Las elecciones en México y Centroamérica: ¿polarización o fragmentación?(2007)

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Atlas Electoral Latinoamericano

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Atlas electoral latinoamericano

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Atlas Electoral Latinoamericano

Atlas electoral latinoamericano

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Atlas Electoral LatinoamericanoSalvador Romero Ballivián

Compilador

Yann Basset, Salvador Romero Ballivián, Cesar Romero Jacob,

Dora Rodrigues Hees, Philippe Waniez, Violette Brustlein,

Stéphanie Alenda, Alexis Gutiérrez, Rodrigo Losada, Patricia Muñoz,

Adriana Castro, Hugo Picado León, Simón Pachano,

Willibald Sonnleitner, Carlos Vargas León, Georges Couffi gnal

Atlas electoral latinoamericano

195

stos últimos años, un fantasma reco-

rre la política latinoamericana: elec-

ciones cada vez más reñidas, con re-

sultados cada vez más controvertidos, cuya

confi abilidad se pone en duda, con lo cual se

genera incertidumbre sobre la calidad de los

procesos electorales, y de las democracias

mismas. Este fenómeno se produce en un

contexto de polarización creciente, que llevó

a algunos observadores a hablar de una “ola

hacia la izquierda” de América Latina. Con

la reelección de Alvaro Uribe en Colombia,

y los fracasos de Ollanta Humala en Perú y

Andrés Manuel López Obrador en México,

esta hipótesis se agotó. Pero incluso en los

países donde las fuerzas “de izquierda” tie-

nen el viento en popa, es difícil identifi car

proyectos, programas o electorados diferen-

ciados en términos ideológicos. Detrás de

los excesos retóricos de las campañas electo-

rales, es más bien la erosión de los partidos

políticos tradicionales y el incremento de la

abstención que permiten la afi rmación de

Las elecciones en México y Centroamérica:¿polarización o fragmentación?

Willibald Sonnleitner

líderes carismáticos, que dicen encarnar las

aspiraciones de un “pueblo” cada vez más

desilusionado con las élites gobernantes.

En este contexto de fragmentación de

las lealtades políticas tradicionales, de esca-

sa participación ciudadana y de polarización

creciente del espectro electoral, la moviliza-

ción puntual de sectores minoritarios puede

bastar para ganar contiendas muy persona-

lizadas. Y el carácter reñido de las eleccio-

nes revela, entonces, la fragmentación de las

fuerzas partidistas y los límites de las demo-

cratizaciones, tanto por lo que se refi ere a la

calidad técnica y la credibilidad de los pro-

cesos electorales ante los ciudadanos, como

por los efectos concretos del voto en térmi-

nos de legitimación, de representación y de

gobernabilidad políticas (tendiendo como

consecuencia la multiplicación de gobiernos

débiles y divididos).

En vistas a explorar los factores expli-

cativos de este fenómeno transversal, la

presente contribución parte de un análisis

comparado de las últimas elecciones en

Honduras, Costa Rica, El Salvador, México

y Nicaragua, caracterizadas todas por resul-

tados demasiado cerrados, controvertidos

e inciertos para generar la legitimidad es-

perada, pero con desarrollos y desenlaces

diferenciados. En una segunda instancia,

se presenta un panorama de las principa-

les fuerzas en competición, esbozando una

geografía sintética de su arraigo electoral, de

su implantación territorial y de su reciente

evolución histórica. Ello permite profundi-

zar en las raíces y en los signifi cados con-

cretos de la polarización política que, más

que refl ejar la existencia de sociedades divi-

didas en dos polos opuestos, resulta de una

creciente fragmentación partidista.

I. Elecciones polarizadas con

resultados controvertidos

Como bien lo destacó Adam Przeworski,

la incertidumbre electoral es un elemento

constitutivo y fundamental de la democra-

E

Corte Nacional Electoral

196

cia. Pero dicha incertidumbre concierne a

los resultados de las contiendas electorales

que, en un régimen democrático, no pue-

den estar predeterminados, para ofrecer

verdaderas opciones a los ciudadanos. Asi-

mismo, la incertidumbre sobre los resulta-

dos debe acompañarse de una total certeza

sobre las reglas del juego. Solamente así, los

perdedores que desean conservar posibili-

dades de ganar futuras contiendas, también

aceptarán las derrotas del presente.

He aquí el desafío que plantearon los re-

sultados inciertos de los últimos comicios

en Honduras, Costa Rica, San Salvador,

México y Nicaragua. Porque si bien es cier-

to que, en teoría, las elecciones democráti-

cas pueden ganarse por un solo voto, en la

práctica ello implica que todos los conten-

dientes confíen efectivamente en los orga-

nismos encargados de garantizar el conteo

exacto de los sufragios, así como en las con-

diciones en las que éstos fueron solicitados

y emitidos. Dicha confi anza fue fragilizada

por un conjunto de elementos estructurales

y contextuales, que adquirieron signifi cados

peculiares en unas sociedades cada vez más

divididas y polarizadas. Pero, ¿qué sucedió

concretamente durante los últimos comi-

cios mexicanos y centroamericanos, y cómo

fueron procesadas las diversas situaciones

de incertidumbre electoral?

A) Elecciones reñidas con resultados inciertos

Más allá de sus especifi cidades, las últi-

mas elecciones en Honduras (noviembre

de 2005), Costa Rica (febrero de 2006), El

Salvador (marzo de 2006), México (julio

de 2006) y Nicaragua (noviembre de 2006)

tienen un importante rasgo en común: sus

resultados fueron singularmente reñidos,

y fueron públicamente cuestionados. En

contextos de fuerte polarización, los candi-

datos vencedores fueron electos con már-

genes de entre 0,04 % y 3,7 % de los votos

válidos (Gráfi co 1), alimentando las dudas

sobre la calidad técnica de los procesos

electorales y las especulaciones sobre los

efectos supuestamente decisivos de erro-

res de escrutinio, e incluso sobre prácticas

deliberadamente fraudulentas. Lo cierto es

que, en todos los casos, los márgenes de

victoria son muy inferiores a los porcenta-

jes de boletas anuladas, lo que contribuyó a

alimentar los rumores y la incertidumbre,

particularmente en Honduras, donde la

parte de éstas registró un incremento ex-

cepcional (Gráfi co 2).

Gráfi co 1

Márgenes de ventaja sumamente cerrados

Atlas electoral latinoamericano

197

Esta polarización exacerbada se acom-

pañó de una confusión más o menos acen-

tuada: sobre la oferta política, los proyectos

y programas de los candidatos contendien-

tes; sobre las razones e implicaciones de las

alianzas y los acuerdos establecidos; sobre

el papel y la neutralidad de los organismos

electorales; así como sobre los resultados y

el signifi cado mismo de las elecciones.

En Honduras, los comicios generales

(presidenciales, legislativos y municipales)

del 27 de noviembre de 2005 opusieron,

principalmente, a los candidatos de los dos

partidos que se alternaron en el poder des-

de 1981: Manuel Zelaya, del Partido Liberal

(PL, centro liberal), y Porfi rio Lobo, del Par-

tido Nacional (PN, derecha conservadora),

dirigentes de ambas fuerzas históricamen-

te dominantes. El segundo cargaba con la

imagen deteriorada del gobierno saliente. A

pesar de gozar de una coyuntura económica

bastante favorable, el país apenas progresó

en términos sociales, y cuenta hoy entre los

más pobres de toda América Latina. Asi-

mismo, diversos escándalos de corrupción

(concesiones de aeropuertos, venta de pasa-

portes, tráfi co ilegal de madera y de carbu-

rantes) implicaban a sus colaboradores cer-

canos. La campaña de Lobo fue más bien

defensiva, y lo llevó a replegarse sobre los

valores tradicionales de su partido, con ba-

ses rurales y conservadoras. Zelaya, por su

parte, se esforzó por proyectar una imagen

modernizadora, con el fi n de recuperar los

electores urbanos y educados que su parti-

do había perdido, y que conforman en las

encuestas la parte más volátil de los llama-

dos “indecisos”. Carentes de divergencias

programáticas signifi cativas entre dos parti-

dos de centro-derecha, que comparten más

valores de los que los separan, y habiendo

ya ratifi cado el Tratado de Libre Comercio

(TLC) en marzo de 2005, las campañas se

enfocaron en la inseguridad, plaga principal

que revela la falta de empleos y las fallas de

un modelo económico que sobrevive sola-

mente gracias a las remesas enviadas por

los emigrantes.

Pero, tras una larga campaña que “disgus-

tó” al 54% de los hondureños, 1 éstos tuvie-

ron que esperar diez días a que el Tribunal

Supremo Electoral (TSE) diera a conocer

al vencedor de las elecciones presidenciales.

1 Cálix, Alvaro, Percepción sobre el proceso eleccionario en Honduras: una aproximación a la cultura política y a la evaluación de la reforma electoral, Tegucigalpa, Federación de Organizaciones para el Desarrollo de Honduras (FOPRI-DEH), 2006.

Gráfi co 2

Márgenes inferiores a los votos anulados

Corte Nacional Electoral

198

Desde la restauración democrática de 1980,

es la primera vez que la votación fue tan ce-

rrada, provocando una crisis de credibilidad

en el TSE. Aunque este último es, en princi-

pio, independiente, los tres magistrados que

lo componen son nombrados directamente

por los principales partidos con representa-

ción parlamentaria. Y cuando su presidente,

designado por el PL, se apoyó en un conteo

rápido y en encuestas de salida de las urnas

para declarar vencedor al candidato liberal,

sin la presencia de los magistrados nacional y

demócrata-cristiano, el PN y su candidato se

negaron a reconocer los resultados y exigie-

ron esperar el conteo del conjunto de las ur-

nas. Dicha espera se transformó rápidamente

en impaciencia e incertidumbre, cuando la

prensa reveló que los funcionarios del TSE

no trabajaban al día siguiente de la elección, y

que todavía no se había comenzado a conta-

bilizar las actas electorales.

Las elecciones del 5 de febrero de 2006

en Costa Rica se anunciaban mucho menos

cerradas, ya que las encuestas le otorgaban

una amplia ventaja al ex presidente (1986-

1990) y premio Nobel de la paz (1987), Os-

car Arias, candidato del Partido Liberación

Nacional (PLN, centro). Éste articuló su

campaña alrededor de un aumento del gasto

público en materia de infraestructuras y edu-

cación, y se declaró favorable al TLC. Ade-

más de él, trece candidatos más compitieron

por la magistratura suprema, entre los cuales

tres tenían posibilidades de éxito: Ricardo To-

ledo, de la Unidad Social Cristiana (PUSC, de

centro-derecha), partido asociado con varios

y ampliamente publicitados escándalos de

corrupción; Otto Guevara, del Partido Li-

bertario (PL, derecha neopopulista), opues-

to frontalmente a los partidos tradicionales

y partidario de una política de “mano dura”

contra la delincuencia; y Ottón Solís, del Par-

tido Acción Cívica (PAC, de centro-izquier-

da), ya presente en 2002. Antiguo ministro

de Arias y disidente del PLN, campéon de

la austeridad y de la transparencia, este últi-

mo fue –sobre todo– el único que hizo cam-

paña en contra de las privatizaciones y del

TLC. Ambos temas se revelaron acertados,

focalizaron los debates y suscitaron movi-li-

zaciones importantes, en una sociedad cada

vez más polarizada. Tras una campaña des-

equilibrada –con un claro sesgo fi nanciero,

mediático y de opinión pública a favor de

Arias–, la derrota del PUSC se confi rmó el

5 de febrero, pero Ottón Solís dio la sorpre-

sa. Al día siguiente de la votación, solamente

2.450 votos (el 0,17% de los válidos) lo se-

paraban de Oscar Arias, llevando al Tribunal

Supremo Electoral (TSE) a postergar la pu-

blicación de los resultados hasta después del

contéo ofi cial de las 6.163 urnas. Durante los

32 días que duró este procedimiento, voces

de desconfi anza se expresaron en la prensa,

y manifestantes frente al TSE.

Aunque las últimas elecciones presiden-

ciales de 2004 en El Salvador resultaron en

una victoria abrumadora del partido gober-

nante, la Alianza Republicana Nacionalista

(ARENA, derecha), conviene integrar al

análisis los últimos comicios legislativos y

municipales de marzo de 2006, en la medida

en la que éstos también desembocaron en

un confl icto postelectoral muy delicado en

la capital de este país. Si el presidente Tony

Saca gozaba de una relativa popularidad y si

su gobierno no estaba en juego, las apuestas

no eran nada despreciables. Para el Frente

Farabundo Martí de Liberación Nacional

(FMLN, izquierda heredera de la antigua

guerrilla del mismo nombre), debilitado por

la escisión de siete de sus 31 diputados, se

trataba de constituir un grupo de 43 par-

lamentarios, para bloquear las políticas del

gobierno. En el poder desde 1989, ARENA

hizo de El Salvador el mejor alumno y un

aliado incondicional de los Estados Unidos:

Atlas electoral latinoamericano

199

primer país en fi rmar y ratifi car el TLC en

Centroamérica (diciembre 2004), El Salva-

dor no dudó en enviar tropas a Iraq y ha

do-larizado su economía. Los tres temas tie-

nen una fuerte carga simbólica, y le sirvieron

a los antiguos guerrilleros para denunciar la

sumisión y la falta de patriotismo del go-

bierno, en una sociedad muy desigualitaria y

fuertemente polarizada, que también sobre-

vive solamente gracias al dinero enviado por

los emigrantes. 2 Ejemplo revelador de esta

polarización: el espectro del difunto Co-

mandante Shafi k Handal (secretario general

sempiterno del Partido Comunista desde

los años 1970), representado en afi ches, ca-

misetas y banderas junto con Karl Marx, el

Che Guevara y Hugo Chávez, emblematizó

la campaña del FMLN, que sigue resistién-

dose a la renovación de su imagen, de sus

cuadros y de sus candidatos, desde el fi n de

la guerra civil en 1992. Y el domingo 12 de

marzo, tres horas y media después del cierre

de los centros de votación, los dos candida-

tos más votados a la alcaldía de San Salvador

proclamaron sus victorias respectivas, pese

a que los conteos rápidos no permitían es-

tablecer una tendencia, y que los resultados

preliminares le daban una ventaja inferior a

100 votos a Violeta Menjívar Escalante, del

FMLN. Mientras que los militantes celebra-

ban su triunfo, ésta se apresuró a denunciar

un fraude, su partido retiró al magistrado

que lo representaba en el Tribunal Supremo

Electoral (TSE), y la dirección hizo un lla-

mado público a defender la voluntad popu-

lar, si necesario “en la calle y por la fuerza”.

Este contexto de alta tensión desembocó en

enfrentamientos violentos entre los mani-

festantes y la policía, con varios heridos.

En cuanto a las elecciones generales del

2 de julio en México, éstas se celebraron en

un contexto inusualmente tenso, enrareci-

do y polarizado. Después de la alternancia

histórica del 2000, parecía haber sonado la

hora del Partido de la Revolución Demo-

crática (PRD, izquierda) y de su candidato,

Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Hombre experimentado, formado en el

legendario Partido Revolucionario Institu-

cional (PRI, centro) y en los movimientos

populares de los ochenta y noventa, éste ini-

ció su campaña hace cinco años, cuando re-

cién había sido electo Jefe de Gobierno del

Distrito Federal. Gracias a un hábil manejo

de las encuestas y los medios de comunica-

ción, logró impo-nerse sobre Cuauhtémoc

Cárdenas como el candidato con mayores

posibilidades de ganar la presidencia. Asi-

mismo, estableció una alianza con el Parti-

do del Trabajo y con Convergencia (la Coa-

lición por el Bien de Todos). Por su parte,

el Partido Acción Nacional (PAN) cargaba

con el desgaste del gobierno de Vicente

Fox, cuyo sexenio fue marcado por una re-

lativa parálisis institucional. El presidente

saliente ni siquiera logró la postulación de

su antiguo secretario de gobernación, y el

partido designó a un líder de la corriente

tradicional, conservadora y católica, Feli-

pe Calderón. Éste logró diferenciarse del

presidente, centró su campaña sobre la

creación de empleos y se presentó como el

candidato de las “manos limpias”, denun-

ciando la corrupción y la irresponsabilidad

de un gasto público de corte “populista”.

A su vez, el PRI se dividió como resultado

de pugnas internas, particularmente entre

su presidente y futuro candidato, Roberto

Madrazo, y la entonces secretaria del par-

tido, Elba Esther Gordillo. Derrotada, ésta

fundó, junto con sus seguidores del sindi-

2 Como lo señala un informe reciente del PNUD, estos en-víos de divisas constituían, en 2004, el 16% del PIB de El Salvador, es decir el 133% de las exportaciones y el 140% de los ingresos fi scales del país. Este dinero es enviado principalmente desde los Estados Unidos, por más de dos millones de Salvadoreños que debieron emigrar por falta de opciones económicas, y entre los que cerca de la mitad no tiene estatuto legal. PNUD, Informe sobre Desarrollo Hu-mano. El Salvador 2005. Una mirada al nuevo nosotros. El impacto de las migraciones, San Salvador, PNUD, 2005.

Corte Nacional Electoral

200

cato magisterial, su propio partido, Nueva

Alianza (PANAL). En cuanto a Madrazo,

el ex gobernador de Tabasco resultó ser un

candidato poco carismático, asociado con

los vicios del antiguo régimen revoluciona-

rio. En “Alianza por México” (junto con el

Partido Verde Ecologista, PVEM, centro),

su campaña se focalizó sobre la estabilidad

y el orden del pasado, así como sobre la

propuesta de “mano dura” contra la inse-

guridad.

Pero fue la campaña altamente perso-

nalizada y beligerante de López Obrador

la que marcó el tono y el ritmo de la con-

tienda. Líder carismático y gran orador,

bromista y combativo, AMLO prometió

un “cambio radical” en benefi cio de los

pobres y se posicionó como el candidato

de “los de abajo”, denunciando los abusos

cometidos por diversos empresarios y ban-

queros. Desde el intento fallido de impe-

dir su candidatura mediante su desafuero

en 2004, el PAN y el PRI (que AMLO asi-

mila en su discurso, refi riéndose al “PRI-

AN”) también adoptaron el registro de la

confrontación personal, satanizando a su

adversario y acusándolo de actuar bajo la

infl uencia de Hugo Chávez. Así, las campa-

ñas se pola-rizaron de una manera caricatu-

ral, y las encuestas empezaron a anunciar una

contienda cada vez más reñida, con López

Obrador y Felipe Calderón alternándose en

el primer lugar. El 2 de julio por la noche,

la noticia fue fulminante: “too close to call”,

empato técnico entre AMLO y Calderón.

Se acababa de producir el peor escenario,

de máxima incertidumbre y tensión.

Las elecciones generales de noviembre

de 2006 en Nicaragua también se celebraron

en un contexto usualmente polarizado. Des-

pués de haber gobernado el país durante el

período de la Revolución y de la guerra civil

(1979-1990), el Comandante Daniel Ortega,

candidato sempiterno del Frente Sandinis-

ta de Liberación Nacional (FSLN, izquierda

heredera de la antigua guerrilla del mismo

nombre), había perdido la presidencia en

tres ocasiones. Pero su poder real no dejó

de ampliarse, gracias a un curioso pacto

con su principal enemigo del Partido Libe-

ral Constitutionalista (PLC, derecha liberal),

el ex presidente Arnoldo Alemán (1996-

2001). A primera vista, la campaña electoral

se desarrolló bajo el signo de un regreso a

la guerra fría, peligro denunciado por todos

los adversarios de Ortega, incluyendo la

Embajada de los Estados Unidos en Mana-

gua. Pero en realidad, la verdadera incognita

se relacionaba con dos escisiones decisivas,

que dividieron a ambos grupos de poder.

Por primera vez desde 1990, el PLC no lo-

gró reunir la derecha alrededor del candida-

to de Alemán, el ex vicepresidente José Rizo.

Y el banquero Eduardo Montealegre rompió

las fi las para presentarse bajo las siglas de la

Alianza Liberal Nicaragüense (ALN, derecha

liberal anti-Alemán). Por su parte, el FSLN

se escindió con la expulsión de Herty Lewit-

tes, quien se presentó por el Movimiento

de Renovación Sandinista (MRS, izquierda

anti-Ortega), junto con Edmundo Jarquín y

el cantante Carlos Mejía Godoy. Desde la

izquierda y la derecha, los disidentes denun-

ciaron la corrupción y el autoritarismo del

pacto Ortega-Alemán. En ese contexto, el

FSLN optó por una campaña más bien dis-

creta y moderada, en color rosa y bajo los

temas de la paz y la reconciliación (cantados

al sonido de “Give peace a chance” de John

Lennon). Con vistas a limitar los estragos

de la división interna, acercarse a la Iglesia

y darle garantías a los empresarios, Ortega

alternó promesas demagógicas con un hábil

pragmatismo.

Finalmente, el 5 de noviembre las eleccio-

nes resultaron, a su vez, inusitadamente cerra-

das. Desde el primer reporte del Consejo Su-

Atlas electoral latinoamericano

201

premo Electoral (CSE), Daniel Ortega tenía

un avance confortable sobre su principal con-

trincante, Eduardo Montealegre de la ALN.

Sin embargo, la lentitud de la transmisión de

los datos y el voto cruzado entre las presiden-

ciales y las legislativas en benefi cio del PLC,

alimentaron la incertidumbre. Después de

haber conocido los resultados preliminares

del 14,7% y del 61,9% de las actas escrutadas

el lunes, los ciudadanos debieron contentarse

con los resultados del 91,6% el martes a 18:18

horas, y tuvieron que esperar hasta el 14 de

noviembre antes de que el CSE difundiera los

resultados del 100% de las actas, sin publicar

hasta la fecha los datos completos de todas

las juntas receptoras.

B) ¿ Quién ganó? Una gestión diferenciada de

la incertidumbre electoral

Estos últimos comicios también se caracte-

rizaron por una espera inusualmente pro-

longada de los resultados electorales, que

desembocó en las especulaciones y sospe-

chas más diversas, alimentadas por los can-

didatos presuntamente perdedores. Pero

si la incertidumbre se instaló en todos los

países analizados, ésta última fue adminis-

trada de una manera diferenciada, y no des-

embocó siempre en la contestación de las

elecciones en su conjunto.

Después de diez días de suspenso en

Honduras, Porfi rio Lobo y el Partido Na-

cional acabaron por reconocer la victoria

de Manuel Zelaya, del Partido Liberal. A

pesar de las fallas técnicas efectivas de la

votación (entre ellas un défi cit notorio de

representantes de partidos en numerosos

centros electorales), el candidato perdedor

fi nalmente renunció a un recuento de los

votos, aceptando los resultados del TSE.

Según estos últimos, Zelaya ganó la presi-

dencia con un margen de 73.763 sufragios

más que Lobo (el 3,7 % de los válidos). Sin

embargo, 200.310 boletas fueron anuladas

(10%), es decir dos veces más que el pro-

medio registrado entre 1981 y 2001, y tres

veces más que la ventaja obtenida por el

vencedor. 3 Además, el fuerte incremento

del abstencionismo (que pasó del 33% en

2001 al 44,6% en 2005) contribuyó a ero-

sionar la legitimidad del nuevo presidente,

electo por apenas el 25,1% de la población

inscrita en las listas electorales (Gráfi cos 3

y 4). Pero sobre todo, las encuestas post-

electorales registraron una caída notable de

3 Ciertamente, dicho incremento de las boletas anuladas tie-ne que ser relacionado con la introducción, por primera vez, de un sistema electoral de listas abiertas con posibilidad de panachage, tras las últimas reformas de 2004. Pero curiosa-mente dicho fenómeno también se produce en las elecciones municipales y presidenciales, situándose en 44 de os 298 mu-nicipios entre el 15% y el 30% de sufragios. Una cuestión de-licada, que merecería un análisis más detallado en el futuro.

Gráfi cos 3 y 4

Honduras: Resultados sobre válidos e inscritos

Corte Nacional Electoral

202

sión, de manifestaciones violentas y de la

amenaza de las 74 municipalidades gober-

nadas por el FMLN de entrar en huelga, el

TSE decidió el recuento manual de los vo-

tos en la capital. Tras haber rechazado la im-

pugnación de 84 sufragios, los magistrados

declararon la victoria de Violeta Menjívar,

con 64.881 contra 64.822 votos a favor de

Rodrigo Samayoa de ARENA, es decir una

distancia ínfi ma de 59 sufragios (el 0,04%

de los válidos, véase Gráfi cos 7 y 8). Pero

cabe interrogarse si unos resultados contra-

rios hubiesen podido ser administrados de

la misma manera, sobre todo en la hipótesis,

totalmente factible, que una situación simi-

lar se reproduzca en futuras elecciones pre-

sidenciales, con consecuencias mucho más

importantes. Una pregunta que bien pudiera

plantearse en 2009, cuando las elecciones

municipales y legislativas coincidirán de nue-

vo con las presidenciales, como solamente

ocurre cada quince años. 5

En México, la intensidad del confl icto

4 Cálix, Alvaro, Op.Cit.

5 Para un análisis más extenso de los procesos electorales desde 1994 en El Salvador, véase Garibay, David “Diez años de participación política en El Salvador: Del confl ic-to interno a la polarización electoral (1994-2004)”, TRACE, Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre, No. 48, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Ins-tituto de Altos Estudios de América latina, Banco Interameri-cano de Desarrollo, diciembre de 2005.

Gráfi cos 5 y 6

Costa Rica: Resultados sobre válidos e inscritos

la credibilidad del TSE, ya que 35% de los

entrevistados declararon el los comicios del

2005 habían sido fraudulentos. 4

De la misma manera, después de 32 días

de espera todos los candidatos y partidos

reconocieron la victoria de Oscar Arias en

Costa Rica, que reconquistó la presidencia

con una ventaja de solamente 18.169 vo-

tos (el 1,1% de los válidos) sobre su prin-

cipal adversario del PAC, Ottón Solís. Si

la proporción de boletas anuladas (2,4%)

rebasó ampliamente este margen, y si al-

gunos siguieron criticando el carácter des-

equilibrado del proceso electoral a favor de

Arias (cuya reelección había sido autorizada

por el Tribunal Constitucional en abril de

2003, tras dos decisiones anteriores en el

sentido contrario), el apego a las reglas y

a los procedimientos democráticos acabó

imponiéndose sobre las dudas. Aun así, el

ex presidente solamente fue reelecto con el

41% de los votos válidos (es decir con el

apoyo del 25,4% de la población inscrita), y

su partido controla apenas el 43,9% de los

escaños en el parlamento (Gráfi cos 5 y 6).

En contraste, la mediación de la misión

electoral de la Organización de los Estados

Americanos (OEA) se reveló crucial en la

gestión del confl icto post-electoral en San

Salvador. Después de tres días de alta ten-

Atlas electoral latinoamericano

203

post-electoral desbordó los ánimos y los

cauces institucionales, hasta desembocar

en una situación verdaderamente insólita.

Según el conteo rápido realizado por el

Instituto Federal Electoral (IFE), desde el 2

de julio se registraba una pequeña ventaja a

favor de Felipe Calderón. Pero por ser ésta

inferior al margen de error (0,6 puntos) de

la muestra utilizada (7.636 casillas), estos da-

tos no se hicieron públicos. Mientras tanto,

millones de ciudadanos seguían, via inter-

net, la evolución en tiempo real del Progra-

ma de Resultados Electorales Preliminares

(PREP), que concluyó el día siguiente con

el 98,45% de las actas “computadas”. 6 Se-

gún éste, Calderón obtuvo el 36,38% con-

tra el 35,34% a favor de AMLO, de un total

de 38.549.351 sufragios emitidos. Pero se

había cometido un pequeño error de co-

municación. Con enormes consecuencias.

El PREP procesó 128.771 de un total de

130.788 actas (98,45%) en las presidencia-

les. Sin embargo, se había acordado con los

partidos que, para evitar cualquier distor-

sión, se descartarían del agregado preliminar

las actas con algun tipo de “inconsistencia”.

Esas 11.184 actas (el 8,55% del total) tam-

bién se podían consultar de manera separa-

da en internet (todos los partidos las con-

sultaron en repetidas ocasiones), pero las

tendencias solamente se calcularon con el

89,91% de las actas procesadas. A raíz de la

discrepancia entre los 38,5 millones de vo-

tos contabilizados de las actas consistentes

del PREP, y los 41,6 millones de votos que

correspondían a la participación registrada,

se difundió el rumor que “tres millones de

votos habían desaparecido”, alimentando

especulaciones sobre un “algoritmo secre-

to” que altera-ba los resultados del PREP,

y sobre un “fraude cibernetico” operado a

favor del PAN. Finalmente, el 6 de julio el

cómputo distrital del conjunto de las actas

ofi ciales, realizado bajo el control de todos

los partidos contendientes, confi rmó las

tendencias registradas por el conteo rápi-

do, el PREP y la mayoría de las encuestas

de sali-da disponibles 7: 35,89% a favor de

Gráfi cos 7 y 8

El Salvador: Resultados sobre válidos e inscritos

6 El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) es un dispositivo instrumentado por el IFE para dar a conocer la evolución de las tendencias electorales en tiempo real. Consiste en la sistematización de unas copias especiales de las actas de escrutunio, pegadas al exterior de los paquetes electorales y captadas por un equipo espe-cífi co en cuanto dichos paquetes son entregados en las 300 juntas distritales del país. Como no obedece a los mismos procedimientos que los computos distritales ofi ciales, que se realizan bajo el estrecho control de los representantes de los partidos contendientes, es muy rápido pero inevitable-mente menos confi able, por lo que no tiene ninguna validez ofi cial. En otras palabras, su manipulación sería posible, pero carecería de sentido, ya que los únicos resultados que cuentan son los de los computos distritales (que se realizan a partir del miércoles que sigue el domingo de la elección).

7 De las nueve encuestas consultadas, tan sólo una dio por ganador a Andrés Manuel López Obrador. Para un compar-ativo sintético, véase Ulises Beltrán, “Encuestas de salida y conteos rápidos”, Nexos, No. 344, p.18.

Corte Nacional Electoral

204

Felipe Calderón, contra 35,31% a favor de

López Obrador, 22,62% para Roberto Ma-

drazo, 2,7% para Patricia Mercado y 0,96%

para Roberto Campa, con una participación

del 58,6% de los 71 millones de mexicanos

inscritos en el padrón electoral (Gráfi cos 9

y 10). Pero, para entonces, la confusión ya

se había transformado en desconfi anza. La

negativa de AMLO de aceptar su derro-ta,

sus ataques frontales contra el IFE y su cé-

lebre exigencia de recontar “voto por voto,

casilla por casilla”, atizó las pasiones y des-

encadenó un intenso, costoso e intermina-

ble confl icto post-electoral. 8

La gestión de la incertidumbre electoral

en Nicaragua tampoco satisfi zo al conjunto

de los ciudadanos. Porque, más allá de la pre-

sidencia, la cuestión crucial de esta votación

era la de la continuación o de la ruptura con

el “pacto” negociado entre el jefe del FSLN

y el ex presidente liberal, Arnoldo Alemán

(1997-2001). Dicho acuerdo había desem-

bocado en la repartición y bi-partidización

de los puestos clave en las ins-tituciones del

país, así como en la reforma electoral que

acaba de permitir la reelección del primero,

a cambio del arraigo domiciliar del segun-

do. Fue este pacto el que, al bajar el umbral

para poder ganar la presidencia en primera

vuelta del 45% al 40%, e incluso al “35%

más cinco puntos de ventaja”, posibilitó el

triunfo de Daniel Ortega, con 36,9% de los

votos emitidos (es decir, con el 27,6 % de

los inscritos y con el 25,9% de la población

en edad de votar, véase Gráfi cos 11 y 12).).

Pero si miles de observadores nacionales e

internacionales (misiones de la Unión Euro-

pea, la OEA, el Centro Carter, Ética y Trans-

parencia, etc.) ratifi caron la calidad técnica de

la votación, la existencia del pacto y la politi-

zación notoria del organismo electoral favo-

recieron las especulaciones sobre presuntas

negociaciones de escaños parlamentarios en

circunscripciones bajo el control exclusivo

del FSLN y del PLC. En efecto, hubo que

esperar nueve largos días antes de conocer

los resultados ofi ciales del 100% de las actas.

Durante todo ese tiempo, la distancia entre

la ALN y el PLC no dejó de disminuir con

la integración de las urnas rurales, hasta in-

vertirse en las legislativas en benefi cio de los

candidatos de Arnoldo Alemán. Ciertamen-

Gráfi cos 9 y 10

México: Resultados sobre válidos e inscritos

8 No es este el espacio apropiado para abordar el desarrollo y desenlace de este confl icto. Tras dos meses de movilizacio-nes y protestas -y un “mega-plantón” que paralizó durante semanas el centro de la Ciudad de México-, el 5 de septiem-bre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) confi rmó, en un fallo de 349 cuartillas, la validez de la elección de Felipe Calderón, quien asumió la presidencia en diciembre de 2006. No obstante, AMLO tampoco recono-ció esta decisión.

Atlas electoral latinoamericano

205

te, las urnas rurales en cuestión se sitúan en

bastiones tradicionales del Liberal Constitu-

cionalista. Sin embargo, muchas de ellas no

pudieron ser cubiertas, ni por representantes

de los disidentes liberales de la ALN, ni por

los disidentes del Movi-miento de Renova-

ción Sandinista.

En resumidas cuentas, las últimas elec-

cio-nes en Honduras, Costa Rica, El Salva-

dor, México y Nicaragua no solamente pro-

dujeron resultados singularmente reñidos,

sino que se celebraron en contextos políti-

cos más o menos confusos. Por encima de

las promesas y la retórica de las campañas

electorales, el declive de las identidades po-

líticas tradicionales y de la disciplina parti-

daria es el factor que mejor explica la per-

sonali-zación de la política, el pragmatismo

y el éxito de hombres carismáticos y “pro-

videnciales” que prefi eren el monólogo

con las multitudes a la discusión de ideas:

tanto Oscar Arias como Daniel Ortega y

Andrés Manuel López Obrador se negaron

a debatir públicamente con sus adversarios.

En este contexto, la polarización rebasa y

afecta al conjunto de las instituciones. Des-

emboca en la politización y en la pérdida de

credibilidad de los organismos electorales.

Entonces, problemas técnicos de escruti-

nio, generalmente anodinos, alimentan los

rumores y las sospechas, así como el cues-

tionamiento de la calidad de las elecciones,

y de las democratizaciones en su conjunto.

II. ¿Sociedades divididas, o partidos

fragmentados?

Para comprender la gestión y los efectos di-

ferenciados de estas situaciones electorales

contestadas, resulta útil analizar algunos fac-

tores transversales, situándolos en la especi-

fi cidad de los sistemas políticos nacionales,

de su geografías electorales y de su evolución

histórica reciente. Además del grado de esta-

bilidad, estructuración e institucionalización

de los partidos políticos, la intensidad y las

características de su polarización –ideológi-

ca y territorial– desempeñan un papel deci-

sivo en la naturaleza y en el desenlace de los

confl ictos. En una perspectiva macrosocio-

lógica y comparativa, podemos clasifi car los

sistemas de partidos consi-derados en tres

tipos: Honduras y Costa Rica (hasta 1998) se

caracterizan por bipartidismos moderados,

relativamente estables y estructurados; El

Salvador y Nicaragua conocen multipartidis-

mos bipolares, legados de las guerras inter-

nas de los años 1980; y México se distingue

por un sistema tripartidista, con una cre-

ciente fragmentación. Los siguientes indica-

dores confi rman esta distinción, y permiten

situar los resultados electorales recientes en

Gráfi cos 11 y 12

Nicaragua: Resultados sobre válidos e inscritos

Corte Nacional Electoral

206

una perspectiva territorial y temporal más

amplia, especifi cando los rasgos particulares

de su polarización.

A.) ¿ Polarización o fragmentación?

Ya subrayamos el carácter singularmente re-

ñido de estas últimas elecciones, en contextos

de fuerte polarización. Ahora, conviene pro-

fundizar el análisis de los rasgos específi cos

de dicha polarización. Como lo muestran los

dos gráfi cos siguientes, la concentración de

los votos obtenidos por las dos principales

fuerzas solamente fue excepcionalmente ele-

vada en Honduras (96,2%), mientras que fue

menor en Costa Rica (80,8%) y El Salvador

(78,6%), y mucho más moderada en México

(72,8%) y Nicaragua (66,3%). La intensidad

de la polarización se reduce aún más cuando

se integra al análisis la proporción de ciuda-

danos que no participaron en las elecciones.

Éstos son mayoritarios en El Salvador, reba-

san la parte de ciudadanos movilizados por

las dos primeras fuerzas en Honduras y en

México, así como de la primera y segunda

fuerza en Costa Rica, siendo tan sólo mino-

ritarios en Nicaragua –dónde se registran sin

embargo problemas de inscripción en las lis-

tas electorales– 9 (Gráfi cos 13 y 14).

En otros términos, la exacerbada polari-

zación en Nicaragua, El Salvador y México

se acompañó de una notable fragmentación

de las preferencias electorales, mientras que la

concentración más fuerte de votos se produ-

jo en los contextos más moderados, donde la

bipolarización no recubre divergencias pro-

gramáticas o ideológicas signifi cativas. Este

curioso desfase entre la polarización retóri-

ca de la oferta política, y la fragmentación

moderadora de los comportamientos elec-

torales, merece ser analizado de manera más

detenida, relacionándolo con las dinámicas

del desarrollo “humano” de las sociedades

mexicana y centroamericanas. ¿Las fronteras

políticas de estos últimos comicios realmente

recubren las divisiones socioeconómicas que

estructuran los distintos países?

Para responder a dicho interrogante, los

Gráfi co 13

Concentración del voto (válidos e inscritos)

9 La organización no gubernamental “Ética y Transparencia” y la Universidad Centroamericana (UCA) realizaron un estu-dio sobre este tema, y estiman que el 18% de la población en edad de votar no está inscrita en las listas electorales (entre ellos, un 3% habrían solicitado un documento de identidad, pero no lo hubieran recibido a tiempo. Véase Etica y Transparencia, Estudio del Proceso de Cedulación. Elecciones Nacionales 2006, Managua, Ed. Etica y Trans-parencia, 2006.

Atlas electoral latinoamericano

207

siguientes mapas ilustran la distribución te-

rritorial de los resultados electorales, reagru-

pándolos en función de las cuatro principa-

les opciones: apoyo a la primera o la segunda

fuerza política, voto alternativo o absten-

ción. Con el fi n de reducir la complejidad,

optamos por mapas sintéticos, elabo-rados

mediante análisis multifactoriales de clasi-

fi cación jerárquica. 10 Éstos nos permitirán

identifi car las confi guraciones más caracte-

rísticas del voto a escala local, al maxi-mi-

zar la coherencia y homogeneidad internas

de las categorías y las diferencias entre ellas.

Además, agregamos pequeños mapas de la

distribución geográfi ca de los Índices de

Desarrollo Humano (IDH), para poder vi-

sualizar las relaciones territoriales entre las

dinámicas electorales y socioeconómicas.

Para comenzar, observamos una fuerte

superposición de los clivajes políticos y socia-

les en Costa Rica, donde los votos contesta-

tarios a favor de Ottón Solís se concentran

claramente en la zona metropolitana y en el

Valle central del país, en las provincias más

desarrolladas de San José, Cartago y Alajuela.

Esto confi rma los hallazgos de las encuestas

de opinión pública, que le atribuyen al PAC

un electorado urbano y educado, crítico y

desencantado con ambos partidos de gobier-

no. Más precisamente, podemos distinguir

dos situaciones: en los 16 cantones en rojo

(Alajuela), Solís registra sus mejores resul-

tados (movilizando en promedio al 33% de

los inscritos), con los índices más elevados

de participación del país, mientras que en los

24 cantones en rosa, el voto contestatario se

divide y benefi cia también a otros partidos

(15% de los inscritos). Al contrario, Arias se

afi rma en las provincias rurales y margina-

das, movilizando fuertemente en 13 canto-

nes (en verde oscuro) de la Costa Pacífi ca,

San José y Cartago (35% en promedio), pero

benefi ciándose, sobre todo, indirectamente

de la abstención y de la debilidad estructural

10 Para una descripción sintética de la metodología, véase Min-vielle, Erwann & Sid-Ahmed Souiah (2003), L’analyse statisti-que et spatiale. Statistiques, cartographie, télédétection, SIG, Nantes, Editions du temps. Para una aplicación práctica al análisis electoral, véase Sonnleitner, Willibald, “La cartografía como instrumento para el análisis espacial del voto en Cen-troamérica: Posibilidades y trampas de los mapas electora-les”, in Sonnleitner, Willibald (bajo la dir. de), Explorando los territorios del voto: Hacia un atlas electoral de Centroamérica, Guatemala, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamerica-nos, Instituto de Altos Estudios de América latina, Banco In-teramericano de Desarrollo, 2006, pp. 13-19.

Gráfi co 14

Concentración del voto (válidos e inscritos)

Corte Nacional Electoral

208

del PAC en los cantones periféricos (en ver-

de y verde claro), particularmente en Punta-

renas y Limón (Mapa 1). La polarización

electoral recubre, así, una dimensión socio-

económica y territorial real, que opone los

cantones más desarrollados, educados y

contestatarios, a las regiones más aisladas y

rurales, pobres y abstencionistas, donde el

PLN conserva sus antiguas redes clientelis-

tas y logra recuperar una parte importante

de los electores que abandonan el PUSC

(particularmente en Guanacaste).

Un fenómeno similar se observa en Nica-

ragua y, en menor medida, en El Salvador. En

el primer país, la participación electoral y los

votos contestatarios se concentran en las zo-

nas más desarrolladas de la Costa y en algunas

capitales departamentales del país, dónde los

disidentes de la Alianza Liberal Nicaragüense

y del Movimiento de Renovación Sandinista

obtienen sus mejores resultados (29 munici-

pios en anaranjado y 37 municipios en rosa).

En contraste, el PLC conserva un electora-

do eminentemente pobre y rural, que se sitúa

en la frontera agrícola y en las antiguas zonas

controladas por la Contra, ya sea en contex-

tos de elevada participación (33 municipios

en azul), ya sea en contextos de fuerte absten-

cionismo (14 municipios en celeste). Tan sólo

en siete municipios de esta región (en mora-

do), la ALN logra desplazar al PLC. En cuan-

to al FSLN, su composición es más compleja.

Como el FMLN en El Salvador, esta antigua

guerrilla convertida en partido político tiene

una buena implantación en las grandes ciu-

dades y en varios municipios prósperos del

país, donde compite sobre todo con la ALN.

Pero los sandinistas también conservan 31

bastiones rurales (en rojo oscuro), donde la

distribución de tierras durante la llamada “pi-

ñata” de 1990 les permitió construirse bases

incondicionales (Mapa 2). De ahí la corre-la-

ción positiva pero modesta entre el voto del

FSLN y el IDH (+0.180), casi idéntica a la

que se puede medir en El Salvador entre el

desarrollo humano y el FMLN (+0.185).

En efecto, el voto contestatario de los sal-

vadoreños también tiende a concentrarse en

la zona metropolitana y en algunas otras capi-

Mapa 1

Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Costa Rica

Atlas electoral latinoamericano

209

tales de provincia, pero las correlaciones con

el IDH son mucho más débiles que en Costa

Rica, y la polarización geográfi ca mucho más

diluida que en Nicaragua. Así, en las últimas

legislativas de 2006 los mejores resultados de

la antigua guerrilla (42 municipios en rojo y

tres en rojo oscuro) se dispersaron sobre el

conjunto del territorio, y no recubrieron ni los

clivajes socioeconómicos, ni la antigua zona

de confl icto. De manera análoga, los mejo-

res resultados de ARENA (29 municipios en

azul) no se concentraron en ninguna región

en particular, como tampoco lo hicieron los

48 municipios en los que las terceras fuerzas

obtuvieron buenos resultados (en verde cla-

ro). Predominaron, así, situaciones más bien

fragmentadas y competitivas: ya sea en con-

textos muy abstencionistas donde el FMLN

enfrentó principalmente a ARENA (36 mu-

nicipios en rosa); ya sea en contextos de par-

ticipación intermedia donde la fragmentación

de la oposición benefi ció a la Alianza Repu-

blicana Nacionalista (63 municipios en celes-

te); ya sea en contextos más participacionistas

donde ésta última compitió con alguno de los

pequeños partidos de oposición (41 munici-

pios en verde-azul). Se observa, fi nalmente,

un declive notable del FMLN en la zona me-

tropolitana, donde ARENA registra un fuer-

te avance, particularmente en las legislativas

(Mapa 3). 11

Por el contrario, las dinámicas territoria-

les del voto en 2006 no recubren las divisio-

nes económicas y sociales en Honduras, por

lo menos no en el sentido esperado. Aquí, se

observa más bien un comportamiento muy

curioso y paradójico, que ya habíamos anali-

zado en el pasado: son las regiones más po-

bres y marginadas las que registran los índi-

ces más elevados de participación electoral. 12

Ciertamente, el Partido Liberal consigue re-

sultados ligeramente mejores en los centros

urbanos y en las zonas más desarrolladas, por

lo general más abstencionistas (en color mo-

rado y amarillo), en oposición con el Partido

Nacional que se repliega sobre sus bastiones

rurales y marginados (31 municipios en azul).

Pero las correlaciones entre sus votos y el

Mapa 2

Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Nicaragua

11 Para un análisis de la geografía electoral del país entre 1994 y 2004, véase Garibay, David & Sonnleitner, Willibald, “La geografía del poder político en El Salvador: El voto revolu-cionario del FMLN y los castillos de ARENA”, in Explorando los territorios del voto..., Ibid., pp. 42-53.

12 Alvaro Cálix & Sonnleitner, Willibald, “La paradoja hondure-ña: ¿Por qué los marginados votan tanto en Honduras?”, in Explorando los territorios del voto..., Ibid., pp. 20-29.

Corte Nacional Electoral

210

IDH (+0.146 y 0.162, respectivamente) son

bastante débiles, y es más bien el avance de

Manuel Zelaya en las regiones pobres y muy

participativas del Suroeste (83 municipios en

rojo) –donde la presencia de los liberales es

tradicionalmente minoritaria–, el que le per-

mite conquistar la presidencia. En efecto, el

PL solamente arrasa en los 14 municipios en

rojo oscuro, todos ellos bastiones históricos

de este partido, mientras que en el resto del

país su ventaja es más bien modesta, similar

al promedio nacional (Mapa 4).

Para terminar, las dinámicas locales de las

elecciones en México revelan el carácter su-

perfi cial de una polarización que oculta, en

realidad, una enorme diversidad de compor-

tamientos electorales. Ciertamente, el PAN es

un partido predominantemente urbano cuyo

electorado se concentra en los municipios más

desarrollados del Bajío y del Norte del país,

en claro contraste con las bases eminente-

mente rurales y marginadas que aún conserva

el PRI. Sin embargo, el PRD rompe con este

patrón, al movilizar tanto en la próspera zona

metropolitana, como en las regiones más po-

bres del territorio mexicano. Pero lo que más

llama la atención es la debil concentración del

voto. Exceptuando los 201 municipios del

Centro y Sureste en los que AMLO obtiene

una ventaja arrasadora y constituye una cla-

ra mayoría (en color anaranjado), en el resto

del país se registra una fuerte fragmentación

electoral. Ni en los otros 586 municipios en

los que se impone el PRD (en color amarillo),

ni en los 503 municipios en los que se im-

pone el PAN (en color azul), dicho partidos

cuentan con un apoyo mayoritario, siendo la

contienda particularmente reñida en los 442

municipios en color celeste, donde las prefe-

rencias se dividen prácticamente en tres par-

tes iguales, con una muy pequeña ventaja a

favor de Felipe Calderón. Aunque Madrazo

es relegado al tercer lugar, el PRI conserva

una presencia mayoritaria en 295 municipios

(en verde oscuro) y le disputa a López Obra-

dor 414 municipios más en el Sureste pobre

e indígena (en verde claro). Finalmente, cabe

señalar que la abstención –cuyo elevado nivel

también matiza el carácter reñido y polariza-

do de la contienda– tiende a concentrarse en

los bastiones del PRD (en color anaranjado),

Mapa 3

Geografía sintética de las elecciones legislativas intermedias en El Salvador

Atlas electoral latinoamericano

211

mientras que los principales bastiones del PAN

tienden a ser más participacionistas (Mapa 5).

B) Tendencias históricas y variables “pesa-

das” del voto (1980-2006)

Finalmente, conviene situar los resultados

de estas últimas elecciones en una perspec-

tiva diacrónica e histórica. Para visualizar las

grandes tendencias del voto y las mutaciones

de la oferta política a lo largo de los 25 últi-

mos años, analizaremos una serie de gráfi cos

sintéticos de la evolución de la fuerza relativa

de los principales partidos, y de su arraigo es-

tructural con respecto a la población en edad

de votar (PEV). Como lo veremos, la pola-

ri-zación que se manifi esta constantemente

durante las contiendas presidenciales en El

Salvador y en Nicaragua, contrasta con las

elecciones mucho más moderadas en Hon-

duras y en Costa Rica, siendo México un caso

intermedio, de fuerte polarización reciente

pero de mayor fragmentación partidista.

Para empezar, la moderación que carac-

terizó la gestión de las últimas elecciones en

Honduras se explica por la estabilidad excep-

cional de su sistema de partidos, así como

por la debilidad estructural de las terceras

fuerzas y de una izquierda organizada. Los

gráfi cos siguientes dan cuenta de la fuerte y

constante concentración del voto sobre los

dos partidos que han venido gobernando el

país, cuya fundación remonta a fi nales del

siglo XIX. Desde 1980, observamos una

competición regular y cuatro alternancias

presidenciales entre el Partido Liberal (PL)

–que obtiene sus mejores resultados en las

zonas urbanas y desarrolladas– y el Partido

Nacional (PN) –cuyas bases se sitúan más

bien en las regiones rurales y marginadas del

país–. El primero obtiene de entrada más del

50% de los sufragios en 1981, 1985, 1993 y

1997, antes de reconquistar la presidencia

con el 49,9% en 2005. El segundo capta más

de la mitad de los votos en 1989 y 2001, y

gobierna dos veces el país. En contraste, las

terceras fuerzas partidistas registran siempre

porcentajes muy bajos, movilizando en su

Mapa 4

Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Honduras

Corte Nacional Electoral

212

conjunto entre el 3,5% y el 4,6% del voto en

las presidenciales. Sin embargo, el incremen-

to paulatino de la abstención revela la erosión

de las bases electorales de ambos partidos.

Asimismo, la afi rmación de un voto cruzado

cada vez más importante en las elecciones

legislativas y municipales, como consecuen-

cia de las reformas que introducen boletas

separadas a partir de 1997, deja los nuevos

presidentes sin mayorías parlamentarias y

los obliga a concertarse con cámaras legisla-

tivas cada vez más fragmentadas. Con todo,

el PL y el PN cuentan, hoy en día, entre los

partidos que resisten mejor a la crisis de la

representación que afecta toda América La-

tina (Gráfi cos 15 y 16).

El caso de Costa Rica es más matizado.

Conocido antaño como un pequeño “pa-

raíso democrático”, este país pierde cada

vez más su carácter excepcional. Desde la

fundación del Partido Unidad Social Cris-

tiana en 1983, Costa Rica también había

conocido un bipartidismo moderado, con

cuatro alternancias presidenciales en 1990,

1994, 1998 y 2006. Pero el sistema entró en

crisis desde 1998, como consecuencia de

un aumento sensible del abstencionismo y

de la fragmentación del PUSC y de Libera-

ción Nacional. En los comicios generales

de 2002, el juego bipolar fue cuestionado

por el candidato de Acción Ciudadana,

Ottón Solís, cuyo éxito electoral se con-

fi rmó en 2006, paralelamente a la derrota

especta-cular de la Unidad Social Cristiana.

Varios factores explican la crisis de la de-

mocracia más antigua del istmo: los escán-

dalos de corrupción, que desembocaron en

la acusación de los ex presidentes Rafael

Ángel Calderón (1990-1994), José Figue-

res (1994-1998) y Miguel Ángel Rodríguez

(1998-2002), de ambos partidos de gobier-

no; el ya mencionado incremento de la abs-

tención, que revela el desencanto de los

ciudadanos con la clase política; así como

la crisis del bipartidismo que estructuró el

Mapa 5

Geografía sintética de las elecciones presidenciales en México

Atlas electoral latinoamericano

213

juego político entre 1986 y 1998, y que aca-

ba de ser sancionada por el impresionante

declive del PUSC (Gráfi cos 17 y 18). 13

En El Salvador, la fragmentación electo-

ral es todavía más acentuada. Pero si ésta se

mantiene a lo largo del período en los co-

micios municipales y legislativos, se reduce

cada vez más en las presidenciales (Gráfi co

19). En efecto, la competición entre el Par-

tido Demócrata Cristiano (PDC, centro-de-

recha) y la Alianza Republicana Nacionalista

–que marca la década de la guerra civil y de

la transición democrática– cede el paso a una

nueva bipolarización, que opone a los dos

protagonistas del confl icto armado: el Fren-

te Farabundo Martí de Liberación Nacional

y ARENA. Éstos prácticamente monopoli-

zan los votos en las presidenciales de 2004,

al grado de ocultar las otras fuerzas políticas.

ARENA conserva, así, la presidencia des-

de la victoria de Alfredo Cristiani en 1989,

postergando en tres ocasiones una segunda

alternancia democrática. No obstante, más

Gráfi cos 15 y 16

Honduras: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

13 Véase los articulos sintéticos de Lehoucq, Fabrice “Trouble in the Tropics: Two-Party System Collapse and Institutional Shortcomings in Costa Rica”, Journal of Democracy, ju-lio 2005 ; así como Seligson, Mitchell “¿Problemas en el paraíso? La erosión en el apoyo al sistema político y la cen-troamericanización de Costa Rica, 1978-1999 », en Rovira Mas, Jorge (ed.), La democracia de Costa Rica ante el siglo XXI, San José, Universidad de Costa Rica, Friedrich Ebert Stiftung, 2001, pp. 87-120.

Corte Nacional Electoral

214

Gráfi cos 17 y 18

Costa Rica: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

allá de la polarización creciente del voto en

las presidenciales, observamos una estructu-

ración territorial gradual del FMLN a partir

de sus bastiones municipales de 1994. Ésta le

confi ere, hoy en día, un electorado más es-

table y leal que el de ARENA. Y como lo

demuestran las últimas elecciones legislativas

y municipales de marzo de 2006, los terceros

partidos también siguen siendo actores im-

prescindibles del juego político salvadoreño

(Gráfi co 20). El confl icto post-electoral por

la alcaldía de la capital revela, así, una corre-

lación de fuerzas cada vez más apretada, que

bien podría reproducirse durante las presi-

denciales, legislativas y municipales de 2009,

particularmente si el FMLN logra renovar

sus cuadros y postular a un candidato menos

controvertido y más consensual.

A su vez, el juego electoral nicaragüense

se caracteriza por una sorprendente estabi-

lidad. Pero ésta no se debe a la coherencia

de la oferta partidaria, sino a su bi-polariza-

ción en torno a un poderoso antogonimso

heredado de la Revolución de 1979, y que

opone desde entonces el FSLN a los secto-

res anti-sandinistas. Dicho clivaje se cristali-

zó durante la guerra interna de los ochenta

y marcó toda la política a lo largo de los

noventa. Sin embargo, solamente explica

Atlas electoral latinoamericano

215

en parte la reelección de Daniel Ortega en

2006. Desde 1990, el anti-sandinismo había

logrado aglutinar una derecha fuertemente

fragmentada, pero que se unía siempre en

un frente común contra el FSLN. Dicha

unión le otorgó la presidencia en tres ocasio-

nes sucesivas: con Violeta Barrios de Cha-

mo-rro y la Unión Nacional de Oposición

(UNO) en 1990; bajo las siglas de la Alianza

Liberal (AL) de Arnoldo Alemán en 1996;

y con el Partido Liberal Constitutionalista

(PLC) y Enrique Bolaños en 2001. Pero a

pesar de sus reiteradas derrotas electorales,

los sandinistas lograron consolidarse a lo

largo y ancho del país, movilizando en pro-

medio alrededor del 40% de los sufragios

válidos. Este voto duro y fuertemente terri-

torializado, entre los más estructurados de

toda América Latina, los situaba claramente

como la primera fuerza política, pero no al-

canzaba para ganar la presidencia en prime-

ra vuelta. Hasta la última reforma electoral

de 1999, negociada y concebida a la medida

de Daniel Ortega. Y, gracias a la división de

la derecha, éste reconquistó efectivamente

la magistratura suprema del país, pese a la

disidencia de los renovadores sandinistas y

con su resultado más mediocre desde 1996

(Gráfi cos 21 y 22).

Gráfi cos 19 y 20

El Salvador: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

Corte Nacional Electoral

216

Por ello, la calma relativa con la que fue

procesada la incertidumbre electoral no re-

sulta demasiado sorprendente, con todo y

la polarización de la política nicaragüense.

Se explica por la ventaja de Daniel Ortega

sobre Eduardo Montealegre. Si un margen

de incertidumbre similar al que se produjo

en las legislativas entre la ALN y el PLC

hubiese concernido a los dos candidatos

más votados en la presidencial, o si Orte-

ga se hubiese situado más cerca del fatídico

umbral del 35%, la situación hubiera sido,

sin lugar a dudas, mucho más explosiva y

difícil de administrar.

Esto fue, precisamente, lo que sucedió

en México, donde los resultados extremada-

mente cerrados de los comicios presidencia-

les (a diferencia de los legislativos) activaron

la carga explosiva acumulada por unas cam-

pañas inusualmente polarizadas y agresivas.

Ello sorprende en una sociedad tradicional-

mente moderada, con una capacidad consi-

derable de mediación. Como bien lo ilustran

los siguientes gráfi cos, la transición mexicana

no solamente fue la más tardía de América

Latina: fue, también, singularmente prolon-

gada y pacífi ca. Tras un lento pero inexorable

declive, que se percibe desde la década de los

setenta, el PRI fue cediendo terreno de una

Gráfi cos 21 y 22

Nicaragua: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

Atlas electoral latinoamericano

217

manera ordenada y negociada, mediante una

larga serie de reformas y procesos electorales.

En éstos, el PAN jugó un papel primordial, al

afi rmarse desde el ámbito municipal y al en-

cabezar por mucho tiempo las luchas cívicas

que prepararon el terreno para la democra-

tización. Hasta que, en 1988, la escisión del

antiguo gobernador priísta de Michoacán,

Cuauhtémoc Cárdenas, produjo una ruptura

decisiva dentro del partido hegemónico, que

se consumó con la fundación del PRD. Pero

incluso en 1994, cuando la rebelión neo-za-

patista en Chiapas hizo tambalear el sistema,

la división de la oposición siguió jugando en

benefi cio del PRI. Tan sólo en el 2000, una

alianza entre el PAN y el PVEM logró de-

rrotar al otrora partido hegemónico. Como

bien se observa en el Gráfi co 23, se produje-

ron entonces un efecto de arrastre y un voto

cruzado en benefi cio de Vicente Fox, que

rebasaron el electorado tradicional del PAN.

En 2006, la candidatura de AMLO también

produjo dos efectos de sentido y amplitud

similar. Pero en esta ocasión, tanto López

Obrador como Calderón se benefi ciaron de

la caída del PRI, y del voto cruzado de sus

electores que no sufragaron por Roberto

Madrazo. Finalmente, cabe destacar que Pa-

tricia Mercado y Alternativa Socialdemócrata

Gráfi cos 23 y 24

México: Resultados sobre válidos e inscritos (1961-2006)

Corte Nacional Electoral

218

y Campesina (PASDC, izquierda) captaron

2,70% de los sufragios en las presidencia-

les, contra 2,05% en las legislativas. Entre

otros elementos, estos 1.128.850 votos de

izquierda bien hubie-ran podido otorgarle la

presidencia a AMLO. Así, lejos de refl ejar la

polarización de una sociedad dividida en dos

partes antagónicas, las tendencias del voto

en México dan cuenta de una sociedad cada

vez más diversa y plural, con un electorado

cada vez más fragmentado, volatil y selectivo

(Gráfi co 24).

Los desafíos de la incertidumbre

democrática en contextos de fuerte

polarización

A 25 años del inicio de las transiciones, el

carácter cerrado y la incertidumbre excep-

cional de los últimos comicios revelaron los

límites de las democratizaciones mexicana y

centroamericanas. Éstas sufren de una frag-

mentación creciente de las sociedades, here-

dada en parte de los confl ictos armados de

la década de 1980. Si la polarización tiende a

perder los contenidos ideológicos del pasa-

do, ésta se manifi esta en todos los campos de

la vida cotidiana, mediante las desigualdades

económicas y la exclusión social, el acceso

restrictivo a los servicios públicos y a la se-

Gráfi co 25

Porcentaje de escaños legislativos controlados por los partidos gobernantes

guridad, la afi rmación de proyectos e identi-

dades políticas cada vez menos incluyentes,

y la afi rmación de una ciudadanía selectiva,

de “geometría variable”. Estas tendencias

no deben ser exageradas, pero contribuyen

a vaciar las democracias de sus dimensio-

nes más populares, y a restarles legitimidad.

Asimismo, los regímenes representativos

enfrentan una crisis de gobernabilidad, que

compromete su efi cacia inmediata y su con-

solidación en el largo plazo.

En términos propiamente electorales, la

polarización le confi ere al voto connotacio-

nes ambivalentes y contradictorias, que no

son siempre democráticas. En Nicaragua y

El Salvador, ésta forja la esencia misma de

los sistemas de partidos y de los comporta-

mientos electorales, manifestándose mediante

antagonismos centrífugos que oponen el

FSLN a los sectores “anti-sandinistas”, y el

FMLN a la ARENA. En este contexto, el

pluralismo y la división de poderes se trans-

forman fácilmente en crisis de gobernabili-

dad. En efecto, ninguno de los presidentes

recién electos dispondrá de una mayoría

parlamentaria para impulsar sus proyectos,

Atlas electoral latinoamericano

219

lo que desemboca en la generalización de

gobiernos divididos con sistemas de parti-

dos relativamente fragmentados y débilmen-

te institucionalizados (Gráfi co 25).

En Nicaragua, el ex presidente Enrique

Bolaños se enfrentó en 2004 al ya mencio-

nado pacto entre su predecesor, Arnoldo

Alemán, y el líder histórico del FSLN, cuyos

diputados respectivos adoptaron una refor-

ma constitucional para bloquear toda inicia-

tiva del gobierno. Tras un enfrentamiento

abierto entre el Ejecutivo y el Legislativo, y

amenazas de destitución del presidente en

2005, el confl icto se resolvió mediante nue-

vas componendas personales, al margen de

las instituciones. Hoy en día, el presidente

Ortega gobierna con un congreso todavía

más fragmentado. Pese a la cooptación in-

mediata de dos diputados tránsfugas, elec-

tos bajo las siglas de la Alianza Liberal y del

Movimiento de Renovación Sandinista, el

FSLN controla solamente 40 de los 92 es-

caños legislativos. En otras palabras, Daniel

Ortega deberá negociar sus políticas, ya sea

con sus antiguos enemigos y aliados del PLC

(25), ya sea con sus nuevos adversarios de la

ALN (23) y del MRS (4), cuyos campañas se

articularon precisamente sobre la denuncia

del pacto Ortega-Alemán.

En El Salvador, las elecciones interme-

dias de 2006 vinieron a recordar que el pre-

sidente Tony Saca (y su partido, ARENA)

también debe cohabitar con su principal

adversario, así como con tres pequeños

partidos más. Después de haber conquista-

do la presidencia con el 57,7% de los sufra-

gios en 2004, sus candidatos sólo ganaron

34 de las 84 diputaciones, contra 32 para el

FMLN, 10 para el Partido de Conciliación

Nacional (PCN, antiguo partido de los mili-

tares) y ocho para las otras formaciones de

centro-iquierda y centro-derecha. La dispu-

ta por la alcaldía de San Salvador distaba

mucho de ser anodina. Si el FMLN no ob-

tuvo los 42 diputados que le hubieran per-

mitido paralizar la actividad legislativa, sus

legisladores sí pueden oponerse a cualquier

reforma constitucional (que exige una ma-

yoría califi cada de 56 votos). Y sus alcaldes

también gobiernan 57 ayuntamientos ur-

banos y densamente poblados, es decir el

34% de la población total, constituyendo

una fuerza política de peso en el país.

En México, el elevadísimo costo (fi nan-

ciero pero sobre todo político) de las cam-

pañas y del confl icto postelectoral tampo-

co se tradujo en cambios sustantivos, ni en

términos de representación, ni en términos

de gobernabilidad. El presidente electo, Fe-

lipe Calderón, tomó posesión en diciembre

de 2006, pero Andrés Manuel López Obra-

dor continúa desconociéndolo y hasta se

autonombró “presidente legítimo” algunos

días antes, en un magno mitín en el Zócalo

de la Ciudad de México. En compañía de

personalidades, legisladores y gobernadores

del PRD, también nombró a un “gabinete”

paralelo, presentó su “programa de gobier-

no” y empezó a recorrer, desde entonces, el

territorio nacional. Más allá de este desafío

simbólico a la legitimidad del nuevo presi-

dente, éste tampoco cuenta con una mayo-

ría absoluta en el Congreso de la Unión.

Si bien el PAN incrementó ligeramente el

número de sus legisladores y controla 206

escaños en la Cámara de Diputados (41,2%

del total) y 52 escaños en la Cámara de

Senadores (40,6%), Calderón tendrá que

gobernar negociando alianzas, ya sea con

las bancadas del PRI (20,6% de los diputa-

dos y 25,7% de los senadores), del PVEM

(3,8% y 4,6%), del PANAL (1,8% y 0,78%)

y/o del PASDC (0,8% y 0%), ya sea con las

bancadas del PRD (24,8% y 22,6%), del PT

(3,6% y 1,5%) y/o de Convergencia (3,4%

y 3,9%). Asimismo, Acción Nacional cuen-

ta con un número mayor de gobernadores

Corte Nacional Electoral

220

(25%) y presidentes municipales (18%) que

en el pasado, pero no podrá impulsar re-

formas legales (ni mucho menos constitu-

cionales) sin la cooperación de alguno(s) de

los partido(s) de la oposición.

Pero incluso en los países más estables

y moderados del Centro de las Américas, la

democracia encara desafíos importantes. A la

erosión del bipartidismo y de las identidades

políticas tradicionales se agrega la ausencia

de programas consistentes, el regreso de la

política carismática y la corrupción. La últi-

ma campaña electoral en Honduras fue do-

minada por los ataques personales entre los

candidatos y por un debate simplista sobre la

inseguridad. Y la corta victoria del liberal Ma-

nuel Zelaya, cuyo partido obtuvo solamente

62 de los 128 escaños legisltativos, también

lo obligará a negociar, ya sea con el PN (55

diputados), ya sea con los pequeños partidos

(que, benefi ciando del voto cruzado entre las

presidenciales y las legislativas, obtuvieron 11

diputados).

Sin hablar de la crisis costarricense, que

estremeció fuertemente la democracia más

antigua del istmo. En 2004, los tres ex pre-

sidentes que gobernaron el país entre 1990

y 2002 fueron acusados de corrupción y

malversación de fondos. Las elecciones de

febrero de 2006, que se celebraron en un

contexto de crisis de ambos partidos de go-

bierno, sancionaron la caída de la Unidad

Social Cristiana y la fragmentación territo-

rial del PLN, que sólo dispone de 25 de los

57 escaños en el parlamento. El presidente

Arias deberá, pues, negociar a su vez con los

diputados de los siete otros partidos repre-

sentados (entre ellos los cinco legisladores

del PUSC y quizás incluso los 17 diputados

del PAC), en una sociedad cada vez más des-

encantada, desmovilizada y fragmentada.

Para concluir, cabe resaltar que la ciuda-

danía sigue siendo un concepto ambivalente

en toda la región, y un proceso muy frágil

y reciente. Si bien se puede registrar última-

mente un progreso notable en sus dimensio-

nes electorales y políticas, sus dimensiones

civiles y sociales no cesaron de estancarse,

cuando no retrocedieron. Tras unas campa-

ñas electorales excesivamente largas, costosas

y polarizadas, marcadas por la fragmentación

y descomposición de los partidos tradiciona-

les, Centroamérica y México necesitan, más

que nunca, transparencia, gobernabilidad y

certeza institucionales, imprescindibles para

procesar por vías democráticas una creciente

incertidumbre electoral.