Claves de análisis de las novelas para niñas - TDX (Tesis ...
Vicente Blasco Ibanez Novelas de la Primera Epoca Pee Etas el ...
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V I C E NT E B LAS C O I BANE !
NOVELAS DE LA PRIMERA EPOCA
P eeetas
E l conde Garc i —Fernández
Por la Patria!
Fanta s ías
E l conde de Baselga
El padre Claud io
E l señor Avellaneda
E l cap itán A lvarez (dos tomos)La seño ra de Qu irós
Ricard íto Baselga
Maru¡ 1ta Qu irós
Juventud a la sombra de la vejez
En Par ís
E l casamien to de María
En e l cráter del vo lcán
La hermosa l iejesa
La eXplosión
Guerra s in cuartel
“LA HERMOSA LI EJESA (I)
El salón donde fueron in troducidos los dos amigos
por una linda doncel la de p icaresco rost ro y rizada gorriítablanca , produjo en el joven español una imp resión de ve
luptuoso bienestar .Transcurrida su juventud en los 0011 1105 de Anda
lucia y en los estrados de l inajudas famil ia s españolas ,
que en el pasado siglo vivían con una sencillez pat riarcal ,Gurman no estaba acostumbrado al lujo, y por esto el
aspecto deslumbrante de aquel sa lón con sus mil detallesvivos de color y ricos de forma , cegaron sus
_
ojos , prod-uciéndole como una embriaguez de la mi rada, que tardómucho en desvanecerse.
La dueña de la casa no estaba v isible, seg ún dijo la
doncel la, que rogó a los dos amigos esperasen en aquelsalón a la hermosa Lambert ina .
Guzmán, con el asombro prop io de un lugareño, contemplaba el adorno de la vasta sala , cuyo valor ascendía
(I) Parte segunda de la novela histórica < ¡Viva la república! cuya pane
puwerase titula <En el cráter_del volcán » y cuyas partes tercera Y cuarta se
denomman respectivamente: ¡ La explosión» y (Guerra sin cuartel » .
H E R M O S A L I E J E S A
a muchos mi les de francos . Cubría el suelo una hermosaal fombra árabe de las que entonces era raro encontra r en
Paris y que deslwnbraba con sus infin itas t intas que se
mejaban el estal l ido de una bomba de brillantes colores .
Las ventanas y puertas estaban cubiertas por ricos cort inajes bordados que representaban escenas pas toriles y elc
gantes , cop iadas de los célebres cuadros de Wateau , y es
ta s mismas escenas pa recian reproducidas en pequeño ,
con forme la moda de la época , en los respaldos y as ientosde los numerosos sil lones que, esparcidos por el salón ydescansandº graciosamente sobre sus encorvadas patas, re…
verberaban el fi no oro de su madera tal lada .
Gigantescos jarrones de porcelana de Sevres con todauna flora fan tást ica p intada en su tersa superñcie, ocupa
ban los r incones de la estancia ; dos pequeños biombosde numerosas hojas y des lumbrante laca , ldividían el
”
ancho salón ,formando compartimientos reservados , agra
dahles r incºnes , buenos para cuchichear amigablemente ysin testigos en medio de la más numerosa reunión , y so
bre el mármol rosa de las doradas consolas 0 los chinescos paisajes de l igeros veladores que parecían sostenerseen el aire, acampaba todo un pueblo de graciosas ñguríllas sal idas de la fábrica de Sevres y que representabanen mil pos iciones galantes los pastorcillos con zapatos deseda y las zagalas vestidas de raso, que una poesia in
sustancial y aniñada habia puesto en boga, justamente en
la época que más sangre se iba a derramar y que habíade estremecer al mundo con sus violentas explos iones defuror .
Las magn iñcencias del salón reñe¡ abanse en las lunasde Venecia de limpia y azulada transparencia y en las nu
merosas cornucopias con ma rco de dorado fol laje y figuras esmaltadas en v idrio que colgaban de las paredes ,tapizadas con fina seda raya—da ,
rosa y gris . Del centrodel techo pendía una gigantesca lámpara de cr istal tal la
H E R,M O S A L I E J E S A
do , en torno de cuyo llorón revoloteaban un sin númerode amord llos pintados por una mano experta y a los que
servía de marco la cornisa de r ica tal la representando es
cenas mitológicas .
Toda aquel la suntuos idad des lumbraba, lanzando vivos destel los la luz de más de dos docenas de perfumada s bu j ias , que lucí an en los candelabros de las cor
nuc0pias y en la araña del centro .
Aquella estancia, que representaba una riqueza —
genere"
me, sólo podía ser de una reina 0 de una de esas corte
sanas célebres que pasan a la historia,tanto por su ,
— ca;
rácter como por su bel leza , y que, pródigas de sa .— her;
mosura , s ienten cor rer por entre sus manos el oro— de los
hombres sin conserva r la menor parte, a rrojando la riqueza por capricho, con la misma faci l idad e indi ferencia queha venido a el las .
El asombrado Guzmán mi raba a todas partes con cre
ciente curios idad,y en su admiración hasta se irritaba
secretamente cont ra Camilo, por la flema con que éstecontemplaba todo aquel lujo, a cuya vista parecía esta racostumbrado .
'
Hab ía algo en aquella habitación que le trastornaba
aún más que los esplendores de la riqueza , y era la at
mósfera voluptuosa , el olor de bel leza que habia percibidodesde que ent ró a l li .Un per fume extraño y excitante acariciaba el ol fato
de Guzmán, que en aquel la atmósfera creia percibi r ciertofantasma femen ino que quedaba al l í cuando la dueña es
taba ausente.
No importaba que Theroigne no estuviera en su sa
lón ;cualquiera al entrar,v iendo los manojos de rosas es
parcidºs por las mesas y los jarrones , y aca riciado por
aquel perfume especial que en pocos si tios podia percibi rse, adivinaba que aquel salón era el santuario mister icso de una bel leza deslumbrante;el templo de una Ve
L A H E R M O S A L I E ] E S A
nus de olirrrpida hermosura que se entregaba a los escog ídos, s in perder por un
“momento su grandiosa a ltivez , co
mo convenc ida del inn1enso favor que dispensaba a su s
adoradores .
Guzman había ya examinado varias veces el salón en to
dos sus detal les y, en vez de tranqu il iz'
,arse sentiase más
impresionado a cada momento po r el extraño y voluptuo
so ambiente de aquel la casa .
Sent1ase otro ; ex'
trañábale la confi anza y el desahogoue C 110 demostraba desabrochándose la chupa y ten
d1en a la larga en un rico canapé, y hasta se avergonzab de si mi smo
, al contemplarse vest ido modestamente y con las mismas botas que había usado en su
via je .
Desde que“
habia ent rado en aquel la casa y apreciadoel lujo de su mueblaje, as í como el ex traño ambiente quetanto le impresionaba , tenía en sus labios una preguntaque no se atrevía a hacer pues temía que las paredes leoyesen .
Por fin,su curios idad. VGHC10 al miedo, y ar rastrando
su s illón hasta el canapé donde estaba tendido el periodista ,
'
con la mi rada fi ja en el techo y tarareando una
cancioncilla,le
“
dijo con una voz ténue y”
misteriosa comola
“de una monja
'
en el lºcutorio—
¡ Camilo l ¡ Eh, Camilo ! ¿ Quieres decirme qu ien es
esta Lambertina ? Me parece una mujer muy extraña e in
teresante.
“E l periodista contestó con una ruidosa carcaj ada que
le tuvo jadeante mucho tiempo .
—
¡Oh , esas tenemos l — dijo después ¿ No te mostrabas tan frío y desdeñoso hace un instante? Pronto te
has sen tido atraído por ese ambiente extraordinario que
rodea a*
la Hermosa Liej esa:. Aún”
tendrás que dar graciass i no pasas de ahí y no
”
te enamoras de el la como un loco .
¡ Pobre Fé lix ! Te veo ya caer enloquec ido a los pies» de
H E R M O S A L I E J E S A
esa d ivin idad, que den tro de poco se presentar á a nuestra
vista . Me pa rece que después de esta visita , la niña del
casti llo incendiado cae del poder .
Guzmán,al oir esta alusión a Lu isa
,hizo un gesto de
desagrado, pues sin expl icarse el mot ivo, mort iñcábale
mucho“el recordar aquel amor puro y sencil lo en un lugar
donde se respiraba una incitante voluptuosidad que des
pertaba en él mil vagos deseos , poniendo en cruel tensiónsu s istema nervioso .
E l desagradable efecto producido po r la alus ión de
Desmoul ins dur ó en Guzmán a lgunos minutos , pero no
tardó en recobra r su imperio la curiosidad que le dominaba y volvi ó a inter rogar al period ista :
Pero quieres deci rme qu ién es esta muj er ?Camilo , al ver la insistencia s del joven
,incorporóse en
el canapé , diciendo ya con expresi ón más seria- Puesto que tanto te interesas , cumplirá tu deseº .
De todos modos te conv iene saber la historia de la Her
mosa Liej'
esa an tes de conocerla persona lmente. E sto te
servi rá para apreciar justamente su extraño carácter y
para dar una in terpretación verdadera a ciertos actos queen el la verás y que podían excitar en t i muy desfavorablescºmentarios . Vas a conocer una criatura como tal vez no
haya habido dos en todo el siglo . Prepá rate a oir una his
toria que más parece una novela inventada para demostrarpor qué medios tan extraños se cam—ina muchas veces a
la depravación .
C ami lo se sentó en el canapé , mi ró a: todas partes como
temeroso de que a lguien lo oyera oculto tras los cort ina
jes, y, al fin, poniendo su boca inmediata a una oreja
del atento Guzmán , comenzó su relación .
La bel la Lambert ina había nacido en el pueblo de'
Me
ricourt , inmediato a Lieja . E ran su s padres unos labrado
res ricos, que encaniñados con aquella hi ja ún ica , que des
de su n iñez most raba esa deslumbrante bel leza e inaltera
H E R M O S A L I E J E S A
ble frescura que parecen propias de las mujeres belgas ,habíanse propuesto darla una dist ingu ida educación , aun
que para el lo tuvieran que sacrificar gran parte de su
fortuna.
Lambert ina , como todas las mujeres de su pa ís, era
de despejada intel igencia así es que realizó brillantísimosprogresos en el convento , donde sus padres la hacíaneduca r y al cual asistían señoritas de las más dist ingu idas famil ias .
A los quince años Lambert ina era un prodigio, y si
su bel leza deslumbraba a los contados hombres que visitaban el convento,
no era menor el efecto que producíaen las señoras la gran i lustración que demost raba y que
en muchas de sus pa rtes resultaba impropia de su sexo .
Hablaba en latín con los curas que visi taban el convento;sabia pasajes enteros de los poemas de Homero en su
lengua original ; cantaba como un j i lguero y tocaba el
clave tan bien como el organista que la enseñaba; habiareproducido en sus cuadernos
"
de dibuj o todos los arboles del j ardín , a lternándolos con graciosas caricaturas deaquel las mon jas, a qu ienes demostraba mala voluntad, r
era entusiasta lectora de la l iteratura contemporánea, ado
rando a los poetas f ranceses y en especial a Volta i re, cu
yas tragedias la en tusiasmaban hasta“el punto de hacerla
imitar sus más vigorosos parlamentos , p_ues Lambertinatambién a sombraba a sus compañeras de colegio escribien
do versos con pasmosa faci l idad .
E ra la j oven una imaginación des bordada y siempreespumeante, que bu llía den tro de la más he1mºsa de lascabezas . Su despierta intel igencia no encontraba obstácu
los cuando se trataba de aprender, pero cuando permanecia en reposo, resultaba temible, pues sabía inventarenredos y diabluras suficientes para poner en conmoci óna todo ei convento .
Sus padres , que la adoraban y cuya existencia parecia
L A H E R M O S A L I E ! E S A
dedioada pºr comp leto al cu lto de aquel hermoso y travieso ídolo, sacaron a Lambert ina de su pens ión y la con
duj eron al pueblo,tan fel ices y orgullosos como el cam
pesino que l leva ent re sus brazos una imagen de cuyo pºder sobrenatural está convencido .
La fama de Lambertina extendl ose por toda la co
ma rca . Su brillante educación no le servía de gran cosa
en aquella rústica sociedad, pero en cambio, su bel leza
le atraía adoradores de todas partes y hacía que su nombre fuese en lenguas y lo pregonasen como el de la muchacha más bonita que existía en todo el distrito de Lieja .
Grandes honores eran estos, y hubiesen sat is fecho deseguro ,
a Lambertina , si hubiera sido educada en Mericourt al lado de sus padres ; pero criada entre elegantesseñºritas y habituada a sus costumbres escogidas , la jovenaburríase morta lmente entre los rústicos que la requebraban y lºs papanatas que la acogían con ridícula admi ración .
Cerca de Mericourt , en la orilla del Rhin , exist ía un
antiguo casti llo y en él un cierto barón de la Tournelle,
hombre de más de treinta y cinco años, que habia corrido
mucho mundo,empeñado gran parte de sus rentas y
q ue pa ra reponer su fortuna y las fuerzas de su cuerpº,agotadas por el l ibertinaje, vivia en tan agradable reti rorodeado de todos los honºres de señor de la comarca y
queriendo resucitar el prestigio feudal que ya había muerto por efecto del espíritu ñlosóñco desarrollado en el siglo .
La Tournel le era el hombre más dist ingu ido y ga lante
que podia encontrarse en Mericourt ; su fama de libertino, agrandada y embel lecida por los comenta r ios populares
,conmovía a las mujeres y convert ía al barón en
una especie de don Juan ,i rresistible para todas las bel
dades rústicas .
T ratándose de una joven soñadora y fast idiada por
la rudeza de las costumbres , era de esperar que Lambert ina mirara con agrado al ba rón, quien por su parte por
H E R M O S A L I E J E S Á
segu ía a la hermosa con ga lanterías y declaraciones , juz
gando que el conquistar su amor era la ocup ación más
grata que pod ía proporcionarse en aquel retiro agreste a
que le"obligaba la escasez de fortuna .
Lambertina s intióse tan emocionada po r cl__
amor delbarón , que hasta recibió con agradecimiento sus declaraciones
,y durante un año sos tuvo los galanteºs , con tanto
re"cato, que sólo a lgunas persºna s l legaron a sospecharlo .
Aquella joven , aunque de carácter travieso y despreoc
'
upado y de ánimo varºnil , era por inst into excesivamente vi rtuosa
,y con naturalidad, sin que le costara es
fuerzo alguno, sabía resistir todos los avances que intentaba cl l ibert inaj e del barón .
Pero el continuo roce y las interminables plát icas queambos sostenían durante la noche a t ravés de una rejade la granja paterna , fueron debil itando la resistencia yempuj ando insensiblemente a Lambertina a los brazos desu adoradº.
E ste, pºr su aspecto hermoso y elegante, que aún des
tacaba más entre los rudos mozos del pueblo, creciase
ante los oj os de Lambert ina, qu ien pºr o tra parte iba
corromp1endose mora lmente oyendo al barón , gran escéptico, como lo era toda la aristocracia de su siglo, y quenegaba la vi rtud considerándola como una preocupaci ónabsurda .
Tenía diecisiete años la bel la Lambert ina cuando, trasto mada por la lenta seducci ón de que la rodeaba su aman
te y por sus maléñcas enseñanzas,cayó en sus brazos
,
perdiendo el honor .
Muy pocos meses duró aquel del irio amorºsº, que a
Lambert ina parecióle el período más feliz de su vida .
E l barón,entus iasmado por tan val iosa conqu ista, no
pudo ca l lar su dicha, y la deshonra de la joven hízose
pública, produciendo una mortal impresión en sus infe
l ices padres .
H E R M O S A L I E ] E S A*
Aquel los adoradores rudos y desdeñados q*ue tanto
la habían asediado, aprovecha ron la ocasión para ven
garse;un torrente de injurias y de mordaces burlas cayósobre Lambertina , y cuando l lorosa y desesperada fué en
busca de su amante para pedirle amparo y prºtecci ón,
hal ló en aquel castil lo la más terrible e inmensa de las
decepciones . La Tournel le, harto ya de un amor ardiente
que no pºdía resisti r su gastado organ ismo de libertino o
deseoso de evi tar compromisos que podían arrastrarlo a l
matrimonio, tuvº con la infel iz joven una escena en la
que demostró su egoismo y frialdad ; y cuando Lambertina
,indignada al cºnocer el verdaderº carácter _de aquel
hombre, le increpó duramente, tuvo la infame audacia dea rrojarla del castil lo por medio de sus lacayos .
Un insul to tan terrible era capaz de arrebatar la v idaa una muj er de carácter alt ivo y enérgico, pero la muerteno qu iso acudi r en su auxilio a pesar de que fué l lamadaa grandes voces, y en su lugar lo que se apoderó de Lambertina fué una especie de locura que la impulsaba a bur
larse del mundo y de losmás nobles y puros sent imiento s,
así como a gozar de los placeres con una sed impúd ica
que no se apagaba _
nunca .
Viendo la joven que era imposible su permanencia en
el país , huyó a Londres , donde al poco t iempo llamaba laatención de la nobleza inglesa pºr su rara hermosura ,
su
pasmosa i lustraci ón , que la di ferenciaba de la s demás cor
resanas , y más aún por su excesivo l ibertina je y sus rui
dosos escándalos, que delataban un vehemente deseo de
encanalla rse a toda costa .
º
E l puri'
tanismo hipócri ta de la sociedad inglesa no
podía agradar a aquella desesperada , que hubiese deseadotener por alcoba la vía pública para escanda lizar mejora la aristocracia , a quien odiaba por pertenecer a el la el
utor de su a frentosa deshonra .
La hermosa Lambertina resultaba un ser extraño , una
H E R M O S A L I E J E S A
belleza lºca, que en las orgi as se embriagaba y rugia de
placer como una bacante, para momentos después entriste
cerse y derramar lágrimas, que resultaban incomprensibles
a los que no conocían el misterio de su v ida .
5610 permaneci ó en Londres a lgunºs meses, y enri
quecida por la generosidad del príncipe de Gales y de
algunos lores que en sus brazos olvidaban la rigida aus
teridad ñngida en público, marchóse a París con una re
comendación para Mirabeau , que era el íntimo amigo yel consejero de todos los calavera s de Europa .
E l célebre orador estaba en el período álgido de sus
depravadas locuras , y aquella hermosa aventurera ,con sus
enlºquecedores encantos, no fué la que menºs contribuyóa acelerar su fin .
Brillaba entºnces Mirabeau cºn todº el esplendor dsu gloria y la nueva querida alcanzaba gran notoriedada su lado ,
más aún por su ilustración que pºr su hermº
Lambertina no tardó en ser la muj er de mºda en
Paris . Encontró en Francia protectºres tan generosºs cº
mo en Londres ; el oro pasó por sus manos cual fuenteinagotable y si su fastuoso lujº deslumbró la joven
aristºcracia, el desinterés y la largueza con que favorecía a los miserables y los necesitados , valióle inmensa
popularidad entre la gente levantisca y sediciosa de los
arrabales de París .
La gran epopeya revºlucionaria que cºmenzaba a des
arrollarse en Francia , entusiasmaba a Lambertina, que
depositó' todo su amor en los hombres que dirigían tan
grandioso movimiento .
O fendida por la nobleza, de la que procedía su des
honra , considerábase como predestinada a ser la venga
dora de todas las hijas del pueblº, cuya v irtud hab ía sido
vencida por los aristócratas , y vivía en una continua ex
citac1on nerviosa,estando su acalorado cerebro embriaga
L A H ' E R M O S A L I E ] E S A
dº a todas horas por la esperanza de una grandiosahecatombe que hiciese perecer a todos los ricos voluptuo
sos persegu idores de la virgin idad de las mujeres humi ldes .
Pródiga de un modo asombroso, gastando con la ma
yor frialdad sumas enormes,veíase precisada a admiti r
las sol ici tudes de los nobles voluptuosos, que pagaban muycaros sus placeres ; pero semej ante al gran Danton, que
se vendía para proporciºnar el dinerº a la revolución , elladerramaba el oro adqu i rido por el vicio en los barrios ex
tremos de París donde vivían los agi tadores , prepa randoSilenciosamente el gran ej ércitº popula r que había de darla l ibertad a Francia .
Ella era la prost ituta de la opulencia , hac1endºse pagar
sus caprichos de un modo regio ;perº vºluntariamente se
constitu ía en prostituta del puebl aEntregábase con pas i ón del irante a todos lºs hombres
que se distingu ían combatiendo en favor de la revolución ,
prefi riendº s iempre a los más avanzados,y si en el año
ochenta y nueve habia adorado a Mirabeau y S ieyes, másadelante había recibido en su casa, tratándolos con admiración respetuosa , a Danton , Brissot , el poeta j osé Chemer y a Cami lo Desmoul ins, el mismo que relataba estahistoria al español Guzmán .
Vivía rodeada del mayor lujo, pero _la suntuosidad desu casa no le impedía i r con frecuencia a los arrabales,donde parecia hal la rse en su elemento , entre las gentes re
volucionarias que admi raban su hermosura y su generosidad, man i festándola admi ración con groseras pero in
genuas frases .
Desde las primeras sublevaciones que ocurrieron en
Par ís, la Hermosá"
Liej esa , con su atrevimiento _ v su vistonº porte, vino a converti rse en deslumbrante enseña de ladesa rrapada mult itud . P resentábase vestida cºn una largaamazona de tela de color de sangre, un sombrero de an
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cha s a las con pluma blanca y a rmada de sable y pistolas ;y así marchó a l frente de la mul titud
_en la mañana del1 4 de jul io cuando, sa ltando los fosos de los Inválidºs, el
pueblo de París entró en el sótano a pºr fusiles .
Desmelenada , radiante de trágica belleza y con los ojoscentelleantes como un Némesis vengadora , fué la pr ime
ra en marchar sable en mano cuando algunas ho ras des
pués las turbas entra ron al asal to en la Basti lla, y tan
asombroso resultó el va lor demostrado por aquella muj erque, hermosa e imperturbable como una estatua , avanzabapor entre un d i luvio de balas
, que el pueblo de París , sobrela misma brecha, le había decretado un sable de honºr parapremia r su temerario arrojo .
Cuando las mujeres del mercado fueron a Versalles a
t raerse a viva fuerza la familia real , la bel la Theroignema rchaba a cabal lo, al frente de el las, junto al feroz Jourdan ,
|a quien más adelante habían de apellidar Cortacabezusy galopó s in pa l idecer al ladº del cºche del rey, viendºsiempre a pºcos pasos las sangrientas cabezas de algunos
guardias de corps puestas a manera de trofeºs'en llas puntas de las picas .
Lambertina , a rrastrada por aquel amor que profesabaa la revolución ,
no se satisfacía con ser uno de los caudi
l los del ej ército de los arrabales , y para dar rienda sueltaa su entus iasmo, peroraba algunas veces en los clubs
,a
pesar de su acento extranj ero y cuando no, en las tribunas de la Asamblea 0 de los Jacobinos, distingu íase porel calor con que aplaudía a los más fogosos oradores .
Algunas veces a rengaba en el terrible club de los Franciscanos, que era donde se reunían los más pel igrosos ele
mentos de acci ón ,y sus improvisaciones excitaban un en
tusiasmo inmenso .
Camilo Desmoul ins había habladº en su periódicº de
Theroigne de Mericourt como oradora , diciendo que sus
imágenes eran iguales a las de Pindaro y las de la B ibl ia
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y que su patriotismº podia ser cºmparado con el de la
heroína Judit .Aquella cºrtesana ten ia rasgos conmovedores que la
elevaban= a gran a ltura sobre la atmós fera viciosa en que
vivíaUna vez propuso que el pala cio de la represen tación
nacional se ediñcase en el sola r de la derru ida Bast i lla,y
como le obj eta sen ¡poniendo de man ifiesto la pobreza de lanac ión , contestó con una senci l lez sublime :
— De5pojémonos para fundar y embe llecer este edificiode nuestros braza letes , de nuest ro oro y de nuestros dia1nantes : yo soy la pr imera en dar ejemplº.
Y uniendo la neel on a la pa labra , seg
a rrancó sus jo
yas y d-ejó abandonados sobre la tribuna aquellos ado rnºs
que representaban un valor de muchºs mi les de f rancos .
Con rasgos como este comprendíase la inmensa popularidad, el loco prestigio de que d ispon ía aquel la mujer enlos más temibles barrios de París .
Los aristócratas habían tomadº primeramente a bromasus aficiones revolucionarias , y después de las primeras insurrecciones del pueblo de Pa rís , al convencerse de que laelegante cort:esana era una temible patr iota, la
'
habían he
chº objeto de las más crueles burlas .
E l escr itor real i sta S ou leau publicaba en Las actas de
los Após toles sangrientas burlas con tra la señorita The
roigne y los pat riota s de renombre que acudían a sus cc
nas de confianza ;pero en la actuallidad, o sea en 1 791 , la
Hermoso Lie]'
esa. comenzaba a ser temida, pues algunºs
guardias rea les que con o tro s ca lavera s la insu lta ron ha
bían sido apalceados por las"
gentes del arraba l de S an Antonio, y sólo S ouleau y a lgunºs otros real istas , movidospºr el fana tismo pºlí t ico , segu ían aludiendo a Lambertinacºn el más procaz lenguaje.
S u ú ltima hazaña era famosa en París .
A principios del año anterior había sal ido con varios
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ta la noche sigu iente. M e conmovía entonces y todavía meimpresiona hoy , el que una mujer que ten ia a sus p ies 105j óvenes más ricos y más apuestos de da corte, me prefi riesea mi
, pobre y feo, y que todavía con la mayor del icadeza
qu isiera prestarme algunas cant idades , que yo nunca qu iseadmiti r . Cuando conoci a Luci la y me h ice buen muchacho,
cesaron mis relaciones íntima s con Therorigne . E llamisma fué la que me obligó a ser virtuoso,
dándome no
bles consejos para que hiciera fe l iz a mi muj er y fueseun modelo de esposo . Todo acabó entonces entre nosot ros ,pero sigo s iendo un buen amigo de Lamber tina , y tal
fama t iene ésta de … patriota , que mi muj er, ¡ cosa extraña
no se siente molestada porque yo venga a esta casa con
frecuencia . De todos los patriotas que aqui nos reummos,yo soy tal vez el ún ico a qu ien gu ían buenas intenciones .
De B rissot, de Chen ier, de S ieyes y de otros , no me a treveré a hacer aventuradas suposic iones , pero 'lo que es de
Danton,de ese estoy por jurar que sigue tratando a Lam
bertina con la misma in timidad que cuando la conoció re
cién llegada a Paris, provocando en él una pa sión í
-
'
rresrs
tible. Conozco mucho al buen j orge Jacobo . Lo más raroes que ama a su esposa de un modo entrañable;pero en su
corazón de gigante debe haber mayor cantidad de amor
que en los demás mortales, y deseoso de repartirlo,no
puede estar al lado de una muj er sin enamorarse de el la in imediatamente . E sa hambre femen ina es lo que le perderá .
E l frío Robesp—ierre le l leva en esto una inmensa ventaja .
Guzmán escuchaba con marcada comp lacencia estas. re
velaciones de Desmoul ins , que le daban a conocer el"ca
rácter íntimo de los hombres i lustres a quienes admi raba
pero cuando el periodista cal ló , volvió a renacer la inquietud que habia acometido su án imo desde que estaba al líy preguntó con . intranqu i lo acento :
Pero puedo saber por qué me has t ra ido aqu i ? Noadivino qué necesidad tengo de ser presentado a una mu
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j er que turba a los hombres con su bel leza y que só lo se
r inde a los que como vosot ros sois célebres y gozá i s el prest igio popular .
— Pues tú figu ras entre e sos — contestó Cami lo Lam…
bertina te encuentra interesante y esto ya es a lgo t ratandose de una mujer como el la .
— 1
¡ Interesante l — texclamó Guzmán Veo que te bur
las, Camilo . ¿ Acaso el la me conoce ?
— S i ;te conoce y te ha visto rodeado del esplendor dela gloria . E l la me ha ha blado esta mañana con verdaderoentusiasmo en el ca fé de la te rraza de los Fu ldenses del
t riun fo que anoche tuviste en el club de los j acobinos . S in
saberlo , fu iste obj eto de una curiosidad no exenta de ad
miración por parte de la mujer mas origina l y hermosa deParís . Lambertina me sumin i stró deta lles que tal vez re
fresquen tu memoria . ¿ No recuerdas cierto ramil lete quecayó a tus pies desde una tribuna de los j acobinos y quetú recogiste mi rando a todos vlad-os con ma rcada expresiónde curiosidad ? Pues aquellas fl ores conservaban aún cl - ca
lor del escu l tura l pecho de la Hermosa Liej'
esa . Fué un lin
do obsequ i o, gracioso y poético como lo es siempre el ca
rácter de la antigua a ldeana de Mericourt , cuando no tra
ta con a ristócratas . Parece muy prendada de ti y raroserá que no se enamore de tu persona l idad de mártir como
se enamoró del feo Danton la primera vez que lo oyó tro
nar sobre la tribuna de los Franciscanos . M e ha habladode ti durante una hora, rogándome que te traj ese a su
casa esta misma noche, pues ansiaba hablar amigablemen
te con el joven cuyas desventuras su fridas en la Inquis ición de Sevil la le recuerdan la s penal idades que el la ex
perimentó en la sombría fortaleza donde (la ¡encerraron lº saustriacos .
Detúvose Cami lo y luego anadio,con aquella expre
5 10n sarcástica que le era habitual—Ahora ,
amigo Guzmán, s i es que quieres conservar
L A H E R M O S A L Í B J E S A
tu corazón l ibre y permanecer fi el como un paladín de laEdad Med ia a aquel la señorita que encontraste en el cas
tillo incendiado ,es preciso que te abroqueles con una frial
dad tan austera como la de San Anton io . Lambert ina es
más temible cuando está enamorada que cuando ruge defuror contra los aristócra tas . El que una vez cae en sus
brazos no se libra ya de ellos,como Theroigne no le con
ceda !la l ibertad. Yo nunca he sent ido por __ella verdadero
amor y , sin embargo, estoy seguro de que jamás me hu
biese lib1ado de su dulce esclav itud, a no ser porque el lami sma me impulsó a ser vi rtuoso .
Guzmán estaba pensat ivo y cómo impresionado por
aquel la descripción que su amigo le hacia del carácter deuna mujer tan original como terrible.
Sentía miedo antes de conocer a la peligrosa belleza
pero al mismo t iempo no dejaba de producir cierta sat isfacción a su amor propio el saber que la hermosa Lam
bertina , cuyas caricias solicitaban los mayores potentadosde Francia ,
mostraba por él una pred i lección d igna de
agradecimiento .
Fluctuaba el joven entre el miedo y la curiosidad . P en
sando en Lu isa ,en aquel la j oven infortunada y virtuosa
cuya presencia le producía tan inocentes y dulces emo
ciones, quería hui r y buscaba ya palabras adecuadas para
convencer a Camilo de que le dejara marcharse; pero al
mismo tiempo sent íase atraído por la viva curiosidad deconocer aquella mujer extraordinaria ,
y el lujo que le r0
deaba parecía atarle con cadenas de flores , impidiendolemoverse de su sil lón de seda .
Los mil perfumes que impregnaban el ambiente de1
salón , embriagábanle, debi litando su voluntad, amortiguando sus sensaciones y dando un giro extraño a sus ideas .
Las ninfas y los amorci l los p intados en el techo parecían mirarle con tan voluptuosa seducción , que el joven ,adivinando un porven ir de desconocidos placeres que ha
H E R M O S A L I E J E S A
cía hervi r su sangre, decidiose a quedarse, a pesar de to
das sus preocupaciones de austero fi l ósofo enemigo de l
vicio y del lujo . Tenia veinte años,la edad de los re
pentinos entu siasmos y de las inconsecuencias .
Acababa Guzmán de decid irse a permanecer a ll i , cuando ent ró la l inda doncel la que antes les había introducidoen el sa lón y di jo - a Cami lo
,son
-
riéndole como a persona
que goza de gran favor en la casa :
—La señora no qu iere que permanezcan tanto ratoaguardándola y os ruega que paséis a su gabinete.
Guzmán obedeció esta indicación poniéndose en pie
rápidamente,mientras que Camilo se levantaba poco a
poco del mullido sofá , refun fuñando contra aquel ruego
que le hacía abandona r tan cómoda postura .
E L TOCADOR DE THEROIGNE
Entraron los dos amigos en un. l indo gabinete, y a pc
sar de que era tan pequeño que no cabía en él más deuna docena de a sientos Guzmán experimentó una sor
presa aún mayor que cuando entró en el salón .
Todo el luj o de la época , pero orig i nal y con extrañoscaprichos que revelaban gran gusto a rtí stico,
se hal laba re
presentado en aquel la reducidaE staba dividida en su parte media por un biombo de
regular altura, que en sus hoja s de raso blanco ten ía pintadas un sinnúmero de escenas pa stori les alternadas con
robos de nin fas que lloraban con desesperación entre losvel ludos brazos de los sáti ros
,estremecidos por brutales
y lujuriosas convulsiones .
A la otra parte del biombo,había mucha luz, y de vez
en cuando sonaban argent inos ru idos semejantes a l cho
que de fi nos cri stales o a la vibrac ión de objetos de plata
a l ser dej ados sobre el mármol .E l joven español, a l entrar en aquel gabinete y no oír
tras el biombo voz alguna que le invitase a pasar adelante
, detúvose con fuso y en su aturdimiento sólo se atrevió a
lanzar una curiosa mi rada a la mitad del gabinete donde
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él estaba , o sea al espacio comprendido entre la puertay el biombo .
Era aquel lo un verdadero tocador de dama griega ; el
cuarto de una de aquel las cortesanas de Atenas, que des
lumbraban con su belleza y sabiduría a los primeros hombres del E stado
,y desde su lecho d irigían la marcha de
'los negocios públicos .
Las paredes , contra la moda de la época , no estabancubiertas con costosas telas ni ostentaban tapices de ar
tístico plegado . Un vistoso zóca lo de porcelana , de brillantes colores , elevába se hasta la altura de las espaldasde los visitantes;más arriba los muros , bruñidos por lasmanos de hábiles estucadores
,estaban cubiertos por gran
des espejos con marcos de labrada plata ,y en los espacios
que entre ellos quedaban l ibres , aparecían pin tura s al fresco que representaban escenas mitológicas , ofreciendo a la
vista una verdadera orgía de los di ferentes tonos de co
lor rosa que pueden encontrarse en la carne femen il .E l moblaj e de aquel la parte del gabinete era senci llo
comparado con el del inmediato sa lón . Al guna s sillas detij era , de forma romana
,con doradas cariátides en el ex
tremo de sus brazos y ten iendo por asientos bordados al
mohadones con largos rapacejos, era lo que consti tuía todoel mobla je . Junto a l biombo abr íase el suelo de menudo
mosaico , para dejar espacio a una gran pila de mármolrosa
, que ten ía en su pa rte media y junto a la pared un
gran busto de metal dorado a fuego , que representaba a
Venus ,y por cuyos pechos , armoniosamente redondos , er
guidos e incitantes escapábanse dos chorros de agua per
fumada que ca ían a l fondo de la p i la produciendo un ritmo monótono y arrullador . En un ángulo de aquella parte del gabinete y pendiente de
"una dorada escarpia , veíase
un traje de mujer,ún icas ropas que se hallaban en aque
lla estancia Gu zmán , 3. la primera oj eada , recºnoció el
t raje de campaña de Theroigne, aquel la amazona de larga
H E R M O S A L I E J E S Á
co la que era ya legendaria y que, por el color ca rmesí desu terciopelo ,
era comparada con la sangre ,y junto con
ella,el sombrero a lo Enr ique TV con su larga y rizada
pluma , el sable corvo y de ancha hoj a,rega lado por el
pueblo sobre las ru inas de la Bast i l la , las p i s tolas y el
látigo de oro hueco,dentro del cua l decian alºº
unos que
la bella Lambertina guardaba sales olorosas para reponerse en caso de que el miedo le produjer a un desmayo en
tre las agitaciones de una revolución, mientras otros más
ma l iciosos añrmaban que conten ía el recipiente extrañoagradables per fumes para preservar su fi no ol fato del ma lolor de aquel las masa s harapientas que capi taneaba en los
dias de motín .
Sólo unos breves instantes bastaron a Guzmán paraexaminar aquella parte del gabinete e inmediatamente sus
ojos se elevaron con insistencia en el biombo,tras el cual
adivinaba la presencia de una muj er extraordinaria , queantes de ser conocida le subyugaba ya por completo .
E l joven español contemplaba aquel tabique de fino
raso como si pretendiera atravesar con sus ojos el sedoso
tej ido, y sigu iendo con la mirada de abajo arriba, acabópor fi j ar se en el techo
,cuya vista le arrancó una excla
mación de sorpresa y entusiasmo .
Hasta entonces no había visto que el techo del gabinete estaba formado por cuatro magn íficas lunas de Venecia , que reflejaban todo cuanto se hal laba aba jo .
Los dos espej os colocados sobre la parte del gabineteque ocupaba Guzmán no reflej aban más que la indecisapenumbra formada por la débi l luz de una lampara griega que ardía cerca del bail o , pero el techo de la otra mitad del gabinete ocul ta por el biombo bril laba repitien
do las movedizas y rojas lenguas de dos pirámides de buj ias escalonadas en a rti sticos candelabros de plata .
Guzmán quedóse extático contemMando aquel espejoque reflejaba los obj etos invertidos y no pudo reprimu
H E R M O S A L I E J E S A
como cascadas de r izada n ieve desde una gran flecha deoro que las sos ten ía en el techo . E sta cama de princesacaprichosa estaba apoyada sobre cuatro amorcillos ; peroGuzmán
,desde el s itio donde se ha l laba ,
sólo veía dos a
través de los blancos cortinajes , que por su dia fan idad
pare-cían tej idos con las neblinas de un lago .
Una de aquellas figura s apuntaba su flecha pronta a
sal i r del a rco y la otra llevábase un dedo a los gordinfl o
nes labios , como impon iendo s ilencio para que nadie tur
bara el sueño de la diosa que all í dormía .
Un poco más cerca de la entrada estaba el tocador consu mármol rosa
,cubierto por un verdadero ej ército de
frasquit_os de todos colores y formas,mezclados con ob
jetos de plata ,de nácar y de concha
,cuyo uso era un mis
ter io para Guzmán , poco versado en ma terias de embellecímiento femen il .Todo aquel lujo, ext ravagante a fuerza de ser costoso
y soberbio , sólo atrajo una ligera mi rada de Guzmán , pues
éste se sentía más interesado y a traído por la deidad quehabitaba aquel gabinete, en todo semejante a la misteriosa estancia de un cuento de hadas .
La famosa Thero igne de Mericourt , la B ella Liej esa,aquella Lambertina que tra stornaba :a los ricos hacendista5de Francia inspirándol-es la locura de ven i r a arroj ar losmil lones sobre su regazo,
estaba a l lí , a pocos pasos de él ,mostrándose sonriente sin dejar de ser alt iva y como com
placida por el efecto anonadador que su bel leza causabaen un joven de a specto au stero y virtuoso .
Guzmán la mi raba con cod icia a l par que con ciertaneligiosa admiración .
Por primera vez veía una muj er tan hermosa mostrán
dose con un descu ido adorable .
E ra una verdadera Venus , no como las que imaginaron los soñadores artista s de la Grecia , envueltas en cierto ambiente de impalpable d ivin idad, s ino como las pin
L A H E R M O S A L l E ] E S - l
taba Rubens en sus cuadros de calientes tintas , hermo
sas con belleza incitante y anonadadora , sólidas , carnales . hermanando la exuberancia de la forma con la ar
mon ia de la l ínea y mostrando con fundidos en su cuerpotodos los toques de luz
,todas las gradaciones de suav<
cºlor y toda s las tersura s de finura estremecedora que
pueden encontrarse en el interminable estudio de la forma
humana .
No era una j oven atract iva por la virgin idad de su
gracias, encerradas en un cuerpo del icado como el botónde una flor ; era una mujer ya formada , que no esperabaninguna evolución embellecedora y que se veía en todoel apogeo de una hermosu ra radiante .
S u bel leza no recordaba la del apretado capul lo que
se entreabre al recibir el húmedo beso de la aurora , puesera semejante, con todo su estal l ido de co lores y de perfumes
, a lal rosa que ha llegado ya al supremo grado de
hermosura , que sabe que tras tanta grandeza no le queda
más que la agostura de sus galas y después la muerte, yque ansiosa demostrarse en todo su esplendor y de llenarel espacio con su oloroso ambiente ,
mu éve se cbn lasciviasobre su ta llo , y se muestra más bel la cuando cae la tarde
y en el cielo revuélves e un mundo de colores semejantesa los que brillan en su s cien hojas .
Lambertina recordaba más a las seductora s mat ronasde la antigiiedad, que sentadas como diosas en sus s illasde marfi l rend ían a sus pies a los más ñeros soldadoscon una mirada de sus
_o_jos negros y profundos, que a
las cané fonas griega s , que esbeltas , de juventud todavíareprimida por la castidad y con la pintada án fora sobre su
ca beza,marchaban a la fuente mostrando un rostro de
purisim:as línea s, y ocultando pudorosamente ba jo la tún icade flotan tes pl iegues el cuerpo fresco y _
sonrosado como fo
es siempre la juventud , pero sin esas seductoras curvas queel amor v la pasxon hacen surgir del seno de las mismas
H E R'M O S A L Í E J
'
E S A
l ineas r ígidas y escueta s que son el patrimoniol de la cas
t idad .
Theroigne era una cabeza de Juno ,radian te y alt iva ,
puesta sobre un cuerpoo de Venus fl amenca .
Abajo rosadas carnos idades , hoyu elos dorados e incitantes y tersuras me refl ej aban la luz ; arriba la cabezasoberana , majestuosa ,
cas i o límpica , coronada por un bo s
que de negros r i zos que caían en ampl ios an i l los sobre sus
desnudas espa ldas como serpientes de azabache , la f rentereduc ida ,
tersa y serena como una graciosa estro fa ,co
bijando bajo sus cejas dos o jos negros que no podían mirarse sin sent ir turbación ;una na ri z semejante a la de las
esta tuas cl ás icas, y una boca más bien grande que pequeña ,
con labios en t reabiertos , cuyo ro jo con trastaba con el há
medo marfi l que a el los asomaba ;y uniendo la cabeza y el
cuerpo,tesoros inagotables de precios idades , un cuel lo er
guido, ¡de soberana robustez , agitado algunas veces en su
blanca superficie por movimientos nerviosos como un fragmento de mármol que s int iera ci rcular la vida , y surca do
en la parte de la garganta por dos graciosas rayuelas que
son como el divino collar que Venus concede a la her
mosura suprema .
Guzmán abarcó tanta belleza con una sola mirada desus deslumbrados ojos y en su admi ración l legó a encon
trar pál idos y fríos cuantos elogios habia oido de la bellezade Lambertina .
E ste ráp ido examen fué s intético en extremo, pues el
joven no l legó a fi ja rse en n inguna de las precio—s idadesparticulares de aquella beldad,
ni contempló por separado
ninguna de sus gracias .
La encont raba hermosa, excitante y avasa l ladora al pri
mer golpe de vista , y segu ía contemplándola sin que sus
ojos pudieran separarse del br i l lo—
mate que producía la
luz al quebrarse sobre la sedosa piel .
La bel la Lambert ina sa ludó a los dos hombres con una
L A H E R M O S A L I E J E S A
sonrisa que a Guzmán le parec1o luminosa ,y los hizo sen
tar cerca de el la a ambosj lados del tocador, cuyo espejo,
surgiendo bajo un dosel de raso azul y sosten ido por dossátiros de plata , val ía un tesoro .
- Podéi s estar aqu í—
sin ceremonia a lguna— duo Lam
bertina con su hermosa voz de contra lto Yo sólo soymuj er para esos imbéciles aristócrata s que vienen aqu í aderramar a manos llenas sus tesoros pagando con millones el desprecio que les profeso pero pa ra los buenospat riotas que v ienen a visitarme qu iero ser un francocompañero y los er cibo como a hermanos de armas . S en
taos , Guzmán ; esta casa es vuestra . Creed que anhelo el
ser cons iderada por vos como una buena amiga .
Y la bella Lambertina ,s in dej ar de mira rse en el es
pejo,avanzó un deslumbrante bra zo y buscó a t ientas la
diestra de Guzmán , qu ien aturdido todavía por la primeraimpres ión que le produjo tanta bel leza, se dej ó estrecharla mano sin con testar n i dar otras muestras de vida queel estremicimiento producido por el con tacto de un cutistan delicado .
E l joven españ-ol
,sen tado junto a Theroigne, rozando
con sus rodillas las ropas de aquélla y aspirando los perfumes que exhalaba su cuerpo, volvía a sentir la embria
guez que había experimentado en el sal ón y pa recíale queaquel la carne sedosa cal iente y fi rme
,exha laba un olor
especial , un efl ú vio tan poderoso que le agi taba a él conestremecimientos que corrían desde la punta de sus piesa la raí z de sus cabel los .
Por, vez primera se fij ó Guzmán deten idamente en la
contemplac1on deta l lada de la hermosura y las galas deLambert ina ,
y entonces vió su extraño tra j e .
Iba vestida de griega Una senci l la tún ica de lino blan
co ,fi no como una tela de hadas, bajaba hasta sus p ies y
se sosten ía sobre el hombro izqu ierdo con un gran broche
H E R .M O S A L I E J E S A
de oro ,dejando a l descubierto los b razos, la garganta y
una parte de su pecho .
Guzmán,mirando
“
al“
suelo,veia junto a las doradas
columnas del tocador los p ies de la beldad, desnudos ycu biertos con ricas sandalia s ;y más que los gruesos brillan tos que centel leaban en el cal zado,
atra ían su atenciónlos dedos rosados y pequeños , cual los de una n iña
,y sin
la más leve de esas deformidades que el cal zado moderno
produce en las extremidades femeni les . E ran unos piesde d iosa , p ies cuidados con esmero para que los amantespud iesen deposita r en ellos su s besos de adoración .
Lambert ina, que por ser art ista en extremo no que
r ía confi ar su tocado a la s manos de las doncel las , segu iamuy ocupada en su peinado griego , y con los ojos fi jos en
el espejo procuraba colocarse acertadamente sobre los en
roscados cabellos un pesado aro de oro ma te.
Levantaba sus brazos con l ibertad ,como olvidando que
eran dos hombres los que la miraban ,y cada vez que su
codo derecho ven ía a elevarse a la altu ra de la cabeza ,
Guzmán estremecíase al ver surgir en la deslumbranteblancura el bosquecllo de vel lo que se ocultaba deba jo delbrazo y a l d ist ingu i r al t ravés del entreabierto lino un
pecho prominente y agitado por la respiraci ón , que le ha
cía pensar en una taza antigua de ñnísimo alabastro mo
teada en su vért ice por un péta lo de rosa .
Lambertina permanecía en s ilencio, pues la preocupabasu peinado y sólo de vez en cuando sal ía de su abstrac
ción para dirigi r a Guzmán amables sonrisa s .
Camilo pa recía esta r olvidado , pero el periodista no se
inquietaba por tal indi ferencia y entreteníase jugueteandocon los frascos de mil colores que estaban en el tocado r,10 que les pon ía en grave pel igro, pues Desmoul ins, como
todos los hombres d istra ídos y a tolondrado5 , ten ía la manotorpe y no podía toca r nada s in romperlo .
Acababa Theroigne de a justarse su diadema de oro y
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l anzar una mi rada satis fecha a su pe inado ,cua ndo ya ha
bía vuelto su asiento de ma rfi l . y dando la espa lda a Ca
milo,d irigía se con expresión amable al joven español :—Os vi anoche en los j acobinos— le dijo con voz es
r iñosa—
y o s creí un semidi ós a l contemplaros modestoy sencil lo ,
recibiendo la ovación que tan justamente os tri
butaba el pueblo . Me recordaba is a aquellos j óvenes de laGrecia , bravos como leones y modestos como pa lomas ,que luchaban cual gi gan tes en la arena de los Juegos - 0lim
picos y después rec ib ían su corona de laurel con la expre
s ión ruborosa del muchacho a qu ien dan un premio en
l a escuela… Me impresionásteis, os lo juro ,e igua l que
a mi les ocurrió a todas lab“
fnujerés que estaban en las
t ribuna s . Eso tiene su exp l icac i ón , porque a más de ser
un buen pa tr iota . sois muy guapo,ciudadano Guzmán .
La hermosa dij o esta s palabras con natura lidad y con
aque l acen to belga que le hacia pronunciar el francés '
de
un modo extravagante y grac ioso ;pero el joven se rubor izo hasta las orej as ante aquel la galanteri a , que sólo habíao ído cuando n iño y de labios de su abuela .
- Yo apenas os vi — cont inuó Lambert ina— me sentia tra ída hacia vos por una i rresistible s impatía . Deseé co
noceros .Vues tro encierro en los ca labozos de la Inqui
sici ón de Sevilla me recordaba mi prisión en la fortal eza
austriaca,y al veros tan joven y ya márti r de la más glo
r iosa de las idea s , me emocioné hasta el punto de llorar
y de arrojaros aquel ramillete, en el que"hubiera querido
envolver mi alma .
Y la hermosa Lambertina a l hablar así mi raba con
una expres ión de carino cas i maternal al aturd ido joven ,
y apoderándose de sus finas manos, las estrechaba comu.
nicándolas el suave calor que exha laba su div ino cuerpo.
'A¡quellas palabras , de una franqueza sin l ímites , unl
das a la l ibertad que Thero igne demostraba en sus acclo
nes., viníemn aumenta r la turbación de Guzmán , y la
H E R M O S A L I E J E S A
joven deb io leer en su frente los pensamientos que le
agitaban , por cuanto le preguntó sonriendo con tristeza :— En
i
Paris deben haberos hab lado mucho de mi . Vamos a
,ver, contestadme con franqueza : ¿ Qué concepto
habéis formado de mi persona ?Guzmán detúvose durante a lgunos minutos como in"
deciso,y al ñu balbuceó
— Señora : os tengo por una gran pa triota . Todo el
mundo habla de vuestro entusiasmo por la l ibertad y lare generación del pueblo .
—B ien veo que no so is franco — repuso Lambert ina con
su misma sonrisa amarga Habláis de mi pat riotismo,pero os cuidáis muy bien de no deci r que la bel la Theroignede Meri—c ourt es una prostituta famosa ,
una mujer cua l
quiera , que cae en brazos del primero que se presenta ,con tal de que le tra igan oro . Así me cree el mundo y …
y así soy en rea l idad : ¿ po r qué me he de sub-levar con
tra mi destino ? Debo reconocer quién soy ,debo acata r esa
infamia que rodea mi nombre, pero si es que exis te un
Dios protector de los -débl l€8 y enemigo de los soberbios ,bien sabrá él que la infeliz Lambertina , la a ldeana de
Mericourt , no es la más culpable de la degradación en que
hoy vive. Algún día ar…rojaré yo la máscara sonriente con
que hoy me presento a esos favoritos de la fortuna quevienen aqui a revolca rse en el cieno de la prostitución ;a lgún día levantaremos nuest ras f rentes todas las muj eres deshonradas que existen en Francia ,
todos los hom
bres sin pan ,todos los siervos embrutecidos que han su
dado sobre el terruño para a l imentar los v icios de los pcderosos . un velo de sangre enturbiará nuestra vista ; lacompa5 1on hu irá pa ra s iempre de nuestro pecho , y enton
¡que t iemblen los aristócratas ! ¡ que tiemble esa
tribu privilegiada de la que provienen todos los ma les del1nfeliz pueblo !Y la B ella Liej esa , al hablar a sí
,habiase excitado has
H E R M Ó S A L r a 1'
a s a
una historia estúpida y burlesca , de la cua l soy siempre laprotagon ista , para hacer rei r a todos los pisaverdes a ristócratas que leen el papelucho rea l ista en la tertu lia de
esas marquesas , al lado de las cuales soy yo una vi rtud ln
corruptible. En el último número ha ten ido la agudeza defingir que yo estaba embarazada , que paria en una tribunade la Asamblea y que cayendo el n iño sobre la mesa presidencial, los diputados de la i zqu ierda disputabanse la
patern idad, creyéndose con derecho, por haber todos dormido en mi cama . El cuento es estúpido y hace poco honor a la inventiva de e se señor Souleau ;pero debe haber
provocado muchas risas en los salones de las Tull eñ as yen los del Faubourg San Germán . No se publica númeroen que esos canallas dorados no dediquen las más in famesbromas a la señorita Theroigne, sin pensar que uno de
ellos , un hombre que pertenecía a su raza y a su clase,fué el que me a rroj ó en el vicio , haciendo que mis padres me maldij eran y mis parientes me despre—ciaran . ¿ No
indigna esa conducta ? ¿ No enloquece de furor tanta infamia ? La gente se r ie ahora de los chistes de S ou leau
,y
sus admiradores aristócratas,mañana
,cuando l legue el
momento de la explosión popular , se extrañarán de qu(
la B ella Li ej esa. beba con placer sangre de nobles y se
coma el corazón de ese periodista que sólo sabe produci rsarcasmos .
Quedóse pensat iva Lambert ina ,mientras que Guzmán
contemplaba con atenci ón a aquella extraordinaria muj er,y Camilo sonreía complac ido por el furor que demostrabaTheroigne.
—Así me gusta verte— duo el periodista Me complace que hagas acopio de furor contra esos escritoresreaccionarios que no te dej an en paz . Pero imitame a mi
que nunca demuestro en público la menor a lteración porlas bromas sin gracia que Souleau y los suyos se permiten conmigo . ¿ No se han burlado de mi porque al hablar
H E R M O S A L I E Í E S Á
de tu entrada en los Franc1scanos te cºmparaba a la reinade Saba cuando iba en busca de Salomón ? Pero yo he
contestado a sus burlas con otra s más mordaces y terribles : en vez de di rigi rme a ellos
,he disparado mi sátira
contra su rey, y no por esto o lvido sus injurias, puesaunque me muestro ahora t ranquilo e indi ferente,
algúndia las recordaré todas para hacérselas pagar en junto .
Lo que muchas veces pienso, amable T'heroigne, es que
debes sufri r grandemente hablando con los aristócratasque te visitan .
Lambert ina afirmó con un movimiento de cabeza y dij odespués con desal iento :
— E s la tortura mayor que sufro . Cada vez que he de
escuchar las palabras amorosas de uno de esos seres privilegiados, tan débiles de cuerpo como corrompidos de
a lma , s ien to violentas náuseas a l par que impulsos de furor
,y he de hacer grandes esfuerzos para … contenerme;
pero me es preciso sufri r tal mart irio . Yo podría vivir
pobre y l ibre como una muj er del pueblo ; este lujo que
me rodea , en vez de agradarme me repugna ;pero la cau
sa del pueblo para poder triun far necesita dinero,y yo
puedo proporcionar mi parte siguiendo en esta vida de
depravación que me avergiienza . He de fingir mucho, hede engañan a los que me rodean most rando s iempre una
alegre sonrisa,y …son
i
muy pocos los que saben que trasesta expresión de a legria impresa en mi rostro se ocultael violento pesar que me produce mi degradación . Yo da
ria diez años de mi vida por volver a ser la sencil la y vi r
tuosa aldean ita de Mericourt, y cada vez que en los clubso en las reun iones de los arraba les me codeo con esas mu
jeres hambrientas , honradas y que huelen a miseria , no
puedo evitar un sentimiento de envidia y hasta las tratoreconociendo en ellas cierta superioridad .
Theroigne quedó en silencio durante algunos instan
H E“R M O S A L I E J E S A
tes como anonada por el convencimiento de la degradaci ó nen que vivía , y dijo después di rigiéndose a Guzmán
— Indudablemente os habrá llamado la atención la sun
t uosidad y el lujo que me rod-ea . A todos les sucede lo
mismo cuandoi
vienen por primera vez aquí , y no hay na
die a qu ien deje de l lamar la atenc ion la discordancia queexiste entre mis pa labras y a spi raciones , que son demo
eróticas , y esta opulencia con que revisto mi vida . Aparezco a los ojos de la genera l idad como una mujer vul
gar, amante del lujo y que ,olvidando mi antiguo origen ,
qu iero vivir como una princesa ,y, sin emba rgo, nada más
lejos de la verdad.E sta riqueza que me rodea no me la
he proporcionado yo, s ino mis opulentos amantes . Cua troviejos aristócratas han ido regalándome todos esos prodi7gios de arte y… de voluptuosidad que veis en esta ca sa
,y
si yo conservo tanto lujo,es porque para los imbéci les
que me desean cuesto más cara aqu i que en una modestahabitación .
¡De ese modo puedo adquirir más dinero paraderramarlo inmediatamente en las tabernas de los a rrabales
,en los cafés patriótidos , en las tribunas de los clubs ,
all i donde se agrupa y se concentra el ej ército de la reºvo
lución . Creedme,joven . Viviré así , mientr as haya imbe
ciles a quienes guste, rodea-da de lujo,y que vengan a en
tregarme su oro sin adivinar que éste se convierte en hie
rro que ha de ra sgar sus pechos ;pero el dia que se ago
te pa ra mi la mina
"
de la estupidez viciosa y aris tocrática ,entonces no vacila'ré un instante en vender todas estas riquezas y en prostitui r mi cuerpo en medio de la cal le paraproporcionar más dinero al pueblo y acelerar el dia de la
venganza .
Y Lambert ina , al mani festar con esta s palabras el ex
trano sacriñcio que hacia en aras de la revolución ,mos
traba cierta sublimi-dad en su gesto resuelto,impresionan
do a Guzmán, que cada vez encontraba más extraordinaria
a aquella mujer .
—L A H E R M O SHA L I E J E S A
Desmoul ins debía estar muy acostumbrado a las originalidades y a los entusiasmos de la célebre c0rtesana , pues
no parecía impresionarse por aquellas afirmaciones de ca
rácter tan extraño y seguía jugueteando» con los objetosdel tocador mostrando cierta impaciencia nerviosa .
— Pero ,Theroigne— dijo por fin el periodista En tu
casa se come s iempremuy tarde y yo tengo verdadera hambre . ¿ Cuándo vamos a la mesa ?
—Ahora mi smo . Pero tal vez no habrán venido los
otros convidados .
Son muchos ? ¿ Qui enes son ?
— Todos los conoces tú . Vendrán los de costumbre , yademás Danton me ha prometido acompañarnos <sta nochetrayendo con él a Brissot , ese grande hombre senci l lo ymelancólico , al que mi ro siempre con respetuosa simpatia .
Y a propósito, Camilo ;aprovecho» la … ocasión para consultarte. ¿ Qué opin ión t ienes tú de B rissot
— »Le creo un hombre de asombrosa intel igencia y de
grandes conocimientos . Ya sabes que yo no soy muy modesto y que me tengo por gran erudito ;pues bien , con el
ún ico que no entablaría una discusión l iteraria es con
Brissot . Resulta asombroso el cauda l de sus conocimientosy parece imposible que en su vida haya ten ido tiempo paraleer tanto . Cuando hoj eo su periódico El P atriºta Francés,me parece tener en las manos un tratado de derecho pol it ico puesto a l alcance de todas las intel igencias .
La bel la Lambertina o ia con deleite aquellos elogios,pero debieron pareoerle demasiado parcos , por cuanto se
apresuró a añadi r con fogosa y entusiasta expresión—Hay en ese hombre algo sobrenatural que impresiona
y conmueve . A mi Danton ,cuando hab ia , me impone y
me hace tembla r, pero cuando Brissot explica sus ideas ,siento inundada mi alma por un goce inefable y c asi divino . Contemplando su rostro dulce
,tranquilo y melan
cólico, pienso en la sublime mansedumbre evangélica y no
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puedo menos de comparar a B rissot con el ñlántrcpo Jesús .
E l escéptico Camilo acogió estas palabras con una ru l
dosa carcajada .
Famosa comparac1on l— exd amó con aquel la tarta
mudez que le acometia en ciertos instantes Para no dis
gustarte acepto que Brissot sea comparable al fi lósofo ju
dio ;pero hay que conven i r también en que tu Jesús haten ido en los principios de su carrera l iteraria una con
ducta poco ej emplar .Theroigne, que en uno de los caprichos de su move
diza admi ración se mostraba entusia sta de B rissot , acogiólas burlas de Camilo con un gesto de tristeza .
— Es verdad cuanto dices,Desmoulins , pero no me
gusta que para rebaj ar el mérito de un compañero vuestro ,
estéis todos recordando a cada momento los prnzcipiows de
su ca rrera . Yo sé también lo»
que fué B rissot a los veinteaños . Vivía en Londres en la mayor miseria . ten ia que
mantener a la j oven que había un ido su suerte a la de un
escritor pobre y aventurero , estaba cegado por la"inex
periencia de la edad, y en tales ci rcunstancias no fué ex
traño que se juntase con el canal lesco Morande y otrosfolletistas despreciables , que se
“ganaban la vida escribiendo
l ibelos di famatorios contra aquel los personajes que no se
decidían a comprar sus plumas con algunos miles de francos . Brissot se deshonró ej erciendo este género l i terarioque ocultaba una esta fa, pero su degradación fue solo mo
mentánea , pues al poco t iempo abandonó a su gen io malo,
que era Morande, y volvi ó a Francia para vivir en la miseria más dig na y más virtuosa que he conocido Tú , Ca
mi lo , puedes ser incorruptible y fiel a la causa del pueblo ,
sin que esto consti tuya un gran méri to , porque eres ricodesde que te casaste con Lucila ;pero es subl ime la con
dueta de Brissot , a qu ien la corte compra r ia de muy buenagana , y que s in embargo ,
vive fuera de Paris en un des
tartalado granero por no»
poder pagar una buhardi lla den
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tro de la ciudad, y come cuando la santa muj er que com
parte la V ida con él a lcanza unos cuantos francos pianchando las cami sas que qu ieren darle.
Camilo,s ilencioso , parecía anonadado por las palabras
'
de Lambert ina y como a rrepent ido de su l igereza al tratarde Bri ssot .
— Y no hay que hablar de la d ign idad con que sobrel leva su miseria— añadió Lambertina No es a ltivo n i
orgulloso, pero tiene empeño en no hacer como otros quepregonan su pobreza , y por esto rehusa cuantos auxiliosse le conceden gratu i tamente
,dando a su negativa una
modestia y una sencil lez que aún le hacen más simpát ico .
En varias ocasiones he intentado inútilmente hacerle to
mar algún dinero sé que en su casa pasa semanas enterascomiendo pan y queso cuando lo» tiene, y sin embargo , parahacerle sentar a mi mesa
, que es de las mejores de París ,necesito envia r en su busca a algún amigo que lo traeaquí cas i a viva fuerza . Cuando le veo tan pulcro , tan
dulce y resignado con su suerte, conociendo como conozcosu inmenso» talento y la miseria en que vive, siento deseosde l lorar y de arrojarme a sus pies pa ra adorarle como un
ser super ior . E l me conoce bien ,sabe cuál »es el estado de
mi alma y tengo la seguridad de que compadece mi in fortunio . Lo ún ico que encuentro en él de censurab-le es que
no quiere aceptar mi generoso auxil io ; pero ya que el
marido se n iega a aceptar mi dinero, yo doy a plancharla ropa blanca a su mujer, que también me produce hartosdisgustos no accediendo a recibir más que el justo preciode: su trabajo .
Guzmán escuchaba con tanto asombro como emoci on
estas palabras que retrataban a Brissot y ardía en deseos
de conocer a aquel escritor , cuyo periódico había s ido» tam
bién una de sus lecturas favoritas .
Camilo,deseoso de deshacer el efecto de las palabras de
H E R M O S A L I E J E S A
Theroigne, que había s ido para él como una censura,se
apresuró a preguntar con expresi ón burlona :—
¿Y Romme ? El célebre Gilberto Romme, ¿ no figu
rara en el banquete ? A mi me es imposible concebir una
cena en casa de la bella Theroigne sin la presencia de
ese cuákero mal vestido que está siempre a tu lado,cau
sándome el efecto de un esca rabaj o sobre una rosa .
— No te burles, Cami lo . Ya sabes que el pobre R omme
es mi hombre de confi anza ;una especie de secretario» y deamigo ñel hasta la muerte
, que me-
presta muy buenos
servicios . Vosotros le tenéis por un meta f í sico obscuro ,
por un alquimista político, por un pensador extravagante ,
pero aunque algo hay de ci erto en tal op in ión, esto no
impide que yo le considere casi como un padre y que
tenga en”
mi viejo amigo la más absoluta confi anza . Sé
bien que esto da lugar a los más desvergonzados comentarios . E l otro día un pa triota de los arraba les me pre
guntaba con la mayor seriedad si era cierto lo que decíanlos real istas de que yo estaba embarazada por causa de
Romme . Ya ves que la pregunta no puede ser más graciosa .
Y la misma Lambert ina lanzó una sonora ca rcajadaante aquella idea que le resultaba
"extravagante, _ uni éndose
a su risa la de Camilo , que aprovechaba todas las ocasionespara mostrarse alegre .
Un ruido de pasos turbó aquel la exploswn de hilaridad .
Theroigne fi j ó su atención , y conociendo inmediatamente al que se acercaba , grit ó :
Pasad,Romme pasad sin cu idado . Esto-
y entre ami
Y por el espacio que quedaba l ibre entre el biombo yla pared entró Gilberto Romme un hombrecil lo gordinñón ,
con la cara granugienta ,los -ojuelos l lorosos y una cabe
l lera gris y amaril lenta , peinada con un descuido que le
daba cierto aspecto grotesco . Iba todo él de paño negro,
pero tan ajado y polvor iento que ten ía cierto re—Bejo t o
H E R M O S A 'L I E J E S A
mente en las espaldas y dirig1endole bromas acerca de su
austera virtud . Mientras tanto ,la bel la Theroigne recogióse
la cola de su tún ica griega y apoyó5e en un brazo de Guzman haciéndole senti r el suave calor
,la sedosa tersura y
la voluptuosa pesadez de su cuerpo escu ltural .Los dos j óvenes atravesaron lentamente el gabinete.
Guzmán se sentía tan impresionado, como cuando en
tró a llí , por aquel ambiente de lujo y de hermosura .
La — B ella Li8j esa. le mi raba con aquel los ojos, cuyobrillo era imposible resisti r , y le envolvía al mismo t iempoen su sonrisa amable y protectora . que tenía algo de las
timera , sin duda por la perturbación que causaba en Guzmán el verse sol o y en contacto con una
—muj er tan her
mosa .
'
Tsemblaba aquel brazo viri l y nervudo en que se apoyaba Theroigne, y cuando ya es taban en la puerta del gabinete y Guzmán con mano convulsa empujaba el bordadocortinaj—e, la bel la Theroigne, sin abandonar su sonrisa ycasi apoyando su cabeí a en el hombro del rígido joven ,
le
preguntó con expresión mimosa propia de una niña .
— Francamente, amigo Guzmán : ¿ cómo me encont rai s ?¿ qué impresión os ha causado el conocerme ?
LA CENA DE LOS PATR IOTAS
E l comedor de casa de Theroigne presentaba un magníñcto golpe de vista .
Sobre el blanco y! adamascado mantel destacábanse en
correcta fi la los brillantes cubiertos de plata , los rubios panecillos y las finas servi l letas de caprichosa plegadura
junto a los platos de Horeada porcelana con canto dorado,que formaban pequeñas p i las .
Las rizadas buj ías ,agrupadas a docenas en la cú spide
de cincelados y deslumbrantes candelabros , dejaban caersu l luvia luminosa sobre la mesa
,haciendo centel lea r las
aristas de las c0pas de rico crista l y dando tonos irisadosa los generosos vinos encerrados en ta l lada s botellas deartist ical forma .
Grandes manojo-s de flores ostentábanse sobre búcarosde China en el centro de la mesa y en los grandes jarrones
que ocupaban los ángulos de la habitación , y el per fumegrato y punzante de aquellos ramos colosales , un íase al
fino y oloroso vaho que exhalaban las suculentas viandaspuesta s en rica s fuentes de plata , que por su pesadez yrica labor art ística
,demostraban proceder de alguna opu
lenta casa del siglo anterior.
H E R M O S A L I E ] E S A
Todo era soberbio, magn ífico y pesado en aquella habitación dedicada a los deleites gastronómicos .
Notábase en todos los ricos obj etos que la adornabanla procedencia a ristocrática , y no era extraño encon trar enel fondo de una fuente cincelada en los t iempos del Renacimiento el escudo de armas de a lgún noble v icioso, que
para satis facer los caprichos de una querida esqu iva ymalhumorada, se había desprendido de antiguos recuerdosde su famil ia .
La suntuos idad de aquel comedor hacía pensar en una
habitación adornada con despojos de todos los hombres deelevada a lcurn ia que habían sol icitado el amor de la B ella
Liej esa a cambio de su fortuna ;pero la procedencia'
poco
legítima de tan ricos adornos no impedía que la mesa pre
sentase un golpe de vista deslumbrador .
Sobre los ricos aparadores de ébano os tentábanse en
fi la nuevas baterías de frascos y de platos, y en el suelo,
entre las dos ventanas de la habitación,veíase una gran
va sij a de plata ,sosten ida por cuatro gen ios alados y llena
de pedazos de hielo ,dentro de la cual estaban a refrescar
media docena de botellas de champagne.
Las ventanas estaban abiertas a causa del calor de laestación y las flotantes cortinas de n ítida blonda
,movidas
por el fresco vientecillo de la noche,dej aban pasar los mil
ru idos de la calle, que en aquel las horas de animación noc
turna semej aban el ru ido de un mar agitado .
E l banquete había comenzado ya . Un extremo de la
mesa estaba ocupado por la duena de» la casa y en el lado
opuesto destacábase la robusta figura de Danton ,con su
fealdad grandiosa ,ll»enándolo todo y adoptando s in saberlo
aquel las actitudes maj es tuosas que siempre hac ían aparecercomo s imples vasallos a cuantos le rodeaban .
Comía con el ceño fruncido y el gesto malhumorado,
contestando con monosí labos y con gruñidos a l alegre Cámi lo que estaba a su lado hablándole con su acostumbrada
'
H E R M O S A L I E J E S A
l igereza sobre los pesares domesticos que afl igían al céle
bre orador .
Al lado de Lambertina se habian colocado, por indicac1on de ésta , el melancólico Brissot y Guzmán
,a qu ien le
resultaba c_
a5 1 un ensueño el verse a los tres días de haberl legado a París sentado a la mesa de una mujer tan fa
mosa y en compañía de los hombres más célebres y po
pulares de la época ,
Los demás comensales eran el viejo Romme, el abateS iey-
é s , los poetas José Chemer y Fabre d'
Englantine,el
famoso actor Tahna y un joven de aspecto» decidido» que
vestía el un i forme de capitán de la Guardia Nacional conel distintivo de los oficiales que pertenecían al E stadoMayor .E l joven español mostrábase t ímido y coartado ante
aquella escogida concurrencia que se conocía desde muchotiempo antes , tratándose con
_
entera l ibertad, y las distinciones de que le había hecho obj eto la bel la Lambertina ,sentándolo a su lado y hablándole con marcada expre
si on de a fecto,sólo hab ían servido para aumentar su tur
bación .
Guzmán ,en vez de comer y aprovechando ese instante
de recogimiento propio del principio de todas las comidasen que los comensales sólo se preocupan de su estómagos in fi jarse en el compañero que tienen al lado,
examinabaa aquellos hombres que eran célebres y gozaban el halagode la popularidad .
S ieyes ,”
con su negro t raje, su alzacuello de abate y el
rostro pálido ,huesoso
,contra ído por un gesto de recelo
y animado por una mi rada escudriñadora que llegaba hastael alma de aquel a qu ien observaba , atra ía la atención deGuzmán , quien no podía menos de recordar que el granMirabeau había cal ificado el prudente y observador si lenciode aquel abate pensador como una verdadera calamidadnacional .
H E R M O S A L I E J E S A
La fina y a feminada mano que jugueteaba con distraec1on sobre el mantel era la misma que había escrito el cá
lebre fol leto ¿ Qu é es el Tercer Es tado?,obra que fué el
primero y más poderoso toque de llamada de la revolución,
y este recuerdo resul taba suficiente para que el jo»ven os
pañol minase aquel los dedos ñnos y descarnados con tantaveneración como si fueran una santa rel iqu ia .
En el opuesto lado de la mesa destacábase la romanacabeza de Ta lma
, siempre erguida , con la misma expresión
que s i estuviese en las tablas representando un héroe dela tragedia clásica , y de vez en cuando el gran actor dej abade comer para relatar a Fabre, que estaba junto a él , lasint riga s que había de su fri r de sus compañeros en la
Comedia Francesa , pues todos ellos le odiaban como buenosrea l istas y enemigos de la misma revolución que los dign ificaba , elevándolos a … ciudadanos desde su antigua ca lidadde histriones .
José Chenier, sentado junto a l viejo Romme,mostrá
base en la act itud de un poeta med itabundo , a quien ni
las alegrías de un banquete lograban dis ipar una melancólica inspi raci ón . Soñaba a todas horas con los pueblosde la antigiiedad, con tod
-o ese ambiente art ístico y sublime
de que los han rodeado la historia y la tradición , y vivíaen perpetua y laten te enemistad contra su hermano Andrés,el célebre poeta de los idilios y de las sátiras antirrevolu
cionarias .
Un abismo los separaba . Andrés escribía para deleitara la a ri stocracia en sus salones y j osé buscaba en su l i ra
las férreas estrofas de Tirteo para en tusiasmar a la masa
harapienta y miserable y forma r una nación de lo que
hasta entonces había s ido» el patrimon io de un rey .
Su bello ideal era hacer del pueblo de París un pueblo
artista y republicano como el de Atenas , y para él la revoluci ón consistía en un gigantesco coro de mil lones de voces
H E R M O S A L I E J E S A
que canta se los himnos en é rgicos compuestos po r su ins
piración contra los ti ranos .
In fundía respeto a Guzmán la presencia de todos aque
l los hombres célebres , pero esta impresión se aumentaban ablemente cuando f.» jaba sus ojos en. B rissot
,el comen
sal sentado en frente de él .
Al lí tema casi al alcance de su mano a aquel hombre
que adoraba antes por su talento y a quien profesabaahora una profunda veneraci ón desde que conocía 105 pm»
menores de su vida privada .
E l español no podía defi n i r b i en el efecto que le pro
dacia la contemplaci ón de aquel hombre. Guzmán era tam
bién de los que habían sentido miedo y entusiasmo antelos rugidos de Danton y fría admiraci ón ante la ca lmade Robesp ierre; pero con templando a B rls sot, un a tiernasimpatía inundaba todo su ser y sentía impulsos de arrojarse a los pies de aquel hombre sol icitando su consejo ydi rección en los aza res de la vida .
Algo había en él que justificaba el a trevido parangón
que había hecho Theroigne entre Jesus y Brissot .
Los grandes ojos negros del escritor revolucionario,
abriéndose bajo una s cej as elevad as y francas, miraban?
con la sublime expresión del fi lósofo que, abarcando en
un abrazo amoroso a toda la human idad,se olvida de si
mismo.
Adivinábase en é l inmediatamente el hºmbre que todolo sabe, que todo lo adivina
, que conoce perfectamente lasmaldades y las viles intrigas de sus semej antes y que, sinembargo,
se dej a engaña r a rrastrado por una bondad ins
tintiva y está s iempre dispuesto a sufrir, aun siendo ino
cente, para evitar el más leve d isgusto al culpable .
Tenía la pal idez cadavérica de Robespierre, pero su
rostro , lejos de ser un en igma, parecía brillar con el res
plandor de la dulce franqueza ,como si se refl ejasen en la
H E R M O S A L Í E . Í E S Á
escrupulosa y que cuidaba de que aquel hombre, distra ídocomo todos los pensadores , y que aún ostentaba en sus
dedos las manchas de tinta. de la pluma , se presentaras iempre con la camisa deslumbrante de blancura como se
ñal de pobreza d igna y pnl-cra : y esta buena hada era . su
esposa , mujer que le amaba como hombre y como sabio ,
y que enternecida por la modest ia ,la melancol ía y la s en
ci l lez de Brissot, d»edicábale toda su exi stencia .
E l redactor de El P atriota Francés era el más temiblede todos los revolucionarios , por lo mismo gue las doct rinas
que propagaba eran fi j as y determinadas . En 1 79 1 Robes
pierre no era más que un amigo de la l ibertad dispuestoa transigi r con el rey si éste respetaba una Constituc ióndemocrática; Danton voceaba en favor de la revoluciónsin pensar nunca adónde debia ésta i r a parar , y Des
moul ins escribía contra los reyes , sin que su carácter l igerole permi tiese pensar con qué podría reemplazarse a la
muerta Monarquía . Brissot era :el ún ico que había pen
sado para el porven i r y el primero que había lanzado en
pleno París la palabra”
República , determinando todas sus
ventajas y su friendo con esto la hostil idad de la mayoríade los patriotas , que a pesar de su :entusiasmo revolucio
nario sentían desconfianza ante cosas desconocidas .
En la corte le temían más que a Desmoul ins y a Marat ,sus compañeros en el periodismo popular . Las burlas deCamilo irritaban ;los arrebatos sangu inarios de Marat sólo
producían momentáneos terrores o risa s de de5precio ;peroaquel s istema republicano que B rissot iba desarrol lando en
su periódico con luminosa claridad y una prudencia de
lenguaje que extrañaba en aquella época de desen freno periodíst ico
,hacía frunci r el ceño a los hombres i lustrados
de la corte y pon ía en guardia a todos los a ristócratas ,que en vista de la rápida marcha de la revolución mi rabancon terror el porven ir .Varias veces se había intentado comprar su pluma ,
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creyendo que B rissot era aún el escritor mercenario aso
ciado »con el l ibel ista Moran-de, pero una rotunda negativacontestó a ta les gestiones . Brissot se había envilecido en
su juventud inexperta cuando estaba en la miseria ,y su
pa tria dormía con formada con el despotismo ;pero» ahora
que la revolución le ten ía por sacerdote, a pesar de que
V1v1a aun en mayor pobreza , sabía resistirse enérgicamentea toda clase de seducciones .
La vida de Brissot era un lastimero poema en el cualla pobreza y el hambre habían estado s iempre en primertérmino .
Hijo de un pastelero »de Chartres , para estudiar se había visto obligado casi a pedir limosna ; reconocido des
pués como escritor de gran talento,nunca. había podido
sali r de la indigencia y ahora que era célebre, que el
pueblo de París le aclamaba y que su periódico se lo a rrebataba en la s calles un público entusiasta ,
vivía aún con
mayor m.1se 1 1a que en su primera juventud. Desconocía en
absoluto los negocios , y viviendo s iempre en las alturasdel ideal ismo, no descendía jamás a la ma terial idad de
la vida para salir de aquella indigencia a que parecía per
petuamenfe amarrado . E l, que era el único» escritor de laépoca poseedor de condiciones oratorias y que en la tri
buna de los j acobinos a rrebataba con su conciso lenguaje,ma tizado de imágenes sublimes
,tartamudeaba con t imidez
y temblaba cual un criminal cuando impulsadopor la mis eria de su hogar y por las súpl icas de su e5posa ten ia
que pedir el imp…orte de sus t rabaj os, y ba staba para satis
facerle y para proovocar en él muestras de agradecimien to,
las pequeñas cantidades que le entregaban los editores que
se enr iquecían con su'
pluma .
Vivía en las inmediaciones de París , en medio del
campo,en el destartalado granero de una viej a ca sa y
a llí B rissot estudiaba mient ras su muj er plancha'ra camisas
para ayudar a la subsistencia de aquel hombre, que con
H E R ;M O S A L I E J E S A
una sola palabra podía hacer que el oro de la corte cayesea montones sobre su v1ej a mesa de escribir .
Su abnegacion resultaba más grande,ten iendo encuen
ta que eran muy pocos los que le agradecían tan inmensosacrificio, y que o tros escritores con menos méritos yusando del más grosero lenguaj e, alcanzaban el favor dela multitud .
Iba a París todos los días , después que rápidamente
escribía en su granero los artículos que conmovían al
trono, y por las noches se retiraba a su ca sa; comple
tamente solo, a través de los campos , expuesto s iempre
al asesinato con que le amenazaban los anón imos de los
aristócratas , los cua les tenían a su servicio» bandadas“
de
espadachines, y su f riendo muchas veces la l luvia y » la
nieve por no tener paraguas ni dinero para alqu i lar un
coche.
Aquel la indigencia , que era la eterna compañera de
su vida , le fué siempr e fiel , pues no» lo abandonó » n i aun
en los instantes en que triun faron las mismas ideas que
él había propagado .
Su modestia y su t imidez retenían la pobreza a su
lado . M ás adelante B rissot fué j efe del partido girondino, y cuando éste subi ó a l poder él hizo» nombrar ministros a sus compañeros , y despues de repa rtir los car
gos más lucrativo-s ent re personas que en su mayoríale »eran desconocidas , siguió viviendo en su granero, sin
cambiar s iqu iera aquel deslustrado» traj e negro»
que debíacubrir su cuerpo has ta la muerte. Exist ían entonces muchas famil ia s en Paris que estaban lejos de pen sar quesu ropa blanca estaba planchada por la esposa del hombre
, que con sus consejos pol íticos inspiraba a los mini s
tros y dir igía la marcha »de la nación ,
Aquel hombre t ímido y dulce ten ia en »el fondo desu a lma un valor heroico a toda prueba , que le servía
H E R M O S A I E ! E S A
para defenderse de la mi seri a de su vida y que más ade
lante desarrol ló en el momento de su trágica muerte .
Brissot poseía una condición tan arra igada . que solopodía compararse con su inquebrantable fuerza para el
t rabajo . En un siglo» de duda y de escept icismo, Bris sottenía fe inmensa e inquebrantable, pues ni un momentol legaba a dudar de la libertad, de la verdad y de la virtud . En fi losof ía era ardiente partidario de Rousseau ,
así como Danton era el más fiel discípulo de Diderot ,di ferencia que marca sus d istintos caracteres . Danton era
a teo y B rissot creía en Dios del mismo modo que JuanJacobo . Danton era un demoledor i rreS i stible , que des
pués de destru i rlo todo , había de cruzarse de brazos antelas ruinas , confesán-dose impotente para hacer nada más ;Brissot le segu ía de cerca para aprovecharse de su de»
vastación,const ruyendo un nuevo edificio socia l sobre las
ru ina s de las p reocupaciones y de los priv ilegios , queana tematizaba desde el fondo de su miseria .
Aquel hombre extraordinario ten ía algo en su persona que le hacía respetable . Su pobreza le hacía ser ado
rado por cuantos le conocían , pero nadie intentaba sa
ca rle de el la , pues la más leve indicación para que abatidonase aquel ideal ismo que alejándole de la vida hacíalesubsisti r en la miser ia ,
acogíala con un movimiento de
asombro como si no comprendiera lo que se le queriaexpresar .Es te era el hombre que conñemplaba Guzmán con
creciente admi raci ón y que merecía atenciones respetuo
sos de la bel la Theroigne, la cua l le mi raba, no como mu
jer galante, sino como discípu la sumisa .
Brissot, que por una reve conversación sosten ida en
voz baja con la dueña de la casa, sabía qui én era Guzmán ,
le di rigió algunas preguntas sobre España ,oyendo
las respuestas con tan amable atención, que el joven se
sentía conmovido por la grat itud.
H E R M O S A L I E J E S A
El banquete se an imaba por momentos , y los comen
sales , que poco antes se mostraban circunspectos y en
simismados , demos traban en sus rostros coloreado s su
agi tación interna ,y cada cual entablab-a con el compañero
más dístantex
una conversac ón que poco a poco iba há
ciéndose ingeniosa , Chispeando en ella ocurrencias fel icisimas .
La bella Theroigne, que en sus banquetes hacía traerde fuera de casa los platos más importantes , había to
mado a su servicio por aquella noch-e dos criados del
restaurant que la abastecía , los cuales iban de un ladoa otro mudando los platos y s irv iendo los ricos vinos
que desataban la lengua de los concurrentes .
Así fué transcurriendo la cena,hasta que l legados
los postres y destapado el champagne puesto a ba j a,temperatura ,
tomó aquélla tal carácter de animación , que
se produjo un bullicio» de distintas y ru idosas conversaciones a la vez
, que hacía levan ta r la cabeza con curios idad a los transeúntes que pasaban por la calle de R ichel ieu .
La con fusion en torno de la mesa no podía ser más
grande. Un a fán de hablar a gritos se apoderaba de to
dos los comensa les , quienes para entablar conversaciónbuscaban al companero más distante.
Desmoulins disputaba a grandes voces con el poeta
Chenier sobre el mejor metro pa ra los h imnos patrióticos ;Fabre hablaba con S ieyes sobre decretos que debiadicta r la Asamblea para fomentar la instrucción en el
pueblo francés ; Ta lma relataba las intr igas poli ticas debastidores al joven capitán de Estado Mayor, que le oia
con cortés atención, aunque demostraba con su gesto el
poco interés que sentía por las rencillas de los actores ;Romme importunaba a Brissot pidiendo que aclarase al
gunos puntos obscuros en la organi zación de la futura
H E R M O S A L I E J E S A
sas, y Theroigne lanzaba cariñosas mi radas a Guzmán ,
le hablaba confidencia lmente al o ído y de vez en cuandofi jaba sus ojos en
º Danton , que al otro extremo de la
mesa permanecía a i slado, s iempre con la copa l lena al
alcance de su mano y golpeando con un cuchillo una
botella vacia , a l mismo tiempo que entonaba una coplap icaresca con su robusta voz .
E l terrible tribuno,con su aspecto distraído y el re
tra imiento que mostraba no mezclándose en la … conversaci ón , daba a entender que a lguna idea poco grata se
agitaba entre sus cej as somb1 iamente contraídas .
A la bella Lambert ina le molestaba la preocupacmnde Danton , y por esto, dominando con su voz sonorael bulliício de todas las conversaciones
,le gritó
Qué t ienes , Jorge ? Nunca te he visto tan t risteen mi mesa ;ya no eres el comensal alegre y decídor queformaba nuestras del ic ias . P ide lo que qu ieras ; bebe
sin cu idado : la imbeci l idad aristocrática me ha dado medios de sobra para atender a los caprichos de mís verdaderos amigos . ¿ Qué te sucede ?
— Nada — c on testó el t ribuno con rudeza M e en
cuentro bien, sólo que carezco de humor para mezclarmeen las estúpidas conversaciones que est áis sosteniendo .
— Gracia—s , Danton— ex clamó Desmoul ins interrum
piendo su disputa con Chen ier .
-No vengas con i ron ías— continuó el orador Es una
imbeci lidad el discut i r sobre poes ia , sobre reformas de
instrucción públ ica , sobre mil cosas que nada nos impo rtan en el presente,
y,en cambio , dejar que la revoluci ón
se detenga. y se duerma , quedando in f ructuosas todas lasconquistas que hemos hecho en pro de la l ibertad . Con
testa tú ,Brissot . ¿ No te parece que es indigno olvidar
que hace pocos días el j efe del E stado ha sido t ra ido r a
las leyes del pa ís fugándosepara traernos la guerra civil ?— Creo — contestó B rissot con laconismo—
que ha lle
H E R M O S A L I“ E J E S A
gado el momento de a cabar con los reyes y establecerla Repúbl ica .
- 4E so mismo creo yo—
gritó Danton,acompañando
al trueno de su pa labra con un puñeta zo que hizo tremblar todo el comedor Ha l legado el momento ,
esa es
la vendad, y, sin emba rgo ,contra todas las leyes de la
lógica ,el ti rano,
después de su fuga y de su vergon
zoso a rresto, todavía encuentra defen sores entre los que
dicen amar la revolución ,Esos revolucion arios modera
dos son una calamidad na cional . B ien puede el panzudoCapeto hacer toda clase de porquerias contra la volun
tad popular , que nunca le faltarán para apoyarle el ge
neral La fayette, ese Don Quijote americano , v los ten
deros cornudos que forman la guardia nacional .Todos los concurrentes a cogieron con risas estas ul
tima s palabras , a excepción del j oven capi tán de E stadoMayor, cuyo rostro se coloreó al escucha r las cen surasde que era obj eto su general .Danton , que notó esto,
contra jo sus hombros en se
ñal de indi ferencia , y di jo al mil itar :—S é que sois ayudante de La fayette, pero esto no
os impedi rá reconocer que es te"hombre
,tan festejado
antes, se porta ahora de un modo fata l y se hace impopular a los o jos de todos los partidos . E s defensor deun término medio ; qu iere estar bien con todos y estole pierde, pues todos le odian . Los real ista s le cons ideran como enemigo porque tiene al gordo Capero apris io
nado en las Tullería s , gozando de una l ibertad fict icia ,
y nosot ros los revolucionarios no le od iamos menos a
causa de que con el muro de bayonetas que forma la
gu ardia _ _nacional , defiende a l trono de los justos ataques
del pueblo . Mala si tuaci ón es la de La fayette. Hombre
que aún se cree popula r , y d ispon iendo en París de cien “
mil bayonetas, en vez de decidi rse por uno u otro cam
po, preñene estarse quieto y a la espectat iva , pa sando
H E R M O S A L 1 E J E S A
gan reí r al público , y él puede deci r cuántas veces en
su periódico se ha burlado de mi a causa de mi estrechaamistad con el genera l Pues b ien ,
ahora lo declaro ylo sostendrá s iempre. La fayette ya no es mi amigo n i lo
defenderá nunca por lo mismo que me he convencidode que su republican ismo es pura farsa . En América pudoser republicano , pero aqu í en Francia no pasa del rea
lismo constitucional , y lo que es todavía peor, manifi esta tenerle miedo a la revolución .
—Eso es … ¡ vientre de Dios — rug10 Danton con ex
presmn satisfecha Veo que tu amistad con La fayettete ha servido para conocer bien a ese tuno .
Brissot acogi ó la interrupción de B lanton con una
son risa benévola ,no exenta de superioridad…
,y contí
'
r
nuó :— Rl general estaba con forme con la revolucion y se
mostraba muy satisfecho del pueblo ,cuando se trataba
ún icamente de fiestas cívicas y de revistas en el Campode Marte, en las cuales desempeñara el primer papel ,presentándose como un semidiós , montado en su caba lloblanco . Le era muy grato aquel movimiento naciona l quese mani festaba únicamente con músicas , aclamaciones ycoronas de laurel ; pero ahora que ve cómo el pueblomarcha rectamen te a un fin determinado y práct ico y có
mo empieza a encontrar seductora la pa labra República ,
el general se asusta y quiere retroceder hasta el punto deque entraría en el bando de los realistas si éstos le admitiesen y no lo odiaran tanto como nosotros . Es ridículay crimina l la conducta de La fayette . A principios de lanevolución . cuando nadie pensaba todavía en atacar al
rícy , nos fastidiaba a toda s horas hablándonos de su re
pública americana y de las ventaj as de ser gobernados
por un Washington ,y ahora que estamos en oportuni
dad para estab lecer la República , se asusta de sus pro
pias palabras y se vuelve reaccionar io , ha sta el punto de
H E R M O S A L I E J E S'
A
querer desempeñar a l lado de los reyes el mismo papelde general de confianza que ten ía Bouillé . Causa asco
la conducta de La fayette y de sus amigos Barnabe,los
Lhamet y demás pandilla que le representan en la Asamblea .
—
¡ Buena gente son ésos tamb 1en ' — exclamó Camilo En los pr imeros tiempos de la revolución ,
cuando
la presencia de Mirabeau en la Asamblea no les dejababril lar , hablaban como furibundos demogogos para atraerse la s simpat ías del pueblo y ponerse al n ivel de su
rival ; pero desde que murió éste y quedaron l ibres de
sus censura s, se han convertido en grandes defensoresdel rey, buscando que éste los llame a l min isterio . ¡ Bue
nos están los representantes del pueblo ! ¡ B ien segu irádesarrol lándose la revolución si ellos son sus d irectores !
—Eso es lo que me indigna y me pone de un humo rde todos los diablos—
gritó Danton No tendremos jamás un momento tan pr0p icio para derribar la monarqu ía , y , sin embargo, Capeto se salvará y segu i rá sien
do nuestro rey, gracias al hipóc'rita auxilio de esos hom
br es que todo se lo deben al pueblo ,y que, sin embargo,
le engañan . Lu is XVI nos había proporcionado una oca
s ión magníñca con su fuga para que lo arroj ásemos del
t rono,y, sin embargo, los hermanos Lhamet
,Barnabe y
los otros diputados que se l laman revoluciona rios , seránlos que le sostendrán en el poder . ¿Habéis presenciadolos debates de la Asamblea sobre la fuga del rey ? Aquello da asco . Los d iputados liberal-os traba j an tanto como
los real ista s para qu itar al rey toda responsabil idad porsu fuga . Dentro de unos cuan tos días la comisión en
ca rgada por la Asamblea ¿da rá su dictamen“sobre la
huída a Varennes , y yo puedo ya deci ros cómo ser áel documento . Cuando ven ía aqu i , me he encontrado con
Barnabe y he ten ido una ruda discusión echándole encara su timidez nevolucionaria y las contemplad ones que
H E R M O S A L I E J E S A'
guardan con Capeto . Ya verei s cuan l indo es el dictamen .
De la fuga a Va rennes, todos tienen culpa ;desde Bon il lié que la protegía, hasta el postillón que _guiaba los ca
bal loc;todos , meno s el rey, que fué el único y verdaderoautor . Además, el documento que dej ó a la Asamblea .
insultante pa ra ésta y pa ra la naci ón, será cons ideradocomo una broma sin importancia . ¡ I ra de Dios ! ¡No ser
yo d iputado y poder s ubir a la t ribuna de la Asamblea, !
Entonces se vería a un hombre hablando claro y se re
conocería que el pueblo f rancés es un ppeblo val iente y .
franco , que odia las hipocresías y las traiciones de los
que quieren hermana r la monarqu ía con la l ibertad. ¿ Sa
b¡éis lo que diría ? Pues lo que d i j e en los Jacobinos lamisma noche en que se supo la fuga de Capeto . E l in
dividuo que habéis declarado rey de los f ranceses , x al
huir de la nación para un irse a los enemigos d el puebloes criminal o imbéc il . S i lo con sideras criminal , juz
g'
adlle y sentenciadle como,un s imple ciudadano ,
y si- es imbéci l
,arrzojadle inmediatamente del trono . No más
reyes , y que se encargue del gobierno de Francia un
Consejo nombrado por todos l os departamentos de la na
ción . Eso di ría yo si fuese diputado, y tened la segu
ridad de que por primera vez se o iría: en la Asambleala voz de la verdad y del sentido común .
Brissot sonre1a satis fecho al escuchar estas palabrasde Danton
,y d ijo cuando éste terminó :
— Pero eso que tú propondrías es la República y a
los constitucionales de la Asamblea no les conv1ene el
gobierno del pueblo por el pueblo,así como tampoco el
de la monarquía absoluta . E llos qu ieren un sistema po
lít i-cc en el cual el rey desempeña el papel de testaf erropara que con todo su esplendor tradicional les protejay les deje en libertad para obrar a su g us to . La personadel rey les es necesaria pa ra segu i r dominando la nación ,
y buena prueba t ienes de ello en el cuidado con que
L A“
H E R M O S A L I E J E S A
guardan a Capeto en las Tullerías . Dicen que el rey no
está preso , pero alrededor del palacio la guardia nacionalha establecido un verdadero campamento y ha sta en los
más Obscuros y desiertos corredores hay ofi cia les que
vigi lan . Con estas precauciones , La fayette y los suyosprivan a los real istas de comunicarse con su monarca yde influi r en su án imo, y al mismo tiempo impiden que
el pueblo se di rij a a las Tu llerías para expulsar una
institución que le estorba . Yo creo,Danton , que es lle
gado el momento de despej ar la s ituación y hablar claroal pueblo . Os quej áis de que los d iputados en la Asamblea man ifi estan una repugnante ambigii edad; pero vos
ot ros no sois menos dignos de censura . Tú y Robespie
rre,cuando habláis en los j acobinos , os l imi táis a atacar
la monarqu ía sin deci r con qué la reemplazaréis y a fcctando gran desprecio por las formas de gobierno ; yo,en cambio
,me he convertido en un ser casi sospechoso
a los o jos de los más exaltados patriotas , porque hacet iempo que defiendo la República . E s preciso dej arse devagas declaraciones en favor de la revolución y marca rdesde ahora al pueblo el punto adonde debe dirigi r lascorrientes de su entusiasmo . Trabaj emos por la Repú
blica,Danton
,y al sistema consti tucional de las dos Cá
maras , que defi enden los apóstatas de la Asamb3ea , opon
gamos nuestro gob ierno democrático, que yo he sido el
ún ico en sustentar en mi periódico y que el amigo Des
moul ins ha apoyado algunas veces en el suyo»
.
Todos los concurrentes escuchaban con religiosa atenc10n el d iálogo de los dos grandes hombres .
Guzmán estaba tan conmovido, que olvidaba a la be
lla Theroigne, no pudiendo apartar los ojos de Brissot ,
que al hablar elevaba sus mi radas , como 5 1 de arriba vi
n iese para él una poderosa inspiración .
La pa labra República conmovía poderosamente a to
H E R M O S A L I E J E S A
dos, que se forjabany
en su imaginacion un mundo des
conocido de grandezas .
Una corriente de entus iasmo ci rculaba en torno de lamesa agitando a todos los comensales .
—
¡La_
República , sí !— gritó Cami lo,moviéndose ner
viosamcnte en su asmnto E s hermosa como la luz ;
mil veces lo he dicho en mi peri ódico . Hagamos de iaFrancia una Grecia moderna .
— Bien dices, Cami lº— exclamó Chen ier con entu
sia5mo Seamos griegos y que todo el pueblo francésentone en los coros de los Juegos O l ímpicos un can toinm—
…ortal que despierte a las naciones del sueno de su
barbarie y aterrorice a los tiranos .
—La Repúbl ica— dij o Fabre — es la civi lizacion ; es
el arte y la sabiduría elevados a la a l tura de institucionesrel igiosas como en la ant igua Grecia .
—
¡ S í !— exclamó Ta lma con entusia smo En el se
no de aquel republ icano pueblo,la representación de las
tragedias de E squ i lo y de Só focles eran verdaderos actosde culto
,y los actores resu ltaban poco menos que sacer
dotes . ¡Hermosa rel igión republ icana que tienes por ai
ma el arte y no te basas en las rid i cula s supersticionesdel fanatismo !
Seamos republ icanos—
gritó el joven capitán no
n1endose en pie,con los ojos centelleantes y llevando
instintivamente su mano a la empuñadura'
de la e'
spada
En las repúblicas , la hon radez y el valor const ituyen to
da la nobleza , no hay privi legios de nacimiento y se
muere por la patria tan heroicamente como en Mara tony en Salamina .
Br issot contemplaba con su eterna y du lce sonrisaaquella explos ión de entusiasmo de la juven tud ; Guzmán casi lloraba de gozo , a l ver admit idos por tan ilus
tre concurrencia los mismos ideal -es que hacia t iemposentía vagamente, y el a bate S ieyes, con su aspecto as
H E R M O S A L I E J E S A
tuto y ladino,roíase las uña s y murmuraba con voz casi
imp ercept ible y marcada expres ión de duda :
La Repúbl ica ! Bueno … Allá veremos . Todo estoes prematuro y conviene no embarcarse todavía en una
nave que no se sabe adónde irá .
En cuanto a Danton ,descansaba sus puños de gladia
dor sobre el arrugado mantel,y sonr
iendo bon'
achonamente,
dijo a media voz :
Oh, la P or mí no hay inconveniente.
A los oradores. no les va mal en los pueblos republicanosTra igamos la República a Francia
, que ya procurará yoser Demóstenes .
E l entusia smo de la reun ion repercutía en la bellaTheroigne, que como mujer nerviosa e impresionablnera más suoeptible de infiamarse con aquel la an imación ;y por esto, repentinamente, abandon ó su a siento e i rguiósu figura maj es tuosa , extendiendo con ademán imponente uno de sus brazos para imponer silencio .
Su r ico traje griego la hacía parecer en medio de
aquella explosión de entus iasmo como una an imada es
tatua de la hermosa ant iguedad .
—Oíd —
gritó Camilo No es Theroigne la que va
a habla ros,es la Grec ia republ icana que despi_erta de su
sueño de veinticinco siglos para veni r a fratern iza r con
nosotros .
S í — a fi rmó la hermos a Puesto que asi lo que
re1s , miradme como s i fuese la Repúbl ica que viene aquía escuchar vuestras pa labra s de adhes ión para pedi roscuen ta de el las a lgún día .
Paseó su deslumbrante mi rada la bel la Lambert ina
por todos su s comensales , y cogiendo después una copa
de champag%e, la levantó a la a ltura de su cabeza , gritando con voz trámula por el entusiasmo
— Unámonos aqu í en favor de esa forma de gohier
H E R M O S A L I E 1 E S A
no que ha de dar la libertad a Francia y asombrar a la
¡ Por la República !Todos se pusieron en pie, y cogiendo sus ropas , las
elevaron también , prorrumpiendo en un grito que con
mov ó el comedor e hizo detener a muchos transeúntesen la ca lle.
Viva la Repúbl ica !Después de esta exclamac1on
, s entáronse todos y quedaron en s ilencio
,como meditando sobre la importancia
del grito que acababan de dar .
Hasta el escépt ico Danton , que bromeaba en las mássupremas ocasiones, estaba ceñudo, con l a cabeza inelinada y los puños nervio samente contraídos , como si con
su poderosa imaginac1on acabase de invoca r al porveniry son-deara todas sus sombras desconocidas y enigmáticas .
E l actor Talma fué el primero en romper el s ilencio .
Lástima grande que“
Robespierr—e no haya estado
aquí . Es un buen ciuda dano y de seguro que hubiese …uni
do sus votos a los nuestros en favor de la l ibertad de
la patria .
Theroigne hizo un gesto de desagrado y contestó con
irritado acento :Quién ! ¿ Robe5pi-erre ? No entrará más en mi casa
ese puritano ridículo que en todas partes ve v icio y cc
rrupción , y que se acicala como -
una damisela para que
las damas de las t ribuna s l » encuentren bon ito cuando
habla en la Asamblea . No qu iero ver aquí semejante j ásuita Se asusta a la menor l ibertad, como s i su virtudfuese de vidrio quebradizo ; es rudo» y descortés cuando
está junto a una_
dama, y , s in embargo, toda su preocu
pación es tener un aspecto que atraiga las mi radas de lasmujeres . Vino aqu í dos o tres veces , lo» senté a mi mesatra tándolo con todas las con sideraciones debidas a un pa
triota i lustre, y después he s abido que el gran infame
H E R M O S A L I E J B S A3
ta r sus pensamientos, y hace bien en ser tan cauto , pues
si yo lograra adivinar s iempre lo que piensa ,le t rataría
con más desprecio que un n iño . No es realista , pero tam
poco es republicano, y tan vago» se muestra en sus creencias politicas, que yo creo que n i él mismo sabe a dóndese dirige. Le conozco bien y tengo la . seguridad de que se
decidi rá en favor de aquel la fórmula pol í t ica que le permita ser el primero . Su ambición y su soberbia son tan
grandes, que causan miedo,y tengo la certeza de que se
r ía capaz de arrolla r a su mismo padre s i éste fuese un
obstáculo que le impidiera l legar a las alturas . Creedme,hijos míos, Robespierre ha nacido pa ra
“
d ictador .
Brissot afirmaba estas palabras con movimientos de ca
beza y añadió después de una breve pausa :
— Danton,conoces bien a Robespierre. Nunca he con
fiado en él para la santa empresa de implantar la Republica :en Francia . E s un parlamentario como Barnave 0
cualquiera otro» de los oradores de la Asamblea,y s i no
ñgura en el grupo de los que qu ieren al rey tanto como
a la Constitución, es porque carece“
de prestigio sobre losdiputados, que in ter rumpen sus d iscursos con terriblessarcasmos . S i viene con nosotros
,es porque a fa lta del
cariño de la Asamblea,busca el apoyo del pueblo con la
esperanza de alcanzar algún día la dictadura . E s un ti rano en ciernes que procede al revés de como han obrado todos los déspotas . E stos se apoyaron en las tropas merce
narias y él adula al pueblo para que algún día un mi llónde brazos arremangados lo eleven sobre el pavás de la dictadura .
— Pues se engaña , ¡vive Dios !— grit ó Danton E stáequivocado si cree que puede disponer a su antojo del
pueblo . L as masas s iguen siempre a l más valeroso y almás audaz : a ti , Br issot , que las i lustras con tu profun
do talento, abr iendo a su intel igencia nuevos horizontes
H E R M O S A L I B ] E S A:
a ti , Camilo, que con tu musa satírica produces en el lasesa risa que es el preludio de la
— Y a t i , Danton— interrumpió Desmoulins .
— S i , a mí —pro»sigu ió el tribuno con una expresron
de sublime soberbia a mi que s iento.» hervir en mi pecho
el volcán de la revolución,y que si fuera tan grande de
cuerpo como grand-e es mi audacia
,hun—diría mi cabeza
en las nubes .
”
E l pueb lo me ama y me sigue, porque sabe
que mi voz es la campana de rebato que le llama ¡ a lasarmas ! y porque tiene la convicción de que soy el pri
mero»
que marcho cuando se trata de i r al encuentro delenemigo . Robespierre es un retórico
,un parlanchín in
sustancia l y pesado, que escribe sus discursos , los apren
de de memoria y pasa los días enteros preocupado con
la enmienda de una frase. Todo en éLes art iñcial : su pa
triotismo es ment ira y su entus ia smo no pasa de ser la
espantosa fria ldad de un alma egoísta .
Quedó en sitencio Dan ton como examinándose a si
mi smo,y luego añadió con expres ión de convenc imiento
- »Yo he estudiado poco , no» soy escritor y Camilo se
burla de mis fa l tas gramat icales ; pero,en cambio, atro
pello a la modestia y digo que mi»orator i a d if íciimente
será imitada por nadie . No soy yo qu ien hablo al pueblo ;es un espíritu de fuego , desconocido y podero so , que bajade mi cerebro a mi lengua ,
haciéndome decir cosas que
a mi mismo» me entusiasman y en las que no pensaba momentos antes . El espíritu de ia revolución vive en mi , yme arrastra en su veloz carrera como un ser s in volantad Basta mirarme para comprender que soy un ser pre
dest inado . La Na turaºeza me ha do tado de una robus
tez hercúlea para poder luchar y ha dado a mi rostro la
severa y sublime fealdad de la revolución . P or eso el pue
blo me ama ;porque ve en mi la v iviente imagen de su
venganza .
Todos quedaron si lenciosos y como impres ionados por
H E R M O S A L I E J E S A'
aquel arranque de soberbia , expresada con tanto brío, queera imposible que otra garganta humana pudiera reproducirlo.
Ah ,Robe5pierre l
— cont inuó el tribuno ¡»
cuan en
gañado está”
ese pobre hombre si cree que él solo es cá
paz de arrastrar a l pueblo de París !La revolución nece
si ta hombres audaces, hé roes dispuestos al sacr ificio y no
retóricos tímidos que t iemblan a l más leve indicio de
mot ín . Sólo Danton podrá arrastrar al pueblo de Paríscontra la monarquía ,
y el d ía en que él señale a las masas el pa lacio de las Tullerías , que tiemble el rey y quet iemblen todos los apóstatas de la revoluci ón que le de
tienden . En mis manos está el verdadero secreto de la
revolucion— Lo sé Danton— di jo Br issot Conozco el inmenso
poder que t ienes sobre las secciones populares de Parí s, yen nombre de esa República , por la que hace un inctante hasbrindado,
te ruego que pongas a su servicio la arrol ladorafuerza de que dispones .
- Todavía no os_
hora — contestó Danton con expresron
profética Con tamos con el ejárcito» de las picas , con todaesa muchedumbre heroica del arrabal de S an Antonio y delde San Marcelo
, que se cubrió de gloria en la toma dela Bastilla ;pero necesitamos además una fu , ;erza mejor or
organ izada , que son batallones de la Guardia Nacional . E ldía en que vuestros periódicos acaben de desacreditar a La
fayette y los ciudadanos que tienen un fusil se convenzande que el famoso general es un farsante que habla a todashoras de la revolución y huye siempre de ella , entoncesserá llegado el momento y haremos a lgo en favor de laRepública
—
¿Y ahora ?— preguntó Brissot con ansiedad ¿ Qué
piensas hacer ahora para protestar contra esa Asamblea quepretende
"
l ibrar al rey de las responsabil idades que le cc
¡ responden por su» fuga ?
H E R M O S A L I E J E S A
— Pien so demostrar pacífi camente a Capeto y a su
Asamblea que la op inión del pueblo de París está contraellos . Haremos una mani festación republ icana en el campode Marte , sobre el Al tar de la Patria, demostrando a la
Asamblea que no posee ya la confianza del país . [Tengo miplan , que expondrá en los j acobinos , y que tú , B rissot,apoyaras .
Desmoul ins , l levado de su» curiosidad,iba a pedir a su
(amigo que fuese más explíci to, cuando a todos l lamó laatención la repentina en trada de la doncella de Lambert ina ,que se acercó a ésta hablándola al oído con expresión mister iosa .
La bellt efoigne, con su fruncimiento de cejas y una
mi rada i racunda , demostraba el mal humor que la producían las palabras de su doncel la , y por fin la interrumpi ódiciendo» con voz de enfado :
— »No me fastidies*más . Dile que espere con paciencia
en mi tocador , y si no, que se vaya y no
» vuelva nunca .
Cami lo sonreía mal iciosamente y hacía s igno de inteligencia a sus amigos :
—Vámonos — dijo el periodis ta levantándo-se La cena
ha terminado;hace aquí mucho calor, Lambertina tendráurgentes ocupaciones y a nosotros no nos vendrá mal un
paseo a l a i re l ibre por el jardín de Pa la is - Royal .— »No ;no os vayáis— se apresuró a dec ir la hermosa
M e hacéis un favor permaneciendo aqu í .- »S í
, lo sabemos — con testó Camilo Te l ibramos de
la presencia de a lgo que te es enojoso, pero.nuestra con
ducta no será muy correcta permaneciendo aqu i para es
torbo de aquel que paga todo este lujo . ¡Adi ós , Theroigne !
¡Hermosa person ifi cación de la antigua Grecia ! Su fre lamolesta presencia de tu protector y consuálate con la es
peranza de que algún día hablará de t i la. Historia como
de aquella Aspas ia , cortesana patri ót ica , que fué gloria dela Repúbl ica griega .
H E R M O S A L I E J E S A
'
Todos los comensales'
habían abandonado sus asientosy se dirigían al salón para tomar sus sombreros .
Guzmán , que iba delante. al entrar en aquella vasta“
pieza , vió desaparecer con a i re azorado tras el cort inajede una puerta a un viejo, con gran peluca , espadín yelegante traje ¡de corte.
Theroigne acompañó a todos sus amigos hasta la esca
lera, y al l í fué despidiándoles con fuertes apretones de manos y palabras a fectuosas que demostraban el ca riño que
los ten ía .
Aquella promesa de manifestac1on republ icana formulada por Danton hab ía entusiasmado a la amazona de losmotines y por esto rogaba al t ribuno que no tardase en
real izar su plan .
E lla iría al Campo de Marte con su vestido rojo , que
era comouna bandera revolucionaria que entusiasmaba inmediataménte a l pueblo .
Guzmán quedóse el ú ltimo,y al dar su mano a Lam
bertina ,ésta le at rajo dulcemente, y fi jando en ál
'
su mi radade fuego, le di jo con expresi ón de dulce reproche
—No habéis querido deci rme cómo me encon tra i s m
qué concepto os merezco . Sois poco galante, pero 05 per
dono si venis a visitarme pronto . E sta casa es de todosmis amigos y recibo gustosa a aquel las personas que l legana interesarme. Ven id mañana y hablaremos con entera l ibertad y con la misma f ranqueza que dos antiguos camaradas … ¿Vendráis ?
Guzmán temblaba de emoc ion al verse solicitado tan
cariñosamente por aquella hermosura y contestó lacónicamente con voz insegura
—Ven-drá.
Y soltando la suave mano de Theroigne, baj ó la esca
lera de mármol , tambaleándose como un beodo a causa de
la emoción .
SANTIAGO VAD IER
Los convidados de la bel la Theroigne pa searon por el
jardín de Pala is— Royal .Eran las once de la noche
,y aquel punto,
verdadero co
razón de París , presentaba un magn ífi co a specto .
La noche era calurosa y la mult itud elegante que se
reunía en la gigantesca posesión de los Orleáns, buscabael fresco bajo la húmeda sombra de los árboles o sentadaa las puertas de los cafés .
Las ga lerías estaban envueltas en la atmós fera de v ivaluz que sal ía de los establecimientos ;un rumor inmenso .
producido por miles de conversaciones mezcladas con los
gritos de los vendedores , subía a las a lturas , impregnadasde la tibia luz de la luna ,
y las suaves melodías de viol inesque se escapaban del in terior de todos los ca fés
,con fun
díanse con el a rmon ioso »estr'
p ito de una banda mi litarque tocaba en un kiosco del lago .
En los apartados espacios a donde no llegaba la luz delos faroles ni la de la luna , algunos grupos estaban sentadosen las sil la s del _ paseo,
r -ecatándose en la sombra , y a l pasarjunto a el los oíanse voces femeninas , comprimidas risas yfragmentos de conversaciones , que hacían sonrei r maliciosamente a los paseantes .
H E R M O S A L I E J E S A
Danton y los honores tributados al ciudadano Guzmán ,
gran patr iota español !Y en medio del in fernal concierto que formaban los
vendedores de las publicaciones patrióticas, oíanse algunas
voces finas , que can taban con un toni l lo insolente
Quién“
me compra Los Actas ¿le los Apóstoles? HoyS I que está gracioso el amigo Soulueau ! ¡ Leed lo que lesdice a los cochinos »descamisados !Asegurábase que los que vendían el célebre periódico
real ista en el Pala is - Royal eran algunos petrimetres tan
insolentes como audaces, que no creyendo aún en la caida
del trono , tenían el atrevimiento de pregonar con insultosun periódico que dirigía las mayores injurias a las ma
sas revolucionarias .
La fi nura del cutis de aquellos vendedores y las blancas camisas que a somaban por ent re los andra jos que ves
t ian ,daban a entender que eran ciertas las sospechas po
pulares .
La rival idad entre los vendedores de ofi cio y patriotas
por añad idura y aquellos petimetres insolentes que a le
graban a sus elegan tes partidar ios con sus atiplados gr itos ,p
'
roducía todas las noches en el —Pala is—Roya l alguna colisión que sembraba el espanto en la concurrencia .
Cuando esto ocurría los periódicos volaban por el a i rehechos pedazos , enarbolábanse gruesos garrotes, gritába se¡mueran los a ristócratas habia rugidos , desmayos y ca
rreras , cesaba de tocar la » música ; a las puertas de los
ca fés iban a s illetazos los patriotas y los petrimetres , eu
traba en el jardín un destacamen to de la Guardia Nacionalcon la bayoneta calada y restableciase por fi n la tranqu il idad,
después que eran conducidos los heridos a la boticamás próxima y_
»encerrados en el cuerpo de guardia los
autores del alboroto .
Los convidados de la bel la ¡Theroigne paseaban por en
tre aquella inquieta mul titud ,oyendo sus nombres prego
H E R M O S A L Í E J E S A
nados por los vendedores y siendo objeto de la admiracionde los curiosos .
La gente señalaba con el dedo a Danton, que marchaba en medio de sus amigos destacando su corpulentafigura , y los curiosos comentaban la fealdad de su rost ro,
así como el más leve de sus ademanes de hombre franco ydespreocupado .
Aquel grupo de patriotas famosos gozaba en PalaisRoyal los halagos del prestigio popular , pues a su paso
cesaban las conversaciones, decíanse los nombres de todosellos con acento de admiración y l indas mujeres
,
»engala
nadas con la escarapela tricolor, les dirigían dulces son
risas .
Guzman mostrába se radiante de satisfacc1on ante aquelhomenaj e que el elemento más brillante del pueblo de
París tributaba a los comba tientes intelectuales de la revolución .
En realidad n inguno de lo s que admiraba al grupo delos patriotas fi j aba sus ojos en el joven español : las miradas de la curiosidad resbalaban indi ferentes sobre su des …
conocio rostro para i r a ñjarse en Danton ,en Desmou l ins
o en Brissot , pero esto» no» impedía que Gu zmán se sin
tiera sati sfecho atribuyéndose una pequeña parte de la
expectac1on popular ,tanto más cuanto que oía su nombr º
pregonado con»estrepitoso vocerío por los vendedores que
o frecían la reseña de la última ses ión de los j acobinos .
Danton,con aquella maj estad absorbente y su ca rácter
enérgico ,ruidoso y arrollador . que le convert ía en un dés
pota de la opini ón y de la popular idad, marchaba a l frentedel grupo , paseando con tanto abondono como» si estuvieseen su casa hablando con aquella voz de trueno que reve laba su conversación hasta a los más lejanos, y mi randoa todos cuantos le rodeaban como seres in feriores a los
que toleraba su genio,impulsado por una bondadosa bene
volencia .
H E R M O S A L I E J E S A
A'
las pocas vueltas por el jardín el grupo de los patriotas decreci ó ráp idamente.
Fabre: y f alma desaparecieron por i r a sa ludar a dos
actrices cély
ebres que hab ían visto contemplando el escapa
rate de un joyero de la s ga lerias ; Chen ier entró en el
ca fé de Foy para hablar con el jefe de la orquesta sobreciertos himnos patriót icos que ten ía en proyecto, y Des
moulins se despidió» de todos sus amigos , diciendo que
iba en busca de Lu»: ila, a casa de su madre,madame Du
plessis , a qu ien el periodista l lamaba s : empre mamá M el
pomene a causa de la maj estad olímpica que co-
nservaba
en su rostro como muestra de la gran bel leza de su juventud .
Romme acompañó a Cami lo , y entonces de los convidados de Theroigne sólo quedaron en Pa la is —Roya l D*
an
ton,Brissot , Guzmán y el Joven ayudante de Lafayette,
pues S ieyes había abandonado el grupo antes de entrar en
el j ardín pretextando tener que acudi r a la bril lante yespiritua l tertulia de la baronesa Stael , la j oven escritorh ija del ex min istro Necker
E l grupo, tan visiblemente disminu ido,aún
biró por el
j ardín durante una media hora ,a trayéndose la admiración
de todos esos curiosos que comentan con la mayor ser ieda d el traj e y los más leves gestos de los que son sus
ídolos .
Danton y Brissot iban delante cogidos del brazo y hablando con gran an imación sobre la conducta de la Asamblea, y seguían detrás Gu zmán y el joven mi li tar, que se
sentían atraídos por esa du cc s impatía y franca con »
hanza, prop ias de la identidad de caracteres y op niones .
D e pronto Danton abandonó el brazo de su ilustre ami
go , y dando un grito de sorpresa , se d … Írig ó en seguimiento de dos hombres , que volviendo la cabeza a los
repetido s gritos del t ribuno ,recibiéronlo con los brazos
abiertos .
H E R M O S A L I E 1 E S A
Debian ser antiguos amigos de Danton, compañeros deplacer , a juzgar por su a i re de vividones, a los que no
habría visto en mucho t iempo, y el t ribuno, después desa ludarlos con francas risotadas y de acariciarles la espa ldacon sus terribles manos, se a lej ó con el los , _
sin volver apenas la cabeza hacia sus antiguos acompañantes .
Brissot, que conocía mucho a aquel gigante voluble,
olvidadizo y caprichoso como un n iño en sus relacionesamistosas, estaba acostumbrado a tan extraña manera dedespedirse, y por esto se l imitó a un encogimiento de
hombros por todo comentario, un iéndose a los dos j óvenes
patriotas, que les habían seguido quedándose siempre a
a lgunos pasos como respetuosos edecanes .
— »Danton …se ha ido— dijo Brissot Cuando le conoz
ca15 más íntimamen te no os extrañará su rara manera dedespedirse. Yo estoy acostumbrado a todas las excentricidades de su carácter . E sos desconocidos deben ser amigosde los que guardará muy buenos recuerdos , y tengo la
seguridad de que Danton sol—emnizará el encuentro vol
viendo a casa a las ocho de la mañana .
Los dos j óvenes colocáronse a ambos lados de Brissot,y oyendo repetuosamente toda s sus pa labras , dirigiéronsehacia la parte del jardin donde se eleva el palacio de losOrleáns .
La mus1ca mil itar se había retirado ya la concurrencia ,aunque todavía muy numerosa , no era tan compacta como
media hora antes ma rchábanse las fami lias burgu-e5as de
aire tranquilo y pacífico,y tanto las galerías como el jar
din ,comenzaban a ser invadidas por la gente a legre y
viciosa, que después de media noche estaba en Pala is — Roya lcomo en su propia casa .
Brissot, que no ten ía reloj,miró la ilumin ada es fera del
que adornaba la fachada del palacio Orleáns e hizo un
gesto de sorpresa .
—¡Díablo !— murmuró ¡ Cónm pasa el t iempo ! Sólo
H E R M O S A L I E J E S'
A;
faltan diez minutos para las doce y corto el peligro detener que i r a pie hasta mi casa, si no voy inmediatamentea la plaza de Luis XV.
E l célebre period ista intentó despedi rse de los dos 10venes, pero éstos se o frecieron a acompañarle a legando
_que nada les reten ía en el Palais - Royal , y los tres sal ierondel jardin,
di rigiéndose a la gran plaza que hoy se. llamade la Concordia, y que tantas ejecuciones había de presenciar dos años después de la época en que transcurrenestos sucesos .
Por el camino fué expl icando» Brissºt a sus:
dos j ove
nes compañeros las molestias ocasionadas por aquella po
breza que le obligaba a vivir fuera de París .
En lo más rudo del invierno había de i r a pie hasta su
casa, atravesando el extenso bosque de Bolonia , dondetanto abundaban los pel igros, y ún icamen te en vetano go
zaba de cierta comodidad en sus nocturnos V iaj es , grac1asa un V iejo médico vecino suyo y gran aficionado a la música , qu ien todas la s noches iba a París en su pequeno
carricoche para as ist i r a los conciertos o a las representaciones de la ópera cómica . E l periodista le esperaba a
las doce en punto en la plaza de Lu is XV y subia en el
vehícu lo del doctor , quien estaba satisfecho de pres tar tal
servicio a un vecino tan pobre como ilustre.
Guzmán y el joven mil itar experimentaban c1erta emo
c1on al oír a aquel hombre extraordinario la relación de
sus miserias,hecha con tanta d ignidad y sencillez .
Recordaban las in famias que sus enemigos le imputaban para desacreditarle, y no podian menos de sentir in
“
dignación al mismo t iempo que una profunda simpat ía
por aquel mártir de la indigencia .
Llegaron los tres a la plaza de Luis XV y apenas
anduvieron algunos pasos por aquel inmenso terreno, queen el s iglo pasado sólo tenía algunos faroles, Brissot, dis
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t ingulo inmediatamente cerca de la estatua ecuestre, un
pequeño vehículo que estaba inmóvil .—E l bueno del doctor— dijo el periodista— me estará
esperando hace ya mucho rato . No qu iero prolongar su
espera . Vaya , amigos míos buenas noches . Salud, cap itán , y en cuanto a vos
,senor Guzmán , sabed que podéis
contar siempre con el pobre auxil io» de Br i ssot .
E l periodista ,después de estrechar afectuosamente las
manos de sus dos amigos . se alejó de prisa, y ambos j ovenes le vieron subir en el carricoche
, que inmediatamenterodó por los
*Campos E l íseos perdiéndose en la sombra dela a rboleda .
Cuando los dos j óvenes queda ron solos en la gigantesca y cas i desierta p laza , mostráronse amb-os esa cortedady esa zozobra , propias de gentes que ap enas se conocen y
que a pesar de esto se ven obligadas a hab l arse . A pesar de
esto , una espontánea simpatía ,esa confianza cariñosa ,
pr»opia de la juventud franca y enérgica , les impelia a los
dos, aconsej ándo les que no se separasen ceremoniosa yfríamente s i n haber estrechado los lazos de amistad .
E l cap itán fué el primero en hablar,diciendo a su
compañero con la franqueza ruda de un soldado :— Indudablemente vos no os iréis en seguida a descan
sar . A nuestra edad y viviendo en Par i s , no se acuesta
uno a la misma hora que los aldeanos .
Guzmán , que no sent ía deseos de separarse del sim
patico capitán ,apoyaba cuanto éste decía con signos ahr
mativos .
— »S i os pa rece— continuó el mil itar— daremos un pa
seo, entra remos en cualquier ca fé y nuestra conversaciónnos servirá para ser amigos y para … que vos sepáis quiénsoy ;
Los dos j ovenes se entrelazaron del bra zo con esa con
fianza que proporciona la mutua simpa tía y la identidadde opin iones, y abandonando la gran plaza , siguieron el
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mi smo camino que al lí les habia tra ido, dirig1endose iustintivamente al Pala is —Royal , que como cent ro de París , attaia
'
todo el movimiento de la gran ciudad .
—Yo os conozco perfectamente,señor Guzmán— di j o
el mil itar tras un largo s i lencio En casa de 'I“her01gne
se ha hablado de vos haciendo just icia a vuestro relevantemérito pero en cambio no ha habido n inguno que se
toma ra la molest ia de presentarme diciéndoos qu ién so
Yo también pertenezco a esa j uventud que adora a la
revolución por lo mismo que ve en ella una madre ca
riñosa que ama al mérito más que a l privi legio . Mi nombre os será desconocido ; nada va le
,nada representa , y
únicamente a ra í z de la toma de la Ba sti lla alcanzó algunanotoriedad. M e l lamo Sant iago Vadier ;hace dos años era
sargento de guardias francesas y veía cerrado ml porve
¡ i r a causa de que en onces para ser ofi cia l no bastabapasar por valiente e instruido ,
s ino que había que ser no
ble;hoy , gracias a la revolución,soy capitán de la Gua r
dia Nacional retribu ída , y figuro en el E stado Mayor comoayudante del general Lafayette, que me aprecia un poco
»
.
E sta manera de presentarse abría el camino a la con
fianza y no tardaron ambos j óvenes en tratarse con tantafranqueza como si se hubiesen conocido muchos añosantes .
El capitán Vadier , a pesar de la altwez propia de su
profesión , reconocía cierta superioridad en el joven é s
pañol y en cuanto a éste,sentíase atraído por aquel com
panero ,en cuyo agrac iado rostro notábase una expresión
de energia indomable . Demostraba_
ser uno de esos hombres que debiendo todo cuanto son a su prop io es fuerzº,
viven conñados … en su temeridad y no retroceden ante
obstáculo alguno .
Guzmán relató en pocas pa labras a su nuevo amigo lahi stor ia de su vida y Vadier contó despues los princi
H E R M-
O S A L I E J E S A
continuar por su parte aquel la vida mísera y semi sa lvaje
que habían l levado todos sus ascendien tes, siervos del terruño siempre fatigados, hambrientos y explotados por el
feudalismo .
Santiago Vadier fué a lºs qu ince años,según él mismo
decía, un mozuelo av i spado, lenguaraz y valeroso, que en
vez de labrar la t ierra tocaba la gaita primorosamente e
iba por todas las aldeas de ,
»Alsacia imprºvisando coplas
y presentándose como indispensable en cuantas bºdas ybautizos se verificaban .
Esta vida errante y aventurera no le libraba de la
miseria . Su gaita y sus canc iones le producían todos los
meses un buen puñado de ochavos y llenaban su zurrónde suculentos desperd icios de los banquetes ; pero immediatamente iba a despoj arse de su bagaje en la choza paterna , repart iendo todas sus ganancias entre la famélicafamil ia
, que a pesar de esto , seguia considerando a S an
tiago como una mala cabeza , pues su v ida vagabundaasustaba a aquellos seres embrutecidos pºr la servidumbrey que no reconocían otro mundo que el terruño que con
su sudor fecundahan hac ía ya tres siglos .
El cantor Santiago Vadier adquiri ó cierta celebridaden su patria con forme fué creciendo . Su voz y su gaitafueron conocidas pon todºs los bebedºres de cuantas cer
vecerías existían en el departamentº, y hasta en variasºcasiones tuvo en trada en el palacio del señor de su al
dea, donde fué presentado comº un ente ra ro
,alcanzando
entre aquellas gentes elevadas una ef ímera celebridad a
causa de la exact itud cºn que neproducía en su instru
mento el trino de los pajaril los y los rumores del bosque .
E l joven Santiago abandonó su país cuando tenía diezy ocho años .
A nadie dio cuenta de su viaje a París, que tuvo el
caracter de una verdadera fuga, y tampºco a Guzmán le
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expl icó claramente la causa de su trans formación de ar
t ista nómada en soldado .
S u inquebrantable silencio debía ocultar una interesante aventura . uno de esos sucesos que tr ansfºrman la vidade un hombre y camb ian por completo su carácter .
Lo un1co que Guzman pudo comprender es que San
t iago» había hu ido de la Alsacia por salvar su vida y llevando en su cuerpo señales que demostraban lo muchoque había tenido que luchar para l ibrarse de las agnesiones de s us enemigos .
E ra un misterio, una sombría laguna de su vida , queVadier s al taba en su relato con el deseo de que nadiel legara a enterarse de sucesos que seguramente ocupabande continuo su memoria .
E l muchacho a lsaciano,a pesar de su pºca edad y
gracias a la robustez y a l a decisión que en él se notaba ,
logró entrar en el reg imiento —de guardias francesas , siendo primero pí fano, después recluta y conquistando finalmente el a fecto de lo s pocos oficiales viej ºs que estabanen continuº cºntacto con lºs soldados .
…
,Vadier supo emplear sus ocios mil itares . No escandali
aoen las tabernas n i se desafi ó» con soldados de otros regimientos para dar gusto a los oficiales nobles
, que s e com
placían en azuzar a sus subordinados como si fuesen pr ros de presa .
Deseº-so» de cºmbat ir su ignorancia que le avergonzabay v iendo de cerca los adelantos del gen io francés tan brillante en dicha época , estudió con inmenso entus iasmo,
hasta el punto de que a lgunos ofi ciales viejos afi rmaban
que el sºldado» Vadier era el hombre más instru ido qu
existía en el regimiento . E sto le valió cierto desprecio pºr
parte de los espadachines y de los oficiales j óvenes , quele tenían poco menos que por un cobarde, pero le sirvió
para alcanzar el grado de sargento, supremo honor que
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los plebeyos podían logra r en el ejercito, cuando acababade cumpl i r los veinte años .
Unos cuantos sab »lazos dados con oportun idad demostraron a todo el regimiento que el sargento Vadier , en vez
de ser un filósofo como despreciativamente le llamabanlos espadach
ºnes, era u n hombre de valor frío y sereno
que apreciaba?a sangre de sus semejantes en su justo va
lor y no quería perder el tiempo en estúpidos desaf íos ,prefiriendo al envilecimiento de taberna el estudiar paraelevarse más a llá de la modesta p05 1c10»n que le permit íasu plebeyo origen .
Santiago Vadier seguía experimentando contra l os pcderosos los mismos sen timientos que en su n iñez
,sólo que
ahora se daba exacta cuenta de ellos , e i lu strado por
continuas lectura s, razonaba sobre el estado de la nacióny se afi rmaba en su odio contra aquel las clases privilegiadas , que veía de cerca
,a causa de que su regimien to guar
necia siempre la corte real .Santiago Vadier . pertenecía a aquel la clase de soldados
que habían de dar un lustre herºico a la revolución .
La fi losof ía revolucionaria del siglo, al descender so
bre todas las clases sociales , produjo héroes y grandeshombres .
'Tocó » a la nobleza , a pesar de ser su enemiga , ysurgieron el Vi zconde de Mirabeau y el marqués de Condorcet ;animó a la clase media y sa l ieron a luz aquel lºsabogados de eterno renombre que se l lamaron Danton ,
Robespierre, Verniaugd y"
cien más ;infiamó al pueblo y deun cervecero como Santerre hizo un héroe, y descendiendo hasta las clases más íntimas del ej érci to , sacó de entrelas fi las a humilde-
s reclutas que h ab ían de ser gloriosos
generales con los nombres de Hoch_
e, Moreau y Massena
y“… a la interminable legi ón de caudillos que cimentaron su
gloria guerrera en la época posterior del imper iº.
El sargento Vadier era ya revolucionario antes que
comenzase seriamente la revoluc i ón,cuando en la corte se
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creía que el ej ercito era una banda de asesinos automáticos,
una turba de genízaros , cuya misión consistía en acuchil la r a l mismo pueblo de que procedían .
La opin iones del joven Vadier eran un secreto parasus je fes , quienes tampoco le e5piaban a causa de lo con
vencidos que estaban de la imposibil idad de que un soldado tuviese ideas ;pero pronto encontró Vadier una ocas iónpara empuñar el fus il en favor de aquel la l ibertad a la
que adoraba en s ilencio .
Cuando se desarrol ló la jornada del 1 4 de jul io y el
pueblo entusia sta y en desorden se di rigió a la Ba sti lla ,él fué quien electrizando con su pa labra a otrºs sargen tosde guardias francesas , los decidió por la insurrección ,
arra strando t ras si más de dos mil soldados .
E ste valiosísimo refuerzo y el valor temerario que demost ró en la toma de la Bastilla , hicieron de Vadier un
héroe al que aclamó con entusiasmo la multitud .
La mun icipal idad de París , al organizar la Guardia Na
cional , le había hecho cap itán de los bata l lones retribu idos ,formados con los guardias franceses que abandonando a
la aristocracia se habían pasado a la causa popula r y el
célebre La fayette, encantado pºr la juventud de Vadier ,por su heroísmo y por aquel la i lustración que demostrabacon poca s palabras , nombróle su ayudante, haciéndole en
trar en el E stado Mayor .
E sta era la historia que Santiago Vadier relató a su
nuevo amigo, sin olvidar el hacer mención de la s grandesesperanzas que tenía puestas en el porveni r .
—Mirad, que rido amigo— d ijo el capitán cuando ter
minó la his toria de su vida me tengo por un hombremodesto, pero esto no me impide creer que he nacido
para ser a lgo . Tengo ahora veintiocho años,soy capitán
y estoy en camino para l legar hasta donde pueda condu
ci rme mi valºr y mi entusiasmo . Soy pobre ;vivo en una
miseria casi igual a la de Brissot , pues cas i todo mi sueldo
H E R M O S A L I E J E S'
A
lo envío a la Alsacia para al iviar la miseria en que v1ven
mi padre y mis hermanos, pero esto no me impide ser
fel iz , si es que por fel icidad se en tiende la alegría quecausa el convencimiento de l legar al objeto que se desea .
Yo no quiero ocu ltaros que soy terriblemente ambiciosº .
Otros pretenden elevarse a, la s mayores a lturas guiadºsúnicamente por el medro personal o por el afán de que
su nombre sea célebre; yo quiero subir adonde se en
cuentra la gloria y subiré arrollando tºda clase de obstácu
los , pero bien sabe Dios que mi única i lu sión al ser cé
lebre, es poder vengarme de enemigos que me despreciaron , ofuscándºles con el brillo de mi renombre. AmigoGuzmán— continuó el mi l itar después de una breve pausa cada hombre t iene su secreto y yo también tengo el
mío, que me permit iré i s guarde cu idadosamente.7Tengo
confianza en vos , pero aún no es hora de que revele un
misterio de mi juven tud que hace que viva laten te en mi:un deseo de justa venganza .
Santiago Vadier , después de decir estº , parecw abismarse en pro fundas reflexiones y Guzmán respetó su mcditación .
Anduvieron los dos amigos más de diez minutos sin
despegar los labios, cruzando calles sol itarias que estabanmás alumbradas por la luna que por los macilentos reverberos que se balanceaban al extremo de largos postes en
figura de horca .
Los dos amigos, andando a la ventura , encaminábanse,sin saberlo, hacia Palais- Roya l y llegarºn por fin a dicho
punto media hora después de haber dejado a Brissot en
la plaza de Lui s XV.
— »Ya que nos hallamos aquí'
sin haberlo d65% dO—u — dl j 0
el capitán Vadier— no nos vendrá mal entrar a refrescaren el ca fé Procopio . Es un establecimiento que está tildado de realista. a causa de la clase de sus parroquianospero se fabrican en él excelen tes helado s, y más de un
H E R M O S A L » I E J E S A
patriota se sienta a sus mesas sin que por esto su fra su
civismº.
Los dos j ovenes, cogidos del brazo,entraron en el
ca fé Procopio , estab lecimiento que veinte años antes habiagozado gran celebridad a causa de que a él a sist ían los
principales enciclopedistas .
Vadier buscó una mesa que estuviera inmediata a las
ventanas, pues era grande el ca lor de la sala del café ysólo encontró una l ibre junto a un grupo de j óvenes bulliciosos, del cual sal ían frecuentes y ruidosas carcajadas .
Lo s dos amigos se sentaron sin fijarse en tan revoltosavecindad y Vadier se puso
» de espaldas a la mesa que ocu
paban los j óvenes .
Guzmán era el que , colocado frente a ellºs, podía ver
les y no se le escapó» la mirada i rónica e insolente quetodos fi jaron en el uni forme del capitán Vadier .
— No hay duda—
pensó Guzmán Los parroquianosde este ca fé son todos real istas y milagro será que salgamos d-e aquí sin ti rarnos los vasos a la cabeza .
Y el »español , que no tenía deseos de provocar un
a ltercado en el Pala is — Royal , pero que tampoco lo rehuía ,
fi j ó su mirada con insistencia en aquel los j óvenes, y tan
a'
menazadora debió ser su expresión , que todos bajaron su
vista y 5 1gu1eron hablando y r i éndose con a fectada indi terencia .
Vadier, ocupado en saborear los helados de Procopio ,
de los cua les parecía entusiasta , no se apercibió de la actitud de Guzmán ,
ni vió la atención con que éste examinabael grupo de petrimetres .
E ran unos doce e iban vestidos con forme a la últimamoda de la época ,
con fracs de color cuyos faldones barrían el suelo , pantalºnes de seda ridículamente estrecho;y abotonados sobre el tobillo, medias ca ladas , zapatoscon grandes lazos, chaleco corto con dos gruesos mazºsde di jes colgando de los relojes , monumenta l corbata en
la que se hundía su rostro hasta la nariz, cabel lo lac io y
H E R M O S A L I E J E S A
cmpolvado , pequeño t ricornio sin escarapela y grueso garrote, dentro del cual ºcu l tabase una sutil hoja de espada .
Guzmán contemplábales con la atención del que ve
por primera vez un bicho» raro, admirándose ante aquel losdegenerados sucesores de los antiguos paladines, que se
dis tingu ían por su afem'
namiento y sus crueles inst intos .
Hablaban ceceando como un n iño porque asi lo exi
gía la moda ; se pintaban y …perfumaban como una cortesana ; pero esta vil relajación no les impedía ser insolentes e insultar a los patriotas siempre que los ve1anai slado-
s 0» ten ían sobre ellos la superioridad del número .
E ran los entusiastas lectores de Las lActas de los“Apóstoles , lºs que repet ían en las tertul ia s los ch istesde Souleau ; los que acudían a los teat ros para aplaudi rcon furor a los actores real istas que subrayaban con el
acento los .versos en loor de la M onarquía ,
y tambiénlos que, disfrazados muchas veces de obreros
,se int ro
ducían furtivamente en los clubs para promover escán
dalos o se mezclaban en los motines para »deshonrar con
delitos la causa del pueblo .
Guzmán , joven enérgico, serio y virtuoso ,no podía
menos de sentir asco al contemplar aquel la juventud cc
rrompida ,con sus rostros adobado»
,s a los que animaba
una mirada fría e insolente. Pensaba en que esta juventud que se l lamaba dorada ,
era una especie de prostitución masculina y no pasaba para él el gra
n
contraste que exist ía entre uno de aquellos j óvenes y el
resto de sus compañeros .
E ra un moce_
tón forn ido y de aspecto inculto . No iba
pintado ni adornado femenilmente como sus amigo-5, mas
no pºr esto resultaba mas srmpát ico , pues le hacían odioso su mi rada a ltanera y feroz, sus ademanes rudos, propiosde sa lvaje que sólo por necesidad se conforma a viviren plena civi lizaci ón ,
y un gesto de inquietud y de as
tueia alarmada que cont inuamente contraía sus facciones
H E R M O S A L I“
E J E $ A'
he oído"
yo en ºt ºca
que haya visto a hombre antes de ahora Su carame es desconoc1
Y el es anol convencido de que era una ílus
lla e : anza voz y viendo que el grupo de pet
me 5 no vo a fi jarse en el capitán Vadier , ceso e
lan su mi rada hostil y atendi ó a su
A LA SALIDA DEL CAFE PROCOP IO
— Os he traído aquí , amigo Guzmán— di jo Vadier
pºrque conºzcº vuestras aficiones ñlosóñcas y tengo» la se
guridad de que experimentaréis un vivo placer sabiendo
que en este mismo establecimiento se reun ían algunºshombres i lustres a los que rendis admiración .
El joven español ianzó a su amigo una mirada interroganhe y el capitán cºntinuó º
— Eu esta misma sala y durante ve n te añºs ha to
mado ca fé y charlado con sus amigºs_
el gran Diderot ,ese genio inquieto y tempestuoso que representó en la
escena filºsófica el mismo papel que hoy desempeña Danton en la política . En estas mesas , entre el rumor de ciencºnversaciºnes d istintas
,meditaba y escribía sus famosos
opúsculos y en los días verdaderamente extraºrdinariºsen que la riqueza se d ignaba visitar a la fi losºf ía, Diderºt almorzaba en lºs gabinetes del entresueºlo cºn Rºus
seau , D'Alembert y ºtros
,discu tiendo a lºs postres la
publicación de la Enciclopedia , esa ºbra inmºrtal a cuyocalor han ido viviñcánd-ose los gérmenes de la Revolución .
Guzmán cºntemplaba con un respetº fervoroso aquellugar de recreº, que en cierto mºdº había sidº cºmo un
H E R M O S A L I E J E S A;
templo de la fi loso f ía rcvºlumºnar1a,y le producía el efecto
de un cruel sacrilegio ver en el mismo lugar a aquellajuventud depravada y ridícula , cuyas cabezas rizadas eranincapaces de contener el más leve vestigio de pensa
m1ent0 .
E l jºven español permanemo silencioso a lgunºs instantes y , pºr fin
, exclamó cºmº sal iendo de profundameditación
—Adoro a esos hºmbres ilustres que habeis nºmbrado . El período de su vida fué la épºca fel iz para lainteligencia humana .
—E s verdad— contestó Vadier Nunca Francia produje a un mismo t iempo tantas intel igencias privilegiadas . Fué aquel la la época de oro de nuestra filosºf ía . Yº
he estudiado cºn alguna detención dicho períºdº,he ha
blado con algunas personas que tratarºn íntimamente a
lºs célebres fi lósofºs y no he podido menos de admit arme de la senci llez j ocosa y del buen humor cºn que
se trataban tºdos lºs i lustres convidados a las cenas del
barón de Holbach, que entre ca rcajadas y chistes discut ian los más arduos problemas . E l escepticismo de Diderot los contagió a todºs , y cuando en tre los amigos fi lésofºs se cruzaban cartas
,siempre i ban encabezadas con
las mismas palabras : Muy señor mío y querido ateo,
Guzmán sonrió ante esta brºma inocente de los au
tores que tanto admi raba .
Hiz—
ose el si lencio entre los dos amigos , y Guzmán ,
que sin explicarse la causa se sentía atra ído por el grupºde petrimetres , volvió a fijar su atención en ellºs .
Segu ían hablando y bromeandº insustand almente, pe
ro el español , al (di rigir sus ojºs hacia ellos, tropezó con
la mirada dura , a ltiva y sºberbia de aquel que l levabafa*ajd de camino y que tan rudo contraste fºrmaba cºn
sus atildados compañeros .
Aquel hºmbre estaba cºntemplando a Guzmán desde
H E R M O S A L I E J E S A
mucho rato antes , cuando és te entabló la conversac ioncon el capitán Vadier, y asi que vió cómo el jºven espa
ñºl ¡se fijaba en él , desvi ó inmediatamente su mirada con
afectada indi ferencia .
En el rºstro del descºnocido nºtabase tamb i en una
expresión de sorpresa . S in duda"la voz de Guzmán hab ía
producido igual efectº en él , que la suya en el o ído deljoven español .
S antiago Vadier, que vuelto de espa ldas al grupode elegantes nº se había ap
—ercibido de nada ,no era
hombre capaz de permanecer mucho tiempo s ilenciºso,así
es que para an imar a Guzmán se asió de la primera idea
que pudo ºcurrírsele para an imar la conversación .
— Dispensadme, amigo Guzmán ;pero hace mucho ra
to que deseodi rigi ros una pregunta . ¿ Qué os ha parecidola bella
'
¡Theroigne?¿ Verdad que resulta una mujer en
cantadora ? Yº sºy antiguo amigo de ella , aunque a la
verdad no frecuen to mucho su casa, pues como ayudan
te de La fayette, no juzgo decoroso reun irme todos los
días con period istas a qu ienes aprecio y admi ro, pero
que casi siempre se burlan del genera l . Vos la habéisvisto esta noche por primera vez
, ¿ no es así ?— Hoy la he conocidº . Mi amigo Desmoul ins se em
peñó en presentarme en casa de Lambertina .
Y Guzmán dijo estº cºn voz más fuerte, clavandouna mi rada de reto en el grupº de petrimetres, a los
cuales cucia haber visto sonrei r despreciativamente cuan
dº Vadier nombró a Lafayette. Por esto, al pronunciarel nºmbre de Desmoul ins, le acentuó, mirando al ele
gante grupº con expresi ón hºstil , pero recobró su tran
quilidad al nºtar_ _ que n inguno de los petimetres volvía
a sonreí r y que antes bien, todºs a fectaban indi ferencia .
—Yo conocí a Lambertina— continuó el capit án— el
mismo día de la toma de la Bastil la , cuando ella'
con su
tra je rºjo, al aire su rizada cabellera y un sable en la
H E R M O S A L I E J E S A
mano, penetró por el puente levadizo como una vivienteimagen de la diºsa de la guerra Dos veces tropecé cºn
lºs escombrºs de la brecha cayendo al suelo y otras tan
tas me ayudó a levanta rme su fuerte brazo, que con el
puno cerradº y entre el diluvio de ba las amenazaba a
lºs su izos que d isparaban desde ias platafºrmas .Desde
aquella jornada , la bella herºína y el pobre sargentº de
guardias francesas s intiérons—e l igados por lºs lazos de
un fra ternal cariño , que no acabará nunca . E lla me es
tima y se en fada si transcurre mucho t iempo sin que yo
visite su casa y yo,en camb io
, la respetº hasta el» puntode haber ido algunas veces a sablazºs
]
con esos insolemtes de la j uventud dorada , que para insulta r a l pueblonada encuentran mejor que lanzar grºseras »calumn iascontria Therºigne .
Guzmán escuchaba atentamente a l capitán ,sin dejar
de vigila r por esto al grupo de lo s ar stócratas, pero S an
t iago creyó ver en su amigo una expresión de mal iciaincrédula y se apresuró a añadir :
—Ad ivino lo_que pensá is . Muchos han creídº lo mis
mo,nº»
pudiendo imaginarse que un jºven como yo , ypor añadi d ura militar , tratase cºn cariño respetuºso yfraternal a una mujer célebre por su belleza
_ y por su
l ibertad de costumbres . Pues bien , amigo mío ; os juro
que nunca me he tomado la menºr l ibertad con T h e
roigne,n i ésta creºl me lo hubiese con sentido . M e quiere
dema siado para tºmarme como amante y toda la ai da
me,
tratará como trata un soldado a un cºmpañero de
armas, a l lado
”—
del cual ha arrostrado la muerte .
Detúvose Vadier algunos i nstantes,su rºstro francº
tomo una expresión melancól ica , y d ijo, por fin ,cºn accu
to triste y desalentado .
— Además,aunque Theroigne me hubiese amado, era
impos ible que yo pudiese corresponder la . Hace tiempº
que perdí la l ibertad. Mi cuerpo va por el mundo sin
H E R M O S A L I E J E S A*
recºnocer obstáculºs ni atemorizarse ante mentidas su
perioridades, pero hay a lgo dentro de mi que no me pertenece y que quedó esclavo hace ya mucho t iempo . No
os diré más, amigo Guzmán ; permitidme que cal le. En
mi vida hay una laguna mister i osa , que yo mismo saltocuando recuerdo mi pasadº.
E stas palabras del jºven capitán habian interesado al
español , quien dej ó de fi jarse en lºs petrimetres pa ramirar a su amigo , que cabizbajo y con el ceño f runcido,
parecía abismado en sus recuerdºs .
Pronto sali ó Sant iago de esta meditacion para hacera su amigo una pregunta extraña :
Vºs sabéis lo que es el amor ? ¿Haba s encºntradº
ya la mujer que ha de haceros su esclavº» ?
Guzmán, a pesar de su carácter grave, acºg10 cºn
una sonrisa el tonº» algo dramát ico con que el capitánhizo estas preguntas,
— »Amigo Vadier, pareces un personaje de las nºve
las sentimentales de Juan Jacºbo Rºusseau . ¿ (Tenéis em
peñº en saber si yº amo ? Pues bien si, amigo mio, estoy
enamºrado de una jºven a qu ien conºcí hace pocos díasy en las más extrañas circunstancias»
, cuando Eviaj abaide Varennes a Par ís
,después de haber ayudado a la cap
tura del rey .
Guzmán no se d10 cuenta exacta de si fué casual uobedeciendo a una atracci ón extraña, pero lo cierto resultó que, levantando su cabeza, encontróse con la mi radafi ja y hºstil de aquel desconocidº, que ahºra mostrabaclaramente una expresión de inmensa sorpresa
Las últimas palabras del españºl eran, sin duda ,lº
que impresionaba tanto al desconocidº.
Pºr espaciº de algunos segundos estuvierºn los dos
j ºvenes mi rándose ñjamente y con ma rcada impresiónde hºstilidad .
En el ca fé Prºcopio, y en aquel la época, no eran ¡ex
H E R M O S A L I E J E Í"A
me i rrita el no poder; recºrdar dónde he ºído su antipá
tica voz . Debe conocerme y od»ia rme por algo que yo no
recuerdº, y creed que me dan tentaciºnes de ir a su
meas para preguntarle su nombre y acaba r de una vez .
Vadier , que cuandº se presentaba una ocasión di f ícilera bravº y extremadamente at -
,revido fi j ó su mi rada en
el grupo de petimetres que en tºrno de la mesa y con
las cabezas incl inadas, con ferenciaban cºn cierto secreto,y después de una corta vacilación , pú sose en pie, l levandose la manº a la empuñadura del sable.
— Esperad ahí , amigo Guzmán — di jo con expre5 1on
de cariñosa autoridad S i es que queréis ser mi amigoºs prohíbo que ahando—neis ese as iento . Dejadme ºbra r a
mi .Y el capitán dirigiºse a la mesa de lºs petimetres,
salúdándoles cortésmente cºn su ga loneado tricornio .
Vadier , a pesar de sus afi ciones fi losóficas,se había
contagiado algo de las absurdas costumbres del regimiento de guard ias francesas ; era un regular ti rador, habíatºmado ¡parte en varios duelºs pa ra demostrar su va lora falta de una guerra y conºcía las costumbres de los
espadachines por haberse rozado con el los en el cuartel .— Señones— di jo con f ria ldad a l grupo de j óvenes ele
gantes E l amigo q ue me acompaña se muestra muymolestado pºr las insistentes mi radas de este señor— se
ñalando al desconoc ido—
y exige que le dé su nombrey se bata con él inmediatamente o que salga sin pé rdidade t iempo de este ca fé . Tengo el hºnºr de man i festarosesto , presentándome para sostener todo cuanto dice mi
'
amigo . Me l lamo Santiago Vadier y sºy del E stado M a
y»or de la guardia naciºna l .Hubo entre "
aquel los petimetres qu ien hizo un mºvimiento de sorpresa, y miró con curiosidad al capit án al
oír su nºmbre, pero él no se apercibió de el lo y di jo
cºn arrogancia
H E R M O S A L Í E J E S A
Qué decidís , señores ? E spero vuestra cºntestacmn .
Los movimientos de aquel los j óvenes . y el nerviosºchoca r de sus nudosos bastones sobre el pavimento , da
ban a entender cuál sería la re5puesta .
E l dueño del café, desde el mostradºr , lanzaba inqu ieUas miradas a aquellºs parroquianos que iban a traer ladesolación a
'
su hºnrado establecimiento,y un criado es
taba junto a la puerta , como dispuestº a sal ir corriendoal pr imer síntoma de a lboroto para avisar al cercano puesto de la guardia nacional . La batalla era ya inevi table,pero el desconocido ataj ó los sucesºs diciendo a Vadier
con … su voz dura y una impertinente alt ivez :— E stá bien ; pºdéis volveros a vuestra mesa , señor
capitán ,y dentro de dºs minutºs ºs cºntestaremºs o sal
dnemos del ca fé .
Vadier volvió la espalda cºn c1erta a rrogancia y fuéa reunirse con Guzmán , mientras que los pet imetres , que
parecían dispuestos a
'
la lucha interrogaban cºn v isibleextrañeza a su amigo .
La cºnversación entre el los fué breve.
Vadier y Guzmán , que se habían vuelto de espaldas
cºn a fectada indi ferencia, nada vieron ; perº»
, en cambiº,
el dueño del caf é notó que aquel desconºcido hablaba cºn
gran calor a sus cºmpañeros y que éstºs parecian ºbjetarle a lguna cosa ,
hasta que, por fi n , man i festó pºnerse
de'
su parte uno de el los, el mismo que hab ía hecho un
movimien to de extrañeza al oir el nombre del ayudante
de Lafayette .
Aún nº habían transcurrido dos minutos , cuando ya
tºdos el los se habían levantado de sus asientos, y des
pués de pagar a un criado ,sal ían del café sin mirar a
sus enemigos ni hacer otras demostraciºnes que algunºs
guiños mi steriºsos di rigidos a ciertos amigos que ocu
paban otras mesas del salón .
El dueñº del café estaba asºmbrado. 00a muy
H E R M O S A L I B I E S'
A|
bien a algunos de aquel lºs j ovenes , que habían convert ido su establecimientº varias veces en un caampo de
Agramante y que con sus insolencias gustaban de promover continuºs altercados , y le extrañaba esta fuga ver
gºnzosa ante dos h ombres .
Esto le hacía mirar a Guzmán y a Vadier cºmo dºs
paladines heroicos de aquel lºs que aparecen en lºs l ibrosde caballerías riñendo cºn centenares de ma landrines yarroj ándolos al suelo de un solo tajo de su espada .
Los dºs amigos permanecieron más de media horaen el café sin hacer ca so de aquel la muda ovación que
parecían tributarles lºs parroquianos pacífi cºs que habían
presenciado su incidente con el grupo de petimetres .
Cansados , por fin, de estar en aquel establecimientosiendo objeto de la curiosidad de todos , sa lierºn del ca féy pasearon por las galerías del Palais - Royal , que comenzaban a presentar su aspecto pr»opio de las primeras hºras de la madrugada .
Lºs dºs j óvenes, paseando por ent re las parejas deremeras descocadas y demás gente equivoca que pululaha en las ga lerías , hablaban de la s ituación política yde los desaciertos de la Asamblea , que para impedir laefervescencia ¡ revolucionaria producida por la fuga del
rey a Varennes apoyaba imprudentemente a los realis
tas, quienes crec1an en insºlencia y audacia .
lGuzmán ºía con aparente a tención a su am1gº Va
dier, que se lamentaba de las exageraciones de lºs revoluciºnarios y de la timidez de lºs constituciºnales, peronotábase en el españºl que una idea ºculta le ºbsesiºnaba , haciendo traba jar tenazmente a su intel igencia .
A'
cercábanse los dºs amigºs en unº de sus paseºs a
la puerta del Paalis— »Royal que da frente al Louvre, cuan
do Guzmán dietúvose de pronto,y golpeándose la f rente,
excllamó cºn el asºmbrº del que ha resuel tº un di f ícilprobl€ma :l
H E R'
M O S A L I E J E S A
célebre, cada minuto oigo una frase subl ime; veces meimagino vivir en el foco de un tºrbel l ino
,y lºs recuerdos
se con funden y se extinguen en mi memoria .
Y Guzmán,después de explicar a su amigo el excep
cional estado de agitación en que se hallaba desde que
entró en París , cºmenzó a relatar a Vadier tºdo cuantºle había ocurrido cerca del incendiado cast il lo de Dampierre y en sus inmediatos bosques ,
Mientras el españºl hablaba a su amigo y éste escu
chaba el relato de su aventura con profunda atención ,
un trºpel de negras nubes habían entoldado el di á fanocielo bañado pºr la luz de la luna y comenzaba a ini
ciarse una de esas terribles tempestades ru idosas y exu
berantes de electricidad,tan frecuentes en el verano pa
risien .
Pronto la azulada luz de lºs relámpagos hizo destacarse en el negro espacio la arbºleda y las techumbresdel Palais —Royal como instantáneo paisaj e de una lin
terna mágica , solo abierta durante un segundo ; y una
lluvia estrepitosa cayó con acºmpañamiento de truenos ,chocando con la fuerza del gran izo cºn tra lºs crista les ylos tej ados y removiendº la t ierra del ja rdín , que, al
salpicar las vecinas columnatas , exhalaba ese vahº es
pecial , propio de la tierra mo jada .
Los dºs amigos , sin sa l ir de las galería s n i abandºnarsu conversación , contemplaban aquel la tempestad que d
is
persaba a los pocos paseantes que aún quedaban en el
jardín .
Vadier saludó a va rios amigos que se habían refu
giado en las galerías , y a l l legar los dºs j óvenes a la
puerta inmediata al Lºuvre ,no se fi j aron en un hºmbre
que, inmóvil y a la sºmbra de una columna , parecía es
piar tºdºs sus movimientos y cºmo guardar el paso por
aquella sal ida . ¡Tampoco se apercibieron de que a a lgunadistancia
,y procurandº evitar un encuentro, les segu1an ,
H E R M O S A L I E J E S A
hacía ya muchº rato, dºs hºmbres , cuyos sombreros apuntadºs y nudosos bastones les daban gran semejanza con
los pet imetres del ca fé ProcopioE l reloj del Palais—Royal señalaba la una y med ia de
la madrugada cuando» el aguacerº pareci ó caim'
arse y lasdetonacíones eléctrica s fueron más débiles .
Al furioso torbellino de agua sucedió una lluvia su
til , man»sa y s ilenciosa , que en su mayor parte cºnvertía »
se, antes de caer al suelo, en pegajosa humedad que im
pregnaba el ambiente.
— »Ten smºs l luvia para toda la noche— dijo Vadier ,parándose en una arcada inmediata a aquella puerta que
parº
cía v'
gilar el hombre ºcul to en la sombra Creo
que obraríamos p rudentemente aprºvechando esta mo
mentánea calma para irnºs a casa , pues la tempestadpuede reproduci rse . Además
, yo necesitº» acºsfarme cuan
to» antes, pues es ya tarde y a las seis de la manana tengº
que estar en las ºficinas del E stado Mayor para cucargarme del servicio de la. plaza .
Guzmán dió a entender con su s ilencio que e3taba dis
puesto a segu ir a su amigo , y é ste le preguntó :En qué barrio v ivís , amigo Guzmán ?
— Eu el de la Un ivers idad,o sea en el Barrio Latino
—Yo t engo mi hab itación en la ca lle del Temple, peroesto no importa ; os acompañará hasta vuestra casa , pues
conocéis poco París .
Los dos j óvenes se dirigieron entonces a la puerta ,sm haber nºtadº»
que el hºmbre que les vigilaba gua
recido tras la columna, acababa de hui r apenas oyó sus
últimas palabras .
Debieron apercibir'
se de esta fuga lºs otros desconocidos que segu ían a Guzmán y a Vadier, pºr cuanto no
procuraron ya evitar un encuentro, y apresurando su
paso hasta el punto de cºrrer, ¿pasaron velºzmente juntº
1 0 4
HE R M O S A L l E J E S /L
a la parej a de amigos , sal iendo antes que éstos del Pala is —Royal .Guzmán , que se fi j o mºmentáneamente en iºs veloces
desconºcidos , no pudº evitar un mºvimientº» de sorpresay de alarma
Qué tenei s —
preguntó Vadier .
— »Esos hombres que acaban de pasar me han parecido ser del grupo de pet imetres del café de Prºcºpio ,
— ¿ En qué os fundá Í s ? ¿ Habéis visto sus caras ?— No ; han pasado demasiado» aprisa para conocerlos .
Pero sus a Í re a feminado y—
¡Bah l — exclamó Vadier , r iéndose de la alarma de
su amigo La juventud realista viste de igual modoy a fecta idénticas maneras . Con sólo ver a uno de el lºshabé is conocido ya a todos los macacos per fumados quese titulan defensores de la viej a Francia . Convenceos de
que habéis su frido una equivºcación .
Lºs dos amigos sal ieron del Pala is — Royal,y S igu1en
do los históricos muros del Louvre, dirigieronse haciael Puente Nuevo . procurando resguardarse de la l luvia .
Algu ien andaba delante de el lºs,y varias veces , en
lºs espacios iluminados pºr la — m»acilenta luz “de los re
verberos,vierºn destacarse las figuras de tres hombres
que caminaban lentamente,como si estuvieran indecisos
sobre la di rección que deb ían tºmar y vigilas-en la marcha de aquellos a qu ienes precedían .
Guzmán“ ñjábase con cier to recelo en aquel los hombres y , por fi n , dijº» a su amigº»
— »Capitán : París debe estar lleno de petimetres cºmolos que hemºs v isto en el café Procºpio .
Por qué decís esº ?— Porque dºs de esos hombres que nos preceden tie
nen el mismo—
aspecto que los impertinentes j óvenes delcafé y que la veloz pareja que ha pasado junto a nos
otros en Palais—Royal .
H E R M O S A L I E J *E S A
Vadier iba ¿avanzando con precauc1on y sin abandºnarde la manº derecha la empuñadura del sable, pues a
pesar de aquel temerario valºr que era en él caracterís
tico,comenzaba a sent i r cierta inqu ietud.
¡ D 13b10 — murmuraba cºn cierta jºcosidad, que en
aquella situacion ten ía a lgo de fúnebre No está muyfrecuentado nuest ro paseo, y la hºra y el lugar son los
más a propósito para favºrecer una agresión . Vºy cre
yendo en vuestras sospechas , amigo Guzmá ,n y ya me
insp i ran algún recelo esos hombres que tanto os llamanla a tención , Creo que algu ien nos s igue ,
me parece oir
un apagadº» rumºr de pasºs .
Y el capitán se detuvo , incl inando su cabeza haciaatrás, como para escuchar mejºr , pero nada llegó a su
ºído que justificase sus sospechas .
Vive Dios — exclamó Vadier lanzandº una carcajada Habéi s conseguido contagiarme de vuestra . inquie
tud. Esto se halla más sol itario que un desierto ;no creº
que tengamos otros enemigos que los mozuelos del ca féProcopio cºn el imbéci l Dampierre ,
y de seguro que a
estas horas se hallan en a lgún salón» ¡de la… aristocrac iaensartando ment i ras contra lºs revolucionarios y asegu
rando que en Palais —Royal han hecho cantar la ga l linaa dºs patriotas de mérito . Adelante, amigo Guzmán . No
hay ningún pel igro, pero tendré el gusto de acompañaros hasta vuestra casa … ¿ Lleváis armas ?
—Ninguna - repuso el español Tengo dos p istolasinglesas bastante buenas que me regaló un patriºta de
Va rennes , pero las he dejado en casa creyendo que en
Pa rís sólo se neces itaban las a rmas en los días de motín»
.
—P ues lhacéis mal . Ya que trasnochjáis, debéis tir
siempre armado .
_
Yo sólo tengo mi sable, que no puedº
ofreceros . Y si nos atacaran ahora ¿ qué haríais ?— M e defendería cºn lºs puñºs, mientras mi enemigo
no l legase a part i rme el cºrazón .
L A H E R“M O S A L I E J E S A
—Mala defensa es ésa— e xclamó Vadier haciendº un
gesto de desagrado Es preferible que tuviera is aquívuestras p istolas , pero más vale que en tan apurada si
tuaci ón no os fa lte Nos acercamºs al PuenteNuevo, y en la p lazºleta del centrº»
,junto a l cañón de
a larma ,hay un puesto de guardia naciºnal , Desde aqui
veo la luz de la caserna .
Los dos am'
gos acercáronse al puente, s iguiendo laacera del ma lecón , perº
» cuando ya sólo les faltaban unºs
cien pasos para poder a travesar el ríº»
, un prolongadº yestridente silbido sonó a sus espaldas .
Atencion , Guzmán ! ¡Apoyad vuestra espalda en el
ma lecón y pºneos a la defensiva l — w —»dijo» Vadier tirandode su sable M e parece que vuestras sospechas van a
resultar ciertas .
No pudo el capitán deci r más , pues de repente sur
gieron de la obscuridad,cºmo si lºs vomitase la t ierra , a
pocos pasºs de la entrada del puente, cinco o seis hombres que avanzaron impetuosamente sºbre los dos amigos,mientras que por el otro ladº l legaban tres más, uno de
los cuales, el más corpul
-ento, reía de un modo meñstofé
lico .
ja ! ja ! ¡ Buenas nºches , señºres !¿ Dónde guarda i s vuestra bravura del café Prºcopio» ?
Y a l mismo tiempo»
gritaban los otrºs cºn la expre
s i ó n a legre y feroz que les proporcionaba la seguridad deltriun fº :
Mueran» los descamisadºs !
E stas palabras fueron segu idas por un chºque metal ico y estridente, cuya vibración duró algunºs segundos .
E ra que Vadier , cºn su vigorºso brazo, había hechodescribir a su sable un ancho semicírculº, deten iendo la
l inea de estoques, cuyas puntas dirígianse velozmente hacia su pechº.
Los petimetres habían desnudado las hojas de espa
H E R M O S A L I E J E S A
da que l levaban ocultas en sus garrotes ;pero» el sable» de
Vadier,mºviéndose como un relámpago en todas direc
ciones,era como una muralla de acero que por algunos
instantes nº pudo atravesar aquel haz de mortí feraspuntas .
Vadier, que se consideraba impotente para defenderse mucho t iempº cºntra tan numerosºs enemigos , mirabaangustiosamen te al cuartelill-o del Puente Nuevo y gritócon voz atr»onadora
Guardias, a ¡ Socorred a un ayudante de Lafayette !
Toma , ga itero errante ¡Ahí va esa ºtra , men
digo presuntuoso !Y el petimetre que decía estas pa labras , las acºmpa
no cºn dos_furiosas estocadas que tra idoramente intentó
asesta r a l capitán ,agachándose y d irigiendo su espada al
bdomen ; pero Vadier supo pararlas ºportunamente yhasta le parec ió que su sable, al subi r, rasgab
*a a lgo blan
do,a rrancando un terrible juramento a su enemigº»
.
Mientras tanto, una lucha aún más terrible… se des
arrollaba a pocos pasos del grupo .
Dos hombres agarrados de las manºs y fºrcej -caindocon las supremas convuls iones de la desesperación , ibande un lado a ºtro vaci l…ando cºmo borrachos
,chocando fu
r iosamente contra la muralla del río y resp i randº» jadeantes cuando no lanzaban palabras e
—
ntrecºrtadas .
¡eres Dampierre ! - murmurabaGuzmán cºn expresión feroz y con la bºca empapada
en sangre, pues al verse sin armas se había defendido mordiendo varias veces en el rostro a su persegu idor ¡Eresel canal la que asediaba a Luisa y a quien en lmal hora
perdoné yo»
¡Tira ese puñal , cobarde! R iñeconmigo noblemente, que me siento capaz de devorarte,
sin que de ti quede vestigio .
Y al deci r estº,el jºven español apretaba convulsiva
Í , ,A H E R M O S A L I E J E S A
enemigo, que lanzo un rugido de furºr al senti r desgarrada una de sus ºrejas .
E l fin de aquella lucha espantosa fué rápido .,Dampie
rre, enfurecido por el dolor, lanzó una blas femia,y en
una suprema convulsión de su musculatura de gigante , lo
gró desasi rse de su enemigo, y, levantando su brazº ar
madº del puñal , lo hundi ó en el pecho de Guzmán , qu iense de5plomó lanzando un sordo gemido .
En aquel mismo momento el círculo de es»toques queasediaba a Vadier, retirába se
,al principio cºn lentitud, y
desaparecía inmediatamente, pues todos lºs petimetres em
prendieron la fuga .
— Huyamos , Césa r— gritó uno de ellos Ya ha caídoel españºl , y en cuanto a este mendigo tocadºr de clarinete, tiempo nos queda para despacharlo .
Ven id, cobardes l— gritó el capitán Venid todºs
juntºs , que para todos t iene mi sable .
Tan excitado estaba Vadier por aquella lucha dese5perada , que tandó más de un minuto en darse cuenta exactade lo que había ocurridº .
Casi al mismo tiempo que cayó Guzman , ºyóse en el
silencio de la nºche el desco»m»pasado r itmo prºducido pºrlos pasos de muchos hombres que corrían sobre el puenteen con fuso tropel . Sonaron los chasqu idos que producenlas l laves de fus i l al ser montadas y una voz enérgica y
grave gri tó a la entrada del puente—
¡Alto a la guardia nac iºn al !Estº fué lo que hizo emprender a lºs aristócratas su
“
rápida fuga .
Cuando Vadier se VIO rodeado por aquellos ciudadanºs
armados, estaba tan aturdidº, que aún sigu ió cºn el sableen la mano en actitud defensiva, y ún icamente cuando lºs
guardias al ver su un i forme le sa ludaron como jefe, fuécuando
”
pudo darse exacta cuenta de la s ituación .,
Una parte de la fuerza había sal ido en persecuc1on de
H E R M O S A L I E J E S A
lºs fugi tivºs y en la inmediata cal le sonarºn algunos disparos .
Dónde está Guzmán ? ¿ Dónde está mi amigo — »pre
guntó Vadier con inquietud mirando a todo s ladºs… en»
aquella densa obscuridad ¡ Buscad ! ¡ Buscad más allá !S e batía val ien temente a mi lado .
E l primer guardia que avanzó trºpezó inmediatamentecon el cuenpo del jºven .
— Aquí hay un hombre que parece muerto .
Muerto l — exc lamó» con"desesperación; Vadier¡muerto Guzmán !Un esterto»r de angu stia agit ó el pechº de !Vadier ,
quien ,llº—rando cºmo un niño
,buscó en la ºbscuridad el
cuerpo de su amigo, y arrºdillándose, tomó su cabeza m»
an ima -daº
entre sus manos
Félix l ¡Amigo mío !— murmuró cºn voz que deno
taba el furor reconcentrado Acababa de cºnºcerte, cuando ya te amaba comº» a un hermano Sé qu ien es tu
asesino ; ¿dencansa , yo te vengaré .Había transcu rrido ya cerca de un cuarto de hora des
de que ocurrió la agt esión ,cuandº el cuerpo de Guzmán
descansaba sobre el entarimado del cuerpo de guardia del
Puente Nuevº»
.
Acababa de regresar el pelºtón que a perseguir
a los agresores y que había hecho fuegº sºbre ellos, sin
conseguir apresar a n inguno .
Un» viejo sargento de la guardia , que por su cual idad
de veterano era algo experto en cura r heridas, examinaba
a Guzmán , que hab ía sido despojadº» de la casaca y el
chaleco y tenía rasgada su fina camisa .
Sºbre su pecho»
,blanco cºmo el de una dama y ent re
el hombro izquierdº y la tet il la ,abría la herida sus lab iºs
de un roj o obscurº cubiertos de sangre coagulada, que el
veterano lavaba cuidadosamente.
Una sºnrisa de satisfacción iba dibuj á ndose bajo lºs
¿ I !
H E R M O S A L I E J E S A
grises mostachos del sargento , quien mi ró a Vadier, que
con el ceño fruncido y el rostro desºladº e i racundo la
par, contemplaba el inmóvi l cuerpº de su am'
…go .
— La herida es grave— murmuró el veterano peroapuesto mi paga del mes a que este mºzo no muere deel la .
El capitán mi ró con incredulidad al viejo, no pudiendºcomprender cómo promet ía la vida de aquel cuerpo in
animadº,en el cua l los i rregulares latidos del cºrazón
eran los ún icos signos de existencia . Pero antes de que
pudiera man i festar cºn palabras la extrañeza que le pro
ducía aquel diagnósticº , lanzo un gri to de asombro y dealegría al ver que se abrían lentamente los ojos de Guzmán y que su turbia mi rada fi jábase con vaguedad en
todºs los rostros que le rºdeaban .
Vives ! ¡vives l— exclamó Vadier con voz trémula'
por la alegría An imº,Guzmán ; no» morirás de ésta .
Aún tendremºs tiempo para vengarnos .
E l capi tán estrechaba cariñosamente una mano de su"amigo ,
al mismo tiempº que incl inadº sºbre su rostro,le
hablaba tan conmovido y car … ñºsº, que tºdºs los presen¡ tes sentíanse emociºnados .
Los lab ios de Guzmán mov1eronse cºn visible esfuerzocomo si intentaran deci r algo .
- »No te esfuerces — exclamó Vadier D ime lº que
quieras al oídº .
E l capitán se incl inó aún más, apl icando una oreja a
los labios de su amigo, y pasados algunºs momentºs se
irguió preguntando a l veterano '
— Sargen to , ¿ creéis que este caballero puede ser con
ducido a su casa — s in grave pel igro de su vida ?— Cºn una herida como la suya— respond ó el viejo
ine dej ari a yo pasear pºr toda Franc a . Pero esto es cues
tión de complexiones . Vuestro amigo es robusto y bien
AL DESPERTAR
Cuando Guzmán adqui ri ó el convenc1m1ento de quéhabía despertadº, un rayo de sol, atrevesando los suciºsvidrios de la ventana y resbalando sºbre las desteñidascolgaduras del lecho,
daba de l leno en su rostro pro
duciéndole una tibia impresión de bienesta r .AI joven no le costó mucho reconocer el lugar donde
se encºntraba : aquel la habitaci ón era la suya ;pero le fuémás di f ícil el poder recºrda r cómo había l legado a l lí y quéle había ocurrido antes de acostarse en aquel lechº.
Encontrábase débil , no sent ía animado su robustºcuerpo por aquella energía prop ia de una juventud sana ypºderosa y el sordo zumba r de sus o ídºs junto a lºs des
vanecimientos que experimentaba al ser su cerebro agitado
por el pensamientº» después de una larga inercia, indicábanle que no se hal laba en un estado nºrmal y que su
salud había s ido combat ida pºr una causa ¡de que no con
servaba el meno r recuerdo .
S entíase cºmo quebrantado por la fat iga que prºduceel permanecer mucho t iempo en la misma ¡posición .
Intentó moverse, pero no cºnsigu ió que su cuerpo cambiase de postura ni una sºla pulgada . Su vºluntad deseaba
H E R M O S A L I E J E S A
aquel cambio, pero el cuerpo se negaba a obedecer comosi hubiese quedado rºta toda relación entre su pensamientºy lºs músculºs y nerviºs .
Qu150 mover los brazºs e inmediatamente experimentó , más abajo del hombro 12quierdº, un agudo pinchazoque le hizo lanza r un gr i to,
s1nt1endo la misma impres iónque si un estilete de fuegº» atravesase sus carnes .
Al ecº de aquel grito, p—
rodújºse algún movimiento en
la parte de la habitación que quedaba ºculta a Guzmán porlas colgaduras de la cama .
Oyó el joven el ruidº de una silla al ser empuj ada ,
después a lgunos ligeros pasos , y pºr fi n apareció entre lasdos cortinas de la cama la arru inada fi gura de» la viejaportera de la casa donde vivía Guzmán .
—
¿ Qué tenéis , señºr Félix ? — preguntó cºn interés¿ Pºr qué ºs quej áis ? ¿ Es que ºs vuelve a doler la herida ?
Qué herida — contestó Guzmán Algo sientoaquí , en el» lado izqu ierdo, que me incomºda ¡dolorosamen
te y me imp ide mºverme ;pero no sé qué pueda ser esto .
M e hallo en un estadº» muy extrañº . ¿ Pºdréis deci rme
qué es lº»
que me pasa ?
Vaya,señºr Félix !ya vºlves a hacer de las vues
tras . Lº menos veinte veces me habéi s preguntadº pºr
qué estaba is en cama y yº he cometidº la tontería de
deci rºs tºdº cuanto sé . Pero lo mismo que si se lo con
tara a las paredes . Inmediatamente lo habéis o lvidadº,vºl
viendo a hacer extrañas preguntas y gritando cosas inco
herentes cºmo si estuviera is lºc—o . Lºs médico s que hanven ido aquí estºs días me decían que esto era el del iriode la calentura ; pero ºs aseguro que vuestro del i rio ha
puestº en conmoción a todos los habitantes de la casa ;
tanto es lº que habéis gritadº .
Guzmán oía con interés esta relac10n de sus prºpios
hechos, que él mismº ignoraba , y cºmo excitado por las
palabras de la v iej a, en su memºria efectuabase una reac
H E R M O S A L I E J E S A
ciºn,comenzandº» ya a marcarse algunºs contornos de
los sucesos que habían ocurrido y que él pa recía haberºlvidadº.
— DeCíd,señºra Santos— duo el joven a la portera
¿ cuántos días estoy en esta cama ?D ios i— exclamó la vieja Ya habla is
de un modo más razºnable: y tenéis en lºs ojºs la expres ión del hombre que goza de cabal ju icio . Hace ºchodías que os t rajerºn aqu í a lgunos guardias nacionales en
un carruaje de alqu iler . Ven ía is herido y de tanta gra
vedad, que yo… os tuve pºr muerto 'Un capit án os acom
pañaba , cuidando de que os subieran por la escalera con
grandes precauciones , y el buen señor debe queret o-s mu
chº, pues estos ochº días puede deci rse que lºs ha pa
sado aquí , siendo muy pocas las hora s en que no estabaa la cabecera de vuestra cama .
—Ese capit án — di jo Guzmán con acento conmovidosería mi amigo Santiago Vadier .
Creo que é se es el nombre de dicho señor . E s un
joven muy amable y que se ha pºrtado con vºs cºmo un
hermanº . ¡Qué cu idadosamente hacía tºdo lo que le ordenaban lbs médicos !Yo» le he ayudadº muchas veces a su
jetaros cuando ºs entraba el del i rio y comenzabais a decirsimplezas , al mismo t iempo que cºn vuestras manotadasintentabais arrancaros el vendaje de la ¡Diossanto ! ¡Y cuántas barbaridades decía is cuando os entrabaaquella especie de locura !Gritaba is como si estuviera is disentiendo aca loradamente cºn los curas de vuestro paí s ;hablaba is de la Inqu isición ,
de los calabozos , de una tal
Lu isa , de un marqués cºn la cabeza cortada ;y acababaispor fmla fiesta dando puñetazºs a todos lados y mordiendolas sábanas hasta el puntº de hacer trizas los embozos . Se
conocía »
que en sueñºs estaba is luchando con un enemigºterrible .
Guzmán experimentaba en aquel los instantes un raro
1 1 7
H E R M O S A L I E J E S A
mentos tomaba consistencia y se agrandaba en su memoria .
—Señor Félix : qu ien con más asidu idad se ha… dedicadoa vuestra curación ha s ido el capitán Vadier .
—Ya lo sabía : ¡ adelante — dijo el en fermo con impaciencia ¿Quién más ?
— E l señor Camilo tamb i en ha venido con frecuencia ,pasando aquí largas horas en compañía del cap itán .
Ah !¡ Camilo !¡mi buen amigo !Ahora recuerdo como
si fuese un ensueño las veces que le he visto ahí,junto
a la cama,mi rándome con dolorosa expresión . Yo le veía
con fusamente cual a través de un denso velo negro . Nuncaolvidaré sus pruebas de cariño, ¿ Pero qué otras personashan estado aqu í ?
La vieja parecía vacilar antes de re5ponder, y por fin ,
con la expresión del que encuentra un buen pretexto parasal i r del paso, contestó
— Tamb 1en estuvieron aqu í el diputado Pet ion , un se
ñor muy campechano que se llama Danton y los comis io
nados del club de los Jacobinos .
— Bueno ; ésos no estarían más que un breve rato y
yo os pregunto por las persona s que han permanecido aqu idias enteros a la cabecera de mi cama cu idándome. Recordad bien , señora Santos , y decid la verdad, pues me parece
que tenéis interés e-special en olvidaros de algo .
La vieja portera ,mirando fi jamente con sus OJ I1105
grises y mal iciosos al enfermo,estuvo como perpleja du
rante algunos minutos , pero por fmsonri ó socarronamentey di jo a Guzmán
Pues no habeis estado tan loco como yo creía !M e
imaginaba yo , al veros en aquel estado , que no os ñjaríaisen los que estaban alrededor vuestro, pero ahora veo que
os acordáis de todo y que es inút i l mi reserva . So is muyafortunado, seño r Fél ix , y de seguro que todos los jóvenesde Paris envidiarían vuest ra d icha si la conocieran
H E R M O S A L I E J E S A
Guzman estaba impac1ente ante la interminable charlade la portera .
—Pero hablad ¡ vive D ios ! Decid de una vez qu1en es
esa persona que me cuidaba y que tanto interés tenéis en
ocultar .—Cuatro luises de oro , como cuatro soles, me (110
para que no os hablase de_
ella . S in duda tiene interés en
que ignoréís la atención con que os ha cuidado, para algúndía tener el gusto de man ifestaroslo persona lmente. S itodos los que os han visi tado— añadió la portera con la
codiciosa expre5 1on de una avara — hubiesen sido tan ge
nerosos,seguramente que a estas horas podría dejar la
portería . Personas tan generosas como esa señora abundanpoco en el mundo .
Con fesáis , pues , que aqu í ha estado una mujerpreguntó Guzmán con expresión t riun fante .
— S í, ¿ a qué negarlo ,
si vos, a pesar de vuestro del i rio,
parecéi s tan enterado como yo ? Aqu í ha estado durantecuatro días , cu idándoos con el cariño de una hermana ,una señora hermosa y apuesta como una reina y tan generosa cual pueda serlo M aría Anton ieta . E s madama Lam
bertina Theroigne, que t iene una magn ífi ca casa en la callede R ichel ieu y de la que se hacen lenguas dos o tres
patr Í otas de este barrio con los que yo me t rato . Ya véis
que estoy b ien enterada de qu ién es esa señora . Dos vecesme env1o a su casa con algunos encargos para su doncel la ,
v además me he enterado, sin deseo alguno , pues las por
teras , aunque no queramos lo sabemos siemp re todo . ¡ Peroq ué suerte teneis s
e ñor Félix ! B ien vale la pena de queos trai g an her do a ca s a a las tres de la madr ugada ,
si
despué s habé i s de ser cuidado por una mujer como la se
ñorita Lambertºna .
Y la v ieja p ortera . entu ºf asmada por la majestuosabelleza de aquel la mu jer y más ¡aún por los cuatro luises
que la había dado,deshacíase en elogios, pondemndo todas
1 2 0
H E R M O S A L I E J E S A'
las cual idades de la bella Theroigne y unas cuantas másque no existían ;pues la vieja , por agradecimiento, se mostraba capaz de afi rmar que Therºigne era tan casta comola bíblica Susana .
Guzmán no escuchaba las hiperbólicas frases de_su
portera . Ya había oído cuanto necesitaba saber y ten ía… el
convencimiento de que Lambertina era la misma que ha
bía visto con la vaguedad de un fantasma entre las brumas de su del irio ,
siempre conmovida, con el bel lo rostroagitado por dolorosa incertidumbre y de pie junto a su
cama , atenta a sus mas leves quej idos, a sus más insigniticantes movimientos .
E l joven sentía invadida su alma por una inmensa ex
presión de agradecimiento y hubiese querido tenerla al lí
para besarla las manos , mojándolas con sus l ágrimas, yadorarla con ese santo respeto que inspi ra la madre cuando
se sacrifica por el hijo .
Ahora comprendía el noble y puro afecto que inspi rabaaquella cortesana calumn iada a todos sus amigos . Alma
pura lanzada por el fatal ismo de las circunstancias en los
cenagales del vicio , conservaba , a pesar de su degradación ,
las más nobles virtudes y olvidaba los placeres v hasta su
propio reposo p ara i r a presta r su auxil io a todo aquel
que veía en pel igro .
Guzmán permanec10 silencioso durante algunos minutos
, pues le emo-cionaba fuertemente aquel bello rasgo deLambertina abandonándolo todo para ocupa rse del cu idadode un joven reci én ven ido a París, sin fami l ia , sin for
tuna y al que só lo hab ía tratado en las poca s horas queestuvo en su casa .
E l español pensaba que una muj er que así procedía era
muy digna de que la amasen,a pesar de sus costumbres
y de la general murmuración ;pero pronto le sacó de estasreflexiones la voz de la portera , que era muj er incapaz de
permanecer cal lada por mucho tiempo.
1 2 1
H E R M O S A”
L I E J E S A
amigos y además parecía faltarle el t iempo, pues apena s
recibía mis noticias sal ía como escapada .
-Pero ¡Voto al d1ablo -
gr1to Guzmán con toda la
fuer za de que era capaz su débil voz estái s ahí charlandoy no os dais prisa en contestar a mi pregunta . ¿ Queréis decirme quen es esa muj er ?
— Vos lo sabrei s mejor que yo . Sólo la he visto dosveces y no he pensado en preguntarla su nombre. A pesa rde su a i re modesto y de la “
senci llez con que va vest ida ,
parece una persona de di st inción . E s rubia , no aparentamás que unos diez y ocho año-s y tiene el mismo a i re deesas vírgenes
“
tan graciosas que pintan en las iglesias . E S
tan hermosa como la señorita Theroigne y a pesar de estono se le parece en nada . Mirad
,señor Gu zmán
, yo soy
viej a y la experiencia me ha enseñado a clasificar todaslas muj eres bon itas . No o s riáis de mis comparaciones ;pero a mi me parece esa joven desconocida una humi ldepaloma que atrae con su inmaculada blancura , así como laseñorita Theroigne me resulta un magn ífico pavo real quedeslumbra con los mil colores de su soberbia bel leza .
Guzmán , a pesar de la indicación de la portera ,reía
oyendo estas compa raciones . Una alegría interior animabaaquella hilaridad.
Ya sabía él quien era la inmaculada paloma de que
hablaba la señora Santos entusiasta lectora de las novelassent imentales de aquella epoca .
La joven d esconoc ida no podía ser otra que Lu isa, lacual
,sabiendo de algún modo inesperado la desgracia de
su antiguo protector , hab ia ap rovechado algunas ocasiones
para correr ai
la cal le de los Foso—s de S an j acobo y aca l larsu dolorosa incertidumbre enterándose del esta do en que
se hallaba Guzmán .
Aquella mañana era para el joven de gratas satisfaccio
nes . Hermoso despertar de su deli rante sopor . Su heridahab ía servido para probarle que Luisa sentía por él un
1 2 3
H E R M O S A L I E J E S A
vivo 1nterés y para revelarle el inmenso a fecto que Thero igne profesaba al joven ,
con el que sólo había conversado a lgunas horas en el transcurso de una cena .
La imagen de las dos mujeres confundiase en su ima
ginación como si formaran una sola ,y Guzmán comenzaba
a notar con alguna zozobra q ue la grat itud hacia The
roigne mezclábase con la i rresistible inclinaci ón que sentíahacia Luisa .
Gozaba el joven abismímdose en el recuerdo de aque*
l las dos mujeres, pero la charla de la portera no le dejabapensar y le distra ía continuamente.
— S í , señor Félix ; esta casa ha sido en estos días un
cont inuo jubileo . Mi sobrino, ese chicuelo que guarda la
portería cuando yo estoy en las habitaciones de los huéspedes , habla con asombro de la mucha gente que ha en
trado a preguntar por vos y por mi parte he tenido quehacer no sé cuántos sa ludos a las personas de importancia
que han subido aqu í con obj eto de apreciar vuestro estadopor sus propios ojos . E l capitán Vadier os podrá dar deesto mejor cuenta que yo . E l era quien hablaba con los
visitantes y muchas veces quien los tra ía . S in i r más lejos,esta misma mañana ha ven ido aquí , con un señor moreno ,
de pelo cano, que os miraba con gran cariño y se ha inel i
nado varias veces besándoo'
s en la frente . No sé qu ién
podrá ser pero me r ecelo que es algo pariente vuestro .
Guzman, que comenzaba a ser invadido por la fatiga
producto de una conversación improp ia de su estado y quesent ía funcionar el cerebro con dificultad,
hizo un gestode indi ferencia . E staba cansado por haber hecho funcionar
prematuramente su pensamiento y no ten ía interés en ave
riguar qui én pudiera ser aquel desconocido .
S entíase demasiado preocupado por el C8. 1'
1t10 de aque
l las dos mujeres para pensar en los hombres .
La portera adivinaba en el rostro de su huésped , cada
Vez más pálido, la inmensa fa tiga que le hab ía causado
H E R M O S A L I E I E S A
aquella conversacion, y arrepent ida de su propia charla,retirábase discretamente hacia la puerta .
— Adiós , señor Guzmán ; necesitáis dormi r un rato ycomo no creo que os sean precisos mis servicios , voy a
aprovechar la ocasión para dar un vistazo a la portería .
Dios s abe cómo estará el cuarto cu idándolo el granuj a demi sobrino . E l cap itán Vadier no tardará en venir y en
tonces tendréis buena compañía .
La viej a abría ya la puerta de la habitac1on y tenía un
pie en el corredor cua ndo l a llamó el en fermo .
—Decid, señora Santos ;desde que desperté no os que
ría preguntar otra cosa ,
— y vuestra conversación me ha
distraído . ¿ Qué día es hoy ?- Hoy es viernes , 8 de jul io .
—
¿ Y qué hora es ?—Cuan-do vos despertabais daban las diez de la mañana
en el reloj de S an E steban del Monte.
La portera iba a sal ir de la habitacion en vista del
silencio del enfermo, pero. se detuvo a l oír que éste la
llamaba otra vez
— Decid,señora Santos ;vos leei s los papeles publicos
y charláis con a gunos patriotas que viven en esta cal le.
¿ Qué se dice de nuevo en París ?—s¡Oh — exclamó la portera con afectac1on y muy en
vanecida pori
aquella consulta que le hacía un huéspedamigo de tantos personajes París está. dado al diablo .
La gente hab la contra la Asamblea y ya no tiene fe en ella ,pues dice que todos son iguales ; lo mismo los diputados
que los ministros y el rey . E l club de los Franciscanos, ainstigaciones del señor Danton , prepara una gran revuelta,que si no se verifica pasado mañana ,
seguramente será al
otro domingo . M e parece que cuando estés fuerte del todo
y os sea pos ible sal i r de casa,va is a ver cosas muy buenas .
La portera ,viendo ya calmada la curiosidad del en fer
mo, salió de la habitación cerrando la puerta . por fuera ,
1 3 5
H E R M O S A,
L Í E ] E .S'
Á
Pero entrarás por fi n — di j o Guzmán con una sonri
a que animaba su macilento rostro .
— E 5pera ; ya voy— contestó el capit án Pero antesquiero anunciarte que vas a ver a una persona a la que
amas mucho . S i no te conociera bien te prepararía con
ci rcunloqu ios y pa labras bien meditadas , pero sé que ereshombre incapaz de dej arte vencer por las emociones . Es toserá un reconocimiento en regla como en el último actode las comedias . Pasad, caba l lero— dij o Vadier volviéndosela persona que parecía ocultar .E l capitán se apartó , dejando l ibre la entrada a un
hombre, que se dirigió hacia la cama con los brazos extendidos .
Padre mío !— gr itó Guzmán con una expre5 10n ln
descript ible y propia de la s ituaci ón , al mismo tiempo quese incorporaba sentándose en el lecho, a pesar del punzantedolor que le produjo este movimiento .
La negra cabellera del j oven confundwse con las gr15 esmelenas de su padre y durante algunos minutos sólo se
oyeron entrecortados suspi ros y chasquidos de interminables besos .
Vadier, que de pie junto a la chimenea contemplabaaquel reconocimiento, a pesar de que intentaba sonrei r
para ocu ltar su emoción,tenía los ojos húmedos y pensa
ba en la mísera cabaña de la Alsacia , donde un viejoagonizante por el brutal trabajo de cincuenta años agradecía los auxi l ios pecuniarios de un hijo a quien en la
niñez hab ía tratado s iempre con despego a causa de su
índole aventurera y revo-ltosa
—S i ;yo soy , h1j o mío — decía el señor Guzmán , que
después de besar a su hijo pasabas-e el pañuelo por los
enrojecidos oj os E sta mañana he estado aqu í con esteamigo tuyo, pero me he l imi tado a darte un beso, cu idando que no despertaras . Anoche llegué de Marsella y hastaúltima hora no supe que estabas en París, ni el desgraciado
H E R M O S A L I E J E S A
accidente que te había ocurrido. Ahora estoy enterado detodas tus hazañas desde que saliste de Sevilla . ¿ Sabes ,Félix mío, que te encuentro hecho un héroe ? E stoy satisfecho de t i , palabra de honor me enorgullezco de tener unhijo que tanto llama la atención por sus actos .
Y el emocionado padre contempló a Félix con esa mirada profunda , car1ñosa y dulce, que sólo puede encontrarseen los oj os de un padre.
El señor Guzmán, a pesar de su vida aventurera en
di ferentes pa íses de Europa y de su larga permanencia en
Francia , conservaba todo el aspecto de un hd algo andaluz .
E ra de a lta estatura como su hijo; su rostro, de un
moreno casi bronceado ,formaba contraste con su cabelle
ra gris ; tenía el a ire marcia l del hombre acostumbrado a
las armas y fami l iarizado con los pel igros ;no podía evitarcierto gracej o del lenguaje aun en las más di f íci les s ituaciones y trataba a todos con una franqueza s impática ,
con
sideran—do como amigo ínt imo a aquel con quien hablabauna sola vez .
S egundón de una noble casa de E spaña, dedicado porsus padres a la Iglesia , como les ocurría a todos los no »
Lles de su clase, y poseyendo una imaginación de fuegojunto con un valor a toda prueba , no tardó
“
en enemistarse
con su famil ia y salir de la casa paterna para ingresaren el ej ército, s iendo uno de los calaveras más alborotadoresy temibles de Andalucía .
A los veinticuatro años , cuando con sus hazañas de
l ibertino amable y valeroso recordaba al legendar : o Don
Juan , conoci ó en Granada a una j oven , hij a de una fam1]1a
de hidalgos pobres, y que fué para él como un ángel de
redenclon , pues su amor puro y tranquilo logró sacarle del
envilecimiento en que viv ía .
Guzmán se casó , abandonando su vida de placeres,
pero su nuevo estado y el amor intenso que sent1
"a por su
H E R M O S A L'
I E J - 'E S A
esposa , le empuj ó a una vida de nuevas aventuras y decontinuos pel igros .
Era pobre y deseaba conquistar riquezas para su es
posa . Su hermano, el conde de Tilly, que le tenía grana fecto, ayudabale con algunos donativo—s , pero esto no podíasatis facer a un carácter alt ivo e independ iente,
'
que tocadoademás del espi ritu de incredulidad y libre examen que
impregnaba el ambiente del siglo XVI I I, encontrábase mal
en el seno de la sociedad española , fanática y sumisa a
todo lo tradicional .E l segundón de la casa de Til ly no tardó en ponerse
en pugna con el Santo Oficio, que ya le cons ideraba comouna próxima víct ima de sus furores ;pero Guzmán supo
hui r a t iempo , y se embarcó en un buque que sa lía paraMéj ico, justamente tres dias después que su esposa habíadado a luz a Fél ix .
E l padre tuvo que abandona r a aquel hi jo que apenas
si pudo estrechar ent re sus brazos, no llegando a imagi
narse en aquel los instantes que volvería a encontra rlo veint'
e años después , vi éndolo convertido en un revolucionariofugit ivo de su pat ria como él y recibido con entusiasmoen el seno de un gran pueblo .
Desde aquella huída , la v ida del señor Guzmán fué unaverdadera novela , con aventuras casi inverosími les . Parecía
que la suerte corñplacíase en arrojarla incesantemente deun punto a otro de la t ierra . Quería ser r ico ;cuatro o cincoveces consigui ó una fortuna y otras tantas la perdió, volviendo a reanudar su vida errante y aven turera .
En la naciente Repúbl ica del Norte de América fué
soldado de la l ibertad y se batió a las órdenes de Wáshíngton ; trabaj ó como colon izador en los des iertos bosquesdel nuevo continente; comerció con los apaches y pielesrojas
, defendiendo a tiros sus mercancías ; en d iez años
tuvo mil lones y p idió limosna en las cal la de Fi ladelfia ,
1 2 9
H E R M O S A L I E J B S A
menes .El joven, que no había conocido a su padre y que
sólo oía hablar de él con alguna benevolencia a su sencillaabuela, no sabía que concepto formarse del autor de sus
días , considerándolo casi como un ser misterioso en el que
se ama lgamaban la s mayo res virtudes con los más horrendos defectos . Pero l legó un dia en que la afici ón . al estudiole lanzó por la senda de las ideas revolucionarias y esto,un ido a sus conversaciones con su tío
, el conde de Ti lly,le revelaron el verdadero carácter de su padre ,
comprendiendo entonces el misterio de su vida .
En el ánimo de Félix efectuóse entonces una granrevoluci ón . Hab ía pasado gran parte de su existencia re
cardando a su padre con fr ialdad cuando no con terror , yahora se apasionó de él con vehemencia, tributándole oariñosa adoración y considerándolo como un ser superior . Lo
que en su adolescencia le hab ían parecido in fernales defeetos, considerábalo ahora corno sublimes virtudes .
Entre el padre y el hi jo entablóse una act iva y car1nosa
correspondencia que si rvió para que el joven se enardecie
ra más con el relato de las primeras agitaciones popularesdel pueblo de París .
Murió en esto la anciana señora que_
había servido demadre a Félix a fa lta de su desgraciada hija, y el joven
pasó a vivi r a Sevilla ,:al lado de su tío, quien si le había
tratado con cierta indi ferencia cuando n iño,le profesaba
gran aprecio desde que conoci ó su talento y aquella energíay convicción que le recordaban a su hermano.
Entonces fué cuando Félix quedó in iciado en la masonería y pronunció en las tertul ias de Sevilla todas las audaces expresiones que no pasaron desapercibidas para el Tri …
bunal de la Inquisici ón .
E sta era la"hi storia de aquel los dos hombres, padre e
lujo , que después de veinte años de ausencia se encont raban
para conocerse personalmente por primera vez
Félix había visto un retrato de su padre en ca sa del
H E R M O S A L I E ! E S A
conde de Tilly , pero el señor Guzmán no había tenidohasta entonces la menor idea de cómo era su hijo .
Por esto resul taba natural aquella conte…mplacron pro
funda en que pa recía sumido el señor Guzmán y que duraba ya muchos minutos .
E l joven contestaba con dulce sonrisa a las ca r1nosa smiradas de su padre y así pasaba el t iempo sin que n inguno de los tres hombres que estaban en la habitaci ón se
decidiera a hablar el primero .
—
¡ Pero —
cuán shermoso te encuentro, hijo mío !— dijopor fin el señor Guzmán Algo hay en t i indefin ible ;teencuentro una vaga expre5 1on que te hace semejante a miy que demuestra de dónde procedes ;pero en lo demás tuparecido es exacto con tu pobre madre; tienes las mismasfacciones y sobre todo idénticos ojos que aquel la infel iz ,
que fué mi única pas ión.
Y el padre'
de Félix, ai ¡decir esto con voz temblorosa ,
se emocionó de tal modo ¡que hubo de pasarse nuevamen teel pañuelo por sus ojos, que hinchaba un l lanto rebela sal ir .
— Tú , h1]0 mío— cont inuó el padre tras un largo _
si lencio tal vez me juzgues mal , pues todavía no has ten idoocasión para apreciam e de cerca y conocer mi ca rácter .
S ábelo, si es que no te lo han d icho todavía . Ac,abo die!
casarme, ni más ni”
menos que”
si fuese un j oven como tú .
¿No es verdad que s ienta mal el l lora r a una mujer muertacuando acaba uno de casarse con otra sin que nadie leobligue a el lo ? ¿ No te parece que esto hace dudar dela veracidad de mi dolor ? Pues bien , a pesar de todo .
lo repi to : después de veinte años, amo a tu madre lo
mismo que el día en que la conocí , y su recuerdo es el
único p lacer que saborea mi memoria . ¡Ah , Félix mío !,no me juzgues mal . Cuando seas viejo y te halles can
sado de las luchas de la vida , comprenderás mejor estas
cosas . Me siento fat igado, no tengo ya mi antigua ener
1 g.e
H E R M O S A L I'
E J E S A
gia para segui r una vida erran te y llena de aventuras ;reconozco en , mi gustos sedentarios que me ponen al
n ivel de uno de esos viejos rentistas que buscan la tran
qu il idad y no salen nunca de la poblaci ón en donde han
nacido;y en estas circunstancias he procurado crearme un
hogar, del que he carecido durante veinte años . Una mujer
prudente, de regular fortuna, y ya en el último límite dela juventud,
me hizo él honor de fi jarse en mi persona yhe aqu i toda la historia de mi reciente matrimonio . S i me
preguntas si amo a mi mujer te di ré que no . E s ca riñosaamistad, es noble agradecimiento,
lo ún ico que siento porella, pues el amor lo agotó todo con tu pobre madre y es
imposible que mujer alguna pueda hacer latir mi corazon .
S i algo queda en mi pecho de la ant igua ternura, es pa rati, que eres mi hijo, para t i , que eres el vivo ret rato de
aquel la mu jer que vivirá siempre en mi memoria .
Y el señor Guzmán,en un nuevo arranque de en
tusiasmo paterna l , volvi ó a abrazar a su hijo, que estabaemºcionado por aquella franqueza que pon ía el desen
bierto su corazón .
E l capitán Vadier, conmovido por la tierna escena ,
permaneció silencioso e inmóvi l , dejando que el padrey el hijo, sin desenlazar los brazos, hablasen confidencialmente del pasado .
E l señor Guzmán hacía preguntas a Fél ix sobre su
hermano el conde de Til ly y sobre lo ocurrido al joven“
en la Inquisición de Sevilla ,y con gran atención fué en
terándose de todo lo que le había sucedido desde que
desembarcó en Dunkerque hasta que entró en París .
Inúti l es decir que Guzmán , arrastrado por la re5petuosa delicadeza propia de un hi jo, tuvo buen cuidadoen no relatar a su padre la aventura del ca stil lo de Damp1erre n i aquella pas ión que sent ía por Lu isa .
— Bien has estado, muchacho— exclamó el señor Guzman, que después de haberse disipado la anterior emo
1 3 3
, H E R M O“ S A L I E J E S AB
patriotas . Por esto Danton ,cuando se retira a su casa a
altas horas de la noche, lleva la s pistolas en la mano ,y
más de una vez han s ido apaleados trai'doramente algunos sujetos, que, vistos en… la obscur idad, ten ían ciertasemejanza con Camilo Desmoulins . Indudablemente han
sido esos infames los que os agredieron en el PuenteNuevo .
Félix y Vadier no dudaban de la ex istencia de la aso
ciación de Caballeros del P uña l, pero como conocían la
verdadera causa de aquel la lucha nocturna,no hacían
gran caso de las afi rmaciones del señor Guzmán .
— Marat— cont inuó éste, con la expresión admi rativay respetuosa , propia del que habla de un ídolo— es un
grande hombre al que no se escapan n inguna de las ma
quinaciones de los real istas . Como es perseguido con tan
to encono -
por la gente de la corte y al mismo t iempo porla pol icia de Lafayette, vive en lo más pro fundo de un
“
misterioso subterráneo, cuya ent rada sólo conocemos al
gunos amigos, y a pesar de esto, sabe antes que nadietodo lo que ocurre en Paris . E l fué el primero que mehabló de tu l legada y de tus aventuras
,mostrando gran
des deseos de conocer te . Asi que estés bueno, hij o mío,
te llevaré a llá y podrás ver de cerca al amigo del pue
blo, ese misterioso caba l lero ¡andante de la época moder
na, que sin sal i r de su sombrío ret i ro ,
csi el protector delos débiles y el terror de los fuertes .
Félix,con su dulce sonrisa
,demostraba lo dispuesto
que se sentía a segu i r a su padre en todo cuanto deseara .
Habia vivido separado de él tantos anos , que sent ía ver
dadera ansia de obedecerle,como si con esta sum1srón
recobrara una parte de aquel cariño paterna l de que había carecido en su in fancia .
Todavía se —
prolongó más de una hora la conversación entre padre e hijo , en la cual terciaba alg unas vecesel capitán Vadier .
H E R M O S A L I B J E S A_
Daban las doce en el reloj de San Esteban del Monte,cuando el señor Guzmán buscó con la mirada su sombrero como indicando que iba a parti r .
—M ira , chiquitín mío — le d ij o a Félix yo , por mi
gusto, estaría aqu í s iempre, pero tengo apremiantes ocu
paciones ;mi muj er me espera para asuntos de la casa
y, además , todavía no he escrito el in forme de mi viajea Marsella , que tengo que leer esta noche en la sesiónde los Jacobinos . Bien mirado
,nuestra presencia aquí no
te conviene, pues tú lo que neces itas es descansar . Hablapoco , duerme mucho y procura menearte lo menos pos ible. De este modo es seguro que antes de seis días ten
drás cerrada la herida y podrás sal ir a la cal le.
Vadier se dispuso a acompañar al padre de su amigo,
y cuando el señor Guzmán , después de abrazar y besarnuevamente a su hijo, se dirigi ó a la puerta ,
el cap itánacercóse con cautela al lecho del en fermo
, quien estrechócon efusión sus manos .
Cuánto te debo, Santiago —murmuró el herido con
visible enternecimiento Un icamente perdiendo la vida
por ti es como podría corresponder a tus sacrificios . Has
s ido para mi más que un hermano .
Bah ! No hables de esto si no qu ieres ponerme en
un estado violento . M e he portado como un verdaderoamigo y nada más . Pero olvida todo eso y óyeme. Tengo
grandes noticias que darte.
—¡E-Iabla !… ¡Di l: — exclamó Guzmán con impacien
-No ; ahora no . Estás todavía muy débil … y de nada
te serv i ría el saber lo que pienso decirte . Cuando estés
a l final ¡de la convalecencia y te sientas fuerte. pudiendo
ya pasear por Pa rís, entonces te lo diré todo .
Pero“
de qué se trata ?—De los miserables que nos asaltaron en el Puente
Nuevo . Yo tambi én tengo mi Damp ierre interesado en
H E R M O S A L J E J E S A£
qui tarme la vida , y por esto no me extraña ya que mea tacasen aquella noche con tanto encarn izamiento . Igual
pel igro nos amenaza a los dos y esto debe servir para es
trochar más amistad . Adiós, Fé lix ,no quiero
hacer esperar a tu padre.
Vadier se di rigía ya a la puerta , cuando volvió al
lado de su amigo, y tend iéndole1 las manos , preguntóJuntos hasta la muerte ?S i hasta la muerte— c ontestó Guzmán con ener
gica resolución .
Y estrechándose fuertemente aquel la s manos, quedósellado el pacto de f raternal ,
amistad que había de sobrevivi r a todos los pel igros y azares de la vida .
EL M ISTERIO DE VAD I ER
Era miércoles y el jardín del Luxemburgo presentaha el animado aspecto , prop io de un día de verano ra
diante y bel l ,o a la hora en que los parisiense5 , después
del almuerzo, buscan la fresca sombra de los árboles parahacer la digest i ón , contemplando las galas de la naturaleza y riendo los chistes de una conversación espi ri
tual e i ngeniosa .
Entre la turba de pa seantes que invadían los andenes
del j ardín y la frondosa aven ida que conduce al Obser
vatorio ,figuraban Vadier , con su un i forme de ayudante
de Lafayette, y Félix Guzmán , que andaba con algunalenti tud apoyado en el brazo de su amigo .
No era fácil adivinar que aquel j oven estaba couvaleciente de una pel igrosa herida . La pal idez de su rostroy el bastón en que se apoyaba al andar
,eran lo ún ico
que delataba su estado ;pero, en cambio, el e5pañ-
ol marchaba erguido, procurando disimular la debilidad
'
de su
cuerpo y no queriendo most rarse sin la gal lardía propiade la juventud .
Aquel paseo era el primero que daba Guzman des
pués de haber abandonado su lecho de enfermo .
I 3 9
L A H E R M' O
'
S A L I E J E S A¡
La hermosura del día y la impacienci a que le devoraba permaneciendo en su reducida habitación, habían de
cidido a Vadier a permiti r a su amigo es te esparcimientotan ardientemente solicitado .
Los dos amigos hacia una media hora que paseaban
por el Luxemburgo hablando de cosas ind i ferentes o
examinando a los pa seantes que transcurrían'
por su lado,
y varias veces demostró Guzmán con su gesto que deseaha hacer a Vadier una pregunta ,
no atreviéndose a el lo .
Por fin, el joven se detuvo,y sonriendo para disi ra
zar su curios idad,di jo al capi tán
— Pronto olvidas tus promesas . Recuerda bien lo que
me di j i ste el mismo día en que me vi l ibre del deliri oMe hablaste de grandes noticias que tenías que comun icarme acerca de nuestro enemigo, y hace media Hora queestoy esperando tu revelaci ón sin que tú te des pr isa a
satisfacer mi curiosidad.
—:No creía oportuno deci rte todo cuanto sé, mientrasno estés en condiciones para luchar tan bravamente co
mo en nuestra aventura del Puente Nuevo.
Qué me falta ahora de lo que ten ía entonces ?— Félix
,el valor nos engaña muchas veces . Te en
coentro muy débil .Débil — exclamó con arrogancia Guzmán Qué
aparezca ahora Dampierre enfrente de nosotros y veráslo que tardo en meterle una bala en la cabeza . La agres ión del Puente Nuevo me ha servido para ser cauto yestar preparado a todas horas . Es te bastón ocu lta una as
pada como la de aquel los petimetres y, además, l levo ah0e
ra en mi s bolsillos mi excelen te par de pistolas, con las
que prometí a Dampierre que haría algún día conocimien
to ín timo . Dime todo lo que sepas, Santiago,nada me
oc'
u ltes , y si conoces el lugar donde se hal lan nuestrosagresores , vamos al lá
,y antes de la noche les habremos
a justado su cuenta . Una puñalada es caricia que no se
H E R M O S A L I E J E S A
olvida fácilmente y que presta fuerzas para i r en busca
de quien nos la dió . Cuenta , Vadiar ;yo te lo ruego . ¿ Quées lo que sabes ?
— Realmente ignoro el punto donde se ocultan esos
miserables . Durante tu en fermedad he ido un s innúmerode veces al Pa lais - Roya l en las d i ferentes horas ¡del día .
M e he sentado en todos los ca f és, he corrido las casas
de,
juego ,he v isitado los lupanares , he bajado hasta los
sótanos donde se oculta esa gentecil la que nunca sale
de allí por temor a la pol icía , y en ninguna parte he podido encontrar persona a lguna que se pareciera a nues
tros agresores del Puente Nuevo . Parece que a és tos se
los haya tragado la t ier ra y después de su in fame hazaña ;pero si ignoro el paradero , en cambio tengo in formescla ros y precisos de todo lo que hicieron nuest ros agresores antes de que nosotros sa liéramos del ca fé Proco
pio y mien tras paseábamos por las galerías del Pala is
Guzmán mostró en su rostro un v ivo gesto de curiosidad, y el capitán , que había detenido su relato paraver el efecto que causaba en el español, al notar la im
paciente curios idad de éste, se apresuró a añadi r— Entre los pasean tes de las galerías, habia a lgunos
individuos de la guardia nac ional,a los que yo saludó,
como tú tal vez recordarás . E stos habían escuchado algode la conversación de D ammerre con sus amigos cuando
sal ieron del café, pero como no sospechaban que sus ex
presiones iban dirigidas a“
nosotros, nada nos dijeron yúnicamente al saber lo ocurrido en el Puen te Nuevo, es
cuando han venido en mi busca para mani festarme lo quecasualmente averiguaron .
—
¿Y qué fué el lo —
preguntó Guzmán con impacien
— Dampierre hablaba a sus amigos enca reciendo_la
necesidad que tenía de vengarse de t i por lo ocurrido en
1 4 1
H E R M O S A L I E J E'
S JA
le hizo proferi r, me"
dejan ver ahora claramen te,despues
del in forme de los guardias, qui én era aquel hombre . Co
nocia ,mi pasado, sabía cuál era la profesión de mi ado
kscencia , y por esto, al t irarme algunas morta les estocadas, que yo paré opor tunamente, me l lamaba gaitero
m ame,lanzándome otros insul tos propios de un hom
bre que hace ya algunos años desea vengarse de mi .
— E stá bien . ¿ Pero“
qu i én es_
ese hombre —
preguntócon impaciencia el joven español , que cada vez sentíamás excitada su curiosidad.
—Ten calma , Félix ; todo lo sabr ás . Tú eres el pri
mer hombre a qu ien habré revelado aquel secre o de que
te hablaba la mi sma noche que nos conocimos y que re
sulta el único misterio de mi vida . Entonces nada queríabecirte, pues srempre he guardado mi secreto aun pa raios amigos más íntimos pero ahora eres mi hermano,
hemos“
jurado marchar s iempre juntos hasta la muertey todo lo sabrás , pues entre nosotros no deben ex istirsecretos . Oye la tragedia demi adolescencia , lo que mehizo hui r de la bella Alsacia, abandonando padi es y hermanos , para veni r a París a ingresar en el ejé rcito .
Ya te habl é la otra noche demi errante adolescencia ,
cuando con la ga ita"
en“
bando lera , la sonrisa en los labiosy la juven i l cabeza llena de a legres ilusiones, iba por
todos los rincones de la Alsacia cantando y bailando en
las bodas y bautizos , y hasta acompañando con mi instrumento el canto l lano en los entierros ¡de los r icos . No
había aldea ni burgo de mediana importancia donde San
tiaguillo no fuese conocido y festejado,teniéndome to
dos como un muchacho a legre,inocente y sin
/
otro defeeto que un exagerado amor a la l ibertad . ¡Qué vida aque
lla tan fel iz y l ibre de cu idados !A l pasar por las aldeas,los rapazuelos oyendo mi ga ita ,
asomábanse a la puertade la escuela para saludarme con gritos de entusiasmo;las mozas me detenían para pellizcarme cariñosamente
1 4 3
H E R M O S A L I E J E S A
las orejas, rogándome de un modo i rresist ible que apareciese por al lí en la tarde del domingo para tºcar en elba ile de la plaza , pues nadie sabia acompañar a los danzantes tan bien cºmo yo, ni en los intermedios entºna
ba las cºplas con voz más fresca ; a las puertas de lastabernas recibia estruendosas ovaciones, pues lºs bebedores se entusiasmaban “
ºyendºme imi tar con el ins trumento el trino de los pájaros, y no habia una posada
d onde no durmiese grati s en el pajar , alcanzando, ade
más, algo de la cena a cambiº de entretener a los parro
quianos con mis canciones ,
Era popular , querido de tºdºs , y una son risa be
nevola y protectora me acogía al l í dºnde me presen taba .
Los hombres apreciábanme por mi alegría y mis chistes ,las mozas y los chicuelos
, por mi mús ica ,y las viejas en
contrábanme hermºsº, con mi cabello rubio y ensortijado y mis mofletes rubicundos que, según ellas, me dabancierto parecido cºn el Niño Jesús .
Mi vida era semejante a la de aquellos cabal leroscantores de la Turinghia, que
/iban de burgo en burgoy de castillo en ca st illo improvisando poes ías en honºr
de la hermºsura, al sºn de sus doradas cítaras . Yo era
más modesto; iba a pie, l levando por tºdo equipaje mizamarra de piel y mi zurrón, donde guardaba los cº
mestibles que iban rega lándome ;mas no por esrº me sen
tía menos fel iz ni mi vida resultaba menos independien.ue_ Bien es verdad que en el invierno su fría muchº, pues ]
ten ía que caminar algunas leguas hundiéndome en ia:
n ieve hasta las rodi l las o aguantando en la espalda? te
rribles aguaceros, y que más de una noche hube de cº
rrer temblando al oír tras de mi el aullido de los lobºs
pero, en cambio, cuando l legaba el verano, pasaba la
noche tendido sobre la f resca h ierba de los bosques,
y teniendo pºr todo público la moñetuda cara de plata
q ue asomaba a través del ramaje, entreteníame en imi tar
f ¿ l 4
H E R M O S A L I E ! E S . A
cºn mi gaita , lo más exactamente que pod ia, lºs trinosdel misterioso ru iseñor escºndido en el fol laje del mismoárbol a cuyo pie estaba acºstado .
'
Deh ia quince años y me consideraba feliz con mi
profesi ón,sintiéndome pºseídº del o rgul lo de un Cé
sar victorioso, cuandº vºlvía a mi a ldea , después de una
ausencia de tres meses y pod ía entrega r a mi padre una
p ieza de cien sueldos ahorrada ochavo sºbre ochavº .
En aquella época , el lugar de Alsacia adºnde diri
gia yo mis pasos cºn más frecuencia , era la aldea de
Beringel , s ituada al pie de una mºntaña , en cuya faldaalzába se el antiguo casti llo de lºs condes de aquel la co
mama .
No existia n ingún motivo aparente que justificase mi
predilección por aquel rincón de la Al sacia . Lºs habitantes de la comarca “
eran míseros labriegos a qu ienes el
hambre y el excesivo trabajº no dejaba t iempo para pensar en mús icas y en ba i les ;eran muy escasas las ganan
cias que yº obtenía a l li, pero a pesar de esto , tenía olvi
dados mis pueblos favºritºs, y cuando no estaba en Be
ringel era porque rondaba sus a lrededores .
Una tarde en que yº había visto pasar al cºnde, señorde la comarca , cºn todos sus amigos y grancaza , lo que hacia temblar pºr sus sembrados a todos
lºs va sallos,me encon tré en las inmediaciºnes del cas
t illo con una n iña de unºs dºce años, a la que acºmpañaba un viejo Criado medio imbécil . Era una señºrita ,una del iciosa min iatura, ve st ida con arreglo a la modade la corte y llei rando su tra je cºn tanta gracia y solturacomo si fuese una dama de veinte añºs .
Al verme a mi , zaga lote con a i re de pi l lo, rotº y
polvoriento como un gi tano y l levando mi gai ta debajodel brazo ,
la n iña pareció experimentar grande sorpresa ,
y cºn la cºnñanza que da el creerse de un origen su
per ior , me habló inmedia tamente con cierto tonil lo impe
H E R M O S A L J E J E Sº
A
E l la , al atravesar la a ldea, habia v isto s iempre las famil ias de los labriegos a las puertas de su s casa s, salut
dándola respetuosamen te con la más servil de las sonrisas , y esto habia bastado para que la n iña les creyeramuy fel ices y agradecidos a la paternal protección del
señor .Margarita quedó tan encantada de mis palabras como
de mi mús ica , y con esa conñanza propia de la n iñez ,con esa franca mecesidad de expansión que únicamente se
encuentra en aquella fel i z edad, me di jo qu ién era, dán
dome a lgunos detal les sobre su fami l ia .
Su padre, el conde de Beringel , era viudo hacia ya
ocho años , y cansado de la corte,donde hab ía ten ido al
gunos disgustos, vivia en sus posesiones, dedicado por
completo a
“
la caza , que era la afi ción favorita de aquel lanobleza ignorante, violenta , desconocedora de otra pro
fesión que la de las a rmas . Margarita tenia un hermanomayor que ella ,
el cual . por su carácter, era un fi el t etrato de su padre.
Brusco, violento y most rando una a ltivez insolen tehasta cuando trataba con individuos de su famil ia, el j oven Renato Beringel resultaba an tipático hasta para su
misma hermana , la cual no tenia que agradecerle. la me
nor atención ni la más leve muestra de cariño .
Padre e hijo disfrutaban de todos los placeres del
campo,viviendo como seres de procedencia superior en
tre aquel los vasallos, a los que t ra taban lo mismo que si
fuesen una turba de esclavos .
Margarita me puso a l corriente en muy pocas palabras del verdadero carácter de su familia, y aquella tar
de nos despedimos como buenos amigos, saludándonoscon espontáneas
“
risas y haci éndome prometer la n iña quea la tarde sigu iente estaria en el mismo s it io, pues ellavendría a buscarme para reanudar nuestros inocentes con
ciertos y nuestras cándidas conversaciones .
1 4 7
H E R M,O S A L I E J E S A
E sta cita fué pa ra mi la primera emoc ion de dichay aguardé con impaciencia que l legara la hora ma rcadapara volver a ver a Margar ita .
Desde aquel día fueron diarios nuestros encuentrosy creció la intimidad entre los dos . La hija del conde deBer ingel , con su graciosa y confiada candidez , tratábamecomo un l indo juguete, y yo, a pesar de que por mi vidaerrante y aventurera estaba lejos de ser un inocente
,no
sent í nunca la menor sombra de malos pensamientos antelas l ibertades que la hermosa n iña se tomaba conmigo .
f
Margarita ,como criada sin madne en aquel castil lo
donde sólo se conoc ían juegos violentos, era un temiblediablillo que gozaba muchas veces martirizándome de un
modo tan alegre, que no cabían protestas .
Sal taba sobre mis espa ldas y me obligaba a galopa rcual s i fuese un cabal lo
,con gran conten tamiento de su
imbécil servidor, que siempre tenía a punto una carca
jada para celebrar las gracias de la n iña ;pero cuando no
se sentia acometida por la diabólica travesura , era juiciosa y hasta demasiado seria , pues escuchaba con expresiónmelancólica cuanto yo le decia sobre las miserias del mundo 0 caía en interminable. éxtas is al oír los gorjeos imitativos de mi instrumento .
En aquella época le pa recía muy natura l a mi inex
per iencia , que la hij a de un conde pasase las tardes charlando con un pordiosero ; pero ahora comprendo que tan
extraña amistad sólo obedecía a la independencia en que
vivia Margarita, cas i olvidada de su padre,*
y al deseo
nocimiento de la n iña , que ignoraba que en; el mundo
están los seres repartidos en varias jerarquías y que muchias veces las preocupaciones socialles impiden que uno
pueda tratarse con personas a las que t iene a fecto .
M ientras yo era el intimo amigo, el confidente y el
juguete de la condesita de Beringel , la situación resultaba
H E R M O S A L I E J E S A
la más di f íci l y miserable de cuantas yo habia atravesadoen mi exis tencia aventurera .
Impulsado por aquella atraccion, de la que no medaba exacta cuenta , a permanecer en un país conocidopor su falta de hospital idad, veíame obligado ¡a su fr iruna serie de pesadas penal idades, ten iendo que vivi r co
me un mendigo , pues en la aldea de Beringel nadie hacía caso de mis talentos musicales . De artis ta nómadahabía descendido a pordiosero importuno que se empenaen no abandona r a un pa is a pesar de haberlo esqu ilmad0 .
Dormía en los bosques , experimentando un extraño pl a
cer cuando en medio de la noche, interrumpiéndose misueño, levantaba mi cabeza del húmedo musgo y veía a
lo lejos algunas luces del castil lo de Beringel , donde es
taba descansando a aquel las horas la l inda Margarita .
Durante el día iba de puerta en puerta , cabizbajo y aver
gonzado,implorando como l imosna un pedazo de pan ,
que pocas veces conseguía , pues aquella s pobres gentes,víctimas del señorío feuda l
,ten ían por toda comida los
hervidos que hacían con las hierbas que despreciaban loscaballos del señor conde.
Muchas veces acudía a mis citas con Margari ta , hambriento hasta el del irio, y la bel la n iña acogía como ras
gos de ingenio lo que sólo eran desvaríos hi jos de la ne
oesidad
De este modo continuaron mi s amistades con la h1]lai
del conde de Beringel durante mucho tiempo.
No recuerdo ahora el tiempo que pasó ; los gravessucesos que sobrevinieron ,
borraron de mi memoria la:
fecha exacta de mi conoc imiento con Margarita y la de
nuestra separaci ón ; pero calcu lo que por más de dos
meses duró aquel la fel icidad extraña y amargada por el
hambre.
Margarita venía en mi busca todas las tardes, y el
senci llo criado , cada vez más convencido de que yo era
T 4 9
H E R M O S A L I B I E S A
conde de Beringel , a pesa r de todos mis inst intos de independenc ia , una superior idad indiscutible desde el momen to eu que
“
yo, por culpa de las ci rcunstancias, hab íaosado ser el amigo de su hermana .
Margarita ,anoriadada por aquella sorpresa comenzaba
a l lorar, y mientras tanto,el a lt ivo Renato avanzaba con
el látigo en a lto y una i racunda expresi ón en el rostro .
Vete,mendigo ! ¡;Huye
,miserable — me gritó
Cuida de que no te vea otra vez o haré que te devorenlos mastines de mi perrera .
Fui débil , lo confi eso . No en vano se nace en la ser
vidrimbre y se pertenece a una fami l ia que durante muchos años ha s ido explotada y envilecida , v iv iendo en la
más servil obediencia . A pesar de que por mi carácter independiente consideraba igua les a todos los hombres, en
aquella ocasión , atolondrado por la sorpresa y avergon
zado de mi miseria , fuí s iervo sumiso, y ante el l átigodel señor , huí cobardemente
, yendo a ocultar mi ver
gúenza en lo más recóndito del bosque.
Fuí vagando muchas horas sin rumbo fi jo, sin sabera dónde me di rigía , gest iculando como un loco y llorando deSesperadamente
, pues después de verme solo com
prendía lo vergonzosa que era aquella fuga y lo muchoque habría desmerecido a los oj os de Margarita huyendo ante el látigo de su hermano y dej ándola a mercedde éste, que tal vez la cast igaría cruelmente .
B ien fuese el deseo de justificar mi anterior condue
ta con un acto de energía o que el instinto me guiase hacia donde se hallaba mi corazón , lo cierto es que despuésde algunas horas de marcha , me encontré de repen te en
las inmediaciones del castil lo , cerca de aquella praderadonde había ocurrido el terrible encuentro .
¡
Entonces medí cuenta de que había estado corriendo horas enteras
por'
el bosque, trazando caprichosos zigzag y sin sa l i r deun radio de un cuarto de legua .
1 5 1
H E R M O S A L I E J E S Á
Anochecía ya , cuando me senté en un peñasco; al bor
de de profundo barranco,en cuya orilla opuesta elevá
base el grandioso castil lo con sus centenares de ventanas ,que comenzaban a i lumina rse, destacando sobre la obscu
ra fachada comó una constelaci ón de fuego .
La idea de que una de aquel las luces correspond ía a
la habitación donde Margarita estaría llorando a tales horas, produc1ame honda emoción y permanecí mucho t iem
po inmóvil y absorbido completamente en la contemplación del iluminado a lcázar .
De pronto un espantoso ladrido vino a sacarme de
mi somnolencia contemplativa .
Un perrazo enorme, con más traza s de lobo que de
mastin , subía a s altos la pedregosa ribera del barrancoy se di r1g1a hacia mi , rugiendo tan ñeramente como puedahacerlo un can de perrera aristocrática ante '
nu —mísero yhambriento villano . A pesar de la obscuridad del crepúsculo, yo creía d istingui r sus fauces abiertas y espumeantes ,su enorme y curva lengua , sus retorcidos colmillos, y ade
más veía brilla r sus ojos como dos puntos de fantá s ticay azulada luz.
Aquel pel igro no intimidaba al vagabundo,acostum
brado a luchar con los lobos de los bosques , aunque te
meroso y cobard e con los lobos de dos pies que vivíanen castil los y gastaban cas
*
acas de seda .
Púseme rápidamente en pie, agarré un enorme cantolevantándolo sobre mi cabeza para arro—járselo al mastin
asi que se aproximara, pero me detuve al o ír un agudo
s i lbido que hizo detenerse al perro en mi tad de su velozcarrera .
Dos hombres armados con gruesos garrot-es acababande aparecer en el fondo del barranco, y el mastin , gru
ñendo como s i refunfuñase con tra sus órdenes y protes
tando con los meneos de su cola , retrocedió para unirse
a el los .
H E R M O S A L I E J E S A
Los dos hombres parecieron examinarse durante al
gunos minutos , y por fin , uno de ellos me gri tó con aoen
to impera tivo :Baja ,
muchacho !Yo l — exclamé con extrañeza ¿Y
“
por qué he de
bajar ?
Prºnto tuve la con testacion . Uno de los dos inclinósebuscando a lgo en el suelo ;un agudo si lbido rayó el espa
cio y recibí en el costado tan violento golpe que me de
rribó instantáneamente.
La pedrada fué tan certera que rodé por la escarpada
ori l la del barranco , clavándo,se en mi cuerpo las agudas
ar istas de los pedruscos y siendo arañadas mis carnes porlos punzantes zarzales .
Cai casi desvanecido, s in poder resp irar a causa de la
terrible pedrada que había recibido en el costado; perocuando quedé inerte a los pies de aquel los dos hoinbres,pronto tuve que ponerme en pie para l ibrarme de las terribles patadas que me daban con sus zapatones de grue
— Andando, granuja — me gritó unº de el los al mismot iempo que me empujaba con el extremo de su nudoso
garrote.
—
¿A dónde vamos —me atreví a preguntar con midébil y temblorosa voz .
Un gar rotazo en las espa ldas fue primeramente la con
testación, pero por fin ,
uno de aquellos dos jayanes quellevaban la l ibrea de los Beringel , tuvo la amabil idad dedecirme , amenazándome * de nuevo con su garrote
—
¿A dónde has de i r, cana l la ? Al castil lo, donde no
fa ltará quien te arregle las cuentas .
Sa limos del ba rranco y tomamos un camino que con
ducia rectamente al palac io de Ber ingel .El fiero mastin nos preced ía , volviendo de vez en cuan
do su cabeza enorme y lanzando rugidos que parecían in
H E R M O S A L I — E ! E S AI
se algunos señores , con su peluca empolvada ,sus casacas
de seda y sus deslumbrantes chupas, levantando las copas
l lenas de centelleante Vln0 y acogiendo todas las pa labrascon ruidosas carcaj adas .
E ra aquellº una de las orgías a ristocráticas, que en
tal épºca terminaban s iempre con alguna estúp ida y san
grienta locuna de borrachºs, cuyas cºnsecuencias venían a
sufrir los infel ices vasa l lºs .
En el fondº del comedor y ocupando el huecº de una
gran puerta estaba casi toda la servidumbre del cas til lº,
mostrandº con sus ávidas mi radas la curiosidad que sen
tía ;y en un rinc ón , sentada en una si lla baja, distingui a.
la pºbre Margarita , con los ojºs l l'
orosos e intentando ocul
tlat con su s finas manos las manchas violáceas que desfi
guraban sus l indas mej il las y que delataban las terriblesbo fetadas d el bárbaro señor de Beringel .
¡ Pobre n iña !Todavía parece que estºy viendo la mirada de a sºmbro, de pena y de inmensa compas1ºn , que
lanzó al ver empuj adº dentrº del cºmedor a su in fel izamigo, ensangrentado, cºn las ropa s rºtas y pugnando porahogar el dºlor que le producían lºs golpes recibidos .
Los ojºs de tºdos aquel los señores, vidrioso'
s y comºempañadºs por la borrachera ,
fi j áronse en mi,y una rui
dosa carcajada resºnó en el comedor .
Debieron encºntrarme muy gracioso los nºbles seño
res y en especial el conde de Beringel, hºmbre corpulentoy de rºstro fiero
, que ocupaba la cabecera de la mesa . A
su ladº estaba sen ta do el joven Renatº, que sonreía diabólicamente, y los demás señores eran nºbles de las cer
canias o parientes del cºnde, que habían ven ido de la cor
te de Versal les para tºmar parte en las cacerílas .
¡Hola !— d ijo el conde cºn su voz ronca por el ai
cohol , d irigiéndose a los dºs j ayanes que me conducíanPrºnto
_habéis encontrado ¡a este mºzo .
- 4Primo mío— dijo uno de aquel lºs señores , delgada
I S S
H B R M 0 5
'
A L I E J E S A
chº, p inta rraj eado como una dama y con voz]de ltiple
Tenéis unos servidores que son mºdelo de buen celo . Mirad cómo le han dado a ese pillete pruebas adelantadas delgran a fecto que el señor conde de Beringel le profesa .
Y al decir esto , aquel ser afeminado,seña laba mi ros
tro sangriento y surcadº por lívidas huellas, lo que volvi óexcitar las carcajadas de todo s lºs bebedores .
— Acércate, bandidº .
Nº tuve que ºbedecer este l lamamiento del conde, puesantes de que intentara mºverme, los poderºsos brazos deaquel lºs dºs jayanes ya me habían hechº correr con un
solo empu j ón más de medio comedºr y me detuve juntoa l alto y blasonado si llón en que estaba el señºr de Be
Conque eres gran amigo de mi h i j a ?Y al mismo tiempo que me hacia esta pregunta , sus
groseros dedºs agarraron una de ni is ºrejas y ti raron deella cºn tanta fuerza que se desgarró, faltandºle poco paraque se depegara pºr completo de mi cabeza .
E ste dolor agudo e irresistible dió al traste con la cal
ma esto ica que me había propuesto observar y lance un
espantºso rugidº,al mismo tiempº que mis facciones se
contra ían con un espasmo de agon ía y doblándose mis
piernas caía de rºdi llas al suelº.
Es to debi ó pa recerles también muy gracioso a aque
l los buenºs señores , pues una gran carcajada vo lvi ó a re
sonar .
— Animo , cºbarde : no te creia tan flojo— d ijº el con
de No tiembles ; no te queremos matarº
te hemºs lla
madº aquí sencil lamente pa ra que nºs divierta s .
Yº presentía alguna broma terrible que acaba s e de desvanecer mis ya escasas fuerzas, y pidiendo comp
'
as i ón con
mi radas de angustia ,fi jábame en todºs aquellºs señores
que aparecían sonrientes esperando la diversión que pre
paraba el conde.
i = 6
H E R M O S A L I E ! . E S A
No te l lamas Santiagu illo ? — preguntó el señor de
Beringel Mi hija se hace lenguas de la habilidad quet ienes para tocar la gaita ; pero también debes ser muynotable en la danza , y para diverti r a mis convidados quierº que bailes un rato … ¡ Bai la , muchachº !Yo seguía firme en mi propósitº de mori r de un mºdo
digno, res istiendº a toda clase de humil lac iºnes y ver
giienzas , y pºr estº permaneci inmóvil,comº si no enten
diera las pa labras del señor .Nº me oyes —
gri tó el conde con voz iracundaA baila r inmediatamente
,o ¡ v ive Dios ! que te cuelgo de
lo más alto de mi castillo pa ra que acónípañes al imb_
'
ecil
escudero que guardaba a mi hija .
Y cºn un revés de su cºrta y vel luda mano de oso;
me hizo ir tambaleando hasta el cent ro del comedor , donde quedé inmóv il .Margarita tapábase la cara con las manos para no ver
esta hºrrible escena y sus gemidºs l legaron a
”
ser escu
chados pºr su padre, quien gritó con su voz de ebrio—
'Cál late tú, o de lo contrario vuelvo a empezar la es
cena de hace poco rato . Ya sabes cómo las gasto . Queno te oiga gemi r o saldrás a ser la pareja de baile de ese
Tú, Renato— con tinuó d i rigiéndose a su hijO
haz bailar a ese cana lla .
Entonces tuve un enemigo más terrible que el conde
E l joven Renato púsºse en pie y avanzó hacia mi llevando impresa en su rºstro una expresión tan diaból ica
que hubiera atemorizado a otro que no se hal la ra tan dis
puesto a morir como yo . Llevaba en la mano un granlátigº de larga tralla
, que movía de un mºdo poco tran
quilizadºr , y en esta act itud tan hºs t il , vino a coloca rsea pocos pasos de mi .
En aquel momento ,a pesar de encontrarme quebranta
do pºr lºs muchos go lpes recibidºs, hubiese dado todo
resto de mi v ida, a cambio de que nos encontráramoo
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H E R M O S A L I E J E S A
vencido por el dºlor, quebrantado por el martirio y des
pertándºse en mi ese inst into de conservación , que nunca
abandona al hombre, sólo pensé en sustraerme de los crueles lat igazos .
Corrí cºmo un loco por el vasto comedor ; dºquierame di rigía sa líame al encuentrº una silbante tra lla que
dejaba en mi cuerpo huellas sangrientas, y acosado pºr
todas partes cºmo un an imal dañino , revolvíame furiºsº,cegado pºr la sangre y rugiendo de rabia , y no me diri
gia rectamente hacia uno de mis verdugos sm que al momento dejara de senti r en mi cabeza y mis espa ldas una
dºcena de látigos que me obligaban a vºlver atrás .
Saltaba de un , lado a otro con esa asºmbrºsa agilidad
que prestan el dºlor y el pel igro , e in tentaba ocul tar lacabeza entre mis brazos magul lados .
Ya ¡Ya ba ila l— gritaban tºdos aquel los borrachos, celebrando mi martirio con in ferna les carcajadas
,a l mismo t iempº que a lgunos de ellos entonaban una
<stripida canción para acºmpañar mi s violentºs saltos .
Dos o tres veces qu i se refugiarme bajº la mesa o en
tre aquel lºs ebrios señºres ;perº apenas lo intentaba , arrojábanme cuanto encºntraban a manº
,y una l luvia de va
sºs y botellas venía a estrellarse sobre mi cráneo ensan
grentado .
Duraba ya el espantºsº mart i rio a lgunos minutºs , queme parecierºn largºs siglºs, y a l fin desvanecióse por com
pleto la escasa fuerza que tºdavía me mantenía en pie ycaí al suelo p idiendo misericºrdia a aquellos verdugºs a
quienes mis gritºs sólo arrancaban crueles carcajadas .
Lº que entºnces sucedió , lº recuerdo cºn la mismavaguedad que si se tratara de un sueño .
Me pareció que Margarita era sacada del comedor pºruna vieja si rvienta
,y pºco después sentí anudarse a mi
cuellº una gruesa sºga .
—Pr imo míº— decía la voz de aquel seño r cºrtesano
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L A H E R M O S A L Í E J E S A
que habia hablado al entrar yo en el comedor M iradbien lo que hacéis . Hoy caen ya en desuso nuestros sagra
dos privilegios del feudal ismo, y aunque seáis señor dehorca y cuchillo, el rey no verá con buenos ojos esta ejecución, s i es que l lega a hacerse pública .
—
¡Bah — contestó el señor del castillo , acompañandosus palabras con soeces juramentos A un conde de Be
ringel le importa muy poco lo que el rey pueda deci r ;yahe ahorcado al criado imbécil que guardaba a mi hi ja ,pero a pesar de esto no matará a ese miserable . Las almenas de mi castillo se han hecho para colgar plebeyos sanos
y robustos , y no moribundos como ése, que después de un
paso de ba ile exhala ya el último ¡Hola,ma
chachos !— continuó dirigi éndose a sus criados Echad
me fuera de aqu í a ese“ '
andrajo y dejadlo en el Bosque,
para que los lobos tengan esta noche una buena cena .
Inmediatamen te sentí que tiraban de la gruesa cuerda
que rodeaba mi cuello y sal i del comedor arrastrado pormis verdugos, que, incansables, todavia golpeaban con sus
pies mi magul lado cuerpo .
Lo último que Vi sal ir del comedor fué a Renato, queparecía muy d isgustado por la decisión de su padre y queclavaba en mi una mirada cruel , como si aún estuvierahambrienta _
_su sanguinaria crueldad .
Baj é cabeza abajo la escalera del cast illo, manchandocon un reguero de sangre las a ristas de los peldaños, yfu i arrastrado por los grandes pa tios y a través de la obs
cura poterna , oyendo con terro r en medio de mi creciente desvanecimiento cómo ladraban en torno de mi inanimado cuerpo algunos de los mastines del castillo .
Todavía me siento asombrado ahora al considerar quesal í con vida de la espantosa aventura .
E l ser muy gruesa la cuerda que tenía arrollada a l cuc
110 y muy ancho el nudo que estaba sobre mi garganta,fué lo que me sa lvó de perecer estrangulado en tre los fu
H E R M O ” S A L I E J E S A
riosos t irones de aquel la serv idumbre, que parecía conta
giada por la del i rante barbarie de su s amos .
Desde entonces estoy convencido de que mi cuerpotiene una resistencia extraordinaria , pues con la mitad delos mart i rios que en aquel día sufrí , ot ros hubiesen quedado sin vida .
Perdí ¿el conocimiento cuando estaba a poca distanciadel cast il lo y no he pod ido saber dónde me abandonóaquella turba frenética , que, cobardemente
,se ensañaba
en el in feliz vagabundo que n ingún daño les habia hecho .
Al notar que se iba desvanec1endo la fuerza que me an i
maba y que una agon ia , cuyo recuerdo todavia me horroriza, se iba apoderando de todo mi ser, me crei muerto ycerré mis ojos con remgnac1cn .
Cuando volvi a la vida , me hal lé en el interior de una
habitación que habia visto muchas veces .
Era la choza de la madre Fix , una viej a que v1vía a
do s leguas de Beringel y que gozaba en toda la Alsaciacierto renombre de hechicera , a causa de la habil idad que
poseía para cu rar en fermos y para otras mil cosas, que el
pueblo,crédulo y fanático
,comentaba con terror ,
Yo, por mi vida errante
,habia intimado con ha miste
r iosa vieja , queme trataba con gran cariño, viéndome acercar a ella sin n ingún escrúpulo, y era de los!pocos mortales que habia entrado buscando a lbergue en su mísera cho
za, de cuyo techo colgaban grandes manojos de medicinales plantas .
E stuve más de un mes entre la vida y la muerte, cu
bierto todo el cuerpo de profundas llaga s , y tardé más decuatro en recobrar la perdida salud
,viéndome
, al fin ,en
salvo gracias a los cuidados de la bondadosa madre Fix .
E lla me relató durante mi convalecencia cómo hallándose casualmen en Beringel la misma noche de mi martirio, y adivinando algo de lo que ocurría por ciertas palabras d—e los criados
,fué a s ituarse en las inmediaciones
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señales que a lgunas cicatrices en el cuerpo, pero me haa
bía quedado sin los medios de gana r la vida , pues mi gaiaquel hermoso instrumento obj eto de todos mis cari
ños y que l levaba colgante sobre la espalda encerrado en
una funda de paño verde, quedó rota ¡en mil pedazos en
el corñedor del castil lo de Beringel .Vagué a la ventura , sin decidi rme por un rumbo de
terminado ;pero había en mi un instinto - audaz o una in
venciblei
costumbre, que no tardó en di rigi r mis pa sos hacia el cast illo de Beringel .Caminaba cautelosamente por lo más intrincado de las
selvas como un cazador furt ivo , y cuando penetré en los
bosques del señorío de Beringel , ocurr*
1óseme una idea queme hizo experimentar diabólico placer . Por qué no ven
garme ? ¿ Por qué no aplastar a aquel infame condesito que
¿tanto había gozado cruzándome el rostro con su l átigo ?Mi enemigo ¡ena poderoso y contaba con muchos aux i l ias ; ,pero val i éndome yo de la astucia , era pos ib le que
cumpl iera mis vehementes deseos : y dominado por estos
pensamientos procedí con toda la cautela de un salva je
que se pone en acecho esperando … a su con trario .
Pasé dos días en los bosques , a l imentándome con los
mendrugos que la madre Fix había metido en mi zurrónacechaba a todas horas el castillo y muchas veces tuve quesubirme a un árbol u ocul tarme en el hueco de una pena ,
para no ser sorprend ido por los criados o los vasal los queveia pasar cerca de mi ,
Por fin, en la ta rde del segundo dia , encontré la ¡ape
te'
cida ocasion . E staba oyendo de labios de una muchachi
ta, que con el cántaro bajo e l brazo iba a una fuente ve
cina , la relaci ón de cómo la pobre Margarita habia sidoencerrada por su padre en un conven to cuatro meses an
tes,cuando vi que Renato Beringel , montado a cabal lo
, sa
lia del castillo internándose en los bosques .
—Va a la Cruz de los Cuatro Caminos— me dijo la
H E R M O S A L I E J E S A
aldeanita , señalándome con su mano el punto hacia - donde
se dirigía el joven Beringel .Yo sa l í corriendo en persecución de mi enemigo,
marchando rectamente hacia el punto que me habian señalado,y en el cual había estado varias veces cuando rondaba poraquel los bosques esperando los inocentes encuentros con
Margarita .
No tardé en encontrar el camino y en él as huel lasdel cabal lo de Renato ;pero comprendiendo que no l legaria a a lcanzarle, preferí esperar su regreso y me embosqué en un punto donde la vía se estrechaba entre dos
grandes rocas .
Aguardé durante muchas horas, que transcurrieron
pa ra mi insensiblement-e, pues la certeza de que iba a rea
l izar mi venganza , no me permitía fi j arme en el tiempo .
Comenzaba ya el sol a hundirse en el horizonte y su
globo de fuego se… ensanchaba lanzando haces de fantástica luz a ras del suelo y por ent re los troncos de los árboles
, cuando llegó a mis oidos el lejano galope de un
caballo .
P lantéme en medio del camino, y moment05 des-
pués
desembocaba tras la revuelta de los peñascos el jovenBeringel a todo galope de su caballo .
E l noble estaba tan convencido de su poder, y tan im
posible creía que hubiese dentro de sus domin io s qu ienosara atentar contra su persona , que al ver un hombre en
medio del cammo ,como cerrándole el paso, acorto el ga
lope de su cabalgadura y fué acercándose lentamente, mo_
v iendo el l átigo con man ifiesta hostil idad.
Renato parecía no conocerme . Yo estaba bastante desfigurado por mi s anteriores desgracias, y además vestia
una burda zamarra de pastor .
¡A lto —
grité abalanzándome a las r iendas del ca
H E R M O S A L I E J E S A
Entonces Beringel mostró en el relampaguao de su
mi rada que acababa de reconocerme.
¡ tú l— exclamó con asombro ne exento de
terror, como si acabase de ver sal i r un muerto de su
tumba .
— Sí ; yo — le repuse ¿ No me esperabas ? De segu
ro que me creías muerto después de tus in fames crueldades en aquel la noche fatal ;pero mi afan
'
de venganzame dió fuerzas para resist ir tantos martirios y hoy sal
go a tu encuen tro para pedi rte cuenta de tus bruta lidades .
¡Hijo del conde de ahora que estamos solosy que tus criados no pueden oírte, repite tus hazañasvuelve a golpearme con tu l át igo , que yo sabré contestarte.
Y al deci r esto me sentia poseído de tal furor, quetiraba de las riendas a un lado y otro,
lastimando al cá
ballo, que agitaba rabiosamente su cabeza lanzando agu
dos rel inchos .
La expresión feroz que en aquel los momentos temami rostro adivinábala yo en las medrosas miradas de Renato Beringel , que , pálido y t
“e“mbloroso
, demostraba haliarse muerto de miedo .
Su mismo terror parec10 darle fuerzas , pues aprovechando un momento en que yo le decía que bajase delcaba llo clavó sus espuelas en los i jares del impacientebru to y me di rigió a l rostro un violento latigazo , que mehubiese derribado a l suelo a no ser porque desviando lacabeza dióme de lleno en un hombro .
El caballo, host igado por el j inete, intentó salir a es
cape , pero en aquel momento mis brazos eran de hierroy el animal , tan fuertemente sosten ido por las bridas , en
cabritóse furiosamente sin poder avanzar un solo paso .
Baj a , miserable ! ¡Baja 0 mueres —
grité con una
voz que parecía un rugido .
Y me bas tó agarrarle de una pierna con mi siniestramano, para hacerlo desmonta r inmedia tamente .
H E R M O S A L I E J E S'
A
vantaba mi vengativo brazo . Al ver que el l átigo estaba
roto, empecé a dar furiosas patadas a aquel miserable, que“
se rebullía a mis pies pidiendo misericordia ;y cuando mecansé de esto agarrabá pedrusco-s a rroj ándolos sobre él , aciegas, sin fi jarme en si chocaban contra su cuerpo o ro
daban por el camino .
M is fuerzas se agotaron antes que terminase el de
lirio homicida que me dominaba por cºmpleto . E l can
sancio hizo caer mis brazos inertes a lo largo del cuerpoy entonces pareci ó como que despertaba de una pesadillahor'
rorosla .
Renato estaba a mis pies , inmóvi l como un… cadáver,y yo sent í ese terror extraño y superst icioso que experi
menta todo hombre cuando por primera vez cree que hadado muerte a un semejante .
Iluminaban vagamente los bosques'
los últimos refiejos del crepúsculo,
cuando huí despavorido a campo tra
vlasa , evitando los senderos donde podía tener a lgún en
cuentro .
El cabal lo de Renato había huido así que yo le dejél ibre, y como era fáci l que su instinto le gu iara rectamente a las cabal lerizas del castillo,
temía que las gentes deBeringel presintiesen una desgracia al ver l legar al ani
mal solo y sal ieran a bat ir el campo .
Anduve errante cuatro días por los bosques , temiendo sa lir a los caminos por miedo a ser encontrado, y una
tarde,escondido tras un matorral , escuché a dos l eíi ado
res que hablaban del suceso . De este modo supe que Re
nato hab ía s ido conducido a su castillo casi sin
qu-e aunque los médicos tenían alguna esperanza de sal
varle, su curaci ón no era cosa segura .
E l joven Beringel había declarado qu1en era el autordel atropel lo y su padre, el conde , juraba que me había
de ahorcar en su castillo ofreciendo mil l ibras a todoaquel que me presentase vivo .
H E R M O S A L 1 E J E S A
Comprendi que era preciso salir de un país donde lacodicia tentaba a tantos hambrientos, convirtiéndolos en
enemigos míos, y a costa de grandes pel igros y de nto
menos astucia , sin ser visto de nadie, tomé el camino deParís .
Lo demás ya lo sabes,amigo Guzmán . Entré en el re
gimiento de guardias francesas, y gracias a la revolucióny a mi entusiasmo
,he consegu ido encumbrarme algo . Des
de aquel la horrible aventura, poco he sabido de la fami
lia Beringlel . E l conde murió a l poco t iempo a causa sin
duda del furor que le produjo el ver que un vástago de
su raza podía ser golpeado por un v il lano, y en cuanto .
Renato, supe que logró restablecerse de la feroz pa l iza quele administró… . y nada má s .
— ¿Y Margarita — dijo Guzmán, que hab ía permane
cido s ilencioso cerca de una hora escuchando con la ma
yor atenci ón el dramático relato ¿ Qué fué de aquel lainocente/y hermosa n iña ?
— Lo ignoro,Guzmán… contcstó Vadier con ma rcado
desal iento En estos últimos años he l levado la vida metódica
*
y automática del soldado, que no deja tiempo paralos asuntos particulares . Nada he podido averiguar . Supe
que su padre la hab ía metido en un convento, cuyo nombre ignoro : he ahí todo lo que sé . Tal vez haya muertº .
Tal vez vive y pasa por mi lado sin que yo l legue a co
nocerla . . ¡Oh , no ! Miento al deci r esto— se apresuro a
añadir Vadier después de una corta pausa S i Marga
rita pasara por mi lado la reconocería inmediatamente .
Hay algo dentro de mi que experimentaría una intensaemoción apenas me halla se en presencia de Margar ita .
— Comprendo que estás enamorado— di jo Guzmán .
Enamorado ? No lo sé Ignoro por completo s i ver
daderamente es amor lo que sien to por Margari ta ; perolo que puedo asegurarte es que el recuerdo de aquella i no
cente n iña l lena todo mi ser y que ni un solo instante ha
H E R M O S A L I E J E S Á
huido de mi memorza . Para mi no existen mujeres en el
mundo . ¿ No es verdad que resulta una locura el adorar
silenciosamente a una muj er que no se sabe si ha íñ“
uerto
y que s i vive ta l vez no se acuerde de mi ? Pues biensoy un loco, p ues a pesar de todas las reflexiones queme dicta el sentido común ,
s igo adorando a esa Margarita ,que es poco menos que un fantasma impalpable. P erdó
name, Guzmán, pero hablando con franqueza , debo decirte
que celebro muchísimo nuestra aventura del Puente Nue
vo, a pesar de'
que en ella por poco pierdes la vida . El
amor es siempre egoísta y yo experimento una satisfac
ción sin l ímites al saber , por tan pel igroso encuentro, que
Renato Beringel se ha lla en París, y he de hacer cuanto
pueda por encontrar a ese miserable .
¿ Para vengarte únicamente —
preguntó Guzmán con
ma licia .
— No— repuso Vadier y para averiguar dónde se
halla Margarita , pues Renato no dej ará de ¡ S i
imaginaras cuán inmensa sería mi fel icidad al verme otravez en presencia de la bel la señorita de Beringel ! No sé
qué recuerdos guardará de nuestra amistad in fanti l ;peroel la tiene un alma pura y sensible y me figuro que la quecon tanto cariño acogía al pobre ga itero errante, no se
mostraría ahora alt iva y desdeñosa con un s oldado que se
ve favorecido por la fortuna a"cambio de arrostrar terri
bles peligros . ¿No te parece, amigo Guzmán , que Mar
garita Si me viera , me tra taría con igual cariño que cuandoera n iña ?
Qué sé yo — repuso el español sonriendo Tienesunas preguntas extrañas , propias de enamorado ;pero como
yo amo también ,las comprendo y no me extrañan .
— Dispénsame — di jo Vadier , que hablando de Margarita se expresaba con creciente vehemencia No sé qué
me sucede cuando recuerdo a aquella n iña , que tan com
pletamente absorbió mi voluntad . Puedo jurarte, amigo
H E R M O S A
El capitán him un signo afirma tivo .
— Mucho quiero a la hermosa liejesa— continuó el espa
ñol pero de seguro que, a serme pos ible, i ría a ver antesa Lu isa Damp ierre, que ven i a a preguntar a la señoraSantos , mi portera , por el estado de mi salud ¡PobreLuisa ! Yo también ,
amigo Vadier , tengo mi Margarita ,
y esa es Lu isa Damp ierre;pero por mi desgracia v ive con
una tía aristocrática y devota , y no puedo verla s iempreque quiero, s ino cuando puedo . Mañana mismo i ré a es
perarla en las inmediaciones de S an Germán de los P ra
dos,y creo que la p65rec1ta , al verme, experimentará una
agradable sorpresa , pero mientras l lega este in s tante, quetanto anhelo , emplearé el t iempo
yendo hoy al anochecer
a casa de Lambert ina p ara darla las gracias por sus cu i
dados . Tú me acompañarás , amigo Vadier .
imposible . Tengo que i r a casa de l a fayette'
a
la s siete de la tarde para un a sunto del servicio de la
plaza y en estos actos nunca me gusta falta… .r Además no
necesitas i r acompañado La bella23
Theroigne no acostumbra a comerse a sus amigos .
Guzmán pareció experimentar gran contrariedad oyendo la negativa de su amigo a acompañarle Deseaba no
aparecer a los ojos de Lambertina como un ingrato» y poresto iba a su ca sa ;pero al mismo tiempo tenía miedo deverse en presencia de aquel la mujer , que en la noche de la
cena le había turbado con sus mi radas ardientes y sus gra
ciosas preguntas .
*Decididos los dos amigos a separarse a las siete d-
e la
tarde, pasearon aún mucho tiempo por el j ardín del Lnxemburgo ,
y después ,lentamente y cogidos del brazo , ,se
encaminaron hacia Pa la is —Royal,donde entraron en el
café Procopio con la vaga esperanza de ver a alguno desus enemi
gosi
que tomaron parte en el encuentro del PuenfeNuevo .
Entre los concurrentes al caf é no vieron n inguno que
H E R M O S A L I E J'
E S A
se pareciera a aquel los asesinos, y después de dar algunasvueltas por las galerías, despidiéronse Vadier y Guzmánen la plaza inmediata al Louvre cuando ya comenzaba a
obscurecer y eran encendidos los reverberos de las ca lles .
E l español tenía que andar muy poco para entrar en
la cal le de R ichel ieu, que era donde vivía la bella l iejesa .
— Adiós, Guzmán — le dijo Vadier sonriendo y ten
d1en-dole la mano Retírate pronto, pues aunque creashal larte sano
,todavía estás convaleciente y no te conviene
trasnochar . Muéstrate agradecido con Theroigne, pues
bien lo merece lax
pobre muchacha ;pero al mismo tiempo,
cu ida de conservar fria tu razón y cuérdate de la jovenentristecida que iba a pregu ntarle a tu por tera .
Por qué dices todo eso ?—
preguntó el español conextrañeza .
— Porque Theroigne, aunque ella no lo qu iera, resulta
pel igrosa cuando se la habla a solas . E l agradecimientotiene sus l ími tes : cuida de no i r más al lá , pues caerias
en el amor .
Vadier se alej o sonr iendo, y Guzmán ,después de le
vantar los hombros , como un hombre seguro en la fuerzade su voluntad, encaminóse a calle de R ichelieu .
A SOLAS c0N THEROIGNE
Guzmán fué introducido en el hermoso salón de casa
Theroigne,—
casi al mismo tiempo que la bella liejesa en
traba por otra puerta l levando en'
la mano un l ibro en
treabierto .
—¡Ah l ¿ So is vos — exclamó con visible so rpresa .
— No
creía veros tan pronto . Estoy agradecidísima a esa dis
tinción que os merezco,v in iendo aqu í apenas habéis podido
sa lir de vuestra casa .
Quedóse mirando fi jamente durante alg unos instan tesal joven, que de pie en el centro del salón sen tíase invadido por aquella turbac ión extraña que otras veces habíaexperimentado al con templar a aquella mujer majestuosay radiante de hermosura .
Pasad adelante— con tinuó Lambertina No os sen
l€18 aqu í , E ste salón lo reservo para los visitantes aristó
cratas , para esos imbéciles que v ienen a hacerme la corte,
y me daría pena veros ocupar su mismo s itio . Pa ra amigoscomo vos, tengo un lugar más reservado y mas ínt imo .
Pasad, amigo Guzmán . S eguidme a l gabinete donde mevisteis por primera vez .
Y la Hermosa Liej esa, haciendo una seña al joven para
H E R M O S A L'
I E ] E S A
mano, que si es necesa rio, expondrá*
su vida para evitarosla menor molestia .
Theroigne reia , pero en su risa notábasealgo forzado
y sus ojos más parecían dispuestos a l lorar de emocion
que a mirar i rónicamente al joven . S in duda , su sens ibil idad de muj er impresionábase a la vista de aquel jovenhermoso
,modesto y sencillo como un héroe clásico
,y a
quien hacía aún más interesante la pa l idez de la convale
cencia que impregnaba su rostro .
Ah, pícaro Vadier ! — exclamó la hermosa S in
duda el capi tán me ha hecho traición , y no sabiendº!
guardar el secreto que le encomendó, os lo ha con tadotodo … Y bien ,
amigo mío, ¿ creéis que lo que yo he hecho
por vos merece tantas expresiones de agradecimiento ? ¡_Ah ,honrado joven — añadi ó Lambertina con voz de amar
gura La que tantas noches ha pasado en orgías destrozando su honor, bien puede sin es fuerzo alguno dedica runas pocas a una mis ión tan noble y santa como es cui
dar a un amigo que se hal la solo y en pel igro de muerte .
Esto no es n ingún sacriñcio , antes al contrario, es un
placer, pues proporciona esos goces de la conciencia sa
tisfecha que no pueden a lcanzarse con dinero .
Cal ló Lambertina durante algunos minutos, y por fin,
como"si no pudiera resist ir a los pensamientos que bul lian
dentro de ella y que pugnaban por exterior izarse, di jo a
Guzmán con visible precip i tación :
— Desde el momento en que os vi me interesasteissobremanera , pues adiviné en vos a lgo extrañ o y por en
cima de lo vulgar , que es lo que distingue a los hombresextraordinarios . He tratado a los primeros hombres deFrancia, y su talen to,
su inmenso gen io, no me ha apasio
nado tanto como_
esa honradez que l leváis impresa en vuestro rostro
, esa fe inquebrantable y entusiasta que se notaen todas vuestras palabras y ese valor indomable que demostráis con vuestros actos . La otra noche, cuando estu
H E R M O S A L I E J E S A
visteis aqu í , vuest ra presencia me atra ía y os considerabaya como el primero de mis amigos ;pero hoy , después devuestra aventura novelesca en el Puente Nuevo, que ºs
realza y os da nuevo prestigio ante mis ojos , hoyLambert ina vaciló pºr unos breves instantes
,y al fin
terminó la oración con una forzada carcaj ada .
—Perdonadme, Guzmán . E stoy loca e iba a deciros
una sandez . Las muj eres somos por temperamento novelescas y aficionadas a los héroes
,y un hombre cºmo vos,
es suficiente para trastornarles el seso . Yo que s iempre sºy
dueña de mi misma cuando hablo con otros, frente a vos
reconozco una terrible super ioridad . E spero, pel igroso con
qu istador , que no ab'
usaréis de vuestras ventaj as y me
permitiréis variar el tema de la conversac1on . Contad,mi
heroico amigo : hacedme saber como fué la peligrosa aventura de la otra noche.
Guzmán estaba más asombrado y perplejo que nunca
en presencia de Thero igne . Adivinaba los pensamientosde ésta
,comprendía lo que había querido deci r momentos
antes, y a pesar de es to se sentía i rritado contra la ale
gre l igereza de la bella , que cuando ya iba a man i festarsus sentimientos retrocedia bruscamente
,disfrazando su
retirada con una jocosidad violenta .
E l había entrado a l lí temiendo que Thero igne volvies ea emplear las irresistibles seducciones de la noche de la
cena y a h acerle aquellas insinuantes pregun tas que le
pon ían casi .en el trance de fºrmular una declarac ión amorosa ; pero al ver que Lambertina hacia todo lo contrar ioy que cuan-do la conversación la conducía a mani festar sussentimientos , rehuía este trance como si fuese un pel igro,sentíase él i rr i tado como si aquel lo fuese un desprecio .
Esto con stitu ía una violenta e inexplicable contradic
ción , pero era propio del estado en que se hallaba Guzmán .
Cuando no estaba en presencia de Lambertina , pensabaúnicamente en Luisa Dampierre y deseaba merecer de la
H E R M O S A L I E J,E S A
cortesana una amistad fría y sin apaswnam1ento, pero al
ha l larse con la bel la liejesa ,su hermosu ra le deslumbraba
y no le producía molestia a lguna la idea de que aquel lamuj er
, por tantos codiciada , podía amarle.
E ra imposible que el joven español no se olvidara en
aquellos instan tes de todo su pa sado, ambicionando ún icamente que Lambertina acaba se de man i festa r su pensa
miento E l voluptuoso luj o de aquella habitacion , que tan
to le había impresionado la pr imera vez que a ll í entró,le
excitaba aun más en esta ocas ión , cuando todavía estabareciente su conva lecencia de algunos días en un míserocuarto que carecía de comodidades .
La per fumada atmósfera del gabinete de Thero igne
producíale dulces desvanecimientos a su cabeza , todavíadébil
,y experimen taba las misma s sen saciones del musul
mán creyente que, exc itado pºr el humo del ha tchís , sueñaen visiones voluptuosas y ve pasar ante sus ojos rosadascarnes brindándole eterno placer .
Guzmán no podía apartar su mirada de los ojos ar
dientes y fi j os de Lambertina , cuyos rayos parec ían pe
netrar hasta en lo más íntimo de su ser .
Podía ella aparentar una l igera indi ferencia y hablarcon fría a fectuosidad, pero el joven adivinaba que todoaquello era falso y nue los verdaderos sent imientos de
Theroigne estaban en sus ojos, en aquella mirada ardien te,cuyo fuego pa recía fundi r el a lma de la cortesana .
Guzmán contestaba a todas sus preguntas de un mºdoautomático;pero su mi rada vagaba por la habitación ,
f i ján
dose tan pronto en el monumental tocador, como en aquelsuntuoso lecho
,cuyas blancas blondas parecían espuma
tej ida .
Procuraba tenazmente que sus ojos no se fi j aran en
la mujer que tema delante, pues un escalof río extrañlo
agitaba todo su ser , cada vez que su mi rada tropezaba con
los desnudos y marmóreos brazos que asomaban por … en
H E R M O S A L'
1 E J E S A
Guzmán, que sin notarlo se hal laba ya sentado a los p iesde ella Sºy una
'
mujer perdida ;me he visto entre losbrazos de muchos hombres, y sin embargo, a pesar deesto,
me siento tan virgen de corazón como si no hubierasal ido nunca
,
del convento en que me eduqué . Creía que el
orgul lo y la ambici ón sat isfechos desperta rían en m1 co
raz ón a lgo de amor , y sin embargo , cuando en Londresfuí amante del pr íncipe de Gales, el heredero de la corona
de Inglaterra, permanecí f ría e indi ferente en medio delas emociones carnales y no se despertó en mi la más levesensaci ón espiritual n i el menor indicio de esos sentimientos puros que se gozan cuando ex iste el amor . Despuéscreí encontrarlo uniéndome a los hombres de talento, a
los genios de reputación un iversal,y he sido la amiga de
Mirabeau,de S ieyes , de Danton y de otros , s in que sus
caricias despertasen en mi pecho n inguna de esas impresiones puras y sublimes que yo buscaba . En mi V ida heencontrado muchos hombres, pero aún no sé lo que es
un verdadero aman te.
— ¿Y aquel que”
fué el autor de vuestra deshonra
preguntó Gúzmán ¿No amasteis a aquel aristócrata
que tanto os hace odiar ahora a l os de su cla se ?— No me recordéis tan triste suceso . Cuando registrº
mi memoria', me convenzo cada vez más de que nunca
amé a aquel hombre. Fué una alucinación hij a de mi inex
periencia lo que me arrastró hacia aquel malvado . Vivíaentre seres vulgares , y la fama galante de aquel hombrefué suñciente para turbar mi imaginación , ávida de suce
sos novelescos . Creía amarle;pero cuando me abandonó ,sólo me acordé de él para maldecirle, no porque me hubiese arrojado de… su lado, s ino por ser el autor de mideshonra . Ya veis que esto no pudo ser amor, s ino des
pecho y ansia de venganza .
Ca l ló Lambertina,y en la contracción de su rostro
demostróse la penosa impresión que le hab ía producidº
I 7 9
H E R M O S A,
L I E J E S Ala pregunta de su itr istes recuerdos .
—
¡ Cuán triste es mi situaci on !
nterlocutor, que despertaba en ella
— dijo por fi n la joven
d igno de ello es seguro que miel desprecio que merece mi antigua existencia .
Guzmán intentó hacer un signo de protesta, pero lajoven le ataj ó diciendo con energía :— E s inútil que por balagar mi amor propio intenta sdecirme lo contrario . Tengo conciencia exacta de mi situación
, ¿ Quién se atrevería a amar de veras a la famosaTheroigne de Mericourt
, a esa prostituta de la que losaristócratas dicen horrores y que únicamente respetan y
qu ieren los harapientos , los in felices de los arrabales ?Nadie. E l que se decidiera a amarme sería un objeto derisa para tºdo París, y mis caricias juntas no compensarian la más pequeña de las mortifi caciones de su amorpropio . Por esto callo ;por esto ahogo los impulsos de micorazón , y como un plebeyo que amase a una duquesa yse con tentara cºn mirarla de lejos, así yo me l imito a”
estar cerca de aquel a quien amo, para auxiliarle
,…para
tener con él cariños de madre, sin atreverme nunca a
deci r lo que siento .
Y su mi rada al deci r es to era tan sign ificat iva quea Guzman no le cupo la menor duda acerca de qui énera el hombre que ta les sentimientos había logrado mspirar a la bella Theroigne
E l joven sintió tentaciones de arroj arse a. los,
pies
de ella , jurando en su momentáneo entusrasmo que el era
el hombre capaz de amarla,aunque pa ra ello arrostrase
la risa de todo París ; pero se detuvo al_
ver el_ gesto de
t risteza impreso en el ro-stro de Lambert ina,la cua l
_rn1
raba al cielo murmurando con desal iento y desespera_
ºlºn
?Dios mío ! ¿ Por qué he de ser yo tan desgraciada .
pasión se estrellaría ante
1 8 0
H E R M O S A L I E J E S A
No merezco los infortunios que la suerte ha arrojado sobremi . Mi vida ha sido depravada, pero bien sabido es que
quien me arroj ó al vicio no fué mi voluntad, sino uno
de esos crímenes que parece imposible que Dios los puedaconsenti r . ¡Ah , Guzmán ! ¡ S i supiese-is cuánto he su frido !¡ S i hubierais presenciado la escena que!
ocu rrió cuando
yo/que era una joven honr ada y senci lla , fui a la vi
vienda de mi amante para pedi rle el cumpl imiento de
su promesa !Hablaba yo en nombrede mi honor perdido ,
de mis in fel ices padres , que iban a mori r al conocer mideshon ra, de aquel anior que el miserable aristócratatantas veces me hab ía jurado, y en vez de escuchar misruegos, de apreciar en su justo valor las l ágrimas de una
n iña inocente, fuí tratada como la ramera más aby-ecta ;
aquel hombre se burló de mis sol lozos, con testó con chistes groseros e inmundas expresiones a mis palabras dedesesperación y hasta ordenó a sus criados que me arroj asen de su palacio,
intentando la canalla servil tomarseconmigo las mismas libertades que s i se tratara de una
mujer perdida . No pretendo justiñcarme, no quiero o frecerme como una victima digna de compasión ; pero lo
que S i digo es que cuanto yo he hecho en esta vida , ymás aún
'
que hiciera . resulta just ificado y que el culpable
,al que debia persegui r la sociedad con vergiienza5 y
sarcasmos , no es la infeli z n iña que tuvo que abandonarsu hogar para ocultar su deshonra, sino el in fame que
fué a buscarla en el seno de una famil ia digna , para cau
sar su eterna desgracia a cambio de unos momentos defugaz placer . Soy muy desgraciada , Guzmán ; pero loúnico que me al ienta es el presentimiento que tengo de
que algún día podré vengarme en la misma persona de
aquel que tanto daño me ha ¡Ah ! ¡ Cuan her
mosa ser ia la vida si todos los hombres fuesen honrados
y probos como vos lo sois amigo u
H E R M O S A L I E J E S A
tambi en una visible emocion y parecía semejante a una
cas ta doncella en los prel iminares de la primera declaración de amor , profundamente cºnmovida por la presenciadel hombre amado .
Sonreía de un modo extraordinario al contemplarGuzmán
, pues lo que agitaba la tersa y aterciopelada su
perficie de su rostro no era la risa »d'
escocada y forzosade la cortesana vil, s ino la expresión idea l y sublimemente
gozosa de la joven que por primera vez siente el amor yde mujer se convierte en ángel .
S i supiera is, Fel ix— di jo con un tono de voz sono
1ilento y vago,como si hablase con ella
* misma s i su
pierais cuán diversa me siento desde hace algunos días !Me parece que soy otra mu jer y un cúmulo de nuevasimpresiones se han despertado en mi . La mujer corrom
pida y mercenaria de otros t iempos ha desaparecido ya ,
y ahora , ni aun violentán,dome consigo fingi r ese cariñoque tanto oro atrae a mis manos . Ya no hay hombres
para mi en el mundo;s iento náuseas al tener que recibira mis visitantes con una amable sonrisa , pues mi imaginación, mis recuerdos vuelan a todas hor as hacia el ser
que con su presencia ha consegu ido despertar en mi sen
timientos que nunca hab ía conocido . Sabedlo,Guzmán ;
hay un hombre al que adoro y por el cual haria los mayores sacriñcios . Cuando le vi por primera vez,
-
pareciaque dentro ¡de mi pecho se agitaba mi corazón con locoimpulso, y al mismo tiempo sonaba en mi oído una
voz, dic1endome : M irala; ése es el! hombre en quien so
ñabas . Desde entonces que le adoro, y si los amigos queme conocen hace muchos años pudiesen apreciar mi pa
"
sión, de seguro que me tendrían por una loca . ¿ Es su
persona lo que me enamora ? ¿ Es su virtud ? ¿ E s su prestigio de héroe tan es forzado como modesto? No lo Sé,
pero encuentro en su persona algo ext raordinario, algo
que no he visto en los demás hombres y que me subyuga
H E R M O S A L I E J E S A …
haciendo una esclava de mi , …que he s ido siempre una mu
jer l ibre e indomable”
Cuando me veo a su lado experimento inefables goces , mi pasado desaparece por com
pleto, se borran ¡de mi memoria todos los hechos de mivida de escándalo y libertinaje, y me parece que soy to
davia una tímida colegiala escuchando con rubor las primeras declaraciones amorosas , ¡ Cuán sublime aparece ese
hombre ante mis ojos ! ¡Qué inmenso poder ejerce sobremi debi litada voluntad ! E l es mi señor , yo soy su es
clava , y le amo con adoraci ón tan ciega e ingenua comoaquel la j oven hebrea que entona sus lamentacicn—es amorosas en el voluptuoso canto de Salomón .
—E se hombre— dijo Guzmán con vehemente acento,
est rechando con fuerza la mano de Lamber tina ese
hombre fel iz y amado, ¿ qui én es ?
En el rostro de la hermosa aparec1o una luminosasonrisa
,como si le produj era inmen sa alegria esta pre
gunta, que sin duda aguardaba hacía ya tiempo ;pero paroció vacilar a lgunos in stantes, y por fin dij o con desalentada expresi ón
— E s inút i l que me pregunta s ;nada os diré . Eternamente me remorderia la conciencia s i con mis insiuaciones alenta se yo al hombre a quien amo . E s demasiadodigno y demasiado honrado para l legar hasta mi , que soyuna cortesana abyecta . No qu iero que sus virtudes se
manchen con el barro in fecto de mis vicios . Yo soy bue
na para ser amada como un instrumento d e placer, paraser exhibida como un objeto de lujo que cuesta muy caro ;pero nadie puede amarme de verdad sin correr el peligrode caer en el ridiculo . Por esto cal laré devorandomi pasión en silencio y contentándome con adorar a mi idolodesde lejos, como el creyente adora a Dios .
Y los ojos de Lambertina tenían tal expresron a l de
cir estas palabras, que el j oven ya no dudó más . Estaba
H E R M O S A L I E J E S A
convencido de qu ién era aquel hombre que tan intensa
pasron había despertado en la hermosa liejesa .
Ah , Lambertina !… r¡íLambertirra mía !— murmuróGuzmán ebrio de felicidad y con la respiración jadeantecomo si aquel descubrimiento le ahogara .
Y dejando caer su cabeza sobre uno de los brazos deLambertina ,
comenz ó a besar con furia de hambr iento lapiel blanca ,
t ibia y satinada .
La bella Theroigne hizo un movimiento de sorpresa ,como si realmente aquel la nueva pasión la hubiese transformado hasta el punto ¡de producirla las mismas impres iones de la casta doncella
, que turbada y temblorosa ,recibe por primera vez las caricias de su amante.
La cortesana se ruborizó mostrando en s u rostro una
mezcla extraña de placer y turbación ,y con voz ahogada
murmuró casi al oido del joven,acariciánsdole las mej i :
llas con su perfumado al iento :-No
, ¡ por D ios !, dej ame ! Yo te amo, te
amaré siempre ; tú eres el hombre que tan intensa impresión causas en mi , pero déjame ; te lo supl ico .
No me to
ques , no me beses ;me parece“
que esto a fea y empequeñece ese amor puro y sublime que ambos nos profesamos . Acariciándome de ese modo me pareces un hombreigual .a los demás . Esa hambre de ca rne me produce nau
eas : tengo sed de ideal , necesi to conocer las inmensas
perspectivas de una pasión de Félix , amemonos como los ángeles .
Y al deci r esto,cogía suavemente entre sus l indas ma
nos la cabeza de Guzmán ,y separándola un poco,
la con
templaba fi jando en ella una mirada radiante, a la que
prestaba extraord7naria luz la pura pas i ón que dominabaa la cortesana .
El joven español dej abase aca riciar por aquel las manos que se hundian en su r izada cabellera ; pero en su
EL AM IGO DEL PUEBLO
W las diez de la mañana entraba Guzmán en su casa
de la calle de los Foso-s de S an j acobo .
La señora Santos no estaba en la porteri a y el jovensubió lentamente la escalera ,
después de h aber buscadoinútilmente la llave de su cuar to en la habitación de la
vieja .
Atraveso el obscuro y angosto pasil lo del piso quinto,y al ver la l lave puest a en la puerta de su cuarto, abrió ,creyendo encont rar dentro a la portera ocupada en la
l impieza diaria .
'
Guzmán experimentó grande sorpresa cuando,a l en
trar en la h abitaci ón , vió junto a la ventana a su padre,que, sentado en el sillón , leia aten tamente un periódico .
Al apercibirse el señor Guzmán de que a lgu ien en
traba , levantó vivamente su cabeza ,y viendo a su hijo,
tuvo una mirada de satisfacción, que pronto desapareció ,siendo reemplazada por un gesto de severidad .
El joven ,despues de arrojar su sombrero sobre la
cama , corrió a abrazar a su padre; pero éste, aunque le
estrechó entre sus brazos, se apresuró a deci rle con un
H E R M O S A L I E J E S Á
acento que en vano pugnaba por hacer imponente y se
veroB ien ;muy bien ,
señor Félix !Eres digno de aplau
so por tu prudencia y excelente conducta . ¿ Te parece biensal ir de casa ayer por la tarde para no volver hasta es temomento ? ¿ Dónde has pasado la noche ? Pronto has hecho amistades en Paris ; y debían ser muy urgentes tusv isitas por cuanto no has esperado a hallarte fuerte, y ape
nas convaleciente, has levantado el vuelo lejos de aquí .Bon ita conducta para un joven patriota que debe ser modelo de buenas costumbres . Hasta la señora Santos , tu portera , se hal la escandal izada ,
y eso que ella tiene costumbre de sufri r a inquil inos calaveras .
Guzmán recibia sin chistar la reprimend'
a de su pa
dre, como un n iño que se ve cogido en grave falta . Había pasado casi toda su vida privado del cariño paternal ,y por esto producian le un grato placer las severas palabras de aquel hombre a qu ien tanto amaba . Pero el señorGuzmán ,
al ver la con fusión. de su hijo y la exprels ión
compungida de su rostro,creyó que le estaba dando un
ma l rato y que era excesva su severidad, por lo cual seapresuró a cambiar de tono .
—Vamos, hombre; s iéntate— dij o con su campecha
n ia andaluza. Pareces ahí un palomo a sustado y eso
no está bien en un mozo de tantos bríos . Ya pasó todo .
E stoy algo en fadado,no porque pa ses la noche fuera de
casa, que al fi n , cosas peores he hecho yo, sino porque te
ha l las conva leciente y cualquier exceso puede quebrantarnuevamente tu salud . Además , no me parece muy correeto eso de i r a pasar el tiempo Dios sabe dónde y no ha
cer tu primer visita a tu pobre padre, cuya esposa desea
vehemente conocer a su es forzado hijastro . Hoy no te es
capa rás ;vendrás a ca sa para corn er con nosotros y antes ”
te presentará a un hombre cuya amistad estimarás en
mucho .
H E R M O S * A L I E J E S A
E l joven, enternecido por la pron t itud con que su pa
dre pasaba de la severidad al cariño, apoyaba todas sus
palabras con añrmativos movimientos de cabeza,mostran
do lo d ispuesto que estaba a obedecerle.
E l señor Guzmán fi j ó en su hijo una mirada escruta
dora y sonriéndose ma l icios amente preguntó— Pero ,
d ime, ya que hemos hecho las paces , ¿ dónde
has pasado la noche ?
Con esto aumentóse la con fusión de Guzmán,
—
y balbu
ceando con vio-lencia , pues le era imposible ment—i r, murmuró :
-4He estado con algunos amigos . Un a sunto de granimportancia nos ha ocupado toda la noche.
La sonrisa ma liciosa del señor Guzmán fué marcandose cada vez más, y al fi n esta l ló en una sonrg;a car
cajada .
— Con un amigo, ¿ eh ? No me parece mal . pero no
por esto encuentro verosími l que de una cita con amigos ,en la que se tratan negocios urgentes , se vuelva l levandoen la solapa de la casaca una flor fresca y hermosa comoesa rosa que parece puesta ahi por las manos de una mu
jer l inda .
La turbación de Félix fué en aumento al ver que su
padre se fi j aba en la rosa que l levaba en la solapa, peroaún tuvo serenidad para contestar
—Una ramill—etera importuna se empeñó en hacérmela
aceptar hace poco rato en un ca fé de Palais - Roya l .—S í ¿eh ? Y sin duda esa misma ramilletera será la
que te ha hecho en la corbata ese lazo tan cuco, ¡Oh !soy perro V i ej o y conozco bien estas cosas . De seguro queesa corbata te la han arreglado hace poco rato unas l in
das manecitas , en a lgún gab inete elegante, mientras tú teentretenías en besar la l inda boca que tenias a l alcance detus labios . Los hombres somos s iempre desmañados y no
sabemos arreglar las cosas tan l indamente ;además, con
H E R M O S A L I E J E S A
ronquidos en vez de voces de mando .Yo he s ido muy ta
moso, hijo mío, y por mucho que tú hagas en estos tiempos , nunca le l legarás al ten iente Guzmán, que tra ía alborotada Sevilla, v ¡de qu ien todos los días contaba la gentealguna barrabasada .
E stos recuerdos de su juventud, iba… evocándolos el se
ñor Guzmán ,mientras que del brazo de su hijo baj aba la
esca lera del viejo caserón .
Los dos pa recian marchando por la cal le alegres yfrancos camaradas, y a no ser por el parecido que teníansus rostros y por la cabellera gris del señor Guzmán ,
se
les hubiese tomado por un par de estudiantes que com
partían a legremente su pan y su lecho como buenos hermanos .
Cuando estuvieron frente al Luxemburgo,Guzman ,
que recordó las palabras dichas por su padre el primer día
que se vieron ,le preguntó a aquél :
Es a casa de Marat adonde vamos ?—A ver a Marat te l levo — contestó el señor Guzmán,
con voz queda y acento misterioso pero no vamos a su
casa por la sencilla razón de que mi amigo no la tiene. El
gran patriota, el amiga del pueblo, vive siempre errante yfugit ivo, ocultándose de las persecuciones que provoca con
sus justos ataques y por la fuerza con que fustiga todaslas arbitrariedades de los poderosos . Mi amigo es el hom
bre que mej or encarna en su persona la revolución ; élmismo se titula el ojo del pueblo, y no sé cómo se las
compone para saberlo todo desde su escondrijo y conocercuantos sucesos grandes o pequeños ocurren en París . De
su inflexibilidad revolucronar1a no hay que hablar, puesbien conocido es el programa que publica en todos los nú
meros de E l Amigo dlal P ueblo :“Atacar é a . los bm
'
bones,
dice, desenm scararé a. las hipócri tas, denunciar á a. los traí
dores y alejará de los negocios públicos a los ambiciosos ya los W ines .
” Vas a ver a un hombre, cuya presencia te
¡ 9 1
H E R M O S A L I E J E S A
producirá seguramente mayor impresron que Robespier reo Danton . Es terr ible escribiendo o hablando al pueblo ;pero su carácter resulta du lce y sensible, y yo le considerocomo un buen amigo,
al que defenderá en todas ocasiones .
Guzmán ,muy satis fecho de ser presentacic a aquel
hombre de reputaci ón s in iestra y grandiosa , que por v ivi rtan oculto era considerado por muchos como un mito, s
gui ó a su padre, el cual se dirigía hacia la viej a cal le dela E scuela de Medicina . P or el camino iba pensando el
joven español en el hombre extraordina,
rio en aquel per iodista terrible, cuyos escritos
, que parecían un fúnebrecanto de venganza , apas ionaban y agitaban a las gentes
.de los mercados, al más terrible populacho de París .
Marat era suizo y su famil ia oriunda de E spaña . Comosi los que le dieron el ser presintieran lo que había de
ser con el t iempo aquel en fermi zo y endeble n iño, el pa
dre qu iso hacer de él un sabio y la madre,mujer extra
ordinar ia,le hizo amar con entusiasmo la gloria y odiar
la injust icia doquiera la encontrase . Una a sombrosa precocidad intelectual habíase man ado en Marat desde que
tuvo uso de razó n ; pero a l mismo tiempo su organismoen fermizo y la debilidad de sus fuerzas, que no correspon
día a la grandeza de sus mi ras , daban a su carácter una
i rritabilidad constante, que algunas veces l legaba hasta el
delirio .
M arat , impulsado por el loco a fán … de gloria y por lafuerza que en si reconocía , quería ser siempre el primeroa llá donde se encontrase. E studiaba con verdadera feroci.dad, hasta el punto de que muchas veces ca ía desmayadosobre los libros , después de haber estado trabajando sm
interrupción más de veinte horas .
Así que recibió el t ítulo de doctor en medicina relegóa segundo término esta ciencia que tanto le interesaba, dº
,dicandose con del irante curiosidad al estudio de la ti lo
sofia,la química , la f ísica v la pol ítica . Cuando fué ah
1 9 2
H E R M O S A L I E J E S A
sorb1do el oeéazno de la ciencra, su a fán de gloria y
su carácter indomable lleváronle a ser un terrible iconoclasta, que se gozaba en derribar todos los ídolos de lasabiduría humana . Fu stigó rudamente a Helvecio y a Loc
ke, hizo una dura crítica de Condillac y Malebranche, atacó con varios experimentos los principios de ópt ica de
Newton,acusó al gran químico Lavois ier de innumerab les
plag ios y anunció acerca del fuego y de la electricidadgrandes descubrimientos que debían revolucionar toda lacienc ia de su época .
Ma rat era todavía entonces el sabio de costumbrestranquilas , el hombre que ,
vegetaba en el sosiego del estudio ;pero había en él una fi ebre extraña y agresiva, que
por el tiempo hab ía de extremarse más,y que le impulsa
ba a extermina r cuantas celebridades gozaban del esplendor de la gloria . Pero tenía el mérito, en esta guerra sin
cuartel al renombre,de que as r como se colocaba frente
a las celebr idades venturosas que gozaban del halago pºr
pular, amparaba con su pluma terrible a los g en ios desvalidos que agon izaban en la obscuirdad, ej erciendo junto a
ellos las funciones de caballero andanteCuándo Vol ta ire l legó … a la cumbre de la gloria y el
pueblo de París le dispensaba mayor es horrores que a un
rey, el joven suizo fué el único q ue le atacó con dureza,
pero era porque _
estos ataques equiva l ían a un homenaje
para el infeliz Rousseau, pobre, dol iente, obscurecido y
próximo al su icidio a que le impulsaron las contra rieda
des de la vida .
E l subl ime objeto que tenia muchas veces la acometividad de Marat , no le libró de que sus enemigos le devolviesen golpe por golpe, aunque extr -emando su venganzamás al lá de donde habia llegado el sabio su izo .
Voltai re, que fué“el verdadero rey del siglo XVI II , mo
lestado por sus ataques, le condenó con su sonrisa“
que
mataba, cont»estándole con desprecio :
I 9 3
H E R M O S A Í . I E Í E S Á
en él los miserables un poderoso pretccter que nunca les
haria traición .
La inj usticia le había vuelto implacable, habia juradoser tan duro con la sociedad como ésta lo habia sido con
,él, y no era de esperar que retrocediese, pues su energía
y su deseo de ataj ar el mal doquiera lo hallase, eran bienconocidos .
Un agudo dolor en las ent rañas produciale grandesmolestias, y había buscado a varios
“
compañeros de profesión , supl icándoles sin
/
éxito a lguno que le abriesen el
vientre para averiguar el origen de su mal . Un hombrecon tal fuerza de voluntad, dirigiendo con su pluma lasmasas, forzosamente había de resultar terr ible.
Desde principios de la revoluci ón ,v ivia fugit ivo sin
sa l ir de París , ocultándose, tan pronto en un sótano como
en una buhardilla ,lo mismo en una mina de yeso de las
a fueras, que en un barco anclado en el Sena .
Cambiaba a cada momento de d is fraz y de domicil io,era un fantasma que los pari s i enses adivinaban en todas
partes sin encontrarlo en ninguna , y a pesar de 1a5 agi
taciones de esta vida errante y aventurera ,E l Amigo del
P ueblo aparecía con escrupulosa regularidad, redactado de
p rincipio a fin por aquel hombre, que era una verdaderamáqu ina de escribi r y a quien no impresionaba. nunca el
ambiente en que vivía, pues lo mismo llenaba cuartillas en
los periodos de calma , quecuando el pueblo de Paris ru
gia con la fiebre del motín .
En torno de su misteriosa persona agitábase una red
de e5pías, de fanáticos sectarios, que husmeaban lo mis
mo las antesalas de las Tullerías, que las covachas de lasmás inmundas tabernas
,reten iendo en su memoria todas
las conversac1ones para i r a relatárselas inmed iatamente al
amigo del pueblo
Además,él era el protector de los desheredados, la mi
rada inquisitorial de los pobres, el vengador de los hu
1 9 5 '
L A H E R M O S A L I E J E S A
rn_
ildea, y todos los miserables de París , lo mismo el albañ11 que el pondiosero, e igual la trapera que la vendedorade los mercados, influidos por el fanatismo polit ico de laépoca ,
creían faltar a sus deberes de patr iotas s i al saberuna cosa que juzgaban de importancia no iban en buscade un vendedor de E l An o del P ueblo para encargarlela pusiera en conocimiento del ciudadano Marat .Tenia , pues , a su servicio un cuerpo de pol icía de
muchos miles de individuos, que funcionaban con la act ividad del que trabaj a voluntariamen te . Además, el éxitohabía ven ido a justificar muchas ¡de sus predicciones .
Había anunciado en su periód ico el dia y la hora en
que el rey debía fugarse de las Tullerías ; los pol íticos deimportancia , y aun el mismo pueblo, riérons
—e de tales no…
ticias, tomándolas por del irios de un cerebro loco; perolos mismos ñsgones enmudecieron de sorpresa al saber
que la fuga de Lu is XVI se hab ía realizado d el mismomodo como lo anunciaba Marat .Había profet izado que los diputados Lameth y Barna
be se venderían a la corte, y el tiempo había de justificaresta predicc1on , como otras muchas del terrible demagogº.
Ident ificado completamente con el pueblo , tomaba parte en todas sus miserias. Mientras los pobres no pudieran
vesti r como los poderosos , él se resignaba voluntariamen
te a i r sucio y descu idado como un obrero ;y ya que el
proletariado su fría la terrible miseria producida por la
carestía que martirizaba a París,él decía lacónicamente
en su periódico :“Halc
'
e nueve mes es que me puse a [nm
y agua .
” Y era la verdad Una taza de ca fé l íquido,_
al que
era muy afi cionado y que le sostenía en sus interminable'
s
vigi lias, constituía todo su lujo .
S e ocultaba cuidadosamen te;mas no por esto osabam
deci r sus enemigos que Marat tenía miedo.
Los hechos de su vida probaban hasta dónde l legaba
el temple de su alma . Lo que él deseaba era“
conservarse
H EE_ R M O S A L I E ] E S A
todo lo posible para poder heri r más tiempo a los enemi
gos del pueblo;no temía perder la vida , pero lo que a élle causaba miedo era ún …camente que la revolución que
clase sin el más terrible y radical de sus apóstoles .
En la vida de aquel hoimbre mister ioso y terr ible, había tamb ién su idi lio, Aquel monstruo en teoría, que hablaba con exaltada elocuencia de cortar miles de cabezasy derramar
“
ríos de sangre, había sido amado con verdadera y dulce adoración por una joven hermosa y aristocrática ,
“
la marq uesa de Laudepine, a quien él hab ía sal
vado de una enfermedad morta l cuando era médico de lacasa del conde de Artois, el hermano d el rey, y se rozaba por cuestión de su cargo con la nobleza .
E l sabio de horr ible fealdad, que era semej ante a un
kalmuco,vióse adorado por una muj er graciosa y delica
da , la cual , al mismo tiempo que por la grat itud . le amaba impulsada por esa t ierna simpatía que inspi ra todo des
graciado .
Pero hombres como Marat no nacen para extingu irseentregados al amor y no tardó en separarse de la r
quesa impulsado por aquel la fuerza misteriosa y terrible
que sentía en su cerebro .
Una sábana bordada con las armas de La marquesa fué
el único recuerdo que conservó Marat de aquella pas ión ,
que en el terrible desierto de su vida había sido como un
oasis de fel icidad.
E l blanco y fino l ienzo era una prenda que le recordaba momentos de inefable dulzura , placeres que hab ían mo.dificado momentáneamente su condici ón áspera y fiera , y
por esto lo llevaba s iempre en sus correrías, tributándoleun extraño culto .
Cuando Marat mur io de la puñalada de Carlota Corday, fué amortajado con esta sábana . E l testigo de sus
amores le si rvió”
de sudario.
Fél ix Guzmán ibí pensand0 en algunos de es tos deta
H E R M Ó S Á L I E ! E S A
entre las prensas y las cajas,donde algunos obreros com
ponian atentamente sin levantar la vi sta de los papeles que
ten ian delante, fueron hasta el fondo del edifi cio y encon
traron en un cuartito húmedo y destarta lado a la dueña
de la casa con las manos manchada s de tinta y p luma en
ristre . ocupada en¡corregi r unas pruebas .
S imona Evrard era una muj er a lta, descarnada , hue
sosa y pa'
ida ; pero con hermosos ojos , de expresión tan
du lce y tranqu ila , que daban un aspecto ag ra dab le a su
rostro demas'
ado largo . Adivinábase en ella un carácterconsecuente en sus a fectos y una… bon dad compasiva y ,
sin
límites .
Rec ib10 al señor Guzmán con mucho agrado . pues le
tenía por el amigo más ínt imo de Marat ;y s in decir unapalabra a Félix , con el a i re mister ioso de quien posee un
important15 1mo secreto, hizo una seña a los dos hombresindicándoles que la sigu iesen .
Entraron en una vasta hab itaci on , en la que había al
macenados grand e
s fardos de papel y a lguno s úti les de laimprenta , y después de cerrada la puerta . bastó un hábilempuj ón de S imona para que inmediatamente corriese al
gunos pasos con sus
”
l igeras ruedecillas una tarima, sobrela cual descansaban montones de papel .
Entonces aparecio en la pared una regular aber tura/
por
la que se podía pa sar baj ando la cabeza . y el señor Guzmán , después de sa luda r a S imona . que iba a quedarse a llí ,hizo seña a su hijo para que le sigu iera .
Baj aron como unos veinte peldaños de una escaleraruda y desigual , y terminado el descenso , Fél ix se agarró
a la casaca de su padre y caminó algunos instantes por
una estrecha mina ,cuya bóveda casi tocaba con su som
brero , así como”
con sus codos rozaba las paredes .
La obscuridad era completa ,el ambiente cá l ido y enta
recido ,no resultando muy agradable la permanencia en
aquel lugar ;pero pronto se detuvo el señor Guzman y so
1 9 9
H E R M O “
S A L I E J E S A
naron algunos golpes que parecían dados con su manosobre una puerta de madera .
¿ Quién va ?— di j o una voz áspera que sonaba comosi vin iera de muy lejos .
—El ¡abre!— Es Guzmán— volvió a deci r aquel la voz lejana con
acento menos fuerte .
Inmediatamente sonaron pasos cada vez más próximos, y aquella puerta que oerraba el extremo de la minaabríóse, dando paso a la luz pero a una luz tan lúgubre,vaga y mezclada en sombra como la que pueda existir en
el interior de un panteón .
¡El hombre que había abier to la puerta era un mecetón atlético , de rostro feroz y que vestía el tra je de loscargadores d e li añ nas .
Aquel no podía ser Marat,y por esto Félix pasó ante
él sin contestar al gruñido con que le saludaba, y siguien
do a su padre, entró en aquella habitación subterránea .
Una lámpara de dos mechas brillaba sobre una granmesa de trabajo; pero a su respla .ndor roj i zo u
“
ñ'
íase la
cla ridad ¡difusa y amarillenta que bajaba de lo alto, donde
había un tragaluz oblicuo que estaba sin duda al n ivel dealguna ca l le inmediata .
Aquel la abertura estaba enrejada,cub ierta de telat a
ña s y polvo, y además su oblicua construcción impedía
que los transeúntes pudiesen l legar con su mirada al fondo de la cueva ,
n i que desde fuera llegara a verse el res
plandor de la lámpara .
Las_ _paredes de aquella extraña habitacion no tenían
adorno alguno;algunas si l las y una*
cama con colgaduras
viej as formaban todo eli
mueblaje, y frente a la puertaveíase una gran mesa cargada de l ibros y de papeles, trasla cual , en un s illón desvencijado y desteñido, estaba sen
tado un hombre, que visto de este modo parecía un
enano.
H E R M O S A L I E J E S A
Guzmán reconocio inmediatamente a Marat .Aquel la cabeza tenía un perfi l extraordinario,
y forzosamente había de llamar la atención
, aunque estuv iera con
fundida entre mi l . Notábase”
en ella continuamente un gestho extraño, mezclade la excitación del loco y de la vaguedad del inspi rado .
Aquel la cabeza, que se ergu ia … orgul losa sobre unos
hombros débiles, ostentaba como una sucia diadema, un
pañuelo arrol lado bruscamente en torno ¡de una frentealgo hundida , pero espaciosa , sobre la cual destacábansea lgunos mechones de cabello gris .
E l rostro de Marat tenía tamb ien ,como el de Robes
pierre, d os partes completamente d istinta s . La superiorera hermosa, con sus ojos fulgurantes , an imados por lafiebre,
de u na interminable indignación ,aunque algunas
veces dejaban paso a una fugaz mi rada de dulzura ;perola parte in ferior era horrorosa y revelaba una ferocidadsistemática , una audacia in fernal . Su nariz remachada, y
que con sus cbatas atletas invadía todo el rostro como si
hubiese sido aplastada por un gigantesco puñetazo, dábale cierto pa recido con el terrible Atila , y más abaj o destacábase el labio superior , largo; hinchado y prominentecomo el hocico de una víbora repleto de veneno .
De la nariz a arriba ,cuando elevaba su f rente y s us
ojos fulguraban una mirada a lo a lto, parec ía un profeta ;pero la parte baja de su r ostro era la de un hunno feroz,ansiando la carnicer ía de los enemigos y la completa destrucción de una sociedad corrompida y privilegiada .
En toda su persona notabase el mayor descu ido, aun
que el tra je recordaba la posición que Marat había ocu
pado cuando era médico de los guardias del conde de
Por entre su bata de hermosas fl ores, que el polvº ylas manchas hab ían desteñido, aparecian su chupa de sa
tén blanco,sus calzones y medias de seda y unos finos
H E R M O S A L I E J E S A
een las suc iedades de esa corte que no tardara en cae rbajo mis golpes .
Marat se hab ía ido exal tando con forme hablaba . Locaracteríst ico en aquel hombre era la indignación ,
y como
s ólo sabía hablar de sus enemigos , de aqu i que se exal
tase a cada punto y que gesticulara como un energúmeno,azotando el a i re con sus manos como si fuese a estrangu
lar a aq uel los a quienes anatemizaba ,
— ¡Ah ,imbéciles —
gritaba di rigiéndose a sus auseu
tes enemigos ¡ Cuán poco conocen al pueblo al perse
guirme del modo que lo hacen ! S i me dejaran en l ibertad . si me permit ieran deci r cuanto p ien50 . es seguro quemis acusaciºnes no alcanzarían tanta resonancia ; perome persiguen . me acosan , y esto mismo es causa de
que los revolucionarios de Paris me consideren comoun mártir , como un apóstol persegu ido, lo que hace que
mis palabras adquieran doble valor . S in duda la fatalidadlos ciega . La revolución necesita
'
de hombres de gran
prestigio que la empu jen en su marcha . v uno de esos
hombres soy yo , graci as al a fecto del pueblo y a las per
secu—ciones de mis P ero en fin, joven— dijo
Marat serenándose y pasando con viol en ta trans ición del
acento indignado a la expresión cariñosa no habréisven ido aquí a escuchar l as declamaciones de un patriotamalhumoradc ni habréis descendido a las entrañas de P a
rís p ara'
verme tronar i rac undo contra esos farsantes quedeshonran la r e voluc ión tra icion ando a l mu eh le v
con la cor te. ¿ Qué efecto 05 ha causado P aris ? Debéis
estar sat isfecho de la s ensación que aquí habéis causado.
Los pa triotas de París son los ún icos s eres de l mundoque merecen en realidad el título de cosm0pol -
'
1as , pues
reciben como hermanos a todos los extran jeros que p iensan del mismo modo que ellos . Lo importante es que no
os dejéis seducir por los halagos y que apren i áis a co
noder la gente que os rodea , apreciando discretamente en
2 0 3
H E R M O S A L I E J E S A
lo que valen 3. los malos y a los buenos . Yo os veo ahorapor primera vez, y , sin embargo,
mancebo ,estoy tan en
terado de vuestra vida como si no me hubiera separadoun momento de vuestro lado desde que desemba rcasteisen Dunleerqu ¿No os parece esto muy extraño ? Puessin embargo así es— añadi ó Marat sonriendo mal iciosamente Hay buenas gentes que se apresuran a contarleal amigo del pueblo cuanto saben de alguna importancia,y como no siempre tienen cr i terio para separar lo superfiuo de lo útil , de aquí que muchas veces , confundidascon sus not icias de importancia, reciba otras que son de
índole privada . ¡“Ah ! S i el señor La fayette tuviese su po
lic'
l a tan bien organizada como yo tengo,sin quererlo el
espionaje po ítico, de seguro que me seria muy di f ícil elescaparme de sus garras , aunque me ocul ta ra en sótanosmás profundos que éste y mudase al día veinte disf races .
—Ya me habían dicho que sin sal i r de vuestr o escou
dite lo sabiáis todo— d ijo Félix Guzmán .
—Todo,joven : absolutamente todo. Por s i lo dudá is
os haré a lgunas preguntas : ¿ Qué tal se come en la hos
teria del B razo de Oro, de Varennes ? ¿ Os pareció buenujeto el patriota Dubois ?Guzmán mostró su extrañeza ante aquellas preguntas
y su padre prorrumpió en una f ranca carcajada .
No te lo decía yo, Félix ? Es te Marat lo sabe todoy s i algún día r iñese yo con él , lo que juzgo impos ible ,
me guardaría mucho de hablar mal de su persona, puestengo la seguridad de que a los c inco minutos lo sabría
ya como si estuviera oyéndome.
Mara t parecía muy satisfecho por estos elogios .
La debilidad de aquel hombre terrible, que hacía tem
blar con sus vociferacip nes , consis í a en aparecer siemprebien enter ,ado y lo ún ico que hacía sonrei r su rostro feroz, era un elogio a la información secreta de que dis
2 6 4
H E R M O S A L I E J E S A
eso no es nada ! —díjo el periodista con des
precio Aún podria decir le a vuestro hi jo cosas másinteresantes de su viaje desde Varennes a París . Yo lo
sé t odo y no se me oculta n i aun lo que ocurre en un
bosque soli tario donde se cree no tener test igos .
Y al ¿deci r es to clavó'
una fi ja mi rada en Guzmán,
qu ien se sin tió turbado, temiendo que Marat fuese a re
velar su secreto en presencia de su padre . Pero el amigodel pueblo , al notar su turbación , limitóse a sonrezr mal iciosamente y di jo después a fectando indi ferencia :
—Yo conozco bi en aquel camino . Hace años estuveen el castil lo de Dampierre para cu rar a un pobre señorenvenenado por su hermano . Sólo en t re los ari stócratasse ven estas muestras de cariño . Tuve la deb il idad de decir lo que
"
sentía , revel ando la existencia del envenenamiento, y fa ltó poco para que me arroj asen a. pa los . Por
esto no servía yo para ej ercer la Medicina . Ahora parece
que el cast illo ha s ido incendiado y que los campesinosle han c ortado la cabeza a aquel buen señor que se entretenía en dar a rsén ico a su hermano . Tal
'
vez sepá is algode esta historia , amigo ¿ Decís que no ? Pues puede q ue algún día encontráis en París a una tal Lu isaDamp ierre, que es la hi ja de aquel infel iz que mur ió en
venenado .
Félix agradecía en el fondo de su alma la del icadeza“
.
con que Marat l e”
decia aquel lo, y en cuanto a su padre,aunque notaba que algun as de las pa labras del ant iga del
pueblo debian ser alusiones a s u hi jo,callaba, no que
r iendo mezclarse en'
la conversación,
—Vinis teis recomendado por los patriotas de Dunker
que— con tinuó Marat y os pnesentasteis en seguida a
Camilo Desmoulins . ¿ Qué os ha parecido el buen Cami lo ?De seguro que le tenéis por un grande hombre, y estáisen un error . No n iego que tiene talento, que ha leido mucho y que posee una gracia envidiable para la sáti ra ;
z o s
H E R M O S A L I E ]_E S A
f rida el pueblo de$de que existe; cuando renace en mimemoria el recuerdo de todas las iniqu idades que han
aguantado los humildes desde que la Humanidad se dividió en plebeyos y nobles , en pobres y ricos , quis iera teneren mis manos el fuego del cielo, para arrojarlo sobre lacabeza de esos miserables sofistas que hoy pretenden deshonrar la revolución , Ahora que tras tantos siglos de
servidumbre empieza el pueblo a resp irar y a verse encimade sus antiguos tiranos , nos salen los fi lántropos, los ora
dores de asamblea , hablándonos de la paz social y del
respeto que debe existi r entre todas las clases . No, ¡ viveDios ! El in fel iz hambriento de ayer no puede respetara sus antiguºs opresores . Aún le duelen en la espaldalos lat igazos del señor feuda l ;aún tiene el estómago debilitado por el hambre su frida en la servidumbre, y no pue
de, no debe respetar a sus antiguos t iranos . De;adle que
se sacie, dejadle que se vengue, y de aqu í a ,un s iglo,
cuando haya exterminado al rey que le encadenaba , al
noble que_ … le robaba y al sacerdote que le embrutecia ,en …
tonces hablaremos de que la l ibertad sea igual para todos,ya que los ant iguos privileg iados estarán al mismo n ivel
que el pueblo o más bajos aún . Pero mientras tanto, nadade igualdad, nada de derechos idénticos para ¡los de)arriba y los de abajo . La revolución se ha hecho para el
pueblo,y él es qu ien debe tocar sus beneficiosas couse
cuencias . Los antiguos privilegiados, que callen y sufran;a cada uno le toca su vez, y algún día había de l legar
para el pueblo la hora de la revancha . S i ahora los anti
guos miserables les toman a los nobles sus casti llos , s i
t ierras y después de esto su s cabezas , que nadie protestesi es que ama la revolución : el pueblo pide lo que es
suyo,y por muchas nobles cabezas que corte no saldará
la cuenta de los villanos ahorcados por el feudal ismo, delos hijos del pueblo muertos en el campo de batalla porla estupidez de los reyes y de los tranquilos burgueses
2 0 7
H E R M O S A L I E J E S Á
degollados en las cal les de P arís por el catol icismo fanático en la funesta … noche de San Ahi tenemos el ej emplo, ¡ cuerpo de Dios ! Imitemos los procedimientos de aquellos salvajes de la Liga, a los que dirigíanel Papa
'
y los jesuitas. ¿ Qué es lo que pido yo y que promueve tanto a lboroto en mis enemigos, como si fueseuna cosa monstruosa
“ynueva en el mundo ? Pido una
noche de San B arto lomé en sentido inverso ; qu iero imitar los procedimientos de esa Iglesia en la que creen las
mismas gentes . a quienes horrorizo; deseo salvar a mi
patria ,haciendo que una noche se acuesten tranqu ilos los
reyes y los nobles, los obispos y los generales , los hacendistas y los cor tesanos
,toda la gente, en fin
, que nada
hace y vive del pueblo,toda la po l illa que roe el árbol
de la Humanidad ,y que a la mañana sigu iente aparezcan
sin cabeza . E sto será brutal , pero muy práctico . Maldeci rel acero del ci rujano porque causa daño es declarar legit ima a la gangrena . ¿ Qué es lo que deseamºs todos los
patriotas ? ¿ Salva r la Francia ? ¿ Dar la l ibertad —al pueblode todo e l Un iverso ? Pues en tonces cerremos los ojos yavancemos sin vaci lación . Al elefante, cuando huye de
un pel igro, le importan muy poco las hormigas q ue aplasi acon sus pata s . Seamos débiles, trans i jamos momen
“f'
anea
mente y el pel igro aumentará , la podredumbre será cada
vez más grande y llegará un día en que será imposibleencon trar el remedio. A princ ipios de la revolución nos
hubiésemos salvado cortando qu inientas cabezas ; aho rano tendríamos suficientes n i con d iez mil . E sto lo he
dicho var ias veces en El Amigo del P ueblo y lo sosten
dre siempre, aunque los ari stócratas y los la£ayett istas
voci feren contra mi . Cumplo con_
mi conciencia, y es tome basta para permanecer tranqu ilo .
Cal ló Marat, y como si la fiebre q ue le an imaba nece
sitase para desahoga rse de un desordenado mov imiento,comenzó a pas ear a grandes zancadas por aquel subte
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H E R M O S“'
A L í E J . E S A
rráneo, gesticulando y rugiendo sordamente cºmo si ha
b la se con sus invisibles enemigos .
El señor Guzmán , que conocía bien a aquel hombre ,
hacia señas a su hijo para que S iguiera permaneciendºsilencioso, pues sab ía el ma l efecto que causaba en Maratel verse interrumpido en sus momentos de furia .
Miserables — dec_
ía el periodista, que impulsado porsu calenturie
_
nta imaginaci ón ,saltaba de una idea
sin transic i ón a lguna M e acusan de que halago al pue"
blo , de”
que le adulo servilmen te para conqu istar sus sim
patias, y nad ie le habla con tanta dureza comº yo, n i
le ¡dice verdades tan amargas . Yº soy de esas
masas ignorantes que forman el pueb o y las trato como
el maestro que azota a sus discípu los para despertarles lainteligencia . ¿ Qui én se ha atrevido sino
_Mara t a llamar
al pueblo ingrato,frívolo e imbéci l , porque muchas veces
inciensa a sus tiranos, mien tras abandºna a sus defensores ? ¿ Qu ién ha usado de tan rudo lenguaje como yo . Ma
rat no se inclina ante majestad alguna, nt se dobla antelos rey1es, ni adula al pueblo soberano Y no creai s poresto, ¡ vive Dios !, que yo soy como dicen mis enemigos :
ista,un enemigo ¡de toda autoridad . Precisa
mente sºy todo lº oontíº
ario Quierº un poder ún ico, fuerte ,
rºbusto, absoluto, que en sus resultados sea distinto de
lo que fué la autoridad de los antiguos t iranos . Este pueblo corrompido y gastado por tantºs siglos de Monar
no está aún en cºndiciones para gozar ampl iamentede la l ibertad : laperderia enmanos del primer charlatán
ase con sus d iscursos . Yo quiero un dictador,sabedlo b ien , un tribuno mi l itar que marque bien las ca
be__
zas que deben derribarse; un'
l arqumo demócrata quecon su vara larga haga caer las testas que están en loal tº y responda .de el las : he ahí mi doct rinal Quiero una
dictadura que tenga por apoyo los arremangados brazosdel pueblo en vez de cimentarse sobre esos rebanos de
2 0 9
H E R M O S A L I E J B S Á
inmóviles y silenciosos, y a su fi el Lorenzo que estabacºmo extáticº; rumiandº aquel cúmulo de indignadas palabras, con la misma rel igiosa atención que lºs apóstolesrefiex ionaban las enseñanzas oídas al divino maestro .
Marat se arreglº el sucio pañuelo que llevaba sobrela frente, y ñjando sus inqu isitor iales mi radas en FélixGuzmán
,continuó con la más amable de sus sonrisas
También os l levaron al club de los J acobinos . ¿ Quéos pareció aquel lo ?
Una reun ión sublime— contestó el jºven con entu
siasmo Un cenáculo de patriotas que honra a la Francia .
S i — contestó Marat con lentitud No son mala
gente los j acobinos , pero pecan de ideólogos y de demas iado inocentes . Hay noches en que pasan toda la sesron
discutiendo el mejor modo de dar l ibertad al pueblo belga ,
de emancipar a los polacos o de un i rse a l pueblº inglés en
la empresa de los revolucionarios, y mientras sueñan de
este modo y aplauden los discursos bon itos, el vecindariode París no tiene pan ,
Francia entera perece de hambre,los nobles cºn5piran contra la l ibertad, burlánd0 3e de nos
ºtros , y los lobos que viven en las Tullerías abian uñasy dientes para caer sobre los patriotas . Decidme ¡ por
Belcebú ! ¿ tiene esto ni el menor asomo de“
sent ido cº
mua ? Aqui hay fa lta de brazos fuertes que marchenrectamente a su fin y sobra de lenguas
"elocuentes . No sé
si sabréis que en la cripta del mismo convento donde ce“
lebran sus sesiones los j acobinos , se reune el club de mujeres que dirige la ciudadana Rosa Laco-mbe. Pues bien ;La última de las verduleras que asisten a l club muj eriego,
demuestra más sentido común que todos los oradores delos Jacobino
'
s, pues ellas en sus discursos, que van s iem
pre di rigidos contra los tra idores que tenemos en Paris,denotan tener más instinto patriótico que el más elocuentede los imbéciles que preside Petion . Ya os convencerei s"le este también ,
joven Guzmán . Ahora tal vez os parezca
2 1 1
H E R M O S A L Í E ] E S A'
un lººº. pºrº tened la seguridad de que si las autoridadesde París se compusi
—
eran de logºs ,de mi fuste;los pa trio
tas como vos no correrían el peligro de ser asesinados en
un punto tan céntrico como el Puente Nuevo .
Detúvose Marat para apreciar el efecto que sus palaLras producían en el joven
,y al notar su gestº, añadió
cºn cierta sorna :— También estoy enterado de esa aventura . Por
'
a1go
digo yo que lo sé todo . Conozco tan b ien como vºs al que
ºs dió la puñalada ; digno hijo de su padre, que si en
este mundo hubiese just icia,deb ía estar hace ya muchos
años pendiente de una horca .
El señor Guzmán agitóse al ºír estas pa labras .
—
¡Hola, amigo Marat l— exclamó ¿ Conque conoces
al que intentó asesinar a mi - hijo ? Pues haz el favor dedeci rnos qu1en es e
/irern os inmediatamente e n su busca .
Para qué ? Tu hijo le conºce tan bien como yo, yen cuanto a deci rte dónde se halla ahora
_n o
"
puedo hacerlo,
porque lo ignoro . S i quisiera, mañana mismo sabria ya
dónde se ocu tta ese miserable;pero yo no soy un agentede pol icia, ni acostumbro a hacer conñde
ºmig 1nútiles . S i
se tratara de exterm1nar de ur golpe a toda la canal laaristocrática os daria los don .r
ºl iºs de todos elº. . s , sin
que faltase ni uno s olo de cuantos v iven en Fr noia ;peroal amigo del pueblo le resulta u .
º
a cosa … muy pequeñaindigna de él el trabaj ar para el exterminio ¡le . no solº,
que además es poco peligroso p t r ser imbéci l . No insistas,Guzmán— añadió al notar en su amigo un gestº de impa
ciencia He dicho que no hablaré y ya sabes cuán tes
tarudo soy en mis caprichos . E sto es asunto de tu hijo yél sabrá encontrar a su enemigo sin grandes esfuerzos .
Cuando dos mundos siguen idént ica órbita en torno del
mismo sol , el encuentro y e l choque es ¡ Je!
¡ je!No d igo más, tu hijo me entiende
Y Marat rió convulsivamente mostrando su dentadura
3 1 2
— H E'
R M O S A“
L 'I E J E S A
aguda y amar illenta . Al señor Guzmán y a Lorenzº lesext rañó aquella hilaridad, pues ver reír a tal hombre era
un fenómeno que en a ños enteros no se repetía,
Indudablemente la presencia de Félix,joven enérgicº,
decidido y de existencia agitada , cuyas principales aventu
ras parecía conocer Marat,alegraba mucho a éste.
— No lo dudéis, jºven— continuó el terrible periodistacuandº … ºesó de reir Cerca de aquí está —
el barrio de
San Germán , esa guarida infame de aristócratas ; a… vos,
por vivi r en esta orilla del Sena,ºs será preciso pasa r
por dicho barrio; id:
prevenido, pues tarde o tempranoencontraréis a ese nºble lobezno . T iene por allí una tia
baronesa y una prima a quien sol icita , y es indudable queen dicho barrio lo encont raréis .
Y Marat;subrayaba de ta l mºdo estas palabras con
su acento que a Guzmán no le cupo duda a lguna de queconocía sus amores con Lu isa .
Aquella seguridad que el periodista. le daba de encon
trar a Dampierre cerca de la j oven causábale grandeinquietud al mismo t iempo que le alegraba , pues Fél ix tenia grandes deseos de vengar la puñalada del Puente Nuevº hal lándose frente a f rente con su traidor enemigo ,
Pasaron'
algunos minutos sin que nada viniese a turbarel si lencio que romaba en el subterráneo
No ,habéie estado en el club de los Franci scanos
preguntó Marat;E l joven español contestó con un signo negativo .
— Pues_
es lástima— con tinuó el periodi sta Resultala ún ica sociedad patriótica digna de elogios, pues sus
indviduos marchan d irectamente al fin que se proponela revolución . Nuestros enemigos la atacan d iciendo que
es en extremo desordenada y tumultuosa, perº ta'
á'
gita
ción que en xella reina de continuo es esa santa tempestadrevoluciona ria que nºs empuja a todos los buenos pa
triotas . Lºs Franciscanºs es el único club que yo f recuen
H E R M O S A L I E J E S A
— Pareco — d1¡ o—
que Danton y sus . amigos preparanpara el próximo domingo una man i fes tación oar ifi ca en
t i Campo de Marte, en la cual el pueblo de Paris protestará contra esa Asamblea de tra idores
, queºlespués de
fingi r que se interesaban por el pueblo ,traba jan ahora en
t enefiei0 del rey , que ya debía estar destronado desde quefué arrestado en Varennes . M e gusta la idea . aunque másme agradaria ver reun irse a tc
'
dos los par is ier,s es para
hacer una leva de aristócratas y colgarlos de los postes delos reverberos Joven . creedme a mi que soy hrmbre de
experiencia . S i vais el domingo al Campo de Marte llevad
armas , pues sé que nuest rºs enemigos están ansiosos devenganza y cºnozco que , tanto los real istas como los ami
gos de Lafayette, tendrían un gran placer en acuchillar al
pueblo . No tardaremos mucho en ver s i mis prediccionesse cumplen .
E l señor Guzman movia su cabeza , afirmando las pa'
'
labras de su amigo ,y Fél ix callaba
,demostrando con fur
tivas miradas a su padre el deseo que tenia de sal i r deaquel subterr áneo.
Sus mi radas no pasaron desapercibidas , pues el señorGuzman se puso en p ie, diciendo a su amigo :
—Nos vamos , M arat . Otra vez sera más larga nuestravisita y te distraeremos de tus patriót icas ocupaciones .
'
Ahora nos espera mi esposa que como ya sabes . es gran
part idar ia del método en las costumbres .Ya has conocidº
a mi hijo . qu1en p or su parte tenía grandes deseos de veral amino del pueblo .
- S alud. joven— di jo Marat levantándose del sillón y
tendiendo a Félix una mano que parecia un mano jo ¿lehuesos Creed que desde ahora os considero en el un
mero de mis contados amigos . Vuestra s hazañas patrió
ticas os hacen en extremo s imp ático y borran el pecado
de origen , que tanto vos como vuestro padre lleváis al
proceder de una familia noble. Habéis nacidº aristócratas .
3 1 5
H E R M O S A L I ,E J E S A
perº se os debe dispensar esta mancha, porque despuésla habé is lavado , convirt iendoos eñ
“buenos patriotas . Ade
más,sois españoles y yo miro siempre con t ierna sim
patia ese pais , que no cono-
,zco pero en el cual tuvo la
cuna mi fami l ia .
Cruzaronse apretones de manos, saludos y ofrecimientos ent re Félix y aquél hombre terrible,
y, al fin
, padree hi jo salieron de la subterránea habit
'
acion,Siguiendo
la ºbscura mina y la est recha escalera , que les condujºde nuevo al sombrío a lmacén de papel .Al l í les"esperaba lapaci ente S imona , que les acompañó
cortésmente hasta la puerta de la imprenta .
Cuando los dos españºles estuvieron en la calle,Fél ix
aspiró con del icia una fuerte bocanada de a ire, como si
hasta: ¡entonces hubiese respi rado con dificultad.
E l señor Guzmán examinó con una rápida ojeada a
su hi jo, que parecía meditabundo y con fuso pºr aquella
entrevista .
—¿ Qué teha parecido mi am1go?: No lo sé— contestó Félix Hay momentos en que
le creº un hombre extraordinario, un inspi radocomo losantiguos profetas , y momentos? en que me parece un… lºco,
un maniaticó que constituye tin gran'
pel igro para la sº
ciedad .
—E sa es la impres1on que produce siempre mi amigoen l a primera en trevista, pero cuando le conozcas más a
fºndº, entonces te convencerás de su valía y será tu idolo .
No — d'
i jo Félix con resolución Prefi ero a Dantoncon sus fieros exabruptos y sus desarregladas costumbres .
E l señor Guzmán se detuvo y quedó por algunos instantes en profunda reflexión diciendo después a su hi jo :
—La verdad es quea mi me resulta Marat un hom
Bre extraordinario por lo mi smo que es incomprensible.
Le conozco Hace más de cuatrº años y todavia no he
pºdido adivinar cuál es el móvi l que impulsa esaactividad
“
L A H E R M O S A L I E J E S A|
asombrosa y esa ind ignación ol ímpica que contemos. una
eterna ñebre_
al p ueblo .
— Será la ambici ón— d i jo Fél ix .
-No ; Marat no es ambicioso . Vive oculto s in pre
sentarse en los clubs a recibir los aplausos de la muchedumbre y no ha pensado jamás en desempeñar cargo al
guno . Hace poco le oiste hablar de dictadura ;pues bien ,
ese poder inmenso no lo qu1ere para él : desea conqui s
tarlo para el primero que se presente con condiciones dedictador, y piensa en Robespierre, a qu1en no conºce per
sonamente.
-
¿Y no puede ser la codicia ?- 4Cuán poco conoces al amigo del pueblo. Para v
_
1v1r
le bastan sus dos sueldos de pan y su vaso de leche,y tengo la seguridad de que desde que comenzó la revolución no se ha Visto con dos f rancºs en el bolsi llo
— Entonces es indudable que lo que le impulsla es el
amor a la glor ia .
—Para alcanzarla no necesita Marat crearse tantosenemigos n i insul tar a los poderosos viviendo en perpetuopeligrº. Dentro de la ciencia tenia ancho campo para cºn
quistar una justa fama . Tampoco puede creerse que Te
guie el a fán de popula ridad . Marat , que no adula a los po
derosos, tampoco sabe adular a las masas . Cuando sus
ideas se ponen en pugna con la ºpinión del pueblº se i rritay no vacila ten llamarle imbécil , abrumándolo con todaclase de insultos . Marat trata a las masas sin contemplaciones , le importa poco tener su afecto o perderlo , y tal
vez por este mismo despreci o es el hombre más popularde toda Francia .
tac10n loca que le domina ?—Queda su amºr a la revolución, su pasron deli rante
y loca por la causa pºpular , que le hace ver en todas partos enemigos y traiciones . Marat es semejante a esos aman.
OTRA VE! A LA PUERTA) DE LA IGLES IA
A las once de la mañana hacía ya más de una horaque se paseaba un hombre por frente a la iglesia de SanGermán de los Prados .
Era Guzmán , que esperaba encontrarse en aquel sitiocºn Lu15a DampierreEl dia anterior lo habia pasado con su padre, cono
ciendo a la esposa de éste, que lepa reció una mujer friay ceremoniosa, pero revestida de una dign idad que la haciasimpática .
Al abandonar a,
su padre, ya bien entrada la noche,el
joven fué en busca de Camilo Desmoul ins , y después deestar en su casa, en los Jacobinos y en el café de Foy ,
lo
encontró casualmente en una ga lería del Pala is- Roya l .
Camilo estaba muy ata reado preparando la r eunión del
pueblo en el Campo de Marte y Guzmán le acompañó a
una hosteria del arraba l de San Anton io, donde Dantonconferenciaba con Santerre y ºtros jefes de la multitud,ult imando los preparativos de la patriótica man i festación .
Cuando Guzmán se reti ró aquel la noche obsesionadº
pºr los asuntos pa trióticos , encontré en su habitac i ón un
H E R M O S A L I E J E S A1
perfumado billete de la bel la Theroigne, en el cual quejébase del olvido en que la ten ia .
En otra ocasión aquellas frases apasionadas de la bellacortesana hubiesen turbado el reposo de Guzmán, perosentía demasiados deseos de avistarse con Lu isa Dampierre para que la carta pudiese hacerle cambiar de propósito .
Recordaba como una inmensa fel icidad la noche pasadaen el gabinete de Theroigne; los detalles de aquel éxtasisde amor estaban frescos en su memoria ;pero a pesar deesto tenia nece5 dad de ir en busca de Lu isa, pues lasmismas voluptuosidades experimentadas en casa de la cºr
tesaua , empujábanle hacia aquella joven casta y pura .
Remordíale la conciencia al pensar en los inefables goces que Therºigne le había hecho conocer ; pareciale queaquellos del irios de amor carnal habían sidº una i nfide
lidad a la memoria de Luisa,y pensaba que yendo en
busca de la joven y huyendo de la voluptuosidad seductorade la liejesa , borrarla pºr completo el recued de su caída .
En el interior de Guzmán repetiase un fenómeno ; lacontradicci ón extraña que había experimentadº el mismodía en que, despertando de su del i rio, supº que aquellasdos muj eres se interesaban por él .E l recuerdo de Lu isa produciale inmensa emoci ón , pero
t iempo no pºdía pensar en la bella Theroigne Sin
que en él se despertase el demonio de la voluptuosidad yuna agitación nerv1osa conmoviese todo su ser . Pero así
como en aquel entonces la imagen de Lambert ina con todasu espléndida belleza parecia borrar la dulce figura de
Luisa, ahora era ésta quien predominaba sobre el rec'
uerdode la aventura .
El resultado fué que Guzmán hizo caso omiso de las
palabras de Theroigne, la cual , extrañándose de su ausen
cia, le supl icaba fueSe a ver la inmediatamente, y que apc
nas despertó el viernes pºr la mañana dirigióse al barriº
de San Germán con la esperanza de encontrar a Luisa.
H E R M O S ' Á L I E J E S Á
,
Espió durante mucho tiempo el hotel de la baronesade la Tour d'Argent, pero al fi jarse en que a lgunos cr iados se habían apercibido de sus tenaces paseos, resolvióalej arse de all i para i r a esperar en la …
.pu-erta de San Ger
man de los Prados .
Los servidores de la barºnesa , a juzgar por sus ges
tos y miradas recelosas , le habían tomado por uno de aque:
llºs espias de la municipal idad que tanto f recuentaban el
barrio de San Germán en busca de“
con spi raciones realis
tas , y por esto el joven español creyó d el caso a lejarse,para no excita r 505peclías que llegasen hasta la mismadueña del hotel .
Era pocº más de las ºnce, cuando Guzmán vió ven ir alo lejos, con di rección a la iglesia , dºs mujeres, en las
cuales neconoció inmedia tamente a Lu isa y su senci lla
A pesar de que el joven aguardaba ya hacía horasaquel encuentro y lo deseaba vehementemente, experimen
tó una r aya impresión interna, como si_toda su sangre se
hubiese .agolpado de pronto en el corazón para derramarse después con estrépitº por las vacías venas . La ca—daverica pa l idez del pr imer momento convirt ióse luego en en
cendido rubor , y …el joven quedó inmóvil en la misma puerta de la iglesia;contemplando a aquel las muj eres, que nº
parecían haberse apercibido de su presencia .
A pesar de ,que la mirada de Guzmán estaba fi j a en
ellas, hubo una cosa que llamó inmediatamente su atención .
Un exrraño instinto hizo que Guzmán'
se fi jase en un
hombre que caminaba separado sólo algunos pasos de
Lu isa, y el joven espanol experimentó inmediatamente una
impresión mayor aún que la de mºmentos antes .
[No cabía duda . Aquel hombre, que iba vestido comolos petimetres de la épºca ,
era César Dampierre.
A pesar de la d istancia y de aquel tra je que le desfi
guraba bastante, Guzmán le reconoció por su robusta y
2 2 1
H E R M 0“
S A -
L I E ¡ E S Á
La vieja criada demostraba con sus inclinaciones decabeza y sus sonrisas, la gran satisfacción que le cau
¡ aba la galan tería del joven .
Entraron en la iglesia , La viej a tomó asiento en una
si l la de tijera, Luisa ºcupó el recl inatorio de su tía la
baronesa y Guzmán quedó a dos pasos de ella , apoyadoen una p ilastra de la nave centra l y contemplando con
embeleso el trozo de rostro que dej aban v isible las grandes alas del emplumado sombrero de la joven .
A aquellas horas eran muy pºcºs los fi eles que ºcu
paban el templo, y a estº se debió que nadie se aperci
biera de las miradas que cambiaban los dos jóvenes .
Nunca misa alguna fué oída con menos atenc1ón ymayores d istracciones .
Guzmán no quitaba sus ºj os de Luisa, quien por su
parte,“
a pesar de cuantos esfuerzos hacia para permanecer
“
sereña, algunas veces levantaba su mirada del devocronan o y contemplaba furtiva y rápidamente a l joven,quien se mostraba en aquella mañana más an imado que
nunca y dispuesto a declarar a Luisa lo que por ellasentia.
Una hora después sal ieron de l a iglesia, y en la misma puerta de San Germán de los Prados, detuviéronsecomo de costumbre, mientras la viej a criada charlaba con
sus protegidas las pordioseras .
Apenas quedaron solos los dºs j óvenes, Luisa camblº rápidamente de aspecto, pues su expre5 1on sonrientetrocóse en un gesto de inqu ietud.
—
¿ Le habéis visto, señor Guzmán ? ¿ Le habei s cono
“ Sí— contestó el“
español , comprendiendo que la joven se refería a Dampierre Le he v isto cuando veníasigu iéndoos, y_
de seguro que a no hu i r ese miserable,hubiese recibido su merecido. Bien se ve que ha olvidadomi generosidad en el bosque de Dammerre, y que des
2 2 3
H E R M O S A L I E ! E S A
preciando mis indicaciones, sigue tras vos para causarosuna continua inquietud .
— S í , señor Guzmán Hace ya algunos días que vivotan inqu ieta y recelosa como en el castil lo de Dampierreal ver en torno mio la persona de m1 pr1mo pers igu ien
dome como una sin iestra aparición . Vºs nada sabé is ,señor Guzmán . ¡Hace tantos días que no ºs ¿ 1
os encontrais ya repuesto de vuestra herida ?Y lºs ojos de Lu isa miraban de un modo tan cariño
so al hacer esta pregunta , que Guzmán sintióse conmuvidº y se apresuró a deci r :
— ly
Lo sé todº, Lu i sa . Sé que cuando estaba entre la
vida y la muerte, un ser angel ical se interesaba por ml
salud y venía a mi pobre casa a preguntar por mi estado .
Y Guzmán decía estas palabras con acento conmo
tar a la portera de vuestra casa . No podía permanecertranquila sabiendo que vos estabais en pel igro de muerte, y por esto me escape var1as veces del hotel de ml tía
aun a riesgo de merecer una severa reprimenda . Supecuanto ºs había ocurrido pºr los tertul ianos de mi tía ,
gente que se alegra de todos los males que sufren los
l lamados patr iotas y que cºmentaba con manifi esto gozolo que a vos os había ºcurrido en el Puente Nuevo .
Vuest ra aven tu ra , que por pocº ºs cuesta la v ida ,ha
servido para que todos los rea l istas conozcan vuestronombre . Decid, señor Guzmán, ¿ quién fue el que intentómataros ?
El rostro de Lu isa al hacer esta pregunta tenía tal
expresión, que se adivinaba en ella las vehementes sos
pech_
as que sentía acerca de quién podia ser el autºr del
atentado.
— Lu isa ;no necesito deciros qu1en e dro el la pu
nalada . Lo habéis adivinado ya : fué D
2 2 4
H E R M O S A L I E J E S A
—Así lº creí yº desde el momento que supe vuestradesgracia . E se Dampierre es
'
un ser in fernal , un_
malvado diaból icº de qu ien temi siempre y sn temig
_r__
1do que
acabe con vos en una in fame emboscada .
— No es fácil que vuelva a cogerme en otra . Vivºpreven ido y,
además, él me teme y huye de mi,como
habréis podido verlo . Pero decid, Lu isa , ¿ qué ha hechoese miserable desde que nos v imos por última vez ?
— S u audacia es inmensa , E l mismo día en que l legóa París y en que por la noche atentó contra vuestra vida ,presentóse en el hotel de la ba ronesa como un sobrinoamable y cariñoso que ansía abrazar a s u tía . Pero la
baronesa es demasiado astuta para ser engañada por un
cr imi nal burdº como Dampierre además,odia mucho
al hij o de aquel marqués temible que la dominaba , y a_
esto se debió que César fuese muy mal recibido en la
casa . La barºn-esa contestó cºn desprecio a todas sus
palabras , y a los cinco minutos ya se habia ido Dampierre, comprendiendo, sin duda , que de segu ir allí , mi tía
era capaz de hacer que sus criados lº pus ieran en la ca
lle. Yo no Va a ml primo aquel día.;pero a l s iguien te, ald ir igirme a la iglesia en: compañía de la fi el Antonia ,
lo
encontré en la calle,esperándome para r epet1rm todºs
esos o frecimientos de amor bestia l y repugnante, queme indignan al par que me aterrorizan . Desde entoncesnºhe dej ado de encontrar un solo día ante mi paso a ese
miserable. P or sus r i sas s*ardón ica s cuando os nombraba
a vos y por ciertas palabras que se le escaparon ,adiviné .
que él era quien había tramadol la aventura en que por
poco perdéis la v ida, y juzgad cuán grande seria mi ind ignación al ver con fundidas en una misma persona a
mi odioso perseguidor y al que traidoramente in tentabaasesinar al hombre d igno y heroico que noblemente me
protegió en la circunstancia más di f ici l de mi. vida . Du
rante una semana sólo en vos he pensado,señor Guzman ,
2 2 5
H E R M O S A L I E J E S Á
— 4Vamos , señorita— duo la v ieja criada No parecebien que una joven como vos esté tanto rato hablando a
solas con un hombre . Yo bien sé que el señor Segu ines un joven sensato digno» de aprecio pero esto no im
p ide que si vuestra tía la baronesa l lega a saber algúndia estas con ferencias , sufra yº una reprimenda terrible.
Y la vieja sonreía bondadosamente, dando a entender
que en su s implicidad conocía el a fecto que se pro fesabanlos dos j óvenes y estaba dispuesta a tolerarlo .
Guzmán acompañó a las dos mujer-es, que se a l ej aban
de la iglesia . Contnariaba a l joven el no haber ten ido oca
sión para preguntar a Luisa cuándo volvería a verla .
La vieja criada , que no podia permanecer si lenciosa,hablaba a los dos j óvenes de las noticias que la había
proporcionado su conversación con las pordioseras de S anGermán de los Pradºs .
Sabéis, señorita l— decia la vieja E l domingo
tendremºs en París una mani festación de esas que al
borotan a toda la c iudad. La gente asegura que la cosa
será pacífica , que no habrá tiros n i carreras en las calles,y que todo quedará reducido a
'
que se reunan en el Cam
po de Marte las gentes de los arrabales para decirles a
los s eñores de la Asamblea : queremos esto, lo ºtro y lode más al lá ,
En fm, una fies ta tranqu ila a la que acud i rá
mucha gente y en la que serán abundantes los discursos ,las bandera s
,los gorros co lorados y todas esas cosas que
son ahºra frecuentes en este París, antes tan tranqu ilo .
deseos tengo de ver eso ! — exclamó Lu isa Apenas si conozco de P arís ºtra cosa que la i glesia de San Germán
,y tengo ganas de ver el Campo de
Marte, conºciendo de cerca a ese pueblo revolucionario,del cua l tantº oigo hablar . Seréis muy buena si el do
mingo me lleváis al Campo de Marte .
¡Yo !— exclamó con asombro la vieja Dios mel ibre. En esos tumultos son muy frecuentes la s desgra
H … E* R M O S A L I E J E S Á !
cias , y la señora baronesa se indignaria contra mi si supiera tal cosa . Además , no es facil que
“
se cumpla vuestrodeseo
, pues ignoramos si la señora nos permitirá sal i r esedía por la tarde .
Lu isa, con graciosos mohines , demostraba el pesar
que la producía la negativa de la vieja , y Guzmán , por
su_parte, asediaba a ésta describiendo lo
_gue ser
/ía la re
un ion del Campo de Marte y la imposib i l idad de que en
el la se corriera pel igro a lguno .
E l joven confi aba en que en el tumulto de aquellareumon encontraría ocasiones propicias para hablar a so
las y largamente con Lu isa , y por esto asediaba a la vie
ja , decidi éndola a acudir a l Campo , de Marte .
Llegaron hasta cerca del hotel de la baronesa hablando de aquel la entrevista que proyectaban para el domin
go, y Guzmán tuvo que retirarse antes de que la v iejadec—idiese en favor de Lu isa .
Veremos— decia tercamente la criada Yo nada
puedo prometer, pues no sé si la señora baronesa nos de
jará l ibres pasado mañana .
No hagáis caso,señor Seguin —di jo Luisa con ve
hemencia , a fectando el aire de un gracioso tiranuelo
Nos veremos el domingo . ¿ No hay en ese Campo de M ar
te un cata fa lco que se llama el Altar de la Patria ? Puesbien ,
esperadnos al pie de él a las dos de la tarde, puesindudablemente me obedecerá esta bondadosa testaruda, y
yo me encargará—
de dec idir a mi tia para que nos dej e
abandonar su hotel . P ero no nos sigáis más, señor Se
guin . E stamos cerca de mi casa y podría vernos. alguno
de los criados de la baronesa, gente chismeadora , que ex
perimenta gran placer cuando ejerce las funciones de es
¿ Conque quedamos, señor Segu in , en que nos ve
remos pasado manana ? Muy bien ; yo os garanti zo que
estaremos a ll í a la hora marcada , a pesar de cuanto diga
esta Anton ia , que parece complacerse en contrariarme .
2 2 8
H E R M O S A L I E I E S'
A_
Los dos Jovenes se despidieron estrec'hándose las ma
nos , y mientras Luisa y la viej a se alejaban con direcciónal ar istocrático hotel , Gu zmán retrocedi ó hacia su barrio ,
d-iciéndose con la misma expresión del que ha tomadouna resoluci ón heroica :
- 4Es toy decidido . Pasado mañana sabrá Lu isa que laamo,
y si se ind igna contra mi , experimentará al menos
la fel icidad de su fri r resignado sus quejas .
Y el joven espanol , despué s de haber pa seado sin
rumbo fi jo duran te una hora por las cal les de la izqu ierdadel Sena, decidióse a ir en busca de Camilo Desmoul ins
para saber cómo marchaba el proyecto de man i festación .
UNA DEB ILIDAD DE DANTON
E ran las diez de la noche y comenzaban a luci r con
menos fuerza los reverberos de las calles,cuando Félix
Guzmán entró en la pequeña plaza del Cºmercio buscando la casa donde vivía Danton .
Aquel día , que era sábado,habia S ld0 para él de in
mensa agitación .
En la tarde an terior hablase encontrado con su buenamigo Desmoul ins , y esto bastó para senti rse arrastradonuevamente por el torbellino revolucionario
,dentro del
cual vivía s iempre el inqu iet y alegre periodista . P or la
noche había estado en el club de los Jacobinos , en el cualbramaba el pueblo de coraje contra aquel la Asamblea queacababa de aprobar el decreto declarando a Luis XVIinocente de su fuga a Varennes .
Guzmán estuvo hasta muy tarde presenciando la tu
multuosa del iberaci ón sobre el proyecto de pet ic1on po
pular redactado por Brissot , y el día siguiente lo empleópor completo en el desempeño de varias comis iones quele había encargado Desmoul ins cerca de los mas populares p atriotas de los arrabalesHabiase separado a lgunas h01 as antes del célebre pc
2 3 1
H E R M O S A L I E J E S A
riodista y ahora iba a buscarlo en casa de Danton, quien
en aquella s c i rcunstancias observaba una conducta ambigua e incomprensibleAlgunos d ías antes peroraba en los clubs a favor de
una man i festación contra la Asamblea por haber defeudido al rey ; pero ahora su entusiasmo habíase en friadoy hablaba de que la ira del pueblo no estaba todavía en
sazón para anonadar a los enemigos , y que verifi ca r la re
un i ón proyectada , era dar a constitucionales y realistas un
pretexto seguro para acuchillar a los patriotas .
Guzmán subió la estrecha y vieja escalera que condu
el a al tercer piso donde vivía Danton y la misma esposa
de éste fué quien le abrió la puerta .
El español , por las indiscretas revelaciones de su ami
go C amilo conocía las intimidades de la vida del tribunoy por esto mi ró con expresión de inmensa s impatía a aque
lla mujer dulce y resignada ,cuyos ojos tenían
_una cari
ñosa expresión de con formidad.
No era que Danton fuese malo . Adoraba a su esposa
y se dejaba conducir por el la como un n iño siempre queestaba en el hogar doméstico ; pero apenas sal ía de él ,sus ant iguas aficiones de libertino, sus brutal idades de
ogro ,volvían a renacer , impulsándole a mezclarse en
"
ca
laveradas de las que al día sigu iente se arrepent ía hastael punto de pedi r perdón arrodillado ante su esposa .
A Danton faltábale poco para deberlo todo a su mu
jer, como le ocurr ía a Cami lo .
S iendo un abogado sin negocios y sin nombre, habiase casado con la hija de un tabernero, hombre rústicoy sencillo que se mostraba orgul loso por tal al ianza , a pesar de que todos los gastos del matrimon io corrían de su
cuenta .
E lla adoraba a su esposo,convencida de que nunca l le
garia a enmendarle, lo que hacía aún más grande y noble
su cariño . Es taba segura de que aquel gigante dé rostro
2 3 2
H E R M O S A L I E J E S A
horrible y mirada cándida, era un u lmo travieso y testa
rudo y todas sus infi del idades acogíalas con la pacienciainalterable que una madre tiene para los desafueros desu hijo .
Era devota como todos los eSpíritus débiles y tímidos ;adoraba a lo antiguo por rutina , y la desgracia en que
ca ía la fami l ia real , víctima de sus propias faltas, inspirábala inmensa compasión ;pero esto no impedía que el las igu iese a su esposo en todas las aventuras p ol ít icas , aun
que lamentándose de sus frases revolucionarias , que aco
gía c'
omo otros tantos sacrilegio-s .
La esposa de Danton ,después de contestar con son
riente sencil lez al saludo de Guzmán ,conduj o a éste al
despacho del tribuno , que según él mismo decía ,era una
leonera , a causa del desorden que reinaba,tanto en los
muebles , como en los l ibros y papeles .
Danton no estaba solo . Acompañábanle un hombre yuna muj er : el obeso Robert, patriota belga ,
natural izado¿en“Pa rís
, que figuraba en la segunda fi la de los hombresde la revoluci ón ,
como una median ía intelectual , y su es
posa , a qu ien l lamaban la señorita Keralio , porque con estenombre había fi rmado cuando Soltera algunas novelas quetuvieron regular aceptación .
Guzmán conocía de o ídas a aquel matr imon io, que
s iempre unido y de completo acuerdo,figuraba en todas
las agitaciones revoluciona rias .E l gordo Robert parecía
estar supeditado por complet-o a su esposa ,s iendo el pri
mero en reconocer su superioridad intelectua l ;, y el la , porsu parte, mostrábase siempre envanec ida por su talento
,
no abandonando nunca el a i re impertinente de marisabidilla , y agitando con cierto orgul lo 'los vistosos penachñsde su sombrero ,
como un pavo su plumaj e mult icolor .
Aquel matrimomo había ido a saber lo que pensabaDantón sobre el suceso del día siguiente y escuchaban al
t ribuno, que en cuerpo de camisa y con los calzones Hojos,
H E R M O S A L I E I E S A
son los fusiles de la guardia nacional , y tengo la seguridad de que mañana ,
todos esos renegados de la revolu
ción que adulan al rey , cuando vean que no pueden res
pondernos con razones ,nos contestarán con bal a zos
Danton call ó algunos instan tes ,mi rando fi jamente al
matrimon io Robert , y como creyese notar en el rostro dela esposa una vaga sonrisa de insultante signifi cación , frunció el ceño diciendo con exp resión iracunda
¡
acaso que no i ré mañana al Camp o de M ar
te porque tengo miedo a los genízaros de La fayette ? B iensabéis que Danton no hace aprecio de la vida , pero tam
poco quiere morir en una empresa in fructí fera , que sóloservirá para p roporcionar un triun fo a nuest ros enemigos .
E sta es mi últ ima palabra , y por más es fuerzos que ha
gais no consegu i réis que me dec ida en favor vuest ro .
Reinó un embarazoso silencio durante algunos minutos y al fin lo interrump ió el t ribuno preguntando con ve
hemencia al joven españolQué p iensas tú de lo de mañana ? Has corrido la
ciudad, has hablado con los más exaltados y puedes tener exacto concepto de lo que será la reun ión del Campode Marte . ¿ Qué op inas tú de mi conducta ?
— Creo— contestó Guzmán con acento respetuoso ¡no
exento de fi rmeza— que debéis asistir mañana al punto
dº nde sereúne el pueblo . S ois la voz de las masas
,y sin
vuestra presencia, toda mani festación p ierde una granparte de
"
su importancia .
A Danton pareció cómplacerle este ingenuo elogio del
joven español ;pero con su ceño fruncido daba a entender ou
º
e no estaba dispuesto a varia r de conductaE l s ilencio de aquel la habitación iba haci éndose cada
vez más embarazoso . Danton parecia irritado por la divergencia de opinión de aquellos admiradores q ue siem
DI'
C se habian plegado a su voluntad,y, por otra pa rte
los esposos Robert y Guzmán sentíanse v iolentos en pre
H E R M O S A L I E J E S A
sencia de aquel gigante ,irritado y cabizbajo, que de vez
en cuando levantaba los ojos para lanzarles furibundasmi radas .
Un ru ido de pasos apresurados v ino a turbar aquellaca lma amenazante, y Cami lo Desmoul ins entró en el des
pacho con el aire azorado que le daba su exces iva imp-te
sionabilida —d.
A la luz de la lámpara que estaba sobre la mesa deldespacho,
veíase su rostro sudoroso y su mi rada centelleante e inquieta que anunciaba un suceso de gran im
portancia .
— Jorge —di j o apenas entró y s in fi jarse en las otras
personas que al l í estaban Los gen ízar»os de la Munici
palidad ya empiezan a hacer de las suyas , con grande
aplauso de los real istas . Nuestro amigo Freron acaba deser apaleado en una calle sol itaria por algunos desconocidos , que sm duda son agentes de Lafayette.
—No lo extraño— contestó Danton con tranquil idadFreron en su periódico ha atacado mucho a La fayette ya los apostata s de la revoluc ión . Cuando se atreven con
tra él , no debe esta r muy lejano el pel igro para nosotro*
—E sto iba a deci rte. Tanto los real istas como los fal
Sos revolucionarios que deñenden al monarca, están fu
riosos por la mani festación que mañana ha de verificarse
y que tendrá un carácter republ icano . Los burgueses dela guardia nacional rugen contra ti
,recordando los sar
casmos que les has dedicado desde las tribunas ;y en cuan
to a mi , hablan de venga rse de los artículos que he escrito ,
cortándome la cabeza . C reo que debemos tomar nuestras
precauciones . Acaban de decirme que un ciudadano que
se me parece algo en rostro y figura y que viste del mismo modo que yo ,
ha sido asaltado en el Puente Rea l porunos cuantos foraj idos que le han dado de palos, cesandoen sus brutal idades cuando se han convencido de que aquelinfel i z no era Cami lo Desmoulins . Yo no sé qué hacer
H E R M O S A L I E J E S A
ni por qué decidirme Par ís está albor'otado ; el pueblo
quiere asisti r mañana al Campo de Ma rte para firmar la
petic ión a la Asamblea, y la guardia nacional asegura querechazara a ba lazos a los peticionarios . ¿ Qué es lo que tú
piensas hacer, Danton ?—Sal i r de París esta misma, noche. Ya he dicho a es
tos amigos que aquí están, que no qu iero comprometerme
en una empresa que juzgo en extremo ru inosa . Mi vidano me pertenece, es de la revolución y no quiero exponerla en algaradas inútiles , s ino en empresas decisiva s que
produzcan la victoria del pueblo.
—Te seguiré , Jorge . Creo como tú que el acto de ma
ñana es un verdadero absurdo . No podemos autorizar connuestra presencia una reun ión ”
que, aunque en el fondo
tiene una“
tendencia republicana , está manejada por los
agentes del duque de Orleans , ese ambicioso que se mez
cla en el torbell ino revoluciona rio con la idea de pescaruna corona destronando a su pr imo el panzudo Capeto¿ Adónde vamos, Danton ?
—Yo pienso di rigi rme esta misma noche a la casa que
mi suegro t iene en Fontenay sous Bois .
—Te acompañará, Dantón ,y con nosotros vendrá el
pobre Freron, que se muestra asustadizo después de laagresi ón que acaba de sufri r .Al quedar determinado este pequeño viaj e fué cuan
do Desmoul ins se fi j ó en su amigo Guzmán , que estabasentado en un r incón y envuelto en la sombra que proyectaba la pantalla de la lámpara .
Félix, ¿ vienes con nosotros - le preguntó el perio
— No — repuso el joven con energía Yo soy de los
que se quedan para asist i r mañana a l Campo de Marte .
—
¿Y qué es lo que vais a hacer a l lí,desgraciados ?
- 4
preguntó “Camilo con no menos energía Vuestra re
unión no t iene ya ningún objeto y … obedece a una estu
H E R M O S A L I E I E S A*
periodista Tal vez tengas tú razó n y yº me arrep ientamañana de haber seguidº a Dantºn . Pero pºr ahºra es
toy cºnvencido de que mañana a estas hºras se habrandivertidº lºs burguesillos de la guardia naciºnal . E sºs tenderos que adºran a Lafayette como a un ídºlº, tienen
grandes deseºs de vengarse de lºs chistes que nºsºtrºshemos lanzadº cºntra el general del caballº blanco
— Creo, Camilº, que tus temºres sºn in fundados . UnaComis ión de lºs Jacobinos ha visi tadº a Ba il ly, a l alcaldede París, para darle cuenta de la reun ión pacífi ca , y el
magistradº les ha dadº el cºrrespºndiente salvoconductocon la fórmula de La. ley os ampara . Acabº de saber estºen el club .
—No impºrta . Cºnºzco muchº a los revºluc1onan os
que están e n la Mun icipal idad, y sé que aprºvecharán la
ºcasión de tener reun idºs en un puntº a tºdos lºs patriotas más exa ltadºs de Pa rís, para darles el gºlpe. P ro
cura ser prudente y evita un pel igro que no ºfrece la más
pequeña glºria .
Al bajar Guzmán la escalera de casa de Danton, en
contróse cºn el matrimºn io Rºbert, que parecía esperarle
y que le acogió cºn una amable sºnrisa .
—
¿Habéis visto,ciudadanº Guzmán — le (1110 la se
ñora cuandº l legarºn a la calle Dantºn está descºnºcido, y esa audacia que le caracteriza parece haberse amortigua—do para siempre .
-Los grandes hombres— duo el maridº cºn a ire sen
tenciosº— s ºn cºmº lºs astros . A lº mejor tienen sus
ecl ipses .
— Parece— continuó la escritora—
que vos sere15 manana de lºs nuestrºs .
S i,señºg . Yo acudº adºnde el pueblº se reúne para
prºtestar cºntra la mºnarquía .
— Perfectamente. Sois un buen patriota ,y cºnsuela
el pensar que mañana ascenderán a muchºs miles lºs hºm
2 3 9
H E R M O S A L L E I E S A
bres cºmo vºs que i rán a juntarse en el Campº de Marte .
.Ya que lºs grandes hombres nºs abandºnan , ya que Ro
bespierre y Petion se ºcultan y Dantºn y Camilº se ale
jan de París , justo es que nºsºtrºs , lºs patriºtas de se
gunda fi la , nºs colºqi1emºs
”
a l frente del pueblo . Mi marido estara manana a vuestrº lado,
'
y no fa ltará qu ien lleve
pensadas las principales partes de la pet ición que ha de
dirigi rse a la Asamblea .
Y la escritºra al deci r estº sºnreíase cºn cierto a irede suficiencia , cºmº si ya se agitasen en su cerebro los
principa les peri -odos de aquel dºcumento pºl ítico que pensaba d ictar .Guzmán estrechó la mano de sus nuevos amigos, ci
tá:n»dºse cºn ellos para las primeras hºras de la tarde en
el Altar'
de la Patria .
E l jºven españºl dirig10se a su dºmic iliº, pues al día
siguiente había de levantarse tempranº y S €Il ¿ i2r la nece
sidad de descan sar después de un día de fatigosas excursiones: a lºs a rrabales .
El jºven , a l quedar sºlº y refi ex ionar, sentía se arre
pentido de haberse mezclado en el acto pºl íticº que iba
a verificarse al día s iguiente .
E l pensaba asistir al Campo de Marte cºmº s imple es
pectador, o más bien ,cºmº ga lán que en paseo público da
una ci ta a la muj er amada, y ahºra encºntrábase cºn que
s in desear lo y sin darse cuenta de el lº,habíase mezcladº
en una man i festación pºl ít ica que ignoraba cómº l legaríaa acabar .
La idea de que Lu isa i ría al l í a mezclarse entre la machedumbre buscándºle
,le prºducía gran inquietud, y al
mismo tiempº reíase de su estupidez , que cºnvertía una
cita amºrºsa en una ocupaci ón pol ítica .
¡ Bien pºdría él aprºvechar la ºcasión para declararsu amºr a Lu isa , estandº cºmo estaba
'
cºmprºmetidº cºn
los directores de aquel la petición… pºpular'
2 4 0
H E R M O S A L I E ! E S A
¿ Y si la man i festac iºn terminabaen una lucha ? ¿ Y si
tal como lº anunciaban Danton y Desmoul ins, los fusiles
de la guardia naciºna l barrían el Campº de Marte?Guzman estremecíase de terrºr cºmº si viera ya a Lui
sa inan imada x
y sa ngrienta, tendida entre un mºntón de
cadáveres .
Nº; aquello sería demasiadº horrible. Nº había quetemer hecatombes para el ¿día s iguiente, pues la manifestación estaba al amparo de la ley y él se prºpºnía impedir que el pueblº saliese de lºs l ímites — legales .
P ensandº en tºdº esto l legó Guzmán a su casa, y al
abrir la puerta la señºra Santºs, díjºle con tºdº el misteriº de que es capaz una port-era chismosa, que all í habíaestadº varias veces durante el día preguntando pºr él lahermosa dama que le había cuidado tan cariñosamentedurante su enfermedad .
La señºra Santºs decía con acen to cºnfidencial y cºn
visible exageración que la maj estuºsa señºra parecía muycºnmºvida y pesarosa , añadiendo que aún nº hacía mediahºra que se había idº, después de entrar en su pºrtería yescribir una carta que la v iej a presentó a Guzmán .
E l joven la abrió,leyéndola a la luz de la candi lej a de
la portera .
E fectivamente, era de la bella Therºigne.
La enamºrada cºrtesana parecía furiºsa por el abandono del jºven , que después de aquel la nºche de placeres ,nº había vueltº a su ca sa .
En unos cuantos renglones le l lamaba ingrato pºr diezveces , y después de anunciarle que a l día siguiente iríaal Campo de Marte para excita r cºn su presencia a la s
turba s, súbitamente”
en ternecid'
a,cas i al fi nal de su carta
,
le suplicaba dulcemente en nºmbre de su amºr , y ca s i cºmº el que imp-lºra l imosna , que aquel la misma nºchefuese a verla .
Guzmán quedó inmóvil algunºs instantes, cºmo si le
2 4 1
EL CAMPO DE MARTE POR LA MAKIANA
En el veranº de 1 791 , nº vierºn lºs parisienses ama
necer un domingo tan hermosº y serenº .
El sol, apa reciendº tras el cinturón de col inas que t o
dea a la gran ciudad,se remºntó por un cielo de intensº
azu l , desprendiéndºse de su envºltura de nubec—il las ro
jas, y dorando el inmensº mar de tejados, sºbre cuyo olea
je de pizarras, erguíanse gigantescas cúpulas, robustastºrres y aéreas Hechas de p iedra, que cºmº un silbidº, hendian el espacio .
_
Aquella mañana era de las que inspi ran alegría , de las
que hacen asomar a la s ventanas mil lares de rºstrºs sa
tisfechos , que cºntemplandº el sereno espacio , murmaran cºn fruición : “Hoy hace buen tiempº. Vámonos al
campº”
.
Pero el bullicioso vec indario de los arrabales y de. lºs
barrios lahorio-sos,la gente que tºdos los domingºs se es
pareia pºr las praderas inmediatas a París, l lenandº lºsfºnduchos y ventorrºs , no pasaba en este día las ba"re
_
ras, permaneciendo dentrº de la gran c iudad, agi tándose
en las principales cal les, dºnde abundaban los cºzrillºs y
2 4 3
H E R M O S A L Í,E J E S A%
fºrmandº un gigantesco cordón , cºmº un hºrmiguero humanº, que iba y ven ía desde el Pala is - Royal al Campode Marte.
Guzmán estaba desde las ºchº de la mañana cºnfun
dido entre aquella mul titud, que cºmº s iempre ºcurre al
pri nc ipiº de una agrtac1ón pºpular, se mºvía s in saber
por qué ,, intranquila y nerviºsa, esparciéndºse en el la cºn
tinuas e infund adas alarmas .
E l españºl'
había entrado en variºs clubs sin encon
trar a nmguno de lºs principales persºnaj es revoluciº
man ºs .
E l pueblº estaba en cºmp leta l ibertad . Los que en
ºtra s ºcasiºnes le encauzaban y le dirigían,habían des
aparecidº, y únicamente mºstrabanse bullendo entre los
grupos persºnaj es de úl tima fi la que pºr el tiempo ha
bían de adquiri r bastante celebridad en el period-º álg idºde la revºlución ; ta les cºmº el estudiante de MedicinaChaumette, futurº s índ icº del cºmún Henriot, que había de ser el terrible general de las trºpas cºnvenciºnales;Hebert , el cínico redactºr de E l P adre Duclzesne
, y sºbretodºs éstos el matrimon io Rºbert, que eran lºs verdaderos d i rectºres de aquella jºrnada audaz , que habia asus
tadº a lºs hºmbres más principales del partidº revºlucio
nario .
Guzmán, en la expectativa de que l legasen a cumpl irse
las prºfecías de Desmoulin s y la mani festación terminasecºn una hecatºmbe
,había cºgidº sus pi stolas, que l levaba
en los bºlsil lºs de su casaca .
La idea de que al ºcurrir algo sangrientº en el Campºde Marte se encºntraría en peligro la dulce Lu isa , dabaa l j oven gran fiereza y hacía que se prometiera interiormen te el matar a cuantos causasen la menor inquietudla muj er amada .
Permaneció Félix entre lºs grupºs que pululaban en
lºs alrededores de Palais - Roya l,ha sta las nueve de la ma
2 4 4
H E R M O S A L I E J E S Á)
ñ*ana .Varias veces estrechó la mano del poeta Fabré d
,
En
glaritine, que iba de un ladº a otro escuchando las cºn
versaciºnes para saber la ºpin ión general y refi -ejarla al
día sigu iente en su artículº de Las Revoluciones de P arís,
y al fin el jºven se dej ó arrastrar pºr aquellos grupos queiban y venían sin ºbjeto determinadº de a llí al Campº deMarte, encºntrándºse media hºra después en este últimº
El Campº de Marte era en aquel la época una va stí
Sima l lanura , en la cual , algunºs miles de persºnas sóloca
'
usaban a la vi sta el efectº de pequeñºs grupos .
E l Altar de la Patria ,inmensº catafa lco , sºbre cuya
pla tafºrma cab ían desahogadamente muchºs centenares de
persºn as . alzábase casi en el centro del inmensº campº …
mºstrandº cºmo racimºs mul t icºlºres , sus simbólicºs tro
feos de 1
'"qu ietas banderas y las p i rámides , en cuy as su
perñcies el genio pºético de aquella revolución había tra
zado un gran número de inscripciones pat rióticas .
Aquel 'a ltar , ºbra del célebre pintºr David , artista ofi
cial de la revolución ,tenía la cºrrección de l íneas del arte
cl ás icº,y parecía de lejos un gigantesco y eternº mºnu
mento, a pesar de que sus ma teriales eran únicamente el
cartón y la madera .
En aquel la vasta llanura hacía muchº calºr ; la tierrareverbe
'
raba los'
ardientes rayos _del sol ; el ambiente hubiera sido de horno , a no ser pºr un l igerº vientec illº q ue
venia de la parte del r íº , y a la sombra de lºs árbºles,
p lantados en aquel campº después de la gran fi esta de laFederación, Hab ían establecido sus puestºs p ara la reuniónde la tarde lºs vendedºres de tºrtas de Nanterre y los .
qué despachaban el agua de cºcº,l levando a la espalda Cl
ventrudo cánta rº,tapado cºn un p enacho de vendes hojas .
Guzmán dió un vistazº a tºdo el campo , en el cualveíanse a t rechos numerºsos grupºs que contemplaban el
Al tar de la Patria cºn a i re de papan'
atas . y cºmo tºdavía
2 4 5“
H E R M O S A L I E J E S A
bº de ºír el mismº ru idº que produci ría una barrenaabriendº un aguj erº,
y al fi jarme en la s tablas de la platafºrma ,
he vistº en ellas algunºs pequeños orificiºs, así
comº tambiénp
en los peldañºs de esta escalinata .Yº ten
gº un oídº muy finº .
Cal ló algunºs instantes el muchacho avanzandº su ca
beza cºn curios idad, comº si acabase de oír algún nuevºru ido,
y d i jo pocº después a Guzmán— Fijaos bien ,
señºr . Ya empiezan ºtra vez a agujerear la madera .
Y cºn la certeza del que tiene el ºídº fino, señalabaun peldañº inmediatº,
del cual sal ía un l igerº ríc—
ric que
llegaba ha sta las ºrejas de Guzmán .
Lºs dos permanecierºn inmóviles y cºn la vista fi jaen aquel peldañº , que sólo estaba a cuatrº pasºs de ellos ,y a lºs pºcos momentºs vieron asomar en la madera laacerada punta de una barrena que gi raba cºn fuerza , for
mando un agujero del tamañº de mediº francº .
A Guzmán nº le cupº ya n inguna duda de que alguiense ºcultaba en el interiºr del Alta r de la Patria .
Lºs fines de aquel los descºnºcidos no pºdían ser muylegale8 . La base del mºnumentº nº tenía puerta algunaque permit iese en trar en su interior lóbrego y abandonadº, siendo indudable que lºs que en aquellºs instantes agu
jereaban la madera habr ían penetradº durante la noche
levantando algunas tablas .
¿ Qué se prºpºnían aquellos descºnºcidºs ? Guzmánpensó inmediatamen te en la pºsibil idad de q ue fuesen co
locado—s dentrº del al tar algunºs barriles de pólvºra paravolar el mºnumento patri óticº juntº cºn el pueblº que se
reuni ría allí pºr la tarde, y esta supºsici ón le prºdujo un
escalºfríº de terror .E l español , sorprendido pºr el descubrimientº, mos
trabase atolondrado y no sab ía qué hacer . De buena ganahubiera penetradº en el interior de aquella gigantesca pla
H E R M O S A L I E J E S A
taforma para sºrprender a lºs temibles descºnºcidºs ;perºcarecía de herramientas para levantar una de las tablas yno sabía cuántos se ºcultabare en tan lóbrego antrº .
-Oye , muchacho— dijo Guzmán después de una cºr taindec isión ¿ E res tú patriºta ?
Mi padre pertenece al club de lºs_Tacºbinºs— duº
el n1nº cºn c iertº orgullo P ºr estº me envía aºuí a que
me ejercite en el dibujº,cºpiandº lºs trºfeºs del monu
mento patrióticº .
— Pues bien ;ves corr iendo al cuerpo de guard ia delGros - Ca illou , q ue está al final de la explanada , en aq ue
l las casas , y di le al cºmandante lo q ue ºcurre. Suolícale
en nºmbre de la patria que venga en segu ida cºn una pa
trulla v ºne busoue carpinterºs p ara levan tar alg unos ta
blones y ba jar adonde están esºs miserables . Cºrre, pe
queno pat riºta . nue vo . mien tra s tan tº . no me mºverá deaqui v antes me matarán que dejaré escapar a lºs que es
tán abajº .
El muchachº se alej º corriendº y Guzmán que'
dóse in
móvil en mitad de la escal inata,cºn el ºídº atento p ara.
percibi r los menºres ruidºs .
El traba jo continuaba . La cºnversaci on entre Guzman y el muchachº había sido en voz ba ja . sin que los qu e
estaban ocultºs pudieran apercibirse de el la , y pºr estocºn tinuaba la oculta barrena '
agujereandº las tablas , tanprºnto en un puntº cºmo en otro .
'A'
los pocºs minutºs Guzmán S l1'l t pa sos'a su s es
paldas v vió aprºximarse algunºs curiºsos , a lºs cual e s
s in duda hab 1a avisadº el muchacho cuando iba cºrriendºhacia el cuerpo de guardia .
La presencia de tºda aquel la gen te , su pataleo sobrela madera de la escal inata y sus i rritadas voces , nº debieron pa sar desapercibidas para lºs que estaban ocultºs , pues
inmediatamente cesó de funciºnar la barrena ; perº lºs
primeros que llegaron , aún pudieron - oír el ruido de aquel
H , E R M O S A L I E J E S A
traba jo , prºduc1endºse entre el grupo de curiosºs lºs más
desaforados cºmentarios .
La ºp inión era general . Aouello deb ía ser ºbra de lºsaristócratas . tal vez
—
una horrible conjunación q ue ten ía porºbjetº el extermin iº de los patriºtas más respetab les ; yel grupº de curiºsºs . p
en sando en estº bramaba de cº
ra je most randº impaciencia pºrque nº llegaban todavíalos ºbrerºs q ue debían levantar el pavimen tº y prendera aquellºs miserables .
E ra impºsible que se es-caparan . E l grupº de curiosos iba eng rosando ráp idamente. todºs cuan tos se hallaban en el Camp º de Marte agºlp ábanse
"
al Al tar de la Patria . en tºrnº del cual se fºrmaba un gran cí rculo que im
pedía toda fuga . y la nºt icia de lº ºcurridº cundía con tal
rapidez . que de los barrios inmediatos a la explanada cº
menzaba a llegar gen te ans iºsa pºr saber lo que ºcurría .
M ás de un cuarto de hora tardó en lleg ar el destacamento del cuerpo de guardia del Gros — Cai llou , cºn alguno s carp interos de la vecin'dad . cargadºs de herramientasy cuandº bril laron al extremo de la explanada las bavºnetas de la guardia naciºnal bañadas pºr la luz del sºl , lamuchedumbre, en uno de esºs arranq ues in fantiles tan
prºp ios, del impresionable pueblo parisien ,comenzó a
aplaudir ruidosamente .
Eran diez y seis soldados y cincº ºbreros ,lºs que se
acercaban al mandº de un vicio ºfi cial , el cua l se abriópaso rudamente en tre la mu ltitud . llevandº tras sí al pe
queñº d ibuj ante q ue había descubierto el hechº .
Cuando lleºiarºn adºnde estaba Guzmán , que era el
más avanzado en la escal inata,el muchacho lº señaló al
tieriient ºe.
—A ver , caballero— di jo el militar con rudeza ¿ P ºldréis exp licarme q ué es lo Que ha ocurrido aquí
? Lo queeste muchacho acaba de dec irme,
me p arece m…uv raro .
El joven mani festó entºnces al mil itar tºdo cuantº sa
2 4 9
H E R M O S A L . I E J E S A
Guzmán, acostumbrado a aquel la rela tiva lobreguez ,
distingu ió a pºcºs pasºs de él al grupo de guardias nacionales que amart i llaban sus fusi les avanzando cautelosamente .
'
Aquel la lóbrega cavidad estaba ºbstmíd—
a pºr un ver
dadero bosque de pºstes vert icales que s ostenían la p latafo rma y los cuales estaban un idºs en ciertºs lados pºr ma
deros hºrizºntales que d ificultaban la marcha .
El grupº , gu—iándºse pºr el resplandºr crepuscular que
fi l traba las grietas , anduvo lentamente algunºs minutº
por en tre aquel lºs,haces de ergu idos maderos
,
“
hasta que
por fin trºp ezó cºn dos hºmbres q ue estaban tendidºs en
el suelo e inmóviles cºmº s i se hal lasen durmiendo . Juntºa el los velase un pequeño tºnel y una cesta cºn pro
—visiones .
E l tenien te d10 fuertes vºces para que despertaran ;perº cºmo permaneciesen inmóviles , todos cºmp rendierºn
que aquel sueñº era fi ng ido y les apl ica ron unºs cuantos
culatazos que tuvieron la virtud de reanimarles inmedia
Lºs dºs descºnºcidos pusreronse en pie mi rando cºn
a ire es túpidº a la patrulla , y se dejarºn cºnduci r a em
pujones cºmo autómatas , hasta la abertura pºr donde había penet rado el grupo de exploradoresAllí fué dºnde les interrºgó el ten iente y dºnde Guz
mán pudº verles las caras a la luz del sol que penetrabapºr la abertura .
E ran un vic iº y un jºven : el p rimero con el un i fºrme
del cuartel de Invál idos , y el segundo demostraba en su
traje y en su aspectº ser unº de lºs amadamadºs p eluque
ros,
cue Hanto abundaban en París en annel la'
énoca 'v
que se di st ingu ían pºr su car iño a lºs real istas v su s men
ti ras cºntra los p at riota s . p ues od iaban a la revºlución a
causa de que ésta . p ºn iendo en mºda las cabelleras suel ¡tas y *descuidadas , hab ía arruinadº la industria de las gran d
H E R M O S A L I E J E S A
des pelucas, que era el signº de distinciºn en el antiguºrégimen .
Quiénes sºis vºsºtrºs —
preguntó el teniente fi j ando su dura mi rada en el peluquerº, cuyo rºstrº soca rróny mal icio sº de nºt icierº -
ennedadºr atraíase la antipatíadel mil ita r .
— S eñºr oficial— repuso ta rtamudeanldo el interpelado E ste seño r que se hal la aqu í , es un. viejº sºldado , a
qu ien ,cºmo veis , le fal ta una pierna ;
“yyo sºy Anatoliº
Auxrºes, conºcido peluquero s in t ienda abierta , pero que
peino y r izº a lºs señºres más elegantes y distingu id asde París .
—A más de peluquero— dijo el ten iente— demostrars
ser un charlatán impertinente ;pero más va le así . pues al
menos contes ta'rei s a mis preguntas . ¿ Qué hacía-is escou
didºs en este sit iº?
E sta pregunta natural y que era de esperar , produ jo lamayºr tu rba -ción , tanto en el peluquero cºmo , en el inval ido , que prºcuraba fi ngi r una expresión imbécil .
Balbucearon respuestas incºherentes , repitieron variasveces que ellºs estaban al l í dormidºs , sin l legar nunca a
explicar cómº se habían intrºducido bajº del altar de laPatria, n i cºn qué ºb jetº ;y ún icamente cuandº el ºficiall es amedrentó cºn enérgicos juramentºs y terr ibles ame
nazas . fue'
cuando el peluquero se decidi ó a hablar clara
Sobre tºdo, que no lemal tratasen y él di ria la verdad ,
sin excusa'
a lguna .
La noche anteriºr . aprºvechando la soledad que rei
naba en el Campº de Marte , había levantadº dºs tablonesde la plata forma ,
desl iz ándose en compañía de su amigoen el
'
lóbrego interior del a ltar . Aquel barril que al ladºde lºs dos hablase encºntrado , contenía su provisión de
agua , así comº la cesta gua rdaba la de comestibles, pues se
2 5 2
H E R M O S A L I E J R'
S A
propºnían permanecer hasta el lunes en aquel escºndrijº
sin que nadie les viese sal i r.—P,ero ¿ y el motivº que ºs ha cºnducidº aquí— pre
guntaba el oficial cºn expres ión amenazante E so es … lo
que quiero saber ;esº es lº más importante. Hablad, ¡ v iveC risto º si nº …
.Y el ºficial , en su impaciencia mal cºnten ida, l legaba
a cerrar su enºrme puñº, levantándºlº sºbre la cabeza del
parlanchín peluquerº.
¡ ¡Oh l, él hablaría . Sólo rogaba al señºr ºficia l que tuviera paciencia y, sºbre todº, que nº le maltratase. Y temblorºso y balbuceante continuaba su relación .
¡Comº él ten ía por parroqu ianºs a lºs j óvenes más distinguidos, a lºs petimetres de la cºrte que paseaban pºr el
Pala is —Royal e iban después al salón de la princesa Lamhalle a decir atrºcidades cºntra lºs patriotas, tenía la obl i
gac i ón de llevarles todºs lºs d ías a sus Clientes nºt i cias¡frescas , y muchas veces veíase próximº a perderlos por
que no llegaba a cºnta rles tantas mentira s comº ºtrºs peluquerºs . E l se mezclaba en el público de lºs clubs paracuriosear e irles después cºn el sºplo a sus alm'ibarados
parroqu ianºs ;- él se metía en tºdas partes fingi éndose ja“
…
cohino, franciscano y todº cuanto fuese necesario, para
pasar pºr el más enteradº de París , y muchas veces habíade pºner en prensa su magín para inventar chistes cºntralºs pa triºtas que hiciesen reí r a sus cl ientes y que éstºspudiesen repetir después en las tertul ias aristocráticas .
Al, saber que en el Campo de Marte y sºbre el Altarde la Patria iba a verificarse una gran reun ión ,
tuvº una
idea diabólica, que afi rma ría su prestigio de noticierº en
tre sus parrºqu ianos . E l sabía que en el sa lón de la princesa Lamballe se
_ _
decían tºdas las nºches mi]pestes cºntralas mujeres patriºtas, asegurando que eran sucias cºmº
puercas y dandº detalles de un realismo subidº sºbre lahedionde:z de sus rºpas interiores . Nada mejºr para al
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Le hubiese en furecido menºs que el tºnel de agua hu
biese sido de pólvºra y que aquel par de buenas p iezas sehubiese ºcultadº para vºlar el A ltar de la Patria , cºmº
se creyó en el primer instante. Asco y rabia le prºducíatodº a quellºi ¿ Conque en la corte se reían oscenamente delas pºbres muj eres de los arraba les , enflaquecidas pºr el
hambre y sucias por la miseria en que vivían ?
¿ Conque en casa de la Lamballe se ocupaban del pueblºún icamente pa ra describir cºn detalles de lupana r el as
pectº interiºr de aquel las madres de fami lia que se bat ían
pºr el pan de sus hijºs , y que a l dar su sangre pºr la re
voluc ión pensaban ún icamente en el pºrven i r de sus fa
mil ias ? ¡Ah , corrompida a ristºcracia ! Tºdº cuanto el
pueblo hiciese cºntra ti en el día de la revancha decisiva ,tºdo resultaría justificadº .
M ient ras tantº,llegaba hasta el fºndº !de aquel la ló
brega cavidad el bramido de la mu ltitud que se ag»olpaba
juntº al Altar de la Patria y que cºn sus agitaciºnes cºn
movía los robustºs bastidºres de las cuatrº caras del monumento.
La nºticia de lo que a l l í ºcurr ía habíase esparcidº pºrtodºs lºs barriºs inmediatºs al Campo de Marte, y aseen
dían ya a a lgunºs mi les las persºnas que estaban aguardandº la salida de lºs incógnitos enemigos .
E l ofi cial de la patrul la , que ºía el sºrdo rugidº quesonaba fuera del a ltar
, parecía a lgo inquietº :— Vamos a conduci ros al Cuerpo de Guardia— duº a
lºs dºs hombres Quedaréis a disposición de la Mun icipal idad ; pero lº impor
t
ante para vosºtrºs es que pºdáisl legar hasta nuestro cuartelillº y que lºs que están ahí
fuera no hagan alguna de las suya s . A mi me tiene s iempre intranquilº € l populacho de P arís .
Lºs dºs pre-
sos tampocº estaban muy tranqu ilºs al ºír
el rugidº de la muchedumbre. E l inválidº palidecía , aun
que por un excesº de amºr prºpiº segu ía cºnservando su
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son risa socarrona, y el peluquero temblaba mi randº cºn
angustia al ºfi cia l , a l saber que éste quería sacarle5'
de al líinmed iatamente.
Uno tra s otrº fuerºn sal iendº pºr la abertura de la es
calinata lºs ºbrerºs y los sºldadºs del destacamento cºn
lºs presºs .
Guzmán , que fué el últimº en sa li r sigu iendº al 0ñC i 31,
v1º ºcupadºs tºdºs lºs a lrededores pºr un numerºsº gentíº que se agolpaba en actitud hºsti l y que . prºrrumpió en
gritºs de muerte a l ver a lºs presºs .
Las más estupendas nºticia s corrían pºr entre aquellasmasas . Decíase que la Guardia había encontrado baj o la
plata fºrma una docena de barr i les de pólvºra cºlocadºs
pºr aquel lºs dºs miserables para volar a tºdºs lºs patriota s cuan-do llegase la tarde, y esto prºvocaba un espantºsºcºncierto de amenazas y gritºs de muerte, cºn acompañamiento de violentºs empujones que apenas si
, a fuerza deculatazos y presentando la s bayonetas , pºdían res istir los
pºcºs sºldadºs que lentamente iban rompiendº la masa
h umana , llevando entre ellºs a lºs dos presºs .
”
Guzmán,desde la escal inata, vió cómº se iba alejandº
pausadamente y a cºs ta de grandes esfuerzºs el manojºde bayonetas, dentro del cua l iban lºs prisiºneros .
Nuevos grupºs de curiosºs º ?de gente hºstil pºníansal pa sº del destacamento impidiéndole la marcha , y cuandº
éste se desviaba buscando lºs espaciºs del Campº de Marte
que estaban l ibres,ven ían nuevas masas a estorbar su
cursº.
Lºs dºs detenidºs iban pál idºs y asustados por la act itud de la muchedumbre.
Hasta el inválido había perdidosu serenidad y mºstraba tanto terrºr dºmo el peluquero ,
que marchaba autºmáticamente más muertº que vivº .
E l teniente intentaba apac iguar a la muchedumbre diciendº la verdadera causa que había impulsado a aquel losdos mi serables a escºnderse, perº tºdº en vano ;lo de la
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pólvºra prosperaba , encºntraba creyentes en todos, y la
gente, cºns iderándºse l ibrada cºmº por m¡ lagrº de un hº
rrendº asesma tº en masa , quería vengarse de lºs a sesmºs .
Tantº se es fºrzó el ºfi cial , y de tal mºdº gritó cºn su
vºz brºnca ,mientras cºn el sable se abr ía pasº al fren te
del piquete, que al fin le ºyerºn y entendierºn , y las ex
plicaciones que dió circularon ráp idamente entre la mult itud .
Aquel lº empeoraba aun más la s i tuac iºn . Hasta entºn
ces sólº lºs hºmbres se habían mºstradº indignados y amenazantes , perº al saberse el sucio ºbj etº que había gu iadoa aquel par de canal las
,las mujeres , queeran muy nume
rosas en la multitud, prorrumpieron en un a larido de
venganza
E l pudºr heridº enfurecialas, y la cºnsideraci on de
que sus interioridades, vistas a través de un aguj ero, hubiesen servido de pastº a la risa de lºs aristócratas , producialas una esp ecie de locura que sólº pºdia aplacarsecon un derramamientº de sangre.
Entre aquel las muj eres, que en su mayoría eran pº
bres de lºs arrabales , tan hambrientas cºmo honradas , lashabla también de vida ai rada que hacía tiempº habían perd ido la verguenza , y , s in embargº,
éstas gri : aban más en
furecidas aún que las ºtras , pues las repugnaba aquellºde ser examinadas traidoramente y cºntra su vºluntad parahacer reír después a lºs señºres aristócratas .
Apenas se general izó la nºt icia de aquel suciº espionaj e, resultó fata l y necesariº el exterminio de lºs dos
presºs , que lanzaban a tºdas partes trému las miradas en
¡demanda de misericºrdia , s in encºntrar más que puñºsamenazantes y ºjºs ardientes en lºs que se leían pensamientºs de muer te.
Los gua rdias , a pesar de sus bayonetas , werºnse peil ízcadºs y empujados pºr grupºs de muj eres que l legarºnhasta a abofetearles . E rales impºsible valerse de sus ar
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E l grupº que ºstentaba las pica s permaneció inmóvil
pocº t iempº, pues cºmenzó a andar comº en prºces ión pºr
el Campº de Marte,entrándose después pºr una de las
cal les del Gros— Cai l lou,cºn gran acºmpañamiento de gri
ios y cánt icºs .
La patrulla , cºn el arma a discrec1ºn y llevando al
frente a su cansadº oficial , seguía a l grupo a alguna distancia , cºn el desal iento del que se cºnsidera impotente
para ºpºnerse a algº que le repugna .
Guzmán baj ó del A ltar de la Patria , cºnmºv ido dolorºsamente y disgustadº pºr tan hºrrible espectáculo .
—Mal empieza esto— murmuraba— l E sas cabezas nada
buenº auguran . La reunión de esta tarde t iene un princi
pio demasiadº sangrientº para que acabe bien.
Andaba s in di recci ón nja , s in pensar adónde iría, y a
pºcos pasos del a ltar llamáronle la atenci ón las pal abras dedºs hºmbres , cºn el pelo cano y traje de obrerº endºmin
gadº, que marchaban delante de él .—Yº he v isto per fectamente — decía unº de ellºs
¡ ero he cal ladº nº queriendº que hubiera nuevas víctimas .
Lºs que más azuzaban a las mujeres,impeliéndolas a que
matasen a esºs dºs desgraciadºs, era el canal la de Fournier, el Americano
, ese que es espía de La fayette, y dºs
jºvenzuelºs que parecían disf razadºs con el traje de hombres del pueblº, pues su aspectº era de aristócratas .
—¿ Y qué crees tú en vista de tºdº esto ?—Creo que pºr una parte había interés en que se cº
metiera un crimen para manchar cºn sangre la reunión deesta tarde; pºr estº traba jaba Fºurnier , y creo tamb i énque esos aristócratas d is frazadºs querían que muriesen¡esºs dºs pobres diablºs para que así nº pudiesen revelarqu iénes eran lºs que les habían enviado a este si tiº a a tisbar cochinadas . No lº dudes , es tal cºmº lº digº . Yo not éque unº de lºs jºvenzuelos dis frazadºs gritaba cºmo un
energúmenº y pedía la muerte del peluquero , procurandº
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cºn sus vºces es tentóreas ahogar la de éste, que decia en
vºz baja , mirándole cºn angusti a : Señºr cºnde! ¡ Cºndede B eringel ! S alvadme
— Mucho mal augura ver a lºs Esbirros de la Munici
palidad y a lºs aristócratas trabajar j untºs . Estº hace creer
que la sangre de esºs dos desdichados nº será la última quese derramará aquí hoy
- Eso creº yo tambien, y por lo mismº nº es fácil queme vean aquí esta tarde. La Mun icipal idad, la Guardia Na…
ciºnal y la mayºria de la Asamb lea están furiºsºs cºntrala gente de lºs arrabales y la de lºs clubs . Además , lºsaristócratas están mºmentáneamente a su ladº en agradecimiento pºrque prºtegen al rey . Dicen que la reunión deesta tarde se ha l la al amparº de la ley, perº yº creº quela Municipal idad está amañando una l inda cºmedia ,
y quedentro de unas cua ntas hºras habrá aqui una caceríapatriºtas .
LA T R A I C I Ó N
'
A la una de la tarde pasaban de cincuenta mil las personas que ºcupaban el extensº Campº de Marte.
Los que pºr la mañana temían que la reun ión terminara en una sangrienta hecatºmbe, tranqu lizábanse ahºray se burlaban de
i!
sus antiguºs temºres al ver la tranqu ili
dad y la paz que existía en la reun ón , y que de n ingúnmºdº haria precisa la intervención de la fuerza pública.
Pºdía haber entre aquella multitud caracterizadºs t e
voluciºnariºs, terrib les agi tadores ; perº el aspectº .—
que
primera vista presentaba la gigantesca cºncurrencia no pº
día ser más paci ficº.
Lºs ºbreros de lºs arrabales habían l levadº a sus fa
mil ias , pavoneándose cºn sus traj es nuevºs al lado de sus
espºsas y sus hijas,adornadas cºn faldas de vistºsºs t a
mos y rojas cintas en el peinadº ; lºs campesinos de lasaldeas vecinas llegaban en sus carromatos cargadºs de tostadas campesinas y chicuelºs voci ferantes , a ver aquellafiesta de lºs parisienses ;las tranqui las fami l ias burguesastampocº se ausentaban , pues eran muchos lºs tranquilosvecinºs del Mara is que habian acudidº a cºntemplar cºn
sus prºpiºs ºjºs una reunión de la que tanto habian ha
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por tºdas partes , se introducía has ta en lºs más compac
tºs grupºs, pregonando el rico mostachón,la tºrta de Nan
cerre y el agua de regal iz en cántarº pintarraj eado, tan refrescante comº higién ica .
El Campo de M arte ardía ba jº las ca ricias de un sol
de veranº tºdºs lºs rºstrºs estaban enrºjeci dos; de lamu ltitud sal ía un espeso vaho, un hedºr sºfºcan te, mezclade sudor y de asfix ia , perº todºs parecían alegres ;se hacían frases ingen iºsas , se lanzaban carcajadas, y tºdo el
mundº esperaba sin saber qué era lº que apetecía ni cºn
qué ºbjeto se encºntraba aglomerado en aquel s it io .
Sºbre la multitud alzabase el Altar de la Pa tria cºmo
la ficha de un caminº entre una aglºmeraci ón de inquietashºrmigas ; las Hám-u1as tricºlºres ondeaban sºbre las ca
bezas de lºs que llenaban la plata forma , y a lo lejos, entºdo cuanto abarcaba la vista
,extendíase P arís, el gran
París con su ºcéanº de tejados que, semejantes a las mºntañas de una cºrdi llera
,iban azulándºse y esfumando sus
contºrnºs hasta perderse en el infinitº. Las dºs tºrres deNuestra Señºra ma rcaban sus p étreºs encajes sobre aquelhorizºnte despejadº,
exhibiendº sus pardos sillares, a lºsque el sºl daba un reflejº dorado, y la gran cúpula de
l
Santa Genoveva remºntábase audazmente sºbre el ºleajede pizarras de la ciudad, cºn su bºsque de columnillas , através de las cua les brillaban cºmo placas de ºrº lºs vi
drios de las ventanas heridºs pºr la ardiente luz .
S i se vºlvía la espa lda a París y se mi raba a l ºtrº ladºdel Campo de Marte, surgían a la vista las áridas cºlinasen que hoy se alza el gigantescº palacio del Trocadero, lºsarraba les de la gran ciudad desbºrdlándºse más allá de lasbarrera s y a feando el campº cºn las calles sin terminar ycºrtadas a trech_os pºr lºs mºntºnes de escombros y lasca sas en cºns trucc i ón met idas en verdaderas jaulas de madera , y al lá
,en últimº términº, lºs verdes y rumorosos
bºsques matiza'dos de pueblecitºs, con su campanariº de
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agudas'
p iza rras, el Sena como una r'
etorcida y gigantescaanguila negra con ligeras escamas de plata en sus ondulaciones , producidas por el cabril leo de la luz del sol , y a lo
largo de las dos riberas , cas i envueltos en la capa de floresde sus parterres , los l indos hoteles
'de los aristócratas , losn idos amorosos construidºs por los duques, las marquesas y los asentistas del reinado anterior, para ocultar enun voluptuoso misterio sus orgías faunescas .
Guzmán, que andaba por el Campo de Marte subiendotan pronto a la plata forma del Altar de la Patria como va
gando por entre los grupos de los a l rededores , contemplabael aspecto de la gran ciudad en aquel hermoso día de ve
rano y el bello aspecto que ofrecía el pueblo congregadoen el Campo de M arte, como si fuese la ciudadanía deuna de aquellas repúbl icas de la Grecia , que para deliberarreuníase por completo en la plaza públ ica .
Desde mediodía que se hallaba agolpada en la extensaexplanada aquella imponente multitud, y a pesar del ca lordel sol , que hacía humear las ropas , y del intolerable vaivén de la muchedumbre
,nadie pensaba —en retirarse, a
pesar de que transcurría el t iempo sin que persona algunase decidiese a tomar la in iciat iva n i a decir qué es lo quele tocaba hacer al pueblo para protestar contra la Asamblea ,
Guzmán , que iba inquieto de un punto a otro, pensandomás en Lu isa que en los asuntos pol í ticos que allí le habían llevado, y mirando a todas partes con alarma , pues
temía encontrarse con la bella Theroigne, subió otra vez
a la plata forma del altar, considerando que desde a ll í laser ia mas f áci l ver a la joven
,Dampierre y a su acom
pañante cuando l legasen ,
A fuerza de puños y su friendo un s innúmero de em»
pujones , consigui ó Guzmán subir la escal inata llegando a
¿a plata forma , en cuyo centro vió inmediatamente algunosrostros conocidos en el Club de los Jacobinos y en las
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Otras reuniones 'donde asist ía Desmºulins. El grueso Robert
y su esposa la señorita Keralio fueron los primeros en qu ie
nes se fi jaron sus ºjos después vió a Hebert , con su perfil
agudo y su burlona sºnrisa ;a He'
nriot , fo,r_n ido mocetón
que hablaba pºco y cerraba cºntinuamente los puños co
mo dispuesto a reñir, y al popular Santerre, el ricº cer
vecero del arrabal de S an Anton io, siempre a fable, gencroso y dispuesto a l sacriñclº, ves tido con sencil lez no exen
ta de opulencia , cºn el pecho de la camisa desabroc hado ylºs puñºs remangados, cual si estuviera en los herviderosde cebada de su fábrica .
Robert, al ver a Guzmán, le hizo una seña amistosa
para que se aproximase.
Algunos centenares de,hombres de a specto decididº,
que eran lºs más entus íastas aplaudidºres de lºs clubs, fºrmaban un círculo en torno de aquellos personaj es de se
gunda fi la , que, pºr la injustiñca'
zla ausencia'
de lºs tribunos y de los periodistas célebres, iban a encargarse de lad irección del pueb lo:Entre aquellos hombres que permanec1an atentos y si
lenciosos escuchando a los que del iberaban ,Guzmán dis
tinguió lºs anteojos y la r izada melena de Fabré d'
En
glantine; perº el pºeta , que estaba all í más cºmo periodista que como político, parecia hu i r de mezclarse en la
dirección pºpular , y lºs que del iberaban ,cºmo medianías
que eran ansiosas de celebridad, no querían dar participación en sv ºbra al famoso amigº de Danton y a fectaban no verle.
Guzmán estrechº la mano de aquel los hºmbres, saludóa la señorita Keralio
, que distra ída y con un lápiz apo
yado en la boca , le cºntestó apenas , incl inando su cabezacasi oculta pºr l as grandes a las de su plumeado sºmbrero,e inmediatamente hubo de atender a Rºbert , que le explit aba cuál era la situaci ón .
— Hemos estadº esperandº el original de la petición
H E R M O S A L I E J E S A
co, en el cual se atacaba a la Asamblea s in cºn templacióna lguna, acusándola de haber traiciºnadº al pueblo confiado
pºr salvar la responsabilidad del rey pidiéndºse, además,
que Lu is ¿fuese juzgado pºr lºs ºchenta y tres departamentos de Francia .
Mientras escribía Robert , permanecían silenc iosºs to
dos cuantos ºcupaban la pla ta fºrma , y abajo del altar lamuchedumbre seguía mºviéndose bulliciosamente.
Guzmán ,apoyadº en una barandilla de la platafºrma ,
mi raba a tentamente aquella inmensa masa por la parte delGros - Cail lou, esperando siempre recºnºcer el rºstro de
Luisa ba jo uno de aquellos sombreros que ondeaban sus
plumas en el revuelto mar de cabezas .
Lºs temores que le habían asaltado en aquella mañanaestaban ya totalmente desvanecidos en vista del aspecto
que presentaba la popular reun ión .
No creía que volviera a ensangrentarse el suelo del
Campo de Marte ni que las autoridades de París v iniesena turbar cºn mil itar aparato aquel la pacífi ca nesta . Tresconsej eros de la Municipal idad, con sus bandas tricolores,acababan de recorrer la explanada , retirándºse tranqui lºsy satisfechos al ver el aspecto pacífi co de aquella mul ti tudque los periódicºs reaccionariºs hab ían pintadº pºcº menos que como una banda de asesinos .
La tranqui lidad que ahºra sentia Guzmán baciale desear v ivamente la presencia de Luisa . De este modo tendría al fin una ocasión propicia para declarar
"a la jºven
el: amor que pºr el la sentía .
Un ru idoso aplauso vino a arrancar al español *de su
atentº espionaje.
Robert leía a los que estaban en la plata forma la pet icion que acababa de redactar, y la señorita Keralio acogíalos aplausos sºnriendo cºmo verdadera autora de la ºbra .
—
¡A fi rm—ar ! ¡A fi rmar ! gritaron con entusiasmoaquel los centenares de patriotas .
H E R M O S A L I — E J E S A
Y el pueblº , que se agitaba junto al al tar, contestó a
este grito agolpándose en la esca l inata como s i le faltasetiempº para poner su fi rma en la petición .
Inmediatamente, y como por arte magico, aparecierºntinteros y cuadern illos de moreno papel en todºs aquellºs
puntos del altar donde existía un adºrnº sal iente, un palmºde madera l ibre que pudiera emplearse como pupitre.
Guzmán fué de lºs primeros en estampar su firma . yen segu ida volvió a su observatorio de la barandi lla ,
lla
mandole la atención un movimiento de la mul titud que
se arremolinaba a lº lejos , casi en los lím:bes del Campºde Marte
,elevando sobre sus cabezas a una persºna cual
si qu isiera llevarla en triun fº.
E l español fi j ó su atención en aquel punto , y nº tardóen d stingu ir el rºjo vestidº que usaba en dias de motínla bella Theroigne, la cual , recºnºcida por el pueblo, recibia una del irante ovación .
Guzmán exper imentó una terrible inquietud temiendºencontrarse frente a frente cºn la bel la aventurera , j ustamente en el mismo momento en que con tanta ansiedadesperaba a Luisa .
Inqu ieto y tembloroso como un cr iminal que *desea no
ser sorprendido, baj ó la escal inata con todo el apresuramiento que le permitió la aglomeración de gente y fué a
con fundi rse cºn los más compactºs grupºs que estaban en
el lado opuesto del altar .T ranscurrro más de una hºra s in que Guzmán hiciese
otra cosa que surcar en todas direcciones aquella cºn fu*
sa masa , siempre tan atento a encontrar a Lu isa ,cºmº a
evi tar el tropezarse cºn la bel la Lambertina, a la cual oía
aclamar a lgunas veces .
En unº de sus paseºs d irigxose el joven al l ímite de laexplanada por la parte de Paris y a l lí encontró a Lu isa ya su acºmpañante, la V i eja criada Antonia, que mi raban
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H E R M O S A L Í E J E S A
con cierta admi racion la inmensa muchedumbre y el empa
vesadó Altar de la Pa tria .
A l ver las dos muj eres al español , hicieron un gesto
de alegría , como si asustadas pºr aquel la muchedumbreinquieta y bul liciºsa, szntiesen la nece5 1dad de un protectºr .
Cuánto nos alegramos de encontraros, señºr Se
guin —d¡jo Luisa Antonia y yº hace más de mediahºra que nºs hallamºs aquí sin atrevemos a dar un paso,
pues aunque nºs alegra ver esa muchedumbre tan bull iciosa , nºs asusta mezclamos entre el la . Ahºra que ºs te
nemºs a vºs , no sent imos ya miedº y me considero capaz
de i r hasta allá ; a eso que llaman el A ltar de la Patrza .
Debe ser muy boni tº v isto de cerca .
Y la graciosa joven se apºyó en el brazº que le ofrcc1a
Guzmán , cºlocándºse a su lado la señºra Antonia , que miraba a tºdas partes con cierta alarma , cºmo si temiera ver
de un momento a otro aullar furiosa y blandir sangrren
tos puñales a toda aquel la multitud .
Luisa man i festaba deseos ¡de ver de cerca el Altar dela Patria y subir a su plataforma . Había oído deci r quea llá en lo a l to se fi rmaba por todºs un
'documento di rigidoa la Asamblea , y tenía deseºs de presenciar este actº,gurándose en su inocencia que estaba revestido de una
imponente ceremonia .
A Guzman le contrariaba aquel deseo de Luisa . No
quería acercarse al Altar de la Patria por miedo a tropezarse cºn la bella Theroigne, de cuya vehemencia lo temíatºdo ;pero no pod ía ncgarse a las súpl icas de la graciosaj oven , y hacia dicho punto tuvo que di rigirse, aunque temblando al pensar en las consecuencias .
Lo que él temía nº tardó en suceder .Al pie de la escal inata encontróse cºn la bella The
f olgue, que vestida de rºjo y jugueteando con su látigº,
hablaba con algunos hombres que parecían de lºs arraba
H E R M O S A L I E J E S A
Cºnocei s a esa mujer —decía mientras tantº Lu isa ,ñjando en su amigo una mi rada interrogante Parece
un ser muy estrambótico . Fijaba en vos sus ojºs fulmi
nantes, cºmo si se índignase a l veros, y a l mismo tiempº
me mi raba a mi de un modo que me causó ¿La
conocéis ?—No — contestó Guzmán , que balbuceaba al ment ir
S é que es una patriota exa ltada a qu ien llaman la Herma
sa Liefern; pero jamás he hablado con el la ni tenido relaci ón alguna . S in duda nos mi raba así , incomodada por lafi jeza cºn que la contemplábamos . E s una mujer terribley creº que debemos procurar no volver a tropezarnºs con
el la . S i sabe que so is hija de un marqués , y , por tan to ,
una a ristócrata , es capaz de contestar a vuestras miradas con algún insu lto .
A Guzmán le repugnaba expresarse de este mºdº .
Cada una de sus palabras pa recía quemarle la garganta ya l mismo tiempo sentíase avergonzado pºr su ingratitud .
Recordaba el ardiente cariñº de la cºrtesana, aquella vo
luptuosa noche de amor, pasada en el l indo gabinete de
la ca lle de R ichel ieu y _
le repugnaba pºnerse a cubiertode las sospechas de Luisa prºnunciando frases insultantespa ra aquella muj er desgraciada que tanto parecía amarle.
Pero estos remordimientos duraron muy pºco. Teníaa su lado a Lu isa , aquel la muj er que constituía su pa siónmás pura y avasalladora
,y con tal de evita r que ésta tu
viese cºnºcimiento de sus relac iones con Theroigne, sen
tíase capaz de deci r a sangre fría las más estupendas ment1ras .
Pasearon más de una hora los dºs j óvenes agarrados'del brazo y seg uidos siempre por la vieja Antonia, s in
que Guzmán encontrase ocasión prºpicia para deci r a la
joven lo que desde mucho t iempº antes tenía cºmo pendiente de su lengua .
Su t imidez , por una parte, y por ºtra, aquel enjambre
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H E R M O S A L I E J E—
S Á
de curiosos que cºn él se cºdeaban y podían oír sus pala
bras, impedíanle deci r lo que deseaba , l imitándose su con
versación cºn Luisa a un dúo de vulgaridades , en el cualse mezclaba a lgunas veces la benévo la viej a . E l mal ca
rácter de la baronesa ,su terrible en fado si alguna vez lle
gaba a saber que su sobrina había acudido al Campo deM arte y la vida a islada y monótona que todos arrastraban en el aristocrático hotel , era el principal tema de laconversación de Lu isa .
Pasaron por vigésima vez frente a la escal inata del
Altar de la Patria y se detuvieron un instante para con
templar el obscurº y bullente arroyo de personas que
asal taba la plata forma para firmar la petición .
Todos s in distinción de clases n i de edades , suscribíanaquel documento popular . La costurera movía con sus
torpes dedºs la pluma , trazando un in intel igible garabatobajo la fi rma de algún escritor ;el rudº obrero rogaba al
más cercano que escribiera su nombre , rematándolo él conuna tosca cruz, que era toda su sabiduría caligráñca ; yhabia padres entus iastas que, levantando a sus pequeñuc
los a la al tura de su pecho , les hacían tomar la pluma , llvandoies la mano cuidadosamente para trazar una firmatemblorºsa y de in fant il ingenuidadGuzmán oyó que le llamaban ,
y , al volver su cabeza,vio a Fabre d'
Englantine que estaba a algunos pasos , no
queriendo acercarse por respeto a las dos mujeres queacompañaban al español , Este acudió inmediatamente al
llamamiento del pºeta .
— E l asunto marcha muy mal , amigo Guzmán . Acabode recibir not icias y presiento algún crimen que va a ocu
rrir aquí dentro de poco . S i esas señoras que os acompañan os inspi ran algún interés, creo que obraría is acertadamente aconsejándolas que se reti rasen .
—
¿ Pero qué es lo que ºcurre? No comprendo vuestraalarma.
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H E R M O S A L Í E J E S Á
—Los enemigºs del pueblo aprovechan esta ocasion
para vengarse de los justos ataques que lºs revolucionarios les hemos dirigido desde la P rensa y la tribuna . Cºn
tal de lograr su obj eto,no reparan en medios y apelan
a la ca lumnia más i n fame,a la mentira más descarada .
Hace pºcas horas, para exci tar los án imºs de la guardianaciºnal contra nosotrºs , se decía que lºs dºs miserablesasesinados esta mañana aquí eran guardias nacionales ysólo por esto recib ieron la muerte . A La fayette le ha dis
parado un p istoletazo cºn pólvºra sola unº de sus agen
tes secretos, para hacer creer de este modo que los reunidos aqu í preparan el asesinato de los principales persona
j es de Francia . E l general ha perdonado a su supuesto ase
s ino, pºniéndºlo en l ibertad, y esto ha hechº llorar de emº
ción a la guardia nacional, contribuyendo tamb ién a aumen
tar la rabia que los batallºnes de los barrios aristocráticossienten contra nosotrºs . En la plaza del Hotel de Villese ha izado la bandera roj a , declarandº en suspenso las
garantías consti tuciona les, y hacia aqu í viene la guardi a na
cional ,¡formada en tres columnas, cºn los fusiles cargados
y arrastrando un buen número de cañones .
—
¡ Pero esº es impºs ible — exclamó Guzmán Ba i
l ly , el a lca lde de Parí s, ha dado permiso para esta reun ión ,
pon iéndola al amparº de la ley ; y esta misma tarde hanestadº aqu í representantes de la Mun icipal idad, que se han
marchado muy satisfechos al conocer el orden y el espiritu pacífico que d omina en la muchedumbre.
— Será como decís , mas no por esto es menos ciertoque dentrº de un instante caerá la guardia nacional sºbrenosºtros con i ntenciones que indudablemente causarán a
París un día de luto y deshonrarán a la fuerza cív1ca .
Ba i lly va a l frente de los batallones , 1 levando la banderaroja . Creedme me dice el corazón que dentro de pocº cº
rrerá aquí la sangre. Sºmos mucha gente , hay entre nos
otros bastantes descºnocidos y quién sabe si nºs estamos
H E R M O S A L I E I E S A
La muchedumbre empujada por la parte del ríº,reñuía
al extremo contra rio ;pero al l í se encontraba con las otras
dºs co lumna s que la oprimían del mismo modº , y al ti
na l , atolondrada ,no sabía
“
pºr dónde sali r , encontrando
por todas pa rtes un compacto cordón de hombres y caba
l los , de bayonetas, sables y cañones .
La fuerza pública no llegaba all í para despejar la ex
planada : su entrada era un verdadero o j eo, y el pueblºdebatíase inquieto y alarmado entre aquel cí rculo de hierro,como una res cercada pºr los cazadores .
'A pesar de estos prºcedimientos brutales que hacíanesperar la hecatombe fi nal , la muchedumbre conservabauna relativa tranqui lidad.
Creíase al amparo de la ¡ley, cºnfiaba en el permiso quela Mun icipa lidad le había dado pa ra reuni rse, y mi raba cºn
ciertº asombro lºs prepara t ivos bél icºs .
Hasta en unas ci rcunstancias tan poco tranquil izadoras ,hizo de las suyas el buen humor parisien .
Al fren te de una de las columnas marchaba cºn gro
tosca marcialidad una compañ ía compuesta en su mayoría de peluqueros , que bajo sus fornituras mi litares, most raban el ridiculo traj e que distinguía a su ºficio en aquellaépoca .
E l pueblo, que les odiaba por conocer sus afi cionesreacciona rias, lºs encºntró de aspect-º muy chusco y comenzo a srlbarles abrumándolos cºn alegres chistes .
Pasarºn algunos minutºs después de aquel la irrupc10ns in que nada vin iese a turbar la calma de la multitud . El
pueblo ,no sal iendo aún de su a sombro
,contemplaba con
extrañeza aquellos mil lares de bayonetas , al l í donde nº
se había turbado la paz y donde por lº mismo nº era ne
cesa ria“
la presencia de la fuerza pública ; y en la parteopuesta, la guardia nacional miraba
_
con fi j eza hostil a lasmasas que e5píritus maquiavélicos hab ían descritº como
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H E R M O S A L I E J E S A
bandas de asesinos, dignas de un pronto y general extermin io .
Los temores que había mani festado Fabré d'
Englan
t ine,no tardaron en cumplirse. Existían con fundidºs entre
el pueblº a lgunos hombres , que, por medio de imprudencias y de pun . bles audacias
, procuraban ju stificar la ruday tra idora conducta que observaría en breve la fuerza pú
En los glacis inmediatos al Campo de Marte aparecieron algunos hombres desconocidos y de aspecto insolente, quienes comenzaron a voci ferar contra la Municipal idad y la fuerza pública .
E ran hºmbres que n ingún patriota conocía ;unos con
aspectº de ruñanes de lºs que pasaban la vida en las cue
vas de Pa la is — Royal esperandº quien pagase bien sus cri
minales brazos,y otros cºn el mismo tipo de aristócratas ,
torpemente disfrazadºs, que teman s iempre los vendedºres
de los periódicos rea l istas y los bullangueros que promovian escándalºs en los clubs .
Guzmán que dir i gió la vista a los glacis atra ído poraquel vºcer10,
creyó reconocer a l conde de Beringel y a
Dampierre entr—e aquellos alborotadores ;pero era tanta ladistancia , que no estaba seguro de su descubrimiento .
Abajº las bayºnetas ! Fuera la guardia naciºnal !Y lºs individuos de la Mun icipal idad, con Ba illy a l
cabeza , en vez de dirigi rse contra aquel los energúmenosque los insultaban , volvíanles las espalda s y se encarabancon el pueblo tranqu i lo,
con la masa pac ífica de hombresdesarmados, de muj eres y n iños , que permanecía s i lenciosa y absorta aglomerándºse sºbre el Altar de la Patriacºmº un cºlosal racimº humano .
Los provocadores de los glacis animábanse en vista deesta conducta ,
demºstrando cºn sus insolencias la segu
ridad que ten ían de ser respetadºs por la autºr idad en combinación con la cual Obraban .
H E R M O S A L I E J E S Af
—Esos miserables nos van a perder— decía Guzmán
adivinando el papel que desempeñaban los desconocidos,y todos los patriotas que ocupaban el Altar fuero-
n de su
misma opinión .
Los provocadores vocearon durante algunos instantescon la esperanza de que el pueblo se unir ía a ellos , pero al
ver que éste permanecía respetuºso cºn la autoridad co
menzaron a arrancar terrones de los glacis , arrojándoselºsa la s tropa s, y uno de ellºs disparó un pistoletazo .
Esta era la señal esperada pºr los que habían sal ido delHotel de Ville con el propós ito ya fºrmado de fusilar al
pueblº .
Primero los ba tal lones hicierºn una descarga al a ire,pero la multitud que se apiñaba en derredor del Altar , permaneció inmóvil . No tema pºr donde hu i r, tºdas las sa
lidas de la explanada estaban ocupadas por los batal lones ,y , además , el pueblº, que nada había hecho contra la ley ,
creía imposible que fuesen a fusilarl-e al pie de un monumento —
que conmemora'
ba la fraternal al ianza de tºdos losfranceses amantes de la l ibertad.
— Quietos aqu í— gritaron varias vºces poco después desona r la descarga Disparan a l ai re y ,
además,antes d
a tacar deben hacer las tres intimaciones que previenela fley .
La multitud permaneció inmóvil , s in que por esto con
servase gran serenidad . Los débiles de espíritu remblaban las muj eres estr.emecianse nerviosamente
, próximas a
prorrumpi r en lamentºs ;lºs n iños gimoteaban ;pero nadiese mºvía de su s i tio pues op
-rimida la muchedumbre, pren
sada y estrujada contra el Altar de la Patria , le era impos ible romper el circulo de bayonetas n i hu ir de aquellallanura , que pronto iba a ser campo de la muerte.
Guzmán , pál ido y trémulo pºr la ira , adivinaba ya cuáliba 'a ser el resultado . Ten ia interés en no separarse deLu i sa, a la que conservaba a su lado ; pero, a pesar de
H E R M O S A L I E J E S A
pro en sus orejas aquel los agudos si lb idºs que sembrabanla muerte . 3
Aun no es taban contentºs lºs disfrazadºs real ista s ylos amigºs de la Asamblea : No bastaba aquella mortí feradescarga ; y l a cabal lería se aba lanz ó a l galope sobre los
grupos que corrían pºr la explanada , acuchillándºlºs a ojoscerrados , sin fi jarse en la s cabezas sobre que caían sus
sables .
” i
Lºs a rti l leros,ansiosos de tºmar parte en tan hero ica
j ºrnada, apunta ron sus cañºnes para ametrallar a la indefensa y aterrada muchedumbre ; perº La fayette , que co
menzaba a esta r avergonzado de su bazana, pusº su ca
bai lo blanco ante la bºca de las piezas , imp idiendo así una
descarga que hubiese cºmpletado el hºrrºr de la hecatºmbePerº esta generosidad tardía no evitaba el asesinato de
que era obj eto la mult itud.
Los j inetes corrían en furecidos tras los grupºs , y tanansiºso era su deseº de exterminio , que arrojaban los sa
bles a las piernas de los que huían , mientras que algunascºmpañías de in fanteria , cºn las bayoneta s enroj ecidas ,asal taban el Altar de la Pa tria pasando por encima de loscadáveres .
En aquel punto quedaban aún algunos grupo-s de hºmbres decididos, que no huían cºn loco terrºr y se defeudian con estoques y pistolas .
.La defensa fué breve. Tuv ieron que escapar aquel lºspatriotas de acción que intentaban una resistencia impo sible ;pero allí fué donde cayeron lºs pocos naciºna les muertos en la jornada .
Huían ya lºs vencidºs defensºres del Al tar de la P attria , bajaban velºces la esca l inata del mºnumento o se
descolgaban desde las barandi llas, cuando ºcurr ió una cºs
sublime.
La petición ! ¡ ¿Que se pierde el original de la petición l — gritó una vºz.
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Inmediatamente se detuvieron algunos de lºs que huíany comenzó una busca herºica . Bajo el fuegº graneado
de la in fantería , evitando las bayonetas que les acosa
ban y delante de la s bºcas de lºs amenazantes cañones ,aquellºs patriotas esforzados , entre los que se dist inguíaSant—erre, fuerºn rmºgiendº, uno pºr uno , todºs los pulie
gos de la petición , dºcumentº que pºr el t iempo había decºnvertirse en un manuscritº vengadºr .
Volvierºn a subir a la platafºrma luchando unos cºn
los guar-dias y cayendo heridos , mientras los ºtrºs buscaban pºr tºdºs lºs r incºnes los pl iegos pisºteadºs y man
chados de sangre. Hubº qu ien se incl inó sobre un cada
ver para arrancarle el papel que ten ia en las manos y no
se :levantó más , pues un balazº le tendía al ladº del muerto ;perº inmediatamente se acercaba ºtro dispuestº al sacrificiº, y asi , a cºsta de la vida de unos cuantos , pudierºnr
'
eun i rse tºdºs lºs cuadern il lºs de la petición , que Sanfe
rre y sus amigos guardarºn en el pechº,huyendo imme
diatamente lejos de aquel lugar de muerte .
Pºr fin se habia abierto una sal ida para escapar dela fúnebre explanada . Lºs batal lones formadºs a la entradadel barrio de la E scuela Militar , estaban cºmpuestos deantiguos guardias franceses , soldados patriºtas que se ne
garºn a hacer fuego contra “la multitud, y que a l verla
huir . abrieron vºluntar iamente sus fi las para que escapase.
¿ Qué habia sidº mientras tanto ¡de Gu zmán ? (A la
primera descarga , las balas silbaron juntº a su oídº ypál ido y tembloro so volvió su cabeza creyendº encºntra ra Lu isa herida de muerte;pero al verla impávida , proeurandº cºntener su femen il terrºr v a fectando gran seren idad . el españºl experimentó una mºmentánea alegria .
Huyó la gente en loºuecida por el miedº : deshizºsecºn instantánea rap idez aq uella masa de carne humana queles oprimia ; la vieja Automa . a quien el terrºr había dejado como imbéci l , fué arrastrada pºr la muchedumbre
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H E R M O S A L I E J E S A
eri su furiosa carrera , desapar eciendo en el revolt i j o de
brazºs temblºrosºs elevadºs al cielo y de piernas patalean
tes que galopaban pºr la explanada buscando una sal ida , ylos dºs j óvenes quedaron al descubierto , frente a aquel lºsbatal lones que de lejos hacían un fuego graneado , y te
miondo recibir de un momento a ºtro la carga de ciertºs j inetes que iban sueltºs dando sablazos a cuantºs encontraban a l paso .
Guzmán y Lu isa formaban un grupo-
a isladº : ellºs
que mºmentos antes estaban ºprimidos pºr la muchedumbre ,
no tenian ahºra al frente y a sus espaldas grupo al
guno que les pusiera a cubierto del enemigo .
El españºl , s in perder un instante su a sºmbrosa se
renidad, agarró el brazº de Lu isa , que temblaba ligeramen
te ,y cºmenzó a cºrrer cºn dirección: al barriº de la Es
cuela Mil itar, que es dºnde se |encontraba la sal ida .
A los pºcos pasºs saholes a l encuentro un j inete one
galopaba de un ladº a otr-o sin encontrar gente a qu1en
acuchillar .Huid
,Lu isa ! ¡lHu id l — duo el español empujandº a
la jºven para que cºrriera,mientras él cubría la fuga cºn
su cuerpº, y sacando una pistºla del bo ls il lº, se preparaba a hacer frente al j inete.
La escena tuvo una rapidez instantan-éa .
Apuntó , hizo fuegº, vió que el soldado,elevando lºs
brazos con ademán furiosº ,se desplomaba sºbre la grupa
del caba llo ,mientras éste asustadº sal ía rel inchando en di
rección cºnt raria ;y el joven . con el ans ia de ganar tiempoy evitar que acudiesen nuevºs enemigºs , apresuróse a
reuni rse cºn Lu isa .
Al girar sºbre sus talones vio que la jºven estaba a
algunos pasos de él , tendida en el suelº, aunque sin apar1encia de estar herida .
En la precipitación de la fuga, se hab ía pisadº su fal
H E R M O S A'
L I E J E S A
puesta a ser at ropellada por uno de aquel lo-s veloces y san
guinarios j inetes .
E l confl icto era deciswo. Donde se incl inase su volun
tad, al l í estaba su verdadero amor . Ahora comprendía queLuisa era la dueña absoluta de su alma , y que la pasión'
por Theroigne resu ltaba una embriaguez de los s ent idos,de la cual sólo quedaban una fraternal amistad y un dul
ce agradecimiento .
Guzmán ! ¡ Señor Guzmán —
gritó una vocecilla a
sus espaldas Volveos, por Dios . ¡Ven id ! ¡Huyamos !Félix mi ró a Lu isa, que acababa de ponerse en pie, V
entonces se dió cuenta de su situación .
E l l igero retraso que le hab ía hecho sufri r la presencia de Lambertina y la corta lucha sostenida en su interior, iba a serle fatal , pues un nuevo pel igro le amenazaba .
E l pisto letazo que asestó al j inete debía haber sidovisto por los pelotones de in fantería , que de lejos hacíanfuego sobre la muchedumbre, y unos cuantos guardias nacionales sal ían de sus fi las por la parte del Gros
- Ca il lou ,
corriendo con la bayoneta calada para apresar a aquelaudaz que osaba defenderse en presencia de toda la fuerza armada de París .
Luisa , al ver el grupo de soldados furiosos que se di
rigía contra el la y Guzmán ,había dado la voz de alarma,
con la cua l el joven español se apercibió de todo .
Rápidamente enlazó con su brazo la cintura de Luisay , reuniendo todas sus fuerzas
,emprendi ó una frenética
carrera con di rección a la E scuela Militar , que era donde
estaba l ibre la sal ida,mient ras que Therºigne era… a rras
trada por sus guardianes en di rección opuesta , vo lviendovarias veces la cabeza para mi rar con expresión de immensa amargura a los que huían .
'No la mortiñcab—a el que Guzmán la abandonase en tal
pel igro ; lo que la producía inmenso pesar , era verse despreciada por el español , tan solicito en acudi r en auxil io
H E R M O S A L I E J E S A
de ºt ra muj er, de aquella joven descºnºcida a la que ella ,cºn su l ibertad de ju icios, tachaba de hipócrita y gaz
mºña .
'Mientras tanto ,Guzmán cºrría desesperadamente cas i
arrastrando a Lu isa , a la que en cier tºs momentos llevabaen… a ltº sºsten ida pºr la cintura cºn su rºbusto brazº .
El grupo de sus persegu idores , a l ver que tºrcía cºn
di rección!a la E scuela mi l itar, cºrtábale el terreno y sal íarápidamente a su paso .
E l encuentro de lºs en furecidos guardias cºn la pareja
persegu ida ,veriñcóse a pºcºs metros del lugar ºcupadº
pºr aquel lºs batallones de antiguºs guardias franc—eses ,
que , ceñudºs , malhumorados y cºn man ifi esta vergiienza ,
contemplaban la espantºsa carnicería .
Guzmán y Lu isa vierºnse envueltºs por el grupº desus furiºsos persegu idºres, y el jºven recibió cºmº primer saludo algunºs culatazos , l ibrándose cºn un saltºatrás , de una bayºneta que iba a atravesarle el pecho .
Ya te pil lamºs , descamisado — rugían aquellºs ener
gúmenos Ahºra pagarás el pistºleta zo que has dis
paradº a un cºmpañero nuestrº . Serás fusiladº,y cºn
tigº esa ciudadana q ue te acºmpaña .
Lu isa estaba próxima a desmayarse pºr el terrºr quele causaban aquel los rºstrºs ferºces y los fusiles apuntados a su pecho .
Gu 7man hacía es fuerzºs par a mo strarse tranqu ilo . Mo'
g”ir al ladº de Lu isa le parecía un fi nal hermºsº , aunque
amargo ; perº al ver a su lado a aquel la jºven tan puray tan bella , desco lorida pºr el terrºr y titi lantes lºs labios,aquel lºs hermºs os labiºs de rºs a que ahºra tenían un tinteazuladº,
reprºchábase el haberla permitidº que viniese al
Campº de Marte y se maldecía a si mismº cºmº s i fueseel autor de tal desgracia .
Lºs nacionales lºs empujaban rudamente sin fi j arse en
la del icadeza de la jºven ,hablaban de fusi larlos inmediata
H E R M O S A L I E J E S A
mente, y mientras mºntaban las llaves de sus fusiles , lºshacían andar delante hacia el centrº de la explanada , pues
para verificar su crimen querían a lejarse de aquellºs ba
tallones , cuya actitud ceñuda les imponía .
Guzmánx
lestaba ya cºnvencido de que había l legadº su
última hºra .Iban a mºrir lºs dºs ;perº ya que la fatal i
dad se empeñaba en arrancarles la vida en lo más riente
de su j uventud, el españºl no quería bajar a la tumbacargadº cºn el peso de un secretº .
Había cogido la mano de Luisa, que dºminada por el
terrºr marchaba cºmo un autómata .
Por fmhabía llegado la ocasión tan“
cºdiciada pºr Guzmán . E staban sºlºs
,aunque a la puerta de la muerte .
— Lu isa — di j o junto a su ºídº Ha… llegado el momen
tº de decir tºda la Yo te amº .
La jºven se estremeció , levantandº su rºstrº,en. el
que habían vueltº a aparecer las rºsadas t intas desvanecidas pºr el terrºr . Fijó en Guzmán una mirada intensa quele hizº estremecerse e incl inó su cabeza diciendº cºn sen
cillez zl
— Yº tamb i en ºs amo,señor Te amº .
Y la jºven , cºmº enloquecida pºr este"tuteº que le
a rrancaba la pasi ón , oprimió la manº de Guzmán cºn
fuerza convulsiva,cºmº si en aquel mºmentº el a lma se
escapase de su cuerpº .
¡Ya pºdían matarlos ! Guzmán experimentaba una
alegría fún ebre. Veía. aquella ensangrentada explanadacºmº un lugar de delicias , tan sólo porque había » servidºde escenariº a su primera declaración de amºr , y pensabal cºn fruici ón en la dicha de mºrir j untos , abrazadºs ,cºnfundiendº sus sangres y durmiendo después el sueñºeternº en el fºndo del mismº aguj erº,
hasta que la últimadentellada de una serie de rºedºres siglºs vin iese a mezclar -
sus huesºs hechºs pºlvº .
'Aun no habían andado un centenar de pasºs, cuandº
H E R M O S A L I E J E S A
nºs de verguenza a l ver vuestra cºnducta ;asi es , que bas
ftera el“menºr gesto mío para que se echen lºs fus iles a la
cara y os as“
en vivos Creedme, leoncitos ;retiraº—s a vuestr as fi las . Ya habé is hechº hºy bastantes hazaña s, y no
necesitáis aumentarlas cºn el fusi lamientº de una mujery un hombre, que de seguro es más valiente que vosotrºs .
'Lºs naciona les, estupefactos por la ironía amenazado
ra del cap itán ,miraron su sable desnudo que agitaba ner
viosamente cºmo próximo a caer sºbre el lºs a cuchilladas ; pasearon después su vista pºr aquella larga fi la de
Sºldadºs apºyadºs en sus fus iles , que les miraban con
expresión pºcº tranquilizadºra, y después de este rápidºexame'
n, decidiéron se a echa rse las armas a l hºmbro, a le
j ándºse pausadament—e.
—A'hora,vºsºtros seguidme— d1j o el capitán Vadier
a los pr isionerºs, cºn la misma rudeza que si jamás loshubiese vistº .
E l capitán vºlv1o su caballo cºn direcciºn a la E scue
la Militar, y la l inda pareja le sigu ió , marchando Guzmáncas i apºyadº en una de las charoladas bºtas de Vadier .
¡Al l legar a los batal lones abriet -ºnse las fi las inmediatamente, pasandº por entre los respetuosºs sºldados, que
miraban con franca s impat ía el nºble aspecto de Guzmán
y'
la belleza) sencil la;y dulce de Luisa .
Pod ñu estaban fuera del Campº de Marte, verdaderoinñler;no en el que se había desarrºllado la más repugnanltd de la s traiciºnes en prºvecho de la reacción .
Entraron en una cal le que estaba desierta,s ilenciºsa
y con todas las casas cerradas , cºmº ºcurre siempre .en
los puntºs inmedia tºs al luga r dºnde se ha hechº fuegº y hacºr rido la sang re .
Vadier detuvo su cabal lº y por primera vez sonr íº,
desapa reciendº la expresión ruda y ceñuda que ten ía su
í_ostro cuando estaba en el ejerciciº de sus funciones mi¡tar
—
es .
H E R M O S A L I E J E S A
—4Ya¡ estais en salvo .
— Gracias , amigo Vadier— dijo Guzmán enternecido
y est rechandº cºn efusión la mano que le tendía el capitáín —2 Dºs veces me has salvado la vida '
cuándo pºdré
ya hacer otro tantº pºr ti ?—Menos palabras , amgº Felix ,
E sta señºrita debe es
lt,ar cºnmovida pºr tan terrible aven tura, neces itará ir
prºnto a su casa y, además , no cºnviene que permanezcáis muchº t iempº en las inmediaciºnes …del Campo de
Marte. Creedme,hºy anda el diablo sueltº, cºmº dicen la s
viej as ,y pºr esº cºmetemºs tºdºs tantas locuras . ¡Van
pºr ahí muchºs rea l istas que vºluntariamente s irven de dela tores y nº ºs deben ver
, pues cºnviene que tºdº lº ºcu
rr ido quede entre nºsºtros . ¡ Buenas tardes ! A vuestrºs
pies, señºrita“
.
Y Vadier, saludando gallardamente cºn el sable, picóespuelas al cabal lo y sal ió al galºpe cºn dirección al Cam
pº de Marte.,
El sºl había desaparecidº ya ,cºmenzaba uno de esºs
lentos y luminºsºs crepúscu los del veranº, y las calles sº
litarias , repit iendo cºn ecº agigantado lºs pasºs de lºs pºcºs transeúntes , ten ían el aspecto de interminables claustrºs de un, inmensº cºnven to .
Las manºs de lºs dºs j óvenes no se habían desenlazado
,antes bien se estrechaban cºn mayºr fuerza, comun i
cándºse el extraño fuegº,el estremecimientº de la pasión .
Guzmán y Lu isa perd1erºnse en aquel dédalº de ca l les ,s in ver pºr dºnde iban,
fi j a la mi rada de cada unº en lºs
ºjºs del ºtrº,respirando cºn del icia el ambiente y hablan
dº pºco pues tºdº cuantº sentían,encºntraban mediºs
para decírselo cºn la vista .
¡Extrañºs mister iºs del amºr ! Guzmán ºlvidaba la
matanza, lºs centenares de seres tendidºs … a aquellas hºras en el Campº de Marte
,la traidºra victºria de la reac
H E R M O S A L I E J E S A
cion y pensaba que aquel la tarde era la más fel iz de su
Por fin era amadº de Luisa y habra sal ido de la am
bigua cºndición de amigº fra ternal y prºtector generºsº .
Mientras a vanzaba la nºche y el los paseaban su amºr
sin rumbo fi jo pºr las desiertas calles , lºs batallºnes delCa1npº de Marte, terminada la matanza , retirabanse cºn
di re cci ón a la p laza del Hºtel de Vi l le.
Bail ly y Lafayette marcháronse a pie rºdeadºs de al
gunos nac ionales que iban dando mueras a lºs jacobinos, lo
que no impedía que el a lcalde de'
P arís y el cºmandanteen jefe de la fuerza ciudadana anduviesen con la cabezabaja, cºmo avergonzados de su sangriento t riun fº.
A l pasar pºr una cal le estrecha,la voz de la venganza
“llegó!a sus ºídºs .
—Nos habéis acuchillado perº la petic1ºn subsiste.
Los pliegºs que firmó el pueblo, quedan guardadºs en un
sitiº inacces ible a tºdas las bayonetas . ¡Algún día sa ldrán !Lºs esbi rrºs que rºdeaban a lºs dºs persºnaj es , lan
zárºnse en persecución del hombre que así había hablado , dispuestºs a darle muerte ;pero la ºbscuridad aumentaba ,
la cºn fusión de gentes era grande y aquel descºno
cidº que profetizaba la Venganza no pudº ser encºn tradº .
Alguno s que le vierºn durante un instante,afi rmaban
que den ia el mismo a spectº que Santerre, el pºpular cervecero del barrio de San Antºniº .
LA FUGA
Fué una verdadera fºrtuna para Lu isa y Guzmán , el
encuentro que tuvierºn en una ca l le sºl itaria, cuyº nºm
bre ignºraban .
Había ya cerrado la noche, y el ruido de sus pasos
sºbre el sonºrº etnpedradº, hizº sal i r del quicio de una
puer ta una sºmbra que vaciló /
unºs instantes y que des
pués permaneci ó inmóvil , -esperando que se acercaran lºsdºs j óvenes, aunque cºn actitud de alarma y cºmº dispues
ta a hu i r al menºr movimiento de hostil idad .
La v ista penetrante de Guzmán recºnºciº en aquellasombra“a una mujer, y cuandº la parej a estuvº a pºcos
pa sos de ella,Luisa lanzó una l igera exclamación de sor
presa .
—
¡Antonia l ¿ Sºis vºs ?
—¡ S eñºrita !—
grító la sºmbra,acºmpañando esta ex
clamación cºn un a larido de alegría .
Y un instante después, la sencil la V iej a y Lu isa abrazábanse estrechamente.
Antºnia declaraba, entre suspi rºs y l ágrimas , que había ten idº mucho miedº, y cºn Vºz entrecortada, iba haciendo el relatº de tºdas sus terribles aventuras en aque
l la tarde .
2 9 1
H E R M O S A L I E ] E S A
A l silbar las primeras balas , el miedo la había enlo
quecidº, la muchedumbre la había arrastradº en su furiosº galºpe, y pisando lºs cuerpºs de lºs que ca ían ,
hun
d iendo ios zapatºs en lºs charcºs de sangre y ºyendo el
agudº zumbido de aquellas mºscas invisibles que sembraban la muerte, había ido a para r al ºtro extremo de la ex
planada , sin fi ja rse en lºs que eran derribados a su”
lado ,
n i percibir , ma s que cºn la vaguedad de una visi ón, a lºs
ferºces j inetes que acuchillaban lºs grupºs ¿
sueltºs .
E l la! no se daba cuenta exacta de cómo había s al ido detan espan tºsa carn icería
,s in ºtrºs deteriºros que a lgunos
rasguñºs en sus faldas .
Reco rdaba, as í cºmº si lº hubiera sºñadº, que guiadapºr el mismo instintº de aquella muchedumbre de que el laformaba parte, había cºrrido hacía unºs batallones
'
que
permanecían sºbre las armas s in hacer fuegº;estaba se
guna , ¡pues de esto sí que se acºrdaba bien ,de que los 5 -
01
dadºs habían abiertº sus fi las para dejar pasar a lºs fugitivºs y Antºnia
,al verse fuera de aquella explanada y que
s e diesvanecía rápidamen te el grupo de que ella fºrmaba
parte, vagó cºmº una imbécil pºr las desiertas ca l les, sindarse exacta cuenta de lo que hacia .
E l terrºr la dºminaba aún, dificultan-do su pensamien
to ; pa recíale a la pºbre vieja que tºdavía zumbaban la s
bala s en su º ído, temía ser persegu ida , y pºr esto al me
nor rumor de pasos escºndíase, presurosa , en el quiciº de
una puerta ,
Cuando l legó la noche y la ºbscuridad invad10 las ca
l les'
,fué cuando Antonia se dió exacta cuenta de su si
tuación .
¡*Dios mío ! ¡ Cómo vºlver a casa de la barºnesa , sola y
s in pºder deci r dónde estaba Luisa ! ¡Qué habría sido de
la joven y de su acºmpañante !La pºbre viej a se imaginaba ver a Lu isa tendida en el Campo de Marte sºbre un
charco de su prºpia sangre,y anonadada pºr ta l desgracia ,
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H E R M O S A L I E J I:'
S A
deten ía sus vacilantes pasos, apºyaba la cabeza en aquel las
paredes que iba rozando , y llºraba sin t regua , pues el
l lantº era el único consuelº que encºnt raba en tan di f íci ls ituación .
E lla estaba… decidida a tºdo ;a todº, menos a presenta rse en el hºtel de la baronesa sin . la senorita Lu isa y sin
poder decir dónde ésta se hallaba . Perdería su cºlocación ,
no volvería más a aquel la casa dºnde había pasado tºdasu vida
, pedi ría l imºsna , y s i reven taba de hambre comºun perrº en medio de. la calle, bien emplea-do le es tar ía
pºr haber accedido a i r cºn su señºrita -a una reun i ón quetodos presagiaban que terminaría cºn sangre.
La vieja estaba en un estado de de:se'
5peracion sm li
mi tes , y por esto cuando se encontró casualmente cºn Lu i
sa y' Guzmán
, su alegría fué tan ru idºsa , que la hacía se
mejante a una n i na sm seso .
Prºn tº terminarºn las exclamaciones , los besos v lºs
abra zos. Apenas Antºnia vió en salvº su respºnsabil idad,
pen só en el deber,y di j o que era precisº i r cuantº antes
a casa , pues la baronesa estaría muy intranqu ila :Ya inventa ría el la pºr el camino una mentira que sa
tisficiese a la señºra .
Cuando Antºn ia, que era la única de lºs tres que cº
nocía París . se orientó después de algunas vacilaciones en
aquel'
d'
édalo de: obscu-ras calles, vió cºn sºrpresa que
tantº'
ella cºmo los dºs j óvenes,andan-do a la ventura , se
habían alejado muy poco del Campo de Marte.
Emprendieron la marcha cºn dirección al barr io de
San Germán , y cºnforme iban dejando a sus espaldas ,cada vez más lejºs
,la fúnebre explanada dºnde había te
n ido 'lugar tan* terrible hecatºmbe,
veían las ca lles mástrans i tadas y encºntraban encendidºs lºs reverberos .
Allá, en el Campo de Marte , hab ía dejado la traici ón ,
villanamente asesmada ,la inºcencia de París, y los ba
rriºs inmediatºs a la explanada , asºmbradºs todavía por
2 9 3
H E R M O S A L I E J E S A
Duplay, casa en la que entró por una s cuantas hºras paranº abandonarla hasta el día de su muerte, y naciºnales yreal is tas lamentaban cºn verdadera pena el nº haber en
cºntrado a Danton ,a Desmoul ins o algún ºtrº de aque
llºs famºs os periodistas revºlucionariºs , pues se hubiesendado el gustazº de cºrtarles las ºrejas y de cºmeter una
serie de l indas atrocidades .
Guzmán , en qu ien las aventuras del día nº hab ían aca
lladº las necesidades del estómagº, recordandº que desde
pºr la mañana no había cºmidº, entró en un modestº res
taurant, que a aquel la s hºras estaba desierto .
El relºj del palaciº de los Orleáns señalaba las diezcuandº él se di rigió a su dºmicil iº . Había pºca gente en
las ca l les pero en cambiº eran muchas las patrullas quemiraban cºn insolente fi j eza a los transeúntes ,
'
arrestandº
pºr puro capricho »a cuantos les parecía bien .
En el puente del Chatelet trºpezó con un hºmbre quele detuvo amistosamente y al que tardó muchº en reco
E ra el pºeta Fabre, que iba vestidº cºmo un petime
tne para evi ta r sospechas .
— Querido — di jo al español Hacers mal en i r porlas cal les a estas hºras . E l mat rimºniº Robert y lºs pr incipales peticionarios están ocul tºs , pues la Mun icipa l idadtiene empeñº en coger a tºdas las persºna s algo conºcida
que estaban esta tarde en el Campo de Marte. Ya veiscómo he tenido que vestirme yº . para ev itar el ser cono
eido y que me arresten . Me repugnan estºs trapºs . verdaderº uni fºrme de la juven tud imbécºl ;perº el instinto decºnservación puede mucho ¿ A dónde vai s ahºra ?
—Ami casa, si es que antes de llegar a el la no me
prende una de esas patrul las .
- 4Haría is mejºr en ocultaros en ºtro sitio . Es muy pºs ible que esta nºche ºs busquen en vuestro dºmici l io .
Creº que ñgurái5'
en la l ista de sospechosos . He ºido al
H E R M O S A L I E J E S A
paso la cºnversaciºn de una patru l la , que muy bien pu
diera referi rse a vos , Hablaban de un españºl que hiri óesta tarde a un dragón de un pistºletazo .
"Guzmán no cºntestó,y el pºeta s igu iº diciendo en
voz más baja :Habéi s vi sto que cºnducta la de Dantºn y Camilo ?
De seguro que mientras nºsot ros estábamos aguantandolas balas en el Campº de Marte, ellos
,en cºmpañía de
Frerºn , se encontraban en Fontenay , sentadºs a la m esa ,
bebiendº alegremen te ba jo el eniparradº de la casa q ue
a l lí t iene el suegro de Danton . Yo sé b ien que j ºrge descºnoce el miedº y que hoy hubiese estado a nuestro ladopero tiene el defectº de ser muy impres ionable , de hacercaso de ciertos amigos , y esto es lo que le pierde y muchasveces lº pºne en evidencia . En fin , lo ocurrido me serviráde lecci ón . Buenas noches
,amigo . No cºnv iene que este
mos mucho t iempo juntos , y ,además . creedme : ºcultaos ,
pues p resien to que ºs buscan tanto o más que a mí .
Guzmán se sepa ró del pºeta sin impresiº—narse gran
cºsa por aquel los anuncios de a rresto .
Tenía esa cºnfianza audaz de lºs hombres valerosºvs, v
además creía imposible que las autºr idades supieran el
nºmbre del que en mediº del Campo de Marte y entre lacon fus ión de la matanza ,
hab ía hecho fuego cºn tra un
dragón Nº Había en aq uel lugar de muerte persona al
guna ,a excepción de Vadier , q ue conºciera su nombre . y
pºr tanto era imposible una delación .
E l español anduvo por las tor tuosas callejuelas del'barrio Latino,
y al i r a entrar en la cal le de lºs Fosos deS an Jacobo ,
surgió de la sºmbra de una puerta —
cocherauna mujer que avanzó rectamente hacia él .Guzmán , creyendo que era una de esas aventureras del
amºr que a ta les horas pululaban por el barrio , intentóapartarse cºn marcada repugnancia ;pero se s intió cºgido
por un brazº y empujado rudamente hacia atrás .
H E R M O S A L I E J E S A
a — No sigas adelante . Te espera el pel igro— duo una
vºz cºnºcida , que estremeció a Guzmán .
A la escasa y hum-osa luz de un reverbero que cºlgar
ba de la inmediata esqu ina , el jºven reconºc i ó a The
rºigne, que s e había despºj ado de su rºj a amazºna y todºssu s elegantes adºrnos
, presentándºse vestida cºmo una
mujer del pueblo : cºn falda blanca l istada de encarnadº,
negrº jubón,sencilla pañoleta y una r izada y blanca go
rrita,bajo la cual se desbordaban lºs gruesos bucles de
negros cabel lºs .
—
¡ Lambertina ! ¿ Tú aquí — exclamó cºn asºmbrº el
— S í ; yº soy— con testó cºn amargura la hermosa
Al fin, me recºnoces . Creía
,después de tu cºnducta en
esta ta rde, que no me conocerías aunque me presentare
con mi aspectº habitual . Félix ,eres un ingrato digno de
de que te olviden y te abandºnen en lºs peligrºs .
Guzmán callaba avergºnzadº, pues cºmprendía el de
recho que tenía la jºven para hablarle a sí . Ahºra que es
taba en presencia de Theroigne, sonrojábase al recºrdarsu cºnducta en el Campº de Marte y se censu raba el no
haber acudido en sºcºrro de aquel la muj er que tantas
pruebas de'
abnegación y de amor le hab ía dadº .
Lambertina , que parecía adivinar lo que ocurría en el
interiºr del jºven,sºnrióse, d iciendº con vºz car iñºsa
—Veo que no eres tan malº cºmo yo creía hace un
instante . Al menºs, t ienes conciencia y te ar rep ien tes detus faltas … Pero S íg ueme. Félix ; huyamos prºnto de
aquí . Va tu suerte en el lº . E stamos próximºs a tu casa yen ella te espera una patrul la para prenderte . Saben en la
Municipal idad … quién eres y lo q ue esta tarde has hechº,
V te cºnviene, pºr lº tanto,sa li r cuanto an tes de Paris.
Y diciendo esto ,Lambert ina enlazó su brazº cºn el
de Guzmán , que estaba absortº, sin 'sa lir del asºmbro que
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H E R M O S A L I E ] E S A
Y envºlv1º a Guzmán en una luminosa mi rada cºmo
si es tuviera orgul losa de su cºnducta y comprendiera quecºn ésta adqu iría una gran superioridad mora l sºbre su
antiguº amante.
Guzmán, cºnmºvidº pºr la generosidad de aquella mu
jer, que ºlvidaba tºdas sus ºfensas cuando le veía en pc
l igro, cºgió una de sus manºs e intentó besa rla ;perº al
instante s e detuvo,viendo en el rºstro de la hermºsa un
gesto de enfadº .
¡Eh ! ¡ Cu.idaditº,señºr Guzmán ! Aunque me de
grade ante tus ºjºs ºlvidandº mi dign idad, nº he descen
dido tºdavía hasta el puntº de contentarme cºn las sºbrasde ot ra mujer . Guarda tus besos para la rubita . Entrenosotros ha cºnclu ido tºdº. Sólº he ven idº a buscarte
para que*
conocieras el pel igro y facilitar tu fuga . Cuandºestés en salvo olvídame, pues yº nunca más me acord'
aréde ti .
,
Perº el rost rº de Lambertina , al hablar así , desmentíatales palabras .
S us ºjºsmi raban cºn dema siada pasi on a Guzman, y
la benévola sºnrisa que vagaba p ºr sus labiºs daba a en
tender que más bien estaba inclinada a l perdón que a
aquel encono intransigen te que quer ía mostrar .
Transcurrieron algun-os minu tºs en el m ás absoluto
si lenc io ; Therºigne parlecía pen sativa, y el fruncimientode sus cejas demºstraba lº penºsas que eran sus ideas .
Después murmuró cºn desal ien to :—¡Verme despreciada l, ¡verme descºnocida por un
hombre al que amo tanto !Al fi n estº había de suceder . Yº
que me complazco en tratar a los hºmbres cºmº autómatas; sometiéndolos a todo-
s mis caprichos . había de encon
t rar unº queme hiciese senti r la crueldad de su desdén .
Fél ix , _ puedes esta r sa tis fechº de tu cºnducta . E res el ven
gador de todos los de tu sexº : tú , cºn tus desdenes , mehaces sufrir las mismas penas que yº he hechº experi
H E R M O S A L I E J E S A
m'
entar a mis antiguos amantes . E res mi castigº ,y pºr esto
aún te amº más . Tu ingratitud me hace. experimentar eseplacer amargº e inmenso que muchas veces nºs proporciona el dºlor .
¡Volvió a quedar silenciosa la jºven ;perº ,de repente,
sacudió su cabeza cºmo si un sueñº entºrpecedºr la do
minara y qu isiera desprenderse de él .Pero qué hacemos aqu í ? — di jo cºn extrañeza
Estamos perdiendo un t iempo prec iºso ,y además nº pº
demos permanecer en este s itiº mucho tiempo sin insp irarsospechas Vamºs a mi casa y all í habla remo s de tu viaje.
Apartánons-e del r íº, y Guzmán ,conducido siempre
pºr Lambertina , que le trataba cºn creciente superiºr idad,
emprendió su marcha hacia la ca lle de R ichel ieu .
P or el camino fué relatando la jºven todo cuanto lehabía ºcurridº desde que fué cºgida prisiºnera en el Cam
pº de Marte.
Aquel lºs dºs indecentes nacionales, que la trat aban
cºn tanta rudeza cºmo si fuese una perdida! recogida ,bo
rracha,en el a rroyº
,la cºndujeron a presencia de La
fayette, que en compañía de Ba illy y otrºs individuos de
la Municipal idad, presenciaba la matanza .
A tºdºs lºs conocía Theroigne. Algunos de ellºs habian cenado en su casa cuando el la era la amiga de Mirabeau ,
y en cuanto a l genera l , tratábalo cºn bastante con
fianza , pues había sido gran admi radºra de él en la épºca
que marchaba francamente al lado de la revoluci ón .
Todos aquel los señºres , al verla desgreñada ,con lºs
vestidos rºtºs y cºnducida prisiºnera , des'
arrugaronsu
ceño de asesinºs y pror rumpieron en una carcajada de
clarandº que el caso era chistoso .
A lºs dºs guardias los riñó La fayette pºr haberla t ratadº cºn tal falta de considerac ión ;pero ¿después de esto ,
¡ ira de Dios tºdºs aquel los señºres la habían tratado cºmo
a una loca , sermoneándola cual si fuese una niña y acºn
H E R M O S A L I E I E S At
dej andºle que en adelante no se mezclase en motines , que
pºd ían t ra erle fata les consecuencias .
E lla quedó en aquel sitio cºmo prisionera y al l í estuvºhasta el anºchecer, hºra en que s e retirarºn los di rectºresde la matanza .
Iba ya a sali r aquel estadº mayor del Campº de M ar
te , cuandº Therºigne se fi j ó en dos hºmbres vest idºs cºn
el traje de los arrabales y que hablaban con La fayette yBail ly
'El rostrº de uno de lºs dºs le l lamó inmediatamentela atención . E l la le recºnºci ó a pesar de su disf raz . Era
un petimetre a l que odiaba , uno de aquellos jóven-es ar istócrata s que se complacían en lanzar calumn ias cºntra el la,a l ver que despreciaba sus a mºrosas sºl icitudes . L laméba se el conde de Beringel , y su a feminado y ma ligno ros
trº ,de finºs y agudos perfi les, que recºrdaba el de un
Borgia tra idor, sa ltó inmediatamente a la vista de The
E lla nº pudo expl ica rse la verdadera causa de sus sos
pechas pero su instinto de muj er sublevóse y sin tió graninquietud al ver un hºmbre de ta les anteceden tes hablando cºn La fayetteCerca de el la estaba un jºven oficial , un buen mucha
chº, q ue sonreía a Lambertina ,muy Satisfechº de tener
una ocasmn que le permitía rozarse cºn una muj er tan
E l la le preguntó por qué estaban al l í aquel lºs dºs hºmbres disfrazad-
,os y en tºnces el oficial hizº revelaciones
que la prºduj erºn inmensa indignación .
Tantº el j oven conde de Beringel , como el ma rquésde Dampierre, que era el mocetón que le acºmpañaba distrazado de car
”
gador , hab ían estadº durante tºdº el día
confundidos con las masas pºpula res, prºcurandº des
honra r a los patriotas cºn excitaciones a la rebel ión y al
extermin iº . Capitaneaban un grupo de nºbles disf razados ,
3 0 1
H E R M O S A L I E ¡ E S A
grºso, en la misma lista dºnde aparecían inscritos todºslºs patriotas que debían ser arrestadºs en aquel la mismanºche.
Desde que hizo tal descubrimiento, Lambert ina sintióse devºraba pºr la impaci encia y qui sº sa l i r de la expla
nada cuantº antes pa ra i r en auxi l io del hºmbre a qu ien
amaba Lºs desdenes sufridºs aquella misma tarde que
daron ºlvidados, y la joven s intióse invadida pºr un cariñoinmenso al ver que Guzmán estaba en pel igrº .
Cuandº las autºridades se retirarºn del Campo de
Marte,Ba illy hizo entrar a la j oven en un carruaj e de al
quiler , y, en cºmpañía de dºs naciona les respetuosos y deba stante edad, la envió a casa, encargándºle cºn ai re ame
nazadºr que nº sal iese hasta el día sigu iente si es que no
quería dºrmi r en lacárcel de muj eres .
Apenas se vi ó en su casa y hubº despedido a lºs dºs
guardias , cambió el traj e de amazona pºr un vest ido de
muj er del pueblo escribió una carta a un demagºgo de losarrabales y cºrriº inmediatamente al barriº Lat ino para
sa lvar a Guzmán si aún era t iempo .
Había ya cerradº la noche y Theºrigne no se tranqu ilizó hasta que, entrandº en la cal le de lºs Fºsos de S anJacºbo, vi ó a la portera del hºtel de Guzmán , inmóvil , ensu cuchitril , y cºn un descuidº que daba a entender queall í no había ºcurridº nada tºdavía . Desde la: puerta , y re
cadándo se en la sombra , preguntó a la señºra Santºs si
estaba arriba el señor españºl , y cuandº le cºntestó ne
gativamente, exha ló un suspiro de sat is facción .
Le esperaría a l extremo de la calle para avisarle el pe
ligro ;y a ll í permaneci ó Lambert ina más de cuatrº hºras,sufriendo tºda clase de incºmºdidades , que sºbrell—evaba
cºn resignaci ón cºntenta de pºder salvar a su ídolº . Pa
seába se por las estrechas aceras,huyendº de la luz de los
reverberos, como ajada y degradada ramera en acechº detranseúntes para ºfrecerles mustios encanto—5 ; tomábanla
3 0 3
H E R M O S A L I E J E S A=
algunºs cºmº muj er de las de peºr especie, prodigándolainsultºs y palabras groseras intentaban ºtrºs al pasº ca
ricias brutales , de las que ella se l ibraba a manotadas , yv i ril , engrandecida pºr la buena acción que la ºbligaba a
estarse a l l í , ºrgul lºsa de salva r a l hºmbre amadº, perma
necia inmóvil , a lej ándºse sólo a lgunºs pas-os u ocultandºse en el quicio de una puerta profunda ,
cuando veíaacercarse algún bor rachº cºn vacilantes pasºs .
Vio pasar la patrul la , a l frente de la cual iba un cc
mi sa rio de la Municipal idad, y recºnºció a Dampierre en
un hombre que marchaba por la acera ºpues ta , prºcurandº!reca ta rse, aunque siempre próximo; al
'
cºmisa rio para
aconsej arle en casº de duda sobre la identidad de Guzmán .
E lla VIO cºmº tºdos aquellºs hºmbres se intrºduj erºnen el hotel , s in duda para permanecer ocultºs en emboscada , cayendo sobre Guzmán en el momento que en tra se,y, después de una hºra más de cruel espera , vió llega rpºr fin al español , y exper imentó un gºce s in l ímites al
pºder a lejarle del peligrº.
Esta alegría"
que le causaba su buena acciºn ,fué lº
que le imp idió mostrarse o fendida , ceñuda y cruel , ta lcºmº era su prºpós itº a l recordar lºs desdenes su fridºs¡en aquel la tarde.
Cuandº Theroigne aseguraba que era una esclava de
Guzmán ,decía la verdad, pues en presencia de éste le era
imposible mo strar su en fadº pºr mucho t iempº,y bastaba
una sonrisa del jºven pa ra que al mºmento se s intieradesarmada .
— Ahora te conduzcº a mi casa para hacer t empodij o Lambert ina cuando terminó la relación de tºdo lº quele había ocurrido a las dºce en ¡
punto te esperará fuera de la puerta Mai llo t un patriota de confianza cºn un
magn íficº caba l lo pa ra tu fuga . En lºs pºcºs instantes
que he permanecidº en casa a l anºchecer he escrito a un
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H E R M O S A L I E - ¿ B S A
hºmbre de mi cºnfianza dándºle instrucciºnes que de se
guro serán cumpl idas .
Y cºmo la pareja entrara en aquel mºmentº en la calle
de R ichel ieu, cal laron lºs dos para cºntinuar su conversa
ción arriba , en el hermosº gabinete de Therºigne.
En la entrevista , que duró unas dºs hºras, aprecióGuzmán hasta dónde llegaba el carinº de aquella muj erapasionada ,
capaz de los mayores sacrifi ciºs en favºr delhºmbre amado
Sºstuvº ella una empeñada lucha cºn el jºven para hacerle aceptar cincuenta luises, expl icándºle lº di f íci l queiba a s er su s ituación en Inglaterra, dºnde encºntrar1a pº
cºs amigºs, y al fin se lºs hizo embolsar, cºn la promesade que iría en persºna a reclamarlos al día s igu ien te a su
padre, a qu ien se cºmprºmetía a visi tar para expl icarle larazón de aquel la f uga .
— Es preci sº que huyas — di jo la joven Lºs ºtros
patriºtas perseguidos pºr la Municipalidad pºdrán per
manecer ocul tºs en París s in miedo a ser cºgidºs ;perºtú t ienes un ángel malo que es Dampierre, el cual harátºdos lºs esfuerzºs imaginables para encºntrarte En Londres estarás más seguro, y, aunque pºcºs, tendrás ami
gºs , pues en esa ca rterita dºnde va el dinerº, encºntrarásla d irección de unas cuantas persºnas a las cuales escribiré mañana , rogándoles que te reciban cºmo a mi misma .
Prºnto vºlverás . E stº de hºy es un mal vientº que nº
tardará en pasa r, y ºtra vez nos pºndremºs encima delos aristócrata -
s . Cºmprendo tu tristeza , amigo míº . Vasa alejarte de la rubita y estº te prºduce inmenso pesar .
¡Ah, ingratº !
Y l a joven, a l deci r estas palabras cºn tºno i rónicº,
mi raba a Guzmán de un mºdº ,cuya verdadera s ignifica
ci ón cºmprendía éste.
3 0 5
H E R M O S A L I E J E S A
tan hermo sa cºmo tú lo eres,siempre impulsa a un hom
b re a apartarse de su deber y a menti r si es necesario .
Pero por lo mismo que te profeso grande cariño e inmen so
agradecimiento , sería yo un miserable si ñngiera duranteunas cuantas hºras un amºr, que en el fºndº sólo se ría
pasión carnal . Nº, Lambert ina ;tú no eres la mujer a qu ie
n
adoro como amante; pero en cambio me inspi ras un ca
riño respetuosº, prºfundo e inquebrantable, que me haría
perder la vida pºr t i s i fuese , preciso . No seré nunca tu
amante, te lo asegurº;perº en cambiº me tendrás siem
pre como un fiel y cariñoso hermano .
Y al deci r estº,alcercóse a Lambert ina
,apa rtó sus ma
nos del bel lº rºstro mºj adº en l ágrimas, y en aquella ,frent
'
e
l lena de ma jestad, que tenía la il!echºsa transpa i encia del
ma rfi l, depositó un caf5tº y a fectuoso besº , una verdadera
caricia de hermano
Lalmbertina aun parec10 senti r más dºlor cºn aquel lacaricia fríamente afectuosa
,y s igu ió l lorandº comº si es
tuviera en los funera les de sus muertas ilusiones .
Triste desped ida fué aquélla.
El risueño gabinete ,testigo de tantas escenas de amºr ,
parecía estar tan conmºvidº como su dueña , y todº él presentaba un aspecto de desºlación , de inmenso pesa r .
El intermi tente goteº en la cercana p ila sonaba en
lºs ºídos de Guzmán cºmº un quej ido desesperado interrumpido por las sofºcaciones de la agº
-nia las per fumadas buj ías chispºrrºtcaban como ciriºs de ent ierro en lºs
retorcidos y ñoread'
ºs brazºs de lo s candelabrºs de plata ;lºs espej os , Siempre tan di áfanos y clarºs , reflejábanl
'
o
todº ahora cºn borrosos contºrnºs , cºmº si su brillantesuperfi cie estuviese empañada pºr las lágrimas, y los dorados cupidillos ocultábanse cada vez más tras la cascada
de enca jes , como s i les indignara la presencia de aquel iin
H E R M O S A L I E ] E S A
bécil que despreciaba el amor , cuando éste le sal ía al pasº
ºfreciéndºle su cºpa de enlºquecedºres per fumes .
Wmedia noche terminó aquella entrevista , que más pa
recía una velada fúnebre.
Un pat riºta del arrabal de S an Antºn iº esperaba en
el salón a Guzmán para cºnducirlo fuera de la puertaMaillot . donde aguardaba un hºmbre de confianza cºn un
brioso cabal lo .
La despedida fué rápida y triste, aunque mostrandoen ella Lambertinia tºda la energia de su carácter .
Abrazó cºmo una hermana a Guzmán , ya que así lo
quería él . y cºn asombrosa serenidad le habló de lo que
pensaba hacer al d ía s iguiente , de la visi ta a su padre ydespués de su entrevista con la señºra Santos , la porterade la cal le de los Fºsos de
_
S an Jacobo, para recºger tºdos
lºs efectºs del jºven y enviárselos a Inglaterra .
La hermºsa , cºn lºs labiºs fríºs pºr la emociºn , dió
su último beso a Guzmán , y rígida cºmo una estatua leacompañó hasta la escalera .
Mientras el españo l y aquel pa triºta audaz que habíaarregladº todo lo referente a su v i aje marchaban haciala puerta Ma il lot , ocultándose algunas veces para nº tro
pezar cºn las patrul las , Lambertina ,en un excesº de fu
t iosa desesperación , prºpiº de su arrebatado carácter , revolcába'se en un diván de su gran s ala , con lºs ºjºs escal
dados pºr el l lanto y complaci éndose para desahºgar su
dºlºr en hacer añicos cºstosas porcelanas , rasgar las bºrdadas . telas de los sil lºnes y romper a mordiscos las blondas de lºs cortinajes .
Fué aquellº una desesperac1ºn x pºr va lºr de muchosnu les de francos y que duró hasta el amanecer .
Mientras tanto Guzmán galopaba cºn direcci on a Ca
H E R M O S A L I B J E 5 A,
lais pºr la desierta car retera,maravillándose de su extra
no destinº.
Tamblen él había nacido,cºmo su padre, para ser a rro
j ado cual una pelºta por la incºnstante suerte, no parandoen n ingún s it iº .y dej ando en todos cariñºsos afectos
Aún no hacía dºs meses que hab ía sa lido fugi ti vo deEspaña y ya tenía que huir de su segunda patria , dejandºen el la el y sm saber ciertamente cuándo pºdría
FIN DE LA HERMOSA LIEJESA
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I N D I C E
P ág in as .
I .
— La Hermosa Liejesa
I I I . — La cena de los patriotas
IV.— S antiago Vadier
V.— A la sa lida del café P rose
'
opio
VI .— Al despertar
VI I .— E l misterio de Vadier
VI I I . — A solas con Theroigne
IX .— Rl amigo del
X.— Otra vez a la puerta de la ig lesia
XI I . — E l campo de Marte por la mañana
XI I I . — La traición
XIV.— La fuga