"Las campanas doblan por ti, y por mí"

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“Las campanas doblan por ti, y por mí” Ricardo Teodoro Ricci [email protected] Cátedra de Antropología Médica Facultad de Medicina – UNT San Javier, 26 de enero de 2012. Auschwitz, la ética después de Auschwitz. El acontecimiento en si mismo despierta sentimientos profundamente humanos, genera reflexiones desgarradas, moviliza estructuras edificadas y consolidadas durante demasiado tiempo. El solo hecho de rascar la superficie de un fenómeno que ameritaría escribir volúmenes enteros y cientos de mentes muy despiertas para abordarlo desata un descalabro de preconceptos, prejuicios, ideas contradictorias, y sensaciones profundamente ligadas a la esencia del ser humano; de mí como ser humano. Con el título del presente trabajo, deseo sintetizar el cúmulo de pensamientos y cavilaciones que el contacto con el acontecimiento de Auschwitz ha generado en mí. El poeta John Donne, en una imborrable y acertadísima sentencia, afirma que los hombres no somos islas, que nada de lo que es humano puede sernos propiamente ajeno. “No preguntes por quién doblan las campanas, ellas doblan por ti.” Las campanas de alegría, de fiesta, de convocatoria, sí; pero también las que nos anotician de catástrofes, las que nos anuncian el dolor y, además, las de duelo. Las 1

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“Las campanas doblan por ti, y por mí”

Ricardo Teodoro [email protected]átedra de Antropología MédicaFacultad de Medicina – UNTSan Javier, 26 de enero de 2012.

Auschwitz, la ética después de Auschwitz. El

acontecimiento en si mismo despierta sentimientos

profundamente humanos, genera reflexiones desgarradas,

moviliza estructuras edificadas y consolidadas durante

demasiado tiempo. El solo hecho de rascar la superficie de

un fenómeno que ameritaría escribir volúmenes enteros y

cientos de mentes muy despiertas para abordarlo desata un

descalabro de preconceptos, prejuicios, ideas

contradictorias, y sensaciones profundamente ligadas a la

esencia del ser humano; de mí como ser humano.

Con el título del presente trabajo, deseo sintetizar

el cúmulo de pensamientos y cavilaciones que el contacto

con el acontecimiento de Auschwitz ha generado en mí. El

poeta John Donne, en una imborrable y acertadísima

sentencia, afirma que los hombres no somos islas, que nada

de lo que es humano puede sernos propiamente ajeno. “No

preguntes por quién doblan las campanas, ellas doblan por

ti.” Las campanas de alegría, de fiesta, de convocatoria,

sí; pero también las que nos anotician de catástrofes, las

que nos anuncian el dolor y, además, las de duelo. Las1

campanas doblan por mí en tanto ser perteneciente a la

especie más maravillosamente indiferenciada y plástica que

existe sobre la tierra. El linaje de la creatividad y la

novedad sin límite, del arte, de la curiosidad irrefrenable

y de la ciencia, de la miseria, de la adoración y la

trascendencia. La especie de la crueldad y del terror, la

de la desmesura y la imprudencia, la del odio y la

vejación. La familia del horror y del crimen racional, la

de la civilización asesina. Al asumir necesariamente la

pertenencia al conjunto de la humanidad, asumo la

coexistencia, en mi propia persona, de los polos más

extremos. Dicho metafóricamente, asumo la realidad de estar

a un paso de los ángeles, y a la vez próximo a la peor de

las bestias carniceras, con el perdón de ellas.

Auschwitz motivó en mí numerosas lecturas, fue

derivando en una búsqueda bibliográfica cada vez más

profunda y a la vez más profusa y variada. He intentado no

dejarme cegar por el fenómeno tratando de incluirlo en

alguna clase o categoría de los actos horrorosos del

hombre. He leído opiniones sensatas, criticas viscerales,

testimonios de los supervivientes, análisis de

especialistas en sociología, psicología, filosofía y ética.

He visto fotografías y películas. He accedido a documentos

de la época, y consultado los de acontecimientos

inmediatamente posteriores. Me he nutrido de la situación

mundial y europea del siglo XX. He consultado documentación

acerca del estado sociopolítico de los países europeos al

fin de la Primera Guerra Mundial, y en las décadas

2

posteriores. Consulté fuentes de la espiritualidad judía y

cristiana. Intenté tomar conocimiento de dos mil años de

diáspora judía, y del estatus socio cultural que los

individuos de ese pueblo ocupaban en la sociedad europea en

la Edad Media, el Renacimiento, y la Modernidad, incluida

la Ilustración. He tomado contacto con los núcleos duros de

las ideologías subyacentes: el nacional socialismo, el

fascismo, el comunismo, el sionismo, y el capitalismo.

Los recursos utilizados para documentarme, me

indujeron una saludable incertidumbre que me ayudó a

aflojar el corsé de los prejuicios, a liberarme de los

preconceptos y de mis propias creencias. Intento

convencerme de que eso me aproximará a la objetividad; sin

embargo, soy consciente de que sólo he ampliado la mirada,

sólo he logrado una subjetividad más abarcadora. Puedo

decir que he conseguido reflexionar sobre Auschwitz desde

distintas perspectivas, no todas coherentes entre sí. En

medio de la confusión decidí seguir adelante recordando las

palabras de Gandhi: “Mi compromiso no es con la coherencia

sino con la verdad.” En mi modesto caso, tratar de elaborar

una síntesis de lo ocurrido desde la perspectiva más

desapasionada posible.

Para reducir la extensión del trabajo, y a la vez para

sentirme más libre de saltar de un tema a otro, decidí

escribir un texto que no responde al formato clásico de un

ensayo; conscientemente me voy a acoger a la posibilidad de

hacerlo en forma de parágrafos. Mi admiración por Ludwig

3

Wittgenstein me desafía a imitarlo en la forma, si no en el

contenido. Voy a ir proponiendo sentencias de diferente

longitud que muestren la cadena de pensamientos que han

surgido en mí a consecuencia del siniestro que he sufrido

al encontrarme con el acontecimiento Auschwitz. De esa

manera, propongo un texto cuyo principal valor es el de

haber surgido de la honestidad de pensamiento, de haber

sido efectuado desde un espíritu cordial; cualidades ambas

que me permiten mostrar la utilidad que estas reflexiones

han tenido para mí.

Deliberadamente deseo dar un paso adelante al

reconocerme víctima y victimario, agresor y agredido,

culpable y responsable. Un enorme paso adelante que me

permite haber comprendido una vez más que las campanas

doblan por mí, y por ti.

A. El acontecimiento

1

Auschwitz se materializa en un contexto muy

particular: el del siglo de la violencia. En el siglo XX

ocurren más de 200.000.000 de muertes en guerras y

genocidios. No se trata de un hecho aislado; con las

particularidades que lo hacen único, el acontecimiento de

Auschwitz se encuentra enmarcado por una etapa de violencia

generalizada, caracterizada por sus hechos destructivos y

4

su desprecio extremo por la vida humana. Para referirse al

conjunto de las acciones relacionadas con Auschwitz, suele

usarse la palabra Holocausto (quema total), aunque el

término es criticado porque conlleva una connotación

sacrificial que no es apropiada. Los franceses prefieren

usar el término “Shoah”, que en hebreo significa

“devastación”, que parece más adecuado.1 Su macabra

originalidad encuentra fundamento en el hecho de haber

implicado la instalación de una “maquinaria” de alta

eficiencia científico – tecnológica al servicio del

aniquilamiento de las personas humanas como paso previo a

su muerte masiva.

2

Causa espanto conocer que, en Auschwitz, la “mano de

obra” está compuesta por hombres que pertenecen al mismo

pueblo que los ajusticiados. Podría decirse que la causa

eficiente de la muerte puede ser adjudicada a un grupo

considerable de judíos que, a cambio de una endeble

supervivencia o de un mendrugo de pan, ejecuta, mediante

las cámaras de gas, a millones de miembros de su misma

etnia, reducidos a la categoría de zombis o meros cuerpos

sin inteligencia ni voluntad.

3

1 Reyes Mate, M. “Pensamiento y cultura después del Holocausto” Conferencia dictada en el Museo del Holocausto. Buenos Aires, 01-04-2009.

5

Hay un Auschwitz testimoniado. Algunos supervivientes

tienen, al decir de Primo Levi: “el privilegio atroz de

contar lo que allí sucedió.” Hay un Auschwitz real, íntimo.

Cuya verdad, cuyo relato más veraz se fue con los muertos.

También hay un Auschwitz símbolo cuyos elementos

distintivos trataré más adelante.

4

Auschwitz es el testimonio de la utilización de los

mayores logros de la modernidad, la ciencia y la

tecnología, al servicio del exterminio de la propia

humanidad. Se trata de una eficiente y racionalmente

diseñada máquina de matar, concebida sobre la base de ideas

claras, de propósitos muy bien definidos, e

instrumentalizada con eficiencia sistemática. En suma, una

macabra expresión de la inteligencia humana. Hanna Arendt,

en su libro Eichmann en Jerusalén, precisa que los gestores y

los ejecutores de tamaño magnicidio no eran monstruos sino

hombres conscientes de la validez y precisión con la que

realizaban su trabajo.

5

Al respecto se podrían aplicar lo que dice Foucault en

Las palabras y las cosas: “De hecho, no existe ni para la más

ingenua (ni la más aberrante) de las experiencias, ninguna

semejanza, ninguna distinción que no sea el resultado de

una operación precisa, y de la aplicación de un criterio

previo.” Dicho en otras palabras, Auschwitz es un ejemplo

6

paradigmático y distintivo de la posible iniquidad de la

razón.

6

Lo distintivo de Auschwitz es la invención, por parte

de los nazis, de un grupo de deportados a los que

eufemísticamente denominaban “Escuadra Especial” que

ejercían la tarea de gestionar y ejecutar todo lo

relacionado con las cámaras de gas y los hornos

crematorios. Estos hacían ingresar a sus compañeros de

infortunio, anestesiados por el aniquilamiento sistemático

de sus personas, en las cámaras donde se los exponía a la

acción letal de los vapores del ácido cianhídrico. Lavaban

sus cuerpos con chorros de agua, comprobaban que no

tuvieran objetos de valor en los orificios de sus cuerpos,

retiraban los dientes de oro de sus mandíbulas, y cortaban

el pelo de las mujeres. Posteriormente transportaban los

cuerpos a los hornos crematorios, se aseguraban de la

combustión total, y finalmente limpiaban los restos de

cenizas. 2

7

Para aquellos que lo consideran así, el “problema

judío” tiene más de 2000 años de historia. Por un lado se

habla de aquellos que mataron a Jesús; por otro, de

aquellos que pertenecen a una vieja alianza ya superada por

la nueva. Se trata también de aquellos que durante siglos

manejaron los bienes en general y el dinero en particular2 Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. Pretextos. Valencia. 2000.

7

de las viejas naciones europeas. Los que prestaron a precio

de usura, ya que los cristianos por ley no podían

enriquecerse de ese modo. Los que accedieron a puestos

expectantes de la política europea a fuerza del cobro de

las deudas con ellos mantenidas. Los que, como otros

Shylocks (ver el Mercader de Venecia de W. Shakespeare),

pedían una libra de carne cristiana para saldar las deudas

en dinero. Los que, con el correr de los años, por una gran

habilidad económica, se hicieron dueños de imperios

industriales y del poder financiero en Europa. Los que eran

acusados de degradar la raza aria con la mixtura semítica.

Decir que no se sabe de qué se trata el “problema

judío” es, por lo menos, desconocer el papel que este

pueblo desempeñó en la historia europea desde el medioevo

en adelante. Más allá o más acá del juicio de valor que se

pueda hacer, no se puede desconocer que el accionar del

pueblo judío en Europa ha sido de gran importancia. El

hecho de atribuir a los judíos la totalidad de los males de

la civilización es, por supuesto, un despropósito

malintencionado; negarles toda responsabilidad en el estado

del mundo de la época, una ingenuidad dolosa.

8

La “solución final” o exterminio de todos los

integrantes del pueblo judío se trata del tramo final de la

persecución de los judíos que inicialmente, y durante años,

son presionados de tal modo y perseguidos con tanta saña,

que deben abandonar el continente europeo de forma masiva.

8

Eso significa una nueva diáspora, un nuevo exilio. Para

Himmler la “solución final” se efectivizará con aquellos

que permanecen en Europa a fines de los treinta y principio

de los cuarenta.

9

Podemos intentar exponer la lógica del caso en estudio

del modo siguiente:

a) Algo es identificado como un problema que

necesariamente debe ser exterminado de la

sociedad para lograr un bien para ella, sobre

todo para el grupo que efectúa el diagnóstico.

b) Para solucionar el problema identificado se

hace necesario emprender acciones. Estas, que

pueden resultar moralmente reprochables, son

fácticamente posibles y deliberadamente

planeadas. Resulta factible tomar un curso de

acción dado el poder que acumula el grupo en

cuestión.

c) Se lleva a cabo “la solución”. Se dispone la

ejecución de las acciones planeadas para lograr

el objetivo. Se llevan a cabo las decisiones

políticas, y se designan los ejecutores de

manera que garanticen, con la máxima

eficiencia, el éxito de la empresa.

La mirada diagnóstica se halla tan sesgada y

cegada, que no se contempla la licitud de los

medios para lograr el fin propuesto.

9

d) Se obtiene un resultado que puede ser

considerado completamente exitoso, parcialmente

exitoso, o un fracaso.

El diagnóstico, la “terapéutica” utilizada y los

resultados obtenidos son, a todas luces, un horror, un

espanto sistemático para la razón humana. Un proceso

lógicamente impecable, fruto de la fría razón, que resulta

ser un escupitajo, un golpe artero a la condición humana.

Un conjunto de acciones efectuadas por hombres, no por

monstruos ni demonios – como lo afirmó Hanna Arendt – que

nos salpican a todos como integrantes de la especie que fue

capaz de pergeñar y llevar a cabo tal empresa.

10

El Ethos concurre a observar el acontecimiento. La

moral gravemente herida y rediseñada se acerca temerosa a

juzgar lo sucedido. Espantada, cae de rodillas ante el

horror, se tapa la cara y apoya la frente contra el suelo,

avergonzada. A duras penas levanta la cabeza y se impone a

sí misma la tarea de encontrar una reparación que a priori

considera imposible. Nuevos personajes se suman a la

escena: detrás de la Justicia, se asoma la Venganza, detrás

de la Equidad se alcanza a ver a Ley del Talión. Tras

Memoria – Olvido - agente bifronte de nuestro cerebro – se

agazapa Memorial. Se construye un escenario en donde la

memoria pertinaz, rememorativa, sistemática, catastrófica,

en vez de conmemorativa, amasa murmurando el recuerdo de la

10

afrenta ajena a toda posibilidad de olvido y de perdón.

Agazapada, se refriega con lejía el sitio en el que recibió

la cachetada, olvidándose, quizás para siempre, de que aún

posee otra mejilla.

En ese escenario no hay posibilidad de que vuelvan a

surgir los retoños de la bondad; como dijo Adorno: “es

imposible escribir poesía después de Auschwitz”. Ya nada

será como antes – verdad de verdades – pero la puerta está

cerrada a que acaso pueda ser mejor que antes. La memoria

se esteriliza, permanece embarrada en el dolor, y reitera

una y otra vez el eterno lamento. Las lágrimas no hacen más

que regar con sal el terreno pedregoso de la ofensa final.

De allí en más todo será visto a través del filtro de la

sospecha, toda acción será preventiva, y toda respuesta

punitiva. Un lema se sella en la memoria: “Podrás agredirme

una vez, yo te destrozaré, te aniquilaré”. Ante la memoria

esterilizada aparece un futuro trágico y desolador; las

perspectivas se reducen a la supervivencia infrahumana,

pues no se entrevé el sol del perdón, ni se percibe la

brisa del amor.

11

Lo irrepresentable. El director de cine Claude

Lanzmann, realizó un documental de nueve horas de duración

denominado “Shoah”. En él no se incluye un solo fotograma

de archivo, se compone únicamente de los testimonios de

sobrevivientes del holocausto. “El genocidio judío no tiene

representación, no puede tenerla: reconstruir es lo mismo

11

que intentar explicar algo que es, por esencia,

inexplicable.”3

Nosotros, que apenas nos asomamos con estupor ante

este doloroso tema, no intentaremos explicarlo. Acaso sólo

nos cabe observarlo, dejar que algunas ideas circulen de

manera fluida, dolernos en la intimidad, avergonzarnos. No

hay nada en el holocausto que no podamos hacer nosotros

mismos, ni como victimarios, ni como víctimas. “Cuantas

veces he elegido el mal le he conferido mi rostro. Es

preciso reconocer esto para comenzar a recorrer el

camino...”4 Por ahora, opto por dejarme impregnar por un

tema que, de algún modo, puede iluminar mis juicios de

cotidianeidad.

12

Estamos ante la evidencia palmaria de un fenómeno que,

una vez tematizado, nos involucra a todos. Oportunamente

Karl Jaspers supo decirlo con mayor precisión: “La decadencia tiene una causa espiritual... El

resultado es, por una parte, el cinismo de la

vida moderna, las gentes se encogen de hombros

ante lo infame que se deja pasar en lo grande y

en lo pequeño, velándolo... Un humanismo

sensiblero en el que se pierde la Humanitas,

justifica con anémicos ideales lo más miserable

y fortuito.”

3 Neifert, Agustín. “El genocidio armenio en la pantalla grande” Criterio2368, marzo de 2011. 4 Jaime Nubiola, “El rostro del mal” La gaceta de los negocios. Madrid, 20 defebrero de 2005.

12

Cinismo, encogimiento de hombros, infamia, dejar

pasar, velamiento, sensiblería, palabras que nos caben. El

acontecimiento Auschwitz nos obliga a repensar y reformular

nuestra conciencia del pasado propio, produce una revulsión

en la percepción del presente rutinizado, y nos impulsa a

optar comprometidamente por un futuro más humano, más

pensado, más responsable. Un futuro en el que las dosis de

amor empeñado y brindado tengan la cantidad suficiente como

para edificar lo que hoy parece imposible.

13

“Esos poetas infernales, Dante, Blake, Rimbaud... Que

hablen más bajo… ¡Que se callen! Hoy cualquier habitante de

la tierra sabe más del infierno que estos tres poetas

juntos.”5 Después de aquellas palabras de T. Adorno acerca

de que es imposible escribir poesía después de Auschwitz,

esta evidencia parece decirnos lo contrario. El hombre ha

tocado el fondo de su propia historia, ha conocido la

despersonalización, sabe de qué se trata ese infierno tan

temido de dejar de ser uno mismo, dejar de reconocerse a sí

mismo. Acaso sólo los poetas, en trazos desgajados, puedan

decir lo indecible.

14

La perspectiva extrema de la destrucción de la persona

puede ser vivenciada atendiendo a las sentencias de Jean

Améry, uno de los sobrevivientes de Auschwitz que se

5 León Felipe. Poema “Auschwitz” http://www.poemasde.net/auschwitz-leon-felipe/

13

atrevió a dar su crudo testimonio. Améry es el acrónimo de

Mayer, su nombre en realidad era Hans Mayer. El mismo nos

dice que en los campos de exterminio quedó su nombre. Una

realidad cruel, ya que sabemos que el nombre de alguien lo

identifica, lo distingue. Ante la presencia del nombre

surge la identidad de lo nombrado. El nombre se halla

incrustado inseparablemente en la persona. “Améry recibirá de Hans Mayer el dolor, la falta de

dignidad y la desesperanza, pero desde su nuevo

horizonte no será capaz de ponerle un punto final a

esta odisea de resentimiento; en Améry encontraremos

todo lo que en Mayer fue abandonado, su lucha será

una lucha a muerte contra la violencia y la tortura;

transformar metamorfoseando el nombre no fue un acto

suficiente para deshacerse de toda una historia

brutal y magnicida.”6

15

Finalmente el resentimiento ganó la partida. Améry

acabó con su vida en 1978: “No me angustia ni el ser ni la nada, ni dios ni la

ausencia de dios, sólo la sociedad: pues ella y sólo

ella me ha inflingido el desequilibrio existencial al

que deseo oponer un porte erguido. Ella y sólo ella

me ha robado la confianza en el mundo.”

Al fin de su vida llegó a una conclusión que, aparte

de dolernos, nos afecta de manera directa. Pone de

manifiesto la fluencia de la conducta humana a lo largo de

la historia. Enciende una luz de alerta roja que conviene

6 Come Dabah, E. “Jean Améry y la odisea del rencor” Revista Digital Universitaria. Abril 2004. Vol.5 nº 3. UNAM, México.

14

tener presente. Conviene recordarla más allá, mucho más

allá de los partidismos, de las ideologías, de las etnias,

y de las religiones. Conviene tenerla en cuenta en tanto

seres humanos, más allá de las similitudes y las

diferencias que nos permiten ser como somos. Nos dice que

la sociedad “no se ha curado de Auschwitz”. En esto

consiste la alarma para los hombres de todos los tiempos:

Auschwitz puede repetirse.

16

Primo Levi, otro sobreviviente de los campos de

exterminio nos dice: “Tú que vives en calma, bien abrigado en casa. Tú,

que encuentras cuando de noche regresas, la mesa

puesta rodeada de rostros amigos. Considera si esto

es un hombre: aquel que sufre en el lodo, el que no

conoce el reposo, el que pelea por un mendrugo de

pan, el que muere por una insignificancia.”

Acometer un tema como el que nos ocupa desde la

seguridad de la academia, simplemente como una curiosidad

intelectual, como un interés meramente instrumental, puede

hacernos sentir que estamos ante la banalidad de la

memoria, casi en el sin sentido del recuerdo. Mi empresa

sólo alcanzará un sentido si encuentro en ella una lección

de vida. Estoy dispuesto a rascar y bucear hasta que halle

las perlas - seguro que existen, siempre existieron - en

medio de esta desproporcionada muestra de la miseria

humana.

15

Acaso tenga razón Jean Louis Déotte en Catástrofe y

olvido7: “Una nación se construye como un olvido en común.”

Quizás, la re humanización se logre en un gran consenso de

olvido en común. Creo que lo más conveniente es hacer un

paso más adelante, un enorme paso adelante, encontrarnos en

el perdón. Por ahora parece no ser así, se insiste

febrilmente en la memoria, se regodea en la memoria, se

sacraliza la memoria. El lamento insistente, la

rememoración sin pretensiones de memorial, los ojos

cubiertos de lágrimas acaso no nos permitan ver el futuro.

En la sacralización de la memoria puede inmolarse el

futuro, corremos el riesgo cierto de quedarnos sin él.

B. En un límite

17

Conviene ponerse un límite, de lo contrario

abundaríamos en el indefinido relato del horror,

continuaríamos estrujando el lenguaje para intentar lo

imposible, agotar con él las expresiones de dolor y

desesperanza. No deseo atar mis pies con la pertinaz

memoria, ni esposar mis manos con las cadenas de la

desesperanza, no deseo inmovilizarme en el nihilismo

inconducente. No deseo correr el riesgo de atontarme con el

grito insoportable de lo que pudiera haber sido evitado, de

lo que se podría, al menos, haberse hecho de otro modo. No

deseo perder la conciencia de que las cosas que suceden,

7 Déotte, Jean-Louis, Catástrofe y olvido: Las ruinas, Europa, el museo, Chile, 1998.

16

aun las más aberrantes, tienen sus antecedentes, ocurren

causadas por cadenas de eventos, muchas de ellas circulares

y retroalimentadas. No deseo olvidar que las acciones

humanas aberrantes no son llevadas a cabo por monstruos

ajenos a la especie, son ejecutadas por hombres comunes

dotados de una razón letal, mediante procedimientos

adecuadamente pulidos y diseñados con el objetivo de lograr

el fin propuesto.

18

Podríamos continuar con los lamentos de manera

indefinida; en cada conmemoración llorar y desgarrar

nuestras vestiduras al grito de “nunca más”; incluso cuando

estemos convencidos de que todo puede ocurrir de un modo

aun peor. Lo acaecido es un horror, eso no plantea ninguna

duda, se vea desde donde se quiera ver. Sin embargo, la

historia de la especie humana nos insta a estar en guardia

pues los hombres somos capaces de producir aun mayor daño.

En medio de la destrucción impune de nuestro planeta

podemos imaginar un escenario apocalíptico: ¿Qué seremos

capaces de hacer cuando lo que haya en disputa sea un

sencillo vaso de agua potable o la posibilidad de hacer una

bocanada de aire oxigenado? Llevado al extremo, el ser

humano se transforma en una máquina irreflexiva de

supervivencia. Sabemos que nuestra capacidad destructiva es

casi ilimitada: ¿Será que sólo nos falta el motivo para

ejercerla?

17

Hay sentencias que uno debe tener cuidado de escribir.

Todos podemos decir: yo no sería capaz de..., ocurra lo que

ocurra yo no...., pase lo que pase yo no voy a cometer...

No se puede argumentar en contrario. Sin embargo, en un

consciente exceso de pesimismo, podríamos aseverar que

asesinos somos todos, sólo nos falta un motivo válido para

acometer contra nuestra víctima a matar o morir.

19

Acaso esa pueda ser la conclusión de este texto.

Quizás ahora convenga llamarnos a silencio..., o intentar

otra mirada. Podemos asomarnos a otras realidades humanas,

ver actitudes alternativas. El mismo escenario, Auschwitz,

parece darnos la posibilidad de descubrir otro modo de ser

humanos. Se me puede acusar de ingenuo: etimológicamente lo

acepto, estoy en mi género. Intentaré exponer una mirada

alternativa y es lógico afirmar que esa empresa sólo puedo

hacerla desde mí, ya que a los humanos nos resulta

imposible pensar y escribir desde otro lugar; sólo puedo

hacerlo desde mí. Sin embargo, voy a intentar hacerlo

responsablemente, sin que ello me quite espontaneidad ni

creatividad.

C. Arendt – Eichmann un hito

20

El universo desarrollado en el libro de la filósofa

alemana Hannah Arendt Eichmann en Jerusalén se postula como un

18

escenario que puede ayudarnos a entender algunas cosas.

Arendt es una mujer inteligente, equilibrada e imparcial

que concurre al evento del juicio a Adolf Eichmann,

funcionario militar de alto rango de las SS. Su detallada

descripción del evento nos permite imaginar un laboratorio

en el que se ponen de manifiesto las ideas, las actitudes,

y las conductas de las victimas y los victimarios, en un

espacio reducido de tiempo. Arendt es enviada por The New

Yorker como observadora y reportera de la más alta

categoría; su mirada no sólo va a ser la de una periodista

común, sino la de una especialista en el tema de los

totalitarismos y la de una excelente filósofa. Cabe

consignar que, para el momento, ella ya se ha doctorado en

Alemania con una tesis sobre San Agustín y que su director

ha sido nada más ni nada menos que Karl Jaspers.

Posteriormente, se inclina por el existencialismo alemán y

permanece siempre muy próxima a Martín Heidegger, verdadero

mentor de esa influyente línea filosófica del siglo XX.

El otro personaje de este acontecimiento es Adolf

Eichmann, uno de los criminales nazis más buscados a causa

de su directa participación en el holocausto judío,

principalmente en lo relacionado con el campo de exterminio

de Auschwitz. Eichmann ha sido secuestrado por agentes del

servicio secreto israelí en los suburbios de Buenos Aires y

luego llevado a Jerusalén en un avión de El Al enviado con

ese fin por el gobierno del Estado de Israel. Dicho sea de

paso, el procedimiento es una flagrante violación de los

19

derechos soberanos del estado Argentino durante la

presidencia de Arturo Frondizi, en 1960.

El juicio se desarrolla de manera ágil y expeditiva, y

su el resultado es la sentencia de muerte al genocida. Esa

sentencia se hace efectiva en mayo de 1962 de la forma en

la que el jurado lo ha determinado explícitamente: muere

ahorcado y desnudo, apenas con una pequeña ropa interior

que cubre sus genitales.

En el libro se evidencia un mundo: es muy franco y

explícito en lo que dice, muy interesante en lo que no

dice, y muy polémico por la explosiva mixtura de ambas

cosas. Se podría decir que, siendo una obra impecable, no

deja conforme a propios ni extraños, ya que es duramente

criticada por las autoridades del Estado de Israel y por

representantes del sionismo internacional. Una obra muy

interesante que permite, como dije, observar la vastedad

del campo del problema, circunscrito a coordenadas

espaciotemporales muy acotadas.

La filósofa hace comentarios críticos sobre el juicio

en sí mismo, sobre la composición del tribunal, sobre la

actitud mediática del fiscal, sobre la composición de la

defensa, sobre las dilatadas y no siempre relevantes

participaciones de los testigos – verdaderos oradores

ideológicos por momentos -, y sobre el hecho de que se

monta una enorme puesta en escena en un juicio en el que de

antemano se conoce la sentencia.

Si bien la acusación original es de “crímenes contra

el pueblo judío”, posteriormente se decide modificarla a

20

“crímenes contra la humanidad”. Los responsables del acto

jurídico se niegan a que, bajo esta nueva acusación,

Eichmann sea juzgado por un tribunal internacional, para lo

cual debería ser puesto en manos de la ONU. Como punto

culminante podemos destacar que las leyes del Estado de

Israel no prevén la aplicación de la pena de muerte en

ningún caso y para ningún delito. Sin embargo, la pena de

muerte se aplica, mediante sentencia judicial, por única

vez en mayo de 1962, en el ahorcamiento de Adolf Eichmann,

oficial de la SS encargado a principios de los años ’40 del

transporte de todos los judíos que iban a ser asesinados en

los distintos campos de concentración, en particular en

Auschwitz.

Es de destacar que una de las aristas más polémicas

que el juicio ventila, y sobre la que Arendt hace especial

referencia, es la colaboración con las autoridades del

régimen nazi por parte de los Consejos Judíos de distintos

lugares de Europa. Eran ellos los que decidían a quiénes se

debía apresar y a quiénes no, a quiénes se podía llevar a

los campos. Incluso, estos Consejos eran los encargados de

engañar a los deportados, a quienes les decían que el

traslado era por su bien y que conservarían la vida. Esta

es una página que aún provoca la ignominia y la vergüenza

en los integrantes de este dolido pueblo.

Otro tema particularmente interesante es el de la

“banalidad del mal”. Si bien este término compuesto es

acuñado por Arendt y forma parte del subtítulo del libro,

en el cuerpo del mismo sólo es utilizado al final. Con esta

21

sentencia Arendt desea diferenciar el mal acaecido del “mal

radical” mencionado por Kant. “Banalidad del mal” hace

referencia a la actitud de Eichmann y otros de transformar

el crimen en masa en una cuestión meramente burocrática. El

acto criminal se difumina entre tantos ejecutores que

pierde su esencia y se diluye su carga de responsabilidad y

culpabilidad. Con la sentencia “banalidad del mal” Arendt

se refiere a un mal de superficie que no hecha raíces y que

se difunde como los hongos. En esto consiste la

originalidad de los crímenes perpetrados por los nazis, en

una cadena de despersonalización de alta eficacia letal.

D. Un paréntesis imprescindible

Después de hacer una aproximación al tema que nos

convoca, me surge la necesidad de hacer un paréntesis para

enunciar dos consideraciones a mi juicio valiosas.

La primera consiste en destacar un provecho personal

de tipo intelectual. He descubierto a Hannah Arendt y he

disfrutado de la lectura de sus textos en los que se

presenta, a mi juicio, como una pensadora notable. Su

calidad de filósofa es superlativa tanto en el tema de

Filosofía Política en general, sobre todo en lo que se

refiere a sus estudios sobre los totalitarismos; como en

particular, en el asunto del juicio de Eichmann y la

miríada de derivaciones que de él surgen. La considero una

muy aguda observadora de mirada libre, dueña de un

pensamiento lúcido y ecuánime, que se esfuerza en grado

sumo para lograr la imparcialidad. Haberla conocido es,

22

quizás, uno de los mayores capitales a los que he accedí

con el presente trabajo.

La segunda consideración, de mucha mayor importancia -

ya que se trata de una reflexión que podría generar vías de

acción – consiste en repasar todo el conjunto, ponderarlo

adecuadamente y obtener enseñanzas para las acciones de los

hombres. Efectuar una recomposición de lo que sea posible,

con el fin de favorecer lo que Hanna Arendt considera como

el modo de vivir propio del hombre, la intercomunicación y

el diálogo que inauguran el espacio de lo político. Ello

implicará necesariamente introducirnos en la ética de las

relaciones humanas. En este sentido, debemos considerar si

Auschwitz, en tanto símbolo de los holocaustos humanos,

puede guiarnos en la búsqueda del bien y generar

expectativas genuinas acerca de la optimización de la

acción humana.

Me encuentro ante una encrucijada. Considero la

memoria, la respetable e inevitable memoria de lo ocurrido,

y me planteo: si regodearse en la memoria, si repasar

constantemente la ignominia sufrida, si del inmenso

recuerdo del dolor, se hace una política de estado, las

cosas no van bien. Si de la miseria sufrida se hace una

forma de presentarse ante el mundo, si del hecho de haber

sufrido la Shoah se concluye que todos los actos propios

están plenamente justificados, las cosas no se encaminan

correctamente. Si detrás de la memoria se agazapa la

venganza, no se le ha cerrado ninguna puerta a los

23

principios de la ilustración, no se ha avanzado nada en el

perfeccionamiento de los derechos del hombre. Si la

venganza asume el centro de la escena sólo se está dando

una vuelta más a la fatídica rueda de la violencia entre

los hombres, no hemos aprendido nada de Auschwitz. No haber

aprendido nada en cierta forma garantiza que las cosas

vuelvan a ser por lo menos de la misma manera. La ecuación

violencia – venganza resulta ser una escalada sin fin,

donde no se inaugura nada nuevo. Se trata de un sencillo y

a la vez demoníaco sistema de acción y reacción, que

consiste en un paso más en el camino reiteradamente

recorrido que lleva desde el grito a la cachetada y de ella

a la bomba atómica. Violencia y venganza constituyen un

círculo vicioso cuyo devenir espiralado sólo asegura mas

sufrimiento, más violaciones a la ética, más víctimas y

victimarios, más dolor, vergüenza y aniquilación, y lo que

es peor, más venganza. Ha de aparecer algo nuevo, es

menester que irrumpa en la escena un nuevo modo de sentir y

proceder: Ha de aparecer una alternativa superadora de la

reacción, una convicción/ conducta que transforme la

reacción en algo novedoso.

Se hace necesario que surja el perdón. El objetivo es

lograr que la reacción deje de ser estéril para

transformarse en una acción nueva, una acción que inaugure

una nueva propuesta relacional, un nuevo escenario

político, una genuina novedad que contenga futuro. No

consiste meramente en olvidar el pasado, cosa que resulta

imposible para los seres humanos; se trata de despertarse a

24

una nueva posibilidad esperanzada. La “banalidad del mal”

incluye su esterilidad de futuros, en el fondo del mal hay

un profundo vacío. Sólo el bien puede modificar la

historia, sólo él tiene consistencia y es testimonio de un

aprendizaje. Él aporta novedad y esperanza, cualidades

indispensables para atisbar la construcción de una

humanidad mejor.

E. Luces en la noche oscura.

21

Edith Stein (interna de Auschwitz nº 44.074) y su

hermana Rosa ingresan al campo de exterminio el día 9 de

agosto de 1942. Edith, internada en la Barraca 36, por su

complexión física es declarada No Apta y enviada a la cámara

de gas el mismo día. Muere a los 51 años; su hermana Rosa a

los 59. Ambas han estado en campos de concentración en

Holanda desde 1940. Testigos del campo de Westrboork

cuentan acerca de los esfuerzos de Edith para ayudar a sus

compañeros. Ella se encarga de los niños, de su higiene y

de su alimentación. Edith es Doctora en Filosofía, judía de

nacimiento pero convertida al catolicismo y activista por

los derechos de la mujer. Escribe un valioso libro: Estrellas

Amarillas, en el que hace un análisis de la realidad política

y religiosa de la Europa de la primera mitad del siglo XX.

Es declarada Santa y Doctora de la Iglesia Católica en el

papado de Juan Pablo II.

25

22

Hermann Scheipers. Internado desde 1941 a 1945 en el

campo de concentración de Dachau. Sacerdote católico

sobreviviente. En una entrevista reconoce que en los campos

uno podía encontrarse con lo mejor y lo peor de lo que el

ser humano es capaz. Se salva de ser ejecutado en las

cámaras de gas. Permanece en el campo luego de que los SS

se retiran por la presión aliada. Se hace cargo del cuidado

del pabellón de moribundos con enfermedades de alta

contagiosidad. Al terminar la guerra solicita continuar con

su ministerio en la Alemania ocupada por la Unión

Soviética.

23

Maximiliano Kolbe. Interno de Auschwitz nº 16.670.

Sacerdote católico polaco. En agosto de 1941 falla un

intento de huida masiva del campo de exterminio. Las

autoridades deciden castigar a 10 internos a morir de

hambre y de sed. Él se ofrece a ocupar el lugar de otro

prisionero que manifiesta tener esposa e hijos. A los diez

días todavía se encuentra con vida; lo ultiman

administrándole una inyección letal el día 14 de agosto de

1941. De él se dice que hace realidad las palabras de

Jesús: “No hay amor más grande que dar la vida por mis

amigos”. Declarado santo de la Iglesia Católica.

24

26

José Kowalski. Interno de Auschwitz nº 17.350.

Internado en Auschwitz junto con otros 5 seminaristas

salesianos. No obedece la orden de abjurar de su fe pisando

una corona de Rosario. Un día 3 de julio sus verdugos lo

ahogan en la cloaca del campo de exterminio.

Julián Nowowiejski, obispo de la iglesia Católica,

maltratado y asesinado en el campo de Dzialow.

Michal Kosal. Obispo. Prisionero en Dachau.

Kasimiriez y Stefan Grelewski, sacerdotes católicos.

El primero muere ahorcado, y el segundo, su hermano, es

torturado hasta la muerte en Dachau en el año 1943.

Mariana Biernacka. Laica, 55 años de edad, pide ser

fusilada en lugar de su nuera que se encuentra embarazada.

En total, una lista de 108 santos y beatos de la

iglesia Católica, mártires en Polonia y Alemania durante la

Segunda Guerra Mundial.

25

Los Justos entre las Naciones. Se trata de un programa

de reconocimiento del estado israelí para con todas

aquellas personas que no siendo judías colaboraron con

miembros de ese pueblo de distintos modos: rescatando niños

de los ghetos, alimentando a los viajeros, ocultando a los

judíos en sus casas, ayudándolos a viajar al exterior

mediante la emisión de documentación falsa. Entre los

justos hay ciudadanos comunes, alemanes industriales como

Schindler, y diplomáticos de diversos países como Ecuador,

Lituania, Japón, Portugal, etc. En el año 2010, el memorial

27

de Yod Vashem ha reconocido unos 28.000 justos entre las

naciones.

26

Dr. Víctor Frankl (Interno 119.104) Nacido en Viena en

1905. Trabaja como médico neurólogo y psiquiatra en el

Hospital Roschild, único hospital de Viena en el que se

reciben pacientes judíos. Un año después de contraer

matrimonio, en agosto de 1942 es enviado al campo de

Theresiestadt con su esposa y sus padres. En 1944 es

trasladado a Auschwitz y luego a Dachau. Es liberado por

tropas norteamericanas en abril de 1945. Sus padres y su

esposa mueren en cautiverio. Es el fundador de la tercera

escuela vienesa de psicoterapia, luego de la primera de

Freud y la segunda de Adler.

Durante su internación en los campos, se obliga a

efectuar observaciones profesionales para distraer su

atención de las humillaciones sufridas. Actúa de manera

eficaz organizando grupos de ayuda psicoterápica entre los

internos. Describe de manera aguda la personalidad de los

“capos”, que eran los judíos funcionales a organización y

gestión de los campos de exterminio. Describe las fases de

despersonalización que llevan a esa profunda aniquilación

de la persona que en los campos denominaban “musselman”.

Estos seres se caracterizan por su absoluta falta de

voluntad, ya doblegados totalmente, concurren a las cámaras

de gas desprovistos de toda emoción, miedo, o recuerdos

28

personales que sustenten su identidad. Aquellos individuos

a los que anteriormente nos hemos referido como “zombies”.

Durante su estancia en los campos, en pequeños restos

de papel da forma a su libro más famoso, El hombre en busca de

sentido. En él relata con sumo detalle sus vivencias, y

marca los fundamentos de lo que después se denominará

Logoterapia, la metodología de terapia psíquica que él idea

y que hoy goza de plena vigencia. Una de las preguntas

límites que le hace el terapeuta a aquellas personas que lo

consultan vacías de sentido en sus vidas es: “¿Por qué no

te suicidas?” Cualquiera sea la respuesta, esta es la base

desde donde comenzar a construir un mundo de sentido. Las

respuestas pueden ser: “Mis hijos aún me necesitan...”,

“Mis creencias no me lo permiten...”, “La muerte me

aterroriza...”, etc. Desde ese piso, a veces firme, a veces

endeble, pero piso al fin, el logoterapeuta comienza a

construir con su paciente el universo de sentido que lo

sostendrá en su estar en la vida.

Durante su cautiverio, mientras es sometido a trabajos

forzados y la suerte lo favorece en las famosas

“selecciones”, se transforma en un testimonio vivo de una

de las sentencias fundamentales de su psicoterapia: “Quien

tiene una razón para vivir, acabará por encontrar el cómo”.

27

Etty Hillesum. Nace en Holanda en 1914, dentro de una

familia burguesa judía. Se licencia en jurisprudencia, y

luego se inscribe en la escuela de lenguas eslavas, donde

29

se interesaba por la literatura. Lee con pasión a Jung,

Rilke y Dostoievsky. Trabaja durante un breve período en el

Consejo Judío de Ámsterdam (organización que hace de nexo

entre los nazis y la población judía) hasta su deportación

al campo de Westerbork, lugar de “clasificación” desde el

que miles de judíos holandeses son deportados a campos de

exterminio. En 1943 es deportada a Auschwitz; muere allí el

30 de noviembre de 1943 junto al resto de su familia.

Durante este tiempo se produce en ella una profunda

transformación espiritual: se dice que hace un enorme salto

desde el viejo al nuevo testamento. No es judía

practicante, ni se bautiza en la Iglesia Católica. Su

itinerario espiritual, de gran profundidad mística, lo

realiza con los elementos de los que dispone, y llega a

una intimidad con Dios de eterna gratuidad. Etty encuentra

una “eclosión” de su individuación y un espacio de paz en

medio de los conflictos y desolaciones sociales y

existenciales. Voluntariamente se incluye entre los judíos

apresados en una redada, no quiere sustraerse al destino de

su pueblo. Su proceso interior la lleva al convencimiento

de que el modo de poner justicia en la vida es “no

abandonar a la persona en peligro, y usar la propia fuerza

para llevar la luz y la esperanza a la vida de los otros.”

Su testimonio intensamente personal, reflejo de una

luminosa aventura espiritual que crea su propio lenguaje a

falta de referencias explícitas a toda tradición

confesional, es también de una singular modernidad y

30

anticipa lo que, años después, ha recibido el nombre de

Teología después de Auschwitz.

Sus experiencias las expresa mediante un diario

personal y cartas, “El corazón pensante de los barracones:

cartas”8. En 1943 escribe: “me siento un testimonio

privilegiado y sutil de un capítulo de la historia judía y

experimento la necesidad de hacerme voz”. Las últimas

palabras de su diario son exquisitamente expresivas:

“Quisiera ser bálsamo para tantas heridas...” 9.

28

Imre Kertész. Sobreviviente y premio Nobel de

Literatura. Judío húngaro. Autor, entre otras obras, de un

libro solapadamente autobiográfico llamado Sin destino. Se

hizo una película del mismo nombre cuyo guión está adaptado

al cine por el propio Kertész. Su testimonio es crítico

dentro de un enorme esfuerzo de ecuanimidad y de no

demonización de las personas que encarnan prioritariamente

el mal. En la obra se describe con detalle la vida en los

campos, y también los ambientes judíos previos y

posteriores al Holocausto – Shoah: “Solo quiero decir, pues, es que prestemos atención

al zumbido del motor, y que aprendamos a distinguirlo

de los ruidos cósmicos del universo, leves y poco a

poco apenas perceptibles, en que todos los lamentos y

los gritos de júbilo de la tragedia humana parecen8 Hillesum, Etty, El Corazón Pensante de Los Barracones: Cartas, Barcelona: Anthropos, 2005.9 Lebeau, P. Etty Hillesum. Un Itinerario Espiritual, Ámsterdam 1941 – Auschwitz 1943. Sal Térrae, Santander, 2000. http://www.fundacao-betania.org/biblioteca/profetas/Etty_Hillesum_pp.pdf

31

perderse sin eco alguno. La historia no ha llegado a

su fin, al contrario: según sus tendencias, absorbe y

aísla al ser humano más que nunca de su ámbito

natural, del escenario universal de su destino, de

sus fracasos y elevaciones y ofrece a cambio un

olvido que a cada instante se extiende más y más, la

amnesia total.” 10

“El Holocausto no es sólo un asunto entre alemanes y

judíos. Significa el punto final de una crisis moral

y espiritual de occidente, el piélago donde se han

hundido los valores que habían sustentado la

civilización europea durante años”11

F. Avizorando una conclusión:

“Quieres ser feliz por un instante, ¡véngate! Quieres serlo para

siempre, ¡perdona!” (Tertuliano)

28

Habiendo investigado acerca de este tema, tan

interesante como doloroso, se me ocurren algunas ideas que

pueden funcionar a manera de conclusión; en realidad, meros

mojones de pensamiento. En mi recorrido me he encontrado

con opiniones dispares, un verdadero espectro de ellas.

Para mencionar sólo los extremos de ese espectro, puedo

decir que he leído documentos provenientes del sionismo más10 Kerétsz, I Un instante de silencio en el paredón. Editorial Herder, Budapest, 199811 Kertész I. Sin destino. El Acantilado. España, 2006

32

ortodoxo, hasta expresiones de lo que se ha dado en llamar

revisionismo del Holocausto, incluso de negacionistas del

mismo. Los documentos de uno y otro polo incluyen

estadísticas demográficas europeas, opiniones de

intelectuales del más alto nivel, estudios de verdaderos

paladines de ambas posturas antagónicas. La cuestión del

Holocausto forma parte de la memoria colectiva de

Occidente, y es permanentemente recordada como uno de los

acontecimientos más tristemente dolorosos de la humanidad.

Ya dijimos, el símbolo Auschwitz es usado como bandera para

la propaganda sutil y también desembozada. El espacio en el

que me he sumergido es de una vastedad inusitada; mi

sensación íntima es la de hallarme en el ojo de la tormenta

de una problemática que, desde los puntos de vista

gnoseológico, antropológico, e incluso ético, resulta

completamente inasible y de una complejidad extrema como

para intentar concluir adecuadamente. Nunca tendré la

sensación de haber cerrado la cuestión Auschwitz, siempre

sentiré que estoy en deuda con la ecuanimidad al respecto.

Como era natural, me aproximé al tema con un bagaje de

ideas previas y preconceptos generales de cierta

superficialidad. Acerca del Holocausto, todos hemos

escuchado algo, hemos visto un documental, una película,

fotos. Ese cúmulo de ideas previas se hace trizas cuando

comenzamos a consultar algunos textos y a manejar material

de mayor consistencia. Ante esa devastación de los

conceptos previos, se comienza a navegar por un mar

incierto e inseguro ¿Serán los autores correctos? ¿Será

33

esta la mejor fuente de consulta? ¿Será conveniente avanzar

por aquí, o será más útil tomar aquel atajo? En un momento

dado, se siente como si hubiéramos ingresado en un

laberinto en el que incluso olvidamos el lugar por el que

entramos.

Se trata de un tema vastísimo, con innumerables

aristas, que permite una diversidad de perspectivas y modos

de aproximación. Alcanzar la ansiada consistencia final es

casi una quimera. A cada paso dado se genera la evidencia

de que aún falta mucho más, que ni tan siquiera hemos

consolidado nuestra posición. La sensación es la de

constatar que sigue saliendo polvillo de harina al sacudir

la bolsa, a pesar de que todo parece decir que ya está

vacía.

29

Es muy difícil acometer la empresa de extraer una

rápida conclusión ética; los parámetros clásicos de la

ética de los principios o de la ética consecuencialista

parecen resultarnos insuficientes para analizar Auschwitz.

Tenemos la sensación de encontrarnos ante un evento pre-

ético o eventualmente post- ético, en el caso de que estas

categorías existiesen. Ello es una muestra de la

inestabilidad y la confusión en la que nos adentramos al

considerar la cuestión.

Una primera conclusión podría ser: si bien puede

resultar dificultoso, mirar Auschwitz desde la ética es

posible ya que se trata de un acto humano. Los apelativos a

34

los que solemos recurrir: monstruosidad, infierno,

demoníaco, etc, son sólo manifestaciones de la impotencia

de nuestro lenguaje para asir el fenómeno completamente,

para dar cuenta acabada del hecho. Auschwitz no es

demoníaco, ni monstruoso, ni infernal; es un acto

pergeñado, gestionado y ejecutado por seres humanos.

Desde esa perspectiva, nuestro juicio se complejiza,

ya que todo lo que digamos acerca de él nos implica y puede

ser usado en nuestra contra en tanto integrantes de la

especie.

Hannah Arendt da cuenta exacta acerca de este asunto

cuando comenta el juicio de Eichmann en Jerusalén. Lo que

ella denomina “banalidad del mal” se trata ni más ni menos

que del mal extremo ejecutado “impecablemente” en tanto

gestión burocrática. Con la misma eficacia con la que se

distribuyen alimentos para proveer a una gran ciudad,

Eichmann distribuye internos para que sean “gaseados en los

campos”.

Partir del carácter humano del acontecimiento es un

primer presupuesto que nos permite una aproximación sincera

al fenómeno. Al ser un acto humano, necesariamente nos

implica, como víctima, como victimario y, lo que es peor,

como ambas cosas a la vez.

30

No se puede negar la existencia de la cuestión judía y

del problema judío en la cotidianeidad europea de los

siglos XIX y XX. Podemos considerar que, a los fines de

35

lograr por lo menos una endeble objetividad, negar el

problema y negar el holocausto son actitudes de equivalente

miopía.

El espacio de tiempo considerado (siglos XIX y XX), es

una elección arbitraria para limitarnos al marco inmediato

del fenómeno Auschwitz; para una mejor contextualización,

podemos decir que el problema judío (sin comillas) se

remonta al siglo V, época de la decadencia del Imperio

Romano. Tiene, sin lugar a dudas, una cara religiosa; sin

embargo, conviene considerarlo como un todo socio–

cultural. El judío es visto como extranjero, como

advenedizo, como contaminador de lo que se considera

propio. Aquello denominado propio es el ámbito de lo

político, lo financiero, los negocios, lo cultural y

finalmente, lo racial o étnico. La asimilación del judío a

la sociedad europea ha sido, con el correr de los años, una

cuestión cíclicamente candente y complicada.

,La postura durante la Edad Media al respecto se

identifica con la siguiente frase: “No puedes vivir entre

nosotros siendo judío”. Alrededor de 1492, con la expulsión

de los judíos de la Península Ibérica, la consigna se

reduce a: “No puedes vivir entre nosotros”. Los conversos

se cuentan por millares y la tensión no disminuye. Durante

las décadas de 1920 y 1930, la consigna comienza a tener su

versión más resumida y más extrema: “No puedes vivir”. Allí

empieza a desencadenarse la culminación de la barbarie. La

denominada solución final es el paso postrero, con pretensiones

de definitivo, del intento pertinaz de expulsar al judío de

36

Europa. La sucesión de eventos se puede resumir de la

siguiente manera: inicialmente se les retira la

nacionalidad y, con ella, los derechos civiles.

Posteriormente, se estimula, favorecer e incluso fuerza el

exilio. Luego se los reduce a ghetos. Finalmente se los

confina a los campos de concentración y se inicia la

matanza en los campos de exterminio.

Negar el problema judío es pecar de inocencia. Desde

la instalación, en el año 1948, del Estado de Israel en el

Cercano Oriente, en medio de un entorno de gran oposición,

los episodios de hostilidad entre el nuevo estado y sus

vecinos no se han interrumpido hasta la actualidad. Para

decirlo con una frase de neto tono callejero: “Quien dude

de la existencia del problema judío, que se lo pregunte a

un palestino”.

Entre el intento de ver la cuestión en su perspectiva

histórica y la justificación de cualquier acto de

violencia, sea cual sea, hasta llegar a la solución final

hay un salto cualitativo ético y conductual de proporciones

inmensas. Nada justifica la barbarie.

31

Auschwitz, no podemos negarlo, es en sí mismo un

símbolo. Existió en tanto acontecimiento deplorable, pero

continúa existiendo en tanto símbolo. Como otros tantos

símbolos, es en sí mismo intocable: a priori pareciera no dar

cabida a más de una, y sólo una, valoración. Al respecto

conviene hacer algunas apreciaciones.

37

La aproximación a la cuestión de Auschwitz debe ser

hecha, si se desea aprehender el genuino acontecimiento,

desde fuera de toda perspectiva ideológica. Es cierto, se

me podrá decir que la mirada humana no puede prescindir de

su ideología; sin embargo, sí puede ser consciente de que

los juicios pueden estar sesgados por ella. La propuesta

sería: “a menos ideología, más verdad”. Bachelard nos

instaría a observar el hecho, desprovistos de toda opinión

previa acerca de él. Después de todo, hasta se podría

aseverar que es éticamente correcto abordar una cuestión

complicada, desprovistos de todo juicio previo hacia ella.

En todo caso, el juicio debería surgir como consecuencia de

la completa información que hayamos conseguido recopilar.

Muchos de los textos consultados tienen un tenor

sospechoso de ser portadores de la intención de echar agua

para el propio molino. Encontramos disparidad de opiniones

sobre el mismo hecho objetivo. He hallado estudios genuinos

y desinteresados, objetivos y bien documentados, pero

también he leído textos oportunistas, sesgados, miopes y

prejuiciosos. Hay quienes utilizan Auschwitz en tanto

símbolo, para usarlo, manosearlo y bastardearlo. De los

autores que consulté, debo destacar la ecuanimidad, la

libertad, la justicia y la prudencia con la que Hannah

Arendt aborda los diferentes aspectos de los temas

relacionados con Auschwitz. Sus textos acerca de los

totalitarismos, la cuestión judía y el juicio a Eichmann

echan una luz clara y prístina sobre la problemática.

38

Auschwitz es un hito en la historia humana, es un

espejo en el que podemos ver lo peor, pero también lo mejor

de nuestro género humano. En mi trabajo he tratado de

destacar Auschwitz en tanto realidad cruenta para la

meditación antropológica, ética y filosófica, no como un

bien de uso. Auschwitz es un acontecimiento del que no cabe

hacer uso y, mucho menos, abuso. No es un bien de

intercambio ni una mercancía de negociación, no es una

bandera propagandística; es una realidad humana ante la que

cabe pararse en silencio y dejarse instruir por ella.

Quien se refiere al fenómeno debe ser consciente de su

propio escotoma ideológico, advertir que sólo está viendo

parte de la verdad, que hay una parte de ella que no ve,

cuando no es que la oculta deliberadamente. Eso no es

ciencia, tampoco ética. No nos es lícito aprovecharnos de

Auschwitz, es un atropello ético usarlo para otro fin que

no sea el de la memoria de un pasado que nos advierte y nos

conmina a un aprendizaje que aún no hemos hecho en

plenitud.

32

Desde el punto de vista ético y también jurídico,

Auschwitz nos pone ante una realidad que se percibe con

notable claridad en el juicio contra Eichmann en Jerusalén.

Se trata de una corrupción del tradicional sentimiento de

culpa por el mal producido. La actitud del funcionario de

la maquinaria nazi inaugura una cuestión de gran

trascendencia; esto es: la inexistencia de intencionalidad,

39

malicia y premeditación como condición previa para cometer

un aberrante acto criminal. Aquí se pone de manifiesto la

existencia de culpa más allá de la ausencia de malicia o la

premeditación. Las órdenes superiores, las consignas

recibidas de ningún modo exculpan al ejecutor de la

infamia. Considero que desde el punto de vista jurídico

esto es de gran valor, ya que no se puede seguir confiando

en las categorías, conceptos y normas tradicionales, para

juzgar lo sucedido12. Debemos comprender y aprender cómo

alguien puede no tener malas intenciones y ser

“aterradoramente normal” ,y al mismo tiempo, ser

responsable y punible por sus actos. En esa difuminación de

la culpabilidad, de la responsabilidad y de la intención,

se confunden algunos puntos que permiten la demonización de

algunos personajes de la historia, inclusive de la historia

muy reciente.

Políticamente cae bien, atrae la aceptación popular y

potencia las respuestas de las comunidades, el hecho de

demonizar a los líderes como dueños absolutos del mal con

el que nos enfrentamos ¿Quién en su sano juicio puede

pensar que muerto Bin Laden se acaba el mal? ¿Piensa algún

incauto que, terminando con Saddam Hussein, Irak se

incorpora sin más a las naciones democráticas? En nuestra

experiencia reciente estamos acostumbrados a este tipo de

asignación exclusiva de responsabilidades.

Es conveniente distinguir el grado de responsabilidad

en la cadena de ejecución de los crímenes. El Holocausto

12 Berenstein, R. “¿Son todavía relevantes las reflexiones de Arendt sobre el mal?” Conferencia. http://textos.pucp.edu.pe/pdf/1650.pdf

40

nos insta a vislumbrar la complejísima red de

responsabilidades de la cual puede participar incluso la

víctima. Es por lo menos riesgoso asignar a alguien todo el

mal que se ejerce sobre una víctima que se postula como

absolutamente inocente. Este es un tema tangencial al

presente trabajo, que merece un tratamiento más profundo y

sesudo.

33

Ante la necesidad de llegar a un punto final de

nuestro trabajo, surge el asunto que de algún modo ha sido

postergado hasta aquí y eventualmente continúa siendo

postergado en la mayoría de la documentación a la que

accedí sobre el tema. Siento en mí el imperativo de cerrar

el trabajo con una propuesta que rompa el cerco de la

vergüenza, que pueda catapultar nuestra acción más allá y,

si es posible, mucho más allá de la mera memoria ¿Será

posible extraer instancias superadoras de este lodazal de

dolor, miseria humana y vidas entregadas?

Dijimos en el texto que la memoria por sí sola, si

bien es cierto impide el olvido, aparece como una opción

demasiado estéril ¿No aprendimos nada, sólo cabe el

recuerdo? La memoria abre las puertas a un aprendizaje que

debe ser construido de manera positiva. Es menester

empeñarnos en sacar algo significativo. La mera memoria (si

es posible hablar de acciones meras en la vida de los

hombres) corre dos riesgos simultáneos: recordar puede

hacernos creer que hemos cumplido con el homenaje y luego

41

seguir con nuestra vida como si tal cosa; o recordar puede

transformarse en un símbolo, un modo pertinaz,

ideologizado, de mantener el tema en las primeras páginas

de los diarios, mientras nuestro accionar saca de ello un

beneficio de diferentes tipos, aunque sólo sea de

situaciones ventajosas.

La memoria, lo dijimos, abona la venganza. Ambas se

erigen como opciones únicas de reacción, asegurando la

pervivencia del círculo vicioso que cercena instancias de

superación y cierra las puertas al crecimiento que supone

el verdadero aprendizaje. Tener los ojos llenos de

lágrimas, aun genuinas, quita la posibilidad de ver más

allá, anula la viabilidad de acciones de progreso humano.

Es en este punto donde aparece la realidad del perdón.

En la literatura anglosajona se advierte cierta tendencia a

usar el término forgiveness dándole la connotación de

olvido, lo que no resulta apropiado; ya manifestamos que

ante tamaña ofensa el olvido es cuanto menos una

irresponsabilidad. Pardon (perdón) es mucho más adecuado y

pertinente ya que, suponiendo la memoria, propone el acceso

a nuevas realidades. Esa es la primera función del perdón:

abrir puertas. Abrir puertas que posibiliten acciones

nuevas, que hagan aparecer otro futuro posible, que, en el

peor de los casos, permitan vislumbrar futuro.

En la tradición occidental el tema del perdón no ha

estado habitualmente relacionado con la reflexión

filosófica es, más bien, una acción humana que se ha

42

relegado a la teología y que forma parte habitual del

pensamiento religioso. “Esto trae consigo que la noción de

perdón esté permeada de una fuerte carga metafísica”13

El pueblo judío entiende el perdón, lo practica en el

Yom Kippur, como una prerrogativa exclusivamente divina. El

pueblo pide perdón a Dios por las ofensas hechas a la

divinidad, pero no entiende, no conoce el concepto de que

los seres humanos puedan perdonarse entre sí. Según su

cosmovisión, es propio del hombre pedir perdón y es propio

de Dios concederlo. No cabe en ella la idea de que los

hombres somos capaces de pedirnos perdón, y de

concedérnoslo entre nosotros. Hannah Arendt entiende, sin

embargo, que el perdón se remite al ámbito de los asuntos

humanos y por ello se trata de una noción de carácter

político. Ella misma reconoce con absoluta convicción que

“el descubridor del papel del perdón en la esfera de los

asuntos humanos es Jesús de Nazaret”. Insiste en no

considerar el aspecto divino de Jesús, sino que lo nombra

sólo en tanto personaje histórico portador de tamaña

novedad. Partiendo de aquellas famosas palabras en la cruz:

“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, concluye

que no sólo Dios tiene que perdonar a los seres humanos,

sino que son ellos mismos los que se tienen que “perdonar

mutuamente siete veces, siete veces setenta veces, o en

verdad interminablemente”14

13 Gomez Tagle, M. “Sobre el concepto del perdón en el pensamiento de Hannah Arendt” Praxis Filosófica nº 26 Enero – junio de 2008. Universitat deBarcelona. España.14 Idem anterior.

43

De la filosofía cristiana la autora toma prestados dos

conceptos clave capaces de inaugurar un futuro: el perdón y

la promesa.

La facultad de perdonar se actualiza entre los seres

humanos en el espacio político que ellos contribuyen a

constituir. Se trata, como dijimos, de la facultad a través

de la cual es posible revertir las consecuencias del

actuar. Todos los seres humanos están potencialmente

capacitados para perdonar; es necesario – dice Arendt –

pasar de la potencia al acto.

Naturalmente, la inmensa mayoría de los actos humanos

son irreversibles, eso justamente es lo que hace necesaria

la ejecución del perdón. Este, en tanto se trata de una re-

acción a una acción humana, en tanto surge de la espontánea

acción del ser humano, inaugura la oportunidad de instalar

algo nuevo en el mundo. El perdón concluye e inaugura a la

vez; sin él sólo caben la memoria estéril y la venganza que

nos emparenta con el agresor.

Dice Arendt en el artículo citado: “El perdón (ciertamente una de las más grandes

capacidades humanas, y quizás la más audaz de las

acciones en la medida que intenta lo aparentemente

imposible, deshacer lo que ha sido hecho, lograr dar

un nuevo comienzo allí donde todo parecía haber

concluido) es una acción única que culmina en un acto

único. El perdón se ejerce sobre otro ser humano, por

eso es un acto comunicativo, una interacción, un

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asunto que se desarrolla en la esfera de lo público,

por lo tanto es un acto político”15.

El perdón no tiene que ver con el olvido, no; lo que

hace es rehabilitar la capacidad de actuar y con ello hace

posible la continuidad del flujo de las acciones. Insiste

Arendt en que el perdón, como ella lo entiende, no se

fundamenta ni en la compasión ni en el amor, lo hace en el

respeto.

La acción de perdonar siempre se dirige a la persona,

esto es, se perdona a quien cometió el crimen, no el crimen

cometido. La persona humana es, sin dudas, más que la falta

cometida. Por lo tanto podemos afirmar que del perdón surge

la posibilidad cierta de hacer del mundo que vivimos un

mundo común de edificación, desarrollo, y expansión de las

personas.

Ante los aberrantes actos que somos capaces de cometer

los seres humanos, la única posibilidad cierta de

remediarlos se produce a través del perdón. Es la única

forma de rehabilitar las relaciones, de recomponer el

tejido social y de posibilitar la acción nueva.

Perdonar a los Nazis, a cualquier ofensor externo, a

cualquier persona que nos produce un mal por el cual no

sólo podría, sino que debería ser castigada, es una

aventura humana extrema que requiere de entereza,

desprendimiento, humildad, y la gran capacidad de correr el

riesgo de un equívoco letal. Debo conceder que la empresa

del perdón quizás esté reservada sólo a algunos, pero me

deben otorgar, en cambio, que es excelente que esté15 La cita de HA está en el artículo de GT

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accesible a todos. Si Auschwitz no se ve desde esta óptica,

no sólo existe la posibilidad de que Auschwitz se repita,

sino que nos aseguramos una nueva oportunidad aún más

cruenta, aberrante y terrorífica.

Si la ofensa recibida no es contrarrestada por la

predisposición a perdonar a todo riesgo, la posibilidad de

una nueva ofensa deja de ser una posibilidad, para

transformarse en una certeza.

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