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EL IMPERIO Y LAS HISPANIAS DE TRAJANO A CARLOS V L’IMPERO E LE HISPANIAE DA TRAIANO A CARLO V Hispanias.indd 1 17/07/14 06.28

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El ImpErIo y las HIspanIas dE Trajano a Carlos V

l’ImpEro E lE Hispaniae da TraIano a Carlo V

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Bononia University PressVia Farini 37 – 40124 Bolognatel. (+39) 051 232 882fax (+39) 051 221 019

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L’Editore si dichiara disponibile a regolare eventuali spettanze per l’utilizzo delle immagini contenute nel volume nei confronti degli aventi diritto.

ISBN: 978-88-7395-919-9

In copertina: Rilievo con rappresentazione di Traiano, Carlo V e Augusto. León, Hospital de San Marcos.

Progetto grafico: Irene Sartini

Impaginazione: DoppioClickArt - San Lazzaro di Savena (BO)

Stampa: Arti Grafiche Editoriali

Prima edizione: luglio 2014

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editores / a cura di Sandro De Maria

Manuel Parada López de Corselas

El ImpErIo y las HIspanIas dE Trajano a Carlos VClasicismo y poder en el arte español

l’ImpEro E lE Hispaniae da TraIano a Carlo V

Classicismo e potere nell’arte spagnola

Bononia University Press

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IX Agradecimientos / Ringraziamenti

XI Presentaciones / Presentazioni Il Rettore dell’Alma Mater Studiorum - Università di Bologna Il Rettore del Reale Collegio di Spagna a Bologna Il Direttore del Dipartimento di Storia Culture Civiltà

XIX Introducción / Introduzione Sandro De Maria, Manuel Parada López de Corselas

1. la imagen del poder a través del tiempo / l’immagine del potere attraverso il tempo

3 El imaginario regio hispano del siglo VI al XI Isidro G. Bango Torviso

17 Architetture del potere: la Hispania nel Mediterraneo tra tarda Antichità e alto Medioevo Maria Cristina Carile, Enrico Cirelli

33 Avran da qui adelante todos dias nuevas de acasos qui avran plascer. Una aproximación iconográfica a la imagen de Don Gil de Albornoz, militar, político, diplomático, intelectual y hombre de iglesia

Álvaro Pascual Chenel, Fernando Villaseñor Sebastián

55 La valorizzazione e diffusione del modello delle Tombe Regali di Palermo nella Penisola Iberica Laura Molina López

65 El castillo palacio de Alba de Tormes, simbolismos clásicos en un edificio medieval Herbert González Zymla

81 I sepolcri del condottiero Ferdinando Tamajo di Burgos e del vescovo Alfonso Gundisalvi di Toledo: committenza e potere spagnolo nella Bologna al tramonto del Medioevo

Paolo Cova

93 A Prince according to his Heart. The De-Hierarchization of Power before Art Marcello Barbanera

Índice / Indice

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Índice / Indice

111 El Arco de Sebastián Ramírez de Fuenleal, obra de Étienne Jamet (1546-1550). Propaganda católica en la catedral de Cuenca en tiempos de Carlos V

Laura María Palacios Méndez

125 El emperador Carlos V en Belén. El cortejo de los Reyes Magos y las epifanías habsbúrgicas Víctor Mínguez

141 Los encargos de tejidos italianos para Isabel de Portugal: 1531-1535 María José Redondo Cantera

155 El Carlos V de Parmigianino Santiago Arroyo Esteban

2. la tradición clásica y el mito imperial / la tradizione classica e il mito imperiale

165 El Emperador de las dos religiones y el Agnus en San Isidoro de León Montserrat Ordorica García

185 Arte e ideología. Roma y Aragón a finales del siglo XI: la antigüedad clásica como mecanismo de legitimación de un nuevo reino

Marta Poza Yagüe

199 El rey y sus consejeros. Geometría y organización espacial como expresiones del poder regio y su ejercicio en los manuscritos alfonsíes

Daniel Grégorio

215 Il lauro, lo scettro e il globo. Catalizzatori visivi del potere imperiale dalla tradizione classica al Medioevo (e oltre): appunti

Fabrizio Lollini

229 Oviedo y León, las ciudades del poder en el reino asturiano en los siglos IX-XI. La aplicación del modelo de ciudad clásica en el proyecto urbano

José Miguel Remolina Seivane

243 Arte funerario y poder: el sepulcro de don Pedro González de Mendoza. Consideraciones sobre su origen e iconografía

Santiago Martín Sandoval

261 El II conde de Tendilla como representante de los Reyes Católicos en Italia: su paso por Bolonia, Florencia, Roma y Nápoles

María Cristina Hernández Castelló

271 L’uso di simboli del potere imperiale romano a Bologna da Giovanni II Bentivoglio a Carlo V Simone Rambaldi

3. ambientes académicos y estudio anticuario entre España, Italia y Europa / ambienti accademici e studio antiquario tra la spagna, l’Italia e l’Europa

287 Serlianas durante el Renacimiento italiano y español: del triunfo de la religión católica al lenguaje imperial Sabine Frommel, Manuel Parada López de Corselas

319 Escaleras de papel en la Italia del Renacimiento. La escalera imperial a través de los tratados y de diseños no ejecutados

Alfredo Ureña Uceda

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Índice / Indice

331 Antonio Agustín, Bologna e l’antiquaria del Cinquecento Sandro De Maria, Manuel Parada López de Corselas

357 Alma Mater y Colegios en la emblemática: saber y poder en Bolonia y Valladolid Patricia Andrés González

367 Materiales anticuarios en el ms. ACG 69 de Pere Miquel Carbonell Xavier Espluga

383 Convertirse en Apeles. Los pintores y la lectura de la Historia Natural de Plinio en el Siglo de Oro español David García López

393 Hernando Colón y la arquitectura de la Antigüedad: notas sobre su interés por Vitruvio, Plinio el Joven y otros escritores antiguos a través de los libros de su biblioteca

Carlos Plaza

407 Felipe de Guevara (c.1500-1563), anticuario Elena Vázquez Dueñas

419 Una Lucrecia del siglo XVI: los libros de Catalina de Aragón Emma Luisa Cahill Marrón

429 Dos lápidas conmemorativas en la capilla del Real Colegio de España Carlos Nieto Sánchez

4. la pluralidad de las Hispanias / la pluralità delle Hispaniae

439 Antigüedad e historicismos en la España medieval. El Real Alcázar de Sevilla y la Alhambra de Granada Juan Carlos Ruiz Souza

455 La visión indígena en la platería novohispana: Gólgota y Montaña sagrada mesoamericana en la cruz de altar de la catedral de Palencia (México, s. XVI)

Ana García Barrios, Manuel Parada López de Corselas

471 Cose dell’altro mondo: nuovi dati sul collezionismo italiano di oggetti messicani tra XVI e XVII secolo Davide Domenici

485 Un intento de diálogo con el mundo islámico en la España de los Reyes Católicos. La evangelización de Granada por parte de fr. Hernando de Talavera y la liturgia en árabigo de fr. Pedro de Alcalá

Jesús Folgado García

493 Arquitectura del Renacimiento en Canarias: particularidades de un clasicismo de periferia Alberto Darias Príncipe

505 Antonio de Mendoza. El hacedor del Imperio Carolino en América Juan Chiva Beltrán

517 La construcción heráldica del Imperio carolino en América. Los primeros escudos nobiliarios y urbanos María Immaculada Rodríguez Moya

533 Águilas bicéfalas allende los mares. Su presencia en el arte hispanoamericano a través del legado fotográfico de Diego Angulo al CSIC

Wifredo Rincón García

545 Los autores / Gli autori

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Este libro es resultado del deseo de los editores de estimular los estudios de tradición clásica, imagen del poder y confluencias culturales desde un punto de vista interdisciplinar y con especial atención a España y sus relaciones con la Antigüedad clásica y con el contexto mediterráneo, particularmente Italia, así como de reflexionar sobre las alternativas frente a dichos modelos. Nace a partir del “I Congreso Internacional de Historia del Arte y Arqueología en el Real Colegio de España en Bolonia” (13-14 de mayo de 2013), a cuyas contribuciones se han sumado algunos otros trabajos, todo ello supervisado por medio del sistema de pares ciegos y cuidadosamente revisado por autores, editores y editorial. Presentamos este trabajo como señal de respeto al Real Colegio de España, institución alborno-ciana que este año de 2014 cumple su 650º aniversario.

Los directores del congreso, editores de esta obra, desean manifestar su más sincero agradecimiento a quienes amablemente asumieron la Presidencia de Honor de dicho encuentro, el Excmo. y Magfco. Sr. Ivano Dionigi, Rec-tor del Alma Mater Studiorum Università di Bologna, y el Excmo. y Magfco. Sr. José Guillermo García-Valdecasas y Andrada-Vanderwilde, Rector del Real Colegio de España en Bolonia. El agradecimiento se hace extensivo a los secretarios del evento, Carlos Nieto Sánchez (UCM) y Álvaro Pascual Chenel (UAH); al comité asesor del mi-smo, formado por Begoña Alonso Ruiz (UC), Juan Miguel Ferrer Grenesche (Curia Vaticana), Ana García Barrios (URJC), Pablo González Tornel (UJI), Víctor Manuel Mínguez Cornelles (UJI), Jaime Olmedo Ramos (RAH-UCM), Wifredo Rincón García (CSIC, Instituto de Historia), Inmaculada Rodríguez Moya (UJI), Juan Carlos Ruiz Souza (UCM), Amadeo Serra Desfilis (UV) y Fernando Villaseñor Sebastián (UC); al encargado de diseño y mantenimiento del sitio web, Jordi Baño Ferrero-Villacrosa; a los colegiales y personal del Real Colegio de España; y a los estudiantes de la Università di Bologna que prestaron su desinteresada colaboración en tareas de apoyo y logística, Nadia Aleotti, Tommaso Amato, Sidi Gorica y Elia Rinaldi.

El éxito de esta empresa habría sido imposible sin el apoyo de las instituciones organizadoras, esto es, el Real Colegio de España en Bolonia (voluntad testamentaria de D. Gil de Albornoz) y el Dipartimento di Storia Culture Civiltà (Sezione di Archeologia) del Alma Mater Studiorum Università di Bologna. Asimismo, también contri-buyeron al patrocinio del evento el Arzobispado de Toledo, la Universidad Católica San Antonio (Murcia), el Instituto Cervantes – Italia y el Marquesado del Cornigón. Prestaron su apoyo institucional el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Real Academia de España en Roma, la Universidad Complutense de Madrid a través de su Departamento de Historia del Arte I (Medieval) y la Embajada de España ante Italia. En relación con el apoyo recibido por dichas instituciones, debemos reiterar nuestro agradecimiento al director del Dipartimento di Storia Culture Civiltà, Giuseppe Sassatelli, al arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, al cardenal Antonio Cañizares, al presidente de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, José Luis Mendoza, al director del In-stituto Cervantes de Roma, Sergio Rodríguez López-Ros, y a Matilde Azcárate Luxán, Javier Martínez de Aguirre Aldaz y demás miembros del Departamento de Historia del Arte I (Medieval) de la UCM. Finalmente, felicitamos a la editorial Bononia University Press por la calidad de su trabajo, especialmente a Stefano Melloni y Mattia Righi.

Sandro De MariaManuel Parada López de Corselas

agradecimientos / ringraziamenti

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Organiza y fi nancia

REAL COLEGIO DE ESPAÑABOLONIA

Patrocina

Apoyo institucional

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The 16th Century in the New World is the time of the conquering and the Spanish power establishment un-der Charles V. The conquerors, the indigenous that helped the Spaniards, their descendants and the cities

reported early about the services rendered to the Crown. They claimed rents, encomienda, and a post. Another important claim was to obtain a coat of arms. This will means recognition to his epic achievement, an upward mobility, the prestige to show it in his house and the opportunity to bequeath to their descendants the reputation of been breed conquistadors and attached to the Spanish Crown. It is very interesting to analyze the composition of these coats of arms, in conjunction with pre-Hispanic elements, as they reflect symbols that refer to the idea of a Catholic Spanish Universal Empire.

El siglo XVI en el Nuevo Mundo es el de la gesta conquistadora y el del establecimiento del domino español bajo Carlos V. Los conquistadores, los caciques indígenas que ayudaron a los españoles, sus descendientes y

las ciudades presentaron desde muy temprano al monarca informes de los servicios prestados a la Corona para defender su actuación y reclamar encomiendas, oficios o rentas. Otra importante reivindicación fue el privilegio de obtener un escudo de armas, pues éstos suponían el reconocimiento de su gesta, consolidar su ascenso social, el prestigio de poder mostrar dicho escudo en su casa y de legar a sus descendientes la reputación de ser de la casta de los conquistadores o de los afectos a la corona española. Resulta sumamente interesante analizar la composición de dichos escudos de armas, pues reflejan símbolos que remiten a la idea de un imperio universal católico carolino, en conjunción con elementos preshipánicos.

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nobiliarios y urbanosMaría Inmaculada Rodríguez Moya

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imaginativo. De manera que en cierto modo po-demos considerar que regresan a los orígenes de la ciencia heráldica, es decir, a la consolidación de ele-mentos heráldicos a partir de divisas inventadas. Es más, siguiendo la idea de Víctor Mínguez en su es-tudio sobre la heráldica papal, podemos considerar los escudos de los conquistadores de Indias como una categoría de divisas o de escudos jeroglíficos. Este es el objeto del presente estudio: analizar las imágenes simbólicas contenidas en los escudos heráldicos de los primeros conquistadores y breve-mente de las primeras ciudades y nobles indígenas. En ellos la idea del imperio universal carolino es casi omnipresente mediante la adopción de la pro-pia divisa del emperador, las referencia a un impe-rio católico universal y a la gesta evangelizadora, o bien sencillamente a través de otros elementos que aluden a la integración en una corona, la de Carlos V, legitimada por la presencia de una reina titular, Juana, y de un sucesor, el príncipe Felipe. Manuel Rivero y Fernando Moreno Cuadro han destacado a nivel histórico y a nivel iconográfico la plasma-ción de la idea de este imperio universal de Carlos V sobre toda la Cristiandad5. Para Moreno Cuadro las decoraciones efímeras como la levantada en Mallorca en 1541 para el recibimiento del monar-ca, previa a su campaña de Argel, reflejan esta idea del imperio plasmada, entre otros elementos como las columnas de Hércules, mediante el escudo im-perial. Como bien señala, la sola presencia de las armas y del águila bicéfala evocan –de manera muy sintética– el imperio6.

El Imperio en un escudoSi ahondamos un poco en esta idea nos encontra-mos que las armas imperiales están presentes en in-numerables circunstancias y soportes áulicos. Con-tamos con espectaculares ejemplos de obras de arte heráldicas, tanto austríacas como imperiales, que merece la pena revisar, para evidenciar con clari-dad la importancia que tenía este mundo heráldico para el emperador Carlos V. Desde principios del siglo XV los emperadores del Sacro Imperio Roma-no Germánico simbolizaban el imperio mediante un sistema visual de orden jerárquico basado en el número cuatro, que representaba al emperador más los siete electores, así como las consideradas “co-lumnas” del imperio: los Margraves, Landgraves,

5 Rivero 2005.6 Moreno Cuadro 2012, pp. 303-304.

Un mundo de divisasDesde el siglo XII las divisas inundaron la cultura de Europa y la de la Península Ibérica para repre-sentar los valores, las hazañas, las esperanzas, las habilidades, las identidades, y las actitudes vitales de quienes los ostentaban, por lo general en un contexto militar1. Los caballeros medievales vivían, por tanto, en un rico mundo de divisas y de símbo-los, transformados después en elementos heráldi-cos, constreñidos en el espacio de un escudo, en el que todo era significante: la forma, los colores, los signos o piezas. De este modo durante el siglo XII y el siglo XIII los escudos de armas inundaron todos los soportes posibles para representar a sus osten-tadores: iluminaciones, tablas, monumentos fúne-bres, vidrieras, cualquier rincón de la casa solariega. Eran los monarcas los que tenían la prerrogativa de concederlos, bien otorgando armas totalmente nuevas, bien concediendo incluso las suyas, aunque modificadas2. Los heraldos y reyes de armas eran los responsables de la confección y aprobación del diseño de los mismos, así como de los armoriales o libros que recogían conjuntos de escudos3.

Paralelamente a este universo de divisas el Re-nacimiento hereda y mantiene viva la heráldica medieval de carácter dinástico. Estos dos univer-sos, el de las divisas personales y el de la heráldi-ca familiar van a converger en este periodo. A los Historiadores del Arte no nos cabe ninguna duda del alto valor simbólico y representativo de los es-cudos de armas y menos aún de la importancia que para la sociedad de la época tenían, a tenor de su omnipresencia en cualquier representación áulica que se precie. Pues más allá de su función práctica, para Fernando Rodríguez de la Flor estos escudos constituían una “con-figuración” plástica de un va-lor imaginario, trascendiendo su valor funcional u ornamental, para transportar una propuesta de carácter ético4.

Las armas heráldicas –a pesar de su aparente inmutabilidad por su condición de herencia ge-nealógica– se nos muestran en el Nuevo Mundo de modo totalmente caprichoso, mudable, fantasioso,

1 Una pionera y magnífica reflexión sobre la importancia de los escudos heráldicos en la cultura visual del Renacimiento y del Barroco, como precedentes de la emblemática, en Rodrí-guez de la Flor 1994. En cuanto a las divisas y escudos papales el tema ha sido tratado por Mínguez Cornelles 2007.

2 Ramos Aguirre 1993, p. 367.3 Ceballos-Escalera y Gila 1993b.4 Rodríguez de la Flor 1994, p. 85.

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obra pasó pronto a manos del emperador Fernan-do II, quien la conservó en su castillo en Innsbruck. Representa a un pavo real, en cuyo cuerpo se sitúan las armas de Carlos V, a los pies del pavo vemos el collar del Toisón y las insignias imperiales, y a am-bos lados el escudo de Viena y de Alle, así como las columnas del Plus Ultra. Hasta 81 escudos más se distribuyen en las plumas del pavo real, justo de-bajo de los ojos. Un texto reproduce el Salmo 24. Orlan el marco otros 18 escudos.

Además, la presencia de los escudos heráldicos fue ineludible en otras obras efímeras, como en los catafalcos levantados para las exequias del propio emperador o de sus familiares. Adita Ado Manero ya desveló el intencionado y novedoso proceso de innovaciones plásticas del conjunto de los fastuo-sos túmulos funerarios del emperador, entre ellas un conjunto de imágenes simbólicas perfectamen-te armonizadas, que contribuían a exaltar la figura del Carlos V7, y en estos túmulos fueron omnipre-sentes los escudos de sus posesiones. Así, por ejem-plo en el catafalco levantado en Valladolid en 1559 el escudo imperial, soportado por una magnífica águila imperial y la divisa del Plus Ultra coronaban la estructura levantada en San Benito8. El mismo remate se colocó en el túmulo de cuatro cuerpos de planta cuadrada levantado en la catedral de Toledo. También se usaron escudos en el levantado por la Universidad de Alcalá de Henares y por Santiago

7 Allo Manero 2000, p. 264.8 Soto Caba 1992, p. 95.

Burgraves, Condes (Grafen), Caballeros, nobles (Edle), ciudades, castillos y hasta los campesinos. El ejemplo más destacado que cabe citar es el graba-do de Hans Burgkmair de 1510, titulado Quater-nionenadler (Nuremberg, Saatsarchiv), que repre-senta las posesiones de Maximiliano I. El grabado presenta al águila bicéfala imperial nimbada, con el Crucificado sobre su pecho. Los escudos se distri-buyen en las alas y plumas del ave, simbolizando el Sacro Imperio Romano Germánico. Representan a los cuatro Burgraves, los cuatro Margraves, cuatro ciudades, etcétera.

El Deutsches Historisches Museum de Berlín conserva un notable ejemplo del imperio caroli-no, datado hacia 1500-50, pero que seguramente debió realizarse después de 1530 (Fig. 1). Con notables diferencias, Carlos V se rodea de un sis-tema similar al del Quaternionenadler. Se trata de un tríptico donde se representa en la tabla central al propio emperador, entronizado y coronado con la corona imperial de oro. Viste una cota amarilla con el águila bicéfala imperial y sus armas, ade-más de manto de armiño azul, y sobre la muceta el collar del Toisón. Inmediatamente a su alrede-dor se sitúan varios escudos coronados: de Tréve-ris, Colonia y Maguncia a la izquierda, Bohemia, Palatinado, Sajonia y Brandemburgo a la derecha, es decir, las ciudades electoras. Otro círculo de es-cudos rodea a la figura del emperador, en este caso son los de todos sus reinos: León, Sicilia, Aragón, Granada, Castilla, Navarra, así como coronas reales, coronas imperiales, un cáliz y un persona-je entronizado, todo ello coronado por el escudo imperial. En las esquinas de la tabla central, se han representado cuatro nuevos escudos: el imperial, el de Aragon-Dos Sicilias, el de los Países Bajos y el de Castilla-León, culminados por yelmos reales, tim-brados por sus respectivas divisas y adornados ricos lambrequines. Acompañan a los escudos las divisas de los Reyes Católicos, la del Plus Ultra y la cruz de San Andrés. Las alas laterales presentan los escudos de armas de las provincias bajo su dominio: Borgo-ña, Brabante, Flandes, Holanda, Zelanda, etcétera.

Un último ejemplo de conjunto heráldico de gran interés iconográfico y simbólico es el famo-so Habsburger Pfau o pavo real de los Habsburgo, conservado en el Castillo de Ambras en Innsbruck, obra de un pintor anónimo de Augsburgo de 1555, poco antes de la abdicación del emperador. Re-presenta por tanto la apoteosis de los dominios de Carlos V, justo antes de que renunciara a ellos. La

Fig. 1: Tríptico heráldico de Carlos V, hacia 1500-50, Deuts-ches Historisches Museum de Berlín.

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nipresentes durante el siglo XVI y hasta el XVIII en la decoración efímera para entradas reales, pro-cesiones y exequias fúnebres de la monarquía his-pánica.

Un nuevo mundo de empresasCon el inicio del siglo XV los ideales caballerescos medievales se mantuvieron vivos, mientras que por otra parte empezaron a cobrar importancia, los nuevos valores renacentistas como la fama y el poder, que definían socialmente a la persona. Carlos V representaba a la perfección este periodo de transición, pues él mismo encarnaba al último caballero medieval y al primer emperador renacen-tista. El arte heráldico se convirtió precisamente en este periodo en instrumento de la propaganda y expresión de estos nuevos valores. A esto se sumó, en el contexto hispánico, un mayor contacto con Europa por parte de las coronas peninsulares y un creciente número de hidalgos por razones políticas y económicas. En este periodo de florecimiento de la heráldica se introdujeron numerosas novedades en la composición de escudos y en el propio mun-do de la heráldica, ciclo que culminaría en el siglo XVII13.

Esta etapa de esplendor heráldico hispano coincidió con el inicio de un nuevo ciclo históri-co: el del descubrimiento y la conquista del Nue-vo Mundo. Es bien sabido que esta empresa fue más una iniciativa privada que una empresa de la corona, aunque ésta fue la verdadera promotora a nivel político e ideológico. Los conquistadores

13 Estos cambios podemos resumirlos en el desmesurado aumento del tamaño de las piezas, la creciente importancia de las armas en las decoraciones arquitectónicas y artísticas, la creciente limitación social y legal para el uso exclusivo por los estamentos directores de la sociedad, y formalmente, las modificaciones en la manera de organizar los escudos y de do-tarlos de símbolos. En este último aspecto, los cambios fueron: la difusión del cuartelado, unión de escudos por matrimonio imitando a los Reyes Católicos (el denominado cuartelado regio o puro frente al cuartelado impropio), aparición de nue-vas piezas heráldicas, especialmente provenientes del Nuevo Mundo, tendencia a aumentar el número de piezas o muebles, consolidación de los ornamentos exteriores (coronas, yelmos, lambrequines, cimeras, lemas, etcétera), presencia de soportes y tenantes, y finalmente, nuevas formas de escudos. Un aspec-to a destacar es que el uso de coronas por particulares estaba prohibido por Real Cédula de 1480, a excepción de las con-cedidas por el rey. Todas estas normas heráldicas eran bastante conocidas, pues es el siglo XV es también el periodo en el que se escriben y difunden gran número de tratados heráldicos. Véase: Ceballos-Escalera y Gila 1993b, pp. 79-90.

de Compostela. Un año después se levantaba en México otro catafalco en la iglesia de San Fran-cisco, ejecutado por Claudio de Arciniega, donde también la presencia del águila imperial era pre-dominante, junto a las columnas de Hércules, bajo el templete del cuerpo superior, y en pendones y paños. La relación festiva publicada por el erudito Francisco Cervantes de Salazar, presentaba en su frontispicio un enorme escudo soportado por un águila mexicana9. Muy significativo es uno de los jeroglíficos del catafalco levantado por el Colegio de la Compañía de Jesús de Madrid para Mariana de Austria. El Libro de las honras está enteramente dedicado a destacar las virtudes de la emperatriz a través del águila imperial10. Lo significativo, y aunque es ya un ejemplo tardío para este estudio, es que en uno de los jeroglíficos presenta al escu-do imperial protegiendo el anagrama jesuítico de las flechas de los ataques que sobre la compañía se realizaron11.

La llegada de Carlos V a sus reinos peninsula-res supuso un momento de explosión heráldica y un periodo importantísimo para este arte. Con él se potenciará la labor de los Heraldos y Reyes de Armas, y además le acompañaron Caballeros del Toisón, y numerosos oficiales de armas de sus esta-dos borgoñones y flamencos. Sabemos que Carlos V contó nada menos con doce oficiales de armas con lo que respecto a sus reinos peninsulares, pero a ellos habría que sumar los que pertenecían a sus posesiones austríacas, borgoñonas y flamencas, más los de la dignidad imperial, encabezados por Toisón rey de armas12. En toda ceremonia imperial, regia o incluso en todo desafío o torneo, estos reyes y oficiales de armas debían mostrar en sus cotas y en sus estandartes, las correspondientes armas del emperador. Recordemos que Carlos V se había educado en una corte y dentro de una dinastía, como hemos visto, donde los escudos de armas de complejos simbolismos y formas tenían un alto va-lor representativo, y cuya presencia en el ceremo-nial palatino era imprescindible. No en vano era en los Países Bajos donde la heráldica y el papel de los oficiales de armas estaban más desarrollados y alcanzaban mayor refinamiento. De tal modo, que como ya hemos afirmado, los escudos fueron om-

9 Cervantes de Salazar 1560.10 Libro de las honras 1603.11 Bernat, Cull 1999, p. 311.12 Veáse el capítulo a Carlos V que dedica Ceballos-Esca-

lera y Gila 1993, pp. 102-107.

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portaban los propios conquistadores. Cortés hacía ostentación del estandarte imperial siempre que iniciaba una batalla, y así quedó reflejado en los numerosos escudos de armas imperiales que apare-cen en los códices indígenas. Estos códices recogie-ron también la gesta como una empresa imperial, como vemos en las historias pictóricas del Lienzo de Tlaxcala, donde observamos un enorme escudo imperial sobre el águila bicéfala y la divisa del Plus Ultra. También otros códices recogieron la presen-cia de escudos como en el Mapa de Cuauhtlantzin-co, la Manta de Tlaxcala, el códice de Tlaxcala, el códice García Granados y el mapa de San Pedro Tlacotepec, así como en otros muchos documen-tos indígenas del periodo17. El Códice Mendoza también resulta interesante en este sentido, pues en él se muestra cómo también los indígenas prehispá-nicos mesoamericanos portaban en sus escudos sus propias divisas de colores y formas.

Francisco de Solano, el gran historiador de territorio Iberoamericano y de su proceso urbani-zador, ya destacó el gran valor que los escudos de armas americanos tenían como testimonio docu-mental y artístico de la gesta18. No es de extrañar esta consideración, pues la conquista del Nuevo Mundo supuso la revitalización de la heráldica en su primitiva razón de ser, después de siglos en los que se convirtieron en el reflejo de alianzas familia-res y hechos pasados, aunque con un gran compo-nente de vanidad. De este modo, las divisas de los conquistadores, que narraban muchos aspectos de la gesta, se convirtieron en escudos heráldicos. El diseño partía de los solicitantes con la consecuente aprobación o modificación por parte del Consejo de Indias, a donde iban dirigidas, y suponemos que también de algún rey de armas de la corona, si bien no tenemos constancia de cuál de ellos. Aunque no todos incluían el diseño, sí lo hicieron la gran mayoría. Las composiciones heráldicas de los con-quistadores tienen que ver con sus hazañas y ac-ciones en la conquista, también con símbolos muy habituales de la heráldica. Algunos de ellos presen-tan las tachaduras propias de las modificaciones propuestas por el Consejo de Indias. Contamos con dos grupos importantes de documentos de so-licitudes de escudos de armas: el conservado en el Archivo Ducal de la Casa de Alba y el del Archivo General de Indias. Muy a menudo esta merced era

17 Haskett 1996, pp. 107.18 Solano 1991, p. 12.

emprendedores firmaban una capitulación con el monarca o sus representantes, es decir, un docu-mento en el que se establecía un acuerdo entre el caudillo y la corona, por el que se comprometía a pagar de sus costas barcos, soldados y armas, y con-quistar nuevas tierras en nombre del monarca. Esta era una formalidad que existía en el ordenamien-to jurídico castellano desde el periodo de la lucha contra el Islam14. Si la empresa tenía éxito y el con-quistador demostraba los servicios prestados a la corona: descubrimiento, conquista, pacificación, evangelización, poblamiento u otros, el monarca le reconocía una serie de prerrogativas o concesiones: encomiendas, tierras, señoríos; y las mercedes que ello suponía: concesión de escudos de armas, y muy excepcionalmente títulos y fundación de mayoraz-gos. La conquista del Nuevo Mundo siguió, por tanto, el viejo sistema de empresas militares me-dievales y lo que se conoce como Derecho Premial. Numerosos testimonios documentales ofrecen no-ticias sobre estas hazañas y la solicitud de mercedes, especialmente la de concesión de escudos de armas. En ocasiones, y por diversas razones de estado, la corona se veía impedida a cumplir la contraparte, lo que obligaba a los solicitantes a esperar y litigar, dejando suculentos testimonios de su lucha por re-clamar y defender las prerrogativas y mercedes que creían les correspondía. Como afirmó Ramón Se-rrera el conquistador siempre abrigó arcaicas aspi-raciones señoriales y el monarca a menudo era muy remiso a concederlos, pues no pretendía establecer en América un dominio basado en los feudos o se-ñoríos15. De modo que para el caso de América se limitó a conceder las cargos, tierras y encomiendas, el reconocimiento de hidalguías y el de ostentar es-cudo de armas. La concesión de escudos de armas no suponía ni el reconocimiento de la nobleza16, ni el de la hidalguía. Era simplemente una merced, como hemos visto de alto valor simbólico, eso sí, para quien la recibía y sus descendientes, que po-dían hacer ostentación de la misma. Esta renuen-cia fue rota por Carlos V sólo en dos ocasiones: en 1529 al conceder a Hernán Cortes el marquesado del Valle de Oaxaca, y en 1537 a Luis Colón el du-cado de Veragua, que se extinguiría en 1556.

Por otra parte, hay que tener en cuenta la im-portancia de estos escudos en los estandartes que

14 Serrera 2011, p. 71.15 Ibid., p. 77.16 El legado de la Casa de Alba 2013, p. 83.

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junto al río Cumana, en campo sinople, y a sus pies un yugo de oro, en señal del dominio de la fortaleza y del territorio, junto a cuatro cabezas de capitanes indígenas, a los que sometió como capitán, y por bordura ocho llaves de plata sobre campo de gules, que significan el oficio de señor de la fortaleza.

Como vemos en este primer ejemplo, los con-quistadores tendieron a integrar en sus armas mue-bles o figuras que representaban sus gestas y haza-ñas en su lucha contra los indígenas. Un número importante de ellos prefirieron, por otra parte, incluir elementos que remitían al contexto políti-co en el que la conquista se insertó: el del imperio carolino. Los escudos reflejaron, en consecuencia, numerosos elementos referentes al imperio, por lo general águilas negras bicéfalas, águilas negras simples, la divisa del “Plus ultra”, las iniciales del emperador, de la reina Juana o del príncipe Felipe. También cruces que remitían a la gesta como una cruzada evangelizadora, puesto que su misión la hacían “al servicio de Dios y servicio de su Majes-tad”, como cruces, la Virgen, ángeles, cruces de Je-rusalén, la figura del apóstol Santiago matamoros, cruces aspadas, veneras, etcétera.

El ejemplo más temprano es el de Diego de Al-magro, al que en 1529 se le concede la hidalguía y en 1532 la heráldica: un escudo partido en contra mantel, con tres cuarteles: en uno el águila negra en campo de oro, en otro un castillo del que sale una lanza con una bandera con la letra K coronada, en otro un león de oro con otra bandera con la letra J. Letras que también portará en una banderola el león de la divisa que corona el yelmo. Otro ejem-plo es el del conquistador Juan de Barbarán, que inicio su gesta en Castilla del Oro, después pasó a Nicaragua y finalmente a Perú, donde socorrió a Francisco Pizarro, en combate con Atahualpa, por lo que se le premio con oro, indicativo de que era hombre de caballería20. En 1535 se le concede, a su escudo familiar, nuevas armas, teniendo como resultado un escudo cuartelado. En el cuartel de-recho alto la divisa del Plus Ultra, en el izquierdo sus armas familiares. En el cuartel inferior derecho de nuevo sus armas familiares, y en el izquierdo un león rampante sobre campo verde, y por orla ocho estrellas de oro en campo de azur21. En 1540 se le vuelve a otorgar un nuevo escudo para sumar a sus

20 Busto 1973 pp. 203-205. Era hijo legítimo de hidalgo, pasó a Indias en 1520, estuvo presente en varias fundaciones de ciudades y fue alcalde de Jauja y un rico banquero en Lima.

21 Montoto 1928, pp. 42-43. AGI: Patronato Real.

concedida porque el solicitante en cuestión regre-saba a España como procurador de alguna ciudad o por sus propios intereses para reclamar concesio-nes, en el caso de los grandes conquistadores. Esto le permitía acceso directo al emperador y por tanto les garantizaba mayor éxito en su solicitud.

Lo cierto es que las armas de los conquistadores del Nuevo Mundo son escudos que presentan una gran originalidad artística. Por lo general, son muy innovadores, rompiendo a menudo con las reglas de la heráldica imperantes en esos momentos en la corona hispánica. Por ejemplo, cuartelan excesi-vamente el escudo, lo cual les permite introducir una gran cantidad de elementos: desde sus escudos familiares anteriores a la gesta, muebles imitando a las armas de otros linajes peninsulares, o bien, introducen elementos por puro interés artístico, viñetas narrativas, muebles y figuras inventados, hasta el punto que algunos ejemplos presentan una gran complejidad. Muy a menudo los diseños de los cuarteles reflejan las circunstancias particulares de la conquista americana, su violencia, su exotismo, introduciendo elementos como pirámides aztecas, canoas, cabezas de indígenas, alimentos america-nos. Superan así la ortodoxia de un lenguaje que hacia el siglo XV estaba excesivamente codificado, puesto que introducen detalles de pequeño tama-ño, impensables en la primitiva heráldica, donde la identificación del motivo a cierta distancia era fundamental. Esto hace que los escudos de los conquistadores sean de gran interés artístico, pero también simbólico, puesto que a menudo reflejan la concepción de un imperio universal y católico: su pertenencia al proyecto imperial de Carlos V, la idea de un catolicismo militante y triunfante, los ideales caballerescos de lucha, búsqueda de gloria y riquezas.

La corona comenzó muy pronto el proceso de merced de armas a los conquistadores, pues éstos, provenientes algunos de ellos de la hidalguía mi-litar, eran conocedores de ese derecho premial y desde la segunda década del siglo XVI, apenas asen-tados en Tierra Firme, comenzaron las solicitudes. La petición más temprana es la de un tal Jacome de Castellón, vecino de Santo Domingo, quien en 1522 solicita un nuevo escudo de armas, para unir-lo al de sus padres y abuelos, hecho que certifica su hidalguía19. En este nuevo escudo ya incluye la torre o fortaleza que edificó en la costa de mar de Cuba,

19 AGI: Patronato Real, 174, R. 39. 30-10-1538.

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El escudo de armas de Don Francisco Pizarro resulta también de gran interés, por cuanto como gran conquistador del Perú llegó a recibir hasta tres escudos de armas, según presentaba nuevas so-licitudes de reconocimiento de méritos, incluidos sus servicios en Italia. Cortés ya contaba con su propio escudo familiar, debido a que era hijo del capitán trujillano Gonzalo Pizarro, que incorporó a las nuevas armas concedidas por el emperador. El primero de los escudos concedidos data del 13 de noviembre 1529 y los dos restantes de 1537, sumando más y más gestas en sus cuarteles. Este primero consistió en un escudo cortado con la propia divisa del emperador del águila negra abra-zando las columnas del Plus Ultra, y la ciudad de Tumbez, con un león y un tigre por porteros de su puerta principal, con una parte de mar y navíos, y por orla cabezas de ganado, con las leyenda Karoli Caesaris auspitio et labore ingenio ac impensa ducis Piçarro inventa et pacata24. En el escudo de armas concedido por el César el 19 de enero de 153725, el diseño era mantelado, en el primer cuartel se dibujaba la ciudad del Cuzco, coronada en señal

24 AGI, MP-ESCUDOS007_3R.25 Archivo Ducal de la Casa de Alba, doc. 35.1. El legado

de la Casa de Alba 2013, pp. 285-287.

armas, más sencillo, cortado, en la mitad superior una flor de lis de oro en campo azur, y en la inferior un volcán en erupción en campo verde y oro, y por bordura ocho estrellas de oro en campo amarillo, y por divisa sobre el yelmo un león con un estandarte de azur y gules con las iniciales del emperador y de la reina Juana22. Otros ejemplos de escudos que uti-lizan estandartes con la inicial del emperador o su divisa, son por ejemplo el de Diego Montero, veci-no de Antequera (Oaxaca) en la Nueva España; el de Francisco de Merlo, gobernador de la provincia de Santa Marta en Honduras; o el de Gonzalo Gó-mez de Espinosa, alguacil mayor de la expedición de Magallanes, quien presenta un escudo muy in-teresante, con dos reyes indígenas como tenantes, sosteniendo un escudo de armas con las columnas del Plus Ultra y del águila imperial (Fig. 2).

Quizá los más interesantes en este sentido, que integran no sólo las divisas imperiales de gran importancia, sino también elementos narrativos y simbólicos referidos a su gesta, son los escudos de armas de los grandes conquistadores. El 7 de marzo de 1525 Carlos V y doña Juana otorgaban privilegio de armas a Hernán Cortés23. A las armas de su linaje, sumaba cortés unas nuevas debido a su gesta en Tenochtitlán, que consistían en un escudo cuartelado: en el primer cuartel se dibujó el águila imperial sobre campo amarillo, y en el tercer cuar-tel un león amarillo sobre campo de gules; en el se-gundo cuartel tres coronas de oro en campo sable, en recuerdo de los tres señores mexicas que venció: Moctezuma, Cuetaozin, Cuauhtemoc, en el cuarto cuartel el perfil de Tenochtitlán sobre el agua. Por bordura, le concedió siete cabezas de caciques de la laguna mexicana sujetos por una cadena sobre campo amarillo. Una representación muy sugestiva de Cristoph Weidizt de su Trachtenbuch realizada hacia 1529, es decir, cuando Cortés todavía estaba en la corte de Carlos V y coincidió con el artista ausburgués, nos muestra no sólo el retrato segura-mente más verosímil del conquistador, sino tam-bién como cortés hace ostentación de sus nuevas armas sumadas a las familiares. Más tardío y polé-mico es el retrato de Alonso Vázquez de Cortés del siglo XVI, donde su fisonomía es diferente y donde ostenta claramente su escudo en un retrato de corte áulico (Hospital de Jesús, México).

22 AGI: Patronato Real, 169, N.3, A. 1539, R. 4, 18-10-1539.

23 El legado de la Casa de Alba 2013, p. 26.

Fig. 2: Gonzálo Gómez de Espinosa, 1528, Archivo General de Indias, MP-ESCUDOS231.

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de Atahualpa, cautivo, con cadenas, pero con los brazos abiertos y sosteniendo dos cofres de oro, y en la bordura los siete caciques del incario y siete llamas sobre una bordura componada de gules con caciques y de sinople con llamas, con la leyenda: Quiz quiz chale cuchiman yncurabaliba ura garaga unanchullo luminambi maitatopanque. Sobre todo ello, el escudo familiar. Además se añadía la coro-na de marqués sobre el yelmo y lambrequines. Este es quizá uno de los mejores ejemplos de escudo de armas, no sólo de interés artístico, sino también de enriquecimiento progresivo y transformación de sus elementos, con la clara intención de manifes-tar su vínculo con el emperador, el premio a los méritos a su servicio, y la gloria alcanzada por el conquistador. Un notable ejemplo de este último escudo lo encontramos en la casa del marqués de la Conquista, en Trujillo.

También espectacular es el escudo de armas del adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca (Fig. 4). No se conserva la solicitud de su escudo, pero afor-tunadamente la imagen se reflejó en un documento de información de 1552 de un auto fiscal del rey con el conquistador, por los excesos que cometió durante su servicio como gobernador de las pro-

de haberla conquistado y poblado, con la borla del cacique Atahualpa, con un nuevo lema: Indefeso labore meo fidem pre oculis habes, tot comparavi di-vitias; en el segundo cuartel se representó un león con una letra F, y en el tercer cuartel inferior, un león pardo coronado, preso por la garganta con una cadena de oro, como símbolo de haber apre-sado a Atahualpa. Por bordura, llevaba siete grifos con una bandera azul en la mano, presos también por la garganta, en campo de gules, en memoria de los otros siete caciques que había apresado. Por timbre, un león blandiendo una espada manchada de sangre. Además el 10 de octubre de 1537 Fran-cisco Pizarro recibía el título de marqués por ha-ber obtenido éxito en la conquista del Tahuantin-suyu y por tanto un nuevo aumento de armas, con fecha de 22 de diciembre de ese año (Fig. 3)26. El emperador confirmaba que Pizarro pudiera lucir en sus armas la propia divisa del emperador, con el Plus Ultra y el águila coronada, y le permitía in-troducir algunos cambios en el diseño. El escudo se organizaba ahora con el blasón de 1529 y el de 1537, y en éste se introducían cambios en la figura

26 Archivo Ducal de la Casa de Alba, doc. 36.1.

Fig. 3: Confirmación de Carlos V del escudo de D. Francisco Pizarro, 1537, Archivo Ducal de la Casa de Alba.

Fig. 4: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, 1522, Archivo General de Indias, MP-BUENOS_AIRES220.

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nobles y leales ciudadesLa ciudad tuvo una importancia capital en el proceso de conquista del Nuevo Mundo. Fundar pueblos, villas o ciudades fue fundamental para el conquistador, pues con el poblamiento las nuevas tierras se incorporaban a la Corona de Castilla, y así se establecía en las capitulaciones. El concepto de municipalidad tenía desde tiempos medievales una gran importancia en la península ibérica y en el régimen imperial. Las ciudades entraban además en un sistema que les permitía como urbe un cier-to ascenso político y legal en la corona española. Podían pasar de villa a ciudad, y además sumar ca-tegorías como la de leal, noble, fiel, etcétera. En la península, aquellos municipios que tenían escudo de armas, eran más importantes e independientes y veían reconocida su legitimidad. El escudo y los reconocimientos suponían un elemento de protec-ción y de preservación de sus privilegios, especial-mente para las poblaciones prehispánicas. Por su-puesto, nos encontramos ante la misma circunstan-cia que los escudos de los conquistadores, es decir: los escudos de las ciudades incorporaron las divisas imperiales, las iniciales del emperador y los anima-les heráldicos de la corona, donde no podía faltar el águila en sus diferentes versiones, puesto que ade-más para algunas ciudades de origen indígena se superponía a sus propias tradiciones simbólicas29.

Algunas ciudades con población predominan-temente indígena o de fundación prehispánica no tardaron en solicitar sus escudos de armas. En este sentido debemos destacar la importancia del con-cepto del altepetl entre los indígenas mexicanos, es decir, de una ciudad y su territorio que goza de cierta independencia, y que pretenden conservarla mediante la reclamación del reconocimiento de la ayuda prestada a Cortés durante la conquista y la transformación de su territorio en una municipa-lidad al estilo español. Si este reconocimiento era manifiesto, Carlos V en contrapartida se convertía en protector de su altepetl y de su independencia, y el escudo de armas solía incluir elementos sim-bólicos imperiales o indígenas, para manifestar así quien era su potente protector. Esto además los mudaba de conquistados a conquistadores y legi-timaba su reconocimiento como corporación so-berana anterior a la llegada de los españoles, y por tanto de gran antigüedad. Por ejemplo, en 1523 se concede escudo de armas a la ciudad de México,

29 Rodríguez, Mínguez 2006, pp. 245-284.

vincias del Río de la Plata27. El escudo es cuartela-do, con veros en ondas y ajedrezado en el primer y segundo cuartel y lo que parecen armiños y el Ave María de los Mendoza en el tercer y cuarto. Rema-tan el escudo dos torres y dos cabezas de toro. Todo el escudo está soportado por un águila bicéfala co-ronada con corona imperial.

Esteban de Pasamonte, fue un personaje desta-cado en la conquista, aunque a nivel político, a tra-vés de su fundamental función como tesorero del emperador en la isla de La Española. Procedía de familia hidalga, pues había heredado el cargo de su tío, Miguel de Pasamonte. Debido a que no había participado en ninguna gesta conquistadora, Este-ban de Pasamonte conservó en su escudo sus ricas armas familiares, situadas en el segundo y cuarto cuarteles, y en el tercero, a los que sumaba el escu-do de su mujer María Beltrán en el primer cuartel. Sus servicios a la corona en América le habían re-portado el 6 de diciembre de 1531 por concesión del emperador sumar a este escudo cuartelado una preciosa bordura de gules con dos columnas blan-cas –la divisa del emperador– y sobre ellas las coro-nas imperial y real de oro. En la parte superior de la bordura se dibujó un castillo de oro flanqueado por las letras del Plus Ultra, y en la inferior unas le-tras de oro con el lema Usque in finem, y por timbre un yelmo cerrado, con dos alas de águila tendidas, entre las cuales se dibujó una columna blanca, y so-bre ella una corona imperial de oro, ceñida con la faja azur de su escudo familiar28.

Por supuesto, las figuras más habituales y más in-novadoras fueron aquellas que hacían referencia a la gesta de los conquistadores, por citar algunos ejem-plos: carabelas e islas en referencia a la navegación y descubrimientos, árboles de clavo por el descubri-miento de especias (Gonzalo Gómez de Espinosa), cabezas de indígenas para aludir a los reyes y caci-ques dominados (Rodrigo Gómez Dávila), puen-tes quemándose (Francisco Rodríguez Magariño), torres quemándose (Pedro López de Alcántara), pirámides-Cu indígenas conquistadas (Pedro Mo-reno, el alférez Francisco de Montaño), cabezas de jaguares (Francisco Martín de Alcántara, Baltasar García), conquistadores matando a indígenas (Luis Narvaez, Gabriel Ortiz de Fuenmayor, Juan de Bur-gos), mazorcas de maíz (Hernando de la Parra).

27 AGI: Mapas y Planos, Buenos_Aires, 220 y Justicia, 1131, pieza 6.

28 Paz y Mélia 1892, p. 155. El privilegio en el Archivo Ducal de la Casa de Alba. C. 238 n. 1 (90).

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Otro ejemplo temprano lo tenemos en la Villa Rica de la Veracruz, fundada en 1523 como segun-da fundación de la ciudad, con un escudo cortado, con un castillo amarillo en campo sinople en la mi-tad superior, y la divisa del Plus Ultra en el cuartel inferior33.

En 1537 se concedió escudo de armas a la ciu-dad de Trujillo, otorgándosele un escudo con la divisa columnaria del emperador y su inicial en medio de ellas. Tras la divisa, sobre fondo azur se divisa la cruz de San Andrés y una gran corona do-radas. El escudo está soportado por un grifo con cuerpo de águila y patas de león34. En 1538 las re-cibía la ciudad de la Puebla de los Ángeles, con un escudo que presentaba una ciudadela de oro sobre campo sinople, flanqueada por dos ángeles vestidos de blanco y calzados de púrpura y oro. Una gran letra K y un V se situaban encima de ella, así como un río en su parte baja, y por orla unas letras de oro con la leyenda Angelis suis deus mandavit dete ut custodiant ei nomnibus ut bis tuis35.

33 Amerlink 1993, p. 23.34 Archivo Ducal Casa de Alba, C. 238 n. 1 (136).35 AGI, MP-ESCUDOS045.

con una clara referencia a la laguna, los puentes y la ciudad mexica, así como en su orla a las tunas que crecen en el territorio, pero también a las del imperio con el águila, la corona, torres y leones30. Quizá en este sentido sea la ciudad de Tlaxcala, la que el 22 de abril de 1535 recibía el titulo de Leal Ciudad y un escudo de armas, concedidas a Diego Mazihcatzin, descendiente de uno de los cuatro señores del territorio de Tlaxcala que se habían aliado con Cortés, en audiencia, por parte del propio emperador. Sus armas eran un castillo de oro en campo de gules, encima del castillo una bandera con un águila negra rampante sobre cam-po de oro y por bordura, un ramo de palma verde en cada lado, y en lo alto de la orla las letras I, K y F. Un mes después recibía otra cédula por la que el emperador se comprometía a que la provincia de Tlaxcala jamás se separaría de la corona31. Para los tlaxcaltecas era fundamental este reconocimiento, pues los situaba más en el bando de los vencedores que de los vencidos32.

30 Montoto 1928, pp. 99-100.31 Cuadriello 2004, p. 83.32 Ibid., p. 447.

Fig. 5: Ciudad de Huejotzingo, Archivo Ducal de la Casa de Alba.

Fig. 6: Ciudad La Imperial de Chile, Archivo Ducal de la Casa de Alba.

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este sentido, los caciques mexicas o tlatoani y los curacas incas fueron fundamentales para el mante-nimiento de la paz y el buen avance del dominio español. Era importante mantener el sistema polí-tico indígena, hasta que la cúspide de gobierno fue-ra sustituida por los españoles. Como señaló Jaime Cuadriello el antiguo mando señorial prehispánico fue el mejor conducto para facilitar la integración cultural de los indígenas, tanto en el ámbito polí-tico como en el de la evangelización, consolidan-do así la noción continua y jerárquica del poder38. Dentro de ese sistema político impuesto también se contempló, por supuesto, el derecho premial y la concesión de mercedes y de escudos de armas. De este modo los indígenas pronto manejaron el sistema de méritos, construyendo discursos legiti-madores, en los que la Fama, la unidad política de los pueblos o la legitimidad dinástica de sus gober-nantes, eran componentes fundamentales. Tal es el caso de la invención de la idea de la “República” de Tlaxcala39, o de los árboles genealógicos de “empe-radores” incas40.

Aunque de manera un poco tardía –las prime-ras noticias datan ya de la década de los treinta– los indígenas pronto dominaron el sistema de recla-maciones a la corona y de solicitud de escudos41. No obstante, no todo fue nuevo, pues adaptaron sus propias armas –la utilización de símbolos o glifos entre los guerreros prehispánicos fue muy importante– al sistema heráldico español. Si bien, tendieron a utilizar como es lógico sus viejos sím-bolos. En algunos casos, los animales simbólicos coincidían con los europeos, como el águila, o el león transformado en jaguar, o las torres transfor-madas en Cu o pirámides escalonadas.

Podemos citar algunos notables ejemplos. El es-cudo de armas de Don Martín Moctezuma fue con-cedido por Carlos V al hijo primogénito de Moc-tezuma con una mujer de Texcoco, el 16 de febrero de 1536 en Madrid42. Don Martín ya había viajado a España en 1524, momento en el que no parecía tener pretensiones de reconocimiento de su noble-za y en el que se le ingresó para darle instrucción en el convento de Santo Domingo de Talavera de la Reina. En 1527 regresaría a España con Hernán Cortés, y con su hermano Pedro de Moctezuma, y

38 Cuadriello 2004, p. 64.39 Cuadriello 2004.40 Rodríguez G. de Ceballos 2007.41 Luque Talaván, Castañeda de la Paz 2006.42 Archivo Ducal Casa de Alba, C. 238 n. 2 (50).

La ciudad de La Concepción de Chile reci-bió en 1552 por escudo una enorme águila negra sobre campo dorado, con una bordura en campo azur que presentaba sobre la cabeza del águila un sol de oro y a los pies una luna de plata, y a los la-dos cuatro estrellas de oro y dos ramos de azucenas. Huejotzingo, en la Nueva España, recibía escudo de armas por parte de Felipe II en 1553, presentan-do una fortaleza en campo de gules de cuya torre del homenaje salía una banderola con una cruz de Jerusalén de oro y una palma de oro (Fig. 5). Flan-queaban la fortaleza dos leones, con una bordura con estrellas y aspas y la leyenda: Carolus quintus hispaniarum rex36. La ciudad de la Imperial en Chi-le recibe un año después sus armas solicitadas por el procurador el capitán Gerónimo de Alderete, concediéndosele un precioso escudo con un águi-la imperial y una orla de cuatro castillos de oro en campo de gules y cuatro cruces de Jerusalén colo-radas en campo de plata (Fig. 6). Otra águila negra hacía de timbre sobre el yelmo. También recibe ese mismo año escudo de armas la ciudad Santiago de Chile en 1554, con un águila negra como divisa37.

Imperial nobleza indígenaPasado el choque cultural que el encuentro entre los españoles y los indígenas americanos produjo, los primeros entendieron pronto que un medio tan hostil no podía ser dominado sin el concurso de los segundos. Por ejemplo, Hernán Cortés fue muy consciente, tras su experiencia vital en Cuba, que si emprendía la conquista de Tierra Firme de-bía conseguir aliados entre la población indígena, y lo comprendió más aún, cuando tuvo noticias de la gran civilización azteca. Las alianzas con tlaxcalte-cas, totonacas y otras etnias fueron fundamentales para el éxito de la conquista de Tenochtitlán, pues sin las huestes de los enemigos de los mexicas jamás hubiera sido posible.

Pero lo que llama poderosamente la atención es el respeto que los conquistadores y el propio em-perador tuvieron hacia la realeza y la nobleza in-dígena. No sólo reconocieron su estatus, sino que se preocuparon de que éste fuera conservado, de que en ningún momento se minara su autoridad, e incluso Carlos V llegó a considerar a Moctezu-ma de igual a igual, de emperador a emperador. En

36 Archivo Ducal Casa de Alba, C. 238 nº 2 (27 El legado de la Casa de Alba 2013, p. 286.

37 El legado de la Casa de Alba 2013, p. 287.

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un maguey de sinople en campo de azur, sobre una roca y unas ondas de azur y plata, el maguey con frutos de gules. En el segundo cuartel se dibuja el águila imperial. Sobre el campo de los escudos el nombre de FELIPE, futuro rey. La orla es de azur con ocho estrellas y por timbre lleva un yelmo, con lambrequines, y una cimera con media águila negra.

También los mestizos recibieron interesantes armas, así por ejemplo Hernando de Tapia, hijo Andrés de Tapia, quien se entregó a Cortés a su lle-gada a Tenochtitlán, pasando Hernando a formar parte de las huestes del conquistador45. Hernan-do tuvo después cargos de cierta relevancia, como intérprete en la Real Audiencia y se destacó como conquistador en Hibueras y capitán en la pacifica-ción de Nueva Granada. Recibió por ello solares en la ciudad de México y merced de armas el 6 de febrero de 1535: un escudo cortado; en la parte alta media águila negra y medio tigre juntos, con tres plumas en la cabeza a color, en campo de oro, que eran las armas de su padre, y en el otro medio escudo bajo unas aguas de mar azules y blancas, y por orla ocho aspas de oro en campo colorado, y

45 Álvarez 1975, p. 542.

su primo hermano Francisco de Alvarado Matlac-cohuatzin, ahora sí con la pretensión de recuperar dos pueblos –herencia de su padre– que Carlos V reconoció43. En 1532 regresó otra vez a la corte, de la que volvió a México casado, quizá con una noble española, pudiendo ser éste el motivo de su viaje, para así poder recibir una encomienda y su enno-blecimiento. Esto justificaría su estancia de tres años y su nombramiento como contino real. Fue al final de esta estancia, en la que Martín y su primo habrían probado su lealtad al monarca, cuando por fin re-cibieron en 1536 sus respectivos escudos de armas.

Lo interesante de las armas de Martín Mocte-zuma es que su cercanía al César y su estatus de descendiente de “emperador” azteca debió moti-var la notable presencia de referencias al imperio. El escudo muestra en su cuerpo un águila negra explayada, cruzada por dos fajas de gules. En la primera se dibujan las iniciales en oro del empe-rador y de la reina: K.I. con una rosa entre ellas. En la segunda, se muestra la inicial del príncipe F. flanqueada por sendas rosas. La bordura está com-ponada en dieciséis cuarteles, alternando los de acampo de azur con letras de oro, componiendo la frase AVE MARÍA, con los que muestran ondas de plata y azur. Como timbre lleva un yelmo cerra-do, con lambrequines, y con cimera con dos alas de sable, en medio de las cuales una mano muestra la filacteria IN DOMINO CONFIDO. Por su parte, su primo Francisco de Alvarado Matlacco-huatzin también recibió un escudo con referencias al emperador: cortado, tenía en el cuartel superior las letras K y F con una flor de lis en medio de color azul en campo de oro, en el cuartel inferior portaba un águila de oro en campo azur, y por bor-dura dos palmas y dos rosas, con un timbre que mostraba dos alas de águila de sable44.

El cacique y gobernador de los naturales de la ciudad de México-Tenochtitlán, Diego de San Francisco Tehuetzquititzin, recibiría el 23 de di-ciembre de 1546 el honor de ostentar un escudo de armas por gracia de Carlos V y la reina Juana. Su participación en la expedición de la Hibueras, la conquista de Pánuco, la guerra de la Nueva Gali-cia y su proximidad al virrey Antonio de Mendoza avalaron la solicitud del cacique. Su escudo se dise-ña partido en dos, mostrando en el primer cuartel

43 Sigo para las circunstancias de la concesión de este es-cudo El legado de la Casa de Alba 2013, p. 282.

44 Archivo Ducal Casa de Alba, C. 238 n. 2 (21). El lega-do de la Casa de Alba 2013, p. 256.

Fig. 7: Diego Teguezquiti, indio y gobernador mexico, 1546, Archivo General de Indias, MP-ESCUDOS179_02.

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Gonzalo Uchu Hualpa y don Felipe Tupa Inga Yu-pangui, hijos legítimos de Huaina Capac y nietos de Tupa Inga Yupangui (Fig. 8)48. El escudo resul-ta de un gran atractivo y muy mestizado, pues está partido en dos, presentando en su mitad siniestra sobre campo rosado un águila real flanqueada por sendos leones cogiendo un arco iris y en la parte superior la borla roja que solían llevar en la fren-te los emperadores incas, flanqueada por sendas culebras. En el lado diestro sobre campo de oro un castillo y un yelmo. Todo ello partido por una banda con el Ave María. Por divisa un águila negra bicéfala coronada. Concedía además el emperador a los incas su propio Toisón para que los pudieran lucir sus descendientes: un mascarón de oro soste-nido por un collar de lazos y eslabones con doce pares de culebras coronadas. Incluso les permitía usar sitiales y solios reales, y usarlos allá donde se desplazaran; presidir juicios y entrar en consejos, cabildos y cancillerías reales como si del propio

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por divisa del yelmo la media águila y medio tigre con sus plumas46.

Carlos V otorga en 1546 a Don Diego Teguez-quit, principal de la ciudad de México y goberna-dor de los naturales de ella, y por haber servido es-pecialmente en la pacificación de la Nueva Galicia (Fig. 7), un escudo en mantel: en el tercer cuartel una laguna con aguas azules y blancas, y en el me-dio una piedra, de la que sale una tuna verde y colo-rada, que remite a Tenochtitlán, en campo celeste, en el primer cuartel una águila negra rampante a vuelos, con las alas abiertas, mirando a la derecha, en campo amarillo u oro, y en el cuartel segundo un castillo de oro en campo de gules, y encima de los dichos cuartos un letrero con el nombre del prínci-pe Felipe, y una bordura componada con dieciséis cuarteles alternando águilas y castillos, y por divisa un águila negra rampante47.

En 1545 el emperador concede armas a los descendientes de los emperadores del Perú, Don

46 Archivo Ducal Casa de Alba, C. 238 n. 2 (73).47 AGI, MP-ESCUDOS179_02.

Fig. 8: Gonzalo Huchu Hualpa y Felipe tupa Inga Yupangui, 1545, Archivo General de Indias MP-ESCUDOS078_gral.

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En definitiva, con este estudio hemos preten-dido demostrar la importancia simbólica de los escudos de los primeros conquistadores, ciudades y nobles indígenas de las Indias, por cuanto en sus innovadoras divisas y elementos heráldicos evocan la idea del imperio en muchos aspectos, especial-mente en su aspecto ético y confesional. Es decir, águilas imperiales, iniciales regias, divisas imperia-les, castillos, leones, actúan como elementos que con su sola presencia remiten a las mercedes y reco-nocimientos, a la identidad, a la integración y a la protección de un imperio universal y católico.

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