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El vidrio en Arqueología Histórica. Casos de estudio en Argentina 109 SOBRE LA DIVERSIDAD DE LOS MATERIALES VÍTREOS EN EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO URBANO. EL CASO DEL “SANATORIUM FLORES” Aniela R. Traba INTRODUCCIÓN En el año 2009 se iniciaron labores arqueológicas en la plaza hoy denominada “El Ángel Gris” (ex “Plaza Aramburu”), ubicada entre las calles Bogotá, Cálcena, Av. Avellaneda y Av. Donato Álvarez, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Figura 1). A partir del comienzo de refacciones en la plaza, las autoridades de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires autorizaron un rescate arqueológico en el lugar. La recolección y excavación se realizó entre abril de 2009 y abril de 2010. En este predio había funcionado desde 1899 hasta 1969 un sanatorio privado para el tratamiento de enfermedades nerviosas o psiquiátricas, llamado “Sanatorium Flores”. A principios del siglo XX, fue uno de los establecimientos privados más reconocidos del cono sur por el desarrollo de tratamientos modernos y ambulatorios, era considerado un establecimiento modelo. El rescate arqueológico en este sitio consistió primordialmente en la recolección de objetos que quedaban expuestos en superficie luego del trabajo de las máquinas retroexcavadoras (Figura 2). Adicionalmente, en un sector donde no se realizarían obras, se pudo plantear una cuadrícula de 1 m x 1 m, que fue excavada hasta los 50 cm de profundidad; además se distinguió la zona donde antiguamente

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El vidrio en Arqueología Histórica. Casos de estudio en Argentina

109

SOBRE LA DIVERSIDAD DE LOS MATERIALES VÍTREOS EN EL

REGISTRO ARQUEOLÓGICO URBANO.

EL CASO DEL “SANATORIUM FLORES”

Aniela R. Traba

INTRODUCCIÓN

En el año 2009 se iniciaron labores arqueológicas en la plaza hoy denominada

“El Ángel Gris” (ex “Plaza Aramburu”), ubicada entre las calles Bogotá, Cálcena,

Av. Avellaneda y Av. Donato Álvarez, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

(Figura 1). A partir del comienzo de refacciones en la plaza, las autoridades de la

Dirección General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

autorizaron un rescate arqueológico en el lugar. La recolección y excavación se

realizó entre abril de 2009 y abril de 2010.

En este predio había funcionado desde 1899 hasta 1969 un sanatorio privado

para el tratamiento de enfermedades nerviosas o psiquiátricas, llamado “Sanatorium

Flores”. A principios del siglo XX, fue uno de los establecimientos privados más

reconocidos del cono sur por el desarrollo de tratamientos modernos y ambulatorios,

era considerado un establecimiento modelo.

El rescate arqueológico en este sitio consistió primordialmente en la

recolección de objetos que quedaban expuestos en superficie luego del trabajo de las

máquinas retroexcavadoras (Figura 2). Adicionalmente, en un sector donde no se

realizarían obras, se pudo plantear una cuadrícula de 1 m x 1 m, que fue excavada

hasta los 50 cm de profundidad; además se distinguió la zona donde antiguamente

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En Traba (ed.). 2012. El vidrio en Arqueología histórica. Casos de estudio en Argentina. Editorial Académica Española

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relevamiento de las fuentes históricas disponibles, para intentar aproximarse a la

materialidad de las actividades acontecidas en este sitio de funcionalidad específica a

lo largo del tiempo.

Figura 2. Imágenes de la Plaza “El Ángel Gris” (ex Aramburu).

Tareas de refacción y recolección de hallazgos arqueológicos.

A continuación se realizará una breve descripción histórica del sitio y del

funcionamiento del establecimiento.

EL SANATORIUM FLORES

El Sanatorium Flores (Figura 3) fue el primer establecimiento modelo en su

género con el que contó Argentina, dedicado al tratamiento de las afecciones

mentales desde 1899 (Martinez 2005).

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Argentina recién en las últimas décadas del siglo XIX, siendo que previamente la

relación entre la “locura” y la criminología era la moneda corriente. Las condiciones de

reclusión de “dementes” hacia la mitad del siglo XIX en Bs. As. eran bastante precarias:

“la Sociedad de Beneficencia llamó la atención sobre las mujeres dementes alojadas en

la Cárcel, sujetas con cadenas a la pared o metidas en el cepo (…)” (Ingenieros

1920:187). Es así que a partir de la década de 1880 comienzan a especializarse las líneas

de patología mental, y se inauguran los primeros establecimientos para el tratamiento

específico de alienados, como el Hospicio de las Mercedes (Schávelzon 2006).

La institución durante sus comienzos estuvo a cargo del profesional “alienista”

(especialista en “alienación” mental) Antonio Agudo Ávila Gorlero, quién aplicó las

últimas modalidades en tratamientos psiquiátricos. Un grupo de médicos especialistas

y estudiantes de medicina habitaban en el mismo establecimiento que los pacientes,

en el cual se habían suprimido las celdas y chalecos de fuerza, por un tratamiento

psicoterapéutico progresista basado en el uso de la música, los paseos, el contacto con

los familiares, y la aplicación de hidroterapia, electricidad, inyecciones de suero, etc.

Este tipo de instituciones en nuestro país, y la creciente preocupación por parte

del Estado acerca de las enfermedades mentales fue una consecuencia directa del

desarrollo de los movimientos higienistas de fines del siglo XIX, sumado al

desarrollo de la psiquiatría como especialidad en el país, y a la gran afluencia

poblacional a las grandes ciudades, producto tanto del crecimiento interno como de la

masiva inmigración europea: “Desde esa fecha [década de 1870] comienza a

predominar entre las asiladas de la Convalecencia, lo mismo que entre los del

Hospicio de las Mercedes, la población extranjera, coincidiendo ese hecho con la

(Figura 4). A su vez, se incorporó como servicio de la institución la educación a niños

con retrasos mentales, mejorando el método implantado en Francia por Burneville

(Martínez 2005).

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Figura 5. Los elegantes salones del Sanatorium

(Diario “La Nación” 1915, extraído de Martinez 2005)

La arquitectura del Sanatorium Flores seguía los modelos constructivos de

Francia y Alemania, con instalaciones de gran confort y nivel (Figura 5). El sanatorio

contaba, entre otras comodidades, con un gran hall, un comedor para señoras, un

amplio jardín y parque, un salón de recreo para hombres, un gimnasio, y dormitorios

de primera clase, inclusive con habitaciones para los familiares que quisieran

pernoctar en el lugar mientras visitaban a sus parientes (Martinez 2005).

La excelencia de este establecimiento era bien reconocida en la época, como lo

demuestran comentarios como los que se pueden encontrar una guía de visita a la

Argentina de 1914: “For some time there have been several Sanatoria established in

Buenos Aires, very comfortably fitted up, and with everything necessary for the care

of the invalids. The Following are some of the principal Sanatoria: (…) Sanatorium

Flores, for nervous and mental diseases, calle Avellaneda 1862 (…)” (A. Martinez,

1914:140).

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A la par de estos lujosos establecimientos, sobre todo privados, destinados a

pacientes de los sectores más acomodados de la población, también se encuentran las

instituciones estatales, cuyas deficiencias presupuestarias ya comienzan a generar

preocupación entre sus administradores. Es así que en varios documentos enviados al

Director de la Asistencia Pública, Dr. Eugenio Ramirez, se realizan pedidos de

suministros de drogas y otros insumos como algodón, por parte de hospitales

municipales como el Rawson (Archivo Histórico de la Ciudad 1890). Es en este

contexto histórico general que se enmarca el funcionamiento de la institución aquí

tratada.

En lo que respecta al Sanatorium Flores, tras el fallecimiento del doctor Ávila

en 1913, el establecimiento queda bajo la dirección del Doctor Gonzalo Bosch y

como subdirector, Arturo Mó. Bosch estuvo a cargo del sanatorio hasta su defunción

en 1967. La institución siguió aplicando durante todo ese período los últimos avances

médicos en la especialidad. A partir del año 1967, la nueva administración no logró

hacer frente a la competencia con otros establecimientos y siguió un estado casi total

de abandono. El Sanatorium de Flores cesó sus actividades en 1969, y fueron

desalojados tanto el edificio como el parque circundante (Martinez 2005).

Hacia 1975 los vecinos del lugar elevaron quejas al municipio reclamando su

intervención y el saneamiento del predio, que contaba con 18.000 m2, construcciones

deterioradas y una gran proliferación de ratas. Poco después, una cuadrilla derribó

paredes, techos y columnas, desmalezando e higienizando toda la manzana. En 1980

el predio fue expropiado por la dictadura al Sindicato de Luz y Fuerza, y luego la

comuna trabajó en los terrenos para construir un nuevo paseo público, convirtiendo la

manzana en una plaza, inaugurada bajo el nombre “Teniente General Pedro Eugenio

Aramburu” (Martinez 2005). Hoy en día, a partir de la intervención de la Legislatura

porteña se realizó el cambio de nombre (perteneciente al ex dictador) por el de “El

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Ángel Gris”, en homenaje a la leyenda barrial que originó la obra literaria de

Alejandro Dolina, y se llevaron a cabo las refacciones mencionadas anteriormente

que incluyen un patio de juegos inclusivos

En cuanto al sitio Sanatorium Flores, a partir de la recolección de los objetos

expuestos en superficie (Figura 7), se lograron recuperar materiales arqueológicos de

distintas clases, además de los vítreos: cerámicas (lozas, porcelanas, cerámicas rojas

y gres, representando mayoritariamente platos, tazas, ollas y botellas de agua

carbonatada), materiales de construcción (teja, baldosas, azulejos), metales varios,

óseos, y en menor medida líticos. El conjunto total presenta en rasgos generales una

cronología que abarca todo el período de ocupación del sitio, desde la segunda mitad

del siglo XIX hasta la actualidad (Camino 2012). En este trabajo se presentará el

análisis del conjunto de artefactos vítreos, el cual constituye la mayor proporción de

los materiales recuperados en el sitio. El objetivo general será estudiar las

particularidades del registro arqueológico proveniente de un sitio de funcionalidad

para niños con distintos tipos de

discapacidad.

LA MATERIALIDAD DE UN SANATORIO

A partir del panorama presentado previamente en base a la bibliografía y las

fuentes históricas, surge la pregunta sobre qué tipo de registro arqueológico resultará

de un sitio como el mencionado. Es esperable que un establecimiento como este

presente una materialidad especial, que refleje su funcionalidad específica. A estos

efectos, se pueden mencionar como antecedentes los estudios realizados en el

Hospital Moyano (Schávelzon 2006) y en el ex Instituto Nacional de la Nutrición

(Schávelzon 2007), cuyo registro arqueológico presenta particularidades, si bien con

distintas cronologías, que son muy claras en cuanto a la funcionalidad del lugar.

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referencia del Centro de Arqueología Urbana (FADU - Universidad de Buenos Aires)

y del Museo de Farmacia "Dra. Rosa D’Alessio de Carnavale Bonino" (FFyB -

Universidad de Buenos Aires), y del relevo de bibliografía y fuentes históricas. Se

prosiguió con la medición de distintas variables de interés, como tipo y segmento de

la pieza, medidas, sección, color, decoración, superficie, etc. A su vez fueron

estudiados rasgos definidos como diagnósticos (partes, marcas de fabricación,

inscripciones, tipo de producción), los cuales permiten establecer ciertos parámetros

sobre la procedencia y cronología de los artefactos (Traba y Ansaldo 2011).

Resultados

Los materiales se ordenaron en distintas clases artefactuales a partir de sus

características tecno-funcionales, resultando representadas las siguientes categorías:

botellas, frascos, elementos de laboratorio y farmacia, vajillas y elementos

decorativos/ luminarias, vidrios planos y otros (Gráfico 1). También hay presencia de

fragmentos no identificados y de escorias o vidrios muy deformados, resultado de la

exposición del material a altas temperaturas, específicamente del horno incinerador

del sanatorio; la presencia de termoalteración, en distintos grados, se evidencia en el

11% de la muestra (Figura 8).

El conjunto general presenta por su parte, distintos niveles de fragmentación,

que se corresponderían con los distintos procesos acaecidos en el predio a lo largo del

tiempo, como ser el descarte in situ, la incineración de basura y los procesos post-

depositacionales.

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piezas. Por un lado, hasta el momento se ha trabajado mucho más sobre los conjuntos

de botellas que sobre cualquier otra clase de objetos, con lo cual contamos con más

herramientas para una datación más precisa en dicha categoría. Por otro lado, también

debe recordarse que si bien contamos con información sobre la historia tecnológica

de las distintas clases de artefactos, al encontrarnos con contextos del siglo XX el

estudio se hace mucho más dificultoso. Esto se debe primordialmente a que a partir

de este momento histórico la producción de las manufacturas en vidrio ha alcanzado

prácticamente en su totalidad la fabricación por medios automáticos, lo cual las

homogeniza en gran medida, dificultando una distinción temporal más precisa ante la

ausencia de otros indicadores como marcas o inscripciones. En base a estos factores,

la adscripción cronológica se dividió en categorías temporales acumulativas.

Lo primero a destacar es la total preponderancia de las piezas correspondientes

a lo largo de todo el siglo XX. Esto es particularmente notorio en las vajillas, para las

cuales se puede postular una relación directa con las actividades llevadas a cabo en el

Sanatorio, representando en un 9% objetos pertenecientes a las primeras décadas del

siglo XX, momento de apogeo del mismo. La presencia de copas, vasos y fuentes de

vidrio serían congruentes con cierto nivel de elegancia en actividades cotidianas

como la comida. A estos efectos, se encontró un fragmento del cuerpo y borde de una

copa, con una fina decoración grabada, cuyo diseño es consistente con los artículos

de cristalería promocionados en la famosa tienda Gath & Chaves, presentes en el

catálogo de 1922-1923 (Gath & Chaves 1922-1923) (Figura 12). El resto del siglo

XX es evidenciado en esta muestra en particular por los platos “Rigopal”, con su

característico color opalino, producidos por las Cristalerías Rigolleau a partir de la

década de 1940 (Lucarelli 1993).

En cuanto al conjunto de frascos, el estudio de sus características morfológicas

se realizó en base a la comparación con colecciones de referencia del Museo de la

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Farmacia (FFyB, UBA), con el catalógo de la fábrica Papini & Cia

Si bien el resto del conjunto total de materiales hallados en el sitio no ha sido

estudiado aún en profundidad, a grandes rasgos es congruente con la cronología aquí

propuesta, con una preponderancia de los artefactos correspondientes al siglo XX

(Camino 2012).

(1912) y con la

bibliografía disponible. Estos elementos pertenecen en su casi totalidad a

contenedores de productos medicinales y químicos (Figura 10). Alrededor del 27% se

corresponde con una cronología entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del

XX, es decir que las piezas más antiguas son congruentes con los inicios del

funcionamiento del establecimiento.

Por último, el grupo de las botellas es el que presenta mayor amplitud

cronológica. Por un lado, se puede plantear que en tanto contenedores genéricos de

bebidas (alcohólicas y no alcohólicas) pudieron ser producto tanto de las actividades

del sanatorio, como de otras relacionadas a las ocupaciones previas del terreno; esto

explicaría la presencia de piezas de mayor antigüedad, como las botellas negras

inglesas típicas de la década de 1870. Por otro lado, es llamativa la gran proporción

(41%) de estos artefactos que se ubican entre finales del siglo XIX y las primeras

décadas del siglo XX. Si bien no hay que descartar la posible influencia de sesgos en la

recolección de los objetos dado el contexto de rescate, aparece representado un

importante componente relacionado a la ingesta de bebidas, particularmente de vinos

y/o aperitivos en dicho período (los cuales, además, se consideraban con propiedades

medicinales, como se puede apreciar en varias publicidades de la época (Figura 14)).

Entre las piezas que se acercan más a la segunda mitad del siglo XX, en

contraposición, abundan los fragmentos de bebidas gaseosas y aguas, con una

importante proporción de ejemplares de color transparente, y en mucha menor medida

de colores verdes, con indicaciones de haber pertenecido a bebidas alcohólicas.

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PALABRAS FINALES

En este trabajo se ha llevado a cabo un estudio orientado a indagar sobre el

desarrollo de las actividades cotidianas en un establecimiento de una funcionalidad

definida. Se puede concluir que el registro arqueológico de esta clase de sitios

expresa en su materialidad la función particular del lugar, como así también el

período de su funcionamiento. Si bien se contaba con datos históricos que informaban

sobre este contexto, se plantea la utilidad de los artefactos vítreos a la hora de inferir

actividades específicas acontecidas en un sitio. Por otra parte, también aportan datos

para la datación tanto de los objetos en sí, como del contexto arqueológico que los

contiene, si bien en este caso, dadas las circunstancias del rescate arqueológico, no

pudieron llevarse a cabo excavaciones sistemáticas para evaluar las características

estratigráficas del depósito. Finalmente, sumado a estas dimensiones en las cuales el

análisis de los artefactos vítreos puede contribuir a la arqueología de tiempos

históricos en general, se presenta aquí un caso que ejemplifica la diversidad de

objetos de esta clase que pueden encontrarse. El registro arqueológico vítreo tiene

una gran heterogeneidad, que excede a los conjuntos de botellas, las cuales

constituyen el eje analítico de la mayoría de los trabajos publicados hasta el momento

en el tema. Como se mencionara al principio, esto probablemente sea consecuencia

de varios factores, por un lado su ubicuidad en el registro de distintos contextos

arqueológicos (tanto urbanos como rurales), y por el otro, nuestro mayor

conocimiento sobre su historia tecnológica, como así también la más amplia

bibliografía disponible de todo el mundo sobre el tema. A pesar de las significativas

contribuciones realizadas a partir de esta clase de artefactos, sería importante

comenzar a abordar con la misma profundidad el resto de categorías de objetos de

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vidrio, para evaluar la información que puedan aportar a la interpretación

arqueológica en su especificidad.

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a todo el equipo del Proyecto Arqueológico Flores por su trabajo

cotidiano. También mi agradecimiento al Museo de Farmacia "Dra. Rosa D’Alessio

de Carnavale Bonino" (FFyB-UBA), especialmente a su director Rafael Mora, quien

demostró una gran predisposición para contribuir en esta investigación. Finalmente, a

Cristina, Ariel y Eva por su ayuda.

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