Acerca del valor patrimonial de los mercados municipales y plazas de abastos de nuestro entorno

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Cuadernos de los amigos de los museos de osuna, n.º 15|| ISSN 1697-1019 ||2013 1

SUMARIO

EDITORIAL 5

MEMORIAPatricio rodríguez-Buzón calle 5

HISTORIA

LA PRIMERA GUERRA CARLISTA EN OSUNA. LA EXPEDICIÓN DEL GENERAL GÓMEZ

José Manuel raMírez olid 20

MARTÍN DE ROA Y EL COLEGIO DE SAN SEBASTIÁN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE MÁLAGA

antonio Martín Pradas 27

ACERCA DEL COMPOSITOR URSAONENSE MANUEL INFANTEVíctor esPuny rodríguez 32

BUENAVENTURA ÍÑIGUEZ EN EL CONVENTO DE SANTA INÉS DE SEVILLA

M.ª isaBel osuna lucena; M.ª del carMen rodríguez oliVa; Ángel Justo esteBaranz 37

CARTAS DE PROFESIONES DE FE DEL CONVENTO DE SANTA MARÍA LA REAL DE BORMUJOS (SEVILLA)

ana Pérez de tena 44

PATRIMONIO

LOS RELIEVES DE OSUNA Y LA GÉNESIS DE LA ESTATUARIA IBÉRICA

raMón corzo sÁnchez 48

AGUA Y ARTE EN LA URSO ROMANA. A PROPÓSITO DE UNA ESTATUA-FUENTE PROCEDENTE DE OSUNA (SEVILLA)

María luisa loza azuaga 55

LAS MONEDAS CON RÓTULO YWRŠ‘N ATRIBUIDAS A OSUNA. UNA VISIÓN CRÍTICA.

Juan collado cañas 62

VASO GRIEGO ITALIOTA DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE OSUNA: DEFENSA Y ÉTICA PATRIMONIAL

Juan a. Pachón roMero & lorenzo cascaJosa sÁnchez 64

LA PIEDRA DEL CRISTIANO. UN YACIMIENTO CLAVE PARA LA ANTIGÜEDAD TARDÍA DEL TERRITORIO HISTÓRICO DE OSUNA

J. M. roMÁn Punzón & José ildefonso ruiz cecilia 71

EL ACUEDUCTO ROMANO DE RÍO BLANCO (OSUNA, SEVILLA)seBastiÁn corzo sÁnchez 77

NUEVOS DATOS SOBRE LA MURALLA DEL SECTOR NORORIENTAL DE ÉCIJA (SEVILLA)

inMaculada carrasco góMez & antonio Martín Pradas 84

LA CONDESA DE UREÑA Y LA ICONOGRAFÍA DE LA VIRGEN DE LA SOLEDAD DE LOS FRAILES MÍNIMOS (II)

José luis roMero torres 90

APROXIMACIÓN AL PATRIMONIO ARTÍSTICO DEL ANTIGUO CONVENTO DE LOS MÍNIMOS DE OSUNA

antonio Morón carMona 98

GIGANTES BRIAREOS EN EL CERRO DE SAN CRISTÓBAL: LOS MOLINOS DE VIENTO EN OSUNA DURANTE EL BARROCO

Pedro JaiMe Moreno de soto 104

LECTURA ICONOGRÁFICA DE LA CAPILLA DEL SEPULCRO DE LOS DUQUES DE OSUNA

carlos JaVier sÁnchez tÁVora 113

MAESE DIONIS, UN MAESTRO REJERO EN LA OSUNA DEL RENACIMIENTO

francisco ledesMa gÁMez & antonio Martín VÁzquez 117

LA RESTAURACIÓN DE LA ESCULTURA DE «SAN JOSÉ»Juan luis coto coBo 122

ESTUDIO SOBRE PATOLOGÍAS POR HUMEDADES EN LOS MUROS DE LOS EDIFICIOS HISTÓRICOS. APLICACIÓN A LA IGLESIA DE SANTO DOMINGO DE OSUNA (SEVILLA)

José delgado herrera 124

CÓMO TRANSITAR DE LAS VIEJAS PRÁCTICAS DE «SUSTITUCIÓN» A NUEVOS HÁBITOS DE REHABILITACIÓN»

Miguel rangel Pineda 127

ACERCA DEL VALOR PATRIMONIAL DE LOS MERCADOS MUNICIPALES Y PLAZAS DE ABASTOS DE NUESTRO ENTORNO

ferMín seño asencio 130

PRESENTADO EL MAPA DIGITAL DE LA COMARCA DE OSUNA-ESTEPA: UNA HERRAMIENTA ÚTIL PARA LA GESTIÓN, DIFUSIÓN Y DISFRUTE DEL PATRIMONIO

antonio faJardo de la fuente 135

GENIUS LOCI. ANAPARÁSTASIS DEL ALCÁZAR VIEJO DE MADRID

antonio sÁseta VelÁzquez 138

VISITA AL ROMÁNICO DE APULIA arturo raMírez laguna 148

UN MODELO DE EXVOTO EN ANDALUCÍA: LA PINTURA VOTIVA A SAN ARCADIO DE OSUNA

f. luque roMero alBornoz & J. coBos ruiz de adana 155

LA ARQUITECTURA DEL AGUA EN LA CAMPIÑA SEVILLANAguillerMo PaVón torreJón 159

FÁBRICA DE DANIEL ESPUNY: EL ABASTECIMIENTO DE MATERIAS PRIMAS

ana esPuny rodríguez 162

LITERATURA

HÉCTOR Y SUS MUJERES BartoloMé segura raMos 168

FILOSOFÍA

PARA QUÉ SIRVEN LA FILOSOFÍA Y EL ARTEisaBel aísa 173

2 Cuadernos de los amigos de los museos de osuna, n.º 15|| ISSN 1697-1019 ||2013

PATRONATO DE ARTE DE OSUNA

PRESIDENTESEXMO. Y RVMO. DR. D. JUAN JOSÉ ASENJO

ARZOBISPO DE SEVILLA

ILMA. SRA. ALCALDESA D.ª ROSARIO ANDÚJAR TORREJÓN

PRESIDENTE DELEGADOD. FERNANDO GARCÍA GUTIÉRREZ

DIRECTOR-CONSERVADORD. PATRICIO RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE

DIRECTOR COLEGIATAD. JOSÉ MANUEL RAMÍREZ OLID

DIRECTOR MUSEO ARQUEOLÓGICOD. LORENZO CASCAJOSA SÁNCHEZ

SECRETARIO-TESOREROD. ELOY PINEDA CALLE

VOCALES NATOSD. MANUEL ÁVALOS FERNANDEZ. Arcipestre

D. MARIANO PIZARRO LUENGO. PárrocoD. MANUEL SÁNCHEZ HEREDIA. PárrocoD. RAFAEL CALDERÓN GARCÍA. Párroco

D.ª MARÍA DEL PILAR DÍAZ GRACIA. Concejal

VOCALESD. PATRICIO RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE

D. JOSÉ MANUEL RAMÍREZ OLIDD. LORENZO CASCAJOSA SÁNCHEZ

D. ELOY PINEDA CALLED. FRANCISCO LEDESMA GÁMEZ

D.ª VERÓNICA QUIRÓS

AMIGOS DE LOS MUSEOS DE OSUNA

PRESIDENTED. JOSÉ M.ª RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE

VICEPRESIDENTED. MANUEL OLMEDO SÁNCHEZ

SECRETARIOD. PEDRO JAIME MORENO DE SOTO

TESOREROD. ANTONIO RUDA BUZÓN

VOCALES NATOSD. PATRICIO RODRÍGUEZ- BUZÓN CALLE

D. JOSÉ MANUEL RAMÍREZ OLIDD. LORENZO CASCAJOSA SÁNCHEZ

D. ELOY PINEDA CALLE

VOCALESD.ª ELISA NAVARRO CARMONAD. ANTONIO MORÓN CARMONA

D. JOSÉ ILDEFONSO RUIZ CECILIAD. PEDRO SANTANA SORIA

D. ANTONIO GARCÍA AGUILARD. JOSÉ BARRERA VALVERDE

D. VÍCTOR ESPUNY RODRÍGUEZ

Cuadernos de los amigos de los museos de osuna, n.º 15|| ISSN 1697-1019 ||2013 3

Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna

Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, s/n41640 Osuna (Sevilla)

[email protected]

CONSEJO DE REDACCIÓN

Director:José María rodríguez-Buzón calle

Vocales:antonio faJardo de la fuente (Instituto de Cartografía de Andalucía)

rafael Manzano Martos (Universidad de Sevilla)Pedro JaiMe Moreno de soto (Amigos de los Museos de Osuna)

María fernanda Morón de castro (Universidad de Sevilla)Juan antonio Pachón roMero (Universidad de Granada)

guillerMo PaVón torreJón (Universidad de Sevilla)José Manuel raMírez olid (Amigos de los Museos de Osuna)

Patricio rodríguez-Buzón calle (Amigos de los Museos de Osuna)José ildefonso ruiz cecilia (Amigos de los Museos de Osuna)

AMIGOS DE LOS MUSEOS DE OSUNAOsuna. Diciembre 2013. n.º 15

ISSN.1697-1019 Depósito Legal SE-3.105-98.

Diagramación: Padilla liBros

Impresión y encuadernación: Escandón Impresores. Sevilla

Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna es una revista de periodicidad anual editada por primera vez en 1998, cuyo objetivo es la publicación de artículos de contenido original en los que se engloban trabajos de investigación, información, noticias y opiniones sobre el patrimonio

cultural, relacionados preferentemente con Osuna.

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ACERCA DEL VALOR PATRIMONIAL DE LOS MERCADOS MUNICIPALES Y

PLAZAS DE ABASTOS DE NUESTRO ENTORNO1

Por

ferMín seño asencio Antropólogo social

Que nuestros mercados y plazas de abastos poseen un indudable valor patrimonial que no debemos despre-ciar parece hoy día cosa indiscutible. Pero ¿qué sig-

nifica este valor?, ¿qué es lo que lo fundamenta?, ¿cómo lo percibimos en el paisaje urbano de nuestros pueblos y ciuda-des?, ¿en qué se expresa?

El antropólogo Pedro Cantero, que ha escrito sobre estas cuestiones en la provincia de Sevilla, señala que ese valor no lo es tanto por la arquitectura en la que se plasman ni por lo que representan para las economías locales –argumentos con los que se justifica en mayor medida el interés patrimonia-lista para rehabilitarlos y conservarlos–, sino por algo más inmaterial que forma parte de nuestra cultura y que se ex-presa en las relaciones sociales: el hecho de que sean lugares de intercambio y sociabilidad excepcionales, «fermento que reaviva la frágil ecología urbana» (cantero 2007).

Sobre esta idea quisiera centrar esta reflexión patrimonial a propósito de qué sentido tiene que mantengamos los merca-dos de abastos donde permanecen, qué es lo que se ha hecho con ellos en algunos pueblos de nuestro entorno, cómo se está entendiendo el valor patrimonial y qué futuro les aguar-da en un contexto socioeconómico cada vez más precario en el que los modos de comprar ya no oscilan alrededor de un centro, sino que se vierten hacia distintos lugares y no-luga-res de nuestra «modernidad líquida» (BauMan 2000) desde los centros comerciales y supermercados, hasta las tiendas 24 horas o internet.

De qué hablamos cuando hablamos del valor patrimonialCuando reflexionamos sobre el valor patrimonial pensamos

en el fermento. El fermento es esa bacteria o microorganismo que, en contacto con otro cuerpo (también orgánico), pro-duce transformaciones por una serie de procesos químicos. Mediante fermentación (la acción y el efecto de fermentar) el mosto o el zumo de la uva se convierte en vino; el trigo y la cebada en cerveza, y la leche en cuajada, en yogur, o lo que en algunos lugares denominan kefir. Del fermento germinan cosas que nos nutren. Pero ¿cuál es el fermento de una plaza de abastos?, ¿qué es lo que fermenta?, ¿en qué se expresan esas transformaciones? Si aceptamos que el fermento son las relaciones sociales, de intercambio y sociabilidad, como nos sugiere Cantero, ¿qué resulta del contacto entre el mercado y la ciudad?, ¿hasta dónde se expande?, ¿existen imágenes de lo que produce esa fermentación? Veamos a la lente del microscopio algunos ejemplos de lo que hace unas décadas podíamos encontrar en dos pueblos vecinos que tienen en co-mún el ser agrociudades de distinto tamaño.

En un librito excelente sobre La Puebla de Cazalla –que también recoge Cantero (2007)-, Rafael Rodríguez Sández escribe lo siguiente al rememorar la antigua plaza de abastos en la actual plaza de Andalucía:

1 Mi agradecimiento a José Ildefonso Ruiz Cecilia, por la paciencia y sus nutritivas aportaciones al texto; a Rosa M.ª Pérez de la Torre, por las in-dicaciones y correcciones tras la lectura; a mi hermano Juan Sebastián, por los datos y las conexiones con La Puebla, y a Francisco de Asís, por las reflexiones que están implícitas.

Empieza el trasiego del día […] hay gente que va a la plaza, las tiendas empiezan a abrir las puertas, el Steyr de Antonio Gómez, que produce un sonido especial de motor de aceite pe-sado, ha llegado prepotente y estruendoso y sin detener sus motores, chirría la sierra eléctrica en la carpintería de Currito Lobo, algunos vendedores ambulantes están instalando la mer-cancía en la puerta de la misma plaza, en los bares algunos consumen los calentitos del puesto que hay al comienzo de la calle Morón, la vendedora del pan francés va de retirada tras la madrugada esforzada en la que ha pregonado el producto diciendo el pan francés, qué calentito y qué bueno va, Manolo Cárdenas ya ha pasado silbando el himno de la marina ame-ricana con muchísimo acierto y perfección, algunas mujeres conversan junto a nuestra ventana, el vendedor ha empezado el canto con el que anuncia la mercancía, peine pa que te pei-nes, bobinas a real, pastilla de jabón a dos reales, […] y hay un aire general de vida que se realiza […] (rodríguez 2003: 25-26).

Quizá todo esto nos suene, aunque no seamos de la Puebla. Tal vez porque ir al mercado ha formado parte de nuestras vivencias y casi todo el mundo ha llegado hasta él por alguno de sus caminos. La imagen nos sitúa en los márgenes de la plaza para mostrarnos varios aspectos de enorme interés: las funciones de mercado y de sociabilidad que encontramos al paso, en la calle o a las puertas de la misma plaza, (vende-dores ambulantes, comercios y bares), y los modos de expre-sión que se reproducen en ella (el pregonar de la mercancía); dos cuestiones que son un preámbulo de lo que podíamos encontrar dentro. Y digo que podíamos porque esta antigua plaza, construida en la década de los cuarenta del siglo xx, abierta y porticada –un mercado como el de Carmona, pero a pequeña escala– desapareció a comienzos de la década de los ochenta para convertirse en el espacio público que hoy es la plaza de Andalucía finalizada en 1983.

En otro libro de memorias sobre Morón de la Frontera, Pe-dro Font Guerrero, para ilustrarnos sobre el mercado de abas-tos, también recrea los alrededores de la plaza desde una de sus principales arterias, la calle Vicario o lo que popularmen-te conocemos los moronenses como el Callejón del Pescao, llamado así por la particularidad de alojar las pescaderías so-bre unos soportales que daban al exterior de la calle. Dicha vía, al reclamo de los puestos del pescado, era uno de los puntos neurálgicos del comercio y la sociabilidad en Morón.

[…] Fue una arteria comercial y de tránsito de personas, de primer orden, desde el amanecer hasta las dos de la tarde y durante sólo meses a finales de los setenta, los atardeceres de los sábados para no abrir los domingos. Esta calle, comenza-ba flanqueada por dos comercios de gran fama, Los Madrile-ños –quincallería, perfumería- en la esquina de la izquierda, y el prestigioso bar Palomo, cita habitual de artistas –Diego, el Melli,…y el Maestro Quesada –en la esquina opuesta. […] Continuaba con la tienda de ultramarinos –comestibles, joven lector– de Paco «parroquia» –superviviente aun, pero que tiempo hace que cambió los fideos y las pastillas de caldo por los cableados y los integrados de los aparatos electrónicos-; en frente, estaba Gordo, el que nos gobernaba los zapatos y nos reponía los «spais» o tiras de refuerzo de las suelas de aquellas casi eternas botas de «material»; le seguía a «Parro-quia» […] una tienda lo más parecida a los todoacien de hoy; allí se vendía de todo, desde flores contrahechas al cuadro de un santo, pasando por cacharros de alfarería; se doblaba el suave ángulo que presentaba la pared, donde exactamente se ubicaba el puesto de churros de Ganga, y ya te embriagaba el ambiente y el olor del famosísimo bar de Joaniquito –el de los pajaritos fritos, que con su megáfono de latón, pregonaba el impar Siguerín en las mañanas de domingo–. (font 2007: 90-91).

Acerca del valor patrimonial de los mercados municipales..., pp. 130-134 ferMín seño asencio

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Plaza de aBastos de Morón de la frontera. reVista de feria. 1948

La imagen que recuerda Pedro Font como estampa de la memoria nos emplaza en la calle. El itinerario es uno de los posibles para llegar hasta la plaza de abastos. Si en lugar de la calle Vicario nos hubiésemos desplazado en otro sentido (calle Ánimas), las impresiones habrían sido similares, qui-zá con otros comercios y otros tantos bares. Nos habríamos topado con fruterías, la Casa del Agua –hoy Biblioteca Mu-nicipal–, o la panadería de Martínez, entre otros negocios.

Con estos ejemplos no quiero caer en el tópico de lo pin-toresco, ni tampoco en la nostalgia de tiempos pasados, sino mostrar cómo los caminos que nos llevan hasta las plazas de abastos se parecen unos a otros y que en cada sitio es parti-cular a su manera. También, hacer ver cómo en esas imáge-nes se pueden observar los efectos de la fermentación o el modo en el que el fermento del mercado (en sentido genéri-co) impregna la vía pública y produce vida en otras formas de comercio y sociabilidad: negocios, tiendas de ultramari-nos, bares, puestos de calentitos, personajes populares, gente, vendedores callejeros, etc. Los textos nos hablan de cómo esta función de mercado se establece en la trama urbana for-jando un tejido comercial que, en muchos casos, representa un mayor interés patrimonial que la propia arquitectura que permite el uso.

Desde nuestro punto de vista, que los mercados tengan valor patrimonial significa muchas cosas que no son incom-patibles. La mayor parte de las veces supone el conjunto de una serie de valoraciones (más o menos técnicas) centradas en el objeto que constituye el inmueble (antigüedad, pecu-liaridades arquitectónicas, estilo, tipología, etc.), con las que podemos o no estar de acuerdo. La Consejería de Cultura, en Huelva, protegió el Mercado Municipal de Calañas, por ser una obra de estilo ecléctico del arquitecto Pérez Carasa. En la justificación de los valores para la protección se ensalzaban sus particularidades de la siguiente manera: «Sus caracterís-ticas formales lo sitúan dentro del regionalismo andaluz, esti-lo arquitectónico representativo de buena parte del s. xx en lo que a nuestra región se refiere, ocupando un lugar destacado como una de las obras más importantes de esta tipología de raigambre historicista en la provincia de Huelva2». 2 «[...] Por otro lado ofrece en su interior diversos rasgos que se podrían

calificar como propios del racionalismo, atendiendo a razones de prag-matismo, por lo que la obra se ofrece como una excelente muestra de eclecticismo arquitectónico propio de su momento histórico. La tipolo-gía de mercado urbano encuentra en esta obra una original revisión con una distribución de elementos para las actividades económicas decora-do mediante una estética original y novedosa que destaca y diferencia al edificio del resto del conjunto, y además lo sitúa como único dentro de su tipología. El Mercado Municipal de Abastos ha sido lugar de re-unión de la población de Calañas, testigo de intercambios y actividades no exclusivamente mercantilistas». Resolución de 28 de abril de 2008 de la Dirección General de Bienes Culturales por la que se incoa en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz como Bienes de In-terés Cultural, con las tipologías de Monumentos, la iglesia de Nuestra Señora de Gracia y el Mercado Municipal de Calañas. En BOJA del 23/10/2009.

En la base de datos SIPHA del Instituto Andaluz del Pa-trimonio Histórico (IAPH), la mayoría de los registros que aparecen inventariados o documentados responden a valo-raciones arquitectónicas similares al ejemplo de Calañas, la mayoría vinculados al Movimiento de Arquitectura Moderna.

A la hora de documentar los mercados de abastos, pocas veces se trata el valor en el sentido holístico que estamos aquí proponiendo: la importancia que tiene la función de mercado en el contorno de lo visible (la arquitectura), la lectura de los itinerarios que llevan hasta el emplazamiento, las relaciones simbióticas que existen entre la vida social que se hace (de contacto, intercambio, afinades y cercanías) y el centro que constituye el mercado. El contexto que forma parte del texto.

Quizá por ello en Osuna, donde llevamos un tiempo ob-servando los espacios de sociabilidad (seño 2011 y 2012), tratamos de difundir los otros sentidos del patrimonio, y en el mercado municipal reconocemos la continuidad histórica del fermento que identifica el centro histórico, la centralidad económica que ya existía alrededor de la plaza Mayor, como prueba la existencia de las antiguas carnicerías y pescade-rías durante el Quinientos y la presencia actual de la plaza de abastos en este espacio público (seño 2011: 86). Aunque de aquellos edificios, característicos de las formas de abas-tecimiento del Antiguo Régimen, no ha quedado testimonio alguno, con el mercado municipal construido en la plaza, re-cibimos el legado de esa permanencia de un uso centralizado. Esa continuidad es el valor que no se puede despreciar en Osuna, pues es lo que da sentido a una trama en la que se reconoce el latido de la vida comercial.

Vista interior de la Plaza de aBastos de osuna, antes de su reModelación. (fototeca de la uniVersidad de seVilla)

Muchas veces, el protagonismo del edificio eclipsa los sen-tidos que esconden las tramas urbanas, y es triste reconocer que los técnicos de patrimonio y/o expertos en la materia nos hayamos encargado de difundir el valor patrimonial en una única dirección: la arquitectura de la plaza y su antigüedad, como si fueran las catedrales pobres o los templos de rango menor. Una interpretación que se utiliza para bien o para mal, dependiendo de la sensibilidad que exista en las poblaciones y la educación patrimonial de sus gobernantes.

Cuando se desconoce el valor patrimonial del mercado, suceden pérdidas muy lamentables para la identidad de la ciudad.

En Huelva, por ejemplo, el antiguo Mercado del Carmen construido en 1868, de escasa calidad arquitectónica según técnicos municipales –venía arrastrando problemas de con-servación desde hacía décadas–, se derribó hace pocos años con la promesa o la realidad de un nuevo mercado en otro emplazamiento. Aunque, si bien un nuevo mercado era algo muy necesario para los comerciantes y para la imagen de la ciudad que se proyecta al exterior en el mercado municipal (la gamba blanca, la calidad del pescado, las carnes ibéricas de la Sierra, etc.), en ningún momento se planteó la posibilidad de

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mantenerlo en su lugar. Se ignoró lo invisible en la trama y se argumentó que el mercado no tenía valor, entendiéndose ex-clusivamente el valor material o arquitectónico del objeto en cuestión. El proceso de derribo, como otros tantos de historia esquilmada en esta ciudad, vino acompañado de una «deste-rritorialización» de toda la vida del lugar, pues gran parte de lo que había alrededor del mercado (bares, pequeños comer-cios, tiendas, y viviendas de dos plantas) fue abandonándose hasta quedar en la ruina, obligando en parte a la demolición que dicta la ley. Hoy, en el solar entre las calles Duque, Bar-celona y Carmen, donde las vías y el mercado se expresaban a escala humana y el germen de la vida social había calado muy hondo, existe una explanada para 100 plazas de aparcamien-to. Un uso provisional hasta que se comiencen los trabajos para la construcción de una plaza mayor porticada, según los responsables políticos. Quizá, para algunos onubenses, sea este un paisaje urbano novedoso, pero a costa de la pérdida de un paisaje histórico. En las páginas del periódico local donde se realizaba la crónica se podía leer lo siguiente: «Parece hoy la plaza un reducto de vida, con el trasiego de siempre, en un círculo inmenso de abandono que son las ruinas de la ca-lle, una ciudad fantasma dentro de una ciudad3». Ni la arqui-tectura, ni el emplazamiento histórico, ni el valor comercial que subyace en las calles fueron argumentos para mantener y conservar el mercado en la trama que lo vio nacer, crecer y nutrirse dentro del corazón del barrio del Carmen.

El hecho de que, en este caso, la arquitectura no tenga in-terés, no quiere decir que el lugar donde se asienta carezca de valor. En Huelva existían valores suficientes y de peso para salvaguardar el mercado en su emplazamiento que era el centro. Se puede reedificar si el edificio está obsoleto o re-habilitar si presenta problemas de conservación y con resul-tados magníficos que no supongan rupturas con el barrio y la ciudad, como se ha hecho, por ejemplo, en Cádiz con el mer-cado municipal junto a la plaza de las Flores o en Granada con el mercado de San Agustín en pleno centro. El fermento que lleva hasta la plaza de abastos es ya mercado.

los caMinos que lleVan hasta la Plaza de aBastos se Parecen unos a otros. granada. la roManilla. (foto: ferMín seño)

Para hablar del valor patrimonial de las plazas de abastos, habría que tener en cuenta algunas consideraciones históricas generales, además de las particularidades relacionadas con el lugar.

Las plazas de abastos son un producto histórico, un mode-lo de abastecimiento alimenticio urbano (gonzÁlez turMo 1993) que surge en un momento concreto. Si el mercado al aire libre es antiguo –como lo es el intercambio de seres vi-vos y mercancías en las sociedades humanas–, la aparición de un edificio para el abastecimiento central de productos de primera necesidad constituye un fenómeno relativamente reciente que tiene su plasmación en algunas poblaciones en el contexto de las transformaciones urbanas de la segunda mitad del siglo xix.

En esa época se generalizaron una serie de medidas para mejorar las condiciones de salubridad en los municipios, 3 Huelva Información del 07/10/2008, «El Carmen con el tiempo dentro»,

reportaje de Inma Gallego.

desde la construcción de cementerios en las afueras de las localidades, hasta la dotación o renovación de infraestructu-ras urbanas como redes de alcantarillado, alumbrado, y pavi-mentación de calles.

Con la abolición, desde mediados del siglo xix, de los mo-delos de abastecimiento del Antiguo Régimen basados en el monopolio y la especialización de determinados edificios (los antiguos pósitos, alhóndigas, carnicerías y pescaderías del concejo), los mercados municipales se convertirán en los nuevos centros del abastecimiento de alimentación fresca para un consumo saludable.

Al mismo tiempo, con esta forma centralizada se hallaba una manera eficaz de fiscalizar y controlar la producción y los impuestos, de ahí que desde el principio estuvieran mo-nopolizados por los ayuntamientos. Antaño y hasta esa épo-ca, los mercados se celebraban en las plazas y calles donde las mercancías se exponían en el suelo o en pequeños tende-retes, siendo muchas las dificultades para cobrar los corres-pondientes tributos.

Así, desde mediados del siglo xix, se generalizan en la ma-yoría de las grandes ciudades españolas los mercados muni-cipales acomodándose los inmuebles en los espacios urbanos destinados tradicionalmente a la celebración de mercados al aire libre. Para legitimar la construcción, se redactó un texto legal publicado mediante Real Orden de 30 de abril de 1880 (lóPez y gil 2004). Algunos de ellos ocuparon solares o edi-ficios desamortizados a la Iglesia. En Carmona, por ejemplo, el mercado municipal de 1842 ocupó un antiguo Convento de Dominicas, reproduciendo el modelo arquitectónico de plaza de abastos abierta y porticada; en Écija se edificó en 1844 en el solar del antiguo Convento y Colegio de la Compañía de Jesús; y en Osuna como cuenta Ramírez Olid en su monu-mental obra sobre la etapa que va de 1875 a 1931, el mercado municipal se instaló en el que fuera Convento de San Francis-co, adquirido al Estado por una sociedad privada denominada «La Concepción» en 18694. También en Morón la plaza de abastos que hoy conocemos se construyó sobre el Convento de la Compañía de Jesús a finales de la década de los cuarenta del siglo xx, quedando oficialmente inaugurada en 1947.

Dice Cantero que la arquitectura de los mercados ha ten-dido siempre a ser diáfana y a presentar un grado de movili-dad, tanto la que fue heredada de los soportales como la que apareció en los dos últimos siglos (cantero 2007:409). En el edificio con trazas de plaza, permeable y con un mínimo de orden para facilitar el tránsito y los desplazamientos se dio cobijo al fermento.

Tal vez, con esta reflexión, deje confundido a más de uno o el lector empiece a comprender cuál es el sentido y la impor-tancia patrimonial de los mercados en nuestras ciudades, por qué es preciso rehabilitarlos, adaptarlos o hacerlos accesibles en sus lugares de origen, y lo que a menudo nos preocupa, cómo hacer que se mantengan desempeñando su función co-mercial en un contexto socioeconómico cada vez más com-petitivo. ¿Están abocados los mercados municipales a desa-parecer en este contexto? ¿por dónde pasa la rehabilitación de un mercado que ha quedado obsoleto?

Recuperar fermento, (re)habitar la plazaAunque sea una obviedad decirlo, comprar es algo más que

adquirir los avíos que sirven para hacer un puchero. Es una actividad social en la que nos reconocemos y nos identifica-mos. Cada uno tiene su carnicería o su pescadería, según el trato que recibe, además de la calidad del producto. Se puede

4 Ese mismo año y con el visto bueno de la municipalidad, la Diputación Provincial aprobó el expediente para la construcción de una plaza de abastos, estableciéndose en septiembre de 1871 en acuerdo de Cabildo que la plaza sería el único mercado público de la población, sin per-juicio de que existieran tiendas en las casas particulares o en puntos ambulantes. La plaza se reservaba el monopolio de la venta de carne y pescado. Con ella, empezó a funcionar un sistema de control para garantizar la salubridad y evitar el fraude en el consumo de alimentos (raMírez olid 1999: 691).

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comprar en una gran superficie comercial, incluso en una ga-solinera. Pero donde las necesidades del acto de la compra se satisfacen, donde cobran su sentido, es en el mercado o en la tienda de barrio, en lo que se da y se recibe a escala humana.

De la decadencia de las plazas de abastos se lleva hablando desde mediados de los años noventa, cuando irrumpieron en el mapa de nuestros pueblos las primeras grandes superficies comerciales. Se dice que ya no es lo que era y lo que se quie-re transmitir es que ha perdido la centralidad que antaño os-tentaban. Una función económica, pero también una función social como espacio de sociabilidad.

En las ciudades, la crisis llegó antes y los mercados –los que han sabido mantenerse a flote– se han transformado. En algunos lugares se ha pensado que la mejor manera de salvar-los de la piqueta es convertirlos en renovados centros comer-ciales y otro tipo de espacios multifuncionales que supongan un foco de atracción en el emplazamiento donde se hallan.

En Madrid, el mercado de San Miguel, próximo a la pla-za Mayor, hoy es gestionado por una entidad privada que lo ha convertido en un espacio gourmet exclusivo para turistas. En Barcelona, el mercado público de la Boquería o de Sant Josep, que abastece al barrio de La Rambla, presenta una moderna y atractiva imagen que articula lo local y vecinal con el turismo. En Santander, el Mercado del Este, declarado bien de interés cultural en 1986, fue demolido y reconstruido (conservando escasos elementos originales), para albergar diversos negocios, una oficina de información turística, ca-feterías, tiendas delicatessen y el Museo de Prehistoria y Ar-queología de Cantabria. En Triana, el del Altozano en el sitio del antiguo Castillo de San Jorge desde 1823 (sede del anti-guo tribunal de la Inquisición), se reinauguró en 2001 en su tradicional ubicación para seguir dando abastecimiento a los trianeros y gusto a sus visitantes. «Si no vienes al mercado, no conoces Triana», dice el lema para captar a los turistas. En todas estas ciudades el mercado se mantuvo en la trama, imprimiendo un carácter de autenticidad a las ciudades. Por eso, el turista (ávido de imágenes y experiencias auténticas) lo busca, cuando la ciudad no se lo ofrece.

En los pueblos de nuestro entorno la historia es otra, aun-que en el fondo es la misma. El mercado tradicional langui-dece, sin haber experimentado transformaciones o los hilos que se tocaron para imprimir los cambios no resultaron los adecuados.

En La Puebla, después de remodelar la Plaza de Andalucía y cambiar el mercado a otro espacio (un edificio cerrado y muy limitado), los gestores municipales decidieron clausurar la actividad hace un par de años por la poca vida que había. Hoy en este municipio de apenas 11 556 habitantes no exis-te mercado central, aunque sí un mercadillo que se celebra todas las semanas los viernes en el recinto ferial. Los veci-nos se proveen de productos en tiendas de toda la vida y se

acercan a los pueblos colindantes en coche para comprar en las grandes superficies. La distancia de la Puebla a Morón es de 16 esca-sos kilómetros y de La Puebla a Osuna otros tantos por la autovía.

En Morón, municipio de 28 390 habitan-tes, la plaza de abastos, renovada en la dé-cada de los noventa del siglo xx, trata de mantenerse a flote gracias al empeño de unos pocos vendedores. La reforma que se le hizo suprimió la arquería del Callejón del Pescao y la vida que había en la calle se enclaustró al interior. La imagen recreada por Pedro Font, al inicio, hoy es pura ficción. Solo la presen-cia de algunos bares y una peña carnavalesca indican la vida social que se hace. Se decidió continuar con la distribución en dos plantas, sin una adecuación de los espacios para la accesibilidad, quedando aislados los puestos de la planta alta. Para llegar hasta estos ha-

bía que subir unas empinadas escaleras, de tal manera que las incomodidades para los vendedores y los vecinos eran muchas. Hoy el mercado solo se mantiene en la planta baja, con un bar en el interior y algunos puestos de carne, pescado, frutas y verduras. Los bajos se han adecuado para albergar diferentes sedes de colectivos sociales, una peluquería y el tradicional puesto de calentitos. La planta alta guarda los li-bros del depósito de la Biblioteca Municipal, emplazada en sus inmediaciones. En los meses de verano se usa para la celebración de los espectáculos del Festival Flamenco de la Frontera. Pero la multifuncionalidad no es lo que parece; no responde a una planificación, sino a la inercia con la que se hacen muchas veces las cosas.

El mercado, al igual que el pequeño comercio local, trata de sobrevivir frente a la competencia de cinco grandes super-ficies comerciales de capital nacional e internacional, además de las tiendas de productos chinos que traen lo exótico o la novedad. El mal estado del edificio es evidente y cada cuatro años suena la campana para su demolición.

Es cierto que la implantación de las redes comerciales y agroalimentarias de la globalización ha menguado y parali-zado la actividad del mercado del antiguo sistema que hemos heredado del xix. Pero también que esto se ha hecho sin ve-lar por los intereses del pequeño y mediano comerciante, los vendedores locales o el fermento que da la vida alrededor. Si Morón pierde su mercado tendría mucho que lamentar, pues con él desaparecería una parte muy importante de la historia de la ciudad. En los gestores está el reto y la oportunidad de dar respuesta a los problemas de su crisis.

En Osuna, con menos habitantes que en Morón (apenas 18 000 habitantes) y casi el mismo número de grandes super-ficies comerciales, la plaza se mantiene modernizada desde hace una década mediante una reforma que se hizo en dos fases: una primera durante el año 2000 y otra segunda en el 2003. Ocupando el mayor de los dos claustros del anti-guo convento de San Francisco, distribuye los puestos en el centro y alrededor del primer claustro, mientras que en el segundo se halla el bar La Plaza, las oficinas de atención al ciudadano del Ayuntamiento y diversos negocios que son una proyección del valor comercial de la calle Carrera (ropa, calzado, droguería, etc.). Sus dos accesos principales: el de la plaza Mayor y el de la calle San Francisco, permiten las conexiones que lo hacen funcionar.

El mercado central es viable en nuestra sociedad si hay voluntad política. En los últimos años la Consejería de Tu-rismo y Comercio de la Junta, consciente de la importancia de los mercados de abastos y el papel que siguen desempe-ñando en las poblaciones, ha apostado por la transformación de las instalaciones en centros comerciales especializados, destinando una inversión de casi 77 millones de euros para actuaciones de construcción, rehabilitación y mejora de las

Plaza de andalucía en la PueBla de cazalla (foto: ferMín seño)

ferMín seño asencio Acerca del valor patrimonial de los mercados municipales..., pp. 130-134

134 Cuadernos de los amigos de los museos de osuna, n.º 15|| ISSN 1697-1019 ||2013

instalaciones. En el censo elaborado para el plan de recu-peración de los mercados, según datos de 2009, se contabi-lizaron un total de 468 mercados de los que 287 pertenecen a municipios de más de 5 000 habitantes y 181 a localidades de menos de 5 000 habitantes. Sevilla se sitúa a la cabeza con 85 mercados centrales, mientras que Málaga es la provincia con menos inmuebles. En el marco de este plan, una de las experiencias que se han llevado a cabo ha sido la recupera-ción del Mercado de Abastos de Utrera5. Localizado en una zona de expansión del centro histórico del municipio, surgió como un gran inmueble con puestos de escasas dimensiones, lo que a la larga supuso un problema de adaptación a las nue-vas demandas. Así, mientras las grandes superficies o nuevas formas de comercio se implantaban en la localidad, los de-tallistas del mercado cerraban sus puestos, quedando activos solo siete puntos de venta en el 2002. Con voluntad política, el Ayuntamiento de Utrera, la Confederación Empresarial del Comercio de Andalucía (CECA), la Asociación Provincial de Comerciantes de Sevilla (Aprocom) y la Asociación de Comerciantes y Autónomos de Utrera (ACAU) firmaron un convenio para poner en marcha una serie de iniciativas que permitieran la revitalización de la actividad en las instala-ciones. En ese marco, se decidió acometer la rehabilitación con un concepto nuevo: reubicar a los comerciantes en activo e instalar un operador alimentario que ejerciera de gancho para el nuevo equipamiento. El actual mercado denominado «Utrera Plaza» conjuga los dos conceptos: en la parte baja, se localizan seis puestos activos y una galería comercial con trece locales y, en la planta sótano, un supermercado.

calleJón del Pescao en Morón (foto: ferMín seño).

Otra de las actuaciones que este organismo público ha puesto en funcionamiento ha sido el plan destinado al pe-queño comercio en los centros urbanos, los llamados Centros Comerciales Abiertos6. Un reconocimiento formal mediante Orden de la Consejería que implica una serie de requisitos por los que se podría pelear en Morón o en Osuna, si hubiere voluntad social y política. En la última orden de la Conseje-ría se han reconocido oficialmente los Centros Comerciales Abiertos de Almería, Adra, Cádiz, Jerez, El Puerto de Santa María, San Fernando, Pozoblanco, Montoro, Baena, Córdo-ba Centro, Córdoba Viñuela, Loja, Granada, Motril, Huétor-Tájar, Huelva, Úbeda, Linares, Jaén, Andújar, Álora, Nerja, Ronda, Málaga, Antequera, Marbella y Sevilla.

Está claro que hoy por hoy patrimonio no es sólo asunto de la consejería competente en la materia y que desde otros

5 Los datos que se aportan a continuación han sido extraídos de la página web de la Consejería de Turismo y Comercio de la Junta de Andalucía:

www.juntadeandalucia.es/turismocomercioydeporte/comercio/openscms6 Según información aportada en la web de la Consejería de Turismo y Co-

mercio de la Junta de Andalucía: «Se entiende por Centro Comercial Abierto una fórmula de organización comercial, con una imagen y es-trategia propia que cuentan con la implicación de todos los agentes de un área comercial de una ciudad, con una concepción global de la oferta comercial, turismo, cultura y ocio, y que nacen con la intención de revi-talizar el comercio tradicional en los cascos históricos de las ciudades, aumentando la capacidad competitiva del pequeño comercio en ellos ubicados».

ámbitos afortunadamente también se trabaja por la cultura. Reconocer la riqueza comercial en las ciudades históricas

(el fermento que en algunos lugares nos lleva hasta una plaza de abastos) es un acto patrimonializador en toda regla, muy deseable para nuestros pueblos; al mismo tiempo que no po-demos olvidar que cada caso es distinto y que las medidas que tienen éxito allí no tienen por qué cuajar aquí.

interior de la Plaza de aBastos de osuna (foto: ferMín seño)

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