Los animales en la pintura rupestre esquemática de Las Villuercas (Cáceres) Testimonio gráfico...

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AICÁNTARA REVISTA DEL SEMINARIO DE ESTUDIOS CACEREÑOS SEPARATA INSTI EX 20 TERCERA EPOCA TUCION CULTURAL "EL BROC CMA. DI PUTACION PROVINCI CACERES, MAYO -AGOSTO 199O ENSE" AL

Transcript of Los animales en la pintura rupestre esquemática de Las Villuercas (Cáceres) Testimonio gráfico...

AICÁNTARAREVISTA DEL SEMINARIO DE ESTUDIOS CACEREÑOS

SEPARATA

INSTIEX

20TERCERA EPOCA

TUCION CULTURAL "EL BROCCMA. DI PUTACION PROVINCI

CACERES, MAYO -AGOSTO 199O

ENSE"AL

Los animales en la pintura rupestre esquemática

de las Villuercas (Cáceres):

testimonio gráfico de un modo de vida prehistórico

Pese a constituir un fenómeno que se viene estudiando, con mayor o menorrigor científico, desde hace unas ocho décadas,y gozar de una exffaordinariadifusión y frecuencia de aparición por tierras de España y Portugal, la pinturarupesffe esquemática sigue siendo aún en la actualidad una gran desconocida,y, en deteminados ámbitos, una habitual marginada 1. Nos gustaría, por ello,exponer a continuación unas brevísimas notas que sirvan de introducción altema en general y a la materia concreta de este estudio en particular.

A grandes rasgos se puede definir como un amplio conjunto de manifes-taciones histórico-artísticas prehistóricas que, poseedor de unas característi-cas comunes y peculiares, es considerado como ciclo pictórico dotado de unapersonali<lad propia que permite distinguirle tanto del Paleolítico franco-cantábrico como del que configura el período Mesolítico, más conocido como<rlevantin«r». Sus representaciones conforman, como el mismo calificativo indica,auténticos csquemas que, al verse sometidos a una simplificación, cuando noa una total abstracción, quedan reducidas a sus elementos o rasgos más signi-ficativos, en ocasiones de forma radical. Estos pictogramas elaborados con colo-rantes rojizos, lregros y, más raramente, blancos 2, fueron plasmados, aislados

1 Los trabtjos, cada vez más frecuentes e importantes, aparecidos desde finales de losaños 60, no han conscguido hacer que el interés por lo esquemático supere unos determinadosy muy reducidos cír'cr¡los de estudiosos.

2 Las pinturas csquemáticas se componen de figuras monócromas cuyos tonos debieronser elaborados mecliantc (rxidos (de hierro para los rojizos o terrosos, y de manganeso para los

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o formando agrupaciones, en las superficies más lisas y visibles de numerosascuevas, covachas, abrigos y paredes existentes en las crestas rocosas de buenaparte de las sierras de la Península Ibérica, especialmente en su mitad suroeste,

durante las Edades del Cobre y del Bronce r.

Este fenómeno de esquematización que experimentan las figuras rupes-tres desemboca en la creación de una serie de úazos y signos de variada tipo-logía. Integrados unas veces dentro de una larga ffadición pictórica a iuzgarpor su amplia difusión geográfica y repetido empleo en los diferentes yacimien-

tos, aparentemente originales por su excepcionalidad otras muchas, presen-tan, en cualquier caso, unas acentuadas sumariedad y rigidez que dificultande modo notable su identificación, obligando ala creación de diversas teorías,más o menos afortunadas, en torno a sus posible significados 4. Si bien ungrupo de motivos ha sido asociado a algunos objetos coetáneos de distinto carác-

ter -cabañas,

carros, armas, estelas, ídolos...- con los que observan algúntipo de semejanza formal, encontramos de igual modo otros que, ante la difi-cultad de obtención de paralelos con la realidad, han sido incluidos dentrodel mundo de las ideas con un marcado carácter simbólico o trascendente 5.

Puede añadirse, por otra parte, la casi total carencia de expresividad y sentidonarrativo en sus yuxtaposiciones o agrupaciones a 1o largo de los paneles pétreosdecorados, así como un estado de conservación no siempre en buenas condi-ciones que provoca la mutilación, cuando no la total desaparición, de las figu-ras y sus asociaciones, factores que generalmente impiden la obtención denuevos datos que contribuyan a esclarecer un poco más el problema.

Todo ello convierte al aspecto interpretativo, tanto a nivel individuali-zado como de conjunto, en uno de los principales obstáculos con que nos encon-tramos alahora de llevar a cabo el estudio en profundidad de alguno de sus

yacimientos, pues cualquier intento de aproximación se moverá inevitablemente

negros, los esquemas blancos, sin embargo, parecen responder a cal o arcillas blancas) disueltos

en alguna sustancia aglutinante (agua, aceite, grasa animal...).

I Ambos períodos pueden situarse, de forma global, entre comienzos del tercer milenioy el 600 a. C. Esta cronología ha sido extraída de G. Nieto Gallo (coordinador), Historia general

dc Egaña y Amilca, t. I-1, Madrid 1985 (p. 260), siendo la más actualizada de las que disponemos.

4 Pilar Acosta Martínez reunió en su tesis doctoral sobre los esquematismos españoles,

todas las interpretaciones que hasta este momento habían circulado en torno a cada categoríade motivos, siendo todavía hoy la fase fundamental de cualquier estudio interpretativo. P. Acosta

Martínez, La pintara rupestrc esquernática en España, Salamanca 1986.

5 Numerosos ejemplos de uno y otro caso pueden encontrarse en las láminas que ilustranabundantemente la obra citada de Pilar Acosta.

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dento de los márgenes de lo hipotético, desprovisto de unas bases establesque permitan consolidar su carácter científico.

Existen sin embargo, dos categorías de motivos que pueden facilitar unasinformaciones con ciertas garantías de veracidad, siendo en muchas ocasionespuntos de referencia fundamentales para la construcción de las lecturas de losconjuntos esquemáticos: nos estamos refiriendo a las representaciones huma-nas y animales. Son las dos, como demuestran los grandes estudios de conjuntoefectuados en torno a este tema ó, los motivos-tipo predominantes estadísti-camente en los núcleos pictóricos, constituyendo auténticos oasis naturalistasdentro de un mundo tan exffemadamente intelectualizado.

Pero tampoco estos antropomorfos y zoomorfos logran escapar de la norma-tiva esquemática imperante, en especial en el caso de los primeros. Las perso-nificaciones humanas sufren una habitual y sistemática depuració n anatómic¿y del atuendo -los ejemplos claros de acompañamiento de armas, atributos,vestimentas o tocados son escasos- que alcanza en ocasiones una simplifica-ción extrema

-barras, puntuaciones-. Ancoriformes, cruciformes, bitrían-

gulares o esquemas en <rphi»> griega se convierten así en los resultados máscomunes de la abstracción aplicada ala figwa del hombre. Los animales, porel conffario, aunque en algunos ejemplos sufran también un alto grado de esque-matización

-pectiniformes-, suelen conservar, total o parcialmente, un mayornaturalismo y detallismo formal que hacen de ellos, en muchas ocasiones, unaespecie identificable. Ambos, hombres y animales, acostumbran a aparecerjuntos en los paneles, de tal modo que, dependiendo del tipo de animal deque trate, podemos intentar deducir el acontecimiento o idea que se intentareproducir mediante esa combinación, pese al estatismo a que puedan versesometidos todos sus componentes. No serán, por tanto, los antropomorfos porsí mismos los que indiquen qué clase de actividad se está desempeñandá 7,

sino paradójicamente, aquellos animales a los que éstos han sido asociados.

6 Aparte de la mencionada tesis de Pilar Acosta puede detectarse el hecho en las memo-rias de licenciatura que se están rcaliza¡do sobre el arte esquemático a nivel comarcal -en Extre-madura contamos con trabaios sobre la Sierra de San Serván y las Villuercas-, y en laspublicaciones con carácter más amplio. Es el caso de A. Caballero Klink, La pintula rapestre esque-mática de l4 oertiente septentrional de Siera Morena (Ciudad Real) y su contexto arqueológico, CiodadReal 1981, o R. Grande del Brio, La pintura rupesfie esquemática en el Centro-Oeste tle España(Salamanca y Zanora), Salamanca 1987.

7 Las figuras humanas son, en general, muy poco expresivas por sí solas. unicamente enalgunas ocasiones el dinamismo ir4plícito de sus extremidades permite vislumbrar una escenade acción o danza. Igualmente es escasa la información que nos ofrecen sus agrupaciones, exceptocuando éstas se organizan con{orme a un orden o estructura determinada: ello sucede con las

9t

Quisiéramos a continuación desarroilar esta idea mediante algunos casosconcretos tomados como ejempro de un intento de anárisis inárpretativocentrado en la relación de cada morivo individuar -1., ,ii.rL, .n .rruocasión- con su entorno más próximo. Todos ellos han ,ido ."i.uidos delcomplejo rupestre altoextreme¡o de las Villuercas.

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La comarca de las villuercas, región natural situada al sE de la provinciade cáceres, es, en esencia, un núcleo-montañoso integrado por las estribacio-nes de la sierra de Guadalupe, con una orientación p"redominante Nrü7-sE ycon una cota máxima de 1.600 m. (monte de <<La villuerca»). Esta zona presentanumerosos atractivos paruel visitante: un alto valor ecológico gracias a la conser_vación de amplias manchas de vegetación, crímax .r, r"l ,oá, más húmedas,y a su riquez a faunística, un agreste paisaje coronado en.las zonas culminantescon impresionantes crestas cuarcíticas y una intererurrt. riqrr.za arqueológicamanifiesta, hasta la fecha, en hailazgosmateriales .rporádi.o, y .rr.r.orr;rrntode yacimienros rupesrres, grabados-o pintados. p*i, ,lirr-.r]i,r. ,ulpi.r., .lcostado suroeste de la comarca, vienen siendo d.r.ubi.rto, ;áá", a conocercasi sin interrupción desde finales de los años 60 8. solamente los núcleospictóricos esquemáticos superan ya Ia veintena, describiendo una ampria alinea-ción curva de uns 65 km que se extiende d.rd" cuñum.-,-ri ,.rr, hurt, ru,proximidades de castañar de Ibor en su extremo septentrionar.

Este carácter eminentemente serrano explica una vocación económica sobretodo ganadera y cinegética que aún persiste en nuestro días. Los furtor., .onti-núan conduciendo sus rebaños por ras veredas y caminos de ras raderas y siguenutilizando como refugio los abrigos rocosos, ., ág,rro, de ros crares uún p.rrirt.nestas pinturas. Y la captura de animales salvajes-sigue atrayendo u grrr, ,rú_.rode aficionados locales y foráneos, habiéndtse ñr.rr"ráral J.ipria, fincrsen enormes cotos de caza mayof . Ambas actividades debieron ,.r'frndu-.rr-

parejasolasaparentesrepresentacionesdeceremoniasojerarquizacionessociales'Detodoell.hay ejemplos en P. Acosta Mafiínez, op. cit., figs. 42 a 5r,aunque er exponente -rí*r..r".i1ll itivo y gráfico de estructura ierarqtizid,a r. .nlu..r." en la Cueva del Castillo o. ü"""irr"i- I(cáceres). Reproducciones de esta_composición pueden encontrarse en M. c. *r*. á.ir"iir'*'"5* I

ír?::{;::;',i11;* Beltrán Llotis' turono)tafía' o',u'oiarü'-1i;;;;;;.i' ;..á'iü.ri-

I8 En este sentido merece destaca¡se la valiosa labor de prospección y difusión de sus hallaz- Igos que el geólogo Juan Gil Montes y Graciano Bau Gonzalvo t u l.uuaá

" ."¡., .il..]"f#"í Ien el término municipal de Cañamero.

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tales en tiempos pre y protohistóricos, y no podrían dejar de tener un reflejoen el arte rupestre, explicándose asl la presencia gráfica del elemento animal envarios de los yacimientos. Analizaremos los ejemplos más significativos.

EL PASToREo

Las dos primeras figuras seleccionadas (I y II) pertenecen al gran abrigoconocido como Cancho de la Burra, próximo a Cañamero, en cuyo conjuntoA encontramos diversos paneles de pequeño tamaño en los que arrtropormor-fos y animales son los protagonistas exclusívos. En estas dos reducidas esce-nas, distantes entre sí escasos centímetros, se repite la misma asociaciónhombre-cuadrúpedo. Pese a que el deterioro de los zoomorfos impide su iden-tificación (del correspondiente ala fig. I prácticamente sobrevive el contorneado-grafitado negro que 1o envuelve) se puede observar: Lo) ausencia de armas,que se repite en el resto de las representaciones humanas del abrigo; 20) unaorientación del animal hacia el hombre, permaneciendo ambos muy próximos;Jo) una actitud aparentemente pacífica -el dinamismo implícito de los compo-nentes de la fig. II parece deberse a una adaptación al marco pétreo-. Todoello nos hace descartar que se trate de escenas con un carácter cinegético, sinomás bien momentos de domesticación o pastoreo con dos, a primera vista, tiposdistintos de animal, reducidos a un ejemplar representativo en cada caso talvez por limitaciones de espacio.

Algo similar sucede en la pequeña Cueva de Rosa, no muy alejada delrrbrigo anterior, en cuya techumbre interna, en sus dos paneles pictóricos persis-tcntes (figs. III y IV) observamos una semejante convivencia entre hombresy animales e.

Los dos antropomorfos ancoriformes, de grueso trazo y gran tamaño (moti-vos 3 y 4) coexisten cerca de un pequeño cuadrúpedo (motivo 2) que se super-

l)()ne a ellos, y de otros dos más deteriorados (motivos 5 y 6) que, perteneciendoul segundo panel, se encuentran, sin embargo, bastante próximos al anterior.l)os de los animales conservan su cornamenta, elemento que unido a su

¡rcclueño tamaño, nos permite considerarlos como cápridos, en tanto el tercero

9 Este yacimiento {ue dado a conocer en A. Rodríguez de las Heras yJ. Gil Montes, 'Ultimoslr,tllrtz¡¡os de pintura rupestre esquemática en las Villuercas', Actas d.el V Congreso de Estudioslixtrtmcños, Ponencias VII y VIII (Arqueología y Arte Antiguo), Badajoz 1976 (pp. 69-79).

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Figura I

3cm.

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Figura II

0 3cm.

Figpra III

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5 cm.

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(nrotivo 5), inidentificable por su peor conservación, presenta un mayor tamaño.l,a primera cabra aparece asociada a un ramiforme, unión que puede tener uncarácter simbólico, aunque el aspecto ordenado y regular de éste podríatatarcle expresar algun tipo de valla, cercado o estructura similar, e incluso un vegetal-

alimento del animal. Son otra vez los zoomorfos los que nos permiten entre-ver el sentido de la representación, de nuevo con un carácter probablemente

¡¡anadero.

Aparte de la labor exclusivamente pastoril, encontramos también testi-rnonios de unas actividades que, aunque implican unos matices distintos, estaríansin duda en estrecha relación con la ganadería y suponen, al fin y al cabo, otra¡»anifestación de la domesticación animal. Hablamos de las escenas de equita-ción y los animales de compañía.

Las escenas de jinetes con sus monturas no son infrecuentes en el pano-r'1rma esquemático, aunque en muchos casos, como los siguientes, la fuerte:rbstracción los convierte en hipotéticos. Hemos localizado en la comarca trest'jemplares que podrían corresponder a esta categoría de motivos.

Los dos primeros (figs. V y VI) pertenecen a la Cueva del Cancho de laS/rbana, a escasos kilómetros de la localidad de Berzocana 10. Se trata de dos('squemas encajados literalmente en reducidísimos paneles cuadrangulares,r',,deados de trazos y algún otro animal bastante más deteriorados. En el primero('ncontramos un aparente cuadrúpedo alaryado sobre el que se instala una figuralrrrmana en «T». De uno de los extremos de esta última artancan finos trazos( l(lc contactan con el lomo del animal, tal vez riendas. Más completo subsistet'l otro motivo, donde se repetirá la superposición cuadrúpedo-motivo en <<Tr>.

lJll trazo une el antropomorfo con el animal, y otro más largo parte de esteriltimo y se extiende en curva bajo sus patas. Pueden constituir algún tipo de:,rriccción del jinete y el rabo del cuadrúpedo, claramente adaptado al contorno,lt'l panel, respectivamente. Resulta curioso que una acción que instintivamente,;r' irsocia a espacios amplios, como es la del transporte sobre animales, se veat orrstreñida a unos marcos tan reducidos en unas representaciones que quedan,rsí aisladas físicamente del entorno.

l0 Ambas figuras fueron publicadas, aunque más sumariamente, en Fernández Oxea,'l"Jrrcv¡s pictografías y petroglifos en tierras cacereñas', Reoista de Guinaraes, LXXIX, 1969(1, ,l(,, fig. J). Denomina erróneamente el yacimiento en que se localizan como Cueva de losI .rlrlllrs, covacha situada más al sur y estéril pictóricamente. Nosottos la hemos clasificado comot u, r,:r rlcl Cancho de la Sábana a partir de una información proporcionada por los habitantes,1, li't zoncana-

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Figura V

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Figura Vi

5c¡

El tercer ejemplo (fig. VII) procede del enorme conglomerado pictóricosituado enla zona central del Cancho del Reloj, yacimiento próximo a Solanatlc Cabañas, en su pared B o Central. Consiste en un ahora más claro cuadrú-

lrcdo aunque con sorprendentes terminaciones en tres <<dedos»> en cada unatlc sus patas, con otro posible antrop.omorfo esquemático superpuesto. Aunquet,n el gran panel al que pertenece existen más cuadrúpedos y representacioneslrumanas, su contorno próximo formado actualmente por barras y manchasirrformes, resulta muy confuso y carente de una relación temática clara concl motivo estudiado.

3cm

Figura VII

Las tres figuras, cuya descontextualización llega a ser premedit ada y radicd,en las dos primeras, se ven reducidas así al nivel de representaciones casi simbó-licas de una actividad, el transporte sobre animales, que constituiría una nece-

sidad en una zona tan abrupta y de tan difícil comunicación, considerándosesuperfluos otros detalles o referencias ilustrativas. La equitación debió emplearsetambién como apoyo alacaza, el cuidado del ganado y, cuando fuera necesa-rio, al enfrentamiento bélico.

También la cría y domesticación de animales de compañía debió realizarse en función del pastoreo y la caza. Testimonios aparentes de su existen-

'1.h,."

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cia los tenemos en el arte rupesffe levantino 11. Igualmente significativo es

este detalle (fig. VIII) también procedente del conjunto A del Cancho de laBurra, donde, junto a un grupo de ancoriformes, se sitúa lo que ya Rivero de

la Higuera consideró como perro 12, a partir de su tamaño y detalles morfo-

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Figura VIII

ll F. Jordá Cerdá, 'Forrnas de vida económica en el arte ¡upestre levantino', Zepbyras,

XXY, 1974 (p. 222).

12 M. C. Rivero de la Higera, 'Nuevas estaciones de pintura rupestre esquemática en

Extremadura', Zephyrus, XXUI-XXIV, 1972-73 (p. 304 y fig. 10).

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lógicos -rabo y orejas-. Supone la nota anecdótica de unr composición

humana cuyo sentido no podemos intuir.

LA CAZA

Esta actividad humana se nos muestra habitualmente en los esquematis"

mos peninsulares mediante personajes portadores de arco, con o sin flecha,

olanza,que se sitúan más o menos próximos a uno o varios ejemplares de alguna

especie cinegéticá, habitualmente cérvidos 1r.

A continuación proponemos, sin embargo, dos representaciones en las

que el catácter cinegético vendrá marcado, en primer lugar, por la situaciónde los cazadores respecto a las presas, y, en segundo, por la expresión de las

armas clavadas en el animal.

El primero de los ejemplos consiste en una sugerente escena (fig. IX)extraída del Abrigo II de la Sierra de la Madrastra, también incluido en el

término municipal de Cañamero. En ella, iunto a figuras humanas de tipo anco-

riforme, con expresivas variantes morfológicas, como veremos, encontramos

cuadrúpedos de dos tipos: a) Animales dotados de cornamenta ramificada (moti-

vos 1J y 18). b) Animales dotados de cornamenta simple y orejas (motivos 23,

24 -con reservas- y 25). Hay además, animales inidentificables por ladesaparición de su parte delantera (motivos 5 y l2).

Se puede sin dificultad considerar a los de tipo <<a»» como ciervos macho

gracias, sobre todo, al excelente estado de conservación del motivo L8. Respecto

a los animales clasificados como <<b»», teniendo en cuenta su situación junto a

los ciervos, los.remates superiores dela cabezadel esquema 25, que se aseme-

jan más a orejas de extremo aguzado que a cuernos, y la forma de los rabos,

muy semejantes al del esquema 18, podrlan considerarse como ciervas perte'necientes, con los anteriores, a un mismo rebaño. Incluso pueden clasificarse

como cérvidos a lo peor conservados por la anatomía de sus cuartos traseros.

Los antropomorfos se disponen, pues, en semiclrculo en torno a un grupo

de ciervos en desbandada. Conocidala gran movilidad y velocidad que pueden

alcanzat estos animales en el monte, tan sólo se habrla conseguido esta situa-ción de cerco a ffavés de unas técnicas de caza muy concretas como pueda

l, P. Acosta Mattlnez, op. cit., (figs. 57 y 58).

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,,,.r ,'l ,r,,','l',r l,¿rsado en la sorpresa producida mediante una emboscada-,,, l¡r; lr:rti,lirs tlcl ojco

-consistentes en el acoso de las bestias conduciéndolas

Ir:rt i:r ,rl r',,s lr,,rnbres apostados a la espera, o a un encerramiento donde son,rtrrr¡,irtlos r'1. LJna serie de datos nos hacen considerar el segundo sistema( ()nr() ('l .'ruplcaclo en la escena reflejada, desarrollándose del siguiente modo: las

li¡irrlrrs lrrrnranas de la izquierda desempeñaúan el papel de batidores que empu-

irrr'írrrr la caza hacia el lado contrario. Esto explicaría su representación con

lricrrras (motivos 6,7 y 22) ybrazos de gran longitud, pues se trataúade perso-rrafes en movimiento que no sólo corren, sino que también agitan los brazos

l)ara espantar los cérvidos. Entretanto, los ancoriformes de la derecha (moti-vos 8, 9 y 16) estáticos y alineados

-orden que no se de en el resto de las

figuras- esperan a las presas. Lamayoríade los cuadrúpedos escapan al cercode los batidores, lo que queda expresado por la dirección que presentan, y porencontrarse mezclados con los motivos humanos. Incluso alguno -motivo 5-los ha rebasado ya. Pero uno en concreto -motivo 13-, que se representaríaen mayor tamaño por ser lapieza que más interesaría capturar, ha caído en\a trampa, encerramiento que creemos estaría indicado por las barras más gruesas

que rodean al ciervo elegido, manera esquemática de representar el recinto,construido o natural, donde la presa será acorralada y capturada.

El conjunto resulta de un interés especial por Ia enorme expresividad tantode sus componentes como de la escena, por su caráctet narrativo -se hanlogrado reunir varios momentos de un proceso en una sola imagen-, tan escaso

en el panorama esquemático, y por la afirmación que nos proporciona en rela-ción a los sistemas de caza prehistóricos.

Más simple será el segundo caso. Constituye un detalle marginal del mencio-nado gran conjunto pintado de la pared 8 del Cancho del Reloj (fig. X). Enél se encuentran dos animales semiesquemáticos superpuestos: el interior, deaspecto canino -lobo o perro- dotado de un extraño remate superior de lacabeza, y el segundo, interesante por las dos grandes prolongaciones linealesque se le adosan lateralmente. Su morfología y hocico nos recuerdan a un cerdoo jabalí de orejas puntiagudas -un caso muy semejante encontramos en estemismo grupo-, patas rectas y prolongación posterior. Los trazos horizonta-les tienen la apaúencia de dos gruesas lanzas clavadas en su lomo, arma quesería habitualmente utilizada para su captura. Ambos zoomorfos, aisladosdentro de una pequeña porción rocosa sin decorar, constituirían un caso de

14 Ambos sistemas ya empleados en épocas muy remotas como analizaJ. M. Gómez Taba-

neru, La caza en la Prcbistoria (Asturias, Cantabria, Euskal-flerria), Madrid 1980 (pp. 21t y 212).

to4

L:scena de caza reducida a la expresión del animal herido, sin más acompaña-rniento que otro cuadrúpedo y los pequeños trazos que median entre ambos,r¡no de los cuales parece unir sus respectivas partes traseras. Aparte de estaexúañ.a conexión Íísica, qoizás debida al deslizamiento del colorante por la

lriedra, desconocemos la relación que pueda existir entre los dos zoomorfos

¡ror su estatismo. De ser el inferior un perro cabría pensar en un acoso repro-tlucido en perspectiva superpuesta, sugerenciatalvez demasiado aventurada.

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10 cm.

Figura X

SENTT»O TRASCENDENTE

Todas las representaciones que hemos visto hasta el momento pueden

,'ncuadrarse dentro de la categoría que Grande del Brío y González-Tablas 15

,lt'nominan <<imgen>>, es decir, representación plástica del mundo real que rodea,'l individuo, aunque algunas

-jinetes del Cancho de la Sábana-, puedan adqui-

r ir trn matiz más simbólico a causa de su depuración formal y aislamiento físico.

l, R. Grande del Brío y J. González-Tables Sastre, 'lmagen v símbolo en el arte rupestre

,.,,¡rrr.rrrático', Zephyrus, XXXVI, 1981 (pp 19) y 194).

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Hemos encontrado, sin embargo, algunos ejemplos animalísticos que, consi-derando sus circunstancias, parecen trascender más claramente la esfera coti-diana para inscribirse en el siguiente nivel, <<imagen-símbolo», en el quemanteniéndose como base el entorno cotidiano -forma animal- son incor-porados a Ia esfera anímica, terreno enormemente problemático por consti-tuir la mentalidad el elemento más diferenciador entre su cultura y la nuestra,

En primer lugar tenemos un nuevo extracto del Cancho del Reloj B(fig. XI). Se trata de una representación de cierto tamaño compuesta por uncuadrúpedo pectiniforme a cúya parte superior se asocia un soliforme, aunqueeste último podría constituir también una curiosa manera de representar lacornamenta de un ciervo16. La figura se completa con dos trazos curvos,semejantes a patas, que surgen, prácticamente aisladas, de su parte anterior.

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10 cm Figura XI

16 Rivero de la Lliguera se mostró más partidaria de la primera opción, considerándolo

como asociación de soliforme y cuadrúpedo esquemático, M. C. Rivero delaHigueta, op. cit(p. 100 y fig. 6).

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A esta curiosa morfología se une también un peculiar contexto. El Canchodel Reloj es yacimiento pictórico en el que los esquemas se instalan sobre tresenorme paredes lisas y verticales desprovistas de cualquier tipo de protección.En tanto las dos paredes laterales apenas contienen motivos pintados, la centralconcentra una mucho mayor densidad de pictografías. Pero a su vez dentrode ella se repite una estructura similar. Estando los dos extremos apenas apro-vechados pictórica y temáticamente -la barra es el motivo casi exclusivo-,el centro, sin embargo, constituye un enorme panel prácticamente repleto deunos esquemas bastante más complejos. Las figuras no sólo se yuxtaponen:existen numerosas superposiciones que parecen corresponderse con variosmomentos de elaboración. Está clarala preferencia de sus creadores por la paredintermedia y, dentro de ésta, por el área central, donde se amontonan los esque-mas hasta la saciedad, pese a disponer de amplias superficies marginales despre-ciadas por completo, respondiendo a unos criterios que desconocemos. La figrraen principio comentada ocupa el núcleo de esa zona <<predilectar>, lo que acen-ttta aún más su carácter especial. Por último, diversas barras y esquemas más

confusos le rodean y aislan del resto de los motivos identificables del gran panel

-cuadrúpedos y antromorfos muy esquematizados-. Todo ello redunda en

considerarlo, ya sea un cérvido, ya sea una asociación de motivos coetáneos,un simbolo animalístico que parece encontrarse más allá de la simple repro-ducción del natural.

Algo semejante sucede con el segundo y último caso, de nuevo protagoni-zado por un cuadrúpedo (fig. XII) cuyo aislamiento será ahora total. Consti-tuye una representación situada sobre el coniunto B del Cancho de la Buma,en un saliente rocoso a unos 7 m de altura desde el nivel del suelo, hasta elque puede accederse por una estrecha cornisa ascendente. Animal de difícilidentificación -su cornamenta en forma de palas, hocico prominente y lomo

l,ronunciado recuerdan a los alces, posibilidad descartada por simples razonest'r'onológicas 17- puede considerarse como cérvido de gran singularidad porr,¿rrias razones: 10) Su ubicación a gran altura, dominando todo el abrigo

-resulta perfectamente visible desde el suelo-; 2o) su carácter totalmenter;olitario tanto dentro del panel como de su entorno; 3o) el gran tamaño y deta-

l7 La desaparición de los alces en la Península Ibérica viene datándose durante el Epipa-l,'olítico, en su Fase I, situada cronológicamente entre el X y el VIII milenio a. C., conformerclrocede hacia el norte de Europa el hábitat glaciar necesario para su subsistencia, G. Nietot i,rllo (coordinador), op. cit. (p. 167). Además algunos autores afirman que la fauna fría, ala,lu( l)ertenece este animal, no llegó a penetrar en la mitad sur cle nuestro país, F. Jordá Cerdá\' \tttos, flistoria de España, t. I, Madrid 1986 (p. 1{)).

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Figura XIII

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llismo anatómico, más pronunciado que en el resto de los motivos persistenen el Cancho. Todo ello puede estar hablándonos, si no de verdadero culsí de algún tipo de veneración por el, considerado en abstracto, <<gran cérvifuente de respeto y, por qué no, de alimento

Hemos comprobado a lo largo de estas líneas cómo un detenido repade la fauna esquemática existente en esa comarca cacereña, independientemente del sentido testimonial, informativo, anecdótico, simbólico o culturque pudieron tener sus representaciones en la roca, nos ha permitido echarun vistazo, aunque muy superficial, a algunos aspectos de la vida cotidianade los pobladores de estos valles y sierras durante, tal vez, el Calcolítico y,más probablemente, la Edad del Bronce, que parece tener en su fase final elperíodo de mayor actividad humana prehistórica en estos parajes 18.

Seguramente sea mucho mayor la información que la pintura esquemá-tica en su conjunto pueda proporcionarnos sobre sus creadores y su tiempo.pero desgraciadamente la pérdida de gran parte de su legado y la inexpresivi-dad de lo conservado nos impide hoy por hoy obtener muchas más conclusio- l

nes aparte de lo ya visto. La tesis de Pilar Acosta que hace ya 20 años, rr'rprrro '

un hito en cuanto a \a clasificación, nomenclatura y lectura individualizadade cada motivo-tipo esquemático sigue aún tan vigente como entonces lo estuvo,habiendo sido muy poco lo que se ha aportado a este tema en las investigacio-nes posteriores. Habrá que aguardar, esperemos que no mucho tiempo, la apari-ción de nuevos enfoques interpretativos que ayuden a superar el estado actualde la cuestión y permiten observar desde distintos puntos de vista un fenó-meno que, a pesar de todo, nunca llegaremos a conocer completamente desdenuestra mentalidad acttal 1e.

J. J. GARCIA ARRANZUniversidad de Extremadura

18 Pese a la ausencia de excavaciones arqueológicas de cie¡ta entidad en la comarca de

las Villuercas, se han producido diversos hallazgos arqueológicos esporádicos y causales -torques

de oro de Berzocana, estela de guerrero de Solana de Cabañas, hallazgos cerámicos de la Cueva

del Escobar, cerca de Roturas, hacha de bronce cerca de Castañar de Ibor- que pueden situarsecronológicamente por sí mismos durante e1 Bronce Final.

19 Ocasionalmente han surgido intentos novedosos de estudio del esquematismo desdenuevos campos metodológicos, como la semiótica, P. Catañeda yJ. Carrascao ltus, 'Nuevos datos

sobre el esquematismo rupestre a propósito de las pinturas de «La Piedra clel Letreror> de Hués-car (Granada)', Estudios dedicados a Carlos Calleio Senano, Cáceres 1979, que han quedado tedu-cidos, con el paso del tiempo a hitos aislad<¡s.

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