JUICIO DE GUSTO Y JUICIO ESTÉTICO

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JUICIO DE GUSTO Y JUICIO ESTÉTICO Immanuel Kant* Comparación de los tres modos específicamente diferentes de la sa- tisfacción Lo agradable y lo bueno tienen ambos una relación con la facultad de desear y, en cuanto la tienen, llevan consigo: aquél, una satisfac- ción patológico-condicionada (mediante estímulos, stimulos), y éste, una satisfacción pura práctica. Esa satisfacción se determina no sólo por la representación del objeto, sino, al mismo tiempo, por el enla- ce representado del sujeto con la existencia de aquél. No sólo el objeto place, sino también su existencia.1 En cambio el juicio de gusto es meramente contemplativo, es decir, un juicio que, indife- rente en lo que toca a la existencia de un objeto, enlaza la constitu- ción de éste con el sentimiento de placer y dolor. Pero esta contem- plación misma no va tampoco dirigida a conceptos, pues el juicio de gusto no es un juicio de conocimiento (ni teórico ni práctico), 2 y, por tanto, ni fundado en conceptos, ni que los tenga como fin. Lo agradable, lo bello, lo bueno, indican tres relaciones diferentes de las representaciones con el sentimiento de placer y dolor, con referencia al cual nosotros distinguimos unos de otros los objetos o modos de representación. Las expresiones conformes a cada uno, con las cuales se indica la complacencia en los mismos, no son igua- les. Agradable llámase a lo que DELEITA; bello, a lo que sólo PLACE; bueno a lo que es APRECIADO, aprobado,3 es decir, cuyo valor objetivo es asentado. El agrado vale también para los animales irracionales; belleza sólo para los hombres, es decir, seres animales, pero razona- bles, aunque no sólo como tales (verbigracia, espíritus), sino al mismo tiempo, como animales;4 pero lo bueno, para todo ser ra- * Immanuel Kant, Crítica del juicio (parágrafos 5-9), trad. de M. Gar- cía Morente, Ed. Vicente Jorro, Madrid, 1914, pp. 67-81. 1 Esa frase falta en la primera edición. (N. del T.) 2 En la primera edición, el paréntesis dice sólo "teórico". (N. del T.) 3 La palabra "aprobado" falta en la primera edición. (N. del T.) 4 Las palabras: "aunque no sólo como tales (verbigracia, espíritus) . . ., como animales", faltan en la primera edición. (N. del T.) TM PDF Editor

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JUICIO DE GUSTO Y JUICIO ESTÉTICOImmanuel Kant*

Comparación de los tres modos específicamente diferentes de la sa-tisfacción

Lo agradable y lo bueno tienen ambos una relación con la facultadde desear y, en cuanto la tienen, llevan consigo: aquél, una satisfac-ción patológico-condicionada (mediante estímulos, stimulos), y éste,una satisfacción pura práctica. Esa satisfacción se determina no sólopor la representación del objeto, sino, al mismo tiempo, por el enla-ce representado del sujeto con la existencia de aquél. No sólo elobjeto place, sino también su existencia.1 En cambio el juicio degusto es meramente contemplativo, es decir, un juicio que, indife-rente en lo que toca a la existencia de un objeto, enlaza la constitu-ción de éste con el sentimiento de placer y dolor. Pero esta contem-plación misma no va tampoco dirigida a conceptos, pues el juiciode gusto no es un juicio de conocimiento (ni teórico ni práctico),2

y, por tanto, ni fundado en conceptos, ni que los tenga como fin.Lo agradable, lo bello, lo bueno, indican tres relaciones diferentes

de las representaciones con el sentimiento de placer y dolor, conreferencia al cual nosotros distinguimos unos de otros los objetos omodos de representación. Las expresiones conformes a cada uno,con las cuales se indica la complacencia en los mismos, no son igua-les. Agradable llámase a lo que DELEITA; bello, a lo que sólo PLACE;bueno a lo que es APRECIADO, aprobado,3 es decir, cuyo valor objetivoes asentado. El agrado vale también para los animales irracionales;belleza sólo para los hombres, es decir, seres animales, pero razona-bles, aunque no sólo como tales (verbigracia, espíritus), sino almismo tiempo, como animales;4 pero lo bueno, para todo ser ra-

* Immanuel Kant, Crítica del juicio (parágrafos 5-9), trad. de M. Gar-cía Morente, Ed. Vicente Jorro, Madrid, 1914, pp. 67-81.

1 Esa frase falta en la primera edición. (N. del T.)2 En la primera edición, el paréntesis dice sólo "teórico". (N. del T.)3 La palabra "aprobado" falta en la primera edición. (N. del T.)4 Las palabras: "aunque no sólo como tales (verbigracia, espíritus) . . .,

como animales", faltan en la primera edición. (N. del T.)

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zonable en general. Proposición es ésta que sólo más adelante puederecibir su completa justificación y aclaración. Puede decirse que,entre todos estos tres modos de la satisfacción, la del gusto en lobello es la única satisfacción desinteresada y libre, pues no hay inte-rés alguno, ni el de los sentidos ni el de la razón, que arranque elaplauso. Por eso, de la satisfacción puede decirse en los tres casoscitados, que se refiere a inclinación, o a complacencia, o a estima-ción. Pues bien, COMPLACENCIA es la única satisfacción libre. Unobjeto de la inclinación y uno que se imponga a nuestro deseo me-diante una ley de la razón no nos dejan libertad alguna para hacerde algo un objeto de placer para nosotros mismos. Todo interés pre-supone exigencia o la produce y, como fundamento de determina-ción del aplauso, no deja ya que el juicio sobre el objeto sea libre.

En lo que concierne al interés de la inclinación en lo agradable,recuérdese que cada cual dice: el hambre es la mejor cocinera y alos que tienen buen apetito gusta todo con tal de que sea comestible.Por lo tanto, semejante satisfacción no demuestra elección algunasegún el gusto. Sólo cuando se ha calmado la necesidad puede de-cidirse quién tiene o no tiene gusto entre muchos. También haycostumbres (conducta) sin virtud, cortesía sin benevolencia, decen-cia sin honorabilidad . . . , etcétera. Pues donde habla la ley moral,ya no queda objetivamente elección libre alguna, en lo que toca a loque haya de hacerse; y mostrar gusto en su conducta (o en el juiciode las de otros) es muy otra cosa que mostrar su manera de pensarmoral, pues ésta encierra un mandato y produce una exigencia,mientras que, en cambio, el gusto moral no hace más que jugar conlos objetos de la satisfacción, sin adherirse a ninguno de ellos.

Definición de lo bello deducida del primer momento

Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación me-diante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno. El ob-jeto de semejante satisfacción llámase bello.

SEGUNDO MOMENTO

del juicio de gusto, a saber, según su cantidad***

Lo bello es lo que, sin concepto, es representado como objeto de unasatisfacción "universal"

Esta definición de lo bello puede deducirse de la anterior definición

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como objeto de la satisfacción, sin interés alguno. Pues cada cual tie-ne conciencia de que la satisfacción en- lo bello se da en él sin interésalguno, y ello no puede juzgarlo nada más que diciendo que debeencerrar la base de la satisfacción para cualquier otro, pues no fun-dándose ésta en una inclinación cualquiera del sujeto (ni en cual-quier otro interés reflexionado), y sintiéndose, en cambio el quejuzga, completamente libre, con relación a la satisfacción que dedi-ca al objeto, no puede encontrar, como base de la satisfacción, con-diciones privadas algunas de las cuales sólo su sujeto dependa, de-biendo, por lo tanto, considerarla como fundada en aquello quepuede presuponer también en cualquier otro. Consiguientemente,ha de creer que tiene motivo para exigir a cada uno una satisfac-ción semejante. Hablará, por lo tanto, de lo bello, como si la bellezafuera una cualidad del objeto y el juicio fuera lógico (como si cons-tituyera, mediante conceptos del objeto, un conocimiento del mis-mo) , aunque sólo es estético y no encierra más que una relación dela representación del objeto con el sujeto, porque tiene, con el ló-gico, el parecido de que se puede presuponer en él la validez paracada cual. Pero esa universalidad no puede tampoco nacer de con-ceptos, pues no hay tránsito alguno de los conceptos al sentimientode placer o dolor (excepto en las leyes puras prácticas, que, encambio, llevan consigo un interés que no va unido al puro juiciode gusto). Consiguientemente una pretensión a la validez para cadacual, sin poner universalidad en objetos, debe ser inherente al juiciode gusto, juntamente con la conciencia de la ausencia en el mismode todo interés, es decir, que una pretensión a universalidad subje-tiva debe ir unida con él.

Comparación de lo bello con lo agradable y con lo bueno por mediodel carácter citado

En lo que toca a lo agradable, reconoce cada cual que su juicio,fundado por él en un sentimiento privado y mediante el cual él dicede un objeto que le place, se limita también sólo a su persona. Así esque cuando, verbigracia, dice: "El vino de Canarias es agradable",admite sin dificultad que le corrija otro la expresión y le recuerdeque debe decir: "Me es agradable." Y esto, no sólo en el gusto dela lengua, del paladar y de la garganta, sino también en lo quepuede ser agradable a cada uno para los ojos y los oídos. Para uno,el color de la violeta es suave y amable, para otro, muerto y mustio.Uno gusta del sonido de los instrumentos de viento, otro del de losde cuerda. Discutir para tachar de inexacto el juicio de otros, apar-

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tado del nuestro, como si estuviera con éste en lógica oposición, seríalocura. En lo que toca a lo agradable, vale pues, el principio de quecada uno tiene su gusto propio (de los sentidos).

Con lo bello ocurre algo muy distinto. Sería (exactamente al re-vés) ridículo que alguien, que se preciase un tanto de gusto, pensarajustificarlo con estas palabras: "Ese objeto (el edificio que vemos,el traje que aquel lleva, el concierto que oímos, la poesía que seofrece a nuestro juicio) es bello para mí." Pues no debe llamarlobello si sólo a él le place. Muchas cosas pueden tener para él encan-to y agrado, que eso a nadie le importa; al estimar una cosa comobella, exige a los otros exactamente la misma satisfacción; juzga, nosólo para sí, sino para cada cual, y habla entonces de la bellezacomo si fuera una propiedad de las cosas. Por lo tanto, dice: lacosa es bella y, en su juicio de la satisfacción, no cuenta con la apro-bación de otros porque los haya encontrado a menudo de acuerdocon su juicio, sino que la exige de ellos. Los censura si juzgan deotro modo y les niega el gusto, deseando, sin embargo, que lo ten-gan. Por lo tanto, no puede decirse: cada uno tiene su gusto par-ticular. Esto significaría tanto como decir que no hay gusto alguno,o sea que no hay juicio estético que pueda pretender legítima-mente a la aprobación de todos*

Sin embargo, encuéntrase también, en lo que se refiere a lo agra-dable, que en el juicio sobre éste puede darse unanimidad entre loshombres. Y entonces, con relación a ésta, niégase el gusto a unosy se les atribuye a otros, y no, por cierto, en la significación desentido orgánico, sino como facultad de juzgar referente a lo agra-dable. Así, de un hombre que sabe tan bien entretener a sus invi-tados con agrados (del goce, por todos los sentidos), que todos en-cuentran placer, dícese que tiene gusto. Pero aquí la universalidadse toma sólo comparativamente, y aquí hay tan sólo reglas genera-les (como son todas las empíricas) 5 y no universales, siendo, sinembargo, estas últimas las que el juicio de gusto sobre lo belloquiere y pretende alcanzar. Es un juicio en relación con la sociabili-dad, en cuanto ésta descansa en reglas empíricas. En lo que serefiere al bien, los juicios pretenden también tener, con razón, porcierto, validez para todos. Pero el bien es representado como ob-jeto de una satisfacción universal sólo mediante un concepto, lo cualno es el caso ni de lo agradable ni de lo bello.

5 Las palabras entre paréntesis faltan en la primera edición. (N. del T )

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La universalidad de la satisfacción es representada en un juicio degusto sólo como subjetiva

Esa determinación particular de la universalidad de un juicio esté-tico que se encuentra en un juicio de gusto es una cosa notable, nopor cierto para el lógico, pero sí para el filósofo-trascendental, yexige de éste no poco trabajo para descubrir su origen, manifes-tando, en cambio, también una propiedad de nuestra facultad deconocer, que hubiera permanecido desconocida sin ese análisis.

Primeramente hay que convencerse totalmente de que, medianteel juicio de gusto (sobre lo bello), se exige a cada cual la satisfac-ción de un objeto, sin apoyarse en un concepto (pues entonces seríaesto el bien) y de que esa pretensión a validez universal pertenecetan esencialmente a un juicio mediante el cual declaramos algobello, que, sin pensarla en él, a nadie se le ocurriría emplear esa ex-presión, y entonces, en cambio, todo lo que place sin concepto ven-dría a colocarse en lo agradable, sobre el cual se deja a cada unotener su gusto para sí y nadie exige de otro aprobación para sujuicio de gusto, cosa que, sin embargo, ocurre siempre en el juiciode gusto sobre la belleza. Puedo dar al primero el nombre de gus-to de los sentidos y al segundo el de gusto de reflexión, en cuanto elprimero enuncia sólo juicios privados y el segundo, en cambio, su-puestos juicios de valor universal (públicos). Ambos, sin embargo,enuncian juicios estéticos (no prácticos) sobre un objeto, sólo enconsideración de las relaciones de su representación con el senti-miento de placer y dolor. Ahora bien, ya que no sólo la experienciamuestra que el juicio del gusto de los sentidos (del placer o dolorpor algo) carece de valor universal, sino que también cada cuales por sí mismo bastante modesto para no exigir de los otros esaaprobación (aunque realmente, a menudo, se encuentra tambiénuna conformidad bastante amplia, en estos juicios), resulta extrañoque el gusto de reflexión, desatendido también bastante a menudo,como lo enseña la experiencia, en su pretensión a la validez univer-sal de su juicio (sobre lo bello), pueda, sin embargo, encontrarposible (cosa que realmente hace) el representarse juicios que pue-dan exigir esa universal aprobación y la exija, en realidad, paracada uno de sus juicios de gusto, sin que los que juzgan disputensobre la posibilidad de semejante pretensión habiendo sólo en al-gunos casos particulares entre ellos disconformidad sobre la apli-cación de esa facultad.

Pero aquí hay que notar, ante todo, que una universalidad, queno descansa en conceptos del objeto (aunque sólo sean empíricos) no

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es en modo alguno lógica, sino estética, es decir, que no encierracantidad alguna objetiva del juicio, sino solamente una subjetiva;para ella uso yo la expresión validez común, que indica la validez,no de la relación de una representación con la facultad de conocer,sino con el sentimiento de placer y dolor para cada sujeto. (Puedeemplearse la misma expresión para la cantidad lógica del juicio, contal de que se añada: validez universal objetiva, a diferencia de lameramente subjetiva, que siempre es estética.)

Ahora bien, un juicio de valor universal objetivo es siempre tam-bién subjetivo, es decir, que cuando alguno vale para todo lo queestá encerrado en un concepto dado, vale también para cada uno delos que se representen un objeto mediante ese concepto. Pero de unavalidez universal subjetiva, es decir, estética, que no descansaen concepto alguno, no se puede sacar una conclusión para la vali-dez lógica, porque aquella especie de juicios no se refiere en modoalguno al objeto. Justamente por eso, la universalidad estética quese añade a un juicio ha de ser de una especie particular, porque elpredicado de la belleza no se enlaza con el concepto del objeto, con-siderado en su total esfera lógica,6 sino que se extiende ese mismopredicado sobre la esfera total de los que juzgan.

En consideración a la cantidad lógica, todos los juicios de gustoson juicios individuales, pues como tengo que comparar el objetoinmediatamente con mi sentimiento de placer y dolor, y ello no me-diante conceptos, aquellos juicios no pueden tener la cantidad de losjuicios objetivos con validez común.7 Sin embargo, puede producirseun juicio universal lógico, cuando la representación individual delobjeto del juicio de gusto se convierte, según las condiciones quedeterminen este último, en un concepto, mediante comparación.

Por ejemplo, la rosa que estoy mirando la declaro bella por me-dio de un juicio de gusto; en cambio, el juicio que resulta de la com-paración de muchos individuales, a saber: las rosas, en general, sonbellas, enúnciase ahora, no sólo como estético, sino como un juiciológico fundado en uno estético. Ahora bien, el juicio: la rosa es(en el olor) 8 agradable, es ciertamente estético e individual, pero noun juicio del gusto, sino de los sentidos. Se diferencia del primeroen esto, a saber: que el juicio de gusto lleva consigo una cantidad

8 La palabra "lógica" falta en la primera edición. (N. del T.)7 En la primera y segunda edición dice: "De un juicio objetivo con va-

lidez común." (N. del T.)8 En el texto de las tres ediciones dice: ("en el uso"); im Gebrauche.

Erdmann propone, y Vorländer lo acepta, en su edición, que se lea im Ge-ruche, en el olor. (N. del T.)

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estética de universalidadj es decir, de validez para cada hombre, lacual no puede encontrarse en el juicio sobre lo agradable. Sólolos juicios sobre el bien, aunque determinan también la satisfacciónen un objeto, tienen universalidad lógica y no sólo estética, puesvalen, sobre el objeto, como un conocimiento del mismo, y por esovalen para cada cual.

Si se juzgan objetos sólo mediante conceptos, piérdese toda repre-sentación de belleza. Así, pues, no puede haber tampoco regla al-guna según la cual alguien tuviera la obligación de conocer algocomo bello. ¿Es un traje, una casa, una flor bella? Sobre esto nose deja nadie persuadir en su juicio por motivos ni principios algu-nos. Queremos someter el objeto a la apreciación de nuestros ojosmismos, como si la satisfacción dependiese de la sensación, y, sinembargo, cuando después se dice del objeto que es bello, creemostener en nuestro favor un voto general y exigimos la adhesión detodo el mundo, mientras que toda sensación privada no decidemás que para el contemplador y su satisfacción.

Ahora bien, es de notar aquí que en el juicio del gusto no sepostula nada más que un voto universal de esa clase, concernientea la satisfacción sin ayuda de conceptos, por tanto, a la posibilidadde un juicio estético que pueda al mismo tiempo ser consideradocomo valedero para cada cual. El juicio de gusto mismo no postulala aprobación de cada cual (pues esto sólo lo puede hacer unológico universal, porque puede presentar fundamentos) ; sólo exigea cada cual esa aprobación como un caso de la regla, cuya confir-mación espera, no por conceptos, sino por adhesión de los demás. Elvoto universal es, pues, sólo una idea (aquí no se investiga aún sobrequé descanse). Que el que cree enunciar un juicio de gusto, juzgaen realidad a medida de esa idea, es cosa que puede ser incierta;pero que él lo refiere a ella, y, por lo tanto, que ha de ser un juiciode gusto, lo declara él mismo, mediante la expresión de belleza.Pero para sí mismo, mediante la mera conciencia de la privaciónde todo aquello que pertenece a lo agradable y al bien, puede élllegar a estar seguro de la satisfacción que aún le queda; y esto estodo en lo que él se promete la aprobación de cada cual, pretensióna la cual tendrá derecho, bajo esas condiciones, si no faltase a me-nudo contra ellas, y, por tanto, no enunciase un juicio de gustoerróneo.

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Investigación de la cuestión de si, en el juicio de gusto, el sentimien-to de placer precede al juicio del objeto o éste precede a aquél

La solución de este problema es la clave para la crítica del gusto y,por lo tanto, digna de toda atención.

Si el placer en el objeto dado fuese lo primero, y sólo la universalcomunicabilidad del mismo debiera ser atribuida, en el juicio degusto, a la representación del objeto, semejante proceder estaríaen contradicción consigo mismo, pues ese placer no sería otra cosaque el mero agrado de la sensación, y, por tanto, según su natura-leza, no podría tener más que una validez privada, porque dependeinmediatamente de la representación por la cual el objeto es dado.

Así, pues, la capacidad universal de comunicación del estado deespíritu, en la representación dada, es la que tiene que estar a labase del juicio de gusto, como subjetiva condición del mismo, y te-ner, como consecuencia, el placer en el objeto. Pero nada puede serumversalmente comunicado más que el conocimiento y la represen-tación, en cuanto pertenece al conocimiento, pues sólo en este casoes ella objetiva, y sólo mediante él tiene un punto de relación uni-versal con el cual la facultad de representación de todos está obli-gada a concordar. Ahora bien, si la base de determinación del juiciosobre esa comunicabilidad general de la representación hay quepensarla sólo subjetivamente, que es, a saber, sin un concepto delobjeto, entonces no puede ser otra más que el estado del espíritu, quese da en la relación de las facultades de representar unas con otras,en cuanto éstas refieren una representación dada al conocimiento engeneral.

Las facultades de conocer, puestas en juego mediante esa repre-sentación, están aquí en un juego libre, porque ningún concepto de-terminado las restringe a una regla particular de conocimiento. Tie-ne, pues, que ser el estado de espíritu, en esta representación, el deun sentimiento del libre juego de las facultades de representar, enuna representación dada para un conocimiento en general Ahorabien, una representación mediante la cual un objeto es dado, paraque de ahí salga un conocimiento en general, requiere la imagina-ción, para combinar lo diverso de la intuición, y el entendimiento,para la unidad del concepto que une las representaciones. Ese estadode un libre juego de las facultades de conocer, en una representa-ción, mediante la cual un objeto es dado, debe dejarse comunicarumversalmente, porque el conocimiento, como determinación delobjeto, con la cual deben concordar representaciones dadas (cual-

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quiera que sea el sujeto en que se den), es el único modo de repre-sentación que vale para cada cual.

La universal comunicabilidad subjetiva del modo de representa-ción en un juicio de gusto, debiendo realizarse sin presuponer unconcepto, no puede ser otra cosa más que el estado de espíritu en ellibre juego de la imaginación y del entendimiento (en cuanto éstosconcuerdan recíprocamente, como ello es necesario para un cono-cimiento en general), teniendo nosotros conciencia de que esa rela-ción subjetiva, propia de todo conocimiento, debe tener igual valorpara cada hombre y, consiguientemente, ser umversalmente comu-nicable, como lo es todo conocimiento determinado, que descansasiempre en aquella relación como condición subjetiva.

Este juicio, meramente subjetivo (estético), del objeto o de larepresentación que lo da, precede, pues, al placer en el mismo y esla base de ese placer en la armonía de las facultades de conocer;pero en aquella universalidad de las condiciones subjetivas del jui-cio de los objetos fúndase sólo esa validez universal subjetiva de lasatisfacción, que unimos con la representación del objeto llamadopor nosotros bello.

Que el poder comunicar su estado de espíritu, aun sólo en lo quetoca a las facultades de conocer, lleva consigo un placer, podríasemostrar fácilmente por la inclinación natural del hombre a la socia-bilidad (empírica y psicológicamente). Pero esto no basta paranuestro propósito. El placer que sentimos, lo exigimos a cada cualen el juicio de gusto como necesario, como si cuando llamamosalguna cosa bella hubiera de considerarse esto como una propiedaddel objeto, determinada en él por conceptos, no siendo, sin embar-go la belleza, sin relación con el sentimiento del sujeto, nada en sí.Pero el examen de esta cuestión debemos reservarlo hasta despuésde la contestación a esta otra, a saber: si y cómo sean posibles jui-cios estéticos a priori.

Ocupémonos ahora aun con esta cuestión inferior: ¿de qué ma-nera llegamos a ser conscientes de una recíproca y subjetiva concor-dancia de las facultades de conocer entre sí en el juicio de gusto,estéticamente, mediante el mero sentido interior y la sensación, ointelectualmente, mediante la conciencia de la intencionada activi-dad con que ponemos en juego aquellas facultades?

Si la representación dada, ocasionadora del juicio de gusto, fueraun concepto que juntara entendimiento e imaginación en el juiciodel sujeto para un conocimiento del objeto, en ese caso, la concien-cia de esa relación sería intelectual (como en el esquematismo obje-tivo del Juicio de que la Crítica trata) ; pero entonces, el juicio no

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recaería en relación con el placer y el dolor y, por tanto, no sería unjuicio de gusto. Ahora bien, el juicio de gusto determina el objeto,independientemente de conceptos, en consideración de la satisfac-ción y del predicado de la belleza. Así pues, aquella unidad de larelación no puede hacerse conocer más que por la sensación. Laanimación de ambas facultades (la imaginación y el entendimiento)para una actividad determinada,9 unánime, sin embargo, por laocasión de la representación dada, actividad que es la que pertenecea un conocimiento en general, es la sensación cuya comunicabili-dad universal postula el juicio de gusto. Una relación objetiva, sibien no puede ser más que pensada, sin embargo, en cuanto, segúnsus condiciones, es subjetiva, puede ser sentida en el efecto sobre elespíritu; y en una relación sin concepto alguno a su base (comola de las facultades de representación con una facultad general derepresentación con una facultad general de conocer) no hay otraconciencia posible de la misma más que mediante la sensacióndel efecto, que consiste en el juego facilitado de ambas facultades delespíritu (la imaginación y el entendimiento), animadas por unaconcordancia recíproca. Una representación que sola y sin compa-ración con otras, tiene, sin embargo, una concordancia con las con-diciones de la universalidad, que constituye el asunto del entendi-miento en general, pone las facultades de conocer en la disposiciónproporcionada que exigimos para todo conocimiento, y que tenemosconsiguientemente por valedera para todo ser que esté determinadoa juzgar mediante entendimiento y sentidos (para todo hombre).

Definición de lo bello deducida del segundo momento

Bello es lo que, sin concepto, place universalmente.

9 La primera y la segunda edición dicen "indeterminada". (N. del T.)

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LOS JUICIOS ESTÉTICOS COMO EXPRESIONESDE SENTIMIENTOS

Alfred Ayer*

No puede haber nada que se pueda llamar ciencia ética, si porciencia ética se entiende la elaboración de un sistema moral "ver-dadero". Hemos visto, en efecto, que por ser los juicios éticos merasexpresiones de sentimiento no puede haber manera de determinarla validez de ningún sistema ético y, en realidad, tampoco puedetener sentido preguntar si alguno de tales sistemas es verdadero. Loúnico que se puede investigar legítimamente a este respecto es cuálesson los hábitos morales de una persona o grupo de personas deter-minados, y cuál es la causa de que ellos tengan precisamente esoshábitos y esos sentimientos. Y ésta es una investigación que cae porentero dentro del campo de las ciencias sociales existentes.

Resulta entonces que la ética, como rama del conocimiento, no esmás que una sección de la psicología y de la sociología. Y, por si al-guien piensa que estamos olvidando la existencia de la casuística,podemos señalar que la casuística no es una ciencia, sino una inves-tigación puramente analítica de la estructura de un sistema moraldado. Es, en otras palabras, un ejercicio de lógica formal.

Tan pronto como se da comienzo a las investigaciones psicológi-cas que constituyen la ciencia ética se está en condiciones de hallaruna explicación de las teorías kantiana y hedonista de la moralidad.Descubrimos, en efecto, que una de las principales causas del com-portamiento moral es el temor, consciente e inconsciente, a incurriren el desagrado de un dios y el temor a la hostilidad de la sociedad.Ésta es, en realidad, la razón por la cual los preceptos morales sepresentan para ciertas personas como mandamientos "categóricos".Advertimos también que el código moral de una sociedad está de-terminado en parte por las creencias de dicha sociedad acerca de lascondiciones de su propia felicidad; o, en otras palabras, que una so-ciedad tiende a alentar o desalentar un determinado tipo de con-ducta mediante el uso de sanciones morales, según que tal conductaparezca aumentar o disminuir la satisfacción de la sociedad como

* Alfred Ayer, Lenguaje, verdad y lógica, EUDEBA, Buenos Aires, 1965,pp. 138-140.

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