EN LEGÍTIMA REPRESENTACIÓN: LOS FIRMANTES DEL FALLIDO PROYECTO DE JUNTA DE LA HABANA EN 1808

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1 EN LEGÍTIMA REPRESENTACIÓN: LOS FIRMANTES DEL FALLIDO PROYECTO DE JUNTA DE LA HABANA EN 1808 Sigfrido VÁZQUEZ CIENFUEGOS Consejo Superior de Investigaciones Científicas (EEHA-Sevilla, España) 1 Juan B. AMORES CARREDANO Universidad del País Vasco 1. Temores, debates y propuestas El proyecto fallido de establecimiento de una Junta Superior de Gobierno en el verano de 1808 es, quizás, uno de los hechos más controvertidos para la historiografía con respecto a los primeros años del siglo XIX en Cuba, y en nuestra opinión uno de los más complicados a la hora de llegar a entender su verdadero alcance. Los antecedentes necesarios para comprender la situación en la que tuvo lugar el que fue primer proyecto juntista de América se articularon en torno a tres hechos políticos cruciales para la historia de España. La máxima autoridad de la isla, el capitán general marqués de Someruelos, 2 hubo de enfrentarse a estas circunstancias de manera casi autónoma, al haber quedado muy mermadas las comunicaciones con la Península desde 1805 en que los británicos habían demostrado su hegemonía en el Atlántico. 3 El primero de estos hechos decisivos, uno de los más bochornosos de la monarquía hispánica, tuvo lugar en octubre de 1807 cuando fue descubierta una trama 1 Este trabajo ha sido realizado como investigador del programa JAEDOC 2008. 2 Salvador José de Muro y Salazar (1755-1813), segundo marqués de Someruelos, venía desempeñando desde 1799 el cargo de capitán general de la isla de Cuba, mando que comprendía además de los territorios insulares los gobiernos de La Luisiana (hasta 1804) y las dos Floridas (Occidental y Oriental), en América del Norte; y al mismo tiempo era gobernador de la jurisdicción de La Habana y presidente de la Real Audiencia situada en Puerto Príncipe desde 1800. 3 Los informes de las autoridades venían dando cuenta de que continuamente se estaban produciendo apresamientos por parte de buques de guerra ingleses, o incluso ataques por parte de corsarios franceses. Para tratar de mantener las comunicaciones con la península Someruelos se vio obligado a usar la vía de los Estados Unidos. Someruelos a Gracia y Justicia, La Habana, 9 de enero de 1806, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Papeles de Cuba (en adelante Cuba), 1752, nº 132.

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EN LEGÍTIMA REPRESENTACIÓN: LOS FIRMANTES DEL FALLIDO

PROYECTO DE JUNTA DE LA HABANA EN 1808

Sigfrido VÁZQUEZ CIENFUEGOS Consejo Superior de Investigaciones Científicas

(EEHA-Sevilla, España)1 Juan B. AMORES CARREDANO

Universidad del País Vasco

1. Temores, debates y propuestas

El proyecto fallido de establecimiento de una Junta Superior de Gobierno en el

verano de 1808 es, quizás, uno de los hechos más controvertidos para la historiografía

con respecto a los primeros años del siglo XIX en Cuba, y en nuestra opinión uno de los

más complicados a la hora de llegar a entender su verdadero alcance.

Los antecedentes necesarios para comprender la situación en la que tuvo lugar el

que fue primer proyecto juntista de América se articularon en torno a tres hechos

políticos cruciales para la historia de España. La máxima autoridad de la isla, el capitán

general marqués de Someruelos,2 hubo de enfrentarse a estas circunstancias de manera

casi autónoma, al haber quedado muy mermadas las comunicaciones con la Península

desde 1805 en que los británicos habían demostrado su hegemonía en el Atlántico.3

El primero de estos hechos decisivos, uno de los más bochornosos de la

monarquía hispánica, tuvo lugar en octubre de 1807 cuando fue descubierta una trama

1 Este trabajo ha sido realizado como investigador del programa JAEDOC 2008. 2 Salvador José de Muro y Salazar (1755-1813), segundo marqués de Someruelos, venía desempeñando desde 1799 el cargo de capitán general de la isla de Cuba, mando que comprendía además de los territorios insulares los gobiernos de La Luisiana (hasta 1804) y las dos Floridas (Occidental y Oriental), en América del Norte; y al mismo tiempo era gobernador de la jurisdicción de La Habana y presidente de la Real Audiencia situada en Puerto Príncipe desde 1800. 3 Los informes de las autoridades venían dando cuenta de que continuamente se estaban produciendo apresamientos por parte de buques de guerra ingleses, o incluso ataques por parte de corsarios franceses. Para tratar de mantener las comunicaciones con la península Someruelos se vio obligado a usar la vía de los Estados Unidos. Someruelos a Gracia y Justicia, La Habana, 9 de enero de 1806, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Papeles de Cuba (en adelante Cuba), 1752, nº 132.

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para derrocar a Carlos IV4 planeada por los partidarios del príncipe de Asturias y que

desencadenó el conocido como “Proceso de El Escorial”.5 El conocimiento de estos

hechos provocó intranquilidad y desconcierto en las distintas instancias del gobierno en

Cuba, al comprobarse que la autoridad real era cuestionada nada menos que por el

heredero al trono.6 En enero de 1808, cuando la noticia llegó a La Habana, se hicieron

manifiestas las diferencias entre aquellos que se beneficiaban de las prebendas de

Manuel Godoy, como eran el intendente interino Rafael Gómez Roubaud o el

comandante general de marina Juan María de Villavicencio –que ordenó la ejecución de

una salva triple por el triunfo del Favorito ante sus adversarios políticos–, y aquellos

otros que, como el capitán general Someruelos, eran contrarios a los manejos de Godoy

en la isla: de hecho, Someruelos consideró que no había motivo de celebración “en un

suceso tan funesto”.7 Esa rivalidad ya se había manifestado un año antes, cuando el rey

instituyó el Almirantazgo para premiar, una vez más, al Favorito.8 Entonces, Gómez

Roubaud y Villavicencio se destacaron como defensores de los derechos monopolísticos

y de las prebendas especiales otorgadas al príncipe de la Paz, mientras que el Gobierno

y Capitanía General se había posicionado junto a los poderes locales (especialmente el

Cabildo, pero también el Consulado) en la defensa de los derechos e intereses de los

habaneros, afectados negativamente por los nuevos privilegios de Godoy. El malestar de

los perjudicados por esas prebendas había ido en aumento al comprobarse que el

Almirantazgo no aportó los beneficios que decía defender para el comercio americano,

en especial contra las distintas concesiones exclusivas otorgadas a algunos “amigos” del

favorito, que siguieron como hasta entonces.9

El segundo hecho fundamental fue el motín de Aranjuez ocurrido entre los días

17 y 19 de marzo de 1808; pocas semanas después llegaban a La Habana los primeros

4 Navarro García, Luis, “La conjura de El Escorial (1807) en España e Indias”, en Navarro Antolín, Fernando, Orbis Incognitus. Avisos y legajos del Nuevo Mundo. Homenaje al profesor Luis Navarro García. Vol. I, Universidad de Huelva, 2007, pp. 77-87. 5 Carlos IV al Consejo Real, San Lorenzo de El Escorial, 30 de octubre de 1807, Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Fondos Contemporáneos, Ministerio de Hacienda, 4822, nº 1742. 6 Cuenca Toribio, José Manuel, La Guerra de la Independencia: un conflicto decisivo (1808-1814), Encuentro, Madrid, 2006, p. 25. 7 Villavicencio y Roubaud fueron acusados de celebrar banquetes en honor del príncipe de la Paz en el que se brindó por éste antes que por el rey. P.C.S., “Deseos de desengaños”, El Centinela de La Habana, jueves, 14 de octubre de 1813, AHN, Consejos, 21.035. 8 Real Cédula de 18 de enero de 1807, Archivo del Museo Naval (en adelante AMN), 0299, Ms. 0582/32. 9 Real Cédula para la formación del Almirantazgo, Aranjuez, 27 de febrero de 1807, AMN, 1185 F019/15. En el artículo nº 34 de los estatutos se hacían referencias directas contra los monopolios, considerando que debían ser eliminados, pero esto no sucedió.

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rumores sobre el destronamiento de Carlos IV y la caída de Godoy10. En el mes de

mayo llegaron las primeras noticias que anunciaban “graves sucesos” en España, y a

principios de junio se recibían informes fechados en abril en Cuba que aseguraba que se

producirían grandes alteraciones en la Península11; y, aunque la notificación oficial de

los hechos no fue recibida por Someruelos hasta el 9 de junio,12 la noticia circulaba por

al ámbito caribeño desde fines de mayo.13 En el cabido ordinario de 10 de junio, el

Ayuntamiento habanero aprobó la sumisión al nuevo monarca aunque no fue

proclamado,14 posiblemente ante la perplejidad de las noticias y la falta de seguridad en

cuanto a qué determinación tomar.

El tercer hecho fue el traslado de la familia real a Francia y el levantamiento del

2 de mayo contra las tropas francesas en Madrid, noticia que no fue contrastada

oficialmente en La Habana hasta la llegada, el 14 de julio, del intendente electo Juan de

Aguilar. Muy posiblemente fue con la llegada de éste y el conocimiento de la formación

de las primeras Juntas en la Península cuando empezó a hablarse en La Habana de la

posibilidad o conveniencia de establecer una Junta Suprema;15 en todo caso, las

autoridades de La Habana no quisieron que quedara transcrita la discusión sobre estos

hechos en las actas del Cabildo de la fecha16 sino en una elaborada con fecha de 23 de

septiembre de 1808.17 Sólo tres días más tarde, el 17 de julio, Someruelos publicó su

10 Juan Stoughton, cónsul en Boston, al capitán general de La Habana, marqués de Someruelos, Boston, 25 de marzo de 1808, AGI, Cuba, 1710. La respuesta de Someruelos, del 2 de mayo. 11 Stoughton a Someruelos, Boston, 27 de abril de 1808, AGI, Cuba, 1710. La respuesta de Someruelos el 8 de junio. 12 Someruelos a Guerra, La Habana, 10 de junio de 1808, nº 2364, AGI, Cuba, 1746. 13 La noticia había llegado de forma oficial a Yucatán el 31 de mayo. Benito Pérez, Capitán General de Yucatán a Estado, Mérida, 23 de Junio de 1808, nº 31, AGI, Estado, 57. Pérez hizo que se difundiera la noticia por toda la provincia. En Caracas la noticia circulaba desde fines de mayo, aunque la notificación oficial es del 15 de julio. Diego García, Emilio de, “El significado estratégico de la América hispana en la guerra de 1808-1814”, Revista de Historia Militar, Año LI, Nº Extra, Ministerio de Defensa, Instituto de Historia y Cultura Militar, Madrid, 2007, p. 217. 14 Cabildo ordinario, 10 de junio de 1808, Archivo de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (en adelante AOHCH), Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 68-70. El cabildo ordinario de 1 de julio de 1808 decidió rendir homenaje a Fernando VII a través del considerado “habanero más ilustre” que se hallaba en Madrid, el director general del cuerpo de artillería. En el mismo libro de actas, fol. 76-78. 15 Juan de Villavicencio a la Junta de Sevilla, La Habana, 9 de noviembre de 1808, AHN, Estado, 59-1, B, nº 75. 16 “Como quiera que sin noticias ciertas en el enunciado del día 15 de julio era preciso obrar con mucho acierto para evitar los males que eran de temer en este público con tan inaudito suceso, hubo su presidente gobernador (de) mandar que el escribano saliese de la cuadra, para poder tratar secretamente todo este asunto”. Cabildo ordinario, 30 de septiembre de 1808, AOHCH, Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 112-115. 17 Anexo al acta del cabildo ordinario, 20 de septiembre de 1808, AOHCH, Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 114. Someruelos presentó el día 23 de septiembre una queja por la falta de referencias en el acta del 15 de julio a las decisiones tomada aquel día, sin embargo, su petición fue añadida a la del día 20 de septiembre.

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proclama Habitantes de la isla de Cuba, en la que comunicaba la recepción de

“manifiestos, proclamas y bandos publicados é impresos emitidos por la Junta de

Sevilla”,18 animaba a seguir el ejemplo del 2 de mayo madrileño y daba cuenta de la

nueva alianza con Inglaterra.19 Al parecer, tras la publicación de la proclama

comenzaron a circular gran cantidad de impresos de diferentes Juntas peninsulares, que

incitaron a una parte de la población a solicitar la instalación de una junta de gobierno

propia.20 Quizás para calmar los ánimos y disipar dudas, el 18 de julio de 1808 se

acordó en reunión de cabildo la conveniencia de la proclamación solemne de Fernando

VII,21 cuya celebración se llevó a cabo el 20 de julio.22 En todo caso, es claro que en La

Habana ya había empezado a debatirse qué decisiones debían tomarse ante una situación

tan grave e inaudita, y las diferentes autoridades debieron contemplar como necesaria la

instauración de un organismo que centralizase el poder y salvase las disputas que se

habían generado en los últimos días.

De acuerdo con el relato que, para justificar su actuación en esas jornadas, hizo

años más tarde el conocido abogado y dirigente criollo Francisco de Arango23, el 26 de

julio, un grupo de habaneros, animados por el capitán general marqués de Someruelos,

hizo la representación formal al Ayuntamiento para la instauración de una Junta

Superior de Gobierno.24 En busca de contar con un apoyo amplio, decidieron que una

parte de los habaneros más destacados debían suscribir el documento proponiendo el

establecimiento de dicha Junta. Al día siguiente se verificó que había sido rubricado por

18 “Papeles que como lo veréis muy presto, no parecen dictados por los hombres , antes sí inspirados por los ángeles; y papeles por fin, que deben producir necesariamente la vindicación de España mofada y escarnecida, y la libertad de la Europa entera que yace sepultada en la esclavitud por la propia mano que aflige á nuestros hermanos”. 19 Proclama. Habitantes de la isla de Cuba, hijos dignos de la generosa nación española, el marqués de Someruelos, La Habana 17 de julio de 1808, AHN, Estado, 59-1, A, nº 3. Véase Vázquez Cienfuegos, Sigfrido, “Proclamas políticas en Cuba durante el agitado verano de 1808”, Araucaria: Revista Iberoamericana de filosofía, política y humanidades, Nº 22, Miño y Dávila, Madrid, 2009, pp. 279-282, 20 Someruelos a la Junta de Sevilla, La Habana, 1 de noviembre de 1808, AHN, Estado, 59-1, A, nº 12. 21 Cabildo ordinario, 18 de julio de 1808, AOHCH, Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 87. 22 Certificación del escribano Miguel Méndez, 20 de julio de 1808, AOHCH, Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 89-91. 23 Ponte Domínguez, Francisco J., Arango Parreño. Estadista colonial cubano, La Habana, 1937. 24 Representación de personas notables de La Habana al Ayuntamiento, el 26 de julio de 1808, para que se organizase una Junta Superior de Gobierno con autoridad igual a la de las establecidas en la Península, La Habana, 26 de julio de 1808. Documento justificativo de anexo al “Manifiesto dirigido al público imparcial de esta isla” de 29 de septiembre de 1821, de Francisco de Arango y Parreño. En García Rodríguez, Gloria, “Francisco de Arango y Parreño, Obras”, Vol. II, Biblioteca de clásicos cubanos, Nº 23, Imagen Contemporánea, La Habana, 2005, pp.172-173. También Morales y Morales, V., Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana, vol.1, La Habana, 1931, pp. 22-23. La propuesta es idéntica a la reproducida por Justo Zaragoza, de 17 de julio de 1808. Zaragoza, Justo, Las insurrecciones, pp. 707-708. Testificaciones. Informe secreto en juicio de residencia de Someruelos, La Habana, 21 de septiembre de1813, Archivo Histórico Nacional de España (en adelante AHN), Consejos, 21034, nº 1.

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setenta y tres personas, algo que se consideró insuficiente.25 En todo caso, el proyecto

fue finalmente retirado el mismo 27 de julio ante la oposición que suscitó entre distintos

sectores de la población habanera, constatando el fracaso del primer proyecto juntista de

América.26

El objetivo de este trabajo no es aclarar cómo se ideó el plan juntista ni su

significación histórica en el contexto adecuado (cubano, nacional o de la monarquía e

internacional) ni las razones de su fracaso, aspectos que han sido ya ampliamente

analizados en otros trabajos27. El propósito aquí es identificar a esos 73 firmantes del

plan juntista y el rol o posición que ocupaban en la sociedad habanera de la época, de

manera que podamos obtener una idea más ajustada de qué grupos de dicha sociedad

pudieron apoyar el proyecto y comprobar si, como se ha dicho hasta ahora, la oposición

al mismo y su eventual fracaso provino del estamento militar y otros sectores ligados a

la administración colonial.

Los estudios que han tratado este asunto no han aportado hasta ahora un análisis

crítico de los datos aportados por los autores clásicos en relación con los firmantes del

proyecto, quizás porque carecían de todas las referencias con las que hoy contamos. El

avance historiográfico producido en las últimas décadas con los trabajos de Sevilla

Soler,28 Navarro García,29 Kuethe,30 Amores,31 González-Ripoll,32 Johnson,33 Zeuske,34

25 Al momento de la firma Francisco de Arango estimó que se necesitaban al menos doscientas. Francisco de Arango solicita del Ayuntamiento de La Habana varios documentos relativos a la Representación de vecinos notables en que se pedía el establecimiento de una Junta Superior de Gobierno, La Habana y diciembre 20 de 1808. En Arango y Parreño, Francisco de, Obras. Clásicos del pensamiento cubano, Vol. II en García Rodríguez, p. 175. 26 Documentación sobre el juicio de residencia de Someruelos, AHN, Consejos, 21.035. 27 Vázquez Cienfuegos, Sigfrido, “Cuba ante la crisis de 1808: el proyecto juntista de La Habana”, IX Congreso Internacional de Historia de América (actas), Tomo I, Colección Documentos/Actas, Mérida, 2002; “El frustrado proyecto juntista de La Habana de 1808: una propuesta de cambio de las relaciones de Cuba con España”, en Martínez Roda, Federico (Ed.), Actas del Congreso Internacional sobre La guerra de la Independencia y los cambios institucionales, Valencia, 2009. De manera amplia para todo el periodo ver Tan difíciles tiempos para Cuba. El gobierno del marqués de Someruelos (1799-1812), Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2008. 28 Sevilla Soler, María del Rosario, Las Antillas y la independencia de la América española (1808-1826), Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1986; “Cuba: Los primeros enfrentamientos políticos (1808-1826)”, Arbor CXLIV, 567, marzo, 1993. 29 Navarro García, Luis, La Independencia de Cuba, Ed. MAPFRE, Madrid, 1991. 30 Kuethe, Allan J., Cuba, 1753-1815. Crown, Military and Society, The University of Tennessee, Knoxville, 1986; “La fidelidad cubana durante la edad de las revoluciones”, Anuario de Estudios Americanos, Vol. LVI-1, EEHA, CSIC, 1998; “El situado mexicano, los azucareros y la fidelidad cubana: comparaciones con Puerto Rico y Nueva Granada” en Piqueras, José A. (ed.) Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución, Siglo XXI, Madrid, 2005. 31 Amores Carredano, Juan Bosco, “Las élites cubanas y la estrategia imperial borbónica en la segunda mitad del siglo XVIII”, en Navarro García, Luis, (Coord.), Élites urbanas en Hispanoamérica (De la conquista a la independencia), Secretariado de Publicaciones, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2005; “Liberalismo ilustrado y liberalismo político en Cuba: en torno a Francisco de Arango y Parreño (1764-

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Vázquez Cienfuegos35, Gonçalvès36 y Piqueras37, junto a la mayor facilidad para el

acceso a fuentes documentales y bibliográficas, nos permite hoy identificar con mayor

seguridad a cada uno de los firmantes de aquel proyecto.

2. Una aclaración previa sobre las fuentes

La primera dificultad para la realización del presente estudio reside en la crítica

que debe realizarse al estudio del documento en que consta el proyecto juntista y el

listado de los que lo suscribieron. La fuente “original” más utilizada no ha sido el

documento original, reproducido por Ponte Domínguez en 1947,38 sino la transcripción

publicada por José de Arango en 1813, es decir cinco años después de los sucesos.39 El

texto de José de Arango fue reproducido por Justo Zaragoza en 187240 y por Vidal

1837)”, en Chust, Manuel e Ivana Frasquet (eds.), Los colores de las independencias iberoamericanas. Liberalismo, etnia y raza, Madrid, CSIC, 2009, pp. 49-88. 32 González-Ripoll Navarro, Mª Dolores, Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815), CSIC, Madrid, 1999; “Vínculos y redes de poder entre Madrid y La Habana: Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), ideólogo y mediador”, Revista de Indias, Vol. LXI, Nº 222, CSIC, Madrid, 2001; “Desde Cuba, antes y después de Haití: Pragmatismo y dilación en el pensamiento de Francisco de Arango sobre la esclavitud”, en El rumor de Haití en Cuba: Temor, raza y rebeldía, 1789-1844, CSIC, Madrid, 2004; “Entre la adhesión y el exilio: Trayectorias de dos cubanos en una España segmentada (1808-1837)”, en Piqueras, José A. (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución, Siglo XXI, Madrid, 2005. 33 Johnson, Sherry, The social transformation of Eighteenth-Century Cuba, University Press, Gainesville (Florida), 2001. 34 Zeuske, Michael, “Las capitanías generales de Cuba y Puerto Rico, 1808-1810” en Chust, Manuel, 1808. La eclosión juntera, Fondo de Cultura Económica El Colegio de México, México, 2007. 35 Cf. Nota 6. 36 Goncalvès, Dominique, Le planteur et le roi. L`aristocratie havanaise et la couronne d`Espagne (1763-1838), Casa de Velázquez, Madrid, 2008. 37 Piqueras, José Antonio (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución, Siglo XXI, Madrid, 2005; Piqueras, José A. “La siempre fiel isla de Cuba, o la lealtad interesada”, Historia Mexicana, 229, vol. LVIII, núm. 1, México D.F., 2008, pp. 427-486. Este es el trabajo más reciente y quizás el mejor de todos los que tratan sobre el proyecto de Junta en La Habana. También partipa en el capítulo referente a la vida política entre 1780 y 1878 en Cuba en Naranjo Orovio, Consuelo (coord.), Historia de Cuba, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2009. 38 El documento se conserva en la Biblioteca Nacional de Cuba “en un tomo de Papeles Varios […] junto a los restantes documentos en el opúsculo editado por Arango y Parreño”: Ponte Domínguez, Francisco J., La junta de la Habana en 1808 (antecedentes para la historia de la autonomía colonial en Cuba), Editorial Guerrero, La Habana, 1947 (la reproducción se encuentra en páginas centrales sin numerar). 39 Arango, José de, Anexo al folleto Examen de los derechos con que se establecieron los gobiernos populares en la Península, y con que pudieron por cautiverio de Sr. D. Fernando VII, establecerse en la América española donde hubieran producido incalculables ventajas, entre otras la de precaver las sediciones. Oficina de Arazoza y Soler, La Habana, 1813. AHN, Consejos, 21.035. El documento fue copiado del original y fue anunciado en el Diario de la Habana del 14 de septiembre de 1813. 40 Zaragoza, Justo, Las insurrecciones en Cuba, Imprenta de Manuel G. Hernández, Madrid, 1872, pp. 707-708, en donde cita como fuente el texto de José de Arango A los vecinos pacíficos de La Habana, folleto de 8 páginas, pero publicado en 1821 en La Habana, en la imprenta fraternal de los Díaz de Castro, impresores del Consuelo nacional, plazuela de San Juan de Dios.

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Morales en 1931.41 Estos dos autores son las fuentes citadas habitualmente y sus

reproducciones han sido consideradas como válidas y no han sido cuestionadas, que

tengamos constancia, hasta la fecha.

La primera consideración a tener en cuenta es que José de Arango era primo

carnal de Francisco de Arango y Parreño, estimado como uno de los principales

implicados en el proyecto juntista, por lo que eso ya debería hacernos sospechar de los

posibles intereses que pudiese tener en la reproducción del documento. En 1821 el

propio Francisco de Arango transcribió el plan como documento justificativo de su

actuación en los sucesos de 1808, pero no el listado de firmantes,42 aunque dio

explicaciones sobre la rocambolesca historia de la conservación del documento.

Según la descripción más verosímil de los hechos, después de la presentación del

plan y recogida de firmas que tuvo lugar el día 26 de julio de 1808, en la jornada

siguiente cundió el nerviosismo por la oposición al proyecto que empezaba a hacerse

patente, y dos de los firmantes, Juan Bautista Galainena y Pedro Regalado Pedroso,

buscaron al síndico procurador del ayuntamiento de La Habana, Tomás de la Cruz

Muñoz43, para que fuesen borradas sus firmas. Para tranquilizarlos, el síndico rompió en

dos pedazos el documento delante de ellos.44 En la descripción que sobre el suceso hizo

en 1813 Tomás Gutiérrez de Piñeres, furibundo opositor de los autores del plan,

señalaba que fueron varios más lo que “clamaron porque se rompiera o se borraran sus

firmas”, aunque sin especificar los nombres.45 Los trozos del documento fueron

guardados por Cruz Muñoz y a su fallecimiento en 1813, su viuda lo entregó a

Francisco de Arango, según el mismo aseguró en 1821.46

Arango confirmó que el papel guardado por Cruz Muñoz no había tenido “la

menor testadura ni signo de adulteración”, aunque no dudó en reconocer que el Síndico

41 Morales y Morales, Vidal, Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana, vol.1, La Habana, 1931, pp. 22-23. 42 Representación de personas notables de La Habana al Ayuntamiento, el 26 de julio de 1808, para que se organizase una Junta Superior de Gobierno con autoridad igual a la de las establecidas en la Península, La Habana, 26 de julio de 1808. En Arango, Obras. Clásicos del pensamiento cubano, Vol. II en García Rodríguez, pp.172-173. 43 Comerciante, miembro del Consulado y hacendado. A principios del siglo se le consideraba “de notorio crédito en este comercio” (AGI, Santo Domingo, 1679, el intendente Viguri a Miguel Cayetano Soler, 12.12.1801). En 1808 aparece como dueño de un ingenio de azúcar con 123 esclavos (Tornero Tinajero, Pablo, Crecimiento económico y transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial (1760-1840), Madrid, Ministerio de Trabajo, 1996, p. 27). 44 Representación de personas notables de La Habana al Ayuntamiento. 45 Folleto de Tomás Gutiérrez de Piñeres, La Habana, 23 de noviembre de 1813, AHN, Consejos, 21.035. 46 Arango, José de, Examen de los derechos, p. 25.

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“hubo de rasgar las tres hojas primeras, a lo largo de siete pulgadas”.47 En definitiva,

que el documento fue roto y parece que lo fue el mismo día 27 de julio de 1808. Arango

no dio una explicación sobre las razones para la manipulación por parte de Tomás de la

Cruz. Por cierto, esa manipulación de nada sirvió a Galainena y Pedroso, pues sus

nombres se conservaron.

Esto nos llevó a cuestionarnos por qué entre los firmantes no estaban los

nombres de los que han sido considerados tradicionalmente como los principales

inductores del plan ni de alguno de aquellos que tenemos la certeza de que participó en

las deliberaciones previas. Pero antes debemos hacer una pequeña aclaración de un error

repetido hasta hoy día: los firmantes no fueron 73, a pesar de que José de Arango lo

asegurase, pues los dos últimos nombres corresponden a una única firma ya que el

firmante, Juan Bautista Lasala, lo hizo en nombre de Manuel José Díaz; es decir, que no

lo suscribió en su nombre y por tanto sólo fueron 72 los signatarios.48

3. Los inductores y conocedores previos del plan

La consideración más verosímil es que la propuesta juntista fue redactada, a

indicación del marqués de Someruelos,49 por el ecijano Agustín de Ibarra, mariscal de

campo y comandante de las compañías veteranas de artillería,50 que contó con la

colaboración de los siguientes: Francisco de Arango y Parreño, como alférez real del

cabildo habanero51; José de Ilincheta, asesor del capitán general; Pedro Pablo de

O`Reilly y Arredondo, conde de O´Reilly y comandante del regimiento fijo de La

Habana,52 como alguacil mayor del Cabildo; el síndico procurador del Ayuntamiento, el

comerciante Tomás de la Cruz Muñoz; y el regidor José María Xenes, según la

testificación del propio Francisco de Arango.53 Su primo José aseguró en 1813 que

47 Arango, Francisco de, Al público imparcial, p. 173. En la reproducción facsímile proporcionada por Ponte Domínguez, aunque con cierto desorden en la colocación de las reproducciones, se puede observar la mencionada rotura del papel. En Ponte Domínguez, La junta de la Habana (páginas centrales sin numerar). 48 Es interesante comprobar como en el texto de José de Arango se separan los firmantes con dobles guiones y con respecto a estos dos nombres sólo están separados por una coma, correspondiendo con las firmas del documento original. 49 Desde nuestro punto de vista no hay dudas de que Someruelos fue uno de los promotores principales, si no el principal, aunque eso es algo que no analizaremos en este trabajo. Véase Vázquez Cienfuegos, Sigfrido, Tan difíciles tiempos para Cuba, pp. 231-243. 50 Kuethe, Cuba, p. 160. 51 Zaragoza, Las insurrecciones, p. 183. 52 Kuethe, Cuba, pp. 160-161. 53 Arango, Francisco de, Al público imparcial, p. 176.

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junto a éstos se encontraba el capitán Andrés de Jáuregui54 como alcalde ordinario ese

año. El memorial iba dirigido al “Muy Ilustre Ayuntamiento” por considerar que aquella

era la más legítima o legal representación de la ciudadanía habanera.55

Para poder aproximarnos a un conocimiento más profundo de los inductores, ya

que tenemos la certeza de que con los documentos conocidos es muy difícil ser

concluyentes, debemos remontarnos al 22 de julio de 1808, cuando tras la proclamación

de Fernando VII del 20 de julio, tuvo lugar el cabildo en el que se tomó la decisión de ir

adelante con el proyecto juntista. En aquella reunión estuvieron presentes los regidores

Andrés de Jáuregui, Francisco de Arango, el conde de O’Reilly, Joaquín de Herrera,56

Luis Ignacio Caballero,57 Carlos Pedroso58, Francisco de Loynaz,59 Tomás de la Cruz y

el conde de Santa María de Loreto60 y se acordó tomar las medidas necesarias para

instaurar una Junta en La Habana.61 El texto definitivo, redactado por Agustín de

Ibarra,62 sería aprobado por todos los participantes y ratificado por Someruelos.63 Este

sería el último documento contemporáneo a los acontecimientos que cita el proyecto y

no hay otras fuentes disponibles, pues las descripciones oficiales se silenciaron.

Por tanto, parece evidente que al menos estuvieron implicados directamente,

además de Someruelos, el conde de O´Reilly, Ilincheta, Arango y, casi sin lugar a

dudas, Ibarra y Jáuregui. Por la declaración de Arango y Parreño, así como por las actas

capitulares, todos los demás estaban informados, cuando menos, desde la reunión en

54 Hijo de Juan Tomás de Jáuregui, un importante comerciante y hacendado. Andrés de Jáuregui y Aróstegui será diputado a la Cortes Extraordinarias en 1811. 55 El texto dice expresamente “una legítima o la más legal representación de este Público”. Ponte Domínguez, La junta de la Habana, p. 46. 56 La familia Herrera era una de las más poderosas e influyentes de La Habana. Joaquín Herrera debía ser el teniente de regidor de uno de sus parientes –José Miguel de Herrera y Zayas-Bazán, VI marqués de Villalta, y el conde de Gibacoa, regidores perpetuos y con potestad para tener un teniente para el cargo. Amores, Juan B., Cuba en la época de Ezpeleta, 1785-1790, Pamplona, Eunsa, 2000, pp. 52, 337. 57 Regidor perpetuo de La Habana. Ibíd., p. 70. 58 Carlos Pedroso y Garro, hijo de Mateo Pedroso, uno de los hombres más ricos de La Habana fallecido en 1800, a quien sucedió como regidor perpetuo. Hacendado azucarero (Tornero Tinajero, Crecimiento económico y transformaciones sociales, p. 273). En 1831 se le concedió el título de conde de Casa Pedroso (AGI, Títulos de Castilla, 2, R.40). 59 Francisco de Loynaz y Lizundia, teniente de navío retirado e hijo primogénito de la III marquesa del Real Agrado (no le sucedió porque murió antes que su madre). Nieto y Cortadellas, Rafael, Dignidades nobiliarias en Cuba, Cultura Hispánica, Madrid, 1954, p. 414 60 El conde (consorte) de Santa María de Loreto era Francisco de Peñalver y Cárdenas, hermano del I conde de Peñalver y sobrino del I marqués de Arcos (el famoso tesorero Ignacio de Peñalver). Nieto y Cortadellas, Dignidades nobiliarias en Cuba, p. 534. 61 Cabildo ordinario, 22 de julio de 1808, AOHCH, Actas de Cabildo, 1808-1809, fol. 87-91. He de señalar que esta es la última referencia al asunto en aquellas fechas, tanto en las actas como en la correspondencia oficial; al parecer se evitó dejar constancia por precaución. 62 “No tengo comprobante de que fuese el Sr. Ibarra el que la extendiera, ni creo que se echará de menos, toda vez que declaro que tuvo mi aprobación”. Arango, Al público imparcial, p. 168. 63 Arango, Francisco de, Al público imparcial, pp. 167-168.

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cabildo de 22 de julio.64 Podríamos decir que todos los nombrados fueron los que

apoyaron el plan hasta el último momento, de manera más o menos explícita, con

independencia de que aparezcan o no en la lista de los firmantes del proyecto.

Pero en las reuniones también participó y tomó parte en los debates el conde de

Casa Barreto, José Francisco Barreto y Cárdenas;65 pero muy posiblemente también el

procurador público habanero Judas Tadeo Aljovín, el comerciante catalán Raimundo

José Queraltó, así como otros que aunque posiblemente habían participado en las

deliberaciones previas, finalmente se mostraron opuestos al plan como fue el caso de

Manuel Coimbra66, Juan Francisco Núñez del Castillo,67 Francisco Sánchez Pando y

seguro algunos más, contrarios al modo en que se planteaba la junta o, sobre todo, con

el papel que se les debía asignar y no al hecho de la creación en sí de la junta.68 Otro

inflyente personaje habanero, Luis de Peñalver y Cárdenas, obispo electo de Guatemala

y hermano del marqués de Arcos, había sido consultado por su hermano Nicolás si

debía ratificar el documento,69 cosa que finalmente hizo, por lo que el prelado estaba

también al tanto. También estuvo presente el brigadier Francisco Montalvo,70 y hasta el

comandante de Marina, Juan Manuel de Villavicencio, tuvo conocimiento, pues

reconoció haber estado involucrado.71 El intendente Juan de Aguilar, que acababa de

llegar el día 14 de julio, a pesar de que no contaba con un conocimiento de la situación

64 Arango, Francisco de, Al público imparcial, p. 176. 65 Representación del conde de Casa Barreto a Someruelos, La Habana, 27 de julio de 1808, Archivo de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (en adelante AOHCH), Actas Capitulares originales (1 enero de 1812-diciembre de 1812), libro nº 83. 66 Abogado y asesor del Consulado, puesto que le fue asignado a propuesta de Francisco Arango al momento de crearse aquella institución (AGI, Santo Domingo, 2190, Arango a Gardoqui, Madrid, 7.VI.1793). Era también teniente de justicia mayor de San Juan de Jaruco (AGI, Ultramar, 120, N. 7, y 154, N. 87), es decir, hombre de la mayor confianza del conde de Mopox y Jaruco, famoso entre otras cosas por la contrata exclusiva y millonaria que logró del propio Godoy para importar harinas de los Estados Unidos, negocio que gestionó Arango como representante de Jaruco en La Habana. Sin embargo, Coimbra parece que se convirtió más tarde en enemigo del propio Arango: así lo afirma Francisco J. Ponte Domínguez, quien lo incluye “en el séquito de Villavicencio y de Gómez Robaud”, el comandante de Marina y el intendente interino, enemigos declarados del famoso habanero. En Ponte Domínguez, Francisco de Arango, pp. 20-21. Es difícil conocer la causa de su inquina hacia quien le había aupado a tal puesto: ¿envidiaba y quizá esperaba suceder a Arango como Síndico del Consulado? 67 Hijo del marqués de San Felipe y Santiago, oficial de cuerpo veterano. Kuethe, Cuba, p. 161. 68 Casa Barreto, principal opositor del proyecto, llegó a considerar “lícita y precisa” la instauración de la junta. Representación del conde de Casa Barreto a Someruelos, La Habana, 27 de julio de 1808, AOHCH, Actas Capitulares originales (1 enero de 1812-diciembre de 1812), libro nº 83. 69 Ponte Domínguez, La junta de la Habana, p. 49. 70 Testificaciones informe secreto en juicio de residencia de Someruelos: Judas Tadeo Aljovín, La Habana, 21 de septiembre de1813, AHN, Consejos, 21034, nº 1. 71 Juan de Villavicencio a la Junta de Sevilla, La Habana, 9 de noviembre de 1808, AHN, Estado, 59-1, B, nº 75.

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como para participar en las discusiones, brindó su apoyo decidido a las decisiones que

tomase el capitán general, incluido el plan juntista.72

Ninguno de los nombrados, a excepción de Raimundo Queraltó y Nicolás de

Peñalver, aparecen entre los firmantes ni fueron relacionados con el proyecto juntista, a

pesar de que su conocimiento implicaba que, al menos por omisión, habían aceptado sus

planteamientos. Es decir, que además de los que dejaron plasmada su firma hemos de

considerar que hubo otros 22 sujetos más o menos implicados en la propuesta, todos

ellos de una notable relevancia política y económica en La Habana de 1808.

Si analizamos todos estos datos, de entre las principales autoridades en La

Habana sólo quedó al margen del debate Rafael Gómez Roubaud, superintendente de

tabacos e intendente interino entre 1803 y 1808. La otra autoridad importante que

aparentemente no participó de una forma directa en la cuestión de la Junta fue el obispo

de La Habana, Juan José Díaz de Espada. De todos modos tenemos constancia de que

tanto Robaud como el obispo Espada fueron informados por el conde de Casa Barreto,

aunque no parece que llegaran a participar en las reuniones.73

4. Los firmantes

Después de haber dejado más claro quienes fueron los inductores y principales

implicados no recogidos en el documento, debemos analizar quiénes eran los firmantes,

cuál era su relevancia social y política, y cuáles podían ser sus intereses, económicos o

de otro tipo, en relación con la eventual instauración de una Junta de gobierno en La

Habana.

Los diversos autores que han tratado del asunto no siempre han analizado estos

aspectos o lo han hecho de manera muy limitada. Así, a la hora de calificar o situar a los

firmantes, Justo Zaragoza aseguraba que se trataba de un grupo de “notables”;74 Ponte

Domínguez también hablaba de “notables”;75 Portuondo del Prado intenta darle un tinte

más nacionalista al afirmar que eran un conjunto de criollos que podía haber dominado

la situación política por “su número y calidad”;76 Leví Marrero, por el contrario, no

72 Ponte Domínguez, La junta de la Habana, p. 44. 73 Representación del conde de Casa Barreto a Someruelos, La Habana, 27 de julio de 1808, AOHCH, Actas Capitulares originales (1 enero de 1812-diciembre de 1812), libro nº 83. 74 Zaragoza, p. 183. 75 Ponte Domínguez, La junta de la Habana, pp. 121-122. 76 Portuondo, p. 261.

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calificó a los componentes pero consideraba que por su número era un grupo “débil”;77

Sevilla Soler, basándose en el enfoque clásico de la historiografía cubana,78 los juzga

como un grupo de “criollos azucareros” enfrentados a “comerciantes peninsulares”;79

Kuethe, mejor informado, considera una exageración hablar de “notables”;80 tesis que

apoya Navarro García, que los describe como gente poco ilustre y que pocos podían ser

considerados realmente como notables;81 sin embargo, Zeuske considera que las firmas

se buscaron entre las familias más importantes;82 y para Piqueras no hay duda de que los

peticionarios eran “personas notables”.83 Como vemos, la calificación más frecuente es

la de “notables”, un término ciertamente ambiguo y poco comprometido desde el punto

de vista del análisis.

Uno de los problemas al respecto de este asunto ha sido dar una explicación

sobre las intenciones o motivaciones reales de los firmantes del proyecto de junta, para

lo que consideramos imprescindible conocer con detalle de qué individuos se trata.

Desde luego, lo primero en que hay que insistir –aunque haya sido ya advertido84– es

que en el proyecto juntista en sí mismo no se encuentra ningún atisbo de un

enfrentamiento criollo-peninsular; otra cosa es que fuera utilizado posteriormente por un

sector concreto de los “peninsulares” para atacar a los elementos más destacados de la

elite criolla, en particular a Francisco de Arango.

En todo caso, se ha de advertir que las adscripciones políticas ligadas a la

condición de peninsular o criollo, tan comunes en los estudios sobre el periodo tardo-

colonial e independentista de los territorios continentales de la monarquía, son puestas

cada vez más en entredicho por la historiografía reciente. Y para el caso habanero es

especialmente discutible, con familias que viajaban frecuentemente a uno y otro lado

del Atlántico, conservando durante años los vínculos con la tierra de origen, pero

también en muchos otros casos adaptándose a la tierra de acogida y considerando como

77 Marrero, Vol 15, p. 12. 78 Guerra y Sánchez, Ramiro; Emeterio S. Santovenia y José Rivero Muñiz, Historia de la nación cubana, Tomo III, La Habana, 1952, pp. 18-43. 79 Sevilla Soler; “Cuba” p. 83; Las Antillas, pp. 61-62. 80 Kuethe, Cuba, p. 162. 81 Navarro García, La independencia de Cuba, pp. 23-24. 82 Zeuske, “Las capitanías generales”, pp. 370.371. 83 Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, pp. 442, 454. 84 Últimamente por Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, p. 450. Vázquez Cienfuegos, “El frustrado proyecto juntista de La Habana de 1808”, p. 222.

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propios los intereses de Cuba. Es el caso, incluso, de muchos funcionaros o servidores

de la monarquía, civiles y militares, en la isla.85

Sin embargo, resulta significativo al respecto que el propio José Arango se

preocupara de señalar que, de los setenta y tres firmantes (setenta y dos para nosotros),

cuarenta y seis eran peninsulares y veintisiete criollos86, como si quisiera dejar

constancia –en medio de la polémica que suscitó su publicitación– de que el proyecto

contó con un mayoritario apoyo peninsular.87

En todo caso, los peninsulares de origen eran clara mayoría con respecto a los

criollos, en una proporción de casi dos a uno, lo que desbarataría la idea tradicional del

enfrentamiento entre “españoles” y “cubanos” en el debate entre fidelismo y

autonomismo a principios del siglo XIX,88 en el que este plan juntista se supone que

debía ser la primera expresión por parte del criollismo cubano del deseo de una mayor

autonomía política con respecto a España. Como afirma Piqueras, lo seguro es que el

plan juntista no fue una maniobra de criollos para conseguir una posición influyente o

para hacerse con el poder.89. Siguiendo la argumentación del mismo autor, lo

verdaderamente determinante es tratar de conocer los intereses que movían a los

firmantes, más que su origen peninsular o antillano.

a) Hacendados, comerciantes, funcionarios, abogados y eclesiásticos

La presencia de los clanes más poderosos de la isla está perfectamente

representada con los apellidos Herrera, Pedroso, Chacón, Peñalver, Calvo de la Puerta,

Montalvo o Cárdenas. Hasta diez de los firmantes llevan alguno de estos apellidos, entre

los que se repartían la mayor parte de los títulos nobiliarios habaneros. Todos estos

formaban parte del grupo más prominente de la “sacarocracia” o grandes hacendados

azucareros, los cuales además de controlar el Cabildo, ocupaban parte de los mandos de

85 Este aspecto se olvida con frecuencia por una parte de los estudiosos de la historia de Cuba; los grandes comerciantes habaneros del periodo estudiado eran en su mayor parte nacidos en la península pero se hallaban fírmemente afincados en La Habana y convertidos muchos de ellos en hacendados: es el caso de Juan Bautista de Lanz, Pedro J. de Erice, Juan Bautista Galainena, los Martínez de Pinillos, Lorenzo de Quintana, Gabriel Raimundo de Azcárate, los hermanos Boloix, la familia Cuesta y Manzanal, etc. Un repaso a la composición de la Junta de Agricultura y Comercio, o Consulado de La Habana, o a los socios de la Sociedad Económica, puede dar una idea cabal de lo que decimos (Cf. Amores, Juan B., “Liberalismo ilustrado y liberalismo político en Cuba, pp. 49-88). 86 Arango, José de, Examen de los derechos, p. 27. 87 Esta afirmación la hizo José de Arango en 1813 cuando ya se había iniciado el proceso independentista en el continente y la situación no tenía nada que ver con la de 1808. 88 Vázquez Cienfuegos, “El frustrado proyecto juntista de La Habana de 1808”, pp. 207-224. 89 Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, p. 450.

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los regimientos fijos y los cuerpos milicianos, y eran miembros destacados de la Junta

de Agricultura y Comercio.90

Muy próximos a estos linajes y emparentados con ellos, aunque por el momento

no titulados, aparecen en la lista otros apellidos como Caballero, Armenteros, Aróstegui

o Jáuregui, que habían cimentado sus fortunas en el comercio, se habían casado con

ricas habaneras y eran, desde hacía décadas, grandes hacendados, además de miembros

del Cabildo, como regidores perpetuos (caso de Armenteros, Aróstegui y Caballero) o

como alcaldes anuales o comisarios (caso de Jáuregui), y de las otras instituciones

citadas.

Muy cercanos a éstos por su estatus social, aunque nacidos en la Península, hay

que situar a los firmantes Bernabé Martínez de Pinillos, afamado comerciante que

alcanzaría el título de conde de Villanueva y padre del no menos famoso Claudio

Martínez de Pinillos, todopoderoso intendente de la isla entre 1825 y 1851; los

hermanos Francisco María y Pedro de la Cuesta y Manzanal, titulares de una de las más

poderosas casas comerciales habaneras y terratenientes; o Bonifacio González

Larrinaga, igualmente gran comerciante y hacendado azucarero, miembro del

Consulado y de la Sociedad Económica y capitán de milicias. Dentro de este grupo

podríamos también situar a Joaquín Garro, Juan Vicente Adot y José de Flores Isunza,

ya que eran mercaderes y hacendados al mismo tiempo, aunque de fortuna más reciente

que los anteriores. Una posición similar ocuparía José Vicente de Orúe y Gorbea, que

había hecho su carrera en las intendencias de Cuba y Luisiana, y se había afincado en

La Habana como hacendado y comerciante desde 1792. En definitiva podríamos

asegurar que al menos veintitrés –un tercio aproximadamente– de los infrascritos

formaban parte de la auténtica élite social y económica habanera.

Se puede formar un nuevo grupo con otros veinte firmantes, también

comerciantes nacidos en la Península, lo que daría casi otro tercio del total. Este dato

por sí sólo desbarataría la idea de una junta de “criollos azucareros” a la que se

opusieron “comerciantes peninsulares”.91 Al parecer, hasta diez de estos firmantes

habían ocupado cargos en la junta de gobierno del Real Consulado,92 y hay que destacar

que la Real Compañía de Comercio de La Habana, institución que podría considerarse 90 Goncalves, Dominique, “Los doce primeros años del la Junta Económica y de Gobierno del Real Consulado de La Habana”, en Hausberger, Bernd e Ibarra, Antonio (eds.) Comercio y Poder en América colonial: los consulados de comerciantes, siglos XVII-XIX, Biblioteca Iberoamericana, Madrid, 2003, pp. 171-198. 91 Sevilla Soler; “Cuba” p. 83; Las Antillas, pp. 61-62. 92 Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, p. 453.

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más directamente ligada a intereses peninsulares “colonialistas”, aparece también en el

listado con la firma de León Ruiz de Azúa, contador de la misma en ese momento, así

como su tesorero José de Axpe. Esto parece demostrar un interés especial de parte de

los inductores del proyecto y de los comerciantes peninsulares por participar en la nueva

institución de gobierno que se proponía para la isla.

Por otro lado, llama la atención el significativo número de empleados o

funcionarios firmantes, un total de once. Algunos de los autores que venimos citando

han sostenido la idea de que entre los opositores al plan estaban los empleados de la

Intendencia, de la Superintendencia de Tabacos y de la Marina, pues se supone que el

plan pretendía la sujeción de las distintas instancias administrativas bajo la autoridad

centralizada de la nueva Junta,93 un aspecto de gran interés en sí mismo por lo que

suponía de ruptura con la tradición de gobierno del Antiguo Régimen pero que no es

éste el lugar para analizarlo. Sin embargo, no hay la menor duda de que había varios

cargos importantes de estas instituciones entre los que suscribieron el proyecto. Como

hemos visto, Juan de Aguilar, intendente de La Habana, apoyó el plan. Y entre los

firmantes encontramos altos cargos de la Intendencia como los dos administradores

generales de rentas de La Habana, Julián Fernández y Francisco de Isla94, los contadores

de la misma administración general Pedro de Achaval y Orueta95 y José Sedano;96 el

contador ordenador del tribunal mayor de cuentas Próspero Amador García97, y los

contadores de la administración de correos, Félix López Ayllón98 y Juan Alonso

Carriazo.99 Cuando menos llama la atención que, a pesar de los posibles perjuicios que

supuestamente les podría acarrear el plan, el perfil de estos firmantes dentro de la

administración colonial fuese bastante alto. Quizá haya de tenerse en cuenta que

algunos de los mencionados (Fernández, Isla, Achaval, Sedano) consolidaron su carrera

de la mano de José Pablo Valiente, intendente en 1787-1790 y en 1792-1799, bien

conocido como un “aliado” de Francisco Arango y Parreño en la lucha por la

liberalización de la economía y el comercio de la isla.

93 Sevilla Soler, Rosario, “Cuba: Los primeros enfrentamientos políticos (1808-1826)”, p. 83; Kuethe, “El situado mexicano”, pp. 306-307. Piqueras incide en que el personal de la Intendencia se oponía a la Junta. Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, p. 446. 94 AGI, Ultramar, 151, N.54. 95 AGI, Ultramar, 154, N.33. 96 AGI, Ultramar, 151, N.47. 97 AGI, Ultramar, 127, N.33. 98 AGI, Estado 27, n. 51. 99 AGI, Correos, 265B.

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En cuanto a la Marina, nada menos que su comandante Juan Manuel de

Villavicencio reconoció haber figurado inicialmente como vocal del proyecto de

junta.100 Es posible que fuese de los primeros en mostrar reticencias y hasta

oposición,101 aunque es sospechoso que no se arrogase nunca el papel de haber

provocado su fracaso, algo que le hubiese sido probablemente beneficioso.

La idea de una oposición frontal al proyecto de las otras dos instancias de poder

relevantes en la isla distintas de la capitanía general, la Intendencia y la Marina, está

originada en las propias declaraciones que el capitán general hizo el 1 de noviembre de

1808 a la Junta de Sevilla,102 pues en el plan apenas se hace una mención a la reunión de

las “principales autoridades establecidas”. Es decir, se trata de una explicación a

posteriori y posiblemente interesada, pues la presencia de estos suscriptores parece

desdecir esta oposición, al menos con respecto al proyecto.

En cuanto a la participación del estamento eclesiástico fueron cinco los

firmantes de esta condición, tres de ellos con un alto grado de responsabilidad como lo

eran Antonio Fonte, cura rector de sagrario de la Catedral;103 Fr. Tomás Pascual, prior

del convento dominico de San Juan Letrán de La Habana;104 o Nicolás Taboada,

provisor y vicario general de la diócesis de La Habana. Aunque el obispo Espada quedó

aparentemente al margen, el hecho de que firmara su provisor y vicario general sugiere

que estaba más que al tanto del proceso: es bastante improbable que Taboada se prestara

a estampar su firma sin la aprobación de su jefe inmediato. 105

Un dato también revelador a nuestro juicio es el de la presencia de hasta siete

abogados entre los firmantes. De ellos se ha podido identificar al Dr. Dionisio Vicente

Matamoros, abogado de la Real Audiencia de Puerto Príncipe y catedrático de la

100 Juan de Villavicencio a la Junta de Sevilla, La Habana, 9 de noviembre de 1808, AHN, Estado, 59-1, B, nº 75. Reconocía incluso que había participado “en conversaciones generales” sobre el asunto, aunque aseguraba que siempre dijo que no formaría parte de ella. 101 Ponte Domínguez, La junta de la Habana, p. 45. 102 Someruelos a la Junta de Sevilla (Someruelos no conocía que había cesado en su funciones el 25 de septiembre a favor de la Junta Central), La Habana, 1 de noviembre de 1808, AHN, Estado, 59-1, A, nº 12. Explicaba que el plan establecía que debían uniformarse “las disposiciones de los diferentes ramos que hay en ella cada uno con su jefe respectivo, e independientes los unos de los otros, necesitándose grandes reformas por lo que respecta a los crecidos gastos que ocasionaron los ramos de Hacienda, superintendencencia de Tabacos y Marina”. 103 Fernández Mellén, Consolación, “La reforma parroquial de la diócesis habanera. El enfrentamiento entre el obispo Díaz de Espada y el clero criollo de La Habana”, en Opatrny, Josef (edit.), Caribe/Caribes: criollización y procesos de cambio, Praga, editorial Karolinum, 2006, pp. 79-88. 104 Leiva Lajara, Edelberto, La orden dominica en La Habana. Convento y sociedad (1578-1842), La Habana, Ediciones Boloña, 2007, p. 209. 105 Quisiéramos agradecer la colaboración de Consolación Fernández Mellén en la información referente a los eclesiásticos por su amplio conocimiento en la materia.

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Universidad de La Habana; a Luis Hidalgo y Gato106, y el principeño Tomás de Palma,

que sería síndico procurador del primer Ayuntamiento Constitucional de La Habana en

1812, y hombre al parecer de la confianza de Someruelos107. Si hemos de sumar a éstos,

como es obvio, a Francisco de Arango y Parreño, parece claro que los inductores del

proyecto estaban convencidos de que se movían dentro de la legalidad, igual que ocurrió

ese mismo año con los promotores de las juntas en la Península y en la mayoría de las

capitales americanas.

b) La cuestión “militar”

Otra cuestión que se ha planteado por los que se han referido al proyecto de

junta de La Habana es la del supuesto rechazo de los militares. Los principales

defensores de esta “oposición militar” han sido Kuethe y Zeuske. Para explicar ese

rechazo, Kuethe utiliza dos argumentos. En primer lugar, remarca la importancia del

fuero militar, un privilegio de enorme valor social y jurídico del que gozaban

especialmente los criollos jefes de los cuerpos de milicias, y al que supuestamente eran

contrarios los que él considera principales inductores de la junta, Arango y el asesor

Ilincheta.108 Por otro lado, destaca la trascendencia del situado, las remesas de dinero

enviadas a La Habana desde México para cubrir los gastos de defensa y administración

de la isla, y cuya llegada se pondría supuestamente en peligro con el plan juntista.109

Zeuske por su parte apoya esta tesis y considera que la oposición militar fue decisiva

para el fracaso del proyecto.110 El norteamericano asegura que sólo cuatro oficiales

cubanos se unieron al plan: el conde de Gibacoa, jefe de los Dragones de Matanzas; el

conde de Casa Bayona y su hijo Francisco Chacón, ambos del regimiento voluntario de

infantería de La Habana; y don Juan Montalvo O`Farrill, supernumerario en el

regimiento fijo de la misma ciudad.111

106 Uno de los abogados más prestigiosos de La Habana, a su vez de familia de juristas. Entre otras actuaciones relevantes, aparece como uno de los que firmaron –junto al conde de Casa Montalvo, el conde de O'Reilly, Agustín de Ibarra, Francisco de Arango y Parreño, Rafael González y Andrés de Zayas– las Instrucciones que el ayuntamiento habanero entregó a Andrés de Jáuregui, elegido diputado para las Cortes Extraordinarias de 1810: Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, Colección M. Morales, tomo 79. 107 Al menos en dos ocasiones lo escogió como asesor para instruir causas judiciales de esclavos, en lo que parecía ser un “especialista”: Cf. Amores Carredano, Juan B., “Justicia y esclavitud: Cuba, 1800-1820”, Anuario de Estudios Americanos, Vol. 66, No 1 (2009), pp. 79-101. 108 Kuethe, Cuba, p. 165-166. 109 Kuethe, “El situado mexicano”, pp. 307-318. 110 Zeuske, “Las capitanías generales”, pp.370-371. 111 Kuethe, Cuba, p. 168.

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Sin embargo, habría que señalar varias salvedades que contradicen ese

argumento. En primer lugar, nos parece importante advertir la diferencia sustancial que

existía entre el oficial militar de carrera o veterano y el miliciano. Los defensores del

argumento de la oposición militar al proyecto juntista no parece que lo hayan tenido

suficientemente en cuenta. En este sentido, el supuesto peligro de la desaparición del

fuero militar para los jefes de milicias no era algo que preocupara demasiado a los jefes

veteranos, más bien todo lo contrario: de hecho, éstos se venían manifestando

abiertamente en contra de los privilegios que, a cambio de dinero, venía otorgando la

Corona a los criollos jefes de las milicias, como el de concederles las coronelías de

ejército a los que lo eran sólo de milicias.112 Por tanto, para hablar con propiedad de una

oposición militar habría que dilucidar cuál fue la posición de los jefes de los cuerpos

veteranos ante la propuesta juntista. Los defensores de esa teoría aducen siempre que el

brigadier de ejército Francisco Montalvo fue el ejecutor de esa oposición militar. Esta

tesis tiene su origen en los planteamientos de Jacobo de la Pezuela, que describió de

manera dramática la intervención de Montalvo en la reunión en que se debatía el plan, a

la que puso prácticamente fin con una demostración de fuerza.113 Pero esa versión no ha

sido contrastada, el propio Pezuela no da sus fuentes y ninguna de las versiones

expuestas por los coetáneos dio cuenta de nada parecido, algo muy extraño en un suceso

de tal gravedad.114 Es más, alguna de las versiones de la época consideran que Francisco

Montalvo conocía el plan e incluso parece ser que llegó a ser propuesto como presidente

de la junta y que, si intervino para poner fin al proyecto, fue por orden del marqués de

Someruelos.115 Desentrañar el verdadero papel de Montalvo en estos sucesos no es un

asunto menor, pues en 1808 Montalvo era nada menos que el jefe de todas las tropas

veteranas y milicianas de la isla por delegación del mismo capitán general116, y con

112 Véase, por ejemplo, los informes que emite Domingo Cabello, sargento mayor de la plaza de La Habana, y gobernador interino en 1789-90, acerca de estas pretensiones: AGI, Santo Domingo, 1252, Cabello a Antonio Valdés, 13.X. y 18.X.1789. 113 Según Pezuela, mientras Arango exponía su discurso, el brigadier Francisco Montalvo lo interrumpió y golpeando la mesa con su espada afirmó que ninguna junta suprema o provincial sería instalada en La Habana mientras él viviera y portase su espada. Jacobo de la Pezuela, Historia de la isla de Cuba, Vol. III, Madrid, 1868-1878, pp. 384-385. 114 Ponte Domínguez ya denunció esta cuestión, aunque no explicó el papel de Montalvo. Ponte Domínguez, La junta de la Habana, pp. 51-52 (nota 57). 115 Testificaciones informe secreto en juicio de residencia de Someruelos: Judas Tadeo Aljovín, La Habana, 21 de septiembre de 1813, AHN, Consejos, 21034, nº 1. En mi opinión, que desarrollaré en futuros trabajos, Montalvo actuaba a las órdenes de Someruelos. 116 Someruelos a Guerra, La Habana, 26 de agosto de 1809, AGI, Cuba, 1747, nº 2502.

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posterioridad a los hechos comentados siguió contando con la especial confianza de

Someruelos.117

La segunda salvedad se refiere al tema del situado. Para la fecha (1808), este

importantísimo subsidio había decrecido enormemente, hasta el punto de que había

dejado de ser, con mucho, el ingreso principal de las cajas de La Habana, como revelan

las cifras siguientes (en pesos):118

Periodo situado de tierra rentas de la isla

1790-94 3.114.129 5.019.322

1795-1800 1.945.792 8.662.234

1801-1804 882.935 8.435.986

Evidentemente, el inicio de la guerra con Inglaterra en 1796 produjo un descenso

creciente en la llegada del situado a La Habana, tanto porque la metrópoli reclamó al

virrey de México todo el dinero que pudiera enviar como por las dificultades de la

navegación.119 Pero lo principal que revelan esas cifras es que las rentas propias de la

isla estaban haciendo posible cubrir la mayor parte de sus obligaciones presupuestarias

sin necesidad del situado. De hecho, para 1810 dejó de llegar de modo definitivo. Hacía

años, por tanto, que la llegada del situado no podía constituir una prioridad para los

sectores privilegiados –militares, jefes criollos de las milicias, grandes hacendados y

comerciantes–, aunque hasta entonces sí se habían beneficiado directa o indirectamente

de esa inmensa y continuada transferencia de capitales.120

De todas formas, si aceptáramos el considerar como miembros del sector militar

a los jefes y oficiales de las milicias, entonces resultaría que había mucho más que

cuatro oficiales firmantes del proyecto: en concreto, veintitrés de esos firmantes tenían

117 Montalvo fue designado por Someruelos jefe de las tropas que sofocaron el tumulto suscitado contra los franceses en 1809 y en 1812 fue el encargado de sofocar la conocida como sublevación de Aponte. Véase Vázquez Cienfuegos, Tan difíciles tiempos, pp. 447-448. 118 Los datos de los dos primeros periodos reseñados nos han sido proporcionados por el Dr. José Manuel Serrano Álvarez, al que agradecemos esa información. Los del último periodo, de sólo 4 años, en AGI, Santo Domingo 1682, 1684, 1685 y 1686: estados de caudales de la isla de 1801, 1802, 1803 y 1804 respectivamente. La cifra de lo recaudado de rentas de la isla debería incrementarse con otros 2.245.449 pesos “debidos cobrar” y no cobrados en esos años. Hacemos mención únicamente del “situado de tierra”, destinado a pagar los costos del ejército y de la administración de la isla, pero una evolución similar o aún peor tuvieron los destinados a la Marina. 119 En 1801, por ejemplo, no llegó ni un peso del situado, debido al bloqueo de las costas de Cuba por la armada británica: AGI, Santo Domingo, 1679, el intendente Viguri a Miguel Cayetano Soler, 12.XII.1801. 120 Cf. Kuethe, Allan y José Manuel Serrano, “La pérdida de la fidelidad cubana: una perspectiva del siglo XVIII”, en Josef Opatrny (ed.), Nación y cultura nacional en el Caribe hispano, Praga, Universidad Carolina, 2006, pp. 201-212.

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en ese momento carácter de oficial de milicias. Y es que, a los jefes criollos de las

milicias disciplinadas de la isla –Sebastián José de Peñalver, coronel,121 Juan Tomás de

Jáuregui y Mayora, capitán122, Martín de Aróstegui, el conde de Gibacoa y el de Casa

Bayona, Francisco Chacón y Juan Montalvo O`Farrill, coroneles– habría que sumar

otros dieciséis que eran oficiales de las Milicias Españolas de Voluntarios, un cuerpo

miliciano de carácter urbano organizado en la primavera de 1808 ante el temor de un

ataque británico123 y que parece se encontraban perfectamente adiestradas y preparadas

para el verano de 1808, según se desprende de la descripción de su estado a finales del

mes de mayo.124 Aunque esas fuerzas no tuvieron que demostrar su destreza al

desaparecer la amenaza de un desembarco británico,125 y Francia, aunque se temió,

nunca supuso un peligro real de ese tipo, casi un año después, cuando en marzo de 1809

hubo un violento tumulto en La Habana que llegó a poner en peligro la seguridad de

toda la ciudad y alrededores, fueron estas fuerzas y no los cuerpos veteranos o las

milicias regladas, comandadas precisamente por Francisco Montalvo, las que debieron

actuar, demostrando su efectividad.126

En resumen, parece que no hay razones sólidas para argumentar una supuesta

oposición militar al proyecto juntista, tanto si consideramos como militares sólo a los

jefes y oficiales veteranos o profesionales como en el caso de que se decida incluir en

esa categoría a los oficiales de milicias, disciplinadas y urbanas: en este último caso

habría que hablar, por el contrario, de un apoyo casi masivo al proyecto.

Conclusiones

En definitiva, podríamos decir que la intención de los promotores del plan era

lograr un conjunto de apoyos explícitos en el que estuviesen ampliamente representados

los principales estratos de las elites habaneras, como de hecho se había especificado en 121 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 450. 122 Kuethe, Cuba, p. 183. 123 El nombre que Justo Zaragoza dio a este cuerpo –Urbanos voluntarios de Fernando VII (Cf. Zaragoza, p. 177 y p. 738-739.)– ha inducido a error a otros autores, interpretándolo como un cuerpo patriótico que, al estilo del que se organizó en México en el verano de 1808, habría actuado como una fuerza de presión contra el autonomismo criollo que supuestamente representaba el proyecto juntista. 124 A la bizarría y patriotismo que los naturales de los reinos de Castilla e isla Canarias se han presentado a tomar las armas y ejercitarse en el manejo de ellas y evoluciones militares formando un cuerpo denominado de Voluntarios Españoles. La Habana, 27 de mayo de 1808. Biblioteca Nacional de España, Varios especiales. Folletos siglos XVI-XIX, 632, 144. 125 Como señala Piqueras, “la amenaza de un desembarco en la isla había tenido en guardia a la población” (“La siempre fiel isla de Cuba”, p. 438). 126 Someruelos a Gracia y Justicia, La Habana, 31 de marzo de 1809, nº 168, AGI, Cuba, 1752. Estas

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el encabezamiento del plan, redactado antes de que nadie hubiera firmado: "Los vecinos

hacendados, comerciantes y personas notables de esta ciudad, que abajo firmamos,..."

Una parte importante de los inductores del proyecto, así como de los suscriptores, eran

miembros de la gran élite terrateniente habanera; encontramos a algunos de los

principales cargos de la diócesis; y también estaba muy bien representado el sector

intermedio, pero muy dependiente de las elites, conformado por comerciantes, abogados

y burócratas. El número de individuos vinculados a actividades militares podría

considerarse como proporcionalmente alto y el de nacidos en la Península estaba en una

relación de dos a uno con respecto a los criollos.

De esta forma, una parte de las afirmaciones e interpretaciones hechas hasta

ahora sobre los defensores y opositores al proyecto juntista habanero parece que deben

ser revisadas. El desajuste entre las muy bien elaboradas tesis sobre la oposición de la

Intendencia, Superintendencia, Comandancia de Marina y del estamento militar en

general y el listado del plan juntista no se debe a una explicación errónea de la

situación, sino a la utilización del proyecto juntista como constatación expresa de las

diferencias políticas que existían en La Habana y que siguieron existiendo. El proyecto,

por el contrario, se planteó como un solución a una situación grave pero coyuntural, en

la que todas las autoridades y la mayor parte de la élite habanera quiso participar por

considerarlo adecuado a las circunstancias, siguiendo el ejemplo de la Península y en

principio dejando a un lado sus diferencias. Y su fracaso se debió a causas también

coyunturales, como el planteamiento semipúblico que se le dio en medio de una

situación de exaltación general de la población, que quizás pudo entender el proyecto en

una clave de ruptura o con intenciones tiránicas, una cuestión que abordaremos en otro

trabajo. Cosa bien distinta es que, una vez concretado el fracaso del proyecto, éste fue

usado como arma arrojadiza en los debates políticos que surgieron en las fechas

siguientes, debates en los que se basan los argumentos que han manejado las tesis

aceptadas hasta hoy.

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Anexo: Relación de firmantes del proyecto de Junta, por orden aparente de firma127 1. Conde de Gibacoa (II), José María Espinosa de Contreras y Jústiz Habanero y hacendado. Coronel jefe del regimiento de Dragones Voluntarios de Matanzas. Miembro de la S.E.A.P.128 2. Conde de Casa Bayona (III), José María Chacón y Herrera Habanero y hacendado. Titular del señorío de Santa María del Rosario. Regidor perpetuo de La Habana. Caballero de Santiago. Coronel jefe del regimiento de Voluntarios de Infantería de La Habana. Miembro de la S.E.A.P.129 3. Dr. Martín de Aróstegui y Basave Habanero y hacendado. Coronel jefe del Regimiento de Voluntarios de Caballería de La Habana. Miembro de la S.E.A.P.130 4. Gonzalo de Herrera Beltrán y Santa Cruz Habanero y hacendado. Había sido regidor en 1803. Diputado por Cuba a Cortes en 1813. Primer conde de Fernandina. Miembro de la S.E.A.P.131 5. Nicolás de Peñalver y Cárdenas Habanero y hacendado. Hermano del arzobispo de Guatelama (Luis de Peñalver y Cárdenas) y del marqués de Arcos. Más adelante conde de Peñalver. Miembro de la S.E.A.P.132 6. Marqués de Casa Peñalver, Gabriel de Peñalver y Calvo de La Puerta. Habanero y hacendado. Miembro del Consulado (1795-1797), Prior del mismo en 1803. Alcalde ordinario y regidor. Miembro de la S.E.A.P.133 7. Pedro Regalado Pedroso y Zayas-Bazán Habanero, hacendado, comerciante134. Primo del regidor Carlos Pedroso y Garro. Miembro del Consulado (1795-1797 y 1803).135 Alcalde ordinario en 1817.136 8. Juan B. de Galainena y Basave Habanero. Abogado, hacendado y comerciante. Miembro de la S.E.A.P. y de la Bascongada.137 127 De muchos de ellos (especialmente los hacendados, comerciantes y funcionarios) se dispone de abundantes referencias, documentales y/o bibliográficas, por lo que sólo incluimos algunas que aseguren su identificación. Una lista de hacendados en Tornero Tinajero, Crecimiento económico y transformaciones sociales, pp. 273-277. Los miembros de la S.E.A.P. (Sociedad Económica de los Amigos del País) en Álvarez Cuartero, Izaskun, Memorias de la Ilustración: las Sociedades de Amigos del País en Cuba (1783-1832), Madrid, 2000, pp. 237-295. Los que aparecen como miembros de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808, en: A la bizarría y patriotismo…. 128 Nieto y Cortadellas, Dignidades nobiliarias en Cuba, p. 251. Kuethe, Cuba, p. 168. Amores, Cuba en la época de Ezpeleta, p. 55. Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 439. 129 Nieto y Cortadellas, Dignidades nobiliarias, p. 115. Rosain, Necrópolis de La Habana. Historia de los cementerios de esta ciudad con multitud de noticias interesantes, Imprenta “El Trabajo”, La Habana, 1875, p. 108. Kuethe, Cuba, p. 168. Amores, Cuba en la época de Ezpeleta, p. 53. Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 437. 130 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 103, 189, 432. 131 Piqueras, “La siempre fiel isla de Cuba”, p. 451 y 453. Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 442. Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 30. 132 Ponte, La junta de la Habana, p. 49. Amores, Cuba en la época de Ezpeleta, p. 498. Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 331. 133 Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 176 y 179. Desempeñó esos cargos en otros momentos: Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 449. Fallecido el 19 de Julio de 1812: Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 24. 134 Kuethe, Cuba, p. 162. 135 Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 176, 179. 136 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 290.

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9. José de Armenteros y Guzmán Habanero y hacendado. Regidor depositario general de La Habana.138 10. Luis de Peñalver y Calvo de la Puerta Habanero y hacendado, hermano del marqués de Casa Peñalver. Miembro de la S.E.A.P.139 11. Florentino Armenteros y Zaldívar Habanero y hacendado; hijo de José de Armenteros y Guzmán.140 12. Sebastián José de Peñalver y Barreto Habanero y hacendado. Coronel de milicias. hacendado. Regidor del Ayuntamiento en 1803. Miembro de la S.E.A.P.141 13. Joaquín Garro Habanero. Hacendado. Pariente de los Pedroso y del conde de Fernandina.142 14. Bernabé Martínez de Pinillos y Sáenz Español peninsular (Santander). Comerciante y hacendado. Miembro del Consulado (1795-1797). Miembro de la S.E.A.P. Conde de Villanueva (1825).143 15. Fr. Pablo José de Céspedes Religioso. Viceprovincial. 16. Julián Fernández Roldán Español peninsular Administrador general de rentas marítimas de La Habana. Miembro de la S.E.A.P.144 17. Próspero Amador García de Olalla Español peninsular (La Rioja). Administrador de la renta de temporalidades de Cuba (1797). Contador ordenador del tribunal mayor de cuentas de la isla (1806). Intendente de provincia honorario (1822).145 18. Dámaso Rorife y Arcedo Español peninsular (Vergara, Guipúzcoa). Comandante del Resguardo de Rentas de La Habana.146 19. León Ruiz de Azúa Español peninsular. Comerciante. Contador-administrador de la Real Compañía de Comercio de La Habana (1807-1811). Miembro del ayuntamiento constitucional de La Habana en 1814.147 137 Hijo del comerciante español del mismo nombre que llegó en 1740 a La Habana con Martín de Aróstegui, fundador de la Compañía de La Habana (AGI, Contratación, 5484, N.3, R.11). Primo de Martín Esteban de Aróstegui y Basave. Nació en 1751 y murió en 1833 (Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 324). 138 Amores, Cuba en la época de Ezpeleta, p. 58. AGI, Ultramar, 128, N.23. Adquirió del marqués del Real Socorro el regimiento y depositaría general aneja a cambio de una hacienda de ganado y una casa “alta” en La Habana valorada en 40.000 pesos (AGI, Santo Domingo, 1976). 139 Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 168. 140 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 308. AGI, Ultramar, 128, N.23. 141 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 450, y “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 179. 142 El año 1795 compró a Ubaldo de Coca 67 caballerías de tierra por 21.000 pesos (AGI, Santo Domingo, 1674, n. 532). 143 Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 176. Las referencias sobre éste son muy abundantes. 144 AGI, Ultramar, 151, N. 54, y 175, N. 21. Llegó a La Habana desde Guatemala, donde servía en el Tribunal de Cuentas, de la mano del visitador-intendente José Pablo Valiente, y pasó a la contaduría de ejército en 1788; en 1800 quedó como contador mayor de ejército (AGI, Santo Domingo, 1679, Viguri a Soler, 11.08.1800); se hizo cargo de la administración general de rentas marítimas en 1802. 145 AGI, Arribadas, 518, N. 286; AGI, Estado, 18, N. 72; AGI, Ultramar, 150, N. 37; 151, N. 47; y AHN, Estado, 6317, Expdte. 79, 1822. 146 AGI, Ultramar, 327, N.155. Los tres primeros historiadores de la Isla de Cuba, Dr. Rafael Cowley y D. Rafael Pego editores, La Habana, 1876, T. I, p. 233.

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20. José de Axpe Español peninsular (Madrid). Comerciante. Tesorero y contador de la Real Compañía de La Habana (1806-1811).148 21. José González Ferregut Habanero. Abogado de la Real Audiencia de Puerto Príncipe. Síndico general del Ayuntamiento hasta enero de 1808.149 22. Juan Vicente Adot Español peninsular. Comerciante y hacendado. Fallecido en 1833.150 23. Alonso Romero ¿México? Médico y cirujano. Miembro de la S.E.A.P.151 24. Dr. Dionisio Vicente Matamoros Habanero. Abogado de la Real Audiencia. Asesor de los Cuerpos de Ingenieros y de Artillería de la isla de Cuba. Más adelante Oidor y Catedrático de la Universidad habanera. Miembro de la S.E.A.P.152 25. Pedro María Ramírez Español peninsular. Comerciante y hacendado. Capitán de la primera compañía de la primera División de naturales de Castilla, de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.153 26. Juan Montalvo y O`Farrill Habanero. Teniente coronel supernumerario en el regimiento fijo de La Habana. Hijo de los condes de Casa Montalvo. Miembro de la S.E.A.P.154 27. José Vicente de Orúe y Gorbea Español peninsular (Álava). Funcionario de la intendencia en La Habana y Luisiana hasta su retiro en La Habana en 1792. Miembro de la Sociedad Bascongada.155 28. Fr. Agustín Fernández Religioso dominico y catedrático de la Universidad de La Habana.156

147 Cuentas de la Administración de la Compañía en La Habana, AGI, Ultramar, 926. 148 AGI, Ultramar, 151, N.42. Cuentas de la Administración de la Compañía en La Habana, AGI, Ultramar, 926. 149 Relación de méritos, 1810. AGI, Ultramar, 399. 150 AGI, Ultramar, 150, N.55. Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 43. 151 González-Ripoll Navarro, Mª Dolores, Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815), CSIC, Madrid, 1999, p. 228. Fue recibido de médico en México en 1783, notable por su práctica y por haber sido en La Habana el tronco de una familia de condes (sic). Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 40. 152 AGI, Ultramar, 152, N.12, y 24. N. 12. Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 266. 153 Informe del Consulado de 12.12.1796, AGI, Santo Domingo, 1676. Kuethe, Cuba, p. 162 y 168. 154 Nacido en 1778 y fallecido en 1844, era hijo de los condes de Casa Montalvo y nieto de los condes de Macuriges. Siguió la carrera militar profesional, perteneció a las guardias reales; participó en la guerra de la Convención, regresando a La Habana con grado de teniente coronel del regimiento fijo; llegó a ser mariscal de campo de los reales ejércitos. Prior del Real Consulado y director de la S.E.A.P., caballero de la orden de Montesa. Presidió la empresa “Ferrocarril de Cárdenas”, una de las primeras de su clase en Cuba, y fue dueño del primer buque de vapor de la isla, el Neptuno (AGS, Secretaría de Guerra, 6878, 30). Kuethe, Cuba, p. 168. Cadenas y Vicent, Vicente, Caballeros de Montesa que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XIX, Madrid, Hidalguía, 1995, p. 98. Santa Cruz y Mallen, Francisco Xavier, Historia de las familias cubanas, Vol. 1, La Habana, 1944, p. 227. 155 Nacido en 1740. Legó con José Antonio de Armona en 1765; oficial 2º de la administración general de rentas de La Habana (1765), tesorero general de la misma (1773). Contador general de ejército y hacienda de Luisiana (1784), donde al parecer hizo una gran fortuna de forma dudosa. AGI SD 1527, expediente nº 1269 y AGI, Santo Domingo, 2559, El intendente de Nueva Orleáns a Diego de Gardoqui, 1792, Oficio N. 7. J. Martínez Ruiz, Catálogo general de individuos de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del Pais (1765-1793), San Sebastián, 1985. Fundó una bóveda en el conocido como cementerio de Espada donde fue sepultado en 1810 (Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 38.)

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29. Manuel González Villarroel Español peninsular (Sevilla). Comerciante. Teniente 1º de la Quinta división de naturales de Andalucía de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.157 30. Antonio Fonte Eclesiástico. Cura Rector de sagrario de la Catedral.158 31. Francisco María de la Cuesta y Manzanal Español peninsular (Sevilla). Comerciante y hacendado.159 32. Fr.Tomás Pascual Eclesiástico. Prior del convento de los dominicos.160 33. Félix López Ayllón Contador de la administración de correos.161 34. Francisco de Isla Español peninsular. Administrador general de rentas de La Habana. Miembro de la S.E.A.P.162 35. José Sedano Español peninsular. Contador de la administración general de rentas.163 36. Francisco Hernández Español peninsular (Galicia). Comerciante. Capitán de la Primera compañía de la Sexta División de naturales de Galicia de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.164 37. Pedro de Achaval y Orueta Español peninsular (Vizcaya). Contador de la administración general de rentas.165 38. Antonio de Frías Español (Islas Canarias). Comerciante. Capitán de la tercera compañía Séptima División de naturales de las islas Canarias de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.166 Posible familiar del conde de Pozos Dulces (Francisco de Frías y Jacott). 39. Manuel José de Atalay Español peninsular (San Sebastián, Guipúzcoa). Comerciante. Proveniente del comercio de la ciudad de Veracruz.167

156 Provenía de México, a donde regresó más tarde: Cf. Olivera López, Luis, Catálogo de la Colección Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2006, p. 194. 157 AGI, Ultramar, 327, N.128. 158 Fernández Mellén, “La reforma parroquial de la diócesis habanera”, pp. 79-88. 159 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 438. Moreno Fraginals, Manuel, El Ingenio, vol. II, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 266-267. Su hermano Santiago, el primer conde de La Reunión de Cuba (Nieto, Dignidades nobiliarias, p. 443). 160 Leiva Lajara, La orden dominica en La Habana, p. 209. 161 AGI, Estado 27, n. 51. 162 Llegó a La Habana desde Madrid en 1787, a instancias del visitador-intendente José Pablo Valiente. Administrador general de rentas desde 1793. Archivo Nacional de Cuba, Intendencia General de Hacienda, Leg. 948, n. 12. AGI, Santo Domingo, 1672, José Pablo Valiente a Gardoqui 8.I.1794. AGI, Ultramar, 151, N.54. Murió en 1813 (Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 38). 163 Comenzó su carrera en la Intendencia como Contralor del Ejército de Operación en 1780 y pasó luego a formar parte de la plantilla del Tribunal de Cuentas (1787). En 1808 era contador de la administración general de rentas y en 1816 ascendió a administrador general, puesto en el que permaneció hasta su muerte, a finales de la década de 1820. AGI, Santo Domingo, 1672, el intendente Domingo de Hernani a Aparici, 27.I.1791. AGI, Ultramar, 154, N.33; 131, N.33; 155, N. 21; 134, N.29; 159, N.8. 164 Kuethe, Cuba, p. 162. 165 Entre 1796 y 1800 era oficial primero de la secretaría de la intendencia, con José Pablo Valiente como intendente. Poco después ascendió a contador de la administración general de rentas, cargo en el que permaneció hasta la extinción de este empleo solicitando su regreso a España. AGI, Santo Domingo, 1675; AGS, Secretaría de Guerra, 6866,26; AGI, Ultramar, 150, N.82. Ultramar, 131, N. 2. 166 AGI, Ultramar, 165, N.4. Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 406.

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40. José Carrera En el cementerio de Espada había un sepulcro con la inscripción “José Carrera, cristiano y benéfico”. Falleció el 2 de mayo de 1834”.168 41. Joaquín Madan y Gutiérrez Habanero. Comerciante y negrero. Capitán de la primera compañía Séptima División de naturales de las islas Canarias de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.169 42. Juan Puig y Sabat Español peninsular (Cataluña). Comerciante y hacendado. Teniente 1º de la primera compañía Tercera División de naturales de Cataluña de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. Regidor del ayuntamiento constitucional en 1812.170 43. José Antonio Vidal y Pascual Español peninsular (Villanueva y Geltrú). Comerciante. Capitán del Cuerpo de Voluntarios de Cataluña. Miembro de la S.E.A.P.171 44. Francisco Chacón y O´Farrill Habanero y hacendado. Coronel supernumerario del regimiento de voluntarios de infantería de La Habana.172. 45. Juan Tomás de Jáuregui y Mayora Español peninsular (Navarra). Comerciante y hacendado. Miembro del Consulado (1795-1797). Socio de la Bascongada. Capitán retirado de milicias de Caballería. Padre de Andrés de Jáuregui y Aróstegui.173 46. Gabriel de Herrera Habanero. Miembro de la importante familia Herrera.174 47. Nicolás Taboada Español peninsular. Eclesiástico. Provisor y Vicario general de la Diócesis. Abogado de los Reales Consejos de la Audiencia de Galicia.175 48. Bonifacio González Larrinaga Español peninsular (Bilbao). Comerciante y hacendado. Miembro del consulado, de la S.E.A.P. y de la Bascongada. Capitán de la primera compañía de la Cuarta División de naturales de Navarra y Vizcaya de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.176 167 AGI, México, 2494, N.105. 168 Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 67. 169 Hijo de canario de origen irlandés, fue padre a su vez del primer conde de Madan. AGI, Ultramar, 155, N.26, y 131, N. 69. Zárate y Cologan, Melchor, “Títulos del Reino en Canarias”, Revista Hidalguía, 115, 1972, p. 761. 170 Eugenio Martínez, María Ángeles, “Elecciones municipales americanas en el marco constitucional de 1812”, en Navarro García, Luis (ed.), José de San Martín y su tiempo, Sevilla, El Monte, 1999, p. 392. 171 AGI, Ultramar, 331, N.59. Antón del Olmet, Fernando de, “La intervención de Cataluña en la guerra de independencia fuera del Principado”, Boletín de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, Año VIII, N. 30 (Abril a Junio 1908), p. 341. 172 Hijo único del III conde de Casa Bayona, al que premurió. Kuethe, Cuba, p. 161. AGS, Secretaría de Guerra, 6850, 8. 173 Su nombre completo era Juan Tomás de Jáuregui Echenique y Mayora, nacido en 1723 en Aniz (Navarra) y emigrado a La Habana hacia 1784; casó con María de Aróstegui, hija de Martín de Aróstegui, fundador de la Compañía de La Habana; dedicado al comercio, se convirtió en un gran hacendado. Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 176. 174 Hijo de la marquesa de Villalta y yerno del primer conde de Fernandina. Rosain, Necrópolis de La Habana, pp. 108-109. 175 Relación de méritos, 1808. AGI, Ultramar, 387. AGI, Ultramar, 27, N.6. Nombrado oidor honorario del Audiencia de Puerto Príncipe, aunque murió en 1816 antes de ejercer. 176 Uno de los grandes comerciantes de más larga presencia en La Habana, desde 1770 aproximadamente. Acabó emparentando con alguno de los grandes apellidos habaneros. En 1801 compró un ingenio a

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49. Dr. José María Sanz Abogado.177 50. Pedro de la Cuesta y Manzanal Español peninsular (Sevilla). Comerciante. Miembro del Consulado (1803). Teniente 1º de la primera compañía de la Primera División de naturales de Castilla de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. Hermano de Francisco María (firmante n. 31).178 51. Manuel Zabaleta y Hechavarría Español peninsular (Vizcaya). Comerciante. Teniente primero de la segunda compañía de la Cuarta División de naturales de Navarra y Vizcaya de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. 52. Raimundo José Queraltó Español peninsular (Cataluña). Comerciante. Capitán de la segunda compañía Tercera División de naturales de Cataluña de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. Síndico procurador del Ayuntamiento de La Habana en 1812.179 53. Félix Crucet Español peninsular (Cataluña). Comerciante. Ayudante de la segunda compañía Tercera División de naturales de Cataluña de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. Miembro del ayuntamiento constitucional en 1814.180 54. Juan Alonso Carriazo Español peninsular (Cartagena). Funcionario de la Administración de Correos.181 55. Luis Hidalgo Gato Habanero. Abogado.182 56. Francisco Gómez Pascual Español peninsular. Comerciante.183 57. José de Flores Inzunza Español. Comerciante y hacendado. 58. Dr. Ambrosio María de Zuazo Español peninsular. Abogado. Síndico procurador en 1798 y alcalde ordinario de La Habana en 1800.184 59. José Rubira Domingo de Ugarte por más de 100.000 pesos (AGI, Santo Domingo, 1680, nº 163). Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 179. Entre los firmantes del informe del Consulado oponiéndose a la gracia de las harinas al conde de Mopox (21 de diciembre de 1796, AGI, Santo Domingo, 1676). 177 Formó parte de la Junta de Censura junto a Agustín Caballero, Luis Hidalgo Gato, Rafael González y el presbítero Domingo Mendoza. Marrero, Leví, Cuba: Economía y sociedad, 15. Azúcar, Ilustración y conciencia (1763-1868) (VII), Madrid, Ed. Playor, 1990, p. 350. 178 Goncalvès, “Los doce primeros años del la Junta Económica”, p. 179. Moreno Fraginals, El Ingenio, vol. II, pp. 266-267. 179 AHN, Consejos, 21034, nº1. 180 AGI, Ultramar, 329, N.106. Los tres primeros historiadores, p. 233. 181 AGI, Correos, 265B. 182 Cf. Amores, Cuba en la época de Ezpeleta, Apéndice 1. Las referencias disponibles por su actividad como abogado son múltiples. Se dijo de él que había sido “uno de nuestros letrados de más reputación y uno de los Dres. que más han vivido; falleció el 2 de junio de 1833” (Los tres primeros historiadores, p. 326). Un hermano, fraile dominico, fue muchos años consiliario de la Universidad de La Habana (Cf. “Historia de la Medicina en Cuba (1751-1839)”, Cuaderno de Historia de la Salud Pública, N. 97, La Habana, 2005). Su familia poseía varias haciendas (Archivo Nacional de Cuba, Intendencia General de Hacienda, Leg. 9, n. 677, 1789). 183 AGI, Ultramar, 329, N.64. 184 Pasó a La Habana en 1791 (AGI, Arribadas, 516, N.100). AGI, Ultramar, 122, N.32. Los tres primeros historiadores, p. 246.

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Español peninsular (Cataluña). Comerciante. Alférez de la primera compañía Tercera División de naturales de Cataluña de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.185 60. Ramón Pascual y Estalellas Español peninsular (Villanueva y Geltrú). Comerciante. 186 61. Victorino Sandoval y Acosta Capitán de barco mercante. Comerciante. Excepcional actividad negrera entre 1818-1820.187 62. Ramón de Bustillos Español peninsular. Alférez de la primera compañía de la primera División de naturales de Castilla, de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. En 1822, regidor del Ayuntamiento constitucional.188 63. Juan Nepomuceno Cabrales Español peninsular (Asturias). Teniente 1º de las segunda División de naturales de Asturias de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. 64. Tomás Gimbal Español peninsular (Cataluña). Comerciante.189 65. Pedro Antonio Zamora Español peninsular (Galicia). Capitán Segunda compañía de la Sexta División de naturales de Galicia de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808. 66. Manuel de Beretervide Español peninsular. Comerciante. Ayudante de la segunda compañía de la Cuarta División de naturales de Navarra y Vizcaya de las milicias de Voluntarios Españoles levantadas en 1808.190 67. Antonio Español Comerciante.191 68. José García Caraballo Sin información. 69. José Beato Caballero Español peninsular. Comerciante.192 70-. Tomás de Palma Cubano (Puerto Príncipe). Abogado. Síndico procurador del Ayuntamiento de La Habana en 1812.193 71. Gonzalo Luis Alfonso González Comerciante de considerable fortuna. Negrero.194 72. Manuel José Díaz Hacendado. Firmó en su nombre Juan Bautista Lasala (comerciante).

185 AGI, Indiferente General, 2119, N.47. 186 AGI, Ultramar, 328, N.48. 187 AGI, Cuba,169. Moreno Fraginals, El Ingenio, vol. II, p. 269. 188 Rosain, Necrópolis de La Habana, p. 201. 189 Gobernador de La Habana Someruelos, sobre Tomás Gimbal, 22.03.1804, AGI, Estado, 2, N.62. 190 AGI, Ultramar, R.19, N.8. 191 Entre los firmantes del informe del Consulado de 21 de diciembre de 1796, AGI, Santo Domingo, 1676. 192 AGI, Contratación, 5529, N.2, R.84. 193 AHN, Consejos, 27331, Exp.27. AOHCH, Actas Capitulares originales (1 enero de 1812-diciembre de 1812), libro nº 83, 780r. 194 Goncalvès, Le planteur et le roi, p. 334. Moreno Fraginals, El Ingenio, vol. II, p. 264.