Lectura en dos tiempos: cuerpos y subjetividades en Memorias del subdesarrollo y El Rey de la Habana

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Revista de Estudios Hispánicos 45 (2011) DAYLET DOMÍNGUEZ Ciudadanías, cuerpos y subjetividades marginales en Memorias del subdesarrollo y El Rey de la Habana Dentro del canon cultural cubano tanto la novela como la película Memorias del subdesarrollo de Edmundo Desnoes y Gutiérrez Alea se han convertido en punto de referencia clave para reapropiaciones por parte del discurso literario y cinematográfico contemporáneo. El ensayo reflexiona sobre la presencia reiterada de estas relecturas y explora, particularmente, la relación entre Memorias del subdesarrollo (Desnoes, 1965) y El Rey de la Habana (1999) de Pedro Juan Gutiérrez. Aunque escritas en dos décadas marcadas por distintos polos de sensibilidad, los sesenta y los noventa, El Rey de la Habana puede leerse en la misma clave hermenéutica que Memorias. Ambos proyectos de escritura par- ticipan del deseo de localizar un cuerpo colectivo que se asocia a la barbarie y a la decadencia nacional. La novela finisecular relee Memorias desde los lugares de la ciudad, del cuerpo social y las subjetividades marginales. Se perfila en ella además una voluntad de trabajar con el fracaso de los discursos desarrollistas, utópicos y optimistas de la década del sesenta que intentaban delinear una nueva concepción del cubano fuera de los estereotipos que habían prevalecido en la tradición letrada de la isla. De ahí, mi propuesta de leer El Rey de la Habana desde las formulaciones de una narrativa del fracaso. ˙ ˙ ˙ ˙ ˙ A partir de la década de los noventas se puede configurar en el panorama cultural cubano un corpus de prácticas artísticas que relee Memorias del subdesarrollo (Edmundo Desnoes, 1965; Tomás Gutiérrez Alea, 1968) como referente y signo icónico de la producción cultural de los sesenta. Entre algunas de las recientes producciones fílmicas que se insertan dentro de esta genealogía se pueden citar el cortometraje La maldita circunstancia (Eduardo Eimil, 2002) y los largometrajes Tres veces dos (Esteban García, 2004), Miradas (Enrique Álvarez, 2001) y Memorias del desarrollo (Miguel Coyula, 2009). Con relación al corpus

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Revista de Estudios Hispánicos 45 (2011)

DAYLET DOMÍNGUEZ

Ciudadanías, cuerpos y subjetividades marginales en Memorias del subdesarrollo

y El Rey de la Habana

Dentro del canon cultural cubano tanto la novela como la película Memorias del subdesarrollo de Edmundo Desnoes y Gutiérrez Alea se han convertido en punto de referencia clave para reapropiaciones por parte del discurso literario y cinematográfico contemporáneo. El ensayo reflexiona sobre la presencia reiterada de estas relecturas y explora, particularmente, la relación entre Memorias del subdesarrollo (Desnoes, 1965) y El Rey de la Habana (1999) de Pedro Juan Gutiérrez. Aunque escritas en dos décadas marcadas por distintos polos de sensibilidad, los sesenta y los noventa, El Rey de la Habana puede leerse en la misma clave hermenéutica que Memorias. Ambos proyectos de escritura par-ticipan del deseo de localizar un cuerpo colectivo que se asocia a la barbarie y a la decadencia nacional. La novela finisecular relee Memorias desde los lugares de la ciudad, del cuerpo social y las subjetividades marginales. Se perfila en ella además una voluntad de trabajar con el fracaso de los discursos desarrollistas, utópicos y optimistas de la década del sesenta que intentaban delinear una nueva concepción del cubano fuera de los estereotipos que habían prevalecido en la tradición letrada de la isla. De ahí, mi propuesta de leer El Rey de la Habana desde las formulaciones de una narrativa del fracaso.

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A partir de la década de los noventas se puede configurar en el panorama cultural cubano un corpus de prácticas artísticas que relee Memorias del subdesarrollo (Edmundo Desnoes, 1965; Tomás Gutiérrez Alea, 1968) como referente y signo icónico de la producción cultural de los sesenta. Entre algunas de las recientes producciones fílmicas que se insertan dentro de esta genealogía se pueden citar el cortometraje La maldita circunstancia (Eduardo Eimil, 2002) y los largometrajes Tres veces dos (Esteban García, 2004), Miradas (Enrique Álvarez, 2001) y Memorias del desarrollo (Miguel Coyula, 2009). Con relación al corpus

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literario habría que señalar las novelas El Rey de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez (1999) y Memorias del desarrollo (2007) del propio Desnoes1.

En el caso particular de El Rey de la Habana, Gutiérrez enmarca su novela a partir de un fragmento del texto de Desnoes: “El subdesa-rrollo es la incapacidad de acumular experiencia”. ¿Por qué un escritor como Gutiérrez, quien se ha creado una genealogía literaria fuera del paradigma nacional y latinoamericano, recurriendo a figuras de la tradi-ción norteamericana, rescata un fragmento de Memorias del subdesarrollo para utilizarlo como epígrafe de su novela El Rey de la Habana2? ¿Por qué el corpus cultural delineado coincide en el gesto de incorporar y reapropiar ambas Memorias del subdesarrollo?

En una primera lectura, las reelaboraciones de ambas pro-ducciones se relacionarían con una actitud celebratoria, especies de pequeños homenajes que trazarían cierta genealogía cultural dentro del panorama artístico de la isla. Una segunda lectura se fundamentaría en la voluntad de explorar los dos artefactos culturales del sesenta en relación a problemáticas contemporáneas cubanas. Se trataría de leer la producción cultural dentro de un mismo continuum y de buscar ejes de continuidad temáticos entre las producciones artísticas de los dos periodos. La mirada cuestionadora de ambas Memorias del subdesarrollo las convierte en un referente atractivo para las voluntades revisionistas que permearán gran parte de la producción artística de finales y princi-pios de las dos centurias. El desencanto proliferado a partir de los años noventa, con respecto al proyecto político de la Revolución y la inefi-cacia de sus políticas culturales, se puede ver como una de las razones que llevó a algunos artistas e intelectuales contemporáneos a revisitar prácticas culturales que en su época cuestionaron de cierta manera el devenir del proyecto revolucionario3.

Gutiérrez por su parte pareciera proponer relecturas de Memo-rias del subdesarrollo desde el lugar de la ciudad, la transformación del espacio físico y su decadencia urbanística. Si el discurso sobre las ruinas prolifera en las prácticas culturales de fin de siglo, Memorias del subde-sarrollo logra captar los cambios en declive de la cartografía citadina. Junto al deterioro de la urbe capitalina aparece también la emergencia y configuración de nuevas clases sociales que alteran la fisonomía tradi-cional de la ciudadanía habanera. La novela de Desnoes da cuenta del surgimiento de una nueva tipología, de un cuerpo ciudadano que en su

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devenir amenaza con obliterar subjetividades como la del narrador pro-tagonista debido a las políticas homogenizadoras de la Revolución. Los personajes de El Rey de la Habana rearticulan ese cuerpo ciudadano que el proyecto modernizador de la Revolución debía disciplinar y corregir.

En este ensayo me interesa explorar específicamente cómo El Rey de la Habana dialoga con la novela de Desnoes desde los lugares de identidad, cuerpo social y subjetividad marginal. Los dos textos intentan definir, fijar una tipología colectiva y una subjetividad “otra” localizada en sujetos marginales que conformarían las redes de una cartografía anti-ciudadana. Ambos proyectos de escritura participan del deseo de localizar un cuerpo colectivo que se asocia a la barbarie y a la decadencia nacional. Si en el caso de Memorias del subdesarrollo el ejercicio de autoafirmación subjetiva que intenta llevar a cabo Malabre, el protagonista, mediante el despliegue de su escritura, da cuenta de los cambios en las nuevas cartografías ciudadanas, su proyecto de reafir-mación lo lleva a practicar una suerte de antropología social que repite los estereotipos de la concepción del cubano que habían prevalecido en las élites letradas de la colonia y la república. En El Rey de la Habana, sin embargo, se perfila una voluntad de trabajar con el fracaso de los discursos desarrollistas, utópicos y optimistas de la década del sesenta que intentaban delinear una nueva concepción del cubano fuera de los estereotipos que habían prevalecido en la tradición letrada de la isla. De ahí, mi propuesta de leer El Rey de la Habana desde las formulaciones de una narrativa del fracaso.

Memorias del subdesarrollo

Al final de la novela Memorias del subdesarrollo, el narrador pro-tagonista entreteje en términos dicotómicos uno de los ejes reflexivos centrales del texto: “Subdesarrollo y civilización” (132). De este modo, el texto interviene en uno de los debates sobre las formulaciones identi-tarias latinoamericanas centradas en los polos de civilización y barbarie, sustituyendo y reconceptualizando el término de barbarie por el de sub-desarrollo4. A pesar del cambio en el paradigma terminológico, Europa sigue siendo el punto de referencia desde dónde se define la otredad la-tinoamericana tanto en términos de su diferencia cultural, ontológica y epistemológica5. De acuerdo a las reflexiones del narrador protagonista,

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el subdesarrollo se conectaría con la ausencia de una identidad histórica, con la incapacidad de relacionar los acontecimientos y sucesos: “Creo que la civilización consiste sólo en eso: en saber relacionar las cosas, en no olvidarse de nada. Por eso aquí no hay civilización posible: el cubano se olvida fácilmente del pasado: vive demasiado en el presente” (30–31). La definición del concepto de civilización pareciera afirmarse en términos de recreación y concatenación de un pasado aludiendo a la noción de historia como discurso fundador de la identidad tanto nacio-nal como personal. De ahí que Malabre se afane en tener una memoria inconsolable como la protagonista de la película Hiroshima, mon amour.

La capacidad integradora de la memoria es la que de acuerdo a la tesis de la novela permitiría sobrepasar el dualismo entre civilización y subdesarrollo. La falta de densidad histórica y la ramplonería del cubano también se lee en clave culturalista: “Hasta los sentimientos del cubano son subdesarrollados: sus alegrías y sus sufrimientos son primitivos y di-rectos, no han sido trabajados y enredados por la cultura” (22). En este sentido, Malabre continúa apelando a los discursos tradicionales de los patricios iluministas y los letrados latinoamericanos, quienes emplearon la historia y la escritura como formas modernizadoras durante el trans-curso del siglo XIX. La historia se convierte en paradigma de la cultura.

Esta concepción de la historia como discurso fundador de la identidad nacional y como elemento integrante del proyecto moderni-zador aparece también en la narrativa ensayística de Desnoes. En “La imagen fotográfica del subdesarrollo” Desnoes vuelve sobre la misma idea de la historia: “[E]l mundo subdesarrollado es abundancia de cuerpos y escasez de casas, productos, alimentos. El mundo imperialista tiene productos para todos; nosotros, cuerpos miserables, hambrientos, ignorantes que se rebelan contra el atraso, la humillación de vivir fuera de la historia . . .” (Punto de vista, 79). Más adelante afirma: “[H]ablan-do a partir de una isla subdesarrollada desesperadamente tratando de sobreponerse al atraso de su estructura social y económica y participar en la peligrosa e inevitable aventura del hombre moderno. E ingresar en la historia . . .” (82). La historia se convierte en paradigma de la moder-nización, el modo de acceder al desarrollo y de ingresar y participar en los circuitos de intercambios culturales, económicos y políticos. El sub-desarrollo, en cambio, se asocia con la proliferación de los cuerpos, es síntoma de un exceso de corporalidad. De acuerdo a Desnoes, el sujeto latinoamericano subdesarrollado, ontologizado a partir de la inserción

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del nosotros como voz narrativa en su ensayo, quedaría reducido a su pura materialidad, al lugar del cuerpo como último espacio de resisten-cia frente a categorías como historia, cultura e identidad.

Es precisamente esa exuberancia de cuerpos, representados mediante nuevas colectividades en la novela, lo que encarna el mundo de la barbarie, pero conceptualizado ahora en términos de subdesarrollo de acuerdo a los discursos en boga durante los sesenta6. El personaje de Elena y sus pretensiones de vivir en un presente puro localizan ese cuerpo bárbaro, desprovisto de sentido histórico y cultural: “No quie-ro hablar más de eso. Me ahogo. Por eso no me gusta recordar nada, prefiero inventar cosas . . .” (52). Elena y, por extensión, su familia conformarían las redes de una nueva ciudanía emergente durante el proceso de conformación revolucionaria, serían las clases populares de sentimientos primitivos que encarnarían la falta de identidad histórica. Al respecto, Rafael Rojas señala:

Es así como la novela se acerca a la formulación de una psicología e, incluso, una antropología del subdesarrollo, en la que varios tópicos de la caracterología nacional, propios de la tradición ensayista criolla y republicana de los siglos XIX y XX, como la “vagancia”, el “choteo” o la “ligereza”, se incorporan a una crítica de la cultura popular por parte de las élites intelectuales. (49–50) Malabre se convierte, entonces, en heredero y portavoz de una

parte de la tradición intelectual cubana que presupone una mirada sobre el otro desde los saberes del racionalismo, el positivismo y el proyecto etnográfico que implicaba la modernidad misma. En este sentido, el personaje recurre a las teorías deterministas asociadas con la geografía y el factor climático para justificar la carencia de identidad histórica que caracterizaría la sicología del cubano:

Es difícil que se produzca aquí una mujer trabajada por los sentimientos y por la cultura. El ambiente es muy blando, exige poco del individuo. Todo el talento del cubano se gasta en adaptarse al momento. En apa-riencias. La gente no es consistente, se conforma con poco. Abandona los proyectos a medias, interrumpe los sentimientos, no sigue las cosas hasta sus últimas consecuencias. El cubano no puede sufrir mucho rato sin echarse a reír. (44)

Malabre se hace eco de los postulados sobre el medio ambien-te y la biología que predominaron tanto en la tradición intelectual

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europea como latinoamericana para reflexionar sobre el cuerpo y sus configuraciones en este lado del continente. Desde el darwinismo hasta el organicismo social, la antropología social y el evolucionismo social permean las hipótesis del protagonista sobre el carácter nacional y co-lectivo del cubano7. Al observar que la novela de Desnoes se acerca a una antropología cultural del subdesarrollo, Rojas no deja de advertir el desencuentro que se produce entre los postulados enunciados por el protagonista y la postura que asume un escritor revolucionario:

[A] pesar de que ese ejercicio antropológico era practicado por un es-critor revolucionario, desde el lugar y el momento modernizador de la Revolución, en su discurso reaparecían no pocos tópicos de la tradición intelectual ilustrada, liberal, positivista y eugenésica que, desde Europa, había identificado el mundo latinoamericano con la barbarie8. (49)

Los proyectos de saneamiento nacional, propuestos por el personaje, están centrados en la importación de modelos culturales y teóricos europeos, un programa de higienización basado en un espíritu ilustrado que promueve el valor de la educación como práctica civiliza-toria. Al mismo tiempo, remite a los debates de finales y principios del XIX y XX sobre el papel de la cultura y la educación: “¿En qué grado puede el medio cultural—la educación, en especial—contrarrestar las características indeseables producidas por el medio físico y las caracte-rísticas raciales “innatas”? . . . ¿se puede curar de sus males al pueblo enfermo?” (Stabb 38). De esta manera, Malabre reactiva—sobre todo en relación con el mundo burgués—el modelo del intelectual que se piensa como intermediario entre el contexto local y los proyectos de civiliza-ción y modernización: “Mira que en una época traté de convencerlos para que se metieran en política, estudiaran lo que pasaba en el mundo; insistí en que había que modernizar el país: acabar con los bohíos y la sabrosura cubana, obligar a todo el mundo a estudiar matemáticas” (24). La cultura y el estudio de ciertas disciplinas se despliegan como pilares transformadores del subdesarrollo insular.

Es a partir de la tensión entre las viejas formas de ciudadanías y subjetividades y la proliferación de nuevas cartografías ciudadanas den-tro del mapa político, social y cultural de la isla que se suscita el proceso de construcción escrituraria dentro de la novela. Las muchedumbres y las masas, exaltadas por los proyectos reguladores y homogenizadores de la Revolución, encarnan la amenaza de la total anulación de Malabre

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como clase, conciencia y tipología. A mi juicio, en Memorias del subde-sarrollo persiste el deseo de un proyecto intelectual, representado en la escritura de un diario, que tiene como objetivo la reafirmación de una identidad y una memoria en vías de extinción frente a la emergencia y proliferación de nuevas subjetividades en las cartografías de la ciudad revolucionaria. El proyecto de escritura de Malabre podría leerse en relación con una voluntad de reafirmar su identidad en el orden civili-zado y en el espacio racional de la representación de la letra. La función individualizadora de la escritura en primera persona postula la pervi-vencia de una voz y una identidad frente a la reproducción de nuevas colectividades con sus voces y lenguajes diferenciados:

Voy por la calle y oigo cosas que ya no entiendo. “A nivel, ponchado, tracatrán, quemado, toronjoso, mazacote, emulación, pillar, parquear la tiñosa . . .” . . . A veces aparecen en los periódicos. La revolución ha traído un nuevo vocabulario. Palabras que yo no uso y que oigo como si fueran expresiones argentinas, venezolanas o mexicanas: en mi propio idioma pero de un país extranjero. (65)

La escritura del diario, la recreación de la subjetividad y la voz mediante el ejercicio de la letra se pueden leer en términos de Pierre Nora como la configuración de un lugar de memoria9. La erosión y la amenaza de la desaparición de la clase social representada por Mala-bre conlleva la rearticulación de esa identidad en el plano del capital simbólico de la letra, como especie de lugar de memoria desde donde se intenta restablecer una subjetividad fracturada, la escritura opera entonces como modelo de reconfiguración identitaria. Malabre se aven-tura a capturar la voz de una clase en vías de extinción y mediante la representación de esa voz/conciencia en las redes representacionales se adelanta a la propia congelación de su clase como identidad en devenir. La producción del diario se revela como una empresa de conocimiento, una búsqueda ontológica y un proyecto de redescubrimiento: “Llevo años diciéndome que si tuviera tiempo me sentaba y escribía un libro de cuentos y llevaba un diario para saber en realidad si soy un tipo su-perficial o profundo. Porque uno no para nunca de engañarse. Y solo podemos escribir la vida o la mentira que realmente somos” (10–11). El ejercicio de escritura, postulado bajo el género del diario forma por antonomasia de la subjetividad burguesa, supone un pacto de veracidad y autenticidad del sujeto para consigo mismo. Asimismo su uso puede leerse también en contraposición a la utilización de la novela que la re-

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volución propugna en tanto el diario es el espacio textual que privilegia lo interior y la introspección y no la gesta heroica10.

Sin embargo, a pesar de que el protagonista de Memorias del subdesarrollo intenta saldar la distancia entre civilización y subdesarro-llo por medio del ejercicio de la letra, proponiendo la recreación del pasado sobre el presente como ejercicio civilizador, el intento termina por convertir la escritura en un lugar de pura inmediatez. El proyecto de escritura del diario, anclado en las coordenadas temporales del pre-sente, revela la fractura y la inestabilidad de la proyección identitaria de su protagonista en tanto conciencia “civilizada”. Malabre se diluye en un discurso que exaspera la relación con un presente cotidiano y que conecta cuerpo y escritura al coincidir cuerpo y voz narrativa11. Se percibe, entonces, una tensión entre su definición de civilización más cercana a la idea de historia, como disciplina fundadora de la identidad nacional, y el proyecto de escritura del yo. Al respecto, Enrico Mario Santí comenta:

. . . todo texto de memorias . . . presenta un retrato en primera persona de un ser envuelto en el drama de la historia y en sus relaciones con cambios y patrones culturales. Y sin embargo, si algo define el discurso autobiográfico de Malabre es su total incapacidad para concebir su ser en términos históricos, culturales o siquiera temporales, como comprue-ba su decisión de borrar las fechas del diario. En vez de darnos un dis-curso de historicidad, como el eco genérico del título parece prometer, el diario crea una especie de respiración ontológica . . . Es decir que, en términos genéricos al menos, el título crea en el lector la expectación de un discurso basado en la historia, sólo que esa expectación se disuelve en cuanto descubrimos la discontinuidad que media entre el título y el diario12. (371)

A medida que la novela avanza y se acerca al final, el lector se enfrenta al fracaso de la escritura como proyecto civilizador y a una crisis total de la conciencia del protagonista quien se niega a tener una memoria inconsolable13. Malabre termina por representar la tesis de la novela sobre el subdesarrollo. La producción de su escritura encarna, entonces, la imposibilidad de trascendencia y el vacío de identidad histórica. El rechazo a la construcción de una memoria lo sitúa en el orden de la barbarie y del subdesarrollo, colocando la revolución como la única vía posible de alcanzar el estado de desarrollo: “La Revolución es lo único complicado y serio que le [sic] ha caído en la cabeza a los

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cubanos” (22). Más adelante afirma el personaje: “Ya somos un país moderno, tenemos armas del siglo XX, bombas atómicas, cohetes, ya no somos una colonia insignificante, ya entramos en la historia . . .” (127). La revolución se presenta como culto al desarrollo y como único medio de alcanzar solidez histórica14.

El Rey de la Habana

Pero esta sicología o antropología implica, también, desde la instrumen-tación desarrollista y modernizadora del experimento socialista, una anatomía, es decir, una empresa disciplinadora y correctiva del cuerpo subdesarrollado. En la novela de Desnoes y el film de Gutiérrez Alea asistimos a una perfecta localización antropológica del cuerpo bárbaro. ¿Qué cuerpo es ese? Ni más ni menos el cuerpo que reacciona contra la ética sacrificial del socialismo, ritualizando las prácticas del goce. En las muchedumbres negras que bailan el Mozambique de Peyo el Afrokán, y que despliegan otra violencia y otra embriaguez, se reproduce ese cuerpo antillano que la intelectualidad revolucionaria, como sus antecesores republicanos, también rechaza. Las “masas”, las “muchedumbres” reapa-recen en Memorias del subdesarrollo como una colectividad hedonista, supersticiosa e ignorante . . . que debe someterse a la ilustración y la moralidad. (Rojas 50)

Esta cita referida a Memorias del subdesarrollo, novela y película, bien pudiera leerse en relación con El Rey de la Habana. La novela de Gutiérrez da cuenta del fracaso de lo que Rojas llama “la instrumenta-ción desarrollista y modernizadora del experimento socialista” (50). Rey, el protagonista, encarna el fracaso de los aparatos ideológicos del estado: familia, escuela y correccional. Tanto él como su hermano abandonan la escuela después de haber repetido tres veces séptimo grado. Las políticas regeneradoras del correccional basadas en la combinación del trabajo y el estudio no logran convertirlo en un ser integrado a la sociedad. En este sentido, El Rey de la Habana localiza también, al igual que la novela Memorias del subdesarrollo, un cuerpo colectivo que se asocia a la bar-barie y a la decadencia nacional mediante el despliegue de cuerpos que se resisten a seguir la lógica de las prácticas educativas, legales y morales del estado socialista. Cuerpos y colectividades que reaccionan frente a los proyectos de disciplinas y que exhiben una ética contraria al ideal del hombre nuevo. Los personajes de la novela, lejos del ideal renova-dor de los años sesenta, se mueven simplemente a partir de dinámicas fisiológicas: el hambre y el sexo.

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Al utilizar uno de los fragmentos de la novela de Desnoes como epígrafe, Pedro Juan Gutiérrez pareciera establecer un diálogo con los discursos tanto literarios como políticos que permearon el espíritu de la década de los sesenta, proyectados hacia la utopía, el desarrollismo y el futuro, y pareciera constituirse en una especie de narrativa del fracaso o en contranarrativa de aquellos relatos del porvenir. Anke Birkenmaier en su artículo “Más allá del realismo sucio: El Rey de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez” conecta la lectura de la novela en relación al epígrafe de Desnoes:

La repetición, a lo largo de la novela, del gesto de pedir porque tiene hambre . . . es así señal de la incapacidad del protagonista de apren-der, o de “acumular experiencias” (7), como se dice en Memorias del subdesarrollo, la definitoria novela de Edmundo Desnoes de principios de la era revolucionaria, que cita Gutiérrez a modo de epígrafe . . . A diferencia de la novela de Desnoes, escrita en los años sesenta todavía con la esperanza de realizar la utopía revolucionaria, en El Rey de la Habana, el tiempo es estático, no hay progreso ni evolución del prota-gonista . . . (43)

Además anota una convergencia interesante entre los protago-nistas de ambas novelas:

la conversión es un elemento esencial de la literatura cubana de princi-pios de la Revolución, y especialmente en Memorias del subdesarrollo, la novela de Edmundo Desnoes citada por Gutiérrez, porque convierte en tema precisamente la imposibilidad de conversión revolucionaria para un hombre de la antigua sociedad cubana (1985, 112–14). En El Rey de la Habana la imposibilidad de conversión es de otra naturaleza; es la imposibilidad del crecer del héroe adolescente. (52n58)

La utilización de un fragmento de la novela de Desnoes como epígrafe en El Rey de la Habana tematiza sobre todo la imposibilidad de conversión tanto de Rey como Malabre y sienta las bases para una interpretación hermenéutica de la novela mediada desde la perspectiva de Memorias del Subdesarrollo. Malabre y Rey tendrían en común, a pesar de sus diferencias sociales y culturales, varias características: Rey, siendo un joven de la “nueva” sociedad cubana, no logra insertarse dentro del ámbito revolucionario al igual que Malabre, ambos son tránsfugas de la instrumentación disciplinaria e ideológica implantada por la doctrina socialista en la isla. Tanto Malabre como Rey viven al

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margen del tiempo, el primero renuncia a estructurar su diario a partir de la fecha y el segundo existe sin tener en cuenta la sucesión temporal15. Los dos personajes, aunque por causas diferentes, pierden a sus respecti-vas familias de golpe, la de Malabre marcha al exilio y la de Rey muere trágicamente al principio de la novela. De esta manera, los personajes se mueven entre los circuitos de la ciudad—provinciana y en declive en el contexto de Malabre y arruinada en el caso de Rey—y las relaciones amorosas que sostienen con varias parejas. Tanto Malabre como Rey no logran dominar las jergas y lenguajes que se imponen en sus contextos, ambos están marcados por una carencia lingüística que circunscribe su diálogo a ciertos límites sociales y temáticos. Con relación a los espacios físicos, los dos protagonistas recrean una dinámica de exterior e interior, ciudad y casa que marcan las configuraciones narrativas de las novelas. Ambos finalizan en el espacio privado, en el caso de Malabre se alude a una muerte metafórica mientras que Rey sucumbe devorado por las ratas. Las dos novelas recrean, a su manera, finales apocalípticos.

Si tanto en el ensayo de Desnoes “La imagen fotográfica del subdesarrollo” como en su novela, se identifica el mundo subdesarro-llado con la abundancia de cuerpos, con el sujeto vaciado de identidad histórica y cultural, con la pura exterioridad y materialidad, El Rey de la Habana se encarga de recolocar en el centro de la escritura a esos sujetos marginales reducidos a su pura esencia corpórea. Reaparece entonces la representación de las clases marginales, abstraídas de todo aparato disciplinario y modernizador como síntoma del subdesarrollo y como fracaso de las narrativas modernizadoras del proyecto revolucionario16. En el texto de Gutiérrez, la exuberancia de cuerpos como síntoma de la condición del subdesarrollo cifra las muchedumbres, las masas y las subjetividades marginales como cuerpos exhibicionistas, cuerpos en trances y posesos, cuerpos limítrofes entre la alteridad y disparidad y cuerpos libidos.

La tipología colectiva desplegada en El Rey de la Habana me-diante personajes como Rey, Fredesbinda y su hija, Magda, Sandra, Yamilé, Katia, Yunisleidis, los respectivos hermanos de estas dos últimas, el viejo sepulturero, el viejo suicida, etc., materializan un cuerpo ciuda-dano al margen de toda disciplina y conforman las redes de cuerpos y subjetividades transgresoras de la moral socialista del estado. El cuerpo y la violencia rearticulan de cierta manera el lugar antes destinado a los ideales del hombre nuevo. En Los nuevos paradigmas: Prólogo narrativo

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al siglo XXI, Jorge Fornet señala la irrupción del cuerpo en la literatura cubana de fin de siglo:

Tal vez esa misma depauperación [se refiere a la decadencia de la urbe habanera] ayuda a explicar la tremenda irrupción del cuerpo en la lite-ratura cubana. El fenómeno, ya lo sabemos, es internacional. Eagleton lo ve como una señal clara de la época en un doble sentido. Ese cuerpo “en route de convertirse en el mayor fetiche de todos” (50), ese tránsito de la energía revolucionaria que pasó—dice—del socialismo del Che a las somatizaciones de Foucault, ha significado “al mismo tiempo una profundización vital de la política radical y su completo desplazamien-to” (110). Aunque tardío, el fenómeno llegó con fuerza a la literatura cubana a partir del destape de finales de los ochenta. (108)

Reaparece, entonces, en las prácticas literarias de fin de siglo “el cuerpo bárbaro”, “indomesticado”: “Todo está concentrado en el cuerpo… Todo lo que tenga que ver con un nivel más allá de lo físico es negado, hasta la construcción del propio sujeto” (Birkenmaier 42–43). El cuerpo se convierte en el lugar de intercambio, generador de una eco-nomía de subsistencia y fuente originaria de todo placer. Las relaciones sociales y sexuales de Rey están determinadas, en gran medida, por las figuraciones somáticas del personaje. El cuerpo se convierte en el lugar portador de identidad y el ámbito donde Rey participa en la economía del aprendizaje.

Si en Memorias del subdesarrollo la escritura del diario y su pliegue al marco corporal desestabiliza las pretensiones de identidad histórica propugnadas por Malabre como condición fundante del sujeto civilizado; en El Rey de la Habana el cuerpo se convierte en el único res-quicio de identidad. La singularización somática del personaje permite su entrada en el terreno del epíteto: “Rey . . . El Hombre de la Pinga de Oro” (49). La notoriedad de Rey y su inscripción paródica en el mundo de la realeza viene dada a partir de su propio cuerpo y es el propio cuer-po quien marca las escazas dinámicas de aprendizaje del personaje en el texto. Al encontrarse Rey recluido en el correccional, provisto de los aparatos reguladores de la disciplina corporal, solo acepta a participar en las dinámicas de aprendizaje que se circunscriben a la esfera de lo corporal. Las experiencias de instrucción se relacionan con las prácticas del tatuado y con la inserción de unas perlas en su propio glande.

La subjetividad encarnada por Rey queda interpelada y cons-truida a partir de ese sujeto subdesarrollado, desprovisto de identidad

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histórica y personal, que el epígrafe de la novela de Desnoes tipifica como la fiel representación del cubano. En diálogo con el intertexto de los años sesenta, el narrador de El Rey de la Habana describe en los siguientes términos a su protagonista: “Olvidaba con precisión el minuto anterior y no se anticipaba ni un segundo al minuto próximo. Hay quien vive al día. Rey vivía al minuto. Sólo el momento exacto en que respiraba. Aquello era decisivo para sobrevivir y al mismo tiempo lo incapacitaba para proyectarse positivamente” (159). Al igual que las colectividades enjuiciadas por Malabre, Rey vive al margen del pasado tanto histórico como personal. Si en Memorias del subdesarrollo el pro-yecto intelectual entra en crisis y se cuestiona el lugar de la identidad histórica, la memoria y su escritura como proyecto civilizatorio; en El Rey de la Habana se replantea la relación con la memoria y el pasado pero ahora desde el registro de la amenaza y destrucción. En Rey lo que se persigue es expulsar el lugar de la memoria, suplantarla por la volun-tad de olvido y por el deseo de vivir en un puro presente.

Uno de los pasajes del texto que trabaja la relación entre his-toria y memoria personal es precisamente la escena en que Rey llega a Casablanca, a la zona del mirador donde se encuentra la estatua del Cristo. Desde esa posición el personaje puede dominar toda la vista de la ciudad incluso localizar la azotea donde vivía. Tanto el mirador como la azotea repiten la focalización de la mirada desde la altura y es debido a la repetición de esta experiencia y del encuentro visual con la azotea que los recuerdos irrumpen en la memoria de Rey:

Allí estaba su azotea. Aún no se había derrumbado. El corazón le latió con más fuerza y casi se le sale del pecho. Todos los recuerdos le llegaron juntos: su madre estúpida; pero era su madre y la quiso a pesar de todo. Su hermano, que se arrebató y se lanzó a la calle sin pensar, su abuela que no resistió más, y él sin saber qué hacer de pie detrás del gallinero. Los ojos se le llenaron de lágrimas. “¡Qué horror! ¿Qué me está pasan-do? ¿Por qué me sucedió esto? Si los quiero olvidar y no puedo. ¡Me cago en Dios, cojones! Quiero olvidarme y no puedo” . . . Y se entró a golpes por la cabeza y la cara. Autoagresivo. No quiere recordar nada. No puede permitírselo. Y sigue golpeándose con saña. Agarra una pie-dra y se golpea aún más duro. Le duele mucho, pierde el control. La rabia por haber llorado, por haber recordado, le hace golpearse hasta sacarse sangre. (36–37)

La irrupción de los recuerdos lo lleva a la autoflagelación de su propio cuerpo, la memoria no se concibe como posibilidad de civili-zación, sino que implica la violencia y la reafirmación del orden de la

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barbarie. Ahora bien, Rey no solo se niega la posibilidad del recuerdo y, por tanto, la probabilidad de acumular experiencias en el orden per-sonal, sino que es en todos los sentidos un personaje de iniciación. A lo largo de la novela, se enfatizan sus primeras experiencias en muchos órdenes: la navegación, la playa, su incursión por zonas de la ciudad como el cementerio y el pueblo de Regla, la religión, el béisbol, el mundo de los travestis, ni siquiera reconoce haber experimentado un ciclón y su conocimiento de la lengua es tan reducido que a veces los otros personajes no toman en serio sus preguntas. Su condición de su-jeto marginal lo ha vedado de disímiles experiencias17. Al escoger a Rey, adolescente, como modelo del sujeto subdesarrollado dado su ánimo presentista y su falta de densidad histórica, Gutiérrez problematiza la visión futurista desplegada por las dinámicas de ingeniería social de la Revolución en torno a la figura del niño y el joven. El protagonista de El Rey de la Habana exaspera la sentencia de Memorias del subdesarrollo al abolir las posibilidades de recrear un pasado personal y anular el modo de insertarse en la historia como sujeto.

El epígrafe de la novela de Desnoes en la novela de Gutiérrez crea ejes de continuidad entre las dos producciones culturales con rela-ción a las temáticas abordadas en diferentes periodos de la Revolución. Mientras Desnoes retoma uno de los discursos centrales de las élites letradas cubanas frente a las clases populares, un discurso que implicaba la hegemonía de jerarquías sociales, ya que era el otro, quien adolecía de identidad histórica y era propenso al choteo, a la vagancia y a la superfi-cialidad; en Gutiérrez hay una voluntad de trabajar con el fracaso de los discursos desarrollistas, utópicos y optimistas de la década del sesenta que intentaban delinear una nueva concepción del cubano fuera de los estereotipos que habían prevalecido en las élites letradas de la colonia y la república.

Una lectura comparativa de El Rey de la Habana y Memorias del subdesarrollo tendría que insistir al mismo tiempo en la lógica de las diferencias entre ambos textos. Entre uno y otro se produce un despla-zamiento en la perspectiva narrativa que oscila del narrador burgués en la novela de Desnoes a la del personaje que ejemplifica la subjetividad “bárbara” en El Rey de la Habana. Al mismo tiempo, la expulsión del lugar de la memoria en la ficción finisecular implica la ausencia de un proyecto letrado o intelectual de acuerdo a las premisas interpretativas del epígrafe de la novela de Gutiérrez. De ahí, mi propuesta de leer El Rey de la Habana desde las formulaciones de una narrativa del fracaso.

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Conclusiones

En el mapa literario trazado en Los nuevos paradigmas, Fornet propone los términos de poética del desencanto y literatura postrevolu-cionaria o de la transición para revisar varias zonas del archivo literario cubano producido en el periodo de la revolución. Fornet señala el año 1989 como punto de inflexión de la poética del desencanto aunque construye una genealogía que se extiende a décadas anteriores. Esta generación de escritores que daría cuenta de la extinción de la fe en la utopía revolucionaria encerraría nombres como Jesús Díaz, Lisandro Otero, Julio Travieso, Leonardo Padura y Abilio Estévez, entres otros (90). El segundo término agruparía a escritores nacidos después de 1959 y que comenzarían a incursionar en la literatura a finales de la década del ochenta. Es en esta segunda generación dónde Fornet inserta a Gutiérrez quien llevaría “al límite el tipo de literatura que los nuevos escritores comenzaron a proponer desde finales de los ochenta” (107).

Al participar de la poética del desencanto, estos escritores cir-cularían dentro de un movimiento internacional, mundial, que según Fornet se fraguaría sobre el desaliento. El gesto crítico revela el deseo de recolocar la cultura cubana dentro de las coordenadas geográficas mundiales e insertarla en una especie de cartografía y sensibilidad postmoderna. El uso, por otra parte, de la categoría literatura postrevo-lucionaria o de la transición estaría en gran medida pautada por la idea de pensar el llamado “Periodo especial en tiempo de paz” como época de transición. La utilización del prefijo “post” en el término postrevo-lucionaria pareciera sugerir la idea de ver la revolución como fenómeno acabado y por tanto habría un deseo de despolitizar las prácticas discur-sivas de estos escritores.

Al intentar resumir las diferencias entre la poética del desencan-to y la literatura postrevolucionaria, Fornet enfatiza la idea de que los escritores nacidos después de 1959 no habrían estado marcados por los vínculos afectivos y políticos con el proyecto revolucionario:

La poética del desencanto tiene un final más o menos previsible; todo desencanto presupone tanto la creencia como la extinción de la fe de una utopía. Los escritores cubanos de la generación siguiente—los na-cidos a partir de 1959 y llegados a la literatura hacia finales de la década del ochenta—no arrastran consigo el ‘encantamiento’ que marcó la vida de sus predecesores; nacieron . . . de algún modo, en otro país, y no pa-recen sentir nostalgia por los fantasmas de un pasado que no es el suyo.

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Como autores . . . tienen preocupaciones y enfoques que los acercan a sus coetáneos del resto del continente. Desde esta perspectiva, realizan una especie de literatura postrevolucionaria o de la transición que, en no poca medida, parece obnubilada por los conflictos del presente. (91)

Una de las preguntas que se le podría objetar a la cita de Fornet es hasta qué punto nacer después de 1959 o llegar a la literatura a finales de los años ochenta marcaría una ruptura con el proyecto revolucionario teniendo en cuenta que muchos de estos escritores se formaron dentro de los aparatos ideológicos instituidos por el estado cubano. ¿Acaso esta otra generación no comulgó con los ideales revolucionarios? ¿Se pueden pensar las prácticas discursivas de Gutiérrez y de los escritores nacidos después del 1959 al margen del fracaso de los proyectos políticos, so-ciales y culturales de la revolución? Mi propuesta de leer El Rey de la Habana desde las formulaciones de una narrativa del fracaso permitiría reflexionar sobre las especificidades de la literatura cubana posterior a 1989 como caso particular. A diferencia de los términos propuestos por Fornet que buscan reinsertar la cultura cubana en un orden mundial y que responden, por tanto, a una lógica de homogenización entre la literatura internacional y la cubana, la categoría de narrativa del fracaso permitiría abundar, por un lado, en las dinámicas de la diferencia y, por otro lado, conservar lazos de continuidad entre las ficciones cubanas de los sesenta y de las últimas décadas. La narrativa del fracaso que permea gran parte de las escrituras en la Cuba de finales y principio de los dos milenios invierte precisamente los ideales utópicos elaborados por las ficciones latinoamericanas y cubanas de las décadas del sesenta con res-pecto al proyecto de la revolución cubana. En este sentido, El Rey de la Habana se puede leer como una contranarrativa o respuesta al fracaso de las teorías desarrollistas.

A pesar de que la novela de Desnoes y la película de Gutié-rrez Alea participan del discurso desarrollista de los sesenta, ambas producciones ocupan un lugar liminal, un espacio fronterizo, entre el optimismo de la década y el desaliento que marcará los años noventa. Las relecturas producidas durante los últimos años sobre ambas se debe sobre todo a esa posición intermedia y, por tanto, a la identificación de las jóvenes generaciones con la voz crítica del protagonista de ambas Memorias del subdesarrollo. Las problemáticas planteadas en cuanto a la emergencia y configuración de nuevas clases, cuerpos y subjetivida-des en el mapa ciudadano de los sesenta, y la relación de estas nuevas

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colectividades con los proyectos disciplinarios y regularizadores de la Revolución convierten la novela y la película en referentes claves para las voluntades revisionistas las últimas décadas.

La producción y circulación de las dos Memorias del subdesarro-llo representó en alguna medida un espacio de crítica, la posibilidad de que la esfera artística conservara un vestigio de autonomía y, por tanto, una visión cuestionadora con respecto a los postulados ideológicos y temáticos a abordar en la obra de arte en la Revolución. Las reelabo-raciones de ambas producciones se pueden leer como un intento de configurar y restituir un espacio para el debate y la disensión que había pervivido en los sesenta, una manera de restaurar una voz crítica dentro del capital simbólico de la escritura y la representación. Al retomar dos producciones de los sesenta, estos artistas e intelectuales intentaron negociar espacios de permisibilidad mediante la apelación de códigos y temáticas que habían sido trabajados con anterioridad y que conserva-ban gran actualidad dentro del espectro de temas a debatir en la Cuba de finales y principios del siglo XX y XXI.

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NOTAS

1 La primera cinta, La maldita circunstancia, reelabora un fragmento de la película de Gutiérrez; específicamente, dialoga con la escena donde Sergio, el protagonista, recibe dos agentes del ministerio de Reforma Urbana para inspeccionar su apartamento. En el cortometraje se repite la visita de dos trabajadores de la vivienda al protagonista para investigar las condiciones físicas del inmueble. Este pasaje relee y parodia el frag-mento de Memorias del subdesarrollo incorporando el tópico literario de la insularidad. La segunda, Tres veces dos, cita directamente un fragmento de la novela de Desnoes: “Desde que se quemó El Encanto la ciudad no es lo mismo” (15). La mención tiene un doble referente pues la locución aparece tanto en la novela como en la película de Gutiérrez. La referencia al incendio que consumió la tienda El Encanto, basado en un episodio real, representa en el terreno del capital cultural la iniciación del discurso de la ruinas y, por tanto, pudiera leerse como una escena inaugural o fundacional dentro de ese eje temático que dominará las prácticas culturales de finales y principio del siglo XX y XXI. La tercera cinta, Miradas, establece un diálogo con escenas paradigmáticas de la película de Gutiérrez, especialmente en aquellos pasajes donde los personajes de este largometraje utilizan un telescopio para indagar sobre la realidad de la ciudad y sus espacios. Estos fragmentos rememoran las escenas de la película de Gutiérrez donde Sergio, protagonista, interactúa con su medio a través de la distancia impuesta

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por el telescopio. Además de reelaborar estas escenas, el largometraje Miradas incluye directamente estos pasajes de Memorias del subdesarrollo pues se realizan varias tomas de una valla donde aparece la escena original de la película en la cual Sergio utiliza el telescopio para explorar la ciudad.

2 Tanto Anke Birkenmaier y Ena Lucía Portela, en sus ensayos “Más allá del realismo sucio: El Rey de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez” y “Con hambre y sin dinero” respectivamente, han llamado la atención sobre el epígrafe de Desnoes en la novela de Pedro Juan Gutiérrez. Sobre el tema de Gutiérrez y la tradición literaria se puede revisar: Anke Birkenmaier, “Transgresión no rima con revolución. Entrevista a Pedro Juan Gutiérrez”.

3 En dos entrevistas realizadas a Desnoes, el escritor reconoce que la visión crítica del protagonista, tanto en la película como en la novela, ha hecho posible la vigencia y relectura de ambas Memorias del subdesarrollo en el contexto político y cultural de la Cuba contemporánea. Ante la pregunta de Jorge Camacho en la revista Otro Lunes sobre el éxito de ambas, Desnoes responde:

El reconocimiento, me parece, se debe al intenso momento histórico que refleja y, sobre todo, a la visión personal del narrador. Memorias del subdesarrollo tiene sus raíces en el triunfo de la revolución cubana y en la visión crítica del personaje. Es la síntesis de un momento eufórico y desgarrador, un momento en que todo se concentra en la colectividad y expulsa al individuo. Pero el individuo se expresa. (“Memorias y memorias”)

Y al comienzo de la entrevista afirma: “. . . tal vez [la novela sea] la primera obra crítica publicada en la isla” (1). En este sentido, Desnoes construye un lugar fundacional para su propia novela dentro de la genealogía cultural cubana posterior a 1959. Memorias del subdesarrollo trazaría un nuevo origen o comienzo, un nuevo punto de partida, estableciendo una escena inaugural para las discursividades revisionistas y críticas de finales y principios de los dos siglos. En otra entrevista sostenida con Héctor Jaimes en la revista A contracorriente, Desnoes ratifica su criterio y se refiere al interés de las nuevas generaciones por ambas producciones. Asimismo destaca la publicación de la novela en Cuba en el año 2003: “se publicó por iniciativa de Letras Cubanas cuando el dogmatismo aflojó en la isla debido al derrumbe de la Unión Soviética y a las in-quietudes de una nueva generación que empezó a identificarse con la voz del narrador con su visión del ambiente”(114).

4 Una buena parte de la crítica ha leído este eje dicotómico en relación a la formulación de Sarmiento civilización/barbarie. Méndez Rodena ha señalado la reconceptualización del eje sarmientino en su libro Cuba en su imagen: historia e identidad en la literatura cubana, 2002.

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5 En la novela se puede destacar la referencia a diferentes obras del canon europeo centradas en las figuras de Montaigne, Ortega y Gasset y la película Hiroshima, mon amour; además de las frecuentes comparaciones entre las culturas europeas, norteame-ricanas y latinoamericanas.

6 Para un estudio detallado de la utilización y proliferación del término subdesarrollo en el caso particular cubano, se puede revisar el ensayo de Rafael Rojas. En dicho texto, Rojas analiza cómo el concepto de subdesarrollo invadió la vida pública de la isla durante los años sesenta.

7 Para revisar el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina, la configuración de disciplinas y teorías como antropología social, organicismo social, etc., y los de-bates sobre el cuerpo y la identidad se puede revisar América Latina en busca de una identidad de Martin Stabb.

8 La identificación entre el protagonista y el autor ha sido ampliamente debatida por la crítica quien ha identificado la voz autobiográfica en la novela. El mismo Edmundo Desnoes ha hablado de la filiación entre personaje y autor.

9 Al respecto Nora apunta:

Our curiosity about the places in which memory is crystallized, in which it finds refuge, is associated with this specific moment in French History, a turning point in which a sense of rupture with the past is inextricably bound up with a sense that a rift has occurred in memory. But that rift has stirred memory sufficiently to raise the question of its embodiment: there are sites, lieux de mémoire, in which a residual sense of continuity remains. Lieux de mémoire exist because there are no longer any milieux de mémoire, settings in which memory is a real part of everyday experience. (1)

10 “La Revolución como espectáculo de ideas significa que la emergencia de una nueva ciudadanía es captada como una epopeya a imitar, como la vida ejemplar, no de un santo o de un Mesías, sino de toda una comunidad” (Rojas 41). En este sentido la novela como género es una de las formas idóneas para representar la gesta bélica que lleva al poder a los rebeldes, el desarrollo del proceso revolucionario y la emergencia de las nuevas ciudadanías. Sería interesante pensar Memorias del Subdesarrollo dentro de la dinámica de las poéticas y políticas de los géneros literarios después de 1959 en el contexto cubano. Así como el estado cubano promovió el uso del testimonio como forma de integrar ciertas clases sociales y subjetividades al margen de los proyectos modernizadores, el uso del formato diario y la apelación a las memorias como marco narrativo podrían pensarse también como intento de representación de las clases que estaban siendo ahora excluidas dentro de las dinámicas de intercambio cultural. Para un análisis detallado del devenir de la novela como género en este periodo—sus altas y bajas—y las políticas de los géneros literarios se puede revisar Entre la pluma y el fusil de Claudia Gilman.

20 Daylet Domínguez

11 Román de la Campa ha señalado la relación que se produce entre la materia narrativa y el cuerpo del narrador en un texto donde la “palabra [del escritor] recurre entonces al espacio de su propio cuerpo y al testimonio verbal de sus viejos cuentos” (6). A continuación afirma:

Por ello el discurso introspectivo mantiene un texto básico: el cuerpo del narrador y su producción literaria del pasado . . . Se anotan sonidos gastronómicos, cortes de uñas, dolores de muela, aumentos de pesos, y las pocas metáforas que sorprenden las páginas son desaprobadas con ironía casi en el mismo instante. La duda sobre la palabra consume el discurso introspectivo. (7)

12 El ensayo de Santí “Edmundo Desnoes: la sub-novela” es uno de los textos más interesantes que he revisado en torno a la novela de Desnoes. Entre los ejes críticos explorados se encuentran las diferencias entre las distintas ediciones realizadas de la novela (1965, 1967, 1968, 1975) incluyendo la versión al inglés. Santí también se detiene en la ensayística de Desnoes, formula la idea de una ficción editorial desplegada en la novela y desarrolla, entre otros temas, la relación entre novela y epílogo que se da en el texto de Desnoes. Sobre este último tema también es interesante el artículo escrito por de la Campa.

13 En su artículo, de la Campa también maneja la idea de que la escritura del texto Memorias del subdesarrollo presiente su propio fin, además señala la crisis textual que se produce en la novela y se refiere a la apocalipsis del discurso.

14Rojas apunta en su ensayo en relación a este tema: “Salir del subdesarrollo era . . . relocalizarse en el mundo por medio de una nueva inscripción geopolítica: el campo socialista” (51).

15 El único momento en que Rey manifiesta un sentido de preocupación por el tiempo es recién comienza el año 1998. Rey se muestra inquieto y pregunta a varias personas por la fecha para saber exactamente cuándo sería su cumpleaños (103, 115, 116, 117).

16 En “Con hambre y sin dinero”, Portela señala la recurrente representación del cuerpo marginal en la narrativa cubana contemporánea:

. . . tendencia muy acentuada entre nuestros autores de todas las genera-ciones, en la Isla y en el exilio, a ocuparse del tema de la marginalidad, la delincuencia, la prostitución, las drogas, la cárcel, a contar historias bien espeluznantes donde se combina la miseria, el embrutecimiento y la violencia, con personajes canallas en ambientes sórdidos . . . La mar-ginalidad, por increíble que parezca, se vuelve centro o, cuando menos, obligada referencia. (63)

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Portela apunta las causas relacionadas con la proliferación de esta temática. Asimismo Birkenmaier en “Más allá del realismo sucio: El Rey de la Habana de Pedro Juan Gu-tiérrez” explora la proliferación de sujetos marginales en la novela tanto en relación con las políticas editoriales del mercado del libro fuera de Cuba como con la propia tradición nacional (40–41).

17 En su lectura de la novela, Birkenmaier inserta El Rey de la Habana en dos tradiciones literarias diferentes: la picaresca y la novela Bildungsroman: “El protagonista principal, Rey, es una mezcla entre el pícaro y el adolescente del Bildungsroman” (“Más allá . . . 42). Con respecto a este último género, Birkenmaier afirma: “Se radicaliza así el modelo del Bildungsroman, ya que realmente no hay avance de rey hacia la madurez” (43).

OBRAS CITADAS

Birkenmaier, Anke. “Más allá del realismo sucio: El Rey de la Habana de Pedro Juan Gutiérrez”. Cuban Studies 32 (2001): 37–55. Impreso.

———.“Transgresión no rima con revolución. Entrevista a Pedro Juan Gutiérrez”. Quimera 205 (2001): 18–24. Impreso.

Camacho, Jorge. “Memorias y memorias: 18 preguntas para Edmundo Desnoes”. Otro Lunes: Revista Hispanoamericana de Cultura 07 (2008). Red. 2 jun 2009.

De la Campa, Román. “Memorias del subdesarrollo: Novela/Texto/Discurso”. Hispa-mérica 15.44 (1986): 3–18. Impreso.

Desnoes, Edmundo. Memorias del subdesarrollo. México, DF: Joaquín Mortiz, 1975. Impreso.

———.Punto de vista. La Habana: Instituto del Libro, 1967. Impreso. Fornet, Jorge. Los nuevos paradigmas: Prólogo narrativo al siglo XXI. La Habana: Letras

Cubanas, 2006. Impreso. Gutiérrez, Pedro Juan. El Rey de la Habana. Barcelona: Anagrama, 1999. Impreso.Jaimes, Héctor. “Memorias del desarrollo: el placer de las ruinas. (Entrevista a Edmundo

Desnoes)”. A contra corriente 4.1 (2006): 110–19. Red. 1 de junio 2009. Nora, Pierre, ed. Realms of Memory: Rethinking the French Past. Vol.1. New York:

Columbia UP, 1996–98. Impreso. Portela, Ena Lucía. “Con hambre y sin dinero”. Crítica: Revista de la Universidad

Autónoma de Puebla 98 (2003): 61–80. Impreso.Rojas, Rafael. “Anatomía del entusiasmo: La Revolución como espectáculo de ideas”.

América Latina Hoy 47 (2007): 39–53. Red. 5 de abril 2009. Santí, Enrico M. “Edmundo Desnoes: la sub-novela”. Historia y ficción en la narrativa

hispanoamericana. Ed. Roberto González Echevarría. Caracas: Monte Ávila, 1984. 359–84. Impreso.

Stabb, Martin S. América Latina en busca de una identidad: Modelos del Ensayo ideo-lógico hispanoamericano, 1890–1960. Caracas: Monte Ávila, 1969. Impreso.

22 Daylet Domínguez

Palabras claves: identidad, cuerpo social, subjetividad marginal, narrativa del fracaso, ciudadanía, subdesarrollo, historia, memoria, colectividades.

Fecha de recepción: 18 agosto 2009Fecha de aceptación: 7 marzo 2010