2008_ La fractura historiográfica: Las investigaciones de Edad Media y Renacimiento desde el tercer...

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LA FRACTURA HISTORIOGRÁFICA

PUBLICACIONES DEL SEMYRactas

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DirectorPedro M. Cátedra

Coordinación de publicacionesEva Belén Carro Carbajal

El Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas(SEMYR)

es una entidad sin ánimo de lucro, que se apoya en laSociedad de Estudios Medievales y Renacentistas,

y desarrolla actualmente sus actividades en el ámbito delDepartamento de Literatura Española e Hispanoamericana

de la Universidad de Salamanca.

LA FRACTURA HISTORIOGRÁFICA:LAS INVESTIGACIONES DE EDAD MEDIA

Y RENACIMIENTO DESDE EL TERCER MILENIO

dirigido por

JAVIER SAN JOSÉ LERA

edición al cuidado de

Fco. Javier Burguillo & Laura Mier

SALAMANCASeminario de Estudios Medievales y RenacentistasSociedad de Estudios Medievales y Renacentistas

MMVI I I

© SEMYRI.S.B.N.: 978-84-934697-7-1Depósito legal: S. 887-2008

Compuesto e impreso en Gráficas Cervantes S.A.(Salamanca)

TABLA

Nota preliminar[13-15]¶

IPONENCIAS PLENARIAS

ENRICO FENZI«Translatio studii» e imperialismo culturale

[19-121]

PETER LINEHANThe Invention of Toledo

[123-141]

JOSÉ MANUEL PÉREZ-PRENDESLa epifanía americana en la historiografía renacentista

[143-160]

FRANCISCO RICOPetrarca en la encrucijada: del «poeta» al «philosophus»

[161-175]

PAUL SAENGERThe Anglo-Hebraic Origins of the Modern Chapter Division of the Latin Bible

[177-202]¶

IIEDAD MEDIA

FRANCISCO BAUTISTASobre la historia literaria castellana del siglo XIV

[205-214]

XENIA BONCH-BRUEVICHLex Wisigothorum como herramienta de legitimación política en las crónicas

asturianas: problemas y perspectivas de una lectura legista[215-228]

ALAN DEYERMONDContexto codicológico y otros contextos de la Historia de la Donzella Teodor

[229-238]

Mª. EUGENIA DÍAZ TENANoticias sobre el estudio y edición de una colección de milagros marianos

medievales: el C-1 de Los Milagros de Nuestra Señora de Guadalupe[239-249]

JAVIER DURÁNLa ética de las conversaciones amenas en el Libro de Buen Amor

[251-258]

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ PÉREZConclusiones generales de la tesis doctoral: El estilo de las obras

de Gonzalo de Berceo y sus fuentes: análisis comparativo[259-269]

LUIS GALVÁNLa imaginación utópica en el Cantar de Mio Cid

[271-289]

JUAN GARCÍA ÚNICAEl medievalismo como propuesta de diálogo con «ese otro mundo»:

algunas aplicaciones del concepto de alteridad[291-301]

ESTHER GÓMEZ-SIERRALa autoridad y sus representaciones: una propuesta de estudio

[303-314]

TABLA8

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZLa evolución de la «copla cuaderna» en el Libro de miseria de omne

[315-330]

PALOMA GRACIAA vueltas con el modelo subyacente o lo que los originales franceses

pueden aportar a la edición de sus derivados españoles:el caso de la sección tebana de la II parte de la General Estoria

[331-340]

VANESA HERNÁNDEZ AMEZEl estudio y la edición de la hagiografía medieval castellana en el tercer milenio:

bases para una edición crítica de los «flores sanctorum» medievales[341-352]

MANUEL HIJANO VILLEGASRetorno a la selva textual: compiladores medievales y filólogos modernos

[353-363]

CARLOS MOTA

Pero López de Ayala, entre el canon y la ruptura historiográfica[365-381]

MARÍA GIMENA DEL RÍO RIANDELógica del texto medieval. El estudio del Cancionero del Rey

Don Denis de Portugal[383-396]

JORGE SÁENZ HERREROTraducciones, adaptaciones e imitaciones del Speculum Maius

de Vicente de Beauvais en la literatura castellana medieval[397-408]

Mª. NIEVES SÁNCHEZ GONZÁLEZ & ENRIQUE JIMÉNEZ RÍOSEl proceso de la traducción castellana de fray Vicente de Burgos

del De proprietatibus rerum a partir del análisis léxico[409-425]

JAUME TORRÓ TORRENTLas cortes de Aragón y las líricas catalana y castellana del siglo XV

[427-437]

TABLA 9

JUAN MIGUEL VALEROJohann Huizinga. Ver la historia

[439-457]

FERNANDO VILLASEÑORManuscritos iluminados (s. XV), iconografía e internet:

nuevas herramientas metodológicas[549-475]

IIIRENACIMIENTO

CONSOLACIÓN BARANDAEstudios sobre el género literario: el apólogo en el Renacimiento

[479-490]

FRANCISCO JAVIER BURGUILLONotas para una revisión del concepto cancionero petrarquista

[491-505]

ÁLVARO BUSTOS TÁULERVillancicos pastoriles de deshecha en el Cancionero de Juan del Encina (1496):

entre poesía de cancionero, música renacentista y teatro de pastores[507-517]

LLUÍS CABRÉUn lugar de Petrarca, de Ausiàs March (101) a Fernando de Herrera

[519-531]

EVA BELÉN CARRO CARBAJALConcepto escolástico y concepción popular:

límites de uso de la literatura religiosa en el Renacimiento[533-543]

FRANCISCO CROSASPervivencias de la Troya medieval en el Renacimiento y el Barroco:

Joaquín Romero de Cepeda, Ginés Pérez de Hita,Cristóbal de Monroy y Juan Muñoz García

[545-553]

TABLA10

NOEMÍ CUBASMetodología aplicada al estudio de las universidades renacentistas

ibéricas: el caso de los grados académicos de Salamanca[555-565]

MARÍA ÁNGELES DÍEZ CORONADORetórica y predicación en la España renacentista. Agustín Salucio (1513-1601)

y su Aviso para los predicadores del Santo Evangelio[567-575]

CESC ESTEVELa historia literaria en la poética del Renacimiento

[577-586]

JORGE FERNÁNDEZ LÓPEZHacia una «Âge de l’eloquence» hispana: presupuestos, límites

y perspectivas para el estudio de la retórica renacentista[587-597]

ROBERT FOLGER«Besando las manos de vuestra merced»: los modos de subjetividad

y la emergencia del discurso novelesco en Cárcel de amor y Lazarillo de Tormes[599-610]

JORGE GARCÍA LÓPEZLas filosofías helenísticas en la República literaria

[611-619]

JESÚS GÓMEZEstudios sobre el género literario: diálogo, apotegma y ensayo

[621-628]

JESÚS GONZÁLEZ MAESTRO

La fractura histórica de La Galatea de Miguel de Cervantes(problemas metodológicos de interpretación histórico-literaria

desde el materialismo filosófico)[629-641]

FELIPE GONZÁLEZ VEGAFractura histórica y cambio lingüístico en el comentario del Renacimiento

[643-653]

TABLA 11

JAVIER LORENZOA propósito de una digresión virgiliana: cortesanía

e imitación en el Leandro de Boscán[655-665]

LAURA MIER

Despuntes celestinescos en el teatro del XVI[667-675]

IVETA NAKLÁDALOVÁIconografía de la lectura en el Renacimiento

[677-704]

CARMEN PERAITATeatro tipográfico, libro de los espacios cortesanos:

Teatro de las grandezas de la villa de Madrid de Gil González Dávila[705-722]

SOLEDAD PÉREZ-ABADÍNEl canto de Proteo en la Égloga V de Francisco de la Torre

[723-734]

LAURA PUERTO MORO

Del bufón a la máscara dramática: el universo teatral de Rodrigo de Reynosa[735-747]

Mª. DEL PILAR PUIG MARES

Palo y mala vida (el tema de la malmaridada)[749-767]

MARÍA SÁNCHEZ PÉREZEl rumor. Renacimiento, Contrarreforma y noticia

[769-779]

Mª. JESÚS ZAMORA CALVOCiruelo y sus juicios contra la superstición

[781-797]¶

Índice onomástico y de obras anónimas[799-831]

TABLA12

NOTA PRELIMINAR

PRESENTAR EN PÚBLICO a la Sociedad de Estudios Medievales y Renacen-tistas con este su primer volumen es un compromiso y un honor,que comenzó a fraguarse en los idus de diciembre de 2005 y que

culmina ahora. Por aquel entonces, los miembros del Seminario de Estu-dios Medievales y Renacentistas se habían reunido para despedir el año.Aquello, que era un encuentro distendido y amistoso previo a la Navidad,se convirtió en el comienzo de una tarea comprometida y larga: el director,Pedro Manuel Cátedra García anunció que la Sociedad de Estudios Medie-vales y Renacentistas, alcanzado un número considerable de socios, queríacelebrar su primer congreso. Y había pensado que Salamanca, en el senode cuyo Seminario había sido engendrada (orillas de Tormes, como nuevoLázaro), debía ser el lugar de la puesta de largo. Honrados y responsabi-lizados, los miembros del SEMYR integraron un comité organizador, quese puso manos a la obra en cuanto las calendas de enero forzaron la vueltaal trabajo.

Un año después, el 13 de diciembre de 2006, el Rector de la Universidadde Salamanca daba la bienvenida a un centenar de socios en la aperturadel I Congreso Internacional de la Sociedad de Estudios Medievales y Rena-centistas, titulado La fractura historiográfica. Las investigaciones de EdadMedia y Renacimiento desde el tercer milenio. Desde ese día y hasta el 16,las aulas del Estudio abrieron sus puertas para que sus muros escuchasenpalabras nuevas sobre los viejos textos, nuevos enfoques metodológicos yteóricos para enfrentarse desde el tercer milenio a los retos de construir conelementos distintos la historia literaria de la Edad Media y el Renacimiento.Este libro recoge algunos de los textos de aquellas sesiones, desarrolladassimultáneamente en las aulas Miguel de Unamuno y Francisco de Salinas,mientras fuera azuzaba el frío helador de diciembre y la niebla espesaparecía, cubriendo el pedestal, hacer caminar sobre una nube a la estatuade un fray Luis fantasmal en el Patio de Escuelas.

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Las sesiones plenarias fueron desarrolladas en el Salón de Grados porun plantel de especialistas de categoría y prestigio internacional, encargadosde convertirse en la mejor tarjeta de presentación para la joven Sociedad.Enrico Fenzi, Peter Linehan, Carlo Ossola, José Manuel Pérez-Prendes,Francisco Rico y Paul Saenger, aceptaron la invitación y aportaron su magis-terio para trazar nuevos enfoques y, sobre todo, para plantear la necesidadde abrirse a perspectivas interdisciplinares, de la codicología a la historiadel derecho. Conviviendo con los maestros, estudiosos consagrados yjóvenes doctorandos, crearon un ambiente de trabajo e inquietud intelec-tual que alentó a todos en el esfuerzo.

Debe quedar también aquí constancia de uno de los momentos estelaresdel Congreso, que desgraciadamente no puede ser recogido en el libro: elConcierto ofrecido por la Schola Antiqua con su director Juan Carlos Asensioal frente y el organista Roberto Fresco, recreando la liturgia de una de laspartes del Oficio Divino, la hora de Vísperas, con unas Vísperas de NuestraSeñora, del siglo XVI interpretadas en la Capilla Universitaria. La maestríade la interpretación hizo olvidar las inclementes temperaturas del espacio,y los aplausos caldearon los ánimos y las manos.

Todo el trabajo de aquellos días se ve ahora felizmente culminado conla elaboración de este volumen que quiere dar cuenta de lo allí tratado. Divi-dido en dos secciones, recoge algunas de las ponencias plenarias y de lascomunicaciones divididas en los dos bloques históricos que dan nombrea la Sociedad, Edad Media y Renacimiento. La diversidad aparente de conte-nidos propia de una reunión de estas características no debe enmascararel afán de renovación metodológica que subyace en todos los trabajos yque se planteaba en el título de la reunión y del volumen. Esta renovaciónincumbe tanto a la ampliación del canon, como a la consideración degrandes obras a nueva luz; tanto al cuestionamiento de la historiografíatradicional, como a la reivindicación de antiguos enfoques en disciplinasdistintas pero interrelacionadas; y en todos ellos, la conciencia de la nece-saria interdisciplinariedad y ampliación de fronteras metodológicas para laconstrucción del sentido de nuestras investigaciones ante el tercer milenio.

Es momento también ahora de expresar la gratitud a quienes han hechoposible que aquellas jornadas de trabajo queden en la memoria impresa.Este volumen no hubiese podido llevarse a cabo sin el trabajo diligente eimpagable de los responsables de la edición, Laura Mier y Francisco JavierBurguillo, que fueron también en los días del Congreso, las manos, lospies, el corazón y el cerebro del comité organizador. A ellos, y a todoslos que nos echaron una mano en la organización de entonces y de ahora,gracias.

NOTA PRELIMINAR14

Y, finalmente, es justo dejar constancia de que ni el volumen, ni elcongreso que lo precede, hubiera sido posible sin la colaboración diligentey afectuosa de los Departamentos de Literatura Española e Hispanoameri-cana y de Lengua Española; del Servicio de Cursos Extraordinarios y delServicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca. Es justoigualmente destacar la ayuda financiera para el desarrollo de reunionescientíficas del Ministerio de Educación y Ciencia; y muy en especial, elpatrocinio de la Obra Social y Cultural de Caja Duero, institución siempredispuesta a escuchar y atender a las propuestas del SEMYR.

Salamanca, diciembre de 2007

NOTA PRELIMINAR 15

IPONENCIAS PLENARIAS

TRANSLATIO STUDII E IMPERIALISMO CULTURALE

ENRICO FENZI(Università di Genova)

That we and our children were born to die, –but neither of us bornto be slaves. –No –there I mistake; that was part of Eleazer’s oration,as recorded by Josephus (de Bell. Judaic.) – Eleazer owns he had itfrom the philosophers of India; in all likelihood Alexander the Great,in his irruption into India, after he had over-run Persia, amongst themany things he stole, –stole that sentiment also; by which means itwas carried, if not all the way himself (for we all know he died atBabylon) at least by some of his maroders, into Greece, –from Greeceit got to Rome, –from Rome to France, –and from France to England:–So things come round. –By land carriage I can conceive no otherway. –By water the sentiment might easily have come down the Gangesinto the Sinus Gangeticus, or Bay of Bengal, and so into the IndianSea; and following the course of trade, (the way from India by theCape of Good Hope being then unknown) might be carried with otherdrugs and spices up the Red Sea to Joddah, the port of Mekka, or elseto Tor or Sues, towns at the bottom of the gulf; and from thence bykarawans to Coptos, but three days journey distant, so down the Niledirectly to Alexandria, where the SENTIMENT would be landed at thevery foot of the great stair-case of the Alexandrian library, –and fromthat store-house it would be fetched. –Bless me! What a trade wasdriven the learned in those days! (Tristram Shandy V, 12)*

* Cito conservando le particolarità grafiche dell’originale dalla prima edizione delvol./libro V, London: T. Becket & P. A. Dehondt in the Strand, 1760: vol. 1, pagg. 440-441della riproduzione a cura di Melwin New e Joan New, Gainesville: University of Florida[The Florida Edition of the Works of Laurence Sterne], 1978. Alle note dei curatori, vol. 3,

19

NEL FEBBRAIO del 1726 il filosofo inglese George Berkeley, già autoredi appassionati interventi sulla necessità di programmi educativiper gli abitanti del nuovo mondo, compose una lirica il cui titolo,

America or the Muse’s Refuge. A Prophecy, fu poi mutato per la stampa inVerses on the prospect of Planting Arts and Learning in America1:

The Muse, disgusted at an Age and Clime,barren of every glorious Theme,in distant Lands now waits a better Time,producing Subjects worthy Fame:

in happy Climes, where from the genial Sunand virgin Earth such Scenes ensue,the Force of Art by Nature seems outdone,and fancied Beauties by the true:

in happy Climes the Seat of Innocence,where Nature guides and Virtue rules,where Men shall not impose for Truth and Sense,the Pedantry of Court and Schools:

there shall be sung another golden Age,the rise of Empire and of Arts,the Good and Great inspiring epic Rage,the wisest Heads and noblest Hearts.

Not such as Europe breeds in her decay;such as she bred when fresh and young,when heav’nly Flame did animate her Clay,by future Poets shall be sung.

Westward the Course of Empire takes its Way;the four first Acts already past,a fifth shall close the Drama with the Day;Time’s noblest Offspring is the last.

pagg. 361-362, rimando anche per la questione della indiretta e imprecisa citazione daGiuseppe Flavio, che sembra derivata dal Biathanatos di John Donne.

1. Li si legga in The Works of George Berkeley Bishop of Cloyne, edited by A. A. Luce& T. E. Jessop, London & Edinburgh: Nelson, 1955, VI pagg. 369-371, con importante notadei curatori che pubblicano anche la prima versione, con alcune notevoli varianti nelle dueprime quartine e nell’ultimo verso (vv. 1-2: «The muse, offended at this Age, these Climes |where nought she found fit to rehearse»; vv. 7-8: «such scenes as shew that Fancy is outdone,| and make Poetic Fiction true»; v. 24: «the worls’s great Effort is the last». Opportunamenteli ricorda R. W. Southern, Scholastic Humanism and the Unification of Europe. I. Founda-tions, Oxford UK & Cambridge USA: Blackwell, 1995, pagg. 208 ss.

ENRICO FENZI20

In tema di translatio studii e badando alla data, si riconoscerà che si trattadi un testo davvero intrigante, che tra altre cose ci stimola a ulteriori saltiin avanti. Per esempio al volume dello storico americano Eric Fischer che,in piena guerra mondiale, giudicava che la civiltà dell’occidente avrebbepotuto salvarsi e rinnovarsi solo migrando dalla vecchia Europa verso altricontinenti2, oppure, appena ieri, ai discorsi sia del parlamentare repubbli-cano Gingrich che del democratico presidente Clinton (il primo, il 4 gennaio1995, nel discorso d’apertura della Camera dei Rappresentanti; il secondopoco dopo, il 24 gennaio 1995, nel Discorso sullo stato dell’Unione), cheesaltavano entrambi il ruolo fondamentale di Tocqueville nella translatiodei valori sociali e politici dall’Europa all’America. E non è finita qui perché,come ognun vede, si potrebbe arrivare facilmente all’oggi: all’ideologiacosiddetta neo-con costruita attorno al ruolo «imperiale» degli Stati Uniti ealle relative polemiche contro una Europa affatto decaduta e, appunto, irri-mediabilmente invecchiata. Del resto, che questa non sia una attualizzazionedel tutto futile lo mostra un recente bel saggio che richiama l’attuale poli-tica degli Stati Uniti per introdurre il tema dell’ideologia universalistica eglobalizzante dell’impero romano3. Ma è curioso e suggestivo insieme chei versi di Berkeley ci proiettino contemporaneamente sia avanti che indietro:vertiginosamente indietro.

I primi quattro atti sono già passati: il Dramma si chiuderà solo con ilquinto e ultimo. Che significa? Di là dalla bella metafora che rinvia allaclassica struttura in cinque atti della tragedia, non credo ci siano dubbi: ilsapiente vescovo di Cloyne rimanda a san Gerolamo, che commentandole profezie bibliche di Daniele, aveva distinto entro la storia universale (ilDramma) quattro imperi che si erano succeduti l’uno all’altro: l’assiro-babi-lonese, il medo-persiano, il greco-macedone e il romano4. Ora, dice

2. Eric Fischer, The passing of the European age. A study of the transfer of Westerncivilization and its renewal on other continents, Cambridge Mass.: Harvard University Press,1943 (poi, New York: Russel & Russel, 1967). Lo cita proprio nelle prime righe di un saggioassai importante, al quale dovrò più volte ricorrere, A. G. Jongkees, «Translatio Studii: lesavatars d’un thème médiéval», in Miscellanea Mediaevalia in memoriam Jan Frederik Nier-meyer, Groningen: J. B. Wolters, 1967, pagg. 41-51.

3. María José Hidalgo de la Vega, «Algunas reflexiones sobre los límites del oikou-mene en el Imperio Romano», Gerión, 23, 1 (2005), pagg. 271-286.

4. Sulle profezie di Daniele e sull’interpretazione di Gerolamo torno poco avanti, maavverto sùbito che tale interpretazione, per quanto in passato generalmente accolta, è stataormai rifiutata dagli interpreti moderni che hanno qualche difficoltà a definire i quattro regni(babilonese; medo; persiano; greco, oppure, preferibilmente: babilonese, medo-persiano;greco; seleucide), ma sono concordi nell’escludere quello romano.

«TRANSLATIO STUDII» E IMPERIALISMO CULTURALE 21

Berkeley, è il momento del quinto e ultimo e più nobile di tutti: quelloamericano. Ma aggiunge ancora qualcosa che dà il senso di un movimentolento e potente, che dall’Oriente, culla del potere e del sapere, volge irre-sistibilmente verso Occidente: «Westward the Course of Empire takes itsWay». Il che è proprio quanto scriveva a metà del XII secolo Ottone diFrisinga nel Prologo alla sua grande Chronica sive Historia de duabus civi-tatibus, riassumendo e rendendo esplicito quanto le sue fonti di fatto giàindicavano:

Et notandum quod omnis humana potentia seu scientia ab oriente cepitet in occidente terminatur, ut per hoc rerum volubilitas ac defectusostendatur5.

Ma a questo punto, varcato un così seducente ingresso, il panoramache ci si spalanca davanti è troppo ampio, sì che per percorrerlo ed arric-chirlo di qualche nuova osservazione è necessario procedere con un minimodi ordine, tentando una sorta di abbozzo fortemente selettivo e «orientato»delle remote origini del motivo.

1. GLI ARCHETIPI

La teoria dei quattro grandi regni, più un quinto e ultimo, ha originiorientali, assai probabilmente persiane, e, come ha mostrato Arnaldo Momi-gliano, era già presente a Erodoto e a Ctesia6, ed è probabile che non molto

5. Ottonis Episcopi Frisingensis Chronica, edited by Hofmeister, MGH, SS RG in usumscholarum, 1912, pag. 8.

6. Arnaldo Momigliano, «Daniele e la teoria greca della successione degli imperi»,Rendiconti della Accademia dei Lincei. Classe di Scienze morali, storiche e filologiche, s. VIII,35, 4 (1980), pagg. 157-162. La bibliografia è assai vasta: vedi almeno Harold H. Rowley,Darius the Mede and the four World Empires in the Book of Daniel: A historical study ofcontemporary theories, Cardiff: University of Wales Press Board, 1964 (prima ed., ibid. 1935);G. W. Trompf, The Idea of Historical Recurrence in Western Thought from Antiquity to theReformation, Berkeley & Los Angeles & London: University of California Press, 1979, pagg.222-229 (si tratta del par. The Rise, Fall, and Succession of Empires: Patristic and MedievalThemes); Mathias Delcor, Le livre de Daniel, Paris: Gabalda et Cie, 1971 (sul sogno dellastatua, pagg. 78-87; sul sogno delle quattro bestie, pagg. 143-149); il volume Da Roma alla TerzaRoma. III. Popoli e spazio romano tra diritto e profezia, Napoli, 1986, che contiene i saggidi Mathias Delcor, «La prophétie de Daniel (chap. 2 et 7) dans la littérature apocalyptique

ENRICO FENZI22

dopo la vittoria di Scipione su Antioco III a Magnesia, nel 190-189 a. C.,sia giunta a Roma, ove ne troviamo una precoce e chiara testimonianzadatabile tra il 189 e il 1717. Si tratta di un passo infiltratosi anticamente amo’ di glossa nelle Historiae romanae di Velleio Patercolo, I 6, 6, trascrittodall’opera altrimenti sconosciuta De annis populi romani di un altrettantoignoto Emilio Sura. Ecco il passo:

Aemilius Sura de annis populi romani: Assyrii principes omnium gentiumrerum potiti sunt, deinde Medi, postea Persae, deinde Macedones; exindeduobus regibus Philippo et Antiocho, qui a Macedonibus oriundi erant,haud multo post Carthaginem subactam devictis, summa imperii adpopulum Romanum pervenit. Inter hoc tempus et initium regis NiniAssyriorum, qui princeps rerum potitus, intersunt anni MDCCCCXCV,

che rimanda a una tradizione alla quale attinge anche l’autore del Librodi Daniele, un testo probabilmente composito che risale agli anni 168-165a. C., mentre era in corso la guerra degli Ebrei contro Antioco IV. È tuttaviaopportuno cominciare proprio di qui, da Daniele, dal momento che sonostate proprio le sue profezie e le interpretazioni che ne ha dato Gerolamoe che Agostino ha avallato (De civ. Dei XX 23) a godere di lungo prestigio.

juive et chrétienne, en réference spéciale à l’Empire romain», pagg. 11-24; di Manlio Simo-netti, «L’esegesi patristica di Daniele 2 e 7 nel II e III secolo», pagg. 37-47, e di M. Pavan, «Leprofezie di Daniele e il destino di Roma negli scrittori latini cristiani dopo Costantino», pagg.291-308. Ma ora soprattutto Hervé Inglebert, Interpretatio Christiana. Les mutations dessavoirs (cosmographie, géographie, ethnographie, histoire) dans l’Antiquité chrétienne (30-630 après J.-C.), Paris: Institut d’Études Augustiennes, 2001, pagg. 342-364, che dedica all’ar-gomento un ricco e fondamentale paragrafo, attento a ricostruire le vicende e la fortuna delmotivo nell’area greco-cristiana, giudaica e siriaca (Afraate, Efrem di Nisbe), e infine consi-dera la tarda ripresa nella tradizione occidentale, a partire dalla traduzione della Cronacadi Eusebio da parte di Gerolamo (circa 380), dalla Cronaca di Sulpicio Severo (ca. 400) edal commento di Gerolamo al libro di Daniele (407), per concludere con la «variante» diOrigene e con tre tavole sinottiche che riassumono le varie versioni della teoria nella tradi-zione orientale, in quella occidentale giudaica e cristiano-greca, e in quella occidentale latina.

7. Vedi Joseph W. Swain, «The Theory of the four Monarchies: Opposition historyunder the Roman Empire», Classical Philology, 35 (1940), pagg. 1-21, che già aveva chiaritosia lo sfondo storico e i relativi problemi di cronologia, sia le principali questioni relative allevarianti con le quali la sequenza compare presso autori diversi. Certo che leggendo qui,pag. 4: «We may therefore suggest that the theory of four monarchies and a fifth was broughtto Rome from Asia Minor. Perhaps the list was picked up by a Roman who participated inthe Magnesia campaign under Scipio», o ancora, pagg. 11-12, a proposito dei contatti con ilmondo persiano dei «Roman soldiers at Magnesia», è piacevole chiedersi, con Sterne: byland oppure by water?

«TRANSLATIO STUDII» E IMPERIALISMO CULTURALE 23

Rileggiamo gli episodi relativi al primo sogno di Nabucodonosor (2, 1-45), e al sogno di Daniele stesso (7, 1-28), chiaramente tra loro collegati8.Molto sommariamente: Nabucodonosor aveva sognato una grande statuadi terribile aspetto, con la testa d’oro, il petto e le braccia d’argento, ilventre e i fianchi di bronzo, la gambe di ferro e i piedi parte di ferro eparte di argilla. Mentre la contemplava, una pietra staccatasi senza interventodi mano umana dalla montagna andava a sbattere contro i piedi di ferro edi argilla e li faceva a pezzi, e rapidamente non solo il ferro ma pure ilbronzo, l’argento e l’oro si polverizzavano ed erano portati via dal vento,mentre la pietra si trasformava in una grande montagna che copriva tuttala terra. Daniele spiega al re come, dalla testa ai piedi, i diversi metallirappresentino i grandi regni, da quello d’oro che è quello di Nabucodo-nosor medesimo a quelli che via via gli succederanno, di metallo semprepiù vile, sino a quello di ferro che sarà insieme forte e fragile, indebolitodalle instabili alleanze rappresentate dall’argilla9. La pietra che diventamontagna è invece l’ultimo regno, quello di Dio, che distruggerà tutti iprecedenti e durerà per sempre.

Nell’altro sogno, appaiono a Daniele quattro grandi bestie che esconodal mare: un leone con ali d’aquila, un orso, una pantera con quattro alie quattro teste e infine, più terribile di tutte, una bestia senza nome condieci corna e grandi denti di ferro con i quali stritola le sue vittime. Maecco che dinanzi a un anziano seduto su un trono di fuoco ardente siraduna un tribunale celeste, e l’ultima bestia viene uccisa mentre le altresopravvivono private del loro dominio: dopo di che compare un esseresimile all’uomo (7, 21: «quasi filius hominis veniebat») e a lui viene datapotestà, onore e regno senza fine. La spiegazione della visione che, semprein sogno, viene data a Daniele indica nelle quattro bestie quattro regni diorigine terrena, e nell’ultimo che annienterà tutti gli altri e durerà in eternoil regno di Dio (7, 17-18: «hae bestiae magnae quattuor | quattuor regnaconsurgent de terra |suscipient autem regnum sancti Dei | altissimi | etobtinebunt regnum usque in saeculum et saeculum saeculorum»).

8. Anche sul sogno non può mancare una troppo vasta bibliografia. In aggiunta aquella specifica su Daniele data sopra, nota 6, mi limito a rinviare al ricco quadro d’assiemedi Jacques Le Goff, «Le christianisme et les rêves (IIe-VIIe siècles)», in I sogni nel Medioevo. Semi-nario Internazionale, Roma, 2-4 ottobre 1983, a cura di Tullio Gregory, Roma: Edizionidell’Ateneo, 1985, pagg. 171-218, mentre una analisi importante e una ricca bibliografia, aquella data, si trova nel vol. di Martine Dulaey, Le rêve dans la vie et la pensée de saintAugustin, Paris: Études Augustiniennes, 1973.

9. Oggi vi si intende un’allusione alla politica matrimoniale tra i Seleucidi di Siria e iTolomei d’Egitto.

ENRICO FENZI24

Ho riassunto trascurando molti elementi, perché ciò che ora importa èisolare la teoria dei quattro regni terreni che nelle intenzioni dell’autoreerano quasi certamente da identificare in quelli dei Caldei, dei Medi, deiPersiani e dei Greci. Gerolamo, che ha introdotto la teoria entro la storio-grafia cristiana per diretta influenza di Eusebio10, fa rientrare nella serieRoma e ribadisce la propria interpretazione istituendo un preciso, univocoparallelismo tra i due diversi sogni11. Il primo regno: testa d’oro e poi leone,è il «regnum Babylonium». Il secondo regno: petto e braccia d’argento e poiorso, è il regno dei Medi e dei Persiani:

Medorum videlicet atque Persarum, quod argenti habet similitudinem,minus priore, et majus sequente [...] Bestia secunda urso similis, ipsa estde qua in visione statuae legimus: Pectus ejus et brachia de argento,haec ob duritiam et ferocitatem urso comparatur. Rigidum enim etparcioris victus in more Lacedaemoniorum regnum Persarum fuit.

Il terzo regno: ventre e fianchi di bronzo e poi pantera con quattro alie quattro teste, è il regno di Alessandro Magno:

Alexandrum significat, et regnum Macedonum successorumqueAlexandri. Quod recte aeneum dicitur: inter omnia enim metalla aesvocalius est, et tinnit clarius, et sonitus ejus longe lateque diffunditur, utnon solum famam et potentiam regni, sed eloquentiam Graeci sermonisostenderet […] Nihil enim Alexandri victoria velocius fuit, qui ab Illyrico

10. Lo schema di Eusebio (Assiri, Persiani, Macedoni e Romani) è esplicito nella suaDemonstr. Evang. XV fr. 1, PG 22, col. 793 (= Eusebius Werke, edited by I. A. Heikel, nei Grie-chische Christliche Schriftsteller, 1913, VI, pag. 434: lo cito per comodità dalla traduzioneche accompagna il testo greco nella PG): a Nabucodonosor «superbo et majorum suorumdiutina dominatione elato, rerum conversio ostenditur regnorumque terrestrium finis: scilicetob ejus animi curandam tumiditatem, atque ut is nihil in hominibus stabile judicaret, praeterdivini super omnes mortales regni consummationem. Nam primam Assyriorum domina-tionem, quam aurum portendebat, excepturum erat secundo loco Persarum imperium argentodemostratum. Deinde tertium Macedonum regnum quod aere significabatur. Post quod Roma-norum quartum, caeteris quae praecesserant fortius, quare et ferro comparatur diciturque deeo: quartum erit regnum validum ferri instar. Ac veluti ferrum omnia extenuat domatque, itahoc regnum omnia comminuturum ac subjugaturum. Post haec omnia Dei regnum in lapidetotam statuam conterente agnoscere est».

11. I passi che seguono sono citati dal Commentariorum in Danielem liber, in PL 25,coll. 503-504, e coll. 528-530. In generale, sui caratteri dell’esegesi di Gerolamo vedi PierreJay, «Jérome et la pratique de l’exégèse», in Le monde latin antique et la Bible, sous la direc-tion de Jacques Fontaine-Charles Pietri, Paris: Beauchesne, 1985, pagg. 523-541.

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et Adriatico mari usque ad Indicum Oceanum et Gangem fluvium, nontam praeliis quam victoriis percurrit, et in sex annis partem Europae etomnem sibi Asiam subjugavit. Quatuor autem capita eosdem dicit ducesejus, qui postea sccessores regni exstiterunt, Ptolomaeum, Seleucum,Philippum, Antigonum.

Il quarto regno, infine: piedi di ferro e d’argilla e poi bestia innominatadagli enormi denti di ferro, è quello di Roma, come in effetti appare dallecondizioni presenti dell’impero che Girolamo ha sotto gli occhi. Ad essoseguirà non tanto un regno vero e proprio, quanto l’universale dominio diCristo su questa terra:

Regnum autem quartum, quod perspicue pertinet ad Romanos, ferrumest quod comminuit et domat omnia. Sed pedes ejus et digiti ex parteferrei et ex parte sunt fictiles, quod hoc tempore manifestissime compro-batur. Sicut enim in principio nihil Romano imperio fortius et durius fuit,ita in fine rerum nihil imbecillius: quando et in bellis civilibus et adversusdiversas nationes, aliarum gentium barbararum indigemus auxilio. Infine autem horum omnium regnorum auri, argenti, aeris et ferri, abscissusest lapis, Dominus atque Salvator, sine manibus, id est, absque coitu ethumano semine, de utero virginali, et contritis omnibus regnis, factusest mons magnus, et implevit universam terram.

Passando al passo relativo alla bestia, Gerolamo non insiste nell’identi-ficazione, che dà per scontata, ma aggiunge un’altra considerazione dicarattere personale12 che non può che confermarla:

Satiaque miror, quod cum supra leaenam et ursum et pardum, in tribusregnis posuerit, Romanum regnum nulli bestiae compararit: nisi forte utformidolosam faceret bestiam, vocabulum tacuit ut quidquid ferocius cogi-taverimus in bestiis, hoc Romanos intelligamos [...] dum in uno imperioRomanorum omnia simul regna cognoscimus, quae prius fuerant separata.

L’interpretazione di Gerolamo dei quattro regni (ripeto: babilonese,persiano, greco-macedone e romano) ha fissato uno schema che ha fattotesto per secoli, e che la «variante» di Orosio non ha sostanzialmente

12. Circa la prima considerazione, che suona polemica verso Stilicone («in belliscivilibus et adversus diversas nationes, aliarum gentium barbararum indigemus auxilio»),vedi Pierre Courcelle, Histoire littéraire des grandes invasions germaniques, Paris: ÉtudesAugustiennes, 1964, pag. 43.

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intaccato13. Questo schema trascina tuttavia con sé alcuni elementi di ambi-guità relativi a due possibili direzioni di lettura14. La prima di queste staall’interno stesso del testo di Daniele, in una sentenza che per tutto il medioevo,e oltre, è stata assunta come base assoluta dell’intero edificio interpretativo:i regni di questa terra si affermano e crollano attraverso le epoche per ilsemplice fatto che il loro potere deriva per intero dall’arbitrio di Dio, sì chein definitiva essi altro non sono che una manifestazione particolare del fattoche ogni realtà terrena, anche quella del potere più forte e radicato, è di persé instabile e passeggera. Si legge in Dan. 2, 21, e commenta Girolamo:

Et ipse mutat tempora et aetates, et transfert regna atque constituit. Nonergo miremur, si quando cernimus, et regibus reges et regnis regna succe-

13. L’identificazione del quarto regno con Roma trovava appoggio nella violenza anti-romana dell’Apocalisse di Giovanni (vedi in part. 17, 5). Senza scendere qui in più minutedistinzioni, si hanno esempi dell’ampia fortuna del motivo in Dionigi d’Alicarnasso, Ant.Rom. I 2, 2-4; nella Storia romana di Appiano, Praef. 9 (durissimo, come Livio, sugli asia-tici «effeminati e codardi»); in Claudiano, De cons. Stilichonis III 159-160, che apre e terminacon Roma («Nec terminus umquam | Romanae dicionis erit, nam cetera regna | luxuriesvitiis odiisque superbia vertit: | sic male sublimes fregit Spartanus Athenas | atque idemThebis cecidit; sic Medus ademit | Assyrio Medoque tulit moderamine Perses; | subiecitPersen Macedo, cessurus et ipse | Romanis»); Rutilio Namaziano, De redito suo 83-86, ecc.Anche l’opera dello storico d’opposizione e «filo-partico» Pompeo Trogo è costruita sulloschema della successione degli imperi, a partire dagli Assiri, i Medi, i Persiani nel l. I, e passanel l. VII ai Macedoni e poi ai Romani, ma concede largo spazio ai Parti ai quali attribuisceaddirittura un altro impero: «Parthi, penes quos velut divisione orbis cum Romanis facta nuncOrientis imperium est, Scytharum exules fuere...» (in Giustino, XLI 1, 1 ss.). Vedi J. W. Swain,«The Theory of the Four Monarchies», pagg. 16-17. Aggiungo sùbito che per quanto dico edirò è preziosissimo il volume di Werner Goez, Translatio Imperii. Ein Beitrag zur Geschi-chte des Geschichtsdenkens und der politischen Theorien im Mittelalter und in der frühenNeuzeit, Tübingen: Mohr, 1958, al quale è indispensabile ricorrere perché in esso è raccoltauna imponente e pressoché esaustiva rassegna dei testi che, attraverso i secoli, hanno toccatoil tema della translatio imperii. Orosio, in II 1, 1-6, e diffusamente in VII 2, 1-16, propone unoschema diverso, che prevede, seguendo l’orientamento dei quattro punti cardinali, due imperiuniversali, quello di Babilonia e quello di Roma, fra i quali si intromettono due imperi minori,di transizione: quello dei Macedoni e quello dei Cartaginesi: vedi per ciò Eugenio Corsini, Intro-duzione alle storie di Orosio, Torino: Giappichelli, 1968, pagg. 158-168; l’esposizione di Marie-Pierre Arnaud-Lindet nell’Introduction alla sua edizione delle Storie di Orosio, Paris: Les BellesLettres, 1990, pagg. XLVI-LXVI, e la sintesi di H. Inglebert, Interpretatio Christiana, pagg.360-361. Una trecentesca ripresa dello schema di Orosio è per esempio in Martino Polono:vedi Martini Oppaviensis Chronicon, edited by Pertz, MGH SS, 1872, XXII, pag. 398.

14. Tali diverse direzioni emergono bene nei sintetici cenni di Ernest Robert Curtius,Letteratura europea e Medio Evo latino (1948), a cura di Roberto Antonelli, Firenze: La NuovaItalia, 1992, cap. II § 4, pagg. 36-37, e in qualche modo questa prima parte dell’interventopuò anche essere intesa come un tentativo di chiarirne il senso e la portata.

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dere, quae Dei gubernantur et mutantur et finiuntur arbitrio. Causasquesingulorum novit ille cui conditor omnium est, et saepe malos regespatitur suscitari, ut mali malos puniant15.

Le ragioni ultime di tante vicende storiche sono, in definitiva, incompren-sibili, pur se le colpe degli uomini restano l’unica cosa certa che non sisbaglierà mai ad allegare, come Gerolamo dice e come già diceva altrovela Bibbia, facendone la causa diretta di quelle catastrofiche translationesdi regno in regno: «Regnum a gente in gentem transferetur propter iniusti-tias et iniurias et contumelias et diversos dolos» (Eccli. 10, 8). E sono appuntoqueste le parole che determineranno nei secoli seguenti almeno uno deimodi di concepire le translationes, indifferenti sotto l’aspetto storico seconsiderate singolarmente, e per contro unificabili solo entro la prospet-tiva trascendente del giudizio divino16. La sequenza dei regni, insomma, ègovernata da una legge puramente negativa –la corruzione di ogni isti-tuzione umana– e al limite addirittura casuale, in ultima analisi riferibile almisterioso «arbitrio» divino ch’è libero di muoversi in tutte le direzioni e«saepe malos reges patitur suscitari, ut mali malos puniant». Occorre direanche che questo suo carattere negativo trattiene un’intima relazione conla concezione cristiana del potere, qual è soprattutto testimoniata con parti-colare vigore e forza di penetrazione da Agostino. Di là dall’ampio quadrostorico tracciato in De civitate Dei V 12 ss., durissima è la condanna delsanto, per esempio nel libro III, della crudele serie di guerre che Romaintrapprese mossa solo dalla sua libido dominandi, e altrettanto chiara èla differenza che corre tra la «città terrena» e quella «celeste», ibid. XIV 28,e innegabile il processo di guerre attraverso le quali i grandi imperi, a comin-ciare da quello Assiro, allargarono il loro potere, ibid. XVIII 2. Né saràimproprio ricordare, infine, che la prima città fu fondata dal fratricida Caino(Gen. 4, 17), e che Roma fu fondata dal fratricida Romolo: coppia esemplare,

15. PL 25, col. 500.16. Si veda per esempio Rabano Mauro, Comment. In Ecclesiasticum III 1, PL 109, col.

827: «‘Regnum a gente in gentem trasferetur propter injustitias et injurias et contumeliaset diversos dolos’. Huius sententiae veritatem omnium pene gentium notant historiae, etcausas diversorum populorum ostendunt. Nec hoc ignorare potest, qui Chaldaeorumet Persarum Graecorumque potentissima regna subversa legit, et Romanorum regnumvacillare conspicit, nec stabile aliquid in mundo esse perpendit. Aliter, hoc significarepotest quod propter praevaricationes et caecitatem prioris populi translatum est ad gentesEvangelium Christi». Muove dalla citazione biblica e segue la stessa linea anche il capitoloEx quibus causis transferantur principatus et regna di Giovanni di Salisbury, PolicraticusIV 12, edited by Webb, pagg. 276-279.

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per Agostino, della violenza che regna nella «città terrena» (De civ. Dei XV5 e 8)17. Ma non basta, ché i giudizi di Agostino s’innestano in una visionepiù ampia: il dominio dell’uomo sull’uomo e dunque qualsiasi «potere» inquanto tale, comunque organizzato, è intimamente contrario all’ordinenaturale, ed è invece l’innaturale ed esecrabile frutto della caduta del genereumano nel peccato, della quale è insieme, ambiguamente, dura punizionee parziale quanto indispensabile rimedio (De civ. Dei XIX 15: Dio «rationalemfactum ad imaginem suam noluit nisi irrationabilibus dominari; nonhominem homini, sed hominem pecori. Inde primi iusti pastores pecorummagis quam reges hominum constituti sunt, ut etiam sic insinuaret Deus,quid postulet ordo creaturarum, quid exigat meritum peccatorum»). Per lui,potremmo ulteriormente compendiare, la tendenza degli uomini ad asso-ciarsi in comunità di eguali ha la sua radice nell’ordine della natura, mentrelo stato, in quanto potere coercitivo, ha la sua radice nel peccato18. Ora, sicapisce bene come una concezione siffatta si prestasse a un arco assaiampio di interpretazioni e variazioni, ché da un lato invitava a percepireil carattere fondamentalmente violento e immorale del potere, e dall’altrolo sublimava quale espressione diretta della volontà divina, sia nell’aspettospiccatamente punitivo del tiranno che in quello riparatore e ordinatore delre. Occorre dire che il secondo aspetto fu quello di gran lunga dominante,e comportò che, da Agostino in poi, ogni ribellione al potere costituito fosse

17. Sintetizza efficacemente Claudio Leonardi: «La storia della civitas hominum è perAgostino una perpetua ripetizione del gesto di Caino» («Gregorio VII a Ermanno di Metz»[1996], in Medioevo latino. La cultura dell’Europa cristiana, Firenze: SISMEL/Edizioni delGalluzzo, 2004, pagg. 399-404: pag. 400). E Lidia Storoni Mazzolari, Sant’Agostino e i pagani,Palermo: Sellerio, 1988, pag. 106: «In contrasto con la fierezza dei romani, egli [Agostino]nega il valore delle glorie e delle conquiste; percepisce il silenzio e il gemito dei vinti; defi-nisce il dominio il risultato d’un immenso banditismo», ecc. In generale, per l’argomento quiappena sfiorato, vedi il denso volume di Gaetano Lettieri, Il senso della storia in Agostinod’Ippona. Il «saeculum» e la gloria nel «De civitate Dei», Roma: Borla, 1988. Ma particolar-mente utile resta ancora il saggio di Paolo Gerosa, «S. Agostino e l’imperialismo romano», inMiscellanea Agostiniana, Roma: Tipografia Poliglotta Vaticana, 1931, II, Studi Agostiniani,pagg. 997-1040.

18. Così Robert A. Markus, Saeculum: History and Society in the Theology of SaintAugustine, Cambridge: Cambridge University Press, 1950, pagg. 204-205. Ma vedi anche P.Gerosa, «S. Agostino e l’imperialismo romano», in La dominazione degli uomini sopra gliuomini come perturbamento dell’ordine morale, part. § 5, pagg. 1031-1036, con numerosecitazioni di passi agostiniani; G. Lettieri, Il senso della storia, capp. 7 e 8, pagg. 94-118, e,con ulteriori indicazioni bibliografiche, Leandro Polverini, «La storia romana nel De civitateDei», in Il «De civitate Dei». L’opera, le interpretazioni, l’influsso, a cura di Elena Cavalcanti,Roma, Freiburg & Wien: Herder, 1996, pagg. 19-33.

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coerentemente considerato il peggiore dei delitti: e i fratelli Carlyle nellaloro grande opera l’hanno mostrato in mille modi. Ma a me sembra che essiabbiano troppo trascurato l’altro filone che, date le premesse, non potevanon esistere: non già quello sacro e provvidenziale dell’origine divina delpotere, ma quello oscuro e inquietante che riconosce tale origine e peròdel potere fa, con qualche inevitabile schizofrenia, il primo frutto avvele-nato del peccato, e dunque della libido dominandi, della volontà di rapina,dell’ambizione, dell’avidità19. Solo così, mi pare, riusciamo a intendere lefamose lettere di Gregorio VII, Ildebrando di Soana, a Ermanno vescovodi Metz, che tanto scandalo hanno suscitato e che ancora i fratelli Carlylecarcano di addolcire insistendo sul fatto che anche per Gregorio Dio èfonte di ogni potere terreno. D’accordo: ma proprio qui sta il tragico dellafaccenda. Cosa affermano, infatti, quelle lettere, con tanta eloquenza? Cheil potere terreno, appunto, ha avuto origine dal peccato e che è e restaintrinsecamente un peccato esercitare un dominio super pares, e cioè su altri

19. Robert W. e Alexander J. Carlyle, Il pensiero politico medievale, Bari: Laterza, 1956-1968 (1903-1909: seconda ed., 1950). La discussione sul punto potrebbe essere assai lunga:qui, brevemente, mi preme sottolineare come gli studiosi inglesi diano spazio alle lettere diGregorio VII delle quali sùbito parlerò, ma si preoccupino anche di tagliare le unghie alloro contenuto mediante una «contestualizzazione riduttrice» (normalmente Gregorio mani-festa opinioni più ortodosse…), che però non intacca la forza e l’autonomia di quelle (vediII, pagg. 110-121). Allo stesso modo, e qui la cosa ha una portata molto più generale, essiinizialmente riconoscono il forte pessimismo di fondo della visione agostiniana, ma poi lodepotenziano in un modo che a me sembra alquanto contorto e poco convincente (vedi I,pagg. 184-190). In estrema sintesi, Agostino dimostra che se si accetta, con Cicerone, chefondamento dello stato sia la giustizia, ebbene, né quello romano ne alcun altro può esserechiamato tale; se invece si assume, accantonata la giustizia, che lo stato sia una comunità diesseri razionali uniti da un interesse condiviso, ebbene, allora non solo quello di Roma maanche ogni altro stato storicamente esistito può essere definito così. Ma ciò comporta, eRoma ne è un esempio evidente, che la giustizia sia allora concepita come l’interesse del piùforte, «id esse ius quod ei qui plus potest utile est» (De civ. Dei XIX 21, 1, con ripresa, dunque,della tesi esposta e combattuta già da Platone: ma vedi gli interi capp. 21-28, per la questionedello «stato»). Di qui la famosa battuta: «Remota itaque iustitia, quid sunt regna, nisi magnalatrocinia? Quia et latrocinia quid sunt, nisi parva regna?» (De civ. Dei IV 4), che i Carlyle,pur titubanti, vorrebbero intendere a rovescio, e cioè come prova che per Agostino propriola giustizia legittimerebbe i regna contro i latrocinia, quando invece (si rilegga tutto il capi-tolo agostiniano) non si tratta che della riproposizione in chiave assolutamente positivadell’aneddoto di Alessandro Magno e del pirata (tratto da Cicerone, De republica III 14, 24),il quale affermava che solo il fatto di possedere una sola nave invece di una flotta faceva dilui un pirata invece che un re. Aggiungo ancora che i Carlyle, pur parlando delle posizionidi Tolomeo da Lucca non ricordano il passo al quale faccio poco avanti riferimento (suTolomeo, vedi in particolare III, pagg. 363-368).

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uomini20. Ma ancora a metà del XIII secolo Vincenzo di Beauvais si chiedevacome fosse possibile che da un lontano principium criminale i modernigovernanti potessero ricavare patenti di legittimità21, e più tardi Tolomeoda Lucca, uno dei più importanti sostenitori della supremazia papale, sotto-lineava come «segno» e «argomento» della natura intimamente corrotta delpotere fosse il fatto che, all’origine del mondo, solo e precisamente i reprobiavessero instaurato rapporti di dominio su altri uomini (il corsivo è mio):«Ab initio seculi post peccatum non eo modo dominium est assumptum,sed ex quodam fastu superbie ac dominandi libidine per usurpationemincepit, cuius signum et argumentum haberi potest, quia soli reprobi inprincipio creationis mundi dominium assumpserunt, unde ante diluviumprimus dominus inter homines fuit Chaym, ut Augustinus dicit XV de Civi-tate Dei c. XX»22. In questa forma, il tema deriva dal Decretum di Graziano

20. Ecco, dalla lettera del 1081: «Quis nesciat reges et duces ab iis habuisse principiumqui, Deum ignorantes, superbia, rapinis, perfidia, homicidiis, postremo universis pene scele-ribus, mundi principe Diabolo videlicet agitante, super pares, scilicet homines, dominari caecacupidine et intolerabili praesumptione affectaverunt» (Registrum VIII 21). E da un’altra, del1076, ov’è ancora più evidente, se possibile, la matrice agostiniana: «Sed forte putant quod regiadignitas episcopalem praecellat. Ex earum principiis colligere possunt, quantum a se utraquedifferunt. Illam quidem superbia humana repperit, hanc divina pietas instituit. Illa vanamgloriam incessanter captat, haec ad cœlestem vitam semper aspirat» (ibid. IV 2: cito da R. W.& A. J. Carlyle, Il pensiero politico medievale, II, pag. 110: ma vedi già ibid. I, pagg. 455 ss.).

21. Se, come da Agostino in poi si andava spesso ripetendo, i regni sono sorti da unatto di violenza, e il male è sempre all’origine del dominio dell’uomo sull’uomo, com’è possi-bile che con il tempo si trasformino in regni di diritto? «Cum autem, ut dicit eciam lex humana,res furtive vel vi possesse non possint usu capi, querunt nonnulli quo iure regna, sicutpredictum est, ab antecessoribus suis usurpata vel vi possessa teneant reges moderni. Ad hocautem quatuor concurrunt que in manu eorum eadem regna iure stabiliunt, videlicet ordi-nacionis divine dispensacio, populi consensus vel electio, ecclesie approbatio, longissimitemporis cum bona fide prescripcio». Tutto ciò coinvolgeva direttamente anche i romani, efiniva, com’è ovvio, per portare acqua al mulino dei re «moderni», e a quello di Francia primadi tutti. Continua infatti Vincenzo: «Sic igitur arbitrandum est de regno vel imperio Romanorum,quod etsi a principio cupiditate dominandi terminos suos per diversas naciones debachandodilataverunt, postea tamen accessit consensus populorum, qui et ab eis leges ex diversissapientum dictis collectas spontanee receperunt. Sic eciam estimandum est de regno Francorumet eciam Anglicorum necnon et aliorum precipue cristianorum» (De morali principis institu-tione, a cura di Schneider, IV, Quo iure regna quondam usurpata licet retinere, pagg. 22-23).

22. E continua: «Et inde motus fuit ad civitatem edificandam, ut dominaretur in ea, ethec fuit prima civitas in mundo, quam nomine filii sui vocavit [Enoch: vedi Gen. 4, 17] adperpetuationem domini filii. Post diluvium vero omnes, qui primo dominium assumpserunt,fuerunt de genere maledicto Cham, ut ex libro Genesis habetur [Gen. 9, 25], et Comestor etIosephus dicunt [Hist. schol. ad lib. Genesis, c. 37: PL 98, 1088], unde post diluvium, quiprimum dominium assumpsit, fuit Cham, ut infra dicetur. Secundus Nemroth, qui descendit

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che, seppur in maniera assai meno polemica, già puntualizzava, sull’au-torità della Genesi, come la prima città fosse stata fondata da Caino e come,dopo il diluvio, fosse cominciata, con Nembroth, l’oppressione dell’uomosull’uomo: e dal Decretum passa ai decretalisti23, seppur in forme abbas-tanza attenuate, dato che la loro preoccupazione è riconfermare il prin-cipio generale dell’origine divina di ogni potere e la validità giuridica dellalunga «consuetudine» (non solo nel caso dell’esercizio del potere, ma anchenel caso della proprietà privata, pur essa inconcepibile nello stato di naturaprecedente la caduta). Di qui, infine, ritroviamo il motivo in Alberico daRosate24, per il quale, infatti, «l’origine del potere civile […] è da porre nongià nella naturale disposizione degli uomini ad associarsi, ma nell’iniquitàe nella violenza; la tirannide, in tal senso, come violenta oppressione sugliuomini, precede nella storia del mondo il governo giusto: prius tamen fuittyrannus quam rex. Nam Nembrot primus fuit tyrannus et nemo ante eumreperitur»25.

Chiedo scusa di quella che può apparire, ma spero non sia, una diva-gazione: ci stiamo avvicinando al punto. Che è quello di un insieme diconcezioni che da un lato affidavano la successione dei regni a un disegno

de Cham, cuius consilio hedificata est turris Babel, ut hystoriae tradunt, ad dominandum, incuius signum in Genesi scribitur, quod volebant cacumen eius in celum ascendere ad signi-ficandum cordis ambitionem in preeminendo aliis», ecc. (Determinatio compendiosa deiurisdictione Imperii, auctore […] Tholomeo Lucensi O. P., edited by Krammer, MGH SS RGin usum scholarum, 1909, c. XVII, pagg. 36-37). Per Caino e la sua discendenza, vedi il libroXV del De civ. Dei, e qui ancora, XVI 3-5, per la discendenza di Noè, e Cam e il giganteNembroth. Vedi anche la nota che segue.

23. I relativi passi di Graziano e Rufino (rispettivamente Decretum d. VI, e Summadecretorum, d. VIII Diff. Quoque) sono citati dai fratelli Carlyle, Il pensiero politico, I, pag.456. Ma vedi Diego Quaglioni, «‘Nembrot primus fuit tyrannus’. ‘Tiranno’ e ‘tirannide’ nelpensiero giuridico-politico del Trecento italiano: il commento a C. 1, 2, 16 di Alberico daRosate (c. 1290-1360)», Annali dell’Istituto italiano per gli studi storici, 6 (1979-1980) [ma1983], pagg. 83-103: in particolare, pagg. 95-98, è citato ancora il passo di Graziano, e unpasso dalla continuazione di Tolomeo da Lucca del De regimine principum di Tommasod’Aquino (IV 3, ed. Mathis, pag. 83) del tutto simile a quello citato sopra a testo («primodominantes in mundo fuerunt homines iniqui», ecc.).

24. Alberico fu più volte ambasciatore ad Avignone per conto dei Visconti e certamentePetrarca lo conobbe, come conferma una indiretta trama di relazioni e circostanze ricostruitada Giuseppe Billanovich, «Epitafio, libri e amici di Alberico da Rosciate», Italia medioevalee umanistica, 3 (1960), pagg. 251-261.

25. D. Quaglioni, «‘Nembrot primus fuit tyrannus’», pagg. 95-96 (la citazione di Albe-rico da Lectura Alberici de Rosate Bergomensis super prima parte Codicis, in l. Decernimus,C. De sacrosantis ecclesiis, s. l., Ioannes de Ionuelle dictus Piston imprimebat, 1518, fol. 19r).Vedi qui anche per Nembrot, quale tradizionale «figura» del tiranno.

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dominato dalla vanità del tutto e dalla fondamentale ingiustizia sulla qualeogni potere terreno si regge, e dall’altro e contraddittoriamente non potevanofare a meno di porre al loro stesso interno alcune premesse che andavanonella direzione opposta, e cioè aiutavano a ravvisare almeno un filo condut-tore, un’ipotesi interpretativa in chiave provvidenziale o storica.

Torniamo un attimo a Daniele e a Girolamo. Nel primo, in particolarenel sogno della statua, è chiara una progressione negativa nella succes-sione dei regni, da quello d’oro a quello di ferro e d’argilla, e nel secondotale progressione è ulteriormente confermata dall’accumulo di spaventosaferocia che finisce per caratterizzare la quarta bestia, quasi una sommadelle peggiori qualità delle altre tre. Ma nello stesso tempo questo climaxdiscendente, e che però termina con un «regno di ferro» ch’è il più forte ditutti, è bruscamente corretto e propriamente rovesciato dalla profezia delquinto e ultimo regno, quello di Cristo, la cui immagine non può non agireall’indietro, per dir così, e non imprimere ai regni terreni che lo prece-dono almeno il senso di un percorso unitario, ordinato quanto meno alloscopo realizzato dal quarto regno, quello romano. Il quale, infatti, è per lostesso Gerolamo qualcosa che ingloba e supera tutti gli altri, come gliabbiamo visto scrivere nel commento a Daniele: «in uno imperio Romanorumomnia simul regna cognoscimus, quae prius fuerant separata», creando condi-zioni affatto nuove e qualitativamente superiori rispetto a quelle dei regniprecedenti, come torna a puntualizzare altrove: «Ante adventum Christiunaquaeque gens suum habebat regem et de alia ad aliam nullus ire poteratnationem. In romano autem imperio unum facta sunt omnia», sì che la suarovina travolge il mondo intero, come ancora Gerolamo scrive, nel 410,piangendo la morte di Marcella, uccisa dagli stenti durante il sacco dellacittà da parte di Alarico: «Postquam vero clarissimum terrenorum omniumlumen exstinctum est, immo Romani imperii truncatum caput, et, ut veriusdicam, in una Urbe totus orbis interiit»26.

26. Prol. ai Commentariorum in Ezechielem prophetam libri quatordecim, PL 25, coll. 15-16, e Comm. a Isaia, XIX 23, CC 73, pag. 199. Per un lungo commosso elogio funebre diMarcella, una delle animatrici del «circolo dell’Aventino», vedi ancora Gerolamo, Epist. 127, aPrincipia. Così, qui e altrove sfioro appena il grande motivo della ideologia «romana» che sifonda sull’universalità e sulla eternità dell’impero, e che ha una sorta di centro radiante inVirgilio (Aen. I 274-278; VI 851), e che ha sortito molte affermazioni con le quali quelle diGerolamo sono perfettamente in linea: per esempio, Rhet. Ad Herennium IV 13: «Imperium orbisterrarum, cui imperio omnes gentes reges nationes […] consensuerunt»; Ovidio, Fast. II 684:«Romanae spatium est Urbis et orbis idem» (onde quattro secoli dopo, ma in un contesto assaipiù melanconico, Rutilio Namaziano, De reditu, 1, 66: «Urbem fecisti quod prius orbis erat»);

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Eccoci dunque sulla soglia, come ognuno vede, del grande e complessotema, che sarà assolutamente centrale nella visione dantesca (oltre laCommedia, si veda Conv. IV 4-5, e tutto il Monarchia), della natura prov-videnziale dell’impero romano attraverso il quale si sarebbero realizzate lecondizioni migliori di natura politica, sociale e linguistica per la diffusionedella parola di Cristo. Il pensiero di Gerolamo, in particolare, è in sintoniacon quello di Eusebio, che affermava l’intimo nesso tra la pace di Cristo,il monoteismo biblico e l’impero romano27, e concepiva l’intero processodella civilizzazione, a partire dalla selvatica e «bestiale» condizione primitiva,come un processo indirizzato dalla provvidenza verso la monarchia univer-sale. Come scrive Robert Grant, in un saggio dal titolo significativo, Civiliza-tion as a Preparation for Christianity in the Thought of Eusebius: «he welcomedideas about progress and civilisation as pointing onward toward the triumphof the Christian church in the Roman empire. The early history of civilizationhad prefigured the history of his own time, just as the passage from darknessto light at creation had anticipated the transmission of the gospel message»28.

Plinio, Nat. hist. III 40: «Italia una cunctarum gentium in toto orbe patria»; Floro, I Intr. 2: «Ita lateper orbem terrarum arma circumtulit [il popolo romano] ut qui res illius legunt non unius populi,sed generis humani facta condiscant», ecc. (vedi la sintesi di M. J. Hidalgo de la Vega, «Algunasreflexiones», e qui in particolare l’analisi dell’Elogio di Roma di Elio Aristide, pagg. 279 ss.).

27. Si veda come Gerolamo insista sul principio del governo unico, a tutti i livelli dellasocietà e della chiesa: «Imperator unus; iudex unus provinciae. Roma, ut condita est, duosfratres simul habere reges non potuit [...] In navi unus gubernator, in domo unus dominus,in quamvis grandi exercitu unius signum expectatur», ecc. (Epist. CXXV 15). Oltre a quantoè citato avanti, per Eusebio si veda pure Raffaele Farina, L’impero e l’imperatore cristianoin Eusebio di Cesarea, Zürich: Pas Verlag, 1966 (per Costantino quale «nuovo Mosè», pagg.189 ss.; per la perfetta concidenza tra l’impero romano-cristiano e la chiesa, pagg. 163 ss.).

28. Robert M. Grant, «Civilization as a Preparation for Christanity in the Thought ofEusebius», in Continuity and Discontinuity in Church History. Essays presented to GeorgeHuntston Williams and edited by F. Forrester Church & Timothy George, Leiden: Brill, 1979,pagg. 62-70: pag. 64 (ora in Christian Beginnings: Apocalypse to History, London: VariorumReprints, 1983, XII (num. originale delle pagine). Circa i testi di Eusebio, abbondantementeriferiti da Grant, mi limito a ricordare Preparatio evangelica I 4, 1-6, ove si dimostra che èfrutto di una forza divina il fatto che l’avvento di Cristo sia avvenuto in un momento in cuila razza umana era stata liberata dalla molteplicità dei regni per opera della monarchia diAugusto (La préparation évangelique, introduction, texte grec, traduction et commentairepar Jean Sirinelli & Édouard des Places, Paris: Cerf, 1974, pagg. 118 ss. = PG XXI coll. 37-40). Ma, per un panorama vasto e preciso di un nodo così importante, rimando sia per lecitazioni di testi che per la bibliografia a Hervé Inglebert, Les Romains chrétiens face à l’hi-stoire de Rome: Histoire, christianisme et romanités en Occident dans l’antiquité tardive (IIIe-Ve siècles), Paris: Institut d’Études Augustiniennes, 1996, passim, e alla sintesi, dello stessostudioso, «Les causes de l’existence de l’Empire romain selon les auteurs chrétiens desIIIe-IVe siècles», Latomus, 54 (1995), pagg. 18-50.

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In ciò, Eusebio metteva la sua impronta personale su un’idea che nelle suelinee essenziali era diventata predominante nel corso del secondo secolod. C., per quanto attraversata da contraddizioni e opposizioni (per il pensierogiudaico, specie dopo la distruzione del Tempio nel 70 d. C., Roma erastato lo strumento divino per colpire gli ebrei dei loro errori, ma in sé nonera altro che una nuova Babilonia che, come la precedente, sarebbe statadistrutta)29. Naturalmente, non sta a me entrare in simile discorso, e mibasta ricordare come quell’idea, con sfumature diverse, prendesse corpoattraverso Ireneo di Lione, Melitone, Teofilo d’Antiochia, Teodorete di Ciroe avesse raggiunto formulazioni estreme in Cosma Indicopleuste30, e comeil cosiddetto «eusebismo cristiano» informi l’opera di Prudenzio e Orosio,e poi quella di Cassiodoro e Jordanes, per i quali l’esistenza dell’imperoromano sino alla fine dei tempi era un’evidenza garantita dallo stesso Librodi Daniele: ma papa Leone Magno dalla crisi dell’impero svilupperàun’ideologia pontificale «di sostituzione», mentre il legame che governa ilpassaggio dall’impero romano ormai finito a quello cristiano è del tuttoscontato per Gregorio Magno31. Ma, ai fini del mio discorso, merita una

29. Vedi Paul Schäfer, Histoire des Juifs dans l’Antiquité, Paris: Cerf, 1989, passim.30. Cosma infatti intende che l’ultimo regno, quello che Dio «suscita» dopo che la statua

sognata da Nabucodonosor è stata distrutta, sia insieme quello di Cristo e quello romano:«Daniel dit: ‘Le Dieu du ciel suscitera un empire qui ne sera pas détruit à travers les siècles’[Dan. 2, 44]. Ici, tout en parlant du Seigneur Christ, Daniel inclut aussi en une allusion l’em-pire des Romains qui s’est élevé en même temps que le Seigneur Christ [...] L’empire desRomains participe donc des dignités de l’empire du Seigneur Christ; il surpasse, autant qu’ilse peut en cette vie, tous les autres et demeure invincible jusqu’à l’accomplissement dessiècles». Per questa ragione, «J’exprime donc la convinction que, même si pour la correctionde nos péchés les ennemis barbares se dressent de temps en temps contre la Romanie, l’em-pire demeurera invincible par la puissance souveraine, afin que le monde chrétien ne seréduise pas, mais qu’il s’étende. En effet, cet empire crut le premier en Christ, avant tous lesautres, et il est le serviteur des dispositions concernant le Christ; pour cette raison Dieu, leSeigneur universel, le garde invincible jusqu’à l’accomplissement des siècles» (cito dallatraduzione a fronte del testo greco, in Cosmas Indicopleustès, Topographie chrétienne, intro-duction, texte critique, illustration, traduction et notes par Wanda Wolska-Conus, Paris: Cerf,1968, pagg. 388-391: II 74-75).

31. In particolare, vedi Prudenzio, Contra Symm. I 541-590, ove torna, con preciseriprese da Virgilio, Aen. I 274-278, la teologia imperiale di stampo eusebiano (per JacquesFontaine, «De l’universalisme antique aux particularismes médiévaux: la conscience du tempset de l’espace dans l’Antiquité tardive», in Popoli e paesi nella cultura altomedievale [Setti-mane di studio del Centro italiano di Studi sull’alto Medioevo, XXIX], Spoleto: presso la Sededell’Istituto, 1983, pagg. 15-45: pag. 34, Prudenzio sarebbe «le dernier témoin, presque cari-catural, de la grande illusion d’un Empire chrétien, à qui le Christ aurait garanti une nouvellethéologie de la victoire impériale»); Jordanes, Romana V 1 ss. (vedi W. Goez, Translatio

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sosta particolare Isidoro, che produce una interpretazione originale di Dan.7. Anch’egli identifica la quarta bestia con l’impero romano, ma contem-poraneamente fa i conti con la sua avvenuta dissoluzione, ricavandone chead esso si deve la civilizzazione universale e che, seppure politicamentescomparso, resta l’unico supremo modello di riferimento: così, i regni parti-colari (quello visigotico sarebbe uno dei dieci corni della bestia di Daniele)sarebbero vincolati a una sorta di imitatio imperii che dovrebbe garantirela libertà delle genti non più sottomesse32. Di fatto, insomma, quella diIsidoro è la nuova cornice ideologica che dovrebbe presiedere a una serie

Imperii, pagg. 49-52); Leone Magno, Serm. 69, che sviluppa all’estremo il motivo della Romapagana quale prefigurazione della cristiana (Romolo e Remo corrispondono a Pietro e Paolo;i martiri sono i nuovi trionfatori; l’arx imperii diventa caput orbis, ecc.). Per Gregorio Magno,vedi Robert. A. Markus, «Gregory the Great’s Europe», Transactions of the Royal HistoricalSociety, s. 5, 31 (1981), ora in From Augustine to Gregory the Great. History and Christia-nity in late Antiquity, London: Variorum Reprint, 1983, XV, num. originale delle pagine; id.,Gregory the Great and his World, Cambridge: Cambridge University Press, 1997, pagg. 85-85. Ma vedi anche avanti, note 51-55.

32. Sulla visione storica di Isidoro fa un lungo e ricco discorso Marc Reydellet nelsaggio «La signification du livre IX des Etymologies: érudition et actualité», in Los Visigodos.Historia y civilización. Actas [...], 21-25 octubre de 1985, Murcia: Universidad de Murcia(Antigüedad y cristianismo. Monografías históricas sobre la antigüedad tardía, III), 1987,pagg. 337-350 (345-346). Leggiamo qui, pag. 342: «Cette représentation d’une humanité unepar l’origine, mais éclatée en gentes, laisse reconnaître l’influence du moment où Isidoreécrit, et, plus précisément, on y retrouve l’écho des conceptions de Grégoire le Grand.Ce dernier est en effet le témoin privilégié de la faillite de l’universalisme imperial et de lareconaissance des regna qui trouvent droit de cité dans un nouvel ordre du monde oùl’Église se substitue à l’Empire comme principe d’universalité et d’unité», e ancora, pag. 348,mettendo in risalto la componente più nuova e personale di Isidoro: «Isidore ne cherchepas seulement à transmettre un savoir passé, mais à imposer au lecteur une nouvelle imagedu monde. Cette image est celle d’un monde où la diversité des gentes, voulue par Dieu,est acceptée sans nostalgie de l’Empire, tout en se conciliant avec un nouveau principed’unité qui est l’Eglise». Vedi anche J. Fontaine, De l’universalisme antique, pagg. 42-45, ovepuntualizza l’isidoriana dissociazione dello spazio romano, e l’unificazione ideologica di unospazio «provinciale», il regnum gentis Gothorum; id., Isidore de Seville. Genèse et originalitéde la culture hispanique au temps des Wisigoths, Turnhout: Brepols, 2000, in part. cap. 11,De la cronique universelle à l’histoire nationale, pagg. 217-233; Marc Reydellet ancora, «Laconception du souverain chez Isidore de Séville», in Isidoriana. Estudios sobre san Isidorode Sevilla en el XIV Centenario de su nacimiento [...], bajo la dirección de Manuel C. Díaz yDíaz, León: Centro de Estudios «San Isidoro», 1961, pagg. 457-466, che tra l’altro analizza icapitoli isidoriani sortiti dal IV Concilio di Toledo, nel 633 (Sent. III 47-51: PL 83, coll. 537-738), in cui è tracciato il profilo del principe ideale. Su quest’opera, vedi anche Paul Cazier,«Les sentences d’Isidore de Seville et le IVe Concile de Tolède. Réflexions sur les rapportsentre l’Eglise et le pouvoir politique en Espagne autour des années 630», in Los Visigodos,pagg. 373-386 (in part. pagg. 374-377). Vedi avanti, nota 39.

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multipla di translationes: ed è allora specialmente significativo, vedremo,che tale idea di una naturale pluralità dei regni nati dalle ceneri dell’imperotorni e si sviluppi con forza nella Francia capetingia, che insieme rivendi-cherà in forme altrettanto esplicite il privilegio della translatio studii.

Siamo forse arrivati, sia pur per pochi e sommari esempi, a un altrosnodo importante. Dovendo riassumere, porrei l’accento sul fatto che duesono le correnti profonde che non hanno mai smesso di confrontarsi edialettizzarsi anche drammaticamente nel corso della storia dell’occidente:la corrente che ha trasmesso al medioevo (e poi alla modernità, qualepotente lievito delle sue rivoluzioni) una visione integralmente pessimistae addirittura malvagia e satanica sull’origine e la natura del potere, e l’altrache affrontava il problema di capire come si fosse passati dalla brutale ecriminale semplicità del dominio diretto –Nembroth, per semplificare– allacostruzione grandiosa dell’impero romano e a quella altrettanto mirabile diun modello di diritto universale che pareva disegnare per sempre l’unicoorizzonte entro il quale si riuscisse a pensare la società umana e, in parti-colare, qualsiasi forma di legittimazione di nuove e possibili strutture digoverno. Da questo punto di vista, credo che ancor oggi noi si sia entrola dimensione di «eredi dell’impero»: ma non è questo, evidentemente, ilpunto. Piuttosto, e sempre in termini assai generali, direi che le due visionisiano opposte e però indissolubilmente intrecciate, sì che ognuna di esses’alimenta e vive della sua possibile negazione. E se l’una cancella nella ripe-tizione dell’identico ciclo di catastrofi storiche il valore di qualsisi tran-slatio che non consista nella continuità del giudizio divino e della umanainsufficienza, l’altra per contro non può che prefigurare l’intero corso dellastoria sub specie translationis e addirittura alla translatio affida la possibi-lità stessa che una storia esista, e pone tale concetto al centro della propriaspeculazione e s’interroga sulle speranze che suscita e sui modi della lororealizzazione. Ed è allo spessore storico-antropologico di questo quadro,per quanto qui malamente abbozzato, che le translationes delle quali restada parlare vanno riportate, se se ne vuole recuperare la profondità ideo-logica e la valenza morale, e non ridurle alla mera esigenza di apparati dipropaganda o a un contorto e finalmente poco interessante complessodi sciovinismi intellettuali.

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2. DUE MODELLI OPPOSTI: «GRAECIA CAPTA» E «BELLA PRIGIONIERA»

Un passo ancora è necessario per arrivare alle nostre translationes, e perfarlo occorre scendere qualche gradino e rientrare nella più appropriatadimensione culturale e letteraria entro la quale qui ci si deve contenere.E osserviamo sùbito che il concetto cristiano di translatio resta estraneo ein linea di principio ostile all’idea di un legame tra la trasmissione delpotere e quella del sapere (il famoso sogno di Girolamo in fondo estremizzal’accettazione di questa dicotomia). In esso, infatti, la chiave dei vari crollidi regno in regno è pur sempre negativa, e il sapere è in ogni caso fissatonella Rivelazione, onde il «progresso» verso il regno di Cristo è anche, intrin-secamente, un progresso nella comprensione, nella diffusione e nell’attua-zione delle Sacre Scritture: e l’impero romano troverebbe appunto la suatrascendente giustificazione e la sua gloria nell’essere stato al servizio di talediffusione. Ma all’interno del mondo romano e del suo universalismo tantopolitico quanto filosofico già vive l’essenziale e per vari aspetti dirompentenovità per cui quel legame tra potere e sapere è in verità strettissimo, epropriamente di consustanzialità. Né potrebbe essere diversamente, perché,se è la corruzione umana che produce le catastrofi dei vecchi regni, è lavirtus che edifica e mantiene l’impero. Se dunque spostiamo l’attenzioneverso il mondo romano, spicca evidente non solo l’enorme forza di impattodel mito della missione dell’impero, specie nella veste poetica e religiosache Virgilio ha saputo conferirgli, ma anche risulta come fosse precisa-mente romana la visione in chiave progressiva delle translationes storiche,e come appaia al proposito esemplare la massima di Sallustio che dallestesse premesse cristiane –sono i misfatti e le ingiustizie che distruggonoi regni– ricavava la possibilità di un’interpretazione della mutabilità dellastoria come progressiva rifondazione ed incremento dei valori:

Verum ubi pro labore desidia, pro continentia et aequitate lubido atquesuperbia invasere, fortuna simul cum moribus immutatur. Ita imperiumsemper ad optumum quemque a minus bono transfertur33.

33. De Catilinae con. 2, 5-6. Tornando alla virtus edificatrice dei romani, Enghelbertodi Admont citerà ancora nei primi anni del ‘300 le eloquenti parole di Sallustio, ibid. 32, 19-11, e aggiugerà: «quia non fuissent illi tales viri, nisi habuissent tales mores, neque apudRomanos tunc fuissent tales mores, nisi Roma tunc habuisset tales viros» (Speculum virtutum,VI 8, edited by Ubl, MGH Staatsschriften des späteren Mittelalters, I, 2, 2004, pag. 245).

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Il punto è fondamentale. Se davvero l’«imperium semper ad optumumquemque a minus bono transfertur», ciò può avvenire solo in nome di unaltro tipo di «trasferimento»: quello che sposta il fuoco del discorso dall’im-perium, e cioè dal potere, ai mores, e cioè, nel caso, alla dimensione eticache riveste il potere e lo legittima. Nelle parole di Sallustio la translatioriguarda in prima istanza labor, continentia, aequitas, mentre il potere, allafine, le segue e le premia, condannando senza appello desidia, lubido esuperbia. Tutto ciò corrisponde al nucleo profondo dell’ideologia romanasin dalla sua versione repubblicana, e alle sue rappresentazioni: basterebbericordare il celebre passo nel libro IX delle Storie di Livio nel quale gli eser-citi romani guidati da Papirio Cursore sono contrapposti a quella massainforme di ubriaconi che avrebbe costituito l’esercito di Alessandro Magno,oppure al binomio pietas-virtus che sarebbe stato all’origine di tutti i futurisuccessi. E ci rimanda perciò alle qualità di fondo attraverso le quali iromani sono stati degni di realizzare la grande translatio che per tutto ilmedioevo e l’età moderna ha sempre conservato un ruolo archetipico:quella del sapere, da Atene a Roma. Al proposito, sempre si allega la formu-lazione oraziana, Epist. II 1, 156-157, ma non si sbaglierà a insistere ulte-riormente sul punto, ed a citare l’intero passo, 156-167, che di quellatranslatio definisce, per così dire, le coordinate morali:

Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio; sic horridus illedefluxit numerus Saturnius, et grave virusmunditiae pepulere; sed in longum tamen aevummanserunt hodieque manent vestigia ruris.Serus enim Graecis admovit acumina chartiset post Punica bella quietus quaerere coepit,quid Sophocles et Thespis et Aeschylos utile ferrent.Temptavit quoque rem si digne vertere posset,et placuit sibi, natura sublimis et acer;nam spirat tragicum satis et feliciter audet,sed turpem putat inscite metuitque lituram,

sottolineando come appaiano strette in un sol nodo conquista militare etranslatio e come sia esaltata la natura del popolo romano in quella suarustica e vittoriosa maniera di procedere, che mette al primo posto i doveripiù duri e solo dopo averli compiuti («post Punica bella quietus») si aprea un’esperienza di progresso spirituale pur sempre posta sotto il segnodell’utile, com’è del resto da aspettarsi da chi l’affronta con la stessa serietà

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e determinazione con le quali ha affrontato la guerra. Ma di questa capa-cità di «osare per vincere» è buon testimone anche Cicerone, Tusc. IV 1: «Cummultis locis nostrorum hominum ingenia virtutesque, Brute, soleo mirari,tum maxime in iis studiis, quae sero admodum expetita hanc civitatem eGraecia transtulerunt». Il quale Cicerone non solo esalta il «genio» romanonell’appropriarsi della cultura greca, ma anche l’esigenza di conservare eincrementare il patrimonio culturale: «Hoc autem loco consideranti mihistudia doctrinae multa sane occurrunt, cur ea quoque arcessita aliundeneque solum expetita, sed etiam conservata et culta videantur» (ibid. 2), edunque il buon diritto di una appropriazione che salva e incrementa quanto,dall’altra parte, stava andando in rovina. I greci, infatti, non avevano saputoconservare non solo il loro sapere, ma neppure quello che a loro voltaavevano ereditato da altri: «nati in litteris, ardentes iis studiis, otio verodiffluentes, non modo nihil adquisierint, sed ne relictum quidem et traditumet suum conservarunt» (De orat. III 131), sì che quello dei romani nell’im-padronirsi della loro «filosofia» non è solo un diritto, ma un dovere: «hortoromnis qui facere id possunt, ut huius quoque generis laudem iam languentiGraeciae eripiant et transferant in hanc urbem» (Tusc. II 5). Come si vede,i greci sconfitti si avviano a produrre già presso lo stesso Cicerone (vedialmeno De orat. I 47 e 221, ma poi soprattutto Giovenale), la caricaturalefigura dei graeculi, cioè quei verbosi e petulanti chiacchieroni che insiemealla libertà hanno visto crollare anche una «parola» che ha perduto ognirapporto con la realtà e ne è dunque riuscita ipertrofica e irresponsabile34:quei graeculi, aggiungo, che rimarranno a lungo tali, almeno sino a Petrarca,e che finiranno per far stingere le loro caratteristiche su un’altra categoria diillustri sconfitti, gli italiani. Per contro, l’apparente grossolanità romana hasaputo distinguere l’esercizio della forza da quello del potere, ed ha fattodell’espansione imperiale un vettore di appropriazione ed incremento disaperi fondato sull’apertura universalizzante di quella medesima virtus che

34. Si veda al proposito Francisco Socas, «Graeculus esuriens: la actitud de Juvenalante los griegos», in Graecia capta. De la conquista de Grecia a la helenización de Roma, acura di Emma Falque & Fernando Gascó, Huelva: Universidad de Huelva, 1995, pagg. 149-170, che pone giustamente l’accento sulla Sat. XI, e, in essa, sull’esaltazione di una rozzezzaromana (nella presa di Corinto gli ignoranti soldati romani fusero splendide statue di bronzoper farne strumenti di guerra) in verità caricata, come del resto in Orazio, di valori positivi:«La rudeza romana es un defecto, pero si bien se mira es un valor sólido. El arte es siempreun reblandecimiento y un artificio que equivale a engaño. El valor convencional y excesivode una rebuscada pieza de orfebrería se transforma en el valor auténtico e instrumental deuna lanza o una espada. El objeto de arte es un objeto falaz y moralmente nocivo. Pero lamentira reside ante todo en la palabra...», ecc.

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ha assicurato la vittoria (ed è stupefacente vedere –altra irresistibile antici-pazione– con quanta forza tornino questi stessi motivi nel ‘500 francese,combinando l’esaltazione del vecchio incorrotto bon naturel nazionale conquella della translatio che sull’onda delle vittorie militari ha restituito allaFrancia il suo primato).

L’essenza della translatio è qui limpida, e ne è altrettanto limpidamentedistinta la specie particolare della translatio studii, e la sua importantefunzione nei confronti dell’altra, alla quale sin qui abbiamo prestato esclu-siva attenzione: la translatio imperii 35. Ed evidentemente, è solo per averledistinte che le si possono far collaborare e che può prendere forma undiscorso nuovo36. Sinteticamente, si può ora precisare meglio che la merasuccessione degli imperi di per sé non fa storia perché il suo approdo –ilregno di Cristo e l’autosufficiente totalità del sapere che esso realizza– inogni caso la trascende: il che sta a dire che il potere terreno è sempreuguale a se stesso e, come avvertiva Agostino, in esso non c’è né progressoné salvezza: «Ille igitur unus verus Deus, qui nec iudicio nec adiutorio dese-ruit genus humanum, quando voluit et quantum voluit Romanis regnumdedit, qui dedit Assyriis vel etiam Persis [...]» (De civ. Dei V 21)37. Ma se equando nella translatio del potere si cerca una translatio del saperee dunque un riconoscibile filo di continuità e di arricchimento propria-mente umani, le cesure imposte dal ferreo meccanismo della ripetizionedell’identico sono superate, e le vicende stesse del potere ne sono riscat-tate alla luce della difficile e nascosta ma intrinseca moralità che le anima.Insomma, descrivere le translationes imperii nei termini di una sequela diprepotenze e catastrofi non basta a fondare una storia: semmai, cristiana-mente, la esclude. Ma rintracciare entro di esse le vie della translatio studiila fonda, perché ne fa un percorso di civiltà38. Così, è vero che andranno

35. Vedi, per la translatio sapientiae, le indicazioni di W. Goez, Translatio Imperii,pagg. 117 ss.

36. Dice bene M. J. Hidalgo de la Vega, «Algunas reflexiones», pag. 283: «los romanos sehabían helenizado y este proceso fue redefiniendo su propia identidad como conquistadores».

37. Significativamente J. Fontaine commenta: «La relativité spatiale et temporelle del’Empire romain se trouve ainsi appuyée sur l’antique théorie des «quatre Empires» remon-tant au chapitre 7 du Livre de Daniel» (De l’universalisme antique, pag. 38: ma qui si vedanoanche le considerazioni che seguono).

38. È di Seneca, Nat. quaest. VII 30, 5, questa bella riflessione volta al futuro: «Multavenientis aevi populus ignota nobis sciet; multa saeculis tunc futuris, cum memoria nostriexoleverit, reservantur». Per il «senso della storia» quale carattere fondante e specifico dellaromanità, vedi le pagine di George Dumezil, Naissance de Rome, Paris: Gallimard, 1944,pagg. 182 ss. e pagg. 208 ss.; id., L’héritage indo-européen à Rome, Paris: Gallimard,1949, pagg. 170 ss.

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probabilmente sfumate e modificate caso per caso, ma le parole cheRaydellet ha scritto a proposito di Isidoro e che definiscono la visione dellastoria che sarà propria di un’età «passionale e antistorica» come quellacristiano-barbarica conservano un’indubbia portata generale nel definirelo schema profondo dell’approccio cristiano nei confronti degli imperiterreni: «Isidore n’a, à aucun degrè, le sens d’une évolution créatrice del’histoire. Ou plus exactement, il y a chez lui deux plans: l’un est celuide la Révelation qui se déroule progressivement selon les six âges reprisd’Augustin, l’autre, celui des vicissitudes des empires qui se succèdent lesuns aux autres, sans que, de l’un à l’autre, progrès puisse être marqué:Regnum universae nationes suis quaeque temporibus habuerunt, ut Assyri,Medi, Persae, Aegyptii, Graeci, quorum vices sors temporum ita volutavitut alterum ab altero solveretur. Tout, dans ce texte, juqu’au choix desexpressions, révèle le scepticisme en présence de ces bouleversement: àse fier à ce seul jugement l’établissement de la monarchie wisigothique enEspagne ne saurait être que l’oeuvre d’un hasard capricieux»39. Per contro,non è invece un paradosso il fatto che le premesse e i contenuti di una storiaterrena distinta da quella divina siano maturate entro un impero comequello romano che si concepiva ed era percepito come tale per la suanatura essenzialmente inglobante tanto del potere che del sapere –l’im-pero era la sua stessa forza inglobante– e che dunque configurava in sé,nel suo destino, la «fine della storia». Perché si tratta, appunto, della storiaterrena che solo l’immanenza di una «fine della storia» altrettanto terrena puòrendere, a cose fatte, riconoscibile (così come per Marx, vien voglia di dire,è lo scheletro dell’uomo che spiega, a ritroso, quello della scimmia). E delresto, solo la pervasiva grandiosità di un progetto universale che apparvesostanzialmente realizzato (specie quando, nel 212, la Costituzione anto-nina diede la cittadinanza romana a tutti gli uomini liberi dell’impero)40

poteva affrontare alla pari l’altro progetto, quello cristiano, e insieme

39. M. Reydellet, «La conception du souverain», pag. 464, e soprattutto «La significationdu livre IX des Etymologies», pagg. 345-346, ove il passo, da Eth. IX 3, 2 è ampiamente analiz-zato. Dello stesso studioso, rimando poi al grosso volume La royauté dans la littératurelatine de Sidoine Apollinaire à Isidore de Séville, Roma: École française de Rome (BEFARnum. 243), 1981, passim. Le parole sull’età «passionale e antistorica» sono derivate da unimportante saggio di Santo Mazzarino, «L’ ‘era costantiniana’ e la ‘prospettiva storica’ diGregorio Magno», in Passaggio dal mondo antico al medio evo da Teodosio a san GregorioMagno (Roma, 25-28 maggio 1977), Roma: Accademia Nazionale dei Lincei (Atti [...] 45)(1980), pagg. 10-28: § 6, pagg. 21-24.

40. Discute del decreto e porta una aggiornata bibliografia il saggio recentissimo diRalph W. Mathisen, «‘Peregrini’, ‘Barbari’, and ‘Cives Romani’: Concepts of Citizenship andthe Legal Identity of Barbarians in the Later Roman Empire», The American Historical Review,

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drammaticamente distinguersi e scontrarsi e anche mescolarsi con esso informe e modi del tutto espliciti, almeno sino alle straordinarie formulazionidantesche del Monarchia che faranno perno sulla reciproca, intima neces-sità di quei duo ultima (poche espressioni sono state così pregnanti!) perdare un senso alla vita dell’uomo.

Naturalmente, l’idea di progresso non è patrimonio esclusivo di Roma,perché è senz’altro vero che «Epicureanism, Skepticism, and Stoicism, thethree dominant philosophical schools, all embraced progressivism in someform or other», come ha scritto Edelstein concludendo il suo classico libro,orientato in prevalenza verso il mondo greco41. Ma è altrettanto vero cheè tutta romana l’idea pervasiva di una humanitas quale patrimonio viventedi civiltà e cultura che si espande nel tempo e nello spazio, così come loè la convinzione, né potrebbe essere altrimenti, che proprio la potenza diRoma, prima repubblicana e poi imperiale, fosse insieme fondamento efunzione di una tale espansione. Anche questo è un argomento troppogrande e troppo battuto, e qui posso solo sfiorarlo al riparo di guide eccel-lenti, com’è un’altra ricerca, davvero monumentale, alla quale rimando: idue volumi di Antoinette Novara sulla nozione latina di progresso42. E tornoinvece a Cicerone, e in particolare a una citazione dalla Pro Flacco, 26, 62,

111, 4 (2006), pagg. 1011-1040 (1014-1015). Ad esso rimando dispiacendomi di non poterneraccogliere, per ragioni di spazio, tutti gli spunti che, tra altre cose, convergono e dannospessore storico a una conclusione attualizzante che, isolata dal contesto, rischia di sembrare–e non è per nulla– futile: «Since the fall of the western Roman Empire, no nation has beenso grand that it could claim to encompass the whole world or attempt to create a form ofuniversal citizenship that was open to all comers. But now, at the beginning of the twenty-first century, there is again much discussion of the different forms that universal citizenshipcould take. In spite of, or perhaps because of, the chronological gap between the ancientand modern phenomena of world citizenship, it may be that the Roman model for dealingwith issues of ethnicity, identity, and religion in the context of legal definition of citizenshiphas much to teach us. In particular, the time may have come once again for a form of citi-zenship unburdened by the baggage of nationalism or political allegiances».

41. Ludwig Edelstein, The Idea of Progress in Classical Antiquity, Baltimore Mar.: TheJohns Hopkins Press, 1967, pagg. 178-179: ma vedi qui pagg. 168 ss. per Cicerone esoprattutto per Seneca (la morte ha impedito all’autore di andare oltre).

42. Antoinette Novara, Les idées romaines sur le progrès d’après les écrivains de laRépublique (essai sur le sens latin du progrès), Paris: Les Belles Lettres, 1982. Sono molte leparti che si dovrebbero citare, ma l’abbondanza stessa dei materiali mi rende difficile farlo:in ogni caso, raccomando, per il suo valore fondante, la seconda parte, essenzialmente dedi-cata a Cicerone e al concetto di humanitas, I, pagg. 163 ss. Tornando per un attimo al temapropriamente politico dell’imperialismo romano, ho trovato utile il denso saggio di Kurt A.Raaflaub, «Born to be Wolves? Origins of Roman Imperialism», in Transition to Empire. Essaysin Greco-Roman History 360-146 b. C. in Honor of E. Badian, edited by Robert W. Wallace& Edward M. Harris, Norman & London: University of Oklahoma Press, 1996, pagg. 273-314.

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là dove Cicerone indica ai giudici i membri della legazione ateniese giuntia Roma per testimoniare a favore del suo difeso: «Adsunt Athenienses undehumanitas, doctrina, religio, fruges, iura, leges ortae atque in omnis terrasdistributae putantur». Prima di tutto qui parla l’avvocato, è indubbio. Ma ciònon toglie la sostanziale verità dell’omaggio, né l’evidente sottinteso conil quale i giudici sono invitati a riconoscere, attraverso la presenza degliateniesi, ciò che essi stessi ora sono: i rappresentanti di una humanitasromana ch’è perfettamente in grado di ricostruire la propria storia e che èchiamata ad agire perché ha assunto su di sé e moltiplicato quella origi-nale forza distributrice. Il motivo profondo, insomma, è quello di una sortadi partita doppia, o di una translatio di ritorno, dai vincitori verso i vinti.E ciò definisce precisamente la dimensione storica entro la quale tale tran-slatio sviluppa la propria dinamica: prima come capacità di appropriazionegarantita dalla forza della conquista, e poi come capacità tendenzialmenteillimitata di moltiplicazione e distribuzione garantita dall’esercizio del potere.

Un tale schema operativo –che tale in effetti è– si è consolidato persecoli attraverso l’immagine emblematica di quella che è stata e ancora èla madre di tutte le translationes imperii et studii, il loro inimitabile arche-tipo: ripeto, la translatio da Atene e Roma, ch’è diventata prima che untenace, frequentatissimo topos culturale, un vero e proprio varco epocale.Ho detto: imperii et studii, ma l’ordine andrebbe mutato perché, nel caso,è il sapere che fa aggio sul potere, è l’humanitas colta nel suo divenireche soppianta la bestiale successione biblica dei regni. E, occorre dirlosùbito, davanti alla potenza di un siffatto modello la tradizione cristiananon ha potuto opporre che una mezza soluzione, fatta insieme di accetta-zione e di rifiuto: una translatio di quella natura e qualità non le appartienené, geneticamente, può appartenerle. I piani sono troppo diversi, e laquestione è semmai diventata sin da principio quella delle condizioni diun possibile rapporto, di una modalità.

Leggiamo un passo di Tertulliano (Tertulliano certo non tenero con ilpensiero pagano, ché sua è l’icastica definizione: «haereticorum patriar-chae, philosophi»: Contra Herm. 8, 3, PL 2, col. 204), De anima 30, 3:

Certe quidem ipse orbis in promptu est cultior de die et instructiorpristino. Omnia iam pervia, omnia nota, omnia negotiosa, solitudinesfamosas restro fundi amoenissimi oblitteraverunt, silvas arva domuerunt,feras pecora fugaverunt, harenae seruntur, saxa panguntur, paludeseliquantur, tantae urbes quantae non casae quondam. Iam nec insulaehorrent, nec scopuli terrent; ubique domus, ubique populus, ubiquerespublica, ubique vita.

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E ancora di lui, De pallio 2, 7:

Sed vanum iam antiquitas, quando curricula nostra coram. Quantumreformavit orbis saeculum istud! Quantum urbium aut produxit aut auxitaut reddidit praesentis imperii triplex virtus! Deo tot Augustis in unumfavente, quot census transcripti, quot populi repurgati, quot ordines illus-trati, quot barbari exclusi! Revera orbis cultissimum huius imperii rusest, eradicato omni aconito hostilitatis et cacto et rubo subdolae familia-ritatis convulso, et amoenus super Alcinoi pometum et Midae rosetum43.

Non è questione qui né di saperi né di translationes, ma nondimenoquesto è il «luogo» di entrambi: un luogo che per merito del progresso gover-nato dall’impero è più dolce del giardino di Alcinoo e del roseto di Mida.Tertulliano non è il solo, tutt’altro, nell’esprimere questo senso di raggiuntacompiutezza, che non può che confermare l’accettazione piena dell’ideatutta romana di progresso. Ma una esaltazione siffatta non può neppureescludere la somma materiale di saperi che una simile situazione trasformain concreta esperienza di vita, sì che proprio in virtù della forza di quel-l’idea Tertulliano tende a limare l’espressione dell’assoluta e alternativa veritàdel cristianesimo, e a definirne la superiorità in termini di compimento, diultimo traguardo (ciò che distingue il cristiano è anche il perfetto possessodi tutte le qualità civili che l’impero richiede ai cittadini, e poiché la finedei tempi è vicina, per il mantenimento dell’impero il cristiano deve pregaree operare). In questo quadro di fondo, allora, come comportarsi verso lacultura classica? Rifiutarla è impossibile: altre non ne esistono. La si deveusare, invece, per progredire nella giusta direzione. In pratica, se ne elimi-nino le parti inaccettabili e si assuma quanto più possibile di quello cheresta, secondo una sorta di progetto di politica culturale di lungo respiroche si articola in una scelta strategica. Le lettere pagane vanno imparate manon insegnate, scartando l’ipotesi rigorista secondo la quale, se non devonoessere insegnate, non possono neppure essere apprese:

Scimus dici posse: si docere litteras dei servis non licet, etiam nec discerelicebit, et, quomodo quis institueretur ad prudentiam interim humanam

43. La triplex virtus ha fatto discutere: tra varie proposte (193: Settimio Severo, PescennioNigro, Clodio Albino; 209-211: Settimio Severo, Geta, Caracalla) pare preferibile una terza,riferita ai primi anni di Alessandro Severo, 222-235, onde: Settimio Severo, Giulia Mammeae Giulia Mesa. Vedi Jean-Claude Fredouille, Tertullien et la conversion de la culture antique,Paris: Études Augustiniennes, 1972, pag. 248, nota 63. Debbo anche dire che gran parte diciò che dico di Tertulliano s’appoggia alle pagine di questo bel libro.

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vel ad quemcumque sensum vel actum, cum instrumentum sit ad omnemvitam litteratura? Quomodo repudiamus saecularia studia, sine quibusdivina non possunt?

Il passo, dal De idolatria 10, 4, è famoso, e per lo più ha fatto parlaredi una mezza soluzione difficile e in ogni caso equivoca o addiritturainsostenibile. Giustamente Fredouille cerca di difenderla, e richiama l’atti-tudine utilitaristica tutta romana verso il sapere, ma non mi pare che siaquesta una via davvero convincente44. Tornerei invece a dire che essa hasenso se la si intende protratta nel tempo, sì da opporre una specie di filtrogenerazionale che eviti uno scontro diretto e perdente, e però di fattoottenga di eliminare seppur lentamente le scorie dell’idolatria. Restacomunque che non esistono soluzioni migliori, e che si tratterà in altreparole di promuovere una translatio affatto speciale, che va promossa nelmomento stesso in cui viene censurata. Da questo punto di vista si potrebbedire persino che il suggerimento di Tertulliano aspira a una sorta di concre-tezza politica: che non ha comunque sèguito, mentre, sul piano dei prin-cipi se non nella pratica, si perpetua il compromesso, la mezza misura. Edè singolare che più o meno duecento anni dopo, quando tutto è cambiato:il bel giardino descritto da Tertulliano non c’è più, la devastazione e lapaura avanzano e nel crollo dell’impero proprio i cristiani sono sotto accusae l’eusebianesimo politico sembra ormai fallito, ebbene, Gerolamo eAgostino non possano, seppur in modi diversi, che riproporre tal quale lasostanza di quel compromesso, nell’aggravato quadro di una radicale presadi distanza dalla «città terrena» che ha la sua più alta espressione nel De civi-tate Dei45. Il che, diciamo pure, ci fa anche gettare uno sguardo dall’altra

44. J.-C. Fredouille, Tertullien, pagg. 418-422.45. R. A. Markus, «The Roman Empire in Early Christian Historiography» (1963), in From

Augustine to Gregory the Great, num. IV, pag. 347: «Looked at from this point of view, thetheme of the work is a radical and sustained rejection of the Eusebian type of view ofthe Empire». Qui, vedi anche una sintetica analisi dell’impatto provocato nelle coscienze dalsacco di Roma del 410, per la quale si vedano anche le numerose indicazioni contenute inW. H. C. Frend, Orthodoxy, Paganism and Dissent in the Early Christian Centuries, Alder-shot: Variorum, 2002, specialmente nei due saggi, rispettivamente del 1994 e del 1982, num.XIII, «Augustine’s Reactions to the Barbarian Invasions of the West, 407-417: Some Compa-rison with his Western Contemporaries», pagg. 241-255, e num. XV, «Augustine and Orosius:On the End of Ancient World», pagg. 1-38 (num. originale), ove è ben messo in rilievo, nelconfronto, il particolare pessimismo storico di Agostino, del quale sono tra l’altro ricordatii Sermones 81, 105 e 296. Sul ruolo centrale del De doctrina christiana nel delineare unprogetto di recupero della cultura classica intesa come propedeutica al sapere cristiano mi

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parte, per dir così, e ci induce a raccontare di nuovo la storia di Ataulfoche proprio in quegli anni, 414, sposa la figlia di Teodosio, Galla Placidia,e lentamente ma inesorabilmente subisce il fascino della civiltà e delle leggiromane, e dichiara che il suo è un popolo barbaro e incivile, e che il restodella sua vita egli l’avrebbe dedicato a salvare quanto più possibile di quellostesso impero che non era riuscito a distruggere. La bella storia la raccontaOrosio, VII 43, 2-8, ed è singolare quanto essa assomigli, nel suo infrangi-bile nucleo di verità, a quella che Borges ha ricavato, in un racconto bellissimo,dalla vicenda di Drotculf, il barbaro che assediando Ravenna resta folgo-rato dalla bellezza classica e ad essa si converte46.

Ma si diceva di Gerolamo e Agostino: anch’essi affascinati da quellabellezza, certo, ma anche e prima di tutto testimoni di una città e di una bellezzatutt’affatto diverse. Come rispondono al problema già posto da Tertulliano?Riprendendo entrambi due diverse immagini di Origene: Gerolamo quelladella «bella prigioniera», e Agostino quella dell’ «oro degli Egizi». Origeneinfatti, come ha mostrato Henri de Lubac47, a proposito della legge delDeuteronomio, 21, 10-14, che ordinava di strappare ai nemici la donnabella e desiderabile, di tagliarle i capelli e le unghie, di tenerla per trentagiorni vestita a lutto e poi di sposarla, aveva commentato: «Quaecumqueenim bene et rationabiliter dicta invenimus apud inimicos nostros, si quidapud illos sapienter et scienter dictum legimus, oportet nos mundare id etab scientia, quae apud illos est, auferre et resecare omne quod emortuumet inane est –hoc enim sunt omnes capilli capitis et ungulae mulieris exinimicorum spoliis adsumptae»48, e Gerolamo riprende più volte l’immagine

limito a rinviare alle limpide pagine di Henri Irenée Marrou, Saint Augustin et la fin de laculture antique, Paris: De Boccard, 1958, in particolare il c. III, La formation de l’intellec-tuel chrétien, pagg. 387-413.

46. Naturalmente il racconto di Orosio ha fatto a lungo discutere, ma sono d’accordonel riconoscerne la sostanziale verità, seguendo in ciò François Paschoud, «Le mythe deRome à la fin de l’Empire et dans les royaumes romano-barbares», in Passaggio dal mondoantico, pagg. 123-138: pagg. 128-130. Il racconto di Borges, Historia del guerrero y de lacautiva, è compreso nella raccolta El Aleph.

47. Henri de Lubac, Exégèse médiévale. Les quatre sens de l’écriture, Paris: Aubier, 1959,t. I, 1, pagg. 290-304, che per primo passa in rassegna le origini, gli sviluppi e la fortuna delledue immagini. Ma vedi ora l’ampia schedatura di testi di Georges Folliet, «La Spoliatio Aegyp-tiorum (Exode 3, 21-23; 11, 2-3; 12, 35-36). Les interprétations de cette image chez les pèreset autres écrivains ecclésiastiques», Traditio, 57, 2002, pagg. 1-48, che conferma la frequenteassociazione delle due immagini e la prevalenza dell’interpretazione di tipo origeniano, marileva anche l’esistenza di altre varianti.

48. Origène, Homélies sur le Lévitique, texte latin, introduction, traduction et notes parMarcel Borret S. J., Paris: Cerf, 1981, t. I, VII 6, pagg. 347-349.

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di questa censoria translatio applicandola al pericoloso fascino delle lettereclassiche, da sequestrare e da usare, appunto, con cautela espurgatoria49.L’altra immagine, che Agostino riprende da una lettera di Origene soprat-tutto nel De doctrina christiana, II 40, 60-61 (ma vedi anche Conf. VII 9,15) si rifà alle ricchezze rapite dagli Ebrei agli Egiziani al momento dellaloro partenza (Ex. 12, 35 ss.), ed è un’immagine più semplice e più forte,e si presenta con l’aspetto di un vero e proprio ordine: è per volontà di Dioche ai pagani deve essere sottratto il patrimonio del loro sapere, perché siamesso al servizio della verità50.

Siamo a un altro snodo. Nell’un caso e nell’altro, come si vede, abbiamoa che fare con «prede», o «spoglie» sottratte più o meno violentemente al

49. Vedi Epist. 70, 11, a Flavio Magno: «Legerat in Deuteronomio Domini voce prae-ceptum mulieris captivae radendum caput, supercilia, omnes pilos et ungues corporisamputandos, et sic eam habendam in coniugio. Quid ergo mirum, si et ego sapientiam saec-ularem propter eloquii venustatem et membrorum pulchritudinem, de ancilla atque captivaIsrahelitin facere cupio? Et si quidquid in ea mortuum est, idolatriae, voluptatis, erroris, libid-inum, vel praecido vel rado et mixtus purissimo corpori vernaculos ex ea genero DominoSabaoth? Labor meus in familiam Christi proficit»; Epist. 66, 8, a Pammachio: «Christum facimussapientiam. Hic thesaurus in agro Scripturarum nascitur, haec gemma multis emitur margaritis.Sin autem adamaveris captivam mulierem […] et ejus pulchritudine captus fueris, decalva eam»,ecc.; Epist. 21, 13, a papa Damaso: «Huius sapientiae typus et in Deuteronomio sub mulieriscaptivae figura describitur, de qua divina vox praecipit ut, si Israhelites eam habere voluerituxorem, calvitium ei faciat, ungues praesecet, pilos auferat et, cum munda fuerit effecta,tunc transeat in victoris amplexus».

50. Vedi anche H. I. Marrou, Saint Augustin, pagg. 393-394. Il passo di Origene è inuna lettera a Gregorio (forse il Taumaturgo, vescovo di Cappadocia), che è giunta a noiperché compresa nella Philocalia origeniana di Gregorio di Nazianzo (per maggiori notizie,vedi Origène, Philocalie 1-20. Sur les écritures et la lettre à Africanus sur l’histoire de Suzanne,introduction, texte, traduction et notes par Marguerite Harl, Paris: Cerf, 1983, nota pagg. 399-404). Vedi per il testo greco Henri Crouzel, Grégoire le Thaumaturge. Remerciement àOrigène. Lettre d’Origène à Grégoire, Paris: Cerf, 1969, introduzione pagg. 79-92; testo etraduzione pagg. 185-195. Vedi anche Pierre Naudin, Origène. Sa vie et son oeuvre, Paris:Beauchesne, 1977, pagg. 155-161, ove la lettera è tradotta e annotata. Nella lettera, indiriz-zata a Gregorio che per studio deve andare ad Alessandria, Origène ricorda la vicenda biblicadi Ader l’Idumeo (3 Reg. 11, 14-22) che, recatosi in Egitto fece carriera e sposò la sorella dellamoglie del Faraone, e quando tornò in Israele era un perfetto idolatra: «Et cependant ladivine Écriture sait que pour certains ce fut un malheur de descendre du pays des fils d’Israëlen Égypte, en donnant à entendre que c’est un malheur pour certains de séjourner chez lesÉgyptiens, c’est-à-dire dans les sciences de ce monde, après avoir été élevé dans la loi deDieu» (P. Naudin, Origène, pag. 159). Agostino riprende ampiamente l’immagine dell’ «orodegli Egizi» nel De doctrina christiana II 40, 60-61, e a questa sua ripresa esplicitamenterimanda nel Contra Faustum man. XXII 91 (ma vedi anche ibid., 71). Un cenno appena èanche in Conf. VII 9, 15 (ma vedi ancora De div. quaest. LIII 2, 92; En. in Psalmos CIV 28,1; Serm. VIII 14, 322-323, ecc.).

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nemico, e questo tratto che, in altro contesto, durerà a lungo, sino a tuttoil ‘500, quando specialmente caratterizzerà la versione francese dellatranslatio, induce a sottolineare un aspetto nuovo che la translatio ha finitoper assumere in questa età difficile: essa non è più reversibile e generaliz-zabile, com’era nel disegno ideale dell’humanitas proprio dell’universa-lismo romano, e davvero si oggettiva in un bottino, cioè in qualcosa ch’èsemplicemente sottratto e trasferito altrove e impiegato ad altri usi. E seppurin maniera tendenziale una translatio siffatta in qualche modo cessa d’es-sere tale e appare attratta, piuttosto, nell’orbita di quella stessa visione cheriferiva le successioni dei regni a un piano metastorico. In questo senso,«bella prigioniera» oppure «oro» che sia, direi che ci si trovi dinanzi a un irri-solto stato di necessità che dai tempi di Tertulliano si è fatto più duro, edunque a un blocco. Poco meno di altri duecento anni dopo, infatti, è evidentecome il blocco permanga e si sia fatto sempre più rigido, ed abbia finito persoffocare l’esigenza alla quale da Tertulliano a Gerolamo e Agostino si eracercato di dar voce. Penso naturalmente al «barbaro» Gregorio Magno, all’o-diatore dell’antichità, al nemico della grammatica: accuse tutte dalle qualiHenri de Lubac e poi Riché intelligentemente lo sollevano, almeno nei terminidi invecchiati atteggiamenti polemici51. Ma non è questo il punto.

Anche Gregorio, come gli altri prima di lui, dovendo affrontare –e rifiu-tando– una implicita translatio, ha scritto qualcosa su cui i lettori si sonoa lungo impuntati. Il passo, ricavato dalla lettera di dedica a Leandro diSiviglia dei suoi Moralia in Job, è famoso:

Quaeso autem, ut huius operis dicta percurrens in his verborum folia nonrequiras, qui per sacra eloquia ab eorum tractatoribus infructuosae loqua-citatis levitas studiose compescitur [...] Unde et ipsam loquendi artem,quam magisteria disciplinae exterioris insinuant, servare despexi. Namsicut huius quoque epistolae terror enuntiat, non metacismi collisionemfugio, non barbarismi confusionem devito, situs modosque et praepo-sitionum casus servare contemno, quia indignum vehementer existimout verba caelestis oraculi restringam sub regulis Donati52.

51. H. De Lubac, Exégèse médiévale, t. II 1, pagg. 53-98; Pierre Riché, Éducation etculture dans l’Occident barbare, VIe-VIIIe siècle, Paris: Seuil, 1995 (quarta ed. rivista e corretta),pagg. 123 ss. Vedi anche, un po’ meno convincente perché troppo interno alla logica diGregorio Magno, Claude Dagens, Saint Grégoire le Grand. Culture et expérience chrétiennes,Paris: Études Augustiniennes, 1977, pagg. 31-34. Tra i tanti accusatori di Gregorio, vedi, parti-colarmente duro, Ferdinand Lot, La fin du monde antique et le début du Moyen Âge (1927),Paris: Albin Michel, 1968, pag. 331.

52. La si legge in Morales sur Job, a cura di Gillet-Gaudemaris, Paris: Cerf, 1989,pagg. 114-134: pag. 132. Christine Mohrmann, «Le problème de la continuité de la langue

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Queste parole, che arrivano alla fine di una lettera per altro assai bella,certo non mostrano amore per la cultura classica, ma di per sé non possonotuttavia dimostrare odio, come è stato detto, ma semmai una forte polemicaverso forme di idolatria formale che riprende una linea ben presente nellatradizione cristiana: si trattebbe insomma di una estremizzazione efficacee provocatoria, che pone sul tappeto altre questioni. Fa pensare semmaiun’altra lettera che, questo sì, non può non condizionare almeno un pocol’interpretazione della precedente. Si tratta del severo rimprovero mossoal vescovo di Vienne, Didier, al quale Gregorio scrive allarmato:

Pervenit ad nos, quod sine verecundia memorare non possumus, frater-nitatem tuam grammaticam quibusdam exponere. Quam rem ita molestesuscepimus ac sumus vehementer aspernati, ut ea quae dicta fuerant ingemitum et tristitiam verteremus, quia in uno se ore cum Iovis laudibusChristi laudes non capiunt. Et quam grave nefandumque sit episcopiscanere quod nec laico religioso conveniat, ipse considera [...] Unde si posthoc evidenter haec quae ad nos perlata sunt falsa esse claruerint nequevos nugis et saecularibus litteris studere constiterit, et Deo nostro gratiaagimus, qui cor vestrum maculari blasfemis nefandorum laudibus nonpermisit53.

littéraire», in Il passaggio dall’antichità al medioevo in occidente (Settimane di studio delCentro italiano di Studi sull’alto Medioevo, IX), Spoleto: presso la Sede del Centro, 1962,pagg. 329-349: pagg. 339-342, la inquadra entro l’esigenza di un rinnovamento linguisticoin senso antiletterario e le affianca opportunamente una analoga citazione di Gregorio diTours, nella Praefatio al suo Liber de gloria confessorum (PL 71, coll. 827-830). Anche perPierre Riché le frasi di Gregorio sono in linea con la tradizione, come mostra un passo singo-larmente simile di Cassiodoro, Inst. I 15, 7: vedi Éducation et culture, pagg. 128-129, e pagg.463-464.

53. Gregorii I Registr. Epist. 11, 34, a cura di Ewald-Hartmann, MGH Epist. 1890, II, pag.303. La Mohrmann nel saggio citato nella nota precedente riporta il rimprovero al fatto cheai vescovi era esplicitamente proibito insegnare, ma che Didier era evidentemente obbli-gato a farlo, considerate le penose condizioni di ignoranza dei suoi preti. Così pure argo-menta con ampiezza Riché, che attraverso altre citazioni ribadisce la posizione perfettamenteortodossa e assolutamente normale di Gregorio. Ma il problema, direi, è proprio questo, enonostante le belle e importanti pagine che lo studioso dedica a Gregorio, arrivando a unavalutazione equilibrata della sua cultura e dei suoi atteggiamenti, qualche perplessità resta,soprattutto verso quella che potremmo chiamare la sua «politica culturale»: questa infatti èin discussione, non la sua cultura personale. Scrive Riché, Éducation et culture, pag. 76:«A la fin du Ve et au VIe siècle, par suite du déclin des études, on ne retient que les défautsde la culture classique. L’humanisme qu’elle contenait est caché par les complications de laforme et le paganisme de la pensée. Une telle formation intellectuelle paraît mettre en dangerla foi chrétienne, et empêcher les moins instruits d’avoir accès au message évangelique».Si imprima su queste stesse parole, senza cambiarne una virgola, un minimo spostamento

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Che Gregorio abbia le sue buone ragioni e che, tutto considerato, nonfaccia altro che ribadire doverosamente la necessità di una serie di obblighie cautele sui quali esisteva un larghissimo accordo, non toglie che quantoegli afferma abbia un importante significato, quanto meno sintomatico inun’epoca di devastante ignoranza che, per le concordi diagnosi degli storici,ha visto ogni forma di cultura e di semplice alfabetizzazione raggiungereil suo punto più basso. Che per lui papa, attorno al 600, la grammaticabrutalmente equivalga alle laudes Iovis, e che un vescovo nel dilagare dell’a-nalfabetismo tra gli stessi appartenenti al clero debba ignorare o mostraredi ignorare o evitare di partecipare ad altri i fondamenti del suo linguaggio,della sua cultura e infine di quel tanto o poco di concreta civiltà sulla qualepur sempre appoggia il suo mondo, ebbene, ciò sta quanto meno a signi-ficare che quel blocco non si è affatto sciolto, al contrario. Bene o male,la grammatica Didier la sa e deve saperla, così come deve sapere qualcosadella letteratura «secolare»: solo, non può insegnarla. Di là dai pretestiformali, la lacerazione è più che mai aperta, a dispetto di tutta l’intelligenzae gli sforzi spesi nei secoli precedenti per definire una possibile viamediana54. E ciò spicca e turba ancor più, quasi una smisurata schizofrenia,in un papa del quale è stato detto: «His political imagery saw the Empireas grounded in the hierarchical order of the world, an integral part of thecosmic hierarchy. This is the old image of a world dominated by Rome,whose universal Empire was part of the fixes order of things»55. Si ammetteràche tra l’ordine cosmico e la guerra alla grammatica c’è il gran salto diuna translatio mancata e di una humanitas smarrita: forse la translatio non

del punto di vista, un poco di «straniamento», e il panorama ch’esse tracciano diventa subitoagghiacciante, e in rapporto ad esso Gregorio sembra più sensibile ai rischi del saper leggeree scrivere che a quelli dell’analfabetismo. Ma poi: di Virgilio, per esempio, si vedrebbero soloi difetti? Che vuol dire? Di solito si trova ciò di cui si va in cerca, e certo appaiono lontani itempi in cui, che so? Minucio Felice si entusiasmava, da cristiano, per quanto trovava sullostato delle anime nel discorso di Anchise, nel VI dell’Eneide, e persino Lattanzio, con alcuniopportuni distinguo, subiva il fascino di quei versi e li elogiava.

54. Di nuovo, assai più sfumata è la posizione di Isidoro, pure ufficialmente in lineacon Gregorio Magno: al proposito non si può che rimandare alla grande opera di JacquesFontaine, Isidore de Séville et la culture classique dans l’Espagne wisigothique, Paris: ÉtudesAugustiniennes, 1983 (seconda ed. rivista e corretta), passim. Ma vedi in particolare il cap.VI, Bilan de la rhétorique isidorienne, I, pagg. 322-337, ove si indica senza mezze misure ildecisivo patronato di Cicerone e Quintiliano, e si parla, rispetto ai rigorismi altrui, di ambi-guïté e timidité di Isidoro.

55. R. A. Markus, «Gregory the Great’s Europe», pag. 23. Ma vedi pure S. Mazzarino,«L’era constantiniana», passim, che in sintonia con Markus e altri, accenna ai caratteri «orien-tali» della visione di Gregorio Magno, e ne indica la prospettiva tutta ecclesiastica e sacrale.

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era mai stata davvero tra le opzioni possibili, certamente non è avvenutaed anzi, proprio in quanto tale, e cioè nei termini archetipici e modelliz-zanti riassunti nei poli di Atene e Roma, è stata stravolta e avversata56. Chenella pratica si possano portare vari esempi che mostrerebbero il contrario,e cioè un inevitabile flusso di saperi e di modi e tecniche specificamenteletterarie dalla cultura classica e pagana alla cristiana, non modifica di unavirgola le cose: del resto, anche la successione dei regni tra Assiri e Medie Persiani e Greci e Romani ha comportato una storia reale che esorbita eresta essenzialmente estranea e indifferente alla visione trascendente chene dà Daniele e l’esegesi cristiana, ma ciò non intacca il senso e il valoreprofondi di un’altra storia di cui quella visione non può rinunciare a daretestimonianza. Ciò che in ogni caso importa, a questo punto, è che questadura, difficile e differita translatio quanto più appare lontana tanto piùincombe, e si trasforma nel nodo che l’Occidente deve assolutamente scio-gliere in modo positivo: ma può cominciare a farlo solo quando sembreràche si possa sciogliere insieme anche l’altro, il nodo gemello, quello delpotere, che per ora ha ancora un solo nome: l’impero. E infatti il punto disvolta oltre il quale gli uomini del medioevo potranno finalmente rivendi-care qualcosa che ai loro occhi assomiglia alla translatio da Atene e Romae che, per quanto da lontano, annuncia la coscienza di un’età nuova, ècostituito dall’impero carolingio. È da lì, infatti, che di translatio si puòcominciare a parlare.

56. Il discorso è in verità complesso, ma, scusandomi per ritagliarne solo alcune affer-mazioni, evidentemente mi riconosco in quanto scrive Claudio Leonardi, quando sottolineacome tra mondo gentile e mondo cristiano esista frattura e divergenza; ridimensiona laportata di un supposto «umanesimo» di Agostino, e per contro dichiara l’umanesimo scom-parso dall’Occidente: «Non è possibile parlare di umanesimo quando la cultura, dalle arti allafilosofia, è concepita come uno strumento alla comprensione teologica; o quando si pensala teologia (e la Chiesa) come diverse dalla cultura (e dalla storia). Nella storia post-orige-niana non si dà dunque propriamente umanesimo. Quando un fenomeno umanistico sembracomparire nel Medioevo, esso appare come un fenomeno contestatore e minoritario, se noncome un fatto criptico o mistificato. Quando poi compare l’umanesimo che ha il suo centronel secolo XV, l’egemonia cristiana è finita, ma non a caso la Chiesa si porrà presto controla tradizione umanistica, incapace di staccarsi da quanto aveva costruito nel Medioevo e diintendere nuove e diverse esigenze». Cito da C. Leonardi, «Alcuino e la scuola palatina: leambizioni di una cultura unitaria», in Nascita dell’Europa ed Europa carolingia: un’equa-zione da verificare (Settimane di studio del Centro italiano di Studi sull’alto Medioevo, XXVII),Spoleto: presso la Sede dell’Istituto, 1981, pagg. 459-496 (470-471) (ora il saggio è compresoin Medioevo latino, pagg. 191-217). Come si vedrà poco avanti, direi invece qualcosa dileggermente diverso, o quanto meno di più sfumato, rispetto ad Alcuino.

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3. CARLO MAGNO E ALCUINO

Andiamo sùbito al punto. Etienne Gilson, in un saggio del 1930: Huma-nisme médiéval et Renaissance57, ha individuato tanto il tema della translatio,quanto il momento in cui esso si pone in termini compiuti e coscienti:

Le moyen âge [...] il a accepté et revendiqué comme un honneur le rôlede transmetteur d’une civilisation qui lui était dévolu. Dès le temps deCharles le Chauve, et grâce à la présence de Jean Scot Erigène, cequ’Alcuin n’avait encore consideré que comme un rêve, apparait auxcontemporains comme une réalité; l’Athènes du Christ existe, elle esten France, son fondateur n’est autre que le maître d’York et de Saint-Martin de Tours. Pour constater la réalité et la vivacité de ce sentiment,il faut suivre l’histoire d’un thème littéraire trop négligé, le De transla-tione studii.

Dès le temps de Charles le Chauve, dunque a partire dalla seconda metàdel IX secolo, non prima: i secoli precedenti sono tagliati via, con un giudizioche lascia molte cose in sospeso, dato che in ogni caso Gilson non si spingepiù indietro del «sogno» di Alcuino. E la cosa va osservata, soprattutto sesi accettano, come credo si debba fare, le parole di uno studioso comeSanto Mazzarino, per il quale già da molto prima il «problema della fine delmondo antico» era diventato «un problema di translatio»58, quella translatioche la Chiesa, appunto, non volle, o gravò di troppe ipoteche. Gilsonmuove in ogni caso dall’epoca di Carlo il Calvo perché ad essa risale lapiù antica testimonianza ch’egli avesse trovato dell’emersione del tema,quella contenuta nei Gesta Karoli del Monaco di san Gallo, Notker le Bègue(885 circa), ed è infatti al regno di Carlo Magno che occorre retrocedereper trovarvi le radici della translatio e della renovatio insieme (il che sta adire, di nuovo, la cosciente novità della cosa)59. Prima di farlo, vorrei però

57. Il saggio è ora compreso nel volume dello stesso Gilson, Les idées et les lettres,Paris: Vrin, 1955 (prima ed., 1932), pagg. 171-196 (183-185). Da queste pagine prende lemosse Édouard Jeauneau, Translatio studii. The Transmission of Learning. A GilsonianTheme, Toronto: Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1995, dedicando al tema lo studiosin qui più ampio e ricco di riferimenti, al quale rimando per puntuali integrazioni.

58. Santo Mazzarino, La fine del mondo antico, Milano: Garzanti, 1959, pag. 72 (èappena il caso di sottolineare che si tratta di una delle cose più belle e intense che sull’ar-gomento siano state scritte).

59. L’aver riportato a Carlo Magno le radici della translatio costituisce l’apporto piùimportante del saggio di A. G. Jongkees, Translatio Studii, citato all’inizio, nota 2.

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restare un attimo sui Gesta Karoli e citare non solo le parole, per altrodavvero significative, alle quali Gilson si rifà: divenuto abate di san Martinoin Tours, Alcuino lo trasforma in un centro di cultura, «cujus in tantumdoctrina fructificavit, ut moderni Galli sive Franci antiquis Romanis et Athe-niensibus aequarentur»60, ma proprio le parole con le quali la cronacacomincia, a mio avviso essenziali:

Omnipotens rerum dispositor ordinatorque regnorum et temporum, cumillius admirandae statuae pedes ferreos vel testaceos comminuisset inRomanis, alterius non minus admirabilis statuae caput aureum per illu-strem Karolum erexit in Francis. Qui cum in occiduis mundi partibussolus regnare coepisset, et studia litterarum ubique propemodum essentin oblivione, ideoque verae deitatis cultura teperet, contigit duos Scottosde Hibernia cum mercatoribus Brittannis ad litus Galliae devenire, viroset in saecularibus et in sacris scripturis incomparabiliter eruditos.

A parte alcune ingenuità61, queste frasi sono dense di significato. Ilritorno della profezia di Daniele –il sogno della statua– e dell’interpretazionedi Gerolamo sta a dire che la successione dei regni, dopo il crollo dell’im-pero Romano, ha ripreso il suo corso: addirittura, con Carlo Magno ilcammino riprende dal punto più alto, dal caput aureum. In secondo luogo,proprio perché siamo dinanzi a un salto epocale e un nuovo regno s’inau-gura, è finalmente possibile porre il tema della translatio, fino a quel

60. Monachi Sangallensis Gesta Karoli lib. I, edited by Pertz,MGH SS, II pag. 731 (cosìpure la citazione che segue). Commenta E. Gilson, Les idées, pag. 183: «Le fait est d’autantplus intéressant, que ce chroniqueur vivait hors de France et que son témoignage exprimepar conséquent une opinion déjà largement répandue […] Nous avons ici l’amorce di thèmede translatione studii. Puisque Athènes s’est transportée en France depuis la venue d’Al-cuin, c’est donc que la science grecque, transmise jadis par la Grèce à Rome, a désormaisété transmise par Rome à la France. À mesure que l’importance de Paris augmente, c’estnaturellement Paris qui prend la place d’Athènes, mais on ne doute pas du résultat produitpar l’enseignement d’Alcuin et nul ne se trompe sur sa portée veritable» (questa di Parigi èper la verità un’anticipazione). Ma del tutto corretto è il commento più recente di OlafPedersen, The First Universities. «Studium Generale» and the Origins of University Educationin Europe, Cambridge: Cambridge University Press, 1997, pag. 77: «Even if this pronounce-ment presupposed a serious ignorance of ancient culture, it gives a correct impression of thedream of its rebirth in the Carolingian age» (vedi anche avanti, nota 68).

61. Alcuino incontrò per la prima volta Carlo a Parma, nel 781, e l’anno seguente accettòl’invito a trasferirsi in Francia. Circa i dotti che fecero capo alla corte carolingia, molto si ricavadai densi inquadramenti di C. Leonardi ora compresi nel suo Medioevo latino, in part. «L’ir-landese Dungal e l’iconoclasta Claudio» (1982), pagg. 275-288; «L’enciclopedia di Rabano»(1994), pagg. 289-306; «La scuola carolingia e Remigio d’Auxerre» (1975), pagg. 307-320.

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momento inconcepibile perché l’epoca precedente, nella quale gli studisono stati dimenticati, non è altro che la lunga appendice di quel crollo: èquel crollo. Translatio imperii e translatio studii, insomma, sono, nel segnodella novità, una cosa sola: e di colpo le contorte perplessità e ostilità delpensiero cristiano dei secoli precedenti, che forse con qualche ingenero-sità, possiamo riassumere nel nome di Gregorio, cominciano a uscire dallastoria. O meglio, rimangono e cercheranno ancora varie volte d’imporsi, mala loro originale dimensione egemonica all’interno di uno spazio culturaleunificato non la ritroveranno mai più.

Si vuol forse dire che le laudes Jovis hanno finito per oltrepassare ladiga, e che il pensiero pagano dilaga? Per nulla. L’identità cristiana delregno di Carlo Magno non solo non è in discussione, ma addirittura necostituisce l’assoluto fondamento ideologico. Le grandi iniziative per la rior-ganizzazione e l’istruzione del clero62, l’opera di rassettatura e riordino deitesti sacri e il personale e profondo cristianesimo dei suoi intellettuali,Alcuino in testa, lo confermano in mille modi63. Solo, quel regno, in quanto

62. L’Admonitio generalis, del 789, oltre a una lunga serie di disposizioni riguardantila vita e l’organizzazione del clero, prescriveva, all’articolo 72, che presso i monasteri e lechiese cattedrali fossero istituiti regolari corsi scolastici per insegnare i salmi, la notazionemusicale, il canto, la matematica e la grammatica; la contemporanea e famosa Epistola delitteris colendis, formalmente mandata all’abate Baugulf di Fulda, ma in realtà indirizzata a tuttoil clero, di quell’articolo sviluppa i vari punti (vedi Giles Brown, «Introduction: the Carolin-gian Renaissance», in Carolingian Culture: Emulation and Innovation, edited by R. McKitte-rick, Cambridge: Cambridge University Press, 1994, pagg. 1-51: pagg. 17 ss., e ancora MauriceRoger, L’enseignement des lettres classiques d’Ausone à Alcuin: Introduction à l’histoire des écolescarolingiennes, Paris: Picard, 1905, in rist. anastat., Hildesheim: Olms, 1968, passim).

63. Vedi due saggi di Pierre Riché, «Instruments de travail et méthodes de l’exégèse àl’époque carolingienne», e «La Bible et la vie politique dans le haut Moyen Âge», entrambiin Le Moyen Âge et la Bible, dir. Pierre Riché & Guy Lobrichon, Paris: Beauchesne, 1984,rispettivamente pagg. 147-161, e pagg. 385-400. Il primo, assai denso, offre un quadrocompleto del lavoro esegetico compiuto sulla Bibbia nell’ambiente di Carlo Magno, che viera personalmente coinvolto (onde si è detto che egli avesse messo tanto ardore nel correg-gere i testi biblici quanto ne metteva nel vincere i nemici sul campo di battaglia); il secondoprecisa la concreta dimensione ideologico-politica dell’investitura religiosa della quale ilregno capetingio, a partire già da Pipino il Breve, si ammantava, presentando il popolod’Israele e i suoi re come altrettanti prototipi del popolo Franco del quale Carlo Magno vieneproclamato rex et sacerdos (per questa immagine di dominatore teocratico e strumento diDio e della Chiesa cucita addosso a Carlo Magno vedi l’ampio capitolo di Reto R. Bezzola,«Les carolingiens», pagg. 86-224 del suo Les origines et la formation de la littérature courtoiseen Occident (500-1200), part. I, La tradition impériale de la fin de l’antiquité au XIe siècle,Paris: Champion, 1968). Ma si vedano anche, per la profondità dell’impegno culturale spesoin campo religioso, i densi capitoli del volume di Donald A. Bullough, Carolingian renewal:

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unione di Germania, Francia e Italia, ha in sé il germe di qualcosa di inedito,un’idea dell’Europa, che «è un fatto medioevale, non un’esperienza di epocaclassica», e di un’Europa che definitivamente si stacca da Bisanzio e dalmondo ellenico, e dunque «spezza i ponti con la tradizione classica»64. Li spezzaperché è, finalmente, un’altra cosa, e precisamente per questo, senza l’aiutodi ponti malfidi e traballanti ma in nome di un impero ritrovato, può porreall’ordine del giorno la necessità di «tradurre» per sé quella tradizione, senzatimidezze e con un senso davvero nuovo dei propri diritti e doveri cultu-rali. I Gesta Karoli affermano come nel campo del sapere i Franchi abbianoeguagliato gli Ateniesi e i Romani, offrendo dunque ai secoli che verrannola base del classico topos: Atene-Roma-Parigi, e lo fanno senza minima-mente preoccuparsi di aggiungere cautelosi e cristianizzanti distinguo. Il chetestimonia di una certa naturale spregiudicatezza: della quale troviamoconferma se ci volgiamo indietro, là dove ci viene indicato d’andare, cioèalla corte di Carlo Magno.

Qui, non sembri esagerato parlare di un atteggiamento che suona liberoe leggero, quando ci si trova dinanzi all’entusiasmo scevro di sensi di colpacon il quale Alcuino (il quale, si ricordi, ha assunto il nome poetico diFlaccus: e altri attorno a lui vollero chiamarsi Omero, Pindaro, Marone,Tirsi, Menalca...) continuamente parla del suo lavoro e, dentro di esso,della componente classica. Lo si vede, per esempio, nel lungo componi-mento Versus de sanctis euboricensis ecclesiae, là dove fa un altissimo elogiodell’amico divenuto vescovo di York nel 767, Aelberto, grande maestro discuola e avido cercatore di libri, che agli allievi insegna l’arte grammatica,la retorica, il diritto, e «illos Aonio docuit concinnere cantu, | Castalidainstituens alios resonare cicuta, | et iuga Parnassi lyricis percurrere plantis»,o là dove, poco avanti, s’esalta elencando i libri di cui la biblioteca dellacattedrale era ricca e tocca proprio il tema della trasmissione dei testi e dei

sources and heritage, Manchester & New York: Manchester University Press, 1991. Per ladimensione politica assunta dall’elemento religioso, vedi I Deng-Su, «La saecularis potestasnei primi specula carolingi», in Culto cristiano, politica imperiale carolingia (9-12 ottobre1977), Todi: Accademia Tudertina (Convegni del Centro di Studi sulla spiritualità medievale& Università degli Studi di Perugia, XVIII), 1979, pagg. 363-446, e, nello stesso volume,Cyrille Vogel, «Les motifs de la romanisation du culte sous Pépin le Bref (751-786) et Char-lemagne (774-814)», pagg. 13-41 (accentua il senso delle motivazioni strettamente politichedelle scelte di Pipino e Carlo). Di qui si ricaverà altra bibliografia: in genere, si veda ancoraLouis Halphen, Charlemagne et l’Empire carolingien, Paris: Albin Michel, 1947, pagg. 25 ss.;Marc Bloch, I re taumaturghi, Torino: Einaudi, 1975 (I ed. fr., 1924), passim.

64. Così Santo Mazzarino, «Il nome e l’idea di ‘Europa’», in Antico, tardoantico ed eracostantiniana, Bari: Dedalo, 1980, pagg. 412-430: pagg. 428-429.

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saperi dalla Grecia a Roma, implicandone quanto meno l’attuale continuità:«Illic invenies veterum vestigia patrum, | quidquid habet pro se LatioRomanus in orbe, | Graecia vel quidquid transmisit clara Latinis, |Hebraicum vel quod populus bibit imbre superno» (corsivo mio), e finisceappunto con un elenco di autori classici e con i retori e i grammaticiantichi65. Oppure là dove raccomanda attenzione e scrupolo di correttezzaagli addetti allo scriptorium, con un senso vivo sia del valore dellatrasmissione dei testi che dell’oggetto, il libro medesimo (e si osservi l’im-magine del «volo» della penna): non siano «frivoli», dunque, «frivola necpropter esset et ipsa manus, | corretosque sibi quaerant studiose libellos,| tramite quo recto penna volantis eat. | Per cola distinguant proprios etcommata sensus, | et punctos ponant ordine quosque suos», ecc.66

Non voglio discutere qui del concetto di «rinascimento carolingio», enemmeno mi importa se alla fin fine si continuasse a pensare quello chegià pensava Gaston Paris, quando scriveva che nella Scuola palatina «l’ons’encourageait à aquérir et à propager une science à moitié naïve, à moitiéprétentieuse [...] où lui [Carlo Magno] et les siens cachaient leur personalitébarbare sous la masque des plus illustres anciens»67. Né mi spaventa il decisogiudizio di Claudio Leonardi: «Alcuino è mosso da interessi culturali che si

65. Alcuini Carmina, edited by Duemmler, MGH Poetae aevi carolini, I, 1881, pagg.201 e 203-204, vv. 1436-1438, e vv. 1535-1538.

66. Alcuini Carmina, pag. 320, XCIV vv. 4-8. Parla di questi versi David Ganz, «Bookproduction and the spread of Caroline minuscole», in The new Cambridge Medieval History,vol. II c. 700-900, edited by Rosamond McKitterick, Cambridge, Cambridge University Press,1995, pagg. 786-808: pagg. 795-796. Ma in questo stesso volume rimando soprattutto all’ampiosaggio di John J. Contreni, «The Carolingian Renaissance: Education and Literary Culture», pagg.709-757, con amplissima bibliografia. Vedi anche Rosamond McKitterick, «Eigth-CenturyFoundations», ibid., pagg. 681-694, e già The Frankish Kingdoms under the Carolingians,751-987, London & New York: Longman, 1983, soprattutto per i due importanti capitoli «TheFoundation of the Carolingian Renaissance», pagg. 140-168, e «Scolarship, Book productionand Librairies: the Flowering of the Carolingian Renaissance», pagg. 200-227; il vol. Carolin-gian Culture: Emulation and Innovation, edited by R. McKitterick, Cambridge: CambridgeUniversity Press, 1994, e qui in particolare ai saggi di G. Brown, «Introduction: the Carolin-gian Renaissance», pagg. 1-51, e di Mary Garrison, «The emergence of Carolingian latinliterature and the Court of Charlemagne (780-814)», pagg. 111-140. Per l’attività di trasmis-sione dei testi, vedi Bernhard Bischoff, «Panorama der Handschriftüberlieferung aus der ZeitKarls des Grossen», in Mittelalterliche Studien. Ausgewählte Aufsätze zur Schriftkunde undLiteraturgeschichte, Stuttgart: Hiersemann, 1981, III, pagg. 5-38; Leighton D. Reynolds &Nigel G. Wilson, Scribers and Scholars: a guide to the Transmission of Greek and LatinLiterature, Oxford: Clarendon Press, 1991, pagg. 84-94.

67. Gaston Paris, Histoire poétique de Charlemagne, Paris: Franck, 1865, pag. 34 (mavedi in fine, pag. 449, un riconoscimento più largo).

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possono comprendere solo riconoscendo che egli opera all’interno dellavisione agostiniana, e non fonda nessun umanesimo, né laico né cristiano.Non ne esistono le condizioni culturali, né Alcuino ha le capacità e il gustoteoretico per un’alternativa alla tradizione in cui si pone»68. Certo di alter-nativa non si può parlare, ma alcune importanti differenze saltano agliocchi. Ci si ricordi di Gregorio Magno e del suo diffidente rapporto con lagrammatica: ebbene, dice Alcuino, autore di un De grammatica, un De orto-graphia e un De dialectica (e non c’è bisogno di immaginarlo in direttapolemica con le posizioni del papa), se non si vuole che sia quella si abbiaalmeno il coraggio di farne un’altra, ma una grammatica è indispensabile:«si nota et olim audita non licet inferre, quid faciemus de litteris syllabis etiamet verbis, quibus uti nobis necesse est cotidie, nisi novas grammaticae artisregulas excogitare incipiamus?»69. Ma ancora, rivolgendosi a Carlo Magnoe parlando del suo insegnamento presso san Martino di Tours, sembraaddirittura distinguere gli studenti per indirizzi e persino per sedi di studio:«Ego vero Flaccus vester secundum exhortationem et bonam voluntatemvestram aliis per tecta sancti Martini sanctarum mella scripturarum ministraresatago; alios vetere antiquarum disciplinarum mero inebriare studeo; aliosgrammaticae subtilitatis enutrire pomis incipiam», ecc. (corsivi miei)70.

Ch’egli tranquillamente e senza ombra di auto-censura possa dire ches’ingegna di inebriare col vino vecchio della cultura antica parte dei suoistudenti non mi pare, insomma, cosa da nulla, e per apprezzarne la novitànon è necessario supporre un inesistente spirito laico, perché è ben chiaroch’egli mette il tutto sotto il larghissimo ombrello della dimensione reli-giosa. Per esempio lo fa proprio là dove, anticipando i Gesta Karoli, già

68. C. Leonardi, «Alcuino e la scuola palatina», pag. 479. Di nuovo, pare assai equili-brato il giudizio di Pedersen, The First Universities, pagg. 89-91, quando scrive che «In noneof the areas specified above is there any justification for saying that the schools of the Carolin-gian age pursued original research, if by this we mean conscious efforts to bring new knowl-edge into being», ma riconosce d’altro lato che allora «for the first time, society in LatinEurope had admitted some responsibility for education, and Charlemagne’s dream of providingeducational opportunities for the laity was a seminal value, despite the fact that the mate-rial conditions needed for carrying it out were not yet at hand».

69. Alcuini Epistolae, edited by Duemmler, MGH Epistolarum IV, Karolini aevi II, 1895,pagg. 232-233: Epist. 145. Qui Alcuino risponde ad alcune obiezioni dello stesso Carlo Magno,sì che si dovrebbe riportare il senso complessivo della questione al notevolissimo scambiodi battute tra i due che è nel De arte rhetorica dialogus, noto anche come Dialogus de rheto-rica et virtutibus (nei Rhetores latini minores, a cura di Helm, Lipsia, Teubner, 1863, pagg.525-550 = PL 101, 919-946). Vedi C. Leonardi, «Alcuino e la scuola palatina», pagg. 475-479.

70. Alcuini Epistolae, cit., pag. 176: Epist. 121.

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abbozza il tema della translatio verso quella nuova Atene ch’è la Franciacristiana: «si, plurimis inclitum vestrae intentionis studium sequentibus,forsan Athenae nova perficeretur in Francia, immo multo excellentior».Prosegue infatti: «Quia haec Christi domini nobilitata magisterio omnemachademicae exercitationis superat sapientiam. Illa, tantummodo Platoniciserudita disciplinis, septenis informata claruit artibus; haec etiam insuperseptiformi sancti Spiritus plenitudine ditata omnem saecularis sapientiaeexcellit dignitatem»71.

Naturalmente, ciò non significa affatto che manchino i soliti avverti-menti a preferire le verità della Rivelazione alle favole dei poeti: i canticidella Bibbia sono migliori del «falso Marone», e certo la Trinità «in Virgi-liacis non invenietur mendaciis», e, chiudendo una lettera, al discepololontano augura: «Utinam evengelia quattuor, non Aeneades duodecim pectuscompleant tuum»72. Ma ecco, proprio qui molto graziosamente aveva insi-

71. Alcuini Epistolae, cit., pag. 279: Epist. 170. Questo testo è stato già citato da A. G.Jongkees, Translatio Studii, pagg. 46-47, che giustamente vi ravvisa l’idea della translatio (main una traduzione, mi permetto di dire, che vela un poco proprio l’intenzione con la qualelo allega). Tra altre lettere che si potrebbero ricordare, segnalerei ancora la lunga Epist. 307,pagg. 466-471, che si sofferma sulla disputa di Paolo con i sapienti greci narrato in Act. 17,18, e, toccando il tema dell’oro degli Egizi (si aggiunga dunque questa testimonianza diAlcuino a quelle elencate da De Lubac), dichiara di adottare le medesime armi dialettichedell’avversario, «ut, suorum sauciatus armis, in catholici exercitus libens castra recurrat»(corsivo mio).

72. Alcuini Carmina, cit., pag. 299: LXXVIII 5-8: «Has rogo menti tuae, iuvenis, mandarememento: cantica sunt nimium falsi haec meliora Maronis. | Haec tibi vera canunt vitaepraecepta perennis, | auribus ille tuis male frivola falsa sonabit»; Alcuini Epistolae, cit., pag.475: Epist. 309; ibid., pagg. 38-39: Epist. 13. Ma si veda in particolare pag. 183: Epist. 124,ove, con toni che possono ricordare Gregorio Magno, rimprovera Higbald vescovo di Lindi-sfarne che allietava i conviti con canti pagani dedicati alle antiche leggende anglo-sassoniintorno al re Ingeld: «Verba Dei legantur in sacerdotali convivio. Ibi decet lectorem audiri,non citharistam; sermones patrum, non carmina gentilium. Quid Inieldus cum Christo?Angusta est domus: utrosque tenere non poterit. Non vult rex celestis cum paganis et perditisnominetenus regibus communionem habere...». La sincerità è indubbia, ma si tratta di ammo-nimenti assolutamente topici: vedremo ancora, per esempio, Pietro di Blois sgridare conassai maggiore violenza il vecchio Raoul di Beauvais perché alla sua età continuava a inse-gnare le arti liberali (con espressioni che Petrarca riecheggerà, nella sua polemica contro i«dialettici»): «Vos autem tumultuoso strepitu et clamore nautico de nugis assidue disputantesinutiliter aera verberatis [...] vos, puer centum annorum et elementarius senex, docetis sapien-tiam. Verecundum siquidem et onerosum satis est mihi quod omnes coaetanei vestri inmontem eminentioris scientiae ascenderunt et vos in coeno crassioris intelligentiae cumasino remansistis. Priscianus et Tullius, Lucanus et Persius, isti sunt dii vestri. Vereor ne inextremae necessitatis articulo vobis improperando dicatur: ubi sunt dii tui?» (Petri BlesensisEpistolae, VI, PL 207, coll. 18-19).

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nuato: «Flaccus recessit, Virgilius accessit, et in loco magistri nidificat Maro»,e questa battuta disinvolta offre in verità una piccola chiave per entrare inuna dimensione nella quale lo scrupolo cristiano si presenta del tutto privodi doppiezza e però riesce a non sacrificare l’intelligenza e a non rinchiu-dersi in grevi atteggiamenti di censura. Come racconta la Vita di lui, ilvecchio Alcuino aveva proibito ai giovani allievi la luxuriosa facundia diVirgilio, e aveva rimproverato, ma anche benignamente perdonato, SigulfoVetulo che insieme ad altri ne aveva organizzato una lettura clandestina:ma l’episodio non ha nulla di cupo e semmai rimanda indietro, all’Alcuinogiovane, che a sua volta, quasi novello Gerolamo, si rimprovera di prefe-rire Virgilio ai Salmi73. Ma il tono non è mai pesante, e semmai rimanda aun’oscillazione affatto prevedibile nella sua novità, e spinge a ricordarecome egli avesse vivacemente protestato per l’assenza di Virgilio neiprogrammi d’insegnamento: «Quid Maro versificus solus peccavit in aula?| Non fuit ille pater iam dignus habere magistrum, | qui daret egregiaspueris per tecta camenas?»74. Insomma, di là da tante possibili analisi sioserebbe quasi pensare che lo spontaneo calore con il quale Alcuino trat-teggia la sua triadica amicale comunità –il maestro, gli studenti, i libri– suonicome una sorta di flebilissimo annuncio, quanto si voglia condizionato eformalmente approssimativo, di una futura comunità che si riconosce e comu-nica attraverso i libri, quella di Petrarca e i suoi amici (il quale Petrarca, nondimentichiamo, dovrà pure lui fare i conti tra Virgilio e i Salmi...).

La voce attenta e simpatica di Alcuino75 non è naturalmente la sola, edè facile collocarla e in qualche modo completarla entro il coro nel qualerisuonano inni assai più enfatici alla grandezza di Carlo Magno restauratoredella grandezza della Roma antica. In essi s’alternano, com’è naturale,accenti posti sulla trascendente continuità dell’impero e accenti posti sullacarica di novità della renovatio, ma in ogni caso, anche se manca la parola,l’idea della translatio è ormai affatto acquisita, e Carlo Magno stesso,summus apex regum e sommo sophista e letterato e poeta incarna esem-plarmente il nesso strettissimo tra la somma del potere e la somma delsapere. Così è, infatti, nei versi già molte volte citati (forse di Angilberto)

73. Vita Alcuini, edited by Arndt, MGH SS XV pars I, rispettivamente pagg. 193 e 185.Sugli aneddoti riferiti dalla Vita e per altre citazioni di testi entro un discorso su Alcuino conil quale sono in sintonia, vedi Vincenzo Cilento, «Il mito medievale della translatio studii»,Filologia e letteratura, 12 (1966), pagg. 1-15 (7 ss).

74. Alcuini Carmina, cit., pag. 245: XXVI vv. 18-20. Cita e osserva l’importanza diquesti versi M. Garrison, The emergence, pag. 124.

75. Elinando lo definirà magister deliciosus di Carlo Magno (Chronicon 790, PL 212, 837).

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del componimento Karolus Magnus et Leo papa, ove si allude alla costru-zione del grande palazzo e della cappella Palatina di Aquisgrana (fr.: Aix-la-Chapelle), consacrata nell’805:

Grammaticae doctor constat praelucidus artis;nullo umquam fuerat tam clarus tempore lector;rethorica insignis vegetat praeceptor in arte;summus apex regum, summus quoque in orbe sophistaextat et orator, facundo famine pollens;inclita nam superat praeclari dicta Catonis, vincit et eloquii magnum dulcedine Marcum,atque suis dictis facundus cedit Homerus,et priscos superat dialectica in arte magistros[...]sed et urbe potens, ubi Roma secundaflore novo, ingenti, magna consurgit ad altamole, tholis muro praecelsis sidera tangens.Stat pius arce procul Carolus loca singula signans,altaque disponens venturae moenia Romae.Hic iubet esse forum, sanctum quoque iure senatum,ius populi et leges ubi sacraque iussa capessant76.

Mentre Moduin (Moduinus) d’Autun può parlare di una rinata e rinno-vata aurea Roma:

Prospicit alta novae Romae meus arce Palemon,cuncta suo imperio consistere regna triumpho,rursus in antiquos mutataque secula mores.Aurea Roma iterum renovata renascitur orbi,77

76. MGH Poetae latini aevi carolini, cit., pagg. 367-368: vv. 67-75 e 94-100.77. MGH Poetae latini aevi carolini, cit., pag. 385: Ecloga vv. 24-27. È appena il caso

di dire che a partire di qui diventa del tutto pervasiva la colorazione romana che assumonole lodi di Carlo Magno e dei suoi successori: per esempio, l’abate Abbone loda lui e il figlioLudovico che «certe utrique pro tempore ac ratione noverant parcere subiectis et debellaresuperbos», e dunque applica al regno carolingio quella ch’era la «marca» sublime dell’imperoromano (Liber Canonum Abbonis Abbatis, in Recueil des Historiens des Gaules et de la France,Paris: Palmé, 1874, X, pag. 627). E più tardi Enghelberto di Admont lo metterà tranquilla-mente con Alessandro Magno, Ciro e Giulio Cesare: «qui precipue in rebus bellicis clarue-runt, sicut ab Alexandro Magno in bellis Grecis et a Cyro in bellis Persicis et a Cesare Iulioin bellis Ytalicis [non ‘Gallicis’, si noti], a Karolo Magno in bellis Germanicis; in materia devirtutibus a Seneca et Tullio», ecc. (Speculum virtutum [vedi sopra, num. 33], pag. 344: X 17).Merita forse ricordare anche un tratto idiosincratico del ritratto di Carlo Magno sottolineato

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fissando in una formula efficace il ruolo di Carlo Magno come «rigenera-tore» della grandezza antica, per cui Acquisgrana diventa una «secondaRoma»78. Ma il campo delle lodi di Carlo è in verità sterminato. Restiamodunque attaccati al filo della translatio, e citiamo ancora un passo assaisignificativo di Héric d’Auxerre, tratto dalla epistola dedicatoria, Commen-datio sequentis operis ad gloriosum regem Karolum per epistolam facta,con la quale egli dedica nel 873 a Carlo il Calvo la sua Vita metrica S.Germani:

id vobis singulare studium effecistis, ut sicubi terrarum magistri flore-rent artium, quarum principalem operam philosophia pollicetur, hos adpublicam eruditionem undecunque vestra celsitudo conduceret, comitasattraheret, dapsilitas provocaret. Luget hoc Graecia novis invidiae aculeislacessita: quam sui quondam incolae iamdudum cum Asianis opibusaspernantur, vestra potius magnanimitate delectati, studiis allecti, libe-ralitate confisi; dolet inquam se olim singulariter mirabilem ac mirabilitersingularem a suis destitui; dolet certe sua illa privilegia (quod numquamhactenus verita est) ad climata nostra transferri79.

Come si vede, il «trasferimento» ad climata nostra, dalla Grecia allaFrancia (Roma qui non compare) è tanto spirituale quanto materiale: sitrasferisce la filosofia perché si trasferiscono gli uomini, e costoro lo fannoperché cooptati entro un progetto epocale, quale appunto è quello dellatranslatio medesima, irresistibilmente calamitata dalla forza attrattiva delnuovo regno. Anche questo testo è già stato citato al proposito, ma, unpo’ come avveniva per i Gesta Karoli, ci sono in esso anche altre paroleche meritano d’essere ricordate. In apertura della lettera, infatti, Héric ripete

da Martino Polono: «Hic etiam solitus erat, cum se de nocte in lecto deponeret, ad caputsuum pennam et incaustum cum pergameno reponere, ut si in stratu aliquid utile futurotempore faciendum cogitatu occurreret, ne a memoria laberetur, scriberet vel signaret» (MartiniOppiaviensis Chronicon, sub Karolo Magno, pag. 461).

78. Sul tema della «seconda Roma», vedi ancora l’eccellente contributo di WilliamHammer, «The Concept of the new or second Rome in the Middle Ages», Speculum, 19 (1944),pagg. 50-62. Lo studioso prende in considerazione sette città che si sono fregiate di queltitolo, Costantinopoli, Aquisgrana, Treviri, Milano, Reims, Tournai e Pavia, e discute, pagg.53-54, dei famosi Versus Romae (nono o decimo secolo) a proposito di Costantinopoli (v.9: «Constantinopolis florens nova Roma vocatur») che eccezionalmente configurano una tran-slatio orientale, che resta in ogni caso secondaria, e non incide per nulla sulla linea maestrache qui cerco di seguire.

79. MGH. Poetae aevi carolini, edited by Traube, 1964, III, 1964, pag. 429 (vedi R.Bezzola, Les origines, pag. 202 nota 1; A. G. Jongkees, «Translatio Studii», pagg. 47-48).

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il «proverbio» di Platone che da Alcuino in poi era diventato un topos neglielogi di Carlo Magno e dei successori:

quae ante nos dicta est, sententiae veritate repungor «felicem fore rempu-blicam, si vel philosopharentur reges vel philosophi regnarent»80.

E così facendo, egli conferma l’indicazione di Alcuino che presentavaun re filosofo che non ha nulla a che fare con il tradizionale modello biblicodi David (ch’era per altro il nome «poetico» che Carlo aveva scelto per sé),ma ripiglia invece il filo di una lunga tradizione che risale a Platone, Rep.VI 499b ss.81, e che passa per Cicerone, Ad Quintum fr. I 1, 29, e De offi-ciis I 28; Apuleio, De Platone et eius dogmate II 24, 257; Historia Augusta:Giulio Capitolino, Vita Marci Antonii 27; Boezio, Cons. I 4, 5-6: «Atqui tuhanc sententiam Platonis ore sanxisti beatas fore res publicas si eas velstudiosi sapientiae regerent vel earum rectores studere sapientiae conti-gisset», e arriva a Lattanzio, Inst. III 21, 6: «At idem [Platone] dixit beatas civi-tates futuras fuisse, si aut philosophi regnarent aut reges philosopharentur»,e poi a Gerolamo, In Ionam IV (PL 25, col. 1143) e, in altra forma, adAgostino, Quest. In Hept. I 153 (commentando Gen. 46, 32-34): «qui excelluntratione excellant dominatione». In campo cristiano ad Alcuino ed a Héricnon mancavano dunque le autorizzazioni, ma soprattutto importano qui

80. Alcuini Epistolae, cit., pag. 373: Epist. 229, a Carlo Magno benedicendolo per lasua incoronazione: «Beata gens, cui divina clementia tam pium et prudentem previdebatrectorem. Felix populus cui sapiente et pio regitur principe; sicut in illo Platonico legiturproverbio, dicentis «felicia esse regna, si philosophi», id est amatores sapientiae, regnarentvel reges philosophiae studerent. Quia nihil sapientiae in hoc mundo conparari poterit». Perla fortuna del proverbio, che arriva al medioevo soprattutto attraverso Boezio, vedi in parti-colare Pierre Courcelle, La Consolation de Philosophie dans la tradition littéraire. Antécédentset posterité de Boèce, Paris: Études Augustiniennes, 1967, pagg. 60-66, che rileva appunto laspeciale fortuna carolingia del motivo, ripreso poi in epoche successive, e cita ancora Wala-frido Strabone (829), Pascasio Radberto (circa nella stessa data); un anonimo che scrive perCarlo il Calvo, ecc.

81. Vedi al proposito Michel-Pierre Edmond, Le philosophe-roi. Platon et la poltique,Paris: Payot, 1991, passim (ma vedi pagg. 170 ss.); Gian Carlo Garfagnini, «Platone ‘teologo’e politico: il sogno di uno stato ‘divino’», Rinascimento, II, 42 (2002), pagg. 3-30; DominicO’Meara, «Conceptions néoplatoniciennes du philosophe-roi», in Images de Platon et lecturesde ses œuvres. Les interprétations de Platon à travers les siècles, édité par Ada Neschke-Hent-schke avec la collaboration de Alexandre Etienne, Louvain-la-Neuve & Louvain-Paris: Éditionsde l’Institut supérieur de Philosophie & Éditions Peeters, 1997, pagg. 35-50, che considerain particolare la continuità dell’immagine del filosofo-re in Plotino, Giamblico, l’imperatoreGiuliano, Sinesio di Cirene, Ierocle.

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almeno tre cose: prima di tutto, l’associazione del «proverbio» con la catenadella translatio che per via diretta, saltando ogni mediazione, ha portatola filosofia da Atene alla corte di Carlo Magno; che aggiungano alla catenagià solidamente ancorata entro il mondo della sapienza antica l’anello costi-tuito dall’immagine del re-filosofo; che tale anello consista, precisamente,nella regalità della filosofia medesima, che è, si badi, proprio la filosofiache arriva da Atene, la «ragione», com’è del resto evidente dalla traduzioneche della massima ha dato Agostino. Si tratta di un piccolo, forse minimopercorso, che apre però uno spiraglio nell’attimo stesso in cui sembra messatra parentesi la lunga ostilità cristiana nei confronti della filosofia, vista, daTertulliano a Gregorio Magno, come la nemica dell’universo cristiano, incu-batrice delle eresie e diretta responsabile della peste del sincretismo82, e incui si respira, di nuovo, la lontana premessa dell’orgoglio «filosofico» diAbelardo. Quanto alla formula, sarà forse il caso di aggiungere ch’essatornerà ancora in Giovanni di Salisbury, il quale la appoggia a parallelecitazioni bibliche: «Socrates […] tunc demum res publicas fore beatas asse-ruit si eas philosophi regerent aut rectores earum studere sapientiae conti-gisse»), dopo aver definito i re ignoranti, con un’immagine famosa che saràripresa da Petrarca, come «asini coronati»:

Princeps vero cotidie legit, et leget cunctis diebus vitae; quia qua dienon legerit legem, ei non dies vitae sed mortis est. Hoc utique sine diffi-cultate illiteratus non faciet. Unde et in litteris quas regem Romanorumad francorum regem transmisisse recolo, quibus hortabatur ut liberossuos liberalibus disciplinis institui procuraret, hoc inter cetera eleganteradiecit quia rex illiteratus est quasi asinus coronatus83.

82. Rimando alle indicazioni di J. Fontaine, Isidore de Séville et la culture classique,pagg. 594-596 (§ Isidore et la tradition chrétienne hostile à la philosophie). Vedi il giudiziodi Tertulliano sui filosofi citato sopra, da Contra Herm. 8, 3, PL 2, col. 204.

83. Policraticus IV 6, ed. Keats-Rohan, I, pagg. 253 e 251 = ed. Webb, I, pagg. 256 e254. Di qui deriva il motivo Petrarca, scrivendo nel 1348 la Fam. VII 15, de principibus lite-ratis, a Luchino Visconti: «unde illud regale dedecus videmus, plebem doctam regesqueasinos, coronatos licet; sic enim eos vocat romanis imperatoris epystola quedam ad Francorumregem» (§ 12). Circa l’epistola, sembra l’abbia scritta l’imperatore Corrado III al re di FranciaLuigi VIII: vedi Giuseppe Rotondi, «Note alle Familiari del Petrarca», Rendiconti dell’IstitutoLombardo di Scienze e Lettere, s. III, 76 (1942-1943), pagg. 114-132 (pagg. 123-124). Vedianche Vincenzo di Beauvais, De morali principis institutione, a cura di Schneider, XV pag.80, r. 66, che più fedelmente deriva da Giovanni di Salisbury: «Hinc est quod in litteris quasrex Romanorum misisse legitur ad regem Francorum, hortans eum ut liberos suos libera-libus disciplinis institui faceret, adiecit inter cetera: ‘Rex illiteratus est quasi asinus coro-natus’» (ma si leggano per intero i capp. XV. Quod debet [il re] eciam esse sapiens in

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Ripeto a questo punto che non è il caso di entrare nella polemica, cheha inevitabilmente qualcosa di nominalistico, sul «rinascimento carolingio»84,quand’è invece importante sottolineare l’essenziale. Nella coscienza deicontemporanei e in quella dei primi osservatori l’impero carolingio hagoduto di una rappresentazione ideologica fortissima che ne esaltavasoprattutto il carattere unitario, inteso quale somma non contraddittoria diprofonde e opposte tradizioni: era un impero che si aggiungeva qualequinto alla serie dei regni del mondo non già nel segno del catastroficopercorso della corruzione e della vanità di ogni «città» terrena, ma piuttostoquale erede di quella stessa egemonia politica e culturale della quale l’im-pero romano era rimasto esempio insuperato. Nelle parole dei suoiscrittori e poeti, insomma, cristianesimo e romanità riuscivano a comporsiin un quadro che ricominciva a disporre i propri elementi attorno a un’i-dentità culturale che era anche un dato storico, e che scopriva nella gram-matica il linguaggio del potere, e la possibilità di formazione di un’éliteintellettuale. In termini forse grossolani ma efficaci, potremmo dire che ilpotere riscatta il sapere, tutto il sapere se davvero è tale, come lo è quellodi Atene e dei filosofi antichi, e che il sapere riscatta e legittima il potere,in una sorta di corto circuito che riconosce e si piega alla preminenza dellaverità cristiana, ma nello stesso tempo, e sia pure per margini strettissimi,ritaglia lo spazio della propria autonomia. E questo è precisamente lo spazionel quale la translatio riesce finalmente a trovare la dimensione sua propria.Così, Carlo Magno è rex et sacerdos, ma è anche «filosofo» e quando inAquisgrana rinnova l’aurea Roma, e quando è oratore migliore di Catonee poeta più dolce di Virgilio e più facondo di Omero, ecco che egli nonusa di queste immagini per qualificare la sua potenza dinanzi al trascen-dente modello della Chiesa ma piuttosto dinanzi alla storia degli uomini:

scripturis maximeque divinis, e XVI. Exemplar super hoc in regibus antiquis, pagg. 78-84,che contengono una esaltazione della cultura e dell’amore per le lettere di Carlo Magno e delladinastia capetingia). La fortuna del topos è confermata ancora nella seconda metà del XIIsecolo da Elinardo di Froidmont (Courcelle non giunge sin lì), De bono regimine principis,XV, PL 212, col. 736: «Plato enim, ut Boetius testis est, respublicas fore beatas dixit, si eas autsapientes regerent, aut earum rectores sapientiae studerent», e Walter, Prov. num. 26852.

84. Nel caso, rivendica però la doverosa legittimità del «nominalismo», avversandoquella definizione, Angelo Monteverdi, «Il problema del rinascimento carolingio», in I prob-lemi della civiltà carolingia (Settimane di studio del Centro italiano di Studi sull’alto Medioevo,I), Spoleto: presso la Sede dell’Istituto, 1954, pagg. 359-372: pagg. 366 ss. Per la discussione,vedi ancora Hans Liebeschutz, «Thedulf of Orléans and the problem of the CarolingianRenaissance», in Fritz Saxl, 1890-1948: a Volume of Memorial Essays from his Friends inEngland, edited by Donald J. Gordon, London: Nelson & Sons, 1957, pagg. 77-92.

«TRANSLATIO STUDII» E IMPERIALISMO CULTURALE 65

potremmo anche dire, più precisamente, dinanzi alla altrettanto trascen-dente idea di quella humanitas che ancora si specchiava e riconoscevanella storia di Roma. Certo, il nodo sembra ancora insolubile, ma non è vera-mente così, perché è intanto chiaro che si comincia a concepire un processodi translatio studii solo là dove una effettuale translatio imperii può promuo-verlo e farlo proprio e piegarlo alle proprie totalizzanti esigenze di sovra-nità. Ed è proprio di qui, per come è stata partorita ed ha mosso i primiincerti passi nell’àmbito dell’ideologia imperiale carolingia, che quellatranslatio ha ricavato il tratto di fondo che ne ha fatto una delle funzionipiù rappresentative del potere politico e delle sue lotte, come i secolisuccessivi inevitabilmente dimostrano.

4. PARIGI CAPITALE DELLA «CLERGIE»

Dopo essersi affermato in ambito carolingio, il concetto di translationon sembra trovare sviluppi immediati, quasi abbia subìto la crisi stessadella dinastia alla quale era stato legato. Ne deriva una sorta di cesura chetrovo non sia stata colta da chi si è occupato del problema: disinvolta-mente, infatti, gli studiosi sono passati da quelle prime testimonianze allesuccessive, del XII e XIII secolo e oltre, e di ciò offre esempio lo stessoGilson, nella sua veloce translatio da Aquisgrana a Parigi: «c’est donc quela science grecque, transmise jadis par la Grèce à Rome, a désormais ététransmise par Rome à la France. À mesure que l’importance de Parisaugmente, c’est naturellement Paris qui prend la place d’Athènes»85. Maappunto, tra Aquisgrana e Parigi c’è un bel salto, e sembra proprio che ildisfacimento dell’impero carolingio e la mancanza di un centro politicoche si proponesse in maniera organica quella politica di reclutamento diintelletti che aveva stupito e ammirato gli uomini dell’età di Carlo Magno,abbia privato il concetto della sua operatività tanto descrittiva quanto ideale.Così, mentre il fiume lento e potente della trasmissione del sapere anticocontinua il suo corso, la nozione che lo nomina e gli dà senso e direzionepolitica scompare, per riapparire, sì, a Parigi, nei primi decenni del secolododicesimo, ma in una prospettiva sensibilmente mutata. In verità, si ha l’im-pressione che tutto ricominci daccapo, e che il discorso torni sostanzialmente

85. Vedi sopra, nota 60.

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ad assumere i toni dell’integralismo religioso, nella dimensione propria-mente escatologica che aveva nel Libro di Daniele e in Gerolamo.

Intorno al terzo o quarto decennio del dodicesimo secolo Ugo di sanVittore, stabilendo che «ordo esse non potest, ubi finis non est» invita auscire dal «diluvio» delle cose del mondo per recuperare in un’unica gran-diosa visione d’insieme il destino dell’umanità nell’imminenza, ormai, dellasua fine:

Ordo autem loci, et ordo temporis fere omnia secundum rerum gestarumseriem concurrere videntur, et ita per divinam providentiam videtur essedispositum, ut quae in principio temporum gerebantur in Oriente, quasiin principio mundi gererentur, ac deinde ad finem profluente temporeusque ad Occidentem rerum summa descenderet, ut ex ipso agnoscamusappropinquare finem saeculi, quia rerum cursus jam attigit finem mundi.Imo primus homo in Oriente, in hortis Eden jam conditus collocatur, utab illo principio propago posteritatis in orbem proflueret. Item post dilu-vium principium regnorum et caput mundi in Assyriis et Chaldaeis, etMedis in partibus Orientis fuit. Deinde ad Graecos venit, postremo circafinem saeculi ad Romanos in Occidente, quasi in fine mundi habitantes,potestas summa descendit. Atque ita serie rerum ab Oriente in Occi-dentem recta linea decurrente, ea, quae a dextris vel a sinistris, hoc estad aquilonem vel ad austrum gesta sunt, ita suis significationibus respon-dent, ut si quis diligentius consideraverit, per divinam Providentiam itadisposita esse ambigere non possit86.

86. Ugo di san Vittore, De arca Noe morali, IV 9, PL 176, coll. 677-678. E ancora, Devanitate mundi, II, in fine, PL 176, col. 720, con forte accentuazione del carattere discen-dente del movimento che sempre più allontana dall’originale perfezione edenica: «divinaprovidentia decursum rerum sic ordinavit, ut ea quae in principio saeculi facta sunt, in orientequasi in principio mundi fierent, tandemque decurrentibus temporibus ad finem saeculirerum summa ad occidentem descenderet, hoc est ad finem mundi; ideo primus homo post-quam creatus est, positus est in paradiso, in plaga orientali, ut inde quasi a principio mundiper omnes terras proflueret universa propago generis humani. Deinde caput regnorumprimum in oriente apud Assyrios fuit, novissimis autem temporibus saeculi ad Romanos inoccidente positos potestas summa descendit». Altrove, Excerptionum allegoricarum libriXXIV, VIII 1, PL 177, col. 255, egli specifica, in altro contesto: «aedificavit Constantinus Byzan-tium maritimam urbem, vocavitque Constantinopolim de nomine suo; Urbem vero Romamcum palatio suo, quod Lateranense dicitur, concessit apostolis Petro et Paulo, et sancto papaeSylvestro, et Constantinopolim imperialem sedem constituit; dignitate tamen Romani impe-ratores appellati sunt successores usque ad tempus illud quo Romanorum imperium ad regesFrancorum translatum est. Postea enim ii, qui apud Constantinopolim imperabant, Grae-corum potius imperatores sunt vocati». Queste parole sono letteralmente riprese più di duesecoli dopo da Dietrich von Niheim, Gesta Karoli Magni imperatoris, edited by Colberg-Leuschner, MGH Staatsschriften des späteren Mittelalters, 1980, V, pag. 305.

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Una simile visione non ha molto a che fare con la nostra translatio, e delresto il tono violentemente apocalittico dell’intero passo va in tutt’altra dire-zione. Né sembra che egli sia sfiorato da possibili valenze moderne quandonel Didascalicon, III 2, De auctoribus artium, fornisce un fitto e abbastanzacaotico elenco di «autori» grossamente distinti per materie all’interno delquale spicca ripetutamente l’oriente e l’Egitto in particolare quale culla dellearti e delle scienze: geometria, astrologia, astronomia, l’arte di filare il lino,la coltivazione della vite, sino alla conclusione generale che riconosce duetranslationes, dall’Egitto alla Grecia e dalla Grecia a Roma, la prima dovutaa Platone e la seconda ai «traduttori» latini, quali Varrone e Cicerone:

Aegyptus mater est artium, inde in Graeciam, deinde in Italiam vene-runt . In ea primum grammatica reperta est tempore Osiris mariti Isidis.In ea quoque dialectica primum inventa est a Parmenide [...] Plato autempost mortem Socratis magistri sui, amore sapientiae in Aegyptum migravit,ibique perceptis liberalibus disciplinis Athenas rediit; et apud Acade-miam villam suam coadunatis discipulis philosopiae studiis operam dedit.Hic primum logicam rationalem apud Graecos instituit, quam posteaAristoteles discipulus ejus ampliavit, perfecit et in artem redegit. MarcusTerentius Varro primus dialecticam de Graeco in Latinum transtulit. PosteaCicero topica adjecit. Demosthenes Fabri filius, apud Graecos rhetoriceprinceps creditur. Tisios apud Latinos. Corax apud Syracusas. Haec abAristotele et Gorgia et Hermagora in Graeco scripta est, translata inLatinum a Tullio, Quintiliano et Titiano87.

87. Didascalicon III 2, PL 176, coll. 765-767. Circa le translationes della geometria, vedigià Hibernici Exulis Carmina, XX, De artibus liberalibus, 5, 12 (la geometria): «Cuius abEgypto prima processit origo, |finibus in cuius est celebrata nimis. |Attica quam multumquondam doctrina secuta est, |inde Latinorum nec minus aucta modo» (ed. Pertz, MGH.Poetae aevi carolini, I, pag. 409). A proposito del passo di Ugo, osserva Serge Lusignan,Parler vulgairement. Les intellectuels et la langue française aux XIIIe et XIVe siècles, Paris:Vrin, 1987, pagg. 159-160: «La translatio devient aussi une appropriation. Hugues de Saint-Victor arrête cependant le déplacement culturel à Rome […] Il n’isole aucun lieu culturel spéci-fique en Europe de l’ouest ou en France, qui supposerait une nouvelle migration depuis Rome.Hugues se manifeste ici comme un authentique clerc latin à qui la latinité suffit comme cadred’identité culturelle. Il se perçoit sans doute en continuité avec les auteurs latins de l’Antiquitéet du haut moyen âge». A Roma ferma anche la migrazione della Grammatica, partita dall’E-gitto e passata per la Grecia, Thierry di Chartres, nel Prologus al suo Heptateucon: vedi perciò É. Jeauneau, Translatio studii, pagg. 14-16. Il Prologus è stato pubblicato due volte dallostesso Jeauneau, dal ms. di Chartres 497 fol. 2r, prima in «Le ‘Prologus in Heptatheucon’ deThierry de Chartres» (1954), poi in «Note sur l’Ecole de Chartres» (1964). I due studi sono oraristampati in «Lectio philosophorum». Recherches sur l’Ecole de Chartres, Amsterdam: Hakkert,1973, rispettivamente pagg. 87-91 (il testo, pagg. 90-91), e pagg. 5-49 (il testo, pagg. 38-39).

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Se è dunque vero che Ottone di Frisinga, probabilmente allievo a Parigidi Ugo di san Vittore, può averne tratto lo spunto per quella che è statadefinita come l’esposizione più compiuta della teoria della translatioimperii e studii 88, occorre anche dire che egli comincia con l’escluderequegli elementi di fatto –le traduzioni– che seppur brevemente Ugo disan Vittore presentava circa il passaggio da Atene a Roma, e insieme sistacca decisamente rispetto a quello che si cominciava a intravvederenell’esperienza carolingia, operando semmai una sorta di fagocitazionedelle vicende del sapere umano entro le coordinate di una visione ditutt’altra natura. È vero che Ottone poco dopo la metà del secolo, nellasua grande Chronica, sive historia de duobus civitatibus, che termina conl’anno 1146, rilascia una rapida e però assai sintomatica dichiarazione chericonosce i meriti culturali dell’impero carolingio, là dove scrive che «translatoad Francos imperio cum imperiali gloria crescere simul cepissent et ingenia»,ma non sta precisamente entro questa dimensione quanto diffusamentescrive nel Prologo89:

Sed quid mirum, si convertibilis est humana potentia, cum labilis sitetiam mortalium sapientia? In Egipto enim tantam fuisse sapientiamlegimus, ut secundum Platonem Grecorum philosophos pueros voca-rent et inmaturos. Moyses quoque legislator, cum quo Deus tanquamvicinus cum vicino loquebatur eumque divina sapientia replevit, erudiriomni sapientia Egipti non erubuit [...] Hinc translatam esse scientiam adGrecos, deinde ad Romanos, postremo ad Gallos et Hyspanos diligensinquisitor rerum inveniet. Et notandum quod omnis humana potentiaseu scientia ab oriente cepit et in occidente terminatur, ut per hoc rerumvolubilitas ac defectus ostendatur.

88. Così A. G. Jongkees, «Translatio Studii», pagg. 43-44 (vedi W. Goez, Translatioimperii, pagg. 111-122).

89. Ed. Hofmeister, rispettivamente pag. 278, e pag. 8: VI 18, e Prol. Per un’idea d’in-sieme dell’opera e delle sue tesi, vedi G. W. Trompf, The Idea of historical Recurrence, pagg.226-229, che rimanda alle più puntuali analisi di Amos Funkenstein, Heilsplan und natür-liche Entwicklung: Formen der Gegenwartsbestimmung im Geschichtsdenken des hohen Mitte-lalters, München: Nymphenburger Verlagshandlung, 1965, pagg. 97-100. Vedi anche MireilleChazan, «La nécessité de l’Empire», Moyen Âge, 110, 3-4 (2004), pagg. 497-512, per collocaretali tesi nell’ àmbito delle ultime teorie circa la necessità dell’Impero –un impero in ognicaso soggetto alla Chiesa e ad essa funzionale– come quelle di Siegebert de Gembloux,Robert d’Auxerre e Aubri-des-trois-Fontaines.

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E avanti, nel Prologo al l. V, riprende questi concetti e li precisa ulterior-mente, con un accenno anche al momentaneo «ritorno» ai greci, con l’im-pero romano d’oriente:

Et sicut supra dixi, omnis humana potentia vel sapientia ab orienteordiens in occidente terminari cepit. Et de potentia quidem humana,qualiter a Babiloniis ad Medos et Persas ac inde ad Macedones et postad Romanos rursumque sub Romano nomine ad Grecos derivatum sit,sat dictum arbitror. Qualiter vero inde ad Francos, qui occidentem inha-bitant, translatum fuerit, in hoc opere dicendum restat. Sapientiam autemprimo in oriente, id est in Babylonia, inventam ac inde in Egyptum [...]translatam fuisse Iosephus in primo Antiquitatum [I 16] libro ostendit [...]Dehinc derivatam ad Grecos philosophorum tempore idem auctor innuit[...] Deinde eam ad Romanos sub Scipionibus, Catone ac Tullio etprecipue circa cesarum tempora, poetarum grege diversa carmina conci-nente, ac post ad ultimum occidentem, id est ad Gallias et Hispanias,nuperrime a diebus illustrium doctorum Berengari, Managaldi et Anshelmitranslatam apparet.

E infine riassume ancora il tutto nel l. VII:

Manent autem, sicut olim in Egypti, sic et nunc in Galliae Germaniaequepartibus habundantius, ut in hoc haut mireris potentiae seu sapientiaeab oriente ad occidentem translationem, cum de religione itidem factumeniteat90.

Come si vede anche solo da questi «estratti», è vero che qui è precisa-mente questione della translatio congiunta del potere e del sapere, e questoè pur sempre un dato finalmente acquisito, ma la cornice che la stringe è dinuovo di tipo provvidenziale, non storico, e non ha nulla di quel sensopuntuale e vivo che caricava l’esperienza dello studio delle lettere classichecon quella sorta di ottimismo «progressivo» che sembrava caratterizzare ilmomento di Alcuino, celebrato dalle generazioni immediatamente successive.

90. Ed. Hofmeister, cit., rispettivamente pagg. 227 e 372. Nella prima delle due cita-zioni, gli autori che testimoniano la traslatio del sapere alla Gallia e alla Spagna sono Beren-gario di Tours (c. 1000-1088), noto soprattutto per le ripetute condanne subìte per aver negatoil dogma della transustanziazione; l’alsaziano Manegold di Lautenbach (c. 1040-1119), schie-rato nella lotta per le investiture dalla parte del papa e fautore di una posizione «contrattua-lista» nei confronti del potere politico (la sovranità è del popolo e demandata ai re a determinatecondizioni), e forse Anselmo di Laon (morto nell’1117), commentatore di testi sacri.

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Che la sapienza venga originariamente dall’Egitto è un topos radicatissimo,e qui è normale e addirittura dovuto. Il fatto è, però, che esso torna a comple-tare lo schema successivo dei quattro regni di Daniele insieme ai suoi aggior-namenti, e tale schema, con il suo peso, soffoca l’esile e orgogliosa tracciadella «filosofia» che da Atene arrivava per diritta via alle aule della scuolapalatina. L’ipoteca provvidenzale ed escatologica è troppo forte, insomma,e troppo radicale il disinteresse per la dimensione costruttiva e civile della«filosofia» antica per poter intravvedere qualcosa di proto- o paleo-umanisticoin una translatio studii così biblicamente connotata e precipitante, con qualcheincongruità, nei nomi di Berengario, Manegold e Anselmo91.

Ma la storia corre ora veloce e sfalda in ambiti diversi l’universalismoescatologico, e quell’idea di una provvidenza che costringe la potestasmondana ad inseguire da oriente a occidente il percorso del sole, dal suosorgere al suo cadere, verso i confini –e la fine– del mondo, germogliapresto in direzioni affatto nuove. Così, alla fine del XII secolo troviamoGoffredo da Viterbo che, sulla traccia di Ottone, scrive che

Abraham artibus et scientia Caldeorum imbutus, non solum suos, setetiam Egyptios, cum in Egypto peregrinabatur, legitur omnes artesdocuisse. Unde prima sapientia ab Egyptiis ad Grecos, a Grecis adRomanos, a Romanis ad Gallos et Yspanos legitur transmeasse.

Ma nello stesso tempo torna ad esaltare Carlo Magno quale «restaura-tore» di Roma:

Karolus imperii suscepit in Urbe coronam,cuius et auxilio reparat sua tempora Roma,sicut et in titulis pagina nostra sonat,

e a più riprese proclama che in lui sono tornati a riunirsi i due grandi raminei quali s’era divisa la stirpe dei troiani: per parte del padre Pipino quellooccidentale e teutonico che discende da Priamo il giovane, nipote di Ettore,e per parte della madre Berta quello romano:

In duo dividimus Troiano semine prolem:una per Ytaliam sumpsit dyademata Rome,

91. Già É. Jeauneau, del resto, annotava brevemente che «For Otto of Freising […] thetranslatio studii develops in the linear time of the Judaeo-Christian tradition» (Translatiostudii, pag. 22).

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altera Theutonica regna beata fovet.Karolus in Berte Pipini semine ventrehec duo continuat, conceptus utroque parente,Romuleus matre, Theutonicusque patre92.

Ecco qui, dunque, almeno uno degli elementi che sopraggiungono adanimare ma insieme complicano notevolmente ogni discorso di translatio,e cioè il suo tendenziale intrecciarsi ai «miti di fondazione» che cercanonella diaspora troiana le origini dei regni di Francia e d’Inghilterra e inquesta chiave ripercorrono il peraltro mai smesso culto di Carlo Magno.Un altro elemento sarà invece quello che s’innerva in modi altamentecomplessi nei miti della «materia di Bretagna» (nel Roman de l’Estoire douGraal di Robert de Boron, per esempio, sarà Cristo stesso ad ordinare cheil Graal sia portato da oriente verso occidente)93. Non è tuttavia di questo

92. Goffredo da Viterbo, Pantheon, ed. Pertz, MGH SS XXII, 1872, pag. 95: MemoriaSeculorum; pag. 93: Speculum regum II 1450-1452 (ma gli stessi versi tornano a pag. 219:Particula XXIII 11-13); Speculum regum I 684-690.

93. Non oso andare oltre l’accenno a temi che pure costituiscono lo sfondo ideolo-gico sul quale s’accampa il più ristretto motivo di una translatio eminentemente culturale eletteraria. Anche la bibliografia relativa, del resto, è smisurata. Qui, mi è stato utile il densovolume di Dominique Boutet, Charlemagne et Arthur ou le roi imaginaire, Paris: Champion,1992, passim (ma vedi in particolare il par. «Translatio imperii et transfert du Graal», pagg.440-450). Ma si vedano almeno gli importanti lavori di Colette Beaune, Naissance de lanation France, Paris: Gallimard, 1985, passim, ma anche, «L’utilisation politique du mythedes origines troyennes en France à la fin du Moyen Âge», in Lectures médiévales de Virgile.Actes du Colloque organisé par l’École française de Rome (Rome, 25-28 octobre 1982), Rome:École française de Rome, 1985, pagg. 331-355; Andrea Giardina, «Le origini troiane dall’im-pero alla nazione», in Morfologie sociali e culturali in Europa fra tarda antichità e altomedioevo (Settimane di studio del Centro italiano di Studi sull’alto Medioevo, XLV), Spoleto:Presso la Sede del Centro, 1998, I, pagg. 177-209; Mireille Chazan, Empire et histoire univer-selle de Sigebert de Gembloux à Jean de Saint Victor (XIIe-XIVe siècle), Paris: Champion, 1999(ma anche La nécessité de l’Empire: vedi nota 90). Per i Bretoni e l’Inghilterra in particolare,vedi Edmond Faral, La légende arthurienne, Paris: Champion, 1929, passim; Laurence Mathey-Maille, «Mythe troyen et histoire romaine: de Geoffrey de Monmouth au Brut de Wace», inEntre fiction et histoire: Troie et Rome au Moyen Âge, a cura di Emmanuèle Baumgartner &Laurence Harf-Lancner, Paris: Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1997, pagg. 113-125, mentreun diffuso e chiaro racconto della leggenda di Bruto, il primo mitico re d’Inghilterra figliodi Silvio figlio di Enea e Lavinia, e un attento confronto delle fonti è nel volume di CruzMontero Garrido, La historia, creación literaria. El ejemplo del Cuatrocientos, Madrid: Funda-ción Ramón Menéndez Pidal & Universidad Autónoma de Madrid, 1994, pagg. 206-253. Masi vedano ancora le fitte precisazioni che sono negli Études sur l’ «Historia Brittonum» attri-buée á Nennius, di Ferdinand Lot ora in Recueil des travaux historiques de F. L., Genève &Paris: Droz & Minard, 1968, I, pagg. 691-730 (si tratta della ristampa di comptes rendus

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che posso parlare, per quanto siano molte e importanti le articolazioni conla nostra translatio, la quale invece proprio ora, tra dodicesimo e tredice-simo secolo, sembra rinnovarsi e, soprattutto, specializzarsi. Quasi il suodiscorso fosse stato rilanciato dalla ripresa che Ugo da san Vittore e Ottoneda Frisinga ne avevano fatto, essa tocca l’approdo che, nell’opinione deglistudiosi che se ne sono sin qui occupati, più a lungo e con più forzala caratterizzerà come tale: voglio dire ch’essa ora diventa il blasone dellasuperiorità francese e s’innerva, in particolare, nel nascente mito di Parigi,città unica in Europa sia per grandezza, ricchezza e intensità di vita e traf-fici, sia quale caput studiorum.

Il testo più antico in questo senso (1162-1170), resta sin qui il famosoe citatissimo prologo di Chrétien de Troyes al Cligès:

Ce nos ont nostre livre aprisqu’an Grece ot de chevaleriele premier los et de clergie.Puis vint chevalerie a Romeet de la clergie la some,qui or est an France venue.Dex doint qu’ele i soit maintenueet que li leus li abelissetant que ja mes de France n’issel’enors qui s’i est arestee94.

Chevalerie e clergie: intanto non è più questione di imperium, indiscuti-bilmente in mani tedesche, ma semmai delle virtù o qualità che dovrebbero

apparsi in Le Moyen Âge, 7, 8 e 9 (1894-1895-1896), pagg. 1-5 e 26-32; pagg. 177-184; pagg.1-13 e 25-32). L’Historia Brittonum è stata pubblicata dal medesimo Lot in Nennius et l’Hi-storia Brittonum, Paris: Champion, 1934. Circa il Graal, una fitta trama di translationes(imperii, studii, religionis, gratiae) trova una chiara esposizione in Catalina Girbea, «La cheva-lerie et la ‘translatio’ dans quelques romans arthuriens: les métamorphoses d’un mythe», inMétamorphoses. Actes [...] 25 aout-1 sept. 2002, Paris, Publ. de l’Association des MédiévistesAnglicistes de l’Enseignement Supérieur, 2003, pagg. 121-151, [in rete:] www.unibuc.ro/eBooks/filologie/CatalinaGirbea-articole/Translatio.htm [pagina consultata in data 30-VI-2007]). Qui la studiosa formula l’ipotesi che sia stata la corte dei Plantageneti, tagliata fuoridalla translatio imperii (Germania), dalla translatio studii (Francia), dalla translatio religionis(Santa Sede), a tentare di impadronirsi della leggenda arturiana e a farne un vettore di propa-ganda, come del resto risulta anche dal mito delle origini troiane in Geoffrey de Monmouthe Wace. Ma vedi anche avanti, nota 101, l’accenno al vaticinium Merlini.

94. Chrétien de Troyes, Cligés, édité par A. Micha, Paris: Champion (CFMA 84), 1957,pag. 2, vv. 28-37.

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comunque sostanziare il potere e che ormai sono appannaggio dei fran-cesi. Lo spostamento indubbiamente particolarizza il discorso generale e gliimprime una direzione diversa, e se è vero che gli schemi di fondo riman-gono quelli tipici della tradizione95, è anche vero che si dispongono adassumere pieghe più fattuali e storiche. In fin dei conti, qui si esalta unfenomeno vero e concreto: il primato culturale sul quale la Francia s’avviaa costruire tanta parte della sua immagine, e dunque questi versi hanno diper sé un notevole significato perché, anche se Chrétien non ne ha affattol’intenzione, lasciano sullo sfondo ingombranti visioni di tipo escatologico,e puntano semplicemente il dito sulla cosa. La qual cosa è appunto unprimato essenzialmente culturale, perché anche la concezione della cheva-lerie, ovviamente, è un fenomeno culturale. Potremmo dire, insomma, chefinché la translatio studii è rimasta strettamente vincolata alla translatioimperii –alla successione dei regni–, correva pur sempre il rischio di trovarsichiusa in una dimensione provvidenziale e trascendente governata in ultimaanalisi dalla Bibbia, mentre qui definisce i suoi contenuti in modo tale dacominciare, almeno, a metterli in mani umane. E se Chrétien non ne eradel tutto consapevole, ebbene, non ha importanza. Anche perché possiamoconstatare il naturale prolungamento delle sue parole in quelle, più tardedi circa sessant’anni, dell’Image du monde di Goussin de Metz. Affermainfatti Goussin che

Clergie regne ore a Paris,ausi comme ele fist jadis

95. Il discorso più chiaro, con il quale mi pare si debba essere senz’altro d’accordo,l’ha fatto William A. Nitze, «The so-called Twelfth Century Renaissance», Speculum, 23(1948), pagg. 464-471: pag. 467: «Obviously, the twelfth century poet is proud of thecultural supremacy of his country. He glories in the fact that culture –that is, chivalry andlearning– is domiciled in France […] I can discover in Chrétien words no idea of a rebirthof Antiquity an Frech soil, a humanitas or paideia such as we associate with the ItalianRenaissance. Chrétien is extolling no paganization of culture, no «attainment of self-conscious freedom» apart from theological considerations which the real Renaissanceattempted. Of that Chrétien, like the rest of his contemporaries, knew nothing; and hadhe know, Augustinian that he was, he would have rejected it». Contemporaneamente, scri-veva le stesse cose Curtius: «Gilson ha creduto di cogliere in questi versi un’espressionedell’ «umanesimo medievale»; ma evidentemente egli non ha tenuto conto di ciò che segue:‘L’enors qui s’i est arestee, | Deus l’avoit as autres prestee: | car de Grejois ne de Romains| ne dit an mes ne plus ne mains; | d’aus est la parole remese | et estainte la vive brese’[...] Qui è espresso proprio il contrario di una concezione umanistica», ecc. (Letteraturaeuropea, pagg. 426-427).

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a Athenes qui siet en Grece,une cité de grant noblece96.

Ma non si limita a ciò, e sviluppa invece un discorso ove di nuovoaccoppia chevalerie e clergie e fa del sapere un attributo del potere, avvi-cinandosi anch’egli al tema del «re filosofo» e dunque a uno dei contenutitipici della tradizione degli specula pricipum, e indirizzando le sue racco-mandazioni al re di Francia:

Mès puis qu’ensi est que clergieest en France plus avancie[…]Ausi doit li rois miex valoirdes autres genz et plus savoir[…]Si seroit bien droiz et resonsqu’il meïssent lor enfançonsen aprendre tele clergiequ’il ne perdissent seignourie après ceste vie volage,car par nature et par lignagedoivent il tuit amer clergie.

Se non lo facessero, il regno ne sarebbe rovinato perché, a confermadel suo carattere fortissimamente ideologico e «qualitativo», chevalerie ètalmente intrecciata a clergie da non poterla mai abbandonare:

Si clergie s’en aloitchevalerie la suirroit97.

96. Goussin de Metz, Image du monde, in L’image du monde, une encyclopédie duXIIIe siècle. Édition critique et commentaire de la première version, édité par C. Connochie-Bourgne, Paris IV: Thèse 1999, vv. 943-946. Non avendo visto la thèse, cito questi versi daJean-Marie Fritz, «Translatio studii et déluge: la légende des colonnes de marbre et de brique»,Cahiers de civilisation médiévale, 47 (2004), pagg. 127-151: pag. 143. Per il poema di Goussine le sue due versioni, vedi ora Sara Gentili, «La seconda redazione in versi dell’Image dumonde: una riscrittura didattica», Cultura neolatina, 66 (2006), pagg. 161-206, con la biblio-grafia pregressa.

97. Cito questi altri versi da Charles-Victor Langlois, «L’Image du Monde» (ma il poemaè dato ancora per anonimo), in La vie en France au Moyen Âge du XIIe au milieu du XIVe

siècle. La connaissance de la Nature et du Monde d’après des écrits français à l’usage deslaïcs, Paris: Champion, 1926-1928 [Genève, Slatkine Reprints, 1970], III pagg. 159-160.

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Voglio intromettere sùbito una mia impressione. In questo passaggiodiretto da Atene a Parigi, trascurando la completezza dello schema, la tran-slatio sembra assumere tratti più concreti, quasi se ne sottolineasse impli-citamente il carattere culturale e laico: come facevano, abbiamo visto, primaAlcuino e poi Héric d’Auxerre, che già si auguravano, come Goussin, diavere dei re «filosofi». In queste due testimonianze il tendenziale svincola-mento della translatio dai suoi riferimenti universalistici è in ogni casoevidente, ed è all’interno di una considerazione empirica, basata sulla realtà,che matura un discorso di tipo pedagogico che non guarda ai grandi cicli chepassano troppo alti sulla testa degli uomini e si fanno percepibili solo adistanza, a cose fatte, ma piuttosto proietta la possibilità della translationel presente e comincia a concepirla come un programma: che i re sianosapienti ed educhino i loro figli al sapere, altrimenti perderanno tutto... Manon, ripeto, i re in generale: questi re qui, invece, i re di Francia che giàgodono lo straordinario, unico privilegio di avere, dietro di sé, un modellocome quello di Carlo Magno. Tra Chrétien e Goussin sta infatti Giraud deBarri che verso il 1217 dedica una sua Principis instructio al futuro LuigiVIII nella quale già chevalerie e clergie/philosophia e militia, vanno insiemenel definire i fondamenti dell’educazione del principe, alla luce dell’e-sempio già fornito da quei grandi: «Philosophiae militiaeque se comitarisemper studia solent [...] sicut et olim in Francia sub Pipinis, Carolis et subeorumdem usque in hodiernum regia prole»98. Carlo Magno resta, insomma,il vettore esplicito o implicito di quasi ogni discorso che associ regalità esapere, nel quadro per altro assai delicato, come hanno mostrato gli studidi Elizabeth Brown, del reditus regni francorum ad stirpem Caroli impe-ratoris: un reditus che avrebbe dovuto saldare la frattura tra carolingi ecapetingi conferendo a questi ultimi piena legittimità99. In ogni caso, di là

98. Giraldus Cambrensis, De principis instructione liber, in Opera, edited by Warner,Rerum Brit. Medii Ævi Scriptores- Rolls Series XXI, London: Longman, 1891, VIII, pagg. 6 ss.(vedi, per il giglio, pagg. 320-321).

99. Degli studi di Elizabeth A. R. Brown sull’argomento, si veda in particolare «La notionde la légitimité et la prophétie à la cour de Philippe Auguste», in La France de PhilippeAuguste. Le temps des mutations. Actes […] 29 sept.-4 octobre 1980, dir. Robert-Henri Bautier,Paris: Centre Nat. de la Recherche Scientifique, 1982, pagg. 77-110, con tavole genealogichee appendice di testi inediti; ead., «Vincent de Beauvais and the ‘reditus regni francorum adstirpem Caroli imperatoris’», in Vincent de Beauvais: intentions et réceptions d’une œuvreencyclopédique au moyen âge. Actes [...] 27-30 avril 1988, dir. Monique Paulmier-Foucart,Serge Lusignan & Alain Nadeau, Saint Laurent & Paris: Maison Bellarmin & Vrin, 1990, pagg.167-196, con appendice di testi inediti. La Brown mostra bene le origini e lo sviluppo dellateoria di un siffatto reditus, che avrebbe conferito legittimità dinastica ai capetingi solo

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dalle questioni strettamente genealogiche e dinastiche, la proiezione dellafigura di Filippo Augusto su Carlo Magno è affatto naturale, ed è trattocostante dei suoi primi biografi e apologeti, Rigord, Guillaume le Breton,Gilles de Paris, quello di paragonarlo al grande predecessore e di invitarloa ripeterne le gesta100. E in maniera altrettanto naturale anche l’idea dellatranslatio finisce per riproporsi proprio nell’associazione con Carlo Magno,com’è in Vincenzo di Beauvais, che in un capitolo anch’esso più voltecitato del suo Speculum historiale scrive, a proposito dell’abbazia di sanMartino di Tours:

Hoc itaque monasterium post hoc, ut dictum est, donante Carolo suscepitregendum Alcuinus, scientia vitaque preclarus, qui sapientie studium deRoma Parisios transtulit, quod illuc quondam a Grecia translatum fuerata romanis. Fueruntque Parisiis fundatores huius studii quatuor monachi,Bede discipuli Rabanus et Alcuinus, Claudius et Ioannes Scotus101.

attraverso il matrimonio di Filippo Augusto con Isabella figlia di Balduino V di Hainaut chevantava sangue carolingio discendendo da Ermengarda, figlia di Carlo di Lorena, fratello dire Lotario, al quale, dopo la sospetta morte del figlio di quest’ultimo, Luigi V, re per soliquattordici mesi, Ugo Capeto avrebbe usurpato il trono nel 987 (e in piena riscossa caro-lingia fu poi eliminato, in seguito al tradimento di Adalberone di Laon). Ciò spiega come ire capetingi non gradissero troppo una tale legittimazione, che valeva in quanto li trasfor-mava in «carolingi», e in ispecie Filippo il Bello le si mostrò avverso, e procurò di cancel-larne le tracce.

100. Vedi E. Brown, La notion de légitimité, pagg. 81-82 e note, e soprattutto le minuzioseschedature di Raymond Foreville, «L’image de Philippe Auguste dans les sources contempo-raines», e di Yves Lefèvre, «L’image du roi chez les poètes», nel citato volume La France dePhilippe Auguste, rispettivamente pagg. 115-130, e pagg. 133-144, donde si trarranno moltealtre preziose indicazioni. Per le edizioni, vedi Œuvres de Rigord et de Guillaume Le Breton,historiens de Philippe Auguste [...] a cura di Delaborde, Paris: Renouard, 1882-1885 (ma prece-dentemente anche nel Recueil des historiens de la Gaule, Paris: Palmé, 1878, vol. XVII);Marvin L. Colker, «The Karolinus of Egidius Parisiensis», Traditio, 29 (1973), pagg. 199-325.

101. Vincenzo di Beauvais, Speculum historiale XXIII 173, Douai: Baldassarre Belleri, 1624(rist. anastatica, Graz: Akademische Druk-u. Verlagsanstalt, 1964). Ma più o meno in queglianni dice le stesse cose anche Jean de Galles nel suo Compendiloquium, pars X cap. 6: Detranslatione studii usque Parisium et quo tempore et a quibus translatum sit. Il tempo èquello, appunto, di Carlo Magno, e gli attori della translatio approdata, dopo la Grecia e Roma,a Parigi (onde «Franci equati sunt Romanis et Atheniensibus») sono nell’ordine Rabano Mauro,Alcuino, Claudio di Torino, Giovanni Scoto, ai quali va aggiunto Beda. Il capitolo di Jeande Galles sta nella parte conclusiva dell’opera, a segnalare, dopo la fitta rassegna di filosofiantichi, dove abiti al presente il sapere: il successivo capitolo 7 si sofferma sul nome di Parigi;l’8 s’intitola De ydoneitate illius civitatis et loci ad opus studentium, e il 9 accenna al vatici-nium Merlini letteralmente ed esplicitamente ripreso dal De naturis rerum di AlessandroNeckam, edited by Wright (l’edizione comprende anche il De laudibus divinae sapientiae: vedi

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La fonte lontana, come si vede, è sempre nei Gesta Karoli di Notker,anche se ora è meglio precisata l’identità dei quattro studiosi, RabanoMauro, Alcuino, Claudio di Torino e Giovanni Scoto. E Notker ancora ètradotto nelle Grandes croniques de France con alcuni significativi aggior-namenti (in Notker tutto ciò avveniva «sancti Martini iuxta Turonicamcivitatem»):

Quant Albins, par sornom Alcuins, qui Anglois estoit et demeroit encoresen son païs, oï dire que li empereures recevoit ensi les religieus et lessages hommes qui a li venoient, il quist une nef et passa en France età l’empereur vint et mena aucuns compagnons avec lui [...] Tant multi-plia et fructifia sa doctrine à Paris que, Dieu merci! la fontaine de doctrineet de sapience est a Paris aussi come elle fu jadis a Athenes et à Rome102.

Ma a questa altezza, da Vincenzo di Beauvais in avanti, il discorso siallarga ancora, perché diventa difficile isolare il tema specifico dellatranslatio dall’insieme delle testimonianze che elaborano il grande mitodell’eccellenza francese. Ma ciò avviene, è opportuno ricordarlo, nel quadrodella straordinaria promozione della natura divina della monarchia orchestratada Luigi IX103 e della mobilitazione intellettuale a difesa di un regno che da

avanti, nota 115), London: Longman, 1863, cap. 174, De locis in quibus artes floruerunt libe-rales, pagg. 308-311. Secondo tale «vaticinio» al tempo di Merlino la sapienza sarebbe passatain Inghilterra, a Oxford; ma ecco l’intero interessante passo di Alessandro, citato cent’annidopo da Jean de Galles solo nelle sue ultime righe: «Quid de Salerno et Montepessulanoloquar, in quibus diligens medicorum solertia utilitati publicae deserviens, toti mundo reme-dium contra corporum incommoditates contulit? Civilis juris peritiam vendicat sibi Italia; sedcoelestis scriptura et liberales artes civitatem Parisiensem caeteris praeferendam esse convin-cunt. Iuxta vaticinium etiam Merlini viguit ad Vada Boum [Oxford, già Oksnaford, ‘ford ofoxen’] sapientia tempore suo ad Hiberniae partes transitura» (pag. 311). Cito il Compendilo-quium dall’incunabolo di Venezia, Giorgio Arrivabene, 1496, cc. 231rv-232r, che comprendeanche il Communiloquium, il Breviloquium e il De vita religiosa del medesimo Jean, sulquale vedi l’ampio capitolo di Barthélemy Hauréau nella Histoire littéraire de la France,Paris: Académie des Inscriptions et Belles Lettres, 1869, pagg. 177-200 [rist. anastatica,Nendeln/Liechtenstein: Kraus Reprint, 1971].

102. Les Grandes Chroniques de France, a cura di Viard, Paris: Champion, 1923, III,pagg. 157-158. Questo passo è già in E. Gilson, Les idées et les lettres, pag. 185.

103. Obbligato il rinvio al libro di Jacques Le Goff, Saint Louis, Paris: Gallimard, 1996(specie la seconda e terza parte). Circa il carattere divino della monarchia di Francia, è assaiinteressante lo studio di Chiara Mercuri, «Stat inter spinas lilium: le Lys de France et lacouronne d’épines», Le Moyen Âge, 110, 3-4 (2004), pagg. 497-512, che considera la ricadutapropagandistica e ideologica dell’acquisto da parte di Luigi IX della reliquia della corona dispine di Gesù (Balduino di Fiandra, imperatore di Costantinopoli, aveva bisogno di denaro,

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tempo aveva ormai rivendicato la propria assoluta indipendenza dall’im-pero e però stava tuttavia elaborando le armi giuridiche per confermarladefinitivamente, e che si stava inoltre preparando ad affrontare il duroscontro con il papa in materia di autonomia e pienezza dei propri poteri104.Al possibile ventaglio di altre testimonianze, in ogni caso disponibili neglieccellenti studi dedicati all’argomento, è semmai preferibile sottolineare, aquesto punto, un elemento la cui centralità è stata messa in luce da SergeLusignan105. Quando, nel XIII secolo e oltre, si celebra la supremazia chefa di Parigi l’Atene dei tempi moderni, non ci si riferisce a una generica eper la verità taciuta produzione artistica e letteraria (nulla ci permette di

e l’avrebbe in ogni caso venduta ai Veneziani). Come scrive la Mercuri, «Ce fut l’extraordi-naire coup de maître de Louis IX: il ne fit pas que découvrir une relique, il exploita plutôtses valeurs symboliques, en profitant de la correspondance parfaite entre sa propre identitéde roi et le caractère royal de la relique. Cette coïncidence exceptionelle fit que l’opération deLouis IX, d’un point de vue symbolique, est sans précédent»: Cristo e Luigi IX partecipanodella medesima dignità reale, e la regia parisiensis diventa il Sancta Sanctorum del reamenel quale è custodita la corona. E quando alla fine dei tempi, come dice la Bibbia, Cristoriprenderà la sua corona, lo farà venendo a Parigi.

104. Altro fascio di temi al quale ora è strettamente connesso quello della translatio, peril quale mi permetto di rinviare alla bibliografia segnalata e in parte discussa in Enrico Fenzi,«Tra religione e politica: Dante, il mal di Francia e le sacrate ossa dell’esecrato san Luigi (conun excursus su alcuni passi del Monarchia)», Studi danteschi, 69 (2004), pagg. 23-117 (85 ss).

105. Serge Lusignan, «L’Université de Paris comme composante de l’identité du Royamede France: étude sur le thème de la ‘translatio studii’», in Identité régionale et consciencenationale en France et en Allemagne du Moyen Âge à l’époque moderne. Actes […] 6-7 et 8octobre 1993, édité par Rainer Babel & Jean-Marie Moeglin, Sigmaringen: Jan ThorbeckeVerlag, 1997, pagg. 59-72. Ma si dica che in forma essenziale tutto ciò era già nel saggiofondamentale di Francisco Rico, che occorrerà citare ancora, «Aristoteles Hispanu’», in Textoy contextos. Estudios sobre la poesía española del siglo XV, Barcelona: Editorial Crítica, 1990,pagg. 55-94 (57-59): si tratta della ristampa riveduta e ampliata di «Aristoteles Hispanus entorno a Gil de Zamora, Petrarca y Juan de Mena», Italia medioevale e umanistica, 10 (1967),pagg. 143-164. Dello stesso Lusignan vedi ancora «La topique de la ‘translatio studii’ et lestraductions françaises de textes savants au XIVe siècle», in Traductions et traducteurs auMoyen Âge. Actes [...] 26-28 mai 1986, édité par Geneviève Contamine, Paris: Éditions duCentre Nat. de la Recherche Scientifique, 1989, pagg. 303-315. È dagli studi di Lusignan chesi ricavano molte altre importanti testimonianze sull’esaltazione della translatio in terra diFrancia: Alessandro Neckam, Jean Corbechon, Tommaso d’Irlanda (un suo testo al propo-sito, dato come inedito dal ms. di Parigi, Bibl. Nat. 15966, fol. 7rv, è pubblicato in appen-dice a L’Université de Paris comme composante de l’identité du royame, pagg. 71-72: mavedi già Marie-Dominique Chenu, Introduction à l’étude de Saint Thomas d’Aquin, Montréal& Paris: Inst. d’Études Médiévales & Vrin, 1954, pag. 22 e nota, e soprattutto É. Jeauneau,Translatio studii, pagg. 51-54, che già l’aveva pubblicato dall’altro ms. parigino, Bibl. Nat.16397, fol. 12v), e soprattutto Nicole Oresme (siamo alla fine del ‘300), la cui posizione riccae complessa è illustrata da Lusignan in Parler vulgairement, in part. pagg. 162 ss.

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piegare in questo senso l’idea di translatio) ma piuttosto, in maniera speci-fica, all’Università, sullo sfondo di una città che lasciava a bocca aperta ivisitatori per la qualità della vita e per le sue molteplici attrattive. In unmodo o nell’altro la celebrazione della clergie tocca sempre questo ch’è ilsuo cuore pulsante, il cui ruolo è sentito come fondamentale entro lastruttura medesima del regno.

Ricordo brevemente. Per quanto rimangano varie incertezze, si sa che,dopo una lunga fase informale, l’Università di Parigi cominciò a svilupparsi ead organizzarsi durante il regno di Filippo Augusto che in un famoso docu-mento del 1200 assicurò la speciale protezione della giustizia reale versogli scolares Parisienses. Nel 1219 i loro privilegi furono confermati e allar-gati, sì che «à la mort de Philippe Auguste, l’université de Paris était incon-testablement parfaitement constituée, sa personnalité morale et juridiquebien établie, ses privilèges fondamentaux acquis, ses premiers statutsrédigés»106. La crescita fu rapida e spettacolare, ed ebbe il suo momento deci-sivo tra il 1220 e il 1230, gli anni delle grandi bolle papali (la Parens scien-tiarum di Gregorio IX, nella quale Parigi è appunto la splendente cittàdelle lettere e la madre delle scienze, è dell’aprile 1231)107 e di maestricome Guglielmo d’Auxerre, Guglielmo d’Auvergne, Alessandro di Halès,Alberto Magno, che ne fecero, insieme a Oxford, la roccaforte dell’aristo-telismo (san Bonaventura insegnò a Parigi dal 1253 al 1257, e san Tommasodal 1252 al 1259 e dal 1268 al 1272). Allora, Guillaume le Breton poteva

106. Così Jacques Verger, sul quale soprattutto mi baso, «Des écoles a l’Université: lamutation institutionnelle», in La France de Philippe Auguste, pagg. 817-845 (830). Oltre aquesto fondamentale saggio si veda, tra i vari contributi dello stesso Verger, lo studio d’in-sieme Les universités au Moyen Âge (1973), Paris: PUF, 1999. Ma, tra la folta bibliografia,vedi ancora Hastings Rashdall, The Universities of Europe in the Middle Ages, a cura di F. M.Powicke & A. B. Emden. Oxford: Clarendon Press, 1987 (prima ed., 1936): qui, sull’Univer-sità di Parigi, I, cap. 5, pagg. 269-584 (in part. pagg. 540 ss., per il suo prestigio e la suainfluenza); A. G. Traver, «Rewriting History? The Parisian Secular Masters’ ‘Apologia’ of 1254»,History of Universities, 15 (1997-1999), pagg. 9-45 (con vasta bibliografia); Universities andSchooling in Medieval Society, edited by William J. Courtenay & Jürgen Miethke, with the assis-tance of David B. Priest, Leiden: Brill, 2000; Christoph Friedrich Weber, «‘Ces grands privilèges’:The Symbolic Use of Written Documents in the Foundation and Institutionalization Processesof Medieval Universities», History of Universities, 19 (2004), pagg. 12-62 (16-23).

107. Vedi il Cartularium Universitatis Parisiensis, a cura di Denifle-Châtelain, 1889, I,pagg. 138-139, num. 79. Su una successiva lettera di Gregorio IX, la Animarum lucraquerentes, del gennaio 1237, seppure dall’angolazione particolare del ruolo dei Vittorininell’origine dell’Università, vedi Marshall E. Crossnoe, «Education and the Care of Souls:pope Gregory IX, the Order of St. Victor, and the University of Paris», Mediaeval Studies, 61(1999), pagg. 137-172.

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scrivere che sia l’Egitto, nel quale era nata ogni scienza, che Atene eranostate ormai superate da Parigi, e dava quindi per compiuta sotto ogniaspetto la translatio del sapere:

In diebus illis studium litterarum florebat Parisius, nec legimustantum aliquando fuisse scholarium frequentiam Athenis vel Egypti,vel in qualibet parte mundi quanta locum predictum studendi gratiaincolebat108,

mentre più tardi, esaltando il ruolo di Luigi IX nel comporre il gravescontro che aveva opposto, nel 1230, i chierici dell’Università e le autoritàdi Parigi (lo stesso che diede origine alla Parens scientiarum), Guillaume deNangis riassumeva in un bel passo del suo Chronicon il valore fondantedell’istituzione attraverso l’immagine del giglio, simbolo, a partire da un’or-dinanza del 1147 di Luigi VII, della monarchia capetingia. Nel fiore, il petalopiù alto, al centro, rappresenta la fede, e i due laterali che lo custodisconoe lo difendono rappresentano la sapienza e la cavalleria, entrambi indispen-sabili a mantenere la Francia pacifica, forte e ordinata: se uno dei duevenisse tolto o deformato, la Francia intera ne patirebbe una ferita irrepa-rabile, perché ne sarebbe alterato quel mirabile equilibrio che Dio stessoha voluto per manifestare a tutto il mondo l’eccellenza della nazione109.

108. Œuvres de Rigord et Guillaume Le Breton, pag. 230 (citato da Verger, Des écoles àl’université, pag. 840, nota 88).

109. Ecco il passo, per altro più volte citato dagli studiosi: «Enimvero si tam pretiosis-simus thesaurus sapientiae salutaris a regno Franciae tolleretur, maneret utique liliatumsignum regum Franciae mirabiliter deformatum; nam ex quo Deus et Dominus noster JesusChristus fide, sapientia et militia specialius quam cetera regna, voluit regnum Franciae illu-strare, consueverunt reges ipsi Franciae in suis armis et vexillis florem lilij depictum trino foliocomportare, quasi dicerent toti mundo, fides, sapientia et militiae probitas abundantius quamregnis ceteris sunt regno nostro Dei providentia et gratia servientes. Duo enim paria foliasapientiam et militiam significant, quae fidem trinum folium significantem, et altius inmediorum duorum positam, custodiunt et defendunt; nam fides gubernatur et regitur sapientia,atque militia defensatur. Quamdiu enim praedicta tria fuerint in regno Franciae pacifice,fortiter et ordinatim sibi invicem cohaerentia, stabit regnum; si autem de eodem separatafuerint vel avulsa, omne regnum in se ipsum divisum desolabitur atque cadet» (Guillaumede Nangis, Chronicon, RHGF XX, pag. 546, sub 1230). Ma va detto che, con qualche variante,esso è anche nei Gesta Sancti Ludovici dello stesso Guillaume, e naturalmente nella versionefrancese stampata a fronte, ibid., pagg. 320 e 321: è di qui che cita Lusignan, «L’Université deParis comme composante de l’identité du royaume», pag. 63. Nei Gesta Guillaume menziona,accettandola, la leggenda che unificava il san Dionigi francese e Dionigi l’Areopagita,primo vescovo di Atene, in un unico personaggio, e forniva così un appiglio «storico» allatranslatio: vedi al proposito, citato da Lusignan, Raymond J. Loenertz, «La légende

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Era da tempo, del resto, che la città stupiva per le sue attrattive e la suavivacità intellettuale, e Giovanni di Salisbury ne è buon testimone, nel 1164,quando la descrive a Tommaso di Canterbury come una sorta di paradiso,e ne fissa i caratteri che poi spesso ritroveremo:

a proposito revocato Parisius iter deflexi. Ubi cum viderem victualiumcopia, letitiam populi, reverentiam cleri, et totius ecclesie majestatem etgloriam et varias occupationes philosophantium, admirans velut illamscalam Jacob, cuius summitas celum tangebat, eratque via ascenden-tium et descendentium angelorum [Gen. 24, 12-16], lete peregrinationisurgente stimulo coactus sum profiteri, quod vere Dominus est in locoisto, et ego nesciebam110.

Fondanti in questo senso sono anche i versi che Jean de Hauville dedicaa Parigi nel suo Architrenius (1184) e che Petrarca, ribattendo a Jean deHesdin più o meno ottant’anni dopo, citerà con disprezzo, nei qualitroviamo condensati i motivi topici della ‘lode di Parigi’, nuova reggia diApollo e capitale culturale del mondo:

[...] Eunti [ad Achitrenio] exoritur tandem locus: altera regia PhebiParisius, Cirrea viris, Crisea metallis,Greca libris, Inda studiis, Romana poetis,Attica philosophis, mundi rosa, balsamus orbis,Sidonis ornatu, sua mensis et sua potu,dives agris, fecunda mero, mansueta colonis,messe ferax, inoperta rubis, nemorosa racemis,plena feris, piscosa lacu, volucrosa fluentis,munda domo, fortis domino, pia regibus, auradulcis, amena situ, bona quolibet: omne venustum,omne bonum, si sola bonis Fortuna faveret!111.

parisienne de S. Denys l’Aréopagite, sa genèse et son premier témoin», Analecta Bollan-diana, 69 (1951), pagg. 217-237. Da quel giglio potevano però uscire anche brutte sorprese,come Guillaume medesimo denuncia nel Chronicon, pag. 622, sub 1318: «Circa ista temporade flore lilii Parisius studii exierunt duo filii nequam genimina viperarum, scilicet magisterJohannes de Janduno natione gallicus, et magister Marsilius de Padua natione italicus».

110. Chartularium Un. Par., num. 19, I, pagg. 17-18.111. Johannes de Hauvilla, Architrenius, edited by Winthrop Wetherbee, Cambridge &

New York & Melbourne: Cambridge University Press, 1994, pag. 58, cap. 17, Quod Archi-trenius Parisius venit: II 481-493 (vedi l’importante recensione al volume di Antonio Placa-nica, Studi Medievali, s. 3, 40 (1999), pagg. 739-754). Per la citazione di questi versi in Jeande Hesdin e in Petrarca, nel suo Contra eum, vedi avanti, nota 139.

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Più o meno negli stessi anni anche Filippo di Harvengt celebrava Parigicon toni iperbolici, definendola una nuova Gerusalemme ove risuona ildecacordo di David, le profezie di Isaia e la sapienza di Salomone («Felixcivitas, in qua sancti codices tanto studio resolvuntur, in qua tanta lectorumdiligentia, tanta denique scientia scripturarum, ut in modum Cariath Sephermerito dici possit civitas litterarum»)112. In un’altra lettera a Richero ripetele stesse cose, esortandolo ad approfittare appieno di quelle straordinariepossibilità di studio, e in una terza, a Enghelberto, tocca il motivo che saràpoi caro a Petrarca, della necessità di protrarre gli studi sino alla più tardaetà, e lo intreccia a una sommaria storia del sapere filosofico, trasferito adAtene da Platone che l’avrebbe appreso prima in Egitto e poi in Italia pressoi pitagorici, mentre poi Catone, già adulto, l’avrebbe appreso dai testi greci.E continua, dopo aver così suggerito il tema della translatio:

Non enim Parisius fuisse, sed Parisius honestam scientiam acquisissehonestum est. Non itaque tibi sufficit, si musas, si fontem Heliconium tuvidisti, si de illius rivulo guttam modicam tu hausisti, si videas illius roretenuissimo te perfundi, ejus autem adhuc affluentiam tibi plenius noninfundi. Denique ipsa philosophia, que proponit studentibus fontemlucidum Heliconis, non satis esse judicat solum hujus beneficium visionis;et cui acre et acutum ingenium dat Platonis, cui flores et ornatameloquentiam Ciceronis, cui largitur illius tui Socratis documenta, cuiAristotelis revelat manifestius argumenta, cum profecto vult gutta velrore modico non aspergi, sed ejus fonti vivido diutius incumberevel immergi113.

Una bella e mossa descrizione della dolce, gioconda, deliziosa Parigi èanche in una contemporanea lettera di Guido de Bazoches, che in parti-colare si ferma sull’isola formata dalla Senna, e sul Gran Pont traboccantedi merci e traffici e attività, e sul Petit Pont occupato da chi vi passeggiaimpegnato in discussioni filosofiche, mentre sull’isola...

In hac insula regale sibi solium ab antiquo filosofia collocavit [...] In hacinsula perpetuam sibi mansionem septem pepigere sorores, artes videlicet

112. Chartularium Un. Par., num. 51, lettera a Ergaldo, I, pag. 50. Cariath Sepher è labiblica «città dei libri» o «città degli archivi», fatta conquistare da Caleb: Ios. 15, 15: «Dabir, quaeprius vocabatur Cariath Sepher, id est, civitas litterarum»; Iud. 1, 11: «abiit ad habitatoresDabir, cuius nomen vetus erat Cariath Sepher, id est, civitas litterarum».

113. Chartularium Un. Par., num. 52, lettera a Richero, I, pagg. 50-52; num. 53, letteraa Enghelberto, I, pagg. 53-55: pag. 54.

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liberales, et intonante nobilioris eloquentie thuba decreta leguntur etleges. Hic fons doctrine salutaris exuberat et, quasi tres rivos ex se limpi-dissimos ad prata mentium irriganda producens, dividit tripliciter intel-lectum sacre pagine spiritalem in hystoricum, allegoricum et moralem114.

L’immagine dell’Università come copiosa sorgente di sapienza che questitesti presentano diventa canonica, tornando a più riprese: per esempio inuna lettera di Gregorio IX (1229): «Fluvius profecto est litterarum studium,quo irrigatur et fecundatur post Spiritus Sancti gratiam paradisus generalisecclesie, cujus alveus Parisiensis civitas...»; in una lettera di Alessandro IV(1256), ch’è tutto un intreccio di metafore celebrative, da quella del sole(«Parisius peritie summe sinus de sue scientie plenitudine replens orbemet tanquam fulgidus sol doctrine per totum orbem clare intelligentie lumenfundens, depellit ignorantie tenebras, ruditatis abstergit caliginem..., ecc.)a quella della fonte («rigat documentorum suorum fluentis Parisius omnemterram [...] De Parisius itaque fons limpidus scientiarum emanat, de quopotant cunctarum populi nationum. Ibi erumpit altus puteus scripturarum,de quo profunde intelligentie pocula mundus haurit...», ecc.)115; in unalettera di Filippo IV (1313), nella quale gli studenti «sitientes ad aquasveniunt vivi fontis fluenta sumentes, ubique rivos derivant ex quibus mundussui diversis partibus irrigatur»; in una lettera di Giovanni XXI (1317):

Nostis etiam, cum nullum fere orbis angulum lateat, quot et quantosviros luminosa scientia preditos ac honesta conversatione decoros Pari-siense studium ad illuminationem gentium divinitus institutum huc usqueproduxerit et producere jugiter non desistit, qui sui fluenta diffundenteseloquii universalem ecclesiam longe lateque diffusam multipliciter irri-garunt et irrigant116.

Ora, è importante sottolineare che queste sono, tutte o quasi tutte, auto-celebrazioni fortemente interessate attraverso le quali la Chiesa afferma il

114. Chartularium Un. Par., num. 54, I, pagg. 55-56. Anche Alessandro Neckam nelsuo De laudibus divinae sapientiae ricorda il Petit Pont come il luogo più famoso di Parigi:«Hortarer te Parisius partesque remotas | visere, sed tenet me maris unda tumens. | Vixaliquis locus est dicta mihi notior urbe, | qua Modici Pontis parva columna fui» (ed. Wright,pag. 503, vv. 331-334). Vedi avanti, nota 144.

115. Chartularium Un. Par., num. 70, I, pag. 127; num. 296, I, pagg. 342-343.116. Chartularium Un. Par., num. 701, II, pag. 160; num. 738, II, pag. 198. Per l’af-

fluenza degli studenti di tutta Europa, vedi ancora per esempio ibid. num. 164, I, pag. 194,e num. 398, I, pagg. 439-440.

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proprio primato e monopolio dottrinale ed esalta la sua più illustre istitu-zione scolastica117, fatta segno, nel tempo, di significativi atti d’omaggio:Filippo Augusto, sùbito dopo Bouvines invia tre messaggi per annunciare lavittoria: uno al figlio, uno a Federico di Hohenstaufen e uno all’Universitàdi Parigi118; Manfredi, nel 1263, dona i suoi codici all’Università...119 Che poidietro l’immagine della propaganda si agitasse un mondo assai più complessoe problematico, e che la cappa della censura e del condizionamento pesassemolto, come ha ben mostrato Luca Bianchi120, è un altro discorso, che nonintacca l’universale prestigio dello studium parigino e dei suoi maestri.

Ma se è l’Università, come Lusignan ha precisato, ad essere celebratacome l’insuperabile paradiso della clergie, ebbene, il discorso critico siriapre perché diventa impossibile nascondere il fatto che attraverso di essasi celebra essenzialmente non già un effettivo percorso attraverso il qualesarebbe stato realizzato il trasferimento della cultura classica entro i saperimoderni, ma si celebra piuttosto, e senza mezzi termini, il trionfo dellascolastica sopra e contro quella cultura. A posteriori è facile, e direi inevi-tabile, fare d’ogni erba un fascio e applicare questa translatio ad ogniespressione della civiltà francese, magari attraverso le parziali aperturesuggerite da Chretien de Troyes e Goussin di Metz, ma nulla, ripeto, ciautorizza a farlo. Piuttosto, tutto sta a dimostrare che la translatio è diven-tata un’arma in più al servizio di una circoscritta affermazione di superio-rità: che Parigi sia la nuova Atene, o meglio, che Parigi abbia soppiantatoAtene, sta dunque semplicemente a dire che la filosofia scolastica e i labo-riosi dogmi della teologia hanno finito di soppiantare il pensiero antico ele sue espressioni culturali. Si rilegga Philippe di Harvengt. Il passo citatosopra, nel quale egli invita Enghelberto a immergersi completamente neglistudi, è bello ed efficace ma anche eccezionale e, isolato dal contesto, nonfa chiarezza sul fatto che il sapere è, per Philippe, rigorosamente quello

117. Per esempio si dice ch’essa «irrigat et fecundat» in un documento dell’Universitàstessa, con il quale essa dichiara di non essere responsabile se al suo interno «invenianturaliqui delinquentes», (Chartularium Un. Par., num. 870, II, pag. 306). Anche Guillaume deNangis, Chronicon, pag. 554 sub 1251: «Parisius ubi est fons totius sapientiae».

118. Secondo la tradizione, il messaggio avrebbe detto: «Laudate Deum, carissimi, quianunquam tam gravem conflictum evasimus» (Selecta ex variis chronicis [...] RHFG, XIX, pag. 259).

119. Chartularium Un: Par., num. 394, I pagg. 435-436.120. Luca Bianchi, Censure et liberté intellectuelle à l’Université de Paris (XIIIe-XIVe

siècles), Paris: Les Belles Lettres, 1999. Per i dibattiti interni, già oggetto di numerosi studi,vedi Die Auseinandersetzungen an der Pariser Universität im XIII. Jahrhundert. Her. vonAlbert Zimmermann für den druk besorgt von Gudrun Vuillemin-Diem (Miscellanea Mediae-valia, 10), Berlin: De Gruyter, 1976.

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cristiano, e tutto biblico è l’orizzonte di riferimento, da Gerusalemme eDavide e Salomone... Le lettere sono le «sacras litteras, quarum lectio juxtaPaulum instruit ad salutem [...] In hoc tamen non falleris, quod non poetarumexigis fabulas et figmenta, non sophistarum laqueos, non decipientiumargumenta, non denique aliud quo exultet vanitas, turbetur veritas et vacillet,sed quod tuam foveat et, ut ais, animam refocillet»; l’Università è un«santuario» nel quale l’anima si sposa a Dio e frequenta gli angeli, e i conte-nuti dell’insegnamento sono già perfettamente definiti, senza sbavature,come in un catechismo: «Hunc [Dio] predicat, hunc attollit, non solumdoctorum predicatio vel scriptura, sed omnium rerum creatio, mutabilitas,et natura, que omnia, cum judicio evidenti mutabilitatis insite creata seostendant, Creatorem increatum et immutabilem astruunt et commendant».Risulta dunque chiaro che Parigi è superiore ad Atene perché si presentacome la reincarnazione della biblica Cariath Sepher, la «città delle lettere»,come due volte Philippe la chiama, e come, con scelta di gran significato,la chiama anche Gregorio IX nella prima riga della bolla Parens scien-tiarum: «Parens scientiarum Parisius velut altera Cariath Sepher, civitas litte-rarum...». Parigi è Cariath Sepher, non è Atene.

Si ammetterà, così, che l’esaltazione di una translatio siffattamente intesaè una mossa che ripropone per intero la questione nel momento stessoche ne stravolge i termini, producendo una versione aggiornata e sofisti-cata del costante ostile atteggiamento della Chiesa verso la translatio delsapere pagano, e della assoluta rivendicazione, per contro, della propriaepocale superiorità: del resto, essa non avrebbe mai potuto ammettere unsenso di «mancanza», per quanto parziale e condizionato, verso quel sapere,e non ha dunque mai impostato in termini propri il tema della ricerca diuna qualche forma di integrazione delle proprie totalizzanti verità (certo nonpoteva riconoscere, come Orazio, la propria «rusticità», o addirittura giudi-carla un disvalore: «Graecia capta ferum victorem cepit |et artes intulitagresti Latio»). Sì che mi sentirei di affermare che quel sapore diverso,quella minuscola scheggia di genuino entusiasmo per gli antichi testi chea me pare animasse i tempi di Alcuino è ora scomparsa entro la topicaprepotente dell’autoaffermazione, e che l’idea di translatio, dopo l’apoca-littica e totalizzante ripresa che ne ha fatto Ugo di san Vittore, ha perdutoquel suo stretto margine di autonomia e di vita, ed è finita di nuovo in unimbuto senza uscita. Se non fosse così, infatti, troppe cose non si capi-rebbero: per cominciare, l’Umanesimo sarebbe tranquillamente stato cosasua. Ma invece proprio là dove la si celebra come cosa fatta, e forse proprioper questo, essa è in verità assente, mentre è altrove –in Italia– che essacomincia davvero ad agire.

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5. IMPERO E REPUBBLICA. DALLA TRANSLATIO DI SUPERIORITÀ ALLA

TRANSLATIO COME PROGETTO

Prima di affrontare questo nuovo capitolo, vorrei fare insieme una devia-zione e un passo indietro, per gettare una luce più forte sull’insieme dirappresentazioni e ideologie nelle quali la translatio è immersa, e chiarirepiù di un aspetto polemico delle sue future vicende. Retrocediamo ancoraa Ottone di Frisinga, questa volta nelle vesti di cronista, il quale nei suoiGesta Friderici imperatoris, II 29-30, racconta a suo modo l’incontro che ilBarbarossa ebbe a Sutri con una delegazione romana pochi giorni primadi entrare in città per esservi coronato imperatore da papa Adriano IV, il18 giugno 1155121. Tale delegazione, formata da industres e litterati (talenotazione ha la sua importanza), tiene un eloquente discorso, al quale l’im-peratore risponde con il suo, particolarmente lungo e di grande effetto,che davvero mi spiace non poter qui analizzare come merita. In sostanza,la delegazione si produce in una esaltazione della maestà e della potenzadi Roma e delle sue istituzioni alle quali l’imperatore dovrebbe restituireautorità e alle quali dovrebbe rendere omaggio... Ma è meglio lasciarle laparola, almeno per la conclusione:

Hospes eras, civem feci. Advena fuisti ex Transalpinis partibus, principemconstitui. Quod meum iure fuit, tibi dedi. Debes itaque primo ad obser-vandas meas bonas consuetudines legesque antiquas, mihi ab anteces-soribus tuis imperatoribus idoneis intrumentis firmatas, ne barbarorumviolentur rabie, securitatem prebere, officialibus meis, a quibus tibi inCapitolio adclamandum erit, usque ad quinque milia librarum expensamdare, iniuriam a re publica etiam usque ad effusionem sanguinis

121. La versione data da Ottone dell’episodio è basata sull’effettiva alleanza dell’impe-ratore con il papa contro il governo della città ispirato da Arnaldo da Brescia (espulso daRoma poco prima dell’arrivo del Barbarossa, fu catturato presso san Quirico d’Orcia e conse-gnato all’imperatore che a sua volta lo consegnò a un’ambasceria di cardinali che lo ripor-tarono a Roma ove fu ucciso in circostanze non chiare durante i tumulti seguitiall’incoronazione), e sull’effettivo rifiuto da parte del Barbarossa di sottomettersi alle condi-zioni che tale governo voleva imporgli (in sostanza, di là da alcuni rituali atti di omaggio, ilpagamento di una grossa somma di denaro). Una minuta analisi di quell’incontro, che illu-stra anche alcune, poi superate, difficoltà insorte tra il papa e l’imperatore per delicatequestioni di preminenza, è in Peter Munz, Frederick Barbarossa. A Study in Medieval Poli-tics, London: Eyre & Spottiswood, 1969, pagg. 79-88. Da questo episodio move l’Introdu-zione de Giuliana Crevatin al Contra eum di Petrarca: vedi avanti, nota 139.

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propellere et haec omnia privilegiis munire sacramentique interpositionepropria manu confirmare122.

Così i romani. Ma il Barbarossa duramente interrompe il loro verbosoe tutto italiano discorso («cursum verborum illorum de suae rei publicae acimperii iusticia more Italico longa continuatione periodorumque circuitibussermonem producturis interrupit»), lo definisce insipido e arrogante e parti-colarmente sciocco nel suo rievocare le grandezze passate («Agnosco,agnosco, et ut tui scriptoris verbis utar, fuit, fuit quondam in hac re publicavirtus. ‘Quondam’ dico...»)123; ricorda che tutto muta sotto il cielo, e chegià «per quot annorum curricula ubera delitiarum tuarum Greculus esurienssuxerit», finché «venit Francus» a strappare a Roma quanto rimaneva dellasua nobiltà, sì che nulla le è rimasto. Tutto ciò che era suo è passato ormaiall’impero germanico: «Penes nos cuncta haec sunt. Ad nos simul omnia haeccum imperium demanarunt. Non cessit nobis nudum imperium. Virtute suaamictuum venit. Ornamenta sua secum traxit. Penes nos sunt consules tui.Penes nos est senatus tuus. Penes nos est miles tuus...». Il discorso saràancora lungo, ma la sostanza non cambia e, facendo perno su una citazionedi Macrobio, Sat. V 3, 16: «Eripiat quis, si potest, clavam de manu Herculis»,l’imperatore respinge con disprezzo tutte le richieste che gli erano statefatte, e con particolare collera, naturalmente, quella di pagare.

La translatio imperii non ha dunque lasciato nulla dietro di sé, ché ilpotere, passando da un popolo all’altro, s’è trascinato dietro le virtù sullequali era stato edificato e gli ornamenti che lo abbellivano: in una parola,il sapere. E a Roma e all’Italia è rimasta una parola vuota sia di potere chedi sapere: insieme alla pungente polemica contro l’ampollosa retorica moreitalico si osservi anche l’implicita analogia istituita con il Graeculus esuriens,perfetta citazione da Giovenale, III 78, che di fatto proietta sugli italianiquella stessa immagine di verbosa improntitudine ch’era diventata la «marca»del graeculus124. La cosa è, se possibile, ancora più evidente nel lungopoema Ligurinus composto tra il 1181 e il 1184 da Gunther il Cistercense (oil Poeta, der Dichter), dove si ritovano minuziosamente verseggiati i GestaFriderici di Ottone, compresi quei capitoli con i due contrapposti discorsi(III 360-580). Gunther non si limita dunque a proclamare orgogliosamente

122. Ottonis et Rahewini Gesta Friderici I Imperatoris, ed. Waitz, MGH SS Rer. Germ. inusum scholarum, 1912, pag. 136: II 28.

123. Idem, pag. 137: II 30. La citazione, con la quale l’imperatore ribatte alle citazioni sallu-stiane e virgiliane che ornavano il discorso dei romani, deriva da Cicerone, in Catil. I 1, 3.

124. Vedi sopra, nota 34.

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sin dal primo libro che è ormai il Reno a dare ordini al Tevere, in versifamosi e spesso citati per essere assolutamente topici del motivo della tran-slatio imperii:

Nos, quibus est melior libertas, jure vetustoorba suo quotiens vacat inclyta principe sedes,quodlibet arbitrium statuendi regis habemus.Ex quo Romanum nostra virtute redemptum.hostibus expulsis, ad nos justissimus ordotranstulit imperium; Romani gloria regninos penes est: quemcumque sibi Germania regempraeficit, hunc dives submisso vertice Romasuscipit, et verso Tiberim regit ordine Rhenus125,

ma riprende e dà ampio spazio alla polemica filo-germanica nel terzo, ritra-ducendo piuttosto fedelmente il racconto di Ottone. Egli comincia con ilsottolineare che i deputati romani arrivano dinanzi al Barbarossa «patriaemandata ferentes | conspicuo sermone quidem phalerata, sed astu | ettacitis perplexa dolis» (III 362-364). Il quale Barbarossa vede benissimo«dolos et infecta verba veneno» (ibid. 453), e risponde a tono rivendicandocon altrettanta e maggiore eloquenza i suoi diritti e la definitiva forza dellatranslatio (tutto ciò che Costantinopoli ha lasciato a Roma «transtulit inFrancos»), sino all’impennata finale126 che risponde alla richiesta di restaurarei poteri delle antiche magistrature (ibid. 437 ss.: «Da libertatem sacrumquerepone senatum! | Iam redeat censor, redeat cum consule pretor | et redeantgemini cum dictatore tribuni») e che merita d’esser riferita per intero:

Mea respice castra:omnia, que dudum quereris sublata, videbis

125. Gunther der Dichter, Ligurinus, edited by Assmann, MGH SS Rer. Germ. in usumscholarum, 1987, pag. 166: I 246-254. L’episodio è verseggiato anche nell’anonimo Carmende gestis Frederici I Imperatoris in Lombardia, edited by Schmale-Ott, MGH SS Rer. Germ.in usum scholarum, 1965, pagg. 21 ss.: II 610, ov’è però più breve e più moderato nei tonipolemici, e sciolto entro il corso della narrazione. Di esso parla anche, nello stesso girod’anni, Goffredo da Viterbo, Pantheon, edited by Pertz, MGH SS XXII, 1872, pag. 311: parti-cula XV de gestis Friderici 5-7: «Romanus populus antiquos expetit usus, | rex despexit eum,primatum milite tutus, | nil petit, immo iubet».

126. Idem, 565-579. Anche Gunther mette in bocca al Barbarossa un accenno al Grae-culus, ma lo specifica attraverso l’allusione a Manuele I Commeno (1143-1180) e a RuggeroII di Sicilia, morto l’anno prima, presunti difensori di Roma: «Ubi perfidus ille | Greculus etSicule, vindex tuus» (535-536).

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nomine mutato sub eadem vivere forma:hic eques, hic pretor, hic consulis atque tribuniimperiosus honos et publica cura senatus.Aspice Teuthonicos proceres equitumque catervas.Hos tu patricios, hos tu cognosce quirites,hunc tibi perpetuo dominantem iure senatum.Hii te, Roma, suis –nolis licet ipsa– gubernantlegibus, hii pacis bellique negocia tractant.Sed libertatis titulos antiquaque legumtempora commemoras: quas leges, improba, preterTeuthonicas aut que preter mea iura requiris?Que tibi libertas poterit contingere maiorquam regi servire tuo?

Questi, ora sono i patrizi. E questi i quiriti, e questo il senato... La tran-slatio prevede vincitori e vinti, e in questo quadro gli italiani appaiono comequelli che hanno perso, per sempre. Tutto chiaro e semplice, dunque? Nonproprio, perché, a ben vedere, la situazione ha qualcosa di paradossale.

Ho appena accennato, sopra, ad Arnaldo da Brescia, sacrificato da Barba-rossa all’alleanza con il papa. I ritratti di Arnaldo sono ovviamente pessimi,in Ottone e in Gunther e in genere nei cronisti filo-imperiali127, e marcati inmodo pesantemente negativo sono i discorsi dei deputati romani. Ma talidiscorsi, letti in controluce, si rifanno precisamente agli ideali arnaldiani diliberazione di Roma dal dominio del papa e di restaurazione dell’anticarepubblica, chiaramente vagheggiata con una sorta di passione antiquariadavvero non dissimile a quella che animerà quasi duecento anni dopo Coladi Rienzo. E il paradosso, allora, sta appunto in questo, che ci viene sceneg-giato lo scontro tra due translationes: quella imperiale rappresentata dalBarbarossa, biblicamente caratterizzata come una pura traslazione di potererimessa in ultima analisi nelle mani di un Dio che ha già detto la sua («Eripiatquis, si potest, clavam de manu Herculis»), e l’altra, repubblicana, che nonè caratterizzata nel senso del potere (che infatti non ha), ma piuttosto inquello eminentemente progettuale che muove da una visione attualizzantedella romanità, della quale la translatio è propriamente l’anima. Ecco allora,da una parte, una idea di translatio quale quella vista sin qui, ove essasempre compare come qualcosa di già realizzato e dunque come pretestoper celebrazioni adulatorie e affermazioni di superiorità, non importa quanto

127. Vedi soprattutto Arsenio Frugoni, Arnaldo da Brescia nelle fonti del secolo 12, Roma:Istituto Storico Italiano per il Medio Evo, 1954 (rist., Torino, Einaudi, 1989).

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fondate. E dall’altra l’idea profondamente diversa secondo la quale latranslatio è piuttosto un obiettivo sia materiale che spirituale tutto da con-quistare. In questo, sia pure detto in forme estremamente semplificate, consistel’origine del cammino diverso che la translatio ha preso in Italia, ove sindall’inizio, almeno a partire dal sogno di Arnaldo, essa ha assunto il caratteredi un «desiderio», di una aspirazione all’antico che si concretizza nel miraggiodi una restaurazione repubblicana e implica un progetto strettamente e direitecnicamente intellettuale di studio e conoscenza del mondo romano.

L’Italia dunque, con le sue repubbliche cittadine, la sua contorta poli-tica, la sua verbosità e le sue nostalgie... Ad essa l’idea di una translatioimperii in termini imperiali, appunto, è estranea (del tutto appartata, seppursullo sfondo degli ultimi teorici dell’impero, è la posizione di Dante), oassume forme particolari. Sin qui abbiamo visto che è il trasferimento delpotere a trascinare con sé quello del sapere. In Italia, invece, sembra pren-dere corpo il mito contrario, dal sapere al potere: è il sapere, la translatiostudii, che assume profondo valore compensatorio e nutre il risorgentefantasma di un riscatto politico. All’ombra della frantumata e localisticarealtà italiana e dell’ideale repubblicano e comunale si fa largo assai prestoil mito culturale di una translatio reipublicae di marca romana128, e di essa

128. Leggo in un saggio di Martin Gosman, dedicato al pensiero politico di Alain Char-tier (primi tre decenni del XV secolo), che il mito della Roma antica ha basi frammentate eincoerenti, e che si tende a confondere la Roma repubblicana e la Roma imperiale, e cheChartier, appunto, «mescola gioiosamente» le due diverse immagini («Alain Chartier: Le mytheromain et le pouvoir royal français», in Entre fiction et histoire, cit., pagg. 161-182 (163 e169-170). Ma può essere che questo, presentato come un dato generale, sia solo il fruttodella modesta e certamente arretrata, ancorché allegra, cultura dell’autore, in una fase in cuisicuramente la translatio ha abbandonato la Francia. Basti quanto scrive Beryl Smalley,«Sallust in the Middle Ages», in Classical Influence on European Culture A. D. 500-1500,edited by R. R. Bolgar, Cambridge: Cambridge University Press, 1971, pagg. 165-175 (167):«It is true that the Roman Principate, first as praeparatio evangeli and then as prolonged inthe Christian Roman empire, did loom larger than the Republic in mediaeval thought. Thepathos of Roman ruins, as visible in the Middle Ages, naturally recalled the Rome of theCaesars. But readers of Sallust knew perfectly well that the Roman people had flourishedand had won their most striking victories in the good old days of early Roman tradition,after shaking off the yoke of their kings. Sallust even foreshadowed the mediaeval translatioimperii in explaining the rise of Rome to greatness» (vedi sopra, nota 33). Ma ancora, pernon dire altro, uno dei motivi conduttori dello studio minuzioso di Petrarca sul testo di Livioè proprio l’attenzione alla specificità politica e istituzionale della Roma repubblicana (del resto,Petrarca ha anche «inventato» l’eroe eponimo della repubblica da contrapporre a Giulio Cesare,e cioè Scipione). Insomma, tutto si può dire, ma non che la questione delle due Rome, larepubblicana e l’imperiale, non fosse da quel dì all’ordine del giorno e non fosse, quella dico-tomia, una componente decisiva del pre-umanesimo come dell’umanesimo maturo. Sul punto,si veda ora soprattutto il saggio di Tanturli citato nella nota che segue.

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primo grande testimone è Brunetto Latini, il «maestro» dei fiorentini e diDante in particolare, che, come si sa, gli rilascia un riconoscimento tuttospeciale nel canto quindicesimo dell’Inferno129.

Brunetto, in virtù di un approccio personale e diretto ai testi di Lucanoe di Cicerone, ha infatti messo perfettamente a fuoco quella stessa inter-pretazione repubblicana della storia di Roma che vale come contenutocaratterizzante dell’umanesimo, e che sarà poi riproposta con intatta forzapolemica da Machiavelli. Alla base della sua visione sta l’idea che l’uomo–ogni uomo– nasce «cittadino», e che la città gli appartiene come il luogoproprio del suo essere sociale, e il reggimento di essa, quali ne siano imodi specifici, sarà in definitiva cosa sua, visto che egli fa naturalmenteparte di una comunità nella quale condivide con ogni altro diritti e doveri.Ciò basta a rendere anche teoricamente inconcepibile che il Comunepossa essere governato dalla volontà dispotica di uno solo, quando inveceesso disegna il confine delle decisioni condivise, e caratterizza la suaessenza politica precisamente nel percorso attraverso il quale tali decisioni,vitali per la sua sopravvivenza, vengono prese. Questo percorso di forma-zione della decisione è un percorso di conoscenza e di «parola», ed èretto verso il giusto approdo da chi ha, insieme, l’una e l’altra: il nessostrettissimo tra il «parlare» e il governare è dunque la chiave di volta delsuo repubblicanesimo130. La parola prende il sopravvento, e con la sua

129. Per quanto brevemente segue, mi rifaccio al testo di una relazione che ho tenutoal recente convegno su Brunetto, a Basilea, nel giugno 2006, Brunetto Latini, ovvero il fonda-mento politico dell’arte della parola, ora in stampa per gli Atti presso le edizioni SISMEL/IlGalluzzo di Firenze per la cura di Irene Maffi Scariati. Qui, muovevo dall’importante saggiodi Giuliano Tanturli, che precisa insieme la prospettiva «umanistica» e «repubblicana» diBrunetto, «Continuità dell’umanesimo civile da Brunetto Latini a Leonardo Bruni», nel vol. Gliumanesimi medievali. Atti [...] 11-15 settembre 1993, a cura di Claudio Leonardi, Tavarnuzze& Impruneta & Firenze: SISMEL/Edizioni del Galluzzo, 1998, pagg. 735-80 (vedi in partico-lare pagg. 735-44). Ma vedi anche la bella sintesi di Franco Gaeta, «L’intellettuale ‘urbano’Brunetto Latini», in «Dal comune alla corte rinascimentale», in Letteratura italiana. I. Il lette-rato e le istituzioni, Torino: Einaudi, 1982, pagg. 184-90; Charles T. Davis, Brunetto Latini e Dante,in L’Italia di Dante (1984), Bologna: Il Mulino, 1988, pagg. 174 ss.; John H. Mundy, «In Praiseof Italy: The Italian Republics», Speculum, 64 (1989), pagg. 815-834; Ronald Witt, «The Rebirth ofthe Concept of Republican Liberty in Italy», in Renaissance Studies in Honor of Hans Baron,edited by Anthony Molho & John A. Tedeschi, Firenze: Sansoni, 1971, pagg. 173-199.

130. Perfette mi sembrano le osservazioni di Johannes Bartuschat, «La Rettorica deBrunetto Latini. Rhétorique, éthique et politique à Florence dans la deuxième moitié du XIIIe

siècle», Arzanà, num. 8, sept. 2002 (La science du bien dire. Rhétorique et rhétoriciens auMoyen Âge, édité par M. Marietti & C. Perrus), pagg. 33-59, a pag. 42: «La rhétorique est lapraxis de la raison; c’est pourquoi elle est à l’origine de la culture et de l’ordre politique. Lacommunication raisonnable, telle qu’elle se réalise dans la rhétorique, est le fondement de

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sola forza qualifica il reggimento ch’essa stessa crea, mentre tale reggi-mento chiama a sé la parola e la ospita come il luogo suo proprio. È aquesto punto che Brunetto coglie e organizza un elemento per dir cosìcoagulante rispetto a una serie di tensioni in atto nella cultura del tempo,e gli dà forma compiuta e visibile imprimendo uno scatto tutto partico-lare al discorso sul reggimento del Comune. Si tratta della proiezione ditale reggimento sullo schermo storico-culturale della romanità: in altritermini, nell’interpretarlo alla luce ideale della Roma repubblicana e nelporlo sotto il patronato sia politico che retorico di Cicerone131. La Romarepubblicana diventa l’inarrivabile archetipo del Comune, e il suo modellocivico resta tanto forte e dotato di tale universalità da imporsi anche nelpresente e da costituire per i Comuni italiani sufficiente titolo di legitti-mità dinanzi alla storia, ma anche e soprattutto a fronte delle strutturemonarchiche europee. Per Brunetto l’uso italiano è, essenzialmente, l’usoromano, e per questa via gode, tale uso, di tanta privilegiata nobiltà dapotersi costituire come un ideale perfettamente in grado di affrontare esuperare quei modelli monarchici che prepotentemente rivendicavano,attraverso la voce forte dei loro intellettuali, l’assoluta e sacrale perfe-zione della loro natura. Voglio dire, insomma, che Brunetto riesce apareggiare conti altrimenti troppo squilibrati, perché contrappone ai regnieuropei il mito potente e gratificante dell’eredità e identità romana, rein-terpretato e adattato in chiave comunale. In questo senso, la difesa del«sistema podestarile»132 a fronte dei modelli stranieri sta alla base del suo

la vie politique. À travers la reprise de la doctrine cicéronienne de l’unité de la rhétoriqueet de la sagesse, la rhétorique devient la science de la paix civile. Par là elle devient une idéede la politique elle-même; elle tient la place d’une théorie des vertus sociales dans uneperspective politique».

131. Rimando, anche per la bibliografia al riguardo, all’ampio panorama tracciato daVirginia Cox, «Ciceronian Rhetoric in Italy, 1260-1350», Rhetorica, 17: 3 (1999), pagg. 239-288, nel quale molto spazio è dedicato a Brunetto, protagonista, nel contesto di una Italiaattraversata da fortissime tensioni sociali e politiche, della «protoumanistica» scoperta diCicerone.

132. Sul quale sono fondamentali i saggi di Enrico Artifoni. Vedi: «I podestà professio-nali e la fondazione retorica della politica comunale», Quaderni storici, 63 (1986), pagg. 687-719 (pagg. 691, e 692-93). Si vedano almeno altri due importanti saggi di Artifonisull’argomento: «Sull’eloquenza politica del Duecento italiano», Quaderni medievali, 35(1993), pagg. 57-78; «Retorica e organizzazione del linguaggio politico nel Duecento», in Leforme della propaganda politica nel Due e Trecento, a cura di Paolo Cammarosano, Roma:École Française de Rome, 1994, pagg. 157-82; «Prudenza del consigliare. L’educazione delcittadino nel Liber consolationis et consilii di Albertano da Brescia (1246)», in «Consilium».Teorie e pratiche del consigliare nella cultura medievale, a cura di Carla Casagrande, Chiara

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nuovo e organico ciceronianesimo politico, mentre il successo indubbiodell’operazione ha premiato il fatto ch’egli abbia risposto all’urgentedomanda di una «idea» laica e identitaria che fornisse una larga coper-tura ideologica alla scomposta e tumultuosa realtà politica delle cittàitaliane. Solo così possiamo intendere l’orgoglioso spessore allusivo diparole come queste133: «[Cicerone] poi nella guerra di Pompeio e di JulioCesare si tenne con Pompeio, siccome tutti’ savi ch’amavano lo stato diRoma; e forse l’appella nostro comune però che Roma è capo del mondoe comune d’ogne uomo», che rivendicano dinanzi ai potenti della terrala valenza attuale e universale del primato romano, e invita i Comuniitaliani a riconoscere la loro comune origine e natura (senza dire, poi,che proprio queste parole hanno il potere di portarci alla magnifica esublimata interpretazione che ne darà Dante, in Purg. XXXII 101-102:«e sarai meco sanza fine cive | di quella Roma onde Cristo è romano»).

Brunetto è, in prima persona, un «traduttore», e come tale è anche,sommamente, un «traslatore»134 che in forma implicita ma chiarissima(egli, che pure conosceva direttamente Spagna e Francia, non discute leforme del potere assoluto: si limita a dire che non riguardano in alcun

Crisciani & Silvana Vecchio, Firenze: Sismel & Ed. del Galluzzo (Micrologus’s Library, 10),2004, pagg. 195-216.

133. Brunetto Latini, La Rettorica, a cura di Francesco Maggini e introduzione di CesareSegre, Firenze: Le Monnier, 1960, 1 sp. 16, pag. 10. Johannes Bartuschat, «La Rettorica deBrunetto Latini», pag. 46, scrive ancora: «Il s’agit ici de la reprise d’une pensée religieuse dansune finalité politique: en tant qu’êtres politiques nous sommes tous des citoyens de Rome,comme nous sommes tous des citoyens de la civitas Dei. Brunetto libère ici complètement lapolis de son caractère négatif de civitas des hommes opposée à la vraie civitas, la civitas Deichez saint Augustin», ecc.

134. Nel suo bel libro, Rhetoric, Hermeneutics, and Translation in the Middle Ages.Academic traditions and vernacular texts, Cambridge: Cambridge University Press, 1991,Rita Copeland pone al centro del suo discorso proprio l’inevitabile trasformazione di ognitraduzione in «traslazione», che rompe con il testo di partenza e impone di fatto una nuovacontestualizzazione, quasi enfatizzando e portando alla luce ciò che era latente nella tradi-zionale ermeneutica accademica (pag. 126, a proposito dell’Ovide moralisé: «vernacular tran-slation-enarratio effects a rupture with the very tradition of the antiqui wich it proposes torecuperate from the estrangement of historical distance: or perhaps it is more apt to say thatit visibly embodies a rupture that was already, inevitably there in the tradition of translatiostudii. If exegesis always carried a rhetorical motive of displacement, and always, like rhetoric,responded to the changing circumstances and demands of reception, then its project wasalways predicated on historicity or historical difference. Vernacular exegesis renders thishistoricity linguistically visible»). Di Brunetto la studiosa analizza il Tresor (pagg. 208-210),ma solo dal punto di vista della costruzione e della struttura interna, in relazione con laConfessio amantis di John Gower.

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modo l’Italia)135 getta luce su quello che sicuramente, dal suo punto divista, sarebbe stato giudicato un barbaro ossimoro, una contraddizioneessenziale: sul Barbarossa, cioè, che presentando la sua corte e i suoi nobilie i suoi ufficiali dice: questi sono ora i senatori e i tribuni e i consoli... Masottrae anche la translatio, attraverso il suo lavoro di traduttore e divulga-tore, a una funzione meramente affermativa, di superiorità. L’espressione«Parigi è la nuova Atene» (ma in fondo anche: «Aquisgrana è la nuovaRoma»), riveste il suo possibile contenuto, quale esso sia, nella forma di unaiperbole, e comincia a fondere il motivo proprio della translatio con quello,destinato a lunga vita e per certi aspetti addirittura contrario, della supe-riorità dei moderni rispetto agli antichi136. Il discorso di Brunetto nonpotrebbe essere più diverso: la translatio ha reale valore modellizzante, onon è. Oppure, detto in altri termini, la translatio è il contenuto assoluta-mente qualificante della translatio medesima. Nel caso, quello che egliravvisa e propone alla società alla quale appartiene: l’arte della parola qualefondamento della vita pubblica, l’insegnamento e l’esempio di Ciceroneoratore e console, e infine la Roma repubblicana. Ed è proprio da questaspecificità italiana della translatio che è indispensabile muovere per cogliereil più esattamente possibile il senso e le molte sfumature che tale discorsoassume in Petrarca che, a differenza di Brunetto, di translatio parla, e molto,nella sua clamorosa guerra contro le pretese di superiorità della culturafrancese.

135. A proposito dei differenti regimi politici, e in particolare dei regimi monarchicieuropei, dice Brunetto che dare consigli su come si debba vivere altrove non è da saggi:«de chose ki n’apertient a nous ne doit on fere conseil; car nus ne doit consillier commentles gens puissent abiter de Godimoine [Lacedemonia]». Così Brunetto, Tresor II 18, 14, chederiva tramite il Compendium alessandrino da Aristotele, Eth. Nic. III 5, 1112 29a: «Nessunodegli Spartani delibera circa il modo con il quale gli Sciti potrebbero governarsi al meglio»(san Tommaso, Expos. 464, ed. Pirrotta, pag. 158: «Lacedaemonii non consiliantur qualiterScythae, qui sunt ab eis valde remoti, optime debeant conversari»). Più estesamente inTresor II 62, 1: «Tout avant que tu dies mot, consire en ton cuer ki tu ies ki vieus parler,et premierement garder se la chose apertient a toi ou a autrui. Et se c’est k’ele apertiegnea .i. autre, ne t’en melles ja; car selonc loi est encoupable ki s’entremet de ce ki n’aper-tient pas a lui», ecc.

136. Vedi Elisabeth Gössmann, Antiqui und Moderni im Mittelalter. Eine geschichtlicheStandortbestimmung, München & Paderborn & Wien: Verlag Ferdinand Schöningh, 1974,che nel quadro di questo tema discute tra l’altro, pag. 81 ss., del passo del Cligés di Chré-tien de Troyes sopra citato e delle sue interpretazioni.

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6. PETRARCA, LA TRANSLATIO

Parlando di Petrarca e della translatio studii la prima ovvia tentazione,alla quale è bene cedere sùbito, è quella di citarne le famose parole, nelparagrafo dedicato a Plinio il Vecchio nei relativamente giovanili (1343-1345) Rerum memorandarum libri, I 19137:

Sed quot preclaros vetustatis auctores, tot posteritatis pudores ac delictacommemoro; que, quasi non contenta proprie sterilitatis infamia, alienifructus ingenii ac maiorum studiis vigiliisque elaboratos codices intole-rabili negligentia perire passa est, cumque nichil ex proprio venturisdaret, avitam hereditatem abstulit […] Hoc autem et quicquid in hancsententiam questus sum non ad minuendum post nascituri populi studiumretuli, quin dolorem meum potius effundens et etati, curiosissime inquibus non oportet, rerum tamen honestarum prorsus incuriose, soporemac torporem exprobans. Equidem apud maiores nostros nichil queri-monie similis invenio, nimirum quia nichil similis iacture; cuius adnepotes nostros, si ut auguror res eunt, forte nec sensus ullus nec notitiapervenisset; ita apud alios integra, apud alios ignorata omnia, apudneutros lamentandi materia. Ego itaque cui non dolendi ratio deest necignorantie solamen adest, velut in confinio duorum populorum consti-tutus ac simul ante retrorque prospiciens, hanc non acceptam a patribusquerelam ad posteros deferre volui

Ci sono voluti mille anni, più o meno, ma dopo tanto parlare di translatiosolo qui, finalmente, abbiamo il manifesto nel quale la si riconosce perquello che essa è; se ne invoca l’urgente e oggettiva necessità, e si confessala soggettiva disposizione d’animo che rende dolorosa e intollerabile quella

137. Francisco Rico ha individuato in una lettera di Gerolamo, XXXIV 1 (PL 20, col.448), una parziale ma precisa fonte di Petrarca («Animi effigies. L’Africa nel prologo alleFamiliari», Quaderni petrarcheschi, 11 (2004), pagg. 217-228). Aggiungo anche che a questopunto, dopo un percorso un po’ tortuoso, sono arrivato ad agganciarmi al libro dello stessoRico, El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo, nueva edición, corregida y aumen-tada, Barcelona: Destino, 2002 (la prima: Madrid: Alianza Editorial, 1993, sulla quale ècondotta la traduzione italiana, Torino: Einaudi, 1998), al quale rimando in toto proprio perla caratterizzazione della «sognata» translatio umanistica e per il ruolo decisivo, in essa, delpadre Petrarca (le prime pagine del libro, del resto, muovono da una serie di citazioni sue).Sul passo citato sopra ha scritto Etienne Gilson, «Notes sur une frontière contestée», Archivesd’histoire doctrinale et littéraire du Moyen Âge, 25 (1958), pagg. 59-88, in particolare pagg.81-88, in un tentativo, non felice e non all’altezza di quel grande maestro che egli è stato,di appiattirne e banalizzarne il significato.

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posizione «in confinio duorum populorum». Ammetto che è facile cederealla retorica, ma credo che chiunque, arrivato a questo punto, debba provarequalcosa che assomiglia al sollievo, nel riuscire a guardare oltre l’enormemacigno che contemporaneamente indicava e bloccava la strada. L’equi-voco di una translatio che avrebbe già ripetutamente trionfato senza chese ne fosse denunciata e sofferta la mancanza, e dunque senza essere maistata veramente voluta, si è infatti dissolto. Ora essa è lì, perfettamentedefinita nei suoi tratti essenziali e negli adempimenti che da questomomento comincia a esigere: e Petrarca è precisamente l’intellettuale cheha messo a fuoco la questione e che, entro l’orizzonte europeo, è statocapace di agire di conseguenza.

Lo fa sin dall’inizio, a partire dalla stagione che diremmo «romana» dell’A-frica, del De viris, dei Rerum memorandarum libri, e proseguirà instanca-bile per tutta la vita, sino alle violente polemiche della vecchiaia, segnatamenteil De ignorantia138, che rivendica contro lo scientismo, moderno il valoreperenne dell’etica classica fecondata dal cristianesimo, e il Contra eumqui maledixit Italie139, che in nome di una continuità spirituale tutta dariscoprire è interamente impegnato a condannare in maniera dura epersino feroce la presunta egemonia culturale francese: della translatio

138. Rimando per ciò all’ampia introduzione a F. Petrarca, De ignorantia. Della miaignoranza e di quella di molti altri, a cura di Enrico Fenzi, Milano: Mursia, 1999.

139. Ne abbiamo la recente edizione critica a cura di Monica Berté, Firenze: Le Lettere[VII Centenario della nascita di Francesco Petrarca & Comitato nazionale], 2005. La stessa Bertéha curato anche l’edizione critica dell’opuscolo di Jean de Hesdin che ha dato occasione allarisposta petrarchesca: Jean de Hesdin e Francesco Petrarca, Messina: Centro Interdiparti-mentale di Studi umanistici, 2004. Ma si veda sempre F. Petrarca, In difesa dell’Italia (Contraeum qui maledixit Italie), a cura di Giuliana Crevatin, Padova: Marsilio, 2005 (prima ed.,1994), per la bella introduzione e le note. Scrivendo a Petrarca in esaltazione della Franciae di Parigi in particolare, Jean de Hesdin citava l’Architrenius di Jean de Hauville, II 484-493(ed. Berté, pag. 152, § 95), ed è qui, nel Contra eum, che Petrarca gli ribatte, citando a suavolta II 486, (vedi sopra, nota 111): «O que monstra sermonis, que verborum inculcatio, nontantum lectori nauseam incutiens ac dolorem capitis, sed risum eliciens ac sudorem,usqueadeo, dum vult omnia dicere, nichil dicit! Unum ex omnibus attingendum est, quocunta conicias: ‘Rosa –inquit– mundi, balsamus orbis’: O fetidum balsamum, o olentemrosam! Equidem ex omnibus civitatibus, quas multas ab ineunte etate nunc negotio tractus,nunc videndi discendique desiderio circuivi, olentiorem nulla vidi; una excipiatur Avinio,que hac in parte miserie principatum tenet» (ed. Berté, §§ 242-243, pagg. 84-86, = ed. Crevatin,pag. 124). Petrarca soggiornò a Parigi durante il suo viaggio nel nord dell’Europa nel 1333:ne parla, lasciando in sospeso il giudizio, in Fam. I 4, 4 (vedi Silvia Rizzo, nella misc. distudi per Giuseppe Billanovich, Vestigia, Roma: Edizioni di Storia e Letteratura, 1984, pagg.607-610, per la fonte apuleiana, Metam. II 1-2, e per la data della lettera) e nella Posteritati,§ 21 (pag. 10 delle Prose ricciardiane). E soprattutto la Sen. X 2 (vedi avanti, nel testo).

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solo l’Italia, invece, custodisce la chiave segreta e il desiderio, e può dunqueprepararsi a farne il lievito potente della rinascita140. Tutto Petrarca, insomma,può ben essere letto alla luce di una programmatica volontà di translatioche irrompe nel quadro culturale d’Europa e lo sovverte e lo rinnova, e ilsuccesso dell’operazione mostra come meglio non si potrebbe l’incertasostanza e l’equivoca ideologia che aveva sin lì regolato i conti con l’ereditàclassica. Di ciò non è tuttavia possibile parlare in questa occasione come sidovrebbe, ed è perciò meglio stringere il discorso attorno a qualche nodospecifico, sperando di gettare nuova luce su cose di per sé già note. Il passoappena citato dai Rerum memorandarum libri, databile presumibilmenteattorno al 1344, già è uno di tali nodi: di due altri vorrei brevissimamenteparlare, e cioè dell’incoronazione capitolina, nell’aprile del 1341, e dell’e-gloga IV del Bucolicum carmen, Dedalus, del 1346.

Quello dell’incoronazione di Petrarca in Campidoglio è un capitolo benconosciuto e ampiamente studiato, anche se molte circostanze restanomisteriose, per non dire sospette, a cominciare dal racconto del doppioinvito giunto nel corso della stessa giornata, l’1 settembre 1340: prima

140. A far saltare i nervi di Petrarca sono state certamente anche le parole che il dottorein diritto canonico Ansel Choquart già aveva pronunciate nell’occasione dell’ambasceria conla quale, nell’aprile 1367, aveva cercato di dissuadere Urbano V dal tornare a Roma. Choquart(il cui discorso è ripetutamente citato da Hesdin) aveva infatti rispolverato l’idea che lo«studio» si era trasferito dall’antica Roma a Parigi sin dai tempi e per merito di Carlo Magno,e che con lo «studio» Parigi aveva ereditato la «gloria dei Romani». Vedi Berté, Jean de Hesdin,pag. 33 ss., che cita il discorso di Choquart così com’è riferito da Charles Du Boulay sottoil titolo: Propositio notabilis facta coram papa Urbano V et cardinalibus ex parte regis Fran-ciae nella sua Historia Universitatis Parisiensis, Paris: De Bresche, 1665-1673, IV (1668),pagg. 396-412 (pag. 408: «prout cuicumque patet quod studium translatum fuit a Roma Pari-sius per B. Carolum Magnum et haec gloria Romanorum Parisius in Gallos est translata»). Vedipure, oltre la bibliografia citata dalla Berté, É. Jeauneau, Translatio studii, pagg. 33-34, checita con maggiore ampiezza il passo e mette in rilievo un «adattamento» che Choquart operasu un passo del De bello gallico di Giulio Cesare, VI 13, 11-12, relativo agli usi sociali e allacultura dei Druidi, sì da poterlo interpretare come una testimonianza di un antico primatofrancese. Ma vedi ancora il saggio dedicato alla controversia da Grover Furr, «France vs. Italy:French Literary Nationalism in ‘Petrarch’s Last Controversy’ and a Humanist Dispute of ca.1395», [in rete:] http://www.chss.montclair.edu/english/furr/pmr.htlm [pagina consultata indata 30-VI-2007], originalmente nei Proceedings of the Patristic, Medieval and RenaissanceConference della Villanova University, 4 (1979), e vedi Ezio Ornato, «L’intertextualité dansla pratique littéraire des premiers humanistes français. Le cas de Jean de Montreuil», nel vol.Auctor et Auctoritas. Invention et conformisme dans l’écriture médiévale. Actes du colloquetenu à l’Université de Versailles-Saint Quentin-en-Yvelines (14-16 juin 1999), dir. MichelZimmerman, Paris: École des Chartes, 2001, pagg. 231-244 (nella prima parte del saggio sianalizza il discorso di Choquart).

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quello del senato di Roma, poi, verso le quattro del pomeriggio, quelloparigino, per il tramite di Roberto de’ Bardi, cancelliere dell’Università,secondo quanto Petrarca stesso scrive nella Fam. IV 4. Ma non è il caso dientrare in troppi particolari, e basta forse dire che sia l’invito parigino chequello romano fanno certamente parte di una ben architettata operazione(per non dire invenzione) tutta petrarchesca che sembra aver trovato lasua sponda migliore non tanto nella Roma dei Colonna, quanto piuttostonella Napoli di Roberto d’Angiò141. Come che sia, il dato macroscopico cheemerge e che, nonostante tutto, è rimasto alquanto in ombra, è precisamenteil significato simbolico e la carica polemica dello scontro tra Parigi e Romache Petrarca mette in scena. È vero: nell’immediato Petrarca non polemizzaaffatto, e si dipinge come effettivamente dispiaciuto nel declinare l’invitoparigino. Ma le cose sono quelle che sono, clamorosamente evidenti. Dauna parte sta Parigi, la capitale politica e culturale del mondo moderno, eil concreto prestigio della sua Università. Dall’altra, una sorta di città inesi-stente, un puro nome: Roma e, in Roma, il Campidoglio. Ma un nomecapace da solo di evocare un altro mondo, un’altra dimensione dellospirito...142 Petrarca non ha in realtà alcuna esitazione, e dobbiamo imma-ginarlo perfettamente consapevole della portata del suo gesto quando

141. Per maggiori particolari vedi Ugo Dotti, Vita di Petrarca, Roma & Bari: Laterza,1987, pagg. 78-89, e, di Petrarca, i resoconti offerti in Fam. IV 7 e 8, e soprattutto in Epyst.II 1, a Giovanni Barrili.

142. Anche se non è qui il caso di approfondire il discorso, è almeno interessante rile-vare la forte carica simbolica insita nella scelta del Campidoglio, del tutto evidente anche inun testo petrarchesco che andrebbe meglio analizzato, l’egloga III del Bucolicum carmen,Amor pastorius. Tale scelta tanto più spicca quanto più la si rapporta alle reali e assai degra-date condizioni del luogo, adibito a mercato di capre e legumi (onde i nomi invalsi di MonteCaprino e Fabatosta). Per una prima ricognizione sul tema (ma sono molte le voci impor-tanti), vedi almeno Fritz Saxl, «The Capitol during the Renaissance. A Symbol of the Impe-rial Idea», in Lectures, London: The Warburg Institute & University of London, 1957 (Nendeln& Liechtenstein: Kraus Reprint, 1978), pagg. 200-214; Richard Krautheimer, Rome. Profile ofa City, 312-1308, Princeton N. J.: Princeton University Press, 1980, in ispecie pagg. 285-288e pagg. 366-367; Charles L. Stinger, «The Campidoglio as the locus of Renovatio Imperii inRenaissance Rome», in Art and Politics in Late Medieval and Early Renaissance Italy, 1250-1500, edited by Charles M. Rosenberg, Notre Dame Ind.: University of Notre Dame Press,1990, pagg. 135-156 (pag. 153: «Venerated as a symbol of the imperial idea, the CapitolineHill mythically embodied renewed Rome’s imperial vocation», ecc.); Dunia Filippi, «Il Campi-doglio tra alto e basso medioevo: continuità e modifiche dei tracciati romani», ArcheologiaMedievale, 27 (2000), pagg. 21-37, con ampia bibliografia; Augusto Fraschetti, «Il Campido-glio: dal tardoantico all’alto medioevo», in Roma nell’altomedioevo (Settimane di Studio delCentro Italiano di Studi sull’alto medioevo, XLVIII), Spoleto: Presso la Sede del Centro, 2001,I, pagg. 31-56.

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mostra di rifiutare Parigi e di scegliere Roma: si tratta infatti, né più némeno, della clamorosa rottura nei confronti di uno dei più solidi miti cultu-rali correnti e insomma di una dichiarazione di guerra che se per il momentoè tutta implicita, affidata più ai fatti che alle parole, non tarderà a diven-tare esplicita ed a svilupparsi negli anni in maniera limpida e coerente. Siosservi intanto che là dove egli riassumerà il suo giudizio su Parigi, nellafamosa Senile X 2 a Guido Sette, de mutatione temporum (1367-1368), §33, Petrarca, a fronte dei disastri provocati dalla guerra dei cent’anni, rico-nosce e rievoca come perduta la passata grandezza della città, ma sotto-linea pure come la sua fama fosse per larga parte immeritata e come il suoprestigio culturale si fosse basato precisamente su ciò ch’egli aveva semprecombattuto: gli scolasticorum agmina, i disputanti a suon di sillogismi, isermoni:

Ubi est enim illa Pariseorum que, licet semper fama inferior et multasuorum mendaciis debens, magna tamen hauddubie res fuit? Ubi scola-sticorum agmina, ubi studii fervor, ubi civium divitie, ubi cuntorumgaudia? Non disputantium ibi nunc auditur sed bellantium fragor; nonlibrorum sed armorum cumuli cernuntur; non sillogismi, non sermones,sed excubie atque arietes muris impacti resonant [...].

Anche per Petrarca, dunque, Parigi è stata una capitale del sapere, main senso affatto negativo: è stata infatti la capitale dell’«insanum et clamosumscolasticorum vulgus»143, e cioè del detestabile sapere di tipo dialettico esillogistico contro il quale egli, «in confinio duorum populorum», ha instan-cabilmente contrapposto la necessità della translatio, e cioè del ritorno aldimenticato patrimonio della cultura classica, finalmente inteso nella suavera e sempre attuale essenza. Del resto, si veda ancora la condanna dellalitigiosa Parigi e della sua «petulante» Università, metonimicamente desi-gnata attraverso il dantesco «vico degli Strami» (Par. X 137), nel De igno-rantia: «contentiosa Parisius ac strepidulus Straminum vicus»; nella Senile

143. De ignorantia, § 155, pag. 274. Va tuttavia ricordato che questa condanna di Parigicome capitale di un sapere affatto negativo non è nuova. Jacopone già scriveva, infatti, chelo spirito religioso era in decadenza proprio per colpa dell’università parigina, che avevastravolto e indirizzato per mala via l’originario insegnamento francescano: «[...] non ci èrelïone. | Mal vedemo Parisi, che àne destrutt’Assisi: | co la lor lettoria messo l’à en malavia» (91, 1-3, ed. Mancini). Con ciò, si sfiora appena un argomento di grande importanza,che però finirebbe per portarci troppo lontano dal nostro (grossolanamente e sulle orme diToffanin troppo presto dimenticato, a un Umanesimo inteso come rigetto delle derive aristo-telico-scientiste della scolastica, e come ritorno allo spirito dei Padri della Chiesa).

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IX 1, a Urbano V, del 1368, entro un ampio confronto tra la cultura fran-cese e quella italiana ove dalla parte di quella stanno le rumorose chiacchieredei «dialettici» dell’Università, e dalla parte di questa la latinitas: «Radixartium nostrarum et omnis scientie fundamentum, latine hic reperte suntlitere et latinus sermo et latinitatis nomen quo ipsi gallici gloriantur [...]Et quid, oro, tot tantarum rerum studiis quod obiciant habent? Nisi forte,ut est gens sibi placens et laudatrix sui, unus his omnibus fragosus Stra-minum vicus obicitur»; nel Contra eum, ove i filosofi disputanti presso learcate del Petit Pont già descritti da Guido de Bazoches si trasformano inun’accolita di donniciole e ragazzi occupati ad esaltare se stessi e a diffa-mare l’Italia : «Nominatim Gallo nostro gratulor, qui bellum mecum et cumItalia et cum veritate suscepit, nusquam, puto, triumphaturus de nobis, nisiin arcu Parvi pontis vel in vico Straminum, famososissimis nunc locorumomnium nostri orbis, mulierculis puerisque plaudentibus et quicquid contraItaliam dictum fuerit consona voce laudantibus»144.

Tutto quanto abbiamo letto sin qui della Parigi parens e fons scien-tiarum, e reincarnazione della biblica Cariath Sefer, è di colpo ribaltatocon un gesto la cui plurima oltranza polemica e addirittura eversiva non èstata forse percepita sino in fondo. Petrarca, infatti, attacca contempora-neamente su due fronti, perché da un lato contesta il valore di quel saperescolastico del quale l’Università di Parigi era il monumento, ma irrompepure in un campo che sino a poco tempo prima (è opportuno ricordarlo)era stato dominato dall’iniziativa politica, culturale e giuridica dei «regalisti»francesi, i quali alla doppia guerra contro l’universalismo imperiale e quellopapale avevano accompagnato una parallela opera di costruzione di unaforte e articolata ideologia nazional-monarchica –la stessa che, su altropiano, già aveva suscitato l’irriducibile opposizione di Dante. Sì che, a diffe-renza di come talvolta la si pensa, l’iniziativa di Petrarca è diretta controun sistema tutto francese già ampiamente collaudato, che con qualche schi-zofrenia rivendicava per sé e però insieme tendeva a emarginare una possi-bile continuità «romana», non negandola ma risolvendola interamente entrola centralità prima carolingia e poi capetingia. Petrarca coglie lucidamentei termini di una siffatta schizofrenia, ancora evidente, per esempio, nelle

144. Rispettivamente, De ignorantia, § 143, pag. 266; Sen. IX 1, 37; Contra eum, ed.Berté, § 221, pag. 78 = ed. Crevatin, pag. 116. Per il Petit Pont, vedi sopra, nota 114. Questecitazioni mi offrono l’occasione di correggere l’errore che è nel commento della Crevatin alpasso del Contra eum, pag. 172, nota 171, e che io ho ripetuto nelle note al De ignorantia,pag. 448, secondo il quale il Petit Pont sarebbe il ponte avignonese di S. Bénézet. Ma l’iden-tificazione corretta con il ponte parigino è ora nell’ed. Berté, ad loc.

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simpatie francesi, tutte leggibili in chiave anti-romana, per la figura diAlessandro Magno, e contesta alla radice le valenze culturali e in sensolato civilizzatrici di quella pretesa centralità. Né si tratta, in lui, di una batta-glia circoscritta o peggio episodica. Tutt’altro. Le frasi sopra citate non sonoche le punte evidenti di un continuum ch’è tutto suo e che lo caratterizza,per quanto qui c’interessa, come il solitario e però vittorioso campione diuna translatio che gli appare, a quel punto, ancora irrealizzata e però indif-feribile. Non si tratta dunque di andare in cerca di citazioni: senza esage-razione, ogni scritto di Petrarca sta dentro questo orizzonte, dalle opere«romane» della prima maturità, come s’è detto, alle polemiche dellavecchiaia145. Su un testo, tuttavia, vorrei fermarmi un poco di più, tanto èsingolarmente e direi tecnicamente pertinente al nostro discorso.

Nell’egloga IV del Bucolicum carmen, Dedalus, Petrarca attacca inmaniera diretta e radicale il mito della supremazia letteraria francese, e lofa proprio entro il quadro strutturante della translatio, rivendicando all’I-talia il possesso dell’eredità del mondo antico146. Così, egli non fa che ripren-dere e potenziare al massimo quel carattere tipico della tradizione italianasempre impregnata di classicismo, e sempre disposta a vagheggiare il futurocome restaurazione di quello stesso grande passato che continuava a

145. Ad ogni buon conto, tornando a rinviare alle opere sin qui ricordate, rimandoancora una volta al De ignorantia e in particolare all’Introduzione e alle abbondanti noteche corredano il testo.

146. Per le righe che seguono rimando al saggio nel quale ho ridiscusso le questioni postedall’egloga e il suo senso complessivo: Dedalus (Petrarca, Buc. Carm. IV), ora in corso distampa nel vol. 7 della rivista annuale Letteratura italiana antica. Per il testo, sostanzialmenteancora basato sulla vecchia edizione di Antonio Avena: F. Petrarca, Bucolicum Carmen, acura di A. Avena, Padova: Soc. Cooperativa Tipografica, 1906 (ma esiste ora l’edizione diplo-matica dell’autografo: Domenico De Venuto, Il «Bucolicum carmen» di F. Petrarca. Edizionediplomatica dell’autografo Vat. Lat. 3358, Pisa: ETS, 1990: dallo stesso De Venuto si aspettal’edizione critica per il «Petrarca del centenario»), si ricorra alla recente edizione con ottimatraduzione italiana a fronte: F. Petrarca, Bucolicum carmen, a cura di Luca Canali, collabo-razione e note di Maria Pellegrini, San Cesario di Lecce: Manni, 2005. Ma, per le note, siricorra pure all’edizione tedesca: Das «Bucolicum Carmen» des Petrarca. Ein Beitrag zurWirkungsgeschichte von Vergils Eclogen. Einführung, lateinischer Text, Übersetzung undKommentar zu den Gedichten 1-5, 8 und 11, Bern, Berlin, Frankfurt/M-New York, Paris &Wien: Peter Lang, 1991, oppure alla francese, più recente: F. Petrarca, Bucolicum Carmen,édité par Marcel François & Paul Bachmann, avec la collaboration de François Roudaut,préface de Jean Meyers, Paris: Champion, 2001. Tocca solo di passaggio l’egloga petrar-chesca il saggio di Philippe Morant, «Pétrarque et Philippe de Vitry», in Dynamique d’uneexpansion culturelle. Pétrarque en Europe: XIVe-XXe siècle. Actes du XXVIe congrès interna-tional du CEFI, Turin et Chambéry, 11-15 décembre 1995, édité par Pierre Blanc, Paris: Cham-pion, 2001, pagg. 163-174.

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confortare l’idea di una comune identità nazionale. Più in particolare, nell’e-loga il personaggio autobiografico di Tirrenus, mentre è solo in un boscodi faggi situato presso le sorgenti dell’Arno e del Tevere, riceve in dono daDedalo, il celebre artefice greco, una cetra meravigliosa, alla quale invanoaspira l’altro interlocutore, Gallus (forse il teorico dell’Ars nova Philippede Vitry, che pure Petrarca conosceva e stimava). Con ciò Petrarca vuoledire che la sua vocazione di poeta si affermò sùbito nel segno dei duefiumi che avrebbero poi presieduto alla sua opera, il toscano Arno (lapoesia volgare) e il romano Tevere (la poesia latina). Il suo Parnaso èdunque italiano, e italiani sono i due fiumi che ne discendono e alimen-tano la sua poesia. Il significato simbolico è chiaro, dal momento che attra-verso Dedalo Petrarca può alludere all’antica translatio artium che ha vistoil culto di Apollo, e dunque la poesia, migrare dalla Grecia a Roma, e puòrivendicare apertamente la moderna translatio che, ancora per il tramite diDedalo, ha trasportato il dono della poesia in Toscana, affidando proprioa lui, Petrarca, il compito di farla rinascere. Il che resta coerente con iltrasparente senso polemico di tutto il discorso, che in nome dell’ereditàclassica e del grande presente vuole rivendicare all’Italia quel primatopoetico e culturale che la Francia, nel quadro di una più generaletranslatio imperii ad Francos, pretende da tempo per sé. Gallus, nell’e-gloga, vorrebbe appunto quella cetra, e s’illude di poterla avere in forza delsuo potere e della sua ricchezza, senza capire che non è cosa che si possacomperare, che in ogni caso già appartiene ad altri, e che egli è ormaitroppo vecchio per riuscire a usarla degnamente. Il che significa, ancora,che la Francia è ormai fuori tempo, e se ha avuto la sua occasione, ebbene,l’ha già perduta e nulla può contro l’improvvisa e prepotente rinascita dell’I-talia che sola, per storico privilegio, possiede la capacità di rivitalizzare gliantichi saperi. Il fatto è, insomma, che i francesi, per Petrarca, non hannoalle spalle una tradizione e uno stratificato patrimonio di abilità tali da costi-tuire un corpus modellizzante neppure alla lontana paragonabile con latradizione greca e poi latina e poi italiana: in altri termini, mai hanno bene-ficiato di alcuna translatio. E quella e solo quella è la tradizione dellagrande cultura e della grande poesia, e solo da essa può nascere altracultura e altra poesia, mentre i francesi le sono estranei e irrimediabilmentein ritardo nel farla propria, anche se in qualche modo, parziale ma fondatosu una reale ammirazione e invidia, come testimonia Gallus, ne avvertonola necessità. Ma la loro è una sera cura, appunto: un’ambizione giustificatama tardiva. Non sono loro gli eredi della cetra di Dedalo, ma, per il tramitedei romani, sono gli italiani, i «tirreni», e tra essi proprio lui, Petrarca...A chiarire meglio tutto questo, mi viene in mente una battuta di Montale,

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tanto perfida quanto politicamente scorretta, come oggi si direbbe, il qualeaffermava che «non ci può essere un grande poeta bulgaro»147. Più o menoPetrarca dice la stessa cosa: non ci sono le condizioni perché possa esistereun grande poeta e una grande tradizione letteraria francese, perché laFrancia intera sconta il deficit culturale di una translatio mancata. Lapida-riamente, dunque, con le parole della già citata lettera a Urbano V dalle qualii francesi sono rimasti a lungo e profondamente feriti, «Nullus est gallicus,nullus doctus in Gallia»148.

7. LA TRANSLATIO ALLA PROVA DELLE IDENTITÀ NAZIONALI

Come ho detto e ripetuto, di Petrarca molto altro –forse tutto, o quasitutto– si dovrebbe citare, e con altrettanta pertinenza rispetto al tema. Ètuttavia il momento di concludere questo lungo discorso, ed è opportunofarlo con un po’ più di agilità limitandoci a suggerire alcune rapide ipotesid’insieme.

Potremmo dire, allora, che Petrarca è colui che si inserisce nel vuotolasciato dal crollo degli universalismi medievali e profittando della evidentee plurima crisi nella quale la Francia è precipitata con la fine della dinastiacapetingia e il rovinoso inizio della guerra dei cent’anni, ne affonda lepretese egemoniche, ne scardina l’asse culturale di riferimento medieval-carolingio e inventa, in suo luogo, il nuovo assoluto culturale europeo: latranslatio umanistico-rinascimentale e la sua trascendente italianità. Ineffetti, la lunga crisi francese è essenziale per collocare l’altrettanto lungae paziente iniziativa di Petrarca, il quale non ha dinanzi a sé, come Dante,un regno al culmine di una lunga progressione positiva, ma al contrario unregno che dopo la morte di Filippo il Bello, nel 1314, entra in una spiralenegativa, ed è poi impoverito dalla peste, lacerato dalle jaqueries, devastatodalla guerra, sconfitto militarmente (Crécy è del 1347, e Poitiers del 1356:

147. Sono certo di averla letta, da qualche parte e molto tempo fa, ma confesso di nonsaper indicare, oggi, la fonte. Ho consultato al proposito alcuni amici esperti «montalisti» chemi hanno confermato sia l’autenticità della frase che la sua attuale irreperibilità entro il corpusdelle opere del poeta, il che mi fa sospettare che essa, proprio per la sua scorrettezza, siastata cancellata nel passaggio dal momento orale e giornalistico alla definitiva versione scritta.

148. Sen. IX 1, 36. Sul punto, vedi l’indignata replica contro tantam iniuriam di Jeande Hesdin, ed. Berté, pag. 150, e la contro-replica di Petrarca, che torna a citare le sue stesseparole, nel Contra eum, § 221, pagg. 78 ss. = ed. Crevatin, pagg. 116 ss.

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alle due sconfitte è dedicata, non a caso, la dodicesima e ultima eglogadel Bucolicum carmen, Conflictatio) e in piena recessione territoriale.Di più, c’è un fatto preciso che ci aiuta a capire in quale prospettiva Petrarcapotesse percepire i destini del regno di Francia. Fatto prigioniero a Poitiers,il re Giovanni il Buono non è neppure in grado di pagare la prima rata delproprio riscatto agli Inglesi, che intanto hanno riottenuto i territori compresitra la Loira e i Pirenei, e sono i Visconti, nel 1360, a pagarla per lui. Gli stessiVisconti, poi, alla fine dell’anno mandano Petrarca come loro ambascia-tore a Parigi a congratularsi con il re, quando gli Inglesi lo rilasciano (mapoi dovrà riconsegnarsi a loro, e morirà prigioniero a Londra, nel 1364) eil poeta attraversa allora una Francia irriconoscibile, «opulentissimum incineres versum regnum videns» (Sen. X 2, 32: ma si veda anche la primaparte della Fam. XXII 14). Ma la sconfitta militare e il disastro politico edeconomico non vanno da soli. Anche il primato culturale è ormai un ricordo,e si dovrà aspettare la metà del ‘400 e oltre perché la Francia possa comin-ciare a rilanciare la propria egemonia, e Petrarca è spettatore troppo lucidoper non cogliere i segni di questa debolezza e farsene testimone. E lo faproprio nell’orazione allora tenuta a corte, alla presenza del re, quandoimmediatamente premette di parlare in latino poiché «linguam gallicam necscio, nec facile possum scire»149. Si tratta, evidentemente, di un’aperta equasi provocatoria menzogna che intende sottolineare la distanza che divideil mondo culturale dell’oratore italiano e «romano» da quello municipale esubalterno del re francese. Sotto Parigi, insomma, sono arrivate le truppeinglesi e arriveranno poi le borgognone, ma certo non vi è mai arrivataquella translatio delle arti e dei saperi che Petrarca ostensibilmente maneggiacome cosa tutta sua.

Ma le maneggia, quelle arti e quei saperi, sullo sfondo di un’Italia divisae tormentata nella quale lo «stato regionale» dei Visconti poteva apparirecome la realtà più ampia e solida, e sullo sfondo di un’Europa in cercadi ricomposizioni territoriali e identità nazionali che si stavano rivelandoancora incerte e difficili. In questa situazione, l’iniziativa assolutamente

149. F. Petrarca, Collatio coram domino Iohanne Francorum rege, in Opere latine, acura di Antonietta Bufano, con la collaborazione di Basile Aracri & Clara Kraus Reggiani, intro-duzione di Manlio Pastore Stocchi, Torino: UTET, 1975, pagg. 1286-1309 (1288). E sarà ancheda sottolineare che, in apertura, Petrarca afferma che sarebbe stato più opportuno rivolgersial re di Francia in una lingua che a costui fosse più acceptior e notior di quanto fosse la latina,e insomma trova modo di sottolineare in vario modo che il latino è lingua sua, e non degliinterlocutori francesi. Per tutto ciò, vedi già le belle pagine di Carlo Dionisotti, «Tradizioneclassica e volgarizzamenti», in Geografia e storia della letteratura italiana, Torino: Einaudi,1971 (prima ed., 1967), pagg. 144-146.

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geniale –politicamente geniale, prima di tutto– di dar corpo a una reno-vatio per dir così transpolitica, che prevedeva la formazione di una societasdi intellettuali tendenzialmente disancorata da condizionamenti e compro-messi con i poteri locali, non poteva non avere successo, tanto più chetale iniziativa era condotta con una consapevolezza e una capacità realizza-trice perfettamente adeguate allo scopo. Insomma, la mancanza di unadiretta sponda politica si è trasformata nell’ingrediente più importante delsuccesso del progetto, e ne ha liberato le potenzialità. La grande propostadella mise au jour di un retroterra fondante e invero essenziale per un’ideadi civiltà che si rifacesse ai modelli della romanità e avesse al propriocentro una corrispondente «idea» dell’Italia che a sua volta anticipasse leattese e ai bisogni della nascente Europa, ebbene, tutto ciò scavalcava inun sol colpo i mille problemi di un puzzle politico tanto complicato quantoal momento irrisolvibile, e affrontava per la prima volta l’ordine vero dellatranslatio. In altri termini, potremmo ben ripetere che Petrarca apparecome l’unico che veramente ha capito che cosa tale translatio significassee quale somma di adempimenti comportasse, e ha dedicato la vita ametterla in atto. Così, si deve a lui se nell’immaginario collettivo, nonimporta quanto semplificatorio e grossolano, il Rinascimento italiano èapparso a lungo e forse tuttavia appare come il terzo momento forte dellanostra civiltà occidentale, dopo la Grecia e dopo Roma. Il suo lavoro èstato naturalmente enorme e, al suo tempo, senza paragoni possibili. Nedanno testimonianza, tra l’altro, tutte le opere antiche che egli ha letto,che ha corretto, interpretato e postillato, e che ha rimesso in circolazioneattraverso le sue opere latine e i suoi scambi epistolari. Ma anche ciò chenon ha conosciuto ne dà testimonianza. Petrarca non ha mai imparato ilgreco, eppure possedeva e venerava un grosso codice delle opere diPlatone (Parigino greco 1807, il cod. A dei moderni editori) nonostanteil contenuto gli restasse inaccessibile150, e la sua conoscenza del filosofosi limitasse al Timeo nella traduzione di Calcidio. Ma a dispetto di ciò, invirtù di quella che chiamerei una straordinaria intuizione culturale matu-rata a partire dai testi di sant’Agostino, egli ha condotto un’altra delle suelunghe e vittoriose battaglie per ridimensionare l’autorità sin lì incontra-stata di Aristotele, e per sostituirla con quella di Platone (a questo scopoè dedicato il suo De ignorantia, che nel ‘400 sarà letto e postillato dal

150. Aubrey Diller, «Petrarch’s Greek Codex of Plato», Classical Philology, 59 (1964),pagg. 270-272 (= Studies in Greek Manuscripts Tradition, Amsterdam: Hakkert, 1983, pagg.349-351). Vedi Enrico Fenzi, «Platone, Agostino, Petrarca», in Saggi petrarcheschi, Firenze:Cadmo, 2003, pagg. 519-552 (522-524).

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Cusano)151, imponendo all’umanesimo, come ha scritto Cassirer, la grandescelta tra i due filosofi, e spalancando dunque la porta al gran movimentodel platonismo rinascimentale.

Tutta la materiale fatica della translatio, tuttavia, e tutto l’impegno chepotremmo compendiosamente definire come filologico e storico, non basta.In esso, infatti, agisce una potente molla interna, una forza… Petrarca ripro-pone il sapere antico con tanta convinzione ed efficacia perché non èmosso solo da esigenze intellettuali, ma perché sa riattualizzare il modelloche l’antichità propone alla società del suo tempo attraverso una potentee profonda spinta di natura esistenziale. Egli non finisce mai di ricono-scersi nelle domande, nei tormenti, nelle speranze, negli affetti e insommanella «scienza della vita» dei grandi poeti e moralisti antichi, nei quali ritro-vava con sempre rinnovata emozione lo specchio migliore attraverso ilquale conoscere se stesso e il proprio intimo ethos. Così, è proprio in nomedi questa conclamata continuità dell’esperienza umana che il presente puòe deve tornare al passato, e trasformarne il sapere in possesso per sempre:ed è per questa via, per esempio, che riusciamo a intendere quella singo-lare e simbiotica intimità di Petrarca con Seneca, e che, avanzando lungoquesta traccia e leggendo Montaigne, pur così diverso, continuamente ritro-viamo, quasi a contropelo, Petrarca (che si sa essere ben presente neisonetti dell’amico, Etienne de la Boétie)152. Lo ritroviamo nei molti luoghi

151. Nicola Cusano (1401-1464) ha letto e parcamente annotato l’opera latina di Petrarcanei codici Cus. 53, 198 e 199 (contengono i due libri del De remediis), 200, conservati nellabiblioteca de St. Nikolaus Hospital di Bernkastel-Kues. Frutto curioso di tale rapporto, fomen-tato dal titolo dell’opera più famosa del Cusano, il De docta ignorantia, e responsabile inpassato di un’enfatizzazione forse eccessiva dell’influenza di Petrarca su Cusano, è il dialogocomposto nella seconda metà del ‘400 e falsamente attribuito a Petrarca De vera sapientia,in due libri, il primo dei quali è costruito assemblando un passo tratto dalla parte intitolataDe sapientia dell’Idiota del Cusano, il dialogo I 12, De sapientia, del De remediis (ma gli inter-locutori sono mutati in Orator e Idiota, come nel testo del Cusano), e una parte di autoreignoto, forse lo stesso autore del falso. Il secondo libro, invece, finisce di ritrascrivere il Desapientia del Cusano. L’editio princeps del testo pseudo-petrarchesco è del 1475, ed è statariprodotta poi come autentica nelle edizioni complete delle sue opere latine (Basilea: 1496,1554, 1581; Venezia: 1501, 1503); la scoperta della sua falsità si deve all’Übinger (1887),mentre la storia del falso è stata ricostruita da Klibanski (1937): per tutto ciò si veda la messaa punto di Giovanni Santinello, «Nicolò Cusano e Petrarca», in Studi sull’umanesimo europeo.Cusano e Petrarca - Lefèvre - Erasmo - Colet - Moro, Padova: Antenore, 1969, pagg. 7-42, ilquale pubblica in appendice le poche postille del Cusano al De remediis, ai Rerum memo-randarum libri, al De otio e al De ignorantia.

152. Vedi ora Concetta Cavallini, «La Boétie et Pétrarque», nel vol. Les poètes français dela Renaissance et Pétrarque, a cura di Jean Balsamo, Genève: Droz, 2004, pagg. 289-301.

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degli Essais nei quali si esaltano gli antichi spiriti, tanto superiori ai moderni,e il nutritivo colloquio con loro, e Roma, la più nobile delle città chefurono e saranno (della quale Montaigne è orgoglioso d’essere stato nomi-nato cittadino: quasi una replica dell’incoronazione petrarchesca!). E ancoradove Montaigne ripete il famoso paragone con le api, a proposito dell’i-mitazione creatrice (Fam. XXIII 19; Essais I 26), e soprattutto là dove sembradi risentire le sentenze e le parole medesime del De ignorantia, sulla natu-rale superiorità dell’essere buoni rispetto all’essere dotti, e sull’inutilità diconoscere la declinazione della parola «virtù» quando non la si sa metterein pratica, cosa che un contadino, miglior seguace della «vera filosofia» diquanto non siano i filosofi, riesce invece a fare benissimo. Queste parolevanno infatti lette, in Montaigne, non come una banale apologia della bontàilletterata, ma piuttosto come la conferma di quella linea di appropriazionesostanziale del messaggio morale degli antichi che Petrarca già duecentoanni prima ha rivendicato a sé, quale suo compito epocale153.

La vittoria relativamente facile della translatio petrarchesca nelle sueistanze propriamente umanistiche e civilizzatrici è stata favorita dalladistanza, dall’intatto prestigio e dall’universalità dei punti di riferimento aiquali si rifaceva, certo non sminuiti dall’appello polemico e tutto idealealla prossima resurrezione della sepolta romanitas italiana. E ciò compor-tava pure un’inedita riflessione sul tempo e sulla profondità dei suoi cicli,e imponeva una capacità nuova di astrazione e concentrazione inte-llettuale che finiva per sacrificare a una pervasiva nozione di «classicismo»la dimensione nazionale e concretamente sociale, per non dire propriopopolare, della cultura e del linguaggio. Ma quel sacrificio, che per la suaparte e per quanto era materialmente possibile ha colpito anche Dante,sul lungo periodo ha assunto valenze diverse e persino opposte.

Il disancoramento politico, infatti, e l’universalismo culturale che inquella congiuntura è stato una delle condizioni essenziali del successodell’operazione di Petrarca, portava in sé anche le ragioni della sua trasfor-mazione, inizialmente nascoste entro l’equivoco della sua virtuale italia-nità. Era in effetti del tutto naturale che dopo aver nutrito e per dir così postole basi unitarie della cultura europea ed essersi rivolto ed aver associato asé le sue élites intellettuali, tale progetto tornasse ad innervarsi nelle singoleunità nazionali, trovasse le sue reali controparti politiche e sociali, e comin-

153. Altro nome che non dovrebbe mancare è quello di Erasmo, ma mi limito per ciòa rinviare al capitolo IX, De Erasmo a Petrarca, del volume di Francisco Rico, El sueño delhumanismo, pagg. 126-152, che lapidariamente conclude: «en sustancia Erasmo estaba enPetrarca».

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ciasse a procedere e infine a trasformarsi per vie proprie154. Ma ciò è avve-nuto altrove, in Spagna e in Francia. Qui in particolare, nel corso del ‘500,la recentissima e tuttavia operante eredità del rinascimento italiano è statastoricizzata e riportata entro lo schema fondamentale dello sviluppo proprio,ancorato a radici proprie, riscoprendo e aggiornando il discorso che Hesdinfaceva già duecento anni prima. La Francia torna allora a riproporsi qualeterminale europeo della translatio, e mentre prepotentemente si affermacome l’erede naturale del meraviglioso «stile italiano», comincia a chiudereo limitare all’essenziale l’attraversamento della parentesi petrarchista, eriprende in mano, per contro, il filo della propria identità nazionale (è inte-ressante ed anche un filo paradossale come proprio in questa chiave i pole-mici petrarchisti francesi della prima metà del ‘500 tornino ad esaltare ilRoman de la rose): essa ritrova, insomma, di là dalla lunga parentesi, ipropri «buoni tempi antichi», e inverando il presente nel passato recuperaper intero la propria storia. Ma ciò è esattamente quello che l’Italia non hapotuto fare, perché il ritorno a Roma e alla sua eredità, privo di qualsiasisviluppo nella concreta dimensione storico-politica, si è trasformato inevi-tabilmente, anche à rebours, in un auspicio culturale, per quanto appassio-nato e sincero; è rimasto un ideale elitario che ha dato forma a una identitàaltrettanto ideale ed altrettanto elitaria, confinata nella sfera sublimatadell’arte e della letteratura, e in quella, drammatica, della riflessione e consa-pevolezza storica. Con momenti di intima tensione. Due sono i petrar-chismi, infatti, che per un momento occupano la scena nei primi decennidel ‘500 italiano: quello di Machiavelli, nel quale risuona ancora la forzadi quell’auspicio nell’originaria e potente genericità del suo appello a unatranslatio in chiave nazionale e politica, e quello letterario di Bembo,normativo e istituzionale. Ma il petrarchismo di Machiavelli è quello che,sullo sfondo del collasso del «sistema» italiano, ha perduto, da sempre. Ilpetrarchismo di Bembo è quello che, in quel collasso, ha vinto.

Questo è tuttavia un altro discorso. Restiamo invece ai termini dellatranslatio e al fatto che il deliberato puntuale attacco di Petrarca ha avutonei secoli seguenti l’onore di una lunga storia entro la cultura francese,chiamata a confrontarsi con i suoi giudizi, tanto più che essi sembravano

154. Su questa linea, si veda soprattutto il recente volume di William J. Kennedy, TheSite of Petrarchism. Early Modern National Sentiment in Italy, France and England, Balti-more & London: The John Hopkins University Press, 2003. Ma avverto anche che per tuttaquesta ultima parte il testo a cui faccio continuo e implicito riferimento è l’appena sopracitato El sueño del humanismo di Rico, e qui in ispecie i tre ultimi capitoli che dell’età umani-stica propriamente detta tracciano la lucidissima parabola finale.

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ormai definitivamente incarnati nello splendore del Rinascimento italiano.Importa dunque che il nome di Petrarca resti fortemente connotato dallasua polemica anti-francese che, per esempio, mette in difficoltà un ammi-ratore sincero come Jean de Montreuil155, e suscita invece l’animosa oppo-sizione di Nicolas de Clamanges. Il caso è particolarmente significativo. Lamiccia fu accesa dal cardinale Galeotto da Pietramala che nel 1394 scrisseal Clamanges elogiandone lo stile latino, davvero eccezionale in un paesesul quale gravava la severa diagnosi di Petrarca. Clamanges rispose sùbitocon due lettere, respingendo duramente quelle accuse, ma soprattutto tornòsull’argomento anni dopo, in una lettera del 1423 a Renaud de Fontaines,vescovo di Soisson156. Qui, con tecnica squisitamente petrarchesca,Clamanges non nomina mai l’avversario contro il quale polemizza, e silimita a coprire di disprezzo la verbosa loquacitas dell’innominato, e la suafarraginosa e inutile erudizione classica priva di serietà e nerbo morale157.In breve, Clamanges ributta su Petrarca quelle stesse accuse che Petrarcamuoveva contro Jean de Hesdin, e finisce per riattualizzare quell’anticacontesa che evidentemente non ha perduto nulla del suo significato. Dipiù, merita soprattutto rilevare che Clamanges non si limita a questo, manel ribaltare nuovamente la questione si atteggia, egli stesso, al Petrarcadella situazione! Basta infatti vedere come rivendichi a sé, nel presente ein Francia, quello stesso ruolo che Petrarca, «sul confine tra due popoli» siattribuiva nel famoso passo dei Rerum memorandarum, I 19, sopra citato.Scrive dunque Clamanges in una lettera a Gontier Coll di aver lavoratoaffinchè l’eloquenza ormai sepolta in Gallia potesse rinascere e produrrenuovi fiori, e di aver riaperto con il suo esempio una via già da troppotempo ostruita («ipsam eloquentiam diu sepultam in Galliis quodammodorenasci novisque iterum floribus, licet priscis longe imparibus, repullulare

155. Vedi soprattutto Ezio Ornato, «La prima fortuna del Petrarca in Francia. I – Le letturepetrarchesche di Jean de Montreuil», Studi francesi, 5 (1961), pagg. 201-217, e «II – Il contri-buto del Petrarca alla formazione culturale di Jean de Montreuil», ibid., pagg. 401-414.

156. Per questo episodio rimando alla ricostruzione fatta da Dario Cecchetti, «Sullafortuna del Petrarca in Francia: un testo dimenticato di Nicolas de Clamanges», Studi fran-cesi, 11 (1967), pagg. 201-222.

157. Andrebbe inserita a questo punto qualche considerazione sul più generale attaccocontro gli italiani (pavidi, chiacchieroni, traditori, privi di qualsiasi consistenza morale, ecc.)che la cultura francese sviluppa nel corso del ‘500. Ma qui non posso che rimandare alricco e intrigante repertorio fornito da Lionello Sozzi, «La polémique anti-italienne enFrance au XVIe siècle», Atti della Accademia delle Scienze di Torino. II. Classe di Scienzemorali, storiche e filologiche, 106 (1972), pagg. 99-190, che tra l’altro si presta a varieconsiderazioni attualizzanti.

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laboravi […] meo exemplo previoque ducatu viam diutius obseptam aliqua-tenus aperui»). Clamanges nega dunque a Petrarca persino quel ruolo storicoche gli verrà universalmente riconosciuto, e per contro, con gesto di grandesignificato, pone se stesso e la Francia al centro del rinnovamento umani-stico. Egli rappresenta dunque un anello fondamentale nella trasmissionedella polemica dai tempi di Petrarca al maturo Rinascimento, e non è certoun caso se, continuando a citare Petrarca per allusioni, nei primi anni del‘500 s’infittisce la schiera di chi la ripiglia, da Robert Gaguin che ripete leaccuse di verbosità nel De origine et gestis Francorum compendium, aValeran de Varannes nel Carmen de expugnatione genuensi, GuillaumeBudé, De asse et partibus eius e altri, tra cui Symphorien Champier cheaddirittura ristampa nel 1507 il testo di Hesdin nel suo Trophoeum Gallorumquadruplicem eorundem complectens historiam158.

Naturalmente tutto ciò va riportato entro la costante, irriducibile preoc-cupazione egemonica dei francesi159, che spicca, per non fare che unesempio facile ma specialmente significativo, in Du Bellay. Egli pubblicanel 1549 i sonetti petrarcheschi dell’Olive: ebbene, nello stesso annopubblica anche la Deffence et illustration de la langue françoyse nella quale,è vero, riconosce il valore di modello dei sonetti di Petrarca, ma sin dal prin-

158. Rispettivamente, Parigi: Kerver, 1501; Parigi: Niccolò da Prato, 1507; Parigi: JosseBade, 1514; Lione: Jeannot de Campis, 1507. Per quest’ultima indicazione, in particolare,rimando ancora a D. Cecchetti, «Sulla fortuna del Petrarca», pag. 213: di questa stampa nonparla la Berté, Jean de Hesdin: vedi pagg. 27, nota 1, e 63-65. Sulle opere di Champier, vediPaul Allut, Étude Biographique et Bibliographique sur Symphorien Champier, Lione: NicolasScheuring, 1859, in part. pagg. 149-152, per il Liber de quadruplici vita, entro il quale ècompreso il Trophoeum. Ma si vedano pure le correzioni e gli aggiornamenti di James F.Ballard & Michel Pijoan M. D., «A preliminary check-list of the writings of Symphorien Cham-pier», Bulletin of the Medical Library Association, 28 (1940), pagg. 182-188.

159. Nel quadro di questa preoccupazione annoto, del tutto a margine, un piccolo egustoso particolare. Il volume Quatuor libri amorum dell’umanista tedesco Konrad Celtis(Norimberga: Sodalitas Celtica, 1502) si orna di una xilografia di Albert Dürer che rappre-senta la Filosofia in trono; tra altri elementi, attorno stanno quattro medaglioni dedicati rispet-tivamente agli Egipciorum sacerdotes et Chaldei, rappresentati da Tolomeo; ai Grecorumphilosophi rappresentati da Platone; ai Latinorum poetae et rhetores rappresentati da Cice-rone e Virgilio (ma il mezzobusto è solo quello di Virgilio); ai Germanorum sapientes rappre-sentati da Alberto Magno. In alto sta la scritta: Sophiam Greci vocant, Latini Sapienciam. |Egipcii et Chaldei me invenere, Grecis scripsere, | Latini transtulere, Germani ampliavere.Secondo questo modello di translatio in chiave tedesca proprio i francesi, come si vede,sono assenti. Vedi The complete woodcuts of Albrecht Dürer, edited by Willi Kurth, introduc-tion by Campbell Dodgson, New York: Dover Publ. Inc., 1963, pagg. 23-24 e pag. 146 (ripro-duzione a tutta pagina); Eugene F. Rice, The Renaissance Idea of Wisdom, Westport,Connecticut: Greenwood Press, 1973 (prima ed., 1958), pagg. 96-97, e nota 11.

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cipio afferma che in nulla la Francia è inferiore agli antichi greci e romani,e che, al presente, essa è ormai in diritto di chiamare «barbari» gli altri. Maè alla fine che l’obiettivo polemico viene allo scoperto, là dove scrive che«la France, soit en Repos, ou en Guerre, est de long intervale à preferer àl’Italie, serve maintenant et mercenaire de ceux, aux quelz elle souloitcommander» (II 12), e nella breve, impetuosa Conclusion de tout l’Oeuvre(una sorta di «marsigliese»: «marciate, Francesi…»), ove esorta a piller senzaremore d’alcun tipo i tesori antichi, ora che la forza e la sicurezza sonotutte dalla parte della Francia: «Nous avons echappé du millieu des Grecz,et par les Scadrons Romains penetré jusques au Seing de la tant desiréeFrance. La donq’ Francoys, marchez couraigeusement vers cette superbeCité Romaine: et des serves Despouilles d’elle (comme vous avez fait plusd’une fois) ornez voz Temples et Autelz»160. Più chiari di così non si può

160. Cito dalle Œuvres complètes del Du Bellay, La Deffence, et illustration de la languefrançoyse, édité par Francis Goyet & Olivier Millet, Paris: Champion, 2003, I, rispettivamentepagg. 75-76 e 81 (riproduce fedelmente l’edizione del 1549, e l’accompagna con un lungosaggio ove largo posto è fatto a Bembo e a Sperone Speroni). Molto altro si dovrebbe aggiun-gere, anche se si finirebbe così nel campo diverso, anche se strettamente legato al nostro,del petrarchismo. Si ricordi almeno che nel 1553 Joachim du Bellay compone un’ode assaifamosa, J’ay oublié l’art de petrarquizer, con la quale prende le distanze dal modello petrar-chista della poesia d’amore, denunciato come mero prodotto culturale, sentimentalmentefalso e letterariamente artificioso. Non lo fa solo qui, del resto. Egli ripeterà infatti le stessecose nell’Elegie d’Amour, nel 1558, e ancora nel quarto sonetto dei Regrets, Je ne veulx feuil-leter les exemplaires Grecs. In questi versi è soprattutto interessante l’opposizione di carat-tere storico-temporale che implica il ricorso al concetto di translatio: prima erano i francesiquali legittimi titolari della poesia amorosa (l’Amore «estoit François»!); poi è arrivata la paren-tesi della falsità petrarchesca ad inquinare i semplici e onesti rapporti tra amanti; infine ilmoderno poeta denuncia tale falsità con la forza che gli deriva dalla riscoperta eredità deisuoi lontani predecessori. Siamo dinanzi, insomma, a un vero e proprio schema storiogra-fico, che sembra conferire una consapevolezza maggiore a uno spunto topico già presentenella poesia francese, per esempio in Héroët e in Mellin de Saint-Gelais, e poi nei poetidella Pléiade, seppur con varie ambiguità, e in particolare in Jodelle. Costui è assai vicinoall’amico Du Bellay nel denunciare le erudite finzioni della lirica amorosa succube di modellistranieri: onde egli, per parte sua, dichiara la propria preferenza per la poesia antica delproprio paese ed esalta, anche in questo caso d’accordo con Du Bellay, il Roman de la Rose,la cui grandezza era già stata rivendicata, una generazione prima, da Molinet e da Lemairede Belges (si veda, di Du Bellay, il lungo componimento di 354 versi Ma passion qui n’apeur, e ancora, per esempio, il sonetto La Roche de Caucase, où du vieil Promethe). Ma nonbasta. Du Bellay dà altrove un severo giudizio sulla cultura italiana vecchia e noiosa, nelsonetto Je me feray sçavant en la philosophie, e in uno dei suoi ultimi componimenti tornaad attaccare la moda del «viaggio in Italia», dal quale si imparerebbe solo l’arte della finzionee della menzogna, mentre nel sonetto 95 dei Regrets, Maudict soit mille fois le Borgne deLibye, se la prende addirittura con Annibale, responsabile di aver aperto una via attraverso

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essere, né più aggressivi nel riprendere quanto scriveva l’anno prima, in tonoassai più moderato, Thomas Sebillet, nella sua Art poétique françois: «Maisen ce avons nous comme en toutes choses suivy notre naturel, qui est deprendre des choses estrangeres non tout ce que nous y voions, ains seule-ment que nous iugeons faire pour nous, et estre a nostre avantage»161. Maassai significativamente parla di pillage e di despouilles anche Ronsard,anch’egli ricco di umori polemici nei confronti del modello petrarchista,nell’ode À sa lyre (Odes I 22, 29-36):

Por te monter de cordes et d’un fust,voire d’un son qui naturel fust,je pillay Thebe [Pindaro] et saccageay la Pouille [Orazio],t’enrichissant de leur belle despouille.

Et lors en France avec toy je chantay,et jeune d’ans sur le Loir inventayde marier aux cordes les victoires,et des grans Rois les honneurs et les glories.

Il quale Ronsard riprende pure il motivo della translatio nella sua vestepiù canonica in un’altra delle sue odi, la II 20, À Antoine de Chasteignerde la Rode de Posé, vv. 9-12:

Desus le Nil jadis fut la science,puis en Grece elle alla,Rome depuis en eut l’experience,Paris maintenant l’a,

anche se, questa volta, non tanto nel quadro dell’esaltazione delle glorienazionali, ma in quello della mutevolezza incessante di ogni realtà umana162.

le Alpi mettendo in comunicazione la Francia e l’Italia. Egli sfoga anche altrove questi suoirancori (per esempio, nei sonetti 127 e 133 dei Regrets aggredisce rispettivamente la corru-zione romana e «ces coïons magnifiques» dei senatori veneziani), e così facendo si allinea aquella tradizione indagata da Sozzi (vedi sopra, nota 157) che da tempo contrapponeva ilbon naturel e la serietà dei francesi allo strisciante e disincantato «paganesimo» degli italiani.Per tutto ciò, con particolare riguardo agli aspetti ideologici dell’ideologia romana, vediBarbara Vinken, Du Bellay und Petrarca: das Rom der Renaissance, Tübingen: Niemeyer, 2001.

161. Paris: Corrozet, 1548, fol. 62r.162. La strofa è infatti incorniciata da queste altre due: «Comme le temps vont les choses

mondaines | suivant son mouvement: | il est soudain, et es saisons soudaines | font leurs

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Ma ancora esemplare, e largamente riassuntiva delle posizioni di tutti gliautori francesi che qui non posso ricordare, è infine la testimonianza diGuy Le Fèvre de La Boderie, autore di un poema in cinque cercles, LaGalliade, una sorta di storia universale delle civiltà sin ossessivamenteconcentrata sull’eccellenza della Gallia, prima delle terre emerse dopo ildiluvio e da allora madre di tutte le scienze ed arti del mondo (arti e scienze«qu’eurent les Grecs de nous, et non pas nous des Grecs»)163, che avrebberocominciato a tornare a lei come al loro luogo d’origine a partire dal regnodi Francesco I. In particolare, la poesia sarebbe stata un’invenzione dellaquale va dato l’intero merito al mitico Bardo, quinto re dei Galli dopo ildiluvio (lo diceva già Du Bellay nella Déffence, II 8, rinviando a Lemairede Belges), e proprio muovendo dalla Gallia le Muse sarebbero andateperegrinando via via presso i popoli antichi, passando dall’uno all’altro einfine dai Greci ai Romani. Poi, caduto l’impero romano, dopo un lungointervallo durante il quale rimasero nascoste, esse –infausta deviazione!–sarebbero state accolte dai poeti di lingua toscana, in particolare Dante,Petrarca, Sannazaro, Bembo, Aretino, Ariosto. Ma…

[...] errants par la Toscaneont acquis non un teint et couleur de basane,

cours prontement […] Villes et forts et royaumes perissent | par le temps tout expres, | etdonnent lieu aux nouveaux qui fleurissent | pour remourir apres». Per Ronsard e Petrarca,da lui «visceralmente assimilato», vedi il fitto repertorio di André Gendre, «Pierre de Ronsard»,nel vol. Les poètes français de la Renaissance et Pétrarque, pagg. 229-251. Resterebbe daparlare della Franciade (1572: vedi Denis Bjaï, La «Franciade» sur le métier: Ronsard et lapratique du poème héroïque, Genève: Droz, 2001), e del suo tardo tentativo di rinfrescarein funzione nazionale ed encomiastica il mito delle origini troiane: ma è intanto significa-tivo che, anche se Lemaire de Belges celebrava le peuple de Gaule quale «nepveux d’Hector,enfans de Francïon» in La concorde des deux langages, V 589, François Hotman nella suaFranco-Gallia fondi per contro il proprio programma nazionalistico sulle pure radici gallichedella nazione francese, rinunciando deliberatamente e con forte sottolineatura polemica aogni principio di legittimazione storica che facesse di Francion un altro Enea: «Quant auxautres, qui pour le goust qu’ils ont pris à des fables & contes faits à plaisir, ont rapportél’origine des François aux Troiens, & à un ne scay quel Francion fils de Priamus: ie n’enveux dire autre chose, sinon qu’ils ont plustost fourny de matiere à escrire au Poëtes, qu’auxhistoriens veritables» (cito dalla traduzione francese, Gallia françoise, di Simon Goulart,Colonia: Hierome Bertulphe, 1574, pag. 45). Vedi sopra, nota 93.

163. Cercle I, fol. 33r, nell’edizione di Parigi: Guillaume Chaudière, 1578, dalla qualecito (ma si veda l’edizione critica a cura di François Roudaut, Paris: Klincksieck, 1993).Sull’autore, vedi ora Rosanna Gorris Camos, «Traduire la Vierge: l’Hymne à la Vierge sacréedu toscan de Pétrarque traduit par Guy Le Fèvre de la Boderie», nel vol. Les poètes françaisde la Renaissance et Pétrarque, pagg. 363-378.

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ainçois un teint fardé, un maintien decevant,et gestes plus lascifs qu’onques au paravant,un Amour feint qui sçait le transy contrefaire:bref l’air Italien qui à tous ne peut plaire,et ne nouveaux attours, ou plutost refripez,sur le Latins et Grecs subtilment gripez,si que chacune Nymphe, autrefois simple et sainte,fut lors de plus en plus Italienne et feinte (cercle V, cc. 122r-122v).

Il loro pellegrinaggio a questo punto termina, perché finalmente, dopola provvisoria e malsana sosta italiana, se ne tornano là dove erano nate,in Francia, dove ritrovano il candore, la salute e la magnificenza originarie.Non tornano tuttavia a mani vuote, ma portano in dono tutto ciò che di belloe raro hanno pillé nei loro lunghi viaggi, da quelli presso i Caldei e gliAssiri sino, appunto, agli Italiani. Così, Le Fèvre riprende lo spunto da DuBellay che già nella Déffence, abbiamo appena visto, esortava a «spogliare»Roma delle sue bellezze per ornarne i templi francesi, e arrichisce il motivo-guida del «ritorno» che domina tutto il poema (onde il cerchio è la figuraperfetta continuamente invocata dall’autore) con quello della ripetuta tran-slatio delle arti e dei loro successivi incrementi da un possessore all’altro,sino all’ultimo e più degno, con ripresa e variazione in chiave filo-francesedell’antico motivo ermeneutico dell’ «oro degli Egizi», o della «bella prigio-niera» già riproposto da Du Bellay medesimo164.

Le Fèvre non è il solo a dire queste cose, e per molti aspetti non è, a benvedere, che un epigono. Ma ci vorrebbe ben altro che un saggio se volessimoricordare tutti gli autori e i testi francesi che, dal ‘400 agli anni della Galliade,hanno polemizzato con le affermazioni di Petrarca e hanno delineato scenarie accampato diritti come quelli che abbiamo appena letto165. La citazionefatta sopra, tuttavia, è esemplare nel suo ruolo di rovescio dialettico delle

164. Vedi sopra, note 47-50.165. Anche la bibliografia relativa è sterminata. Ma si troverà tutto l’essenziale, e ben

ragionato, nei saggi raccolti nel prezioso volume Les poètes français de la Renaissance etPétrarque, già ripetutamente citato (sinteticamente, non si può non condividere la conclu-sione del primo saggio del curatore, Jean Balsamo, «Nous l’avons tous admiré, et imité: nonsans cause. Pétrarque en France à la Renaissance: un livre, un modèle, un mythe», pag. 32:«L’histoire de la réception de Pétrarque en France à la Renaissance est celle d’une paradoxalecélébration de la poésie française»). Nel volume è compreso anche un eccellente saggio diRomana Brovia, «Clément Marot e ‘l’umanesimo cristiano’ del Petrarca», pagg. 73-83: della stessastudiosa si veda ora «Traduzione e ricezione del Petrarca latino in Francia. Rassegna di studifra due centenari (1904-2004)», Lettere italiane, 57 (2005), pagg. 287-327.

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posizioni di Petrarca, e insieme, dalla tarda specola del 1579, è capacedi farcene intuire l’intelligenza strategica e la forza. Ma basti dire ancora–e qui davvero chiudo, districandomi dalle maglie del «petrarchismo» etornando al tema– che il concetto della translatio studii torna nel tempocon accenti che paiono essere sempre gli stessi, ma come subisca purealcune decisive torsioni sulle quali occorrerà riflettere meglio. Per esempio,la sua lontana matrice universalistica, calibrata sulla riconosciuta universa-lità dell’oggetto, sembra rivivere quale ideale appannaggio dell’ideologiae dell’esperienza di Petrarca e dell’umanesimo italiano. L’inflessione insenso più propriamente nazionale e politico del concetto sta invece quasitutta dalla parte della Francia, nei tre «tempi» nei quali potremmo grosso-lanamente dividerlo: la renovatio imperii di Carlo Magno; la «rinascita» delXII secolo nella sua accezione prettamente parigina e universitaria, e infinenel XVI secolo, dopo la parentesi italiana alla quale gli stessi francesi seppura denti stretti rendono omaggio, la ripresa in grande da parte della Franciadella sua vocazione alla leadership culturale europea. Ma in tale versione,ovviamente non più romano-imperiale ma semmai nazionalistica ed accam-pata sullo sfondo della decadenza italiana, la Francia non è sola, perchéla translatio trova la sua sponda naturale nella coscienza di sé che alimentale auto-rappresentazioni di un’altra grande monarchia europea, la Spagna.Se è indubbio, infatti, che l’asse di gran lunga più importante lungo il qualecorre il motivo della translatio è quello francese, è anche vero che essofinisce per affacciarsi negli stessi modi anche nella Spagna conquistatricee guerriera166, e torna anche qui a rivestire la sua forma classica, com’è per

166. Anche se in formato assai ridotto rispetto alla Francia, il nostro tema potrebbeessere inseguito in verità anche nella Spagna medievale, seppur con caratteri affatto parti-colari data la sua sostanziale estraneità (ma un discorso a parte richiederebbe Alfonso ilSavio) alle dinamiche della translatio imperii. Vedi in proposito il ricco contributo di GainesPost, «Blessed Lady Spain-Vincentius Hispanus and Spanish National Imperialism in the Thir-teenth Century», Speculum, 29 (1954), pagg. 198-209, che riferisce come il giurista e decre-talista Vincenzo Ispano, nella prima metà del ‘200, annotasse che «regimen mundi, exceptoregimine hyspanie, translatum est ad teutonicos», e conclusivamente osserva che il medesimoVincenzo «glorifies Spain and the Spanish and believes that the Spanish are superior to theFrench and the Germans, and by their virtues merit the empire they have won and areexpanding. This empire, however, is not the old, theoretically universal, Holy Roman Empire,which he would transfer from the Germans to the Spanish. It is, I feel, the Empire of Spain,of the Iberian Peninsula. His ideal, therefore, seems to be a continuation of the traditionalfeeling in Spain of the unity of Spanish history and civilization from the Visigothic period tothe Reconquest. His ideal is no doubt limited, moreover, by the theory that the kingdom ofSpain is independent of the Holy Roman Empire, for the king recognizes no superior and isemperor in his own realm, and by his own belief that Spain was never ruled by Charlemagne».

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esempio in questa pagina di Fernán Pérez de Oliva, il quale si augura che,a questo punto, il movimento abbia finalmente a fermarsi:

al principio del mundo fue el Siñorio en oriente, despues mas abaxo enla Asia. Despues lo vuiron Persas y Caldeos; de ay vino a Egypto, de aya Grecia y despues a Italia, postrero a Francia. Agora de grado en gradoviniendo al occidente parecio en España, y a avido crecimiento en pocodias tan grande, que esperamos ver su cumplimient167.

Ed è singolare come Fernando de Herrera nelle Anotaciones a la poesíade Garcilaso (1580) riecheggi le posizioni medesime che già abbiamo vistorafforzarsi in Francia intorno alla metà del secolo. Sùbito, nelle prime intensepagine del suo commento, egli attacca i deboli e passivi imitatori di Petrarcae proclama: «Yo, si desseara nombre en estos estudios, por no ver enve-gecida y muerta in pocos días la gloria, que piensan alcançar eterna losnuestros, no pusiera el cuidado en ser imitador suyo [di Petrarca], sinoendereçara el camino en seguimiento de los mejores antiguos, i juntando

In questo stesso quadro in cui la Spagna «no podía dejar de sentir como injusto el mito dela translatio studii in Galliam» va inserita l’invenzione dell’origine spagnola di Aristotele daparte di Lucas de Tuy nel suo Chronicon mundi (1236), ripresa da Juan Gil de Zamora nelsuo De preconiis Hispanie (terminato nel 1288) e da qui passata, intorno al 1440, nella Coro-nación del Marqués de Santillana di Juan de Mena: tutta questa intrigante vicenda, che vedeanche l’intervento di Petrarca, il quale, polemizzando con Jean de Hesdin, colpisce di stri-scio anche Gil de Zamora che «patrie sue vano ebrius amore» aveva fatto di Aristotele unospagnolo (Contra eum, ed. Berté, pag. 92 = ed. Crevatin, pag. 130), è perfettamente rico-struita da F. Rico, «Aristotele Hispanus», passim, al quale rimando anche per ulteriori indica-zioni bibliografiche. Ma va detto che anche la Spagna rende omaggio alla clergie parigina:lo fa, per esempio, proprio nei primi decenni del XIII secolo il Libro de Alexandre: «La çibdatde París yazié in media Françia, | de toda clerezía avié grant abondançia» (2582-2583, ed.Cañas: vedi José Antonio Maravall, Antiguos y modernos. Visión de la historia e idea deprogreso hasta el Renacimiento, Madrid: Alianza Editorial, 1986 [I ed. 1966], pagg. 216-220).Su un piano diverso, si può anche ricordare che nei primi del secolo successivo, seppurindirettamente, Juan Ruiz, nel suo Libro de buen amor 46ss., rimanda alla topica della tran-slatio studii (ma, nel caso, legum) dalla Grecia a Roma: «Entiende bien mis dichos e piensala sentençia;|non me contesca contigo como al doctor de Greçia|con el ribal romano e supoca sabiençia,|quando demandó Roma a Greçia la çiençia.|Ansí fue que romanos las leyesnon avíen.|Fuéronlas demandar a griegos que las tenién».

167. Las obras del maestro Fernán Pérez de Oliva [...] con otras cosas que van añadidas,Córdoba: Gabriel Ramos Bajarano, 1586, fol. 134r. Occorre ricordare che già molto tempoprima per Ottone di Frisinga la scienza dall’Egitto, sua culla, «translatam esse [...] ad Grecos,deinde ad Romanos, postremo ad Gallos et Hyspanos diligens inquisitor rerum inveniet»(vedi sopra, note 89-90).

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en una mescla a éstos con los italianos, hiziera mi lengua copiosa i rica deaquellos admirables despojos». Il discorso continua assai bello e inte-ressante, là dove esalta le qualità della lingua spagnola e dove rapidamentegiudica Boscan, Diego Hurtado de Mendoza e Cetina (ma, a parte, ancheSannazaro, Bembo e Molza) e torna con grandi elogi al Marchese di Santil-lana, che nel ‘400 già avrebbe mostrato la via giusta perché «tentó primerocon singular osadía i se arroyó venturosamente en aquel mar no conocido,i bolvió a su nación con los despojos de las riquezas peregrinas»168. Ecco:si noti come qui e là, nei due passi, ricorra il termine despojos, che non acaso ci ricorda i tesori, le despouilles che, da Du Bellay a Ronsard a LeFevre, le Muse francesi avrebbero pillées in giro per il mondo e segnata-mente in Italia per poi riportarli in patria e farne cosa propria. Ma ci ricordaanche qualcosa di diverso, che oltrepassa il campo delle lettere, e cioè cheera del tutto naturale che spagnoli e francesi, nella seconda metà del ‘500,guardassero all’Italia come terra di despojos, rivendicando alla loro nazionequel superiore diritto di mescla e appropriazione nei confronti della culturaitaliana, che non pareva ormai avere altra positiva funzione oltre quella diessere depredata o, se si preferisce, «translata» altrove dai vincitori. E acavallo tra il secolo XVI e il XVII Bartolomé Leonardo de Argensola, per altroottimo petrarchista, ribadirà in forma esemplare che la Spagna vencedorae i suoi eroi valgono ben di più di una moda poetica d’importazione, scri-vendo nell’epistola al principe di Squillace:

Antes pidiera a Clío la sonoratrompa con que los héroes eterniza,y celebrara a España vencedora,que imitar el furor que petrarquiza169.

Di nuovo, e ormai inevitabilmente, si arriva alla translatio attraversoPetrarca e il petrarchismo, e di nuovo, come in Du Bellay e Ronsard, perrestare ai pochi esempi che abbiamo fatto, si osserva la netta e reciprocasovrapposizione di un discorso letterario e di un discorso nazional-poli-tico che fa leva su les victoires, les honneurs e les glories delle rispettive

168. Fernando de Herrera, Anotaciones a la poesía de Garcilaso, a cura di Inoria Pepe& José María Reyes, Madrid: Cátedra, 2001, rispettivamente pag. 273 e pag. 278.

169. Rimas de Lupercio y Bartolomé de Argensola, a cura di José Manuel Blecua, Zara-goza: Institución Fernando el Catolico, 1950-1952, II, pág. 159: XXIII 76-80. Vedi Joseph G.Fucilla, Estudios sobre el petrarquismo en España, Madrid: Revista de Filología Española-Anejo LXXII, 1960, pagg. 189 ss. (e la citazione di Luis de Narváez, avanti, nota 173).

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monarchie. Il che, quasi a chiudere il cerchio aperto all’inizio, ci porta aquanto ha illustrato Eugenio Asensio nel saggio che deve il titolo alle celebriparole scritte da Antonio de Nebrija nel prologo alla sua Gramática caste-llana del 1492: «La lengua compañera del imperio»170. Lo studioso muovedal prologo di Lorenzo Valla alle sue Elegantiae, ove la lingua latina è esal-tata come la forma perenne nella quale tuttavia vive e regna l’imperoromano, e mostra come tale lugar común che instancabilmente risuonanella bocca degli umanisti italiani venga ripreso e modificato in Spagnaquasi per una forma di «nobile emulazione»: «La escuela de latín se trans-forma insensiblemente en escuela de romance y la lengua de Roma, primeropiedra de toque, pasa a ser trofeo con que se enriquece el arsenal de laespañola o portuguesa. El proceso de emancipación se observa igualmenteen la obra de los filólogos que, apoyándose en las enseñanzas tanto de losantiguos como de los humanistas recientes, alzan el edificio de las gramá-ticas nacionales»171. La linea del discorso è semplice e allinea, a partire daValla e dal suo «luogo comune», le testimonianze di Gonzalo García deSanta María che nel 1490 sostiene la necessità che il nuovo regno natodall’unione di Castiglia e Aragona adotti la lingua di Castiglia, cioè la linguadi corte, proprio come l’ha adottata egli stesso, che pure era aragonese:

E porque el real imperio que hoy tenemos es castellano, y los muyexcellentes rey e reyna nuestros senyores han escogido como por asientoe silla de todos sus reynos el reyno de Castilla, deliberé de poner laobra presente en lengua castellana. Porque la fabla comúnmente, másque otras cosas, sigue al imperio. E quando los principes que reynantienen muy esmerada e perfecta la fabla, los súbditos esso mismo latienen. E quando son bárbaros e muy ajenos de la propriedad del fablar,por buena que sea la lengua de los vassallos e subjugados, por discursode luengo tiempo se faze como la del imperio172.

Il tema è poi riformulato da Nebrija in una più ampia prospettiva diintegrazione nazionale173 e torna infine, in chiave più accentuatamente

170. Revista de Filología Española, 43 (1960), pagg. 399-413.171. E. Asensio, La lengua, pag. 400.172. Traggo la citazione da Asensio, La lengua, pagg. 403-404, che a sua volta la trae

dal prologo di Gonzalo García alla sua opera Las vidas de los sanctos religiosos, nella raraedizione di Zaragoza del 1486-91.

173. Scrive Asensio di Nebrija: «El prólogo de su Gramática castellana conjuga y uneesquemas e ideas de las Elegantiae con reminiscencias, redondeadas y elaboradas de micerGonzalo. Oigámosle: ‘Cuando bien pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante de los

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imperialistica, nel corso del ‘500, nei portoghesi Fernão de Oliveira e Joãode Barros, particolarmente sensibile, quest’ultimo, alla funzione evange-lizzatrice della lingua174.

Sin qui Asensio, che accenna al motivo della translatio ma insegueevidentemente un filo diverso. E, in effetti, proprio il suo discorso, perfetta-mente leggibile in chiave europea, finisce di dimostrare in maniera esem-plare come la torsione subìta dal discorso sulla translatio si sia ormai tuttaconsumata, e ci si inoltri in un ambito nuovo che comporta come centralenon già l’idea di una translatio ricettiva, invocata per colmare un deficit disaperi, ma piuttosto quella di una translatio attiva che vorrebbe fare deipropri saperi, e in ispecie della lingua, altrettanti vettori di un’espansionepropriamente imperiale.

Lo spostamento è decisivo, e sta a significare che un’età è finita –quelladel «sogno dell’umanesimo» di cui ha parlato così bene Rico, e dei suoi«luoghi comuni», per tornare alle parole di Asensio– e un’altra si sta aprendo.Potremmo dire, forse un po’ brutalmente, che non si tratta più di guardareall’indietro e imparare, ma di affermare se stessi. Dell’antico sapere, nonimporta se bene o male, ci si è finalmente appropriati o si è convinti, ch’èlo stesso, di averlo fatto, e dunque si guarda avanti, per imporre anchecon la forza ciò che si è, ciò che si ha. Il grande tema della «superiorità deimoderni», insomma, è alle porte. E il rapporto con il mondo classico subisceuna trasformazione profonda, nel momento in cui cessa, tale mondo, di

ojos el antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación i memoria quedaronescriptas, una cosa hallo i saco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fuecompañera del imperio y del tal modo lo siguió que juntamente començaron, crecieron yflorecieron y después juntamente fue la caída de entrambos’. Lorenzo Valla, calcando unesquema de Cicerón –el comienzo del De senectute– hallaba que el imperio romano, másque ningún otro, había propagado juntamente con el dominio la lengua latina. Nebrija,negando la peculiar situación de Roma, asienta que las lenguas se difunden juntamente conlos imperios, y con ellos mueren. Y rodeando la frase de micer Gonzalo ‘la fabla común-mente, más que todas las otras cosas siguen al imperio’, acuña la afortunada fórmula: ‘siemprela lengua fue compañera del imperio’. Extendiendo luego a la lengua de Roma el ciclo denacimiento, florecer y decadencia común a los hombres y a sus creaciones políticas, reseñala vida de los imperios hebreo, griego y romano» (La lengua, pag. 406).

174. Ma si veda anche, tra gli autori ricordati da Asensio, Luis de Narváez, che nel 1510-15, in Las Valencianas lamentaciones, fonda l’esaltazione della assoluta grandezza e supe-riorità della lingua spagnola rispetto alle antiche e moderne lingue sulle sue glorie militari:«No solo nos son tractables | las tierras que conquistamos | mas los mares navegamos | quefueron innavegables. | Pugnamos quasi impugnables, | a ninguno obedescemos | salvo aDios por quien tenemos | las victorias memorables», ecc. (dall’edizione di Siviglia: Rasco,1889, pagg. 17-19).

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essere il passato onnicomprensivo entro il quale il medioevo continuavaa concepire se stesso e verso il quale nutriva profondi sensi di colpa e crisidi identità e violente repulsioni e nostalgie. No, il passato dell’Europa chesi affaccia alla modernità non è più la Grecia o Roma, che possono benissimoessere studiate dagli specialisti nelle Università e nelle Accademie: le radicinazionali sono altrove, più vicine, più drammaticamente vive e la realtàpolitica e sociale insegue altri modelli e altre vie... Che poi sia davvero einteramente così, è altro discorso e molto complicato. Ma certo, l’idea tuttafrancese che quella umanistica, nella sua versione italiana, non fosse statache una parentesi, per quanto indifferibile e necessaria nella storia cultu-rale dell’Europa, e che la secolare storia della translatio fosse ormai mili-tarmente riducibile a una questione di despouilles a disposizione del piùforte, non è così banale o sciocca come a prima vista può sembrare. Coni suoi chiaroscuri e le sue interessate parzialità e omissioni, essa disegnainfatti uno schema dai contorni assai robusti, suscettibile d’essere riempitodi colori anche molto diversi tra loro ma, alla fin fine, abbastanza corrispon-dente ai fatti*.

* El profesor Fenzi ofreció en el Congreso un resumen de esta investigación en curso.Generosamente ha puesto a nuestra disposición el trabajo completo, que publicamos dadosu enorme interés, y a pesar de que excede con mucho los límites previstos. (N. de los E.).

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THE INVENTION OF TOLEDO

PETER LINEHAN(St. John’s College & University of Cambridge)

In Memory of Leonard Boyle, O.P.,sometime Prefect of the Vatican Library

(† 1999)

I T NEVER WAS my intention to be thought fashionable. It was only after Ihad surrendered to Asmodeo’s blandishments and suggested entitlingthis meditation «The Invention of Toledo», and was beginning to regret

doing so, that I was asked to look at a Hollywood script for a programmeon the ever-interesting subject of «Convivencia», one of the propositions ofwhich I found to be that Europe was only «invented» some time after 1085,that is to say some three and a half centuries after Charles Martel’s victoryat Tours in 732, which the Mozarabic chronicler of 754 had not hesitatedto describe as a victory of the europenses over the arabes1.

This was disorientating and rather put me off the whole «invention» idea.We are being asked to envisage Europeans without a Europe for them toinhabit, just as in the 1860s Italians were being encouraged to invent aplace called Italy for them to live in. This evening I shall not be attemptingto conjure a Toledo out of pre-existing toledanos. Nor shall I be specu-lating on the Herculean or Babylonian or Hebrew origins of the imperial

1. Cron. Muzarabica, § 65, edited by Iohannes Gil, Corpvs Scriptorvm Mvzarabicorvm,I, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973, p. 43.

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city or on any of the other nineteen pre-Roman possibilities that sopreoccupied Toledo’s early modern historians2, or on the interest in theplace that the excavation of the Visigothic city has recently prompted.However, it is in the Visigothic period that I start. For whereas the Mozarabicchronicler of 754 reported the battle of Tours, but not the battle ofCovadonga, with Toledo’s first historian, Rodrigo Jiménez de Rada, it is theopposite. It is not Tours he remembers but Covadonga, because Covadongawas the symbolic link with the great days of Toledo and, in particular, witha Visigothic Spain governed by its Toledo councils3. Note how the chronicler’snext chapter concerns the transfer of Toledo’s sacred relics, Toledo’s arkof the covenant, to the Asturias for safe keeping4.

The Visigothic regime was the template to which every modern systemof government had to conform and the model to which it needed to aspire.Such was D. Rodrigo’s message at the Fourth Lateran Council in 1215,which he had dominated as he ridiculed belief in the mission of Santiagoand dismissed the pretensions of Toledo’s competitors for peninsularprimacy –or at least as he dominated it in Toledo tradition and iconography,to the extent indeed that the illustration of that scene contained in theToledo Notule de primatu manuscript of 1253 gives the impression that itwas he rather than the pope who had presided over the occasion5. Forhere it is D. Rodrigo who orchestrates the whole event as its central andits largest figure, with the pontiff just another of a surrounding group ofattendant metropolitans: an iconographical arrangement plainly intended

2. See Pedro de Alcocer, Hystoria, o descripcion dela Imperial cibdad de Toledo,Toledo: J. Ferrer, 1554 [repr. Madrid: Instituto Provincial de Investigaciones y EstudiosToledanos, 1973], fols. 5v-9r; Francisco de Pisa, Descripcion de la imperial ciudad de Toledoe historia de sus antigüedades, I, Toledo: Diego Rodríguez, 1617, fols. 11vb-14ra.

3. Historia de rebus Hispanie [henceforth DrH], IV.1-2, edited by J. Fernández Valverde,C[orpus] C[hristianorum] C[ollectio] M[ediaevalis], vol. LXXII. I, Tvrnholti: Brepols, 1987, pp.114-117.

4. DrH, IV. 3 (ed. pp. 118-119). See Peter Linehan, History and the Historians ofMedieval Spain, Oxford: Clarendon Press, 1993, chap. 12.

5. Patrick Henriet, «Political struggle and the legitimation of the Toledan primacy: thePars Concilii Laterani», in Building Legitimacy. Political discourses and forms of legitimacyin medieval societies, edited by I. Alonso et al., Leiden & Boston: Brill, 2004, pp. 293-316 (atpp. 299-300). For the date of the Notule MS. (Biblioteca Nacional, Madrid, Vitr. 15-5; olimBiblioteca del Cabildo, Toledo, MS. 15-22) and description, see H. Flórez, España Sagrada,Madrid: Antonio Marín, 1767, XXIII, pp. 360-361; Ramón Gonzálvez apud Francisco JavierHernández, Los cartularios de Toledo. Catálogo documental, Madrid: Fundación RamónAreces, 1985, pp. xviii-xix.

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to echo that of the Visigothic councils in the same manuscript where arch-bishop and king preside co-equally over those assemblies6.

So much for 1215, as remembered in 1253. Let me now turn to the inter-vening period, between 1217 and 1239, and to the treatment of them in thesecond chapter of the recent, splendid, enormous, often intricate and some-times questionable book of Diego Catalán and Enrique Jerez, wherein thereader is treated to a minute analysis of a bundle of facts («un haz dehechos») and their interconnectednesses7. Catalán and Jerez remind us ofthe vain attempt of the sayyid of Valencia, Ab-Zayd, to surrender hiskingdom in 1229 to the ruler of Castile rather than to the ruler of Aragon;also of the archbishop of Toledo’s invocation of Visigothic provincialarrangements ten years later in order to secure the ecclesiastical equivalentof this initiative.

Now the project of bringing the church of Valencia under Toledo’sauthority was a doomed venture if ever there was one, and for all hisrummaging for precedents in Castile’s ecclesiastical libraries and archives,the archbishop failed to carry the day (as would anyway have been thecase even if he had managed to persuade the papal court, since thenthe king of Aragon would have intervened, in accordance with the familiarprecept recorded in D. Rodrigo’s own History: «Quo uolunt reges uaduntleges»)8. Such was the burden of Aragonese opinion as voiced by Vidal deCanellas, the Bologna-trained bishop of Huesca. Where had the archbishopof Toledo been during the siege of Valencia in the previous year?, he asked.With whose blood and money had the place been conquered in 1238? Inthe event of a Mudéjar uprising there, what could the archbishop of Toledoat eight days’ distance do? Castilians would not come to the assistance ofCatalans and Aragonese, even if the king of Castile allowed them to (whichof course he wouldn’t)9. Pragmatism ruled.

By juxtaposing these two developments, the secular and the ecclesias-tical, Catalán and Jerez treat them as somehow related, with the one thecorollary of the other, and with the implication that king and archbishopwere working in concert, ploughing the same furrow. This is questionable.

6. P. Linehan, History and the Historians, ills. II (a) and (b) (after p. 366).7. «Rodericus» romanzado en los reinos de Aragón, Castilla y Navarra, Madrid:

Fundación Ramón Menéndez Pidal: 2005, pp. 71, 78.8. DrH, VI. 25 (ed. p. 208).9. V. Castell Maiques, Proceso sobre la ordenación de la Iglesia valentina entre los

arzobispos de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y de Tarragona, Pedro de Albalat (1238-1246), Valencia: Corts Valencianes, 1996, I, p. 479.

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It is questionable for a reason which these authors do not consider, namelythat it was in precisely these years that the ways of king and archbishopmay be said to have diverged, and to have diverged decisively. A clue towhat that reason was is contained in the report they themselves provideof the archbishop’s return from Rome at the beginning of 1218 endowedwith the title of «legate of the apostolic see» and armed with a papal grantof primatial jurisdiction in the as yet unreconquered province of Seville. Thearchbishop will have felt «satisfecho», the writers surmise –and as in 1617Francisco de Pisa had surmised10.

But, if so, his rapture will have been modified, by a keen sense of loss.As recently as July 1206 Alfonso VIII had confirmed the archbishop ofToledo’s possession of the cancillería of Castile in perpetuity –that is, inRoman law terms not only ususfructus of the office but also dominium ofit, with the entitlement to concede it to another. During the brief reignof the boy king, Enrique, don Rodrigo was well placed to profit from thatoffice. But the (perhaps accidental) death of the young Enrique in June121711 had set in train a process which would soon invalidate that privi-lege, with the first stage of that process the appointment, later that year, ofthe abbot of Santander, Juan de Soria, as chancellor to Fernando III, andafter the conjunction of the two kingdoms in 1230 in the person of Fernandoits culmination in the replacement of the archbishop as ex officio chan-cellor of Castile12. So the primatial grant and the legation should be seenless as a cause for satisfaction to D. Rodrigo than as a token of consola-tion for his recent loss of both profit and prestige and for the initiation ofa process which in the event was to prove irreversible. In short, at the verymoment when the archbishop was contemplating the apotheosis of hischurch in both script and stone, he was deprived of his traditional role asthe king’s right hand man and the conduit of royal favour, and so were hissuccessors13.

10. D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» romanzado, p. 67; F. de Pisa, Descripcion, fol.184ra («con otras muchas gracias que el pontifice le concedio, con las quales boluio muyalegre a España»).

11. Cf. Simon R. Doubleday, The Lara Family. Crown and nobility in medieval Spain,Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2001, pp. 55-56.

12. Julio González, Reinado y diplomas de Fernando III, Córdoba: Publicaciones delMonte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1980-86, II, num. 2; Peter Linehan, «DonRodrigo and the government of the kingdom», Cahiers de linguistique et de civilisationhispaniques médiévales, 26 (2003), pp. 87-99.

13. P. Linehan, History and the Historians, pp. 338-345.

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Previous writers, sustained perhaps by the unspoken conviction thatthe bishops of a canonised king could never have been in discord withone another, have gone so far as to suggest that in both 1217 and 1231 thetransfer was made on the archbishop’s own recommendation14. It has evenbeen suggested that the pair were cousins. If so, blood was evidently thinnerthan water15. No, the case was probably otherwise16. And it was a case thatdid not go by default. In 1231-2, at the very moment at which the chancerywas being conveyed to him, Juan de Soria found his promotion to the seeof Osma delayed by a year and a half or more. And by whom if not by hisToledo metropolitan?17 Juan de Soria was currently acknowledging that thechancery was the archbishop’s by right («ad vos de iure spectantem») andpromising to surrender the chancellorship of Castile to the archbishopwhen he died or if, before that, he were promoted to a see outside theprovince of Toledo. The king had already admitted that the transfer wasbeing made at his instigation («ad preces meas») and undertaken to ensurethat the office reverted eventually to the archbishop or his successor, andthe archbishop had a royal privilege guaranteeing as much. Nevertheless,neither in 1240, when don Juan was translated from Osma to the exemptsee of Burgos, nor on his death in 1246 was his promise honoured andthe chancery restored to the archbishop. Almost a century later the issuestill remained a live one. Because the original instrument containing thechancellor’s promise «era meester de mostrar en muchos logares» and wastherefore worn by constant use, as late as August 1329 the treasurer of thechurch of Toledo was concerned to secure an authenticated copy of it18.

The salient point though, the point to be seized here, is the compensa-tory nature of the papal privileges of January 1218. Deprived of the secularascendancy that possession of the royal chancery provided, the archbishopwas seeking ghostly confirmation from the papal chancery of, firstly, hisecclesiastical primacy and, second, his entitlement to the church of Zuqueca,

14. Luciano Serrano, «El canciller de Fernando III de Castilla», Hispania, 1 (1941), pp.3-40 (6); J. González, Fernando III, I, p. 506.

15. Thus Roger Wright, Late Latin and Early Romance in Spain and Carolingian France,Liverpool: Francis Cairns, 1982, p. 257.

16. P. Linehan, «Don Rodrigo».17. Idem, «D. Juan de Soria: unas apostillas», in Fernando III y su tiempo (1201-1252),

VIII Congreso de Estudios Medievales, León: Fundación Sánchez-Albornoz, 2003, pp. 377-393 (381).

18. «la qual mostrada el dicho thesorero dixo quela dicha carta era me[n]ester de mostraren muchos logares et por periglos que podrian acaesçer en terminos e en otros logares»:[Madrid,] A[rchivo] H[istorico] N[acional], Clero, carp. 3019/8.

THE INVENTION OF TOLEDO 127

which the archbishop had persuaded the pontiff was identical with theVisigothic see of Oreto19. (There was also a third privilege, to which I willcome in a minute.) It was no coincidence that in 1231, in the very monthof the transfer of the archbishop’s ex officio chancellorship to D. Juan, D.Rodrigo had these privileges confirmed by Gregory IX20.

The chancellor don Juan had replaced the archbishop as the intimateof infantes, with his will recalling the visits he had made with them to Parisand Murcia21. More than that, the history of Castile he was author of beganwith the counts of Castile and had nothing to say about the history of theVisigoths, which was what gave D. Rodrigo’s History its teleology andpurpose. Now here was a fractura historiográfica if ever there was one22.So the spectacle of the chancellor celebrating the first mass in the purifiedmosque of reconquered Córdoba in 1236 may well have seemed a threatto that primatial jurisdiction regarding which D. Rodrigo had recently beenso exercised. At any rate, his description of the scene seems to be the onlyoccasion in his chronicle on which he describes himself as primate23. More-over, with the capture of Córdoba Fernando III appears to have liberatedhimself too –from the tutelage of his mother24 and from what remained ofthe tutelage of D. Rodrigo. When, in April 1237, Gregory IX was concernedto encourage Fernando III to make peace with the king of Navarre, it was

19. Demetrio Mansilla, La documentación pontificia de Honorio III (1216-1227), Rome:Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1965, nums. 153, 144. For further implications ofthis exercise, see P. Linehan, History and the Historians, pp. 340-344.

20. A[rchivo de la] C[atedral de] Toledo, X.7.A.3.6, X.1.A.1.3a [«Zucheta»] (4, 8 Apr. 1231;printed Santiago Dóminguez Sánchez, Documentos de Gregorio IX (1227-1241) referentesa España, León: Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, 2004, nums. 176, 179[«Çucheta» in Archivio Segreto Vaticano, Reg. Vat. 15, fol. 77r]; Peter Linehan, «Juan de Soria:the chancellor as chronicler», e-Spania, 2 (2007), http://www.e-spania.paris-sorbonne.fr [netvisited at 2007-03-30].

21. L. Serrano, «El canciller», pp. 39-40.22. Francisco Bautista, «Escritura cronística e ideología histórica: la Chronica latina

regum Castellae», e-Spania, 2 (2007), http://www.e-spania.paris-sorbonne.fr [net visited at2007-06-30]; Cf. idem, «Hacia una nueva ‘versión’ de la Estoria de España: texto y forma dela Versión de Sancho IV», Incipit, 23 (2003), pp. 1-59 (at p. 48).

23. DRH, IX.178 (ed. p. 299).24. Whom he informed from afar of his «firmum propositum» (to proceed to Córdoba)

«quod nulla ratione poterat inmutari»: Chronica latina regum Castellae, c. 70, edited by LuisCharlo Brea, CCCM, vol. LXXIII (1997), 11224-5. See Peter Linehan, «On further thought: Lucasof Tuy, Rodrigo of Toledo and the Alfonsine histories», Anuario de Estudios Medievales, 27:1(1998) [repr. P. Linehan, The Processes of Politics and the Rule of Law: Studies on the Iberiankingdoms and papal Rome in the Middle Ages, Aldershot: Ashgate, 2002], p. 421.

PETER LINEHAN128

not to the queen-mother and the archbishop that he wrote for support butto the queen-mother and the chancellor25.

Now Fernando III’s action in divesting himself of the services of hisex officio chancellors (the archbishop of Compostela was another casualtyof the process) was in accordance with developments within other monar-chies at this time (France and Portugal for example) and also reflected adomestic power struggle in which the queen-mother was involved26. Butif, as Mr Donald Rumsfeld has acutely observed, «Stuff happens», it is alsothe case that «consequences follow». The consequences of the coup of1217 were far-reaching. Until then, with a boy king on the throne, D.Rodrigo had held the reins of power. By March 1243, the date of the firstredaction of his chronicle, he had care of the clerical education of twoof Fernando III’s younger sons at Toledo. But now the effect of the rela-tionship was the opposite. Now, the Infantes Felipe and Sancho werebeing groomed to succeed to the government of the churches of Toledoand Seville: a novel manner of securing a state-dominated church in thepost-Hildebrandine age27.

I mentioned a third papal privilege of January 1218. This was the oneappointing the archbishop of Toledo papal legate. But since 1218 D. Rodrigohad fallen from papal favour by colluding with a nefarious papal agent, andin January 1222 the papal registers describe him as papal legate for the lasttime28. In Roman circles his reputation seems never to have recovered. Atany rate, on the death in 1246 of the chancellor D. Juan the canon lawregarding broken oaths was not invoked against Fernando III29. Not thatthe king ran much of a risk of incurring a papal rebuke at this date, evenif the archbishop of Toledo had not been in the shadows. With Fernando

25. Léon Cadier, «Bulles originales du XIIIe siècle conservées dans les Archives deNavarre», Mélanges d’Archéologie et d’Histoire, 7 (1887), pp. 268-338 (nums. 23-24).

26. P. Linehan, «D. Rodrigo», p. 95; Georges Martin, «Régner sans régner. Bérengère deCastille (1214-1246) au miroir de l’historiographie de son temps», e-Spania, 1 (2006),http://www.e-spania.paris-sorbonne.fr [net visited at 2007-03-30].

27. See Francisco Javier Hernández & Peter Linehan, The Mozarabic Cardinal. Thelife and times of Gonzalo Pérez Gudiel, Florence: SISMEL & Edizioni del Galluzzo, 2004,pp. 30-32.

28. D. Mansilla, Honorio III, nums. 148, 390; Peter Linehan, Spanish Church and thePapacy in the Thirteenth Century, Cambridge: Cambridge University Press, 1971, pp. 8-9.Undeterred, he was still describing himself as such three years later: AHN, Órdenes Militares,Uclés, carp. 58, num. 23.

29. X 2.24 de iureiurando.

THE INVENTION OF TOLEDO 129

poised to attack Seville, the pontiff was prepared to grant him the resourcesof the Castilian Church for the purpose; and perhaps even more30.

When D. Rodrigo died in 1247 the prospect of Seville’s recovery, whichhad haunted him for at least thirty years, was imminent. With it wereawakened Toledo’s fears for the ecclesiastical primacy which the southerncity had enjoyed when Leander and Isidore had been its bishops. There isno need here to recount the battle fought by the chroniclers over this rockyterrain. Suffice it to say that the recent publication of Dr Emma Falque’seagerly awaited edition of the Chronicon Mundi and the attentions of anew generation of codicologically literate scholars, notably Enrique Jerez,have left the reputation of Lucas of Tuy further enhanced31. Moreover, hisversatility in other areas will soon be demonstrated when, in a paper stillin press, he is revealed in a new guise, as the author of an eschatologicalwork concerning SS. Francis and Dominic dated by its editor to 123432.

In his recent distinguished thesis on the subject of don Lucas, Dr Jerezhas observed that «frente a tan brillante origen para la ciudad deGuadalquivir, la fundación de Toledo a cargo de dos cónsules romanos,tardía y desabrida, queda en inferioridad»33. He has in mind, on the onehand, Isidore of Seville’s connexion of «Yspanus» and «Yspalis»: the firstking of Yspania and the «famous city» he built (CM, 12416); on the other,the altogether more modest origins of Toledo (and of its name) in its foun-dation by the Roman consuls Tolemon and Brutus (CM, 732-4)

34. Don

30. As to more, see P. Linehan, Spanish Church and the Papacy, p. 123. ManuelGonzález Jiménez states the sum in question (4000 marks sterling) to have been a loanconnected with the conquest of Seville (Fernando III el Santo, Seville: Fundación José ManuelLara, 2006, p. 230). It is more likely to have comprised payments of census withheld by theking. See Les registres d’Urbain IV, edited by Jean Guiraud, Paris: Thoron & Fils/Albert Fonte-moing, 1899, I, cameral num. 478.

31. Chronicon mundi [henceforth CM], edited by Emma Falque, CCCM, vol. LXXIV (2003);P. Linehan, History and the Historians, pp. 357-379, with the additions provided by EnriqueJerez, «El Tudense en su siglo: transmisión y recepción del Chronicon mundi en el Doscientos»,in El relato historiográfico: textos y tradiciones en la España medieval, edited by FranciscoBautista, P[apers of the] M[edieval] H[ispanic] R[esearch] S[eminar] 48, Department of HispanicStudies, Queen Mary, University of London, 2006, pp. 19-57, esp. pp. 28-29, 32-35.

32. Robert Lerner, «The Vision of ‘John, Hermit of the Asturias’: Lucas of Tuy, apostolicreligion, and eschatalogical expectation», Traditio, 61 (2006), pp. 195-225.

33. Enrique Jerez, «El Chronicon mundi de Lucas de Tuy (c. 1238): técnicas compositivasy motivaciones ideológicas», Ph.D. diss. [Tesis doctoral], Universidad Autónoma Madrid,Dpto. Filología Española (Fac. Filosofía y Letras), 2006, p. 143, num. 425.

34. The story seems to have originated with Pelayo of Oviedo: Cruz Montero Garrido,La Historia, creación literaria. El ejemplo de Quatrocientos, Madrid: Fundación RamónMenéndez Pidal & Universidad Autónoma de Madrid, 1994-1995, pp. 217-218.

PETER LINEHAN130

Rodrigo, following on, had suggested something less grand for Seville (with«Hispalis» derived from pali: the planks or pales on which the earliest habi-tations of the place rested; DrH, 169-12), but, though false etymologies, eventhose derived from St Isidore35, combined happily enough with creativeantiquarianism, he was unable to propose anything more elevated for hisown city: either that or he lacked the nerve to do so (DrH, 1446-50).

Toledo’s riposte, when it came, was based on neither of these devices.Eventually it would rest on the practice of promoting Toledo’s reputationand prestige by injecting alien material into the historiographical main-stream. The process was already underway in D. Rodrigo’s History, in theauthor’s account of his own role at Las Navas, his presence in the rear-guard shoulder to shoulder with Alfonso VIII, and the king’s conversationswith him, and with him alone, both before and at the height of battle(VIII.813-14: «in ultima acie»; VIII.1012-18, 21-25, 48-52). True or not –and, accordingto the Latin chronicler, only kings occupied the rearguard (2417-18) while D.Lucas fails to mention the archbishop’s presence at Las Navas at all (IV.91)–the tendency to conjoin archbishop and king in close association can thusbe dated to the year 1243, a date at which, at least in theory, the arch-bishop’s historic cancillerial proximity to the king might still have beensalvaged.

Ten years later, after the death of D. Rodrigo and two brief pontificates,it was apparent, even to Toledo patriots (indeed, especially to Toledopatriots) that no such restoration was to happen. In granting Seville thefuero of Toledo, Fernando III had described the southern city as «mayor [...]et mas noble […] de las otras ciudades de Espanna»36. In Toledo itself itseems to have been at this point that wishful thinking began to take hold.Thus, in the Estoria de los godos, the earliest romance version of D. Rodrigo’sHistory, to which Catalán and Jerez have recently drawn attention, datingit to 1252/3, the role of D. Rodrigo before Las Navas is recorded in termswhich improved on D. Rodrigo himself. Whereas the archbishop hadreported how the danger to the city of Toledo that the muster of foreignersof so many discrepant ‘nations, customs, tongues and cults’ representedhad been neutralised by the king’s evacuation of them to the Huerta delRey, now it was «por conseio del arçobispo» that the king was said to have

35. Etymologiarum, XV.1.71, edited by W. M. Lindsay, Oxonii: E typographeo Claren-doniano, 1911, whence also «G. Petri de Calciata Rithmi de Iulia Romula seu Ispalensi urbe»,edited by R. Carande Herrero, Chronica Hispana saeculi XIII, CCCM, vol. LXXIII (1997), lin.17-20.

36. J. González, Fernando III, III, num. 825.

THE INVENTION OF TOLEDO 131

done so37. And more. As Aengus Ward has observed, according to theEstoria in the battle itself the king was a broken reed. It was the bishopswho showed the way –and especially the archbishop of Toledo38.

What Catalán and Jerez do not mention is that 1253 is also the date ofthe Notule de primatu manuscript: that is, of the manuscript to which Ireferred earlier in which the archbishop of Toledo is shown lording it overthe Visigothic councils and D. Rodrigo is reported to have addressed theLateran Council in all manner of languages. And it is not only the recurrenceof that linguistic theme that invites closer investigation. Although down theages both the authenticity of the Notule’s account of 1215 and its osten-sible date have been regularly rejected39, there was plainly somethingastir in Toledo in May 1253 –or, as the manuscript calculates, 6629 yearsafter Adam and 2640 after the foundation of the city, making Toledo morethan six hundred years older than Rome. Here, along with the variouspapal licences allegedly authorising D. Rodrigo to disregard recent Lateranlegislation, is the earliest claim that his legation was to continue for tenyears40.

I suspect that whether or not the contents of the Notule be credible41,the date of them is, that 1253 was the year in which history and realitydiverged and fiction intervened, and that this was a development notunconnected with the arrival on the Toledo scene in 1252 of the king’sbrother the Infante Sancho, as procurator and then archbishop. By April 1255Sancho de Castilla was subscribing royal privileges as… «chanceller delrey» and in the safety of his church describing himself as «regie maiestatis

37. D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» romanzado, p. 54.38. A. Ward, «Rodrigo Ximénez de Rada: auteur et acteur en Castille à la fin du XIIIe

siècle», Cahiers de linguistique et de civilisation hispaniques médiévales, 26 (2003), pp. 283-294 (287-289). Ward favours a date nearer 1280 for the Estoria.

39. El Marqués de Mondéjar and P. Fita, both dismissing its content as spurious,proposed dates of 1432 and 1320 respectively: Fidel Fita, «Santiago de Galicia. Nuevasimpugnaciones y nueva defensa», V-VI, Razón y Fe, 2 (1902), pp. 178-195 (180), 3 (1902),pp. 49-61 (61).

40. Although the legatine privilege (in any case granted not by Innocent III but byHonorius III) contained no such provision (ACT, I.4.N.1.20: D. Mansilla, Honorio III, num.148), Toledo historiography succeeded in foisting the ten-year term onto posterity: F. dePisa, Descripcion, fol. 184ra; P. Linehan, Spanish Church, p. 8 num. 4. The archbishop isreported to have been allowed to promote upto three hundred illegitimate clergy to eccle-siastical dignities and to dispense «excommunicati, sacrilegi, irregulares et concubinarii»: F.Fita, «Santiago de Galicia», 2 (1902), p. 184.

41. As P. Henriet appears to think: «Political struggle», pp. 295-296.

PETER LINEHAN132

cancellarius»42. But this was honorific only, as was the resumption of thesame title at the same time by the archbishop of Compostela43. The realitywas that Alfonso X’s chancery had been overhauled and that its operationswere now in the hands of notaries44.

A new component was provided between 1272 and 1275 when, as wellas «chanceller de Castilla» (or «del rey») Archbishop Sancho de Aragón waslisted as «capellán mayor del rey»45. Now, this did distinguish him from thearchbishop of Compostela (who was anyway out of favour with the king)46

as well as placing him in both the first and second offices of trust in theroyal household and, according to the Siete Partidas, situating him betweenthe Almighty and the king on the one hand and between the king and hissubjects on the other47.

All the elements of the rest of what I have to say to you this evening werenow assembled. When an «official history» became available in the Alfon-sine Estoria de España Toledo’s friends were ready to adjust the historicalrecord in Toledo’s favour by breaking the Isidorian claim to a connexionbetween Seville and Spain and so bringing Seville down a peg or two (EE9a26)

48. But because the Estoria’s account of Visigothic Toledo had takenfinal form in the lifetime of el rey Sabio, it was to the more recent past thatthe fabricators looked to make their mark, and to the figure of Alfonso VIIin particular, whose remains were the cathedral’s most substantial royal

42. Diplomatario andaluz de Alfonso X, edited by Manuel González Jiménez, Seville:El Monte. Caja de Huelva y Sevilla, 1991, num. 146; AC Toledo, E.8.D.1.18 (F. J. Hernández& P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 76).

43. D. Sancho of Castile’s use of the title continued until his death in October 1261,with D. Juan of Compostela similarly described after October 1255: M. González Jiménez,Diplomatario andaluz, nums. 162 ¥ 246.

44. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, pp. 70-71.45. M. González Jiménez, Diplomatario andaluz, nums. 397, 399, 404-405, 412. 46. Because Gonzalo Gómez García had been imposed on Alfonso by Gregory X in

preference for the king’s candidate for the see: F. J. Hernández & P. Linehan, MozarabicCardinal, p. 150. By contrast with his predecessor, Archbishop Gonzalo Gómez is neveraccorded the title of chancellor: M. González Jiménez, Diplomatario andaluz, nums. 404 &458 (July 1273-December 1279).

47. «Chanciller es el segundo oficial de casa del rey de aquellos que tienen oficios deporidat; ca bien asi como el capellan es medianero entre Dios et el rey espiritualmente enfecho de su alma, otrosi lo es el chanciller entre él et los homes quanto en las cosas tempo-rales»: Part. 2.9.3-4 (Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, edited by Real Academiade la Historia, Madrid 1807: La Imprenta Real [repr. Madrid: Ediciones Atlas, 1972], II, pp.59-61.

48. Whereas the report of Toledo’s origins in EE, 7a53 repeats that of De rebus Hispanie.

THE INVENTION OF TOLEDO 133

trophy. The reburial of those remains during the reign of Sancho IV consti-tuted a red letter day for the imperial city and it is in what Francisco Bautistatells us we have again to call its «Versión amplificada»49 that we find thehistory of the Emperor’s reign being put to the service and the greater gloryof Toledo’s archbishops. That was the «Emperor Alfonso» he chose to beburied next to; not, as Dr Bizzarri unaccountably states, his father Alfonso X50.In the «Versión amplificada» two particularly egregious examples of thewishful thinking already referred to occur, both concerning the reign ofAlfonso VII. The first is its treatment of the imperial coronation of 1135.Precisely what had happened at León that Pentecost, whether or not theking had crowned himself for example, the Cronica Adefonsi Imperatorishad failed to explain. Nor had it so much as mentioned the archbishop ofToledo51. But in the «Versión amplificada» it is Archbishop Raimundo whois the centre of attention. All the archbishops, bishops and abbots present,with «ell primas de Toledo» at their head, «bendixieron la corona, etbendixieron a el, et conssagraronlo todo; et tomaron […] la corona, diziendosus bendiciones, et pusierongela en la cabesça, et alli fue emperador coro-nado»52. Accordingly it comes as no surprise to learn that at the emperor’sdeath-bed in 1157 «llego a el don Johan, arçobispo de Toledo et primas delas Espannas, que era y con ell et siempre con ell andaua, ca nunqua separtie dell nin en la frontera nin en la tierra». As chief mourner and thekingdom’s spokesman, the archbishop launches into a lengthy speech offarewell to the moribund monarch running to twenty-nine lines in MenéndezPidal’s edition, before leaving him to die in peace53. Thus was confirmedthe archbishop’s special relationship with the king and his ascendancy overhim, liturgical, political and spiritual. It will not have been forgotten thatone of the main functions, or privileges, of the king’s capellán mayor wasto hear the king’s confession54.

Affecting stories such as these became part of Toledo’s history, and forthem Menéndez Pidal sought credible sources, «fuentes fidedignas». But he

49. «La Estoria de España en época de Sancho IV: sobre los reyes de Asturias», PMHRS,50 (2006), pp. 8-9; cf. idem, «Hacia una nueva ‘versión’ de la Estoria de España».

50. Hugo O. Bizzarri, «‘Castigos del rey D. Sancho IV’: una reinterpretación», PMHRS,37 (2004), p. 70.

51. P. Linehan, History and the Historians, pp. 235ff.52. Primera Crónica General de España, edited by Ramón Menéndez Pidal, Madrid:

Gredos, 1955, c. 974 (p. 654a34-45); P. Linehan, History and the Historians, pp. 463ff.53. Primera Crónica General, c. 982 (p. 662a8-b47).54. Part. 2.9.3 («et quel sepa apercebir de las cosas de que se debe guardar: ca á él es

tenudo de se confesar mas que á otri»: ed. cit., II, 59).

PETER LINEHAN134

sought in vain55. Their origins have rather to be looked for in the author’swistful, semi-autobiographical description of Archbishop Juan in 1157:«siempre con ell andaua, ca nunqua se partie dell nin en la frontera nin enla tierra», reminiscent as it is of D. Rodrigo’s account of his inseparablerelationship with the king at Las Navas. And who was the author? Onepossibility would be someone who enjoyed a similar intimate relationshipwith his own king, namely Sancho IV’s real-life archbishop of Toledo, orotherwise someone close to him. As a mitred manifestation of his king,Archbishop Gonzalo Pérez of Toledo (the mis-named Gudiel) played Aaronto Sancho’s Moses, which was how the Castigos attributed to Sanchocharacterized the ecclesiastical and the secular powers, as twin vicars ofGod, with each bearing his symbol of office, the crozier and the sceptrerespectively, and each having its own independent sphere but also acapacity for bringing its resources to the assistance of the other56.

As a product of the royal chancery himself, he was so acutely aware ofthe importance, both real and symbolic, of control of that department that,when appointed to the see of Toledo in May 1280, he had adopted thebelt-and-braces policy of describing himself as both chancellor of Castileand royal notary57. Accordingly, amongst the jottings long known as AnalesToledanos Terceros, we find a description of negotiations with the Frenchat Bayona in 1290 and, at the head of the Castilian delegation… donGonzalo Pérez: «Et los que tractauan esta paç por el rei de [Ca]stiella erael arcobispo don Goncaluo de Toledo» etc. –as became the effective headof the king’s chancery58. For more than a century these anales have beenassociated with Jofré de Loaisa59, and Jofré de Loaisa, as well as being the

55. F. de Pisa, Descripcion, fols. 167rb-va, 170ra; P. Linehan, History and the Histo-rians, p. 463n.

56. Castigos del rey don Sancho IV, edited by Hugo O. Bizzarri, Frankfurt am Main:Vervuert & Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 172. Cf. the strikingly different exegesis of thecontemporary Augustinus Triumphus, cit. Michael J. Wilks, The Problem of Sovereignty inthe Later Middle Ages. The papal monarchy with Augustinus Triumphus and the publicists,Cambridge: Cambridge University Press, 1964, p. 395: «Moyses repraesentabat Christum cuiusvicem papa gerit in terris […] Similiter Aaron Christum repraesentabat […] Aliter tamenMoyses et aliter Aaron Christum significabant, quia Moyses significabat Christum ut legis-lator, Aaron vero ut summus sacerdos».

57. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, pp. 185-186.58. Enrique Jerez, «El oficio historiográfico: los Anales Toledanos Terceros en su entorno»,

La Corónica, 32.3 (2004), pp. 109-161 (150-153): D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» roman-zado, pp. 597-598.

59. A relationship first noticed by Antonio Paz y Mélia in his review of Alfred Morel-Fatio’s edition of Jofré’s chronicle: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 3 (1899), p. 729.

THE INVENTION OF TOLEDO 135

author of a continuation of D. Rodrigo’s History, was a member of GonzaloPérez’s circle60. By that year the royal chancery was styling the formerprotégé of Archbishop Sancho of Castile as «chanceller mayor en los regnosde Castiella e de Leon e de Andalucia» and by 1294 as «chanceller mayoren todos nuestros regnos»61. True, for a man who was the product ofAlfonso’s chancery, at one level the prostitution of his historiographicalactivity, and the recourse to fiction, would have represented a sad declinefrom the scrupulous standards of Alfonso’s glory days –especially if, as DrHernández and I have suggested, it was he who, as archdeacon of Toledoand notary for Castile in the early 1270s, was responsible for the collectionof the documentary material which seventy years later was to find its wayinto the Crónica de Alfonso X62. But, in that capacity he would have beenfamiliar with and would have had free access to the historical materialsassembled by Alfonso X.

I have said more than enough elsewhere about «Gudiel» and about thetantalising but never quite conclusive indications of his responsibility forthe elaborations of Toledo’s past in the «Versión amplificada». Here sufficeit to remark that, for him as well as don Rodrigo, cathedral building andthe creation of historical fiction were complementary activities. Thoughone looked forward and the other back, the same ethos informed both,and consonant with that ethos were Sancho IV’s privilege, as alleged byJofré, promising that all future kings of Castile would be crowned in Toledocathedral, and the adaptation of a coronation ordo from a German impe-rial model for that purpose63. The illustration to the privilege in whichSancho promises to be buried in Toledo cathedral shows king and arch-bishop seated in exact horizontal equivalence, exactly as in the represen-tations of kings and archbishops presiding over Visigothic councils in the

60. Francisco Javier Hernández, «Noticias sobre Jofré de Loaisa y Ferrán Martínez»,Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 4 (1980), pp. 281-309.

61. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 266, q. v. for criticism of thisinterpretation.

62. Idem, pp. 129-131. For reasons not stated, Manuel González Jiménez contends thatthis section of the Crónica was compiled in the years 1282-1284: Crónica de Alfonso X segúnel MS. 2777 de la Biblioteca del Palacio Real (Madrid), Murcia: Real Academia Alfonso X elSabio, 2000, p. xxxii.

63. Peter Linehan, «The Toledo forgeries c. 1150 - c. 1300», Falschungen im Mittelalter.Internationaler Kongre? der Monumenta Germaniae Historica, München, 16-19. September1986, I, MGH Schriften 33.1; Hannover: Hahnsche Buchhandlung, 1988 [repr. P. Linehan, Pastand Present in Medieval Spain, Aldershot: Variorum, 1992], pp. 643-674 (666-667).

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Notule de primatu manuscript64. How appropriate therefore is Dr Bautista’sconjecture that the completion of this version of the Alfonsine History wastimed to coincide with Sancho IV’s accomplishment of the royal pantheonwithin the cathedral65.

This is not to suggest that Jofré de Loaisa and a Toledo lobby, or mafia,were responsible for all the amplifications of the «Versión amplificada». Forexample, although on the awkward matter of Seville’s ancient primacy thesubversive D. Lucas had been muted66, it would be difficult to ascribe toa Toledan sympathiser the passage celebrating the miracles and preachingof Santiago67 –unless its inclusion is to be regarded as an oversight attributableto the scramble to meet that 1289 deadline68. Be that as it may, the prac-tice of inferring authorship from apparent motivation may be thought aquestionable procedure anyway, as also may be the tendency to regarda writer’s apparent failure to quote from or even acknowledge the existenceof another work as automatically disqualifying him from the authorship ofit. Is it not a fallacy, one perhaps based on modern experience, to assumethat historians are incapable of original thought and of original ways ofexpressing it and that anything they may say must have been adapted fromsomeone else? We have already seen how that assumption underestimates

64. Idem, History and the Historians, pp. 482-485. Cf. Fernando Gutiérrez Baños, Lasempresas artísticas de Sancho IV el Bravo, Valladolid: Junta de Castilla y León, Consejería deEducación y Cultura, 1997, pp. 186-190.

65. F. Bautista, La Estoria de España, pp. 51-54.66. But not altogether silenced. According to Lucas’s fifteenth-century translator,

Fernando III incorporated Seville to León and made it subject to the Fuero juzgo: Crónicade España por Lucas, obispo de Túy, edited by Julio Puyol, Madrid: Rev. de Archivos,Bibliotecas y Museos, 1926, p. 445. Seville had been granted the fuero of Toledo in 1251: F.J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 68. At one level therefore the Leonesemafia remained alive and well. But the influence is not unidirectional. Despite its promo-tion of St. Isidore, the extended Lucas omits the notice of the Estoria de España that FernandoIII entered Seville «dia […] de la traslaçion de sant Esidro de Leon [22 December], arçobispoque fue de Seuilla» in favour of that of S. Clemente: the day prearranged for the surrenderof the alcázar [23 November: a Monday in 1248], misreporting it as a Sunday: Puyol, pp. 443-4. Cf. Primera Crónica General, cc. 1123, 1125 (p. 767a20,b10).

67. F. Bautista, La Estoria de España, pp. 26, 83-84, 97-98. Cf. the downbeat D. Rodrigoat Las Navas, as described in the Sumario Analístico de la Historia Gothica, edited by AengusWard, PMHRS, 56 (2007), pp. 26, 97-98.

68. Was this the reason why, in the words of J. B. Crespo Arce, «el texto que presentaE2 está plagado de imperfecciones, tanto estructurales como puntuales», failing even to verifythe year of the reconquest of Toledo?: «La complejidad textual de la historiografía alfonsí»,Actas del XIV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, New York, 16-21 deJulio de 2001, Newark, Del.: Juan de la Cuesta, 2004, I, pp. 55-65 (56).

THE INVENTION OF TOLEDO 137

practitioners of the calibre of Bishop Pelayo of Oviedo69. For the affectingaccount in the «Versión amplificada» of the death of Alfonso VII MenéndezPidal cited «[una] fuente desconocida, quizá poetica»70. But why not «unainvención, quizá insólita»? Why should inventio not be counted amongstthe historiographer’s resources, along with auctoritas and memoria?71

–always provided we do not expect the Cui bono? test mechanisticallyapplied to identify the author. In the present case, for example, to treatthe «toledanisation» of the historical record as an expression of Sancho IV’spolitical philosophy tout court and king and archbishop as in intimatecollaboration would appear highly questionable72. The fit is not that exact.The absence from Toledo cathedral’s title deeds of Sancho’s coronationprivilege described by Master Jofré’s speaks for itself.

Many loose ends remain. In the masterly analysis of Catalán and JerezI find no mention of the item listed amongst the contents of ArchbishopSancho of Aragón’s chapel, the «quaderno de fechos de Toledo quecomienza ‘En guarda del arçidiagno de Toledo’»73. Yet here is an item –«unquaderno de fechos de Toledo»– which sounds as if it might deservediscussion in relation to the Anales Toledanos Terceros (the bifolio enclosing

69. Above, n. 34.70. Primera Crónica General, II, p. cxciv.71. Cf. Inés Fernández-Ordóñez, «La composición por etapas de la Chronica latina

regum Castellae (1223-1237) de Juan de Osma», e-Spania, 2 (2007), pp. 1-35 (32-35),http://www.e-spania.paris-sorbonne.fr [net visited at 2007-06-30].

72. Cf. Georges Martin, «L’escarboucle de Saint-Denis, le roi de France et l’empereurdes Espagnes», in Saint-Denis et la royauté. Études offertes à Bernard Guenée, edited by F.Autrand, C. Gauvard & J.-M. Moeglin, Paris: Publications de la Sorbonne, 1999, pp. 439-462(458). C. L. Chamberlin regards the king as the manipulator-in-chief («undoubtedly with theintimate collaboration of Archbishop Gonzalo»): «‘Unless the Pen Writes as it Should’: theproto-cult of Saint Fernando III in Seville in the thirteenth and fourteenth centuries», in Sevilla1248. Congreso Internacional conmemorativo del 750 aniversario de la conquista de laciudad de Sevilla por Fernando III, rey de Castilla y León. Sevilla, Real Alcázar, 23-27 denoviembre de 1998, edited by M. González Jiménez, Madrid: Ayuntamiento de Sevilla &Fundación Ramón Areces, 2000, pp. 389-417 (406), while F. Gutiérrez Baños, Empresas artís-ticas, p. 189, speaks of «una confluencia de intereses». Regarding the Lucidario, F. Gómez-Redondo discerns «una orientración religiosa, impulsada en la corte de Sancho posiblementspor clérigos cercanos al cardenal Gudiel»: Historia de la prosa medieval castellana, I, Lacreación del discurso prosístico: el entramado cortesano, Madrid: Cátedra, 1998, p. 912. Asto the differing nuances observable in historical compilations of the period, A. Ward observes:«it is hard to imagine separate teams beavering away in the 1280s at differentiated historiesof Iberia in the cathedral without knowledge of each other»: Sumario Analístico, p. 29. Hardyes, but also intriguing.

73. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 142, n. 149.

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what used to be called the Anales Toledanos Quartos: now the Sumarioanalístico de la Historia Gothica), the work penned, according to Catalánand Jerez, by Archdeacon Jofré of Toledo in the spring of 128074. If thereis a connexion, though, there is also a problem. For in the spring of 1280this quaderno was nowhere near the archdeacon. It was in the possessionof Archbishop Sancho’s creditors, and was not released by them until 128475.

That is not the only problem. Another concerns Archdeacon Jofré ofToledo himself and in particular the question whether in 1280 Jofré deLoaisa was an archdeacon at all. Of course, Catalán and Jerez insist that hewas, stating that the dispute regarding succession to that office had beendecided in Jofré’s favour by Pope Nicholas III in 1278. But this is wrong.It is wrong because it was Pope Nicholas IV who decided in Jofré’s favour,and not until after 1288 that he did so76. Only after that date was Jofré deLoaisa de iure archdeacon of Toledo.

True, he may have been de facto archdeacon before that, and may nothave let the difference worry him unduly. And, if so, as an accomplice ofhis archbishop that would have been wholly appropriate. For Gudiel wasone of nature’s survivors. The story of his political resurrection after KingSancho’s succession is a remarkable one. But Catalán and Jerez are alsowrong in claiming that he returned to the old king’s side in the last monthsof Alfonso’s reign77. So too is Dr Bizzarri in reporting that it was he who

74. D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» romanzado, pp. 566-594.75. New York, Hispanic Society of America, MS. B190 (printed F. J. Hernández & P.

Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 499).76. D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» romanzado, p. 571. The error derives ultimately

from Ramón Gonzálvez’s attribution to the pontificate of Nicholas III (1277-1280) of a papalletter copied in ACT O.3.C.1.3 («El arcediano Jofre de Loaysa y el ‘fecho de coronados’», inEstudios en homenaje a D. Claudio Sánchez Albornoz en sus 90 años, III, Buenos Aires:Instituto de Historia de España, 1985, pp. 241-262 (244). However, the date of this («Lateraninon. martii pontificatus nostri anno primo») can only refer to that of Nicholas IV (1288-1292),as references in the text to letters on the subject issued by the pontiff’s immediate prede-cessor, Honorius IV, confirm. The reader of Gonzálvez’s article is likely to have been misledby what purports to be a quotation from the papal text referring to the abbot of Covarru-bias «qui se gerit pro electo toletano» (p. 244), and therefore to a date before 1280. In fact,the letter’s description of the abbot is of one «qui se tunc pro electo Toletano gerebat». SeeF. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 171. It is to be noted that on diplo-matic grounds the copy can be shown to have been made not from the papal register butfrom the original.

77. D. Catalán & E. Jerez, «Rodericus» romanzado, p. 594, in accordance with the furthermisdating by R. Gonzálvez Ruiz, Hombres y libros de Toledo (1086-1300), Madrid:Fundación Ramón Areces, 1997, pp. 359-360. Cf. F. J. Hernández & P. Linehan, MozarabicCardinal, p. 240.

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crowned Sancho in Toledo cathedral78. It was precisely the fact that likeArchbishop Gonzalo of Compostela he had not been the king’s man forToledo in the first place, that he had not returned while the old king wasstill alive, and that he had not been at Toledo at the start of the new reignthat made the development of his relationship with the new king so notable.By a curious irony, most modern scholars have been deluded by purveyorsof historical fiction into believing that no such special relationship can haveexisted because the archbishop was driven into exile by ira regia in 128679.This too is wrong. Gonzalo Pérez stayed, and develop the relationship did–though it did not survive the death of that king.

With the death of Sancho IV in 1295 the special relationship waned.The moment had passed. In 1311 Sancho’s son would describe GonzaloPérez’s successor but one as his «fechura». That was the word that, whenwriting to Alfonso X from Rome80 at the time of his appointment in May1280, Gonzalo Pérez had used to describe himself. The same word, butwith very different connotations in the two places81. A sentence in anotherletter from the earlier date, and destined for the then Infante, shows whathad been lost. It had been addressed «a uos, que siempre nos amastes enos onrrastes de que erades moço pequenno a aca»82.

But in a sense the failure of that relationship hardly mattered sinceby then sufficient of the historical past had been toledanized for thearchbishop to rest in peace. The placebo to which a Toledo deprived of

78. H. O. Bizzarri, «Castigos del rey D. Sancho IV», p. 17.79. Misinformation originating with the anonymous author of certain «Vidas de los

arzobispos de Toledo» written after 1588. Amongst those recently misled have been ManuelAlonso, «Bibliotecas medievales de los arzobispos de Toledo», Razón y Fe, 123 (1941), pp.295-309 (at p. 302); Johannis Aegidii Zamorensis. ‘Historia Naturalis’, edited by AvelinoDomínguez García & Luis García Ballester, [Valladolid]: Junta de Castilla y León, Consejeríade Cultura y Turismo, 1994, I, pp. 30-31; Germán Orduna, «La elite intelectual de la escuelacatedralicia de Toledo y la literatura en época de Sancho IV», in La literatura en la época deSancho IV (Actas del Congreso Internacional «La literatura en la época de Sancho IV», Alcaláde Henares, 21-24 de febrero de 1994), edited by Carlos Alvar & Juan Manuel Lucía Megías,Alcalá de Henares: Servicio de Publicaciones, Universidad de Alcalá, 1996, pp. 53-62; G.Martin, «L’escarboucle de Saint-Denis», p. 460; and F. Gómez-Redondo, Historia de la prosa,I, p. 861. Cf. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 423 n. 73.

80. And it was from Rome that he did so and not, as D. Catalán & E. Jerez variouslycontend, from Viterbo or Orvieto: «Rodericus» romanzado, pp. 549, 570, 602.

81. F. J. Hernández & P. Linehan, Mozarabic Cardinal, p. 442; Antonio Benavides,Memorias de D. Fernando IV de Castilla, Madrid: J. Rodríguez, 1860, II, num. 550 (cit. F. J.Hernández & P. Linehan, p. 405).

82. Idem, Mozarabic Cardinal, p. 446.

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nourishment had turned was found to have therapeutic virtues of its own.To return to my point of departure, the process ensured that in death, asnever in life, D. Rodrigo came to be identified with his king and, becausehis king was a saint, to be treated as immune from the criticism of histo-rians83. In the 1590s another member of the Loaisa clan, Archbishop Garcíade Loaisa, attempted to improve on the record of 1253, and in 1902 PadreFita brandishing a sword for Santiago denounced him and sought to tarD. García and everything back to 1253 with the brush of the False Chron-iclers84. Padre Fita was right about many things. He was probably wrongabout that.

83. See the judgement of E. Estella, sometime archivist of Toledo cathedral, cit. P.Linehan, «D. Rodrigo», p. 87, n. 1.

84. F. Fita, «Santiago de Galicia», Razón y Fe, 4, 2 (1902), pp. 35-45 (36-38, 45).

THE INVENTION OF TOLEDO 141

LA EPIFANÍA AMERICANAEN LA HISTORIOGRAFÍA RENACENTISTA

JOSÉ MANUEL PÉREZ-PRENDES MUÑOZ-ARRACO(Universidad Complutense de Madrid)

HISTORIOGRAFÍA Y CRÓNICAS

L A PRIMERA OBSERVACIÓN de este escrito consiste en señalar la necesidadde distinguir entre una y otra cosa. Es preciso hacerlo así porque sesuele hablar de Historiografía en términos algo imprecisos. A veces

solo se quiere señalar, coloquialmente, un conjunto de fuentes históricasnarrativas. En otras ocasiones se agudiza el discurso y se le reconoce altérmino su sentido más técnico, el que le define como «Historia de lasHistorias» y por tanto de los historiadores en cuanto tales. En este segundocaso «Historiografía» es algo que queda situado fuera de los materialesmismos que juzga y valora. En el primero, simplemente se identifica conellos. Como he hecho en otras ocasiones1, trataré de mantenerme aquí enla significación que acabo de calificar como más técnica.

1. Cf. mi Historia del Derecho español, Madrid: Servicio de Publicaciones de la Univer-sidad Complutense, 2004, I, págs. 219-220, y mi trabajo sobre «Criterios historiográficos deDanvila (Respuesta al Prof., Dr., Alejandro Nieto)», en Posibilidades y límites de una Histo-riografía nacional, Madrid: ICYT, 1984, págs. 401 y sigs.

143

LA EPIFANÍA AMERICANA

En los tiempos de la aurora renacentista, la cronística imitadora de losmodelos narrativos griegos y latinos vio alzarse, como inminente tema desu atención, unas imágenes imprevistas. Eran las primeras noticias de unmundo nuevo. Entiendo que, en lo que a la cultura del Renacimiento serefiere, el hecho americano fue ante todo una «epifanía». Por mucho queesmerados lingüistas desdeñen o restrinjan el uso de esa la palabra2, susentido etimológico de manifestación o aparición de algo extraordinario,es el único capaz de nombrar con hondura un hecho de tal calado. Quela actitud de los europeos (especialmente los españoles, aunque no losúnicos) ante lo que se les manifestaba quisiera luego definirse como «descu-brimiento» y aún más tarde se la llame «encuentro» o «invasión», es algoposterior a la «epifanía» misma y por tanto esas otras palabras no resultanadecuadas al matiz que se pretende establecer aquí.

Epifanía pues, y deslumbrante de modo tal, que corre desde los mitoshasta los hechos. Si de los mitos hablásemos aquí, no hay duda quehabríamos de extender una larga atención ante pruebas como las Come-dias americanas de Lope de Vega, que no son sino un compendio de mitosamericanos, cuya riqueza de contenido ha sido objeto de explotación hastael siglo XX, con Alejo Carpentier, por ejemplo, pero solo debemos circuns-cribirnos a los hechos.

Las Crónicas se ocupan de los hechos. Pues bien, lo que con justicia sellamaría más tarde América, apareció cuando iban llegando a su plenodesarrollo las formulas cronísticas que en su día fueron frutos de la reno-vación traída por la labor de Pedro López de Ayala. Dicho de otro modo,sucedió eso cuando las piezas que estudia la Historiografía empezaban acobrar sus más eficaces perfiles como fuentes de la Historia. Pero, ¿cómotratar las Crónicas para saber algo acerca de cuáles y cómo son para elinvestigador esos «eficaces perfiles» que acaban de ser aludidos?

2. El Diccionario de la lengua española (Real Academia Española), 2001, sí recoge esaacepción, pero Joan Corominas & José A. Pascual omiten por completo la palabra en suDiccionario crítico, etimológico castellano e hispánico, Madrid: Gredos, 1989, mientras queMaría Moliner la reduce a la festividad religiosa, en su Diccionario de uso del español, Madrid:Gredos, 1990.

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EL ATRAYENTE RIESGO DE LA CRONÍSTICA

Facilita la contestación hacer una cita, que es casi una referencia clásica.Me refiero a las palabras con las que Luis García de Valdeavellano repli-caba en realidad a tal pregunta, pero sin proponérselo realmente, puessolo intentaba algo mucho más concreto, retratar la imagen general dela obra cronística del Canciller Pedro López de Ayala. Esta, según el histo-riador citado:

Procura ser imparcial cuando narra las violencias del Rey, y esta impar-cialidad de Ayala es hoy generalmente reconocida. Por su dramatismola Crónica de Pedro I es muy superior a las otras que el Canciller escribió.Gran conocedor de los sucesos y de la política de su época, excelentepsicólogo y brillante escritor, Ayala inicia una etapa en la historiografía,el paso de la crónica medieval a la historia renacentista y moderna3.

Quien considere con cuidado ese juicio descubrirá, alojados implícita-mente en él, cuatro rasgos generales, que no se limitan a la sola labor deAyala, sino que informan de la calidad exigible a todo trabajo cronísticodesarrollado. Información, crítica, participación y estilo. Aunque Valdea-vellano no utilice tales palabras, ni jerarquice tampoco los términos aten-diendo a sus contenidos, no creo que pueda discutirse que la apreciaciónde esos factores vertebra tácitamente el juicio que ofrece. Ese conjunto derasgos es el cimiento sobre el cual se perfila una valoración historiográficade la obra tejida por cada autor, de modo que, sin olvidar la belleza expre-siva («estilo»), se da lugar preeminente a la mixtura entre los conocimientossólidamente cimentados («información» y «crítica») y al discurso de compro-miso personal del autor con los temas desarrollados («participación»).

Por hallar esos rasgos, Valdeavellano sostiene la buena y novedosacalidad del modelo estrenado por el Canciller. Incluso añade que precisa-mente aparece su mejor crónica cuando, ante el hirviente tema de Pedro I,la «participación» apasionada del escritor en la narración que ofrece, hacesurgir el elemento dramático. Ni más ni menos, eso es decir que el histo-riógrafo debe dar por alcanzada la mejor creación cronística, justo cuandove sobrepasado el imprescindible y sereno equilibrio entre la «información»y de la «crítica» y la «participación» adquiere matices insospechados. Esa

3. Luis García de Valdeavellano, Historia de España. I, De los orígenes a la Baja EdadMedia, primera parte, Madrid: Revista de Occidente, 5ª ed., 1967, pág. 58.

LA EPIFANÍA AMERICANA EN LA HISTORIOGRAFÍA RENACENTISTA 145

calidad, lograda ya así desde el punto de vista historiográfico, puede serluego enriquecida por un excelente estilo literario, pero queda no menosclaro, que la forma no va más allá de atribuir o amenguar belleza.

Si prescindimos de los casos contrapuestos de Diego Enríquez delCastillo4 y Alfonso de Palencia5 enzarzados más que nada, y demasiadotoscamente ambos, en su respectiva intención de vindicar o condenar aEnrique IV, la impresión general que ofrece el río de la historiografía espa-ñola de los diferentes reinos hasta los Reyes Católicos es la sucesión deobras informadas y serenas, pero ajenas al «pathos» elegante e intensa-mente participativo que, por una vez había adoptado el Canciller y quesiglos mas tarde volvió a tentar a un escritor bien distinto, no solo en siglos,sino en perspectivas e intenciones, como Dionisio Ridruejo, transformadoen su selector y prologuista6. Pero el trabajo de este ya no es otra cosaque estilo, la falta de los otros requisitos le separa de que tenga sentidosometerle a ningún juicio historiográfico.

SOBRE EL VALOR HISTORIOGRÁFICO DE LAS CRÓNICAS

A la luz de lo dicho creo ya posible establecer la que me parece ser reglaesencial para el uso de este tipo de materiales. Es esta: aseguradas la «infor-mación» y la «crítica» como exigencias mínimas, cuanto mayor sea la dosisde «participación» que exista en una crónica, mayor será su valor historio-gráfico. Sigo usando «información», «crítica» y «participación», claro está, enel sentido específico que atribuí arriba a tales palabras para el contextoque nos ocupa. Sé que no faltará el probo y ceñudo historiador de granoficio que se escandalice o se burle ante el criterio que acabo de sugerir.Pero por mi parte me resultan indiferentes su censura o su ironía, juntaso separadas. Solo me detengo en saludarle y sigo adelante.

Para entender bien el motivo que me lleva a colocar el centro de gravedadestimativo de este tipo de textos en la «participación», he de recordar que he

4. «Crónica de Enrique IV de Castilla», editada por Cayetano Rosell dentro de lasCrónicas de los reyes de Castilla, Madrid: Ribadeneira (Biblioteca de Autores Españoles, núm.LXX), 1878, págs. 99 y sigs.

5. Texto original latino con el título Alphonsi Palentini Gesta hispaniensia, versión espa-ñola de Antonio Paz y Mélia, Madrid, 4 vols., 1904-1908.

6. Pedro López de Ayala, Las muertes del rey Don Pedro, prólogo de Dionisio Ridruejo,Madrid: Alianza, 1971.

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dicho también, ya antes de ahora, que toda Historia no es más que Historio-grafía. Me atreví a formular esa opinión después de una lectura a ReinhartKoselleck, en 1980. El año anterior había señalado ese autor que la Historiano puede prescindir de una delimitación conceptual del tiempo en el que esestudiada. De ahí me llegó el estímulo final que me impulsó a establecer esa,digamos, «regla». Sus observaciones sobre historiografía figurativa7, me pare-cieron en buena medida el agente corporeizante de las continuadas percep-ciones que yo había tenido, tanto de la lectura de fuentes cronísticas, comoen la de exposiciones «críticas» redactadas por historiadores de largo oficio.

Pero la verdad es que, aquí y ahora, tampoco creo que ni en la posturade Koselleck ni en la mía resida demasiada novedad. Poco hay de nove-doso en afirmar tales cosas, si se recuerda lo viejo e intrincado de los debatessobre los alcances del conocimiento científico posible en las ciencias del espí-ritu frente a las de la naturaleza8. A la luz de lo aportado por quienes desdehace tanto tiempo y con tanta lucidez y con tan diferentes perspectivas, seocuparon en esas discusiones, desde Rickert hasta Althusser, es difícil escapara la convicción de que los historiadores no hacen otra cosa que interpreta-ciones y toda interpretación es de suyo subjetiva y no objetiva.

Gracioso resulta por demás que haya quien se empeñe en decir que susinvestigaciones «reconstruyen» los acontecimientos históricos. Quizá esopueda decirse de los arqueólogos y con todo, aún ahí podrían suscitarsealgunas dudas menores. Pero ¿donde está la maqueta genuina del modeloperdido que nos asegure el acierto cuando se dice estar reconstruyendo? Suposesión sí que certificaría el acierto de lo reconstruido, mas es el caso quenadie sabe por donde puede encontrarse tal cosa. En todo caso, cada fuente,uno de tantos reflejos del hecho pasado, es siempre una mediación susti-tutoria del acontecimiento esfumado y cuando el historiador la interpela, inte-rroga a otro humano como él, es decir a quien creó tal fuente, ya sea concerteza de notario o con tensión de cómplice o con galanura de escritor.

Debo sin embargo plantear un pequeño excursus para advertir quecuanto digo se entiende, claro está, dentro del terreno de la «interpreta-ción», no del de la «falsificación». Para nadie es un secreto que algunossujetos han creído poder aprovecharse de la naturaleza interpretativa de lainvestigación histórica para realizar simples falsificaciones, como la que niega

7. Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos,Barcelona: Paidós, 1993. La obra original se publicó en 1979. Cf., las págs. 24, 45, 47-48, 297-298 y 307.

8. Cf., sobre las posturas intelectuales dispuestas en torno al tema, mi Historia delDerecho español, págs. 113 y sigs.

LA EPIFANÍA AMERICANA EN LA HISTORIOGRAFÍA RENACENTISTA 147

la evidencia de la Soah. Pero eso cae dentro de los límites que ya señaló ensu día Anna Freud, cuando escribió que «no hay ninguna regla analítica quela neurosis del paciente no pueda pervertir y utilizar para sus propios propó-sitos»9. Solo podría yo añadir que dejar en el diagnóstico de neuróticos a losautores de semejantes farsas, es quizá demasiado benevolente.

Incluso fuera ya de los términos obscenos de semejantes perturbadosmorales, tampoco cabe escandalizarse por la constante revisión de inves-tigaciones a que obliga la conciencia de que lo interpretativo es algo inevi-tablemente inherente a toda investigación histórica. Una vez establecidaslas realidades que las fuentes muestren a todos ser indiscutibles (nadieaprovecharía la imposibilidad de acercarse a Felipe II por otra vía que lainterpretativa, para poner en discusión su bien documentado lugar de naci-miento) no cabe otra vía de acción que interpretar el significado que pudieranhaber tenido esos datos. De ahí deriva algo que asusta, ciertamente, y es laposibilidad de reinterpretaciones continuas. Pero eso no debe impresionara nadie por dos razones. Una, porque siempre ha sido así. Otra porque nose trata de eliminar las opiniones de nadie en la medida de que conservenvalor de convicción, sino solo de añadir nuevas perspectivas.

No creo estar haciendo ningún planteamiento extremado, sino simple-mente realista. Las fuentes históricas sólo son eso, el fruto del esfuerzo ode la casualidad del trabajo de alguien que no hizo sino proyectar su menta-lidad sobre acontecimientos irrecuperables. En el siglo XVII y con un enér-gico y atrayente estilo, Fray Jerónimo de San José10 se arriesgó retóricamenteen comparar la labor del historiador sobre las fuentes con las profecías deltremebundo Ezequiel ante montones de huesos secos, consiguiendo resu-citarles a la plenitud de la vida11, pero difícilmente hoy nadie aceptaría otracosa que sonreír ante semejante exorbitancia.

9. Anna Freud, Estudios psicoanalíticos, en Obras escogidas, Madrid: RBA, 2006, pág.441. El texto es de 1954.

10. Santiago Montero Díaz, «Estudio preliminar» a Luis Cabrera de Córdoba, De Historia,para entenderla y escribirla (1611), Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1948, pág. XLVIII.

11. El pasaje inspirador se encuentra en los versículos 1-27 del capítulo 37 de libro deEzequiel, que puede consultarse en la excelente versión de la Sagrada Biblia, Madrid: Salvat,1985, págs. 527-528, preparada por Francisco Cantera Burgos y Manuel Iglesias González,junto con un importante grupo de colaboradores. La utilización historiográfica del pasajepor parte de Fray Jerónimo es tan forzada, que ni siquiera alude a ella Maximiliano GarcíaCordero, en sus comentarios a los libros proféticos incluidos en el vol. III de la Biblia comen-tada, Madrid: Editorial Católica, 1967, págs. 830 y sigs., limitándose a considerar los trucu-lentos textos del profeta como lo que son en realidad, elementos de una apología acercade la restauración de unidad política israelita.

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El valor heurístico de las crónicas solo reside en su capacidad para testi-moniar acerca de la humanidad vital de su autor ante los acontecimientosque vulneraron su sensibilidad. Añádase, si acaso y en plano mucho másdesvaído, la ayuda hermenéutica de aportar algún dato secundario, extra-viado en otras fuentes. Incluso esto último suele ser al revés. Quisieroncallar las crónicas del tiempo el nombre del muchacho que, de mano invo-luntaria, dio muerte a Enrique I de León y Castilla y solo pudo restituirseese dato por ayuda de fuentes no cronísticas, ante el compromiso de éstasen tomar parte en la circulación de los informes12. Desvarió la Crónica deAlfonso X acerca de los movimientos reales del rey en su viajar institu-cional por sus reinos y solo un gran documentalista muy posterior fuecapaz de enderezar una información tan equivocada como insistente13. UsóBernal Díaz del Castillo de su memoria histórica para enumerar los agra-vios e injusticias inflingidos, según él, a los conquistadores de América14.Y la lista podría alargarse sin que aparezca el riesgo de confundir al lector,aunque sí el de aburrirle.

Instalados pues en la realidad de lo principalmente útil de las crónicas,resulta inevitable aceptar la norma enunciada arriba al señalar que susaportaciones serán más valiosas cuanto más vitalmente se exprese su autoren sus comprometidos y unilaterales juicios acerca de los hechos que narre.Cuanto más se involucre en lo que cuenta, más sincero resultará el cronistay con ello nos pondrá mejor en las pistas adecuadas para una mejor percep-ción de la mentalidad vigente en el segmento social que le fue personal-mente propio. Creo pues que los momentos cronísticos más dotados de esevalor serán aquellos en los que los narradores expresen con más fuerza susactitudes vitales, rompiendo el aburrido y escaso testimonio de los quefueron mejores celadores de su propia posición. Eso y no otra cosa es loque hizo Ayala con Pedro I y por eso tal pieza es su mejor escrito, comoya advirtió Valdeavellano.

Existe además un particular punto de énfasis en la «participación» delcronista, punto especial, ajeno a la voluntad del escritor y nacido de lascircunstancias históricas en la que le toco vivir. En realidad se trata de algo

12. Manuel Torres López, «Sobre la muerte de Enrique I de Castilla», en Estudios enHomenaje a D. Claudio Sánchez Albornoz en sus 90 años, Buenos Aires: Instituto de Historiade España, 1983, II, págs. 469-487.

13. Antonio Ballesteros Beretta, Alfonso X el Sabio, Barcelona: Salvat, 1963.14. Todo el eje narrativo de su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España,

no es otra cosa que una apasionada lamentación acerca del fallo de sus esperanzas medie-vales de prosperidad, ante la realidad de las formas gobernar propias de mundo moderno.

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derivado de una certeza, aunque esta sea casi pueril. Se sabe bien que enla Historia humana no todos los momentos han sido iguales. Los haydotados de aquello que se llamó por Hans Thieme la gracia de «un puntocero» y ya López de Gómara señalaba, en un párrafo justamente famosocolocado en la dedicatoria al Emperador de su Hispania Victrix, la entro-nización de América en la mente de las gentes europeas como el segundogran momento significativo de vida de la Humanidad, después del naci-miento y muerte de Cristo.

ALGUNA NOTA PARA UNA HISTORIOGRAFÍA AMERICANISTA CONSTRUCTIVA

Escribo, buscando la elementalidad más austera, la palabra «construc-tiva», queriendo con eso dar a entender que la sitúo enfrente de otra,«descriptiva». No hay aquí intención alguna de invocar un apoyo en el cons-tructivismo matemático-filosófico. Se trata solo de recordar que la Historio-grafía ha sido edificada muy preferentemente como «descripción» demateriales más o menos aptos para la investigación histórica. Es pues unsaber descriptivo. Sin negar la utilidad de esa dimensión, quisiera aquísituar al lector en una postura más orientada a la búsqueda de criterios defondo que puedan servir de reglas para el manejo de las fuentes una vezdescritas. A esa postura es a la que deseo aludir cuando aplico la voz «cons-tructiva» a la Historiografía.

En ese sentido, sostengo que la referida «epifanía americana», iniciadaen 1492, tuvo el lógico efecto de una radicalización en alguno de los rasgoscronísticos de mayor importancia historiográfica que hemos tenido ocasiónde contemplar líneas arriba. Se trata de algo patente en el elemento quese ha llamado aquí de «participación». Fue la inevitable consecuencia de laenormidad del impacto. Esa radicalización participativa provocó la apari-ción de matices nuevos en la configuración narrativa. La necesidad de losautores de resolver unas circunstancias que desbordaban sus recursos inte-lectuales, había provocado la búsqueda de nuevas posibilidades de cono-cimiento y posicionamiento si querían ser capaces de expresar la actituddel hombre europeo, ante la volcánica noticia de lo americano.

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LOS MODELOS HISTORIOGRÁFICOS DE LA CRONÍSTICA AMERICANA

Lo cierto es que la cultura del Viejo Mundo europeo se vio colocadafrente a unos hechos y situaciones no concebibles para ella. Venían reali-zados fuera de lo que era secularmente su conciencia del existir y del narrarlo existente. Explicable es por tanto que se generase en su seno, casi incons-cientemente, la espontánea necesidad de contar con modelos de expre-sión suficiente para hacer asumible la realidad de una presenciadesmesurada, novedosa e inquietante. En mi opinión esos modelos fueron,al menos tres, si atendemos a lo esencial, que, dicho queda, no era otracosa sino la necesidad de colmar la laguna de insuficiencias intelectualesque la primera América conocida engendró en el hombre europeo.

Uno de ellos, el primero, al que propongo llamar «rapsódico», sería elpersonificado por Pedro Mártir de Anglería, en sus De Orbe Novo Decadesocto, proclamando los acontecimientos americanos desde 1492 hasta 1525.No solo sus ritmos recuerdan al recitador de pasajes homéricos, tambiénestán teñidas de ese estilo sus técnicas informativas, escuchando aquí yallá las más novedosas referencias para enhebrarlas en unos textos de recie-dumbre optimista que parecen pensados más para la apasionada transmi-sión oral que para la reposada lectura.

El segundo, a mi entender calificable, mas que como «clasiscista», como«totalizante» vendría representado por la obra de Gonzalo Fernández deOviedo, confesadamente deseosa de acumular en sus páginas cuantos datospuedan componer una enciclopedia concebida al modo de la NaturalisHistoria de Plinio. Sabido es que él mismo señaló su voluntad expresa deseguir ese modelo, no solo con sus numerosas citas y cotejos entre su infor-mación y la del latino, no solo con la técnica de tratamiento de los datosreunidos, sino incluso más explícitamente, escribiendo, y no solo en unaocasión: «en alguna manera yo entiendo seguir o imitar a Plinio». Sería estemodelo el que mayor número de epígonos engendraría15.

El tercero, al que sugiero designar como «político», corresponde a laobra de Juan Gines de Sepúlveda en su De rebus hispanorum ad Novumterrarum Orbem, Mexicumque gestis, que sería conocida simplemente como

15. La frase citada, una de las muchas referencias existentes en la obra, se encuentraen su Historia General y natural de las Indias, edición y estudio preliminar de Juan Pérezde Tudela Bueso, Madrid: Atlas, Biblioteca de Autores Españoles (núm. CXVII), 1959, I, pág.11. Cf., sobre ella, las indicaciones de Manuel Esteve Barba en la obra citada más adelante,págs. 59 y sigs. Añádase el estudio y edición de su Sumario de la Natural historia de las Indias,editado por Manuel Ballesteros, Madrid: Historia 16, 1986.

LA EPIFANÍA AMERICANA EN LA HISTORIOGRAFÍA RENACENTISTA 151

De Orbe Novo, obra largamente redactada en alrededor de cinco años,desde 1557. Es una obra que se mueve en las mismas líneas conceptualespor las que caminaría Lopez de Gómara. Bien conocida, comentada yeditada, es sin embargo en su edición de Pozoblanco16, donde mejor sepercibe, no solo su fondo ciceroniano, cosa ya dicha desde hace mucho,sino especialmente a mi entender, algo mucho menos alegado, el modelode Julio César, solo que aquí el lealísimo Sepúlveda deja que los interesesregios fluyan por su boca como propios, discurso autojustificativo que elromano no tuvo ocasión de poder transferir a nadie.

El resto de la muy abundante historiografía americana del periodo colo-nial17, o bien se vincula plenamente a alguno de ellos o toma elementosde uno u otro, pero no supone la creación de ningún otro diseño, histo-riográficamente específico, que pueda añadirse a los tres anteriores.

LAS RAPSODIAS DE PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA

No de otro modo que como recitador, no propiamente poeta, puede esti-mársele al italiano cuando nos situamos ante ciertos textos suyos. Concreta-mente me refiero ahora a su visión acerca de la preparación del segundo viajecolombino. Canta en realidad, más que narra, y con un modelo homérico bienpatente, cuando escribe en sus Décadas18 que los Reyes Católicos, es decir los:

Santísimos consortes mandan que se dispongan diecisiete naves para lasegunda expedición. Tres grandes de transporte con sus compartimientos;doce de aquella clase de naves sin bodegas que, según escribí, los espa-ñoles llaman carabelas; otras dos del mismo género, algo más grandes ycapaces de compartimientos por la magnitud de los palos. El cuidado depreparar esa flota se lo encomendaron a Juan Fonseca, varón de noblealcurnia, Deán de Sevilla, de gran ingenio y corazón. Mandan los mismosreyes que sean conducidos más de mil doscientos infantes armados, entre

16. Juan Ginés de Sepúlveda, «Del Nuevo Mundo», en Obras completas, edición de LuisRivero García et alii, Pozoblanco: Ayto. de Pozoblanco, 2005, XI.

17. Manuel Esteve Barba, Historiografía indiana, Madrid: Gredos, 1964. Cf., ademáslo que señalé en mi trabajo «Ecos de Crónicas», en Historia de la Mancha: Derecho e Insti-tuciones. Actas del II Simposium, Ciudad Real, s. a., págs. 30-49.

18. Me complace seguir, como justo homenaje a su labor de pionero, la traducción, casiolvidada hoy, de Joaquín Torres Asensio, Fuentes históricas sobre Colón y América. Madrid:Imp. de la S. E. de San Francisco de Sales, 1892, I, págs. 120-121.

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los cuales disponen que se estimule con estipendio gran número de artí-fices y operarios de todas las artes mecánicas y agregan algunos jinetescon la demás gente de armas. El Prefecto prepara, para sacar crías, yeguas,ovejas, terneras y otras muchas con los machos de su especie; legumbres,trigo, cebada y demás semillas como estas, no solo para comer, sino tambiénpara sembrar. Llevan a aquella tierra vides y plantas de otros árboles nues-tros que no hay allá; pues en aquellas islas no encontraron ningún árbolconocido, fuera de pinos y palmas, y estas altísimas y admirablementeduras, grandes y rectas por la riqueza del suelo y también otros muchosárboles que crían frutos desconocidos. Refieren que aquella tierra es la másfértil de cuantas la estrellas rodean. Finalmente, manda a cada uno de losartífices llevar todos los instrumentos fabriles y cuanto es conducente aedificar una ciudad en extrañas regiones. Muchos de entre los clientes dela confianza de los reyes emprendieron espontáneamente esta navegación,llevados por el anhelo de novedades y por la autoridad del Almirante.

Además de cuanto se ha dicho aquí antes sobre la técnica del milanés,los tópicos de la primera hora colombina quedan bien patentes por suparte. La contraposición de la fuerza americana indómita, con sus poten-cialidades vírgenes, ante la serie de saberes y recursos acuñados por lalarga historia de la vieja Europa. La generosidad de llevar cuanto se sabe,cuanto se tiene, para hacer posible una especie de tierra de milagro. Lamirada hacia las nuevas islas, estimulada por un interés como nunca habíaexistido antes. El misterio transoceánico de una naturaleza desconocida. Eloptimismo creador de nuevas formas de asociación vital que empuja agentes, ya notables en su mundo a trasladarse al nuevo sin otra razón queel optimismo de la empresa. La certeza en la construcción política de uninexperimentado reino y el deseo de participar en la labor de crearlo, tareaque nunca habían conocido de ese modo.

Es precisamente en este modelo rapsódico angleriano donde hay quesituar la breve Crónica, a la que me voy a referir a continuación, brevetexto, relativo al mundo americano en los tiempos primeros de la toma deconciencia de la sorpresa americana por parte de la cultura europea.

LA «NEWE ZEITTUNG»

Con el título Newe Zeittung, von dem Lande das dir Spanien fundenhaben ym 1521, se conserva una pequeña crónica, que incluye tresgrabados (repetidos una vez cada uno los dos primeros), impresa el 18 de

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marzo de 1522 y ofrecida a Carlos V y a su hermano («Kayserlich Maiestatund Ertzherrzog Fernandus») que da una «Newe Zeittung» o «Nueva noticia»de la llegada de los españoles al ámbito yucateca el año anterior19. Es untexto que ya había sido publicado en una versión castellana (que aquí nose sigue, sustituyéndola por otra enteramente nueva) de 1938, en México,reimpresa también allí en 1959. Pero ha circulado muy poco en España. Noes de censurar su exclusión de la excelente edición de Diego de Landapreparada entre nosotros por Miguel Rivera, pese a que en esa versión de1938 y su reimpresión de 1959 se acumulaba como apéndice a una ediciónmexicana de la Relación del franciscano.

He usado para este trabajo la edición de Jorge Gurría Lacroix quecomento más abajo y que como él mismo explica es preferible a un facsímilque dio a la imprenta en 1940 el Instituto de Investigaciones Estéticas dela Universidad Nacional Autónoma de México. Este, a su vez, reproducíael facsímil hecho en 1875 por Federico Müller en Berlín sobre un ejemplarde la Biblioteca Real de esa ciudad. El facsímil editado por J. Gurría es elmejor, ya que reproduce un microfilm de la Biblioteca John Carter Brownque presenta completo el texto.

EL TEXTO

NUEVA NOTICIA DEL PAÍS QUE LOS ESPAÑOLES

HAN ENCONTRADO EN EL AÑO 1521, DENOMINADO YUCATÁN20

[1] Item. Parten los españoles de Sevilla hacia la isla de Cuba. Parten de laisla de Cuba y recorren 52 leguas. Encuentran una isla pequeña y en ella

19. Ya tuve ocasión, en otra sede, de llamar la atención sobre este escrito, pero conreferencia a unos contextos muy diferentes a los aquí tocados. No obstante entiendo queambas perspectivas, aquella y esta, respecto del texto son complementarias entre sí; cf. mitrabajo «Ecos de Crónicas».

20. Utilizo la edición facsímil impresa en México, en tirada para bibliófilos, en 1975, porla Editorial Juan Pablos, al cuidado de Jorge Gurría Lacroix y Alfredo Hlito. El primero incluyeunos breves comentarios. Se añade una traducción de Ute Schmidt (revisada por Elsa Frost)que aquí se sustituye por completo por otra realizada por mí. Por supuesto he tenido presenteambos trabajos para realizar el que aquí presento. En mi traducción introduzco una numera-ción de párrafos que no existe en el original, juego con los tiempos verbales para distinguirfácilmente en la lectura el discurso del narrador (siempre en presente) de las actuaciones delos personajes que evoca, e introduzco, siempre entre paréntesis o corchetes y con otro tipode letra, algunas sugerencias para identificar lugares, personas, aclarar frases, etc.

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dos ancianas que se identifican como sacerdotisas. Y cuando los reyes delos países próximos quieren guerrear entre sí envían a consultar a las dosancianas citadas sobre si vencerán o no. Tales mujeres son expertas hechi-ceras y conjuran al demonio. Este acude en persona a dialogar con ellasbajo su forma demoníaca. Ellas trasladan lo que les revela a aquellos queles han consultado.

[2] Item. Cerca de esa isla encuentran otra mayor [Cozumel o Yucatán] enla que hay una ciudad densamente poblada. Allí hay mucha cera y miel.A dos leguas de la misma isla encontraron una tierra grande y en ella unaciudad grande situada en un gran río llamado «Grigolssa» (sic) [¿Grijalva?,¿costa de Yucatán?]21. Los habitantes de esa ciudad ofrecen a los españolesun gran presente, principalmente en oro, vestidos de algodón, cobertoresde algodón, hechos con diversas facturas de plumas de papagayo. En latierra existe mucho oro. Las casas tienen techumbres de paja y están hechasde piedra. Tienen ayuntamiento en la ciudad y observan entre ellos unbuen régimen jurídico. Tienen una plaza en la ciudad en la que realizanel mercado. Usan como dinero una fruta parecida al corazón de la almendra(cacao) Y de la misma fruta hacen licor que beben. Tienen pesos y medidaspara vender y comprar. Su pan está hecho de mijo. No tienen otra carneque la de pájaros y peces. Tienen sus iglesias y templos para sus ídolos cons-truidos con reciedumbre, como castillos. Desde esta tierra, viajan a otrallamada Rochaquaquo [Coatzacoalcos]. Allí encuentran un río enorme-mente grande, en el que hay mucho oro. El nacimiento de este río está a80 leguas de la mar y nace en dos puntos. Entre esos dos puntos hay unaciudad enorme que es la más rica en oro de aquellas tierras. Comercian enla misma ciudad igual que los mercaderes. Tienen libros de cuentas y simi-lares que se han hecho con cortezas de árboles. Tienen entre ellos buenosorfebres y pintores. Sólo pintan la figura del demonio. Y tienen árbolescon frutas rojas justo como fresas, frutas de sabor como el clavo.

21. Se incluye (cf. la edición de Gurría) un ingenuo grabado, muy del gusto del tiempodel autor del relato, en el cual, arriba a la derecha se representan las hechiceras mencionadasen el párrafo 1. En el centro y la parte inferior, los sacrificios de niños descritos en el párrafo3. A lo largo, en el centro, aparecen los españoles navegando, como se indica en diversaspartes del relato y barquitos como los aludidos en el párrafo 7. Arriba a la izquierda aparecenedificios, supuestamente yucatecos, como los descritos en el párrafo 2, que obviamente sontípicos del urbanismo europeo.

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[3] Item. Recorren 37 leguas desde aquellas tierras de los ríos citados,llamadas Rochaquaquo. Allí encuentran dos islas pequeñas y en cada unaun templo con ídolos y en el centro de cada templo hay una mesa redonday en cada mesa un grueso mármol sobre los cuales sacrifican gran númerode niños.

Cuando un rey quiere combatir con otro, convoca ocho días antes amuchos de los suyos y comienza a bailar y cantar con ellos y en esa cele-bración invocan al demonio que llaman ellos Zunij (sic) y cuando hancantado y bailado mucho se les aparece el Zunij, demonio bajo la aparienciade alguien recientemente fallecido. Entonces le preguntan si vencerán enla batalla o serán derrotados. Contesta al rey indicando los hijos de quéhombres debe aprisionar. El rey toma entre 12 a 18 niños a su albedrío ylos conduce a la isla citada. Hacen que los niños bailen ante los ídolos queestán en el templo. Después toman sus sacerdotes a los niños, uno trasotro y los tienden sobre aquel mármol de la mesa redonda y les cortanmanos y pies, guardándolos para comerlos. Después les abren el cuerpopara extraerles el corazón y embadurnan con él al ídolo. Luego dejan caerlos cuerpos por los escalones y los asistentes los recogen para comerlos.Ocurrido eso reaparece el demonio para pronosticarles la victoria y en elsupuesto que no la obtengan, toman de nuevo el mismo número de niñosque antes y les aplican el mismo destino que a los primeros. Y siendoacostumbrado sostener muchas guerras, se sacrifican anualmente muchosniños por tal motivo.

[4] Item. No lejos de la citada isla hay una tierra llamada Sampcua(Zempoala) cuya capital también se llama Sampcua. El rey de esta mismaciudad guerrea con el de la llamada Gran Venecia (Tenochtitlan) para loque concierta gran amistad con los castellanos a fin de que le apoyencontra el rey Mathotzoma (Moctezuma) que es el rey de la Gran Veneciay el más poderoso. El Rey de estas mismas tierras, que es el rey de Sampcua,regala al Capitán (Hernán Cortés) un sol hecho de oro tan grande comouna rueda de carro y tan grueso como un puño y uno de plata tambiénsemejante en amplitud y grosor al sol. Además, muchas copas de oro, uncangrejo de oro, escudos, cascos, rodelas, todo hecho en oro y muchoscobertores tejidos de algodón y otras muchas ropas, maravillosamentehechas. Los hombres de esta tierra, se agujerean el labio inferior cuandojóvenes, entre labios y dientes. A través de ese orificio insertan dos piezasde oro que les elevan los labios hasta volverlos gruesos y eso lo consi-deran belleza.

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[5] Item. Unas seis leguas tierra adentro, se encuentra un lago que tiene unperímetro de 50 leguas. Y en el centro de ese lago hay una gran ciudadde 70 mil canales a la cual los cristianos llaman Gran Venecia. Radican enel mismo lago otras tres ciudades. Y la Gran Venecia tiene cinco puertas yen cada puerta un puente hasta la orilla. Y también esos cinco puentesincorporan muchos puentes levadizos con sus torres. Por eso la ciudad noes asaltable. El agua discurre por todos los callejones. En Gran Venecia elagua es salada. Tienen además otro acueducto por el cual transportan aguadulce de la ciudad desde tierra. Y en cada casa hay un aljibe. Y tambiénen este lago navegan alrededor de setenta mil canoas o barquitas. Es reyde esta ciudad Mathotzoma y alrededor de este lago hay muchas ciudadesgrandes con fuertes pobladores. Estas ciudades están muy bien edificadas.Por las terrazas de las casas se puede pasar de una a otra. Y los techosestán hechos con plata pura, cal, arena. Y la ciudad llamada Gran Veneciaes notablemente rica en oro y algodón, cera y miel. Tiene mercado a diario,acuden a él entre cuarenta o cincuenta mil personas diariamente. Usanmonedas de cobre; tienen pesos y medidas. Tienen buena organizaciónjurídica. Su pan está hecho de mijo. No hay animales en la tierra, (solo)algunos perros a los que engordan para comerlos. Comen mucha miel,también carne humana. Son obedientes a su rey; si le dice a cualquiera«ve al bosque y muere», se va inmediatamente al bosque, ayuna y muerede hambre; o si dice a otro «ve a ahorcarte», se ahorca inmediatamente. Sufidelidad recíproca es tanta que se dejan despedazar antes de revelar elsecreto que uno haya recibido de otro.

[6] Item. El Capitán de los españoles acuerda una paz con el rey Madot-zoma (sic) señor de la Gran Venecia. Y le pide entrada en la ciudad consus huestes. Y el Rey se lo promete y convoca a sus dignatarios y lesinforma haber concertado con los cristianos que (éstos) accederían a laciudad. Les responden los suyos que no estaban conformes pues él (elCapitán) querría ocupar la ciudad si penetra en ella. Y apresan al rey paraque no deje a los cristianos entrar en la ciudad y cuando le tienen presodice el rey a su pueblo que le matarán por faltar a su palabra y queproclamen rey a su hijo. Todo lo que el rey ordena se cumple y es procla-mado rey su hijo. Estas gentes son expertos arqueros. Lanzan piedrasafiladas con sus arcos. Perforan corazas con ellas.

[7] Item. Los castellanos recorren 400 leguas desde Sampcua y encuentranotra tierra, llamada Mitzela. Y descubren un gran río llamado Ponnio(Pánuco). Más allá de este río encuentran una gran ciudad llamada Athan

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(Tampico). Allí envían dos barquitos río arriba y encuentran otras muchasciudades, radicadas a lo largo del río. Las gentes de esas tierras dichasacostumbran a ser hechiceros o hechiceras. Cuando aperciben a los dosbarquitos hacen a cada uno una cruz. E invocan al demonio y con unaespina de un pez se autoperforan las lenguas. Y con esa hechicería ybrujería creen que los barcos no podrán atracar. Pero no hay socorro algunoy los barcos atracan. El pueblo viste ropas de algodón. Es casi un Imperioo un país rico en oro y otras actividades mercantiles.

[8] Item. Desde la ciudad de Athan, a ciento treinta leguas de camino hayuna isla llamada Laflaritten (La Florida). La gente de esa isla es un pueblomuy peligroso. Son diestros arqueros. En la misma Isla se encuentranmuchos osos, ciervos, leones otros animales como en nuestros países.Especialmente también muchos peces.

[9] Item. Escriben que en todas las tierras e islas citadas, abunda el oro,que es inconmensurable. Y muchos han salido desde Sevilla para dirigirsea las citadas zonas. Se han imaginado que con uno pueden ganar mil.Deberá crecer mucho el comercio entre Sevilla y los países citados.

[10] Item. Debéis saber que muchos individuos de estas tierras, adoranídolos. Y muchos entre ellos ni a Dios ni a nadie más, sino a Zunij. Es eldemonio que aceptan como su señor y le temen. Pero no creen que seaDios. Y se reúnen con él. Y él se les aparece bajo formas diferentes. Ahoraeste demonio Zunij provoca grandes tormentas. El se las revela antes deocurrir. Por eso es temido. Muchas otras cosas se dicen de estas tierras. Yse escribe que darán mucho para escribir sobre ellas. 1522.

NOTAS PARA UN COMENTARIO

Como puede apreciarse se trata de un texto que mezcla noticias de lasculturas yucateca y mexica, sin distinguir entre ellas. Son datos, a veces erró-neos (pan de mijo, distancias, etc.) procedentes indiscriminadamente de losdatos contenidos en la cuarta de las «Décadas» de Pedro Mártir de Angleríay de los generados por informaciones debidas a las expediciones deHernández de Córdoba (1517), Grijalva (1518) y Cortés (1519).

A ello se añaden las mentalidades de autor e ilustrador, que dan unaimagen europeizada de tales datos, como puede advertirse en los grabados,

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e inciden en enfatizar los grandes tópicos del momento, como ocurre conla «diabolización» de las religiones autóctonas; la morbosa minuciosidad(dado lo escueto del texto en su conjunto) para describir unos sacrificioshumanos mexicas que se presentan como cebados exclusivamente en niñospara lograr el efecto de incrementar el rechazo del lector; o la reiterativaponderación de la abundancia del oro y otras riquezas.

El afán de una interpretación de lo indígena americano en función decategorías europeas, que es patente en todo el relato, implica en realidaduna valoración positiva de lo americano, donde sólo se censura un even-tual ateísmo (párrafo 10) y los conceptos y prácticas religiosas (brujerías ysacrificios humanos) para elogiar reiteradamente el sistema jurídico («gutrecht» en los párrafos 2 y 5); la avanzada organización mercantil, dotadade medios y desarrollo cuasimodernos (párrafos 2 y 5); el urbanismo, laingeniería, la arquitectura y las técnicas de manufactura, especialmente lasartesanas (párrafos 2, 4, 5).

La doble referencia al régimen jurídico, que acaba de citarse, así comoel elogio a la madurez y eficacia de la organización jurídico-política (párrafo5) centrada en la aceptación de la voluntad regia, permiten sugerir la posi-bilidad de ser el autor de ésta refundición de breves noticias, un letradoculto y latinizado (usa la palabra «victoria» mezclada en su alemán) vincu-lado a algún círculo palatino austriaco o alemán de su tiempo. En efecto,da por presente entre los yucatecos una organización municipal similar ala que él podía conocer como propia de su mundo centroeuropeo, comolo muestra que habla de una «Rathaws» (párrafo 2) entre ellos, sin aplicarsiquiera una palabra que matice la diferencia entre lo igual y lo parecidomás o menos remotamente. Y no vacila, a la hora de resumir en una frasela impresión que le causa el conjunto mexica en general, en decir que, es«casi como el Imperio» (párrafo 7), usando de la significativa palabra «Reich».Corrobora esta impresión el reiterado elogio de la eficacia militar (párrafos6 y 8).

No es, por otro lado, una relación que presente prejuicios antiespa-ñoles, como podrían ser los Giordano Bruno22 lo que retuerza la hipótesisde haber nacido en un contexto de cultura católica y latina, pese a estarescrito en alemán. A ello podría añadirse que, su tendencia hacia la hipér-bole y la exageración, que indiscutiblemente presenta, no es argumento sufi-ciente como para justificar por sí sola su atribución (la hace Jorge GurríaLacroix, su comentarista mexicano actual) adjudicándolo, más que a un

22. Cf., sobre este aspecto, mi «Ecos de Crónicas».

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alemán, a «algún meridional». Se trata, en mi opinión, por el contrario, deretóricas propias de toda la cultura europea de su tiempo, comprensible-mente desconcertada ante el hecho americano y su revelación.

A todo ello sólo queda añadir que nuestro texto es paralelo, en el ámbitomexica-yucateca, de lo que para el caso peruano supone la Newe Zeittungaus Hispanien und Italien, de 1534, que, también de forma esquemáticaresume fuentes hispanas sobre el descubrimiento y conquista del Perú,añadiendo, como ya señaló Esteve Barba, datos e imágenes «de su propiafantasía»23. Sin embargo, ni este autor señala la existencia de la gaceta aquítraducida, ni Gurría Lacroix se hace eco del texto peruano. Por mi parte,entiendo que no sólo se trata, eso es evidente, de dos huellas similares delos ecos europeos extrahispanos de la cuestión del progresivo conoci-miento de América, sino que apunto la posibilidad de ser ambas relacionesfrutos de una misma mano.

En fin de cuentas reitero que esta fuente puede ser situada dentrodel modelo rapsódico de la cronística americana. Aun sin los entu-siasmos de Pedro Mártir, revela un tono narrativo de corte poético, noexento de una curiosa mezcla de epopeya y lirismo que sabe narrarcon sobriedad. Su cuota de participación en los hechos que describe esla correspondiente al espectador europeo con actitud admirativa y expec-tante de las sorpresas traídas en las incipientes noticias americanas.Ajena al comprometido faenar de los cronistas más implicados en lavida española diaria, la sobriedad con la que manifiesta su interés porlo sucedido y por lo que sucederá en el Nuevo mundo es precisamente

su mayor valor, en cuanto testimonia la postura de quienes ajenos a la empresa intuyeron claramente desde un principio que nada de lo que desde el llegara les iba a resultar ajeno.

23. M. Esteve, Historiografía indiana, pág. 399.

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PETRARCA EN LA ENCRUCIJADA:DEL «POETA» AL «PHILOSOPHUS»

FRANCISCO RICO(Universidad Autónoma de Barcelona)

UNA PARTE INMENSA de la lírica europea posterior a Francesco Petrarcaha sido el intento unas veces de imitarlo y otras de repudiarlo. Peroya el propio Petrarca se había impugnado a sí mismo. El Canzoniere

empieza y acaba, en efecto, con sendas palinodias. Al final, el poema a laVirgen deplora «quante lagrime», «quante lusinghe et quanti preghi» llenanel libro «indarno», para «pena» y «grave danno» del poeta, ciego y con el almaatenazada por la belleza de una «poca mortal terra caduca». Al principio,Voi ch’ascoltate presenta como «giovenile errore» todas las actitudes y todoslos sentimientos, «le vane speranze e’l van dolore», que inspiran las más delas rime sparse que vienen a continuación. Pero el lenguaje del sonetoprologal de los Rerum vulgarium fragmenta no se deja entender correcta-mente si se atiende sólo a la literalidad de su uso cotidiano.

De hecho, en Voi ch’ascoltate, como en otros muchos lugares petrar-quescos, en prosa y en verso, en latín y en romance, errore es poco menosque un tecnicismo de la tradición estoica para caracterizar la falsa opinio quenubla la visión del común de los mortales, alimentando las «speranze», el«dolore» y los otros affectus o perturbationes animi, y provocando la disgre-gación del espíritu en «pensieri» tan «sparsi» como las mismas rimas que losreflejan. A todas luces, Petrarca se aparece ahí como «altr’uom» del que habíasido antaño, y, revestido ahora del grave ropaje del sabio estoico, no duda endenunciar los poemas del Canzoniere como rerum vulgarium fragmenta,en el fondo y en la forma, como meros retazos propios del «popol» ignorante.

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No es simple ficción más o menos al arrimo de conocidos precedenteslatinos y trovadorescos: el gran italiano cuyo séptimo centenario acabamosde conmemorar quiso y consiguió en más de un momento convertirse en«altr’uom». Contra la vieja idea de un Petrarca senza storia, hoy nos constaque su itinerario intelectual, literario y humano estuvo lejos de ser rectilíneo,antes bien abundó en dudas, rectificaciones y aun sustanciales cambios derumbo. Quisiera aquí dirigir un rato la atención a un momento decisivo enesa trayectoria: la encrucijada en que Petrarca, al entrar en la madurez,resuelve las perplejidades que lo habían inquietado en sus largos años deformación y emprende, ya con paso firme, el camino que lo llevaría a laplenitud como escritor y como hombre.

Volvamos primero los ojos a la primavera romana de 1341. En abril deese año, Francesco Petrarca entraba en la sala de audiencias del Capitoliopara ceñir las sienes con la corona de laurel por la que tanto había luchadoe intrigado. Tenía entonces treinta y siete años (porque había nacido en1304 y, según su modo de contar, los cuarenta, por ejemplo, los cumplíael veinte de julio de 1343, no de 1344) y, aparte la poesía vulgar, el volumende su obra era todavía bastante limitado.

Con los datos a su alcance y un notable optimismo, E. H. Wilkins lecalculaba menos de mil quinientos versos latinos. No debieron de sermuchos más. En 1336, Rinaldo Cavalchini da Villafranca menciona dosúnicas muestras de la musa latina de Petrarca, «en las que llora la situa-ción de Italia y pide entre lágrimas la vuelta del esposo a Roma» («statusYtalie cum deploratur et Urbi | adventum sponsi frons lacrimosa petit»).Conocemos desde siempre esas dos piezas, la segunda y la tercera delprimer libro de las Epystole mal llamadas metriche; otra todavía es larespuesta a Rinaldo, citada ya por el mismo Petrarca en la Collatio laureationisque leyó en el Capitolio, con su desconcertante estructura de sermón, tanalejada de las cartas que las Familiares sitúan en el mismo 1341. A su vez,Rinaldo le suplica que si compone «quid... novitatis», no deje de enviárselo.El corpus petrarquesco en 1336 coincide básicamente, pues, con el quehoy podemos elaborar. Cinco años más tarde, cuando el humanista subíalas escaleras del Capitolio, el inventario podía ampliarse, sobre todo, conlos dos grandiosos proyectos del Africa y el De viris illustribus. Grandiosos,repito, pero en definitiva sólo proyectos. El laurel coronaba buenas espe-ranzas más que realidades cuajadas.

En la primavera de 1353, en la primera visita a la basílica de Sant’Am-brogio, tan cercana a su residencia milanesa, Francesco no llevaba en elánimo, o por lo menos no como propósito inmediato, dedicar el tiempo yel sosiego de que ahora disponía a terminar el Africa ni el De viris: la obra

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mayor que estaba meditando y se disponía a realizar era el gigantesco Deremediis utriusque fortune, al tiempo que atendía a la revisión y a la conti-nuación de su epistolario en prosa. Desde que a principios de 1345 aban-donara la redacción de los Rerum memorandarum, los libros que habíaconcluido sustancialmente estaban en espíritu mucho más cerca del Deremediis y de las Familiares que de los proyectos laureados en 1341: funda-mentalmente, eran el De vita solitaria, el largo panegírico de la soledadocupada «por el amor a las letras y la virtud»; el De otio religioso, en alabanzadel monaquismo y la contemplación, y el De secreto conflictu curarummearum, donde precisamente se pone en cuestión, entre tantas cosas, laconveniencia de seguir trabajando en el Africa y en el De viris.

Cierto que entre 1346 y 1348 había llevado a término el núcleo mayordel Bucolicum carmen, pero también lo es que en otro texto próximo aésos, las Invective contra medicum, Petrarca, sin negar que antaño, dejoven, «olim, iuveniliter», había ambicionado el título de poeta, declara queen ese mismo año de 1353 lleva ya siete sin siquiera leer poesía. No parecebien, cierto, «envejecer en los mismos estudios en los que se pasó la adoles-cencia» («in eisdem studiis agere senectutem in quibus adolescentia actaest»). La «maturitas», añade, lo ha conducido a otras ocupaciones. ¿Quéhace, pues? «Melior fieri studeo, si possim» («procuro ser mejor, si puedolograrlo»), pidiendo la ayuda de Dios, complaciéndose «in sacris literis» («enlas letras sagradas»), luchando por corregir los «preteriti temporis errata»(«los errores del pasado»). ¿Qué hace? «No leo los poetas, sino que escribocosas que puedan leer quienes nazcan después de mí..., contentándomecon la aprobación de unos pocos» («Non poetas lego, sed scribo quod legantqui post me nascentur..., raro plausore contentus»). En resumidas cuentas,le importa sólo aprender a hacerse maduro, «maturescere». Justamente alrevés le ocurre a su contrincante, el médico del Papa: «como el viejo queaprende el alfabeto, de quien se burla Séneca, consumes la vejez en elmismo lugar en que pasaste la infancia» («elementarius senex irrisus aSeneca, ibi senectutem agis, ubi pueritiam exegisti»), entre niñerías tanpretenciosas como vanas.

El Privilegium de la Coronación lo declaraba «magnum poetam et histo-ricum»: ahora él reclama el título de «philosophus», y por «filósofo» entiendea aquel cuya misión es «replegar el ánimo sobre sí mismo» («reflectendumad se animum») y, mejorándose a sí, hacer buenos a los otros, «bonumfacere auditorem ac lectorem». Del empeño por cumplir esa misión surgenlos epistolarios, el Secretum, los opúsculos polémicos (de las Invectivecontra medicum al De ignorantia), el inmenso vademécum del humanistacristiano que es el De remediis.

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Ése es sin duda el rasgo mayor de la maturitas petrarquesca: la evolu-ción que convierte al poeta et historicus coronado en Roma en el philo-sophus que encontramos en Milán. No trato, desde luego, de resucitar lavieja leyenda, alimentada por el propio humanista, de un Petrarca que nisiquiera había leído la Biblia hasta los días del De otio y sólo entoncesdescubre las letras cristianas y se entrega a ellas con fervor de converso.Por el contrario, en otras ocasiones he explicado que el tránsito a la philo-sophia suponía para nuestro escritor la reconciliación de dimensiones desu personalidad y de su experiencia intelectual y literaria que habían sidosuyas desde sus primeras lecturas, pero que no logró conjugar satisfacto-riamente hasta bien entrado en la cuarentena.

El clasicismo a ultranza de su obra temprana sin duda respondía a unafaceta fundamental de Petrarca, pero distaba de expresarlo por completo.Con todas sus debilidades, Petrarca era un cristiano de ortodoxia y piedadinquebrantables. Pero en las grandes obras soñadas en la juventud –sobretodo en el Africa y en el De viris– el ideal de la imitatio no permitía darcurso al sentimiento religioso, so riesgo de grave desnaturalización. Sinembargo, Petrarca había fundamentado siempre su dedicación de intelec-tual en el convencimiento de que la Antigüedad grecolatina ilustraba laconvergencia última de la verdad revelada y la ley natural, el acuerdo entrela moral cristiana y los rasgos éticos perdurables que el Creador quiso defi-nitorios de la condición humana.

Bastaba, pues, hacer explícita esa convicción que nunca le había faltadojamás, ajustar externamente, en la literatura, los datos definidos y conci-liados en el espíritu desde la adolescencia, subrayando la concordancia entreclasicismo y cristianismo. Por otro lado, tal como Petrarca la reivindica parasí, la philosophia no puede alcanzar su objetivo sin los instrumentos de laeloquentia antigua: sólo las letras latinas constituyen la legítima «la raíz detodas nuestras artes y el fundamento de todos los saberes» («radix artiumnostrarum et omnis scientie fundamentum»), y sólo la retórica logra la persua-sión propiamente dicha, la que se refleja en sentimientos y comportamientos.

No voy a extenderme ahora en ese aspecto capital de la madurez dePetrarca. Aquí, me parece oportuno esbozar más bien otros rasgos que acom-pañan el desarrollo del humanista en tanto philosophus y que, contribuyendopoderosamente a caracterizar su producción madura, se dejan entender conespecial claridad cuando se contemplan en términos biográficos: no sólo conplanteamientos literarios y culturales de validez genérica, ni sólo a la luz delas circunstancias y las ideas sociales y políticas, sino también, sin desdeñarninguno de esos enfoques, desde el punto de vista más propiamente personal,

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desde la perspectiva singular e intransferible de un hombre con una deter-minada historia propia y a una determinada altura de su experiencia en la vida.

Los rasgos a que quiero referirme son principalmente tres, los tres soli-darios e inseparables de la conversión de Petrarca, del poeta que ha sido,en el philosophus que quiere ser. Porque no es menos evidente que a medidaque en su obra gana terreno la actitud del philosophus ganan tambiénvolumen los elementos subjetivos, por un lado, y, por otro, el humanista seinteresa por llegar a un público más vasto, mientras su producción, nutridaen una robustísima coherencia de espíritu, mantiene en la forma un carácterllamativamente fragmentario. Con simplificación de manual, podríamoshablar, respectivamente, de subjetivismo, apertura y fragmentarismo.

A quien compare los textos anteriores e inmediatamente posteriores a1345, incluso sin extender la perspectiva a trabajos más tardíos, en seguidale saltan a la vista las diferencias. En el De viris, en el Africa, en los Rerummemorandarum, predomina el relato objetivo volcado en los asuntos ymodos clásicos. En el De vita, el De otio y el Secretum, privan el acentosubjetivo y las reflexiones éticas teñidas de religiosidad explícita. Pero enadelante esa va a ser ya siempre la dimensión principal del corpus petrar-quesco: el centro de su obra estará ahora en la primera persona, en la expe-riencia individual en tanto camino al análisis moral de todas las cosas, en laexploración y el conocimiento del yo como método y meta. De hecho, aquien tenga alguna familiaridad con la personalidad de nuestro humanistano puede por menos de maravillarle el hecho de que se hubiera decididoa elegir el modelo de la epopeya y la semblanza histórica para sus máximasempresas literarias anteriores a los cuarenta años. Cierto que la épica seofrecía como cima del mérito poético y cierto que la historiografía era elterreno más adecuado para exhibir la impar erudición del autor. Pero difí-cilmente cabe pensar en géneros más alejados del modo de ser petrarquesco.

Reino, por tradición y aún por definición, de la objetividad y la tercerapersona narrativa, ni la epopeya ni el relato histórico tenían mucho que vercon ese perenne prurito del humanista por sentirse a sí mismo y hacersesentir, con esa centralidad del yo que reconocemos en toda su poesía vulgary en gran parte de la latina de fecha más temprana. De sobra nos consta, porejemplo, que en el carácter del escritor había un llamativo impulso a aferrarel tiempo, a retener la vida que quedaba a las espaldas, anotando y fechandocon toda exactitud los hechos más menudos. De 1344 a 1349, así, apuntóminuciosamente la ocasión y la especie de cada uno de sus pecados carnales;en varios períodos entre 1348 y 1369, consignó el día, el mes y el año enque acometía algún pequeño trabajo de jardinería. Los esbozos de las rimesparse abundan en acotaciones tan increíblemente detalladas como nadie

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ignora: «Miércoles, 9 de junio de 1350. Después de vísperas he queridoempezar [a retocar esta poesía: CCLXX], pero me llaman para la cena» («1350.mercurii. 9. iunii. post vesperos, volui incipere, sed vocor ad cenam... »). Aveces, incluso se detenía a registrar el momento y el lugar en que leía elpasaje de un libro: por ejemplo, al encontrar en Mela una mención deAvignon, apostilló al margen: «Avinio. Ubi nunc sumus 1335».

Desde Umberto Bosco se ha venido observando que el sentido de lafugacidad y caducidad de la vida, «il senso della labilità», domina una parteingente y fundamental de las prosas y versos de Petrarca, y en particular lapoesía vulgar. Una de sus concreciones más sintomáticas se halla en la insis-tente reelaboración a que somete una sugerencia de Horacio y de Ovidio(«Dum loquor hora fugit»; Amores, I xi 15): «Ora, mentre ch’io parlo, il tempofugge» (LVI 3), «So come i dì, come i momenti e l’ore | ne portan gli anni...»(CI 910), etc., etc. En estudios más recientes, Adelia Noferi ha resaltado quela memoria, «che ricupera e trasfigura il tempo perduto, che restituisce edinventa», «il potere magico del ricordo», es «la chiave..., il motivo più presentedi ogni apertura petrarchesca, leitmotiv davvero di quasi tutta la sua arte».

Ahora bien, cuando esos grandes temas del Canzoniere, de las Epystole,de tantas otras páginas, se ponen en relación con la obsesión cronológicaque sus manuscritos y cuadernos atestiguan a cada paso, se comprende queen Petrarca había un ansia irreprimible de reflejar por escrito cada momentode su existencia para así fijarlo, tenerlo permanentemente disponible, yconvertirlo en pieza de una historia unitaria, de un conjunto aferrable comotal. De ese impulso congénito, sin embargo, pocas muestras hay en suproducción antes de que el humanista cumpliera los cuarenta años: apartelos Rerum vulgarium fragmenta, siempre peculiares, apenas algunas cartas,en prosa o en verso, inconexas y quién sabe cuándo formuladas en laversión que hoy conocemos.

Se diría, pues, casi inevitable que nuestro humanista caminara haciagéneros y maneras propensos a la subjetividad en mayor medida que lapoesía épica y la historiografía. Las diversas modalidades de escritura auto-biográfica –con la carta en primer término– y de expresión personalizada–del diálogo a lo que hoy llamaríamos «ensayo»– venían a satisfacer suinnato prurito de levantar acta hasta de los menores sucesos cotidianos, paraasirlos y darles forma, y hacían posible la integración de su compleja huma-nidad y sus tareas literarias. La philosophia que había abrazado –variandolos objetivos pero no los cimientos más hondos de su obra anterior a 1345–le exhortaba al conocimiento de sí mismo y a no separar de su propiapersona las enseñanzas que pudiera ofrecer a los demás. Es comprensible,pues, que la obra de sus años maduros rezume subjetividad y carga auto-

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biográfica y que buena parte de cuanto refiere sobre sí mismo tenga alcancede manifiesto, mire a describir una trayectoria paradigmática –de la filologíaa la filosofía, por así decirlo–, donde el sugestivo retrato de un individuosea a la vez propuesta ética y programa cultural.

No olvidemos tampoco que en cierto sentido había de sentirse obli-gado a dar cuenta, explicación personalizada, de esa trayectoria que le habíaconvertido en philosophus. Durante muchos años, con la conocida coque-tería del especialista que finge interesarse sólo por los asuntos propios desu campo de estudio y no prestar atención a ninguno de los ajenos (comolos mismos aristotélicos radicales a quienes tanto atacaría luego en el De igno-rantia), se había complacido en presentarse como conocedor únicamentede las cuestiones referentes al mundo clásico. Es célebre, sobre todo, lafalsísima pedantería con que en los Rerum memorandarum declara que vaa tratar exclusivamente de materias tomadas «ex secularibus literis», «de lasletras profanas», porque es consciente de que ignora las sagradas, «igno-rantie aliarum... conscius», y no es capaz de apartarse «de los estudios secu-lares», «a secularibus studiis». No podía, pues, aparecer vuelto philosophusde la noche a la mañana sin justificarse tanto teóricamente como en términosindividuales, biográficos. La obra de madurez tenía que ser en más de unaspecto, si no palinodia, cuando menos apologia pro vita sua.

La retórica, arte pública y práctica, exige tomar en cuenta las coordenadassingulares no sólo del destinatario sino también del orador o del filósofo quela pone a su servicio. Las cartas a Cicerón son óptimo testimonio de hasta quépunto le disgustaba a Petrarca profundamente la disparidad «entre la lenguay el alma, entre la teoría y la práctica», «inter linguam et animum, interdoctrinam et vitam», el contraste entre mores et verba, tal como los descubríaespecialmente en los secuaces de la escolástica. Pero no sólo por razones detalante y coherencia doctrinal le importaba vigilar cuidadosamente la imagenque de él debían formarse la posteritas, algún día, y con mayor urgencia loscontemporáneos: esa imagen era también su capital más valioso.

En la época de la Coronación, mientras vivió al arrimo de los Colonna,su excepcional cultura era obviamente valorada y utilizada por sus señores,pero, en definitiva, no había entrado ni seguía a su servicio en razón de sucalidad de poeta et historicus. Cuando quiso alejarse de la curia papal y delos ambientes cardenalicios, lo que podía vender – perdóneseme la crudezade la palabra, en aras de la brevedad–, lo que le importaba sacar al mercadode los poderosos no eran unas funciones de asistente, más o menos distin-guido, adornado por una erudición mayor o menor, sino esa misma imagende philosophus, de consejero de príncipes, de sabio capaz de traducir lasnecesidades de la política y de la vida práctica a las razones de la cultura más

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nueva y más alta, pero cuya mera presencia junto a un señor, en cualquiercaso, le daba a este una respetabilidad y un aire de solidez intelectual. ARoberto de Anjou posiblemente aún se le ofreció como poeta et historicus,por un lado, y como colaborador, por otro. Pero hacia 1349, y por ejemploa Jacopo da Carrara, el asesino de Marsilietto cuyo propio asesinato lloróPetrarca «con emoción de hombre más que de filósofo», «humani potiusaffectus quam philosophici», el humanista sin duda se le proponía ya enbloque, con la figura única de philosophus con que entró en Milán.

Petrarca se sabía objeto de la curiosidad de muchos («Iam noscimur,legimur, iudicamur... »), y le importaba cultivar, aun a costa de distorsiones,una imagen atractiva: no necesariamente ejemplar, ni mucho menos, perosí rica, compleja, incitante, viva. Había estado siempre demasiado inmersoen literatura, por otro lado, para no terminar también él construyéndosecomo personaje. La escritura le daba la oportunidad de hacerse otro sin dejarde ser él mismo, de asumir tantas identidades como deseara, de desarrollaren el lenguaje posibilidades no realizadas ni interesantes de otra manera.Pero la construcción de esa imagen, llena de medias tintas, ambigüedades,whisful thinking e infalible arte literario, a la que se aplica fundamental-mente en las Familiares compuestas en torno al 1350 y en el contempo-ráneo Secretum, era también una conveniencia, digamos, «comercial»: laconveniencia de anunciar el «producto» –él mismo– que ponía en el mercado.

Esa conveniencia explica también en más de un aspecto el límitede las autobiografías petrarquescas. Las Ad Atticum lo movieron a compilarlas Familiares, pero de ningún modo fueron el modelo de las Familiares.Petrarca no podía exhibir la realidad de su existencia con la firme natura-lidad de Cicerón, y tenía que caer en brazos de Séneca (y quizá de Pedrode Blois, que tanto se parece a Francesco) y en manos de la generaliza-ción, de la moralización, de los exempla y de la literatura. Las Confesionesestán en la raíz del Secretum, pero tampoco son el modelo del Secretum.Al revés que San Agustín, Francesco no le hablaba a Dios ni se hablaba así mismo. Para Dios tenía la oración y la penitencia. Para sí mismo, le bastabacon su prodigiosa memoria y con los indescifrables apuntes de sus mémo-riaux intimes al final del manuscrito de las cartas de Abelardo y Heloísa.A quien hablaba era a un público de admiradores y posibles mecenas opatronos, antes quienes le convenía dar una explicación del nuevo papelde philosophus con que comparecía en escena, después de tanto paganismoornamental, después de tantos sospiri y vane speranze por Laura.

No se olvide, por favor, que no estoy señalando una constante, sinojustamente una variable petrarquesca, unos ciertos rasgos que me parecencaracterísticos del decenio de su cuarentena, cuando las convicciones

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espirituales que dan una nueva fisonomía a su obra se combinan con lasconstricciones y apetencias que orientan su vida por nuevos rumbos. Elpanorama sería bastante diverso si contempláramos sus dos últimos dece-nios, si volviéramos los ojos a las Seniles y al De ignorantia, cuando Fran-cesco, después de creárselo laboriosamente, ha encontrado por fin supapel, y en él se siente a gusto, porque lo domina, porque le va bien,porque responde a sus varios intereses y ha podido hacerlo enteramentesuyo. Pero ahora estamos todavía en los aledaños de 1350.

No dudo, pues, que en esa época Petrarca se encaminó a la philosophiay relegó la poesía a un segundo plano como resultado de un proceso espi-ritual hondo y lleno de sinceridad. Pero también señalo que en esos añosde la cuarentena ese cambio de foco le era notablemente útil para conse-guir el modus vivendi que tenía que ser el de su vejez.

Una de las tareas que en ese horizonte parecía oportuna era dar unaproyección más vasta a su mítico saber, abrirlo a públicos más amplios. ElAfrica y el De viris ni acababan de responder al ambicioso diseño originario,ni eran textos que pudiera apreciar sino una exigua minoría. Es compren-sible que Petrarca, como todo especialista que cree en el valor de su disci-plina, se sintiera tentado por el deseo de hacer cristalizar su erudición enformas y asuntos más ampliamente accesibles y de más directa vinculacióncon la realidad del momento, y le satisficiera volverse el apóstol por exce-lencia y la encarnación viva de los studia humanitatis, el maestro cuyo pres-tigio y cuyo éxito certificaban que en la sociedad de la época podía haberun lugar relevante para la nueva cultura. Como antes apuntaba, nunca, nisiquiera cuando lo callaba, había dudado del valor trascendente de los estu-dios clásicos. Le bastaba, pues, aplicar esa certeza a terrenos de interés másgeneral en los que pudiera hacerla comúnmente aceptable: probar en la vidadiaria, en las relaciones de amistad, en los avatares de la política, en losproblemas individuales y sociales, que el legado antiguo constituía la culturahumana más adecuada para acompañar las enseñanzas de la religión.

Tal era y quizá sigue siendo la lección suprema, el mensaje último dePetrarca, y, a partir del período que corre entre los cuarenta y los cincuentaaños, el humanista, dejando de lado los frutos más minoritariamente exqui-sitos de su actividad, se aplicó a ilustrar esos ideales en una serie de textosque suponían un vistoso cambio de dirección. Son ahora escritos no tantoocasionales, de circunstancias, cuanto apuntados a destinatarios concretos,a situaciones específicas, a cuestiones que están sobre la mesa; y el modusprocedendi petrarquesco consiste básicamente en iluminar cada tema conlas luces de las lecturas clásicas, para mostrarlas vigentes, siempre prove-chosas, capaces de traducirse in actum, de aplicarse ad vitam.

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La obra del Petrarca maduro y anciano, por ende, busca en sustanciaun clasicismo aplicado, la apertura de la Altertumswissenschaft (a mediadosdel Trescientos, aún sin un estatuto nítido y autónomo) a otros dominiosy a otros públicos. Exponente supremo de tal dirección es el De remediisutriusque fortune, donde, junto a los capítulos dedicados a las grandescuestiones morales y religiosas, Petrarca aprovecha igualmente todo suinmenso caudal de conocimientos clásicos para repasar una multitud desituaciones humanas, sin la menor vacilación en considerar los más trivialesasuntos cotidianos y los realia más modestos.

En nuestro contexto, es ineludible subrayar que esa clarividente amplia-ción de métodos y metas era también una oportunísima operación paraganarse una audiencia más numerosa y conseguir que ésta sintiera comomás pertinentes y atractivas las enseñanzas petrarquescas. El propósito noconsistía únicamente en reclutar lectores ricos e influyentes: la autoridady el prestigio que le proporcionaba un público tan variopinto como abun-dante hacían de nuestro philosophus una buena inversión, una figura cuyapresencia junto a los Carrara o los Visconti resultaba francamente reco-mendable. Y Francesco sabía que sólo junto a grandes señores de esegénero podía obtener las condiciones de vida y de trabajo que deseabapara terminar sus días en paz y otium litteratum.

Quizá no sea pura obviedad recordar que Petrarca llevaba una vidasumamente costosa y que, si no la hubiera llevado, tampoco habría sidoel Petrarca que conocemos, el hombre que marca con su impronta todo elRenacimiento. Culturalmente, un Francesco Fiorentino canónigo de Padua,maestro en Pisa o notario de Verona no podría haber ido mucho más alláque Rinaldo Cavalchini o Albertino Mussato, por largamente que los supe-rara en talento, penetración y dotes de escritor. Petrarca no habría alcan-zado la excepcional formación clásica que le distingue si no hubiera vividoa caballo de Italia y Francia, con frecuentes viajes y continuas relacionescon personalidades que jamás habría tratado en un rincón provinciano.Reunir una biblioteca como la suya, una biblioteca, no ya sin parangónentre todas las bibliotecas privadas de muchos siglos, sino materialmente,de hecho, núcleo de una entera civilización, exigía pesquisas, desplaza-mientos, copias, cuidados y, sobre todo, tiempo, mucho tiempo dispo-nible. Pero no sé si siempre tenemos tan en cuenta como debiéramos queen la época y en las circunstancias de Petrarca, para llevar la vida que lepermitió realizar su magna obra, literaria y cultural, no existía ningúnotro medio que la protección de los poderosos. En ese sentido he enten-dido yo siempre el discutido y justamente orgulloso aserto de la penúl-tima de las Seniles: «Nomine ego cum principibus fui, re autem principes

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mecum fuerant» («Nominalmente, yo estaba con los príncipes; en realidad,ellos estaban conmigo»).

Que es así como digo, que para vivir, crear y estudiar a sus anchas noexistía ningún otro medio que el amparo de los príncipes, Petrarca lo sintiócon una evidencia cada vez más apremiante a medida que se acercaba alos cincuenta años. No es necesario probar que la proximidad de la cincuen-tena fue para él un período áspero y difícil: la decisión, drástica y escan-dalosa, de buscar en el Milán de los Visconti el portus de su madurez dicede sobra hasta qué extremo había pasado el lustro anterior asaltado pordudas y temores sobre su futuro. (Ni tampoco es posible tratar ahora otroasunto menos obvio y desde el punto de vista artístico harto más intere-sante: el modo en que el escritor, en varias obras de esa etapa, disfrazó lacrisis de la cincuentena trasladándola a diez años atrás: limitémonos aobservar que si la acción del Secretum transcurre en 1343, en vísperas deque el protagonista entre en la cuarentena, Francesco llegaba a Milánapenas unas semanas antes del día en que –según su manera de contar–cumplía los cincuenta.) A decir verdad, si un dato claro hay en el Petrarcade esa época es la sensación de haber llegado a una encrucijada decisiva,a un momento en que lo que quedan por delante son sólo «los residuosde la vida», las «vite reliquias», «que restant tempora vite», y que la edad yla proximidad de la muerte exigen sin vacilaciones un acto de voluntad paradiseñar el horizonte de la vejez, rompiendo antiguos vínculos, escogiendoun lugar de residencia en su patria, viviendo como «sapiens in tranquillitateanimi et studiis bonarum artium».

Es bien sabido que esa sensación mantuvo a Petrarca largo tiempo encontinuo trasiego entre Francia e Italia y de un rincón a otro de la Península,coleccionando beneficios, dudando si aceptar un alto puesto en la curia oen la jerarquía eclesiástica y cultivando las amistades de los grandes, quefueron las que a la postre le resolvieron el problema en los términos satis-factorios en que lo encontramos en el Milán de 1353. Pero creo que no seha hecho resaltar suficientemente que la crisis del medio siglo moldeó demodo muy notable la apariencia de todo el corpus petrarquesco: es entoncescuando el humanista le marca sus líneas de fuerza esenciales, cuandodecide el carácter, los géneros, los libros, las maneras, los trabajos en queva a ocuparse el resto de su vida, y también los que deja «aparcados» o«congelados»; cuando, en suma, le da a su obra su configuración definitivaen la mayoría de los aspectos.

Esa circunstancia se concreta en una actitud febril, vertiginosa entre1349 y los primeros meses de 1353, una actividad como quizá nunca volvióa desarrollar, y, dentro de ella, en dos operaciones fundamentales. El lema

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de la una podría ser la cita bíblica evocada al final del Secretum: «Colligitequae superaverunt fragmenta, ne pereant» («Recoged los trozos que hansobrado, para que no se pierdan»). La otra se hace notoria en el desaso-siego y la prisa que invaden a Petrarca y lo llevan a intentar concluir, casia la desesperada, los grandes proyectos que le ganaron el laurel de la Coro-nación. Pero una y otra, en cualquier caso, reflejan el modo de actuar delhombre a quien la edad ha empujado a hacer balance de su vida y tomarserias decisiones para los años que tiene por delante, y que, en esa coyun-tura personal, se dispone a salvar todo lo salvable de su producción ante-rior y dejarla en orden y fijar las pautas a que ya espera atenerse en eltiempo de actividad que aún le quede.

En el espacio de que yo mismo dispongo ahora, no puedo exponer lasituación sino de un modo telegráfico. El 13 de enero de 1350, Petrarca firmala primera de las Familiares, «Ad Socratem suum». En meses cercanos,compone el prefacio de las Epystole, y, si yo no me engaño, ni se engañanlos otros estudiosos que han aceptado mis razonamientos, también el sonetoque abre los Rerum vulgarium fragmenta. El prólogo a las Familiaresanuncia la tarea que los dos otros textos empiezan a materializar: la compi-lación de tres grandes colecciones, respectivamente, de cartas en prosa,versos latinos y versos vulgares.

Literaria y culturalmente son decisiones de larga trascendencia y ricosignificado, que he estudiado despacio en otras ocasiones. Pero ahora meparece interesante señalar el rasgo humano, personal, del asunto. La dePetrarca es una situación con paralelos abundantes y siempre próximos. Unhombre apasionado por una disciplina le ha dedicado toda su vida. Alllegar a cierta edad, advierte que ha aprendido más cosas y compuestomás scripta minora que grandes proyectos ha conseguido rematar, entrelos muchos que sin duda ha concebido. Y es entonces cuando se resuelvea aprovechar los tales scripta minora intentando insuflarles los saberes, laforma coherente, los objetivos que en buena medida reservaba para losgrandes proyectos. En dos palabras: las compilaciones de scripta minoravienen en un sentido a compensar la frustrada realización de los grandesproyectos. Las colecciones de las Familiares, de las Epystole, de los Rerumvulgarium fragmenta, con sus retoques, mejoras, piezas complementarias,vienen en particular a compensar la falta de conclusión del Africa y el Deviris, pero, una vez encarrilados como libros, marcan sustancialmente elcamino que Petrarca seguirá el resto de su vida.

Hasta que acometió el Africa y el De viris illustribus (si en la concep-ción inicial el punto de referencia tenía que ser la vida de Escipión), elhumanista no había compuesto sino piezas breves y esencialmente autó-

FRANCISCO RICO172

nomas: que hoy conozcamos, sólo poesías vulgares y epístolas latinas enverso o en prosa. Los Rerum memorandarum, con su limpio esquemaciceroniano, el sólido eje del De vita solitaria, la apasionada inspiración delDe otio religioso o la meditada concatenación del Secretum supusieronpasos eficaces en un ideal itinerario hacia la creación unitaria, de cons-trucción cabal y trabada arquitectura. Porque, por más que cada uno de loselementos de esos libros pudiera elegirse libérrimamente, el conjunto estabaorientado por un plan tan claro cuanto coherente. Pero ese itinerario idealse corta en gran medida, ya que no por completo, hacia 1350, como conse-cuencia de la crisis del paso de la cuarentena a la cincuentena.

En ese entorno, y sobre todo en el bienio de la última estancia enProvenza, Petrarca había pensado conjugar el trabajo para concluir el Africay el De viris con el quehacer de revisión, ordenación y redacción de textoscomplementarios necesario para dar forma a las Familiares y las otrascompilaciones afines. Pronto, la preparación de estas compilaciones se lereveló tan grata y fructífera cuanto difícil e improductiva le resultaba laprevista lima ultima de las obras mayores.

El Africa, en especial, se convirtió para él en una verdadera pesadilla.Le dolía que no progresara una obra «elaborada con tan inmenso esfuerzo»,«opus... immodico labore confectum», y, apesadumbrado, soñaba con termi-narla y librarse de la obsesión. Y, evidentemente, vacilaba. Temía haberllegado al límite de las fuerzas creadoras y consideraba la eventualidad dedar de una vez un rápido retoque, preterir el Africa sin más y concentrarseen empresas espiritualmente más provechosas, en las empresas propiasdel philosophus que ahora era su ideal: en hacerse «más sabio y más virtuosocon las lecciones de la vejez», «magisterio senectutis doctior ac melior fieri».

Quien lea La revisione petrarchesca dell «Africa», el magnífico libro deVincenzo Fera, una de las más importantes contribuciones que en muchosdecenios se han hecho a nuestros estudios, no podrá sino admirarse de lanimiedad, la insignificancia en un aspecto, de las correcciones que elescritor fue aportando a su viejo original. Preciosas como son esasenmiendas para comprender la elaboración del poema en sus aspectosmenudos, en sus más delicados detalles de estilo, nada nos dicen, sinembargo, sobre cómo pensaba Petrarca colmar las graves lagunas quesiempre subsistieron, nada nos apuntan sobre la posible refundición osustitución de pasajes o episodios notoriamente débiles, sobre una articu-lación más eficaz de otros materiales. A menudo el escritor parece inclusoparalizado: «attende syllabam, attende infra, attende Lucanum» se dice;pero ¿a qué debía y debemos attendere, cómo se iban a remediar las defi-

PETRARCA EN LA ENCRUCIJADA: DEL «POETA« AL «PHILOSOPHUS» 173

ciencias que el propio Francesco percibía cómo tales? La mayoría de lasveces, ni lo sabemos ni lo sabría él mismo.

Las apostillas descubiertas por nuestro admirado colega se fueron acumu-lando casi con seguridad a più riprese, en varias etapas: alguna va marcadaclaramente con un post 1358; varias tienen toda la pinta de haber nacidoante 1364, año de publicación de las Epystole; pero «le testimonianze piùcospicue sul lavorio di sistemazione... cui il poema era sottoposto» debende corresponder sobre todo al período que va de la primavera al otoño de1352, inmediatamente antes de la partida para Milán. Pues bien, en ningunade esas riprese hay indicios de que después de 1347 o, si acaso, despuésde 1349 Petrarca hiciera otra cosa que introducir o simplemente planearminúsculas correcciones de detalle.

A mis ojos, nos encontramos ante un fracaso, un fallimento. En granparte del texto que nos ha llegado, acaso no se trate (y así lo defiende unbravísimo estudioso) de «un fallimento sul piano artístico e su quello cultu-rale». Pero, en conjunto, y en el plano humano, personal, para mí no hayduda de que el Africa sí fue un fallimento. «Si sa –e il Fera oportunamentelo ricorda– che negli ultimi anni della vita, quando gli si ricordava l’Africa,il Petrarca si turbava e sbiancava in volto». ¿Qué había tras ese súbitopalidecer? «La coscienza dell urgere di un problema ancora attuale», seha respondido Michele Feo. Yo creo que había más bien vergüenza, lavergüenza de no sentirse con capacidad ni ánimos de cumplir la deuda quehabía contraído con su público y consigo mismo de escribir una epopeyadigna de competir con la Eneida.

No podemos reprochárselo. Esa vergüenza le honra, nos lo muestraconsciente de sus límites; y probablemente el Africa no era empresaadecuada para él. Porque, como notaba antes, el cauce objetivo del poemaépico era el género menos oportuno para un hombre que tenía tanta nece-sidad de registrarse, de contarse y de inventarse a sí mismo en la escritura,y porque, por eso mismo, el genio petrarquesco es ostensiblemente el dellírico, y no el del épico, el genio de las unidades menores, de las filigranas,del matiz de detalle: el genio de que dan testimonio los esbozos de lasrimas vulgares y la intención que guía las apostillas al Africa.

De hecho, como también veíamos, el humanista siempre había operadocon textos breves y sólo después de la primera época de trabajo en elAfrica y el De viris, quizá animado por las buenas esperanzas que ambasobras le habían hecho concebir, ensayó libros propiamente dichos, extensosy con una estructura de sostenida coherencia (y, aun así, es bien evidenteque los Rerum memorandarum o el De vita solitaria no son precisamenteejemplos óptimos de construcción unitaria). En el período de febril actividad

FRANCISCO RICO174

literaria que va del año de la Peste a los últimos meses en Provenza, cuandoescribía con la sensación angustiosa de que el tiempo se le acababa, Petrarcahubo de notar que las obras procedentes de retomar, revisar y completarpequeños textos autosuficientes, como las cartas o los Rerum vulgariumfragmenta, iban por tan buen camino cuanto los libros de más enverga-dura se resistían a progresar satisfactoriamente. Ese fragmentarismo era elmodo de composición que se adaptaba a sus dotes creadoras y a sus conve-niencias de philosophus teórico y práctico hombre de mundo, a su radicalsubjetivismo, a su obsesión por fijar su vida real y recrear su autobiografíaideal, a su neurosis de perfeccionismo.

Por eso, a decir verdad, ya nunca abandonó ni intentó abandonar esadirección. «Venit post multos una serena dies», decía un verso antiguo.También para Petrarca, después del torbellino que había sido su comingof age, después de la Peste, las dudas, inquietudes y frustraciones de losúltimos años en Avignon, también para él vinieron días serenos. Al llegara Milán, inició el De remediis ideado sin duda en Provenza, llevó adelantelas Familiares, el Canzoniere, los Triumphi. A la sombra de Sant’Ambrogio,o todavía después, volvió sobre las obras, como las Epystole, el Bucolicumcarmen o el mismo De vita solitaria, cuya estructura «abierta» hacía fácil ycómodo mejorarlas claramente sin necesidad de cambiarlas de raíz; escribióbrillantísimos opúsculos polémicos, a veces de valor tan permanente comoel De ignorantia, pero en última instancia nacidos de circunstancias acci-dentales; se esforzó por completar el De gestis Cesaris, con los recursosmás maduros y con la inteligencia más despierta; y, sobre todo, compilóel magnífico testamento espiritual y humano que son las Seniles. Pero, enel sentido más estricto, desde que se instaló en Milán nunca más empezóun nuevo libro. Tampoco terminó el que debiera haber sido el libro de suvida. En mi opinión, hizo bien*.

* Con el título de «Petrarca y el ideal de los studia humanitatis», ofrecí en el congresosalmantino de la SEMYR el anticipo de una investigación que todavía no me resuelvo a darpor cerrada. Para las presentes actas, he optado, pues, por publicar un panorama de conjuntode la madurez de Petrarca en el que vienen a confluir otros trabajos míos poco accesiblesen España y que en una primera versión se publicó en francés en la revista Italique. Poésieitalienne de la Renaissance, 8 (2004), págs. 11-26.

PETRARCA EN LA ENCRUCIJADA: DEL «POETA« AL «PHILOSOPHUS» 175

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS OF THE MODERNCHAPTER DIVISION OF THE LATIN BIBLE

PAUL SAENGER (Newberry Library)in collaboration with LAURA BRUCK

THE USUAL ACCOUNT of the origin of the modern chapter divisions of theBible is that they were the invention, beginning in about the year1200, of Stephen Langton, professor of theology at the University of

Paris from 1180 to 1206 and the first great scholastic commentator of theVulgate Bible1. The divisions have been presented as Langton’s applicationof the organizing principles of Aristotelian logic (genus and species) to divideinto units of roughly equal length the continuous text of Jerome’s translationthat in the original Hebrew was presumed to have been undivided withineach book2. It has also been suggested that Langton developed this schemaof chapter division in the University of Paris after 1194-1195 to facilitate refer-ence to the text in the preparation and editing of his own extensive Postilla3.

1. The authors wish to express their special gratitude to Patricia Stirnemann whosethoughtful discussion informs virtually every page of this paper.

2. See Ceslas Spicq, Esquisse d’une histoire de l’Exégèse latine au Moyen Age, Paris:Bibliothèque Thomiste, 26, 1944, pp. 162-63; Richard H. Rouse & Mary A. Rouse, «The VerbalConcordance to the Scriptures», Archivium fratrum praedicatorum, 44 (1974), pp. 5-30 (10);Amaury d’Esneval, «Division de la Vulgate latine en chapitres dans l’édition Parisienne du XIIIe

siècle», Revue des sciences philosophiques et théologiques, 62 (1978), pp. 559-68 (559-61);Pierre-Maurice Bogaert, «La Bible latine des origines au moyen âge: Aperçu historique, étatdes questions», Revue théologique de Louvain, 19 (1988), pp. 276-314 (297-98).

3. Frederick W. Powicke, Stephen Langton, Oxford: Oxford University Press, 1928,págs 35-36; Christopher Holdsworth, «Stephen Langton», Dictionary of the Middle Ages, edited

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The so-called «Langton divisions» came to supplant a variety of varying Biblicalchapter divisions, of which the earliest examples for the Old Testament orig-inated in late antiquity, with a single schema of chaptering that was essen-tially uniform from codex to codex and therefore convenient within theUniversity for purposes of reference in the composition of marginal glosses,commentaries, correctiones and concordances, as well as in the preparationof liturgical tables4. Commentaries on Scripture and liturgical instructions thatreferred to chapters had had in the Latin tradition few antecedents beforethe final decades of the twelfth century5. However, in Hebrew, two fixedsystems of standard textual location had existed as part of Hebrew Biblescontaining the Massorah from at least as early as the tenth century. Eventu-ally, at least one of these was used by commentators on the Torah for refer-ences and may have been so employed at an early date6.

Until now, the earliest known manuscripts of the Bible containing thedivisions that modern scholars commonly attribute to Langton, originatedfrom Paris and have been dated to the first decade of the thirteenth century,exclusively on the basis of palaeographical and art historical judgment7.

by Joseph Strayer, New York: Charles Scribner’s Sons, 1982-89, p. 517; Walter F. Sprecht,«Chapter and Verse Divisions», Oxford Companion to the Bible, edited by Bruce Metzger &Michael D. Coogan, New York: Oxford University Press, 1993, p. 105.

4. For one of the rare examples of preserved numbered chaptering in an ancientcodex, see E. A. Lowe, «A Sixth-Century Italian Uncial Fragment of Maccabees and Its Eighth-Century Northumbrian Copy», Scriptorium, 16 (1962), pp. 84-85.

5. In eighth- and ninth-century manuscripts of the Ordines attributed to Gregory IX,for the Old Testament, only citations in the Book of Psalms were identified by chapternumbers. However, for the Gospels, reference was occasionally made to numbered chap-ters following the numbering of the Eusebian sections. A single reference to Paul’s Epistleto the Corinthians employed an enumeration first recorded in the Codex Amiatinus, seeMichel Andrieu, Les Ordines romani du haut moyen âge, Louvain: Spiciliegium SacrumLovaniense, 1931-61, III, pp. 290, 353, 393, 394, 424, & 454; Patrologia Latina (PL) 78: 951& 962. In the mid-twelfth century, the numbering system of the Alcuinic Bibles was used formaking corrections on the Latin Vulgate by the Cistercian Nicolas Manjacoria, see P. T. Vanden Gheyn, «Nicolas Maniacoria, correcteur de la Bible» Revue Biblique, 8 (1899), pp. 289-295; Heinrich Denifle, «Die Handschriften der Bibel-Correctorien des 13. Jahrhunderts», Archivfür Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters, 6 (1886), pp. 263-311 (273-274) & 461-607, passim. At the end of the twelfth century, Peter the Cantor used the same Alcuinicnumbers, see Artur Landgraf, «Die Schriftzitate in der Scholastik um die wend des 12. zum13. Jahrhundert», Biblica, 18 (1937), pp. 74-94 (78).

6. Christian D. Ginsburg, The Massoreth Ha-Massoreth of Elias Levita, London: Long-mans, 1867, p. 135, n. 108. See also, Michèle Dukan, La Bible hébraique: Les Codices copiéen Orient et dans la zone séfarde avant 1280, Turnhout: Brepols, 2006, p. 107.

7. Laura Light, «French Bibles c. 1200-50: A New Look at the Origin of the Paris Bible»,The Early Medieval Bible: Its Production, Decoration, and Use, edited by Richard Gameson,New York: Cambridge University Press, 1994, pp. 155-76.

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However, the first textual evidence linking Langton (who died in 1228)to the authorship of these divisions dates on the basis of codicology fromc. 1230-1235. This evidence exists in two forms. The first is two rubricsin a single Latin Bible of English origin now in Lyons that identifieschapter divisions in the books of Genesis and Proverbs with Langton asarchbishop of Canterbury8. The second consists of two c. 1230 lists ofchapter incipits for the entire Bible, one apparently of English origin,preserved at Oxford (forming part of a sermon collection); the other fromthe abbey of Saint Victor in Paris9. Both lists were arranged in whatbecame in the 1230’s the standard order of Biblical books, but whichwas neither the order of the Lyons Bible nor that of the earliest manu-scripts with the new divisions. In both lists, Langton was identified asarchbishop, but in the Oxford manuscript the identification occurs onlyin a table that was added, apparently in the early fourteenth century (noname is present in the original text, which lacks its first leaf). The firstcategorical statement that Langton actually invented the modern chapterdivisions of the Vulgate was made by the English Dominican chroniclerNicolaus Trevet a century after Langton’s death10. The assertion that he

8. Lyons, BM 414 (340). Only the reference to Langton in the rubric of Proverbs wasrecorded by Auguste Molinier & Félix Desvernay, Catalogue générale: Départements, 30(1900), pp. 102-103. The rubric to Genesis appears on f. 33. The dating is on the basis ofcodicological evidence; the scribe or scribes of this Bible alternate between writing aboveand below the first ruled line. This Bible also contains as an original component the solesurviving copy of Robert Grosseteste’s Concordance, see S. Harrison Thomson, The Writingsof Robert Grosseteste: Bishop of Lincoln 1235-1253, Cambridge: Cambridge University Press,1940, pp. 122-24.

9. Oxford, Magdalen College MS 168, ff. 78-86; see Powicke, Stephen Langton, pp. 35and 170-176. Powicke, following E. Mangenot, «Chapitres de la Bible», Dictionnaire de la Bible,2 (1899), col. 564 asserts that a list (was it the first leaf of the Magdalen MS?) existed in«Bodleian MS 487, f. 110», but this reference appears to correspond to a completely unre-lated codex of the fifteenth century. Paris, BNF lat. 14417, fol. 125-126v, Über verschiedenEintheilungen der Heiligen Schrift insbesondere über die Capital-Eintheilung Stephen Lang-tons im XIII Jahrhunderte, edited by Otto Schmid, Graz: Leuchner & Lubensky, 1892, pp. 59-91 and Paulin Martin, Introduction à la critique générale de l’Ancien Testament de l’originedu Pentateuque: Lessons professées à l’École Supérieure de Paris Théologie, Paris: Maison-neuve & Charles Leclerc, 1886-1889, pp. 464-471. These lists were likely compiled fromdiscrete lists for each Biblical book. The Saint Victor list has chapter divisions for II Chron-icles otherwise unrecorded in the corpus of manuscripts with modern chapter divisions, butwhich are present as part of the older «pre-Langton» chaptering of Oxford, Bodleian Library,MS Kennicott 15. Perhaps the compiler inserted here an older list of incipits in error.

10. Annales sex regum Angliae, London: English Historical Society, 1845.

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 179

did so as a professor in Paris first occurs in another English chroniclecomposed later in the fourteenth century11.

* * *

In addition to early Parisian manuscripts, English and non-Parisian Frenchmonastic manuscripts with the modern chapter divisions also exist. Indeed,until now the earliest known datable manuscript with the modern chapterdivisions comes from Canterbury, Langton’s titular see from 1207 until hisdeath in 1228. This codex is Paris, Bibliothèque Mazarine MS 5 (olim 29),probably copied within a decade after Langton actively assumed his epis-copal functions in 1213 and surely before the year 1231 (the date of anadded note)12. It is the only English or Parisian Bible dating from the firstthird of the thirteenth century to be included in any of the modern cata-logues of dated and datable manuscripts. Other early or at least relativelyearly English copies of the Vulgate with the modern chaptering includeEton College MS 26, Oxford, Oriel College MS 77, Columbia UniversityWestern MS 85, Durham Cathedral MS C.III.22, and Paris, BNF lat. 10419.A full list of early thirteenth-century Bibles of English origin with modernchaptering has yet to be assembled13. This omission stems from the factthat late nineteenth- and twentieth-century scholars had assumed that thedivisions identified with Langton were of Parisian origin. Consequently,English and non-Parisian French monastic manuscripts with modern chap-tering have been regarded as witnesses to the diffusion of a new practiceradiating from Paris and not as potential documentation for determining thenew system’s locus of origin.

Laura Bruck and Paul Saenger’s current interest in early thirteenth-century English Biblical manuscripts began with their attempt to broadenthe criteria for assigning English origin to thirteenth-century Bibles beyond

11. Henry Knighton (d. ca. 1396), Historiae Anglicanae Scriptores X, edited by RogerTwysden, London: Fletcher, 1652, col. 2430; Chronicon Henrici Knighton, Rerum britanni-corum medii aevi scriptores, London: J. R. Lumby, 1889-95 I, 211.

12. See Auguste Émile Louis Marie Molinier, Catalogue des manuscrits de la Biblio-thèque Mazarine, Paris, 1885-92, I, 2-3; Charles Samaran & Robert Marichal, Catalogue desmanuscrits en écriture latine portant des indications de date I, Paris: CNRS 1959, p. 412. Theterminus ante quem of 1231 is established by a dated note on the final leaf.

13. There is need of a list for England equivalent to the excellent one provided byLight’s «French Bibles c. 1200-1230», pp. 155-176. BNF lat. 10419 has been described as Italianbut it is not, see François Avril & Patricia Stirnemann, Manuscrits enluminés d’origine insu-laire VIIe-XXe siècle, Paris, 1987, num. 110.

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the usual indicators provided by illumination and minor decoration, aneffort all the more important because of the standardized character of earlythirteenth-century book scripts, which afford only fragile indications fordistinguishing between Insular and Continental hands. They wereencouraged in this endeavor by their knowledge that Robert de Courçon,an Englishman, had often been reported to have been the first scholar afterLangton to have employed the new chapter numbers before his death in121914. In an earlier study published in Syntagma, Saenger had noticedthat Thomas Gallus (who Saenger identified as English or Welsh, and whoin the second decade of the thirteenth century was among the earliestscholars to employ systematically the so called «Langton» divisions) hadused a variant form of the new chapter division for his commentary on theSong of Songs in 121815. In addition, Saenger’s initial examination of EnglishBiblical manuscripts containing marginal graphic alphabets revealed variantchapter divisions in at least two English codices16. He and Laura Bruckthen embarked on what they believe to be a pioneering effort to collectcomparative data on thirteenth-century Parisian and English Bibles to deter-mine if the variations that had been encountered formed part of a largerpattern. A test sampling was arbitrarily established that drew from 19 Biblicalbooks that included the five books of Moses and the prophet Isaiah in theirentirety, the Books of Chronicles, and sections chosen from the poeticbooks including Song of Songs, Job, Proverbs, Wisdom and Sirach. TheGospels of Luke and Mark were also surveyed. The test books thus included

14. Limited evidence of chapter division is present in two of eight surviving Summa.However, they are absent in London, British Library MS Royal 19.E.XIV and Paris, BNF lat.14524. According to Landgraf they were added interlineally in Paris, BNF lat. 15747 and inte-grated into the text in at least one leaf of Bruges, BM lat. 247, see Landgraf, «Schriftzitate»,pp. 88-89; V. L. Kennedy, «The Content of Courson’s Summa», Mediaeval Studies, 9 (1947),pp. 81-107. In fact, 1204-1208, the oft-repeated date of composition of Courçon’s Summa islittle more than a supposition, without any direct evidence, see Marcel Dickson and Chris-tiane Dickson, «Vie de Robert de Courson», Archives d’histoire doctrinale et littéraire duMoyen Age, 9 (1934), pp. 60-142 (67 & 72). Chapter references may have been added to theoriginal work either by the author in his revisions, or by his secretaries, or by subsequentscribes, who re-divided the chapters of the Summa itself and provided tables referring to themas well as other reader aids including running headings. In the published portions of theSumma, there are no original chapter divisions, see Georges Lefèvre, Le Traité «De usura»de Robert de Courçon, Lille: L’Université, 1902); V. L. Kennedy, «Robert Courson on Penance»,Mediaeval Studies, 7 (1945), pp. 291-336.

15. P. Saenger, «The British Isles and the Origin of the Modern Mode of Biblical Cita-tion», Syntagma, 1 (2005), p. 89.

16. Urbana, University of Illinois MS 4135 and Paris, BNF lat. 10419.

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elements of the Hebrew Bible, the Old Testament Apocrypha, and the NewTestament. Up to now in all, more than 80 manuscript Bibles have beenexamined, either in situ, or on microfilm, or on CD Rom. For the HebrewBible and the Apocrypha in particular, distinct patterns emerged. Thesemay be divided into the following groups:

1) A few variants that to date have been recorded uniquely in codicesprepared at St. Albans before 1200, where, as shall be shown, we believe,that the modern mode of chaptering may have originated. These includeGenesis 13 beginning at 12:20b, Exodus 9 beginning at 8:29, Exodus 10beginning at 9:27, Exodus 13 beginning at 12:50, Exodus 23 beginning at22:31b, Leviticus 20 beginning at 20:2b and Isaiah 5 beginning at 5:8.

2) Variants that occurred with equal frequency in English codices andin Parisian manuscripts copied prior to the establishment in about 1234 ofthe standard portable Parisian Bible (defined not only by its size, but byits modern chaptering, suppression of capitula lists, fixed order of books,and presence as an appendix of the standard glossary of Hebrew names).Examples of such variants include Exodus 7 beginning with 6:29 and Exodus25 beginning at 24:16b.

3) Variants that occurred either solely or with far greater frequency incodices of English origin than in the entire Parisian corpus examined todate. Examples of such instances include Genesis chapter 2 beginning withverse 25 and Exodus 16 beginning at chapter 15, verse 27.

4) A very limited set of variants from the schema in use today thatoccurred with regularity as part of the standardized Bibles copied in Parisfrom c. 1234 until the fifteenth century. (These variations were frequentlyfound in English codices but in combination with numerous other variants).This Parisian schema of chapter division (not quite the modern chapter divi-sion) seems to have prevailed in Paris until a version close to the modernschema evolved in printed Bibles published in Germany and by Germanprinters in Italy and Lyons in the fifteenth century. Examples of the restrictedset of standard Parisian manuscript variants from the modern Vulgate includeGenesis 6 beginning at 5:31b and in the book of Job chapter 14 beginningwith verse 5. The final confection of modern chaptering that suppressed allsuch variants was achieved in the post-Trent Clementine Bible of 159217.

17. T. H. Darlow & H. F. Moule, Historical Catalogue of the Printed Editions of Holy Scrip-ture, London: Oak Knoll Press, 1903-1911, II, pp. 961-963. I am grateful to Jennifer FinkButler who as a Kemper Foundation Intern at the Newberry Library in summer 2006 gath-ered data on this and the other printed Bibles discussed in this paper.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK182

Early on in our research, it became apparent that certain of the Englishand early Parisian variants often reflected anterior chapter divisions, particu-larly those present in the Alcuin Bibles, a schema of chapters whichhowever, occurs (at least for the Pentateuch) fully developed for the firsttime in the Bible of Abbot Maurdramnus, Amiens, BM, MSS 6, 7, 9, 11 and12, copied in an Insular center, the Benedictine Abbey of Corbie c. 771-783.This schema of chaptering thus in fact predates Alcuin’s revision and relatedannotation in the Codex Amiatinus suggests that this mode of chapteringoriginated in England18. The influence of Alcuinic numbers on the schemaidentified with Langton was suggested by manuscripts, both English andFrench, in which both the chapter division associated with Langtonand those of Alcuin were marked, the former in the margin, the latter inintra-textual spaces. Such manuscripts formed in effect a concordancebetween the two enumerations. In the earliest of these codices, the «Langton»chapters were added post factum, probably from lists and often after thetext had been glossed, in a manner that graphically distinguished themfrom the initial Alcuinic numbers, either by decoration, ink color, formalityor by script, since the new enumeration was often written in arabic numbers.Examples include Paris, BNF lat. 11537, likely copied in Paris at the endof the first decade of the thirteenth century (where the distinction betweenthe Alcuinic numbers and the modern ones was made by decoration)19,Paris, BNF lat. 14233, likely copied at the abbey of Saint Victor in Parisearlier in the first decade of the thirteenth century (where the distinctionwas frequently made by using arabic numerals for the modern numerals)20

and Dijon, Bibliothèque Municipale, MSS 12-15, a Bible in four volumescopied at the abbey of Cîteaux in 1109 for abbot Stephen Harding, to whichthe modern chapter numbers with variants common to early English andParisian manuscripts (our group 2) were added at Cîteaux at the very end

18. David Ganz, Corbie in the Carolingian Renaissance, Beihefte der Francia, 20, Paris:Sigmaringen, 1990, pp. 132-33; W. M. Lindsay, «The Old Script of Corbie: Its AbbreviationSymbols», Revue des bibliothèques, 22 (1912), pp. 405-425 (407); idem, «The Abbreviation Symbolsof ergo, igitur», Zentralblatt für Bibliothekswesen, 29 (1912), pp. 56-64 (62). Many of thesedistinctions were marked at an early date by signs without numbers in the Codex Amiatinus,Henri Quentin, Mémoire sur l’établissement du texte de la Vulgate, Rome: Desclée,1922, p. 287.

19. Paulin Martin, «Le Texte parisien de la Vulgate latine», Museon, 8 (1899), pp. 444-465 (448). Laura Light, «Versions et révisions du texte biblique», in Le Moyen Age et la Bibleedited by Pierre Riché & Guy Lobrichon, Bible de tous les temps, 4; Paris: Beauchesne, 1984,p. 84, n. 100.

20. Light, «French Bibles», p. 173 (num. 2).

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of the twelfth century (here the distinction was made both by ink colorand by formality)21. That the last of these codices was very early and origi-nated in a monastic milieu away from Paris is in itself suggestive. An Englishexample of Alcuinic numbering supplemented by the modern divisionsmay be as early or earlier. It is Eton College MS 26 from the monastery ofSt. Albans, where in about the year 1200 the distinction was made both byformality and the use of Arabic numbers22.

The earliest Bibles with concordant chapter divisions provided at theirinception (i.e. with both sets of numbers written by the original scribe orscribes) are probably English. They include Oxford, Oriel College MS 77,likely copied c. 1215, Paris, Bibliothèque Mazarine MS 5 from Canterburyand New York, Morgan Library 791 of unknown origin thought by someto be from St. Albans23. Parisian examples of original dual numberinginclude Paris, BNF lat. 16747 (dating in my judgment in its final confectionfrom the second decade of the thirteenth century), Arsenal MS 65, copiedlate in the first third of the thirteenth century, and Paris, BNF lat. 36, anunusual Cistercian Missal/Bible from Beauvais but copied in Paris in the mid-thirteenth century24. This last codex is the latest in date among knownexamples of a Vulgate Bible containing concordant Alcuinic and modernnumbering25.

21. Auguste Molinier, Henri Omont, et alii, Catalogue générale: Départements, 5 (1889),pp. 4-6; Charles Samaran et alii, Catalogue des manuscrits en écriture latine, V (1965), p. 169and plate IX.

22. Rodney M. Thomson, Manuscripts from St. Albans Abbey, 1066-1235, Woodbridge:Univeristy of Tashmania, 1982, I, pp. 89-90 (num. 16); Neil Ker, Medieval Manuscripts inBritish Libraries, II, Oxford: Oxford University Press, 1977, pp. 653-56; Montague R. James,A Descriptive Catalogue of the Manuscripts in the Library of Eton College, Cambridge:Cambridge University Press, 1895, pp. 13-14.

23. H. O. Coxe, Catalogus codicum mss qui in colegiis aulisque oxoniensibus hodieadservantur, reprint of the Bodleian Library’s annotated copy of the 1852 edition, Wakefield:E. P. Publishing, 1972), I, Collegii Orielensis, p. 27; Rodney M. Thompson, Manuscripts fromp. 122. Another early English manuscript, Columbia University Western MS 85 was preparedfor intertextual insertion of a variant form of Alcuinic numbers, but never rubricated.

24. Light, «French Bibles», p. 174 (num. 3) dates Paris, BNF lat. 16747 to the first decadeof the thirteenth century, but I would place it later; the scribe abandoned writing out the Alcuinnumbers in the second chapter of Genesis, indicating the older divisions in the Pentateuchthereafter only by a lateral colon or sign but providing no numbers. For Paris, BNF lat. 36,see Victor Leroquais, Les Sacramentaires et les missels manuscrits des bibliothèques publiquesde France, Paris: s. n., 1924, num. 913.

25. The date of 1234 offered by D’Esneval (following Leroquais) is not the date of theBible, but rather the date of composition of a supplemental text, see «La Division de laVulgate Latine», p. 561.

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In Mazarine 5, calligraphically executed arabic numbers were providedby the rubricators to distinguish numbers of the new system that Langtonemployed from those identified with Alcuin. Because of the general propen-sity of the thirteenth-century English scribes to use arabic numbers (whichwere graphically less ambiguous) more frequently than their Continentalcontemporaries, and because the system of graphic alphabetic subdivisionsto disambiguate references within the modern chapters began in Englandand among Insular scholars (notably Thomas Gallus) at Saint Victor, wetheorized that the modern chapter divisions themselves might have origi-nated in England and subsequently migrated to the Continent. IndeedSaenger had suggested this possibility (with Mazarine 5) in mind, in hisSyntagma article26.

To attempt to confirm the thesis that the chapter division first used bythe British scholars Langton, Courçon and Thomas Gallus was of Insularorigin, we expanded our survey to include pre-1200 English and FrenchBibles to determine if the Alcuinic system (first recorded at Corbie andresembling the Codex Amiatinus and therefore of likely Insular origins)was in fact more prevalent in twelfth-century English monastic Bibles thanin those copied in Paris. To date, the evidence tentatively suggests thatsuch may have been the case, i.e. that the Alcuinic divisions were moreconsistently observed in English twelfth-century manuscripts withnumbered chapter divisions than in codices produced in Paris, wherechapter numbering patterns were more diverse (although the Alcuinicschema was well represented). Examples of mid-twelfth-century Biblesof English origin with Alcuinic divisions for the Pentateuch includeCambridge, Corpus Christi College MS 2 (from Bury St. Edmunds)27, thesame Cambridge library’s MSS 3-4 (from Dover Abbey)28, Oxford, BodleianLibrary MS Auct E. Inf. 1 (from Winchester or St. Albans)29 and, it wouldappear, also the twelfth-century Bible of Winchester Cathedral30. In contrast,

26. Saenger, «The British Isles», p. 82.27. Except for Leviticus, which is related to the enumeration in the Codex Amiatinus,

see M. R. James, Descriptive Catalogue of the Manuscripts in the Library of Corpus ChristiCollege, Cambridge: Cambridge University Press, 1912, pp. 3-8.

28. James, Descriptive Catalogue, pp. 8-14; C. M. Kauffmann, Romanesque Manuscripts.A Survey of Manuscripts Illuminated in the British Isles, 3, London: Harvey Miller, 1975, num. 69.

29. Thomson, Manuscripts from St. Albans Abbey, p. 34; Andrew Watson, Catalogue ofDated and Datable Manuscripts c. 435-1600 in Oxford Libraries, Oxford: Clarendon Press,1984, num. 47.

30. Walter Cahn, Romanesque Bible Illumination, Ithaca: Cornell University Press, 1982,pp. 262-63.

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French Romanesque Bibles seem more diverse. Indeed, Paris, BNF lat.14395, the only surviving twelfth-century Bible prepared at the abbey ofSaint Victor, and one of the few apparently written in Paris, had nonumbered chapter divisions within the text, and its capitula lists, exceptthose for Genesis, do not correspond to the Alcuinic enumeration31. Onthe other hand the original numbering of Stephen Harding’s Bible atCîteaux was Alcuinic and the correctiones of the Vulgate text left by theItalian Cistercian Nicolaus Maniacoria used the Alcuinic chaptering for itsreferences, evidence which suggests that at least in the extended Frenchsphere of Cîteaux, Alcuinic numbering enjoyed a certain pre-eminence32.In this context, it should be noted that the pattern of «Christian versifica-tion», i.e. versification denoted by colored (in later centuries usually red)initials was also first evident in the Maurdramnus Bible, and that it, likechaptering, formed part of the Alcuinic tradition. Alcuinic versificationappears in twelfth-century English Bibles and in the thirteenth century itwas ubiquitously employed however with greater standardization in Paristhan in England33.

In the course of his survey of English Bible chapter divisions, Saenger’sattention was drawn to Corpus Christi College MS 48, a codex from theroyal abbey of St. Albans that he had first examined in summer 2002 as apart of his study on Hebraic influence on the English tradition of graphicverse numbering. In the book of the Lamentations of Jeremiah, CCC 48contained, in proximity to the acrostic verses of chapters 1-4, an expertlycalligraphed Hebrew alphabet, written in gold. Dr. Ben Outhwaite, theDirector of the Genizah Project at Cambridge University Library believes thatthe scribe who wrote them was a Jew, possibly with Sephardic training34.Others have offered like opinions35. According to Walter Cahn the codex

31. Léopold Delisle, Inventaire des manuscrits de l’Abbaye de Saint-Victor, Paris: A.Durand & Pedone-Lauriel, 1869, p. 12. Paris, BNF lat. 11534, possibly Parisian, clearly doesnot correspond to the Alcuinic enumeration and was for large portions originally undividedinto numbered chapters, see Spicq, Esquisse, p. 162.

32. For Dijon BM 12-15, see Cahn, Romanesque Bible Illumination, pp. 270-71.33. It is probable that the pecia system played a role in stabilizing verse division in

Parisian Bibles, see for example Paris, BNF lat. 28, the best example of a mid-thirteenth-century manuscript where capitals clearly denote verses throughout. Cf. Gilbert Dahan,L’Exégèse chrétienne de la Bible en Occident médiéval, Paris: Cerf, 1999, p. 176.

34. Personal communication, autumn 2006.35. Personal communication of Christopher de Hamel. See also James, Descriptive Cata-

logue, p. 95; and especially Walter Cahn, «St. Albans and the Channel Style in England», inThe Year 1200: A Symposium, New York: Metropolitan Museum of Art, 1975, pp. 187-211 (193).

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was executed at St. Albans during the reign of abbot Simon (1167-1183),and modern scholars beginning with Richard Hunt have accepted this datewithout hesitation36. It is apparently the sole twelfth-century Latin manu-script Bible of English origin to contain graphic Hebrew, a phenomenonthat became increasingly common in England after 120037. In contrast onthe Continent (in keeping with the tradition of Jerome) the presence ofHebrew in any form other than transliteration was extremely rare38. In thebroader context of the history of the Latin Bible, the presence of graphicHebrew letters in proximity to the acrostic verses contained in Lamentations,Proverbs or the Psalter is a reliable indication of contact with rabbinicscholarship. It may be noted that in the Renaissance such Hebrew letterswere present in late-fifteenth-century manuscripts of the Psalter and inmany of the new scholarly translations of the Hebrew Bible into Latin

36. R. W. Hunt, «The Library of the Abbey of St. Albans», in Medieval Scribes, Manuscriptsand Libraries: Essays Presented to N.R. Ker, edited by M. B. Parkes & A. G. Watson, London:Scholar Press, 1978. See also L. M. Ayres, «A Tanner Manuscript in the Bodleian Library andSome Notes on English Painting of the Late Twelfth Century», Journal of the Warburg andCourtauld Institute, 32 (1969), págs. 41-54 (46); Thomson, Manuscripts from Saint AlbansAbbey, pp. 81-82. The parchment on f. 1 where an ex libris of St. Albans would have occurred(according to the abbey’s usual practice under Abbot Simon) has been cut out. James in hisDescriptive Catalogue of Corpus manuscripts dated this codex late s. 12, but he misdated theclosely related New Testament, Cambridge, St. Johns College 183 (G. 15) assigning it to s.12-13, when in fact it was a gift of Abbot Simon to the Abbey, see N. R. Ker, English Manu-scripts in the Century after the Norman Conquest, Oxford: Clarendon Press, 1960, pp. 3 &11; Pamela Robinson, Catalogue of the Dated and Datable Manuscripts c. 737-1600 inCambridge Libraries, Cambridge: Boydell & Brewer, 1988, num. 306, cf. M. R. James, Descrip-tive Catalogue of the Manuscripts in the Library of Saint John’s College Cambridge, Cambridge:Cambridge University Press, 1913, p. 216.

37. See the remarkable study of Judith Olszowy-Schlanger, Les Manuscrits hébreuxdans l’Angleterre médiévale: Etude historique et paleographique, Collection de la Revue desétudes juives, 29; Paris: Institute de Recherche et d’ historie des textes, 2003.

38. To date, we have knowledge of but one example to add to the twelfth-centurycodex cited in Saenger, «The British Isles», p. 102, n. 29; Paris, BNF lat. 36 from the thirteenthcentury, see Samuel Berger, Quam notitiam linguae hebraicae habuerint Christiani mediiaevi temporibus in Gallia, Nancy: Berges-Levraut 1893. Graphic Hebrew seems to be entirelyabsent in ninth-century Theodulfian manuscripts and among the twelfth-century manuscriptsfrom Saint Victor, see Avrom Saltman, Pseudo Jerome: Quaestiones on the Book of Samuel,Leiden: Brill, 1975; Beryl Smalley, The Study of the Bible in the Middle Ages, Indiana: Univer-sity of Notre Dame, 1964, p. 103, n. 1; idem, «A Commentary on the Hebraica by Herbert ofBosham», Récherches de théologie ancienne et médiévale, 18 (1951), pp. 29-65 (47), cf. p.155; Dahan, L’Exégèse chrétienne, p. 207. See on the ancient Greco-Roman origins of Hebrewtransliteration, Alexander Sperber, «Hebrew Based Upon Greek and Latin Transliterations»,Hebrew Union College Annual, 12-13 (1937-38), pp. 103-274.

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and the vernacular that were printed in the sixteenth century39. Both indiglot English manuscripts of the thirteenth century and in diglot printededitions of the sixteenth century, Hebrew had influence on text formatincluding versification and chaptering40.

We know from the chronicles of St. Albans (of which this portion wascomposed by Matthew Paris, the thirteenth-century historian) that abbotSimon, known for his love of beautiful manuscripts and other art work,had contact with Jewish bankers, with whom he contracted great debt41.We speculate here that his debt to England’s Jews may have been more thanpecuniary. Specifically it is also known from the chronicles of the abbeythat abbot Simon assembled, authenticated and annotated (glossata) copiesof the Bible that the abbot kept in a chest within the church, the traditionalvenue for books pertaining to the celebration of the Holy Offices42. Thetextual influence of the original Greek (and possibly of the original Hebrew)has been detected in Bibles identified with the Abbey43. Therefore, it is notunreasonable to suggest that abbot Simon had Hebrew characters placedin CCC 48 by a Jewish scribe to give to a deluxe transcription of Jerome’sLatin version of his Hebraica a genuine measure of visual verisimilitude tothe Jewish original.

Such a thesis is sustained by the highly unusual three-column page textformat of CCC 48 and another closely related St. Albans codex, the afore-mentioned Eton College 26, generally thought to have been copied a littlelater than CCC 4844. In the entire Middle Ages, only three earlier examples

39. For an example of a Psalter dating from the second half of the fifteenth century withmarginal Hebrew letters, see Newberry Library MS 183, Saenger, «The British Isles» PL 8; forexamples of printed Hebrew letters in sixteenth-century Bibles, see the Olivetan Bible of1535, the Matthew Bible of 1537 and the Estienne Bible of 1558 (Lyon, Jean de Tournes),etc., see Darlow and Moule, nos. 3710 and 17.

40. This is particularly striking in Sebastian Münster’s 1534-1535 new translation of theHebrew Bible into Latin, Darlow and Moule, num. 5087. For manuscripts, see Oxford, CorpusChristi College, MSS 5 and 8; see Olszowy-Schlanger, Manuscrits hébreux, nums. 1 and 2.

41. Henry Thomas Riley, Gesta abbatum monasterii Sancti Albani Rolls Series, 28, v.4; London: H. M. S. O., 1867-69, pp. 190-93.

42. Riley, Gesta abbatum, p. 184.43. Walter Oakeshott, The Two Winchester Bibles, Oxford: Oxford University Press,

1981, p. 112. For a possible relationship to the Hebrew, note the variant recorded in Exodus2:5. Influence from the Hebrew Bible may also have been received from consultation ofone or another copy of the Theodulfian text, which is yet to be critically edited, see belowat n. 46.

44. Thomson dates this codex to the end of the twelfth century, Manuscripts from St.Albans, p. 89.

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of three-column copies of the Latin Vulgate are known, the oldest of whichare the two earliest surviving Theodulf Bibles, London, BL Add. 24142,formerly in the Abbey of Saint Hubert in the Ardennes and Stuttgart,Würtembergische Landesbibliothek HB.II, 16. formerly in the library of theCathedral of Constance45. The Theodulf text as preserved in Add. 24142was marked by both emendations based on the original Hebrew as wellas by emulation of Hebrew text format and punctuation46. It also had dimen-sions notably smaller than the giant Alcuinic Bible but equivalent to thoseof many of the larger medieval Hebrew Bibles47. Like the Theodulf Biblesand the Cîteaux Bible of Stephen Harding (which also evinced directcontact with the Hebrew original), CCC 48 was arranged in a rare four-part order of Old Testament books that segregated the Old TestamentApocrypha i. e. those texts not present in the Hebrew original and placedthem at the end48. CCC 48 is the sole Bible to our knowledge dating fromthe second half of the twelfth century to have returned to this Theodulficorder and one of the few to replicate the relatively modest dimensionsof a Theodulfian codex.

The other six surviving Theodulf Bibles were written in the normal two-column format, and the three-column arrangement as well as other aspectsof Theodulfian format was emulated later only twice from the ninth to the

45. Elisabeth Dahlhaus-Berg, Nova antiquitas et antiqua novitas: Typologisches Exegeseund isidorianisches Geschichtsbild bei Theodulf von Orléans, Cologne: Böhlau, 1975, pp. 49-50. For facsimiles of Additional MS 24142, see Frederic G. Kenyon, Facsimiles of Biblical Manu-scripts in the British Museum, London: British Museum, 1900, num. XV; Margaret T. Gibson,The Bible in the Latin West, Notre Dame & London: Notre Dame University Press, 1993, num. 6.

46. See Bonifatius Fischer, «Bibeltext und Bibelreform unter Karl dem Grossen», Karlder Grosse, Lebenswerk und Nachleben, edited by Wolfgang Braunfels, Düsseldorf, 1965-68,II, pp. 178-179. The Psalter of Additional MS 24142 has been reported as being written inJerome’s format of cola et commata; it is not, but rather in lines of verse that correspond tothe original Hebrew; cf. Henri de Sainte-Marie, Sancti Hieronymi Psalterium iuxta Hebraeos,Rome: Abbaye Saint-Jerome, 1954, pp. viii-ix.

47. Rosamond McKitterick, «Carolingian Bible Production: The Tours Anomaly», inGameson, The Early Medieval Bible, p. 74; cf. Dukan, Bible hébraique, pp. 215-217. For the«giant» dimension of Alcuin Bibles from Tours, see David Ganz, «Mass Production of EarlyMedieval Manuscripts: the Carolingian Bibles from Tours», in Gameson, The Early MedievalBible, pp. 61-62.

48. Gibson, Bible in the Latin West, p. 32. This arrangement of Biblical books, an expan-sion of the Hebrew division into three parts, was without antecedent in the writings of SaintJerome, but was sanctioned by Isidore, Etymologiae, Liber VI, I. For the presence of thisarrangement in the Bible of Stephen Harding, see J. P. P. Martin, Saint Etienne Harding,Amiens: Rousseau-Lerog, 1887; Denifle, «Die Handschriften der Bibel-Correctorien» p. 270;Light, «French Bibles c. 1200-1230», p. 160.

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mid-twelfth century (in Spain in the La Cava Bible and in a fragment of aBible in Visigothic script preserved at Columbia University49). In contrastto the overwhelmingly dominant Latin Vulgate tradition of two-columnBibles, three columns was the usual text format for Hebrew Bibles from theearliest surviving codices copied in the tenth century to those transcribedin England prior to the year 130050.

The display of three columns was important in Jewish tradition. Jewishtractates dating from late antiquity and the early Middle Ages required thatat least three columns be written on each membrane composing a Torahscroll, and when reading the Torah from scrolls, these treatises commandedthat at least three columns of text be displayed51. Among early copies ofthe Hebrew Bible, British Library OR MS 4445, the Aleppo Codex, the CairoCodex, the Leningrad Codex, the Firkowitz fragment and the prepon-derance of larger format Bible fragments found in the Cairo Genizah wereall written in three columns52. Indeed, the only dated medieval codex likelywritten in England, London, Valmadonna Trust MS 1, copied in 1189 (andwhose dimensions are comparable to both the Theodulfic Bibles and to CCC48) evinced this format, as apparently did another Masoretic Bible, nowlost, that formed part of a marriage dowry contracted in the city of Lincolnin 127153. Only in the thirteenth century did it become usual for HebrewBibles, especially in smaller format, to be written in two columns, like theirlate Medieval Latin counterparts54.

49. See John Williams, Early Spanish Manuscript Illumination, New York: Braziller,1977, plates 1 and 2; McKitterick, «Carolingian Bible Production», p. 74. Consuelo Dutschkehas brought to my attention Plimpton MS 27, C.L.A., num. 1654.

50. Approximately 73% of all Hebrew codices dated before 1200 were written in 3columns, and the three-column format was particularly prevalent among larger codicesapproximating the dimensions of CCC 48; see Dukan, Bible hébraique, pp. 204 and 234 ff.

51. A. Cohen, The Minor Tractates of the Talmud, London: Soncino Press, 1965, MasseketSefer Torah, p. 635, 638. Masseket Soferim, pp. 219 & 223. For the dates of these tractates,see Israel Yeivin, Introduction to the Tiberian Masorah, translated & edited by E. J. Revell,s. l.: The Society of Biblical Literature, 1980, p. 136.

52. See Yeivin, Introduction, pp. 15-22; Ernst Würthwein, The Text of the Old Testament,translated by E. F. Rhodes, second edition, Grand Rapids: Eedermans, 1995, nos. 20, 21, 22,23, and 24; Dukan, Bible hébraique, p. 217.

53. Olszowy-Schlanger, Les Manuscrits hébreux, pp. 238-42; M. Beit-Arié, The OnlyDated Medieval Manuscript Written in England (1189 CE) and the Problem of Pre-Expul-sion Anglo-Hebrew Manuscripts, London: Valmadonna Trust Library, 1985; Myer David Davis,The Hebrew Deeds of English Jews before 1290, London, 1888, pp. 289-302.

54. For examples, see Christian D. Ginsburg, Introduction to the Massoretico-CriticalEdition of the Hebrew Bible, London, 1897, pp. 469-778. Two columns was the format of thesecond Rabbinic Bible, Würthwein, Text of the Old Testament, num. 26. The three-column

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There are additional indications of Hebraic concern in the milieu ofCCC 48. In Lamentations in proximity to the Hebrew letters, a rare mysticaland Christianizing interpretation of the Hebrew alphabet is included inaddition to that of Jerome. Walter Cahn once speculated that this unusualtext might reflect the milieu of St. Albans’ celebrated Hebraist, AlexanderNeckham, but identification of Neckham as a possible author is not tenablesince the same text occurs at least a generation earlier in the Bury Bible55.The brief text, however, appears to be peculiar to England and surelyreflects an interest at St. Albans in Hebrew56. In addition, CCC 48 containedas an appendix an alphabetical glossary of Hebrew words, drawn from theOld Testament, an expanded version of Jerome’s Liber interpretionishebraicorum nominum57. Modern students have routinely stated thatJerome’s glossary of Hebrew names was first enlarged and arranged in acontinuous alphabetical sequence and appended to Vulgate Bibles at theUniversity of Paris in the early thirteenth century58. However, the carefullyalphabetized expansion of Jerome’s glossary of Hebrew names in the CorpusBible was not arranged book by book as was the case in the earliest glos-saries of Hebrew names copied in Paris, but in a continuous alphabeticalsequence. The Corpus appendix thus constitutes a very early antecedentfor the glossary that became after 1234 a standard appendix to smallformat, portable Parisian Bibles59. We have not encountered an alpha-betical glossary akin to that of St. Albans in any other twelfth-centurybiblical codex and therefore it is reasonable to conclude that it wascompiled at the abbey.

It is well known that later in the thirteenth century, some forms of theexpanded Jeromean glossary were attributed explicitly in manuscripts to

format for larger Bibles survived into the Renaissance; e.g. Marcello Simonetta & JonathonJ. G. Alexander, Federico da Montefeltro and his Library, New York, 2007, pp. 26-27.

55. Cahn, «St. Albans and the Channel Style», p. 205, n. 43; cf. Cambridge, Corpus ChristiCollege, MS 2, f. 278.

56. It was translated into Anglo-Norman dialect, J. Bonnard, «Un Alphabet hébreu-anglais du XIVe siècle», Revue des études juives, 1882, pp. 255-265 (255-59).

57. Bernard Lambert, Bibliotheca Hieronymiana manuscripta: La Tradition manuscritedes oeuvres de saint Jérôme, The Hghe: Martinas Myhoff, 1969-1972, num. 201.

58. Amauray d’Esneval, «Le Perfectionnement d’un instrument de travail au début duXIIIe siècle: Les Trois glossaires bibliques d’Etienne Langton», in Culture et travail intellectueldans l’occident médiéval, edited by G. Hasenohr & Jean Longève, Paris, 1981, pp. 165-75.

59. Paris, BNF lat. 26, one of the earliest French Bibles to have the glossary ofHebrew names as an appendix does not appear to be Parisian. The glossary is includedin Dole, BM MS 15, the earliest dated Parisian portable Bible, recorded by Light, «FrenchBibles», p. 156.

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Langton60. It, however, should also be noted that Alexander Neckham(1157-1217), the noted St. Albans Hebraist of the twelfth century, was alsocredited in later manuscripts with composing an expanded glossary ofHebrew names61. Whether Neckham had any connection with the glossaryof CCC 48 is at this point a matter of pure conjecture. Nevertheless, it maybe noted that Neckham was born, educated and taught at St. Albans, anabbey which had direct lines of contact with Saint Victor’s of Paris, whosefriars included the noted English Hebraist Andrew of Saint Victor, laterabbot of Wigmore (d. 1175)62. In his Syntagma article Saenger had comparedthe lateral two point sign consistently used to denote alphabetically desig-nated chapter septants in BNF lat. 10419 from Oxford c. 1230 to the verticalcolon-like soph pasuq that marked the end of the verse in Hebrew Bibles.(In secular Hebrew manuscripts a horizontal form of the soph pasuq wasemployed as a terminal note at the end of sentences63). In Cambridge, SaintJohns College 183 and the Dublin codex, Trinity College 51, both from St.Albans at the time of Abbot Simon, the two point sign (both in hori-zontal and vertical form) was used to denote the graphic frontiers of acapitulum, a function for which it was subsequently used in the early thir-teenth century at the abbey of Saint Victor and other Parisian schools64.

When Saenger examined CCC 48 for its Hebrew letters and versificationin 2002 he noted that the chaptering in the books of Genesis and Lamen-tations followed the modern schema, but Lamentations being a very shortbook with very special verse structure, such was not a definitive indicationof the presence of modern chaptering. Subsequently in Chicago he veri-fied from microfilm that the entire Bible present was divided into modernchapters (allowing for customary variants), except for the Gospels in whichan earlier chaptering system, long present in the British Isles and in generalrelatively close to that later identified with Langton, was still used65. Because

60. Martin, «Le Texte parisien», Muséon, 9 (1890), pp. 55-70 (64-69). Langton is explicitlycited as author in the colophon of Montpellier, Faculté de Médecine, MS 341, cited byd’Esneval, «Perfectionnement d’un instrument de travail» p. 173, n. 15.

61. Frederick Stegmüller, Repertorium biblicum medii aevi, Madrid, 1940-1980, II, pp.71-72.

62. Smalley, The Study of the Bible, pp. 112-95.63. Personal communication of Mme. Olszowy-Schlanger, September 2006.64. See BNF lat. 14232, indication of I Chronicles 19, BNF lat. 14233, indication of Song

of Songs 4 and 5. The sign is used ubiquitously in BNF lat. 16747. I am indebted to Mme.Olszowy-Schlanger for informing me of the Hebrew use of the horizontal soph pasuq.

65. For the Pentateuch, the correspondence to «Langton numbering» is 99.5%; for IChronicles the correspondence is 99.5%; for Job the correspondence is 100%. For the oldchaptering of the Gospels, see Donatien de Bruyne, Sommaires, divisions et rubriques de la

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he detected carefully executed erasures and alterations of numbers in aportion of its capitula list and occasionally in the body of the text (andobvious alterations in Eton College 26) he did not cite these two books asearly English examples of modern chaptering in his Syntagma article.

Moreover, a third related codex, the surviving second volume of a two-volume Bible from St. Albans, Dublin Trinity College 51 (of dimensionscomparable to CCC 48) had yet to be examined66. This last codex wasexamined by Saenger in May 2006, and it too contains modern chapterdivisions also with occasional evidence of contemporary re-numbering. Init, unlike CCC 48, the Gospels too were divided into the modern chapterdivision, suggesting that the modern chaptering had by the time of its tran-scription spread from the Old Testament to the New and that the new divi-sions had not yet been perfected when the anterior Corpus codex wasconfected. Consistent with this observation, palaeographers and art histo-rians have argued that the copying of the Dublin codex followed closelyafter the transcription of the Cambridge, Corpus Christi Bible, althoughneither its text, nor its order, nor its variant chapter divisions indicate thatit was a direct copy from either the Corpus codex or a common model.However, the prologue to the Pauline Epistles in all four biblical codicesfrom St. Albans from the time of abbot Simon and his successor containsan explicit attribution to Pelagius that constitutes an unusual and undeniablebond of textual affinity limited within England to St. Albans67.

Other points of similarity link the twelfth-century Bibles of St. Albans.The Cambridge, Corpus Christi codex contained a table of capitula for theOld Testament that corresponded neither to the modern chapter divisionsnor the Alcuinic divisions. This table was partially altered by one of theoriginal scribes to agree with the divisions that the same scribes had placedin the text. For the New Testament, like tables were placed before theGospels and the Epistles. A similar prefatory table was also prepared forthe Dublin codex which in this instance included capitula for both the Old

Bible latine, Namur: s. n., 1914, pp. 500-526, cols. A and B; Patrick McGurk, Latin GospelBooks from A.D. 400 to A. D. 800, Brussels: Erasme, 1961. Christopher de Verey, The DurhamGospels, Early English Manuscripts in Facsimile, 20; Copenhagen: s. n., 1980, pp. 18-21.

66. Thomson, Manuscripts from St. Albans Abbey, pp. 54, 62 and 121-22; Marvin L.Colker, Trinity College Dublin: Descriptive Catalogue of the Mediaeval and Renaissance LatinManuscripts, Aldershot: Scolar Press, 1991, pp. 91-92. Thomson identifies this codex ascopied by the same hand present in Saint John’s College 183, possibly for presentation tothe abbey of West Dereham established in 1188.

67. Hunt, «The Library of the Abbey of St. Albans», pp. 252; Alexander Souter, Pelagius’Exposition of Thirteen Epistles of St. Paul, Cambridge: University Press, 1922, I, pp. 343-44.

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 193

and New Testaments. Grouped prefatory tables are also found in St. John’sCollege 183, where in this New Testament the capitula are placed in twosets (as in CCC 48), one grouping prior to the Gospels and the other priorto the Epistles, but here also including the chapters of the Apocalypse. Thedisplacing of tables of capitula from their usual position as prefaces toindividual books to the beginning of the codex (or an important sectionthereof) converted them into veritable tables of contents, similar to tablessubsequently placed at the head of thirteenth-century scholastic summas.This innovation, surely intended to facilitate reader access, was peculiar tothe British Isles and perhaps to St. Albans. The earliest rudimentary exampleoccurs in Oxford Auct. Infra 1, usually referred to as the Auct. Bible (whichhas been claimed on art historical criteria for St. Albans). Here tables to allfour books of Kings were gathered together and placed prior to I Samuel68.

* * *

In my judgment, the alteration in numbering both in the tables and textin CCC 48 and the Dublin MS date from the twelfth century and indicate thatthe introduction of the new system of chaptering was likely on-going underAbbot Simon at the time these two Bibles were produced or very soon there-after. Palaeographically, the numbers especially at the beginning of CCC 48and throughout Dublin 51, all placed in the margin, form a kind of gloss. Inpalaeographic form, they resemble the original numbering of Cambridge, St.John’s College MS 183, a small and portable New Testament from St. Albans(a gift of abbot Simon to the abbey) that is also one of the earliest datedexamples of protogothic script in England69. The abbey’s chronicles hadspoken of abbot Simon’s Bibles as being glossed. The placing of numbersin the margin was characteristic both of Hebraic tradition and the Theodul-fian Bibles70. In contrast in the Alcuinic Bibles, numbers generally werewritten within the text, where they complemented formatted paragraphs.

68. See Thomson, Manuscripts from St. Albans Abbey, p. 34. Contrary to Thomson’sassertion, the prefatory tables to Kings is an argument for tying the Auct. Bible to St. Albans,but clearly not a decisive one, cf. Walter Fraser Oakeshott, The Two Winchester Bibles, Oxford:Clarendon Press, 1981, p. 108.

69. See the remarks of Neil Ker, English Manuscripts in the Century after the NormanConquest, p. 3.

70. For the Hebrew tradition, see Dukan, Bible hébraique, p. 105; for the TheodulfianBibles, see Raphael Loewe, «The Medieval History of the Latin Vulgate», in the CambridgeHistory of the Bible, Cambridge: University Press, 1963-70, II, p. 128.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK194

Various details of the decoration and rubrication of both CCC 48 andDublin Trinity College 51 would seem to confirm that the numbering wascontemporary to the copying of the codices. First, it is clear that the scribesin both codices sought not to complement an earlier numbering system(the practice in the earliest thirteenth-century Parisian Bibles, for exampleBNF lat. 14233) but rather to obliterate an initial and incomplete non-Alcuinic numeration (which I have not yet identified in any other Bible) andsubstitute the new schema, subsequently identified with Langton. Theemendating scribe of the manuscript Bible of Stephen Harding in Cîteauxhad distinguished graphically between the added modern numbers fromthe original Alcunic ones by using black ink and making the modernnumbers less formal. In contrast, CCC 48 evinced only very limited palaeo-graphic distinction between the first incomplete numbering and the finalnumbering. More formal new numbers were used for Genesis, Exodus,Leviticus and the Book of Numbers; more cursive numerals were employedfor the balance of the Bible. Palaeographically the more cursive ones appearalmost identical to the older enumeration that is clearly visible in the textin the four Gospels and the unrevised portion of the table of capitula ofthe Old Testament, as well as in the two tables of capitula of the NewTestament. However the new numbers are set off by two points (ratherthan one point) and consistently evince the convex rather than the concaveform of the initial minim stroke of the letter v. Although the concave formwas far more common, both forms of v were known in England in thesecond half of the twelfth century, where, however they were used, as onthe Continent, without encoded meaning or distinction of grammaticalfunction71.

Another indication that the present numbering of CCC 48 was intendedto be viewed as part of the codex’s initial confection is that in the anteriorportion of the codex numbered in the more formal script (of which thecolor seems identical to the rubrication of the running headings) tendrilflourishes of the initials were re-drawn to cover erasures, to give aconvincing appearance of being original. However, for the Book of Isaiah,the modern numbers were the only numbers present. The absence of re-numbering in the Prophets would tend to suggest that the modern numbersin this portion were placed in the codex before the final confection of thetext had been completed, likely after the initial numbering for anterior

71. See for example, George F. Warner & Henry J. Ellis, Facsimiles of Royal and OtherCharters in the British Museum, London: The British Museum, 1903, num. 76.

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 195

books had been deemed unsatisfactory and replaced. In England andparticularly at St. Albans in the last third of the twelfth century, the consciousmanufacture of a Bible without numbered chapter division in the mostimportant of the Major Prophets would seem unlikely.

The numbers of the Dublin codex in their form closely resemble themore formal numbers of CCC 48 (and of St. Johns 183). Graphic guidesare present for minor initials and the modern enumeration, and in a numberof instances, the color of the ink of the initials and the color of the ink ofthe numerals appears to be identical. In this Bible too, for Isaiah, the modernnumbering seems to be the only schema ever present in the codex. Incontrast, the modern chaptering of Eton codex 26, except for Genesis(where the renumbering was done by erasure) was clearly informal and postfactum in the mode common in Paris in the early decades of the thirteenthcentury, but here done at St. Albans in about the year 1200. For Eton 26,obliterating its Alcuinic enumeration, would have rendered its marginalglosses and liturgical tables, both keyed to the Alcuinic numeration, unusable.Here, it is important to note that both in England and in Paris, in the earliestBibles with modern chapter numbers, the cross references in the glosseswere invariably to the older enumeration, even when, as in Mazarine 5, thenew numbering was original with the codex. Marginal glosses referring tothe new numbering occur only in c. 1220, that is, at the time when Langton,Courçon and Thomas Gallus were editing their works72. Most of the earliestcodices with the new numbering contained no marginal glosses.

* * *

An inference as to how the numbers were inserted may be drawn fromCCC 48 which contains at the beginning of the New Testament an unusual,perhaps unique, table of incipits for the Eusebian sections of the Gospels,that Senatus of Worcester termed capitula in his Epistle to Master Alfred,which here served as a prefatory text73. This table’s presence reflects anascent interest in the precise sectioning of Scripture, and by its genre, asan incipitarium of Biblical text divisions, it anticipated the two previously

72. Paris, Bibliothèque Mazarine MS 12, which Light dates 1210-1220 appears to beone of the earliest manuscripts with marginal glosses with cross references referring to themodern numbers, see f. 132 verso and f. 154 verso. Arsenal MS 65 contains glosses in Joband Ecclesiastes that appear to be keyed to the modern enumeration, see f. 174.

73. Edmund Martène & Ursin Durand, Thesaurus novus anecdotorum, Paris: F. Delaulne,1717, vol. I, cols. 484-86.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK196

discussed thirteenth-century tables of chapter incipits that identified themodern chapter divisions with Langton. Such a list, here present in calli-graphic form as part of the Bible, in practice likely served in a less formalmode to standardize the Eusebian sections, which like the chapter divi-sions at St. Albans, often did not coincide with the presence of capitalinitials in the text. Such standardization, not fully achieved in Gospel Booksof the ninth and tenth century, was necessary for the correct use of Euse-bius’ concordance, in which there was a renewed interest in twelfth- andthirteenth-century England74. The list of incipits in CCC 48 also has reso-nances with the ordinal of text incipits that the English Franciscan friarHaymo of Faversham assembled in about 1230 for the portable RomanBreviary and the new liturgical tables that listed incipits of lessons for theHoly Offices, of which one of the earliest examples occurs in Eton 26. Thisprocess of insertion of numbers with tie marks, probably from a list, isnotably apparent in portions of Paris, Bibliothèque Mazarine MS 1275. Onlyin the 1230’s did Paris stationers confect exempla in which modern chapternumbers were provided, enabling a single scribe to copy numberingmatched to formatted paragraphing, thus rendering discrete lists of chapterincipits superfluous in Bible production76.

* * *

That the earliest modern chapter divisions occur in two related manu-scripts that antedate Langton’s use of the same divisions, the earlier ofwhich was visually inspired by Hebrew codices is in our judgment no coin-cidence. Early three-columned Hebrew Bibles including Valmadonna TrustMS 1 contained marginal designations of the numbered sections of thesederim or the portions of the Torah that in the Palestinian tradition wereto be read at each Sabbath as part of a triannual cycle for the continuous

74. Senatus’ epistle was also present in Dublin, Trinity College 51 and in a New Testa-ment from St. Albans, Oxford, Bodleian Library, MS Finch e.25; see Cahn, «St. Albans andthe Channel Style», p. 205, n. 36. I have not yet had the opportunity to examine the Oxfordcodex, which cannot be microfilmed; Thomson places it in the last quarter of the twelfthcentury, Manuscripts from St. Albans, p. 104. The Eusebian sections were still being markedin English Bibles in the mid-thirteenth century, see Oxford, Bodleian Library, MS Rawl. G.168.

75. See both Books of Chronicles and Proverbs.76. Paris, Bibliothèque Mazarine, MS 37; Giovanna Muranno, Opera diffuse per exem-

plar e pecia, Textes et Etudes du Moyen Age, num. 29; Turnhout: Brepols, 2005, p. 318. JeanDestrez & M. D. Chenu, «Exemplaria universitaires des XIIIe et XIVe siècles», Scriptorium, 7(1953), pp. 68-80 (73).

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 197

reading of the entirety of the five books of Moses77. Such marginal divisionsof the text were in fact inserted from lists of incipits, fragments of whichsurvive in the Cairo Genizah78. They were also copied in Hebrew Biblesas part of the Masorah79. These Hebrew lists antedate and may well haveserved as models for the Latin lists that had an analogous function ofinserting chapter divisions in Latin Biblical manuscripts of the twelfth andearly thirteenth century that were written without formatted chaptering.

For the five books of Moses the total number of sederim (175 accordingto the Jewish tractates) closely approximates 187, the number of the chaptersin the modern Vulgate, and a significant percentage of the sederim’s divi-sion points are indeed identical. Taking into account variants in EnglishVulgate Latin Bibles, variants present in Hebrew manuscripts and very closemisses, about 64% of the Langton chapters in Genesis replicate the divisionsof the Hebrew. For Leviticus, the ratio is 70% and overall for the FiveBooks of Moses, 61% of the modern divisions coincide with known sederimdemarcations80. Because modern scholarship has generally concluded thatLangton knew little if any Hebrew, students of the Jewish Bible have tendedto assume that the resemblances in the number, character, and demarca-tion of the Jewish section division to those of the Christians are coinci-dental, reflecting the putative inherent narrative structure of the text81.Indeed, it would be fascinating to give an undivided text of Genesis to agroup of today’s high school students to see whether they would replicatethe 50 divisions we know. However, if the modern chapters were inventedat St. Albans, the direct influence of graphic Hebrew divisions upon a Latinpage format intended to be a verisimilitude of the Hebrew original is entirelyplausible. Alexander Neckham, schoolmaster at St. Albans, commented onthe Hebrew punctuation in variance to that of the Christian Bible in a

77. Personal communication of Judith Olszowy-Schlanger, September 2006.78. Jacob Mann, The Bible as Read and Preached in the Old Synagogue, New York:

Ktav, 1971, I, p. li.79. Dukan, Bible hébraique, pp. 105-106.80. The calculation adjusts for the fact that chapter divisions in the modern Hebrew

Bible in a few instances diverge from the Vulgate. The correspondence between sederimand modern chapters has recently been noted by Dukan, Bible hébraique, p. 109; cf. Chris-tian D. Ginsburg, Introduction to the Massoretico-Critical Edition of the Hebrew Bible, London:Trinitarian Bible Society, 1897, p. 25.

81. See the remarks of J. Derenbourg, «Manuel du lecteur d’un auteur inconnu», Journalasiatique, 16 (1870), p. 529; Malachi Martin, The Scribal Character of the Dead Sea Scrolls,Louvain, 1958, p. 123; cf. Yeshayahu Maori, «The Tradition of Pisquot in Ancient Hebrew Manu-scripts», Textus, 10 (1982), pp. 134-35.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK198

manner that reflects that he had visual contact with the carefully executedversification and punctuation of a Masoretic codex82.

Art-historical evidence seems to offer confirmation of our thesis.According to ancient rabbinical tradition, the Masoretic apparatus of theHebrew Bible with its vowels, accents and text divisions had been establishedby Moses on divine authority when he as scribe set down the Pentateuch83.In this light it is significant, as Patricia Stirnemann has suggested to me,that the Genesis initial of CCC 48, in a departure from traditional iconog-raphy, depicted Moses receiving the tablets, presenting a unique andpowerful graphic statement of the close relationship of the Latin Vulgatetext of CCC 48 to the Jewish original. Indeed, according to Walter Cahn,the artist of CCC 48 specifically inserted Moses into an iconography drawnfrom British Library, Royal MS 13 D.VI, the first volume of Saint Albans’copy of Josephus’ Antiquities in Latin translation84.

The earliest St. Albans Bibles with the modern chapter divisions offerno indication that the divisions were used for reference or cross referencepurposes. Indeed in Eton 26 from St. Albans, as has been stated, the newnumbers implicitly interfered with such references. Marginal cross referencesreferring to Alcuinic enumeration occur in Mazarine MS 5 from Canterburyand in early thirteenth-century manuscripts from Paris, including BNF lat.11537 in which the new numbers, identified by their decoration, were care-fully added so as not to obscure the previously written glosses. Othervolumes in St. Albans’ library confirm a new and apparently innovativeinterest in the use of new chapter divisions for reference purposes. Forexample, the abbey’s late twelfth-century copy of Rupert of Deutz’s Liberde divinis officiis contains as a contemporary marginal gloss biblical chapterreferences that identify the loci of the citations contained within Rupert’stext85. However, the chaptering system to which the annotator of this codexrefers corresponds neither to the modern schema, nor to the schema ofAlcuin, nor to that of the Codex Amiatinus, nor to any other of the lateantique and early medieval systems enumerated by Father Donatien deBruyne in his monumental survey of the major chaptering schemas of the

82. Raphael Loewe, «Alexander Neckham’s Knowledge of Hebrew», Mediaeval andRenaissance Studies, 4 (1958), pp. 17-34 (21).

83. Ginsburg, Massoreth ha-Massoreth, p. 47.84. Cahn, «St. Albans and the Channel Style», pp. 193-94 and 206, n. 46. Royal MS

13.D.VI bears a St. Albans ex libris from the first half of the thirteenth century, see Thomson,Manuscripts from St. Albans, p. 99.

85. Oxford Christ Church 97. Thomson, Manuscripts from St. Albans, num. 57.

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 199

early Middle Ages86. The older system used by Alcuin with its morenumerous chapters per book actually had a certain advantage for makingthe precise cross-references intrinsic to the syncretic compositions drawnfrom Scripture produced in twelfth-century Paris at the abbey of SaintVictor87. In the second decade of the thirteenth century the division of eachmodern chapter into septants, enumerated a-g, came to afford equivalentprecision in cross-reference. Use of septant division of the new chapterdivisions can first be documented in the writings of Thomas Gallus in 1218,the approximate date of Oxford Oriel College MS 77, the oldest knownBiblical codex with graphic marginal alphabets.

No modern scholar has explained why the chapters attributed to Langtonshould have been subdivided in the early thirteenth century into sevensections. However, in Jewish tradition, the weekly readings of the sederimon each Sabbath, like the parashat of Babylonian custom, were dividedamong seven men, and so, if we accept the Hebrew divisions to be theinspiration for modern chapters, a division of these new chapters into sevensections, like the original Hebrew, might well have been deemed highlyappropriate88. Late medieval Hebrew manuscripts actually contain marginalHebrew letters (which had the value of numbers) to indicate the sevendivisions within each of their (Babylonian) sections, and it would seemunlikely that this Jewish graphic practice documented by codices of Germanand Middle Eastern origin could have been inspired by the analogous useof marginal alphabets in the Bibles, Latin and vernacular, that were prin-cipally copied in England in the thirteenth and fourteenth centuries89.

There are other indications in late antiquity and the Middle Ages wherethe Hebraic page seems to have directly influenced the text format of WesternBibles. The unusual three-column format of the Greek Codex Vaticanusdating from the time of Constantine and the four-column format of the CodexSinaiticus must be placed in the context of Hebrew tradition of displayingthree or more columns which we have discussed90. Students of Greek pale-ography have noted that the sectioning evident in other early Greek Biblical

86. See above, note 65.87. For examples, see Richard of Saint Victor’s De tabernaculo, and Adnotationes

mysticae in Psalmos, PL 196: 211-462.88. Cohen, Minor Tractates of the Talmud, pp. 257-58.89. See Ginsburg, Introduction to the Massoretico-Critical Edition, pp. 687 (num. 42),

715 (num. 49), 763 (num. 48).90. Bruce M. Metzger, Manuscripts of the Greek Bible: An Introduction to Greek

Palaeography, New York: Oxford University Press, 1981, nums. 13 and 14.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK200

codices appears to draw inspiration from the Hebrew Pisquot or paraphs91.The chaptering schema of the Codex Amiatinus, apparently inherited at leastin part from late Antiquity and possibly devised at Vivarium, has strikingsimilitudes to the parashat (the longer liturgical divisions of Babyloniancustom designed for an annual reading of the Torah which in the thirteenthcentury supplanted the sederim in the observance of Western EuropeanJewry). Indeed, Otto Schmid observed over a century ago that Alcuinic chap-tering (which we find fully developed for the first time in the Bible of Maur-dramnus and in rudimentary form in annotations in the Codex Amiatinus)often corresponded to and in some places exactly replicated the pisquot, theshort paragraphs that formed the oldest of the Hebrew Bible’s text divisions92.Indeed, codices like Mazarine 5, Arsenal 65 and Paris, BNF lat. 36, with dualAlcuinic and modern chaptering, replicated on some leaves Hebraic patternsby presenting a hierarchy of divisions comparable to that found in medievalHebrew codices where both sederim and pisquot were clearly marked93.

* * *

The question then arises; if the first emanation of modern chapternumbering predates the use of the new numbers as a reference system inthe marginal glosses, liturgical tables and scholastic concordances of theuniversity, what function did the new chapters initially serve? In response,we suggest that they may have served precisely the same function as thesederim on which they were modeled, i.e. they aided the decorousperformance of lectura continua that in Christian monasticism formed afundamental component of the Night Office or Matins. As part of eleventh-century Benedictine reform, lectura continua was expanded into the read-ings of the refectory94. Lectura continua thus constituted an importantelement of the Benedictine reforms, from which the Cistercian order devel-oped, and Cîteaux, as we have seen, was linked at an early date to the

91. Henry A. Sanders, The Old Testament Manuscripts in the Freer Collection, NewYork: McMillan, 1917, pp. 14-16, cf. pp. 114-15.

92. Otto Schmid, Über verschiedene Eintheilungen der heiligen Schrift, Graz, 1892, pp.46-47; cf. Ginsburg, Introduction to the Massoretico-Critical Edition, pp. 25-26.

93. In this context, it is perhaps something more than coincidence that the usual glos-sary of Hebrew names in BNF lat. 36 was supplemented by a brief note on Hebrew grammar,containing a rare example of graphic Hebrew, see above note 38.

94. See Diane J. Reilly, The Art of Reform in Eleventh-Century Flanders: Gerard ofCambrai, Richard of Saint Vanne and the Saint Vaast Bible, Leiden: Brill, 2006, p. 53.

THE ANGLO-HEBRAIC ORIGINS 201

new divisions. If in Jewish tradition, Hebrew Bibles with three columnsserved as guides for segmenting readings performed from the far larger Torahscrolls (where the divisions were not marked), the segmentation of Scripturein the relatively modest sized codices like CCC 48 might well have helpedin planning the annual cycle of reading from the giant Romanesque ChoirBibles that monks used for lectura continua. The absence of the Psalter fromCCC 48 suggests that the volume was created with a liturgical function inmind. Since the Book of Isaiah had an honored place in Christian lecturacontinua often at Advent, it is logical that scribes at St. Albans would havetaken new care to divide it95. Numbered divisions surely would have facil-itated a correlation between the extent of each day’s readings and thecalendrical injunction of monastic customaries. Gathering tables of capitulaas prefatory material would have further facilitated pious observance.

If our global thesis of an origin of modern chaptering inspired by Hebrewsederim and the Jewish model of lectura continua is correct, Langton did notinvent the modern system to serve as a reference system. However, he wasundeniably the first major scholar to make use of the new mode of chapteringfor referential purposes in organizing and reorganizing the drafts of his volu-minous opus. The early presence of the new numbering at Cîteaux suggeststhat Langton may have come into contact with the new system during thesix years (1207-1213) that he spent in the Cistercian abbey of Pontigny96.Pre-modern Biblical chapter numbering occurs in manuscripts of his Postilla,including Paris, BNF lat. 384, copied ca. 1230 but the rubrics of which desig-nate Langton not yet as archbishop (the title he received in 1213) but as «deLanguatonna». In this codex, which likely is at least in part a faithful copy ofan early Langton draft, chapter numbering (only some of which is modern)was inserted into the already extant text of the commentaries, much as thedivisions and numbers were inserted post factum into early thirteenth-centuryParisian Bibles. The identification of Langton with the new chaptering, likeLangton’s identification with the glossary of Hebrew names suggests that,although he personally was not a Hebraist, he was profoundly touched bythe general reception of Hebrew learning that flourished in monastic culturein the late twelfth century both in England and in France.

95. See for example, the customs of Cluny in Alfric’s letter to the monks of Eynsham,in Corpus consuetudinum monasticarum, Sieburg: Kassius Hallinger, 1963-83, VII, 2, p. 149,3, p. 183; Andrieu, Ordines, III, 40 and 148; Reilly, Art of Reform, pp. 70-71.

96. For Langton’s close ties to the Cistercians, see D’Esneval, «Perfectionnement d’uninstrument de travail», pp. 170 and 175, n. 4.

PAUL SAENGER & LAURA BRUCK202

IIEDAD MEDIA

SOBRE LA HISTORIA LITERARIACASTELLANA DEL SIGLO XIV

FRANCISCO BAUTISTA(Universidad de Salamanca & SEMYR)

L AS REFLEXIONES QUE siguen a continuación, y que no aspiran sino aplantear una serie de cuestiones generales sobre la historia literariacastellana del siglo XIV, nacen a la vez de la necesidad de contextua-

lizar una obra de finales de esta centuria, la Crónica carolingia, y de laperplejidad frente a un periodo literario que carece aún de un diseño sobresu desarrollo histórico, de unas líneas de fuerza que permitan situar lasobras del momento. Me referiré al final de estas páginas a la Crónica caro-lingia, pero me gustaría abundar brevemente aquí en esa ausencia o enesa carencia de una historia literaria del siglo XIV, de un relato históricoque trate de recoger un sentido o una interpretación para los materiales lite-rarios de esta época. Obviamente no se trata de una historia concebidabajo la imagen de la crónica familiar, como sucede en ocasiones paraépocas más recientes, en la que unos autores parecen haberse leído y criti-cado mutuamente, y sitúan sus aspiraciones y proyectos con un criteriohistórico, es decir, deciden partir de allí donde otros se han detenido. Setrataría en cambio de una idea de la historia literaria en la que se ofreceuna interpretación de los desarrollos de ciertos géneros literarios, de loscambios de contextos y también de la transformación de corrientes esté-ticas al hilo de las variaciones intelectuales o políticas. En suma, una historiaen la que la literatura se construye como un objeto cambiante, que expe-rimenta o produce diversas apropiaciones, usos e intervenciones, como

205

un discurso fluctuante entre la identidad y la diferencia, entre la tradicióny la variación1.

En este sentido, y pese a que a la historia literaria castellana de la EdadMedia ha experimentado avances significativos en los últimos años, la situa-ción del siglo XIV contrasta notablemente con el estado de la cuestión parala época anterior y para la posterior, pues en ambos casos se han ensayadoconstrucciones o percepciones generales, que, con matices y reconsidera-ciones, permiten una visión global, evolutiva, de tales periodos literarios.Las razones de su ausencia para el XIV distan de ser evidentes, aunquepueden adelantarse algunas sugerencias. En primer lugar, este siglopresencia la aparición de grandes obras o autores, como Juan Ruiz o donJuan Manuel, aunque todos ellos parecen encontrarse a una discretadistancia y sus obras pertenecen a tradiciones y ámbitos que hacen difícilla conexión entre ellas. Es decir, los monumentos literarios de este periodoparecen aislados de forma irremediable, y los intentos de conectarlos másligados a su misma cohabitación en el tiempo que a sus propios rasgos oexigencias. En segundo lugar, el siglo XIV se diría una época especialmenteafectada por la pérdida de textos. Así, mientras que resulta hasta ciertopunto posible trazar la historia de algunos géneros para el siglo XIII, comola historia de la cuaderna vía o la historia de la épica, para ciertos génerospropios del siglo XIV, como la ficción narrativa en prosa, el romance, apenascontamos con restos que podamos atribuir a un momento concreto de formaindisputable, junto a otros textos, como el Zifar, que se resisten también aun análisis histórico, o que se presentan de nuevo aislados o sin contexto2.

Es precisamente el de la ficción narrativa en prosa, que Alan Deyer-mond llamó con acierto el «género perdido» de la literatura españolamedieval, uno de los casos paradigmáticos de tal ausencia de interpretación

1. Véanse las discusiones en torno a la historia de la literatura medieval en el volumeneditado por Alan Deyermond, Keith Whinnom after Twenty Years: His Work and its Influence,Londres: Department of Hispanic Studies, Queen Mary, University of London (Papers of theMedieval Hispanic Research Seminar, 53), en prensa.

2. En este sentido, y al margen de su valor, la propuesta de Francisco Rico, «Entre elcódice y el libro: notas sobre los paradigmas misceláneos y la literatura del siglo XIV», RomancePhilology, 51 (1997-98), págs. 151-69 (recogido en su libro Estudios de literatura y otrascosas, Barcelona: Destino, 2002, págs. 33-54), sobre los «paradigmas misceláneos» aplicadosal siglo XIV parecería responder a esta ausencia de historia literaria, y resolverse en el reco-nocimiento de la imposibilidad de encontrar otra clave histórica que la de la propia mezcla,más o menos fortuita, de diversos materiales. Sobre la pérdida de textos de ficción, véaseAlan Deyermond, «¿Obras artúricas perdidas en la Castilla medieval?», Anclajes: Revista delInstituto de Análisis Semiótico del Discurso, 1.1 (1997), págs. 95-114.

FRANCISCO BAUTISTA206

histórica3. Los estudios sobre este género se centran fundamentalmente enel análisis de sus conexiones con los modelos europeos o en el análisis demotivos y episodios, pero deben renunciar sistemáticamente a una lecturacontextual o al intento de elaborar una interpretación sobre su desarrollo.Es cierto que ello viene propiciado por la propia materia literaria, queresulta en principio, más que en ningún otro caso, alejada de los hechoso preocupaciones históricas, de forma que su superficie más directa o tópi-camente literaria invita también a un análisis predominantemente en esemismo sentido. De manera que a los problemas de cronología o de fuentesse une también una cualidad del propio texto que facilita o impulsa supercepción en un sentido determinado. Sin embargo, quisiera sugerir acontinuación que precisamente el desarrollo del género de la ficción narra-tiva en prosa podría ser tomado como paradigma de una historia literariadel siglo XIV, como un esbozo sobre el que ensayar otras interpretacioneshistóricas de este periodo. De esta forma, la ficción en prosa y su modelofundamental, la narrativa artúrica, la materia de Bretaña, quizá permitasugerir ese diseño histórico para la literatura del siglo XIV, como un indiciode los vaivenes que guían el abandono o la adopción de determinadasformas, textos y materiales a lo largo de este periodo4.

Para un observador como Angelo Decembrio, a mediados del siglo XVy ajeno al contexto peninsular, la lengua de la Península Ibérica («hispanalingua») podía representar uno de los dominios paradigmáticos de la lite-ratura en romance. Tal parece desprenderse de un comentario vertido ensu De politia litteraria, donde menciona libros en francés y en español quecirculan en Italia entre las gentes comunes. Tal comentario se sitúa en elmarco de una discusión sobre la literatura escrita en vulgar (1.6), a la quese considera como aquélla de la que se habla «con mujeres y niños en lasnoches de invierno» («quos apud uxores et liberos nostros nonnunquamhybernis noctibus exponiamus»). Después de mencionar a Dante, Petrarcay Boccaccio, el autor alude a los libros franceses y españoles difundidosen Italia, escritos sin adorno ni ciencia, y a cuyos autores se llama igno-rantes, pues se trata de iletrados:

Sunt et gallica hispanaque lingua intra nationem nostram advecta et promultitudinis ingenio soluta consonantique ratione composita. Sed quid

3. Alan Deyermond, «The Lost Genre of Medieval Spanish Literature», Hispanic Review,43 (1975), págs. 231-59.

4. Lo sugiere en cierta medida ya el subtítulo de la obra de Fernando Gómez Redondo,Historia de la prosa medieval castellana, II: La ficción caballeresca y el orden religioso,Madrid: Cátedra, 1999.

SOBRE LA HISTORIA LITERARIA CASTELLANA DEL SIGLO XIV 207

apud plebem compositionis vocabulo dignum? Cuius ideo generisauctores idiotas nominant, quod illiterate loquuntur conterraneo tantumusu contendi5.

¿A qué libros se refiere Angelo Decembrio? Dentro de la literatura escritaen romance, la narrativa de ficción era sin duda uno de los géneros quecontaban con más difusión en Italia, aunque la práctica totalidad de los testi-monios conservados se encuentra en francés. Es cierto, por lo demás, queel autor podría estar pensando en textos escritos en catalán, por lo que sutestimonio apenas sirve para documentar la difusión en Italia de ciertosproductos literarios peninsulares, sin que podamos extraer más conclusionessobre su lengua o su naturaleza. Sea como fuere, el comentario de AngeloDecembrio parece sugerir un desarrollo y una circulación de la literaturaromance de la Península Ibérica en Italia que resulta hoy difícil de recons-truir. Y aunque se trate de un recurso retórico o de un tópico, sus palabrasinvitan a reconsiderar la evolución de la literatura en la Castilla del siglo XIV,en particular de la ficción artúrica, pues tal es la literatura que en la épocade Angelo Decembrio se criticaba como propia de niños y mujeres, y a plan-tear que fuera durante ese siglo cuando se hayan no sólo adaptado los textosfranceses de la Post-Vulgata sino también cuando se hayan reformulado talesmateriales en las versiones impresas que han llegado hasta nosotros6.

Como es sabido, el conocimiento de la literatura artúrica en la Penín-sula Ibérica remonta al siglo XII y la adaptación de alguno de sus textos seprodujo por primera vez en Navarra a mediados del siglo XIII7. Sin embargo,

5. «Hay también libros en francés y ‘español’ que circulan dentro de nuestra nación,compuestos para el ingenio del vulgo y a su manera. Pero, ¿han sido dignificados con el nombrede la composición poética entre la plebe? Los autores de este tipo son considerados ignorantespor esta razón, porque carecen de letras»; Angelo Camillo Decembrio, De politia litteraria,edición de Norbert Witten, Munich: Saur (Beiträge zur Altertumskunde, 169), 2002, pág. 163.Sobre este pasaje, véase Jane E. Everson, «Read What I Say and Not What I Read: Reading andthe Romance Epic in Fifteenth-Century Ferrara», Italian Studies, 58 (2003), págs. 31-47, y Chris-topher S. Celenza, «Creating Canons in Fifteenth-Century Ferrara: Angelo Decembrio’s De politialitteraria, 1.10», Renaissance Quarterly, 57 (2004), págs. 43-98 (en especial págs. 60-62).

6. Para los manuscritos artúricos en Italia, véase Italian Literature, I: Il Tristano pancia-tichiano, editado por Gloria Allaire, Cambridge: D. S Brewer (Arthurian Archives, 8), 2002,págs. 13-25, con amplia bibliografía. Sólo el manuscrito de la Queste catalana y el del Merlíngallego-portugués tienen procedencia italiana.

7. David Hook, The Earliest Arthurian Names in Spain and Portugal, St Albans: DavidHook (Fontaine Notre Dame, 1), 1991, y Diego Catalán, De Alfonso X al Conde de Barcelos:cuatro estudios sobre el nacimiento de la historiografía romance en Castilla y Portugal,Madrid: Seminario Menéndez Pidal & Gredos, 1962.

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la versión de los textos narrativos en prosa se produce sólo a comienzosdel siglo XIV, a partir del ciclo de la Post-Vulgata, sin que todavía se hayanresuelto cuestiones referidas a la lengua a la que se tradujo por primeravez o sus motivaciones. Pues bien, a fines de ese siglo, el autor de laCrónica de 1404, que anota en su obra su estancia en la corte castellanaen 1390, deja constancia del conocimiento de ciertas obras artúricas. Esa su paso por la corte de Castilla cuando el autor se hace con algunosde los textos que utiliza en su crónica y puede afirmarse que las alusionesa textos artúricos se refieren a los difundidos en ese contexto. Talesmenciones son conocidas y han sido bien estudiadas, en particular porDiego Catalán, aunque vale la pena todavía recorrerlas y reflexionar sobreellas8. Se trata de menciones fundamentalmente bibliográficas, en lamedida en que el autor no introduce numerosos datos originales, sino quesobre la base de un texto historiográfico anterior (el Libro de las genera-ciones navarro, ca. 1260, a partir de una traducción gallego-portuguesade comienzos del siglo XIV), que usa como fuente básica, consigna lasobras en las que puede encontrarse más información al respecto. Sinembargo, demuestra conocer bien estas historias, pues sus adiciones, pormínimas que seas, son pertinentes y están correctamente ubicadas. Así,para mejorar la historia de los reyes de Bretaña y su vinculación con elGrial, el autor introduce un pasaje sobre José de Arimatea, cómo se tras-ladó a la isla, convirtiendo a muchas de las gentes, y cómo llevó consigoun vaso con la sangre de Cristo. Se cierra la noticia con una alusión altexto sobre tal historia: «Quien aquesta estoria bien quesiere saber, leyael Libro del Sancto Grayal, que ally fallara muchos e fermosos miraglosdestos ombres santos»9.

Más adelante, alude nuevamente a una Estoria del sancto Grayal etde rrey Artur (ibidem, 277), y poco después, en el capítulo sobre lasprofecías de Merlín, aunque el autor sigue fielmente su fuente, intro-duce una nota donde remite a una obra en la que podrá encontrarse talmateria más por extenso: «Quien esto bien quesiere saber leya el Librodel Valadro de Merlim»10. Todas estas referencias parecen remitir a textosbien conocidos y traducidos en romance peninsular, al tiempo que

8. D. Catalán, De Alfonso X al Conde de Barcelos, págs. 360-401.9. Crónica de 1344, editada por Diego Catalán & María Soledad de Andrés, Madrid:

Seminario Menéndez Pidal & Gredos (Fuentes Cronísticas de la Historia de España, 2), 1971,pág. 265.

10. Crónica de 1344, editada por D. Catalán & Mª. Soledad de Andrés, pág. 278.

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muestran su interés por la materia y documentan la difusión de la litera-tura artúrica en este momento11.

La mención a la obra sobre Merlín es, sin duda, la más interesante. Sutítulo se emparenta con el de las impresiones castellanas de la historia deMerlín, el Baladro del sabio Merlín. Pero además implica que antes de 1390se había reformado ya la traducción de la Suite du Merlin haciéndolaterminar justamente con el final del mago y desarrollando el episodio desu muerte y del grito espantoso que en tal ocasión profirió el personaje.Como es sabido, la versión de la muerte de Merlín en la Post-Vulgatamenciona ya este episodio, pero declina contarlo aduciendo justamenteque se narra por extenso en otra obra independiente, el cuento del baladroo el Conte du Brait. Según ha demostrado Fanni Bogdanow, tal Conte esen realidad una superchería literaria, un recurso para no narrar por extensounas circunstancias en las que el autor no quiere detenerse12. Pero fue apartir de tal alusión como el refundidor castellano creó el final del Merlíny de donde probablemente obtuvo su título, como sugieren las edicionesdel Baladro:

E sobre esto Merlín calló e murió con muy doloroso baladro, que fuetan en alta boz, que, según lo escrive el autor e muchos otros que destofablaron, este baladro que entonces dio Merlín fue oído sobre todas lasotras bozes, que sonó a dos jornadas a todas partes [...] Por esto lo llamanel Valadro de Merlín en romance13.

E por eso llaman a este libro en romance El Baladro de Merlin, que serade grado oydo por todos cavalleros e honbres buenos que del oyeronfablar14.

De manera que la obra conocida y citada por el autor de la Crónica de1404 no es ya la traducción del Merlín de la Post-Vulgata, sino la refundición

11. Véase D. Catalán, De Alfonso X al Conde de Barcelos, págs. 360-401, donde recogey comenta estas menciones, y detalla las características del texto en que se basa la Crónicade 1404.

12. Fanni Bogdanow, «The Spanish Baladro and the Conte du Brait», Romania, 82(1962), págs. 383-99.

13. Pedro Bohigas, El Baladro del sabio Merlín según el texto de la edición de Burgosde 1498, 3 vols., Barcelona: Selecciones Bibliófilas, 1959-62, III, pág. 83.

14. Adolfo Bonilla y San Martín, La Demanda del Sancto Grial. Primera Parte: El Baladrodel sabio Merlín. Segunda Parte: La Demanda del Sancto Grial con los maravillosos fechosde Lanzarote y de Galad su hijo, en Libros de Caballerías. I: Ciclo artúrico, Madrid: Bailly-Baillière (Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 6), 1907, pág. 154.

FRANCISCO BAUTISTA210

de tal traducción por la que se eliminaron las secciones posteriores a lamuerte del mago, centrando la narración en su personaje15. Así pues, elmodelo común de las impresiones de Burgos y Sevilla, defendido por PedroBohigas y Bienvenido Morros, remontaría al menos a la segunda mitad delsiglo XIV16.

Es más, según se deduce de la reciente aparición de fragmentos desco-nocidos de la Post-Vulgata, justamente pertenecientes a la sección delMerlin original de esta redacción, la eliminación de la sección final de laSuite mediante la que se creó el Baladro resulta solidaria de la adapta-ción castellana del Lanzarote, que se ha conservado en un manuscritodel siglo XVI17. Todos estos aspectos sugieren, así pues, que no sólo seadaptó el ciclo de la Post-Vulgata a comienzos del siglo XIV, sino que pocotiempo después se refundió tal ciclo para centrar el texto del Merlín en elpersonaje del mago y dar acogida al Lanzarote de la Vulgata, que comoes sabido cuenta sus aventuras con mayor detenimiento que el ciclo de laPost-Vulgata y con una perspectiva cortés. Así pues, el siglo XIV habría sidoun periodo de desarrollo de la ficción narrativa en prosa, en el que nosólo se aclimató la materia artúrica sino en el que ésta experimentó cambiosy se refundió para responder a un interés por ella y por sus personajes, enespecial Merlín y Lanzarote. Todo ello proporciona un contexto histórico-literario para el surgimiento del Zifar, como una ficción narrativa en prosa

15. Que existió una traducción completa del Merlin de la Post-Vulgata lo prueban losfragmentos gallego-portugueses de esta parte, que pertenecen a las secciones eliminadasen el Baladro. Al mismo tiempo, el fragmento manuscrito del Merlín, que se designa en elcódice como Ystoria de Merlín, parece descender de esa adaptación primitiva, anterior alBaladro.

16. P. Bohigas, El Baladro del sabio Merlín, vol. III, y Bienvenido Morros, «Los problemasecdóticos del Baladro del sabio Merlín», en Actas del I Congreso de la Asociación Hispánicade Literatura Medieval (Santiago del Compostela, 1985), editado por Vicente Beltrán, Barce-lona: PPU, 1988, págs. 457-71. Véase también Pedro Cátedra & Jesús Rodríguez Velasco,Creación y difusión de «El Baladro del sabio Merlín» (Burgos, 1498), Salamanca: Seminariode Estudios Medievales y Renacentistas (Estudios y Ensayos: Serie Chica, 3), 2000.

17. La Versión Post-Vulgate de la «Queste del Saint Graal» et de la «Mort Artu»: Troisièmepartie du «Roman du Graal», editado por Fanni Bogdanow, 5 vols., París: Société des AnciensTextes Français, 1991-2001, IV.2, págs. 503-751. Para el Lanzarote castellano, véase ahorala edición de Antonio M. Contreras & Harvey L. Sharrer, Lanzarote del Lago, Alcalá deHenares: Centro de Estudios Cervantinos (Los Libros del Rocinante, 22), 2006, y además, A.Contreras, «En torno a los folios finales del Lanzarote del Lago español (BNM ms. 9611)», enProceedings of the Thirteenth Colloquium, editado por Jane Whetnall & Alan Deyermond,Londres: Queen Mary, University of London (Papers of the Medieval Hispanic ResearchSeminar, 51), 2006, págs. 111-18.

SOBRE LA HISTORIA LITERARIA CASTELLANA DEL SIGLO XIV 211

que reacciona frente a estos modelos, y para la creación del Amadís, dondela influencia de la leyenda artúrica es esencial.

Significativamente, por los mismos años en que el autor de la Crónicade 1404 se encuentra en Castilla puede documentarse ya un alejamientode la ficción artúrica y de la narrativa de ficción relacionada con ella. PeroLópez de Ayala se refiere a Lanzarote y Amadís como «libros de deuaneos,de mentiras prouadas» (Rimado de Palacio, c. 163b), en lo que no es sinouna inequívoca censura de un mundo que había dominado la literaturacastellana hasta este momento18. Pero la crítica más interesante viene repre-sentada por una obra compuesta justamente hacia 1390 en la que se mezclael discurso historiográfico y ficcional de una forma sorprendente, anun-ciando de algún modo un texto como el de la Crónica sarracina. Me refieroa la Crónica carolingia o Crónica fragmentaria, que adapta un ciclo deleyendas en torno a Carlomagno y que las inserta en un breve fragmentode la Estoria de España. El autor intercala la narración literaria entre los capí-tulos historiográficos, de manera que la historia de España sirve comosoporte y como contexto de la narrativa legendaria, ofreciendo una justi-ficación para ésta y castellanizando también al héroe principal, a Carlo-magno. Aunque el paradigma histórico es una constante de la narrativa deficción en la Edad Media, el recurso de la Crónica carolingia tiene unascaracterísticas y unas implicaciones que lo distinguen claramente, en lamedida en que la ficción aquí se subordina, al menos estructuralmente, ala historia. Por ello, y por la introducción de Carlomagno como el héroefundamental, es posible entrever en la creación de este texto una crítica ala ficción artúrica que se había desarrollado en Castilla hasta este momentoy también al mundo o a la ideología representada por ella.

Es más, la propia Crónica carolingia contiene una alusión a Arturo queconcuerda con una cierta censura del héroe, o al menos con su ocasocomo modelo cultural en la corte, pues justamente en una adición propiade esta obra se detalla por extenso un interesante juego de la tablaredonda, aclarando que no debe confundirse ésta con la patrocinada porel rey Arturo:

Este juego asacaron los omnes antiguos en Inglaterra e en Alemaña e enFrançia por saber justar e ferir de lança, así como asacaron el tornear parasaber ferir de espada e sofrir las armas en las grandes priesas. Este juegode la tabla redonda durarié quinze días o segunt que aquellos que lo

18. Pero López de Ayala, Rimado de Palacio, edición de Germán Orduna, Pisa: Giar-dini (Collana di Studi e Testi, 1), 1981, 2 vols., I, pág. 157.

FRANCISCO BAUTISTA212

fiziesen podrién sofrir la costa. E avié así este nombre porque un día antesque se partiesen fazién poner las mesas de parte de dentro de las tiendasotrosí a la redonda e comién todos allí aquel día, tan bien los de dentrocomo los de fuera, mucho abondadamente. E porque aquellas mesaseran todas puestas así en derredor llamávanle el juego de la tablaredonda, ca non por la otra del rey Artús19.

Como afirma Martín de Riquer, la expresada en este fragmento resultaser una «opinión muy discutible», ya que eran habituales tales recuerdos lite-rarios o legendarios en este tipo de juegos y ceremonias20. En tal preci-sión debe verse, por tanto, un deseo de distinguir esta ceremonia de losreferentes artúricos, quedando éstos de alguna manera como subsidiariosen el contexto de la obra, cuyo proyecto revela justamente ese mismodistanciamiento y esa misma censura.

En suma, mientras que las alusiones de la Crónica de 1404 permitenreconstruir en cierta medida el desarrollo y las refundiciones de la materiaartúrica en Castilla a lo largo del siglo XIV, la Crónica carolingia testimoniaya una crítica a esta literatura y a este mundo a fines de este siglo, queprecede a las críticas posteriores a cargo de escritores como Alonso deCartagena o Fernán Pérez de Guzmán. Obviamente ni el proyecto ni lacensura de nuestra Crónica supusieron el ocaso de esta literatura, peroquizá deban ser interpretados como el signo de su alejamiento de la corteregia, y de su desplazamiento a un entorno nobiliario, al que justamentese refiere Cartagena. Tal desplazamiento propiciaría nuevos usos y nuevossentidos para este cuerpo textual, al tiempo que hubo de propiciar la

19. Cito por mi edición en preparación, Francisco Bautista, Flores y Blancaflor, Bertay Carlomagno en la literatura medieval española: la «Crónica carolingia»; véase el pasaje enla edición de José Gómez Pérez, «Leyendas medievales españolas del ciclo carolingio»,Anuario de Filología, 2-3 (1963-64), págs. 7-136 (cita en pág. 116). Aparece también en laGran conquista de Ultramar (La Gran Conquista de Ultramar, editado por Louis Cooper,Bogotá: Instituto Caro y Cuervo (Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 51-54), 1979: I,575); sobre la relación entre las dos obras, me permito remitir a Francisco Bautista, «Sobrela materia carolingia en la Gran conquista de Ultramar y en la Crónica fragmentaria»,Hispanic Research Journal, 3 (2002), págs. 209-26, «Crónica carolingia (olim Crónica frag-mentaria)», Revista de Literatura Medieval, 16.1 (2004), págs. 281-94, y para el episodio delos «votos del pavón», que concluye con este «juego de la tabra redonda», «El motivo de los‘Nueve de la Fama’ en El Victorial y el poema de Los Votos del Pavón», en Proceedings ofthe Sixteenth Colloquium, editado por Alan Deyermond, Londres: Queen Mary, Universityof London, en prensa.

20. Martín de Riquer, Caballeros medievales y sus armas, Madrid: Universidad Nacionalde Educación a Distancia & Instituto Universitario «General Gutiérrez Mellado», 1999, pág. 160.

SOBRE LA HISTORIA LITERARIA CASTELLANA DEL SIGLO XIV 213

incorporación de nuevas obras, dentro de las que parece tener una espe-cial relevancia la narrativa del Tristán, quizá al hilo de un renovado interéspor las cuestiones sentimentales.

Como si de un paisaje devastado se tratara, lo que ha quedado de laprosa narrativa de ficción en la Castilla del XIV es en buena medida unaseñal, un indicio de lo que ha desaparecido, cuya sustancia fluctúa entrela evidencia y la intuición. Alusiones, citas, referencias cruzadas consti-tuyen huellas a menudo inciertas de un mundo que parece irremediable-mente sumergido. La posibilidad de reflexionar en torno a la evoluciónde la prosa narrativa y de sus contextos se cimienta sobre la posibilidadde escribir una historia de la literatura perdida. Significa no tan sólo tratarde entender el propio hecho de la desaparición de numerosos textos,sino caminar por los restos que de ellos han permanecido tratando deleer la textualidad que dibujan. Pero incluso si la consideración de untexto a la luz de su colocación histórica pudiera resultar extraña al públicomedieval, no es menos cierto que las especulaciones inscritas en las narra-ciones caballerescas tomaron caminos distintos de acuerdo con loscontextos y con los sujetos. En tal dominio se mueven estas reflexionesnecesariamente provisionales, en las que se propone una lectura de algunosde esos fragmentos hilvanada con retazos de su historia: cómo fue y quéevolución experimentó este paradigma en el caso concreto de Castilla,cuáles fueron las actitudes frente a él, o qué desplazamientos conocieronlos textos, preguntas centrales para trazar un desarrollo histórico con el

que ubicar las producciones literarias de este momento. Pues difícil-mente podría aquí plantearse una crítica de la historia literaria del siglo XIV cuando apenas se dispone de esa historia.

FRANCISCO BAUTISTA214

LEX WISIGOTHORUM COMO HERRAMIENTA DELEGITIMACIÓN POLÍTICA EN LAS CRÓNICASASTURIANAS: PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS

DE UNA LECTURA LEGISTA

XENIA BONCH-BRUEVICH(Wright State University)

L A TRADICIÓN CRONÍSTICA asturiana se desarrolla durante el reinado deAlfonso III (866-910) y se finaliza con el traslado de la sede realdesde Oviedo a León. De este breve período quedan dos testimo-

nios: la Crónica de Alfonso III, con sus códices Rotense y «A Sebastián»,y la Crónica Albeldense. Durante la mayor parte del siglo pasado, laaparente ingenuidad de estos textos hacía creer que el reino asturiano,establecido en las postrimerías de la primera victoria cristiana en Cova-donga, fuera el descendiente político directo del antiguo imperio visigó-tico. Georges Martin descartó este supuesto al llamar la atención a unatajante y prolongada discontinuidad política entre el imperio visigótico yel reino asturiano, manifiesta en los demás textos cronísticos del nortepeninsular1. Tal consideración le llevó a redefinir la ideología del neogo-ticismo como una estrategia consciente, surgida tal vez en contrapeso ala creciente importancia política del condado de Barcelona y de la dinastíareal de Navarra, así como a los reclamos carolingios sobre el liderazgopolítico en el noreste de la península Ibérica. A partir de entonces, se ha

1. Georges Martin, «La chute du royaume visigothique d’Espagne dans l’historiographiechrétienne des VIIIe et IXe siècles», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 9 (1984), págs.222-223.

215

demostrado abundantemente que las dos crónicas son vehículos de unaestrategia de legitimación política emprendida por la monarquía ovetensea partir de los años 880, más de un siglo y medio después del venci-miento del ordo Gothorum2.

Estas nuevas perspectivas han suscitado preguntas acerca de los meca-nismos retóricos y textuales que subyacen bajo los reclamos de legitima-ción política en la historiografía asturiana3. El presente estudio se preocupadel grado en que el derecho político visigótico, recogido en la Lex Wisi-gothorum, pudo haber ejercido una influencia en la organización del espacionarrativo de dichas crónicas, y en particular en la selección, agrupación ypresentación del material sobre los reyes asturianos.

Dicho acercamiento plantea cuestiones metodológicas acerca del estatusdel derecho y de las prácticas jurídicas en el reino asturiano. Es ampliamenteconocida la escasez de sus huellas diplomáticas, documentales e historio-gráficas hasta el último tercio del siglo IX. Las alusiones explícitas a la LexWisigothorum no aparecen hasta el siglo XI, época de la difusión del caudallegislativo leonés4. Ni siquiera existen claves definitivas de que las leyes visi-góticas hubiesen sido aceptadas en el noroeste ibérico con anterioridad a

2. Roger Collins, «Asturias», en Medieval Iberia: An Encyclopedia, edición de E. MichaelGerli, New York & London: Routledge, 2003, págs. 125-127, (especialmente pág. 126); JulioEscalona, «Family Memories: Inventing Alfonso I of Asturias», en Building Legitimacy: Poli-tical Discourses and Forms of Legitimacy in Medieval Societies, edición de Isabel Alfonso, HughKennedy & Julio Escalona, Boston: Brill, 2004, págs. 223-262. J. Ignacio de la Peña Solarofrece una lectura cotejada con la diplomática y la epigrafía en «La realeza asturiana y laformulación del poder regio», Universidad de Oviedo, en La época de la monarquía astu-riana. Actas del simposio celebrado en Covadonga (8-10 de octubre de 2001), Oviedo: RealInstituto de Estudios Asturianos, págs. 163-201.

3. Entre ellos, se han investigado la invención del milagro de Covadonga como laestrategia que justifica la continuidad política entre el imperio visigótico y el reino de Astu-rias (G. Martin, «La chute du royaume visigothique»), el uso del género en la negociación delpoder regio en Asturias (Lucy K. Pick, «Gender in the Early Spanish Cronicles: from John ofBiclar to Pelayo of Oviedo», La Corónica, 32.3 (2004), págs. 227-249) y el tratamiento de lagenealogía regia en la legitimación de Alfonso I en la Crónica Albeldense y en la Crónicade Alfonso III (J. Escalona, «Family Memories», págs. 251-55).

4. Roger Collins, «‘Sicut lex Gothorum continent’: law and charters in ninth- and tenth-century León and Catalonia», en Law, Culture, and Regionalism in Early Medieval Spain,Hampshire: Ashgate Publishing Limited, 1992, págs. 489-512; Santos Manuel CoronasGonzález, «El orden constitutivo del reino de Asturias (718-910)», Anuario de historia delderecho español, 70 (2000), págs. 9-36, págs. 23-24, nota 32; Enrique Gacto Fernández, JuanAntonio Alejandre García & José María García Marín, El derecho histórico de los pueblos deEspaña (Temas para un curso de Historia del Derecho), 3ª ed., Madrid: Facultad de Derecho,Servicio de Publicaciones, 1982, págs. 149-161 y 175-184.

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la invasión musulmana5. ¿Qué afirmaciones se podrían hacer acerca de lossiglos IX y X, cuando los nacientes centros del poder manifiestan la tendenciade usar leyes y costumbres locales, plantando semillas de la tradición foral?

En segundo lugar, la época altomedieval redefine tanto la noción de laley como el contenido de las prácticas legales. Desde ser consideradala fuente escrita del derecho, tal como fue ideada en el imperio visigótico,hacia finales del alto medioevo la ley se convierte en «un mero enunciadonormativo cuya fuerza de obligar radica en el consenso y la voluntad delos súbditos»6. Según el consenso crítico actual, cuando los documentosaltomedievales se refieren a las nociones de lex u orden, se trata de lascostumbres practicadas en el espíritu del derecho civil y canónico y nonecesariamente de las leyes escritas en códices particulares7. Una noticiade tal práctica, ocasionada por la ausencia de la monarquía y del gobiernotras la invasión musulmana, se encuentra en la crónica del notario realleonés Sampiro (ca. 970-1042). El texto compuesto hacia el primer terciodel siglo XI alude a ciertos prelados mozárabes quienes, tras haber esca-pado la muerte en las zonas meridionales, revigorizaron los cánones visi-góticos en Asturias mediante la celebración de un nuevo concilio. La reuniónprobablemente tuvo lugar en el primer tercio del siglo IX y no ha dejadootras huellas documentales distintas de esa breve noticia8. Según el cronista,se trató de legitimar la resistencia a los musulmanes en el espíritu delderecho canónico, en el que la concordia entre los conciudadanos seaclama como condición primaria de la victoria sobre los enemigos:

Pues el Señor y Salvador nuestro levantó el firmamento de su iglesiafirmísima para el refugio de los fieles en la que, si nos vinculamos con

5. Joaquín de Azcárraga Servert & José Manuel Pérez-Prendes Muñoz-Arraco, Leccionesde la historia del derecho español, 3a ed., Madrid: Ramón Areces, 1997, pág. 153 y sigs.

6. Enrique Alvarez Cora, «La noción de la ley posgótica», Historia, instituiones, docu-mentos, 22 (1995), págs. 1-38 (3).

7. Cf. J. Azcárraga Servert, J. Pérez-Prendes Muñoz-Arraco, Lecciones, pág. 156: «ElDerecho altomedieval no es primariamente el contenido en los textos escritos, sino la voluntadcolectiva en orden a la equidad, justicia y mantenimiento de la paz general». Sobre el estatusdel derecho en la época altomedieval, véanse asimismo «Lex Scripta and Verbum Regis:Legislation and Germanic Kingship, from Euric to Cnut», en Patrick Wormald, Legal Culturein the Early Medieval West. Laws as Text, Image and Experience, London & Rio Grande: TheHambledon Press, 1999, págs. 1-43; S. M. Coronas González, «El orden», pág. 23.

8. Se ha planteado la posibilidad de que dicho concilio se pudiera haber celebrado enel primer cuarto del siglo IX bajo las auspicias de Alfonso II con el propósito de consagrar elrestablecimiento del ordo Gothorum en Asturias. Véase Claudio Sánchez Albornoz, «La restau-ración del orden gótico en el palacio y en la iglesia», en Estudios críticos sobre la historia delreino de Asturias, 2, Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1974, págs. 623-639.

«LEX WISIGOTHORUM» COMO HERRAMIENTA DE LEGITIMACIÓN POLÍTICA 217

lazos de caridad, con la ayuda del Señor podremos resistir a nuestrosadversarios y defender nuestros campos, con lo cual podremos vencerdesde dentro. Verdaderamente escrito es: la concordia de los ciudadanosvence a los enemigos9.

Por último, en el transcurso del alto medioevo, el estatus de la figuraregia cambia como consecuencia de esta nueva naturaleza del derecho,aun cuando no existe ruptura de la autoridad. El monarca legislador seconvierte en el custodio de la ley, ya que la labor legislativa del mundocristiano se considera completa. Por ejemplo, en Francia, la Lex Salicadata de principios del siglo VI y es usada continuamente por los merovin-gios y carolingios. Las enmendaciones sucesivas hechas por ChildebertoII (575-595), Pipino (751-768) y Carlomagno (768-814) resultan en que,hacia finales del siglo IX, el rey legislador del alto medioevo se convierteen uno de los partícipes en un equilibrio entre el poder real, la aristocraciay el clero. Su capacidad de gobernar se asienta en su voluntad de cumplircon el espíritu, si bien no con la letra, de la ley reconocida por dichosgrupos sociales10. En la época del contacto diplomático regular entreFrancia y el naciente reino ovetense, –Alfonso II (791-842) envía al menostres embajadas a Carlomagno en los años 795, 797 y 79811–, no es impro-bable que ésta sea la visión que informa un Testamentum hecho porAlfonso al dotar a la basílica de San Salvador de Oviedo. En el exordio,la ruptura política peninsular se explica por la arrogancia suprema delrey Rodrigo, cuya derrota se interpreta como el restablecimiento del ordendivino de justicia: «merito enim arabico sustinuit gladium» («justamentefue derrotado por los árabes»). En contraste, Alfonso se proclama comocumplidor ejemplar de tal orden, responsable de mantenerlo mediante eluso de las leyes: «tu es rex regum regens celestia simulque terrestria, dili-gens in temporaliter iustitiam, temporaliter uero terrarum populis pro opti-nenda iustitia distribuis reges, leges atque iudicia» («tú eres el Rey de losReyes en el cielo y en la tierra, quien trabajando por la justicia en el orden

9. Traducción mía del original latino citado por Fray Justo Pérez de Urbel, edición,estudio & notas, Sampiro. Su crónica y la monarquía leonesa en el siglo X, Madrid: CSIC, 1952,pág. 301.

10. Yves Sassier, «Le roi et la loi chez les penseurs du royaume occidental du deuxièmequart du IXe à la fin du XIe s.», Cahiers de civilisation médiévale, 43 (2000), págs. 257-273.

11. Sobre los contactos diplomáticos entre el reino asturiano y el imperio franco, véaseClaudio Sánchez Albornoz, «La alianza con Carlomagno y sus consecuencias bélicas», Estu-dios críticos, 2, págs. 531-552.

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temporal reparte reyes, leyes y sentencias con el fin de que haya justiciapara los pueblos de la tierra»)12.

La Albeldense ofrece el testimonio de tal voluntad por parte de AlfonsoII en el muy conocido pasaje: «omnemque Gotorum ordinem, sicuti Toletofuerat, tam in eclesia quam palatio in Ouetao cuncta statuit» («y todo elceremonial de los godos, tal como había sido en Toledo, lo restauró porentero en Oviedo, tanto en la Iglesia como en el Palacio»)13. La traducciónde «Gothorum ordinem» como «ceremonial» me parece imprecisa, al suponerque el texto original trata en primer lugar del orden legislativo al que losprocedimientos, rituales y hechos se ajustan. En este caso, la crónica aludeal restablecimiento del orden legislativo visigótico en Oviedo en sus dosaspectos, el derecho canónico («in eclesia») y el político («[in] palatio»)14.Ambos se funden en la Lex Wisigothorum (año 654), colección que une elderecho civil del Liber iudiciorum (Fuero juzgo) y el derecho canónico ypolítico recogidos en su primer título, «De la elección de príncipes» («De elec-tione principium»). Esta fusión de dos ramas del derecho respondía a lanecesidad de la monarquía visigoda de articular el poder central sobre loscentros periféricos de la aristocracia local, lo cual requería el apoyo ideo-lógico de la Iglesia15. Tras un largo ocaso político, durante el reinado deAlfonso II, cuando vuelve a consolidarse la monarquía y se fundan la sedereal y la diócesis de Oviedo, de nuevo aparecen huellas de la circulaciónde esta legislación en Asturias.

Hasta la fecha, en los documentos asturianos se ha encontrado laevidencia de una donación de un liber iudicum a la iglesia de San Salvador

12. Traducción mía del original según Antonio C. Floriano Cumbreño, Diplomáticaespañola del período astur. Estudio de las fuentes documentales del reino de Asturias (718 -910), I, Oviedo: Bidea, 1949, págs. 118-130. Ver G. Martin para la discusión de la estrategiade legitimación del poder en este texto, «La chute du royaume visigothique», pág. 218 y sigs.

13. Crónicas asturianas. Crónica de Alfonso III (Rotense y «A Sebastián»). Crónica Albel-dense (y «Profética»), edición de Juan Gil Fernández, traducción y notas de José L. Moraleja& estudio de J.Ignacio Ruiz de la Peña, Oviedo: Servicio de Publicaciones de la Universidad,1985, págs. 174 y 249: «Al restaurar el viejo ordo eclesial y palatino visigodo, el rey de Oviedo[…] renunció a crear su propia ley asumiendo la tradición legal y doctrinal añadida a lasversiones vulgata del Liber (Iudiciorum) y de la Hispana», Cf. S. Coronas González, «Elorden», pág. 27.

14. Cf.: «Es probable que este viejo orden eclesial y palatino se inspirase en la tradi-ción del Liber Iudiciorum y de la Hispana, conocida en la época más por referencias gené-ricas a los Decreta Legum y a la Lex Canonica», S. Coronaz González, «El orden», págs. 22-23.

15. Santiago Castellanos & Iñaki Martín Viso, «The local articulation of central powerin the north of the Iberian Peninsula (500-1000)», Early Medieval Europe, 13 (2005), págs. 1-42 (especialmente 14-19 y 28).

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de Eiras, según un documento del año 889 copiado en Celanova16. Además, dela época asturiana datan manuscritos de la Lex en letra visigótica procedentesde la Marca Hispánica, el más antiguo con anterioridad a 82817, y otroscuatro de mediados del siglo IX, de procedencia geroniana y narbonense,lo cual sugiere que se destinaban al uso de los hispanos del noreste18. Sinembargo, entre los manuscritos de la Lex que circulaban en el norte penin-sular en el siglo IX, el primer título, que resume el derecho político visigó-tico, se encuentra únicamente en los manuscritos de procedenciaastur-leonesa y gallega19. Por último, no parece una mera casualidad elhecho de que dos de los cinco códices extantes de los siglos VIII-IX se hallenencuadernados con las crónicas o anales de asuntos visigóticos20. Esteaspecto material de la transmisión textual revela, quizás, la preparaciónjurídica de sus compiladores y su convicción de que el derecho era rele-vante a la materia historiográfica.

Dichas evidencias no permiten afirmar que los cronistas asturianos seapoyaran en un códice específico de la Lex Wisigothorum a la hora decomponer sus textos, ni tampoco descartar la posibilidad de que cono-cieran un códice o códices específicos en el proceso de la composición.Sin embargo, una lectura legista sugiere que las biografías reales incor-poran, a nivel estructural y narrativo, el conjunto de las normas delderecho enunciadas en la Lex y manifiestas principalmente en el trata-miento de la paz como categoría política. Ya que la noción de la paz esuna categoría magistral para el derecho político visigótico, vale la penaestudiarla a continuación.

En el primer título de la Lex, la paz se entiende como una concordia civilentre el príncipe y sus súbditos que garantiza la permanencia del imperiofrente a un ámbito adversarial. El Forum judicum establece una oposi-ción entre los cives y populi, súbditos del rey y partícipes en la concordiacivil con la monarquía, y los alieni o hostes, enemigos y habitantes detierras vecinas. «De eleccione principium» asimismo refleja esta distinción

16. Manuel C. Díaz y Díaz, «La Lex Visigothorum y sus manuscritos. Un ensayo de rein-terpretación», Anuario de historia del derecho español, 46 (1976), págs. 163-223 (178).

17. Manuel C. Díaz y Díaz, «Lex Visigothorum», págs. 218 y 221.18. Manuel C. Díaz y Díaz, «Lex Visigothorum», pág. 185.19. Yolanda García López, Estudios críticos y literarios de la «Lex Wisigothorum», Alcalá:

Universidad de Alcalá, 1996, pág. 35 y sigs. & 144 y sigs.20. Los mss. de la Lex Wisigothorum denominados P y F (Paris, Bibliothèque Nationale)

están encuadernados con una Cronica regum uiseigothorum, que llega hasta Ervigio, y conuna Chronica Regum Wisigothorum de Atanaricus, respectivamente. Según Y. García López,Estudios, págs. 46 y 55. Cf. Manuel C. Díaz y Díaz, «Lex Visigothorum», págs. 164-166.

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al diferenciar entre los pueblos del imperio godo y los «enemigos» externosque representaban una amenaza para la estabilidad de la monarquía. Deeste modo, se crea una oposición entre la unidad de la gens Gothorum,patria o regnum por un lado y la diversidad de los populi, provinciae ygentes distintos del pueblo hispano-godo por otro21.

Tal visión de la paz remonta a la legislación romana, incorporada en lavisigótica con anterioridad al siglo VII y recogida en la Lex Wisigothorumde Recesvinto como Antiqua22. A diferencia del sistema político romano,en el que la pacificación de los pueblos externos garantizaba el ordenimperial interno, en el estado visigótico el contrato social entre la monar-quía y sus súbditos adquiere el papel magistral como garante de la perma-nencia del imperio. La Lex enfatiza que la concordia civil entre los pueblosdel reino es la condición necesaria para que el rey pueda cumplir con sudeber de defender a sus súbditos de los enemigos externos:

Si la cabeza es sana, avrá razón en sí, porque podrá sanar todos losotros miembros; mas si la cabeza fuere enferma, non podrá dar salud alos otros miembros, ca no la a en sí. Por ende devemos primera mentreordenar los fechos de los príncipes, porque son nuestras cabezas, edefender su vida, e su salud, e depués desto ordenar las cosas del pueblo,que mientre que el rey es con salud, que pueda mas firme mientredefender su pueblo23.

21. Título II, libro 1, sin paginar. De aquí en adelante, las citas siguen los mss. dels. XIII en Fuero Juzgo. En latín y castellano, cotejado con los más antiguos y preciosos códices,edición de la Real Academia Española, Madrid: Ibarra, Impresor de Cámara de S.M., 1815.Cf. la ley IX de Chindasvinto (Concilio VII de Toledo, año 646) y las leyes II.I.I de Ervigio,III.V.II de Recaredo y IX.II.VIII y XII.II.XIV de Wamba en Fuero Juzgo, sin página.

Según las definiciones isidorianas, «Populus est humanae multitudinis, iuris consensu etconcordi communione sociatus» (Isidoro de Sevilla, Etimologiae, edición y traducción de JoséOroz Reta & Manuel-A. Marcos Casquero, 3a ed., Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 2000,cap. IX, ap. 45, pág. 776), a diferencia de gens, «multitudo ab uno principio orta, sive ab alianatione secundum propriam collectionem distincta, ut Graeciae, Asiae» (Cap. IX, ap. 2.1, pág.742); y vulgus, «inhabitans multitudo, quasi quisque quo vult» (Cap. IX, ap. 4.6, pág. 776).

22. En particular el Codex Theodosianus, resumido por Isidoro en las Etimologías, y laLex Romana de Alarico II del 506. Las bases romanas de la legislación visigoda han sido objetode estudios por José Orlandis («Huellas visigóticas en el derecho de la Alta Edad Media»,Anuario de historia del derecho español, 15 (1944), págs. 644-58), Karl Zeumer (Historia de lalegislación visigoda, Barcelona: Universidad de Barcelona, 1944) y Claudio Sánchez Albornoz(«Pervivencia y crisis de la tradición jurídica romana en la España goda», Il passaggio dall’an-tichità al medioevo in Occidente. 6-12 aprile 1961. Settimane di studio del Centro Italiano diStudi sull’Alto Medioevo, 9, Spoleto: Presso la Sede del Centro, 1962, págs. 128-199).

23. Libro II, título I, ley IV. Fuero Juzgo, sin pág.

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Mientre que ellos son de una veluntat, et de una concordia, nengúndamno non venga a la gente, nen a la tierra, por forcia, nen por poderío24.

Et por esto [el rey] destrue mais elos enemigos estrannos, por tener sopoblo en paz. Onde así como de la mesura de los príncipes nacen laslees, así de la paz de los poblos nace el vencimiento de los enemigos25.

A su vez, la paz civil se proclama como el fundamento de la permanenciaeterna del estado. La ley III del primer título, promulgada por El ConcilioIV toledano (año 633), postula que para obtener la paz celestial en el reinoeterno, es necesario mantener la inviolabilidad de la paz civil dentro delreino terrestre. Tal condición, a su vez, se entiende como la suma de dosfactores que se refuerzan mutuamente, la concordia entre los pueblosdentro del reino y la victoria sobre los enemigos externos al reino. De estemodo, la Lex reviste la paz política de una dimensión trascendental y deli-mita vías de su obtención por parte del príncipe, cuya fuerza de gobernarradica en su habilidad de mantenerla.

Varias claves indican que ésta es la visión de la paz en la que se basanlas crónicas asturianas al crear las biografías reales. La Albeldense aplica aAlfonso III el calificativo gloriosus, el mismo con que se honran los reyespromulgadores de nuevas porciones legislativas en los títulos de la Lex(e.g. «Flauius gloriosus Egica Rex»)26. En la época de la promulgación dela Lex, este atributo tenía la connotación del «vencedor de los enemigos»,según la etimología isidoriana: «Gloriosus a laurea dictus quae datur victo-ribus» («hablamos de ‘gloriosus’ refiriéndonos al laurel que se da a los vence-dores»)27. La Crónica de Alfonso III utiliza este título dos veces, por unlado aplicándolo al rey godo Wamba (672-680) por su victoria sobre elrebelde duque Paulo en Galia Narbonense28 y por otro, al resumir el trayectovital de Alfonso II («gloriosam uitam duxit»)29. Entre los tres vocablos

24. Primer título «De electione Principum», Ley IX. Fuero Juzgo, sin página.25. «De electione Principum», ley III. Fuero Juzgo, sin pág. Cf. Concilio IV de Toledo

(a. 633, cl. LXXV); Concilio V de Toledo (a. 636, cls. II-VII); Concilio VI de Toledo (a. 638,cls. XII-XVIII) en Concilios visigóticos e hispano-romanos, edición de José Luis Vives, Barce-lona, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1963, págs. 219-221, 227-230& 241-245.

26. Ap. XIV.12, págs. 177 y 250. Sobre la alternancia de los títulos rex y princeps enlas inscripciones y los diplomas asturianos, con el predominio del primero en la Crónica Albel-dense, véase J. Ignacio de la Peña Solar, «La realeza asturiana», págs. 177-180.

27. Isidoro de Sevilla, Etimologiae, cap. X, ap. 134, págs. 820-821.28. Vers. A Sebastián, ap. 1a, pág. 115 y 195.29. Vers. Rotense, ap. 22, págs. 142 y 214.

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que denominan un conjunto de ciudadanos –gens, vulgus, populus– sóloel último es reservado únicamente para referirse a los supuestos descen-dientes de los godos como ciudadanos partícipes en la concordia colectivadel reino astur. Por ejemplo, hablando del comienzo del reinado deAlfonso I, la Crónica de Alfonso III informa que su elección se llevó a cabocon la concordia de los ciudadanos: «ab universo populo Adefonsus elegiturin regno»30. Asimismo, al hablar de Ordoño I, esta crónica enfatiza laconcordia civil entre el rey y sus súbditos: «dilectus fuit a populus»31. Encambio, los pueblos circunvecinos que representan centros alternativosdel poder –los gallegos, vascones y árabes– se denominan gentes, así comola gens gothorum, tal vez a causa de su caducidad como entidad política.

En las porciones del relato dedicadas a los asuntos godos y asturianos,la figura del rey representa el eje cronológico, mientras que las categoríasde paz y guerra constituyen la base estructural. Cada biografía puede incluirtodos o algunos de los siguientes puntos:

–Se informa si el monarca obtuvo el poder pacíficamente y en concordiacon el pueblo, o ilegítimamente (tyrannide o callide).

–Se procede con la enumeración de los hechos pacíficos y bélicos quedistinguen al monarca. Se alaba su habilidad de mantener la paz entre lasgentes y su dedicación a las tareas en el ámbito civil ejemplificada en laconstrucción de palacios y de santuarios. Se espera que el rey pacifique lasrebeliones dentro del reino y repela las invasiones. A cada victoria le siguela noticia de la conclusión de un tratado de paz (pace foedera) o de lasubyugación del pueblo dominado al imperium, o regnum. Se alaban hastalas devastaciones más crueles del territorio enemigo si se efectúan en el espí-ritu del cumplimiento con el deber regio.

–Por último, al llegar al final del reinado, el cronista informa si el monarcaobtuvo el reino celestial.

De este modo, la semblanza de cada monarca se ajusta a la imagen deun garante de la paz y custodio de las leyes.

Ahora miremos cómo funciona este esquema en la presentación de losasuntos asturianos. Según la Crónica de Alfonso III, por primera vez «vuelvepaz a la tierra» durante el reino de Pelayo (m. 737), cuando se crean las basespolíticas del reino. Con respecto a su muerte, el cronista sólo hace constar

30. Vers. Rotense, ap. 13, págs. 130 y 252.31. Verss. Rotense y A Sebastián, ap. 28, págs. 148-149 & 220-221.

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que fue natural32. Tras un breve reinado de Fáfila, Alfonso I (739-747),yerno de Pelayo por el matrimonio con su hija Hermesinda, emprende unaexpansión del reino hasta el Duero mediante reconquista y repoblación.La Crónica Albeldense subraya la concordia civil en su reino, al decir quefue amado por Dios y el pueblo: «Deus atque hominis amauili extitit»33. LaCrónica de Alfonso III remata su biografía por una muerte pacífica («uitamfeliciter in pace finiuit»), así como conecta su gobierno terrestre con elámbito celestial al relatar un milagro ocurrido la noche de su muerte. Losguardianes del palacio encargados de velar el cuerpo del rey, oyen el cantode los ángeles en el que el difunto es proclamado «justo», por lo que mereceel reino eterno: «Ecce quomodo tollitur iustus […]. A facie iniquitatis sublatusest iustus; erit in pace sepultura eius» («He aquí cómo desaparece el justo[…]. De la presencia de la iniquidad ha sido apartado el justo; en la pazserá su sepultura»)34.

Su hijo Fruela I (757-768), según la crónica, repele a los enemigosexternos del reino al derrotar a los musulmanes en Pontuvio y al suprimirla rebelión de los vascos. De acuerdo con la Crónica de Alfonso III, sumuerte no trasciende, tal vez debido a que comete un fratricidio35, mien-tras que la Albeldense sugiere que la muerte de Fruela pudo haber sidoviolenta dada la ferocidad del propio rey36. Este rey emprende actividadeslegislativas, al volver a instituir el celibato de los obispos por primera vezdesde Witiza (698-710). Según la Crónica de Alfonso III, Witiza y Rodrigono cumplieron con el deber de ser buenos custodios de las leyes godas,por lo cual los godos perdieron el imperio: «Et quia [Gothi] derelinqueruntDominum ne seruirent ei in iustitia et ueritatem, derelicti sunt a Dominone seruirent ei»37. Fijémonos en que los argumentos levantados en la Crónicade Alfonso III contra ambos reyes godos son predominantemente de índolejurídica. La pérdida de España se atribuye a que Witiza disolvó concilios,suprimó los cánones y permitió el concubinaje de los obispos para evitarla aplicación de la ley contra sí mismo: «concilia dissoluit, canones siggi-llauit, huxores et concubinas plurimas accepit et, ne aduersus eum conci-lium fieret, episcopis, presbiteris seu diaconibus huxores abere precipit»38.

32. Verss. Rotense y A Sebastián, ap. 11, págs. 130-131 & 206-207.33. Ap. XV.3, págs. 173 y 248.34. Verss. Rotense y A Sebastián, aps. 14-15, págs. 133-134 & 208-209.35. Verss. Rotense y A Sebastián, ap. 16, págs. 134-135 & 209.36. Ap. XV.4, págs. 174 & 248.37. Vers. Rotense, ap. 7, págs. 120, 122 y 200.38. Verss. Rotense y A Sebastián, ap. 5, págs. 118-121 y 198-199.

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En este pasaje, el cronista evalúa la conducta de la monarquía visigoda delsiglo VIII, época de la creación de las leyes, desde una perspectiva jurídicaaltomedieval tardía, según la cual el rey debe ser un buen custodio de laley establecida por sus antepasados.

El sucesor de Fruela, su primo Aurelio (768-774), supera una rebelióninterna de los libertos y mantiene paz con los musulmanes. Como conse-cuencia de mantener el orden en el reino, descansa en paz, según ambascrónicas39. A Aurelio le sucede Silo (774-783), quien establece la corte enPravia, mantiene la paz con los musulmanes y suprime una rebeliónen Galicia sometiendo a los pueblos rebeldes al reino. La Crónica deAlfonso III enfatiza que Silo no era de estirpe goda, y el motivo trascendentalde su muerte no aparece relatado, tal vez porque subió al trono medianteel matrimonio con Adosinda, hija del rey legítimo Alfonso I. La Albeldenseapunta hacia el carácter tenue del equilibrio en la península durante sureinado, al alegar que fue conseguida mediante la intervención diplomá-tica de la madre de Silo o por su linaje («cum Spania ob causam matrispacem habuit»)40. Le sigue Mauregato (783-789), quien se hace con el tronoilegítimamente, dado que, siendo hijo de una sierva, le usurpa el reinadoal futuro Alfonso II. La Crónica de Alfonso III se detiene en dar pruebas dela ilegitimidad de su reinado41, mientras que la Albeldense contiene unabreve noticia de su ilegítima sucesión42. Bermudo I (789-791), hijo de FruelaI, vuelve a restablecer el linaje legítimo y el orden sucesivo del reino al pasarel trono voluntariamente a Alfonso II. La noticia de la Albeldense es breve,mientras que la Crónica de Alfonso III subraya la obediencia de Bermudoal decanazgo con el que había sido investido con anterioridad a su subida altrono. Se resalta la ascendencia legítima de este rey y su voluntad de cumplircon el espíritu del derecho. Como consecuencia, se le atribuye una muerteen paz43.

Con el reino de Alfonso II, se establece la corte en Oviedo y el renaci-miento neogótico entra en su auge. Según la costumbre visigótica, Alfonsoes ungido en el reino44. Se enumeran las victorias sobre los musulmanesen Asturias y Galicia y el tránsito desde el reino terrestre al celestial remata

39. Crónica Albeldense, ap. XV.5, págs. 174 y 248; Crónica de Alfonso III, vers. A Sebas-tián, ap. 17, págs. 137 y 211.

40. Ap. XV.6, págs. 174 y 248.41. Verss. Rotense y A Sebastián, Ap. 19, p 136-139 y 212-213.42. Ap. XV.7, págs. 174 y 248.43. Vers. A Sebastián, ap. 20, págs. 139 y 213. 44. Crónica de Alfonso III, vers. Rotense, ap. 21, págs. 140 y 212.

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la biografía regia45. La Albeldense vincula la paz terrestre con la eterna alconcluir, «Qui cuncta pace egit, in pace quieuit» («El que todo lo hizo enpaz, en paz descansó»)46. El reinado de Ramiro I (842-850), sucesor legí-timo de Alfonso II por ser hijo de Bermudo I, fue menos pacífico a causade los intentos del conde Nepociano de llegar al trono. La Albeldense insisteen que este rey fue «una vara de justicia» («uirga iustitie»)47. La Crónicade Alfonso III relata que Ramiro fue «acosado muchas veces» por las guerrasciviles, suprimiendo rebeliones con suma crueldad. Sin embargo, fueexitoso en hacer frente a los desafíos externos, tales como las expedicionesnormandas en las costas de Galicia, y en continuar la labor arquitectó-nica de su predecesor al edificar la iglesia de Santa María de Naranco. Talvez debido al carácter tumultuoso de su reino, la Albeldense y la versiónRotense de la Crónica de Alfonso III no ven el significado trascendenteen su muerte, mientras que la versión «A Sebastián» informa que alcanzódescansar en paz48.

Ordoño I (850-866) emprende la reconquista y repoblación de las tierrasleonesas, suprime una rebelión vascuence y lleva a cabo la expansión delreino hasta el río Guadiana haciendo frente a múltiples incursiones musul-manas. Como resultado, las versiones conservadas subrayan la concordiaentre el rey y su pueblo y dotan de trascendencia su muerte: «qui hicnimium dilectus fuit a populis, nunc autem letatur cun sanctis angelis incelestibus regnis» («el que aquí fue muy amado por el pueblo, se alegracon los santos ángeles en los reinos celestes»)49. La Albeldense, en la porciónescrita durante el reinado de Ordoño, expresa la esperanza de que el reypase al reino del cielo al cabo de un largo reinado en la tierra: «ut postlongum principalis imperium de regno terre ad regnum transeat caeli»50.

Miremos ahora cómo afecta la perspectiva autorial la visión de la peri-feria política. De particular interés en la Crónica de Alfonso III es la estra-tegia de legitimación del reino asturiano que se rastrea en el episodio dela batalla de Albelda, donde Ordoño hace frente al general muladí Musade la dinastía muladí Banu Qası. Al establecer un núcleo de poder en Zara-goza, Musa aspira al título del «tercer rey» de España, a la par con el emirde Córdoba y el rey franco. Carlos el Calvo (840-847), preocupado por los

45. Verss. Rotense y A Sebastián, ap. 22, págs. 177-178 y 214-215.46. Ap. XV.9, págs. 175 y 249.47. Ap. XV.10, págs. 175 y 249.48. Crónica de Alfonso III, aps. 23 y 24, págs. 142-145 y 216-217.49. Verss. Rotense & A Sebastián, ap. 28, págs. 148-149 y 220-221.50. Ap. XV.12, págs. 178 y 252.

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avances de Musa en el noreste peninsular, establece relaciones diplomá-ticas con el renegado. Tras una aplastante victoria, el hijo de Musa, Lup,pasa a ser súbdito del rey asturiano, quien se hace dueño de las dádivasque los francos habían obsequiado a Musa. Tal redistribución del botínpresenta al reino asturiano como el único poder legítimo en la penínsulaIbérica, superior a los demás centros del poder y capaz de contrarrestar losintereses del reino transpirenaico. Al posicionarse como heredera legítimade los godos, la monarquía asturiana aspira ocupar el mismo nivel diplo-mático que la potente monarquía franca, cuya autoridad se había deposi-tado en la Lex Salica en los albores del estado transpirenaico.

CONCLUSIÓN

Las biografías reales asturianas en la Crónica Albeldense y en la Crónicade Alfonso III son cronografías de la relación de los monarcas asturianos yvisigodos con la ley. Esta se entiende como un conjunto de normas quedefinen la conducta real como una sucesión de acciones cuyo objetivo esmantener la concordia civil entre los ciudadanos del reino y proteger el reinode los enemigos externos. Dichas normas remontan a la legislación visigó-tica recogida en la Lex Wisigothorum. Al evaluar la conducta de los líderesasturianos en el contexto de las normas legales visigóticas, los cronistassubrayan la legitimidad y continuidad de la monarquía asturiana conrespecto a la visigótica. Los monarcas asturianos, Alfonso I, Alfonso II yOrdoño I, se proclaman como buenos custodios de las leyes, mientras queWitiza, y, en algunas versiones, Rodrigo, se reprueban por su falta devoluntad de mantener las bases legales del imperio visigótico. Ya que dichaestrategia retórica justifica la caída del imperio visigótico y subraya lacontinuidad del poder cristiano en la península Ibérica, ejemplificada enel reino de Asturias, la retórica legal forma parte esencial de la ideologíadel neogoticismo.

Las estrategias de legitimación en las crónicas asturianas apuntan haciaun foco difusor común de las actividades historiográfica y legislativa en elreino asturiano, especialmente teniendo en cuenta los casos de la encua-dernación común de las crónicas con los manuscritos de la Lex Wisigot-horum fechados en el siglo IX. Por lo tanto, el origen de la historiografíaasturiana podría buscarse, tal vez, en la cancillería real y su autoría podríaser atribuida a la mano notarial. Esta práctica se registra poco más de unsiglo después en la obra de Sampiro, quien fue el autor de la única fuente

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narrativa para la historia del reino leonés de los siglos X y XI y notario enlas cortes de Bermudo II (985-999) y Alfonso V (999-1028). En su CrónicaSampiro emplea un discurso muy similar. Al igual que los cronistas astu-rianos, Sampiro construye las noticias de los reyes leoneses según la defi-nición visigótica de la paz: indica si el reino fue obtenido pacíficamente opor usurpación, si el rey se mostró justo y ordenado al administrarlo, simantuvo paz en el reino haciendo frente a los enemigos internos y externosy, finalmente, si alcanzó el reino celestial al cabo de su gobierno. Estemismo cronista nos dejó fórmulas legales en sus diplomas, en los que aludedirectamente al Fuero Juzgo y al derecho canónico51. El obispo leonésrepresenta el primer ejemplo conocido de un cronista versado en el derecho.

El estudio continuado de las formas del discurso jurídico en la escri-tura cronística altomedieval tal vez aporte nuevos datos acerca de las inten-ciones de estos textos y sus estrategias de legitimación. Las crónicas, a suvez, pueden servir como fuente del conocimiento jurídico en la época alto-medieval.

51. J. Pérez de Urbel, Sampiro, estudio, págs. 53, 59 y 135.

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CONTEXTO CODICOLÓGICO Y OTROS CONTEXTOSDE LA HISTORIA DE LA DONZELLA TEODOR

ALAN DEYERMOND(Queen Mary, University of London)

DEBEMOS A Emily C. Francomano un artículo importante en el cualse estudian detenidamente la Historia de la Donzella Teodor y losBocados de oro en su contexto codicológico (contexto documen-

tado por otros investigadores, desde luego). La aportación de la codicologíaal estudio de la literatura medieval castellana es uno de los grandes éxitosde las últimas décadas (pienso sobre todo en los trabajos de Pedro Cátedray el equipo salmantino del SEMYR, el Seminario de Edición y Crítica Textual ysu revista Incipit, fundados en Buenos Aires por el llorado Germán Orduna,y, en Inglaterra, las investigaciones de Barry Taylor, Jeremy Lawrance yDavid Hook). Los estudios codicológicos son menos frecuentes en el hispa-nismo estadounidense, en el cual hay una marcada preferencia para lasefímeras modas de lo que se llama «teoría crítica». Una excepción notablees el libro de John C. Dagenais, y el artículo de Francomano sigue en lamisma tradición1.

El gran mérito del artículo es que comenta las implicaciones del curiosohecho de que en cuatro de los cinco manuscritos existentes (el quinto esun fragmento incluido en una miscelánea) la obra se presenta como últimocapítulo de los Bocados de oro –es decir que no sólo se encuentra en los

1. John C. Dagenais, The Ethics of Reading in Manuscript Culture: Glossing the «Libro debuen amor», Princeton: University Press, 2004. E. C. Francomano, «‘¿Qué dizes de las mugeres?’:Donzella Teodor as the Conclusion to Bocados de oro», La Corónica, 30.1 (2001), págs. 87-110.

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mismos manuscritos que Bocados sino que forma una parte integral deéste–. Un fenómeno parecido se encuentra en la tradición textual de laVida de Segundo, como nota Francomano: en dos de los seis manuscritoscompletos o parciales de Segundo, esta obra se presenta como último capí-tulo de Bocados2.

Para Francomano los datos codicológicos nos llevan a la lectura deTeodor como la conclusión apropiada de una obra misógina:

Donzella Teodor, with its sexual subject matter [...], appears as a titilla-ting alternate finale to a profoundly misogynist work, where anxietyabout women is assuaged by mastery. The medieval compilers of fourfifteenth-century versions of Bocados included Donzella Teodor withinthe overall didactic and generic scheme of the work, directing it to thesame imagined audience of the rest of the compendium3.

Estoy de acuerdo con Francomano –¿cómo no?– en cuanto a los datoscodicológicos (datos que, lamentablemente, yo había pasado por alto),pero discrepo de sus conclusiones por tres razones. La primera es que nome parece nada obvia la misoginia de Bocados (a diferencia de Segundo,cuya misoginia es indiscutible); la segunda versa sobre el valor de dichosdatos como indicio del sentido de Teodor; y la tercera, sobre su interpre-tación de esta obra.

Para Francomano, como acabamos de ver, Bocados es «a profoundlymisogynist work». Dice también que:

Sententiae about the nature of woman fill a significant portion of Bocados,and some maxims concerning women are repeated in two or moresections attributed to various sages. One of the supposedly indisputabletruths transmitted from sage to disciple is that women are dangerouscreatures: unstable, immoral, purely sexual, and, consequently alwayssexually available4.

2. E. C. Francomano, «‘¿Qué dizes de las mugeres?’», págs. 98-90. Véase Hugo O.Bizzarri, ed., «Vida de Segundo»: versión castellana de la «Vita Secundi» de Vicente de Beau-vais, Exeter Hispanic Texts, 56, Exeter: University of Exeter Press, 2000, págs. l-liii.

3. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 106. Francomano empleael título Donzella Teodor para los textos manuscritos e Historia de la Donzella Teodor parala tradición impresa (pág. 88, nota 2).

4. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 92.

ALAN DEYERMOND230

Estos juicios siguen en la línea de lo que dice Fernando Gómez Redondoen su magistral Historia de la prosa medieval castellana:

cuatro de los cinco manuscritos en que pervive [Teodor] la conviertenen capítulo [...] de ese Bocados de oro, en el cual tan duras palabras sehabían vertido contra las mujeres; resulta contradictorio que un tratado,inevitablemente sostenido por el antifeminismo, preserve el que puedeconsiderarse primer testimonio de la literatura feminista5.

Es verdad, pero hay verdades que dan una impresión errónea. No hayduda alguna en cuanto a la presencia de elementos misóginos, pero ¿quéimportancia tienen? Tenemos que esperar hasta la página 39 para encon-trar una sententia levemente misógina; está en el capítulo dedicado aDiógenes, pero este capítulo tiene tan sólo 6.5 % de sententiae misóginas,y encontramos el mismo porcentaje en el largo «Capítulo de los fechos deSócrates», que, según Francomano, contiene la «longest section on la mugerfound in Bocados [...] one of the longest thematic units found in the entirecompendium»6. ¿Quién pensaría, leyendo estas palabras, que se trata deun porcentaje tan reducido del capítulo dedicado a Sócrates?

El énfasis del libro es más bien político; tiene elementos de un speculumprincipis, por ejemplo en las cinco páginas de los consejos de Aristótelesa su alumno Alejandro7. El primer capítulo, «Los dichos del propheta Sad»,y el segundo, «Los fechos de Hermes el sabio», se ocupan de la educación;el tercero, «Los castigamientos de Tad», de la educación y del rey. Es notableque el apartado dedicado por Gómez Redondo a Bocados destaca estosaspectos de la obra, no la misoginia8. Es verdad que unas frases misóginas,antisemíticas, etcétera, pueden a veces permitirnos vislumbrar la misoginiao el antisemitismo subyacente (tal vez inconsciente) de una obra entera,

5. Historia de la prosa medieval castellana, I: La creación del discurso prosístico; elentramado cortesano, Madrid: Cátedra, 1998, pág. 487. Gómez Redondo dedica veintepáginas (482-502) a Teodor.

6. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 93-94. Todas mis citas deBocados provienen de «Bocados de oro»: kritische Ausgabe des altspanischen Textes, ed.Mechthild Crombach, Romanistische Versuche und Vorarbeiten, 37, Bonn: RomanischesSeminar der Universität Bonn, 1971. Otra manera de comprobar la supuesta misoginia deBocados es la de escoger unas páginas al azar para ver lo que contienen. Escogiendo ochopáginas (86, 100, 129, 138, 145, 160, 170 y 178), no encontré ni una sola palabra misógina.Animo a mis lectores a realizar su propia selección.

7. «Bocados de oro», ed. M. Crombach, págs. 102-105.8. Historia de la prosa medieval castellana, págs. 455-470.

CONTEXTOS DE LA «HISTORIA DE LA DONZELLA TEODOR» 231

pero en otros casos tales frases son incompatibles con la impresión que nosdeja la obra (por ejemplo, en la Celestina).

En cuanto a los datos codicológicos, Francomano tiene toda la razónal insistir en que la colocación de Teodor en la tradición manuscrita noes mera casualidad, sino que corresponde a una decisión más o menoseditorial:

No distinction is made in the codicological programs of the manuscriptsin which they appear between what critics have deemed the last chapterof Bocados and Donzella Teodor or Segundo: there is no indication thatthe tales were included as an afterthought, or as a way of filling emptyspace in the last quires, and there is no change in hand or text block.In the case of Donzella Teodor, three of the manuscript’s rubrics intro-duce the story as a chapter: «Capítulo que fabla de los enxemplos ecastigos de teodor la donzella»9.

Se trata, desde luego, no de la tradición textual entera de Teodor, sinode una fase de ella. Conviene recordar que los manuscritos existentes sondel siglo XV, siglo y medio o dos siglos después de la redacción de la obracastellana. No tenemos ni la menor idea del contexto manuscrito de original.No es éste el lugar, ni soy yo la persona indicada, para comentar la enre-vesada historia del texto. Basta con un diagrama muy simplista para demos-trar la dificultad del tema (ver Apéndice)10.

9. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 90.10. Me apoyo en «La historia de la Donzella Teodor»: ein spanisches Volksbuch arabis-

chen Ursprungs: Untersuchung und kritische Ausgabe der ältesten bekannten Fassungen, ed.Walter Mettmann, Akademie der Wissenschaften und der Literatur, Abhandlungen der geistes-und sozialwissenschaftlichen Klasse, Jahrgang 1962, 4, Wiesbaden: Franz Steiner, para laAkademie der Wissenschaften und der Literatur in Mainz, 1962; Barry Taylor, «Old SpanishWisdom Texts: Some Relationships», La Corónica, 14.1 (1985), págs. 71-85; Nieves Baranday Víctor Infantes, «Post Mettmann: variantes textuales y transmisión editorial de la Historiade la donzella Teodor», La Corónica, 22.2 (1994), págs. 61-88; N. Baranda & V. Infantes, eds.,Narrativa popular de la Edad Media: «La doncella Teodor», «Flores y Blancaflor», «París yViana», Nuestros Clásicos, 14, Madrid: Akal, 1995, págs. 47 y 53-55; Margaret R. Parker, TheStory of a Story across Cultures: The Case of the Doncella Teodor, Colección Támesis, A 161,London: Tamesis, 1996; Pino Valero Cuadra, La doncella Teodor: un cuento árabe, Ensayoe Investigación, 60, Alicante: Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1996; Historia de la DonzellaTeodor, ed. Isidro J. Rivera y Donna M. Rogers, Binghamton, NY: Center for Medieval andRenaissance Studies, Binghamton University, 2000; E. C. Francomano, «‘Qué dizes de lasmugeres’»; y Víctor Infantes, «Historia de la Donzella Teodor», en Diccionario filológico de lite-ratura medieval española, ed. Carlos Alvar & José Manuel Lucía Megías, Nueva Bibliotecade Erudición y Crítica, 21, Madrid: Castalia, 2002, págs. 626-631.

ALAN DEYERMOND232

Se trata, pues, de una narración que a veces es obra independiente, aveces (Mil y una noches, manuscritos castellanos del siglo XV) una parte deuna obra más extensa. Si no se descubre un manuscrito del XIII, nuncasabremos si Teodor empezó su trayectoria castellana como obra indepen-diente o como un capítulo de otra obra. Sospecho que como obra inde-pendiente, pero es una sospecha, nada más. Por lo tanto, no sabemos sila existencia independiente de Teodor en los impresos del siglo XVI tienelejano precedente en la transmisión del texto.

La compleja tradición textual de Teodor no es nada anómala en la lite-ratura sapiencial castellana. Por ejemplo, Barry Taylor demostró en 1985que tres versiones de Bocados se relacionan con dos versiones de las Floresde filosofía, de modo que Bocados B y C provienen de Bocados A, queBocados B influye en la versión larga de Flores, y que de ésta proviene laversión corta. Si añadimos que algunos manuscritos de Bocados terminancon Teodor y otros con Segundo, la complejidad se intensifica.

Sea lo que sea, ¿qué significa la presencia de Teodor como capítulo finalde Bocados en el siglo XV? Incluso si Bocados fuera obra misógina, seríadifícil encontrar la misoginia en dicho capítulo, ya que el autor presenta aTeodor como heroína admirable: sabia, modesta, virtuosa, valiente, leal11.Los hombres de la narración se dividen en dos grupos opuestos: el mercaderque al comienzo de la narración compró a Teodor como esclava y que latrata muy generosamente, y los sabios de la corte, adversarios de ella. Éstosa su vez se dividen en los dos primeros, que reconocen pronto la supe-rioridad intelectual de la doncella, y el tercero, Abraán, muy obstinadocontra ella (esta división –más notable en la tradición impresa que en lamanuscrita– entre los sabios de la corte recuerda la última escena del Autode los Reyes Magos, en la cual el primer rabino mantiene la ceguedad dela figura iconográfica de Synagoga, mientras que el segundo admite quehay una verdad superior, que vislumbra sin entenderla plenamente). En eldesenlace de la historia el rey se solidariza con Teodor y con su dueño, ytodo termina felizmente. En un artículo reciente comparé a Teodor condos protagonistas femeninas de obras del siglo XIII, Tarsiana del Libro deApolonio y la reina malvada de Sendebar12. Harriet Goldberg sostuvo hace

11. Margaret Parker dice de varios cuentos de Las mil y una noches que «All of thesestories have in common maidens who determine their destiny to some extent through exerciseof wit or learning or a combination of the two» (The Story of a Story across Cultures, pág. 116).

12. Alan Deyermond, «Women’s Words, Man’s World: Teodor, Tarsiana, and the Step-mother», en «Entra mayo y sale abril»: Medieval Spanish Literary and Folklore Studies inMemory of Harriet Goldberg, ed. Manuel da Costa Fontes & Joseph T. Snow, Homenajes,25, Newark, DE: Juan de la Cuesta, 2005, págs. 127-141.

CONTEXTOS DE LA «HISTORIA DE LA DONZELLA TEODOR» 233

veinticinco años que algunas obras que se clasifican como misóginas, obrascomo Sendebar, son ambivalentes («Even a casual reading suggests thatthe real target is [...] the complaisant husband, who is so expertly cuckolded»;«these stories traditionally designated as antifeminist do not really reflecthostility toward women as much as amused disdain of their supposedvictims»13). En otros estudios demuestra que las historias de Teodor y deTarsiana inspiran la admiración hacia doncellas listas y resueltas14.

Francomano lee Teodor de manera muy distinta. Califica las respuestasde Teodor como «placement of misogynist discourse onto the female tongue[...] delivery of misogynist speech from the female body», de modo que«Teodor becomes a ‘privileged mouthpiece’ for the previous sages inBocados»15. Las respuestas transmiten, como acepta Francomano pocodespués, «the topics of astrology, medical humors, and sexual health»16. Esdecir que corresponden en gran parte a las Questiones phisicales. Son misó-ginas sólo si creemos a priori que los conocimientos astrológicos, médicos,etcétera de la Edad Media son misóginos17. Es una argumentación circular.La realidad es que, como dije en otro estudio, el éxito de Teodor nodepende de los saberes tradicionales de las mujeres, pero tampoco se tratade saberes específicamente masculinos, como sostiene Francomano18. Suerudición abarca toda la gama intelectual de la sociedad medieval, y cuandosus palabras parecen reflejar los prejuicios masculinos –lo que pasa pocasveces– lo que hacen en efecto es reflejar los supuestos de dicha sociedad19.

13. «Sexual Humor in Misogynist Medieval Exempla», en Women in Hispanic Litera-ture: Icons and Fallen Idols, ed. Beth Miller, Berkeley: University of California Press, 1983,págs. 67-83 (véanse págs. 69 y 83).

14. «Riddles and Enigmas in Medieval Castilian Literature», Romance Philology, 36 (1982-1983), págs. 209-221 (véanse págs. 215-217). «Women Riddlers in Hispanic Folklore and Lite-rature», Hispanic Review, 59 (1991), págs. 57-75.

15. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 102.16. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 102.17. El único pasaje que parece misógino es la respuesta de Teodor, en la tradición

manuscrita, a la pregunta «¿qué dezides de la hedad de las mugeres?» (Historia de la DonzellaTeodor, ed. I. J. Rivera & D. M. Rogers, pág. 9). El pasaje correspondiente de la tradiciónimpresa (aunque muy distinto en las palabras) se encuentra en la edición de N. Baranda &V. Infantes, pág. 72. El prejuicio que revela las palabras de Teodor, sin embargo, es másbien el prejuicio de una joven contra la vejez.

18. «Secretos de Oriente, secretos de mujeres: los saberes prohibidos en la literaturamedieval castellana», en El cuento oriental en Occidente, ed. María Jesús Lacarra & Juan Paredes,Granada: Editorial Comares y Fundación Euroárabe de Altos Estudios, 2006, págs. 61-94.

19. Para un comentario más extenso sobre esta cuestión, remito al apartado 8 de dichoartículo.

ALAN DEYERMOND234

Me parece que de lo anterior resultan cuatro conclusiones:

1. Se ha demostrado que la lengua del texto de Teodor conservadoen los manuscritos del siglo XV se relaciona estrechamente con lade la época alfonsí20. No sabemos, en cambio, en qué forma sedifundió Teodor en el siglo XIII, ni siquiera en el XIV, pero es casiseguro que en el XV se conoció sólo como una parte de Bocados.El testimonio de los cuatro textos completos –el quinto es un parde fragmentos en una miscelánea, de modo que no hay manerade conocer su contexto original– apoya la conclusión de Franco-mano: «at the time these manuscripts were compiled, DonzellaTeodor and Segundo were considered integral chapters and appro-priate endings for Bocados»21.

2. Parece, por lo tanto, que cuando hacia 1500-1503 Pedro Hagen-bach, en Toledo, imprimió por primera vez la Hystoria de ladonzella Theodor (si no hubo edición anterior, hoy desconocida),no pasó a la imprenta una tradición manuscrita, sino que tomó elcapítulo final de Bocados (estadío B en el diagrama, supra) y lorefundió como obra independiente (estadío C)22. En la tradiciónimpresa (es decir, C y las refundiciones posteriores D, E y F),aunque se conserva el contenido sapiencial, modificado en cadaestadío, el marco narrativo –las aventuras y la vida emocional deTeodor– asocia la obra con otras narrativas bajomedievales en lascuales la heroína triunfa sobre sus enemigos y termina en la feli-cidad; por eso, Nieves Baranda y Víctor Infantes tuvieron toda larazón al editar La doncella Teodor en el mismo tomo que Floresy Blancaflor y París y Viana (1995). Teodor, en la tradición impresa,se parece a Blanchefleur, Nicolete, Tarsiana, o –en otro ejemplode un capítulo que se transforma en obra independiente– Griseldis.

3. Regresemos a la tradición manuscrita, el tema del artículo de Fran-comano. Si los copistas y los lectores de la España bajomedievalaceptaron Teodor como el capítulo final de Bocados, ¿qué nos

20. Véase Historia de la Donzella Teodor, ed. I. J. Rivera & D. M. Rogers, págs. xx-xxiii.21. E. C. Francomano, «‘Qué me dices de las mugeres’», pág. 90.22. Los cambios se notan desde el principio. En los manuscritos la acción se desarrolla

en Babilonia, y no se dice nada de la nacionalidad del mercader ni de la doncella (lo queimplica que los dos eran de dicho país). En la tradición impresa la acción empieza en Túnez,pero el mercader es húngaro y la doncella es española.

CONTEXTOS DE LA «HISTORIA DE LA DONZELLA TEODOR» 235

dice de su percepción genérica? Reconocieron que Teodor, igualque los capítulos anteriores de Bocados, era literatura sapiencial,pero no se dieron cuenta de que en vez de sententiae el conte-nido sapiencial consta de respuestas a una serie de preguntas,algo parecido a las famosas Questiones de Salerno, del siglo XII,sobre todo las Questiones phisicales23. Es curioso que una dife-rencia tan obvia se haya pasado por alto –o ¿es que los lectoresla notaron pero que la diferencia les importaba menos que loatractivo de un desenlace con notable elemento narrativo?

4. Si podemos olvidar momentáneamente nuestra familiaridad conTeodor como obra independiente, para leerla como una parteintegral de Bocados –es decir, si podemos transformarnos enlectores de la segunda mitad del siglo XV–, ¿cómo afecta nuestralectura de esta versión de Bocados? Después de leer largos capí-tulos dedicados a los hechos y los dichos de, por ejemplo,Sócrates, Platón y Alejandro Magno, y breves capítulos dedicadosa menudo a filósofos oscuros («Capítulo de los castigos deMedargis», págs. 158-159, «de Thesileus», págs. 160-161), llegamosa Galeno (págs. 163-167) y luego a dos capítulos misceláneos:«Capítulo de los dichos de muchos sabios e non fallaron a ningunod’ellos tantos dichos por que los possiessen capítulos apartadamente» (págs. 168-181) y «Capítulo de los dichos que non sopieronquién los dixo nin sus nonbres» (págs. 182-201)24. De éstospasamos al «Capítulo que fabla de los enxenplos de Teodor,donzella»25. En un sentido es una transición tan suave, tan naturalque cualquier otra en Bocados: encontramos otro marco narrativo,otra serie de sabiduría y conocimientos tradicionales. Pero enotro sentido hay un cambio notable: los sabios de los capítulos

23. Véase Brian Lawn, The Salernitan Questions: An Introduction to the History ofMedieval and Renaissance Problem Literature, Oxford: Clarendon Press, 1963. Lawn diceque «The literary form used was the entirely didactic one of simple question and answer;concise, clear, easily memorized, this was the form used by both masters and pupils, andthe one through which these particular doctrines were diffused throughout the lengthand breadth of Europe, as time went on» (pág. xi).

24. Las citas proceden de «Bocados de oro», ed. M. Crombach.25. El título proviene del ms. p (BNM 17822), editado por I. J. Rivera & D. M. Rogers,

págs. 1-16. Varía de un ms. a otro: «de los enxenplos y castigos», ms. h; «de las preguntasque fizieron a la donzella Teodor», ms. g. Es curioso que el título se refiera a «enxenplos».La historia de Teodor es un exemplum, pero la doncella no transmite los conocimientos porexempla sino por respuestas y preguntas.

ALAN DEYERMOND236

anteriores se sustituyen por los tres sabios de la corte, todos infe-riores intelectualmente a una esclava.

Tarsiana desacredita a los tres sabios de la corte; cuando su Historia selee como capítulo final de Bocados, desacredita por extensión lo quealgunos de los antiguos filósofos de los capítulos anteriores dijeron contralas mujeres, y más generalmente a todos estos filósofos. En cualquiercontexto, la Historia de la Donzella Teodor es la historia de una translatiostudii, en la cual el prestigio intelectual pasa de tres hombres relativamentemayores a una mujer joven. Cuando leemos Teodor en el contexto deBocados (o Bocados en el contexto de Teodor), la translatio studii es aunmás impresionante: Tarsiana supera no sólo a los tres sabios de la corte sinoa todos los filósofos masculinos. Lo reconoce finalmente Abraán, el tercersabio: «Señor, sed cierto que sabe esta donzella más que non yo e aun ninquantos sabios vós tenedes»26.

Tal desenlace efectúa un cambio radical en nuestra lectura de la obra.Es conocidísimo que la conclusión de una obra literaria influye retrospec-tivamente en el entendimiento de lo que la precede27. Francomano tienerazón al sostener que la presencia de Segundo, obra indiscutiblementemisógina, como último capítulo da a Bocados, retrospectivamente, un airegeneral de misoginia, pero los manuscritos de Bocados que terminan conel «Capítulo que fabla de los enxemplos e castigos de Teodor la donzella»(o título parecido) tienen aire muy distinto y nada misógino. No entiendopor qué Francomano supone que los dos grupos de manuscritos son equi-valentes. Me parece que nos ofrecen lecturas alternativas, contra las mujereso a favor de ellas (los manuscritos que no tienen ninguno de estos capí-tulos finales no parecen interesarse por la cuestión). Los datos codicoló-gicos son importantísimos, y hay que interpretarlos con mucho cuidado.En este caso no nos dicen mucho de cómo se leía Teodor en el siglo XV,pero sí nos dicen mucho de las posibles maneras de leer Bocados.

26. Véase Historia de la Donzella Teodor, ed. I. J. Rivera & D. M. Rogers, pág. 16.27. Véanse Barbara Herrnstein Smith, Poetic Closure: A Study of how Poems End,

Chicago: University of Chicago Press, 1968; David William Foster, «Closure in the EarlySpanish Ballad», en Ballad and Ballad Research: Selected Papers of the International Confe-rence on Nordic and Anglo-American Ballad Research, University of Washington, Seattle,May 2-6, 1977, ed. Patricia Conroy, Seattle: University of Washington, págs. 136-146. Reimpr.en Journal of the Rocky Mountain Medieval and Renaissance Association, 1 (1980), págs.29-37; Alan Deyermond, «Narrativas abiertas y narrativas cerradas en la poesía medievalcastellana», en Tipología de las formas narrativas breves románicas medievales, ed. PalomaGracia & Juan Paredes, Granada: Universidad, 1998, págs. 21-53.

CONTEXTOS DE LA «HISTORIA DE LA DONZELLA TEODOR» 237

APÉNDICE

ALAN DEYERMOND238

NOTICIA SOBRE EL ESTUDIO Y EDICIÓN DE UNACOLECCIÓN DE MILAGROS MARIANOS MEDIEVALES:

EL C-1 DE LOS MILAGROS DE NUESTRASEÑORA DE GUADALUPE

Mª. EUGENIA DÍAZ TENA(Universidade do Porto)

L AS COLECCIONES O narraciones de milagros marianos fueron un géneroliterario muy productivo durante la Edad Media y en los siglos XVIy XVII, pero han estado –y siguen estando– condenadas al ostracismo

y obligadas a permanecer en la sombra alargada de la literatura hagiográ-fica1. Desde la perspectiva de un nuevo milenio nos gustaría defender lapertinencia del estudio y edición de las colecciones de milagros marianosmedievales y llamar la atención sobre la pobreza editorial de épocas ante-riores en este terreno, pues cuando pensamos en milagros marianos circuns-critos a la Península Ibérica, las referencias más importantes son las Cantigasde Santa María de Alfonso X y los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalode Berceo, como si –exceptuando estos dos casos– el género del milagromariano no existiera. Olvidamos que santuarios tan importantes como el de

1. Hagiografía y colecciones de milagros son géneros afines por su intención didác-tica, por su contenido piadoso, por la intervención divina; pero nosotros, siguiendo los plan-teamientos desarrollados por Jesús Montoya (Las colecciones de milagros de la virgen en laEdad Media. El milagro literario, Granada: Universidad de Granada, 1981) y por Uda Ebel(Das altromanische Mirakel; Ursprung und Geschichte einer literarischen Gattung, Heidel-berg: C. Winter, 1965), preferimos considerar la independencia del milagro literario –mariano–respecto del género hagiográfico.

239

la Virgen de Montserrat, el de Nuestra Señora de la Peña de Francia o NuestraSeñora del Pilar, eran importantes centros de peregrinación en los que serecopilaban, conservaban y difundían estas colecciones de milagros marianos.Esta falta de ediciones nos impide tener una visión más alargada del milagromariano medieval, sus motivaciones, funciones…

Añadiremos a esta lista de lugares santos el monasterio extremeño deNuestra Señora de Guadalupe, en el que se custodia una importantísimacolección de milagros marianos, un total de nueve códices que contienenunos 1800 textos de milagros obrados por intercesión de la Virgen, bajo laadvocación de Guadalupe, desde principios del siglo XV hasta el primercuarto del XVIII. Por lo que respecta a los milagros del siglo XV –que juntoa los del XVI son los más numerosos2–, cuatro son los códices del archivoque contienen los milagros de este periodo:

– Códice 1: comprende los milagros datados entre 1412 y 15033.– Códice 2: milagros de 1412 a 1460.– Códice 3: milagros de 1490 a 1503.– Códice 4: milagros de 1460 a 1490.

El más completo y, tal vez, el más perfecto de todos estos manuscritoses el códice 1. Por ello nos hemos decidido a editarlo en su totalidad –connotas textuales y literarias– y a realizar un amplio estudio de la fuente ysu contenido, del fenómeno de la religiosidad popular en Guadalupe, dela constitución de esta colección de milagros y su uso por parte de losJerónimos, y de las diferentes temáticas de los milagros partiendo de lacomparación con otras colecciones «canónicas» ya estudiadas.

Daremos, a continuación, noticia de la fuente y su contenido y el procesotextual de la colección.

ESTUDIO DE LA FUENTE

A lo largo de los siglos se han cometido errores importantes al describireste códice –que pretendemos rectificar con el trabajo que estamos reali-zando–, los cuales conciernen principalmente a la datación de los milagros

2. Los milagros del siglo XVI están siendo estudiados por Françoise Crémoux.3. Este códice contiene 244 milagros, uno de ellos repetido.

Mª. EUGENIA DÍAZ TENA240

contenidos en el mismo, pues la mayoría de los investigadores o estu-diosos han creído a pie juntillas la inscripción que aparece en el lomo delmanuscrito: «Milagros de Nª Señora de Guadalupe. Desde el año 1407 hasta1497» y ese exceso de confianza ha impedido que se constatara la fechareal del primer milagro incluido en el códice, que no es de 1407 sino de1412. Es muy probable que al realizarse la encuadernación del manuscritohayan confundido el X de la numeración romana con un V, la diferenciaentre ambas grafías es bastante pequeña pero una vez que nos familiari-zamos con la escritura del amanuense y analizamos la continuidad de lasfechas de los milagros, nos percatamos de esa pequeña diferencia. Otrodesacierto se produce en la indicación de la fecha del milagro más antiguodel manuscrito, que no es de 1497 como se indica en la encuadernaciónsino de 15034.

Se ha convertido en una especie de tradición señalar el final del siglo XVo el principio del XVI como el momento de composición del C-15. Graciasal contacto directo con el manuscrito y al inestimable dictamen de PedroCátedra García, hemos podido establecer que la compilación del manus-crito debió iniciarse entre los años 1440 y 1450 y que los milagros de lasegunda mitad del siglo se irían incorporando en fechas bastante cercanasa la de la llegada de los peregrinos o romeros6 con sus milagrosos testi-monios.

El códice C-1, antiguamente H-4, es un manuscrito en pergamino conletra gótica redonda que comenzaría a escribirse entre 1440 y 1450 y seconcluiría a principios del siglo XVI, el texto está escrito con tinta negra yen las iniciales y encabezamientos se usa rojo y azul. Sus medidas son 22cm x 29 cm y está formado por 266 folios numerados + 6 folios sin nume-ración + 2 folios de guardas.

La encuadernación en cuero sobre tablas con filigranas grabadas estábastante deteriorada y podría datarse entre los siglos XVII y XVIII, en todocaso sería una encuadernación realizada durante el último período de exis-tencia de la encuadernaduría del Real Monasterio de Nuestra Señora de

4. Este equívoco fue enmendado por Antonio Ramiro Chico en «Nueve códices de mila-gros de Nuestra Señora de Guadalupe», Guadalupe, 668 (1984).

5. Es la fecha indicada por fray Isidoro Acemel, «Historia de los Milagros de la Santí-sima Virgen de Guadalupe», Revista El Monasterio de Guadalupe, 1 y siguientes (1916-1917),pág. 15, y por Antonio Ramiro Chico en el artículo citado en la nota anterior.

6. En el manuscrito aparece normalmente la denominación romero, aunque en lossiglos XV y XVI ambas palabras significaban prácticamente lo mismo: Françoise Crémoux,Pèlerinages et miracles à Guadalupe au XVIe siècle, Madrid: Biblioteca de la Casa de Veláz-quez, 2001.

«LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE» 241

Guadalupe7. En el lomo puede leerse «Milagros de Nª Señora de Guada-lupe. Desde el año 1407 hasta 1497».

Las guardas del principio y del final, que tienen el tamaño de un folioen A3, están colocadas en posición horizontal, una parte queda pegada alcuero de la encuadernación y la otra parte queda suelta, y podrían ser latabla alfabética de un libro teológico, probablemente unas Distinctiones.En la parte superior derecha del folio vuelto de guardas aparece manus-crita una frase con letra muy posterior a la del manuscrito, muy probable-mente del siglo XVII, esta letra es exactamente igual a la que aparece en laprimera hoja de guarda del códice manuscrito titulado Historia y milagrosde Nuestra Señora de Guadalupe8.

Los folios del códice están constituidos por dos columnas y la caja deescritura de cada una de ellas mide 7cm x 20 cm, aunque puede habervariaciones mínimas en algunos folios. Hay una media de 35 renglones encada columna.

El manuscrito está dividido en tres partes:a) La primera parte (fols. 1ra-12vb) contiene la fundación y leyenda de

la santa casa de Nuestra Señora de Guadalupe y está compuesta por uncuadernillo cosido formado por 6 bifolios (= 12 folios). El primer folio noestá numerado y en el segundo encontramos una numeración en romanosen el margen superior derecho, podemos decir con bastante seguridad queesta numeración es coetánea al manuscrito. En el margen inferior derechodel primer folio hay una numeración posterior en arábigo, hecha con lápizde carboncillo y que continúa hasta el final del códice. Probablementealguno de los investigadores que ha trabajado con el manuscrito a lo largodel siglo XX ha osado dejar su huella para la posteridad. Dicho investi-gador, no sólo introdujo esta numeración en arábigo sino que también

7. Fray Sebastián García, Los miniados de Guadalupe. Catálogo y museo, Sevilla:Ediciones Guadalupe, 1998; Guy Beaujouan, «La Bibliothèque et l’école médicinale dumonastère de Guadalupe. Al’aube de la renaissance», en Médecine humaine et vétérinaireà la fin du moyen âge, editado por Guy Beaujouan, Yvonne Poulls-Drieux & Jeanne MarieDureau, Ginebra: Droz, 1966, págs. 371-415.

8. Este códice se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid, signa-tura 1176, se trata de un códice del siglo XVI constituido por 308 folios + 6 hojas de guardas(3+3) y que mide 210x150, la encuadernación es de pergamino sobre cartón y conservarestos de correillas de la época y mide 220x155. En el Archivo del Monasterio de Guada-lupe existe una reproducción fotográfica del original (O.F.M./Lib.287-I, 288-II, 289-III). La notamanuscrita a la que nos referimos dice: «N3. Este libro está prohibido por no tener auctorni impresión».

Mª. EUGENIA DÍAZ TENA242

escribió con lápiz de carboncillo junto a algunos de los milagros la palabra«no». Hay indicios que nos llevan a pensar que esa persona pudo ser frayIsidoro Acemel, quien en 1916 comenzó a transcribir en la revista El Monas-terio de Guadalupe9 algunos de los milagros de este códice. A título deprueba apuntamos el hecho de que Acemel no publicó los milagros quetienen un «no» escrito en los márgenes del códice.

b) La segunda parte la componen las tablas de milagros que no vannumeradas, pues con toda probabilidad se han escrito y cosido posterior-mente y se han incluido entre la parte de la leyenda y la de los milagros.La letra es diferente a la de la leyenda y a la de los milagros, es una góticamás pequeña y las letras están más juntas o apretadas. Está formada estasegunda parte por dos cuadernillos: un bifolio suelto cosido a un segundocuadernillo compuesto por dos bifolios, lo cual da un total de seis foliosde tablas.

c) La tercera parte (fols. 13ra-266vb) es la que contiene los 244 milagros–uno de ellos repetido como veremos más adelante– y en ella se retomala numeración en romanos abandonada en la parte de la leyenda ytambién la numeración arábiga a lápiz. En esta parte aparecen reclamos enla parte inferior del folio, centrados entre las dos columnas. La composiciónde los 26 cuadernillos que forman la parte de los milagros es la siguiente:

– Primer cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 13r a 22v, reclamoen el 22v.

– Segundo y tercer cuadernillo: se han cosido juntos formando unbicuadernillo. El segundo está formado por cinco bifolios, folio 23ra 32v, reclamo en el 32v; el tercero también está formado por cincobifolios, folio 33r a 42v, reclamo en el 42v.

– Cuarto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 43r a 52v, reclamoen el 52v.

– Quinto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 53r a 62v, reclamoen el 62v.

– Sexto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 63r a 72v, reclamoen el 72v.

– Séptimo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 73r a 82v, reclamoen el 82v.

9. Fr. Isidoro Acemel, «Historia de los Milagros de la Santísima Virgen de Guadalupe»,Revista El Monasterio de Guadalupe, 1 y siguientes (1916-1917).

«LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE» 243

– Octavo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 83r a 92v, reclamoen el 92v.

– Noveno cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 93r a 102v, reclamoen el 102v.

– Décimo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 103r a 112v,reclamo en el 112v.

– Décimo primer cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 113r a 122v,reclamo en el 122v.

– Décimo segundo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 123r a132v, reclamo muy borroso en el 132v. En este cuadernillo falta lanumeración de los nueve milagros que contiene, que serían losmilagros CXLIX a CLVII.

– Décimo tercer cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 133r a 142v,reclamo en el 142v. La numeración de los milagros es erróneadebido a la omisión cometida en el cuadernillo anterior, así que enlugar de ser el número CLVIII, el primero de este cuadernillo, es elCXLIX.

– Décimo cuarto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 143r a 152v,reclamo en el 152v.

– Décimo quinto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 153r a 162v,reclamo en el 162v.

– Décimo sexto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 163r a 172v,reclamo en el 172v.

– Décimo séptimo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 173r a182v, reclamo en el 182v.

– Décimo octavo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 183r a 192v,reclamo en el 192v.

– Décimo noveno cuadernillo: cuatro bifolios cosidos, folio 193r a200v, no hay reclamo.

– Vigésimo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 201r a 210v,reclamo en el 210v. En la primera columna del folio 209v sólo haycinco líneas escritas, el resto de la columna está en blanco.

– Vigésimo primer cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 211r a220v, no hay reclamo. El folio 220v está en blanco.

– Vigésimo segundo cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 221r a230v, reclamo en el 230v. La numeración a lápiz está mal, puesnumera el folio 221r como si fuera el 201. Inmediatamente se dacuenta de su error y al llegar al folio 223r vuelve a coincidir lanumeración en arábigo con la romana.

Mª. EUGENIA DÍAZ TENA244

– Vigésimo tercer cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 231r a240v, reclamo en el 240v.

– Vigésimo cuarto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 241r a250v, reclamo en el 250v.

– Vigésimo quinto cuadernillo: cinco bifolios cosidos, folio 251r a260v, reclamo en el 260v. El folio 252v está en blanco.

– Vigésimo sexto cuadernillo: tres folios cosidos, folio 261r a 266v,no hay reclamo.

– Mención especial merece el cuadernillo décimo quinto, ya que alfinal del folio 153v aparece una inscripción que dice:

¶Antes que se lean los milagros si-guientes ·∫· Pero Fernández e c· se hande leer los que comiençan en un milagro

que comiença Duarte de Ormondea fojas CC e XXI a tal señal @fasta en fin del libro e luego

∫ tornar aquí a este ∫

Así que tras esta indicación tenemos que saltar hasta el cuadernillovigésimo segundo del códice y leer hasta el final del mismo. El dichomilagro de Pero Fernández aparece repetido en el folio 265r –es el últimodel códice– y acompañado de la siguiente nota marginal: «De aquí avéisde tornar a CLIIII, al miraglo de Pero Fernández, por manera que elmiraglo que se sigue no se ha de leer por que a las dichas CLIIII hojasestá mejor».

También sería conveniente señalar que la numeración de los milagros sólollega hasta el folio 192r, lo que significa que hay diecinueve milagros sinnumeración en la parte final del códice. El último milagro numerado esel CLXXXXI cuya numeración real, por el problema de omisión consta-tado en el cuadernillo décimo tercero y mencionado anteriormente, seríaCCXXV.

EL PROCESO TEXTUAL

Por el trabajo realizado hasta ahora, hemos podido comprobar que elproceso textual de estos milagros es poco claro y que entre los miles dedocumentos del A. M. G. no encontramos ninguno o casi ninguno, a pesar

«LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE» 245

de nuestra insistencia10, que nos pueda dar pistas o nos hable claramentedel proceso de constitución de la colección. Françoise Crémoux ha inten-tado resolver este enigma principal en su tesis de habilitación11, pero hastaque no consigamos elaborar una hipótesis debidamente documentada nopodremos establecer de forma precisa el proceso textual que nos conducehasta esta colección de nueve códices de milagros marianos.

Una hipótesis sobre el proceso seguido para la producción de los códicesde milagros de la Virgen de Guadalupe: de lo que no cabe duda es de queen ese proceso siempre se hallará un doble plano de intervención, en elque conviven lo popular y lo oral junto a lo culto y la escritura:

– El peregrino llegaba al monasterio y narraba en público el milagroque se había obrado en él, normalmente iba acompañado portestigos que daban fe del mágico suceso;

– mientras, uno de los frailes jerónimos tomaba nota del milagro.– Estos testimonios eran firmados posteriormente por el beneficiarioy sus testigos12.

– Y más tarde uno de los frailes lo redactaba por extenso.

Estamos convencidos de que en esa segunda redacción o proceso dereescritura13 llevado a cabo por el fraile responsable de ese menester se dabael paso de lo popular a lo literario, y no sólo se modificarían cuestionesestilísticas, sino que es muy probable que el religioso introdujera datos desu cosecha para embellecer o hacer más ameno el relato. Y sin duda, la

10. Existe un Libro de oficios, el códice 99 del Archivo del Real Monasterio de Guada-lupe. Entre las obligaciones de los jerónimos que se describen en él, no encontramosninguna referencia al deber de registrar los milagros que cuentan los romeros que seacercan hasta allí.

11. Françoise Crémoux, Les strates du sacré: les miracles de Nuestra Señora de Guada-lupe et leur reécriture (XVe-XVIIe siècles), inédito, 2002, págs. 9-10.

12. Perdidos entre los legajos del Archivo del Real Monasterio de Guadalupe hemosencontrado dos de estos testimonios firmados, uno del siglo XVI y otro del XVIII, su estadode conservación no es muy bueno. Desconocemos los motivos por los que no se han encon-trado o conservado más, porque lo que es obvio es que tuvo que haber cientos de ellos.Es la única y novedosa documentación del proceso textual que podemos aportar por elmomento.

13. Françoise Crémoux, «La reescritura como instrumento de formación religiosa: elcaso de las relaciones de milagros de Guadalupe», en Actas del IV Congreso InternacionalAISO, tomo I, editado por Mª. Cruz García de Enterría & Alicia Cordón Mesa, Alcalá deHenares: Universidad de Alcalá de Henares, 1998, págs. 477-484.

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cosecha del religioso encargado de la reescritura de los milagros podía sermuy abundante, pues el Real Monasterio de Guadalupe tenía su propioscriptorium14, pergaminería, enquadernaduría15 y una vasta biblioteca16.No debemos olvidar que estos milagros eran un poderoso instrumentopropagandístico, totalmente controlado por los frailes, que ayudaba a «enri-chir la ‘légende’ du sanctuaire, à augmenter au fil des ans la popularité dela Vierge de Guadalupe et sa sphère d’attraction, c’est-à-dire, en fin decompte, à rendre ce lieu de plus en plus commun»17.

Todos los milagros de la colección, siguen los mismos mecanismos depresentación formal:

– Encabezamiento, en el que ya aparece, grosso modo, el tema delmilagro.

– Presentación del peregrino receptor del milagro: nombre y lugarde procedencia.

– Desarrollo del milagro: el romero narra en primera persona lo quele sucedió.

– Conclusión: el peregrino reconoce y agradece los poderes de media-ción de la Virgen de Guadalupe y dice que por eso acude enromería a su santuario.

– En último lugar se suele dar la fecha de llegada del romero almonasterio.

Los temas más recurrentes son la liberación de cautivos, la ayuda ensituaciones de peligro y enfermedad y las resurrecciones, principalmente deniños. El tema de la liberación de cautivos interesaba de manera especial

14. Carlos Villacampa, «El scriptorium del Monasterio de Guadalupe como centro decultura y actividades artísticas», Revista El Monasterio de Guadalupe, 265-269 (1939). Villa-campa fue archivero y bibliotecario del Real Monasterio de Guadalupe y el tema del scrip-torium guadalupense fue el elegido para su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillanade Buenas Letras.

15. Libro de oficios, C-99 del A. M. G.16. Guy Beaujouan, «La Bibliothèque et l’école médicinale du monastère de Guadalupe.

A l’aube de la renaissance», en Médecine humaine et vétérinaire à la fin du moyen âge, editadopor Guy Beaujouan, Yvonne Poulls-Drieux & Jeanne Marie Dureau, Ginebra: Droz, 1966, págs.371-415; J. Carlos Vizuete Mendoza, «La biblioteca de Guadalupe: un reflejo de la espiritualidadjerónima», en En la España Medieval V. Estudios en memoria del profesor don Claudio Sánchez-Albornoz, Madrid: Universidad Complutense, 1986, II, págs. 1335-1346.

17. Françoise Crémoux, «Le sanctuaire, un lieu commun dans l’Espagne du XVIe siècle?Hommes et femmes dans l’espace sacré de Guadalupe», Pandora, 1 (2001), págs. 219-230.

«LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE» 247

al monasterio de Guadalupe, pues durante mucho tiempo los jerónimos seafanaron en el rescate de estos a cambio de dinero, esto explica el aumentoespectacular de cautivos que llegaban al monasterio de Guadalupe arras-trando sus cadenas para dar gracias a la Virgen; y el gran número de mila-gros con esta temática que se hayan en toda la colección18.

¿Por qué estudiar este códice de milagros marianos? Dice JesúsMontoya que

si el milagro literario cubrió en sus principios una necesidadpastoral, poco a poco fue adquiriendo dimensiones más ampliasy de superior categoría, resultando ser estas breves narracionesfiel reflejo –speculum– de la vida del hombre sobre la tierra;expresión de un anhelo, de una esperanza. El milagro literariovenía a expresar que Dios podía saldar la precariedad con queel hombre vivía en este mundo19.

Las colecciones de milagros exaltan al intercesor entre Dios y el hombre,en este caso a la Virgen, bajo la advocación de Guadalupe. Crean, además,una gran tensión dramática, pues la expectación se mantiene hasta el finalde la narración, hasta el momento en que se produce el milagro y la anéc-dota se eleva a la categoría de alabanza divina, que es el objetivo final dela narración del milagro.

Además, estas colecciones de milagros marianos medievales –a tenor delo visto en el códice 1– nos permiten conocer toda una serie de costum-bres, usos y actitudes reveladoras de ese tiempo, que nos posibilitan larealización de un análisis de estas breves narraciones desde un punto devista antropológico. Podremos, incluso, analizar los datos históricos quenunca faltan en los milagros de esta colección: la expulsión de los judíos, laliberación de cautivos en África… Conseguiremos también describir de formadetallada al peregrino del siglo XV y ver si la fractura historiográfica haceque el peregrino del XV sea más romero que peregrino en el siglo XVI20, a lavez que podremos analizar los itinerarios de estos viajes. A nivel cultural y

18. Pilar González Mondino, «La virgen de Guadalupe como redentora de cautivos», enLa religiosidad popular II: vida y muerte, coord. Carlos Álvarez Santalo, María Jesús Buxó &Salvador Rodríguez Becerra, Barcelona: Anthropos, 1989, págs. 461-471.

19. Jesús Montoya Martínez, Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media(El milagro literario), Granada: Universidad de Granada, 1981, pág. 10.

20. Françoise Crémoux, Dévotions et prátiques d’écriture en Espagne aux XVIe et XVIIe

siècle: lectures du miracle, inédito, 2002, pág. 13.

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literario estos milagros muestran una indudable proximidad con el cuentoy los motivos folklóricos, como ya hemos demostrado en otras ocasiones21.

La edición de la colección de milagros del XV nos permitirá, asimismo,estudiar los cambios temáticos y de intereses que se producen entre los mila-gros del siglo XV y los del XVI, es decir, la fractura historiográfica existenteen este aspecto, ya que las distintas guerras de estos siglos marcarán latemática de muchos de ellos y en el siglo XVI será fundamental la ideo-logía de la Contrarreforma.

No debemos perder de vista la importancia de la impronta popular enestos relatos, los cuales, en las últimas etapas de su proceso textual, estarántocados por manos no tan populares, manos habituadas a tratar con loslibros, las de los monjes jerónimos. Los milagros, tal y como los contabanlos beneficiarios al llegar al monasterio de Guadalupe, procedieran delpunto geográfico que procedieran, eran una manifestación de religiosidadpopular, una forma de entender la vida y de estar en ella; pero además,son una muestra de cómo otro grupo de la pirámide social –el clero–entiende esas manifestaciones religiosas. A través de los ojos de los monjesde Guadalupe conocemos la religiosidad del pueblo, pero también cono-cemos la del caballero, la de la dama noble o la del mismísimo rey, porquelos milagros de Guadalupe no conocen las barreras sociales. Los jerónimos,al usar estas narraciones breves con fines dogmáticos y propagandísticos,han convertido al milagro en un relato cargado de cultura, de historia e,incluso, de tradiciones literarias.

Intentaremos, con el estudio y edición de este códice, recuperar la historiay la cultura del siglo XV, ya que ésta es una de las tareas más hermosas y

enriquecedoras que puede llevar a cabo el hombre y es una labor que nos ayuda a conocer al otro –sea quien sea y haya vivido

en la época en que haya vivido– y a nosotros mismos.

21. María Eugenia Díaz Tena, «El Otro Mundo en un milagro mariano del siglo XV»,Península (Revista de Estudos Ibéricos), 2 (2005), págs. 25-43.

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LA ÉTICA DE LAS CONVERSACIONES AMENASEN EL LIBRO DE BUEN AMOR

JAVIER DURÁN BARCELÓ(Biblioteca General Histórica, Universidad de Salamanca)

E N LAS JOCOSAS confesiones de sus enamoramientos, el Arcipreste deHita encomia la belleza moral de las nobles dueñas. Algunos de losvocablos que emplea, como los adjetivos «mesurada», «donosa» y

«donable», han venido suscitando cuestiones de interpretación. Con objetode aclarar su significado, me planteo la hipótesis de si Juan Ruiz alaba sudisposición virtuosa en la práctica del humor y de lo risible. Con términossimilares elogia lo que obtuvo en el primer episodio «de cómo el arciprestefue enamorado»:

77cd sienpre avía della buena fabla e buen riso,nunca ál fizo por mí nin creo que fazer quiso1.

La primera dama tan sólo le otorga: «buena fabla y buen riso». Másadelante, la monja doña Garoza, hablando con la alcahueta, pone lasiguiente condición a la entrevista con el arcipreste: «fablarme ha buenafabla, non burla ni picañas» (1493c). La advertencia llega a su destina-tario en el habla de Trotaconventos: «mas catad non le digades chufas depitoflero» (1495c). Según esto, buena fabla sería conversación amena sinburla, picardías, ni bromas de chocarrero. El sintagma buen riso nos lo

1. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, edición de Alberto Blecua,Madrid: Cátedra, 1995.

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aclara Alfonso de Palencia al definir: «iocus: es dulçe burla, e cortesanía,e palabras de riso» (223b)2. Algunos de estos «juegos», o palabras de «buenriso» quedan ilustrados durante la discusión acerca de las pretensionesamorosas del arcipreste habida entre la primera hidalga y la alcahueta(coplas 82-102). La señora razona con comparaciones agudas y con losgraciosos exempla del león doliente, y de la tierra que bramando muchono parió más que un pequeño ratón, y concluye: «escarnio fue de reír |sus bramuras e espantos en burla fueron salir» (100c-d). Los silogismosretóricos de la dómina se interrumpen para que el narrador amplíe ladescripción moral:

96 Como la buena dueña era mucho letrada,sotil e entendida, cuerda e bien messurada, dixo a la mi vieja, que le avia enbïada,esta fabla conpuesta de Isopete sacada.

Los adjetivos «letrada», «sotil», «entendida», «cuerda», «bien mesurada»,inciden en las habilidades retóricas de la dueña, instruida en la tradiciónliteraria del Isopete. De modo que es adecuado el apelativo letrada, queNebrija traduciría, hacia 1495, como «litterata»3, vocablo latino que Palencia(250b) definía: «enseñada en las letras». Es la dueña sotil, «subtilis» en Nebrija,«aguda en arguyr» en Palencia (478d); y entendida, «intelligens»; y cuerda,«cordata», o «dispuesta para seguir la prudencia» (Palencia, 94d). El sintagmabien mesurada implica, como veremos, una noción de virtud como elec-ción de una vía media de acción entre dos extremos. Este retrato se amplíaen las estrofas que describen a la segunda amada del arcipreste:

168 Dueña de buen linaje e de mucha nobleza,todo saber de dueña sabe con sotileza,cuerda e de buen seso, non sabe de vil·lezamuchas dueñas e otras, de buen saber las veza.

Superior a la primera, esta segunda amada de alcurnia recibe alabanzaspor su sotileza (168b), «subtilitas» o «agudeza»; así como por su cordura oprudencia al no incurrir en vileza (168c) o torpeza en la conversación;de modo que solía dejar a todas las damas de su clase enseñadas y

2. Alfonso de Palencia, Universal Vocabulario en Latín y en Romance, Impressit apudHispalim: Paulus de Colonia alemanus cum suis socijs, 1490.

3. Antonio de Nebrija, Vocabulario, Salamanca: s.n., c. 1495. Ejemp. BNE I-1778(2).

JAVIER DURÁN BARCELÓ252

admiradas (168d). Su buen trato y alegre conversación se amplifica enla cuaderna siguiente:

169cd cortés e mesurada, falaguera, donosa,graçiosa e donable, amor en toda cosa.

Los adjetivos donosa y donable han planteado entre los glosadores dela copla algunas cuestiones de interpretación, ya sea por la polisemia delprimero, ya por la rareza del segundo. En su edición del Libro en 1967,Corominas glosaba donosa: «generosa, dadivosa, amiga de hacer favores»4.En el diccionario etimológico de 1954, Corominas apoyaba la interpreta-ción «generoso» en los versos 627a-b: «el alegría al omne fázelo apuesto efermoso, | más sotil e más ardit, más franco e más donoso»5. En 627b,«sotil» y «ardit» son cualidades del razonamiento, como también lo son, enmi opinión, cualidades del habla «franco» y «donoso». En este aspecto, nodifiere de los versos 169cd, los cuales el mismo diccionario etimológicode 1954 citaba para sugerir que donoso tiene ya en Juan Ruiz el sentidomoderno de «gracioso». La rectificación hecha por Corominas en su ediciónse refleja en la paráfrasis inglesa del Libro de Buen Amor por RaymondWillis en 1972, cuando comparamos la copla 581, el retrato de doña Endrinaque repite el estereotipo de la segunda dueña en la copla 169 arriba citada:

581cd cortés e mesurada, falaguera, donosa,graçiosa e risueña, amor en toda cosa.

Como son estrofas idénticas, excepto por la sustitución de «donable»por «risueña», la paráfrasis debería leer casi igual. Sin embargo, Willis traduceen 169c donosa, como «open-handed» (y en 1340b, que también lee donosas,traduce «generous»); mientras que en 581c opta por «witty». Acierta Williscon esta voz inglesa clave en el arco semántico de lo risible6. Las cuali-dades que Juan Ruiz alaba en la «buena fabla» servirán, por ejemplo, aAlfonso de Baena para recomendar al poeta cortesano: «que sea noble fidalgo,e cortés, e mesurado, e gentil, e graçioso, e polido, e donoso, e que tenga

4. Juan Ruiz, Libro de Buen Amor, editado por Joan Corominas, Madrid: Gredos, 1967.5. J. Corominas, Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana, Madrid:

Gredos, 1954. Cf. Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, edición de Jacques Joset, Madrid:Espasa-Calpe, 1974, pág. 69.

6. Libro de Buen Amor, edited with an introduction and English paraphrase, byRaymond S. Willis, Princeton: University Press, 1972.

LA ÉTICA DE LAS CONVERSACIONES AMENAS EN EL «LIBRO DE BUEN AMOR» 253

miel e açúcar, e sal, e ayre e donayre en su razonar»7. El término que mejorcalifica este género de razonamiento, donoso, en el Vocabulario de Nebrijase interpreta: «facetus, salsus, festiuus, comis». En el Universal Vocabularioen Latín y en Romance, la definición de «festiuus, i.e. homo iocundus,facetus, iocosus», se romancea: «ombre festiuo, es gasaioso, donoso,plaziente en fablar» (159d). En la de comis (86d), leemos que es: «compuesto,y cortés, y benigno, y donoso, y tratable, y suaue». En la de facetus (151d):«donoso que con gesto y con fechos aproeua las juegos y dichos»; y elfemenino faceta significa: «cortés, palantiana, gratiosa, plazible, bien acos-tumbrada» –obsérvese que aquí «donosa» se sustituye por «plazible», en latíniocosa–. El palentino utiliza «donoso» al traducir el grupo de comparativossinónimos «facetior, hilarior, iocundior, gratiosior», esto es: «más donoso, másalegre, más plazible, más graçioso». La cuarta acepción apuntada por Nebrijaes salsus, «salado» en Palencia (430b). A estos cuatro adjetivos se le puedensumar otros dos. En la entrada del adjetivo griego «ilaris», o «hilaris» escritocon aspiración, Palencia traduce: «quiere dezir donoso, gozoso, plazentero,que se le muestra en la fruente el alegria» (203d); y en la de lepidus, apren-demos que: «es blando, dulce, grato, plaziente, suaue; viene de lepos -oris,que quiere dezir dulçe fabla, y suaue eloquençia, y cortesano fablar, y donosorazonamiento en las burlas» (241b). El vocablo «donoso» se localiza ademásen la definición de orador, que es «el bien fablante, y donoso y eloquente»(328d); y en la del verbo iocari, donde leemos: «jugar, es prouocar unos conotros gasaiado a todos plazentero con palabras donosas» (223b). Dada lacoincidencia de contexto y vocabulario entre Juan Ruiz y el Cancionero deBaena, no hay por qué dudar que las acepciones palencianas de «graciosa»,«salada», «cortés», «palanciana», «placiente», «placentera», o «placible» en elsentido latino de iocosa, aclaran el juanruiciano donosa.

Para apostillar el raro adjetivo donable en 169d se ha recurrido a laetimología. Cejador, en su edición del Libro de Buen Amor, en 1913, seesforzaba por explicarlo así: «donable de amor, como amable, es el dignode ser amado; donable es digno de que se le dé, de dones, aquí, de quese le dé el amor, de que se le ame y corteje, ó doñee»8. El primero endesmarcarse de esta conjetura fue Chiarini, en su edición de 1964, dondeapostilla en italiano: «donable», «allegra» –y se pregunta– «cioè pronta aldonaire?» El crítico italiano sostiene su interpretación en el verso 581d,

7. Cancionero de Baena, reproducción facsímil del único manuscrito de la BibliothèqueNationale, prólogo de Henry R. Lang, New York: Hispanic Society of America, 1926, fol. 3v.

8. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, edición y notas de Julio Cejadory Frauca, Madrid: La Lectura, 1913, 2 vols.

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arriba citado, donde, en un contexto idéntico, donable es sustituida porrisueña9. También abandona Corominas la conjetura de Cejador por infun-dada, y en lugar de acudir a la etimología, atiende al contexto para apos-tillar que donable parece ser «graciosa, garbosa, alegre». Con un métodosimilar, Willis tradujo graciosa y donable: «gracious and witty»10. En defensade Chiarini, encuentro al menos un ejemplo de uso castellano anterior aJuan Ruiz. Ocurre en uno de los productos del taller historiográfico alfonsí,la Crónica de veinte reyes. Al describir las «buenas maneras» que estabaadquiriendo en su educación el jovencísimo rey Alfonso VIII de Castilla,se cuenta que: «fue muy franco e muy donable». Voz que, en su edición deltexto, César Hernández glosa: «donoso»11. Son sin duda sinónimos «donable»y «donoso» en todas sus acepciones, como lo son los adjetivos «plaziente»,«plazentero» y «plazible» empleados arriba por Palencia para traducir iocosus.

El adjetivo «donable» tendría un origen culto. Juan Gil de Zamora loemplea en el sentido de «bienhechor» o «donoso» al enunciar las cualidadesdel rey mago «Melchior, quod interpretatur misericors et donabilis»12. De hecho,la noción de los donabilia es un aspecto de la duración, uno de los cuatro atri-butos del bonus amor que enumera Raimundo Lulio en el Ars amativa boni(III. 3.2)13. San Agustín, en el De Trinitate (V.15.16) expone que el Espí-ritu Santo es amor y es don, y por naturaleza es donabile, «otorgable», puesexiste desde la eternidad como donable antes de ser donado. En las explica-ciones del De Trinitate por Petrus Lombardus en las Sententiae (Lib. I, dist.18), se emplea trece veces la voz donabilis con la acepción de «otorgable».Santo Tomás, en su Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo (lib. I,

9. Libro de Buen Amor, edizione critica a cura di Giorgio Chiarini, Milano: RiccardoRicciardi, 1964, versos 695 y 2343.

10. Juan Ruiz, Libro del Arcipreste, también llamado Libro de buen amor, edición sinóp-tica de Anthony N. Zahareas, con la colaboración de Thomas McCallum, Madison: Seminaryof Medieval Studies, 1989, glosa donable, «ingeniosa, alegre». Gerald Burney Gybbon-Mony-penny, en su edición del Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, Madrid: Castalia, 1988, enpág. 143n, resume las apostillas de Corominas y Cejador, pero en el vocabulario al finalglosa donable: «gracioso, tratable». Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, edición de AlbertoBlecua, revisada por Margarita Freixas, Barcelona: Crítica, 2001, glosa donable: «risueña».

11. Crónica de Veinte Reyes, edición coordinada por César Hernández Alonso, Burgos:Excelentísimo Ayuntamiento de Burgos, 1991, libro XIII, cap. IX, págs. 274 y 293.

12. Cf. Fernando Lillo Redonet, Juan Gil de Zamora: sermonario inédito; introduc-ción, edición y comentario de siete de sus sermones, Memoria de licenciatura dirigida porCarmen Codoñer Merino, Universidad de Salamanca, 1993, sermón IV, de los Reyes Magos,pág. 83.

13. Cf. Raimundi Lulli Opera latina, t. XXIX, 46-48, editado por Marta M. M. Romano& Francesco Santi, Turnhout: Brepols, 2004, págs. 188-189.

LA ÉTICA DE LAS CONVERSACIONES AMENAS EN EL «LIBRO DE BUEN AMOR» 255

d.18, q.1, art.1) asienta la doctrina de que el Espíritu Santo es don, y lo esen esencia, ya antes de ser dado, porque procede como donable desde laeternidad. También San Buenaventura expone la doctrina de que el EspítuSanto «emana de manera donable» en sus Commentaria in quatuor librosSententiarum Petri Lombardi (lib. I, d. 18), donde «donabilis», empleado sieteveces, concurre con donabilitas, sinónimo de liberalitas. Otro comenta-rista de Pedro Lombardo, Pierre d’Aureil diferencia entre el acto y la aptitud.Auréolo compara el don y lo donable con el acto ocasional de reírse y conla aptitud de lo risible, que es de naturaleza permanente14.

Si la teología escolástica ilumina magníficamente el significado de«donable», la filosofía moral cortesana aclara los adjetivos graciosa y bienmesurada. La «mesura» es un comodín ideológico que calibra todos losactos de la vida en común. Así, entre los castigos dirigidos por Don Amora nuestro arcipreste oímos la copla:

553 En todos los tus fechos, en fablar e en ál,escoge la mesura e lo que es cumunal: como en todas cosas poner mesura val,así sin la mesura todo paresçe mal.

El parámetro de la «mesura» surge cuando se reconocen dos alterna-tivas de conducta extremas y opuestas entre sí, y entre ellas un curso mediode acción. Cuáles sean en cada escenario los extremos dependerá de lo quese considere más «cumunal» (553b). Una obra citada por el Arcipreste deHita en los preliminares para justificar la alegre materia de su libro (44),los Castigos de Catón, nos enseña que debemos sintonizar el estilo de lorisible según donde estemos:

Sey sabido do diuieres, y haz toda mesura,con locos haz locura, y con los cuerdos cordura.Esfuérçate quanto pudieres, de auer esta natura:a dó jugaren juega, a dó burlaren burla15.

Como un resumen de este mismo castigo, articula Juan Ruiz el panegí-rico de Don Melón de la Huerta: «con los locos fázese loco, los cuerdos d’él

14. Petrus Aureolus, Commentariorum in primum librum Sententiarum pars prima,Romae: ex Typographia Vaticana, 1596, Lib. I, d. XIV. art. 3, pág. 390aF, Biblioteca Nacionalde España, 3/54556-7.

15. Castigos y ejemplos de Catón, Medina del Campo: Pedro de Castro, 1543, fol. a7r.BNE, R-3145.

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bien dixieron» (728c). Es fácil agrupar bajo esta dicotomía las voces juan-ruicianas del campo semántico de las conversaciones que, en palabrassuyas, nos dan «solaz» (12; 1633). En el lado de la cordura está el verbo«jugar», en el sentido original de «iocari», y los sustantivos «juego», «joguete»,y en algunos casos «burla», así como «joglar» y «juglería». En el lado de lalocura clasifico el verbo «escarneçer», y los sustantivos «truhán», «albardán»,«caçurro», «escarnio», «chufa», «chufeta», y la «burla» propiamente dicha. Ladicotomía se convierte en una tríada si añadimos un extremo defectuosoque se pronuncia, en los serranillas y en las fábulas con burros (894a; 899;979c; 981d), como antífrasis del «juego», rusticidad e incapacidad de reírse.A corroborar esta terna de virtudes y defectos en lo risible nos ayuda el Aris-toteles Latinus escolástico, y, mejor incluso, el Aristóteles romanceado corte-sano. El tecnicismo aristotélico que denomina la disposición media virtuosaen las conversaciones amenas, «eutrápelus» (Ética a Nicómaco, IV.8) seconserva latinizado en la versión latina más antigua, la Ethica Vetus (II)del siglo XII. En la nueva versión de Robert Grosseteste, en torno al 1247,se traduce «gratiosus». En el Commentum super Ethica (lib. IV, lect. XV),hacia 1248-1252, San Alberto Magno define «eutrápelus» con tres sinónimos:«modestus, gratiosus, gaudens». Pero la terminología más próxima a JuanRuiz se hallaba en anteriores paráfrasis semitas del texto aristotélico. En laconocida como Averrois Cordubensis in Moralia Nichomachia Expositio(libros II, y IV), traducida al latín en Toledo hacia 1240 para HermannusAlemannus, la situación social que Alberto Magno denomina «conversatiocum ludo», se llamaba con el verbo «iocantur», y su derivado «iocans» esvocablo más acertado que el «gratiosus» escolástico. Esta terminología sehabía extendido a la Summa Alexandrinorum, otro compendio árabe dela Ética a Nicómaco, traducido al latín en Toledo en 1243; el cual tambiénlee, en lugar de «gratiosus», las voces averroistas latinas «iocans» y «iocu-lator»16. Este compendio gozó de mayor éxito en la corte alfonsina. Tras unaembajada en Toledo, el estudioso florentino Brunetto Latini tradujo laSumma Alexandrinorum a la lengua francesa y la incorporó entre Li Livresdou Tresor (ca. 1260). La afortunada versión vernácula, en el campo semán-tico de las «choses de jeu et de solas», afrancesa el tecnicismo «eutropelos»;pues reserva para el que procura la risa en demasía el de «jougleour etmenestrier», y a su contrario, el rústico negado para la risa llama «forestierchampestre». La tríada gala revierte en la versión toledana del Libro del

16. Cf. Javier Durán Barceló, «Los juegos del gracioso en el Libro de Buen Amor», enActas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de Juliode 1998, editado por Florencio Sevilla & Carlos Alvar, Madrid: Editorial Castalia, 2000, I:Medieval y Siglo de Oro, págs. 117-125.

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Tesoro, traducida del francés por Alfonso de Paredes, con la salvedad deque en lugar del tecnicismo afrancesado «eutropelos», se prefiere el esco-lástico «gracioso», al menos en el capítulo introductorio sobre cómo reco-nocer la virtud en las «cosas de solaz & de juego»:

Aquel que tiene el medio entre cosas de solaz & de juego es llamadograçioso, et aquel que en esto se desmesura es dicho juglar & alvardán,& aquel que esto fallesçe es llamado montanero de los campos.

Más abajo, al entrar en materia, la situación convivial se especifica escue-tamente en la rúbrica «de compaña»; y ya no se usa la palabra «gracioso»,sino que se pone todo el énfasis en la cualidad de la mesura, y en eltérmino «mesurado»:

Onbre chufador & alegre es el que bive entre los onbres con sus artes[en francés ris] & con sus juegos, & que escarneçe de sy & de los suyos& de los otros. El contrario deste es el que se muestra sienpre triste &cruel & tiene la cara turvia & triste & que nunca se alegra entre losonbres nin quiere estar nin fablar entre aquellos que fazen alegria. Etaquel que tiene el medio entre estos es dicho mesurado commo aquelque usa destas cosas mesuradamente17.

El lenguaje castellano de Alfonso de Paredes, con el que se romanceaun descendiente de la arábiga Summa Alexandrinorum, anticipa el camposemántico juanruiciano de las conversaciones amenas. En este terreno, lamoral cortesana nos muestra que el «juglar», o «ioculator», puede oscilarentre la virtud y la demasía; pero no así el sintagma «bien mesurada», quees siempre sinónimo de «graciosa», bien sea en el sentido escolástico, biencon la inteligencia averroista de «iocosa». Tampoco cabe duda de que«donosa» y «donable» tienen ya en Juan Ruiz la acepción de «graciosa», segu-ramente por herencia de la prosa alfonsina. La conclusión es que, al tratarsede un discurso que procura el placer o el «solaz» mediante el arte de relatarcuentos o «juegos» risibles, en la «buena fabla» del arcipreste confluyen

como sinónimos los adjetivos «mesurada», «graciosa», «donosa», y «donable», con el sentido averroista latino de «placible», «jocosa».

17. Brunetto Latini, Libro del tesoro, versión castellana de Li Livres dou Tresor, ediciónde Spurgeon Baldwin, Madison: The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1989, lib. II, caps.16, 37, 74, y lib. III, cap. 42.

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CONCLUSIONES GENERALES DE LA TESIS DOCTORAL:EL ESTILO DE LAS OBRAS DE GONZALO DE BERCEO

Y SUS FUENTES: ANÁLISIS COMPARATIVO

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ PÉREZ(Universidad de Santiago de Compostela)

E L PRESENTE TRABAJO tiene como finalidad presentar las conclusionesgenerales de la Tesis Doctoral El estilo de las obras de Gonzalo deBerceo y sus fuentes: análisis comparativo, defendida el pasado mes

de marzo en la Facultad de Filología de la Universidad de Santiago deCompostela. Pero antes de pasar a éstas, nos ha parecido oportuno –amodo de introducción– incluir una serie de aspectos que ayudarána entender mucho mejor las ideas contenidas en esta disertación. Nos refe-rimos a los objetivos, estrategias metodológicas y contenidos básicos. Porconsiguiente, dividimos nuestro trabajo en dos grandes bloques: las cues-tiones previas y las conclusiones propiamente dichas.

CUESTIONES PREVIASOBJETIVOS

En esta investigación se pretende estudiar el estilo de las obras quecomponen el corpus berceano en relación con las fuentes que le sirvieronde base. Éste es, sin duda, uno de los aspectos más olvidados de la críticaberceana. Queremos saber hasta qué punto, en el campo estilístico (figuras

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y tropos retóricos) es deudor Gonzalo de Berceo con respecto a susmodelos literarios. Al final se determinaría si Berceo se inspiró o no en elestilo de las fuentes que tomó como referencia para construir el ornatusde todas y cada una de sus composiciones.

ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS

En esencia, nuestro método de trabajo tiene su raíz en la confrontaciónestilística de las composiciones berceanas con sus fuentes. Por la vía delanálisis retórico-textual, hemos intentado deslindar las aportaciones elocu-tivas propias de nuestro autor de aquellos otros elementos que adoptó desus referentes poéticos.

Dentro del campo de la adaptación del modelo literario, hemos diferen-ciado dos grandes categorías de ejemplos. En un primer momento hemosprestado atención a los ejemplos literales –resultado de la traductio adpedem litterae– que nos ofrece el corpus berceano con respecto a susfuentes, con la excepción de la Vida de Santa Oria –su modelo no seconserva– y los Loores de Nuestra Señora –debido a que la crítica todavíano la ha determinado. En estos dos casos sólo hemos examinado losllamados «ejemplos originales o imitativos» –más propios de la aemulatio.A lo largo de nuestro estudio, hemos comprobado cómo el número demuestras literales es bastante reducido, por lo que hemos preferido trans-cribirlas todas en esta parte del trabajo. Esto no ha sido así en la segundaparte del análisis, ya que la cantidad de ejemplos originales o imitativos esmuy elevada. Por este motivo, los hemos sometido a un proceso de selec-ción y hemos escogido los más significativos. Hemos ofrecido tanto ejem-plos berceanos como latinos en este apartado del análisis con el objetivo decontrastar ambas versiones y decidir si Berceo se inspiró o no en el estilode sus fuentes para elaborar el ornatus de sus poemas, objetivo y fin deeste trabajo.

Por último, hemos atendido también a otras composiciones contempo-ráneas de Berceo –el Libro de Alexandre, el Libro de Apolonio y la Vida deSanta María Egipciaca–, con sus respectivos modelos, para contextualizarlos usos estilísticos berceanos en el marco de la poesía romance de suépoca.

Dada la parquedad de la mayoría de los críticos berceanos al ocuparsedel estilo, hemos intentado superar las ideas parciales que la crítica haatribuido al ornatus de Berceo, prescindiendo de toda generalización,

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centrándonos por el contrario en la totalidad de sus obras, aspirando a laexhaustividad. Nuestra guía en todo momento ha sido la comparacióndentro del análisis de los textos. Por otro lado, hemos intentado cubrir –enla medida de nuestras posibilidades– las lagunas existentes en Santa Oriay los Loores, dos poemas que presentan una alta elaboración estilística, asícomo añadir nuevos datos sobre el estilo de las restantes obras del clérigoriojano. Para llegar a comprender su ornatus y determinar el grado dedependencia con respecto a sus modelos –objetivo y fin de nuestra inves-tigación– es imprescindible y necesario abordar su corpus en toda su exten-sión. Con este mismo propósito, hemos analizado el apartado de la elocutioen las diferentes obras que los estudiosos han señalado como fuentes lite-rarias de don Gonzalo.

CONTENIDOS BÁSICOS

1. Introducción. Estado actual de la cuestión (repaso de aquellos estu-dios que tratan sobre el ornatus, al igual que los que se refieren a la rela-ción entre la obra berceana y sus fuentes). También se estudian otrosaspectos fundamentales para entender y evaluar la personalidad literariade Berceo, como la biobibliografía de Gonzalo de Berceo y su forma-ción cultural, los modos de traducción en el Medievo, los géneros lite-rarios de su tiempo y su público, así como la finalidad de los poemasberceanos.

2. Análisis de figuras y tropos literarios. Bloque central y más importanteen el que se repasan uno a uno los distintos recursos retóricos empleadospor Berceo y sus fuentes. Por último, hemos atendido a otras composi-ciones contemporáneas de don Gonzalo, como el Libro de Alexandre, elLibro de Apolonio y la Vida de Santa María Egipciaca, con sus respectivosmodelos, para contextualizar los usos retóricos del clérigo riojano en elmarco de la poesía vernacular del Doscientos.

3. Conclusiones. Teniendo como referencia lo visto en el punto 2, se haintentado demostrar si, finalmente, don Gonzalo se inspiró o no en elornatus retórico de sus fuentes para elaborar el estilo de sus poemas.

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CONCLUSIONES GENERALES

El objetivo global de la presente tesis, en consecuencia, ha sido deter-minar hasta qué punto en el campo del estilo fue deudor Gonzalo deBerceo con respecto a los modelos que tomó como base para la redac-ción de sus diez poemas: ¿se limitó el clérigo riojano a calcar el estilo desus fuentes o más bien se apartó de sus modelos para crear composi-ciones «originales» en el dominio de la elocutio? Para responder a estacuestión, hemos partido de la distinción tradicional entre ornatus facilisy ornatus difficilis. En un primer momento, nos ocupamos de rastrearaquellos casos de coincidencia estilística entre Berceo y sus modelos, esdecir, los «ejemplos literales». Frente a éstos situamos los «ejemplos origi-nales o imitativos», los usos retóricos que don Gonzalo adoptó más libre-mente de sus fuentes latinas.

El número total de muestras literales en el conjunto de la producciónde Berceo asciende a ciento veintinueve casos. Visto así, el total repre-senta una cantidad elevada, pero esta afirmación debe ser matizada ytomada con cautela. El clérigo riojano, en lo que conocemos, compusomás de tres mil estrofas y trece mil versos –3.325 cuadernas y 13.300 versosalejandrinos–. A la luz de este dato, la importancia relativa de los ejem-plos literales disminuye. Además, no todos los recursos tienen el mismorango de importancia ni alcanzan el mismo grado de uso. Las simetrías deotra clase entre los poemas berceanos y sus modelos –sustantivos, adjetivosy verbos aislados o frases– son más frecuentes, pero no conforman ningúnprocedimiento literario concreto. Estas similitudes son normales en cual-quier proceso de traducción.

Los datos que arrojan los ejemplos originales o imitativos han sidoexaminados con mayor detenimiento, por su mayor variedad y grado deuso. En las diferentes obras latinas que don Gonzalo empleó como modelo,el uso de las figuras y tropos es bastante similar al caso de sus correlatosromances, según hemos constatado. Los valores poéticos que confiereBerceo a las distintas figuras y tropos son similares en todas sus obras, aligual que en sus fuentes latinas, con la excepción de algunos usos.

En general, las figuras de repetición –anáfora, polisíndeton, epanalepsis,traductio y homeotéleuton– manifiestan una finalidad semejante. No envano, pueden aparecer combinadas en una misma estrofa, según hemosdestacado en nuestro análisis. Con su empleo, se desea subrayar una ideaesencial en el contexto; además, colaboran a la cohesión temática y formalde la cuaderna que las alberga. El polisíndeton tiene un valor añadido, la

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marca de acumulación en enumeraciones, series de constituyentes descrip-tivos y en la suma de elementos antitéticos (pareja inclusiva) y sinonímicos(bimembración sinonímica).

Las figuras que integran la annominatio –políptoton y derivatio– tienencomo objetivo recalcar un determinado lexema, ya de acción verbal, yaléxico o pronominal y, por lo mismo, contribuyen a reforzar la unidadargumental y dispositiva.

En cuanto al parison, simetría de tipo sintáctico, sirve para otorgar alos versos afectados una mayor cohesión formal, unidad que trasciende alplano de los contenidos.

Pese a las apariencias, el asíndeton, una figura de omisión, comparte unamisma finalidad poética con el recurso contrapuesto, el polisíndeton: laausencia de conjunciones en una secuencia provoca un ritmo ágil y entre-cortado, pero esa misma economía de nexos contribuye a ligar de modomás inmediato los constituyentes de una serie.

El epíteto resalta una nota característica de los protagonistas de los dife-rentes poemas berceanos –San Millán, Santo Domingo, Santa Oria, SanLorenzo y la Virgen–, pero también de ciertos personajes secundarios delos textos. Por definición, los adjetivos o frases en función adjetiva queconforman el epíteto no añaden nuevas cualidades al sujeto en cuestión,sino que realzan un rasgo connatural de éste. Así, se logra una caracteri-zación esencial de los personajes a los que se aplica el epíteto. Su finalidades, por consiguiente, fundamentalmente descriptiva. De entre todos losepítetos del clérigo riojano, cabe individualizar la variante semántica del«epíteto épico-bélico»: una vez más, este elemento de contenido sedemuestra particularmente rico en evocaciones.

Las dos figuras lógicas –antítesis y sinonimia– comparten muchos desus rasgos y valores expresivos. A la finalidad propia de cada recurso –elvínculo de vocablos opuestos y sinónimos coordinados, como en la parejainclusiva y la bimembración sinonímica–, se deben sumar otros matices,como la posibilidad de formar un apoyo para la rima o, más importanteaún, la sutil caracterización de personajes, ambientes y situaciones.Tampoco conviene olvidar el significado catequístico y doctrinal de antí-tesis y sinonimia en numerosos contextos: la oposición entre el pecadoy la virtud, fundamento de la moral cristiana, se hallan en la base deestos usos retóricos.

La exclamación y la comparación, dentro de las figuras de diálogo yargumentación, manifiestan diversas funciones poéticas en el corpus dedon Gonzalo. La exclamación marca, por lo general, un contraste entre elfluir natural de los hechos –el tono enunciativo o neutro– y la emoción de

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los personajes o del mismo narrador –la tonalidad exclamativa. Los signifi-cados específicos de la emotividad discurren desde la alabanza, la gratitud,el dolor, la amenaza o los juramentos, al humor y la ironía. La comparaciónpermite aproximar la materia literaria a su público, haciéndola más inme-diata y comprensible. Pero las comparaciones también se usan en la descrip-ción de acciones, escenas y personajes, en donde aporta una caracterizaciónmás plástica y tangible. En este ámbito de la comparación, han sido seña-ladas algunas variantes semánticas como las analogías rústico-populares,bélicas y de luz o color.

Por lo que respecta a los sufijos diminutivos, se emplean para expresardeterminados matices y sentimientos a propósito de los personajes quepueblan los poemas berceanos. Por consiguiente, el diminutivo compartealgunos de los valores ya señalados para otras figuras de pensamiento,como el epíteto, la antítesis o la sinonimia. Además, puede utilizarse comosolución para la rima.

Dentro del ornatus difficilis, la antonomasia guarda muchos parale-lismos con el epíteto, si bien formalmente el tropo exige la sustitución delnombre propio. El apelativo por antonomasia designa una cualidad espe-cífica del sujeto en cuestión. Por tanto, este procedimiento destaca la notaesencial en la caracterización de los personajes.

La metáfora desempeña ciertas funciones ya señaladas para otrosrecursos, como las figuras lógicas o la antonomasia: todos estos procedi-mientos sirven a la representación oblicua de escenas, situaciones e indi-viduos. Gonzalo de Berceo cultiva los dos tipos formales de metáfora (inpraesentia / in absentia); y, desde la óptica de los contenidos, se vale devariedades tan fértiles como la metáfora rústico-popular y la bélica. Además,en algunos casos otorga al tropo un sentido catequístico. La alegoría, quepuede entenderse como una especie de metáfora continuada, presentamuchos puntos en común con este otro tropo, sobre todo en el aspectofuncional descriptivo y catequístico.

La sinécdoque y la metonimia inscriben sus manifestaciones en campossemánticos que pueden variar ligeramente de un poema a otro, comoocurre con las figuras lógicas, la comparación o la metáfora, recursos conlos que comparten asimismo las funciones expresivas. En particular, estosdos tropos se utilizan con frecuencia para la caracterización de personajes:la selección de una característica individual permite, además de designaral sujeto, destacar una de sus notas definitorias.

¿Hay grandes diferencias de estilo entre las obras de Gonzalo de Berceo?A la luz del examen previo, a grandes rasgos la respuesta es no. Seadvierten, en todo caso, pequeñas divergencias en la aplicación de algunos

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recursos –el epíteto, la antítesis, la sinonimia, la comparación, el sufijodiminutivo, la antonomasia, la metáfora o la alegoría–, ya sea en el gradode uso, ya en sus distintos valores poéticos. La explicación no se debebuscar en una sola causa, sino en la convergencia de varios agentes: lasdistintas fechas de composición, el estilo de los modelos latinos, el géneroliterario y la materia, así como la finalidad y el público al que iban dirigidasestas obras.

De entrada, es lógico pensar que la fecha de redacción determina dealgún modo el estilo de una serie de poemas. Teóricamente, puede supo-nerse que, cuanto más tardía sea una obra, tenderá tal vez a una mayorcomplejidad estilística, si bien no debemos descartar que, por el contrario,la escritura de un autor evolucione rechazando paulatinamente lo artifi-cioso.

La Vida de Santo Domingo, por ejemplo, presenta un grado de elabo-ración estilística mayor que los Milagros, pero la fecha de redacción delsegundo poema es posiblemente posterior. Con todo, prevalecen dema-siadas dudas con respecto a las fechas de redacción de las composicionesberceanas, por más que algunos estudiosos se hayan esforzado por aclararestos extremos. Dado que las distintas propuestas cronológicas, a menudocontradictorias, deben tomarse con suma precaución, no podemos fundarnuestras conclusiones sobre bases tan inseguras.

Las fuentes latinas en las que se basó Berceo para componer sus poemasinfluyeron de forma decisiva en el ámbito de la elocutio y éste es un hechoobjetivamente verificable: el grado de uso de un determinado recurso retó-rico en el modelo repercute sin ningún género de dudas en la versiónromance. De este modo, podemos explicar, por ejemplo, por qué en laVida de San Millán hay un mayor número de epítetos que en otras obrasberceanas o por qué en el Sacrificio de la Misa la alegoría tiene una inci-dencia que no se registra en otros poemas.

Otro condicionante del estilo es el género literario en que se inscribecada uno de estos poemas, así como su materia y finalidad.

Las Vidas berceanas se insertan en el género hagiográfico, obras cuyopropósito era doble: por un lado, la alabanza del santo; por otro, la ejem-plaridad. El santo es un modelo de comportamiento: su bondad, que elfiel debe imitar, se pone de manifiesto en los prodigios que realiza. Así,Berceo nos presenta a san Millán, santo Domingo, santa Oria e incluso sanLorenzo como ejemplos de conducta. Los Milagros de Nuestra Señora, encambio, pertenecen al género de las colecciones miraculísticas marianas,orientado a un fin encomiástico que buscaba estimular la devoción a laVirgen. Al exaltar la capacidad de María como intercesora, el poeta inscribe

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su obra en el campo del dogma religioso y de la divulgación doctrinal deri-vada, en gran parte, del IV Concilio de Letrán. El fin último de estos poemases, por lo tanto, la laudatio y el culto a la Virgen: son piezas panegíricas.

Imitatio frente a laudatio: ésta es la diferencia principal entre hagio-grafía y literatura mariana, puesto que ambos géneros comparten una inten-ción didáctica, por su contenido piadoso y por la intervención divina quecausa prodigios. Sin embargo, la estructura, el protagonismo y algunostemas son propios de cada modalidad. La implicación estilística que sepuede derivar de este hecho radica, por caso, en los diferentes valores delepíteto, la exclamación, el sufijo diminutivo o la antonomasia en unas y otrasobras, tal y como se ha demostrado a lo largo de esta tesis.

Muy vinculados al género se encuentran los móviles del autor y el tipode público al que se dirige la composición.

En líneas generales, se puede afirmar que Gonzalo de Berceo redactasus cuatro hagiografías para fomentar el culto a san Millán, santo Domingo,santa Oria y san Lorenzo. Sin embargo, algunos críticos como Dutton hanvisto en su producción unos fines menos altruistas y desinteresados, llegán-dose a afirmar que las Vidas de San Millán y Santo Domingo fueron escritascomo propaganda de los monasterios que albergaban sus reliquias, conun objetivo económico. Con todo, en la hagiografía del Medievo no resultaexcepcional que devoción y propaganda vayan de la mano. Si examinamosdetenidamente el contenido de las Vidas berceanas, vemos cómo predo-minan los propósitos catequísticos y la ejemplaridad del santo en sus facetasmoral, ascética y taumatúrgica.

Los poemas marianos, en contraste, tienen como objetivo fundamentalpotenciar el culto a la Virgen, menos apegado a un cenobio concreto.Aunque Brian Dutton1 haya querido ver móviles económicos incluso en losMilagros, su hipótesis tiene en este caso unos fundamentos poco sólidos.Por el contrario, María es en los Milagros la intercesora de los hombresante Dios, corredentora en el Duelo y coproganonista de la Historia de laSalvación de los Loores. El didactismo y los propósitos catequísticosdominan estas tres composiciones, al igual que las obras doctrinales.

Empleando la tipología de Lomax2, los tres poemas incluidos en el tercergrupo responden a las líneas de la literatura religiosa emanada de la reformalateranense: la homilética –Signos del Juicio Final– y la doctrinal –Sacrificio

1. Gonzalo de Berceo (Obras Completas I), La Vida de San Millán de la Cogolla,edición de Brian Dutton, Londres: Tamesis Books, 1967, pág. 172.

2. Derek W. Lomax, «The Lateran Reforms And Spanish Literature», Iberoromania, 1(1969), págs. 299-313.

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de la Misa (doctrina eucarística) e Himnos (doctrina trinitaria)–. Como conse-cuencia de estos objetivos, el público de las obras berceanas, lejos de serhomogéneo como algunos estudiosos pretenden, estaría integrado por elpueblo llano y los peregrinos –así, en Milagros, Santo Domingo, Martirio deSan Lorenzo–, los monjes y monjas del cenobio emilianense –Vida de SanMillán y Vida de Santa Oria–, sacerdotes y novicios en general –Sacrificiode la Misa– e incluso nobles y monarcas –Vida de Santo Domingo–.

Estos dos factores, móviles y público, contribuyen a explicar, porejemplo, por qué las antítesis y sinonimias tienen un valor catequísticosólo en determinados poemas –los más apegados al adoctrinamiento–, asícomo la distribución en el uso de las variedades rústico–popular y bélicade la metáfora –en las obras más «populares»– o la amplia incidencia queadquiere la alegoría en el Sacrificio de la Misa –un tropo del ornatus diffi-cilis para destinatarios teológicamente mejor formados.

En lo que atañe al estilo del Libro de Alexandre, Libro de Apolonio, Vidade Santa María Egipciaca y sus respectivas fuentes literarias, convienerecordar que nuestras conclusiones se refieren sólo a ciertos pasajes detales obras, aquellos que hemos considerado más oportunos para su compa-ración con los versos de Berceo.

Dos aspectos de estas obras deben ser destacados con relación a lapráctica literaria del clérigo riojano: por una parte, las líneas maestras delornatus retórico en cada caso; por otra, el grado de fidelidad de lasversiones romances respecto de sus modelos y el modo de traslación delestilo desde las fuentes.

¿Resulta muy diferente el método de traslación estilística empleado porestos autores y Gonzalo de Berceo? En vista de los datos que arrojan loscontextos analizados, cabe afirmar que Berceo participa de las mismas técnicasde adaptación estilística, si bien en distinto grado. El sistema de traducciónmás similar al berceano es el propio de la Vida de Santa María Egipciaca,que guarda una mayor fidelidad a su modelo incluso en el ornatus. Sinembargo, la versión de Berceo es más flexible: sin llegar a los extremos delAlexandre y el Apolonio, los poemas del riojano comparten con estas obrasel modelado retórico de las fuentes desde el principio de aemulatio.

Anteriormente quedó apuntada la posibilidad de que nuestro examenestilístico acaso pudiera iluminar los problemas de autoría señalados porAnthony Lappin3 para algunos poemas que se atribuyen a Gonzalo de

3. Anthony Lappin, «Problems in the attribution of works to Gonzalo de Berceo», enProceedings of the Bristol Texts and Manuscripts of Bristol, Bristol: Department of HispanicStudies, 39 págs. (13 y sigs).

«EL ESTILO DE LAS OBRAS DE GONZALO DE BERCEO Y SUS FUENTES» 267

Berceo. El modo de versión berceano es, en efecto, notablemente uniforme,con ligeras variaciones según la fuente, el género literario, los móviles yel público de cada composición. Sin embargo, la técnica de Berceo nodifiere en lo fundamental de las estrategias literarias de otros poetas máso menos coetáneos: en la poesía culta del siglo XIII se manifiestan ciertasconstantes en la adaptación de modelos foráneos, que dificultan el deter-minar tendencias individuales. Por consiguiente, pese a la innegable unidadde estilo de los poemas tradicionalmente atribuidos a don Gonzalo nopodemos afirmar con rotundidad que nuestro análisis haya aclarado sinlugar a dudas la cuestión de su autoría.

Al comienzo de esta tesis partíamos de un interrogante esencial: ¿es elestilo de Gonzalo de Berceo independiente del ornatus de sus fuenteslatinas? Frente al tópico arraigado en la crítica, es obvio que no: hemosconstatado cómo, salvo en el caso de la metonimia –ausente en los trecemodelos considerados–, la mayoría de los recursos estilísticos berceanostiene precedente en las fuentes de nuestro poeta. Y en este legado seincluyen procedimientos como las imágenes rústico-populares, bélicas ylumínicas o incluso el uso expresivo de los diminutivos, a menudo consi-derados como estandarte de la originalidad elocutiva del clérigo riojano.

Sin embargo, también se ha demostrado que el número de usos deestilo calcados literalmente de los modelos es muy bajo, si tenemos presentela extensión del corpus berceano: sólo ciento veintinueve ejemplos en untotal de 3.325 cuadernas. Además, hemos comprobado cómo las funcionesexpresivas de los recursos literarios de Berceo, aun compartiendo una basecomún, son más ricas que en sus fuentes.

¿Cómo podemos caracterizar, pues, el estilo de los poemas berceanos?A nuestro juicio, la solución se encuentra a medio camino entre la traduc-ción fiel y la adaptación innovadora.

Retomando la categorización de Rita Copeland4, que distingue entreuna traducción «primaria» y otra «secundaria» en el ámbito de la traslaciónvernácula medieval, consideramos que Gonzalo de Berceo trabaja máspróximo al primer modo. Las «traducciones primarias» declaran su deudacon respecto a su modelos, otorgándoles un estatus de auctoritas; en el casode nuestro poeta, esto se manifiesta en el uso recurrente de términos quealuden a las fuentes, como escriptura, dictado, escripto o cartelario. Lafidelidad berceana llega al extremo de no afirmar aquello que no figura en

4. Rita Copeland, Rhetoric, Hermeneutics, and Translation in the Middle Ages.Academic Traditions and Vernacular Texts, Cambridge: Cambridge University Press, 1991,págs. 93 y sigs.

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ PÉREZ268

sus modelos: el poeta no se siente investido de la autoridad suficiente paraincorporar nuevos elementos. Por añadidura, el servicio didáctico y exegé-tico de esta clase de traducciones también está presente en el corpusberceano.

Sin embargo, las traslaciones de nuestro poeta no deben calificarse deserviles ni literales (traductio ad pedem litterae). Hay un margen de flexibi-lidad que permite explicar las diferencias de estilo entre sus poemas y loscorrespondientes modelos, como los renovados usos que confiere a algunosprocedimientos retóricos. Cabe hablar, más bien, de un intento de supera-ción, fin y esencia de la aemulatio: Gonzalo de Berceo parte de los mismoselementos de estilo que sus fuentes, pero los recrea con sutil libertad.

El clérigo riojano no gesta un discurso descuidado ni al margen delregistro de sus modelos: emula el estilo de sus fuentes, procurando que susversos superen el ornatus de partida. En la teoría romana de la traducción–retomada y ampliada en el período medieval–, la elocutio forma parte dela praxis de la exercitatio. Bajo esta luz debemos interpretar y leer lascomposiciones de don Gonzalo. En el campo de la adaptación de unmodelo literario, en lo que atañe al estilo, la aemulatio es un proceso queparticipa de la gramática y la retórica. Gonzalo de Berceo siguió el patrónque le brindaban sus fuentes no sólo en los asuntos (inuentio) y la estruc-tura (dispositio), sino también en el dominio de la elocutio. En este sentido,la imitación de un estilo no supone una merma en la elaboración delornatus retórico; antes bien, Berceo logró crear, desde de la aemulatio,unos poemas estilísticamente muy elaborados.

Aemulatio y exercitatio gramatical y oratoria permiten, por último, unareflexión final sobre la teoría retórica que fundamenta el estilo de Berceo.En nuestra investigación, hemos recurrido a referentes clásicos –como laRhetorica ad Herennium–, a la gramática tardoantigua –así, el Ars maiorde Donato– y a la poética medieval –la Poetria nova de Godofredo deVinsauf–. Es imposible, sin embargo, determinar qué tradición escolar hadeterminado el ornatus berceano, porque éste nace de la práctica antes quede la teoría: el registro de Berceo es proyección del estilo de sus fuentes.Y a menudo se olvida que manuales como la Rhetorica ad Herennium(I, 2, 3) destacaron ya esta circunstancia: la retórica no sólo se aprehendedel estudio del ars, sino también de la imitatio de modelos y de la exer-citatio personal.

«EL ESTILO DE LAS OBRAS DE GONZALO DE BERCEO Y SUS FUENTES» 269

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA ENEL CANTAR DE MIO CID

LUIS GALVÁN(Universidad de Navarra)

L A CRÍTICA SOBRE el Cantar de mio Cid, a lo largo del siglo XX, ha idopasando de destacar su veracidad histórica en personajes y hechosa conceder un papel cada vez más importante a la imaginación y

elaboración artística, que moldea y unifica todos los elementos, tanto losreales como los no reales1. Con esta orientación, se han estudiado aspectoscomo la estructuración de la trama, las caracterizaciones (sobre todo laidealización y mitificación del héroe), y el aspecto ideológico de las alte-raciones de la historia real2. El objetivo de este trabajo es mostrar cómo se

1. Ver A. D. Deyermond, «Tendencies in Mio Cid Scholarship, 1943-1973», en Mio CidStudies, editado por A. D. Deyermond, London: Tamesis Books, 1977, págs. 13-47 (27).

2. Por ejemplo, Peter Dunn, «Theme and Myth in the Poema de mio Cid», Romania,83 (1962), págs. 348-369, y «Levels of Meaning in the Poema de mio Cid», MLN, 75 (1970),págs. 109-119; A. D. Deyermond, «Structural and Stylistic Patterns in the Cantar de mio Cid»,en Medieval Studies in Honor of Robert White Linker by His Colleagues and Friends, editadopor Brian Dutton, J. Woodrow Hassell Jr. & John E. Keller, Valencia: Castalia, 1973, págs. 55-71; Julio Rodríguez Puértolas, «El Poema de mio Cid: nueva épica y nueva propaganda», ensu Literatura, historia, alienación, Barcelona: Labor, 1976, págs. 21-43; Roger M. Walker,«The role of the King and the poet’s intention in the Poema de mio Cid», en Medieval HispanicStudies presented to Rita Hamilton, editado por A. D. Deyermond, London: Tamesis Books,1976, págs. 257-266; Thomas Hart, «Characterization and plot structure in the Poema de mioCid», en Mio Cid Studies, editado por A. D. Deyermond, London: Tamesis Books, 1977, págs.63-72; María Eugenia Lacarra, El «Poema de mio Cid»: realidad histórica e ideología, Madrid:Porrúa Turanzas, 1980; Alberto Montaner, «El Cid: mito y símbolo», Boletín del Museo e Insti-tuto Camón Aznar, 27 (1987), págs. 121-340.

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unifican trama, carácter del héroe e ideología en el motivo de la funda-ción de una sociedad ideal en Valencia, poniendo de relieve los elementosimaginativos convencionales3. En esta perspectiva se integran algunosrasgos del Cantar que se han considerado inusuales dentro de la épica,como la importancia de las cuitas familiares y el final feliz4. Se ha obser-vado que estos dos últimos rasgos los comparte con la Odisea y con loslibros de aventuras griegos; en el contexto de la Edad Media castellana, hacepensar en el Libro de Apolonio y el Libro del caballero Zifar, entre otrasobras. Desde este punto de vista, es notable la coincidencia del Cantar conlas observaciones de Northrop Frye sobre el romance y la comedia: la formaconvencional del romance es la aventura o demanda (quest), con las fasesde viaje peligroso, combate crucial y exaltación del héroe, y algunas varie-dades de romance ponen en primer plano la defensa de una sociedad feliz;en la comedia, una figura central construye su propia sociedad, lucha contrauna fuerte oposición, expulsa a quienes pretenden disuadirlo o explotarlo,y logra el triunfo5. La aportación metodológica que pretendo hacer consisteen valorar la importancia de las formas arquetípicas de la imaginación parainterpretar el Cantar y relacionarlo con otras obras de tema y origen dife-rentes, mostrando algunas claves de su pervivencia y universalidad6.

3. Como dice Lacarra (El «Poema de mio Cid», pág. 160), al héroe ideal correspondeuna sociedad ideal. Michael Harney ha analizado con conceptos sociológicos y antropoló-gicos la actividad del Cid y la sociedad que configura en torno de sí (sobre los aspectosutópicos, ver especialmente «Movilidad social, rebelión primitiva y la emergencia del estadoen el Poema de mio Cid», en Mythopoesis: Literatura, totalidad, ideología, editado por JoanRamon Resina, Barcelona: Anthropos, 1992, págs. 65-101 (82-87); Kinship and Polity in the«Poema de mio Cid», West Lafayette: Purdue University Press, 1993, págs. 208-229). Es máscorriente que los estudios señalen cómo el Cantar idealiza las instituciones de Castilla, o cómoel Cid hace que dichas instituciones alcancen su nivel ideal (P. Dunn, «Theme and Myth», págs.350, 360-61; T. Hart, «Characterization and plot», pág. 71; Joseph Duggan, The «Cantar demio Cid»: Poetic Creation in Its Economical and Social Contexts, Cambridge: CambridgeUniversity Press, 1989, págs. 146-47).

4. Ian Michael, «Epic to romance to novel: Problems of genre identification», Bulletin ofthe John Rylands University Library of Manchester, 68 (1985-1986), págs. 498-527 (507); M.Harney, Kinship and Polity, pág. 14; T. Hart, «Characterization and plot», pág. 64; Alan Deyer-mond, «The Close of the Cantar de mio Cid: Epic Tradition and Individual Variation», en TheMedieval Alexander Legend and Romance Epic: Essays in Honour of David J. A. Ross, editadopor Peter Noble, Lucie Polak & Claire Isoz, Millwood (NY): Kraus, 1982, págs. 11-18 (12).

5. Northrop Frye, Anatomy of Criticism, Princeton: Princeton University Press, 1957,págs. 43, 187 y 200-01.

6. Véanse además otras aproximaciones a elementos convencionales de la épica ydel Cantar en particular: A. D. Deyermond y Margaret Chaplin muestran la relevancia de losmotivos folklóricos en la épica castellana medieval («Folk-motifs in the medieval Spanish

LUIS GALVÁN272

HACIA LA UTOPÍA

Al comienzo del Cantar, el Cid se encuentra enajenado de su sociedadpor una orden injusta del rey Alfonso. Esta es una de las formas típicas dela opresión que las figuras con autoridad suelen ejercer al comienzode los conflictos cómicos y románticos7. El Libro de Apolonio se desenca-dena por el abuso criminal del rey Antíoco; el caballero Zifar sufre unextrañamiento por la malquerencia de cortesanos envidiosos, queconvencen al rey para que desprecie al héroe (lo mismo pasó a Amadís deGaula en la mitad de su carrera). El Cid se encuentra en una situaciónsemejante a la de Zifar, pero el Cantar coincide con el Apolonio en lainfluencia ominosa, aunque distante, que ejerce el rey malvado en lasprimeras etapas.

El destierro causa al Cid determinadas carencias, que son el motivodesencadenante de la acción narrada8. El Cid carece, ante todo, de morada,por la orden de destierro, endurecida con la prohibición de darle acogiday ayuda: sale de Vivar, atraviesa Burgos y tiene que acampar en las afueras«como si fuese en montaña» (v. 61). Sin lugar de reposo, está abocado a unmovimiento incesante: «allí piensan de aguijar», «por Burgos aguijaba», «MioCid e sus conpañas cavalgan tan aína», «pora San Pero de Cardeña, cuantopudo espolear» (vv. 10, 51, 214, 233). Carece de una mesnada suficiente, puesal principio solo lo acompañan sesenta caballeros (v. 16)9. Carece debienes, de provisiones y dinero; los remedios, como el abastecimiento que

epic», Philological Quarterly, 51 (1972), págs. 36-53); Deyermond examina la forma parti-cular que tienen en el Cantar algunas convenciones épicas («The Close of the Cantar de mioCid»); Montaner analiza el Cantar a la luz de estructuras míticas («El Cid: mito y símbolo»);Gifford y Pedrosa utilizan el concepto antropológico del don (Douglas J. Gifford, «Un ratónen la cerveza», en Actas del Sexto Congreso Internacional de Hispanistas, editado por AlanM. Gordon & Evelyn Rugg, Toronto: University, 1980, págs. 325-328; José Manuel Pedrosa,«El Cid Donador, o el Cid desde el comparatismo literario y antropológico», en El Cid: de lamateria épica a las crónicas caballerescas, editado por Carlos Alvar, Fernando GómezRedondo & Georges Martin, Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá, 2002, págs. 295-323).Pedrosa señala también paralelos de la literatura universal.

7. N. Frye, Anatomy, págs. 163-65, 190-91 y 199.8. A. Montaner, «El Cid: mito y símbolo», pág. 312; Theresa Ann Sears, «Echado de

tierra»: Exile and the Psychopolitical Landscape in the «Poema de mio Cid», Newark: Juan dela Cuesta, 1998, págs. 9-13.

9. Agradezco al profesor Alberto Montaner la aclaración de que «sesenta caballeros»no implicaría estrictamente sesenta individuos, porque cada caballero llevaría un tren deservicio; ver además su análisis de las cifras de la mesnada y de la proporción en queaumenta («El Cid: mito y símbolo», págs 294-96).

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 273

proporciona Martín Antolínez y los seiscientos marcos que se obtienen deRachel y Vidas, son parciales y de poco alcance. En San Pedro se separade su familia, lo cual genera una carencia con implicaciones sentimentalesprofundas: «agora nos partimos, Dios sabe el ayuntar. | Llorando de los ojos,que non viestes atal, | así s’parten unos d’otros commo la uña de la carne»(vv. 373-75).

En esta situación, el Cid forma una serie de expectativas y proyectos:servir a su mujer y casar a sus hijas, recompensar a sus benefactores ycompañeros, aumentar la mesnada (vv. 251-60, 282-84, 300-03, 388-89). Loprimero que se verifica es el crecimiento de la mesnada: a los sesenta delprincipio se unen ciento quince caballeros que parecen salir de Burgos(vv. 290-98), y luego otras «gentes… de todas partes» (vv. 395, 403); al salirde Castilla cuenta trescientos caballeros más un número indeterminado depeones (vv. 417-19). Todos marchan apresuradamente: «antes queanochesca, piensan de cavalgar […]; | andidieron de noch, que vagar nose dan» (vv. 432, 434);

en Castejón no podriemos fincar,[…]Vanse Fenares arriba cuando pueden andar,trocen las Alcarrias e ivan adelant,por las cuevas d’Anquita ellos passando van. Passaron las aguas, entraron al campo de Torancio,por esas tierras ayuso cuanto pueden andar (vv. 531-46).

Este movimiento da fruto: «grandes son las ganancias que priso por latierra do va» (v. 553). La repetida y detallada mención de las ganancias harecibido ya suficiente comentario para que baste con mencionarla aquí10.Añádase la alegría que causa: «traen oro e plata que no saben recabdo […].| grant á el gozo mio Cid con todos sos vassallos» (vv. 799, 803).

La ganancia permite al Cid remediar carencias y cumplir proyectos, perosolo en parte. Destina una suma de dinero a su familia, esperando llegara enriquecerla (vv. 820-25). La mesnada aumenta, porque acuden másgentes, deseosas de medrar: doscientos caballeros y otros peones (vv. 916-18). Crece su poderío para dedicarse a la presa, lo cual les procura más

10. Ver, por ejemplo, Miguel Garci-Gómez, «The Economy of Mio Cid», en Romance Epic:Essays on a Medieval Literary Genre, editado por Hans-Erich Keller, Kalamazoo: Medieval Inst.Pubs. & W. Michigan Univ., 1987, págs. 227-236; J. Duggan, The «Cantar de mio Cid», págs.16-29.

LUIS GALVÁN274

ganancia y alegría, pero así es imposible establecer una morada: «qui enun logar mora siempre lo so puede menguar» (v. 948). La pérdida iniciales, en estas circunstancias, irremediable; por eso, la situación no es deltodo satisfactoria, y el Cid la asume de manera provisional: «abremos estavida mientra ploguiere al Padre Santo, | commo qui ira á de rey e de tierraes echado» (vv. 1047-48). Es una vida dura; hay que combatir siempre: «Amenos de lid aquesto no s’partirá»; «si en estas tierras quiséremos durar |firmemientre son éstos a escarmentar» (vv. 1106, 1120-21); el ritmo de lavida está alterado, declara el narrador: «en tierra de moros, prendiendo eganando, | e durmiendo los días e las noches trasnochando, | en ganaraquellas villas mio Cid duró tres años» (vv. 1167-69).

VALENCIA COMO UTOPÍA

Inmediatamente después de la conquista de Valencia, hay un cambiode actitud: «Alegre era el Campeador con todos los que ha, | cuando suseña cabdal sedié en somo del alcácer. | Ya folgava mio Cid con todas suscompañas» (vv. 1219-21). Por si alguien no estuvo atento, el narrador lorepite poco después: «Mio Cid don Rodrigo en Valencia está folgando» (v.1243). Ha pasado del movimiento al reposo: ha remediado la carencia detierra11. El discurso de Álvar Fáñez al rey lo señala y añade otro aspecto:

Echástesle de tierra, non ha la vuestra amor;maguer en tierra agena, él bien haze lo so:ganada a Xérica e a Onda por nombre,priso a Almenar, e a Murviedro, que es miyor,assí fizo Cebolla e adelant Castejóne Peña Cadiella, que es una peña fuert;con aquestas todas de Valencia es señor (vv. 1325-31).

Efectivamente, el Cid no solo se ha establecido en Valencia sino queademás ejerce en ella una autoridad independiente: promulga normas paraasegurar la permanencia del asentamiento, y erige un obispado. Como esbien sabido, este hecho y el seguir reservándose la quinta parte de cada

11. Maurice Molho, «Inversión y engaste de inversión: notas sobre la estructura del Cantarde mio Cid», en Organizaciones textuales, textos hispánicos, Toulouse: Université de Toulouse-Le Mirail, y Madrid: Universidad Complutense & UNED, 1981, págs. 193-208 (200-01).

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 275

botín conseguido ponen de manifiesto que el Cid asume prerrogativasreales, pese a las numerosas declaraciones de vasallaje12. En este punto seencuentra en una situación parecida a la del caballero Zifar, quien, salidode su tierra y separado de la familia, sube al trono del reino de Menton.

El Cid procede a reconstruir en torno a sí la sociedad que la ira regiale había arrebatado. Preparó la toma de Valencia con pregones para atraermás guerreros (vv. 1187-1207); una vez conquistada, realiza un censo: «tresmill e seiscientos avié mio Cid el de Bivar, | alégras’le el coraçón e tornós’a sonrisar: | –¡Grado a Dios, Minaya, e a Santa María madre, | con máspocos ixiemos de la casa de Bivar!» (vv. 1265-68). De Vivar salieron exac-tamente sesenta caballeros, es decir, la compaña del Cid se ha elevado alcuadrado.

También ha crecido en otros aspectos: «Los que fueron a pie cavallerosse fazen; | el oro e la plata ¿quién vos lo podríe contar? | Todos eran ricoscuantos que allí ha» (vv. 1213-15). Otras veces se ha hablado de la ganancia,pero por primera vez se dice que los peones se han hecho caballeros.Como es sabido, no se trata de un mero detalle, sino que implica unamejora en la condición social13; cuando menos, se va a terminar una desi-gualdad señalada anteriormente por el Cantar: los peones recibían la mitadque los caballeros en el reparto del botín (vv. 512-14).

En Valencia, también por primera vez, reciben tierras los guerreros:«casas e heredades de que son pagados» (v. 1246b). Así cumple el Cid unode sus proyectos al partir de Castilla: «Yo ruego a Dios e al Padre spirital,| vós que por mí dexades casas e heredades, | enantes que yo muera,algún bien vos pueda far, | lo que perdedes, doblado vos lo cobrar» (vv.300-03).

Por último, la posesión de Valencia le permite recuperar a su mujer ehijas. Esa circunstancia se hace constar en varias conversaciones. El Ciddice a Álvar Fáñez: «que a grand ondra vernán | a estas tierras estrañasque nós pudiemos ganar» (vv. 1280-81); Álvar Fáñez, al rey: «saldrién delmonesterio do elle las dexó | e irién pora Valencia al buen Campeador»(vv. 1352-54); Álvar Fáñez, a doña Jimena: «el rey por su merced sueltasme vos ha | por levaros a Valencia, que avemos por heredad» (vv. 1400-01); el Cid, a su familia: «entrad conmigo en Valencia la casa, | en estaheredad que vos yo he ganada» (vv. 1606-07), etc. La visión desde el alcázar

12. M. E. Lacarra, El «Poema de mio Cid», págs. 39-44.13. Nilda Guglielmi, «Cambio y movilidad social en el Cantar de mio Cid», Anales de

Historia antigua y medieval, 12 (1963-1965), págs. 43-65 (págs. 45-46); M. E. Lacarra, El«Poema de mio Cid», págs. 161-62.

LUIS GALVÁN276

de Valencia, con la ciudad, el mar y la huerta, con notas de extensión,elevación y alegría (vv. 1610-17), es un punto cenital, opuesto al nadir dela salida al destierro. También en este momento la trayectoria del Cid esparecida a la de Zifar, quien recobró a su mujer y sus hijas siendo rey;Apolonio de Tiro, al contrario, primero reunió a su familia y después volvióa ocupar el trono.

El Cid trata a la servidumbre de su familia como ha tratado a su mesnada.Procura su ascenso social y su enriquecimiento, estableciendo lazos matri-moniales entre las dueñas y los guerreros:

Rogad al Criador que vos biva algúnt año,entraredes en prez e besarán vuestras manos.[…]Ya mugier doña Ximena, ¿no m’lo aviedes rogado?Estas dueñas que aduxiestes, que vos sirven tanto,quiérolas casar con de aquestos mios vassallos;a cada una d’ellas doles dozientos marcos,que lo sepan en Castiella a quién sirvieron atanto (vv. 1754-67).

Así consolida la posesión de la tierra, pues se crean nuevas familias enella14; pero hay un aspecto más, pues el Cid se refiere inmediatamente alas expectativas de boda de sus hijas (vv. 1768). Semejante asociaciónmuestra que piensa en guerreros y dueñas de servicio como en su propiafamilia; el héroe aparece como solícito cabeza de una extensa familiafeudal15.

En resumen, el Cid ha fundado su propia sociedad, remontando todaslas dificultades y remediando las carencias iniciales. Se trata de una sociedadrica en tierras y dinero por méritos propios, con tendencias igualitarias ycon estrechos lazos personales al modo de una familia extensa16. Tal es el

14. Nilda Guglielmi, «Cambio y movilidad social», pág. 64; Sears, «Echado de tierra»,pág. 63.

15. M. Harney, «Movilidad social», pág. 85; Georges Martin, «Structure de la parenté etrégimes de la dépendance politique», Histoires de l’Espagne médiévale (historiographie, geste,romancero), Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 11 (1997), págs.153-67 (163-64). Martin ofrece un análisis semántico e ideológico de las relaciones fami-liares en el Cantar.

16. Lacarra señala que la movilidad social en el Cantar tiene límites infranqueables:los personajes mejoran su condición (riqueza, caballos) sin salir del estamento al que perte-necen (El «Poema de mio Cid», págs. 115-17, 160-63). Sin embargo, Harney matiza que algunasdiferencias se deben a motivos prácticos y a méritos personales (los puestos de capitanes

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 277

fruto de la actividad heroica, y el héroe se identifica completamente conél: «E yo fincaré en Valencia, que mucho costado m’ha, | grand locura seriési la desenparás; | yo fincaré en Valencia, ca la tengo por heredad» (vv. 1470-72), «Con afán gané a Valencia e éla por heredad, | a menos de muert nola puedo dexar» (vv. 1635-36).

UTOPÍA Y REALIDAD

La utopía cidiana está situada en medio del mundo real, y tiene quevérselas con vecinos reales. De un lado, los musulmanes tratan de recu-perar la tierra que han perdido, con tres asaltos dirigidos por el rey deSevilla, el rey Yúcef y el rey Bucar. Nunca parece que estos enemigos exte-riores sean una verdadera amenaza; el Cid reacciona con el espíritu de «Amás moros, más ganancia» (vv. 1647-50, 2315-16), y la guerra se convierteen un espectáculo17.

Del otro lado, la tierra del Cid linda con la del rey Alfonso. Aunque enesta se produjo la desolación inicial, ya no supone peligro, una vez que elCid se ha asentado en Valencia y va amainando la ira regia. Sin embargo,el Cantar hace hincapié en la distinción y separación geográfica de losdos territorios. Presenta más por extenso la zona fronteriza, mientras que«el reino de Alfonso VI, Castilla incluida, está siempre visto como un mundolejano»18. Durante el viaje de doña Jimena y sus hijas, se marcan repetida-mente dos hitos: hasta Medina se extiende la protección del rey Alfonso,y desde Molina, gobernada por Avengalvón, comienza la del Cid (vv. 1382,1450-52, 1484-85, 1540-45). Más tarde, para las vistas donde se ha de forma-lizar el perdón, el Cid escoge un lugar fronterizo, «sobre Tajo, que es unagua cabdal» –por más que se declare dispuesto a entrar en la tierra deAlfonso, «si quisiesse el rey» (vv. 1950-55)–; así, tanto el rey como el Cidtienen que desplazarse.

en la mesnada), que otras (la de peones y caballeros) llega a borrarse, y que en Valenciano se afirma una estratificación rígida («Class Conflict and Primitive Rebellion in the Poemade mio Cid», Olifant: A Publication of the Societe Rencesvals, American-Canadian Branch,12 (1987), págs. 171-219 (198); Kinship and Polity, pág. 209).

17. T. A. Sears, «Echado de tierra», págs. 56-58.18. Diego Catalán, El Cid en su historia y sus inventores, Madrid: Fundación Ramón

Menéndez Pidal, 2002, págs. 146-54 (150).

LUIS GALVÁN278

Valencia ejerce un atractivo sobre las gentes del rey19. En las primerasetapas, parecen haber sido caballeros y peones corrientes los que se uníanal Campeador «al sabor de la ganancia» (v. 1198). Después de las vistas,incluso los magnates del reino quieren visitar Valencia:

Veríedes cavalleros que bien andantes sonbesar las manos e espedirse del rey Alfonso:–Merced vos sea e fazednos este perdón:iremos en poder de mio Cid a Valencia la mayor,serémos a las bodas de los ifantes de Carrióne de las fijas de mio Cid, de don Elvira e doña Sol–.Esto plogo al rey e a todos los soltó;la conpaña del Cid crece e la del rey mengó,grandes son las yentes que van con el Canpeador,adeliñan pora Valencia, la que en buen punto ganó (vv. 2158-67).

A diferencia de las mesnadas, estos vuelven a Castilla. Por supuesto,no con las manos vacías: «Qui aver quiere prender bien era abastado, | ricostornan a Castiella los que a las bodas llegaron» (vv. 2260-61).

El motivo de los regalos es constante en el Cantar20. El Cid hace regalos,sobre todo, al rey Alfonso: en las tres embajadas, en las vistas, en la cortede Toledo; también regala a otros nobles, en las vistas, en las bodas y enla corte. Asimismo es conspicua su generosidad en los banquetes: da decomer al conde de Barcelona (vv. 1017-63), a los reunidos en las vistas–donde «todos eran alegres e acuerdan en una razón: | passado avié tresaños no comieran mejor» (vv. 2066-67)–, y a los invitados a las bodas (v.2208)21. Valencia es fuente de bienes: si geopolíticamente puede estar bajoel señorío natural de Alfonso, simbólicamente está por encima, vertiendoen él sus dones.

En conclusión, la relación de Valencia con Castilla muestra que la primerase ha convertido en una sociedad nueva y autónoma, y que esa sociedadno es excluyente. Se realiza la tendencia cómica general a incluir en ladeseable sociedad final a todos los personajes que sea posible, procurando

19. T. A. Sears, «Echado de tierra», pág. 35.20. D. J. Gifford, «Un ratón en la cerveza»; J. Duggan, The «Cantar de mio Cid», págs.

30-42; J. M. Pedrosa, «El Cid Donador».21. La comida es un importante medio de crear vínculos (N. Guglielmi, «Cambio y

movilidad social», págs. 64; M. Molho, «Inversión y engaste de inversión», págs. 199-200; M.Harney, «Movilidad social», pág. 90). El Cantar llama a la mesnada del Cid «la yantar» o «losque comién so pan» (vv. 304, 1682).

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 279

la reconciliación de los oponentes22. En el Cantar la reconciliación másconspicua es la del rey Alfonso, pero también se muestra la adhesión demuchos ricos hombres al Cid. No obstante, algunos personajes son impo-sibles de asimilar en el final feliz, y son objeto de «un ritual de expulsiónal modo del chivo expiatorio»23. Esto se aplica, evidentemente, a los infantesde Carrión.

UTOPÍA Y DISTOPÍA

Como no hay grandes dificultades externas, pues el rey Alfonso estábien dispuesto, y los moros son fácilmente vencidos, el Cantar elabora lasdificultades internas con que se encuentra la utopía cidiana: los infantes deCarrión. Se ha señalado frecuentemente que no son tanto antagonistascuanto antihéroes, inversiones paródicas del heroísmo del Cid24. Existeademás una simetría en su relación con la tierra: el apego de los infantesa las heredades de Carrión (vv. 2289, 2319-34, 2540, etc.) es comparablecon el del Cid a Valencia. De esta manera, el Cantar proporciona una radi-cación simbólica a las ideas y actitudes que cada uno representa25.

Los infantes causan un daño sistemático a los principales aspectos dela sociedad del Cid. En primer lugar, abandonan a su señor cuando seescapa el león, y se acobardan cuando llega el momento de defender laciudad de Valencia frente a Bucar. Más aún, su comportamiento introducedivisión entre la mesnada y el señor26. El Cid tiene que prohibir las burlasacerca del episodio del león (v. 2308); pide a Pero Vermúez que proteja asus yernos en la batalla, y recibe una respuesta destemplada (vv. 2350-60).Lo cierto es que Pero Vermúez ayuda al infante Fernando, y oculta lacobardía de éste (vv. 2340-43, 3316-26). Con esto, deja al Cid engañado

22. N. Frye, Anatomy, pág. 165.23. N. Frye, Anatomy, pág. 165.24. Leo Spitzer, «Sobre el carácter histórico del Cantar de mio Cid», NRFH, 2 (1948), págs.

105-117 (107-08); P. Dunn, «Levels of Meaning», págs. 112-13; Thomas Montgomery, «TheRhetoric of solidarity in the Poema del Cid», MLN, 102 (1987), págs. 191-205 (203-04).

25. M. Molho, «Inversión y engaste de inversión», pág. 196; M. Harney, Kinship andPolity, pág. 217.

26. P. Dunn, «Levels of Meaning», pág. 113; T. Montgomery, «The Rhetoric of solidarity»,pág. 202.

LUIS GALVÁN280

acerca de la valía de sus yernos; mientras, siguen las bromas entre losguerreros, lo que aumenta el rencor de los infantes (vv. 2518-34).

El comportamiento de los infantes con el dinero y el botín también escontrario al del Cid. Ellos piensan en la acumulación y en su propioconsumo, y nunca hacen regalos27. Después de la batalla con Bucar sereparte el botín, y «los yernos de mio Cid, cuando este aver tomaron […] |cuidaron que en sus días nuncua serién minguados» (vv. 2468-70); y dicena su suegro: «tantos avemos de averes que no son contados. […] | Pensadde lo otro, que lo nuestro tenémoslo en salvo» (vv. 2529-31). A solas, calculan:«Los averes que tenemos grandes son e sobejanos, | mientras que visquié-remos despender no los podremos» (vv. 2541-42). Al salir de Valencia, yacon el plan de afrentar a las hijas del Cid, tienen el cinismo de aceptar deél aún más regalos (vv. 2568-80). Durante el viaje, se despierta su codiciapor las riquezas de Avengalvón, y planean matarlo a traición (vv. 2659-65).

La principal agresión contra el mundo cidiano, naturalmente, es la afrentade Corpes. Con ella, los infantes no solo rompen sus lazos familiares conel Cid, sino que socavan el sentido de la acción heroica, la fundación delreino utópico y la reunión de la familia. Privan a las hijas de Valencia, yprivan a Valencia, al Cid, de las hijas. Cuando «por muertas las dexaron[…] | e a las aves del monte e a las bestias de la fiera guisa» (vv. 2748-51),renovaron una de las principales carencias del comienzo del Cantar, y casila hicieron irremediable. Además, la afrenta envuelve otros aspectos delmundo del Cid. Los infantes sacan a las hijas de sus heredades, y las llevanhasta un lugar inhóspito, el robledo de Corpes, donde «los montes sonaltos, las ramas pujan con las núes, | e las bestias fieras que andanaderredor» (vv. 2698-99); parecen haber encontrado el escenario idóneopara sus planes: «aquí seredes escarnidas, en estos fieros montes» (v. 2715).Se ha discutido bastante sobre el grado de realismo geográfico y de conven-ción literaria que puede hallarse en este pasaje, y se han señalado lasasociaciones folklóricas y mitológicas del escenario28. Pero no son menos

27. J. Duggan, The «Cantar de mio Cid», págs. 36-40; J. M. Pedrosa, «El Cid Donador»,págs. 309-10. Los doscientos marcos que han dado al rey (vv. 3231-32) constituyen el pagode una multa (M. E. Lacarra, El «Poema de mio Cid», págs. 57-59).

28. Ernst Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, México: FCE, 1955,pág. 288; Ramón Menéndez Pidal, Los godos y la epopeya española: «chansons de geste» ybaladas nórdicas, Madrid: Espasa-Calpe, 1956, págs. 251-56; Douglas J. Gifford, «Europeanfolk tradition and the ‘afrenta de Corpes’», en Mio Cid Studies, editado por A. D. Deyermond,London: Tamesis Books, 1977, págs. 49-62 (51-52); Alan Deyermond, El «Cantar de mio Cid»y la épica medieval castellana, Barcelona: Sirmio, 1987, pág. 32; A. Montaner, «El Cid: mitoy símbolo», pág. 253; etc.

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 281

importantes sus conexiones internas en el Cantar29: el robledo se oponea «Valencia la clara», de donde partió el viaje (v. 2611), y renueva la carenciade morada y el desamparo sufridos por el Cid al comienzo del destierro(vv. 61, 427-28). La afrenta es también una parodia del heroísmo militar30.De un lado, los infantes se emplean con ardimiento épico en golpearlashasta extenuarse (vv. 2745-46); del otro, se abstienen de usar las espadas,como piden sus mujeres (vv. 2726-28), y recuerdan su cobardía ante elleón (vv. 2719, 2762). Por último, al romper el matrimonio y justificarlopor la diferencia de linaje (vv. 2758-61, 3296-98, 3354-56), atacan la cohe-sión familiar y la tendencia igualitaria en la sociedad cidiana.

En consecuencia, la actuación de los infantes pone en solfa la sociedadideal del Cid. No llegan a destruirla, pero sí muestran su debilidad: Valenciaes vulnerable a las maquinaciones de unos alevosos, que extraen de ellagrandes riquezas, sin aportar otra cosa que problemas: no defienden a suseñor, ocasionan disensiones en la hueste, y están a punto de causar undaño irreparable al abandonar malheridas a las hijas del Cid. Como buenaparte del comportamiento de los infantes está motivado por su apego allinaje y las heredades de Carrión, podría decirse que Valencia representala sociedad ideal de heroísmo, riqueza y generosidad, tendencias igualita-rias y vínculos familiares, y Carrión sustenta su parodia: la cobardía y la trai-ción, la avaricia, la desigualdad infranqueable y la disolución de los vínculos.

RESOLUCIÓN

La corte de Toledo y la lid posterior cumplen la función de juzgarentre estas dos visiones sociales31. Se trata de un recurso convencional:la acción cómica es como un juicio, donde cada parte construye su versiónde los hechos, y al final se falla la realidad de una y la mendacidad dela otra; en el romance, la separación entre los héroes y los antagonistassuele incluir escenas judiciales32. Efectivamente, en la historia de Apoloniose encuentran los juicios contra quienes dañaron a su hija (el proxenetade Mitilene y los padres adoptivos de Tarso); en El caballero Zifar se

29. A. D. Deyermond, «Structural and Stylistic Patterns», pág. 61.30. A. D. Deyermond, «Structural and Stylistic Patterns», pág. 65.31. M. Harney, Kinship and Polity, pág. 204.32. N. Frye, Anatomy, pág. 166; y The Secular Scripture: A Study of the Structure of

Romance, Cambridge & London: Harvard University Press, 1976, pág. 139.

LUIS GALVÁN282

juzga tanto a los adversarios de Zifar en la primera parte como a los deRoboán en la segunda.

En la corte del Cantar se ha señalado, además de su fidelidad a lasprácticas jurídicas reales y su correspondencia con el impulso del derechoromano y la justicia pública33, el valor simbólico de las tres demandas:espadas, dinero de la dote y afrenta34. Dicho simbolismo tiene una dimen-sión social, como se puede ver por su conexión con el conjunto delCantar y por el comportamiento de los personajes implicados. Las espadasfueron instrumentos para la construcción de la utopía cidiana: Colada,obtenida del Conde de Barcelona, representa la vida del echado de tierra;Tizón, que fue de Bucar, remite a la defensa de Valencia. Los infantesmuestran poco interés en retenerlas (vv. 3163-69), lo cual recuerda inca-pacidad para defender la heredad. El Cid, al recobrarlas, las entrega deinmediato a dos de sus vasallos, diciendo a uno: «prendetla, sobrino, camejora en señor» (v. 3190), y al otro: «ganela de buen señor, […] | conella ganaredes grand prez e gran valor» (vv. 3194-97b). Estas palabras ylos gestos que las acompañan constituyen una suerte de ritual que restaurael orden y la armonía en la hueste, una vez expulsados los elementosextraños.

La demanda de los tres mil marcos de dote es reveladora de aspectossociales35. Se ha señalado la diferencia entre la abundante liquidez delinfanzón de la frontera, y la escasez de los grandes señores terratenientesdel interior36. Hay que considerar también la función formadora de sociedadque tienen las riquezas y los regalos. La dote forma parte de un pactomatrimonial que se ha roto, y debe devolverse (vv. 3202-06). Los infantesya no tienen «averes monedados» (v. 3236b) porque los han gastado, porlo cual realizan la devolución en especie. El Cid no retiene estos bienes:deja que sus vasallos se hagan cargo (vv. 3250-51), y después de la cortehace gran cantidad de regalos al rey y a otros señores (vv. 3498-503). Así

33. M. E. Lacarra, El «Poema de mio Cid», págs. 65-102; Milija N. Pavlovic & RogerWalker, «Roman forensic procedure in the cort scene in the Poema de mio Cid», BHS, 60(1983), págs. 95-107, y «A reappraisal of the closing scenes of the Poema de mio Cid», MediumAevum, 58 (1989), págs. 1-16, 189-205.

34. J. M. Pedrosa, «El Cid Donador», pág. 313.35. Además, realiza una inversión llena de ironía: los infantes, obligados a pagar, se

ven en la misma dificultad que el Cid al comienzo del Cantar, y tienen que recurrir asimismoal préstamo (A. D. Deyermond, «Structural and Stylistic Patterns», págs. 60-61; El «Cantar demio Cid», págs. 46-47).

36. D. Catalán, El Cid en su historia, págs. 136-45.

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 283

pues, también con esto se restaura un orden social: se sacan los bienes demanos codiciosas y se ponen en circulación con generosidad37.

Por último, la «rencura mayor» de la afrenta de las hijas aborda la contra-posición entre la cohesión y la tendencia igualitaria de Valencia y la diso-lución de vínculos y la rigidez jerárquica de Carrión. Ya se ha dicho quelos infantes justifican su comportamiento por la diferencia de linaje entreellos y el Cid. El Cid reacciona haciendo intervenir a sus vasallos; se tratade una práctica admitida por las leyes38, pero no carece de valor simbó-lico: si los infantes se creen por encima de su antiguo suegro, éste no sedigna enfrentarse personalmente con ellos, sino que delega en sus subor-dinados. Y estos sacan a relucir la cobardía de los infantes ante el león ylos moros, es decir, recurren a criterios de mérito individual, frente al estatusatribuido por linaje que esgrimen los infantes39. El problema de estos esque su argumentación está fuera de lugar, pues el linaje podía justificar elrompimiento del matrimonio, que ya se había dado por hecho (vv. 3156-58, 3206); lo que les imputan ahora es un comportamiento alevoso, delcual deben responder personalmente. En consonancia, la resolución seremite a una lid judicial: el medio elegido, por sí mismo, ya sanciona el prin-cipio del mérito personal. Queda pendiente de qué lado caerá el mérito.

El rey ordena la lid para el día siguiente (v. 3465), pero los infantes nopueden combatir tan pronto, porque perdieron sus armas y caballos aldevolver en especie la dote. Entonces se produce un diálogo algo confuso:el rey permite al Cid determinar el lugar del combate, pero el Cid declina,y el rey resuelve que se celebre en las vegas de Carrión, tres semanas mástarde (vv. 3471-82). ¿Por qué declina el Cid? ¿Y por qué escoge el rey unterreno que pertenece al bando contrario? A falta de motivaciones psico-lógicas o legales40, destaca la función simbólica de la localización elegida.En primer lugar, permite contraponer expresivamente la sociedad idealcon su inversión paródica: «Más quiero a Valencia que tierras de Carrión»,dice el Cid (v. 3474); «¡ondrados me los enviad a Valencia, por amor delCriador!» (v. 3490), «irme quiero pora Valencia, con afán la gané yo» (v.3507), «buenos mandados me vayan a Valencia de vós» (v. 3526); y concluyeel narrador: «el Cid pora Valencia e el rey pora Carrión» (v. 3532).

37. J. Duggan, The «Cantar de mio Cid», págs. 30-42; J. M. Pedrosa, «El Cid Donador»,pág. 313.

38. M. N. Pavlovic & R. Walker, «A reappraisal», págs. 5 y 11-12.39. J. Duggan, The «Cantar de mio Cid», págs. 43-57.40. M. N. Pavlovic & R. Walker, «A reappraisal», págs. 191-92.

LUIS GALVÁN284

Carrión es un entorno ominoso. El bando de los infantes planea una trai-ción, aunque no llega a consumarla por miedo del rey (vv. 3539-43, 3577-78, 3598-601, 3699). El narrador da notas de oscuridad: menciona la nocheanterior a la lid, cuando se velan las armas (v. 3544) y la noche posterior,cuando el rey hace marchar a los hombres del Cid para aminorar el riesgode un atentado (v. 3698). De esta manera se configura un escenario amena-zador, que en el contexto del Cantar remite al robledo de Corpes. Sinembargo, también se marca un contraste: en el robledo, se despachan losposibles testigos (vv. 2708-09), pero en Carrión «muchos se juntaron debuenos ricos omnes | por ver esta lid, ca avién ende sabor» (vv. 3546-47).Allí, a solas, los infantes consumaron la traición, golpearon impunemente ados mujeres indefensas y dañaron la honra del Campeador; aquí, en público,no se atreven a realizar sus planes traidores y tienen que combatir contraauténticos guerreros, a cuyas manos pierden su honra. El amanecer en elrobledo fue una ironía: «¡mal ge lo cumplieron cuando salié el sol!» (v. 2704);en Carrión, un símbolo de que las fuerzas de la luz derrotan a las criaturasde la oscuridad: «trocida es la noche, ya quiebran los albores» (v. 3545)41.

La consecuencia de la lid campal es la definitiva polarización entre losbuenos y los malos, el mundo ideal de Valencia y su contrafigura de Carrión:

Felos en Valencia con mio Cid el Campeador,por malos los dexaron a los ifantes de Carrión[…]Grant es la biltança de ifantes de Carrión[…]Dexémonos de pleitos de ifantes de Carrión,de lo que an preso mucho an mal sabor;fablemos nós d’aqueste que en buen ora nació:grandes son los goços en Valencia la mayorporque tan ondrados fueron los del Campeador (vv. 3701-12).

Este momento estructural corresponde a lo que Frye llama una «epifanía»,la separación de lo divino y lo demoníaco, cuyo modelo es el descensovictorioso de Cristo a los infiernos, con la liberación de las víctimas y laderrota de las tinieblas a manos de la luz42.

41. A. D. Deyermond, «Structural and Stylistic Patterns», pág. 67.42. N. Frye, Anatomy, págs 190, 292; The Secular Scripture, pág. 163. Montaner, compa-

rando el itinerario del Cid con los trabajos de Hércules, considera que la etapa afrenta deCorpes-lid en Carrión corresponde a la sujeción del can Cerbero («El Cid: mito y símbolo»,págs. 252, 260).

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 285

Inmediatamente después, el Cantar concluye con la exaltación defini-tiva del héroe:

A mayor ondra las casa que lo que primero fue.¡Ved cuál ondra crece al que en buen ora naciócuando señoras son sus fijas de Navarra e de Aragón!Oy los reyes d’España sos parientes son,a todos alcança ondra por el que en buen ora nació (vv. 3721-25).

A veces se exagera el contraste del v. 3722 con el v. 3725: la honraprimero afluye al Cid y después mana de él. En realidad, el Cid ya habíasido considerado fuente de honra anteriormente (vv. 1280, 1609, 1883,2151, 3026, 3032, 3262); lo que importa ahora es la palabra «todos». A estaluz ha de entenderse la conexión del Cid con la realeza, que en términosestrictamente históricos causa algunas dificultades. Sus hijas no fueronseñoras de Navarra y Aragón: propiamente, una hija casó con un infantede Aragón, Ramiro, y el hijo de estos recibió la corona de Navarra; la otracasó con el conde de Barcelona, que enviudó, y de unas segundas nupciastuvo un hijo que fue rey de Aragón. Y el relacionar dinásticamente todoslos reyes peninsulares con el Cid –según la letra de v. 3724– obligaría atomar un término a quo bastante tardío43. Pero hay que notar que se tratade una conclusión cómica convencional. La sociedad ideal cidiana, unavez que ha acogido a todos los personajes que podían admitirse en ella,y se ha librado de los indeseables, se amplía para incluir también al público.Puesto que al final de la comedia se ha logrado una sociedad que resultaatractiva para la audiencia, procede realizar un acto de comunión conesta44. No solo «Navarra y Aragón», sino «los reyes de España», y más aún,«todos» se benefician –nos beneficiamos, viene a decir– del heroísmo delque en buen hora nació.

CONCLUSIONES

He pretendido mostrar las coincidencias estructurales del Cantar de mioCid con relatos imaginativos de aventuras. Además de las cuitas familiares

43. Antonio Ubieto Arteta, El «Cantar de mio Cid» y algunos problemas históricos,Valencia: Anubar, 1973, págs. 23-28.

44. N. Frye, Anatomy, pág. 164.

LUIS GALVÁN286

y el final feliz, que ya habían sido señalados, también son elementoscomunes el desencadenarse por una arbitrariedad regia, la etapa de aven-turas errantes, la entrada en posesión de un reino o un territorio mayorque el que se poseía, el juicio donde se condena a los adversarios delhéroe. Todos estos componentes se hallan en la historia de Apolonio y deZifar, y no como mera circunstancias ornamentales, sino como motivosesenciales de la trama. Además, he hecho referencia a las categorías elabo-radas por Northrop Frye, para mostrar que estas coincidencias se integranen un contexto más amplio de arquetipos imaginativos de la narración deaventuras.

Por otra parte, es necesario señalar dos diferencias significativas delCantar de mio Cid con los relatos de aventuras. La primera es que el Cantartoma más elementos de la realidad externa: personajes, lugares, hechos,procedimientos45. Buena parte de la crítica ha hablado, en consecuencia,del «realismo» del Cantar, midiéndolo por la proporción en que la obra seatiene a la realidad histórica documentada o la abandona46. Frente a esteenfoque de los materiales del relato, ¿se puede hablar de «realismo» comocaracterización de su forma literaria? Si partimos de la imaginación, como seha propuesto aquí, hay que considerar en qué medida se aparta el Cantarde lo puramente imaginativo para acomodarse a exigencias de plausibilidady para configurar un sentido radicado en la realidad histórica y social; estoes lo que Frye llama «desplazamiento» de los arquetipos47. En el Cantarhay desplazamientos muy marcados. El arquetipo de descenso victoriosoa los infiernos se escamotea dos veces, y de forma explícita. Primero, enla afrenta de Corpes, exclama el narrador: «¡Cuál ventura serié ésta, síploguiesse al Criador, | que asomasse essora el Cid Campeador!» (vv. 2741-42). Pero no asoma, se evita un inmediato y definitivo castigo de los agre-sores, las víctimas son rescatadas en tono menor por su primo Félez Muñoz,y la venganza se pospone para un proceso jurídico. La segunda vez es lalid judicial en la vega de Carrión: aunque el motivo se configura como un

45. La realidad de algunos personajes, hechos, lugares y procedimientos no implica larealidad de las relaciones y combinaciones que presenta el Cantar; por ejemplo, son realesel Cid y Álvar Fáñez, pero no la estrecha colaboración que se cuenta; son reales los proce-dimientos jurídicos de la corte, pero corresponden a un momento histórico posterior al Cid,por lo cual éste no pudo utilizarlos; etc.

46. A. D. Deyermond, «Tendencies», págs. 26-27; Francisco López Estrada, Panoramacrítico sobre el «Poema del Cid», Madrid: Castalia, 1982, págs. 88-103; Luis Galván, El «Poemadel Cid» en España, 1779-1936: recepción, mediación, historia de la filología, Pamplona:Eunsa, 2001, págs. 152-64, 208-18, 234-50.

47. N. Frye, Anatomy, págs. 136-40.

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 287

descenso victorioso a los infiernos, una victoria de la luz sobre las tinie-blas, lo cierto es que el arquetipo se habría manifestado más claramentesi hubiese participado el Cid en persona; pero él se negó a estar presente,y delegó en sus vasallos, encomendados a la protección del rey. Los dosdesplazamientos del arquetipo se ordenan a un sentido social. El primerohace posible la corte de Toledo, donde se juzga simbólicamente entre lavisión y logro utópico del Cid y la parodia realizada por los infantes; elsegundo muestra el desprecio del Cid a los infantes –manifestación de lasuperioridad que ha alcanzado– y la estrecha unión de la comunidadcidiana, donde los vasallos están dispuestos a morir por la honra del señor(v. 3529). Otro arquetipo desplazado es el final feliz, que en el Libro deApolonio se perpetúa en una vida de tranquilidad y en El caballero Zifarse presenta como una fiesta familiar maravillosamente prolongada, más elanuncio de una serie de milagros (Rodríguez de Montalvo elabora de formamás fantástica el motivo de la perduración en Las sergas de Esplandián);en el Cantar se exalta el triunfo político y social del héroe, pero no seconvierte en una apoteosis, y se prefiere conectarlo con el aquí y ahora delpúblico.

Un segundo aspecto específico del Cantar es que muestra los aspectossociales de la acción heroica de una forma más explícita y sistemática. Elbuen gobierno de Apolonio y de Zifar se presupone o se menciona escue-tamente; el del Cid se manifiesta en varias disposiciones concretas, ylos trazos esenciales de su visión social se subrayan por el contraste con losinfantes de Carrión. Así, la Valencia cidiana se perfila con una serie decaracterísticas que corresponden a varios elementos paradigmáticos de lautopía: relativo aislamiento, existencia de un legislador carismático, unifor-midad social, reglamentación del matrimonio, felicidad colectiva48; aunquealgunas utopías rechazan el dinero y el despilfarro, otras sí conciben unaeconomía de suntuosidad y fiesta49. Los castigos dispuestos por el Cid paralos que abandonen Valencia sin formalizar la despedida (vv. 1249-61)recuerdan el aspecto coercitivo que suelen tener las utopías50.

48. Raymond Trousson, Historia de la literatura utópica: viajes a países inexistentes,Barcelona: Península, 1995, págs. 43-50; Micheline Hugues, L’Utopie, Paris: Nathan, 1999,págs. 37-39, 44-45, 50-55.

49. Trousson considera que lo propio de la utopía es el rechazo del dinero y el asce-tismo en el consumo (Historia de la literatura utópica, págs. 44, 49), pero Hugues mencionacasos de abundancia (L’Utopie, pág. 53), y Paul Ricoeur afirma que también existen utopíasque llegan a lo opulento y festivo (Du Texte à l’action: essais d’herméneutique, Paris: Seuil,1986, pág. 388).

50. R. Trousson, Historia de la literatura utópica, págs. 47-48; M. Hugues, L’Utopie, pág. 55.

LUIS GALVÁN288

Diversos estudios han puesto de relieve la radicación social del Cantarde mio Cid en grupos sociales emergentes: la caballería villana, los infan-zones de la frontera, la burguesía, etc51. Tal radicación también es propiade la utopía52. Mientras que la ideología es un medio para la legitimacióny conservación del orden, la utopía es una construcción imaginativa,asumida por grupos marginales o emergentes, que trasciende la realidady el orden establecido, y tiene la capacidad de criticarlos e incluso trans-formarlos.

Ahora bien, el Cantar de mio Cid es más literalmente utópico. La imagi-nación que lo informa no respalda del todo ningún orden vigente niningún proyecto de cambiarlo, porque alcanza siempre grados de satis-facción superiores a los que la realidad puede brindar53. Valencia sepresenta como lugar de la satisfacción plena de deseos humanos básicos:morada, sustento y riqueza, unión familiar, cohesión del grupo, recono-cimiento del mérito. Con tales características, no solo trasciende la Castilla

de su tiempo, sino que puede trascender perpetuamente toda reali-zación política y social, revelando sus limitaciones y señalando

las aspiraciones permanentes de la acción humana.

51. J. Rodríguez Puértolas, «El Poema de mio Cid»; D. Catalán, El Cid en la historia,págs. 134-45. Lacarra admite la relación del Cantar con grupos emergentes, pero sostieneque las aspiraciones de estos están asumidas por un sistema monárquico-aristocrático esen-cialmente inmovilista (El «Poema de mio Cid», págs. 265-67).

52. Karl Mannheim, Ideología y utopía: introducción a la sociología del conocimiento,Madrid: Aguilar, 1958, págs. 267-72, 283-86; P. Ricoeur, Du Texte à l’action, págs. 388-89.

53. N. Frye, Anatomy, pág. 186; The Secular Scripture, págs. 161-88.

LA IMAGINACIÓN UTÓPICA EN EL «CANTAR DE MIO CID» 289

EL MEDIEVALISMO COMO PROPUESTA DEDIÁLOGO CON «ESE OTRO MUNDO»:

ALGUNAS APLICACIONES DELCONCEPTO DE ALTERIDAD

JUAN GARCÍA ÚNICA(Universidad de Granada)

A L PLANTEARME LA redacción de la siguiente comunicación no puedodejar de albergar la sospecha de que normalmente escribimos desdeun discurso prestado, desde una voz modulada por una serie de

condicionantes no siempre explícitos. Tal hecho, por supuesto, no meexime de la obligación de poner sobre aviso al receptor acerca de dos deesos condicionantes que, de manera prudente, actúan como resortes de lareflexión que nos disponemos a enunciar aquí y que, no siendo ellospropiamente académicos, están sin embargo en la base misma de miquehacer académico diario: el primero se explica por mi situación depersonal investigador en formación, tal como detalla rigurosamentemi contrato; el segundo, mucho menos remunerable, no es más que undeseo abiertamente declarado de no ocultar que estas son las palabras deun principiante, de una persona todavía mucho más cercana a esa perple-jidad inquieta del alumno que a la sabia quietud de la silla del profesor.Son dos razones –en absoluto baladíes aunque lo parezcan– las que memueven a situar mi reflexión en el peldaño más bajo posible de la escala,esto es, en la manera en que nos enseñaron a leer la literatura españolamedieval, pues pensamos que la más que palpable ausencia de esta cues-tión en este tipo de reuniones científicas justifica plenamente el intento deindagar, con más o menos éxito, en la manera en que empezamos un día

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a construir nuestro particular interés. Y al formularnos por qué sucedennuestros amores se hace tan evidente la dificultad de aferrarse a un para-digma concreto desde el cual desarrollar nuestra labor que la primeraimagen a la que acogerse bien pudiera ser la muy dantesca del extravío,la de la pérdida del neófito en la selva espesísima de los métodos y en lasucesión veloz de las teorías aprehendidas; imagen algo perezosa, noobstante, que serviría para certificar una vez más la muerte de los para-digmas, disueltos en la confusión babélica del cientificismo, si no fueraporque el lenguaje nunca es gratuito.

En ese sentido, si se me permite, quisiera empezar por declarar humil-demente la inquietud que, desde que se puso en marcha la Primera Circular,me viene produciendo el tema que ha adoptado este Congreso: «La frac-tura historiográfica: las investigaciones de Edad Media y Renacimientodesde el Tercer Milenio». Puesto que el lenguaje siempre nos sitúa ante undiscurso, lo propio en este caso ha sido preguntarnos durante meses acercade la coyuntura ideológica que puede llevar a la elección de tal tema, sinque quizá sea del todo descabellado señalar que no es muy difícil reco-nocer de fondo la dialéctica decadencia/resurgir, que Hans UlrichGumbrecht localizaba en el origen de las filologías nacionales como justi-ficación del estudio de las letras del pasado con vistas a encontrar en ellasla génesis del desarrollo posterior de los distintos espíritus nacionales1.No de otra forma, en el fondo, estamos acostumbrados a concebir elbinomio literatura medieval/literatura renacentista, constituido sintomáti-camente en los planes de estudio universitarios (e incluso en la propiadenominación de esta nuestra Sociedad de Estudios Medievales y Rena-centistas) como un bloque perfectamente constituido, lógico y de ensam-blaje perfecto, en el cual un supuesto espíritu humano se iría manifestandoen las producciones «literarias» a través de su viaje desde los tiempos medios–los cuales abarcarían el origen de ese espíritu en su dimensión nacionaly su posterior decadencia– hasta el resurgir de su antiguo esplendor afinales del siglo XV y principios del XVI. Si bien es cierto que un especia-lista en cualquiera de los dos campos pondría muchos y justificados perosa esta concepción, no lo es menos que cualquier persona no tan instruidaen la materia, pero que conserve no obstante algo del humus que en formade nociones culturales básicas nos inculca el aprendizaje escolar, tenderácasi con toda seguridad a reproducir este esquema interiorizado desde la

1. Hans Ulrich Gumbrecht, «‘Un Souffle d’Allemagne ayant passé’: Friedrich Diez,Gaston Paris and the Genesis of National Philologies», Romance Philology, 40 (1987), págs.12 y 20.

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infancia. Y eso nunca sucede porque sí. Como suponemos que tampocoesa Primera Circular nos invitaba porque sí a reflexionar acerca del «desa-rrollo futuro de los estudios en los dos ámbitos de trabajo», precisamente,«desde el Tercer Milenio»; es decir, a las puertas de lo nuevo por venir oquizá desde la puerta de atrás de una casa que nos disponemos a aban-donar para redescubrir la calle en todo su esplendor.

Ante este cúmulo de casualidades pensamos que no está de más plan-tearse dos preguntas frontales: ¿qué significa hablar en este caso de «frac-tura»?; ¿y por qué precisamente de «fractura historiográfica»? Si, como rezala eficiente definición del DRAE, «fracturar» significa «Romper o quebrantarcon violencia algo»... ¿Debemos deducir que la concepción de la literaturacomo historia ha saltado por los aires?, ¿hay que concluir un triunfo de lainmanencia del texto sobre un historicismo que se concibe como tradi-cional y obsoleto o más bien que la concepción historiográfica ha acabadopor «fracturar» otras posiciones?, ¿se trata de recomponer las piezas de unjuguete roto o de acostumbrarse a pensar suspendidos en el espacio comolos fragmentos ingrávidos de la estela de un cometa?

Esta maravillosa ambigüedad es justamente la que nos permite concretartodos estos interrogantes en otro más certero: si algo ha sido fracturado,nos preguntamos, ¿qué es lo que se supone que hay que recomponer y conqué herramientas? Cuando el gran Germán Orduna se quejaba hace yaalgo más de una década de la sucesión interminable de paradigmas teóricosdurante buena parte del siglo XX nos dejaba unas contundentes palabrasque ahora nos parecen más que reveladoras: «También esta epidemia defor-mante y aniquiladora del espíritu –afirmaba Orduna– será posiblementereducida a niveles controlables»2. Mucho más que el acierto del vaticiniodel maestro, que cada cual juzgará a su manera, queremos preguntarnosaquí acerca de ese «espíritu» que el gran filólogo bonaerense creía enpeligro de aniquilación tras la irrupción –a su juicio, descontrolada– delos enfoques desconstructivistas aplicados a la filología. Porque, sin ningúnánimo aniquilador por nuestra parte (más bien todo lo contrario), y conuna actitud de serena sospecha, quizá debamos plantearnos legítima-mente que nos han enseñado a leer, también la «literatura» medieval, alamparo de esa noción de «espíritu universal» como supuesto previo e

2. Germán Orduna, «La coexistencia de cultura oral y producción literaria: un nuevoenfoque en el estudio de la literatura española medieval», en Studia Hispanica MedievaliaIII. Actas de las IV Jornadas Internacionales de Literatura Española Medieval, edición deRosa E. Penna & María A. Rosarossa, Buenos Aires: Universidad Católica Argentina, 1995,pág. 131.

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indiscutido de toda forma de arte3. Es en ese sentido en el que el profesorJuan Carlos Rodríguez matiza, con poco disimulada precisión, que másbien nos leemos –casi siempre inconscientemente- desde un «espíritu delcapitalismo» o un «capitalismo del espíritu», que se manifestaría como «lacondensación última de un supuesto «espíritu humano elevado» que habríaido evolucionando, o desvelándose, desde los presocráticos o desdePlatón y Aristóteles hasta hoy»4. Por poco filológica que pueda parecernosla nomenclatura del profesor Rodríguez, no podemos dejar de reconocerque nada más justificadamente filológico que la sospecha en torno a esemismo lenguaje con el que nos construimos cada día, por «los discursosvitales que configuran nuestras formas de vida (de hablar, de leer o deescribir), que suelen ser consideradas como un lenguaje neutro y nocomo lo que son: es decir, formas de un discurso manchado desdesiempre por ese lugar y ese tiempo en el que se flota»5. Se deduce fácil-mente que lo que en la crítica se considera bueno, terreno firme, aquelloque, por utilizar nuevamente las palabras de Orduna, se construye«Teniendo claras las ideas y seguro el rumbo»6, se supone construido alamparo infalible de ese espíritu humano permanente que desde el prin-cipio de los tiempos se eleva por encima de lo que no merece durar, dea lo que no pocas veces se le coloca –quizá con demasiada vehemencia–el marchamo inevitable de moda transitoria, desmesura, o casi fiebreinevitable.

En esta comunicación, que desde luego no tiene otra pretensión que lade recoger por escrito una serie de inquietudes que me planteo a diariocuando pienso en la necesidad de enfocar mi incipiente labor docente einvestigadora, he optado por emplear el sintagma –deliberadamente

3. Para esta cuestión puede verse el interesante libro de Gabriel Núñez Ruiz & MarCampos Fernández-Fígares, Cómo nos enseñaron a leer. Manuales de literatura en España:1850-1960, Madrid: Akal, 2005.

4. Juan Carlos Rodríguez, «Lectura y educación literaria», estudio preliminar de GabrielNúñez Ruiz & Mar Campos Fernández-Fígares, Cómo nos enseñaron a leer. Manuales deliteratura en España: 1850-1960, Madrid: Akal, 2005, pág. 40.

5. Juan Carlos Rodríguez, «Lectura y educación literaria», pág. 38. Justamente el propioHans Ulrich Gumbrecht oponía al paradigma de raigambre germánica decadencia/resurgircomo dialéctica informadora de las historias nacionales que ya hemos mencionado, el muchomás francés e ilustrado de science de l’homme («Un Souffle d’Allemagne ayant passé», págs.11-16). Claro que Gumbrecht, con su acostumbrada inteligencia, ve perfectamente el arti-ficio de raíz, bastante determinante por cierto, que comparten ambos paradigmas: «Oneaspect, however, is shared by early Romanticism and Enlightenment: both claim that theircontents and effects are valid for all nations» (pág. 7).

6. Germán Orduna, «La coexistencia de cultura oral y producción literaria», pág. 135.

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ambiguo– de «ese otro mundo» para referirme al enclave en el que se sitúami interés por los estudios medievales. Aclaro, pues, que entiendo justifi-cada la labor medievalística, entre otras razones, como un diálogo con «eseotro mundo» que se despliega en una doble dirección: por una parte,porque la labor del medievalista se encamina hacia un entendimiento progre-sivo –vía textual– con un mundo que, si bien puede acabar haciendo suyo,no es suyo en absoluto, que es radicalmente «otro» (por hallarse históricamenteseparado de la modernidad, e inscrito en la lógica de la Sacralización); ypor otra parte, puesto que el medievalista desarrolla una función tan socia-lizada como cualquier otra, por muy apegado al ámbito académico queesté, inscribe su labor en relación con «ese otro mundo» que es sencillamente«el resto del mundo», para el que a menudo se olvida que trabaja. En esesentido, encontramos una paradoja que tal vez se dé en el estudio de lasletras del Medioevo con una evidencia no tan clamorosa en otros ámbitos,puesto que al tiempo que, como señala César Domínguez, «la lectura dela literatura medieval se ha convertido o bien en una actividad talmúdica,una infatigable exégesis textual de obras canónicas reservadas a los eruditos,o bien en una visita al panteón de los ancestros»7, tal vez en ninguna otra«literatura» se haya puesto tanto empeño en su divulgación a través de laescuela bajo la condición de ser considerada como el origen de la «litera-tura nacional» o, ya sea de manera implícita o explícita, como la manifes-tación primigenia, en el ámbito de las letras, de ese «espíritu colectivo» alque venimos aludiendo.

Habiendo consultado, sin ninguna pretensión de exhaustividad perocon curiosidad crítica infatigable, un buen número de los principaleslibros de texto de 3º de E.S.O., al menos de los empleados en Andalucía,es decir, yéndonos a los orígenes de la enseñanza de los orígenes «lite-rarios», se pueden extraer algunas conclusiones cuanto menos llamativas:para empezar no todos ofrecen una definición del concepto «literatura»,de lo cual fácilmente concluimos que ésta se considera una instituciónexistente desde siempre (o al menos desde Grecia y Roma, con algunasampliaciones a las llamadas «culturas Orientales»), una manifestaciónuniversal en la que la Edad Media y sus letras nunca podrían gozar delógica propia, definida por su alteridad, y delimitada por una epis-temología de leyes autónomas, sino tan sólo aspirar a ocupar su supues-tamente honroso papel como «momento de fundación de la literatura

7. César Domínguez, «Literatura comparada, medievalismo y la crisis del eurocentrismo.¿Emergencia de una nueva disciplina?», Voz y Letra. Revista de literatura, 12 (2001), págs. 22-23.

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castellana»8; si además recurrimos, como ejemplo especialmente represen-tativo, a la definición que se ofrece de los cantares de gesta, y muy a pesarde las razonables diferencias metodológicas, ideológicas y de enfoque quepresentan estos libros de texto, no hay ninguno que no nos los definacomo «poemas épicos que narran las hazañas de un héroe». La categoríade «héroe», palabra que, por cierto, jamás nos aparece en ningún cantarde gesta (no en vano Corominas la documenta por primera vez en 1490para el castellano, curiosamente en el mismo año que la palabra «litera-tura»), ha llegado a ser sin embargo la noción central para leer los mismosya desde la Enseñanza Secundaria, deshistorizando así, en nuestra opinión,el sistema estamental típicamente feudal, que es suplantado por esta nociónen su acepción de corte neorromántico; una noción propicia para todotipo de intereses ideológicos, pues sabido es que el «héroe» suele ser vistocomo modelo esencial de identidad nacional o moral9.

8. La cita pertenece al libro de texto de la editorial Bruño en su edición para Anda-lucía (Jesús Gómez Picabeo, Julio Lajo Buil, Jesús Toboso Sánchez & Concha VidorretaGarcía, Lengua castellana y Literatura: Andalucía. 3º E.S.O., Madrid: Bruño, 2002, pág. 30).Como venimos diciendo desde el principio, el lenguaje nunca es inocente, y mucho menoscuando se ampara en algo tan importante como la enseñanza. Así, en este mismo libro detexto, se selecciona como modelo de comentario «literario» el ruego del obispo don Jerónimoal Cid ante la defensa de Valencia, proponiendo a los escolares las siguientes preguntas trasla lectura: «¿Qué promete don Jerónimo a los que mueran combatiendo?», o «¿En qué versose refleja que Dios ha querido la victoria de los cristianos?» (pág. 48). Contrasta sobremaneraesta visión con la del manual de la Editorial SM, que en su introducción a la literatura medievalintroduce el epígrafe «Escenario de convivencia» (Leonardo Gómez Torrego, Pilar NavarroGómez & Enrique Pérez, Mester: lengua y literatura. 3º E.S.O., Madrid: SM, 1998, pág. 32).

9. Deshistorizando porque la propia definición de los héroes que nos ofrece Alonsode Palencia como «fijos de la tierra della engendrados» (Alonso de Palencia, Universal voca-bulario en latín y en romance (Reproducción facsímile de la edición de Sevilla de 1490),Madrid: Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, 1967,I, fol. 191vb) no establece ninguna relación entre la geografía y la moral y, puesto que laspalabras y los conceptos también tienen historia, nada tiene que ver desde luego con elconcepto de héroe que nos ha legado el Romanticismo. El Cid, considerado héroe españolpor excelencia es, ante todo, un infanzón castellano que muestra su capacidad de medro alganar el pan con sus manos, frente al maridaje de la alta nobleza leonesa. La hegemonía dela noción de héroe, absolutamente interiorizada y omnipresente en la ficción contempo-ránea –e incluso en el discurso político– y tan recurrente en los estudios medievalísticos, esposible que conlleve, sin embargo, el más clamoroso de los anacronismos para nuestroámbito. Un capítulo de una propuesta didáctica para profesores de secundaria se titula,significativamente, «Héroes, héroes...» (Fernando Lázaro Carreter, María Martín Martínez & PilarNavarro Ranninger, Lengua castellana y literatura. Propuesta didáctica, Madrid: Anaya 1999,págs. 42-57). Quizá la presencia de este discurso escolarizado en torno al héroe necesite deuna reflexión profunda sobre lo que estamos construyendo, pues ¿la función de la escuela

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Sin embargo, lo irónico es que ningún profesor de secundaria queenseñe que los cantares de gesta son el origen de una institución llamada«literatura española» habrá dejado de notar, mejor que nadie, que las aulasson cada día más un espacio en el que conviven alumnos de la más diversaprocedencia (cultural, religiosa, ideológica, geográfica y hasta lingüística),como tampoco lo habrá dejado de notar cualquier ciudadano que simple-mente salga a la calle a dar un paseo. En un momento en el que el debateen torno a la identidad parece recrudecerse y acaparar gran parte del prota-gonismo en las tribunas públicas tal vez –y esa es nuestra propuesta– estémás justificada que nunca, con una suerte de urgencia sosegada, reflexiva,lo más alejada posible de planteamientos viscerales, nuestra necesidad dedefinir la relación con lo otro, y sobre todo con los otros. La pregunta, portanto, aplicada a nuestro terreno sería: ¿en qué medida puede ayudarnosla llamada «literatura medieval» en ese sentido?

De la misma manera que la reflexión en torno a algo tan fundamentalcomo la didáctica de la «literatura» medieval es una de las grandes ausentesen los congresos especializados, como si en realidad didáctica y erudiciónfueran dos campos antagónicos destinados a ignorarse al tiempo que semiran con el rabillo del ojo, resulta del todo imposible –al menos quesepamos– encontrar una traducción íntegra al español de una obra que,debido a los años que ya va cumpliendo, muy bien pudiera considerarseclásica hoy día de haber merecido más atención: me refiero a la compila-ción de artículos de Hans Robert Jauss reunidos bajo el título de Alteridady modernidad de la literatura medieval. Pensamos que, a medida que lacuestión de la alteridad se nos plantea de manera más evidente que nunca,incluso en nuestra vida cotidiana, nuestra labor como estudiosos de lasletras del Medioevo puede encontrar igualmente una justificación, modesta,puesto que ninguna disciplina conocida ha resultado jamás ser la panaceauniversal, pero en absoluto desdeñable y muy significativa como modelode relación con un mundo que es otro. Una relación que se basaría enbuena medida en el placer del descubrimiento de lo diferente, en el gocede adentrarse en un cosmos que no es el nuestro e ir desentrañándolo.Algo que conlleva un alto grado de fascinación por lo que es distinto, perotambién una humilde aceptación de las contradicciones y los límites delobjeto de estudio en cuestión, al tiempo que una justa valoración de aquelloque no somos nosotros.

es formar héroes o formar ciudadanos? También el medievalismo, por qué no, puede hacernospensar acerca de qué hacer con este tipo de cuestiones, puesto que ningún discurso sesostiene sobre la pureza.

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Partimos de una definición no demasiado ampulosa del concepto de«alteridad», formulado por Jauss como:

La tipica struttura sdopiata di un discorso che ci appare in un’alteritàstraniante come testimonianza di un passato lontano, storicamente sepa-rato, ma che al tempo stesso, come oggeto estetico, grazie alla sua formalinguistica, è riferito a una diversa coscienza interpretante e di conse-guenza rende possibile la comunicazione anche con un destinatariosuccessivo, non più contemporaneo10.

De manera que podemos utilizar la «literatura» medieval, considerada ensu alteridad, en una doble dirección: como un testimonio del pasado (unobjeto, a nuestro entender, histórico siempre e historiográfico sólo a veces)o como texto que permite una peculiar forma de comunicación.

La labor del medievalista podría ser, en cierto sentido, la de considerarla historicidad del texto medieval, lo que Juan Carlos Rodríguez llama«radical historicidad de la literatura» y define como «la base misma de lalógica productiva del texto: aquello sin lo cual no puede existir»11. La difi-cultad se revela precisamente en el momento en el que el medievalistaempieza a darse cuenta de que esa lógica productiva que sostiene el textomedieval no funciona exactamente bajo los parámetros de la «lógica lite-raria» en sentido moderno. Que la «literatura», tal y como la entendemos hoy,es una invención instituida hace relativamente poco es algo que ha sidoseñalado varias veces, no siempre tímidamente y frecuentemente conbuenos argumentos12. Que se ha ignorado mayoritariamente este hecho,

10. Hans Robert Jauss, Alterità e modernità della letteratura medievale, Torino: BollatiBoringhieri, 1989, págs. 9-10. La edición italiana del texto era la única que tenía a mano enel momento de redactar esta comunicación.

11. Juan Carlos Rodríguez, Teoría e historia de la producción ideológica. Las primerasliteraturas burguesas (siglo XVI), Madrid: Akal, 1990, pág. 6.

12. Es clásico el trabajo de Robert Escarpit, «La définition du terme «littérature», en Lelittéraire et le social. Éléments pour une sociologie de la littérature, dirigido por Robert Escarpit,Paris: Flammarion, págs. 259-272, donde traza una historia del término «literatura» y nosrecuerda que éste sólo adquiere su valor semántico como manera de designar a la institu-ción de las Bellas Letras en el siglo XVIII, de resultas de la Ilustración; por su parte, en Teoríae historia de la producción ideológica nos recuerda Juan Carlos Rodríguez que nuestra nociónde «literatura» se sustenta, en buena medida, sobre la idea de un sujeto (en sentido kantiano)que enuncia su propia verdad, algo que no es aplicable al eterno glosador de la verdaddivina que es el escribiente medieval; la idea tampoco es ajena al medievalismo propia-mente dicho, pues en el muy conocido y espléndido trabajo de Paul Zumthor, «Y a-t-il une‘littérature» médiévale?’», Poétique, 66 (1986), págs. 131-139, se cuestiona la idea de que una

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también parece obvio. Así pues, el investigador que se acerca al textomedieval pensado que éste se sitúa en los orígenes, en el pistoletazo desalida de una institución llamada «literatura» –que recogería la esencia de ese«espíritu humano universal»– y se inscribe dentro de esa historia lineal comouna suerte de simiente en la que «la totalidad de los caracteres hereditariosestarían incluidos en el germen, en acto, y bajo dimensiones reducidas querespetarían, sin embargo, ya las formas y las proporciones del adultofuturo»13, probablemente esté cayendo en la expectativa, ya estable-cida desde la escuela, de lo que Jacques Derrida denomina «preformismo».De manera que la lógica del texto medieval (no tan apegada a nuestromoderno sistema binario, cerrado, sino segregada desde la idea central deuna escritura única que siempre perfecciona alguna verdad anterior altiempo que proporciona potencialmente la promesa de una verdad a descu-brir en el futuro) se acaba percibiendo, tal vez, no como una «lógica-otra»sino como una «lógica alterada» que el medievalista, quizá pensando enintegrar el texto en esa institución llamada «literatura» procede inconscien-temente a enmendar. Así, y por poner sólo algunos ejemplos señalados, elCantar de Mio Cid no se sustenta tanto sobre el eje de la fricción entre elestamento de los infanzones castellanos y su contraposición a la noblezaleonesa de tipo cortesano, sino que desde el principio se erige como laexpresión del héroe castellano dechado de virtudes, casi a la manera delos actuales héroes que Hollywood ha incorporado a nuestro imaginario;la preocupación por la construcción –a través de los elementos retóricosy prosódicos propios de la poesía eclesiástica– de un ritmo que, análoga-mente a la perfección de la Creación, se constituya como el reverso terrenal,aunque «sin pecado», de la escritura de Dios sobre el mundo, no es vistatanto como la construcción de un discurso amparado en la posesión delsaber por parte de la «clerecía», sino como el surgimiento de unaconciencia «literaria» que conllevaría la fundación de la primera escuelapoética de la literatura española surgida de la famosa cuaderna segunda

serie de producciones textuales que emergieron en su momento de la oralidad puedan serconsideradas de la misma manera que el texto «literario» en sentido moderno; sigue tambiénesta línea Leonardo Funes, «La apuesta por la historia de los habitantes de la Tierra Media», enPropuestas teórico-metodológicas para el estudio de la literatura hispánica medieval, ediciónde Lillian von der Walde Moheno, México: Universidad Nacional Autónoma de México &Universidad Autónoma Metropolitana, págs. 15-34, quien nos recuerda que el primer empleodocumentado en nuestra lengua del término «literatura», en el Universal vocabulario en latíny en romance, y acompañando la definición de la voz «apócope», no hace tanto referencia auna institución llamada «literatura» como a la materialidad del acto mismo de escribir.

13. Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, Barcelona: Anthropos, 1989, pág. 37.

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del Libro de Alexandre, a imagen y semejanza de lo que siglos más tardehabrían de hacer, por ejemplo, las vanguardias con sus no pocas proclama-ciones de defunción de la tradición anterior y fundación de lo incansablementenuevo en programáticos manifiestos. No se trata, desde mi limitada expe-riencia, de negar esta forma de ver las cosas, ni mucho menos de dar leccionesa profesionales mucho más autorizados que yo a los que respeto y de los queaprendo todos los días, pero el respeto tampoco ahoga la duda, y la dudahace nacer una sospecha razonable: la de que si bien no existe la objetividaden la crítica, es posible que sí exista en el texto mismo. O en otras palabras,que el texto medieval tiene límites, históricamente separados y delimi-tados, que lo inscriben dentro de una lógica productiva, como apuntaba elprofesor Rodríguez, y que esta lógica no es la mucho más moderna de la «lite-ratura»; que el texto medieval, en definitiva, no puede decirnos nada acercade nosotros mismos, puesto que no es nuestro mundo el que se escribe através de él, sino un mundo sacralizado que es radicalmente otro14.

¿Significa esto que carezca de interés? Todo lo contrario. En primer lugarporque el hecho de que el texto medieval no nos diga nada, o nos digamuy poco, acerca de nosotros mismos, el hecho de que nos obligue a esta-blecer unos límites, no deja de ser un sano ejercicio de apreciación de lodistinto en el sentido –bien pensado no tan ingenuo como pudiera parecer–enunciado por C. S. Lewis en su precioso ensayo La experiencia de leercuando observaba que ésta «cura la herida de la individualidad, sin socavarsus privilegios»15. Por otra parte, acostumbrados como estamos de algunamanera a alejar, en aras del cientifismo y el dato objetivo, cualquier mani-festación explícita de afectividad en nuestra labor, nos hemos instalado enun respeto reverencial hacia el texto olvidando que éste también puede serburlado, que hay cierta legitimidad estética en la práctica del anacronismo.Recordemos, por ejemplo, que una lectura tan inteligente como poco rigu-rosa desde un punto de vista «científico» como lo fue la de la DivinaCommedia por parte de Jorge Luis Borges, dio lugar a su vez a la estimableliteratura de sus Nueve ensayos dantescos. Las potencialidades comunica-tivas del texto medieval, quizá por las dificultades inherentes que dichotexto conlleva a la hora de establecer la comunicación, derivadas de undistanciamiento histórico materializado incluso en un lenguaje en cierta

14. Esto no impide, lógicamente, que el medievalismo, y sus lecturas de los textos medie-vales, sí escriban una pequeña parcela de nuestro mundo («que sobre cada fabla se entiendeotra cosa», nos dice el Libro de buen amor): una cosa es el mundo que produjo en su día eltexto medieval, y otra muy distinta el mundo que nosotros construimos a partir de ese texto.

15. C. S. Lewis, La experiencia de leer. Un ejercicio de crítica experimental, Barcelona:Alba Editorial, 2000, pág. 142.

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medida críptico a nuestros oídos, es posible que no se hayan tenido lo sufi-cientemente en cuenta; porque es precisamente ese carácter del todo ajeno,la promesa del todo por descubrir que el texto medieval encierra, el elementoque lo justifica no sólo ante el filólogo, sino también, y sobre todo, ante ellector inquieto que busca ampliar horizontes. Así, la obra que un día tuvouna funcionalidad hoy perdida, puede ser objeto de atracción tanto para elespecialista como para el lector que gusta de una experiencia de lecturajustificada por el acercamiento a lo que no es necesariamente uno mismo.Se trataría de buscar el sentido del texto, y los sentidos del lector, conside-rando que quizá la búsqueda de este lector del que anda necesitado el textomedieval nos abre un mundo de posibilidades didácticas –sustentadas éstasprecisamente en el necesario reconocimiento de la alteridad más que en lafiliación de la identidad– que podría ser apasionante explorar.

Dicho de otra forma, y sin que ello implique menosprecio alguno dela rigurosidad científica, queremos concluir esta comunicación rompiendouna lanza a favor del tono ensayístico, aquel que va del especialista alcurioso, y no tanto del especialista al especialista porque, a nuestro entender,la labor del medievalista conlleva una buena dosis de ironía intrínseca,puesto que aquel que escribe sobre textos medievales y plantea unaexégesis sobre ellos, es decir, que los glosa, está escribiendo a su vez sobretextos que son justamente interpretaciones de otros textos. De manera queun medievalista acaba siendo, irónicamente, un glosador de glosas. Comomuy acertadamente ha señalado Leonardo Funes en un más que sugerenteartículo: «Reconocer el carácter constructivo del relato histórico significa[...] tener en cuenta y valorar la acción de una imaginación histórica y deuna habilidad narrativa que pueden transformar el seco registro de loshechos en un saber inteligible»16.

De manera que mientras escribo esta comunicación, mientras tiento mispropios límites, calibro el temor a las reacciones que puedan provocarestas palabras que nunca suceden porque sí, y me doy cuenta de que esetemor es la prueba misma de que pensar en descodificar un discurso ajenocomporta la responsabilidad de tener que codificar el discurso propio.Pienso en las leyes que sostienen la escritura de los textos medievales ysé que no son las mismas que sostienen mi escritura, nuestra escritura.Pienso en la historia que quizá aún esté por escribir para la Edad Media. Esposible que esta historia sea, más que la de su «literatura», la de su escritura.

16. Leonardo Funes, «La apuesta por la historia de los habitantes de la Tierra Media»,págs. 27-28.

EL MEDIEVALISMO COMO PROPUESTA DE DIÁLOGO CON «ESE OTRO MUNDO» 301

LA AUTORIDAD Y SUS REPRESENTACIONES:UNA PROPUESTA DE ESTUDIO

ESTHER GÓMEZ-SIERRA(University of Manchester)

MI PROPÓSITO AQUÍ es examinar retrospectivamente una parte de mispublicaciones hasta el momento1; el principio que guía esta miradahacia atrás tiene que ver con una intuición estética formulada por

el medievalista británico Clive S. Lewis en uno de sus trabajos quizá menosconocidos en el ámbito hispánico:

You may have noticed that the books you really love are bound togetherby a secret thread. You know very well what is the common quality thatmakes you love them, though you cannot put it into words: but mostof your friends do not see it at all, and often wonder why, liking this,you should also like that2.

No es mi intención autoanalizar mi yo investigador en las páginas quesiguen, aunque sí me veré obligada caer en la autocita, por lo cual medisculpo desde ahora; lo que querría es, por una parte, put it into words,describir lo mejor posible el «secret thread» del que habla Lewis, mi particularhilo secreto entre diversos textos bajomedievales y renacentistas; y por otra,

1. Este estudio ha sido realizado en el marco del proyecto del MEC, cofinanciado conFondos FEDER, HUM2006-07936, «Inventario, descripción, edición crítica y análisis de textosde prosa hispánica bajomedieval y renacentista. Línea 1: Diálogos (Fase 1)», IDEAPROMYR.Agradezco a Consolación Baranda sus comentarios sobre esta comunicación

2. Clive S. Lewis, The Problem of Pain, London: Fount, 1977, pág. 116.

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ofrecer una serie de reflexiones a posteriori, surgidas más en mi caso de l’es-prit de l’escalier que de la fractura historiográfica que da título a este congreso3.

Desde que empecé a analizar una serie de textos, la mayoría de ellos enforma dialogada, comencé también a darme cuenta con creciente nitidez deque estos textos eran, por así decirlo, el escenario de una lucha. En ellos, larepresentación constante de distintos procesos autoritativos suponía a su vezuna manera de redefinir el concepto mismo de autoridad, de modo que esteconcepto terminaba por revelarse como mucho más amplio de lo común-mente admitido. Esto tampoco significa que todo el monte sea orégano: vayapor delante que los numerosísimos trabajos de Ana Vian Herrero y de JesúsGómez –en ambos casos no sólo acerca del diálogo en general, sino tambiénde un largo elenco de obras dialogadas en particular– demuestran sobrada-mente que la fácil y simplista asunción de que el diálogo es un género«abierto/híbrido/libre» por naturaleza ha quedado ya superada4.

La complejidad de los procesos autoritativos en el marco hispánico yaviene apuntada por Hans Ulrich Gumbrecht, quien nos avisa de que eluniverso ideológico de la España áurea «will resist and ridicule any totali-zing effort», y sobre todo nos pone sobre la pista de una similitud, muy rele-vante para este contexto, entre nuestros tiempos y los pasados: «we arefacing manifold problems in leaving that very modernity that Golden Ageculture was restrained from entering»5. Por su parte, Marina S. Brownlee

3. Véase, por ejemplo, un muy interesante volumen recopilatorio de diversos trabajosacerca de los caminos futuros para el estudio de la literatura renacentista: L’étude de laRenaissance: nunc et cras: Actes du colloque de la Fédération Internationale des Sociétés etInstituts d’Étude de la Renaissance (FISIER), Genève, septembre 2001, edición de Max Enga-mare et alii, Travaux d’Humanisme et Renaissance, 381, Ginebra: Droz, 2003.

4. Véanse, como muestras pertenecientes a una larga lista de trabajos, Ana VianHerrero, «Interlocución y estructura de la argumentación en el diálogo: algunos caminospara una poética del género», Criticón: Voces áureas. La interlocución en el teatro y en la prosadel Siglo de Oro, 81-82 (2001), págs. 157-190, y su monografía El Diálogo de Lactancio y unarcidiano de Alfonso de Valdés: obra de circunstancias y diálogo literario. Roma en el banquillode Dios, Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 1994; asimismo, Jesús Gómez, El diálogoen el renacimiento español, Madrid: Cátedra, 1988; del mismo autor, El diálogo renacentista,Arcadia de las Letras, 2, Madrid: Ediciones del Laberinto, 2000. Y sin embargo, aún siguenapareciendo estudios que pretenden ser generalistas, aunque pasan por alto casi totalmenteel ámbito hispánico, y se dejan llevar por la noción bajtiniana de dialogismo sin reparar endistinciones fundamentales entre esta técnica novelesca y las características básicas delgénero dialogado; así, Anne Godard, Le dialogue à la Renaissance, Paris: Presses Universi-taires de France, 2001.

5. Hans Ulrich Gumbrecht, «A Different Classical Age», en Cultural Authority in GoldenAge Spain, edición de Marina S. Brownlee & Hans Ulrich Gumbrecht, Baltimore: The JohnsHopkins University Press, 1995, págs. 12-16.

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constata la falta de estudios en este campo: «There has been [...] no realforum for a collective examination of these kinds of key cultural issueswithin the historically specific context of Golden Age Spain [...] Within thisoverall context, the fundamental issue is the question of authority, conceivedin cultural terms»6. En lo que respecta a la Edad Media, y por seleccionartan sólo dos ejemplos, disponemos ahora, entre otros, de estudios comoel muy reciente de Julian Weiss sobre el mester de clerecía o el más antiguode Dayle Seidenspinner-Núñez sobre la autoridad y Teresa de Cartagenaen el siglo XV7.

Mientras que, en términos generales, la noción de autoridad ha tendidoa vincularse con la de autoritarismo8, las implicaciones del concepto quemás nos interesan son la de legitimidad, por un lado, y la de representa-tividad, por otro, vinculables tanto a mitologías de origen autojustificato-rias como a la configuración misma del canon textual9. La gran filósofaGillian Rose subraya la relación directa entre el desarrollo de la Razón ylos sucesivos cuestionamientos de la autoridad en la época moderna:«Reason intensifies the consequent crises of authority, first by the turn intoan inner, direct relation to the Author of Scripture, then by the turn to theimmanent practitioner of criticism»10. Los estudiosos postestructuralistas, enespecial aquellos vinculados con el nuevo historicismo, acusan esta crisisy su derivada, que afecta a los conceptos mismos de legitimidad y repre-sentatividad. Refiriéndose al corpus shakespeariano, aunque describiendoun estado de cosas que puede hacerse extensible a otros corpora coetá-neos (Lope de Vega, por ejemplo) e incluso anteriores, Weimann afirma:

The representation of authority can be seen to collide with some newand unsanctioned authority in representation, the mimesis of power withthe power of mimesis. In the process of this collision, the nature of

6. Marina S. Brownlee, «Cultural Authority in Golden Age Spain», en Cultural Autho-rity, págs. 9-11 (9).

7. Julian Weiss, The Mester de Clerecía: Intellectuals and Ideologies in XIII CenturyCastile, London: Tamesis, 2006; Dayle Seidenspinner-Núñez, The Writings of Teresa de Carta-gena, Rochester, Nueva York: D. S. Brewer, 1998, especialmente págs. 113-23. En cuanto ala figura del autor desde una perspectiva diacrónica, véase La question de l’auteur: Actes duXXXe Congrès de la Société des Hispanistes Français, edición de Corinne & Manuel Montoya,Brest: Université de Bretagne Occidentale, 2002.

8. Véase, por ejemplo, Michel Foucault, Surveiller et punir: naissance de la prison,Paris: Gallimard, 1975.

9. Robert Weimann, «Shakespeare (De)Canonized: Conflicting Uses of ‘Authority’ and‘Representation’», New Literary History, 20 (1988), págs. 65-81.

10. Gillian Rose, Love’s Work, London: Vintage, 1997, pág. 130.

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authority, its social uses and abuses, have to be negotiated each time,with the outcome variable and uncertain, involving [en el teatro deShakespeare] the principles of dialogue [...] While the locus for the repre-sentation of power and authority was undoubtedly there and, ultima-tely, triumphant, the theatrically appropriated power, the self-assumedauthority of those who did the representing was –in the Shakespeareantext– as yet unsubdued, informing great art and richly sustained energyin its own performance and embodiment11.

Con su lección inaugural de cátedra, impartida en septiembre de 2006en la Universidad de Manchester, Terry Eagleton propugna un caminoanalítico de vuelta al texto y a la retórica del texto como elementos esen-ciales para determinar la memoria cultural, elemento imprescindible parala acción crítica y la recuperación de la experiencia. Es también Eagletonquien, frente a la visión foucauldiana de la autoridad omnipresente, y conuna afirmación irritante por lo categórica, y a la vez por lo irrebatible,subraya la naturaleza ambigua y sobre todo transaccional de la autoridad(«every oppressive form of rule harbours the secret knowledge that it livesonly in the active consent of those it subjugates, and that were this consentto be withdrawn on any major scale, it would be struck powerless»12), yaque el consentimiento siempre se otorga a cambio de una gratificación deltipo que sea.

Por su parte, Michel Foucault define en su famosa lección la naturalezafuncional y proteica del autor13. Esta visión ya comienza a verse apuntada

11. R.Weimann, «Shakespeare», págs. 79-80.12. Terry Eagleton, The Eagleton Reader, edición de Stephen Regan, Oxford: Black-

well, 1998, pág. 244. La formulación expresa de tales procesos se encuentra ya en las propiasobras literarias premodernas; son precisamente estas operaciones de intercambio descritaspor Eagleton las que se ponen de manifiesto de manera palmaria y clarividente en, porejemplo, una comedia lopesca como El villano en su rincón; véase Esther Gómez Sierra, «‘Yel rey en el suyo’: El villano en su rincón, de Lope de Vega, y algunos momentos de supasado y su futuro», en El teatro clásico español a través de sus monarcas, edición de LucianoGarcía Lorenzo, Madrid: Fundamentos, Real Escuela Superior de Arte Dramático (Asocia-ción José Estruch) & Festival de Teatro Clásico de Almagro, 2006, págs. 65-91.

13. «La function-auteur est liée au système juridique et institutionnel qui enserre, déter-mine, articule l’univers des discours; elle ne s’exerce pas uniformément et de la même façonsur tous les discours, à toutes les époques et dans toutes les formes de civilisation; elle n’estpas définie par l’attribution spontanée d’un discours à son producteur, mais par une séried’opérations spécifiques et complexes; elle ne renvoie pas purement et simplement à un indi-vidu réel, elle peut donner lieu simultanément à plusieurs ego, à plusieurs positions-sujetque des classes différentes d’individus peuvent venir occuper», Michel Foucault, «Qu’est-cequ’un auteur?», Bulletin de la Société Française de Philosophie, 63 (1969), págs. 71-104 (88).

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por las distintas posiciones de los autores medievales y renacentistas: sien el siglo XIII Buenaventura pinta la situación como una cadena descen-dente (Dios es la fuente de toda autoridad, y tras él el autor humano,responsable de lo que se dice en un texto dado; el último eslabón es eldel compilador14), en el XV, como Keith Whinnom señala, prevalece ladimensión práctica del término «autor» –acepción que por cierto se trans-parentará en el universo de las comedias áureas para designar a lo quehoy sería el director de las obras y jefe de la compañía teatral–, y se esta-blece una separación clara entre éste y la auctoritas:

I cannot see that there is any evidence of substance that, in the fifte-enth century, any writer who calls himself an autor is either laying claimto auctoritas or pretending to a place in the canon of the classics. Whatthe texts show is that any writer who writes a book is an autor whocompone or faze... almost anything except a libro15.

Alistair Minnis detecta una evolución paralela de la idea de auctor enesta misma época: «In the late Middle Ages, there was a new awareness ofthe sins of the auctores. Interest in the integrity of the human auctor seemsto have taken two main channels: he was considered as an agent in bothliterary and moral activity»16. Michel Zimmerman subraya asimismo lacomplejidad de la búsqueda del autor en la Edad Media, búsqueda que sesitúa «à la confluence de voies incertaines entre clandestinité, refus, reven-dication et invention»17.

Pero vuelvo a esos textos a que me refería al principio, y a ese hilosecreto, en este caso de erosiones al orden establecido, que tiene lugar enellos. Sin lugar a dudas, la lengua en que están escritos tiene que ver conesas erosiones, ya que es la naturaleza dinámica, problemática y siempreinasible de la lengua el elemento que introduce una dislocación primor-dial. En dichos textos se materializa la expresión, representación y defini-ción de un orden dado a través de un instrumento en constante cambio(ya lo expresa bellamente Bajtín cuando señala la existencia de una lengua

14. Alastair J. Minnis, Medieval Theory of Authorship: Scholastic Literary Attitudes inthe Later Middle Ages, Aldershot: Wildwood House, 1988, pág. 55.

15. Keith Whinnom, «Autor and Tratado in the Fifteenth Century: Semantic Latinism orEtymological Trap?», Bulletin of Hispanic Studies, 59 (1982), págs. 211-18 (214).

16. A. J. Minnis, Medieval Theory, pág. 103.17. Michel Zimmerman, «Ouverture du colloque», en Auctor et Auctoritas: invention et

conformisme dans l’écriture médiévale: Actes du Colloque de Saint-Quentin-en-Yvelines (14-16 juin 1999), Paris: École des Chartes, 2001, págs. 7-14 (13).

LA AUTORIDAD Y SUS REPRESENTACIONES: UNA PROPUESTA DE ESTUDIO 307

distinta para cada día que pasa18) y con leyes que siguen su propia lógica,para la cual tienen relevancia tanto el peso de determinados modelos comola presión de los movimientos de masas –no tan distintos de los que inter-vienen en la dinámica de los acontecimientos políticos–. No es de extrañarentonces, como constata el citado Terry Eagleton, ahora respecto al corpusshakespeariano –y con entera aplicabilidad a nuestro campo de estudio–,que se produzca una contradicción básica «between the represented valuesof ‘social order’ and the subversive energies of ‘textual productivity’», ya quela naturaleza inestable de la lengua pone en cuestión la creencia misma enel orden social que expresa19. Un ejemplo claro de tal contradicción seproduce en las Coplas de los siete pecados mortales de Juan de Mena, dondela palinodia estilística se ve anulada por el propio impulso poético que laformula. Las Coplas pueden verse así como un acto de autosabotaje incons-ciente: quieren ser una (auto)crítica a los desmanes italianizantes de lalibido poética, pero ésta termina por imponerse a la vez de manera ideo-lógica y estilística: primero, gracias a la elocuencia del personaje alegóricode Lujuria, quien produce una apología de se tan consistente que choca conlas garantías que el narrador poético ofrece del triunfo de su contrincante,la Razón alegórica; y luego, y en especial, gracias a la permanencia en elpoema del estilo que Mena quiere proscribir a pesar de los anuncios progra-máticos y las protestas de casticismo en él contenidos20; Mena no puedeescapar a su destino porque no puede escaparse de su estilo21.

Unos cincuenta años antes, a principios del siglo XV, lo que las Memo-rias de Leonor López de Córdoba tratan de poner de relieve es las variasmaneras en que aquellos en posiciones de autoridad política, religiosa ofamiliar rompen la palabra dada y actúan contra los compromisos previa-mente contraídos: el rey Enrique, con sus trampas no sólo asesinas, sino

18. Mikhaïl Bakhtine, Esthétique et théorie du roman, Paris: Gallimard, 1978. 19. Terry Eagleton, William Shakespeare, Oxford, Blackwell, 1986, pág. 1.20. Esther Gómez Sierra, «Duelo a la sombra: Juan de Mena y la alegoría de la lujuria»,

en Las metamorfosis de la alegoría: discurso y sociedad en la Península Ibérica desde laEdad Media hasta la Edad Contemporánea, edición de Rebeca Sanmartín Bastida & Rosa VidalDoval, introducción de Jeremy Lawrance, Frankfurt & Madrid: Vervuert & Iberoamericana,2005, págs. 169-87. Estas reflexiones, y muchas de las que siguen en el resto del presenteartículo, vienen inspiradas por el enfoque de Alan Deyermond, «La voz personal en la prosamedieval hispánica», en Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas,edición de Antonio Vilanova, Barcelona: PPU, 1992, I, págs. 161-70.

21. Véase Francisco Rico, «El destino y el estilo», en Los discursos del gusto: notassobre clásicos y contemporáneos, Colección Imago Mundi 40, Barcelona: Destino, 2003,págs. 56-63.

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sobre todo fratricidas, y sus garantías traicionadas; los monjes ladrones; yla tía, segura en su pertenencia al bando vencedor y dispuesta a cambiarde opinión frente a la sobrina desposeída a la que en principio tiene eldeber de proteger22. A pesar de la aparente cualidad idiosincrática deLeonor, lo cierto es que sus reproches encajan con lo que parece haber sidouna queja constante de la nobleza durante el siglo XV23. Así, sus Memoriasson un intento de corrección a la autoridad imperante, en este caso la auto-ridad Trastámara, pero no sólo desde el punto de vista de la peculiar perso-nalidad de la autora y de las horripilantes circunstancias de su infancia yjuventud, sino también de la ideología del estado social al que pertenecey del cual quiere presentarse además como miembro destacado en un actode escritura que es un acto más de bravura nobiliaria.

El hilo secreto de los textos me condujo a la Visión Delectable. Cuandoen 1991 empecé a estudiar esta obra, la intuición de que se trataba de algomás que de una mera enciclopedia –etiqueta ésta adoptada, y repetida,por la bibliografía entonces disponible– fue cobrando fuerza, junto con lacerteza de que la Visión era un libro inscrito en una polémica filosófica yescrito con el propósito de reivindicar al intelecto sobre la voluntad. Éstano es desde luego una posición innovadora o arriesgada, pero sí demuestrala potencia de la tesis opuesta, tesis que se considera lo suficientementepeligrosa –o al menos así se nos quiere hacer creer a los lectores del texto–como para merecer una contradicción demostrativa por medio de la narra-ción dialogada del viaje de su protagonista, Entendimiento, y de la inclu-sión de diversos aspectos polémicos24; ahora contamos con el extensoestudio de Luis M. Girón-Negrón, quien desarrolla extensamente estas yotras cuestiones25.

22. Esther Gómez Sierra, «La experiencia femenina de la amargura como sustento deun discurso histórico alternativo: Leonor López de Córdoba y sus Memorias», en La voz delsilencio: fuentes directas para la historia de las mujeres, I: siglos VIII-XVIII, edición de Cris-tina Segura Graíño, Madrid: Laya, 1992, págs. 111-29.

23. Véase François Foronda, «Bravoure, norme et autorité en Castille au xve siècle»,Hypothèses 1998: Travaux de l’École Doctorale de l’Histoire de l’Université de Paris I-Pant-héon Sorbonne, Paris: Publications de la Sorbonne, 1999, págs. 29-36.

24. Esther Gómez Sierra, «Una visión de la Visión Delectable», en Actas do IV Congressoda Associação Hispânica de Literatura Medieval (Lisboa, 1-5 Outubro 1991), edición deAires A. Nascimento & Cristina Almeida Ribeiro, Lisboa: Edições Cosmos, 1993, II, págs.357-60.

25. Luis M. Girón-Negrón, Alfonso de la Torre’s Visión Deleytable: Philosophical Ratio-nalism and the Religious Imagination in 15th Century Spain, Boston & Colonia: Leiden &Brill, 2001.

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El anónimo Diálogo entre el prudente rey y el sabio aldeano ha sidosiempre una obra difícil de clasificar, siquiera porque, al fluctuar entre lacrítica a las lacras sociales y la adscripción a los valores de la monarquíaautoritaria, se desarrolla en los límites porosos entre subversión y conten-ción; pero ni su reformismo es revolucionario, por más que uno de suspersonajes hable de devolver violencia por violencia, ni su monarquismoes del todo oficialista26. Desde el punto de vista argumentativo, el autor,posiblemente un letrado del entorno de Isabel la Católica, ofrece una apro-ximación del tipo «both/and»27 a la cuestión debatida por sus dos personajesy utiliza la imagen de la sangre como agente de autoridad compartida.Dicha sangre no es la sangre azul del linaje noble o la sangre roja a borbo-tones de las confrontaciones revolucionarias, sino la sangre activa, curativaque circula por el cuerpo político a modo de savia ideológica y que acudeen remedio de sus partes necesitadas (así lo hace la voz del aldeano, y asílo hace el desconocido autor –y su representante en el proceso dialógico,el narrador– con su proceder de escribir el texto), y administra la justicianecesaria (así se propone que lo hagan no sólo el rey ficticio del diálogo,sino también y en especial la reina destinataria del diálogo).

Por este camino llego a un autor muy distinto de Leonor, del bachillerde la Torre y del letrado desconocido: Pedro Sánchez Ciruelo, cuya obraingente resulta ser un monumento hispano al sentido común. Aparte de sufamosa Reprovaçión, Ciruelo escribe un par de diálogos latinos28; a través

26. Diálogo entre el prudente rey y el sabio aldeano (olim Libro de los pensamientosvariables), edición de Esther Gómez-Sierra, Papers of the Medieval and Hispanic ResearchSeminar, 29, Londres: Dept. of Hispanic Studies, Queen Mary and Westfield College, 2000.

27. Esta clasificación discursiva procede del fascinante artículo de Linda Hutcheon,«Rhetoric and Competition: Academic Agonistics», Common Knowledge, 9 (2003), págs. 42-49.

28. Esther Gómez-Sierra, «Home and Away in Paris: Pedro Sánchez Ciruelo and hisDisputatorius Dyalogus», en Latin and Vernacular in Renaissance Spain, edición de BarryTaylor & Alejandro Coroleu, Cañada Blanch Monographs, 3, Manchester: Manchester Spanishand Portuguese Studies, págs. 83-104; de la misma autora, dos artículos más: «Pedagogía yamicitia: los diálogos latinos de Pedro Sánchez Ciruelo», en Actas del VIII Congreso Inter-nacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval: Santander, 22-26 de septiembrede 1999, Palacio de la Magdalena, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, edición deMargarita Freixas & Silvia Iriso, Santander: Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Cajade Cantabria & Año Jubilar Lebaniego, 2000, I, págs. 843-56; y «Notas sobre algunos textosde Pedro Sánchez Ciruelo y su fortuna editorial y bibliográfica», en Text and Manuscript inMedieval Spain: Papers from the King’s College Colloquium, edición de David Hook, London:Department of Spanish and Spanish-American Studies, King’s College, 2000. Véase tambiénReprovación de las supersticiones y hechizerías (1538), Pedro Ciruelo, edición de José LuisHerrero Ingelmo, Salamanca: Diputación de Salamanca, 2003.

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de ellos, este autor consigue exponer su doctrina con claridad y amenidadligadas a su propia experiencia estudiantil y docente, la cual le sirve paradotar a sus textos de un entramado ficcional (un trasunto de Ciruelo aparececomo interlocutor en ambos diálogos) definido por la idea de amistad entreintelectuales y estudiosos y por un concepto dinámico de la autoridad:

One of the main purposes of the Disputatorius dyalogus is the rejectionof the principle of static authority and the theoretical and practical vindi-cation of the idea of dynamic authority. This has to do directly withCiruelo’s epistemological position: innovation in learning is not onlypossible, but absolutely necessary for its advance. According to Ciruelo,then, the certainty that the combination –even if purely diachronic– ofseveral points of view will lead to the truth is applicable to the domainof the arts, and also to the field of what is known today as the experi-mental sciences29.

La representatividad, el éxito y la larga trayectoria de Ciruelo podríanhacer pensar que se trata de una figura del establishment, un miembro dela generación que copa los puestos intelectuales de prestigio tras la salidaforzosa de los sabios bajo sospecha. El estudio de Lu Ann Homza dondese demuestran las conexiones conversas de este autor30 hace que todavíacobre más relieve el cuidado que éste pone en la presentación dialogadadel proceso de validación de sus ideas, es decir, su claro interés en esta-blecer la representación de su propia autoridad científica como persuasivay consensual. Si bien se ha visto a Ciruelo como una especie de restomedievalizante en la sociedad renacentista, sobre todo por su longevidad,lo cierto es que su relevancia conecta con las necesidades de la sociedadbarroca; una sociedad pseudolaica, en la medida en que fueron los ecle-siásticos quienes tuvieron que fijar las bases culturales, dado que los legoscarecían de principios de autoridad autónomos y capacitadores31.

Una mujer difícil, orgullosa y con una marcada tendencia a caer endesgracia; un bachiller con pretensiones filosóficas; un poeta hecho un líoy con el pie puesto en el estribo del más allá; un letrado incomprendido,

29. E. Gómez-Sierra, «Home and Away», pág. 101. 30. Lu Ann Homza, Religious Authority in the Spanish Renaissance, Baltimore: The

Johns Hopkins University Press, 2000.31. Enrique Tierno Galván, «El principio de autoridad en el Barroco español», en

Actas del Congreso Internacional sobre Calderón y el teatro del Siglo de Oro (Madrid 8-13 de junio de 1981), edición de Luciano García Lorenzo, Madrid: CSIC, 1983, III, págs.1695-1700 (1698).

LA AUTORIDAD Y SUS REPRESENTACIONES: UNA PROPUESTA DE ESTUDIO 311

de gustos literarios conservadores e ideas políticas de talante reformista; yun afable y trabajador escolástico criptoconverso cuelgan metafóricamentede ese hilo secreto: no puede decirse que no estemos en buena compañía.La fibra que conecta sus diferentes obras es su particular vinculación, simul-táneamente, a las dimensiones de fantasía y experiencia, y las consiguientesrepercusiones con respecto al principio de autoridad. En algunos de sustextos figuran fantasías abiertas, como las alegorías de Entendimiento y lasArtes Liberales de la Visión de Alfonso de la Torre, o de la Razón en luchacon las monstruosidades de la voluntad del poema de Mena; estas enti-dades obedecen al intento de una clasificación clara de la experiencia –surepresentación encuadrada– y a las energías de una autoconciencia personaltodavía en estado latente, y, sobre todo en el segundo caso, tropiezan con–y terminan por impregnarse de– la naturaleza problemática del mundo,del individuo y por ende del autor mismo. Las otras obras, que no alberganestas fantasías alegóricas (o no en la misma medida, aunque los caracteresdel rey y el aldeano en el Diálogo, si bien individualizados por su conductaargumentativa, vienen presentados como personificaciones de sus respec-tivos estamentos), pueden leerse a su vez como fantasías histórico-polí-ticas y muestras diversas de lo que en inglés se conoce como wishfulthinking –y en castellano como un melancólico «qué más quisiéramos»–.En vista del ulterior progreso de Leonor en la corte y de su estrepitosacaída final, las Memorias cobran el estatus de una fantasía de restituciónguiada por la ideología aristocrática de la excelencia, el sacrificio y el honora la palabra dada: una reinterpretación idealizada de la propia vida porparte de un miembro de la antigua nobleza que choca y chocará de planocon los presupuestos de la razón práctica de Estado, y lo seguirá haciendoen siglos venideros. El texto de Leonor conecta también con una fantasíade poder femenino; su temporada como valida y consejera de Catalina deLancaster supone una amenaza al establishment –Leonor no es una reinaa la que se pueda circunscribir en una idealización de signo religioso y/opoético– y la convierte en el blanco de una campaña en su contra que setransparenta en las crónicas. El Diálogo entre el prudente rey y el sabioaldeano no sólo responde a la fantasía, inspirada en las leyendas folkló-ricas y alimentada por el deseo semiconsciente de lo mágico, de comuni-cación directa –y sobre todo privada– entre los extremos sociales, sinoque también, y máxime en vista de la evolución de la sociedad españolaen los siglos XVI y XVII, se revela como una huella casi fantasmal de unaprominencia de los letrados más deseada o proyectada que efectiva. Si sela considera desde el otro lado de las conmociones de la España moderna

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y contemporánea, la elaboración de sentido común que Ciruelo lleva acabo termina por ser quizá la fantasía más dolorosa de todas. Su proyectotuvo la habilidad de inscribir ideas tradicionales en un marco de racio-nalismo; como sucede con otros autores –Rojas o Cervantes, sin ir máslejos, aunque en otra escala–, el hecho de que su obra tuviera un éxitoclamoroso en su tiempo no la libró de verse mal entendida bien pronto;en 1628, un comentador incapaz, cuya principal preocupación eracontentar al virrey de Cataluña, intenta a golpe de glosa hacer que laReprovación encaje en unos presupuestos de orden público del todoajenos a la obra. Los limitados, pero patentes, impulsos dialógicos ydialécticos de Ciruelo se vieron barridos por las luchas políticas ulteriores(y quizá también por la difusión de una caprichosa imago pública conso-lidada a lo largo del tiempo en el repertorio de los dichos populares, «elmaestro Ciruelo...», «el maestro Ciruela...»), del mismo modo que el ethosde la obra de Feijoo o la ética republicana de instrucción pública y cono-cimiento razonado lo fueron por las respectivas restauraciones de unorden político retrógrado.

La conclusión a todas estas reflexiones no puede ser más que provi-sional, y se ciñe a la propuesta de estudio mencionada en el título de estacomunicación; una propuesta que parte de la brillante descripción –apli-cable a estos y otros textos, y de manera distinta– que Michel de Certeaulleva a cabo de los elementos de resistencia cultural ligados a la expe-riencia32. Para Certeau, existe una forma de a la vez jugar y desmantelar eljuego del otro gracias a diversas estrategias discursivas que se hallan en lacultura popular, «la roche noire qui s’oppose a l’assimilation» (pág. 35); através de dichas estrategias, los grupos sociales que carecen de lugar esta-blecido en el sistema social llevan a cabo la negociación de su postura yde su lugar justo en los límites de tal sistema. Mi propuesta de estudio vaestrechamente ligada a la necesidad de considerar las fricciones culturalesque se producen en esos límites y las erosiones al poder establecido queresultan de dichas fricciones. Desde este punto de vista, la ya tradicionalcontraposición de apocalípticos contra integrados pierde fuerza y se revelamás como una cuestión de grado que de contraste: será imprescindibleprecisar qué hay de un extremo en el otro, es decir, qué hay en los apoca-lípticos de integración y qué hay en los integrados de apocalipsis; tal nece-sidad de matizar dicotomías atañe también a otra tradicional pareja deopuestos, la de antiguos y modernos, y por consiguiente pone en cuestión

32. Michel de Certeau, L’invention du quotidien, I: Arts de faire, Paris: Gallimard, 1990.

LA AUTORIDAD Y SUS REPRESENTACIONES: UNA PROPUESTA DE ESTUDIO 313

la idea de progreso literario33. Esta tarea, fascinante y difícil, nos ayudaráa expresar las diversas diferencias de matiz en cuanto a la posición en elmundo de un autor y su obra, y con ello no sólo se enriquecerá nuestroconocimiento de la historia de los textos, sino también de las energías

circulantes en un contexto cultural determinado, en nuestro caso el del ámbito hispánico medieval y renacentista.

33. Umberto Eco, Apocalípticos e integrados, traducción de Andrés Bolgar, Barcelona:DeBolsillo, 2004; Hans Robert Jauss, La historia de la literatura como provocación, traduc-ción de Juan Godo Costa & José Luis Gil Aristu, Barcelona: Península, 2000.

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EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA»EN EL LIBRO DE MISERIA DE OMNE

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ(Universidad de Oviedo)

E L ANÓNIMO AUTOR del Libro de miseria de omne nos muestra en la c.4 del incipit su intención de componer el poema de acuerdo conun sistema métrico-rítmico y estrófico:

Ond tod omne que quisiere este libro bien pasar,mester es que las palabras sepa bien silabicar;ca por silavas contadas, que es arte de rimare por la quaderna via su curso quiere finar1.

Con esta intención el autor compone una obra que consta de 502 estrofasformadas cada una por cuatro versos monorrimos, lo que explica la fórmula«cuaderna vía» de la c. 4d y, a su vez, cada verso dividido en dos hemisti-quios que en la mayor parte de los casos son de ocho sílabas, por lo queen general la medida del verso es de dieciséis sílabas, explicándose así elsintagma «sílavas contadas» de la c. 4c. Este predominio de hemistiquiosoctosilábicos y, por tanto, de versos de dieciséis sílabas, supone, comoveremos a continuación, un cambio fundamental frente a los hemistiquios

1. Las citas proceden de la edición de Jane Ellen Connolly, Translation and poetiza-tion in the cuaderna via. Study and edition of the Libro de miseria d’omne, Madison: HispanicSeminary of Medieval Studies, 1987.

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heptasilábicos y los versos de 14 sílabas que caracterizaban la métrica delos poemas del «mester de clerecía».

Sin embargo, debo puntualizar el hecho de que la obra nos ha llegadoen una única copia manuscrita con numerosos errores de copia, lo que afectaal cómputo silábico, al número de versos y a la rima, entre otros aspectos.No obstante, no debemos dejar de lado la hipótesis de una larga transmisiónmanuscrita, en la que tras sucesivas copias se hayan ido introduciendo conti-nuadas irregularidades que afectaron a la métrica del poema, pues parecedifícil de aceptar que el autor cometiera tal cantidad de irregularidades yaque, según nos señala en la c. 3, se siente orgulloso de su quehacer poético:

Libro de miseria d’omne sepades que es llamado;compuso esas razones en buen latín esmerado;no lo entiende tod omne, si non el que es letrado,por que yaze oy de muchos postpuesto e olvidado.

Algo que llama la atención en esta obra es que el principio de la dialefa2

informa la mayor parte del poema como bien ha puesto de relieve Jane E.Connolly3 y que he podido comprobar tras analizar este fenómeno ennumerosas lecturas de la obra. Si tenemos en cuenta este criterio, podemosdecir que el Libro de miseria de omne se acerca en este aspecto a lospoemas de la escuela del «mester de clerecía» donde el principio obligadode la dialefa era uno de sus rasgos más genuinos y característicos, comoha señalado Isabel Uría refiriéndose a los poemas del siglo XIII:

Los rasgos más genuinos de estos poemas, aquellos que les confierenla peculiar fisonomía que los singulariza frente a todos los demás, guardarelación con el fenómeno de la dialefa, observada en todos ellos comouna norma o principio básico de la versificación4.

2. Principio señalado ya desde los estudios de Federico Hansen, «Sobre el hiato enla antigua versificación castellana», Anales de la Universidad de Chile, 94 (1896), págs. 911-914, al señalar que «La primitiva versificación castellana, que aparece en el Poema del Cid,en la obras de Gonzalo i en otros monumentos de la poesía arcaica, admitía el hiato sinrestricción alguna i no permitía contraer la vocal final de una palabra con la inicial de otra»,pág. 911.

3. J. E. Connolly, Translation and poetization in the cuaderna via, pág. 108. 4. Isabel Uría Maqua, «Sobre la unidad del mester de clerecía del siglo XIII. Hacia un

replanteamiento de la cuestión», en Actas de las III Jornadas de Estudios Berceanos, ediciónde Claudio García Turza, Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, Col. Centro de Estudios«Gonzalo de Berceo», núm. 6, 1981, págs. 179-188 (182).

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ316

De este modo, el anónimo autor toma como base para la composiciónde su obra este principio cuando alude en la c. 4c a la forma de componerel poema «ca por silavas contadas, que es arte de rimar», pues pese a queen el texto que ha llegado a nosotros se aprecian casos aislados en losque no se cumple este principio, debemos pensar que son errores debidosa una aciaga transmisión textual, pues resulta extraño, por no decir inad-misible, que el autor nos planteara, ya desde el comienzo del poema, suintención de ajustarse a unos principios métricos tan rigurosos y a la horade realizar la versificación pasase por alto tales planteamientos iniciales.

Pese a todo, el principio de la dialefa es tónica dominante en el Librode miseria de omne, teniendo en cuenta alguna concesión a la sinalefa5, loque convierte a esta obra en un poema de transición entre el «mester declerecía» y las obras que nosotros denominamos de «nueva clerecía» que sedesarrollarán en pleno siglo XIV, y de ahí nuestra consideración como unode los «epígonos» de la primera escuela poética en lengua castellana6. Dehecho, Connolly, tras analizar aspectos referentes al hiato, la apócope y lalengua, considera que el autor del Libro de miseria de omne siguió la normade la dialefa y que, por tanto, los versos hipermétricos son debidos al copista:

Our poem has traditionally been viewed as an example of the dege-neration of the quaderna vía. Most critics have maintained that it repre-sents the last work in the Alexandrine verse and that it dealt the finalblow to the dying from. The fondings adduced in this chapter, however,demostrate that the Libro de miseria is aligned with the early clerecía,for our poet followed the metrical and rhyming practices of the thir-teenth-century quaderna vía employed the formulae and themes charac-teristic of that period7.

5. No debemos dejar de tener presente en todo momento el estado en el que se nosha conservado la copia, pues este empleo minoritario de la sinalefa tal vez pueda ser debidoa los errores de copia, mientras que en el original el principio de la dialefa informase todala obra.

6. Sobre esta triple división, de la que volveremos a hablar mas adelante remito aJaime González Álvarez, El «mester de clerecía», los «epígonos» y las «obras de nueva clerecía»,Tesis de Licenciatura dirigida por la Profesora Isabel Uría Maqua, Oviedo: Universidad deOviedo, leída el 30 de septiembre de 2004, y Jaime González Álvarez, «Un nuevo plantea-miento: el ‘mester de clerecía’, los ‘epígonos’ y las obras de ‘nueva clerecía’», en Actas delXI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (León, 20-24de septiembre de 2005), León: Universidad de León, en prensa.

7. J. E. Connolly, Translation and poetization in the cuaderna via, 1987.

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 317

De hecho ella, al igual que nosotros8, defiende que la obra fuecompuesta a finales del siglo XIII o principios del XIV.

Algo que llama la atención en el Libro de miseria de omne son losnumerosísimos ejemplos de apócope que encontramos a lo largo detodo el poema. Creo que durante el proceso de transmisión y copiade la obra se produjo una alteración de este fenómeno fonético, lo quetrajo consigo irregularidades que afectaron al cómputo silábico. Simple-mente señalaré algunos de los casos en los que este fenómeno altera elcómputo:

–Apócope de pronombres que generalmente van enclíticos: «fyzol’»(382c), «nol’» (14c, 140a, 167d, 190d, 192d), «ques’» (34b, 34d, 460d)…

–En el caso de las formas verbales el fenómeno de la apócope afecta ala –e final de las terceras personas del singular: «diz» (83a, 137a, 157c, 158b,211a, 213a, 221b, 224b, 276b, 284c…), «faz» (6d, 11d, 15d, 82b, 86a, 140c…),«pued» (200c, 253d, 318b, 347b), «quier» (4d, 28b, 56b, 80a, 84c, 87a, 99a,115c…)…

–Los adjetivos que suelen presentarse en forma apocopada en su posi-ción prenuclear y siempre formando parte de un sintagma nominal: «buen»(2a, 3b, 83d...), «grand» (38b, 60a, 74c, 134d…), «sant» (168a, 163a, 164d…),«tan» (31a, 33d, 35d…) …

–Nos encontramos con dos casos en los que también se observa lapresencia apocopada en sustantivos: «argent» (94b, 138b, 181a, 287b, 291b,294c, 295d y 296b) y «fi» (110b y 233c). Pero estos dos casos resultan untanto controvertidos, pues parecen ser influjo de la lengua occitana.

–Los adverbios: «do» (79d, 112c, 151d, 187a, 219b, 229b…), «doquier»(264b, 338c, 386b)…

–Hay tres términos en los que también encontramos la presencia de laapócope: «qualquier» (262a), «quier» (120d, 137d, 153d, 201d) y «siquier»(35d, 39b, 137d, 206a…)

Pero todos estos casos de apócope no necesariamente hubieron de estarpresentes en el estadio de redacción originario del poema. De este modo,

8. J. González Álvarez, «Un nuevo planteamiento», y J. González Álvarez, «En torno ala fecha de composición del Libro de miseria de omne», en Teoría Hablamos de Literatura.Actas del III Congreso Internacional de Jóvenes Investigadores de la Literatura Hispánica(ALEPH), (Granada, 3-7 de abril de 2006), edición Antonio César Morón Espinosa & JoséManuel Ruiz Martínez, Granada: Universidad de Granada, 2007, págs. 327-334 (Edición enCD-Rom).

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ318

ya Lapesa9, señalaba que este fenómeno es consecuencia de la evoluciónlingüística en la que se fue desligando la vocal final de determinadas pala-bras, lo que habría desfigurado nuestro texto debido a la acción del copistao copistas en un momento posterior a la redacción originaria, a la vez queno habrían tenido en cuenta que el poema estaba redactado siguiendo elmodelo de la copla cuaderna. De este modo, muchos de los casos deapócope que encontramos en pronombres, verbos, adverbios son casosde ultracorrección o analogía, lo que ha provocado la ruptura regular delcómputo silábico. Sin embargo, los adjetivos en posición prenuclear seencuentran siempre y hasta la actualidad de manera apocopada, no alte-rando la forma ni provocando irregularidades métricas.

Teniendo esto en cuenta, observamos que con la elisión de la apócopey el empleo correcto de los diptongos e hiatos hay un aumento conside-rable de versos regulares en todo el poema. En este sentido, como ha seña-lado Uría10, la corrección de un hemistiquio hipermétrico no siempre sepuede hacer suprimiendo la vocal final, es decir apocopando, pues laapócope sólo se admite cuando la palabra siguiente empieza por conso-nante, pues no debemos olvidar que la correcta articulación de las sílabasy la clara delimitación de los contornos son fundamentales para la difusión yfinalidad didáctica de estas obras.

Un caso particular de sinalefa es aquella que se produce por «sandhi»o fonética sintáctica donde se produce la elisión de una «e» proclítica cuandose encuentra en contacto con otra «e». También se encuentra algún ejemplocon «o». Éste era el único caso en el que era permitida la sinalefa dentrode la métrica del «mester de clerecía» en el que la dialefa, como ya hemosseñalado, era principio obligado, y en este sentido el Libro de miseria deomne se ajusta a ese sistema.

Rodríguez Rivas ha señalado los casos en los que se produce este fenó-meno11: «daqueste» (485a), «daquestos» (263a), «dende» (158d, 404d). Sinembargo, estas formas también las encontramos en Berceo y en los demás

9. Rafael Lapesa, «La apócope de la vocal en castellano antiguo. Intento de expli-cación histórica», en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid: Gredos, 1951, II, págs.185-226.

10. Isabel Uría Maqua, «Ritmo, prosodia y sintaxis en la poética del mester de clerecía»,Revista de Poética Medieval, 7 (2001), págs. 111-130.

11. Gregorio Rodríguez Rivas, El Libro de miseria de omne a la luz del De contemptumundi: estudio, edición y concordancia, tesis doctoral inédita dirigida por Jesús MenéndezPeláez y presentada en la Universidad de Oviedo en 1991, págs. 160-162, y Gregorio Rodrí-guez Rivas, «‘E por la cuaderna vía su curso quier finar’», en Corona Spicea in memoriamCristóbal Rodríguez Alonso, Oviedo: Universidad de Oviedo, 1999, págs. 619-626.

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 319

poemas del siglo XIII. No obstante, él incluye varios ejemplos de sinalefapor fonética sintáctica que desde mi punto de vista son claramente ejem-plos de crasis: «del» (24b, 31b, 31d, 108b, 152c, 234d, 323a, 408b), «della»(59d, 310c), «dellas» (37a, 66c, 355b, 393c), «dellos» (124d, 170d, 380b),«desdel» (76c), «desos» (17c), desta» (16a), destas» (172a), deste» (79b, 97b,150d, 179a, 203d, 205b, 209b, 214a, 215a, 243a, 252a, 302d, 304b, 379a,441a, 441b, 474c), «desto» (184a), «destos» (245a), «nos» (49a), «quel» (130d,165d, 183d, 202d, 220c, 238d, 256b).

El ejemplo que Rodríguez Rivas señala del término «desque» (59b, 404d)no es un caso de sinalefa ni de crasis, sino que es una síncopa.

Señalamos a continuación una serie de irregularidades claramenteperceptibles en un acercamiento al texto del Libro de miseria de omne enlo referente el sistema métrico-rítmico y estrófico12.

Se comprueba que la pretensión del autor, a tenor de la poética expuestaen la c. 4, anteriormente citada, era componer un poema en estrofas decuatro versos monorrimos de dieciséis sílabas, divididos en dos hemistiquiosde 8+8 o una estructura similar: 7+1 y 8; 7+1 y 7+1; 8 y 7+1; 9-1 y 8; 9-1 y7+1. En el texto que ha llegado hasta nosotros he comprobado, cómo delconjunto de los 2002 versos que conforman el poema tan solo un 55% sonregulares, mientras que el resto de los versos oscilan entre las 11 sílabas o10+1 y las 6 sílabas, a lo que hay que añadir varios hemistiquios que estánincompletos. Sin embargo, si aplicamos el correcto tratamiento de laapócope, es decir la elisión de las formas apocopadas debidas al procesode copia, la comparación de hemistiquios y la resolución de otras inco-rrecciones atribuidas al proceso de transmisión y copia del texto nos encon-tramos con tan solo un 11% de versos irregulares, es decir, un total de 213versos.

Algo que también llama la atención en la copla cuaderna empleada enel Libro de miseria de omne es la presencia de versos esdrújulos en elprimer hemistiquio, mientras que en el segundo no he encontrado casoalguno de finales en esdrújula. De este modo hemos computado tres casos

12. Debemos tener siempre en cuenta, como ya he señalado, la posibilidad de unalarga transmisión manuscrita, en la que tras sucesivas copias se fue cambiando el materialoriginal. Además, es poco probable que estas imperfecciones sean debidas al autor, cuandoen varias ocasiones nos recuerda su sabiduría y la conciencia que tiene de su quehacerpoético. Así lo podemos comprobar en c. 3c «non lo entiende todo omne sinon el que esletrado» y en c. 4a, b: «ond tod omne que quisiere este libro bien pasar, | mester es que laspalabras sepa bien silabicar».

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ320

de final esdrújulo en los que se resta una sílaba en los versos 67b, 316a y438a.

En cuanto a la rima, lo primero que hay que destacar es que el copistano ha mantenido la disposición versal, que lógicamente presentaba eloriginal, y simplemente se limitó a copiar los versos en tirada continua.Esto trae consigo, sobre todo si pensamos en una larga transmisión textual,que se incrementen los errores en la rima. No obstante, por lo general, seconserva en la mayor parte de los casos la rima consonante, mientras quelos casos de asonancia habrían sido debidos a la aciaga mano del copista.

Como ya he señalado, el autor nos indica en la c. 4d que el modelo estró-fico a emplear es el de la cuaderna vía. En el caso de la estrofa hay menosirregularidades que en el caso de la rima y del cómputo silábico. Losdefectos que encontramos son debidos a varias causas. Como han seña-lado Pompilio Tesauro13 y Rodríguez Rivas14 debido al mal estado en quese conserva el códice, entre las estrofas 325 y 326 hay una rotura en elfolio, por lo que a la c. 325 le falta la última palabra del verso c y el d alcompleto, mientras que la c. 326 sólo conserva los versos c y d al completoy el final del segundo hemistiquio del verso b:

Quando tañen a la misa, a la glesia va orar:comienza el Paternóster, no lo puede acabar, ca tuéllegelo la piensa que tiene de…………………………………….. carde Marruecos o de Roma siquier de Ultramar,que sepan bien las especias convolver e temprar.

En cuanto a las estrofas que presentan defectos, a la c. 229 le faltan seissílabas del verso d15:

Demás, dize Salamón que sueños son vanidades,e do son los sueños muchos son muchas vanidades

13. Edición crítica, introducción y notas al cuidado de Pompilio Tesauro, Libro demiseria de omne, Pisa: Giardini Editore, 1983.

14. G. Rodríguez Rivas, El Libro de miseria de omne a la luz del De contemptu mundi,pág. 170.

15. Posiblemente debido a un error del copista. Miguel Artigas, «Un nuevo poema porla cuaderna vía, edición y anotaciones por…», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 1(1919), págs. 31-37, 87-95, 153-161, 210-216 & 228-238, y 2 (1920), págs. 41-48, 91-98, 154-163 & 233-254, señala en nota a pie de página que «El copista dejó sin terminar el verso» (1919,pág 335). J. E. Connolly, Translation and poetization in the cuaderna via, 1987, lo recons-truye añadiendo «quantos [en ellos sperades]».

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 321

que fazen errar a muchos clérigos e potestadesdesend a vosotros todos quantos………

Hay un caso en el que la estrofa 135 presenta cinco versos:

En el Libro de los Reïs trobamos tal escripturaque David, propheta santo e rey de muy grand cordura,con la muger de Urías, dueña de gran fermosura,fizo a toda su guisa otr[a] grand[e] desmesura,fizo matar a Urías stando en su servidura.

Donde creo que el verso c se completa con el hemistiquio d’ y e’’,siendo lo demás una interpolación; con lo que quedaría:

En el Libro de los Reïs trobamos tal escripturaque David, propheta santo e rey de muy grand cordura,con la muger de Urías, dueña de gran fermosura,fizo a toda su guisa stando en su servidura.

Estrofas de tres versos como c. 171, c. 252, c. 321 y c. 391:

D’aquestos tres enemigos oít quál es el primero:sabed que es el dïablo muy sotil e muy artero,echa·l saetas de fuego, peores son que de azero.Ca las riquezas d’est mundo el que las quier allegaro las trobará so tierra o las avrá de furtaro dará tres por quatro, como muchos suelen far.Faze fazer el avaro muchos vestidos preciados,vístese de [e]stranfortes e de razes foradados,demás, lo que es peor muchas vezes remendados.El clérigo otrosí que ave grand clerizíaanda el cuello enfiesto e demuestra orgullía,como dize Salamón, es vanidad e fulía.

Donde el sentido de las estrofas es completo, pero les faltaría un cuartoverso en el que el autor introduciría una imagen, un comentario o un juiciode valor.

En lo referente a la rima, destacar en primer lugar que el texto del Librode miseria de omne se encuentra escrito por las dos caras de cada folio alínea tirada, respetando sólo la unidad estrófica, lo que ha afectado a laterminación final de alguno de los versos. Tan sólo en dos ocasiones encon-

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ322

tramos irregularidad en la disposición estrófica: en el folio 10r, el últimoverso que corresponde a la estrofa 19 está unido a la estrofa 2016:

El mesquino piense de i quanto podiere pen ar alas cosas terrennales17

non se osara ygualar18 adelantar njn alas cele tiales se o ara igualarVea el me quino de omne que se puede preciar19 El omne t toda bestiade tierra nasçidos son de end el omne ala bestia non puede mo trarrrazon que mas vale que no el pues de vna natura son diçelo que es asjel rrey sabio salamon

Quedando en la versión crítica de la siguiente forma:

El mesquino piense de sí quanto podiere pensar:a las cosas terrenales no·s osará delantar,nin a las celestiales se osará igu[a]lar;¡Vea el mesquino d’omne de qué se puede preciar! (c. 19)El omne e toda bestia, de tierra nacidos son;desend el omne al bestia non puede mostrar razónque más vale que no él, pues d’una natura son;dícelo que es así el rey sabio Salamón. (c. 20)

El mismo caso encontramos en los folios 16r-v, los dos primeros versoscorrespondientes a la estrofa 58 están copiados de manera contigua a la57 y los dos últimos están copiados con la estrofa 59:

Delos omnes que non saben podria ser preguntado que es omne segundforma mae tro dadnos rrecado el omne es arborciello de yuso a sustornado que aue por las rrayzes los cabellos del su cabo20 El cuello conla cabeza por su tronco es contado sobre el tronco el madero vientrepecho t costadoRamos son brazos t piernas por non ser de troncado las orejas t losdedos [folio 16v] rramas por e tar yguado21 aque ta pintada forma mjentra

16. La transcripción paleográfica es mía del Ms. 77 de la Biblioteca Menéndez Pelayo.En la versión crítica sigo a J. E. Connolly, Translation and poetization in the cuaderna via,1987.

17. Sobre la «n» se observa un rasgo de nasal que se prolonga desde la «l» y que nocontempla la transcripción de M. Artigas, «Un nuevo poema por la cuaderna vía».

18. Este término se encuentra enmarcado por el copista indicando que es un error.19. Este es el verso que pertenece a la estrofa anterior.20. Aquí concluye la estrofa 57 y comienza la 58.21. Aquí concluye la estrofa 58 y comienza la 59.

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 323

bibe es preçiada desque muere sus amjgos non lo quieren tener en casaAtal es commo la foja que del ujento es arrebatada que la sube enlasnubes della non sabemos nada

Con lo que en la versión crítica quedaría:

De los omnes que non saben podrí[e] se[e]r preguntado:«¿Qué es omne segund forma? Maestro, dadnos recado»El omne es arborciello de yuso a sus tornado,que ave por las raïzes los cabellos del su cabo. (c. 57)El cuello con la cabeza por su tronco es contado,sobre’l tronco el madero: vientre, pecho e costado;ramos son brazos e piernas, por non se[e]r destroncado,las orejas e los dedos, ramas por estar iguado. (c. 58)Aquesta pintada forma mientra bibe es preciada,desque muere sus amigos no·l quieren tener en casa;atal es como la foja que del viento es rebatada,que la sube en las nubes, d’ella non sabemos nada. (c.59)22

Por norma general, lo habitual en el poema es que la rima se mantengacomo consonante, pese a estar copiado en forma de línea tirada, sinembargo, por diversos motivos esta regularidad no se cumple en determi-nadas ocasiones:

En primer lugar nos encontramos con alteraciones que claramente sondebidas a diversos errores de copia: «canpo» en lugar de «prado» (2c), «quisiere»en vez de «quisier» (81a), «setenta» en lugar de «setanta» (63b), «ochenta» envez de «ochanta» (63c), «entendes» por «entendedes» (92c), «piadioso» por«piadoso» (151a), «soberbio» por «soberbioso» (174c), «paladigna» en vez de«paladina» (176c), «estar» en lugar de «ser» (210a), «enfies» por «enfiedes» (231c),«valido» en vez de «valiado» (271d), «usuras» por «usura» (299c), «fia» en lugarde «fida» (319a), «afar» por «afer» (379a), «pres» por «prez» (412c), «demos-traran» en vez de «demostrara» (467d) y «pequenno» en lugar de «chico»(481c).

Casos en los que se ha producido una metátesis o inversión de términosen el decurso lingüístico: «el omne empobrecido trae capa muy cativa» enlugar de «el omne empobrecido trae muy cativa capa» (101a), «en todo logarque fuere bien armado e guarnido» en vez de «todo logar que fuere bien

22. Estrofa irregular, al igual que la 326b, debido a que coincide con un lugar en elque se interrumpe el poema.

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ324

guarnido e armado» (126b) y «la primera obra manda que den a comer alpobre» por «la primera obra manda que den al pobre a comer» (500a).

Nos encontramos en ocasiones, como ya hemos señalado, la presenciade versos incompletos en los que falta la rima: «desende a vosotros todoscuantos…» (229d), «ca tuellegelo la piensa que tiene de…» (325c), « y …car»(326b):

Demás, dize Salamón que sueños son vanidades,e do son los sueños muchos son muchas vanidadesque fazen errar a muchos clérigos e potestadesdesend a vosotros todos quantos……… (c. 229)Quando tañen a la misa, a la glesia va orar:comienza el Paternóster, no lo puede acabar, ca tuéllegelo la piensa que tiene de…… (c. 325)……………………………….. carde Marruecos o de Roma siquier de Ultramar,que sepan bien las especias convolver e temprar. (c. 326)

Casos de rima asonante en los que es difícil pensar en errores decopia, lo que nos llevaría a hipotetizar el empleo, por parte del autor,de la rima asonante en determinados casos23. Este hecho no se observaen ninguna estrofa de las obras del «mester de clerecía» del siglo XIII dondela obligatoriedad de rima consonante es la tónica dominante, siendo elLibro de miseria de omne un «epígono» a esta escuela en la que el autorse permite ciertas licencias frente a las normas de la copla cuaderna delsiglo XIII. Sin embargo, no hay que dejar de lado aquellos casos queJones24 ha denominado rimas equivalentes25 y rimas moduladas26, y

23. Ejemplos de rima asonante serían las siguientes estrofas: 12, 21, 53, 73, 89, 93, 101,108, 113, 120, 128, 152, 156, 181, 186, 187, 190, 230, 234, 240, 245, 247, 258, 270, 273, 324,359, 364, 366, 375, 407, 416, 432, 433, 448, 452, 454, 477, 479, 481y 482. A lo que hay queañadir aquellas estrofas en las que la asonancia se encuentra sólo en uno de los versos dela cuaderna: 39c, 44c, 57d, 59b, 72d, 88b, 151d, 169d, 191c, 219c, 223d, 241a, 275a, 288c,296c, 304d, 342d, 351c, 352c, 357d, 408a, 413b, 420c, 445c, 449b y 458d.

24. H. G. Jones, «Las rimas moduladas del Arcipreste», en Actas del I Congreso Inter-nacional sobre el Arcipreste de Hita, Barcelona: SERESA, 1973, págs. 211-216.

25. Serían todas aquellas en las que se conservan las mismas vocales tónicas y postó-nicas pero cambia la consonante intermedia, manteniéndose la disonancia dentro de loslímites de la «equivalencia acústica».

26. En la que se mantienen todas las variantes de los elementos básicos, es decir, lavocal tónica, la consonante intermedia y la vocal última, y en la que la modificación resideen la añadidura de sonidos que interrumpen sólo mínimamente el esquema fijo.

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 325

que López Guil27 ha tenido en cuenta en su edición del Libro de FernánGonzález, donde encuentra hasta 24 casos en los que se producen estosfenómenos.

Pese a todas estas irregularidades que hemos señalado, debemos insistiren que el anónimo autor del Libro de miseria de onme habría tendido a laregularidad métrica en su poema pues, como ya hemos señalado, recor-dando la c.4, su intención inicial era la de componer un poema por la«cuadena vía», lo que implica el recuento de sílabas métricas.

Y aún más, se puede llegar a una regularización de las «cuadernas» delLibro de miseria de omne si optamos por la labor comparatística entrehemistiquios, siguiendo a Grande Quejigo28, pues es obvio que el anónimoautor se sirvió de diferentes frases estereotipadas, similares a las empleadasen la dicción formular, con el fin de facilitar la versificación. Así, todosaquellos cambios producidos en estas fórmulas, necesariamente han deachacarse a errores de copia en el desarrollo de la estructura versal delpoema, que como ya hemos señalado, ha llegado hasta nosotros en líneatirada, en la que tan sólo se respeta la unidad estrófica.

Como vemos, nos encontramos ante una obra de transición y, por tanto,un «epígono» del «mester de clerecía», como podemos deducir del análisismétrico-rítmico y estrófico, donde se mantiene la estructura de cuatro versosmonorrimos divididos en dos hemistiquios, en los que el principio de ladialefa es la norma predominante. Pero la innovación viene impuestaporque cada verso consta de 16 sílabas, divididas en dos hemistiquios de8+8 o estructura equivalente, frente a los versos de 14 sílabas de las obrasdel «mester de clerecía». Esta tendencia al hemistiquio octosilábico puedeser debida a la influencia de la lírica cortesana, que tanto auge cobra enesta época. Por otro lado, como ha puesto de relieve Navarro Tomás29, el

27. Edición de Itziar López Guil, Libro de Fernán Gonçález, Madrid: Consejo Superiorde Investigaciones Científicas, 2001.

28. Francisco Javier Grande Quejigo, El formulismo expresivo en Gonzalo de Berceo,Cáceres: Universidad de Extremadura, 2001; Francisco Javier Grande Quejigo, «Formulismosexpresivos en el mester de clerecía del siglo XIII: estructuras de apertura», en Actas del IXCongreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (A Coruña, 18-22 de septiembre de 2001), edición de Carmen Parrilla & Mercedes Pampín, A Coruña: Univer-sidade da Coruña & Toxosoutos, II, 2005, págs. 451-474 y Francisco Javier Grande Quejigo,«Tipología del formulismo expresivo en el mester de clerecía: formulismo nominal», en Actasdel X Congrés Internacional de l’Associació Hispánica de Literatura Medieval, edición deRafael Alemany, Joseph Lluís Martos & Miguel Manzanaro, Alacant: Universitat d’Alacant, II,2005, págs. 819-836.

29. Tomás Navarro Tomás, Métrica española, Madrid: Guadarrama, 1966.

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ326

verso octosílabo es el metro idóneo para la poesía castellana y el metropropio de nuestra lengua, pues con mucha frecuencia coincide conoraciones de sentido completo.

En este sentido, consideramos oportuno hablar de tres periodos en laevolución de la copla cuaderna: «mester de clerecía», «epígonos» y «obrasde nueva clerecía» que, como veremos a continuación, está plenamentejustificada.

Pero para justificar la denominación del Libro de miseria de onme, juntocon la Vida de San Ildefonso, los Castigos y enxemplos de Catón y losProverbios de Salamón, como «epígonos del mester de clerecía»30, hemospartido de los estudios de Isabel Uría en los que pone de manifiesto quelos poemas que han de ser integrados en la escuela del «mester de clerecía»se circunscriben exclusivamente a los compuestos en la primera mitad delsiglo XIII, mientras que aquellas obras realizadas en el siglo XIV han de serdenominadas de forma diferente, pues claramente son distintas, aunqueen ellas pervivan aún una serie de rasgos que son característicos y defini-torios de la primera escuela poética en lengua castellana; es decir, en ellasse cumple la ley básica de «continuidad» y «renovación».

Así, siguiendo nuestros estudios31, consideramos el Libro de miseria deomne como uno de los «epígonos del mester de clerecía», utilizando eltérmino «epígono» aplicado al «mester de clerecía» para designar aquellasobras que, una vez concluida la vida de esa escuela, continúan con suslíneas generales, pero en las que sus autores ya han introducido una seriede innovaciones, fruto del avance cronológico y sociocultural.

La nómina de obras que incluimos en este epígrafe está constituida por:el Libro de miseria de omne, la Vida de San Ildefonso, los Castigos y enxem-plos de Catón y los Proverbios de Salamón. A su vez, estas cuatro obras nosolo constituyen una evolución del «mester de clerecía», sino que seconvierten en un punto intermedio, en la primera década del siglo XIV,entre aquella escuela y las obras que denominamos de «nueva clerecía»compuestas en pleno siglo XIV: el Libro de buen amor del Arcipreste deHita, los Proverbios morales de Sem Tob de Carrión y el Rimado de Palaciode Pero López de Ayala.

30. J. González Álvarez, «Un nuevo planteamiento», y J. González Álvarez, «En torno ala fecha de composición del Libro de miseria de omne».

31. J. González Álvarez, «Un nuevo planteamiento», y J. González Álvarez, «En torno ala fecha de composición del Libro de miseria de omne».

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 327

Pero veamos, muy resumidamente, cómo evolucionó la copla cuadernadel siglo XIII al XIV en España y la localización del Libro de miseria de omneen ese proceso evolutivo. En la c. 2 del Libro de Alexandre:

Mester traygo fermoso, non es de joglaría, mester es sem pacado, ca es de clerecía, fablar curso rimado por la cuaderna vía,a sylabas contadas, que es grant maestría32.

Encontramos toda una poética que, como no podía ser de otro modo,no pasa por alto la métrica que se emplea en estos poemas. Una métricabasada en el sistema de rítmica sintagmática33 en el que no hay oposiciónentre el plano sintáctico-gramatical y el fónico-rítmico. De hecho, la mayoríade las figuras rítmicas del «mester de clerecía», al igual que ocurre con lacopla cuaderna del Libro de miseria de omne, se configuran comosintagmas34. Además, presenta unas características singulares como son:

El empleo obligatorio de la dialefa35, es decir, la no unión, en la repro-ducción oral del texto, del encuentro de dos vocales. De este modo, si losautores del «mester de clerecía» querían que sus obras se leyesen sepa-rando las categorías léxicas y gramaticales y se notase claramente la arti-culación de las sílabas, era necesario el empleo de la dialefa que impidieseesa soldadura. Por otra parte, parece lógico que buscasen el encuentro devocales, en el que se impone el principio de la dialefa, porque con elloayudarían a sus alumnos a practicar el silabeo y, por tanto, a habilitarse en

32. Citamos por la edición e introducción de Raymond S. Willis, El Libro de Alexandre.Texts of the Paris and the Madrid Manuscripts, New York: Kraus Reprint Co., 1976, ElliotMonographs 32, 1934. En este caso seguimos la transcripción paleográfica del Ms. O, moder-nizando las grafías.

33. Oreste Macrí, Ensayo de métrica sintagmática (Ejemplos del «Libro de Buen Amor»y del «Laberinto» de Juan de Mena), Madrid: Gredos, Biblioteca Románica Hispánica, 2, Estu-dios y Ensayos, 122, 1969.

34. Isabel Uría Maqua, Panorama crítico del mester de clerecía, Madrid: Castalia, 2000;Isabel Uría Maqua, «Naturaleza del ritmo del alejandrino del siglo XIII», en Actas del VIIICongreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, edición de Marga-rita Freixas, Silvia Iriso & Laura Fernández, Santander: Consejería de Cultura del Gobiernode Cantabria, Año Jubilar Lebaniego & Asociación Hispánica de Literatura Medieval, 2000,II, págs. 1741-1750, e I. Uría Maqua, «Ritmo, prosodia y sintaxis», págs. 111-130.

35. Isabel Uría Maqua, «La dialefa en el mester de clerecía del siglo XIII», en Actas delIII Congreso Internacional de Literatura Medieval, (Salamanca, 3-6, X, 1989), Salamanca:Biblioteca Española del Siglo XV & Departamento de Literatura Española e Hispanoameri-cana, 1994, II, págs. 1095-1102.

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ328

el nuevo sistema de versificación, siempre y cuando tomemos como válidala gestación de la escuela del «mester de clerecía» al amparo de la Univer-sidad de Palencia.

La estrofa empleada es la cuaderna vía, es decir, el tetrástico mono-rrimo de versos alejandrinos, divididos cada uno de ellos mediante la cesuraen dos hemistiquios, los cuales, a su vez, vuelven a dividirse en dosunidades o figuras rítmicas. Lo que trae consigo que el ritmo se vuelvapausado, desligado y fuertemente entrecortado.

Sin embargo, esta estrofa no es algo fijo e inmutable y su evolución sedeja traslucir en los «epígonos», siendo un ejemplo la evolución que hemosestudiado de la copla cuaderna en el Libro de miseria de omne36. Así, encon-tramos una alternancia de versos de 14 y 16 sílabas en estos poemas. Esatendencia al empleo del hemistiquio octosilábico tiene como base, sinduda, el metro empleado en la lírica cancioneril que tanto auge cobra eneste momento y, por otro lado, está también la tendencia de la lenguacastellana al empleo de frases de 8 sílabas. De este modo, encontramosobras como la Vida de San Ildefonso o los Proverbios de Salamón en losque predominan los versos de 14 sílabas, con alguna concesión a los hemis-tiquios octosilábicos, y otras obras en las que predomina el verso de 16sílabas, como el Libro de miseria de omne o los Castigos y enxemplos deCatón, con la presencia de algunos hemistiquios heptasilábicos. Por otrolado, si bien el empleo de la dialefa sigue siendo la norma predominante37,sin embargo, ya encontramos alguna concesión a la sinalefa.

Frente a esto, cabe destacar la libertad métrica que encontramos en lasobras de «nueva clerecía», en las que incluimos el Libro de buen amor delArcipreste de Hita, los Proverbios morales de Sem Tob de Carrión y elRimado de Palacio del Canciller Ayala. En estas, no solo se da una alter-nancia de versos de 14 y 16 sílabas, sino que incluso se van introduciendootro tipo de estrofas muy variadas, adaptadas a los contenidos, algo que

36. Precisamente este empleo de la copla cuaderna de 16 sílabas es uno de loselementos que dan unidad al Libro de miseria de omne. Sobre este aspecto remito a JaimeGonzález Álvarez, «Estructura y unidad en el Libro de miseria de omne», en Campus Stellae.Haciendo camino en la investigación literaria. Actas del II Congreso Internacional de JóvenesInvestigadores de la Literatura Hispánica (ALEPH), edición de Dolores Fernández López &Fernando Rodríguez Gallego, Santiago de Compostela: Servizo de Publicacións de la Univer-sidade de Santiago de Compostela, I, 2006, págs. 165-174.

37. Al menos, en el caso del Libro de miseria de omne, como ha puesto de relieveJ. E. Connolly, Translation and poetization in the cuaderna via, 1987, el empleo de ladialefa, con alguna concesión a la sinalefa, es la tónica dominante.

EVOLUCIÓN DE LA «COPLA CUADERNA» EN EL «LIBRO DE MISERIA DE OMNE» 329

nunca encontramos en el «mester de clerecía» ni en los «epígonos» en losque el contenido está siempre en función del metro empleado.

Por otro lado, el empleo de la dialefa ha quedado relegado a un merorecurso del que se sirven los autores por necesidades métricas. Comoconsecuencia el empleo de la sinalefa confiere al ritmo de estos poemasun carácter ligado. Por tanto, tal evolución del sistema métrico-rítmico yestrófico nos obliga a establecer la citada división en tres periodos: «mesterde clerecía», «epígonos» y «nueva clerecía».

Como hemos podido comprobar, el Libro de miseria de omne se ajusta alas normas metrico-rítmicas y estróficas que caracterizan las obras del «mesterde clerecía». Sin embargo, la evolución de la copla cuaderna es ya evidenteen esta obra compuesta, como ya hemos señalado, en los primeros años delsiglo XIV o última década del siglo XIII, en la que se está imponiendo elempleo de versos de 16 sílabas y se aprecian rasgos de una incipiente libertad

en el «arte de rimar», cumpliéndose así las máximas de «continuidad» y «renovación» a las que aludíamos al comienzo de este estudio.

JAIME GONZÁLEZ ÁLVAREZ330

A VUELTAS CON EL MODELO SUBYACENTE O LO QUELOS ORIGINALES FRANCESES PUEDEN APORTAR ALA EDICIÓN DE SUS DERIVADOS ESPAÑOLES:EL CASO DE LA SECCIÓN TEBANA DE LA

II PARTE DE LA GENERAL ESTORIA

PALOMA GRACIA(Universidad de Granada)

L EJOS DE CONSTITUIR una exposición teórica sobre cómo deben editarselas obras derivadas de traducciones medievales, el presente trabajodiscurre sobre algunos aspectos relacionados con la edición de

textos de esta naturaleza, a partir de la práctica desarrollada con la seccióntebana de la II parte de la General estoria (GE) y previa a la edición de lamisma, enriquecida con una tarea similar iniciada sobre los impresossevillano y burgalés del Baladro del sabio Merlín, y a la que aludirépuntualmente1.

Aunque atender puntualmente al original sobre el que se hizo la versióncastellana sea algo frecuente entre los investigadores y a pesar de que lostextos derivados de traducciones constituyen un núcleo importantísimotanto en el panorama de la literatura española, como en el conjunto de laliteratura medieval, escasea la bibliografía específica sobre la edición de losmismos y más en el caso de originales de lengua románica. El interesado

1. Este trabajo ha sido elaborado en el marco del Proyecto de Investigación «La Generalestoria y la Histoire ancienne jusqu’à César: estudio de la influencia de la primera historiauniversal francesa sobre la obra alfonsí», financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecno-logía y FEDER, núm. BFF2003-00977.

331

puede encontrar una buena exposición sobre la edición de traduccionesmedievales en el trabajo de María Morrás «El texto en su laberinto: para laedición crítica de las traducciones medievales»2. No obstante hay que teneren cuenta que el artículo se centra en traducciones cuatrocentistas de obraslatinas. Pienso que una distancia enorme separa a nuestras obras de lastraducciones allí consideradas por distintas razones: por la lengua deloriginal, que es la francesa y que creo conlleva una actitud distinta porparte del traductor, así como una dificultad también diferente, y tambiénpor la época en que se emplazan: un temprano siglo XIII para la GE, períodoal que se remontaría también, aunque muy aproximadamente, la traduc-ción peninsular a la que los Baladros castellanos se remontan3. La seccióntebana de la GE no es una traducción, como tampoco lo son las distintasversiones del Baladro. El texto alfonsí constituye más bien una recreación,cuyo proceso creador parte del traslado de una obra foránea, y es por estopor lo que hablo de los problemas que plantea la edición de obras quederivan de traducciones medievales y no de la edición de traducciones.

A pesar de que estas páginas no tienen mayor ambición que examinaralgunos aspectos relativos a algo tan concreto como el trabajo realizado,se contemplan con el ánimo de constituir un modesto primer paso, enca-minado a proponer una metodología de estudio que contribuya a un mejorconocimiento de las obras castellanas que derivan de originales escritosen otras lenguas románicas. Al menos éste es el propósito de un proyectode investigación recién iniciado4. Los límites que se imponen a una comu-nicación obligan a restringir los aspectos a abordar, que se reducen a dos:el primero tiene que ver con lo que llamaremos la búsqueda del modelosubyacente, mientras que el segundo está relacionado con la naturaleza

2. La Corónica, 30: 2 (2002), págs. 203-247, complementado por abundantes notasbibliográficas. Un trabajo excelente es el de Giuseppe Di Stefano, «L’edizione delle tradu-zioni: l’esempio del Decameron tradotto da Laurent de Premierfait (1414)», en Ensi firent liancessor. Mélanges de philologie médiévale offerts à Marc-René Jung, Alessandria: Edizionidell’Orso, 1996, II, págs. 573-586.

3. Comparto con Ivo Castro, «Sobre a data da introdução na Península Ibérica do cicloarturiano da Post-Vulgata», Boletim de Filologia, 28 (1983: Homenagem a Manuel RodriguesLapa, I), págs. 81-98, la idea de que la traducción peninsular del ciclo de la Post-Vulgatadata de una fecha cercana a la de su composición, aunque no la hipótesis sobre cómo habríasido introducido, que me parece muy arriesgada, ni tan siquiera estoy convencida hoy porhoy de que la lengua de traducción peninsular fuera la portuguesa.

4. «A la luz del modelo subyacente. Metodología crítica y edición de los textos deri-vados de traducciones de obras medievales», financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecno-logía y FEDER, convocatoria DGCYT 2006, núm. HUM2006-01141.

PALOMA GRACIA332

de las obras castellanas objeto de estudio, puesto que ésta condiciona lascaracterísticas de su edición, así como el propósito de la misma.

La sección tebana de la GE constituye la adaptación castellana de uncompendio francés de historia universal, conocido como Histoire anciennejusqu’à César (HAC)5, que incluía una sección dedicada a la leyenda tebana,derivada del Roman de Thèbes. Lejos de llevar a cabo una mera traslación,Alfonso6 recrea su fuente transformándola profundamente. Una buenaedición de la sección tebana de la GE deberá atender pues a la idiosincrasiade la misma considerando dos de sus principales rasgos: de una parte, elhecho de que deriva de la traducción de una obra francesa; de otra, lalabor realizada por el equipo alfonsí. Considero, a la vista del trabajo desa-rrollado tanto con las secciones de la GE derivadas de la HAC como conlos Baladros, que esas traducciones de las que arrancan no solamentecondicionan la composición de las obras imponiendo unos rasgos deter-minados al léxico y a la sintaxis empleados, sino que las hace especial-mente vulnerables al deterioro. La dificultad que conlleva toda operaciónde traslado da lugar a expresiones deficientes, rehechas después con modi-ficaciones que las alejan de las frases primitivas. La literalidad con que esaoperación se realiza permite reconstruir el proceso que ha motivado eldeterioro de la primitiva frase de traducción, por lo que incluso aunque ala operación de traslado le sigan otras que amplíen la distancia que hay entreel original y la versión castellana, acudir a esa fuente en búsqueda de

5. Véase, sobre la sección tebana de la GE, los artículos clásicos de Lawrence B.Kiddle, «A Source of the General estoria: The French Prose Redaction of the Roman deThèbes», Hispanic Review, 4 (1936), págs. 264-271, y «A Source of the General estoria: TheFrench Prose Redaction of the Roman de Thèbes», Hispanic Review, 4 (1936), págs. 264-271.La bibliografía sobre la HAC escasea todavía; el mejor estudio es sin duda el que Marijke deVisser-van Terwisga publicó como complemento a su edición parcial de la obra y bajo eltítulo Histoire ancienne jusqu’à César (Estoires Rogier), Orléans: Paradigme, II, 1999. La iden-tificación correcta de la fuente de la sección tebana de la GE no tuvo lugar hasta los trabajosde Arianna Punzi, Sulla sezione troiana della «General estoria» di Alfonso X, Roma: BagattoLibri, 1995, y Oedipodae confusa domus. La materia tebana nel Medioevo latino e romanzo,Roma: Bagatto Libri, 1995. Sobre la hipótesis de una influencia de la HAC en la génesis dela GE, consúltese mi artículo «Hacia el modelo de la General estoria. París, la translatioimperii et studii y la Histoire ancienne jusqu’à César», Zeitschrift für romanishe Philologie,122 (2006), págs. 17-27.

6. Con Mª. Rosa Lida de Malkiel, «La General estoria: notas literarias y filológicas»,Romance Philology, 12 (1958-1959), págs. 111-142, y 13 (1959-1960), págs. 1-30, y OlgaTudorica Impey, «Un dechado de la prosa literaria alfonsí: el relato cronístico de los amoresde Dido», Romance Philology, 34 (1980), págs. 1-27, me refiero, bajo el nombre de Alfonso,a todos cuantos intervinieron en la composición de la GE.

CASO DE LA SECCIÓN TEBANA DE LA II PARTE DE «LA GENERAL ESTORIA» 333

elementos que ayuden a la mejor comprensión y edición de los textoscastellanos es obligado: es el recurso al modelo o texto subyacente7.

El estudio de la versión castellana de la HAC contenida en la GE reque-rirá, pues, una confrontación entre fuente y adaptación que considere lasdiferencias que presentan los distintos manuscritos que conservan el textofrancés, testimonio de su evolución. A grandes rasgos, el autor de la HACcompuso una obra de amplio desarrollo y estilo cuidado. Sin embargo, laacción de los reelaboradores supuso un empobrecimiento del original,puesto que lo abreviaron al tiempo que sustituyeron su escogido léxico ysu sintaxis esmerada por una fraseología breve y sencilla. Esta versión abre-viada y empobrecida fue la utilizada por el equipo alfonsí. El primer pasodebe ser por tanto la búsqueda del término de comparación: a falta delcódice sobre el que se hizo la traducción al castellano, habrá que identi-ficar el testimonio o testimonios de la obra foránea más próximos al mismo.Partimos de los trabajos en que Margherita Morreale exponía la necesidadde atender al texto subyacente en la edición de la GE8. El texto subya-cente, y con esta expresión se refería a la modalidad de la Vulgata empleadapor los alfonsinos, «nos librará de caer en los errores de los copistas», afir-maba. La labor de Margherita Morreale ha sido continuada por PedroSánchez-Prieto, del que destaca su trabajo «Sobre el modelo latino de laGeneral estoria (El libro de la Sabiduría en G3)»9 y especialmente la edición

7. Véase mi trabajo «La Esfinge de pies de lagarto: texto subyacente y concepto de‘original’ en la edición de la sección tebana General estoria», Troianalexandrina, 4 (2004),págs. 145-161, del que proceden estas palabras; también, a propósito de la luz que el modelosubyacente arroja sobre ciertas lecturas extrañas de la obra alfonsí, los titulados «Singularidady extrañeza en algunos lugares de la ‘Estoria de Tebas’ (General estoria, Parte II), a la luzde la Histoire ancienne jusqu’à César», Bulletin Hispanique, 105 (2003), págs. 7-17, y «Meno-lipo o Meleagro, ¿fratricidas? A propósito de un episodio de la segunda parte de la Generalestoria y de su fuente en la Histoire ancienne jusqu’à César», en Le français face aux défisactuels. Histoire, langue et culture, edición de Javier Suso López & Rodrigo López Carrillo,Granada: Universidad de Granada, 2004, II, págs. 263-270.

8. «La General estoria de Alfonso X como Biblia», en Actas del Séptimo Congreso dela Asociación Internacional de Hispanistas (Venecia, 1980), edición de Guiseppe Bellini,Roma: Bulzoni, 1982, págs. 767-773. Véase, también, su «Lectura del primer capítulo delLibro de la sabiduría en los romanceamientos bíblicos contenidos en Esc. I, 1.6, Generalestoria y Esc. I. 1.4», Revista de Filología Española, 58 (1976), págs. 1-33.

9. Revista de Literatura Medieval, 2 (1990), págs. 207-250, y «Para una edición de laIII Parte de la General estoria», en Actas do XIX Congreso Internacional de Lingüística yFiloloxía Románicas. Universidade de Santiago de Compostela, edición de Ramón Lorenzo,A Coruña: F. Pedro Barrié de la Maza, 1994, VII, págs. 231-269.

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de los Libros de Salomón, contenidos en la tercera parte de la GE y quepublicó con Bautista Horcajada10.

El primer paso debe ser por tanto la búsqueda del modelo subyacente,es decir, la identificación del códice, o códices conservados, más próximoal utilizado por el equipo alfonsí. La práctica revela la complejidad de laoperación y las diferencias que el proceso puede presentar de una obraa otra. Hay que considerar el número y la naturaleza de los testimonios,así como los estudios realizados sobre los mismos; quiero decir el gradode conocimiento que se tiene sobre la transmisión textual de la obraoriginal, así como las ediciones existentes y sus características. Las obrascastellanas estudiadas revelan diferencias abismales no solamente por loque hace a la búsqueda de los modelos subyacentes respectivos, sinotambién sobre las posibilidades de su uso. La naturaleza de las obras fran-cesas de las que derivan es radicalmente distinta. La HAC es una obrapodríamos decir que de autor; su éxito, enorme avanzado el siglo XIII,hizo que fuera copiada una y otra vez, y versionada en una evoluciónque suponía empobrecimiento y abreviación. Así, exceptuando las modi-ficaciones tardías, pueden distinguirse tres versiones principalmente: laprimera, relativamente amplia y de estilo cuidado, pero de poco éxito yconservada en un códice único (París, Bibliothèque Nationale, fr. 20125);una segunda abreviada y de amplia difusión, conservada en un númeroabundante de manuscritos, y una tercera muy reducida y pobrementerepresentada. A pesar de la abundancia de testimonios y de esa tendenciaa simplificar el estilo y a abreviar el contenido, la obra no presenta grandesalteraciones de unos códices a otros, de unas versiones a otras, quierodecir que no fue sometida a un proceso de reescritura profundo sino quefue meramente empobrecida. Entre los muchos testimonios que conservanla versión más cercana al códice empleado por Alfonso apenas hay diver-gencias más allá de la supresión de epígrafes, de omisiones accidentalesy de cambios ligeros de vocablos o sintaxis. Bien distinto es el texto quesirvió de fuente a los Baladros y que conocemos como la Suite du Merlindel ciclo artúrico de la Post-Vulgata. Nos enfrentamos aquí al mayorproceso de reescritura que conoció la literatura de la Edad Media: el dela materia artúrica, que hizo posible que cuatrocientos años despuésde que Godofredo de Monmouth compusiera su Historia Regum Britan-niae se imprimiera en Sevilla el último de los Baladros castellanos alobjeto de explicar a los lectores de 1535 la biografía del profeta a partir

10. Madrid: Gredos, 1994.

CASO DE LA SECCIÓN TEBANA DE LA II PARTE DE «LA GENERAL ESTORIA» 335

del relato de Godofredo. La materia artúrica evidencia una capacidad parapervivir que la caracteriza por encima de todo, transformándose de la prosade la historiografía latina al roman cíclico en verso, y de ahí a laprosa, al ciclo que llamamos Vulgata y a su principal reescritura, ésa queconocemos como ciclo de la Post-Vulgata y que fue vertida a una lenguapeninsular todavía incierta11.

Son más de setenta los manuscritos que conservan la HAC y gozan depocos estudios: monográfico, tan solamente uno sobre los códices miniados,espléndido, pero que deja de lado un gran número de manuscritos12. Laherramienta más útil para el estudioso es el stemma elaborado por MarijkeVisser-van Terwisga, que abarca la mayor parte de los testimonios conser-vados. Partiendo de los grupos establecidos en dicho stemma, he desarro-llado una labor de confrontación entre los códices que conservan la HACy la versión alfonsí. El estudio no está completo todavía por lo que nopuedo ofrecer más que resultados provisionalidades: a grandes rasgosrevela la existencia de un subgrupo, compuesto por seis códices princi-palmente –L5 (Londres, British Library, Add. 19669), Po (Pommersfelden,Gräflich-Schörnische Schlossbibliothek, ms. 295), P20 (París, BNF, ms. fr.20126), Ve (Venise Bibl. Marciana II), Ay (Aylsham, Norfolk, Blickling Hall6931) y H (Le Haye, Bibl. Roy. 78.D.47)13– confeccionados en el siglo XIII,excepto Ve que data del XIV, y que presentan diferencias mínimas entrelos mismos, y entre éstos y la GE. Sin embargo la conservación de algunaslecturas del manuscrito único que representa la redacción original (P: París,BNF, ms. fr. 20125) y de un grupo íntimamente ligado a éste (LBD: Londres,Brit. Lib., Add. 15268; Bruselas. Bib. Royale, ms. 10175; Dijon. Bib. Mun.ms. 562) hacen pensar que el modelo alfonsí habría estado emplazado enuna rama más alta que el grupo de los seis códices, e intermedia entre lamás alta conservada (P, LBD)14 por un lado y dicho grupo por el otro. No

11. La polémica en torno a la lengua de traducción peninsular del ciclo ha sido largay compleja, por ello no es éste el lugar apropiado para sintetizarla. Podría decirse a modode resumen que, aunque lejos de estar cerrada, hoy por hoy se decanta del lado portugués.La última contribución importante ha sido sin duda la de Heitor Megale, «A Demanda do SantoGraal» das Origens ao Códice Português, Coitia (São Paulo): Ateliê Editorial, 2001.

12. Doris Oltrogge, Die Illustrationszyklen zur «Histoire ancienne jusqu’à César» (1250-1400), Frankfurt am Main: Peter Lang, 1989. Muy relevantes son las págs. 340-353 que M.-R. Jung dedicara a los manuscritos de la HAC en su volumen La légende de Troie.

13. Coincide en buena medida con el grupo A de la clasificación de Marijke de Visser-van Terwisga, Histoire ancienne jusqu’à César, II, pág. 208.

14. Los cuatro forman parte del grupo G, que es el más cercano al arquetipo en laclasificación de Marijke de Visser-van Terwisga, ibidem.

PALOMA GRACIA336

obstante, las diferencias son muy pequeñas y cualquiera de los códicesdel subgrupo serviría como modelo subyacente para la edición de la seccióncorrespondiente en la GE.

Si en búsqueda del modelo subyacente el estudioso de la GE se veobligado a enfrentarse con la compleja y prolífica, además de escasamenteestudiada, transmisión manuscrita de la HAC, el panorama es bien distintopara los Baladros, puesto que solamente conservamos dos manuscritos (yalgunos fragmentos) que contengan la Suite du Merlin en la versión quellamamos Post-Vulgata: son los códices de Cambridge (Additional ms.7071, Cambridge, University Library) y Huth, (hoy Additional ms. 38117,Londres, British Library), ambos incompletos. Su cotejo con los Baladrosmuestra que éstos están más próximos en general al códice Huth que alde Cambridge15; sin embargo en muchas lecturas es el de Cambridge elque presenta la lección más cercana. No obstante, así como un númeroconsiderable de los códices de la HAC constituyen una buena guía a lahora de estudiar la GE, dada su cercanía al utilizado por el equipo alfonsí,no ocurre lo mismo con los que conservan la Suite du Merlin Post-Vulgata.La primera parte del ciclo francés constituye una adaptación del Merlin deRobert de Boron prosificado del que existen numerosos manuscritos.Aunque es una conclusión todavía provisional, la confrontación entre elMerlin de Robert de Boron prosificado, en la edición crítica de AlexandreMicha16, ese texto que conocemos como la Estoria de Merlín del manus-crito 1877 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca17, y los Baladrosimpresos en 1498 y 1535 pone de manifiesto que la versión que éstosrecrean habría sido hecha a partir de un manuscrito más temprano quelos conservados y mucho más respetuoso con la letra de la prosificaciónde Robert. En mi opinión, todavía provisional insisto, los manuscritos deHuth y de Cambridge ofrecen una versión de la Post-Vulgata evolucionada,es decir, que habrían ahondado en el proceso de reescritura abierto desdeque la obra de Robert fuera vertida a la prosa, por lo que están lejos de

15. Así lo afirma Gilles Roussineau en el estudio introductorio a su edición de La Suitedu Merlin, Ginebra: Droz, 1996, I, pág. LV; en el aparato crítico recoge y anota algunas delas divergencias y concomitancias más relevantes que observa entre la Suite y los Baladrosde Burgos y de Sevilla. En contra de la opinión de Fanni Bogdanow, sostenida en muchostrabajos y para cuyas referencias remito al citado estudio, Roussineau considera que el códiceHuth ofrece un texto más fiable que el de Cambridge, que contiene interpolaciones impor-tantes (pág. LIV).

16. Merlin, Ginebra: Droz, 1979.17. Lo editó Karl Pietsch en sus Spanish Grail Fragments: el «Libro de Josep Abarimatia»,

la «Estoria de Merlin», «Lançarote», Chicago: The University of Chicago Press, 1924-25, 2 vols.

CASO DE LA SECCIÓN TEBANA DE LA II PARTE DE «LA GENERAL ESTORIA» 337

representar ese modelo que subyace bajo nuestros Baladros y del quesuponen nada más que una versión aproximada. Lo que quiero decir esque así como para la sección tebana de la GE contamos con un nutridogrupo de códices que ofrecen un casi perfecto modelo subyacente ytérmino de comparación a partir del cual muchos de los escollos de laobra castellana se resuelven y, sobre todo, nos permiten reconstruir loque habría sido la labor creadora del equipo alfonsí, no ocurre lo mismocon la Estoria de Merlín o con los Baladros, puesto que los manuscritosde la sección correspondiente en el ciclo de la Post-Vulgata conservadosestán lejos de hacer posible su reconstrucción. La consecuencia es queno podemos discernir con seguridad entre aquello que es obra castellanay lo que no lo es; entre aquello que se separa del original francés poraccidente o por voluntad y aquello que es heredado. Es obvio por tantoque el primer paso que debe seguirse en la edición de este tipo de obras,esto es, la búsqueda del modelo subyacente está condicionada por la idio-sincrasia del mismo, por el número y condición de los manuscritos queconservan la obra original e incluso por los estudios y ediciones existentessobre la misma.

No puedo extenderme en comentar paso a paso el procedimiento aseguir en la edición y estudio de las obras derivadas de traducciones medie-vales, solamente me ocuparé de terminar un único aspecto que me pareceesencial y determinante y es, como ya he mencionado, el de la impor-tancia de la naturaleza de las obras castellanas a que dieron fruto.

A la vista de los testimonios que la preservan, esa HAC de discreto desa-rrollo y estilo parco, despojada de cuanto a juicio de sus reelaboradorestenía de accesorio y de ornamental, conocería una difusión enorme quealcanzó a la Castilla del siglo XIII. En manos de Alfonso, la sección tebanade la HAC cobró vida nueva, pues, lejos de limitarse al traslado del original,el equipo alfonsí trabajó sobre la traducción modificándola de parte a parte.Fundamentalmente, el texto creció mediante todo tipo de procedimientosy que es sometido a una amplificación sistemática.

A diferencia de la HAC, que narraba la leyenda mediante la escueta ydesnuda secuencia de los hechos, Alfonso compone una versión en quelos actos se concatenan como causas y efectos. Respetando la secuencialineal de los acontecimientos que brindaba la HAC, así como vertiendoliteralmente las más de sus frases, la GE ofrece un entramado de causasy efectos que se entretejen, donde la emoción adquiere un protagonismomáximo. Alfonso rinde cuenta del estado emocional de los personajes, ala vez que ahonda e intensifica sus sentimientos. La consecuencia quetiene ese incremento en la capacidad de sentir es que la composición

PALOMA GRACIA338

gana en profundidad y se distancia enormemente de su fuente. Aunquegeneralmente mediante breves adiciones, la GE somete a la HAC a unproceso de recreación que, por sistemático y por perseguido, dota a suleyenda tebana de rasgos singulares: la base es una traducción literal, peroel esfuerzo hecho en aras de su enriquecimiento es tal que pone de mani-fiesto una notable voluntad de creación18.

Los Baladros, como las distintas derivaciones del ciclo de la Post-Vulgataartúrica en su conjunto, comparten con la obra alfonsí el hecho de que auna traducción literal le sucede una reescritura profunda, con la diferenciade que aquí esa labor se desarrolla en un marco temporal de siglos y enmanos de los distintos autores que van retomando la obra de sus antece-sores de forma distinta y con diferente propósito.

Son procesos de reescritura dispares: el de la sección tebana de GE sedesarrolla en el seno del equipo alfonsí y es el que media entre la traduc-ción del original francés y la versión definitiva de la obra castellana. Biendistinto es el proceso de los Baladros, en el que una traducción del sigloXIII se mantiene viva a lo largo de siglos, alterada y fragmentada en laEstoria de Merlín, y versionada una y otra vez hasta llegar a la prensa burga-lesa y castellana donde sufre transformaciones profundas, supresión depasajes significativos así como la adición de otros, como el largo episodiode la muerte del profeta, que condiciona la lectura de la obra completa.Una buena edición de cada una de las tres versiones castellanas del Merlín,hecha al menos desde la perspectiva que aquí se contempla, deberá destacarla labor de reescritura desarrollada por los autores de las tres versiones,como si se tratara de las distintas modalidades de un todo, esto es, de lasdiferentes fases de un proceso de recreación en que una parte es here-dada y otra parte, nueva.

En conclusión, la naturaleza de unas obras que, partiendo de una traduc-ción literal, recrean originales franceses, impone la necesidad de un tipodeterminado de estudio, así como condiciona las características de suedición, especialmente su objeto, que además de contribuir a fijar el texto,debe ser el de destacar precisamente esa labor de reescritura que suponela transformación del modelo. El análisis de este tipo de obras deberáocuparse sistemáticamente de la relación entre original foráneo y adapta-ción, atendiendo especialmente a todo lo que la versión ofrece de nuevorespecto al original, al modo en que ésta ha sido hecha y al sentido que

18. Con estas palabras resumo mi artículo «Actividad artística y creadora en la Generalestoria: la sección tebana de la Histoire ancienne jusqu’à César reescrita por Alfonso X»,Bulletin of Hispanic Studies, 81 (2004), págs. 303-315.

CASO DE LA SECCIÓN TEBANA DE LA II PARTE DE «LA GENERAL ESTORIA» 339

el primitivo texto tiene adaptado a una lengua y en el ámbito de unasociedad distintas. Solamente la confrontación entre modelo subyacente yobra castellana puede poner al descubierto esa labor de recreación quesupone la actividad de los autores españoles y que posibilita el acomodode las obras foráneas a públicos completamente distintos en lugar, e inclusoen tiempo, a los originarios.

PALOMA GRACIA340

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍAMEDIEVAL CASTELLANA EN EL TERCER MILENIO:BASES PARA UNA EDICIÓN CRÍTICA DE LOS

FLORES SANCTORUM MEDIEVALES

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ(Universidad de Oviedo)

A Fernando Baños

UNOS TEXTOS OLVIDADOS

HACE UNOS MESES, en la defensa de mi tesis doctoral, titulada Descrip-ción y filiación de los flores sanctorum medievales castellanos,postulaba yo la necesidad de una edición crítica de los doce santo-

rales conservados que fueron objeto de este trabajo y que hasta hace muypocos años habían estado prácticamente olvidados. Al abordar su estudioen esta tesis, resultaba llamativa la escasez o casi nulidad de estudios yediciones de unos textos que se conservan en proporciones mucho mayoresa las del resto de los géneros medievales y que, por lo tanto, hablan de unaexpansión mayor que la de cualquier género de la época.

Mientras que la atención de la crítica en materia hagiográfica, casiexclusivamente desde sus inicios, se había centrado en el género poéticoy de forma muy especial en la obra de Berceo y en algunos poemashagiográficos como la Vida de santa María Egipciaca, la prosa quedaba

341

muy desatendida, salvo por los escasos estudios y ediciones existentes dealgunas Vidas individuales1.

En cuanto a los doce santorales castellanos manuscritos en la EdadMedia que se conservan apenas se cuentan estudios sobre ellos. B. B.Thompson y J. K. Walsh2 fueron los primeros en apuntar la existencia delas dos compilaciones (A y B) que hoy se conocen, aunque incidieran casiexclusivamente en las peculiaridades de la Compilación A o Gran FlosSanctorum.

Los santorales, divididos según esta clasificación y también por su data-ción, son los que se reflejan en el cuadro número 1 del anejo.

La crítica entresacó algunas de las Vidas contenidas en estos manus-critos para editarlas e incluso ofrecer, en algunos casos, esbozos de filia-ción entre los santorales, inspirados en las afirmaciones establecidas porThompson y Walsh. Sin embargo, esos estudios y ediciones no atendían ala verdadera naturaleza de los flores sanctorum, que es la de colección3.Será José Aragüés Aldaz4 quien, en el año 2000, retome el tema de las rela-ciones entre los flores sanctorum, partiendo de los estudios de Thompsony Walsh y tratando las diferencias entre ambas compilaciones.

Precisamente el olvido de una parte tan fundamental y prolífica de laliteratura medieval castellana impulsó a Fernando Baños5, quien habíatratado en su tesis la hagiografía como género literario, a proponer comotema para mi tesis doctoral la descripción y la filiación de los doce santo-rales castellanos medievales. Así pues, en ella describí con minuciosidad

1. Algunos ejemplos son la Vida de santo Domingo de Guzmán, editada por Mª.Teresa Barbadillo de la Fuente en 1985 (Madrid: Universidad Complutense, 1985); la Vidade san Ildefonso del Beneficiado de Úbeda, editada por L. Romero Tobar en 1978-1980(Revista de Filología Española, 60, Cuadernos 1º-4º, págs. 286-318) y por J. K. Walsh en 1992-1993 (Romance Philology, Special Issue, Supplement to vol. 46, núm. 1) y la Vida de san Alejo,editada por C. A. Vega en 1991 (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1991).

2. Billy Bussell Thompson & John K. Walsh, «Old Spanish Manuscripts of Prose Livesof the Saints and their Affiliations. I: Compilation A (The Gran flos sanctorum)», La Corónica,15 (1986-1987), págs. 17-28.

3. Únicamente la edición del manuscrito 8 BMP, hecha por Fernando Baños e IsabelUría en el año 2000 (Santander: Sociedad Menéndez Pelayo), observaba esa necesidad dela edición de un santoral como unidad.

4. José Aragüés Aldaz, «El santoral castellano en los siglos XVI y XVII: un itinerariohagiográfico», Analecta Bollandiana, 118 (2000), págs. 329-386.

5. Fernando Baños Vallejo, La hagiografía como género literario en la Edad Media.Tipología de doce Vidas individuales castellanas, Oviedo: Departamento de Filología Espa-ñola, 1989 (actualizado recientemente: Las vidas de los santos en la literatura medieval espa-ñola, Madrid: Laberinto, 2003).

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ342

cada uno de estos flores sanctorum y, tras un exhaustivo cotejo, traté dellegar a conclusiones sobre su filiación. Sin embargo, quedaba patente alfinal de este trabajo la complejidad de este campo y la necesidad de seguirprofundizando en su estudio y de realizar una edición completa para unmayor conocimiento y divulgación de esta parte esencial de la literaturaespañola medieval. Por esto presento en esta comunicación un proyectode edición que es, a su vez, el proyecto de una beca postdoctoral, aúnsin conceder.

EDICIONES

Puesto que la única edición existente de un santoral castellano medievales la realizada por Baños y Uría del manuscrito 8 BMP, y éste sólo contiene44 relatos, puede decirse, por lo tanto, que el flos sanctorum castellanosigue prácticamente inédito.

Es obvia, por tanto, la necesidad de una edición crítica del flos sanctorumque facilite un mayor conocimiento de esta modalidad narrativa, y aún esanecesidad seguiría existiendo si se hiciera una reproducción digital de estostextos, como en alguna ocasión se planteó. Esta edición habría de seguirunos criterios específicos, teniendo en cuenta la observación de cada unode los santorales y sus relaciones entre ellos, los arquetipos y subarque-tipos en que se agrupan.

Para una edición crítica de los santorales castellanos medievales elprimer criterio fundamental que habría que tener en cuenta es que nopodría ser conjunta sino que habría que editar por una parte los santoralesde la Compilación A (o Flos sanctorum) y por otra los santorales de laCompilación B (o Leyenda de los santos), puesto que las diferencias exis-tentes entre los santorales de cada compilación nos indican que con todaprobabilidad provienen de dos traducciones distintas y, por lo tanto, haceninviable una cohesión de todos ellos a la hora de editarlos.

Ante la imposibilidad de etiquetación del santoral 10.252, creemos quedebería editarse por completo y separadamente de las compilaciones A yB. No obstante, en esta comunicación nos centraremos, y de manera forzo-samente abreviada, en el planteamiento de una edición de las compila-ciones A y B.

Siguiendo las pautas de las ediciones críticas, para la edición que plan-teamos convendría tomar un modelo o codex optimus como texto basepara la edición de cada una de las compilaciones. Sin embargo, no podemos

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍA MEDIEVAL CASTELLANA 343

escoger un santoral modelo de ninguna de ellas, porque no es posibledilucidar qué copia es más correcta que otra, en términos generales, nitampoco podemos reconocer un santoral que contenga todas las narra-ciones del año litúrgico. Por otra parte dentro de cada compilación existen,como veremos, dos ramas distintas, lo cual dificultaría aún más el estable-cimiento de un santoral modelo, en el caso de que pudiera hacerse esto.En todo caso, a pesar de la elección de un testimonio base para cadaepisodio del ciclo litúrgico, se estudiarían todas las variantes significativasy se optaría en cada caso por la correcta, de acuerdo con los criterios dela ecdótica y atendiendo al acierto en la traducción de su fuente latina,que es la Legenda Aurea de Santiago de la Vorágine.

Para la edición de cada compilación se iría indicando, episodio porepisodio, cuál es el testimonio base elegido en cada caso para la edición,al tiempo que se señalaría el resto de testimonios, que ofrecerían más omenos variantes. En el caso en que alguno de los testimonios, más quecontener variantes aisladas, ofreciera un texto alternativo, se indicaría asíen la edición. En ambos casos, para la edición aunaríamos tanto las vidaspresentes en Vorágine como las ausentes que cada santoral incluye indi-vidualmente.

COMPILACIÓN A

Los santorales que componen esta compilación son: 780, 12.688, 12.689,h-III-22 y h-II-18. En nuestra tesis doctoral habíamos planteado un esquemade relaciones entre los santorales de esta compilación, en el cual los textosse aunarían en dos familias distintas, a las que denominábamos provisio-nalmente A1 y A2 (cuadro 2 del anejo).

Los santorales de la rama A1 presentan grandes concomitancias y sonlos únicos que comparten determinadas adiciones, como la de fragmentosañadidos del Libro de la Vida de Jesucristo o Vita Christi, de Francesc deEiximenis, en narraciones como las de los Inocentes, la Purificación, laCircuncisión y la Epifanía. Por otra parte, hemos visto que los santoralesde la rama A2 son muy semejantes entre sí y distintos a su vez de los dela rama A1.

Sin embargo, para llevar a cabo esta edición sería necesario un cotejoexhaustivo de todos los textos y la detección de errores disyuntivos paracorroborar o modificar estos esquemas, atendiendo, además, a la parceladel ciclo litúrgico que cada santoral conserva y que, en algunos casos,

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ344

puede llevar a confusión. Así, como me ha indicado el profesor Aragüés,tal vez la similitud de los santorales de la rama A2 (12.689 y h-II-18) selimite, simplemente, a que ambos conservan el mismo fragmento del ciclolitúrgico, lo cual no justificaría el establecimiento de una rama distinta. Sinembargo, en el caso de la Compilación B, parece más complicado esta-blecer conclusiones según el fragmento del ciclo litúrgico que cada santoralconserva. Por tanto y en cualquier caso, como digo, sería necesario uncotejo íntegro de todos los textos para llegar a conclusiones determinantessobre la filiación que son, a su vez, necesarias para llevar a cabo la edicióncrítica que planteamos.

De los santorales de la Compilación A ninguno abarca con sus conte-nidos todo el ciclo litúrgico, así como ninguno en concreto podría sertomado como texto base para la edición de esta parte del corpus de floressanctorum. Pero si superponemos todos los santorales es posible cubrir casitodo el calendario, de modo que no sería difícil plantear su edición.

En general, tomaríamos tres santorales como textos base para todo elciclo litúrgico: Adviento a Pedro mártir: h-III-22 (texto paralelo: 12.688),Trinidad a Cristina: 780, Germán a la Dedicación de la Iglesia: 12.689 (textoparalelo: h-II-18).

Para el ciclo de vidas que va desde el Adviento hasta la vida de Pedromártir, el manuscrito h-III-22 se presenta completo. Es decir, este santoralcubriría el primer ciclo del calendario y podría ser tomado como texto basepara esta primera parte del mismo. El testimonio más antiguo, el del 780,no presenta más que algunas vidas de esta primera parte del ciclo, demodo que, por coherencia, hemos decidido tomar como base el manus-crito h-III-22, que no presenta errores significativos con respecto a aquély a la fuente latina.

Si quisiéramos subsanar algunas lagunas textuales o partes que el h-III-22 tenga defectuosas tomaríamos como base para la subsanación el manus-crito 12.688, que cubre un elenco de vidas prácticamente igual al del h-III-22y no presenta errores pertinentes con respecto a este santoral.

Existen, no obstante, excepciones en esta parte del ciclo en las quehabría que tomar otros textos base, en lugar del h-III-22, para la ediciónde algunas de las vidas, ya sea por omisión de las mismas en el texto base(por ejemplo, las vidas de Pedro de Alejandría y de Facundo y Primitivosólo están en el 12.689, de modo que tendrían que ser editados por estemanuscrito), ya sea por ilegibilidad del texto base (por ejemplo, las vidasde Tomás y Silvestre, muy defectuosas en el h-III-22, serían editadas porel texto paralelo del 12.688).

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍA MEDIEVAL CASTELLANA 345

Una vez cubierta la base para la edición de esta primera parte del ciclolitúrgico, comprobamos que la siguiente fase del ciclo la completa el manus-crito 780, desde la narración de la Trinidad hasta la de Cristina. La eleccióndel texto del manuscrito 780 como base para la parte del ciclo que comienzaen la lectura de la Trinidad no es gratuita, sino que se basa en que es elúnico santoral que cubre esta parte del ciclo litúrgico, salvo por la excep-ción de escasas lecturas que otros santorales también ofrecen de esta parte.Además, el texto del 780 es no sólo el testimonio más antiguo, sino quetampoco presenta errores pertinentes con respecto a la fuente latina.

Para la última parte del ciclo litúrgico se utilizaría como base el santoral12.689, que es el que presenta estas narraciones de modo más completo,aun con alguna laguna al comienzo, como son las narraciones que vandesde Santiago el Mayor a Abdón y Senén. Por lo tanto, desde la lecturade Germán hasta la de la Dedicación de la Iglesia, es decir, hasta el finaldel calendario de fiestas, el texto base para la edición sería el del 12.689.

Como sucedía en el primer tramo del ciclo, con texto base en el h-III-22, aquí que también se registran algunas excepciones en las que el textobase no sería el marcado, el 12.689. De este modo, la narración de santoDomingo de Guzmán sólo la recoge el santoral 12.688, de modo que,aunque para este fragmento del ciclo litúrgico se utilice como base el12.689, en este caso se editaría esta lectura por el 12.688.

Hacia el final de esta parte del ciclo encontramos que el santoral h-II-18 es paralelo al 12.689, ya que presenta la mayoría de las vidas que el12.689 ofrece, de modo que serviría como texto para enmendar lagunas,defectos o incorrecciones del texto base. Estimamos más oportuno tomarcomo base el texto del 12.689, puesto que es un testimonio más antiguo queel del h-II-18 y, además, se conserva menos defectuoso. Como en los ante-riores casos, deben tenerse en cuenta las variantes que puedan ofrecer otrasversiones de algunas lecturas que se recojan en otros santorales de A.

COMPILACIÓN B

En cuanto a esta compilación, la elección de santorales como textosbase para cubrir la edición de todo el ciclo litúrgico se complica más queen el caso de la otra compilación, puesto que existe un mayor número devariantes textuales y cada uno de los santorales de esta compilación esmuy peculiar individualmente.

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ346

Según habíamos expuesto en nuestra tesis, el esquema de las relacionesentre los santorales de esta rama sería el que se plantea en el cuadronúmero 3 del anejo, basándonos en el criterio inicial de Aragüés6.

Los santorales de la rama B1 contienen listados muy próximos a Vorá-gine en cuanto a la ordenación de las vidas y bastante completos conrespecto a la fuente latina. Por el contrario, los santorales de la rama B2presentan listados que en comparación con los de Vorágine resultan incom-pletos y fragmentarios. No sólo no siguen fielmente el orden de vidas dela fuente latina, sino que cada uno de ellos presenta fragmentos distintosde la ordenación originaria. De ahí que Aragüés los englobe en una solarama a la que califica de interpolada, ya que realmente representan inter-polaciones dentro de todo el corpus de vidas original latino. También,como sugiere el propio Aragüés7, tal vez haya un «cruce» de influenciasentre ambas ramas (B1 y B2), puesto que, según él, parece que la segundaparte del 15.001 ofrece semejanzas con la rama B1. Como en el caso delas filiaciones de los santorales de la Compilación A, las de los textos deesta compilación también deberían ser cotejados de forma completa, palabrapor palabra. No obstante, en principio parece que el 15.001 y el m-II-6 sonbastante peculiares en sus respectivas ramas, aunque está claro, por errorescomunes que mantienen con los santorales de sus respectivas ramas, quepertenecen a éstas.

Si tuviéramos que elegir un texto base para toda la compilación, tal vezel más apropiado, por su mayor acercamiento a la fuente latina y por sulistado más completo, sería el santoral h-I-14, cuyas lagunas o lecciones inco-rrectas podrían corregirse con otro santoral de esta compilación que ofrecetambién un listado bastante completo: el k-II-12.

Parece que en la mayoría de los casos y a pesar de las particularidadesque cada uno de los santorales de esta compilación tiene, el h-I-14 podríaelegirse como el menos erróneo de todos ellos. No obstante, hay que notarque, siguiendo estos criterios, solamente aparecerían santorales del subar-quetipo B1 a modo de representación de toda la compilación, mientrasque los santorales de la rama B2 quedarían limitados a ratificar la fijación

6. José Aragüés Aldaz, «Para el estudio del Flos Sanctorum renacentista (I). La confor-mación de un género», en Homenaje a Henri Guerrero. La hagiografía entre historia y lite-ratura en la España de la Edad Media y del Siglo de Oro, editado por Marc Vitse, Madrid &Frankfurt: Iberoamericana & Vervuert, 2005, págs. 97-147.

7. José Aragüés Aldaz, «El flos santorum con sus ethimologías. El incunable, la Compi-lación B y la Leyenda de los Santos: deudas, herencias, filiaciones», en XI Congreso de laAsociación Hispánica de Literatura Medieval, León, 20-24 septiembre de 2005, en prensa.

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍA MEDIEVAL CASTELLANA 347

del texto o revelar las divergencias, las cuales, en ocasiones son muy nota-bles. No sucede en esta compilación como en la Compilación A, sino queen este caso los subarquetipos de B representan muchas veces lecturasmuy diferentes, de forma que sería imposible señalar las variantes de laslecturas sin reproducir amplios fragmentos o incluso las lecturas completas.Un ejemplo de esta variedad de lecturas según los subarquetipos de B selee en el cuadro 4 del anejo. La vida de santo Tomás es bastante distintaen la rama B1 (representada aquí por el ms. h-I-14), donde la lectura esmuy extensa, y en la rama B2 (representada aquí por el ms. 15.001), cuyanarración es notablemente reducida.

Sin embargo, observando los listados de vidas que contienen una y otrarama de esta Compilación B, tal vez lo más apropiado sería tomar el modelode B1 h-I-14, puesto que este santoral, junto al k-II-12, también de la ramaB1, abarca prácticamente todo el elenco de vidas del ciclo litúrgico. Echandoun vistazo, además, a los listados de la tabla de santos de Vorágine, es fácilnotar que los santorales de B1 son mucho más completos en cuanto acontenidos de vidas que los de la rama B2, de modo que editar la ramaB1 parece justificado, siempre que se reúnan en apéndices todas lasversiones alternativas de las narraciones.

Se puede plantear otra opción alternativa en cuanto a la edición de laCompilación B, que sería la de editar las dos ramas (B1 y B2), escogiendoun texto base para cada una de ellas. En algunas ocasiones las versionesserían muy distintas, pero en otras apenas se diferenciarían, mientras que,además, sería mucho más pesado para el lector y estudioso enfrentarse ala edición de las dos ramas completas. Por otro lado, se nos plantea otroinconveniente, y es el de escoger un texto modelo para la edición de larama B2. Mientras que para la rama B1 el modelo más apropiado, comohemos dicho, sería el h-I-14, por ser el más completo y el menos erróneo,escoger un modelo para la rama B2 sería complicado, puesto que a pesarde que en principio parece el idóneo el texto del 15.001, por ser el máscompleto, sin embargo, basándonos en las afirmaciones de Aragüés, es unmanuscrito que contiene concomitancias con la rama B1 en su última seccióny, por lo tanto, sería redundante su edición en esta sección. Los manus-critos 8 y 9, por otro lado, son demasiado incompletos, y en el caso del 9,demasiado defectuoso, como para ofrecerse como modelo. Es por todo estopor lo que nos parece más conveniente tomar un único modelo para todala Compilación B, aunque se ofrezcan todas las variantes de las dos ramas.

Como sucedía en la Compilación A, a pesar de que el santoral base (h-I-14) para la edición es muy completo, quedarían lagunas que no cubriríael texto base, como es el caso del Adviento, Anastasia, la Circuncisión, la

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ348

Epifanía, las lecturas de Pablo ermitaño, Remigio, Macario, Félix y Marcelo.En los casos de las narraciones de Leocadia, Anastasia, la Circuncisión yla Epifanía estas lagunas del texto base pueden subsanarse con narracionesdel santoral k-II-12, que sería, además, el texto más cercano al del h-I-14.

También hay que señalar que la vida de María Magdalena en esta Compi-lación B es muy peculiar en el caso de la versión del k-II-12, por lo queconvendría también ofrecer esta narración editada paralelamente segúnlos textos del h-I-14 y del k-II-12. Además, este último santoral k-II-12presenta claras concomitancias con la versión del manuscrito misceláneoh-I-138, la cual podría servir como texto auxiliar para subsanar errores ocompletar variantes y podría editarse en un apéndice o a pie de página.Observamos un ejemplo de las diferentes versiones de esta narración enel cuadro 5 del anejo.

Por último, con respecto a la edición de esta compilación, hay que decirque el santoral h-I-14 es un manuscrito muy peculiar, ya que en ocasionespresenta fragmentos adicionales que no se encuentran en la fuente latina(como sucede en las narraciones de Patricio, la Conversión de san Pabloy Ágata)9. Convendría, entonces, para la edición, señalar estos fragmentosnovedosos adecuadamente, de modo que fuera claro que se trata deadiciones que presenta exclusivamente este santoral.

Si contamos el total de los folios que habría que editar el resultado seríade casi 1170 (760 de la Compilación A y más de 400 de la Compilación B)y, casi el doble de páginas, en los que habría que rastrear y considerar milesde variantes. Es decir, aún queda mucha tarea y muy laboriosa por hacer, perome gustaría pensar que será una tarea que, con paciencia, esfuerzo y unmerecido apoyo a los investigadores será llevada adelante. Otra edición quepodría ser llevada a cabo sería una edición fotográfica digital, acompañadao no de una transcripción paleográfica, que no reñiría en absoluto con esteproyecto de edición crítica, sino todo lo contrario, la complementaría y ofre-cería al público interesado los textos en su estado más puro.

8. Se trata de un manuscrito datado entre mediados del siglo XIV y principios del XV,conservado en la Biblioteca Nacional. Es especialmente llamativo por su amplio contenidohagiográfico, formado por las narraciones de las féminas María Magdalena, Marta, MaríaEgipciaca y Catalina, y la del caballero Plácidas o san Eustaquio.

9. Así, en la vida de Patricio este santoral añade en los folios LXXVIId-LXXVIIIa unfragmento en el que se cuenta cómo el santo construyó un monasterio al lado del pozo quele había servido de purgatorio y cómo debía evitar que cualquier persona entrase en él. Enla narración de la Conversión de san Pablo, entre los folios LIIIc y LIIIIa, se añade un colofónnovedoso en el que se narran las revelaciones del santo. Por último, en la vida de Ágata,en los folios LIIIc-LIIId, se inserta una curiosa historia sobre un obispo y un palafrén.

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍA MEDIEVAL CASTELLANA 349

ANEJO. BASES PARA UNA EDICIÓN CRÍTICA DE LOS FLORES SANCTORUMMEDIEVALES CASTELLANOS. COMPILACIÓN A Y COMPILACIÓN B

CUADRO 1

CUADRO 2

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ350

COMPILACIÓN AO GRAN FLOSSANCTORUM

COMPILACIÓN B O LEYENDA DE LOS

SANTOSINDEPENDIENTE

SIGLOXIV

¿8 BMP?9 BMP

10.252 BN

SIGLOXV

780 BN12.688 BN12.689 BNh-III-22 ESCh-II-18 ESC

h-I-14 (1427) ESCk-II-12 ESC15.001 LGm-II-6 ESC

COMPILACIÓN A

X

780 12.689

12.688 h-III-22 h-II-18¿RAMA A1? ¿RAMA A2?

CUADRO 3

CUADRO 4

VIDA DE SANTO TOMÁS

EL ESTUDIO Y LA EDICIÓN DE LA HAGIOGRAFÍA MEDIEVAL CASTELLANA 351

RAMA B1 RAMA B2

h-I-14 k-II-12 m-II-6 9 15.001

8

h-I-14 15.001

E después que el apóstol llegó al término de lacibdat de los judíos entró Abañes ante delantee fuese para Gundofero rey e díxole cómovernía Thomás. El rey, después que vio a santoThomás díxole: «¿Puédesme fazer un palacio?».Respondió santo Thomás e dixo: «Puedo». Edemostróle el rey el lugar do lo quería fazer elpalacio. E díxole: «Dame en qué manera farás eordenarás este palacio». Santo Thomás tomó unaverga o vara e començó de medir e dixo: «Aquífaré las puertas fazia el sol, por que quandosaliere luego entre por el palacio. En el segundolugar, do estén todas las gentes e fagan lo quequisieren. En el tercero lugar faré el consistoriodo se fagan las cosas secretas. En el quarto, doestén dueñas e donzellas. En el quinto lugar faréotra cámara para el invierno. En el sesto faréotra cámara para el verano. En el séptimo faréotras cámaras do estén las camas e los lechos.En el otavo, do estén los thesoreros. En elnoveno, do estén los paños. En el dezeno, doesté la cozina. En el onzeno, do estén los lava-torios. En el dozeno faré una torre muy alta ederredor della muchos andamios». E el reydespués que oyó estas cosas al apóstol: «Verda-deramente, maestro eres tú, e conviénete deministrar e de ordenar las cosas del rey». E diólemuy grande thesoro e fuese para otra tierra elrey muy lexos fasta que lo oviese fecho. (XVIc)

E después de esto, el apóstol e Abayneo,mensajero del rey, viniero al rey de India, eel apóstol conpúsole un palacio a maravillae rescibió muy grand thesoro. E el rey fuessepara otra tierra e el apóstol dio todo elthesoro a pobres. (Xb)

CUADRO 5VIDA DE MARÍA MAGDALENA

VANESA HERNÁNDEZ AMEZ352

h-I-14 k-II-12 h-I-13

Santa María Magdalena fue asíllamada de un castillo que fuedicho Magdalo. E fue muy fija-dalgo, ca vinié del linage delos reyes, e al padre dixieronSiro e a su madre Eutharia.Ésta e su hermano Lázaro e suhermana Martha avién porheredat el castillo de Magdalo,que es a una legua de Gena-fasco e Betania, que es cercade Jherusalem e muy grandeparte de Jherusalem (CLXXIIb)

Después que nuestro SeñorJhesu Christo fue medianeroentre Dios e los omes por supasión e por su resurrecciónovo vencida la muerte e fueglorificado, la bendicha santaMaría Magdalena e Maximiano,a quien sant Pedro la enco-mendó con su hermana santaMarta e con su hermano santLázaro, e con aquel ciego queNuestro Señor guaresció porsu palabra, e con aquellamanceba que dixo a JhesuChristo en la predicación:«Beato venter qui te portavit eubera qui subsisti», tantoquiere decir «Bendito fue elvientre que te truxo e las tetasque mameste» (115c)

Después que nuestro SeñorJhesu Christo, que fue media-nero entre Dios e los omes porsu pasión e por su resurrec-ción, ovo vencida la muerte efue glorificado e sobido a loscielo, a la bendita santa MaríaMagdalena e a Maximiano, aquien sant Pedro la enco-mendó con su hermana santaMarta e con su hermano santLázaro, e con aquel ciego queNuestro Señor Jhesu Christoguaresció por su misericordiay con aquella palabra que dixoa Jhesu Christo en la predica-ción: «Beatus venter qui teportavit e ubera qui sussisti»,que quiere decir «Bendito fueel vientre que te traxo e lastetas que mamaste» (1a)

RETORNO A LA SELVA TEXTUAL: COMPILADORESMEDIEVALES Y FILÓLOGOS MODERNOS

MANUEL HIJANO VILLEGAS(University of Durham)

E N ESTE TRABAJO me propongo examinar algunos aspectos de la proble-mática asociada al estudio de la tradición textual de la Estoria deEspaña (1270-84) mandada componer por Alfonso X el Sabio,

aunque espero que algunas de mis observaciones puedan ser aplicables aotras obras medievales. Reúno aquí una serie de reflexiones surgidas a raízde la lectura de los trabajos dedicados al tema, así como de mi propia(y limitada) experiencia con algunos de los textos. Mi propósito no es otroque el de reiterar la necesidad de aplicar las herramientas de la críticatextual al corpus cronístico como paso previo a cualquier tipo de lecturainterpretativa de los textos o a la elaboración de una historia del discursohistoriográfico en la baja edad media castellana.

Es de sobra conocida la exasperación con la que desde el siglo XVIhan reaccionado historiadores y filólogos ante la caótica diversidad delos manuscritos de las crónicas medievales castellanas. Más que conninguna otra tradición medieval, el lector se encuentra perdido en unlaberinto de testimonios similares pero nunca idénticos, cuyas diversasvariantes se combinan y multiplican sine necessitate hasta casi agotar lasposibilidades combinatorias. Afortunadamente, varias generaciones defilólogos han contribuido a desbrozar esta «selva textual», desde lostrabajos pioneros de Ramón Menéndez Pidal y Luis Filipe Lindley Cintrahasta los clarificadores estudios de Diego Catalán, quien ha abierto un«nuevo panorama» para la disciplina e inspirado a nuevas hornadas de

353

investigadores1. Como no podía ser de otra manera, la labor de Catalán ysus discípulos se ha concentrado, en primer lugar, en establecer la obraoriginal creadora de la tradición, es decir, el texto de la Estoria de Españacompuesto en el scriptorium alfonsí podándolo de todos los elementosañadidos en el curso de su transmisión. El éxito en este frente ha sidorotundo. Gracias a un paciente estudio comparativo de la totalidad de lostestimonios, se logró identificar con nitidez dos redacciones de la Estoriade España realizadas en época alfonsí por los equipos de historiadores delrey: la Versión primitiva, compuesta antes de 1274 y de la que conser-vamos un relato histórico que finaliza en la muerte de Vermudo III de León,y la Versión crítica, una revisión a gran escala de los borradores de la obrarealizada hacia 1282-84, cuyo relato conocemos desde el origen de losgodos hasta la muerte de Fernando II de León. También conocemos, graciasa que poseemos un testimonio directo de la época, el texto de la Versiónamplificada, una reelaboración de la obra realizada en época de SanchoIV, hacia 1289, cuyas reformas, según sabemos ahora, posiblemente abar-caban desde el principio de la historia y con seguridad desde el reinadode Ramiro I hasta la conquista de Córdoba por Fernando III (aunque conuna laguna importante en la historia del Cid)2.

Otro objetivo de la investigación filológica ha sido establecer tambiénlas otras obras que nos transmiten los manuscritos, esto es, las diversascrónicas generales compuestas tras la muerte de Alfonso X a partir deltexto, o mejor de los textos, de la Estoria de España. Ya hemos mencio-nado una de estas crónicas post-alfonsíes, la Versión amplificada, pero

MANUEL HIJANO VILLEGAS354

1. Citaré sólo algunos de los hitos bibliográficos fundamentales en la disciplina: RamónMenéndez Pidal, La leyenda de los infantes de Lara, Madrid: Imprenta de los hijos de JoséM. Ducazcal, 1896 y Crónicas Generales de España. Catálogo de la Real Biblioteca. Manus-critos, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1898; Luis Filipe Lindley Cintra, Crónica Geral deEspanha de 1344, Lisboa: Academia Portuguesa da História, Impresa nacional & Casa daMoeda, 1951, I; Diego Catalán, De Alfonso X al conde de Barcelos: cuatro estudios sobre elnacimiento de la historiografía romance, Madrid: Seminario Menéndez Pidal & Gredos,1962; La Estoria de España de Alfonso X: creación y evolución, Madrid: Fundación MenéndezPidal, Universidad Autónoma de Madrid & Gredos, 1992 y De la silva textual al taller histo-riográfico alfonsí: códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo, Madrid: SeminarioMenéndez Pidal, Fundación Ramón Menéndez Pidal & Universidad Autónoma de Madrid,1997. A estos trabajos hay que añadir el de Inés Fernández Ordóñez, Versión crítica de laEstoria de España: edición y estudio desde Pelayo hasta Ordoño II, Madrid: SeminarioMenéndez Pidal Fundación Menéndez Pidal & Universidad Autónoma de Madrid, 1993.

2. Sobre la Versión amplificada o Versión de Sancho IV véase ahora Francisco Bautista,La Estoria de España en época de Sancho IV: sobre los reyes de Asturias, London: QueenMary, 2006.

son varios los modelos cronísticos que la crítica, desde época de MenéndezPidal, viene reconociendo como obras con entidad propia con títulos comoCrónica de Castilla, Crónica de veinte reyes, Crónica manuelina, Crónicavulgata y Crónica ocampiana, entre otros. Este estudio de la tradiciónpost-alfonsí es necesario como un fin en sí mismo, ya que las diversastransformaciones de los textos nos permitirían dilucidar la evolución delgénero cronístico durante los siglos XIII a XV, pero también en la medidaen la que sirve al objetivo de precisar la palabra del autor, Alfonso X. Enefecto, una de las conclusiones de los trabajos de Diego Catalán ha sidola de reducir considerablemente el intervalo temporal durante el que seincorporaron a la tradición algunas de las principales reformas detectadaspor Menéndez Pidal y Cintra, reduciéndolo en algunos casos a algunaspocas décadas después de la muerte de Alfonso X. Asimismo, el origen demuchas de las crónicas mencionadas no parece haber estado muy alejadodel entorno de trabajo donde se elaboró la Estoria de España, a juzgar porel acceso que sus formadores demuestran tener a borradores provisionalesde la obra original, un hecho que resulta especialmente importante parael estudio del texto de la sección final de la Estoria, el relato de los reyesde Castilla desde Fernando I hasta el propio Alfonso X, donde carecemos detestimonios directos de la Versión primitiva (probablemente porque lostalleres alfonsíes nunca llegaron a escribir una versión definitiva del texto)y que sólo conocemos a través de estas reelaboraciones posteriores. Eneste sentido, es muy posible que la prolongación de los trabajos historio-gráficos auspiciados por la corona de la que nos da testimonio la Versiónamplificada, atribuida por varios autores a la labor del colegio catedra-licio toledano3, no se limitase a este texto en concreto, sino que se exten-diese a algunas de las otras variantes cronísticas surgidas en los reinadosde Fernando IV y Alfonso XI e, incluso, que muchas de las novedadesofrecidas por estas crónicas remonten, en realidad, a materiales preparadosdentro del proceso de elaboración de la Estoria de España pero que nunca

3. Sobre el papel de Toledo en la creación de una ideología monárquica en el periodopost-alfonsí, véase el seminal trabajo de Germán Orduna, «La elite intelectual de la escuelacatedralicia de Toledo y la literatura en época de Sancho IV», en La literatura en la épocade Sancho IV: Actas del Congreso Internacional «La literatura en la época de Sancho IV» (21-24 de febrero de 1994), edición de Carlos Alvar & José Manuel Lucía Megías, Alcalá deHenares: Universidad, 1995, págs. 53-62. Un posible responsable de la Versión amplificadaes el arzobispo de Toledo Gonzalo Pérez Gudiel; véanse Peter Linehan, History and theHistorians of Medieval Spain, Oxford: Clarendon, 1993, pág. 480 y, en colaboración conFrancisco Hernández, The Mozarabic Cardinal: The Life and Times of Gonzalo Pérez Gudiel,Florencia: SISMEL & Edizioni del Galluzzo, págs. 267-277.

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llegaron a incorporarse a su texto en época de Alfonso X, como en otro lugarhe argumentado respecto a la llamada Historia menos atajante del reinadode Alfonso VIII que nos ofrecen las crónicas Manuelina y Ocampiana4.

No queda, por tanto, más remedio que seguir retornando a la «selvatextual» de las crónicas si queremos reconstruir la historia de nuestra histo-riografía romance, tanto alfonsí como post-alfonsí. Ahora bien, este retornoafronta, a mi juicio, una serie de obstáculos vinculados no sólo con lacomplejidad de las relaciones de filiación y parentesco entre los textos,sino también con los presupuestos metodológicos y las categorías críticasempleadas para su clasificación y estudio. Enunciado con cierta tosquedad,el problema se derivaría de la inadecuación de aplicar al corpus cronísticola concepción tradicional de «el autor y su obra» cuando seleccionamos losmodelos textuales objeto de estudio, pues dichos conceptos pudieranresultar excesivamente estrechos a la hora de describir el complejo de acti-vidades, fenómenos y circunstancias que originaron las diversas variantestextuales. Corremos el riesgo, tan habitual en las disciplinas humanísticas,de caer en razonamientos circulares y encontrar en los textos precisamenteaquello que estamos buscando, es decir, un número determinado de «obras»ajustadas formal e ideológicamente a una cierta narrativa preexistente enla mente del investigador sobre lo que hubo de ser el desarrollo del generocronístico en los siglos bajomedievales.

Estas cuestiones me parecen pertinentes al observar lo que a mi juicio esun cierto grado de tensión entre las características observables en los textosrecibidos y ciertas precisiones terminológicas propuestas como conclusiónal nuevo panorama abierto a raíz de los recientes avances realizados en ladisciplina. Piénsese, por ejemplo, en la distinción entre «versión», «crónica» y«familia de manuscritos» que establece en uno de sus trabajos Juan BautistaCrespo, en un intento por clarificar el panorama textual caracterizando losdiversos modelos textuales y ofreciendo unas líneas maestras para su estudio5.

4. Apunté a esa posibilidad en una comunicación dada en el «XVIIth Colloquium»organizado por el Medieval Hispanic Research Seminar de Queen Mary (Universidad deLondres) el 29 y 30 de junio de 2006. Fernando Gómez Redondo («Tradiciones literarias enla historiografía de Sancho IV», en La literatura en la época de Sancho IV, Alcalá de Henares:Ediciones de la Universidad de Alcalá, 1996, págs. 181-199) ofrecía una propuesta similarpara explicar el origen de la Historia hasta 1288 dialogada utilizada como fuente por laCrónica de Alfonso X y las Estorias del fecho de los godos.

5. Juan Bautista Crespo, «La Estoria de España y las crónicas generales», en Alfonso Xel Sabio y las Crónicas de España, edición de Fernández Ordóñez, Valladolid: Universidadde Valladolid & Centro para la Edición de Clásicos Españoles, 2000, págs. 107-132. Lospárrafos citados corresponden a las págs. 111 (el primero) y 113 (el segundo y tercero).

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Hablamos de Versiones siempre que exista una conciencia clara en elformador de ellas de estar trabajando sobre la propia obra historial deAlfonso X, y desde dentro de ella [...] todas estas reformas se llevan acabo desde dentro de la Estoria de España. Las correcciones, totales oparciales, pretenden reformarla, no producir una obra nueva. [...]Quienes ahora aprovechan alguna de las copias, bien del propio borradoralfonsí, bien de cualquiera de las versiones de él derivadas, no lo hacencomo el autor que reelabora su propia obra, sino como quien la aprovechacomo fuente de una construcción diferente. Fruto de esta nueva labor noes ya la aparición de versiones alternativas de la obra, sino la apariciónde nuevas obras relacionadas con y derivadas de la Estoria de España,pero ajenas a ella. Estas obras es lo que se denomina Crónicas. [...]¿Qué rasgos son, por lo tanto, los que desde nuestro punto de vistadefinen el límite entre lo que es una crónica y lo que es una simplefamilia de manuscritos? En primer lugar, desde luego, el que [...] existauna voluntad clara en quien elabora el original de esa familia de darlugar a una obra diferente de la heredada.

Como se puede apreciar, la adjudicación de cada una de las categoríasa los modelos que componen la tradición textual y la posterior clasifica-ción de éstos no se atienen a criterios estrictamente empíricos, como podríanser la precedencia de un modelo respecto al otro o la frecuencia y volumende las variantes de cada modelo respecto al resto de la tradición, sino queimplica ante todo un juicio de valor por parte del crítico respecto al carácterde cada texto y el grado de intencionalidad presente en su producción. Lapropuesta subyacente es, por tanto, estudiar la evolución del discurso delas crónicas atendiendo a la variación que cada una de ellas supone respectoal resto de la tradición pero limitando el concepto de variante a, en pala-bras de Inés Fernández Ordóñez, «la separación voluntaria y continua deun texto respecto de su fuente inmediata»6. El problema está en que laadscripción de intencionalidad y unidad de propósito a las variantes no essiempre fácil de dilucidar y corre el riesgo, antes señalado, de desembocaren la construcción de un modelo descriptivo a partir de condicionamientosa priori, potencialmente alejado del proceso de formación de los textos.

A mi juicio son dos las consideraciones que se deben hacer aquí, laprimera en cuanto a la voluntariedad de las variantes, la segunda en cuantoa su continuidad. En primer lugar, al primar como más interesantes aquellas

6. Inés Fernández Ordóñez, «La historiografía alfonsí y post-alfonsí en sus textos.Nuevo panorama», Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 18-19 (1993-94), págs.101-132 (132).

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variaciones que tienen su origen en un cambio en la orientación y el propó-sito del discurso (esto es, en los intereses concretos a los que sirve),podemos pasar por alto que el ideológico no es más que uno de los muchoscriterios implícitos en la labor de los compiladores de crónicas medievales.Junto a él, más habitual es la presencia en el entorno de producción defactores y circunstancias pertenecientes más al ámbito de lo necesario eincluso de lo accidental. Entrarían aquí, evidentemente, factores como lascondiciones materiales del acto de compilación, incluyendo el carácter yla cuantía de las fuentes disponibles, las posibles limitaciones de tiempoimpuestas para la culminación de su trabajo al cronista o incluso la aptitudintelectual o literaria de éste. Pues bien, desde la presión ejercida por todosestos factores circunstanciales, si podemos destacar un propósito delibe-rado común a la actuación de los compiladores de la totalidad de modelosde crónica es el de aprovechar los textos recibidos y completarlos hastaofrecer un relato ininterrumpido que subsane las lagunas percibidas encada uno de ellos, entendiendo aquí por «lagunas», tanto las omisionesderivadas del carácter fragmentario o defectuoso de las fuentes a disposi-ción del compilador, como las lecturas ausentes en unas fuentes y presentesen otras. En cumplimiento de esta misión, la labor de los compiladoresmedievales se semeja a menudo a la de los filólogos modernos. Comoellos, son adeptos a comparar manuscritos y detectar coincidencias yvariantes, y cabe preguntarse si, como ellos, no enfocarían también sulabor desde la conciencia del deterioro que sufre el texto en el cursosu transmisión y la voluntad de reconstruir un arquetipo perdido a partirde los testimonios disponibles. Esta práctica de la colación, que compartencronistas medievales y filólogos modernos y que, paradójicamente, tantosquebraderos de cabeza comporta a los segundos, se corresponde con lasoperaciones de «reproducir, reunir, construir, combinar y revisar» identifi-cadas por Georges Martin en la génesis de la Estoria de España7, y esconsustancial a la producción medieval de textos y, más concretamente, ala labor del historiador como compilador de las memorias del pasado conte-nidas en fragmentos textuales dispersos, tal y como nos ponen de mani-fiesto los prólogos de Jiménez de Rada o del propio Alfonso X. Su actuaciónes un factor determinante en la formación de las crónicas generales duranteel periodo post-alfonsí, especialmente en relación con la serie de crónicasque transmiten el relato de la historia de los reyes de Castilla, pues lo que

7. Georges Martin, «Cinq opérations fondamentales de la compilation: l’exemple del’Histoire d’Espagne (Étude segmentaire)», en L’historioraphie médiévale en Europe, ediciónde Jean Philippe Genet, París: Éditions du CNRS, 1991, págs. 99-109.

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probablemente encontremos aquí no es una serie de obras modificadas yrescritas de acuerdo con orientaciones ideológicas diversas y definidas alo largo de un largo proceso diacrónico, sino con lo que podríamos cali-ficar de auténtica fábrica de textos, es decir, un archivo común de mate-riales historiográficos fragmentarios ubicado, tal vez, en la cámara realcastellana, al que van acudiendo sucesivos compiladores y que van enri-queciendo con sus propios textos8.

El segundo problema al que me quiero referir lo ha señalado ya aguda-mente Diego Catalán9. En nuestra ansia por encontrar autores y construirun canon historiográfico, podemos caer en el error de adjudicar una iden-tidad de origen a una determinada serie de variantes encontradas en uncierto modelo textual, cuya introducción pudiera corresponder a distintoseslabones en la cadena transmisión del texto de los que carecemos de testi-monios directos. Un ejemplo de esta problemática lo representa la obraque venimos llamando Crónica de Castilla. Por Crónica de Castilla desig-namos un relato de la historia de Castilla desde la subida al trono de Leónde Fernando I de Castilla hasta la muerte de Alfonso IX de León y la consi-guiente unificación de los reinos en Fernando III. El texto, que existía haciafinales del XIII o principios del XIV10, presenta notables novedades estilís-ticas y en cuanto a su contenido, entre las que destacan una prosificacióndel Cantar de las Mocedades de Rodrigo, varios episodios legendarios rela-tivos a miembros de la nobleza castellana en época de Alfonso VIII, y unaserie de amplificaciones novelescas (es decir, fruto aparentemente de laimaginación de su autor) introducidas tanto en las secciones procedentesde fuentes latinas como épicas. Todos estos rasgos llevan a caracterizar la

8. De manera similar a la descrita en su edición de la crónica alfonsí por Florián deOcampo, quien demuestra aquí tener un buen ojo filológico: «No dañara, segun creo, poneren el fin desta quarta parte la sospecha que della tienen algunas personas de muy buenentendimiento y es, que si fue verdad auer sido conpuesta despues delos dias del serenis-simo rey don Alfonso el Sabio como muchos afirman, todo lo que en ella se contiene estariaprimero trabajado y escrito a pedaços por otros autores antiguos; y los que la recopilaronno harian mas de juntarlos por su orden sin adornarlos ni pulirlos, ni poner en ellos otradiligencia sobre la que hallaron» (Las quatro partes enteras de la Cronica de España, Zamora:Paz y Picardo, 1541, fol. CCCCXXVIv).

9. Diego Catalán, «Monarquía aristocrática y manipulación de las fuentes: Rodrigo enla Crónica de Castilla», en La historia alfonsí: el modelo y sus destinos (siglos XII-XV): Semi-nario organizado por la casa de Velázquez (30 enero de 1995), edición de Georges Martin,Madrid: Casa de Velázquez, 2000, págs. 75-94.

10. De esa época data su traducción al gallego. Véase Ramón Lorenzo, ed., La traduc-ción gallega de la Crónica general y de la Crónica de Castilla, Orense: Instituto de estudiosorensanos «Padre Feijoó», 1975.

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crónica en virtud de la ruptura que supone con respecto al discurso histó-rico alfonsí, del que se aleja en su tendencia a la elaboración novelesca,su desinterés por la materia extraña a la historia específicamente castellanay su orientación ideológica pro-nobiliaria. Sin embargo, esta descripción nopuede ser sino tentativa pues, en realidad, nada nos asegura la procedenciacomún de las variantes citadas. Es más, incluso en el caso de que pudié-semos establecer con certeza que todas fueron introducidas en el texto porun mismo cronista, todavía resultaría dudoso dilucidar el grado de compro-miso ideológico de éste con cada una de ellas y, por lo tanto, explicar suaparición en el texto como fruto de una decisión coherente con una visiónhistoriográfica original11.

La tesitura en que la Crónica de Castilla pone al investigador se repiteen casi la totalidad de los modelos cronísticos tanto en los de formaciónmás temprana y cercanos, por tanto, al entorno de composición dela Estoria de España (el caso de la propia Crónica de Castilla o el de laCrónica manuelina) como en los más tardíos, por ejemplo, las Estoriasdel fecho de los godos del siglo XV, donde carecemos de datos que nospermitan determinar con exactitud el número de etapas compilatorias implí-citas en el texto recibido ni los rasgos propios de cada una de ellas12. Entodos estos casos, al crítico no le queda otro remedio que aplicar la navaja

11. La Crónica de Castilla es, por tanto, producto de una serie de acciones compila-torias que no tienen por qué haber sido contemporáneas. La base textual de la crónicaprocede de la yuxtaposición de, al menos, dos prototipos anteriores, uno de ellos compar-tido con la Versión amplificada y el ms. F (= 2628, Universidad de Salamanca) y el otro conla Versión crítica (véase, por ejemplo, D. Catalán, De Alfonso X, págs. 242-243). Podemosasumir, como hipótesis de trabajo, que el empalme de dichos prototipos fue contemporáneode la prosificación de las Mocedades de Rodrigo y su interpolación en el texto pero sabemos,por ejemplo, que algunos de los episodios novedosos que aparecen en el reinado deAlfonso VIII se encontraban ya en el ejemplar reproducido por el formador, como es elcaso de las leyendas relativas a la infancia del rey, ofrecidas también por una obra supues-tamente de ideología alfonsí como la Versión crítica, y cabe preguntarse si no ocurrirá lomismo con los episodios protagonizados por miembros de la casa de Haro que luegoaparecen en el relato de los años finales del reinado. Asimismo, debemos considerar comoprovisional la idea de que la crónica fue concebida como narración específicamente castellana.El hecho de que el relato se circunscriba a los límites citados (de Fernando I a Alfonso IX)pudiera deberse a la ausencia, precisamente, de un relato alfonsí relativo dicho periodohistórico. El compilador de la crónica, lejos de aspirar a escribir una historia de Castilla, pudierahaber concebido la obra como parte de una Crónica general de España completando el textoalfonsí «definitivo» de la Estoria de España que finalizaba en la muerte de Vermudo III.

12. Sobre las Estorias del fecho de los godos, véase D. Catalán, La Estoria de España,págs. 231-285.

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de Occam y seleccionar como objeto de estudio preferente aquellos estadossincrónicos del texto que hayan alcanzado cierta estabilidad en su trans-misión, independientemente de que hayan sido producto de un únicoimpulso compilador o de varios. En este sentido, creo enriquecedor acom-pañar un estudio centrado en la producción concreta de cada variantecronística con un enfoque más «a vista de pájaro», que contemple los textosen su recepción, esto es, en las formas concretas que adoptan en los testi-monios recibidos. Este procedimiento conlleva el riesgo evidente dellevarnos a conclusiones referidas a un intervalo temporal muy limitado,dado que la mayoría de los testimonios cronísticos datan de los siglos XVy XVI, y su aplicación no puede implicar, de ningún modo, la renuncia aidentificar el origen concreto de cada variante y reconstruir el proceso deformación del texto. Con todo, tiene la ventaja de ampliar nuestro catá-logo de obras historiográficas potencialmente merecedoras de atencióncrítica y asimismo, nos proporcionaría indicaciones valiosas a la hora deestablecer las líneas maestras del género historiográfico. Por ejemplo, másallá de la constitución genética de los textos y de su vinculación concretacon las diversas versiones alfonsíes de la Estoria de España, consideradasen virtud de los testimonios recibidos, las crónicas castellanas nos ofrecenel relato histórico de acuerdo con una serie de patrones argumentales entrelos que se pueden señalar algunos:

a- El primero de ellos es el modelo «alfonsí» propiamente dicho, el máspróximo a la concepción original de Alfonso X al ofrecernos una historiade España desde sus primeros pobladores hasta la muerte de FernandoIII, incluyendo una larga sección de la historia romana. A este modelo seacomoda, ante todo, el texto editado por Menéndez Pidal con el títuloPrimera crónica general y que fue creado de manera facticia en la canci-llería castellana hacia 1340 a instancias de Alfonso XI. Conocemos, sinembargo, la difusión de textos similares a éste con anterioridad a dichafecha, como nos pone en evidencia la Crónica manuelina resumida pordon Juan Manuel hacia 1320-25 en su Crónica abreviada, la cual representael primer testimonio de un intento por reconstruir la inacabada Estoria deEspaña a partir de las líneas maestras de su autor original.

b- Conviviendo con el anterior, y probablemente relacionado con él ensu origen, tenemos un modelo «castellano» de crónicas que contienen unahistoria específicamente referida al reino de Castilla y que desde su apari-ción debieron tocar una fibra sensible en el público receptor. Los princi-pales exponentes de este modelo son la Crónica de Castilla, y la llamadaCrónica de veinte reyes, obra que al despojar el texto de la Versión crítica

COMPILADORES MEDIEVALES Y FILÓLOGOS MODERNOS 361

de todo lo anterior a la primera aparición de Castilla en el relato hispano,demuestra una auténtica conciencia nacional castellana13.

c- Junto a éstos pervive en toda la península un modelo «toledano»,representado por las diversas traducciones en romance del De rebus Hispa-niae de Rodrigo Jiménez de Rada que empiezan a difundirse ya en lasegunda mitad del siglo XIII14. Desde finales del XIV y durante el siglo XV estemodelo histórico gozaría de especial vitalidad y afectaría de manera deci-siva la difusión del texto de la Estoria de España en las crónicas generales,como ponen en evidencia las muy difundidas Estorias del fecho de los godos,así como los muchos testimonios cronísticos en los que el texto alfonsí seve editado y recortado de acuerdo con el patrón del De rebus Hispaniae,incluyendo, por ejemplo, la crónica representada por el ms. Ss (= 40, Biblio-teca de la Caja de Ahorros de Salamanca), que sirvió de base a FernándezOrdóñez en su edición de la Versión crítica. La reaparición de este modelocoincide con la reactivación de la concepción neogótica en el pensamientopolítico de la monarquía Trastámara, del que fueron fruto varias obrasproducidas durante el siglo XV tanto en latín (Cartagena, Sánchez de Arévalo)como en romance (Valera, Escavías).

Estos modelos actúan como parámetros o categorías convencionalesque delimitan las distintas variantes del discurso histórico, y la elección deuno u otro no implica necesariamente una toma de postura ideológica porparte del compilador, aunque determinados manuscritos nos pueden ofrecertestimonios de los intentos de determinados historiadores por dotar decoherencia argumental la materia prima histórica de acuerdo con otraslíneas dramáticas (una operación historiográfica denominada en inglés«emplotment»). Un ejemplo nos lo ofrece la Crónica del Cid que en undeterminado momento se segrega de la Crónica de Castilla; otro, la llamadaCrónica carolingia de finales del XIV, cuyo autor incorporó contenidos delciclo carolingio a una trama argumental que se inicia en Pelayo y culminaen la batalla de Clavijo15.

13. Me parece desacertado negar la categoría de obra a la Crónica de veinte Reyes, redu-ciéndola a mera familia de la Versión crítica, pues la crónica es un testimonio de la apari-ción de una perspectiva histórica exclusivamente castellana. Resultaría, en cualquier caso,conveniente contar con un estudio comparativo entre ambos textos (Versión crítica y Veintereyes) que confirmase o matizase la identidad entre ellos y aclarase su relación genética.

14. Sobre estas traducciones véase el libro de Diego Catalán & Enrique Jerez, «Rodericus»romanzado en los reinos de Aragón, Castilla y Navarra, Madrid: Fundación Menéndez Pidal, 2005.

15. Véase Francisco Bautista, «La Crónica carolingia (o fragmentaria) entre historio-grafía y ficción», en The Historian’s Craft in Medieval Iberia, edición de Aengus Ward, La coró-nica, 32.3 (2004), págs. 13-33.

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CONCLUSIÓN

En este trabajo he concebido las constantes genéricas de la crónicasgenerales medievales como el resultado de la interacción de toda una seriecompleja de causas, desde factores ideológicos, convenciones genéricas,prácticas y procedimientos de trabajo enraizados en la tradición y condi-cionamientos físicos que han dado como resultado una contaminaciónconstante e indiscriminada entre los distintos modelos textuales y, conse-cuentemente, en unos textos eminentemente mixtos, o incluso híbridos.Ello no quiere decir, a mi juicio, que nuestra actitud ante los textos debalimitarse a celebrar el «exceso gozoso» de su variabilidad16. Al contrario, sibien es cierto que la complejidad de la realidad textual representa undesafío capaz de llevar hasta el límite la capacidad de la crítica textual,nuestra obligación es precisamente alcanzar ese límite y aspirar a ofrecerun modelo hipotético que dé cuenta de la introducción de cada variantey de las relaciones complejas que todas ellas mantienen entre sí en el hiper-texto recibido. Como se podrá adivinar dicho modelo hipotético no es otroque la edición crítica, entendida no como resultado de una operación enca-minada a rescatar e inmovilizar los arquetipos de las obras perdidas de laliteratura medieval sino, coincidiendo con la célebre definición de LeePatterson como «a theoretical structure, a complex hypothesis designed toaccount for a body of phenomena in the light of knowledge about thecircumstances that generated them»17.

Quisiera, por tanto, concluir con un elogio de la labor de crítica textualy subrayando la necesidad de que los modelos cronísticos aquí mencio-nados cuenten con ediciones críticas, pues éstas constituyen la represen-tación ideal de la complejidad de los textos, al permitirnos considerarlosen su monumentalidad cultural, como fruto de una serie de actividades deproducción y recepción inseparables del contexto social de la época. Sóloasí seremos capaces de apreciar en su justa medida la vitalidad de la histo-riografía romance en los siglos medievales y su legado para las genera-ciones posteriores.

16. La referencia es a Bernard Cerquiglini y su Eloge de la variante: Histoire critiquede la philologie, Paris: Seuil, 1989.

17. «The Logic of Textual Criticism and the Way of Genius: The Kane-Donaldson PiersPlowman in Historical Perspective», en Textual Criticism and Literary Interpretation, ediciónde Jerome J. McGann, Chicago: University of Chicago Press, 1985, págs. 55-91 (68).

COMPILADORES MEDIEVALES Y FILÓLOGOS MODERNOS 363

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANONY LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA

CARLOS MOTA PLACENCIA(Universidad del País Vasco)

S E CUMPLEN EN 2007 seiscientos años de la muerte de Pero López deAyala, señor de Ayala y Salvatierra de Álava, canciller de Castilla. Esprobable que esta conmemoración tenga poco que ver con otras

recientes de escritores del pasado: el cronista de los primeros trastámaraes un autor remoto, en el mejor de los casos, para la mayoría del públicoculto español y para los estudiantes que hoy llegan a la universidad, inclusopara cursar humanidades. Sin embargo, es notable el número y la altura demuchas de las aportaciones al conocimiento de su obra efectuadas por losespecialistas, sobre todo en el último medio siglo1. Se diría que nos encon-tramos, una vez más, con la paradoja de que el objeto de conmemoracióncultural seguramente nunca ha recibido más atención que en nuestra épocapero, al tiempo, la sociedad lo ha colocado al margen del conocimientogeneral erradicando en la práctica la historia y la literatura –no digamos ya

1. Una bibliografía de la obra literaria del Canciller Ayala registraba en 1989, entreediciones y estudios, desde la princeps de las crónicas hasta ese año, 265 títulos (nos refe-rimos a Leonardo R. Funes & Hugo O. Bizzarri, «Cuadernos bibliográficos, 1: Pero López deAyala (1495-1989)», Boletín bibliográfico de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval,3 (1989), págs. 171-202). Superan el centenar las contribuciones posteriores: destaca entreellas en especial, por sus dimensiones y porque llena un vacío sentido desde hace siglos,la edición crítica de la Crónica del Rey don Pedro y del Rey don Enrique, su hermano, hijosdel Rey don Alfonso Onceno, editada por Germán Orduna, estudio preliminar de G. Orduna& José Luis Moure, Buenos Aires: SECRIT, 1994-1997, 2 vols.

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las medievales– de la educación básica y media de sus ciudadanos. Enestas circunstancias, la conmemoración debería ser una oportunidad paratratar de remediar en alguna medida la paradoja en cuestión, que porsupuesto se podría ilustrar con autores mucho más célebres y cercanos, ypara revisar el lugar de Pero López de Ayala en la historia cultural2.

En lo que sigue haremos unas observaciones sobre la posición que haido ocupando la obra de Ayala en tres planos históricos distintos: en elsistema literario de su tiempo, en su posteridad (más o menos próxima ala desaparición del autor) y respecto a los cánones contemporáneos de laliteratura española medieval. Con contemporáneos se quiere decir los elabo-rados por antologadores, preceptistas e historiadores de la literatura desdeel último tercio del siglo XVIII. Utilizamos el plural, cánones, porque acep-tamos –con J. M. Pozuelo Yvancos– que éstos son cambiantes, se configuranen momentos sociohistóricos concretos y distintos y no pueden ser defi-nidos de una vez y para siempre3. Entendemos en este pasaje por canon–el término es tan polisémico que debería definirse o precisarse cada vezque se emplea– «lista o elenco de obras consideradas valiosas y dignas porello de ser estudiadas y comentadas» (en palabras de Enric Sullà). Ahorabien, debe tenerse en cuenta que

esta caracterización conlleva sobreentendidos y consecuencias. Entreaquéllos, que no todas las obras son lo bastante buenas para ser recor-dadas, es decir, unas son mejores, más dignas de memoria, que otras, ysólo las que muestran la necesaria calidad, estética o de otro tipo, debenser conservadas, mientras que el resto cae en el olvido. Además delolvido, entre las consecuencias se cuentan, por un lado, que el elencode obras y autores sirve de espejo cultural e ideológico de la identidadnacional, fundada en primer lugar en la lengua, y, por el otro, que esalista es el resultado de un proceso de selección en el que han interve-nido no tanto individuos aislados cuanto las instituciones públicas y lasminorías dirigentes, culturales y políticas4.

2. El acto principal de esta conmemoración será la exposición Canciller Ayala en laCatedral nueva de Vitoria. En ella se exhibirán numerosos documentos relativos a los miem-bros más prominentes del linaje (del Cardenal Pero Gómez Barroso, tío abuelo del Canciller,a Pero López de Ayala el comunero), objetos artísticos que les pertenecieron y testimoniosmanuscritos de las distintas obras del cronista.

3. Como por ejemplo en el célebre y personalísimo libro de Harold Bloom, TheWestern Canon. The Books and School of the Ages, Nueva York: Harcourt Brace, 1994 (citamospor la traducción española: El canon occidental, Barcelona: Anagrama, 1995).

4. E. Sullà, «El debate sobre el canon literario», en El canon literario, editado por E.Sullà, Madrid: Arco Libros, 1998, pág. 11. Sobre la polisemia del término canon llamó la

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En contraposición con ello señalaremos la que estimamos fuerte voluntadde canonicidad mostrada en su tiempo por Ayala, una voluntad bastanteexistosa durante los dos siglos siguientes a su desaparición.

Conviene aclarar que utilizamos la expresión voluntad de canonicidadapoyándonos en el sentido que da Harold Bloom a la pretensión porparte de un escritor de «unirse a la memoria social o común», considerandoentonces canon no una mera lista de libros sino la relación dinámica «deun lector y escritor individual con lo que se ha conservado de entre todolo que se ha escrito»5, algo que viene a constituir una interpelación a laque debe hacer frente mediante su propia obra –en ciertos momentoshistóricos y casos especialmente agónicos, un desafío–. Sería, pues, unconcepto con dos vertientes: el propósito consciente de observancia delos usos y convenciones de los géneros que cultiva, por un lado (ello esespecialmente interesante cuando el autor dispone ante sí de distintasalternativas; Bloom, por supuesto, valora sobre todo el tipo de obser-vancia que son las rupturas, pues considera como valor estético máximoesa forma de originalidad, a nuestro entender más bien inusual antes delromanticismo), y el de convertirse en dechado de formas y contenidospara el futuro.

Pero López de Ayala destaca entre sus coetáneos por haber hecho apor-taciones relevantes a la historia de la cultura castellana medieval, no sóloa las letras. Fue, como sus más cercanos antepasados, promotor del mona-cato, de la arquitectura y las artes plásticas6. No es, por otra parte, el primerescritor de su familia, pues ya lo fue su padre, Fernán Pérez de Ayala, autorde un Árbol de la casa de Ayala (1373) que por pietas filial prolongaría elpropio Canciller, en una primera instancia, y después, para trazar el perfil

atención Alastair Fowler, «Genre and the literary canon», New Literary History, 11 (1979),págs. 97-119, y ha ahondado en el problema Wendell V. Harris, «Canonicity», PMLA, 106(1991), págs. 110-121 (hay traducción española en El canon literario, págs. 37-60).

5. Las citas proceden de H. Bloom, El canon occidental, págs. 27 y 28.6. Entre los estudios recientes sobre el asunto véanse Lucía Lahoz, Escultura fune-

raria gótica en Álava, Vitoria, 1996, Lucía Lahoz, «Promoción y mecenazgo nobiliar en elgótico de Álava», en Sancho el Sabio. Revista de cultura e investigación vasca / Euskalkultura eta ikerketa aldizkaria, 7 (1997), págs. 293-311, y Marisa Melero-Moneo, «Retabloy frontal del convento de San Juan de Quejana en Álava (1396)», Locus amoenus, 5 (2000-2001), págs. 33-51, éste disponible en el Depósito Digital de Documentos de la Univer-sidad Autónoma de Barcelona, [en línea:] <http://ddd.uab.es/pub/locus/11359722n5p33.pdf>[página consultada en junio de 2007]. Melero-Moneo propugna que en la promoción delcélebre retablo pudo tener un papel de especial relevancia Leonor de Guzmán, esposa dePero López de Ayala.

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de éste, alguno de sus descendientes7. Pese a esas inquietudes y antece-dentes, don Pero habría sido un autor de frutos tardíos. O bien un autormuy constante hasta el final de su vida del que sólo nos habrían llegadoescritos de madurez y ancianidad: la práctica totalidad de su obra conocidase puede situar entre sus cincuenta años y su muerte, en vísperas de lossetenta y cinco, en unos decenios que preludian la ampliación de hori-zontes (lingüísticos, estilísticos, genéricos, de fuentes...) que experimen-taría la literatura en el reinado de Juan II. Dejando a un lado la figura mástemprana y mucho más encumbrada socialmente de don Juan Manuel,Ayala carece de parangón entre los escritores de su siglo por su incardi-nación en un medio familiar letrado, y por el número y variedad de susobras, entre las que se cuentan –como es sabido– tres crónicas, un tratadode cetrería, traducciones de diversa naturaleza, florilegios, compendios ypoesía. Tampoco tiene parangón por la apertura en sus intereses intelec-tuales y su perseverancia, como autor original y como traductor o promotorde traducciones8. Con elaboradas ideas propias y dotado de una forma-ción clerical de densidad infrecuente en un miembro de su estamento,ofrece un perfil bien distinto de sus predecesores historiadores: ni rey, niclérigo, ni funcionario de la corte stricto sensu, siempre atento a sus inte-reses señoriales (muchos de ellos adquiridos pocos años antes por supadre), pero siempre comprometido con la corona a través de la milicia,la diplomacia y el poder judicial y municipal (en Álava, Guipúzcoa, Toledo).Hay otro rasgo singular en la trayectoria de Pero López: en palabras de M.García, «esa conciencia que tiene el señor de Ayala de desempeñar unamisión ilustradora entre sus contemporáneos»9. En efecto, y no es poco

7. El Árbol de la casa de Ayala y su continuación anónima, preservados en el Ms. B-98 de la col. Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, pueden leerse en MichelGarcia, Obra y personalidad del Canciller Ayala, Madrid: Alhambra, 1983, págs. 325-353.Una nueva edición de esos textos, convenientemente contextualizados, puede verse en El«Libro del linaje de los señores de Ayala» y otros textos genealógicos. Materiales para el estudiode la conciencia del linaje en la Baja Edad Media, editado por Arsenio Dacosta, Bilbao:Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, 2007.

8. Tanto si las hizo él personalmente como si sólo las promovió, lo cierto es que porsuyas fueron tenidas, ya en su medio familiar (como lo atestiguarían la semblanza de donPero López escrita por Fernán Pérez de Guzmán y el Árbol de la casa de Ayala). Es razon-able la idea de Eric Naylor en el sentido de que «Given [...] the fact that Pero López hadmany other duties which gave him access to huge amounts of money –as well as secreta-rial help–, I think it very likely that he arranged for someone else to do most of the work»(cf. E. Naylor, «Pero López de Ayala: Protohumanist?», Livius, 5 (1994), pág. 25).

9. M. Garcia, «El modelo alfonsí en las crónicas del Canciller Ayala», en La historiaalfonsí: el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV), editado por Georges Martin, Madrid: Casade Velázquez, 2000, págs. 132-133, n. 20.

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llamativo que no tratara de desempeñarla exclusiva o preferentemente(como hizo don Juan Manuel) ante los miembros de su linaje: podría decirseque ejerció en distintos ámbitos públicos una labor de institutor y praeceptor(‘maestro’, en el primer caso con una dimensión de ‘organizador, adminis-trador’), dotado de un alto sentido del valor para la sociedad de ciertastradiciones culturales y de la necesidad de continuidades en ellas.

Ayala habría sido institutor en la cancillería de Castilla, el medio profe-sional en que se movió al menos desde los tiempos de Juan I y tal vez, sicreemos lo que se dice al frente de la Crónica de Juan II (¿por Alvar Garcíade Santa María?), desde las postrimerías del reinado de Enrique II:

E otrosí después el muy alto e muy noble e muy poderoso rey e señordon Enrique, que fue llamado el Mayor, hijo del rey don Alonso elConqueridor, siguiendo los fechos de las dichas Corónicas, mandó hazere ordenar, e poner en escrito, e allegar con las dichas Corónicas, todoslos otros fechos que después pasaron e acaecieron fasta en su tiempo.La qual Corónica fue después continuada e fecha por el historiador aquien por el dicho señor rey don Enrique fue encomendado, ansí en lopasado como en lo que después se siguió, en los reinos e señoríos delos muy altos e muy nobles e muy poderosos reyes e señores don Juan,fijo del rey don Enrique el Mayor, e don Enrique el Justiciero, fijo deldicho rey don Juan. En cuyo tiempo e reinado el dicho estoriador çesó,por ocupación de vejez e de dolençia, que finó10.

En el caso concreto de la actividad cronística, de la que la cancilleríafue siempre asiento primordial, esto habría sucedido poco después delproceso de copia de la Crónica de Alfonso XI que había dejado inconclusaFernán Sánchez de Valladolid en 1344 y de la notable refundición de lamisma denominada Gran crónica de Alfonso XI. Diego Catalán sitúa estarefundición entre 1376 y 137911, y aunque no consta que Ayala participaseen tal labor ni en las puestas en limpio de la Crónica de Alfonso XI, fue sinduda uno de los primeros beneficiarios de ellas, el continuador de facto deldesignio que las presidía (trazado, a lo que parece, por el rey de lasmercedes): a seguido de esa reescritura del pasado reciente, a seis años dedistancia de su realización como máximo y en el mismo medio profesional12,

10. Crónica de Juan II de Castilla, edición de Juan de Mata Carriazo y Arroquia, Madrid:Real Academia de la Historia, 1982, págs. 3-4.

11. Véase Gran crónica de Alfonso XI, edición de Diego Catalán, Madrid: Cátedra Semi-nario Menéndez Pidal & Editorial Gredos, 1977, 2 vols., I, págs. 250-251.

12. A seis años como máximo, decimos, si aceptamos la tesis de M. Garcia, partidariode una fecha especialmente tardía (posterior a 1385) para el inicio de la redacción de las

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don Pero emprende la construcción del discurso historiográfico justifica-tivo de la ejecutoria, la imagen y visión del mundo de la nueva dinastía,convirtiéndola en reintegración de la legitimidad de Alfonso XI, tratandode salvar así la anomalía doctrinal –no sólo política– de la existencia,durante casi tres años, de dos monarcas en Castilla13. No en vano enlazael comienzo de su crónica de Pedro I y Enrique II con lo que debería habersido el final de la crónica de Alfonso XI, mediante el relato de las últimascampañas de este rey, su muerte en el sitio de Gibraltar y el traslado yentierro de sus restos: tendiendo puentes, así pues, hacia la tradición dela crónica real afirmada por Sánchez de Valladolid y orillando la hipotéticahistoriografía petrista14. La crónica de Ayala se constituye, pues, en unasuerte de relato fundacional que disimula su condición por medio delsometimiento (creciente) a convenciones del género que –más allá dedeterminados formalismos cronográficos– exigían difuminar las tomasde partido y el protagonismo histórico del autor e incluso sus rasgos esti-lísticos más peculiares, como han mostrado M. García, G. Orduna, J. L.Moure o J. Ferro analizando las distintas versiones de la misma15. Pero esto

crónicas (véase M. Garcia, Obra y personalidad, págs. 155-171). El estudioso francés se hareafirmado recientemente en esa propuesta de fechación en su artículo: «El modelo alfonsí»,pág. 127 y n. 6; incluso admite en él, como hipótesis, que don Pero anduviese aún compo-niendo la primera versión de las crónicas después de la muerte de Juan I, en 1390 (véase «Elmodelo alfonsí», pág. 130, n. 13). Orduna & Moure, Crónica del Rey don Pedro, pág. L, estimaniniciada redacción antes de 1383, y no descartan la fecha de 1379 (pág. LVI).

13. Véanse G. Orduna, «La Crónica del rey don Pedro y del rey don Enrique, suhermano, hijos del rey don Alfonso Onceno. Unidad de estructura e intencionalidad», enActas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Berlín, 18-24 de agostode 1986), edición de Sebastian Neumeister, Frankfurt am Main: Vervuert, 1989, I, págs. 255-62, Jorge N. Ferro, «El intertexto político en las Crónicas del Canciller Ayala», Incipit, 10(1990), págs. 65-89; J. N. Ferro, «La elaboración de la doctrina política en el discurso cronísticodel Canciller Ayala», Incipit, 9 (1991), págs. 65-89.

14. Sobre esa hipotética historiografía del tiempo de Pedro I (o favorable a su causa),véase Juan Carlos Conde, «Una lanza por la existencia de una historiografía petrista sojuzgada:ecos y rastros en la historiografía del cuatrocientos castellano», en Actas del VI Congreso Inter-nacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Alcalá de Henares: Universidadde Alcalá, 1997, I, págs. 511-522. En un ámbito temporal más amplio, Alan Deyermond, «Lahistoriografía trastámara: ¿Una cuarentena de obras perdidas?», en Estudios en Homenaje a donClaudio Sánchez Albornoz en sus 90 años, Buenos Aires, 1986, IV, págs. 161-193.

15. De entre los estudios más recientes, destacan por su detalle en el análisis Jorge N.Ferro, «La elaboración de la doctrina política en el discurso cronístico del Canciller Ayala»,Incipit, 11 (1991), págs. 23-106, y J. L. Moure, «Pero López de Ayala y la integración de laCrónica de los Reyes de Castilla», en Studia Hispanica Medievalia IV Actas de las V JornadasInternacionales de Literatura Española Medieval, edición de Azucena Adelina Fraboschi,

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suponía acomodarse a unas maneras que distaban de ser únicas e indis-cutidas, pues, de hecho, desde mediados del reinado de Sancho IV se habíaproducido en Castilla una gran diversificación en la procedencia y orien-tación de la cronística: ni toda la actividad estuvo bajo control real ni some-tida a planteamientos estructurales –no digamos ya políticos– unívocos16.Al privilegiar el modelo de la crónica real, Alfonso XI procura sofocar latendencia a la guerra de guerrillas historiográfica y establecer un relatoprimordial del devenir histórico cronológicamente próximo; Ayala prolongaese intento cumpliendo órdenes de un Enrique II –según el testimoniocitado– que probablemente no hacía en esto otra cosa que seguir el ejemplode su padre.

La voluntad de canonicidad por parte de Ayala en este terreno historio-gráfico tiene su parte exitosa en cómo prosiguió y afinó el designio inicialen la versión vulgar de la Crónica de Pedro I y Enrique II, en la Crónicade Juan I e, in votis, hasta que le abandonó la salud, en la incompleta de

Clara Stramiello de Bocchio & Alejandra Rosarossa, Buenos Aires: Universidad CatólicaArgentina, 1999, págs. 200-207. Y muy en particular, J. L. Moure, «Para una tipología de lasadiciones textuales que conformaron la redacción Vulgar de las Crónicas del Canciller Ayala»,en Estudios sobre la variación textual. Prosa castellana de los siglos XIII a XVI, Buenos Aires:Incipit, 2001, págs. 135-156.

16. Este complejo proceso ha sido investigado sobre todo por D. Catalán, De AlfonsoX al Conde de Barcelos. Cuatro estudios sobre el nacimiento de la Historiografía romanceen Castilla y Portugal, Madrid: Gredos, 1962, y, del mismo, La «Estoria de España» de AlfonsoX. Creación y evolución, Madrid: Fundación Menéndez Pidal & Universidad Autónoma deMadrid, 1992, y De la silva textual al taller historiográfico alfonsí. Códices, crónicas, versionesy cuadernos de trabajo, Madrid: Fundación Menéndez Pidal & Universidad Autónoma deMadrid, 1997. Una guía y síntesis excelente en Inés Fernández-Ordóñez, «La transmisióntextual de la Estoria de España y de las principales Crónicas de ella derivadas», en Alfonso Xel Sabio y las Crónicas de España, edición de I. Fernández-Ordóñez, Valladolid: FundaciónSantander Central Hispano & Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2000, págs.219-260. Para la crónica real, Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa medievalcastellana, II: el desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso, Madrid:Cátedra, 1999, págs. 1226-1238, y, del mismo autor, «La construcción del modelo de crónicareal», en Alfonso X el Sabio y las Crónicas de España, editado por I. Fernández-Ordóñez,págs. 133-158, y «De la crónica general a la real: transformaciones ideológicas en Crónicade tres reyes», La historia alfonsí: el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV), edición de GeorgesMartin, Madrid: Casa de Velázquez, 2000, págs. 95-123. Con posterioridad deben versetambién Leonardo Funes, «Dos versiones antagónicas de la historia y de la ley: una visiónde la historiografía castellana de Alfonso X al Canciller Ayala», en Teoría y práctica de lahistoriografía hispánica medieval, edición de Aengus Ward, Birmingham: University ofBirmingham, 2000, págs. 8-31, y L. Funes «Las variaciones del relato histórico en la Castilladel siglo XIV. El período post-alfonsí», en G. Orduna y otros, Estudios sobre la variacióntextual. Prosa castellana de los siglos XIII a XVI, Buenos Aires: SECRIT, 2001, págs. 111-134.

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Enrique III17. Los numerosos testimonios subsistentes de estas crónicascopiados a lo largo de los siglos XV y XVI reafirman, en el plano de la recep-ción, esa impresión18. Más dudoso resulta tal logro cuando se considerahasta qué punto siguieron sus planteamientos y criterios estructurales,narrativos y políticos, los historiadores posteriores (ya desde la regencia deFernando de Antequera y Catalina de Lancaster), incluso los oficiales yempezando por Alvar García de Santa María, cuestión en la que aquí nopodemos entrar.

Si las constricciones hacia la canonicidad son de suyo muy fuertes enel terreno de las crónicas y de motivación con frecuencia extraliteraria, nocabe duda de que Ayala operó con mayor libertad en el de la creaciónpoética. Ahí manifestó de forma conocidamente explícita esa vocación decanonicidad, anudando su obra con una tradición de la cuaderna vía cuyosreferentes estéticos y filosóficos últimos se sitúan en los inicios del siglo XIII:es claro que tuvo la capacidad, las relaciones literarias con poetas cancio-neriles y el tiempo suficiente (pues aún escribió versos en los primerosaños del siglo XV) para optar por nuevas formas de poesía con ambicionesintelectuales, como el decir de arte mayor. Pero es el caso que prefiriósumar su Rimado de palacio al canon integrado por el Alexandre, el Librode buen amor y, en particular, por los Castigos de Catón, el Libro de miseriade omne, los Proverbios de Salamón. Y que lo hizo de una forma original,precisamente porque tuvo en cuenta las opciones que le ofrecía la tradi-ción: aunque el espíritu y la letra de buena parte de su obra queda máscerca de los últimos títulos mencionados, se alinea con el Arcipreste deHita (y aun con Gonzalo de Berceo, que es menos probable que cono-ciera) por la versatilidad narrativa, la capacidad satírica, el gusto por lo

17. Véase M. Garcia, «El modelo alfonsí», pág. 130, n. 13. Sin embargo, hay que destacarque M. Garcia ha sacado a la luz la que todo indica que es una redacción distinta de laconocida de la Crónica de Enrique III: véase M. Garcia, «Una nueva versión de la Crónicade Enrique III de Pero López de Ayala», Romance Philology, 58 (2004-2005), en prensa.

18. Un registro de los manuscritos conocidos de las obras de Pero López de Ayala, nosólo de las crónicas, puede verse en Philobiblon, a database of Catalan, Galician, Portu-guese & Spanish manuscripts, concretamente en el archivo BETA (‘Bibliografía Española deTextos Antiguos’), compilado por C. Faulhaber, A. Gómez Moreno, A. Cortijo & O. Perea yaccesible en la Berkeley Digital Library de la Universidad de Berkeley, [en línea:]<http://sunsite.berkeley.edu/PhiloBiblon/phhmbe.html> [página consultada en junio de2007]. En el campo de las crónicas y en el del Libro de la caza de las aves se han producidonovedades textuales de importancia en los últimos años. Para una descripción y clasifica-ción minuciosas de los manuscritos de la Crónica del Rey don Pedro y del Rey don Enrique...se verá la edición citada en la n. 1, I, págs. XCV-CXXX.

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misceláneo y el vigor de la voz que dice yo en el Rimado. Contra lo quesuele decirse, creemos que su opción no es mero pasatismo, apego a lofané o decadente, sino voluntad de medirse con un canon consolidado ycon autoridad, pues la poesía en cuaderna vía seguía teniendo usosy lectores y siguió teniéndolos a todo lo largo del siglo XV y en ambientesno siempre idénticos ni más restringidos que la poesía cancioneril (dehecho, el cuatrocientos es crucial para la transmisión manuscrita de lamayor parte de la poesía en cuaderna vía, de la que se hallan muestrasincluso en impresos del primer tercio del XVI)19.

Por otro lado estaría la dimensión de praeceptor de Pero López de Ayalaen su medio familiar y estamental, y en comunidades religiosas estrecha-mente vinculadas con él, como la de dominicas de Quejana, fundada porsu padre junto a la casa fuerte del linaje, o la de frailes jerónimos de SanMiguel del Monte, a la que protegería al final de su vida20. Podrían serbuen ejemplo de ello las Flores de los Morales sobre Job o, muy especial-mente, el destino de su compendio de la traducción de los Moralia in Job,una de las obras atribuidas a Pero López de Ayala más desconocidas yquizá dirigida a su círculo familiar o a los miembros menos educados deuna comunidad religiosa relacionada con él21. Esa voluntad preceptivaresulta menos hipotética en la petición que dirige al rey para que ordeneleer en su corte pasajes de sus Décadas de Tito Livio, pasaje que aúnainterés por la difusión de novedades (romanas), primordialmente estra-tégicas y tácticas, pero también institucionales y morales, y afán de

19. Para el manejo del vocabulario técnico poético por parte del canciller, y por tantopara hacerse una idea de su conciencia al respecto, véase Jacques Joset, «El vocabulariopoético-literario de Pero López de Ayala en el Libro rimado del palaçio», en Actas del SextoCongreso Internacional de Hispanistas, Toronto: 1980, págs. 406-410. Señalamos un ejemplode poesía en cuaderna vía en un pliego suelto del siglo XVI en C. Mota Placencia, «Poesíacancioneril en pliegos sueltos: un margen del Cancionero General», en Literatura medieval.Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Literatura Medieval, edición de Aires A.Nascimento & Cristina Almeida Ribeiro, Lisboa: Ediçoes Cosmos, 1993, II, págs. 209-215.

20. Para las posibles relaciones del Canciller y de su hijo Fernán Pérez con ese cenobio,M. Garcia, Obra y personalidad, págs. 255-265. Sobre la comunidad de San Miguel del Montevéase el estudio y colección documental de Inocencio Candiñanos, Monasterios mirandeses:Herrera y San Miguel del Monte, Miranda de Ebro: Fundación Cultural Profesor CanteraBurgos & Ayuntamiento de Miranda de Ebro, 19992, págs. 127-191.

21. Es hipótesis que nos traslada en comunicación personal el profesor M. Garcia.Además de las Flores, en el entorno del Canciller se produjo un Compendio de los treinta ycinco libros de los morales transmitido en el ms. 12720 de la Biblioteca Nacional de Madridque es una suerte de antología de pasajes del libro de San Gregorio Magno especialmenteexentos de complejidades teológicas.

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANON Y LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA 373

continuidad con la vieja tradición de la lectura pública de crónicas comoforma de educación de los caballeros:

Sea traydo agora en público porque los príncipes e caballeros que looyeren tomen buen exemplo e buena esperiencia e esfuerço e sy,catando quánto provecho e quánta onrra nace de la buena ordenançae de la buena disciplina de la cavallería e de la buena obediencia en lasbatallas, e quanto estorvo e daño e peligro viene al contrario... Eplégavos, muy excelente príncipe que este libro sea leydo delante lavuestra real majestad, porque lo oyan los vuestros cavalleros e ayan tras-lado d’él22.

Como escritor, Ayala habría tenido dos vertientes: el autor-preceptorprivado y el autor-preceptor público. La faceta a priori más privada de suobra, su poesía, revisada definitivamente después de 1403 y puede queentre 1403 y 1405 (pasados los setenta años), es la que paradójicamenteparece haberle dado especial prestigio en vida. Es cierto que la intensa ytardía dedicación a la misma, como Rimado de palacio, parece deberse aque la utilizó como última expresión de sus inquietudes, para conformar,según G. Orduna, una especie de testamento que, añadimos, aureolaríade religiosidad (y por tanto, elevaría muy significativamente) su perfil y sumemoria de preceptor militar, político y moral. Sin embargo, es lo que conmayor celeridad parece haber quedado en el olvido cuando examinamosla fortuna postmedieval de sus escritos: transmiten el Rimado de palaciosólo dos códices y un par de fragmentos del siglo XV, estos últimos reflejosclaros de la difusión independiente de parte de su obra poética en vida delpropio autor e indicio del antes mencionado prestigio disfrutado entre suscontemporáneos, más allá del que le conferían su edad y posición depoder23. Desde el siglo XVI hasta el XVIII no parece haber existido conoci-miento directo de los versos del Canciller Ayala salvo en el restringidocírculo clerical que ha dejado sus huellas en el ms. E del Rimado. Precisa-mente, hasta la elaboración de las antologías dieciochescas producto de las

22. Pero López de Ayala, Las Décadas de Tito Livio, edición de Curt J. Wittlin, Barce-lona: Puvill, 1982, 2 vols., I, págs. 217 y 220.

23. Para la cuestión del prestigio de Ayala ante otros poetas (la mayoría, antologadosen el Cancionero de Baena), véanse los casos que inventaría G. Orduna, El arte narrativoy poético del Canciller Ayala, Madrid: CSIC, 1998, págs. 3-5. El carácter testamentario delRimado es algo que según Orduna va más allá de un modo figurado de hablar: el estudiosoargentino señala vocabulario y formulaciones propias de un testamento en distintas coplasdel principio y del final del libro (pág. 192).

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primeras investigaciones de las letras medievales y la formación de losprecarios y oscilantes cánones contemporáneos de las mismas que, conposterioridad, historiadores decimonónicos de la literatura mediante, hanconducido a la paradoja de que el Rimado de palacio haya pesado espe-cialmente en la apreciación de la figura de don Pero y la haya puesto alborde de los cánones en el siglo XX.

En cierto modo, en esa especial apreciación de su poesía característicadel siglo XX hay un paradójico regreso a mediados del siglo XV: Ayala figuró,seguramente no sólo por su parentesco respecto al autor de la misma, enla que ha sido llamada la «primera relación canónica de autores caste-llanos»24: el Prohemio e carta al Condestable don Pedro de Portugal delMarqués de Santillana. Y figura en ella en razón de una condición de poetaque es faceta apenas destacada en la semblanza de don Pero escrita porFernán Pérez de Guzmán (aunque en ella se nombre el Rimado depalacio)25 y que ni se menciona en la continuación anónima del Árbolde la Casa de Ayala, uno y otro textos compuestos con el propósito explí-cito de enjuiciar y enaltecer su figura y preservar su memoria (con el resul-tado de haberla ahormado decisivamente para la posteridad, hasta elsiglo XVIII). Y que añaden un matiz a la dimensión de praeceptor de donPero especialmente prestigiante –seguramente, indicio de influencia delhumanismo–: la condición de haber sido primus per Hispaniam, precursoren su patria. Dice el Árbol de la casa de Ayala:

Fue este D. Pero López ome de gran saber. E por guisar i ennoblecer lanación de Castilla fizo romanzar de latín en lenguaje castellano algunashistorias y crónicas que nunca antes dél fueron vistas ni conoscidas enCastilla, entre las quales fueron la una la historia de Tito Livio, que fablamuy complidamente de los fechos de los Romanos. Y la otra historiaque se dice, de las caídas o acaescimientos de los Prínzipes26.

Y es que sus traducciones se adelantaron en casi un cuarto de siglo alsurgimiento en Castilla de una demanda apreciable de ellas. Pero López deAyala fue un proveedor potencial especialmente temprano de lecturas

24. La expresión es de Rosa María Aradra, «El canon en la literatura española (siglosXVIII y XIX)», trabajo fundamental sobre la cuestión recogido en J. M. Pozuelo Yvancos & R. M.Aradra Sánchez, Teoría del canon y literatura española, Madrid: Cátedra, 2000, pág. 191.

25. Puede leerse el texto de Pérez de Guzmán en sus Generaciones y semblanzas,editado por Robert Brian Tate, Londres: Tamesis, 1966, pág. 87.

26. Se cita por la edición de M. García, Obra y personalidad, pág. 352.

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANON Y LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA 375

de fuste para esos miembros de su propia clase que empezarían a promoversus encargos desde mediados de los años veinte del siglo XV a traductorescomo Enrique de Villena o Alonso de Cartagena. Y por tanto, de nuevo, yaun a distancia temporal, como un institutor/praeceptor de su clase (empe-zando por Fernán Pérez de Guzmán y el Marqués de Santillana). Se subrayamucho, en este terreno de las traducciones realizadas o promovidas por elCanciller, la importancia de sus traslados del Libro de Job y de los Moraliain Job, que seguramente hizo ante todo para sí mismo, como fundamentosesenciales que son para su obra original; menos, lo llamativo que resultaque Ayala se haya interesado, tal vez ya en 1393, por el De casibus, cuyaversión definitiva puso Boccaccio en circulación en fecha tan tardía como137327 y por el Tito Livio de Bersuire (y de Petrarca)28. Una y otra obrasrelacionadas con los medios aviñoneses en que se movió durante años,hasta su muerte, el Cardenal Gómez Barroso (y que el mismo Cancillervisitó en varias ocasiones como embajador castellano)29.

La prueba más significativa en el plano de la recepción del éxito deAyala como praeceptor de su clase y de su voluntad de canonización resideen la fortuna de sus traducciones, atestiguada por los diecinueve manus-critos existentes de las Décadas de Tito Livio y por los ocho de Cay�dade prinçipes, obra estampada en tres ediciones: una incunable y dos del

27. Sobre esta traducción, véase Eric Naylor, «Pero López de Ayala’s Translation ofBoccaccio’s De Casibus», en Hispanic Studies in Honor of Alan D. Deyermond. A NorthAmerican Tribute, editado por John S. Miletich, Madison: Hispanic Seminary of MedievalStudies, 1986, págs. 205-215, E. Naylor, «Sobre la traducción del De casibus de Pero Lópezde Ayala», en Historias y ficciones. Coloquio sobre la literatura del siglo XV, editado por R.Beltrán, J. L. Canet & J. L. Sirera, Valencia: Universitat, 1992, págs. 141-146, E. Naylor, «PeroLópez de Ayala: Protohumanist?», Livius, 5 (1994), págs. 121-128. La edición de referenciade esta obra es Cay�da de prínçipes, editada por Isabella Scoma, Messina: La Grafica, 1993.Carlos Alvar, «Boccaccio en Castilla: entre recepción y traducción», Cuadernos de FilologíaItaliana, 2001, núm. extraordinario, págs. 333-350, se muestra convencido de que «Lasversiones de tres Décadas de Livio y del De casibus de Boccaccio son el resultado del influjoque ejercieron Carlos V de Francia y su hermano Juan de Berry sobre el noble castellano[esto es, Ayala], y por eso no se trata de traducciones directas, sino a partir de los correspon-dientes textos franceses de Pierre Bersuire y de Laurent de Premierfait», pág. 342.

28. La transcendencia de esa labor en la trayectoria de Petrarca y en la historia delhumanismo la ha estudiado Giuseppe Billanovich, La tradizione del testo di Livio e le originidell’umanesimo: Vol. I, Tradizione e fortuna di Livio tra medioevo e umanesimo); Vol. II. IlLivio del Petrarca e del Valla: British Library, Harleian 2493 riprodotto integralmente, Padua:Antenore, 1981. Para la traducción ayaliana de las décadas, véase la edición citada en lanota 22.

29. Esto, naturalmente, no prejuzga dónde obtuvo Ayala los manuscritos que le sirvieronpara su trabajo.

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siglo XVI, una de las cuales (de Alcalá, 1552) sería dechado para la copiamanuscrita más tardía (Madrid, BN, ms. 955). Algo similar podría decirsedel Libro de la caza de las aves, en buena parte una traducción también,que ha sido el más difundido de los escritos sobre la materia en castellanoen los siglos postmedievales.

Por su lado, es probable que las crónicas de don Pero fueran en vidade éste una work in progress poco conocida fuera de su ámbito de elabo-ración. Ayala había trabajado a una prudente distancia cronológica de loshechos que narraba (no siempre de las consecuencias de los mismos).Distancia que se redujo considerablemente cuando se ocupaba de la crónicade Juan I y sobre todo de la de Enrique III, de la que pudo redactar lorelativo a 1390-1395 y, con toda probabilidad, un concreto episodio de1396 pero, según G. Orduna y J. L. Moure, haber reunido materiales nece-sarios para llevar el relato hasta 140230. En el momento de su muerte semanifiesta el sino del cronista, entregado a una obra que idealmente habríade ocuparle hasta el fin de sus propios días y que siempre, de una u otraforma, habrá de ser continuada, compilada o cancelada por otros, testigoso conocedores de nuevos hechos y principados: la incompleción, el riesgode dispersión y contaminación. Orduna y Moure han mostrado que losmanuscritos subsistentes de las crónicas de Pero López de Ayala derivande materiales veinte-treinta años posteriores a la muerte del canciller, yque han dado lugar a una tradición de distintas maneras contaminada31:según todos los indicios la versión primitiva de la crónica de Pedro I y donEnrique su hermano fue reintroducida en la circulación ¿inintencionada-mente32 o como episodio de una denominada «guerra civil historiográfica»del tiempo de la regencia de Fernando de Antequera y Catalina de Lancaster?En cualquier caso, es claro que no todas las valoraciones del trabajo cronís-tico de Ayala fueron complacientes, ni sólo en los años revueltos quemedian entre 1407 y 141833. Lo que hace difícil admitir que los textos deAyala estuvieran canonizados, cerrados y convertidos en authoritative,

30. Para esta cuestión véase Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro y del reydon Enrique, I, págs. XXXVII-XL.

31. Véase Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro y del rey don Enrique, I, págs.XLVII-LIV.

32. Es lo que se inclinan a creer Orduna y Moure. Véase Pero López de Ayala, Crónicadel rey don Pedro y del rey don Enrique, I, pág. LI.

33. Para esas visiones derogatorias de las crónicas ayalinas, véase J. C. Conde, «Unalanza», págs. 513-515.

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANON Y LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA 377

entonces (y no sólo el relativo al reinado de Enrique III en razón de sumayor incompleción).

Una canonización de los textos cronísticos de esa índole pudo darsemuchos años después, con la impresión sevillana de 1495 (por Ungut yPolono), o con las de 1526 (Toledo: Ramón de Petras), 1542, 1549 (ambasde Sevilla: Cromberger; aún habría otra, de Pamplona: Pedro de Porralis,1591). Sin embargo, mediado el siglo XVI, la insatisfacción erudita con lostextos recibidos empujaría a Jerónimo Zurita a emprender una edicióncrítica que no podría concluir. Sus materiales fueron parcialmente salvadosdel extravío por los herederos de Diego José Dormer en 168334. Paralela-mente, el hilo de continuidad en la transmisión manuscrita e impresa fuehaciéndose más delgado a lo largo del siglo XVII (aunque no las referen-cias de historiadores y genealogistas, de Garibay a Pellicer y NicolásAntonio). Hasta que el proyecto editorial de Zurita pudo resurgir en elmarco de esos momentos del último tercio del siglo XVIII en que se suscitael interés por los orígenes y desarrollo de ciencias y artes, y ve la dedica-ción de los hermanos Rodríguez Mohedano a la historia de la lengua y laliteratura españolas (1766-1791), del Padre Sarmiento a la historia dela poesía (1775) y de Moratín por la del teatro, y –por sólo mencionar losmás notables– de Macanaz, Asso y de Manuel, Floranes y Jovellanos porla historia del derecho. Y en que comienza el rescate y reedición sistemá-ticos de grandes textos del pasado, entre ellos, las crónicas medievales porEugenio de Llaguno35.

El Rimado de palacio reaparece (fragmentariamente) en 1771 en unlibro de historia del derecho36, no en una de las aludidas antologías poéticas

34. Sobre el proyecto editorial de Zurita y su posteridad, véase ahora Pero López deAyala, Crónica del Rey don Pedro, págs. V-XIX, que recoge las conclusiones de J. L. Moure,«A cuatrocientos años de un frustrado proyecto de Jerónimo Zurita: la edición de las Crónicasdel Canciller Ayala», Cuadernos de Historia de España, 63-64 (1980), págs. 256-292.

35. En lo que toca a las de Ayala, Crónicas de los Reyes de Castilla D. Pedro, D. EnriqueII, D. Juan I, D. Enrique III. Con las enmiendas del Secretario Gerónimo Zurita y las correccionesy notas añadidas por Don Eugenio de Llaguno Amirola, Madrid: Antonio de Sancha, 1779.

36. El libro en cuestión es El Fuero Viejo de Castilla: sacado, y comprobado con elexemplar de la misma obra, que existe en la Real Biblioteca de esta Corte, y con otros Mss.Publícanlo con notas históricas, y legales los doctores D. Ignacio Jordan de Asso y del Rio, yD. Miguel de Manuel y Rodriguez, Madrid: J. Ibarra, 1771. Se citan ahí nueve estrofas delRimado copiadas del ms. E (Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial,ms. h.III.19) por Francisco Pérez Bayer. El texto se considera anónimo. En 1779, TomásAntonio Sánchez dará a conocer la existencia del códice N (Madrid, Biblioteca Nacional, ms.4055) y la atribución a Ayala.

CARLOS MOTA PLACENCIA378

que empiezan a perfilar un canon de la literatura medieval española. Es unsigno premonitorio de que en los cánones contemporáneos sólo por excep-ción figurará Pero López de Ayala, y más como un nombre extraído delProhemio e carta del Marqués de Santillana y sus avatares eruditos post-medievales que como un texto o conjunto de textos37.

La antología en que resurge la obra poética de Ayala es de rescate, node mera ilustración: no es la propedéutica Parnaso español (1768-1778) deJuan José López de Sedano, destinada primordialmente a

servir de modelo para fixar el buen gusto de la nación sobre esta parte denuestra bella literatura en todas en cada una de sus especies [...] y los jóvenes,en quienes todavía llega a tiempo el desengaño, tengan un dechado conque regular la imitación y corregir los desconciertos de su fantasía38

(aunque también incluya textos desconocidos o inéditos). Tampoco serála Colección de poetas castellanos de Pedro Estala (publicada entre 1786 y1798), que prescinde de los textos medievales. Su lugar será la Colecciónde poesías castellanas anteriores al siglo XV de Tomás Antonio Sánchez(1779-90), donde el Rimado iba a ocupar el quinto volumen, que quedaríainédito hasta su aprovechamiento por Florencio Janer en el volumen LVIIde la Biblioteca de Autores Españoles (Madrid: Rivadeneyra, 1864). Unaantología, la de Sánchez, extraña a los propósitos formativos del gusto lite-rario y del dominio activo de la retórica predominantes, que había despa-chado así nada menos que Quintana (y en 1807):

Allí están como en una armería estas venerables antiguallas; objetospreciosos de curiosidad para el erudito, de investigaciones para el gramá-tico, de observación para el filósofo y el historiador, pero que el poeta,sin gastar tiempo en estudiarlos, saluda con respeto, como a la cuna desu lengua y de su arte39.

37. Es importante a este respecto la observación de que «la reedición puntual de deter-minados textos se puede convertir en el instrumento vertebrador de un nuevo canon o... dela apertura del canon vigente, constituido entonces [en el último tercio del siglo XVIII] por elcorpus de autores clásicos grecolatinos... y los principales autores españoles de los siglosde oro» (R. Mª. Aradra, «El canon en la literatura española (siglos XVIII y XIX)», pág. 190).

38. Juan José López de Sedano, Parnaso español. Colección de poesías escogidas de losmás célebres poetas castellanos. Madrid: Juan de Ibarra y Antonio de Sancha, 1768-1778, 9tomos, I, págs. III-IV.

39. Poesías selectas castellanas, desde el tiempo de Juan de Mena hasta nuestros días.Recogidas y ordenadas por D. Manuel José Quintana, Madrid: Gómez Fuentenebro y cía,

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANON Y LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA 379

Cuando se publica el volumen de Janer, los pioneros de la modernahistoriografía de la literatura española, todavía abriéndose paso frente alos preceptistas de retórica (Böhl de Faber en 1827, Bouterwek en 1829,Ticknor en 1849, Floranes en 1852, Amador de los Ríos en 1864) habíanesbozado ya unos cánones de los que quedaba prácticamente desterradolo no ficcional, aún contemplado en el siglo XVIII como literatura, lo quemermó decisivamente las posibilidades de Ayala de incorporarse a ellos.De hecho, estos cánones habían sido cambiantes, pero hacia 1860 ya sedefinían en torno al Cantar de Mio Cid, el romancero –uno y otro incor-poraciones muy determinadas por el romanticismo–, el Libro de buen amory La Celestina, con ocasionales retornos de Jorge Manrique y Juan de Mena,que habían sido poco menos que imprescindibles (o directamente, por lanaturaleza de su elocuencia, los únicos autores medievales dignos de consi-deración) para los eruditos dieciochescos. La obra poética de Ayala quedaentonces caracterizada como crepuscular y epigonal40, siempre más o menosexplícitamente contrapuesta al Libro de buen amor.

No puede decirse que la erudición y la crítica del siglo XX la haya sacadode ahí41. Pero sí la ha introducido en otros tipos de canon que permiten

1807, 3 vols., I, pág. XXIII. Los planteamientos de la antología de Quintana son paradigmá-ticos de los cánones del tiempo: «contribuir a formar el gusto de la juventud, a generalizarmás la afición a las artes del bien decir, harto descuidadas entre nosotros; y a traer sobrenuestras cosas más aprecio y estimación de parte de los extrangeros» (I, pág. X.). Es dignade destacarse, por lo novedosa (frente a actitudes más comunes de carácter nacionalista oa la defensiva contra los extranjeros), la aspiración que indica al final, tan significativa deuna mentalidad liberal y tan importante de cara a la constitución de lo que más abajo se deno-mina canon crítico.

40. Y tal será su caracterización, en 1890, por Marcelino Menéndez Pelayo, titulada«El último poeta del ‘Mester de Clerecía’: el Canciller Pero López de Ayala» en Antologíade poetas líricos castellanos, editado por Enrique Sánchez Reyes (en Edición nacional delas obras completas de Menéndez Pelayo, editadas por Miguel Artigas, Madrid: CSIC, 1944),I, págs. 345-369.

41. Así como el Rimado de palacio ha estado disponible desde los años setenta del sigloXX incluso en libros de bolsillo, para el Ayala prosista sólo tenemos noticia de una ediciónreciente de amplio alcance: la de las Crónicas publicada por José Luis Martín (Barcelona:Planeta, 1991), basada en el texto de Cayetano Rosell publicado en el siglo XIX en la Bibliotecade Autores Españoles. Hay que consignar, sin embargo, al menos dos intentos previos dereinstalación del Ayala prosista en el canon a través de antologías dirigidas a no especiali-stas (y con intereses principalmente literarios), y la segunda publicada en una colecciónmuy popular: Canciller Ayala, Crónicas, selección y prólogo por Gonzalo Torrente Ballester,Madrid: F. E., 1943, 2 vols.; Las muertes del Rey Don Pedro, organización de los textos, correc-ciones, notas y prólogo de Dionisio Ridruejo, Madrid: Alianza, 1971. Nos parece significativoque ambas fueran confeccionadas por personas que unían a su condición de profesores deliteratura la de notables creadores.

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que una brecha como la evocada al principio de estas líneas entre el ámbitode los especialistas y el del conocimiento general en la sociedad no tengaconsecuencias devastadoras para el patrimonio cultural, por ahora e inclusocon la mencionada erradicación casi total de la enseñanza de la literaturay de la historia (y por tanto, de cualesquiera cánones selectivos excepto,quizás, algunos integrados por autores del siglo XX o de la más rabiosaactualidad, que ya son, y sin demasiado entusiasmo, los únicos sostenidospor la escuela, en teoría institución principal en la transmisión, si no enla configuración, de los cánones literarios). La obra de Ayala, no sólo lapoética, también la prosística (y más en un momento en que están dispo-nibles buenas ediciones de casi toda su producción), y asimismo los textosde muchos otros autores tenidos por secundarios en antologías y manualesdecimonónicos y del siglo XX, se encuentran por fortuna integrados en loque A. Fowler ha denominado el canon crítico, constituido por «aquellasobras o partes de obras que son tratadas por los artículos y libros de la críticade forma reiterada»42. Ese ámbito al que la sociedad ha delegado la preserva-ción de su patrimonio cultural y que por el momento va consiguiendo que laquiebra de ciertas continuidades educativas o la erección de proyectos iden-

titarios alternativos (en el terreno étnico, político, sexual, etc.) no otorgue un sentido especialmente sombrío a la expresión fractura histo-

riográfica que figura en el título de este volumen43.

42. El concepto de canon crítico es acuñación de A. Fowler, «Genre and the literarycanon», pág. 99. La sintética definición, de W. Harris, «Canonicity», pág. 42.

43. Este trabajo se ha elaborado en el marco del proyecto de investigación HUM 2007-60209 del Ministerio de Educación y Ciencia.

PERO LÓPEZ DE AYALA, ENTRE EL CANON Y LA RUPTURA HISTORIOGRÁFICA 381

LÓGICA DEL TEXTO MEDIEVAL. ESTUDIO DELCANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL

MARÍA GIMENA DEL RÍO RIANDE(ILE del CSIC & Universidad Complutense de Madrid)

1. LÓGICA DEL TROVAR

LA ÚLTIMA CORTE regia que promovió el trovar en gallego-portugués fuela del rey Don Denis de Portugal (1279-1325). Depositaria de toda laescuela trovadoresca y heredera directa del enorme legado poético

cortés alfonsí, diversos puntos de vista ha suscitado en la crítica. Algunos lahan considerado una «cour brillante […] qui fut pour la première fois un foyeractif de la poésie installé sur le sol portugais»1; otros le han adjudicado elfomento de la mayor parte de la producción lírica profana, señalando que«mentre i codici della poesia mariana escono tutti dall’atelier alfonsino, quellidella poesia profana risalgono alla corte del re portoghese don Dinis, conuna sorta di specializzazione dei due ambienti culturali»2; y en las antípodas,para otros es el resultado de «uma menor vivacidade intelectual, de uma atmos-fera mais estagnante, de uma utilização mais comedida e controlada das poten-ciais capacidades dialécticas e polémicas da poesia de tipo trovadoresco»3.

1. Istvan Frank, «Les troubadours et le Portugal», en Mélanges d’études portugaisesofferts á M. Georges Le Gentil, Lisboa: Instituto para a Alta Cultura, 1949, pág. 219.

2. Alfonso D’Agostino, «La corte di Alfonso X di Castiglia», en Lo spazio letterario delmedioevo, 2. Il medioevo volgare, Volume I: La produzione del testo, Tomo II, Roma: Salerno,2001, pág. 782.

3. Giuseppe Tavani, Trovadores e jograis. Int. à poesia mediaval galego-portuguesa,Lisboa: Caminho, 2002, pág. 358. Cito siempre a través de esta última versión. El capítulo

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A caballo entre el optimismo y la depreciación, propongo en este trabajoun recorte sobre el análisis del contexto de producción del Cancionerodel rey Don Denis4 desde una perspectiva historicista que apunta a contem-plar la literatura como un agente constructor de sentido a través del cualuna cultura conceptualiza el mundo y se relaciona con sus condicionesmateriales de existencia. Parto así de lo que –en términos de GabrielleSpiegel– denomino lógica social del texto:

A duality of perspectives in the investigation of texts (literary and docu-mentary) and their social contexts […] «the social logic of the text», aterm that combines an insistence on seeing language as socially gene-rated with an equal insistence on understanding the discursive characterof all texts as literary artifacts. […] the power and meaning of any givenset of representations derive in large part from their social context andtheir relation to the social and political networks in which they areelaborated5.

En este sentido, la poesía trovadoresca funcionó –en el ámbito penin-sular y durante casi un siglo y medio– a modo de praxis social, comouna forma de entretenimiento y reconocimiento de la clase dirigente.Luego, la fractura operada por la crisis del siglo XIV, de la mano de laguerra civil (1319-1324) en el Reino de Portugal, traería consigo –ademásdel quiebre del orden social fundado en el esquema estamental, y lacrisis del régimen económico agrario– el paulatino agotamiento de lastradiciones literarias populares y cultas que habían florecido durante elsiglo XIII.

ya había aparecido en A poesia lírica galego-portuguesa, Vigo: Galaxia, 1986 & Lisboa: Comu-nicação, 1990.

4. La referencia al Cancionero de Don Denis parte del término liederbücher, acuñadopor Gustav Gröber, en «Die Liedersammlungen der Troubadours», Romanische Studien,(1877) 2, págs. 337-670, en sus estudios sobre lírica medieval occitana para señalar cancio-neros individuales copiados en códices mayores. El Cancionero de Don Denis, el liederbü-cher más abultado de todo el corpus lírico profano en gallego-portugués, está compuestopor 137 composiciones.

5. Gabrielle Spiegel, The past as text: the theory and practice of medieval historio-graphy, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1997, pág. 53.

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2. DENIS Y ALFONSO. LA CORTE DIONISINA Y LA CORTE ALFONSÍ

Los lazos familiares entre Don Denis y Alfonso X han llevado muchasveces a los estudiosos de la literatura medieval a caer en comparacionescarentes de matices6. Si bien ciertas similitudes entre ambos son evidentes,como por ejemplo el haber impulsado la escritura en lengua vulgar7, esinteresante recordar que ya otro integrante de la familia por parte de losHohenstaufen, Federico II de Sicilia (1194-1250), había reparado en ello ala hora de solidificar las bases de su gobierno. Podría pensarse en heren-cias, pero también en necesidades políticas surgidas con el desarrollo deuna economía que se despedía poco a poco del régimen feudal.

Por otra parte, debería asimismo tenerse en cuenta que el monumentalproyecto alfonsí de traducción y producción en el campo de lo historio-gráfico, lírico o jurídico, da cuenta de que como bien afirma A. D’Agostino,«il rapporto della corte alfonsina con il libro è fortissimo e quasi viscerale»8,algo que no parece darse con la misma intensidad en el ámbito portugués.Reino mucho más joven que el castellano, Portugal apenas comienza aadquirir cierta estabilidad en lo político-económico con Afonso III (1248-1279), quien impulsa la traducción de obras jurídicas como las Partidas,las Flores de las Leyes de Jacobo Ruiz, y el Fuero Real alfonsí9. Don Denishabría dado continuidad a este proyecto durante su reinado, prosiguiendocon la traducción de las Partidas y sumando a éstas otras fuentes alfon-síes del campo de la historiografía como la perdida traducción al portuguésde la Crónica del moro Rasis10, que su hijo el Conde don Pedro utilizaríaen la redacción de la Crónica de 1344. Aun así, creo que no podría hablarse

6. Tal es el caso del trabajo de Sheila R. Ackerlind, King Dinis of Portugal and the Alfon-sine heritage, New York: American University Studies, Series IX, History, vol. 69, 1990, inno-vador en su aproximación a la figura de Don Denis, aunque por momentos falto de rigorhistórico y desactualizado.

7. Y aquí debe subrayarse la creación de la Universidad de Coimbra-Lisboa en 1290,a través de los Estudos Gerais, por parte de Don Denis.

8. A. D’Agostino, «La corte», pág. 739.9. «As traduções referidas das Partidas e do Fuero Real deveriam inserir-se num movi-

mento geral mais vasto, iniciado já com D. Afonso III, mas levado a cabo sobretudo por D.Dinis, e em que se incluiam não só traduções de obras de carácter jurídico […] mas tambémde carácter histórico e cultural», José de Azevedo Ferreira, «La obra legislativa de Alfonso Xen Portugal», Diacrítica. Revista do Centro de Estudos Portugueses, 1 (1986), págs. 5-21.

10. Traducción ordenada a Gil Peres. Carolina Michaëlis, Cancioneiro da Ajuda, II, Lisboa:Imprensa Nacional & Casa da Moeda, 1990 (1904), pág. 359; y Ana María Machado, «La prosahistórica», en Historia de la literatura portuguesa, edición de José Luis Gavilanes & AntónioApolinário, Madrid: Cátedra, 2000, pág. 87, la sitúan en el ámbito señorial de la casa de Portel.

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 385

de una empresa historiográfica concreta auspiciada por Don Denis11; tal vezun deseo de emulación, de un cierto interés del rey en la labor historio-gráfica y jurídica llevada a cabo en la corte castellana, mas es evidente queel legado alfonsí no llegó a materializarse en este ámbito.

Hoy sólo se conserva un texto completo en prosa emanado del scripto-rium dionisino, el Livro d’Alveitaria, tratado acerca del cuidado de los caba-llos que el Mestre Giraldo tradujo y compiló por orden del rey, y tresManifiestos que el rey escribiera durante la guerra abierta contra su hijo elinfante Afonso, documentos de verdadero carácter historiográfico donde, enprimera persona, el rey relata y delata las rencillas y alianzas nobiliariasen torno a los sucesos políticos de 1317-132112. Asimismo, ha de destacarseque a excepción del Fragmento de Torre do Tombo o Pergamino Sharrer(T)13, testimonio contemporáneo al rey, la mayor parte de la obra lírica regiase conserva en dos apógrafos italianos colectivos de hacia 1520, el Cancio-neiro da Biblioteca Nacional (B), y el Cancioneiro da Vaticana (V)14.

Lo cierto es que nieto y abuelo comparten el gusto por trovar, y que elportugués es un excelente conocedor y manipulador de la obra de Alfonsoy la de gran parte de sus trovadores15. A su muerte, Don Denis se transforma

11. Supongo ahora que sólo tomando en cuenta las notas de Carolina Michaëlis, «MestreGiraldo e os seus Tratados de Alveitaria e Cetraria», Revista Lusitana, (1910) 13: 3-4, S.Ackerlind (King Dinis, 1990, pág. 25), agregaba a este corpus un perdido estudio teológicoescrito por Gastón de Foix, y le adjudicaba erróneamente al Mestre Giraldo un Tratado dasEnfermidades das Aves de Caça. Siguiendo a esta última, yo también caía en el mismo erroren mi trabajo «O primeiro manifesto de el-Rey Don Denis contra o Ifante Afonso seu filhoe herdeiro. Formas del relato historiográfico» en Actas del VI Congreso Nacional de la Asocia-ción de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua Española (en prensa).Ramón Lorenzo aclara en: 1993, «Livro d’Alveitaria», en Dicionário da Literatura MedievalGalega e Portuguesa (en adelante, DLMGP), organización y coordinación de Giulia Lanciani& Giuseppe Tavani, Lisboa, Caminho, pág. 405.

12. Edición del texto y estudio de carácter histórico a cargo de Fernando Félix Lópes,«O primeiro manifesto de El-Rei D. Dinis contra o Infante D. Afonso seu filho e herdeiro»,Itinerarium, (1967) 12: 55, págs. 17-45.

13. Harvey L. Sharrer, «Fragmentos de sete cantigas d’amor de D. Dinis, musicadas–uma descoberta», en Actas do IV Congresso da Asociação Hispânica de Literatura Medieval,Lisboa: Cosmos, 1993, págs. 13-29, señala que podría proceder de un cancionero individual,acaso del Livro de Trovas de D. Denis, de un volumen colectivo genérico o general similaral Cancioneiro da Ajuda (A), o de un antecedente intermedio del arquetipo de B y V, defines del siglo XIII o principios del XIV, y posiblemente surgido del scriptorium de Don Denis.

14. Y en un descriptor de este último, el Cancioneiro de Berkeley o de la BibliotecaBancroft (K), de entre fines del siglo XVI y principios del XVII.

15. Elsa Gonçalves, «Intertextualidades na poesia de Dom Dinis», en Singularidadesde uma Cultura Plural. Encontro de Profesores Universitarios Brasileiros de LiteraturaPortuguesa, Rio de Janeiro: Universidade Federal de Rio de Janeiro, 1992, págs. 146-155; y

MARÍA GIMENA DEL RÍO RIANDE386

en el mayor representante de la lírica profana gallego-portuguesa en laPenínsula Ibérica, mas no en el ámbito de lo religioso, sino en el de loprofano16, y principal y específicamente en su corte.

3. DON DENIS Y LA NOBLEZA PORTUGUESA. LA CORTE POÉTICA

Al igual que su abuelo, los últimos años del reinado de Don Denisestuvieron marcados por las intrigas y disputas por el trono entre susmuchos hijos, legítimos y bastardos. Pero, a diferencia de éste, el extensogobierno Don Denis gozó de años de prosperidad y crecimiento. El reyfomentó la actividad agropecuaria –de ahí que también se lo llame «reilavrador»–, la exportación de cereales, vino, pescados y frutos secos aFlandes, Bolonia y Cataluña, instituyó la primera aseguradora de trans-portes, mejoró notablemente el desempeño de la marina, y –como fuedicho– dentro de un enorme proceso de secularización impulsó la escri-tura en romance y los estudios universitarios17. Pero lo que seguramente

«D. Dinis: um Poeta Rei e um Rei Poeta», en Literatura Medieval. Actas del IV Congresso da Asso-ciação Hispánica de Literatura Medieval, II, Lisboa: Cosmos, 1993, págs. 13-23; Valeria Bertolucci,«La lirica galego-portoghese all’epoca di Sancho IV di Castiglia», en La literatura en la época deSancho IV. Actas del Congreso Internacional «La literatura en la época de Sancho IV», Alcalá deHenares, 21-24 de febrero de 1994, editado por Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías, Alcaláde Henares: Universidad, 1996, págs. 25-34; Anna Ferrari, «Linguaggi lirici in contatto: trobadorse trobadores», Boletim de Filología-Homenagem a M. Rodrígues Lapa, 29:2 (1984), págs. 35-58.

16. Frente al gran volumen de la producción mariana (cuatrocientos veinte textos),donde la noción de autor varia notablemente su sentido (el estudio más completo a cargode Joseph Snow. Ver, entre otros, «Alfonso X: sus Cantigas de Santa María: Apuntes haciasu (auto)biografía literaria», en Hommage, Homenaje, Homenatge: Studies in Honor of Prof.Joseph Solá-Solé, Barcelona: Puvill, 1984, págs. 78-89; «Alfonso X y/en sus Cantigas», enJornadas de Estudios Alfonsíes, Granada: Universidad, 1985, págs. 71-90; «‘Macar poucoscantares acabei e con son’: la firma de Alfonso X a sus Cantigas», en Actas del III Congresode la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Salamanca: Biblioteca Española del Siglo XV,1994, II, págs. 1021-1030; «Alfonso X y las ‘Cantigas’: documento personal y poesía colec-tiva», en coordinación de José Montoya Martínez & A. Domínguez Rodríguez, El Scriptoriumalfonsí: de los Libros de Astrología a las «Cantigas de Santa María», Madrid: Complutense, 1999,págs. 159-172), la producción poética profana conservada del Alfonso X no supera las cuarentay cuatro composiciones (tres cantigas de amor, una de amigo, y el resto de tono satírico). Unaúltima y completa aproximación al tema mariano en Elvira Fidalgo, As cantigas de Santa María:historia crítica da literatura medieval, Vigo: Edicións Xerais de Galicia, 2002.

17. Para una aproximación a la biografía de rey ver, entre otros, Ofelia Moreira deSena Martins, D Dinis, o homem e a obra, Lisboa: Bertrand, 1962; Augusto González-Besada,

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 387

permitió la puesta en marcha de todos sus proyectos fue su tenaz políticacentralizadora –continuada luego por su hijo Afonso IV– que logró controlarpor un largo tiempo las pretensiones del poder señorial.

El primer paso, llevado a cabo ya durante el reinado de Afonso III, fuebuscar un rival a la altura de la nobleza, constituyendo junto a ésta ungrupo de familias relativamente secundarias. Estos nobles «criados» en lacorte, futuros consejeros, jefes militares y funcionarios regios, alcanzan unalto grado en la escala social18, mientras que los de más antiguo linaje desa-parecen. Así, luego de que Don Denis asumiera la conducción del reino:

Morria Dom Martim Afonso Telo, genro de Dom João de Aboim e irmãodo primeiro alferes-mor de D. Afonso III. Entre Julho de 1284 desapa-reciam os últimos representantes da família de Baião, Dom Pedro Ponçoe Dom Afomso Lopes. No início desse ano de 1284 morria Dom NunoMartins de Chacim, meirinho-mor do Bolonhês, amo e depois mordomo-mor desde que D. Dinis subiu ao trono. A 15 de Março de 1285 faleciaDom João Pires de Aboim, mordomo-mor e grande valido de D. AfonsoIII. Seguiu-o de perto, depois de Abril de 1285, Dom Gonçalo Garcia deSousa, alferes-mor e cunhado do rei, último senhor da multissecularcasa de Sousa. Depois de Junho desse ano desapareceu também DomMartim Anes do Vinhal, rico-homem e privado do rei. Entre Março eAbril de 1286 morre outro cunhado do rei, Dom Pero Anes de RibaVizela. Pouco depois de maio de 1295 desaparece o alferes-mor DomMartim Gil de Riba de Vizela seguido, pouco mais de um ano depois,pelo seu sobrinho Dom Martin Anes de Soverosa. O pai deste, DomJoão Gil de Soverosa, falecera antes de 1292 desaparecendo, assim, umadas famílias que protagonizaram alguns dos principais sucessos polí-ticos do século. Finalmente, entre Dezembro de 1298 e Novembro de1299, morría Dom Lourenço Soares de Valadares19.

De estos datos claramente se desprende una voluntad regia de reinven-ción del círculo señorial; lo que José Mattoso20 definió como un proceso

«D Dionisio rey de Portugal», en Cuadro de la literatura gallega en los siglos XIII y XIV, Ponte-vedra: Luis Carregal y Puga, 1886, cap. V, págs. 41-44.

18. Tal es el caso de los Briteiros, estudiados por António Resende de Oliveira & Leon-tina Ventura, «Os Briteiros (séculos XII-XIV) Trajectória social e política», Revista Portuguesade História, 30 (1995), págs. 1-102.

19. José Augusto de Sotto Mayor Pizarro, «D. Dinis e a nobreza nos finais do séculoXIII», Revista da Faculdade de Letras, História, 2 serie, vol. X, 1993, págs. 95-97.

20. José Mattoso, A Nobreza Medieval portuguesa. A familia e o poder, Lisboa: Estampa,1994, pág. 311.

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de jerarquización de la nobleza en función de la corte, donde se desnobi-lizaron nobles y se nobilizaron otros que no lo eran. En síntesis, el reyreinventó su círculo señorial para luego dedicarse de lleno a limitar suspoderes.

En cuanto a los nobles que allí se dedicaban a la poesía, G. Tavani21

contaba junto con el rey veintidós poetas, aunque incluyendo a muchosde los que carecemos de datos certeros a la hora de asignarles una corte22,así como al círculo relacionado con la corte señorial del Conde Don Pedro.Resaltaba en este espacio su alto grado de homogeneidad estamental,hecho que va de la mano del modo en que la nobleza cortesana se imponeante los aportes extranjeros, aun sin desarrollar una intensa actividad. Sedestaca aquí la figura del funcionario poeta, «esponenti di spicco dellaburocracia regia che si dilettavano di poesia»23, ya delineada en la épocade Afonso III, y que marca una gran diferencia en la actividad trovado-resca con la corte alfonsí.

En este círculo próximo al rey24, funcionarios poetas, aunque en fechasun tanto tardías, son los Redondo y los Briteiros. Rodrigu’Eanes Redondo(tres cantigas de amor, una de amigo, y una tensó), aun con cierta difi-cultad en cuanto a su datación25, es desde 1311 hombre de confianza de

21. G. Tavani, Trovadores, págs. 360-361.22. Casos a revisar, como los de Martin de Padrozelos o Pae Calvo, incluidos en el

llamado Cancionero de Xograres Galegos, u otros de los que poco y nada sabemos acercade su biografía como Estevam Travanca, Pero Goterrez, o Nuno Peres Sandeu. No incluyea Men Rodriguez de Briteiros ni a Rodrigu’ Eanes Redondo.

23. Valeria Bertolucci, «Le corti del Portogallo», en Lo spazio letterario del medioevo, 2. Ilmedioevo volgare, volume I, La produzione del testo, Tomo II, Roma: Salerno, 2001, pág. 943.

24. Para las breves referencias a los trovadores en cuestión sigo el trabajo de AntónioResende de Oliveira, Depois do espectáculo trovadoresco. A estructura dos cancioneirospeninsulares e las recolhas dos séculos XIII e XIV, Dissertação de doutoramento, Universidadde Coimbra, 1992. Reseño las ediciones críticas de los trovadores más prolíficos de la cortedionisina. Asimismo, destaco que los datos de aquí en adelante expuestos están basados enel corpus escrito de cada trovador, legado a través de los cancioneros antes mencionados.Esto no invalida suponer que muchas de sus composiciones pudieron perderse, ya fuere enel proceso de puesta por escrito contemporáneo a su producción, o en el de escritura yarmado de estos códices. En otro orden de cosas, para los nombres de los trovadores sigolos criterios de edición en coordinación de Mercedes Brea, Lírica profana galego-portu-guesa. Corpus completo das cantigas medievais, con estudo biográfico, análise retórica ebibliografía específica, 2 vols., Santiago de Compostela: Centro Ramón Piñeiro para a Inves-tigación en Humanidades, 1996.

25. Vicenç Beltrán, «Tipos y temas trovadorescos. XI. La corte poética de Sancho IV»,en La literatura en la época de Sancho IV, editado por C. Alvar y J. M. Lucía Megías, Alcaláde Henares: Universidad, 1996, pág. 131, llamó la atención acerca de la extrema longevidad

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 389

Don Denis (TT, CHDD III, fols. 56 v, 58 v, 59, 75, 76; R. de Oliveira, Depois,pág. 565)26. Su hijo, Fernan Rodriguez Redondo (dos cantigas de escarnio yuna de amor), es hacia 1297 mordomo de Pedro III de Aragón en Portugaly meirinho mor del rey desde 1312 a 1318 (TT, CHDD III, 117; R. de Oliveira,Depois, pág. 474). Men Rodriguez de Briteiros (dos cantigas de escarnio) es,desde 1256 hasta 1287, Teniente de Maia (TT, CAIII, I, 17 y TT, CHDD, I,207 v.; R. de Oliveira, Depois, pág. 521) y mordomo regio desde 1297 hasta1304 (TT, CHDD, II, 116; III, fol. 34 v; R. de Oliveira, Depois, pág. 522). JohanMendiz de Briteiros, su hijo (el de mayor producción en este grupo, aunqueparadójicamente con nueve composiciones: tres de amigo y seis de amor)27,es desde 1295 consejero del rey, y confirma documentos hasta 1315 (TT,CHDD II, 97 y 104; R. de Oliveira, Depois, pág. 498). Otros como Johan Velhode Pedrogaez (dos escarnios), negociador hacia 1282 del matrimonio delrey con la infanta Isabel en Aragón, y Pero Mendiz da Fonseca (cinco amor,un escarnio), son funcionarios poetas que se encuentran en la corte desdefechas muy tempranas28. Es importante señalar aquí que dado que varios delos citados estuvieron asimismo en contacto con la corte poética alfonsí y lade Sancho IV, resulta difícil decidir sobre el contexto puntual de su produc-ción. Por otra parte, podría suponerse que una prueba de esta mayor apre-tura de horizontes sería la composición de tensós y escarnios29.

de Rodrigu’Eanes Redondo. Siguiendo los datos biográficos hasta ahora recogidos, «En suprimera aparición documental [1232] actúa como testigo de una donación de su padre almonasterio de San Vicente de Lisboa; si entonces suponemos que tenía veinte años, habríallegado a centenario; y no es frecuente que un hombre de esta edad llevara una vida polí-tica activa, como la que él desempeñó en la corte portuguesa entre 1307 y 1311». Es difícilpensar que el trovador haya acompañado a Sancho IV a Bayona siendo un anciano. Muyacertadamente, plantea que podrían ser dos homónimos.

26. En adelante, TT (Torre do Tombo) y CHDD (Chancelaria de D. Dinis). Todas lascitas que se encuentran en la CHDD (vol. I-V) y en la de Afonso III (CAIII) han sido tomadasde A. R. De Oliveira, Depois.

27. Edición crítica de Ettore Finazzi-Agrò, Il canzoniere di Johan Mendiz de Briteyros,L’Aquila & Roma: Japadre, 1979.

28. Aunque con cierta dificultad en cuanto a su datación, Johan Velho de Pedrogaezhabría sido ya vasallo de Don Denis cuando éste era aún infante. Pero Mendiz da Fonsecaconfirma documentación regia desde 1275 a 1289. Caso aparte es el del poderoso GonçaloGarcia. Sólo se conserva una cantiga de escarnio suya –y una rúbrica que daría cuenta de otracomposición de este tipo– cuyo tema es el rapto de Maria Rodríguez Codorniz. Personaje derelevo en la corte dionisina, el tema de su composición –referente a un suceso bastante ante-rior al reinado de Don Denis– y el hecho de que fallece antes de 1285, lo dejan fuera del grupode trovadores en estudio (TT, CHDD I, fol. 108 v.; R. de Oliveira, Depois, pág. 484-85, 506).

29. Podría aquí también mencionarse a Estevan Reimondo, compositor de una bailada(B 694/V295). Con respecto a esto, R. de Oliveira, Depois, pág. 463, menciona la posibilidad

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Fuera de este círculo de cortesanos próximos al rey, el resto de lostrovadores de los que poseemos datos certeros para ser incluidos durantealgún tiempo en la corte dionisina no abulta demasiado: Martin Perez Alvin(el más prolífico del grupo, con seis cantigas de amor y un fragmentotambién de amor)30, Estevan Coelho (dos cantigas de amigo), EstevanFernandiz d’Elvas31 (tres cantigas de amor y una de amigo), Roi Martinz doCasal (tres cantigas de amor y tres de amigo), Estevan Reimondo (doscantigas de amigo), y Estevan Fernandiz Barreto (una cantiga de escarnio),estos dos últimos establecidos en la ciudad de Santarem. La presencia jugla-resca estaría apenas representada por Caldeiron (dos cantigas de escarnio).

No sin cierta dificultad podrían asimismo incluirse en algún momentoa Afonso Paez de Braga (cinco cantigas de amor)32 y a los únicos visitantesgallegos, compositores prolíficos que darían cuenta de una mayor acti-vidad más allá de las fronteras del Reino, Fernand’Esquio (dos cantigas deamor, cinco de amigo, tres de escarnio)33 y Johan Zorro (nueve de amigo,una de amor)34.

de que este trovador haya visitado la corte alfonsí luego de que allí estuviera Cerveri deGirona (ca. 1269), divulgador de este tipo de composiciones.

30. Es otro de los trovadores que vista la corte de Sancho IV. En 1299 está de vueltaen Portugal. A principios de XIV es vasallo del infante Alfonso y está documentado de su ladodurante los conflictos con su padre (R. de Oliveira, Depois, pág. 516).

31. Edición crítica de Carmen Radulet, Estevam Fernandez d’Elvas- Il Canzoniere, Bari:Adriatica Editrice, 1979.

32. Puede pensarse en un eventual lazo de este trovador con los Briteiros, y por mediode estos, con la corte regia. Esta hipótesis es sugerida por el hecho de que los Bragas y losBriteiros son naturales de una misma región y que tanto él como Men Rodríguez y J. Mendizde Briteiros, aparecen juntos en los cancioneros. (R. de Oliveira, Depois, pág. 436).

33. Edición crítica de Fernanda Toriello, Le Poesie. Fernand’Esquyo, Bari: Adriática,1976. La alusión que hace Fernand’Esquio a la besta ladrador, que sólo aparece en el Baladrodel Sabio Merlín, lo sitúa o bien en la corte de Afonso III (época de la traducción gallego-portuguesa de este texto), o en la de Don Denis. Si es que tuvo noticia del término por la traduc-ción castellana, deberíamos situarlo en época de Sancho IV. La amplia difusión de la materiaartúrica en la península a lo largo del siglo XIII dificulta su ubicación (un interesante trabajo acargo de Esther Corral Díaz, «As Bestas de Fernand’Esquio (B 1604, V 1136)», en coordina-ción de Rosario Álvarez & Dolores Vilavedra, Cinguidos por unha area común: homenaxeó profesor Xesús Alonso Montero, Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compos-tela, Servicio de Publicacións e Intercambio Científico, 1999, págs. 347-364). Por otra parte, ajuzgar por los pocos datos que emanan de sus cantigas, podemos decir que vivió en Santiagode Compostela o estaba relacionado con Lugo; pero por su ubicación textual, antecediendo lascomposiciones de Estevan da Guarda, podría relacionarse con el ámbito portugués.

34. El caso de Johan Zorro resulta asimismo complicado, ya que no poseemos docu-mentación que pruebe su estadía en la corte dionisina. Ha de tenerse en cuenta que «a suaposição nos cancioneiros e a referencia ao rei de Portugal e a Lisboa fazem pensar na corte

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 391

Finalmente, algunos trovadores entrarían en una especie de transición–entre la corte regia y la auspiciada por el conde de Barcelos–, como porejemplo los hijos del rey, Afonso Sanchez35 (15 composiciones: 9 de amor,2 de amigo, 1 tensó, 3 escarnios), y el ya mencionado Pedro Afonso (cuatrocantigas de amor, cinco de escarnio y un sirventés)36, Johan de Gaia37 (tresde escarnio, cuatro de amor) o Vasco Martinz de Resende (una tensó conAfonso Sanchez). Aquí destaca la figura de Estevan da Guarda (treinta ycinco textos: seis de amor, una de amigo, veintiocho de escarnio), escri-bano regio desde 1299 hasta la muerte del rey (TT, CHDD, III, fol. 7 v; R.de Oliveira, Depois, pág. 458). Varias de las composiciones de escarnio deeste trovador portugués, el más prolífico después del rey portugués, puedenfecharse con posterioridad a 1336 y circunscribirse a este ámbito. De todosmodos, dada su extensa producción trovadoresca, es muy probable queparte de ésta se hubiese ya desarrollado durante el reinado de Don Denis38.

En síntesis, a excepción del rey, una media de quince trovadores39 conuna producción poética escasa podrían adscribir a la corte dionisina. Aquí

de D. Afonso III, período em que esteve muito de moda a poesia de tipo tradicional. Masesta não foi desconhecida na corte de D. Denis» (V. Beltrán, «Afonso III», en DLMGP, pág.15). Edición crítica de Celso Ferrerira da Cunha, O cancionero de Joan Zorro: Rio de Janeiro:Impr. Nacional, 1949.

35. Edición crítica de Mariña Arbor Aldea, O Cancioneiro de Don Afonso Sanchez.Edición e estudio, Servicio de Publicacións e Intercambio Científico, Universidade de Santiagode Compostela: Santiago de Compostela, 2001; y Nicoletta Longo, Dom Afonso Sánchez. Lepoesie. Edizione crítica, introduzione note e glosario, Roma: Bagatto Libri, 2002.

36. Edición crítica de Manuel Simões, Il Canzoniere di D. Pedro, Comte di Barcelos,Roma: Japadre & L’Aquila, 1991.

37. Edición crítica de Maria Grazia Russo, Le poesie di Joham de Gaya, Tesi di Dottoratodi Ricerca in Filologia Romanza ed Italiana, Roma, Università di Roma «La Sapienza», 1991.

38. Edición crítica de Walter Pagani, «Il Canzionere di Estevan da Guarda», en StudiMediolatini e Volgari, (1971) 19, págs. 1-179. Una aproximación de carácter histórico enArmando Luís de Carvalho Homem, «Um aragonés na corte portuguesa: Estêvão da Guarda(1299-1325)», en Actas das II Jornadas Luso-espanholas de História Medieval, Porto: Centroda História da Universidade de Porto, 1987, vol. I, págs. 195-200. En la corte señorial deBarcelos podría haber entrado en contacto con otro trovador de la época, Josep. De igualmodo, aunque Joan Fernandez D’Ardeleiro (un escarnio, un fragmento de amor) y el yamencionado Johan de Gaia –ambos escuderos– pueden bien situarse en la corte de DonDenis, algunas referencias intertextuales y rúbricas presentes en sus textos nos llevan apensar que habrían compuesto parte de sus textos con posterioridad a la muerte del rey ydentro de la corte del conde de Barcelos.

39. Sobre un total de aproximadamente veintiún trovadores entre los dionisinos y lospost-dionisinos, los documentados, los problemáticos (como Rodrigu’ Eanes Redondo, AfonsoPaez de Braga), los de transición (Afonso Sanchez, Pedro Afonso, Vasco Martinz de Resende,Estevan da Guarda, Johan de Gaia, Johan Fernandez D’Ardeleiro, y Josep) y los visitantes(Johan Zorro y Caldeiron).

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es interesante subrayar que la contemporánea corte de Sancho IV (1284-1295), aun a pesar del aparente desinterés del monarca en fomentar elcanto cortés, parece destilar una mayor actividad trovadoresca. V. Beltrán40

documenta allí a doce trovadores: Airas Paez, Airas Nuñez, Caldeiron,Estevan Perez Froian, Gil Perez Conde, Gomez Garcia, Johan Vasquiz deTalaveira, Men Rodríguez de Briteiros, Men Rodríguez Tenorio, Pai GomezCharinho, y Pero Anes Marinho, Rodrigu’Eanes Redondo, de los cuales dos–Airas Nunes y Pai Gomez Charinho– son prolíficos compositores41. Y nosin ciertos problemas en cuanto a la datación y ubicación de algunos,agrega a unos veintitantos más, entre trovadores y juglares42; suma nadadespreciable, si se tiene en cuenta el escaso número que representa alespacio portugués.

En otro orden de cosas, por los datos hasta ahora referidos da la impre-sión de que aun sin visitas del exterior y sin una descollante actividadtrovadoresca, la corte poética –o al menos el rey poeta– sigue trabajandohasta aproximadamente 131543. Algunas referencias de las cantigasde escarnio e mal dizer dionisinas lo corroboran. Como ya destacara R. deOliveira44, el escarniado Joan Bolo (B 1535, 1536, 1537) aparece mencio-nado entre los vasallos de la casa del aún infante desde 1278, y seguiríavivo hacia 1311, cuando el rey le otorga una propiedad en calidad de

40. V. Beltrán, «Tipos y temas», pág. 128.41. De Airas Nunez se conservan quince textos, de Pai Gomez Chariño, veintiocho. Este

último compone más que todo el círculo de funcionarios dionisinos. 42. Afonso o Alvaro Gomez, Airas Veaz, Fernand’Esquio, Johan Airas de Santiago,

Johan Vazquiz de Talaveira, Johan de Cangas, Johan Garcia, Johan Romeu de Lugo, Lorenzo,Nun’ Eanes Cerezo, Pae de Cana, Pero Goterrez, Rui Martiz, Afonso Fernández Cebolilla,Fernan Fernández Cogominho, Fernan Figueira de Lemos, Fernan Gonçalves de Seabra,Fernan Soares de Quinhones, Men Vasquez de Folhete, Pero Gonçalves de Portocarreiro. Enlas cuentas del reinado también localiza a cuatro juglares, entre los cuales se encuentraCaldeiron. Hemos de señalar nuevamente que tanto éste como Men Rodriguez de Briteiros,Rodrigu’ Eanes Redondo, Martin Perez Alvin, y Roi Martins do Casal, se encuentran en elespacio castellano a principios del reinado de Sancho, regresando a Portugal donde, a excep-ción de Caldeiron y M. do Casal, ocupan cargos políticos importantes.

43. Por otra parte, y en cuanto al ámbito de la prosa de época dionisina, la composi-ción de la Crónica del Moro Rasis podría situarse entre los comienzos del siglo y 1315(C. Michaëlis, Cancioneiro, pág. 359), y en el Livro de Alveitaria del Mestre Giraldo se señalael haber sido finalizado hacia 1318 (Jose Luis Pensado Tomé, Tratado de Albeitaria, Santiagode Compostela: Centro Ramón Piñeiro para a Investigación en Humanidades, 2004, pág.18). Se une a estos años la datación propuesta para el Pergamino Sharrer. La actividad escri-turaria en la corte portuguesa parecería así localizarse a comienzos del siglo XIV.

44. R. de Oliveira, Depois, pág. 380.

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 393

monteiro-mor (TT, CHDD, IV, fol. 59 v.; R. de Oliveira, Depois, pág. 380).Asimismo, otro satirizado como Joan Simon (B 1542) aparece en la corteen 1292 como meirinho del rey y consejero hasta 1315 (TT, CHDD, II, fol.47 v, III, 98; R. de Oliveira, 1992, Depois, pág. 380)45.

Ante esta evidencia, dos preguntas surgen: ¿Por qué el rey trovador, elmás prolífico de los compositores gallego-portugueses, parece no estardemasiado interesado en propiciar el canto trovadoresco en su corte? ¿Quésentido tiene un cancionero tan exquisito y extenso como el suyo en estecontexto de decadencia de producción poética?

4. LIVROS DE LINHAGENS Y LIVRO DE TROVAS

Los textos literarios y no literarios circulan en conjunto y en un contextoque sostiene su significación. En la reconstrucción del mosaico que es lacorte poética dionisina, no debe olvidarse que hacia 1280 y en la periferiadel ámbito regio –tal vez en uno monástico– se compone el Livro Velho deLinhagens46, texto acerca de la descendencia de las familias nobles másantiguas del reino de Portugal. La obra se refería a las relaciones de lasfamilias Sousa y los Maia, mas señalaba junto con ellas a un cuantiosogrupo de nobles. De este modo:

Todas essas familias passavam a ser perspectivadas em função de umpassado hispânico anterior ao da formação do reino e ao da constituçãoda dinastía que nele exercia a realeza, fornecendo aos seus descen-dentes de finais de Duzentos a conciência de pertenecerem a »antiga eprestigiada comunidade fidalga peninsular47.

45. Estos datos reformularían la impresión de C. Michaëlis, Cancioneiro, pág. 603:«Creio, de resto, que D. Denis desenvolveu a sua principal actividade poetica nos primeirosdecennios da sua mayor-idade, dos desásete aos quarenta, i. É desde o anno em que,concluida a sua educação por Aymeric e seus adlatos franceses, ou afrancesados como D.Domingos Jardo, o progenitor lhe estabeleceu casa, addindo-lhe fidalgos-trovadores juvenis,escolhidos nas familias os Velhos, Redondos, Coelhos, Briteiros, assim como João Lobeira, epelo menos um veterano da era boloñesa em D. João de Aboim. De 1300 em deante entre-vejo um rapido decahir que os bastardos, o chanceler, o cunhado, e alguns filhos e netos detrovadores afamados não souberam sustar, nem tão pouco os jograres acorridos de toda parte».

46. Aunque es verdad que hoy los Livros de Linhagens son estudiados no sólo por suvalor histórico, sino también por el literario, no fue éste su propósito al ser puestos por escrito.

47. Luis Krus, A concepção nobiliáquica do espaço ibérico (1280-1380), Lisboa: FundaçãoCalouste Gulbenkian & Junta nacional de Investigação Científica e tecnológica, 1989, pág. 15.

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Es evidente que el proceso de centralización regia pesaba demasiadosobre los estratos señoriales, haciendo de los nuevos condicionamientossociales, políticos y económicos una amenaza material y simbólica. En estecontexto de crisis el canto trovadoresco ya no podía funcionar como unelemento aglutinador, perdiendo así su lógica social. Era imperante otratextualidad que recordara, aunara, y que a la vez subrayara la importanciapolítica de la nobleza.

En este contexto de crisis, sostengo que el Cancionero de Don Denis–verdadera herencia alfonsí– es un símbolo de prestigio y, al mismo tiempo,un símbolo de poder. Prestigio que pretende heredarse en la composiciónde un texto, a modo de ese ricamente miniado que contiene poemas a laVirgen, y poder que emana de la superioridad en el manejo de técnicas,temas, y conocimiento de la lengua y la obra de trovadores del ámbitopeninsular y francés, y que asimismo supone una voluntad de apropiaciónde un discurso. En este sentido, creo que es interesante poner este hechoen relación con la denominación que Manuel Pedro Ferreira utiliza para cali-ficar las cantigas de amor dionisinas testimoniadas en T desde el estiloempleado en su ejecución musical, coronado por notas de larga duracióny melismas:

Cantus coronatus é uma expressão usada por Johannes de Grocheio,teórico francês contemporâneo de Dom Dinis, no tratado De Musica(ca. 1300), para designar uma canção em língua vulgar, de alto nívelartístico, composta e apreciada pela melhor aristocracia, e caracterizadapor uma pulsação pausada e regular. A coroação significa a atribuçãode uma dignidade hierárquica superior, comparável à de um monarca48.

Teniendo en cuenta que en este espacio es el rey quien en mayorcantidad y con alta calidad trova, y que es la aristocracia quien escuchaesta singular forma de componer, la apropiación resulta más evidente, ylas 137 cantigas de Don Denis se imponen material y simbólicamente sobrela nobleza y su producción trovadoresca.

En síntesis, pienso que tal vez este abordaje puede permitirnos ampliarnuestros horizontes en cuanto a la producción y recepción de la líricagallego-portuguesa hacia el siglo XIV, y así poner en otros términos la culpa«á acção inibidora exercida por D. Dinis, ao monocentrismo poético carac-terístico da época, o isolamento da corte portuguesa no que diz respeito

48. Manuel Pedro Ferreira, Cantus Coronatus. 7 cantigas d’El Rei Dom Dinis, Kassel:Reichenberger, 2005, pág. 12.

ESTUDIO DEL «CANCIONERO DEL REY DON DENIS DE PORTUGAL» 395

aos movimentos culturais europeus»49. Es decir, revisar el sentido de unapráctica en crisis como la poesía trovadoresca desde la contextualidad delCancionero de Don Denis, cifrada en las tensiones entre la nobleza y elpoder regio, puede contribuir a comprender mejor ciertos fenómenosideológicos que la literatura enmascara. Así, la fractura historiográfica quedesde el siglo XXI los estudiosos de la literatura medieval pretendemosabrir puede ayudar a sellar las fracturas historiográficas en torno a nues-tros objetos de estudio.

49. G. Tavani, Trovadores, pág. 361.

MARÍA GIMENA DEL RÍO RIANDE396

TRADUCCIONES, ADAPTACIONES E IMITACIONESDEL SPECULUM MAIUS DE VICENTE DE BEAUVAIS

EN LA LITERATURA CASTELLANA MEDIEVAL

JORGE SÁENZ HERRERO

(Universidad de La Rioja)

E L «SPECULUM MAIUS», compilación que el fraile dominico Vicente deBeauvais realizó en el siglo XIII, es una de las grandes enciclopediasdifusoras de la cultura en la Edad Media. Su propagación por la

Europa medieval contribuyó, en gran medida, a fomentar el interés porlos autores clásicos entre los estudiosos del momento. Debido a su marcadocontenido sapiencial, el texto pronto adquirió un carácter edificante, ysiguiendo el modelo enciclopédico de Beauvais, numerosas versiones,manuscritas primero e impresas después, recorrieron el territorio caste-llano, aunque pocas hicieron una contribución tan valiosa al bagaje culturalde la humanidad.

Este trabajo pretende mostrar las circunstancias y condiciones que inter-vinieron en la traducción, adaptación e imitación de un fragmento de estaobra1 en la Castilla medieval, la Vida de Segundo2, teniendo en cuenta losfactores que fomentaron la acogida del texto en el suelo castellano.

1. La propia magnitud del Speculum maius impidió que se tradujese el texto completoal vernáculo, por lo que sólo contamos con traducciones de diversos fragmentos.

2. Véase Hugo Bizzarri, «Introducción», en Vida de Segundo. Versión castellana de laVita Secundi de Vicente de Beauvais, edición de Hugo O. Bizzarri, Exeter: University ofExeter Press, 2000, págs. 5-68. H. Bizzarri ya analizó acertadamente este aspecto, por lo quea continuación seguiremos muy de cerca sus pasos.

397

Vicente de Beauvais (1190-1264)3 escribió una enciclopedia con el títulode Speculum maius, Imago mundi o Bibliotheca mundi, aunque eltítulo que ha sobrevivido en la tradición es el de Speculum4. La obra estádividida en cuatro partes: Speculum naturale, Speculum doctrinale,Speculum morale y Speculum historiale, de tanta influencia en la literaturamedieval y en la iconografía que pronto se convirtió en uno de los textosfundamentales de la cultura del siglo XIII. La enciclopedia5 de Beauvais nofue una mera e ingenua recopilación de datos históricos. Conocedor deque sólo es pedagógico la actualización de la verdad histórica, Beauvaisabordó el pasado con la discriminación y el sentido crítico propio de unhistoriador de su época. Pretendía hacer de la historia un saber práctico yejemplar que facilitase el camino hacia la sabiduría o contemplación divina.

Insertada en el Speculum historiale (Libro X, capítulos 70-71), la VitaSecundi es, sin lugar a dudas, el diálogo de preguntas y respuestas enig-máticas más difundido en oriente y occidente. El origen de esta breve historiahay que situarlo en torno a los siglos II y III después de Cristo6 en una versióngriega, la Bàoj Seco›ndou, que consta de la narración de la vida de Segundo,filósofo que guardó silencio pitagórico durante toda su vida, más veintepreguntas encabezadas por la fórmula Tà 'esti, cuya respuesta incluye, porlo general, una definición construida por series de dos palabras. Las

3. Véase «Lector et compilator». Vincent de Beauvais, frère prêcheur. Un intellectuel etson milieu au XIIIe siècle, edición de S. Lusignan & M. Paulmier-Foucart Grâne: EditionsCréaphis, 1997.

4. El término speculum encierra todo un género literario que simbolizó el modo depensar de una parte considerable de la cultura medieval. Para los que así pensaban, la teoríade la refracción consistía en plasmar el proceso didáctico del conocimiento refractario demanera sistemática y casi completa, a través de la simbología que encierra la teoría del cono-cimiento indirecto de las realidades superiores mediante procesos de refracción. Véase entreotros Ritamary Bradley, «Backgrounds of the title ‘Speculum’ in Mediaeval Literature»,Speculum, 29 (1954), págs. 100-115; Einar Már Jonsson, «Le sens du titre ‘Speculum’ aux XIIe

et XIIIe siècles et son utilisation par Vincent de Beauvais», en Vincent de Beauvais: intentionset réceptions d’une œuvre encyclopédique au Moyen Age. Actes du XIVe Colloque de l’Institutd’études médiévales, edición de Serge Lusignan, Alain Nadeau & Monique Paulmier-Foucart,Saint-Laurent & Paris: Institut d’études médiévales, 1990, págs. 11-32.

5. Sobre la enciclopedia medieval véase entre otros Robert Collison, Encyclopaedias:their history through the ages, London: Hafner, 1964; Michel Lemoine, «L’oeuvre encyclopé-dique de Vincent de Beauvais», Cahiers d’historie mondiale, 9 (1966), págs. 571-579; EvaMatthews Sanford, «Famous Latin Encyclopaedias. Compilers of universal knowledge fromVarro to Vincent of Beauvais», Classical Journal, 44 (1949), págs. 462-467.

6. Durante este momento se aprovecha el prestigio adquirido por Adriano –uno delos dos protagonistas– como pesquisidor del saber, famoso por los debates que manteníacon los sabios atenienses.

JORGE SÁENZ HERRRERO398

preguntas tocan los más diversos temas7 y están encauzadas a un saberunido a conocimientos más bien prácticos que espirituales.

Como suele ocurrir con estos textos sapienciales, la obra se transmiteen dos ramas: la oriental, difundida primero en versiones siriaca y armenia,para pasar después a textos árabes y etíopes, caracterizada por la amplifi-cación del marco narrativo y por el número de preguntas planteadas8, y larama occidental, que toma como base la traducción al latín del médicoWillelmus, abad de Saint Denis en el siglo XII, obra de la que se conservaun largo centenar de manuscritos. La celebridad de este breve tratado latestimonia el modo tan fácil en que se incorpora a tratados enciclopédicos(por ejemplo, el Speculum historiale de Vicente de Beauvais) o a crónicasque se hacen eco de los hechos de la vida de Adriano.

Por estos cauces se difunde el texto en la península Ibérica, confor-mando dos versiones. La primera, la más breve en su cuestionario, apareceen el capítulo 196 de la Estoria de España alfonsí, tomándola del texto deBeauvais; esta misma redacción se difunde en la rama del Bocados de Oroque cuenta la historia del rey Bonium de Persia, como capítulo final de esaplural estructura de dichos y sentencias de diversos sabios. La segunda, decuestionario más amplio y más prolija en los detalles del marco narrativo,configura uno de los capítulos del Liber de vita et moribus philosophorumde Walter Burley. Por último, una serie de alusiones extraídas del texto seutilizan en el Tractado de cómo al omne es nescesario amar, atribuido falsa-mente al Tostado, y que toma sus argumentos de obras sapienciales9.

La difusión por Europa de la Bàoj Seco›ndou se produjo a partir del sigloXII gracias a su traducción a la lengua latina, tarea que acometió en lasegunda mitad del siglo Willelmus Medicus y que constituyó no sólo unatraducción más de la obra y una verdadera reelaboración, sino también elpuente para su enorme difusión en los siglos siguientes, tanto en versioneslatinas como vulgares10. La gran novedad de la versión de Guillermo no se

7. El orden y contenido de las preguntas es el siguiente: universo, océano, Dios, día,sol, luna, tierra, hombre, belleza, mujer, amigo, labrador, gladiador, nave, navegante, riqueza,pobreza, vejez, sueño y muerte.

8. Véase Eugène Revillout, «Mémorie sur le philosophe Secundus d’aprés la compa-raison des textes arabes, grecs, syriaques qui nous sont parvenus», Comptes rendus de séancesde l’Académie des Inscriptions et des Belles Lettres, 17 (1872), págs. 103 y sigs. y 217 y sigs.

9. Véase Pedro Cátedra, Del Tostado sobre el amor, Barcelona: Stelle dell’Orsa, 1986. 10. La transmisión del saber, objetivo primordial del texto, explica el interés por tradu-

cirlo al vernáculo. Sobre las diversas traducciones vulgares véase ,Vincent of Beauvais andAlexander the Great. Studies on the «Speculum Maius» and its translations into medievalvernaculars, edición de W. Jan Aerts, Edmé Renno Smits & Johannes B. Voorbij, Groningen:

TRADUCCIONES, ADAPTACIONES E IMITACIONES DEL «SPECULUM MAIUS» 399

halla tanto en la Vida como en las Sentencias, pues amplía el número delas mismas de veintiuna a setenta y una11.

La versión de Guillermo tuvo una amplia repercusión en la Edad Medialatina. La más inmediata fue la versión que Vicente de Beauvais incluyó ensu Speculum historiale. Se trata de una versión abreviada de la Vida ySentencias de Segundo con un total de treinta y cuatro demandas. Peroquien dio más divulgación literaria a esta vida ejemplar fue Walter Burley(1275-1345) al incluirla en el capítulo 122 de su Liber de vita et moribus philo-sophorum. En lo que concierne a la Vida, el texto de Burley sigue muy decerca la versión de Vicente de Beauvais, pero en las Sentencias supera elnúmero que da éste, llegándose a contabilizar un total de sesenta y ochodemandas. Todas las que no se hallan en Beauvais proceden de Guillermo,aunque en diferente orden.

El Speculum historiale y el Liber de vita et moribus philosophorum, dosobras de carácter enciclopédico de enorme difusión en toda la Edad Media,posibilitaron que el Bàoj Seco›ndou se difundiera por toda Europa12 y setradujera a las lenguas vernáculas. La obra de Burley hizo que Segundoformara parte de la galería de sabios antiguos que conforma su colección;

Egbert Forsten, 1986; Lloyd Daly & Walther Suchier, The Altercatio Hadriani Augusti et Epic-teti Philosophi and the Questions-and-Answer Dialogue, Illinois: University of Illinois Press,1939, págs. 63-70; Ben E. Perry, Secundus the Silent Philosopher, Ithaca: Cornell UniversityPress, 1964, págs. 42-52.

11. A partir de la pregunta veintidós, Willelmus Medicus adiciona material que loscríticos han señalado como procedente de la Altercatio Hadriani Augusti et Epicteti Philo-sophi y de la Disputatio regalis et nobilissimi juvenis Pippini cum Albino Scholastico.

12. Sobre la influencia de la Vita Secundi en las literaturas europeas véase PaulineAiken, The influence of the ‘Speculum Maius’ of Vincent of Beauvais on the works of Chaucer,tesis doctoral de la Universidad de Yale, 1934; Constance B. Hieatt, «Charlemagne in Vincent’sMirror: the Speculum Historiale as a source of the old norse Karlamagnus Saga», Florile-gium, 1 (1979), págs. 186-194; Serge Lusignan, «La reception de Vincent de Beauvais enlangue d’oïl», en Wissenorganisierende und wissensvermittelnde Literatur im Mittelalter,edición de Norbert R. Wolf, Wiesbaden: Wissenorganisierende im Mittelalter, 1987, págs. 34-45; S. Lusignan, ,«En passant par la Lorraine… Une traduction partielle et anonyme du‘Speculum historiale’ de Vincent de Beauvais», en Le nombre du temps en hommage à PaulZumthor, Paris & Genève: Champion & Slatkine, 1988, págs. 153-163; Gianni Mombello,«Traductions françaises des fables de Speculum historiale (XIVe-XVe siècles)», Reinardus, 8(1995), págs. 49-61; Rüdiger Schnell, «Zur volkssprachlichen Rezeption des Speculum histo-riale in Deutschland. Die Alexander-Geschichte in den Excerpta Chronicarum», en Vincentof Beauvais and Alexander the Great, págs. 101-126; Arpad Steiner, «G. Perrault and Vincentof Beauvais», Speculum, 8 (1933), págs. 51-58; Michel Tarayre, Miracles et merveilles chezVincent de Beauvais et comparaison avec des textes en langue vernaculaire, tesis doctoralde la Universidad de Montpellier, 1997.

JORGE SÁENZ HERRRERO400

la de Vicente de Beauvais que volviera, como obra autónoma, a los caucesde su primitiva difusión.

Ambas versiones, la de Vicente de Beauvais y la de Walter Burley, setradujeron en la Castilla medieval. Nosotros nos ocuparemos a partir deahora exclusivamente de la primera.

No hay huellas de la presencia de la Vita Secundi en Castilla con ante-rioridad a su inclusión en la alfonsí Estoria de España. La versión de Vicentede Beauvais formó parte del gran proyecto historiográfico que el rey AlfonsoX llevara a cabo hacia 1270, siendo intercalada en el capítulo 196, en el cualse narra el primer año del gobierno de Adriano.

Es ya proverbial el especial interés que el rey Alfonso X puso en lacompilación y traducción de obras sapienciales13, interés sobre el cual talvez influyó la educación recibida por su padre, ya que a Fernando III ledebemos una de las escasas obras sapienciales de datación más o menoscierta, el Libro de los doze sabios.

No nos debe extrañar que el Rey Sabio incluyera la Vita Secundi en sucrónica, pues Alfonso X quiso trabajar con el mismo espíritu que lo hacíanlos sabios antiguos a los que tanto admiraba, y la única manera que estossabios habían encontrado de que el saber no se perdiera era ponerlo porescrito. Además, la imagen de Adriano, el emperador romano español,disputando con filósofos convenía con los intereses de Alfonso, quienquería mostrar cómo este emperador enalteció el linaje español:

Et sabet que est emperador Adriano fue natural d’Espanna, bien cuemoTraiano, su tio; et fue omne muy sabio en griego et en latin, et no tansolamientre en lo fablar, mas en todas las artes que en estas dos lenguasson; ca en musica, que es ell arte de cantar, era muy grand maestro; eten fisica, muy sabio a grand marauilla, et assi sabié acordar canto concanto, et palaura con palaura, que no semeiaua que lo auié de sotilezani de ensennamiento, mas que lo obraran en ell por la arte de la fisicasegund natura maestros sabidores de las estrellas14.

La versión de Vicente de Beauvais de la Vida de Segundo se difundiótambién en copias independientes y en copias que contienen una segundaredacción de la obra Bocados de Oro, que antepone siete capítulos iniciales

13. Véase Alan Deyermond, Historia de la literatura española. I. Edad Media, Barce-lona: Gredos, 1973, págs. 181-184.

14. Primera Crónica General de España, edición de Ramón Menéndez Pidal, Madrid:Gredos & Seminario Menéndez Pidal, 1977, I, pág. 145.

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que narran la aventuras de Bonium, rey de Persia, en busca de la sabi-duría15. En todos los casos se trata de una misma versión con variantesmeramente gráficas o textuales. Esto nos hace conjeturar que su apariciónen Castilla tal vez se deba pura y exclusivamente a su utilización comomaterial historiográfico y a partir de aquí haya logrado su popularizacióny su difusión autónoma.

La versión de Vicente de Beauvais fue traducida en su totalidad, respe-tando tanto la Vida como las Sentencias. Va dirigida a un lector poco versadoen latín pero interesado, por razones diversas, en el contenido que trans-mite la literatura sapiencial. Por lo tanto, la intención de la traducción eseminentemente divulgativa: se ofrece un texto en romance destinado aaquellos lectores desconocedores del latín que quieren acercarse a estostextos en los que encuentran algún provecho.

En líneas generales, la versión es muy cercana al original de Beauvais,fiel en todo momento a su estructura y contenido. Ningún elemento nuevose agrega a la biografía ejemplar ni nada se adiciona a las sentencias. Sípodemos observar variaciones que derivan de la forma de traducir la obrao, a veces, de la versión manuscrita utilizada. Por ejemplo, «At illa consen-tiens ancillae, vespere fecit eum ad se introduci»16, se traduce del siguientemodo: «E la syruienta tanto fizo que lo otorgo la madre, y mandole que gelolleuase de noche al lecho»17. Este fragmento revela que lo que se ha tradu-cido es el sentido más que las palabras expresas del texto latino.

En ningún momento introduce el traductor su voz en el discurso oextensas digresiones como las que pueden encontrarse en otras traduc-ciones medievales. No añade, por tanto, información nueva a las líneasargumentales del original o modifica su sentido. Desea conseguir la máximaclaridad posible y verter el contenido en su integridad dentro de un criterio

15. San Lorenzo de El Escorial, Monasterio, ms. h.III.1, fols. 145r-146v; Salamanca,Biblioteca Universitaria, ms. 1763, fols. 86r-86v; Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 9204, fols.76v-78r; San Lorenzo de El Escorial, Monasterio, ms. e.III.10, fols. 93v-95v; Biblioteca particularde Bartolomé March Severa, ms. 283, fols. 224r-226v; Madrid, Biblioteca Nacional, impresoI-187, fols. 47v-48r; Madrid, Biblioteca Nacional, impreso R-2544, fols. 46v-47v; Madrid,Biblioteca Nacional, impreso R-11851, fols. 3r-6r.

16. Todas las citas latinas de la Vita Secundi proceden de Vicente de Beauvais, Speculumhistoriale X, 70-71 (Vincent de Beauvais, Speculum Maius, Graz: Akademische Druck &Verlagsanstalt, 1965, IV, págs. 392-393, edición que reproduce el impreso de la obra reali-zado por Baltazaris Belleri en 1624).

17. Utilizamos para las citas en romance castellano la traducción del manuscrito h.III.1(fols. 145r-146v), conservada en la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

JORGE SÁENZ HERRRERO402

de inteligibilidad cultural y lingüística. De este modo, acerca al lector a lamateria y estilo del texto sin perder por ello la comprensión.

Sin embargo, no siempre se respeta la integridad del original latino, yencontramos en el texto castellano algunas adiciones. Por ejemplo, «Quandoera ninno, enbiaronle a las escuelas a lees, y duro aquello mucho tienpofasta que fue muy grant maestro. Y oyo alla dezir que non avia en el mundomuger casta. E desque fue acabado en todo el saber de la filosofía, tornosepara su tierra»18. En este pasaje, el sintagma «y duro aquello mucho tienpofasta que fue muy grande maestro» es, en verdad, una repetición de «Tandemin philosophia perfectus».

Cuando Segundo se impone su pena, el texto castellano dice: «Y fuesepara Atenas, a las escuelas. Y el biuiendo alli y faziendo buenos libros ynunca fablando», aclaración que no aparece en el texto latino. Al saludarloAdriano, Segundo no contesta «ille autem tacuit» es traducido en el textocastellano por «Y Segundo callo y non le quiso fablar ninguna cosa», adicio-nando una segunda cláusula que es una intensificación de la primera.

Al traducir el pasaje «Loquere ei in via, et persuade ei vt loquatur», eltexto castellano añade también una cláusula final con el propósito de expli-citar la pena y hacer más tenso el desarrollo del relato: «Vele consejandopor el camino que fable y non quiera morir». Lo mimo ocurre en «si veronon responderit: sy non quisiere fablar por miedo de muerte».

Antes del pasaje «Sed ille vitam suam paruipendens, mortem tacitusexpectabat» se antepone una cláusula: «Y el filosofo non tomo en nada suconsejo y despreçiando la vida esperaua callando la muerte». Lo mismoocurre con «Apprehendens igitur eum venit ad Adrianum: Y quando laguardia vio aquello, tomolo por la mano y lleuolo al enperador».

Otro fenómeno curioso es observar cómo se reinterpretan algunos pasajesdel texto latino. Por ejemplo, el texto castellano transforma «nemine domes-ticorum» en «ninguno que y fuese»; «si persuaderet matri» es reinterpretadoexplicitando las aparentes intenciones que persigue el mancebo: «sy guisasecomo yuguiesse su madre con el»; «inter ubera illius dormiuit vsque mane.Mane autem» se traduce como «y durmiose çerca della toda la noche, biencomo çerca de su madre. Y quando vino la mannana», eliminándose la repe-tición mane-mane que ofrece el original latino. En ocasiones, el traductoradapta la obra latina a su entorno social. Así, el verdugo se convierte enguarda: «mando llamar vno de sus guardas que avie nonbre Tripon»19.

18. Vicente de Beauvais, Speculum historiale X, 70: Hic enim adhuc paruulus addiscendum missus, audiuit in scholis verbum huiusmodi, quod omnis mulier fornicatrix essetet impudica. Tandem in Philosophia perfectus remeauit in patriam suam.

19. Vicente de Beauvais, Speculum historiale X, 70: Tirpon vocans quendam spiculatorem.

TRADUCCIONES, ADAPTACIONES E IMITACIONES DEL «SPECULUM MAIUS» 403

Hay otras reinterpretaciones que resultan de dar al texto castellano unadiferente formulación sintáctica. «Ducebatur autem Secundus a spiculatoread locum tormentorum» se traduce como «E louolo estonçes la guardaonde tormentauan los onbres». Tal vez en este pasaje el traductor hayaquerido simplificar la expresión, pasando a la voz activa lo que en el textolatino era voz pasiva. Por otro lado, en su deseo de ser más llano, eltraductor simplifica el sintagma «Ille extendens ceruicem silentio vitam post-posuit» en una frase menos metafórica que intensifica el silencio del filó-sofo: «Y el tendiola, y non quiso fablar».

Hay, además, algunas omisiones en el texto castellano. «Extendeceruicem, et suscipe in ea gladium» es reducido a «Tiende la çeruiz»; en laSentencia I se suprime el final, «aeternus tenor, circuitus sine errore»; enla V se omite «larga roris»; y en la IX, «humanum mancipium».

El siguiente pasaje, «Illa autem recognitans in semetipsa, et non ferensconfusionem examinata est», es adaptado, por ejemplo, a la fraseología propiadel siglo XIII, pero en el momento de traducir confusionem no se pudo evitaramplificar agregando el adjetivo grande: «Y ella, como lo oyo, començo apensar y non pudo sofrir su grande confundimiento y cayo en tierra muerta».

Otros casos claros de amplificación los presentan las traducciones de«Tunc Adrianus admiratus Philosophi continentiam», vertido al castellano así:«E estonçes Adriano marauillose mucho de como se podie tener el filosofode fablar tan porfiosa mente»; y de «tandem in Philosophia perfectus», cuyatraducción amplifica la frase tan sólo para explicitar el transcurso del tiemposin añadir nada nuevo: «y duro aquello mucho tienpo fasta que fue muygrant maestro».

Uno de los problemas que se encuentra el traductor medieval20 es la rela-tiva pobreza léxica de las lenguas romances21. En las traducciones de la Edad

20. Véase Curt J. Wittlin, «Les traducteurs au Moyen Âge: observations sur leurs tech-niques et difficultés», en Actes du XIII Congrès International de Linguistique et PhilologieRomanes. Québec, 1976, Québec, 1986, II, págs. 601-611. En este artículo, Wittlin ofreceuna buena descripción del traductor medieval, sistematizando, además, los errores másfrecuentes a que dan lugar las copias medievales.

21. Ante la imposibilidad de encontrar una sola palabra que vierta el contenido semán-tico del término latino, el traductor tiene varias opciones. La más fácil es adoptar la palabralatina y adaptarla al castellano. El latinismo puede ser introducido sin más o puede ir acom-pañado de otra palabra romance de significado parecido. Si el traductor opta por respetarlas posibilidades de la lengua romance y limitarse a ellas, puede trasladar la palabra latinamediante dos o más vocablos. Si se emplea esta técnica, cada una de las palabras empleadasañadiría parcialmente un rasgo concreto del contenido semántico del término latino, siendola suma de todos ellos el significado global de la palabra. O bien puede sustituir el vocablooriginal por un circunloquio o una perífrasis.

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Media, un recurso habitual para contrarrestar este inconveniente consisteen repartir los elementos significativos del vocablo latino en una serie depalabras unidas mediante conjunciones copulativas o mediante expresioneshechas (como que + verbo)22. En la traducción del texto de Beauvais estasseries forman casi siempre bimembraciones unidas mediante una conjun-ción copulativa.

Así, encontramos algunas bimembraciones de adjetivos o verbos: «comacapitis, et barba prolixa»: «los cabellos de la cabeça muy luengos y la baruamuy grande»; «Qui dixit: Nequaquam domina mater»: «Y el rrespondio y dixo:Non, madre señora»; «et si quidem persuasus respondeat»: «Y sy vieres quete cree y te respondiere». Como puede verse, ninguna de estas bimembra-ciones añade ningún elemento nuevo al relato, sino más bien intensificanacciones o descripciones con el fin de agregarle más dramatismo al relato.

En las Sentencias, el texto castellano no puede mantener la concisióndel latino y, por tal motivo, muchas veces sus respuestas no están cons-truidas por grupos de dos palabras o construcción con genitivo, sino porlargas perífrasis. Así, en la pregunta XVI, «Aeternus somnus» deviene en«Suenno que dura por syenpre», e «inevitabilis eventos» en «avenimientoque non puede ser escusado»; en la pregunta XIX, «Sexus discretio» en «Repar-timiento de macho a fenbra»; en la XXXI, «Cursus indeficiens» en «Cosa quenon fallesçe». Mediante la utilización del recurso de las perífrasis, el traductorconsigue una mayor naturalidad en la prosa.

Todos estos procedimientos de traducción caracterizan al texto caste-llano como una versión que quiere explicitar todos los elementos del relatoy ofrecerlo en una expresión llana, con el fin de potenciar el carácter ejem-plar de la Vida y allanar las respuestas metafóricas de las Sentencias.

Más allá de las traducciones y sus características de la versión de Vicentede Beauvais en la Castilla medieval, la Vida de Segundo fue citada confrecuencia como fuente de autoridad y ejerció su influencia de diversos modos.

Por ejemplo, en los nueve enigmas que propone Tarsiana en el Librode Apolonio, uno de ellos posee igual motivo que la adivinanza XXXI deBeauvais23. En este caso, si bien coincide el tema, varía la formulacióntanto de la pregunta como de la respuesta:

Dixo: «Dime, ¿quál es la cosa, preguntó la mallada, que nunca seye queda, sienpre anda lazdrada,

22. C. J. Wittlin, «Les traducteurs», pág. 604. 23. Vicente de Beauvais, Speculum historiale X, 71: Quid sunt flummina? Cursus inde-

ficiens, refectio solis, irrigatio terrae.

TRADUCCIONES, ADAPTACIONES E IMITACIONES DEL «SPECULUM MAIUS» 405

los huéspedes son mudos, da bozes la posada?Si esto adeuinases, sería tu pagada».«Esto, diz Apolonyo, yo lo uo asmando:el río es la casa que corre murmujando,los peçes son los huéspedes que sienpre están callando»24.

La primera cita expresa que encontramos de la Vita Secundi en Castillala hace fray Gil de Zamora en su De preconiis Hispanie. El franciscano, alhablar de los hombres que honraron a España, incluye a Adriano y señalaa Segundo como uno de los preclaros hombres de su imperio: «Floruitetiam hiis temporibus Secundus Philosophus qui philosophatus est ovnitempore silentium servans; causa autem silentii in suo libro demostratur»25.Gil de Zamora reproduce aquí casi literalmente el comienzo de la versiónde Vicente de Beauvais26.

Perteneciente al círculo del rey Sancho IV, Maestre Pedro, autor de untratado titulado Libro del consejo e de los consejeros, utiliza la demandanúmero 10 de la versión de Vicente de Beauvais27 para definir qué seentiende por amigo: «Onde nos cuenta aqui vn sabio que ha nonbreSegundo que cosa es amigo. E amigo es dicho nonbre muy deseada cosaque adur se parte, conorte de mal andanza»28.

Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X y educado en el círculo real deSancho IV, conoció la versión alfonsí de la Vita que aparecía intercaladaen la Estoria de España, la cual resume hacia 1320 ó 1325 en el capítulo212 de su Crónica abreviada. El texto comienza así: «Otrosi dizen que eneste tienpo ovo vn philosopho que dezian Segundo e dixol muchas buenascosas, segunt fallaredes en este capitulo»29.

La Vita Secundi no se circunscribió a servir únicamente de fuente deautoridad. Ejerció su influencia sobre el marco narrativo del Diálogo deEpicteto y el emperador Adriano. Este diálogo, que circuló en el siglo XIII

24. Libro de Apolonio, edición de Dolores Corbella, Madrid: Cátedra, 1999, págs. 240-241.25. Fray Gil de Zamora, De preconiis Hispanie, edición de Manuel de Castro y Castro,

Madrid: Universidad Complutense, 1955, pág. 70.26. Vicente de Beauvais, Speculum historiale X, 70: Temporibus Adriani floruit Secundus

Philosophus; qui philosophatus est, omni tempore silentium seruans. 27. Vicente de Beauvais, Speculum historiale X, 71: Quid est amicus? Desiderabile

nomem, homo vix apparens, infoelicitatis refugium, indesinens foelicitas.28. Maestre Pedro, Libro del consejo e de los consejeros, edición de Agapito Rey, Zara-

goza: Biblioteca del Hispanista, 1962, págs. 36-37.29. Don Juan Manuel, Obras completas, edición de José Manuel Blecua, Madrid: Gredos,

1983, II, pág. 620.

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y fue reelaborado en el XIV, toma algunos motivos de la Vita Secundi: a)el príncipe que encomienda la educación del niño a otra persona para queaprenda a leer y escribir; b) la transformación del mancebo en sabio; y c)el acrecentamiento de la fama hasta ser llamado por el emperador Adriano.

En fin, las traducciones, las citas en textos de tan variada naturaleza yla profunda influencia que ejerció la Vita Secundi nos dan muestra de suvigorosa actualidad durante toda la Edad Media castellana. Pero, ¿por qué?

Puestos a intentar esclarecer esta pregunta, lo primero que debemostener en cuenta es que durante el siglo XIII se tradujeron y compilaron enCastilla una serie de obras que, aunque hayan sido tradicionalmente agru-padas por los estudiosos como Literatura sapiencial, son representantesde un grupo heterogéneo de tendencias literarias. Por una parte, hallamosun grupo de obras que podemos calificar como colecciones de sentencias,que conforman su conjunto textual sobre la base de la aglutinación desentencias. Tal es el caso del Libro de los buenos proverbios y Bocadosde Oro. Otras, en cambio, las podemos agrupar dentro de los diálogos depreguntas y respuestas, tales como el Diálogo de Epicteto y el emperadorAdriano, la Vida de Segundo o la Historia de la doncella Teodor (a esamisma tradición pertenece el Sendebar). El grupo más importante de obraslo componen los tratados designados como espejos de príncipes, siendo elCalila e Dimna el único representante de una forma puramente oriental.

A diferencia de Teodor o de Epicteto, obras en las que el marco narra-tivo se aprovecha para dar cuenta de la formación que se quiere trans-mitir, en Segundo se modela una historia más compleja. De ese contenidopedagógico, descrito de un modo sumario, surge la intriga que vertebra lavida del filósofo y su principal rasgo: el mutismo, así como la gran para-doja que se presenta: el silencio convertido en cobertura del saber y enprotección de su dueño, el filósofo.

Los hechos del filósofo anteceden a los dichos y los iluminan con laverdad que se desprende de unas rigurosas pautas de comportamiento.No preocupa sólo la transmisión de un contenido, sino la determinaciónde una conducta que permita albergar ese conjunto de ideas. Por ello, lasvidas de estos filósofos adquieren la categoría de exemplum, viéndose obli-gados a protagonizar unas acciones que los convierten en paradigmas deunas virtudes o en defensores de los principios que predican.

El extraño debate que mantienen filósofo y emperador constituye elnúcleo del relato. Adriano planteará un cuestionario para verificar el gradode sabiduría de su oponente, que responderá desde una dignidad insul-tante, exhibida con todo rigor en las primeras anotaciones que escribe en

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su tablilla. Éste es el mismo desprecio con que, tradicionalmente, los filó-sofos despachan a los inoportunos reyes que entorpecen su pensamiento.

El texto de la Vita Secundi, al igual que en el caso de la Historia de ladonzella Teodor y del Diálogo de Epicteto y el emperador Adriano, entronca,pues, con una tradición escolar en la que se busca configurar una hábilestructura de preguntas-respuestas, con la finalidad de tornar asequibleese contenido y de propiciar su fácil memorización30. A diferencia de Epic-teto, en Segundo se formulan cuestiones de índole filosófica, no bíblicas,y además con otro criterio, puesto que el saber de Segundo es interior,surge de ese silencio que se ha impuesto a sí mismo y se muestra en lasapretadas definiciones que va dando a cada cuestión que se le plantea.La indagación de Segundo cumple los fines de los tratados sapienciales,pendiente sólo de afirmar unos principios esenciales del conocimientohumano.

30. Véase Feliciano Delgado León, «Una gramática medieval de Vicente de Beauvais»,Alfinge, 3 (1985), págs. 21-28; Irina Nanu, «Vicente de Beauvais: Tratado sobre la educaciónmoral del Príncipe», Memorabilia: boletín de literatura sapiencial, 7 (2003), págs. 1-5; JavierVergara Ciordia, «Vicente de Beauvais y el Speculum maius, 1244-1259», en Docencia y forma-ción. Homenaje al profesor José Luis González-Simancas, edición de Javier Laspalas Pérezet alii, Pamplona: Eunsa, 1998, págs. 295-323, y «El aprendizaje en la Edad Media o la síntesisclásica de un pretomista: Vicente de Beauvais (1190-1264)», en Historia y teoría de la educa-ción. Estudios en honor del profesor Emilio Redondo García, edición de Javier Laspalas Pérez,Pamplona: Eunsa, 1999, págs. 359-382; id., «El sentido del saber en la Escolástica medieval»,Espacio, Tiempo y Forma. Serie III. Historia medieval, 13 (2000), págs. 421-434.

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