J. L. BORGES, FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y CRÍTICA ONTOLÓGICA: VERDAD Y EMANCIPACIÓN

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J. L. BORGES, FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y CRÍTICA ONTOLÓGICA: VERDAD Y EMANCIPACIÓN Mario Duayer * Pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales, pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas. J.L. Borges, El Inmortal El artículo procura sostener que uno de los aspectos centrales de la falta de salida, de alternativa, en las diversas crisis experimentadas en innúmeros países en los últimos tiempos es la ausencia de una ontología crítica en que sea imaginable otro mundo social, más digno de lo humano y capaz de seducir las personas. Para sostener el carácter inevitable de la crítica ontológica para la praxis transformadora, el artículo explora, en primer lugar, ensayos de J. L. Borges en que el escritor, a su modo, muestra como toda actividad humano-social subentiende nociones ontológicas y, diferentemente de lo que Foucault parece inferir de sus ensayos, subraya su objetividad, siempre sujeta, es evidente, a la refutación. De la literatura a la filosofía de la ciencia, el artículo argumenta que la ciencia tampoco puede funcionar en un vacío ontológico. El examen sucinto de las concepciones de ciencia y de explicación científica del positivismo lógico, de Kuhn y de Lakatos permite demostrar esa afirmación, a pesar del desprecio e indiferencia de esas teorías por cuestiones ontológicas. Por último, recurre a la Ontología de Lukács para demostrar que la genuina ciencia se orienta por necesidad para el ser de las cosas, o sea, para la verdad. En el caso de una ciencia social, que, siendo ciencia, también no puede operar en un vacío ontológico, orientarse ______________________________________________________________________ ______________ (*) Profesor Visitante del Programa de Postgrado en Servicio Social de la UERJ. Traducción para el castellano por María Fernanda Escurra, a quien agradezco también por las sugerencias. Publicado en Revista Herramienta N° 55, Primavera de 2014 - Año XVII.

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J. L. BORGES, FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y CRÍTICAONTOLÓGICA:

VERDAD Y EMANCIPACIÓN

Mario Duayer*

Pensé que Argos y yo participábamos de universosdistintos; pensé que nuestras percepciones eraniguales, pero que Argos las combinaba de otramanera y construía con ellas otros objetos; penséque acaso no había objetos para él, sino unvertiginoso y continuo juego de impresionesbrevísimas.

J.L. Borges, El Inmortal

El artículo procura sostener que uno de los aspectoscentrales de la falta de salida, de alternativa, en lasdiversas crisis experimentadas en innúmeros países en losúltimos tiempos es la ausencia de una ontología crítica enque sea imaginable otro mundo social, más digno de lohumano y capaz de seducir las personas. Para sostener elcarácter inevitable de la crítica ontológica para la praxistransformadora, el artículo explora, en primer lugar,ensayos de J. L. Borges en que el escritor, a su modo,muestra como toda actividad humano-social subentiendenociones ontológicas y, diferentemente de lo que Foucaultparece inferir de sus ensayos, subraya su objetividad,siempre sujeta, es evidente, a la refutación. De laliteratura a la filosofía de la ciencia, el artículoargumenta que la ciencia tampoco puede funcionar en unvacío ontológico. El examen sucinto de las concepciones deciencia y de explicación científica del positivismo lógico,de Kuhn y de Lakatos permite demostrar esa afirmación, apesar del desprecio e indiferencia de esas teorías porcuestiones ontológicas. Por último, recurre a la Ontologíade Lukács para demostrar que la genuina ciencia se orientapor necesidad para el ser de las cosas, o sea, para laverdad.

En el caso de una ciencia social, que, siendo ciencia,también no puede operar en un vacío ontológico, orientarse____________________________________________________________________________________(*) Profesor Visitante del Programa de Postgrado en Servicio Social dela UERJ. Traducción para el castellano por María Fernanda Escurra, aquien agradezco también por las sugerencias. Publicado en RevistaHerramienta N° 55, Primavera de 2014 - Año XVII.

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para el ser de las cosas significa concebir lo que essociedad, fundar y estar fundada, explícita oimplícitamente, en una ontología del ser social. Y si lateoría social es parte de la sociedad, se crea unainteligibilidad con base en la cual los sujetos actúanpreservando o transformando las formas sociales, se puedeafirmar que toda disputa entre teorías y las respectivasprácticas que promueven es disputa ontológica; que, por lotanto, la crítica ontológica es un imperativo de cualquieremancipación de estructuras sociales que oprimen,constriñen y mezquinan lo humano.

BORGES Y LA ONTOLOGÍAAntes de justificar la afirmación de que las

cuestiones ontológicas constituyen un tema central paraBorges, me parece importante advertir que la interpretaciónpresentada a seguir no es elaborada por un especialista enBorges, mucho menos por un crítico literario. Es más bienel resultado de la impresión causada por los textos delautor, en particular porque abordan en ficción lascomplejas relaciones entre palabra y concepto, lenguaje ypensamiento conceptual. No siendo tema explícito en lapropia filosofía, sería un despropósito exigir que Borgesconsidere las cuestiones ontológicas de forma explícita ysistemática. De cualquier manera, me parece innegable queellas figuraban entre las principales inquietudes delautor. Para demostrarlo, creo que algunos de sus textos sonsuficientes. Pretendo concentrarme particularmente en dosde ellos, “El Idioma Analítico de John Wilkins” y “Funes,el Memorioso”. No obstante, una breve mención a “El Aleph”y a “Del Rigor en la Ciencia” puede funcionar bien comoforma de introducir el asunto.

En el cuento “El Aleph” el narrador relata el episodiode un personaje, escritor de un infinible poema, que resideen una casa en cuyo sótano hay un punto, el Aleph,precisamente en el décimo nono escalón, que, visto decierto ángulo, es “el lugar donde están, sin confundirse,todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”(Borges, 1982: 161). Cético, cuando tiene acceso al sótano,el narrador ve, pasmo, el Aleph, el infinito, aquel objetode no más de tres centímetros de diámetro, en el cual,entre tanto, estaba el “espacio cósmico estaba ahí, sin

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disminución de tamaño … [c]ada cosa … era infinitas cosas”(ibid.: 164), porque, asegura el narrador, él la veía detodos los pontos del universo. Habiendo asistido en un“gigantesco instante” el vertiginoso flujo extensivo eintensivo de todas las cosas,

[…] el populoso mar, … el alba y la tarde, … lasmuchedumbres de América, … una plateada telaraña enel centro de una negra pirámide, […] racimos, nieve,tabaco, vetas de metal, vapor de agua, … convexosdesiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos dearena, […] a un tiempo cada letra de cada página …,la noche y el día contemporáneo, […] tigres, émbolos,bisontes, marejadas y ejércitos, … todas las hormigasque hay en la tierra, […] el engranaje del amor y lamodificación de la muerte, … (ibid.: 165-6)

habiendo sido el espectador de todo eso, el narradormanifiesta su desesperación como escritor: ¿pues como seríaposible contar a los otros el infinito, si el lenguaje esun “abecedario de símbolos” que tiene por presupuesto unpasado compartido por sus hablantes (ibid; 163)? ¿Si ellenguaje es sucesivo, como transcribir el simultáneocapturado de la experiencia? ¿Cómo contornar el insolubleproblema de enumerar un conjunto infinito? Además deincomunicable, o por ser incomunicable, el infinito pareceparalizar la mente con la densidad apabullante de su flujode eventos. Tal vez por eso el narrador confiesa que soloretomó el control de sí después de noches de insomnioreviviendo lo que fue visto en el Aleph, cuando actuó otravez sobre él el olvido (ibid.: 167).

Se puede decir que la cuestión central del cuento esla infinitud del mundo y nuestro acceso a él. El mundo esobviamente inaprensible en su totalidad intensiva yextensiva de cosas, procesos y eventos. El mágico einmediato acceso a tal infinito, como supuestamente lopermitió el Aleph, más está para la ignorancia que para suconocimiento, pues los infinitos detalles del infinito sonlo que son, a saber, la sucesión instantánea y,paradojalmente, simultánea de eventos, objetos etc.singulares que, por si solos, como singulares, no dan aconocer la totalidad. Para hacer un paralelo, su profusiónse asemeja al colapso súbito e infinible de los estantes deun enorme y variado depósito: una mezcla de cosas.

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El conocimiento del mundo, al contrario, no se resumea la identificación de singulares, pero consiste en elreconocimiento de las determinaciones universales yparticulares de los singulares, de las categorías que enfin especifican los efectos que producen en el mundo y queel mundo produce en ellos. En otras palabras, Borges, en“El Aleph”, realiza una crítica notable a uno de losmomentos del conocimiento, el análisis, al absolutizarlo,justamente al insinuar, primero, que conocer es teneracceso a los infinitos detalles de lo que existe y pasa,para, en seguida, dar a entender que conocer es olvidar losdetalles, en fin, sintetizar – el otro movimiento delconocer.

No es difícil percibir que en “Del Rigor en laCiencia” Borges lida con el mismo problema. Se trata de untexto muy difundido, muy usado como, digamos, epígrafe“metodológico” de artículos científicos de diferentes áreasdo conocimiento, pero también objeto de análisis literariaspropiamente dichas. La corta narración es sobre un supuestoimperio en el que la cartografía había alcanzado tamañaperfección que sus mapas eran confeccionados en una escalagigantesca: el mapa de una provincia cubría toda unaciudad; el mapa del imperio se extendía por toda unaprovincia. Frustrados con la imprecisión de esesexorbitantes mapas, los colegios de cartógrafos deliberaronconstruir un mapa en escala 1:1, de modo que o mapa delimperio tenía el exacto tamaño del imperio. Mapa que, porinútil para las generaciones siguientes, fue abandonado ala acción degenerativa del tiempo (Borges, 1960: 117).

Como se puede constatar, aquí nuevamente el autoraborda el problema de la abstracción, de la separaciónsujeto/objeto, del distanciamiento del sujeto en relaciónal objeto que constituye el presupuesto de la práctica. Apesar de tratarse de una apropiación mental específica dela realidad, un mapa, representación gráfica de cualquierextensión, el sentido del texto vale para cualquier tipo derepresentación y para cualquier sector de la realidad,natural y social. En una palabra, como resume Borges enotro cuento, pensar es abstraer. Y en la abstracción, comoobserva Lukács, la realidad es “realidad” como posesiónespiritual y, por eso, constituye una

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nueva forma de objetividad, pero no una realidad; y –precisamente, en términos ontológicos – loreproducido no puede ser semejante, y aun menosidéntico a aquello que reproduce. Al contrario.Ontológicamente, el ser social se divide en dosfactores heterogéneos, que no solo se contraponenentre sí en cuanto heterogéneos desde el punto devista del ser, sino que son en verdad antitéticos: elser y su reflejo en la consciencia (Lukács, 2004:84).

En el cuento “Funes, el Memorioso”, el narrador toma comopersonaje un individuo peculiar, el propio Irineu Funes, queacostumbraba divertir y encantar a cuantos encontrase consu curiosa habilidad de percibir exactamente las horas deldía (Borges, 2004: 96). Ocurre que cierta vez un caballo loderrumbó y él se quedó paralítico. Lo que era pintoresco enFunes se transformó, después de la invalidez, en asombrosacapacidad. Sus sentidos se aguzaron al paroxismo, a lo quesu memoria respondió hipertrofiándose para registrar elvolumen inmensurable de informaciones servido por lossentidos. Por efecto del accidente, él ahora era capaz depercibir

todos los vástagos y racimos y frutos que comprendeuna parra. Sabía las formas de las nubes australesdel amanecer del treinta de abril de mil ochocientosochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo conlas vetas de un libro en pasta española que sólohabía mirado una vez […] Esos recuerdos no eransimples; cada imagen visual estaba ligada asensaciones musculares, térmicas, etc. Podíareconstruir todos los sueños, todos los entresueños.Dos o tres veces había reconstruido un día entero; nohabía dudado nunca, pero cada reconstrucción habíarequerido un día entero. … (ibid.)

Tan extraordinarios eran los sentidos de Funes que elsistema de numeración decimal le parecía excesivamenteprolijo. Es comprensible, por lo tanto, que él llegó aponerse la tarea de desenvolver otro sistema más sintéticoen que a cada número le correspondía una palabra. Otroproyecto que su prodigiosa memoria demandara fue el de unidioma en que cada singular (“cada piedra, cada pájaro ycada ramo”) recibía un nombre propio. Tiene razón el

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narrador al ponderar que esos dos proyectos, a pesar deinsensatos,

Nos dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundode Funes. […] [Él] discernía continuamente lostranquilos avances de la corrupción, de las caries,de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, dela humedad. Era el solitario y lúcido espectador deun mundo multiforme, instantáneo y casiintolerablemente preciso. […] nadie, ha sentido elcalor y la presión de una realidad tan infatigablecomo la que día y noche convergía sobre el infelizIreneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muydifícil dormir. Dormir es distraerse del mundo(ibid.: 96)

Individuo de “mente tumultuadísima”, percibimos queFunes era incapaz de ideas generales y que, por esa razón,para él era de todo inconcebible que, por ejemplo, “elsímbolo genérico perro” pudiese designar no solamente todala cantidad y variedad de canes pero, también, cada uno delos canes en las infinitas circunstancias de sus vidas.Espectador incansable y obcecado del singular, Funesconservaba en la memoria todos los detalles de todo a quesus sentidos le daban acceso y de todo que imaginaba. Apesar de eso, entre tanto, Borges dijo sospechar que él eraincapaz de pensar, pues pensar “es olvidar diferencias, esgeneralizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes nohabía sino detalles, casi inmediatos.” (ibid.: 97)

Dispensa subrayar que los problemas tratados en esecuento son esencialmente los mismos del cuento comentadoantes, “El Aleph”. Será visto después que, en los doscasos, la observación y/o identificación de los infinitossingulares tienen por presupuesto una ontologíasubentendida en la taxonomía desde la cual cada uno de lossingulares es identificado, visto. Si es así, es más queevidente la ilusión de que en “El Aleph” sólo se vensingulares, o que a Funes solo le importan los singulares.De hecho, la taxonomía por intermedio de la cual cadasingular es capturado, visto, identificado, implica, consus categorías del particular y del universal, relacionesde identidad y diferencia entre los singulares, suspropiedades específicas, sus nexos recíprocos etc. En otraspalabras, presupone una noción del mundo como totalidad, enfin, una ontología, mismo cuando, absurdamente, como parece

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insinuar Borges, la totalidad aparece como un amontonado desingulares atómicos. La afirmación más cabal de esaconcepción borgeana puede ser constatada en “El IdiomaAnalítico de John Wikins”, como veremos a seguir. En ese pequeño trabajo, la defensa de la objetividad de

nuestro conocimiento del mundo hecha por Borges es tanclara, tan inspirada que podría rivalizar con un tratadofilosófico. El proyecto de crear un lenguaje filosóficodesarrollado por John Wilkins, personaje que “abundó enfelices curiosidades”, sirve de material para discutir lacuestión. El proyecto de Wilkins visaba solucionar lanaturaleza indescifrable, inexpresiva de las palabras decualquier idioma, a pesar de las afirmaciones contrarias.Por ejemplo, la Real Academia, ironiza Borges, menciona elpretencioso carácter expresivo de los vocablos de la“riquísima lengua española”, pero, paradojalmente, edita undiccionario en que los vocablos “expresivos” reciben unadefinición. Según Borges, observando que el “sistemadecimal de numeración permite aprender en un solo díanombrar todas las cantidades y escribirlas en un idiomanuevo”, el de los alguarismos, Descartes ya habíaimaginado, en inicio del siglo XVII, algo semejante: unlenguaje “que organice y abarque todos los pensamientoshumanos. Emprendimiento que, alrededor de 1664, acometióJohn Wilkins.” (Borges, 1976: 707)

Wilkins partió de la suposición de que las personas engeneral comparten un mismo principio de razón y la mismaaprensión de las cosas. Por eso, le pareció que lahumanidad podría librarse de la confusión de lenguas y desus infelices consecuencias si las nociones comunespudiesen estar vinculadas a símbolos compartidos, escritoso hablados. Teniendo ese propósito en vista, Wilkinsimaginó, no sin admitida arbitrariedad, que cuarentagéneros básicos, subdivididos en diferencias, por su vezsubdivididas en especies, formarían los símbolos de unaespecie de inventario del mundo. Para tornar expresivo sulenguaje artificial, Wilkins hizo corresponder unmonosílabo a cada uno de los cuarenta géneros, una letrapara cada diferencia y otra para cada especie. De ese modo,cada secuencia de símbolos pronunciable expresaríainmediatamente un determinado ítem del mundo. Borgesilustra así el dispositivo: de corresponde al género

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elemento; deb, acrecentada la letra de la respectivadiferencia, en caso, el primero de los elementos, el fuego;adicionada la letra designando la especie, uno tiene deba,una porción del elemento del fuego, una llama. (ibid.) Otroejemplo sería el género mundo, representado por da, que,seguido de la letra d correspondiendo a la segundadiferencia, que denota celestial, resulta en la noción delcielo (dad). El símbolo para tierra es dady, compuesto porlos mismos elementos, pero incluyendo el símbolo de laséptima especie y, denotando ese globo de tierra y mar.

Ese es el esquema idealizado por Wilkins. De cualquierforma, lo que es esencial, lo que realmente importa es lainterpretación crítica de Borges. El problema que exigerespuesta, dice él, es “el valor de la tabla cuadragesimalque es la base del idioma” de Wilkins. Para ofrecer unarespuesta, él expone la ambigüedad de algunas categorías:

la octava categoría, la de las piedras. Wilkins lasdivide en comunes (pedernal, cascajo, pizarra),módicas (mármol, ámbar, coral), preciosas (perla,ópalo), transparentes (amatista, zafiro) e insolubles(hulla, greda y arsénico). Casi tan alarmante como laoctava, es la novena categoría. Ésta nos revela quelos metales pueden ser imperfectos (bermellón,azogue), artificiales (bronce, latón), recrementicios(limaduras, herrumbre) y naturales (oro, estaño,cobre). La ballena figura en la categoría décimosexta; es un pez vivíparo, oblongo. (Borges, 1976:708)

Las “ambigüedades, redundancias y deficiencias” de esaclasificación traen al recuerdo la clasificación de losanimales de una supuesta enciclopedia china – Emporio Celestialde Conocimientos Benévolos – citada por Franz Kuhn, inventaBorges. Como será visto, tal clasificación de los animalesdel “emporio de conocimientos” y la de Wilkins, reproducidaantes, ofrecen los elementos centrales del argumento deBorges y, por esa razón, a pesar de ser muy difundida,requiere la transcripción integral presentada a seguir. Losanimales son así discriminados:

a) pertenecientes alEmperador

i) que se agitan como locos

b) embalsamados j) innumerablesc) amaestrados k) dibujados con un finísimo pincel

de pelo

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d) lechones e) sirenas

de camellol) etcétera

f) fabulosos m) que acaban de romper el jarróng) perros sueltos n) que de lejos parecen moscash) incluidos en estaClasificación (Borges, 1976: ibid.)

Prescindiendo de la declaración más directa de Borges,

a ser vista más adelante, los pasajes anteriores ya indicande manera inequívoca su convicción sobre la objetividad denuestro conocimiento y, por extensión, sobre la objetividadde la ontología que el siempre subentiende. De hecho, laambigüedad, la deficiencia y, sobretodo, el antropomorfismode las clasificaciones expresan el carácter social,histórico y, por lo tanto, falible de las nocionesontológicas en las cuales, cada vez, nuestra práctica estábasada.1 Todavía, su falibilidad no contradice suobjetividad, siendo antes su presupuesto. La mención a laballena, definida como pez vivíparo, oblongo en lataxonomía de Wilkins, no es gratuita. Con tal recursoBorges fuerza al lector a un diálogo involuntario. Lleva allector a percibir inmediatamente que la clasificación nocaptura de manera correcta, objetiva, la estructuraanatómico-fisiológica de la ballena, que es un mamífero, y,por tanto, que es falible, pero, al mismo tiempo y en elmismo acto, hace afirmar al lector la objetividad de supropio conocimiento, o de su propia taxonomía, pues él sólopuede flagrar un error desde un punto de vista tenido comoverdadero. De esto es posible concluir que nuestrasclasificaciones basadas en observaciones superficiales, dela práctica cotidiana – p. ej., animal que nada y vivesumergido es pez – pueden ser superficiales, falsas y

1 Como momento de la práctica, condicionada por sus finalidades, laantropomorfización tiene que poseer alguna objetividad a pesar de sufalsedad en términos ontológicos. Tal objetividad, subrayada porBorges, también es corroborada por Keith Thomas al destacar que

[en] el inicio del periodo moderno, incluso los naturalistas veían elmundo desde una perspectiva esencialmente humana y tendían aclasificarlo menos con base en sus cualidades intrínsecas que en larelación con los hombres. Las plantas, por ejemplo, eran estudiadasprincipalmente en relación a sus usos humanos, y percibidas de lamisma manera. Había siete tipos de hierbas, afirmaba William Coles,en 1656: hierbas de maceta; hierbas medicinales; cereales; legumbres;flores; capín, e hierbas dañinas. (Thomas, 1988: 63)

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pueden (y deben) ser corregidas, pero son objetivas enalgún grado: al final, es en ellas en que se basa lapráctica cotidiana. Borges emplea el mismo expediente alrecorrer a la clasificación de la enciclopedia china, quesólo arranca risas precisamente porque el lector percibe suabsurdo, pero lo hace, es evidente, desde la óptica de supropia clasificación, asumida como verdadera, objetiva.

Borges finaliza el ensayo de manera menos alusivacuando declara, a propósito de las ambigüedades de lasclasificaciones citadas, que todas las clasificaciones deluniverso son arbitrarias. (Borges, 1976: 708) No obstante,advierte que

[la] imposibilidad de penetrar el esquema divino deluniverso no puede, sin embargo, disuadirnos deplanear esquemas humanos, aunque nos conste que éstosson provisorios. (ibid.)

Siendo humano, el conocimiento no puede tener acceso a lo“divino”, a lo absoluto. Entretanto, como la prácticahumana es teleológica, finalística, el conocimiento delmundo es su presupuesto necesario y, en consecuencia, nadapuede mismo “disuadirnos de planear esquemas humanos”. Y silos esquemas humanos son condición insuprimible de lapráctica, se sigue que, a pesar de provisorios, falibles,son objetivos.

Esa interpretación de Borges, es preciso decir,discrepa totalmente de la sostenida por Foucault con baseen el último ensayo. En realidad, sería imposiblegarantizar categóricamente, pero el “Idioma Analítico”parece deber grande parte de su difusión al hecho de queFoucault, en el prefacio de Las Palabras y las Cosas, revela queel libro nació de la lectura del ensayo de Borges. SegundoFoucault, la clasificación de los animales de la supuestaenciclopedia china lo hizo “reír durante mucho tiempo, nosin un mal-estar evidente y difícil de vencer”. (ibid, p.XII) No obstante, son risas muy distintas las provocadaspor la taxonomía. La primera, sugerida antes, es una risaque encuentra una gracia en la insensatez del esquema, quejuzga, no sin condescendencia, desde la objetividadexperimentada de la propia ontología; la segunda, es unarisa de perplejidad, de espanto frente a una taxonomía quepresumiblemente demuestra el irremediable contra censo denuestros esquemas mentales, delante de la imposibilidad de

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alcanzar un conocimiento objetivo del mundo. De acuerdo conFoucault, tal risa

perturba todas las familiaridades del pensamiento –del nuestro: de aquel que tiene nuestra edad ynuestra geografía –, abalando todas las superficiesordenadas y todos los planos que tornan sensata paranosotros la profusión de seres, haciendo vacilar einquietando… [En el] deslumbramiento de esataxonomía, lo que de súbito alcanzamos, o que,gracias a lo apólogo, nos es indicado como encantoexótico de un otro pensamiento, es el límite de lonuestro: la imposibilidad patente de pensar eso.(ibid., p. IX)

Esa impresión de lectura parece una manifestación deaquello que, a propósito de las ideas del filósofoneopragmático R. Rorty, en otro trabajo denominé decarecimiento de Deus2. Posición que, a partir de laconstatación algo trivial de que todo conocimiento, siendohumano, social, es siempre relativo, mezcla lo objetivo conlo absoluto e, inalcanzable lo último, defiende elrelativismo al mayor. Por tanto, frustrada la aspiraciónmegalómana de todo saber, se priva a todos losconocimientos mundanos de cualquier objetividad.

Es importante tener en cuenta los sentidos másprofundos de esa diferencia de lectura, y no, es claro, enel campo específico de la crítica literaria, pero por lasserias repercusiones del escepticismo subyacente a lainterpretación de Foucault. En la práctica,independientemente de la intención de quien lo advoca, elescepticismo significa tácita aquiescencia con el status quo.Tal escepticismo no pasa desapercibido por Norris, paraquien el pasaje de Borges utilizada por Foucault demuestrade manera indiscutible su punto de vista anti-realista,convencionalista y nominalista. De hecho, afirma él, paraFoucault la clasificación de los animales de la“enciclopedia china” vale como índice del carácterparroquial, cultural-determinado de nuestros conceptos ycategorías. En su crítica a la lectura de Foucault, Norrisconcuerda con la interpretación aquí defendida, señalandoque la “posibilidad de pensar sobre tales exóticasclasificaciones indica nuestra capacidad de percibirla comouna instancia de categorización extravagante y tola”,

2 Ver Duayer (2010: 72).

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además de imaginar que constituyen una alusión ficcional “anuestros hábitos naturalizados de pensamiento ypercepción”. Justamente por eso, argumenta Norris, es untotal equívoco pretender, como quiere Foucault, que lasimple posibilidad de pensar y, en el caso de Borges,inventar tales “pensamientos completamente imposibles”sirve de base suficiente para sugerir que “todos nuestrosconceptos, categorías, compromisos ontológicos etc. sonigualmente constructos ficcionales extraídos de un o deotro discurso ‘arbitrario’”.

En la opinión de Norris, esas ideas componen lapremisa implícita de todo el proyecto foucaultiano, ya ensu punto de partida en la “arqueología” del conocimiento,de corte estructuralista, hasta el enfoque genealógico(pós-70) de matriz nietzschiana, y que de hecho alimentanlas agendas de lo pos-moderno, de lo neopragmatismo yadyacencias. Todavía segundo Norris, tal premisa puede serpensada como un reductio ad absurdum de la propuesta anti-realista que

inicia por localizar la verdad en las proposicionessobre las cosas, en lugar de localizarlas en laspropias cosas, y termina (con Quine, Kuhn, Rorty,Lyotard etc.) por relativizar holísticamente la“verdad” a cualquier tipo de juego de lenguaje queocurre disfrutar tal título. (ibid.)

Como se puede constatar, la utilización de los textosde Borges aquí analizados sirve para propósitos teóricos –y políticos – muy distintos. Pueden ilustrar la concepción,aquí defendida, de que nunca se puede pensar y actuar “deningún lugar”, que nuestra práctica y el pensamiento que lodirige se basan en caracterizaciones generales del mundo,en ontologías, que, como se vio con Borges, sonprovisorias, falibles, pero tienen su objetividadcorroborada por las prácticas que informan. Pero puedentambién ser tomados como ejemplo de la noción de que todasnuestras creencias, teóricas o no, son equiparables, puestoque la verdad – objetividad – es tenida por inalcanzable.Por tanto, las lecturas de los textos, de esos y de otros,sus interpretaciones, crean, refuerzan o refutan, estimulano inhiben, las ideas corrientes. No hay como serindiferente a lecturas discrepantes, conflictivas, una vezque ellas expresan disputas ontológicas cuyo impacto en la

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práctica es imposible descuidar, pues es en lascaracterizaciones generales del mundo donde vamos buscarnuestras ideas sobre lo deseable, lo posible, lo factible.

LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y LA ONTOLOGÍATal como anunciado en la Introducción, pasamos ahora

de la literatura a la filosofía de la ciencia e intentamosmostrar que también la ciencia, a pesar de tantos protestosal contrario, no puede funcionar en un vacío ontológico. Elexamen sucinto de las concepciones de ciencia y deexplicación científica del positivismo lógico, de Kuhn y deLakatos permite demostrar esa afirmación, a pesar deldesprecio e indiferencia de esas teorías por cuestionesontológicas. Para tal demostración, vale advertir, seránutilizados algunos esquemas que procuran mostrargráficamente el embargo a las cuestiones ontológicas en lafilosofía. En ese sentido, antes de alimentar la intenciónde elaborar un análisis exhaustivo de corrientes y autores,las próximas consideraciones toman las formulaciones de lasprincipales corrientes y/o autores en la filosofía de laciencia ortodoxa para ilustrar como aquel embargo espuramente nominal.3

Para iniciar, en la figura abajo se representa demanera esquemática como el empirismo más tosco concibe elproceso de conocimiento.4 El interior de las líneasparalelas horizontales representa el flujo de eventos, osea, todo lo que está pasando en el mundo. Si, para elempirismo, el conocimiento es generalización de lo que elaparato sensorial permite apañar del mundo, en el esquemaese proceso es ilustrado por el movimiento que empieza enla parte superior de la línea diagonal y que, a lo largo deella, “atraviesa” el flujo de eventos. Cada uno de losrecurrentes trayectos a lo largo de la línea permitecapturar nuevos hechos empíricos y proceder a sugeneralización, conformando así el conocimiento que lapráctica presupone y produce. Salvo equívocos en el procesode generalización de lo empírico experimentado por los

3 Ver Duayer (2010) para una explanación más detallada de losargumentos elaborados en esa sección. Para una exposición sintética delas concepciones de Kuhn y de Lakatos, ver Suppe (1977).4 Debo a Rômulo A. Lima la elaboración de los esquemas abajo, a quienagradezco la contribución.

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sentidos, libre de especulaciones metafísicas – ideas sinprocedencia estrictamente empírica –, errores que a laciencia cumpliría evitar, ese proceso acumulativoimplicaría un conocimiento cada vez más incluyente delmundo, o sea, “sistemas de creencias”, “coordenadasideológicas” o “esquemas ontológicos” perfeccionadosempíricamente de manera continua, por principio remontablea las sensaciones originarias y, por esa razón,irrefutables.

De inmediato se infiere que esa concepción subentiendeun sujeto de conocimiento que sólo puede ser un individuooriginario, aislado, atómico, pré-adámico, desprovisto derelaciones no sólo con otros individuos, pero también conla naturaleza, individuo que, por todo eso, no poseelenguaje ni conciencia. Es ese individuo que súbitamentepasa a relacionarse con la naturaleza y de esasexperiencias sin ideas comienza a formarlas al flagrar lassemejanzas y diferencias entre las cosas recogidas aquí yallí por sus sentidos. De manera gradual, por consiguiente,ese absurdo individuo va construyendo particulares yuniversales, arma para sí una inteligibilidad del mundo, enel cual de inicio transita “empíricamente”, por absurdo queparezca y es, sin cualquier inteligibilidad, a ciegas. Porúltimo, una vez que, de acuerdo con esa concepción, elconocimiento es un simple efecto mecánico del mundocapturado por nuestro aparato sensorial – una especie deefecto drive-thru del mundo atravesando nuestros sentidos –,los sistemas de creencias así formados exclusivamente de loempírico estarían libres de toda “metafísica”. No obstantetal pretensión, no es difícil percibir, como demostróBhaskar, que esa concepción de conocimiento subentiende unaontología empirista en la cual el mundo achatado,

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unidimensional, colapsado en las impresiones de lossujetos, es constituido de cosas y eventos atómicos, unavez que sus eventuales relaciones nada más son que merasconcomitancias (regularidades empíricas) percibidas por lossujetos. El sujeto de la cognición atómico, porconsiguiente, está en conformidad con esa ontologíaimplícita.

En el positivismo lógico la propia tradiciónpositivista procuró superar las absurdas inconsistencias deesa concepción que, para cumplir la depuración del discursocientífico de toda metafísica, su punto programáticocentral, precisaba garantizar que todos los ítems delconocimiento pudiesen ser remontados al dado empíricobruto. Idea que subentiende, sin enunciar, una especie demito creacionista: el individuo aislado de la cognición,que no es otro sino el individuo aislado superlativo delpensamiento liberal, eminencia parda de tantas teorías.Para reformular tal posición, el positivismo lógico almenos admite, a pesar que de manera muy curiosa, que elsujeto que percibe, que forma ideas, que confiere sentido alos dados de sus impresiones nunca existe sin ideas.

El resultado de esa reformulación de concepción deciencia y de explicación científica de la tradiciónpositivista está ilustrado en el próximo esquema. Enconformidad con la gnoseología empirista de la tradiciónpositivista, para la cual todo conocimiento es derivado dela experiencia sensorial y justificado con base en ella, elpositivismo lógico heredó la función siempre reclamada poraquella tradición: operar como supervisor de la mente ensus procesos de generalización científicos, cohibiendoespeculaciones metafísicas y, con eso, manteniendo firmeslos vínculos de la mente con el mundo, aquí comprendidocomo la realidad capturada por el aparato sensorial.Función normativa que el positivismo lógico imaginódesempeñar postulando una estructura general del discursocientífico, supuestamente característico de las cienciasparadigmáticas, la física en especial. De acuerdo con talprescripción, todo discurso científico tiene que presentaruna estructura hipotético-deductiva, también conocida comomodelo H-D del discurso científico. Dicho en pocaspalabras, el H-D define que toda teoría consiste en uncálculo axiomático-deductivo. Lo que equivale a decir que,

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bajo esta óptica, una teoría nada más es que un conjunto deaxiomas, incluyendo al menos una ley general, igualmenteaxiomática, conjunto del cual es deducida una serie deproposiciones sobre fenómenos observables.

En la ilustración arriba puede verse que,diferentemente del empirismo, el sujeto de la cognición nova más a la práctica desprovisto de ideas. De modo similaral esquema anterior, aquí el proceso de conocimientotambién comienza en la parte superior de la diagonal y, alo largo de ella, “atraviesa” el flujo de eventos,capturando en cada uno de los ciclos nuevos hechosempíricos. Entre tanto, en ese caso los hechos empíricos nose resuelven en generalizaciones. Al contrario, las teoríasconstruidas deductivamente a partir de los axiomas songeneralizaciones postuladas, descripciones de un sector dela realidad, que, observado el imperativo positivista, sólopueden consistir en regularidades empíricas entre fenómenoso relaciones funcionales estables entre variables. Lavalidez de las teorías, por lo tanto, tiene por condiciónsu corroboración por la evidencia observacional. Ensíntesis, las teorías postulan regularidades empíricas oconjunción constante de eventos y son válidas cuando lasregularidades postuladas son corroboradas por la evidenciaempírica. Partiendo de SC1, EO1 o CI1, en la parte superiorde la diagonal, la teoría válida “atraviesa” el flujo deeventos con el objetivo de identificar las regularidadesempíricas postuladas. A cada ciclo a lo largo de ladiagonal la teoría, con base en los mismos axiomasestructurales, procura anexar nuevos fenómenos empíricos,vale decir, incorporarlos a su interpretación. El suceso deesa expansión del dominio empírico de la teoría es al mismo

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tiempo la validación empírica del “sistema de creencias” enel cual está fundada.

Vamos aquí dispensar cualquier comentario sobre latotal ausencia, en el modelo H-D, de cualquier referenciasobre el origen de las ideas que arman ese “sistema decreencias”, por así decir, arquetipo. Para el argumentodefendido en el artículo, más que destacar todas lasinconsistencias de esa concepción de ciencia y explicacióncientífica, importa sobretodo enfatizar que ella implicauna clara refutación de la posición anti-ontológica datradición positivista, pues sostener que el discursocientífico es axiomático-deductivo equivale decir que todateoría está fundada en un “sistema de creencias”, “esquemaontológico” o “coordenadas ideológicas”, o sea, en unaontología. En consecuencia, teorías no pueden más serconsideradas, como siempre pretendió la tradiciónpositivista, expresión de los datos brutos de laexperiencia, siendo, en realidad, interpretación del mundo.

En lugar de los fenómenos captados por los sentidosconvertirse naturalísticamente en teoría por una especie deproceso mecánico, como subentiende el empirismo, en esecaso es la teoría que confiere sentido a los fenómenosaprendidos por el aparato sensorial. Como advierte Bhaskar,“hechos… no son los que aprendemos con nuestra experienciasensorial, pero resultados de teorías en términos de lascuales es organizada nuestra aprehensión de las cosas”(1989: 60-1). De ese modo, para el propósito de esteartículo es absolutamente crucial tener presente que elpositivismo lógico, aunque insinúe de manera vaga y ambiguael enraizamiento de las teorías en la empiria, en realidadprecisamente implica lo opuesto. La pretensiosa actitudanti-ontológica disimula una ontología implícita: laontología empírica acríticamente heredada del empirismo enla cual el mundo consiste de fenómenos atómicos.

Los dos próximos esquemas ilustran la concepción deciencia y de explicación científica de las corrientes pos-positivistas que actualmente predominan en la filosofía dela ciencia. Son pos-positivistas porque emergieron de lacrítica al positivismo. No obstante, pretendo mostrar queesas corrientes, a pesar de la relevancia de algunas de suscríticas, están lejos de representar una crítica efectiva ala tradición positivista. En realidad, del punto de vista

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substantivo mal se puede diferenciar la teoría crítica dela teoría criticada. Para demostrarlo, me concentro en losautores cuyas obras son más emblemáticas del pos-positivismo en la filosofía de la ciencia – Kuhn y Lakatos,cuya influencia va más allá de la filosofía de la ciencia.Por muy distante que estén de las ciencias naturales,ciencias priorizadas por los autores, corrientes teóricasque predominan en la teoría social, tales comoculturalismo, pos-modernismo, pragmatismo, constructivismo,perspectivismo, directa o indirectamente se inspiran en susideas, en particular en el relativismo al por mayorasociado a sus teorías. El examen de las concepciones delos dos autores a ser visto a seguir intenta destacar elpapel de la ontología en sus teorías de la ciencia. Noobstante, no debe pasar desapercibido el hecho de que enellas, exactamente como el positivismo lógico, la funciónde la ciencia se reduce a la búsqueda de regularidadesempíricas entre fenómenos (variables) y de su corroboraciónempírica. La propiedad relevante de las teoríascientíficas, por lo tanto, es su capacidad predictiva, y nola de ofrecer una explanación verosímil y objetiva de larealidad.

Iniciamos con el esquema referente a las ideas delpos-positivista Thomas Kuhn. Como se sabe, el autorsostiene que en la dinámica de toda ciencia se puedeobservar el padrón que está representado abajo. Según él,cualquier ciencia está fundada en un paradigma (en unaontología) – SC1, CI1 o EO1 – y se perfecciona recorriendociclos a lo largo de la diagonal. La ciencia normal, comola denomina Kuhn, amplia su dominio empírico en eseproceso, tal como preconizado por el positivismo lógico.Como señalado antes, aquí la ciencia tiene la exclusivafunción de capturar regularidades empíricas entre fenómenosrelevantes capturados por su red interpretativa.Entretanto, la propia lógica de la ciencia normal deexpandir continuamente su territorio empírico acaba porhacerla alcanzar un límite. Después de cierto período laciencia normal se demuestra inadecuada, insuficiente, puesno consigue explicar nuevos fenómenos, o incorporar nuevosfenómenos a su dominio. Tal estagnación, afirma Kuhn,inaugura un período revolucionario en que nuevas teoríasdisputan la hegemonía interpretativa de la ciencia normal,

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que, por fin, acaba siendo substituida por otra teoría – enel caso del esquema, representada por la figura en colorgris. Para el autor, en este caso se tiene lo que denominóde shift paradigmático: la nueva ciencia normal está fundadaen otro paradigma – SC2, CI2 o EO2 –, otra ontología, otrafiguración del mundo, y presenta una dinámica idéntica a lade la teoría que substituyó.

Teniendo en vista que de acuerdo con tal perspectiva,como se dijo, lo empírico es interno a cada paradigma,nunca es posible justificar empíricamente la supremacía dela corriente teórica que, a cada vez, conquistó lahegemonía. De hecho, como se puede observar en el esquema,la área cuadriculada, que indica la intersección de losrespectivos “empíricos” de las corrientes, revela que ellasson equivalentes desde el punto de vista empírico. Lasupremacía en cuestión, por lo tanto, solo puede serontológica, o sea, de la ontología en que la nuevacorriente está fundada. El autor pos-positivista, de esemodo, admite explícitamente lo que el positivismo lógicosubentendía, a saber, que toda ciencia pone y presupone unaontología. Además de eso, muestra que lo fundamental en ladinámica de las ciencias es el cambio radical en lafiguración del mundo, en la ontología que ponen ypresuponen. De cualquier forma, ese reconocimiento expresode la absoluta relevancia de la ontología, de su carácterdecisivo en las disputas científicas substantivas, no tieneningún efecto teórico en la concepción de ciencia y deexplicación científica del autor, porque simplemente laontología jamás es tematizada. Se constata que losparadigmas, apodos para ontología, son elementosestructurales de cualquier ciencia, pero jamás se analiza

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su procedencia y naturaleza. Por esa razón, se puedeconcluir, como hicieron los críticos de Kuhn, que losparadigmas son inconmensurables y, por tanto, la crítica esimposible. Posición teórica cuyo corolario es laequiparación de todos los sistemas de creencia y,consecuentemente, la refutación de la objetividad de todoconocimiento. Se trata de un relativismo al por mayor desentido inequívoco: la verdad no importa, pues esinalcanzable. Por consiguiente, la ciencia sólo puedelegitimarse por su eficacia como instrumento de la praxisinmediata.

La figura siguiente ilustra las ideas de Irme Lakatos.Él substituye la polaridad de ciencia normal y cienciarevolucionaria del esquema kuhniano, poco matizada y, poreso, incapaz de asimilar la coexistencia de variascorrientes teóricas disputando la hegemonía explicativa enuna ciencia específica, por la idea de programas deinvestigación científica (PIC). En la versión lakatosiana, laciencia debe ser comprendida como consistiendo de sistemaso familias de teorías, en lugar de teorías aisladas. Laciencia, bajo esa óptica, funciona como un sistema deteorías en permanente proceso de perfeccionamiento ytransformación. Tales sistemas o tradiciones teóricas, encada ciencia particular, constituyen un PIC, de modo que esposible tener en una dada ciencia una variedad detradiciones teóricas, cada cual envuelve de acuerdo con losprotocolos de su PIC, aquí ilustrados por SC1, CI1 o EO1 –SC2, CI2 o EO2 – SC3, CI3 o EO3.

En líneas generales, en la explanación lakatosiana losPICs son constituidos por dos tipos de reglasmetodológicas, una heurística negativa y una positiva. Laheurística negativa de un PIC establece las investigacionesimpropias en su interior; específicamente, desautorizan lainvestigación del núcleo duro del PIC – o sea, el conjunto deaxiomas estructurales que componen su parte irrefutable, esdecir, SC1, SC2 e SC3. La heurística positiva define laslíneas de pesquisa legítimas, abonadas por el PIC,representando el conjunto de indicaciones para perfeccionary modificar las teorías que rodean el núcleo rígido,componiendo el “cinturón protector” del PIC, su parterefutable.

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Exceptuándose la posibilidad de coexistencia dediferentes corrientes teóricas, en lo esencial la propuestade Lakatos es prácticamente idéntica a la de Kuhn. Enrelación a la dinámica y función de la ciencia, de susproposiciones se puede inferir que las teorías sonconstruidas para capturar regularidades empíricas entre losfenómenos y que, por tanto, cada sistema de teorías sedesarrolla o no de acuerdo con su capacidad de aprendernuevos hechos empíricos bajo su interpretación. Lo queimplica que la función de la ciencia es operar comoinstrumento de la práctica inmediata. Por otro lado, asícomo Kuhn, Lakatos, a pesar de defender que la diferenciaentre las corrientes teóricas es ontológica, cancela a priorila posibilidad de ser analizados o discutidos losfundamentos ontológicos de los distintos sistemas teóricos,una vez que los llamados núcleos rígidos son por definiciónirrefutables. Más una vez, por tanto, si las teorías selegitiman empíricamente y sus núcleos rígidos sonirrefutables, el resultado de esa concepción es la negaciónde la objetividad del conocimiento científico; o sea, laequiparación de todos los sistemas de creencias, la paridadde todas las ontologías, no importa si basadas en la razóny en la ciencia o en las nociones superficiales delcotidiano, en la superstición, en lo mágico y místico.

Si ni el conocimiento científico es objetivo, laconclusión sólo puede ser una: la descalificación de laverdad y la apología velada del instrumentalismo, de laciencia como simple instrumento de la práctica inmediata.Lukács ya advirtiera que ese era el efecto sustantivo delpositivismo lógico, pues en él

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No se trata más de saber si cada momento singular dela regulación lingüístico-científica... conduce aresultados prácticos inmediatos, pero, al contrario,de que el entero sistema del saber es elevado a lacondición de instrumento de una manipulabilidadgeneral de todos los hechos relevantes. (Lukács,2012: 58)

En ese contexto, Lukács podría haber resaltado la absurdafalacia de la posición que pretende que la cienciaconstruida en conformidad con sus prescripciones nocontribuye para plasmar una concepción de mundo, peroúnicamente ofrece instrumentos para manipularlo. ¡Como sitodas las imágenes del mundo mantenidas en la sociedadmoderna pudiesen ser compuestas sin la participación de laciencia!

El positivismo lógico, por suprimir cualquier mencióna la ontología en sus formulaciones, podría evocar laneutralidad axiológica de la ciencia, y consecuentementejustificar su carácter meramente instrumental. La ciencia,libre de cualquier ontología, no podría estar a servicio deese o de aquellos valores o intereses. Artificio que,naturalmente, está vedado a los autores pos-positivistasexaminados, pero que de hecho subyaz sus concepciones.Porque es una insanable incongruencia sostener que todaciencia está fundada en una ontología y, simultáneamente,como lo hacen Kuhn y Lakatos, circunscribir el papel de laciencia a un simple instrumento de la práctica inmediata.Pues la ciencia, según sus propias explanaciones, antes deser axiológicamente neutra, siempre funcionaria comoinstrumento de realización de los valores e interesesinherentes a la ontología en que está fundada.

LUKÁCS: TRABAJO, CIENCIA Y VERDADDe las consideraciones precedentes vimos que la

ontología es insuprimible o, como escribió Borges, la“imposibilidad de penetrar el esquema divino del universono puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemashumanos, mismo sabiendo que ellos son provisorios”. Sitotalizamos compulsivamente, si la figuración del mundo, lacaracterización general del mundo es momento fundamental dela práctica en general y, por lo tanto, de la práctica dela ciencia, se comprende por qué Marx, a partir de losGrundrisse, comienza la elaboración de una figuración,

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sistemática y articulada, de la sociedad capitalista,figuración crítica de las figuraciones corrientes,científicas o no, que esa forma social genera y necesita.Significa decir, formula una ontología de la sociedadmoderna radicalmente distinta de la que circunscribe lapraxis a la continua reproducción de lo existente. Comosostiene Lukács luego en el primer parágrafo del capítulode la Ontología dedicado a Marx,

Quien procura resumir teóricamente la ontologíamarxiana se encuentra frente a una situación un tantoparadojal. Por un lado, ningún lector imparcial deMarx puede dejar de notar que todos sus enunciadosconcretos… son dichos… como enunciados directos sobrecierto tipo de ser, o sea, son afirmaciones puramenteontológicas. (Lukács, 2012: p. 281)

La razón de esa necesaria démarche ontológica de Marxel propio Lukács ayuda a entender. Entre los innúmerosdesarrollos notables en su examen del complejo del trabajo,hay indicaciones fundamentales para comprender laimportancia de la consideración explícita de la ontología.Para exponer sintéticamente el punto, vale recordar que, enel análisis del complejo del trabajo, Lukács subraya ladeterminación específicamente humana del trabajo y,siguiendo Marx, destaca su carácter teleológico. Paratratar de los presupuestos del poner finalidad presente enel trabajo, Lukács, basado en Aristóteles y en eladitamiento a las ideas de este último propuesto porHartmann, enfatiza los dos momentos centrales del trabajo:el poner la finalidad y el análisis de los mediosnecesarios para concretizarla. Dos momentos que, en eltrabajo más primitivo, mal pueden ser distinguidos, peroque, con el desenvolvimiento del ser social, acaban pordiferenciarse, punto que aquí nos interesa destacar. Elponer la finalidad presupone, afirma Lukács, unaapropiación espiritual de la realidad orientada por el finpuesto, pues solo de esa manera el resultado del trabajopuede ser algo nuevo, que no surgiría de los procesospropios de la naturaleza. No obstante, por contraste,enfatiza Lukács, el reordenamiento de los materiales yprocesos naturales requerido para que ellos puedan darorigen al fin puesto exige un conocimiento lo más adecuadoposible de esos objetos y procesos, precisamente para

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convertirlos de legalidades (procesos) naturales enlegalidades puestas. En ese caso, al contrario delantropomorfismo propio de la posesión espiritual de larealidad condicionada por la finalidad planeada, aquí debeprevalecer el máximo de desantropomorfización, ya que laconsecución del fin exige el conocimiento lo más adecuadoposible de las propiedades de los objetos y procesosenvueltos en la transformación de las causalidadesnaturales en causalidades puestas.

Así, si el análisis del complejo del trabajo permitedemostrar la génesis del conocimiento en el trabajo, no esdifícil comprender que esos dos momentos del trabajo – elponer la finalidad y la investigación de los medios –acaban por volverse relativamente autónomos con eldesarrollo y la complejificación de los procesos de trabajoo, caso se quiera, de la producción y reproducción de lascondiciones materiales de la vida con el desarrollo del sersocial. La ciencia, cuya génesis puede ser remetida a lostrabajos más rudimentarios, en la elaboración lukácsiana esel momento de la investigación de los mediosprogresivamente autonomizado en relación a los finesparticulares. En consecuencia, mismo sin despegarse porcompleto de la determinación social de los fines, alafirmarse como esfera relativamente autónoma la cienciapasa a tener como finalidad específica la verdad, o sea, elconocimiento más adecuado posible de la realidad en símisma. En un aparente paradojo, por tanto, teniendo suorigen vinculada a las finalidades (en los valores) puestaspor los sujetos, la ciencia busca la verdad de las cosaspara, sin perseguirlo inmediatamente, contribuir para laconsecución de los valores.

De esa manera queda explicada la orientaciónnecesariamente ontológica de la ciencia genuina, que, paraformularlo en un slogan, podría ser: conocer el mundo talcomo él es para mudarlo en nuestro (humano) provecho. Si esposible admitir tal interpretación, se puede entender porqué para Lukács los enunciados de Marx son “afirmacionespuramente ontológicas”. La crítica de la economía política,en Marx, tiene la marca de la orientación ontológica de lagenuina ciencia, le interesa el conocimiento más adecuadoposible de la formación social regida por el capital. Mundosocial que, siendo histórico, muda necesariamente. Por

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consiguiente, la teoría social adecuada a ese mundo tieneque consistir en una crítica de las teorías que, basadascomo están en una ontología que trunca la historicidad, nopueden más que circunscribirse a la investigación de laestructura de la sociedad moderna, de su funcionamiento, yasí corroboran y infunden la impresión de su perennidad, almismo tiempo en que condicionan y habilitan los sujetos aresponder de manera pasiva a sus imperativos.

La crítica a ese tipo de concepción consiste ante todoen restituir al objeto, a la sociedad su efectivahistoricidad, y así en capturar la verdad de la dinámicahistórica de la forma social regida por el capital, enelucidar sus tendencias, sus futuros posibles, abriendo alos sujetos nuevas posibilidades de práctica. Porque larelación de la humanidad con la historicidad del mundosocial producida por su práctica es ella misma histórica.No tiene que ser una relación a-histórica tal comoimplícito en corrientes teóricas como el pos-modernismo, elpos-estruturalismo y el neopragmatismo, en las cuales lahistoria es concebida, a lo máximo, como pan-contingencia,como absoluta contingencia a cuyas ocurrencias a lahumanidad solo le resta asistir y ajustarse. La críticaontológica, por lo tanto, no solamente refigura la sociedadcon su intrínseca historicidad, sino que también restituyea los sujetos, a los seres humanos la historicidad de surelación con su propia historia, en la cual no están enabsoluto destinados a ser eternamente meros espectadores.Esa verdad de la crítica ontológica de Marx es condición dela práctica transformadora: salir de la pre-historia, de lapráctica reactiva, y participar activamente de la historia,de la construcción de un futuro digno de lo humano.

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