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Francisco Salvador Ventura (Ed.): Cine y representación, Université Paris-Sud, Paris, 2014, 249-262. La representación de la voluntad. El reflejo del ideario nacionalsocialista en el cine de Leni Riefenstahl. ISRAEL SANTAMARÍA CANALES Leni Riefenstahl, la valquiria de Hitler Resulta imposible adentrarse en el universo de la simbología cinematográfica del régimen nazi sin dedicar una atención especial, ganada a pulso por méritos propios, a la que probablemente sea la más brillante y reputada artesana del séptimo arte alemán durante los oscuros años del nazismo. Esta mujer, no es otra que la directora y actriz Helene Bertha Amalie Riefenstahl, más conocida como Leni Riefenstahl (1902-2003), la cual es recordada no sólo por sus documentales propagandísticos a favor del nacionalsocialismo imperante, sino por un dominio de la cámara y la técnica fílmica absolutamente magistral. Aportó muchísimo al lenguaje cinematográfico y sus trabajos son reconocidos y valorados aún hoy como verdaderas obras de arte, por muy aberrantes o condenables que puedan resultar desde otros puntos de vista. En consecuencia, lo que se pretende estudiar en el presente artículo es su particular representación de la Alemania Nazi a través de sus trabajos en este período. 02CYREPRESENTACIÓN015.indd 249 31/10/14 20:16

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Francisco Salvador Ventura (Ed.): Cine y representación,Université Paris-Sud, Paris, 2014, 249-262.

La representación de la voluntad. El reflejo del ideario nacionalsocialista

en el cine de Leni Riefenstahl.

Israel santamaría Canales

Leni Riefenstahl, la valquiria de Hitler

Resulta imposible adentrarse en el universo de la simbología cinematográfica del régimen nazi sin dedicar una atención especial, ganada a pulso por méritos propios, a la que probablemente sea la más brillante y reputada artesana del séptimo arte alemán durante los oscuros años del nazismo. Esta mujer, no es otra que la directora y actriz Helene Bertha Amalie Riefenstahl, más conocida como Leni Riefenstahl (1902-2003), la cual es recordada no sólo por sus documentales propagandísticos a favor del nacionalsocialismo imperante, sino por un dominio de la cámara y la técnica fílmica absolutamente magistral. Aportó muchísimo al lenguaje cinematográfico y sus trabajos son reconocidos y valorados aún hoy como verdaderas obras de arte, por muy aberrantes o condenables que puedan resultar desde otros puntos de vista. En consecuencia, lo que se pretende estudiar en el presente artículo es su particular representación de la Alemania Nazi a través de sus trabajos en este período.

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Se ha de tener en cuenta que Leni Riefenstahl siempre negó su pertenencia y adhesión al NSDAP1, un tema sobre el que, por muchas vueltas que demos en torno al mismo, nunca llegaremos a saber la verdad al llevarse consigo el secreto a la tumba. En el fondo, esto no deja de ser una cuestión anecdótica puesto que, con independencia de lo que pensase, lo que aquí interesa es su filmografía. Primero bailarina, luego actriz2, y por último realizadora, se convirtió en toda una celebridad abriéndose camino en un mundo de hombres hasta llegar a ser considerada como la cineasta por antonomasia de la nación. Su posterior enemistad con el Ministro de Propaganda e Información, Joseph Goebbels, no redundó un ápice en la consideración que de ella tuvo el partido nazi, y es conocida su amistad con importantes miembros del mismo como Albert Speer o Rudolf Hess. En lo que respecta a su relación con Adolf Hitler se puede entrar en el terreno de la especulación con todo tipo de posibilidades, algunas de ellas muy amarillistas, por lo que conviene obviarlas. Su primera película como directora, en la que también desempeñó el rol de actriz principal, fue Das Blaue Licht (La fuerza azul), rodada en 1932. A pesar de que se trata de un filme bastante notable que fue premiado incluso en el Festival de Venecia, no es de interés para nuestro objeto de estudio, ya que se trata de una historia de superación sobre como el hombre combate contra la naturaleza, representada aquí en forma de montaña nevada, con elementos de tradiciones populares italianas para dar un mayor trasfondo mitológico al argumento de la cinta (Sánchez Alarcón 1996: 305-307). Después de esto, su situación daría al año siguiente un giro de ciento ochenta grados al ser elegida para rodar el congreso que el partido organizaba anualmente en la ciudad de Núremberg, y que sería el principio de una hermosa amistad que, en última instancia, le costaría su carrera como cineasta. De dicha elección saldrá la que es una de sus obras más importantes, la conocida como La trilogía de Nuremberg. Esta, está compuesta por Der Sieg des Glaubens (Victoria de fe), Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (Día de libertad: Nuestras fuerzas armadas), y por último, la sobresaliente Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad).

1 En alemán NationalSozialistische Deutsche ArbeiterPartei.

2 Carrera interpretativa que fue muy fructífera entre 1926 y 1933, sobre todo a las órdenes del director Arnold Fanck (1889-1974), el cual destacaba casualmente por mostrar en sus películas un discurso que rozaba lo racista, sin llegar a ser nacionalsocialista propiamente dicho.

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En las mismas, ofrece un documento de incalculable valor sobre dos congresos anuales que el nacionalsocialismo celebró en la ciudad bávara, y digo dos porque las dos últimas películas fueron rodadas al unísono. Es un testimonio gráfico de primera mano con el que uno puede asistir a un mitin político nazi como si realmente hubiésemos estado allí, y permite analizar con todo lujo de detalles cada uno de los símbolos, signos e ideas que integraban el discurso de los jerarcas del nazismo. Las palabras y expresiones más utilizadas para enfervorecer a las masas, los gestos con los que estos maestros de la intriga reforzaban su mensaje, la reacción que todo esto provocaba entre un sector considerable del pueblo llano alemán... Todo ello está ahí grabado, y en eso radica uno de los grandes atractivos para justificar el visionado de estas cintas. Otro de sus trabajos más loados de Leni, si no el que más, es el documental en dos partes que realizó por encargo de Hitler sobre los Juegos Olímpicos de Berlín 1936: Olympia (Olimpiada). Subdividido en Teil: Fest der Völker (Festival de las Naciones) y Teil: Fest der Schönheit (Festival de la Belleza), da lugar en su conjunto a una colosal magnum opus de casi cuatro horas de duración, en la que se que se recoge el desarrollo de dichas olimpiadas con un posicionamiento ideológico mucho menos acusado que en el caso anterior, aunque esta sea una afirmación que bien tendría que ser matizada. Para muchos éste es el mayor logro de Leni Riefenstahl, lo cual no resulta extraño puesto que, lejos de tratarse de un documental deportivo al uso, consigue traspasar todas las fronteras habidas y por haber en dicho género y dar lugar a una obra maestra atemporal que da gusto ver. El documental está narrado desde la óptica alemana, y por lo tanto el narrador celebra los triunfos patrios y se lamenta de los errores cometidos por sus atletas, más no a un nivel que podamos considerar muy distinto al mostrado en retransmisiones televisivas de eventos deportivos en la actualidad. Al menos en este caso, no sería justo achacarles un partidismo que, por otra parte, no se sale de lo común, sin contar con que no hay apenas nada que nos pueda chocar en demasía, salvo referencias puntuales a la raza de los participantes de color. Estas consideraciones, por otra parte, no serían una consecuencia más del nacionalsocialismo, sino que se podían aplicar al mundo occidental de la época, y esto es así hasta el punto de que se dio la tamaña paradoja de que Jesse Owens disfrutó de más derechos en el xenófobo régimen nazi que en la tierra de las libertades: Estados Unidos. Este documental

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fue premiado en Venecia, y proyectado en París en la Exposición Internacional de Artes y Técnicas de 1937 (Villarreal 2002). La capacidad de esta mujer para transmitir eventos de grandes dimensiones y convertirlos en un espectáculo de masas es innegable, y así no ha de resultar extraño el que su trabajo fuese loado y premiado en multitud de ocasiones no sólo en su tierra natal, en la que podríamos hablar de victorias compradas o elegidas de antemano por intereses particulares, sino que sus filmes obtuvieron idénticos resultados en otros países. Sin embargo, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, fue acusada en numerosas ocasiones de filonazi, de prestidigitadora y de trilera, así como de querer vender una imagen errónea y parcial de la realidad alemana del momento. Esta última acusación se cae por su propio peso con sólo ver el entusiasmo mostrado por los oriundos de Núremberg en Der Sieg des Glaubens o en Triumph des Willens, pero resultó determinante. En lo que se refiere al destino que siguió la propia Riefenstahl después de la guerra hay que decir que, tras sobrevivir al conflicto, su suerte tuvo poco de envidiable. Pese a no ser incluida en la lista de personas afines al régimen que debían ser condenadas por su adhesión al mismo, sí que sufrió un claro ostracismo por parte de la sociedad en general y de su profesión en particular. Una auténtica injusticia porque, al margen de la ideología que tuviese, dirigió proyectos de encargo que, de no haber sido rodados por Leni, habrían sidos encargados a cualquier otro cineasta, algo que repercutiría casi con toda probabilidad en la calidad artística del producto final más no así en el contenido doctrinal del mismo, que estaba ya prefijado por la jerarquía del partido. Se optó por la solución más sencilla que se tenía a mano: arruinar por completo una carrera muy prometedora. Aquella mujer todoterreno, pese a todas las dificultades, se negó a abandonar su innegable vena artística y se centró a partir de entonces en la fotografía. Después de esto, llegó a rodar una nueva película en los años cincuenta, Tiefland (Tierra baja), un proyecto que empezó a gestarse en 1934 e iba a grabar en 1944, y que no vio la luz hasta la década siguiente por motivos obvios. Siempre fue perseguida por el fantasma del nacionalsocialismo, lo que hizo que muchos miraran para otro lado o contemplaran su filmografía con cierto recelo, en lugar de aparcar los prejuicios y rendirse ante lo evidente. Durante los últimos años de su longeva existencia (murió con 102 años en el año 2003) sí

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que recibió algunos homenajes, sobre todo al final de su trayectoria vital, y llegó a rodar un último mediometraje poco antes de fallecer. Este, Impressionen unter Wasser (Impresiones bajo el agua), es un documental sobre la vida submarina que fue premiado en Berlín y que recibió unas críticas más que aceptables. Nunca pudo liberarse del estigma que le supuso el ser conocida como la cineasta por excelencia del Tercer Reich, lo que ha provocado que, incluso hoy, muchos repudien su obra por motivos ideológicos. Afortunadamente, no han sido pocos los que han reivindicado su trabajo tanto delante como detrás de las cámaras, así como su genialidad inherente a la hora de plasmar en imágenes uno de los momentos más atroces del pasado de la humanidad. A la hora de valorar su obra, lo mejor que puede uno hacer es quedarse con cuanto innovó y aportó al mundo del cine, así como con determinadas cintas de su filmografía que son simple y llanamente magistrales. Su lugar en la historia del séptimo arte lo tiene ganado a pulso, y no se puede tirar por tierra una carrera prodigiosa por lo que el artista o el artista en cuestión haya hecho a lo largo de su vida. Y qué mejor manera de honrar su memoria, que por medio de un acercamiento a cuatro de sus películas más emblemáticas, de las que hablaremos a continuación.

Der Sieg des Glaubens (Leni Riefenstahl, 1933, 64 minutos)

Producida bajo el liderazgo nacional del NSDAP, Victoria de fe es un documental que será expandido a todos los niveles en El triunfo de la voluntad. La acción comienza con un plano aéreo de la ciudad de Núremberg y distintas perspectivas de edificios circundantes realizadas a ras del suelo. También se muestra el estadio en el que se celebrará el congreso sin que haya un alma en su interior, así como fuentes y ciudadanos paseando tranquilamente por las calles de la ciudad. Las banderas con esvásticas comienzan a aparecer de repente por todas partes, hasta expandirse como una plaga por la región. Por último, se puede encontrar a algunos soldados dispersos por la zona, aunque pronto entran en escena pelotones más numerosos con unos pocos hombres a caballo. Música de orquesta y brazos alzados dan la bienvenida a los mandamases nacionalsocialistas. Se hace especial hincapié en la presencia de niños pequeños, algunos de ellos extremadamente jóvenes,

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que saludan a los líderes del país ajenos a lo que éstos han hecho y harán en un futuro. De un tren con la esvástica grabada en la parte posterior del mismo emerge Joseph Goebbels junto a otros dignatarios nazis, mientras en paralelo arriba un avión del que surge Adolf Hitler, que es aclamado por una gente que lo recibe jubilosa con gritos de apoyo y señales de respeto a su paso. El clamor popular a su llegada es recogido por la lente y unos niños entregan al Führer un ramo de flores que él acepta encantado, pero que no tarda en entregar a Rudolf Hess, una escena muy significativa. Después de tan calurosa bienvenida, le dicen los ciudadanos que es un gran honor para ellos recibirles en su ciudad, y Hitler por su parte habla de la grandeza de una población alemana tan antigua y con tanta tradición como Núremberg. Una vez llegado el momento de los discursos, Hess habla de cómo Hitler ha sido el principal responsable de que el movimiento nacionalsocialista haya sobrevivido a tiempos difíciles, dando una importancia capital a la resurrección de la nación germánica. Un representante del Partido Fascista de Italia, que se encontraba allí como invitado, habla en favor del líder alemán, y dice de él que espera que la alianza entre sus países sea el nuevo comienzo de la expansión del fascismo en el mundo. Orquesta de música junto a primeros planos de los soldados y habitantes allí congregados, sustituidos luego por las habituales imágenes de esvásticas (en solitario, junto al águila imperial o Reichdsadler3, o integradas en banderas). De nuevo se produce un desfile militar en el que se dan cita un número de banderas y estandartes a todas luces desproporcionado. Hitler toma la palabra para decir que, después de una dura lucha, el nacionalsocialismo se ha convertido en la cabeza del Reich alemán, tanto ante Dios como ante la Historia, y afirma que representa “una educación política de todos los alemanes por la que ellos han llegado a ser una sola persona, una idea, una expresión de una única voluntad, y de este modo nunca más habrá de nuevo un noviembre de 1918 en la historia de Alemania. Lo que hemos soñado durante años, por fin se ha hecho realidad”. Niños y jóvenes con tambores y banderas animan el ambiente, mientras un dirigible o zeppelin atraviesa el cielo entre vítores. 3 Este ave, a diferencia de la esvástica, es muy característica de la tradición histórica alemana, habiendo sido empleada como elemento heráldico (bicéfala en determinadas representaciones) en el Sacro Imperio Romano-Germánico, la Deutscher Bund o Confederación Alemana, el Imperio Alemán, la República de Weimar, el período que aquí nos ocupa y, por último, la Alemania actual, aunque en este caso se denomina Bundesadler, al ser sustituida el águila imperial por una federal.

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Las juventudes hitlerianas se concentran ante el Führer, un número atroz de chavales imberbes y jóvenes oficiales que creen ciegamente en el partido y lo que este representa. El ejército desfila de nuevo por las calles de la ciudad, un desfile largo que ocupa varios minutos del documental. Entre la música que suena se puede reconocer fácilmente la marcha de Radetzky, de Johann Strauss padre. Las SS, las SA, y otros cuerpos desfilan ante el Führer, unidos por Alemania sin importar la clase social ni todo lo demás, representando la bandera del imperio una auténtica obligación de vida para todos y cada uno de ellos. “Los hombres de noviembre cayeron y su fuerza desapareció con ellos, nosotros somos mortales, pero Alemania tiene que vivir”, con estas palabras finaliza la cinta. No obstante, esta no deja de ser un prototipo de lo que estaba aún por llegar.

Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (Leni Riefenstahl, 1935, 28 minutos)

Documental en el que el ejército cobra un protagonismo absoluto, y que comienza con música de fondo y una fila enorme de rifles y bayonetas que dan la señal de salida para este proyecto de carácter marcadamente militarista. Al poco de empezar, aparecen filas de soldados con fusil marchando todos juntos en formación durante los títulos de créditos iniciales. La bandera nazi ondea de fondo mientras se ve un recluta de pie, así como escenas de militares en su campamento que realizan juntos actividades cotidianas: vestirse, lavarse la cara, cepillarse los dientes, afeitarse, etc. A simple vista no se aprecian símbolos nazis en los uniformes, aunque ello por supuesto no significa nada y se debe a que no consideraron necesario enfocarlos porque el soldado que aparece en pantalla es un soldado nacionalsocialista, algo que se sobreentiende. De ahí se pasa a distintos planos con caballos formados en fila, así como de tropas de caballería y de infantería. Los soldados montan en los caballos mientras algunos de infantería desfilan con estandarte en ambas manos, sin centrarse de momento en las esvásticas, un “error” que no tarda en ser subsanado. Se muestra en pantalla una imagen del águila y la esvástica, así como bandas con este último símbolo en compañía de la consabida cruz. Se produce un simulacro de batalla con falsos muertos, heridos y pequeñas detonaciones, aderezado todo ello

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con escenas de carros tirados por caballos, uso de rifles, ametralladoras, motos con sidecar, automóviles, etc. La acción pasa luego a un primer plano de Adolf Hitler y sus hombres, que contemplan embelesados los combates que se están desarrollando frente a ellos. Un cañón es conducido en peso por varios soldados, y en dicho traslado se puede apreciar que es muy pesado y de difícil montaje. Una vez montado, abre fuego y dispara varios proyectiles a una velocidad considerable, al más puro estilo de una artillería antiaérea. Un tanque de batalla se abre camino entre los escombros, y de repente se le suman varios más, continuando con las pruebas de disparos mientras se hace gala de la increíble capacidad de tecnología bélica de la que disponían ya los alemanes en el año 35. Aviones de combate entran en juego y se muestran unos planos aéreos realmente fascinantes, con escenas de disparos y recarga de munición intercaladas con la imagen de los jerarcas nazis observando impertérritos el campo de combate ficticio, en el que sus hombres lo dan todo como si fuese una batalla real. Vuelven de nuevo las banderas con esvásticas y, antes de dar por terminado el documental, un grupo de aviones imitan juntos la forma de una esvástica gigantesca en el cielo. Después de enfocar como siempre una bandera con su correspondiente distintivo nacionalsocialista finaliza el documental, el cual hay que decir que dura solo 28 minutos porque el resto del metraje se perdió durante la guerra.

Triumph des Willens (Leni Riefenstahl, 1935, 114 minutos)

Esta obra maestra del género documental se abre con un primer plano de dos de los símbolos más característicos de la Alemania nazi: el águila imperial y la esvástica. Al inicio de los títulos de crédito se especifica que el filme está “realizado por orden del Führer”, y después de esto se toma como eje cronológico de la historia reciente de la nación germánica el principio y el fin de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial. Es entonces cuando se dice que en una ciudad llamada Núremberg comenzó hace diecinueve meses el renacer de la nación. Una panorámica aérea del cielo y de dicha ciudad hace las veces de preámbulo de lo que está a punto de aparecer en pantalla, y entonces comienzan a aflorar las típicas imágenes de esvásticas y brazos alzados de un modo idéntico al mostrado en el filme anterior.

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Se puede ver cómo el pueblo está completamente entregado a la causa nacionalsocialista y brinda una cálida bienvenida a Adolf Hitler, a Goebbels, así como a otros miembros del partido que acaban de llegar a la urbe. La población se muestra eufórica en las calles, y hasta niños y bebés parecen estar encantados con la llegada de los jerarcas nazis. Banderas y esvástica pueblan los edificios de la localidad y, en las afueras de Núremberg, se puede encontrar un gigantesco campamento de las Juventudes Hitlerianas, en la que jóvenes de edades muy dispares aparecen implicados en la causa hasta sus últimas consecuencias, con abundancia de víveres y una moral por las nubes ante el advenimiento del líder. La espera se salda con actividades tales como competiciones deportivas y exaltación del más fuerte. La cámara regresa a Hitler y se puede ver a una multitud de agricultores desfilando ante él. Se transmite al espectador la idea de que el pueblo alemán está rebosante de felicidad y entusiasmo, para lo que se opta por enseñar primeros planos de sonrisas por doquier. También se persigue ante todo dejar de manifiesto que el Führer es un hombre cercano y abierto con los suyos, un hombre corriente. En el discurso inicial, Rudolf Hess toma la palabra dedicando el congreso al difunto Von Hinderburg, y mientras uno contempla atónito la abrumadora presencia de esvásticas, águilas imperiales y militares, este dice dirigiéndose a Hitler: “Usted es Alemania. Cuando usted actúa, la nación actúa, cuando usted juzga, el pueblo juzga”, tras lo cual es coreado por la multitud presente que estalla en una nueva algarabía de vítores y brazos alzados. Varios dirigentes nazis establecen un paralelismo entre la revolución y la anarquía, y la anarquía y la guerra, e inciden en cómo prospera y avanza la nación desde que ellos están en el poder (lo cual no deja de ser cierto en ese año, por mucho que duela admitirlo). En todo momento se introducen alusiones veladas a la pureza racial y al valor del pensamiento único, y se hace hincapié en que hay que dignificar al trabajador para evitar que éste se vea obligado a abrazar causas equivocadas como el socialismo o el comunismo. También es reseñable la importancia de la fortaleza del pueblo alemán, que ha de ser valiente pero pacífico. En todo momento impera una exagerada idealización del líder, con la muchedumbre alabándolo como si fuese un auténtico Mesías. Tiene lugar un desfile militar con tropas de infantería, caballería, y tanques, así como otros vehículos entre los que destacan los carros

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de combate. Todo ello por supuesto mientras se intercalan nuevos primeros planos de banderas con la esvástica y el águila. “Toda la culpa la tiene el descalabro de nuestro pueblo tras la derrota en la Gran Guerra”, dice Hitler, y su manera de expresarse ante las masas denota un carisma y unas dotes para la oratoria extraordinarias, capaz de ganarse a los oyentes tan solo por la vehemencia que pone a la hora de hablar. De Dios llega a decir que fue Él el creador de la nación alemana. Más tarde, en el memorial de Von Hinderburg, aparece en escena un desfile militar con los soldados antorcha en mano y esvásticas por todas partes, con una fuerte presencia de las SS y las SA. Hitler aquí habla de “su” Alemania y “sus” SA, mostrando en todo momento un tono paternalista hacia los suyos como padre de la nación que es. Hay que decir que cada bandera aparece con la Blutfahne o estandarte de la sangre. Hitler preside un pase de revista a todas las formaciones paramilitares del partido, y la multitud está cada vez más extasiada en las calles mientras lo ven a él pasear en coche. Desfile de las SA, estandartes de guerra con esvásticas, unidades alpinas de las tropas de asalto de las SA, fuerzas aéreas del Reich, personal del NSKK (Cuerpo motorizado del NSADP), cuerpo de élite de las SS, bandas de música, la guardia negra, etc. Todo contribuye a un alarde de poderío militar realmente fastuoso, inhumano. La Banderweiler Marsch, la marcha favorita de Hitler, suena en las calles con suma precisión. En la ceremonia de clausura, celebrada en el Palacio de Núremberg, adquiere protagonismo de nuevo Rudolf Hess, para devolvérselo en cuestión de segundos al Führer. Este, rememora los días en que era difícil ser nacionalsocialista, cuando fundó un partido compuesto tan sólo por siete miembros (lo cual es mentira, ya que el partido estaba fundado antes de su llegada al mismo). Dice que él y los suyos tenían dos principios muy claros: 1-Sería un partido con una verdadera ideología y 2-De modo intransigente llegaría a ser el primer y único poder en Alemania. Se habla de lo mejor del país, de lo que es racionalmente superior al resto. Insiste en decir que no es suficiente promulgar “Yo creo” sino “Yo lucho”. Entre el público asistente está Ludwig Müller, Obispo del Reich y Obispo de la Iglesia Evangelista Unida de Alemania. Siguiendo con sus proclamas, habla del partido como de una escuela o santa hermandad, y para él resulta una obviedad el que todos

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los alemanes honrados se conviertan al nacionalsocialismo, así como el que hay que eliminar a todos los elementos dañinos, inferiores o débiles de sus filas, que no tienen cabida entre ellos. “Es nuestro deseo y voluntad, que este imperio dure por mil años; podemos estar felices de saber que este futuro nos pertenece enteramente”. El nacionalsocialismo aparece como pilar central del país, y el ejército como defensor del liderazgo político y del partido. Ambos, serán los que moldeen las instituciones, al hombre alemán del futuro y al Imperio alemán. Hess vuelve a la palestra y dice que el partido es Hitler, y Hitler es Alemania como Alemania es Hitler, y todo culmina con un estallido de fulgurante emoción por parte del público asistente mientras suena de fondo la Horst Wesselsong, el himno del Partido Nacionalsocialista. La cámara se centra en una esvástica gigantesca y, después de este redundante primer plano, se puede ver a los soldados marchando hacia un mañana que por aquel entonces se veía realmente prometedor.

Olympia (Leni Riefenstahl, 1938, 226 minutos)

La película oficial de los XI Juegos Olímpicos, en principio, no parece hacer referencias a ningún elemento del nacionalsocialismo y es muy diferente a lo visto en los primeros compases de la trilogía de Núremberg. Todo se inicia con planos de Atenas con sus fabulosas estatuas y columnas de mármol, y el Discóbolo aparece en pantalla para convertirse en un atleta de carne y hueso en una transición que demuestra un gusto escénico realmente exquisito. Desnudos masculinos y femeninos se muestran en escena, cuerpos perfectos, gimnásticos y cultivados, probablemente una reminiscencia del ideal de la supremacía física del mens sana in corpore sano. Se produce el relevo de antorchas y empiezan a mencionarse nombres de ciudades y países hasta que, cuando es Alemania la que resuena en el ambiente, el país en el que se celebran los juegos cobra todo el protagonismo en pantalla. Es ahí cuando se muestra la primera esvástica, a los once minutos de haberse iniciado el documental, toda una hazaña puesto que casi siempre se mostraba como apertura de los otros filmes. Se puede escuchar y ver claramente una campana repicando con el águila imperial grabada en ella, y pronto se muestra el estadio

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olímpico en el que se concentra la multitud. El público presente saluda con el brazo alzado, incluido Hitler, dándose la curiosa paradoja de que varios (aunque no todos) de los representantes de varios países no fascistas responden a este saludo como si tal cosa. Entre los participantes empiezan a verse las banderas de Grecia, Suecia, Gran Bretaña, Japón, Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia y Alemania, entre otras, y el ejército alemán parece estar muy implicado en las Olimpiadas ya que cuenta con una presencia bastante notable. Con una breve introducción, Adolf Hitler da por inaugurados los JJ.OO. de 1936. Cincuenta y una naciones en total son las participantes, y se ve como retransmiten la información en sus respectivos idiomas, tras lo cual comienzan los juegos propiamente dichos. Aunque se mencionen algunas de las modalidades no las describiremos en detalle por no tratarse de un elemento que sea de interés para nuestro trabajo, ya que sería más bien para un artículo referido a la historia del deporte: disco femenino, 80 metros valla femeninos, lanzamiento de martillo masculino, 100 metros lisos masculino, salto de altura femenino, lanzamiento de peso masculino, 800 metros lisos masculino, etc. En pantalla se van sucediendo las distintas competiciones y, como es lógico y normal (aquí el nacionalsocialismo no tiene nada que ver), el narrador se muestra extasiado con los triunfos alemanes y sufre cuando sus compatriotas caen derrotados. Resulta curioso el poder ver a Hitler aplaudiendo encantado y con una sonrisa en los labios cada vez que uno de los suyos obtiene un triunfo sobre el resto. Sobre lo que el documental dice de Owens solo habría que destacar como aspecto negativo que, en varias ocasiones, el narrador utiliza el término “negro” para referirse a él, aunque una vez más me inclino por afirmar que esto no es una particularidad del pensamiento nacionalsocialista, sino que se aplicaría la misma definición de haberse desarrollado una situación similar en cualquier otro país del mundo occidental. Hay que mencionar también que, cuando Alemania no obtiene la victoria, se valora por encima de todo el que gane un país europeo (con independencia de cual sea); y, ante los logros estadounidenses, el comentarista no deja de lamentarse por el lugar en el que están quedando los habitantes de Europa ante los americanos. Japón es la única excepción a esta máxima, y parece despertar simpatías en el imaginario alemán, o al menos en el del comentarista, siempre y cuando no sea en contra de Alemania como cabe suponer.

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Conclusión

Con este trabajo se ha pretendido un acercamiento a la labor llevada a cabo por Leni Riefenstahl durante el nazismo, cuatro películas que, cada una a su manera, contribuyen a capturar la representación de la voluntad de un pueblo que nos hizo tocar fondo como especie y que llevó a cabo una labor de destrucción que nos sigue horrorizando en pleno siglo XXI. El hecho de que aún no hubiera estallado la Segunda Guerra Mundial durante el rodaje de estos documentales es una excusa perfecta para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos en Alemania antes de que se iniciase el conflicto que ahogó en sangre a Europa durante seis años. En conclusión, Leni Riefenstahl pone a manos del investigador (o del curioso) una máquina del tiempo para viajar a ese momento y ver como el ciudadano medio percibía todo cuanto rodeaba a sus nuevos dirigentes. No creo que exista mejor representación que esa.

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Fuentes

Der Sieg des Glaubens (L. Riefenstahl, 1933)Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (L. Riefenstahl, 1935)Triumph des Willens (L. Riefenstahl, 1935)Olympia (L. Riefenstahl, 1938)

Bibliografía

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