Reseña: Alejandro Tortolero, Notarios y agricultores

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127438009 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Valerio Ulloa, Sergio Alejandro Tortolero Villaseñor, Notarios y agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780- 1920, UAM-Iztapalapa/ Siglo XXI, México, 2008. Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 79, enero-abril, 2011, pp. 151-157 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México ¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, ISSN (Versión impresa): 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127438009

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Valerio Ulloa, Sergio

Alejandro Tortolero Villaseñor, Notarios y agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780-

1920, UAM-Iztapalapa/ Siglo XXI, México, 2008.

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 79, enero-abril, 2011, pp. 151-157

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista

Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales,

ISSN (Versión impresa): 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis

Mora

México

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Democrático y el Partido N uevo Progre­sista (ambos constituyen el grueso funda­menta l) y, en mucha menor med ida, losindependentistas. Desde entonces la cul­tura sigue siendo el instrumento de luchacontra la inclusión de la isla como un es­tado más de la U nión Americana y sumantenimiento como un estado libre aso­ciado, esta tus al que se llegó en 1953 yque mantienen desde entonces. Es en lacultura donde radica gran parte de sus pe­culiaridades, de su identidad y de su carác­ter, y es en la defensa de su cultura desdedonde emana la oposición a la esradidad yla just ificación de la existencia y perma­nencia de su nación; un caso peculiar queha convertido a Puerto Rico en una na­ción sin soberanía.

El puente que une el pasado y e! pre­sente perm anece en pie, al menos hastahoy día. Es por ello que el libro que aho­ra reseño es una referencia importante paraconocer e interpre tar el debate que hoy endía se sigue viviendo en Puerto Rico so­bre la identidad y la defensa de la cultura .

En este país, co mo aparece en ungrafiti (2009) de una de las paredes de! Ins­tituto de Cultura Puertorriqueña, en el Vie­jo San Juan, identidad es igual a cultura.

Consuelo N aranjo OrovioINSTITUTO DE HISTORIA, CCHS-CSIC

Alejandro Torrolero Villaseñor, N otarios yagricnitores. Crecimiento y atraso enel campomexicano, 1780-1920, UAM-Iztapalapa/Siglo XXI, México, 2008.

La trayectoria de Alejandro Tortolero esuna de las más br illantes y reconocidasdentro de la historiografía contemporánea

RESEÑAS

en el ámbito nacional. Sus libros e inves­tigaciones se han convertido en puntos dereferencia obligados para quienes estamosinteresados en la historia agrar ia y en lahistoria am biental de México. U no deellos ha influ ido poderosamente en lasnuevas investigaciones que se hacen sobrela cuestión agraria mexicana, me refiero altitulado De la coa a la mdquina de vapor.Actividad agrícola e innovación tecnológicaen las haciendas mexicanas: 1880-1 914, pu­blicado por Siglo XXI Editores en 1995.

Sin embargo, el motivo de estas líneasno es aquel lib ro sino el recientementeaparecido que lleva por título Notarios yagricultores. Crecimiento y atraso en el campomexicano, 1780-1920, publicado en 2008por la editorial Siglo XXI y la Universi­dad Aut ónoma Metropolitana. En térmi­nos generales, Alejandro Tortolero haceen este libro un análisis crítico y puntualde las dist intas visiones y explicacionesque se han elaborado sobre el campo me­xicano, desde la publicación en 1909 delimportante e influyente libro de AndrésMalina Enríquez titulado Los grandes pro­blemas nacionales.

La imagen que construyó Mali na En­ríquez sobre el campo mexicano decimo­nónico en dicho libro fue tan poderosa einfluyente que a partir de sus tesis, expli­caciones y opiniones se moldeó el Estadoemanado de la revolución de 1910-1920y la sociedad agraria que derivó de sus le­yes y políti cas, según nos lo explica Tor­tolero. También influyó en la visión que setuvo del campo mexicano prerrevolucio­nario durante la primera mitad del sigloXX por parte de historiadores, políticos,académicos, artistas e intelectuales nacio­nales y extranjeros, quienes contribuye­ron a consolidar lo que se ha llamado "lavisión tradicional del campo mexicano".

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Esta imagen sobre el campo mexica­no se sinte tiza de la manera siguiente: elescenario rural estaba basado en institucio­nes feuda les, improductivo económica­me nte, poco relacionado con los mer­cados, mayoritariamente au tárquico ytecnológicamente poco desarrollado, do­mi nado por grandes latifundios en pro­piedad de unas cuantas familias, cuyosmiembros eran vistos más como señoresfeudales, interesados más en el prestigiosocial que como empresarios modernos,enfocados en la obtención de ganancias.Enesta imagen las relaciones sociales entrelos dueños de la tierra y sus trabajadorestambién eran de corte feudal: los trabaja­dores de los lat ifundios se parecían másbien a los siervos de la gleba, o muchopeor, a los esclavos de las plantaciones quea los obreros libres y asalariados. El en­deudamiento permanente y el trabajo for­zado eran las principales características deesta relación social,en la cual fue muy im­porta nte el pago en especie al peón, el pa­ternalismo, la tienda de raya, los gruposarmados bajo las órdenes del terratenien­te y de la Iglesia.

Por otra parte, esta imagen se comple­menta con una visión sobre los pueblosindígenas en la cual sus miembros vivíanen comunidades casi homogéneas e igua­litarias en donde la tierra era de propie­dad común y todos los miembros de lacomunidad tenían igual derecho y accesosobre ella para explotarla y subsist ir desus frutos; sin embargo, la explotación y elaprovechamiento de estas tierras por losmiem bros de la comunidad era muy po­bre, con una tecnología muy rudimenta­ria heredada del periodo colonial, cuandono del periodo prehispánico. Según estavisión, a partir de la conqu ista y durantetodo el periodo colonial y el siglo XIX, los

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españoles y criollos con sus haciendas fue­ron despojando poco a poco a las comuni­dades indíge nas de sus tierras para incre­mentar la extensión territorial de sushaciendas y ranchos.

De esta manera, según esta visión tra­dicional, un campo atrasado, el acapara­miento de la tierra, la sobreexplotación yempobrecimiento de la mano de obra in­dígena por parte de los hacendados fueronlos ingredientes que alime ntaron el des­contento y la rebelión entre los habitan­tes del campo mexicano que desembocóen la revolución agraria de 1910-1920.

Esta visión tradicional del campo me­xicano prerrevoluc ionario se sintetiza,como bien no lo dice Tortolero en una fra­se clave de Andrés Malina Enríquez: "Lahacienda no es negocio", y si la hacienda,que era la institución dominante en el me­dio rural, no era negocio mucho menos loeran los ranchos o las comunidades indí­genas. Para Malina Enríq uez la haciendaestaba en la base de la ineficiencia en elcampo y era la causa principal del atrasoeconómico y un obstáculo para el desa­rrollo del capitalismo en México.

A principios del siglo xx poca gentepodía tener un conocimiento tan precisodel campo mexicano como un notario; loanterior viene a cuento porqu e AndrésMal ina Enríquez era notario de su pue­blo natal, ] ilotepec, en el Estado de Méxi­co. Por las manos y los ojos de los notariospasaban casi todas las transacciones im­portantes: testamentos, compraventas debienes raíces, constitución de compañías ysociedades de todo tipo, préstamos, hipo­tecas, arrendamientos, cesión de poderes,inventarios de bienes, etc. De tal maneraque un notario podía tener accesoa infor­mación privilegiada que no cualquier per­sona tenía .

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Esta imagen del atraso agrario se re­fuerza si leemos la crónica de los viajerosde mediados del siglo XIX, quienes cons­tatan que hay un sistema de transportesy caminos muy deficiente, que entorpecey dificulta la circulación de productos ypersonas e impide la formación de unmercado interno a nivel nacional, la faltade instituciones modernas de crédito, esdecir, un sistema bancario que garanticey agilice la circulación de capitales , y laescasez de moneda fraccionaria para po­der realizar las transacciones menudas,como el comercio al menudeo y el pago desalarios en las haciendas.

Dada la fuerza y la coherencia de estaimagen sobre el campo mexicano decimo­nónico no es raro encontrar, como nos lomuestra Tortolero, que esta imagen se re­pita continuamente entre los historiadorescontemporáneos de manera acrítica y sinmucha información de primera mano.

Los trabajos de Alejandro Torto lerohan contribuido a derrumbar esa visióntradicional del campo mexicano que do­minó en la historiografía, la literatura, elcine y el arte casi hasta la década de 1980,a partir de estudios muy min uciosos, conuna amplia base documental provenientede archivos locales, regionales, naciona­les, internacionales y de los mismos ar­chivos de las haciendas o de las familiasdescendientes de los hacendados porfiria­nos. Tortolero nos dice que dicha visiónes una imagen errónea del campo mexica­no que tiene su origen en el modelo dehacienda que construyó Andrés Ma linaEnríq uez en 1909.

Sin descartar totalmente lo que MalinaEnríquez sostenía, pues el modelo pro­puesto por este autor puede correspondera determinadas zonas y regiones de Méxi­co donde el atraso económico fue cr óni-

RESEÑA S

co, Tortolero nos sugiere hacer un análisismás riguroso desde la perspectiva regional,debido a que durante el periodo colonialy durante el siglo XIX, el desarrollo econó­mico y social fue muy diverso. Tortolerosostiene que el modelo de Malina Enrí­quez no es válido para las zonas o regionesdonde las haciendas tuvieron una granintegración a los mercados urbanos y re­gionales, lo que contribuyó a que las ha­ciendas se modificaran y adecuaran suesrructura.sus métodos, sus técnicasy cul­tivos a las exigencias, demandas y posibi­lidades de los mercados. Sobre todo hacehincapié en las tres décadasen que PorfirioDíaz gobernó el país, finales del siglo XIX

y principios del xx.Desde su laborarorio de análisis que

son el valle de Chalco y el estado de Mo­relos, Tortolero nos dice que en primerlugar los hacendados no tuvieron esa men­talidad feudal que se les achacaba: por elcontrario, fueron amb iciosos y pusieronsu atención y su ingenio en hacer produc­tivas sus haciendas, buscaronaprovechar almáximo los recursos de los cuales dispo­nían en sus propiedades : tierras, montes ,pastos, aguas, bosques, mano de obra ycapita les, con la finalidad de obtener be­neficios económicos de sus propiedadesrurales. Para ello, además de los plan­t íos trad icionales, implementaron cul­tivos orientados principalmente a losmercados (la caña de azúcar), desecaronlagunas y construyeron modernos siste­mas de riego para aprovechar al máximoun recurso escaso como es el agua, aprove­chando las tierras descubiertas por las la­gunas y encauzando el agua a través decanales y acueductos a las zonas de riego,principalmente cañaverales. Con ello ex­tendieron las tierras de riego e incremen­taron la productividad de las mismas.

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Además introdujeron nueva y modernamaguin aria tanto en las zonas de cultivocomo en las fábricas gue mandaron cons­truir dentro de sus haciend as para ex­traer el jugo de la caña y converti rlo enazúcar, con el objetivo de comercializarloen las principales ciudades del país.

Aungue estas fueron claras muestrasde una mentalidad empresarial modernague impulsaba al desarrollo capitalista dela agricultu ra en México a fines del sigloXIX, Tortolero observa serios obstáculospara el desarrollo de una plena agricultu­ra capitalista en esta época. El autor nosdice gue, en primer lugar, las haciendasmonopolizaban grandes extensiones detierra las cuales no eran explotadas de ma­nera productiva y eficiente en su totali­dad; por el cont rario, sólo una mínimaparte era cultivable, la demás estaba com­puesta de montes y terrenos pedregososgue no servía para el cultivo. Luego, de latierra cultivable sólo una mínima parte(entre 2 y 3%) era de riego. De tal mane­ra gue la agricultura más moderna e inten­siva, gue era la de riego, era apenas unamínima parte de los terrenos cult ivables.

Por otro lado, los derechos de propie­dad sobre la tierra no estaban plena y cla­ramente establecidos: la mayor parte delas propiedades rústicas carecían de títu­los y planos gue delimitaran exactamen­te los terrenos, lo cual propi ciaba insegu­rid ad y continuos confl ictos entre losdistintos propietarios. Esto tam bién difi­cultaba el acceso al crédito por la falta deseguridad para el acreedor.

Otro obstáculo gue observa Tortoleropara gue las haciendas fueran plenamen­te capitalistas es el rég imen de trabajo,pues las haciend as utilizaban mano deobra retenida por la fuerza a través delpeonaje por deuda. Los trabajadores de la

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hacienda estaban sujetos a la hacienda deforma perm anente y no tenían libertadpara salir y entra r de la misma cuandoellos gui sieran, debido a este sistema deendeudamiento. Por otro lado, la formade pago gue recibían los peones de la ha­cienda no era totalmente monetaria, sinogue una parte la recibían en especie, comouna ración de maíz, y otra la recibían endinero, más o menos 25 centavos diarios,pero incluso esta parte, asegura el autor,sólo era nominal, pues el pago no se hacíaen dinero efectivo, es decir, en mondas decirculación oficial, sino en "vales" emi t i­dos por la hacienda y sólo válidos en lapropia tienda de raya. Con ello se impedíague la fuerza de trabajo empleada por lahacienda fuera mano de obra plenamentelibre y asalariada, lo gue a su vez reducíalas posibilidades de expansión del merca­do de bienes de consumo.

Este sistema del peonaje por endeuda­miento y del pago de los salarios con va­les de la hacienda me parece gue debe serconfrontado con otras experiencias regio­nales, ya gue, como señala Karz en suclásico libro sobre la servidumbre agrariadurante el porfiriato, el ser peón no signi­ficaba forzosamente estar endeudado y,por otra parte, las deudas de los peonesno constituían una cantidad de dineromuy importante para poner en riesgo laviabilidad económica de las haciendas,más bien la gran mayoría de esas deudasno eran pagadas por los peones, pero ser­vían como un tipo de comp romiso legal,moral y económico gue retenía a los peo­nes endeudados en la hacienda .

Por otra parte, también hay gue con­siderar la relación entre peones endeuda­dos y no endeudados, así como la relaciónent re peones fijos o acasillados y peonestemporales. La contratación de la mano

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de obra dependía en gran medida de losciclos agrícolas; los peones fijos consti­tuían una minoría con respecto a todoslos trabajadores que llegaban por tempo ­radas a la hacienda para el corte de caña opara la cosecha del maíz o del trigo. Estet ipo de trabajadores eventuales no esta­ban sujetos a la hacienda ni estaban en­deudados con ella, yal trabajar por tem­poradas debían recibir dinero en efectivoy no sólo vales de la hacienda. Tambiénhay que considerar la mano de obra espe­cializada de las fábricas o ingenios azuca­reros, a quienes se les pagaba en promediosalarios más altos.

Otro tipo de trabajadores de las ha­ciendas tampoco se mencionan en el librode Tortolero, que son los medieros, apar­ceros y arrendatarios. Estos traba jadoresestablecían otro tipo de relación con la ha­cienda en la cual no mediaba el pago endinero del salario, sino una renta de tierrasque se pagaba en especie o en dinero. Losmed ieros o arren datarios se iban con laparte de su cosecha y la consumían en suscasas o la vendían, obteniendo con ellouna parte en di nero que le servía paracomp letar sus ingresos y pagarle a la ha­cienda sus adelantos y préstamos.

Según Tortolero, la falta de monedafraccionaria era lo que obligaba a los ha­cendados a pagar con "vales" de la hacien­da a sus peones. Ello se debía a que no ha­bía suficiente dinero en monedas de platacirculando en el país, más bien el dine­ro circulante era escaso ya que, a pesar deque México era el p rincipal productorde plata en el mundo, esta plata se desti­naba principalmente a su exportación,quedando una cantidad mínima para cir­cular dent ro del territorio nacional. Poresto también no había dinero en efectivopara comprar bienes raíces, ent re ellos las

RE SEÑAS

haciendas, ni para desarrollar un sistemade crédito moderno .

Debido a esta falta crónica de circu­lante, el autor nos dice que las haciendascontinuamente estaban endeudadas, puesal no tener dinero efectivo, las compras sehacían con crédi tos hipotecarios que gra­vaban a las haciendas durante m uchosaños, y cada posterior compraventa se ha­cía adq uiriendo y reconociendo las hipo­tecas antiguas, de tal manera que, al mo­mento de la transacción, la compra de unahacienda se efectuaba con muy poco di­nero en efectivo.

La falta de dinero metálico y la faltade un sistema de crédito moderno com­puesto por bancos oficiales y privados ha­cían que el accesoal mercado de capitalesfuera muy difícil y precario; por ello, loshacendados seguían recurriendo a un vie­jo sistema del préstamo personal, al crédi­to hipotecario interpersonal. Sólo hastaque en la década de 1880 apareció un in­cipiente sistema bancario los hacendadospudieron acceder al crédito bancario mo­derno, pero todavía hasta 1908 este siste­ma seguía siendo muy marginal y no apo­yaba el creci miento prod uctivo de lashaciendas mexicanas.

El autor nos explica que fue sólo hastaeste año, 1908, con la creación de la Cajade Préstamos, que el régimen porfiris tatuvo una política de fomento a la agricul­tura de riego, apoyando a los hacendadospara sanear sus fincas y para invertir en sis­temas hidráulicos modernos, para exten­der las tierras de riego y favorecer la ex­plotación de cultivos más comerciales.

Con respecto a la escasez de circulan­te tanto en pesos de plata como en mo­neda fraccionaria habrá que considerarqueel metal que toma el lugar del dinero sir­ve sólo como medida de valor, medio de

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atesoramiento y de cambio, el cual puedeser sustituido por los signos del d ineroy este puede ser papel, o contratos especí­ficos como let ras de cambio o pagarés, locual ha sido ut ilizado por los comerc ian­tes y banqueros desde el siglo XVI. En re­alidad la falta de di nero metálico no hasido un obstáculo para que se desarrollenlas gra ndes transacciones mercantiles, lovemos ahora con el pape l moneda y conlas tarjetas bancarias en donde no hay nin­guna moneda metálica. En el siglo XIX

los bancos privados comenzaro n a emi tirsu propio dinero, que eran billetes de ban­co, que sólo eran válidos para el bancoemisor; no había un billete de banco ofi­cial como ahora porq ue no había un ban­co central que mo nopo lizara la emisiónde papel moneda. ¿Cuál es la diferenciaent re un banco pr ivado que emite pape lmoneda con el sello de su banco y una ha­cienda que emi te "vales" con el sello de"su hacienda"? Me parece que más allá dela forma legal, la función es la misma: sus­tituir la moneda metálica por papel u otrotipo de materia l, donde las transaccionescomerciales lo requieran y ante la escasezde monedas de plata o fraccionaria de otrostipos de meta l. Con el desarrollo del capi­talismo a un grado mucho mayor, las mo­nedas se hacen obsoletas y quedan los pu­ros signos del dinero en los billetes y lasmonedas fraccionarias que no tienen nin­gún valor porque no son de plata .

Es cierto que la mayor cantidad de pla­ta se exporta, y se exporta en monedas convalor de un peso. Pero para que salgan delpaís, esas monedas necesitan recorrer unagran cantidad de circuitos mercantilespara que lleguen a las manos del expor­tador de plata, un comercia nte o un em­presario. La plata no se va por sí sola, seintercambia por algo (merca ncías impor-

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radas) y estas penetran al mercado inter­no nacional y van a parar a las manos decomerciantes, propietarios, productores yconsumidores en general, que pagan pla­ta por ellas. Yo creo que la pla ta circula­ba por los mercados regionales y naciona­les antes de ser exportada y no se limi tabaa salir solamente del país. La circulación demercancías al nivel del intercambio menu­do hacía necesaria la circulación de mo­neda de baja denominación o fracciona­ria, y cuando esta escaseaba o no la habíaera susti tuida por vales o "tlacos", que condist in tos mat eriales desempeñaban lasmismas funciones que las monedas de co­bre o de níq uel.

En el fondo, los obstáculos del capita­lismo no estaban sólo en la falta de circu­lante, sino en la falta de consum idoresmodernos; es decir, en la estrechez de losmercados. Era necesario gente que con di­nero comprara los bienes que necesitaba,pero si los peones y habitantes de los pue­blos no eran impulsados a consumir, elmercado era muy pequeño.

De esta manera, para Alejandro Tor­tolero, el proyecto modernizador porfiris­ta en el campo mexicano tenía sus límitesy a la vez generaba sus desequilibrios, mis­mos que prop iciaron el descontento enamplias capas de los habitantes del me­dio rura l, principalmente en los habitan­tes de los pueblos.

Cont rariamente a la tesis dominantesobre las causas de la revolución mexica­na, que explica el conflicto en el campocomo una lucha de las comunidades cam­pesinas por las tierras usurpadas de formailegal por parte de las haciendas, Tortoleronos dice que ese no fue el problema pri n­cipal. Asegura que a los pueblos, al menosa los de Chaleo, las haciendas no les qui­taron de forma ilegal las tierras. Lo ante-

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rior se demuestra en los múltiples expe­dientes de dotación de tierras posterioresa la revolución, donde los pueblos que ale­gaban rest itución de tierras no pudieroncomprobar que eran dueños de ellas nique se les hubieran quitado ilegalmen­te; por ello, en vez de restitución se lesotorga una dotación de ti erras , dondesolamente tienen que demostrar que lasnecesitan .

Además nos dice que las haciendas te­nían muchas tierras sin cultivar todavía, yque no necesitaban qu itarles las tierras alos pueblos para extender sus cultivos. Másbien, dentro de los pueblos y sus tierrascomunes se fue dando un procesode apro­piación y concent ración de la tierra porparte de los notables y principalesdel pue­blo q ue dio como resu ltado que un oscuantos acapararan las mejores tierras delpueblo y la gran mayoría de habitantesse quedaran con una o dos parcelas o deplano sin ninguna, para sostener a sus fa­milias. Por eso no había tierras, no porquelas haciendas se las hubieran qui tado.

Lo que era realmente escaso era elagua, y allí sí hubo una apropiación y mo­nopolización por parte de los g randesterratenientes para beneficiar sus cult i­vos de caña. Los pueblos de la rivera dellago de Chaleo no sólo vivían del produc­to de sus tierras, sino de todo lo que elecosistema lacustre les proveía, dice Tor­tolero: peces de los lagos y ríos, madera yanimales de caza de los bosques, yaguapara sus necesidades. Realmente sólo latierra era lo de menos.

Para Tortolero, la revolución mexicanatuvo muchas causas provocadaspor el pro­ceso modernizador impulsado desde elEstado porfiriano para beneficiar a las eli­tes económicas, políticas y sociales. El mo­delo modernizador estuvo basado en pri-

R ESEÑAS

vilegiar el crecimiento de las ciudades,de la industria, la inversión extranjera yde las grandes haciendas. Los excluidos deayer y de siempre fueron los campesinos,los habitantes de los pueblos, y principal­mente los indígenas.

Alejandro Tortolero concluye lo si­guiente :

Con el porfiriato asistimos a un parreaguasque origi na transformaciones profundas enla est ruc tura económica y esto posib ili taun crecimiento económico que dura más detres décadas. Este largo periodo porfirisra(1877 -19 11) sorprende por sus logros, perotambi én por sus cont radicciones. La mayorsería la de un crecimiento espectacular dela economía y una fuerte estabilidad polí ti­ca que contrasta con la caída del régimenmed iante una violent a revolución agrariaque ocupa la segunda década del siglo vein­te. Aqu í hemos analizado una serie de obs­táculos al desarro llo económico que inci­den en esta situación y concluimos que lamodernización está en el origen de las trans­formaciones del régimen, pero también desu caída.

Finalmente, no me resta sino felicitara Alejandro Tortolero por este interesan­te y buen libro que abre nuevamente lasdiscusiones sobre el camp o mexicano delos siglos XIX-XX, y sobre la revoluciónagraria que está por cumplir sus primeros100 años. Y; desde luego, invitar al públi­co en general para que lea el libro , puesles resultará sumamente interesante.

Sergio Valerio UlloaU NIVERSIDAD DE G UADALAJARA

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