HISTORIOGRAFÍA PROVINCIAL – HISTORIOGRAFÍA NACIONAL: UN ABORDAJE EN CLAVE COMPARADA. 1960-1980

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XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia 2 al 5 de octubre de 2013 ORGANIZA: Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional de Cuyo Número de la Mesa Temática:119 Titulo de la Mesa Temática: La escritura de la historia en espacios regionales: contextos, argumentos y vínculos intelectuales. Apellido y Nombre de las/os coordinadores/as: Brezzo, Liliana – Quiñonez, María Gabriela. HISTORIOGRAFÍA PROVINCIAL – HISTORIOGRAFÍA NACIONAL: UN ABORDAJE EN CLAVE COMPARADA. 1960-1980 Nombre: Orsingher, Silvina Mabel e-mail: [email protected] UADER – FHAyCS. Sede Concepción del Uruguay Nombre: Satto, Mariela. 1

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XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia

2 al 5 de octubre de 2013

ORGANIZA:

Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional de Cuyo

Número de la Mesa Temática:119

Titulo de la Mesa Temática: La escritura de la historia en espacios regionales: contextos, argumentos y vínculos intelectuales.

Apellido y Nombre de las/os coordinadores/as: Brezzo, Liliana – Quiñonez, María Gabriela.

HISTORIOGRAFÍA PROVINCIAL – HISTORIOGRAFÍA NACIONAL: UNABORDAJE EN CLAVE COMPARADA. 1960-1980

Nombre: Orsingher, Silvina Mabele-mail: [email protected]

UADER – FHAyCS. Sede Concepción del Uruguay

Nombre: Satto, Mariela.

1

e-mail: [email protected] – FHAyCS. Sede Concepción del Uruguay.

INTRODUCCIÓN

Entre las décadas de 1960 y 1980, en Buenos Aires comienzan

a tener presencia en los debates historiográficos dos

corrientes, una de influencia marxista y, por otro lado,

una influenciada por la Escuela de Annales.

Los nuevos análisis desplazan el eje de discusión a las

sociedades y al mercado, dando un marco diferente a la

visión de los discursos cuasi hegemónicos, quienes se

centraron en construir la historia en base a un panteón de

héroes y distintos hechos u acontecimientos, como la

Revolución de Mayo o el virreinato del Rio de la Plata,

vistos como el sustrato del origen de la nación argentina.

Sin embargo, en la provincia de Entre Ríos prevalecieron

las construcciones tradicionales, tendientes a elaborar

símbolos que encarnen los ideales nacionales, dejando de

lado las manifestaciones de los nuevos enfoques ya

mencionados que brindaron un giro en los abordajes

historiográficos, sobre todo en la temporalidad en las que

los procesos macros se constituyeron como eje vertebrador

de la historia y articuladores de las sociedades,

mentalidades y mercado mundial; todo ello a través de

análisis econométricos y estadísticos, que permitían

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captar el por qué los países latinoamericanos quedaron

rezagados en el despegue impulsado por la

industrialización, entre otras temáticas.

Mientras estas cuestiones se debatían a escala nacional y

latinoamericana, en Entre Ríos la obra de Facundo Arce, a

través de las dimensiones analíticas pueblo, soberanía, territorio

y nación preexistente, mostraban por un lado, una dimensión

provincial estrechamente ligada a la dimensión nacional

pero resaltando los localismos, en la que los héroes son

los organizadores y encauzadores del caos reinante de la

nación; y por otro, que las nuevas formas de hacer historia

llegarán tardíamente al territorio provincial.

De ahí que en esta ponencia, nuestro interés se centra

en cubrir el vacío presente en cuanto a estudios

historiográficos concierne, que realicen un análisis

comparativo entre las categorías utilizadas por la

historiografía provincial y las empleadas por la

historiografía a nivel nacional, en un mismo período, en

este caso 1960-1980. Para ello tomaremos las dimensiones

analíticas pueblo – territorio – soberanía que nos permiten

observar como la dimensión provincial se articula a la

dimensión nacional. De modo que a partir de los ejes

vertebradores de este análisis, mencionaremos que nuestro

supuesto es que tanto las obras del historiador

entrerriano Facundo Arce como las de la historiografía

nacional propuestas por las corrientes marxistas y de

historias de las ideas, tienen un sustrato teórico común

de influencia que es la visión hegeliana de la historia.

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Sin embargo, las divergencias radicarían en las

metodologías, fuentes utilizadas, como así también en los

actores sociales intervinientes en la construcción del

discurso histórico.

DESARROLLO

Panorama general de la historiografía entrerriana

La historiografía entrerriana presenta una particularidad

que quizá se refleje en otras provincias, que es su lenta

renovación y adopción de las nuevas formas de ver la

historia, que se van gestando en los principales centros de

producción y difusión de todo el país. Es así que recién

entre fines de la década del ‘90 y lo que vamos transitando

del siglo XXI, se produce un verdadero cambio de los

enfoques y los temas de nuestro pasado entrerriano, así

también como una revisión de la práctica historiográfica.1

Siguiendo a María del Carmen Ríos, la historiografía

entrerriana se ha basado en escribir la vida y obra de los

grandes personajes y acontecimientos que se han destacado

en la provincia así también como en el espectro nacional.

Entre estos historiadores podemos mencionar a César Blas

Perez Collman, Beatriz Bosch, Ruiz Moreno, Filiberto Reula,

Leoncio Gianello, entre muchos otros.

1 En esta instancia encontramos los trabajos de María del Carmen Ríos,Amelia Galleti, Celia Gladys López, Aixa Mega, Darío Velázquez,

Rodolfo Leyes entre otros tantos que hoy en día enriquecen el quehacer

del historiador desde nuestra región.4

Dentro de este marco, en nuestra provincia, uno de los

historiadores a quien se le encarga la tarea de escribir

sobre nuestro pasado es, Facundo A. Arce.

Historiador  formado en el Instituto de Profesorado de la

ciudad de Paraná, realizó su carrera docente en la

provincia de Entre Ríos así también como en la provincia de

Santa Fe, desempeñándose como miembro del plantel de

profesores de la Universidad Nacional del Litoral.

La docencia no le impidió realizar investigaciones sobre

diferentes temas históricos entre los que se pueden

mencionar la figura del General San Martín, la Revolución

de Mayo, Artigas, etc.  El ámbito de producción y

legitimación de los mismo se reduce a publicaciones

oficiales; publicación de la Academia Nacional de la

Historia y también emitidas y avaladas por la UNL, entre

otras.

Análisis conceptual

Comenzando por la obra de Arce, su pertenencia

historiográfica, indiscutida, a la Nueva Escuela Histórica,

hace que vea a la dimensión temporal concebida desde los

parámetros de la modernidad: el tiempo como lineal, con un

principio y un fin, unidimensional. (Héller, 1993:190-

200)Y es dentro de ésta categoría donde se articulan las

conceptualizaciones que se nos presentan en su narrativa

histórica. Para ello, tomaremos un análisis que realiza

Esperanza Durán sobre las dimensiones de pueblo, estado, nación y

soberanía en la teoría hegeliana. El motivo de la elección

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de esa teoría, deviene de que ha constituido el trasfondo

de todas las producciones historiográficas propias de la

modernidad, dejando una impronta muy difícil de superar que

sólo está siendo revisada desde hace alrededor de una

veintena de años, con mayor profundidad y éxito en la

última década.

El concepto de "pueblo" es un instrumento muy útil en el

análisis tanto de los escritos políticos, como en la

evolución del pensamiento político de Hegel. Se relaciona

con problemas tan fundamentales como los límites a la

libertad, la racionalidad de las constituciones; los

fundamentos de la cohesión política y social; la naturaleza

de la representación política; etc.

Es conveniente resaltar que el sustantivo "pueblo" en el

uso cotidiano puede tener dos connotaciones distintas. Así

por ejemplo, podemos hablar de el pueblo teniendo en mente

una unidad política. Por otra parte, podemos referirnos a

un pueblo e implicar una unidad cultural. Estas dos

dimensiones del término han jugado un papel muy importante

en la elaboración de dos teorías sobre el fundamento de la

cohesión social: una enfatiza los aspectos culturales como

unificadores de una sociedad dada; otra enfatiza la función

de las instituciones políticas en la creación de una

comunidad genuina. La una considera la identidad de un

pueblo expresada a través del lenguaje, las tradiciones

culturales e históricas, cuanto que la otra sintetiza estos

elementos y los ve materializados en las instituciones

políticas. (Durán, 2006: 44)

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Hegel fue el heredero de estas dos tradiciones teóricas y

uno de sus anhelos intelectuales fue el llegar a

reconciliarlas.

En sus primeros escritos políticos, Hegel, bajo la

influencia de las ideas de la revolución francesa y de los

escritos de Rousseau, aceptó la concepción tradicional de

pueblo y estado como dos unidades conceptualmente distintas:

el pueblo como súbditos y el estado como el aparato

gubernamental.

Posteriormente Hegel se rebela contra esta idea de separar

al pueblo del estado, encontrándola inexacta y superficial.

Según Hegel es sólo el pueblo en este sentido totalitario

(gobierno y sujetos) que puede ser soberano, por lo cual

expresa incluso desprecio por quienes hablan de la

soberanía del pueblo considerando a éste como una entidad

propia separada del estado. Para el filósofo, sólo se puede

hablar de la soberanía del pueblo si se considera como

pueblo a la totalidad de la entidad política: monarca,

instituciones, clases sociales, etc.

Finalmente hay un tercer nivel al que Hegel utiliza el

concepto de pueblo: el nivel histórico. En la Filosofía de la

Historia llega a la importante conclusión de que solamente

aquel pueblo que se haya constituido en estado

políticamente organizado y cuya unión esté basada no sólo

en vínculos culturales (nación) sino también políticos

(estado propiamente dicho), podrá participar en el

desarrollo histórico, o, dicho en términos hegelianos, en

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el desarrollo humano hacia la realización de la libertad.

(Durán, 2006: 46)

Cada nación, decía Hegel en términos herderianos, tiene sus

propias tradiciones, "un rasgo nacional establecido, su

propia manera de comer y beber y sus propias costumbres en

el resto de su modo de vida". Falta cita

Es sólo cuando la comunidad vive en sus costumbres y

tradiciones, con las cuales el individuo se puede

identificar y cuyos valores comparte, que la armonía y la

unidad se establecen entre los miembros del todo social.

En cuanto a la soberanía de un estado, para Hegel, es la

idealidad de sus esferas y funciones particulares y sólo

puede existir en un gobierno legal y constitucional. La

soberanía es lo que da unidad a cada una de las esferas que

constituyen un estado.

Habiendo intentado esclarecer desde qué perspectiva

abordaremos las conceptualizaciones que pretenderemos

analizar en los discursos de las dos vertientes

historiográficas anteriormente mencionadas, pasaremos a la

descripción un tanto más detallada de dichas corrientes.

La obra de Facundo Arce y Beatriz Bosch

Como se expone en el desarrollo, las producciones

historiográficas del profesor Arce se hallan enmarcadas

dentro de una determinada corriente, la de la Nueva Escuela

Histórica.

Tomando una de las innumerables obras de nuestro

historiador, “Artigas - Heraldo del federalismo”, podemos

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ver que en ella como el patrón de un héroe, encarnado por

un personaje reconocido políticamente en su región, es el

que trata de representar mediante una autoridad

legítimamente constituida para él (a partir del Congreso de

Peñarol) la voluntad popular.

Sin entrar en mayor detalle en el resto de sus trabajos,

podemos visualizar que sus temas abordados giran en torno a

la Revolución de Mayo, su vinculación con la provincia,

personajes renombrados como actores principales de la

historia de la nación argentina (Artigas, Belgrano, entre

otros), debates constitucionales. En ellos se evidencia un

tema estrictamente político como hilo conductor de los

relatos, donde las acciones son encarnadas por grandes

hombres y un desarrollo lineal y cronológico de lo

narrado.

Por otro lado, una de las trasgresoras en el ámbito

académico, no quizá por su innovación temática sino más

bien por su condición de género, donde la historia solo era

escrita por hombres, Beatriz Bosch viene a contribuir con

sus estudios a las producciones desde Entre Ríos,

fundamentalmente sobre la vida privada y política del Gral.

Justo José de Urquiza.

Un ejemplo de ello, es una de sus grandes obras “Urquiza y

su tiempo” donde la autora hace un raconto de la vida del

caudillo entrerriano con particular colorido ; desde su

nacimiento, pasando por sus inicios en la carrera militar y

política, su desempeño y accionar en la gobernación de la

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provincia, los conflictos y avatares de la economía

regional, la diplomacia con el resto de las provincias

argentinas, en especial la relación con Buenos Aires, cuna

de conflictos por los ingresos de la aduana,

desaveneniencias con Juan Manuel de Rosas; batallas

ocurridas en el periodo, Tratados interprovinciales,

Convenciones, etc. Así, los escritos de Bosch, podríamos

enmarcarlos dentro de la llamada, historiografía

tradicional vinculada también con los criterios

metodológicos de la Nueva Escuela Histórica, ya que toda la

mencionada obra, relata hechos entorno a la vida del

general y los acontecimientos político-económicos

nacionales; claro ejemplo de ello se visualiza en breves

líneas de la obra; “…Singular amalgama de hombre de

empresa, caudillo de masas, guerrero, estadista y gran

señor, Justo J. de Urquiza ha atravesado airosamente medio

siglo de historia argentina. Suerte de self made man, se lo

ha visto elevarse desde un corto radio semirrural y

fronterizo, lejos del centro político del país. Pese a

proceder de una capa social superior, nada debió su carrera

pública al ascendiente familiar, poco, al estudio metódico

y regular, menos, al espaldarazo de ningún superior

jerárquico. Una honda sapiencia telúrica, innato talento y

audaces arrestos lo exaltaron durante dos décadas a un

primer plano de la vida nacional…” (Bosch, 1971:714).

La Renovación historiográfica del ‘60

Sin embargo, durante el período que tomaremos en este

trabajo, surgen con mayor fuerza dos nuevas vertientes que

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van a dar inicio a un movimiento conocido como renovación

historiográfica. Veamos de qué se trata esto.

Tanto la nueva historiografía de izquierda como la de la

historia de las ideas, vienen a irrumpir y quebrantar el

pretendido estado hegemónico de las tradiciones que se

comenzaron a desarrollar a principios de siglo XX,

representadas en los tipos de Revisionismo y la “Historia

oficial” de la NEH. ¿Por qué renovación? Porque cambiaron

los ejes de análisis.

Las historiografías de izquierdas se centraron en los

debates sobre la encrucijada latinoamericana (Devoto y

Pagano, 2010: 330), una vez que la realidad del

subdesarrollo echó por tierra las propuestas de cambio que

propiciaban tanto la vía desarrollista como la

revolucionaria. En ellos se percibe una clara

conceptualización marxista en tanto que los escritos están

direccionados a esclarecer los modos de producción en

América Latina, el desarrollo del capitalismo, y las

relaciones sociales de producción que del mismo sistema se

desprenden y como estas, atraviesan todo el eje cultural.

A partir de estos ejemplos, se puede visualizar la

emergencia de una izquierda académica que se vio truncada

entre los años 1974 y 1983, por las coyunturas políticas

atravesadas en nuestro país, pero que se retoma

posteriormente, para lo cual, en palabras de Devoto y

Pagano, queda un balance pendiente.

Es durante el periodo de 1960 cuando la corriente que tiene

como mayor exponente a José Luis Romero, simultánea a la

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historiografía marxista, viene a perturbar el orden

implantado por las escuelas tradicionales. Las ideas y las

mentalidades se constituirán en el eje de los abordajes

historiográficos.

Atendiendo en primer lugar al análisis de alguna de las

obras de José Luis Romero, representante de la

historiografía nacional, vemos que este, considera uno de

los hechos más importantes y controvertidos como es la

Revolución de Mayo, como un claro triunfo de la razón y las

luces; evidenciado esto como la nueva nación que

equilibrará por si misma los conflictos de intereses

imperantes en la época. Sin embargo, el autor, ve que el

lugar de la nueva nación, es exclusivamente Buenos Aires,

ya que las demás provincias serían bastiones de

resistencia frente al progreso y la modernidad que ya

anclaba en la conciencia de la “metrópoli”. Así mismo

esta resistencia es producto de la herencia colonial

enquistada en las provincias, lo que no les permitiría

avanzar y plegarse al proyecto de la elite porteña. Con

todo, la idea de la incuestionable existencia de una

“comunidad nacional” por encima de las divergencias

provinciales se manifestó vigorosamente y así pudieron

prosperar las gestiones que llevarían a cabo la ansiada

“organización nacional”. Siguiendo a Romero, en su análisis

de las vicisitudes en las campañas libertarias de Bolívar y

San Martin; vemos claramente los conceptos por el

significado; ya que con respecto al surgimiento de la

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nación, esta se encontraba en pleno proceso conciliatorio

en Buenos Aires, exclusivamente; pero evidenciamos la

carencia absoluta de un aparato estatal acompañando el

trayecto organizacional argentino. “….Quedaban todavía

algunos focos realistas en el continente y los dos grandes

jefes americanos, Bolívar y San Martin, se reunieron en

Guayaquil, en Julio de 1822, para acordar un plan de acción

que acabara con la dominación española en América. Falto de

recursos militares y de un Estado Argentino que lo

respaldara, San Martin cedió a Bolívar la dirección de la

última campaña que remataria la obra de los dos

libertadores. (Romero, 2005: 70)

En términos generales, el proceso de organización nacional

quedaría consumado al asumir la presidencia, Bartolomé

Mitre en 1862; cosa posible de ser; gracias a la

preparación dogmática del terreno institucional allanado

con la dirección rosista.

Analizando a Romero, notamos la matriz “moderno-

iluminista” en su forma de ver y escribir la historia en el

periodo de construcción nacional; “…la noción de que el destino

argentino, su futuro pero también su pasado, se entroncan en un proceso

universal del que son parte…””…no había así historia argentina sino historia

universal a la manera como entonces habitualmente se entendía, es decir,

historia de la civilización occidental…” (Devoto y Pagano, 2010: 346)

Es sabido que Romero hace una relectura de uno de los

“padres” fundadores del oficio de historiador, Vicente

Fidel López, otorgando a sus obras la idea de una historia

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universal contenedora de las historias nacionales, postura

a la que adhiere enfrentándolo inclusive al historicismo

nacionalista de Mitre. (Devoto y Pagano, 2010: 350)

Siguiendo a otro referente de la renovación historiográfica

nacional del periodo que se le da como inicio a partir de

1960, Tulio Halperín Donghi, podemos dilucidar en su

discurso como la idea de progreso empaña su producción

historiográfica.

Al igual que Romero, Halperín Donghi es representante de

una renovación historiográfica donde la pretendida

hegemonía de la Nueva Escuela Histórica presenta un nuevo

“contrincante”. Estos autores, si bien comparten la

valoración por la heurística y el documento como una forma

de convalidar el discurso histórico, así también como la

centralidad de determinados personajes, que no serán ya

líderes políticos – militares, sino intelectuales

delineadores de un proyecto de nación- su abordaje se corre

de los acontecimientos. Su foco de atención va a pasar a

ser las crisis en las cuales pretenden visualizar los

cambios erigidos en los procesos, el largo plazo, donde se

atiene a las irrupciones en los mismos.

En cuanto a los referentes nacionales de la renovación

historiográfica de la década del 60, se puede dilucidar que

conservan parte del método hermenéutico, es decir, la

recolección y trasposición de documentos oficiales.

Sin embargo, la particularidad por la cual se dice que

existe una “renovación historiográfica”, radica en la

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“multidisciplinariedad” desde donde se analiza y escribe la

historia en coparticipación con las diferentes disciplinas

o ciencias, las que hacen muy rico el discurso

historiográfico por la amplitud en la visión de aspectos

sociales, políticos y económicos, ampliando el abánico de

fuentes a utilizar y por ende la proliferación de

metodologías para el abordaje histórico.

CONCLUSIÓN

Podemos afirmar que tanto los historiadores provinciales

coetáneos con los historiadores pertenecientes a centros de

producción reconocidos nacionalmente, comparten un mismo

sustento teórico que subyace en la lectura de sus

discursos, la teoría del progreso. Y es por eso que nos

proponemos cuestionar hasta qué punto es legítimo llamar

“renovación historiográfica” a las producciones surgidas a

partir de 1960, o más bien desde que punto podemos decir

que se renueva la historiografía nacional.

Desde nuestra óptica, consideramos que el sustento teórico

que promulgó la teoría del progreso, es una huella en la

producción de los historiadores que aún hoy es difícil de

borrar. Creemos que al lograr superar esta idea de

progreso, concebido desde lo lineal y acumulativo, el

sentido de la historia podría dejar de ser tan despectivo y

perjuicioso para las problemáticas abordadas desde esta

perspectiva occidentalizada.

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