Monarquistas hasta el ocaso: los 'indios' de Chile central frente a la crisis colonial, 1810....

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Monarquistas hasta el ocaso: Los “indios” de Chile Central en los preámbulos de 1810 1 . [VERSIÓN FINAL, JULIO, 2011] Leonardo León Solís “Lo encontré con otros en la faena de rodeos”, señaló en 1791 el juez Antonio Madail al describir su encuentro con un “indio” fugitivo de la localidad de Tiltil, “y reconviniéndole como juez sobre la falta de obedecimiento, se retiró a un lado profiriendo palabras que, por no haberlas entendido, procuré indagar de él mismo su genuino sentido y contra quien las vertía, a lo que me contesto con estas formales expresiones: contra vos hijo de puta....2 . Con estas palabras, el “indio” Francisco Rivero resumió, probablemente, un sentimiento colectivo o bien se limitó a expresar su opinión sobre la máxima autoridad judicial del lugar. Será difícil averiguar su trascendencia social pero este 1 Este trabajo se realizó en el marco del proyecto Fondecyt 1090144: Montoneras populares y rebelión del peonaje en la gestación de la República, 1810-1835 . Mis agradecimientos a los licenciados Hugo Contreras y Marisol Videla, por su colaboración en el proceso de recopilación de fuentes documentales. Se advierte que los vocablos “indio” o “indígenas” son usados para sintetizar, en una sola categoría, la diversidad étnica y cultural que englobaba el mundo tribal colonial. La ausencia de referencias específicas impide, en estos momentos, usar los etnónimos respectivos para cada sujeto, grupo o comunidad. 2 Antonio Madail al fiscal de la Real Audiencia Joaquín Pérez de Uriondo, Tiltil, 6 de octubre de 1791, en “Criminales seguidos por el señor Protector de Naturales del Reino, por la defensa del indio Francisco Rivero, por habérsele embestido con sable en mano, según las noticias del diputado Jacinto Gómez de Silva, por don Antonio Madail”, Archivo Nacional Histórico, fondo Capitanía General (en adelante FCG), vol. 319, f. 431.

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Monarquistas hasta el ocaso: Los “indios” de Chile Central en

los preámbulos de 18101.

[VERSIÓN FINAL, JULIO, 2011]

Leonardo León Solís

“Lo encontré con otros en la faena de rodeos”, señaló en 1791

el juez Antonio Madail al describir su encuentro con un

“indio” fugitivo de la localidad de Tiltil, “y

reconviniéndole como juez sobre la falta de obedecimiento, se

retiró a un lado profiriendo palabras que, por no haberlas

entendido, procuré indagar de él mismo su genuino sentido y

contra quien las vertía, a lo que me contesto con estas

formales expresiones: contra vos hijo de puta....”2. Con estas

palabras, el “indio” Francisco Rivero resumió, probablemente,

un sentimiento colectivo o bien se limitó a expresar su

opinión sobre la máxima autoridad judicial del lugar. Será

difícil averiguar su trascendencia social pero este

1Este trabajo se realizó en el marco del proyecto Fondecyt 1090144:Montoneras populares y rebelión del peonaje en la gestación de la República, 1810-1835. Misagradecimientos a los licenciados Hugo Contreras y Marisol Videla, por sucolaboración en el proceso de recopilación de fuentes documentales. Seadvierte que los vocablos “indio” o “indígenas” son usados parasintetizar, en una sola categoría, la diversidad étnica y cultural queenglobaba el mundo tribal colonial. La ausencia de referenciasespecíficas impide, en estos momentos, usar los etnónimos respectivospara cada sujeto, grupo o comunidad. 2 Antonio Madail al fiscal de la Real Audiencia Joaquín Pérez de Uriondo,Tiltil, 6 de octubre de 1791, en “Criminales seguidos por el señorProtector de Naturales del Reino, por la defensa del indio FranciscoRivero, por habérsele embestido con sable en mano, según las noticias deldiputado Jacinto Gómez de Silva, por don Antonio Madail”, ArchivoNacional Histórico, fondo Capitanía General (en adelante FCG), vol. 319,f. 431.

testimonio, perdido en las amarillentas páginas de los

archivos judiciales, debiera causar alguna sorpresa entre

aquellos historiadores que describieron el período colonial

como una larga siesta, sin conflictos y, por sobre todo, con

un populacho sometido a los dictámenes de quienes ejercían el

poder. “Dormía Chile, joven y gigante, manso y gordo huaso,

semi bárbaro y beato, su siesta de colono”, escribió Vicuña

Mackenna a mediados del siglo XIX; “vivía el pueblo colonial

la descansada vida de la inercia, harto de los abundosos

bienes de la madre tierra... el roto era, por fortuna, una

casta generosa, incapaz de desenfrenarse por los vicios...”3.

Esta visión pastoral de la centuria ilustrada, tan ajena al

mundo de violencia y criminalidad que ha comenzado a ser

develado por las investigaciones recientes, fue reproducida

por Sergio Villalobos quien manifestó que en los últimos años

de la Colonia “hay el sabor de una época tranquila y

plácida,... existía un nuevo ambiente, se vivía en paz”4. El

contraste entre los dichos de los historiadores tradicionales

y las expresiones del juez Madail es notorio. “Contemple

ahora Vuestra Señoría a donde llegará la avilantes y

desvergüenza de el tal Riveros”, afirmó Madail, “pues tiene

la osadía de levantar las riendas para su juez....y un hombre

de este atrevimiento, ¿hasta dónde verá aumentada su osadía

3 Benjamín Vicuña Mackenna, El ostracismo del general Bernardo O’Higgins,Valparaíso, Imprenta del Mercurio de Santos Tornero, 1860, p. 85.4 Sergio Villalobos, Tradición y Reforma en 1810, Santiago, Ediciones de laUniversidad de Chile, 1961, p. 28.

viéndose impune de aquel delito?”5. Los temores expresados

por el juez fueron genuinos y develan los vacíos que registra

la memoria colectiva respecto de lo que aconteció en el país

en los preámbulos de la Independencia, especialmente en lo

que dice relación a las tensas relaciones que se

desarrollaron entre la plebe y el patriciado durante esos

años6. En realidad, los historiadores tradicionales y

ensayistas se desconcertarían si realizan una revisión

acuciosa de los expedientes judiciales conservados en el

Archivo Histórico Nacional; se puede prever que la bucólica

escena que describieron con tan buen estilo o la supuesta

modernidad que atribuyen al reino, se les transformarán en un

agitado devenir de hombres y mujeres que deambularon

acompañados de aquellos espectros que transitan con la

Humanidad en sus momentos más oscuros: hambres, pestes,

violencia y muerte7. También se sorprenderán aquellos que se

5 Antonio de Madail al gobernador de Chile, Tiltil, 25 de octubre de 1792,en “Criminales seguidos por el señor Protector de Naturales delReino....”, en FCG, vol. 319, f. 434.6 Leonardo León, La gesta innoble: plebeyos y patricios en Chile colonial, 1758-1772,Michoacan, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011. 7 Alejandra Araya, Ociosos, vagabundos y mal entretenidos en Chile colonial, Santiago,Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1999; “Trabajo y mano deobra en el valle central de Chile en el siglo XVIII: un acercamientodesde el problema de la vagancia, en Ultima Década, N°5, CIDPA, Viña delMar, 1996, pp. 3-44; Igor Goicovich, “Es tan corto el amor y tan largo elolvido. Seducción y abandono en Chile tradicional, 1750-1880”, enContribuciones Científicas y Tecnológicas, N°144, Santiago, Universidad de Santiagode Chile, 1996, pp. 25-56; “Conflictividad social y violencia colectivaen Chile tradicional. El levantamiento indígena y popular de Chalinga(1818)”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades (en adelante RHSM), N° 4,Universidad de Santiago, Departamento de Historia, Santiago, 2000, pp.59-70; René Salinas, “Violencia interpersonal en una sociedadtradicional. Formas de agresión y de control social en Chile. Siglo XIX”,

conformaron con la tesis del etnocidio generalizado de los

“indios” y del surgimiento del mestizaje temprano acuñada por

los historiadores modernos y que, aún hoy día, tienden a ver

el horizonte étnico de Chile central durante el siglo XVIII

como un espacio sin “indios”8. Por cierto, no se puede

ignorar que el “indio” Rivero fue conocido por su nombre

mestizo, lo cual da cuenta de un irrefutable proceso de

aculturación; pero quien caminaba bajo su poncho era un

auténtico “indígena”. Finalmente, aquellos que niegan a la

plebe de la época un protagonismo político, deberán

reflexionar sobre la magnitud de los insultos proferidos por

Riveros contra un agente del poder colonial. Cuando un hombre

común trata a un juez de “hijo de puta”, se puede concluir

que los pobres de aquel tiempo no estaban callados ni

sumisos, marginados ni ausentes; por el contrario, se puede

afirmar que su modo de vivir desordenado, escandaloso y

promiscuo, estaba instalado en el centro mismo de la

en RHSM, N°12, 2008, p. 11; Jorge Pinto R., “La violencia en elcorregimiento de Coquimbo durante el siglo XVIII, en Cuadernos de Historia (enadelante CH), N° 8, Santiago, Universidad de Chile, Departamento deHistoria, 1988, p. 79; “La familia en Chile colonial. Las modalidadesalternativas al vínculo matrimonial en el Norte Chico, 1700-1800”, enCarmen Norambuena y René Salinas, (editores), Demografía, familia e inmigraciónen España y América, Santiago, Universidad de Chile, 1992, pp. 91-116;Claudia Araya, “La mujer y el delito: violencia y marginalidad en Talca.Siglo XIX”, en Diana Veneros (editora), Perfiles revelados. Historias de mujeres enChile, siglos XVIII-XX, Santiago, Universidad de Santiago, 1997, pp. 171-196.8 Mario Góngora, “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile, (Siglos XVIa XIX)”, en Estudios de historia de las ideas y de historia social, Valparaíso, EdicionesUniversitarias de Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1980,pp. 341-390; Alfredo Jocelyn-Holt, La independencia de Chile, Madrid, Mapfre,1992; El peso de la noche: nuestra frágil fortaleza histórica, Santiago, Planeta Chilena,1998.

sociabilidad. En síntesis, el testimonio de la confrontación

entre el “indio” Rivero y el juez Madail da cuenta de una

compleja gama de conflictos que requiere una nueva mirada.

En este trabajo planteamos analizar algunos datos que

permitan reconstruir, en parte, la historia de los “indios”

de Chile central en los preámbulo de 1810. En particular,

centraremos la atención en los esfuerzos que hicieron las

comunidades para asegurar el cumplimiento de la

institucionalidad monárquica bajo cuyo alero prosperaron los

así llamados “pueblos de indios”. Defensa de sus tierras y

pleitos por sucesión al puesto de cacique fueron,

principalmente, los dos ejes que articularon esos esfuerzos.

Se conciben estas acciones como manifestaciones particulares

de un conflicto político más generalizado entre la plebe y la

elite dirigente que, desde mediados del siglo XVIII,

disputaba el poder de los agentes imperiales y pretendía

ejercer su autoridad sobre los “naturales”. En su accionar

político hacia abajo, el acoso territorial y la campaña de

desprestigio montada contra los caciques, además de los

proyectos para remover a los “indios” de sus tierras

ancestrales, habrían constituido la arremetida patricia

contra el segmento “indígena” del populacho. Por supuesto, el

escenario y los contenidos político doctrinario de la

confrontación entre la elite y el bajo pueblo fueron

diferentes a los que, posteriormente, estableció la

modernidad9. Atendiendo a lo que sucedió en el mundo plebeyo,

se puede afirmar que careció de discursos, organización,

representatividad; no tuvo consistencia en el tiempo ni

motivó grandes movilizaciones sociales. En el caso de los

“indios”, desde ya se debe establecer que no logró superar el

fraccionalismo que se derivaba de su segmentarismo social ni

tampoco adquirió la magnitud de las grandes “rebeliones”

hispanoamericanas10. Tampoco adquirió el perfil de un

movimiento popular. Todo pareció limitado al quiebre de

relaciones personales, remitidas a individuos o comunidades,

sin resonancia nacional. Con todo, estas carencias no le

restan valor cuando se vinculan como la protohistoria del

proceso generalizado de rebelión plebeya que tuvo lugar en

los años siguientes11. “La potenciación del sujeto histórico

popular”, escribió Gabriel Salazar hace ya un par de décadas,9 Sergio Grez, De la “regeneración del pueblo” a la Huelga General. Génesis y evoluciónhistórica del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago, Centro deInvestigaciones Barros Arana, 1998, pp. 27-37; Luis Alberto Romero, “Lossectores populares urbanos como sujetos históricos”, en Proposiciones, N°19, Santiago, SUR Profesionales, 1990, pp. 268-278; ¿Qué hacer con los pobres?Elite y sectores populares en santiago de Chile, 1840-1895, Santiago, EditorialSudamericana, 1997.10 John L. Phelan, The People and the King: The Comunero revolution in Colombia, 1781,Madison, University of Wisconsin press, 1978; Scarlett O’Phelan, La granrebelión en los Andes: de Tupac Amaru a Tupac Catari, Cuzco, Centro de EstudiosRegionales Andinos "Bartolomé de las Casas", 1995; Anthony McFarlane,“Rebellions in late Colonial Spanish America: A Comparative Perspective”,en Bulletin of Latin American Research, Londres, Society of Latin AmericanStudies, vol. 14, N°3, 1995, pp. 313-338.11 Gabriel Salazar, La rebelión del peonaje durante el siglo XIX, Londres, Santiago,manuscrito, sin fecha; Julio Pinto Vallejos y Verónica Valdivia Ortiz deZárate, ¿Chilenos Todos? La construcción social de la nación (1810-1840), Santiago, Lom,2009; Leonardo León, Ni patriotas ni realistas: el bajo pueblo durante la Independencia deChile, 1810-1822, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana,2011.

“tiene lugar en el ámbito de su propia cotidianeidad, ya que

la humanización de la sociedad está regida por la validación

permanente de sus formas convivenciales de paz, aun dentro

del campo marginal de las negaciones”12. Así sucedió con el

“indio” Rivero, cuyo enfrentamiento con Madail se produjo en

medio de las faenas del trabajo, como un encuentro entre

iguales, frente a la mirada impávida de los testigos. En todo

caso, no era la primera vez que el juez se veía expuesto a la

ira plebeya. Como él mismo afirmó, ya había sufrido “no sólo

atropellamientos, desvaríos y disputas, sino también

incomodidades, molestias y galopes....”13.

¿Quién fue el “indio” Rivero? En el proceso judicial que

vamos revisando se mencionan datos circunstanciales que

permiten establecer precariamente su identidad. Su oficio era

el de vaquero en la estancia de Jacinto Gómez de Silva; fue

ahijado de Joaquín de Panadero, y gozaba de “estimación y

crédito” entre los habitantes de Tiltil y Polpaico, al norte

de la capital. Sin embargo, lo más significativo para el

propósito de este trabajo, fue la habilidad que demostró

Rivero para movilizar en su favor el aparato institucional y,

al mismo tiempo, activar una extensa red de relaciones que le

permitirían salir incólume del incidente. En efecto, ante los

dilemas que le creó su enfrentamiento con el juez, el “indio”

12 Salazar, Gabriel, Labradores, Peones y Proletarios. Formación y crisis de la sociedadpopular chilena del siglo XIX, 3ª. edición, Santiago, Lom, 2000, p. 39.13 Antonio Madail a Ramón de Rozas, Tiltil, 2 de julio de 1792, en“Criminales seguidos por el señor Protector de Naturales del Reino....”,en FCG, vol. 319, f. 432.

Rivero fue apoyado por su patrón, quien también se

desempeñaba como Alguacil de Minas en el distrito; asimismo,

usando la influencia de éste, Rivero consiguió que el Fiscal

de la Real Audiencia, -en su condición de Protector de

Naturales del Reino-, intercediera ante la Real Audiencia y

que el Gobernador del reino sometiera a proceso al juez bajo

la acusación de haberle atacado con su espada. El “indio”

Rivero fue expuesto, en gran parte del expediente, como

víctima de los abusos del juez Madail. Sin embargo, en su

auto de descargos, Madail describe al “indio” con otros

ropajes.

“He procurado informarme de la Patria del tal Rivero, y lo más que he

podido inquirir es que dicen ser de Rancagua, pero no hay quien conozca

a sus padres ni familia. Lo cierto es que es un vago, pendenciero y

cuchillero, estando lo más de su vida embriagado y entonces es mucho

más peligroso. Solo hace tres años que vive en este Asiento de Tiltil y en

este tiempo ha tenido muchas pendencias, con un Fulano Nilo tuvo tres

encuentros a cuchilladas... con Bartolo Díaz peleó en casa de don Cipriano

Olivares y porque salieron a embarazar la riña lo desafiaba en el patio

con el cuchillo en la mano rayando el suelo, y ultrajándolos a todos con

gran desvergüenza. En casa de Humberto Jaramillo tuvo igual función con

Francisco Donaire y un hijo de éste, y otras muchas que podría

individualizar del mismo modo a Vuestra Señoría porque éste no anda

más que de guapo y de todos es respetado....”14.

14 Op. cit., f. 435.

El retrato del “indio” Rivero hecho por Madail no se

aparta de lo que fue la representación patricia de plebe

durante el período15. Vagabundos, violentos, ladrones,

pendencieros y viciosos, borrachos y flojos, fueron algunas

de las cualidades que les atribuyeron los patricios a los

“indios”, castas y mestizos de la época. No es nuestra

intención desentrañar aquí los fundamentos de esa percepción

negativa, pero estimamos que es fundamental subrayar que los

principales actores de esta causa criminal fueron, de una

parte, un juez acusado de abusador y, de otra, un “indio”

considerado como víctima. Inmediatamente surgen algunas

interrogantes. ¿Por qué los roles tradicionalmente asignado a

estos sujetos aparecen invertidos de un modo tan

substancial?; ¿Cómo es posible que las principales

autoridades del país apoyaran al “indio” Rivero, de notoria

raigambre criminal según su acusador, y no la del juez

comisionado? Sin duda, como en otros casos judiciales, gran

parte de la trama de este proceso se explica en el mundo de

intrigas que enmarcaron los eventos cotidianos en el asiento

minero de Tiltil. Incluso, lo acontecido con el “indio”

Rivero podría ser exactamente la excepción de la regla. Con

todo, lo que no se puede ignorar es el hecho que Rivero

insultó públicamente a un juez de la monarquía. ¿Qué ocurría

en esos años que se producían estos resquebrajamientos de la

15 Leonardo León, ““De muy malas intenciones y de perversas entrañas…” La imagen dela plebe en los preámbulos de la independencia de Chile, 1800- 1810”, enColonial Latin American Historical Review, N°14, Albuquerque, University of NewMexico Press, 2005, pp. 337- 368.

autoridad y la disciplina social?; ¿Fue el caso de Riveros

una excepción, o era habitual que los peones demostraran de

esa manera su desacato? Estas son las interrogantes que nos

interesa responder. Lo que importa es reconstruir un pasaje

ignorado de la historia indígena de Chile central con el

propósito de develar la actitud insumisa de los “indios” en

los preámbulos de 1810.

1. Los “indios” de Chile Central a comienzos del siglo XIX.

La bibliografía sobre los grupos tribales de Chile central es

magra, a pesar que estos grupos formaron la “matriz” indígena

de la nacionalidad. Concentrada de modo mayoritario en el

estudio del siglo XVI, durante la era de la encomienda y la

minería, su relato comienza a palidecer en los siglos

siguientes16. Solamente la obra de Fernando Silva, Carlos

16 Néstor Meza, La política indígena en los orígenes de la sociedad chilena, Santiago,Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades, Instituto deInvestigaciones Histórico Culturales, 1951; Álvaro Jara, “Importación detrabajadores indígenas en Chile en el siglo XVI”, en Revista Chilena de Historiay Geografía, N°124, Santiago, Sociedad Chilena de Historia y Geografía,1956, pp. 177-212; El salario de los indios y los sesmos del oro en la Tasa de Santillán,Santiago, Universidad de Chile, Centro de Investigaciones de HistoriaAmericana, 1961; Alejandro Montero, El trabajo indígena durante la Colonia. Suimportancia económica, Santiago, Universidad de Chile, memoria de prueba paraoptar al grado de Licenciado en Derecho, 1948; Eugene Korth, s.j., SpanishPolicy in Colonial Chile. The struggle for Social Justice, 1535-1700, Stanford, StanfordUniversity Press, 1968; Carlos Larraín, “La encomienda de Pullalli”, enBoletín de la Academia Chilena de la Historia, N°47, Santiago, Academia Chilena de laHistoria, 1952, pp. 97-135; Bárbara Chiu Stange, “Los Censos de cajasindígenas chilenas en los siglos XVI y XVII”, en Héctor Noejovic(editor), América bajo los Austrias: Economía, sociedad y cultura, Lima, FondoEditorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, pp. 307-320;Leonardo León, La merma de la sociedad indígena y la última guerra de los promaucaes, 1541-1558, Saint Andrews, Escocia, University of Saint Andrews, 1991; PukaraesIncas y fortalezas Indígenas en Chile central, 1470-1560, Londres, Institute of Latin

Aldunate, Rubén Stehberg, Ángel Cabeza, Juan G. Muñoz y

Rodolfo Urbina, rescató a los habitantes originarios del

completo olvido y les reposicionó en la historia colonial

tardía17. A partir de 1990, una generación de jóvenes

licenciados se interesó por la historia de sus antepasados y,

American Studies, 1989; “Expansión Inca y Resistencia Indígena en Chile,1470-1536”, en Chungará, N°10, Arica, Universidad de Tarapacá, Facultad deCiencias Sociales, Administrativas y Económicas, 1983, pp. 95-115; “LaGuerra de los Lonkos en Chile central, 1536-1545”, en Chungará, N°14,Arica, Universidad de Tarapacá, Facultad de Ciencias Sociales,Administrativas y Económicas, 1985, pp. 91-114; “La Resistenciaantiespañola y el rol de las fortalezas indígenas en Chile central, 1536-1545”, en Cultura, Hombre y Sociedad, N°3, Temuco, Universidad Católica deTemuco, 1986, pp. 53-116. El aporte etnohistórico realizado por OsvaldoSilva ha sido notable. Véase Osvaldo Silva Galdames, “Hombres fuertes yliderazgo en las sociedades segmentadas: Un estudio de casos”, en CH,N°15, 1995, pp. 49-63; “Hacia una redefinición de la sociedad mapuche enel siglo XVI”, en CH, N°14, 1994, pp. 7-20; “Guerra y trueque comofactores de cambio en la estructura social. Una aproximación al casomapuche”, en Guillermo Bravo A. (editor), Economía y Comercio en AméricaHispana, Santiago, Serie Nuevo Mundo Cinco Siglos, 1990, pp. 83-95;“Grupos de filiación y territoriales entre los mapuches prehispanos”, enCH, N°5, 1985, pp. 7-24; “En torno a la estructura social de los mapuchesprehispánicos”, en Cultura, Hombre y Sociedad, N°1, Temuco, UniversidadUniversidadCatólica de TemucoCatólica de Temuco,, 1984, pp. 89-115; “Consideraciones sobre la presenciainca en la cuenca de Santiago: Chile central”, en Boletín del Museo Arqueológicode La Serena, N°16, La Serena, Museo Antropológico de La Serena, 1977, pp.211-243; Osvaldo Silva Galdames y María Cristina Farga, “El surgimientode hombres poderosos en las sociedades segmentadas de la frontera Inca:el caso de Michimalonko”, en Revista de Historia Indígena , N°2, Santiago,Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, 1997, pp. 21-28.17 Fernando Silva Vargas, Tierras y pueblos de indios en el Reino de Chile. Esquemahistórico-jurídico, Santiago, Universidad Católica de Chile, Facultad deCiencias Jurídicas, Políticas y Sociales, 1962; Carlos Aldunate, “Elcacicazgo en el Reino de Chile”, en Boletín de la Academia de la Historia, N°95,Santiago, Academia Chilena de la Historia, 1984, pp. 175-201; RubénStehberg y Angel Cabeza, “El cacicazgo de Malloa”, en Nueva Historia, N°10,Londres, Asociación de Historiadores Chilenos (UK), 1984, pp. 103-154;Juan Guillermo Muñoz, “Pueblos de indios del valle central chileno.Algunos aspectos económicos”, en Boletín de Fuentes, N°12, Santiago,Universidad de Santiago, Departamento de Historia, 1999, pp. 9-26;

fruto de ese interés, los habitantes originarios de Chile

central volvieron a la palestra18. Más recientemente, la obra

del profesor Hugo Contreras ha sido un valioso aporte en la

reconstrucción de esta memoria olvidada19. Todos estos

esfuerzos son loables, pero es notoria la falta de interés en

Rodolfo Urbina, “Notas sobre las tierras de indios de Chile en la segundamitad del siglo XVIII”, en Notas Históricas y Geográficas, N°3, Valparaíso,Universidad de Playa Ancha, Departamento de Humanística, Sección deHistoria y Geografía, 1992, pp. 83-114. 18 María Teresa Planella Ortiz, La propiedad indígena en la cuenca de Rancagua a finesdel siglo XVI y principios del siglo XVII, Santiago, Universidad de Chile, tesis paraoptar al grado de Magíster en Historia, 1988; Eduardo Téllez Lúgaro, “DeIncas, Picones y Promaucaes. El derrumbe de la “frontera salvaje” en elconfín austral del Collasuyo”, en CH, N°10, 1990, pp. 69-86; MaríaCristina Farga, “Los agricultores prehispánicos del Aconcagua una muestrade la heterogeneidad mapuche en el siglo XVI”, en CH, N°15, 1995, pp. 65-98; Viviana Manríquez Soto, Purum Aucca. Promaucaes de “no conquistados enemigos” aindios en tierras de Puro, Rapel, Topocalma, siglos XVI-XVII, Santiago, PontificiaUniversidad Católica de Chile, tesis para optar al grado de Licenciado enHistoria, 1997; Andrés Vidal, Yanaconas y Yanaconaje en el reino de Chile, 1536-1598,Santiago, Universidad de Chile, tesina para optar al grado de Licenciadoen Historia, 2006. Durante la década de 1990, un grupo de estudiantes dela Universidad de Valparaíso abordó la temática con excelentesresultados. Véase Alejandro Pavez, Despojo de tierras comunitarias y desarraigoterritorial en Chile central. El cacicazgo de Pomaire, 1600-1800, Valparaíso, Universidadde Valparaíso, tesis para optar al Grado de Licenciado en Historia,1997; Hugo Contreras Cruces, Caciques y mandones en el pueblo de indios de Talagante,1700-1820. Disputas por el poder local en una comunidad originaria de Chile central,Valparaíso, Universidad de Valparaíso, tesis para optar al grado deLicenciado en Historia, 1996; Luis A. Parra, Caciques, encomenderos y mandones:Origen y desarrollo de una comunidad maipoche tardía, 1621-1832. Valparaíso,Universidad de Valparaíso, tesis para optar al grado de Licenciado enHistoria, 1996; Pablo Whipple, Economía y trabajo indígena en Chile central: las visitas alos indios de la encomienda de don Juan de Ureta, Valparaíso, Universidad deValparaíso, tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, 1996;Alejandro Rebolledo, Estructuras políticas y organizaciones sociales en la comunidadaborigen de Lo Gallardo (Llopeo), 1760-1820), Valparaíso, Universidad de Valparaíso,tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, 1997.19 Hugo Contreras Cruces, “Servicio personal y economía comunitaria desubsistencia en los cacicazgos indígenas de Aconcagua, 1550-1620”, enJulio Retamal Ávila (Coordinador), Estudios Coloniales IV, Santiago,Universidad Andrés Bello, 2006, pp. 245-270; “Encomienda, servicio

el estudio de las raíces indígenas de Chile. Todo parece

detenerse en la batalla de Michimalongo (1541) y las campañas

de Lautaro 1558), como si la historia posterior no tuviese

importancia.

Antes de proseguir es necesario formular una pregunta

fundamental. ¿Había “indios” en Chile central a comienzos del

siglo XIX? Esta pregunta puede sorprender a la mayoría de los

chilenos, pues según la visión tradicional los indígenas de

Chile central desaparecieron pocas décadas después de la

llegada de los españoles al valle de Mapocho. Conocidos

globalmente como picunches, su historia se transformó en un

apéndice de la historia de los mapuches del Gulumapu20. Su

personal y comunidades indígenas en el valle de Quillota durante el sigloXVI, 1544-1569”, en Cuadernos Interculturales, N°3, Valparaíso, Centro deEstudios Interculturales y del Patrimonio, Universidad de Valparaíso,2004, pp. 53-65; “Empresa colonial y servicio Personal en las encomiendasde Putaendo, La Ligua y Codegua. 1549-1630”, en Valles. Revista de EstudiosRegionales, N°5-6, La Ligua, Museo de La Ligua, 1999-2000, pp. 91-106;“Servicio personal y economía comunitaria en los cacicazgos indígenas deAconcagua durante el siglo XVII, 1599-1652”, en Diálogo Andino, N°18,ciudad, institución, 1999, pp. 121-151; “Mineros, labriegos y pastores.Las comunidades indígenas de Aconcagua durante el siglo XVI”, en Alamedas,Revista de Ciencias Sociales e Históricas, N°6, Santiago, InstitutoFactum, 1999, pp. 51-65. También han sido importantes los aportes deMaría Carolina Odone, “El valle de Chada: la construcción colonial de unespacio indígena de Chile central”, en Historia, N°30, Santiago,Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Historia, 1997,pp. 189-209; “El pueblo de indios de Vichuquén: siglos XVI y XVII”, enRevista de Historia Indígena, N°3, Santiago, Departamento de CienciasHistóricas, Universidad de Chile, 1998, pp. 19-38. En la actualidad, sehan elaborado algunos registros audiovisuales que retratan la vida de lospromaucaes actuales en el valle de Mataquito; véase Mauricio Pineda,Nuestras Huellas. Cultura y memoria indígena en Licanten, Santiago, ArchivoEtnográfico Audiovidual, Departamento de Antropología, Universidad deChile, 2005. 20 El vocablo picunche (nortinos) fue introducido a Ricardo Latcham,Prehistoria chilena, Santiago, Oficina del Libro, 1936. Véase también Grete

población, al momento del “encuentro” se calcula en varios

cientos de miles, pero habría decaído a consecuencias de los

desarraigos, la sobre explotación en las faenas mineras, la

incorporación al ejército monárquico y el mestizaje21. No

obstante, como se desprende de los censos de fines del siglo

XVIII, los “indios” de Chile central sumaban varios miles al

momento del ocaso monárquico, constituyendo una masa humana

conformada por los naturales originarios –aconcaguas,

mapochoes, maipoches, picones, cachapoales, cauquenes y

promaucaes, entre muchas otras etnias y tribus. Entre sus

“pueblos”, ubicados desde Aconcagua hasta las riberas del río

Bio-bio, se contaban Aconcagua, Quilpué, Putaendo, La Ligua,

Quillota, Cuz-cuz, Catemu, Curimón, Panquehue, Llayllay,

Cudahuita, Copequén, Curamapu, Putupur, Colina, Lampa,

Huechuraba, Quilicura, Macul, Tobalaba, Ñuñohue, Vitacura,

Maipo, Apoquindo, Apochame, Chiñigue Talagante, Pico,

Pomaire, Melipilla, Llopeu, Pelvin, Lo Gallardo, Aculeo,

Paine, Machalí, Pelequén, Tagua-Tagua, Nancagua, Pilcún,

Manquehue, Apaltas, Rapel, Colchagua, Malloa, Codegua, Peumo,

Motsny, Culturas Precolombinas de Chile, Santiago, Editorial del Pacífico, 1952;Louis C. Faron, “The effects of conquest on the Araucanian Picuncheduring the Spanish colonization of Chile: 1536-1635”, en Etnohistory, N°7,Illinois, Duke University Press, 1962, pp. 239-307. En cambio, JoséToribio Medina, Los Aborígenes de Chile, Santiago, Fondo Histórico yBibliográfico José Toribio Medina, 1952, describe a los habitantes deChile central como araucanos.21 Rolando Mellafe Rojas, “Aproximaciones al esclarecimiento de lacoyuntura de la población autóctona de Chile”, en Norambuena y Salinas,op. cit., pp. 15-28; Jorge Hidalgo, Culturas protohistóricas del norte de Chile. Eltestimonio de los cronistas, Santiago, Universidad de Chile, Departamento deHistoria, 1972, p. 57, calcula la caída de la población en el norte deChile en un 56.4 % durante los años 1535-1545.

Ligueimo, Pichidegua, Copequén, Teno, Rauco, Gonza,

Mataquito, Lora, Vichuqén, Huenchullami, Río Claro, Peteroa,

Duao, Lontué, Pocoa, Gualemo, Culenar, Purales, Loncomilla,

Putagán, Pencahue, Talca, Duao, Quinamavida, Caliboro,

Chanco, Cauquenes, Longaví, Quinchimavida, Perquilauquén,

Cobquecura, Quirihue, Ninhue, Treguaco, Coelemu, Dichato,

Tomé, Quinchamalí, Penco, Hualqui y Pemuco. Cada una de estas

comunidades operaba de modo autónomo y fueron la base

material desde la cual los indígenas llevaron a cabo la

defensa de sus tierras durante esos años de enfrentamiento

con la elite terrateniente. Poco se sabe en estos momentos de

sus condiciones de vida, de sus economías y de sus prácticas

sociales, adaptadas al régimen institucional monárquico que

se instaló en el siglo XVI; solamente existen algunos

fragmentos colmados de prejuicios e imágenes negativas que

dejaron viajeros y testigos que les visitaron durante el

período colonial. Refiriéndose a ellos, un observador del

siglo XVII señalaba: “Viven derramados en chozas por las

campañas, entregados al ocio, a la embriaguez y sensualidad,

de que son muy amantes….”22. Casi un siglo más tarde, el abate

Molina manifestaba en el mismo sentido: “Entre los naturales

del Continente hacia la frontera austral que divide los

españoles de los araucanos… existen otros que, abandonando la

22 José Basilio de Rojas y Fuentes, Apuntes de lo acaecido en la conquista de Chiledesde su principio hasta el año de 1672 en que gobernaba don Juan Henríquez, en Colecciónde Historiadores de Chile y Documentos relativos a la Historia Nacional(en adelante CHDHN), Santiago, Imprenta El Mercurio, 1878, vol. X, p.154.

alianza con estos últimos, se unieron a los primeros, y viven

ahora bajo su protección, completamente libres de toda

especie de cargas y solo obligados a concurrir como

auxiliares con sus tropas”23. A pesar de lo pobre que son

estas representaciones, lo significativo es que los cronistas

del siglo XVIII corroboraron un hecho fundamental: que el

mundo “indígena” del siglo XVI continuaba existiendo a fines

de la centuria ilustrada. Más aún, como se verá más adelante,

los “indios” eran propietario de tierras, poseían sus propias

autoridades y detentaba un perfil cultural propio.

En el aislamiento, la población “indígena” de Chile

central se multiplicó y prosperó durante la Colonia. Su

número, durante la segunda mitad del siglo XVIII, oscilaba

entre 20.000 y 30.000 almas. No obstante, esta suma fue

distorsionada constantemente por el mestizaje, la fuga desde

los pueblos y la “invisibilización” tributaria de los

naturales24. A modo de ejemplo se puede observar el cuadro I,

que contiene datos relativos a los pueblos de indios del

partido de Melipilla, en el curso medio del río Maipo; allí

se registran 114 indios tributarios y una población total de

662 personas. En Chalinga, cercano a Salamanca, el pueblo de

indios contenía en 1818 una población de 916 naturales de los

23 Juan Ignacio Molina, Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino deChile, publicado anónimo en Bolonia en 1776 y traducido por Narciso Cueto”,en CHDHN, vol. XI, Santiago, Imprenta El Mercurio, 1878, p. 240.24 Magnus Mörner, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América (Institutode Estudios Iberoamericanos, Estocolmo, 1970).

cuales por lo menos 640 se declararon “indios puros”25. En

total, en ambos pueblos, se suma más de un millar de personas

que permanecían sujetas a formas ancestrales de vida, que se

oponían a la modernización que impulsaba la elite, y que

continuaban viviendo en un territorio autónomo situado a una

distancia relativamente cercana a la capital. ¿Qué más podía

esperarse que sucediera en un país al cual que, desde el

momento que llegaron los españoles, se promovió el mestizaje

y se crearon las instituciones que protegieron la propiedad y

autonomía de los vasallos “indígenas”?

CUADRO IPOBLACIÓN DE ALGUNOS PUEBLOS DE INDIOS.

DISTRITO DE MELIPILLA. AÑO 1795

Pueblo de indios Número totalde sujetos

Número detributarios

Llopeo 139 32Chiñigue 71 13Melipilla 94 14Pomaire 176 23

Lo Gallardo 182 32Fuente: Julia Arenas, Tributo, Status y propiedad:legislación republicana y comunidades indígenas en Chile central,1810-1832, tesis para optar al Grado de Licenciadoen Historia, Universidad de Valparaíso, 2000, p.19.

25 Goicovic, “Conflictividad Social”, p. 66.

La población indígena tenía también un correlato

territorial, toda vez que las asignaciones de tierra

fueron hechas teniendo en cuenta el tamaño de cada

comunidad. Este proceso, regido por las tasas del siglo

XVI, fue objeto de numerosas reformas llevadas a cabo

por los agrimensores que, después de censar a los

“indios”, resignaban las tierras teniendo en cuenta su

número26. De modo paralelo, operó la venta voluntaria de

terrenos, especialmente en aquellas ocasiones en que la

guerra de Arauco produjo movimientos migratorios de las

poblaciones fronterizas hacia Chile central. Nos

referimos, en particular, a las coyunturas de 1599, 1655

y 1723, fechas en que volvió a “correr la flecha” en el

Gulumapu. Sin embargo, a pesar de estas reducciones de

terrenos, los “indios” continuaron en posesión de

extensas propiedades. Los siguientes datos son

ilustrativos de esa situación.

CUADRO IIPUEBLOS DE INDIOS. DISTRITOS DE SANTIAGO Y MELIPILLA.

AÑO 1785

Pueblo de indios Número defamilias

Cuadras detierra

26 Guillermo Feliú Cruz y Carlos Monje, Las encomiendas según tasas y ordenanzas(Buenos Aires, 1941.

Lampa 9 143Macul 10 72

Curamapu 6 250Talagante 6 339Llopeo 8 203

Chiñigue 6 150Melipilla 6 400Pomaire 24 300

Lo Gallardo 20 200Fuente: Informe de Ramón Martínez de Rozas, 2 dediciembre de 1785, FCG, vol. 512, doc. 6474, f.30.

De otra parte, en tanto que la migración mapuche

robustecía la cultura “indígena” de Chile central, ésta se

fue convirtiendo en una verdadera matriz de los demás

estamentos plebeyos27. “Todo Chile se halla en la actualidad

habitado primero, por los indios o nacionales primitivos;

segundo, por los españoles; tercero, por los negros que

fueron transportados del África; y cuarto, por los mestizos

que proceden de la mezcla de estas diferentes razas”28. Más

importante aún, como se encargaron de algunos intelectuales

patricios, los “indios” se mostraron conscientes de los

derechos y privilegios que les otorgó la monarquía y

proclives a defenderlos. “Si no se atiende a otra cosa que al

conocimiento que tienen los hombres de sus derechos”,

27 Al respecto, ver el excelente trabajo de Holdenis Casanova, Diablos, brujosy espíritus maléficos. Chillán, un proceso judicial del siglo XVIII, Temuco, EdicionesUniversidad de La Frontera, 1994. Allí queda en evidencia el sólidovínculo que existía entre los mapuches de Chile central y el Gulumapu(Araucanía).28 Molina, op. cit, p. 240.

escribió el ideólogo republicano José Antonio Irisarri en

1813, “es preciso convenir, en vista de la Revolución de

América, en que los indios saben muy bien lo que les

aprovecha y lo que les perjudica”29. Ni pobres ni extinguidos,

sino vibrantes y populosos. Los “indios” del siglo ilustrado

fueron un valioso baluarte de resistencia popular y se

transformaron en importantes focos diseminadores de algunos

elementos de insubordinación que se esbozan en la formación

de la identidad del bajo pueblo chileno. Así se desprende del

Bando Buen Gobierno que se dictó a mediados de octubre de 1763

prohibiendo el juego de chuecas en los campos vecinos a la

capital.

“Habiendo visto la Representación fecha por el Ilustrísimo señor Doctor DonManuel de Alday del Consejo de Su Majestad, Dignísimo Obispo de esta SantaIglesia, con el testimonio que la acompaña á fin de que por este SuperiorGobierno se impartan ciertas providencias que miren a la exacta observanciade las constituciones primera y tercera del expresado testimonio del Sínodocelebrado por su Ilustrísima que tratan de extinguir el abuso de juegos dechueca en campaña, tanto por españoles y mestizos, como por los Yndios, ylo que es más por las mujeres, en días de fiesta y pernoctando hastamantenerse tres o cuatro en dichos juegos sin oír Misa, y con la mezcla deambos sexos…”

29 José Antonio Irisarri, “Sobre la justicia de la Revolución en América”,en El Semanario Republicano, Santiago, 14 y 21 de noviembre de 1813. Estaopinión fue suscrita por otros ideólogos de la elite. Manuel deGandarillas, en 1814, criticó con acidez la expresión formulada por elprocurador de Asturias al obstruir la representación indígena en lascortes, “diciendo que los indios no debían ser representados, porque porsu incivilización no pueden hacer buen uso de sus derechos. Lejos deacariciar a sus hijos esta pretendida y desnaturalizada madre”, escribióGandarillas, “los llama con el deshonroso epíteto de rebeldes…..”. Véase“Carta de dos amigos a don Firmiano Roca”, Santiago, 7 de junio de 1814,en Archivo de don Bernardo O´Higgins, Santiago, Academia Chilena de la Historia,1947, vol. 2, p. 295.

Los naturales de Chile central conformaban hacia fines

del siglo XVIII más de 90 comunidades; la gran mayoría

hablaba el mapudungun y se dedicaba, fundamentalmente, a

tareas de pastoreo, recolección, comercio y agricultura.

“Debo decir que en los dichos pueblos mencionados de indios”,

escribió un visitador de la corona a mediados del siglo

XVIII, “se ocupan en la labranza de sus tierras, cosechando

el trigo, maíz, papas, zapallos y otras menestras con que se

mantienen, viviendo en sus pueblos, sujetos al cacique que

los gobierna, y reducidos a la enseñanza de los vicarios de

las doctrinas”30. Algunos de ellos recorrían la región

enrolándose como peones y gañanes en las grandes estancias o

dedicaban su tiempo a la producción de artesanías y aperos.

Los que estaban más integrados al mundo colonial, operaban

como mayordomos o vaqueros de los terratenientes locales. Ese

fue el caso del indio Juan Avila, oriundo de Valle Hermoso,

quien se transformó en pastor y cuidador de los ganados del

cura de la parroquia de La Ligua. Al examinar los papeles del

expediente promovido en 1805 por el cura para obtener la

devolución de sus animales, se constata que el número de

animales, transacciones y matanzas realizados por el “indio”

fue bastante significativo.

“Razón individual de el numero del principal del ganado vacuno que tengoentregado a Juanucho Abila por sus edades, medidas del procreo; y tambiénrazón de lo que se ha herrado y procesado desde el año de 1792 hasta hoy

30 Antonio Gómez, “Noticia de los curatos y demás que produce esteCorregimiento de Chile, 20 de agosto de 1780”, en Francisco Solano,Relaciones económicas del reino de Chile, 1780, Madrid, Consejo Superior deInvestigaciones Científicas, Madrid, 1994, p. 110.

30 de octubre del 802 y juntamente razón de lo que me ha entregado pararescatar y vender. A saber =

Primeramente el año de 792 le entregue 20 animales de matanza los mismos que tomé por su tasador de los bienes de mis sobrinos Arcayas que fueron pregonados

Ytten en dicho año recibió un ternero, de tres años y una vaca parida conternera de año

Ytten el año de 793 le entregue 3 vacas y 4 crías de año _____Ytten año de 794 compré una de año al diezmo; y le entregue dos bacas,

y dos crías, la una de meses, otra de año _____Ytten en dicho año le entregué un torito de 2 años _____Ytten en dicho año le entregué 10 bacas de matanza, cinco con crías de

meses, y una ternera de dos años _____Ytten en dicho año un torito de dos años, una baca de tres años, otra de

dos años _____Ytten en dicho año un ternero de año y dos de meses terneras _____Ytten en dicho año una ternera de año _____Ytten el año de 795 no entregué ningún principal _____Ytten el año de 796 le entregué una vaca parida, y la cría de meses _____Ytten en dicho año le entregué una vaca que fue de Juan MorenoYtten en dicho año una vaca que dio Guillermo Molina _____Ytten este año no le entregue ningún principal _____Ytten el año de noventa, y tres una que le compré a dicho JuanYtten otra cría que me dieron de sobornal en una vaca que me dieron

por una gorda míaYtten el año de 94 compré las que le pertenecía al diezmoSon sesenta y seis de principalYtten en el año de 94 se herraron 11Ytten en el año de 95 se herraron diez, y ochoYtten el año de 96 se herraron veinteYtten en el año de 97 son las veinte que constan en el año anteriorYtten el año de 98 se herraron veinte, y tres, y se dieron dos al diezmoYtten el año de 99 se herraron veinte, y una fuera del diezmoYtten el año de 1800 se herraron veinte y unaYtten el año de 801 se herraron veinte y unaYtten el año de 802 se herraron veinte, y cinco fuera de el diezmoYtten el dicho año, dos que salieron después de la hierra del pasado añoYtten en agosto de 803 entregue una vaca digo es principal con mas dos

U 20 =U 03 =U 07

U 05U 01

U 16U 01U 03U 01U 00U 02U 01U 01U 00U 01U 02U 02U 66

011018020020023021021021025002

terneras y un ternero de añoMataron cuatro de principal este año lo que tines (sic)Ytten inmediatamente me avisó había herrado dos ternerasYtten le entregue en julio de 804 la baca que compré a Pasqualillo con

cría de meses a principalYtten el año de 804 se señalaron y herraron 23 hembras 12 salieron

otras 2, digo torunosYtten este año saqué 2 novillos y 9 vacas para madresYtten le dio un caballo bayo lunanco, pero superiorYtten el año de 805 me entregó 2 yuntas de toros mansos

U02

U01U23

Fuente: Autos promovidos por don Nicolás Olivares cura de la Ligua, con el yndio Juan Ávila sobre cierta compañía de animales, en ANCG 56, fs. 326-360.

Esa fue parte de la historia de los “pueblos de indios”

que, como verdaderas islas diseminadas por el territorio del

Chile tradicional, representaron el último relicto del

arcaísmo que resistían tanto a los cambios que generaron las

reformas del estado borbón como a las arremetidas

territoriales que llevaban a cabo sus vecinos terratenientes.

“Hay dos pueblos de indios de vecindad muy reducida”, señaló

en 1780 el corregidor de la antes populosa provincia de

Cauquenes, “el del fuerte de Cantesa consta de un cacique y

20 indios y el de Chanco, de un cacique y 24 indios. Tienen

tierras propias y se mantienen con arreglo. En sus

poblaciones viven bajo el mismo método que los españoles, y

aunque hay algunos parajes que tuvieron este destino por fin

y muerte de sus naturales, los poseen los españoles por vía

de merced”31. Tienen razón Góngora cuando manifiesta que los

naturales de Chile central no fueron los ancestros directos

de los inquilinos de Chile central y atribuye ese rol a los

prisioneros de guerras, fugados y transplantados. En efecto,

los naturales, propietarios de tierras, se vincularon a los

estancieros como hombres libres y no como subordinados ni

dependientes, características esenciales del inquilinaje.

“¿De qué rango social son los arrendatarios en la primera

mitad del siglo?”, escribió Góngora, “todavía son numerosos

los que llevan el “Don”, o el título militar de los soldados

reformados del ejército de la frontera; junto a ellos,

hombres pobres sin designación honorífica alguna, muchas

veces negros o mulatos libres, una que otra vez indios. El

grueso de ellos es evidentemente mestizo, incluyendo el indio

amestizado”32.

A pesar de la mezquindad del relato histórico, que les

omitió casi completamente, los “indios” de Chile central

continuaron existiendo hasta fines del período monárquico,

proporcionando un grado de cohesión a la plebe que se

contradice con la idea tradicional de que el bajo pueblo

colonial careció de organización o conciencia política

durante esos días33. Es cierto que no había coordinación entre31 Miguel de Ayarza, “Informe de la provincia de Cauquenes, 31 de enero de1780”, en Francisco Solano, op. cit., p. 123.32 Mario Góngora, Origen de los inquilinos de Chile central, Santiago, ICIRA, 1974, p.57.33 Néstor Meza, La conciencia política chilena durante la monarquía, Santiago,Editorial Universitaria, 1958, analiza el fenómeno solamente en suexpresión elitista; igual camino tomó Simon Collier, Ideas y política de la

cada una de las partes que componían a la plebe –cuatreros,

gavilleros, artesanos, sirvientes, peones, vagos y esclavos-

y que carecían de una extendida “consciencia de sí”, pero

cada segmento se articuló en torno a la defensa de sus

intereses, con una determinación que solamente constataban

quienes se oponían a sus planes o atropellaban sus derechos.

A fines del período colonial el bajo pueblo chileno no sólo

tenía espacios económicos, físicos y rituales propios, sino

que además gobernaba a su manera esos espacios. Por eso mismo,

cualquier irrupción podía desatar una reacción violenta de la

masa popular. “El pueblo, particularmente excluidos y

marginados, se constituían en sus propios reductos de vida

cotidiana, en los cuales desplegaban sus propias costumbres y

formas de vida, en muchos casos asociadas a la vagancia, la

trashumancia y el accionar delictual” 34. La cultura

subalterna no florecía en la opresión sino en la autonomía

que les proporcionaba contar con sus propios medios de

producción. Así sucedió con las comunidades “indígenas” o

“pueblos de indios” de la época. Chile ya no era el país sin

fronteras de antaño, pero tampoco eran despreciables las

miles de cuadras que estaban bajo su control. Se puede

afirmar que los “naturales” vivían precariamente desde un

punto de vista material, pero poseían sus instituciones de

control social, sus mecanismos de defensa y sus dispositivos

Independencia chilena, 1808-1833, Santiago, Editorial A. Bello, 1977. Másrecientemente, véase Vasco Castillo, La creación de la República. La filosofía públicaen Chile, 1810-1830, Santiago, Lom, 2009.34 Igor Goicovic, “Conflictividad Social”, pp. 59-60.

de resistencia que transformaban su entorno en un paisaje

intensamente intervenido por la cultura tribal.

Independientes y arrogantes, resistieron con eficacia el

asedio patricio y conservaron sus rasgos culturales.

Refiriéndose al pago de los sueldos adeudados al maestro de

la escuela de Melipilla, que se proponía fuesen pagados con

los dineros recaudados del tributo indígena, los Ministros de

la Real Hacienda observaron en octubre de 1809: “Desde luego

nos parece que no corresponde sacarlos del ramo de tributos,

pues no son hijos de los indios sino de los españoles los que

asisten a la de Melipilla”35. A pesar de vivir a escasa

distancia de la capital, los “indios” de Melipilla seguían

viviendo como sus ancestros y no se sometían al

adoctrinamiento estatal.

En su conjunto, el panorama cultural y social plebeyo de

Chile central aparecía sumido, hasta en sus más ínfimos

detalles, por la cultura indígena. Nos referimos a esas

sutiles redes tribales que sirvieron de urdimbre para armar

el mundo social popular. Sin duda, esa arquitectura social

carecía de estatutos, directivas o reglamentos escritos, pero

abundaba en reciprocidad y solidaridad, aportes fundamentales

del admapu. En ese contexto, no es difícil imaginar los

ligamentos que unían entre sí a los miembros de la comunidad

“indígena” a comienzos del siglo XIX. Eran en verdad,

filamentos invisibles a la mirada de los extraños y que35 Ministros de la Real Hacienda al Gobernador de Chile, Santiago, 7 deoctubre de 1809, en FCG, vol. 494, f. 115.

carecían del reconocimiento del Estado, pero que demostraban

su eficacia, especialmente cuando las comunidades sentían que

sus derechos eran atropellados. Nos referimos a las

intricadas tramas que tejían el parentesco sanguíneo y

ritual, las que eran respaldadas por los sistemas de favores

y contra-favores que surgían de la interacción social y que

culminaba con la circulación de bienes, servicios y alianzas

de toda índole en la base misma de la sociedad popular.

Hermanos y peñis, compadres y ahijados, tocayos y vecinos,

agrupados bajo el signo común de la resistencia social; se

trataba de un mundo subalterno paralelo, furtivo, distante y

desconocido para los patricios, pero que bullía en

sociabilidad en los arrabales citadinos o al pié de montes y

quebradas36. Un mundo que, al mismo tiempo que defendió sus

derechos en los tribunales, también ejerció violencia contra

sus vecinos.

2. La criminalidad “indígena”, 1790-1818.

Si bien no todos los “indios” de Chile central insultaron

jueces al estilo del indio Rivero de Tiltil, muchos de ellos

engrosaron el numeroso contingente de criminales plebeyos que

asoló el reino durante esos días de crisis. Así, mientras en

las altas esferas de la sociedad se intrigaba contra las

autoridades monárquicas, en los bajos fondos se tejía una36 Para las referencias teóricas de este artículo, véase Eric Hobsbawn,Rebeldes primitivos; estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglosXIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974; Edward P. Thopmson, Tradición, revuelta yconsciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad pre-industrial, Barcelona, Ariel,1984.

historia más oscura y profunda, plagada de crímenes y

desacatos que erosionaban las estructuras de poder y los

sistemas de dominación. Fue el anverso de la crisis

colonial37. Ese fue el caso de Nicolás Porras, oriundo de

Lontué, quien fue llevado a los estrados judiciales bajo la

acusación de ladrón consuetudinario, asaltante de caminos,

fugitivo de la justicia, cuatrero y “capitán de gavilleros”.

“Dijo llamarse Nicolás Porras, natural del partido de Talca, de edad mayorde treinta años, su estado soltero, su calidad indio: en cuyo estado mandódicho señor comparecer al coadjutor de los naturales y por ante él le fuerecibido nuevo juramento al reo...dijo: que su ejercicio es de peón gañán yque la causa de su prisión la atribuye a la fuga que hizo de las obraspúblicas de la ciudad de Talca donde fue destinado, por una manta quecompró. Hácesele cargo como con tan poco temor de Dios y de respeto a lareal justicia falta a la religión del juramento cuando por la sumaria constaque el que confiesa en compañía de Felipe Matus, Mateo Rojas, Ignacio Díazconocido por Chano y otros han ejecutado distintos salteos, robos y otrosatroces excesos, así en el partido de Talca como en los demás circunvecinos:Responde que él no ha hecho salteo ni robo alguno ni acompañándosenunca con los tales que aquí se nombran; pues antes por el contrario,caminando por Río Claro para esta ciudad le salteó Mateo Rojas con otrosque no conoció llevándole una faja y un caballo ensillado y dándole cuatroheridas = Hácesele cargo como reitera en su negativa cuando del proceso

37 Sobre la historiografía de la crisis colonial, ver Jaime Eyzaguirre,Ideario y ruta de la emancipación chilena, Santiago, Editorial Universitaria, 1957;Néstor Meza, La conciencia…; La actividad política del Reino de Chile entre 1806-1810,Santiago, Editorial Universitaria, 1960; Sergio Villalobos, Tradición…; “Elbajo pueblo en el pensamiento de los precursores de 1810”, en Anales de laUniversidad de Chile, N°120, Santiago, Universidad de Chile, 1960, p. 36; Elcomercio y la crisis colonial: un mito de la independencia, Santiago, Universidad deChile, 1968; Simon Collier, Ideas y política…; Chile. La construcción de una República,1830-1865. Política e Ideas, Santiago, Ediciones de la Pontificia UniversidadCatólica de Chile, 2005; John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826,2ª. Edición, Londres, 1973; Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción deEstado en Chile en los siglos XIX y XX, Santiago, Editorial La Ciudad, 1982; GabrielSalazar, Construcción de Estado en Chile, 1800-1837, Santiago, EditorialSudamericana, 2005.

consta que ahora cosa de año y medio poco más o menos yendo el tenienteVictoriano Pérez siguiendo unos caballo que le habían robado vio en la Islade Lontué al que confiesa, a Mateo Rojas y a otros que no conoció, el que demiedo de ellos se escondió con el mozo que le acompañaba: que en estellano de Mendoza saltearon a la mujer de Carlos Urra vecino de la orilla deCachapoal yendo ésta con su cuñado Nicolás Espinoza para San Fernando,a quien le partieron la cara de una cuchillada; y después de desnudarlos losdejaron amarrados. Responde igualmente ser falso el cargo, pues comotiene dicho no ha andado nunca con Mateo Rojas ni con sus compañeros.Hácesele cargo como reitera en su negativa cuando además de constar enel proceso ser no solo compañero de Rojas y los demás, sino capitán de lacuadrilla, aparece por la certificación de foja 9 que don Manuel SegundoCruzat a fines del mes de octubre del año pasado de noventa y nueveencontró en las orillas del estero del Huaiquillo al confesante que teníaagarrado a un pobre del poncho y un trabuco puesto al pecho y de que vioa dicho Cruzat en la mitad del estero lo soltó y se entró con otros cinco adicho estero. Que Mateo Quijada con quien iba Cruzat conoció también alque confiesa y a un tal Macareño y que pasando el precitado don ManuelSegundo a casa de don Manuel Parga a donde estaba preso el que confiesa,lo encontró en el cepo y se ratifica ser el mismo que vio salteando en elHuaiquillo = Responde ser falso el cargo en todos sus partes, a excepción dehaber ido don Manuel Segundo Cruzat a casa de don Manuel Parga yhablado con el que confiesa en el cepo. Hácesele cargo como aun continúaen su negativa cuando del mismo proceso consta que el que confiesa,Mateo Rojas, Felipe Matus y Ignacio Chano saltearon a Sixto Neira ytambién a Millán Rojas en su casa: e igualmente en las orillas del Licardoctrina de Talca robaron a unos arribanos que venían con carneros paraesta capital cuyo robo les quitó don Mateo González con los caballosensillados y enfrenados, ponchos y sombreros: responde que él no haejecutado tal salteo = Hácesele cargo como aun continúa negando cuandode la misma sumaria consta que el confesante salteó en las orillas del río deLontué en compañía de Felipe Matus, a Matías Quintero, amarrándolo alpie de un árbol con las manos por detrás y llevándolo a la orilla de unabarranca le echaron abajo de ella; y como quedase aturdido del golpe lovolvieron a sacar y lo tuvieron amarrado hasta que se puso el sol, que losoltaron desnudo solo con los calzoncillos: Responde ser falso el cargo entodas sus partes pues él no ha cometido tal hecho. Hácesele cargo comoreitera con su negativa cuando consta asimismo que a más de los hechosanteriores haber salteado en compañía de otros tres a Pedro Gutiérrez

hacia el Peumo de la viuda María Salazar: Responde que tampoco haejecutado tal hecho...”38.La larga lista de delitos atribuidos a Porras dan cuenta

de un sujeto que había hecho del crimen un modo de vida; lo

más interesante fue que las autoridades le acusaron de llevar

a cabo sus tropelías como cabeza de una gavilla, un hecho que

distinguió a Porras de sus congéneres, pues, como “capitán de

la plebe”, Porras habría gozado de un estatus y de una fama

que no se otorgaba con facilidad a los “indios”. De allí que

se puede pensar que Porras fue un sujeto excepcional pues su

unión con la gavilla le hacía transitar por el mundo de los

winkas. Con todo, al momento de enfrentar a la justicia,

Porras lo hizo en su condición jurídica de “indio”; por ese

motivo, fue defendido por el Protector de Naturales, cargo

que desempeñaba en esa época el Fiscal de la Real Audiencia.

La causa, iniciada en 1800, quedó inconclusa. Aun en 1804 se

realizaban diligencias para aclarar los hechos.

La historia de los “indios” de Chile central de fines

del período colonial pasó por dos carriles. De una parte, la

documentación registra su protagonismo judicial en tanto que

defendían sus tierras, pleiteaban por el cargo de cacique o

hacían presentes a las autoridades sus quejas como comunidad.

De otra parte, diversos “indios” aparecen en los expedientes

como autores de delitos y crímenes comunes, cuya

38 Confesión de Nicolás Porras, Santiago, 30 de octubre de 1800, en Causacriminal contra Mateo Rojas, Ignacio Díaz y Nicolás Porras, por salteo,en Archivo Nacional Histórico, fondo Real Audiencia (en adelante ANRA,vol. 2184, pieza 3, fs. 96-97.

responsabilidad era individual. No sabemos si se trata de

sujetos que ya no reconocían su filiación a la “República

indígena” –como Jaime Eyzaguirre denominó ese vasto universo

que constituían los indios de América- o que operaban al

margen de las tradiciones y preceptos culturales de los

mapuches. Lo que se debe advertir es que no todos los

“indios” mencionados en la documentación formaron parte de un

mundo corporativo, sino que fueron meros individuos. Ese fue

el caso de Nicolas Porras y Rivero. Diferente fue la historia

de Mateo Cantillana, a quien se le identificó como “indio del

pueblo de Codegua”, en el “expediente” que se inició contra

él en 1803, acusado de ladrón. De acuerdo al auto cabeza de

proceso de su juicio

“En la doctrina de Renca jurisdicción de esta capital de Santiago de Chile endiez días del mes de marzo de mil ochocientos tres. Yo el juez diputado dedicha doctrina don Pedro Antonio Santiago digo: que por cuanto heaprehendido un ladrón nombrado Mateo Cantillana vecino del partido deRancagua por haberse robado dos mantas y un caballo de José AntonioCalderón vecino de la hacienda de don Pedro del Villar; y teniéndolo presoen el cepo pidió licencia para hacer aguas; y concediéndosela luego hizofuga y se fue y aunque se hizo exquisitas diligencias no se pudo encontrar; ya los pocos días tuvo la osadía de venir a lo de uno de los que meacompañan a tratarlo mal y con un palo en la mano juntamente echandomano del cuchillo y poniéndose en defensa el soldado trató de mudarse yluego se me dio parte y salí a buscarlo y no se encontró. A los ocho días dehaber pasado lo acaecido lo encontré en la plaza pública de esta capital ylo hice preso segunda ocasión y por orden del señor teniente asesor letradose puso en la cárcel. Por tanto, a fin de la debida indagación sumaria así deestos hechos como de los que resultaren contra el expresado ladrón se hizo

este auto cabeza de proceso para que a su tenor se examinen los testigosque pudieren ser habidos...” 39.

Como en los casos de Riveros y Porras, el historial de

Mateo Cantillana contemplaba varios delitos: ladrón, fugitivo

de la justicia, insubordinado, vagabundo y temerario. Su

existencia, según se desprende del documento, ocurría al

margen de lo legal y de lo formal, con carices de desacato

que sorprendieron a quienes le enjuiciaron. Según uno de sus

acusadores, Cantillana no solo había robado las mantas sino

que se burló de la hospitalidad que le ofrecieron en Renca.

“Dijo: que cuando llegó Mateo Cantillana a casa del declarante vino a piey traía dos mantas envueltas debajo de otra manta ordinaria que traíapuesta diciendo que las había comprado en el cajón de Maipo y luegosalió con una a venderla y la otra la dejó en casa del que declara; y a lospocos días anduvo buscando trabajo y halló en casa del juez de estacausa, en donde vine a saber cuando lo hicieron preso por las mantasrobadas y el juez averiguándolo el como las había robado dijo llanamentea mi presencia que eran robadas y el caballo que se anuncia en el auto; ytambién se halló presente cuando profugó la casa del juez y a los pocosdías declara esta que vino a su casa a darle con un palo y echando manoal cuchillo para pegarle se puso en defensa y se fue y dejó a este ensosiego y luego vino el declarante a dar parte a la justicia de lo que lehabía pasado...”40.

Florentino Galdames informó en su presentación que

Cantillana “confesó llanamente las había robado y el caballo39 Auto cabeza de proceso, en Mateo Cantillana, indio del pueblo deCodegua, en su contra por ladrón, Renca, 10 de marzo de 1803, en ANRA,vol. 1793, pieza. 5, f. 165.40 Declaración de Isidro Castillo, español. Renca, 10 de marzo de 1803, enMateo Cantillana, indio del pueblo de Codegua, en su contra por ladrón,Renca, 10 de marzo de 1803, en ANRA, vol. 1793, pieza. 5, f. 166v.

también, pero que entonces supo que era ladrón por boca del

enunciado Cantillana”. Esta declaración fue corroborada por

Blas Díaz. Al ser interrogado por el juez por el origen de

las mantas, Cantillana contestó “diciendo que se las había

robado a unos chillanejos que las traían regaladas a Pedro

Caballero viviente de la hacienda de don Pedro del Villar”.

Como ocurría de común en las causas judiciales de aquel

tiempo, los declarantes tendieron a coincidir en sus

afirmaciones. Cantillana aparecía como un mero ladronzuelo

que merecía ser castigado. Sin embargo, la declaración del

reo fue mucho más interesante y, por qué no decirlo, más

creíble. De alguna manera, con sus palabras, Cantillana

reconstituyó los avatares cotidianos de los “indios” que,

tentados por los salarios y el afán de caminar la Tierra,

entrecruzaron su vida con aquel intricado mundo popular que

rebosaba los límites de la gobernabilidad en Chile central.

“Responde llamarse Mateo Cantillana, indio o mestizo del pueblo deCodegua, soltero que no tiene oficio más que de peón. Que no sabe suedad, según su aspecto demuestra como veinticinco años. Que la causa desu prisión es por haberle traído el diputado de Renca, por dos mantas quele quitó = Preguntado de donde sacó estas mantas y con que fin las traía =Responde que viniendo de Rancagua para esta capital a trabajar el primerviernes después de la última Pascua lo alcanzaron unos arrieros, leofrecieron [que lo] traerían a las ancas; que no obstante haberse excusadodiciendo que venía a pie hubo a instancias de ellos, aunque no los conocíade condescender; que así lo trajeron hasta el río de Maipo, en que volvió ainsistir sobre venirse solo, pero que ellos ya descubrieron su designio ointerés de que les acompañase cual era el de ocultar de [los]alcabaleros variedad de mantas que traían repartiéndolas entre los quevenían, como lo hicieron, dando dos al confesante para que las trajese bajode los pellones, que condescendió y así caminaron hasta llegar a esta

Capital, en que ordenó el dueño de ellas pasase el arriero a dejar una cargade vino cerca de la plaza junto con el que confiesa y puesta en ejecuciónesta orden, se adelantó el arriero y no pudiéndole alcanzar el que confiesa,como de un poco al dueño de las mantas, ya no supo que hacer de ellas,por lo que se fue a Renca y llegó a casa de Isidro Castillo, a quien lasmanifestó diciéndole eran ajenas; que éste le instó las vendiese, que él se lasafianzaría en cuya satisfacción fue concertada la una en cuatro pesos aJuan Castillo su hermano. Que después de esto le dijo Isidro fuese a trabajara casa del diputado y estando allí, fue el Isidro y pidió al juez lo prendiese:que éste le averiguó acerca del particular y aunque le contestó, según haconfesado él no le creyó y lo puso en el cepo. Que estando en esta prisiónpidió licencia al juez para hacer aguas; y como le hubiese éste dicho que sefuese que todo sería nada, hubo de irse. Preguntado que hizo de los cuatroponchos responde que quedaron en poder del Isidro Castillo como tambiénla manta = Preguntado donde está o a quien entregó el caballo de losarrieros = Responde que se lo robaron en el puente de esta capital...”41.

Con fecha 7 de julio de 1803, Mateo Cantillana fue

condenado a dos meses de trabajo “a ración y sin sueldo” en

las obras públicas capitalinas, en atención a la prisión que

ya había sufrido.

No siempre los “indios” fueron atrevidos o criminales.

También sufrieron la violencia que otros miembros de la plebe

descargaron contra sus personas, especialmente contra

aquellos que, transformados en vagabundos, abandonaron la

seguridad que les proporcionaba la comunidad. En 1808, Pedro

Díaz fue presentado a los estrados judiciales acusado del

asesinato de “un indio de Codegua”.

“Muy Poderoso Señor.

41 Confesión de Mateo Cantillana. Santiago, 23 de mayo de 1803, en MateoCantillana, indio del pueblo de Codegua, en su contra por ladrón, Renca,10 de marzo de 1803, en ANRA, vol. 1793, pieza. 5, f. 169v.

Paso a las superiores manos de Vuestra Alteza la causa criminal seguida alreo Pedro Díaz (alias el Pico) por la muerte que perpetuó en la persona deun indio del pueblo de Codegua jurisdicción de Rancagua y otros excesos,que de ella constan; a quien remito con buena guardia y custodia a estaReal cárcel y a disposición de Vuestra Alteza con motivo de la multitud dereos criminales que se hallan en esta y su poca seguridad. Por lo queVuestra Alteza se servirá determinar lo que estime de justicia.

Dios Nuestro Señor guarde a Vuestra Alteza. Francisco Antonio de la

Carrera” 42.

El prontuario de Pedro Díaz era nutrido. Al parecer, era

oriundo de la localidad de Chanquiague, en las cercanías de

San Fernando, donde se originó su fama de ladronzuelo y

bribón.

“Consta que todo su ejercicio ha sido el salteo y el asesinato. Los testigosdeponen de varias muertes que habían oído imputarse a Pedro Díaz y elconfiesa la que ejecutó ahora cinco años en un indio de Codegua y la atrozpuñalada con que hirió en un bodegón de esta capital a Miguel Gonzálezsin saber si falleció de ella. De consiguiente por su parte quiso matarle. Elreo está convicto y confeso de un homicidio ejecutado y otro intentado. Nipara este le favorece la excepción de resentido ni para aquella de ebrio quese ha hecho como la llave impetra con que los hombres más flagiciososhuyen del rigor de la justicia con desaire de la vindicta pública. Los delitosestán probados no las excepciones. Por lo que el fiscal lo acusa a la penaordinaria de muerte, a que Vuestra Alteza debe condenarlo que refierencomo fuere de su superior agrado. Santiago, 20 de enero de 1808 De JurasReales”43.

42 El subdelegado de San Fernando don Francisco Antonio de la Carrera a laReal Audiencia. Santiago, 18 de enero de 1808, en Pedro Díaz. Criminal ensu contra por el asesinato de un indio de Codegua, 1808, en ANRA, vol.2755, f. 95. 43 Vista del Fiscal de Su Majestad, el Barón de Juras Reales. Santiago, 20de enero de 1808, en Pedro Díaz. Criminal en su contra por el asesinatode un indio de Codegua, en ANRA, vol. 1793, pieza. 5, f. 95v.

No fue frecuente que el Fiscal del reino solicitara la

pena de muerte contra los criminales más violentos y

reincidentes. En ese sentido, el caso de Pedro Díaz fue una

excepción. No existen demasiados datos en esta causa, pero

viene al caso citar el libelo que presentó el abogado

Procurador de Pobres a su favor. Allí, no solo se niega la

condición de violento de Díaz, sino que se atribuye al “indio

de Codegua” y sus acompañantes la responsabilidad en el hecho

de sangre. Ya se ha dicho que no es deber del historiador

establecer la verdad judicial, sino tan solo dejar constancia

de los hechos cuando estos están disponibles. No obstante, la

contradicción flagrante entre ambos escritos no puede pasar

desapercibida, más todavía cuando el primer hecho de

violencia se atribuye a un indio de comunidad. Los casos ya

revisados demuestran que los naturales no fueron ajenos ni al

crimen ni a la condición de insumisos. En este caso, lo

interesante es que la violencia –de haber sido así- habría

estado dirigida contra otro miembro de la plebe, lo cual

cierra el paso a una interpretación que pretenda interponer

la solidaridad transversal entre los pobres u otras

expresiones de apoyo mutuo entre mundos que, de modo

evidente, operaban de modo independiente.

“Muy Poderoso Señor.

El Procurador de pobres en lo criminal por la defensa de Pedro Díaz presoen esta Real Cárcel por un homicidio que se le imputa conforme a derechodigo: que esta causa se recibió a prueba y para dar la que a mí parteconvéngase ha de servir la superior justificación de Vuestra Alteza mandar

que los testigos que se presentaren sean examinados al tenor delinterrogatorio siguiente.Primeramente por el conocimiento de las partes, noticia de esta causa ydemás generales de la ley.2ª. Si saben y les consta que mi parte ha sido siempre un hombrepacífico, que ha vivido siempre en buena armonía con cuantos le conocen,sin causarle mal a nadie digan etcª.3ª. Si saben y les consta que cuando dicho mi parte hizo la muerte deque se le acusa en el callejón de Codegua fue solo por defenderse, pues elsujeto a quien quitó la vida y otros dos que le acompañaban le acometieronfuriosamente tirando a herirle con unas hechonas que llevaban en la mano,sin que mi parte les hubiese dado el menor motivo para ello digan etc.4ª. Si saben y les consta que cuando mi parte cometió el dicho homicidionecesitado de su propia defensa se hallaba tan sumamente ebrio que loiban sosteniendo de los brazos entre José Acosta y un hijo de la cacica deCodegua llamado Polonio porque de otro modo no podía dar un paso niaun mantenerse en pie digan etcª.

5ª. Si saben y les consta que Juan José Román, Juan y Remigio Fulleresson enemigos de mi parte, por lo que es de creer que con demasiadaligereza y sin tener la debida constancia lo acriminaron, atribuyéndoledelitos que ni aun habrá imaginado digan etcª...”44.

La causa contra Pedro Díaz está incompleta y no se puede

adivinar su destino final. No obstante, según se desprende de

los papeles, el asesinato del “indio de Codegua” fue

reconocido por su comunidad y usado, según se alega, por sus

enemigos para condenarlo.

De modo paralelo a las acciones individuales que se han

podido rastrear, los “indios” de Chile central también

actuaron de modo comunitario para defender los derechos que

44 El procurador de pobres por la defensa de Pedro Díaz, en Pedro Díaz.Criminal en su contra por el asesinato de un indio de Codegua, en ANRA,vol. 1793, pieza. 5, f. 146.

consagró en su beneficio la jurisprudencia indiana; por esa

razón, comparecieron periódicamente a los estrados judiciales

para torcer la mano de terratenientes y corregidores, hasta

conformar una historia jurídica exitosa con escasos

parangones en el resto de la América colonial. En más de un

sentido, la defensa de sus tierras y derechos puede ser vista

como una manifestación de resistencia, como expresión

específica de un conflicto social. No son muchos los

testimonios que permiten reconstruir directamente el

enfrentamiento que nos interesa ilustrar, pero es irrefutable

que estos choques fueron una de las manifestaciones más

crudas de la confrontación política entre la elite y el bajo

pueblo. Lo más significativo es que, en esta colisión, la

elite enfrentó a los elementos más recalcitrantes de la

plebe, que no cejaban en defender sus derechos consagrados

por la monarquía. Peor aún para los patricios, el escenario

mayoritariamente elegido por los “indios” no fue el de la

confrontación violenta, sino aquel intercambio jurídico que

se produce en los estrados judiciales.

Antes de proseguir, es necesario aclarar que la historia

de la “resistencia judicial” se remonta a las últimas décadas

del siglo ilustrado. Por esos años, la elite levantaba por lo

menos dos acusaciones contra los “pueblos de indios”:

primero, que eran aposentadores de ladrones y, en segundo

lugar, que sus habitantes vivían en la más completa desidia,

entregados a los vicios –borracheras y ociosidad-, en

negación de los valores cristianos que debían regir la vida

de los hombres civilizados. Para exterminar ambos “vicios”,

las autoridades planearon desalojar a los naturales de sus

terruños utilizando, con ese propósito, el marco jurídico que

les proporcionaba la política fundacional de villas que

alentaba la monarquía45. “Ausentes, diezmados o marginados”,

escribió Goicovic, “estos indígenas no pudieron defenderse y

algunas villas pudieron disponer de tierras para

distribuirlas entre sus moradores o para bienes comunes”46.

Así, con un pretexto moralista y civilizador se encubrió el

afán de los terratenientes y hacendados de capturar los miles

de cuadras de tierras que mantenían los naturales desde las

mensuras de Ginés de Lillo. “Las tierras indias serán, pues,

objeto de las apetencias de los gobernadores del reino”,

escribió Urbina en su estudio sobre las tierras de indios,

“al tiempo que se intentaba conciliar la demanda de tierras

para españoles primeros pobladores con una revitalizada

política de reducción de naturales a pueblos que incluía

traslados y unión de pueblos y obtener para el fisco las

tierras sobrantes.....”. Comentando los inicios de esta

política, el mismo autor observó: “Había en este proyecto un

doble interés: poner a los indios en orden y policía, darles

la debida atención espiritual, racionalizar la ocupación del

espacio y recuperar las tierras sobrantes para el fisco”47. En45 Santiago Lorenzo Sch., Origen de las ciudades chilenas. Las fundaciones del siglo XVIII,Santiago, Editorial Andrés Bello, 1983.46 Goicovic, “Conflictividad Social…”, p. 58.47 Rodolfo Urbina, “Notas…”, p. 89.

efecto, fueron varios los proyectos diseñados por la elite

para conseguir estos propósitos. Ya en 1782, el corregidor de

Itata José Santos Mascayano propuso la fusión de los “pueblos

de indios” de su distrito manifestando que, cuando estuviesen

congregados todos los naturales en una sola villa, “será más

fácil de reparar los desórdenes que causan....”48 Apenas dos

años después, el fiscal de la Real Audiencia Joaquín Pérez de

Uriondo hizo una proposición similar, en este caso referida a

los “pueblos de indios” ubicados en el curso medio del río

Maipo, al sur oeste de Santiago.

“Los que se llaman pueblos en estos contornos, señaló Pérez deUriondo, no lo son ni aún en número de personas que debencomponerlos. En ellos los verdaderos indios son poquísimos. Los quehabitan esos campos que denominan pueblos son mestizos u otras castas.Estos se subdividen en facinerosos que se acogen allí como a un asilo,desde donde pueden repetir sus incursiones y delitos con la constanteseguridad que les presentan las prerrogativas y exenciones de los indios;u otra pobre gente honrada que arrienda a los caciques la tierra porpedazos para hacer sus sembrados”49.

Desde el momento en que Pérez de Uriondo hizo esta

recomendación, se produjo una acelerada carrera entre los

terratenientes por lograr que los naturales fuesen

trasladados y que sus tierras fuesen rematadas contando con

ellos como subastadores de preferencia50. El comisionado

48 José Santos Mascayano, Informe sobre la reunión de los pueblos de indios delcorregimiento de Itata, Noviembre de 1782, en FCG, vol. 540, doc. 6705, f. 1.49 Informe del fiscal de Su majestad don Joaquín Pérez de Uriondo sobre los indios de Talagante,Llopen y otros puntos donde reina la miseria y conveniencia de reducirlos a pueblos, 2 deseptiembre de 1785, en Archivo del General José Miguel Carrera (en adelante AGJMC),Santiago, Sociedad Chilena de Historia y Geografía, 1992, vol. 1, doc.No. 170, p. 110.50 Los pueblos afectados por la medida aparecen en el cuadro I.

encargado de materializar ambas aspiraciones fue Ramón

Martínez de Rozas, hermano de Juan Martínez de Rozas,

conspicuo protagonista de la causa patriota a partir de 1810.

Martínez de Rozas, recomendó que los naturales oriundos de

los valles de Mapocho y Maipo fuesen desplazados hacia Lo

Gallardo, en las cercanías del actual puerto de San Antonio,

que en aquella época carecía de toda actividad económica o

comercial notable. Era una forma de destierro para los

“indeseables”. Argumentando a favor de la medida, el

comisionado manifestó que los pueblos de indios, “no merecen,

ni he podido saber si han merecido alguna vez el nombre de

tales...son muy pocos [los indios] que entre todos he

encontrado que siembran, y esto dimana de su natural pereza o

de la miseria en que se hallan por la tiranía que sobre ellos

ejercitan sus caciques....”51.

La posibilidad de adueñarse de las ricas y fértiles

tierras tribales llevó a los hacendados vecinos a los

“pueblos de indios” a solicitar que el Estado actuara con

rapidez y diligencia en el asunto. Lo que se pretendía era el

desalojo de los predios y su puesta en remate. “Muchos de los

propietarios colindantes a los pueblos”, escribió Silva

Vargas, “sintieron interés por aquellas tierras y obtuvieron

apoyo del Fiscal para ser preferidos en su enajenación”52. El

propio fiscal Uriondo, en 1786, expresó su opinión para que

51 Pedro Martínez de Rozas, Estado de los pueblos de indios de los partidos de Santiago yMelipilla, 2 de diciembre de 1785, en FCG, vol. 512, doc. 6474, f. 30.52 Silva Vargas, op. cit., p. 163.

se favoreciera en los remates a los terratenientes vecinos a

los pueblos de indios para, de ese modo, poner fin a los

interminables litigios que existían entre ambos. La lucha

jurídica, que se extendió por varias décadas, mediatizaba las

confrontaciones pero también opacaba la fuerza de los

enfrentamientos. Sin embargo, como reconoció Uriondo, la

persistencia de los conflictos legales dificultó la quietud

de unos y el progreso de otros. Los indios, señaló Uriondo,

“quedaron precisamente sin orden, sin gobierno y sujetos a

que los subsesores los hayan intentado arrojar todos los días

o a fuerza de malos tratamientos los obligasen a desamparar

los terrenos y hacerse vagos....”53.

Los vaivenes de la política colonial también

repercutieron en la resolución de los pleitos por tierras que

sostenían miembros de la elite con algunas comunidades

indígenas. Para el caso de la región capitalina, el

gobernador Ambrosio de Benavides, inclinado a seguir al

partido de la elite, aprobó la propuesta de Uriondo y

permitió que en los remates se favoreciera a los mismos

hacendados que en las décadas previas pleitearon con los

caciques para apoderarse de sus tierras. Entre los

favorecidos figuraron connotados miembros del patriciado:

Pedro Nolasco Cereceda, Francisco Javier Valdés y José

Antonio Alcalde (Conde de Quinta Alegre). Otro favorecido fue

Ignacio de la Carrera, quien se adjudicó las tierras del53 Informe del fiscal de Su majestad Joaquín Pérez de Uriondo, agosto de 1786, en FCG, vol.512, doc. 6474, fs. 52-53.

pueblo de Llopeo. Si bien el traspaso de algunas de estas

tierras fue objeto de nuevos litigios entre los

terratenientes, lo importante es que, por decreto oficial,

los naturales de Chile central fueron despojados de sus

tierras. El saldo final de la conquista española concluyó,

paradójicamente, pocos años antes que los propios españoles

fuesen expulsados de estas tierras54. ¿Cuál sería el camino

que tomarían los naturales despojados de sus territorios

ancestrales?

Durante las últimas décadas de gobierno colonial, los

“pueblos de indios” lograron hacerse invisibles a los ojos de

los observadores y del Estado borbón, reproduciendo en su

interior la identidad cultural más arcaica y menos receptiva

al fenómeno de aculturación. Pero era innegable que poseían

algunas de las mejores tierras el país y que su mera

presencia obstaculizaba los planes del patriciado. “La

existencia del pueblo de indios de Chalinga”, escribió

Goicovic, “se convertía en un obstáculo para la concentración

de mano de obra en las haciendas, de manera que su

erradicación se convirtió en un objetivo para la elite

hacendal”55. Cuando reverberaba la codicia de los patricios,

saciada en parte con el botín secuestrado a los jesuitas, su

54 Un fenómeno de similares características tuvo lugar en losasentamientos indígenas del Norte Chico. Véase Urbina, “Notas sobre lastierras de indios de Chile....”, pp. 103- 113. Del mismo autor se puedeconsultar, “Los repartimientos de chacras en las poblaciones del NorteChico durante el siglo XVIII”, en CH, N°6, 1986, pp. 17-31.55 Goicovic, “Conflictividad Social”, p. 67.

mirada se dirigió hacia los “pueblos de indios”; en corto

tiempo, después de haber sido ignorado por siglos, se

transformaron en el refugio natural de los indios

trashumantes, de los vagos y de las castas renegadas que

pululaban por Chile central huyendo de la justicia56. Alegando

esta situación de verdadero descalabro, se pretendió negarles

sus derechos consagrados en el marco jurídico. “Dijo este

declarante que sabe que en el pueblo de TaguaTaguas, hay

algunos avecindados que estos no son yndios, sino unos

mestizos, otros españoles, otros negros y sambos”, declaró un

testigo en un pleito sobre las tierras Tagua-Tagua, en 1797,

“hay algunos indios avecindados y que estos son de otros

pueblos, que son los que siguen: Josef Camaño de Larmague=

Pedro Harse del pueblo de Peumo= Cecilio Romero del Pueblo

del Tambo= Diego Meléndez, indio advenedizo…que sabe y le

consta que los indios naturales que tienen derecho en el

pueblo son pocos…”57. La misma situación se registraba en

Peumo a mediados de la centuria. Según alegaron los españoles

que solicitaron las tierras de los indios de esa localidad

para que se estableciera una villa, “el pueblo se ha llenado

de españoles, mestizos y mulatos...”58. Pocas diferencias

56 Leonardo León, En las fronteras de la gobernabilidad….Facetas de la criminalidad plebeyaen Chile, 1800-1810, manuscrito, 2011.57 Declaración de Antonio Contreras, vecino de Pencagüe, San Fernando, partido de Colchagua, 7de abril de 1797, en Expediente formado por el Señor Fiscal de Su majestad,por la defensa de los indios del pueblo de Tagua Tagua sobre el deslindede sus tierras, 1793-1801, ANRA Vol. 1589, pieza 3, s. f. 58 Reconocimiento del terreno del pueblo de indios de Peumo, 1763, en FCG, vol. 938, f.235.

existían entre esta descripción y la que acopló el fiscal

Martínez de Rozas en su Informe de 1785: “Sus individuos o son

indios nacidos en aquellos lugares”, señaló respecto de los

“pueblos de indios” de los partidos de Santiago y de

Melipilla, “o mestizos, mulatos, y otras castas que viven

allí agregados por gracia de los que llaman caciques, o por

el arrendamiento que a estos les pagan por el uso de las

tierras....y el exceso en este particular llega a tanto, que

yo he encontrado pueblo en que los advenedizos pasaban de

veinte y cinco, y los indios eran apenas seis”59. Súbitamente,

de comunidades olvidadas, los “pueblos de indios” pasaron a

ser “antros” de vicios y perdición.

Para terminar con ese ambiente que los patricios

calificaron de corrupto y, por esa vía, eliminar los

contactos cada vez más frecuentes que surgían entre los

“indios” y el resto de la plebe, se aplicó la legislación que

excluía a los “foráneos” de los pueblos de indios, ya fuese

en su condición de allegados o de arrendatarios60. Asimismo,

para lograr el disciplinamiento social de los indígenas, la

Real Junta de Hacienda propuso en 1795 que se hiciera un

censo detallado de las poblaciones de naturales del partido

de Melipilla y, al mismo tiempo, “se escriba carta a los

caballeros hacendados de aquel partido, el señor Conde de la

Conquista, don Ignacio de la Carrera, don Casimiro Velasco y

59 Martínez de Rozas, op. cit., f. 38.60 Magnus Mörner, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América,Instituto de Estudios Iberoamericanos, Estocolmo, 1970.

don Vicente Vargas....informen en qué destinos lucrativos se

les podrá emplear a los indios de los pueblos de Llopeo,

Chiñigüe, Gallardo, El Bajo y Pomaire, para que puedan

granjear su subsistencia....”61. Fusionando los intereses

fiscales con las expectativas de los terratenientes

lugareños, la disposición de la Real Junta de Hacienda tendía

una doble trampa a los naturales, pues a la vez que los

aislaba de su entorno social más inmediato, les dejaba a

disposición de los hacendados para que usufructuaran de su

mano de obra. Está de más señalar que ambos preceptos se

fundaban en la antigua la imagen de que los naturales eran

hombres dedicados a la ociosidad y al vagabundaje. El estigma

pesaba sobre ellos y había sido varias veces reiterado por

miembros de la elite desde que, en 1785, el fiscal Pérez de

Uriondo escribiera: “¿Qué podría resultar ni esperarse de un

puñado de gentes habitando unos miserabilísimos ranchos, o

metidos en los montes al solo abrigo de los árboles? No

siembran, no crían ganado, no tienen la menor industria en

cosa alguna. ¿Cómo es posible que por una consecuencia

inevitable no hubiesen de robar, abrigar ladrones y a cuantos

malhechores quisieran acogerse, según se ha clamado y gritado

tantas veces?”62.

3. Los “pueblos de indios” en los preámbulos de 1810.

61 Expediente sobre la recaudación de tributos en el partido de Melipilla, 1796, en FCG, vol.491, fs. 25-26.62 Informe del fiscal de Su Majestad don Joaquín Pérez...., p. 109.

Hacia 1800 estaba claro para el patriciado que las

comunidades indígenas de Chile central se habían abierto

totalmente al mundo plebeyo. Ya sea como familiares,

arrendatarios, inquilinos o allegados, los peones mestizos

hormigueaban por los territorios ancestrales provocando más

de algún comentario negativo. En efecto, dando cuenta de la

creciente pobreza que asolaba a las comunidades, los

funcionarios del Estado no dudaron en vincular ambos

fenómenos. “La causa de esto es en la mayor parte los muchos

españoles y otras castas que viven en los pueblos”, escribió

en 1804 el Protector de Naturales de Melipilla refiriéndose a

la falta de recursos de los naturales asentados en su

jurisdicción, “estos, por un corto arrendamiento que pagan se

apoderan de las mejores tierras para sus sembrados,

introducen muchos animales y les consumen los pastos....”63.

En Valle Hermoso, la situación de los “indios” no era mejor,

agravada por los tributos y diezmos que debían pagar al

Protector de Indios y al Subdelegado de Gobierno. Así lo

declaró el “mandón” del lugar a mediados de octubre de 1806,

al momento de solicitar la exención de dichos pagos. “Que en

el día les es imposible poder pagar tributo por el ningún

terreno que tienen para sus siembras por que con las

invasiones de el río les ha arrebatado la mayor parte de

estos, y que aunque el expresado don Nicolás [Rodríguez] los

estrechó cuanto fue posible al pago, y columbrando el que

63 Cuenta sobre los tributos de indios del Partido de Melipilla, 1804, en FCG, vol. 713, f.6v.

declara hiciese este lo mismo que Valdivieso se fue a

Santiago a quejarse nuevamente a fin de que sus indios no

experimentasen las necesidades que con la quitada de granos

anteriormente les había sucedido...”64. En El Bajo de

Melipilla, un pleito llevado a cabo durante 1809 por la

comunidad contra el encomendero por el no pago de tributos,

deja en evidencia que estos, además de ser onerosos,

constituían una rémora del pasado. El juicio se inició con

motivo de la representación que hizo Francisco Bascuñán,

“encomendero” del pueblo, al gobernador García Carrasco,

denunciando que los indios de la comunidad “me están debiendo

los tributos de dicho pueblo de los cinco años que ha servido

la subdelegación de dicho partido don Juan Herrera”65. Según

el denunciante, la situación no era inédita, según lo

atestiguaba “la experiencia de lo acaecido con el antecesor

don José Mariano Espinoza, quien hasta el día no ha podido

lograr mi formal cancelación…”. Una certificación emitida por

el cura párroco de Melipilla, explicaba los factores que

subyacían a la indigencia de los indios”.

“Sé de positivo no ha recibido [Herrera] dinero alguno de los indios porcuenta de los tributos que deben pagar, pues es tanta la miseria y escasezde estos, que absolutamente no tienen como satisfacer un real y las másveces ni aun para comer; así como también por los mismos motivos me hevisto yo insoluto de los derechos de doctrina que como a párroco me

64 “Declaración del mandón de Valle Hermoso, La Ligua, 13 de octubre de1806”, en Expediente formado sobre el cobro de tributos de indios del partido de Petorca por elsubdelegado don Nicolás Rodríguez, en ANFCG, vol. 548, f. 163.65 “Francisco Bascuñan, encomendero del pueblo de El Bajo, al gobernadorde Chile, Santiago, sin fecha”, en Sobre pago de tributos por el subdelegado deMelipilla don Juan Herrera y Rodado, 1809, ANFCG, vol. 494, fs. 105-114 vta.

corresponden; y que por no haberse recaudado los tributos en los que seincluyen dichos derechos, no los he conseguido. Últimamente sé que si harecibido algún dinero dicho don Juan habrá sido de algunos cortosarriendos de tierras que haya hecho. Es cuanto puedo certificar: Melipilla yagosto 10 de 1809. José Antonio Briceño”66.

La situación de miseria de los pueblos de indios

situados en el curso medio del río Maipo fue corroborada por

José Antonio de Ugalde, quien se desempeñaba en ese tiempo

como Protector de Naturales del partido. En su comunicación

al gobernador, Ugalde señaló:

“Certifico en cuanto puedo y ha lugar en derecho como Protector partidariode Melipilla que los indios de los cinco pueblos que hay en este partido nopueden por sí pagar los tributos, por la suma miseria en que estánconstituidos a menos que los subdelegados tomen el arbitrio de arrendaralgunas tierras de sus pueblos para el pago. Y aun esto solo puedenpracticarlo en el pueblo del Bajo, que es el único que tiene más terreno útilpara la labranza y menos indios. Pero los otros, a más de tener muy cortoterreno útil, hay muchos que apenas les alcanzan las tierras para unoscortos sembrados, que aunque no les pueden sufragar para una escasísimamantención si no se valen de otros medios, como de salir a trabajar degañanes y estar corto el salario que por aquí se paga, que no les alcanza nipara medio cubrir sus carnes, como se aun en los indios del Bajo queteniendo más proporción, por tener más y mejores tierras y que se lestienen asignadas dos cuadras a cada uno, lo que hacen es, o las arriendana los españoles o se las dan para que las cultiven y les den un pedazo parahacer un corto sembrado, dándoles aperos y aun semillas, porque no tienenabsolutamente como hacerlo por sí, como es público y notorio a todos. Ypara que obre los efectos que haya lugar en derecho doy la presente enesta villa de Logroño de San José en veintitrés de septiembre de milochocientos nueve. José Antonio Ugalde. Protector”67.

66 “Certificación de don José Antonio Briceño, cura párroco de Melipilla,del dinero recibido como tributos por el subdelegado de Melipilla.Melipilla, 10 de agosto de 1809”, op. cit., f. 108.67 “Certificación del protector de indios del partido de Melipilla, donJosé Antonio Ugalde, sobre los tributos percibidos por el subdelegado de

Sin embargo, el propio Herrera pareció desmentir los

testimonios del cura y del Protector, al momento de depositar

en la Tesorería la suma de 195 pesos “por cuenta de la

recaudación que haga en el tiempo de su mando en aquel

distrito”68. Pero en un informe detallado de los tributos

recaudados, elaborado por Herrera a fines de septiembre,

queda claro que más que tributos, lo que se recaudaba era la

renta que producía el arriendo de potreros y campos de

labranza pertenecientes a los “indios”. Arriendo que se

ofrecía como el único dispositivo de las comunidades para

generar el dinero que requerían para pagar los tributos sin

abandonar sus modos de vida y economías ancestrales.

“Cuenta de las recaudaciones hechas por razón de los tributos en

el partido de Melipilla en el quinquenio que gobernó el

subdelegado don Francisco Nepomuceno de Herrera.

Pueblos

Llopeu sus tributos

000

Sus arriendos cincuenta y siete pesos

057

Gallardo sus tributos

000

Melipilla. Melipilla, 23 de septiembre de 1809”, en op. cit., f. 109.68 “Constancia de los ministros de la Real Hacienda del dinero entregadopor el subdelegado de Melipilla por concepto de tributos de indios,Santiago, 18 de septiembre de 1809”, en op. cit., f. 110.

Sus arriendos

000

El Bajo sus tributos

000

Sus arriendos

130

- Por un retazo arrendado en Pomaire a 12 pesos anuales y han

continuado

de cuatro años son cuarenta y ocho pesos

048

-Chiñihue no tributa ni hay arriendos por estar vendido

Suma 235

Tengo enterados en reales cajas ciento noventa y cinco pesos a

cuenta del cargo de arriba 195

Ítem treinta y dos pesos que con calidad de reintegro se pagaron al

maestro de escuela

y pende hoy su aprobación en esta superioridad a donde se dio

cuenta con su expediente 32

- Ítem ocho pesos que por razón de cuatro pasos de recaudación

me pertenecen 008

Igual 235

Es cuanto se ha podido recaudar por razón de tributos sinembargo de las vivas diligencias practicadas que he practicadocomo lo juro por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz +.Santiago y septiembre 28 de 1809. Juan Nepomuceno de Herrera yRodado”69.

69 “El subdelegado de Melipilla, don Juan Nepomuceno de Herrera, algobernador de Chile, Melipilla, septiembre de 1809”, en op. cit., f. 112.

Lo que en apariencia parecía refutar los testimonios del

cura y del protector, fue una muestra más de la miseria que

asolaba a las comunidades maipoches. Como señaló el propio

subdelegado Herrera, “molestaría demasiado la ocupada

atención de Vuestra Señoría con hacerle una pintura o detalle

de la insolvencia y miseria en que se ven aquellos indios,

bástenme los dos certificados del cura y protector partidario

para comprobante de esta verdad y la notoriedad de la

decadencia a que corren precipitados todos los tributos del

reino y en particular los de Melipilla, en donde tampoco hay

arbitrios que tomar (aun cuando sea lícito) para que con su

trabajo cubran el Real tributo en cuya virtud”70. Esta visión

del estado paupérrimo en que se encontraban los “indios” fue

ratificada por los ministros de la Real Hacienda quienes, a

comienzos de octubre, presentaron un informe detallado de los

ingresos generados a través de la recaudación, enfatizando

que provenían de arriendos y no de tributos directos, “a

causa de la extrema pobreza y miseria que padecen; y

únicamente ha recaudado 235 pesos procedidos de arriendo de

algunos pedazos de sus tierras sobrantes”. “No faltan allí

españoles que las arrienden”, observaron los ministros al

referirse a esta práctica que dejaba en manos de sujetos

foráneos la explotación de los mejores paños de tierras

pertenecientes a la comunidad. De acuerdo al Informe de los

ministros, las recaudaciones realizadas por Herrera y su

antecesor se dieron de la siguiente manera:70 Ibid.

CUADRO DE RECAUDACIÓN DE TRIBUTOS ENTRE LOSMAIPOCHES

RecaudaciónÍdem su antecesor de Herrera

Espinoza

Pueblo de Llopeu 57 1214

De Gallardo 00 63Del Bajo 130 209De Pomaire 48 67 Total 235 460 4

¿Qué demostraba el pleito entre el encomendero Bascuñan y

el subdelegado Herrera? Que la economía de los maipoches no

estaba en condiciones de solventar los ingresos de

funcionarios o dependientes coloniales sin sacrificar el bien

transable más visible de aquellas comunidades: la tierra. Por

supuesto, la presencia de foráneos en los distritos tribales

no era tan solo causa de alarma para las autoridades sino que

también constituían el primer paso en el proceso de despojo

informal que, desde abajo y en terreno, iba realizando el

mestizaje en desmedro de las comunidades. Por esa razón, con

el doble propósito de terminar con la pobreza de los

naturales y controlar la aculturación, el subdelegado del

partido propuso “expeler de los pueblos tanto advenedizo, así

mulatos como mestizos que, a más de tener usurpadas las

tierras a los indios, son los perturbadores de la paz que

debe reinar....”71. Sin embargo, el aparente cuidado por el

bienestar de los “indios” parece haber sido solamente un

subterfugio de una operación política de mayor envergadura,

pues mientras se aislaba a las comunidades de la plebe, la

elite intentó despojar a los “indios” de toda credibilidad.

Por ese motivo, fueron reiteradamente descritos como

“aposentadores” de afuerinos y bandoleros, vale decir,

aliados de los criminales que asolaron el reino. Argumentando

a favor de la instalación de reunir en una villa a los

“indios” en la localidad de Lora, un par de funcionarios

señalaban que así dejarían de “vivir dispersos unos de otros,

porque de esa manera nunca se remedian los robos, salteos y

muertes que de ello cada día se originan, si no se someten a

una bien arreglada aldea.....”72. La criminalización de los

“indios”, no obstante, tuvo un efecto negativo para los

planes del patriciado, pues los “naturales” reaccionaron

implementando una modalidad de resistencia jurídica que llevó

al fortalecimiento de los mecanismos de cohesión de las

comunidades. Así, cada vez que eran acusados de criminales,

los “indios” superaron sus problemas domésticos para oponer

71 Informe sobre pago de tributos por el Subdelegado de Melipilla, 1809, en FCG, vol. 494,f. 113, citado por Julia Arenas, Tributo, Status y propiedad: legislación republicana ycomunidades indígenas en Chile central, 1810-1832, Valparaíso, Universidad deValparaíso, tesis para optar al Grado de Licenciado en Historia, 2000, p.53.72 Cumplimiento del Superior Decreto de las mensuras de tierras de Huenchullami, Lora,Vichuquén y la Huerta de Mataquito, 27 de noviembre de 1789, en FCG, vol. 511, f. 42,citado por Marcos Sandoval, Huenchullami: quiebres y rupturas políticas en un cacicazgopromaucae, Chile central 1658-1813, Valparaíso, Universidad de Valparaíso, tesispara optar al Grado de Licenciado en Historia, 1999, p. 97.

un frente común. Así se desprende de la causa judicial

iniciada en abril de 1802 contra el cacique Santiago

Maripangue y otros, en el corregimiento de Colchagua.

“Félix Núñez, indio del pueblo de Lora” señala la denuncia de unestanciero que acusó a Núñez y a su cacique de ladrones, “le robó a doñaJuana Peredo una res, la que se halló muerta en su casa y que habiendopasado el celador a prender este dicho indio, el cacique lo defendió y nopermitió que el juez lo arrestase, dando por razón que no lo entregaba ala justicia. Como asimismo ha oído decir que los indios de dicho pueblo lehacen varios robos a don Eusebio, entrándosele al potrero de su dominioy que le han escalado su casa. Igualmente ha oído decir que el caciqueampara a los indios ladrones que hay en su pueblo; como asimismo enaños pasados habiendo pasado el diputado de Curepto don ManuelFuenzalida a prender dos indios ladrones al pueblo de Lora y queteniéndolos presos en su custodia vino el cacique con los demás indios desu pueblo armados y le arrebató los dos reos, cuyos indios son unosladrones corsarios. También dice este declarante que siendo juezcompetente en esta doctrina de Vichuquén, por informe que tuvo contradicho cacique tuvo Auto levantado para seguirle sumario, pues el dichocacique con los indios de su pueblo continuamente están con un desordengrande en robos y embriagueces, todo lo que dicho cacique les permite yabona a los dichos indios...” 73.

Las acusaciones de aposentadores formuladas contra el

cacique de Vichuquén no fue una excepción. Ya en febrero de

1801, el procurador Juan Bringas, a nombre de la sucesión del

difunto Manuel de Covarrubias, terrateniente de los predios

adyacentes a Pomaire, manifestaba en un escrito respecto de

los naturales de esa localidad: “Quedando mi parte colindante73 “Declaración de don Hermenegildo Céspedes. Naicura, 6 de abril de1802”, en Causa criminal contra Felix Nuñez y el cacique Santiago Maripangue, porcomplicidad en robos, Archivo Nacional Histórico, Fondo Judicial de Curicó(en adelante JC), vol. 40, pieza 49.

con dicho pueblo, y experimentando gravísimos perjuicios de

robos, desbaratos de sus cercos, y potreros, trascendencia de

tanto animal de dichos indios y de los advenedizos y

malévolos que allí se acogen….y que a causa de dicho pueblo

con los gravísimos daños que le ocasiona, se halla en suma

miseria, atraso, y decadencia y hasta con frecuentes pleitos

con dichos naturales que no la dejan sosegar…”74. Para los

terratenientes, que en esos momentos todavía abogaban por el

desarraigo de los naturales de Pomaire según el plan de Pérez

de Uriondo, el “pueblo de indios” constituía la suma de los

peores gravámenes que podían reunirse en una comunidad.

Señalando que el pueblo se encontraba a solo dos leguas de

Melipilla, el abogado apuntaba:

“Carece de juez y de cura que esté al reparo de tantos vicios y maldades yfrecuentes muertes y heridas que allí suceden, hallándose enteramenteincultos sin saber rezar no oír Misa los días festivos, y si se agrega a estePueblo otro mayor número se realiza se recrecerán mayores daños yresistencias de las justicias que muchas veces hacen aún aquellos queestán en Pomayre….”75.

El conflicto entre los indios y la elite se desplegaba

públicamente, adquiriendo la apariencia de una confrontación

cultural que dejaba en evidencia el fracaso de la política de

aculturación promovida por la corona hacia sus vasallos

“indígenas”. Pero lo que estaba realmente en juego era el

interés de los patricios por adquirir los terrenos de los

74 Presentación de Juan Bringas, Santiago, 9 de febrero de 1810, en Pueblo de Pomayre, enFCG, vol. 578, f. 36.75 Op. cit., f. 37.

“indios”, minando de esa manera su autonomía política y

debilitando las bases materiales de su soberanía social. Los

hacendados no vacilaban en atribuir a los naturales los

delitos más graves y sumaban a su favor a los funcionarios

monárquicos de menor cuantía y algunos curas de doctrina. En

ese contexto, el pertinaz apego de los naturales a sus

antiguos modos de vida se transformó en un factor que llegaba

incluso a influenciar la relación que mantenían éstos con el

paisaje. Quebradas y páramos, hasta allí aislados de la

mirada de las autoridades, se transformaron en verdaderos

paraísos en los cuales proliferaban los vicios que se

atribuían al “indianaje”. “En aquel lugar”, sentenció

Bringas, “ni pueden los indios reducirse a competente número

de vecinos ni a hacer una vida dócil y cristiana con el buen

orden de subordinación que se requiere ni hacerse ciudadanos

útiles a la República….”76. Arrebatar sus terrenos a los

naturales constituía, desde una caprichosa perspectiva de la

Ilustración, un acto civilizador. Los aborígenes debían ser

protegidos de sus propios excesos. No obstante, a pesar de

las gruesas acusaciones formuladas por Bringas, las

autoridades monárquicas no estuvieron dispuestas a despojar a

la gente de Pomaire de sus tierras. El fiscal, sin embargo,

coincidió con algunas de las opiniones expresadas por

Bringas. “Que aunque no debe dudarse de los perjuicios que

causan los indios de dicha población en la Hacienda de Pico,

pero esto no es motivo bastante a expatriar a los Yndios de76 Ibid.

su pueblo, ni enagenarles las tierras, contra todo el

espíritu de las Leyes…”77 Por sobre los intereses de

terratenientes y oligarcas, el representante jurídico del

monarca imponía la supremacía de la ley que protegió al mundo

tribal.

Los conflictos jurídicos que mantuvieron los naturales

de Chile central con sus vecinos hacendados por la defensa de

sus tierras fue la forma generalizada en que se manifestó en

Chile central la rebeldía “indígena”. Sus logros no fueron

nada despreciables en tanto que los lonkos consiguieron

trasladar a los estrados judiciales los pleitos, tensiones y

conflictos que les enfrentaban con sus poderosos vecinos,

anulando de esa manera la fuerza que tenían las elites

locales. Fue una forma inteligente, además, de quebrar la

unidad de la elite toda vez que la confrontación judicial

quedaba a cargo de jueces, protectores y propietarios, vale

decir, involucraba principalmente a la elite ilustrada. Los

estamentos que en otras partes de América actuaban como un

solo bloque, en Chile se enfrentaban a diario debido a sus

obligaciones institucionales hacia el mundo “indígena”. Así,

una y otra vez, los sujetos del patriciado –muchas veces

parientes entre sí- se encontraban en diferentes riberas del

camino judicial, obligados los funcionarios y altos

magistrados a defender la vigencia de la Ley monárquica, en

desmedro de los intereses particulares de los hacendados. De77 “Vista del fiscal Dr. Samber, Santiago 20 de febrero de 1801”, enANFCG, vol. 578, f. 39.

ese modo, se fortalecieron las rivalidades que separaron a

criollos de peninsulares en otros ámbitos de la vida,

fenómeno del cual hizo tanto acopio la historiografía

tradicional para explicar el cisma de la elite en 1810. ¿De

dónde sacaron los caciques esta extraordinaria habilidad para

manipular el sistema jurídico monárquico? Probablemente de su

propia tradición legalista, de una buena interpretación de

los acuerdos que subyacían al sistema de gobierno en Chile

central y, por sobre todo, de la influencia de los

doctrineros que, desde el siglo XVI, les educaron en la

fortaleza de la Ley y el concepto cristiano de la existencia.

Chile central, es cierto, no conoció guerras ni

enfrentamientos militares desde 1550, pero ello no significó

la anulación completa de las contradicciones que separaban a

los naturales del resto de la sociedad, ni tampoco significó

la ausencia de conflictos y tensiones. En más de una ocasión,

cansados de los abusos de sus vecinos terratenientes o de sus

arrendatarios mestizos, los naturales se hicieron justicia

por sus propias manos. Así sucedió con Francisco Cautivo,

Candelaria Yrasabal, Gervasio Naguen y otros indígenas de la

localidad de Rapel en 1798, cuando se levantaron contra el

diputado de justicia Bernardo Cabello y el mayordomo Juan

José de Ureta, “armados con cuchillos piedras y palos....”78.

78 Autos sobre la acometida realizada por los indios del pueblo de indios de Rapel contra eldiputado de justicia Bernardo Cabello, Rapel, 1798, en ANRA, vol. 2369, f. 207 v.,citado por Dante Cornejo, El cacicazgo de Rapel y los arrendamientos de tierrascomunitarias, Valparaíso, Universidad de Valparaíso, tesis para optar alGrado de Licenciado en Historia, 1997.

Acusados de estar acaudillados por Maria Rapilabquen y

seguirla en sus acciones para socavar la posición y mando del

cacique Miguel Millaloan, uno de los naturales capturados

señaló abiertamente: “Aunque el dicho cacique ha estado en

contra de los indios, siempre que lo ha mandado lo ha

obedecido como su caudillo....”. Que el relato histórico haya

omitido esos episodios no implica que no se hayan dado.

Tampoco se puede restar su impacto en el resto de la

sociedad. En efecto, la confrontación judicial, anudada en su

centro por la intolerancia que mostraron sus principales

protagonistas –tanto patricios como naturales- sentó un

ejemplo para el resto de los grupos populares y permitió

generar un nuevo escenario para los conflictos sociales79.

También fue importante en el resurgimiento de la figura del

cacique o lonko, quien liderando a la comunidad, hacía frente

a los embates del patriciado, encabezaba sus representaciones

judiciales y promovía el consenso en su entorno doméstico.

Por encima de los demás oficiantes tribales –kimunches, machis,

weipifes, guenpines y werkenes- en el mundo colonial de Chile

central sobresalía la figura del lonko. Como lo decía su

título en mapudungun, ellos fueron la cabeza visible de la

comunidad. Por este motivo, a medida que aumentó la presión

de los terratenientes sobre las comunidades, se produjo una79 Véase los interesantes trabajos de Alejandra Araya, “Sirvientes contraamos: las heridas en lo íntimo y en lo propio”, en Rafael Sagredo yCristián Gazmuri (editores), Historia de la vida privada en Chile, Santiago,Taurus, 2005, t. 1, pp. 161-98; y de Tomás Cornejo, Manuela Orellana, lacriminal. Género, cultura y sociedad en el Chile del siglo XVIII, Santiago, TajamarEditores, 2006.

serie de arduas disputas domésticas orientadas a posicionar

en el cargo a quienes detentaban con más claridad tres

condiciones fundamentales: capacidad de liderazgo, habilidad

política y legitimidad. Por supuesto, como se verá en las

próximas páginas, estas disputas no estuvieron ajenas a la

controversia.

El papel que desempeñaron los caciques a la cabeza de

sus comunidades durante los años de la crisis fue objeto de

una visión ambigua por parte de la elite. Para los

terratenientes, los lonkos fueron hombres “viciosos” que

desplegaron sus habilidades políticas en los tribunales con

el objeto de proteger a rufianes, ladrones y bandidos. En

cambio, para los funcionarios de la monarquía, en particular

para aquellos que mantenían estrechas relaciones con los

naturales, los jefes indígenas fueron sujetos de respeto que

mediaban entre el Estado y la “chusma”. “[Por] tener el dicho

pueblo quien repare a los naturales para su enseñanza,

obediencia y buen régimen de cristiandad”, señala un alegato

interpuesto en 1808 por el cura de Curepto para lograr el

nombramiento de un cacique en el pueblo de indios de

Huenchullami, “se registra entre estos el más idóneo y de

mayor edad para el asunto a Juan Josef Nillavilo, indio

casado de cincuenta años más o menos....”80. Un argumento

similar se utilizó para nombrar a Manuel Millaloan como

cacique del pueblo de Rapel, en detrimento de Silverio80 Certificación del cura y vicario de Huenchullamí, Curepto, 20 de abril de 1808, en ANRA,vol. 2692, f. 3, citado por Sandoval, Huenchullami: quiebres…, p. 109.

Millategua. Manifestando su preferencia por el primero, los

oidores de la Real Audiencia expresaron respecto de

Millategua: “Consta ser sumamente flojo y sólo a propósito

para sacristán....pues quien no es capaz de gobernar a sus

hijos e hijas, ni de contenerles sus excesos, menos podría

reprimir los de los otros indios, y mucho menos embarazar los

escándalos y delitos públicos”81. En Pomaire, con motivo del

fallecimiento del cacique interino Francisco Soriano en 1805,

el Protector de Naturales informó a la Real Audiencia que las

diligencias hechas para convenir su sucesión se veían

entorpecidas por “el estorbo de oponerse la viuda del finado

cacique a ciertas providencias conducentes al buen orden y

quietud de los propios naturales”82. Para los funcionarios del

rey, de todos los sujetos que podía albergar una comunidad,

los lonkos eran los interlocutores más eficientes y quienes de

mejor manera consolidaban las relaciones pacíficas entre sus

miembros. “Digan del mismo modo”, se lee en una Probanza

realizada en 1797 en Tagua-Tagua con motivo de un asesinato,

“si no es cierto que el cacique se ha portado en su pueblo

honradamente, procurando el alivio y paz de todos los indios,

por cuyo motivo no ha tenido entre ellos quimeras ni

81 Traslado a favor de Manuel Millaloan en los autos seguidos sobre elderecho al cacicazgo de Rapel, Santiago, 22 de mayo de 1782, en ANRA,vol. 1870, f.189.82 El Protector general de los naturales, Barón de Juras Reales, algobernador de Chile, Santiago, 22 de enero de 1805,en Expediente formadopara la provisión del cacicazgo de Pomaire, ANRA, vol. 1723, pieza 3, f.119.

disensiones….”83. Similares conceptos fueron usados por el

Protector de Naturales al momento de acreditar el desempeño

de José Catrillanca como cacique interino del pueblo de

Catentoa. “Este se ha portado con juiciosidad, celo y

conducta sin que se le haya notado el menor defecto en su

manejo y solicita que Vuestra Alteza se digne librarle el

correspondiente título para la propiedad o a lo menos para el

interinato atendida su aptitud e idoneidad comprobada en el

documento que se manifiesta”84.

Un elemento crucial que separaba a los indígenas del

patriciado tiene que ver con la legitimidad política que

gozaban los naturales en el ejercicio de sus derechos, la que

ponían en movimiento toda vez que sentían cernirse sobre

ellos alguna amenaza. Acostumbrados a operar internamente a

partir del consenso, más de una sorpresa se llevaron los

observadores externos cuando se producía, por “aclamación

unánime” la elección de un hombre como cacique de la

comunidad. “A una voz dijeron”, señala un documento de la

Real Audiencia que da cuenta de la elección en 1806 del

cacique de Huenchullami, “era de su gusto que el referido don

Juan Joseph Millavilo fuese su cacique....”85. Como se puede83 El adjutor de naturales a favor de Patricio Guaiquilen y LuisGuaquilen, pueblo de Copequen, San Fernando, diciembre de 1797, enSumario por el asesinato del indio Mathias Guaiquiante, 84 Presentación del Protector general de Naturales sobre la provisión delcacicazgo de Catentoa, Santiago, 18 de abril de 1809, en CruzNaupallante, f. 184.85 Autos sobre el cacicazgo de Huenchullami, Santiago, 9 de diciembre de1806, ANRA, vol. 2817, f. 45, citado por Marcos Sandoval, Huenchullami:quiebres…, p. 108.

observar en los diversos testimonios citados, la comunidad

completa era convocada, consultada y llamada a votar

públicamente por quienes estimaban más aptos para ejercer el

cargo de cacique. La formula empleada por intendentes y

subdelegados de gobierno rezaba: “Hice comparecer a todos los

indios de dicho pueblo con citación de su protector

partidario”. Esta puesta en escena de la elección constituía

un ejercicio político que muy pocos sujetos de la época

llevaban a cabo. Solamente los miembros de número del Cabildo

y de algunas corporaciones de índole semi gubernamental -como

el Tribunal de Minería o el Real Consulado- estaban en

condiciones de votar. Sobre ese pequeño gran detalle

descansaba la autoridad de los lonkos y también su

legitimidad. En eso se diferenciaban del patriciado. Sin

necesidad de recurrir a los artificiosos argumentos

desplegados por la Ilustración, los “indios” de Chile central

demostraban en la práctica que su autoridad no estaba basada

en la fuerza, la violencia ni el cohecho. Eran en todo su

esplendor, parafraseando a Bartolomé de Las Casas, “Príncipes

naturales de la Tierra”. La lealtad que demostraban los

naturales hacia sus autoridades tradicionales, al igual que

la extraordinaria cohesión que proyectaban algunas

comunidades, era dura de sobrellevar por el patriciado, toda

vez que la legitimidad que detentaban los caciques y su

ascendiente sobre el bajo pueblo les convertía en un

poderosos obstáculo para la instalación del poder

aristocrático sobre las capas populares. El lonko, la figura

más emblemática de la comunidad, fusionaba en su persona

todos los atributos que antaño poseyeron los “señores de

naturales” provocando la desazón de sus vecinos

terratenientes y hacendados. El ejercicio del cargo de

“cacique” no era estaba exento de beneficios pecuniarios y

políticos para quienes ejercían el oficio: “A dicho don

Miguel”, señala el auto de provisión del cacicazgo de Rapel

en la persona de Miguel de Millaloan de agosto de 1800, “como

cacique corresponde el gobierno del pueblo y los autos

emolumentos de él, como las canchas de bolas y los

arrendamientos de algunas cortas suertes de tierra para

siembras.....”86.

Al tanto de los perjuicios que acarreaba la “mala fama”,

los propios lonkos se esmeraron por alejar de sus rancherías a

los elementos criminales que quebraban los principios y

normas del admapu. Ese fue el caso del cacique Alejo Briso,

quien a fines de septiembre de 1808, declaró contra el

“indio” Faustino Rojas:

“Dice que conoce a Faustino Rojas desde sus tiernos años por ser éste unode los indios que tiene en su pueblo y que atendiendo a sus malascostumbres y mal procedimiento no ha cesado de darle los consejos yreprensiones que ha podido, a fin de reducirlo a que sea hombre de bien,pero han sido en vano. Pues ahora, tiempo de cinco años lo castigué poruna vaca que le robó a don Rafael Garcés, de la que encontré parte de ellaen su casa y al poco tiempo supe que había ido a robarle a su potrero las

86 “Real provisión que nombra cacique interino de Rapel a don MiguelMillaloan, 9 de agosto de 1800”, en ANRA, vol. 1603, f. 97.

que tenía en engorda el dicho Garcés y que le encontró la gordura de dosreses en su casa....” 87.

En Talagante, en medio de la disputa judicial que causó

la incursión armada de José Miguel Carrera y sus peones

contra la comunidad, uno de los testigos presentados por el

futuro prócer -antiguo teniente de justicia del pueblo-

declaró que los indios del pueblo eran reconocidos por sus

actividades de cuatrerismo y abigeato. “Sin embargo, su

cacique Juan Olivares es hombre de bien....porque cuando el

declarante gobernó le daba parte de los ladrones y aún se los

entregaba”88. Situados entre las demandas de las autoridades y

las necesidades de su gente, los caciques debían realizar

verdaderas proezas para mantener un equilibrio que permitiera

mantener fuera del pueblo a las autoridades y bajo control a

sus subordinados. En Chanco, a mediados de 1809, las

autoridades tradicionales también clamaron por la expulsión

de sus tierras de quienes estimaban como perjudiciales.

“Muy Poderoso Señor.

El agente que hace de protector de naturales dice: que el cacique principaldel pueblo de Chanco se le ha quejado de que sin embargo de habersemandado por esta superioridad en repetidas providencias que se expelande aquel pueblo todos los españoles y castas no se ha verificado en el todoesta expulsión, permaneciendo dos sujetos de los más acomodados y que

87 “Declaración de don Alejo Briso, cacique de la Huerta, La Rinconada, 30de septiembre de 1808”, en Causa criminal contra Faustino Rojas, por abigeato, enANJC, vol. 41, pieza 26.88 “Declaración de don Pedro Zelada, San Francisco del Monte, 25 deoctubre de 1804”, en AGJMC, vol. 1, doc. 114, p. 71.

no se ha hecho el señalamiento correspondiente a dicho cacique y susindios y a los otros tres caciques de Relocahuín, Chilquine y Loanco, por nohaberse agregado las 535 cuadras de que se les hizo merced. Esta falta decumplimiento se atribuye al subdelegado pretérito de Cauquenes, perohabiendo sucedido en el mando don Juan de Dios Lugano no hay que temerpor esta parte: y bajo este supuesto se ha de servir Vuestra Señoría mandarque el dicho subdelegado actual ponga en ejecución las providenciaslibradas por esta superioridad a su antecesor, procurando aquietar a losindios y dará a cada uno un terreno correspondiente para sus sembrados ymenesteres por ser así de justicia. Santiago y mayo 29 de 180989.

García Carrasco, reconocido por su buena disposición

hacia las demandas plebeyas, acogió favorablemente el

argumento del doctor Campo y ordenó: “Santiago y junio de

1809. El subdelegado del partido de Cauquenes cumpla

exactamente con lo prevenido en los decretos anteriores a que

se hace referencia en virtud de éste. Carrasco. Díaz de

Valdés. Meneses.”

La necesidad de “purificar” las comunidades se hizo más

urgente cuando las relaciones entre ambos mundos se

deterioraban, como sucedió en esos años en la región del río

Maipo. Presionados por conflictos de tierras, pleitos por

sucesión al cacicazgo, asesinatos y casos de abigeo, los

lonkos demostraron poseer todas las condiciones que demandaba

el cargo: astucia, capacidad de generar consensos y habilidad

para defender sus derechos en los ámbitos políticos y

judiciales. Por eso mismo, se ganaron el respeto de algunos

89 “El Protector de los Naturales al gobernador de Chile don FranciscoAntonio García Carrasco. Santiago, 29 de mayo de 1809”, en El protector deNaturales. Sobre expulsión de españoles y castas del pueblo de Chanco. 1809, en FCG, vol.87, f. 33.

de sus contrincantes y el desprecio de la mayor parte del

patriciado.

En Chanco, la presión criolla sobre las tierras

comunitarias obligó a sus habitantes originarios a reforzar

los sistemas de defensa legal y legitimar la autoridad de

quienes ejercían el rol de caciques. Este doble proceso

intentaba neutralizar las disputas internas que debilitaban

los lazos de solidaridad y cohesión comunitaria y, de modo

paralelo, utilizar el marco jurídico que otorgaba el fuero y

protegía la condición propietaria de la comunidad. Este

proceso tuvo lugar a lo largo de Chile central, pero Chanco

es uno de los casos en que aún se preservan algunos

documentos que permiten reconstruir el activismo político

desatado por los “indios” para proteger sus tierras y su

institucionalidad. Ya en 1782, la comunidad había

experimentado un cambio fundamental en su estructura interna

con motivo del nombramiento de Juan Paillacura como cacique

interino del pueblo de Chanco y como cacique en propiedad del

pueblo de Relocaguin. El título del nombramiento se remontaba

a octubre de 1782, y leía como sigue: “Se declara que el

título de cacique interino del pueblo de Chanco despachado a

favor de don Juan Paillacura solo es y se entiende para que

lo sea de los naturales y originarios del pueblo de

Relocaguin que por orden del superior gobierno están mandados

trasladar al citado de Chanco: Para que el corregidor de [la

provincia] de Cauquenes haga guardar y cumplir lo que se le

ordena”90. La especificación de la comunidad de Relocaguin

como el territorio y jurisdicción sobre el cual Paillacura

podría ejercer su oficio de cacique en propiedad, introdujo

confusión respecto de la jurisdicción efectiva de su cargo

toda vez que la gente que conformaba dicha comunidad fue

trasladada a Chanco en esos mismos días; distinguir entre los

miembros de ambas comunidades parece haber sido trabajoso

incluso para los propios naturales.

Es probable que con el paso de los años, a través de

alianzas matrimoniales, rituales y de interés económico se

fundiera la sangre de ambos grupos, pero todo indica que la

decisión de unir Relocaguin con Chanco provocó impensadas

rivalidades internas y dio lugar al surgimiento de fracciones

encontradas. De allí que, para evitar justamente este tipo de

quiebres internos y despejar cualquier duda sobre la

legitimidad del oficio de ambos caciques, la Real Audiencia

despachó un documento adicional en el cual se especificó la

jurisdicción de Minchelemo y Paillacura, dejando al primero

como cacique del “pueblo principal de Chanco”, mientras se

reafirmaba, “que el título de cacique interino del mismo

pueblo, declarado a favor de don Juan Paillacura es y se

entiende para que lo sea de los naturales y originarios de

Relocaguin, que por orden del superior gobierno están

90 “Real provisión sobre el nombramiento de cacique interino de don JuanPaillacura. Santiago, 28 de octubre de 1782”, en Hermenegildo Michilemu, sobreel cacicazgo de Chanco, 1805, en ANRA, vol. 2440, pieza 3, f. 51.

mandados trasladar al de Chanco”91. En el documento se tuvo

presente las dificultades que creó el traslado de Relocaguin

a Chanco, ordenándose que “en caso que a dicho don Juan

Paillacura y a los originarios y naturales de Relocaguin no

se les haya repartido tierras suficientes en el de Chanco,

sin perjuicio de los naturales de éste, conforme a lo mandado

por el superior gobierno, se ocurra por parte de ellos al

mismo superior gobierno de donde dimanó la providencia de

traslación, para que allí se les haga cumplir lo que tiene

ordenado o se les den las providencias que correspondan”.

La distribución de tierras para los “indios de traslado”

obligaba a que se hicieran presente en Chanco un agrimensor y

un escribano quienes, luego de realizar la mensura de las

propiedades comunitarias, procediera a una distribución

equitativa de las mismas. Lamentablemente, la colección de

documentos existente no aporta datos para recabar ese proceso

de redistribución territorial ni tampoco da cuenta de lo qué

sucedió con las tierras originales. ¿Vendieron sus terrenos o

fueron usurpados por sus vecinos? ¿Las expropió el gobierno

para fundar allí una villa? No tenemos respuesta en este

momento para estas interrogantes, pero lo cierto es que la

Real Audiencia manifestó una preocupación genuina sobre la

condición en que se encontraban los “indios trasladados” a

Chanco. Pero no fue el problema de las tierras el que hizo

aflorar las dificultades de la comunidad, sino el derecho a91 “Real provisión sobre la jurisdicción de los caciques de Chanco yRelocaguin, Santiago, 28 de octubre de 1782”, en op. cit., f. 52.

sucesión al cargo de cacique de Chanco. En efecto, a pesar de

lo específico que fue el mandato de 1782 al determinar los

ámbitos jurisdiccionales de los caciques Minchelemo y

Paillacura, el segundo presentó, a fines de enero de 1785, un

documento en el cual solicitó al Intendente que se llevaran a

cabos las diligencias establecidas en la Real Provisión de

1782.

“Dice que este cacique se le ha presentado informándole que por el añopasado de 1782 alcanzó una Real provisión de los señores de la RealAudiencia de este reino para que el señor subdelegado de la dicha villa deCauquenes le pusiese en posesión del cacicazgo de los naturales oriundosdel dicho pueblo de Relocaguin precediendo el juramento de fidelidadacostumbrado le diese a reconocer a sus indios por tal caciqueentendiéndose que él y sus indios debían agregarse al pueblo de Chancosegún estaba ordenado por decreto del superior gobierno, cuya relaciónacredita la citada Real provisión que ha puesto en sus manos y el protectorcon su mayor veneración traslada a las superiores de Vuestra señoría.

Este documento es verdaderamente exigible para que dicho señorsubdelegado le dé su debido y puntual cumplimiento pero para susatisfacción y consuelo interpreta el Protector la notoria superiorjustificación de Vuestra Señoría para que se digne mandar a dicho señorsubdelegado guarde y cumpla lo ordenado en la indicada Real provisión,poniendo en posesión del cacicazgo al indicado don Juan, según y como enella se contiene y por lo que respecta a la agregación de éste y demásnaturales del pueblo de Reloncaguin [sic] al de Chanco informe a Vuestraseñoría lo que hallare por conveniente para que en su virtud se digneVuestra señoría mandar lo que estime por más conveniente que es justiciaque pide. Chillán y enero 23 de 1785”92.

La situación no fue clarificada completamente, pues en

noviembre de 1793, Paillacura volvió a solicitar a las92 “El Protector de los Naturales del Partido de Chillán por la defensa dedon Juan Paillacura, Chillán, 23 de enero de 1785”, en op. cit., fs. 55-55vta.

autoridades que se le informara “del derecho que le asiste en

cuanto a sí o no es cierta la posesión que se le dio en este

pueblo de Chanco”. La solicitud de clarificación de las

líneas de sucesión hecha por Paillacura fue acogida por José

Verdugo, quien se desempeñaba en esos momentos como juez

diputado de Chanco. Verdugo ordenó que se hiciera una

probanza o cuestionario para interrogar a los testigos “que

supiesen de la dicha posesión”. El capitán Romualdo

Rodríguez, una de las autoridades locales, corroboró los

dichos de Paillacura, señalando “que es cierto la posesión

aprehendida por el cacique don Juan Pailacura en la situación

de la [manuscrito roto] una del toro dada por el mismo

declarante y por orden del Subdelegado que fue de este

partido don Francisco Patiño...”93. Las palabras de Rodríguez

contradijeron lo que estableció la provisión de 1782,

otorgando la condición de cacique propietario de Chanco a

quien solamente fue designado como interino. ¿Por qué ocurrió

dicho error? Probablemente algunos de los protagonistas de

esta zaga actuaron de mala fe o simplemente reconocieron una

situación de facto. No sabemos si finalmente las autoridades

procedieron a la instalación de Paillacura y sus sucesores

como legítimos poseedores de la línea cacical de Relocaguin

y, por vía interina, del de Chanco. Tampoco existe evidencia

si, en esos momentos, se realizó o no la distribución de las

93 “Informe del juez diputado de Chanco don José de Verdugo sobre elderecho de don Juan Paillacura al cacicazgo de Chanco. Chanco, 4 denoviembre de 1793”, en Ibid.

tierras que se solicitó para los “indios de traslado”. Pero

la confusión administrativa que produjo la integración de

Relocaguin al cacicazgo de Chanco afloró nuevamente en 1803,

oportunidad en que la disputa cacical adquirió un peligroso

cariz, toda vez que algunos miembros de la comunidad

cuestionaron la legitimidad de quien ejercía en esos momentos

el cargo de cacique. En efecto, en diciembre de 1803,

Hermenegildo Minchelemo, hasta allí reconocido por la Real

Audiencia como cacique legítimo de la comunidad, decidió

legar su posición a su primo hermano Santiago Calugue94. El

puesto de cacicazgo, hasta allí desempeñado de modo interino

por don Miguel González, debía recaer en Calugue, según

especificó Minchelemo en su solicitud a la Real Audiencia,

“por el buen celo que ha tenido hasta lo presente en poner

toda defensa de nuestro precitado pueblo…”95. Minchelemo había

recibido el cargo directamente de su padre a la edad de seis

años y ya en 1801 se había desprendido de su posición

mientras trabajaba en los astilleros de Maule. “Siendo yo

apoderado de los naturales del pueblo”, escribió Minchelemo

en 1801, “sustituyo mi poder en Santiago Cariqueo para que

éste haga las veces mías en todo los asuntos que ocurran y

que correspondan a mí que haga lo que hallare por conveniente

94 Santiago Calugue aparece en otros documentos descrito como SantiagoCariqueo, Cauluqueo, Caricheu, Caluqueo, lo que dificulta su seguimiento.95 “Santiago Cariqueo por don Hermenegildo Michelemu al Intendente deConcepción. 1803”, en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59 vta.

que yo desde luego me desisto de dicho poder”96. No queda

claro de qué manera Miguel González logró llegar a desempeñar

el oficio de cacique de Chanco, pero algunos miembros de la

comunidad le denunciaron como un sujeto foráneo, sin derechos

ni tampoco intereses en beneficio de la comunidad.

Apenas dos años más tarde, Hermenegildo Minchelemo

nuevamente pasó por el trance de la renuncia. Aferrándose al

protocolo de un modo estricto, y con el propósito de evitar

cuestionamientos de índole legal al cambio de autoridad en el

pueblo, declaró.

“Comparezco ante Su Señoría con la más debida atención y digo que hagogracia y donación de mi acción y derecho que me asiste del cargo delcacicazgo de este precitado pueblo de San Ambrosio de Chanco a mi primohermano don Santiago Calugue y toda mi acción y derechos, usos ycostumbres, derechos y servidumbre del derecho legítimo y toda mipropiedad por ser mi segunda persona y conforme de mi obligación y paraello hará constar ante la superioridad de Su Señoría el poder dado de mipropia mano en presencia de testigos como constará en el mismo poderpara que exhiba y entregue el cargo que aun tiene de mi parte el interinocacique don Miguel a mi primo hermano don Santiago Caluque sin másauto ni traslado que la entrega y de no hacerlo así incurrirá en la pena quese dispuso en su rebeldía según está mandado y ordenado por los señoresde la Real Audiencia, como se verá por caso necesario para que conste”97.

La observación puntual de la legalidad en el traspaso

del oficio de cacique a Santiago Cariqueo no fue un asunto

meramente formal observado por Hermenegildo Minchilemo. En

realidad, lo que estaba en juego en esos momentos ya no era

96 “Cayetano Cheuquenao a Miguel Castilla”, Boca de Maule, 15 de abril de1801, en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59 vta.97 Op. cit., f. 39.

la jurisdicción del cacique sino la continuidad del cargo en

la línea sanguínea de un mismo linaje y, aún más dramático,

la existencia misma de la comunidad. Como el mismo Minchilemo

se encargó de señalar, durante el gobierno del cacique

interino Miguel González, éste había cedido a las presiones

criollas y había puesto en peligro la propiedad territorial

del cacicazgo.

“Y en otra digo que de mil doscientas noventa cuadras de tierras que auntiene nuestro pueblo que es una legua en cuadro que dice aun tener elpueblo sin al [...] a los interesados replica ni acción y de esto [...]aunque sea a el Protector de Audiencia de vista porque todo ello es que me[...] de que el pueblo de mi mando no se le puede quitar un palmo detierra sin el consentimiento de [...] o del señor Fiscal de su Majestad oProtector General que en Santiago hizo diligencias de buscar los autos yhabiendo parecido por parte de los señores españoles por tenerlosusurpados y quitarnos nuestro derecho ocurrimos a la superioridad de suAlteza para que dentro del término que [...]sita el derecho seanlanzados todos los españoles que están aposesionados en nuestro precitadopueblo y para ello pedimos y suplicamos a su Señoría que sean presentadosen tribunal los títulos colindantes con dicho nuestro pueblo que sonsiguientes: deslinde del pueblo de Chanco al lado del sur, título de losseñores Galaz por el lado del norte; título de Francisca Varas y por el ladodel norte título de Faúndez y de Catalina Medel por lo cual vendrá SuSeñoría en mayor consideración del precitado nuestro cacique o sobradamalicia que con su sola acción tiene próximo y ha tenido nuestro pueblo enpunto a su perdición porque ha dado derecho y goce a los españoles comose verá en la situación de título y motivado por el nuestro cacique, por estarcohechado de varios señores como es público y notorio.

Y por tanto a Vuestra Señoría pido y suplico se apiade de esta nuestrasúplica que es justicia que pedimos se sirva Su Señoría proveer y mandarsegún y como pedimos que es justicia. Juro en forma no procedo de maliciay en lo necesario. Santiago Cauluqueo”98.

98 Ibid.

Cayetano Cheuquenao, quien al parecer ejerció también el

cargo de cacique en Chanco durante aquellos años, corroboró

las declaraciones de Minchelemo, manifestando que Miguel

González, en su actuación como cacique interino, “lo tiene

perdido porque ampara a los españoles y deshereda a los

indios siendo de mayor derecho para que defienda el pueblo y

ampare los pobres indios que los tiene apremiados porque no

es cacique en propiedad sino interinarlo [sic] después del

derecho que nos pertenece a otros tres de mejor derecho que

Miguel González”99. De acuerdo a Cheuquenao, los sujetos que

tenían más derecho al ejercicio del puesto de cacique eran

Juan Minchelemo, Agustín Minchelemo, “nietos de dos caciques

principales por parte paterna, y por parte materna [la] mujer

de Santiago Cariqueo Gualchuñan y Llancanau”. El

cuestionamiento que se hizo de la gestión de González no fue

un asunto menor, pues se puso en tela de juicio su

legitimidad y se describió su accionar como contrario a los

intereses de la comunidad.

La sucesión al cacicazgo de Chanco surgió ligada a la

defensa de las tierras comunitarias, toda vez que los

naturales se sentían perjudicados por la gestión de Miguel

González frente al acoso territorial foráneo. Ese mismo año,

Miguel Minchelemu, escribió al intendente de Concepción una

emotiva carta urgiendo la intervención de las autoridades

para poner fin a la invasión que estaban experimentando las99 “Declaración de Cayetano Cheuquenao, diciembre de 1803”, enHermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, f. 40.

tierras comunitarias a manos de lo que denominó sujetos de

“diferentes castas”. Este documento, valioso en tanto que

expone las motivaciones que subyacían a las contiendas

cacicales a través de Chile central, es crucial también al

momento de entender los vínculos que los promaucaes mantenían

con los mapuches del Gulumapu.

“Señor Brigadier Comandante de las Armas.

Don Miguel Michilemu cacique del pueblo de Chanco, con mi debidaatención ante Vuestra Señoría digo: que en el acto de hallarse VuestraSeñoría predicando en el último parlamento celebrado con los de mi naciónrepresenté a Vuestra Señoría por medio de mi primo hermano indioprincipal de mi pueblo don Santiago Caricheu que me hallaba oprimido porlos españoles colindantes. Que estos usurpando las tierras en que debíanposesionarse mis vasallos, los obligaban a vivir dispersos y mendigandoajeno suelo y que sin embargo de las reconvenciones que se les han hechopor esta Intendencia, como lo prueba el decreto que presento y juro, hansubsistido siempre en la misma detentación.

Como yo debo considerar en Vuestra Señoría potestad suficiente paradeterminar sobre los incidentes de aquella distinguida comisión; ocurro denuevo a su justificado arbitrio para que haciéndose cargo de la numerosamatrícula comprehensiva de los indios, que presento y juro, lo que esimposible que se conserven en el pueblo, con el repartimiento de tierras queles señala la ordenanza, mientras no se desalojen de él, se sirva mandarque todos los intrusos de extrañas castas, se lancen y expelan por elsubdelegado a quien corresponde y que este con el agrimensor del partidohagan mensura entera y deslinde de las un mil doscientas y noventa y seiscuadras que es la legua en cuadro, que debe tener el pueblo, sin admitir alos intrusos réplica no excepción que dilate su desalojo aunque sea a elpretexto de fundación de villa, porque todo es quimérico respecto de que enel pueblo de mi mando no se puede quitar ni un palmo de tierra sin elconsentimiento y audiencia del (f. 46) fiscal de Su Majestad protectorgeneral quien en Santiago hizo diligencia de buscar los autos de lafundación de la pretendida villa y no se han encontrado, como parece de losdocumentos que con igual solemnidad presenté

En consideración a todo espero de la piedad de Vuestra Señoría que se hade servir determinar que se lancen a los españoles de mi pueblo, con lodemás que se visite. Por tanto a Vuestra Señoría pido y suplico quehabiendo por presentado los documentos se sirva proveer y mandar comolo pido, que es justicia y juro en forma de derecho. Por el suplicante. PedroJosé Morales”100.

Al parecer las gestiones iniciadas en 1803 para lograr

la destitución de Miguel González y poner en su lugar a uno

de los miembros del linaje de los Minchelemu, fueron

inútiles. Apenas dos años más tarde, Santiago Cariqueo

retornó al tema. En una comunicación remitida a mediados de

febrero de 1805, Cariqueo señaló:

“Señor Subdelegado de San Vicente

Santiago Charicheu parece ante Vuestra merced en la mejor forma quehaya lugar en derecho y digo que me presento en justicia ante el tribunal deVuestra merced en general y representando las mismas personasacreedoras entre ambas a este pueblo llamado Chanco que son lossiguientes: don Juan Minchelemu, don Antonio Minchelemu, donHermenegildo Minchelemu acreedores al mismo cacicazgo como consta delos mismos documentos que ofrezco presentar ante Vuestra merced y losque he presentado ante la superioridad de Vuestra Señoría y mande ymanda y tiene mandado por todas sus reales provisiones se nos atienda enjusticia por lo cual ocurrimos a la justificación de la benignidad de Vuestramerced nos atienda en justicia por razón de haber señalado y puesto dealcalde de nuestro pueblo y por el mal comportamiento y mala conducta deéste ya referido alcalde decimos a una voz entre ambos que no loadmitimos por no ser indio declarado ni menos acreedor a nuestro pueblocomo a de constar en caso que sea necesario y de lo contrario que presentedentro del término que cita el derecho su sanguinidad para legitimar elderecho de acreedor y morador en nuestro pueblo pues nunca ha sidoconocido por ninguna persona sino ser advenedizo por varias nulidades

100 “Miguel Michilemu, cacique del pueblo de indios de Chanco, alSuperintendente Gobernador de Armas Pedro de Quijada”, en HermenegildoMichilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, f. 45 vta.

que informo en gobierno y hasta lo presente lo hemos sobrellevadotolerándolo a fin de condescender con el capitán y nuestro cacique yhallamos no poderlo tolerar más por ser privado y no mira ningún respectocomo consta llevar quebrados tres bastones digo cuatro por lo que vendrávuestra merced en mayor conocimiento ser justa nuestra demanda pueseste atrevido se deja decir en voz pública que superita (sic) más que vuestramerced señor subdelegado y estar todo el pueblo a disgusto con el cargoque así tiene por lo cual.

A Vuestra merced pido y suplico que habiéndose por presentado anteVuestra merced se ha de servir que dentro de término de derecho quecorresponde nos deje libre y desembarazada la posesión y a un mismotiempo haga dejación del empleo de que así tiene por no ser indio ni menosacreedor a dicho empleo y no haber cumplido con lo que se ordena ymanda por superior gobierno como consta que el empleo lo ha de ocuparindio acreedor al dicho pueblo y para ello se le imponga una pecuniariamulta para que cumpla y guarde lo decreta- (f. 48) do y ordenado de ... aVuestra merced pido y suplico se sirva mandar hacer según y como llevopedido que es justicia que pido juro en forma no procedo de malicia y en lonecesario. Santiago Cariqueu. Curanipe y febrero 18 de 1805”101.

La situación denunciada por Cariqueo era compleja y

confusa. De acuerdo a su denuncia, Miguel González no era

indio –pero ocupaba el cargo de cacique- y su gestión

atentaba directamente contra los intereses de la comunidad.

“Nunca ha sido conocido por ninguna persona sino ser

advenedizo”, afirmó Cariqueo en su escrito, desafiando al

cacique a demostrar sus lazos de sangre con los linajes que

tenían un auténtico derecho a ejercer el cargo. El

subdelegado de Cauquenes escuchó las demandas de los

Minchelemu. En ese sentido, en respuesta a la solicitud

presentada por Cariqueo, ordenó que “el diputado don José101 “Don Santiago Cariqueo al subdelegado de Cauquenes, Curanipe, 18 defebrero de 1805”, en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59 vta.

Verdugo conozca y determine este asunto en justicia eligiendo

en caso necesario el alcalde que solicitan los indios, de su

misma generación según el derecho que tengan”102. No obstante,

la disposición adoptada por el subdelegado no fue obedecida

por Miguel González. De allí que, algunas semanas más tarde,

Santiago Cariqueo volvió a demandar la diligencia. La misiva,

en esa oportunidad, iba ratificada por varios sujetos

prominentes de la comunidad. .

“Pedro Cheuquiante, Claudio Cheuquiante, Ignacio Cheuquiante, CastañoCheuquiante, Manuel León, Segundo Collanca, Luís Collanca, SalvadorCaluqueo, Luardo Zambrano, Luís Caluqueo, José Quetreman, DomingoCaluqueo, Juan Payniguala, Pedro Juan Minchelemo, Segundo […] yhabiendo pasado el mayor tiempo que corre desde el día quince de octubrede este presente año a que se libró un decreto dado por orden de vuestramerced para que se me entregase de alcalde del predicho pueblo hacometido para mi entrega a don Miguel Minchelemo el cual no ha cumplidoni ha obedecido hasta lo presente con lo decretado y mando, por lo quesuplico y pido en justicia se verifique dentro del término que hallase vuestramerced por más conveniente y que se cumpla lo mandado y entregado quesea se llene y deducir el dicho nuestro cacique, a lo contrario ofrezco seguirla instancia hasta su última y definitiva sentencia. Por tanto a vuestramerced pido y suplico se ha de servir proveer y mandar en lo necesario quees justicia juro en forma y en lo necesario etc. Santiago Caluqueo.Licenciado por gobierno”103.

Santiago Cariqueo hizo una nueva presentación a las

autoridades en 1805, solicitando que se le nombrara como

alcalde de uno de los pueblos que conformaban la comunidad de

Chanco. Para respaldar su petición, volvió a recordar a las

102 Auto del subdelegado de Cauquenes. 15 de octubre de 1805, enHermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59 vta.103 “Don Santiago Cariqueo al subdelegado de Cauquenes, 1805”, enHermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59 vta.

autoridades que ya en 1802 se había presentado ante Pedro de

Quijada, en Concepción, a solicitar dicha cargo. En su nuevo

escrito, Cariqueo enrostró al resto de la comunidad la

responsabilidad que les correspondía en el mal manejo de sus

asuntos, invocando para ello la indiferencia que mostraban

frente a los asuntos de gobierno. Frente a Quijada, señaló

Cariqueo, había hecho

“la más exquisita defensa por el predicho nuestro pueblo supliendo por miparte la inacción y poca inteligencia así de parte de nuestro cacique comotambién de los demás vasallos a quienes debía corresponder formar la másdebida defensa de nuestro acción y derecho adquirido por nuestros yafinados padres acreedores a su legítimo pueblo que lo fueron don PedroCaluqueu como lo glosan los autos de defensa en las reales provisiones dedonde constan los méritos así de parte de mi ya finado padre, que asiste ami favor a junto con los que yo tengo granjeados de mi parte como hagoconstar por el escrito que presenté a vuestra merced adjunto en dichoparlamento y habiéndome presentado pasado ya el tiempo que mandan lasordenanzas reales de su majestad que se nos pusiese en cada uno denuestros pueblos un alcalde por el mayor tiempo de un año y siendopasado hube de recurrir en virtud a lo mandado a la superioridad devuestra merced en dicha pretensión de la alcaldía a pedimento de DomingoLeón. Francisco Cheuquiante”104. La intricada trama leguleya desarrollada por los

diversos contendientes al oficio de cacique impide establecer

con claridad la principal demanda de la comunidad de Chanco.

Si en un momento se trató de establecer la jurisdicción de

los caciques, en otros se demandó la remoción de Miguel

González considerado usurpador. No obstante, en su escritos

de 1805, Cariqueo demandó la designación de alcaldes para los

104 “Francisco Cheuquiante por don Santiago Cariqueo al subdelegado deCauquenes. 1805”, en en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs.38-59 vta.

pueblos que componían el cacicazgo, alegando para ello el

derecho que asistía a los sujetos más representativos de los

principales linajes. En 1807, Domingo Cariqueo presentó una

nueva solicitud a las autoridades. En ella, Cariqueo hizo una

fuerte y dramática descripción de los perjuicios que

experimentaba la comunidad a causa de la mala gestión del

usurpador Miguel González.

“Señor.

Domingo Caluque comparece ante Vuestra señoría en la mas bastanteforma que haya lugar en derecho y digo que me quejo de agravio en contrade mi precitado cacique don Miguel González que desde el mayor tiempoque corre a esta parte según consta de la entrega que se hizo al tiempo querecibió el cargo del cacicazgo de interino el que quedó archivado ensuperior gobierno y siendo notorio el perjuicio que estamosexperimentando por su mal comportamiento y poca inteligencia paraobtener el cargo pues aun se manifiesta en daño y perjuicio de muchos desus vasallos quitándonos nuestro derecho y propiedad para darles gano alos señores españoles con arriendos de terrazgos y otros muchos que tieneaposentados en arrendamientos; y sus intereses se apropia para sí propiofaltando a las ordenanzas reales, como se nos ordena y manda porsuperior gobierno y habiendo venido en reconocimiento de nuestro (f. 56vta.) pueblo de Chanco el señor subdelegado de Intendente de estaprecitada villa de Cauquenes a deslindar nuestro pueblo en compañía conel señor escribano y nuestro protector y mensurero en cumplimiento a lomandado y determinado por superior gobierno el que fuesen lanzados losindios que tengan ocupados las tierras llamadas del Potrerillo para darposesión en ellas al cacique del pueblo de Quilguene que lo es don Diego deLlancanun y para ello en persona pasó el señor subdelegado a desposeer alos moradores que ocupaban la mayor cantidad de terrazgo de trescientascuadras y no se encontró en ellas ningún indio de nuestro pueblo solo si lacasa de nuestro cacique porque estaba en poder de los españoles dearrendatarios =

Y habiéndosenos hecho un mandato expreso el precitado nuestro protectordiésemos cuenta individual de todos los arrendatarios y aposesionados que

pagaban sus intereses al dicho nuestro cacique presenté una lista enobedecimiento, entre unos y otros cuarenta y uno por lo que vendrá a Suseñoría en mayor consideración de su infamia y poca caridad con susvasallos por los que no debe de así tener el empleo debe si por derecho elque ocupe otro indio que sea del derecho el cargo del cacicazgo que searacional, de buen celo y buena conducta y que sepa sus obligaciones paraasí tener el dicho (f. 57) cargo y para ello decimos en general los de nuestroderecho y pedimos a una voz que ejerza el empleo y cargo don SantiagoCaluqueo por no haber otro del derecho más meritorio como lo glosan susdefensas por las provisiones reales y otras muchas defensas que omite eldecirlas por no ensangrentar más la pluma y ocupar la muy debidaatención de Su Señoría.

Se me hace preciso hacer contar a Su Señoría que los paños de tierra quenos pertenecen a cada uno por nuestras labranzas y mantenimientos denuestras familias puedo asegurar con verdad y con las haciendas deganados mayores y menores nos quitan por los arrendatarios de nuestropueblo el pan de la boca y todas nuestras cosechas a fuerza de daños ydaré mi queja a Su Señoría de palabra donde serán penados todos los quehan sido perjudiciales según y como hallare Su Señoría y ser de justicia.

Y por tanto a Su Señoría pido y suplico se ha de servir que en vista de losexpuesto se me de la más favorable providencia para que paguen y sesostengan sus haciendas sean expelidos de nuestro pueblo para evitar detantos perjuicios que estamos experimentando anualmente que es justicia ypido y juro en forma no procedo de malicia y en lo necesario etcª. DomingoCaluqueu”105.

La reacción de las autoridades frente a las peticiones

de Domingo Caruqueo guardó más de una sorpresa. Se reconoció,

el daño que sufría la comunidad a raíz de presencia de

foráneos pero se especificó que Miguel González no era otro

que Miguel Minchelemu, detentador legítimo del oficio de

cacique. ¿Por qué se produjo la confusión? ¿Fue efectivamente

105 “Don Domingo Cariqueo al Intendente de Concepción al IntendenteGeneral, 1807”, en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59vta.

González un miembro del linaje más prominente de la comunidad

o se producía un nuevo error judicial con el propósito de

perpetuar una situación ilegítima? De ser González

efectivamente Miguel Minchelemu, el cacique de Chanco que en

1805 presentó una denuncia contra los ocupantes foráneos de

tierras en Chanco y que describió a Santiago Curiqueo como

“primo”, ¿cómo se puede interpretar su gestión en contra de

los intereses de su gente?; ¿Prevalecía en su ánimo el afán

de ganar dinero, arrendando tierras que pertenecían al

conjunto, en directo detrimento incluso de sus parientes? Los

papeles disponibles no permiten dilucidar estas

interrogantes. Solamente queda citar la resolución del Barón

de Juras Reales quien escribió a mediados de mayo de 1807:

“El Fiscal de Su Majestad como Protector General de Naturales dice queSantiago Caluqueu indio del pueblo de Chanco se le ha quejado de que eneste pueblo están avecindados muchos españoles al pretexto dearrendatarios, de que proviene que los naturales carezcan del terreno quesegún ordenanza deben tener para sus siembras y labranzas. Este desordenlo atribuye al cacique y aun aspira a que se le separe del empleo por estemotivo. Su pretensión en esta parte es descaminada porque el cacique aquien Caluqueu denomina interino, dándole el apelativo de González es enrealidad propietario y su apellido es el de Minchelemu según resulta de laReal Provisión que viene inserta en el agregado de papeles que el mismoCaluqueu ha manifestado; pero en cuanto a que se remedie el abuso de laintroducción de españoles en el pueblo y que cesen los perjuicios queexperimentan los indios con la privación del término cual a cada uno enparticular corresponde y de el que en común deben tener para el talaje desus ganados, desde luego es arreglada la solicitud. En esta inteligencia seha de servir Vuestra Alteza de mandar que el subdelegado del partido deCauquenes en el caso de ser cierta la relación de Caluqueu haga salir delpueblo a los intrusos y que se haga medir los naturales designándoles elterreno que en común y en particular deben gozar y que verificado de

cuenta a esta superioridad informando al mismo tiempo si por algún justoque el Fiscal Protector ignora se ha de permitir el arriendo de tierras enaquel pueblo”106.

La Real Audiencia acogió la petición del Fiscal y ordenó

al subdelegado de Cauquenes que iniciase la expulsión de los

foráneos del pueblo. No se han encontrado documentos que

prueben si se llevó a cabo lo ordenado, pero está claro que

la burocracia colonial y la participación de diversas

autoridades en la resolución de los conflictos internos y

externos que enfrentó Chanco desde comienzos del siglo XIX

complicaron la situación jurídica de la comunidad. La

emergencia de diferentes líneas de sucesión y la

“españolización” de algunos apellidos mapuches –como pudo ser

el caso de Miguel Minchelemo a Miguel González- dificultan el

análisis de los registros documentales que dan cuenta de

estos procesos. También la estructura social de las

comunidades hace muy difícil la tarea de dilucidar la

naturaleza del sistema de sucesión y la forma que adquiría el

poder entre los últimos promaucaes. De acuerdo a un escrito

presentado en marzo de 1803, el cacique Antonio Lipinado y

Calbuqueo aparece figurando como “cacique de tres pueblos”;

por su parte, Santiago Cariqueo figura como “cacique de los

tres pueblos casado con doña Teresa Guinochelemu, nieta de 2

gobernadores de caciques de trece pueblos…”107. No se aclara106 “El Protector General de los Naturales, Barón de Juras Reales, a laReal Audiencia. Santiago, 20 de mayo de 1807”, en Hermenegildo Michilemu sobreel cacicazgo de Chanco…, f. 58.107 “Don Miguel Michilemu, cacique de Chanco, al Intendente de Concepción,[sin fecha], en Hermenegildo Michilemu sobre el cacicazgo de Chanco…, fs. 38-59

si Lipinado y Guinochelemu eran miembros de la comunidad de

Chanco o caciques de pueblos vecinos, pero es evidente que en

su afán por hacerse invisibles frente al Estado, los “indios”

fueron también responsables de crear aquella ambigüedad

jurídica que usaron sus enemigos para despojarlos de sus

tierras y de sus instituciones.

La revisión detallada del pleito de sucesión en el

cacicazgo de Chanco, aparte de su valor intrínseco, deja en

evidencia el complicado protocolo que se armó para dirimir

pleitos que, al fin de cuentas, la comunidad ya había

sancionado. Los diferentes aspirantes al oficio fueron

obstruidos en su postulación por el marco jurídico de la

época y por los agentes estatales, no por la gente que

quedaría a su cargo. ¿Por qué se empeñaron tanto las

autoridades políticas y judiciales por llevar a cabo un

proceso impecable y sin ambigüedades? Se podría pensar que en

los círculos de gobierno existía animadversión contra quienes

aspiraban a ejercer el oficio de cacique; también se puede

pensar que hubo falta de interés entre los demás miembros de

la comunidad por ejercer el cargo. Lo cierto es que la

antigua disputa entre los diversos linajes pareciera haber

erosionado la cohesión interna, sembrado quiebres y

debilitado a la comunidad cuando enfrentaba las arremetidas

de sus vecinos. Evitar la reiteración de este quiebre, por

más que demorase el nombramiento del cacique en propiedad,

parecía ser el camino a seguir, justo en los momentos en quevta.

la crisis constitucional de 1810 comenzaba a perfilarse en el

horizonte político del reino. Más valía tener un cacique

legítimo que otro nombrado por la fuerza y que fuese

cuestionado posteriormente por los miembros de su propia

comunidad. En una frase, las autoridades actuaron de modo

impecable para que nada manchara la gestión de la autoridad

étnica. Se fortalecía de ese modo el sistema jurídico

monárquico y se privilegiaba el trato con los vasallos

“indígenas”, incluso cuando iba en desmedro del patriciado.

Solamente los hechos posteriores demostrarían si la elección

de este camino de reforzamiento de las autoridades étnicas

fue acertada, pero está claro que defendiendo la

institucionalidad se defendía también la esencia misma del

Derecho Indiano. La “República de Indios”, cuya gestación se

remonta al momento mismo en que la reina Isabel la Católica

les otorgó su condición de “vasallos favoritos”, era una

artificio institucional que demostraba, en la práctica, las

bondades del sistema monárquico. Su defensa y protección era,

en consecuencia, también una defensa del monarca cautivo y

del sistema que hasta allí lideraba en América.

La dialéctica del conflicto social entre “indios”,

patricios y mestizos pasaba por la capacidad de los primeros

de mantener, en primer lugar, su condición jurídica de

“naturales” y, en segundo lugar, seguir contando con la

protección del Estado monárquico. Solamente como miembros de

la “República de Indios”, podían defender sus tierras y

derechos, en tanto que los privilegios y obligaciones

instituidos en el Derecho Indiano eran solo aplicables a

quienes cumplían con esa condición. De allí que, una vez que

se desató la voracidad territorial patricia y se tomó

conciencia que el poder se ejercía, de modo más frecuente,

por el patriciado, los “indígenas” reaccionaron aferrándose a

la legalidad. En ese contexto, más que en el de la mera

competencia personal por ejercer el cargo de cacique por las

prebendas que implicaba, debe interpretarse la fiera lucha

que se dio en el seno de algunas comunidades de Chile central

por la sucesión al cacicazgo. Solamente legitimando las

formas de liderazgo tradicional se lograría enfrentar con

mayor eficiencia política y cohesión social el acoso de los

hacendados. No obstante, para clarificar sus derechos a la

sucesión en el oficio, los aspirantes debían someterse a un

engorroso trámite de reconocimiento, el cual incluía la

presentación de genealogías, testigos y, cuando fuese

posible, documentos que atestiguaban la condición legítima

del sucesor. La tarea fue ardua, pero llevada a cabo de un

modo cabal por sujetos de la talla de Cariqueo.

La imagen tradicional del bajo pueblo chileno a fines

del período colonial es el de una entidad desmembrada,

carente de organización y sin líderes que guiaran su

accionar. Sin embargo, la documentación relacionada con los

“pueblos de indios” de Chile central apunta a una realidad

distinta. Demuestra, que la república indígena no fue un

proyecto de filántropos del siglo XVI ni una utopía de

historiadores hispanistas, sino una realidad social compleja

y dinámica que sirvió de resguardo jurídico al mundo tribal y

que crió en su seno a algunos sujetos que posteriormente

serían líderes de la plebe. Asimismo, los documentos permiten

afirmar que los “indios” de Chile central tuvieron un intenso

protagonismo en el acontecer cotidiano de aquellos días;

protagonismo que además presentaba rasgos comunes que

permiten trazar una “identidad popular” en el escenario

social y político de la época. En el mundo de las

comunidades, los lonkos fueron quienes, casi de modo

exclusivo, ejercieron dicho liderazgo. A ellos correspondió

la responsabilidad de defender y proteger a quienes buscaban

su amparo. Líderes formales y legitimados por sus vínculos de

sangre , lograron afianzar su autoridad llevando a cabo una

habilidosa combinación de la política judicial con su propio

carisma y fama. ¿Quién se atrevería a desafiar a una

comunidad indígena sin estar suficientemente respaldado por

el Estado?; ¿Qué funcionario se atrevería a clausurar un

juego de chuecas, sin tener a su lado un fuerte contingente

militar?; ¿Qué terrateniente se arriesgaría a ver sus bodegas

incendiadas después de abusar de un “indio”? El respeto que

los lonkos ganaron para sí y para las comunidades fue efectivo

y real.

A fines del período colonial el balance político que

podían lucir las comunidades indígenas de Chile central era

desigual. Muchas de ellas mantenían sus tierras, autoridades

e instituciones más o menos íntegras, pero otras se

extinguían bajo la presión que ejercía la elite y los

desaciertos que cometieron sus respectivos líderes. “No ha

podido colectar dinero alguno de los indios por razón de su

tributo”, escribió en 1809 Juan Herrera y Rodado al dar

cuenta de las dificultades que enfrentó para recolectar los

tributos de indios en el partido de Melipilla, “a causa de la

extrema pobreza y miseria que padecen....”108. Sobre este

mismo punto, el “cacique” Mauricio de Saravia de Llopeo había

manifestado ya en 1796: “[Los indios] no tienen más arbitrio

que un pedazo de tierra que les ha tocado.... y que en tiempo

de cosecha no les alcanza lo que cosechan para pagar arriendo

de bueyes, volver las semillas gastadas y mantener sus

familias el resto del año”109. Atrapados por las firmes

tenazas de la miseria que crearon aquellas disposiciones que

cercaron los territorios y dejaron las dehesas y tierras

comunes de recolección y pastoreo en manos de los

terratenientes, los naturales oteaban en el horizonte sus

últimos días como sujetos autónomos. El libre aprovechamiento

de los campos de pasturaje y la provisión de leña, el uso

indiscriminado de las aguas corrientes y la explotación

esporádica de yacimientos mineros y de sal, llegaban a su

fin. El comercio libre, aquel sueño de los mercaderes

108 “Informe sobre pago de tributos por el Subdelegado de Melipilla,1809”, en FCG, vol. 494, f. 113, citado por Julia Arenas, op. cit., p. 36.109 Op. cit., p. 38.

criollos, significó el aumento de las exportaciones de

granos, cueros y cordobanes desde Chile central; para los

“indios” representó una nueva fase en el proceso de tala del

bosque nativo y de extirpación de la fauna menor que allí

habitaba (vizcachas, zorros, conejos, pumas y toda clase de

aves y pájaros). El paisaje cambiaba irremisiblemente bajo el

avance arrollador del mercantilismo y desaparecían las bases

materiales de las antiguas economías tribales. “Se

dispersaron los indios porque el dueño [de la hacienda

Chiñigüe] no quería consentirlos”, escribió un funcionario al

momento de escribir el epílogo de esa comunidad, “atendidos

los perjuicios que le resultaban de la residencia de esta

gente vagabunda....”110. Sobre el muro de la historia del

siglo XIX estaba ya escrito el destino de los “indios” de

Chile central: convertirse en uno más de los miembros de la

plebe y rememorar, con nostalgia, los días en que fueron

hombres soberanos.

Con todo caso, hasta 1810, la campana final del

holocausto “indígena” aún no sonaba en Chile central; todavía

quedaba tiempo para lucir con arrogancia frente al patriciado

su porte de hombres libres. Así lo entendieron Francisco

Riveros, Francisco Cautivo, Candelaria Yrasabal, Gervasio

Naguen y tantos otros naturales que defendieron sus derechos

y resistieron los embates de la oligarquía. “Nadie los quiere

recibir de peones”, escribió Pedro Montt, cura vicario de

110 Op. cit., p. 41.

Melipilla, “motivo de su innata flojedad y demás defectos que

los hacen despreciables...”111. Ese desprecio que sentía hacia

ellos la oligarquía fue, paradójicamente, el saldo que

cosecharon los “indios” de Chile central después de décadas

de apego a la institucionalidad monárquica. El diagnóstico

más elocuente de la falta de “progreso” que registraban los

naturales frente al avance de la Ilustración, lo escribió en

1806 el subdelegado del partido de Melipilla cuando señaló

que la fundación de una villa ordenada, pondría fin al

“desastre y abandono de los indios, sin ocupación, sin

educación, sin honor, ni esperanzas, y casi sin algún

sentimiento de sociedad ni religión”112. La ausencia de

valores en la masa indígena que fuesen aceptables para la

elite, demostraba que la defensa que hicieron los “indios” de

su identidad no fue nada despreciable. Después de haber

estado expuestos al celo reformista de la elite ilustrada y

de haber soportado los embates expansivos de los

terratenientes, es sorprendente descubrir que la situación

seguía más o menos igual. Así se desprende de las

aseveraciones formuladas por el agrimensor Martín Ruiz de

Arbulú quien, en 1806, asumió la tarea de informar sobre la

situación en que se encontraban los indios de la cuenca del

río Maipo y los remedios que se proponían para paliar su

situación. Sumado a la idea de que la fundación de una villa111 Op. cit., p. 40.112 “Vista del subdelegado Juan Herrera y Rodado”, en Expediente sobre lareducción de los indios de Melipilla en un solo pueblo, 1806, en Archivo NacionalHistórico, fondo Varios, vol. 811, f. 54. Citado en adelante FV.

pondría fin a diversos “males”, el agrimensor manifestó que

con una población ordenada se podrían “evitar los delitos,

darles religión, hacerlos útiles a si mismos y a la

sociedad...dar algún sistema y obedecimiento a las leyes”113.

Se puede concluir este trabajo que, con hecho de

defender su condición y seguir siendo “indios”, los naturales

de Chile Central afianzaron su posición en el seno de la

monarquía, en oposición al camino de confrontación que asumió

gran parte del patriciado. Su porfía y terquedad, su apego

las viejas costumbres y su resistencia a sumarse a las

intrigas de la elite, fue una forma efectiva de

insubordinación y desacato frente al patriciado. ¿Qué pasaría

con los “indios” cuando la crisis constitucional llegase a su

clímax? Socialmente, la población indígena de Chile central

representaba un contingente considerable; políticamente, su

unión con las fuerzas monárquicas ponía en serio peligro el

proyecto revolucionario. Como bien lo expresara el connotado

comerciante Agustín de Eyzaguirre en octubre de 1810: “es

sensible que los naturales se mezclen en esta causa porque

puede traerles fatales consecuencias; estos unidos con los

españoles forman un cuerpo respetable que hay fuerzas como

contenerlos, me parece devarío el querer sujetarlos por la

fuerza; bien debían considerar que los indios son infinitos,

113 Vista del agrimensor Martín Ruiz de Arbulú, octubre de 1806, en“Expediente sobre la reducción de los indios de Melipilla en un solopueblo, 1806”, FV Vol. 811, f. 54.

tan hombres como los españoles…..”114. Por estas razones,

sujetos de la talla de Juan Egaña, uno de los principales

pensadores de la época, identificó a los indios con la causa

del rey y, en consecuencia, abogó por la pronta eliminación

de los fueros y privilegios que les proporcionó la monarquía.

“Los indios serán reducidos a dos o tres villas formadas de

sus pueblos”, escribió Egaña en su Plan de gobierno de 1810,

“deben desnaturalizarse, porque no convienen castas, y en

Chile no pagan tributo formal”115. El dinero que dejara la

venta de sus tierras, señalaba el jurista, serían invertidos

para crear el Gran Colegio de Artes y Ciencias. Pero justo en

esos momentos, cuando emergía en el horizonte la hecatombe

final, los “indios” demostraron su firme apego a la

institucionalidad. Enfrentados a la crisis constitucional, al

creciente poder del patriciado criollo y a la amenaza que se

erguía contra el sistema jurídico que protegió su condición

de vasallos durante casi tres siglos, los “indios” de Chile

central se transformaron en “monarquistas hasta el ocaso”.

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114 Agustín de Eyzaguirre a Miguel de Eyzaguirre, Santiago, 21 de octubrede 1810, en Archivo Nacional, Colección José Ignacio Víctor Eyzaguirre,Vol. 1, p. 236.115 Plan de Gobierno confeccionado y propuesto al Presidente de laExcelentísima Junta de Gobierno por don Juan Egaña, 10 de octubre de1810, en Martínez de Rozas, op. cit., vol. 1, p. 141.

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