salirse de sus orbitas.

Mi queridísima,

Encuéntrate conmigo a medianoche en los jardines y haré que todos tus sueños se hagan

realidad.

Lochlan

Tuvo que leer la nota tres veces más para asegurarse de que su mente no le estaba

jugando un truco. No podría imaginar a Lochlan escribiendo algo así.

Era algo tan…

Poético. Gentil. Tierno.

Todo lo contrario a él. ¿Quizás era alguna clase de broma? Él tenía un sentido muy

singular del humor. Sin embargo, ella entendió ese sentimiento. Si él estuviera

planeando rescatarla, no le podía estar más agradecida.

Que Dios bendiga a ese hombre. Otra vez, comprobaba que gracias a él ella no

tendría ninguna dificultad.

—¿Qué dice su nota? —Anabeth se apoyó frente a ella, mientras intentaba leer la

nota.

Cat sonrió cuando la plegó cuidadosamente, entonces la metió entre sus pechos

para que una de las señoras curiosas no la encontrara.

—Parece ser que después de todo si es la nota de un pretendiente.

Las mujeres dieron una boqueada colectiva.

—¿Y quién es ese pretendiente? —le preguntó una rubia pequeña que estaba a su

lado.

—Es un admirador secreto.

Los ojos de Anabeth se agrandaron.

—¿De verdad? ¿Quién cree usted que pueda ser?

—Yo voto por Lord Stryder —rió Lucinda tontamente de al lado de Anabeth—. Él

sería un amante de lo más espléndido.

—Shh —dijo Anabeth, mientras ponía su dedo índice sobre sus labios—. Lady

Rowena cortaría tu lengua si alguna vez te escucha decir eso.

—Sí, pero la envidio. —Lucinda echó una mirada alrededor—. Y sé que no soy la

única mujer que se siente así aquí.

El grupo entero se sumió en una ronda de risitas maliciosas.

Cat se levantó de su silla mientras las mujeres especulaban sobre las virtudes de

los caballeros que estaban compitiendo e intentaron suponer cual de ellos le había

enviado la nota.

Parecía que su corazón solo latía por un hombre rígido cuyo acento era tan espeso

como un plato de gachas escocesas. Ella puso su mano sobre el frente de su vestido

para poder sentir su carta allí. Por primera vez, desde que estaba en su especie de

prisión, sabía cuando vería otra vez a Lochlan, y se aseguraría de demostrarle cuan

agradecida estaba por toda su bondad.

Horas parecían haber pasado hasta el infinito antes de que Cat pudiera ir abajo

hacia el gran vestíbulo para compartir la cena. Obviamente Reginald le insistió para

que se sentara en su mesa en la tarima alejada de los demás nobles. La única cosa que

hizo la cena un poco soportable fue la presencia de Rowena.

Desgraciadamente, la condesa estaba sentaba en el otro extremo al lado de un

conde bastante rudo, bullicioso que chupaba su vino a través de sus dientes.

Si yo tengo que casarme con ese príncipe, por favor que Dios no permita que el

tenga uno de esos hábitos.

Cat se cortaría las muñecas antes de que fuera condenada a compartir otra comida

con un hombre como ese. Lo mejor que podía hacer era esperar un poco para saludar

a Rowena.

Suspirando, se apoyó en su silla observando a los demás nobles que estaban

ubicados en las mesas de abajo, ellos comían mientras los músicos llenaban el salón

con una melodía consoladora. Luego los sirvientes vinieron y entonces escogió su

comida y observó el salón en busca de cierto guerrero rubio.

A él no se le veía por ninguna parte y eso la entristeció.

¿Dónde estás, Lochlan?

Quizás él estaba planeando su escape mientras ella estaba sentada allí. Ellos

tendrían que tener cuidado ya que Oswald lo conocía y lo odiaba.

Quizá Lochlan se ha olvidado de mí.

Ese era un pensamiento tonto. Él no sería tan cruel como para enviarle su nota, y

no cumplir sus promesas.

La espera, sin embargo, fue más que una tortura ya que el hombre que chupaba el

vino se puso al lado de ella. Podría jurar que pasó una década antes de haber

terminado con la cena y luego los sirvientes limpiaron las mesas y las ubicaron en

otro lugar para que las personas pudieran bailar.

Cat abandonó la estancia y se dirigió abajo hacia la muchedumbre en busca de

Lochlan o de Bracken.

—¿Desea bailar, Alteza?

Ella miró detrás de su hombro para encontrar a un caballero alto, guapo que le

sonreía. Más o menos de su misma edad, él tenía ojos azules joviales y el pelo castaño

oscuro. Había un aire de humor caritativo en él.

—Sí, milord, gracias.

Él inclinó su cabeza antes de ofrecerle su mano. Aceptando su ofrecimiento, lo

siguió a la pista de baile.

—¿Usted tiene un nombre, señor caballero? —le preguntó, cuando subieron a la

pista junto con los otros bailarines.

—Frederick, Su Alteza. Barón de Chantilier.

Ella nunca había oído hablar de ese lugar.

—Es un honor para mi bailar con usted, milord.

—Lo mismo digo, Alteza.

Ella le inclinó su cabeza antes de empezar a bailar. Ellos no tenían oportunidad de

hablar demasiado cuando comenzara el zigzag entre los demás bailarines. Cat

continuó buscando entre la muchedumbre a Bracken o a Lochlan.

Pero de nuevo, quedó defraudada. Ni siquiera Simón estaba alrededor. ¿Dónde

estarían todos?

Lochlan se heló cuando entró en el salón y vio a los bailarines en la pista. Pero en

realidad, había sólo una bailarina que lo cautivó y que capturó su mirada

inmediatamente y ella era la más elegante de todos. Cada arco de su brazo, cada paso

de su pie era una sinfonía. Ciertamente la mujer tenía que descender directamente de

una musa para poseer tanto talento. No había ninguna otra explicación.

Y cuando él la vio sonreír al extraño que estaba bailando con ella una furia

injustificada lo asaltó. Nunca en su vida había querido matar a alguien tanto como a

ese hombre desconocido.

Antes de que lo pudiera pensar mejor, estaba atravesando el salón para ir a su

encuentro.

Cat quedó asombrada cuando vio por fin a la única persona que había estado

buscando.

—¿Me permite?

Lord Frederick retrocedió cortésmente.

Cat quedó pasmada cuando vio una mirada furiosa en la cara de Lochlan.

—¿Vas a bailar conmigo? —le preguntó ella, mientras esperaba mejorar su humor

un poco.

—Si debo hacerlo.

La repugnancia en su tono fue suficiente para que tuviera un poco de misericordia

con él. Tomó su mano y lo alejó de los otros bailarines.

Lochlan suspiró agradecido de que ella no lo hubiera obligado a bailar.

—Gracias por no avergonzarme.

Su sonrisa lo dejó sin respiración literalmente.

—Es lo menos que puedo hacer por el hombre que piensa ayudarme en mi actual

dificultad.

Lochlan sonrió ante sus palabras mientras continuaba sosteniendo su mano.

—¿Entonces, recibiste mi mensaje?

—Sí y no pudiste venir en un mejor momento. Estaba a punto de volverme loca.

Ella cerró sus ojos y respiró profundamente como si estuviera saboreando el

pensamiento.

—Gracias.

Él se molestó, mientras lo llevaba hacia un jardín pequeño que estaba un poco

apartado del salón.

—¿Piensas que soy un bribón que te dejaría indefensa ante tu peor pesadilla

después de lo que hiciste por mi?

—Honestamente, he conocido a muchos hombres que lo hubieran hecho. Pero no,

yo esperaba que vinieras por mí.

—Entonces, estoy muy agradecido de no haberte defraudado.

Cat se detuvo, se sentó en un banco y levantó su rostro para mirarlo. A la luz de la

luna, el era increíblemente hermoso. Aunque, siempre estaba hermoso, sin importar

que hubiera luz o no. Solo que la luz suavizaba sus rasgos y lo hacía ver menos

áspero y rudo. Con su corazón latiendo fuertemente ella quiso besar sus labios.

Se inclinó lentamente hacia él, para intentar poner sus labios en los suyos.

Lochlan soltó un gruñido salvaje antes de apretarla entre sus brazos y besarla con

un hambre insaciable. Ella no quería enamorarse de este hombre, pero ya era

demasiado tarde. Todo lo que quería era estar más cerca de él. Mantenerlo entre sus

brazos. No sabía en que consistía ese sentimiento, pero ella renacía con la fuerza que

provenía de él. Se sentía tan consolada.

Y no quería alejarse nunca de él.

Pero lo más sorprendente era que percibía una extraña sensación, que la hacía

sentir como si estuviera en casa. Como si estuviera destinada a estar entre sus brazos.

Cerrando sus ojos, trató de retenerlo dentro de sí misma.

Lochlan tomó su cabeza entre sus manos cuando el deseo inundó su cuerpo. En

toda su vida, nunca se había sentido tan adolorido por una mujer. La necesitaba de

una forma que desafiaba a cualquier razón. Estaba a punto de hacer por ella lo que

nunca haría por nadie más.

Arriesgar a su gente. Arriesgar su vida.

Y ni siquiera le importaba. Y no es que no le importara nada. Pero el mantenerla

protegida era lo más importante en ese momento.

Alguien aclaró su garganta.

Lochlan se separó de ella y vio a Lord Reginald frunciéndoles el ceño.

—¿Su Alteza? —dijo el hombre fríamente.

Cat pestañeó. Y en lugar de mirar atrás hacia donde estaba Reginald, ella

continuaba buscando la mirada de Lochlan. El inocente deseo que el vio reflejado en

sus ojos, lo atravesó como una lanza encendida. La locura que había tomado

posesión de él también se había adueñado de ella.

—Alteza —ladró prácticamente Reginald—. Creo que es mejor que usted retorne

al salón.

—No te olvides de mi —le dijo ella sutilmente.

—Nunca —susurró el.

Su sonrisa lo pasmó antes de que se apartara para seguir a Reginald al salón.

Lochlan se quedó de pie allí, con su corazón dolido por la pérdida de su presencia.

—Eres un hombre muy valiente.

Él se volvió hacia la voz profunda que surgía de la oscuridad detrás de él. Sólo

podía ver los contornos más débiles del cuerpo del hombre.

—¿Y por qué lo dices?

Damián de St. Cyr salió de las sombras para mirarlo fríamente. Como antes, su

cara estaba resguardada por una máscara plateada que le hizo preguntarse a Lochlan

si el hombre no se había infectado con lepra.

—Te encuentras furtivamente con una princesa cuando la mitad de la corte de su

padre está presente. ¿Qué otra cosa podrías ser?

—Un tonto.

Damián se río suavemente.

—Sí, de eso no tengo ninguna duda. Te diré algo sin embargo, mi prima no confía

en nadie por eso no puedo creer que te haya acompañado hasta aquí. Yo encuentro

eso un poco…contradictorio.

—¿Es por eso que usted nos estuvo espiando?

Damián sonrió afectadamente.

—No. Yo ya estaba aquí. Usted dos perturbaron el aire fresco que estaba

intentando respirar.

—Entonces se lo dejaré todo a usted. —Él empezó a regresar al salón.

—¿Lochlan?

Se detuvo ante la llamada de Damián.

—¿Sí?

—Debo advertirte algo. Aquí hay demasiados enemigos.

Su sangre se congeló ante la advertencia.

—¿Qué significa eso?

Damián rozó su labio inferior con su dedo pulgar como si estuviera considerando

cómo responder. Cuando lo hizo, su voz estaba llena de advertencia.

—Un buen amigo me dijo una vez que fuera muy cauto en donde poner mi

confianza. No todos somos tan cuidadosos con ella —dijo despareciendo entre las

sombras.

Lochlan se quedó paralizado, mientras analizaba esas palabras. Ellas eran de

hecho muy sabias, pero se preguntó lo que las había incitado. Todavía estaba

frunciendo el entrecejo cuando regresó al gran salón.

Al hacer una mirada rápida no pudo ubicar a Catarina. Pero Simón se le unió en

cuanto regresó.

—¿Estás bien? —le preguntó.

—Sí. Solo que tuve un encuentro algo extraño.

Los ojos de Simón se ensancharon.

—¿Estás hablando de tu cita con Catarina?

Lochlan frunció el ceño.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Cuando yo llegué aquí muchos chismorreaban sobre ello. Tal parece que el beso

que le diste en los jardines a Catarina lo vio todo el mundo.

Lochlan soltó un sonido de aversión.

—¿No tienen otra cosa que hacer?

—¿Crees que hay algo mejor para ellos que arruinar las vidas de otras personas

simplemente porque pueden hacerlo? No, esa es la naturaleza de la gente, me temo,

hablan sin pensar y de una forma severa de todos aquellos que no conocen

Nunca se habían dicho palabras más verdaderas.

Simón aclaró su garganta.

—¿Bien si no estás hablando de las chismografías, entonces que es lo que te tiene

frunciendo el ceño?

—Hablé Damián de St. Cyr afuera. Él me dijo que fuera muy cuidadoso con mi

confianza. Que otros no serían tan cuidadosos con ella como yo.

—Hmmm.

Había algo oculto en ese comentario ocioso.

—¿Qué?

Simón cruzó sus brazos encima de su pecho.

—Yo encuentro ese comentario algo extraño. Eso era algo que Stryder decía

cuando éramos jóvenes y estábamos juntos.

Hmmm, de hecho. Eso era interesante.

—¿Crees que es una amenaza contra Stryder?

—Con Damián, nunca se sabe. Algo verdaderamente horrible le pasó en Tierra

Santa. Él no regresó intacto de allí y no quiero decir que simplemente su cara fue

desfigurada. Pienso que su mente también lo fue.

—¿Desfigurado?

Él asintió.

—Es por eso qué lleva su máscara. Al parecer un sarraceno lo torturó y su cara fue

destruida. Que yo sepa nadie lo ha visto desde que regresó.

Eso lo explicaba todo.

—Yo pensé que tenía lepra.

—No. Pero de los cuentos que se dicen, él probablemente preferiría que eso fuera

cierto.

Sin ninguna duda. Lochlan soltó una respiración cansada cuando examinó a la

muchedumbre en busca de una oscura y esbelta silueta.

—Si estás buscando a nuestra señora, te comento que ellos la llevaron a sus

habitaciones tan pronto hubo entrado en el salón. ¿Cuál fue el comentario que salió

de…….los labios del anciano? Ah, el dijo, que labios tan lujuriosos.

Él se dio cuenta que Simón lo estaba fastidiando.

—¿Se supone que eso debe hacerme sentir bien?

Simón sonrió ampliamente con malicia.

—No, yo solo quería molestarte un poco.

—¿Y porque razón en particular?

—Está en mi naturaleza hacerlo. Ahora si me disculpas, veo que mi esposa está

intentando levantarse de su silla. Permíteme ir en su ayuda.

Lochlan miró como Simón se apresuró por el salón para acercarse a una pequeña

mujer delgada. Sus rasgos se ablandaron en el momento que ella lo vio y el amor en

su expresión hizo que su propio pecho se apretara. Daría todo por tener una mirada

de una mujer hacia él, igual de conmovedora.

Simplemente una vez.

Simón besó su mano antes de que la sacara prácticamente de su silla para ponerla

de pie. Ofreciéndole su brazo, la escoltó hacia los escalones.

Lochlan miró hacia el techo que estaba sobre su cabeza y se preguntó donde

estaba Catarina y que estaría haciendo. Sentía su ausencia como si fuera un dolor

físico.

Pero muy pronto estarían juntos otra vez. Sosteniendo ese pensamiento, regresó a

su tienda.

Cat no podía acelerar la llegada del momento, ya que el tiempo se prolongaba

cruelmente. Solía pasar rápidamente cuando uno estaba disfrutando de algo. Si uno

estaba sufriendo, el tiempo se retrasaba como el más lento de los caracoles.

Pero finalmente la medianoche llegó.

Aliviada, usó el pretexto de necesitar ir al baño para escapar de sus guardias y de

la esposa de Reginald. En cuanto estuvo segura de que ellos no estaban siguiéndola,

desvió su camino hacia los jardines en dónde había estado antes con Lochlan.

La luna se había quedado atrás de una nube, mientras el área entera lucía oscura y

espectral. Su imaginación le hacía ver demonios y lobos en cada sombra.

O peor aún a alguien que llamaría a los guardias para que la atraparan.

Se movió despacio con el propósito de llegar al mismo lugar en donde ellos habían

estado antes.

Su corazón latía con fuerza, intentó asomarse a través de la oscuridad para

encontrar a su campeón. ¿Dónde estás, Lochlan? La pregunta se cruzó por su mente

hasta que sintió una presencia detrás de ella.

Se volvió hacia él con una sonrisa…la misma que se marchitó en cuanto pudo ver

la cara del hombre.

No era Lochlan.

Aterrada, retrocedió y se tropezó con el cuerpo de otro hombre. Alto y ancho de

espaldas, él miró hacia abajo con un brillo malicioso en sus ojos.

—Ya es muy tarde, Princesa.

Antes de que pudiera moverse, él le tapó la boca con un trapo y le envolvió una

soga alrededor de su cuerpo. Intentó gritar y darles puntapiés, pero ellos parecían

estar preparados para todo.

La próxima cosa que ella supo, era que le habían cubierto la cabeza con un saco y

que la mantenían completamente atada.

—Ella no tiene un hermano para exigir su vida, pero estamos seguros que el rey

matará a Lochlan por nosotros. Ahora deja la tela y marchémonos de aquí.

CCaappííttuulloo 1122

Lochlan frunció el entrecejo cuando continuó esperando a Catarina en las sombras

de los escalones. Ella debió haber estado hace tiempo allí. Algo andaba mal. Él lo

sabía.

Angustiado, se acercó a dónde estaban Simón y Stryder esperándolos, para llevar

a Catarina a un lugar seguro.

—Te haz visto con ella ya.

Simón miró a Stryder.

—¿Le dijiste que la recogeríamos en los escalones, verdad?

—¿Yo? —preguntó él espantado—. Pensé que a ti te tocaba informarle eso.

Simón resopló.

—No, recuerdo que a ti te tocaba decirle donde sería el lugar y la hora del

encuentro.

—A mi nadie me dijo eso. En último lugar yo no sabía que debía hablar con ella.

Lochlan tuvo un mal presentimiento.

—Ella me dijo después de la cena que había recibido mi mensaje.

Stryder frunció el ceño.

—¿Te dijo quién se lo había entregado?

Él negó con su cabeza.

Un músculo se apretó en la mandíbula de Simón.

—¿Piensas que Bracken pudo haberle dicho algo?

Lochlan lo dudó.

—Desde que Bracken llevó a tu esposa a su casa, no. No le di a el la información

porque tenía miedo de ponerlos en peligro.

Stryder maldijo.

—¿Entonces quién habló con ella?

—Ésa es una buena pregunta…

Quién más habría conocido sus planes. Lochlan examinó el área, pero no había

ninguna señal de ella en ninguna parte.

Stryder se regresó.

—Haré que Rowena revise su cuarto. Quizá ella todavía esté allí. Tal vez pasó

algo. Quizá no pudo evadir a los guardias.

Eso haría que Lochlan definitivamente se sintiera mejor. Quería creer que ella

todavía estaba segura en su cuarto.

—Yo esperaré aquí hasta que regreses.

Pero ésa era la última cosa que él quería hacer. Sentía la necesidad de empezar a

buscarla inmediatamente. Todos los segundos que ellos tardaran, podrían ser críticos

para su bienestar si ella no estaba allí.

—Yo revisaré los establos para buscar su caballo —dijo Simón—. Y por si todavía

está allí, revisaré los escalones de nuevo.

—Muchas gracias.

Lochlan repasó varias veces la pequeña área mientras un millón de guiones

pasaban por su cabeza. En la mayor parte de ellos, vio a Catarina huyendo de él, pero

ella había estado lo suficientemente contenta de que el y los otros la ayudaran a

escapar de allí.

¿Será que alguien la había secuestrado para pedir rescate? Era algo muy posible y

aterrador.

Después de varios minutos, se detuvo cuando vio que Stryder se le acercaba con

una mueca pétrea en su cara.

—Ella no esta en su cuarto. Rowena solo encontró esto allí.

Él le ofreció un pergamino plegado.

Lochlan lo abrió y leyó la nota que estaba firmada con su nombre y cuando lo

hizo, la furia explotó a través de él. ¿Quién demonios había usado su nombre?

—Yo no escribí esto.

—Nosotros nos lo figuramos. Rowena dijo que lo encontró abierto para que

cualquiera pudiera verlo. Si Cat quería marcharse contigo como lo habían planeado,

no habría dejado atrás nada que pudiera incriminarte en el hecho.

Esa era la gran verdad.

—¿Quién pudo haberlo dejado entonces?

Stryder se encogió de hombros.

—Estoy seguro que alguien se lo envió. ¿Tienes algún enemigo?

Lochlan asintió con una respuesta muy obvia.

—Oswald.

—De acuerdo, pero yo no pienso que su odio lo llevaría a arriesgar de esa manera

su propia vida. Si el rey averigua que a su hija la han raptado en contra de su

voluntad, el culpable morirá.

Era cierto. Este nuevo hecho desafiaba la lógica, sin embargo las personas que

buscaban a menudo venganza hacían cosas que no tenían ningún sentido.

—Alguien está detrás de mi, y puedo apostar que quienquiera que es, la matará

para culparme.

—Estoy de acuerdo.

El terror invadió cada parte de él al pensar en lo que ellos podrían estarle haciendo

mientras hablaba con Stryder.

—Tenemos que encontrarla lo más pronto posible.

—Sí y yo conozco a la persona que puede ayudarnos.

Stryder le hizo señas para que lo siguiera cuando regresó hacia las tiendas donde

los caballeros acampaban.

Lochlan frunció el ceño pero no dijo nada. ¿Por qué vendrían aquí y no partirían

inmediatamente?

Pero sabía que debía confiar en el conde.

Después de unos minutos, llegaron a una tienda que estaba separada de las

demás, en el borde exterior del campo. Era totalmente negra. Stryder le hizo señas

para que hiciera silencio antes de abrir el ala flexible. Había una lámpara pequeña

que iluminaba un catre que estaba en el suelo dónde un hombre delgado dormía.

Lochlan hizo una muecas al ver las cicatrices ásperas que estropeaban la carne del

hombre. Él tenía el pelo castaño y largo el cual caía encima de su cara, disimulando

sus rasgos.

La armadura negra estaba colocada al lado opuesto de la tienda en un maniquí. Y

por la malla y las señales doradas en el escudo negro del hombre, era obvio que él

era un mercenario bastardo nacido sin tierras o título.

No había ninguna señal de una espada o de una daga todavía.

Stryder se acercó al hombre durmiente pero antes de que pudiera tocarlo, el

hombre se despertó. Maldiciendo, él giró su brazo y no fue hasta que Stryder cogió

su mano que Lochlan comprendió que el hombre sostenía una daga que se habría

hundido en su garganta si no lo hubiese esperado al detener el ataque.

—Soy yo, Kestrel. Tranquilízate.

Él haló su brazo para liberarse del asimiento de Stryder.

—Sabes muy bien que no debes despertarme.

—Lo sé, pero necesito tu ayuda.

Kestrel estrechó su mirada sospechosa en Lochlan.

—Desde que él está de pie detrás de ti, asumo que es tu amigo.

—Sí. Él estaba viajando con la princesa francesa y ahora ella ha sido raptada.

Parece que el que la secuestró está intentando culparlo.

Kestrel apretó sus dientes, entonces asintió.

—Me vestiré y me prepararé para viajar rápidamente.

Stryder soltó su mano.

—Gracias.

Kestrel le dio una inclinación sutil antes de sacar la espada que tenía debajo de la

manta.

Stryder se enderezó y sacó a Lochlan de la tienda. Ellos estaban de pie afuera

mientras él hombre se vestía.

—Él es a veces un poco rudo —le dijo Stryder en un tono bajo, confidencial—.

Tuvo un pasado muy difícil.

—¿Podemos confiar en él?

—Yo pondría mi vida en sus manos.

No había ninguna declaración mejor que esa.

—¿Él estuvo contigo en Outremer?

Stryder asintió.

—Después de que nosotros escapamos y él intentó regresar a su casa y su padre lo

repudió.

Lochlan quedó aturdido por eso.

—¿Y Por qué?

—Porque él volvió y su hermano mayor no lo hizo.

Eso no tenía ningún sentido para él, pero habiendo tenido un padre que habría

reaccionado de la misma manera quizá lo entendió un poco.

—¿Él nació bastardo?

Stryder negó con su cabeza.

—Pero a ninguno de su familia se le permite mencionar su nombre. Así que él

lleva la marca de un bastardo y se niega a reconocer a cualquiera de ellos. Él incluso

no usa el nombre que le fue dado.

Lochlan se sintió mal por el pobre hombre.

Empezó a hablar, pero se detuvo cuando Kestrel se les unió. Su pelo largo le

llegaba hasta su cuello y la barba de varios días le estropeaba su perilla perfecta.

Estaba vestido con par de calzones negros y una túnica oscura. La única cosa que lo

identificaba como un caballero era la espada que llevaba y el aire de muerte que lo

rodeaba.

Kestrel se les acercó con determinación.

—¿Qué necesitan?

—Nosotros no tenemos ningún rastro de la princesa —dijo Stryder—. Eres el

único hombre que conozco que puede rastrearlos.

La boca de Kestrel hizo un gesto con una sonrisa mortal.

—¿Tiene algo de ellos?

Stryder le dio el pergamino.

—Sólo dejaron esta nota.

Kestrel la miró sin tomarla.

—¿Qué dice?

Comprendiendo que el hombre era analfabeto y que no era raro en un caballero

Lochlan lo leyó para él.

Kestrel asintió.

—Síganme, caballeros. Vamos a encontrar al bastardo que la raptó y lo mataremos.

¿Por qué esto se sentía tan familiar? Desgraciadamente Cat sabía la respuesta.

Cada vez que ella andaba por ahí, algún hombre intentaba llevarla a algún lugar

donde no quería estar.

La única diferencia era que ahora estos hombres pensaban matarla para poder

culpar a Lochlan de su muerte.

Gruñendo profundamente en su garganta, trató de soltar las sogas que apretaban

sus manos. Estaba cansada de tener marcas en las muñecas y quemaduras por el roce

de las sogas con las cuales la habían amarrado tantas veces.

—Yo digo que debemos proseguir y matarla —le dijo Graham MacKaid a su

hermano.

—No, todavía no. Tenemos que darle a Lochlan el tiempo suficiente para

desaparecer. Si ella aparece asesinada mientras que él todavía esté en el campamento

con aquellos que pueden verificar su paradero, sabrán que él no la mató. Tenemos

que enviar la nota a él y hacerlo venir hacia ella, entonces la mataremos y todos

pensarán que él lo hizo.

—Mantenerla viva me pone nervioso.

—Ella es una mujer. ¿Qué puede hacer?

Si ella no estuviera limitada y amordazada, sería más que una mujer dócil y

desvalida. Como él dijo, todo lo que ella podía hacer era odiarlos profundamente y

esperar liberarse ella misma antes de que los hermanos regresaran y le dijeran a

Lochlan que abandonara el campamento

Graham se volvió hacia ella y frunció el ceño.

Cat se detuvo.

Pero ya era demasiado tarde. Él había visto lo que estaba haciendo. Le sonrió con

desprecio cuando se le acercó.

—¿Piensas que puedes desatarte Princesa?

Honestamente, sí. Había desatado muchos nudos mejores que ese.

Pero no estaba dispuesta a decirle lo que ella había pensado. Al tratar con un

enemigo, el silencio era de hecho la más grande virtud. Ellos nunca deben saber lo

que su antagonista estaba pensando.

Así que le devolvió su sonrisa de desprecio con una de ella misma. Y no es que

estuviera tratando de que la amordazaran nuevamente, pero por lo menos ese gesto

la hizo sentir mejor.

Graham se mofó de ella.

—¿Ella no me parece muy regia?

—No. Parece más una campesina. Incluso no parece que tuviera familia noble.

Como si su raza fuera aún mejor. ¿Qué tipo hombre ataba a una mujer e intentaba

matarla mientras estaba desvalida?

¿Dónde estaban los guardias de su padre cuándo ella los necesitaba?

Graham tocó su cuchillo mientras la miraba.

—No tenga miedo, Princesa. Nosotros le haremos un corte limpio. No sentirá

mucho dolor antes de morir.

Bien eso la hacía sentir un poco mejor con respecto a él. Pero incluso con sus

sarcasmos internos, la verdad era que estaba asustada. Terriblemente. Si no

encontrara la manera de salir de esto, tal vez moriría. Solitaria y dolorosamente. No

había ninguna compasión en esos monstruos. Ellos estaban determinados en acabar

con su vida.

Realmente, ella no deseaba esto. Había tantas cosas que quería hacer con su vida.

Ella quería…

A Lochlan. No sabía por qué él sería su último pensamiento, pero lo era. Él

moriría por causa de esto y ella no quería sumarle ese dolor. Él se sentiría

responsable.

Y no era sólo por eso. Quería verlo de nuevo. Quería tocarlo. Él era en realidad su

más grande deseo. Ella no estaría aquí para verlo encontrar a su hermano.

Ella no podría…

Cat detuvo esos pensamientos llorones y reprimió las lágrimas que estaban a

punto de resbalarse de sus ojos. Ésta no era ella. No se rendiría ante esos cretinos. No

lo haría hasta que respirara por última vez. Lochlan no merecía el destino que estos

animales habían planeado para él y ella tampoco.

No, ella sobreviviría a esto y cuando Lochlan lo supiera, les cantarían una melodía

fúnebre sobre sus tumbas a esos bastardos.

Su enojo regresó, y ella le dio un puntapié a su aprehensor. Él gritó antes de caerse

a la tierra. Cat se levanto e intentó correr, pero el otro la agarró de la cintura y la tiró

abajo.

Intentó darle puntapiés, también, pero él era más inteligente que Graham.

—Usted vuelve a hacer eso, chica, y le cortaré la pierna.

Cat golpeó su cabeza contra la tierra frustrada cuando él se movió para atar sus

pies. Intentó darle puntapiés, pero no pudo lograr nada con ello. Ahora estaba

totalmente amarrada para que no tuviera otra esperanza de escaparse.

Cerrando sus ojos, oró con un vigor renovado. Éste no podía ser el fin. No podía

ser.

Lochlan observó la forma en la que Kestrel se acostaba en la tierra para examinar

cada parte del jardín.

—¿Qué está haciendo?

—Está leyendo el follaje.

—¿Y para qué hace eso?

—No tengo ni idea. Era un juego que su tío jugaba con él y su hermano. Él les

enseñó a rastrear mejor que cualquier galgo o halcón que yo haya visto alguna vez.

Simón sonrió cuando se colocó detrás de ellos.

—Kestrel. Debí haberlo sabido.

Kestrel rastreaba con una mueca salvaje.

—¿Será que las solteronas pueden dejar de parlotear? Estoy intentando

concentrarme.

Lochlan no estaba seguro de las habilidades del hombre, hasta que él se reunió con

ellos.

—Fueron tres hombres quienes la raptaron —le ofreció a Lochlan un pedazo de

tartán y otro de terciopelo—. Ellos dejaron este rastro para que fuera encontrado.

Lochlan maldijo cuando miró lo que tenía en sus manos.

—Este es el color del tartán que mis hermanos y yo usamos.

Simón maldijo.

—Ellos tienen todo preparado.

—Sí y esto lo confirma.

—¿Puedes encontrar su paradero? —preguntó Stryder a Kestrel.

Una sonrisa lenta se extendió en el rostro de Kestrel.

—Uno de ellos no está lejos de aquí —susurró él—. Él está observándonos con

intenciones de dejarle un mensaje a Lochlan.

—¿Y como lo sabes?

—Yo sé cómo funciona la mente de la gente cruel. Y sé como hacer que un hombre

inocente parezca culpable. Necesitamos encontrar rápidamente a la señora antes de

que ellos la dañen.

—Guíanos entonces —dijo Lochlan.

Pero Kestrel no se movió.

—Podríamos hacer eso, caballeros. Pero realmente, tengo un plan mucho mejor.

CCaappííttuulloo 1133

—¿En donde diablos esta Sean? —gruñó Graham, cuando él y su hermano

esperaban cerca al fuego como dos demonios impíos que trazan un ataque.

—Lochlan debe estar solo ahora. No entiendo porqué tarda tanto en regresar.

Cat soltó una respiración lenta. Tenía que lograr escapar de ellos. Cuanto más

rápido lo hiciera, mejor.

Ella hizo una pausa cuando algo se le ocurrió. Sonriendo, empezó a hablar

alrededor de su mordaza.

Ambos la miraron estupefactos. Con un gruñido que torció su cara, Graham

avanzó para quitarle la mordaza.

Ella se obligó a parecer dulce e inocente.

—Comprendo que quizá este es un momento inoportuno, pero me temo que usted

debe soltarme.

Graham resopló.

—¿Y por qué haríamos eso?

—Para que no me ensucie mi ropa. —dijo señalando un grupo de arbustos—. Si

usted entiende y siendo tan inteligente como lo es usted, estoy segura que puede

hacerlo.

Graham la miró con sorna.

—Usted merece la muerte que le voy a dar.

Cat no respondió cuando él avanzó para soltarle sus pies para que pudiera

caminar. El impulso de darle patadas era tan fuerte, que no supo cómo lo refrenó,

pero golpearlo solo conseguiría lograr que ataran de nuevo sus pies y eso no le

permitiría escapar.

Ella extendió sus brazos hacia él.

—¿Y qué hay de mis manos?

—¿Qué pasa con ellas?

—No comprendo como voy a sostener mi vestido, mientras estoy atada de esta

forma. ¿Ahora, me entiende?

Su hermano la examinó con una sonrisa de desprecio especulativa.

—Nosotros podríamos enviarla desnuda.

Graham se rió antes de agarrar su falda.

Cat chilló por el ultraje e intentó empujarlo lejos. La agarró por el pelo y la sostuvo

por la cabeza tan duro como podía.

Se alejó para darle puntapiés, y entonces se detuvo cuando una flecha pasó

silbando a un lado de su cabeza, directa al hombro de Graham. Gritando, él se

apartó. Ella se agachó y se dirigió a la dirección opuesta.

Pero no consiguió ir muy lejos ya que un hombre la detuvo. Ella grito, intentando

luchar hasta que por fin lo miró.

Su corazón se detuvo cuando se encontró con la mirada de Lochlan. El alivio y la

adoración que vio en su mirada le cortaron la respiración. El la aplastó contra su

cuerpo antes de besarla con más pasión que la que ella creía que existía. Probó su

sabor tanto como pudo, antes de que la apartara y la dejara con una maldición tan

profana que la hizo ruborizar.

Ella se volteó para ver a Graham viniendo hacia ellos con una daga levantada. Más

rápidamente de lo que pudo pestañear, Lochlan estaba protegiéndola. Él cogió la

muñeca de Graham y en un movimiento fluido, le torció la daga de su mano y se la

puso directamente en la cara.

Pero eso no fue suficiente para él. Lochlan tiró la daga al suelo y continuó

pegándole a Graham quien no era capaz de defenderse de los golpes poderosos que

lo estaban destrozando. Era tan atípico de Lochlan que todo lo que ella pudo hacer

fue quedarse boquiabierta. Él siempre era tan controlado, tan apropiado, que este

lado suyo realmente la asustó.

—¡Lochlan! —gritó Stryder antes de retenerlo—. Ya tiene suficiente. Vas a matarlo.

Lochlan le dio otra patada a Graham, dándole en las costillas antes de que Stryder

lo apartara.

Postrado en la tierra y sangrando profusamente, Graham todavía le reñía.

Lochlan trató de golpearlo nuevamente, sólo para que Stryder y otro hombre lo

bloquearan.

—Mira a Catarina —le pidió Stryder furiosamente.

Su respiración se hizo jirones, Lochlan continuó mirando a Graham como si

pudiera romperlo en pedazos. Él tomó una daga pequeña y le cortó la soga de sus

muñecas.

El cuerpo de ella se agitó por completo. Cat le puso una mano en su hombro.

Lochlan se volvió hacia ella y la luz salvaje en sus ojos pálidos la hizo estremecer. Sin

una palabra, él la apretó entre sus brazos y la sostuvo tan herméticamente que

apenas podía respirar.

Un desvanecimiento desenfrenado la llenó por sus acciones. A el no le importó

que otros lo estuvieran mirando o que eso que estaba haciendo fuera impropio. Él se

alegraba de que estuviera segura y no le molestaba exhibirlo delante de todos. Ella

envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y enterró su cara contra su cuello para

poder inhalar su olor caluroso.

—¿Condenación y quien lo lastimó así? —ella escuchó la voz de Simón detrás de

ellos.

Stryder resopló.

—Fue Lochlan. Al parecer no le gustó la manera en la que han tratado a su señora.

Simón se rió.

—Entonces permíteme recalcar en mi memoria para siempre el tratar a Catarina

de una forma tan suave…como lo harían los guantes más finos.

Cat puso un beso ligero en la mejilla de Lochlan.

—¿Vas a ponerme otra vez sobre mis pies?

Sus brazos se apretaron mucho más alrededor de ella.

—No, muchacha. Cada vez que te dejo libre te metes en cualquier tipo de

problema. Es increíble que tu tío no te haya puesto cadenas.

Ella rió ante sus palabras. Era verdad. Bavel la había amenazado repetidamente

con hacerlo.

—Temo que tus brazos se cansarán de sostenerme.

Él la separó un poco de su cuerpo y la miró a los ojos, como diciéndole que nunca

se cansaría de ella. Pero por primera vez se dio cuenta de que otros señores los

miraban fijamente con curiosidad.

Cat juraba que pudo sentir su desacuerdo al ponerla finalmente sobre sus pies. Un

inexplicable vacío la invadió.

Al menos hasta que él tomó su mano calladamente entre la suya. Esa sola acción le

llenó de lágrimas sus ojos ya que la ternura inundó su corazón y lo hizo latir más

fuerte.

Stryder aclaró su garganta.

—Nosotros vamos a llevar a estos bastardos a custodia. Por qué tú y Catarina no

van adelante. Nos reuniremos más tarde en el barco en Honfleur.

Ella se sorprendió cuando ninguno de los hombres hizo un esfuerzo por venir con

ellos. Más bien siguieron a Stryder mientras Lochlan la llevaba suavemente hacia los

caballos.

Los hombres se fueron tan rápidamente que parecía que el diablo les iba por

detrás. Era todo muy extraño.

Lochlan no parecía perturbado por su conducta. Parecía más bien astuto, diría.

—¿Por qué se fueron así?

Su respuesta vino en la forma de un beso tan caliente que la derritió al fundirse

con su cuerpo. Ella no podía pensar cuando literalmente le devoró la boca. Enterró

una mano en su cabello para sostenerse mientras su lengua bailaba con la suya.

Lochlan sabía que no debía besarla de esa forma. Ella era una princesa, pero

honestamente le importaba un bledo. Todo lo que a quería era mantenerla segura y

entre sus brazos.

El terror de pensar que ella podría haber muerto……

Entonces vio en su rostro el lugar donde obviamente fue lastimada por esos

bastardos. Nunca en su vida había sentido tanta furia contra nadie. Si Stryder no lo

hubiera detenido, quizá le hubiera enterrado el cuchillo a Graham sin importarle

nada.

Ahora al tenerla de regreso…todo lo que quería era saborearla. Tocar su piel y

respirarla.

Su corazón latía con fuerza, el la soltó para mirarla a la cara. Ella mantuvo abiertos

sus ojos y la pasión que vio en ellos lo encendió.

Tomó la mano que ella aún mantenía enterrada en su cabello y la atrajo hacia sus

labios para poder mordisquearle sus dedos.

—Te deseo, Catarina —dijo, con un tono bajo y gutural—. Y no estoy seguro de

que deba preguntarte esto, pero yo….

Ella cortó esas palabras con un beso de sus labios. Lochlan sonrió cuando

literalmente le asaltó su boca con avidez. El la ahuecó entre sus brazos y la llevó lejos

de los caballos, a un sitio apartado que estaba rodeado por la espesura del follaje.

Extendiéndola sobre el césped, la cubrió con su cuerpo. Francamente, no podía

creer que ella le estuviera dando la bienvenida de esa forma tan apasionada. Y

cuando intentó subirle el dobladillo de su falda, esperaba que ella le apartara la mano

con una palmada.

Pero no lo hizo. Con su cuerpo ardiente de deseo ella levantó sus caderas sin

demora, para que pudiera tocarla debajo de su vestido. Él gimió sobre su boca

cuando rozó con su mano su muslo suave y la apretó contra su cuerpo.

Cat se estremeció al sentir el calor de su mano sobre su piel desnuda. Ningún

hombre la había tocado nunca allí. Y aunque aún era virgen, no era ninguna ingenua.

Sabía lo que él trataba de hacerle exactamente y a su vez lo que ella estaba aceptando

con ganas. Su padre estaría furioso si él alguna vez se enterara de esto.

Probablemente mataría a Lochlan, pero ella nunca lo traicionaría diciéndole a alguien

lo que estaban a punto de hacer.

Esta noche era para ellos.

Su padre intentaba venderla a un príncipe extranjero de alto rango y ya que no

estaba exenta de perder en esa lucha unilateral que estaba teniendo, deseaba guardar

en su memoria el recuerdo de estar con alguien a quien quisiera de verdad. Y el

único hombre con el que deseaba estar era con Lochlan MacAllister.

Necesitando sentirlo más cerca, ella desató su túnica y se la sacó por encima de su

cabeza. Cat contuvo la respiración al contemplar el pecho desnudo de Lochlan.

Bronceado y bien musculoso, el era magnifico.

Y la sensación de su cuerpo duro sobre ella…

Seguramente el cielo no podía ser mejor que estar entre sus brazos.

Lochlan desató los lazos de su vestido antes de inclinar su cabeza para acariciar la

cima de sus pechos con gentileza. Gimiendo profundamente, ella acunó su cabeza

contra su cuerpo para que la probara de todas las formas posibles. Él se rió de triunfo

antes de tomar la punta de su pecho derecho en su boca para chupárselo

suavemente.

Cat tembló al percibir la sensación de su lengua caliente lamiendo su pezón. Esa

caricia hizo que su estomago se contrajera y que el centro de su cuerpo le latiera

dolorosamente. No entendía las sensaciones que estaba sintiendo. Sus cuerpos

estaban calientes y feroces. Temerosos y excitados.

Y cuando el metió la mano debajo de su vestido para tocarla en el lugar donde lo

necesitaba de una forma casi dolorosa, Cat no pudo reprimir un fuerte grito de

placer. Ella desconocía por completo la forma de comportarse en esas situaciones. Se

moría al sentir las sensaciones que le producían sus dedos cuando la acariciaban

dentro y fuera de su cuerpo.

Lochlan gruñó profundamente, al sentir el placer de ella. Sus uñas lo apretaban

fuertemente en sus bíceps, pero a él no le importaba. Lo único que deseaba era

probar su sabor.

Hambriento por ella, la besó a través de su estómago hasta alcanzar el centro de su

cuerpo. Ella era increíblemente hermosa con la luz de la luna reflejada en su cara y su

cuerpo desnudo.

El le abrió las piernas suavemente, antes de inclinarse hacia abajo entre ellas para

tomarla en su boca.

Cat gimió cuando un éxtasis increíble la atravesó. Era crudo, exigente e hizo que

su interior se contrajera y temblara. Nunca en su vida había experimentado algo tan

maravilloso como el sentimiento de la lengua de Lochlan arremolinándose alrededor

de ella.

No sabía lo que le estaba haciendo, pero francamente no quería que se detuviera

jamás. Si lo hacía, ella se volvería loca de necesidad.

Y cuando alcanzó ese punto donde pensó que nunca podría estar de pie

nuevamente, su cuerpo explotó de pasión.

Echando su cabeza hacia atrás, ella gritó cuando sintió que su cuerpo se dividía en

pequeños fragmentos. Olas y olas de placer se movían en espiral a través de ella, una

tras otra. Estaba absolutamente aterrorizada.

—¿Lochlan? ¿Qué me haz hecho?

Él la lamió profundamente antes de pellizcarle la cara interna de su muslo.

—Te di un orgasmo, muchacha, es por ello que los hombres siempre están

deseosos de dar sus vidas por una mujer.

Ella ciertamente podía entenderlo ya que lo había sentido. Pero no estaba tan

segura de que valía la pena dar su vida por ello.

—¿Ya tu……?

El sonrió.

—No, amor. Aún me falta estar dentro de ti.

Mordiendo sus labios, lo vio desatar sus calzones. Cuando él se los bajó para

liberar su pene, no pudo dejar de mirarlo en ese lugar fijamente. El era enorme y eso

la asustaba. Seguramente su cuerpo no podía darle cabida.

Con ojos ardientes, el tomó su mano y la colocó sobre su pene. Su suavidad la

asombró. El era tan duro, se sentía como si acariciara terciopelo.

Pero fue el placer que vio en su cara lo que llevó a sus miedos lejos de ella.

Lochlan jamás le haría daño. Ella lo sabía.

Le subió la falda hasta la cintura y se colocó entre sus piernas abiertas. La punta de

su miembro hizo presión contra ella. Él bajó su cabeza para agarrar sus labios en un

beso sonoro antes de penetrarla profundamente.

Cat soltó un fuerte gemido, cuando un dolor ardiente la asaltó.

—¡Ouch!

Él tomó su rostro entre sus manos y la miró directamente a los ojos.

—No te heriré por mucho tiempo, lo prometo.

Ella encontró esas palabras un poco difíciles de creer.

—Eso es fácil decirlo, tú no eres el que está sufriendo.

—Créeme, muchacha, yo estoy muy adolorido en este momento también. Está

matándome el no poder penetrarte fuertemente, pero me detengo porque no quiero

lastimarte ya que aún no estás lista para recibirme totalmente.

Y al decir esas palabras, empezó a mordisquearle sus labios con ternura. Cat cerró

sus ojos. Amaba sus besos. Eran muy tiernos, dulces y encendían un fuego dentro de

ella. Pero el resto…

Esos pensamientos murieron, cuando él gimió en su oreja, lo que hizo que el

cuerpo entero de Cat entrara de nuevo en calor. Después de eso, olvidó por completo

el dolor y se concentró solo en escuchar sus respiraciones combinadas.

Lochlan apretó los dientes cuando finalmente sintió que ella se relajaba. Odió el

dolor que le causó al penetrarla por primera vez. Lo que él había hecho era muy

egoísta, pero ya no podía detenerse. Ella era la única cosa que de verdad deseaba con

locura.

Toda su vida había vivido solo para el beneficio de otras personas, nunca le había

pedido nada a nadie. Jamás había tomado algo para él mismo.

Pero por todo lo que era sagrado, él la iba a hacer suya esa noche. Ella era todo lo

que necesitaba. Lo que él ansiaba profundamente, y ya no quería reprimir lo que

sentía cada vez que ella estaba cerca.

Incapaz de resistirse un minuto más, se movió despacio dentro de ella. Sabía que

quizá ella aún no estaba lista, pero estaba equivocado.

Al contrario de lo que supuso, ella levantó sus piernas, y pudo enterrarse hasta el

fondo de su ser. Se estremecía de placer al percibir el calor de su cuerpo acogiéndolo

dulcemente, cuando la penetraba una y otra vez.

Cat gimió cuando Lochlan alzó sus brazos para mirarla a los ojos, mientras se

deslizaba profundamente dentro de su cuerpo. Su mirada llena de placer la hizo

sentir feliz. Tomó la cara de él entre sus manos.

Él inclinó su cabeza para besarla en la parte interna de su muñeca mientras

aceleraba cada vez más sus empujes. Ya no había lugar para el dolor. Todo lo que ella

sentía era el grosor de su verga presionando dentro de su cuerpo, deseaba que él no

terminara nunca de amarla. Mordiéndose los labios, levantó sus caderas para ir al

encuentro de sus embates.

Él dejó escapar un grito apagado, antes de dejarse caer encima de ella para

acunarla contra su cuerpo. Y cuando por fin se corrió, gritó su nombre.

Cat lo abrazó fuertemente cuando sintió a su corazón martilleando contra sus

pechos.

—¿Estás bien?

Él sonrío suavemente.

—Te iba a preguntar lo mismo, muchacha.

—Si, pero nunca te había visto tan relajado. Eso es algo que me asusta.

Él besó su mejilla antes de rodar de costado y colocarla sobre su pecho.

—Eres un tesoro, Catarina. Olvida todo lo que te dije sobre contenerte. Te prefiero

en tu forma salvaje.

Ella le frunció el ceño.

—¿Te has golpeado la cabeza?

Él retiró su cabello negro de su rostro.

—No, pero creo que mis ojos se han abierto y por primera vez veo las cosas un

poco más claramente.

—¿Qué cosas?

—A ti. Pensé que ellos iban a matarte.

Era tan extraña la forma en la que ella pasó de un terror total a la paz que sentía en

esos momentos.

—Yo también pensé que moriría. Pero sabía que me encontrarías.

—¿Estas segura de eso ahora?

—Sí.

Sus pálidos ojos la fastidiaron.

—¿Y no tenías ninguna duda?

Ella arrugó su nariz jocosamente.

—Quizá lo dudaba un poco.

—¿Solo un poco?

Cat asintió.

—Estaba acercándome al vacío rápidamente, pero cuando estuve a punto de rodar

hacia el precipicio tú viniste a salvarme. De nuevo, muchas gracias, Lochlan.

Él mordisqueó su barbilla.

—No tienes nada que agradecerme. Especialmente después del regalo que me has

dado esta noche.

—No estoy segura cual de nosotros recibió el mejor regalo —susurro recostándose

sobre su pecho—. No quiero levantarme nunca de aquí.

—Yo tampoco, pero desafortunadamente debemos hacerlo. Una vez que Stryder

regrese de poner en custodia a los MacKaids, Reginald sabrá que yo escapé contigo.

Y no le tomará mucho tiempo deducir hacia donde nos hemos dirigido. Necesitamos

evadir a sus hombres en el puerto y debemos marcharnos antes de que nos detengan

nuevamente.

Cat apretó los dientes por la frustración.

—¿No podemos tener un momento para nosotros?

Él jugó con su cabello entre sus dedos.

—Tú eres una princesa que escapa de su padre. Desafortunadamente, muchacha,

jamás se te permitirá descansar.

Eso era cierto. Pero eso no significaba que a ella tenga que gustarle la situación.

—Muy bien —se levantó suspirando y comenzó a arreglarse su ropa.

Lochlan la observaba mientras se ponía otra vez su vestido. Odiaba que no

pudieran pasarse la noche completamente desnudos. Ella merecía más que un rápido

revolcón para su primera vez.

Cuando se estaba poniendo los pantalones, un miedo profundo lo atravesó.

—Si por hacer esto has concebido a un bebe……

Ella colocó la mano sobre sus labios para silenciar sus palabras.

—Lo sé, Lochlan. Pero no contamines este momento con el miedo. Si eso sucede, lo

arreglaremos juntos. Hay peores cosas en la vida que nacer bastardo.

Y ella lo sabía, ya que había vivido su vida de esa manera. Aun así, su fuerza lo

asombró. No había muchas mujeres que pensaran de esa forma.

—Te mantendré segura, Catarina. Siempre.

—Lo sé y yo debo procurar cuidarme a mi misma de todo daño, para no causarte a

ti más dolor.

Sonriendo, la aplastó contra su cuerpo para poder besarla. Mantuvo sus labios

entre su lengua y sus dientes antes de apartarse.

Cat tembló cuando descubrió una dura verdad sobre su relación.

Lo amaba.

Una parte de ella quería gritarlo, pero la otra parte tenía miedo de lo que él

pudiera decirle. Sin mencionar el hecho de que ellos no tenían ninguna esperanza de

mantener una relación. Ella no podía casarse sin la aprobación de su padre y el nunca

permitiría la alianza entre ella y un simple Laird escocés.

Mataría a Lochlan en un instante y Dios era el único que sabía lo que él le haría a

la gente de Lochlan y a su familia.

No. Esta noche era todo lo que ellos tenían y debería contentarse con eso.

Con su corazón fortalecido, lo miro colocarse su túnica sobre la cabeza para

después anudarla. Cuando ella empezó a montar su caballo, Lochlan la detuvo.

—Monta conmigo y podrás dormir mientras viajamos.

Y él podría abrazarla. Ese solo pensamiento la hizo asentir y acercarse a él. La

subió a su caballo, antes de atar las riendas de su yegua en su silla de montar.

Cat soltó una respiración insegura cuando el monto detrás. Sus brazos rodearon su

cuerpo. Sonriendo, se apoyó contra su pecho para poder mirarlo fijamente.

Por primera vez sus rasgos duros estaban relajados y eso la hacía sonreír mucho

más. No había nada más increíble que sentirlo pegado a ella. Impulsivamente, alzó

su cabeza y le pellizcó la barbilla.

Él resopló ante sus acciones.

—Si sigues haciendo eso, muchacha, nunca llegaremos al puerto antes de que los

hombres de Reginald nos alcancen.

Sonriendo, ella envolvió su brazo alrededor de su cuello.

—Eso podría valer la pena.

Sus ojos la incendiaron.

—Creo que por ti soportaría más de una paliza o dos.

Su corazón ardió, Cat cerró sus ojos y disfrutó de la sensación de estar entre sus

brazos. Toda su vida se había preguntado que se sentiría el estar con un hombre de

esa forma. Ahora lo sabía. Y era aterrador y maravilloso.

Si solo pudieran quedarse siempre así. Quería pedirle que escapara con ella, pero

ya conocía la respuesta.

Él tenía un clan y una familia. Gente que confiaba en él. Nunca los abandonaría

por nada. Ni siquiera por ella.

Pero aquí en mitad de la noche, ella dejó a su imaginación volar, podía verlos

siempre juntos en su mente. Veía a sus hijos jugando mientras los observaban felices.

Lochlan apoyó su mejilla en la cima de su cabeza cuando Cat respiró suavemente

contra su pecho. Como deseaba que pudieran estar juntos. Si Catarina no fuera una

princesa a quien su padre usara para obtener ventajas políticas. Y aunque su clan era

grande y poderoso jamás podrían mantener ningún tipo de contienda con el Rey de

Francia. Demasiada tierra los separaba.

Y él era el único de sus hermanos que no podía abandonar las tierras del clan

MacAllister para venirse a vivir a Francia. Su gente y su familia dependían de él. Sin

duda entrarían en una crisis enorme para que él regresara.

Pero allí, por un momento podía pretender que él solo era un hombre y que

Catarina solo una mujer. Y que los dos podían tener un futuro juntos. Esa noche no

había nadie más sobre la tierra, solo ellos dos.

Ella le pertenecía y él le pertenecía a ella.

Le inspiraba un gran temor el día de mañana. Pero lo que más temía era el día en

que tendría que verla partir lejos de su vida.

Que Dios lo ayudara. Porque sabía la verdad. El se arrastraría sobre sus rodillas

para suplicarle que se quedara.

Aterrorizado con ese conocimiento, ahuecó su cabeza en su mano y le dio un

tierno beso en su cabello. Sintió a sus labios curvarse en una sonrisa cuando ella se

relajó un poco más.

Después de un rato, se quedó profundamente dormida. Extrañamente, sintió como

si la conociera de toda la vida. Era difícil creer lo mucho que ella había llegado a

significar para él en tan poco tiempo.

No había ninguna duda de lo que él sentía en su corazón. Ella lo había tocado en

una forma que nadie nunca había podido. Jamás sería el mismo hombre de nuevo.

Por eso él podría casi odiarla. Pero no había ningún odio dentro de su corazón

ahora. Solo una profunda paz. No entendía como ella podía excitarlo y calmarlo

simultáneamente.

Haciendo su mejor esfuerzo para no pensar en lo que eso significaba, guió a su

caballo en la oscuridad en las siguientes horas.

El alba estaba próxima a alumbrar el cielo cuando llegaron a Honfleur. Se

sorprendió de la poca gente había, parecía……como si la mayoría de ellos regresaran

a sus casas después de una noche de juergas. Aunque para ser justos, había unos

pocos tenderos haciendo su trabajo. Uno de ellos le dio un amistoso saludo cuando

paso frente al área de su tienda.

Con ojos cansados, Lochlan se forzó a sí mismo a no dormirse. Debían buscar un

lugar a los alrededores donde pudieran descansar un poco.

Ese era el pensamiento principal de su mente cuando bajaba por una pequeña

calle lateral que guiaba hacia el muelle. Cuando se acercaron a un barco

particularmente grande, pensó que simplemente había atracado hacia poco en el

puerto. La tripulación gritaba mientras soltaban las anclas y aseguraban la nave.

No pensó en nada raro hasta que vio los colores que decoraban el barco.

Su corazón se detuvo cuando los reconoció.

Ese era el estandarte personal de Felipe Capeto, Rey de Francia, Padre de Catarina.

Y dicho hombre estaba observándolos directamente.

CCaappííttuulloo 1144

El movimiento más sensato que podría hacer, era espolear al caballo y correr tan

rápidamente como le fuera posible, para alejarse del hombre que exigiría su cabeza si

reconociera a Catarina. Pero Lochlan no fue capaz de hacerlo, en primer lugar, no

estaba seguro de que el rey pudiera reconocer a la mujer que llevaba en sus brazos

mientras estuviera dormida con la cara enterrada en su pecho.

Y si Lochlan se pusiera a correr, podría definitivamente alertarlos de que tenía

miedo de ser visto. Sin ninguna duda ellos querrían saber por qué y así podrían

descubrir a Catarina.

Eso sería ciertamente su muerte.

Por consiguiente, el curso más seguro de acción era continuar su jornada lenta

hacia la posada que quedaba al final de la calle y orar para que ese también no fuera

el destino del rey. Si lo era su vida iba a ser más miserable, ya que no podría

descansar.

Actúa despreocupado. Actúa indiferente. Por la gracia de Dios, no te pongas

nervioso.

Bien, eso lo ayudaría si no pudiera sentir a cada hombre sobre el barco mirándolo

con malicia.

Ellos no lo hacen. Permanece concentrado.

Eso era algo muy duro de hacer ya que el resultado de esto podía muy bien ser

una muerte dolorosa. Con su corazón latiéndole fuertemente, Lochlan inclinó su

cabeza hacia un marinero que estaba amarrando el barco. Él mantuvo su mirada

recta, mientras apartaba su mirada del rey quien estaba hablando con un hombre que

se encontraba a su lado.

—¡Deténgase!

Lochlan tuvo que obligarse a detener su caballo. Miró abajo hacia la cara de

Catarina y se aseguró que se mantuviera cubierta con la manga de su túnica antes de

darse la vuelta en la silla de montar para ver a uno de los hombres del rey que se le

acercaba.

—¿Sí?

—¿Usted es de este pueblo?

Lochlan dudó cuando se pregunto de por qué el hombre le estaría preguntando

eso.

—Me temo que no.

El noble maldijo.

—¿Será que usted sabe donde podemos encontrar a Lord Mortimer?

Agradecido que no estuviera buscando a un Lord Lochlan o a un ejecutor de la

justicia, agitó su cabeza.

—No, milord. No tengo idea.

La mirada del hombre se dejó caer abajo hacia Catarina antes de disculparse.

—Perdóneme. No sabía que usted llevaba a su esposa consigo.

Lochlan sonrió para disimular su alivio de que el caballero no pudiera ver más allá

de su túnica.

—No tiene nada de que preocuparse. Ella duerme muy serenamente.

Y le agradecía al Señor y a todos sus santos por eso. Si no fuera así, se despertaría

y los expondría a ambos al lazo del ejecutor de la justicia.

El noble inclinó su cabeza.

—Que tenga una buena mañana, milord.

—Lo mismo le deseo a usted.

Lochlan le dio un toque a su caballo para que avanzara, sentía su estómago tan

duro como un diamante. Con cada paso que daba le preocupaba escuchar otro

clamor del rey o de sus hombres.

No fue hasta que llegó a la posada que pudo respirar nuevamente. Aquí deberían

estar seguros. Miró atrás hacia el barco y los vio descargar los caballos.

Susurrando una plegaria de gratitud, abrazó a Catarina muy fuerte contra él y

desmontó del caballo. La mantuvo cuidadosamente protegida mientras tocaba la

puerta para que el hostelero los admitiera en su posada.

Un hombre viejo, pequeño y fibroso les abrió la puerta y lo miró.

—¿Sí?

—¿Tiene alguna habitación disponible, buen señor?

Rascando su mejilla, asintió y abrió la puerta.

—Hay un cuarto disponible para usted, milord. ¿Necesita ayuda con sus caballos?

—Sí, por favor.

—Cuidaré de ellos en cuanto usted y su señora estén instalados.

Lochlan entró y notó que el lugar era pequeño, pero limpio y bien cuidado.

—Muchas gracias.

El hombre inclinó su cabeza antes de cerrar la puerta y llevó Lochlan a un cuarto

en el primer piso, a mitad de camino de un vestíbulo largo y estrecho.

La posada estaba completamente silenciosa lo cual era bueno. Sólo el posadero los

había visto, y nadie podría mencionar su apariencia a uno de los hombres del rey si

la situación lo ameritaba. Y si pocos sabían de la presencia de Catarina, era incluso

mucho mejor.

—Mi nombre es Reynard —abrió la puerta del cuarto y se colocó detrás de

Lochlan para que pudiera poner a Catarina sobre la cama—. Si necesita algo, no dude

en preguntar. Estaré atendiendo la puerta hasta que mi hermano, Rolfe, se despierte.

Él estará feliz de ayudarlo, milord. Regresaré para llevar a los caballos al establo. Hay

mucha avena para ellos y bastante agua fresca.

—Gracias, Reynard. —Lochlan le dio una moneda y se encargó de darle una

buena propina.

Su cara se alumbró al instante.

—Es un placer servirlo, milord. Recuérdelo si usted necesita algo…cualquier cosa.

No fue hasta que Reynard se marchó que Lochlan comprendió que el posadero no

le había pedido su nombre. Tal vez como estaban cerca de los muelles, se

acostumbraba que los hombres usaran un alias todo el tiempo. Era mucho mejor para

él no saber la identidad de quién se alojaba allí.

Agradecido por eso, Lochlan se quitó la espada y la colocó en una mesa cerca de la

cama. No fue hasta que intentara quitarse las botas que se percato de que las había

tenido todo el tiempo puestas mientras le había hecho el amor a Catarina.

Se sentía terrible. Se habían apresurado increíblemente, y ella ni siquiera se había

quejado. Cat merecía algo mejor de lo que él le había dado.

Halando sus botas, las tiró al suelo antes de darse la vuelta para quitarle a ella los

zapatos pequeños y delicados. La vista del cardenal que le había dejado la soga

alrededor de sus tobillos lo encolerizó mucho más. Él debió haber matado a Graham

por todo lo que le había hecho. Bastardo.

Pero por lo menos ella estaba segura y él no tenía ninguna intención de apartarla

de su vista.

Hasta que ella lo exigiera. Lochlan maldijo ese presentimiento. Le había prometido

liberarla en cuanto encontraran a su tío. Y él cumpliría su promesa aunque eso lo

matara.

Tú has sufrido cosas peores.

El se encogió cuando vio la imagen de su padre acostado con Maire en su mente.

El bastardo ni siquiera había tenido la decencia de disculparse por eso. Ella solo

fue para él otra de sus prostitutas. “¿Qué importa que yo me hubiese metido dentro de

ella? Si no lo hubiese hecho yo, podría haber sido cualquiera de tus hermanos”.

Pero Catarina nunca haría algo así. Ella no se arrastraría a la cama de otro hombre.

Agradecido por ese hecho, la recogió entre sus brazos y la sostuvo pegada a él

cuando su agotamiento le dio alcance.

Cat suspiró cuando se despertó y tuvo la sensación de un cuerpo caluroso

apretado contra ella. Incluso sin verlo, sabía a quien pertenecían esos brazos

acerados. Sonrió cuando comprendió que Lochlan debió de haber encontrado un

lugar seguro y cómodo para dormir.

Abriendo sus ojos, vio una pequeña parte de la ventana. El sonido del mar y de la

gente conversando y moviéndose invadió sus oídos. Ellos debieron de haber llegado

al pueblo y Lochlan a su vez la había traído dentro de alguna posada y la había

metido dentro de la cama sin despertarla.

Él era siempre tan atento.

—Le pido al cielo que ella escape antes de que nosotros lleguemos allí.

Cat se heló al escuchar las palabras rumanas. Más que eso, ella sabía de quien era

la voz del que hablaba.

¡Viktor!

Su corazón estaba desbocado por la excitación, se salió de la cama para ponerse

cerca de la ventana. ¿Ser{ que había escuchado mal? Era posible que……

—Sí, sería una pena para ella estar allí cuando nosotros lleguemos.

¡Y Bavel, también! Las lágrimas inundaron sus ojos cuando oyó sus voces.

Cuidadosamente, abrió la ventana para asegurarse que nadie más estuviera con ellos.

Una vez que estuvo plenamente segura, soltó un silbido bajo.

Viktor fue el primero en girarse a su dirección. Alto y oscuro, él era tan guapo

como cualquier hombre debiera ser. Y en el momento en que su mirada negra se

enfocó en ella, su cara se iluminó. Él golpeó a Bavel en el pecho antes de apresurarse

hacia su ventana.

—Alocada Catarina, gracias al Señor que estás bien.

Ella sacó su mano fuera de la ventana para poder tocarlo. Era tan bueno sentir su

presencia de nuevo.

—Oh Viktor, Bavel, los he extrañado más de lo que puedo decir con palabras. No

puedo creer que estén aquí.

Bavel la empujo de nuevo adentro y cerró la ventana suavemente.

—Nosotros no estamos solos, gatita. Tu padre esta aquí.

Su alegría se detuvo al instante.

—¿Qué?

Bavel lucía nervioso antes de responderle.

—Él sabía que tu estarías buscándonos, y nos puso en su custodia. Espera que tu

puedas encontrarnos para poder atraparte de nuevo. En cualquier momento alguno

de sus hombres vendrá a buscarnos. Nos mantendremos alejados de ellos.

—¡Ese hombre es una plaga! —gruñó ella.

Ignorando su arranque de rabia, Viktor se acercó un poco más.

—Nosotros escuchamos que estabas en Rouen y por eso nos dirigimos hacia allá.

—Estuve hasta anoche allí —dijo mirando sobre su hombro hacia donde Lochlan

continuaba dormido—. Actualmente estoy muy segura. Estoy viajando con Lochlan

MacAllister.

Viktor se sorprendió.

—¿Te refieres a ese Escocés creído e inflexible?

Ella se ruborizó ante la indignada pregunta de Bavel.

Viktor se mofó.

—Agradécele a Dios por eso. Por lo menos sabemos que no la dañará ni la tocará.

Bavel asintió.

—Sí, eso es verdad. Él es mucho más confiable que algunos de sus hermanos.

—Escuchen —les dijo ella rápidamente cuando vio a algunos hombres que se

acercaban—. Voy a viajar con Lochlan a Inglaterra para que él se encuentre con su

hermano. ¿Podrán ustedes conseguir liberarse de los hombres de mi padre?

Bavel negó con su cabeza.

—Probablemente no, pero lo podríamos intentar.

Ella retrocedió y se puso aun más lejos para que nadie de afuera pudiera verla.

—Si no me encuentran allí, entonces nos encontraremos en Escocia. Estaré junto a

Lochlan hasta que ustedes vengan por mí.

Bavel se alejó y se dio la vuelta para simular que estaba hablando con Viktor.

—Te queremos, gatita. Que Dios te proteja.

Ella contuvo sus lágrimas al percibir su amor en el tono de su voz.

—Lo mismo te digo tío. Ahora váyanse antes de que todo esto se convierta en un

problema.

Ella cerró la ventana apenas antes de que dos guardias los encontraran.

—¿Qué están haciendo? —les preguntó el guardia con un tono feroz y enfadado.

—Estábamos un poco perdidos —dijo Bavel dijo amablemente—. Estos pueblos

franceses se ven todos iguales.

El guardia se mofó.

—¿Regresaremos a la posada del Marinero? —preguntó Viktor.

—Si, Hasta que el rey termine con su comida y este listo para partir.

Cat bendijo a su familia por ser tan inteligente al permitir que ella conociera sus

planes y el lugar donde se encontraba su padre. Ahora sería más fácil evitarlo hasta

que escaparan. Agradecida, regresó a la cama solo para encontrar a Lochlan dándole

una mirada furiosa.

—¿Qué?

—¿Entonces yo soy un creído y un inflexible, verdad? —preguntó en un tono

ofendido.

Ella se mofó de él.

—¿Preferirías que les dijera exactamente que tan poco creído eres y por qué es que

lo sé?

Él rodó sobre su cuerpo para darle la espalda.

—Pudiste haberme defendido un poco.

¿Hablaba en serio? Claro que lo hacía. No había ninguna forma de que fingiera tal

cantidad de petulancia.

Cat se mofó antes de ponerse a su lado bajo las sabanas, para dibujarle pequeños

círculos en la espalda.

—Pobre Lochlan. Todo el mundo insulta a mi bebé.

El no dijo nada.

Mordiendo su hombro, ella movió su mano alrededor de él para comprobar lo

realmente duro que estaba. Él atrapó su mano como para apartarla, pero antes de que

lo lograra, ella acarició la punta de su verga con sus uñas.

Él gimió profundamente antes de apretar su mano más cerca de su eje.

Ella lo empujo para ponerlo de espaldas.

—¿Te sientes mejor?

—No.

Cat continuó acariciándolo.

—¿Ni siquiera un poquito?

—Quizás. Si sigues haciéndome eso, muchacha, podría pasarla mucho mejor e ir

directo al éxtasis.

Ella sonrió antes de inclinar su cabeza y chuparle un pezón ligeramente.

Lochlan absorbió su respiración profundamente cuando logró desatarle su

vestido. Una parte de él argumentó que deberían estar buscando un barco para partir

hacia Inglaterra, pero la otra parte le decía que lo más correcto era quedarse donde

estaban. Mientras que su padre estuviera en el pueblo, él o uno de sus hombres

podrían encontrarlos. Además, tendrían que esperar que Stryder y su gente llegaran

al puerto.

¿Que mejor forma de esperar que haciendo esto?

Poniéndola de espaldas, le quitó rápidamente su vestido. Lochlan gruñó de

apreciación al ver la totalidad de su belleza por primera vez. Ninguna mujer había

sido en la vida más bonita. Mordisqueó juguetonamente su pecho antes de

desnudarse rápidamente. Cuando estuvo completamente desnudo, la apretó contra

él y saboreó la sensación de su piel acariciando su cuerpo.

En ese momento, deseó que el tiempo se detuviera. Que esto fuera toda su vida. Él

podría vivir y morirse alegremente si todo lo que debía hacer en el mundo era

despertarse en sus brazos e irse a dormir cada noche con la caricia de su mano sobre

su rostro.

Esto era perfecto.

Cat cerró sus ojos y respiró a Lochlan cuando ellos se besaron. Esto era lo más

cercano al cielo que ella podría estar sin tener que morir y no quería que eso

terminara.

Él rodó con ella y la puso sobre su pecho. Cat alzó su rostro y pudo mirar

fijamente sus ojos azules y juguetones. Él ahuecó su cara entre sus manos y le

acarició los labios con la punta de sus dedos pulgares. Dios, él era tan guapo y fuerte.

Le devolvió la sonrisa antes de tomar su mano derecha y atraer sus labios para

morderle la punta de sus dedos suavemente. Ella amó como sus manos se sentían

dentro de las suyas. Pero lo que más amaba era como ellas se sentían sobre su

cuerpo.

Lochlan estaba indeciso entre jugar un poco más ociosamente o estar dentro de

ella. No sabía que la hacía diferente a las demás mujeres, pero lo aliviaba a niveles

inimaginables. Encendía el fuego de su alma.

Su impaciencia ganó, la levantó y la deslizó sobre su miembro.

Ellos gimieron al mismo tiempo cuando tomó toda su verga hasta la empuñadura.

Él apretaba sus dientes cada vez que ella se movía insoportablemente lento. Sus

empujes eran dulces y vacilantes debido a su inexperiencia. Él la miraba mientras

movía su mano para tocarle el estómago. Aunque no tenía muy claros sus

pensamientos, imaginaba lo que sería verlo crecer con su hijo adentro. Estar a su lado

mientras traía un bebe a este mundo.

Ella podría ser una mama feroz, quien le daría a él hijos e hijas muy fuertes y

seguros de sí mismos.

Sonrió ante ese pensamiento.

Cat frunció el ceño ante la tierna expresión que vio en el rostro de Lochlan.

—¿En qué estás pensando?

—En ti mi amor. Solo en ti.

—¿Y eso te hace sonreír?

—Siempre.

Una gran emoción la consumió.

—No puedo creer que alguna vez pensé que eras un creído.

—Y yo no puedo creer que alguna vez pensé que tú eras un fastidio.

Ella se detuvo y le hizo muecas.

—Eres un monstruo horrible.

—Y tú eres la más hermosa de las flores, y yo soy tan afortunado de haberte por

encontrado.

Su cumplido la hizo sonrojar.

—Eres un sinvergüenza.

—Como tú digas.

Ella arqueó una ceja por la sorpresa.

—¿No vas a discutir conmigo?

—¿Mientras estoy dentro de ti? No. Honestamente, ni siquiera sé de que estamos

hablando. Y realmente no me importa. Mis pensamientos solo se consumen por lo

bien que te ves desnuda y lo mucho que me gusta estar en tu interior.

—Entonces no lamentarás el haberme prometido el liderazgo de tu clan —se burló

ella.

—Mmm. Cualquier cosa que te haga feliz.

Cat sonrió. Verdaderamente, lo que la hacía feliz era la sensación de estar entre sus

brazos. De tener su cuerpo duro contra el suyo. Amaba a este hombre y eso era lo

que realmente quería en su vida.

Si solo pudiera tenerlo.

Cerrando sus ojos, saboreó cada empuje suyo. Cada estocada que ella le devolvía a

él. Y cuando se corrió, el se le unió instantáneamente.

Caliente y sudorosa, se derrumbó contra él mientras la acunaba entre sus brazos y

la sostenía en su pecho como una carga valiosa.

Ninguno de ellos se movió en un largo tiempo. Y no fue hasta que el hambre los

superó que Lochlan se levantó, se vistió y fue en busca de comida mientras que Cat

se tomaba su tiempo para lavándose y vistiéndose.

Pasaron el resto del día escondidos, mientras esperaban noticias de los otros.

Cuando las horas pasaron sin ningún tipo de comunicación, Lochlan empezó a

preocuparse. Stryder ya había tenido tiempo más que suficiente para regresar a

Rouen y viajar a los muelles.

¿Dónde podría estar?

Al atardecer, dejó a Catarina escondida en la habitación y salió a buscarlos. El

barco del rey aún estaba atracado en el mismo lugar de la noche anterior. Solo que

ahora no se veía ninguna actividad excepto por dos solitarios guardias que lo

miraban desde arriba.

Ignorándolos, Lochlan continúo su camino, buscando en las calles alguna señal de

los otros. Había muchos marineros, algunas prostitutas buscando clientes y

comerciantes haciendo negocios y apresurándose.

Su peor temor era que Stryder y su grupo estuvieran ahora en custodia real por

ayudarlos a planear su escape. Eso podría tener sentido. Ellos lo habían ayudado a

rescatar a Catarina y Lochlan estaba seguro de que Graham podría relatarle los

hechos a Reginald y a sus hombres.

—Lochlan.

Él hizo una pausa ante el grito susurrado. Le tomó varios segundos localizar la

fuente de ese llamado.

Vestido todo de negro e incluso con una capucha para cubrir su cabeza, Kestrel

estaba de pie en la sombra de un edificio. Él les hizo señas para que se acercara.

En cuanto se le unió, Kestrel lo empujó dentro del callejón.

Lochlan apretó sus dientes cuando el enojo y el miedo lo asaltaron.

—¿Los otros han sido capturados?

—De alguna manera, se podría decir que sí.

Él frunció el ceño ante el tono singular de la voz de Kestrel.

—¿Qué quieres decir con eso?

—El rey nos descubrió cuando entramos en el pueblo y exigió que Stryder pasara

unos momentos con él. Esos pocos momentos se han convertido en todo el maldito

día.

Lochlan soltó un sonido de disgusto.

—¿Pero Stryder no está bajo arresto, verdad?

Él negó con su cabeza.

—Confía en mí. Nosotros amenazamos con todas las plagas del Apocalipsis a

Graham y a sus hermanos. Si ellos dicen una palabra en nuestra contra, pronto

estarán rogando para que les llegue la hora de sus muertes antes de que terminen de

pronunciar la primera sílaba.

Eso lo hizo sentir un poco mejor.

—¿Así que debemos esperar a Stryder?

—No. El rey puede que lo admire un poco más ya que él es un paladín del rey

inglés. Stryder dijo que continuáramos con el plan y que pronto nos alcanzaría.

Piensa que lo mejor es mantener al rey distraído mientras nosotros buscamos una

forma de escaparnos.

—¿Y si falla y es atrapado?

—No te preocupes. El no lo hará. Stryder es más inteligente que eso.

—¿Y qué hay sobre mi hermano? Stryder dijo que él…….

—De nuevo, no te preocupes —dijo Kestrel interrumpiéndolo—. El escocés me

conoce y creo que nos permitirá entrar incluso sin Stryder. —Él indicó un barco

pequeño que estaba siendo cargado—. Ellos salen dentro de una hora. Ya he puesto

en orden los pasajes para nosotros. Busca a Catarina y mantenla escondida debajo del

muelle hasta que estés seguro.

—¿Qué hay sobre ti?

—Estaré allí, pero como el rey ya me ha visto con Stryder, no quiero atraer su

atención a ti.

El hombre era sumamente paranoico. Sin embargo, dada la situación y las

repercusiones que podrían caer sobre todas sus cabezas, probablemente era algo

bueno.

Lochlan asintió.

—Te veré a bordo.

Kestrel se deslizó en las sombras y realmente parecía haber desaparecido. Lochlan

se persignó. Había veces en que ese hombre parecía poseer poderes demoníacos.

Sacando eso de su mente, regresó a la posada para buscar a Catarina.

La encontró esperándolo en la ventana, mientras comía un poco de pan. Ella

suspiró de alivio en el momento que lo vio.

—Ya estaba empezando a preocuparme.

—No hay nada de que preocuparse. Sólo tenemos a un rey que te quiere cautiva y

a mí muerto…uno que est{ descansando al final de esta calle, hablando con Stryder y

Simón. ¿Cómo eso podría causarle a cualquiera alguna preocupación?

—Ya veo tu punto —le dijo ella mientras fingía alivio—. Es algo absolutamente

tonto de mí parte.

Lochlan agitó su cabeza ante su réplica mordaz.

—Stryder se pondrá al día con nosotros. Tenemos un barco que nos espera para

llevarnos a Inglaterra. En cuanto tu estés……

Ella estuvo de pie inmediatamente.

—Soy la más interesada en poner tanta distancia como sea posible entre mi padre

y yo. Debemos correr hacia ese barco.

Su corazón se apretó por sus palabras. Cuan horrible era sentirse así sobre el

hombre que la había engendrado, pero él tampoco había sentido nada bueno sobre

su propio padre. Era una vergüenza que el mundo estuviera lleno de tales personas.

Él recogió su capa y la envolvió alrededor de ella antes de levantarle la capucha

para ocultar su rostro. Cuando hizo eso fue golpeado por la ironía de una mujer que

siendo tan vivaz quería ser invisible. Ella merecía a un hombre que pudiera apreciar

sus cualidades únicas. Uno que no intentara ahogarla.

Cerrando sus ojos, le besó la cima de su cabeza. Ella tomó su mano en las suyas y

ese gesto pequeño lo puso de rodillas. Él apretó su mano antes de sacarla del cuarto.

Hizo una pausa en las escaleras para revisar el piso inferior antes de llevarla al

muelle. Ahora estaba más oscuro, a punto de avecinarse una tormenta. No veía

ninguna señal de Kestrel, mientras se dirigían hacia el barco que el había indicado.

Lochlan le permitió montar el puente para abordar primero. Examinó los muelles

una última vez antes de seguirla.

Un marinero pequeño y rechoncho se les acercó.

—¿Usted es el escocés?

—Sí.

—Su señoría me dijo que lo pusiera debajo —les mostró un cuarto incómodo que

tenía cuatro sillas y una mesa pequeña—. Quédense aquí y estaremos navegando

muy pronto.

—Muchas gracias.

El hombre asintió antes de dejarlos solos.

Cat suspiró lentamente cuando se bajó la capucha. Sabía que aún no estaba segura.

No se sentiría completamente aliviada hasta que Francia quedara fuera de su vista.

De repente, oyó el sonido de alguien correr afuera en el vestíbulo. Ellos se

dirigieron hacia su cuarto.

Lochlan sacó su espada de su vaina un momento antes de que la puerta fuera

abruptamente abierta.

Kestrel estaba allí, sus mejillas estaban rojas de tanto correr.

—El rey está viniendo hacia este barco. Deben esconderse los dos inmediatamente.

CCaappííttuulloo 1155

—¿Cómo es posible? —preguntó Lochlan.

Kestrel lo miró fijamente en tono de burla.

—No lo sé. O se esconden ahora o esperamos hasta que logremos explicarnos todo

mientras ambos son tomados en custodia. Usted elige.

Cat gruñó por el sarcasmo del hombre. En otro tiempo, podría haberle contestado.

Sin embargo, en este momento, no podía pensar en nada.

—¿Y donde vamos a escondernos?

Kestrel echó el cerrojo a la puerta que estaba detrás de él antes de señalar un

grupo de barriles que estaban contra la pared trasera.

Cat los miró escépticamente. Era una buena idea, a menos que tuvieran bastante

tiempo para vaciar los barriles, lo que dejaría una pista más que obvia del lugar en el

cual estaban escondidos, era algo inútil.

—Todos están llenos.

—¿De verdad? —Preguntó él, con su cara en una máscara de burla—. Yo no estaba

planeando meterlos en uno de ellos. Pónganse de pie encima de uno y suban hasta

allí. —Dijo apuntando al techo.

Ahora eso era aún más ridículo que esconderse en los barriles.

—Ellos nos encontrarán.

—Confía en mí. Nadie busca allí. Nadie. Como ese techo no es tan alto, nunca se

les ocurrirá buscarlos allí.

Lochlan parecía tan escéptico como ella.

—¿Estas dispuesto a apostar tu vida por ello?

—No —dijo Kestrel con una sonrisa—, pero estoy deseoso de apostar por la tuya.

Cat estaba segura que la expresión confundida que se veía en su rostro era la

misma que estaba en la cara de Lochlan.

Lochlan miró al techo, y entonces estrechó su mirada en Kestrel.

—Si ellos nos encuentran, vas a ser el primero al que mate.

—Por favor. Es mejor morir rápidamente en tu mano que ser torturado de nuevo.

Antes de que Cat pudiera preguntar que significaba esa frase, Kestrel les hizo

subir con los barriles al techo. Había un anaquel pequeño que apenas la acomodó. El

pobre Lochlan se mantenía equilibrado con la fuerza de sus brazos y sus piernas. Ella

ni siquiera estaba segura de cómo lo lograba. Sin ninguna duda era algo doloroso.

Pero él no dijo ni una palabra de queja.

Satisfecho con sus ubicaciones, Kestrel tiró de la red mientras la envolvía

alrededor de sus cuerpos antes de asentir. Caminó hacia abajo y se asomó para

mirarlos.

—Si no hacen ruido, nunca los descubrirán.

Y antes de que ella pudiera pestañear, ya estaba saliendo por la puerta.

Sin estar completamente segura de ese plan, miró a Lochlan.

—¿Esto no es muy cómodo, verdad? —dijo intentando hablar suavemente.

—Pienso que esto me recuerda a los mejores momentos que he pasado.

Ella sonrió ante su humor inesperado dado el peligro en que se encontraban.

Por lo menos hasta que oyó voces afuera. Pero no fue hasta que escuchó la de su

padre que empezó a aterrarse. Éste era un lugar muy tonto para esconderse. Ellos

estaban prácticamente a la vista de cualquiera.

Y cuando ella estaba a punto de resignarse y correr, Lochlan tomó su mano en la

suya. Sus ojos azules acerados le inyectaron valor inmediatamente.

—Confía en Kestrel, muchacha.

No estaba segura de por qué Lochlan confiaba en él, pero cuando las voces

estuvieron más cerca, comprendió que no tenía ninguna opción excepto esperar a

que todo pasara.

Oyó a su padre gruñir.

—Juro que esa muchacha es medio bruja como su madre. Nunca he visto a nadie

desaparecer en el aire sin dejar rastro.

—Bien, señor, el informador juró que ella estaba dirigiéndose esta noche a un

barco que viaja hacia Inglaterra. Y éste es probablemente el barco que va a tomar.

—¿Estás seguro que podemos confiar en tu informador?

—Sí, señor. Él les oyó planear su escape.

—¿Y quién más estaba metido en este plan de escape?

—Lord Stryder de Blackmoor y Simón de Anwyk.

Su padre maldijo.

—Dos hombres a los cuales yo no puedo tocar o intimidar y ambos estaban

sentados frente de mí, mirándome a los ojos, ocultándome todo esto. Condenadlos al

infierno.

La puerta se sacudió en sus bisagras.

Cat contuvo la respiración cuando se abrió y un grupo de cuatro guardias entro a

investigar. Ella apretó fuertemente la mano de Lochlan. Esto era todo, estaba segura

de eso. En cualquier momento mirarían hacia arriba y los encontrarían.

Cerrando sus ojos, oró furiosamente.

Debajo de ella, los guardias volcaron los barriles, tiraron las canastas al lado, y los

buscaron por todas partes.

Excepto arriba.

No podría creerlo cuando ellos terminaron su búsqueda, y salieron en fila uno por

uno del cuarto.

—Aquí no hay nadie, Su Majestad.

Su padre maldijo en el vestíbulo antes de ir al próximo cuarto.

Cat soltó una risa nerviosa.

Lochlan le hizo señas para que continuara en silencio.

—Aún no estamos libres de esto hasta que se hayan ido y estemos navegado hacia

Inglaterra —le susurró él.

Ella asintió. Él tenía razón, pero todavía sentía la necesidad de gritar por alivio

que el truco de Kestrel le había proporcionado. Oh, si el estuviera aquí, lo besaría por

eso.

Continuaron en sus posiciones incómodas hasta que sus piernas se durmieron.

Paso un rato desde que ella había oído la voz de su padre por último vez. Aun así, no

querían arriesgarse a que los descubrieran cuando estaban a punto de marcharse.

De repente, pudo sentir que el barco partía lejos del muelle antes que la puerta se

abriera de nuevo.

Y ese no era Kestrel.

Su corazón se detuvo ante la visión de un extraño en el cuarto. Él parecía ser un

marinero muy viejo que caminaba con una cojera pronunciada. Cojeó a su manera

hacia ellos antes de que levantara algunos de los barriles. Entonces, los miró y sonrió

abiertamente.

—¿La próxima vez que les diga algo, ustedes me escucharan sin rechistar, verdad?

Ella estaba espantada por su fingimiento.

—¿Kestrel?

Pestañeó hacia ella antes de que se pusiera de pie en el barril para liberarla.

—Ahora ya sabes de donde proviene mi nombre. Me escondo en los árboles como

un pájaro hasta estar seguro de tomar vuelo.

Ella sonrió.

—Y estamos muy agradecidos por eso. Muchas gracias.

—Cuando quiera, milady —la ayudó a bajar antes de girarse para cortar la red de

Lochlan.

—¿El rey se ha ido? —preguntó él cuando bajó al suelo.

Kestrel asintió.

—Ellos no estaban muy contentos. Tengo lástima del informador que tenían. Estoy

seguro que el hombre pagará bien por tener esa lengua suelta. Si no fuera por el

hecho de que hubiera podido acabar con nuestras vidas —se indicó así mismo y a

Lochlan—. Y que casi nos atrapan, sentiría compasión por él. Como sea, espero que

ellos le corten la lengua y cuelgan al bastardo.

Cat deseó ser más caritativa, pero honestamente, no podía estar más de acuerdo.

Quienquiera que fuera, ellos nunca le habían hecho nada como para recibir de él tal

hostilidad. Qué esa persona intentara estropear sus vidas por algo como el más puro

servilismo no tenía ningún sentido en absoluto para ella. Su madre siempre le había

dicho que tal alevosía solo le causaría daño a su portador. Y tenía razón.

Así como Kestrel, ella esperaba que colgaran al hombre.

Lochlan enderezó la red antes de dirigirse a Kestrel.

—¿Stryder y Simón lo lograron?

—¿Navegar? No. Pero no estarán lejos de nosotros y Bracken y su familia están al

cuidado de la esposa de Simón. Todos deben estar bien.

Ella soltó un suspiro de alivio.

—Muy bien, nunca querría que alguien fuera herido por mi culpa.

Kestrel resopló.

—Y yo estoy totalmente de acuerdo. Nunca querría ser herido por su culpa.

Cat sonrió. Kestrel tenía un sentido infeccioso del humor.

—A propósito, su tío me rogó que le entregara esta nota.

Él sacó un pedazo pequeño de pergamino doblado de su bolsillo y se lo entrego.

Cat lo desplegó para leer lo que Bavel le había escrito.

Me alegro tanto que nosotros hubiéramos tenido la oportunidad de verte, gatita. No tienes

ni idea de cuánto hemos extrañado tu presencia. Viktor no puede cocinar en absoluto. ¿Por

qué piensa que bien cocido significa carbonizado? ¿O que el expandir la suciedad es lo mismo

que limpiar?

Ella se rió de esa verdad que conocía muy bien.

Pero seriamente, debo decirte unas palabras, gatita. Tu padre te ama, pero no lo sabe. Él

tiene un ideal de ti y aunque para mi eres ideal, tu no eres la mujer en la que él piensa.

Quédate oculta por nosotros. Yo no podría cargar con el pensamiento de verte entrampada con

estas personas. Nunca sobrevivirías. Quédate bien escondida y nosotros te encontraremos

pronto.

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Y a ella no le extrañó el hecho que

él hubiera tenido cuidado de no mencionar el lugar al cual ella y Lochlan se dirigían

o que Lochlan estuviera con ella. Bavel era muy inteligente.

—¿Todo está bien? —le preguntó Lochlan en un tono preocupado.

—Sí. Lo que pasa es que los extraño terriblemente.

Lochlan le dio una sonrisa tierna antes de mirar a Kestrel.

—¿Cuánto falta para llegar a Inglaterra?

—Estaremos en Portsmouth en un par de horas. Y tardaremos de dos a tres horas

más en llegar a la casa del escocés. Podríamos estar allí a la medianoche.

Cat estaba feliz por Lochlan. Pero cuando se encontró con su mirada, vio su

reserva. Ellos podían haber viajado todo ese tiempo, para averiguar quizá una

verdad que él no quería oír.

—¿No sería mejor que esperáramos hasta el día de mañana? —preguntó ella a

Kestrel—. Odiaría irrumpir en su casa en mitad de la noche.

Kestrel negó con su cabeza.

—Muchos hombres de la Hermandad son nocturnos. Prefieren dormir de día y

quedarse despiertos toda la noche.

Eso no tenía sentido.

—¿Por qué?

Lochlan respiró largamente antes de contestarle.

—Porque la gente…y los malos pensamientos atacan m{s por la noche. Cuando

alguien es muy vulnerable.

Kestrel asintió.

Lochlan se encontró con su mirada y le hizo una inclinación sutil de cabeza para

darle a entender que él sabía por qué el hombre dormía con una vela encendida cerca

y una daga en su mano. Había estado allí muchas más veces que las que quería

recordar.

Catarina parecía entender eso también.

—¿Será que ya podemos ir a la parte alta? —preguntó ella.

Kestrel negó con su cabeza.

—Llámame inquieto y angustiado, pero yo pienso que lo mejor es que esperemos

aquí. Una vez el barco se detenga, iré a buscar los caballos y regresaré por ustedes.

Pienso que si pocas personas logran vernos, es mucho mejor.

—Odio eso —estuvo de acuerdo—. Pero lo entiendo.

Así que los tres se acomodaron para afrontar el viaje. Kestrel se ubicó encima de

un barril para poder ver hacia fuera desde una abertura que estaba al lado del barco

y ella se apoyó al lado de Lochlan, mientras estaban sentados en el suelo.

Había algo increiblemente calmante sobre el hecho de estar tan cerca suyo

mientras navegaban. Nunca en su vida se había sentido tan segura. Su presencia la

aliviaba aunque su vida había sido distinta y además estaba escapando de un destino

que a ella le gustaría que no pudiera atraparla pronto.

Asombrada por la paz que sentía, tomó su mano en la suya.

—¿Tienes alguna idea de lo que le dirás a tu hermano?

—Sí. Hola parece ser un buen comienzo.

Ella se rió.

—Hablo en serio, Lochlan.

—Igual que yo. —Sus ojos centellearon antes de ponerse mortalmente serios—.

Todo depende de si él es Kieran o algún otro. Me temo que si es Kieran yo le

estrangularé la vida antes de que podamos hablar sobre todo el daño que le ha hecho

a nuestra familia.

Ella se mofó y de su amenaza infundada.

—Yo sé que harías algo mejor que eso. Probablemente lo abrazarás y le darás la

bienvenida nuevamente.

—Sí, pero el impulso de estrangularlo será incontenible.

—Pero te detendrás.

Él tomó su mano para jugar ociosamente con sus dedos. La sensación de su toque

sobre su piel, le hizo sentir escalofríos que se extendieron a lo largo de su cuerpo.

—Tienes mucha fe en mí, muchacha.

Ella arrugó la nariz antes de responderle.

—Lo hago y reconozco, cuan creído eres.

Lochlan negó con su cabeza hacia ella y sus ganas de fastidiarlo. Cualquiera

hubiera dicho que el estaba ofendido. Pero viniendo de ella, esos insultos parecían

más una broma.

Había algo mal con él.

Y entonces sus pensamientos regresaron a Kieran. Su estómago se contrajo

firmemente ante la reserva y todavía la presencia de ella lo reconfortaba. Mientras

ella estuviera con él, creía que todo podría estar bien. Era la única vez en su vida que

se había sentido de esa manera.

Catarina era un tesoro.

Él miró encima de su cabeza y vio a Kestrel.

—¿Podrías dejarnos un momento a solas?

Kestrel permaneció quieto un segundo. Era como que si se tomara un momento

para comprender que alguien le había hablado.

—Sí.

Y antes de que Lochlan pudiera pestañear, ya estaba fuera del cuarto.

Lochlan se sorprendió por sus acciones.

—Ese hombre se mueve demasiado rápido.

Catarina asintió.

—Él a veces no es de este mundo.

Pero eso no era lo que Lochlan quería discutir. Tenía algo mucho más importante

que decirle. Tomando las manos de Catarina en las suyas, las sostuvo firmemente y

la miró a los ojos. La curiosidad en su oscura mirada lo emocionó y por un latido de

su corazón su coraje le flaqueó.

Sin embargo, el calor de sus manos se lo devolvió multiplicado por diez y eso le

permitió a su lengua funcionar de nuevo.

—Yo quiero estar contigo, Catarina.

Ella le frunció el entrecejo.

—Pero si ya estás conmigo.

—No… eso no es lo que quiero decir, muchacha. —Él tragó antes de obligarse a

decirle claramente lo que quería que ella entendiera—. Quiero que seas mi esposa.

Cat no podía respirar cuando escuchó las palabras que nunca había soñado que él

le diría. Una parte de ella no estaba segura de si estaba soñando o no.

¿Lochlan MacAllister quería casarse con ella?

Era inconcebible, pero era un sueño que se hacía realidad. Aunque entendió el

sacrificio que algo como eso requeriría. ¿Él lo había hecho?

—Lochlan…Yo… ¿Entiendes lo que me est{s pidiendo?

Su mirada la incendió con la pasión de su convicción.

—Más que cualquier cosa.

Ella todavía no estaba tan segura.

—¿Sabes lo que mi padre te hará si él sabe algo de esto?

—No me importa.

Sus ojos estaban empañados por las lágrimas.

—Y tu clan….

—Mi hermano puede hacerse cargo. Braden sería un… —Él dudó como si

estuviera revisando lo que estaba a punto de decir—. … un laird decente.

Ella se negaba a creer que él abandonaría a su gente realmente por ella.

—Mi padre nunca detendrá su caza por nosotros, Lochlan. Él me ha prometido a

otro y no le gusta perder.

Lochlan se mofó de sus miedos.

—Y a un escocés tampoco. Recuerda, que nosotros fuimos el único pueblo que

Roma no pudo domar. Ellos pusieron una muralla para protegerse de nosotros.

Ella rió del recordatorio de la Pared de Hadrian que se había construido por esa

misma razón.

—Si me aceptas Catarina, yo no puedo prometerte cuánto tiempo estaremos

juntos, pero si puedo asegurarte de que si es sólo esta hora o un millón de horas más,

te amaré en cada una de ellas.

Ella soltó un pequeño sollozo ante esas palabras que atravesaron su corazón.

Ningún hombre le había dicho cosas así alguna vez y nadie le había hablado con tal

sinceridad en la vida. Se aplastó contra él y lo sostuvo abrazado como si sus

emociones chocaran y la dejaran sin respiración. No podía hablar por las olas de

dolor que la asaltaron. Todo lo que podía hacer era percibir cuanto lo amaba. Como

deseaba pasar el resto de su vida con este hombre.

—¿Catarina?

Ella oyó la vacilación en su voz.

—Yo quiero estar contigo, Lochlan —susurró, con la voz rota—. Lo haría si eso no

significara perder tu vida. —Ella se apartó para mirarlo a los ojos—. Se que lo haría.

No soy lo suficiente generosa para estar satisfecha con una sola hora. Soy una mujer

ávida y quiero que estés siempre conmigo.

—Entonces huyamos.

Ella negó con su cabeza.

—Ambos sabemos que nunca harías eso, tú jamás escaparías. No eres un cobarde,

Lochlan MacAllister. Yo te he visto resistir los problemas y mantenerte orgulloso

cuando otro hombre habría rogado misericordia. Eres lo que eres y por eso te amo.

No quiero que te conviertas en alguien que no me agrade. Ninguno de nosotros

estaría contento con eso. —Cat le quiso decir que estaba muy feliz de que el estuviera

dispuesto a escapar con ella.

La verdad era muy distinta. No era suficiente. Ella quería estar con él y estaba

enfadada de que no pudieran estar juntos. No era justo o correcto.

Lochlan le dio un beso tierno en la cima de su cabeza y la sostuvo cerca de su

corazón. Cerrando sus ojos, esperó oír la voz de su padre riñéndole en su cabeza.

Pero había sólo silencio. Era tan extraño que sólo Catarina pudiera suprimir la

violencia e insultos de su pasado.

Ella era su paz.

Sonó un golpe leve antes de que Kestrel abriera la puerta y entrara en el cuarto.

—Estaban empezando a mirarme fijamente en el vestíbulo. Lo siento.

Catarina se apartó cuando Kestrel volvió a su lugar.

Hubo un silencio engorroso entre ellos. Cat quería hablar, pero no quería expresar

sus preocupaciones ante un extraño.

El tiempo pasó muy despacio hasta que Kestrel finalmente habló.

—Como sea —él hizo una pausa para volver su cabeza en su dirección—, yo sé

que no es mi problema. Pero me parece que las personas normalmente se arrepienten

de las cosas que no hacen más que de las cosas que hacen. —Se giró para mirar

fijamente el mar, con una expresión de dolor en el corazón tan profunda que ella

pudo sentirla dentro de su propio pecho—. Yo tuve a una dama a la que amé más

que a mi propia vida, me pidió que me quedara con ella y que no fuera a Outremer.

—Él suspiró cansadamente—. No escuché sus súplicas. Quise ir a ganar dinero y

obtener tierras para nosotros, para que yo pudiera tratarla como la reina que era ante

mis ojos. Pero me fui por tanto tiempo que asumió que yo había muerto y se casó

otro. —Su cara estaba triste, se quedó callado antes de hablar de nuevo—. Y en cada

momento de mi vida, siento el no haberme quedado con ella ese último día cuando

me lo pidió. Yo no pensé que tuviéramos una oportunidad, aunque con los

obstáculos que enfrentamos intentamos hacer un futuro juntos, pero yo me aseguré

de que nosotros nunca tuviéramos uno en absoluto.

Kestrel se volvió para darles a ambos una mirada fija y llena de advertencia.

—Supongo que Stryder tiene razón. Estamos todos condenados o salvados por las

decisiones que nosotros mismos tomamos. Simplemente no permitan que ningún

miedo detenga la decisión de ustedes. Hay dos cosas que aprendí mientras estuve en

el infierno. La primera, es que es muy fácil enfrentar al diablo y luchar cuando no se

está solo. Y la segunda, es que lo que usted prevé en la oscuridad de su mente

siempre es mucho más aterrador que las realidades que se viven. El diablo siempre

parpadea primero. Manténganse firmes y no le tengan miedo a nada.

Cat limpió una única lágrima que resbaló de sus ojos después de escuchar sus

palabras y el dolor que ellas le causaron, y qué él escondió tan cuidadosamente. Aún

para su futuro, él estaba deseoso de mostrarles sus cicatrices. Dijo mucho del hombre

y ella tuvo lástima de la mujer que lo había dejado marchar.

—Gracias, Kestrel.

Él inclinó su cabeza hacia ella.

—No quiero ver a alguien más cometer mi error. Si ustedes quieren escapar,

entonces corran hasta que ellos lo encuentren y no miren atrás. Jamás en la vida.

Créanme, el mundo es tan grande y hay tantos lugares donde pueden vivir y donde

nadie alguna vez los encontrará de nuevo.

Lochlan recordó lo que había pensado de Kieran y lo que el había hecho en todos

los años que estuvo desaparecido. Kestrel tenía razón. Su hermano había huido y

nadie había conocido su paradero alguna vez. No en todo este tiempo.

Quizás podían tener un futuro después de todo.

Sostuvo la mano de Catarina.

—¿Quieres huir conmigo, Cat?

La vacilación en sus ojos le produjo una ola de miedo. Si ella lo rechazaba de

nuevo, no estaba seguro de lo que haría.

Ella miró a Kestrel antes de asentir.

—Hasta el fin del mundo, iré contigo, Lochlan MacAllister.

CCaappííttuulloo 1166

Por primera vez en la vida Lochlan, esperaba tener un futuro. Por una vez en la

vida, tenía algo por lo cual valía la pena vivir.

En cuanto terminaran ese último misterio con su hermano, él y Catarina

empezarían su vida juntos. No sabían a donde irían, pero no les importaba.

Ella había aprendido a ganarse su vida, y había sobrevivido, le enseñaría cualquier

cosa que él necesitara saber para poder lograrlo. Por no mencionar que podría ganar

algún dinero extra en cualquier torneo. Nadie lo había derribado en una justa y

pocos podrían derrotarlo con la espada. Estarían bien, estaba seguro de eso.

Él esperó en el muelle con Catarina mientras Kestrel les compraba nuevas

monturas que los llevarían al castillo del escocés. Era tarde por la noche, y había muy

pocas personas alrededor. Pero aun así, tuvo mucho cuidado. Todavía no sabían

quién había sido el informante de Felipe.

Pero incluso con ese peso sobre el, se sentía más libre de lo que había sido alguna

vez.

Kestrel volvió con los caballos. Lochlan sonrió apreciativamente. El hombre había

escogido unas monturas saludables y rápidas.

—Muchas gracias.

Kestrel le ofreció una sonrisa torcida.

—Espero que ellas nunca tengan que demostrar su habilidad.

Lochlan se rió cuando subía a Catarina en su silla de montar.

—Lo mismo que nosotros dos. Huir de la justicia de un rey nunca es bueno y a

menudo hace a los compañeros de cama algo sangrientos.

Montado en su propio caballo, él le permitió a Kestrel tomar la delantera.

Montaron en silencio con un poco de luz de luna como única compañía. El sonido

de los lobos hizo eco en la distancia. Había un poco de neblina ligeramente sobre la

tierra, pero no ocurrió nada siniestro durante la noche.

Por lo menos no lo hubo, hasta que llegaron al castillo del escocés. Este estaba

ubicado encima de una alta colina con un camino tan estrecho que les obligó a que

montaran en fila de uno en uno. Más que eso, era tan estrecho que incluso los

caballos estaban nerviosos y tenían que moverse muy despacio para que no se

desbocaran asustados.

—Debimos habernos detenido —dijo Catarina detrás de ellos.

—Ya es demasiado tarde —dijeron ellos al unísono. No había ninguna manera de

apearse sin resbalar al lado de la colina y morir dolorosamente sobre las piedras

afiladas que estaban debajo.

El escocés había planeado bien su ubicación. Nadie podría en la vida tomar su

fortaleza. Ni ellos podrían acercársele sin ser vistos. Algo que fue obvio cuando

alcanzaron el pequeño claro ante las puertas del castillo.

Kestrel guió su caballo y se aseguró de que quedara dentro del círculo de luz que

provenía directamente de las almenas. Eso les permitía a los visitantes ser vistos

claramente, y no podían saber si alguien estaba arriba en el castillo, mirándolos.

—Raziel —dijo Kestrel—. Traigo a unos amigos que vienen en busca del escocés.

Déjanos entrar.

Lochlan solo podía ver los contornos sombreados de las almenas que estaban

sobre ellos. Sabía que ellos estaban preparándose para verter el aceite encima de ellos

tres para prenderles fuego. Era un pensamiento enervante.

El silencio los invadió durante varios minutos.

—¿Será que él oyó? —preguntó Lochlan finalmente.

Su respuesta vino cuando una de las puertas que estaba ante ellos se abrió. Allí

había un sarraceno alto y delgado vestido de azul oscuro y con túnicas fluidas

decoradas con oro. Con un aura de poder extremo, él llevaba dos espadas

atravesadas en su espalda. Con los brazos en jarra, no parecía contento por esa visita

tan tarde en la noche.

—Kestrel —dijo él—, su voz retumbó como un rayo—. Ha pasado un largo

tiempo, viejo amigo.

—Sí. Gracias por no dispararme…esta vez.

La cara de Raziel no mostró ninguna señal de arrepentimiento.

—¿Tu nunca te olvidarás de eso, verdad?

—Todavía cojeo y siento la mordedura de la herida cada vez que llueve. ¿Cómo

podría olvidarlo?

Kestrel se apeó antes de acercarse a Raziel y lo palmeó en la parte de atrás como a

un hermano.

Agradecido de que la tensión estuviera rota, Lochlan se apeó, entonces se volvió

para ayudar a Catarina a desmontar.

Cuando se acercaron al Sarraceno, los ojos negros de Raziel se estrecharon

peligrosamente.

—Ellos no son de los nuestros —le gruñó a Kestrel—. ¿ A quién has traído aquí y

por qué?

—Soy Lochlan MacAllister.

Raziel hizo un sonido antes de sacar una de sus espadas y orientarla hacia la

garganta de Lochlan.

—¿Usted está loco? —gruñó el a través de los dientes apretados—. El escocés

perderá la poca cordura que tiene.

Lochlan no podía respirar cuando la anticipación, el miedo, y la trepidación se

mezclaron dentro de él.

—Él es mi hermano. Y quiero verlo.

—Usted lo abandonó.

La acusación se mantuvo fuerte en el aire, pero no era verdad y Lochlan lo

conoció.

—Nunca he abandonado a un hermano en mi vida. Jamás. Y no permitiré que se

diga de mí esa mentira.

—Yo le creo a él —dijo Kestrel, mientras empujaba la espada de Raziel a un lado

con su mano desnuda—. Ha viajado lejos para saber la verdad. ¿Qué dices si

hablamos con el escocés solos y vemos lo que él tiene que decir?

Raziel resopló.

—Tendrás suerte si no te destripa en el suelo como a un cerdo. El escocés no tiene

ningún interés en el pasado.

Todavía Kestrel abogó por su causa.

—Ten corazón, Raziel. Lochlan no es como mi familia. Él no va a escupir al escocés

por haber sobrevivido. Permítenos hablarle y ver lo que él tiene que decir.

Raziel crispo su labio antes de envainar su espada finalmente. Aun así, expresó el

desdén que sentía por Lochlan en cada parte de su conducta. Estrechó sus ojos

negros antes de decir en un tono muy bajo, una mortal advertencia.

—Si usted dice algo que hiera a mi señor, le arrancaré la lengua y el corazón.

—Yo no heriré a mi hermano.

Raziel lo miró por última vez antes de darles la espalda para llevarlos a través de

la muralla exterior.

Catarina tomó su mano en la suya cuando atravesaron lo que pensaron que

obviamente podría resistir el Apocalipsis. Lochlan agitó su cabeza ante las

fortificaciones. Kieran nunca había sido tan cuidadoso. Aunque su hermano había

sido un luchador natural con buenos instintos, nunca se había preocupado realmente

por solucionar un conflicto o liderarlo. Él sólo había querido jugar y perseguir a las

sirvientas.

Lochlan obviamente estaba a punto de enfrentar a un hombre muy diferente al

muchacho susceptible que había abandonado su casa.

Cuando iban caminando, contó a por lo menos veinte caballeros que patrullaban

las almenas y el patio. Eso dijo mucho del escocés ya que tenía el suficiente dinero

para pagarles y habló más aun de su paranoia al ponerlos a vigilar en ese momento

de la noche. Obviamente, estaba listo para luchar con cualquiera que amenazara la

santidad de su casa.

Una vez que llegaron al castillo, Raziel no les permitió entrar sino hasta un poco

más allá del vestíbulo.

—Esperen aquí y no se muevan.

—¿Puedo rascar mi oreja por lo menos? —preguntó Catarina traviesamente.

Raziel rizó su labio hacia ella.

—¿Usted piensa que esto es divertido?

Ella negó con su cabeza antes de contestarle en un tono sincero.

—Yo nunca encuentro a la tragedia divertida. Pero creo que usted ve peligro

dónde sólo existe seguridad. Y juzga mal a un hombre bueno sin el conocimiento de

su carácter.

Raziel se mofó.

—Cuan afortunada es usted ya que su vida siempre ha sido tan mansa que confía

tan fácilmente en los demás. Quizá Alá sea amable con usted.

Habiendo dicho eso, llevó a Kestrel a los escalones.

Cat no se movió hasta que quedaron fuera de su vista.

—Bien —dijo ella, mientras se volvía hacia Lochlan—. No son precisamente muy

amistosos aquí. ¿Verdad?

—Al parecer no. Dios sabe lo que les ha ocurrido para que se comporten de esa

manera.

Ella asintió. Él tenía razón. Sus pasados debieron de ser de hecho horribles para

garantizar ese tipo de comportamiento.

De repente, un grito feroz rugió fuera del vestíbulo en el que se encontraban. Pero

fue tan sordo por lo rudo que no pudieron entender las palabras. Sólo apreciaron el

disgusto en el tono del hombre.

—¿Ese es tu hermano? —le preguntó a Lochlan.

—No sé, pero asumo que lo es.

Los santos saben que el hombre tenía una voz que podría atraer masas.

Cat estaba empezando a sospechar que esto había sido una perdida de tiempo,

cuando continuo gritando sin calma. Ella sólo podía imaginar cuan duro eso tendría

que ser para Lochlan, ya que había venido desde tan lejos sólo para ser rechazado

ahora que estaban tan cerca.

Y todavía la gritería enfadada continuaba.

Lochlan se encontró con su mirada un momento antes de dirigirse hacia los

escalones.

—Lochlan —lo llamó, pero él no se detuvo y continuó su camino.

Cat alzó el dobladillo de su vestido antes de seguirlo. Él se acercó furtivamente a

la cámara con pasos largos y determinados que anunciaban que él no iba a irse hasta

que no tuviera su atención.

Y cuando llegaron a las puertas de la habitación, las palabras se volvieron

audibles.

—No puedes simplemente echarlo de aquí —gruñó Kestrel—. No después de lo

que él ha arriesgado para llegar hasta ti.

—Como si a mi me importara un comino lo que el ha arriesgado. No estuvo allí

con nosotros en las entrañas del infierno. Él se quedó en las Highlands, acosando a

las sirvientas y haciéndolas felices mientras que nosotros éramos torturados y

estábamos siendo humillados. Que el diablo se lo lleve al infierno donde pueda arder

toda la eternidad.

Cat esperó que Lochlan se detuviera. Pero en cambio, pareció fortificarse cuando

alcanzó las puertas y las abrió.

Todos los sonidos se detuvieron luego del martilleo de la madera contra la piedra

que hizo eco en toda la estancia.

Ella quedó estupefacta cuando vio la cara…o lo que quedaba de ella, del hermano

de Lochlan. Fue todo lo que pudo hacer para no retroceder. Pero la más grande delas

tragedia era que un lado de él era completamente perfecto y le decía al mundo lo

hermoso que este hombre había sido alguna vez.

El otro lado era horrible tenía cicatrices por las quemaduras y mantenía un parche

encima de su ojo, el cual indudablemente había perdido. Su estómago se contrajo al

mirarlo. Cuanto debió de haber sufrido…

Lochlan se detuvo finalmente cuando estuvo cara a cara con esa persona

extrañamente familiar. Su corazón latió fuerte cuando se encontró con un ojo de

cristal que era del mismo color que el de su padre…y de Kieran, de hecho, vio mucho

de Kieran en los rasgos que permanecían ilesos después de haber sufrido esa

mutilación tan salvaje y todavía…

La verdad se cerró de golpe sobre él, como un puño férreo.

—Tú no eres mi hermano.

El escocés soltó un lamento salvaje tan crudo que hizo erizar el pelo del cuello de

Lochlan. Él derribó la mesa que estaba ante él, antes de sacar una espada para

atacarlo.

Lochlan tuvo apenas tiempo para moverse y desviar el soplo feroz que habría

cortado su cabeza.

—¡Bastardo! —le gruñó el escocés, mientras intentaba darle puntapiés. Él se acercó

de nuevo, pero antes de que pudiera atacarlo otra vez, Kestrel lo detuvo.

El escocés le riñó a Lochlan, y luego le tiró su espada.

Lochlan la cogió con su mano y la bajó al suelo.

Aún los ojos del hombre lo acusaban de alevosía y de otras cosas que Lochlan sólo

podía adivinar.

—Yo soy un MacAllister igual que tú.

Lochlan hizo una mueca de dolor cuando comprendió que el hombre ante él debía

de ser uno de los numerosos bastardos de su padre.

—Entonces yo estaba equivocado y tu si eres mi hermano. Cosa de la cual estoy

agradecido, por favor perdóname por lo que dije. Simplemente tu no eres el hermano

que yo esperaba encontrar, discúlpame.

Eso hizo que cesara su lucha. El escocés literalmente se cayó contra Kestrel un

momento antes de empujarlo lejos.

Se giró hacia Raziel.

—Lo quiero fuera de mi castillo. Ahora. Vivo o muerto, no me importa como.

—Bien eso significa una gran diferencia para mí —replicó Catarina. Se acercó al

escocés con las manos en sus caderas. Lo miró con una intensidad como si estuviera

regañando a un niño pequeño por comportarse con mala conducta.

—¡Cómo se atreve, señor!

El escocés parecía espantado ante ella.

—¿Ha perdido la cordura?

—No —le dijo ella, mientras alzaba su cabeza con orgullo—, no la he perdido,

pero ha quedado bastante claro que usted si.

Eso lo enfureció incluso más, lo que hizo que un músculo feroz se contrajera

enojadamente en su mandíbula.

—Mujer….

—¡Hombre! —le espetó ella interrumpiéndolo—. Ya he escuchado suficiente de tu

enfado esta noche. Ahora es tiempo de que escuches el mío.

Lochlan no estaba seguro de que lo había aturdido más al escucharlos,

intercambio una mirada fija con los ojos desorbitados de Kestrel.

Raziel caminó hacia Cat, pero ella lo detuvo en el instante con una mirada tan fría,

que Lochlan pudo sentir su quemadura.

Se volvió con esa mirada fija y frígida hacia el escocés.

—Lo qué le paso a usted es sin duda una tragedia. Y siento verdaderamente su

pérdida por eso. Ningún hombre debe sufrir de esa manera. Pero podría salir un

momento de su vida egoísta y aliviar a alguien más que está sufriendo. Simplemente

solo una vez.

Él se adelantó y se colocó frente a ella con una mueca letal en sus labios.

—Usted no sabe nada del sufrimiento. Nada.

—Y en eso usted esta muy equivocado, señor. Completamente errado. —Su voz

demostró la fuerza y la sinceridad de una mujer que había sido obligada a ceder

demasiadas veces.

Ella puso su dedo del pie enfrente del dedo del pie de él sin vacilación y sin

miedo. Lochlan nunca había visto nada igual.

Y cuando habló de nuevo, su voz estaba abrumada por el dolor de su propio

pasado y con ellas evocó su enojo.

—Yo sé lo que es el estar prisionero y vencido sin ninguna razón en absoluto. Yo

he saboreado mi propia sangre y he sentido mis dientes aflojarse por los golpes. Si

usted piensa por un momento que es el único que sufre en este mundo, entonces

piense de nuevo. El mundo está lleno de personas que sufren. Si nosotros tenemos

suerte, nuestro exterior no muestra las cicatrices que lastiman nuestras almas.

¿Entonces será que somos afortunados?

Ella realmente no esperó por su respuesta.

—Cuando uno lo mira, milord, todos ven las marcas de su pasado y lo tratan con

la deferencia que se merece. Cuando usted mira Lochlan o a mi, nos juzga sin saber el

precio que hemos pagado en nuestros pasados. Cómo se atreve. De todas las

personas, usted debe saber bien que no se debe hacer tal cosa.

Lochlan se aseguró de intervenir si el escocés intentaba golpearla.

Pero no lo hizo. En cambio él la miró fijamente como si imaginara desmembrarla

lentamente.

—Usted es una jovencita descarada.

—Y usted es un tonto.

Con ojos hastiados, el escocés miro Lochlan y agito la cabeza.

—Dios tenga misericordia de usted, si ésta es su mujer. Debió haberme permitido

destriparlo para salvarlo de su lengua.

Lochlan se encogió de hombros.

—Estoy más bien aficionado a esa lengua. Encuentro a menudo que expresa

mucha verdad cuando habla.

El escocés extendió la mano y acarició suavemente la cara de Catarina. Había una

gentileza sutil en su mirada.

—Había olvidado cuan suave puede ser la piel de una mujer.

Dejó caer su mano antes de que regresara a su rostro el fuego y la ferocidad

contenida.

Lochlan frunció el entrecejo hacia Kestrel quien se encogió de hombros, mientras

que Raziel avanzaba para recuperar la espada del escocés.

De repente, la voz baja y espesa del escocés llenó el aire.

—Kieran murió para que yo pudiera vivir esta vida, tal como él lo hubiera hecho.

—Se rió amargamente, y entonces hizo una mueca de dolor como si estuviera

lastimado de una forma inimaginable—. Él tomó la estocada que iba para mí y murió

en mis brazos, mientras tosía sangre y me suplicaba que te pidiera perdón en su

nombre.

El escocés apretó una mano contra su manto.

—Él dijo que quería que tú supieras que no te había querido decir lo que te había

dicho la última vez que ustedes habían hablado. Que fue irreflexivo y cruel y que te

quería mucho. Que te respetaba. —Hizo una pausa para suspirar con cansancio—.

Todo lo que quería durante el año que nosotros pasamos en la prisión era ir a casa y

verte de nuevo. Repitió su refrán una y otra vez, que Dios no sería tan implacable de

permitir que las últimas palabras dichas entre él y sus hermanos queridos fueran tan

crueles. Por eso no se mató ese día en el lago aunque ya no quería vivir. No tenía el

valor para hacerlo. Él apenas quiso que el dolor terminara. No quiso ver el reproche

en los ojos de su madre. La desilusión en los tuyos o en los de sus hermanos. Era más

de lo que podía soportar.

Lochlan apretó los dientes cuando cada palabra susurrada lo golpeó como un

martillo a través de su corazón. Quería llorar desesperadamente por el hermano al

que había amado tanto. Por el hermano al había esperado encontrar.

Pero estaba entre extraños, solo por eso permaneció estoico por fuera. Muy dentro

de él, sin embargo, su alma estaba gritando otra vez…de dolor igual que lo había

hecho el día que había encontrado la espada de Kieran y su tartán abandonados en el

lago.

Y una vez más, tendría que decirle a su madre las amargas noticias, de que su hijo

había muerto definitivamente. Era la última cosa que quería hacer, pero como

Catarina había dicho, él no era ningún cobarde y esas eran las noticias que solo

podían ser transmitidas por la familia.

—Gracias —dijo Lochlan con un nudo en su garganta—. Por intentar salvarlo. Por

estar con él cuando yo no pude hacerlo.

Duncan se volvió hacia él y cuando sus miradas se encontraron, Lochlan

comprendió que ellos compartían más que una atadura de sangre, y eso era su amor

por Kieran.

Su mirada estaba empañada por las lágrimas, cuando Lochlan le ofreció su mano a

este nuevo hermano.

—Entiendo cual es la razón de tu odio hacia mí, pero si algún día necesitas algo,

no dudes en infórmame y yo vendré a ti.

Duncan miró fijamente su mano por varios latidos del corazón antes de aceptarla

y apretara a Lochlan en su abrazo.

—Él te quería, Lochlan. Yo odié lo mucho que significabas para él. Lo mucho que

ustedes lo hacían. Sabía que yo solo era la mitad de bueno en sus ojos. Por lo menos

ése fue lo que pensé hasta que él murió para salvarme. Entonces ya era demasiado

tarde…y nunca debería ser tarde para comprender tales cosas.

Lochlan lo palmeó en la espalda cuando su propia angustia lo estranguló.

—Con la mitad o con completas ataduras de sangre, eso es algo que no debería

importarnos. Un hermano siempre es un hermano.

Duncan enterró su mano en el pelo de Lochlan antes de echarse hacia atrás y

poner su frente contra Lochlan. Haciendo muecas, se apartó y se dirigió hacia la

puerta.

—Pueden descansar aquí, si así lo prefieren. —Él levantó la capucha de su capa—.

Raziel —gruñó cuando, hizo una pausa antes de llegar a la puerta—. Ya he tenido

suficiente compañía. Quiero estar solo ahora. No me molestes más esta noche.

Lochlan dio un paso hacia él, pero Raziel lo detuvo cuando Duncan salía del

cuarto.

—No lo presione más —dijo Raziel en un tono bajo y gutural—. Físicamente lo

hiere el hablar e incluso más lo hiere el moverse. Debe descansar, nunca le ha

gustado que nadie lo vea tan miserable. Le pido que le permita mantener la dignidad

que él se merece.

Lochlan quería más respuestas, pero entendió lo que Raziel le estaba diciendo.

—A mi modo de ver, usted no parece un sirviente. ¿Por qué lo obedece tan

fielmente?

—Duncan levantó su rostro hacia mí cuando yo no era nada más que un perro sin

valor. No hay nada que no haría por él.

—Raziel también es uno de los pocos en que él confía —dijo Kestrel calladamente

agitando su cabeza—. Así que fue Duncan quien sobrevivió. Ahora lo sabemos con

seguridad.

Catarina frunció el entrecejo.

—No entiendo. ¿Cómo Kieran lo reconoció como hermano mientras que tú no lo

hiciste?

Lochlan no tenía ni idea.

—Él creció en un pueblo cercano —dijo Raziel—. Su madre lo mantuvo oculto

alejado por el temor. Ella sabía la manera en que las esposas de los lairds trataban a

los bastardos de sus maridos y por eso intentó protegerlo como mejor pudo.

Desgraciadamente, murió cuando Duncan tenía sólo ocho años y él tuvo que tratar

de sobrevivir solo. Se encontró con Kieran, por accidente después de unos años y

Kieran lo reconoció inmediatamente como hermano. Así que él se encargó de

alimentar y de vestir a Duncan. A veces incluso le daba dinero. Fue Kieran quien le

encargó su aprendizaje con el herrero local.

Lochlan maldijo cuando recordó a Kieran al ser descubierto hurtándole a su padre.

Él nunca había explicado a nadie por qué había estado haciendo eso.

Ahora lo entendía. Kieran había estado buscando suministros para su hermano.

—¿Por qué nunca me lo dijo? —susurró Lochlan.

—Duncan no lo permitió. Nunca quiso que nadie supiera que él existía.

—Y supongo que fue a Outremer con Kieran.

Raziel asintió.

—Él encontró a Kieran en el borde del lago, llorando. Kieran le dijo que no podía

regresar a su casa. Entonces decidieron que encontrarían a su hermano Sin y

construirían su propia familia dónde nadie los conociera. Donde nunca habría

palabras de odio o sentimientos heridos entre ellos.

Esas palabras cortaron el alma de Lochlan.

—Yo nunca he sentido rencor en contra de alguno de mis hermanos.

Kestrel miró a Raziel, y luego a Lochlan.

—Es mucho más fácil perdonar que pedir perdón.

Lochlan asintió. Era verdad. Kieran se habría avergonzado después de sus

palabras mal intencionadas y de sus acciones. No podría extender su mano hacia

ellos y disculparse.

—No puedo creer que él esté muerto.

—Lo siento, Lochlan —susurró Catarina.

Él la atrajo hacia él. Por primera vez, la muerte de su hermano fue casi tolerable.

Casi.

Raziel se adelantó.

—Se que efectivamente todos ustedes están cansados de su viaje. Vengan conmigo

y los llevaré a las habitaciones dónde pueden descansar. ¿Les gustaría que les trajera

comida?

Lochlan asintió.

—Algo ligero para la dama. Sé que ella debe estar muerta de hambre.

Kestrel aclaró su garganta.

—Y estoy seguro que ambos desean tener un cuarto para estar juntos.

—Eso no sería correcto —dijo Lochlan rápidamente.

Kestrel rodó sus ojos.

—Entonces por el amor de Dios busquen a un sacerdote y cásense.

Raziel parecía horrorizado por ese pensamiento.

—Eso podría ser muy difícil. El escocés se niega a permitir cualquier tela santa

cerca de su casa. Su creencia en ese Dios se terminó para él y por lo tanto nunca le

dará la bienvenida a un clérigo aquí.

Kestrel frunció el ceño.

—¿Ni siquiera a Christian de Acre?

—Como miembro de la Hermandad, él es una excepción y no es un verdadero

sacerdote, si se puede decir.

—Eso es verdad —dijo Kestrel—. Pero eso normalmente no le impide llevar

túnicas.

Ignorando ese comentario, Raziel los sacó del vestíbulo y los llevó a una gran

alcoba. Cuando Lochlan empezó a retirarse para dejar a Catarina, Raziel le tomó su

brazo.

—Aquí nadie lo juzgará. Nosotros sabemos cuan frágil y fugaz es la vida.

Consuélese dónde y cuando usted prefiera y confíe en que nunca diremos una

palabra de eso.

Lochlan sabía que debía salir, pero honestamente era la última cosa que quería

hacer y le agradecía que Raziel que lo entendiera.

—Gracias.

Raziel inclinó su cabeza hacia él antes de cerrar la puerta y alejarse con Kestrel a

su lado.

Cat vio la incertidumbre de Lochlan cuando la miró y ni siquiera podía reírse de

eso. Sólo él se preocupaba por su reputación después de todo lo que habían

compartido. Eso era agradable y muy dulce de su parte.

—Encontraremos a un sacerdote, Lochlan. No temas.

Él asintió mientras desabrochaba su espada y la ponía a su lado. Su silencio la

perturbó. Él estaba herido.

Yendo hacia él, ella envolvió sus brazos en su cintura.

—Tu hermano te amaba.

Ella vio las lágrimas bañar sus ojos y todavía de algún modo él pudo mantenerlas

en jaque.

—Yo todavía lo recuerdo como un niño —le dijo él en un tono callado—. Él era

endiabladamente bromista. Ponía cosas bajo mi silla de montar o en mis botas. Una

vez él se despertó en medio de la noche y me dijo que el castillo se estaba

incendiando. Yo salí corriendo afuera completamente desnudo, el solo se reía y

despertó a la mitad del castillo para que fueran testigos de mi horror.

Cat trató de no burlarse, pero era casi imposible.

—Y aún así lo amabas.

—Más que a mi vida. Dios, Catarina, el hubiera podido envejecer conmigo

asomándose bajo mi silla de montar incluso en mis años invernales. ¿Cómo pudo

haber muerto en tierras extranjeras con solo extraños a su alrededor?

—Él tenía a Duncan.

La angustia en sus ojos le quitó su respiración.

—Yo debí haber estado con él. Yo era su hermano mayor. Mi trabajo había sido

cuidarlo siempre. ¿Cómo pude fallarle tanto?

—Tú no le fallaste, Lochlan. Tú lo querías. No había nada más que pudieras hacer.

Lochlan asintió. En su corazón, sabía que ella tenía razón, pero su dolor interior no

estuvo de acuerdo. Quería que su hermano regresara y ninguna razón haría que su

dolor o su culpa se marcharan.

Con su corazón latiéndole desbocadamente, la aplastó contra sus labios y la besó

con cada parte de él. En ese momento, la necesitaba más de lo que nunca había

necesitado algo. Ella mantenía a su dolor apartado. Estaba feliz de que aún estuviera

vivo.

Queriendo la salvación que sólo ella podía darle, la ahuecó en sus brazos y la llevó

a la cama.

Cat cerró sus ojos y saboreó la sensación de su abrazo. Nada podía sentirse mejor

que estar en sus brazos. Nada. La manera en que él la trataba, protegiéndola

gentilmente, le recordó lo mucho que la amaba. Y ella lo amaba a su vez con cada

parte de su ser. Quiso con sus besos borrar cada onza de dolor que él hubiera

soportado alguna vez. Para satisfacerlo de una forma que ninguna mujer lo haría.

Él había hecho todo lo que pudo por Kieran, ella lo sabía. Muy profundo dentro

de él, Lochlan también lo sabía. Tarde o temprano, se perdonaría así mismo.

Ella tenía esa esperanza.

Suavemente, la puso sobre la cama. Su mirada se encontró con la de ella, intensa y

vulnerable de una forma que nunca le había visto antes. Cat podría decir que esto era

mucho más para él, que un simplemente acoplamiento. La necesitaba y eso la

afectaba como nada lo había hecho nunca.

Lochlan quería olvidarse de todo lo que había aprendido y ella quería ayudarlo a

olvidar. Él merecía otra cosa distinta a la carga que se había echado sobre sus

espaldas todos estos años. Él merecía ser feliz, sonreír, y amar más allá de su

imaginación. Y ella quería darle eso empezando en ese mismo instante. Invitándolo

con una sonrisa, Catarina levantó su túnica encima de su cabeza y la dejó caer al

suelo.

Sus dedos le picaban por tocar ese pecho duro y musculoso. Él era un hombre

poderoso y a la vez una persona gentil y afectuosa. Dios, cómo lo amaba.

—Bésame. —Su tono estaba quebrado por la necesidad.

Ella cumplió con su demanda cuando los labios de él intentaron abrir los suyos. La

manera en que su boca se movía sobre la de ella, era como si fueran las únicas dos

personas en el mundo. Sentía mucho más amor que el que habría creído posible.

Él acarició su mejilla con la punta de su dedo pulgar. Sin proferir una sola palabra,

ella lo supo. El dolor se había ido por un momento y ella había hecho eso por él. En

ese momento, no estaba pensando en su hermano.

Él sólo estaba pensando en ellos.

Cat alzó un dedo hacia su mejilla para poder rascarle la barba juguetonamente con

sus uñas. Cómo amaba esa sensación. Su piel era tan diferente a la suya. Tan dura y

masculina.

Se le hizo agua la boca por el deseo de probar su sabor.

—Sabes, milord, con todo lo que ha pasado, parece que te has olvidado de

afeitarte. Parece que mi Lord estirado está de vacaciones.

Él se inclinó y hocicó su cuello para que su barba raspara su piel, haciendo que un

escalofrío se expandiera a través de ella.

—¿Eso crees? Yo pensé que tu me preferías tan salvaje e indomado como tu.

Ella no pudo evitarlo y sonrió.

—Eso no deja de ser encantador, pero hay mucho más que me resulta encantador

de ti, Lochlan MacAllister.

Él la hocicó de nuevo y se inclinó sobre ella, mientras hacía una pausa tímida

sobre su oreja.

—Yo encuentro muchas, muchas más cosas de ti que me son irresistibles.

—¿Cómo cuáles?

Sus ojos centellearon cuando él la miró fijamente.

—Los lóbulos de tus orejas.

Ella frunció el entrecejo ante su respuesta. ¿Cómo podría ser posible que el amara

esa parte de ella?

—¿Los lóbulos de mis orejas?

—Sí, ellos son tan diminutos y delicados. —Él besó su lóbulo, el calor moderado

de su respiración envió un temblor a su espina dorsal.

—¿Así que tu me amas por mis lóbulos?

Él sonrió.

—Entre otras cosas.

—¿Qué otras cosas?

Él trazó la curva de su cuello con su dedo índice antes de seguir hacia sus labios.

—Aquí. —Él salpicó con besos tiernos y amorosos la curva de su cuello—. Adoro

la forma de las curvas de tu cuello. Son tan provocativas.

—Mmm —resopló ella—. ¿Y hay algo más que encuentres provocativo?

Lochlan saboreó ahora más que nunca su alegría. Ella estaba intentando distraerlo

y Dios, la amaba, por que estaba funcionando. Él se perdió en su encanto. Perdido en

la percepción de su suavidad.

—Sí, amor, tengo un lugar favorito.

Cat arqueó una ceja a él.

—¿Y cuál es? —Ella tenía una idea de adónde su mano viajaría después.

Por lo menos eso era lo que pensaba hasta que su mano se dirigió a otra parte.

—Aquí. —Él puso su mano encima de su corazón cuando su mirada capturó la

suya.

—Ésta es tu parte más hermosa, Catarina. Es lo que me mantiene atado a ti,

deseándote cada vez más.

Ese gesto inesperado le robó su respiración y le trajo lágrimas a sus ojos. Agobiada

por su ternura, capturó su cara en sus manos y le dio un beso profundo.

Lochlan tembló al sentir el sabor de su desenfrenada pasión. Algo que provenía de

Catarina disminuyó la agonía que había sentido por Kieran.

En este momento, él no era el MacAllister, un hombre que servía a su familia y sin

reservas y sin ningún futuro propio. Él era sólo el más afortunado bastardo que

Catarina amaba y eso era suficiente para él.

Su beso su profundizó y él deslizó su lengua en su boca, probándola, rogándole

que le diera placer y solaz. Perdón y esperanza. Un consuelo que encontraba sólo allí,

en sus brazos. En su cama. El lugar en donde el mundo entero se fundió lejos y solo

había lugar para los dos.

Se besaron y exploraron entre si por lo que parecía ser toda la eternidad. Él deseó

poseerla, hundirse tan profundamente dentro de su carne donde perdería todo el

sentido de la realidad. Pero quería prolongar ese momento con ella. Quería

saborearlo lentamente.

Entonces ella rompió el beso.

—¿Qué anda mal?

Lo miró con un hambre tan cruda que detuvo su respiración.

—Te quiero ya dentro de mí, Lochlan. Temo que voy a arder hasta quedar

reducida a cenizas si no te tengo dentro de mí ahora.

Sus palabras le trajeron una sonrisa a su cara. Ésta no era una mujer seduciendo al

MacAllister con esperanzas de convertirlo en su marido. Ésta era una mujer que lo

quería como hombre.

Y esa era la cosa más sensual que él había escuchado alguna vez. Su corazón latió

rápidamente, mientras le desataba los lazos de su vestido y se lo quitaba. Inspiró

apasionado al verla acostada en la cama, totalmente expuesta a él.

Le dio tirones a sus botas y se sacó los calzones mientras ella le daba puntapiés a

sus zapatos para arrojarlos lejos. Su cuerpo ardió, cuando el ahuecó su pecho derecho

con su mano, jugando con su punta hasta que ella estuvo gimiendo de placer. Y

entonces él lo hizo otra vez pero sólo para mirarla retorciéndose por su toque.

Ella cerró sus ojos y echó la cabeza hacia atrás encima de la almohada. Incapaz de

estar de pie, sin probarla, él se inclinó para tomar su pezón suavemente en su boca.

Catarina gimió de placer cuando él le dio un golpecito con su lengua encima del

área sensible. El deseo se agrupó entre sus muslos y si no lo tenía pronto dentro de

ella, temía que podría muy bien morir.

No había misericordia aún en sus ojos cuando él movió su mano hacia su tobillo,

mientras acariciaba el camino a lo largo de su muslo interno, para detenerse sobre la

carne sensible dónde más lo deseaba. Él deslizó un dedo dentro de ella con facilidad.

Ella abrió mucho más sus piernas, para darle más acceso mientras jugaba con ella.

Pero eso no era realmente lo que ella quería. Eso era solamente un alivio temporal

antes de saciar su hambre.

Incapaz de resistirlo, lo buscó debajo entre sus cuerpos para tocarlo. Él gruñó

cuando acarició su verga. Riéndose de triunfo, ella apartó su mano y lo guió dentro

de su cuerpo.

Lochlan quiso maldecir del éxtasis punzante que pasó a través de él. Estar dentro

de Catarina era estar en el cielo, simple y llanamente. La manera en que ella encajaba

perfectamente alrededor de él, con su cuerpo tan receptivo. Empujó sus caderas

contra las suyas, moviéndose dentro y fuera de ella, saboreando la plenitud de sus

cuerpos unidos.

—¿Tienes alguna idea de lo que tu me haces, muchacha? —susurró él en su oreja.

Ella mordisqueó su mandíbula.

—Tengo una idea bastante buena.

—¿Sí?

—Sí —dijo ella con un brillo travieso en sus ojos—. La misma cosa que tú me haces

a mí.

Ella ahuecó su cara en sus manos y le dio un beso.

Algo se expandió dentro de Lochlan cuando degustó la profundidad de su boca y

de su afecto por él.

Era la esperanza, comprendió. Ella le daba esperanza en la más desolada de las

situaciones. Si ella no hubiera estado con él en esos últimos días, no estaba seguro de

si incluso hubiera podido soportarlo.

Se hundió aún más profundo dentro de ella. Perdiéndose con cada empuje cuando

lo sostenía firmemente con su cuerpo, mientras le susurraba declaraciones de amor

en su oído, él estaba cerca de la cima cada vez más, pero no tendría placer hasta que

supiera que ella estaba totalmente satisfecha.

Deteniéndose tanto como le fuera posible, Lochlan alzó sus muslos para poder

resbalarse más profundamente dentro de ella. Ella abrió la boca cuando él la llenó

completamente. Le dio gran satisfacción escuchar el escape de pequeños gemidos

que salían de su boca, cuando la penetraba apasionadamente. Ella le pertenecía. Se

hinchó de orgullo ante tal pensamiento.

Y entonces ella explotó a su alrededor, mientras gritaba su nombre. Eso era más de

lo que él podía soportar. El escuchar su nombre en sus labios lo envió directamente al

precipicio. Su liberación vino tan rápida y profundamente que le agitó el alma.

Sudado y exhausto, se derrumbó en la seguridad de sus brazos.

Cat mordió su labio para no protestar por su peso súbito. Sí, él era pesado, pero

honestamente, no lo tendría de ninguna otra manera. Además, podía sentirlo todavía

dentro de ella. No sabía por qué eso la hizo ser tan posesiva con él. Éste era al único

hombre que amaría en toda la vida. Ella lo sabía.

Y no quería compartirlo con nadie más.

—¿Estoy aplastándote, verdad?

Lo miró con una mueca.

—Un poco.

Él pellizcó sus labios antes de deslizarse fuera de ella y rodar a un lado. Envolvió

un brazo alrededor de su cabeza antes de estirarse como un león poderoso. Cat

saboreó la vista de su pecho desnudo y su belleza. Mordiendo su labio para impedir

gemir, se acurrucó a su lado y cerró sus ojos.

Y antes de que se diera cuenta, estaba totalmente dormida.

Lochlan descansó en el silencio de la noche tardía, mientras escuchaba el ronquido

suave de Catarina. Era tan extraño y surreal haber cumplido y sellado toda su

búsqueda después de todo ese tiempo. Una parte de él no podía creerlo.

Todo había acabado.

Cuando había empezado, había esperado encontrar vivo a su hermano. Lo que

nunca había pensado encontrar era el tesoro que dormía ahora a su lado.

¿Cambiarías esto para recuperar a Kieran?

Era una opción que él agradecía no tener que hacer. Pero al final, supo la verdad.

Catarina era su vida. Lo sacrificaría todo por ella.

Todo.

Y honestamente lo aterraba. Ninguna persona había tenido tanto poder alguna vez

sobre él. Nadie. Lo triste era, que ella no había querido ni siquiera tomar su corazón.

De algún modo durante los últimos días, ella había alejado su pasado y su resistencia

y le había dado un regalo que él nunca había esperado recibir.

Sonriendo ante la primera felicidad real que había tenido alguna vez, cerró sus

ojos para dormir.

Pero en el momento en que lo hizo, oyó un lamento súbito que venía de afuera.

—¡Abran la puerta ahora, maldita sea, de lo contrario, derrumbaré este castillo

piedra por piedra!

—¿Y quién es usted para exigir tal cosa?

—Felipe Capeto. El rey de Francia y padre de la mujer que usted mantiene sin mi

permiso dentro de esas paredes.

CCaappííttuulloo 1177

Había algunas cosas que ningún hombre quería oír bajo ninguna circunstancia.

Una, que había perdido sus testículos durante la batalla. Dos, que había perdido sus

testículos por una lesión accidental. Tres, que se había contagiado de alguna

enfermedad que interfería con su habilidad de desenvolverse como hombre.

Y la peor de todas era la cuatro, que el padre de la mujer, que era uno de los

hombres más poderosos de toda la Cristiandad, estuviera en la puerta de la casa

dónde había amado a la hija del hombre sin esperar la santidad del matrimonio. La

cuatro le garantizaba también la pérdida de sus testículos, pero incluyendo el resto

de sus órganos internos, cuando el rey ordenara sacárselos de adentro mientras

todavía estuviera suficientemente vivo para sentirlo.

Estoy muerto. Destripado. Colgado. Y, desgraciadamente, no en ese orden.

Oyó a los hombres corriendo fuera para obedecer las órdenes del rey de abrir la

puerta. Esa no era ninguna manera fácil de empezar ese día o de notificarle a

Catarina que el lazo había caído de repente alrededor de sus cuellos.

—¿Catarina? —susurró, mientras la empujaba para despertarla—. Muchacha,

despiértate.

Ella pestañeó abriendo sus ojos antes de bostezar.

—¿Ya es de día?

—No, muchacha —le dijo, mientras deseaba que fuera por lo que la estaba

despertando—. Tu padre está en la puerta y estará aquí dentro en cualquier

momento.

Ella chilló de indignación y se apartó tan rápidamente que casi se arrancó una

parte de su cabello que estaba debajo del cuerpo de él. Lochlan le hizo muecas de

dolor simpática antes de levantarse para liberar su pelo.

Había una conmoción muy fuerte en el exterior cuando se intercambiaron más

gritos. Ella envolvió la sabana alrededor de su cuerpo antes de correr a la ventana

para mirar hacia fuera.

Lochlan se vistió apresuradamente. Si él tenía que ser castrado, no estaba a punto

de hacérselos muy fácil.

Con sus ojos aterrados, Catarina retrocedió para enfrentarlo.

—¿Cómo nos encontró?

Él no estaba seguro, pero tenía sus teorías.

—Quizá torturó a Stryder hasta que se quebró por la presión o su informador fue

más inteligente de lo que nosotros pensábamos.

Catarina echó su pelo encima de su hombro cuando miraba alrededor del cuarto

como buscando una forma de escape.

—¿Qué voy a hacer?

Él no tenía ninguna respuesta para eso.

Ella parecía a la expectativa.

—Apuesto a que hay una forma de escapar de aquí. En alguna parte. El escocés es

demasiado paranoico para no haberla.

Pero así como ese mismo pensamiento pasó por él, lo suprimió cuando la realidad

lo penetró.

—¿Eso es realmente lo que nosotros queremos?

—¿Qué quieres decir?

Él gesticuló hacia la ventana.

—¿Huir constantemente de la presencia de tu padre por el resto de nuestras vidas?

Por su cara, él podría decir que ella quería continuar con ese juego.

—¿Eso no es lo que nosotros habíamos acordado?

Lo era y aunque ahora estaban en un virtual cara a cara con Felipe, Lochlan no

quería correr como un cobarde en la noche.

No, él no era ladrón o un delincuente que tenía que andar furtivamente apartado

por el miedo de lo que había hecho. Él era un hombre crecido que estaba junto a la

mujer que amaba. No había ningún crimen en eso. Ningún daño.

Él miró a Catarina. Sí, había tomado algo que no le pertenecía. Pero que tampoco

le pertenecía a Felipe. Catarina se pertenecía a sí misma.

Y ese era el momento de que su padre se diera cuenta.

—Voy a hablar con él.

Ella frunció el ceño.

—¿Estás loco?

Muy probablemente. Sólo un necio contemplaría hacer eso. Pero parecía ser la

única cosa decente que hacer. A pesar de las faltas de su propio padre, él no había

escapado de sus problemas. Lochlan se había especializado desde su nacimiento en

mantenerse firme y en defender lo que era importante para él.

Y nada era más importante que Catarina.

Y bajaría para luchar por ella.

—Quiero que te vistas y estés lista para huir si mi plan falla.

La sospecha nubló sus ojos oscuros.

—¿Tu vas a venir conmigo?

Si Dios lo quería. Pero no deseaba que supiera exactamente cuan incierto estaba

sobre el resultado.

—Sí. Pero debo intentar hablar a tu padre sobre nosotros, por lo menos antes de

que intentemos escapar.

Cat quería gritarle por su ciega estupidez. Su padre no lo escucharía. Él nunca

escuchaba. Todo lo que le importaba era lo que él quería. El resto del mundo podría

condenarse.

Pero ella amaba a Lochlan y sabía que eso era lo que necesitaba hacer. Él no podría

vivir con menos que intentara negociar un trato con su padre.

—Si logras que te maten, Lochlan MacAllister, entonces evítame, porque nunca te

perdonaré.

—No tengas miedo. Te aseguro, que tendré más problemas conmigo mismo por

eso.

Ella hizo una mueca de disgusto.

—No te burles de esto.

—No lo hago, muchacha. Créeme, yo más que nadie entiendo las consecuencias de

enfrentar a ese hombre.

Ella tiró de él y lo besó.

—Que Dios te proteja y se asegure de que puedas correr rápido si el no está de

acuerdo.

Lochlan hocicó su cuello antes de obligarse a apartarse. Miró su espada, y lo pensó

mejor. No había ninguna necesidad de provocar mas al rey. Éste era un tiempo de

paz.

Este es un tiempo para correr, eres un retrasado mental maldito.

¡No! Era el momento para enfrentar a su padre como un hombre para hacerle

entender que Catarina merecía algo más que el suplicio que le esperaba.

¿A qué tipo de infierno dejado de la mano de Dios hemos venido?

Lochlan se detuvo sobre el rellano para mirar hacia abajo y ver a Felipe allí con

dos de sus duques y varios guardias franceses. La expresión regia era suficiente para

rendirse ante el, pero lo que más llamaba la atención era su cabeza calva y su altura

extrema. Él sobresalía literalmente sobre los hombres que estaban a su alrededor.

Mientras examinaba al grupo, la mirada de Lochlan se transfiguró ante la vista del

ejecutor de la justicia que acompañaba al grupo. Vestido todo de negro, llevaba una

capucha que disimulaba incluso su cara.

Obviamente el rey no estaba aquí para negociar.

—¿Quién es el señor de este lugar? —exigió el rey.

Raziel entró en el vestíbulo a la izquierda del rey y se inclinó ante él.

—Mi señor está acostado, Su Majestad. Se siente incapaz de unirse con usted.

El rey arqueó una ceja desdeñosamente.

—¿Incapaz?

—Él es un héroe de guerra, Señor —dijo Lochlan desde su posición en el rellano.

La mirada oscura del rey se giró hacia él y se estrechó peligrosamente.

Lochlan se obligó a inclinarse ante Felipe.

—¿Y quién es usted?

—Soy el Laird Lochlan MacAllister, Su Majestad.

—¡Usted! —gruñó él, como si Lochlan fuera la más vil de las criaturas—. ¿Se

atreve a mostrarse ante nosotros?

Lochlan sabía que era peligroso mofarse del rey, pero aún así no pudo resistirse a

hacerse el ignorante.

—¿Su Majestad tiene algún problema conmigo?

—Claro que lo tenemos. Usted se llevó a mi hija.

—Él me protegió, Padre. Esos hombres que usted envió me pegaron y me

amenazaron. Lord Lochlan debería ser elogiado por mantenerme segura mientras

esos a los que usted envió querían hacerme daño.

Lochlan miró intensamente a Catarina que se le había unido silenciosamente. Ella

se vistió con su vestido pálido y su pelo daba volteretas con los rizos alrededor de

sus hombros.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó en un tono bajo.

—Lo qué tú me has enseñado a hacer, Lochlan. Mantenerme firme.

—Catarina… —dijo él con los dientes apretados.

Ella le tocó suavemente la cara.

—Tenías razón. Para bien o para mal, él es mi padre. Yo no puedo huir de él por el

resto de mi vida. Este es el momento de que lo enfrenté como su hija.

Ella lo dejó para descender los escalones hasta dónde su padre la esperaba.

—Yo no soy una zorra para ser perseguida sin motivo por sus galgos, Padre. Ya

me cansé de este juego en el que nosotros jugamos entre si.

—¿Entonces has recapacitado?

—Si, pero eso no quiere decir que este deseosa de casarme con su príncipe. Nunca.

No lo tendré a él por marido y no seré utilizada como un peón en sus juegos

políticos.

—Eres muy voluntariosa….

—Una niña terca y molesta —terminó por él—. Lo sé, Padre. Soy su perdición. Su

maldición.

—Pero ante todo, ella es su niña, señor.

Cat se volvió para encontrar a Lochlan de pie detrás de ella.

—Su insolencia no nos agrada, muchacho.

Lochlan inclinó la cabeza hacia su padre.

—Perdóneme, Majestad. Pero no he jurado proteger a Francia. He jurado proteger

a Catarina de cualquiera que quiera hacerle daño.

La cara de su padre se endureció al instante.

—¿Usted entiende cual es la línea que está cruzando?

Lochlan asintió.

—Sí, Majestad.

—¿Y usted está deseoso de dar su vida por ella?

Ella intercambió un ceño con Lochlan.

—¿Qué estás diciendo?

Él hizo señas con su barbilla hacia su hija.

—¿Su libertad significa más para usted que su propia vida?

Lochlan frunció el entrecejo ante su pregunta. ¿Él estaba preguntando lo que él

pensaba?

—Contésteme, muchacho. ¿Darías tu vida por su libertad?

—Sí.

—¡No! —gritó Cat.

Pero Lochlan sabía la verdad y él no dudaba de su respuesta.

—Sí, Majestad.

El rey se mofó.

—Las palabras son fáciles de decir, son las acciones las que respetamos. —Él

chasqueó sus dedos y el ejecutor de la justicia avanzó con su espada—. Si realmente

estás seguro de lo que quieres decir, entonces te arrodillarás ante nosotros y nos

permitirás desunir tu cabeza de tu cuerpo. En el momento en que usted muera, su

libertad será garantizada.

Cat chilló y habría arañado a su padre si uno de sus guardias no la hubiera asido.

—¡Usted es un jodido bastardo! ¡Lo maldigo por esto! ¡Maldito!

Pero no había misericordia en la cara de Felipe.

Lochlan tomó una respiración profunda cuando consideró todo lo que estaba

sacrificando por ella. Pero sabía que merecería la pena.

—¿Tengo su palabra de que ella será libre de ir hacia donde quiera?

—Absolutamente. Comprado y pagado con su sangre.

Lochlan asintió antes de volverse hacia Cat que estaba luchando con el guardia

con todo lo que tenía.

—¿Puedo tener un último momento con ella, Majestad?

Él soltó un suspiro hastiado.

—Suponemos que una última demanda no sería impropio dado las circunstancias.

Lochlan se la acercó despacio.

—¡Catarina! —chasqueó él.

Ella detuvo su lucha para mirarlo. Las lágrimas rodaban sobre su cara cuando los

sollozos atormentaban su cuerpo.

—No hagas esto, Lochlan. ¡No te atrevas!

Sus propios ojos estaban empañados cuando usó la manga de su túnica para

limpiarle las lágrimas de su cara. Ella era tan hermosa. Tan maravillosa.

—Te lo dije, muchacha. Una hora o un millón. Es suficiente para mí.

—No puedo perderte. ¿No entiendes?

Él ahuecó su cara entre las manos e intentó hacerle entender lo que ella estaba

ganando.

—Vivirás y no tendrás que huir otra vez en toda tu vida. No habrá quien te

persiga. No tendrás miedo de ser secuestrada cuando duermas. Es un precio

pequeño el que yo pago alegremente por ti.

Ella le dio otro puntapiés a su guardia, entonces la soltó para poder correr hacia

Lochlan.

El la acuno entre sus brazos y la sostuvo cerca por última vez.

—¿Por qué no huiste conmigo cuándo te lo pedí?

Lochlan tuvo que reprimir sus propias lágrimas.

—Deseaba hacerlo, muchacha. Kestrel tenía razón. Lo que uno no hace, es por lo

general de lo que uno más se arrepiente después. Lo siento mucho. Si yo pudiera

regresar a la noche pasada, huiría alegremente y me olvidaría de todo lo demás en el

mundo.

Incapaz de resistirlo más, acarició con sus labios su mejilla e inhaló el dulce olor de

su piel. Eso era todo lo que se llevaría con su muerte. El recuerdo de su toque. De su

olor.

La empujó suavemente hacia Raziel.

—No le permitas verlo.

El hombre asintió severamente cuando Cat gimió de rechazo al separarse de él.

Lochlan la dejó ir y retrocedió hacia Felipe quien estaba mirándolos con una

expresión estoica. Ésta era la cosa más dura que Lochlan había hecho alguna vez.

Huye bastardo, corre.

Pero no podía. Él había dado su palabra y la cumpliría.

Así que se encontró con la mirada de su padre al mismo nivel. Sin miedo o

remordimiento. Bien lo último ciertamente no era verdad. Tenía el remordimiento de

no mantenerse en esta tierra con Catarina.

Fortaleciéndose, dejó caer sus rodillas y bajó su cabeza.

Cat luchó contra Raziel.

—¡Déjame ir!

—¡Deténgase! —siseó Raziel en su oreja—. El hombre va a ir a su tumba por usted,

mujer. Lo menos que puede hacer es dejarlo morir sin sus lamentos angustiados

invadiendo sus orejas.

Él tenía razón y eso estaba matándola. Lochlan merecía mucho más que eso.

—Te amo, Lochlan —dijo ella, mientras odiaba el hecho de que su voz se quebrara

cuando dijo esas palabras—. Siempre te amaré a ti, solo a ti.

Raziel la puso contra la pared y la sostuvo para que no pudiera ver lo que estaba

pasando.

—¿Tienes para decir una última palabra? —le exigió el rey.

Lochlan se sacó el crucifijo pequeño del cuello. Se persigno, entonces lo besó y se

lo ofreció al rey.

—Para Catarina. —La miró por encima de su hombro para verla encogerse

mientras intentaba permanecer valiente—. Yo también te amo, muchacha. Que Dios

te proteja siempre.

Felipe cogió la cruz de su mano, y entonces le hizo una indicación a su ejecutor.

Lochlan se afianzó para recibir el golpe. Vio la sombra de la espada del hombre

sobre la piedra. Cerrando sus ojos, oró.

Cat escuchó un sonido suave detrás de ella. Y allí con la luz del sol creciente sentía

que sus piernas flaqueaban cuando el dolor más inimaginable pasó a través de ella.

Quería gritar, pero ningún sonido podía salir más allá del nudo vicioso y ardiente de

agonía de su garganta.

Lochlan estaba muerto y todo era su culpa.

Sólo era vagamente consciente de que Raziel la sostenía.

—Yo quiero morirme, también —susurró ella—. Por favor.

—En cualquier cosa que pase en tu vida, muchacha —dijo su padre al lado de

ella—. Quiero que recuerdes este dolor que sientes ahora. Guárdalo cerca de tu

corazón ya que mientras lo recuerdes, te impedirá ser de nuevo tan tonta.

Ella buscaba espantada la crueldad de su padre.

Sólo que no fue la cara de su padre la que vio, era la de Lochlan.

Él estaba vivo y él estaba sosteniéndola.

—¿Qué…? —Era una ridícula respuesta, pero en su mente no podía sostener el

hecho de él era quien la tenía en los brazos y no Raziel. Y él parecía tan confundido

como ella se sentía—. No entiendo.

Su padre estrechó su mirada hacia ella.

—Eres una princesa relacionada con tres monarquías, Catarina. ¿Realmente

pensaste que nosotros te permitiríamos correr lejos con alguien que no te viera como

nada más que un título?

Él miró a Lochlan.

—Lord Stryder nos dijo que usted la amaba más que a su vida. Pero no lo creímos.

Necesitábamos ver la prueba de ese amor. Ahora sabemos exactamente cuan lejos

usted está deseoso de ir no solo para asegurar su vida, sino también su felicidad. —

Por primera vez, sus rasgos se ablandaron—. No hay mejor regalo que un padre

pueda darle a su niña.

Cat no estaba lista para perdonarlo tan fácilmente.

—¡Usted es una bestia insensible! —gruñó como lágrimas en su cara—. Esto fue

tan cruel.

Él asintió.

—A su tiempo confío en que lograrás perdonarme. Mientras tanto, tengo un

sacerdote afuera que está deseoso de convertirte en una mujer honrada.

—¿Qué?

Felipe se encogió de hombros.

—Él estaba aquí para casarlos a los dos o para realizar los últimos ritos si Lochlan

no hubiera estado de acuerdo en morirse por ti.

Cat miró sobre su hombro para ver la misma expresión confundida en Lochlan.

Antes de que ambos pudieran responder, el ejecutor de la justicia se sacó su capa

para revelar a Stryder que estaba sonriéndoles.

—Supongo que deben odiarme, también. Pero confíen en mí, me encargué de que

el rey viera por si mismo lo que era tan obvio para el resto de nosotros, él nunca

podría condenarte a casarse con otro.

Felipe aclaró su garganta.

—¿Así que nosotros vamos a tener una boda, o vamos a estar de pie alrededor

luciendo irritados?

Por primera vez desde que Lochlan la había despertado, Cat se permitió sonreír.

—Oh nosotros vamos tener una boda, Padre, y entonces usted y yo vamos a tener

una charla larga sobre el respeto mutuo y sobre cómo usted nunca me hará de nuevo

algo parecido.

—Sí, pero míralo del lado brillante, niña. Cuando un hombre se arma caballero, se

da un golpe fuerte para poder recordar ese momento. Éste era su golpe que te

permitió saber exactamente lo que tu marido piensa de ti y cuánto te ama. Todos

deberíamos ser bendecidos así.

Y en ese momento, ella comprendió que él tenía razón. Agitando su cabeza, dejó

los brazos de Lochlan para ponerse de pie ante su padre.

—No siempre puedo estar de acuerdo con sus métodos, pero lo amo, Padre. Y me

alegro de que usted haya recapacitado.

Él se rió por un momento, entonces se serenó.

—¿Dónde está ese sacerdote? Quiero ver a mi hija bien establecida.

Cat se volvió hacia Lochlan y Stryder.

—Confíe en mí, Padre. No podría estar en mejores manos.

EEppiillooggoo

Seis meses después

Lochlan sonrió cuando abandonó la cocina con una barra de pan fresco para

Catarina. Ella estaba embarazada de su niño y pidiendo pan caliente. Muy lejos

estaba de él privarla de su antojo aunque era casi medianoche.

Todavía no podría creer que fuera su esposa. Aunque la presencia irritante de

Bavel y Viktor en su casa era más que suficiente para convencerlo de que ella era una

parte permanente de su vida. Aun así, valía la pena aún con el agravante de sus

presencias.

—¿Lochlan?

Él se heló cuando oyó su nombre en la oscuridad en medio de una brisa ligera. Era

una voz que había pensado no volver a escuchar.

Su garganta se apretó. Ciertamente, estaba oyendo cosas.

—¿Kieran?

Una sombra se instaló a su derecha.

Lochlan se volvió rápidamente, preparado para sacar su espada. Pero cuando

Kieran salió de las sombras, todo lo que pudo hacer fue mirarlo.

No podía ser…

—¿Realmente eres tú?

Kieran asintió.

—¿Cómo es posible?

—Hay algunas preguntas que nunca deben hacerse, hermano. Pero te he

escuchado todos estos años, mientras me convocabas…maldiciéndome. Riñéndome.

—Kieran miró hacia el castillo—. Los escucho a todos y ahora que tienes la

oportunidad de ser feliz, no quise ser la única cosa que te entristeciera.

—Pero tú no estás muerto.

—Estoy muerto, Lochlan. —Kieran abrió su boca para mostrarle un juego de

colmillos—. Mi alma fue sacrificada para que Duncan, Stryder, y los otros pudieran

escapar de nuestro infierno y pudieran hacer algo bueno con sus vidas.

Lochlan no entendía lo que había pasado con su hermano, pero si él hubiera

abandonado su alma, tendría que haber alguna forma de deshacerlo.

—Traeremos tu alma de regreso.

—Eso no es posible. Yo hice un intercambio y lo cumpliré. Pero yo no podía seguir

existiendo, mientras conocía el dolor que te estaba causando. Siento lo que te dije,

Lochlan. Y siento mucho más el dolor que les causé a todos. Por favor perdóname.

La presencia de Kieran era antinatural y demoníaca. Él lo sabía, pero eso no

cambiaba su relación.

—Eres mi hermano, Kieran. ¿Cómo no podría perdonarte?

—Gracias. —Kieran miró a lo lejos y sonrió—. Tu esposa te necesita. Ella quiere su

pan y tu hijo está ávido de unirse a este mundo.

—¿Mi hijo?

—El bebé es un muchacho. Yo puedo sentir su alma. Él es fuerte y bueno, como su

padre. Ahora, yo también debo irme —dijo caminando hacia las sombras.

—¿Te veré otra vez en esta vida?

Kieran negó con su cabeza.

—Me prohíben que tenga contacto con mi familia. Pero quiero que sepas que yo te

oigo siempre que piensas en mí y dile a Ewan que deje de maldecirme cada vez que

ve el agua. Se envejece —sonrió como si oyera los pensamientos de Lochlan—. Yo

también te quiero, hermano.

Y con eso, Kieran desapareció antes de sus ojos.

Lochlan se quedó varios minutos allí, mientras se preguntaba si lo había soñado.

—No fue un sueño. —La voz de Kieran hizo eco en su cabeza.

—¿Lochlan?

Él se volvió hacia el sonido de la voz de Catarina.

—Sí, amor. Ya estoy contigo.

Ella se detuvo en un trayecto corto para fruncirle el ceño.

—¿Estás bien?

—Sí, no podría estar mejor.

—Bueno, estuve hablando con Bavel hemos decidido el nombre del bebé si es un

niño.

—¿Y cual es?

—Kieran, por tu hermano. ¿Te importaría?

Lochlan miró hacia atrás en dónde Kieran había aparecido hace un momento.

—No, amor, pienso que eso sería maravilloso y estoy seguro que harás a mi

hermano muy feliz.

—¿Y que hay de ti?

—Mientras estés conmigo, muchacha, yo siempre estaré feliz.

Fin