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Notas sobre la Triple A y la represión en el período constitucional 1973- 1976.1
Hernán José Merele
UNGS/IDH/MHC
Introducción:
En la actualidad existe cierto consenso en considerar que el accionar represivo desplegado
en la última dictadura no irrumpió de manera abrupta con el golpe de Estado del 24 de
marzo de 1976, sino que ya se hallaba presente en el período constitucional previo. Sin
embargo, este acuerdo básico encuentra sus límites al momento de establecer cuáles fueron
las características de este accionar, qué similitudes y diferencias guardó con el período
dictatorial y cuáles fueron las continuidades y rupturas entre ambos. El problema es
complejo, ya que si bien es posible ubicar ambos períodos en un continuo de prácticas
represivas, no hay que perder de vista que el shock represivo implementado durante la
última dictadura resultó ser de una intensidad inédita en nuestra historia. No obstante, sin
que ello condicione nuestra mirada sobre las modalidades represivas implementadas
durante este período, de modo tal de presentarlas como el “germen” o “preámbulo de”.2
Lejos de ser una cuestión de magnitud, la represión ejercida durante el período 1973- 1976
presenta características propias y particulares, que la distinguen del proceso puesto en
marcha por la dictadura, y es producto de las condiciones políticas y sociales existentes. En
este sentido, el regreso del peronismo al poder tras dieciocho años, terminaría exacerbando
sus contradicciones internas irresueltas, contradicciones que al ser incorporadas al
gobierno, terminarían sumiéndolo en una crisis. En este marco, el proceso represivo
1Las cuestiones que aquí se plantean surgieron en el marco del taller “La represión en la historia reciente argentina: modalidades locales y regionales y estudios de caso. Intercambios y debates sobre experiencias de investigación”. Rosario, Museo de la Memoria, 24 y 25 de abril de 2014. 2 Entre muchas propuestas distintas: Roberto Pittaluga (2006), establece una continuidad represiva hasta la masacre de Trelew en 1972, por su parte, los investigadores pertenecientes al Centro de investigaciones en ciencias sociales (CICSO) señalan su inicio con los bombardeos de 1955, véase Inés Izaguirre et al. (2007), incluso hay autores que llegan a extender esta continuidad hasta la “Semana Trágica” de 1919 (González Janzen, 1986). Por otro lado, Horacio Verbitsky (1986), encuentra en la masacre de Ezeiza el “germen” de la dictadura militar inaugurada el 24 de marzo de 1976 (1986: 9), mientras que Marín (2007), caracteriza este trienio como el “período de acumulación primitiva del genocidio”.
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comenzaría a ser ejecutado al interior del propio movimiento peronista, para luego alcanzar
a distintos grupos.
***
Los primeros acercamientos a esta problemática serán ensayados en los tempranos años del
regreso democrático, a partir de una serie de trabajos testimoniales y periodísticos que
otorgarán centralidad a la Triple A y la actuación del ejército en el “Operativo
Independencia”.3
Utilizados como variables explicativas sin un análisis del contexto
político y social que los albergó, ambos hechos terminarían adquiriendo un carácter de
“anormal” o en su defecto, de “irracional”. No obstante, como nos muestran distintos
trabajos llevados a cabo en los últimos años, lejos de constituir una excepción al interior del
período 1973- 1976, ambos sucesos formaron parte de un proceso represivo más amplio,
dirigido desde el gobierno constitucional peronista, destinado a combatir al enemigo
interno asociado con la “subversión”. 4
En consonancia con estos últimos, el presente
trabajo sostiene la existencia de un sentido común sobre la Triple A, formulado en plena
transición democrática, que asigna a esta organización parapolicial la autoría de alrededor
de dos mil asesinatos e innumerables atentados ocurridos en el lapso que va de 1973 a
1976, actuando bajo órdenes del ministro de Bienestar Social José López Rega. A partir de
ello, nos proponemos demostrar que: por un lado, esto es aceptado sin más, y la discusión
está centrada en todo caso en el rol jugado por Perón en su conformación. Por el otro, que
la utilización acrítica de esta denominación no fue en modo alguno inocua, y en definitiva
resultó funcional al intento de reconstrucción del tejido político y social perseguido desde
el regreso a la democracia, fin que justificó la expiación de culpas de distintos actores
políticos y sociales en este proceso.
3 Se denominó “Operativo Independencia” a la actuación del Ejército y la Fuerza Aérea, llevada a cabo en la
provincia de Tucumán durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón y los primeros meses de la dictadura (Decreto Nacional Nº261/75), para aniquilar a la compañía Ramón Rosa Jiménez del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Durante este operativo las FFAA utilizarían entre otras metodologías el secuestro, la tortura y desaparición forzada de personas. 4 Entre los trabajos más importantes escritos recientemente sobre el tema véase: Izaguirre, Inés et al.
(2009), Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina, 1973 – 1983, Antecedentes, desarrollo, complicidades, Buenos Aires, Eudeba; Servetto, Alicia (2010), 73/76: El gobierno peronista contra las “provincias montoneras”, Buenos Aires, Siglo XXI; y Franco, Marina (2012), Un enemigo para la nación: orden interno, violencia y subversión 1973 – 1976, Buenos Aires, Fondo de Cultura.
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Para llevar adelante esta propuesta realizaremos un análisis de distintas interpretaciones que
han contribuido de manera central a la conformación de este sentido común respecto de los
orígenes y la constitución de la Alianza Anticomunista Argentina.5 En contraposición,
plantearemos que la denominación Triple A utilizada por estas interpretaciones encubre la
acción de distintos grupos que actuaron en la represión durante nuestro período de estudio,
sin tener una vinculación con el Ministerio de Bienestar Social.
Cabe aclarar que no se trata aquí de desconocer el rol central jugado por la organización
parapolicial Triple A en la represión llevada a cabo en el período -ni mucho menos de diluir
culpabilidades de aquellos que ejercieron la represión durante el período dictatorial-, sino
de identificar con mayor claridad la responsabilidad de los distintos actores implicados en
este proceso. Responsabilidades que aún hoy siguen sin ser juzgadas. En tal sentido, la
reactivación de la causa Triple A y la declaración de sus crímenes como delitos de lesa
humanidad por parte del juez Norberto Oyarbide en el año 2006 despertó numerosas
polémicas en los ambientes político y sindical, tal es el caso del sindicato “La Fraternidad”,
que con este motivo cubrió la Capital Federal con afiches que expresaban un amenazante
“No jodan con Perón”, luego de que el citado juez imputara a Isabelita y -en determinados
medios- se hicieran conjeturas sobre la posible responsabilidad del ex presidente Juan
Domingo Perón en la conformación de esta agrupación parapolicial. Esta reacción por parte
de un sindicalismo reticente a examinar su actuación durante aquellos años- parece haber
tenido cierto efecto, y actualmente la causa Triple A se encuentra virtualmente estancada.
En cuanto a la responsabilidad de los partidos políticos y de la sociedad en general respecto
de la violencia política durante el tercer peronismo, la justicia aún no ha dado muestras de
estar interesada en ellas, y teniendo en cuenta el incipiente camino iniciado hacia el
5 La noción de “sentido común”, utilizada en este trabajo responde a la formulación realizada por Antonio Gramsci en su trabajo “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce”, donde la define como: “los caracteres difusos y dispersos de un pensamiento genérico de cierta época y de cierto ambiente popular”. Véase: Gramsci, Antonio (1971), El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 14. Por otra parte es necesario señalar que este trabajo coincide con la apreciación de Luis Carnaghi y su “sentido común sobre la derecha”, expresada en: Carnaghi, Juan Luis (2010), La construcción de un sentido común sobre la “derecha peronista” de los años ’70, Antítesis, vol. 3, n. 6, jan.- jun., 2010.
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esclarecimiento de la participación y el apoyo civil a la dictadura, creemos que es difícil
pensar que en el corto plazo pueda modificarse esta situación.
Paino y su “Historia de la Triple A”
La entrada en escena de la Triple A fue objeto de especulaciones y versiones encontradas.
El propio gobierno peronista se encargaría de poner en duda su veracidad en declaraciones
como la que el ministro de interior Antonio Benítez hiciera ante la prensa: “no sabemos si
en realidad existe o no la Triple A; ignoramos si es la propia izquierda terrorista con una
nueva denominación” (Gonzales Janzen, 1986: 19). Sin embargo, la incógnita comenzaría a
develarse a partir de un artículo del periodista Heriberto Kahn publicado el 6 de julio de
1975 en el diario La Opinión, que daba cuenta de una denuncia efectuada por el Jefe de
Estado Mayor Conjunto, Jorge Rafael Videla, sobre el accionar de la Triple A.6 Kahn
afirmaba, además, que la presentación judicial fue acompañada de una carpeta conteniendo
información probatoria, y que una copia de la misma habría sido entregada a la presidente
María Estela Martínez de Perón, en abril de ese año. El artículo provocaría un verdadero
escándalo y comenzaría a sellar el fin de la suerte de López Rega, al tiempo que señala el
momento en el cual su actividad represiva dejó de coincidir con los objetivos de las Fuerzas
Armadas. Una semana después se daría curso a la causa “Radrizzani Goñi denuncia a
Triple A”,7 causa en la que a mediados del siguiente año prestaría declaración Horacio
Salvador Paino, un ex oficial instructor del Colegio Militar de la Nación que desempeñó el
cargo de jefe de prensa y difusión en el Ministerio de Bienestar Social entre mayo de 1973
y abril de 1974. En su testimonio Paino sostuvo haber organizado la Triple A por pedido
del ministro y secretario personal de Perón, José López Rega, quien deseaba “crear una
organización que pueda combatir al terrorismo en su propio terreno, con sus mismas armas:
con su falta de ética y moral. Lo que por sus reglamentos y leyes no pueden hacer la
Fuerzas Armadas ni la Policía” (Paino, 1984: 42). Conformada y financiada desde el
6 Para una mayor cobertura de las alternativas suscitadas en torno de este artículo véase: Kahn, Heriberto
(1979), Doy Fe, Buenos Aires, Losada. 7 El 11 de julio de 1975, el abogado Radrizzani Goñi denunció a José López Rega, ministro de Bienestar Social y secretario privado de la presidenta Isabel Martínez de Perón, a su jefe de custodios, Juan Ramón Morales, y al jefe de la custodia presidencial, comisario Rodolfo Eduardo Almirón como los líderes de la organización clandestina Triple A. El disparador de dicha denuncia fue el mencionado artículo de Heriberto Kahn.
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Ministerio de Bienestar Social, su jefe operativo era el propio José López Rega, a quien
respondían ocho grupos ejecutivos (células), integrados por personal perteneciente a su
custodia. Esta organización se completaba con la Juventud Peronista de la República
Argentina (JPRA) como grupo de apoyo, y se vincularía en la provincia de Buenos Aires
con distintas seccionales de la UOM (Bahía Blanca, Avellaneda, San Martín). Por su parte,
a nivel nacional la Concentración Nacional Universitaria (CNU) les daría presencia en
Chaco, Córdoba y Formosa. Esta estructura se mantendrá según Paino hasta la renuncia y
salida del país de López Rega en julio de 1975, momento en el cual la Triple A sería sacada
de circulación por el ejército, reestructurada y vuelta a poner en funcionamiento hacia
1976, a las órdenes del coronel Jorge Suárez Nelson.
Otro testimonio que ayudaría a conformar este sentido común sería el brindado por el ex
inspector de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández.8
Según este primer
arrepentido -Paino no se considera como tal- Las AAA se conformó con dos vertientes: la
primera, vinculada al comisario Alberto Villar, cuya existencia se remonta a 1971, estaba
integrada por el grupo de oficiales de la policía federal conocido con el nombre de “Club
de las caras felices”,9 y la segunda -y principal- a las órdenes de López Rega, la cual estaba
integrada por la custodia del Ministerio de Bienestar Social, encabezada por los oficiales de
la Policía Federal Juan Ramón Morales y Rodolfo Eduardo Almirón (ambos rehabilitados
luego de ser exonerados de la fuerza por la comisión de delitos comunes). Fernández
señalaría además la vinculación que esta organización parapolicial tenía con el Comando de
8 Testimonio de Rodolfo Peregrino Fernández ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (C.A.D.H.U) 29 de marzo de 1983, Ginebra, Suiza. 9 El “Club de las caras felices” era una logia policial dirigida por el comisario general Alberto Villar, quien se desempeñaba hacia 1971 como Director General de Orden Urbano, cargo que comprendía la jefatura de los principales cuerpos represivos policiales: Guardia de Infantería, Policía Montada, Unidades móviles de Represión y División Perros. Estos cuerpos están especializados en la lucha contra la guerrilla urbana y en la represión política. Desde sus funciones oficiales, Villar comenzó a desarrollar en torno suyo una estructura paralela para la realización de acciones violentas ilegales. El “Club…” estaba integrado además por el comisario Roque Mancino, El principal José Famá (familiar de López Rega), el principal Jorge Mario Veyra, el principal Jorge Muñoz, el inspector Félix Farías, el inspector Gustavo Eklund, el principal Fausto Mingorance, el inspector Eduardo Beuille, y el inspector Eduardo Gutiérrez. Este grupo se reunía mensualmente para el adoctrinamiento ideológico con material de estudio de corte fascista, y el análisis detallado de distintos hechos represivos como la “Noche de los bastones largos”.
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Organización (CdeO) de Brito Lima, Julio Yessi de la JPRA, Norma Kennedy y el coronel
Jorge Osinde, todos ellos activos participantes de la “Masacre de Ezeiza”. 10
Más allá de la credibilidad o no de estos testimonios, lo cierto es que sus dichos ocuparían
gran espacio en la prensa ayudando a establecer un sentido común sobre la conformación y
el accionar de esta organización. 11
Este sentido común señala la responsabilidad de esta
organización en alrededor de dos mil asesinatos (cometidos contra militantes populares,
sacerdotes, políticos, abogados, periodistas, etc.), a lo largo del país. Cabe remarcar otro
rasgo que resulta central en este sentido común: la apelación a la personalidad delirante del
“brujo” para explicar el origen y accionar de esta organización. Argumento que sería
retomado una y otra vez por los medios de prensa y distintos trabajos testimoniales.
[…] Se trata de un paranoico, de una vitalidad más que extraordinaria para la simulación y de
una tenacidad asombrosa para lograr sus objetivos. Es el hombre del cálculo frío y de la
decisión despiadada, ornado con un sentimiento atroz de omnipotencia y, además, con todas
las seducciones que posibilita la histeria en acción” (Pinetta, 1986: 7).
Sus diálogos virtuales con el finado Perón no fueron una urticaria pasajera de Miami en la
vida onírica de José López Rega. Venían de lejos, al menos de 1966 o 1967, cuando creyó
que Perón había muerto y lo mantuvo en vida “sólo para que volviera al poder” (Gasparini,
2005: 191).
10 La “masacre de Ezeiza” será el episodio que marcará el punto de no retorno en el enfrentamiento entre los sectores más reaccionarios del peronismo y la Tendencia Revolucionaria; ocurrida el 20 de junio de 1973 -día del regreso definitivo de Perón al país tras 18 años de exilio-, aquella jornada, la seguridad del evento, integrada por distintos sectores de la derecha del peronismo -patotas sindicales, la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA); Comando de Organización (CdeO), Concentración Nacional Universitaria (CNU); Comando de Orientación Revolucionaria (COR) y la Alianza Libertadora Nacionalista; junto a miembros de fuerzas de seguridad (retirados y en actividad)- desatarían un enfrentamiento armado contra las columnas de Montoneros y FAR que intentaban ocupar los lugares más próximos al palco, provocando un saldo de 13 muertos identificados y 365 heridos (Verbitsky, 1986). Las consecuencias políticas de esta trágica jornada marcarán el fin del gobierno de Cámpora, y pondrán de manifiesto el alineamiento de Perón con los sectores más reaccionarios de su movimiento, posición que quedara de manifiesto en el discurso dado por el viejo líder al día siguiente de los sucesos. Ver: Verbitsky (1986) y Franco (2012). 11 El testimonio de Paino fue cuestionado desde un primer momento dado los antecedentes psiquiátricos del declarante, siendo descartado en la causa Triple A antes mencionada, por considerárselo un testigo mitómano y fabulador. No obstante el fiscal Aníbal Ibarra lo utilizaría para fundamentar la solicitud de extradición de López Rega realizada a Estados Unidos en el año 1986 (Gasparini, op. Cit. : 155).
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Como una forma de pensamiento no sistematizado, el sentido común es en muchas de sus
apreciaciones poco coherente y hasta contradictorio. 12
Por ello, al momento de establecer
la fecha de inicio de operaciones de esta organización, las versiones difieren notablemente:
el asesinato de Rodolfo Ortega Peña (31/7/1974), el atentado fallido contra el senador
radical Hipólito Solari Yrigoyen (21/11/1973), y hasta la masacre de Ezeiza (20/06/1973),
son algunos de los hechos considerados como su bautismo de fuego. Respecto de su
finalización, en cambio, parece existir un acuerdo en fecharla con el golpe de Estado de
1976, momento en el cual las bandas parapoliciales se habrían integrado al aparato
represivo de la dictadura.
Resulta interesante y a la vez complejo, constatar que en buena medida el sentido común
difiere de los propios hechos que le dieran origen. Como señala Branislaw Baczko “En las
mentalidades, la mitología nacida de un acontecimiento a menudo prevalece sobre el
acontecimiento mismo” (Baczko, 1991: 2). En tal sentido, una revisión crítica de algunos
de los argumentos básicos muestra fuertes discrepancias con los sucesos que describe. De
este modo, y contrariamente al consenso que señalábamos en torno a la fecha de disolución
de esta organización, es posible constatar que la misma comenzado su desbandada el día 19
de julio de 1975. Ese día el cuerpo de granaderos al mando del coronel Jorge Felipe Sosa
Molina desarmaría a la custodia del ministerio de Bienestar Social que había ingresado por
la fuerza a la residencia presidencial de Olivos, en un intento por rescatar al a esa altura ex
ministro. Destituido de sus cargos, López Rega abandonaría el país el 28 de julio de 1975
junto a Juan Ramón Morales, Rodolfo Eduardo Almirón y Miguel Ángel Rovira rumbo a
España.13
Con la plana mayor de la Triple A fuera del país -o muerta como en el caso de
Villar, asesinado el 1º de noviembre de 1974- vale preguntarnos ¿Quién dio las órdenes
para los crímenes cometidos con posterioridad a esa fecha? ¿Quiénes fueron sus ejecutores?
12
El sentido común no es una concepción única, idéntica en el tiempo y el espacio, es un folklore de la filosofía, y, como el folklore, se presenta en formas innumerables; su rango más fundamental y más característico es el de ser una concepción (incluso en cada cerebro) disgregada, incoherente, incongruente, conforme a la posición social, y cultural de las multitudes, cuya filosofía es (Gramsci, op. Cit. : 125- 126). 13 Véase al respecto el artículo publicado por Alberto Amato y Guido Braslavsky, El día que cayó López Rega, Clarín, 28 de junio de 1998.
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La construcción política de un sentido común sobre la Triple A
Una de las tareas más urgentes de la renacida democracia de 1983, fue la reconstrucción del
tejido social desgarrado tras ocho años de la más sangrienta dictadura. Con ese objetivo se
decidió llevar a Juicio a las Juntas militares y las cúpulas guerrilleras, señalándolos como
los culpables de nuestra tragedia, y a partir de ello, comenzar la consolidación del sistema
democrático. No obstante, como señala Hugo Vezzetti (2009) la figura de los “dos
terrorismos” lejos de ser una invención del alfonsinismo, se hallaba instalada en nuestra
sociedad desde una década antes de su formulación en el famoso prólogo en el Nunca
Más.14
Efectivamente, “La condena al terrorismo de `ambos signos´ era una fórmula
habitual en los años previos a 1976 a partir de la aparición de la Triple A” (Vezzetti, op.
Cit. : 115). El alfonsinismo se apropiará de esta formulación y la utilizará en su relato a
cerca de la violencia política vivida durante la dictadura y los últimos años del gobierno
peronista que la precedió. Esta utilización tendrá empero una función completamente
distinta –originalmente se trataba de una crítica al foquismo desde la izquierda no armada-
producto del nuevo contexto de emisión. Marina Franco (2010) afirma al respecto:
[…] el silenciamiento de la participación peronista en la represión y del consenso represivo
generalizado que la acompañó en la última etapa, y el `olvido´ del llamado de amplios
sectores políticos a las fuerzas militares para esa tarea fueron partes esenciales de un relato
que terminó de consolidarse en 1983 y 1985, en esas selecciones de la memoria se construyó
toda nuestra narración contemporánea del pasado reciente (Franco, 2010: 305).
Del mismo modo que sucedió con el juzgamiento a las juntas y las cúpulas guerrilleras, el
avance de la justicia sobre la causa Triple A, tuvo un alcance limitado, y este se ajustó a la
14 “Nunca Más” informe elevado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada por el Presidente Raúl Alfonsín. Su prólogo expone es el exponente más conocido de la llamada “teoría de los dos demonios”, según la cual los actos de violencia y terrorismo perpetrados por las Fuerzas Armadas durante el Terrorismo de Estado en Argentina en las d cadas de 19 y 19 en la Argentina son comparables y se relacionan a los actos de violencia y terrorismo de las organizaciones guerrilleras. Según esta concepción, las acciones de cada bando no sólo afectaron al que decían combatir, sino a ciudadanos que no hacían uso de la violencia. De acuerdo con esta teoría, la represión emprendida por la dictadura militar no puede ser analizada sin considerar también el accionar de los grupos guerrilleros, que cometieron gran cantidad de asesinatos y atentados terroristas tanto durante gobiernos democráticamente electos (1973-1976) como durante la propia dictadura militar (1976-1983).
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figura de López Rega y su entorno. 15
En tal sentido, en 1986, el Fiscal Nacional de
Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas solicitó la condena de cadena perpetua
para López Rega por considerar:
[…] acabadamente probado en el legajo de aquél, como inspirador organizador y jefe
reconocido de la Triple A, no sólo suministraba los elementos necesarios para que ella
funcionara (automóviles, armas, etc.) sino que también era quien determinaba las personas
que debían ser ejecutadas, generalmente aquellas que perturbaban de alguna manera los
planes gubernamentales por él orquestados” [remarcando además que] “Se creía poseído por
un mandato cuasi divino.16
Desde nuestra perspectiva, creemos que explicar el fenómeno represión previa a la última
dictadura militar a partir de la acción de una persona mentalmente desequilibrada, no hace
más que eludir y postergar el problema. Realizar una caracterización adecuada de la
problemática represiva durante el período 1973 - 1976 requiere de un análisis del contexto
que la enmarcó y de las lógicas que guiaron su accionar. La situación de movilización
social producida desde 1969, el accionar de la guerrilla, y el enfrentamiento al interior del
peronismo entre un ala izquierda, surgida en los años de la proscripción, y los sectores más
ortodoxos y de derecha. Este enfrentamiento interno será el marco en el que comenzará a
desarrollarse el proceso represivo.
El proceso represivo durante 1973 - 1976
Los sucesos ocurridos en Ezeiza marcarán el inicio de un enfrentamiento al interior del
15 Actualmente la situación de la causa no difiere demasiado de esto, durante el mes de junio de 2012 el juez Oyarbide ordenó la detención de siete ex funcionarios del gobierno peronista, entre los que se hallaban Julio Yessi, líder de la JPRA y de Jorge Conti ex yerno de López Rega y secretario de información durante el período 1973 - 1976. Sin embargo la causa parece no ir más allá del grupo de influencia directa de López Rega, dejando de lado otros grupos operativos conformados por distintas agrupaciones de derecha tales como la CNU, Juventud Sindical Peronista (JSP), el CdeO, que Oyarbide reconoce como autoras de actos de terrorismo y represión durante este período, pero que las considera “no tributarias” de la Triple A. Por otro lado, el futuro judicial de los recientemente detenidos parece destinado a correr la misma suerte que tuvieron los anteriores acusados de la causa (José López Rega, Rodolfo Almirón, Juan Ramón Morales, Miguel Ángel Rovira y Felipe Romeo), quienes la muerte los encontró procesados pero sin condena. 16 Gasparini op. Cit. pp.233.
10
peronismo y serán una parte central del proceso represivo llevado a cabo en el período 1973
- 1976. Este enfrentamiento tendrá su punto más alto tras el asesinato del secretario general
de la CGT, José Ignacio Rucci -presumiblemente a manos de Montoneros- con la
convocatoria a una “depuración ideológica” contra la “infiltración marxista” al interior del
movimiento, en nombre de la ortodoxia y el verticalismo. 17
Esta “depuración” será
oficializada por el propio Perón a partir del denominado “documento reservado” dado a
conocer el día 1º de octubre de 1973 en reunión del Consejo Superior del Movimiento
Justicialista (CSMJ), en el cual se instruía:
[…] En todos los distritos se organizará un sistema de inteligencia, al servicio de esta lucha,
el que estará vinculado con el organismo central que se creará [...].
[Se utilizarán] todos los [medios de lucha] que se consideren eficientes, en cada lugar y
oportunidad.
[Aclarando que] La necesidad de los medios que se propongan, será apreciada por los
dirigentes de cada distrito (La Opinión, 2/10/1973; Crónica 2/10/1973).
Este proceso contaría con una cara legal, conformada por la legislación represiva
sancionada durante el interinato de Raúl Lastiri y en el gobierno de Perón (Ley de
asociaciones profesionales, Ley de prescindibilidad, Ley de Reforma del Código Penal -
entre otras-), y las intervenciones a las provincias consideradas afines a las organizaciones
armadas; y otra ilegal, complementaria de la primera, puesta en práctica en Ezeiza, el
Navarrazo, y el accionar de las organizaciones paraestatales como la Triple A y la CNU.
Como establece las directivas del documento reservado, esta “depuración” interna fue
llevada a cabo en cada distrito por las propias estructuras políticas del movimiento
peronista. A partir de un análisis en detalle de distintos actos de violencia perpetrados en el
marco de la “depuración” es posible establecer la participación de: agrupaciones políticas
de derecha peronista (CdeO, Agrupación 20 de noviembre, JSP, JPRA, CNU, entre otras),
agrupaciones nacionalistas ligadas al peronismo (Alianza Libertadora Nacionalista,
Movimiento Nueva Argentina), y distintas patotas sindicales (en especial de la UOM). Las
17 El 25 de septiembre de 1973, dos días después de que se consagrara por tercera vez presidente a Juan Domingo Perón, se produjo el asesinato de José Ignacio Rucci. Llevado a cabo por Montoneros, el hecho recibió el más enérgico repudio del arco político y de amplios sectores de la sociedad, y especialmente de Perón, quien tenía en Rucci a uno de los pilares del Pacto Social lanzado por el ministro de economía José Bel Gelbard (Reato, 2008), (Larraquy, 2007).
11
cuales actuaron al amparo del Estado, de modo tal que “en cada distrito formaron parte de
un complejo entramado represivo que articuló organismos estatales de seguridad con
organizaciones civiles que, por afinidad ideológica o intereses particulares, colaboraron
activamente en la identificación y represión de los `infiltrados´” (Merele, 2013: 21). Tras el
asesinato de Rucci, y junto con estas bandas ligadas al peronismo comenzará a operar una
organización parapolicial, que pasará a ser conocida como Triple A, organizada y
financiada desde el Ministerio de Bienestar Social de López Rega. En su trabajo dedicado a
esta organización Ignacio Gonzales Janzen escribe:
La `federación de bandas´ de derecha que bajo la conducción de López Rega adoptó el
nombre de Alianza Anticomunista Argentina (AAA) perfiló sus planes en el verano del 74.
Preveían la muerte de Perón y se preparaban para un combate frontal que les permitiera
apoderarse de todos los resortes del gobierno (Gonzales Janzen, 1986: 117).
Esta definición de “federación de bandas” de derecha resulta muy pertinente ya que
reconoce la acción autónoma desplegada por los distintos grupos que la conforman, sin
embargo incurre en un error al someterla en un nivel superior a la conducción del ministro
de Bienestar Social. Desde este trabajo sostendremos que efectivamente existió una
federación de bandas de derecha durante este período, de la cual la Triple A era parte
integrante, pero no su conductora. A las órdenes de López Rega, el MBS constituyó su
fuerza de choque propia, al igual que la tuvieron distintas organismos estatales, empresas
privadas, sindicatos –entre otros-, durante el período. Esta organización establecerá
vínculos con esta “federación”, actuando de manera conjunta en distintas operaciones,
aunque no habrían tenido una vinculación orgánica. Incluso, como relatara Sosa Molina
existen dudas de que la propia AAA haya sido un grupo definido orgánica y verticalmente:
Probablemente la mitad de ellos (los 200 bandoleros que fueron a rescatar al Brujo a Olivos)
serían de las Tres A o actuarían en algún momento para algún atentado, etcétera. Que después
firmaban las Tres A, y el resto ni se enteraba. […] para mí no tenían carácter orgánico, por
ahí algún día hablaban López Rega y Villar (jefe de la Policía Federal ejecutado por
Montoneros en noviembre de 1974) che, mañana se la damos a ¿Laguzzi? Bueno sí… y le
avisan a 4 o 5 que ponen la bomba y se acabó. […] pero no era una organización vertical
etcétera si no hubiera sido fácilmente determinada y nunca se pudo (Gasparini, op. Cit.
214).
12
La muerte de Perón en julio de 1974 terminará por dar vía libre al accionar de estos grupos,
multiplicando sus atentados. En este punto, el blanco prioritario de la represión ya no sería
la “infiltración” al interior del movimiento, y tanto sus objetivos como sus víctimas
comenzarían a ser muy variados, al punto de llegar a “eliminar físicamente a todas/os
aquellas/os que alteraran el orden establecido, tanto desde la lucha sindical, política,
cultural, como desde la subversión de valores fundamentales de la moral dominante”
(Rodríguez Agüero, 2006: 8). Ello explica las amenazas recibidas por distintos artistas y
periodistas acusados de atentar contra la moral y las buenas costumbres (Isabel Sarli,
Armando Bo, Daniel Tinayre, Carlos Ulanovsky -entre otros-), y la acción represiva
ejercida contra prostitutas por el Comando depurador Pio XII de Mendoza.
A los recursos ilegales que empleaba el Estado para la represión y a la intervención de las
bandas armadas inorgánicas, se sumaba la actuación de los grupos paramilitares, que,
aprovechando el estado de conmoción que provocaban el caos y la violencia, hicieron su
aporte a la estrategia de aniquilamiento de "los infiltrados", diseñada en principio por el
peronismo ortodoxo, con el febril concurso de López Rega. Después de la muerte de Perón,
los paramilitares comenzaron a secuestrar y matar todo lo que tuviera olor a guerrilla o
izquierda: de los cuarteles, los regimientos y las escuelas de guerra empezaron a reagruparse
los "comandos locos", que durante el día realizaban las formaciones y por las noches se
colocaban "la capucha" y salían de caza en los Falcon verdes. En el oscuro universo de las
Tres A también había lugar para las tres Armas (Larraquy, 2007: 314- 315).
Como relata el citado párrafo de Marcelo Larraquy, algunas de las bandas que operaban en
ese momento actuaban de manera independiente, llevando a cabo distintos hechos que, de
manera intencional o no, serían adjudicados a la AAA. En este marco, comenzaría a operar
hacia mediados de 1974, un grupo ligado a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE),
cuya trayectoria es de remarcar por su continuidad durante la dictadura.18
Conocidos en un
primer momento como “los de la casita de Billinghurst” –por la calle donde se hallaba
ubicada su base de operaciones- comenzarán su actividad represiva junto a integrantes de la
custodia de la UOM y de la CNU, actuando principalmente contra sindicalistas opositores a
18 Este grupo tomaría notoriedad en el año 1983 con el secuestro del militante nacionalista Guillermo Patricio Kelly, sin embargo desde mediados de los setenta habrían llevado a cabo una serie de secuestros extorsivos en forma paralela a su accionar represivo.
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la línea del peronismo ortodoxo (su crimen más notorio fue el asesinato de dirigente del
SUPE Carlos Ennio Pierini en agosto de 1974). La sociedad con los metalúrgicos no
tendría un buen final, y terminaría en un sangriento enfrentamiento con otro sector de esa
central sindical. Tras este episodio el grupo de la SIDE pasará a operar de manera
autónoma respecto del movimiento y a regentear desde la segunda mitad de 1974 el centro
clandestino de detención conocido como “Protobanco- Puente 12”, y en la dictadura se hará
cargo del CCD “Automotores Orletti”, sede del Plan Cóndor local.19
Por último, hacia fines
de nuestro período de estudio, es posible constatar el inicio de la actividad represiva de las
Fuerzas Armadas (a la par de la ejercida en el “operativo Independencia) quienes, se
presume, fueron las responsables del secuestro y desaparición del gobernador de Salta
Miguel Ragone (11/03/1976).
Es importante tener en cuenta que a nivel regional este proceso represivo asume
características particulares y distintivas, producto de las condiciones propias existentes en
cada lugar. En ello entran en juego múltiples cuestiones, tales como los recursos propios de
las fuerzas represivas, la historia de lucha de las poblaciones locales, la presencia o no de la
guerrilla, si se trata de una región con desarrollo industrial o bien es una de tipo rural. Estas
son algunas de las cuestiones que deben ser atendidas, complejizando y enriqueciendo la
problemática estudiada.
***
Conclusiones:
La necesidad de reconstrucción del tejido social expresada durante la transición
democrática fue el marco propicio para la cristalización de un sentido común respecto de
conformación y accionar de la denominada Alianza Anticomunista Argentina. La
denominación Triple A utilizada desde este sentido común designa a diversos grupos que
intervinieron en la represión a lo largo del país durante el período aquí estudiado.
Consideramos que estas interpretaciones presentan dos variantes: por un lado encontramos
una noción reducida de la triple A, es decir, aquella que describe a esta organización como
19 Para más información sobre el CCD “Protobanco-Puente 12”, véase causa nº 3.993/07, caratulada
“Subzona 1/11 s/privación ilegal de la libertad”, del registro de la Secretaría nº 6 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nº 3 de la Capital Federal, a cargo del Juez Dr. Daniel Rafecas.
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una banda parapolicial integrada por la custodia del Ministerio de Bienestar Social, y a las
órdenes de su titular. Por el otro, aquella que reconoce la participación de distintos grupos
de derecha en la represión llevada a cabo en este período, pero que, no obstante, los
considera parte integrante de esta organización. Esta interpretación es actualmente
mayoritaria y tiene la ventaja de reconocer la amplitud de actores comprometidos, dentro y
fuera del movimiento peronista. Sin embargo, creemos que ambas resultan igualmente
problemáticas ya que en definitiva terminan recurriendo a un reduccionismo explicativo
incapaz de dar cuenta del tipo de vinculación existente entre estos grupos, ni de la lógica
represiva que guió su accionar. De ese modo resultan igualados -por ejemplo- el asesinato
del sacerdote Carlos Mugica, cometido en Capital Federal a mediados de 1974, con los
crímenes contra prostitutas cometidos en Mendoza por el Comando Depurador Pío XII a
fines de 1975. Creemos que más allá de un simple problema de definición, la utilización
acrítica de la denominación Triple A encubre, tras la figura criminal de López Rega, la
responsabilidad de distintos grupos que participaron de manera activa en la persecución de
aquellos considerados como enemigos.
Es de notar, que aún hoy este sentido común sobre la Triple A mantiene cierta vigencia a
pesar de haberse modificado completamente el contexto que le diera origen. No obstante,
esta situación es sostenida fundamentalmente desde el ámbito político, limitando la acción
de la justicia al círculo íntimo de López Rega, y produciendo un progresivo distanciamiento
de los trabajos académicos que en los últimos años han comenzado a señalar la complejidad
de este proceso.
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