Marina Pastor - Fia. Escultura s.XX - (23) Marc Augé - Hacia una antropología de los mundos...

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M. AUGE llacia uaa anttlpologlle de los mundæ cûrt€mgâtlrois. Ed. Gedisa. Colecciôn Et MamiËro Parlante. Barcelonal99E. Pag. 147-163.(Capftulo V: 'Nuevos mundos") Esta obselaciôn nos invita ante todo a retomar a la consideraciôn de dos parejas de conceptos ya utilizados para describir.los espaciosy el mundo conternporâneos. La primera pareja es la de lugar/ no lugar y la segunda modemidad/ sobremodemidad. Con lugar y no lugar designamos,recordémoslo, a la vez espacios reales y la relaciôn gue mantienen con esos espaciæ quienes los utilizan. El lugar se definirâcomo lugar de identidad (en el sentidode que ciedo nûmerode individuospueden reconocerse en él y definirseen virtud de él), de relaciôn (en el sentido de que cierto nûmero de individuos, siempre los mismos, pueden entender en él la relaciôn que los une unos a oùos) y de historia (en el sentido de que los ocupantes del lugar pueden encontrar en él los diversos ûazos de antiguos edificios y establecimientos, el signo de una filiacién). De manera que el lugar es tiplemente simbôlico(en el sentido en que el stmbolo establece una relaciôn de complernentariedad Gntredos seres o dos realidades):el lugar simboliza la relaciôn de cada uno de sus ocupantesconsigo mismo, con los demâs ocrJpantes y con su historiacomtln. Un espacio en el gue ni la identidad, ni la relaciôn ni la hisloria estén simbolizadas se definirâcomo un no lugar, sôlo que esta definiciôn puedetambién apiicarsea un espacioempfrico preciso o a la representaciôn que tienen de ese espacio los gue se êncuentranen é1. Lo que para algunos es un lugar, puede ser un no lugar para otros y viceversa. Un aeropucrtq por ejemplo,no tiene la misma condiciôn a los ojos del pasajerogue ocasionalmente pasa por él y a los ojos de aquel que trabaja en ese lugartodoslos dias. La multiplicaciôn de los no lugares, en el sentido empirico, es san embargo caracteristicadel mundo contemporâneo. Los espacios de la circulaciôn (autoprstas,vias aéreas), del consumo (supermercados) y de la comunicaciôn(teléfonos, fax, televisiôn, redes de cable) se extienden hoy por toda la Ïena: espacios en los que la gente coexisteo cohabita sin vivir junta, en los que la condiciôn de consumidor o de pasajero solitario implica una relaciôn contiactual con la sociedad. Esos no lugares empiricos (y las disposiciones de espiritu, las relaciones con el mundo que ellos suscitan) son caracteristicos del estado de sobremodernidad, definido por oposiciôn a la modemidad. La sobremodernidad corresponde a una aceleraciôn de la historia, a un encogimiento del espacioy a una individualizaciôn de las referenciasque alteran los procesos acumulativosde la modernidad.Una ciudad moderna del siglo XIX es el Paris de Baudelaire, donde se mezclan campanarios y chimeneasde fâbricas.Se trata de un mundo de mezclas,donde las diferenciassociales (més directamente ostensibles que hoy) no impiden la proximidad espacial, la contigûidâd gieogrâfica, la amalgama de géneros, es decir, todo lo contrario en este aspecto de la puesta en escena y del distanciamièntocon que obran los funcionarios administrativos o los funcionarios elegidos cuando defnen zonas de un carâcterespecial(por ejemplo, zonas peatonales), cuando iluminan monumentos, hacen consûuir edificios de oficinas en el centrode las ciudades, en los que la gente residecada vez menos,y grandesbloques de apartamentos en los suburbios.La circulaciôndel flujo de trabajadoreso de visitantes en los espacios urbanos de la sobremodernidad encuentrasu expresiônmâs acabada en esos distribuidores de trânsito donde los automovilistasni siquiera corren el riesgo de encontrarse. Pero toda la urdimbre urbana no estâ completamente afectada por la sobremodernidad. Y aqui nos encontremos en el centromismode nuestro tema: las ciudadesson todavia, por una parte, una combinaciôn de lugares; en este sentido procedende la modernidad. Pero, por otra parte, nos preocupa ver cômo se despersonalizan, cômo se hacen uniformes, como se extiendencual imperios,cômo suscitanidentidades secundarias que se afirmanfuera de las ciudades o contra ellas. La combinaciôn de estos dos puntos de vista define una cuestiôn y un objetivopoltticos que interesandirectamente al antropôlogo. La ciudades un mundo.Es un mundo,en un primer sentido,porquees un lugar,es un espacio simbolizado,con sus puntos de referencia, sus monumentos, su lueza de evoçaci6n, es decir, todo aquello que comparten quienes se dicen de una determinada ciudad. La pregunta "iDé d6ndees usted?" se oye todavia frecuentemente en Franciay sugiere que la identidad de cada uno tiene que ver con la identidad del lugar en que vive. El mundode la ciudadse basta a si mismo,tiene su propiahistoria,.sus puntosde referencia, sus simbolos. Su historia se sitûa en un sitio (las colinasde Roma y el curso del Tiber, los meandros del Sena y de l'lle de la Cité de Paris)., Pero su geografia evoluciona tambiénen el curso de la historia: las antiguas fortificacionesque marcaban su frontera dan lugar a bulevares, se construyen nuevos barrios que un siglo despuésserân considerados tradicionales (pensemosen los <grandesbulevaresde Paris"). Los trabajos de excavaciôn gue se realizan para instalar lineas de trenes subterréneos o para implantar cimientos de edificios hacen aparecer a veces los restos materiales de otros edificios mâs antiguos. En suma, la ciudad tiene una historia y una personalidad: cierto ntimerode individuos se reconocen en ella y esta identificaciôn colectiva (que puede llegar hasta la afirmaciôn de rasgospsicolôgicos compartidos por todos los habitantes) no es exclusiva (sino todo lo contrario) de las relaciones singulares que cada cual puedeestablecer con su ciudad.La ciudades plural, a la vez porque estâ compuesta de mûttiplesbanios y porque existe singularmente en la imaginaciôn y los recuerdosde cada uno de aquellos que la habitano la frecuentan. El tema del paseo por la ciudady el personaje del

Transcript of Marina Pastor - Fia. Escultura s.XX - (23) Marc Augé - Hacia una antropología de los mundos...

M. AUGE llacia uaa anttlpologlle de los mundæ cûrt€mgâtlrois. Ed. Gedisa. Colecciôn EtMamiËro Parlante. Barcelonal99E. Pag. 147-163.(Capftulo V: 'Nuevos mundos")

Esta obselaciôn nos invita ante todo a retomar a la consideraciôn de dos parejas de conceptosya utilizados para describir.los espacios y el mundo conternporâneos. La primera pareja es la de lugar/ nolugar y la segunda modemidad/ sobremodemidad. Con lugar y no lugar designamos, recordémoslo, a lavez espacios reales y la relaciôn gue mantienen con esos espaciæ quienes los utilizan. El lugar sedefinirâ como lugar de identidad (en el sentido de que ciedo nûmero de individuos pueden reconocerse enél y definirse en virtud de él), de relaciôn (en el sentido de que cierto nûmero de individuos, siempre losmismos, pueden entender en él la relaciôn que los une unos a oùos) y de historia (en el sentido de quelos ocupantes del lugar pueden encontrar en él los diversos ûazos de antiguos edificios yestablecimientos, el signo de una filiacién). De manera que el lugar es tiplemente simbôlico (en el sentidoen que el stmbolo establece una relaciôn de complernentariedad Gntre dos seres o dos realidades): ellugar simboliza la relaciôn de cada uno de sus ocupantes consigo mismo, con los demâs ocrJpantes y consu historia comtln. Un espacio en el gue ni la identidad, ni la relaciôn ni la hisloria estén simbolizadas sedefinirâ como un no lugar, sôlo que esta definiciôn puede también apiicarse a un espacio empfrico precisoo a la representaciôn que tienen de ese espacio los gue se êncuentran en é1. Lo que para algunos es unlugar, puede ser un no lugar para otros y viceversa. Un aeropucrtq por ejemplo, no tiene la mismacondiciôn a los ojos del pasajero gue ocasionalmente pasa por él y a los ojos de aquel que trabaja en eselugar todos los dias.

La multiplicaciôn de los no lugares, en el sentido empirico, es san embargo caracteristica delmundo contemporâneo. Los espacios de la circulaciôn (autoprstas, vias aéreas), del consumo(supermercados) y de la comunicaciôn (teléfonos, fax, televisiôn, redes de cable) se extienden hoy portoda la Ïena: espacios en los que la gente coexiste o cohabita sin vivir junta, en los que la condiciôn deconsumidor o de pasajero solitario implica una relaciôn contiactual con la sociedad. Esos no lugaresempiricos (y las disposiciones de espiritu, las relaciones con el mundo que ellos suscitan) soncaracteristicos del estado de sobremodernidad, definido por oposiciôn a la modemidad. Lasobremodernidad corresponde a una aceleraciôn de la historia, a un encogimiento del espacio y a unaindividualizaciôn de las referencias que alteran los procesos acumulativos de la modernidad. Una ciudadmoderna del siglo XIX es el Paris de Baudelaire, donde se mezclan campanarios y chimeneas defâbricas. Se trata de un mundo de mezclas, donde las diferencias sociales (més directamente ostensiblesque hoy) no impiden la proximidad espacial, la contigûidâd gieogrâfica, la amalgama de géneros, es decir,todo lo contrario en este aspecto de la puesta en escena y del distanciamiènto con que obran losfuncionarios administrativos o los funcionarios elegidos cuando defnen zonas de un carâcter especial (porejemplo, zonas peatonales), cuando iluminan monumentos, hacen consûuir edificios de oficinas en elcentro de las ciudades, en los que la gente reside cada vez menos, y grandes bloques de apartamentosen los suburbios. La circulaciôn del flujo de trabajadores o de visitantes en los espacios urbanos de lasobremodernidad encuentra su expresiôn mâs acabada en esos distribuidores de trânsito donde losautomovilistas ni siquiera corren el riesgo de encontrarse. Pero toda la urdimbre urbana no estâcompletamente afectada por la sobremodernidad. Y aqui nos encontremos en el centro mismo de nuestrotema: las ciudades son todavia, por una parte, una combinaciôn de lugares; en este sentido proceden dela modernidad. Pero, por otra parte, nos preocupa ver cômo se despersonalizan, cômo se hacenuniformes, como se extienden cual imperios, cômo suscitan identidades secundarias que se afirman fuerade las ciudades o contra ellas. La combinaciôn de estos dos puntos de vista define una cuestiôn y unobjetivo poltticos que interesan directamente al antropôlogo.

La ciudad es un mundo. Es un mundo, en un primer sentido, porque es un lugar, es un espaciosimbolizado, con sus puntos de referencia, sus monumentos, su lueza de evoçaci6n, es decir, todoaquello que comparten quienes se dicen de una determinada ciudad. La pregunta "iDé d6nde es usted?"se oye todavia frecuentemente en Francia y sugiere que la identidad de cada uno tiene que ver con laidentidad del lugar en que vive. El mundo de la ciudad se basta a si mismo, tiene su propia historia,.suspuntos de referencia, sus simbolos. Su historia se sitûa en un sitio (las colinas de Roma y el curso delTiber, los meandros del Sena y de l'lle de la Cité de Paris)., Pero su geografia evoluciona también en elcurso de la historia: las antiguas fortificaciones que marcaban su frontera dan lugar a bulevares, seconstruyen nuevos barrios que un siglo después serân considerados tradicionales (pensemos en los<grandes bulevares de Paris"). Los trabajos de excavaciôn gue se realizan para instalar lineas de trenessubterréneos o para implantar cimientos de edificios hacen aparecer a veces los restos materiales deotros edificios mâs antiguos. En suma, la ciudad tiene una historia y una personalidad: cierto ntimero deindividuos se reconocen en ella y esta identificaciôn colectiva (que puede llegar hasta la afirmaciôn derasgos psicolôgicos compartidos por todos los habitantes) no es exclusiva (sino todo lo contrario) de lasrelaciones singulares que cada cual puede establecer con su ciudad. La ciudad es plural, a la vez porqueestâ compuesta de mûttiples banios y porque existe singularmente en la imaginaciôn y los recuerdos decada uno de aquellos que la habitan o la frecuentan. El tema del paseo por la ciudad y el personaje del

paseante estân estechamente asociados con la imagen de la ciudad: el paseo, el vagabundeo por laciudad, son la ocpresiôn de una libertad que se dilata en el paisaje urbano.

La ciudad del paseante, del poeta y de las canciones es la que Michel de Certeau, en Lainvenciôn de lo cotidiano, opone a la ciudad tuncional, a la ciudad planificada y rigurosamente dibujada talcomo se la puede observar desde lo alto, por ejemplo, Nueva York observada desde el ûltimo piso delWorld Trade Center. La libertad del indMduo en la ciudad se expresa plenamente en la eleccion de unitinerario, de un reconido libre. Pero el reconido de la ciudad estâ influido por la existencia de puntosfuertes y por la disposici6n general de la ciudad. Un psicôlogo de la cogniciôn, Georges Vignaux' organizôuna experiencia simple e interesante que consistia en disponer cuaûo grupos de tres prwincianos que noconoclan la capital y hacerles preguntar por el camino corecto a los tsanseûntes con los que se topaban.La meta era la calle Moufietard y los oratro puntos de partida eran la daza del Palais Royal, la plaza de laBastilla, la esquina Séwes-Babylone y la esquina Denfert Rocùereau. El cstudio de las "estrategias"sugeridas en esa ocasi6n permite poner de manifiesto, por un lado, la existencia de ejes o de secuenciasespaciales que condicionan la formulaciôn de los finerarios y, por oûo lado, la importaneia de los puntosde referencia histôricos que marcan la red de los ûansportes pûblicos parisienses. Los itinerariosrecomendados no son, en efecto, necesariamente los mâs cortos, sino que son aquellos que puedenexpresarse (y oirse) més fâcilmente porque estân constituidos por coneatenaciones casi naturales a losojos de quienes los formulan, quienes esperan hacer compartir esa evidcncia a sus oyentes. Esositinerarios, tales como se brmularon, tienen una dimensiôn "lingûistica" no se trata tan sôlo de orientar,sino que es menester hacerse comprender. La referencia a la multiplicidad de los puntos fuertes histôricosque constituyen la "red urbâna" resulta asf tanto mâs notable.

Pero el callejeo, el vagabundeo por la ciudad, que depende de la iniciativa del propio paseantepuede hacer abstracciôn de esos puntos de referencia y describir un reconido original y puramenteindividual. Una vez que uno hubo descendido del World Trade Center puede recuperar su libertad einventar un itinerario por diferentes calles y esquinas: sobre este particular Michel de Certeau habla de"ret6ricas peatonales" con lo cual sugiere que las coacciones sintâcticas (las que nos revela el plano de laciudad vista desde lo alto de un rascacielos) no son contradictorias con la libedad de la escritura, con elestilo definido como manejo personal y singular de la lengua, y que lo imaginario indiMdual puede abrirsecamino entre los grandes simbolos urbanos. Tampoco resulta sorprendente que el paseo por la ciudadsea uno de los grandes temss de la literatura europea.

Aqui aludimos no sôlo a la importancia de la ciudad en la literatura nwelesca, desde Balzac aProust y Joyce, sino también a los diarios intimos o nanaciones que toman como objeto especificoexplicitamente la ciudad y los paseos por la ciudad. Asi, Stendhal escribe sus Paseos por Roma, pero semuestra igualmente muy sensible al encanto vigoroso de una metrôpoli corno Lqndres cuando escribe ensu diario ét g Oe agosto de 1817 unas palabraé que nos indica Georges Perec2, escritor, més pr6ximo anosotros, lector de Stendhal y él mismo un paseante modelo: "De un lugar no hay que retener mâs que loque nos procura placer. Lo gue mâs nos ha gustado en Londres es vagabundear por sus calles". Por supârte Perec precisa cuâl es la indole y la razôn de ese placer euando insiste en el carâcter a la vezentrtverado e intimo de una gran metrôpoli como Londres. Lo cito ahora un poco més extensamente: "Pormâs que Londres no sea desde hace ya mucho tiempo la mayor metrôpoli del mundo, continûa siendoaûn el simbolo del mundo, es aûn el simbolo mismo de lo que es una ciudad: algo tentacular yperpetuamente inacabado, una mezcla de orden y de anarqula, un gigantesco microcosmos en el que hallegado a aglomerarse todo lo que los hombres produjeron en el curso de los siglos. Un simple hecholingUistico dà cuenta de esta exacerbaciôn ciudadana: los franceses no cuentan mâs que con unas sietepalabras para designar lo que con un término génerico se llama una calle (rue, avenue, boulevard, place,cours, impasse, venelle), en tanto que los ingleses disponen por lo menos de unos veinte vocablos (street,avenue, place, road, crescent, row, lane, mew, gardens, tenace, yard, square, circus, grow, greens,homes, gate, ground, wey, drive, walk, etc.), lo cual no deja de presentar algunos problemas a quienbusque una direcciôn, pues, por ejemplo, Cambridge Circus, Cambridge House, Gambridge Place,Cambridge Road, Cambridge Square, Cambridge Street, Cambridge Terrace no estân todos situados enel mismo banio..."

Esa ciudad de todos y de cada uno, esa ciudad de la rnodemidad en ta que la actualidad sedefine como la combinacién del pasado y del. presente, es la ciudad tal como aûn nos complacemos enimaginar y tal como la ervocan las canciones mâs populares. Berlfn, Nuenra York, Paris han sido objeto demûltiples melodias y estribillos (dicho sea entre paréntesis seria interesânte hacer la lista de las grandes

'Georges Mgnaux,'L'espace urbain: parcours physiques et reprÇsentations mentaleo. Le reseau des transportscomme instrument de connaissance et d'action.. ." , en Métamoryhoses & la viile, Paria, Econômica, 19E7:'Promenades dans LondrÊÊ', Atlas Air France, abril de 1981, reproduciclo eî L'/lîfra-ortinaire, Paris, Ed. Du Seuil,1989.

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ciudades. que nunoa fueron cantadas e intenogarse sobre las razones de esa omisiôn). Observemos queParis que ha sido el tema de innumerables canciones antes de la Segunda Guena Mundial y en elinmediato perfodo de posguera, es una ciudad a la que se canta menos desde hace unos afios, demanera que una canciôn como la de Charles Trenet (Rwoir Paris) pareoe marcada hoy por una doblenostalgia, la nostalgia que se refiere a la ciudad y que tiene relaciôn eÆn el terna del retomo, pero tambiénla nostalgia que se refiere a la canciôn misma, como si sintiéramos que hoy ya no serfa posible escribirlay que pertenece definitivamente al pasado, como el Parfs que ella evoca. El Parls de las canciones era unParis mdalôricamentê personiûcado ("Parfs, reina del mundo, Parls es una rubia", centaba Mistinguett),simbolizado por sus monumentos ("Pero Parfs es la tone Eifrel con su punta que se eleva al cielo",cantabe la gente después de la guerra) o evocado de manera mctonlmica partiendo de sus diferentesbanios (Saint-Gennsin-des-Prés, Pigalle, Monûnartre, los grand€s bulwares). El propio Sarte compusoeltelilo de una canciôn sobre una calle de Paris (La rue des Blancs Manteaux). Este rlltimo aspecto (lâciudad aldea) expresa la idea de "estar uno en su casa", la idea de la intimidad en el centro mismo de laciudad. La identificaci6n con un banio, con una aldea, pero en el seno de la ciudad se manifiesta como laquintaesencia de la pertenencia urbana. Decirse y quererse habitaile det X\f" Anondissement o deMontnartre es proclemarse parisiense, mâs parisiense que cualquier ofro parisiense. La reivindicaciônmicrolocal expresâ la pertenencia al gran lugar, el lugar de la ciudad modema orgullosa de sus cofitrastesy a la que su misme pluralidad define como ûnica e incomparable. Nueva York tiene su " aldea", perotambién la tiene Houston. sin duda de manera mâs aÉificial.

Augustin Berque muestra muy bien, al referirse a una ciudad como Tokio, el ernpobrecimientoque afecta la urdimbre urbana desde el momento en que desaparcce el sistema de doble escala quepresidia la organizaciôn ântigua. l-a ciudad viêja, nos dice Berque, Ëombinaba la escela de lo lejano y laescala de lo pr6ximo; de esa manera el monte Fuji o el mar se descubrian en la lfnea de una calle o deuna escalinata. Por la acriôn del urbanismo modemo desaparecfa la inserciôn de la ciudad en el ampliopaisaje y desaparecia también un conjunto de puntos de referencia visuales, ademâs de lo que AugustinBerque llama con acierto las "rafces de la urbanidad local", los rol, callejuelas semiprivadas que ponen encomunicaciôn un conjunto de casas: "Habitantes y visitantes estân muy apegados a esas callejuelas, perolas operaciones del urbanismo las suprimen pertinazmente desde hace decenios y al mismo tiempobarren esas prendas de la urbanidad nipona como depôsitos diversos, plantaciones mÉs o menosdomésticas, saledizos de los techos, recovecos y tejadillog... 'elementos que hacian del contacto entre lacalle y la casa una zona intensamente cargada de sentido''

Pero la ciudad es un mundo también en oto sentido, un mundo al que son enteramente extrafiaslas microidentificaciones a que acabamos de aludir: la ciudad es un mundo porque es del mundo y porquerecapitula todos los rasgos del mundo actual, no tan s6lo un microcosmos, sino punto central, nrlcleo derelaciones de emisiones y de recepciones dentro de la vasta red que constituye hoy el planeta. Ën laciudad se experimenta pues mâs perticularmente la pluralidàd de los mundos que constituyen el mundocontemporâneo: en primer lugar, mundo del individûo (mundo que puede ser también, como bien se sabe,el de la multitud y el de la soledad, pero asimismo el de la soledad sin la muttitud, sustituida en laspantallas por las imégenes de la ac{ualidad y del mundo), mundo del arte, mundo de las letras, mundo deltrabajo, de la polftica, de los negocios, del deporte, etc., mundos ellos mismos cada dia més marcadospor un internacionalismo que puede vivirse y analizarse a la vez sin contradicciones como un triunfo ycomo un nesgo.

Es natural que, seamos primero sensibles a los riesgos vinculados con la realidad de lasciudades actuales. Consideraremos tres de esos riesgos junto con algunos autores que han'reflexionadoocasional o sistemâticamente sobre la ciudad: el riesgo de la uniformidad el riesgo de la extensiôn y elriesgo de la implosiôn.

Veamos primero la uniformidad. Todos somos sensibles a la semejanza que presentan endiferentes partes del mundo los espacios del consumo, de la comunicaciôn o de la circulaciôn. El escriforPeter Handke, en un articulo publicado en el periôdico Ubération del mes de agosto de 1991, habiaconsiderado, refiriéndose a la Yugoslavia amenazada de fragmentaciôn, los "cinturones de inealidad" queesencialmente a causa de sus actividades turisticas cefifan progresivamente a ese pals mucho antes dela crisis polftica: "las nuevas fronteras de Yugoslaûa: las veo crecer en cada una de las regiones actualestomadas separadamente, no hacia el exterior, sino hacia el interior, hundirse en el corazôn respectivo decada uno de sus estados, como fajas o cinturones de inealidad y las veo ganar el centro donde bienpronto, como en los casos de Montecarlo y Andorra, ya no habrâ ningÉn pafs ni esloveno ni croata. St,temo no poder gustar algûn dia el sabor del terrufio ni en la 'Repûblica de Eslovenia', ni en Andorra,donde los arteros cornerciantes que han explotado todas las alfuras de los Pirineos han cercenado hasta

I'Augustin Berque, Du geste à la cité. Formes uftaines et lien social au Japon, Paris, Gallimârd, 1993, pag. 1æ

el ûltimo trozo de espacio gue enceraron cada vez mâs en kilômeûos de bancos y de galeriasmercantiles de hormigôn armado, prolongaciôn, por asi decirlo, de Manhattan en la montafra".

Es ciertamente en los actuales espacios mâs despersonatizados (un aeropuerto, unsupermercado, una autopista, un gran hotel de una cadena intemacional) dsnde el viajero llegado de lejosa un pals que no conoce puede sentirsè menos odraf,o. No se encuentra en su casa, pero tampoco seêncuentra en la casa de los otros. La inealidad de que habla Handke es algo opuesto a la realidad delterrufio, a la particularidad del lugar y es claro que los "cinturones de inealidad" (o "no lugares") estân mâsmasivamente presentes en el ambiente urbano. De todas maneras, resulta interesante comprobar quealrededor de las aldeas, en las zonas rurales, se crean zonas ârtesanales, industriales y comerciales yaparecen grandes superficies mercantiles y parkings que ya no tienen una orientaciôn estrictamente local,sino que ésta es mâs bien regional y marcan el parsaje con el sello de una increlble monotonia, al"descalificarlo" en el sentido estricto de este término puesto que y? no es posible catificarlo ni de urbano,ni de rural.

Independientemente de esto, lo gue se recompone es la urdimbre urbana y el paisaje se modificahasta el punto de quitar al concepto de ciudad la idea de la tontera que, desde la gesta de Rômulo, quetrazô el surco circular en flyo interior debia levanlarse Roma, asociamos casi necesariamente con la ideade espacio urbano. El demôgrab Hervé Le Bras" llama nuesùe atenciôn, al referirse al caso de Francia,sobre la concentraciôn de la poblaciôn. Si bien en los ûttimos ûeinta afios la poblaciôn total de Franciaaument6 un20oÂ, ese crecimiento superô el 100% en mâs de mil comunas. Si bien hay despoblaciôn enciertas zonas rurales, hay concenfaci6n de poHaciôn en otras zonas ya bien pobladas. En el niveleuropeo esa concentraci6n de poblaciôn aparece de manera fascinante con el fenémeno de la "bananaazul", designaciôn que los geégrafos dan a la nebulosa uôanizada que se extiende formando un arco decirculo desde Manchester a la llanura del Po y que se fotografia desde'los satélites con esa forma y conese color, por la noche, a causa de su luminosidad. Este fenômeno no conesponde a unasuperconcentracién de la poblacién en las ciudades, sino que coresponde mâs bien a una a<tensi6n dela urdimbre urbana, pues si bien las ciudades atraen sienrpre mâs poblaci6n, se extienden a un ritmo aunmâs râpido. Hervé Le Bras considera esta extensiôn como un fenômeno que corresponde a la terceraépoca del asentamiento humano, la época de la inesistible conquista de tenitorio que llevan a cabo lasciudades, después de la prolongaciôn de las aclividades de los cezadores y de los recolectores de losfrutos de la tiena, al periodo paleolitico, y después de la extensién de la agricultura a los mileniossiguientes. Pero, a esta extensiôn urbana corresponde ervidentemente otra definiciôn de lo urbano. HervéLe Bras habla de lineas de poblaciôn, de'llamentos" utbanos, para caracterizar los nuevos conedores depoblaciôn que siguen el trazado de los grandes rios o el contorno de las costas.

A lo que estamos asistiendo es al espectéculo de una descomposiciôn de la ciudad moderna, alespectéculo de una implosiôn vinculada paradôjicamente con su extensiôn. Los conjuntos de edificios quesustituyen a la ciudad provocan l6gicamente inquietudes. Lo "urbano generalizado", para emplear unaexpresiôn de Jean-Paul Dollé, produce sus propias formas de fealdad, "despoetiza" la ciudad desde elinterior y desprecia las periferias. Esta generalizaciôn de lo urbano es ante todo el fruto de una ûolenciatecipcrâtica, de una obsesién de la circulaciôn y de la comunicaciôn, como si los espacios urbanos yperiurbanos estuvieran hoy ûnicamente hechos para favorecer los desplazamientos, o viceversa, para servistos desde las vlas de circulacién. Citemos a Jean-Paul Dollé: "gQué puede haber movido a aquellosque han imaginado construir en Marsella esa autopista, una de esas famosas autopistas,"penetrantes" tanexactamente denominadas, que penetra destripândolo todo un banio de la ciudad y hace rôdarautomôviles a la altura de los ojos y oidos de los habitantes de los pisos altos de los edificios y sôlo ofrececomo horizonte, a los que viven en los pisos bajos, las columnas de esos caminos suspendidos? Nadamâs que el desprecio total por los seres humanos, la wluntad plenamente deliberada de tratarlos comocosas, de agredir sus sentidos y de embestir su integridad corporal y psiquica.'É

También se trata de violencia cuando se procura organizar la circulâciôn del flujo humano entrela ciudad stricto sensu (una especie de extensiôn del concepto de down town norteamericano y de lo querecientemente se llamaba y aûn se llama hoy en Francia el centro de la ciudad) y las periferias mâs omenos elejadas (en funciôn de la extensiôn urbana a la gue acabarnos de referirnos).Independientemente de las criticas estéticas y morales que pueden dirigirse a la brutalidad de lostrazados de autopistas y ferrocarriles y a la arquitectura de los grandes bloques cuyos acantiladosemergen desde el océano de los suburbios, lo que presenta problemas es la cuestién de la residencia. Elalejamiento de los lugares de trabajo respecto de los lugares en que se vive (traducido en la regiônparisiense por la aparici6n del RER, rnetro supermodemo encargado de alejar, llegada la noche, a los quepueden lrabajar en la ciudad, pero no vivir en ellâ), el. desempleo (que condena a no pocos jévenes a

o.La Planete au viltage: migntions et peudênrlt t ên Frcnce, La Tour d'aBûes, Ed. De l'Aube, 1993

tlumières de la vitle, 6 de noviembre de 1992

A

errar por espacios cenados), la tendencia a la reagrupaciôn étnica en los subuôios donde la vida socialse organiza dificilmente, entafian nuevos modos de identificaciôn que quitan a la ciudad como tal supoder de captaciôn poética, de seducciôn y de identificaciôn. En el mejor de los casos, la ciudad en sucentro se tnansforma en un ecpectâculo que los habitantes de los suburbios acuden a ver los domingos,espectâculo doblemente signifiætivo puesto que es el resultado de un desplazamiento (a vecesininterrumpido, pues todos.los visitantes no se detienen alli) que obliga a servirse del sistema vial que ciflela ciudad y la penetra y puecto que expresa a la vez la proximidad geogrâfica y la distancia sociolégica dequienes viven en una regién (por ejernplo la regi6n parisiense) y no yâ en la ciudad que continûa siendo elcentro.

Otro aspecto del mismo fenômeno es el apego que tienen los muchachos muy jôvenes a la citéen la que crecieron y que reprêsenta simultâneamente su lugar de Vda, el lugar de su escolaridad yulteriormente el de las hazafias y leyendas relacionadas con la delincrencia jwenil. Un joven colega queprepara una tesis sobre la culfura de los jôvenes en la cité de Quat+Mille de La Coumeuve, situada en elsuburbio parisiense, David Lepoute, hace notar que en el caso de las pandillas de muchachos muyj6venes que reMndican, a vec€s de manera conllictiva, su pertenencia a una cité, ésta es por cierto mâsun lugar que un no lugar. Esos.;ôrænes rebautizan las calles (inspirândose en el nombre de los ediilciosque las bordean), recoren la cité en todos los sentidos, hacen reconocer sus fonteras de manera que escasi una iniciaciôn a aquellos a quienes acogen en su banda y a quienes les hacen recotrer a su vez esacité (acaso en una Mobylette robada), hablan un francés muy modificado (el verlan) que los distingue dequienes no estân unidos a ello,s y mâs generalmente del mundo del interior de los edificios, el mundo delos adultos, de sus padres, su mundo todavia Muro, pero ya prôximo.

Para esos jôvenes todo el problema consiste en lograr abandonar el mundo de la calle paraincorporarse (alrededor de los dieciocho afios) en el mundo del trabajo y de los adultos. Desde el puntode vista que nos interesa aqui, eso quiere decir ebândonar uha cultura local para enfrentarse con lasnormas de la sociedad concebida por ellos en parte como algo exiterior. Ahora bien, las. imégenes que lespropone la televisiôn o su ambiente inmediato no estân hechas para facilitar su integraciôn en esasociedad. Por un lado, en ocasiôn de episodios ùolentos que en intervalos regulares atestiguan el"malestar delos suburbios", la reputaciôn legendaria de ésta o aquella cité se ve fortalecida, y uno de losefectos perversos de la informaciôn puede ser crear un sentimiento de emulaciôn entre los grupos paraaparecer en las noticias de actualidad regionales o nacionales" Aparentemente la ideologia de lacomunicacién, el prestigio de la irnagen desempefian, desde este punto de vista un papel esencial. Porotro lado, la cité se relaciona menos con la gran ciudad prôxima que con los espacios de consumo, conlas grandes superficies comerciales de todas clases que hoy a menudo se trasladan a la periferia de lasciudades y en las que se afirma con ostentaciôn. el prestigio de bienes de diversos origenes,especialmente en el dominio de la comunicaciôn y del audiovisual (aparatos de radio, televisores,câmaras ... ). Entre la leyenda muy localizada de-la cné y el prestigio de un artlculo de consumo y unacomunicaciôn sin fronteras, el lugar de la ciudad y mâs ampliamente el lugar del vinculo social resultacada vez mâs dificil de percibir.

Paul Virilios expresa otra inquietud. Se.muestra sensible a la creciente inlTuencia que tienen en elmundo las grandes metrôpolis que suelen funcionar como las ciudades Estados de antes y a las que losnuevos medios de comunicaciôn (que nos liberan de las presiones del espacio y del tiempo) danmultiplicados poderes. El fenômeno particularmente considerado desde este punto de vista es el deldesarrollo de las telecomunicaciones que permiten liberarnos de las coacciones del tiempo y del espacioal crear las condiciones prâcticas de la simuttaneidad y de la ubicuidad. La constitucién de polostecnolôgicos fuertes en el mundo (los polos mismos cuya manifestaci6n fisica las fotografias de lossatélites comienzan a discernir), polos interconectados y por lo tanto superpotentes en las condiciones dela economia moderna, relativiza la nociôn de frontera y pone en peligro a corto plazo (por lo menos éstees el temor que expresa Virifio) la existencia del Estado y las garantias democrâticas.

Asf vemos cômo se configura, en los dos extremos de la rellexiôn sobre la ciudad (la reflexiônque se ref,ere al errar circular de los adolescentes en su cité y la reflexiôn que -sê interroga sobre eldesarrollo de las grandes configuraciones urbanas, para designar las cuales ya existen nuevas palabrascomo europolos) un interrogante propiamente politico que, a su vez, puede reformular cuestiones éticas yfilosôficas tales como 1,cuâl es el derecho del individuo a convertirse en un ciudadano? o 4cuâles son lasfinalidades y los lfmites del desanollo econ6mico? Estas preguntas tienen por lo menos la ventaja demostrar que las interrogaciones sobre la ciudad no encuentran su respuesta en simples consideracionestécnicas. Ni los arquitectos ni los urbanistas podrân por s[ solos resolver problemas cuyo lugar privilegiadode apariciôn es la ciudad, pero de los que ella no es la ûnica causa.

6Paul Virilio, L'espace critiqua, Paris, Chrisùan Bourgois, 1984

Haré dos observaciones antes de concluir, una de fndole metodolôgica, la oha mâs general.Primera observaciôn: en el nuerro universo urbano o periurbano, el antropôlogo y et etnôlogo deoenutilizar lo mejor de sus métodos y, por otra parte, deben renovarlos. H anfopôlogo sôlo puedè trabajarcon pequefios grupos, sôlo con interlocutores singulares. Pero, lejos de considerar a sus interlocutorescomo la expresiôn indiferenciada de una qJfrura particular, el anhopôlogo tiene la obligaciôn de tomar hoyen consideraciôn el hecho de que cada uno de sus interlocntores se encuentra en la intersecciôn dedivesos mundos o de diversas vidas (vida local, vida familiar, vida profesional, etc.). Las situaciones dediâlogo, lo que Gérard Althabe llama los espacios de comunicaciôn, son de geometria variable, de suerteque cada interlocutor construye su identidad frente a los demâs, pero preservando la autonomia de cadauno de esos espacios. Los universos mental€Ê singulares sélo se pueden captar muy parcialmente, sobreel terreno, y ûnicamente en una situaciôn de diâlogo mâs intima con cada uno de sus interlocutores escomo Gérard Althabe logra una conciencia màs dara del tipo de coherencia que cada cual impone a suvida y, logra reconstituir asi eh el nivel de la conciencia individual actual un equivatente de lo que Maussllamaba fenômeno social total.

Segunda observaciôn: la identillceciôn con la ciudad de hoy no es ni imposibte ni inconcebible;sôlo que es abstrasta. Se lleva a cabo menos por referencia a la historia o por oposiciôn a una diferenciaabsoluta (la diferencia que pudo simbolizar el campo) que por manipulaciôn de una referencia algÉn tantoarbitraria de la quejos clubes deportivos nos suministran el mejor ejempto. El Milan AC, el FC Barcelona,el Paris-Saint-Germain (PSG) o el Olympique de Marseille (OM) estân compuestos de jugadores que ensu mayoria no son oriundos de la respectiva regiôn y que hasta pueden ser extranjeros. Esto no es uninconveniente: las adhesiones mâs vigorosas a la ciudad en el sentido mâs amplio de la expresiôn (pueslos hinchas pertenecen a la regiôn y no solamente a la ciudad stric{o sensu) son de tipo "deportivo" y lossimbolismos mâs elementales encuentran aqui (dos o tres letras, uno o dos colores) una vitalidad y unaeficacia nuevas.

Individualismo, por una parte, abstracciôn colectiva por otra, to cierto es que la ciudad continûasiendo el lugar problemâtico donde la relaciôn simbôlica (la que permite pensar ambos conceptos comocomplementarios) es puesta a prueba, lo cual nos confirma que, a través de los probl€rnas llamadosurbanos, lo que verdaderamente se plantea es la cuestiôn polttica y anfopolôgica de la sobremodernidad.Si es dificil crear lugar, ello se debe a que es aun mâs dificil definir vinculos.

Aqui reside una dificultad esencial que el sociôlogo, el arquitecto y el urbanista, cada uno por suparte, sôlo logran formular parcialmente. Trâtase de una dilTcultad de varias dimensiones. En primer lugar,todos sabemos que la accién ejercida sobre la ciudad no es la clave del bienestar social, ni de, esarelaciôn coherente con la existencia, con los demâs y la relaciôn consigo mismo, cuya armonia espacialnos propone a veces una metâfora seductora. Después de todo, las revoluciones més importantes hantenido lugar en ese Paris que a veces echamos de menos y las barricadas que se levantaron alll enocaqiones expresaban reivindicaciones que se referian también al sentido de la existencia. Tampoco éstees un inconveniente pues tenemos por eierto la sensacién de que un urbanismo ineflexivo y unaarquitectura fea atentan contra nuestra relaciôn con el mundo de manera que sentimos la tentaci6n depensar que la intervenci6n arquitectônica podria en ciertos casos arreglar las cosas; esta es toda lafilosofia de las operaciones de rehabilitaciôn.

Una segunda dimensiôn, muy prôxima a la primera, pero que se distingue de ella, es ladimensiôn del individuo. En este mundo carasterizado por la importancia de la referencia individual, lomismo que por la aceleracién de la historia, la muftiplicacién de las imâgenes y cierta concienciaplanetaria, el espacio sôlo puede ser el lugar de todos si también es el lugar de cada uno, sôlo si deja laposibilidad de diversos itinerarios. Esto es lo que expresa con optimismo Michel de Certeau al situarsesucesivamente en lo afto del World Trade Center y en la planta baja y es lo que nosotros mismoshabiamos tratado de sugerir en oba ocasién al rellexionar sobre el plano del metro parisiense quepropone a todos una imagen del conjunto de la red y a cada uno una serie de imâgenes pafticulares,inemisiblemente subjetivas, imâgenes del pasado, imâgenes de lo cotidiano, cuya virtud poética sélodepende de nuestra respectiva capacidad de recuerdo, de emociôn y de imaginaciôn. Pero, l,sabremosalguna vez por qué somos fugazmente sensibles al fragmento de un determinado lienzo de pared, a lailusiôn de librarse de una buena, sensaciones que por un instante hacen vislumbrar el color del cielo porencima de los techos o las luces det café en la esquina de la calle, sensibles al carâcter stempreimprevisto de la esquina por la que pasamos todas las maf,anas, cruce de caminos en los que nuncasurge nada, salvo el placer ambiguo y renovado de la expectaciôn? Ningûn demiurgo, ningûn arquitecto,ningûn politico es responsable de esas emociones que, sin embargo, forman parte del placer de la ciudad.Y hasta nos podriamos sentir tentados, pensando en su preciosa fragilidad, a proteger los restos del

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milagro urbano dirigiendo a los urbanistas una invocaciôn tomada de Sully Prudhomme: "1No lo toque queestâ roto!" 1

Sin embargo la ciudad, como todo lo demâs, sôlo puede sobrwMr evolucionando. La ciudad noes o no deberia ser ni un conservatorio ni un museo. La otra dimensiôn de la dificultad a que nosreferlamos puede expresanie en dos palabras: memoria e innoraciôn, o en una sola: fidelidad. Elarquitecto Huet sugeria hace poco en una entenrista concedida a Le Monde gue el urbanista no creanada, sino que vuelve a encontrar, de manera que el paisaje urbano seria un paisaje rico en virtualidadesque un gesto bastaria para descubrir, c-omo el gesto que al instituir el Gran Arco de La Défense pone demanifiesto el gran eje que atraviesa Parfs y que nadie habia concebido antes en su totalidad. Pero esteurbanismo del rastro que sôlo produce innovaciôn en nombre tle la fideli{ad es muy europeo. Ni elagregado de historias, ni el respeto que se guarda por cada una de ellas, ni el descubrimiento de unsentido oculto de la historia uôana, parecen regir el urbanismo norteam€ricano y menos aûn el urbanismojaponés. Si los filamentos uôanos de gue hablaba Hervé Le Bras son la realidad del mundo de mafrana,si la vida social tiende a convettirse por doquier en vida urbana, por lo menos resulta alentador el hechode que tradiciones cufturales diferentes se cotejen en su ûatamiento.

Pero bien se ve de dônde puede nacer entonces la angustia: al hablar de la ciudad ocure queprogresivamente debemos hablar del mundo entero y de sus expresiones actuales, las que nos proponenprecisamente las ciudades. Ahora bien, el rasgo mâs perverso de la sobremodemidad que mencionamosbrevemente antes ès una escenificaciôn del mundo presentado como espectâculo, lo cual nosacostumbra insensiblemente a establecer la relaciôn con el mundo y con los demâs s6lo a través de lasimâgenes, las imâgenes de la aclualidad y las de los medios de difusiôn, por supuesto, pero también demanera mâs general, todas lss imâgenes y todos los mensajes que nôs sugieren cômo viùr mejor, cômotratar nuestro cuerpo, cômo consumir, cômo ser felices. Quizâs el ûnico mundo del que se pueda hablarhoy sea en definitiva ol mundo de la imagen o, lo que equivale a afirmar lo mismo, el mundo de laactualidad. La ciudad, con sus grandes superficies, sus aeropuertos, su publicidad, con los apoyos detodas clases que ofrece a le imagen, con sus incertidumbres especificas, con sus zonas incalificables,pero también con sus seducciones propias (nuevas realizaciones, grandes proyectos, sistemas deiluminacion, inauguraciones, acontecimientos que dan ellos mismos lugar a la producciôn de imâgenes),la ciudad pues tiende a recapitular la materia del mundo, de la actualidad y del espectâculo.

Lo que entra en juego en la acciôn urbanistica y arquitec{ônica es pues algo bien demiûrgico.Volvamos a considerar la distinciôn entre lugar y no lugar. En la ciudad siempre hubo no Luger la libertadindividual (la del paseante) puede experimentarse en la ciudad al abrigo de todos los efectos dereconocimiento que suscitan de manera a veces sofocante las proximidades excesivas, las connivenciasintimas o las crueldades del vecindario, es decir del lugar en su forma menos amable. Pero la libertad delno lugar puede llegar hasta la locura de la soledàd, asi como el sentido del lugar puede llegar hasta adictar prguicios, al sentido dsnasiado pleno que a su vez produce sus propias formas de demencia. Pedira los urbanistas y a los arquitectos que permanezcan fieles e la historia de todos y que hagan posible lahistoria de cada uno, sQnifca pedirles que reconstruyan espacios donde puedan conjugarse el sentido dellugar, por un lado, y la libertad del no lugar por otro; se trata de una peticiôn literalmente utôpica y losarquitectos y los urbanistas no pueden ser ni con mucho los ûnicos destinatarios de ella, pero es unapeticiôn fegitimada por los efectos criticos que es capaz de producir: en nombre del sentido social, esdecir, de las relaciones simbolizadas e instituidas que somos o no capaces de establecer con los demâs ycon nosotros mismos, tenemos el derecho de juzgar los proyectos de felicidad que nos proponen todosaquellos que, en una medida variable, son responsables de nuestro espacio, de nuestlo tiempo, denuestra vida.