TARA 1878 AKO DÉCIMO CUARTO - Hemeroteca Digital

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TARA 1878 AKO DÉCIMO CUARTO

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TARA 1878 AKO DÉCIMO CUARTO

Librería de Sucesores de Escribano. PRINCIPE, 25 , MADRID.

OBRAS DE D. VENTURA RUIZ AGUILERA.

Proverbios ejemplares. Primera serie. Un tomo 8.", JO rs. en Madrid y 12 en provincias.

Proverbios ejemplares. Segunda serie. Un tomo 8.", 10 y 12 rs.

Ecos Nacionales y Cantares. Novísima edición. Un tomo 8.", 24 y 5¿8 rs.

Elegías y Armonías. Rimas varias. Novísima edi­ción. Un tomo 8.°, 18 y 20 rs.

Libro de las Sátiras. Novísima edición. Un tomo 8.°, 18 y 20 rs.

La Leyenda de Noche Buena. Un tomo 8.°, 8 y 10 rs. Cuentos del dia. Un tomo 8.°, 4 y 5 rs.

O X J I A r > E R O M A y de las principales ciudades de Italia, por un Ro­

mero. — Olira indispensable á todas las persrnas que vayan ó hayan ido en las romerías. Un tomo 8.", á ÍO rs., de los que se destinan dos de cada ejemplar vendido para donativo á S. S. Pío IX.

OBRAS DE D. NARCISO SERRA. Leyendas, Cuentos y Poesías. Un tomo 8.°, 8 rs. \ cuarenta obras dramáticas á 4, 6 y 8 rs. una.

CONSTITUCIONES VIGENTES de los principales Estados de Europa. Obra precedi­

da de una reseña histórica de los mismos Esta­dos, por D. Hilario Abad de Aparicio y D. Rafael Coronel y Ortiz. Dos tomos 4.°, 70 y 78 rs. ' ^

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ALMANAQUE ' ^ •

DE LA HISA PAEA

1878. RAMILLETE DE FLORES, ORTIGAS Y ABROJOS,

POR Loa SEROBES

Aguilera, Arce, Arechavala, Arroyo, Balmaseda, Blasco, Becerro, Bícker, Bertmar, Brelon, Buslillo, Canipcamor, Carrillo, Cencl-Ilo, Cid, Cilla, Correa, Coupigny, Dlndurra, El Flaco, Estremera, Prontgura, Fílenles, Gaspar, Guerrero, Godino, Guardia, Gutiér­rez, Hartzenbusch, JacKson, Marco, Muniadas, Palacio, Pedro-8a, Peño, Porset, Quintana, Revilla, Ribot, Rioja, Rocaberti, Sa­cristán, Sagrera, Sanjurjo, Saomartin, Sancbez Ramón, Santls-téban, Sepúlveda, Serra, Soiís, Tejera, Trueba, üceda, Valla­dares T Vlllergas.

ILDSTBADO

POR LUQUE y URRUTIA.

AÍlO DÉCIMO CUARTO. J ^

IMPRENTA Y LIBRERÍA DE EJIÜAICDO ?

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ES PROPIEDAD.

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ADVERTENCIA.

Los pronósticos que se insertan en este ALMANA­

QUE son los del titulado EL FIRMAMENTO, com­puesto por el célebre astrónomo Sr. D. Mariano Castillo y Ocsiero, que por pura galantería de su propietario, D. Gabriel Diaz y Gamboa, nos ha sido permitido publicarlos en el de LA RISA.

Queda prohibida por lo tanto su reproducción, pues para legitimar su propiedad han sido pre-sentíicos los ejemplares correspondientes.

JUICIO DEL ANO.

Marte, al frente de los dias Que .'orinan el aBo entrante, en sóD de guerra aparece (le esta mundo en los umbrales.

Si guerra 4il hial as propone, en buen hora venga Marte; voluntad al dios le asista, que tela no ha de faltarle.

Mas si razón y derecho atrepella, figurando-e que 861o á estacazo limpio se ganan las voluntades.

Valiera más que siguiese en el Olimpo el tal cafre, haciendo el bü á las antiguas mitológicas deidades.

Para que frutos sabrosos nos dé en cosecha abundante, el campo que siembra el pobre agua requiere, no sangre.

Grato es oir, no lo niego, las músicas militares, y más si por justa causa llenan sus ecos lo."! aires;

Pero otros oir prefieren ol cantar con que distraen sus penas los laboriosos ejércitos industriales.

Haz, con benéfico influjo, al menos mientras reinares, que en las guerras del trabajo tan sólo ol hombre batalle.

Que la virtud y la C'encia al noble palenque bajen, y cada cual en su sitio luche con armas leales.

Que, en vez de plazas da toros, si es posible se levante una escuela en cada esquina, pues buena falta nos hacen.

Que haya paz en los dominios de las letras y las artes, y el mérito premios logre, y las pandillas acaben.

Que... ;pero qué estoy diciendo? Pedir lo que pido ft Martj, es pedir peras al olmo, y á la quina que no amargue.

Tendremos, & no evitarlo quien puede evitarlo y sabe, esperanzas ilusorias y funestas realidades;

Los víveres, por las nubes; faltos de peso, los panes; en las mujeres, gran cola; en el Banco, formidable;

Desiertas las librerías; y las tabernas, on grande; y los pescados, podridos; y de las almas... no se haMes.

Mas yo no soy pesimista, y espero, con fé bastante, de AeuÉL que esti sobre todo un remedio i tantos males.

Ventura R. Aguilera.

POSICIÓN GEOGRÁFICA DE MADRID.

Latitud, 40 grados, 24 minutos, 30 segundos N. Longitud, O horas, 10 minutos, 4,2 segundos al E. del Obsetrato-

TÍo de San Fernando.

ENTRADA DEL SOL ES LOS SIGNOS DEL ZODIACO.

Dia 20 de Enero, sol en Acuario. Dia 20 de Febrero, sol en Piscis. Dia 21 de Mano, sol en Aries.—Prtmooero. Dia 20 de Abril, sol en Tauro. Dia 21 de Mayo, sol en Géminis. Dia 21 de Junio, sol en Cáncer.—Eííio. Dia 22 de Julio, sol en Leo. — Canieula. Dia 23 de Agosto, sol en Virgo. Dia 22 de Setiembre, sol en Libra. —0<oño. Dia 23 de Octubre, sol en Escorpio. Dia 21 de Diciembre, so leo Capricornio.—/neíerno.

ECLIPSES.

Dia 17 de Febrera, eclipse invisible de luna, á las 11 de la roafiana. Dia 29 de Julio, eclipse invisible de sol, i. las 9 de la noche. Dia 13 de Agosto, eclipse visible de luna, á la media noche.

FIESTAS MOVIBLES.

El Dulce Nombre de Jesús, el 20 de Enero. Domingo de Septuagésima, el 17 de Febrero. Sciagésima, el 24 de Febrero. Quincuagésima (Carnaval), el 3 de Marzo. Miércoles de Ceniza, el 6 de Marzo. Domingo de Pasión, el 7 de Abril. Dolores de Nuestra Señora, el 12 de Abril. Domingo de Ramos, el 14 do Abril. Pascua de Resurrección, el 21 de Abril. El Patrocinio de San José, el 12 de Mavo. Ascensión del Señor, el 30 de Mayo. Pascua de Pentecostés, el 9 de Junio. La Santísima Trinidad, el 16 de Junio. El Santísimo Corpus Christi, el 20 de Junio. £1 Sagrado Corazón de Jesús, el 28 de Junio.

El Purisimo Corazón do María, el 30 de Junio. San Joaquín, Padre de i^ucslra Señora, el 18 de Agosto. Nuestra Señora de la Consolación y Correa, el 25 de Agosto. El Dulce Nombre de María, e M 5 de Setiembre. Los Siete Dolores de la Virgen, el 22 do Setiembre. Nuestra Seíiora del Rosario, el 6 de Octubre. El Patrocinio de Nuestra Señora, el )O de Noviembre. Primer Domingo de Adviento, el i.° de Diciembre.

CUATRO TÉMPORAS.

1. 13, 15 y 16 de Marzo. II. 12, 14 y 15 de Junio.

III. 18, 20 y 21 de Setiembre. IV. 18, 20 y 21 d« Diciembre.

AYUNÓ.

Las Témporas, la Cuaresma (menos los Domingos), las vigilias de Natividad, Pentecostés, San Pedro, Santiago, Asunción y los Santos, y ademas los Viernes y Sábados de Adviento.

CÓMPUTO ECLESIÁSTICO.

Áureo número 17. — Epacta, XXVI.— Ciclo solar, 11 .— Indicción romana, VI.—Letra dominical, F. —Dominicas después de Pente­costés, 24, —Latra del martirologio, G.

VELACIONES.

Se abren: el 7 de Enero y el 29 de Abril. Se cierran: el 7 de Marzo y el 30 de Noviembre.

LETANÍAS.

Se cantan procesíonalmente el 25 de Abril, y 27, 28 y 29 de Mayo.

INDULGENCIA PLENAKIA

EH VIBXUU nv. r..\ BULA DB t i SANTA CRUZADA Y CUMl'LlKNnO

LO QUB MANDA.

Se gana en las cuatro Dominicas de Ad»ienlo, en las cuatro Tém­poras del año, en la vi^iíia y dia de Natividad, en los dias de San Es­teban, San Juan Evangelista, los Inocentes, Circuncisión y Epifanía, en las Dominicas de Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima; e ' todos los dias de la Cuaresma ; en toda la Octava de Pascua de Re"

Burreecion; en el día de San Marcos y la Ascensión; en la Tigilia y día de Pentecostés, con toda la Ociara.

En virtud ie Cí'ta Indulgencia, se saca ANIMA: En la Dominica de Septuagésima. El Martes después de ¡a Dominica primera de Cuaresma. El Sábado después de la Dominica segunda de Cuaresma. En las Dominicas tareera y cuarta de Cuaresma. El Viernes y Sábado después de la Dominica quinta de Cuaresma. El Miércoles de la Octava de Resurrección. El Jueves y Sábado da la Octava de Pentecostés.

ÓRDENES.

Se confleren los Sábados de las cuKtro Témporas del aflo, y ade­mas el Sábado anterior á la Dominica de Pasión y el Sábado Santo.

ÉPOCAS CÉLEBRES.

Este afio, según el periodo Juliano, es el 6591 De la creación del mundo, según el P. Pelavio 5861 Del diluvio universal 4306 De la población de Espa&a 4432 Déla de Madrid 4047 De las olimpiadas 3654 De la fundación de Roma 318» Del nacimiento de Nuestro Seftor Jesucristo 4876 De la primera invasión de los fenicios 3641 Ídem de los cartagineses 3578 Ídem de los romanos 3087 De la destrucción de Numancia 3007 De la invasión de los godos 1467 De la de los árabes 4<68 De su expulsión y conquista de Granada 387 Del descubrimiento del Nuevo Mundo 386 Del establecimiento de la dinastía austríaca .378 De la Corrección Gregoriana 396 De la invasión de los franceses 70 De la expulsión de los mismos 64 Del pontificado de nuestro S. P. Pió IX 33 De la definición dogmática de la Inmacubiia Concepción de

María Santísima 35

NOTA.

Laa fieitaa de precepto van sefialidas con aaa 1^ y letra HAVÚS-CCLA, «xcepto loi Domingoa.

ENERO.

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Mari. Miérc. Juer.

Viern. Sáb.

Dom. Luu.

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* LA ClnCONClSION DEL SEÑOR, y Santa Marlína, T. — Indulgencia plenaria.

S. Isidora, S. Macario, y la venida de Nuestra Seflora del Pilar.

S. Antero, papa y mr., 8. DaniíH, y Sta. Ge­noveva.

S. Aquilino, mr., S. Timotro, ob. , y Sta. Be­nita.

O tuna nneca á lai S y {i minutoi de ¡a tar­de en Cnpricornio. — Tiemjm frío, niebtai que

proitucen ltuvia$ y vienlos nebuscotoi,

S. Telesforo, papa, S. Simeón Slilita, conf., y Sta. Apolinaria, v.

LA ADORACIÓN DE LOS SANTOS R E Y E S . -^ndulgenci^l plenaria.

S. Julián, ob., y S. Teodoro, monje,—Xbrenf* las velacionei.

8. Luciano y cooips. mrs. S. Julián, nr . , y Sta. Basilisa, v. S. Nicanor, cT., y S. Gonzalo de Amarante, diá­

cono j mr. S. Híginio, p. y mr., y S. Teodoro, conf. S. Benito, ab. , y S. Victoriano.

"V) Ovarlo cree, d lat T y 29 minaloi de la ma­ñana en Aries. —nieves y vientoíi; al E. Uu^oiat,

S. Gumersindo, mr., y S. Leoncio, ob. S. Hilario, ob.. S. Félix, papa, y el beato Ber­

nardo Corleon. S. Pablo, primer ermitaño, S. Mauro, ab., y San

Máximo, ob. S. Marcela, papa y mr., y S. Fulgenoia, ob. y

confesor.

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Dom.

Liin. Man.

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S, Antonio Abad, Sla. Rnsalina, \ S. Fortunato. La Cátedra de 8. Pidro en Roma, Ma. I'risca,

T. y mr,, j Sla. Mnruarila.

;J) l.nva Urna (i íii.< 13 de la mañana en Cán­cer. — Vieníot 6 lluvias; nievet en lo$ allot.

S. Canuto, rey y mr., 8. Mario y eompaSeros mártires, j 8. Gumersindo.—Abtlineneia en Madrid

El Dulce Nombre de Jesús, 8. Fabián, p. y mr., y S. Sebastian, mr.

Sol en Acuario.

Sta, Inés, T. y mr., y S. Fructuoso y compañe­ros mrs.

S. Vicente, diácono, S. Anastasio, mr., y el bea­to Juan de Rivera, oh.

* SAN ILDEFONSO, irxokúpo de Toledo, y S. Raimundo, eonf.—Diat de S. M. el Jtey.

Nuestra Señor» de la Pai , y 8. Timoteo, ob. y mártir.

La Conversión de S. Pablo Apóstol, y Sta. El ­vira, T.

^ Cuarto meng. á Ittt S y 52 minutoi de la noche en Eicorpio. — Grnndet hieloi y crecida»

en ¡o» rioi.

S. Policarpo, ob. j mr. ,ySta. Paula, viuda ro­mana.

S. Juan Cris6stomo, ob. y dr., S. Emérito, San Dacio y comps. m.^rtires.

S. Julián, obispo de Cuenca, y 8. Valero, ob.— S. Francisco de Sales, ob. y conf., y S. Aquili­

no, mr. Sta. Martina, T. y mr., S. Lesmes, abad, y San­

ta Alde^unda, v. S. Pedro Nolasco, tr,, 8. Julio, prb., yStos. Sa­

turnino, Tirso y Víctor, mírlirei.

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FEBRERO.

8. Ignacio eb. y mr., y Sla. Brígida. — Abtti-neneia en Madrid.

9 l \ PURIFICACIÓN DE NDE8TRA SEÑORA, y Stos, Cindido y Fortunato, tuártirea.

S. Blai, ob. y mr., y el beato Nicolás de Longo-bardo.

Q Luna nueva á la «na y 4 0 «ninuíot de la larde en Acuario.— Mejora el tiempo, manifes­

tándole deipue» íirunoio y frió.

S. Andrés Corsino. ob. , 8. José de Leonisa, eon-fesor, y S. Isidoro, monje.

Sta. Águeda, T. , g. Felipe de Jesús, mr., y los Santos Mártires del Japón da la Compaftia de Jesús.

Sta. Dorotea, T. y mr., y S . Antoliano. 8. Romualdo, abad, y S. Ricardo, rey de Ingla­

terra. S. Juan de Mata, (und., S. Lucio y S. Ciríaco,

mártires. SU. Polonia, T. y mr., y S. Fructuoso y com­

pañeras mártires. Sta. Escolástica, T., 8. Guillermo, duque de

Aquitania, y S. Ireneo.

35 Cuarto creciente á Io« 7 y 46 minuto» de la noche en Tauro —El mi>mo liempo, jiero e$ muy

f«naz el viento.

8. Saturnino, presb., S. Desiderio, ob. y mr., y Ion siete Siervos de Mana.

Sta. Olalla, T.. la primera Traslación de S. Eu­genio, y Sta Eulalia

8. Benigno, mr., S. Gregorio U, papa, y Santa Catalina de Kiuis, virgen.

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S. Vilentiii, presb. y mr., el Beato Juan ])au-li«ia de la Couccpcion, j S. Raimundo de Peñafort, conf.

Slo.s. Faustino ; JoTita, herms. ton., y S. Deco­roso, ob. y conf.

S. Julián y .'S.OOO comps. tan., 6. Eliaa, y S. Gre­gorio X. papa.

Dfí Sefituagétima. $• Julián de Capadocia, mr.* S. Claudio, ob., y Sla. Conalanza.—Anima. —Indulgencia plenaria.

@ Luna llena á lat 40 y Í8 minulot de la ma­ñana en Leo.—ñielot, excarchas y brumas frias.

S. Eladio, arz. de Toledo, 8. Simeón, ob. , y San­tos Máximo y Claudio, mártirea.

S. Alvaro de Córdoba, S. Gabino, preabltero, J 8. Conrado, conf.

Sto). LeoD y Eleuierio, obi . , y S. Nemeiio, mr.

Sol en Piséis,

S. Félix, ob. , y S Maximiano, ob. La Cátedra de S. Pedro en Antioquii, y 8. Pas-

casío, ob. Stas. Marta y Margarita de Cortona, y 8. Floren­

cio, conf. De Sexaqésima %• Matías Apóstol, y 8. Modesto,

obispo.—Indulgencia plenaria. S. Cesáreo, conf.; Sios. Donato, Justo, Irene y

comps mrs. S. Alejandro, ob. de Alejandria.

^ Cuarto menguante á las 7 y 31 minutos de la larde en Capricornio. — Tiempo primaveral y

agradable.

S. Baldomcro, conf., S Leandro, ob. y conT , y S. Julián, mr.

S. Román, abad y fundador, S. Macario y com­pañeros mrs.

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Juey. Viern.

El Santo AnK*I de la Guarda , y S- Rosendo, ob. y roiif.

S. Lucio, ob. y mr. De Qitincuagéiima. {Carnaval.) S. Emeterio y

8. Celedonio. —Indulgencia plenaria. S. Casimiro, rey y confesor, y S. Pió i, »riobi9-

po de Sevilla. —/Immo.

0 Luna nueva d Ia< 7 y 17 mt ñutos de la Carde en Piscis. — Cambia en nieves ó lluvias friat.

8. Ensebio, y comps. mrs. y S. Nicolás Factor de Ceniza. Slos Víctor y Victoriano, y Sta. Co­

leta, T.—Indulgencia plenaria.—Abstinen­cia. — Ayuno.

Sto. Tomas de Aquino, y Stas. Perpetua y Feli­citas. — Ciérranse las velaciones.

S. Juan de Dios, fund., y S. Julián, arzobis­po de Toledo.

Sta. Francisca, viuda romana, y Sta. Catalina de Bolonia.

De Cuadragésima.— I de Cuaresma. S. Meliton y comps. mrs.

S. Eulogio, presbítero, S. Ramiro, Sta. Áurea, »., y 8. Constantino—Anima.

S. Gregorio el Magno, papa y dr. — Anima.

35 Cuorío creciente á las I y 46 mtnu(o< de la mañana en Géminis. — Vleníos encontrados que

producen tempestades.

S. Leandro, ari. de Sevilla, S. Rodrigo, S. Salo-, roon, y Sta. Eufrasia. — Témjiora. —Ayuno.

Sta. Matilde, y la Traslación de Sta Florentina. Stos. Raimundo y Longinos, inrs. — Témpora.—

¿lyuno. —Abstinencia.

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S. Julián, mr., S. Ciríaco diác. y mr., y S. Fé­lix, ob. — Témpora. — Ayuno. — Órdenet.

II de Cuaresma. S. Pairicio, Síi. Genrudií, y S. 4o$é de Arimalea

S. Gabriel Arcángel, S Alejandro, ob, y mr., y S. Anselmo, ob. y conf.

@ Luna llena á la» 9 y 42 nitnutoi de la noche en Virgo. — Frios y hicloi muy generales.

Mart 8. José, Esposo de nuestra Sefiora. Miérc. S. Nicelo, ob., y Sli . Eufemia, mr. Juev. Miérc. S. Benito, ab. , r S. Filemon.

Sol en Ariet. - PRIMAVERA.

S. DeoRracias, ob. , S. Pablo de Narboni, y San Ambrosio de Sena. — .ábiltncnci'a.

S. Victoriano y compañeros mrs., y S. Líbralo, miriir. — Anima.

Itl de Cuaretma. S. Agaptto, ob., y el beato José María Tomasi. conf —Anima.

ij, LA ANUNCIACIÓN DE NUESTRA SEÑORA Y ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS, y S. Dimas el Buen Ladrón.

8. Braulio, ob. j conf., S. Basilio y S. Teodo­ro, ob.

i£, Cuarto menguaiíte á lai9 y 34 minutot de la maAana en Capricornio. — Tiempo variable

y ventoio.

S. Ruperto, ob. y conf., y g Juan, ermít. En Barcelona, S. Lázaro, mr.

Stos. Castor y Doroteo, mrs., yS. Sixto III, papa y conf,

8. Eustasio, ab. y mr., S. Siró, mr., y S. Cirilo, diácono y mr. — Ahtlineneia.

8. Juan Climaco, ab., y S. Régulo, ob. lY de Cuaresma. Sta. Balbina, ». y mr., y San

Amóa, profeta. — Anima.

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S. Tenineio, ob., ; l i i lUgai de 8t«. CaUlioa de Sena.

g. FraDciico de Paula, conf. yfund., y 8ta. Ma­ría Egipciaca, peniteotc.

8. Paneracio, ob., y mr., y Sau Benito de Pa-lermo, conf.

O ¿una nueva á lat iO y 31 minulof de la ma­ñana en Ariel. — Varío, lluvial friat y tempet-

(uoto.

S. Isidora, ari. de SeTilla. S. Vicente Ferrer, y Sla. Emilia.—Alitineneia. S. Celestino, papa, 8. Di6genes, mr., y 8. Gui­

llermo, ab. De Palian. S. Epifanio, ob., y 8. Ciríaco. 8. Dionisio, ob. y conr., y el Beato Julián de San

Agustín. 8ta. María CleoTé, y Sta. Catalina, T. 8. Daniel y S. Eiequiel. (5) Cuarto creciente d tas 4 4 y 3 minuíoi de la maAanaen Cáncer. — Gran revolución que trae

lluvia» (orrenciolei.

8. León I el Grande, papa. De Dolorei. Stos. Víctor y Zenon, mn.,^. Julio,

papa, y S. Sabas. — Xnimo. —^kitínencto. 8. Hermeneftildo, rey de Setilla y mr., y S. Jus­

tino, mr. — Anima. De Bamof. S. Tíburcío, S. Valeriano, y S. Pedro

Gómale?. Telroo. Sanio. La Divina Pastora , y Santas Basílica y

Anastasia, tirgenes y mártires. Sanio. Sto. Torihio de Liébana, ob., y Sta. En­

gracia, virgen.

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Sanio. S. Aniceto, pipa j mr., y U bjita María Ana de Jesua. — A6<(inencia.

( ^ Luna llena li la< 9 y 13 minutos de la ma~ ñaña en Libra.—Revuelto, truenoi y vientos.

Santo. S. Eleuterio, ob. , S. Perfecto, presb., y S. Apolonio, mr. — Abstinencia.

Santo. S. Vicente, mr., Slos. Hermógenes, Rafo j Dionisio, mr«. Abstinencia.

Santo. Santa Inés de Monle-Puleiaoo, T. , y San Marciano, presb. y mr. — i6ii(tnencta.

Sol en Tauro.

Pascua de Resurrección. 8. Ajtelmo, ob. y dr., —Indulgencia plenaria toda la Odava.

Stos. Botero y Cayo, p a p u y mrs., y S. León, ob. 8. Jorge, mr., S. Gerardo, B. Maroto y S. Adal­

berto, ob. 8. Gregorio, ob. , y 8. Fidel de Bigmariaga , mr.

— Abstinencia en Madrid, S. Marcos Erangeliita, 8. Aniano.ob., y 8. Her­

minio, ob. y eoaf. — Letanias.— Indulgen­cia plenaria.

^ Cuarto men;uan<a alas I y 52 minutos de la mañana en Acuario. — Buena temperatura que

varia <n temporales.

S. Cleto y 8. Haroelin«, papat y mártirat, y la Traslación de Sta. Leocadia, En Catalufia, Nuestra Sefiora del Rúen Consejo.

Slos. Anastasio y Toribio deMogreveJo, y 8. Pe ­dro de Armengol.

De Cuasimodo, 8. Prurloncio, ob. , p«tron de Alara, 8 Vidal, mr., y Sta. Teodora.

S. Pedro de Verona, mr., patrón de las islas Ca­narias. — Ábrense las velaciones.

Sta. Catalina de Sena, v., 8. lodaleelo, 8. Pele grin, eonf., y Sta. Sofia.

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MAYO.

8. Felipe y Santiago, apósts., S. Segismundo, rey, y S. Jeremías, pfolela.

8. Atanasio, ob. y dr., j S . Segundo, ob. y mr.— Anivertario por lo» difunto$ primerof tnár-tiret de la Independencia ««paitóla en Ma­drid. Fitita nacional.

@ ¿una nueva d Ia< H de la mañana en Tau­ro. — Cdlor, nubei y relámpagos, qu. cambia en

lluvia».

La lnTen( i n de la Santa Crui, y S. Alejandro, márrir.

Sta. lUónica, viuda, y 8. Ciríaco. t a Conrersion de 8. Agustín, 8. Pió V y San

Teodoro. S. Juan Anie-Porlam-Latinam, y S. Juan Da-

masceno. S. Estanislao, ob. y n r . , y 8. Augusto, mártir. La Aparición de S. MlgiielArCingel. S. Gregorio Naciauceno, ob. , y la Traslación de

8. Nicolás de Barí.

'Jí) Cuarto ereeiente á lai S y 6 mtnufoi de la larde en Leo. —Varia el tiempp ffio con pedris-

cof en parirs.

S. Antonino, arz. de Florencia. 8. Mamerto, oh. , y S. Aiiasiáíio, nir. El Patrocinio de San José, y Sto. Domingo de la

Calzada, con!. Ntra. Sra. de los Desamparados, y S. Pedro Re­

galado, conf. S. Bonifacio, v Slos. Vilo y Corina. •í SAN ISIDUO LABRADOíl, Patrón de Madrid.

y S. Indalecio.

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Dom.

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Hiere.

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Sáb.

Dom.

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Miére.

Juer.

Viern.

=a 8. JniD NepomoceDO, j S. Ubaldo.

@ Luna ¡lena á la$ 9 y ti minulo$ de la noche en Eicorpio. — Mejora el tiempo, y el calor le

deja eentir.

S. Pasenil Bailón, conf., j 6ta. Restilata, rir-gen y mr.

S. VcDancio, mr., j 8. Filix de Cantalicio, eon-fesor.

S. Podro Celestino, papa, Sla. Pudenciana, San Juan de Cetina, y S. Pedro de DueAas.

S. Bernardioo de Sena, conf., y S. Baudilio, mr. Sta. María de Socors, T. , y Sta. Victoria.

Sol en Géminit.

Sta. Rita de Casia, *iada, S u . Elena, y SanUs Quiteria y Julita.

L« Aparición de Santiago Apóilol, y 8 Deside­rio, ob.

8. Robiiatiano, mr., j S. Juan Franeiaeo Regia.

^ Cuarto menguante ú tai <0 y S8 minutot de la iiaeAa en Pí$ci$.—Calor y muy variable.

Stos. Gregorio Vil y Urbano, papas, j Sil . Harii Magdalena de Paizis, r.

8. Felipe Neri, conf. y fundador, y S, Eleuierio, papa y mr.

S. Juan, papa y mr., S. Julio, mr., Sta. Resti­tuía y S. Éutropio, ob. y conf. — Letaniat. — Abstinencia. — Indulgettcia plenaria.

8. Justo, conf., 8. Germán, ob. , y S. Emilia, mirlir.— Letaniat.— Indulgencia plenaria.

S. Máximo, ob. y cf., y Sta. Teodosia.—¿«(cniat. •— Abtiinencia. — Tndulgtíneia plenaria.

* LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, y 8. Fernan­do III, rey de EtpaSa. — /nduli/encta ple­naria.

Sta. Petronila, T., y S. Torcnalo.

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JUNIO.

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Sáb.

Dom.

Lun. Mari. Hiere. JueT. Viern.

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8. Segundo, ob. y mr., patrón de ATÍU.

Q tuna nuna d lat T y ti minuloi de ¡a ma­ñana en Géminit. —Variable y viento$ generalei.

Stos. Marcelino j Pedro, mri., y S. Juan de Or­tega, conf.

S. Isaac, monje, j Sta. Clotilde. S. Francisca Caraceiolo, y Sla. Saturnina, r. S. Bonifacio, ob. y mr., y S. Doroteo, presb. 8. Norberlo, arz. y conf., y S. Felipe de Cesárea. S. Pedro Wistremundo y comps. mrs.

^ Cuarto ereeiente á lai I y il minutoi de la noche en Virgo. — Calores y tronadai.

g. Salustiano, conf., S. Norberto. ob. y (und., y Stos. Heraclio y Medardo.— Vigilia.—Ayu­no.— Indulgencia plenaria toda la Octava.

De PenlecotUi. Sloi. Prima y Feliciano, mra., y S. Ricardo, ob.

Stos. Crispulo y Restitulo, mrU., y Sta. Margari­ta, reina de Escocia.

S. Bernabé, Apóstol, y Stos. Félix y Fortunato. g. Juan de Sabagun, conf., y S. Onofre, ana­

coreta. — Témpora. — Ayuno. S. Antonio de Padua, conf., y S. Germán y com­

pañeros mrs — ánimo. S. Basilio el Magno, ob. y dr., y Stos. Anastasio

y Félix, mrs. — Témpora. — Ayuno. S.Vito, S. Modisto, y Sta. Crescencia. mrs.—

Témpora Ayuno. —Anima. — Ordena.

@ Luna llena d lo« 2 y i minulot de la maña­na en Sagitario. — Revuelto á diai, otroi tum

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La Santísima Trinidad, S. Marcelino, ob. , San Quirico y Sla. Jiilita, mártir.

S. Hanuel y cooips. mrs., et bcaio Pablo de. Are­lo , cont., y S. Anastasio.

Slos. Marco, Marceliano y Ciríaco, y Sta. Pau­la, mrs.

Slos. Gerva.sio y Protasio.mrs., y Sta. Juliana de Falconeri.

* SANCTISSIMÜM CORPUS CHKISTl, S. Sil-Yurío. papa, y Sta. Florentina, Y.

S. Luid Gonzaga, conf., S. Eusebio, y 8. Pela-gío, mártir.

Sol en Cáncer. — ESTÍO.

Sáb. 8. Paulino, ob. y conf., y S. Acacio y 40,000 comps. mri.

Dom. S. iuan, presb. y mr., Sta. Agripina, y S. Zenon. — Vigilia.

^ Cuarío menguante á lat 6 y 38 mtnutof de la tarde en Ariet. — Nubladoi y ehiipae elietricat

Luo. La Natividad de San Juan Bautista, y S. Fausto, y comps. mrs.

Mart. S. Guillermo, conf , y Slos. Eloy, Pr6.ipero y Eligió, obs.

Mirrc. Slos. Juan y Publo, berm». mrs. Juer. S. Zoilo y comps. mrs. S. Bcnvenulo y 8. La­

dislao, rey de tlunpria. Viern. { El Sagrado Coraion de Jesús, S. León II, papa

y conf. — Vigilia. — Ayuno con abtlinencia de carne.

Sáb. * S. PEDRO y S. PABLO, Apostóle», y Sanios Marcelo y Anastasio, mrs.

Dum. El Purísimo Corazón de María, la Conmemora­ción de S. Pablo, Apóstol, y S. Marcial, obispo.

Q tuna nueva á lai i y 47 minutof de la lar­deen Cáncer. — Calores fuerlet y tronadai.

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JULIO.

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Dom.

Stos. Casto y Socundino, obs. y mri, Sta. Leo­nor, y Stos. Galo y Julio.

La VisilacioD de Nuestra SeAo», y S. Crbano, mártir.

8. Trifon y comps. mrs.. Sto>. Marco, Mucia-no y Paulo, márlircs, S. Beliodoro, ob. , y S. Jaciuto.

S. Laureano, ari. de Setilla, y el beato Gaspar Bono.

Sta. Zoa, S. Miguel de los Santos, conf., y Santa Filomena, v.

Sta. Lucia, r. y mr., Sta. Dominica, y 8. R6-mulo, ob. y mr.

S. Fermiq, ob. , y el beato Lorenzo de Brindis, confesor.

2 ) Cuarto erecienle á lai 6 de la mañana en Libra. — Calores, nubarrones y (roñadas.

Sta. Isabel, viuda, reina de Portugal, y S. Pro-copio, mr.

S. Cirila, ob. y mr., y S. Zenon y compañeros mártires.

Stas. Amalia y RuAna, herms. mrs., S. Cristóbal y siete hermanos mrts., y Sta. Segunda.

S. PÍO I , papa y mr., S. Abundio, y Sta. Veré-nica (le Jiilianis, T.

S. Juan Gualberto, ab. , j Sta. Marciana, T. y mártir.

8. Añádelo, papa y mr., y 8. Maximiliano, ob. y mártir.

S. Buenaventura, ob. y dr., y S. Francisco So­lano, conf.

( ^ íuno Hen» d la uno de la íorde en Capri­cornio. — £:2;celente y bella temperatura.

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Dom.

Lun.

Mart.

Hiere.

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S. Enrique, emperador, y S. Camilo de Lelir, fundador.

El Triunfo de la Sta. Croi, y Moeiira geliora del Cárn-.en.

S. Alejo, coof., S. León IX, 8. Jacinto, S. Libe­rato, y Sta. GeneroM.

Sta. Sinforosa y «us iiete hijos mrs. Stas. Justa y RuRoa, TI . y mrs., y S. Tieentc de

Paul. fund. ' Stas. Librada y Hargarita, y 8. Elias.

Sta. Práiedes, y., y Stos. Victor, Alejandro y LongiDos. mrs.

S u . María Magdalena, penitente, y S. Teófilo, miriir.

Sol en Leo. - CANÍCULA.

^ Cuarto menguante d lai 3 y 32 minuloi de la maltona en Ariee.—Tempettaiei l inéalo.

8. Apolinar, ob. y mr., 8. Liborio, [ob., Santa Erundina y Sta. Engracia.

9. Francisco Solano.y S u . Cristina, r.— Vigilia. — Ayuno.

* SANTIAGO APÓSTOL, Polron de Eipaña, y S. Cristóbal, mr.

Sta. Ana , Madre de Nuestra SeSora. S. Pantaleon, mr., y Stas. Semproniana y Julia­

na, mrs. 8. Naiario, 8. Victor y compt. mri., 8. Inocen­

cio, y S. Celso. SU. Marta, T . , S . Félii 11, y Stos. Simplicio,

Faustino y Beatriz.

O Luna nueva ála$9 y S nitnuloi de la noche en Leo. — Calores exceiiwt y nubladoi.

Stos. Abdon y Señen, mrs., 8. Ru6no y SU. 8e-cundina, mr.

8. Ignacio de LoyoU, conf. y fund., y S u . Ele­na, mr.

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Dom. I.nn. Mart.

Miérc.

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Viern. Sib. Dom.

==n AGOSTO.

S. Pedro Advínjcnla, 8. Félix, mr., J lo> herma­nos Hacabeos.

Ntra. Sra. de lot Angeles, S. Pedro, ob., S. Es­teban.—Jubileo de la Porciúneula.

La Invención de 8. Esteban. Sto. Domingo de Guzman, conr., y Santa Per­

petua, mr. Nuestra Señora de las Nieves.

^ Cuarto ereeieníe d la* 3 y 28 mt'nutot de la larde en Bicorpio.—Caloret fuertet, refretean-

do lai mañanat.

La Transfiguración del SeSor, y Santos Justo y y Pastor.

8. Cayetano, (und., y S. Alberto. S. Ciriaco y comps. nirs. S. Koman, mr. — Vigilia. S. Lorenzo, mr., y Stas. Basa , Paula y Agalóni-

ca, vírgenes y mrs. S. Tiburcio, y Stas. Susana y Filomena. Sta. Clara, T. , y S. Eusebio. S. Hipólito y 8. Casiano, mrs.

@ Luna llena á lat H y t\ minulot de la tarde en Acuario.— Variable y ventólo.

8. Eusebio, presb., y 8. Marcelo. — Ayuno con abitineneia de carne.

9 LA ASUNCIÓN DB NCESTRA SEÑORA , y Ntra. Sra. de la Granada.

S. Roque y 8. Jacinto, confs. Sto». Panlo y Juliana, herms. mrs. S. Joaquín , Padre.de Nuestra Señora, Sta. Clara

de Falconeri. v., 8. Bonifacio, mr., y Santa Elena, emperatrit.

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Sáb.

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Lun.

Mart.

Miérc.

JueT.

Viern.

Sáb.

— ss 8. Luii, ob., y Stos. Timoteo, Agapio, y Tecla,

mártires. S. Bernardo, ab. , patrón de Gibraltar, y 8. Sa­

muel. proTeta. Sta. Juana Francisca Fremiot, Tiuda, gla. Basa

y sus tres bijas mártires, y Nuestra Señora del Mar.

C Cuario menguante á la una y 52 mínuíoi de la tarde en Tauro. — Tiempo afable y freiqui'.o.

Stos. Sinforiano, Hipililo, Filiberto y Timoteo, mártires.

S. Felipe Benicio, eonf., Stos. Bernardo, María y Gracia, mrs., y Stos. Cristóbal y LeoTÍgil-do. — Vigilia,

Sol en Virgo.

S. Bartolomé. Apóstol, patrón de Belmente, y S. Petolomeo, mr.

Ntra. Sra. de la Consolación y Correa, 8. Luis, rey de Francia, y 8. Ginés de Arlii.

8. Ceferino, papa ymr . ,S . Licer, ob. , y 8. Leo-Tigildo, mr.

S. José de Calasaní, rondador de las Escuelas Pías, S. Rufo, ob. y mr., y la Transrerbe-racion del corazón de Sta. Teresa.

8. Agustín, ob , dr. y fund., 8. Moisés, anacore­ta, y 8. Quintín.

® Luna nueva álai Sy *0 minuíot de la tarde en Virgo. — Tiempo vario y revuelto.

La Degollación de 8. Juan Bautista, y Santas Sa­bina y Cándida.

Sta. Rosa de Lima, i., Stos. Emelerio y Celedo­nio, mrs.

8. Ramón Nonnato, conf., Stos. Vicente, Cris-teta y Sabina, mrs.. y Nuestra SeAora del Buen Viajo.

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23.

SETIEMBRE.

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Dom.

Lun.

Mart.

Miérc. Jue».

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8. Gil, abad, y ii berms. mrs. } Stoa. Vicente y Leto. mrs. de Toledo.

S. Fsiiíban, rey de Hungría, y S. Antolin. S. Sandalia, mr. de Córdoba, S. Simeón StiUta,

y g. Ladislao, rey.

Sale la CANtCCLA.

Stas. Cándida, rinda, Rosa de Tilerbo y R O M -lia, Tirgenes.

^ Cuarto creciente álai i y M mtnu(o< de la mafiana en Sagitaria. — Después de un tiempo

excelente, fuertes tronadas.

S. Lorenzo Jnstiníano, ob., Sla. Obdulia, T. y mr. y S, Bertin.

S. Eugenio y comps. mri., S. Petronio, y San Eleulorio.

Sla. Regina, T. y mr., yStos. Pantaieon y Juan, mrs. — Abstinencia en Madrid.

LA NATIVIUAD DE NUESTRA SEÑORA, y San Adriano.

Sta. Maria de la Cabeza, y Stos. Gorgonio y Do­roteo, mrs.

S. Nicolás deTolentino, erm. y cf. y S Pedro de Monzón.

Stos. Prnlo y Jacinto, herms. mrs. S. Leoncio, S. Lesmes y comps. mrs., y 8. Eulo­

gio, obispa.

0 Luna llena i las 9 y 39 minutos de la ma­ñana en Piscis. — Tiemjio variable.

S. Felipe y comps. mrs., S. Cayo, conf., y San Amado, abad.

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Dom.

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Míérc. Juer.

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Dom. Lun.

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La Exaltaoion de la Santa Crui, y Sta. Catalina, viuda.

El Dulce Nombre de Maria, S. Nicomedea, mr., j Stas. Emilia jr Melilina.

Stos. Cornelio. Cipriano y Rogelio. Las Llagas de S. Francisco de Aiis, j S. Pedro

de Arbués. Sto. Tomas de TillanueYa, ariobispo de Valencia,

confesor. — Témpora.—.4yuno.— Indulgen­cia plenaria.

8. Genaro, ob. y mr.

^ Cuarto menguante á la$ 10 ¡/ 20 minuíot de la noche en Géminit. — Bella temperatura y

freiquilo.

S. Eustaquio y comps. mrs. — Témpora.—^áj/u-no. — Vigilia.—Indulgencia plenaria.

S. Maleo, Apóstol. —Témpora. — Aj/uno — Or-denet.—Indulgencia plenaria.

Los Siete Dolores de la Virgen, S. Mauricio y comps. mrs.

Soten Libra.-Orom.

S. Lino, papa y mr., y Sta. Tecla, T. y mr. Ntra. Sefiora délas Mercedes, y el beato Dalma-

cio Monner. S. Lope, ob., y Sta. María de Socors. Stos. Cipriano, Crescendo y Justina, mrs., y San

Ortocio, ob.

Q Luna nueva á lat 2 y i mtnu(o< de la larde en Libra. — Temporalee generalei.

Stos. Cosme y Damián, mrs. S. Wenceslao, duque de Bohemia, mr., y el bea­

to Simón de Rojas. La Dedicación de S. Miguel Arcángel. S. JerAnimo, presb., dr. y fund,, Sta. Sofía, r in ­

da, y 8. Honorio.

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JneT. Viera. Sib. Dom.

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Dom.

Lun.

Mart.

5. RcmiRio, ob. En Cádií el Sanio Ángel tutelar de Espafia.

^ Cuarto ereeienle á lai t y 38 minuloi de la noche en Capricornio. — Vínfoi», nubarrones y

tal ves frió.

6. Salurio, n r . , patrón de Soria, y S. Olega­rio, ob.

S. Cándido, mr., y S. Gerardo. S. Francisco do Asía, conf. y fund. S. Froilan,ob., y S. Plácido y compi. mrs. Ntra. Sra. del Rosario, 8. Bruno, conl. y funda­

dor, Sta. Fe, y S. Magno, ob. S. Marcos, papa y cont., S, Sergio, y Sia. Jus­

tina, ». y mr. Sta. Brígida, viuda, S. Demetrio, mr., y Sla. Be-

Dedicla, T. y mr. S. Dionisio Areopagita y compt. mrs., y Santos

Eleulerio y Rústico, mrs. S. Francisco de Burja, y S, Luis Beltran , confe­

sores, y S. Daniel y comps. mrs. Stos. Fermín y Nicasio, obs. y confesores, y San

Germán.

© ¿una llena á lat ti de la mañana en Ariee. Hettielto y frió.

Ntra. Sra. del Pilar de Zaragoia, y SU». Félix y Cipriano, mrs.

S. Eduardo, rey y conf., S. Fausto, y S. Gerar­do, abad.

8. Calixto, papa y mr., y Sta. Fortunata y her­manas mrs.

SU. Teresa de Jesús, T. y fund., y S. Bruno, obispo y mr.

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Sáb.

Dom.

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JueT.

S. Galo, abad, S. Florentin, y Sta. Adelaida. Sta. EduTigis, Tiuda, S. Andrés de Gandía, mon­

je, y Sla. Mamerta. — Yigitm. S. Lúeas Evangelista. 8. Pedro Alcántara, conf. y fund., y Sta. R e ­

sina, V.

£ Criarlo menguante (i íat S y 43 minutoi de la mañana en Cáncer. — JVuModo» que traen

lluvial.

Sta. Irene, ". y mr., S. Juan Canelo, S. Wen­ceslao, y »• Feliciano.

S. Hilarión, Sta. Úrsula y lag once mil TJrgenea raúriires.

Sla. María Salomé, «iuda, S. Melanio, obispo, y Sta. Cordula, ». y mr.

8. Juan Capistrano, conf., y S. Pedro Pascual, ob. y mr.

Sol en Eieorpio.

S. Crispiniano, 8. Frn-S. Rafael Arcángel. S. Crisanio, S. Crispin ,

tos, y Sla. Daría.

9 luna nueva d la una de la tarde en Eicor-pio. •— Mal tiempo, con tendencia i nievet.

8. Eraristo, papa, y Stos. Luciano y Marciano, mártires.

Stos. Vicente, Sabina y Cristeta,mártires de Afi­la. — Vigilia.

Stos. Simón y Judas Tadeo, Apóstoles, y Santos Cirilo y Anastasia mrs.

8. Narciso, ob. y mr., Sta. Eusebia, T. J mr., y S. Teodoro, abad.

8. Claudio y eomps. m n . , S. Marcelo, y 8. Sa­turnino, mr.

8. Quiutin, mr., Sta. Lucila, T., y la BaUlla del Salado.— Vigilia.—Ayuno.

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Dom.

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NOVIEMBRE.

« LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS, y San Cesáreo, mr.

La Conmemoración de todos los fieles difantos, y Sla. Eustoquia.—Jubileo «n iodat lat p a r ­roquia*.

^ Cuarto creciente á lat t y M minuto* de la tarde en Acuario. — Muy rartobíe y friot.

S. Valentín, preab., j los innnmerables mártires de Zaragoza.

8. Carlos B()rranieo, arz. y conf., y Sta. Mo­desta, T.

S. Zacarias, proFola y mr., y Sla. Isabel, padres de S. Juan Bautista.

S. Serero, ob. y mr., y S. Leonardo, abad. Slos. Florencio y Antonino, comps. mártires, y

S. Rufo. Stos. Severo, Sereriano, Carpóforo y Victorino,

hermanos; mrs. Stos. Teodoro y Sotero, y la Dedicación de )a Ba­

sílica del Salvador en Roma. El Patrocinio de Nuestra Sehora, y S. Andrés

Avelino, conf.,

(v) íuna llena d lat 2\y ^i minutoi de la tarde en Tauro, —Eipeíai nubei, con todo género de

mal tiempo.

S. Martin, ob. y conf. S. Martin, papa y mr., S. Millan, y S. Diego de

Alcalá, conf. j S. Eugenio III, arz. de Toledo, S. Estanislao de

Koska, y S. Bomobono, conf. ¡ 8. Serapio, mr., S. Lorenzo, ob. y conf., y San­

ta Veneranda, r. y mr.

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Dom.

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Juer.

Viern.

Sáb.

~. = « S. Eugenio I , Aríoii$po y Patrón d» Toledo,

j S. Leopoldo. S. Ruflno j compi. m n . , y 8. Fidencio, ob. y

confesor. 8(a. Gertrudis la Magna, y Stos, Acisclo y Victo­

ria, herms. mrs.

£ Cuarto menguante á la una y \Z minutot de la larde en Leo. — Relámpago» y (ru«nof, con

lluviat ó nieves.

8. Uiximo, ob., S. Román, mr., y la Dedica­ción de la Iglesia de 8. Pedro y 8. Pablo en Roma.

8ta. Isabel, viuda, reina de Hungría. 8. Fílii de Valois, conf. y (und., y Stos. Agapito

y Dacio, mrs. La Presentación de Nuestra Señora, y Stos. Ho­

norio, Esteban y Eutiquio, mrs. Sta. Cecilia, r., y mr., y 8. Mauro, mr. 8. Clemente, papa y mr., y Stas. Felicitas y Lu­

crecia, mrs. 8. Juan de la Crui, 8. Crisógono, mr., y gan-

u s Flora y Maria, TS. y mrs.

9 Luna nueva á la una y 19 minutos de ¡a tar­de en Sagitario. — Varía el tiempo y hiela en

muchas parles.

Sta. Catalina, TÍrgen y mr., y 8. Gonzalo, ob. de .Mondoñedo.

Los Desposorios de Nuestra Señora, y 8. Pedro Alejandrino, ob.

Stos. Facundo y Primitivo, y comps. mrs., y gan Valeriano, ob.

S. Gregorio III, papa y confesor. — Cumpleaños de S. M. el Rey.

S. Saturnino, ob. y mártir, patrón de Pamplona. — Vigilia.

8. Andrés, Apóstol, Stas. Maura y Justina, Tír-genes y mrs.—Córranselas velaciones.

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20

DICIEMBRE.

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Viern.

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Lun.

Mart.

Hiero. JueT.

Viern.

Sáb.

I de Adviento. Sta. Natalia, viuda, Sta. Cándi­da, mr . , yS . Casiano, obispo.—Indulgencia pUnaria.

Sta. Bibiana, y. y mr., y S. Pedro Criaólogo, ob. j doctor.

^ Cuarto ereeienle d la una y B6 mtnufoi de la larde en Piseii. — Nie<oet ó lluviat.

8. Franciioo JaTier, coo(.,'y Stoi. Claudio ¿ Hi­laria, esposof mn.

Sta. Bárbara, T. y mr., patrona de Baza, y San Clemente de Alejandría, dr.

S. Sabaí, ab. , S. Anastasio, mr., y 8. Oalma-eio, ob.

S. Nicolás de Barí, ari. de Mira, y S. Pedro Pas­cual, ob. y mr.—Ayuno.

5. Ambrosio, ob. y dr., y g. Teodoro.—.4yuno. / / de Adviento. LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN

DK NUESTRA SEÑORA. PATRONA DE ESPAÑA É INDIAS, y S. Macario, mr.—In­dulgencia plenaria.

Sta. Leocadia, T. , y mr., S. Restituto, ob. y mr., y 8. Cipriano, ab.

Ntra. Sra. de Loreto, S. Melquíades, y Sta. Eu­lalia de Mérida, y. y mr.

( ^ Luna llena á lae 3 y t9 minutos de la tarde en Giminit- — Bieloi, y d lu /I» nievet.

6. Dámaso, papa y oonfesor. Ntra. Sra. de Guadalupe de Méjico, y S. Donato

y comps. mrs. Sta. Lucia, r. y mr., y el beato Juan de Mari-

nonio, conf.—Ayuno. S. Nicaiio, ob. , y S. Arsenio, mr—Ayuno.

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Dom. Kuii.

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^ ^ = ^ Ilí de Adviento. S. Eusebio, ob. y mr.. y S. V»-

leriano, ob. — indulgencia plenariu. S. Valentín, mr., y S. Abdon.

f ¡ Cuarto menguante á lat 9 y 22 mt'nufoi de la mañana en Virgo. — Nubes y visnioí, y tal

vez lluvial.

S. Lázaro, ob. , y 6. Franciaco de Sena, eoof. i Nlra. 8ra. de la 0 . — Timpora.—Ayuno.—/»- j

dulgencia plenaria. j S. Memetio, mr., y Sla. Justa. Sto. Domingo de Silos, abad y conf. —Vtjilta.—

Témpora.—Ayuno.—Indulgencia ptenaria, 8lo. Tomai, Apóstol — Timpúra. — Aguno. —

Ordenet. —Indulgencia plenaria.

Sol en Capricornio. — INVIERNO.

IVde Adviento. S. Demetrio, mr., S. Fabiano y eompi. mrs, y S. Zenon.— Indulgencia ple­naria.

Sta. Victoria, T. y mr . ,ye l beato Nicolás Factor. S. Gregorio, presb. —Vigilia con abttineneia de

carne. — Vitila general de eárcelet. — In­dulgencia plenaria,

0 Lana nueva d lat 6 y Si minuloi de la larde en Capricornio. — Nublados y mu!/ variable.

* LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JE­SUCRISTO, y Sta. Anastasia. —/ndu¡jencio plenaria.

S. Esteban proto-mártir.—/»duI;<n(;ta plenaria. S. Juan, Ap. y Zi.—Indulgencia plenaria. Los Stos. Inocentes, mrs.. y Sios. Víctor y Roga-

ciano, mrts Indulgencia plenaria. Sto. Tomas Cantuanense, arzob. y mr. La Traslación de Santiago Apóstol, y g. Sabi­

no, obispo. S. Silvestre, papa y cooL, y Sta. Coloma

J

EN EL PARA.ÍSO.

( K S C E N A S B Í B L I C A S .

Y despilfarrando de un golpe mis cieu céntimos de peseta, me dirigí hacia el paraíso.

En verdad, en verdad os digo, que el que no haya es­tado en el paraíso del Teatro Real en una noche de es­treno, no sabe lo que son soponcios, ni calambres, ni sofocaciones.

Coloquéme lo mejor que pude entre una rubia y una morena.

Por amor al prójimo, se entiende, y sobre todo á las prójimas.

Delante de mi, y como embutido en el antepecho, ha­bía una abreviatura de hombre ó un hombre degenerado.

Era un cesante. Parecióme que estaba al acecho de los gallos que se

escapaban do la escena. A mi espalda escuché un grufíido y vi relucir un

casco. Por lo cual sospeché, con los pelos de punta, que ha­

bía mpras, suegras ó coraceros en la costa. Y era verdad. Allí estaba la mamá de las niñas, de la rubia y de la

morena; una mamá de trascendencia, que, peso en bru­to, tendría sus catorce arrobas.

Y desempeñaba tan á lo vivo su papel de serpiente, que con la cabeza inclinada sobre el pecho, dormía, y al dormir, silbaba, y al despertarse me propinó un coda­zo, haciéndome llamar á Jehová.

Y allí estaba también el coracero raso, primo ó cosa

32

aú de las Eva?:, quo aquella noche, ma parefiíó que iba un poco nublad».

Y principii) la Kinfo-jii.a.

La morena me miraba de una manera alarmanto. Era una mirada de reto, de desafío. Y... cosa natural; se me subió el pavo. La morena se había empeñado en sacarme de mis ca­

sillas y lo consiguió. Olvídeme de la serpiente, del coracero, de la ópera y

de todo cuanto me rodeaba, para dedicarme sottn voce á aquella provocativa Eva de ojos negros.

Y principió el dúo.

Hacia mucho calor en el paraíso. La morena sudaba y yo también. La serpiente seguía silbando á mi oído.

El coracero bebía los vientos, para airearse el paladar. El cesante, no teniendo á mano otra cosa que digerir,

tragaba saliva y más saliva. La orquesta comenzó un andante. Pero yo, que estaba desconcertado, me pasé al andan­

tino, mirando indistintamente á la rubia y á la morena. Y comenzó el terceto.

La suegra, agobiada sin duda con el peso de süs ca­torce arrobas, continuaba silbando detras de mí.

El coracero, que no cesaba de mirarme, se puso tan negro, que ya pasaba de castaño oscuro.

El cesante, que se había colocado de perfil para oir mejor, la hizo, sin querer, un gran agujero á la tabla del antepecho con el codo.

Las dos Evas sudaban desesperadamente, poniéndose de todos los colores del Iris por mor de la sofocación.

Y yo también. La orquesta desafinó en aquel instante. Quise marcar un compás en el pié de la rubia, pero

33 me escurrí y la extremidad de mi bota fué á colocarse en el occidente del cesante.

iQué era lo que faltaba para el cuarteto?...

La rubia disimulaba. La morena, descargó un pellizco de monja en la pan-

torrilla del coracero, creyendo que era mi brazo Simultáneamente sentí dos redobles. Uno en la orquesta y otro sobre mis costillas. Al mismo tiempo una batutta se cernia sobre mi cabeza. Una batutta de acero que me amenazaba. La espada flamígera del ángel ó del primo extermina-

dor que iba. á castigar mi osadía. Y un terrible mordisco, un mordisco de suegra, me

hundió rl cogote. Y huí atemorizado, con intención de meterme en el

cesante, á quien suponía hueco por los ayunos. Y acudieron guardias, acomodadores, dilettanfi y gen­

te del pueblo, como en las comedia:. Es decir, el coro.

—En verdad, en verdad os digo, clamaba de allí á poco un fiero polizonte, que vais á dar de cabeza con la prevención.

Y se armó la de Dios es Cristo. La orquesta preludió una marcha guerrera. Y á paso redoblado nos sacaron de allí. Y ya en el pasillo, para aplacar los ánimos, ofrecí ex-

pontáneamente una cena por barba. Y nos fuimos con la música á otra parte.

Al cesante le sobrevino una indigestión. A la mamá y á las niñas, un apetito desordenado...

de eiitrecort. Al coracero raso una frirca, y se acabó de nublar. Y á mí ua..«wat]» ¡Mi'WwUjJiggó la hora de pagar la

cuenta. , ^ ' , ' . i tA ÍMI>f t j J»^^

31

El lance, pues, no tuvo consecuencias. Pero yo sali muy escamado. Y desdo ahora, aunque me condene, renuncio genero­

samente al paraíso. Porque no estoy para músicas,

A. Sánchez Ramón.

CASTJITISUO.

La fiesta es hoy de Corpus, y es pecurto en dia trabajar tan señalado. Mas, diga lo que quiera un fariseo, obra de caridad es, según creo, agua dar al sediento, y mi hortaliza, por el sol abrasada, es ya ceniza; la he de regar, que en dia aunque festivo, el hombre debe ser caritativo.— Dijo asi un horlelano, buen sugeto, que discurría bien, aunque paleto. y sin encomendarse á Dios ni al diablo, un pollino sacando del establo, ¡oh infracción del decálogo notorial Le condenó á dar vueltas é. una noria. La infracción vi6 un obispo que solía pasar junto & la huerta cada dia, en un coche, aunque antiguo, bien cuidado, por dos muías magnificas tirado. Era en eso de fiestas muy severo; mandó el coche parar á su c"chero, y al hortelano á gritos reconvino por hacer trabajar á su pollino. El hortelano humilde y cabizbajo oyó la reprimenda, y con trabajo espuao á su ilustrisima una duda que de pronto asaltó su mente ruda. —Si fallo con mi burro á los preceptos impuestos por la Iglesia á sus adertos, también con vuestras molas yo discurro que faltáis cual yo falto con mi burro. ¿O tienen por ventura vuestras muía» para trabajar hoy algunas bulas? —¡Arrea, Sebastian! Amostazado dijo llamando al auriga el prelado, ii]u6 tan ineptas ciertas gentes seanl Mis muías no trabajan, que pasean.

;A.RibotyFontser4.

rf^fíf ^

Si cada añojal pasarjme da un pellizco que me pone á morir,

I por qué dicen las gentes que los anos se pasan sin sentir?...

36

Á MA.L TIEMPO BUENA CARA.

Vamos á cuentas, señorea! pesimistas, ¿Qué adelan­tan Vds. con estaff siempre de mal humorí ¡,Qué placer encuentran Vds. en apurar diariamente la copa de la amargura'!

Los que siempre están de mal humor, apurando la pa­ciencia de los desgraciados que tienen que sufrirlos, debian establecerse en despoblado y vivir aislados como los hongos.

Estas pobres gentes no se paran á reflexionar que en este valle de lágrimas todo se nos da pmr añadidura y que el llegar á ver el nuevo día es bastante motivo para estar alegres y contentos como nos lo enseñan los paja-rillos que apenas despunta el alba, saludan al Criador con dulces y armoniosos trinos.

Alguno habrá que al leer este articulo pretenda re­convenirme diciendo: Compañero^ no es lo mismo predi~ car que vender trigo. Pero yo le contestaré con aquel proverbio tan sabido: No hay mal que por bien no venga. T puesto que los ejemplos convencen más que las pala­bras, allá van unos cuantos.

Supongamos que un hombre no tiene más que un duro y se le pierde; este hombre, en vez de tomarlo por donde quema, debe reflexionar y decir: l'eor Imbiera sido quebrarme una pierna.

Supongamos que un joven idolatra á una pollita que, á más de ser linda, tiene muchísima educación (léase dinero), y cuando el amante está más entusiasmado, la-dama, olvidando su juramento, le deja plantado por otro joven que, aun cuando es más feo que el no tener, tiene esperanzas de ser marqués.

El amante despreciado, en vez de pegarse un tiro ó •luando monos tomar un berrinche, debe tomar una bue-la ensalada de chuletas, beber unos cuantos tragos de íiorehata de cepas y tenderse á la bartola diciendo: Aqui ¡w las den todas.

Supongamos que una mujer, de esas que le cuentan al

n marido las pestafijis y le írien la sangre pidiéndole cuenta de todas sus operaciones, se encuentra con un par de cachetes. Esta mujer, en vez de alborotar la casa y en­terar á la vecindad, debe aguantarse por la buena y decir entre sí: A mal dar tomar tabaco; bien merecido lo tengo.

Supongamos un marido que tiene á su mujer metida en un puñu sin dejarla manejar un cuarto y que si liay que comprar un ochavo de peragil tiene que intervenir él ó de lo contrario se arma la gorda. Si á este marido le llega un dia en que la mujer quiere separarse de él porque le odia, le detesta y abomina, en vez de estar de mal humor debe conformarse y decir: Tú lo qmdsle fraile mostcn.

Supongamos ((ue á una dama, muy preciada de su hermosura, le sale un enorme divieso en la nariz: en vez de darse á todos los diablos, debe decir: Más vale tener este grano en la "nariz que en otro sitio que «le estorbara, al sentarme. Esto es salud y por lo tanto JVo hay mal que por bien no venga.

Supongamos que á un empleado le disparan un oficio declarándole cesante y, lo que es consiguiente, á lo^ po­cos meses se encuentra en tan critica posición qiio si le fuera posible se comería la mitad de su individuo. iPor i]ue este hombre rabie y se desespere lloverán destinos ó monedas de cinco duros? No scurir. Puos entonces le tie­ne n>ás cuenta conformarse y decir: Paciencia si íio como, en. ca/mlno estoy libre de cólicos é indigestiones y me l i ­bro de los módicos.

Supongamos C\XÍO un cazador, al disparar su arma, re­cibe un fuerte culatazo (lue le destroza el hombro. íSe ha de incomodar por e<ü?

No señor. Debe conformarse y decir: Yo qufria diver­tirme quitando la vida á un animalito inofensivo y m^ Ití(, salido el tÍ7-o por la. culata.

Supongamos que iina de esas señoras que aman para vivir tropieza con un calavera que en poco tiempo le gasta sus economías y ademas para recuerdo, la regala un vestido de cierto-palo. Esta dama debe conformarse y decir: Está visto que donde las dan las toman.

3R

Supongamos que uno de esos CUOOÜ que andan siem­pre á caza de primos, se encuentra con uno que le da una lección. ¿Debe enfadarse por esol Al contrario, debe conformarse y decir: Fui por lana y volví trasquilado.

Si el aburrirse y desesperarse remediara nuestras pe­nas y desíjracias, disculparíamos á los que tienen mal humor; pero como estoy convencido por expariencia de que no sólo no las remedia sino que afecta y altera la salud, y la salud es lo primero que necesitamos, cantaré

Ahora, encendiendo u n tabaco, al terminar mi lahor, su despide del lector

Manual Fernandez El Flaco.

¿ S I SERÉ YO?

Diz queijuinca 6 veinte damas lie esas que t ienen escamas á fuerza de navegar, diz que mo van á araSar sin andarse por las ramas.

Pues cuando en mis versos ven sencilla historia de cien quo mi magín inventó, cual lo hacen otros también, exclaman: -¿si seré yo'i

Si digo que no so estiran, enderezan la cerviz y por ir tiesas conspiran; si hablo i!e chatas se miran unas á otras la nar;z.

"V si mi genio se a legra porque en suegra tropezó y cuento su historia negra, no hay en el pueblo una suegra que no diga: ¿seré yo'í

•y si el pacifico enredo de solemnes calabazas cuento del modo que puedo,

—¿Á. Dónde vas , Juan i ta?

unas á otras en las plazas se seSalan con el dedo.

8i mi musa el tiempo pierde, si de viudas se acordió y de ellas un cuento artiió, no queda una viuda verde sin decir: j^siseréyo^

Cúmpleme, pues, declarar, gacetil las con manteos, señoras de mis deseos, hermosuras del l uga r y tormento de los feos,

Cúmpleme & ustedes decir, que cuando quiero escribir del pueblo en estilo rudo, no intento á nadie aludir, es decir, que á nadie aludo;

Y, si como ayer pasó en su rencor me maldicen leyendo lo que salió, y diciendo iseré yol ¡Ustedes mismas lo dicen!

' Ricardo Becerro.

—Caballero, ipor quién me ha tomado Vd? —Suplico & Vd que me dispense, la be confundido con la donce­

lla de la casa. —Pues no sé en qué puedo yo parecerme k una doncella

Un gritano, acusado de haber robado un asno, fué citado anta el tribunal del alcalde del pueblo. El majfistrado dijo:

—Sa acusa i. V. de haber robado el asno del regidor primero. —No es cierto, seBor; todo lo contrario. —Sin embargo, el g'uarJa rural ha encontrado á V. montado en

él en dirección del pueblo inmediato; y el regidor reclama su bur­ro y el abono de danos y perjuicios.

—Yo soy, por el contrario, el que reclama da'Bos y perjuicios, porque en vez de halier robado el asno, he sido robado por el.

—Eso es imposible. —Pues es cierto. Yo estaba, señor alcalde, comiendo cerezas en

nn árbal, se ha roto la rama, el asno estaba debajo á la sombra, y yo, lo que V. oye. he caldo encima del pobre animal, teniendo la suerte de quedarme montado, echando el animal á correr.

INSUFICIENCIA DE LAS LEYES.

EL REINO DK LOS BEODOS. FÁBULA.

Tuvo un reino una vez tantos beodos, que se puede decir que lo eran todos, en el cual por ley justa se previno

Ninguno cate el ^no. Con júbilo el más loco

aplaudióse la ley, por costar poco: acatarla después, ya es otro paso;

pero en fln, es e¡ caso que la dieron un S33go muy distinto, creyendo que vedaba solo el tinto,

y del modo más franco se achisparon después con vino blanco.

Estraiíando que el pueblo no la entienda, el Senado i. la ley pone una enmienda, y aquello de: Ninguno cate el vino, aSadió, blanco, al parecer con tino.

Respetando la enmienda el populacho, volvió con vino tinto 4 estar borracho, creyendo por instinto más ¡qué instinto! que el privado en tal caso no era el tinto.

Corrido ya el Senado, en la segunda enmienda, de contado,

Ninguno cate el vino, tea blanco, sea íinío,—les previno; y el pueblo, por salir del nuevo atranco, con vino tinto entonces mezcló el blanco; hallando otra evasión de esta manera pues ni blanco ni tinto entóDcea era.

Tercera vez burlado,

40 —«No es eso, no señor,» dijo el Senado; •6 el raelilo es muy zoquete, 6 muy laaiiio; 96 prohibe mezclar vino con vino.»

Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragual ¿Creeréis que luego lo mezcló cim agua? Uejanrlo entonces el Senado el puesto, de este modo al cesar dio un maniflesto:

La ley es red en la que siempre se halla descompuesta una woíía, por donde el ruin que en su razón no fia. se evade suspicaz,,, [Qué bien dtcia!

Y en lo demás colijo que debiera decir, si no lo dijo: Jamas la ley enfrena al que a su infamia su malicia iguala: si se ha de obedecer, la mala es buena: mas si se ha de eludir, la buena es mala,

RamoD de Campoarr.nr.

A UNA DE ELLAS.

Cuentan que el rey Salomón ( tan dado & las niü; s bellas que en fuerza de darse a ellas se murió,de extenuación),

Docia casi ya inerte, cansado de aquel placer: «he hal lado é la mujer mas amarga que lu muerte.»

Sus queridas fueron tan tas , que no se pueden contar: (¡es ^¡010 muy s inguUr este de las suripantas!)

U n a y dos y cien m' l cuen tan que le procuraban sus frentes, y las pagaban todas de l ista civil;

Y al cabo de ta l furor y de t an to preaupueito, se le hizo plato indigesto elMulce manjar de atnor.

Pero ft mi se me figura que de halierte conocido, ni se hubiera arreí entido ni hallado tal amargura;

Porque, sin hacer agravio al Antiguo Teatamento, yo que no soy, y le siento, ni rey Salomón ni sabio,

Si dejas ü mi elección Ip. muer te que quieras darme, t e diré. . . que hay que mataime como al sabio Salomón.

Kusebio Blasco.

Un casado se quejaba de su mujer. —Es celosa, ea puerca, es gas ­tadora (le decía ft un amigo) y me hace pasar una vida horrible. Ya no puedo mfts.

—No difías eso, hombre,—replicó el amigo;—en l a mujer siem­pre se encuentra algo bueno; pero es como la salud, que no se aprecia hasta que sef ierde.

—¡Ay!—Repuso el de las quejas,—ipnes el supieras qué sanas t engo da apreciar á mi mujerl

Ya llegó' el mes de Marzo con ventoleras, gloria de las muphaolias de hermo-ia pierna.

Mes en ([ue el ;<ombrerero su (iijosto eníHientra, por la V i da nrnutnul'i de las chisterrií.

42

EL PRETENDIENTE.

La cualidad de pretendientes, es característ ca del hombre y le distingue de los demás seres; es efecto de la ambición, del orgullo, de la envidia, del deseo de repu­tación y de gloria, de la necesidad, de un malestar in­definible en que nos encontramos, queriendo pasar & un estado satisfactorio: de todas estas causas simultánea­mente ó de algunas tan sólo.

Bajo ests aspecto, todos somos pretendientes. L^nos pretenden ser presidentes de república, otros monarcas electivos, éstos ser diputados á Cortes, aquóllus osten­tar una placa ó cualquier otra insignia. Napoleón pre­tendió ser cónsul y emperador, y un dómine de lugar pretende desempeñar la escuela de primeras letras de su ayuntamiento.

Las mu.ieres solteras pretenden casarse, sobre todo cuando dicen que no tienen vocación de monja, y aun cuando digan lo contrario, muchas se dejan pretender por solteras.

Las viejas pretenden ser jóvenes ó á lo menos pare-cerlo, acerca de cuyo incideate, sostendrán una discu­sión más acalorada que si fuese la del discurso de la Corona ante una Cámara legislativa.

Los picaros pretenden gozar el dictado de hombres de bien y los necios pretenden ser tenidos por hombres de gran talento.

Los ricos avarientos pretenden ser reputados por po­bres, y no faltan pobres y petates que hacen alarde de ser ricos.

El abogado, el mt^dico, el comerciante, el clérigo, to­dos procuran mejorar su situación, ó sirviendo, ó auxi­liando, ó engañ.ando, ó perjudicando á los demás.

Pero yo voy á hablar aquí del j)retendieiite especial­mente considerado, el verdadero tipo del pretendiente, del que no tiene má< oficio ni más ocupación que pre­tenderen todas épocas, del que no puede ni quiere dejar de ser pretendiente de un gobierno; en fin, del preten-

4:!

diente en su mayor desarrollo y en sn verdadero terreno, la Corte, donde tiene ancho campo para maniobrar.

Para ser buen pretendiente, se requiere no poco inge­nio y raras cualidades.

Debe ser de fino olfato, como el perro, para seguir la pista á quien interese, ladrar al que parezca decaido y lamer al opulento y poderoso.

En algunas ocasiones tiene que hacerse el tonto y quedarse adormecido, como algunos insectos que al ser tocados se hacen los mortecinos, recobrando al punto su vivacidad natural; en otras tienen que ser más listos que un cohete ó un agente de policía.

Debe ser duro como el hierro en determinadas situa­ciones, en otras blando como la cera, en otras elástico como la goma; ora sacar la cabeza con tiento á guisa de galápago, ora agarrarse bien á modo de pulpo, ora aguan­tar silencioso y sufrido cual camello. Aquí ser zorra, allí gozquecillo, y estar siempre dispuesto á ser camaleón por la parte higiénica.

Debe inclinarse humildemente, á semejanza de la mimbre, cuando pasa por delante de sus prohombres y protectores.

Necesita más paciencia que un jvigador de ajedrez, con lo cual tiene mucho adelantado para marido~a^tri,.

Como el asno, tiene que agachar las orejas, permanecer firme y sereno sin pestañear, las más de ías veces caviz-bajo, en remedo de los caballos escuálidos y filósofos de los coches de plaza, que trotan por las calles de Madrid, tirando de un armazón que se llama coche, ó quizá t i ­rando por ellos el cochs.

No le está por demás la viveza de la liebre y aun do la ardilla para atender á todos puntos, girar en todas direcciones y seguir el rumbo que más convenga.

Hay casos en que le es preciso encogerse y hablar me­nos que el buey, pues éste todavía dice ¡mu!

Los hay también en que le aproveeliará hablar más que xva. loro y gesticular más que una mona. Nunca le será oportuno estarse quieto, debe andar en continuo movimiento como el chacal.

44

Uno de los grandes recursos del pretendiente es el in­censario y el incienso, que equivale á la mirra y que supone carencia de oro.

A falta do este precioso metal suelen conseguirse mu­chas cosas con el humo: si no adula y no miente, es hombre al agua, ó lo que es lo mismo, hombre á preten­sión perpetua.

La verdad y el pretendiente son dos existencias que se excluyen, es como una monarquía rodeada de insti-tucion&s democráticas.

Se reconocen varias especies de pretendientes, los que se pueden dividir y subdividir de diferentes modos.

líl pretendiente-inosca anda volando alrededor de los ministerios, direcciones generales y casas de personas influyentes; va y viene; si oye alguna palabra displicen­te ó si ve mala cara, se marcha, y vuelve cuando presume ser la mejor ocasión. Nunca cesa hasta que pierde toda esperanza; hace como el insecto que representa, que em­peñado en cliupar un panal de miel no desiste de su pro­pósito mientras no se vea aplastado por una mano ene­miga. Este pretendiente aún no es de los peores, pues abandona por algún tiempo el campo, zumbando de una á otra parte.

El pretendiente-araña no malgasta las horas y los dias en continuas é infructuosas diligencias. Por el con­trario, permanece quieto y echando sus calen os y espe­rando el momento oportujio de presentarse; es el cazador (jue está en acecho de un conejo para cogerle con más seguridad; es el zapatero de viejo, que deja por un ins­tante su tabuíiuillü j)ara beber una copa de aguardiente e« el almacén do enfrente, y volver luego á su tarea; este género de pretendientes suele dar ]iooos golpes en vano, discurre y medita mucho, tiende todos los hilos, urde su trama y en seguida se lanza con rapidez, hace un esfuerzo decisivo y consigue su oljeto. Por oso fre­cuenta poco las antesalas de los ministerios; él ha sabido hacerse lugar con varios diputados de gran reputación é influjo, pasea con ellos, toma parte en cualquier cues­tión que se agite, procurando demostrar que su opinión

45 es la misma que la de los circunstantes, si es una sola, y sino, que es igual á la del sujeto á quien trata de agra­dar. Tiene entrada en casa del director del ramo en que desea ser colocado; en ella canta, toca, baila y se ha he­cho hombre necesario. Asi que vaca un destino en Ma­drid aparece nombrado al punto el pretendiente-ara fia-, porque es un buen sujeto y están acostumbrados á oírle sus gracias y sus tonterías.

El pretendiente-lapa es atroz. Se pega fvuertemente, y no suelta la presa hasta que se lleva algo en las uñas. A las nueve de la mañana se halla ya al lado de los porte­ros en esta ó en la otra dependencia. Al principio los porteros, que son quizá tan malos como los cocheros v lacayos, le gruñen y le dan sofiones; pero pasado algún tiempo, y merced á algunos cigarros puros de buena ca­lidad, se establecen amigables relaciones, y hete aquí A nuestro pretendiente yendo y viniendo, subiendo.y^ba-jando sin adelantar nada.

Verdad es, que por el motivo expresado, tiene noticia exacta de los empleos vacantes, y aun de los que^están próximos á serlo; mas sucede que nunca llega cuando con­viene: unas veces todavía está ocupado el puesto, otras está ya provisto, y continúa viviendo de buenas pala­bras y aguardando la primera coyuntura. En el ínterin instala su habitación en el recinto de las porterías; allí lee los periódicos, escribe su correspondencia, recibe á sus amigos y entabla polémicas con los porteros sobre diferentes cuestiones administrativas y económicas. Ve ai ministro ó al dJreytor cruzar delante de si cual una exhalación luminosa; de vez en cuando le toca introdu­cirse en el despacho de uno de aquellos que le dicen: "descuide V., ya le tengo presente,.! lo cual no admite duda estando los dos en un mismo local reducido.

A medida que transcurren los meses, el pretendiente-lapa se va agarrando más y más, hasta que no deja vivir á S. E. ni á los demás que le cercan, y con instan­cias y discursos y empeños fastidia á unos y á otros, y entonces determinan darle algo para que no moleste más; con lo que transforma su estado.

46

Hay otras especies de pretendieutes; el pretendiente-tonto, que se figura que con atusarse el pelo, jugar con el lente, retorcerse el bigote y estirarse el cuello de la camisa, todo está hecho.

El pretendiente-crédulo, que confia en sus méritos y servicios y anda siempre formando hojas de aquéllos, revolviendo decretos para ver el orden de ascensos en las varias carreras del Estado, y se lleva á la postre sendos chascos y sendos desengaños.

El pretendiente-candido es todavía más. Si es admiti­do á una audiencia ministerial, ya se cree segur» de con­seguir lo que pide; una palabra, una mirada, una sonri­sa, le colma de alegría y de esperanza, y afirma que es cosa hecha. A este tipo pertenecen generalmente los que vienen de las provincias á la corte con este objeto.

El pretendiente-tramposo es el reverso de la medalla; hombre de mundo, ha sufrido muchas vicisitudes y con­tratiempos; ha sondeado la sociedad y se propone bur­larse de ella. Sólo es pretendiente en la apariencia; en realidad no pretende ningún empleo; pretende sí, enga­ñar á cuantos pueda, gastar y divertirse á costa del pú­blico y de los particulares.

Ha sido estudiante, militar, garitero, oficinista, via­jero y continúa siendo pvfista.

En la posada no paga, ofreciendo siempre verificarlo tan pronto como cobre los atrasos que le deben, ó que salga colocado, que será muy en breve, según las noti­cias favorables que recibe.

Al sastre, al zapatero y demás paga en papel, en ofertas y pagarés realizables para cuando cobre la mensualidad de cesante, suceso que se va aplazando indefinidamente.

A un amigo pide prestado, prometiéndole su reem­bolso luego (jue se ultimen las cuentas y las partidas de una herencia de que es partícipe.

Apurados todos los recursos y precisado á salir de la corte, deja de ser pretendiente y experimenta una meta­morfosis.

Una idea existe que trae al retortero los pretendientes de todas clases y categorías: un arreglo

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Esta palabra mágica los pone en alerta y en conmoción: es como si á una joven soltera se dijese: vas á Casarte con quien te gusta; como á un avaro que se le da parte del nalla/.go de un tesoro y se le cede generosamente; es, en fin, el galvanismo que comunica cierto movimiento á un cadáver.

Pretendiente y arreglo son dos ideas correlativas, la soga detrás del caldero, como vulgarmente sj dice al ha­blar de los enamorados.

Al susurrarse que va á salir un arreglo de tal ó cual ramo, los pretendientes se rebullen, se arremolinan en la Puerta del Sol y en el café de Fornos y otros puntos; parecen muehaenos que esperan impacientes una reba­tiña, parecen los patos del Retiro que vuelven y giran en espectativa de las migajas que se les arrojan á la su­perficie del estanque.

Este acontecimiento se repite bastante en épocas de tanto arreglo y desarreglo, pues lo primero supone lo segundo, y viceversa; aconteciendo lo que en la compo­sición ¿3 los tejados; se tapa una gotera y dejan dos ó tres. De suerte que el pretendiente es hombre que ejer­cita constantemente una de las principales virtudes, la esperanza.

El que no ha sido colocado en un arreglo, espera que lo será para el próximo, que no debe tardar, porque no bien se concluye con uno, se empieza con otro.

No es extraño que esto tenga lugar cuando el preten­diente se aleja de la provincia y de su casa para venir á la corte, confiado en que antes ó después podrá te­ner con qué ocurrir á la subsistencia da su familia, y ge encuentra al fin frustrado en sus aspiraciones, perdido su corto caudal, con necesidades más apremiantes, sin porvenir y sin consuelo, en medio de una población donde sólo reinan el interés y el egoísmo, donde se dice que se aprecia y busca la persona, mientras sirve, y después se la desprecia, ó cuando menos se la olvida, asi como se ejecuta con el limón, que se abruma y destruja y después se arroja la corteza.

Cuando el pretendiente perdió su clientela ó su in-

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dustria ó grangería, es una quimera. Semejante situaciou no es envidiable.

Las circunstancias de la sociedad en que vivimos obli­ga á que toda persona regular, que no es pretendiente á empleo, lo sea si ya no lo ha sido.

Reducida la nación á médicos, abogados, empleados y militares, con algunas excepciones, cualesquiera ciuda­dano ó no ciudadano á quien hablo me parece que debe do pertenecer á alguna de aquellas categorías que se con-cilian al mismo tiempo con las de escritor publico, agente de negocios, catedráticos de ciertos estableci­mientos científicos, etc., etc.; me parece adamas que sabe hablar, ó si no traducir el francés y tocar el piano. Por consiguiente, algo de esto hemos de tener, pues el que vive bajo una atmósfera infesljida no puede evitar su maléfica infliiencia.

Pero, iqué importa que esto sea cierto para que se ex­ponga lo que pasa á nuestra vista y constituye parte de las costumbres contemporáneas?

¿Acaso los escritores satíricos, los dramáticos y los novelistas de cierto género, están completamente exen­tos de los vicios y pas'iones que ellos mismos ridiculizanl

i,Acaso desde Aristófanes hasta Fígaro ha habido al­guno de esos ingenios que fuesen intachables y perfectos como hombres?

Cierto que supone intenciones siniestras tener placer en censurar y decir mal, como lo hacen los zoilos y los detractores; pero es conveniente manifestar lo que es malo para ponerle remedio, á semejanza de un faculta­tivo que demuestra el estado del enfermo con el fin de que la cura sea más acertada.

A. E.

Queriendo adquirir algunas nociones de írramática, pregruntó un toayorazffo al domine de su lugar, qué diferencia había entre el pronombre posesivo y el personal. Dada la explicación, le pregun­tó el maestro si quedaba enterado.

—Perfectamente, dito el otro; y en prueba de ello, voy á poner un ejemplo: si digo mi borrico, es posesivo; si digo yo borrico, es personal.

—Tiene V. mil razones, dijo el maestro-

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IKÜBDB LA. BOLA! . . .

BFfaTOI.A SATlBlOA.

¡Infamia! ¡Horror! Del mundo en la merienda unos comen faisán y otros zurrapas, siempre el que menos puede, pa¿a prenda,

jDónde, justicia, estás, d6 te agrazapas? Todos somos ¡(rúales; por lo tanto todos de hemos ser Reyes 6 Papas.

iRles? Pero, Florencio, por Dios santo, 6 Ignoras lo que vale cada quisque, ó tienes corazcc ie cal y canto.

Nadaj aunque añeja grey truene y ventisque, es preciso arrfjflar esta Liorna; que todo lo existente se confisque.

¿Y habremos de mirar con tanta sorna ese hormigueo y malestar contlno que tanta masa cereural trastorna?

jQuiin de menos no e.stá. con su destino? ¿Y á quién punque en su huerto sobren peras no da envidia el peral de su vecino?

N.idie sigue contento sus banderas, nadie est& en su papel; gente egoísta, todos queremos ser partes primeras.

Y sueña con grandezas la modista, con la mitra «1 ac61ito, y no duda pintarla de ministro el periodista.

Quiere ser un don Juan el pollo en muda, la doncella tu agraz morir sin palma, la casada en mal hora verse viuda.

¿Y el que sacro escozor siente en el alma, es zurce dramas? Pues te hundiste, Lope, iCómieo de la legua? Pues ni Taima.

i Ea, hermanos, la vida va í galope; ¡sus! y al ataque; hagámonos justicia, y cada cual con ló mejor que tope

Va á ser esto un Edén, una delicia... pero burlas á un lado, antes que pierda ocasión para zurras tan propicii. Tanta broma á mi ver no es eos» cuerda;

aquí hace falta hiél, sátira y dura, que pinche y saje; que triture y muerda.

Hijo de labrador, que en tu locura renegaste del campo, y maldecida sed de empleos 6 gloria es tu tortura.

I Atrás! Vuelve al lugar, la corte olvida, labra 1ii lliiin wiH HWTB iliLmiilii

50 No bnsqaeg lauro que mejor te ca&Are:

noble es la empresa del que rinde culto al alma Cérea, de la industria madre.

¡Atrás! Pleleyo ayer, hoy Creso estulto que blasones rebascas altanero, ¿piensas tu origen mantener ocultoT

¿No ves nioto de hortera 6 traginero, que diempre asomar&u tras de tu escudo la vara de medir 6 del arrieroí

Cadete setentón, de dientes viudo, que sin temor á reuma que te balde buscas pimpollo para el santo nudo.

Labriego imbécil, aspirante á alcalde, (facelillero, Mettornich-tijera, que este tinglado arreglarás de balde.

Niña criada en tenderil esfera que piensas á alfrun duque echar el gancho, Mantornes con tufos y pollera.

¡Atrás todos, atrás! Kuora, que mancho; cese ya este belén, voto & mi abuelo, y á su hogar cada prójimo, 4 su rancho.

Basta ya de gritar, veng' 6 no á pelo, que cada bailarín baile en su corro, y que en su olivo esté cada mochuelo.

Ceso ya de zumbar tanto abejorro, y Biipuesto que es ley al hombre impuesta, lleve en paz eadn cual su cruz 6 g^rro.

El mundo es un concterto & grande orquesta, y de primo cartello 6 partiquinos, todos somos cantantes en la flesta

No hay que desafinar con tantos trinos, / que ya tanto trinar es desconcierto y un pot-pourri de allegros y andantinos,

¿A qué gritar, con raro desacierto siempre en tono de mí, siembre en falsetes, si' mpre pidiendo arroz y gallo muerto?

Cada cual es preciso, mal que os pete, c)Ue al cantar de !a vida el spartilo á compás de batuta se sujete.

¿Pero, calle, no oís? ¡Altol Repito; ¿no hacéis caso? Está bien, siga la gresca; por lo que toca á mi me importa un pito.

Vero si el tiempo vuestro ardor refresca; si os enseSa las uñas suerte ingrata, y pescados salis yendo do pesca;

Si alguno el pan de la misoria cata, y por subir m&s alto se descrisma, que el tiro le sali6 por la culata.

No arme í los cielos pelotera y cisma; que DO levante el ergo si se eactuda . por ir de gollerías & ir*?*'»»-

Que eche las pesadumbres á la espalda:

51 y pues él lo 1)nsc6, sufra en silencio la paUnortia qne IB tunde y talda.

;B9tamo9? Pues aliur; & eso os sentencio, y corra cada cual & su capricho y que ruede la bola. Adiós, Florencio, suelto la pluma y el papel, y he dicho.

R. aareia Santistéban.

LA CÉDULA. PERSONAL.

Hace un mea m&s que cabal, y lo puede usted creer, trabajo para obtener la cédula personal.

Primero por el rolante del alcalde respectivo, y éste dice: yo recibo de las cinco en adelanie

Después de haberlo logrado, se poue un sellito en seco, y después de este embeleco otro sellito majado.

Dos viajes ya necesito y ninguno de mis cuento, y desde el ayuntamiento al respectivo distrito.

Le piden, entre distintas formalidades no vanas, y aunque usted ostente canas, certificación de quintas.

y si es tac mala su estrella que no la llegé & sacar, échese usted & viajar Bolamente en busca de ella.

Qasta usted un dineral, hace usted tres veces cola y en su mano al fin tremola la cédula personal.

La líuarda usted en su mesa, y al año, vuelta á empezar. Si la quiere usted sacar hagfa la viajata esa.

Boabdil.

PAZ Y CARIDAD.

Amé ft Paz, mujer voraz que en mal hora conocí; por ello quedé ¡Ay de mí! sin fé, dinero ni paz.

A Caridad adoré, joven simpática y bella: y tan mal me fue con ella que & Paz de menos eché.

Era blanca y atractiva, Caridad, mfts que la plata, maK fué conmigo la ingrata muy poco caritativa.

De ambas á dos en verdad que hasta el recuerdo me es­

panta: ¡Por ellas no me levanta ni la Paz y Caridad!

J. Jackson

k UNA NIÑA. aBSSNJ^TA..

¿Quieres que cante, niüa querida, por qué te adoro más que & mi vida?

Porque es tu frente

bgcinadan, más transparente que de la aurora

los tenues rayos: porque tus ojos, búmedos, grandes, dulces, serenos,

del cíelo enojos, de encanto llenos,

son el consuelo de mis dolores, el paraíso que mi alma alcanza, soB luz y vida de mis amores, son los laceros de mi esperanza.

¿Quién de tu boca vé les claveles en sus albores 8ii>.que k tus plantas, con alma loca,

muera de amores? ;C6ma mirarte -sin adorarte,

si tú has robado pureza al cielo, luz á la aurora, vida á las flores; si al aire privas de su murmullo, y i la enramada de su frescura y á lis estrellas ríe su hermosura y á las palomas del blando arrullo?

Por eso te amo, nlBa hecbicera. más que á las conchas aman los mares, más que á las aves la primavera, más que la virgen á sus cantares. Por eso solo, niBa querida,

sultana hermosa, sacrificara toda mi vida si con mi muerte fueras dichosa!

Martin Arroyo.

En tiempo de Napoleón I un soldado francés condenado á muer­ta suplicó al emperador que le perdonase la vida.

—No puedo hacerlo, contesto el emperador. —Señor, e nfleso mi delito y la justicia con que me castigrais:

pero el género de muerte que voy á sufrir es atroz. —SI solo se trata de eso, puedo concederte una g^racia. —¿Que gracia, seBor?

La do qne escojas el género de muerte con que quieras tsr-minar tus dias. -• M

Qracias. seBor, gracias. —Escojo: ;de qué quieres morir? —De viejo. El emperador soltó la carjada, y le perdonó la vida.

i.Habrá algún español tan inclinado á pensar con malioia, ((no, al mirar á este esbelto magistrado, aun diga que no es recta la justicia?...

LAS MUJERES ECONÓMICAS.

CUADROS AL NATURAL.

I.

En casa del conde L... —¡Señorita! —tQué trae V., Catalinaí —La Agenda. —A ver. i Jesüs, qué atrocidad! ¡Diez reales por un

par de perdices! ¡ —Y para eso he regateado una hora. —Esto es un escándalo. He dicho y repito que quiero

hacer economías y sus despilfarres de V. nos vana dejar por puertas.

—¡Pero señorita!... —Calle V. y no replique; las perdices están bien, bien

pagadas en seis reales. —Pero señorita, por la Virgen, el otro dia me desqui­

tó V. seis reales, hoy cuatro y esto después del corto sa­lario que una gana...

—Basta; si V. no quiere, otra vendrá. Catalina se aleja llorando y aparece la modista con un

nuevo traje. —Le he dicho á V. y le repito, Julia, que este adorno

es muy pobre... —Pues es lo que se lleva, y aun asi y todo me ha cos­

tado á cuatro duros vara; lo hay más superior á seis... —Póngalo V. de seis; bueno es hacer economías, pero

no en cosas de necesidad. Diga V. á mi doncella que venga.

—María, dé V. á Catalina treimta reales, que con los seis que ayer puso de más y cuatro que la he desquitado hoy, suman los cuarenta que tiene de salario, y que si no le parece bien, que lo deje. Es preciso ser severa tratán­dose de una cuestión tan grave como la de hacer eco­nomías.

00

II.

En casa de tm banquero. —i Ay Diego, que precioso aderezo he visto en casa del

diamantista!... Es preciso que me lo compres. —Pero bija, llevas gastados los cuatro mil reales de

este mes y estamos á doce: me has padido dos mil reales prestados, te he regalado un traje y aun vienes... j,No dices que es necesario bacsr economías!...

—Justo, y todo por llevarme la contraria. ¡Bien dice mamá, que ya no me amas!... ¡Ay, Dios mió, que des­graciada soy!

—Bien, esposa mia, bien, lo que tú quieras; el aderezo es tuyo; pero enjuga esas lágrimas que alguien viene.

—Señorito, la cuenta del sastre. —A ver, Diego. ¡Jesúís me valga! jVeinte duros por

un traje completo á la inglesa! jAy que robo! Diego, es preciso que despidas á ese hombre.

—Pero mujer, si hace quince años que me viste... —I Quince añosí... i Por eso abusa! Ademas, tú mismo

lo has dicho; es necesario hacer economías. —Bien, hiia, bien, ahora mismo, y le diré... —Y cuidado con que le des más que una onza. ¡Ahí

de paso tráete ei aderezo. [Ves, querido esposo, como yo soy la primera que me de.^vivo por hacer economías.

I I I . En casa de un propietario. —Querido esposo, las señoras de López han estado á

convidarnos para ir en su compañía á las aguas de Deva. —lY qué vamos á hacer nosotros en Deva, si gracias

á Dios no nos duele nada'í —Lo que t(.)do el mundo, viajar, seguir la moda. —Pero, hija, ese gasto no conduce á nada; es preciso

economizar. —Economizar tú, derrochador, que ayer te fumaste

cuatro cigarros. —Cierto, y de tres cuartos, y tengo á gran milagro no

haber reventado.

56

—Suprime ese feo costoso vicio: no te permitas tomar café los domingos y no vayas á E4ava los días de moda; de lo contrario nuestra ruina va á ser completa.

—Bien, mujer, dejaré de fumar, no tomaré cafó nin­gún domingo é iremos á Deva...

—Así entrará la casa en orden y disminuirán los gas­tos: no quiero que mis amigos me^ acusen de derrocha­dora,

IV.

En casa de un empleado. —¡Mamá!... ¡Mamá!... Y á esto le llama mi papá ha­

cer economías! —liQué sucede] —Que mi papá acaba de dar cincuenta reales á Eduar­

do para que se compre botas, y á mí me ha ne ado un palco para ver esta noche Los Hugonotes, cuando van las niñas del entresuelo y de enfrente... ¡Dios mío, que des­graciada sojr!

—Pero hija no te apures; las botas le son necesarias á tu pobre hermano que tiene que ir á la oficina, alternar con gent3s...

—81, mamá, pero hay botinas á treinta y seis reales muy elegantes en la calle del Desengaño, y con poco más podíamos ir á la ópera.

Es inútil proseguir, y pido mil perdones á mis lindí­simas lectoras á quienes recomiendo el antiguo adagio castellano que dice: Vé la mota en el ojo ageno y no vé la viga en el propio.

Por lo dímas yo soy el primero que aplaudo á las mu­jeres económicas cuando verdaderamente lo son, y cuan­do su cariñosa mirada abraza el recinto del hogar y hace con el modisto sueldo de su padre, de su marido ó de su hermano, que en él se goce de bienestar y tranquilidad Á favor de una bien entendida economía.

E. RodriffuBz Solí».

LETRILLA,.

Que se crea hombre de pro y en serlo funde au orgullo, el que sifempre despreció de la lisonja el arrullo y se elevó á gran altura, siendo el honor.su sostén,

est& bien.

Pero que por ser oriundo de esclarecido linaje quiera pasar en el mundo por un grande personaje, el que tiane pergaminos ó atesoró algún metal,

está mal.

Que vaya en pos del amor el hombre en su verde edad y corra de flor en flor con inocente ansiedad, aunque luego halle un infierno lo que soBaba un Edén,

esta bien.

Mas que se dé & galantear, perdiendo el común sentido, y se meta á enamorar echándola de Cupido, el viejo que ya babea y e» un pobre carcamal,

está mal.

El que amén de la pureza se pretenda en la mujer juventud, oro y belleza, no es nada extraño á mi ver; y el desear que estos dones adornen su bella sien,

está bien.

Mas preferir una hermosa de voluptuoso mirar, que altanera ó caprichosa tan sólo piensa en brillar, 6 la pudorosa nlBa del amor bello ideal,

est& mal.

Que 8S juzgue un escritor 6 vate muy Inspirado el que en obras de valor pruebas de valer ha dado, y que su afán y desvelos honrosos triunfos le den,

está bien.

Mas que ge crea un Zorrilla ó un poeta ya formal el que ha escrito una letrilla de aquesta hermana carnal ó alguna mala quintilla 6 un insulso madrigal, no está bien, sino muy mal.

A. Rioja.

Un empleado del museo de Oxford, enseüaba varias preciosida­des íi algunos caballeros: llamando su atención sobre una vieja y mohosa espa-la. les dijo:

—Hé aqui, señores, la espada con que Balaan quería matar su burra.

—Tenga Vd. presente, dijo uno de los oyentes, que Balaan note* nia espada, sino que deseaba tener una.

—Pues bien,Be&ore8, es igual, porqus esta as la misma, miimi-sima espada que deseaba tañer.

Dirige á Madrid su huella con buena cara y buen porte; y busca casa en la corte donde servir de doncella.

Ha'cumplido el año entero que liego desde Alcorcon; . era barro de puchero y está... sin colocación.

60

JAVIER Y CAVERO.

Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa, etc., etc., siem­pre hay dos unidades que sumadas se convierten en una, que restadas se quedan en nada y que multiplicadas... Ustedes también como yo, pueden suponer el produ(;to.

Javier y Cavero, son dos personas .distintas y un solo hombre...

Y digo esto, porque puedo decirlo. Voy á probarlo. Javier es un guapo chico, rubio como el oro, simpá­

tico como Frascuelo, de mirada viva y animada, de no poco partido entre las damas y de buenas y santas cos­tumbres.

Esto puedo decirlo sin que Javier se ofenda. Cavero es un buen chico, moreno como el pan de mu­

nición, de trato agradable, ojos de gato rubio y de ge­nio inglés por lo escéutrico.

Tiene buenos recuerdos de una hulaga, y es el símil de la bondad y de la indulgencia; pues... por esto pue­do decirlo.

Ahora bien, como Javier y Cavero son dos en uno, resulta que:

Javier y Cavero es guapo y buen chico, rubio-more­no, abulagado, indul ente; etc., en fin, una siima do los caracteres particulares de ambos.

Y no crean Vds. que esto es una invención, no señor; Javier y Cavero son dos seres vivientes y con los que desde aquí voy á conversar por si pueden sacarme de una duda que... me Jiace dudar.

Y empiezo mis preguntas, mi conversación, el objeto de este pasatiempo.

Javier, tú que sabes lo que las mujeres saben, díme lo que sepas de una señorita que se llama Doña Política.

Y Javier me contesta: —La he tratado; es como todas, falsa; me alucinó;

pero hoy sembró la nieve en mi alma; aquí tienes dos males: desengaños y mUerte de creencias.

61

T replico yo: —Eso es imposible, Javier; 1 a'política no es falsa, ha­

brás querido decir mansa. —Mansa, falsa y farsa, convéncete, Alberto; yo veo

mucho. Después de pensarlo un poco me he convencido, .Ja­

vier gasta lentes, y siempre cuatro ojos ven más que dos. —Díme Javier, y la señorita Prensa, iqué piensas de

olla'? —Es una jamona algo cursi por los colores de su tra­

je, es el pulmón de la sociedad, un fuelle que sopla, cuando... hay lumbre.

—Chico, cállate, ¡qué modo de cortar faldas!... —Escúchame, Alberto, aquí ya no hay nada, y si

hay algo es... una ilusión desvanecida... un melón pa­irado, como si dijéramos...

—¡Hombre uu melón... pasado!... ¡Qué comparaciones! —Desengáñate... —Calla, calla, que diga Cavero... Y Cavero exclama en pausado tono. —La política es buena, el político es malo, es decir,

nosotros, no ella. ¡La señorita Prensa, es el non plus de lo bello, en ella

se retrata el pensamiento; en ella todo lo que es vida, deseo, actividad!...

—Sigue, sigue hablando. —Lo único que me carga en estas dos señoritas, es su

defecto en la visión. ¡Son bizcas!... —íiDices que son bizcasí.,. —Sí, y por eso miran tanto contra el Gobierno!... ¡Qué consecuencias sacas!... Habla tú, Javier; Cavero, no te calles. Aquí arman tal guirigay, que tiro la pluma conven­

cido de que Javier y Cavero, valen mucho cada uno de por sí, pero que juntos, es cosa de echar á correr.

El ¿ecíor.—iPero qné nos ha querido V. decir con todo lo anteriora...

7o.—¡Nada; y en esto está la grabia!... El íecíor.—Pues no la veo.

62 Yo.—^Toma, es que ahora uo la tengo, pero cuando era

pequeñito... iOh! Entonces tenia muchas. Y... muy buen año, hasta el que viene, sino es que... ¡Vivan ios puntos suspensivos; le sacan á uuo de tan­

tos apuros!... Alberto Diaü de la Quinlann.

"k

LA SURIPANTA.

BALAOA.

De mis pesares, ¿quién se conduele? Grita el imlierbe joven marchito: todo me pincha, todo me duele, lay de mi triste, que estoy malito! La vida paso con mil dolores mientras el éing'el de mis amores

alegre canta: lAy suripanta, la suripanta!

I. Un tiempo alegre como unas Pascuas

libre vivia de angustias fieras; hoy vierto llanto y estoy en Ascuas y me fatigan las escaleras; on triste noche llena de horroreí, dejé por siempre los bastidores

con débil planta: ¡Ay suripanta, la suripanta!

IL Frescas doncellas encantadoras

rae parecieron y hasta divinas, las que la empresa llama seüoras en los carteles de las esquinas. Las vi de cerca y & sus amatios, vivo llorando los desengaños

de tanta y tanta: lAy suripanta, la suripanta!

ni. Pasan los dias, y al soplo tibio

del madrileño gris pulmoniaco. Di mis pesares hallan alivio ni ya le encuentro gusto a', tabaco, y entre dolores d«l alma, fieros, •on mi esperanza los hervideros

de la Fuea-S&nta

C3

IV. Yo mis pesares lloro y más lloro;

ella repita su amanta juego; mis acreedores cantan ea coro, y ella prosigue cantando en griego. Corazón mió, no te apesares imita el eco Oe sus cantares

y canta y canta lAy suripanta, la suripanta!

Ensebio Blasco.

DULCAMARA. El vino, habló y venció: ¿y á qué m&s gloria

Con 3U pedestre musa y prosa llana sobre columnas da la cuarta plana un templo sabe alzar éi su memoria.

Anunciar y vender, esa es su historia; y aquel que acude al son de su campana, muere por suerte ó por milagro sana, pero, siempre el doctor caota victoria.

Y atrae el oro con su voz aguda, ^ua el vulgo está pendiente de sus labios, y es la audacia la ciencia que le escuda.

Pero á los sabios él no causa agravios;

?ue explotar & los tontos ; quién lo duda? .0 hacen mejor los pillos que los sabios,

Eduardo Buatillo.

LOS ESPECTÁCULOS.

A LA PUERTA DEL SUIZO.

—iHas ido al Español, amipo C!... —íY me preguntas esoí... Sabiendo lo aficionado que

soy á la pesca... ¿Cómo iba á quedarme sin ver ese es­pectáculo acuático, tan apropiado á mis inclinaciones, y más tratándose de peces de esa naturaleza?..,

—¡Ay, chico! ¡Qué pez! Cree que de buena gana me volvería besugo.

—Pues y© no; cíüco, laejor me hwi» pescador y. otm» agarrase el anzueloi..

64

EN LOS BUFOS.

(Una corista acercándose i, un joven de aire aristo­crático.)—¿No viene esta noche el Marquesito?

- N o . —Pues me dijo ayer que vendría. ^Bien. —iDónde se ha ido'? —No sé. —¡Jesús, que inflado está V.! i,Cómo si le fuera á des­

honrar? Pues otras noches bien me mira y me... —Anda, márchate que no tengo dinero.

EN LOS PATINES.

—Kisst, Kautt, Kisst, Kautt.... ipumü! (Una niña.)—Quiero patinar, mamá. —No, hija, que trae muchos inconvenientes. Ademas,

te puedes romper cualquier cosa y... —iCa! mamá, si aquí todos son muy políticos. En

cuanto una se cae, esos caballeros se echan encima. —¡Qué inocente! Pues por eso mismo.

EN LOS TOROS.—UN MATRIMONIO.

(El.)—¡Cuánto te gustan los toros!... —Qué quieres, desde ( ue me casó contigo, se me ha

desarrollado tanto la ajkion a esta, fiesta.... —Pues á mí me inspira horror. (Ella aparte.)—Lo creo, las simpatía?...

EN..

Para servir á ustedes.

•Par» dos pordiceg, dos,, oljo sli& el del Castaüar; y asi lo deJ6 pasar ganU t la buena de Dioa.

Nicanor Cilla Arranz.

No lo escachara ninguno de linón estómaBro hoy día sin replicar: «No, Oarcia, para dos perdices... uno.» J. &. Hartzenbuseh.

PERIQUITO ENTRE ELLAS.

1. —Una, dos. Iré?, ciiiilni, cinco,

seis, siete, octi'i, nueve, diez... ¡Anda: ¡l.iis ilici de ia noctie y aun esiá ese Lucifer de Periquilo en... Dios siihe, Dios satie dónde estará éil iSi me lia de malar este lujo, si no le |)ucdn traer á mandamiento, si rabia |ior l.is n.uclinrhas, si es de la mismii piel del diablo! Pero hiiy le tenemos. ¿Quién? —Abra usted, madre.

—¿Que te abra? En canal det)icra ser. ¡Qué horitas de recogerse! Hijo, le portas muy bien. ¡Como hay Dios, te ha aprovccha-elsermonclto de ayer! (do :.\h! iSl viera estos desórdenes tu padre que en gloria esté! —Jll padre cuando era Joven... seria joven también. —Calla, condenado, calla, y nomo hagas más perder la paciencia. Cuarenta años casada estuve con él, y nunca se recogió después del anochecer. A la oración, á casita; íi cenar poco después; tras de la cena, el rosario, y á la camlta á las diez, —Pues 08 claro, los casados tienen en casa su aquél, y uno tiene que buscárselas donde Dios le da á entender. —iHiJo, eres incorregible! Habrás estado también esta noche de cortejo, ¿no es verdad?

—Pues va so ve que he estado.

e n p r e s ^ . * ^ e v 5 ^ j p . j í | : - - :

—Si hay muchachas en presidio, bien haya el presidio, amén. -Hijo, sienta esa cabeza. —Madre, no se canse usted; contra reneiin. triara, anua fresen, r^iandn hay sed, •para las sardinas, vino, para el hombre, ¡a mvjer.

II. —¿Dónde has estado anoche?

—¿Esta noche? Diré á usted: primero, á ver á la Pepa, luego, á ver á la Isabel, después á ver á la Antonia, después, á ver á la Inés, después, á ver...

—Al demontre que cargue contigo, amén. Dios me perdone, que sois capaces de hacer perder la paciencia á un santo.

—Madre, para contentarla á usted, traigo aquí un mosca tellllo> que está diciendo: bebed. -^Anda, zalamero, unda, que al cabo siempre has de hacer tu gusto. Cenemos, hijo. —Pruebe usted el moscatel para hacer boca.

—Clan, clan... —¿Qué tal?

—¡Un almíbar es! — ¡Calla! ¿Tenemos sardinas? Aquí del cantar aquél: pura tas sardinas, inno... Ande usted, madre, ande usted, otro trago.

—Clan, clan, clan... ¡Es dulce como la miel! —Muchas noches le ti-aeria; pero si no puede ser venir á casa temprano yendo tan lejos por él. —si no vienes á las nueve, •"•Ida, vendrás á las diez...

(56 Do l«s cotas regultrus 10 nunca me aparUré. —SI siempre esiá usted gruñen-— iGrufio porque no está hien (do. que un joven como Dios manda, toda la noche se esté por ahí hacieniio carocas y mimos, Dios sabe á quiénl —A unas chicas más silladas que estas sardinas... La Inés tiene unos ojos... iqué ojosl la Isahcl un pié... ¡qué piel la Antonia un pelo... ¡qi é pelol la Pepa un aquél., ¡qué aquél —¡Calla, condenado, callal —Madre, no se canse usted, pora ¡Oí larUinas, vino, para <1 /lomtirt, la mujtr.

IIU —¡Mal «Ao para tus coplas

T tus muchachas tamhlenl ¡Se me va á volver veneno lo que acabo de beben —C'oníra veneno, triaca,

1 H no la bay, moscatel, rrlba, madre.

—Clan, clan, clan, clan... Este Lucifer de chico me va á achispar... ¡Bendito sea Noel ¡Cómo me engatusa este hijo con sus dedadas de mlell ¡Vaya, si es lomas giíano que ha nacido de roujerl Ya se vé, asi las muchachas «• prevarican por él. —¡Cál ¿Por mi prevaricarse las muchachas? Yo soy quien sae prevarico por ellas, y aun así no puedo hacer que me quieran.

, —¿Ks posible? iQué escucho. Dios de Israell iCon que no le quieren?

—lC4l —Las.tontas, lai... Mire usted, las mocosas, las... Sin duda busca I an algún marqués. Con un canto en los hocicos p« dieran porque nna v«(

lai miraras tú á la cara... —Pues las he mirado clon y no se dan.

—Vanidosas, que no llenen sobre qué caerse muertas, ni valen dos cuartos, ni hartas »e ven... —¿Peroquee.slá usté ahi hablan-si no las conoce usté? , do —¿Rn dónde encontrarán ellas otro máj homhic de bien, ni más guaim, ni más hálill que mi chico aunque me esté mal el decirlo? Envíalas todas noramala.

—Eso es, y luego andaré por ahí becho un Ionio, sin saber con quién juntarme.

—¡So tienes amigos?.

—Pues ya se ve que los tengo; pero... madre, pan con pan no sabe bien. Entre falda j he nacido y entre faldas moriré, con que asi no hay que cansarse... —¡Ah, maldito de cocerl t(t me bas de quitar la tldn... —Madre, no se canse usted, para las sardina», riño, poro eí hombre la mujer.

IV —Madre, otro trago.

—¡Tú estás empecatado! ¿No ves que he bebí o cinco ya? - Con uno más serán seis. Sobre chispa más O menos... —Pues venga, no creas os deí.precio... Clan, clan, clan, ¿Comí se deja beiier clan... el pícarol iV que se sube á la cabezal

—Ande usted, que estando la cama cerca la chispa no es de temer. —¡Callai>Ha parido la gaU7

—lí. ¿Para qué

67 bia meendido otra vniaT —(T« hlio efecto el moscatel) Toma, para que usted xraya a acostarse.

—Pues me iré. GonqQe... buenas noches, bUo. —•adre, que usted duerma bien, iQai es eso?

—Bs... que ta tropezado c*n... esta Infame pared. —Pues seftor, iTlva la Pepa, y Tlvan también la Inés, y la Joaquina, y la Antonia, y la Petra, y la Isabel, y li... todas las muchactias por siempre Jamas, amén; ipara que yemio e°ai chicas al iialle de Lavaplés uta noche. Periquillo no fuera al baile tambleni

Ta está roncando la abuela, y aunque le arranquen la piel. se está durmiendo la lurca hasta mahana á las diez. Conquii busquemos la llave y penaremos á correr, que me voy ii divertir esta noche á tutiplén. Me muero por las muchacnas, y... iqué diablo! es menester ser uno de pedernal para no quorarlas bien; porque las muchachas tienin mncha sal y mucho aquél, y por más que me prediquen, yo á la copla mo atendré: Contra veneno, triaca, agua fresca cuando hay aed, para lat sardinas, vino, para el hombre, la mujer,

Antonio de Trueba.

¡BUEN PROVECHO!

Is on dia de verano, lector, un hermoso día, en que el snl con sus destellos los ámbitos Ilumina.

Se siente un calor horrible en la coronada villa, que há muy poco que sonaron las doce del mediodía.

Por la puerta de Alcalá, que es de todi<8 conocida, se ve salir h dos mozos muy ternes, según la pinta.

Llevan el rostro encendido y presurosos caminan; BU marcial desembaraza arrojo y bravura indica.

Cualesquiera que los viese, sufriendo el sol tan deprlsa caminar á aquellas horas por la carretera arriba,

Y al acaso examinara sus miradas expresivas, su continente sereno y sos caras desabridas.

Pensara que en desatis, por cualquier simple rencilla, van en un sangriento lance á comprometer sus vidas...

Pero no es ese el objeto que hacia aquel sitio les guia: ¡es que se van á las Ventas i. comer una tortilla!

Liborio C. Porset.

Un cabo se encarad de hacer á su superior la relación del mal «alado dal cuerpo da fuardia, y se expresaba en estos términos:

—No hay puerta en ta puerta, de manera que cuando UueTe cee affua bMte que nos lleffa i la cintura.

68

CABTA DE AMOE. ESCRITA POR UN ABOOA.DO DE POBBBS.

Ennombredeamor que abrigo en el fondo de mi pecho, que 63 de liuéspedes amigo, como rmjor en dtrecho proceda^ parezco y digo:

Que sabiendo el otro dia te hace si oso un capitán y un émulo de Talia, hoy entablo con afán demanda de tercería.

Y para que no se cobro en mi nunca la justicia, pues no hay nada que me sobro, pongo, nina, en t u noticia que me defiendo por pobre.

Pues cuando t ú con franqueza me llamaste pobrecito, se me metió en la cabeza que hacer ya no necesito información de pobreza.

Y no es raro que me atreva como pobre á demandarte,

Sues que la ley, vieja ó nueva, iz que á confesión de parte

hay relevación de prueba. Siendo tan cierta y notoria

la pasión qu3 en t i se inspira para ese sí de mi gloria, me propones y me admira, una excepción dilatoria.

Yo siento conducta tal y la bilis se me altera que aunque es la excepción legal ella está propuesta fuera de su lármino fatal.

Ya que t u madre no deja que de á mi lamento curso y que te exponga mi queja,

contra el laencuentro el recurso ó interdicto de obra 'oieja.

Yo te escribo cada día, y aunque t u le t ra deseo, uo mitigas mi agonía, y ya procedente creo declararte en rebeldía.

Corresponde ft mi pasión y te diré k todo amén; porque, según mi opinión, este amor va á parar en recurso de CASACIÓN.

Pue5 como no soy voluble y en mi porvenir no dudo, ftntes que el amor se nuble quiero quo nos una el nudo perpetuo 4 indisoluble.

Porque rasen de ilusiones las ideas que be sentada en estos pobres renglones, yo te confieso traslado de todas mis conclusiones.

Dispensa que corregida uo vaya con mucho esmero car ta en que ral amor se anida; pues, por ahora, sólo quiero que te des por instruida.

Otrosí digo, que ya que t ú has de ser mi mujer, y prontamente quizá, es preciso, es menester, que lo sepa t u papá.

Píntale los sentimientos que son de mi amor la norma, mientras llegan loa momentos de que t e demande en forma. —Agapito Pedimentos.

Suarez Sacristán.

ü n iacrlstan que no podía desempefiar por si solo las muchas obligación»» que pesaban sobre «1, dirigió al cura un memorial p i ­diendo una ayuda.

El cara paao al m&rgen: nué si la echeni

69

Una novia que no Ueíralia á los quince años, tania mucha ver­güenza de ir á casa de su marido el cUa de la boda.

Exhortábanla á ello la madre y la tia, hasta que viendo resis­tencia, la llevaron contra 3<i voluntad y cerraran tras^sí la puerta.

El pobre marido, creyeiioo de buenufé aquella íjazmoñoria, le dijo: —No te aflijas, Julia de mi vida, que yo te juro no molestarte en

lo más Tinimo; sobre esto puedes estar trunquila. —Entonces, dijo ella, ¿parii qué he de estar aquí? Mejor será que

me vuelva con mi madre.

Estosítres!(/ow,'Mos vají bu-ícaudo el común sentido, y aunque buscan con afau, <asi lo dan por perdido. Que peíe á sus muchos tufos, son templos harto sencillos, eVSkating-Cbíh y los Bufos, ls.^Cantüia y Jos novillos.

ÜN VIAJE SUBMARINO

POR LAS AGUAS DE MADRID.

I.

—Hasta ahora sí que este hombre no me ha chafado de veras.

—iPor qué? —Hombre, jse quiera V. callar? i,Qué significa eso de

un viaje por debajo del mar. —Justo. iPero qué mar es, el de Madrid? —Un mar sin fondo. ¡,0 se figura V. que Madrid está

seco? —Algo de eso me figuro. —No, señor, Madrid tiene sus olas, sus mareas, sus

golfos, sus tormentas y sus aguas, en fin. —Sí, el agua del Lozoya. —No hablo del agua material, y en fin, señor lector,

si no me quiere V. creer, sírvase acompañarme. —Con tal de reírme de V. i Valiente mar vamos á ver! —En marcha,

I I . Dos horas después el lector y yo hablamos descendido

como cosa de cien metros. —¡Qué me ahogo! Gritaba el lector sofocado por la

atmósfera que respiraba ya. —Vamos á descansar un rato, le dije; y nos paramos

en una buñolería. El lector ge restregó los ojos. —¡Qué peces son estos! Fué la primera pregunta que

se le ocurrió. .•'• '-Si —Veo, ,le respondí, que va V. acostumbrándose, y

que sabe distinguir los peces dónde V. creia que no babia mar.

71

—En verdad que yo no couocia estas aguas. —Pues mire V., la sociedad suele vivir en la misma

ignorancia que V., y sin embargo, con bajar algunos metros de la superficie, se puede gozar dee^te acuarium que no sé yo hasta qué punto será agradable.

—Lo mismo digo. —i,Ve V. aquel joven que convida á lo^ que le ro­

dean! Acaba de llegar á Madrid, se ha escapado de un presidio, y de dia teme que algún imprudente le reco­nozca. De noche es otra cosa. Da rienda suelta á su na­tural buen humor, y entre copa y copa se solaza hasta que llegue el momento de dar un asalto al pacífico ve­cindario.

—Í,Y aquel que duerme apoyado en la mesa'i —Aquel es un muchacho que se empeñó en ser poeta,

y sólo ha conseguido ser un bebedor de primera. No tiene casa donde dormir, asi es que se pasa las noches en turbio hasta que llega la ocasión de penetrar en la buñolería, donde por una copita de aguardiente, adquie­re el derecho de roncar dos ó tres horas. Nada le impor­ta lo que concierten los cacos: no le quitan el sueño las risotadas de los unos ni el palmotear de los otros. Lo único que le despertará será el primer rayo de sol que venga insolentemente á posarse sobre su cara.

—Salgamos de aquí. —Vamos á otra parte.

I I I .

•'- iVe V. ese torrente de luz que se escapa de aquella casa con apariencias de palaciol

—Allí hay baile. —Justamente. Pero no es al baile donde vamos, por­

que nuestro viaje es más hondo; vamos á aquel cuarto bajo oscuro y fétido.

—iQuién vi- e aqutt —El prestamista, -iUn tiburón! —lUn tiburón!

—Está contando las ganancias del dia. •—¡Qué húmedo está e»to!

—Como qxie liemos bajado miichii. —íY <iué va á liacer ese hombre con tanto dinero'! —Guardarlo. Hoy ha hecho muchos y buenos nego­

cios, gracias al magnifico baile cuyas luces se escapan iluminando la calle.

—íY cómo'! —El dueño do osa casa donde se da el baile es un ca­

ballero muy caballero, pero como los sucedo á muchos caballeros, por más caballeros que sean, hay momentos en que no tienen dinero.

—Lo cual no impide que sean caballeroÍ. —Nada de eso, al coutrario. Precisamente cuando ol

bolsillo está exprimido, hay precisión de recurrir más que nvmca á la caballerosidad. Pues como decia, el ca­ballero que da ese bailo, se encontraba sin dinero y ha tenido que hipotecar en casa de este pez que tenemos delante unas haciendas, pagando el cincuenta por cien­to. El caso era ursente. No queria que se enterasen do su apuro, y se virt obligado á bajar unos cuantos metros hacia el íondo del mar de Madrid. El viaje cuesta mu­cho. Él vive entre las clases más distinguidas y todos ignoran el estado de su fortuna. La verdad es, que mu­chos de los que V. ve en la Fuente Castellana ó en un palo© del Real dándose tono, hacen también sus viajes submarinos.

—Dejemos al usurero que haya guardado su tesoro. —A otro golfo.

rv. —jiQuióues son esas señorasí —Cucas. —i,Y por qué juegan^ —Por vicio. En la superficie de Madrid, á la luz del

sol, no encontrará V. jamas esta clase de poces; pero asi que viene la oscuridad, asi que empieza V. abajar... á bajar... aparecen seres tan extraordinarios, que lio pue­den vivir sin esas dobles capas de atmósfera.

7S

—i,Y ahora, á dónde vamos! —Al fondo de aquel teatro. —Ya Sd ha acabado la función. —Por lo mismo. —No hay luces. —Baje V. co;imigo al escenario. Siga ahora y penetre

en ese cuarto. —Aquí hay un joven. —Es el gracioso; acaba de hacer re;r al público, y él

rabia porque el empresario no le ha pagado aún la últi­ma quincena. Espérese V., que ahora pasa cerca el em­presario.

El gracioso.—¡D. Lino! Tenga V. la bondad; tcuándo cobro yoí

D. iiíio.—Hombre, por Dios, tenga V. un poco áo paciencia.

El gracioso.—Mire V., si mañana á las diez no mo ha enviado V. la 7nnscovia, me pongo malo.

D. Lino.—'No, no se ponga V. malo, que es unn. lástima.

El gracioso.—Me pondré malo para no trabajar. />. Lino.—Es que ya está anunciada la función. Z'í darna {snliendo de sii. cuarto en traije modesto, como

quien, se va á acostar.)—Lo mismo d^g'o. No cucntü V. ro:i Hii parto, si no me paga.

IV. —¡.Quiere V. seguir, lectora —No, basta ya; no quiero psrdor todas las ilusiones. —Pues si falta lo más importante. Falta bajar al fon­

do del patriotismo, falta rcristrar l?s rincones de la politica, nos falta ver los poces del amor, (jue es un mundo nuevo y desconocido para los qua viven ju la superficie.

—Nada, nada, no quiero más viaje. Sáquemo V. de aqu''.

74 Entonces guié la máquina hacia la Puerta del Sol, y

dejé á mi acompañante en la esquina de la calle da Alcalá.

Hacia sol. —¡Ah! Exclamó el lector, esto es otra cosa. Las mu­

jeres son bellas, todo convida á gozar d? la vida. No seré yo quien vuelva otra vez á registrar el fondo de las cosa;. Prefiero que una ola me coja descuidado y me precipite al abismo, antes de visitar esas profundidades en santa calma.

¡Ea, viva.., la vidal L. R.

i EL s e o POR t o o !

Yo conozco el secreto de tn casa, que abierta tienes á la luz del día, sin miedo á esa moral que clama impla contra ti cliaparan>lo bala rasa.

Más que tú son culpables los que en masa te asedian con satánica alegría, émulos de la infiel raza judia; la usura vil para explotar sin tasa.

• El que roba al ladron>—dice en su esencia el profundo saber da las naciones — «tiene de Dios cien años de indulgencia.>

Y tú, con las más santas intenciones, en rtescarffo tal vez do tu conciencia, te ha» propuesto robar & los ladronea

Eduardo BustiUo.

Estaban unos ladrones desquiciando una puerta, para robar lo que hahia en la casa. Sintióles el dueño, y asomándose a la venta­na, les dijo:

—Tensan Vds. la bondad de volver luego que todavía no nos he­mos acostado.

* * *

U'.ia seflora israelita, que estaba sentada en el teatro al lado de un médico francés, empezó á fastidiarse de la ópera y bostezó.

—Dispense V., señora, lo dijo el doctor, crei que iba á tragarme. —En cuanto á eso, contestó !a señora, pierda V. cuidado, que yo

soy judia y nunca como carne de puerco.

76

EL CORAZÓN HUMANO.

Ukiurevo. Escribano. Suegra.

FuMador en pipa. Jugador.

7(;

Marido bueno. Pintor.

))0 XV"

Militar. Fumador de puro.

Poeta. Músico.

•?í:>\^.

Sietemesino. Dibujante.

78

UN PAR DE GANGAS.

La solterona doña Eacol&sUca es vieja y sorda, es tuerta y calva: con el histérico sufre que rabia; muelas y diente» todos le faltan, (fruiíe por todo, llorn por nada, no hay quien su genio sufra con calma. Mas nomo es dueüa de cinco casas, y tiene coche, y triunfa y gasta, ¿un no ba peraido las edperanzas de hallar quien pida su mano blanca, •,A ella, solteros! ¡Ehl iPecho al agua! Parque la moza •s una ganga 1

La encantadora, la hermosa Laura es una niña muy bien criada. Tiene unos ojos que son dos ascuas, tiene una boca que ni pintada, oon unos labios como la grana:

Sues ¿y las manos? 1 cinceladas,

no cose nunca por miedo k ajarlas. Porque no sufra del pié la planta, tan solo en coche sale de casa. Para que brillen aun m&s sus gracias estrena trages seis por semana. Quiere en la m«ia ricas viandas; quiere en verano lucir sus galas en las risueñas costas cantábricai. Quiere en invierno bailes de m&scaras, palco en la 6p«ra, música en casa. ¡Oh, Bl es un diga, si es una alhaja la encantadora, la hermosa Laural Aun est& libre; ¿qui6n á esa plaza no pone sitio para ganarla? ¡Ea, mancebos, ¡sus! y & la carga! ¡Ved que esa mfia es otra ganga!

J. de Couplgnjr.

Un abogado que tenia & su cargo la defensa de un sentenciada por el tribunal, se presentó al presidente para pedirle que la mi­nuta del proceso se copiase por cuenta de la corporación para pre­sentarla al tribunal superior.

—Pues qué, dijo el magistrado, ¿tan pobre está vuestro cliente que no pueie pagar los gastos de la copia?

—Ea que, replico el abogado sonriendo con malicia, cuando yo me encargué de su defensa estaba en fondos; pero lo he limpiado tan bien, que apénas.le queda al pobre con qué vivir.

—Dispense V., dijo el luez, si yo hubiera meditado un poco no habría hecho la pregunta sabiendo que habia caido en sus ma­mes; se le dará la minuta gratis.

V «1 público soUó una carcajada fijando la vista ea al abogad*.

73

ESCENAS DEL LUGAR.

L\ CAETA. DH DOTE.

El amor es cosmopolita. En todos los climas, en todas la^ latitudes, lo mismo

en las grandes poblaciones que en las reducidas aldeas, hace sus víctimas el inexorable Cupido, eterno tirano da la humanidad; pero ésta, siguiendo una ley constante del progreso, va de dia en dia quitando eslabones á las cadenas con que el hijo de Venus la ha oprimido siempre.

Hoy hsmos averiguado que no es ciego el amor; los ciegos, los que llevan la venda ante sus ojos, son los ena­morados. Como todo en el mundo tiene su contrario, al amor le ha salido un terrible enemigo, que se confunde con él muchas veces; nos referimos al interés, hijo de la aritmética.

El amor en un momento de misantropía, inventó el matrimonio, y el interés, con fria previsión, ideóla car­ta de dote.

Ambos rivales tienen plumas; el primero en las alas,

f)ara significar tal vez que vive al vuelo, y el segundo as lleva en un tintero, para hacer números; con frecuen­

cia viajan unidos, pero de incógnito. Sin embaJgo, yo puedo asegurar á Vds. y aun jurarlo, que los he visto muahas veces trabajando cada cual por s\i cuenta en po­blaciones y campiñas.

Pocos días hace que tuve el gusto de verlos muy do cerca en un lugar (no digo de dónde), de cuyo lugar no quisiera acordarme; pero si alguno quiere averi'íuar cuál seria, búsquelo en el mapa de nuestra Península entra el Ebro ó el Guadalquivir.

Asistía al acto solemne de formar inventario de los efectos que aportaban al matrimonio dos jiWeues labra­dores, de distinto sexo, por supuesto.

Presentes estaban los padres de los novios, y éstos, que iban á casarse al dia siguiente; dos mujeres reu-

80

nian entre ambas .siglo y medio, eran las encargadas por las dos parte>í de tasar muebles y ropas, y un muchaclio, aprendiz do barbero y amanuense del notario, estaba allí también para extender los borradores. Con la pluma en la diestra y la vista en una f?ran cazuela de bollos y mostachones, dispuesta para obsequiar á tasadoras y á escribiente, esperaba éste le mandasen llenar dos mu-ícrientos pliegos de papel que sobre una mesa coja había extendidos.

El primero que rompió el silencio fué el tio Gabriel, por mal nombre el Zorro, padre de la novia, que dijo al barberillo: Pon ahí, muchacho, con letras muy gordas que las pueda yo leer, aunque apenas sé hacerlo: "Be-galos de la Colasa á Jeromo.n

—Jerónimo y Nicolasa, tio Gabriel, exclamó con sor­na el chicuelo, á lo que replicó el buen hombre; lláma­los como quieras, pues al fin y al cabo tan Colasa y Je-romo se han de quedar como tú eres un pillo. El rapista no S8 ofendió, sin duda por no haber oído el piropo, pues estaba mirando por centésima vez la cazuela de les mostachones.

—Escribe muchacho: Un traje completo de paño do Alcoy...

—Cuatro duros y cinco reales,—pronunció con voz seca la tia Bcrruga, tasadora por parte de la novia.

—Mucho se me hace, contostó la tia Carcoma, que es­taba por el novio; al padre de éste, que por una rarísi­ma excepción no tenia mote, ,se le ocurrió decir que e;i los ochenta y cinco reales entraba también la capa; el tio Gabriel, que oyó esto, empezó á vociferar diciendo que era un insulto, y él no le toleraba.

Gran trabajo coitó apaciguarle, pero so logró alfii^, siguiendo el inventario sin más pérdida que tres bollo i que durante la refriega so engulló el escribiente.

—Sigan los regalos de la novia, dijo la tia Borruga, y todos á una voz dijeron: sigan,

—Una albarda con su cincha correspondiente, decía y mostraba el Zorro; un chaleco de pana morado con ta­mos verdes, para hombre.., .

81

—Lo último sobra, dijo el rapista, porque el chaleco no es prenda de mujer.

Todos se quedaron admirados de la oportunidad, con­viniendo eu que el chico merecía mejor e-itado del en que á la sazón se encontraba, y prosiguió la lista.

—Un sombrero, un serón fino de pleita, una alforja, un bolsillo, un pañuelo, etc., etc. De esta manera enu­meraba el tio Gabriel los tan distintos como originales regalos, que tasaban las dos mujeres á vueltas de algu­nas discusiones.

Los novios se hablan retirado al hueco de una venta­na y se arrullaban á su manera, lamentando la codicia de sus padres, pues para ellos estaban demás aquellas operaciones, porque como decia el novio, de ninguna de ellas se necesitaba para quererse mucho y ser buenos es­posos. Era la voz del amor, dominada por la del interés de los padres, á los que subyuga fácilmente.

Prodigándose ternezas y exhalando suspiros que ha­rían mover las aspas de un molino, estaban nuestros enamorados, cuando les sacó nuevamente de sus dulces coloquios el estruendo de las voces de sus padres.

Porque al tio Gabriel le parecii"! muy alta la tasación de ocho taburetes del novio, se armó tal tremolina, que á poco más no hay neoesidad de inventarios. Temblaban lo-! novios y las dos viejas amenazaban á todos con mar­charse si aquella cuestión no terminaba; el mancebillo aprovecha la ocasión engullendo de dos en dos los bo­llos, y guardándose los mostachones de cuatro en cuatro.

Ya se habia conseguido templar un tanto la cólera del Zorro, que tenia un carácter atraviliario, cuando un nuevo y desconsolador incidente dio al traste con todo, y fué este el motivo.

Al tasar un par de burras, propiedad del novio, dijo el tio Gabriel que no les pusieran muy alto precio, por­que eran dos aleluyas, y seria un robo todo lo que se pusiera más de una onza.

Su consuegro que las apreciaba en sumo grado, se irri-t<') de tal manera, que cogiendo los pliegos del inventa­rio los hizo miljiígrisiWy^JBl-jp^re de la novia tomó á

K ésta de un brazo y quiso arrancarla de alM, lloraba la moza y pedia auxilio á su novio, que se apoderó del otro brazo exponiendo á la doncella á ser dividida. Eita fué la señal de la más atroz batalla que por tales motivos se riñó en el mundo, armándose una de puñadas, coces y mordiscos, que la escena de la venta de D. Quijote, San­cho, la moza y el arriero fué un d'bil ensayo en disputa comparada con esta. Las buenas comadres, salieron á la calle pidiendo socorro, y el escribients temiendo por sus huesos, se escondió en la cocina; pero como de hon­radas intenciones, llevó consigo la cazuela, harto mer­mado ya su contenido, para que no se perdieran tan su­culentas golosinas; es verdad que él dejó unas migajas solamente, poniendo en un pañuelo lo que dejó su gula y escapando por en medio de los contendientes.

Acabó la pelea con la intervención de la vecindad, y resultaron heridos ó contusos todos los que en ella to­maron parte, y alguno de los que hablan acudido á se­pararles. La lucha fué terrible, los insultos eran de aquellos que jamas se olvidan, los rostros estaban amo­ratados y llenos de rasguños que destilaban sangre. La reconciliación era imponible.

A los dos ó tres dias de la catástrofe encontré á la no­via que iba á la fuente con un cántaro á la cabeza; en sus desnudos brazos conservaba todavía las señales de los dedos de su padre y do su novio, y temblaban en sus ojos dos firuesos lagrimones.

iQué ha resultado de vuestra riñaí Le pregunté. —¡Ay, señorito! Me contestó casi llorando: la boda se

ha de';hecho para siempre. Y secándose las lágrimas con la punta del delantal, se alejó murmurando:

¡Malditas sean las cartas do dote! Enrique Seprovia Rocaberti.

Preifiititaba un paisano á un andaluz; —¿.'V cómo vale la ceba'! —A veinte y cuatro, por ser pá uzté. —lY la pajaí —Compare, U paja... si ez pa el meamo burro, & diez y seig.

Para servir bien al rey no hay nada como casar, tener ohiquiUos, criarlos, «ducarlM... y ya está.

M

Pideme, hermosa mia, que te adore con eiego frenesí, eos toda el alma, y que te jure una y mil yeces que eres

mi dicbo,mi esperanza. ' Pideme que admirando tus hechizos

siempre á tu lado esté tarde y mafiana, y que al pié de tu reja me sorprenda,

cnaudo despunta el alba. Pídeme que ante ti, puesto de hinojos,

te pinte de mi amor la inmensa llama; que olvide mis amigos, y del mundo

las distraccioues vanas. Pídeme no haga versos & las flores

ni á las aves que habitan la enramada, y que al pulsar mi lira s61o sea

para cantar tus gracias... Pideme cuanto quieras, que afanoso

complacerte sabré, nlBa adorada; ¡ pideme todo, sí... menos dinero

6 cosa que lo valga i

Liborio C. Porset.

SERENATA.

Pajarillos cantores que en la enramada eleváis & los cielos vuestra armenia, id & decir volando & la adorada

del alma mia: Que es mi luz y mi estrella,

que es mi tesoro, que tan sólo por ella mi mal deploro: que es mi aleffna,

que es la paz y la dicha del alma mia.

Cruzad las azuladas nubes serenas batiendo vuestras alas de vida llenas; volad de rama en rama todos inquietos para ser mensajeros de mis secretos

y de mis penas. Decidla que por ella de inquietud lleno

yo ni cómo, ni bebo, duermo, ni vivo ; decid que de sa imagen estoy cautivo,

de dolor lleno. Decidla que con ella seré dichoso;

decidla que su padre, si es tan rabioso, la noche que ella quiera ó la ma&ana,

85 la sacaré en mis tirazoa por la ventana

como un gomosa. Becidla qne por ella pierdo la calma,

y que voy careciendo de cuerpo y alma; que de día y de noche lloro cual niño, y si no lo remedia con su cariño,

muero con palma. Decidla que no paro, que no sosiego,

que estoy con sus desdenes de rabia ciego; decidla que si pronto no me quisiera, como sé dónde vive, de una carrera

voy, y la pego. Decidla que por ella muero yo;

decidla la impresión que me causó; decidla que es mi sol, luna y estrella; decidla. Analmente, que por ella

be vendido el rel6. Francisco Arechavala.

LA. DESPEDIDA

( IMITACIÓN. )

Escucbad, por mi bien, lo que declan al verla al tren subir: Un vitijo malieioío.—Se querían... Vna amiga.—Me tienes que escribir. Un alarmista. —El viaje es peligroso. Un benévolo —¡Quiá! Ua necio.—¿Con que estás baciendo el oso? Un íJortente—Memorias ft papá. ELLA, al coger la mano del Tenorio. —¿Me olvidarás, mi bien? EL, turbado.—Mi amor no es ilusorio ün empíeado.—Al tren. EL, desjyuee de un suspiro..^[Te amo muchol ELLA.—También yo & ti. Un chusco.—Sí, como la trucha al trucho. La máquina.—Pii...

Boabdil.

k BUEN HAMBRE...

En ferro-carril Luis Brete en un letrero pintado, viajaba hacia Castellón, y no bien se hubo enterado y al llegar & una estación le dijo á un su compaüero: saber quiso el muy zoquete —Aquí, si tienes dinero, dónde estaba; vi6 Retrete tomaremos un bocado.

L. C. Porset.

K

CARTA DE UN VIUDO.

"Amigo y Sr. D. Antonio: por más que V. me predi­que sobre la filosofía y conformidad cristiana, yo no puedo consolarme de la pérdida de mi difunta Catalina. ¡Qué mujer! ¡Qué mujer, aquella!

No digo que no tuviese sus defectos; pero virtuosa... ¡ah! Eso cual ninguna. Bien me lo dijo á mí su madre la víspera de nuestra boda, que llamándome aparte con mucho misterio, y agarrándome entrambas manos, ex­clamó con tono solelnne:

—¡D. Norberto, se lleva V. una muchacha... una mu­chacha!... ¡que ya, ya!...

Aunque este panegírico no estaba concebido en los términos más claros, después, andando el tiempo, pude conocer la razón que tenia mi suegra en cuanto á la aus­teridad de la virtud de mi mujer. ContempleV., señor don Antonio, que ni de novio ni de casado, he tenido que echarle en cara el menor desliz, y después de viudo, no digamos.

Esta satisfacción de su propia virtud y pureza de costumbres, la tenia tan orgullosa y tan sobre sí, que mal año Tae dé Dios si algunas veces no me pasaban por la cabeza las idas más extravagantes; porque á cualquier pelotera de las tres ó cuatro que solíamos tener á la se­mana, siempre me tapaba la boca con decirme:

—íQué tienes tú que echarme á mí en cara, maja­dero? ¿Dónde habías tú de encontrar una mujer como yo, picaro.

Y otras cosas á este tenor. De manera, que habría oca­siones, repito, en que yo hubiera trocado una migajita, un si es no es de la virtud de mi mujer, por un granito de la dulzura y mansedumbre de otras.

Me preguntará V. cómo era posible tener peloteras con una mujer tan virtuosa; yo le diré.

Mi difunta Catalina. Sr. D. Antonio, tenia allá como otras muchas mujeres (casi todas), cierta idea de la vir­tud y de la moral que merece ser explicada. Su madra,

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al ensefiarle los diez mandamientos, le habia hecho com­prender, por lo que yo acá me imagino, que cinco de arriba y cuatro de abajo se podian suprimir sin el me­nor inconveniente para las mujeres casadas. Es decir, qvre con tal que una mujer guarde, recate y defienda de los otros hombres lo que llaman no sé por qué, el honor de su marido, para todo lo demás tiene licencia y an­cho campo: á esto dan ellas el nombre de virtud.

Así, aunque V. oiga decir que una mujer es altanera, iracunda, envidiosa, murmuradora, chismosa, codicio­sa, ignorante, holgazana, puerca y bachillera, si al mis­mo tiempo no se le han pegado en debida forma media docena de las travesuras que han dado tanta celebridad á la griega Aspasia y á la romana Mesalina, guárdese V. bien de negarle el título de virtuosa.

En estas idej,g, como digo, estaba muy empapada mi difunta, creyendo que un marido recibe un favor ex­traordinario cada y cuando que su mujer se digna des­perdiciar una ocasión de ponerle en estado de figurar en nn cuadro de San Lúeas.

Nosotros los maridos, por el contrario, solemos estar en el error de que no embargante la limpieza de cos­tumbres, le queda á una esposa algo más que hacer para merecer el título de perfecta casada. Esta discordancia de opiniones da margen á disturbios como los que algu­nas veces turbaron la paz de mi matrimonio.

Sucedía, por ejemplo, irme yo á vestir, registrar mi pantalón, y encontrarme que de los diez y seis botones con que el sastre le habia dotado, el tiempo destructor y la incuria de mi mujer habían sacado la raíz cuadra­da dejándolo reducido á cuatro solamente. Llegábame á Catalina con «1 pantalón en la mano, y en el tono más melodioso y patético que me era dable, le suplicaba tu­viese á bien surtir á los doce ojales restantes de sus correspondientes agarradores.

Si por desgracia mia estaba ella ocupada en aquel mo­mento en alguna labor do bordado (que solían encargarle sus amisas porque lo hacia con gran primor) ó bien abismada en la lectura de una de esas novelas que Ira-

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ducen en Barcelona, de las que el diablo me lleve si he podido jamas entender dos páginas, mo contestaba re­sueltamente que no le daba la gana.

De aquí nos enredibamos de palabras: yo insistiendo en que para salir necesitaba el pantalón, y que el pan­talón para ponerse necesitaba los botones, sobre todo ciertos y ciertos botones; ella, enfurecida y colérica, de­nostándome con mil epítetos injuriosos y lamentándose y clamando que no habia aguanto para verse tratada de aquella suerte una mujer de sus prendas.

—Con otra debías de dar, bribón, me decía"; con otra que te pusiera como mereces, ya que no estimas en lo que debes á una mujer como la que tienes.

Y tras esto se acongojaba tanto la pobrecita y se po­nía tan afligida, que solia tirarme el libro ó la almoha­dilla, 6 cualquier otro trasto á la cabeza!

Verdad es que pronto venia yo i contentarla, y estaba tan acostumbrada á eso, que si me descuidaba un poco, tomaba la mantilla y se iba en casa de sus padres á des­ahogar su pena.

Aun ahí era el diablo que entonces se destacaba mi suegra y me echaba unas pelucas de mi flor.

—Norberto, me decia, no oprimas á tu mujer, que la cuerda que mucho se tira, salta. Mira que te hablo por experiencia. íQuó te importa que mí bija no sea tan co­minera ni tan metida en casa como otras'? íQuó afán es el tuyo de quitarle su paseito y la visita de una docena de amigas? ¿Ha do estar todo el dia hecha una ama de lla­ves? Lo principal, hijo, es que sea virtuosa y que uo te haga entrar en el número délos marido-^ desgraciados que andan por esas calles, mohínos y cabizbajos, sabe Dios por qué.

En esto paraban siempre nuestras rencillas. Catalina volvía á casa, nos abrazábamos, yo le hacia un regalillo ó le tomaba un abono en el teatro; ella en cambio para que yo n» le acusase do descuidada; se traía un par de costureras y luego me decia, al cabo de la semana:

—Norberto, dame seis duros para esas mujeres; entre ellas y yo todo lo hemos puesto á la vela.

89 Aquí tiene V. el ruadro do mi vida con Catalina, mi

difunta mujer. Pues con todo eso, y ser olla tan pura como un ángel, confieso, vea V. mi necedad, que más de cuatro veces tuve celos.

Figúrese V.. entre otros lances, que ella tenia un pri­mo en los Escolapios, muchacho do unos doce año?, vi ­varacho, travieso y de buena disposición. Venia á comer á casa los domingos, y todo el dia le pasaba juguetean­do con su prima. Creció luógo y se fué espigando hasta hacerse un moceton terrible; pusiéronle á militar, por­que para los estudios no era cosa, y, como decia con ra­zón su madre, el que es de tropa, tonto ó no tonto, pue­de llegar á general, y una vez con la faja iquióu sabe?

No por verse ya con charreteras dejó de visitar á su prima, y siempre ssguia en la costumbre de retozar con ella.

A mí, que me tienta el diablo por celoso, me hacían ya cosquillas aquellos juegos, porquo no me paraba en que era primo, sino en que tenia ya veinte anos y uno; bigotes <Je á tercia.

En fin, con este trato y frecuentación, freció el afecto, digásmoslo así, del primo, y como era natural, degeneró en pasión frenética.

Ya habia yo tratado de precaver esta contingencia, avisando á mi mujer cjue mirase lo que hacia; pero Ca­talina, siempre encastillada en su virtud, desechaba mis amonestaciones, y enojada respondía que por qué habia ella de romper con todos sus parientes por contemplar mis manías. (Note V. la exactitud de la palabra toetoK.)

Pasó algún tiempo así, 1 asta que un dia vino á mis manos, no sé cómo, una carta en que el primo hacia á mi mujer la pintura más patética do su amor, y las pro­posiciones más atrevidas que era posible imagin.ar.

La lectura de esta carta me enfureció; ciego do cólera, busco á mi mujer, dándole en rostro con el atrevimien­to de su primo.

—Mira, le dije, mira cómo tu ligereza alienta á ese malvado; mira cómo falta al respeto y atenta contra mi honor. Tuya es.la culpa, ó más bien mia que me he fia-

do hasta aquí en falsas apariencias de virtud, como si fuera virtuosa la mujer casada que escucha y tolera ga­lanteos.

A estas añadí otras mil reconvenciones é invectiva?! amargas; pero Cataána, tomando un continente grave y magestuoso rechazó mis acusaciones, diciendo que aque­lla carta era la mayor prueba de su virtud, pues demos­traba que el primo no estaba muy contento y que por consiguiente le quedaba mucho que desear, y que este ultimo rasgo de mi necia estupidez la convencía de que yo era incapaz de apreciar sus prendas y virtudes.

Este discurso me convenció 6 imploré, pero en vano, su perdón.

La ausencia del primo, á quien su despecho amoroso obligó á admitir un empleito de tres á cuatro mil duro,-; en la Habana, tampoco bastó á reconciliarnos. Catalina jamas olvidó la escena que acabo de referir á V.

Desde aquel dia hicimos vida aparte, desde aquel dia perdió su salud mi tierna esposa y fué siempre^de mal en peor descaeciendo hasta que me la arrebató la muerte.

., Yo, inconsolable, la lloro noche y dia, y recordando su mérito, su honradez, su alta virtud y lo que con ella me ha pasado, tengo hecho propósito firme de ahorcarme antes que poner á otra en el lugar de mi virtuosa Ca­talina.

No vaya V. como soltero á achacar esto á animadver­sión contra el estado del matrimenio, no; solamente si V. piensa en casarsCj procure antes hablar conmigo, y le daré ciertos consejos que han de redundar muy en provecho de su bienestar, por el cual nadie se interesa tanto como este su amigo y atento servidor.

E.E.>

Iba en tin coche á montar y le pude ver el pié .. que pasó por mi no gé ni me lo puedo eiplicar.

Loco aqael cocbe seguí, •} donde paró, pari;

bajó, volví á verla el pié... no 8é que pasó por mí.

Ni un ¡Lsiant» se me olvida» causó en mí tal estupor... ¡yo no he visto nn pié mayor «n los dia* da n i vidal

— ¡A la Prevenoiou! ¡Andando!. — í,Yo Á la Prevención'! í,Por qué? ;, Por llamar hermoso Ji un hombre que es tan feo como ustél

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E L TITIEIMUNDI.

Caballeros y señoras de esta cul ta capital , amas de cria, Difieras, digna clase mil i tar , de soldados y sargentos, que detrás de ellas andáis; ojo al vidrio, que al instante la función va a comenzar, y 03 t ra igo unas vistas nuovas que valen un dineral. (mira? ¿Quién se acerca? ¿Quién las por dos cuartos se ven ya. ¿Dónde Uay cuadros más l>ara-ñi de más actualidad? (tos. Sólo en bailes y te r tu l ias las señoras hacen más: porque eolian el hombro fuera, y como quieu dice <ahi va» enseñan {fratis á todos lo que á uno sólo es pecar. Toca el tambor^ PariquillOy vaya una tos que me da, Jiampataplam.

Vista del salón del Prado con los faroles de giis; como no los despabilan por eso a lumbran tan mal. i Cuánta gen te ! ¡Y qué apretu-a lguno se alegrará, (ras! que irán cartas á la novia á espaldas de sus papas. Veréis pollos empujando, calaveras en agraz, solteras que nadie puja, y se van á apolillar. Maridos que gastan coche, porque es guapa su mitad, dejando á pié la vergüenza que estorba para engordar. ¿Veis aquel la elegantona. que ni una reina va Igual? Pues la sacó de doncella el duque del Aguarrás . ¿Veis sentada «n u n a silla á una bendita mamá? Pues toma merenguea y agua,

y para postre un panal , mientras la niña y el novio se aprovechan por detrás.. . Toca eí tambor, Periquillo, vaya una tos que me da, Rampataplam.

La taberna del Pelao quo no está sola jamas, la noche que se celebra la verbena de San Juan. Hay mucha gente da c/iispa, pero es estrecho el local y ya de pié quedan poco.-? y esos porque bailan wal;;. Jornaleros que se bobeu ocho dias de jornal, y darán á sus paricntaa nalizas en vez do pan. Va;íOS de naipe y navajii, y atravesado mirar , que han aprendido en la caro í'í brillar en sociedad. Y no faltan aguadores, zapateros de portal, la verdulera de enfrente, la que vive más allá. Uno3 jueg-an á la brisca y otros á la mona están. A la puer ta hay dos mujeres que SB quieren arañar . ;C6mo grl tanl Perra, infame, us té es una... y us té es más.,, Toc»el tambor. Periquillo, vaya una tos que me da, Rampataplam.

Magnifica perspectiva de un baile de sociedad de señoras escotadas y caballeros de frac, en el momento supremo en que tocan & cenar, y al a m b i g i suspirando se abalanza cada cual . Se aeabaronilos cumplidos, etiquetas no las hay.

03 que aute el hambre son igfuales el usía y el patán. Aquí un trozo de vestido detr&s de un tacón se v a ; alli un codo se da un golpe y no se haca un cardenal, Keparad en la a legr ía y en el júbi lo voraz, de los que ya han conseguido ver de cerca aquel telar. —Jamón, gr i ta un caballero, y echa á una señora atrás. —Más pollo, pide una vieja á otro que á su lado está. —Pechuga para una joven que tiene necesidad... Toca el tambor, Periquillo, vaya una tos que m9 da, Jiampataplarn.

La plaza Mayor con pavos y cajas de mazapán, peñascos y panderetas la tarde de Navidad. Muchos compran, muchos ven-y es aquello un guir igay (den, de tambores y cnicharrus que están chillando á rabiar . —Turrón duro, señorita, I o mismo que el pedernal, g r i t a un chusco á una señora con dos dientes nada más. —Al rico capón cebado, parroquiano, oiga usté acá, y pasa un señor que lleva en cada pierna un quintal . Alli tenéis á un cesante, que con toda seriedad, compra un cuarta de piñones por no olvidar el mascar. —iQué cargado voy deoomprasl

Gxclama un pobre papá que lleva tur rón , cascajo, y su costilla ademas. —jQuiere us té sogaV Le dice un pil lastr in al pasar. Toca el tambor, Peric/uillo, vaya una tos que me da, Rampataplam,

El interior de la Bolsa, donde negociando están cuadril las. . . de gente honrada, que buscan un capital; y todos son unos santos, ni hay un cristiano capaz da dejar que otros engañen si antes él puede engañar. Van y vienen corredores, todos preguntan:—¿Qué hay? —Malas noticias; que España se anexiona á Portugal . (dal —A vender. ¿Quién compra deu-—Yo, contesta un peril lán, que en punto á pagar aguarda al valle de Josafat. - Q u e sube el papel, ¿Qué ocur-Se salvó la sociedad. (rn?

—¿De veras?—A los ingleses se los ha tragado el mar. Y hay q uien rie al ver de un gol-triplicado su caudal, (pe y hay quien llora al verse in al-oomo nuestro padre Adán, [bis - A q u í todos somos primos, dice un tio montaraz; la Bolsa os Sierra Morena, y roban sin caridad. Guarda el tambor. Periquillo, y da el redoble final, Sampataplam.

R. Oarcia Santistéban.

SONETO.

Desde el sepulcro ante sus pies abier to contempla el alma inquieta y dolorida, en silencioso polvo convertida • la ya cansada humanidad que ba muerto.

El polvo aquel, inanimado y yerto, tuvo los arrebatos de la vida,

94 amó y creyó perdiéndose en seguida como una caoerna en el desierto.

Para alcanzar la eternidad, emplea la humana aspiración en su locura, el barro, el bronce, el mftrmol y la idea.

El libro vive, el monumento dura... menos feliz la mente que los crea ¿se perderá en la triste sepultura?

Gaspar Nuüez de Arce.

SONETO. Estaba yo durmiendo cierto dia

orilla de la playa, recostado en nua pefia, sin ning-un cuidado, pues nunca allí llego la mar bravia.

Soflaba que en mis brazos te tenia y que á tu rostro puro y sonrosado un ósculo de amor habla dado y al dárselo tu boca sonreía.

Desperté y ¡oh placer! Mi bien querido, no se eu^raüa el amor cuando es sincero; nada vi al pronto, más mt pecho enchido

De aleona, al sentir:., callar preflero. Quedó mi sueBo al ver desvanecido; quien me besaba, Celia, era... un carnero.

Enrique P. Duidurra

EPIGRAMAS (1). . Aceptando una cartera ! De cuna honrada y brillante

el político don Luis, | que desciende jura Blas, jura que hace un sacrificio; ' aristócrata tunante: y es verdad... el del país. i cierto, desciende bastante, I no cabe descender más.

V. R. Aguilera. Predicando vin cura en su parroquia contra la desenvoltura de

las mujeres, dijo: —Una hay en el auditorio de tan escandalosa conducta que re­

suelvo nombrarla para confusión suya ; pero no, no la nombra­ré porque la caridad cristiana me lo impide. Sin embargo, la nom­brar* sin nombrarla, arrojándola encima mi bonete para que la co­nozcáis.

Hizo entonces ademan de tirarlo, gritando al mismo tiempo: —i Aquella es la mala!... Todas las mujeres á una bajaron la cabeza temiendo el coscorrón

del bonete, visto lo cual por el cura, exclamó: —iDlos inmenso!... Creí que era una sola la culpada, pero son

muchas. (1) Del Liino de las Sátiras.

cC: ^^Z--"^ — Señorito, el sastre espera,

— Que pase, si trae la capa. — Trae la otra cuenta. — Pues, mira, ¿lie que no estoy en casa.

EL VERBO SACAR.

El verbo tacar, es el verbo más aotivo de la graiiiáti-oa, el más imprescindible para vivir ou sociedad, uno de los má^ necesarios para el lenguaje, el que causa más dolor ó más placer (según los casos), en fin, el que más se saca á relucir.

—Voy á ver si .faco un empleo, dice el pretendiente. y á fuerza de pensar en ello lo saca. En este caso, el verbo es una esperanza al principio, una alegría des­pués; nadie sabe lo que puede ser tras todo esto.

—Allí veo á Enrique, voy á ver si le sien cinco du­ros; en este caso íe saca más y antes, que en el anterior, dado que Enrique meta la mano en el bolsillo y «agite los cinco duros. Por desgracia este caso es muy general; la sociedad está llena AQ primos, sin duda, porque así se estrecha más con semejantes lazos de familia.

Para sacar en estos dos casos, sólo se necesitan dos cosas: sacar la vergüenza y tirarla por una alcantarilla: y sacar otra dosis de constancia para tratarla sobre uno mismo. La realidad es, que en la mayor parte de las ocasiones, lo que se sactt es el desprecio general, si no otras cosas de peores consecuencias.

El verbo en estos casos, pertenece á el pan nuestro.

—Estoy aburrido, no se encuentra trabajo... calla, ¡gracias á Dio-)'.... Allí veo uu reloj, es decir, una cadena que deberá tenerlo... voy á ver si se lo saco.

Ya está en mi bolsillo, lá ver?... Poco vale, ni siquie­ra cuatro mil reales; pero en fin, algo se .OTO?.

En este caso, el verbo es tan natural que no puede ser más: el que .wca así, tarde ó temprano será meado á un Campo de Guardias, para allí, por grado ó por fuerza, de­jarse sacar una cosa que el hombre quiere mucho.

¡Esta es la ley de las compensaciones!... iiQué es lo que sacan los que se dedican á tan hwra-

tivo oficio? Ellos contestarian: "Sacamos todo lo que po-

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demos sacar.,, ¿Pero no .-nbeu aquello de ojo por ojo, diente por diento!...

—¿Y á mí qué me euontíi V'L.. todo« liemo:-! de morir, y el que más srwn, es el que más mea... lo domas son pamplinas.

Una beata diria: M ¡perdonadlos Dios mió, ¡lorque no saben lo (jue so hacen!...

—¡Señora por Dios, no diga V. barbaridades!...

—¡Una limosnita que Dios se lo pagará á V!... —Un pobre anciano... Alifonsa jcuántoliasíacaíío?..., —Treinta ríales, nhico, ¡qué tiempos tan indinos!.,

Í Y tú? —No llegan á cincuenta, desde que no viene la Seria

Marquesa no saco apenas. —Calla, que viene gente.—Una limosnita, que tengo

treinta hijos... ¡Sjñorito!... —Un pobre anciano... Señorito,

{El Señorito.)—Dios le corra á Y. hermano. Aquí se saca por jxmor de Dios, j 2^^'>'ci' amar al vicio.

—jMagnífico cuadro!... jqué piensas pedir por él?... —Cualquier cosa, lo que me den. —Tiene mucho mérito, jCuánto piensas sacar?... —Pienso sa »r... ¡bueno está el arte!., lo más que saco

es... los pids frios y la cabeza caliento. Ño hablemos de esas cosas. í,Me convidas ;i café?...

(¡Oh témpora! ¡Oh mores!...)

"Aquí se saca ánima.n (En el altar de la derecha. ) "Hoy se saca ánima.n (En el altar de la izquierda.) "Altar en que se saca ánima.tr (En el centro.) "Para las ánimas benditas del purgatorio.n (En un

cepillo.) Empieza la misa. Al poco rato.—"Para el culto de esta

Santa Iglesia...,, ¡Aquí sí que se saca por todos lados y para todas las

cosas!. Ya na«

=1...

vrxr* »;.S»lAgu¥W:^'^^ aalg% un monaguillo di-

oiendo: "Para componer' la cabeza del glorioso San. José... que se rompió ayer...u

El dia de Jueves Santo. "Fulanita de tal, pide mañana, etc..,,i Yo, y conmifro todos los que tengan un poco de sen­

tido común.—Esta me saca un duro, ésta otro, la otra uno más... ¡esto es un saqueo/... jQué sacarán esas seño­ras, con sacarle á uno lo que no tienel

Sacan la devoción, las creencias y la amistad. El año que viene pasaré la Semana Santa, tranquila y

tantamente, con una ligera indisposición, que diré es grave; si estoy en fondos, me voy á... Carabanch.ol, si­quiera tacaré algo de ese dinero que me sacan á la fuer­za. La caridad debe hacerse sin que lo sepa uno mismo. Ija mano izquierda no debe saber lo que da la derecha. Es el único modo de sacar algo de estas obras de caridad.

Es un sacrilegio consentir en los templos, que las mujeres se exhiban por una moda ridicula.

¡Cualquiera diria que se trata de UVA ferial!!...

—Maestro, sáqueme V. esta muela. —Es bien fácil... - ¡Ay! . . . —Ya está sacada. —A ver... á ver... ¡pero hombrOiSi mt ha sacado V.

la buena!... —iSí"!... venga V., ya no la tiene V. —¡Ay!... si me descuido me saca toda la dentadura;

me ha sacado V. ahora dos de un golpe ¡l¡y íne ha deja­do V i a mala!!!

—Pero hombre de Dios ¿por qué no la trae V. sola?.. Venga V...

—No, gracias,., ¿qué lo debo"!... —Tres muelas... tres duros.. (El infeliz por la escalera.) Me ha sacado tremUdaB

buenas, tres duros, y... me ha dejado la mala.

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(El dentista gritando.) ¡Qué vuelva V. cuando sslo ocurra!...

(El operado, corriendo con toda su alma.) ¡Cafre!...

En una redacción. —Si sacara el periódico adelante... (El público.) >>'"pie V. mejores artículos, si quier» ío-

carnns los cuartoíi. (El director.) ¡Eu este país, ya no se piden mái qus

gollerías!... (Un empleado.) Présteme V. quinientos reales. —Al 50 por 100. -—Como V. quiera. —vUlé van: si dentro de un mes no me loi paga, la

embargo. —¡Hijos míos!... I En este caso, el padre se saca el alma, se »aea las lá­

grimas, y el usurero es el que saca todo lo sacable,

—iPor dónde me saca V. Diputado? —Por... ninguna parte. —¡Hombre!... —¡Bastante es!... —¡Y yo que pensaba sacar del presupuesto!... —Vaya V. á Sierra-Morena. Y pregunto yo ahora, ¿qué es lo que sacaré por todo

lo que he sacado á relucir?... ¡Ay!... Señor editor, sáqueme V. de la duda!... ¡mi­

re V. que me contento con bien poco!... El caso es sacar algo que valga ia pena de sacarse. Adiós, lector; perdona si no he sacado del tintero más

de lo que saqicé; al fin y al cabo bueno es decirte que lo hago en honor de la brevedad.—/SVicrtr es raíz de casar, y de CASACA; el año que viene me ocuparé de estos com­puestos, de estos mixtos, que sin ser de GascaUe, arden como unos demonios.

Alberto Díaz de la Quintana.

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E L AGUA Y EL VINO.

Ent ra el hombre y el pollino, aparto de la conciencia, no hay más que una diferencia: la de beber a g u a o vino. El que quiera affua beber, su propia desdicha frag-ua, porque el agua no es tal agua, es vino echado á perder. La parra, bien quo lo sé, en la creación se topa: por ella Adán tuvo ropa y anduvo en cueros Noó. El vino yo me imagino que piensa, pues pensar hace; y asi es la copa en que yace el cráneo en que piensa el vino. Del vino en la sociedad se halla el sabio y el bolonio: el que inclina al matrimonio revela barbaridad. Jun to al maíz, la lechona; jun to al t r igo , el gorrión; junto al cordero, el lean; jun to 6 las uvas... la mona. La enemistad ensañada so acaba ante el vino puro: ante el agua.. . de seguro termina en una estocada, i Son personas las personas que en la t abe r ra hacen piornas? No, señor, que en las tabernas so vuelven los hombres monas.

i.Qaé es la bodega, en r eaümen? Excepto la de manteca , es una gran biblioteca y cada pipa un volumen. Y excusan decir mis labios si en lo que afirmo acerté. ¿ Pues qué, señor, no se ve cómo allí estudian los sabios? Es símbolo da nobleza el vino, donde le ves : le pegamos con los pies y él nos busi'a la cabeza. También le gus ta la guagua de la posada al indino : el hombre que bebe vino, cuando llora... llora agua. Si el agua del mar, que a terra , vino amaneciese un dia, al ponerse el sol habr ia muchas más leguas de t ierra . No paca en su desatino más el que á su padre mata, que el hombre que se arrebata y mata con wgua el vino. Siendo cosa averiguaría, beber cerveza es torpeza.

tquó es un vaso de cerveza? Ina ración de cebada.

Y aun cuando á mal melol levon diré, en fin, y que s ' embromen, si los burros se la comen, loa ingleses se la beben.

Cigarrón.

Dijo Felipe II á D. Diego de Córdoba una tardo de Diciembre: —Oran frío hace: no sé en qué emplear la nocho. —Acuéstese V. M.. respondió; jxirque no hay cosa más caliento

«n el invierno, ni más fresca en el verano, que la cama. —Asi lo haré ; venme á desnudar. Cuando se hubo acostado, mando el rey á D. Diego que leyese.

Tomó éste un libro y la palmatoria, hincó la rodilla, y estuvo le­yendo mucho tiempo. Entretanto el rey se habla vuelto hacia l.i pared, y como D. Diego creyese que dormía, cerró el libro y se le­vantó an silencio.

El rey conociendo su idea, le dijo: —No me duermo, Córdoba. Pero D. Diego, hacisiido una gran reverencia, respondió: —Pues yo sí. Y dejando el líl)ro te marchó con mucha fr«acura.

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Habla en la pnerta de cierta iglesia un ciego qne pedia limosna sen-lado en una silla: hasta ahora, nada tiene esto de extraño; pero si lo tiene una especie de inscripción qne tenia colgada sobre el pecho y decía así:

CIEGO.

C O N ¡'EBMI30 DEL SEÑOE OUH/l.

(ínipos de almas iiionentes que adoran la libertad, y estudian junto al Suizo JEl arte de cmispirar.

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UN MANUSCRITO.

Kecorriendo el agradable paseo del Campo Grande en Valladolid, en una noRhe serena do Junio, cuando api­ñada multitud de gentes so extendía por tod iiS partes, entre los gratos acordes de la música, las mil luces de gas que adornan el paseo y el animado concurso do las bellas vallisoletanas que le prestan más v ida y encanto con su gallarda hermosura, tuvimos el placer de encon­trar sobre una silla el extraño manuscrito que tal vez merece ser conocido y dice asi:

MI RETRATO PINTADO POR MIS AMIGOS.

I .

Yo tango quince anos. No os extrañe, mis bollas lectoras, tan temprana edad,

ni tampoco el que csts^ crocidito sin tiempo, como ten­dríais ocasión de comprobar si midierais mi estatur.i con la vuestra, por ejemplo.

Esto no es decir que yo sea buen moíio, pues bien s(' que algunos dicen do mí qno Si'ilo soy bit^.n muchacho.

Estas observaciones, como todas las que á mí serefie-ren y os diré más adelante, son debidas á la galantería de mis amigos, que casi me han convencido de su certeza.

Un dia estaba yo en el Círculo, aburrido como otros muchos días y como otros muchos jóvenes que me ro­deaban. La conversación era animadísima, se debatía con calor la cuestión de edades.

Blas, después do escuchar la mía, exclamó.—Tú tienes veinte años, y yo veinticinco y nadie dirá que te llevo cinco.

—A mí me basta con que te los lleves, buen prove­cho; yo me quedo con quince abriles.

103 Desde entonces creo que tengo quince años, como al

principio dije.—Es opinión de Blas y punto redondo.

II.

Cierto dia cruzaba yo triste y preocupado, por las ca­lles más concurridas de Madrid.

Muííhas personas que pasaban á mi lado iban alegres y riendo; yo lo atribula á su placer interior, y ni si­quiera me ocurrió pensar que debia de estar muy feo al ponerme triste.

Do pronto escuché mi nombre simplificado detrás de mí; volví la cabeza y contemplé á un amigo que se reia á mandíbula batiente.

—iQué te pasa, exclamé? —A tí es al que te suceden unas cosas... —Explícate, Mateo. Pero sin decir más, me descolgó de una oreja un pe­

dazo de muselina que estaba adherido á ella, y hasta entonces habia flotado en los aires á manera de bandera blanca.

—He ahí, exclamó mi amigo, los compromisos de te­ner orejas... tan enormes como las tuyas.

Otro me hizo notar después que una de mis cejas era rubia y la otra negra, y otro, que al reírme, enseñaba dos pequeñas berrugas que tengo en los primeros dien­tes, por lo cual estoy condenado á no reirme, aunque lo desee muchas veces, y por esto dicen algunos que asisto & una boda como si fuera un duelo.

III .

lY qué os podré decir, para que tengáis una idea exacta de mi nariz?—Nada más que referir lo que me sucedió con otro amigo.

Yo deseaba daríe una sorpresa y no le avisé al mar­char á la población donde él estaba.

Cuando nos vimos juntos me dijo mi amigo: —Hace media hora que te estaba esperando.

104

—E?< imposible, contestó: no te he avisado mi viaje y... —Cierto, i)ero estaba en el balcón cuando te digo, y

observe' unas narices que entraban entonces por las aíueras de la ciudad, y no podian ser oti-as que las tu-yaií: podias haberte montado en ellas y hubieras llegado antes.

IV.

Desdo que me dejo la barba no pviedo salir de casa en tiempo de feria, pues una vez me llevé entro ella enre­dadas cierta infinidad de zarandajas, apurando la pa­ciencia de los vendedores y sin poderío remediar.

Un amigo mió ha escrito un drama expresamente para mí, pues se empeña en que yo io represento caracteri­zando al protagonista qiie es un perfecto tipo de... "bandolero.

V.

En fin, mis queridas lectoras, no se os ocurra nunca el deseo de saber mi nombre, porque es tan largo, que empezaríais á pronunciarlo mañana y el día del Juicio por la tarde tal vez no hubierais concluido.

Para tenninar, os diré, que no hace mucho, á poco de salir yo de una reunión, ponderaban mis amigos mi hermosura, diciendo:

—"Es más negro que la levita de un grillo.n Ahora no podréis decir que es helio mjeto el que ha

escrito estas lineas. B. P. Rioja.

Hablando de nn hotnlirc ninv pequeño, decía un gracioso: —Si se llegase á perder el señor D. N,, que no lo husquen liasta que

UueTa, que entonces lo encontrarán como allller entre piedlas. »

* * Confesóse nn labrador con nn cura, quo le dló por penitencia que re­

íase tres credos. Al oirlo se echó el labrador á llorar sin consuelo. -¿Qué es eso, hijo mio7 ¿Por qué se aflige usted? -ilNo quiere v. quo me aflija, si i tne manda V. rezar tres credos, y

no sé mas que uno i

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CASILDO Y CARA.LAMPIA NOVELA. OBIGINAL DE DON DOROTEO EXVOTO.

Prospecto.

Los padres de familia, los hijo^- de idem; el orden so­cial y otras co^as asi, hau movido al editor á publi(:ar esta novela, nna de las mejores que liabria escrito su autor, si hubiera escrito otra.

El nombre del autor es la mejor recomendación... y basta que lo diga el editor.

En esta obra, á pesar de los caracteres, la virtud sale triunfante, pur cuyo motivo no puede ser un retrato fiel de la sociedad; pero asi á lo menos se verá que la virtud sirve siquiera para las novelas.

Cada entrega de 16 páginas, medio real en todas partes.

CAPÍTULO I.

Caralampia era hija de padres pobres, pero muy cucos. Casildo descendía de una familia de acaudalados co­

merciantes, de muy piadosos sentimientos, que habia perdido todo su caudal en operaciones de bolsa.

Ambos se amaban con aquella pureza, con aquella ex­celsitud que sólo experimentan los jóvenes que no tie­nen sobre qué caerse muertos.

Ella h.ibia cumplido veinte añoí, y desde la calceta al cochifrito, era poseedora de todas las honestas habi­lidades que constituyen el encanto del bello sexo.

El habia llegado á la edad viril, cumplía con todos los deberes del cristiano, y lo niisuio se echaba á cues­tas un fardo de nueve arrobas que una pesadumbre.

CAPÍTULO U.

iCuando digo que se amaban!... En una noche plácida y tranquila... le dijo ella.

100

—Casildo, la muerte y la vida están en manos de Dios.

—¡Oh! Repitió él con acento de convicción profun­dísima.

^Pues bien, mi padre, mi madre, la Anastasia y mi corazón, todos me dicou lo mismo. Casi'monos.

—Si, dijo él entusiasmado: si, bella vírscen, sí, casémo­nos. No mo importa la desisualdad de clases. Tus pa­dres nada tienen, los mios fueron muy ricos; pero mi amor vencerá todos los obstácuíos.

CAPITULO III.

Casildo, fiel á su palabra, se dirigió á sus buenos pa­dres, pidiándoles permiso para casarse con la virtuosa Caralampia.

Las padres de Casildo harto consideraban que la con­servación de las jerarquías es indispens.able en toda sociedad bien organizada, que la confusión de clases es muy perniciosa. Si ellos hubieran sido ricos, habrían consentido gustosos que su hijo se casara hasta con una princesa: mas se veían tan pobres, que no se atrevían á arrostr.ir las consecuencias de un matrimonio desigual.

Casildo. empero, estaba enamorado, y fué tan elocuen­te, tan persuasivo, que sus padres no pudieron resistir á sus vivas instanci.as y lo dieron el deseado permiso, forjándose la ilusión que el haber dejado de vivir con holgura casi era igual á vivir pobremente.

CAPITULO IV.

¡So casaron! Se casaron, y de^de el primer momento de su matri­

monio empozaron las araarsruras de Caralampia. Quiso reñir con su suegra, y .su suegra le volvió la

espalda.

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CAPITULO V.

Un día... El cielo estaba oscuro, el sol cubierto por espesos nubarrones. Soplaba el cierzo con violencia y su fragor parecía de siniestro augurio.

Pasó al lado de Caralampia un hombre de mirada fa­tídica y el chaleco amarillo, como el jaramago de Rioja, y al tiempo de saludarla, dijo con sonrisa indefinible:

—¡Caracoles, y quó guapa se ha puesto V., Cara­lampia !

Ella se puso colorada como una fresa de los Alpes, y concentrando su pensamiento y apelando á su recto jui­cio, dijo:

—iVtílay\.\ CAPÍTULO VI.

Entra Caralampia en la cámara conyugal, penetra con firme paso hasta el rincón de la derecha, separa con mano segura la guitarra que estaba arrimada á la pared, se baja para recojer el pedazo de espejo que estaba detrás, y sin levantarse, en cuclillas como estaba, se contempla con faz serena.

—Sí, dijo, sí, me he puesto guapa; aquel hombre sabe leer en el rostro de sus semejantes. Pues bien, vengan seductores, vengan galanes babosos, yo triunfaré de to­dos: mi virtud y el amor qixe tengo á Casildo me harán salir vencedora de esa lucha satánica.

CAPÍTULO VH.

Dijo, y bajó otra vez á ponerse á la puerta de la callo, cruzada de brazos.

Asomaba á su rostro la provocación más audaz á to­dos los transeúntes: todo sor masculino era objeto de sus miradas, esperando que se atreviese uno á reípie-brarla para hacer resonar por el univcr.so el triunfo do su virtud y la más tremenda bofetada. k', Mas, ¡ay! pasaban hombres y más hombres, y ningu­no le decía una palabra; y ella, que se consumía en el

108

ardor de acrisolar su gloria, perdia el tiempo miserable­mente como una, cualquiera.

CAPITULO VIII.

I Tres anos duró esta angustia. Caralampia enflaquecía. El comadrón de la esquina

le dijo que le convendría irse á un pueblocillo, y ella dijo:

—Está hecho. La coiTupcion reina en Madrid, y sus descreídos habítanto-i no permiten que la virtud res­plandezca. Huyamos á mi pueblo, donde reina la ino­cencia. Allí no faltará un zopenco que, deslumhrado por mis atr.activos materiales, intente seducirme, y ¡qu(' bofetada! iQuó bofetada! Ya me pnreee que oigo el glo­rioso ¡paf!

CAPÍTULO IX.

Los esposos partieron al dia siguiente. A los dos me­ses las viruelas habían hecho tales estragos en el rostro de Caralampia, que la gente del pueblo la llamaba "cara de criba."

Al convalecer volv ió á mirarse al espejo, y se compa­deció larga y lacrimosamente.

—¿Me seguirá amando C!asildo? Re preguntó. Esta duda, esta zozobra, la tuvieron inquieta todo

el dia.

CAPÍTULO X.

—¡Me ama, cíelos, me ama! Exclamaba al dia siguien­te Caralampia al salir su Casildo de casa .

Y desde aíiuol dia empe/.ó á engordar desmesurada­mente.

ü smesuradamente... no. Sí la virtud puede aspirar á

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la gordura, Caralampia era digna de una cant idad de gr ^sa hipopotámica.

CONCLUSIÓN,

Caralampia deseó no tener hijos, y el cielo acogió benévolo sus votos.

Caralampia roí;ó todos los dias por la salud y robus­tez de su marido, y á cada paso tenia la satisfacción de oir: "Casildo es un bruto , t i ra t an to como la mejor ye­gua de la comarca.!,

Por fin, Caralampia aspiraba á reunir un corto caudal que le permitiera acabar en paz sus últ imos dias, y aho­ra se le acaba de morir una parienta que ha dispuesto en favor suyo de doce mi l reales.

Ella y su esposo viven felices, ni envidiosos ni envi­diados, y la única pena de Caralampia es un callo que la molesta á cada cambio de estación, como si hubiera sido enviado á su dedo gordo para recordarle que no hay felicidad cumplida en la t ierra .

—Vamos éí ver, niño, ¿sabes la doctrina? —Si, señor. ¿Para qué es el Sacramento del Matrimonio'? —¡Toma! eso, ni yo ni nadie lo sal)e;como ahora es por lo ci­

vil, y... —tienes razón, hijo: entonces vamos & ver: isahes el Misterio de

la Trinidad? —No, señor, tampoco lo sé, señor cura. —iHombre! ¡Ignorar esto! —Ni lo sabe nadie en el pueblo. Se hacsn conjeturas, porque se

marchó sin despedirse; pero le aseg-uro á V. que nadie está, entera­do dc! ese misterio.

—¿Pero qué misterio es ese de que hablas? —¡Toma, toma! El de la Trinidad, la sobrina de V., señor cura:

¿para qué se hace V. el ignorante? —Vaya, toma la cédula, chiquito, que sabes más doctrina de la

que y o me había figurado. *

* * Cuatro cosas holgaba dc ver la reina doña Isabel la Católica. Hombres de armas, obispo puesto de pontilical, damas en estrado

y ladrones en la horca.

l io

LETRILLAS.

LO ftUE ftüIEBEN TODAS.

Dulce y afaWe Felisa, con su plácida sonrisa, con su rostro enardecido, con sil prracia en el cantar , con su .ftnpfuido mirar; ¿qué es lo que quiere?—Jl/arido.

Marta, esquiva y desdeñosa por parecer virtuosa, que todo en olla es flnp:ido; cuando dice á cada instante <no quiere tener amante» iqiié quiere tener?—illarído.

Mandil siempre Nicolasa en sus padres y en su casa, siempre es su gusto cumplido: (fasta á montones el oro; ly aun se anega en tr is te Uorol pues ¿qué le falta?—Marido.

—¿Se t ra ta de matrimonio? dijo Inés; paos Diego, Antonio, Pedro, Juan , alto, encogido, lindo, feo, turco, godo... con cualquiera me acomodo, el caso es tener marido.

Tanto acicalarse Juana , gas tar toda la mañana en componerse el vestido j " en apretarse el corsé... vamoí, bien claro se ve 4ue Juana busca mariiii;.

¿Qué pretenderá Marcela, abonada en la cazuela y luciendo el pié pulido en tienda, calle, paseo, circo, baile y jubileo? Yo te lo diré:—Afarido.

En vano ha tomado Paca los baños de Carratraca. Cien doctores han venido; ninguno á curar la atina, ni há menester medicina. ¿Puesqué hámenestor?—jlíarí-

iQué querrá Doña Matea, (do. que espanta do puro fea y aun no renuncia & Cupido, y da bailes y conciertos, y mesas de cien cubiertos? Claro está: quiere marido.

Con tanto rezar Martina, con su ayuno y disciplina, con su rostro compungido, su Biblia, su Auo cristiana, y su hábito franciscano, ¿qué pide al cielo?-Jlíortdo.

La constante y la coqueta, la que ha nac'do discreta y la que simple ha nacido; la duquesa, la fregona, la joven, la sesentona, todas rabian por marido.

M. Bretón de los Herreros

De un pueblo inmediato á Madrid, vino un labrador fi las ferias en el mes de Setiembre, y trajo encargo del alcalde para un pintor que debia hacer el cuadro de San Sebastian, para la iglesia mayor del pueblo.

El pintor so enteró riel asunto, y le dijo al labriego: —Está bien, dentro de dos meses estará el cuadro acabado. ¡Ah!

¿Cómo quieren que pinto el Santo? ;,Vlvo ó muerto? Til labrieiío se rascó la oreja, luego la cabeza, y por ú l t imo,

exclamó: —Mire ustdd, lo mejor es que lo pinte usted vivo, porque M les

(fusta muarto, que se eucars^ue allá el señor alcalde de matarlo.

Persiguiendo un conejo en la dehesa, el cazador, en su aficion,»senoillo, se halla, con gran sorpresa, enfrente de las astas de un novillo.

"¡Oh, maldita afición, que me extravia!" Exclama coa canguelo: ,.¿Quién puede ejercitar^su puntería sin tr,aer el capotejde Fratcuelo?..."

112

EL PRIMO.

Amigo lector: si tú no has tenido nunca un primo, no te juzgues contrariado por la suerte, que aun puede lle­gar el caso de qiio seas feliz, muy feliz.

Porque entre las diferentes plagas que nos acosan en el mundo, la de un primo con todos los atributos y cualidades propias de este pareutesco, no cabe duda que es la más insoportable.

Se pueden tener tios... en Indias pricipalmente, que siempre es bueno establecer cierta distancia entre los parentescos; se pueden tener cuñados y cuñadas, cuando ni los unos ni las otras han salido de la edad de la lac­tancia... se puede tener suegra, que es ponerse ya en todo el extremo de los casos... se puede hasta lle'íar á tener una berruga en la nariz, en la seguridad de que todo será menos molesto que el tener un primo.

Cuando es prima, suelen variar las circunstancias. Pero el examen de las primas no entra por ahora en

nuestros propósitos. Volvamos á nuestro primo. Una de las cosas por que yo no aspiraria jamas á una

corona, es porque los domas monarcas mis concolegas, no me llama-^en primo.

Les digo á Vds. que es un dictado que me exaspera. Entre los primos, los hay de consanguinidad y de afi­

nidad. Los primeros son insoportables, así como los segun­

dos son má< caí-gantes todavía. Porque, figúrense Vds. un primo de los de parentesco

político, que tira al i^orete, ga- ta lentes á los veinte año-!, es individuo de una sociedad espiritista, encomia las notabilidades del can-can, hace versos, que ya está averiguado por una estadística reciente que á los veinte años no hay español que no los haga; toca la flauta por afición, escribe en un periódico por pasatiempo, monta á la inglesa, y se empeña en hacerle todas las noches

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la tertulia á la mujer de uno, que es con quien tiene el verdadero parentesco, pues que al fin y al cabo á uno no le toca nada.

¡,Ño es verdad que hay para desesperarse con uno de estos primos?

Creo (jue me responderán Vds. afirmativamente á esta pregunta.

Si no, era cosa de que me desesperara hasta con Vds. mismos.

Pues vamos al caso de que el primo lo sea por consan­guinidad.

Peor para V. Ya se ve, como que tiene confianza, y la voz de la san­

gre dice él qu3 no puedo desoirse, y en la infancia ha jugado uno con él al escondite, y al toro, y á la gallina ciega, y siempre le ha llamado á uno primo á secas, sin denominarle Pedro ó Juan, ó por el nombre que á uno le pusieron en la pila, no hay más remedio sino que ixno siga siendo el primo de su primo.

Así es que si un dia le hacen falta cinco duros (de es­tos días trae el calendario de los primos lo menos cin­co por semana), en vez de acudir á un extraño que lo saque del apuro, lo más natural y más decente parece ser que se dirija al primo.

Porque es lo que él dice en semejantes casos. —Chico, conozco que tal vez sea molestarte; pero an­

tas de recMirrir á un extraño ó á un amigo, me he acor­dado de tí, naturalmente. Ademas de que estoy seguro de que te hubieras ofendido si hubieses llegado á averi­guar que otorgaba á otro semejante confianza.

Uno suele responder en estos casos lo que al caso hace; pero no !e vale, y lo que suele responder es esto;

—iOfenderme?... ¡Quiá! Hombre, no, ¡qué disparate! Ya sab3=; tú que yo no soy nada quisquilloso; ademas que yo á nadie quiero coartar su libertad de acción; y en cuanto á que lo pudiese averiguar... si vieras qué poco curioso soy, y cuánto escuso el meterme en ^ idas agenas... Con que pieQÍS-CUÍá.ado, y que esas considera­ciones no te s j j » « # S f r - 5 | í | ^ ^ ^ a r a otorgar todas las

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confianzas que quietas á tus amigos, que yo sé que los tienes muy de veras, y ellos son por el contrario los que estoy seguro de que se ofenderán si no les dieses la pre­ferencia.

—No me convences, hombre, no me convences. Co­nozco la rectitud de tus intenciones, y por eso mismo te prefiero á los demás... Vaya, pues no faltaba otra cosa sino que teniendo un primo lo pospusiera á los ex­traños... Tú, por más que dÍ!4as, serias el primero que algún dia me lo habias de echar en cara.

—Te aseguro... —No hablemos más del asunto; precisamente sobro

aquella mesa tienes billetes y unas cuantas monedillas de uro. Los tomaré en oro, porque ahora el papel ofrece algunas dificultades en el cambio. Con que hasta más ver, que no tardaré mucho.

—No, hombre, no te tardes.... ¡Adiós!... Es decir si has de venir á pagarme, que si no aunque no nos vol­vamos á ver hasta el dia del Juicio por la noche para que no nos conozcamos...

Y al fin que uno tenga primos que lo empriinen ¿ t í ­tulo de la sangre ó de un parentesco político ó de afini-nidad, vaya por Dios, y ti">melo en descargo de nuestras culpas y pecados: pero que también los amigos de so­ciedad, esos á quienes uno ha visto en una tertulia, en un teatro, en un café, ó en una mogiganga de la plaza de toros, quieran tratarlo como primo, pidiéndole favo­res, ocupándolo en negocios suyos ó contratando em­préstitos forzosos, francamente, es una de las cosas que acabarán i)or hacernos renegar de la sociedad, de la ci­vilización, y hasta si se quiere de... la Revalenta ará­biga, que siendo sin disputa la mejor y más reconocida panacea para extirpar de raíz todos los males, no es bas­tante poderosa, sin embargo, para acabar con los pr i ­mos y con sus primadas, especies de ojos de gallo que nos hacen levantar el grito hasta los ciclos.

115 ¡Señor! ¡Haz que los primos morigeren sus instintos!

¡Bastantes plagas pesan sobre la pobre humanidad!... En el orden de los parentescos hay suegras y cuñadas. En el orden natural hay pedriscos y langostas que es­

terilizan los afanes de la agricultura. En el orden social hay abogados, hay módicos, hay

escribanos, y hasta ha llegado á haber alcaldes corre­gidores.

En el (irden civil y administrativo hay quince em­pleados para cada uno de los destinos que exigen des-emT)eño.

En el orden político hay aspirantes á ministros, á ge­nerales y á toda clase de altos puestos.

Conque, si sobre todo esto haces ¡Señor! que los pr i­mos nos continúen persiguiendo con sus primadas... en­tonces sepamos de una vez que el purgatorio se ha ins­talado en este mundo y esperemos resignados santamen­te al dia en que se saque ánima.

E. Bedmar.

RESPUESTA A...

Contesto á tu carta, pues me pides contestación; darte algo es darte respaetta, V es lo único que te doy. Oirás que soy un aTaro porque tengo al dar horror, y que debo ser Tomás por lo mucho que tomó; hija, bien me estoy así, y ojalá me mande Dios muchas gentes que me den, que á todas les daré don, Diccsme que estás preñada, que tengo la culpa yo, y que apriete; ¿por ventura h( mos de parir los dos? ¡Qué Ue de apretarl ¿Ni que ha de resultar del apretón? 1.08 hordnnes de la holsa, «I apretaré, ylve Dios, que nunca anduve camino más ancho y con tanto sol, qua por al camino tuyo

desde que soy pecador. Dices que eres recatada, y lo creo voto á Bríos, que calada y recatada una misma cosa son; á buena parte has venido á pedir: ¡que te dé yo! Yo, que me encuentro cesant» desde la revolución, y cobro la cesantía con un descuento feroz. Pídele al señor de marras; va sabes, aquel señor que iba contlso una noche por la calle del Carbón. Como el carbón tuve el alma al veros juntos los dos; Iba ya á enfadarme, pero lo pensé, y me dije, no, antes bien le debo estar agradecido al favor; tul siguiendo y «scuchando la amasa «onyarsaelau;

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él es galante, eso s!, y soltaba carta flor. . y al cabo de mucbo andar entrasteis en un simón, y fuisteis yo no sé dónde, aunque lo presumo yo. Pídele á ese, que ese tiene traza de abastecedor, y no me pidas á mi, pobre coplero ramplón; avísame cuando paras, y si tiene el rhico dos lunares en el cogote, es señal de que sacó en este valle de láfjrimas algo de mi confección. Dlcesme quo estás en carnes; ya la Cuaresma pasó, con que de e-tar en pescados no tienes obligación. Y dícesme que no tienes dineros, tampoco yo; lo poquísimo que gano me cuesta muclio sudor.

y ademas de condenarme porque pecamos los dos, es cosa muy tonta ser pagano y ser pecador; con que paciencia y aguante, y aprieta tü, que yo no me hallo en esas apreturas aunque estoy tal vez peor. Dios tBTjuarde muchos años, y á mí de tu condición; memorias al consabido, lo dicho, dicho, y á Dios.

Pnsldala. Esta te la envío per el correo interior, pero no sé dónde vives; así pongo el >obre: «A don Melquíades (el consabido) ollcinas de la ünion». El me debe de estimar como cnlahoradnr, y él te entregará la carta; expresiones á los dos.

N. S. Sorra.

EL ARMIÑO.

Se cuenta que el armiño cuando, huyendo en la caza, encuentra un lodazal que en blanco alíBo de su cuerpo amenaza, por no manchar con cieno su pureza para su curso, se repliega inerte, y al pié de una maleza busca la muerte. ;Con qué sublime calma no di.ifrutara el hombre su cariño, ai la mujer hiciese con el alma lo que hace con su cuerpo el blanco armiñol

Enrique Gaspar

En el Teatro Real se representaba La Traviaía. Una señorita, inclinándose híicia su vecino, un caballero gordo,

que pretendía ser un ¿ilettanle consumado, le preguntó: —¿De quién es la música de La Traviatal El gordo dilettanie contestó con deliciosa serenidc.d: —Del Trovador, señorita.

Este es un juez houradote, que, juzgando ajenas fritas, eargos tuvo de concieucia y se los echó á la espalda.

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EL PASEANTE DE LA CARRERA. ¡Válame Dios, si yo hubiera sido paseante de la Car­

rera ! ¡Si el tiempo que he perdido revolviendo librotes y emborronando papeles lo hubiera ganado paseando por esa elegante callo que llaman la Carrera de San Jeróni­mo, otra seria mi fortuna!

Cuando veo á esos jóvenes elegantes medir <?on peque­ños pasos ó cruzar á saltitos á guisa de muchacha piz­pireta esa dichosa calle, reniego hasta de la falta de algu­nos escudos ó la sobra de alguna afición al prosaísmo del trabajo que me privaron de las dotes necesarias para ser paseante de la Carrera.

A ser yo como ellos, estarla en condiciones de ser mi­nistro, y algunos ministros conozco yo que han sido ta­les paseantes en sus buenos tiempos, si pudieran ser buenos para ellos los tiempos en que no eran ministros.

El paseante de la Carrera es joven; emplea un minuto en mirar la pasta del libro que contiene la lección del dia, y hora y cuarto en arreglarse el lazo de la corbata: piensa en su hermosura, sueña con los bufos, aspira á bailar el can-can, sabe que hay una parte del mundo que se llama América, porque toma café y fuma buen tabaco; conoce que hubo un Redentor de la humanidad porque celebra la Noche-Buena y recuerda los villan­cicos.

Sin embargo de esto, y por esto acaso, es un joven distinguido; no hay reunión á que no se le cite, ni mu­jer que le niegue una mirada. Es muchacho de genio, monta á caballo, es hombre de gusto, come en Lhardy, proteje las artes, tiene peluquero. Alguna habilidad que otra le hacen más agradable: aun dirije con perfección un carruaje, fabrica flores de seda y sabe prenderlas con gracia en el tocado de una señora. Como consejero, es el único. Las más elegantes damas de Madrid le consultan para los colores y forma de sus vestidos, conoce todos los figurines, está suscrito á La Moda Elegante.

Su ocupación es el paseo, su punto de reunión la Car-

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rera de San Jerónimo. En cátedra hay un puesto vacan-t3 todos los días, es el puesto del paseante.

En todos los exámenes obtiene cuando menos una nota sobresaliente. El padre es amigo del examinador, es rico y muy amante de las recompensas. El muchacbo hará carrera sin duda.

¡Y vaya si la hará! Gasta, triunfa, goza y se entusias­ma, ya con la suripanta de los bufos, ya con la ramille­tera de la esquina. No le pidáis conquistas de más alta esfera; no es un D. Juan Tenorio, es un pollo cursi, si puede ser cursi un pollo con dinero; pero él no cede en conquistador al Estudiante de Salamanca; habla de con­desas, marquesas, duquesas y princesas seducidas, de maridos aporreados, de continuos duelos, de lances á cual más donoso y á cual más inocente. Habla mucho y miente tanto como habla.

Cuando los Tenorios son de esta clase, pagan muy ca­ras las conquistas. El traje para la próxima zarzuela que ha de ser de seda y oro, la pedrería francesa con que quiere adornarse la bufa la noche de su estreno, la sabo­neta elegante que pretende lucir en paseo y alguna que otra francachela en la que es preciso manifestar toda la explendidez á los ojos de la dama, acaban con el haber del inocente paseante y comienza el debe.

(Momento solemne aquel en que se da salida al último real! Pero aún queda una tabla de salvación: el crédito. íQuién no presta á un paseante al módico interés de dos­cientos por ciento'! Y cuando faltara quien prestase, j,no hay algún objeto de valor en casa?

Sigue la fiesta y el gasto: la bufa que en seis años no ha aprendido á cantar, ha aprendido en una hora á abrir la boca y cada palabra amante equivale á una cantidad fuera del bolsillo de su caballero. Las deudas crecen, los empeños se descubren, los padres reniegan, los usureros se evaden, los amigos huyen, la suripanta pide; otro ga­lán se presenta, la muchacha empieza á correspondería. El porvenir se presenta oscuro para el desgraciado ama­dor; pero, ¡oh fortuna! Muere su padre, muere dejándole heredero de cuantiosos bienes.

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Se acabaron los sustos, cesaron los sobresaltos, desa­parecieron las tinieblas; una fortuna es capaz de extin­guir hasta el sentimiento de la pérdida.

El paseo que antes se hacia á pié, se hace ahora á pié, á caballo y en carmaje; la suripanta abandona la escena, toma casa, la amuebla con lujo, viste á la dernier y se hace llamar señora.

Mas, ¡cómo avanza á pasos agigantados el segundo acto del drama! ¡Cómo se aproxima la situación culminante de la tragedia! El administrador se queja de que carece de recursos; la renta no alcanza á cubrir los gastos del presente; pero, iquién se para é considerar la renta cuando se tienen fincas, caballos, carruajes, y sobre todo créditol Empiezan las hipotecas, la venta sigua, finaliza el embargo.

¡Y ¡oh desventura de las desventuras! Ya no queda un padre que pueda morirse con oportunidad,

La dama continúa pidiendo, y ya el galán se ha nega­do más de tres veces. En la esquina de la calle se ha presentado un seductor, y parece que la muchacha está dispuesta á dejarse seducir.

El paseante es despedido con el ceremonial de cos­tumbre de la casa que habita su princesa.

Ya no hay remedio: la desventura se ceba en nuestro galanteador.—;0h Providencia!—Exclama él, y la Pro­videncia se presenta á sus ojos envuelta en un peinador de encaje, en un balcón de la Carrera de San Jerónimo y alumbrada por lo< rayos del sol. Es la hija de un ban­quero, de un banquero milloTiario; el paseante y la dama se han visto, se han comprendido, se han enamorado.

Es fuerza aligerar el ca'<amien to: la necesidad aprieta, los acreedores aprietan má<, y él concluye por apretar á la doncella, y la donr-ella por apretar al padre, y el pa­dre por apretar al cura, y el cura por apretar á los dos en el santo lazo del matrimonio.

Ya es rico por tercera vez nuestro joven afortunado, y ahora lo será siempre porque el casamiento modifica las pasiones y ejerce en el nuevo esposo su acostumbrada influencia. Abandona los bufos y frecuenta el Casino,

Vil

deja las suripantas y se acompaña de las princesas, y el Casino y las princesas ejercen también en él su poderoso influjo- La dote de la esposa peligra; pero ella nada sabe, vive ajena d los devaneos de su marido, aunque estos devaneo-; se han do descubrir y se descubren. La mujer tiene noticias de (luc su fortuna ha desaparecido, y des­pués do algunas disputas conyugales, aparece el escán­dalo bajo la forma de un suegro gruñón; el padre de la esposa, que todo lo comprende, que todo lo sabe, y que todo lo dice en presencia del marido con gritos descom-¡mesto-! y amenazas, A las palabras sitruen las injurias; á las injurias, el rompimiento ineludible, eterno. Pero ¡oh prodigiosa fuerza de las consideraciones sociales! El suegro no puede consentir que su hija quede sin esposo, y su yerno pida limosna; lucha, bufa, patea; la niña gime, el mancebo calla, acaso un próximo fruto de ben­dición conmueve el corazón del suegro y se decide á protejer á los jóvenes esposos.

Es preciso, no obstante, que el yerno se ocupe en algo, es forzoso crearle una posición, buscarle un destino, una Dirección en un ministerio, porque j,qué menos puede ser que director un joven que ha derrocriado dos fortunase

El banquero tiene influencia en la situación; habla con sus amigos, visita las oficinas, aburre á los ministros, y nuestro paseante se halla una mañana con una Direc­ción en el ministerio d>3 Hacienda y en camino de llegar á ser ministro de la Corona.

¡Válame Dios, si yo habiera sido paseante de la Car­rera !

Luis Calvo Revilla.

A. un individuo & quien, después de .haberle dejado limpio do cuartos, le arrimaron unos cacos aendos palos, le preguntaba au mujer:

—¿De dónde vienes ft estas horas, hrihonazo? —De ahí ahajo, donde he tenido un huen rato de palique.

* * *

Decía un huen hombre:—Querría conocer un país en que no se muriera jamas, porque de seguro me iba allí derecho & concluir m i s i^inH.

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POTCSI\.

(IMITACIÓN DE E B C Q U E B . )

Pasarán de la bella primavera las flores que emhellecen el pensil, y del alma las dulces ilusiones

los años llevarán. Pasarán del estío los calores y otra vez el otoño volverá, y del árbol las hojas desprendidas

llevará el huracán. Pero dos reales falsos que me han dado, y constituyen hoy mi capital, esos dos reales falsos, por n.ás que haga,

esos... no pasarán, J. Beckor.

LA. CODICIA.

A Juana declaróle un estudiante la pasión delirante que sintió al contemplar sus negaros ojos; .Y Juana, sin enojos, á tanto amor correspondió al instante.

Presentóse después un Sfran banquero; y, aunque feo y de mala catadura, para Juana su sobra de dinero compensaba su falta de hermosura.

Mas al fin se encontraron el estudiante y el banquero ua dia, • y á la Juana los dos abandonaron premiando de este modo su falsía.

Lectoras, no tonfjaia más que un amante: no alimentéis de la codicia el flaco, y no peraais de ví.sta un solo instante que siempre la codicia rompe el saco.

José Marco.

Un maestro de escuela, ft quien un sobrino suyo habia robado un excelente bacalao de Escocia, reprendía al joven, diciendo:

—¿Qué mereces por un atrevimiento semejante? Di, ¿qué merecegf —¿Qué h» de merecer, tiol Después de haber comido tanto ba­

calao, que me dé V. un vaso de vino.

123

i LA. TOSTADA.... DE ABAJO.

SONETO.

iGloria á tí, que en la patria rte Cervantes, la tierra de los toros y el bolero, eres rival del clásico puchero y encanto de modistas y cesantes!

Tus armas por do quier miro triunfantes, que á tu sabor se rinde el pueblo ibero; en el Suizo y en PornDS te venero y un trono te alzan los cafés cantantes.

Tú con el chocolate, ya es probado, del mojicón humillas los pendones, pues nada el mojicón vale á tu lado.

Y aquel & quien enfaden mis razones, que me baga de tí dueño, y de buen grado en cambio le daré... dos mojicones!

Liborio C. Porget.

Estas manos y otras manos dan el éxito i un estreno. Pero el drama es'malo á venes aunqueiellas digan que es bueno.

124

AVENTURAS S O R P R T Í N D E I Ñ T E S

DE UN CÓMICO DE LA LEGUA.

I.

Santiago Rebolledo, el hóroe de este drama sombrío, era un simple aficionado de provincia en el momento de comenzar esta historia.

A los diez años representaba ya comedias y desde esa edad, no Labia recibido otros lauros que sus chichones, causados por gran número de las castañas de su pueblo.

Esta manera de saborear las ovaciones teatrales había causado un frío terrible en el alma de SautiaguíUo, pues asi le llamaba!), sus paisanos.

Era sombrío su carácter y ese natural tan simpático para el mundo, desaparecía de él apenas se presentaba en sociedad.

Un día fué llamado por el director del teatro en que trabajaba hacia largo tiempo y escuchó de aquél estas palabras:

—Amigo Rebolledo; yo no sé qué partido tomar; pero ios habitantes de la capital, á los (jue V. prometió re­crear, no se divítrten ya más que arrobándole,., casta­ñas á la cabana y yo no me quejaría de tan inocente dis­tracción si pudiera atraerlos mucho tiempo á mi teatro: I)ero los desalmados se van haciendo muy morosos y es preciso que V. se decida á tomar otro partido.

—jY cuál? Dijo ¡Santiago. —El de rehabilitarse á sus ojos y probarles que á pe­

sar de todo lo que digan, tiene V. talento. Voy á dispo­ner un drama jígantesco en el que hará V. el principal papel, dando á conocer svis condiciones de trágico de primer orden. Si V. no se atreve á hacerlo, nunca pasa­rá de ser una medianía y... el domingo próximo tendré el honor de entregarle la cuenta.

Santiaguillo dio las gracias á su director-empresario;

125

al poco tiempo recibió un papel, hizo su estudio y tres dias después lo representaba.

En la fcscena segunda hubo una gran situación, aun­que poco favorable en verdad para el trágico actor. Gran serenata de silbidos con acompañamiento de voces, apa­gó la del pobre Rebolledo y una gran cosecha de casta­ñas y otras frutas aparecieron sobre la escena, para reem­plazar á los actores.

La caida fué tan enorme, y la silba tan monumental, que el director mandó bajar el telón antes del final del primer acto.

Santiago, que conoció su desgracia, ganó mucho con esto porque tomó su maleta y las de Villadiego sin dig­narse siquiera volver la vista hacia atrás.

II .

Una vez ya en el campo, por donde caminaba á pi(-, en atención á lo exhausto de su bolsillo, se detuvo para recitar el siguiente monó'.ogo:

—Esto es hecho, decía, de hoy más, no sólo renuncio á la comedia y á sus pompas, voy á hacer más; como el teatro seria la causa de todas las desgracias de mi exis­tencia, prometo liuir de él á toda costa y juro por la luna que me alumbra en este momento, qvie no me he de acercar en mi vida ni á un teatro, ni á un actor.

Apenas habia terminado su discurso, escuchó detrás de sí una enorme carcajada.—Se volvió rápidamente, pero nada vio.—Recuperó su lio y su bastón y volvió ;•, emprender su ruta un tanto retardn.da por el solemne ju­ramento (lue acababa de pronunciar.

I IL

Llegó á Madrid nuc:'tro héroe y se dirigió á una agen­cia de servicios domésticos, buscando colocación y re­signado á servir la plaza de simple criado ó ayuda de cámara.

12«

Como tenia un airo despejado y buena presencia, lo admitió á su servicio un noble personaje del barrio de Salamanca.

Los primeros dias los pasó Santiago haciéndose refle­xiones sobre su nueva posición.

No consistía su trabajo más que en leer los periódicos á su señor y en criticar de él por lo bajo.—Era feliz.

—Al menos, decia, ya no ve« más actores, ni más co­medias, ni más teatros.

Una mañana le llamó su amo y le dijo: —Santiago, apenas te recibí á mi servicio conocí que

no te faltaba inteliseucia. —Sois muy bondadoso, señor, dijo Rebolledo incli­

nándose. —Voy á confiarte una comisión á la que e ;pero des

honroso fin, y cuyo buen resultado te ha de producir cincuenta pesos.

—Estoy á sus órdenes y dispuesto con mucho gusto á complacer á V., dijo Santiago inclinándose más.

—Se trata de representar un papel. —iCómol Repuso el escarmentado actor, prestando

toda su atención. —Un papel en una verdadera comedia, (juo yo voy á

representar á una sola persona. —¡Todavía comedias! Murmuró Santiago para sí. —Hé aquí la historia. Cierta persona debe venir muy

pronto para tratarme de cerca y con intimidad. Esta persona es un futuro suegro, con cuya hija (quieren ca­sarme y esto me desespora. Por fortuna no conoce mi fisonomía y para que á él no le agrade, lo q\ie no es fá­cil, es preciso que te ceda, durante algunos dias, mis vestidos, mi nombre y hasta mi título de barón y que te presentes á mi sue!. ro como si fuera yo mismo.

—),Y no hay (lue hacer más que eso para el caso? —Sí, es preciso le desagrades, como oreo lo consegui­

rás desde luego, por tu fisonomía angulosa, por tu ma­nera de accionar, y en fin, por las teorías desatinadas que á tí te agrade exponerle.

—iPero eso es toda una farsa!

127

—Tú lo acabas de decir, una farsa en la cual está á tu cargo el principal papel.

—¡Ay! Exclamó Santiago en su interior. ¡Y yo que tan mal estaba en las farsas!

Sin embargo, no tuvo más remedio que asentir por el pronto á los proyectos de su señor.

IV.

Rebolledo tuvo miedo apenas se encontró solo y em­pezó como siempre á reflexionar.

—¡Qué cosas me suceden!—í,Qué más da que sea en 1» vida privada que sobre las tablas de un teatro de pro­vincia'!—De todos modos, falto á mi sagrado propósito.— Antes que todo yo soy hombre honrado y debo rehu­sar.—Si; pero si rehuso hé aquí lo que sucederá: el ba­rón me pondrá de patitas en la calle y otra vez me voy á encontrar á puertas.—¡Fatal indecisión!

Y Rebolledo dejó caer la cabeza entre sus manos. De repente se levantó, exclamando con una energía des­usada.

—¡Y bien! ¡No! Prefiero morir de inacción, prefiero morirme de hambre en la calle. No quiero ser perjuro, no volveré á representar más comedias.

Tomó una pluma y papel y escribió su resolución al barón, el que apenas lo supo tuvo á bien señalarle una pensión de veinticuatro horas diarias.

V.

, Rebolledo se echó á buscar btra plaza; pero el barón iiieomodado, habiá prevenido á sus amigos y buscó eu vano.

Sus bolsillos se hallaban exhaustos, y durante un mea se mantuvo sólo á pan y agua, alimento tan peligroso para el estómago como para la imaginación.

Así las cosas, un dia en que el tiempo estaba lluvioso, bantiaguiUo se paseaba por las afueras de Madrid y le ocurrió recitar el siguiente discurso:

128 —iQiió hago yo en este mundol—Nada de provecho.

La comedia es paxa mi una fatalidad: he querido huir de ella y me ha perseguido ppr todas partes. Hace un mes que la encuentro a cada instante. Ay« en una jd-Teu que juraba amor á su amante, cuando por detrás le era infiel. Hoy en un hombre que hacia ostentación de la miseria por no prestar dinero á un amigo desgracia­do. En fin, este mundo es una farsa...—El único medio de huir del teatro, es arrojarme desde el puente de Se-goyia.

Cerró la noche, que era sombría, y se dirigió hacia éL Estaba el barrio solitario. Santiago miró á todos lados y viendo que padie estorbaba á su proyecto, se puso so­bre el puento y un minuto después se precipitó abajo de cabeza.

En el mismo instante otra segunda y más enorme car-cicada resonó á su lado, aunque no habia alüoa vivien­te por aquel sitio tan interesante.'

,',VI.

Cuando Santiago volvió en si, se encontró en una extensa habil^ion, en la «nal descubrió á un gran nu­mero de individuos. Un empleado vestido con dorada uniforme brillaba entre aquellas personas. Santiago exclamó:

—lEn dónde estoy' iQué es estoí —iCon qué no lo sabeisl Dijo el empleado; pues esta

es la süa de espera para ir al infierno y estáis aguardan­do la vuelta del navio Carón que os hará pasar la laguna JSttigia, asi como á todos esos caballeros. . —¡Es ciaftol Murmuró Kebolledo; me olvidaba de que he muerto.

En efecto, algunos segundos después se abrieron las j^ertas de la swi y apareció el Coifonr,

—¡Viajeros, al Oliíapó! Gritó uno que se parecía á los etin iea4Q8 de I9S jc^miaos de Merro.—iPara el Olimpo

Siete A ocho individuos «é presentaron.

129 Santiago no se movió. El empleado que acababa de hablar se dirigió á ól y... —Montad pronto, 1& dijo... vos que tenéis billete para

el Olimpo. -iYo1 —Ciertamente. ¿No sois Santiago Rebolledo? —Sí, señor, ese es mi nombre. —Pues bien, gracias á vuestra existencia llena de

amarguras, pero honrada, tenéis merecido el Olimpo. Tal es la decisión de Júpiter. Con que subid pronto que va á marchar el tren.

Santiaguillo se metió precipitadamente.

vn. Cinco minutos después pisaba el divino suelo del

Olimpo, y comparecía ante Melpómene, la musa encar­gada de asignarle un género de trabajo durante su es­tancia en el Empíreo.

—Santiago, le dijo ella; tú has querido huir de mí, pero yo te perdono... Has recibido el suicidio para emanciparte del dominio de la comedia, y vas á ser cas­tigado con lo mismo que pecaste, puesto que aquí vas á volver á sufrir ese dominio", y esta vez por toda una eternidad... ¡Miral

Las nubes que rodeaban la habitación de Melpómene desaparecieron y Santiago vio toda la extensión de su ' culj>a. _ Júpiter, en un salón de sesiones, se hacia llamar se­ñor director, por Mercurio, el cual tomaba el nombre de administrador general.

Vio á los demás dioses, teniendo cada uno un titulo parecido y verdaderamente teatral.

Apolo, era el maestro de la orquesta. Febo, lampista. Venus, naturaleza, tramoyista.

Vio también el escenario del Olimpo, á un extremo del cual habia pfjnmii» myjablero, que tenia escritas estas palaJ>BBr:,\x lMPR^^?>s.

130 t<td del 23.—Tomarán parte los Sres. Eolo y Zéfiro: las Sras. la Lluvia y la Nieve: el Sr. Trxieno y el Sr. if«-/(ímpa^o.—Nota.—fil Sr. Arco Iris está iuvitad* para ;\ ;Istir á la representación, habiéndose aumentado algu­nas rmUaciones y todo íwi cuadro completo.—Empezará hoy la función á las cinco do la mañana, por la salida de la Aurora, á la que seguirá la salida dsl Sol y en los intermedios, el Zenit.—'Es,\& noche á las siete en punto, e/ Crepúictdo, y-terminará el espectáculo como de ordi­nario, por la Luna. Mañana la misma función.

VIH.

A la vista de esto, Santiago jno pudo contener un grito de dolor.

—¡El teatro! Exclamó. ¡Todavía el teatro y ahora por una eternidad!... ¡Ah! ¡Prefiero morir por segunda vez!

Y abriendo una de las ventanas de la habitación de Molpómene, montó sobre la balaustrada y se arrojó al espacio.

Su caída duró diez y seis días, al cabo de los que se 'enítontró en el mismo lecho en que dormía cuando se hallaba en la capital de provincia, cuyos habitantes fue­ron testigos de su terrible caída.. A su lado habí» una enfermera que también le era conocida.

Apfinas Vió ésta que Santiago abria los ojos, le dijo: —Ha estado V. muy enfermo; pero ya está bien.

¡Quién había de decir que las castañas habían de hacer á V. tal efecto! ¡Yo no lo hubiera creído!

—¡Cómo! Dijo Rebolledo sin comprenderla. —Es muy claro, repuso ella; al influjo de la famosa

reprssentacíon en la que tanto le silbaron á V. cayó sin conocimiento y le trajeron á casa, donde ha sufrido un ata lue al cerebro. Hace un mes que tiene V. fiebre.

—¡Pues qué, el barop! ¡El Olimpo! ¡Melpómene!... —¡Todo fué un vértigo! jün delirio! —i Ay! dijo filosóficamenteSantiago, vértigo será, pero

un delirio puKúdo está muy ú«ica de ser tm» realidad. B. P. Bloia.

EN LAS CUATRO CALLES.

— Si quiere usted divertirse^ la casa es de confianza. Veinte onzas de cabecera. „ ÍSe talla limpio... — ¡ Qué»ganga!

132

PERICO BL DB LOS PALOTES.

En abierta carretela pasa Y repasa mi calle con fai torva r ancho talle, fumando babana candela, blnchado polichinela.

Al verle repantigado alardear tales trotes, ¿quién es? Pregunté admirado; -jr era el Jugador honrado Perico ei de ¡os palotes.

Regla pompa sclemnlza del gran mundo la excelencia, en maniioh do la opulencia coa SD gala escandaliza T a la sociedad hechiza.

Descnellan alli altas dotes de Jolleria esplendente; brilla el talento «n lingotes,

Í es siempre el m&a reluciente eríco e( de los palotes.

En la Bolsa y en la banca hay mercaderes, volátilef que en los negocios bursatllet forman la mejor palanca y no tienen una blanca.

T es Insigne financiero

2ue se eleva dando botes e vergüenza y de dinero,

entre todos el primero, Perico el de los palot'ii.

Tiene el Vizconde Gandul «Migre de horchata de chufas aunque él dice que es azul; toma patatas por trufas y canta canciones botas.

El Vizconde es buena pieza, desengaño de Quijotes, prototipo de bajeza; Pravo ejemplo de nobleza Perico el de los palotes.

Echd su primer dlscnríO delante de una tinaja, aplaudióle aijuel concurso y él dijo: «Soy una alhaja,» y se puso guantes paja.

Tiene el pilón por tribuna y es apóstol de tiotentotes que le celebran i una; con ellos hace fortuna Perico el de los palotes.

Vamos, tsi parece broma: de so pueblo vino ayer, sin camisa, a pretender, con intellgen^a roma un trutian conH una loma:

T caawlo hoy «e ha despertada de sotar burlas y motes, se encuentra que es diputado y consejero de Estado perico el de ios paíoles.

los sesos no te devanes, Ingenio que paces mielga como premio á tus afanes; nuestra raza de titanes sólo prospera en la huelga.

El trabajo es planta extraña; padres vagop, hijoa zotes, tienen aquí su cucaüa: sólo Imperan en Espafia Pericos de los palotes.

P, M. Pedresa.

—SeUoT juez, he sabido que Fulano me busca pMa matarme. —Pierda cuidado: il eae criminal raalixa lu Intento, yo la haré

prender un cj*rto de hora deapuaa, y le coatará caro. —Dígame v., 47 no larla mejor prenderla un cuarto de hora

antes?

133

UN PASEO POE EL RA.STRO.

El que quiera ver ilusiones marchitas y aun destro­zadas, no tiene más que dar un paseo por ese cementerio de las artes y la indusrria conocido vulgarmente con el nombre de Él Rastro. Pero le advertimos que si quie­re sacar algún partido del paseo, es preciso que aprove­che las primeras horas del domingo, para evitar que la afluencia de gentes interrumpa sus reflexiones filosóficas.

El Bastro es un pozo inagotable para los anticuarios y aficionados & todas esas chucherías del tiempo del rey Perico. El Rastro es el refugio de los pobres que, no te­niendo medios para comprar en los comercios, encuen­tran en el Bastro un gran recurso para satisfacer sus más precisas necesidades con una economía extraordi­naria

Poco observador y reflexivo ha de ser el que no saque partido del paseo, pues le sobrarán ocasiones para ello.

IA quién no llamará la atención el ver el retrato de un ministro, sirviendo de tapadera al corazón de una mesa de noche?

IA quién no causará riSa el ver una estatua de la jus­ticia, á la que el capricho del vendedor se ha encar^^o de adornar poniendo un sombrero de tíes picos, y en la mano que debia tener la espada le ha colocado una cuer­da de la que penden unas cuantas ratoneras)

iiKi cómo es posible permanecer serio delante de un gran sombrero de copa que en sus buenos tiempos cu-orió la cabeza un gobernador de provincia, y ahora, sir­viendo de espuerta, está lleno de tapones de corcho y <iajas de betún?

i Quién no suelta la carcajada al encontrar entre una multitud de baratijas una trenza de pelo que á fuerza de estar á la intemperie se ha convertido en cerda, á cuya trenza es más que probable que su primer poseedor *~icase más Tersos que lentejas dan por mil dfcros?

t Quién será tan negado que no admire la facilidad con que el vendedor de una capa, que por toda eÚ» se

134 pueden cerner garbanzos, se empeña en probar que aca­ba do salir de las manos del sastre, empleando la misma elocuencia que emplea un hombre político para demos­trar que su sistema de gobierno es el único que puede salvar al paisí

i Quién no se acuerda de la miseria humana al ver los restos de un magnifico traje de baile, con el cual una hermosa dama euloquecia á sus admiradores, y aprisio­naba multitud de corazones y bolsillosí

iQutén no reflexiona al ver un magnifico pañolón de Manila, cuya adquisición costó tal vez muchísimas la­grimase

I Cómo no ha de retozar la risa en el cuerpo al ver á loa gangueros sentados en cuclillas al rededor de un montón de libros viejos, examinándolos uno por uno, y haciendo apartado para después entrar en ajuste con el improvisado librero que, no sabiendo leer, los va tasan­do no por su mérito y sí por su volúmení

j, Quién no se para al ver veinte ó treinta lechuguinas pobres revolviendo un montón de cinfaflos, desecho de una tienda de sedast iQuién no se desternilla de risa al ver que las compradoras más viejas, olvidándose de sus años, buscan los colores más rabiosos, y una vez provis­tas de lo que más les gusta, arman un diálogo con el vendedor capaz de hacer reír, no digo á un inglés, sino al mismísimo preste Juanl

),Quó fumador no se quita del vicio al ver grandes montones de puntas ó colillas de cigarros puros que, adquiridas á bajo precio por un vendedor de cajetillas, sin más qiie lavarlas con vinagre y azúcar, las transfor­ma en esos bonitos mazos de pitillos que á tan buen precio y con tanto gusto saboreamos en los caf ósl

De todas estas observaciones deducirá el lector que el mérito de muchas cosas no estriba en la esencia, y sí en la aparlenci» que el entendimiento ó la mano del hom­bre sabe daiies; y de reflexión en reflexión tendrá que convenir ea que todo el mundo es Bastro y todo el año Carnaval.

M. F. Bl Flaco.

135 La escena siguiente tiene Ingur en la Cant de Campo, entre nn

firuarda y uu dibujante. —¡Eh, amigo! jQué hace V. ahIT —Estoy tomando Una visca. —Aquí no se permite tomar nada. —¡Pero... hombre! —Lo dicho, si cada uno que viene 'toma algo, ¡bonito quedará

estol Desde este dia se suprimieron las papeletas para asistir 6 la Casa

de Campo.

Que antejos hombres Clotilde baje los ojos humilde,

quizás. Creer que de esto se infiere que la niña no los quiere,

jamas.

136

LA. VACA DE MANOLO.

Hace unos dias me encontré bs jo una mesa del café de las Colunmas, un pequeño legajo q,ue me llenó de cu­riosidad.

Algún tiempo estuve dudando si lo abrirla ó no, pero al fin me determiné á enterarme de su contenido, porque la verdad, yo soy muy curioso.

Asi lo hice y... lean Vds. conmigo.

LA' V A C A D E MANOLO.

Historia en cuatro capítulos.

Introducción.

Yo soy un poeta, pero un poeta tronado. Hago versos y escribo prosas, pero... no tengo un

cuarto. iHe soñado con esos querubes que llenan la tierra de

consuelo, con lesos ángeles que dan tanta esperanza al hombre; con la mujer, en una palabra!...

¡Pero soy muy desgraciado!... La historia que escribo^ encierra mi vida como vxn es­

tuche guardador de una joya. lEl que llegue á conocerla, me compadecerá!... ¡Pobre de mi!...

I. Manolo y yo.

M&nolo es un buen chico que m<e quiete con toda su alma.

Hemos sido compañeros de estadios. ¡Por eso nos queremos! iManolo sabíanlo mucho queyo padecia en privacio­

nes de todo género; pero Mimoío no podía mejorar mi

137 situación porque eia más pobre que las ratas, que es todo lo que liay que decir!

Pero Manolo tuvo una idea salvadora. Y efectivamente, nos hubiéramos salvado á no ser

por... pero no adelantemos los sucesos. ü n dia Manolo me dijo: —He echado á una rifa, iquieres parteí... —No tengo un céntimo, le contesté. —Me lo deberás, es lo mismo, repuso. —Y tanto que es lo mismo, murmuró. La rifa consistía en una vaca, es decir, se rifaba una

vaca, y al que le cay ese...-le pertenecería. La verdad es que una vaca, puede producir mucho. El caso es que... pero vamos al otro capitcdo.

- n. T«nismos una vaca.

Llegó á efectuarse la rifa. ¡Qué casualidad!... La vaca fué nuestra, nos habia caido, es decir le ha­

bía caido á Manolo. Pero Manolo se empeñó en que fuese de los dos. Pagué mi parte y... Manolo y yo... teníamos una vaca.

111. ' '

La llevamos al monte.

Pero una vaca dentro de nuestra casa, era imposible tenerla.

tQué partido tomar?... Yo tenia un amigo en el Escorial. Era rico y poseedor de unas dehesas y unos cerros, de

unas alamedas y unos montes, capaces de alargar los dilates al mismo Osuna.

Escribí á mi amigo. Le pedia permiso para llevar la vaca.

138

Me lo concedió. Manolo me dio la enhorabuena. i Y.. . la llevamos al monte///

IV.

jY se perdió!

¡Pero los dos éramos muy desgraciados!... ¡No hacía mucho tiempo que la vaca se habia alejado

de nuestras manos^ cuando turimos una triste noticia!... ¡La vaca se había perdido!.:. ¡Manolo y yo nos quedamos sin vaca, os decir, tan

pobres como antes!...

¡Desde entonces, padezco una monomanía!... Esta consiste en estar continuamente diciendo: Manolo y yo teníamos una vaca. La llevamos al mon­

te. ¡Y se perdió!.. Hoy he decidido terminar de sufrir. Al efecto me voy á matar. El que lea esta historia... será mi testamentario. ¡Todo se lo dejo á él!... ¡Todo lo qtie no tengo/... _ ¡Es todo lo que puede dejar!—J^Í amigo de Manolo. Aquí termina el misterio de aquel legajo. ¡Es singular la vaca de Manolo/... Yo no la comento. Y para responder de su vetacidad... firmaré.

A. Diaz de la Qnlntana.

Un comerciante tenia un hijo que Is robaba todo el grinsro. No eucontrandn rpRtadio para semejante mal, trató de transigir y en­trar en avenencta.

—EscQcba, Juan, le dijo el padre un dia. Asi como vendes á otros por bajo precio lo que me robas ipor qué no me lo vendos & mít

—Pues bien, higrase V. cuenta que le he robado aquella pieza de palio. ¿Cuánto me da V. por ella?

—Veinte duros. Tómalos. —Démelos V.; pero yo le prometo no volver & venderle nadk, por­

que compra V. muy mirata.

139 Un catMiUero tenia la manía de que el criado durmieía en BU mis­

ma alcoba, para si no se dormía avisarle que se durmiese. Alsrunas veces se despertaba, ; decia: —Roque, chico, ¿duermo? —jYa lo creo que duerme V.? —bueno; pero, si me despierto, avísame.

#1:

Tocando en un café hasta la alborada & las almas sensibles enajena; y le dan doce reales y la cena,

Ltambién suelen darle... iina tostada. k sala del café siempre está llena,

y su dueño es el que nace la jugada. Por eso no extrañéis que el muy tunante abrace al pobre artista á cada instante.

140

¡QUÉ INOCENCIAl

La mam& recalcitrante que en su8 nlüas se recrea ; , buscándoles partido en la calle T en la Iglesia, y por la tarde en paseo, y de nocbe en la Zarzuela, empeñada en exhibirlas, al paciente esposo empeña, queriendo en Taño casarlas íintes úi bacerlas caseras, logra qoe exclame el|mis tonto:

«¡Qaé inocenctti»

Mi amigo Juan Palomino, cbico de muy buenas prendas, aunque gasta «na levita bace ya tres primaveras, piensa que ser laborioso, y tener baena cabeza, y no meterse en política ni Ittcbar con gente inglesa, basta para Mr esposo de una mucbacb» opulenta. Han visto ustedes, sabores,

«¡Que inocencUi»

Conozco santos varones qae, vaciando su gabeta, la nacional lotería siempre con sus peíos tientan, sin saber por qué se llama contribución indirecta: y, de esperanzas muy ricos,

de ana en otraNocbe-Baena, siguen probando fortuna de desengafios á prueba. T digo yo, que no Juego:

«íQué inocenclai»

T al actor que suefia en trlun-(tos

cuando algún drama degüella; y al que en rapsodias pretende los laurelea del poeta: y al que las canas se ilüe ó la boca se remienda; y 6 la que se iibade moños 6 pone sn cuerpo en prensa, sonando que asi Cupido la ha de auxiliar con sus flpchii!<, á todos, á todos digo:

«iQué inocenclai»

T becba está ya mi letrilla si «8 que no está contrahecha, pues por m salir despacto, sni eitrolai se atropellan. Si dice algunas veniades, y á alguno se le Indigestan, y del respetable público he apurado la paciencia, callen todos, no me griten, ó, sin pizca de vergüenza, dlréles con mt estribillo:

«iQué Inocencia!»

E. BustlUo.

EPiaRA.MA.S.

Se su marido cruel quejábase doña Eustaqula, y dijo una amiga flel: ¿quieres defenderte de él? Estudia la tauromaquia.

Siempre soltero Ylcenle -sonaba que se casaba; y aunque lo hizo fetlzmmte,

cuentan que al día siguiente soñó que se divorciaba.

Tiendo sembrar á José pregunté ¿qaé es lo que se ecba? «Caernos»alJo, y ledejé diciendo: «me alegraré que tengas boena cosecha.»

J. M. vniergaa.

141

EL PERIODISTA.

IL

El redactor de fondo.

No hay deuda qae no se pagué, ni plazo que no se cumpla; por eso yo me presento hoy á cumi^ir un com­promiso contraido con los hAbitiúiles lectores de este Almanaque desde el año pasado. Ocupábame entonces del redactor de noticias y siguiendo el escalafón perio­dístico, debo en el presaite tratar del redactor de fon­do, saltando por el revistero y gacetillero, los cuales merecen ciertamente capitulo aparte..

(Le conooeisi iKo habéis visto en las calles, en los tea­tros y por lo general en todos los sitios á que concurren eleTados personajes, un señor que camina con paso lento cuando se muere, que adopta posturas negligentes si está sentado, que suele fumar puro, hablar pausada y melifluamente dejando caer las palabras una a una, di­rigiendo la vista á todos lados para juzgar del efecto que aquéllas produocUj que saluda con cierta descuidada dignidad como buen filósofo, de desaliñado vestir y er­guida cabeza'? Pues este es el redactor de fondo en una de sus manifestaciones.

Este señor suele haber desempeñado elevados puestos cuando el partido que defiende en el periodismo se halló en las alturas del poder; entonces fué adulado por todos, pero como todo es mudable y transitorio en este mundo, su partido pasó d ^ e el poder á la oposición, sus ami­gos fueron decreciendo; por eso es filósofo, por eso se rie del mundo y no visita ni concurre á los paseos, ni le conmueven desgracias, ni tiene consideración con los que caen bajo su f éiula.

En la redacción habla poco, llena (ó no) su cometido

142 y se ausenta á veces sia cambiar una palabra con gu>4 compañeros. Es el fiscal activo por excelencia; los actoí dal director le parecen censurables. ¡Cuántas cosas ba­ria si estuviese encargado de la dirección! i Qué marcha poUtica tan diferente seguirla el periódico I ¡ Cuántas más probabilidades de triunfo obtendría su causa! Sus relaciones con el director son casi oficiales y con los re­dactores/encargados de otras secciones de superior á su­bordinados. El desea las polémicas acaloradas y fuertes, le caracteriza la energía y todo lo quiere llevar á punta de lanza, como vulgarmente suele decirse.

Afortunadamente el redactor de frmdo, bí jo esta fase considerado va dejando de ser: réstanos, pues, otro de los aspectos en que puede presentarse más verdadero, má.s real y más «a. su carácter verdadero^

Asi con^derado el redactor da fondo, sólo acude á la redacción en las horas de trabajo; es amigo de todos, fraterniza con sus compañeros, muestra sus «acritos, los consulta, interroga, se aconseja y se ilustra con el pare­cer de los damas. Por ser la anti tesis del anterior, viste elegante, alterna con la mejor sociedad, frecuenta los paseos, teatros y reuniones, ea tanto escritor político como literario, su pluma está á disposición de cuantos quieren utilizarla para fines que no contravenga á su deber como escritor político. Afable, cariñoso, suple á sus compañeros, se identifica con las ideas que defiende, discute propagando sus doctrinas y admite amigos en todos los distintos bandos. Sus relaciones, extensas por lo común, las ntiliza en bien de todos y emplea ea los tuelio» armas de buena ley. Perspicaz é ingenioso, astu­to é inteligente, precave los resultados de las contiendas periodísticas y á veces imprime nuevos giros á las situa­ciones. Por eso su voz es escuchada entre los jefes de los pai-tidos y su parecer admitido en bastantes casos.

El primer t i ^ que hemos descrito degenera en este segundo todo diplomacia é ingenio, elocuencia y sagaci­dad; dotes que deben distinguir ad verdadero redactor de fondo.

JuUan L. Peüo Carrero.

^ ^ • ^ ^ v ^

— La vista va á concluir, dijo al fin al reo el juoz. Puede usté hablar á su vez si algo tiene que deeir.

Y el reo, sin vacilar, exclamó: — "¡Permisos vanos! iYo nunca he sabido hablar teniendo atadas las manos l<i

144

LA APRENSIÓN.

Librémonos de que se nos tenga por aprensivos. El que conquista fama de aprensivo, está libre en el

concepto de cuantos le conocen de adolecer jamas de nin­guna enfermedad real y positiva.

Sí le duele el estómago, es aprensión. Si las muelas, aprensión. Si la cabeza, lo mismo. El médico de la casa j los amigos le atormentan y

agravan sus padecimientos llamándole aprensivo. —¡Me estoy muriendo!—Exclama el desgraciado. —¡Bah! ¡Qué aprensivo es V.! —No, no es aprensión, tengo un dolor de costado,

acaso una pulmonía. —¡Qué bobadaJ —Que llamen al módico. Después de rehusarlo mucho tiempo, se resuelven á

complacer al enfermo, y sale un criado en busca del fa­cultativo.

Como el sirviente oye flecir á todas horas que su amo es aprensivo, sale de casa más que de prisa, y toma en dirección opuesta á casa del doctor, que es precisamente donde vive su novia. Con ella se entretiene un par de horas, y cuando se acuerda del médico y de su amo, se dirige pausadamente hacia casa.

—iNo viene el médicol—Le preguntan. —Calle V,, señorita: no estaba en casa, y he tenido

que esperar toda la mañana á ver si me le traia de paso. —lY no fué? —No, señora, y viendo que tardaba, me he venido, —tY has dejado el avisoí —Si, señora, pero no me fío, porque como hay tantos

avisos al cabo del dia, pudiera ser que se olvidasen del de casa; iquiere V. que vuelva?

—^, porque aunque creo que esto no sea nada... —¡Ya se vél ¡El señor es tan aprensivo!... —Vaya, pues and», anda.

145 El criado salió segunda 7ez resuelto á d v el aviso;

pero en el camino tropezó con ano que fué su compa&e -ro, y aadaba ahora desacomodado.

Ikigolfáronse en tranquila y sabi^sa plática, durante «tras dos horas liasta que habiéndose ckspedídp el des­ocupado, y faltándole objeto al otro, se dirigió á casa del facuítativo.

Encontráronse casualmente á la puerta de casa. —Señor don José, le dijo el criado. —¡Hola, Joaquín! (Qué traes? ^Está mala la señora) —¡Cá! No señor. —ÍA que es tu amo?. —Sí, señor. —jjNo lo dijet Y Iqué dice que tiene] —Un dolor de ocstado. —¡Já! ¡já! ¡já! —Las aprensiones de siempre; y iqué le digo á la se­

ñora) —Dile que iré por allá lo más pronto que pueda. —Es que la señora me dijo que el amo se queja mucho. —Sí, pero como yo conozco á tu amo, sé que puedo

concluir mis visitas y dejar la suya para la última. —Pues quede V. con Dios, señor don José. —Adiós, Joaquín. Entretanto el mal del enfermo iba en aumento. Vinieron á casa algunos amigos, y respondieron á sus

lastimeros quejidos con una earemada. —iQué aprensivo eres, hombre! —TSo es aprensión, no hablarme de eso, estoy muy

malo. —iBah! ¡bah! No faltes esta noche al cafó. El enfermo no contestó y siguió quejándose amarga­

mente. Por fia, hacia el anochecer, se presentó el facultativo,

y saludó agradablemente á la señora de la casa, esposa del paciente.

—íQuó tenemos, señora? -Se quej ^mgg]jQj„ggMjgi*8abe'iV. sus aprcaisiones.

"• qwjf^^'tíft^us quejidos! ' • • * " • • • " • ' ' 1 0

t 25 ^£-sy:

146 •—Le he niandado á Y. el primer recado esta maSana

á las ocho. —Pero V. sabe que le conocemos, y por eso no me he

dado prisa en venir. —Vaya, entre V. á ver si le anima con sa presenci»,

y se levanta; teníamos palco para esta noche. —Pues vayase V, vistiendo, señora, que yo le haré

que se levante. Entró el Hipócrates en la alcoba. Dirigió al enfermo

algunas chanzonetas que fueron recibidas con el silencio más profundo.

—iQuó cosas tiene V! lA que se ha propuesto meter­nos miedo? A ver el pulso.

El enfermo presenta el brazo no sin algún esfuerzo. —¡Hola! ¡Hola! Alguna cosilla, alguna novedad tene­

mos; pero no hay motivo para asustarse, no hay que te­ner aprensión.

El enfermo mira al doctor, j ; no profiere una palabra. —tQué tal? Pregunta la mujer, iiremos al teatro esta

noche? —Creo que no. —¡Caramba! tPues qué tiene? -Nada. —Pues entonces... —Pero como es tan aprensivo, el susto de creerse con

una pulmonía, le ha producido alguna alteración en el pulso, y tiene algo de calentura.

—lAh! iTiene realmente calentura? Exclama la mujer asnstada.

—Sí; pero ya le conocemos, eso se pasará en cuanto se tranquilice.

—¿Y qué le doy? —Nada: si le receto alguna cosa, de seguro se cree en­

fermo, y parará en estarlo; porque estos aprensivos se dMarroÜan ellos mismos las enfermedades en fuerza del miedo que les amilana.

—lY volverá V.? —Mafian». —iTemprano»

147 —No hago falta; pero si V. lo desea... —SI, señor, porque no me dejará en paz toda la no­

che; lo estoy temiendo. —Pues vendré temprano, señora. A los piós de V. La mujer del aprensivo entró en la alcoba: el enfermo

iba de mal en peor; el mal se desarrollaba en grandes proporciones; apenas se le entendía, la fatiga y el hervor del pecho le tenían postrado.

Cualquiera que ignorase que al pobre señor se le tenia por aprensivo, le hubiera creido en peligro de muerte.

A coia de las once de la noche, entró en la alcoba un vecino de la casa, y salió asustad.o diciendo, que el en­fermo tenia una pulmonía fulminante, y si no avisaban al facultativo, espiraría hasta sin los auxilios espiri­tuales.

Asustóse la mujer, dio un campanillazo y ge presentó el criado consabido.

—Corre, le dijo, di al facultativo que venga volando. El criado salió de la sala, diciendo entre dientes: —Ya comprendo esto: la señora me da este recado que

ha oido el señor, á fin de hacerle creer que se toma inte­rés por su salud.

Y salió á la calle con ánimo de dar un refilón á la uovia.

Una hora después, el enfermo estaba casi dando las boqueadas, y el médico no venia.

£1 vecino declaró que no llegaría á tiempo; la señora se alborotó, entró en la alcoba, abrazó á su marido, y al Verle efectivamente luchando con las ansias de la muer­te, salió acompañada de una sirviente en busca también del faciütativo.

—iQué es esto, señora? Le dijo éste al verla entrar en BU casa.

—¡Que se muere mi marido! —iQuó dice V., señora? —Corra V., por Dios se lo suplico. —Señora, jra le conocemos, no nos suceda lo que otras

Veces. —No, señor, no; corramos, corramos.

148 AI ll^ar á casa, encontranm un cadáver en lugar de

un enfermo. El médico se quedó estupefacto. ' —iCuándo se sintió enfermot Preguntó. —Anoche á las doce; pero creyendo si serian las apren­

siones de siempre, no le he llasaado á 7 . hasta esta ma­cana á las ocho.

—Becibí el recado á las dos de la tarde. —Pero V. le vio, y no le consideró de peligro. —¡Cuántas veces le hemos visto medio muerto de

aprensión, y á las dos horas se levantaba de la cama y salia á la callel

—tPero ha muerto de pulmonía? Preguntó la mujer. —No, señora, ha muerto de aprensión; se ha creido

con ella, se ha amilanado y se ha muerto. ' —tPero es posible morir de aprensionl —iQué si es posible? Que lo diga el cólera-morbo. La

aprensión es hermana del miedo, señora, y Y. debe con­solarse, porque su marido de V. ha muerto bueno y sano como el primero: fia muerto de aprensión, que es una de las eitfermedades más mortifezas y contagiosas.

M. J. Diana.

ÜN MAEIDO.

De iM diez á las once me levanto deepuei úel chocolate bien tomado: al tocador me pong o acicalado, y en la calle corriendo ya me planto.

Visito & las muchachas, y entre tanto da las dos al momento deseado se aproxima; y en paso redoblado 6. casa vaelvo, y como por encanto.

No duermo siesta, y al café me endoso

Í' hasta la noche estoy con la botella; usando lu6go al monte muy gustoso. Pero Antes de asomar la aurora bella,

regreso ft mi morada-presuroso; 7 si la mujer chista, palo en ella.

Joaquín Qnenere.

149 UoTia & mares, y un iMnacho atravesaba la otra nocbe por la

Puerta del Sol. Bl sereno le dijo: —Compadre, V. anda más hiela atrás que bácla«delante. Si con­

tinúa & ese paso, dado que llegue nnnca i. su casa. —Bs verdad que ando li&cia atrás, respondió el borraetio; pero ya

sé la causa. —Y yo también: baber bebido mucho. —¡Quial No es eso. —iPues qué esT

> —Que be comido machos cangrrejos. *

* * En una renolon se habla de la metempsicosis. Un comsrciaato

quebrado, creyendo decir una gracia, dijo: —Recuerdo haber sido el becerro de oro. —Esa metempsicosis no es completa, contestó un literato. —¿Por qué' —Porque no habéis perdido más que el oro.

Templados con zumo de uva y» con la cuba agotada, dan como cosa lograda

- la independencia de Cuba.

150

MI MORENA..

Mucbos aBos, decidido contra Cupido he luchado, y al fln el dios ba triunfado y en sus redes me ha cojido.

El logra audaz y certero, robándome el cora on, qoe me eatregue á discreción y sea su prisfonero.

Mas me da con bidalguia por carcelera amorosa la morena más piadosa de cuantas la tierra cria.

Quien con carlAo procura rierr^r su ministerio; ¡bien haya mi cautiverio que tal dicha me asegnral

Pues con su gran poderlo mt alma de consuelo llena,

mi morena, la reina de mi albedrio.

Hallo, para mi fortuna, gracia y nermosura en elM; que es como ninguna, bella, y gentil como ninguna.

Sus ojos provocadores amor inspiran fulgentes, y sus labios sonrientes son casto nido de amores.

Asombro cau-a en la villa cuando marcha por la calle

luciendo tu pié y su talle, su peineta y su mantilla.

Y unos en los pareceres, al contemplar sus primores, los hombres la dicen flores y la envidian las mujeres.

Que es de gracias un tesoro que cautiva y enajena

mi morena, la que con el alma adoro.

Al trabajo consagrada ' y ante ei deber siempre alerta, si un pobre llama i su puerta jamas la encuentra cerrada.

Sin mostrar fiero (iesden, campechana y liberal, compadece al que obra mal y amiga es del que obra bien.

T como su pecho inflama la virtud, que bien concibe, en el barrio en que elia vive per la reina se fe aclama.

tConinato de perfecciones que sabia naturaleza para mostrar su grandeza favoreció con sus dones...

Tal es la prenda querida que amorosa me encandena,

mi morena, mi luz, mi cielo, mt vidai...

Llborio C. Porset.

CANTARES.

Junto & la rosa lozana crees la espinosa ortijira, como al lado del talento Tala miserable envidia.

Admirado de ver juntos eiodioylKoaaiacion,

precrunté.'j quién os ha unido? Y dijo la envidia.—Yo.

A la puerta de tu casa está llamando la duda; ciérrala pronto, no sea que quiera entrar la calumnia

José Fuentes.

i Qué les parece esa estampad Con sol, con agua ó granizo, siempre clavado, impertérrito, ea la esquina del Suizo,

152

EL PRIMES D Í A DE LARGO

T OTBOS DB «LA.K&0-OOETO.»

En la apacible vida de la mujer, existen más marca­das las fases que recorre su existencia, que en la agitada vida del hombre. Ac[uéIIa, nacida para amar, es cariño­sa, dulce, amable; siempre en sus labios se descubre la sonrisa; pulo de lágrimas del desvalido, ella es la que dul(ñfica los pesares, la que con su palabra ungida en el consudo, hace posible la resignación en las desgracias; ella la que velando al padre ^erido, al hermano cariñoso, al esposo ñel, pasa las nocdies enteras al lado del lecho del dolor sin que de sus purpurinos labios se escapen más que palabras cariñosas Urnas de consuelo. Ser, dotado de condiciones maravillosas; sufrido bástala resigna­ción, valiente hasta el heroísmo, 8»i8ible, dotada de un alma generosa, de mópbidas fomuM, de fac nacarada y de alabastóno smo, es para el hoaiare'd Idcdo de su co­razón. Considerada físicamente, «$ la paxte más bella, mis encantadora del universo..

Existe una época en su vida, que constituye su sueño dorado, la meta de sus aspiraciones, cuando niña; el re­cuerdo de sus hechizos, cuando jamona; esa época á la que se ha llamado, la primavera de la vida.

Pasan los ptímeros años de su existencia, deslizándose inocente insensiblemente por los alegres jardines de la infancia, sin que la excite su atención el mundo que en derredor de sí gira, con vertiginosa rapidez.

Mas, llegan los quince abriles. ¡Oh felicidad! Bello horizonte se presenta ante su vista, ¡qué magnífico pa­norama!... Encantadoras praderas esmaltadas con el co­lor de la esperanza!... ¡Cielos de rosa cuya luz descom­puesta por el prisma de sU imaginación la hacen pensar en un mundo que no existe!... ¡Cuántos desengaños! ¡Oh sueños «cantadores! ¡Cuántas ilusiones! ¡Qué tro­cado no verá el mundo cuando al despertar de ese sueño.

153 que se llama infancia, vea y toque la fría realidad de la materia!. •• Pero dejemos i un lado estas consideraciones y Tolvamog á nuestro objeto,

—¡Qué felicidad! ya tengo quince años, dice rebo­sando en alegría. Ya quiere vestir como corresponde á una^o¿^, la da vergüenza ir de corto, es menester ir de largo.

Deseosa que se acerque ese dichoso día, las horas le parecen aSos, los días siglos, no puede estar sin recor­dárselo á su mamá á cada momento.

—Mamá, la dice, me prometiste comprar la tela y to­marme medida del traje largo, el mismo dia que cum­pliera quince años, hoy los cumplo y hoy debes «umplir también tú aquella promesa; asi, qu^da mamá, te rue­go, te suplico vayamos hoy mismo, ahora mismo.

—¡Qué impaciente!... Iremos. Al oir esta palabra, Julia, que éste era á. nombre de

la joven, da un grito de alegría, abr«saá su mamá, la cubre de besos y de caricias, desea por momentos ver á todas sus amigas para referirlas la feliz nueva, mas no cabiendo dentro de su pecho el regocijo, coge la pluxo» y escribe á su más querida amiga la siguiente ó pared-da carta:

"Mi querida amiga Faca: Estoy muy contenta, ya soy mujer como tú; me van á poner de largo. Cuántos né-vios nos vamos á echar en los jardin^. Ya estoy de­seando por momentos salir á la calle con cola. Contés­tame en seguida y dlme cuántas varas te parece lleve de cola. Ya sabes que á mí me gustan las colas largas. Te quiere mucho tu amiga—JULIA.u

Enriqueta se la entrega á la doncella, exigiéndola vuelva pronto con la contestación. Aquel dia no come de alegtía. Ya no puede estar con, calma en casa desde que ha oído de los labios de su madre aquella conce­sión, para ella más deseada y más querida que una reata de 50.000 fraseos.

—fOh cuánta te quiero mamá, quí buena eres! —Porqué ««cedo á todos tus,caprichos, i,no es vendadí

' —No mamá, porque eres muy oaiiSosa paia eomnigo.

154 Eu este momento llega la doncella,. coge la carta y

llena de impaciencia la lee. "Mi qnerida Julia: Te doy la más completa enhora­

buena por la noticia que acabas de comunicarme. Te tengo que referir cosas muy importantes. Tengo novio. Fá^te por esta tu casa cuando salgas con tu mamá paxa poder acompañarte y emitir mi opinión sobre tu tKáe. Sabes te quiere tu verdadera amiga—PACA.

—¡Tiene noviol Claro es... porque va de largo; ipnes no bi de tener novioí... iPor qué no le tengo yol Porque voy de corto. Pero ya me desquitaré...

Salieron por fin, y después de haber quedado todo arreglado, regresaron á su casa; volvió lima de satisfac­ción; era quizás la última vez que salla á la calle en tra­je de corto...

Pasaron unos cuantos días, que para Julia fueron años, y llegó por fin el momento deseado.

—¡lia modista! ¡La modistal Mamá, ya ha traidoel vestido, iqué alegría! Mamá, mañana lunes, estreno el traje de largo para ir á los jaidines.

—Bueno, mujer, irás.-—Pero iremos con Paca, porque si no voy á estar he­

cha una tonta. Todo se lo arregla á medida de su deseo. Llegó el dia tan deseado. jLúnes! i Oh feliz dia! ¡Cuán­

tas veces vendrás á su memoria á atormentarla con tus recuerdos, cuando vea los desengaños del mundo!...

Sale á la calle llevando el corazón henchido de ilu­siones, camina delante de su mamá, para que todo el mundo la vea bien, erguida, su talle esbelto y flexible, se cimbrea como la palmera agitada blandankente por la brisa del desierto... ¡Cuántas veces se mira la cola!... ¡Vade largo/ Cree que todo el mundo se fija «i ella. ¡Cuántos novios y cuantas ilusiones ve asidas á la cola de 8B vestido!...

Ya desde aquel diá entra en otra esfera, la esfera de las pasionee, la esfera de actividad. Acude alli donde hay bullicio. Diesde aquella noche rinde homen^e noc­turno á los jardines del Bueu-Betiio: va pw reírpiíar,

155 por buscar el fresco y con el fresco el amor. Otara nece­sidad de su corazón, el amor. Y efectivamente, aquella noche sü hermosura cautivó un corazón; el corazón de un joven. Cuánto gozó aquella noche con sus amigas Paca y Mercedes y con la declaración amorosa de aquel apuesto joven, que según le dijo, se llamaba Pepe. En un dia se hablan realizado dos de sus más ambiciona­dos deseos. Vestir de largo y tener novio.

—La cola atrae á los hombres, se entiende la cola de los vestidos, decia á sus amigas Julia; si yo hubiera te­nido antes cola, antes hubiera tenido novio... ¡la cola!...

Pasan los primeros dias de frenético entusiasmo por ir arrastrando sus vestidos, i>asan sí,, y en pos de ellos viene otro deseo. Quiere lucir con n^igencia aquello que no há mucho la daba vergüenza lucir, ilas pantor-rillas! Sí seSor, las pantorrillas. Ta no quiere arrastrar el vestido. Cuando sale de casa, desea ver las calles mo­jadas; entonces recoge con sus diminutas manos la cola de su vestido y ¡oh fatalidad! Aunque va de largo, va de corto, pero muy corto, antes llevaba en su cola, es decir en su vestido los castillos que forjó su imaginación, ahora los lleva asidos un poco más ^to, van en la mór­bida pantorrllla, en la torneada garganta de su precioso pié; sf, es menester lucirle, es menester... ¡ay!... Cuán­tos ¡ayes!... Por Dios, ¡cuando llueva, hagan Vds. el fa-vor^e no alzarse tanto los vestidos... á pesar de que á mí no me disgusta; sí, si, deben Vds. de alzárselos para no rozarlos, para no cubrirles de lodo, ¡oh! A mí me gus­tan mucho más las mujeres en dia de lluvia, sí, me gus­tan más, que en dias secos... y lo comprendo; esos dias son dias de pesca, y algo se pesca, por eso se ponen de largo-corto... para pescar.

Aquí sí que viene á pelo una copla que hice un dia á las orillas (quiero decir, junto á las orillas) del copioso Manzanares.

L M BujorM de hurgo Me hacen temblor, y las da tmrgo-corto...

136

N o pude concluir la copU, porque en aquel momento una pez-trucha me cortó la puabra.

, Al poco rato volvi i echar mi caña y otra vez exclamé: La« mujerM de largo

Hfl bacán temblar, y las de largo-corto...

Vuelta con otro pez. Pues señor, dije, ya veo yo que hay en Madrid m u ­

chas m i s truchas que y o creia. Otra vez eché la caña y como viniera otro pez á i n -

tenrumpir mi copla, exclamé despechado: Las majerog do largo

Me haeen temblar, T las de largo-corto... I Vaya i pescar 1...

Y con esto... He dicho.. . Nicanor Cilla Arranz.

¡ESA E L L A !

En el baile la yf; igtté eneamadera •s apareció a mti ejosl

La careta dejab* •> descqblerto do9 bellos tablee rojoa.

Sn la barba lociate Insinuante nn delicioso boyaelo,

y en tus ojos azules, transparentes, se rellejaha el cielo.

Un negro capncbon, largo, flotante, «US lOrmea encabria,

y 00 lato de crespones amarillos de su espalda pendía.

Sileitclosa tapad a, era la ánica tan erguida, tan graye:

un misterio ocultaba su nuitlsmo, , quizá un drama, iquién sabet A mí se dirigió dándome miedo

su mirada sombría; cootempldme sn silencio largo rato<

lio que ella pensariaT —iQai Impresión le prodace mi presencia?

Dllo con voz temblona, T aUtnde la careta... lealwlloros!

, iVÍ4M«i«Btp«tr<Mai Ángel dfl la Onardia.

157

UNA. DE TANTAS.

Domingos y 1ÚD«I, vlgiuas Y flesUs, qoe dé el almanaque nteyes ó tormentas; que todo ande caro, excepto las Lrevas, el pan por las nnbes y i gatas la Hacienda; Añila, tnttexible, constante. ImpenérrlUí, ni mada de tida, nl cambia de tretas. Kn lollo y Enero a las diei despierta,

3 buena cnstfona, a nn beso i su perra

y mosca ana SaWe, se Tiste y almuena. iBl Diario de misal Pnes en marclu; y vuela a oír la de tropa, que la misa a secas son muchos latines. Kedoble; ya empieza, y i Juan bace guiños o á Pedro bace muecas, al son de un bolero • ó de unas mancbegas, entre un mea culpa o un requUn et«r«MM. Llegó el Deo gnaiat, sanUgnase apriesa, el agua bendita y&casa,queestuerta mas pulcra y cuidado hacer la tometa. Su peinado es obra mo dieron m&s guerra Gnillermo el de rrusia. Pompeyo ni'Césari T aunque esté sla pelo pronto se Mtottqaeta todo un promontorio relleno de euro*, y M un colcmciut que detris la cuela, pw it cae de amMums que en doro u lea.

I

Corsé emballenado torniquete en regla pretende ajustarse & talle y caderas. —«Mis Inerte.»—<No puedo...» Suda la doncella, chasca usa costilla; los flatos arrecian, los carrillos árdea, la asfixia anda cerca. Ta esti y eo botltas con tacón de a tercia, tras Teinte tirones los plés encarcela. MtiMon miaf buaco por detras se arregla, ' n iorobada... le mala manera.

Al fin por remate, guión 6 yeleta el mobo resguarda (¿y á qué la cabeza?) con un capirucho, que servir debiera mejor que de gorro de mata-candelas. Ta lista, i la calle se lanza de pesca con maiM a la cola. Si es dia de hacienda, aunque nada busque recorre las ttendas; si no va de compras ya al menos de venta. Y ve a l u amigas, visita, pasea, y asiste á los grados. ¿La patria esta en quiebra, 6 hay quien al ministro diga cuatro frescas? Pues corre a las Cortes & ver si entre aquella (alange de padres, alguno en la iglesia la vota su esposa

Íes padre de veras, ide en Jueves Saote

qnaMtUuibeBéSw,

158 T al fln por la Inclusa se pone en bandeja. T bulle y re-vnelve, Y en fln, donde quiera que toquen i danza, o moscHS te muevun, en toda su gloria Añila campea A comer, ¿va al teatro? pnes adiós comedia; con solo mirarla ¿para qué más flesta? ¿Hay baile? Repite la curiosa escena del corsé y peinado; se escola y... mué cnerrat 8l no ando con tiento me TneWo pavesa. iQué escotei Sin duda la Intención es buena; todos ven 6 escote T nada les cuesta. Ponetra en la sala, y mil se la acercan; los ojos se afilan,

?arecen lancetas, ella se re<a<M,

se vuelve grajea, oyendo las flores de tanto babieca. En baile; un mocito la quiere m&s cerca y almobada algo dura en su hombro le presta.

Cual naufrago triste, que á nn tronco se aferra, el mozo & la nlBa contra ei frac estrecha, y elia descuitada si no dice, piensa «Aquí que no peco durmamos la siesta.» Y locos se lanzan aun mar de pareja* iJesús, qné oleajei isetior, qué marea! y unos ven el cielo y otros las estrellas; y quién se va á plqae, y quien iza velas. Cansada, rendida de brincos y vueltas, rasgada el vestido, con media peineta y nn p¡us de tres novios, que guarda en cartera, la danza acabada k su bogar regresa. Las galus arroja, con desden se acuesta; y basta el otro día '

que a las diez despierta, y vuelta á lo mismo, igual en Cuaresma que en P&scua florida: Igual estrategia, que dé el Calendario bocbornos ó nieblas.

R. a. BantUtéban.

Un pobre pldi6 llnrama & nn avaro. —Toma Tin cuarto, y devaélveme un ochavo. —No tencro, seBor, —jCómo na de ser! Dijo el avaro gnardindose ni cuarto. —|Ay! Exclamó el pobre, hasta para pedir limoana se necesita

dinero, *

Una devota se acusaba de la inclinación Irresistible qae la ar­rastraba t i jtia^pt. Su confesor la amonestaba dlciéndola qtio con­siderase el «IMma Me perdK.

—i A.yl « , M«ÑL 4tjo la penitente intemuniiltadole! se pierde macho tiempo «ur"—*"-

— ¡ Señores! i Todos los días »aancio nuevos prodigios! Corté la cabeza á ese hombre, yo le desahucio, i yo mismo 1 Y ahora, i yo levanto el muerto! — tCómol — i Con mis específicos 1

Kiü

LAS DECLARACIONES.

La del j&ven imberbe. —nSeñórita: dosde el momento en que vi á V., mi co­

razón arde en deseos de adorarla... etc. Espero ansioso ese sí que es toda mi felicidad.M

Esta carta suele ser contestada, do esta ó parecida manera:

"MiU señor mió: é leido la sulla y tomo la pluma jvira, decirle que qvs mea impresionado V. Si V. viene con gáenfin, cuente con su S. S.—Fulanita de Tal.

En este caso, ni él ni ella saben lo que es amor. Obe­decen al deseo de sentir lo desconocido. Este amor, si llega á serlo, es el amor inocente del mundo, es el amor de hermanos, pero no hay regla sin excepción

La del aristócrata. En un salón. —Enriqueta, está V. preciosa, nunca me cansaré de

repetírselo. (Enriqueta sonríe, como acostumbrada á escuchar ga­

lanterías. —¡Si fuera V. tan amable, que aceptara mi brazo para

este wals!... —Con mucho gusto. La pareja empieza á bailar, él habla mucho, ella con­

testa con graciosas sonrisas (si es que tiene gracia), ó con monosílabos. Lo que hablaron aadie lo sabe, sola­mente ya en la calle, él, suele decir á sus amigos: ¡Bah! ya tengo novia... esta noche me he declarado á Enri­queta; ¡trabajo me ha costado!

Aquí todo es frió, en la mayoría de las ocasiones, como que es cuestión de moda, de etiqueta y de conve­niencia social.

IM del torero. En la plaza.

161 —¡Morena, allá va una verónica por esos ojos salaos y

retrecheros! —¡Se... ría!... ¡so tumbón!... —jóle, viva la grasia... toma bicho, ef!..'. ¡Ole!... ¿Te

ha gustao morenaí... —Así, rigular. —Pues á la salía nos veremos... ¿verdá lucero? —Si nos topamos, no habrá más remedio. —Hasta dispues, copito de nieve. ¡Ole!... —¡Ole!... ¡Viva mi niño!... Y... suprimo los comentarios. La del aguador. En la fuente. —iQuién da vez?... —Todu te lu daría yu, salada... -—iDe veritas? —Un aguadur, nu mienti nunca; tengu dus mil ria-

les, y vóime á marchar al miu pueblu; cumpraré unas vaquiñas, y... cunque, í,me acumpañas, nun te pesará.

—Ya te lo diré mañana, hay que pensarlo. —Comu quieras. Aquí hay más sencillez, menos picardía y en la ma->

yor parte de los casos más felicidad. La del soldado. En la plazuela de Oriente. —Chica, lo que oyes, mi querer es mu grande. —Enteráa. —Pus entonces, dame pá una cajetilla, que no tengo

ni un calé. —Toma, y que no me faltes. —Grasias, chica. Vaya me voy que tengo que limpiar

el caballo del capitán.—Mira, antes, mira si tienes por ahí trasconejaos dos calés pá cerillas, q ie no lo he de po­ner yo toó.

—Toma, mañana aquí á las cuatro. -Pues hasta: ' ^ '

(El »P»rte^^Í|0^0áfi4¿);;¡í l f^f8S¡írtra>>rt7»a, si üo, no

162

se podía vivir... hoy he sacado treinta reales á mis res­pectivas novias; en doce horas no es mucho.

(Ella ya sola.) Estaba apuráa; si llega á venir el sar­gento... No tiene una más remedio que apechugar con tóos, pus si uno falta, toavia quedan pá escoger.

Y... basta de amor. Vamos á .otras declaraciones.

En el Suizo. —jPero es verdad^ —Lo que V. oye, estoy arruinado. —jjPero hombre, no tiene V. doce mil reales de sueldoí —Los tuve, amigo mió. —iQuc dice V?... ¡Y yo que creía á V. una persona

formal!... jCómo ha sido escíí... —¡Cómo, con... porque... me han declarado cesante!... —¡Mozo!... iQué se debeí toma, vaya, adiós amigo, lo

siento mucho. —¡Huye de mí!... Esta es la peor de las declaraciones.

> En la alcaldía. —A ver, mozo... itiene V. algo que alegar?... —Que no cumplo los veinte hasta últimos de año. —Queda V. declarado útil para el servicio de las

armas. Así nos han declarado á muchos este año.

—jY Julíanillo? —Le han declarado reo de estado. —Mala declaración.

En la Puerta del Sol. —¡Eh! Paisanos, no se permiten grupos sospechosos. —Si somos honrados ciudadanos. —Sí, pero la población ha. sido declarada en e.stado

de sitio. ,; ¡M —¡Cuánta sangre teplekskif^^iíkdeelaraeionl...

163

—¡Me ho quedado sin un cuarto!;.. ¡Pobres hijos míos!...

—Pero, ¿cómo ha sido esol... —Porque doña... (cualquiera) se ha declarado en

quiebra. Estas declaraciones, son una verdad para el imponen­

te y una mentira para el banquero.

—Pero hombre de Dios, ipor quíí se apura V. tanto?... —iPor quél . . Voy á decírselo á V. En primer lugar,

Pepito, que es un jugador, se ha declarado á mi hija, y no hay medio de hacerla'comprender lo grave de estas relaciones, que serán su desgracia. En segundo lugar, á mi hijo Baíael, que estaba acabando su carrera, le han declarado quinto.

—Pero V. le liltfará. —No, señor, no puedo; porque en tercer lugar, á mi

me han declarado cesante. —¡Bah! Pero V. tiene ahorros. —Sí, señor; pero en cuarto lugar, mi banquero se ha

declarado en quiebra, y en último lugar, me han decla­rado sospechoso, por un articulo que publiqué en un diario.

—¡Caramba!... —Vamonos de aquí, que nos van á disolver, desde

que estamos declarados en estado de sitio... —Hombre, V. es el rigor de las desdichas... —¡Cómo que pesan sobre mí todas las declaraciones!...

Y yo, lector, te declaro que todo esto lo escribí por entretenerte.

Sea la última declaración. Alberto Diaz de la Quintana.

BPIGRAJMA.

Por estudinr & Horacio se quedó Lucio lacio; y estudiando á Contucio *e puso Licio lucio.

Al que estudia, 6. mi juicio, le pasa lo que & Lucio ó lo que &

(Licio.

164

ANDANA.

NI sope cuándo nació, n( sé cuándo mortra; pero me figuro ío que jlndono eterno sera.

Informal como ninguno, aunque con muy buenos modos, eite sugeto es un tuno que se ntice amigo de todos.

Amistad acrisolada nos olrece comunmente, déjanos en la estacada, y so ya. tranquilamente.

Contrata, ofrece dinero á sus amigos, sin tasa, y luego... es un marrullero que nunca se encuentra en casa.

En invierno y en verano ejerce sus malas artes; y se baila este ciudadano, como Dios, en todas partes.

Ea fin, se pierde de vista; y se le ba llegado á ver disfrazado de bolsista, de ministro y de mujer.

Aquel que ofrece contento millones, como el que más, y, cuando llega el momento, entonces... se vuelve atrás;

Aquel que es la dicha toda de una niña enamorada, y dice, si h.iblan de Imda, que de lo dicho no hay nada;

Aquel que piensa ayudar á un amigo en su aflicción, y, si le van á buscar,

suele hacerse el remolón; Gl que liberal se llama,

y toca más de un registro, y no cumple su programa cuando llega i ser ministro;

Y, en fin, esos policiacos, guardias del orden... oculto, que en cuanto atisban do« cacos saben escurrir el bulto;

Todos esos, en detalle, son de mi tipo ediciones; porque se encuentra on la calle 10 mismo que en los salones.

En su recto proceder nos obliga á consentir; pero es largo en ofrecer y muy avn'-o en cumplir.

Y no L' y ninguno que venza eus treta!<, de ningún modo; pues como es un sinvergüenza, se la da un pito de todo.

Puede ser alegre 6 grare, chulo, ó mozo de cordel, 6 actor; pero ya se sabe, que no hay que contar con él.

lector; si encuentras al paso el tipo de este bocoto, te ruego no le hagas caso, puesto que es un mal sujeto.

Fijate bien en SÍ nombre, y no te quejes maiíana; porque, casi siempre, el hombre se suele llamar Andana.

R tíapülveda.

EPIGRAMAS.

Ponderando un charlatán el aceite de bellotas, docia: CCOB cuatro {?otas logra al mas ci.lvo su afán.» • Y es verdad, en cierto modo, pues mi patrona lo (rasta, y han salido pelo* hasta en el chocolata y todo.

Llovía con viento en popa, eg decir, 6 todo trapo, y en la calle hecho una sopa se estaba Tomé muy g-uapo.

;Qué hace usié ahí, don Tomé? Gritaron unos chlquiUcs; y él contestó: «espero ft que caigan los azuoariUos.»

U. Segan» Balmosecla.

Muy temprano doña Luisa deja su lecho y hogar;

Ifi6

que t iene, después d.6 misa, iin quehacer. . . par t icular .

LITERATURA KEAUSISTA

IMITACIÓN.

Montañas, torrentes, abismos, llanuras, espinos, jarales, desiertos, alturas

sin cuento ni Un: perfumes, tormentas, atiullldos, rumores, relámpagos, lluvias, y nieblas, y flores

en turbio festín: (Kosmos.—Poema, canto ?.° tan.)

P a n . . . d e Vlena . Bobadas, sandeces, utopias,locuras,

conceptos abstractos, ideas oscuras, gramática no:

tinieblas, dislates, lenguaje afectado, germano y romance, contuso y mezclado

filósofo yo. AhulUdns del genio, siniestras visiones,

fantasmas y nubes, terribles canciones, continuo bramar:

relámpago?, truenos, ronquidos de espanto, Inmundos placeres, prolíiico llanto

y en medio la mar. Arrollos, torrentes, orillas, arbustos,

objetos mezchidos de todos los gustos en valle gentil:

palmeras y fuentes, clpicsos y pinos, melones, patatas, silvestres pepinos

y el rerro-earrii. La blanca azucena y «I sol refulgente,

lo abslracln, lo externo, lo en mi, lo inmoneA(«, y el romcio también:

la urística, el genio, el arta, el eschema, el /íombre, el concepto, el yo y el problema,

la idea del bien. Vizcaya, Granada, el Ebro, «I Danubio,

la Nueva Zelanda, Sevilla, el Vesubio, Frascuelo y Bismarck:

la verde pradera, la altiva montaüa^ illanco, la ijlguera, la oliva y la cana

y el astro solar. El leve suspiro, la alegre sonrisa,

el plácido beso, la virgen lumUa, el MDto de amor:

167 el hombre pensante, la linda rotorra, la altiva chistera, la clásica gorra,

la piel del tambor. La bella sultana, la reja florida,

el grato perfume, la flor combatida ((el viento á compás:

el triste sepulcro, el blanco esqueleto, la vieja y el hombre, la niña y el feto,

la esperma y el gas. La humilde cabana y el rico palacio,

el aire, el vacio, el étlier 6 espacio, la auroia boreal:

el néctar divino, la horchata de chufas, el blando merengue y el pavo con trufas

abierto en canal. La silba horrorosa en noche de estreno,

el ruido de un coche, la voz del sereno canil ndo las dos:

el ronco ladrido de, perro rabioso, la aleve estrignlna, so aspecto asqueroso,

el hipo y la tos. El cóncavo pozo, la coeva sombría,

la turbia corriente, la noche y el día, el ansia, el atan.

Expresan, agitan, demuestran, envuelven, describen, adornan, plantean, resuelven,

el canto de Pan. ¿Por qué tanta frase mezclada y confusa

sin plan, ni sentido, ni enlace, ni musa, pregunto, ¿por qué?

¿Por qué tal desorden y tal laberinto, sin norma, ni arte, ni gracia, ni instinto?

Pues abi verá usté. BoabdU.

LETRILLA.

Conozco a cierta doAa Bibiana, que á todo el mundo le pone taitas, y testimonios falsos levanta: que curiosea, que pide y saca, que por dos cuartos es la arrastrada capaz de todas las cosas malas;

y eh Un, Que presta sólo por lastima á real por duro cada semana... y aun la maldita, siendo tan maula, dice que es una sefiora honrada.,,

cada «no enlientfe, ¡o coso es dará, por honro, ai¡uéUo que k dü gana.

168 Dn personaje,

cuya importancia sus conocidos exageraban, que en la política mangoneaba cuando eran otros ios qnc mandaban;

3ue tiene cruces, inero y fama,

por un empleo, por una plaza.

Sor un pedazo e la pitanza

que otros se comen y el pueblo paga, se ba resellado con mucha gracia; T oiréis un dia cuánto nos babla de honra política limpia y sin mancha, de consecuencia y otras cosazas, que son tan solo buenas palabras.

Cada uno entienie, la cosa es clava, por honra, aquéllo que It da gana.

Tiene don Lúeas mujer muy guapa, y hay un Adonis que es una alhaja, que la persigue, la estribe cartas, y e-táen la «squina por la mañana, y habla al portero, y á la citada, y á la niñera, y al que echu el agua; Y si a su lado don Lúeas pasa, le pone el necio muy mala cara, y en el teatro, si va la dama con su marido como Dios manda, al lado de ella

toma butaca, para decirla cuatro bobadas; y si don Lúeas al Un se cansa y al fln le arrima dos bofetadas, hay que batirse, romperse el alma, y aquel imbécil asi se iguala con quien es una persona honrada.

Cada uno enliinde, la cosa es clara, por honra, aquéllo que le da gana.

Conozco un mozo que triunfa y gasta, tiene berlina, cochera y cuadra, ya & los teatros, Juega, viaja y fuma brevas de las más carat, y dice amores h las casadas, y í las solteras quiere ensañarlas; busca dinero, siempre lo halla, y cuando alguno llega á su casa con una cuenta para cobrarla, le pone como ropa de Pascua; todo lo debe y á nadie paga, y niuv ufano se da Importancia entre laa gentes que son honradas, conip que en honras, segdn proclama, nadie en el mundo le echa la pata; como que dice con mucha calma, que donde el ojo pone la bala-.

169 Cada uno <n(i«nd«,

la cosa es dará, por ftonro, aquéllo que le da gana.

El que pan vende con mucbas fallas; el usurero que las entrañas saca al ^pobrete que va a su casa; la que tnn solo gara andar maja

ace unas cosas que bay que callarlas; el marldito que busca gangas; la casadita que por ab( anda

miéotras so esposo, que es nn buen mandria, con los cblqalllos se queda en casa; los que en e¡ juego mueilos levantan; los que van siempre con 1,1 navnja: los que son vagos Y no trabajan... todos muy serlos de su bonra bablan; y esto es. que en esta comeiüii humana, rada vno entiende, la cosa es clara, por honra. cuiu§lo que le da gana.

C. Frontanra.

HISTORIA DE UNA NAVAJA DE AFEITAR CONTADA POR BI.LA MISMA.

I.

"Ignoro cómo vine a l ^ u n d o ; conservo ¡deas confusas y sólo recuerdo desde el dia eu que muy limpia y muy reluciente me encerraron en uu estuche colocándome en el escaparate del bazar de Ibo Esparza.

Yo vela muchas personas que se paraban á mirar los objetos puestos de muestra y entraban enseguida á com­prarlos.

Pasó un caballero, me miró mucho y dijo al hortera que me sacase de mi encierro. Me hizo caricias con la mano, me echó el aliento y encerrándome de nuevo en el estuche, me guardó en un bolsillo del gabán, y pagó cin­co duros por mi adquisición.

Salió de la tienda y á los pocos pasos sentí que sixbía 'inas escaleras: á lo-í dos minutos, abrieron el estuche, me cojieron y después de examinarme dos ó tr»s jóvenes, me pusieron encima de una mesa, al lado de muchos bo­tes y de un ejército de cepillos y peines.

Me encontraba en un lujoso salón.

170

Me miré al espejo que estaba enfrente y... me gusté; siempre he sido algo presumida.

Entró un polio, se quitó el sombrero y se sentó en un silion al lado de la mesa; uno de los jóvenes qw¡ me ha­blan examinado le puso un de antal ó cosa por el estilo, rodeando el cuello, y le estucó la cara con unas cerdas atadas á un palito que bañaba en una taza.

Me cojió enseguida y sentí que me ahogaba en espuma; cuando abrí los ojos me apercibí de que corría llevándo­me por delante una porción de pelo del pollo que me es­taba mirando por el espejo. Volví á pasearme por su cara y ¡horror! El pelo no se apartaba de mí y el joven tenia que refregarme en un paño.

Miré al pollo y confieso que lo había dejado al pelo;

Í)ero ni siquiera me díó las gracias, y en cambio al joven e pagó dos reales, regalándole ocho cuartos de propina.

Me puse furiosa y me distraje viendo que entraban ca­balleros á docenas elegantsmente vestidos.

Todo el día estuve en danza y á la semana siguiente sabia afeitar con toda pcrfeocion casi yo sola.

Quitó patillas y bi otes por millares; afeité á muchos sietemesinos el sitio donde sale la barba y presté en un mes servicios muy peliagudos.

Un día, descañonando á uno, me escapé de la mano del mancebo y fui á romperme las narices contra el suelo. Cuando me levantaron, me dolia el esternón; dijeron que tenia una mella. Aunque ninguno era médico, todos con­vinieron en que mi enfermedad no tenia cura y me ar­rinconaron.

A los pocos dias, un pollo cursi me agarró y envuelta en un papel me llevó á su casa.n

I I .

" Era otra peluquería, pero ésta no valla nada en com­paración de la primera. Debía ser una barbería de á real.

La gente que venia á servirse era de medio p«lo y no daban propina; pero yo á decir verdad les rasuraba de lo lindo á, pesar de nií mella, que el rapista tenia buen cuidado de ocultar con la mano.

171

Pero uu dia se distrajo y cuando estaba más afanada en mi tarea sentí un lunar disfoi-me que acababa de ro­zarme; el parroquiano dio uu grito y yo me sofoqué.

i Habia arrancado el lunar y la sangre corfia á borbo­tones!

Los gatos de la casa, que andaban siempre á la husma de piltrafas y pellejos por debajo de los sillones, se die­ron un banquete con el lunar.

En su consecuencia quisieron curarme la mella. El mancebo me llevo á una casa donde habia un apa­

rato dentro del cual estaba una rueda de piedra dando vueltas en el agua.

Me apretaron á la piedra y me desmayé. Cuando recobré los sentidos, la cura me habia apa­

ñado. ¡Tenia cuatro mellas másln

I I I .

" A los pocos dias me encontraba luciendo mis habi­lidades en manos de un hombre de mal aspecto que afue­ra.? de la puerta de Toledo, afeitaba por tres cuartos cara al so], y seis cara á la sombra.

Rasuré á diestro y siniestro, y en los ratos de ocio me destinaba mi amo á picarle tabaco de la colilla de un puro.

Cierto dia, un parroquiano, por un "quítame alL esas pajasii se enredó de palabras y sopapos con mi dueño, éste se amontonó y salieron las navajas á relucir.

Ocioío es decir que yo me contoneaba por el aire. Me acerqué demasiado al otro y su cuello tropezó con-

niigo; dio un ben'ido y cayó vertiendo un rio de sangre. ¡Le habia degollado!n

IV.

"Mi amo llama á talones, pero dos agentes de orden público le cojen por el cogote y le zampan en el Salade-"•o y á mí me llevan al juzgado de guardia, diciendo que yo tenia la culpa y que era el cuerpo del delito.

El juez y el escribano no me quitaban ojo y de vez

172 rü cuando me tomaban medida para retratamte en un 1 liego de papel sellado.

Al dia siguiente me condujeron al local del juzgado en las Salegas y me encerraron en un armario.

Me cojieron al poco tiempo y me llevaron delante del juez; vi entrar á mi amo y respiré.

Le preguntarojí si yo le pertenecía y, mintiendo des-aradamcnte, dijo que no, que nunca me habia visto y •

I ue no sabia du quién era; ful á protestar, A dejarle por t mbustero y... no pade decir una palabra.

Me volvieron á mi encierro, y cuando ya me creia ol-\ idada de todo el género humano, me cojió el escribien-t del escribano y me llevó á su casa.

Hoy sirvo para cortarle los callos. ¡Pavoroso porvenir !ti

ADgel do la Quardia.

FA.BULILLAS.

En ocasión propicia seotó plaza Manuel en la milicia, y con gran decisión entró ft los pococ dias en acción, y una bala perdida le di6 en el pecho y le robó la vida. Más vale, y no es enjfaño, llegrar & tiempo que rondar un año.

J. da la Fuente Andrés.

* * *

Cuentan que un confinado por la noch» á los icoros se ba pasado: presu-no qne, pasándose á esas Doras, k donde él so lia pasado es á las moras.

# * *

En China un mandarín usaba eu el sobaco peluquín; y en Visfo, un tal Ángulo, tocaba la trompeta con el c...

Para hacer doíatinos, no hay como los gallegoí y los chinos.

Aunque es gente principal, los tres lian venido á menos; están de ilusiones llenos y esperan la federal.

174

LETRILLA.

Imposible es un courenio entre los áa«; nada, no; que 8í usted llene mal genio peor genio tengo yo. Un partido tomaré

que es preciso, seBora, con su permiso; seSora, álos pies de usted.

Yo adoraba una mujer bella, amante y muy discreta; ¿cómo pude yo creer a una excéntrica coqueta? Sin embargo eso .. encontré...

mucho siento... pero ha llegado el momento; aoSora, 6 los pies de usted.

Jugar conmigo tranquila creyó usted, |Jesúsque encanto! Ni en mi tierra eso se estila, ni yo de nadie lo aguanto. Es mal genio, ya lo sé;

eso quiero: voy á buscar mi sombrero; seBora, á los pies de usted.

Y advierta usté, á mi partida, aunque no le importe nada, que resolución tomada es resolución seguida. De mi sistema no baré

vano alarde,

que so va haciendo muy tarde; seBora, á los pies de usted.

No, no hay miedo alguno de que yo me asuste; siga usted su empeflo: usted es muy dueBo de hacer lo que guste... hablar es en vano; beso á usted la mano.

íQue yo soy coqueta! Lo seré en efecto; pero bien me fundo; ¿quién en este mundo? no tiene un defecto? Usted es muy vano; beso é usted la mano.

Empero de usted la mente se ofusca, y yo no lo quiero. Allí está el sombrero que tanto usted busca; encima del piano... beso & usted la mano.

Si usted es altivo, de altiva presumo: es bien que le advierta que alli está la puerta, ¡Adiós! La del humo... va usted muy ufano... beso á usted la mano.

J. F. Muntadas.

LA MTJJEB.

¡Mísero es mi cantar, mujer querida para elevarlo á ti, que vales tanto! Mas yo quisiera derramar la vida en cada nota de mi humilde canto.

El que admiró tu gracia seductora de la edad infantil, quedó hechizado, pues de tu vida la rosada aurora es la gloria del Dios que te ha creado.

Cuando—virgen sencilla—te estremeces &.una dulce emoción, desconocida en tu primera edad, ángel pareces del paraíso en la mansión florida.

175 SI es filito de amor el que ilamlna

la oscuridad de tu elmt^ anf^elical, sólo h&cia el bien tu corazón se iuclina, pues aspiras de Dios al ideal.

iHermosa estás si en tu semillante brilla de un alma enamorada la expresionl /Al esparcir tau celestial semilla no halla rival tu amante corazón.

Tú vives, sonriendo de ternura, preda en las redes que tejiendo estás,

y el Uomtre, que te adora con locura, sigue tus pasos por do quiera vas.

Cuando pasa fugaz la dicha aquella, en que tu amante corazou vivió, eres en tu amistad tan pura y bella, cual fuiste siempre en tu perdido amor.

Tierna flor del Edón, musa del vale que tan sólo por ti, sabe cantar; cada pec'ao que miras, por tí late, para ti en cada ser hay un altar.

Cuando te sientes madre, sin mancilla, yo he visto en tu pupila rutilante, una cuajada l&grlma, que brilla cual blanca estrella, en el espacio errante.

Lágrima de placer, de amor, de pena, ae emociones raudal, que tu alma pura enlaza á un eslabón de esa cadena que es divino poema de ternura.

iSanto amor conyugal, dulce consuelo que Dios en este mundo nos envia! Tú lo inspiras mujer, que eres un cielo cuando el hombre te llama <|madre mia!>

iTodo en ti es ideal! A donde quiera que el hombre fija su atrevida planta... en la flor más galana y hechicera, mira tu imagen con delicia santa.

Te ve en el ptado: si la vista eleva, te ve en el cielo, en la aromada flor... y es que en su propio corazón te lleva grabada en signos que trazó el amor.

Mujer; divina hurí del Paraíse, para ensalzar tus gracias... veo al fln que un arpa celestial fuera preciso, pulsada por amante ser^iflu.

Si yo ÜBgo—canción que nada vale— delante da tus ojos á entonar, ea porque siento que del alma sale tu sublime grandeza al contemplar.

En ti la gloria que soñó el poeta brilla hasta convertirse un frenesí; tal dicha ofreces, qae la mente inquieta bulle, te a;ita y enloquece en t i .

176 ¡Adiós noble mujer, alma del mando!

Paro del hombre que á tus plantas ves, Ih Uumanúlad con su poder fecundo siempre sujeta vivirt k tus pies.

B. P. Rioja.

EL BANCO.

(Articulo trascendental, como si dijéramos, de cola.)

No me voy á ocupar de ningún banco de madera, ni de piedra, ni de nierro, prescindo por tanto de los bancos privados y de los públicos, refiriéndome íi los de uso particular y á los que adornan los paseos; prescindo también de los bancos de carpintero y hasta del banco do la paciencia por más que éste guarda cierta semejanza con el que va á ser objeto de mi semi-artículo.

i(^uión no sabe lo que es un banco? Tiene gran impor­tancia social, como que al fin y al cabo en el banco se sientan enormes capitales.

Pero dejando tt da clase de digresiones me concretaré á hablar del Banco de España. El Banco de España no tiene mas que un pió, por eso se dice con mucha frecuen­cia: ¡qué tres piós para un banco!... Indicando con esto que unidos los tres de la frase al uno del supradicho re­sultarían los cuatro que son necesarios.

¿Alguno de mis lectores extrañará que con uu pió se sostenga un ban o? Bien se conoce olvida que nuestro banco tiene una cola prensil de extraordinarias dimen­siones que puede suplir perfectamente los tres apéndices de que aquél care'ie.

Y estamos en el punto mismo donde debíamos haber comenzado.

¡La cola del Banco! ¡Pues el asunto no tiene cola! La cola produce grandes inconvenicsatos: apelo al tes­

timonio de todos los que se hayan enredado en una idem. Pero si tiene inconvenientes, no deja de ofrecer ven­

tajas: entiéndase aplicable esto á la cola do boca, á la de pescado y á la que usan los carpinteros.

Vuelta á las divagaciones. ••

177 8i el barón de Neci^r y todos los grandes estadistas

hubieran dado una vueltecita (ideal por supuesto) por la

f>laza de la Leña antes de exponer sus teorías acerca de os bancos, seguramente que no las hubieranjuzgado tan

razonables como las juzgaron. Por que, vamos á cuentas: V. tiene un billete de dos­

cientos realtís (no perdamos de vista que esto no es más que una suposición) y va V. á pagar (continuamos lo supuesto) una cuenta que importa diez duros; entrega usted el billete y... le faltan á v. cinco reales.

i Qué no? Venga usted conmigo á cualquier casa de cambio. No quiere V. perder cinco reales, íeh? Pues andando,

al Banco. iQué baca aquí toda esta gente? Exclama V. al llegar á

la mencionada Plaza de la Leña. Esa gente espera que llegue su tumo para cambiar los'

billetes que, como V., quiero reducir á dinero sin perder Un cuarto.

Vaya, á colocarse el ultimo y dentro de dos ó tres se­manas acaso le haya tocado á V. la vez.

Nada de temores á las pulmonías, á la debilidad del estómago, al cansan-io (puede V. sentarse en el suelo... si se lo permiten.) El que tiene un billete de doscientos reales no debe abrigar ningún género de duda respecto á que cambiará su valor nominal en metálico si no se mue­re antes de cambiarle. ¿Llueve? Abra V. el paraguas y guarde el papelito pagadero á la vista y al portador, porque si no es fácil se convierta en papel mojado.

IY es esto todo lo que puede ocurrir? Ño, esto no es nada. Un amigo mió estuvo esperando

tres dias á que le cambiaran un billete de cuatrocientos '•eales; entró por fin en la habitación destinada para el cambio (predestinada, estaria mejor dicho) y al echar mano al bolsillo del chaleco, un grito de dolor y deses­peración se escapó de la garganta de mi amigo; habia perdido el billete...

Y como si estascftlnTBidadafiJTiggn pocas, aun pueden suceder algun.a»^í^Íforí|IIfl^^^»<l billete sea falso,

178 ó que se le haya V. dejado olvidado en oasa, ó que le hay?k eqiiivpcado con la cuenta del sastre...

Y todo esío, después de haber formado parte de una cola, de haberse tonvertido casi casi en escama.

Por eso á la salida del Banco se oye decir á alguno que otro individuo:

—Estoy escamado, Enrique l'erez Dindurra.

FAMILIA MODELO.

EPIGBAUA.

Tengo mi padre doctor (dijo ft Vicente Ventura); mi hermano mayor es cura y yo soy enterrador.

Cuando al{;uno enferma aquí lo ve mi padre temprano,

á segruida va mi hermano, después me llaman á mí.

Quien ahorrar quiera dinero y enfermo sa llegue á ver, 10 mejor que puede hncer es llamarme a mi el primero.

M. del Palacio.

NO PASO.

Me despide de tu casa tu madre si nO me caso; pero, chica, yo no paso oor la calle de la Pasa.

Me asusta, por vida mia, auuque soy mozo de brío, el edificio soinbrlo que llaman la Vicaría.

Por allí pasar no quiero; pues aeompahando faldas, lo tira & un lioirbre de espaldas el consabido letrero.

Gn dos silabas encierra una amenaza terrible, y aunque parezca imposible él da con mi amor en tierra-

Porqué parece que en guasa dice el letro fatal: —Pasa, misero mortal y verás lo que te pasa.

Y el que poso ae ha lucido, porque poso á ser casado. Queda su dicha en pasado y su futuro en marido.

Quiero tal paso esousar; tu madre me importa un oledo. El pasar me causa miado, y eu fin, no quiero pasar.

Y aunque yo sienta, Tomasn, perder tu amor, es el caso que, francamente, no pato por la calle de la Pa^a.

V. Moreno Tejera.

Una seüora sorprendió juntos & su marido y á la criada. —Toma, dijo 4 asta: toioa-la-ctwo*»** '»*'e Inmediatamente; que

lo que bacas aquí lo ai yo hacer ten bien como tú.

— Necesito unas botinas buenas coMíra los juanetes. - ¿Contra eUosí i Las hay magníficas! ¡Verá usted cómo les duelen!...

180

¡PERCANCES DEL AMOR!

LEYENDA ROMÁNTICA A N T I - E S P A S M Ó D I C A .

Esti anochecieudo, bonito principio: el opaco, maci­lento y cerúleo tinte que la postura del sol imprime en la tierra infunde valor en el corazón de los amante tro­nados para que, imitando á los murciélagos, se atrevan á recorrer durante la noche el frondoso campo de sus ilusiones.

una pollita cruza la Puerta del Sol. Un pollo, capaz de hacer el amor á un guarda cantón,

la acecha, la sigue, se acerca y con un tono más dulce que las pastillas de malvabisco esclama con una excla­mación.

—Señorita, tendría á mucho honor que V. me per­mitiese acompañarla.

—Usted dispense, caballerito; yo no tengo el gusto de conocer á V... y por lo tanto...

—Por lo t a ^ , debemos aprovechar esta ocasión para conocemos muttiameiite.

—Ño puede ser. Le suplico que tenga la bondad de retirarse porque mi señora tía se ha quedado atrás y si llega, sentiría que le dijese á V. una fresca.

—No tenga Y. cuidaido, la belleza de V. me ha im­presionado tan ferozmente, que hasta me tomaré la li­bertad de hablar á su señora tía.

(La ti a alpaño. ) —i, Qué te dice este caballeritoí —Que se empeña en acompañamos... —Eso Bo puede ser, no es factible. —El caso es que tenia que decir á V. una cosa impor­

tantísima. —Repito que no puede ser. —i Pero señora! Un grillo cuesta dos cuartos y se le

escucha.

181

—Usted comprenderi que está muy feo que dos don­cellas estén por la noche hablando con un caballero, nada menos que en la Carrera de San Jerónimo, por la cual se pasean ciertas mujeres que no es decente nom­brar aquí.

—Eso se remedia muy fácilmente. —iCómo? —Entrando en el café Imperial. —Es V. tan galante, vamos tan... tan... persuasivo,

pide V. las cosas de una manera tan especial que nos obliga á conceder á V. su petición.

La tia, la sobrina y el almivarado doncel, se colaron en el café; tomaron asiento y vino el camarero y pre­guntó :

—iQué van Vds. á tomarí -\ —Mire V., dijo la tia, haciendo dengues y poniendo

la boca en forma de ombligo. Yo, por no despreciar á este caballero, tomaré una ración de jamón con patatas fritas, un poco de vino, un postre y un café con media tostada y nada más.

—¡Pero tia! i No conoces que lo que pides es muy or­dinario?

—¿Ordinario el jamóní Algo más ordinario son las patatas.

—i,Qué cosas tienes! —iQué quieres que tomeí ' —Un refresco. —Demasiado fresca estoy yo. —Que tome lo que guste, dijo el pollo. Puestos de acuerdo con el camarero, les sirvió lo que

pidieron y do sobremesa entablaron el diíüogo siguiente: —Niña, vamonos que Faiwy se causará de estar sola

y... —I Es alguna hermanita de V.í —No, señor, es una perrita inglesa. —Pues siendo así, no es cosa de hacerla esperar. Arreglada la cuenta con el camarero, se pusieron en

movimiento. Al llegar á la calle del Candil, como dos idem tenia

182

los ojos el enamorado Casimiro, y al despedirse, al sepa­rarse de su adorado tormento, preguntó con voz atiplada:

—ICuándo tendré el gusto, el placer, el honor, el re­gocijo y la alegría de ver otra vez ese rostro liecliicero y encantador?

—El domingo á la una, cuando vaya á misa. —¡No faltaré! Y terminó la función con un tiroteo de cumplidos, ó

meiior dicho, de fuegos artificiales. I I .

Apenas el rubicundo Febo habia enseñado las orejas por el Oriente, cuando Casimiro Ropavieja, abandonan­do el blando lecho de mullidas pajas, emprendió la tarea diaria que consistía en untar con tinta las calvicies del sombrero y las crónicas grietas de las botinas.

Entre esto, peinarse y hacerse el lazo de la corbata, empleó cuatro horas y á las doce dio con su cuerpo en la calle, se dirigió á la del Candil y allí estuvo una hora de centinela, y cuando ereia ver a su Dulcinea, se acer­có una mujer prostlioa, vulgo criada, y con un tono más suave que las ortigas, le preguntó :

—i,!& V. el señorito don Casi-miro? —SI, señora. —Yo no soy señora. I Está Y.1 Yo soy una criad» que

vengo á decirle á V. que se vaya con la música á otra parte.

—í,Por qué? —Porque V. está esperando á mi señorita y mi seño­

rita no puede salir. —lEstá enferma? —i Quiá! Está detras de las cortinillas riéndose de V. —¡,Demi? —Si, señor, de V., porque es V. un melón que eStá ha­

ciendo el oso. —ir Quieres ganarte una peseta? —i Vaya un» pregunta! j, A qué estamos? —Pues toma: y no será la última que te dé, si vaé d i ­

ces la causa dé este recado.

Í83

—PiM la causa 4e este recado, es que mi señorita tie­ne otro novio mejor que V.

—Tú me asesinas, fámula.., —¡Fábula! Asi tan cierto tuviera V. las bolas del

puente de Segovia en el estómago. —i Lola! i Lola! Tú me juraste amor. Yo estoy malo;

yo... —Vamos, señorito, no se apaciente V. —Explieate, díme... i,Quién es el dichoso mortal que

me arrebata ese dulcísimo amor que era mi bella ilusión, mi esperanza, mi alegría, mi dicna, mi gloria, mi...

—Es un comerciante en pimentón y papel para en-golver.

—i Qué desgracia! Tener por rival á un hombre tan ordinario.

—iCómo ordinario, dando veinte ríales de propina! — i Oh poder del vil metal, q\ie encuentras simpatías

hasta en las domésticas! —Usté si que está demestico y tonto y loco y chiflao,

al pretender á mi señorita sin tener un calé; más le va­lia á V. entretenerse en apagar las lamparas que tiene en la levita.

—i Deslenguada! —Sírvante. —Insolente. —Panoli, vaya V. y que lo mate el Frascuelo; y si

fruerve V. á fartarme, le armo el escándalo del siglo, tio tirillas.

La moza viró de proa y dejó al infeliz Casimiro con veinte palmos de boca abierta.

Al dia siguiente en que tuvo lugar el diálogo entre don Casimiro y la criada de Lola, recibió ésta una carta que decia lo siguiente:

< Lola, pensé que usted sola era la mujer constaute, y he sabido que otro amanto ha entrado ea campaña, Lola.

Usted por otro me deja, pero en mi empeflo no cejo: ne de romperle el pellejo

184 annque m« moje la onja.

iNo quiere que la consafirre este amor, que era de miel? Usted me ha dado la hiél, yo la he de dar el vinaífre.

No consiento que mi amor oiuf^na dama denigre, porque mo eonviej to en tigra y mostraré mi furor.

Mas si al Un , arrepentida, olvidando su desvío se acuerda del amor mió, dame una prueba, quArida.

Esta tarde en el Retiro, junto á la casa de Aeras, porque la quiere de veras la espera á usted

CASIMIRO.

Lola, después de morirse de risa al leer la carta, tuvo la debilidad ó la flaqueza de enseñársela al comerciante en pimentón y. papel viejo. El pobre diablo, que estaba más enamorado que Narciso, lanzó, bonito verbo, lanzó una estridente y sarcástica carcajada, pero era la risa del conejo; hacia de las tripas corazón para disimular que el estoque de los celos habia atravesado su tierno y enamorado corazón.

III. Apenas habían abierto las puertas que dan entrada á

los jardines del Buen Retiro, cuando el amante despre­ciado ocupó un banco junto á la casa de fieras, pada suspiro que soltaba el enamorado Casimiro parecía el resoplido de una culo-motora.

Sin saber cómo ni por dónde, se presentó el comer­ciante en pimentón y con voz de relámpaíro, que no to­das han de ser de trueno, increpó, apostrofó, interpeló y reconvino al inocente Casimiro de la manera siguiente:

—¡ Caballerito! tEs V. el mama-sopas que ha dirigido á Loiita esta carta?

—SL^eñor. —Pues se la va V. á comer. —i, Por quóí Yo soy dueño de escribir á quien me dó

la gana.

m5 —Y yo soy bastante hombre para obligarle á que se

coma V. lo que escribe. —Eso lo veremos. —Cuando V. quiera. —No tenemos armas. —Aquí sobran piedras. —¡Hombre! i A pedradas? Eso es muy prosaico. —i Señor mió! Un insulto no es un» razón. Más ce­

bada y monos campanillas. Yo nunea be sido prosaico. —Quiero decir, vulgar, ordinario. —El vulgar y el ordinario lo será V. y toda su casta;

y dése V. prisa á defenderse porque de lo contrario, le machacaré los sesos de un cantazo.

—Yo no puedo batirme de ese modo. —Pues yo le obligaré á Y. —iCómoí —Asi. Y al decir así dio á Casimiro tan estupenda

bofetada, que cayendo sobre el barbeo en que habia esta­do sentado, dejó de existir, quedando tronchado por el espinazo, y tan pronto como lanzó el último suspiro, echó á correr, llegó á su casa, anunció su muerte á la familia, y con la mayor frescura se fué derechito al cam­posanto; ya hay uno menos.

Al dia siguiente recibió Lola una carta confeccionada con las palabras siguientes:

"Incandescente señorita: Yo soy muy bruto. Ayer, en Un arrebato de celos, asesinó al caga-tinta que le mandó á V. la carta.

"Hoy conozco que V. no merece mi mano, puesto que su imprudencia me ha precipitado en el crimen.

iiProcure V. tener más formalidad, pues de no hacerlo así, s3 quedará V. para vestir imágenes. No sea V. loca y tome el consejo que la da su exnovio

EuPERTo CAMUESO. 11 Tres docenas de perpequeques y una de sopitipandos

le acometieron á Lola al enterarse del trágico nn que habia tenido el infeliz Casimiro.

De tanto llorar se quedó ciega (lo que puede el amor),

186

y esta imprevista desgracia fué, como si dijéramos, el cacbete que puso fin á la existencia de la atolondrada pollita.

Esto me recuerda los versos de una antigua tonadilla que dicen:

La mujer que á muchos quiere suele sin nadie quedar.

Y no ocurriendo otra cosa, termino estos renglones poniendo fin.

M. P. El Flaco.

SUENO DE AMOR. OAMBLO.

Asomada al balcón estaba siempre embebida en prniundos pensamientos, sa cabeza Inclinada sobre el bombro

¡cuánto estaba sufriendol Pasan las boras en mortal angtistia,

el sol exhala su fulgor postrero, T negras dMes de siniestra forma

oscurecen el cielo. —lAdioSI Ha dicboel bombreque la adora;

te quedas con mi amor, tu honra me llevo, ¡jamas te olvidaré, luz de mis ojosl

¡Dios He mis juramentosl T lágrimas, promesas, esperanzas,

absorbidas en un candente beso, se fundieron en esta sola frase:

¡no tardes, que te esporo! Quedóse un corazón roto en pedazos

delirando la vaelta de su duefto, y el sol se puso en tardes Infinitas

¡y el Infiel no habla vuelto! La infellce soñando en su desgracia,

transido de dolor su amante pecho, espera hora tras hora de agonía

lá ventura de verlo. Escucha al fin de súbito pisadas

despertando en su ser dichosos ecos; una luz estremece sus pupilas:

¿es pesadilla ó sueños —¡Es él! ¡Mi bien, mi amor! ¡To que dudaba!...

¡Al Qn te vuelvo á ver, amado Alberto! I alfljar la mirada en su adorado...

;vtij el farol del sereno! Angrel de la Ovardla.

Dar la libertad á otro le cuesta su libertad,.. Sacó un reloj de cadena, por eso á la cárcel va.

188

EFIQBAMA.S. Jnan, cantor de desparpajo

cuya altura es siete pfés, sí le rregfuntaD qué es, responde en seguida:—<Bajo.>

A cierto caco admiró que otro tal con quien robaba,

sin cogerle, contemplaba coD entusiasmo un rel6. —Chavó, ¿por qué te ha chocado? Concttfiosidad le dijo. —Me ba ebocado por lo fijo. Y era que estaba clavado

J. de la Kuente Andrés.

EL CÁNTARO KOTO.

Nifia, ¿& qué ylana ese duelo? ¿Qué tleDes que tan llorosa suspiraa mirando al suelo y te tapas'vergonzosa la cara con el paüuelo^ — Madre... Cuando el alba yi me fui por agua cantando... ¿ Quién me airid ¡ ay de mi! lo que iba á pasarme cuando por agua & la fuente fui? En el pilón , madre mia, bailé sentado un zagal; quince mayos oo tendría... I No he visto zagal igual en toda la serranía!

Mientras llené en la corriente, como el pastoreito estaba ioclinado báoia la fuente, yo... 3in querer... le miraba en el agna transparente. Tenia rubios cabellos que le colgaban en rizos. ¡Y eran sus ojos tan bellos! Azules y antojadizos... ¡Ay, madre. qué ojos aquéllos! Pidióme ^e beber... yo alcé el c&ntaro ea mis brazos... T... i no sé lo que pasó, que el "Ántaro se quedó en la fuente hecho pedazos!

Florencio Moreno Qodino.

Si oyes que la esperanza es don del cielo,

no lo creas, mi vida, que eso no es cierto:

que ese regalo e» de verdades tristes

débil engaho. Y sólo, agradecidos,

1« abren el pecho, los que abrigo no encuentran en bienes ciertos.

¿ Regalo ó burla es dar el cielo, en aire,

lo que nos hurta?...

¡ Ay I Triste del que espera que algo ha.p«nlMo,

que al perderse en el pecho dejó un vacio... ¿Para llenarle

le basta la esperanza 1... I No, porque es airel...

M. Santos Alvarez.

Un abate Ingenioso decía de un hombre que solia comer de gorra, y que era ademas gran murmurador:

—Este hombre no abre jamas la boca sino i costa ajena.

189

EN UN ÁLBUM. NiBa, el cielo es bnen test i^

de que te voy & decir lo que siento, y si eonsigro tu clemencia,,. No lo digo porgue te vas l^reir.

Indecisa mi Ama lucha pasando mil agonías.,. ¿Que te lo diga* ¡Ay, es mucha

tu bondad! Pues bien, escucha, pero, por Dios, no te rias.

Llevo por do quier conmigo... ¡No me deja la emoción continuar! ;Que siga? Sigo. Pues, siento en el corazón... No lo digo, no lo digo.

José Gatremera.

EN UN ABANICO. Una blanca rosa

creció junto & un lirio, y tan cerca, que el viento lijero mezcló sus suspiros. Tormenta ninguna logró desunirlos,

Y abrazados los pobres, murie-en un tiempo mismo. (ron Constancia en amores es raro capricho: ten presente, sí amases a un el cuento del lirio. (homore,

Suarez Sacristán.

EPIGRAMAS.

¿Por qué lloras, dulce amor, casta y pura Leonor? Lloro, seBor, no te asombre, porque he perdido, ¡ oh dolor 1 cuatro letras de mi nombre.

El literato alcocer alabando su saber, gritaba con tal exceso, que se le llevaron preso y asi se dio & conocer.

Entre plata y oro y cobre, nació muy rico Facundo, rico murió y dijo el mundo ¡ se ha muerto Facundo el pobre!

Fué mayoral Juan Zumarre, llegó en alas del prog'reso i sentarse en el Congreso, quiso hablar y dijo: • i Arre!»

F. Martínez Pedrosst.

DOS AMOBES. Le Acia su madre;

— ¿ Me quieres, niha? V respondía ella:

— Más que á mi vida. Llegó el mancebo

y con él la muchacha se fué corriendo.

Luego exclamó la madre muy aflijida:

•- i Dijiste que me amabas mw quo í tu v;d«l...

— No os engasaba, madre, pero 6 el la quiero

más que á mi alma. Y pasaron lijeros

meses y meses, y hoy es madre la ni5a,

y hoy no comprende cómo i UB amante

pueden querer las nihas más que á su madra.

José Eitremera.

.190

LA CARNE.

(ABTfOtII.0 CARNtvOBO.)

Que el hombre en su parte material- es un compuesto de carnej hueso, es cosa que de puro sabida está ya ol­vidada y creo no pueda haber la menor dtecusion sobre esto piunto. En el hombre, pues, la carne juega un papel muy importante y es palabra que ha trascendido á la conversación, siendo hoy una de las más conocidas, ó una de nuestras primeras palabras si Vds. quieren de­cirlo así.

iiQuión no ha oido hablar alguna vez á una suBgra de la atrne de pescuezo, es decir, de su yernoí Cualquiera, y yo mismo certifico de que esa carne es una especie da cordilla, según me han dicho algunos interesados.

Gwrne de gallina se me pone á mí cuando me piden cinco duros, ó cuando un poeta novel se empeña en leer­me sus primeras producciones, ó cuando me pisan un callo, ó cuando, pongo por ejemplo, me pide un amigo un articulo para el Almanaque que está componiendo.

Un poljre soldado os carne de cañón y no hay mozo de cuerda ni zapatero de portal que no lo sepa.

El estudiante que principia la carrera de leyes y al año se empeña en hacerse ingeniero y á los seis meses quiere ser militar, y se le indigestan los libros y se le atragantan los programas, digan Vds. que tiene mucha carne sobro los ojos, según derria una comadre de mi barrio, única en esto de llamar á las cosas por su nombre.

Desde que la carne en contubernio con el mundo y el demonio, se metió á enemiga del alma dando seridi dis­gustos á la tranquilidad del espíritu y á la paz de nues­tra economía, es sabido que no andamos derechos, como también es sabido que la carne es, finca y no me dejarán por embustero los pintores que en cuadrilla han acome­tido á San Antonio, dándonos á conocer sus sudores y trasudores entre media docena de trasgos, malandrines y mu-^hachas bonitas.

La carne de ccéallo, dicen los amateur* que es algo in-

191

sípida, pero acaptable; y cu Paris, cuardo el sitio de los prusianos, el principio más suculento era un plato de jv-^ htes de jamelgo; luego entrabg, el lujo de si era inglés ó normando.

La canie de teatro he oido decir qxie es cara y mala; no sé acerca de este punto nada do mi cosecha que comuni­car á Yds. Relata refero.

La carne valiente es el manjar de los dioses para los gatos.

Los cirujanos podrán decir á Vds. algo acerca de las carnes muertas.

Una señora mstida en carnes,^ una jamona como si di­jéramos, es bnceattn di cardinali para los aficionados.

El misterio de la Encamación es un dogma nada mé-nos de la religión católica.

Hay quien so dedica á cortador de carne y no le va mal. A mí, si le he de decir á Vds. como mejor me gusta la

carne, es en chuletas, y el carnicero de la esquina de mi casa me las da bastante buenas, por más señas.

En Sevilla hay una Puerta de la Carne para lo que us­tedes gusten mandar.

La carne de membrillo es capaz de hacer chupar los dedos á un manco,

Y hago punto en este artículo, que más propio del A l-manamie de la Sisa es de una carnicería,.

Bibí.

Á UNA COQUETA. Arden, señora, en ruestros ojos claros

relá.mpafj'os de amor abrasadores, que, al apagarse en nuhe de rubores, desvanecen mis dudos y reparos.

Animado por vos, resuelve daros trémulo el labio su caudal de amores; y, como escarcha las nacientes flores^ niela una risa mis delirios caros.

iQué espíritu de fuego en vnestroB ojos simula Ihmas de pasión secreta?... i Qué ánffel de castidad, teme sonrojos?

t. Qué meretriz os di6 aa risa inquieta? Y ella responda, oyendo mis enojoá: — ¿Qué culpa tongo yo de sor coqnetaí

S. Rodríguez Correa

192

MI LLANTO. No lloro, niña ingrata, tu desdenes,

ni tampoco por ser muy desg'raciado; ni llore por naberte suplicado, y siempre en vano, que tu leng'ua enfrenas.

No lloro porque tú me reconvienes, ni por ser de tu peclio rtosterrado, ni lloro por estar casi arruinado, pues nada valen terrenales bienes.

No lloro, por desdicha, mi quebranto, por falta de salud , ni por enojo; mas ya que extrañas ()ue mo aflija tanto.

Debo manifestarlo sin sonrojo; es i oh Clori! la causa de mi llanta, l'que... me he metido un dedo por un ojo!

Suarez SkcristajQ.

A ... Nifia de boca

de ricaamisles, de labios rojoi como clavefeg, muestra tus ojo*, niBa grentil,

que son, cuando me mirata sin enojos, dulces y hermosos como el gol de, Abril.

Das á la mente su pensamiento, eres la fuente del sentimiento, vida á mi aliento Tresta tu s*r.

Rio de casto amor, deja al sediento en tu raudal purísimo beber.

Narciso Serra. Ocho dias después de haber sido prohibida por la censura la re­presentación del Turtufa de Moliere, se puso en escena una farsa licenciosa intitulada Scaramuccia rtmit», que fué recibida con aplausos. El rey, qu3 habla asistido á este espectáculo, dijo al salir ul (fran Conde: , » , _„j„

—Quisiera saber por qué los que le han escandalizado de tal moao al ver la comedia de Molfére, no dicen nada de la de esta nocne.

—Seüor, respondió el principe, en Soaramvecia sólo se orenoe a Dios, en el Tartuft le ofende a los devotos.

im

EPIGRAMAS.

A un cesante amigo mió encontré un (lia de invierno: —¿Cóm6 estás? Le dije al punto y me respondió:—Kstoy...fresco

A los toreros. García tlijo, no los purdo ve r ; y con cierta picariza contestóle su mujiir: —Comprendo l a ant ipat ía . . .

A comer pato, Torcuato se fue con Carmen la liella y , aunque él es rumboso, ella parece que pagó el pato.

Letrero que ayer mañana puso en su tienda Romillo: Hítenos géneros d^- lana Para señoras de abrigo.

Liborio C. Porset. *

Preparaba Antón un viaje, y , en medio de sus queliaceres, dijo á Lucia:—Si quieres, te l levaré en mi equipaje. —Corriente, dijo Lucia; mas pon frágil en la tapa. Y Antón dijo con solapa: —En eso estaba, hija mia.

A. García Gutiérrez. *

* # Con su señor don José,

cimi propio de Pastrrwm, riñó Irooíj ayer mañana, y hoy á su nasa se fue.

Por tamuia desventura enferma so encuontrn lr>>ne; y al preg'untarla qué tieno ' contesta:—;Ao ten^o cura!

J. Alvarez llceda. *

* * yue si tema vorpllenza Prejfuntaron A Basilio, nombre do tan raro íngrenio •lie l lama á lo blanca

Y asi ccVitestó el muy sandio satisfecbo de si mismo: —¿Y i.ara qué me hace falta cuando soy de sobra rico?

F. Alvarez Uceda. *

* * —Diz que tieno buena pluma

'e l calíj^rafo Teodosio. —Kl hace muy mala le t ra , pero... su ])luma es de oro.

Gabriel Concillo. *

' Don Pedro Uuiz Romeral pudo en cierta reunión faltar á la educación cor. cierto ruido fatal ; y una vieja que lo oyó muy alegre y muy pequeña, dijo entre t r is te y risueña; —Señores, no he sido yo.

—A Paca vi y me gustó , dijo un chico enamorado: y el iiadre al punto exclamó con razón incomodado. —¡,Con que dices te gus tó? . . . ¡líntónces la habrfts probado! ..

Nicanor Cilla Arranz. *

Cédula para Vichy pidió al alcalde Huper t j , mas éste al ver que era tuer ta , ) i'so las señas asi: • I'^lo rubio, Idanca frente, lioca cbicri, lalji'iS rojns, ilo i bermosisimos ojos, poro uno se encuentra ausento.»

Vi6 on un baile Pedro Roble á una vieja descotada, y dijo a su amigo Estrada: ¿qv;¿ vá que esn vieja es noble? — Hombre, esos son desatinos; ¿por dónde lo sabes y a ? —Quo toda la noche"está enseñando pergaminos.

A. Alcalde Valladares.

13

19<

LUTUII.T.A.

Qiicilon AnlüiiiO Eütana tenga cara de pollino, í vaya A la Caslcllana vestirte de lechuguino como joven esuidiante, nada me importa, adelante.

Que la criada de un marqni Í Wasonc de ser leal, y en la compra sise un real, (si no puede dos rt tres) para vestir elegante, flOíía me imparia, adelante.

Que con grande Indignación ii^a un español gavrcchc: «pena de muerte al liidron aunque tó o robe un broche» siendo el pillo iin gran tunante, -nada mt importa, adtlanle.

Que cualquier aventurero dé voces en una esquina, dlciéndole al mundo entero que i-nllcnde de medicina cuando íóio es un farsante, naila me importa, adelante.

Que diga la prensa entera que don Facundo es un sabio digno lie elevada esfera,

cuando no despega el labio poique solo es un pedante, nada me importa, adelante.

Si .1 lan critica á Romea, á Calvo, á Vico y á Mata, y en el Hspañol desea de iJiimer actor contrata, siendo sólo un comediante, natío me importa, adelante.

Si don Luciano una noche penelra en el Imperial, y convida á troche y moche no teniendo más que un real porqui' el pobre i stá cesante, nada me inporta, adelante.

Que diga un historiador que Séneca fué hortelano, v Sócrates pescador, y Vnltaire americano, y torero Mercadante, nada me importa, ad¡elanle.

Que yo, queridos lectores, para hacer esta letrilla, hiciera cien borradores cuartilla tras de cuartilla, por no encontrar consonante, liada os importa, ¡adelante;

R. ¡Sánchez Outierrez.

EL DANDY. Me levanto á las doce, porque si;

snlifo do rijforosa neglijé: me voy á la Carrera ó al cifé, I) ii la puerta de cas» de Lhardy.

F.iícuentro otros pollitos como yo que tratan como hermano á su papá; ilóime cou ellos airede hajá luciendo una cadpna sin reló.

Jueijo, pierdo y me doy íi Belcebú, y :'ne quedo sin un maravedí: jiero en cambio roo llaman «¡(íoná^. ¿Es Cíe el nombre que ambicionas tú" , ,.,

Boabdil.

l!)a

Un hombre pobre y viejo tuvo que hacer un viaje con su hijo, muchacho de ocho a diez años. Alquiló un burro, y salieron del pueblo el padre montado y el hijo á pié.

A los pocos pasos se encontraron con otro viajero. —¡Vaya un?, desvergüenza! Dijo al verlos: \E\ v'ojo montado en el

burro y el hijo A pié! Apeóse el viejo; colocó al muchacho sobre el asno, y él le siguió. Volvió á encontrar otro viajero. —¡Vaya una crueldad! Exclam ) éste: iBl viejo á pié y el mucha­

cho montado. Montó el viejo con su hijo en el burro, y continuaron de esta

manera. —i Jesús qué atrocidad! Exclamó un tercer viajero. Dos personas

sobro un infeliz burro! Apeáronse el padre y el hijo, y prosiguieron el viaja yendo á pié

detrás del burro. —;Buen par de tontos! Dijo un cuarto viajero soltando la carca­

jada. ¡Los dos van á pié teniendo un burro! iCou cuántas cosas sucede en el mundo lo mismo que con el pa­

dre, «1 hijo y el burro de este cuento!

i Olí, vida guerrera, qué felicidad, ((uó tiempoí aquellos cuándo volverán!

196

UNA ARISTOCRACIA CÓMICA.

En \xn gabinete lujosamente amuebl-ido y al amor de la lumbre de una chimenea de mármol negro, se en­cuentra mal envuelto en una algodonada bata, saboreíir-do una taza de cafe y un rico habano, D. N., actor do gran reputación y empresario al mismo tiempo, de uno de los priucipalo,; teatros de la corie. '

De cuando en cuando, desde la btitaca en que se en­cuentra muellemente tendido, arroja una mirada des­preciativa sobre varios cuadernos manuscritos, que en revuelta confusión yacen encima de un velador que tie­ne al lado.

Son las doce de la mañana: las ultimas vibra/iones de un reló de sobremesa se extinguían, cuando alzándole el tapiz de la puerta de la estancia, apareció un criado diciendo:

—Señorito, un caballero desea hablar con V. —Y iquién es ese señor? —Un joven alto, pálido, con bigote negro.,. —Sí, ya caigo, eso poetastro sentimental que me aco­

sa por todas partes, de quien nunca lae ^eo libre, y á quien me voy ¡i encontrar en ]a sopa el uia menos pen­sado : dils que espere.

—Señor, lleva ya esperando más de dus horas. —Pues bien, que ]>¡i -e,. replio) de mala manera aque­

lla aristocracia de relumbrón. Vendrá á pro.r un tarme por su obra; no la he visto;

pero le diré cualquier cosa por quitármele de encima. Al poco rato un joven de elegantes modales, pero hu­

mildemente ves! ido, penetraba en la estancia. —i.Qué quiere V?... Le preguntó d3 una manera fria

D, N... —Señor, vengo á saber si ha leido Y. la producción

que traje hace cuarenta dias, y si la croe digna de po­nerse en escena.

—Ayer la vi, aunque bastante á la ligera, y encuentro en ella grandes lunares; monotonía en los diálogos, falta

197

de verdad oii las caracteres, lirismo exagerado y otras muchas cosas que no recuerdo..,

—Bien; se corregirán. —No, no se moleste V. en eso. No pienso por ahora

hacer ninguna obra nueva; no quiero exponerme á des­agradar al i lúblico poniendo en escena composicio)ies de autores dc.-!<>ouofiido>;.

Eljóvt'u se queuí) axiourdado cow respuesta tan seca como terminante, y sin poderse reprimir, dejó la estan­cia con los ojos arraados de lágrimas.

Aquel liombre arrancaba de su corazón las más her­mosas ilusiones.

Aquella obra, fruto do sus desvelos y de sus vigilias, era desechada sin leerse, sólo porque su autor era un joven sin recomendación y sin nombre.

¡Sin duda que Bretón,, García Gutiérrez, Zorrilla, Rubí, Eguílaz y toda eso brillante plé3rade de poetas, honra de nuestros dia;;, serian muy conocidos, t¿n!drian un gran nombre, antes de que la prensa ó el teatro les admitiesen sus primera-: obra:;!

Pero dejéinoüOi do rcfiexio}!nr y s'rramos ui cuento. Apena: el d3;g,raci::do j<'>ven aba.'di^;'ara aquella casa,

cuando una elegante berlina, tirada por dos fogosos ca­ballos, se detuvo á la |:uerta.

Un lacayo con el sombrero en la mai:o abrió la por­tezuela y un niño, a.unque con ínfulas de hombre, salt(') al portal.

Su traje, su porte y ^us maneras revelaban á la legua á uno de esos sietemesinos cargantes, ];astiados del mundo á los diez y seis años, de gran pre -unción y de cabeza vacía. A uno de esos Si'Tes que, llenos de preteusione;-, porque en la reunión del conde de F. les aplaudieron cuatro redondillas celebrando el natalicio de la señor;i de la casa, se creen capaces de rivalizar con Dante ó Petrarca.

En fin, uno de esos zurcidores do versos á quien ca­racteriza de este modo un amigo nuestro.

«Majadero sin cunciencU q\iB do autores conocidos

lOJt

los pensamientos floridos escojan con imprudencia, y aquí uua frase mudaníio b aUi un concepto inviniendo van sug obrillDS zurciendo lo bueno á perder echando.»

Pero sio-ámosle, y veamos cómo después de repasar el zaguán, tar;ir3aiido un aria de la Lucía, llega á la iabi ta-tacion del actor, que sale á recibirle con una amable son­risa, haciéndole tomar asiento con una finura que con­tra,.ta sobremanera cOn el grosero recibimiento que Iiizo al jÓTcn que ya conocemos.

—Sr. D. N., ya creo sabrá V. que el objeto de mi ve­nida es el de entregarle esta producción con el fin de que se ponga en escena en uu plazo breve.

—Ei verdad, replicó el actor tomando el manuscrito que el jíiven le presentaba; anoche me habló de ello el marqués de P... nuestro común amigo, y puede V. estar seguro que se repartirá en esta misma semana.

—Gracia^, caballero; y ya que se muestra V. tan de­ferente, le recomiendo mucho que los demás artistas es­tudien y se esmeren eu la ejecución, porque la obra tie­ne e.;cenas de uu interés sumo, y perderán, á no dudar­lo, gran parte de su oí'eoto, si no son interpretada: como yo las he concebido.

—¡Oh! No tenga V. cuidado; eso corre de mi cuenta. Basta que el marqué;, IILT. OJX.I á quien yo debo grandes consideraciones, lo recomiende á V. para que ponga cuanto esté de mi parte.

^Rien , bien... ¡ Ah! Otra cosa. Haga V. que la empre­sa procure que se dscore (.'on lujo y que los trajes sean á propósito, y como la acción del drama lo requiere, por que ya sabe V. que el aparato influyo en gran manera en el éxito do una obra.

—Nada, nada; vaya V. descuidado, (jue no se omitirá sacrificio alguno.

—Corriente; á r;u cargo de V. queda todo. El joven so r4z(') de la butaca, y después de los salu­

dos de (íoslumbre, salió de la estancia acompañado hasta la puerta por aquel hombre, que despreciaba una obra

199 sin verla, y que pouia otra en escena por una simple recomendación.

¡Miserias humanas! Así vemos en nuestros teatros tantas producciones indignas por todos conceptos, tan­tas obras que deben sólo al padrinazgo el honor de verse 6n escena.

Ha pasado algún tiempo; los curiosos se agolpan de­lante de los carteles del teatro que anuncian la repre­sentación de dos producciones nuevas para la noche de aquel dia.

La una se hace sin haber omitido para su represen-tocion gasto alguno, y por actores de primer (')rden; la otra se estrena en un teatro humilde y por artistas casi desconocidos.

Llega por fin el momento do alzarse el telón, y los dos Coliseos se encuentran llenos de un público inteligente y numeroso.

En el de primer orden se representa la obra del reoo-menaado del marqués; en el otro la del humilde jí'iven á luien despidió D. N. de tan mala manera como vimos.

Aquella noche el público, ese juez imparcial, severo é inteligente como ningún otro, empezó á recibir con frialdad y disgusto las escenas de la obra recomendada. Una multitud de alabarderos, pagados por el autor tra-^Ton de aplaudir varias veces, pero la mayoría les im­puso silencio, y la función terminó entre la indiferencia de unos, las punzantes sátiras de otros y el hastio y el cansancio de los más.

Mientras esto sucedía con una obra, la otra alcanzaba ln éxito sorprendente.

Los espectadores aplaudían frenéticos de entusiasmo. ^ el joven autor era llamado repetidas veces á la c'cena " recibir el honor do que era digro.

Desde ac|uella noche tenia un nombre. , La aristocracia Cí'naica que d3scch('i su obra sin leerla, beberá los vientos dentro de poco por poner en escena alguna producción de aquel ingenio que con su cinismo estuvo á punto de agostar.

200

¡Cuánta?! voce.^ han sucedido casos parecidos! ¡Cuántas obrao desee'lada.-: por esas aristocracias có­

micas, que presumen más que saben, lian obtenido feliz y br i l lante éxi to ; y cuántas puestas en escena, por p a -ürina;;go (> dosoo de hacer negocio, han sido relegadas al olvido, después de condenarlas el público la iioche de su estreno!

J. Castellanos.

/ QÜIIÍKO Y NO PUEDO.

¿Querer es poder? Pues quiero hoy unii composición liaror para el AI.SHWQI-E Di n lli.sí, sí, scíior; ;á que la liarí? Vo de hacerla, casi tengo ohilsiicion, pues tengo mucha amistad con su rcñOr editor, que m« presla muchos libros con la paciencia de Job, ayudándome á vlyir en este... stnlv qnn (1), y yo debo, por lo menos, dedicarle una canción. Voy á cantar: tara... ri... ¡huv! iQué gallo tim feroz! No lo fi.era tanto el mismo mismísimo de Morón. ¿Quién me nicle á n-í á cantar tonio^ndo tan mala ynj.j Voy á escribir: paicr nnster. >o hace al cii.'io la oración; dejé la pluma correr '• la pluma la trazó. Mas \o noccsilo versos, un asunto,,á qué, ¿al sol? No, porque e?!á m,iy resentido de tanlo poeta rjimplon como se atreve á ''U cumbre sin temer á J-U calor; y con respecto á cantores (suponiéndome tal ^o), por usar mucho el snl~fen

lien.'in enfado al sol. ¿A la luna?... filen per idem. Si) hay un poeta llorón que (¡irgiéndose ,í ella no la haya llamado .««/, de los mnerlos, lui.a plácida, y no haya ¡i su resplandor extremccido á suspiros de Gibraltar el Peñón. ¿A una estrella? Dígoleft. ¿A qué, á qué? iVoto á bríos! ¿A mi hermosa? ¿Pero qué se le importará al lector de si es fea ó si es bonita la mujer que quiero yo, de si ahora estamos de monos 6 .Í;! hay reconciliación? liso me iiiportará ámí, lo que es al público, no. Pues señor, no encuentro asunto para cantar, .se acabó; yo creo que in mejor es canlar la palinodia, francamente, mi señor don Eduardo Martínez, per óneme u-ted por Dios, porque no t ngo talento para llenar un renglón. ¡Av! Que querer no es poder, un'recién tiifuntn autor ha dicbo: Quiero y no puedo (2) y tiene mucha razón. N. S. Serra.

\h Estoy baldado hace diez y seis aBoa. (2) Quttro y no puedo, comedia de D. Luís de Eguílaz.

íQuicu, que vea esa pareja por el lietiro cruzar,

202

ella, echada hacia adelante, y ( 1 pensando eu qué vendrá, lio envidia la primavera do la vida conyugal'!...

LOS PÁJASOS GORDOS. EL UimSTRO.

Por ol inmenso trabajo de estar tumbado á ' a larj^a, pv.os sólo echar unas firmas es su tarea diaria , t i ene coche, buenos lin^vas y seis mil dur.is de paga.

EL EMPLEADO. Come bien, se da prau vida,

pero trabajar. . . t rabaja como un nepro; k Ir-, oficina se va en cuanto •sale el alba á ocupar su puesto, todos los dias .. eu queliay coVirr.nza.

EL BAHQCERO. Ave de paso, que todos

r e l l en in do oro y de plata; pero suele sviceder que extiende á veces las alas V cuando menos so pipnsa... t oma el tren y se nos larga .

EL QEHERAL. Siempre con irrnn entusiasmo

relatando mil liatsUa?. en las que sctrnn él dice por el se salvo la patr ia , y quejándose de que nunca 1« lian dado una {gracia,

' i f ueá p r qué ti!:ne sus ¡grados? Pues por quft ha da ser , por tran-

(Ka. EL GOMOSO.

No salifi cíisi cscriliir; y ¿acaso le liace eso ray.a para montar k caballo, persefiuir á la? muchachas, t i rar pistoli y florete y otras mil y mil monnüas?

Estudiar . . . oso es muy cufsí.

con echar muchas bravatas , sa ludar á los toreros, hablar á las sur ipantas y paaí r siempre por rico aunque no tenfja una blanca, ya al chico tiene bastante; para ser un sahio, basta.

EL DIPUTADO MINISTERIAL. En el Consrreso va y viene,

dico que sí; bebe «púa con azuearil los, si lba 6 aplaude, ae^un le mandan, pero en cambio tiene á toda su familia colocada.

EL CABERO. Ave fatal, que & los hombres

aterroriza y espanta, y en cuanto uno ae descuida y muy puntual no le pa|^a, sin dar mas explicaciones ei' el arroyo lo planta.

¡Obi iCuándo llo{;arft el dia en que se acabe esa raza y en qno uno pueda vivir ii anquilamente on su casa sin tumor de que el casero ent re donde no le UamMíI

EL CDBA. (Hablo en reíala freneral)

inmensa mole con faldas, de nepro ropiíj"^ viste (iosde los pies á la calva; hablando de reli4fi<)!i. lie hacer su netrócio t ra ta , y jíronlo anatematiza al qua tiene ladesjíracia de hablar en pro del :<rog-re?i0 de la libertad safrrada, ft al que por ser ¡juapa moza miró una vez í su ama.

Justo Sanjuijo y López.

20;!

LA MURMURACIÓN.

FABur.A.

Hay en frente de casa una cotorra,

qne á toilo el vecindario noa alborota.

Mama A PaMo y á Pedro, 4 Luz y ft Kosa;

sabe COITO en el barrio todos 36 nombran.

En su charla muldita, y jerigonza,

á Juan le llama pillo, y A Paz ladrona

Al verse apostrofado, Juan so incomoda,

y !o abre la ca beza con una forra .

Hay en todoí' lo^ barrios murmuradoras^

que el castigo merecen de !a cotorra.

Teodoro Guerrero.

PiCAHO MUNDO.

Si queréis saber lo que es este mundo tan cortf^s, eid con frases sencillas, que yn reduzco & quint i l las las jus tas quejas de Inés.

—Llevo un liijo en mi reg"azo, "las como casada soy, l ad ie cree en mi embarazo,

y este mundo hribonazo dice que hidrópica estoy.

Pero antes de estar casada, padoci de hidropesía; y al verme tan abultada, hasta el doctor "me decía: —Está usted embarazada.

A. Ribot y Fontaeré.

HISTÓRICO.

Un alférez de colegrio, Con ínfulas de erudito, de este modo A unos reclutas '?« mandaba el ejercicio: ¡iJe frente! ¡Sin afectarse!

¡Guardad el paralelismo! ¡La visual al gu ia derecho! ¡Mar... chen an contacto intimo! Y hay, lector, quien asesrura que so enteraban los quintos.

J. Antonio Barral.

MI RETRATO.

Soy eapiñol, cojo y manco, ¿Por dcsíjracia alfro sordo, «'?o más flacf) que ¡rorrio i alfro míis uegvn que blanco; «oy con mis amig-oa franco.

iils'o ambicioso y muy tsrco, ú ser poot;i mo arcrco, y cnmo soy pobre, es claro, llevo un vestido muy raro con un sombrero muy puerco.

Julián Arbolo.

MI

Yn los (Inv.iingos csioy l''oniHlo, lunes y nn'uloí ni) lenk'i un cuarto;

20!

í'.^í^yi^.

IT'ro irn (junilan iuirii lu;sc;ir)e. mii'ic.olc-, jiK'vo.s, ^';í•rru•s y síiliiiúos.

i". Si'fjrrira.

KPITAiaOS.

Aqni yace Soledail (\}ie murió siendo auu doncella.. ú los dos añoB de edad.

El mozo que aquí reposa 11» era jéven ni doncel, sino mo'^o... de cordel.

A Jesucristo Imitó la nue yace en este nicho: Jesús murió por lostior.iliros, ¡á «lln \a pasó lo mismo!

. — la visliLl: Una ti jera han puesto aq^uí á

(dista. —Este sin dudafué alpim porio-

Lihorlo C. Poraot.

F L O a MARCHITA.

Yo araaha á nuB mujer eshelta, hermosa, de ojos nebros y tez alahasuina,, de mano torneada y nncarlna, poética, r isueña y vajíorusa,

Mfts frag-ante y lozana que una rosa debióla dar el ser Venus príst ina, y su cara apacible y pereí>Tina ia envidiara una Vírpren de Canosa.

.luróme amor, ftjlicidad sin tasa, y t res meses después, mi bien querido, con otro amante huyóse do su casa.

Desde a'inel ilesenEraño tie comprendido que 6l poético amor es flor que pasa dejando al hombre en el dolur sumido.

R. Cid.

MORALEJA.

En nna esquina en -vano un mozo de con'el pasii el verano; liasla qtie al lin, cansado de (^uieUímo, n» halderi o oue carjiar, caréese él mismo.

No hay cosa más i ruel que Ui quietud de un nioí.o do cordel.

F . Moreno Godino.

2ür)

EL CONSCIO.

Baa&ndose en el éter de la esencia, que es baño de placer,

pensaba cierto sabio en la conciencia de nuestro humano ser.

Dando ft tanto pensar al fin reposo, conci«nci* eu si bU8c6

alj-'o desazonado y receloso; pero no la cncontrf).

Dicen i]uo la conciencia huyó ¿el suelo: por eso en mi sentir,

Para el que no la tenffa, es un consuelo saberla definir.

Boalidil.

FÍBULA..

Al salir don Alejo de su casa, dudaba qué sombrero se pondría entre el uuevo y el viejo que tenia: púsose el nnevó, al fln, y a la hora escasa descargó de repente un a^^uacero que acabó con su calira... y su sombrero.

No hubiera tal percance lamentado el bueno don Alejo, si, como yo, tuviera el muy cuitado nada mfts que un sombrero, y ese... viejo.

Josó Marco.

Á LA VEJEZ VIRUELAS.

El hombre viejo, cano y achacoso y enlazado ademas con una hermosa, robusta, sana, joven y {jraciosa, no tiene ni un momento de reposo.

Condonado en el mundo ft hacer el oso no se aparta un instante de su esposa, encontrando motivo en cualquier cosa para mostrarse el infeliz celoso.

Aprenda ol viejo verde está receta si es que vivir tranquilo se propone: no se case con joven ni coqueta:

Porque de lo contrario, ol tal se oxpono 4 que sin ser monarca ni poeta el mundo cualquier dia le corone.

J. F. Saumurtia Aguirre.

2(10

CAMELO. Doidad sublime, que me fascina,

alma del nlma que te adoró, ditno qué dice la ¡folondrina que allá en la fuente más cristalina

su sed secó. Alba paloma de airoso vuelo,

ángel divino, mágica huri, dime tan sólo para consuelo si estft tu patria cerca del cielo

6 Ri est& aqui. —lAy, señor mió! Tenífo notada

que es mucha y triste su ofuscación; las golondrinas no dicen nada... yo soy nacida y empadronada

ahí, en Chinchón. Francisco Arcchavala.

A TIN TIOMBKE EN CANDELERO.

Eres hijo cié un tristo pordiosero; •n la miseria luego te criaste, y merced á tu astucia te elevaste cíusando admiración al mundo entero.

Como tienes honores y dinero, no hay nada ya que á tu amhicion te baste; que hoy halla en ti la ponte que asombrasta lo que se llama un hombre en cundulero.

Mucho el diablo te estima y tú lo quieres, pues tanto á su placer to ha protegido, que te ha trocado en todo cuanto eres.

Lo qun el mismo demonio no ha podido, A pesar de sus mágicos poderes, es hacerte que seas bien nacido.

M. Carrillo de Albornoz.

EN EL ESCOHTAL. iTodn aqui ns srandel Soledad, tristeza,

hori/onle, rocucnlop, poesía; el temnlo (luc los siiílos desafia, la salvají' y foia/, naturaloza.

liondc nii prodigin acaha, el otro cmple7.a; donde el picli» no sienlr, jcextasía; T á Dios el laliio su plegaria envía sin que la volunlad le diga: ¡roza!

207 Ejemplo yWo del orgullo bumana,

aquí Felipe, del francés Iriunfanle, tumba labro, y alcázar sohorano.

Hacer no piído más, y fué bastante, que al enterrar ?u corajon enano, le dló por compañero el de un gigante.

M. del Palacio.

SOKETOS. Te vi y ts amé, y te amo con locur»,

que en tu amor más me abraso cada dia; amarte m&s,Do ¡>uode el alma mía subyujfada á tu amor, á tu hermosura.

Amor que dando pena y araarsrura crece de mes en raes, de día en día,

. y que i. sefi-uir creciendo, mediría lo ménoa cien mil metros de largura.

Apiádete siquiera el crecer tanto, no te burles, por Dios, de mi querella. iHaz que en tus labios tauto amor estrello!...

En tí está el mitigar tai.to quebrauto, tanto, canto te apiade, buri, mi estrellaí... Mira que al suspirar parezco un fuelle.

A. Disz de la Quintana.

* * #

¿Te acuerdas, di, cuando en h selva umbro.«a. contemplando el arroyo plateado, el fulgor de la luna nacarado y el fresco tallo de lozana rosa,

Viraos cruzar, pallarda y voluptuosa, una beldad que me dejó heobizadoV ;.No recuerdas, también, cómo extnsiado quedaste al ver su cabellera undosa?

j No escuchaste ¡fn voz vibrante y pura? ¿No disUnfjuiste cómo poco ft poco se aproximó, radiante de hermosura,

Y un ósculo me dio con afán loco, perdiéndose despuos en la espesura? ¿No le acuerdas, Leun?—Pues... yo tampoco.

Jesús Concillo.

Tres cosas contristan al enfermo: el temor de la muerte, b-s do­lores del cuerpo y la pérdida de los deleitas.

A lo que afladió un poeta la cuarta: —El tenar que llamar al médico.

Si junto á la cliimenea servido con ron el té, u 1 hombre se queda corto

al lado de una mujer, merece quedar más feo de lo que ustedes le ven.

* r ' •~

EXTRACTO DEL CATALOGO DE LA

DE EDUARDO MARTÍNEZ,

SUCESORES DE ESGRiEANO, PRÍNCIPE, 2 5 , MADEID.

(Casa fundiula en Igra. — Antigua librería ie Mellado.)

O a t á l o g o Ntxin. 7 6 .

En esta librería se hallará un completo y variado surtido en obras de

C l e n o l a s n a t u ­r a l e s .

A,r-tes -y o f i c i o s -

Agrlo'ult'u.ra. M e d i c i n a . Jixrlspnxd.exi.ola L e g l s i a o l o x i . ' I > o e s i a r t e l l g l o n . I H e o r e o . D l o o l o n a r l o s . I I>evoolonar*lo&i. Or-a iná t loas . | I V o v e n a s . LilCer-atxira. ' Teatr -o .

Se admiten obras para la venta en C o m i s i ó n t on A . d . m l n l s t r a o l o n y á o a m l j i o .

S i r v o á p r o v l n o i p . ' s todos los pcl idos qne se le hagan.

NOTA. — Los precios indicados á las obras en pri­mer término son p a r a IVladr ld , y los en se­gundo remitidas por el correo á p r o v í n o l a s , francas de porte.— No se servirá pedido alguno a c ue no acompapAiiM-iuiByi ti »ie>Letras de fácil cobro, libranzas deí'GvfliUkAitiMnff'SRttas! ^ franqueo.

210 Armoniís Económicas, por Federico Basliat. VeriioD castellma do

D. Francisco Vila, abogado del ilustre Colegio de Madrid. Consta de un hermoso tomo en cuarto de 53i pigiuas, de esmerada im-preüion, y se vende i 30 rs. en Madrid y 34 en provincias.

Abelardo y Eloísa, por Ortega y Frías. Dos tomos cuarto, holande­sa, 52 y 60 rs.

Ángel de la Guarda (El), por Selgas. Dos tomos octavo, t i y 38 rs. Adela y Teodoro, ó cartas sobre la educación, por Gculis. í'res to­

mos octavo, 2i y 28 rs. Administración de Justicia (De la), por Bravo. Un tomo cuarto, pas­

ta, 6S y TO rs. Agrimensor práctico (£1), 6 sea guia de Agrimensores, por Kscoda.

Un tomo octavo. 18 y 20 rs. Álbum Poé'.íco Español. Un tomo folio, 82 y 36 rs. Alfonso Munio, por Avellaneda. Un tomo octavo, holandesa, <o y

12 reales. Alicia Pauli, por Feval. Un tomo cuarto, 19 y 22 ri. Almanior, leyenda árabe, por Simonet. Un tomo cuarto, pasta, 36

y 40 reales. Almirante de Castilla (El). Tres tomos octavo, holandesa, 14 y 16r>.' Ainadis de Gaula. Cuatro tomos octavo, 40 y 46 rs. Abeja (La). Revista científica y literaria. Dol lomos folio, tela, 120

y 128 rs Antigüedades prehistóricas de Andalucía, por Góngora. Un tomo fo­

lio, 100 y «04 rs. Año cristiano, por Croisset. Diez y ocho tomos octavo, tela, 240 y

260 rs. Afto cristiano, por Croisset. Trece tomos octavo, 130 y 142 rs. Año Eclefiástico (El), por Víllabrille. Un lomo octavo, pasta, U y

16 reales. Atlas de Geografía, por Lopei. Un tomo folio, holandesa, 140 y 148

reales. Atlas ceográlico, histórico y estadístico de España y sus posesiones

de Ultramar, por Elias. Dos tomos folio, pasta, 160 y 170 rs. Atalaya déla Mancha. Siete tomos cuarto, pasta, 100 y IKi^-s. Amor (El), las mujeres y el matrimonio, por Palacio. Un tomo octa­

vo, holanijcsa, ¿O y 22 rs. Ana Buleiia. por Luna. Dos tomos cuarto, holandesa, 6U y 68 rs. Análisis critico de la homeopatía, por Requín. Un tomo octavo, 4 y

6 reales. Anatomía descriptiva y disección, por Fort. Dos tomos cuarto, 64 y

72 reales. Ángel del hogar (El), por Sínu6s de Marco. Dos tomos octavo, 24 y

28 reales. Artista práctico (El). Un lomo octavo, 6 y 7 rs.

211 Arte de cultivar el oHyo, por Payo Vicente. Cn tomo cuarto, 1S y

1t reales. Arto de iiacer Tinos, por Buslamante. Un tomo octavo, 14 y 16 rs. Astronomía física, por Reguero Arguelles. Tres tomos cuarto, holan­

desa, 60 y 68 rs. Atar-Gull, por Sué. Cuatío tomos octavo, holandesa, ii y 1* rs. Biblia vulgata Latina, por Scío. Seis tomos cuarto, pasta, 30(^ y 3Sl

reales. Biblia vulgata Lttina, por Scio. Once tomos cuarto, pasta, 300 y

313 reales. Boletín de administración local y de los pósitos, años 1861, 1861 y

1863. Tres tomos folio, 180 y 19a rs. Boletín oficial del Ministerio de Comercio, Trece tomos cuarto, pasta,

300 y 320 r». Botánica de Linneo. Ocho tomos octavo, pasta, SOO y 316 rs. Baladas Españolas, T-or Barrantes. Un tomo octavo, 10 y 13 rs. Blancos y los aiules (Los), por Dumas. Tres tomos octavo, 13 y 16 rs. Ilesos malditos (Los), por Kock. Un tomo octavo, 4 y S rs. Biblia de la Humanidad, por Micbelet. Un tomo octavo, 13 y 1t

reales. Boca del Infierno (La), por Dumas. Dos tomos octavo, H y 38 r». Bosquejo económico político de la Isla de Cuba, por Torrente. Dos

tomos octavo, 40 y 44 rs. Bosquejo histórico de la política de Espafia, por Martínez de l i Ro­

sa. Dos tomos octavo, 30 y 34 rs. Buffon de los Niftos(Ell. Un tomo octavo, 10 y 13 rs. Colección de Cánones de la Iglesia de España, por Tejada. Siete to ­

mos folio, pasta, 660 y'630 rs. Colección de Discursos, por D. Joaquín María Lopet. Siete tomoi

cuarto, 138 j ISO rs. Cria caballar cn España (La), por Cotarelo. Un tomo folio, 340 y

3S0 reales. Cristianismo (El). Semanario. Dos lomosfolio, 130 y 130 rs. Crítica del Juicio, por Kant. Dos tomos octavo, 30 y 24 rs. Caballero de Calatrava (El), por Vícetto. Un tomn octavo, 4 y S

reales. Caballeros de industria (Los), por lUesca». Dos tomos cuarto, 40 y

44 reales. Caballeros del Firmamento (Los), por Feval. Dos tomos octavo, 8 y

10 reales. Caballeros de la Noche (Los), por Ponson du Terraíll. Un tomo cuar­

to, <6 y 18 rs. Caja de Pandora (La), por Ramirei. Un lomo octavo, 19 y 33 rs. • Calumnia (La), por Escrich. Dos lomos cuarto, no y 59 rs. •'..'imara de la Beina (La). Dos tomos octava, holandesa, 10 y 13 rs.

212 Camínoi de hierro, traUüo práctico del ingeniero, por Mr. TredgoH.

Un tomo cuarto, 1-2 y tí rs. Campeón de la virtud ó el barón inglés, por Reeyes. Dn tomo o c t i -

To, 10 y 43 rs. Cancionero (El), por Baena. Un tomo cuarto, 80 y 84 rs. Cancionero del Esclavo, poesías. Un tomo octavo, 10 y 12 rs. Cartilla frenolAgica, según los últimos descubrimientos de esta cien­

cia, por Sánchez Cumplido. Un tomo cuarto, i rs. Capitanes ilustres j revista de libros militares, por Diana. Un tomo

cuarto, H y 38 rs. Carcelero de IHodigriana ó el nacimiento oscuro de un Rey. Un tomo

octavo, 10 y 12 rs. Causa célebre, acusación y defensa sobre el asesinato de doña Carlo­

ta Pereira. Un tomo cuarto, 5 y G rs. Caridad cristiana (La), por Escrich. Cinco tomos octave, holandesa,

60 y 70 rs. Carolina de UchtAerld, por David Otero. Tres lomos octavo, holan­

desa, 12 y 1* rs, Carla Anónima (La), por Arnould. Un tomo^)ctavo, 4 y 5 rs. Carlas del Cardenal Cisneros, dirigidas á López de Ayala. Un tomo

cuarto, 20 y 24 rs. Cartas del Compadre Holgazán. Dos lomos octavo, 34 y 38 rs. Cartas de Guler á una princesa de Alemania. Cuatro tomos octavo,

pasta, 40 ; 46 rs. Cartas de un viajero, por Sand, Tres tomos octavo, 24 y 26 rs. Cartilla del Cosechero, por Espejo y Becerra. Un tomo octavo, 4 y JS

reales. Catacumbas de los Mártires, por Berlhet. Un tomo cuarto, holande­

sa, 90 y 94 r». Caiaciimbas de los Mártires (Las), por Muñoz Maldonado. Un tomo

cuarto, holandesa, S.'í y GO rs. Catecismo de Agricultura, por López. Un tomo octavo, 20 y 32 rs. Catecismo Agronómico, por Vega Ortiz. Un tomo octavo, 6 y 7 rs. Coiistiluciones vigentes de los principales Estados de Europa, por

U. Rafael Coronel y Orlit y D. Hilari\> Abad de Aparicio. Dos l o ­mos cuarto, 70 y 78 rs.

Cansa formada en 1526 al obispo de Zamora ppr muerta que dio á D. Uendo de Noguerol. Un lomo cuarto, 4 y 5 rs.

Caza del pájaro (Lai, por Jiménez. Un tomo octavo, 4 y S rs. Ciencia de la Hacienda pública , por Jacob. Un tomo cuarto, 30

y 34 r«. Ciencia de la contribución (La), por Pastor. Dos lomos cuarto, 38 y

42 reales. Cinco siglos en un dia, por Villalva. Un lomo cuarto, holandesa, 3S

y 40 rs.

213 Cinco Cartas (Las) b verdades «ternas. Va tomo octavo, 4 y 5 rs. Clave historial, por Florez. Va tomo cuarto, pasta, 30 y 2i rs. Colección de trajes úe la corte cíe Roma. Un tomo cuarto, rústica,

46 y tS rs. Condestable de Castilla (El), por Torrijos, Un tomo octavo, bolandt-

sa, <0 y t2 rs. Conferencias filosófico-polilico-militares, por Vallejo. ün lomo octa­

vo, 1* y te rs. Conquista de Valencia por el Cid, por Costa y Bayo. Dos tomos oc-

lavo, pasta, SKI y 2-2 rs. CoBsideraciones sobre IBS verdades de la religión y los deberes del

cristiana, por Cballoner. Cuatro tomos octavo, iO y ki rs. Cuentos del dia, por Aguilera. Un tomo octavo, 't y 5 rs. Cuentos de Boceado. Estos preciosos cuentos constan de cuatro to­

mos en octavo, y se vende la colección á 16 rs. en Madrid y 48 en provincias.

Culto al Falo j i las demás divinidades presidentes i la generación, por Peratoner. Un tomo octavo, 12 y 44 rs.

Dama de las Camelias, por Dumas. Un tomo cuarto, 43 y 1i rs. Del Turia al Danubio, memorias de la exposición de Yiena, por Na­

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Peratoner. Un tomo oclavo, 42 y 14 rs. Florilegio alfabético, ó colección de romances, por Sbarbi. Un tomo

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reales. Gramática de la lengua latina, por Caldevilla y Sevilla. Un tomo oc ­

tavo, 1» y so re. Gratiani cañones senuini ad emendalurum, por Berardi. Cuatro toa­

mos cuarto, pasta, 120 y 132 ra. Garduña de Sevilla (La), por Solórzano. Un tomo cuarto, 20 y a t rs. Geografía astronómica, (isicá y política (Eleaieutos de), por Gasas-

Deza. Un tomo cuarto, \i y 1t rs. Geografía histórica de España (cuadros de la), por Chao. Un lomo

folio, holandesa, 58 y dS rs Gramática castellana, por Herrain?. Un tomo cuarto, 20 y 34 rs. Galateo Español, por Dantlso. Un tomo ocfSivo, holandesa, 12 y ik

reales. Gallo ; la perla (El), por Mora. Un tomo octavo, pasta, 6 y 7 is . Globo (El), atlas histórico universal de geografía, por Dufour. Un

tomo cuarto, pasia, 76 y 80 rs. Gracias y desgracias del ojo del c .. Un tomo octavo, 8 y 10 r». Gramática Castellana, por Bello. Un tomo |uarlo, 7 y 8 rs. Granada y sus contornos, historia de esta ciudad, por Luque. Un t o ­

mo octavo, 2* y 28 rs. Guía del hahista en España, p o r S . Juan. Un lomo octavo, 8 } 10 rs. Guia del buen ciudadano, por Clart. Un tomo octavo, 8 y 10 rs. Guía del eclesiástico, por Cnrderera. Un tomo octavo, pasta, 11 y 16. Guia del Escribano, por Muro. Tres tomos cuarto, .lO y 58 rs. Guia Legislativa, por Caso. Dos tomos cuarlo, holandesa, 70 y 78 r«. Guía razonad» del cultivador de viñas y cosechero de vinos, por Na­

varro. Un tomo octavo, 10 y 12 rs. Guindilla (El), periódico satírico. Un tomo octavo, holandesa, 24 y

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tro tomos cuarlo, lela, 400 y 420 rs. IVÍstoría de 1). Carlos María Isidro de Borbon. Tres lomos cuarlo,

holandesa, 100 y 110 rs. Uísloria de Inglaleria, por Salas yQuiroga. Un toma octavo, 10 y 12

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reales. Historia del movimiento republicano en Europa, pr i Castelar. Nue­

ve tomos octavo, 90 y 108 rs.

216 Historia natural del faombre ; de la mujer oasadoi, pM Debiy. üii

tomo octavo, 12 y H n . Historia de los Papas, por Beaufort. Cinco tomos octavo, £0 y 70

reales. Historia natural de los pescados del mar, por Linneo. Co tomo cuar­

to, pergamino, 24 y •¡S rs. Historia de Kspaña y de sus Indias, por Gebbard. Siete tomos cnar-

lo, holandesa, 280 y 300 rs. Historia de Fspaña, por Mariana. Diei tomos cuarto, holandesa, 200

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(trin, 280 y 288 rs. Hisioria del levantiimienio, ;;uerra y revolución de España, por To-

rono. Cuatro lomos cuario, pasta, 120 y t32 rs. Hisloria de las Misiones, por Henrion. Cuatro lomos cuarto, hulan-

ílcso, 280 y 286 rs. Hisloria nalaral, por Bnffon. Veinlhrcs tomos cuarto, 2ü0 y 230

reales. Hisloria natural de las Indias, por Oviedo. Cuatro lomos fciio, 2/iOy

260 i-fales. Hisloria de las />rdenes de caballería, por Iñigo y Miera. Dos tomos fo­

lio, 400 y 430 rs. Hisloria or¡,'Snica délas amas de infantería y caballería españolas,

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reales. Hijos de la Fortuna (Los), por Kivera. Un tomo cuarto, 44 y 46 rs. Héctor Fieramosca ó el desalío de Barlelta, pur Ateglia. Cuatro t o ­

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tomo folio, pergamino, 400 y 408 rs. Información sobre el derecho idiferencial de bandera y sobre los de

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