Lectura 4. MUNDIALIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN Y SISTEMA CAPITALISTA

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Lectura 4. MUNDIALIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN Y SISTEMA CAPITALISTA Fernando Soler Departament de Filosofia Universitat de València (*) [email protected] a) Mundialización y globalización. Todos estamos sometidos a la globalización, aunque no nos globalicemos. La primera clarificación que querríamos hacer sería respecto a la utilización de los términos “globalización” y “mundialización”. Entendemos por “globalización” un fenómeno esencialmente económico, como el proceso de integración económica internacional que tiene como rasgos característicos la liberalización de los mercados, pero no solo el financiero como transformación del sistema financiero internacional provocada por la supresión de las fronteras nacionales para los mercados de capitales, sino también, por la descompartimentación de los mercados financieros. Los años 90 han visto un extraordinario incremento de las denominadas inversiones extranjeras directas (IED) y de las inversiones financieras, centrado sobre todo en los fondos de pensiones y en los fondos de inversión norteamericanos. El crecimiento de las inversiones financieras (acciones, obligaciones, productos derivados, opciones, inversiones en cartera, etcétera) ha sido espectacular y las inversiones institucionales (fondos de pensiones, compañías de seguros, sociedades de inversión) prácticamente han doblado su capacidad financiera en estos diez años. Durante los últimos diez años el volumen de títulos intercambiados mediante inversiones directas ha aumentado un 334%. La comparación entre las tasas de crecimiento de la producción y el comercio en los últimos años: la producción se ha incrementado un 2.1%, en el decenio 84-94, mientras que

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Lectura 4.

MUNDIALIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN Y SISTEMA CAPITALISTA Fernando SolerDepartament de FilosofiaUniversitat de València (*)[email protected] a) Mundialización y globalización.

Todos estamos sometidos a la globalización, aunque no nos globalicemos. Laprimera clarificación que querríamos hacer sería respecto a

la utilización de los términos “globalización” y“mundialización”.

Entendemos por “globalización” un fenómeno esencialmenteeconómico, como el proceso de integración económicainternacional que tiene como rasgos característicos laliberalización de los mercados, pero no solo el financierocomo transformación del sistema financiero internacionalprovocada por la supresión de las fronteras nacionales paralos mercados de capitales, sino también, por ladescompartimentación de los mercados financieros. Los años 90han visto un extraordinario incremento de las denominadasinversiones extranjeras directas (IED) y de las inversionesfinancieras, centrado sobre todo en los fondos de pensiones yen los fondos de inversión norteamericanos.

El crecimiento de las inversiones financieras (acciones,obligaciones, productos derivados, opciones, inversiones encartera, etcétera) ha sido espectacular y las inversionesinstitucionales (fondos de pensiones, compañías de seguros,sociedades de inversión) prácticamente han doblado sucapacidad financiera en estos diez años. Durante los últimosdiez años el volumen de títulos intercambiados medianteinversiones directas ha aumentado un 334%.

La comparación entre las tasas de crecimiento de laproducción y el comercio en los últimos años: la producciónse ha incrementado un 2.1%, en el decenio 84-94, mientras que

el comercio lo ha hecho en un 6.3% manteniendo una relaciónde más de dos veces a la de decenios anteriores. [2].

El incremento del comercio se concentra en un puñado degrandes empresas; las ganancias de las quinientas empresasmás grandes del mundo han crecido un 15%, mientras que elcrecimiento de sus ingresos alcanzaba justo el 11%”[3]. Elporcentaje del capital transnacional sobre el PIB mundialpasó del 17% a mediados de los años 60 a más del 30% en el95.

Desde entonces este proceso ha seguido un curso ascendentemarcado por los procesos de fusiones entre estas mismasgrandes empresas, unas fusiones mediante las cuales “estamosescribiendo un nuevo capítulo en la historia mundial delcomercio”[4].

Pero este “nuevo capítulo” tiene otro componente esencial, elcada vez mayor peso que sobre el mismo tienen lastransacciones financieras frente a las estrictamenteproductivas. De hecho, se calcula que el monto total de lasoperaciones efectuadas en las principales plazas financierasalcanzaría 1, 300,000, 000,000 de dólares diarios, frente alos entre 10,000, 000,000 y 20 mil millones de hace 25 años.

El volumen de las operaciones de cambio es 50 veces másimportante que el del comercio mundial de bienes y servicios.Las transacciones especulativas representan el 95% del totalde la actividad de los mercados de cambios buscandobeneficios inmediatos de capital.

Destaquemos por último, y por no abrumar con cifras, que enlos EE. UU. de Norteamérica nada menos que el 40% de losingreso de los ciudadanos provienen de los ingresofinancieros. Podemos, resumir este proceso denominado“globalización financiera” citando a Eynde, como “unaproducción mundial que languidece…; un comercio mundial conun crecimiento que dobla y triplica el de la producción…; unainversión directa de capitales extranjeros con un ritmo de

aumento quizá triple al del comercio…; y una inversiónespeculativa que dobla a la productiva”[5].

La globalización financiera, la financiarización de laeconomía, mantiene una relación directa con los avancestécnicos en el ámbito de la comunicación, ya que éstos hanpermitido una vertiginosa rapidez y una casi total inmediatezen los intercambios financieros.

La revolución tecnológica, en general y las enormesposibilidades que ofrece la Internet, han sido elementosfundamentales en el propio proceso de financiarización de laeconomía. De manera clara y contundente Theodor Levitt,director de la Harvard Bussiness Review dice: “los científicos ylas tecnologías han conseguido lo que hace mucho tiempointentaban, sin éxito, los militares y los hombres de estado:el imperio global… Los mercados de capitales, productos yservicios, gestión y técnicas de fabricación, son ya, todosellos, globales por naturaleza. Es el global marketplace. Estanueva realidad aparece en el mismo momento en que lastécnicas avanzadas transformaron la información y lacomunicación”.

Pero esta financiarización de la economía exige, a su vez,que se adopten medidas en el campo de la política quepermitan la eliminación de cualesquiera trabas que seinterpongan en el episodio de ese “nuevo capítulo” de laeconomía financiera.

El término, casi místico, que se utiliza para describir estaexigencia política es el de “liberalización”. Liberar todo,la producción, el comercio, las finanzas, el trabajo, lascomunicaciones, es una absoluta y total obligación que debeasumir con respeto todo aquél que defienda una concepción“moderna” de la política. El orden político que de aquí surgees un orden unificado, mundial, en el cual, se dice, elEstado-nación sufre importantes mutaciones, hasta el punto desu misma desaparición.

Es decir, sin la generalización de las políticas deliberalización, sin la continua desreglamentación y losmasivos procesos de privatizaciones y sin la imposición depolíticas supranacionales establecidas por organismosindependientes de los propios estados, la globalizaciónfinanciera no habría podido llegar a concretarse en losniveles en que lo ha hecho.

Así pues, la liberalización, disfrazada demasiado a menudo demodernización o racionalización, se convierte en la coartaday en el pretexto de un proceso de uniformización mundial.

Un estilo de vida semejante se impone de una punta a otra delplaneta, difundido inmisericordemente por los media yprescrito machaconamente por la industria de la cultura, porla “cultura de masas”.

Contemplamos atónitos como por todo el mundo nos encontramoscon los mismos productos: las mismas películas, las mismas seriestelevisivas, las mismas informaciones, las mismas canciones, los mismos ídolos, lamisma publicidad, las mismas mercancías, los mismos vestidos, los mismoscoches,... En este sentido podemos remitir a otro término quetambién ha adquirido cierta notoriedad como es el de“Mcdonalización de la sociedad”, término mediante el cual sequiere describir el proceso de extensión a todos los ámbitossociales de las características básicas de las factorías decomida rápida, es decir, eficacia, cálculo, predicción e …irracionalidad de la racionalización[6].

Podríamos incluso considerar como francamente significativala conversión definitiva del fútbol en el deporte mundial porexcelencia, una vez ha arraigado durante los últimos años ycon enorme fuerza en aquellos continentes, África y Asia-Oceanía, donde todavía no lo había hecho[7].

Todo este cúmulo de acontecimientos es lo que englobamos bajoel término genérico de mundialización, un concepto, másamplio que el de globalización el cual quedaría circunscrito,al ámbito económico, sin que ello nos lleve a obviar, lasevidentes y esenciales superposiciones entre ambos conceptos.

Resumiendo lo dicho hasta ahora podríamos decir que, lamundialización no es, estrictamente hablando, comoatinadamente afirma Denis Collin[8], un concepto ni unacategoría de la ciencia social definida por una construcciónanalítica.

De momento todavía es una de esas nociones confusas que dan yvan a dar que pensar. En todo caso, se pueden definir variasdimensiones del término “mundialización”. En primer lugar,hablamos de un fenómeno económico, cuya antigüedad sediscute, en el que habría que distinguir dos aspectosfundamentales: el desarrollo de intercambios y de la divisiónmundial del trabajo, por una lado, y la globalizaciónfinanciera, por otro. En segundo lugar, la puesta en cuestiónde un Estado-nación que se mostraría impotente ante flujosque no puede controlar y, por último, una mundialización dela comunicación que desembocaría en la formación de unacultura mundial global ante la que parece imposibleresistirse a la vista del poder y la capacidad de atracciónde los grandes conglomerados mediáticos.

Bien, hasta aquí hemos tratado de ser meramente descriptivos,tratando de desentrañar causas y consecuencias, que haydetrás de estas palabras, globalización y mundialización,utilizadas de manera automática, convertidas en fórmulamágica, en la clave de todo cuanto nos rodea.

b) La mundialización

Para algunos la mundialización es el medio para alcanzar lafelicidad, para otros es la causa de todas nuestrasdesgracias, pero para casi todos la mundialización es, entodo caso, el destino inevitable de nuestro mundo, un procesoirreversible.

La mundialización es natural, irreversible, beneficiosa parael consumidor y acorde con los ideales de la libertad. Estosargumentos podemos encontrarlos desarrollados todos los díasen los diferentes medios, variando exclusivamente el grado de

enmascaramiento en función de a cuál de las “dos derechas”pertenezca el individuo o el medio en cuestión[9].

A veces, en su empeño evangelizador por convertirnos a todosa la religión del Dios-mercado, se alcanzan nivelespatéticos. En un debate entre periodistas de Le MondeDiplomatique y el Financial Times un redactor de este último veníaa sostener que la mundialización es, nada más y nada menos,que “una obligación moral” y rechazarla implicaría “larepresión de los deseos naturales de los individuos” y “unapuesta en cuestión fundamental de los derechos democráticos”.Unos derechos democráticos que, aunque pueda parecer mentira,quedan ejemplificados en la posibilidad de elegir entre unvasto surtido de cereales para el desayuno[10].

La puesta en cuestión de la representatividad popular o quelos pueblos se vean obligados a padecer un destino que se lesescapa, es algo que no parece importarle al demócrata“mundialista”, porque la democracia consiste en elegir, no yaentre una derecha y una izquierda puesto que esta segunda hacomprendido al fin que la única política “natural” es la dela primera, sino entre cereales Kellog’s, Nestlé o Pascual.Habría que preguntarle a tan eximio personaje no sólo a quéquedará reducida la democracia cuando esas tres firmas sefusionen en una sola, sino, y mucho más importante, quésupone la democracia para esas cuatro quintas partes de lahumanidad que no pueden permitirse ni siquiera desayunar.Pero esto no le importa, y no le importa porque su concepciónneoliberal de la democracia queda reducida a un sofisma tanburdo como peligroso, tan ideológico como torticero[11].

Premisa mayor: “toda intervención del estado es peligrosapara la democracia”; premisa menor: “rechazar lamundialización es pedir mayor intervención del estado”;conclusión: “rechazar la mundialización es peligroso para lademocracia”. Por supuesto, las posibilidades de reemplazar lapremisa menor por otras de carácter parecido son ilimitadas(por ejemplo: “asegurar la educación, o la sanidad, o laspensiones, o el trabajo, o tantas otras cosas, exige laintervención del estado”, por lo cual hacerlo es nefasto para

la democracia). Quizá podría pensarse que hemos escogido unejemplo especialmente exagerado, pero la mayor parte de lasdeclaraciones de los “campeones de la mundialización”, desdela arrogancia que les concede su convicción de pensamientovictorioso y único, son del mismo tipo. En otro artículorecogido en la misma revista leemos cómo otro de estosdemócratas sostiene que los que se oponen a la mundializaciónlo hacen porque tienen miedo a los mercados y a losextranjeros, por tanto no hay que escucharles. Es decir, estaargumentación, oculta y falaz, viene a identificar laoposición a la deificación del mercado con el racismo y laxenofobia. Curiosa inversión de los problemas que ignora queel racismo es precisamente uno de los pilares ideológicos,cierto que  no el único, del capitalismo[12].

Lo que ocurre es que cualquier argumento es bueno paradifundir el evangelio de la mundialización: los mercados soneficientes por sí mismos y, por tanto, los estados soninnecesarios, las cosas funcionan mejor cuando se eliminacualquier tipo de intervención externa, y ricos y pobres,poseedores y desposeídos, explotadores y explotados nomantienen intereses contrapuestos. El cielo que nos prometenes el del desarrollo económico, el de la generación ilimitadade riqueza, y lo alcanzaremos si aceptamos y cumplimos sunuevo evangelio manteniendo la fe en la privatización, en ladesregulación y en la apertura de los mercados de capitales,mientras que los gobiernos deberán limitar sus actividades aequilibrar los presupuestos y luchar contra la inflación: “lamundialización del comercio y de las inversiones ha reducidola independencia de los gobiernos… Los que quieren ponerbarreras para intentar reencontrar la independencia de otrostiempos confunden la causa y el efecto…

Hemos creado este mundo nuevo de los mercados mundiales y dela comunicación instantánea que ha ganado en eficacia y encompetitividad sobrepasando los poderes de losgobiernos”[13]. Es preciso, pues, romper cualquier posibleresistencia. “El mundo de los negocios puede sacar a laeconomía de la crisis. La ‘globofobia’ debe ser combatida.

Es preciso mejorar la comprensión de la mundialización y suverdadero impacto sobre el trabajo y las riquezas”[14]. Yeste combate es una pugna por completo desigual, puesto queuno de los bandos posee todos los medios y los utiliza sinmiramientos. Últimamente, además ha recibido el importanteapoyo de los “socialconformistas”[15], los cuales, con lafuria del converso, del Saulo camino de Damasco que tiene quepurgar sus pecadillos de juventud, se han lanzado a una tanpueril como patética carrera de “yo más” frente a la derechapopulista que antes mencionábamos. Todo aquél que no aceptauna carrera en estos términos es inmediatamente denunciadocomo un iluminado, visionario y trasnochado que no hacomprendido que la historia ha finalizado puesto que hemosasistido en este último decenio del siglo al definitivotriunfo de la democracia liberal. La preponderancia absolutadel mercado, la hegemonía del juego oferta-demanda en laeconomía mundial proceden, como es sabido, de un proyecto dedesregulación.

En este sentido, toda intervención o toda regla destinada aatemperar la brutalidad del mercado es considerada obsoleta.La nueva utopía en marcha, pero en realidad tan vieja como elpropio capitalismo, es la de un mercado químicamente puro,desembarazado de todo elemento extra-económico. Todas lasantiguas formas de regulación son o eliminadas oreinterpretadas en provecho único y exclusivo del mercado.

Pero, precisamente por esto último, ese combate que hemosmencionado es también tremendamente despiadado, ya que elotro bando está poniendo en juego incluso su propiasubsistencia física. Porque, en definitiva, ¿de qué estamoshablando?. Desde luego, no de abstracciones. Estamos hablandode procesos y actuaciones que tienen consecuencias muyconcretas y específicas.

Estamos hablando de Política, entendida de una manera tansimple como clarificadora: “la verdad es que la gentenecesita comer todos los días; las políticas que garantizanque puedan hacerlo regularmente con dietas adecuadas, ygarantizan la vivienda, la salud u otras condiciones

materiales de vida durante largos períodos de tiempo, sonbuenas políticas.

Las políticas que favorecen la inestabilidad directa oindirectamente, que impiden comer a los más pobres en nombrede la eficacia y el liberalismo o incluso en nombre de lalibertad, no son buenas políticas. Y es posible distinguirlas políticas que cumplen esas normas mínimas de las que nolo hacen.

La ofensiva de la competitividad, la desregulación, laprivatización y la apertura de los mercados de capitales hasocavado las perspectivas económicas de muchos millones depersona, entre ellas de las más pobres del mundo. Por tanto,no se trata de una cruzada ingenua y equivocada. En la medidaen que socava la estabilidad de la provisión diaria de pan,es peligrosa para la seguridad y estabilidad del mundo. Elmayor peligro en este momento está en Rusia, un catastróficoejemplo del fracaso de la doctrina del libre mercado vs elsistema socialista que mantenían antes de los ochentas. Peroserios peligros han surgido en Asia y América latina y no vana desaparecer pronto”[16].

c) Los datos de la mundialización.

Muchas veces hemos oído o leído cifras y datos absolutamenteescalofriantes a propósito de las desigualdades entre lasdistintas sociedades. Sin pretender ser exhaustivos, tratandode entender lo que significan, reflexionando sobre ellas, sininsensibilizarnos.

Si hablamos de alimentación habrá que recordar que, según laFAO, la ración alimentaria mínima por persona sería de 2.345calorías diarias. Pues bien, en 1998 cuarenta y cinco paísesse encuentran oficialmente por debajo de esta norma diaria.Es decir, mil millones de personas sufren hambre, y un terciode ellas de manera severa.

En EE. UU. de Norteamérica la media de calorías diarias es de3.500, en el África subsahariana de 1.700. Quizá por eso de

los dos mil millones de personas que sufren de anemia en elmundo, sólo un 0.4% viven en países industrializados. Peroesta situación ha ido empeorando con el paso de los años, yesto es lo que más nos interesa destacar aquí.

Continuamente nos están repitiendo los ideólogos de laglobalización y la mundialización, que la demostración másevidente del triunfo del neoliberalismo es el ingentecrecimiento que ha conocido en los últimos años la generaciónde riqueza. No dudamos de que efectivamente esto sea cierto,pero precisamente el serlo convierte en todavía másrepugnante el hecho de que no sólo no haya disminuido elnúmero de personas que en el mundo sufren una infra-alimentación severa, sino que, por el contrario, se hayaincrementado desde los 103 millones de 1970 a los 215 de 1990para alcanzar los casi 300 millones en 1998[17].

Empieza, pues, a asaltarnos la duda de si no estaremosasistiendo, perplejos pero un tanto aliviados por la parteque nos toca, más que a la creación espectacular de riqueza aun escandaloso proceso de confiscación de riquezas.

Pues bien, al seguir considerando otros factores la dudaadquiere visos de certeza. Si hacemos referencia a ladesigualdad de renta, el primer dato que salta a la vista esque el 20% de la población mundial acumula un 86% del ingresototal mundial mientras que el 40% de ésta no se beneficia másque de un 3.3% del Producto Mundial Bruto.

Más: el 20% de la población mundial, es decir, unos 1.200millones de personas, se situaban en 1998 por debajo delnivel de pobreza, un nivel de pobreza fijado,arbitrariamente, en unos ingresos de 12,500 pesos al año,pero las 225 personas más ricas del mundo tienen unas rentasequivalentes a las de los 47 países más pobres del mundo. Sóloel 4% de la fortuna de estas 225 personas bastaría para financiar las necesidadesesenciales de los países en vías de desarrollo: alimentación, agua potable,infraestructuras sanitarias y educativas, etc., unas necesidades estimadas en unos800 mil millones de dólares. Si nos quedamos sólo con las 3 personasmás ricas del mundo, éstas poseen activos que valen más que el Producto

Interior Bruto de los 48 países más pobres del mundo, poblados por unos 600millones de personas. Pero, y hay que insistir en ello, estasituación se va agravando conforme avanzan los procesos deliberalización del mercado.

Desde 1980, 60 países han sufrido un constante proceso deempobrecimiento. Así, mientras que en 1960 el 20% de lapoblación mundial correspondiente a los países más ricosgozaba de una renta 30 veces superior al 20% de la poblaciónde los países más pobres, en 1995 esta renta se habíaconvertido en 84 veces superior, esto es, en poco más de treintaaños casi se ha triplicado la diferencia entre el quinto de la población más rico y elquinto de la población más pobre. Si lo que comparamos es elincremento del ingreso anual media por habitante entre 1965 y1980, éste ha sido de 900 dólares por habitante en los paísesdel norte por sólo 3 dólares en los países del sur,exceptuados los miembros de la O.P.E.P. Incluso, no pocospaíses han visto descender sus índices hasta niveles depesadilla.

En Brasil, país en el que en 1990 el 48% de sus 160 millonesde habitantes vivía en la pobreza, a pesar de ser el séptimoentre los países más industrializado del mundo, el índice demalnutrición infantil se ha incrementado en los últimos añosdesde el 12.7 al 30.3%.

En México, con también casi un 50% de la población por debajode los niveles de pobreza, el poder adquisitivo del salariomínimo ha disminuido un 66% entre 1982 y 1991. Se calculaque, en este país, a mediados de los noventa se necesitaban4.8 salarios mínimos para que una familia de cuatro miembroscubriera sus necesidades esenciales, pero un 80% de loscabezas de familia ganaba el equivalente a 2.5 salariosmínimos o menos.

Por si alguien puede pensar que se trata de datos sesgados, oque estamos hablando de determinados países que pueden habersufrido crisis económicas coyunturales, es en últimainstancia el propio Banco Mundial quien viene a ratificar laidea de que la profundización en los procesos de

liberalización está provocando un agravamiento de lasdesigualdades en el planeta: sólo en el último año la cifrade pobres, de aquellos que malviven con menos de un dólardiario, ha sufrido un incremento estimado en unos 400millones de personas, pasando de los 1.2 millones del 98 a1.6 en el presente año. Alcanzando prácticamente el 30% de lapoblación mundial.

Paradójicamente, la ayuda internacional al desarrollo, apesar de los repetidos anuncios de incrementos espectacularesde la riqueza en los países desarrollados, se ha reducido enel último año a una cuarta parte de la transferida en losanteriores doce meses.

Veamos ahora algunos datos sobre las desigualdades de lascomunicaciones.

En 1998, las 200 mayores empresas multinacionales controlabanel 80% de toda la producción agrícola e industrial mundial,así como el 70% de los servicios e intercambios comerciales.Las diez principales empresas de telecomunicaciones controlanel 86% del mercado. Entre diez compañías dominan el 85% delmercado mundial de plaguicidas y otras diez son, las dueñasdel 70% del negocio de productos de uso veterinario.

Por lo que respecta a nuevas tecnologías, la situación no esprecisamente halagüeña, pues el 20% más rico de la poblaciónacapara, el 93.3% de los accesos a Internet.

Por lo que respecta a la biotecnología. Según el propioinforme de la ONU, la biotecnología se ha beneficiadoenormemente del proceso de mundialización. La reducciónpresupuestaria de los diferentes Estados, ha dejado lainvestigación en manos de las empresas privadas, lo queimplica importantes consecuencias. El 96% de las patentes delmundo están en manos de los países industrializados lo quesupone un obvio encarecimiento del acceso a los productospara aquellos que no poseen dichas patentes y, además, unenorme peligro para aquellos que no tiene posibilidad deacceso a ellas: lo que empieza a estar en juego es el

establecimiento de patentes sobre los propios seres vivos, yaen juego es la posibilidad de patentar la propiedad sobre losseres vivos.

En un documento presentado por Kenya al Consejo General de laOMC en nombre del Grupo Africano (WT/GC/W/302, con fecha 6 deAgosto de 1999), para su incorporación al proceso depreparación de la Conferencia Ministerial de la OMC enSeattle en relación con la revisión del Acuerdo TRIPs,Artículo 27.3(b), que se refiere a las patentes sobre seresvivos y obtenciones vegetales, documento que ha recibido elapoyo de una declaración conjunta de ONGs, podemos leer: "Elproceso de revisión (de este Artículo) debería clarificar quelas plantas y animales así como los microorganismos y todoslos organismos vivos y sus partes no pueden ser objeto depatente, y que los proceso naturales que producen plantas,animales y otros organismos vivos no deberían tampoco serpatentables". El documento también señala que el Artículo27.3b de TRIPs, al establecer que es obligatorio concederpatentes sobre los micro-organismos (que son seres vivosnaturales) y sobre los procesos microbiológicos (que sonprocesos naturales), contraviene los preceptos básicos de lalegislación de patentes: que las sustancias y procesos que sedan en la naturaleza son un descubrimiento y no unainvención, y por tanto no son patentables. Y añade: "Es más,al permitir a los Miembros la opción de excluir o no excluirdel ámbito de las patentes las plantas y los animales, elArtículo 27.3b permite que las formas de vida seanpatentadas”. No creemos que a nadie se le escape la enormeimportancia de estas cuestiones. El documento del GrupoAfricano también determina con claridad la orientación quedebería darse a la revisión de la parte del Artículo 27.3bque establece que los Miembros han de otorgar protección alas obtenciones vegetales mediante patentes o mediante unsistema sui generis eficaz. El documento afirma que larevisión debería aclarar que los países en desarrollo puedenoptar por establecer una legislación sui generis que protejalas innovaciones de las comunidades indígenas y campesinaslocales (de acuerdo con el Convenio sobre Diversidad

Biológica y con el Compromiso Internacional sobre RecursosFitogenéticos de la FAO); que permita el mantenimiento de lasprácticas agrícolas tradicionales, incluyendo el derecho aguardar y a intercambiar semillas y a vender las cosechas; yque impida la concesión de derechos y prácticas anti-competitivas que amenazan la soberanía alimentaria de lospueblos en los países en desarrollo. Añade que el proceso derevisión debería armonizar el Artículo 27.3b con los requerimientos del CDB y delCompromiso Internacional sobre Recursos Fito genéticos de la FAO, en los que laconservación y el uso sostenible de la diversidad biológica, la protección de losderechos y del saber de las comunidades indígenas y locales, y el desarrollo de losderechos de los agricultores son tenidos en cuenta debidamente.

De hecho, estos puntos responden a lo que la sociedad civil yorganizaciones agrarias de todo el mundo, vienen reclamandoque no se permita la concesión de patentes, sobre obtencionesvegetales y que un sistema adecuado de protección de losconocimientos sobre la utilización de los recursos biológicosdebería proteger el saber de las comunidades locales ydebería impedir la apropiación de estos conocimientos por lacompañías privadas.

Esto es lo que se conoce como biopiratería, y ha empezado aprevalecer a medida que se conceden derechos de patente sobreplantas y sobre otros recursos biológicos así como sobre sususos y sus funciones, conocidos en el saber tradicional, a unnúmero cada vez mayor de compañías multinacionales[18]

El caso de la investigación y la industria farmacéuticas noes ni menos doloroso, ni menos flagrante.

El mencionado informe de la ONU señala que sólo el 0.2% delpresupuesto de estas últimas se destina a la investigación deenfermedades como la neumonía, la tuberculosis o distintasenfermedades diarreicas a pesar de que afectan al 18% de lapoblación mundial[19]. Sin entrar a valorar el gasto eninvestigación orientada a la industria cosmética, no seríajusto dejar de mencionar la monstruosa disparidad que existeentre el gasto en investigación de dos enfermedades como sonel paludismo y el SIDA en favor de esta última. Por supuesto,

no se trata de criticar la investigación sobre el SIDA[20].Se trata, sobre todo desde una perspectiva comparativa, dehacer notar la casi nula investigación referida al paludismo,aunque esta enfermedad provoque la escalofriante cifra detres millones de muertos al año, es decir, cada diez segundosmuere una persona en el mundo a causa del paludismo. No seráéste el momento de entrar más a fondo en la cuestión[21],pero resulta de todo punto obvio que no es rentable invertiren el desarrollo de medicamentos para curar enfermedades queno sólo se localizan casi en exclusiva en paísessubdesarrollados (para pobres que no pueden pagar el tratamiento),por lo que en el primer mundo permanecemos a salvo de lasmismas, sino que además, por tratarse de países pobres, nogarantizan la obtención de pingües beneficios por parte de laindustria farmacéutica.

Y de nuevo hay que insistir en que todos estos procesossiguen agravándose conforme se profundiza en laliberalización de mercados.

En 1970 los países del tercer mundo representaban el 40% delcomercio internacional. En 1990 esta cifra había caído al25%. El peso del tercer mundo respecto de la tríada Américadel Norte–U.E.–Japón no ha parado de disminuir en un comerciomundial que se realiza en un 75% entre los propios paísesricos. A este ritmo, el tercer mundo podría no representar enel año 2020 más que un ridículo 5% del comerciointernacional.

Ahora bien, de lo dicho podría desprenderse que lamundialización y la globalización financiera estaríanprovocando “sólo” un incremento en la desigualdad entrepaíses ricos y pobres. Pero el propio Secretario general dela ONU reconocía no hace mucho que el número de pobres se haduplicado desde 1974 porque “la pobreza no deja de aumentartanto en los países ricos como en los pobres”. Asistimos a loque algunos sociólogos anglosajones han definido como la“tercermundización” de las sociedades desarrolladas. Ennuestros ricos países se suman a las desigualdades fácilmentecuantificables unas cada vez mayores desigualdades

cualitativas. Las clases dirigentes no son ya las mismas, hanacido una hiperburguesía internacional que vive rodeada deun lujo cada vez mayor y suplanta a la elite vinculada alEstado y a las industrias de base nacional. Los detentadoresdel poder son ahora los agentes de los propietarios de lasacciones. Una burguesía inversora reemplaza a la antigua burguesíaproductiva y controla cada vez más los medios, forzando las tomas de decisión einstaurando un control social casi omnímodo. En consecuencia, laselites económicas y políticas tradicionales se tornanextremadamente sensibles a la corrupción: la “…corrupciónpolítica es, en sociedades donde lo electoral sólo puede serregido desde empresas mediáticas y publicitarias voluminosasy enormes, un puro pleonasmo, una sosa redundancia…La caraoculta del gran espectáculo democrático de las tres últimasdécadas del siglo XX es la estricta ilegalidad financierasobre cuyos cimientos se alzan todos sus agentes. Si, ademásde ello, algunos de los administradores (en los países delsur, sobre todo) se embolsan personales comisiones, eso nohace más que añadir un apéndice menor al pleonasmo. Lacorrupción no es Roldán, ni los saqueadores de Hacienda conel carné del PP o del PSOE. La corrupción es el coste real delas gigantescas campañas publicitarias a las cuales haquedado reducido el juego representativo. Corrupción espolítica. A quien no le guste eso, que no juegue”[22].

Asistimos al surgimiento de un nuevo sistema de valores, deotra cultura basada en la “modernidad”, es decir, en lacompetencia exacerbada, el individualismo y la negación delos vínculos sociales.

Esta híper burguesía desvaloriza la cultura cívica puesto quelos dirigentes de las multinacionales desprecian lasconsecuencias sociales y políticas de las actuaciones de susempresas. Para ellos el valor supremo se localizaexclusivamente en la cuenta de resultados finales, en sucapacidad de acumulación de capital, es decir, en sucapacidad para arruinar a los demás. Ya hemos visto, porejemplo, cómo el proceso de liberalización ha centradoúltimamente sus movimientos tácticos en las fusiones. Puesbien, hace sólo un par de meses podíamos leer en la prensa

cómo esos procesos de fusiones habrían provocado un récord desupresiones de empleo en los EE. UU. de Norteamérica,destacando las operaciones de unión en el sector bancario yfinanciero como los que más empleo han recortado. Casi lamisma semana encontramos en otro diario dos noticias unajunto a la otra. En la primera se comenta que el beneficioneto consolidado de la banca que opera en España durante elprimer trimestre del 1999 ha sido de casi 140 mil millones depesetas, es decir, un 20.7% más que en el mismo trimestre delaño anterior. En la segunda se nos dice que la banca Barclaysha despedido a 6.000 empleados, el 10% de su plantilla en elReino Unido, y, significativamente, el presidente y directordel banco señala como causa “el impacto de lamundialización”.

Así pues, a pesar del indudable progreso económico, a pesarde las buenas cifras que nos ofrecen los parámetros macro-económicos, y que los autodenominados políticos y los mediaque los sustentan repiten incansables, como si por ellofuéramos a ser todos más felices, la brecha social sigueincrementándose también en el seno de los países del primermundo.

Nada indica, además, que vaya a producirse una variación enla tendencia. Desde los poderes económicos y financieros seinsta a una mayor profundización en los procesos deliberalización de mercados, de flexibilización de lalegislación laboral y de destrucción, en última instancia,del Estado del bienestar. Las consecuencias de esto sonobvias. Veamos nuevos datos. Si analizamos, como hicimosrespecto de los países ricos y pobres, la distribución delingreso familiar y establecemos la proporción entre el 10% dela población más rica y el 10% de la población más pobre enlos países del primer mundo, y a pesar de las dificultadespara cuantificar tales extremos[23], veremos claramente cómoqueda plasmada la desigualdad social en unas cifras queoscilan entre el 2.72 y el 2.85 de Suecia y Holanda al 5.94de los EE. UU. de Norteamérica. Si aumentamos el porcentajede población del 10 al 20%, la proporción oscilaría entre el

4.3 de Japón y el 4.4 de España al 9.6 de Gran Bretaña yAustralia y el 9 de los EE. UU. de Norteamérica[24].

Si hablamos de porcentajes de pobreza en diversos paísesindustrializados, encontramos de nuevo a los EE. UU. deNorteamérica como el que posee una cifra más alta de pobreza,un 13.3% sobre el total de la población, siendo, además, elque posee también un mayor porcentaje de familias que hanestado en la pobreza por más de tres años, nada menos que un14.4% (frente, por ejemplo, al 0.4 de Holanda), con elagravante de que si diferenciamos en dichas familias entrecaucasianas y afroamericanas, el porcentaje entre lasprimeras que han permanecido más de tres años en la pobrezadesciende al 9.5% pero asciende a un escalofriante 41.5% delas familias afroamericanas[25].

Por tanto, y sin necesidad de seguir recurriendo a cifras,dos conclusiones pueden extraerse sin mayores dificultades.La primera es que las bolsas de pobreza existentes en lassociedades desarrolladas, lejos de disminuir, siguenaumentando. La segunda es que este hecho se relaciona, sinduda alguna, con esa exacerbación del neoliberalismo quedenominamos mundialización.

No por casualidad los índices de desigualdad se disparan enaquellos países, EE. UU. de Norteamérica y Gran Bretaña, quese convirtieron ya a principios de los 80 en abanderados dela consigna “todo el poder al mercado”.

Dos datos más extraídos de la prensa reciente. Primero: segúnestudios de organismos oficiales norteamericanos, una de cadadiez familias de ese país, pasa hambre. Segundo: según unestudio realizado por la London School of Economics, cuatromillones de niños del Reino Unido, es decir, un tercio de losmenores de 18 año residentes en uno de los siete países másricos del mundos,  viven por debajo del umbral de pobreza, ylo que es más importante, esa cifra se ha triplicado en losúltimos 20 años. Al hilo de esto nos gustaría comentar esetan extendido mito que, como suele ocurrir, de tan repetidose llega a asumir como una verdad incontrovertible. Se

sostiene que esos dos países, EE. UU. de Norteamérica y GranBretaña, son, precisamente por su aplicación estricta de losdogmas neoliberales, auténticos modelos en materia decreación de empleo. No será cuestión de comentar aquí endetalle semejante afirmación. Nos contentaremosexclusivamente con presentar algunos datos que seránsuficientes para constatar la tremenda falsedad que se ocultabajo la misma. No haremos, pues, consideracionescualitativas, que habría muchas que hacer (flexibilidadextrema, indefensión, inseguridad, temporalidad, etcétera)sino meramente cuantitativas.

En Gran Bretaña, por ejemplo, la ley que establece la maneracomo se realiza el cálculo de la tasas de paro ha sidomodificada en los últimos tiempos nada menos que 32 veces.Huelga decir que ninguna de esas modificaciones ha tenidocomo objetivo introducir criterios que pudieran suponer unincremento del número de personas susceptibles de serincluidas en las listas de parados, sino la búsqueda desubterfugios para, alegando como siempre la necesidad deracionalización de los criterios, reducir las cifras deparados y así, olvidando que no hablamos de cifras sino depersonas, cuadrar las magnitudes macroeconómicas y alegar quetodo marcha viento en popa[26]. Sin estas modificaciones, ogroseras manipulaciones, la tasa de desempleo en Gran Bretañasobrepasaría el 14%, casi el doble de la tasa oficial y sólosuperada en la Unión Europea por España.

Por lo que respecta a los EE. UU. de Norteamérica, es ciertoque mantienen, como en el caso anterior, una baja tasaoficial de paro, inferior al 5%. Pero no es menos cierto que,sin entrar tampoco aquí en consideraciones cualitativas,existen otros datos que obligan a matizar esa baja tasa deparo. Quizá el más significativo de ellos sea que en dichopaís unos dos millones de personas, y entre ellos el 2% de lapoblación masculina en edad de trabajar, está en la cárcel.Alguien dijo, sin duda con exagerada ironía, que en ese paísel problema del paro se soluciona metiendo en prisión a loscandidatos a parados. Exageraciones a parte, si queremospercatarnos de la magnitud del problema y del poder que está

adquiriendo el “complejo industrial carcelario”[27], sólotenemos que compararlo con datos referidos a España. Hacealgunas fechas el Consejo General del Poder Judicialcalificaba de insostenible la situación de las cárcelesespañolas por el importante aumento en el número de reclusos,aumento derivado de la reforma del Código Penal aprobada porel último gobierno de los autodenominados socialistas. Lapoblación reclusa en España sería a mediados del presente año1999 de unas 44.000 personas, es decir, poco más del 0’1% dela población total del país. Pues bien, si extrapolamos losdatos tomando en consideración sólo la población activamasculina en España, poco menos de diez millones, nosencontraríamos con que el equivalente en nuestro país a losporcentajes de presos en EE. UU. de Norteamérica nos situaríaen 200.000 reclusos, cinco veces más de los realmenteexistentes. Evidentemente, se trata sólo de un dato, pero sia éste, como decíamos más arriba, añadimos algunos otros más,nos encontramos con una tasa de desempleo en EE. UU. superioral 15%[28].

Pero será ya el momento de concretar un poco más el temafundamental que nos ocupa. Hasta aquí hemos tratado deexplicar las consecuencias de la mundialización, pero susconsecuencias reales, sin dejarnos confundir por los cantosde sirena de los que sólo ven una cara de la moneda, la delincremento en la generación de la riqueza, pero que no semolestan en girar la moneda, en preguntarse quién genera ycómo se reparte esa riqueza. Ahora tendremos que preguntarnosqué es la mundialización, cuál es su fundamento, su génesis ysus premisas.

d) Liberalismo y mercado: Karl Polanyi.

El desarrollo de los intercambios internacionales sería laprolongación natural del crecimiento de las economíasnacionales.

La historia económica sería, pues, la historia de unmovimiento progresivo de integración de los mercados, desde

una base local hasta el mercado planetario actual, pasandopor los mercados regionales, nacionales e internacionales.

La expansión del comercio internacional traduciría laextensión del principio de división del trabajo a escalamundial. Por tanto, todo el proceso seguiría siendoperfectamente natural.

En tal sentido, esta concepción de un movimiento económicoque se desarrollaría del interior hacia el exterior seapoyaría fácilmente, en primera instancia, sobre las teoríasde Adam Smith. Para éste, el fundamento psicológico delanálisis económico reside en la propensión natural del hombre“a trocar, cambiar y ceder una cosa por otra”[29].

Esta inclinación natural del hombre exige, en tanto que tal,no ser impedida por alguna prohibición arbitraria por partede las autoridades políticas o morales, siendo dichanaturaleza humana lo que hace posible la división del trabajoy, por tanto, la eficacia de la producción, base de lariqueza de las naciones (se dice “de las naciones”, no de laspersonas, lo cual no es sino una sutil manera de enmascararque se trata de la riqueza de una minoría generada sobre lamiseria de la mayoría).

En suma, la internacionalización de las economías queconcretamos bajo el término “globalización”, no sería más quela continuación natural de un proceso orgánico de crecimientoiniciado a nivel local y del cual la división del trabajosería su elemento esencial. Según esta concepcióntradicional, naturalista podríamos decir, la secuencia deencadenamientos que habría conducido a la formación de unaeconomía internacional podría resumirse esquemáticamente así:en un principio las unidades económicas de base (familias,clanes, pueblos) viven replegadas sobre sí mismas y consumenlo esencial de su producción.

La organización autónoma de la producción posibilita, sinembargo, un espacio para el intercambio en el caso deaparición de excedentes. Así se forman los mercados, lugar de

circulación de excedentes y a partir de aquí aparecerá prontola moneda, substituyendo progresivamente al trueque ymultiplicando las posibilidades de intercambio. La existenciade los mercados y la difusión de la moneda hacen estallarprogresivamente el marco autárquico de la produccióndoméstica y favorecen la especialización de las actividades,volcándose ahora la producción hacia el mercado y siendoestimulada por el natural afán de beneficio y el no menoregoísmo natural de los hombres. Recuérdese la famosa afirmación deAdam Smith: “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero loque nos proporciona nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propiobeneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y jamás leshablamos de nuestras necesidades sino de su conveniencia”[30]. A partirde ahí, la división del trabajo no deja de profundizarse yextiende su red más allá de las fronteras hasta formar unsolo mercado planetario.

Ahora bien, esta representación de la génesis de la economíade mercado y de su ineluctable globalización puede resultarmuy seductora, aunque sólo sea por su simplicidad aparente.Sin duda es también una explicación muy normalizada. Perodesgraciadamente para los ideólogos del neoliberalismo, noconcuerda con lo que se concluye de la investigaciónhistórica y antropológica.

Una presentación clara y contundente de ello podemosencontrarla en los trabajos de Karl Polanyi, el cual, ya en1944, mostraba cómo hasta la revolución industrial lainstitución del mercado, aunque en sí misma antigua, nojugaba más que un papel secundario en la vida económica delas diferentes civilizaciones.

Lo propio de las sociedades precapitalistas desde el punto devista de la organización económica es que la economía noexiste en tanto que esfera autónoma sino que se encuentrasistemáticamente incrustada en las relaciones sociales.

Entenderemos mejor este argumento si nos remitimos a ladiferenciación que establece Polanyi entre economíasustantiva y economía formal[31].

Aspecto fundamental en el trabajo de Polanyi fue el análisisdel lugar de la economía en la sociedad, es decir, de larelación entre la ordenación de la producción y laadquisición de bienes, por un lado, y el parentesco, lareligión y otras formas de organización y cultura, por otro.Como el estudio de estas relaciones trasciende la teoríaeconómica moderna, Polanyi sugirió que se las designara como“economía sustantiva” para distinguirla de la “economíaformal”. Así, la palabra “económico” se utiliza en dossentidos muy diferentes, que habrá que tener en cuenta paraevitar caer en el tan común error de pensar que todas laseconomías, especialmente las primitivas, son simplesvariaciones de la economía de mercado moderna. Cuandohablamos de economía sustantiva, utilizamos “económico” comosinónimo de “material”. En este sentido, hablar de losaspectos económicos de determinada sociedad es hacerreferencia al ordenamiento de la adquisición, producción ouso de bienes materiales o servicios para fines individualeso comunitarios. Por tanto, de seguir este criterio, todas lassociedades serían “económicas” en tanto en cuanto estándotadas de un ordenamiento que rige el aprovisionamiento delos medios materiales de existencia. En sentido formal, por“económico” se entendería “economizar” o “ser económico”, esdecir, elegir entre diferentes alternativas que tendrían comoobjetivo optimizar la producción, el beneficio o la gananciaen el intercambio, o minimizar los costes de producción.

El problema es que en la economía capitalista, integrada enel mercado, y en la teoría económica que la legitima, sefunden los dos significados de la palabra “económico”. En elcapitalismo las instituciones del mercado sirven tanto paraproporcionar los medios materiales de existencia como parallevar a cabo las actividades “economizantes” de los queparticipan en ellas: para ganarse la vida, en sentidoestricto, hay que someterse a las reglas del mercado. Laeconomía de mercado es un sistema económico regido, regulado y orientadoúnicamente por los mercados. Y en el que la tarea de asegurar el orden en laproducción y la distribución de bienes es confiada a ese mecanismo regulador, almercado. En consecuencia, lo que se espera es que los seres

humanos se guíen preferentemente por su egoísmo y su ambicióncon la pretensión de ganar el máximo dinero posible. Así, laverdadera crítica que se puede formular a la sociedadcapitalista de mercado no es que se funde en lo económico,puesto que en el sentido que se acaba de indicar todasociedad, cualquier sociedad lo hace, sino que su economíarepose en lo fundamental sobre el interés personal[32].

Pero la economía de mercado es, como decíamos, un caso muyparticular desde una perspectiva histórica y antropológica.Semejante organización de “la vida económica es completamenteno natural, en el sentido estrictamente empírico de que esexcepcional. Los pensadores del XIX suponían que… en suactividad económica el hombre debía tender a adaptarse a loque ellos describían como una racionalidad económica, y quelos comportamientos contrarios a esta racionalidad proveníande una intervención exterior. De aquí se deducía que losmercados eran instituciones naturales, susceptibles de surgirespontáneamente con tal de que se dejase libertad de acción alos hombres”[33]. Las sociedades preindustriales suelen tenereconomías en las que el modo estructurado de proporcionar losmedios de existencia no consiste en instituciones“economizantes”. Y ello porque, contrariamente a lasafirmaciones de Smith, en lugar de una predisposición naturalal intercambio, en la mayor parte de las civilizaciones nosencontramos con una marcada aversión frente a los actosabiertamente fundados sobre el interés.

Si bien no ignoran el mercado, los primeros imperios de la antigüedad y lassociedades primitivas que los precedieron estaban organizados generalmentesegún principios diferentes, fundados sobre la reciprocidad, la redistribución y laautarquía[34]. De esta manera, la organización del trabajo colectivo testimoniadurante largo tiempo la existencia de una división del trabajo totalmentedesconectada del surgimiento de una economía de mercado. La formación deexcedentes que permite esta división del trabajo no desemboca en el desarrollo deuna esfera mercantil sino en la realización de grandes trabajos deinfraestructuras y grandes obras arquitectónicas, sobre todo religiosas. En cuantoal desarrollo del comercio, no se puede inferir desde una evolución de losintercambios vecinales y de los mercados locales que se habrían idointerconectando progresivamente ya que no se ha observado históricamente

ninguna tendencia de este tipo ni en Europa ni en ningún otro lugar. Por tanto, ysiguiendo los trabajos antropológicos de Malinowski y los estudios sobre laeconomía de la Europa medieval de Henri Pirenne y Max Weber, Polanyi llega a laconclusión de que la institución de una verdadera economía de mercado no fuealgo que sucediera de manera natural sino que, muy al contrario, resulta ser obradirecta del Estado.

Son las monarquías centralizadas de Europa occidental, sobre todo Inglaterra yFrancia, las que, a partir del XVII realizaron la unión entre los múltiples mercadoslocales y el comercio exterior creando progresivamente un mercado interiorunificado e integrado.

Hasta entonces, una estricta separación existía entre los dos tipos de comercio. Enlas ciudades los comerciantes internacionales no podían participar del comercio alpor menor ya que éste estaba sometido a una estricta reglamentación queprotegía los intereses de los productores. Esta reglamentación estaba establecidapor las corporaciones conforme a las prescripciones morales de la Iglesia, enparticular las que se referían al precio y salario justos. Pero, insiste Polanyi, si elcomercio local estaba estrictamente reglamentado, la producción destinada a laexportación no dependía más que formalmente de las corporaciones. La industriaexportadora dominante en la época, el comercio de tejidos, estaba de hechoorganizada sobre la base capitalista del trabajo asalariado. La reacción de la vidaurbana, del comercio local, ante el capital móvil generado por esa industriaexportadora no fue intentar controlar el comercio de larga distancia producidopor ésta, sino aplicar una forma política de exclusión y protección. De ahí quetenga que ser el Estado el que, a lo largo de los siglos XV y XVI, impusiera elsistema mercantil al encarnizado proteccionismo de ciudades y principados.

“El mercantilismo destruyó el particularismo superado delcomercio local e intermunicipal haciendo saltar las barrerasque separaban estos dos tipos de comercio no concurrencial,dejando así el camino libre a un mercado nacional queignoraba cada vez más la distinción entre la ciudad y elcampo, así como la distinción entre las diversas ciudades yprovincias”[35].

Por tanto, el mercantilismo, reducido generalmente en los manuales de economíaa una doctrina proteccionista que asimilaba la riqueza a la acumulación demetales preciosos, fue ante todo un vasto movimiento de liberalización delcomercio interior impuesto por los Estados-nación surgidos del régimen feudal

con el objetivo de poner fin al sistema de protección económica y social de lasciudades. El Estado respondía así a las demandas de los comerciantesinternacionales que querían desarrollar sus actividades sobre el conjunto delmercado interior. De esta alianza entre los comerciantes y los Estados nacería elsistema concurrencial de la economía de mercado.

En definitiva, al mito clásico de una extensión espacial dela esfera de intercambio, Polanyi opone una secuenciaprácticamente inversa en la cual el mercado como institucióngobernante del conjunto de la vida económica y social seorigina en el comercio internacional. Desconectadoinicialmente de las estructuras económicas internas, elcomercio internacional había permitido una acumulación y unaconcentración de riquezas tales que su movilización por partede los Estados-nación se convirtió en un asunto fundamentalde poder. La conjunción de intereses entre los comerciantes ylos príncipes hará posible la formación de mercadosinteriores sobre los que se gestaría la revoluciónindustrial. A su vez, la introducción de máquinas en laesfera de la producción implicaría la constitución demercados para los diferentes factores de producción (trabajo,tierra, moneda) cuya continua disponibilidad eraindispensable para la rentabilidad de las inversiones. Deotra manera, la autorregulación implica que toda laproducción esté destinada a la venta en el mercado y quetodos los ingresos provengan de ello. Así, existirán mercadospara todos los elementos de la industria, para los bienespero también para el trabajo, la tierra y el dinero cuyosprecios serán denominados, respectivamente, precios demercancías, salario, renta e interés. Mas estos mismostérminos indican que los precios forman los ingresos: elinterés es el precio de la utilización del dinero yconstituye los ingresos de quienes están en condiciones deofrecerlo; el arriendo es el precio de la utilización de latierra y constituye los ingresos de quienes la arriendan; elsalario es el precio de la utilización de la fuerza detrabajo y constituye los ingresos de quienes la venden; enfin, los precios de las mercancías o de los productos hacenposibles los ingresos de quienes los venden, siendo el

beneficio en realidad la renta resultante de dos conjuntos deprecios: el de los bienes producidos y, por otra parte, sucoste, es decir, el precio de los bienes necesarios para suproducción[36]. Pero no sólo deben existir mercados paratodos los elementos de la industria, sino que también debelograrse que no se arbitre ningún tipo de medida o depolítica que pueda suponer un obstáculo para el buenfuncionamiento del mercado. Las únicas medidas, las únicaspolíticas aceptables serán aquellas que contribuyan aasegurar y a reforzar la autorregulación del mercado, acrear, consolidar y desarrollar las condiciones que hagan delmercado el único poder organizador en materia económica y,por extensión, de todo el resto de materias de la vida sociale intelectual que componen la existencia humana. A partir deaquí, los últimos residuos de la sociedad tradicional serompen y la propia sociedad se convierte en un apéndice delsistema económico quedando a expensas de los designios de unmercado que se entiende autorregulado y autorregulador,

Un mercado autorregulador, sostiene pues Polanyi, exige nadamenos que la división institucional de la sociedad en unaesfera económica y en una esfera política. Esta dicotomía noes, de hecho, más que la simple reafirmación, desde el puntode vista de la sociedad en su conjunto, de la existencia deun mercado autorregulador. Se nos quiere hacer creer,mediante la afirmación del carácter natural de ese mercadoautorregulador, que esta separación en dos esferas haexistido siempre, en todas las épocas y en todas lassociedades. Pero esta afirmación es manifiestamente falsa. Nien la historia ni en la etnografía encontramos la más mínimaevidencia de ninguna otra economía anterior a la capitalistaque estuviera dirigida y regulada por el mercado. Sin dudapor ello y porque, añade con ironía Polanyi, los datos queaportaban tales disciplinas en el XIX apuntarían a que lapsicología del hombre primitivo parecía ser definida másadecuadamente como comunista que como capitalista, losespecialistas del pasado siglo en historia económicaignoraron la economía anterior al momento en que el trueque yel intercambio alcanzaron una amplitud considerable: “la

misma prevención que empujó a la generación de Adam Smith aconsiderar al hombre primitivo como un ser inclinado altrueque y al pago en especie, ha incitado a sus sucesores adesinteresarse totalmente del primer hombre, pues se sabíaque éste no se había dedicado a estas loables pasiones. Latradición de los economistas clásicos, que intentaron fundarla ley del mercado en pretendidas tendencias inscritas en elhombre en estado de naturaleza, fue sustituida por unaausencia total de interés por las culturas del hombre nocivilizado”[37].

Pero lo que realmente le interesa destacar a Polanyi no es lafalsedad de este carácter natural del mercado, sino lasconsecuencias que tiene para la sociedad su sometimiento alas leyes del mercado, qué transformaciones se producen en lasociedad y, todavía más importante, cómo unas y otras operansobre las mentalidades de los hombres tras asumir que lasleyes del mercado “son las leyes de la naturaleza y, por,consiguiente, las leyes de Dios”. Y en este sentido, el puntomás importante que habría que destacar es que el mecanismodel mercado se articula, necesariamente, en torno al conceptode mercancía: el mercado exige la conversión en mercancía detodos los diferentes elementos de la vida industrial así comola existencia de un mercado para cada uno de esos elementos.Por tanto, y con independencia de que no sean en sí mismosmercancías, elementos esenciales como son el trabajo, latierra y el dinero pasan a ser considerados como mercancías.“Esta ficción, sin embargo, permite organizar en la realidadlos mercados de trabajo, de tierra y de capital. Estos son dehecho comprados y vendidos en el mercado, y su oferta ydemanda poseen magnitudes reales hasta el punto de que,cualquier medida, cualquier política, que impidiese laformación de estos mercados, pondría ipso facto en peligro laautorregulación del sistema. La ficción de la mercancíaproporciona por consiguiente un principio de organización deimportancia vital que concierne el conjunto de la sociedad yque afecta a casi todas sus instituciones del modo másdiverso. Este principio obliga a prohibir cualquierdisposición o comportamiento que pueda obstaculizar el

funcionamiento efectivo del mecanismo del mercado, construidosobre la ficción de la mercancía”[38].

El problema es que lo que esto ratifica es el hecho de que lasociedad en su conjunto queda sometida a las exigencias delmercado. Y las consecuencias que de ello se derivan son, sinduda, gravísimas para la sociedad, es decir, para laspersonas que la configuran. Cuando Polanyi plantea larelación entre economía y sociedad, cuando analiza esacuestión desde las nuevas características que impone a lasociedad la economía capitalista de mercado surgida de larevolución industrial inglesa, no puede menos que constatarque “una riqueza inaudita iba acompañada inseparablemente deuna pobreza también insólita. Los eruditos proclamaban alunísono que se había descubierto una nueva ciencia que nodejaba ninguna duda acerca de las leyes que gobernaban elmundo de los hombres. Y en nombre de la autoridad de estasleyes, desapareció de los corazones la compasión, y unadeterminación estoica a renunciar a la solidaridad humana, ennombre de la mayor felicidad del mayor número posible dehombres, adquirió el rango de religión secular. El mecanismodel mercado se fortalecía y reclamaba a grandes voces lanecesidad de alcanzar su culmen: era necesario que el trabajode los hombres se convirtiese en una mercancía… los hombresse precipitaron ciegamente hacia el refugio de una utópicaeconomía de mercado”[39]. Pero este “utópica economía demercado”, esta economía capitalista, plasmada en larevolución industrial, que indudablemente multiplicó lariqueza del hombre, también amenaza seriamente la estructurade la sociedad, radicando esa amenaza precisamente no ya ensu carácter industrial sino en el hecho de que sea unasociedad regulada por el mercado. “Nada… más normal(sostienen los teóricos del liberalismo) que un sistemaeconómico constituido por mercados gobernados únicamente porlos precios, y una sociedad humana fundada en ellos queaparecía como el objetivo del progreso. Lo importante no eratanto si esta sociedad era o no deseable desde el punto devista moral, cuanto si era realizable en la práctica porconsiderar que estaba fundada en características inherentes

al género humano”[40].  Pero lo que sí se puede constatar demanera clara es que, en la medida en que el mercado asume elcontrol del sistema económico y la sociedad pasa a serconsiderada exclusivamente en tanto que auxiliar del mercado,los efectos sobre la organización de la sociedad en suconjunto son devastadores. En lugar de supeditarse laeconomía a las relaciones sociales, son  éstas las que debenadecuarse al sistema económico, al mercado. El factoreconómico excluye cualquier otro tipo de consideración puestoque una vez el sistema económico se articula en institucionesseparadas, fundadas sobre móviles determinados y dotadas deun estatuto especial, la sociedad se ve en la obligación deasumir un modo de acción específico que posibilite elfuncionamiento del sistema siguiendo sus propias leyes eimpida, así mismo, la aparición o la efectividad de todoaquello que pueda suponer un obstáculo para el desarrolloefectivo de dichas leyes. De aquí que sea “justamente en estesentido en el que debe ser entendida la conocida afirmaciónde que una economía de mercado únicamente puede funcionar enuna sociedad de mercado”[41].

 

e) Capitalismo realmente existente.

Asistimos, pues, a la imposición al conjunto de la sociedadde criterios específicamente mercantiles y, en primer lugar ycomo condición necesaria aunque no suficiente, a la obligadaconversión del trabajo del hombre en mercancía. Pero, en esteorden de cosas, una economía capitalista de mercado no essocialmente viable. “Permitir que el mecanismo del mercadodirija por su propia cuenta y decida la suerte de los sereshumanos y de su medio natural, e incluso que de hecho decidaacerca del nivel y de la utilización del poder adquisitivo,conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad. Yesto es así porque la pretendida mercancía denominada “fuerzade trabajo” no puede ser zarandeada, utilizada sin ton nison, o incluso ser inutilizada, sin que se veaninevitablemente afectados los individuos humanos portadoresde esta mercancía peculiar”[42].

Considera, pues, Polanyi que una economía capitalista demercado con un sistema estricto de laissez-faire, es decir, sinningún tipo de mecanismo corrector de los graves problemasque ocasiona cuando se le deja actuar con total impunidad, essocialmente inviable. Recordemos que la economía capitalista,y la sociedad capitalista que genera a su imagen y semejanza,se fundamenta sobre la consideración de la búsqueda delmáximo beneficio posible y, mediante la conversión deltrabajo en mercancía, del miedo al hambre, como criteriosrectores de todas sus actividades. A este respecto, nopodemos resistir la tentación de reproducir un texto recogidopor Polanyi en el que, con la misma pasión que luego se hatratado y se trata de ocultar, se nos muestra con todanitidez cómo la intervención externa sobre los mecanismos delmercado es altamente contraproducente pues elimina lacoerción económica básica del capitalismo, esa coerción quepuede resumirse de manera esquemática así: o tú, que noposees nada excepto tu fuerza de trabajo, la vendes en lascondiciones que marca el mercado, o, por supuesto haciendouso de tu libertad la cual deberá ser siempre protegida, temueres de hambre. Sólo diez años después de Adam Smith,William Townsend escribía lo siguiente: “El hambredomesticará a los animales más feroces, enseñará a los másperversos la decencia y la civilidad, la obediencia y lasujeción. En general, únicamente el hambre puede espolear yaguijonear (a los pobres) para obligarlos a trabajar; y, pesea ello, nuestras leyes, hay que reconocerlo han dispuestotambién que hay que obligarlos a trabajar. Pero la fuerza dela ley encuentra numerosos obstáculos, violencia y alboroto;mientras que la fuerza engendra mala voluntad y no inspiranunca un buen y aceptable servicio, el hambre no es sólo unmedio de presión pacífico, silencioso e incesante, sinotambién el móvil más natural para la asiduidad y el trabajo;el hambre hace posibles los más poderosos esfuerzos, y cuandose sacia, gracias a la liberalidad de alguien, consiguefundamentar de un modo durable y seguro la buena voluntad yla gratitud. El esclavo debe ser forzado a trabajar, pero elhombre libre debe ser dejado a su propio arbitrio y a sudiscreción, debe ser protegido en el pleno disfrute de sus

bienes, sean éstos grandes o pequeños, y castigado cuandoinvade la propiedad de su vecino”[43]. Comprobamos así cómoeste sistema capitalista de mercado, que mantiene unaspretensiones de universalidad sin precedentes desde elprincipio del cristianismo, implica las más altas cotas deperversión y crueldad, una perversión y una crueldad que“radicaban precisamente en emancipar al trabajador, con laexplícita intención de convertir en una amenaza real laposibilidad de morir de hambre”[44]. En otras palabras, a loque conduce dicho sistema capitalista no puede ser más que ala escisión social y a la destrucción del hombre. De ahí quedebamos entender todas las grandes convulsiones de estesiglo, en particular las de las décadas de los años veinte ytreinta, pero también, aunque desde una perspectiva opuesta,las de las postrimerías del siglo, como intentos de responderde una u otra manera a las amenazas reales de destrucción quecomporta el capitalismo realmente existente.

No creemos que resulte en exceso esquemático el entenderdichas convulsiones como el intento de responder a lapregunta de cómo puede la sociedad recuperar el control delas fuerzas de la economía, un control que fue entregado demanera total y absoluta al mercado autorregulador durante larevolución industrial y la consolidación del modo deproducción capitalista. En este sentido, las revolucionessocialistas supusieron un intento de ruptura con esteauténtico chantaje al que el mercado tiene sometida a lasociedad en su conjunto –lo que probablemente provocó tantouna consideración dogmática del mercado como mal absoluto,como una incapacidad real para diferenciar el mercadotradicional y el mercado financiero, dos entidadesequiparables sólo nominalmente, errores ambos que provocaronconsecuencias de todos conocidas–. Ahora bien, también en elseno del propio campo capitalista se produjerontransformaciones de emergencia en unas sociedadescapitalistas de mercado que se habían convertido enabsolutamente intolerables desde el punto de vista económicoy social. Surgen, así, el fascismo y el nazismo, comorespuestas del propio sistema capitalista a una situación de

crisis aguda del mismo que provoca su abierta puesta encuestión e, incluso, hace peligrar su propia existencia. Eneste sentido, es por completo ridícula la afirmación deFukuyama[45], y de tantos otros voceros del autoproclamadopensamiento único triunfante, según la cual la victoria delmodelo neoliberal se fundamenta sobre la derrota de los dosmodelos que se le planteaban como alternativos: el comunismoy el fascismo. Estos han desaparecido, dicen, comoalternativas sistemáticas viables al capitalismo liberaloccidental. La derrota militar del fascismo en la GuerraMundial y la derrota política y económica del comunismorepresentada por la caída del muro de Berlín hace ahora diezaños, supondrían, pues, el “fin de la historia” en tanto quehistoria de las ideas y el conocimiento, donde la victoriasería completa, sin prisioneros ni heridos. El triunfo de lademocracia capitalista, liberal y de mercado, sobre sussistemas antagónicos, comunismo y fascismo, esincuestionable, sostiene Fukuyama.

Sin embargo, habrá que hacer algunas matizaciones importantesfrente a semejante argumentación. En primer lugar, no deja deser curioso que se liquide al fascismo con su derrota en la2ª Guerra. Esto implica, evidentemente, la no consideracióndel fascismo posterior al 45 no ya sólo como permanentesubstrato en las “democracias liberales”, pedirle eso aFukuyama sería excesivo, sino ni siquiera en sus máscriminales actuaciones a lo largo y ancho del planeta, desdeAmérica central y del sur hasta Sudáfrica o Indonesia. Larazón probable de este olvido sería, por lo que respecta aesos últimos casos, que estaríamos hablando del “patiotrasero”, de la periferia, de esos países cuyosacontecimientos no interfieren en la democracia liberaloccidental, aunque sea ésta la que los propicia y sebeneficia de ellos. Por lo que atañe al substrato fascista enlas propias democracias, esto nos llevaría al segundo, y másimportante, matiz antes señalado. Si se dice que el comunismoha fracasado sería en tanto que él mismo se presentaba comosistema económico alternativo al capitalismo. Pero presentaral fascismo como modelo alternativo al sistema capitalista de

mercado es una burla sangrante, es seguir queriendo hacernoscomulgar con ruedas de molino. El fascismo no es un sistemaeconómico alternativo al capitalismo, sino la respuestapolítica, económica y cultural del capitalismo en tiempos decrisis. Es la respuesta violenta del capital ante su radicalpuesta en cuestión. Fascismo y democracia liberal son doscaras de una misma moneda, de un mismo sistema, no dossistemas antagónicos. Con independencia de lo que podrían serdeclaraciones programáticas, es históricamente indudable queel fascismo implica la toma directa y sin mediaciones delpoder, a todos sus niveles, por parte del capital, esecapital que se ve en peligro y reacciona defendiéndose demanera abiertamente criminal. Y cuando el peligro desaparece,la situación se normaliza, se democratiza: podemos volver acodificar la violencia. Se trata, por tanto, de dos caras deuna misma moneda que se enseñan de forma alternativa segúnconvenga, es decir, según lo exijan en cada momento concretolas condiciones para una óptima acumulación de capital.

Es cierto que, en esta fase de subsunción real del trabajo encapital en la que ya no es precisa la violencia de laacumulación originaria, la acumulación de capital alcanza sugrado óptimo en condiciones de “democracia-liberal”, donde laviolencia queda enmascarada bajo formas puramente ideológicasy la alienación alcanza cotas de pesadilla: “…en esta faseformalizada de la norma-capital, en la que ninguna violenciaexterior es ya ontológicamente necesaria, es el propioproletario quien, cada noche, dará cuerda al despertador quelo pondrá en pie para volver, cada mañana, a la puerta de lamisma fábrica. Esa es la verdadera dictadura de la burguesía.Lo demás es anécdota. Él sólo marcará los gestos de su muertecotidiana, las condiciones materiales de su servidumbreincuestionada a la relación que, bajo la forma mistificadoradel salario, lo mantiene en vida y reproduce su identidad.Con un poco de suerte, hasta se sentirá feliz de poderhacerlo. Y, si no, para eso están los psiquiatras”[46]. Enesta coyuntura hasta se permiten el alarde de amenazar con laprisión a aquellos que utilizaron en su momento para llevar acabo el trabajo sucio de eliminar a los que ponían en peligro

el proceso de expolio que exige la acumulación de capital. Noobstante, también es cierto que si las circunstancias loexigen, si, por ejemplo, reaparecen con fuerza esosplanteamientos colectivistas que se dan, a Dios gracias, porfiniquitados o si, otro ejemplo, aquellos que sólo padecenlas consecuencias del expolio pero no disfrutan de lasventajas del proceso de acumulación no comprenden que estasituación es inherente al propio proceso de acumulación y,por el contrario, se obcecan en pretender entrar a formarparte del primer mundo, sin duda volverá a surgir del armario—¿no lo está haciendo ya?— la otra cara, la cara máscrudamente salvaje del capital, el fascismo.

Comunismo y fascismo no han sido, en todo caso, las únicastransformaciones de emergencia ante la implacable lógica delmercado autorregulador. Sin duda el “New Deal”, elkeynesianismo, la socialdemocracia de postguerra, seríanintentos de introducir determinados factores de intervenciónsobre los mecanismos del mercado, intentos de construir un“capitalismo con rostro humano”, de conseguir liberar a loshombres de su esclavitud del proceso económico. Durantedemasiado tiempo se habrían considerado las cuestioneseconómicas como cuestiones finales y habría llegado ya elmomento de retrotraer la economía al estatuto de un mediopara fines humanos verdaderos, unos fines que son sociales yno económicos. Es de esta manera que se habla de “democraciacapitalista”, o de “capitalismo democrático”, y se laconsidera como la única forma de organización social, como elúnico sistema económico y político, que puede hacercompatibles las exigencias “naturales” del mercado, con sucorolario de riqueza y progreso técnico y material, y lalibertad y la felicidad de los hombres. No obstante, noestaremos afirmando nada novedoso si recordamos que en esaexpresión, “democracia capitalista”, pervive unacontradicción en los términos ya que incluye dos sistemasopuestos[47]. Hablamos en primer lugar, aunque con excesivafrecuencia se recurra a todo tipo de eufemismos, decapitalismo, y éste es, se quiera ocultar o no, un sistemaque exige, que tiene como condición ontológica, la existencia

de una clase relativamente pequeña de gente que posea ycontrole los medios de la actividad industrial, comercial yfinanciera, así como la mayor parte de los medios decomunicación, por no decir todos. Por tanto, esta genteejerce una influencia por completo desproporcionada sobre lapolítica y la sociedad, tanto en sus respectivos países comoallende sus fronteras. Por otro lado, hablamos de democracia,la cual se basaría en la negación de esa supremacía yrequeriría, por tanto, una igualdad de condiciones que elcapitalismo repudia por su propia naturaleza, por su propiadefinición. Dominación y explotación son palabrasdesagradables que no suelen entrar en el vocabulario habitualde nuestros políticos o nuestros media, pero que están en elcentro de la democracia capitalista liberal einextricablemente vinculadas a ella: forman parte de supropia esencia.

A excepción de algunos iluminados trasnochados, no suelerecordarse, probablemente no sea de buen tono nipolíticamente correcto, que el capitalismo es un sistemabasado en el trabajo asalariado. Éste se definiría, de manerasimple, como el trabajo efectuado por un asalariado enbeneficio de un empleador privado el cual estaría facultado,por el mero hecho de poseer y controlar los medios deproducción, para apropiarse y disponer de cualquier excedenteque produzca el trabajador. Los empleadores, los empresarios,están constreñidos, en condiciones de democracia liberal, pordiferentes presiones que limitan su libertad para tratar conlos trabajadores como quieran o para disponer de losexcedentes que extraen. Pero estas limitaciones simplementecualifican su derecho a extraer un excedente y a disponer deél, un derecho que no es, como decíamos, casi nuncacuestionado puesto que se considera un derecho natural, de lamisma manera que, en su momento, se consideró natural eltrabajo esclavista.

Por supuesto, el trabajo asalariado no es el trabajo delesclavo, pero implica, dice Miliband, una relación social quedesde una perspectiva socialista, igualitaria si se quiere,es moralmente aberrante: nadie debería trabajar para el

enriquecimiento privado de otro, sobre todo cuando esetrabajo se realiza  sobre la conversión en amenaza real de“la posibilidad de morir de hambre”. Los países delsocialismo real y su experiencia “comunista”, demostraron quela propiedad pública de los medios de producción no esgarantía suficiente para la eliminación de la explotación yque, desde luego, no hay ni de lejos una desapariciónautomática de la misma. Pero la explotación bajo propiedadpública es una deformación puesto que un sistema basado sobrela propiedad pública de los medios de producción ni descansasobre la explotación, ni la exige. Bajo condiciones de uncontrol democrático, social, proporciona las bases para laasociación libre y cooperativa de los productores. Porcontra, bajo condiciones de propiedad privada de los mediosde producción, el objetivo fundamental de la actividadeconómica es la explotación. En dichas condiciones, unaactividad económica que no desembocara en el enriquecimientoprivado de los detentadores del poder ecónomico, y porextensión político, carecería por completo de sentido.

Tenemos que ser perfectamente conscientes de esto, porque sino, los árboles, y numerosos jardineros hay cuya función esprecisamente ésa, no nos dejarán ver el bosque. Es desoladorleer cómo responde una prestigiosa ONG frente a la inquietudde un miembro de la misma ante la posibilidad de que lasprendas de vestir que la organización vende como promoción ypara obtener algunos ingresos extras fueran “fabricadas en elTercer Mundo y, seguramente, a través de la explotación demano de obra infantil” –llama la atención que al preocupadocomprador le asalte esta duda porque las prendas “no son debuena calidad”– La ONG contestaba en su revista mensual que,asumiendo dicha preocupación, habían firmado un convenio conla empresa que garantiza que los productos han sidofabricados en España e incluye además “una cláusula en la quela empresa se compromete a la no explotación (en cualquierade sus formas) de los trabajadores”. ¿Ignorancia oingenuidad?. Dominación y explotación, insistiremos, sonconsustanciales a la empresa capitalista. Podrán ser salvajeso solapadas, brutales o moderadas mediante argucias

ideológicas, utilizar mano de obra infantil y en condicionesde semi-esclavitud o permitir la actuación de sindicatos declase, pero son inherentes al capitalismo, inseparables de unsistema capitalista que exige, que tiene como condiciónnecesaria, aunque ni siquiera suficiente[48], la conversióndel trabajo humano en mercancía, esto es, la consideraciónmercantilista de la satisfacción de la más básica de lasnecesidades de los seres humanos: el derecho a subsistir[49].

En definitiva, la democracia capitalista implica unalimitación de la propia democracia, puesto que no va acuestionar seriamente el poder, la propiedad, losprivilegios, de los detentadores del poder económico ypolítico. El hecho cierto es que en los regímenesdemocrático-capitalistas, los procedimientos democráticosestán manipulados por las elites y por los aparatos políticosy medios de comunicación que controlan.  En estos regímeneslos procedimientos democráticos son un simulacro de unademocracia por completo viciada a consecuencia del contextocapitalista en que funciona. A este respecto, y en el yacitado artículo, Miliband menciona un trabajo en el que sedefinen las elecciones como ”una válvula de escape, uninterludio en el que los humildes podían sentir un poder queen otros momentos les era negado, un poder que era sóloilusorio. Y era también un ritual legitimador, un ritomediante el cual el populacho renovaba su consentimiento auna estructura oligárquica del poder”[50]. Se nos aclara quese está hablando de la América colonial, pero ¿sería alguiencapaz de negar la absoluta y total pertinencia de estadescripción  por lo que respecta a la situación en la que nosencontramos en los albores del nuevo siglo?.

 

f) Mundialización, globalización y capitalismo.

Pero la prueba más evidente de la contradicción que venimosdestacando respecto de la democracia liberal la encontramosprecisamente en los propios procesos de mundialización yglobalización. Tal y como ya hemos planteado, lo que dichos

procesos implican no es más que el abandono de los intentospor conseguir esa cuadratura del círculo que es uncapitalismo con rostro humano. Tras la aplastante victoriaobtenida hasta el momento por el capital en el campoeconómico, político y, sobre todo, ideológico, ya no sonprecisos maquillajes. Y si de muestra vale un botón, tontopero significativo, podemos traer a colación en este punto losucedido con Oskar Lafontaine. Éste, a la sazón ministro deeconomía alemán y representante del sector “izquierdista” delpartido socialdemócrata de su país, se vio en la necesidad dedimitir de su cargo ministerial y como presidente del partidoante la profunda desconfianza y hostilidad que provocaban susplanteamientos, unos planteamientos que, en el mejor de loscasos, podían ser calificados como keynesianos. Lo que ocurrees que, hoy por hoy, incluso el keynesianismo es consideradoun grave peligro por el neoliberalismo triunfante, unpensamiento vetusto, obsoleto e inaplicable. Quizá por eso,hasta el diario El País expresaba en sendas editoriales suindisimulada alegría ante la desaparición política de unpersonaje “anacrónico” y la “rectificación a tiempo”efectuada por el canciller alemán[51]. La exigencia deliberalización ya no admite más trabas que las meramentepropagandísticas cuando llega la hora de la farsa mediático-electoral. Ya lo dicen hasta esa especie de reedición depareja cómico-dramática, tipo el gordo y el flaco pero enversión el sonrisas y el serio, que son Blair y Schröeder,los cuales inician ese patético ejercicio espiritual de“Padre-perdónanos-nuestros-pecados“ denominado Tercera vía,con la máxima: “Menos regulación y más flexibilidad. Laregulación es el enemigo de nuestro éxito. Hay queempequeñecer el Estado, hay que disminuir el gasto público,hay que reducir drásticamente los impuestos, esos impuestoscuyo sentido primordial era el de redistribuir la riqueza,hay que liberalizar más aún el mercado de trabajo eliminandotodas aquellas medidas que tenían como objetivo la defensa dela parte, por definición, más débil. En suma, hay queliquidar aquello que se denominó Estado del bienestar, elcual, ahora se demuestra con total nitidez, no era unelemento natural en la evolución del proceso de acumulación

de capital, del capitalismo, sino una argucia táctica derespuesta frente a la existencia de un sistema alternativo alcapitalista que se erigía, quizá de manera más nominal quereal, sobre los excesos, injusticias y peligros de esemercado autorregulador denunciado por Polanyi. Los límites ala dominación y la explotación que significaba el Estado delbienestar en el primer mundo, fueron el resultado de unaincansable lucha, de una incesante presión desde abajo paraampliar los derechos políticos, cívicos y sociales limitandoel carácter hegemónico y depredador del mercadoautorregulador, frente a los esfuerzos hechos desde arribapara erosionar tales derechos al considerarlos como trabasintolerables al desarrollo natural del mercado. Así pues,desaparecida la alternativa, desaparecen los tapujos:dejémonos de regulación, vía libre a la flexibilidad.

Ahora bien, es rigurosamente cierto que, desde estaperspectiva, la mundialización no designa nada nuevo, nadaparticular, nada específico. Desde sus orígenes lamundialización es la dimensión esencial del propio modo deproducción capitalista. Ya en el Manifiesto Comunista, Marx yEngels avanzaban un diagnóstico de la mundializacióncapitalista[52]. El capitalismo, decían entonces, estádesarrollando todo un proceso de unificación no sóloeconómica sino también cultural del mundo para remodelar ésteen función de sus propios intereses: “mediante la explotacióndel mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolitaa la producción y al consumo de todos los países. Con granpesar de los reaccionarios, ha quitado a la industria su basenacional (…) En lugar del antiguo aislamiento de las regionesy naciones que se bastaban a sí mismas, se establece unintercambio universal, una interdependencia universal de lasnaciones. Y esto se refiere tanto a la producción material,como a la producción intelectual[53]”. Tengamos muy presenteesta frase. Marx y Engels no se están refiriendo únicamente ala imposición de una forma específica de organizacióneconómica, ni a unos meros procesos de desarrollo de laacumulación de capital, es decir, de lo que hemos denominadoglobalización. Están mencionando también los procesos de

dominación cultural e ideológica que desarrolla esedeterminado modo organizar la sociedad en su conjunto que esel capitalismo. Y son perfectamente conscientes de los mediosque la dominación hace suyos en su propio provecho: “Mercedal rápido perfeccionamiento de los instrumentos de produccióny al constante progreso de los medios de comunicación (laburguesía) obliga a todas las naciones, si no quierensucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, lasconstriñe a introducir la llamada civilización, es decir, ahacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a suimagen y semejanza”[54]

Por tanto, es la misma dinámica de la acumulación capitalistala que conduce a la mundialización. En otros escritosposteriores y analizando la tendencia histórica de laacumulación capitalista a la vez que tratando de explicar sugénesis histórica, Marx, tras considerar el vandalismo de laacumulación originaria del capital, continúa diciendo: ”Nobien ese proceso de transformación ha descompuestosuficientemente, en profundidad y en extensión, la viejasociedad; no bien los trabajadores se han convertido enproletarios y sus condiciones de trabajo en capital; no bien el modode producción capitalista pueda andar ya sin andaderas,asumen una nueva forma la socialización ulterior del trabajoy la transformación ulterior de la tierra y de otros mediosde producción en medios de producción socialmente explotados,y por ende en medios de producción colectivos, y asume también unanueva forma, por consiguiente, la expropiación ulterior de lospropietarios privados. El que debe ahora ser expropiado no es yael trabajador que labora por su propia cuenta, sino elcapitalista que explota a muchos trabajadores. Estaexpropiación se lleva a cabo por medio de la acción de laspropias leyes inmanentes de la producción capitalista, por mediode la concentración de capitales. Cada capitalista liquida aotros muchos. Paralelamente a esa concentración, o a laexpropiación de muchos capitalistas por pocos, se desarrollan en escalacada vez más amplia…el entrelazamiento de todos los pueblosen la red del mercado mundial, y, con ello el carácterinternacional del régimen capitalista. Con la disminución

constante en el número de los magnates capitalistas queusurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso detrastocamiento, se acrecienta la masa de la miseria, de laopresión, de la servidumbre, de la degeneración, de laexplotación”[55]. En efecto, y de nuevo Marx,: “La tendenciaa crear el mercado mundial viene dada inmediatamente en elconcepto de capital. Todo límite se presenta como un límite asuperar. Ante todo, el capital tiene la tendencia a sometertodo momento de la producción al cambio y a negar laproducción de valores de uso inmediatos, que no entran en elcambio, es decir, tiene la tendencia a colocar precisamentela producción basada sobre el capital en lugar de modos deproducción anteriores y, desde su punto de vista, primitivos.El comercio ya no se presenta aquí como una función que tienelugar entre producciones independientes para el cambio de suexcedente, sino como un presupuesto esencial omnicomprensivoy como un momento de la producción misma”[56]. El caráctermundial del modo de producción y del intercambio capitalistaqueda, pues, afirmado sin ambages. Y el mercado mundial no esconcebido como una yuxtaposición de mercados nacionales, sinocomo la dimensión propia del régimen capitalista. De ahí quesea del propio concepto de capital que se deriven lógicamentedos características. En primer lugar la tendencia a hacersaltar todos los obstáculos que puedan oponerse a laexpansión ilimitada del modo de producción capitalista. Ensegundo lugar, la necesidad de proceder a la liquidación detodo aquello que pueda haber todavía de arcaico en lasociedad dominada por las relaciones capitalistas.

Podemos, pues, concluir que el modo de producción capitalistaes mundial, y lo es no como resultado de una determinadaevolución o de una determinada coyuntura, sino desde su mismoorigen. Más claro: la mundialización es el modo de produccióncapitalista puro. Así, lo que se llama mundialización notiene sentido más que si por ella entendemos la aniquilaciónde los últimos sectores que todavía escapaban a la dominacióndel capital. En este sentido, lo que caracterizaría elmomento actual no sería el alcance mundial del capital, sinola manera concreta en que se impone. Asistimos a un

recrudecimiento de los conflictos de clase, de manera másclara y descarnada en el seno de los países subdesarrolladoso en vías de desarrollo y, a un nivel más general, entreéstos y los países del primer mundo. Pero este mismorecrudecimiento lo encontramos también en estos últimospaíses, concretado en la disminución de los beneficiossociales que se establecieron, fruto de la presión social, ala sombra de ese capitalismo con rostro humano asociado alEstado del bienestar Y, a pesar de los ímprobos esfuerzos quese hacen en contrario, la percepción del hecho es cada vezmayor. Una muestra significativa: unos años, en diciembre de1997, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, diario poco sospechoso deno ser adepto al régimen neoliberal, publicaba una encuesta ycontrastaba los datos con los obtenidos en 1980. En ambasocasiones se instaba a los alemanes a que escogieran entrelas dos afirmaciones siguientes: “Hoy por hoy la lucha declases está superada. Empresarios y trabajadores debenentenderse como socios” y “Es justo hablar de lucha declases. Empresarios y trabajadores tienen en el fondointereses por completo incompatibles”. Pues bien, en 1980 el58% de los ciudadanos de los ciudadanos de la entonces RFAoptaron por la primera afirmación y sólo un 25% se inclinaronpor la segunda. En 1997, transcurridos 7 años desde quecayera el muro y fuera decretado el fin de la historia, lastornas se han invertido: si bien el 41% seguían considerandosuperada la lucha de clases, un 44% opinaba ahora que lalucha de clases está a la orden del día. Y en los estados dela antigua RDA los partidarios de la lucha de clasesascendían al 56% frente al 26%[57]..

Es cierto que la situación actual podría resumirse brevementeasí: “lo que está sucediendo a la mayoría de las economías ypaíses capitalistas de todo el mundo es comparable a losprocesos que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX: uncrecimiento a gran escala del capital acompañado por unaumento del desempleo, la pobreza, el crimen y el sufrimientohumano en general”[58]. Quizá por eso, y frente a aquellosque quieren arrinconarlo en el vertedero de la historia, elpensamiento marxista, como hace 150 años, se presenta hoy

como de todo punto pertinente a la hora de entender losprocesos referidos de globalización y mundialización,demuestra su pertinencia a la hora de tratar de analizar y,por tanto, entender la realidad que se nos impone. Y ello nosólo por lo que sin duda fueron auténticas anticipaciones,por parte de Marx y Engels, de la tendencia futura delproceso de acumulación capitalista, sino también por la largalista de autores que supo ver con posterioridad a éstos ladinámica interna que llevaba al capitalismo a lamundialización. Por ejemplo, como afirma Vidal Villa, “losnombres de R. Hilferding, K. Kautsky, Rosa Luxemburgo, N.Bujarin y Lenin, están indisolublemente unidos a estapremonición del futuro capitalista mundial. Sus aportaciones,efectuadas en agria polémica entre sí –por ejemplo, Lenin yBujarin contra Kautsky; Lenin contra Rosa Luxemburgo–,siguiendo la tónica polemizadora de la época…mantienen hoyuna vigencia considerable, con una agudeza y lucidezimposible de encontrar en ninguno de los economistasburgueses contemporáneos de ellos”[59].

Pero es obvio que no podemos contentarnos con mantener unapostura del tipo ya-lo-decía-yo. No basta con remitir lasituación actual a la de hace un siglo y afirmar que no haynada nuevo bajo el sol, que, en definitiva, se trata decapitalismo, del capitalismo realmente existente, con sussecuelas de explotación, dominio y miseria de los más enbeneficio exclusivo de unos pocos. Y no basta porque lasituación actual es real y potencialmente más grave que la dehace un siglo. Alguien dijo hace unos años que cuando, trasla caída del muro, los trabajadores de los países del este deEuropa se manifestaron enarbolando pancartas en las que seleía “proletarios de todos los países, perdonadnos”, y apesar de lo loable que podía ser la proclama en sí misma, noeran en absoluto conscientes de las consecuencias que ladesaparición de la única alternativa, real o ficticia, alcapitalismo iba a tener para los proletarios de todo elmundo, incluidos ellos. En este punto, no podemos resistirnosa mencionar el informe elaborado por el Programa de NacionesUnidas para el Desarrollo respecto del coste que ha tenido el

proceso de transición, aunque el propio informe reconoce quesemejante término de “transición” es un mero eufemismo paraocultar un mero proceso de depresión económica, sobre lospaíses del que fuera llamado socialismo real, sobre todo enla antigua Unión Soviética. El informe de la ONU establecesiete apartados en los que concreta el coste humano de esapresunta transición: la caída en picado de la esperanza devida, que entre la población masculina de Rusia pasó de 62 a58 años; el incremento de la tasa de mortalidad, debido a laextensión de enfermedades como el SIDA y la sífilis, cuyaincidencia se ha multiplicado por 15 en los últimos años y ala reaparición de otras enfermedades antes erradicadas; elempobrecimiento de la población, Rusia es hoy un 42% máspobre que en 1990, Tayikistán un 67’3% y, en conjunto, elporcentaje de población bajo el umbral de la pobreza pasó del4% de 1989 al 32% en 1994, es decir, en sólo 15 años lapoblación bajo el umbral de pobreza pasó de 13’6 millones a119’2 millones en sólo 5 años; el impresionante aumento delas desigualdades entre ricos y pobres y entre hombres ymujeres; la destrucción del sistema educativo, con unospresupuestos hoy 50% inferiores a los de URSS, elespectacular aumento del desempleo y una pérdida de poderadquisitivo que implica que, por ejemplo en Moldavia, lacapacidad de compra de un salario medio equivaldría al quetenía en 1967. El resultado final de todo esto quedaestablecido en el informe de la ONU en lo que se denomina “ladesaparición en las estadísticas de población de 9’7 millonesde personas que hubieran sobrevivido si no se hubieraproducido una deserción política del Estado”[60]. En otraspalabras, y para que entendamos correctamente lo que se nosquiere indicar mediante un nuevo eufemismo: casi 10 millonesde personas han muerto en los países que componían la URSS aconsecuencia del proceso de transición al capitalismo. Noimporta. Son sólo unas pocas víctimas más que agregar al Libronegro del liberalismo.

Pero la situación, tal y como ya hemos reiterado más arriba,no se circunscribe tan sólo a estos países. Es una situaciónglobal, mundial, que corre el riesgo de agravarse cada vez

más. “En efecto, jamás el capital ha tenido tanto éxito comohoy, a finales del siglo XX, en ejercer un poder tancompleto, absoluto, integral, universal e ilimitado sobre elmundo entero. Jamás en el pasado había podido, comoactualmente, imponer sus reglas, sus políticas, sus dogmas ysus intereses a todas la naciones del globo. El capitalfinanciero internacional y las empresas multinacionales nuncaantes habían escapado al control de los estados y laspoblaciones concernidas. Jamás hasta ahora había existido tandensa red de instituciones internacionales –como el FondoMonetario Internacional, el Banco Mundial, la OrganizaciónInternacional del Comercio– consagradas a controlar, gobernary administrar la vida de la humanidad según las estrictasreglas del libre comercio capitalista y del libre beneficiocapitalista. En fin, jamás, en ninguna época, todas lasesferas de la vida humana –relaciones sociales, cultura,arte, política, sexualidad, salud, educación, deporte,diversión– habían sido, como hoy, tan completamente sometidasal capital y tan profundamente inmersas en las ‘glacialesaguas del cálculo egoísta’”[61].

Es urgente, pues, articular una respuesta; es precisoelaborar alternativas ya que no basta con constatar losproblemas. Aunque esta constatación tenga que ser un pasoprevio fundamental para poder echar a andar, en la medida enque sólo el análisis adecuado de los problemas y de su raízpuede ofrecernos la posibilidad de su superación real másallá de meros retoques cosméticos. Mientras tanto, sin duda,hay cosas que hacer. “Para hacer frente de manera efectiva alproceso de globalización, deben construirse urgentementepuentes de solidaridad obrera internacional y es precisocontemplar al Estado como la palanca que posibilitará elcambio. Los movimientos sociales que trabajan a favor de uncambio radical deben rechazar la distinción entre Estado ysociedad civil, puesto que dicha distinción ya no existe: elcapitalismo prospera a costa de explotar al estado…Laideología de la ‘política de identidad’ y la políticamulticultural (fenómenos más emparentados con el capitalismocontemporáneo que con la subversión) debe combinarse con una

política de clase. Además, la economía nacional ha de serconsiderada como el punto de partida de todo enfrentamientopolítico contra la globalización del capital. La retórica dela globalización, que sirve para reducir los salarios hastalos niveles más bajos al tiempo que promueve la importaciónde productos manufacturados por mano de obra barata, debecontrarrestarse mediante una estrategia que impida latransferencia de los beneficios locales hacia el exterior.Medidas que abarcan desde el control de los capitales hastala expropiación rotunda pueden ser las piezas clave para lareconstrucción de una mano de obra que esté en condiciones deluchar en un campo de batalla igualado. Nos pareceobligatorio que todas las fuerzas progresistas y la clasetrabajadora protagonicen esta clase de respuestas”[62]. Puesbien, aunque haya a quien le resulte difícil de creer, no sonpocos los grupos, los colectivos, las personas que trabajanen el día a día por avanzar en la articulación de respuestas,de alternativas. Podemos decir, como hiciera antaño Galileo yaunque ahora como entonces parezca tan sorprendente comoalejado de una realidad que se nos vende como inamovible ydefinitiva, “…y sin embargo se mueve”.

[1]  Cfr. Ignacio Ramonet  La tiranía de la comunicación  Ed.Debate: Madrid, 1999.[2]  A. Van den Eynde  Globalització. La dictadura mundial de 200empreses   Edicions de 1984: Barcelona, 1999  pág. 14  datosextraídos del Informe de la Organización Mundial delComercio, 1995[3]  Fortune   New York, 5 de agosto de 1996. Recogido en F.Clairmont  Doscientas sociedades controlan el mundo en I. Ramonet(ed)  Pensamiento crítico versus pensamiento único Ed. Debate: Madrid,1998  pág. 41[4]  Declaraciones de Daniel Bernard, presidente director-general de Carrefour comentando la última, sin duda ya lapenúltima, fusión entre dos grandes empresas, en este caso enel ámbito de las grandes superficies comerciales.[5]  A. Van den Eynde  op. cit. pág. 21

[6] Cfr. George Ritzer  La Mcdonalización de la sociedad : un análisis de laracionalización en la vida cotidiana Ed. Ariel: Barcelona, 1996[7] La única excepción significativa a este fenómeno son,junto con algunos pequeños países del Caribe, los EE. UU. deNorteamérica donde durante largo tiempo se despreció elfútbol mientras se intentaba imponer al resto del planeta suspropios deportes, o mejor, sus versiones “Mcdonalizadas” dealgunos deportes. No lo consiguieron y, por el contrario, hayalgunos datos que indican un cierto cambio de tendenciaaunque quizá ésta deba entenderse desde el cada vez mayorpeso de la creciente presencia hispana en ese país. En todocaso, para un análisis pormenorizado del fenómeno del fútbolen general y una mejor comprensión de las tesis que vinculanesa conversión del fútbol en deporte mundial con el declivede los EE. UU. de Norteamérica como potencia hegemónicamundial, pueden consultarse los números 30 y 39 de la revistaManière de voir titulados Le sport c’est la guerre y Football et passionspolitiques[8] Seguimos aquí el razonamiento de Denis Collin en La fin dutravail et la mondialisation  Ed L’Harmattan: Paris, 1998. Se trata,en nuestra opinión, de un excelente texto del que somosdeudores en no pocos aspectos.[9]  Hacemos referencia al libro del mismo título de MarcoRevelli (Turín, 1996) donde se plantea la existencia de dosderechas que dominan casi por completo el panorama político,fundamentalmente el “democrático-liberal-occidental”. Unaintenta hacerse pasar y presentarse a sí misma, con lapertinente complicidad de los media, como izquierda pero, enrealidad, se trata de una derecha tecnocrática, mientras quela otra es simplemente una derecha populista. Ahora bien, nose derive del hecho de que la parte más significativa,cualitativamente hablando, de la izquierda política se hayarendido sin ambages frente a la derecha social y económica,que hayan desaparecido las diferencias reales entre ambasperspectivas, entre ambas concepciones del mundo. Puedenconsultarse Norberto Bobbio Derecha e izquierda  (Ed. Taurus:Madrid, 1998), sobre el mantenimiento de la pertinencia delas denominaciones de “derecha” e “izquierda” e IgnacioRamonet (ed) Pensamiento crítico versus pensamiento único Ed. Debate:

Madrid, 1998 sobre la posibilidad de un pensamiento críticofrente a la uniformidad del pensamiento único.[10]  Peter Martin “Una obligación moral” Le Monde Diplomatiquejunio 1997[11] Cfr. Denis Collin  op. cit. pág. 111-112[12] Cfr. Immanuel Wallerstein  El capitalismo histórico  Ed. SigloXXI: Madrid, 1988 y E. Balibar e I. Wallerstein Raza, nación yclase Ed. Iepala: Santander, 1991[13] Peter Sutherland  Presidente de Goldman SachsInternational (banco de negocios) y ex-director del GATT, LeMonde, 7 de agosto de 1998[14] Helmut O. Mancher  Presidente general de Nestlé yPresidente de la Cámara de Comercio Internacional hastaoctubre de 1998[15]  Cfr. Ignacio Ramonet “Socialconformismo” Le MondeDiplomatique (edición española) abril 1999[16] James K. Galbraith “The Crisis of Globalization” Dissent,summer 1999  pág. 13[17] Cfr. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo(PNUD), 1998[18]  Un claro ejemplo de las actitudes de la grandesmultinacionales agroalimentarias a este respecto lo tenemosen la última arma que han desarrollado y a la que handenominado “Terminator”, nombre bastante explícito. Se tratade unas semillas modificadas genéticamente paraesterilizarlas y así obligar a los agricultores a renovar sustock cada año.. No obstante, y a la vista de las airadasprotestas de consumidores y agricultores, la multinacionalMonsanto, líder mundial de las biotecnologías vegetales,anunciaba el 4 de octubre pasado su decisión de renunciar ala venta de semillas esterilizadas por modificación genética.Cfr. Catherine Vincent “Terminator, la nouvelle arme desmultinationales agroalimentaires”  Le Monde. Dossiers &Documents  nº281 noviembre de 1999[19] Cfr. Frederic Moser “Recrudescence des épidemies etcontrainte extèrieures. Une inquiétante régression du droit àla santé dans le tiers-monde” Le Monde Diplomatique noviembre1993, pág. 24-25.

[20] Aunque no son pocos los que opinan que también aquípriman criterios mercantiles y de competencia entrelaboratorios farmacéuticos antes que la propia salud de losenfermos.[21] Cfr. Mohamed Larbi Bouguerra “Pays et peuples du Sud enquête de leurs droits. Grandes manoeuvres à propos d’unvaccin” Le Monde Diplomatique julio, 1994  pág. 26-28.[22]    Gabriel Albiac El Mundo  8 de noviembre de 1999.[23] Cfr. Vicenç Navarro  “Calidad de vida y desigualdadsocial” El País, 3 de septiembre de 1999. Las cifras que siguenhan sido extraídas del libro del mismo autor Neoliberalismo yestado del bienestar  Ed. Ariel: Barcelona, 1997.[24] Estas últimas cifras corresponden al ya mencionado PNUDdel año 98. Como señala V. Navarro en el artículo citado enla referencia anterior, este informe no puede ser calificadoprecisamente de alarmista sino de todo lo contrario. Si aalguien le sorprende esa aparente situación de privilegio deEspaña, la sorpresa puede trocarse en indignada carcajadacuando se percata de que, para la ONU, el promedio de rentade los ricos españoles es de 3.700.000 pesetas anuales. Laexplicación de esta sangrante burla radica, como planteaNavarro, en que, como siempre, se reflejan mucho mejor lasrentas del trabajo que las rentas del capital, unas rentasdel capital que son en España de las más altas de la OCDE[25] T. M. Sweeding “Why the U.S. Antipoverty System doesn’tWork Very Well” Challenge vol. 35, nº1 en V. Navarro  op. cit[26]  Por supuesto, este comportamiento es la norma, no laexcepción -también en España se han modificado en variasocasiones los mencionados criterios, o los del cálculo de latasa de inflación- , pero, desde luego, en ningún país estasmodificaciones han sido tan notables como en el Reino Unido.[27]  Cfr. Avery F. Gordon “Globalism and the prisionindustrial complex: an interview with Angela Davis”  y RuthWilson Gilmore  “Globalization and US prision growth: frommilitary keynesianism to postkeynesian militarism” Ambosartículos en Race & Class  vol. 40  nº 2/3  1998/9   The Threat ofglobalism   pág. 145-157 y 171-188

[28] Cfr. El supuesto milagro de EE. UU. en crear empleo  en VicençNavarro Neoliberalismo y estado del bienestar Ed. Ariel: Barcelona,1997  pág. 82-90[29] Puede seguirse el razonamiento completo de Smith en suobra La riqueza de las naciones  Alianza Editorial: Madrid, 1994 ymás concretamente en su capítulo segundo  “Del principio queda lugar a la división del trabajo”  pág. 44 y ss.[30] Ibíd., pág. 46[31] Cfr. Karl Polanyi “El lugar de la economía en lasociedad” en  El sustento del hombre Ed. Mondadori: Barcelona,1994[32]  A nadie se le escapará la indudable similitud de esteplanteamiento con el de Max Weber cuando éste establece unadiferenciación respecto de la acción económica entreracionalidad material o sustantiva y racionalidad formal:“Llamamos racionalidad formal de una gestión económica al grado decálculo que le es técnicamente posible y que aplica realmente.Al contrario, llamamos racionalidad material al grado en que elestablecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres…tengalugar por medio de una acción social de carácter económicoorientada por determinados postulados de valor (cualquiera que sea suclase), de suerte que aquella acción fue completada, lo será opuede serlo, desde la perspectiva de tales postulados de valor.Éstos son extremo diversos” (Economía y sociedad  Ed. F. C. E. :Madrid, 1993, pág. 64)[33] Karl Polanyi La gran transformación. Crítica del liberalismoeconómico  Ed. La Piqueta: Madrid, 1997  pág. 390.[34] Ibíd., pág. 90 y ss.[35] Ibíd., pág. 116[36] Ibíd., pág. 122-123[37] Ibíd., pág. 86[38] Ibíd., pág. 128[39] Ibíd., pág.  173[40] Ibíd., pág. 390[41] Ibíd., pág. 105[42]  Ibíd., pág. 128-129[43] William Townsend  Dissertation on the Poor Laws  en  K.Polanyi  La gran transformación  pág. 190-191[44]  K. Polanyi  ibíd. Pág. 355

[45] Cfr. Francis Fukuyama “¿El fin de la historia?”  El País 24 de septiembre de 1989; El fin de la historia y el último hombre  Ed.Planeta: Barcelona, 1992 y “Pensando sobre el fin de lahistoria diez años después”  El País  17 de junio de 1999[46] G. Albiac “Introducción” en Toni Negri Fin de siglo Ed.Paidós: Barcelona, 1992, pp. 19-20[47] Cfr. por ejemplo: Ralph Miliband “Fukuyama and theSocialist Alternative”  New Left Review 193, 1992, pp. 108-113, cuya exposición seguimos.[48] “La mercancía no puede ser comprendida en su esenciaauténtica sino como categoría universal del ser social total.Sólo en este contexto la reificación surgida de la relaciónmercantil adquiere una significación decisiva, tanto para laevolución objetiva de la sociedad como para la actitud de loshombres hacia ella, para la sumisión de su conciencia a lasformas en que esa reificación se expresa…Esta sumisión seacrecienta aún por el hecho de que cuanto más aumentan laracionalización y mecanización del proceso productivo, máspierde la actividad del trabajador su carácter de actividad,para convertirse en actitud contemplativa” György Lukács  Historia y conciencia de clase  Ed. Grijalbo: Barcelona, 1975[49] ¿Cómo puede hablarse entonces, en el capitalismo, deética de la empresa?. Incluso remontándonos a sus clásicos,si aceptamos esa formulación del imperativo categóricokantiano que establece la necesidad de tratar a la humanidad,tanto en la persona propia como en la persona de todos losotros, siempre como un fin y nunca simplemente como un medio;si el fin en sí significa que la persona es un fin para todosy no sólo para ella misma, por lo que ninguna persona puedeser considerada como un medio de otra porque eso significaríatratarla como a una cosa, es decir, la cosificación, lareificación de las relaciones humanas; si, en consecuencia,la persona no tiene un precio sino un valor; si todo ello lelleva al propio Kant a rechazar como profundamente inmoralesactividades como la prostitución o la esclavitud en la medidaque en ellas se relega a la persona al rango de medio, se lefija un precio y se la trata como a una cosa, ¿cómo podremosaceptar moralmente un sistema económico y social que todo élse fundamenta sobre la conversión del trabajo humano y, por

extensión del hombre y de todas sus actividades y relacioneshumanas, en mera mercancía?[50] Edmund Morgan  Inventing People: The Rise of Popular Sovereignity inEngland and America  London, 1988  en Ralph Miliband  op. cit.[51] Cfr. El País 11 y 12 de mayo de 1999[52]  Cfr. los excelentes artículos del dossier “Laactualidad del Manifiesto Comunista” en Papeles de la Fundación deInvestigaciones Marxistas. nº 11  1998[53]  Karl Marx y Friedrich Engels “Manifiesto del PartidoComunista”  en Obras escogidas T.I Ed. Akal: Madrid, 1975  pp.25-26[54]  Ibid. pág. 26[55]  Karl Marx El capital  libro I, secc. VII, cap. XXIV “Lallamada acumulación originaria” Ed. Siglo XXI: Madrid, 1975,pp. 952-953[56]  Karl Marx Líneas fundamentales de la crítica de la economía política(Grundrisse)  T. I Ed. Crítica: Barcelona, 1977 pp. 358[57] Brigitte Pätzold  “Heurs et malheurs de l’unificationallemande. Schwedt, ancienne cité modèle de la RDA entrenostalgie et optimisme”  Le Monde Diplomatique, janvier 1998pág. 8  Por alguna razón, el recuadro donde se comentan estosdatos no fue publicado en la edición española de la revista[58]  James Petras y Chronis Polychronion “El mito de laglobalización”  Ajoblanco nº 105, pp. 21-29[59]  José María Vidal Villa  Mundialización Ed. Icaria:Barcelona, 1996  pp. 9-10 Tras esta frase, el autor reproducetoda una serie de textos de los mencionados pensadores queavalan ampliamente su tesis.[60]  Cfr. Luis Prados “Del imperio al caos”  El País 12 deseptiembre de 1999[61]  Michael Löwy  “Mundialización e internacionalismo:actualidad del Manifiesto Comunista” Papeles de la Fundación deInvestigaciones Marxistas nº11  1998 pág. 26.[62] James Petras y Chronis Polychronion op. cit. pág.  29(*) El primer apartado de este trabajo fue publicadoanteriormente, con el título "Mundialización y globalización:una clarificación conceptual", en Egipán de vidrio. Revistade Filosofía http://artea.com.ar/egipan/