La edición crítica de las crónicas de Rubén Darío. Problemas, soluciones y hallazgos
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1
La edición crítica de las crónicas de Rubén Darío
Problemas, soluciones y hallazgos1
Günther Schmigalle
Karlsruhe, Alemania
Congreso Internacional
RUBEN DARIO
ARCHIVOS Y REVISTAS DEL MODERNISMO
EN LA ERA DIGITAL
Universidad Complutense
Madrid
29 y 30 de noviembre de 2012
1 Lengua. Revista de la Academia Nicaragüense de la Lengua, 2
a época, 37 (julio de 2013), pp. 228-249.
2
Cuando la crítica textual o ecdótica surgió en el siglo XIX, sus objetos preferidos fueron los
textos clásicos de la edad antigua, la Biblia, las epopeyas de la Edad Media, y algunos de los
grandes poetas nacionales, como Shakespeare, Goethe o Cervantes. La Iglesia se opuso un
buen tiempo a una práctica que parecía convertir la palabra de Dios en un tejido de tradiciones
manuscritas y orales, de copias, errores, coyunturas, palimpsestos y enmendaciones. En el
siglo XX, la crítica textual se extendió para abarcar también a los grandes poetas y escritores
modernos, buscando siempre la forma ideal, original, o por lo menos la más autentica posible,
de sus obras. Tenían que ser poetas grandes y obras significativas, para justificar la gran
inversión en tiempo y trabajo intelectual que implica la elaboración de una edición de ese
tipo: cuando un teólogo y escritor británico propuso aplicar la crítica textual a los cuentos de
Sherlock Holmes, lo hacía en un plan humorístico2. (Hoy, esa edición existe.
3)
En el caso de Darío, si las ediciones críticas de sus grandes libros de poesía ya fueron
aceptadas hace buen tiempo por los expertos y por el público académico, con la ecdótica
aplicada a sus crónicas nos encontramos todavía en un campo marginal, pero, creo, en un
campo muy fértil. Sea como sea, buscar la versión más auténtica de las crónicas darianas no
parece demasiado difícil. Los manuscritos de las crónicas de Darío se consideran como
perdidos: “Aseguran algunos autores que los ‘Manuscritos’ de los libros de prosa de Rubén
solían ser los recortes de sus colaboraciones a La Nación, ordenados por el poeta y pegados en
páginas de cuadernos”4, pero esos cuadernos no se han conservado. Por eso la principal fuente
de variantes en el texto de las crónicas es la existencia, en muchos casos, de una versión
publicada en periódico y otra en volumen. Y todavía cuando la versión en volumen se debe al
mismo Darío, como es el caso de sus libros en prosa desde Los Raros hasta Todo al vuelo, las
variantes no son problemáticas; es suficiente registrarlas en la edición crítica. Un problema
mayor son los volúmenes compilados después de su muerte por diversos editores. Entre ellos
había poetas, amigos y familiares de Darío, pero ningún filólogo. En muchos casos se
empeñaron en mejorar los textos darianos, y sus versiones mutiladas o tergiversadas fueron
retomadas por editores posteriores, creando filiaciones poco auténticas. En estos casos el
trabajo del editor crítico se parece a una vuelta a los orígenes o también a un trabajo de
limpieza. “Para Housman, la crítica textual fue en primer lugar una empresa moral. Porque el
2 Knox 1928.
3 Doyle 2005-2006.
4 Tünnermann Bernheim 2004: 171.
3
crítico de texto está comprometido con la busca de la verdad y el destierro del error. … La
perpetuación y multiplicación de errores durante la transmisión de textos a largo plazo es una
buena imagen o paradigma del engaño y de la deterioración humana en general: decimos
sobre textos, como sobre hombres o de ideas, que se corrompen. Determinar qué escribió
realmente un autor antiguo es, de una manera limitada pero significativa, volver a poseer una
certitud perdida, volver a ver las cosas como son en realidad”5. Vamos a poner unos ejemplos.
Estableciendo el texto auténtico: Mimí Pinson
En 1902, el periodista francés Adolphe Brisson publicó una especie de novela documental,
basada en una investigación sobre el ambiente de los obreros en Montmartre. Le puso como
título Florise Bonheur, nombre (aparentemente auténtico) de una muchacha costurera con la
cual hizo amistad y que le facilitó el acceso a ese mundo todavía bastante desconocido del
público lector, a pesar del naturalismo y de las novelas de Émile Zola. Darío leyó el libro y
redactó una reseña que se publicó en La Nación, el 13 de abril de 1902, bajo el título “Las
transformaciones de Mimí Pinson”. Mimí Pinson es una griseta, protagonista de un poema de
Alfred de Musset publicado en 1840. La reseña de RD se concentra en la obrerita, la cual trata
de ubicar entre la tradición literaria (aparte de Musset, se refiere también a la obra de Murger,
Escenas de la vida de Bohemia) y la actualidad, agregando observaciones, impresiones y
experiencias propias y comparando las grisetas de antaño con las adineradas cortesanas de la
actualidad.
“Las transformaciones de Mimí Pinson” pertenece, cronológicamente, a la época de La
caravana pasa, pero por algún motivo que ignoramos, Darío no incluyó esta crónica en este
libro. Alberto Ghiraldo la rescató en 1925. Al incluirla en el volumen “Impresiones y
sensaciones” de su edición de Obras completas, hizo algunos cambios al texto, principal-
mente para hacer desaparecer todas las referencias al libro de Adolphe Brisson y ocultar el
hecho de que se trataba de una reseña. Borró párrafos enteros del texto de Darío e introdujo
algunas frases que no existían en el texto dariano. Su objetivo: aparentar que se trataba de una
especie de poema en prosa, surgido del cerebro de Darío bajo la inspiración la Musa. Le puso
además una fecha equivocada: 19006. Las Obras completas de la editorial Afrodisio Aguado,
5 Page 1983: 165.
6 Darío 1925: 83-95.
4
cuyo editor no tuvo acceso a La Nación, reprodujeron la versión de Ghiraldo7. Nosotros, en
nuestra edición de Crónicas desconocidas, presentamos el texto tal como apareció en La
Nación, tratando de hacerlo accesible como producto de lecturas y experiencias de Darío,
como un texto surgido en un contexto histórico específico8.
Estableciendo el texto auténtico: En la Isla de oro
De los dos viajes de Darío a Mallorca (el primero de noviembre de 1906 a marzo de 1907, el
segundo de octubre a diciembre de 1913) surgieron dos series de crónicas publicadas en La
Nación: la primera, bajo el título “En la Isla de oro”, publicada en seis partes, entre abril y
julio de 1907; la segunda, bajo el título “El oro de Mallorca”, publicada también en seis
partes, entre diciembre de 1913 y marzo de 1914. Esta segunda serie se puede caracterizar
como novela inconclusa, con personajes ficticios y una trama esbozada; su interés principal
reside en las confesiones del protagonista Benjamín Itaspes, que arrojan luz sobre la vida
íntima de Darío, mucho más que su Autobiografía. La primera serie “En la Isla de oro”
también suele clasificarse hoy como intento de novela, lo cual es más difícil de justificar ya
que se trata más bien de una serie de impresiones de viaje, de conversaciones y divagaciones
entre el poeta y sus amigos mallorquines, agregando un solo personaje ficticio, una dama
inglesa llamada “Lady Perhaps”. Contiene también muchos recuerdos de lectura, opiniones
sobre Santiago Rusiñol, sobre Ramón Llull, sobre el archiduque Luis Salvador, y una larga
polémica, única en la obra dariana, contra George Sand, mujer emancipada y “martirizadora
de poetas”. En fin, novela o no, lo que nos preocupa aquí es la historia de ese texto.
“En la Isla de oro” fue rescatada, como muchos otros escritos darianos, por el incansable
Alberto Ghiraldo, quien la publicó junto con otra novela inconclusa, El hombre de oro9. Y
como era de esperar, se esmeró en mejorar el texto:
a) Cambió el título “En la Isla de oro” en “La Isla de oro”.
b) Cambió en título del primer capítulo de “Divagaciones” en “Introducción” (ça fait plus
sérieux!).
7 Darío 1950-1953: 1/789-797.
8 Darío 2006: 131-142.
9 Darío 1937: 49-94.
5
c) Borró los cuatro primeros párrafos del primer capítulo, de manera que el relato ya no
comienza por “Vea usted – me dijo la rubia dama inglesa de ojos extraordinarios y de
boca de fruto” (¿comienzo demasiado frívolo?), sino por “He aquí la isla en que
detiene su esquife el argonauta del inmortal ensueño” (ça fait beaucoup plus sérieux!).
En 1970, 33 años después de Ghiraldo, Roberto Ibáñez, en sus Páginas desconocidas de
Rubén Darío, incluyó una versión correcta de “En la Isla de oro”, basada en una transcripción
directa del diario La Nación10
. A partir de esta fecha, los editores de la primera narración
mallorquina de Darío tenían la posibilidad de escoger entre el texto de Darío transcrito
correctamente por Ibáñez, y el texto de Darío mutilado por Ghiraldo. Curiosamente, que yo
sepa, todos han preferido la versión de Ghiraldo. Ejemplo: el libro de Luis Miguel Fernández
Ripoll, publicado en 2001 y basado en su tesis doctoral del año 1986. Después de una
excelente introducción donde describe los viajes de Darío a Mallorca e interpreta
detenidamente sus obras mallorquinas, el autor presenta una edición muy bien anotada de las
dos “novelas”. Solamente, en el caso de “En la Isla de oro” presenta la versión de
Ghiraldo…11
Y sin embargo, una nota a pie de página (p. 175) demuestra que el autor conoce
perfectamente la historia del “doble rescate” de “En la Isla de oro”. No es posible que no se
haya dado cuenta de las diferencias substanciales entre la versión de Ghiraldo y la de Ibáñez.
¿Por qué no trató de averiguar cuál de las dos versiones es la más auténtica? Ignoramus et
ignorabimus.
Estableciendo las fechas correctas: la supuesta visita de Darío a Lourdes
La dramática vida de Rubén Darío de Edelberto Torres sigue siendo la más completa, la más
detallada, la insuperada y quizás insuperable biografía del poeta. La octava edición, publicada
en Nicaragua hace dos años gracias a los esfuerzos de Myrna Torres, hija del autor, y del
editor Melvin Wallace, da testimonio de su actualidad. Torres tuvo la inmensa ventaja de
contar con la colaboración de contemporáneos y amigos de Darío que aún vivían. Era un gran
buscador de materiales y un buen estilista. Su narración tiene un hilo rojo que fascina al
lector: la guerra implacable que le hizo a Darío su cuñado y cruel enemigo, Andrés Murillo,
10
Darío 1970. 11
Fernández Ripoll 2001: 175-225.
6
que logró destrozar para siempre la felicidad personal y la vida tranquila anheladas por el
poeta. Y sin embargo, hoy tenemos acceso a materiales que no estaban al alcance de Torres.
Apoyándonos en la edición crítica de las crónicas darianas, podemos corregir y mejorar
algunos datos de su gran libro.
Está, por ejemplo, la supuesta visita a Lourdes. Torres afirma que a inicios de 1900, Darío,
como corresponsal de La Nación, después de recibir la orden de trasladarse de Madrid a París
para “cubrir” la Exposición Universal, visitó el santuario de Lourdes como peregrino. Desde
la primera hasta la cuarta edición, se puede leer en el libro de Torres que el 11 de febrero
Darío estaba de rodillas “ante la virgen blanca esculpida en mármol”12
. ¿Y por qué el 11 de
febrero? Pues el 11 de febrero es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, ya que “del 11 de
febrero al 16 de julio de 1858, Bernadette Soubirous, una pobre y analfabeta niña de catorce
años, aseguró haber visto en 18 ocasiones a la Virgen María en una gruta de la localidad de
Massabielle, al occidente de Lourdes, en Francia”13
. ¿Y por qué piensa Torres que el 11 de
febrero del año 1900 Darío estaba en Lourdes? No lo sabremos nunca, ya que en las primeras
ediciones de su biografía, Torres no indicaba sus fuentes. En la quinta edición del año 1980, el
11 de febrero desaparece sin explicación alguna, y la supuesta peregrinación de Darío ocurre
“un buen día”, pero sin fecha exacta14
. Pero en esta edición, más científica que las anteriores,
Torres indica su fuente: se trata de una crónica que apareció primero en el tomo VIII de las
Obras completas editadas por Ghiraldo, y después en el tomo IV de las Obras completas de la
editorial Afrodisio Aguado, bajo el título “Diorama de Lourdes. Bernadette”15
. Ese texto, a
medio camino entre el poema en prosa y la impresión de viaje, contiene algunos detalles que
parecen indicar la presencia del autor en el lugar de los hechos, es decir la presencia de Darío
en Lourdes. No lleva fecha de composición, ni de publicación. Lourdes, se sabe, se encuentra
en los Pirineos, a medio camino entre Madrid y París; Darío redactó su última crónica
madrileña el 31 de marzo de 1900, y su primera crónica parisiense el 20 de abril de 1900.
Tenía suficiente tiempo, pues, para visitar el santuario, aunque no en febrero, sino en abril. Y
la idea de que Darío fue a Lourdes para fortalecerse en la fe de sus antepasados, antes de
enfrentarse a las tentaciones de París, entusiasmó a muchos dariistas, que se pusieron a
repetirla incansablemente: “Parte para París haciendo una visita al santuario de Lourdes”16
.
12
Torres 1952: 235-236; Torres 1982: 230. 13
http://www.oblatos.com/dematovelle/index.php?option=com_content&id=1233:11-de-febrero-fiesta-
de-nuestra-senora-de-lourdes&Itemid=166, página consultada el 30 de agosto de 2013. 14
Torres 1980: 461; Torres 2010: 429. 15
Darío 1924: 145; Darío 1950-1953: 4/470-484. 16
Valle-Castillo 1992: 528; Valle-Castillo 2000: 203.
7
“Parte para París y hace una visita al santuario de Lourdes”17
. “En 1900 estuvo el poeta en
Lourdes y su impresión es positiva”18
. “En el otoño viaja por Italia y con motivo del Año
Santo visita al papa León XIII. Estas experiencias, sumadas a su visita al santuario de la
Virgen en Lourdes, lo conmueven profundamente”19
. “En el camino hacia París visita
Lourdes, de la que dejará sus impresiones, años más tarde en La caravana pasa”20
. “Parte
hacia París en donde hace una visita al santuario de Lourdes”21
. “Visita el Santuario de
Lourdes, en Francia”22
. “El 11 de febrero Darío está de rodillas. … ¿Pedía quizás un milagro
para dejar de beber?”23
Se nota que algunos autores se imaginan que Lourdes es un barrio de
París, pero que ninguno examinó la fuente de la supuesta peregrinación de Darío.
Sin embargo, una lectura atenta de la crónica “Diorama de Lourdes” tal como apareció en las
Obras completas de Ghiraldo y de Aguado, despierta algunas dudas: ese texto pinta un paisaje
de verano, y no un paisaje de abril (y mucho menos de febrero). En abril, la nieve cubre
todavía los Pirineos, y los peregrinos y enfermos prefieren quedarse en sus casas. Avanzamos
un paso más y consultamos la cronología de las crónicas de La Nación, establecida hace
algunos años por Susana Zanetti: veremos que la que nos interesa fue publicada el 21 de
marzo de 1894, bajo el título completo: “Diorama de Lourdes – Bernadette – Impresiones –
Zola y su nueva novela”24
. No puede, pues, reflejar una visita que tuviera lugar en 1900.
En fin, si tenemos acceso a una colección de La Nación y leemos la crónica original, vemos
que el texto consta de doce párrafos, numeradas en cifras romanas de I a XII, y que en
Ghiraldo y Aguado estamos frente a una versión mutilada, de la cual fueron eliminados los
párrafos IX, X, XI y XII. Las referencias que se encuentran en estos párrafos permiten ubicar
la crónica en su contexto. El mundo intelectual, en Francia, en ese momento estaba dividido
entre los adeptos del naturalismo, del materialismo, del darwinismo, cuyo protagonista
principal era Zola, por un lado; y los partidarios de las corrientes neo-cristianas y neo-
religiosas, por el otro. El anuncio de Zola, en 1891, de que su próxima novela trataría del tema
de Lourdes, despertó grandes expectativas; se hablaba de curar el cisma, se vaticinaba una
conversión del gran escritor, parecida a la de su colega Joris-Karl Huysmans y seguida
17
Valle-Castillo 1993. 18
Montero 1997: 133. 19
Rossi de Fiori 2004: 254. 20
Oviedo Pérez de Tudela 2008: 51-52. 21
Valle-Castillo 2010: 22. 22
Rivera Montealegre 2012: 409. 23
Guido 2005: 39. 24
Zanetti 2004: 142.
8
posiblemente de su admisión a la Academia Francesa, a la cual había aplicado vanamente...25
En marzo de 1894 se anunció que Lourdes se publicaría por entregas en La Nación, lo cual
provocó una animada discusión en las páginas del diario, bajo el lema “¿Cree Zola en el
milagro?”. Algunos lectores atacaron ferozmente a Zola, apoyándose en los argumentos de
Max Nordau; otros, que lo habían leído, lo defendieron, entre ellos el general Lucio V.
Mansilla, amigo de Darío. El 14 de abril La Nación publicó un resumen del debate en el cual
la redacción del diario, con una franqueza hoy inconcebible, tildaba a algunos lectores de
“pobres de espíritu”. El 15 de abril comenzó la publicación de la novela por entregas. La
crónica de Darío sobre Lourdes es el texto más poético producido por esta discusión. Otros
puntos culminantes del asunto, independientemente de las discusiones en La Nación, fueron
el 19 de septiembre de 1894, día en que la novela fue puesta en el Índice por la Iglesia,
prohibiendo su lectura a los católicos creyentes, y el 26 de enero de 1895, día en que el
anatema eclesiástico cayó sobre toda la obra de Zola.
No hubo, pues, visita o peregrinación de Darío a Lourdes, al menos que, durante su primera
estancia en París, entre el 15 de junio y el 3 de agosto de 1893, haya viajado de París a Lourdes
en el sleeping-car del Pyrénées-Express, como lo hiciera Zola el año anterior… Pero eso no es
probable: si lo hubiera hecho, hubiera mencionado esta visita en su segunda crónica sobre
Lourdes, la que fue incluida en La caravana pasa. Pero se sabe que en esa crónica Darío no
habla: se limita a hacer preguntas. El único que allí habla es Gonzalo Núñez, el famoso músico y
ocultista puertorriqueño, amigo de Darío y de Amado Nervo; su conclusión sobre el problema de
Lourdes es: “No creo que esos milagros sean hechos por Dios, y si no lo son, son obra de su
enemigo”26
. Concluimos por nuestra parte que “Diorama de Lourdes” es un texto de ficción y
que Darío nunca visitó la pequeña ciudad donde la Virgen apareció a Bernadette Soubirous.
Comentando los textos: el abate Claude
Además de averiguar la forma auténtica y la fecha correcta del texto, la edición crítica suele
brindar también un comentario para facilitar la comprensión del mismo. Simplificando un
poco, se pueden diferenciar dos tipos de comentario, que llamaremos el comentario escueto y
el comentario amplio. El comentario escueto se mantiene subordinado al texto y se conforma
25
Las candidaturas de Zola a la Academia Francesa fueron rechazadas en total diecinueve veces, durante
los años 1890-1898. 26
Darío 2000-2005: 1/187.
9
con aportar informaciones para aclarar dificultades puntuales que el lector puede encontrar en
él. El comentario amplio acompaña al texto, mantiene un diálogo con él, lo recontextualiza y
lo interpreta. Para poner un ejemplo, si Darío en una crónica narra su desencuentro con
Verlaine, el comentario escueto apunta que Paul Verlaine era un poeta francés nacido en tal
fecha, muerto en tal fecha, y que sus obras principales se llaman así y así. El comentario
amplio pregunta si el desencuentro tal como lo narra Darío es plausible, si existen otros
testimonio sobre el mismo, cómo era la vida de Verlaine en la época en la cual Darío lo
conoció, cómo fue su trato con otros poetas franceses y extranjeros, etc.27
El comentario
amplio podría llamarse la conciencia crítica del texto. En el caso de textos clásicos como el
Quijote o de la Destruición de las Indias28
, encontramos a veces un comentario amplio
estructurado en dos partes: una combinación de notas breves a pie de página que facilitan la
lectura, y unas notas finales extensas para el lector que quiera profundizar en algún tema. En
el caso de los clásicos, el comentario amplio suele presentar un resumen de la recepción
crítica de la obra, de manera que el lector, con respecto a cualquier párrafo del Quijote o verso
de Hamlet, puede verificar cómo tal párrafo o verso fue interpretado en el transcurso de los
siglos. Tratándose de las crónicas de Darío, cuya recepción crítica hasta la fecha ha sido casi
nula, el énfasis del comentario amplio no puede hacer hincapié en la recepción de estos textos,
sino en su génesis.
Como el comentario amplio tiene mucha afinidad con la investigación de los textos y con su
interpretación, llega a veces a hallazgos inesperados, que permiten enriquecer hasta la
biografía de Darío. Vamos a poner dos ejemplos.
El 9 de abril de 1906 apareció en La Nación la crónica “El general y el abate”29
. Su prota-
gonista principal es un abate francés que dejó los hábitos y se puso a recorrer el mundo; se
enamoró locamente de una mujer en una ciudad de provincia de la Argentina; tuvo varios
hijos con esa mujer, que luego lo abandonó; se entregó al alcoholismo; y vivió un tiempo en
Buenos Aires, formando parte de los círculos literarios a que pertenecían Darío y Eugenio
Díaz Romero y de quienes Darío ha dicho: “Se comprende que la sobriedad no era nuestra
principal virtud”30
. Su alcoholismo empeoró; el general Mitre lo salvó en una situación muy
difícil; al fin resolvió volver a Francia, pedir perdón, hacer penitencia y reintegrarse a la
27
Schmigalle 2011. 28
Cervantes 2001; Las Casas 2009. 29
Darío 2006: 492-499. 30
Darío 1915: 167.
10
iglesia, con la ayuda de un cardenal pariente suyo. Darío, después de ser su amigo en Buenos
Aires, lo fue nuevamente en París. Además de la crónica mencionada, le dedicó un capítulo de
su autobiografía31
. Otros literatos, como Rufino Blanco Fombona, lo entrevistaron también,
por recomendación de Darío 32
.
En la crónica citada, Darío abrevia el apellido del abate con la letra C…; en su autobiografía
dice que su apellido fue Claude; de una tarjeta postal conservada en el Seminario Archivo
deducimos que su nombre completo fue Charles Marie Claude. En los Archivos Históricos de
la diócesis de París hemos encontrado algunos datos sobre él: nació el 28 de marzo de 1853
en Rambervillers (Vosgos), fue ordenado como sacerdote en Saint-Dié (Vosgos) el 23 de
mayo de 1876, se desempeñó como profesor en el colegio de Rambervillers de 1876 a 1880 y
luego como preceptor en la casa del señor Farcy, 22 bulevar de los Capuchinos, Paris (IIo), fue
nombrado vicario de la iglesia Saint-Pierre de Montrouge el 23 de noviembre de 1881, y de la
de Saint-Pierre du Gros Caillou el 4 de enero de 1889, y abandonó la diócesis de París en
junio de 1889. Ya en mayo de aquel año el consejo arzobispal le amenazaba con retirarle su
celebret. Todavía no hemos encontrado documentos sobre su vida en Argentina, ni sobre su
retorno a Francia y al redil de la iglesia. La “cartuja en una isla cerca de Niza” a la cual, según
Darío, se retiró, se puede identificar: se trata de la abadía de Lérins, en la isla de Saint-
Honorat, cerca de Cannes más bien que de Niza. La postal que el abate envió a Darío el 2 de
diciembre de 1906 trae una foto de ese claustro, que parece fortaleza o cárcel. La tarjeta,
dirigida al departamento de Darío en el número 3 de la rue Marivaux, “frente al costado de la
Opera Cómica”33
, fue redirigida “chez Mme
de Montfort, 2 de Mayo, 10 Villa ‘El Terreno’34
,
Palma de Mallorca (Baleares)”. El texto de la postal, corto pero bilingüe, dice: “Muchos
recuerdos!!! Amitié, félicité --- Charles Marie Claude” (2-XII-1906. Carpeta 78 / n.° 4479)35
.
En cuanto a su parentesco con un cardenal, mencionado también por Darío, pareciera que el
abate Claude fue hijo de una de las numerosas tías del cardenal François-Désiré Mathieu
(1839-1908), escritor prodigioso, muy identificado con el papa León XIII36
. Por medio de la
correspondencia de este purpurado se podrían sin duda verificar algunos de los detalles más
rocambolescos que Darío refiere sobre su amigo. También sería interesante localizar las
“inéditas homilías” del abate, admiradas por Darío. En cuanto al contexto histórico, los libros
31
Darío 1915: 187-189. Cf. Jirón Terán 1999: 47. 32
Blanco Fombona 1903: 177-179. 33
Contreras 1930: 96. 34
No “El Torrero” (Torres 1980: 565; Torres 2010: 525). 35
Villacastín 1987: 476. 36
Renard 1925: 550.
11
de Albert Houtin brindan una abundante documentación sobre los sacerdotes que
abandonaron la iglesia, para siempre o por un tiempo, en aquellos años de crisis modernista37
.
Tarjeta del abate Claude (anverso)
Tarjeta del abate Claude (reverso)
37
Houtin 1908; Houtin 1910.
12
Comentando los textos: una amante
“Mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París”, dice Darío en el prólogo a sus Prosas
profanas. El poeta tuvo varias queridas en París, pero una de ellas tiene nombre y apellido: su
“nombre de guerra” o seudónimo de artista fue Marion de Lorme. Darío la conoció cuando
llegó a París en el verano de 1893, con “una buena suma de sueldos adelantados” del
presidente de Colombia, Rafael Núñez38
. Un biógrafo la llama “cierta hetaira de coturno”39
,
ya que sus amores fueron gratos, pero no gratis. Cuando se conocieron, Darío tenía 26 años;
ella tenía 24. La menciona en varias crónicas, entre ellas en las famosas “Reflexiones del Año
Nuevo parisiense”, donde la rubia Marion figura con la Bella Otero y Liane de Pougy entre
las mujeres más fatales del fin de siglo40
. Pero hasta en 1912, cuando dicta su autobiografía,
cuenta brevemente la historia de su relación y manda un nostálgico saludo a su amante de
antaño41
.
Marion de Lorme pertenecía a una categoría de hetairas a quienes se les pagaba “con cuadros,
con estatuas o con libros recién publicados”42
. Su mansión, llena de obras de arte, se en-
contraba en la avenida Victor Hugo, no muy lejos de la casa donde vivió y murió el gran
poeta de Francia, cerca de la pastelería del señor Gagé, donde “se dan y se reciben citas para
las intrigas y pasatiempos lúbricos”43
, y cerca del “hôtel” de su colega y rival Liane de
Pougy44
. A parte de las intrigas amorosas propiamente dichas, la bella Marion, que utilizaba
para su correspondencia un lujoso papel de cartas con el lema “Me abro de noche”45
, tenía
otros ingresos: en enero de 1893, su nombre surge en el contexto del escándalo de Panamá.
Como Émilienne d’Alençon y otras de su medio, había cobrado fuertes cheques de los
constructores del canal, por haber convencido a sus clientes más pudientes a invertir sus
fondos en la fraudulenta compañía. Se les amenazaba a las damas con un juicio por
corrupción, que, según parece, no se concretizó46
. En una entrevista con el escritor Victorien
38
Darío 1915: 141-142. 39
Contreras 1930: 77. 40
Darío 1901: 152. 41
Darío 1915: 156. 42
Guzmán 1893: 65. 43
Guzmán 1893: 60. 44
Chalon 1994. 45
Buffet 1930: 38. 46
Henri de Weindel, “Le chèque d’Émilienne”, Fin de Siècle, 24 de enero de 1893.
13
de Saussay, la rubia belleza ha contado su vida47
. Después de una infancia dramática e infeliz,
debutó a los diecisiete años como cantante en el Alcázar del Invierno. Teresa y Paulus fueron
sus maestros, y el público aplaudía su actuación y su voz de soprano en piezas como Manon,
la Cagnotte y Un bébé. Se retiró del teatro (en 1886 según parece) para vivir tranquila con un
hombre amado, lo cual no se logró: más bien cuenta con mucha emoción la historia de los
jóvenes que se han matado, o han querido matarse por ella, por culpa (por supuesto) de los
padres. Anuncia --punto culminante de la entrevista-- que volverá pronto a las tablas, sin dar
más detalles. En junio de 1893 – Darío llega a París el 15 o el 16 de este mes— Marion figura
entre las acusadas del famoso escándalo del baile de las Cuatro Artes, pero es absuelta48
. A
continuación, se mantiene en los titulares por medio de los pequeños incidentes habituales: en
julio de 1893 (Darío está todavía en París), cuando una tribu de indígenas de la Costa de
Marfil es instalada en una exposición antropológica en el Jardín de Aclimatación, Marion
decide averiguar “cómo son los Paï-Pi-Bri enamorados” y queda encantada con su aventura49
.
Un poco después le roban su billetera, pero la logra recuperar50
. Durante una carrera de
caballos, anuncia su próximo traslado a una mansión de la avenida de Wagram51
, más
suntuosa todavía que la de la avenida Victor Hugo52
. En diciembre se resfría durante un baile,
sufre de pleuresía, pero se recupera53
. Un artículo nos lleva al segundo piso del pequeño hôtel
estilo Renaissance, donde Marion, al terminar su dura jornada, es desvestida por su criada,
antes de precipitarse en “su famosa cama de palo de rosa incrustado con maravillosas
porcelanas de Sèvres, donde la fantasía de un artista ha pintado unos remolinos de amores y
ha reproducido, para evocar el gran siglo de la pasión, los rasgos de la duquesa de
Lamballe”54
. Todos los años, en la primavera, los reporteros enumeran las bellezas que
desfilan en sus carruajes en las avenidas del Bosque de Bolonia o asisten en las carreras de
caballos de Longchamp. El nombre de Marion no falta, pero siempre va incluido en el grupo
de las semi-mundanas, nunca sube al grupo más alto de las “artistas”, donde figuran
47
Victorien du Saussay, “Nos interviews: Marion de Lorme”, Fin de Siècle, 11 de febrero de 1893. 48
“Tribunal Correctionnel de Paris (11° ch.)”, Gazette des Tribunaux, 24 de junio de 1893 y 1. ° de julio
de 1893. Se trataba, en realidad, de dos bailes: el de “Quatre-z Arts” del 8 de febrero de 1893, y el del
“Fin de Siècle” del 1° de marzo de 1893, el primero organizado por el estudiante de artes Henri
Guillaume, el segundo por Émile Mainguy, director del periódico mundano Fin de Siècle. “Marie
Delorme, llamada Marion, veinte años” figuró en el segundo; ella fue una de tres acusadas por “ultraje
público al pudor”. El fallo fue emitido el 30 de junio y provocó una rebelión estudiantil que tuvo que ser
reprimida por el ejército y de la cual Darío fue testigo benévolo (Darío 2008; Schmigalle 2005). 49
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 30 de julio de 1893. 50
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 17 de agosto de 1893. RD partió de París el 2 o el 3 de agosto. 51
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 15 de abril de 1894. 52
Bonnefont 1895. 53
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 21 de diciembre de 1894. 54
“Petits couchers: Marion de Lorme”, Fin de Siècle, 25 de diciembre de 1894.
14
Émilienne d’Alençon, la Bella Otero, o Liane de Pougy. El éxito de esta última, que además
de hetaira es actriz y bailarina, y pronto será escritora, molesta mucho a Marion, y el reportero
menciona discretamente que “cierta belleza rubia, una de las joyas de Citera, ya no duerme
bien por causa de los éxitos de la bella Liane. Bien pronto buscará en un escenario de bulevar
los aplausos de los parisienses, y seguramente su bella sonrisa sabrá conquistas aún a los más
difíciles”55
. En fin, en julio de 1896, en su mansión de la avenida de Wagram, durante una
fiesta con sus allegados más íntimos, se escenifica la pieza escrita por Marion, en la cual ella
misma desempeña el papel principal: El hombre del mundo, pieza autobiográfica y además
“pièce à clé”, “donde se ponen en la escena unos personajes muy reales y muy conocidos del
mundo parisiense”56
. La pieza, que pudo haberse llamado “Aquel joven que quiso matarse
por mí”, no llegó nunca a una representación pública; tampoco se ha publicado el texto. La
amante parisiense de Darío fue una actriz y escritora frustrada…
Conclusión
Averiguar la forma auténtica y la fecha correcta de un texto, acompañarlo con un comentario
adaptado a sus características, facilitar el acceso por medio de índices completos, son ele-
mentos de una edición crítica que no solamente permiten una mejor comprensión de las cró-
nicas de Darío, sino también contribuyen a su interpretación, a la investigación dariana y
pueden llegar hasta corregir y profundizar nuestro conocimiento de la biografía del poeta.
Para terminar, una sugerencia práctica. Darío publicó sus textos en numerosos periódicos de
muchos países, pero aproximadamente un 70% de sus crónicas se publicaron en un solo
diario: La Nación de Buenos Aires, de la cual fue colaborador durante 26 años (1889-1915).
A partir de 1899, como su corresponsal en España y Francia, La Nación le pedía 4 correspon-
dencias mensuales. Tenemos la buena suerte de que este diario todavía existe. En la Calle
Bouchard de Buenos Aires tiene sus oficinas y un buen archivo histórico. Allí compré una
parte de los microfilmes de La Nación; otra me mandaron de la Biblioteca del Congreso de
Washington, donde la colección comienza en 1906. El precio no fue exorbitante. Pienso que
toda institución especializada en Rubén Darío debería hacer un esfuerzo para adquirir la
versión histórica de ese diario, ya sea en microfilme, ya sea (como corresponde a la edad de la
55
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 26 de abril de 1894. 56
Le Diable Rose, “Écos”, Fin de Siècle, 5 de julio de 1896.
15
telemática) en forma digitalizada, para ponerla a la disposición de sus lectores. De esa manera
se facilitaría el acceso a los originales de muchos textos darianos, se evitarían algunos de los
errores que hemos tenido que analizar en esta ponencia, y se podrían leer sus crónicas no
solamente en su forma original, sino también en su contexto histórico, ya que muchos de los
amigos, maestros y contemporáneos con quienes Darío mantuvo un diálogo permanente,
publicaron también en las páginas de La Nación.
16
ANEXO:
FOTOGRAFIAS DE MARION DE LORME
(Fuente: Bibliothèque nationale de France, Département des Arts du spectacle)
23
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