GENTE QUE LLAMA A LA PUERTA

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GENTE QUE LLAMA A LA PUERTA (Basada en la novela homónima de Patricia Highsmith) (El interior de una casa de clase media, una casa modesta pero cuidada. El aspecto de la casa deberá ser alegre y cómodo para ir ensombreciéndose progresivamente y los espacios haciéndose cada vez más opresivos, hasta adquirir una tonalidad cercana a la “casa del terror”. Esto se conseguirá a través de la iluminación y el color de los decorados, que incluso podrán moverse o reducirse al final de la historia. Luisa, la madre, está ordenando la cocina y el salón, situados de forma contigua. Interrumpe un momento su labor, y mira hacia el exterior de, donde hay un pequeño jardín, de aspecto agradable y cuidado, bañado por el sol, un jardincito por donde entra una luz diáfana. Arturo, el hijo mayor, un joven de dicesiete años de aspecto sano y simpático está allí, leyendo una revista, sentado en las escaleras. Cansado de ojearla y con aspecto algo preocupado, la abandona, se levanta y dirigiéndose hacia los setos, da la espalda a la casa y hace una llamada móvil.) ARTURO: (Denotamos cierto nerviosismo en su tono) Hola, Sandra, ¿Qué tal ? ¿Me oyes ahora? ¿Ahora sí? Bien. (Silencio)

Transcript of GENTE QUE LLAMA A LA PUERTA

GENTE QUE LLAMA A LA PUERTA

(Basada en la novela homónima de Patricia Highsmith)

(El interior de una casa de clase media, una casa modesta pero cuidada.

El aspecto de la casa deberá ser alegre y cómodo para ir ensombreciéndose

progresivamente y los espacios haciéndose cada vez más opresivos, hasta

adquirir una tonalidad cercana a la “casa del terror”. Esto se conseguirá a

través de la iluminación y el color de los decorados, que incluso podrán

moverse o reducirse al final de la historia. Luisa, la madre, está ordenando la

cocina y el salón, situados de forma contigua. Interrumpe un momento su

labor, y mira hacia el exterior de, donde hay un pequeño jardín, de aspecto

agradable y cuidado, bañado por el sol, un jardincito por donde entra una luz

diáfana. Arturo, el hijo mayor, un joven de dicesiete años de aspecto sano y

simpático está allí, leyendo una revista, sentado en las escaleras. Cansado de

ojearla y con aspecto algo preocupado, la abandona, se levanta y dirigiéndose

hacia los setos, da la espalda a la casa y hace una llamada móvil.)

ARTURO: (Denotamos cierto nerviosismo en su tono) Hola, Sandra,

¿Qué tal ? ¿Me oyes ahora? ¿Ahora sí? Bien.

(Silencio)

Bueno (pausa), yo sí he dormido bien. Bueno, lo suficiente

¿Cuándo podemos vernos?

Si (contrariado) puedo esperar al sábado. De todas formas te

veré en el instituto, imagino, un día de estos. (Pausa) ¿Se

te paso el enfado?

(Pausa)

Bueno.

Un beso, amor. Un besito. Hasta entonces. Ok.

(Arturo se queda pensativo)

ARTURO: Hola ¿Qué tal todo?

LUISA: Comemos ya mismo, hijo, está todo preparado. No

tardo nada. No puedo estar en todo y todos a la vez.

ARTURO: ¿Dónde está Roberto?

LUISA: Está muy constipado. Creo que es gripe, o algo más

fuerte. Uff no ganamos para disgustos con este chico.

Menuda edad.

ARTURO: Pues yo a su edad no era así. O eso creo.

LUISA: Vaya que mala memoria tienes.

ARTURO: Será eso. Se pasa el día metido bosque, cerca del

el lago, en las cabañas viejas, pescando desde una barca

con esos amigos mayores que tiene…y con este tiempo tan

revuelto…bueno él verá.

LUISA (En voz baja, pensativa) Son chicos…Bueno, es la edad,

revoltosos. Está bien que salga, pero con este frio no. Uff

hasta aquí dentro estoy helado (Comienza a poner la mesa) Se

ha pasado toda la noche tosiendo y con unos cuantos grados

de fiebre.

ARTURO: Seguro que se empeña en salir hoy también de

pesca…

LUISA: No creo. Hoy no. Ni hablar. Se ha constipado de

verdad. Menuda gripe le espera.

ARTURO: Bueno espero que eso se lo impida.

LUISA: Hoy no irá.

(Entra Ricardo, el padre de familia. Es un hombre de mediana edad, cerca de

los sesenta, con el pelo algo cano, pero conserva buen aspecto, aunque no

debe hacerse demasiado simpático al público ya que su carácter se va

oscureciendo)

RICARDO: (a Arturo) Hola hijo (a Luisa) ¿Cómo está Roberto?

LUISA: Sigue igual, le he tomado la temperatura hace un

rato. No le baja la fiebre.

RICARDO: (Llamando en voz alta): ¡¡ Rober!!

LUISA: Schttsss!! Déjale. Todavía no se ha levantado. Y

creo está mejor en la cama. He llamado al doctor Iglesias.

Me ha costado, pero por fin me han cogido el teléfono.

RICARDO. ¿A qué hora viene?

LUISA: Por la tarde… podía haber venido antes…o coger el

teléfono…no sé…

RICARDO: Es un buen médico y un hombre honrado y

competente. Cree en lo suyo. Y yo ahora mismo tengo un

hambre de lobos (Sale)

LUISA: Enseguida comemos. Esta ya todo preparado. (A Arturo)

¿Era esa amiga tuya, Sandra?

ARTURO: ¿Eh? ¿Qué pasa?

LUISA: Con la que te peleabas, por el telefonillo…

ARTURO: El móvil. No me peleaba, hablábamos. Se oye mal.

No hay mucha cobertura. (Con voz de paciencia) Si, era Sandra.

LUISA: Eso Sandra. Estoy deseando conocerla…y a sus padres

ARTURO: ¿No recuerdas que os los presenté en encuentro de

las familias, el año pasado… en el instituto? Pero si ya

la conocéis.

LUISA: No, no me acuerdo… Bueno, tal vez, sí. Ya sabes

cómo tengo la cabeza. Como un avispero y tantas cosas en

las que pensar. Por cierto mañana tengo que ir a cuidar al

hijo de la señora Mínguez. La hermana del párroco. (Pausa)

En cualquier caso podías traerla un día a cenar. Así la

conocemos…bueno…de verdad…y hablamos con ella.

ARTURO: Si, claro. No creo que le importe. Tiene una mente

muy abierta.

LUISA: Voy a ver cómo está tu hermano. Estoy muy

preocupada. (Se levanta y sale con visible cara de preocupación y

abatimiento)

(Entra RICARDO, lleva puesta una servilleta colgando del cuello. Se sienta en la

mesa, en posición expectante. Espera la comida. Vuelve Luisa con expresión

preocupada que trata de disimular y coloca la comida sobre la mesa)

LUISA :(Aparentando firmeza) Ahora comemos nosotros. Luego le

llevaré algo a Rober. Aunque dice que no tiene que hambre.

Estoy preocupada.

RICARDO: (Sirviéndose él mismo la comida en el plato) Tiene que comer

algo. No se puede debilitar. (A Arturo, con un tonillo ligeramente

autoritario)Y tú ¿has limpiado el jardín? El frio no es excusa

para no hacer nada.

ARTURO: Lo haré esta tarde, sin falta. (Ricardo lanza un gruñido

y le mira con amable desaprobación)

LUISA: Esperad, ya os sirvo, acercadme los platos. Uno por

uno. Con calma.

ARTURO: (Imitando a su padre se sirve en su plato. Luisa les sirve agua en los

vasos) No te preocupes, mamá.

LUISA. No sé si telefonear de nuevo al doctor Iglesias. A

Rober le ha subido un poco la temperatura y está cada vez

mas pálido. Tiene fiebre.

RICARDO: Viene esta noche ¿no?

LUISA: Si, pero… Yo no puedo salir a trabajar mientras esté

así.

RICARDO: Bueno, pues hay que esperar, debemos tener

paciencia. Es un hombre ocupado. Porque faltes un día no

pasa nada. El doctor vendrá.

ARTURO: Dicen que pasa todo el día en el hospital, pero yo

le vi el otro día en el bar, vamos.

LUISA: ¿En qué bar? ¿Qué haces tú en los bares entre

semana?

ARTURO: Era uno cerca del instituto. Las banderillas. (Con

expresión de improvisar una mentira) Ese día estaba la cantina del

centro cerrada. Allí vamos a repasar.

RICARDO: ¿Repasar qué en un bar? ¿El mus? El doctor

Iglesias vendrá esta noche. Y tú deberías frecuentar más la

biblioteca y menos los bares. Estudiar y cuidar el jardín.

Esta tarde quiero verlo sin hojas secas.

ARTURO: (Molesto) No te quejarás de mis notas. El año que

viene podré ir a la Universidad que quiera.

LUISA: Pero no debes descuidarte…por si acaso

RICARDO: Es esa chica ¿no? ¿Cómo se llama?

LUISA: Sandra

RICARDO: Recuerda que ahora lo principal son tus estudios…

si es que quieres ir a la Universidad. Quiero ver el jardín

sin hojas secas…Sandra, Sandra… ¿Quiénes son sus padres?

ARTURO: ¿Qué más da?

RICARDO: A mi no me da igual, quiero saberlo

LUISA: Ha prometido traerla a cenar.

RICARDO: Muy bien. Pero que eso no te distraiga de tus

obligaciones.

(Oímos un quejido lejano. Y llanto)

ARTURO: Es Rober. ¿Qué le pasa ahora?

LUISA: Voy a ver… Ya os he dicho que no se ha levantado

nada bien. Esto no puede ser. Acabad de comer (Luisa se

levanta precipitadamente)…

ARTURO: (a su padre): Tienes que conocer a Sandra, seguro que

te gustará.

(Ricardo asiente con la boca llena, luego de limpia zafiamente con la servilleta y

la deja sobre la mesa. Vuelve a coger los cubiertos en posición de prepotencia)

LUISA (Entra alterada) Hay que llamar al doctor Iglesias,

maldito doctor Iglesias (alzando la voz) ¡Escuchadme!(Ricardo y

Arturo la miran estupefactos, dejan de comer y los cubiertos quedan

paralizados en sus manos, a lo alto, mientras va bajando la luz)

(OSCURO)

(Arturo y Sandra entran en la casa de este por la puerta principal. Es de noche

y llueve en el exterior. Arturo domina la situación, se quita las zapatillas y

enciende una luz cálida)

SANDRA: Quizá no deberíamos haber venido, tal y como está

la situación, con tu hermano en el Hospital. Deberías estar

con ellos.

ARTURO: Esta mañana estuve yo. Mañana seguramente le darán

el alta… y es única nuestra oportunidad

SANDRA (Algo molesta) ¿Oportunidad?

ARTURO: Tenemos toda la casa para nosotros, para… (Pone la

radio bajita. Suena una música romántica. Se acerca a agarrar a Sandra, que

muestra una falsa timidez)

SANDRA: No es nuestra casa, es la de tus padres. No lo

olvides.

ARTURO (Abriendo los brazos) Bueno, echa un vistazo…Ahora es

toda nuestra. Olvídate del resto. Tú y yo.

SANDRA: No me parece bien del todo, Arturo. ¿Y si pasara

algo?… (Aturo la besa, ella prolonga el beso)

ARTURO: ¿Qué va a pasar? Llamaría mi madre. Han prometido

avisarme si Rober no mejora…Pero ahora hay que aprovechar

la ocasión para estar juntos (se acerca a ella y la toma de la

cintura)

SANDRA: Sabes, esos chicos con los que sale de pesca y va

al lago…

ARTURO: (Molesto): ¿Qué chicos? ¿Quién? ¿Qué pesca?

SANDRA: Tu hermano, Roberto, lo que dicen…

ARTURO: (Se aparta de ella, molesto) ¿Quieres estropearlo todo?

SANDRA: No era nada…

ARTURO: No, acaba lo que estabas diciendo…

SANDRA: Solo sé que comentan, que no salía con buena

gente, eran chicos raros…

ARTURO: Buena o mala gente, son sus colegas, salen de pesca

y se ha cogido un catarro que se le ha convertido en gripe.

¿Qué más hay? ¿Qué hay de malo en que salga con sus amigos?

Que comenten…Si no comentan de alguien en este pueblo mal

asunto.

SANDRA: Nada, no sé, nada importante, supongo; solo que

hacían cosas raras en el lago…Nadar cerca de la cueva. Sí,

bueno, cosas de hombres…

ARTURO: No me imagino a Rober nadando en ninguna cueva… es

un alma en pena, rezando y pegado a las faldas de mamá todo

el santo día… pero es todavía un niño y encima con

bastante fiebre.

SANDRA: Quieres ligar conmigo ¿verdad? ¿Cómo el otro día en

el coche después de salir del cine?

ARTURO: ¿Te acuerdas? Bueno, a eso hemos venido aquí ¿no?

Toda la casa para nosotros.

SANDRA: Yo he venido a verte. A verte a tí (lanza un suspiro)

Sí, supongo que a eso hemos venido… aunque no es el mejor

momento…y además tengo el pelo mojado.

ARTURO (Arturo se lo atusa). Lo tienes perfecto. Siempre se te

seca rápido. No se cómo lo haces (Pausa. Se acerca a ella) Es el

mejor momento, al menos para mí. (La besa suavemente en los labios.

Sube un poco la música y atenúa la iluminación. Se tumban en el sofá mientras

oímos la música y el sonido de la lluvia en los cristales de la ventana. Suena el

teléfono varias veces)

ARTURO: Joder

SANDRA: Cógelo, vamos…

ARTURO: ¿Si? …Claro. No, estaba estudiando. Ahora mismo

voy. (Pausa. Cambia la expresión de su rostro Mira hacia el vacío como si

Sandra ya no estuviera allí). Tengo que ir al hospital. Robbie, mi

hermano, está allí. (Va precipitadamente hacia la puerta)

SANDRA: ¿Qué le ha pasado? Arturo, ¿Qué ha pasado? Ponte

los pantalones y las zapatillas…Está lloviendo a mares.

Ponte algo.

ARTURO (Se para. La mira como quién ve un fantasma. Su rostro está desencajado. Baja la luz.

Arturo se abrocha el pantalón y se pone las zapatillas. Sale dando un portazo. Sandra se acerca

a la radio y la apaga. Luego se acerca a la ventana y oímos el primer trueno. Sandra se toca

ligeramente el vientre mientras se abrocha la blusa. Un relámpago la ilumina con la mano en

el vientre. Oscuro)

FIN DEL PRIMER ACTO

SEGUNDO ACTO

(Arturo esta en el salón. Estudiando. Entra el padre, con un periódico enrollado

y mira al teléfono.)

RICARDO: ¿Estas pendiente del teléfono? ¿Lo oyes?

ARTURO: Pues claro, papá, no jodas, pero eso no me impide

repasar la lección de geografía.

RICARDO: ¿Fuiste a ver a Rober esta mañana? ¿Cómo lo has

encontrado?

ARTURO: No, voy a ir esta noche. Pero ya sabes lo que han

dicho “estable dentro de la gravedad”. Estable. Rober es

fuerte aunque no lo parezca. Puede con eso y con más.

RICARDO: Ve sin falta. Creí que ibas por la mañana. Tu

madre pasará la noche con él. Creo que ya tiene que estar

llegando al Hospital. ¿Te acerco en coche?

ARTURO: Pero si está más cerca que el instituto. Vamos

tranquilízate, es lo mejor que puedes hacer.

RICARDO: No puedo pegar ojo. Esto es un infierno. No sé

cuándo va a sonar ese maldito aparato ni que nos van a

decir de nuevo. Nada bueno, desde luego.

ARTURO: Vamos, para, anímate, lo último que hay que ser es

pesimista. Robbie tiene que saber que creemos que se

pondrá bien.

RICARDO: Lo queremos. Pero no lo sabemos. Hacía tanto

tiempo que no rezaba

ARTURO: (con mirada irónica) ¿Has estado rezando?

RICARDO: Si y tu deberías hacer lo mismo por tu hermano

pequeño. Estar cerca de él mientras ronde la muerte. Solo

él puede ayudarnos.

ARTURO: Bueno a otros les da por peinar bombillas.

RICARDO: No creo que nada de esto tenga gracia con tu

hermano enfermo… ¿Vas o no vas?

ARTURO (Se levanta cierra el libro y el cuaderno y lo guarda en la cartera) Si.

Hoy voy a estar con él…hasta que me entre el sueño. Luego

tengo que volver, que mañana tengo examen (le tiembla la voz

mientras lo dice) y luego he quedado con Sandra

RICARDO: ¿Qué has quedado qué? ¿Con quién? Mira, paso, está

bien…porque te distraigan las chicas de los estudios, yo he

tenido tu edad, (Pausa) pero es tu hermano, lo coge por el

cuello… (Arturo se zafa) Y se nos va. Yo rezo día y noche

y tu madre también aunque disimule. Se nos va.

ARTURO: No se nos va, papa. Solo está enfermo. No va a ir a

ninguna parte.

RICARDO: Dios así lo quiera.

ARTURO: (Con ironía) Amen (sale por la puerta)

RICARDO (hace un gesto de desesperación. Luego se arrodilla en posición de

rezar y se queda petrificado mirando fijamente el teléfono. Una luz extraña cae

sobre el teléfono. El resto oscuro. Oscuro total)

El escenario –vacio de todo mueble- bañado por una luz

blanquecina- se va encendiendo lentamente- solo vemos la

sombra del padre arrodillado rezando, como un recuerdo de

que permanece allí, pero en la esquina.

La luz se hace más intensa y empieza a caer algo de agua

del techo. Un grupo de chicos en bañador o con el

impermeable abierto, entre los que está Rober, empieza a

jugar mientras el agua les moja, sobre todo el pelo. Unos

bailan, otros miran al horizonte o se sacuden el pelo

mojado, con aire algo salvaje. Sigue cayendo agua. Uno se

abrocha el impermeable. Uno se lleva la mano a la tripa y

permanece así. Otro lleva una caña de pescar y se la lanza

a Rober que muerde el anzuelo y se deja llevar hacia el

otro joven en una danza sensual Está muy mojado pero el

otro chico comienza a arrastrarlo hacia él mientras en el

fondo aparece la sombra de un gran crucifijo y un Cristo de

piel negra. Suena un trueno, vemos un relámpago que ilumina

al cuadro, se oye un trueno y la escena se oscurece

burscamente.)

TERCER ACTO

(Comida familiar. El padre, la madre y Arthur sentados).

(Por la escalera aparece Rober, en pijama y bata, con un móvil en la mano. Más

pálido y delgado pero a la vez más fuerte. Un cambio no visible se ha

experimentado en él. .La madre se muestra alertada al verlo)

MADRE: Rober, tienes que descansar, vuelve a tu cuarto.

Anda. Yo te llevo la comida. No te preocupes. Sube. Puedes

leer en la cama.

ROBER: Vale mamá. (Sube) Pero es que me aburro en el

cuarto. Ya no tengo fiebre… bueno casi.

PADRE: Te he dejado una biblia ilustrada para que leas y

pronto nos llegaran las suscripciones a “Nuevo Dios” y “Fe

y esperanza”.

ARTURO: Gato triste, métete por donde saliste

ROBER: Idiota. Graciosín.

PADRE: Tu reza y ya verás como pronto podrás salir y todo.

(ARTHUR y su MADRE se mirán con una frágil complejidad-

perplejidad. ARTURO contiene la risa)

MADRE: Vamos a comer.

PADRE: Arthur, primero bendice la mesa

ARTHUR: ¿Cómo?¿Qué haga qué? No sé lo ni que hay que

decir… ¿Qué se dice?

PADRE: Pues ya es hora de que vayas aprendiendo a dar

gracias a un Dios que nos ha devuelto a tu hermano. Debemos

estar eternamente agradecidos. Y aprender a bendecir la

mesa

ARTHUR: Que yo sepa viene del hospital… no de ninguna

iglesia

LUISA. (Intentado cortar el duelo verbal entre Arthur y su padre): Bendice

señor estos alimentos que vamos a tomar. Por tu gracia.

Amén.

ARTHUR (Mientras comen) ¿Queréis que traiga un día a Sandra a

cenar? Así la conocéis

MADRE: Sería estupendo.

ARTHUR: Es una buena chica. Os gustará.

PADRE: No me parece el momento apropiado. Con lo que hemos

pasado, aunque Dios nos lo haya devuelto. Deberías esperar

a que tu hermano se ponga bien del todo.

(Suena el teléfono. Arthur se levanta rápidamente y empieza a hablar pero se

superpone la voz de sus padres)

MADRE: Puede ser agradable conocerla.

PADRE: No, si yo la quiero conocer. Saber quién es esa

chica y si es buena cristiana. Como son sus padres. Pero

esperamos a que Robbie esté mejor para dejar entrar a

desconocidos.

MADRE: El otro día vino el Padre Domínguez. Ah y la Sra.

Minguez. Antes solo la veía a ella. Del Padre Domínguez ni

me acordaba.

PADRE: El padre Domínguez no es un desconocido. Y a la

Sra. Minguez la conoces de sobra, trabajas para ella.

Pronto serán como de la familia. Una gran familia

cristiana.

(Arthur cuelga el teléfono.)

LUISA: Bueno, si tu lo dices. (Insincera) Me parece bien. La

Sra Minguez no te fallará.

RICARDO: Espero que no me falléis ninguno.

ARTHUR: Asunto resuelto. La familia de Sandra me ha

invitado a cenar pasado mañana.

MADRE: Muy bien. Así les devolvemos la invitación más

adelante. Y podemos conocerla (mira a su marido de reojo)

PADRE: Arthur, me parece muy bien que vayas a conocer a los

padres de Sandra, pero no descuides en absoluto los

estudios. Y empieza también a pensar en aprender algo

religión y filosofía moral. No te vamos a mandar a

cualquier universidad de juergas, malos profesores y gente

sin principios.

(Arthur y su madre se mirán algo desconcertados.)

MADRE: Vamos, Ricar, hombre, seguro que es una buena chica…

Bueno voy a ir recogiendo que tengo que ir a la confitería.

(La luz se va desvaneciendo)

CUARTO ACTO

(Están acabando de cenar en casa de Sandra. El ambiente es totalmente

diferente al de casa de ARTURO. Se respira relax y buen humor aunque la

expresión de Sandra será algo seria.)

ARTURO: Deliciososo todo (dirigiéndose a la madre de Sandra) Buena

cocinera

SANDRA: Hoy cocinó mi padre

ARTURO: Pues enhorabuena señor Folkles.

FLOLKES: Llamame Fer. De Fernando. Folkles es un apodo que

me puso mi hija.

ARTURO: ¿Y eso, Sandra? ¿Poniendo apodos a tu padre? A mi

padre habría que llamarle San algo… Bueno ¿y porque es el

apodo)

MADRE: Algún día te lo contará. Arturo, esta chica no sabe

guardar secretos.

ARTURO: En casa mi madre cocina para nosotros y para

algunos más en el barrio. No veo a mi padre delante de una

sartén. Bueno es, y ahora está con las religiones…

SANDRA: Ya. Bueno hemos, terminado (recoge su plato y de Arturo)

Arturo ve yendo a mi cuarto. Tenemos que hablar.

ARTURO: Se encoje de hombros y ayuda a los padres de SANDRA

a quitar la mesa. (Luego sale)

(El cuarto de Sandra. Es el cuarto de una adolescente aunque dotado de una

extraña sobriedad y decorado con discreción y buen gusto. No obstante la

iluminación será contrastada, con sombras casi expresionistas)

ARTURO: ¿No enciendes la luz? Ya es de noche. ¿Por qué no

te he visto estos días?

SANDRA: Quiero que sepas algo. Y no quería esperar. Estuve

la semana pasada en una clínica.

ARTURO: ¿Qué ocurría? ¿Estabas mal?

SANDRA: Estaba embarazada. No fue tan fácil conseguir lo

del aborto. Papeleo, burocracia… lo logré porque el médico

es viejo amigo de padre. Y porque era un embarazo reciente.

(Enciende la luz)

ARTURO: (Herido y con voz alta) ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Ni

siquiera confías en mí?

SANDRA: (Hace un gesto para hacerle bajar la voz) Te lo estoy

diciendo ahora mismo. Tienes derecho a saberlo. Ya que era

tuyo. Pero cuando lo supe tenía miedo, ni siquiera confiaba

en mi misma.

ARTURO: ¿Que era mío? Dios; Sandra, por lo menos podías

haberme dicho algo…Era nuestro. Bastaba con llamar.

Decirme que estabas…

SANDRA: Embarazada. Si embarazada de tí. Pero fue un

accidente. Ninguno de los dos lo queríamos, ni queremos ni

podemos tenerlo. Yo ni siquiera te pregunté. No quería oír

una súplica o alguna tontería sobre que nos casáramos y

criáramos niños, Arturo. Si somos niños nosotros todavía.

ARTURO: Vaya, pues tu pareces tenerlo todo muy claro. No se

me hubiera gustado que contaras conmigo. Era algo de los

dos

SANDRA: Y conté contigo pero no de la manera en que tu

esperabas. Estuve a punto de decírtelo pero no quería que

tuvieras que representar ningún papel.

ARTURO: Ya entiendo. De todas formas podías habérmelo

dicho. No sé.

SANDRA. ¿Qué hubiera cambiado?

ARTURO: Bueno yo podía haber pagado mi parte de la

operación y haber estado a tu lado.. Aún debo hacerlo. Yo

quiero estar contigo en momentos difíciles.

SANDRA: De momento, de la operación se encargan mis padres…

ARTURO: Pero yo quiero…no se, aportar algo.

SANDRA:¿ Limpiando el jardín de la señora Mínguez?

¿Vendiendo biblias como tú padre) Oh, por favor, Arturo,

estás en edad de estudiar. Y yo también. Y tus padres

empezarían a sospechar. ¿Piensas decírselo? No se lo

hubieran tomado como los míos, aunque tampoco les hizo

mucha gracia. Tu padre ha estado muy raro últimamente con

toda esa gente de las iglesias, que van por las casas…

repartiendo biblias y asustando a la gente.

ARTURO: Si una pesadilla. Se ha vuelto un beato, nos tiene

locos. Cree que algún milagro salvo a mi hermano. Y quiere

convertir a todo ser viviente. Cree que la curación de

Rober fue obra de Dios misericordioso. En fin. Desde

entonces ya no le reconozco, casi. Espero que se le pase

pronto. Se está volviendo loco y nos volverá locos a todos

con sus rezos, canticos y monsergas.

SANDRA: Bueno tú sabes que yo respeto todas las creencias.

Aunque las religiones no son para mí, ni creo valgan mucho

para nadie. Bueno tal vez pero yo no estoy hecha para

religiones.

ARTURO: Pero no son creencias. Son fanáticos. Mucho mas

extraños que esos chicos que ve Rober en el lago. Llaman,

dejan revistas. Biblias. Revistas que niegan la evolución

del hombre, que piden el infierno para Freud y Darwin.

Bueno, espero que pase (La abraza hacía si) ¿Te encuentras

bien? ¿Cómo fue todo? Tenias que haber avisado, por lo

menos haber confiado.

SANDRA: Ni me enteré. Bueno luego sí, pero se fue pasando.

Se fue como vino. Como un mal viento.

ARTURO: Joder Sandra, tenías que habérmelo dicho, eso se

cuenta. Se cuenta. Aunque solo sea para estar contigo más

tiempo.

SANDRA: No te preocupes ahora ¿vale? Era mi decisión.

ARTURO (Tenso) Vale, pero no me ocultes más secretos como

éste, ¿me lo prometes? (Sandra asiente con la cabeza). Ni otras

cosas importantes porque creas que yo pienso esto o lo

otro. Yo no soy mi padre. No voy a quemarte en ninguna

hoguera, por bruja o pecadora.. Aunque tal vez en sus

nuevas revistas dice algo peor sobre mujeres que abortan y

adolescentes que pecan. Si hay hogueras iremos juntos, como

en los cuentos mágicos.

SANDRA: Esto se parece cada vez menos a un cuento mágico o

como quieras llamarlo.

ARTURO: Si mi casa empieza a dar miedo. Pronto oleremos a

incienso y habrá santos por las paredes.

(Se besan. Sandra apaga la luz. Un rayo y un trueno suenan fuera. Una lluvia

fina cae sobre los cristales mientras la luz se desvanece)

ACTO QUINTO

(Un cuadro algo expresionista, semioscuro y a la vez algo espiritual en el que

Ricardo vestido de negro sostiene una biblia fluorescente con una mano y con

la otra toca la cabeza y el pelo rubio de una joven vestida de rojo y con falda

corta. A medida que habla sus manos van bajando y al final del parlamento la

joven meterá su dedo en su boca, succionándolo)

RICARDO: Si Dios perdonó a los que mataron a su hijo… Si

atrajo al mío al reino de los vivos. ¿Por qué la gente dice

que tú eres una pecadora más? Si te envió la Sra. Minguez

es porque confía en mí como pastor de ovejas descarriadas,

como conductor de vehículos averiados. Puede que estés en

falta grave pero si tu propósito es cambiar de vida,

abandonar el vicio e iniciar otra senda recta, por tortuoso

que sea el camino, Jesús te perdonará como perdonó a Maria

Magdalena antes de ser asesinado… (Su mano baja un poco, cada vez

más) Si porque tu oficio de lujuria, amoríos fútiles y

dinero no es digno de ti ni digno de este pueblo es que

haya sitios donde pasen las noches chicas como tú. Casas de

indecencia para hombres poco cristianos. (La joven hace un

ademán de hablar) Si poco cristianos, digan lo que digan. Los

que se aprovechan de una joven inocente para convertirla en

una pecadora no pueden tener otro nombre (baja la mano y le toca

los pechos con mal disimulada avidez). Tu naciste pura, hija de Dios

y de una Virgen casta y no mereces ser fornicada por viejos

llenos de lujuria y sin higiene, dispuestos a gastarse su

salario no en su mujer y sus hijos, no en sus negocios ¡No!

sino en satisfacer sus pasiones mas bajas, en dar su apoyo

a los dueños de lupanares y a los que os explotan y

maldicen después en las esquinas. Aún estas a tiempo hija

mía. El que esté libre de pecado que tire la primera

piedra. Te dicen hija de Satanás pero ellos son los que

pasaran sus días en el purgatorio de los pecados de la

carne y el espíritu. Eres joven y otro destino está

preparado para ti si te acercas a verdaderos hombres y no a

hombres dados a la bebida, el vicio y las jovencitas

engañadas como tú (le toca los pechos, ahora por dentro de la ropa). En

este libro está escrito que Dios expulsó a Eva por comer la

fruta prohibida, desnuda, por comer del árbol del bien y

del mal, manzanas, pero también está escrito que su único

hijo perdonó a Maria Magda (la chica se mete el dedo en la boca y lo

succiona) (Ricardo cierra el libro desconcertado y mira a su alrededor. No hay

nadie pero se oye ruido arriba.) Lena.

RICARDO: (Apartándose) Ahora vete hija vete. Por favor vete.

Iré a verte a ese sitio para echar a los que se lucran con

vuestra virtud…Vete hija por la puerta…ahí… vete…Iré a

verte allí y los echaré como Jesús echó a los mercaderes

del templo. Sin la menor piedad.

JOVEN: Bueno, allí te veo. Hasta luego.

(La joven sale por la puerta dejando ver la luz de un lento atardecer, más

cercano a la noche. Arriba en la escalera aparece Robbie en bata).

ROBER: Papa ¿a qué vienen esos gritos?

PADRE: Estaba rezando por una joven

ROBER: ¿Por quién?

PADRE: Por una joven en pecado

ROBER: ¿Por Sandra? Déjalos en paz. En su vida.

PADRE: ¿Qué ocurre con Sandra?

ROBER: (Pálido) Nada, nada. Me vuelvo a la cama, con tu

permiso.

PADRE: Ah, Sandra ¿Cuál es su problema? Bueno ¿dime qué

pasa?

ROBER: Ninguno Papa, deja la biblia un momento. Pareces uno

de esos que van por las casas vendiendo libros sagrados que

nunca leerán porque son historias de crímenes y personajes

horribles. Esos pesados que llaman a todas las puertas sea

la hora que sea. Todo para contar historias de fantasmas y

santas que no existen…

PADRE: No blasfemes…cuida tu lenguaje

ROBER: Bien, lo que tú quieras, pero no reces más por mí.

Yo ya estoy bien. Y ninguna divinidad, ni ningún sermón, ni

esa gente que viene con biblias, ni siquiera tus rezos me

curaron ¿vale? (Rober sube)

RICARDO: (A lo alto) Perdónale señor, es muy joven y no sabe

lo que dice pero algún día te lo agradecerá… como yo lo

hago. Tendrá fe, algún día, como yo la tuve (se desvanece la

luz) Todo lo que has hecho por nosotros nadie lo deshará ni

las tentaciones ni la incredulidad o la blasfemia.

ACTO FINAL

COMIDA EN CASA DE LOS PADRES DE ARTHUR

(Todo el decorado deberá tener un aspecto distinto, lleno de iconografía

religiosa, sin eludir lo kitch. También habrá revistas tiradas por el sillón. Pero la

modestia y el confort serán parecidos. Entra Luisa y enciende una vela. Esta

nerviosa pero trata de ocultarlo. Suena el timbre. Se sobresalta, abre y entran

Arturo y Sandra con el pelo mojado)

LUISA: Hola, pasad. ¿Todavía llueve?

ARTURO: Llueve no, graniza.

SANDRA: Vamos, no le hagas caso. Es un exagerado. No hace

bueno

ARTURO: Tiempo al tiempo. (Pausa) ¿Esta el buen samaritano?

LUISA (Apurada) Schhhhhssttt. Está descansando. Respeta a tu

padre, lo ha pasado mal. Enseguida comemos.

ARTURO: No creo que tanto como nos lo está haciendo pasar

ahora. Yo le respeto pero el ha olvidado palabras como

libertad, amor y confianza y las ha cambiado por honor,

fervor y castidad.

SANDRA: Vamos, venga . Uumm que buena pinta tiene todo.

Hemos venido a pasar un buen rato.

ARTURO: Si, hay comida de sobra para un día de santos y

pecadores.

LUISA: Arturo, por favor. (Pausa) ¡Ricardo! ¡Roberto! Ya

están aquí. Podemos comer. (Suspira) Primero mucha prisa y

ahora esto. A esperar nosotros. Bueno Sandra como te

encuentras? ¿A pesar del frío?

SANDRA: Bien. Arturo y yo puede que nos vayamos unos días

al pueblo de mis padres.

LUISA: Si bueno, tal vez sea lo mejor. ¿Se lo has dicho ya

a tu padre?

ARTURO: No. Ni pienso hacerlo hasta que tengamos el

equipaje hecho y estemos en la puerta de salida. Sospecha

de todo y de todos. No sé que le están metiendo en la

cabeza esas beatas y esos curas a domicilio. De pronto

están en todas partes.

LUISA: Bueno, ten paciencia. Yo se lo diré.

ARTURO: ¿Esperas a Roberto?

LUISA: Si, estaba impaciente por comer. ¿Por?

ARTURO: Pues ya lo ha hecho. Ha comido y se ha largado. Le

vimos en las casetas junto al lago, con sus amigos de

siempre. Asando en una parrilla. Bueno y algún chico más

que no conocía, mas que de oídas. Se junta con cada

elemento.

LUISA: (Asustada) En el lago con este tiempo. No te creo.

Dios santo. Ante todo que no se entere tu padre, ni en

broma. Lo castigaría sin piedad. Le diremos que está

estudiando con un compañero de clase en alguna casa. En el

lago, este quiere matarse y matarnos a todos.

ARTURO: Están bien guardados en las casetas que puso ayer

el ayuntamiento. En plena campaña electoral No creo que

pasen frío. Esas casetas salen de nuestros impuestos. Y

además saben darse calor los unos a los otros.

RICARDO (Esta bajando la escalera): Hola chicos. ¿Quién se da

calor?

LUISA: Los gatos callejeros

ARTURO: Como definición no está mal

SANDRA: Estaba diciendo que todo tiene una pinta estupenda.

RICARDO: Si no dejemos que se enfríe. Esta noche no

desayuné. Me fui directo a la Iglesia.

ARTURO: ¿A cuál de ellas?

LUISA (Rápida) Bueno, venga de monsergas y a sentarse todo

el mundo. Hoy es un día especial.

ARTURO: Si otro día especial. A ver cuando se acaban estas

malditas fiestas.

RICARDO: Estas malditas fiestas como tu les llamas son las

festividades del nacimiento del Señor. Bendice la mesa

vamos, hijo.

ARTURO: Bendice señor estos alimentos. Amén.

RICARDO: Vaya telegrama.

ARTURO: Dios no se ofenderá. Por tan poca cosa. Si tiene

tanto poder como tu dices.

RICARDO: Sin embargo hay algo por lo que si podría

ofenderse.

LUISA: Venga, callad, que estoy sirviendo una comida que

espero que os guste.

SANDRA: Está buenísimo

ARTURO: ¿Qué le pasa ahora a tu Dios? ¿Estamos de malas?

RICARDO: Mi Dios, que también es el tuyo ha recibido unas

noticias muy extrañas sobre alguien que ha asesinado a un

bebé. Una especie de Herodes en nuestra familia. Y no solo

en la nuestra (Mira a Sandra y esta baja un poco la mirada)

LUISA: ¿Sabes Sandra que tenía un tío que llamaba Herodes?

Consiguió que le cambiaran el nombre legalmente. Y se puso

uno peor.

SANDRA: ¿Peor que Herodes?

RICARDO: Si peor que Herodes deshacerse de una vida humana

y además sin estar casados. Matar el principio mismo de la

vida, para pasárselo bien. Chica, te tenía en otro concepto

muy distinto, no se en el que te tienen en tu ambiente. Con

Arturo ya hablaré. Y puesto que tus padres parecen

aprobarlo que sepas…

ARTURO: Vaya no has tardado mucho en enterarte. ¿Quién ha

sido esta vez? ¿La vecina? ¿La señora Mínguez? ¿La que

vende biblias o la que colecciona estampitas? ¿O tus

compañeros de trabajo suponiendo que sigas yendo? ¿Cómo te

ha llegado el comadreo? ¿Por carta o ha sido inspiración

divina? Por cierto, papa ¿hace cuanto que no te confiesas?.

LUISA. Arturo, por Dios.

ARTURO: Si por Dios. Tu confesor no sabe guardar un

secreto.

RICARDO: Basta, cierra la boca. No es momento de bromas. El

asunto es muy serio. No entiendo que intentas decir ante un

crimen así Un asunto tan serio.

ARTURO: Si tan serio que no te concierne. Papa, no es

asunto tuyo. Igual que yo no hablaré de lo que habla media

ciudad.

RICARDO: Todo lo que afecta a mi familia, a mis hijos y al

niño que habéis asesinado me concierne y es asunto mío y de

Dios (Llaman a la puerta. LUISA abre) ¿De que habla toda la ciudad?

SANDRA: Pero oiga, escuche…señor...

ARTURO: No diré aquí y ahora de que habla toda la ciudad.

RICARDO: No te vayas por las ramas. ¿Que pretendes

decirnos?

LUISA (Llaman a la puerta.)

SEÑORA MINGUEZ (Desde el otro lado) ¿Están todos bien?

LUISA. Vaya creí que era Rober.

RICARDO: Si ¿dónde está Rober? Esto también le concierne.

¿No habrá salido otra vez? (Ricardo abre la puerta y entra

la señora Mínguez con aspecto de anciana beata)

VECINA: Hola venía a hablar con el señor Ricardo sobre unos

asuntos religiosos. Si es mal momento vendré en otra

ocasión.

LUISA: Si, creo, bueno estamos comiendo.

RICARDO: Ah, hola, es usted, verá…Bueno siempre es

bienvenida en una familia cristiana.

ARTURO: Pase, señora Minguez. Esta estampa le va a gustar.

Ya no tenemos más secretos para el vecindario. Pueden

seguir chismorreando y llamando a la puerta buscando la

salvación que aquí no la van a encontrar. (Ricardo trata de

interrumpirle) Déjame acabar, por una vez papa, igual que yo

dejo que acabes tus sermones, esos que nos repites todos

los días al venir de la Iglesia. Pasen todos ustedes.

Llamando, juzgando, opinando sobre lo que no saben o si,

sobre lo que es pecado o falta. Pasen a restregarnos su

mierda de moral. (Ricardo se levanta hacia él con el tenedor en la mano

pero Arturo lo sienta de un empujón) Así que te lo ha contado

Rober. Bueno, no es ningún secreto. Y ¿quieres saber dónde

está Rober? Pues en el lago y no precisamente pescando. Si

esta en el lago nuestro querido resucitado es porque sus

amigos le dan un calor que aquí no conoce. Porque tiene que

ocultar… como lo llamarías tu su depravación… porque un

tiene un padre beato y una madre ciega. Y un hermano que se

va a ir de aquí aunque no pueda estudiar en ninguna

universidad católica ni limpiar más jardines en este

pueblo. Sandra y yo nos vamos a casa de sus padres. Así que

puedes sermonear a Robie cuando vuelva y hasta decirle que

la virgen nos tuvo sin fornicar, porque a el no le interesa

fornicar con chicas (El padre le da una bofetada pero Arturo está

disparado y sigue hablando con lágrimas en los ojos) Si a Rober, lo

salvaste del imperio de los machos ahora es… ¿como lo

llaman ustedes señora Minguez en su piadosa jerga? Un

sodomita, un marica, un desviado… Ah y también me ha

contado algo más-

LUISA (Alterada) ¡Basta ya! ¡Hacedlo por mí!¡Basta!

VECINA: Bueno, yo me voy veo que he venido en mal momento.

ARTURO: Usted se queda señora Minguez, por lo que Rober

también ha contado y no solo a mí esto les interesa a

usted y a su Iglesia. Y es que su admirado Ricardo, el

hombre de Dios, el mensajero del cielo va una noche si y

otra no a un prostíbulo a como digamos… salvar a las

prostitutas. Pero por lo visto son ellas las salvadoras.

VECINA: ¿Pero que dice joven? ¿Se da cuenta?

LUISA (Comienza a llorar)

SANDRA: Lo siento Luisa, cuando se pone así dice unos

disparates. No habla en serio. Desbarra

LUISA: (Conteniendo las lágrimas) Déjalo estar, hija.

Déjalo estar.

ARTURO: Si lo siento mamá, porque cuando tu vas a fregar

platos o a hacer de canguro para sostener este templo que

se cae tu marido se va a salvar almas impuras de paso que

purifica su cuerpo. De líquidos sobrantes.

(Ricardo intenta atrapar a Artur pero este se aparta hacia atrás)

LUISA (Llora desconsoladamente. Ricardo la abraza pero ella se aparta)

SANDRA: Artur, déjalo ya has dicho suficiente…

ARTURO: ¿He dicho suficiente señora Minguez? ¿Lo suficiente

para que dejen de venir a molestarnos usted y los de su

iglesia? Vayan a otras casas donde se traguen sus sermones.

Aquí rezamos mucho pero lo compensamos pecando. Toda la

familia. Si todos. Porque mamá sabía lo de papa y lo de

Rober hace mucho tiempo y el aborto de Sandra y ocultar

la verdad también es un pecado verdad señora Minguez? Pues

vaya a vender biblias a otro hogar. Este está mancillado.

Váyase de una puta vez. Y si quiere su jardín libre de

hojas secas no plante árboles viejos porque son más

baratos. Si, tacaña. (La señora Minguez sale despavorida y cierra de un

portazo)

LUISA: Bueno ya he tenido suficiente. Voy a cenar a mi

cuarto.

SANDRA: Luisa. (A Arthur) Podías, podías…

RICARDO: Espere señora Minguez tengo que hablar con usted.

(RICARDO sale)

SANDRA: Se fue hace un momento (a Arthur) Bueno, t estas hecho

todo un héroe, pero no era el momento para heroicidades.

Espero que estés satisfecho. Has jorobado a la cena y…

ARTURO: Solo he sido franco, sincero.

SANDRA: Toda la gente que es deliberadamente cruel dice que

ha sido franca o sincera. Cruel sin importarte tu madre.

ARTURO: Vamos Sandra, no seas melodramática, que yo ya he

estudiado literatura del siglo pasado.

SANDRA: Pues no esperes que me quede aquí contigo a

aplaudir tu forma de decir las cosas y de actuar con Luisa,

con tu madre. (Sale)

ARTURO Sandra, pero ¿Que tiene que ver mi madre? Ella está

tan harta como yo de esta pantomima de santos y fariseas.

(Empieza a llorar y se recuesta en el borde del sillón. Mientras Sandra cierra la

puerta apaga la luz. Se oye su yanto entrecortado y empieza a caer el granizo

por la ventana. Se ve un relámpago que ilumina a Arturo dormido al borde del

sofá tapado con una manta. Suena una música tenue que se va desvaneciendo,

la misma que oímos en casa de Sandra. Suena el timbre. Luisa baja a

hurtadillas, con mal aspecto y una bata casera puesta)

LUISA (Abre la puerta): Pasa Rober ¿Lo pasasteis bien? ¿Que has

hecho ahí fuera?

ROBER: Adiós majetón, te quiero. (Cierra la puerta y sonríe con el

pelo mojado) (Artur abre los ojos y contempla la escena absorta y aturdida).

LUISA (Se asoma levemente) ¿Cómo es ese chico?

ROBER: Negro como la noche. Como el carbón que nos va a

dejar papa las próximas navidades.

LUISA: Vamos entra. Mira como te has puesto. Cielos santo,

estás calado. Quítate eso y a tu cama. ¿Por qué tenías que

salir hoy? ¿También hoy? ¿Precisamente hoy? Hoy ha sido un

día muy duro. ¿Porque tenías que marcharte en plena lluvia?

ROBER: Porque suponía que la tormenta de aquí adentro iba

a ser peor que la del lago.

LUISA (Lo besa en la mejilla) Vamos loco de la vida, acuéstate de

una vez.. Mañana tu padre querrá hablar contigo, quizás, no

sé. Y espero que también hable conmigo de cosas que solo a

nosotros nos conciernen. Ya no sé qué decir ni que pensar.

No se si debes mentirle o no.

ROBER: ¿Todo malas noticias? ¿Hubo guerra?

LUISA: Bueno no todas. Pero muchas. Hubo guerras.

Demasiadas para un solo día. Estoy tan cansada. Hubo

digamos, relevaciones… Mucha tensión y tu padre bueno…

Venga, a dormir. No tienes remedio.

ROBER: ¿Qué pasó? Cuenta, vamos.

LUISA: Ya no va a haber más gente del pueblo llamando a

esta puerta. De eso estoy segura. No más biblias ni hojas

muertas. Pero hablaremos mañana con calma. Mañana todo

será distinto.

(Rober sube seguido de su madre)

ARTURO: (Con voz de sueño) Si Dios quiere.

(TELÓN)