Angustia y Catarsis del relato formalizador frente a una obra ficcional

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Maestría en Estudios Humanísticos Seminario de Narrativas – II Semestre David Alejandro Restrepo Díaz 12 Junio 2013 1 | Página Angustia y catarsis una tentativa para relacionar dos conceptos del relato formalizador de M. Heidegger y H.R. Jauss con la obra Juventud de J.M. Coetzee La tesis que está escribiendo no dirá nada nuevo sobre Ford, está claro. Sin embargo, no quiere abandonar. Abandonar cosas es el estilo de su padre. No va a ser como su padre. De modo que empieza a reducir los cientos de páginas con anotaciones en letra minúscula a una red de prosa conexaJ.M. Coetzee en Juventud, capítulo 17 El presente ensayo que comienza con una cita de la novela Juventud de J.M. Coetzee propende a desarrollarse sobre dos vertientes de reflexión. La primera y más personal, a través de la cual se pretende señalar que el relato des-formalizado con características metaficcionales y autoconscientes que se constituye en la estructura de nuestro Seminario de Narrativas como novela auto-referencial de literatura occidental, contiene en si mismo una dinámica introspectiva que pone al lector frente a su ser, y lo interroga sobre su propia realidad. La segunda vertiente, tiene por objeto reconocer en la obra de Coetzee, no una estructura de reflexividad clara e inmanente, como se puede encontrar en la obra de Ser y Tiempo de Heidegger, o en Experiencia Estética y Hermenéutica Literaria de Jauss, pero si el examen de unos elementos conceptuales clave para señalar que existe un puente certero de comunicación entre filosofía y narración. Así, tanto la una como la otra, propenden desde su propia experiencia, a generar un impacto en el lector, a través de la búsqueda del yo, mediante un proceso de reflexividad interior y al mismo tiempo, rigoroso y exhaustivo. Antes de proceder con un ejercicio de correlación y desarrollo de las dos vertientes propuestas, es fundamental señalar que el presente texto contiene una centralidad vital entre las dos. Me refiero sobre todo, a que no

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Angustia y catarsis

una tentativa para relacionar dos conceptos del relato formalizador de

M. Heidegger y H.R. Jauss con la obra Juventud de J.M. Coetzee

“La tesis que está escribiendo no dirá nada nuevo sobre Ford, está claro.

Sin embargo, no quiere abandonar. Abandonar cosas es el estilo de

su padre. No va a ser como su padre. De modo que empieza a

reducir los cientos de páginas con anotaciones en letra minúscula a

una red de prosa conexa”

J.M. Coetzee en Juventud, capítulo 17

El presente ensayo que comienza con una cita de la novela Juventud

de J.M. Coetzee propende a desarrollarse sobre dos vertientes de reflexión.

La primera y más personal, a través de la cual se pretende señalar que el

relato des-formalizado – con características metaficcionales y

autoconscientes que se constituye en la estructura de nuestro Seminario de

Narrativas como novela auto-referencial de literatura occidental, contiene

en si mismo una dinámica introspectiva que pone al lector frente a su ser, y lo

interroga sobre su propia realidad.

La segunda vertiente, tiene por objeto reconocer en la obra de

Coetzee, no una estructura de reflexividad clara e inmanente, como se

puede encontrar en la obra de Ser y Tiempo de Heidegger, o en Experiencia

Estética y Hermenéutica Literaria de Jauss, pero si el examen de unos

elementos conceptuales clave para señalar que existe un puente certero de

comunicación entre filosofía y narración. Así, tanto la una como la otra,

propenden desde su propia experiencia, a generar un impacto en el lector, a

través de la búsqueda del yo, mediante un proceso de reflexividad interior y

al mismo tiempo, rigoroso y exhaustivo.

Antes de proceder con un ejercicio de correlación y desarrollo de las

dos vertientes propuestas, es fundamental señalar que el presente texto

contiene una centralidad vital entre las dos. Me refiero sobre todo, a que no

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es posible desde mi perspectiva, separar la reflexión personal de la narrativa

de Coetzee, de aquella en donde se reconocen metodológicamente los

conceptos nucleares de la obra de Heidegger y Jauss. Metafóricamente, se

trataría de una tarea tan inconcebible, como pararse en la desembocadura

de un río y tratar de entender cual gota de agua viene de cual afluente.

Por lo cual a través del siguiente ensayo, ambas vertientes pueden

parecer una sola. De hecho, es un propósito buscado adrede, el que a pesar

de estar inquiriendo en las bases de una u otra fuente, sea posible establecer

un camino de transición, por medio del uso de la narración misma, y por el

descubrimiento y desarrollo de los conceptos, de una realidad propia y de

una teoría de la interpretación existentiva.

Igualmente, tampoco es objeto de este ensayo reducir la obra de los

tres autores, ni señalar de ninguna manera que la aquí propuesta sea la

única mirada posible, dando una validez falsa que se pudiera trasponer a las

obras mismas.

Todo lo contrario, sobre la riqueza de los conceptos y teorías de los

relatos formales existenciales de Heidegger y Jauss, y su referencialidad

dentro de un texto narrativo como la obra Juventud de Coetzee,

corresponde la interpretación y el enriquecimiento de un análisis singular

sobre cómo la narrativa desformalizada produce dinámicas introspectivas en

cada lector, totalmente diferentes pero válidas por el nivel de experiencia,

que según sea el tiempo y las mentalidades de las personas que hacen parte

de las épocas que lo conforman, se resalta y rescata una elementalidad que

puede definir la experiencia de la vida y el ser de un individuo o una

generación entera a través de un conjunto de textos.

Por último, y no menos importante señalarlo, el presente ensayo

corresponde a un proceso de reflexividad que dio marcha en el marco del

Seminario de Narrativas, dentro del contexto académico de la Maestría de

Estudios Humanísticos de EAFIT. Los cuestionamientos sobre las dimensiones de

la existencia, planteados en el curso para modelar una interpretación de la

narrativa moderna, e investigar los elementos y conceptos centrales de la

teoría de la comprensión del ser y su experiencia, generaron una profunda

ruptura interior con consecuencias aún no previstas.

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Esta ruptura interior, que en un comienzo se produce como resultado del

análisis sobre los modos de ser y sobre el proceso de anticipación del

proyecto ontológico heideggeriano, se profundizó mucho más al desarrollar

la lectura y análisis de la novela Juventud de J.M. Coetzee. En el desarrollo de

dicho análisis, uno de los elementos centrales que surge a la observación y

estudio como lector, es el pleno reconocimiento de la angustia del personaje

central, John Coetzee.

Igualmente vital para el proceso de ruptura, es el cruce y

reconocimiento con la experiencia estética de H.R. Jauss, que muestra como

la catarsis – proceso de comunicación, en el triángulo de la teoría de la

recepción –, sucede principalmente en el auto-reconocimiento del

comportamiento estético (aisthesis) de una praxis vital con un modelo de

héroe, que ayuda a desarrollar una des-carga emotiva, que según Jauss, se

trata del autoplacer, del movere et conciliare, en una dialéctica alternativa

del reconocimiento del placer en el otro, en lo ajeno.

Basta señalar para terminar esta introducción, que el proceso de

reconocimiento con el héroe y la ruptura interior que se señalan hasta ahora

someramente, responden en el nivel interior a la vertiente personal sobre la

que como lector, me corresponde interrogar y plantear el proceso de

reflexividad con los conceptos de angustia y catarsis.

El como se logra y la coherencia que se alcance a evidenciar en mi

propio proceso de escritura, será por otra parte juicio y proceso del lector. Es

por esto trascendental dejar bien claro que la profundidad de la ruptura y el

reconocimiento con el héroe aun no están del todo refigurados o aplicados,

en los términos existenciales de Ricoeur y de Gadamer respectivamente, o en

concreto para el propio Heidegger, apropiados.

Es consistente señalar que el presente ensayo, consiste en un ejercicio

de espejos entre el ser como yoidad con una literatura escogida. La

metáfora de la imagen que se refleja en la escritura es como aquella de un

yo que se proyecta por un espejo frente a otro espejo, y que parece infinita,

interminable, inagotada, pero sobre todo, repetida. La experiencia literaria

tantas veces repetida e incorporada, ahora se pregunta por la misma

imagen que produce en el ser, y no solo por la capacidad de transmitir la

misma como experiencia.

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No pretende el siguiente ensayo decir nada nuevo sobre la apropiación

como proceso de reflexividad autónomo y ser existencialmente neutro, pero

por otro lado, busca dar cuenta de cómo el autor se puso al frente de una

tarea incómoda e imperfecta, dando cuenta de algunos elementos textuales

que podrían conducir la presente reflexión no más allá que sobre el reflejo

reducido de un ser frente a una realidad inacabada, fragmentaria, y

seguramente, caleidoscópica.

La grieta ya estaba ahí

“El camino es fatal como la flecha,

pero en las grietas está Dios, que acecha”

Poema El Elegido de J.L. Borges

Si pudiéramos comprimir en una palabra el principal sentimiento de lo

que significa ser joven, ¿cuál sería esa palabra para poder expresar dicho

sentir?, ¿qué sería lo que hace convencional a esta etapa de la vida por la

que todos aquellos que pasamos, nos sentimos diferentes?, ¿es que acaso ser

joven se reduce a ser un rebelde sin causa, una especie de sujeto en estado

des-estabilizado en el cual no se es ni camino ni flecha, ni orientación ni

intención?

Así como un antropólogo rompe mitos, debería partir señalando que

pasé muchos años de mi vida convenciéndome de una falsa verdad

instaurada desde la academicidad por Margaret Mead, en su etnografía

Adolescencia, sexo y cultura en Samoa (1928). En la obra de Mead, se

discute principalmente sobre la universalidad del concepto psicológico de

juventud y adolescencia, restando importancia al conflicto y la crisis que

viven las personas en edad de aprender y definirse sexualmente, y

caracterizando el papel de la cultura en la definición social del individuo. A

través de su trabajo, Mead quiso cuestionar el rol del joven como rebelde

social sin causa, tan arraigado en la cultura occidental norteamericana.

Según Mead, las jóvenes samoanas viven una sexualidad plena y

abierta, desarrollando su libre albedrio sexual sin restricciones o tabúes, libres

de cualquier juicio o mal interpretación por parte de la sociedad en que

viven. Esto según Mead, conlleva a que las chicas no sufran el terrible

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conflicto de lo que implica asumir una realidad sexual dentro de una

sociedad segmentada y diferenciada por clases y géneros, entre muchas

otras clases de diferenciación.

Al final, la etnografía de Mead termina produciendo un documento

utópico en que por medio de entrevistas y más bien poca observación,

refleja una sociedad paradisiaca en las tropicales islas del Pacífico Sur: se

trató del primer best–seller mundial en antropología sobre el mito del buen

salvaje. Es curioso que los primeros antropólogos científicos, en orden de

derrumbar un mito, terminaran afianzando otros con la misma vehemencia.

La primera consecuencia que se solidificó con la plana etnografía de

Mead fue que a pesar de provenir los seres humanos de un origen biológico

común – una verdad dolorosamente instaurada por el biólogo naturalista

inglés Charles Darwin a finales del siglo xix, en un viaje alrededor del mundo

que le tomó más de cinco años – la cultura juega un papel definitivo en la

diferenciación entre las sociedades, y sobre todo entre sociedades

desarrolladas orientadas al progreso, y otras sociedades de modo y tipo de

ser “retrasado y salvaje”.

La otra consecuencia que se produjo fue el mito que pretendo discutir,

y que hace parte de las verdades falsas por medio de las cuales escapamos

a preguntas fundamentales en nuestras sociedades occidentalizadas por la

definición de los otros como buenos salvajes: siendo libres de elegir nuestros

propios paradigmas como individuos dentro de una sociedad, aunque

libremos batallas por nuestros derechos, debemos sostener esa cruda frialdad

y lejanía con el objeto de nuestro deseo. Es la mejor manera de ser civilizados,

se nos recalca en toda la publicidad.

El encuentro con John Coetzee, en un progresivo método de

observación, análisis y estudio sobre mi propio pasado, puso en evidencia

una multiplicidad de elementos que por largo tiempo había mantenido al

margen del como se constituyó mi propia identidad, y sobre los procesos,

dudas y conflictos que tuve que pasar para llegar a establecerme en una

realidad. Esta dimensión estable como disciplina de las ciencias humanas

que decidí estudiar, también estaba llena de paradigmas falsos y verdades a

medias, y se convertiría en la sabana de colchas y grietas sobre el sentido de

mi propio ser en el mundo y en mi realidad. Una sabana con la cual cobijarse

en la noche fría de las preguntas por el ser y su sentido de anticipación.

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Cuatro procesos dentro de la historia de John me identificaron de pleno

con el héroe de la narrativa – siguiendo a Jauss – y recapitularon asuntos

pendientes, que se tenían que resolver (o que aún tienen que), con los

propios procesos internos existenciales del ser mismo. Al señalar dichos

procesos, no se busca dejar de lado el paralelismo que se establece con la

historia y el desarrollo de ambas vertientes dentro de la misma.

Es de señalar además que estos cuatro procesos no son momentos

puntuales, sino que están latentes sobre toda las etapas de la narración que

se habla, hacen parte de Juventud, diríamos que de principio a fin, por lo

que se podría señalar que los procesos definen esta época, este sentir, este

verse-en-el-mundo, este poder estar-ahí:

Es el primer atisbo de la vida doméstica de Paul, y se siente lleno de

envidia. ¿Por qué no puede tener una relación bonita y normal con su

madre? (p.25-26).

Está en Inglaterra, en Londres; tiene trabajo como Dios manda, mejor

que la enseñanza, por el que le pagan un sueldo. Ha escapado de

Sudáfrica. Todo va bien, ha alcanzado su primer objetivo, debería

estar contento. De hecho, a medida que pasan las semanas, se siente

más y más abatido… siente su alma amenazada… Debe endurecerse

y resistir (p.53).

No puede seguir así. No puede seguir sacrificando su vida según el

principio de que los seres humanos deben padecer los sinsabores del

trabajo para ganarse el pan, un principio que por lo visto comparte sin

saber dónde lo aprendió… Saber demasiado bien lo que se quiere

augura, en su opinión, la muerte de la chispa creativa (p.108).

“Experiencia”. Es la palabra en la que le gustaría apoyarse para

justificarse a sí mismo. El artista debe probar todas las experiencias,

desde la más noble hasta la más baja. Igual que el destino del artista

es experimentar la alegría creativa suprema, también debe estar

preparado para cargar con todo lo que en la vida hay de miserable,

escuálido, ignominioso (p.162-163).

Para sintetizarlos de manera más clara, y sin ánimo de reducirlos o

esquematizarlos, se presenta el siguiente cuadro que busca dar cuenta del

establecimiento de una relación entre las etapas y las preguntas que

constantemente se generan desde los mismos procesos.

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La vertiente interna, que se encuentra en el auto-reconocimiento con la

experiencia del héroe, y sobre todo en la reflexividad que se logra a través

del ser si-mismo en la historia que se le plantea como propia; y la vertiente

externa, que se trata del reconocimiento de marcas textuales y momentos de

la narración que articulan una apropiación de la identidad narrativa con el

proyecto existencial del si-mismo, se pueden evidenciar en el cuadro. En ese

caso, para señalar, la vertiente interna corresponde al cuadro en letra roja,

mientras la vertiente externa se muestra en los cuadros que reconocen las

marcas y momentos narrativos.

Para desarrollar un análisis de ambas vertientes, se toma como ejemplo

el proceso proporcionado en el cuadro alternativo, correspondiente al

análisis interno como Negación. Dicho proceso que parece desarrollarse

negativamente en Infancia, responde al reconocimiento pleno de este

proceso durante Juventud. Como se puede constatar, la negación del rol y

papel de los padres, aunque proceda en un sentir diferente y particular hacia

cada uno, en el fondo se articula por medio de este mecanismo procesual

como vertiente interna.

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Y es en esta vertiente interna en donde se establece un nivel

aproximativo entre el ser como lector, y el ser como héroe. Aunque hace

parte de la naturaleza del ser humano desde la psicología, establecer

procesos de negación hacia el otro, principalmente en la juventud, hacia el

padre y/o la madre, y aun queriendo comprender este proceso desde una

vertiente externa del relato des-formalizado científico psicológico, el proceso

de identificación con el héroe y por lo tal, su catarsis y experiencia de

apropiación plasmada en la narración, es la que permite encontrar una

consciencia existencial por medio de la historia.

Esta consciencia es absolutamente interna, y no procede de la

comprensión externa sino de la capacidad interior de proyectarse en el

héroe, sea esta proyección positiva en la identificación emocional con el

personaje, o negativa en el rechazo de su proceso de negación, generando

una doble negación en el ser lector.

Es en este nivel en donde, si es permitido o posible plantear la vertiente

interior como nivel existentivo, la angustia que nos presenta M. Heidegger en

Ser y Tiempo, puede ser comparable o constitutiva del relato de Juventud de

J.M. Coetzee.

Hasta el momento, como ayuda metodológica y práctica, he querido

presentar los procesos de asuntos pendientes como equivalentes a la ruptura

interior, pues como se señala en la introducción, se trata de un ejercicio

constructivo de canales y puentes entre la narración des-formalizada de

Coetzee con la estructura formal existencial heideggeriana y apoyado en la

plataforma metodológica propuesta por Jauss.

Se señala además que el campo de indagación se manifiesta en una

doble vertiente, interior en el propio ser como lector, interprete – espejo de la

narración, y exterior en la evidencia de los conceptos analíticos, y por lo

tanto el ejercicio de análisis y escritura está igualmente sujeto a ser leído e

interpretado por medio del paradigma hermenéutico.

Para hacer un alto en el camino y dejar el planteamiento esclarecido, es

consistente señalar que la hipótesis hasta el momento ha consistido en

evidenciar que por vertientes internas y externas, los conceptos de angustia y

catarsis en el relato Juventud de Coetzee, son elementos constitutivos y

centrales en la historia como proyecto experiencial del personaje, y por lo

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tanto tienen un paralelismo innegable. Sin embargo, aun no se deja claro

sobre que elementos de la historia se desarrolla este paralelismo.

Puede decirse que mientras la angustia aparece dentro de la narración

explícitamente, la catarsis no parece por otro lado tan evidente. Para ir por

partes, se verá a continuación una relación del texto con la angustia

explícita, directa y central. En cuanto a la catarsis, se verá más adelante

como con la introspección del héroe catártico – simpatético, se desarrolla

por una vertiente más interna que externa el proceso de la catarsis. Este

asunto se resuelve en la segunda parte del ensayo.

Véase a continuación el ejemplo de angustia más claro y en todo su

esplendor dentro de la narración (página 54 y 55 del capítulo 6):

“La ansiedad que sufren Mónica Vitti y otros personajes de Antonioni es

de un tipo que no le resulta familiar. De hecho, no se trata de ansiedad

en absoluto, sino de algo más profundo: angustia. A él le gustaría probar

la angustia, aunque solo sea para saber cómo es. Pero, por mucho que

lo intente, no encuentra en su corazón nada reconocible como

angustia. La angustia parece ser una cosa europea, totalmente

europea; en Inglaterra todavía está por llegar, no digamos ya en las

colonias de Inglaterra”.

La pregunta por supuesto que nos deja esta evidencia directa sobre la

angustia es bien clara: ¿qué es entonces lo que él, John Coetzee, ha estado

experimentando durante todo el texto? Y de esta pregunta también

podemos derivar la siguiente: ¿Qué es ese conjunto de sentimientos que lleva

adentro, y qué parecen arrojarlo en una realidad hostil a la vida del espíritu?

Para resolver estas preguntas, y pasar al siguiente nivel, que es señalar si

se trata o no de la misma angustia del Dasein en Heidegger, hay que develar

el camino de John, el camino desdibujado de sentimientos y sobre todo, de

falsedades con las que se enfrenta. Hay un proceso metodológico que

realizar con el personaje en su disposición anímica y temporal.

Ya se ha evidenciado como esta ruptura interior contiene una negación,

que se exterioriza en el rechazo por la imagen del padre y la madre, fundada

en sentimientos como la envidia por lo que otros jóvenes y amigos tienen

como padres y madres; también aparece en el profundo desengaño sobre el

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rol de sus padres en el mundo; pero aun más curioso, aparece con igual

fuerza un rechazo por la patria y todos los elementos simbólicos y políticos

con que esta puede estar asociada. De este modo lo que inicialmente

aparece como una rebeldía típica de adolescente frente a la imagen de

autoridad y control representada en sus padres, se convierte en una

negación absoluta por todo origen.

El anhelo de independencia y desapego del mundo paterno-materno a

través del rechazo y la negación, encajan así mismo con la frecuente

reflexión acerca de su propia inmadurez e inconsistencia como ser humano,

con su incapacidad de asumir la vida como un verdadero adulto: “solidez es

lo que siempre le ha faltado” y “¿Cómo podría él, que todavía es un niño,

criar a otro?” son solo algunos ejemplos de lo que con consistencia se

expresa a través de toda la narración.

Es paradigmático que a pesar de la comunicación escrita con su madre

que sigue en Sudáfrica, con él que ahora habita un país en que se siente

extranjero a medias, Inglaterra, siga enfrentándose con igual repulsión, y la

dificultad de establecer una tregua con este sentimiento y con ellos, pueda

ser en el fondo, una dificultad consigo mismo que está proyectando en su

propio ser.

De hecho, definirse así mismo, por contrario a como reconoce a su

padre, estableciendo hacia él como característica central el abandono, no

pueda por lo tanto, permitirse a sí mismo abandonar un proyecto del que no

lo logra definir su propio ser y vocación en el mundo.

La carencia de modelos y la búsqueda frecuente de los mismos en la

literatura y en el cine: “tiene que haber otras personas que hayan atravesado

el valle y llegado al otro lado”, para superar sus propios miedos y sentimientos

lo ponen de frente en los siguientes procesos que suponen la ruptura interior.

De fondo lo que se plantea es que a pesar de que John Coetzee tiene

frente a si mismo la voz de la consciencia, el llamado interior, y que la

angustia que siente es la manifestación más clara de que está caminando

hacia si mismo, también hay que señalar que la falta de reconocimiento de sí

mismo y su rol mundo, como al darle más valor a las habladurías, a las

curiosidades, y a la ambigüedad, le termina provocando sus frecuentes y

constantes caídas, y por lo tanto un olvido y pérdida de la angustia.

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El asunto por demás, es más complejo de lo que parece, ya que como

John no está en el mundo de las fiestas, el alcohol y las conversaciones

superficiales, ignora por completo que esa otra forma de ser, esos otros

modelos literarios y profundos discursos sobre los cuales se quisiera plantear a

sí mismo, son también expresiones del mundo y producto de las habladurías.

El cómo ser escritor, el cómo enamorarse y encontrar a la elegida, el

cómo vivir en una auténtica ciudad (Londres, Paris y Viena), el cómo ser

independiente, el cómo demostrarse a sí mismo y a los demás que es un

adulto, el cómo vivir para conquistar y ser conquistado en el juego del amor

femenino, lo conducen constantemente, en contra de su propio ser y de su

verdadero sentir.

Puede señalarse entonces la gran barrera que se construye entre los

textos para develar que el sentido que los orienta puede ser el mismo, pero

en el fondo, las experiencias y las historias que se expresan, van por caminos

completamente apartados. En la novela no hay un triunfo del ser, no hay un

develamiento de la consciencia por medio del cual el sujeto queda liberado

existencialmente de todos sus complejos y problemas.

Al contrario, mientras en el relato formal existencial el proceso parece ser

metodológico y organizado, en el relato narrativo des-formalizado, los

procesos son adversos, no tienen un núcleo claro y no conducen siempre

hacia la verdad. Sin embargo, estos son los relatos que reflejan mejor el

carácter de la vida y logran trascender todas las dimensiones humanas y

culturales.

Siguiendo con el paralelismo entre los procesos de la ruptura interior que

se evidencian en la narración y que se han abordado hasta ahora de

manera indirecta, se propone establecer un mecanismo de comparación

entre los mismos procesos con los fenómenos de la cotidianidad

desarrollados por Heidegger para hablar de la caída del Dasein en la

aperturidad del Uno.

En el tema de las habladurías, que pueden verse expresadas en como

John busca ganarse la vida sin ser un zángano del sistema; o cómo

conquistar y hacer el amor a una mujer; o cómo mientras la elegida llega, es

bueno haberse movido por todas las esferas emocionales, puede

encontrarse un paralelo sin igual, al proceso de endurecerse cuando en la

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adaptación a Londres, su nueva ciudad, señala “Entonces estará en camino

de convertirse en un verdadero londinense, duro como una piedra.

Convertirse en una piedra no era uno de sus objetivos, pero tal vez tenga que

acostumbrarse” (p.116).

Las curiosidades se evidencian a su vez, en la búsqueda constante e

interminable de experiencias, del experimentar por experimentar, para ganar

sentidos y experiencias sobre los cuales escribir, pero que lo dejan bloqueado

y negado para la escritura. El proceso de sacrificarse se equipara a este

fenómeno, principalmente cuando establece mecanismos de rechazo de su

ser interior, por medio del ideal de personaje literario que ha desarrollado a

través de la narración.

Un ejemplo claro se evidencia así en “No puede seguir sacrificando su

vida según el principio de que los seres humanos deben parecer los

sinsabores del trabajo para ganarse el pan, un principio que por lo visto

comparte sin saber dónde lo aprendió” (p.108). Pero sobre todo en este

fragmento: “Ha venido a Londres para hacer lo que en Sudáfrica es

imposible: explorar las profundidades. Sin descender a las profundidades no

se puede ser artista… quizá las profundidades de verdad son otras y se

presentan de las formas más inesperadas: como un arranque de maldad

contra una chica a primera hora de la madrugada por ejemplo” (p.133).

Finalmente, el terrible mecanismo de la ambigüedad a la que se

enfrenta entre la vocación por la literatura y la profesión como programador

de súper computadores en una potencia militar occidental colonialista,

hacen que su proceso de descubrimiento de su ser esté en una vacilación

absoluta, el proceso de destinarse aparece reflejado con toda claridad, en

una suma de fragmentos del capítulo 18: “Así que, sin saberlo, ¡se estaba

preparando para esto! ¡Esto era a lo que le conducían las matemáticas!”.

Nota otra cosa. Ha dejado de estar anhelante. Ya no le preocupa buscar a

la desconocida bella y misteriosa que había de liberar su pasión interior. Pero

no puede evitar ver la conexión entre el final de su anhelo y el fin de la

poesía. ¿Significa que está madurando? ¿En eso se resume madurar: superar

los anhelos, la pasión, todas las intensidades del alma?” (p.145).

En dichos procesos, los mecanismos de narración se activan para

señalar como la voz de la consciencia como llamado existencial de su ser se

va perdiendo, cómo el poder ser su más propio se ausenta y entra en la

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cotidianidad del uno, generando como resultado, no un cuidado como lo

plantea Heidegger en su proceso ontológico, sino el establecimiento de lo

impropio del ser en dicho Uno, en donde prevalece el abandono.

Hasta este nivel, el abandono del ser parece vencer la fractura, superar

la grieta, sobreponen la angustia. Es entonces cuando esa misma angustia

que aparece en la página 63: “cuatro años después, sigue angustiado, pero

su angustia se ha vuelto habitual, incluso crónica, como un dolor de cabeza

que se resiste a marcharse. Cualquiera que sea el tema explícito, es él –

atrapado, solo, abatido – el que ocupa el centro…”, parece no haberse

desvanecido del todo cuando en la página 165, nos dice: “Hay otra manera

más brutal de decir lo mismo, De hecho, hay mil maneras: podría pasarse el

resto de su vida escribiendo una lista. Pero la más brutal es decir que tiene

miedo: miedo de escribir, miedo de las mujeres”.

John está en un proceso de transformación interior, se encuentra en la

vida, frente a su angustia y frente a los fenómenos cotidianos del uno, y

aunque la vacilación es dolorosa y terrible, la lucha continua hasta el final.

Para concluir este segmento, las vertientes internas de esta pérdida del

ser, como se expresan en la narración de Juventud, a través del proceso de

endurecerse, sacrificarse y destinarse, podrían establecerse en paralelo con

aquellos elementos de la caída del Dasein, frente a la cual nos presenta

Heidegger su condición de ser arrojado.

¿La ruptura?

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El momento en que el héroe calla

“El silencio es el único amigo que jamás traiciona”

Proverbio chino atribuido a Confucio

“El silencio es el elemento en que se forman todas las

cosas grandes”

Thomas Carlyle

Ya que se evidenció que la angustia es una vertiente directa en la

narración de Coetzee y que pueden establecerse puentes y correlaciones

entre el concepto de angustia heideggeriano con el problema de la

angustia de John en Juventud, ahora se pretende demostrar que el

concepto de catarsis de Jauss, a pesar de no poderse establecer de forma

directa dentro de la narrativa coetziana, si puede constituirse indirectamente,

en un mecanismo vigente del personaje para transmitir elementos de

reflexividad, y sobre todo, de apropiación de la facticidad de su ser interior.

Como se ha evidenciado a través de las citas de Confucio y Carlyle, uno

de los mecanismos de introspección más recurrentes para el héroe dentro de

la narración de Coetzee, es el silencio. En silencio, John reflexiona

frecuentemente sobre sus propios sentimientos y pensamientos; en silencio se

encuentra siempre preguntándose por sí mismo, por su ser y su sentido; en

silencio, el joven trasciende, o mejor dicho, busca trastornar su realidad. Sea

el silencio el proceso mismo de cuestionamiento o un facilitador para este

proceso, es uno de los elementos centrales a discutir, sobre todo en la

realidad catártica de Juventud.

Es a través del silencio que la catarsis puede expresarse en la obra. Sin

embargo es importante señalar antes de proceder con este segmento, que

el propósito no es equiparar el silencio con el proceso metodológico de la

experiencia estética de Jauss. No se trata de articular que por tener la obra,

la capacidad creativa del autor como poiesis (que se refiere al proceso

productivo y que ha sido el centro de la literatura sobre estética por más de

dos mil años), se pueda concertar que el autor buscara transpolar esta

posibilidad poiética al silencio como contingencia catártica.

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Tampoco que por medio de la aisthesis (que se refiere al proceso

receptivo del mensaje que ha sido muy bien estudiado desde la lingüística)

se pueda establecer siquiera algún elemento de integración entre el silencio

con el mecanismo de autosatisfacción que propone Jauss a través de la

catarsis: “que el hombre busque y encuentre su verdadero yo en el ajeno tú

de su Dios, y el autoplacer, en el placer ajeno, al que la experiencia estética

se abre” (pag.169).

Es por este camino por el cual Jauss plantea la posibilidad de una

experiencia estética en la catarsis. Y siguiendo la reflexión de Gorgias, nos

presenta además el placer del dolor, como aquel en el cual se enriquece el

espectador por la compasión que en él se despierta: “con la suerte y la

desgracia vivida en sucesos y en personas ajenas, el alma puede, de algún

modo, mediante las palabras enriquecer su experiencia propia” (Citado por

Fuhrmann en 1973, p.93).

Al regresar a Juventud, y como se señala en la introducción, el

mecanismo catártico parece ahora tomar un rumbo directo por la vertiente

interior. El hecho de plasmar en John una serie de características propias del

ser, el poder reconocer la angustia de su proceso vital, y por lo tanto sentir en

esta vertiente, un placer por su dolor, representa en este sentido la posibilidad

más clara de develar que la narrativa coetziana contiene en si misma, un

llamado a la consciencia a través del personaje autobiográfico. El autor, que

nos plantea una novela de referencia, al mismo tiempo nos plantea

interiormente, un paradigma catártico.

Para poder explicar como este paradigma se aborda y adquiere sentido

en la interpretación hermenéutica de la narración, señalaré dos activaciones

descentralizadas por las cuales se conduce al ser hacia el desarrollo de esta

unidad estética literaria.

La primera activación consiste en desentramar los argumentos por

medio de la vertiente externa, reconociendo en el texto las dificultades para

despejar al silencio como el verdadero paradigma catártico que activa la

autosatisfacción en mi propio ser. La segunda, toma lugar cuando no siendo

este proceso completamente consciente, pero penetrando ciertas esferas de

mi capacidad de reconocimiento en la vertiente interior, da lugar a un

examen sobre la construcción de identidad frente al héroe. Los límites de

dicha identidad se esclarecen con las características del personaje en Jauss.

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Dice John en la página 116, entrando al capítulo 14 justo después de

haber renunciado a su trabajo en IBM: “No lamenta haber dejado IBM. Pero

ahora no tiene a nadie con quien hablar, ni siquiera Bill Briggs. Pasan días y

días sin que por sus labios salga una sola palabra. Empieza a marcarlos en su

diario con una S: días de silencio”. Y sigue más adelante: “Mientras que en su

caso el recuerdo de una sola palabra persistirá durante semanas, quizá

durante el resto de su vida. Chocarse con la gente, pedir perdón, ser

insultado: una treta, una manera barata de forzar una conversación. Cómo

engañar a la soledad”.

Es increíble como en el mismo capítulo, terminando los dos últimos

párrafos logra en términos existenciales una apropiación cercana de su ser. A

pesar de estar perdido en Londres, se muestra su propio modo de ser

verdadero para sí mismo, y al apropiarse de lo descubierto, se abre. Es un

momento de aperturidad en medio de la desolación y el vacío.

Es claro que en el camino le faltó elegirse, pero para ese momento, una

luz de verdad y esperanza se abrió en medio de la tristeza: “una tarde de

domingo, cansado, pliega la chaqueta a modo de cojín, se estira en la

pradera y cae en un sueño o duerme-vela en que la consciencia no se

desvanece, sino que continua planeando. Es un estado que no conocía:

parece notar en la sangra la rotación constante de la tierra. Los gritos lejanos

de los niños, el canto de los pájaros y el zumbido de los insectos se unen en

un himno de alegría. Le da un vuelco el corazón. ¡Por fin!, piensa. ¡Por fin ha

llegado el momento de unidad extasiada con el Todo!... Este acontecimiento

señalado no dura más que unos segundos de reloj. Pero cuando se incorpora

y sacude la chaqueta, se siente fresco, renovado… Si no ha sido totalmente

transfigurado, al menos ha sido bendecido con la insinuación de que

pertenece a este mundo” (p.120).

Es una clave maravillosa que la narración coetziana produce entre el

silencio y el camino de la apropiación del ser. Durante la mayor parte de la

narración, el joven John deambula entre procesos de negación,

endurecimiento, sacrificios y destinos falsos, y un abandono de su ser, de su

propio yo. Hay que reconocer que este camino entero, entre la ruptura

interior y el desvelamiento de su interior, hace todo parte de la catarsis al que

la narración invita. No en vano, Jauss plantea el paralelismo entre la catarsis y

la curación del alma en la compasión despertada en el observador.

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Sin embargo, en la propia estructura del texto des-formalizado, no hay

una claridad estructural para señalar que efectivamente el proceso de

aperturidad se logre en el personaje, y muchas veces, por las características

de estas mismas narraciones en el mundo de la literatura, es difícil establecer

que un proceso de apropiación pueda lograrse.

Es así como tanto los procesos de ruptura como los elementos de

conexión entre la historia de John y la mía propia, se convirtieron en

mecanismos que bloquearon una comprensión interior avanzada. En muchos

momentos, el análisis condujo a encerramientos, bloqueos y ausencias, por

las cuales no se podía ni avanzar ni establecer puntos de sostenimiento.

Elementos de la historia misma como la vida en Inglaterra, el pasado colonial

en el tercer mundo, el rechazo de las personas de su edad, la falta de

confianza en su ser, la búsqueda de ideales de realización falsos, hicieron el

proceso de reconocimiento con la historia del héroe muy vividos y cercanos,

pero al tiempo, dificultaron el proceso de análisis e interpretación.

Sobrellevando las dificultades de la historia, reviviendo procesos

interiores olvidados, y des-fragmentándolos en micro procesos emocionales y

psicológicos, el camino hacia la reflexión hermenéutica narrativa se hizo

posible, y de esta manera, me encontré con las preguntas. Juventud es una

narración plagada de reflexiones en forma de preguntas, unas se quedan en

el aire, sin responder, y se convierten a lo largo de la historia en mecanismos

inquisitivos, que activaron la vertiente interior, y que posibilitaron un análisis

del papel de la interrogación.

En el reconocimiento de su propia soledad, en sus pasos andados

pensando y masticando palabras, incluso cuando discute o aborda temas

con otras personas desde una exterioridad falsa y perdida, el personaje de

John se manifiesta en el fondo, desde una intensa soledad, lo que lo lleva a

preguntarse en cualquier circunstancia, hacia donde va y que es lo que se

supone que debe esperar de la vida.

Las preguntas son la primera activación que lo expulsa de la

cotidianidad y la mundanidad, y se convierten en la manera en que el héroe

reflexiona e intenta apropiarse de su facticidad. Y en esos momentos de

interrogación, el mecanismo que logra despertarlo es el silencio. De este

modo, se produjo la primera etapa catártica con la narración: a través de la

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Tipo de identificación Relación Disposición receptiva

Normas de comportamiento (+=Progresiva) (- = regresiva)

a) Asociativa Juego / lucha (fiestas)

Trasladarse a las funciones de los demás participantes

+ placer del existir en libertad (pura sociabilidad)

- exceso autorizado (regresión a rituales arcaicos)

b) Admirativa El héroe total (santo, sabio)

Admiración

+ aemulatio (emulación) + ejemplaridad

- imitatio (imitación) - edificación / diversión en lo inusual (necesidad de evasión)

c) Simpatética El héroe imperfecto (cotidiano)

Compasión

+ interés moral (disposición de la acción) + solidaridad con una actuación determinada

- sentimentalismo -autoafirmación (consolación)

d) Catártica

a) El héroe sufriendo Conmoción trágica / liberación del ánimo

+ interés desinteresado / reflexión libre - curiosidad (ilusionamiento)

b) El héroe oprimido Risa participatoria / alivio cómico del ánimo

+ juicio moral libre - Burla (carcajada ritual)

e) Irónica El héroe desaparecido o el antihéroe

Extrañeza (provocación)

+ creatividad como efecto +sensibilización de la percepción + reflexión crítica

- solipsismo - aburrimiento cultivado - indiferencia

pregunta por el papel del silencio, y el reconocimiento del mismo en la

aperturidad del ser.

La segunda activación, se desprende del análisis de los modelos

interactivos de identificación con el héroe. Sabiendo que por el proceso de

autosatisfacción en la identificación con este mismo es como Jauss nos

presenta el mecanismo catártico, puede decirse que sucede en paralelo un

traspaso de identidad narrativa, que apunta a un desarrollo de la ipseidad

señalada por Ricoeur (aunque no es la cuestión central del presente ensayo,

no pude escapar de la tentación de relacionar la ipseidad ricouertiana

como un proyecto de identidad narrativa, que incluye un cambio en la

cohesión de la vida y se configura como un tejido de historias, reales y

ficticias, que no cesan su vinculación en la realidad).

El presente cuadro, extraído del capítulo primero de la parte B de

Experiencia Estética y Hermenéutica Literaria de Jauss, busca poner en

evidencia la tipología de héroes que la literatura nos presenta y con los

cuales a través del mecanismo catártico, establecemos vínculos de

identidad y construimos sobre estos mismos, modelos de auto-referenciación.

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Es así como sobre esta tipología, el personaje de John en la narrativa de

Juventud, que podría definirse desde una vertiente exterior reduccionista

como un simple muchacho blanco, confundido y perdido, que experimenta

un gran rechazo por sus padres y su país, una excolonia británica en África, y

caracterizado por una baja autoestima con algunas aptitudes matemáticas

y un interés muy fuerte por la literatura inglesa, pasa a convertirse en el héroe

de una historia, por medio del mecanismo catártico.

¿Qué tipo de héroe y por qué? Esta sería la pregunta clave para cerrar

esta reflexión sobre la segunda activación. Usando la columna de relación y

disposición receptiva, encontramos un héroe que combina sentimientos de

compasión, extrañeza y sobre todo, conmoción. Para descartar, los

mecanismos que pudieran estar sesgados, lo ideal sería caracterizar en cada

capítulo a John, quien intenta ser alguien a través de la realización de su

travesía. Es por esta razón, que la identificación irónica pierde vigencia: no se

trata de un héroe provocador, no hay en su ser nada indiferente o

desvinculado, a parte de su profundo aburrimiento con las cosas, que nos

haga pensar que se trata de un anti-héroe.

En cambio, su intenso sentimentalismo, y autoafirmación constante, la

consolación con la que acaricia su ser, nos revela los aspectos más negativos

de un héroe cotidiano, un muchacho común y corriente, un regular de las

colonias, un sudafricano – es la común referencia que hace de sí mismo al

hablar de la falta de interés que tienen las inglesas por él – venido a menos.

Se trata de un héroe imperfecto, un héroe que aún no ha sido pulido, que

necesita el sufrimiento para formarse. De hecho, esta es la referencialidad

más frecuente con la que se denomina al hablar de procesos como el

sacrificio y el destino. Sin embargo, no parece haber ninguna característica

progresiva en esta forma de heroicidad.

Al estudiar más a fondo entonces, el desarrollo de su personaje, se

evidencia con claridad que su característica más fuerte es la reflexión libre,

este sería su carácter progresivo más dinámico y auscultado. Se comprueba

constantemente, vemos como el inquirirse y cuestionarse hará que su

estructura esté en constante transformación y adaptación. Es además un

héroe que nos cuenta como está su interior, que revela sus sentimientos, que

transmite su estado anímico. Se trata por lo tanto de un héroe sufriendo. Se

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revela así, la activación catártica, confirmando que en Juventud, una

vertiente interior, está manifestándose por medio de la catarsis del héroe.

Cierre

“La gente feliz no es interesante. Mejor aceptar la carga

de infelicidad e intentar transformarla en algo que valga

la pena, poesía, música o pintura”.

J.M. Coetzee en Juventud, capítulo 2

La respuesta a la pregunta por el quién suele ser más compleja de lo

que se cree, sobre todo cuando se trata de nosotros mismos. Se suele pensar

con desdén que preguntarse mucho las cosas está de más y que las personas

que cuestionan el rol del ser en el mundo terminan aisladas, incomprendidas

y locas. Considero que la lectura de J.M. Coetzee en Juventud, y el proceso

de reflexión de la hermenéutica literaria con obras de un gran calado

existencial ayudaron no solo a modificar la estructura existentiva que nos

impide asumir el ser en todas sus dimensiones, desde las más interiores hasta

las más cotidianas; sino a establecer mecanismos y procesos metodológicos

de aproximación más profundos y analíticos con las obras mismas.

En el presente ensayo, se buscaron los vínculos entre dos mundos

literarios, utilizando como puente y estructura aquellos conceptos

existenciales desarrollados por Heidegger y Jauss, en una obra de carácter

narrativo des-formalizada. Como se señaló desde la introducción, el objetivo

de buscar establecer paralelismos, correspondía a desarrollar la capacidad

de hacer una introspección de la obra, utilizando los elementos y conceptos

que se tuvieron a la mano durante el seminario de narrativas.

Propender al develamiento de las estructuras literarias, y en futuro, hasta

las mismas estructuras semiológicas y simbólicas, es una tarea que debe ser

consistente con el pensamiento científico humanista, pero que sobre todas

las cosas, debe hacer reflexivo nuestro rol en el juego del análisis y la

interpretación. Espero con el presente ensayo, dejar abierta la posibilidad de

abordar este horizonte investigativo en otros campos, que me permitan como

investigador, señalar caminos y trazar rutas de análisis e interpretación para

las humanidades.