Plata tartésica: una revisión de la tecnología extractiva a la luz de nuevos hallazgos

18
Tarteso. El emporio del metal Juan M. Campos Jaime Alvar Editores

Transcript of Plata tartésica: una revisión de la tecnología extractiva a la luz de nuevos hallazgos

Tarteso. El emporio del metal

Juan M. CamposJaime Alvar

Editores

© De los autores, 2013© Editorial Almuzara, s.l., 2013

Primera edición: mayo de 2013

Reservados todos los derechos. «No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea mecánico, electrónico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.»

Colección Historia · Serie Huellas del PasadoEditorial AlmuzaraDirector editorial: Antonio E. Cuesta Ló[email protected] - [email protected]

Coordinadores: Antonio E. Cuesta López, Óscar Córdoba, Juan Ramos PemánImprime: Publidisa

ISBN: 978-84-15828-30-3Depósito Legal: CO-1117-2013Hecho e impreso en España - Made and printed in Spain

473

PLATA TARTÉSICA: UNA REVISIÓN DE LA TECNOLOGÍA EXTRACTIVA A LA

LUZ DE NUEVOS HALLAZGOS

Salvador Rovira (Museo Arqueológico Nacional. E-mail: [email protected])Martina Renzi (Instituto de Historia, CCHS-CSIC (Madrid), E-mail: [email protected])

INTRODUCCIÓN

La Península Ibérica jugó un importante papel como territorio productor de plata desde comienzos del I mileno a.C., coincidiendo con la llegada a sus costas de comerciantes y, quizás también, de metalúrgicos procedentes del lejanas tierras del Mediterráneo Oriental o de sus colonias establecidas en el Mediterráneo Central. En particular, fueron los fenicios los mayores impulsores de este comercio con sus colonias asentadas en las costas de la mitad meridional de la Península, desde las que irradiaron una fuerte infl uencia cultural hacia los territorios indígenas del interior, dando origen a lo que en la arqueología española de denomina Periodo Orientalizante. En efecto, el fl oruit de la explotación argentífera en la Península Ibérica parece coincidir, tanto en los poblados indígenas como en los fenicios, con la fase arcaica de la colonización fenicia, es decir con el periodo comprendido entre fi nales del siglo IX/comienzos del siglo VIII y la primera mitad del siglo VI a.C.

Las fuentes literarias antiguas, aunque mucho más tardías, se hicieron eco de la importancia de la plata de Hispania así como de sus copiosos recursos minerales (Diodoro de Sicilia, 2004; Estrabón, 1992). Sin embargo, el origen de este polo de atracción del comercio mediterráneo resulta todavía oscuro y, en todo caso, sujeto a especulación. ¿Fueron los fenicios los descubridores de lo que sería el emporio argentí-fero hispánico o llegaron atraídos por las noticias de su riqueza potencial, recogidas en sus singladuras comerciales por el Mare Nostrum? Cada día es más evidente que hubo contactos más o menos esporádicos con anterioridad al paso del II al I milenio a.C. Así lo atestiguan, por ejemplo, la cerámica micénica en la yacimiento cordobés de Montoro (Martín de la Cruz, 1988) y otros hallazgos antiguos meridionales (véase una interesante síntesis sobre el tema en Ruiz Gálvez-Priego, 2009: 97). Portugal tampoco es ajeno a estos contactos anteriores al año 1000 a.C (Vilaça, 2006). Sin embargo, y por lo que respecta a la plata, no hay ninguna evidencia arqueológica, al menos de momento, que indique cambios en el modelo de producción antes del siglo IX a.C. Los objetos de plata más antiguos a esa fecha no suelen tener cantidades

474

signifi cativas de plomo en su composición, lo cual apoya razonablemente la hipóte-sis de que fueron elaborados con plata nativa o a partir de minerales de plata fáciles de reducir como la querargirita (Arribas et al., 1989: 78; Rovira, 1995: 479-480. En caso de ser cierta esta propuesta, el foco principal de atención debería ser el Sureste de España, en las provincias de Almería y Murcia, donde se encontraban los criade-ros de plata nativa más importantes, agotados recientemente (Galán y Mirete, 1979: 119-120), y donde se sitúa el área nuclear de la fl oreciente Cultura de El Argar cuyo desarrollo ocupó la mayor parte del II milenio a.C. Es posible, pues, que fuese de esta zona de donde partieron noticias más o menos imprecisas de la riqueza argentífera de Hispania.

Sin embargo resulta inquietante, o al menos sorprendente, que no se haya encontrado ningún asentamiento fenicio antiguo en esta amplia región donde se hallan los recursos de plata más inmediatos, que siglos más tarde caería bajo la égida de Cartago con la fundación de Nova Cartago en la actual Cartagena. La excepción por ahora es el asentamiento costero de Punta de Gavilanes (Mazarrón, Murcia), cuyos niveles fenicios antiguos (Fase III) se encuentran muy destruidos por ocupaciones posteriores (Ros Sala, 1993).

Fueran cuales fuesen los antecedentes, lo cierto es que con la presencia fenicia comienza un nuevo ciclo metalúrgico de la plata caracterizado por el laboreo de minerales complejos argentíferos y por el empleo de la copelación como método de separación y afi no de la plata.

RECURSOS ARGENTÍFEROS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

La investigación mineralógica ha identifi cado ocho minerales de plata benefi cia-bles, de los cuales la argentita, pirargirita, proustita y querargirita son los que tienen mayor interés industrial. Todos ellos, excepto la querargirita que es un cloruro, son sulfuros, es decir minerales primarios. Aunque todos ellos poseen una ley de plata muy alta, raramente se encuentran formando depósitos directamente explotables. Lo más frecuente es que se encuentren asociados en pequeñas proporciones a otros minerales de su ciclo formativo.

De estas asociaciones, una de las más importantes en cuanto a volumen de mineral es la galena argentífera, es decir, el sulfuro de plomo con uno o varios sulfuros de plata asociados. España cuenta con numerosos depósitos de galena, muchos de ellos con leyes de plata benefi ciables, repartidos por toda su geografía, siendo de destacar los situados cerca de la costa desde Cataluña hasta Almería. Sin embargo, el papel de la galena argentífera en la producción de plata no está documentado en la Península Ibérica en la época que nos ocupa, es decir, en los inicios del I milenio a.C. Como es sabido, los minerales primarios, los sulfuros, se hallan en las profundidades de la tierra y no fueron explotados hasta que se agotaron los recursos de superfi cie que eran las mineralizaciones visibles e identifi cables por los antiguos prospectores. Por ejemplo, en Lavrion (Grecia), uno de los centros productores de plata más importan-tes de la Antigüedad, la explotación de la galena argentífera no se documenta hasta el Periodo Griego Arcaico (776-500 a.C.). Con anterioridad se explotaron la cerusita y anglesita argentíferas que formaban la cobertura meteorizada de los fi lones de galena,

475

hasta que fue agotada dicha cobertura y se alcanzó la profundidad de la galena. Sobre este tema, véase la interesante síntesis de Meyers (2003: 278).

Otro mineral de gran importancia es la jarosita argentífera. La jarosita es un sulfato hidratado de hierro y potasio que constituye buena parte de los sombre-ros ferríferos o gossans de los yacimientos de pirita (sulfuro de hierro). Si la pirita lleva asociadas pequeñas cantidades de metal precioso, éste se manifi esta también en la jarosita resultante y se concentra en las zonas de enriquecimiento secundario situadas debajo del gossan. La Faja Pirítica Ibérica es una enorme área minera que se que extiende desde la provincia de Sevilla hasta el sur de Portugal, con numerosos afl oramientos de jarosita concentrados principalmente en la provincia de Huelva. La composición de la jarosita argentífera es compleja, conteniendo cantidades variables de hierro, plomo, cobre, arsénico, antimonio, bismuto, oro y plata. El contenido de plata oscila, según análisis modernos, entre 0,05 y 0,30 % (García Palomero, 2004: 19), o expresado en lenguaje minero, entre 0,5 y 3 kg/Tm de mineral.

Finalmente, una última fuente de plata explotada por los fenicios, desconocida hasta hace poco y de la que hablaremos brevemente más adelante, procede de los minerales de cobre argentífero, es decir, óxidos y carbonatos conteniendo cantidades rentables de plata. Gossans con estas características se encuentran también en la Faja Pirítica, a los que cabe sumar otras mineralizaciones de cobre argentífero en otros puntos de la Península Ibérica, como las identifi cadas recientemente en la provincia de Zaragoza (Rovira et al., 2012: 37).

METALURGIA FENICIA DE LAS JAROSITAS Y GOSSANS ARGENTÍFEROS. LAS ESCORIAS DE SÍLICE LIBRE

Con las prospecciones arqueometalúrgicas en Río Tinto (Huelva) efectuadas bajo la dirección de Beno Rothenberg se pudo evaluar la cantidad de escoria producida por la actividad metalúrgica en aproximadamente 1.000 años, calculándose una cifra de 6.600.000 Tm. De ellas sólo aproximadamente el 10% corresponderían al período fenicio, y en Corta Lago forman un estrato de aproximadamente un metro de espesor de escorias de plata que apoya directamente sobre la roca madre (Rothenberg et al., 1989). Estas cifras calculadas por el equipo de Rothenberg parecen exageradas, según la opinión de expertos de la zona (Pérez Macías y Paul Craddock, comuni-cación personal). Pero en todo caso, con anterioridad a la presencia fenicia no se conoce ninguna acumulación de escoria, lo cual pone de relieve el importante cambio tecnológico y económico que supuso la integración del Suroeste español en la red comercial mediterránea.

Es sabido desde hace muchos años que en las fundiciones fenicias españolas aparecen dos tipos de escorias bien diferenciadas morfológicamente: las caracte-rísticas tortas de sangrado, que suelen encontrase fragmentadas, (Rothenberg et al., 1989: 63, pl 7) y las escorias de sílice libre. Según Hunt Ortiz (2003: 362 ss.), ambos tipos de escoria coexisten pero hasta ahora sólo se han encontrado escorias de sangrado en Corta Lago y Monte Romero, ambos sitios en la provincia de Huelva. En cambio las escorias de sílice libre tienen una mayor dispersión.

Las únicas escorias de sangrado analizadas con detalle son las de Monte Romero, y su composición indica que son escorias de plomo cuyas fases cristalinas mayoritarias

476

son celsiana y hialófano, con pequeñas cantidades de magnetita; el plomo retenido oscila entre 2,0 y 4,9% (analizado como PbO) y la plata entre 0,00 y 0,03% (analizada como Ag2O) (Kassianidou et al. 1995).

Las escorias de sílice libre, cuya intervención en el ciclo productivo de la plata no ofrece duda, resultan más problemáticas. En una primera aproximación, son escorias caracterizadas por la abundancia de fragmentos de sílice cementados por una matriz de material fundido (Fig. 1). Las piezas completas tienen forma de bola o de torta plano-convexa de varios kilogramos de peso. Conocemos con gran detalle sus caracte-rísticas físico-químicas tras los análisis realizados a varias muestras procedentes de otros tantos yacimientos arqueológicos (Rovira y Hunt, 2006), que trataremos de resumir aquí.

Las microestructuras son muy variadas, incluso en la misma muestra, dependiendo de los productos de reacción que se han formado en cada caso. A pesar de esa circunstancia, se pueden establecer dos grandes grupos atendiendo a los minerales predominantes:Tipo A. Escorias en las que predomina la fayalita. Están constituidas por una matriz compleja conteniendo silicatos de aluminio, hierro, calcio, bario y plomo, que rellena los intersticios entre los cristales de fayalita (Fig. 2). Cuando la cantidad de bario es del orden de 3-4% se forman cristalizaciones de hialófano (Fig. 3). Si es mayor encontraremos cristalizaciones de feldespato de tipo celsiana, andremeyerita y hialófano-wollastonita (Fig. 4).

Tipo B. Escorias en las que predomina el hialófano-wollastonita. El material es una matriz más o menos continua de hialófano-wollastonita en la que a veces se encuen-tran dispersas cristalizaciones de hialófano (Fig. 5).

Las composiciones globales del material fundido (Rovira y Hunt, 2006: 219, tab 2), representadas en el diagrama ternario de equilibrio SiO2-CaO-FeO, agrupan estas

Fig. 1. Fragmento de escoria de sílice libre. Escala en cm.

477

escorias en la zona de temperaturas razonablemente bajas, entre 1.100 y algo más de 1.200º C (Fig. 6), es decir, que a la temperatura habitual de trabajo de un horno de reducción la matriz de la escoria estaba realmente fl uida. Sin embargo los fragmen-tos sólidos de sílice sin reaccionar conferían al conjunto una elevada viscosidad que impedía que la escoria pudiera ser evacuada al exterior del horno.

La escoria retiene numerosas inclusiones metálicas o de compuestos intermetá-ticos, cuya composición es muy compleja (Rovira y Hunt, 2006: 220, tab 3), como corresponde al benefi cio de jarosita argentífera, y muchas de esas inclusiones contie-nen plata asociada al plomo. Hay opiniones diversas que han tratado de explicar la función de estas escorias en el ciclo productivo de la plata fenicia en Huelva (véase una breve revisión de opiniones en Rovira y Hunt, 2006: 221-222), ninguna de las cuales nos parece actualmente convincente. Porque, en realidad, la retención de metal precioso en ellas es sufi cientemente pequeña como para considerarlas un producto fi nal desechable, teniendo en cuenta el nivel tecnológico de la metalurgia extractiva del momento. Sus contenidos de plata comprendidos entre 0,01 y 0,14% (Hunt, 2003: 365) son, desde luego, superiores a los medidos en las escorias de

Fig. 2. Escoria de tipo A de Cortijo de Juan Fernández (Huelva). Imagen obtenida con el MEB, electrones retrodispersados.

1 fayalita, 2 matriz, 3 magnetita.

Fig. 3. Escoria de tipo A de Casetillas-2 (Huelva). Imagen obtenida con el MEB, electrones

retrodispersados. 1 fayalita, 2 matriz, 3 hialófano. Los puntos blancos son metales u óxidos metálicos.

Fig. 4. Escoria de tipo A de San Bartolomé de Almonte (Huelva). Imagen obtenida con el

MEB, electrones retrodispersados. 1 fayalita, 2 andremeyerita, 3 hialófano-wollastonita. Las

manchas blancas son metales u óxidos metálicos.

Fig. 5. Escoria de tipo B de Mina Hondurillas (Huelva). Imagen obtenida con el MEB, electrones restrodispersados. 1 hialófano-

wollastonita, 2 hialófano, 3 magnetita. Las manchas blancas son metales u óxidos metálicos.

478

sangrado, que oscilan entre 0,00 y 0,03% (Kassianidou et al., 1995: 25), pero eso no nos parece argumento sufi ciente para abogar por que sean productos intermedios de la cadena metalúrgica sugerida para Monte Romero (Kassianidou et al., 1995: 28 ss.). Además, el hecho de que en el escorial de Corta Lago (un lugar de acumula-ción evidente de deshechos metalúrgicos) se amontonaran mezclados ambos tipos de escoria parece refutar la propuesta del reaprovechamiento de las escorias de sílice libre en época fenicia.

Con todo, las escorias plomo-plata de sílice libre siguen resultando un tanto enigmáticas. Desde el punto de vista físico-químico constituyen un sistema en no-equilibrio de fases para las condiciones de trabajo del horno metalúrgico que las produjo. La cantidad de sílice era excesiva en relación con otros componentes de la carga del horno con los que debía reaccionar en el proceso de escorifi cación. A lo largo de dicho proceso la sílice debe reaccionar con el óxido de hierro de la ganga y con el calcio de las cenizas para formar fayalita, wollastonita y otros compuestos minerales que ya hemos mencionado al hablar de la composición mineralógica del material fundido de estas escorias.

El diagrama de fases de la fi gura 6 resulta muy esclarecedor para calcular los requerimientos de sílice con los que lograr una buena escoria de sangrado. Considerando que el mineral original contenía cantidades de ganga ferruginosa que oscilaban entre el 40 y el 60% en peso, y que la ceniza de la combustión del carbón aportaba entre el 10 y el 20% de óxido de calcio, los requerimientos de sílice deberían oscilar entre el 35 y el 47% en peso. Esos son los porcentajes aproximados que defi nen la nube de puntos de la fi gura 6.

¿Por qué ese exceso de sílice en la escoria? Especulemos. Hasta donde sabemos, la metalurgia de las jarositas y, en general, de los gossans conteniendo plata, no tiene

Fig. 6. Composiciones del material fundido de escorias de sílice libre, representadas en el diagrama de equilibrio de fases SiO2-CaO-FeO. Información en el texto.

479

parangón en otras partes del mundo antiguo. Así, pues, los metalúrgicos tuvieron que resolver «in situ» un problema técnico con el que nadie se había enfrentado antes: cómo extraer la plata de un mineral complejo que era desconocido hasta ese momento. Se trataba de un mineral ferruginoso (los colores pardo-rojizos del gossan de la Faja Pirítica son espectaculares en las pocas zonas en las que todavía se conserva), por lo que era evidente que para su fundición había que añadir un fundente a base de roca silícica.

En este punto de la refl exión hay que hacer un inciso: la relación entre ganga ferruginosa y fundente silicatado no parece que fuera conocida por los metalúrgi-cos del Bronce Final peninsular. Hasta ahora no se ha encontrado en los contextos metalúrgicos de ese periodo escorias que delaten un conocimiento de la fundición escorifi cante. La metalurgia autóctona iba, al parecer, por otros derroteros (Rovira, 2005a: 28-29 y 2005b). Esto signifi ca que con los fenicios llegaron nuevos conoci-mientos tecnológicos, entre ellos uno fundamental: la fundición escorifi cante.

La dosifi cación de fundente en la carga del horno es una práctica, en principio, empírica; a través de varios ensayos de fundición se llega a encontrar la dosifi cación óptima mineral/fundente para obtener una buena escoria líquida que pueda ser evacuada del horno. Es evidente que los metalúrgicos de la época lo lograron porque hay escorias de sangrado en territorio tartésico. ¿Por qué no utilizaron ese conoci-miento sistemáticamente en todos los casos? Olvidémonos por ahora de todas las teorías que se han elaborado para justifi car la existencia de escorias de sílice libre. La pregunta tiene dos respuestas inmediatas: 1) porque la proporción de hierro en el mineral (jarosita o gossan) es variable y por tanto requeriría constantes ensayos que darían lugar a la producción de estas escorias inmaduras con exceso de sílice, y 2) porque la consecución de una buena escoria líquida no era un objetivo prioritario.

A la confi rmación de la primera respuesta sólo podemos aproximarnos por la vía analítica. En este sentido los datos recogidos por Pérez Macías (1996) son una fuente

Fig. 7. Contenido de silicio y hierro en muestras de gossan argentífero procedente de yacimientos arqueológicos onubenses. Datos analíticos tomados de Pérez Macías (1996).

480

de gran valor. Como puede comprobarse en la fi gura 7, la composición de distintas muestras de gossan argentífero recogido en varios yacimientos arqueológicos de la provincia de Huelva muestra relaciones silicio/hierro muy distintas. En particular es de resaltar la gran variación de los contenidos de silicio. Traducido a términos prácti-cos signifi ca que cada bolsada de mineral representada por una de dichas composi-ciones, al ser cargada en el horno, requiere una cantidad de fundente diferente para lograr una buena escorifi cación, suponiendo que cada muestra analizada sea representativa de una bolsada de mineral que mantiene una composición más o menos constante. Pero quizás eso sea mucho suponer, porque de las cinco muestras del Cerro de las Tres Águilas sólo dos se aproximan en su composición. El corolario que se extrae es que debía resultar difícil acertar con la cantidad de fundente sin recurrir a continuos ensayos previos en los que se obtendrían escorias con sílice libre. Y esos ensayos tendrían una validez bastante limitada, dependiendo del volumen de mineral al que correspondiera una determinada composición.

La segunda respuesta puede ponerse en relación con la primera con algún conside-rando más. El problema básico era extraer la plata del mineral usando plomo como captador, dando como resultando plomo argentífero. El mecanismo no es una disolu-ción propiamente dicha porque, como es sabido, la plata no es soluble en el plomo. Es el aprovechamiento de una peculiar afi nidad físico-química: el plomo atrapa la plata sin disolverla. Es necesario que en el momento en que se reduce cada pequeña porción del mineral de plata a plata metálica haya plomo en el entorno para que la recoja, porque la cantidad de plata es también muy pequeña y podría perderse en la escoria. De hecho algunas de esas porciones microscópicas quedan en la escoria y son las que nos sirven, tras su análisis, para identifi car los subproductos de la metalur-gia argéntea. La densidad del plomo argentífero es mucho mayor que la del resto de minerales presentes en el horno, se encuentra en estado líquido y no es miscible con ninguno de tales minerales, por lo que conforme se va formando va descendiendo hacia la parte baja del horno, arrastrando con él la plata que va captando. Si se forma escoria derretida será atravesada por el plomo, mucho más pesado, y quedará sobrenadando el baño de plomo argentífero. Si lo que se va formando es un bolo de escoria de sílice libre, entre los fragmentos sólidos de roca hay material fundido por el que discurre el plomo, atrapa la plata y chorrea al fondo.

En las escorias de sílice libre analizadas en nuestro laboratorio el material fundido intersticial retiene relativamente poco plomo, entre 0,8 y 3,3 % Pb (Rovira y Hunt, 2006: 219, tab. 2; véanse también las fi gs. 3 y 4 de este texto). En cambio en las analiza-das por Kassianidou et al. (1995: 26, tab. 2) la pérdida es mucho mayor y es una de las razones en las que apoyan su hipótesis de reciclado de las escorias. Sin embargo no parecen tomar en consideración estos autores que una parte muy importante de ese plomo está formando una matriz de silicato de plomo (Kassianidou et al., 1995: 27, fi g. 21), por lo que no es fácil reconvertir dicho plomo a la forma metálica por métodos convencionales. Tampoco los análisis recogidos por Pérez Macías (1996) señalan pérdidas de plomo superiores al 3%, por lo que parece conveniente poner en cuarentena la validez de algunos de los análisis de Kassianidou et al. (1995) y las conclusiones que de ellos se derivan.

En nuestra opinión, la abundancia de escorias de sílice libre y su escasa retención de plata-plomo son argumentos sufi cientemente sólidos para suponer que no era una preocupación primordial del metalúrgico de la época conseguir una escorifi cación

481

perfecta. Obviamente, la escoria de sílice libre convenientemente triturada podía servir como fundente en nuevas hornadas, pero esa es una cuestión de índole práctica que poco tiene que ver con la hipótesis de su reciclado sistemático para mejorar el rendimiento de la extracción de plata mediante una escorifi cación perfecta. De ser así, habría más escoria de sangrado que de sílice libre, cosa que parece contradecir la evidencia arqueológica.

UNA NOVEDAD IMPORTANTE: LA METALURGIA COBRE-PLATA-PLOMO

La obtención de plata a partir de minerales de cobre argentífero es una posibilidad de todos conocida, y el desplatado del cobre está descrito en varios tratados antiguos de metalurgia (por ejemplo, Biringuccio en De la pirotechnia, editado en 1540; véase Smith y Gnudi, 2005: 156-158). Pero existen pocos testimonios arqueológicos de su práctica en la Antigüedad (las copelas cobre-plomo y otros materiales asociados del yacimiento romano de Xanten en Alemania han sido identifi cados como restos de actividades de recuperación y afi no de plata, según Rehren, 1997) y, desde luego, ninguno de una época tan temprana como los inicios del I milenio a.C.

La sorpresa ha surgido recientemente al estudiar los abundantes restos arqueome-talúrgicos de La Fonteta, un yacimiento fenicio situado en la costa de la provincia de Alicante, trabajo que constituye el eje de la tesis doctoral de uno de nosotros (M.R.). Entre dichos restos se ha podido aislar por primera vez escorias de cobre-plomo, escorifi caciones de cobre-plomo adheridas al interior de vasijas cerámicas, copelas cobre-plomo y nódulos y masas metálicas de aleaciones cobre-plomo. En el mismo yacimiento hay también galena, copelas de litargirio y plomo desplatado, que fueron los primeros indicios que nos alertaron sobre prácticas metalúrgicas in situ relacio-nadas con la plata.

Las escorias son porciones de tamaño variable, en general pequeño, que excepcio-nalmente alcanzan los 5 cm en su dimensión mayor. El corte muestra un material homogéneo, de color gris-verdoso con inclusiones metálicas y de textura bastante compacta. El análisis microestructural de dos de ellas indica que están compuestas por silicatos complejos (melilita en una y enstatita en otra), en los que se disper-san inclusiones metálicas de cobre y plomo, generalmente asociando ambos metales pero con los predecibles fenómenos de segregación debidos a su insolubilidad mutua (Figs. 8 y 9). No se ha formado vidrio de plomo. En los análisis semicuantitativos por fl uorescencia de rayos X no se detecta plata o se encuentra con valores inferiores al 0,01%. Este dato es muy interesante, pues sugiere que la captación de metal precioso en el proceso de reducción es altamente efi ciente. Por otro lado, la pérdida de cobre y plomo obtenida en una de las escorias es del 1,8% y 5,2%, respectivamente, cifras coherentes con lo que cabe esperar en escorias de esta época. En realidad no existen datos arqueométricos comparativos para este periodo, a excepción de las escorias de plomo del yacimiento del Hierro antiguo de El Calvari (Tarragona), del tipo sílice libre, cuyas pérdidas son muy superiores debido, principalmente, a la formación de vidrio al plomo. Véase Gener et al. (2007).

Algunos fragmentos de vasijas muestran una gruesa escorifi cación por una de sus caras. Son fragmentos pequeños, de apenas 3 cm en su dimensión mayor y de unos 2

482

cm de espesor. La superfi cie escorifi cada penetra varios milímetros en la cerámica y tiene aspecto de metal oxidado. Al corte es de color blanquecino con matices verde-azulados, de textura bastante compacta con alguna pequeña inclusión metálica. El análisis con el microscopio electrónico de barrido de una de ellas indica que la matriz fundida es mayoritariamente un vidrio al plomo en el que se dispersan masas de feldespato. Presenta amplias zonas metálicas (corroídas) compuestas por aproxi-madamente 60% plomo, 35% cobre y algo de estaño (Sn<2%) (Fig. 10). Algunas de estas inclusiones metálicas tienen el aspecto de ser restos de minerales sin reducir.

La utilización de vasijas como contenedores para reducir minerales de cobre cuenta en España con una larga tradición que se remonta a época calcolítica y que perdura hasta tiempos históricos (Rovira, 2005b), y probablemente es una tecnología más extendida en el Viejo Mundo de lo que en principio podría parecer (Zwicker et al., 1985). Por tanto, no es aventurado suponer que las cerámicas de La Fonteta con escorifi caciones cobre-plomo son vasijas de reducción de minerales de cobre argentí-fero al que se ha añadido plomo o litargirio como captador de la plata. El resultado de esta operación sería una aleación cobre-plomo-plata que habría que copelar, lo cual nos lleva al punto siguiente.

El registro arqueológico de La Fonteta ha proporcionado numerosos fragmen-tos de copelas cuyos componentes principales son óxidos de plomo y de cobre, en algunos casos con contenidos apreciables de bismuto; son frecuentes las formaciones cristalinas de melilita, wollastonita y, en ocasiones, akermanita. En algunas zonas de las muestras se han formado vidrios de plomo y cobre. Se ha detectado varios granos de cobre metálico puro o con segregados de plomo, alguna inclusión de plomo metálico y de cobre-plomo-bismuto. Hay amplias zonas constituidas enteramente por óxido de plomo. Los análisis efectuados a un buen número de muestras indican que los contenidos de óxido de plomo (litargirio con formaciones ocasionales de massicot) oscilan entre 25 y 45%, y los de óxido de cobre entre 15 y 25%. En todas las muestras el contenido de plomo es superior al de cobre. Los porcentajes de sílice, oscilando entre 14 y 33%, indican claramente que no son fragmentos de «litargirio»

Fig. 8. Escoria cobre-plomo de La Fonteta. Imagen obtenida con el MEB, electrones retrodispersados.

1 melilita, 2 inclusión Cu-Pb, 3 magnetita.

Fig. 9. Escoria cobre-plomo de La Fonteta. Imagen obtenida con el MEB, electrones

retrodispersados. 1 enstatita. Las inclusiones de color blanquecino son Cu-Pb.

483

sino de copela. La fi gura 11 es una imagen representativa de la estructura de estas copelas. El contenido residual de plata oscila entre 0,005 y 0,01%.

El pequeño tamaño de los fragmentos no permite la reconstrucción del tamaño original de las copelas, pero probablemente era el necesario para copelar una masa determinada de régulo cobre-plomo-plata sin que se formara «litargirio» sobrena-dante. Usamos el vocablo «litargirio» para denominar este subproducto de la copela-ción, a sabiendas de que en la metalurgia cobre-plomo-plata el material desplatado no es sólo litargirio sino una mezcla de litargirio y óxido de cobre. Como es sabido, una de las características del material con que se construyen las copelas es su capaci-dad para adsorber los óxidos metálicos que se forman durante el proceso de copela-ción. Esta capacidad va disminuyendo a lo largo del proceso por un efecto de progre-siva saturación y transformación de los silicatos cerámicos, de tal manera que si se supera el límite, los óxidos sobrenadan el caldo y han de ser retirados a cuchara para que no entorpezcan el proceso de afi no. En La Fonteta no se ha identifi cado hasta el momento ningún fragmento de este «litargirio», lo cual sugiere que no llegaba a producirse.

Estas copelas tan ricas en óxidos de cobre y plomo son susceptibles de ser recicladas para extraerles dichos metales mediante un proceso simple de reducción, resultando un metal que es una aleación cobre-plomo. Se han encontrado varios nódulos y bolitas de metal con esas características (Fig. 12).

En conclusión, los restos arqueometalúrgicos de La Fonteta abogan por un proceso de obtención de plata a partir de cobres argentíferos, reduciéndolos en vasijas, probablemente mediante la co-reducción de minerales de cobre y de plomo; el régulo obtenido de cobre-plomo-plata sería copelado para separa la plata, dejando como subproducto una aleación de cobre y plomo.

Fig. 10. Cerámica escorifi cada de La Fonteta. Imagen obtenida con el MEB, electrones retrodispersados. 1 matriz de

vidrio al plomo, 2 plomo, 3 cobre.

Fig. 11. Copela cobre-plomo de La Fonteta. Imagen obtenida con el MEB, electrones

retrodispersados. Las regiones de color blanco son plomo u óxido de plomo. Las distintas

transiciones de color gris representan mezclas de óxidos de plomo y cobre con contenidos

variables de estos elementos o vidrios plomados; el gris más oscuro corresponde a óxido de cobre;

las cristalizaciones negras son akermanita.

484

Materiales que vienen a completar el repertorio de este proceso han sido hallados en otros yacimientos contemporáneos del sur de la Península. Así, en El Cerro del Villar (Málaga), se han encontrado copelas similares a las de La Fonteta y, más intere-sante todavía, un pequeño régulo metálico con una composición de 79% plata, 12% cobre, 5% plomo y 4% bismuto, es decir, un producto semiacabado de la copela-ción. Los análisis de estos materiales han sido efectuados por uno de nosotros (S.R.). Agradecemos a María Eugenia Aubet, Ana Delgado y Mark Hunt, que se están encargando del estudio de los materiales no-ferrosos del Cerro del Villar, la posibi-lidad de dar a conocer aquí los importantes resultados analíticos de las muestras arriba descritas. Asimismo, de La Rebanadilla, también en la provincia de Málaga, hemos analizado material relacionable con este proceso de obtención de plata. Este yacimiento se encuentra actualmente en proceso de estudio.

La provincia de Huelva no es ajena a esta metalurgia cobre-plata plomo, aunque es a raíz de los descubrimientos anteriores cuando podemos valorar adecuadamente algunos materiales analizados por el Proyecto de Arqueometalurgia de la P. Ibérica hace ya algunos años. En las excavaciones efectuadas por Juan Pedro Garrido en el solar de la Calle Puerto, 10 de la capital se recuperó un fragmento de copela cuyo análisis semicuantitativo elemental dio 72,2% Pb, 17,8% Bi, 9,63% Cu y 0,14% Ag. Más reciente, de un lote de materiales referenciados en el libro de González de Canales et al. (2004) hemos analizado dos toberas con la boquilla escorifi cada donde se detectan también cobre, plomo y plata. Está pendiente completar estos análisis.

Fig. 12. Sección metalográfi ca de un nódulo de metal cobre-plomo de La Fonteta. Imagen obtenida con el SEM, electrones retrodispersados. 1 cobre, 2 plomo.

485

UN PROBLEMA DE DIFÍCIL SOLUCIÓN: LA CUESTIÓN DE LA PROCEDENCIA DE LA PLATA

Desde hace una veintena de años se está empleando con éxito la signatura radioiso-tópica del plomo como marcador de la procedencia de ciertos metales como el cobre, que habitualmente arrastra consigo impurezas de plomo que se encuentran en el mineral del que se ha obtenido. La plata es otro metal susceptible de ser caracteri-zado por este método. En teoría, una vez determinado el campo radioisotópico de una mineralización, todo el metal extraído de ella conservará una signatura pertene-ciente a dicho campo, es decir, una especie de huella dactilar propia.

Sin embargo, la plata plantea problemas adicionales a este respecto, unos provenientes del proceso metalúrgico en sí, y otros derivados del continuo reciclado del metal precioso por su alto valor intrínseco en todos los tiempos.

Como es sabido, sea cual fuere el mineral de origen, la plata requiere ser captada por el plomo y copelada. Obviamente nos estamos refi riendo a la plata copelada. La plata nativa o la obtenida directamente de minerales argentíferos fáciles de reducir como la querargirita no plantean grandes problemas, como demuestra Hunt (2003: 243 ss.). Dada la enorme diferencia de masas entre el metal precioso y el captador en el régulo original, la signatura radioisotópica dominante en la plata resultante será la del plomo utilizado como captador. La difi cultad será menor cuando la plata se obtiene de una galena argentífera, pues tanto la una como la otra tienen la misma signatura. Pero, como hemos visto antes, la plata fenicia no se obtuvo de plomo argentífero sino que la mayor producción parece proceder de la explotación de las jarositas y gossans argentíferos del Suroeste peninsular.

Así las cosas, conviene recordar que dichos territorios del Suroeste son pobres en mineralizaciones de plomo, obligando desde un primer momento a importar un captador procedente de otras latitudes, de lo cual hay evidencias bien tipifi cadas isotópicamente (Craddock el al., 1985: 209; Montero et al., 2010), siendo éste el factor dominante a la hora de encarar estudios de procedencia. Se están dando casos en recientes estudios radioisotópicos todavía inéditos, realizados por nuestro equipo de investigación, que hay objetos de plata que parecen proceder de mineralizaciones de plomo de las que nunca se obtuvo plata.

Una segunda fuente de problemas a la hora de fi jar procedencias del metal se debe al reciclado. El reciclado, la refundición de plata procedente de distintos orígenes, produce en cada caso una signatura radioisotópica que es mezcla de las signaturas originales y por tanto no coincide estrictamente con ninguno de los campos conoci-dos, y aunque los especialistas en isótopos de plomo han desarrollado estrategias estadísticas para tratar de discriminar los campos originales, los resultados son tanto menos fi ables cuanto mayor es el número de campos puesto en juego. Pero, además, no es sólo la plata el metal que se recicla: también se recicla el captador, es decir, el plomo o el litargirio empleado en el proceso metalúrgico. No sorprende, pues, como señala Hunt (2003: 249 ss.), que se hayan analizado objetos de plata fenicios cuya huella dactilar remite a un origen desconocido.

Si bien es cierto que los análisis de isótopos de plomo nos pueden llevar a callejo-nes sin salida o a interpretaciones especulativas que minimizan el valor objetivo del dato analítico cuando se trata de hacer frente a cuestiones de procedencia, también es cierto que gracias a su empleo se está perfi lando un entramado comercial y de

486

trasiego de materias primas mucho más complejo de lo que se venía suponiendo. De nuevo La Fonteta, por su posición geográfi ca relativamente alejada de los centros mineros, constituye un ejemplo esclarecedor: con los datos obtenidos hasta ahora es evidente la arribada allí de plomo de las mineralizaciones de la Sierra de Gádor (Almería), hecho que refl eja la signatura radioisotópica del plomo de las copelas (Renzi et al., 2009).

AGRADECIMIENTOS:

El presente trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2010-2011 5-C02-02) «Relación entre materias primas locales y producción metalúrgica: Cataluña meridional como modelo de contraste» y del Programa Consolider-Ingenio 2010 (CSD2007-00058) «Investigación en tecnolo-gías para la valoración y conservación del Patrimonio Cultural – TPC».

Por otro lado, queremos agradecer al Prof. Alfredo González Prats, director de las excavaciones de La Fonteta, la oportunidad de estudiar los materiales arqueometa-lúrgicos allí recogidos.

BIBLIOGRAFÍA

ARRIBAS, A., CRADDOCK, P.T., MOLINA, F., ROTHENBERG, B. y HOOK, D.R. (1989): Investigación arqueo-metalúrgica en yacimientos de las Edades del Cobre y del Bronce en el Sudeste de Iberia. En C. Domergue (coord.), Minería y Metalurgia en las Antiguas Civilizaciones Mediterráneas y Europeas, I, 71-79. Madrid.

DIODORO DE SICILIA (2004): BIBLIOTECA HISTÓRICA. LIBROS IV-VIII (TRAD. J.J. TORRES ESBARRANCH). MADRID.

ESTRABÓN (1992): GEOGRAFÍA. LIBROS III-IV (TRAD. M.ªJ. MEANA Y F. PIÑERO). MADRID.

GALÁN, E. y MIRETE, S. (1979): Introducción a los minerales de España. Madrid.GARCÍA PALOMERO, F. (2004): Yacimientos de la Faja Pirítica Ibérica (F.P.I.). En E.

Romero Macías y J.A. Pérez Macías (eds.), Metallum. La minería suribérica, 13-27. Huelva.

GENER, M., ROVIRA, S., MONTERO, I., RENZI, M., RAFEL, N. y ARMADA, X.-L. (2007): Análisis de escorias de plomo del poblado de la Edad del Hierro de El Calvari en El Molar (Priorat, Tarragona).En J. Molera, J. Farjas, P. Roura y T. Pradell (eds.), Avances en Arqueometría 2005. Actas del VI Congreso Ibérico de Arqueometría, 153-161. Girona.

GONZÁLEZ DE CANALES, F., SERRANO, L. y LLOMPART, J. (2004): El emporio fenicio precolonial de Huelva (ca. 900-770 a.C.). Huelva.

HUNT ORTIZ, M.A. (2003): Prehistoric Mining and Metallurgy in South West Iberian Peninsula. Oxford.

487

KASSIANIDOU, V., ROTHENBERG, B. y ANDREWS, Ph. (1995). «Silver production in the Tartessian period. The evidence from Monte Romero». Arx 1(1), 17-34.

MARTÍN DE LA CRUZ, J.C. (1988): «Mikenische Keramic aus bronzezeitliche Siedlungsschichte von Montoro aus Guadalquivir». Madrider Mitteilungen 30, 77-91.

MEYERS, P. (2003): «Production of silver in Antiquity: Ore types identifi ed based upon elemental compositions of silver artifacts». En L. von Zeldst (ed.), Patterns and Process, 271-290. Suitland.

MONTERO-RUIZ, I., RAFEL, N., HUNT, M., MURILLO-BARROSO, M., ROVIRA, C., ARMADA, X.L. y GRAELLS, R. (2010): Pre-Roman Mining Activities in the El Molar-Bellmunt-Falset District (Tarragonia, Spain): Indirect Proofs based on Lead Isotopes Analysis. En P. Anreiter et al. (eds), Mining in European History and its Impact on Environment and Human Societies – Proceedings for the 1st Mining in European History-Conference of the SFB-HIMAT, 12.–15. November 2009, Innsbruck, 115-121. Innsbruck.

PÉREZ MACÍAS, J.A. (1996): Metalurgia extractiva prerromana en Huelva. Huelva.RENZI, M., MONTERO-RUIZ, I. y BODE, M. (2009): «Non-ferrous metallurgy from

the Phoenician site of La Fonteta (Alicante, Spain): a study of provenance». Journal of Archaeological Science 36, 2584-2596.

ROS SALA, M.M. (1993): «Minería y metalurgia en el asentamiento protohistórico de Punta de los Gavilanes (Mazarrón, Murcia). I. Estudio arqueológico». En R. Arana, A.M. Muñoz, S. Ramallo y MM. Ros (eds.), Metalurgia en la Península Ibérica durante el primer milenio a.C. estado actual de la cuestión, 205-218. Murcia.

ROTHENBERG, B., GARCÍA PALOMERO, F., BACHMANN, H.-G. y GOETHE, J.W. (1989): «The Rio Tinto enigma». En C. Domergue (coord.), Minería y Metalurgia en las Antiguas Civilizaciones Mediterráneas y Europeas, I, 57-70. Madrid.

ROVIRA, S. (1995): «De metalurgia tartésica». Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular, Jerez de la Frontera, 475-506. Jerez de la Frontera.

ROVIRA, S. (2005a): «Tecnología metalúrgica y cambio cultural en la Prehistoria de la Península Ibérica». Norba. Revista de Historia 17, 9-40.

ROVIRA, S. (2005b): «Metalurgia de crisol: la obtención de cobre en la Prehistoria de la Península Ibérica». De Re Metallica. Revista de la Sociedad Española para la Densa del Patrimonio Geológico y Minero 5, 87-94.

ROVIRA, S., BURILLO, F., LÓPEZ, R. e IBÁÑEZ, J. (2012): «Metalurgia y explotac-ión de recursos minerales del entorno de la ciudad-estado celtibérica de Segeda I (Mara, Zaragoza)». En A. Orejas y Ch. Rico, Minería y metalurgia antiguas. Visiones y revisiones, 27-42. Madrid.

ROVIRA, S. y HUNT, M.A. (2006): «Free silica-type slags of silver production in the Iberian Peninsula», 34th International Symposium on Archaeometry, 3-7 May 2004 Zaragoza, Spain, 217-222. Zaragoza.

REHREN, Th. (1997): Tiegelmetallurgie. Tiegelprozesse und ihre Stellung in der Archäometallurgie (Habilitationsschrift), 85-96. Freiberg.

RUIZ-GÁLVEZ PRIEGO, M. (2009): «¿Qué hace un micénico como tú en un sitio como éste? Andalucía entre el colapso de los palacios y la presencia semita». Trabajos de Prehistoria 66 (2), 93-118.

488

SMITH, C.S. y GNUDI, M.T. (2005): The Pirotechnia of Vannochio Biringuccio. New York.VILAÇA, R. (2006): «Artefactos de ferro en contextos do Bronze Final do territorio

português», Complutum 17, 81-101.ZWICKER, U., GREINER, H., HOFMANN, K.-H. e REITHINGER, M. (1985):

«Smelting, refi ning and alloying of copper and copper alloys in crucible furnaces during prehistoric up to roman times». En P.T. Craddock y M.J. Hughes (eds.), Furnaces and Smelting Technology in Antiquity, 103-116. London.