HUBUNGAN ANTARA FILSAFAT DAN SASTRA DALAM NOVEL SANU INFINITA KEMBAR KARYA MOTINGGO BUSYE
La guerra infinita de lo documental
Transcript of La guerra infinita de lo documental
Universidad de Buenos AiresFacultad de Ciencias SocialesCiencias de la Comunicación
El documental audiovisual y la enunciación cinematográfica
Cátedra Aprea
Valeria Raggio
valeria.raggio [a] gmail.com
Buenos Aires, diciembre de 2013
La guerra infinita de lo documental
1. IntroducciónDados los crecientes debates en la esfera pública sobre la despenalización del
consumo de drogas y la legalización de su distribución consideramos que resulta
beneficioso un análisis de algunas producciones audiovisuales que han desarrollado
de manera realista y compleja las particularidades, implicancias y consecuencias del
plan de políticas públicas llevado a cabo por el gobierno estadounidense desde 1971
con el fin de luchar contra las adicciones y la violencia que genera el tráfico de drogas
(la “guerra contra las drogas”), ya que las mencionadas producciones arrojan luz
sobre el fenómeno, y el caso estadounidense ejemplifica de manera clara cómo la
derrota frente a dicha empresa está enraizada en las estructuras sociales, económicas
y políticas de la sociedad.
Para abordar el asunto de manera realista utilizaremos producciones
audiovisuales relacionadas con el dominio de lo documental, entendiendo que en
este ámbito la motivación es la comprensión de los fenómenos reales.
La propuesta de este trabajo es analizar los alcances del dominio del documental
audiovisual en el marco de la construcción social del sentido sobre una cuestión 1
presente en la sociedad contemporánea: las políticas públicas del gobierno
estadounidense para combatir el tráfico y consumo ilegal de drogas, las implicancias
sociales del asunto y las consecuencias que las medidas tienen sobre la población. Se
buscará reflexionar sobre las posibilidades del documental como herramienta para la
constitución de la identidad social de los sectores silenciados en la problemática de la
“guerra contra las drogas” y la concientización del resto de la sociedad sobre los
problemas que se observan.
Tomaremos el discurso audiovisual sobre esta problemática y analizaremos
productos que la abordan desde el amplio dominio de lo documental, entendiendo
que dicho dominio posee clara existencia pero límites difusos, y que lo que lo define
en última instancia es un efecto documentalizante que existe también en
producciones categorizadas normalmente como ficcionales. Será necesario
1 Entendemos el concepto de “cuestión” como un “asunto socialmente problematizado”, tal como lo entienden Oszlak y O' Donnel (Oszlak y O'Donnel, 1984).
reflexionar, para esto, sobre dicho efecto y la relación entre lo ficcional y lo
documental.
Plantearemos similitudes y diferencias para cuatro producciones audiovisuales
que abordan la misma problemática mencionada: Los films documentales How to
make money selling drugs (“Cómo ganar dinero vendiendo drogas”) y The House I
live in (“La casa en la que vivo”), ambos del año 2012, y las producciones televisivas
ficcionales The Corner (“La esquina”, miniserie, 2000) y The Wire (“La escucha”,
serie, 2002-2008).2
2. Marco teóricoEl dominio del documental audiovisual puede establecerse como un dominio
específico y extendido, que se ha definido históricamente en oposición a la ficción
pero también a la información periodística. La definición más clásica y de sentido
común del documental presupone que lo que se muestra corresponde al mundo real,
un mundo preexistente al registro. Siguiendo esta idea, la corriente asociada a la
corriente del cine directo considera que el film debe tratar fenómenos que existan
más allá de la realización del propio documental, de otra manera sería construcción,
una ficción. Es una corriente que cree que el producto documental debe surgir con la
menor intervención posible por parte del realizador. Otra definición clásica derivada
de la primera está asociada con el cinema-verité, y es aquella que considera que un
documental debe ser una herramienta de intervención sobre un fenómeno que
sucede en el mundo real, el cual se modifica por la intervención de la realización del
documental pero continúa siendo parte de un fenómeno existente en el mundo, que
afecta vidas y procesos reales3. En ambos casos suele observarse la ausencia de
actores y de escenarios, entre otros factores, y el rasgo característico parece ser la
continua referencia al mundo real. Pero, ¿cómo sabe el espectador, cuando observa el
film, que los hechos y procesos que el film expone se corresponde con un
2 Las traducciones de los títulos de las obras fueron realizadas por la autora, con excepción de “La escucha”, que fue el título con el que se distribuyó la serie en latinoamérica.3 Al respecto dice Werner Herzog (aunque toma una denominación diferente de ‘cinema-veritè’, porque la piensa como documental de observación y por eso la equipara al ‘cine directo’): «No debemos ser una mosca en la pared, no vamos a ser la cámara de seguridad de un banco. Tenemos que ser el avispón que pica». Soriano, G. y Ginzburg, J. (2012). Los 10 mandamientos de Werner Herzog. Haciendo cine, #132. Recuperado desde: http :// www . haciendocine . com . ar / content / los -10- mandamientos - de - werner - herzog
funcionamiento existente en la sociedad, con una situación “real”? Es, por supuesto,
un proceso complejo.
Según Roger Odin lo documental es un conjunto de producciones que se agrupan
según un efecto de significación específico: el efecto documentalizante. Nos
serviremos de esta concepción de “conjunto documental” porque consideramos que
los dos documentales que trataremos y las dos series ficcionales mencionadas poseen
relaciones y rasgos que las unen entre sí, y que contribuyen cada una a su manera a la
construcción de un fenómeno existente en el mundo. Pero para pensar en un efecto
de sentido como el mencionado debemos también considerar que el film, y el “film
no fílmico”4, en tanto discursos, son lugares de paso del sentido, el cual no se genera
sino a través de la circulación y la intertextualidad (Verón, 1987). De esta manera
tendremos en cuenta aquellas formas metadiscursivas que ayudan a configurar el
efecto de sentido documentalizante que se produce en las ficciones The Corner y The
Wire, pero también en los documentales How to make money selling drugs y The
house I live in.
Otra de las cuestiones que contribuyen al complejo proceso que genera que un
espectador acepte como real lo que observa en una producción audiovisual es el
funcionamiento del concepto de verosímil social que plantea Christian Metz (Metz,
1968). Debe haber coincidencia entre lo que el film plantea como existente real y lo
que la sociedad, como espectador, considera que sucede efectivamente en la realidad.
Si lo que observa cumple sus expectativas aquello se vuelve verosímil, y se produce
entonces un efecto de realidad que predispone al espectador a aceptar como verídico
lo que se expone, a aceptar que lo que se observa sucede o sucedió efectivamente en
el histórico social (Nichols, 1996).
Pero si una ficción puede coincidir con el verosímil social y producir un efecto
documentalizante, ¿por qué la tomamos como ficción con efecto documentalizante y
no como documental? En principio, una diferencia que se plantea es la forma de
organización del texto, la modalidad de enunciación particular que presenta el
dominio documental. Desde esta perspectiva, un documental es un tipo de mirada
sobre el mundo, una mirada que implica una construcción de una distancia respecto
de lo que representa, una distancia espacial, cultural o política. En las producciones
que tratamos sobre la guerra contra las drogas es una distancia que debe existir para
4 Oscar Traversa (Traversa, 1988) llama “film no fílmico” a sus metadiscursos: Aquellas críticas, reseñas, comentarios, artículos periodísticos, afiches, fotografías publicitarias y otros textos que hablan del discurso fílmico.
desnaturalizar lo cotidiano, es esa mirada extrañada que pone un ojo crítico en lo
naturalizado, es una operación de extrañamiento necesaria para entender los
intrincados procesos invisibilizados por la cotidianeidad. Esa operación de
extrañamiento produce un conocimiento, y es en torno a este aspecto que se observa
la propuesta central enunciativa de los documentales (Aprea, 2011) .
Es por este motivo que en la situación enunciativa se puede dar una relación
asimétrica, ya que hay una instancia de producción, el enunciador, que produce (o
tiene) conocimiento y una instancia de recepción, el enunciatario, que se interesa por
obtenerlo. En estos términos Nichols (Nichols, 1996) cree que el espectador de los
documentales es provocado por la epistefilia (amor por el conocimiento), mientras
que el espectador de ficciones es provocado por la escopofilia (amor por la visión), o,
en términos de Metz (Metz, 1979), el espectador ficcional tiene un deseo de ver sin
ser visto, como un voyeur, tiene un deseo de identificarse y conmoverse. La asimetría
en la enunciación puede reducirse en casos en los que el enunciador construye el
conocimiento a medida que avanza el film, donde no hay intenciones didácticas o de
explicación sino más bien de búsqueda del conocimiento o búsqueda de comprensión
de un fenómeno.
3. DesarrolloComo adelantamos, las producciones que analizaremos tratan una misma
temática, la llamada “guerra contra las drogas”, pero cada producción aborda el tema
de una manera particular, contribuyendo con sus particularidades a la construcción
del fenómeno y a la construcción de sentido de las identidades de los sujetos que se
representan.
3.1 How to make money selling drugs (2012)El documental How to make money selling drugs se presentó por primera vez en
el Festival de Cine Internacional de Toronto en Septiembre del 2012, pero no fue sino
hasta Junio de 2013 que se presentó en salas comerciales en su país de origen,
Estados Unidos. El film, fiel a su título, está organizado como una guía a seguir,
como una “guía de entrenamiento” en la que se explican detalladamente los pasos a
seguir para conseguir dinero vendiendo drogas. Se organiza por “niveles” (“Nivel 1,
empezando”, “Nivel 2, peón”, etc) como los niveles que hay que pasar en un
videojuego para alcanzar la meta, y posee una estética típica de los videojuegos
(principalmente los llamados “first person shooter”) que acompaña esta organización
retórica. Es posible pensar que esta organización y estéticas específicas no son
azarosas sino que refieren a la denominación que adopta el tráfico de drogas
callejero: “the game”.5 Es una voz en off (según Nichols sería una clásica “voz de
Dios”) la que presenta y explica cada uno de los pasos, apoyado por una serie de
placas atractivas que separan los niveles y señalizaciones verbales que se imprimen
sobre las imágenes para aconsejar cómo avanzar en el “juego” (ver Imágenes 1 y 2),
además de los testimonios provistos por ex traficantes, policías, abogados y
traficantes en actividad (como el de la Imagen 2, del cual sólo se ven sus brazos y
cuya voz se presenta distorsionada).
Este documental aborda el tema de la guerra contra las drogas desde una
perspectiva principalmente económica, aunque sin dejar de lado las implicancias
sociales y políticas del asunto. Pero desde el mismo título la argumentación que se
desarrolla hasta la conclusión final tiene que ver con un problema que, de fondo,
parece ser monetario. Con cada paso de nivel hay una placa en la que caen fajos de
billetes bajo una leyenda que dice “¡Felicitaciones!” (ver Imagen 3). Aborda temas
como la pobreza y la marginalidad como razones por los cuales los individuos entran
en el “juego” de la venta y consumo de drogas mediante testimonios que declaran que
sus padres no tenían dinero suficiente para conseguir comida, o que sus madres
debían prostituirse para conseguirlo. Se presenta el tema de la violencia y la muerte a
través de los consejos que se brindan con el fin de defender un ‘territorio’ (lugar en el
que se domina la venta). Los niveles del juego van avanzando. Peón, Vendedor
privado, Distribuidor doméstico, Traficante internacional, Capo narco. Cada nivel
corresponde a un rol que gana más dinero que el anterior. “Si sos un capo narco”, la
voz en off argumenta, “la policía está presionada a atraparte”6. De esta manera se
introduce el tema de la corrupción policial, argumentando que si la organización del
“capo narco” es buena, resulta complicado conseguir evidencia, por lo cual la policía
5 Se ve en repetidas ocasiones en, por ejemplo, The Wire. «All in the game, yo’», dice uno de los personajes principales al robarle drogas, a punta de escopeta, a uno de los vendedores callejeros.6 Todos los fragmentos extraídos literalmente de las producciones audiovisuales analizadas y de los artículos citados fueron traducidos por la autora.
tiende a utilizar recursos como “plantar” drogas sobre un individuo que sospechan
que es traficante. Un abogado y un ex capo narco legitiman y avalan el argumento.
Luego, el nivel que más dinero otorga dentro de las fronteras nacionales, el nivel
“secreto”: El nivel “Gobierno de Estados Unidos”. El narrador se dirige hacia los
funcionarios públicos: «Si quieren tener legitimidad política y ganar dinero, les
vamos a explicar cómo hacerlo». Se utiliza el testimonio del presidente Nixon quien,
en 1971, prometió una acción gubernamental directa para solucionar el problema de
la venta y cosumo de drogas ilegales, y en esta promesa denominó la ofensiva como
una “guerra contra las drogas”. El narrador dice: «Mientras decía públicamente que
la intención era tratar las adicciones y reducir la violencia, Nixon utilizó la política
contra las drogas como un arma contra aquellos que consideraba enemigos
políticos».
Inmediatamente después se escucha un registro de voz en el que se alude a la
homosexualidad, las drogas, la “inmoralidad”, los judíos y los comunistas como los
principales enemigos de una sociedad fuerte. Se introduce así la cuestión del
racismo. Las imágenes que acompañan el registro de voz son fotos de Nixon en
blanco y negro, y un subtitulado que ocupa toda la pantalla, en la que se jerarquizan
los conceptos que se quieren sobresaltar mediante utilización de diferentes tamaños
de letra. (Ver Imagen 4). La argumentación del narrador luego alude al presupuesto
que Nixon destinó para la DEA (Drug Enforcement Administration), una
organización que creó en su mandato. La placa informativa sobre la cantidad de
dinero destinado se imprime sobre una imagen de un agente de una fuerza de
seguridad que dispara una ametralladora, y se acompaña con un sonido de caja
registradora.
La argumentación verbal continúa dirigiéndose a los funcionarios públicos:
«Verás que el Gobierno Federal pone de repente a tu disposición una gran cantidad
de dinero. Lo único que debes hacer es alistarte en la guerra contra las drogas». La
siguiente placa informa que el presupuesto aumentó monumentalmente en el
siguiente año, y, nos cuenta el narrador, siguió incrementándose en el gobierno de
Ronald Reagan. En un documento de archivo, la primera dama pronuncia el famoso
slogan “Just say no” (decirle “no” a las drogas). David Simon, que es presentado por
la ‘voz de Dios’ como creador de la serie The Wire, argumenta que es una frase que
una parte de la población le dice a la otra sin saber en qué condiciones viven, que en
un lugar como West Baltimore correspondería a decir “No vayas a trabajar en la
única industria que está contratando en tu barrio”. En este punto se observa el
recurso de incorporar fragmentos de escenas de la serie ficcional The Wire para dan
fuerza y legitimidad a los argumentos expuestos en el documental. No es, sin
embargo, el primer fragmento de The Wire que aparece en el film; es el tercero, de
una totalidad de cuatro. La escena incorporada muestra a un teniente diciéndole a su
sargento: «Cuando estás en guerra necesitás un maldito enemigo. Pronto, todos, de
todas las esquinas, serán tus malditos enemigos». El narrador continúa, dándole
legitimidad al discurso de Simon y un poderoso efecto de verosimilitud a la serie
(para, de alguna manera, autolegitimar su propia decision de incorporar estos
discursos): «David (Simon) basó los personajes de su serie en los eventos de la vida
real que observó durante sus muchos años como periodista policial en Baltimore».
Otra figura que aparece para legitimar el discurso de The Wire es Radley Balko
(un periodista de investigación que, según se lo presenta, ha pasado años
investigando los efectos que ha tenido en las fuerzas policiales el dinero público
invertido en la guerra contra las drogas) alude a los arrestos como una generación de
insignificantes estadísticas y números para lograr mayor financiamiento, y agrega:
«Si sos fanático de la serie The Wire has visto esto resaltado una y otra vez». La
situación, se argumenta, genera una falta de apropiada formación policial y vuelve
las ineficiencias policiales no sólo un gasto sino un peligro para los ciudadanos
(mediante fragmentos de noticieros televisivos se muestra cómo la ineficiencia de las
redadas provocan muertes y arrestos de ciudadanos inocentes).
Se concluye planteando una comparación con la situación de drogas legales como
el alcohol y el tabaco, para argumentar la necesidad de descriminalizar el consumo
de todas las drogas, por una cuestión de libertad pero también pragmática y
monetaria: Toda esa industria millonaria de la guerra contra las drogas podría
redirigir sus recursos monetarios para luchar contra la pobreza y las adicciones. La
frase final que se escucha es: «Pero mientras mantengamos la guerra contra las
drogas continuaremos incitando a nuestros niños a jugar el “juego” y descubrir por sí
mismos cómo ganar dinero vendiendo drogas».
En términos enunciativos, How to make money selling drugs tiene una clara
actitud didáctica, presupone que puede explicarle con claridad el mundo al
espectador, al cual se dirige directamente. En términos de Nichols (Nichols, 1996) se
podría considerar que opera en dicho film una modalidad explicativa. La voz del
narrador está avalada por los testimonios de autoridad que despliegan afirmaciones
(abogados, policías de narcóticos, periodistas, ex traficantes, personalidades de
renombre del espectáculo como el músico Curtis Jackson, conocido como “50 cent”,
la actriz Susan Sarandon que es además conocida por ser activista con orientación
progresista, el actor Woody Harrelson, etc.), y, así, las cosas son como se las
presentan. Esta postura resulta en una relación asimétrica entre enunciador y
enunciatario, ya que el enunciador tiene un saber que plantea, organiza y le
transmite al enunciatario. A lo largo de todo el film hay marcas de enunciación
manifiesta en términos del documental como construcción: Todas las palabras que se
imprimen sobre las imágenes, las placas informativas o ilustrativas, los sonidos de
caja registradora agregados, etc., pero no hay intención de marcar la subjetividad del
enunciador del argumento que articula el film. No está planteado como una mirada
subjetiva sobre un asunto del mundo sino como el funcionamiento real de dicho
asunto. El enunciador, en este caso, es un poseedor de la verdad.
Es interesante detenerse brevemente en el comentario que se publicó en el blog
del periódico de la Universidad de Brown, titulado “10 cosas que aprendí de How to
make money selling drugs”. Por un lado, no es casual que ante un enunciador
didáctico exista un rol enunciatario que considera lo observado como aprendizaje.
Tampoco parece casual que divida su argumentación en una enumeración de ítems o
de “niveles”. Por último, y en este punto volvemos a las referencias a la serie
ficcional, en el artículo se expone que una de las enseñanzas que ha dejado dicho film
documental es que «The Wire puede usarse como fuente confiable» de información y
esboza sorpresa de que se tome una serie ficcional de manera seria como una fuente
muy precisa de representación de hechos reales.7
3.2 The House I live in (2012)El documental The House I live in, por su parte, fue estrenado en Estados Unidos
en Octubre de 2012. A pesar de abordar el mismo tema de la guerra de drogas, la
forma en la que se organiza difiere del documental previamente analizado. En vez de
plantearse como una guía de pasos a seguir, está planteado como una búsqueda por
la comprensión de un fenómeno, una búsqueda que realiza el sujeto realizador. La
idea de un sujeto detrás de una búsqueda está presente desde el título (en primera
persona: “La casa en la que vivo”) y los comienzos del film. Mientras se muestran
7 Steans-Gail, J. (2013) 10 things I learned from ‘How To Make Money Selling Drugs’, BlogDailyHerald. Recuperado de: http://blogdailyherald.com/2013/11/07/10-things-learned-make-money-selling-drugs/
fotos y videos de archivo (históricos y familiares), se escucha una voz en off: «Mi
familia llegó a Estados Unidos escapando a las persecuciones en Europa. Para los
padres de mi madre fue el genocidio en Rusia en el que miles de judíos murieron,
para mi padre fue Hitler, la creación de los guetos y la solución final que mató a
millones de personas. Cuando éramos niños, a mis hermanos y a mí nos enseñaron
que nosotros éramos los afortunados que habían logrado escapar. Pero con esa suerte
venía una responsabilidad. 'Nunca más' no significaba que sólo gente como nosotros
no debía sufrir, significaba que los demás tampoco debían sufrir.» Inmediatamente
después se presenta el documento de archivo televisivo en el que el presidente Nixon
declara como “enemigo público número 1” al abuso de drogas. Aquí se observa que la
conclusión está planteada desde el principio. Hay guetos en Estados Unidos, y se
debe a las consecuencias de las políticas públicas llevadas a cabo contra el consumo y
venta de drogas ilegales, que no generan oportunidades y así marginan y empobrecen
a la población.
Luego de una breve presentación del film con fragmentos sueltos que luego se
desarrollarán, se presenta Nannie Jetter, el personaje alrededor de cuya vida se
organizará la búsqueda por la comprensión del fenómeno. Vuelve la voz en off del
realizador que comenta quién es, para él, ese personaje. Es como una segunda
madre, dice, y sus familias eran amigas entre sí. A medida que iban creciendo el
realizador vio a muchos de los familiares de Nannie luchar con el desempleo, la
pobreza, el crimen y cosas peores. Comenta que cuando le preguntó a Nannie por qué
creía que sucedía eso, ella contestó: «(Por las) drogas». El realizador dice entonces:
«Para entender lo que las drogas han causado a la familia de Nannie Jeter y a otras
familias como la de ella, quise salir a la ruta y hablar con la gente (…) Una y otra vez
aprendí cómo las luchas individuales generaban una crisis para su familia y para su
comunidad (...) Pero a medida que comencé a mirar a mi alrededor, los problemas
asociados con el abuso de drogas, aunque muy reales, comenzaron a parecer sólo una
parte de un problema mucho mayor al que el país se enfrenta». Al terminar esta
exposición del narrador, se presenta como argumento disparador del film el que
plantea -una vez más citado como creador de The Wire, como autoridad en la
temática- David Simon: «Es absolutamente cierto que (el consumo de) drogas ha
destruido vidas, que la heroína y la cocaína, por ejemplo, no hacen nada por brindar
dignidad individual. Pero al cubrir como periodista por más de una década la guerra
contra las drogas llegué a entender que lo que las drogas no han destruido, la guerra
contra ellas sí lo ha hecho.» Así, el discurso de David Simon parece articular la
búsqueda. Explica que a la guerra contra las drogas se destina una cantidad inmensa
de dinero en control policial de drogas, en prisiones, en jueces, en salud para luchar
la adicción y esta cuestión hace creer que el país es fuerte y que lucha contra el
crimen. Pero, se pregunta, ¿con qué fin? «Somos el país con el mayor nivel de
población encarcelada en todo el mundo», dice David Simon, «y, sin embargo, las
drogas son más puras y están más disponibles que nunca, y cada vez hay chicos más
jóvenes dispuestos a venderlas». A continuación se presenta una placa negra con una
leyenda sobreimpresa que otorga datos específicos sobre cuánto ha costado
monetariamente la guerra contra las drogas desde 1971 y cuántos arrestos se han
realizado. Se argumenta que durante todo ese tiempo el uso de drogas ilegales no ha
cambiado.
Luego se van presentando diversas personalidades que luchan y han luchado
contra la pobreza y la marginalidad, mientras David Simon continúa argumentando
cuestiones como que los vendedores callejeros son como “minions”8 sin ninguna
autoridad ni poder de decisión, como trabajadores de una industria a cielo abierto
que venden la droga de otros.
Se compara a un periodista de investigación (que dice: «La mayor industria de
drogas en el mundo no está en México, Colombia ni Afganistán, está en Estados
Unidos») con las entrevistas callejeras a ciudadanos estadounidenses en las que se
observa que no saben de qué se trata eso de la “guerra contra las drogas”; creen,
según dice la voz en off, que se trataba de un proceso en el extranjero, no creían que
existiera tal proceso en el mismo lugar donde viven, en la ‘casa en la que viven’.
A través de declaraciones de entrevistados se argumenta la desigualdad de los
efectos de las drogas y la guerra contra las drogas en las familias pobres y en las
familias de negros. El film vuelve hacia el personaje de Nannie, y el realizador cuenta
que aunque se había enterado de la muerte del hijo de Nannie en el momento en que
había sucedido, nunca había entendido la gravedad de la adicción que sufría ni hasta
cuánto la guerra contra las drogas había afectado a toda la familia de Nannie hasta
que comenzó a hablar con los familiares durante la filmación del documental. De esta
manera construye una narración sobre su búsqueda personal, una búsqueda que
parte del interés por comprender un fenómeno familiar, pero que reconoce que tiene
8 Un minion es un seguidor dedicado a servir incondicionalmente a su amo, como los trabajadores de la fábrica del film Despicable Me (2010).
raíces en la estructura social (esta argumentación la presenta otra autoridad de
legitimación, un profesor de la Universidad de Harvard).
El narrador se presenta, como hemos visto, con una postura mayormente
ingenua, con una intención de búsqueda de conocimiento, dejando que sus
entrevistados expongan gran parte de los argumentos e interviniendo principalmente
como conector entre un argumento y otro. Sin embargo hay un enunciador
construido en el film que posee el conocimiento necesario para reflexionar sobre la
temática de la guerra contra las drogas. Propone una argumentación y una
conclusión fuerte al situar al comienzo del film una mención a los guetos del siglo XX
en Europa, y al final del film una declaración de David Simon que advierte: «La
guerra contra las drogas es un holocausto en cámara lenta». Aclara que ese proceso
de increíble destrucción de vidas humanas no está basado en una cuestión racial,
pero sí en una cuestión de clase social.
Como habíamos comentado, se narra en primera persona desde el principio y es
la propia inquietud del realizador la que despierta el objetivo del film, por lo que hay
una intención más fuerte que en How to make money selling drugs para plantear la
enunciación como un punto de vista subjetivo, para plantear el film como una mirada
propia (y un sentimiento propio) sobre la problemática. Su argumento es aquel que
aparece al principio y al final, y el cual se desarrolla a lo largo de todo el film con las
diferentes argumentaciones: La guerra contra las drogas, abordada de la manera en
que está abordada en la actualidad, en la que se criminaliza el consumo y la adicción,
y por extensión la marginalidad y la pobreza, genera una ola de destrucción masiva
en la vida de la población similar a la causada por el holocausto.
En términos enunciativos se puede considerar que hay en este film una relación
más simétrica entre enunciador y enunciatario con respecto al conocimiento
construido, ya que la película está planteada como la búsqueda de un sujeto que
quiere comprender un fenómeno de manera integral, por eso va entrevistando desde
conocidos (‘Nannie’ y sus familiares), hasta drogadictos, convictos, ‘corner-boys’
procesados, policías, jueces, abogados y especialistas en diversos temas relacionados
con la guerra contra las drogas. Construye la mayor parte del conocimiento de a
poco, a medida que avanza el film. Hay, sin embargo, un enunciador que brinda
información (datos estadísticos generalmente) a través de placas insertadas en el
desarrollo del film y, por momentos, a través de la voz en off del realizador (como al
mencionar el doble discurso de Nixon, en el que en privado parecía entender que era
más exitoso tratar adicciones -dice una entrevistada que dos tercios del presupuesto
para la guerra contra las drogas había sido, en un comienzo, para combatir
adicciones-, pero públicamente daba un discurso de lucha contra el crimen de drogas
para ganar las elecciones).
En diversos momentos se observan recursos para legitimar el film como
documental, utilizando filmaciones con cámara en mano, resaltando la presencia de
los micrófonos en cámara o explicitando el registro de una entrevista como escena de
un film con una pizarra separadora de tomas (ver Imagen 5 e Imagen 6). No hay una
postura reflexiva sobre la representación que se realiza con la realización del film,
pero, como decíamos, The house I live in plantea, aunque superficialmente, el lugar
del realizador, rasgo que no aparece en How to make money selling drugs.
3.3 The Wire (2002-2008)No consideramos que sea casual la constante mención de estos documentales a la
serie The Wire y a su ‘creador’ (escritor y productor), ni la utilización de fragmentos
para fortalecer argumentos, por esto creemos necesario reflexionar sobre las
características específicas de esta serie ficcional pero también sobre las producciones
metadiscursivas que a ella se refieren.
A través de sus cinco temporadas, pero especialmente en las primeras tres, la
serie The Wire aborda la problemática de la guerra contra las drogas de manera
estructural y desde diversas perspectivas. Al ser una producción mucho más extensa
que un film tiene la posibilidad de desarrollar con mayor lujo de detalle las
circunstancias de los personajes como así la posibilidad de abordar el problema de la
guerra contra las drogas de manera integral, pero esta serie particular posee
características que no ha tenido ninguna otra, y es por esta cuestión que se la ha
tomado como referente cuando se busca comprender el fenómeno del problema de la
drogadicción y las acciones públicas sobre el asunto. A nivel retórico puede pensarse,
como rasgo distintivo frente a la mayoría de las series ficcionales, que hay una
organización de la serie similar a la novela escrita: Cada episodio de la serie es
separado como un capítulo de una novela, cada capítulo con su título impreso sobre
una placa negra, pero además hay en cada temporada una leve demora en presentar
los conflictos cruciales, que hace pensar en un producto que requiere una “lectura
larga”.
El personaje principal de toda la serie, considera David Simon, es la ciudad de
Baltimore. A lo largo de los episodios de la primera temporada (temporada cuya
temática principal es la guerra contra las drogas) se despliega una compleja
estructura en la que se relacionan adictos, vendedores (los ‘corner boys’, los peones
que venden en las esquinas), jefes narcos de las organizaciones, policías de
narcóticos, policías de homicidios, tenientes y jefes de departamento policiales,
jueces, abogados y demás. Pero más allá de presentar personajes, darles nombres y
desarrollar sus historias de vida, de generar identificación y empatía con los
personajes como toda ficción pretende, más que centrarse en la vida de los
personajes individuales, la serie construye la vida de las instituciones. Poco a poco
introduce temáticas como la adicción y la pobreza, la ineficiencia policial, el
funcionamiento burocrático policial, entre otros. El componente de circularidad que
se observa en la finalización de la serie (en la que personajes incorporados entre la
tercera y la cuarta temporada pasan a ocupar los roles que antes ocupaban otros
personajes) favorece la mirada institucional y social más que individual. Estas
características ayudan a adoptar una perspectiva que no condena a los individuos
sino que observa el panorama general sin separar entre “buenos” y “malos”, para
comprender la compleja situación en la que se encuentra cada individuo según el rol
social que interpreta en el “juego”.
Si bien la temática está presente en el histórico social y ya hemos adelantado el
efecto documentalizante que la serie genera, The Wire aborda estas cuestiones desde
una producción ficcional. Es, en definitiva, una historia. Se desarrolla como una
narración ficcional clásica en la que las marcas enunciativas tienden a la
transparencia, se borran de la superficie textual, y no hay intención enunciativa de
señalar la veracidad de los acontecimientos, se los aborda desde la enunciación como
historias puramente ficcionales. Un rasgo que comparte con los recursos clásicos de
los documentales es la utilización de cámara en mano, pero no se utiliza con
asiduidad.
Para comprender entonces por qué se ha considerado esta serie ficcional como
“fuente confiable” de información debemos entender que el efecto documentalizante
en este caso funciona a partir de dos cuestiones que están íntimamente relacionadas.
El primer punto es el verosímil social. Hay una fuerte coincidencia entre las historias
que se cuentan y la expectativa social sobre ellas. La sociedad contemporánea ha
considerado que esas historias que se cuentan en The Wire pueden suceder, o,
incluso, que suceden de esa manera en la realidad. La segunda cuestión corresponde
a los metadiscursos que refieren a The Wire. Entrevistas con los creadores y los
actores, críticas, comentarios, ensayos y demás. A partir de declaraciones de los
creadores se dio a conocer que varias personas que interpretaron personajes en la
serie no eran actores profesionales, que los actores profesionales tuvieron que
aprender a hablar el dialecto de Baltimore (con sus variantes dependiendo de si los
personajes eran negros de sectores marginados o policías blancos, por ejemplo), que
varios de los personajes principales estaban basados en personas reales, que los
escritores eran un ex policía de Baltimore (Edward Burns) y un periodista que había
cubierto la sección policial del periódico The Baltimore Sun (David Simon), y que
gran parte de las historias se escribieron luego de un largo proceso de observación y
registro (en soporte escrito) de las situaciones, en muchos casos con diálogos
literales, que llevó a cabo David Simon. En el ensayo The Wire: ‘Reality fiction’ or a
new breed of ‘Obsodrama’9, la cineasta Freya Billington cuenta que en una charla
llevada a cabo en un festival literario David Simon se describió a sí mismo como “un
Frederick Wiseman moderno”, ya que durante su trabajo como periodista de
policiales utilizó recursos similares a los asociados con el documental de observación,
del cual Wiseman es un famoso exponente, en el cual la filmación busca registrar con
autenticidad la vida tal cual se vive y el realizador opera como un observador que no
interviene en la acción. Siguiendo estas pautas, el registro de Simon se realizó en un
soporte escrito y luego se transpuso a soporte audiovisual mediante operaciones de
dramatización y ficcionalización. Se pregunta entonces Billington si esta modalidad
podría dar origen a un nuevo género que denomina “obsodrama” (por “observational
drama” o drama de observación), el cual implicaría que el realizador efectúe una
observación de un hecho real con la intención de registrarlo y reproducirlo en un
lenguaje audiovisual con posterioridad, ficcionalizándolo. Frente a esta alternativa
puede pensarse en la categoría “docudrama”, referida a producciones ficcionales que
realizan reconstrucciones históricas de hechos reales. La diferencia entre estos dos
géneros radicaría en la situación del realizador; mientras en el “docudrama” se suele
apelar a documentos históricos, para la construcción de un “obsodrama” el realizador
debería observar por sí mismo los hechos. Más allá de la categoría o género en la que
9 Billington, F. The Wire: ‘Reality fiction’ or a new breed of ‘Obsodrama’. Recuperado de:
http://www.freyabillingtonfilm.com/the-wire.html
pueda situarse a The Wire, el ensayo mencionado ayuda a pensar los difusos límites
del conjunto documental.
Otra cuestión que contribuye al fortalecimiento del efecto documentalizante de la
serie es la importante relación que ha tenido con el mundo académico y
universitario. En Noviembre de 2009, año posterior a la finalización de la serie, se
llevó a cabo en la ciudad inglesa Leeds la primera conferencia académica
internacional denominada “¿The Wire como Ciencia ficción social?” en la que
participaron más de 50 papers de ciencias sociales y humanidades. La actividad fue
organizada conjuntamente por los Departamentos de Sociología de las Universidades
de Leeds y de York y el Centro para la Investigación en Cambio Económico y Social
de la Universidad de Manchester.10 El sociólogo Simon Parker argumentó en su
paper denominado De ojos abiertos a vidas callejeras: ‘The Wire’ y las jergas de
autenticidad11 que «la crítica social ficcional con forma de novela televisiva puede ser
un medio más efectivo que el convencional medio de ciencia social para revelar los
espacios y las personas que el capitalismo ha abandonado».
El sociólogo Rowland Atkinson de la Universidad de York considera que The
Wire, más allá de si es sociología propiamente dicha o no, debe ser tomada como
herramienta por los sociólogos. Cree que la serie puede ser vista como un ejemplo
clave de «“non-text based sociology (NTS)” por sus raras cualidades: Su
entendimiento, compromiso y cobertura panóptica de las instituciones sociales y
estructuras urbanas. Lo que The Wire puede representar (…) es algo que es más
parecido a la sociología que a la televisión”»12
El sociólogo William Julius Wilson, que aparece brindando testimonio en el
documental The house I live in, es el director del Programa de Investigación sobre
Desempleo y Pobreza Urbana en la Facultad de Gobierno de la Universidad de
Harvard y decidió incorporar a la currícula esta serie ficcional. En el artículo titulado
Por qué estamos enseñando ‘The Wire’ en Harvard13 comenta que los estudiantes en
dicho curso leen estudios académicos rigurosos sobre el mercado laboral urbano, la
guerra contra las drogas y sobre educación, pero que la serie hace algo que los textos
10 Fuente: http :// www . city - analysis . net /2011/01/15/ socio - spatial - imagination - and - jargons - of - authenticity - the - wire - and - baltimore - the - city - america - left - behind / 11 Título orignal: “From soft eyes to street lives: The Wire and jargons of authenticity"12 http :// www . theguardian . com / society / joepublic /2009/ nov /27/ the - wire - social - science - fiction13 Chaddha, A. y Wilson, W. J. (2010) Why We're Teaching 'The Wire' at Harvard. Recuperado de: http :// www . washingtonpost . com / wp - dyn / content / article /2010/09/10/ AR 2010091002676. html
no pueden hacer: «Más que contar simplemente una apasionante historia, The Wire
muestra cómo la profunda desigualdad en las zonas marginales en Estados Unidos es
un resultado de la red de desempleo, la pobreza educativa, las drogas, el
encarcelamiento, y cómo la situación se alimenta a sí misma. Esa clase de conexiones
es muy difícil de ilustrar en un trabajo académico». Y agrega: «The Wire es ficción,
pero nos fuerza a confrontar realidades sociales de manera más efectiva que
cualquier otra producción mediática en la era de la llamada ‘reality TV’»
Apartando la cuestión epistemológica que pone en discusión las propiedades
científicas de The Wire, lo que podemos pensar a partir de los incontables
metadiscursos que asocian la serie con el conocimiento sociológico, además del
mencionado metadiscurso que lo relaciona con un tipo de modalidad documental, es
que esta producción ficcional tiene un efecto documentalizante que se refuerza a
través del verosímil social, sus metadiscursos, y a través del hecho de que se
encuentra ampliamente relacionada con los discursos de sobriedad (Nichols, 1996)
entre los cuales se incluyen los documentales audiovisuales.
3.4 The CornerOtro caso interesante para analizar, por su relación con el dominio de lo
documental, es la miniserie televisiva The Corner, cuyos escritores son también los
responsables de The Wire (David Simon y Edward Burns). Salió al aire en el año
2000, dividida en sólo seis capítulos. Con la intención de documentar la vida de un
sector marginado en la ciudad de Baltimore la miniserie describe principalmente la
vida de tres personajes: Gary, su ex esposa Fran, y quien los une, su hijo adolescente
DeAndre (se extiende también, con menor detalle, a la vida de algunos personajes
que los rodean). Aborda el tema de la guerra contra las drogas de manera más lateral
que las producciones previamente analizadas, por lo que funciona de alguna manera
como una profundización en la representación de las causas (pobreza, marginalidad
e infelicidad) y, al mismo tiempo, algunas de las consecuencias (drogadicción,
desempleo, venta de drogas y robos como únicas opciones monetarias) sobre el
sector marginado.
Si bien comparte con The Wire el hecho de ser una ficción con efecto
documentalizante, la relación que tiene con el dominio de lo documental es, sin
embargo, diferente. Comparte por un lado la modalidad de observación directa de la
vida real por parte del realizador y el posterior registro en soporte escrito 14, pero la
primera diferencia es que The Corner relata historias reales de personas reales. Gary,
Fran, DeAndre y varios de los personajes que aparecen son personas reales, la
ficcionalización se limita a ciertos detalles. Por otro lado, una diferencia fundamental
con The Wire es la situación enunciativa que propone.
La miniserie comienza con una escena que oficia de prólogo: Un hombre parado
en una calle, sosteniendo su cuerpo contra una pared, mira de frente a la cámara y
cuenta que ha llegado a ese lugar para filmar una historia sobre la vida en las calles
(o “the corner”15, como le dicen) de Baltimore. Cuenta por qué está ahí: Esa esquina
es como tantas otras en la ciudad, y como tantas otras en el país. Cree que hay una
contradicción inherente en esas calles, porque «la vida palpita fuertemente en cada
ser humano que trata de sobrevivir día a día, pero al mismo tiempo la muerte es una
presencia poderosa, sea en forma de una muerte lenta por drogadicción o una muerte
repentina por un disparo». Argumenta que en su época (el hombre aparenta unos
cincuenta años) la zona ya era problemática, pero sólo había cinco grandes prisiones
en todo el estado de Maryland; dice que para ese momento ya hay 28 y continúan
planeando más. Y sin embargo, dice, «esa lucha entre la vida y la muerte de las
esquinas no ha desaparecido ni en la ciudad ni en el país». Finaliza su relato
afirmando que su película es una «historia real de hombres, mujeres y niños viviendo
en el medio del tráfico de drogas. Sus voces rara vez son escuchadas».
Luego de ese prólogo al comienzo del primer episodio en el que se presenta el
director real de la serie (con su nombre real, Charles S. Dutton), cada capítulo
comienza con una escena filmada con cámara en mano que sigue de cerca a algún
personaje. Siempre va acompañada de la voz en off del director, que hace preguntas a
los personajes. Los personajes miran hacia el costado de la cámara (donde estarían
los ojos del director en esa situación de entrevista), pero también hacia la cámara
directamente. Finalizada la primera escena de cada episodio, se desarrolla una
narración típica ficcional sobre el día a día de los personajes, mayormente también
filmada con cámara en mano, pero en la que la enunciación se vuelve transparente:
La cámara pasa a ser invisible, a no tener presencia ni voz, ni interactuar con los
14 De hecho David Simon destinó sus notas a escribir el libro de no ficción publicado en 1997 como The Corner: A Year in the Life of an Inner-City Neighborhood (‘La Esquina: Un año en la vida de un barrio marginado’)15Literalmente: “la esquina”. Esta expresión hace referencia a las intersecciones de calles de los sectores marginales de Baltimore en los que se desarrolla la venta y consumo de drogas, luchas entre bandas y controles policiales diariamente.
personajes. Las últimas escenas de cada capítulo repiten el formato de las primeras
escenas, son simulaciones de entrevistas documentales.
Hay en esta producción ficcional un interés manifiesto por crear un efecto
documentalizante. No sólo por el estilo de filmación documental que utiliza
sistemáticamente (aunque no en la mayor parte del tiempo), sino porque busca
reafirmar con énfasis la veracidad de los hechos relatados. La historia se presenta
desde un principio como historia real, y la presenta un actor reconocido, dando su
nombre real. Luego, antes del comienzo de cada capítulo hay una placa que dice
“Historias reales…”, seguida por otra que dice “Baltimore, Maryland”. Al final de
cada capítulo los títulos se sobreimprimen sobre fotografías reales: Se muestra el
barrio y las caras de los verdaderos Gary, Fran, De Andre y compañía. Luego, otra
placa señala que son historias basadas en hechos reales, y que algunos detalles han
sido alterados con propósitos dramáticos. Por último, al final de toda la serie hay otra
escena que repite el formato de la primera. Funciona como epílogo: La cámara está
nuevamente en una esquina de West Baltimore y una vez más escuchamos la voz de
Charles S. Dutton. Llama a Fran, que se encuentra en la esquina de en frente, pero el
cuerpo y la cara que observamos acercarse es diferente de la Fran que conocemos. El
director dice: «¿Tú eres la Fran Boyd real, no?». La mujer responde afirmativamente.
El director se acerca a Fran y aparece en cámara nuevamente. Señala a tres personas
que caminan acercándose hacia ellos y dice: «A ver, ahí vienen De Andre, Tyreeka (la
madre del hijo de DeAndre)... Y él es el verdadero Blue, ¿no?». El director saluda a
las personas reales en las cuales se basaron David Simon y Edward Burns para
escribir la historia, y luego les hace algunas preguntas a cada uno. Le pregunta a Fran
cómo sería un final feliz para la historia relatada. Fran Boyd responde: «Espero que
esta historia pueda ayudar a algunas personas de forma positiva, espero que se
difunda el mensaje de que los drogadictos somos ser humanos… Quizás que se pueda
lograr que se abran más centros para tratamientos de adicciones y ayudar a las
personas a mantenerse alejados de las drogas». Hace cuatro años que no se droga,
dice, y el director le pregunta si hay vuelta atrás. Ella dice que no, que «después de
ver esto (la miniserie) y ver a Khandi, la actriz que retrató mi personaje… Ella me
hizo ver realmente cómo solía vivir yo. Mirarla me ha hecho más fuerte aún de lo que
era antes de que la película comenzara a filmarse».
La miniserie tiene entonces tres tipos discursivos diferentes. El primero es el que
domina la mayor parte del tiempo, una narración ficcional basada en hechos y
personajes reales. Se puede pensar que comparte los rasgos del género ‘docudrama’
(documentary drama), pero con la particularidad ya detallada de la manera en que se
registraron los hechos, por lo que si aceptamos la definición propuesta por Billington
del ‘obsodrama’, esta miniserie podría formar parte también de dicho género. El
segundo tipo sería el de las primeras y últimas escenas de cada capítulo en las que el
texto ficcional presenta en su superficie aspectos formales del documental (filmación
con cámara en mano, movimientos bruscos, utilización de la voz en off, entrevistas,
filmaciones callejeras, miradas directas a cámara). El tercer y último tipo discursivo
es el documental: Las escenas que comentamos que funcionan como prólogo y
epílogo de la miniserie no tienen (o no hay razón para creer que lo tengan)
componentes ficcionales.
El efecto documentalizante en este caso se genera por una combinación de
escenas ficcionales (con transparencia en la enunciación), escenas ficcionales en cuya
superficie textual aparecen rasgos documentalizantes (con opacidad en la
enunciación) y, por último, escenas documentales. Por supuesto, el efecto de sentido
no sería posible sin el funcionamiento del verosímil social.
4. ConclusiónA partir de lo analizado podemos observar cómo la significación de los
fenómenos sociales puede construirse a partir de un encuentro entre el documental y
la ficción. Así, la lucha del documental por definir con determinación sus fronteras
parece no tener fin.
Entendemos que la construcción del fenómeno está relacionada con un efecto de
sentido provocado por representaciones verosímiles de los fenómenos sociales. Tanto
How to make money selling drugs como The house I live in construyeron un objeto
muy similar, aunque de manera diferente, pero ambos documentales tomaron como
discurso legitimizante los dichos de David Simon, además de que tomaron también
fragmentos de la serie The Wire para ilustrar los argumentos expuestos. Se reafirmó,
desde estos documentales, la veracidad de las historias contadas en la serie ficcional,
y lo útil que resulta ver la serie para comprender ciertos aspectos del fenómeno.
Ambos documentales tomaron esta serie como una producción ficcional, como una
representación que, como tal, contribuye a la construcción de los argumentos que se
proponen. No se la tomó como fuente de conocimiento (para eso se apela al creador
de la serie, en su calidad de periodista y autoridad en la materia), pero a partir de su
presencia en los documentales y en incontables metadiscursos en el ámbito
sociológico se observa que dicha serie tiene un particular y fuerte efecto
documentalizante, lo cual favorece la circulación del sentido de esa mirada integral y
crítica de la guerra contra las drogas que desarrollan los dos documentales
analizados.
Como hemos visto, los dos documentales, del año 2012, comparten el análisis
integral que ofreció, desde el año 2002 y casi sin precedentes, la serie The Wire. No
creemos que sea casual la fuerte presencia de David Simon en dichos documentales,
ni que sus argumentos parezcan articular gran parte de los films. Los dos
documentales toman una aproximación a la cuestión muy similar a la aproximación
de la serie ficcional, por lo que, incluso se puede pensar que una serie ficcional con
fuerte verosimilitud social y con claridad en la exposición puede inspirar la
realización de films documentales sobre la misma temática. ¿Por qué serían
necesarios los documentales, entonces, si la serie ficcional ya ofrece una visión
compleja, verosímil y completa del fenómeno? Si recordamos que Nichols (Nichols,
1996) define los documentales audiovisuales como eminentemente argumentativos,
con una intención de persuasión, entendemos que The Wire, como serie ficcional,
carece de ese interés por persuadir al público hacia cierta acción o concientización.
David Simon lo ha dicho más de una vez, la intención al producir esa serie siempre
fue juzgar lo menos posible, no argumentar sino contar historias. Para llenar este
vacío de incitación al cambio o a la concientización social del problema es que,
quizás, aparecen producciones documentales como las analizadas. Pero también es
posible pensar que la continua producción audiovisual tiene más que ver con la
persistencia y profundización del problema en la sociedad a través de los años.
Porque, como se anuncia en el primer capìtulo de The Wire, la misma concepción de
ese ineficiente plan de políticas públicas como “guerra” es errónea: Las guerras
terminan.
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