La estatuaria ibérica: ¿una lectura artística o una lectura arqueológica?
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Ilustración de cubierta y sobrecubierta:
Agustín de la Casa
Dama de Guardamar de Segura o de Cabezo Lucero, procedente de laNecrópolis de Cabezo Lucero (Guardamar de Segura, Alicante)Inicios del siglo IV a.C.© Museo Arqueológico Provincial de Alicante-MARQ
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¿Hombres o dioses?Una nueva mirada a la escultura del mundo ibérico
MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONALAlcalá de Henares
MADRIDDel 8 de julio al 16 de octubre de 2011
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La Ciencia engendra la VirtudHoracio. Epístolas. Libro I, 18 100
La Virtud , supremo ornamento del alma, esparto legítimo de la Ciencia
Padre Feijoo
A Ricardo Olmos Romera, siempre con gratitud
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COMUNIDAD DE MADRID
PRESIDENTAEsperanza Aguirre Gil de Biedma
VICEPRESIDENTE, CONSEJERO DE CULTURA Y DEPORTE Y PORTAVOZDEL GOBIERNOIgnacio González González
MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRIDVicepresidencia, Consejería de Cultura y Deporte y Portavocía del Gobierno
DIRECTOREnrique Baquedano
JEFE DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN E INVESTIGACIÓNAntonio F. Dávila Serrano
JEFE DEL ÁREA DE ADMINISTRACIÓNAntonio Esteban Parente
COORDINADORA DE EXPOSICIONESInmaculada Escobar
EXPOSICIÓN
COMISARIOJuan Blánquez Pérez
COORDINACIÓNLucía Escalera ManceboInmaculada Escobar García
DISEÑO MUSEOGRÁFICO Y DIRECCIÓN DE MONTAJEJorge Ruiz Ampuero
RESTAURACIÓN Coordinación: Javier Casado Hernández/MAR
Olalla Canseco Domínguez/MARTeresa Fernández-Pintado Muñoz-Rojas/MARAna Martínez GuardiolaDiana Pérez Medina/MARPenélope Santa PucheCarmen Tienza DuránEva Sebastián Reques/MARArtyco, S. L.
PRODUCCIÓN DE AUDIOVISUALESSNEO Mestizaje Projects (materiales cedidos por Carlos Daudén, Casa deVelázquez e INA)
PRODUCCIÓN DE HOLOGRAFÍAFundación ITMA. Instituto Tecnológico de Materiales /Julio Ruiz García, Luis Rovés, José Antonio Quintana, Bernardino Ruiz
INFOGRAFÍAJuan Blánquez PérezCarlos Comas-Mata
FOTOGRAFÍASArchivo General de la Administración (AGA), Alcalá de Henares, MadridJuan Blánquez Pérez
Carlos Daudén SalaCorpus Virtual de Fotografía Antigua (C.V.F.A.) (Universidad Autónoma deMadrid - UAM)Álvaro Holgado ManzanaresLegado documental Augusto Fernández de Avilés (UAM)Legado documental Juan y Mª Encarnación Cabré (UAM)Museo Arqueológico NacionalMuseum of Modern Art MOMA, Nueva York© Sucesión Pablo Picasso. VEGAP, Madrid 2011Alejandro Ramos FolquésRafael Ramos FernándezTani RipollLourdes Roldán GómezMario Torquemada/MAR
TEXTOS INTRODUCTORIOSAndrés Mª Adroher AurouxJuan Blánquez PérezIsabel Izquierdo PerailejGarínFernando Quesada Sanz
DOCUMENTACIÓNGabriela PolakAlberto Romero Molero
MONTAJEHorcheManterola (holografías)
TRANSPORTE Y EMBALAJEFeltrero. División ArteSIT Transportes Internacionales, S.L.
SEGUROSStai – GeneraliMapfre
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CATÁLOGO
EDICIÓN CIENTÍFICAJuan Blánquez Pérez
COORDINACIÓNCarolina Ramírez Hernández
DISEÑO DE LA COLECCIÓNAgustín de la Casa
MAQUETACIÓNTrébede Ediciones, S.L.
AUTORES DE FICHASAR Alejandro Ramos MolinaARM Alberto Romero MoleroARR Alicia Rodero RiazaCLP Carmen López PertíñezCRG Carmen Rueda GalánCRT Consuelo Roca de TogoresEHC Emiliano Hernández CarriónEMM Esperanza Manso MartínFJMS Francisco José Morales SalcedoFQS Fernando Quesada SanzGP Gabriela PolakJBP Juan Blánquez PérezJMGC José Miguel García CanoJPB Juan Pedro BellónJR Julio RuizLEB Lucrecia Enseñat BenlliureLEM Luis Enrique de MiquelLRM Liborio Ruiz MolinaMBG Manuel Bendala Galán MBV Magdalena Barril VicenteMJMG María Jesús Moreno GarridoMOD Manuel Olcina DoménechMSL Margarita Sánchez LatorreRSG Rubí Sanz GamoVPP Virginia Page del Pozo
CORRECCIÓN DE TEXTOSLaura Chamorro CurieLucía Escalera ManceboInmaculada Escobar GarcíaAmaya Gómez de la Torre-Verdejo
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOSLorenzo Abad CasalMartín Almagro-GorbeaArchivo de la Real Academia de la Historia
Archivo General de la Administración (AGA), Alcaláde Henares, MadridArchivo Provincial de las Escuelas Pías de MadridManuel Bendala GalánJuan Blánquez PérezBritish Museum, LondresCarrera y CarreraCasa de VelázquezCentro Andaluz de Arqueología IbéricaTeresa Chapa BrunetColección Gómez-Moreno de GranadaCorpus Virtual de Fotografía Antigua (C.V.F.A.)(Universidad Autónoma de Madrid - UAM)J. CuadradoCarlos Daudén SalaEl BoscoFernando Fructuoso RosFundación ITMA. Instituto Tecnológico de Materialesde AsturiasFundación Universitaria de InvestigaciónArqueológica La AlcudiaJosé Miguel García CanoRosario García HuertaGliptoteca Ny Carlsberg, CopenhagueFrancisco Gómez BellardJesús Gómez CarrascoSalvador Gómez LuquínEmiliano HernándezHispanic Society of America, Nueva YorkÁlvaro Holgado ManzanaresInternet Classsical Art Research Centre. The BeazleyArchiveLegado documental F. Presedo C.V.F.A. (UAM),gentileza de A. CaballosLegado documental Fernández de Avilés C.V.F.A. (UAM)Legado documental Juan y Mª Encarnación Cabré (UAM)Fernando López AzorínJuan Carlos Martínez ZafraManuel Mateo CuencaManuel Molinos MolinosJosé Antonio Morena LópezMuseo Arqueológico de AlbaceteMuseo Arqueológico de CórdobaMuseo Arqueológico NacionalMuseo Arqueológico Provincial de Alicante-MARQMuseo Arqueológico y de Historia de Elche (Alicante)Museo Camilo Visedo, AlcoyMuseo CerralboMuseo de Alcoy
Museo de Prehistoria de ValenciaMuseo del Louvre, gentileza de P. RouillardMuseo Histórico Municipal de BaenaMuseos Vaticanos, RomaJosé Vicente NavarroPergamon Museum, BerlinVirginia Page del Pozo Fernando Prados MartínezAlejandro Ramos FolquésTani RipollCarmen Rueda GalánLiborio Ruíz MolinaMario Torquemada / MARAntonio Trigo ArnalEnrique Sáenz de San Pedrowww.thecityreview.com
ILUSTRACIONESJulio Caro BarojaFilippo CoarelliTomás Andrés de GussemeJ. de D. de la Rada y DelgadoL. FengerP. Enrique FlórezJ.C. GalvinMª del Rosario García HuertaBuenaventura Hernández SanahujaManuel MolinosManuel OlcinaAlejandro Ramos FolquésCarmen RuedaMario TorelliM. Almagro-GorbeaJ.L. Serrano Peña
© De los textos: sus autores© De las fotografías, infografías y holografías: sus autores© De las ilustraciones: sus autores
IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓNBOCM
ISBN84-451-3391-8
DEPÓSITO LEGAL
Agradecimientos
Archivo Escuelas Pías España. 3ª Demarcación:Javier Agudo, P. Provincial
Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC:Eduardo Manzano Moreno, Director; BibliotecaTomás Navarro Tomás: Pilar Martínez Olmos,Esther Calle
Carlos Daudén Sala
Carrera y Carrera: Nathalie Guedj, Directora; JesúsAyuso, Raquel Liébana, Nerea Salgado.
Casa de Velázquez: Jean-Pierre Étienvre, Director;Daniel Baloup, Anne Sophie Cliquennois, FloraLorente
Fundación ITMA. Instituto Tecnológico de Materialesde Asturias: Samuel Menéndez García, Director;Julio Ruíz
Fundación Rodríguez Acosta: Miguel Rodríguez-Acosta Carlström, Director; Javier Moya
Fundación Universitaria de InvestigaciónArqueológica La Alcudia: Rafael Ramos, Director;Alejandro Ramos, Mercedes Tendero
Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE):Alfonso Muñoz Cosme, Subdirector; María DomingoFominaya
Museo Arqueológico de Albacete: Rubí Sanz Gamo,Directora; Blanca Gamo
Museo Arqueológico Municipal «Cayetano deMergelina» (Yecla, Murcia): Liborio Ruiz, Director
Museo Arqueológico Nacional: Andrés Carretero,Director; Carmen Marcos, Subdirectora; AliciaRodero, Esperanza Manso, Virginia Salve, María delCarmen de Miguel, Marina Sanz, Fernando Fontes,Mª Antonia Moreno
Museo Arqueológico Provincial de Alicante-MARQ:Manuel Olcina Doménech, Director; Consuelo Rocade Togores, Rosario Masanet
Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba: MaríaDolores Baena Alcántara, Directora; María JesúsMoreno, Francisco Morales
Museo de Arte Ibérico «El Cigarralejo»: VirginiaPage, Directora; Patricia Serrano
Museo de Cañete de las Torres: María José LuquePompas, Directora
Museo de Jaén: Francisca Hornos, Directora;Margarita Sánchez Latorre
Museo de Murcia: Luis Enrique de Miquel, Director;Fátima Gimeno
Museo Municipal «Jerónimo Molina» de Jumilla:Emiliano Hernández, Director
Universidad Autónoma de Madrid: José María SanzMartínez, Rector; Rafael Garesse Alarcón,Vicerrector de Investigación; Margarita AlfaroAmieiro, Vicerrectora de Relaciones Institucionales yCooperación
Universitat de Barcelona: Dídac Ramírez, Rector;Francisco Gracia Alonso, Laia Font
Josefina Alix, Manuel Bendala, Isabel Izquierdo,Virginia Page, Nicolás Pérez Cáceres, SofíaRodríguez Bernis, Lourdes Roldán, Begoña Torres
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Los primeros pasos… Las primeras investigaciones
¿Hombres o dioses?… A modo de introducciónJuan Blánquez Pérez .................
Forma y función de la escultura ibérica en el marco de las civilizaciones mediterráneas .................Manuel Bendala Galán
La estatuaria ibérica: ¿una lectura artística o una lectura arqueológica? .................Lourdes Roldán Gómez
La escultura ibérica en la bibliografía científica .................Teresa Chapa Brunet
En los umbrales de la muerte. Itinerarios del Más Allá en la imagen ibérica ................. 1Ricardo Olmos Romera
Las damas entronizadas
Lo divino en femenino ................. 1Carmen Aranegui Gascó
La ciudad de los muertos: las necrópolis ibéricas
El pilar-estela de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla).Treinta años del hallazgo ................. 1José Miguel García Cano y Virginia Page del Pozo
Iberia entre Atenas y Cartago. Una lectura de los pilares-estela ................. 1Fernando Prados Martínez
La ciudad de los vivos
Entre tradición e innovación: el imaginario religioso de los nuevos espacios de representación pública ................. 2Manuel Molinos Molinos y Carmen Rueda Galán
Una nueva visión del santuario periurbano deTorreparedones (Baena, Córdoba) ................. 2José Antonio Morena López
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Los «falsos» en la estatuaria ibérica
Falsarios y el concepto de lo falso: pasado y presente.De las antiguas excavaciones al coleccionismo privadoy el comercio de antigüedades ................. 261Gloria Mora
El relojero de Yecla y las falsificaciones del Cerro de los Santos ................. 279Fernando López Azorín
Los falsarios y las falsificaciones de Totana.La colección del Museo Municipal «Jerónimo Molina» de Jumilla (Murcia) ................. 297Emiliano Hernández Carrión
Las nuevas tecnologías
El color en la escultura ibérica a la luz de los análisisfísico-químicos: los ejemplos de las damas de Baza y Elche ................. 315Marisa Gómez, José Vicente Navarro y Ana Albar
Varia
La escultura ibérica de la Contestania. Entre lo divino y lo humano ................. 339Lorenzo Abad Casal
Analisis paleoantropológicos de las cremaciones ibéricasdesde una perspectiva antropológica ................. 365Dr. Francisco Gómez Bellard
Análisis paleoantropológicos de las cremaciones ibéricas desde una perspectiva arqueológica ................. 377María del Rosario García Huerta
Conceptos y contextos para la exposición de losconjuntos de «El Pajarillo» y «Cerrillo Blanco» ................. 393Arturo Ruiz Rodríguez
El monumento ibérico de La Alcudia de Elche ................. 409Rafael Ramos Fernández
Catálogo de piezas ................. 421
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La estatuaria ibérica: ¿una lectura artísticao una lectura arqueológica?
L o u r d e s R o l d á n G ó m e z
U n i v e r s i d a d A u t ó n o m a d e M a d r i d
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L A E S T A T U A R I A I B É R I C A : ¿ U N A L E C T U R A A R T Í S T I C A
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a escultura ibérica: arte o arqueología
Tras más de un siglo ya de desarrol lo del conocimiento de la cultura ibérica, su escultura en
piedra sigue siendo el aspecto más llamativo, artístico y caracterizador de la misma, extendida
por una parte s ignif icativa de la Península Ibérica en la segunda mitad del I milenio a.C.
Durante una primera etapa, iniciada a partir de f inales del s iglo X I X y comienzos del X X, el
enfoque metodológico uti l izado para analizar tan importante manifestación cultural ha sido
el más puramente artístico; es decir, un análisis que ha atendido más a los contenidos formales
y est i l íst icos de la escultura que a los aspectos más puramente arqueológicos , como son el
contenido iconográfico y , especialmente, su función social y contexto f ís ico . Desde una pers-
pectiva actual , no deberíamos separar ambas acepciones si se trata de hacer una lectura in-
tegral de la escultura ibérica pues, aisladamente, cualquiera de el las por separado sería, con
bastante probabil idad, incompleta.
La razón de esta consideración historiográfica se explica por las características de los primeros
hallazgos que dieron pie a un verdadero «descubrimiento» de esta cultura a f inales del s iglo
X I X y que se prolongaron hasta bien entrado el s iglo X X. Consideramos de interés, por el lo ,
hacer una visión retrospectiva que nos permita analizar cuáles han sido estos enfoques tra-
dicionales en el estudio de la estatuaria ibérica. Sin pretender realizar dicha lectura completa
—objeto de otro de los trabajos presentados en este catálogo— sí queremos aludir al periodo
en que la cultura ibérica comienza a ser conocida, gracias a los hal lazgos de las esculturas
del Cerro de los Santos, al posterior y trascendente hallazgo de la Dama de Elche, así como
a los principales hitos que, con posterioridad, han ido configurando lo que hoy definimos como
su «historiografía». Sin embargo, con carácter previo, sí creemos conveniente aludir a algunos
aspectos relacionados con los c itados enfoques metodológicos.
L
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La arqueología ha tenido tradicionalmente una
fuerte relación con la historia del arte debido,
en gran medida, a que en sus comienzos aquélla
tuvo como principal ámbito de trabajo la recu-
peración de los restos monumentales de la An-
t igüedad c lás i ca grecorromana que contaban
con un elevado contenido estético . Más tarde,
aun cons iderando e l arte c lás ico como centro
básico de atención de la arqueología, se fueron
inc luyendo otros documentos epigráf i cos , nu -
mis máti cos o cerámicos, dada su capacidad para
proporcionar precis iones cronológicas o inter-
pretativas de incuestionable uti l idad (Bianchi
Bandinelli , 1982). Transcurridas ya décadas de
desarrol lo c ientí f ico de la arqueología, ambas
disc ipl inas t ienen hoy mucho mejor def i ni dos
sus campos de actuación en cuanto que per s i -
guen objetivos di ferenciables aunque, con fre -
cuen c ia , d i chos ob j e t ivos son co inc identes ,
cuando no complementarios. En la actualidad,
la arqueología clásica no se ocupa ya sólo de los restos materiales con evidente valor artístico:
al mismo t iempo el interés de la arqueología se ha extendido a todo t ipo de restos materiales
asociados a cualquier c ivi l ización. Sin embargo, no debemos olvidar que un objeto artíst ico
es siempre un objeto arqueológico y un documento histórico. Ambas disciplinas son, por tanto,
complementarias, de modo que cada una de el las puede aportar datos e interpretaciones que
forman parte de una misma real idad (material y artíst ica) .
Es aceptado de manera universal que un anál is is completo de cualquier obra de arte exige
una pluralidad metodológica, dado que se pueden util izar para tal f in muy distintos enfoques:
formalistas, iconológicos y sociales (Checa et ali i , 1985: 19) . La importancia dada a cualquier
determinado aspecto de la obra artíst ica, representa un tema controvertido y aún no resuelto
de la historia del arte. De tal forma es así que, según las dist intas corrientes metodológicas,
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E L H A L L A Z G O D E L A S E S C U L T U R A S D E LC E R R O D E L O S S A N T O S ( A L B A C E T E )© L e g a d o D o c u m e n t a l F d e z . d e A v i l é sC . V . F . A . ( U . A . M . )
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se le ha dado mayor o menor énfasis a d i ferentes aspectos . Así , las corr ientes formal istas
hacen hincapié en las formas, en sus cualidades estéticas y esti l íst icas, en sus leyes internas
y en su bel leza. Por el contrario , los iconólogos se interesan, sobre todo, por los temas y los
signif icados de las imágenes y por la función que han desempeñado en el contexto cultural de
su época (Furió , 1990: 39) . No debe extrañarnos, pues, cómo Panofsky def ine la iconografía
como «la rama de la Historia del Arte que se ocupa del contenido temático o s ignif icado de
las obras de arte, en contraposición a su forma» (Panofsky, 1970: 37) .
Volviendo a nuestro ámbito cultural , muchos autores han real izado en diversas ocasiones vi -
s iones retrospectivas en cuanto a la génesis de la investigación sobre la cultura y el arte ibé-
r icos . Con frecuencia han resaltado la trascendencia que tuvo e l anál is is est i l íst ico de las
primeras manifestaciones artíst icas conocidas dentro del ámbito ibérico. Valga como ejemplo
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L A D A M A D E E L C H E ( D E T A L L E )© M u s e o A r q u e o l ó g i c o N a c i o n a l , M a d r i dC . V . F . A . ( U . A . M . ) . F o t o : J u a n B l á n q u e z
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de ello la valoración cualitativa/metodológica realizada por Ricardo Olmos en la que establece
la existencia de una primera fase de tanteos e incertidumbres iniciales en las últimas décadas
del pasado siglo X I X y las primeras del s iglo X X; así como un segundo momento, entre los años
veinte y los c incuenta, en el que algunos grandes investigadores «pensaron lo ibérico desde
paralelos formales e históricos mediterráneos y, muy en especial , desde Grecia» (Olmos, 1996:
68). Superada la primera fase de tanteos, en ese segundo momento podemos definir como esen-
cial el concepto de esti lo para el análisis de la escultura ibérica. Pero dicho concepto de esti lo
ha variado a lo largo de la historia del arte. Aplicado a las artes plásticas, en el s iglo X V I I I ,
se mantuvo en principio su carácter de concepto de cal idad e individualidad (Schapiro, 1965;
Bauer, 1984: 107) para, más tarde, dejar de ser un concepto de calidad y adquirir ya un carácter
cientí f ico .
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C O L E C C I Ó N E S C U L T Ó R I C A D E L C O L E G I O D E L O S P A D R E S E S C O L A P I O S E N Y E C L A ( 1 9 5 0 )© C . V . F . A . ( U . A . M . ) . F o t o : T a n i R i p o l l
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Estos dos momentos habrían sido precedentes de los estudios t ipológicos y descriptivos. Pro-
ponía, por último, Olmos, a partir de ello, la necesidad de nuevos enfoques acudiendo al método
estructural ista y, así , analizar la imagen ibérica desde el la misma, de una manera más autó-
noma, aunque sin renunciar a la posterior comparación (Olmos, 1996: 69-72) . El método es-
t ruc tura l i s ta c reado por Sed lmayr en l o s años c incuenta t i ene en cuenta no tanto la
interpretac ión histór ica como la comprensión de individual idades . No se trata , como en e l
concepto de esti lo , de entender los objetos mediante sus relaciones con otros objetos, s ino de
establecer sus relaciones internas y su propio patrón (Bauer, 1984: 111) .
Asimismo, en sus ref lexiones sobre usos ibéricos del arcaísmo mediterráneo, Olmos (1996b:
19) p lanteaba cómo «desde los comienzos del conocimiento del Arte Ibér ico hasta nuestros
días la historiografía se ha movido en una búsqueda fluctuante de modelos explicativos, antes
de situar correctamente al arte ibérico en el espacio y en el t iempo propios» . En relación con
el modelo griego, e l más comúnmente uti l izado, af irmaba que « la interrelación de ambos pro-
cesos no debería realizarse de manera mecánica, sino, en todo caso, dialéctica» (Olmos, 1996b:
27), debido a que, si bien parece evidente el carácter evolutivo y de progreso hacia la perfección
del arte griego, ésta es absolutamente ajena al arte ibérico.
El origen del conocimiento de la escultura ibérica: la Dama de Elche, las esculturas
del Cerro de Los Santos, una lectura formal
Debemos situarnos en el últ imo tercio del s iglo X I X cuando tuvo lugar la discusión acerca de
la autentic idad de las esculturas del Cerro de los Santos, presentados ya sus moldes, en la
Exposic ión Universal de Viena (1873) , aunque s in adscripción cultural (Olmos, 1999: 202) .
Fue e l invest igador francés León Heuzey, tras e l v ia je de estudios e fectuado a Madrid , en
1888, quien consideró las esculturas del Cerro de los Santos como propias de un tal ler local
formado bajo la doble inf luencia de griegos y fenicios , aunque guardando una acusada origi -
nal idad. Propuso para las mismas una cronología del s iglo I I I a .C. (Heuzey, 1891; Rouil lard,
1996: 36; 1997: 94; Ruiz y Rouil lard, 2006: 27; Olmos, 1996b: 23) . El yacimiento había sido
dado a conocer en 1871 por Carlos Lasalde Nombela, sacerdote escolapio (López Azorín, 1999:
209 y ss . ) quien, en 1870, l legó a recoger en su Seminario de Yecla una buena colección de
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aquel las primeras aparic iones y que to-
dav ía hoy , aun c laramente mermada ,
constituyen el núcleo principal de la es-
tatuaria ibérica del nuevo Museo Muni-
c ipa l de esa c iudad . En su va lorac i ón
cul tural , aun a pesar de su sól ida forma-
ción cientí f ica, les asignó un posible ori -
gen egipcio ante la «necesidad» de buscar
un or igen a es ta nac iente cu l tura , un
apoyo en alguna de las grandes c ivi l iza-
ciones de la Antigüedad (Sánchez, 1999:
251) .
Algunas de estas esculturas —incluidas
las falsas creadas por el relojero yeclano
Amat—, junto con las nuevas apariciones
de aquellos años, tal y como comentamos,
configuraron la colección del «Museo» del
Colegio-Seminario de los Padres Escola-
pios de Yecla; parte de las mismas pasa-
rían con el t iempo al Museo Arqueológico Nacional de Madrid mientras que, por últ imo, otras
más pasarían a Francia para formar parte de la colección del museo del Louvre.
Un número importante de los grandes hallazgos que hoy material iza el corpus de escultura
ibérica aparecieron en aquellos años, como las procedentes de la necrópol is del Llano de la
Consolación, las esf inges de Agost y la de El Salobral y el gri fo de Redován, los rel ieves de
Osuna, la Bicha de Balazote (1891) o el león de Bocairente (hacia 1896) (Lucas 1994: 19-22;
Gonzá lez Reyero , 2007) . Pero , en todos l os casos , la ausenc ia de contextos arqueo lóg i cos
propic ió adscripciones cronológicas y culturales muy diversas. Vis igoda para J . Amador de
los Ríos; de origen egipcio para Juan de Dios de la Rada y Delgado, tal y como llegó a defender
en 1875 en su discurso de entrada en la Real Academia de la Historia (González Reyero, 2007:
56; Olmos 1996b: 21) ; o , incluso, micénico (Paris , 1903) . Imperaban, por aquel entonces, las
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E S F I N G E D E E L S A L O B R A L ( A L B A C E T E )© M u s e o A r q u e o l ó g i c o N a c i o n a l , M a d r i dC . V . F . A . ( U . A . M . ) . F o t o : J u a n B l á n q u e z
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tesis difusionistas —fenicios, cartagineses, griegos— apoyadas por investigadores extranjeros
(Almagro-Gorbea, 1996: 33) . Todos el los se basaban en análisis artíst icos, exceptuando al es-
pañol Ramón Mélida, para algunos «padre» de la arqueología española, quien, desde 1916, fue
Director del Museo Arqueológico Nacional. Para dicho investigador, la procedencia y el contexto
eran las c laves para abordar el conocimiento de cualquier cultura (Lucas, 1994: 39) , e l lo en
un periodo en que no se contaba con parámetros cronológico-culturales c laros que ayudaran
a definir la cultura y el arte propios de los pueblos ibéricos. Algunos años más tarde, a su de-
f inición ayudaría de manera rotunda el hal lazgo casual de la Dama de Elche.
En las dist intas publicaciones relativas al Cerro de los Santos, uno de los aspectos más polé-
micos fue e l or igen egipcio o fenic io del santuario , además de su cronología . En casi todas
el las podemos rastrear hoy un especial interés de los investigadores por el estudio de las es-
culturas, así como una cierta indiferencia por el resto de los materiales , «algo que será cons-
tante en la mayoría de los estudios posteriores» (Sánchez, 1999: 254) . En efecto, resulta muy
llamativo que los numerosos e interesantes trabajos posteriores real izados sobre las c itadas
esculturas (Ruano, 1987; Ruiz Bremón, 1989; Noguera, 1994) se hayan centrado en un análisis
formal e iconográfico , s in atender a los aspectos más puramente arqueológicos. De hecho, no
se l legó a real izar un estudio completo y en profundidad de los materiales arqueológicos ha-
l lados en el yacimiento hasta bastantes décadas después (Sánchez, 1999) .
Las excavaciones real izadas en los años 1962 y 1963 por Fernández Avi lés en el santuario
proporc ionaron, por pr imera vez , un contexto arqueológico en e l que apoyar los anter iores
análisis puramente formales de las esculturas y, a través de el lo , l legó a establecer una cro-
nología fundamentada fechable entre los s ig los I V a .C. y I d .C. , s in embargo , su temprana
muerte impidió que sus aportac iones fueran debidamente publ icadas . Var ias décadas más
tarde, e l estudio basado en los materiales ha permitido dotar a la escultura de un contexto
mejor def inido (Sánchez, 2002) . Gracias a el lo , hoy día se han podido establecer matizaciones
cronológicas a favor de la existencia de un per iodo de consol idación del santuario fechado
entre los s iglos I I I y I a .C. , al que pertenecerían la mayoría de los restos escultóricos, con un
momento de máximo esplendor en la primera mitad del s iglo I I a .C. , cuando debió levantarse
el edif ic io monumental (en piedra) . Asimismo, en este periodo se introdujeron novedades en
la iconografía de los exvotos, tales como las cabezas-retrato y los togados y palliati , que ponen
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en evidencia la aceptación de aspectos cul-
turales romanos en un periodo de transi -
c i ón y de in tegrac i ón entre ambas
sociedades. También en el aspecto funcio-
nal el estudio ha permitido entender la ma-
yor ía de las e s cu l turas como exvo tos de
mayor entidad que, creados expresamente
para tal f in , debieron ser ofrecidos junto
a otros muchos var iados ob jetos , no só lo
cerámicos s ino también metá l i cos , c omo
armas (Sánchez, 2002: 267-270) .
Cuando a f inales del pasado siglo X I X, el 4
de agosto de 1897, se descubrió la Dama de
Elche en e l yac imiento de La Alcud ia
(Elche) se produjo un importante punto de
inflexión en el conocimiento de la cultura
y del arte ibéricos. Las circunstancias de
este hallazgo, de todos conocidas, así como
las poster iores gest iones l levadas a cabo
por P. Paris para su traslado al Museo del Louvre, son un episodio lamentable de la arqueología
española, si bien legal en aquella época ante la ausencia de legislación en contra de la venta
de piezas arqueológicas, que fel izmente quedaría resuelto bastantes años más tarde, a raíz de
las gestiones realizadas por el gobierno franquista con el francés, en los años cuarenta, que
culminaron con el retorno de esta magnífica obra al Museo del Prado (Garcia y Bell ido, 1943).
La bel leza del rostro, sus sof ist icados adornos, su aspecto egregio e ideal , contribuyeron a di-
versas interpretaciones de la f igura representada… que no han cesado hasta la actualidad.
Son muchas las dudas que aún se t ienen desde el mismo momento de su hallazgo: busto o es-
cultura sedente, hombre o mujer, diosa o reina, son algunas de las incógnitas que rodean su
valoración. La ausencia de contexto original —apareció oculta en una segunda deposición—
así como el desconocimiento de paralelos cercanos y su proverbial bel leza han sido las causas
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de que, reiteradamente, haya sido analizada desde el punto de vista formal, hasta l legar a
considerarla como el «prototipo» de bel leza ibérica. No obstante, en honor a la verdad, en la
década de los años ochenta ha perdido su «carácter único» gracias al hallazgo de otra escultura
parecida: la dama del Cabezo de Lucero (Llobregat, 1986) , s i bien es c ierto que la bel leza de
sus rasgos no ha sido igualada por ninguna otra hasta el momento. Quizá, por todo ello, «nues-
tra Dama» siempre será valorada como una obra de arte por encima de sus valores arqueológicos
aun a pesar de los renovados y muy maduros nuevos estudios (Olmos y Tortosa, 1997) .
Consideración de la obra de arte: el análisis estilístico
Es una obviedad reconocer que el anális is est i l íst ico no produce, en muchas ocasiones, resul-
tados claros en cuanto a obligadas adscripciones cronológicas. La Dama de Elche, en este sen-
tido, es un claro ejemplo de dicha afirmación. Podemos defender, pues, que la lectura estilística
tiene importantes problemas de indefinición. Así , la c itada «Dama» ha sido relacionada con
la plástica griega, grecooriental y focea de f ines de época arcaica y de época clásica y, para
el lo , se han aducido en su momento paralelos diversos (León, 1997: 126) . Sin embargo, de la
falta de correlación entre los aspectos esti l ísticos y los puramente arqueológicos dan fe, entre
otras cuestiones, las vaci laciones cronológicas por parte de los muy diversos investigadores
que la han estudiado. Valga como ejemplo el propio especial ista Blanco Frei jeiro quien l legó
a datarla, en un primer momento, en el 450 a.C. por criterios esti l íst icos para, más tarde, re-
bajar su cronología al 400 a.C apoyado, en esta nueva ocasión, en evidencias arqueológicas
(León 1998: 17; Blanco, 1981) . Esta falta de correlación entre los aspectos esti l íst icos y ar-
queológicos suscita, todavía hoy, problemas controvertidos en la escultura ibérica y, muy en
especial , en relación con su cronología.
Pilar León ha establecido la necesidad de considerar el anális is est i l íst ico de la f igura bajo
nuevos parámetros. La autora ha planteado la posibi l idad de ver en el la un mantenimiento
de fórmulas estereotipadas de los inicios del c lasic ismo griego, o de fenómenos de reinterpre-
tación en momentos más tardíos. Considera que la solemnidad enigmática y alto grado de abs-
t racc i ón que ev idenc ia la e s cu l tura es tar ían más cer canos a componentes de gus to
oriental izante evidentemente reinterpretados. Además, las def ic iencias en el modelado y el
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barroquismo formal, tan propios de la estatuaria ibérica alejan a ésta de las característ icas
de la plástica griega (León, 1997: 126) . En def init iva, la Dama de Elche sería una muestra
de la madurez artíst ica y originalidad alcanzada por los iberos del s iglo I V a.C. con reminis-
cencias arcaicas intencionadas en determinadas representaciones y, a la vez, con fórmulas de
clasic ismo ideal mantenido por los iberos que expresa junto con otras soluciones más evolu-
cionadas (León, 1997: 129) .
Nuevos hallazgos, nuevos conceptos: su contextualización y la valoración arqueológica
Se suele def inir la década de los años setenta como un importante momento de cambio en el
estudio y conocimiento de la escultura ibérica, coincidiendo con la renovación metodológica
l legada a España —con retraso con respecto al mundo anglosajón— en aquellos años. Se co-
mienzan a conocer y asumir los planteamientos de la l lamada New Archaeology —o Nueva Ar-
queo log ía— y , a la vez , nuevamente por casua l idad y no como consecuenc ia de p lanes de
invest igac iones s istemáticas , se producen hal lazgos de importantes conjuntos escultór icos
procedentes, en su mayoría, de necrópolis. Por primera vez se empiezan a poder contextualizar
esculturas y tumbas monumentales dentro de secuencias estratigráficas o, al menos, asociadas
a def inidos contextos de ajuares y, sobre todo, por cerámicas de importación áticas.
Gracias a dichos contextos, los análisis formales y estilísticos de las esculturas ya no resultaban
fundamentales —ni potencialmente exclusivos— y pasan a un segundo plano frente a las evi-
dencias arqueológicas que enfocaban con mayor precisión los sempiternos problemas cronológicos
y, ahora también, de filiación cultural. Baste sólo destacar dos ejemplos que ilustran este im-
portante cambio a inicios de la década de los años setenta: el hallazgo de la necrópolis de Pozo
Moro (Alcalá Zamora, 2003) y, con ello, de su tumba turriforme de carácter monumental (Alma-
gro-Gorbea, 1983) y la también necrópolis de Baza (Presedo, 1982) y su ya famosa tumba 155
con la escultura sedente en su interior conocida como la «Dama de Baza» (Presedo, 1973). A ellos
se añadiría, ya en la década de los años ochenta, una tercera necrópolis: Los Villares de Hoya
Gonzalo (Blánquez, 1990) y sus dos tumbas coronadas por sendos caballeros, uno de ellos con
su pedestal todavía in situ (Blánquez, 1992: 126 ss.); sin duda, el primer caso de mayor precisión
contextualizada estratigráficamente y corroborada por cerámica griega (Blánquez, 1991).
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Así pues, las décadas de los años setenta y ochenta supusieron un periodo en el que el ámbito
de estudio de la escultura y la arquitectura monumental ibéricas experimentaron un incues-
tionable auge dentro del estudio metódico y sistemático de determinadas necrópolis . Ello hizo
posible empezar a hablar de periodos internos y, paralelamente, encuadrar la cultura ibérica
de manera más precisa, entre el periodo tartésico y la cultura hispanorromana (Bendala, 1996:
16-20) . Paralelamente, todos los avances de la investigación se volcaron en otras lecturas de
su cultura que afectaban a su estructura social , pol ít ica o ideológica basados en la interpre-
tación de poblados, estudios de iconografía cerámica, de anális is de territorio…
El hallazgo del monumento de Pozo Moro en 1970 y la excavación de su necrópolis constituyó,
como apuntábamos, uno de los más importantes hitos en el conocimiento de la cultura y e l
arte ibéricos. Los estudios real izados permitieron establecer una cronología precisa para su
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in ic io hac ia e l 500 a .C. , grac ias a las fechas proporc ionadas por los mater ia les cerámicos
griegos de su ajuar. De este modo, según Almagro-Gorbea, «pasó a ser la primera referencia
cronológica segura para un importante conjunto escultórico que permitió establecer una nueva
base interpretativa para el anális is de la estructura social e ideológica del mundo ibérico en
su contexto histórico» (Almagro-Gorbea, 1996: 45) . El hal lazgo de la tumba monumental per-
mitió plantear una nueva visión del arte ibérico en su estadio inicial : a partir de una intensa
relación con el mundo oriental izante y el efecto aculturador de la colonización fenicia sobre
Tartessos (Almagro-Gorbea 1996: 48). Consolidaba, así , el efecto preponderante de los fenicios
ya defendido en su día por Blanco «en el origen y en la evolución de las primeras manifesta-
ciones plásticas en el sur de la Península» (León, 1998: 19). Al margen de la filiación estilística
y de la cronología, no exenta de polémica, dicha tumba monumental ha tenido una incuestio-
nable trascendencia en los estudios de la arquitectura monumental y de la escultura, insepa-
rable de aquélla. La lectura iconográfica de sus rel ieves, así como su interpretación funcional
constituyó todo un renovado punto de partida para la reinterpretación de numerosos fragmentos
arquitectónicos y escultóricos ibéricos traducidos en sucesivas propuestas tipológicas: túmulos
turri formes, con pi lares estela (Almagro-Gorbea, 1983; 1996: 46) , con estelas s in pi lar (Blán-
quez, 1997) , tumulares en sí mismos (Cuadrado, 1987) , etc .
Sin embargo, paralelamente, el hal lazgo de Pozo Moro dio lugar también a una polémica, aún
no del todo resuelta , en re lac ión con los re l ieves que decoran la torre . Varios autores han
coincidido en considerar estos relieves estilística e iconográficamente cercanos a los producidos
por tal leres neohititas de los siglos I X-V I I I a.C. , de modo que las fechas propuestas no podrían
ir más al lá del 700 a.C. (Bendala, 2003: 42) . El lo creaba un importante lapso cronológico con
respecto a la fecha arqueológica que establecían las cerámicas griegas ( inicios s iglo V a.C) ,
al descartar su excavador una posible reuti l ización de los rel ieves. Entre las propuestas para
solventar este problema, se ha aducido la posible existencia de un arte tartésico, de inspiración
orientalizante, que pudiera aproximarse esti l ísticamente al de Pozo Moro (Bendala, 2003: 42-
43) . Se trata, por ahora, de una hipótesis no confirmada pero, en cualquier caso, no deja de
ser llamativo el alejamiento del estilo de Pozo Moro con respecto al resto de las manifestaciones
artísticas producidas por los iberos desde comienzos del siglo V a.C. como, por ejemplo, el con-
junto del Cerrillo Blanco de Porcuna (Negueruela, 1990), o el ya citado caballero de Los Villares
(Blánquez, 1998: 408-409) .
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De forma casi inmediata al descubrimiento
de Pozo Moro, en la provincia de Granada,
en el año 1971, Francisco Presedo descu-
bría la escultura sedente de la «Dama de
Baza» dentro de un contexto de necrópol is
(Presedo, 1982) . Se trataba de una repre-
sentación femenina fechada en el s iglo I V
a.C. que hacía las veces de urna funeraria.
Como acertadamente ha señalado Bendala,
la Dama de Baza, desde el punto de vista
artístico, aporta datos fundamentales para
el entendimiento de tendencias principales
del arte ibérico: clara jerarquización en la
concepc ión genera l y en l o s de ta l l e s…,
pr io r idad a l o s conten idos s imbó l i cos
frente a los aspectos formales (despropor-
ción, inorganicidad…), rostro s in ninguna
idea l i zac ión , persona l e ind iv idua l i zado
(Benda la , 2007 : 34 -35 ) . Rec i entemente ,
treinta y seis años después de su hallazgo,
ha sido objeto de un nuevo estudio desde
muy d i f e rentes perspec t ivas de aná l i s i s
(Chapa e Izquierdo, 2010) .
Asociable iconográficamente a otras esculturas sedentes del ámbito cultural ibérico que cuentan
con claros paralelos mediterráneos, lo que l lama extraordinariamente la atención en el la son
sus rasgos faciales personales, alejados de las convenciones propias de la escultura ibérica.
Ello , unido a la interpretación de los huesos como de una mujer entre 25 y 30 años (Trancho
y Robledo, 2007) ha l levado a interpretarla como urna-retrato (Chapa, 2008: 46) en el que co-
bran especial s ignif icado los vestidos y joyas como ostentación de su estatus social y , lo que
es más novedoso, como representación de una mujer y no tanto de una diosa (Aranegui , 2010:
188) .
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Bien valorada en cuanto a su interpretación social , según Teresa Chapa la escultura es un
documento privi legiado que puede analizarse desde una triple perspectiva: como muestra de
ident i f i cac ión de las creenc ias , gustos , t radic iones y capac idades económicas de un grupo
social ; como representación de un estatus social y /o rel igioso especí f ico de un determinado
conjunto de personas dentro de ese grupo y como expresión de un deseo de reconocimiento y
de competición social , a nivel individual y famil iar ; y , por últ imo, desde esta últ ima perspec-
t iva, identi f icarla con las preferencias y posibi l idades del c l iente y del art ista o artesano in-
dividual (Chapa 2008: 30-31) . Al margen de las interpretaciones funcionales e iconográficas,
desde e l punto de v is ta est i l í s t i co , s i es te e jemplar escul tór i co hubiera carec ido , como en
tantas otras ocasiones ha sucedido, de contexto arqueológico, su f i l iación o relaciones esti l ís -
t icas habrían sido complicadas de establecer.
Por últ imo, en relación con el caballero de Los Vil lares (Hoya Gonzalo, Albacete) , nos encon-
tramos ante una escultura cuyo pedestal todavía permanecía encastrado en la parte superior
de su cierre tumular y dentro de una necrópol is fechada entre el f inal del s iglo V I a.C. y co-
mienzos de l s ig lo I V a .C . La tumba —un enterramiento tumular rea l i zado en adobes— se
remató con esta escultura de j inete y caballero con el c laro deseo de mostrar la heroización
del personaje enterrado y, con él , del l inaje caballeresco del grupo social al que perteneció .
El enterramiento pertenece, estratigráf icamente hablando, a la fase plena de la necrópol is ,
fechada con precisión a comienzos del s iglo V a.C. (Blánquez, 1993: 117) . Obra de un escultor
hábil —el bloque de piedra tallado debió de ser uno de los mayores conocidos hasta el momento
dentro de la estatuaria ibérica— se acerca estilísticamente a esculturas de Elche y del Cerrillo
Blanco de Porcuna, aunque posee rasgos propios tras una atenta mirada a detal les de su f i -
sonomía y vestido, así como por una cierta esti l ización. Rasgos éstos, que han dado pie a que
haya sido considerada como arcaizante y esti l íst icamente bien encuadrada en el periodo más
antiguo de la escultura ibérica (León, 1998: 69) .
Si bien en este caso el encuadre esti l íst ico no parece estar desajustado en relación con la cro-
nología establecida por criterios arqueológicos, resulta peculiar la comparación con otra es-
cultura aparecida en esta misma necrópol is , pero fechada a f inales del mismo siglo V a.C. ,
también sobre un enterramiento tumular, aunque de inferior tamaño y real izado en mampos-
tería careada (Blánquez, 1993: 118) . Fechada a f inales del s iglo V a.C. gracias a sus más de
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cincuenta piezas át icas depositadas en e l inter ior (Blánquez, 1991: 330) , fue tal lada en e l
mismo t ipo de piedra cal iza y , aunque sólo conserva la mitad inferior del j inete, e l cabal lo
está completo. Su estilo es más esquemático y sus proporciones incorrectas. Parece representar,
pues, un retroceso más que una evolución artíst ica progresiva. Sin embargo, paralelos apare-
cidos posteriormente en necrópol is cercanas ponen en evidencia la existencia de un tal ler es-
cultórico que produciría «en serie» este estereotipo iconográfico, s i bien en exclusiva para las
él ites dir igentes. Nos referimos al Jinete de Pozocañada.
El mensaje expositivo
Al carácter espectacular característ ico de la escultura ibérica en sus comienzos se unió un
concepto de c iencia arqueológica basada, mayoritariamente, en el objeto en sí mismo. Parale-
lamente, la museología del momento, guiada por un criterio meramente exposit ivo, vio en la
escultura un objeto privilegiado en relación con el resto de la cultura material, lo cual favoreció
la uti l ización de los e jemplares escultóricos como piezas de excepcional valor artíst ico .
Tras la compra de las esculturas del Cerro de los Santos por parte del Museo Arqueológico
Nacional , éstas fueron expuestas en el Casino de la Reina (Gabinete de Yecla) a raíz de su
inauguración en 1871. Desde 1895, en la sede actual, pasarían a ocupar, junto con los bronces
ibéricos, un lugar de honor en la Sala de Protohistoria. Paralelamente, la historia de la Dama
de Elche es sufic ientemente conocida desde su descubrimiento en 1897: durante cuarenta y
cuatro años expuesta en el Museo del Louvre, treinta años en el Museo del Prado para, f inal-
mente pasar a su dest ino natural : e l c i tado Museo Arqueológico Nacional , donde hoy s igue
expuesta con dos únicas sal idas temporales a la c iudad de Elche.
En el Museo del Louvre la Dama de Elche estuvo expuesta, como es bien sabido, en la sala de
Antigüedades Orientales, creada en 1881, junto a importantes esculturas de procedencia orien-
tal; pero, paralelamente, una copia de la misma acompañaba a otras esculturas ibéricas — como
las procedentes de Osuna, o la esf inge de Agost (Ruiz y Rouil lard, 2006: 27)— en la sala de
Objetos Mediterráneos. Podemos ver en el lo el ref le jo de la imperante indefinición de su f i -
l iación, así como la indecisión entre considerar su justi f icación exposit iva por su cal idad es-
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cul tór ica y rasgos est i l í s t i cos , propios de una cul tura evo luc ionada, y la aceptac ión de su
origen ibérico — en aquel momento poco explicable— pero que daba coherencia a su presentación
entre otros hallazgos proce dentes de la Península. Posteriormente, pasó a presidir la sala de
la Cultura Ibérica.
Como es sabido, a consecuencia de un intercambio con el gobierno francés en el que se entre-
garon por parte de España un retrato de Doña María de Austria, pintado por Velázquez, y un
cuadro de El Greco procedente del Museo de Santa Cruz de Toledo (además de otras pinturas),
ingresó en el museo del Prado en 1941. En 1943 se inauguró una nueva sala para albergarla
y, a pesar del traslado de otras piezas al Museo Arqueológico, la Dama de Elche permaneció
en el Prado en la que fue l lamada «sala de la Dama de Elche».
Su ubicación durante años en el Museo del Prado no debemos verla hoy como fruto de la ca-
sualidad. Al margen de otras cuestiones pol ít icas, ésta fue una condición del museo para per-
mitir que sal iesen algunas de las obras entregadas a Francia de sus fondos (Barri l , 2006: 19)
pero , s in duda, su condic ión de obra de arte debió de pesar con fuerza para que se tomara
esta decisión. No en balde constituía « la obra de arte más esplendida, mas asombrosa, más
española de nuestra Antigüedad» (García y Bel l ido , 1943) . Mientras, e l resto de las piezas
ibér icas recuperadas por intercambio , t ras su expos ic ión temporal en e l c i tado Museo de l
Prado, pasaron a ser depositadas de manera def init iva en el Museo Arqueológico Nacional .
Hablamos de los rel ieves de Osuna, las esf inges de Agost y el Salobral , e l gri fo de Redovan,
así como diversas piezas de la necrópol is de El Llano de la Consolación y del Santuario del
Cerro de los Santos.
Finalmente, ya a comienzos de los años setenta tuvo lugar, como decíamos, su instalación de-
f init iva en el Museo Arqueológico Nacional , lugar donde ha permanecido cuarenta años más,
si bien en la actualidad está pendiente una profunda remodelación de su sistema exposit ivo.
Fue trasladada a este museo a petic ión del director , Martín Almagro, para ser protagonista
de las nuevas salas exposit ivas entonces también remodeladas. Desde entonces, ha ocupado
siempre un lugar céntrico y preferente en la sala de Esculturas Ibéricas del museo, con algunos
cambios y adaptaciones en su entorno relacionados, sobre todo, con aspectos museográficos
y, especialmente, de seguridad. Sin embargo, es llamativo cómo nunca ha perdido en su sistema
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expositivo su carácter artístico, más que
arqueo lóg i co . Su a i s lamiento con res -
pecto al entorno inmediato, su ubicación
axial, la ausencia de contextualización…
son algunos de los aspectos que, aunque
no de forma injustif icada, han caracteri-
zado su exposición.
S in embargo , c omo consecuenc ia de l
avance de la investigación arqueológica
y de cierta contextualización de algunos
de los hallazgos escultóricos, a partir de
los años ochenta algunas esculturas ibé-
r icas han empezado a ser expuestas en
diferentes museos atendiendo de forma
prioritaria a su contexto arqueológico y
no ya tanto artíst ico . Uno de los proyec-
tos pioneros en este sentido fue el tras-
lado e ins ta lac i ón de un túmulo de la
necrópol is de Los Vi l lares a l museo de
Albacete, con objeto de ubicar sobre él ,
emulando su estado original , la escultura del j inete hallado en esta necrópol is .
A partir de entonces, y a lo largo de los últ imos veinte años, otras esculturas y conjuntos es-
cultóricos ibéricos aparecidos han ido contando, de manera progresiva, con instalaciones mu-
seográficas más actuales, enfocadas a favorecer una mayor integración en su contexto tipológico
—de ahí la tendencia a reconstruir sus originales t ipologías— y cultural —bien en salas de-
dicadas al mundo funerario , bien al rel igioso de los santuarios—. Sirvan como ejemplos los
pi lares estela de los Museos de Murcia, Jumil la, Elche… de las c itadas tumbas tumulares del
Museo de Albacete; por no hablar del nuevo montaje de la tumba tumular turri forme de Pozo
Moro en uno de los patios recuperados tras la remodelación del Museo Arqueológico Nacional ,
a resultas de una comisión de expertos iberistas y museólogos.
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También ha sido indicativo, dentro de esta l ínea de renovación museográfica-renovación de
los estudios de escultura ibérica, e l esfuerzo de restauración y montaje l levado a cabo con el
conjunto escultórico del Cerri l lo Blanco de Porcuna en el Museo de Jaén, s i bien en este caso
ya no se trataba de esculturas procedentes de necrópolis sino de un posible heroon o santuario
periurbano. Hallado de manera fortuita a través de c landestinos en 1975, su primera catalo-
gación y estudio fue real izada por González Navarrete tras las campañas de excavación rea-
lizadas junto con el profesor Oswaldo Arteaga (González Navarrete, 1987; González Navarrete
et al i i , 1980) y , a propuesta del profesor Blanco Frei jeiro , fueron consideradas ibero-foceas,
«cur iosamente» por sus rasgos est i l í s t i cos (León, 1998 : 19) . Los trabajos de invest igac ión
fueron continuados, posteriormente, por Iván Negueruela (1990) , s i bien centrados en el con-
junto de «los guerreros», y dieron pie a nuevas propuestas reconstructivas que se materializaron
en un nuevo proyecto de exposición en dicho museo años después.
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La nueva sala fue inaugurada el 5 de marzo de 1999 con una presentación museográfica to-
talmente renovada, acorde con el conocimiento que, por aquel entonces, se tenía sobre la es-
cultura ibér ica . Se trataba de una puesta en escena no exenta de comple j idad debido a su
enterramiento en segunda deposición y, por el lo , descontextualizado, que originó la falta de
información sobre su ubicación original , además de los problemas de estatic idad y fragmen-
tación de las piezas. El proyecto museográfico, que contó con el asesoramiento de una comisión
técnica —como años después en la c itada comisión de Pozo Moro—, sugería un contexto ar-
quitectónico mediante e l uso de amplias superf ic ies de apoyo en una escenograf ía bícroma
(azul -gr is ) que resal taba e l tono natural de la p iedra y la ca l idad de l t rabajo escul tór ico .
Dichos recursos pretendían sugerir aspectos arqueológicos originales tales como colocar las
piezas a una altura y en una perspectiva adecuada e identificar grupos temáticos. En definitiva,
una renovada exposición destinada a, s in obviar la cal idad artíst ica de las piezas, poner de
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manif iesto su interpretación ideológica: la plasmación material de un discurso aristocrático
de la él ite dominante, que busca remarcar el pasado heroico y , a la vez, la fundación de la di -
nastía (Chicharro, 1999) .
Otros importantes montajes museográficos de esculturas ibéricas como reflejo de los cambios
de orientación en el estudio de las mismas, como la Dama de Baza, han pretendido aunar desde
el primer momento los elementos más puramente artísticos con los arqueológicos. Con este fin,
en la vitrina en la que ha estado expuesta en el Museo Arqueológico Nacional hasta la actual
remodelación, la escultura sedente se expuso acompañada de parte de su ajuar —armas y ce-
rámicas— que, en cierta manera favorecían que un público no especializado pudiera entender
el carácter funerario (ritualizado) de dicha escultura y, por el lo, desde una visión fundamen-
talmente arqueológica, más que artística. Su instalación, sin embargo, compartía el espacio
museológico con la Dama de Elche y con la oferente del Cerro de los Santos; es decir, diferentes
cronologías y aun más distintos ambientes originales: necrópolis , santuarios, ocultaciones…
Así pues, como valoración f inal de todo lo expuesto podemos reseñar, en primer lugar, la falta
de unidad est i l í s t i ca de la escu l tura ibér i ca lo que , unido a la ausenc ia de cánones en la
misma, ha l levado a considerar la falta de dominio del of ic io por parte del «escultor ibérico» ,
así como una estricta dependencia del artesano-tal leres que las creaban con respecto a las
élites dirigentes que las encargaban. Ello, en parte, podría explicar la autonomía de cada con-
junto o la excepcional idad de muchas de las piezas hal ladas en ya más de c ien años de ar-
queología ibérica (Aranegui , 1997: 181) . Deducimos de e l lo que un estudio est i l íst ico de la
escultura ibérica sólo debería plantearse, fundamentalmente, estableciendo sus propios pa-
trones internos. Ello no contradice, sin embargo, la existencia puntual de relaciones estilísticas
que están manifestadas en determinados conjuntos como consecuencia, muy posiblemente, de
la existencia de tal leres que la arqueología hasta la fecha no ha conseguido local izar, s i bien
es evidente que exist ieron, en un primer momento, fuertemente asentados junto a los centros
de poder y, quizás, a partir de mediados del s iglo I V , con el def init ivo tr iunfo del horizonte
urbano, de mayor carácter it inerante. No obstante, también en aquel primer momento podrían
haberse l legado a desplazar por indicación expresa del poder como se puede deducir, por ejem-
plo, del análisis estilístico e iconográfico de las esculturas de Elche y Porcuna que «manifiestan
la existencia de fuertes vínculos en su gestación y desarrol lo» (Abad, 2007: 15) .
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La práctica exposit iva surgida desde los comienzos del s iglo X X en relación con la estatuaria
ibérica, resaltaba, como hemos dicho, e l carácter artíst ico de las más importantes obras es-
cultóricas que, aún hoy, trascurrido ya más de un siglo de su descubrimiento, s iguen siendo
excepcionales. Se entiende, así, la valoración expositiva de sus cualidades técnicas y artísticas.
Sin embargo, con el desarrol lo progresivo de la c iencia arqueológica y, coherente con el lo , la
apl icación de muy especial izadas tecnologías (Gómez et al i i , 2010) , se favorece exponerlas
hoy con nuevos criterios destinados a faci l i tar la comprensión, no sólo artíst ica sino también
cultural , a través de su contextualización y más documentadas restauraciones t ipológicas.
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