Sociedades rurales, migración masculina y posición de resguardo femenina

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Sociedades rurales, migración masculina y poder de negociación femenino. María Martínez-Iglesias 1 Amado Alarcón Alarcón 2 Resumen Este artículo explica por qué la migración masculina moldea de forma diferente la posición de resguardo de las mujeres que permanecen en las sociedades emisoras rurales. A mediados de los años 90 se inicia una línea temática que investiga en qué medida los flujos migratorios masculinizados del campo a la ciudad modifican o no la autonomía de las mujeres que permanecen en el rural en países periféricos. Los resultados de las diversas investigaciones arrojan resultados contradictorios: mientras que en unas zonas la situación de las mujeres mejora en otras empeora. La ponencia aborda esta paradoja y pretende responder a la pregunta de investigación: ¿qué factores inciden en la diferente dirección de los cambios ante procesos migratorios semejantes? En la ponencia se presentan los resultados del trabajo de campo realizado en comunidades indígenas y rurales de Oaxaca (México) caracterizadas por ser economías de subsistencia en transición y por flujos migratorios masculinizados hacia Estados Unidos. La conclusión general es que el cambio está mediado fundamentalmente por las características y contexto de la sociedad emisora. El trabajo de campo muestra que la posición de resguardo de las mujeres que permanecen en el rural cuentan con varias dimensiones que ayudan a comprehender la dirección del cambio: alianzas femeninas disponibles, división sexual del trabajo previa, fuentes de autoridad femenina, valor de la tierra, obligaciones comunales de las personas que emigran y agentes de intervención (Estado o ONGs) en las comunidades. El trabajo de campo también muestra que variables comúnmente utilizadas para medir la autonomía de las mujeres como el acceso al trabajo remunerado arroja resultados contradictorios. Palabras clave: Migración, desarrollo, indígena, rural, poder de negociación, posición de resguardo, género 1 Doctoranda de la Universitat Rovira i Virgili. Àrea de Sociologia. Departament de Gestió d´Empreses. Facultat de Economia i Empresa 2 Profesor titular de la Universitat Rovira i Virgili. Àrea de Sociologia. Departament de Gestió d´Empreses. Facultat de Economia i Empresa

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Sociedades rurales, migración masculina y poder de negociación femenino.

María Martínez-Iglesias1

Amado Alarcón Alarcón2 Resumen Este artículo explica por qué la migración masculina moldea de forma diferente la posición de resguardo de las mujeres que permanecen en las sociedades emisoras rurales. A mediados de los años 90 se inicia una línea temática que investiga en qué medida los flujos migratorios masculinizados del campo a la ciudad modifican o no la autonomía de las mujeres que permanecen en el rural en países periféricos. Los resultados de las diversas investigaciones arrojan resultados contradictorios: mientras que en unas zonas la situación de las mujeres mejora en otras empeora. La ponencia aborda esta paradoja y pretende responder a la pregunta de investigación: ¿qué factores inciden en la diferente dirección de los cambios ante procesos migratorios semejantes? En la ponencia se presentan los resultados del trabajo de campo realizado en comunidades indígenas y rurales de Oaxaca (México) caracterizadas por ser economías de subsistencia en transición y por flujos migratorios masculinizados hacia Estados Unidos. La conclusión general es que el cambio está mediado fundamentalmente por las características y contexto de la sociedad emisora. El trabajo de campo muestra que la posición de resguardo de las mujeres que permanecen en el rural cuentan con varias dimensiones que ayudan a comprehender la dirección del cambio: alianzas femeninas disponibles, división sexual del trabajo previa, fuentes de autoridad femenina, valor de la tierra, obligaciones comunales de las personas que emigran y agentes de intervención (Estado o ONGs) en las comunidades. El trabajo de campo también muestra que variables comúnmente utilizadas para medir la autonomía de las mujeres como el acceso al trabajo remunerado arroja resultados contradictorios. Palabras clave: Migración, desarrollo, indígena, rural, poder de negociación, posición de resguardo, género

                                                            1 Doctoranda de la Universitat Rovira i Virgili. Àrea de Sociologia. Departament de Gestió d´Empreses. Facultat de Economia i Empresa

2Profesor titular de la Universitat Rovira i Virgili. Àrea de Sociologia. Departament de Gestió d´Empreses. Facultat de Economia i Empresa

 

 

1. Introducción

¿Cómo afecta la migración masculina a las mujeres que permanecen en el rural? El artículo aborda

esta pregunta mediante el estudio de dos comunidades indígenas rurales, zapoteca y mixteca, en

Oaxaca (México) donde los hombres migran de forma continuada hacia Estados Unidos. El motivo

para escoger esta zona es que el estudio de los procesos migratorios mexicanos hacia Estados

Unidos ha sido históricamente clave en la elaboración de nuevos marcos teóricos, como la Nueva

economía de las migraciones laborales (Arango, 2003) y porque a pesar del exhaustivo estudio de

estos flujos migratorios algunos debates académicos, importantes para la intervención pública,

siguen irresueltos.

Casi la mitad de la población mexicana que migra hacia Estados Unidos es de origen rural (Albo y

Ordaz, 2011) y el 13,5% de los que cruzaron la frontera en 2012 afirman hablar un dialecto o

lengua indígena (COLEF, 2012). De Oaxaca procede el 5,4% de la población migrante

internacional mexicana con una fuerte presencia de zapotecos y mixtecos de origen rural. En

Oaxaca, el 78,8% de las personas migradas internacionalmente (mayoritariamente a Estados

Unidos) son hombres (INEGI, 2010). Este movimiento de oaxaqueños del rural hacía las ciudades

o hacía la migración internacional se engloba en un procesos más amplio. Se calcula que en los

últimos 50 años se han desplazado en el mundo del campo a la ciudad alrededor de 800 millones

de personas (FAO, 2009) y que estos movimientos se han incrementado debido a las políticas de

liberalización de la producción agrícola que se han llevado a cabo a partir de los 80 en América

Latina, y de la que México también forma parte (Bartra, 2012). El éxodo rural es una parte

prioritaria de la agenda internacional, así como de importantes estudios académicos dirigidos a la

intervención política (FAO, 2013; ILO, 2013)

A pesar de que gran parte de la literatura sobre migraciones se ha centrado en las sociedades

receptoras y en las causas que propician la migración (Ribas, 2004), el análisis del vínculo entre

migración y desarrollo de la sociedad emisora posee entidad propia en las discusiones académicas

y se ha ido evolucionando de forma separada a las discusiones más generales sobre teoría

migratoria centrándose en el debate sobre la existencia o no de un vínculo entre migración y

desarrollo. Este debate ha estado polarizado hasta finales de los 80 bajo dos posturas: optimista y

 

 

pesimista (Taylor, 1999; Cortes, 2008; De Haas, 2010) emparentadas con paradigmas e implícitos

ideológicos contrapuestos en la teoría social (funcionalismo vs estructuralismo) y en la teoría del

desarrollo (desarrollo equilibrado vs desarrollo asimétrico) (De Haas, 2010). Las versiones

optimistas procedentes de la economía y del paradigma neoclásico ven en la migración un factor

de equilibrio y desarrollo donde ambas zonas se benefician (Lewis, 1954; Todaro, 1970). Mientras

que la visión pesimista, generalmente desarrollada desde el paradigma marxistas, apuntan que la

migración no desarrolla las zonas emisoras sino que genera dependencia con las zonas receptoras

perpetuándose su situación de pobreza. A partir de la década de los 90, se multiplican los estudios

de caso y las conclusiones se vuelven más complejas y calidoscópicas; se alejan del equilibrio y la

dependencia como las dos únicas soluciones al debate sobre migración y desarrollo. Es también a

partir de los 90, con el cambio de paradigma en las ciencias sociales hacia marcos teóricos de

rango medio donde la familia como unidad estratégica en los procesos migratorios ocupa un lugar

central en los estudios sobre migración y desarrollo. Las investigaciones sobre women left behind

son una parte importante de este debate; ¿es la migración masculina un factor, sea directo o

indirecto, también para el desarrollo de las mujeres? La feminización del campo (Deere, 2005;

Lastarria- Cornhiel, 2006) debido a la migración masculina, sus consecuencias negativas y su

potencialidad para el empoderamiento femenino, son preguntas centrales en las agenda política

internacional y en las investigaciones que intentan entender el vínculo entre migración, desarrollo

y género (Pruitt, 2009).

La literatura académica muestra algunos patrones comunes al estudiar lo que ocurre con las

mujeres rurales en origen: cuando los padres migran son básicamente las madres las que se

encargan del hogar, en algunas regiones la migración masculina no implica que automáticamente

las esposas sean cabezas de familia porque son integradas en la familia extensa del marido, la

distancia migratoria de los esposos incrementa la posibilidad de separación y la autonomía y

empoderamiento de las mujeres no está presente en todos los estudios de casos, parece depender

del contexto y los valores culturales (Cortes, 2007). Sin embargo, la literatura no ofrece una

respuesta sobre qué tipo de contextos y valores culturales modifican en una dirección positiva o

negativa la autonomía de las mujeres. Algunos estudios de caso muestran que la ausencia de los

esposos ha generado un mayor poder de negociación en las mujeres (Goodson-Lawes, 1993;

 

 

Khaled, 1995; Jolly et all, 2003; Pribilsky, 2004; Zachariah, 1999, Rao, 2006). Mientras que otras

investigaciones concluyen que la migración masculina no sólo no ha incrementado la autonomía

femenina sino que ha empeorado su situación económica y emocional o que los cambios son

calidoscópicos (Hondagneu-Sotelo, 1994; Davis, 2001; Parreñas, 2005; Erman, 2001; Bever, 2002;

Frank y Wildsmith, 2005, Hirsch, 2007; Menjivar y Agadjanian, 2007; Lamichhane, 2008, Radel,

2010). Lo que si puede concluirse que la migración masculina no explica por sí sola cambios de

signo positivo en las posición de las mujeres en la sociedad emisora: Concerning changes in

traditional gender roles and women?s empowerment the evidence is still limited for arriving to

general conclusions; case studies in countries where women have limited access to work outside

their homes show that migration itself does not change prevailing power relations. But there are

also examples of increased independence of these women. (Hugo, 1994) citado por Cortés, 2007)

Entonces ¿qué enfoques teóricos y dimensiones concretas han de ser tenidos en cuenta a la hora de

entender las diferentes direcciones que adoptan los cambios?

Para dar respuesta a esta pregunta se ha realizado la revisión bibliográfica de 40 estudios de caso,

tanto de procesos migratorios actuales, como de casos históricos ya finalizados como el siciliano

(Reeder, 2003), o el gallego (Soutelo, 2005) o el portugués (Brettel, 1986) que tienen como objeto

de estudio las mujeres que permanecen en el rural tras la migración masculina internacional. A

partir de esta revisión podemos extraer algunas conclusiones. En primer lugar, la migración

masculina modifica la situación de partida pero reorganiza de forma diferente la sociedad emisora

dependiendo de la posición previa de las mujeres en ella. En segundo lugar, podríamos afirmar que

aquellas sociedades donde las mujeres ocupan una posición más independiente con respecto a sus

maridos, donde son posibles herederas, donde existe una división sexual del trabajo menos rígida y

una concepción del honor más laxa deja a las mujeres en una posición menos vulnerable y

promueven cambios más rápidos de signo positivo. Mientras que aquellas sociedades en las que las

mujeres, como esposas, ocupan una posición más dependiente de sus maridos, o compiten con otro

tipo de alianzas (madre-hijo migrado, hombre migrado-comunidad,…) los cambios positivos se

retraen o no acontecen. Estos enunciados generales están matizados por tres dimensiones

contextuales: la intervención de agentes externos a la sociedad rural (Estado, ONGs,..), la

aparición de grupos organizados de mujeres, y el valor o devaluación que adopta la tierra en la

 

 

sociedad de origen. Los estudios de caso que se han analizado para este artículo proceden de

disciplinas muy distintas, desde la economía a la antropología, y utilizan marcos teóricos diversos.

En general las variables explicativas que se han utilizado para medir la autonomía femenina están

vinculadas a procesos de individualización de las mujeres y de su acceso al espacio público:

educación, trabajo remunerado, movilidad, gestión pública de asuntos familiares o pertenencia

lugares públicos de toma de decisión. Estableciendo una causalidad cuasi lineal entre acceso al

trabajo remunerado y una mayor autonomía de las mujeres sin valorar como el contexto y las

normas sociales redefinen eses cambios. En esta investigación se ha aplicado un marco teórico

basado en los modelos de negociación procedentes de la economía, que han introducido el género

y han sido revisados para dar cuenta de las especificidades de ese tipo de negociaciones

intrafamiliares. Se ha utilizado un modelo que se apoya en el modelo de conflictos cooperativos

diseñado por Amarty Sen pero que ha sido ampliamente debatido, desarrollado y modificado

dentro de la economía feminista (Katz, 1997 ; Beneria, 2008 ; Agarwal, 1997). Bajo este enfoque

la familia o los grupos domésticos son consideradas unidades donde convive simultáneamente la

armonía y el conflicto. Citando a Bina Agarwal las unidades domésticas o las familias: are

recognizably constituted of multiple actors, with varying (often con? icting) preferences and

interests, and differential abilities to pursue and realize those interests. They are arenas of (albeit

not the sole determinants of) consumption, production and investment, within which both labor

and resource allocation decisions are made.

Se incluye en el modelo de negociación una valoración de las dimensiones objetivas de

desigualdad de las personas que forman la familia midiéndose según las diferentes capacidades y

funciones de las personas (acceso a sistema sanitario, alfabetismo, vida activa en la comunidad,

acceso a retribución, Pero el modelo de negociación que se aplica también consta de una

dimensión cultural que permite reinterpretar los cambios que haya podido generar la migración,

por ejemplo, el acceso al mercado laboral y a una remuneración propia, y entender sí

efectivamente ubican a las mujeres en una mejor posición de negociación dentro del contexto. En

las sociedades muy patriarcales donde la doxa de género, aquello que no se puede negociar, es

muy rígida las mujeres que acceden al mercado laboral pueden ser castigadas informalmente por la

 

 

comunidad y su familia. Así lo recogen Kalpana Ram (1989) para una comunidad pescadora en la

India donde las mujeres que acceden al espacio público y tienen un salario son consideradas

masculinas y su comportamiento lejos de servir de modelo es rechazado por sus propias hijas.

En el siguiente apartado, Teoría migratoria y unidades domésticas: invisibilidad, armonía y

negociación, se muestra los diversos papeles que ha jugado la familia como unidad de análisis en

las etapas del debate irresuelto entre migración y desarrollo. Y se profundiza en las dimensiones,

conceptos y debates de algunos modelos de negociación que han sido especialmente diseñados

para aprehender las especificidades de las relaciones de género en la familia. En el aparto 3,

Metodología para medir la posición de resguardo y el poder de negociación se describe dónde se

ha realizado el trabajo de campo y que métodos se han utilizado para obtener la información y

analizarla. En el apartado 4. Cambios en la posición de resguardo de esposas, madres y

hermanas se analiza cómo la posición de resguardo se ha modificado o no tras la migración

masculina incluyendo relaciones (madre-hijo, madre-hermana) que han sido poco exploradas en la

literatura de women leftbehind. En el apartado 5, El estado y el Programa Oportunidade se analiza

como el programa estatal Oportunidades, dirigido a las familias y cuyas ayudas económicas se

transfieren a las madres altera la migración masculina y el poder de negociación de las mujeres.

1. Teoría migratoria y unidades domésticas: invisibilidad, armonía y negociación.

La familia, como unidad de análisis, no siempre ha ocupado un papel central en los marcos

teóricos que analizan el vínculo entre migración y desarrollo. Durante los años 60 y 70, el

paradigma neoclásico (elección racional, maximización de utilidad, diferencias salariales,..)

aplicado al estudio de las migraciones fue hegemónico (Arango, 2003). La migración funciona, en

el nivel macro, como un mecanismo de distribución de los factores de producción; la zona emisora

intercambia mano de obra abundante por capital hasta que los salarios de ambas zonas se

equilibran, se corrigen las desigualdades previas y la migración se paraliza. Es un modelo de

equilibrio que presupone el desarrollo y el beneficio de ambas partes; ( Lewis, 1954; Todaro,

1970). En el nivel micro, la unidad de análisis son las personas, actores racionales, que migran

 

 

para obtener un salario mucho mayor que en su lugar de origen. La familia no es objeto de

atención prioritaria porque bajo estos modelos porque el actor principal son los migrantes como

individuos autónomos sin vínculos familiares o comunitarios (De Haas, 2010).

En los años 60 algunos estudios de caso y experiencias de intervención fallidas comenzaron a

cuestionar el excesivo optimismo de los presupuestos neoclásicos de equilibrio y desarrollo

(Penninx, 1982). El cambio de paradigma hacia posiciones histórico-estructuralistas en las

Ciencias Sociales durante los años 70 dio paso a una visión más pesimista de la relación entre

migración y desarrollo (Almeida, 1982; Rhoades, 1979; Lipton, 1980; Reichert, 1981; Rubenstein,

1992; Keely y Tran, 1989). La Teoría del sistema-mundo (Wallerstein, 1974), una re-elaboración

de la teoría de la dependencia, explica que la penetración del capitalismo en países de la periferia

en búsqueda de salarios bajos y materias primas baratas destruye las formas de economía

tradicional, genera desestructuración y pobreza, incrementa la mano de obra desarraigada e

impulsa la migración hacia países centrales, y que este proceso no puede entenderse sin tener en

cuenta la historia del capitalistamo (Portes and Walton, 1981; Sassen, 1988; Morawska, 1990). La

migración por una serie de mecanismo (privación relativa, construcción de redes, cultura

migratoria, desvalorización de la tierra en el rural…) se retro-alimenta, incluso ya independiente

de los motivos económicos que la generaron, y se convierte en un sistema de oferta de mano de

obra barata y desarraigada a nivel mundial: migration is seen as aggravating problems of

underdevelopment (Massey et all, 1990; Sassen, 1988; De Haas, 2010). Los enfoques histórico-

estructurales con su preferencia por los análisis macro no han dejado mucho espacio para entender

que ocurría con las familias cuando uno de sus miembros migraba.

En la década de los noventa el estudio de las migraciones se encuentra con nuevos

descubrimientos teóricos, metodológicos y empíricos. La multiplicación exponencial de los

estudios de caso muestra la naturaleza no determinista de la relación entre migración y desarrollo y

revelan las rigideces de los dos paradigmas anteriores, neoclásico e histórico-estructural, para

explicar la heterogeneidad de la migración. Las opciones optimistas y las pesimistas, con su

insistencia en el desarrollo equilibrado o en la dependencia económica, bien no consideran las

estructuras sociales y políticas en los modelos o bien no dejan apenas agencia a los individuos

 

 

atrapándolos, sin opciones, en las estructuras del capital internacional. Con la aparición del

enfoque transnacional se produce la ruptura con algunos conceptos y a-prioris bien asentadas en

los estudios migratorios; los migrantes se asimilan paulatinamente a la sociedad receptora y

pierden paulatinamente sus vínculos con la sociedad emisora siendo el estado-nación la unidad

geográfica preferente para el análisis. Sin embargo, varias investigaciones muestran que los

migrantes pueden establecer fuertes lazos con su lugar de origen e incluso mantenerse a lo largo de

varias generaciones tal y como ocurre en el caso oaxaqueño para mixtecos y zapotecos (Kisam,

2003; Kisam y Jabocs, 2004; Nagengast, 2000; Fox y Rivera-Salgado, 2009; Palmer, 2011).

Las críticas acumuladas gestan un cambio hacia teorías de rango medio capaces de abordar estos

problemas teóricos y metodológicos. Y aparecen tres enfoques clave para entender el estudio de

las migraciones en la actualidad: New Economics of Labour Migration (Stark, 1991), los

livelihoods approaches y el enfoque transnacional. Estos enfoques poseen ciertas similitudes que

han permitido tender un puente teórico que integra tanto los procesos migratorios en la sociedad

receptora como sus consecuencias en la sociedad emisora, dan más importancia al contexto y

permiten explicaciones matizadas y no unidireccionales entre migración y desarrollo. Resalta

sobre todo su proximidad analítica, al definir la migración como una de las posibles estrategias de

las familias o los grupos para sobrevivir en contextos emisores adversos. Es en esta década cuando

la familia surge como unidad análisis clave en el estudio de las migraciones y como una de las

instituciones clave para equilibrar el peso entre estructura-agencia y entender el vínculo entre

sociedad emisora y receptora que reclamaban los nuevos paradigmas y teorías migratorias en las

Ciencias Sociales.

Pero ¿Qué es familia? ?Cómo y quién decide quién debe migrar? ?Cómo negocian sus miembros

la distribución de las cargas y los recursos? ¿Qué papel juegan las relaciones de género en esa

negociación y en esa distribución? Tanto los livelihoods approaches como el enfoque

transnacional han sido bastante permeables a la introducción de la dimensión de género. Los

trabajos de Ashley y Carney (1990) incluyen la variable género como particularmente importante

para entender las relaciones intrafamiliares. Y el enfoque transnacional cuenta con una sub-línea

que se enfoca prioritariamente en analizar las relaciones de género intrafamiliares especialmente

 

 

en aquellos casos donde es la mujer, como jefa de hogar, la que inicia el proceso migratorio

(Parreñas, 2005; Parella, 2007; Ribas, 2001) Sin embargo de los tres enfoques, la New Economic

of Labor Migration ha sido el más influyente en el estudio de las consecuencias de la migración

en las sociedades emisoras rurales mexicanas, (Arango, 2003). Por eso se ha creído conveniente

establecer el diálogo académico con este enfoque.

La New Economics of Labor Migration supuso un avance con respecto a los supuestos de la teoría

neoclásica, de la que es heredera, pero ha recibido críticas similares respecto a la

conceptualización del grupo doméstico; la familia aparece como un grupo cohesionado donde las

decisiones son tomadas por un cabeza de familia para el beneficio de todos los miembros. No tiene

en cuenta las desigualdades sistemáticas que se generan con respecto a la edad o al sexo en la

asignación de obligaciones y en el reparto de los recursos (DeHaas, 2010). La familia es un grupo

armonioso donde no existe el conflicto o al menos no se introduce como parte central en el

modelo. Este rechazo de la economía hegemónica a introducir la dimensión de género, a pesar de

la sistemática posición de inferioridad de las mujeres en la familia y fuera de ella y de que varía en

los diferentes contextos, se saldó en gran parte con la introducción de os enfoques de negociación

y con implícitos teóricos específico para tener en cuenta las peculiaridades de las relaciones de

género intrafamiliares, como el modelo de conflictos cooperativos (Sen, 1990) o los modelos

diseñados posteriormente desde la economía feminista (Katz, 1997 ; Beneria, 2008 ; Agarwal,

1997).

En los modelos de negociación las personas cooperan en busca de su propio beneficio porque la

ayuda mutua los beneficia a la hora de obtener recursos. Sin embargo, dependen de su poder de

negociación para establecer bajo qué criterios se reparte lo obtenido. El poder de negociación

viene determinado por muchos factores pero uno es especialmente relevante, la posición de

resguardo, que bien estaría si la cooperación cesase. Este tipo de modelos son especialmente útiles

para analizar las familias porque permiten al mismo tiempo categorizarlas como lugares donde

existe la armonía, en la obtención de recursos, y de conflicto, cuando se reparten. Sin embargo, los

modelos de negociación han tenido que ser ampliamente revisados e introducir supuestos nuevos

para que pudiesen ofrecer una visión más realista de cómo funcionan las familias, sobretodo en

 

 

contextos donde existe una gran desigualdad de género y la asimetría de partida es considerable.

En primer lugar, se entiende que en contextos muy tradicionales una de las partes, generalmente

las mujeres, bien confunden su propio interés con el de la familia, desconocen sus intereses

individuales (falsa conciencia) o las normas sociales castigan tanto la defensa de sus necesidades

individuales que no se negocian de forma explícita. Se distingue entonces entre propio interés, y

agencia, una persona puede tener varios objetivos muy diferentes a conseguir su propio bienestar.

La autoridad femenina procede, en algunas culturas, de ser una madre o esposa sacrificada,

ofreciendo a los demás mucho más de lo que se recibe. Esta norma cultural implica para las

mujeres que, en los procesos de negociación intrafamiliar, reclamar bienes materiales de forma

explícita es un tabú que contradice el imperativo cultural de ser una buena mujer. Con la distinción

entre interés propio y agencia se entiende porque una parte de los actores que negocian,

generalmente las mujeres, parecen no hacerlo para su interés personal y cómo las relaciones de

poder previas, el diferente punto de partida de las partes son básicas en los resultados de la

negociación. Otro de los factores que determina la posición de resguardo de las partes y su poder

de negociación es el conocimiento de las contribuciones que realizan a la cooperación mutua. En

el caso de las relaciones de género cabe destacar la diferencia entre contribución real, lo que

realmente aportan las partes, y la contribución percibida, lo que las partes creen que aportan.

Generalmente las mujeres tienen una percepción sesgada de lo que aportan a la familia debido a la

la división sexual del trabajo y la sistemática subvaloración del trabajo reproductivo. Las mujeres,

con un acceso más restringido al mercado laboral y por tanto a una remuneración, contribuyen al

bienestar familiar mediante el cuidado no remunerado de los miembros de la familia

considerándose socialmente una contribución de menos valor. En los modelos de negociación se

asume que las personas cooperan en un contexto donde existen unos derechos legalmente

reconocidos, sin embargo, en las negociaciones intrafamiliares entre hombres y mujeres cabe

distinguir entre el derecho, aquello que la ley reconoce como propio, y la legitimidad, aquello que

las normas culturales asumen como justo reclamar.

Entonces ¿Qué factores determinan la posición de resguardo de las mujeres y por tanto su poder de

negociación dentro de la familia? Esta investigación ha utilizado la operacionalización diseñada

por Bina Agarwal para medir la posición de resguardo y el poder de negociación de las mujeres en

 

 

las relaciones intrafamiliares en contextos tradicionales y rurales (en la India). Este modelo es

especialmente valioso porque a diferencia de otros diseños mide la posición de resguardo

femenina no sólo dentro de la familia sino que la pone en relación con otras instituciones centrales

en la vida social (mercado, comunidad, ONGs y Estado). Contiene al mismo tiempo un listado de

indicadores para medir la situación objetiva de las mujeres (acceso a tierra arable, acceso empleo u

otras formas de retribución, acceso a comunales, acceso a sistemas tradicional de protección

social, apoyo de ONGs, apoyo del Estado), la situación subjetiva (las percepción social del interés

propio y las contribuciones reales y percibidas a la familia) y la situación social (normas sociales

o costumbres establecidas que moldean la negociación). Muy pocos autores han introducido como

variable endógena las normas sociales en sus modelos a pesar de que en el contexto es

imprescindible para distinguir la doxa cultural, lo que no es negociable, y la heterodoxía, aquello

que puede ser modificado. A continuación se detalla qué métodos se han utilizado para

operacionalizar este modelo.

3. Metodología para medir la posición de resguardo y el poder de negociación

En la primera fase de la investigación se ha llevado a cabo un análisis bibliográfico de 40 estudios

de caso. Los objetivos eran varios: conocer que marcos teóricos y variables habían sido utilizada

para medir los cambios que la migración había introducido en las relaciones de género y escoger

aquellas que se considerasen más eficientes para el contexto mexicano. También se pretendía

comprobar si existía ciertas patrones de cambio dependiendo de esas variables.

Tras la revisión bibliográfica y la construcción de hipótesis Se seleccionaron dos zonas rurales del

Estado de Oaxaca con fuertes procesos migratorios hacia Estados Unidos. Se decidió que era

necesario utilizar varios métodos. Para medir la posición de privación relativa objetiva de las

mujeres con respecto a los hombres, se utilizarían algunas fuentes estadísticas disponibles (censos

de población, censos agrarios,...) y un análisis del marco jurídico bajo el que se encuentra la

familia, en parte mediante el análisis de las leyes, en parte mediante entrevistas en profundidad, se

realizaron 2, a expertos de las áreas rurales en las que se realizó el trabajo de campo porque se

aplica el derecho consuetudinario. Algunos cambios objetivos en la posición de resguardo de las

 

 

mujeres (acceso a trabajo remunerado, acceso a comunales, apoyo de programas estatales,...), la

percepción que las mujeres tienen de sus intereses y contribuciones y como las normas sociales se

modifican o no tras la migración masculina se han medido utilizado la entrevista semi-dirigida, se

han realizado 35. A la hora de construir la muestra y a pesar de que la literatura revisada se

centraba casi en exclusiva en las relaciones matrimoniales se decidió entrevistar también a madres

y a hermanas, tras conocer el elevado número de hogares de jefatura femenina, hablar con expertos

y conocer el contexto in situ. Como en las zonas en las que se llevó a cabo el trabajo de campo son

objeto de intervención estatal, mediante el programa Oportunidades o Procampo, y de organismos

internacionales como la FAO, se entrevistó a las personas encargadas de estos programas para ver

en qué medida habían sido efectivos para mejorar el poder de negociación de las mujeres dentro de

la familia.

4. Cambios en la posición de resguardo de esposas, madres y hermanas.

Algunos autores han calificado a la familia mexicana como un sistema cuya estructura y

organización es considerablemente patriarcal; el hombre cabeza de familia ejerce su autoridad

sobre esposa e hijas (Oliveira, 1998; Stromquist, 1998; Massey, 2006). Debido a esta presunción

en las investigaciones sobre migración y desarrollo de las mujeres en origen el vínculo

matrimonial ha sido priorizado como unidad de análisis clave. Sin embargo, hablar de "la familia

mexicana", como si sólo un modelo fuese el hegemónico, es complicado en un contexto donde se

entremezclan tantas culturas, formas de organización familiar y los ciclos familiares son

complejos. Y más en un contexto rural, étnico y pobre como el que se ha realizado la investigación

donde la familia extensa y los hogares de jefatura femenina son importantes en porcentaje (la

jefatura femenina ronda el 40% en la zona de Zoogocho, y el 33% en San Miguel el Grande según

datos del censo del 2010. Un porcentaje muy por encima del nacional que es de un 22%) además

de unidades doméstica claves para la supervivencia de una parte considerable de la población. Así

también se ha demostrado para otros contextos,: existe cierto sesgo en la literatura sobre women

left behind hacia la familia nuclear y el vínculo matrimonial sin tener en cuenta que existen otro

tipo de alianzas familiares disponibles tanto para las mujeres como para los hombres (De la Rocha,

1997; Chant y Campling, 1997; Pauli, 2008; Silva, 2010).

 

 

Sin dejar de ser dos comunidades fuertemente patriarcales, la protección económica y la mediación

con el mundo público requiere la presencia de un hombre, existen otras alianzas significativas

diferentes a la matrimonial. Sin acceso a vivienda, bienes o tierras por herencia, y ofreciendo el

contexto pocas oportunidades económicas para las mujeres que se quedan, la alianza matrimonial

y la alianza madre-hijo son las más importantes para obtener recursos materiales y mediación con

el mundo público.

Aunque esta investigación también se ha tenido en cuenta una que muestras signos de cambio

profundo: madre-hija.

La mayoría de los hombres que migran lo hacen a una edad temprana y aún no se han casado,

establecido una unión libre o tenido hijos, migran como hijos y no como maridos o padres. El

vínculo madre-hijo es de naturaleza fuerte y está motivado por la debilidad del vínculo

matrimonial, el poco poder de negociación que tienen las mujeres como esposas, y la dificultad de

acceder a propiedades, empleo o ingresos suficientes y estables. En consecuencia muchas mujeres

establecen alianzas firmes con su descendencia, sobre todo con los hijos varones, privilegiados por

las normas sociales para adquirir recursos, dinero y mediar con el espacio público. En el caso de la

jefatura de hogar femenina, es generalmente el hijo o los hijos quienes ocupan el papel simbólico

de marido y de proveedor económico. El cuidado-sacrificio que la madre ha realizado en la crianza

de los hijos y durante el matrimonio o la unión libre (abandono temporal o permanente del padre,

infidelidades, malos tratos, alcoholismo, falta de dinero para el consumo familiar,...) tiene como

consecuencia emocional un matrimonio simbólico madre-hijos. En el sistema tradicional de las

comunidades, la autoridad femenina se adquiere mediante la maternidad, con la edad y con el

sacrificio que una haya podido realizar tanto en servir al marido como a los hijos. Son frecuentes

los comentarios de las mujeres de la comunidad hacia esas gringas (esposas extranjeras) que traen

algunos migrantes y que no saben hacer tortilla (torta de maíz base de la comida mexicana), que

no aguantan y se van. En el mundo tradicional, es en el papel de suegra donde las mujeres acceden

a más recursos económicos y de personas a su servicio. Las madres mayores gozan de una libertad

que no poseen las jóvenes debido a que su edad no las hace objeto de cotilleos sobre un posible

comportamiento sexual ilegítimo, que cuestione la capacidad del marido o del padre para

controlarlas.

 

 

4.1 Madres, esposas y remesas.

En la comunidad mixteca en la que se ha realizado el trabajo de campo el tipo de migración que

existe hacia Estados Unidos es de diferentes tipos y una misma persona puede experimentar varios

en sus ciclos migratorios. Los hombres se aventuran a cruzar la frontera varias veces a lo largo de

su vida y lo hacen tanto estando solteros, como hijos, como cuando han formado otra familia,

como esposos o padres. Existe la migración temporal legal, empresas madereras contratan

cuadrillas para trabajar entre 6 y 8 meses en Estados Unidos y Canadá. En estos casos, es

exclusivamente el hombre él que se va y es la esposa la que se queda. En algunas ocasiones los

hombres migran de forma ilegal, utilizando redes vecinales o mediante familiares. En este caso

también el matrimonio se separa; mientras el hombre migra la esposa se queda en la comunidad.

Sin embargo, en las entrevistas la forma migratoria mayoritaria es por etapas, como ya se ha

descrito en otras investigaciones (Velasco, 2007; López y Runsten, 2004) y supone una migración

doble. En primer lugar, el matrimonio se desplaza de forma conjunta hacia alguna ciudad

fronteriza del norte, casi siempre Tijuana donde hay una comunidad mixteca enraizada desde los

años 80, y posteriormente se produce una migración simple, sólo el marido atraviesa la frontera

estadounidense mientras que la esposa ( por diversos motivos) regresa a San Miguel. Existen

pocos casos entre las mujeres entrevistadas, aunque ahora estén en San Miguel y sus maridos

migrados, no se hayan también trasladado con ellos al menos hasta la frontera norte. La población

de mujeres que se quedan en origen son madres y esposas de migrantes, y a las que se ha

entrevistado.

En la zona mixteca la mayoría de los hombres que migran lo hacen cuando son jóvenes; aún no

han formado otra familia y no tienen hijos. La decisión de migrar y su viaje tiene que ser apoyada

por los padres en un sentido crucial, en todas las entrevistas realizadas, migrar necesita de una

inversión de dinero previa lo que implica que se ha de pedir un préstamo bien formal (cajas de

ahorro del pueblo) o informal (vecino del pueblo) para migrar y alguien tiene que avalar ese

préstamo. En todas las entrevistas sin excepción los hombres viajan endeudados. No es extraño

que sean las madres quienes se ofrecen a hacerlo por sus hijos. Mientras el hijo está soltero y

migrado son ellas las que reciben las remesas y se encargan de guardarlas o invertirlas, según los

 

 

deseos de su hijo, hasta que él regrese. El proyecto migratorio exitoso se consolida mediante el

pago de las deudas, la construcción de una casa en el pueblo o la apertura de un negocio que

permita generar ingresos y no depender tanto del campo. La alianza materno-filial se presenta

como fuerte y las mujeres poseen más autoridad como madres sobre sus hijos que como esposas.

Esta alianza con los hijos migrado permite a las madres contar con cantidades de dinero que sería

imposible conseguir de forma directa en el contexto en el que se encuentran. Este vínculo se hace

especialmente importante en la medida en que las madres, siempre mayores de 55 años y aunque

han podido tener algún tipo de remuneración con anterioridad se dedican al cuidado, al campo o a

la agricultura de subsistencia.

Aunque de forma explícita las madres de hombres migrados reconocen que una vez sus hijos tenga

otra familia su alianza disminuye no siempre es así. Las esposas jóvenes que conviven con sus

suegros no siempre reciben ellas directamente las remesas, sino que pueden ser enviadas a la

madre. Aún si el matrimonio ha construido su propio hogar y viven de forma separada a los

padres, la madre mientras el hijo está migrado puede recibir una parte considerable de las remesas,

más incluso que la esposa. Si el vínculo matrimonial de la madre es débil, no existe, o depende en

gran medida del hijo varón migrado los conflictos entre la suegra y la nuera se acrecientan y

pueden llevar a la disolución del matrimonio.

El tipo de migración, tendente a la permanencia en Estados Unidos de la comunidad zapoteca y de

carácter más temporal en el caso de la mixteca, genera que la población de mujeres que se queda

en origen sea diferente. En la comunidad zapoteca los hombres solteros cruzan la frontera hacia la

ciudad de los Ángeles donde hay una comunidad bien asentada de migrantes de la zona. Y es

bastante habitual que utilicen las redes comunitarias, muy sólidas, o familiares para cruzar e

instalarse en Estados Unidos. La mayoría de los hombres migra siendo bastante jóvenes y lo hace

de forma ilegal lo que impide que regresen de forma continuada a su casa e incluso que la

migración se convierta en permanente tras formar una nueva familia en Estados Unidos. Zoogocho

es una comunidad bastante envejecida, con larga tradición migratoria y con una cultura que lo

alienta. Las mujeres que se han entrevistado en este pueblo básicamente son madres ancianas de

migrantes.

 

 

La relación madre-hijo, y la posición de suegra han cambiado debido a la migración permanente o

de larga duración de los hijos a Estados Unidos. Si el destino final de los hijos migrados no es el

pueblo, no construye una casa, no envía remesas para construir su vida de regreso en el pueblo, ni

la esposa o los hijos se encuentran en México viviendo con su madre o controlados por ella, la

naturaleza del vínculo se modifica porque la contribución de la madre a la cooperación es menor.

La alianza estratégica del hijo con la madre, como vínculo confiable mientras se espera el regreso,

se convierte una relación de apoyo y solidaridad, pero donde las madres reciben menos remesas y

donde no cuentan con nueras para que les ayuden en el hogar. En casi todas las mujeres mayores

entrevistadas existe una profunda incertidumbre sobre el regreso de sus hijos. En la medida en que

la forma de producción y organización de la comunidad se ha visto modificada por la migración

también existen algunos cambios estructurales importantes en el vínculo madre-hijo, y en la

posición social de suegra.

4.2 Esposas, vivienda y trabajo remunerado.

Si una de las relaciones más estudiadas ha sido la matrimonial, los aspectos básicos que se ha

analizado para medir la autonomía de las mujeres tras la migración masculina han sido el acceso

de las esposas al mercado laboral o a una mayor autonomía o control de la familia al convertirse en

jefas de hogar. Como también se ha mostrado en otras investigaciones (Cortés, 2007) que el

marido migre no supone que automáticamente las esposas se conviertan en cabezas de familia.

Varias de las personas entrevistadas, las más jóvenes, se habían integrado a casa de sus suegros, o

habían retornado a casa de sus padres tras la migración del marido. Para las esposas jóvenes tener

un hogar propio a partir de la alianza matrimonial es importante; tener su propio espacio y librarse

de la tutela de los suegros es importante para ellas como también han descrito algunas autoras

(Pauli, 2008). Cuando se les pregunta sobre si viven con sus suegros responden: ya pasé por eso,

ahora estoy en mi casa.

En la comunidad mixteca un número importante de mujeres han realizado un trabajo remunerado

mientras su marido estaba migrado. Existen varias razones. La migración es un proyecto hasta

 

 

cierto punto incierto, y los esposos migrados se van endeudados, no envían remesas en los

primeros meses, incluso en algún caso han tardado más de un año, y las mujeres también se

exponen al abandono. Las mujeres se ven obligadas a acceder al trabajo para hacer frente a esta

incertidumbre, les apremia hacer frente a los gastos corrientes de su hogar así como a la deuda

contraída por el proyecto migratorio de su marido. El acceso a una remuneración no significa

automáticamente un mayor poder de negociación dentro de la familia. Lo que podría significar

una mayor posición de resguardo por una mayor contribución económica de la esposa a la

supervivencia de la familia o pagar la deuda del marido migrado, se enfrenta a la norma cultural de

deberle respecto al marido, evitar ser objeto de rumores transnacionales que cuestionen su

fidelidad. La inmensa mayoría de los esposos e hijos que han migrado lo han hecho mediante

redes, sean comunitarias o familiares. Existe cierto consenso en que las redes basadas en lazos de

parentesco, amistad y comunidad vinculan a la comunidad emisora y receptora y proporcionan

una estructura coherente a las poblaciones migrantes (Gurak, 1992) y que cumplen una función

de apoyo que reduce los costes y amplía el número de personas que optan al proyecto migratorio.

Sin embargo, las redes también cumplen otras funciones, mucho menos estudiadas, pero con

implicaciones importantes en el mantenimiento de la estratificación de género tanto en la sociedad

emisora como en la receptora .Las redes prestan estructuras normativas que permiten en buena

medida la reproducción de las normas y valores de la sociedad de origen entre las que se encuentra

el apoyo mutuo pero también la distribución desigual de recursos y obligaciones dependiendo del

sexo. Las redes también re-generan formas de control social. Por ejemplo, Debry (2008) analiza

como a partir de formas de control informal, como el cotilleo transnacional, se refuerzan las

expectativas tradicionales de género en las familias transnacionales mexicanas a pesar de la

distancia o del contacto con otros sistemas de género. Boehm (2008) afirma que bajo el paraguas

de las redes migratorias los roles de género tienden a reproducirse más que a modificarse. En San

Miguel son las esposas jóvenes quienes se encuentran más presionadas por los cotilleos que

ejercen un fuerte control social en su movilidad. La desconfianza hacia las esposas jóvenes

proviene del hecho de que la mayoría de las mujeres necesita de una alianza masculina para tener

acceso a recursos económicos más allá de la supervivencia y para que medie por ellas en el espacio

público. Si el marido migrado o los hijos, porque son pequeños, no pueden proveer esos recursos

 

 

existe la posibilidad de que la esposa se busque alguien que sí pueda.

El abandono del marido migrado en varias de las personas entrevistadas, en la mayoría de los

casos la migración conjunta o individual del marido ha permitido a los matrimonios obtener una

vivienda en el largo plazo. Y en un número considerable, tal y como han constatado otras

investigaciones, la migración ha permitido que la familia abran un negocio, normalmente tiendas

pequeñas (comida, refrescos, almacenes,...) que regentan las mujeres. De hecho, varias entrevistas

se realizaron en tiendas mientras las mujeres atendían. El negocio familiar está ubicado en la

misma vivienda del matrimonio y las mujeres simultanean el trabajo reproductivo y el negocio, y

también les permite mayor flexibilidad si cultivan. En qué medida esta mayor visibilidad en la

contribución de las mujeres a la economía familiar ha mejorado su posición de resguardo y su

poder de negociación. A pesar de la evidencia de que las mujeres han experimentado cambios

importantes, la mayoría de las esposas de migrantes tenías la secundario o el bachiller terminado,

regentan un negocio, han migrado con ellos o han accedido al mercado laboral de forma temporal

y por tanto son menos dependientes de sus maridos que lo eran sus madres, una frase se repite en

las entrevistas: yo le guardo respecto a mi marido o hay que guardarle respeto al marido. La

doxa cultural implícita en esa frase es que independientemente de una mejor posición de resguardo

de las mujeres debido a su acceso a cierto grado de autonomía económica, hay servicios (atender al

marido en sus comidas, pedirle permiso para salir, evitar ser objeto de rumores, obedecerle

públicamente,...) y comportamientos (no gritarle o reclamarle públicamente, no humillarlo en su

hombría, …) que no se consideran contribuciones a la cooperación matrimonial, son obligaciones

cuyo rompimiento implica que pueda utilizarse la violencia sicológica o física contra la esposa,

violencia que está legitimada culturalmente. Las mujeres no pueden exigir de forma explícita el

mismo comportamiento a los hombres que ellas ofrecen (hacer la comida, fidelidad, pedir permiso,

dar explicaciones, mostrar respeto públicamente, atender a sus invitados,...). Esto explicaría

porque algunos variables como el acceso al mercado laboral, o a una mayor educación se han visto

efectivos en otros países pero parecen insuficientes en el contexto mexicano.

4.3 Madres, hermanas y herencia.

La casa y la tierra en las dos comunidades estudiadas no son solo un medio de subsistencia o

 

 

producción. Poseerlas da entrada a la pertenencia a la comunidad con sus derechos (apoyo en

trabajos agrícolas por parte de los vecinos, fiestas compartidas, servicios comunitarios agua,

alumbrado,...) y con sus obligaciones (dar servicio ciudadano, participar en el trabajo comunal,

colaborar con las fiestas patronales)

La mayoría de las mujeres mayores entrevistadas, en las dos comunidades, no habían recibido de

sus padres ningún tipo de propiedad, exceptuando algún caso donde la mujer era hija única. Sus

posesiones las habían conseguido mediante el matrimonio. Como relatan las mujeres ancianas,

eran los varones quienes recibían la casa y los terrenos porque las mujeres se casan y abandona a

la familia paterna: hacen lumbre en otro hogar. Las mujeres tampoco recibían educación porque

son los hombres los que sirven al pueblo y las mujeres ya tienen a sus maridos. El implícito

cultural es que las mujeres mediante el matrimonio consiguen protección económica y social y no

era necesario invertir en ellas. Sin embargo, la débil posición de resguardo de las mujeres cuando

entraban en el matrimonio lo convierte en una institución de alianza débil para las mujeres. Y a

pesar de ello las mujeres mantienen el vínculo porque el castigo informal de la separación parece

el ostracismo social y la tendencia a culpabilizar a la mujer. Las mujeres entrevistadas separadas lo

habían hecho después de largos años de maltrato físico y sicológico. Sin embargo, la versiones que

corrían entre los vecinos era que estas mujeres o habían malgastado el dinero de las remesas en sus

necesidades (ropa, maquillaje, perfume,…) o no habían sabido cumplir con sus obligaciones como

esposas.

Sin embargo, en las dos comunidades se ha detectado discursos hacia la igualdad en la herencia y

se repiten, a pesar de la distancia entre las regiones, las mismas frases: todos son hijos nuestros,

tanto trabajamos en el campo las mujeres como los hombres,...Son las madres dentro del

matrimonio o los hermanos los que parecen negociar para que parte de la herencia también se

destine a sus hijas o a las hermanas. Este cambio discursivo en los patrones hereditarios está

relacionado con tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la pérdida de valor de la tierra como

factor clave en la producción. La mayoría de las familias cuentan con una economía mixta, parte

de su miembros (generalmente los varones) están asalariados mientras que las otras personas

trabajan el campo y no dependen de él para subsistir aunque cultivar permita a las familias ahorrar

 

 

en alimentos. Sólo en las familias entrevistadas de jefatura femenina o en los hogares más pobres

las personas tienen una dependencia más fuerte del campo para sobrevivir. En segundo lugar, para

los varones que han migrado de forma permanente heredar tierra supone una carga económica

importante. En el caso de Zoogocho la comunidad está sometida al sistema de usos y costumbres.

Pertenecer al pueblo significa que se tienen obligaciones monetarias con la comunidad pero

también se tienen deberes de ciudadano, existe la posibilidad de ser elegido cargo comunitario

durante un año lo que exige presencia en el pueblo, sin importar si la persona está migrada en

Estados Unidos. Existe la posibilidad de ser sustituido como ciudadano pagándole alrededor de

10.000 dólares a un hombre que lo sustituya. Poseer una casa significa tener que visitarla a

menudo, cuidarla y dar cuenta de ella. Se han detectado varios casos donde los hermanos varones

que han migrado de forma permanente acuerdan de forma conjunta dejarles a las hermanas parte

de su herencia, tierra arable o el negocio familiar. Sin embargo, al preguntarle a las mujeres en su

posición de hermanas sí podrían reclamar de forma directa sus derechos o reclamar ante las

autoridades su herencia la mayoría han respondido que no. La norma cultural impide a las mujeres

como hijas o hermanas a no ser asertivas y esperar que los padres o los hermanos decidan darles.

5. El estado y el Programa Oportunidades.

Zoogocho y San Miguel son dos comunidades con un índice de marginalidad medio y son objeto

de intervención de varios programas estatales, como el Procampo, y de varias intervenciones

internacionales patrocinados por organismo como la FAO. Más de la mitad de las mujeres

entrevistadas cuenta con Oportunidades, el principal programa federal contra la pobreza del

gobierno mexicano. El programa ayuda a las familias pobres en comunidades rurales y urbanas a

mejorar la educación, la salud y la nutrición de sus hijos. Bajo los lineamientos del capital

humano las transferencias a las familias sirven para revertir el círculo de la pobreza; las familias

pobres aún conscientes de la necesidad de capacitar a sus hijos para salir de la pobreza no poseen

el dinero suficiente para poder prescindir de su trabajo y enviarlos a la escuela; el programa

compensa a las familias por educar por invertir en su capacitación y dotarlos con las herramientas

suficientes para poder superar su situación. Lo interesante del programa Oportunidades es que el

 

 

pago se realiza directamente a la madre de los niños bajo el implícito de que las mujeres son más

altruistas y poseen un mayor sentido del bien común. El programa genera una serie de

obligaciones de obligaciones a las personas que lo reciben como acudir a reuniones o charlas

informativas periódicas, a la clínica para revisiones médicas,...

Desde su puesta en marcha en los noventa bajo el nombre de Progresa, el programa Oportunidades

ha sido objeto de varias evaluaciones (Adato, 2000; Skoufias, 2005; Escobar Latapí y González de

la Rocha, 2004; 2011) y ha recibido apoyos y críticas desde la literatura feminista (Molyneux,

2006; Escobar Latapí y González de la Rocha, 2004; 2011). Siguiendo a Molyneux (2006) el

programa Oportunidades ha introducido acciones afirmativas con el objetivo de empoderar a

madres e a hijas. El programa fue uno de los primeros en América Latina en realizar las

transferencias monetarias a las jefas del hogar, se incluyó una ayuda porcentual más alta para la

escolarización de las niñas, las madres embarazadas y los niños lactantes eran objeto de atención

médica, y por último, el programa incluía el objetivo de promover el liderazgo de las mujeres que

participaban en Oportunidades (Molyneux, 2006). Las potencialidades de las acciones son varias e

importantes y han sido confirmadas por algunas evaluaciones: la mejora de la educación de las

niñas tiene un gran potencial para aumentar su autoestima y oportunidades en la vida y las

transferencias directas a las madres pueden mejorar la posición de resguardo de las esposas al

contribuir más a la supervivencia de la familia y ser menos dependientes del ingreso económico

del marido. Las mujeres relataron un aumento en su autoestima por contar con algún tipo de

ingreso y eran mejor tratadas por sus vecinos. Apreciaban los cursos de liderazgo comunitario, si

estaban bien organizados pero reclamaban un mayor acceso a la educación formal (Adato et al,

2000).Sin embargo, las consecuencias negativas del Programa también se han señalado. Al igual

que en el caso del trabajo remunerado y dadas las normas sociales altamente patriarcales en

México una mayor contribución económica real de las esposas al bienestar familiar no tiene

porqué ser valorado como tal y no tiene porqué influir en un mayor poder de negociación. En

algunas zonas las obligaciones impuestas por el programa a las mujeres se convierten en una carga

más a la que añadir a su trabajo diario. La crítica fundamental al programa se centra en las

contradicciones que contiene desde su diseño. Si bien incluye medidas de acción positiva su

correcta implementación se asienta en la fuerte división sexual del trabajo que otorga a las mujeres

 

 

la responsabilidad exclusiva del cuidado a sus hijos y redifica su posición social como madres

(Molyneux, 2006)

En las primeras evaluaciones realizadas al programa Oportunidades también se ha intentado medir

las consecuencias sobre la migración y sobre las mujeres que se quedan en el rural. En algunas

zonas se detectado un impacto claro en la disminución de la emigración de menores en edad

escolar. El Programa parece, los estudios son exploratorios, que ha tenido cierto impacto en la

migración de los adultos. La presión de las deudas se aminorada por Progresa a través de los

apoyos monetarios y de los servicios gratuitos de salud, fuerza a la gente a emigrar

temporalmente. Con Progresa nos han reportado varios fenómenos: 1) se retrasan las salidas de

los migrantes, porque hay más recursos, y no se necesita estar lejos tanto tiempo; 2) cuando hay

migración temporal de hombres y mujeres, éstas regresan más frecuentemente al pueblo para

cobrar; 3) ante el riesgo creciente de ir a los Estados Unidos y los recursos del Programa,

disminuye la emigración (Zacatecas); 4) en algunos casos, la presencia de Progresa da más

confianza al marido de emigrar, porque sabe que por lo menos su familia tendrá un mínimo de

apoyo en su ausencia, en caso de que él no pueda enviar dinero; 5) también en Zacatecas,

Progresa cambia la lógica de las remesas porque los maridos prefieren ahorrar todo lo que

pueden y traer sus ahorros personalmente y no hacer remesas que son menguadas por las

agencias y casas de cambio; 6) por último, en un caso un hombre dijo que ahora iba a migrar más

porque su familia ya tenía Progresa (pero no lo había hecho) (Escobar Latapí y González de la

Rocha, 2004).

En las comunidades estudiadas el programa Oportunidades también ha tenido consecuencias

positivas y negativas. La mayoría de las mujeres que contaban sentían que era un apoyo

económico importante para su vida diaria y que algunas de las charlas que recibían les interesaban.

El programa Oportunidades ha permitido que en las comunidades se introduzcan discursos, como

el de la igualdad y el del mismo valor entre hombres y mujeres, que permitan modificar las rígidas

normas culturales que rigen las relaciones de género y que otros medios, como la televisión,

tampoco combaten. Sin embargo, también se quejaban de que el programa tenía demasiadas

obligaciones y les restaba tiempo para otras actividades. Algunas de las mujeres se dieron de baja

 

 

en el programa porque el horario de las reuniones y el tiempo que requería les causaban problemas

matrimoniales. Otras, sin embargo, afirmaban que a pesar de que a sus maridos no les gustaba el

programa, les requería mucho tiempo, ellas no se habían dado de baja porque era una ayuda

fundamental para sus hijos.

Conclusiones

A pesar de que la literatura que explica como la migración masculina afecta al desarrollo de las

mujeres que se quedan en el rural es abundante, está básicamente centrada en analizar la relación

matrimonial. Esta investigación ha tratado de mostrar que dentro del contexto indígena y rural

oaxaqueño existen otras alianzas familiares significativas que las mujeres pueden forjar y que

intentar comprender su dinámica es clave para entender que pasa con las mujeres cuando los

hombres migran. También ha intentado mostrar que en el mundo patriarcal de estas comunidades

no todas las mujeres poseen la misma autoridad y como en algunos casos la migración está

revertiendo estas jerarquías.

Al aplicar un modelo de negociación, que tiene en cuenta la dimensión cultural, y medir la

posición de resguardo de las mujeres desde varias ángulos, se ha intentado mostrar que los

cambios han de verse dentro del contexto y las normas culturales para medir si efectivamente las

mujeres han mejorado su situación sin establecer una causalidad directa entre empleo remunerado

mayor autonomía. Este tipo de matizaciones son cruciales para la intervención pública. Analizar

en el campo como el estado y los programas que están dirigidos a las mujeres más pobres, como es

el caso de las comunidades estudiadas, también son central porque permite averiguar qué lejos se

encuentran los objetivos del programa de cumplirse y que puede hacerse para mejorar la

intervención. En las comunidades estudiadas el programa Oportunidades ha permitido introducir

discursos igualitarios que cuestionan las normas patriarcales rígidas y permitir a las mujeres contar

con algún tipo de recurso económico.

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