NOVIEMBRE 2013 - XXII Encuentro Latinoamericano sobre el Pensamiento de Winnicott (“Winnicott en la clínica de hoy”). Organizado por Fundación Instituto Colombiano de
Psicoterapia Integral. Cartagena de Indias, Colombia.
(*) Cristóbal Carvajal Canto, Psicólogo Clínico, P. Universidad Católica de Chile; Magister (c)
Psicología Clínica mención Psicoanálisis, Universidad de Chile. Participante desde hace 8 años
en grupo de estudio y supervisión con Prof. Jaime Coloma Andrews. Psicoterapeuta
psicoanalítico de adolescentes y adultos en consulta privada. Docente en cátedras de Clínica
Psicoanalítica y Psicodiagnóstico. Miembro del Directorio y Coordinador del Consultorio Virtual
del Proyecto jovenconfundido.com. Miembro de la Directiva de la Asociación de
Psicodiagnóstico de Rorschach de Chile (APROCH). (Contacto: [email protected]).
"Depresión post-parto: una aproximación winnicottiana al dolor en la experiencia de la maternidad”
“Un vértigo inquietante de no satisfacer
la imagen de la Buena Madre
que lo sabe todo de entrada”
Pascale Rosfelter (1994, p.10).
Mg (c) Cristóbal Carvajal Canto (*)
En este trabajo quisiera compartir algunas ideas y reflexiones que han surgido
en mí, desde la escucha del dolor, la soledad, la angustia y la pena, que no
pocas mujeres viven en el proceso de ser madres. Inspirándome en un caso
que recibí en mi consulta hace unos años atrás, una paciente con diagnóstico
de Depresión Post-parto, trataré de mostrar ciertos planteamientos que he
podido ir elaborando, incluyendo distintas miradas y autores.
En este sentido, con diversos elementos que permiten configurar y
complementar mis argumentos, intentaré llevar a cabo un acercamiento a
ciertas vicisitudes que experimentan algunas mujeres en el paso a ser madres.
Comenzaré haciendo algunas referencias desde una de las áreas del
conocimiento que más ha investigado sobre el fenómeno de la maternidad, y
los problemas asociados al embarazo y el parto, a saber, la medicina. Dado
que no tenemos todo el tiempo, como para extendernos en este ámbito, y
considerando que es sólo a modo de contextualización, aludiré a antecedentes
de la medicina vinculados a algunos trastornos mentales puerperales.
Antecedentes históricos relacionados a estos trastornos son posibles de
identificar ya desde el siglo V a.C. Fue Hipócrates quien describió algunos
casos de psicosis puerperal, considerando al parto como un precipitante
específico de psicosis, llegando incluso a especular que podría haber una
2
causa fisiológica, como la presencia de leche en el cerebro, proveniente de
los pechos (Cox, 1982 en Jadresic, 1994). El primer estudio sistemático con
pacientes con trastornos mentales postparto, lo realizó Esquirol, quien en 1838
dio a conocer una revisión de 90 casos clínicos. Su trabajo fue continuado por
Marcé, que en 1858 publicó su “Tratado de la locura de mujeres embarazadas”,
texto en el que postula la existencia de un síndrome heterogéneo pero
específico del puerperio, distinto de las enfermedades mentales no puerperales
(Jadresic, 1994).
Más recientemente, en 1990, Appleby y Forshaw (en Alvarado, Perucca y cols,
1992) hicieron una clasificación que diferencia por lo menos tres trastornos
psiquiátricos puerperales: 1. Psicosis Puerperal: formas clínicas similares a
la esquizofrenia, trastornos afectivos (depresivos y maníacos), cuadros
confusionales, o bien la combinación de varias de éstas, con una incidencia de
1 a 2 por 1000 nacimientos; 2. Disforia postparto (o “maternity blues” o
nombrado por otros autores como “baby blues”), es un cuadro muy frecuente,
con una incidencia entre el 40% y 60%. Se trata de un cuadro autolimitado que
luego del parto, rara vez dura más allá de 10 días. Los síntomas estarían
relacionados a un estado depresivo; y 3. Depresión Postparto, que según
estudios epidemiológicos norteamericanos muestran que las tasas de
incidencia fluctúan entre el 10% y el 20%. Por su parte en Chile se ha
observado que dicha cifra llegaría a 20,6%, pudiendo apreciarse en otros
estudios, como el de Lemus y Yánez (1986) cifras cercanas al 40% de casos
alrededor del primer mes después del parto (Alvarado, Rojas y cols. 1992 y
Alvarado, Rojas, Monardes, et. al., 2000 en Castillo 2008).
Según Jadresic (1994), psiquiatra e investigador chileno, los principales
síntomas que se presentan en la Depresión Postparto serían: llanto más
que desánimo, sentimientos de culpa, alteraciones del sueño, ideas suicidas o
temor a dañar al hijo/a, irritabilidad, pérdida de la libido, temor de que el/la
niño/a no sea de ella o que presente algún tipo de deformación. Sólo una
pequeña cantidad de dichos cuadros depresivos, menos del 1%, tendrían
síntomas psicóticos (Jadresic, 1990 en Alvarado, Perucca y cols., 1992 en
Castillo, 2008).
3
Las cifras anteriormente expuestas han llevado a catalogar a la Depresión
Post-parto como un problema de salud pública mayor en la literatura médica
de los últimos años. Y ahora vienen otros datos menos auspiciosos aún. Se
evidencia que la mayoría de las mujeres que experimentan depresión después
del parto no tienen ayuda profesional. Aún más, casi el 50% no tiene ayuda
desde los familiares ni de los amigos. Por otra parte, las mujeres que tienen
contacto con profesionales de la salud en sus controles posteriores al parto,
suelen no estar dispuestas a manifestar sus problemas emocionales, en
especial la depresión. Por lo anterior, la psicopatología puerperal es
habitualmente subtratada (Evans, G., Vicuña, M., Marín, R., 2003).
Los autores Jadresic (et al., 1992) y Rojas (et al, 2010) indican que esto podría
explicarse porque en nuestro medio las embarazadas y las puérperas con
trastornos emocionales tienden a no consultar por este tipo de motivos al área
de salud mental y/o porque los profesionales de la salud no suelen
diagnosticar estos cuadros depresivos, a pesar del contacto regular que
mantienen con sus pacientes. Este último punto me parece más que
preocupante, ya que es sabido, o más bien se supone que es sabido, que el
impacto que pueden tener estos trastornos son potencialmente múltiples:
sufrimiento de la madre y los que la rodean, deterioro de las relaciones
intrafamiliares (en especial de la pareja), reducción del funcionamiento en el rol
materno, y alteraciones en el desarrollo del niño (Alvarado, Perucca y cols.,
1992).
De toda esta información podemos desprender que existe poco espacio y poca
sensibilidad ante este tipo de vivencias que experimentan estas mujeres. No se
da espacio a aquello que es tabú, algo que podríamos llamar: el malestar en la
maternidad. Y bien, teniendo este punto en mente, y habiendo introducido
algunos antecedentes que permiten contextualizar el tema de la Depresión
Postparto, me saldré en alguna medida de lo epidemiológico-descriptivo, que
me pareció importante para el inicio, y pasaré a una aproximación con menos
aspiraciones de objetivación y más de subjetivación.
Algunas preguntas que quiero proponer por el momento son: ¿Qué aspectos
subjetivos se activan con la maternidad? ¿Qué características tiene aquel
4
dolor psíquico que inunda a estas mujeres? Y más allá, una pregunta que
servirá de guía para este trabajo… ¿Existe en nuestra sociedad espacio
para que ellas puedan expresar sus malestares y dejar en evidencia que
aquello que se supone que debe hacerlas sentirse bien y felices por
completo, las hace sentirse (también) tristes y angustiadas?
A continuación presentaré un caso clínico que marcó mi interés por este tema,
despertando una serie de inquietudes y preguntas. Recordando que pese a
tratar de mantener una presentación rigurosa, con material verídico y con el
máximo apego a los dichos y actos de la paciente, muchos datos fueron
modificados, con el fin de mantener una necesaria confidencialidad.
Sofía tiene 32 años y está casada hace 3 años con Carlos (33 años). Tienen
una hija, Andrea, la cual tiene un año y seis meses de vida. Respecto a su
esposo, Sofía comenta que sintió una fuerte atracción por él desde que lo
conoció (“fue un flechazo, es tan sensible, tan femenino emocionalmente
hablando, es tan sincero…). Por otro lado, Andrea es descrita como “dócil,
amorosa, expresiva desde chiquitita, se parece más a mí… es despierta, a
ratos tímida, es rica… preciosa mi hija, es la más linda del mundo”.
Sobre su familia de origen, se puede señalar que tiene un hermano menor de
29 años. Indica que son bastante distintos pero se tienen cariño. Al referirse a
sus padres, dice que “ellos son súper pareja”, con un tono de voz que
muestra la incomodidad y el enojo que le ha producido percibir que sus
progenitores tengan como prioridad ser pareja antes que padres.
Especialmente con su madre, este tema es algo que la afecta mucho (“Yo creo
que una de mis grandes penas es mi mamá, por no ser mamá, porque ella es
primero esposa, luego madre”).
Su madre es profesora, tiene 56 años, es conservadora, y siempre ha vivido en
el sur del país. Ella es huérfana desde los trece años, teniendo una vida muy
compleja desde pequeña. Sofía afirma que el rol que más ha desarrollado su
madre en su vida es el “ser esposa” (“Ella es súper esposa, y pese a
problemas que pueden tener, ella dice siempre “yo nunca voy a dejar a tu papá
solo””). Al pedirle que la describa señala que “es una mujer esforzada,
5
cariñosa, pero que le cuesta a veces, se frena cuando está mi papá”.
Considera que pese a lo cariñosa que su madre ha podido ser en muchas
ocasiones, es una “madre rigurosa, exigente y dura”. Por otra parte, el padre es
un hombre de 57 años, machista y trabajador. Tiene negocios y le va bien
económicamente, ofreciendo así una vida acomodada a su familia. Es descrito
como “avasallador, héroe, intachable, autoritario”.
Para Sofía la maternidad fue algo que siempre la atemorizó, especialmente por
sentir que atentaba contra su libertad personal. Pese a que en el período del
embarazo logró sentirse contenta y apareció a ratos una motivación que la
tenía tranquila, la preocupación y la angustia siempre estuvieron presentes de
alguna u otra forma. Una vez que nació su hija, la paciente lloró seis días
seguidos (“Fue un cambio muy fuerte… por más que amara a mi hija, era
demasiada la dependencia… me sentía perdida con mis emociones”). Con una
mezcla de molestia, vergüenza y culpa, dice que se siente amarrada a su hija
(“no puedo hacer nada, sino es estar con ella… todo es muy rutinario…
ando poco espontánea, perdí la chispa”). Además, explica que con alta
frecuencia siente que a la niña le puede pasar algo malo (“ando como bien
fatalista”). Esta sensación se hizo sentir con más fuerza desde que ocurrió un
accidente, donde ambas fueron protagonistas. Mientras estaban disfrutando un
día de campo, junto a sus padres, su esposo, y su hija, que en ese momento
tenía 8 meses, tuvo la desafortunada idea de ir a caminar con Andrea en
brazos por la orilla de un rio. Era verano y estaba con hawaianas, se acercó al
agua, pisando unas rocas con musgo y resbaló. La paciente cuenta: “…salí
volando por el cielo y solté a la Andrea y cayó ¡pa! … lloraba y lloraba, y
pensaba que esto no podía estar pasando”. Sofía indica que lo primero que
pensó al ver a su hija en el suelo fue “¿Qué van a decir mis papás?” “¿Por
qué a mí?”. La niña fue llevada a un establecimiento de salud, y el diagnóstico
fue fractura de tibia. La paciente se refiere a este evento como “la culpa de mi
vida”.
Otra experiencia que fue altamente difícil y frustrante para la paciente, fue el
período de lactancia. Fue un proceso de aproximadamente diez meses
angustioso, poco grato, y de mucho gasto emocional. Explica que el acto de
darle leche a su hija era un proceso mecánico, robótico, sin ningún tipo de
6
agrado ni satisfacción afectiva. Sofía indica: “no hubo luna de miel, me da
pena, siento vergüenza de no haber estado enamorada de ella, lo que se
dice de que una se siente en un estado como enamoramiento con su hijo
pequeño, a mi no me pasó… para mí era una extraña… yo sé que te tengo
que querer hija, pero no sé cómo hacerlo”. Un día que estaba amamantando
a Andrea, su esposo se acomodó cerca de ellas, y con mucha dulzura le dijo a
Sofía: “Que suerte tienes de poder alimentar a nuestra hija con tu leche
materna”, ante lo cual ella respondió: “Si quieres te regalo la teta!”. Para ella
no era algo agradable ni dulce.
Respecto a su vida marital, señala que les ha costado tener un espacio común,
y que extraña muchísimo esa complicidad y compañía que tenían mientras
eran novios con Carlos. También han tenido dificultades a nivel sexual.
Junto con sentir de forma más menos constante angustia, pena, ahogo,
cansancio e irritabilidad, recibió comentarios de familiares respecto a la
necesidad de que consultara a un especialista, y tomó hora con un médico
general. Él le planteó que estaba con una Depresión Postparto, y que sería
buena idea visitar a un especialista de la salud mental. Analizando la situación
y viendo que cada día la relación con su esposo estaba más tensa (“cada
vez nos estamos hundiendo más… y pucha, Carlos se puede aburrir y me
puede dejar”), y que no se estaba sintiendo bien en su rol de madre (“hay
noches que no me dan ganas de hacer dormir a la niña… a veces estoy sin
energía, tengo que preocuparme de la Andreita y a veces no tengo ganas… me
siento mala mamá”), decidió buscar ayuda. Llega a mi consulta, derivada por
el psicoanalista de su esposo.
La paciente efectivamente presentaba la mayoría de los síntomas señalados
para el diagnóstico descriptivo de Depresión Postparto. Partiendo de esa base,
me interesaría poder analizar algunos aspectos del caso a la luz de algunas
conceptualizaciones psicoanalíticas y hacer algunos planteamientos.
Marie-Magdeleine Chatel (1996) y Pascale Rosfelter (1994) dan cuenta de un
hecho fundamental desde un enfoque psicoanalítico: la procreación y la
maternidad han sido temas adueñados y tratados por el sistema médico, lo
7
cual hace que las inquietudes personales, los miedos en el proceso del
embarazo y la subjetividad de la experiencia de transformarse en madre
rara vez encuentren un lugar para ser escuchados. Aspecto que ya fue
identificado por las cifras entregadas desde las investigaciones médicas, es el
hecho de que no está facilitado un lugar de escucha que pueda sostener un
eventual malestar en la maternidad. Asociado a esto, si me preguntaran
¿Qué es lo que más te llamó la atención del caso de Sofía? Diría que es la
posibilidad de que el espacio analítico, fuera un lugar donde Sofía pudiera
expresar su inmenso dolor y angustia por “no ser buena madre”, por no calzar
con lo que se supone que una madre debería sentir y hacer. El diván fue un
espacio de escucha donde ella pudo desahogarse, identificar vergüenzas y
culpas respecto a lo que sentía, contactarse con su propia historia de vida, y
expresar aquel dolor en la experiencia de la maternidad.
Winnicott (2011) señala que la madre en un comienzo, debe adaptarse a la
dependencia total que exige el infante, posicionándose en un lugar
fundamental para el desarrollo de su bebé: siendo un ambiente facilitador. El
autor no desconoce lo complejo de esta exigencia (nosotros tampoco), y
agrega que la madre necesita respaldo, ya sea de su pareja, de su familia y/o
del entorno social inmediato. En efecto, no todo el peso del ser madre recaería
en la madre (eso es de esperar), sino que para que ella pueda ser un ambiente
facilitador, necesitaría que otros hagan un ambiente facilitador para ella.
Podríamos decir que Sofía pudo contar con un ambiente facilitador que atendió
sus inquietudes y leyó su malestar, produciendo los movimientos y
derivaciones requeridas para que pudiera ser atendida y subjetivada en su
dolor. Lamentablemente, Sofía es parte de una minoría estadística que logra
encontrar un espacio, un lugar para aquel malestar en la maternidad.
Utilizando conceptos winnicottianos, y complementando con otros autores,
quiero plantear una hipótesis que tiene que ver con la existencia de dos
elementos fundamentales que nos pueden ayudar a aproximarnos y
comprender la Depresión Post-parto desde una visión psicoanalítica. Por una
parte, una existencia o ausencia de espacios que brinden a aquella mujer en
puerperio un ambiente facilitador y contenedor, que integrando aspectos de
“malestar” posibilite la suma de fuerzas para tamaña tarea de cuidado de otro
8
(Como una amiga me comentó hace poco, haciendo alusión a su propia
experiencia de maternidad: “tarea de renuncia y entrega absoluta”), y por
otra, conexiones directas y retornos actuales a la experiencia de “ser hija
de su madre”, pudiendo hablar de una función materna posible de haber sido
vivenciada e introyectada desde su lugar de hija en aquel momento pasado.
En cuanto al primer elemento indicado, la existencia o ausencia de un
ambiente facilitador, como es posible apreciar en el caso de Sofía (y en
general, a la hora de escuchar a mujeres con bebés) aparecen una serie de
exigencias sociales explícitas e implícitas para la madre (o para la persona que
toma esta función), que dan por sentado que ella podrá dar respuesta a todas,
o bien, a la mayoría de las necesidades de su hijo o hija. Pese a que tal como
se indicó anteriormente, Winnicott (2011) plantea que la madre requiere de un
ambiente que se preocupe de ella para poder ser “una madre ambiente
facilitador”, existen (y él lo desarrolla en sus textos) inevitablemente realidades
donde esto no ocurre. Es ahí donde aparecería el rostro de una madre que no
se encuentra en condiciones de tomar una posición de espejo y de responder a
las enormes demandas de su retoño. El espejo se empaña.
En este punto quiero agregar algo. Postulo que no solamente configurarían el
ambiente facilitador o no facilitador (dependiendo de cada caso), los familiares
y la pareja de la mujer, sino que también lo serían la cultura y los discursos
existentes en su entorno social. En este sentido, me parece muy relevante que
el ambiente facilitador no sólo contenga y acompañe, sino que permita
“participar en la desaparición del silencio de los tabúes y sacudir un poco
la imagen de beatitud maternal que se supone debe aureolar a todas las
mujeres a la manera de la Virgen María” como lo expresa tan
vehementemente Rosfelter en su libro “Nacimiento de una madre” (1994, p.33).
Sofía antes de comenzar el tratamiento no contaba con un espacio que
recibiera y escuchara su dolor, su desdicha y sus frustraciones, incluyendo
emociones no permitidas socialmente, por ejemplo el odio y los celos (“A veces
odio a mi hija”; “parecían pareja durmiendo siesta mi esposo y mi hija”).
Considero que en la medida que se permite des-beatificar a la imagen “Madre”,
se puede ir llevando a cabo una real facilitación de la labor de cuidado y
9
atención al hijo o hija. El diván, una escucha abierta e intervenciones sin
enjuiciamientos permitieron que Sofía fuera encontrando su propia forma de ser
madre, haciéndose cargo de todo lo que esta nueva experiencia le estaba
generando.
Respecto al segundo elemento mencionado, las conexiones directas con
experiencias propias de haber sido hija de una madre en puerperio, y las
consecuencias del modo y estilo de vinculación que con ella se tuvieron,
Rosfelter (1994) nos recuerda que las vivencias depresivas y los cambios de
humor, tan frecuentes en tantas madres, están asociados al hecho de que junto
con convertirse en responsables de otra vida además de la suya, sus propios
estados de dependencia infantil retornan crudamente, consciente e
inconscientemente, apareciendo experiencias psíquicas que ellas creían
olvidadas. Ante este escenario, estas madres experimentarían la necesidad de
ubicarse, por la identificación o por el conflicto, en relación con las mujeres que
la precedieron: ser madre como su madre y su abuela, o mejor que ella, o de
una manera distinta.
Por su parte, otra autora francesa, Dominique Guyomard (2013) utilizando el
concepto de Winnicott de “Preocupación materna primaria”, señala que aquel
período en que lanzándose al vacío, muchas mujeres viven un fenómeno de
captura psíquica, requiere reconocer al hijo y adoptarlo con una disponibilidad
mental y un deseo de vínculo. Guyomard indica que es allí donde una mujer se
encuentra confrontada a identificaciones inconscientes, que están íntimamente
asociadas a la memoria reactivada, por su confrontación con el bebé que ha
traído al mundo, del lactante que ella fue para su madre.
Respecto al concepto de “Preocupación materna primaria”, descrito por
Winnicott (2011) como un exigente período de respuesta a la dependencia
absoluta del bebé, podemos recordar que precisamente, uno de los miedos
más grandes que Sofía tenía ante la maternidad era el hecho de ver
amenazada su libertad personal, viéndose obligada a acoger una dependencia
total o absoluta, para la cual no se sentía preparada. Utilizando nuevamente los
dichos de Rosfelter (1994), se podría interpretar que en el puerperio se
activaron en la paciente sus propias conflictivas relacionadas a la dependencia,
10
retornando a su propia experiencia temprana. Su madre perdió a su madre en
la pubertad, y es descrita como una madre que siempre ha sido primero esposa
y luego madre, articulación que ella misma encarna, experimentando la
maternidad, como una amenaza ante el ser pareja. Me atrevería a decir que su
experiencia de la Función Materna de su madre, dejó sepultada a la maternidad
en un 2do lugar, dejándole una tarea muy grande y dificultosa ahora a los
treinta y tantos años, necesitando poner en ejercicio aquella función.
A veces la definición de las mujeres y la figura de la mujer/madre desde la
maternidad dificultan su reconocimiento como individuos con subjetividad
propia (2010). Sofía tuvo la suerte de ser vista y aconsejada por su entorno.
Consultó y comenzó un tratamiento subjetivante. Pude ofrecerle un espacio-
ambiente que fortaleció su propia función ambiental para con su hija,
escuchando, aceptando, acogiendo, y no enjuiciando su queja, su dolor y su
padecer. Además, puedo decir que en la medida que iba sintiendo acogido su
malestar, incluso el agobio y el odio, pudo ir encontrando un modo particular de
ser madre, su modo. Sin imposiciones externas, pudo ir apareciendo un gesto
espontáneo, un modo de aproximarse a la maternidad, que no fuera ni
beatífico, ni amenazante, ni tormentoso. Su espontaneidad le permitió tomar un
lugar de madre, y no que este rol la aprisionara. Al respecto, Rosfelter (1994)
señala que cada una de las mujeres que se transforman en madres, tienen un
gran desafío, el cual es inventar día tras día su propia improvisación de cómo
ejercer aquella maternidad. Un necesario toque de creatividad.
Para terminar, creo que como profesionales de la salud mental, considerando
la alta prevalencia de los trastornos mentales postparto, en especial de la
Depresión Postparto, y las innumerables consecuencias que éstas tienen para
el bienestar de tantas personas y familias, debemos promover con nuestros
conocimientos (en las labores académica y prácticas), un discurso que permita
subjetivar la experiencia de las madres, evitando medicalizar del todo aquella
experiencia original: el parto. Debemos mostrar y denunciar la ausencia de
espacios y ambientes facilitadores socio-culturales, dando cuenta de que
es necesario enfrentar estos tabúes y vicisitudes, para entregarle a aquellas
madres una posición subjetiva, que acoja su gesto espontáneo y les facilite el
difícil camino de transformarse en madres.
11
Bibliografía
- Alvarado, R., Perucca, E., Rojas, M., Neves, E., Monardes, J. y Olea, E.
(1992). Cuadro clínico de la depresión postparto. Revista Actual Ginecología y
Obstetricia. 5 (4): 271-276. Santiago, Chile.
- Castillo, D. (2008). Descripción de los patrones de apego de madres con
depresión postparto y sus hijos lactantes de entre 12 y 15 meses. Tesis para
optar al grado de Magister en Psicología Mención Psicología Clínica Infanto -
Juvenil. Universidad de Chile, Santiago de Chile.
- Chatel, M. (1996). El malestar en la procreación. Las mujeres y la medicina
del alumbramiento. Buenos Aires: Nueva Visión.
- Evans, G., Vicuña, M., Marín, R. (2003). Depresión Postparto Realidad en el
Sistema Público de Atención de Salud. Rev. Chilena Obstetricia y Ginecología.
[versión electrónica] 68 (6): 491-494.
- Franco, G. et al. (2010). Debates sobre la maternidad desde una perspectiva
histórica (Siglos XVI-XX). Maternidad y construcción identitaria: debates del
siglo XX (Mary Nash). Barcelona: Icaria Editorial.
- Guyomard, D. (2013). Nace una madre. Del vínculo a la relación. Santiago:
Catalonia (en colaboración con Ediciones del departamento de Psicología de la
Universidad de Chile, Colección Praxis Psicológica, Serie Psicoanálisis y
cultura).
- Jadresic, E. (1994). Hormonas y ánimo depresivo postparto. Revista Chilena
Neuro-Psiquiatría, 32: 231-234.
- Jadresic, E., Jara, C., Miranda, M., Arrau, B., Araya, R. (1992). Trastornos
emocionales en el embarazo y el puerperio: estudio prospectivo de 108
mujeres. Revista Chilena Neuro-Psiquiatría, 30: 99-106.
- Rojas, G., Fritsch, R., Guajardo V., Rojas, F., Barroilhet, S., Jadresic, E.
(2010). Caracterización de madres deprimidas en el postparto [versión
electrónica]. Revista Médica de Chile, 138 (5): 536-542.
12
- Rosfelter, P. (1994). El nacimiento de una madre. Buenos Aires: Ed. Nueva
Visión.
- Winnicott, D. (2011). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador:
estudios para una teoría del desarrollo emocional. La distorsión del yo en
términos del self verdadero y falso (1960). Buenos Aires: Paidós.
- Winnicott, D. (2011). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador:
estudios para una teoría del desarrollo emocional. De la dependencia a la
independencia en el desarrollo del individuo. Buenos Aires: Paidós.
Top Related