Ruina y demolición urbana en relación al campo intelectual y artístico de la China de la reforma...

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Ruina y demolición urbana en relación al campo intelectual y artístico de la China de la reforma Xavier Ortells-Nicolau Universitat Autònoma de Barcelona Estudios de Asia Oriental Grupo de Investigación InterAsia Centre d’Estudis i Recerca sobre Àsia Oriental (CERAO) Imagen: Lois Conner, Qianmen, Beijing, 2008

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Ruina y demolición urbana en relación al campo intelectual y artístico de la China de la reforma

Xavier Ortells-Nicolau

Universitat Autònoma de Barcelona Estudios de Asia Oriental

Grupo de Investigación InterAsia Centre d’Estudis i Recerca sobre Àsia Oriental (CERAO)

Imagen: Lois Conner, Qianmen, Beijing, 2008

Tras la larga historia de la representación de ruinas en la pintura europea, en que sirvieron a la meditación sobre el fugacidad de todo lo sublunar y la futilidad de los esfuerzos humanos, las ruinas adoptan nuevas connotaciones con la modernidad tecnológica, que afecta la formación de ruinas en dos frentes relacionados: por un lado, con la mayor destructividad de la maquinaria bélica, y por otro lado, con los nuevos medios de producción de imágenes (fotografía y cine), que aceleran su representación y expanden el radio de su reproducción y difusión.

La modernidad afecta también los principios estéticos, que buscan responder a las nuevas experiencia generadas por la tecnología y la urbanización. Como analizó Marshall Berman en su clásico libro All That is Solid Melts into Air, la modernidad supone una forma de experiencia vital (del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida) que promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo, pero que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Es un universo en el que, siguiendo la cita de Berman del Manifiesto Comunista, "todo lo sólido se desvanece en el aire".

Una de las formas en que la experiencia de la modernidad se manifiesta es en la figura del constructor o desarrollista (que para Berman se epitomiza en la segunda parte del Fausto de Goethe), el que quiere transformar el viejo mundo y erigir un nuevo orden basado en el progreso. Para ello, debe primero derruir, aplanar el terreno, convertir el mundo en una tabula rasa donde pueda escribir con libertad, lo que, traduciendo la metáfora, conlleva levantar fábricas, apartamentos, nuevas formas de organización social; trazar carreteras, vías de ferrocarril, así como nuevas estructuras de gestión del trabajo, los recursos, los afectos, los odios.

Alessandro Magnasco, Banditti at Rest, 1710s

Centro de Dresde, destruida por bombas incendiarias arrojada por la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial

El ADN de esta modernidad tecnológica conlleva–acaso necesita–su exportabilidad. Tras los repetidamente invocados 'cinco mil años de historia', profundas transformaciones alteraran la solidez de la cultura y sociedad chinas, 'deshaciendo' instituciones y valores que se percibían eternos y sustantivos.

Los reformistas de principios de siglo XX entienden su tarea como la de construir a partir de una vasta ruina, la de su estático y retrógrado país, herido por las violentas sacudidas de la injerencia extranjera y las implosiones internas, y enfermo por los continuos remiendos y parches con que se ha tratado de recuperar. "Lo que necesitamos son destructores que traigan reformas”, dirá Lu Xun; personajes como Nietzsche, Tolstoy and Ibsen, pedirá Liang Shuming, que destruyan y barran con todo lo antiguo que obstaculiza el camino del cambio. No es casual que el contexto de esta llamada de Lu Xun en favor de los 'destructores de viejos caminos' sea un ensayo escrito en ocasión del colapso de la pagoda Leifeng, en el lago Oeste de Hangzhou. La mentalidad de los tiempos será pues de derribo (chaicheng de sixiang).

Lu Xun, “Otra discusión sobre la pagoda Leifeng” (再论雷峰塔的倒掉), publicado en la revista Yusi 语丝, núm.15, 6 de febrero, 1925

Esta mentalidad destructora llega a su clímax en el pensamiento de Mao Zedong. En su ensayo “Sobre la Nueva Democracia”, escrito en Yan'an en 1939, se sientan las bases del principio de “Destruir lo viejo y establecer lo nuevo” (pojiu lixin):

Estas culturas reaccionarias sirven al imperialismo y a la clase feudal, y deben ser barridas. De otro modo, no será posible construir ninguna nueva cultura. Sin destrucción, no hay construcción; sin contención, no hay flujo; sin reposo, no hay movimiento.

En manos de los Guardias Rojos, esta actitud apuntará tanto objetos físicos (templos, esculturas, textos) como espirituales, los llamados ‘cuatro viejos’ de las costumbres, cultura, hábitos e ideas.

Derribo de un arco en Tsinghua, Beijing, 1966, y un poster publicado durante la Revolución Cultural

La nación en ruinas: la Primavera de Pekín

Al finalizar la Revolución Cultural, y con el retorno de los jóvenes a las ciudades y la relajación política y cultural, las ruinas toman otro matiz. La revolución se percibe como un cataclismo que ha dejado el país–su cultura, su autoestima, sus ciudadanos–en un estado ruinoso. El cuerpo social, literal y figuradamente, se ha hecho añicos.

En el primer número de la revista Jintian, publicación muy importante en el desarrollo de nuevas corrientes experimentales en la poesía, se incluye un relato corto de Bei Dao/ Zhang Zhenkai titulado "En las ruinas" (Zai feixu shang). El relato describe un tal Wang Qi, profesor de la Universidad de Pekín, quien ha sido acusado de espionaje y contra-revolución y repudiado por su hija, y planea suicidarse. El lugar escogido es el Antiguo Palacio de Verano, el Yuanmingyuan, destruido en el contexto de la Segunda Guerra del Opio, icono del lado más sangriento y violento de la historia de China.

Frente a él se halla la historia de China, una historia que retrocede siglos, incluso milenios. Tanta arrogancia y tantas revueltas, tanta disolución e injusticia. Ríos de sangre: montañas de esqueletos, ciudades suntuosas pero desoladas, palacios y mausoleos, ejércitos marchando bajo un vasto cielo; el hacha manchada de sangre que pende de una guillotina; una sombra desplazándose sobre el mármol pulido de un reloj de sol; montones de manuscritos polvorientos en una oscura habitación; el tañido lejano de las campanas de una medianoche sin fin...todo ello es lo que constituye esta ruina. Y sin embargo, la historia emprenderá una camino desde aquí que la dirige al ancho mundo.

Para Bei Dao y otros de sus contemporáneos, las ruinas de la sección del del Yuanming Yuan llamada Haiyang Tang, los edificios diseñados por jesuitas en estilo occidental, reflejan el destino del país: heredero de una larga historia de civilización y de destrucción, ha llegado al presente destrozado, estéril e inerme. Pero a la vez, como atestigua la última frase del citado párrafo, en el vibrante espíritu de esa Primavera de Pekín, se siente que la historia se ha puesto de nuevo en marcha, y que este estado ruinoso es transitorio.

Hayamos una paralelo muy interesante en la moderna lectura de las ruinas que hizo Walter Benjamin. En sus Tesis sobre la Filosofía de la Historia, Benjamin habla, a partir de una pintura de Paul Klee, del Ángel de la Historia, que el mirar hacia atrás, percibe la historia humana como una ininterrumpida cadena de catástrofes, cuyos escombros se amontonan irremisiblemente a sus pies. Simultáneamente, y de manera acaso similar al profesor del relato de Bei Dao, quien finalmente decide seguir viviendo, el ángel de Klee/Benjamin se ve impelido no obstante hacia el futuro por una tormenta que Benjamin equipara a la fuerza del progreso. A diferencia de los reformistas de la Nueva Cultura, no digamos ya del maoísmo, a finales de los años 70 el impulso no es de continuar la destrucción, sino de trabajar idealistamente en pos de la regeneración de la nación.

Paul Klee, Angelus Novus, 1920, Acuarela, tinta china y tiza

En el marco del Grupo de las Estrellas (xingxing), que aglutinó los artistas plásticos más experimentales a final de los 70, Huang Rui creó una serie de óleos que ilustran esta dinámica y simbolismo. En primer lugar, unas estilizadas ruinas del Yuanming Yuan constituyen su funeral, pero estas se antropoformizan, transformándose en un grupo que se duele y abraza, en el Último Testamento. Finalmente, convertidas en una mano ya plenamente humana, las ruinas se elevan hacia el cielo en el Renacimiento del Yuanming Yuan.

El funeral del Yuanming Yuan 圆明园: 葬礼, óleo sobre tela, 1979

El último testamento del Yuanmingyuan 圆明园: 遗嘱, óleo sobre tela, 1979 El renacimiento del Yuanming Yuan, 圆明园: 新生, óleo sobre tela, 1979

Nueva economía y las ruinas de la cultura

Tras la crisis, post 1989, del proyecto modernista caracterizado por el idealismo intelectual y el liberalismo político, y el afianzamiento, en los años 90, de las reformas económicas y un nuevo contrato social basado en las oportunidades para el enriquecimiento, las ruinas inevitablemente mutan y cambian sus implicaciones. Serán ahora las voces críticas con la dirección de los cambios sociales las que recurran a la ruina y el escombro: el intelectual de la llamada nueva izquierda, Wang Hui diagnosticará que "tras el declive del pensamiento de la Nueva Ilustración [de los años 80], nos encontramos con sus restos; en esas ruinas se asienta un mercado capitalista que traspasa las fronteras nacionales". En la jerga intelectual, se hablará de riesgo de ‘colapso’ (bengkui, bengta) de los valores y del sentido de totalidad social, de una sociedad cuyas convicciones espirituales se tambalean y fracturan (posui).

Un ejemplo significativo se encuentra en la conversación inaugural del llamado “debate sobre el espíritu humanista”, con el que un grupo de intelectuales atacó la comercialización de la cultura y la profesionalización de intelectualidad, titulada significativamente “Ruinas en la maleza: la crisis de la literatura y del espíritu humanista" (Kuangye shang de feixu: Wenxue he renwen jingshen de weiji). Asimismo, el éxito literario del momento (pese a ser prohibida debido a su contenido sexual) es novela Ciudad en Ruinas (Feidu) de Jia Pingwa, en la que su protagonista, Zhuang Zhidie, es un novelista polígamo y fetichista que ilustra la decadencia espiritual de sus tiempos, una decadencia que halla su reflejo en una vieja ciudad amurallada (trasunto de Xi'an), figuradamente en ruinas.

Nuevos paisajes ruinosos

Estas ruinas discursivas encuentran su reflejo literal en los escombros que emergen como resultado de los masivos programas de reurbanización en China. Motivados tanto por la ambición de universalizar el ansiado 'pequeño bienestar' o xiaokang, como por los intereses del sector inmobiliario y de gobiernos locales, tales proyectos, de vasto alcance y agresividad, pueblan el panorama urbano de China de ubicuas y duraderas señales: el omnipresente caracter chai ‘demoler’, con el que se anticipa el derribo de una casa, y que, filtrado en el argot urbano (y apropiado por el mismo artista, Huang Rui, que en décadas anteriores imaginaba un renacimiento a través de las ruinas), da cuenta de la progresiva (an)globalidad de China.

Diferentes artistas recuperan cual arqueólogos del pasado reciente la materialidad del derribo (polvo, ladrillos, tejas, barras de acero); otros se sentirán atraídos por la tierra removida y baldía; otros por la demolición progresiva, que abre apocalípticas estampas en el corazón de las ciudades: todos estos elementos, también recogidos por el cine y el documental, forman un escenario visual que refleja la realidad urbana, y a la vez, reflexiona sobre los costes, culturales y humanos, del proceso de integración transnacional.

Huang Rui, Chai-na series, fotomontaje 2010

Yin Xiuzhen, Ciudad en ruinas, instalación, 1996

Sun Yanchu, Obsessed, Beijing, 2007, Copia a la gelatina de plata

Zeng Li, Meishi Street, Beijing, 2006. Fotografía en color

Este itinerario por paisajes e imaginarios ruinosos ha sido naturalmente breve y esquemático. En virtud, deberíamos añadirles, entre otras ruinas, las de los bombardeos japoneses en los años 30, las de la demolición de pueblos y ciudades previa a la inundación de la presa de las Tres Gargantas, o las que, difundidas ampliamente en prensa o el cine, mostraron a todo el mundo la devastación del terremoto de Sichuan en 2008.

No obstante, esperamos haber contribuido a dibujar los complejos contornos de la modernización y globalización chinas, que deben incluir tanto sus luces como sus sombras, sus sueños y sus ansiedades: el desarrollo del xiaokang se ve a menudo amenazado por la sombra de la inestabilidad social y el daluan; el nuevo Beijing olímpico se construyó sobre las ruinas de la vieja ciudad. Acaso eso sea lo que ilustran las fotografías de Yang Yongliang, cuyos paisajes de inspiración Song y Yuan revelan, al acercarnos, nuevos edificios anónimos, grúas, derribo y escombros.

Yang Yongliang The Moonlight, Waning crescent moon Fotografia digital retroiluminada, 2012