Genocidio sobre el pueblo chino por el ejercito imperial japones.

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Genocidio sobre el pueblo chino por el ejército imperial japonés Dos caras del mismo proceso: El escuadrón 731 y la Masacre de Nanjing. Autor: Matías Iezzi Año: 2015 1

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Genocidio sobre el pueblochino por el ejército imperial

japonés

Dos caras del mismo proceso: El escuadrón 731y la Masacre de Nanjing.

Autor: Matías Iezzi

Año: 20151

ÍNDICE

Introducción ------------------------------------------------------------------------------------------------ 3

Marco Histórico ----------------------------------------------------------------------------------------------4

Adoctrinamiento en el ejército imperial japonés: Deshumanización yotredad negativa. -------------------------------------------------------------------------------------------------------5

La masacre de Nanjing -----------------------------------------------------------------------------------11

Escuadrón 731 ----------------------------------------------------------------------------------------------14

Deshumanización y diferencias con Nanjing ------------------------------------------------16

¿Dos procesos distintos o dos caras de una misma moneda? -------------------------18

2

¿Genocidio? ------------------------------------------------------------------------------------------------20

Tribunales de Justicia ------------------------------------------------------------------------------------26

Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente -----------------------------27

Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing -----------------------------------------------31

Reflexiones finales: Negación de la identidad de las víctimas y realización simbólica. --------------------------------------------------------------------------------------------------- 32

Bibliografía consultada --------------------------------------------------------------------------------- 37

Filmografía consultada --------------------------------------------------------------------------------- 38

Introducción

3

En el presente trabajo me propongo estudiar las prácticas

realizadas por el Ejercito Imperial Japonés sobre el pueblo chino,

en el marco de la segunda guerra sino-japonesa transcurrida entre

1937 y 1945.

Buscare enmarcar dichos eventos en el concepto de práctica social

genocida1, intentando diferenciarlo de la denominación de “Crímenes

de Guerra” que recibió en el momento. Para estudiar este proceso,

tomo como eje dos procesos simultáneos realizados por las fuerzas

armadas japonesas, marcando ciertas diferencias que considero

pertinentes a la investigación.

Por un lado, el accionar del “Escuadrón 731”, famoso por su

accionar en los campos de concentración japoneses, donde se

realizó el exterminio de una enorme cantidad de prisioneros

chinos, luego de haber realizado sobre ellos experimentos

biológicos. Se enmarca este primer aspecto dentro de una lógica

altamente burocrática y racional, donde la búsqueda por el avance

tecnológico llevo a cometer todo tipo de pruebas biológicas, de un

sufrimiento atroz para sus víctimas. No podría darse este tipo de

prácticas sin una fuerte deshumanización previa, determinada por

la construcción de una otredad negativa hacia las milicias chinas,

lo cual llevó al segundo eje de este trabajo: La masacre de

Nanjing (también llamada Nankín o Nanking). Se estudiara esta

salvaje matanza y violación masiva, como contraste con el accionar

del Escuadrón 731, mostrando dos caras dentro de una misma

práctica. Por un lado, el accionar sistematizado y burocrático,

1 FEIERSTEIN, Daniel: “El genocidio como practica social: Entre el nazismoy la experiencia argentina”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2014.

4

por otro, el sadismo presente en los tipos de tortura y

humillaciones que sufrió el pueblo chino, altamente excesivas e

“innecesarias” aun para los fines de reconstrucción de las

relaciones sociales del pueblo chino propuesto por el Imperio

Japonés, consecuencias de una deshumanización extrema del

individuo chino, tanto combatiente como civil.

Se buscara adentrarse en la realización simbólica del genocidio,

considerando la fuerte negación que reciben estos hechos por parte

del pueblo japonés aun hoy en día, transcurridos más de 70 años,

enmarcando a los muertos en la figura de “victimas culpables” al

pertenecer a las milicias, y negando las miles de muertes de

civiles, hombres, mujeres y niños. Finalmente se estudiara la

sanción emitida por el Tribunal Penal Militar Internacional para

el Lejano Oriente, observando las distintas figuras jurídicas que

existieron, las penas que recibieron los acusados y las críticas

que recibió este tribunal.

Marco Histórico

Si bien no es el objetivo de este trabajo el realizar un relato

histórico, sino sociológico, es pertinente el desarrollar

brevemente el marco histórico en el que se dieron los sucesos que

analizare en esta investigación.

Luego de la Restauración Meijí de 1868, el cual fue la culminación

de la era de los Shogunatos y la modernización del país, Japón se

estableció bajo un régimen imperial. Este Imperio del Japón

duraría hasta poco tiempo después de la finalización de la segunda

guerra mundial, con la pérdida del Imperio Nipón en la guerra y

los lanzamientos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

5

Desde 1928 hasta el final de su época imperial Japón estaría

gobernada por el emperador Hirohito, quien tras la caída del

Imperio debe resignar de su condición divina.

En 1937, dos años antes del inicio de la segunda guerra mundial,

el Imperio Japonés entra en un conflicto bélico con China por

segunda vez en el siglo, en lo que sería conocido como la segunda

guerra sino-japonesa. El ejército imperial japonés, que ya

controlaba la ciudad china de Manchuria desde 1931, decide invadir

el resto de la República de China, por conveniencias estrategias

que el terreno le otorgaba, desatando el inicio de la guerra el 7

de julio de 1937 en el ataque al puente de Marco Polo.

El ultranacionalismo del Imperio Japonés lo lleva a rechazar las

políticas liberales de Occidente mientras intenta emular su

modernización, desarrollando un ejército notablemente más poderoso

que el de la Republica China, gobernada en ese momento por el

partido nacionalista Kuomintang. En el marco de este creciente

proceso de nacionalismo, el Imperio comienza a ver como

irremediable el expandirse hacia otros terrenos para abastecerse

de recursos y zonas estratégicas, por lo cual la ocupación de

Manchuria deja de ser suficiente para los propósitos imperiales

nipones. China por su parte, con una sucesión histórica de

alianzas y divisiones entre los nacionalistas y los comunistas, se

encuentra internamente dividida y debilitada.

En agosto de 1937 el ejército imperial japonés invade la ciudad de

Shanghai, donde se encuentra con una fuerte resistencia que sería

vencida finalmente en noviembre de ese mismo año. Frente a esta

derrota, las autoridades chinas deciden que no pueden darse el

lujo de perder a sus tropas de elite en una defensa simbólica de

6

Nanjing, y retiran gran parte de sus soldados, planificando a

futuro usar la gran extensión de China para debilitar al ejército

japonés. De este modo, las tropas imperiales continúan su camino a

sangre y fuego hasta ingresar finalmente a la ciudad de Nanjing el

13 de diciembre.

Este breve marco histórico es suficiente para proceder a analizar

dos hechos fundamentales de esta guerra. El primero, la masacre de

Nanjing (la entonces capital de la República de China) iniciada el

13 de diciembre de 1937 al mando del general Matsui Iwane y

sostenida durante un lapso aproximado de 6 semanas, la que se

estima dejo un saldo de más 200.000 civiles chinos muertos y

aproximadamente 20.000 mujeres violadas (los números varían según

las investigaciones) por los soldados del ejército imperial

japonés, los cuales no mostraron ninguna piedad ante la población

civil china bajo la prenoción de que podían ser parte de la

milicia rebelde. El segundo, el accionar del Escuadrón 731, y su

accionar en los campos de concentración japoneses, donde

realizaron una gran cantidad de experimentos biológicos sobre

prisioneros vivos.

Presentado ya el trasfondo histórico y los hechos fundamentales,

se puede comenzar a analizar las diferencias entre estas dos

prácticas cometidas por el Imperio del Japón y las condiciones

sociológicas y psicológicas que fueron necesarias para que estas

pudieran ser llevadas a cabo.

Adoctrinamiento en el ejército imperial japonés:

Deshumanización y otredad negativa.

7

"Del Emperador del Sol Naciente al Emperador del Sol Poniente"

Príncipe Shotoku, carta al Emperador de China. Siglo VII d.c

Para poder explicar los trágicos sucesos de Nanjing, es menester

profundizar en los antecedentes históricos del ejército japonés

para intentar comprender como miles de soldados pudieron cometer

todo ese tipo de atrocidades (las cuales no se detallaran aquí

sino más adelante) ante una población civil indefensa. No es un

dato menor el hecho de que en la primera guerra mundial, los

prisioneros políticos recibieron un trato totalmente diferente y

sus derechos básicos fueron respetados (Rees: 2009)2.

¿Cómo explicar esta transformación en la mentalidad de los

soldados japoneses sino a través del fuerte proceso de creación de

una conciencia nacionalista a la que fueron sometidos? La

convicción de los soldados imperiales de la superioridad racial de

los japoneses es un factor clave, acompañado por el necesario

proceso de estigmatización sobre el foráneo, la creación de la

imagen del “enemigo externo”, en este caso el pueblo chino (aunque

no fue el único). Este proceso de estigmatización genera una

otredad negativa, donde el otro, el distinto, el inferior, sufre

un fuerte proceso de deshumanización, y es visto por el

perpetrador como una amenaza a la cual eliminar bajo cualquier

costo. Es imprescindible tomar estos conceptos y entender esta

idea de deshumanización y construcción de una otredad negativa,

para explicar hechos de otra forma inexplicables, o argumentables

solo con banalizaciones o respuestas que satisfacen poco a un

2 La información completa de las publicaciones utilizadas se encuentra en el final del trabajo en “Bibliografía consultada”.

8

análisis de la profundidad necesaria que un caso así requiere.

Solo desde esta perspectiva uno puede intentar comprender como un

ejército compuesto por miles de soldados, pudo atacar una

población civil indefensa, cuyo ejército ya había sido derrotado.

La perspectiva cobra mucho más fuerza considerando las terribles

violaciones, torturas y humillaciones que sufrieron tanto hombres

como mujeres, niños y ancianos, todo bajo el pretexto y la

convicción (realmente discutible) de que dentro de esa población

civil se podían encontrar miembros de las milicias a las cuales se

enfrentaban los soldados japoneses.

Al igual que en otros procesos genocidas, análisis simplificadores

cayeron en una banalización de la maldad de los perpetuadores,

planteando en este caso que el genocidio había sido posible debido

a la naturaleza cruel, inescrupulosa y malvada de los japoneses.

Se presentaba al japonés como miembro de una cultura milenaria en

la cual habían sido entrenados para ser guerreros, continuando con

el código de honor Bushido de los samuráis, lo que los había

convertido en sanguinarios y sin piedad. De esta forma, se

eliminan todas las causas y las razones que llevaron a que

prácticas como estas pudieran tener lugar, y se construye una

figura totalmente banal (sobre todo en occidente) del japonés como

un sujeto cruel con natural predisposición a tener desenlaces como

este.

Considero que un análisis sociológico serio no puede recaer en

explicaciones de este tipo, y es necesario poder investigar con

mayor profundidad. Tomando como ejemplo el caso del genocidio

nazi, los análisis de Zygmunt Bauman y Hannah Arendt contribuyen a

trazar un paralelismo con el caso japonés (a pesar de las grandes

9

diferencias que se observan en ambos casos) en donde se entiende

que un genocidio no puede recaer simplemente en la creencia de un

grupo delimitado de personas con desviaciones psiquiátricas como

responsables de la masacre. Si bien los métodos utilizados fueron

distintos, el objetivo a descubrir es similar al que se planteaba

Arendt, el descubrir como los genocidas lograron: “[…] vencer… la

piedad animal que sienten todos los hombres normales en presencia

del sufrimiento físico” (Arendt: 1998)

Uno de los que se encargó de desmitificar lo “inhumano” de los

japoneses fue Laurence Rees, quien en su trabajo “Horror in the

East: Japan and the Atrocities of World War II” profundizo sobre

todo el accionar del Imperio durante la segunda guerra mundial. En

su trabajo destaca que en la primera guerra mundial, a diferencia

de la segunda, Japon estuvo enfrentado a Alemania. Y el

tratamiento que recibieron los miles de prisioneros de guerra fue

totalmente diferente al que recibieron los chinos. Los testimonios

recogidos indican que el trato que recibieron los prisioneros fue

digno, donde se respetaron sus derechos y en la gran mayoría de

los casos no sufrieron ninguna ultranza. Lo mismo puede decirse de

los rusos que cayeron prisioneros en la guerra ruso-japonesa de

1905. Esta información deja una conclusión y un interrogante.

Primero, reforzar una vez más lo incorrecto de la noción del

japonés como natural e inevitablemente malvado; y segundo, sembrar

una pregunta fundamental: ¿Qué circunstancias generaron el

profundo cambio en la mentalidad de los soldados japoneses y el

trato a los prisioneros de guerra, en un lapso de tan solo 20-30

años?

10

Es pertinente tener en cuenta que a mediados del siglo XIX, como

se explicó en el marco histórico, Japon comenzó a adoptar ciertos

aspectos de la cultura occidental como propias, así como se marcó

el fin del shogunato y una reforma en el papel del Emperador. Uno

de estos cambios fue una orden imperial de 1880 que dictaba que

los prisioneros de guerra debían ser tratados con respeto. Para la

época en la que la masacre de Nanjing tuvo lugar, sin embargo, el

entonces emperador Hirohito (nieto del antiguo Emperador Meiji)

había dictaminado (en 1937) que los prisioneros chinos no estaban

sometidos a los convenios internacionales sobre el trato que

debían recibir los llamados POW (prisoners of war).

Rees plantea que esta absorción de costumbres occidentales que

devinieron en una nueva organización política de Japon, tuvo

también como consecuencia que el Imperio decidiera que para ser

una nación fuerte era necesario comenzar un proceso de

colonización, tomando como ejemplo las colonias de las potencias

europeas. De esta forma Japon comenzó a expandir su control y para

fines de la primera guerra mundial emergía como una de las mayores

o la mayor potencia asiática. Esta política imperialista se vería

reflejada posteriormente en la toma de Manchuria y el resto de las

ciudades chinas en la década del 30’. La transformación del rol

del Emperador tampoco debe tomarse a la ligera, ya que como

producto de la restauración Meiji la elite japonesa se encargó de

presentar a la mayor figura del Japon como una divinidad, quien

debía ser venerado como un dios. Las generaciones de niños

japoneses posteriores al Emperador Meiji fueron educados en las

escuelas a adorar al Emperador como a un dios en el cuerpo de un

humano. El Emperador, claro está, era el comandante en jefe de su

poderoso ejército imperial. Al ser consultado por que no sentía

11

culpa por haber violado mujeres chinas, un soldado imperial

respondió: “Porque yo estaba luchando por el Emperador. Él era un

Dios. En nombre del Emperador nosotros podíamos hacer lo que

quisiéramos contra los chinos. Por eso no tenía sentimiento de

culpa.”

Pero las crisis económicas que sufrió Europa en la década del 20,

así como el incremento de las ideas como el sufragio universal y

la “infiltración” del comunismo, hicieron que sectores japoneses

se replantearan los beneficios de la coexistencia con occidente y

su utilización como modelo para algunos aspectos de su cultura. El

problema del hacinamiento comenzó a incrementar su peso, Japon

necesitaba aumentar su territorio debido a su gran densidad de

población y la notable cantidad de territorios difíciles de

habitar. Pero diversos tratados firmados impedían que sus

objetivos de expandirse pudieran llevarse a cabo. Esto desencadeno

que Japon realizara algo que la historia del siglo XX ha visto en

distintas oportunidades, el inculpar a un grupo enemigo de una

acción propia por intereses estratégicos. Es así que Japon realizo

un atentado a un ferrocarril en Manchuria y culpo a China de

haberlo realizado, para justificar la invasión a dicha ciudad que

era rica en diversos recursos naturales escasos en el Imperio.

Como se mencionó anteriormente, es imprescindible focalizarse en

el entrenamiento que los soldados recibieron y los antecedentes

del ejército imperial, y en esto es necesario concentrarse ahora,

para intentar comprender su accionar en la segunda guerra sino-

japonesa. Ya he manifestado la intención del Imperio japonés de

convertirse en una nación fuerte, y para realizar este proceso de

extensión e imperialismo era necesario tener, por supuesto, un

12

ejército numeroso y fuerte. El ejército imperial creció

exponencialmente durante la primera parte del siglo XX, el

servicio militar era obligatorio para hombres entre 17 y 40 años,

e incluso los niños ya recibían algún tipo de instrucción militar

en la semana (Forty: 2013). Junto a este aumento cuantitativo las

autoridades decidieron endurecer la disciplina para mantener el

orden interno. Severos castigos físicos eran aplicados a los

soldados en entrenamiento, llegando incluso al punto de obligarlos

a golpearse entre ellos una vez que sus superiores estaban

agotados; y dichos castigos no eran necesariamente responsabilidad

del propio soldado castigado, sino que ante el error de un soldado

toda la unidad recibía el mismo castigo, para fomentar la idea de

que no hay individualidades sino una gran unidad. La idea del

ejército como no solo una unidad sino una gran familia también fue

implantada en sus integrantes, aumentando la humillación de un

fracaso e incentivando a los soldados a forjar la mentalidad que

sus autoridades deseaban.

Pero el entrenamiento del ejército imperial consistía en mucho más

que un exceso de violencia física y una estructura autoritaria. La

futura invasión china era una posibilidad real y los soldados

fueron entrenados particularmente para ello. A los soldados

japoneses se les inculco la idea de que los chinos no eran

humanos, que se encontraban por debajo de este nivel, al igual que

los animales. Xavier Casals también pone énfasis en esto: “Los

oficiales les golpean para inculcarles obediencia y les infunden

una cosmovisión racial: los chinos son chancorro, lo inhumano

(insectos y animales), y su vida carece de valor.” Los japoneses

habían existido por miles de años, los chinos no calificaban en

13

ese mismo nivel, eran inferiores, subhumanos, eran en las propias

palabras de los japoneses, “chancorro”. Esta “cosmovisión racial” no

fue inculcada tan solo mediante el discurso, y el castigo físico,

los soldados japoneses debían comprobar que los chinos eran

inferiores y conocer el acto de matarlos. Los propios testimonios

de los soldados japoneses relatan cómo, ya una vez en china,

fueron entrenados en el uso de la bayoneta mediante el asesinato

de civiles chinos. Las víctimas eran atadas a un árbol, y los

soldados imperiales en fila debían avanzar y atacarlas con su

bayoneta, matándolas en el acto. El miedo a ser estigmatizado como

cobarde al negarse a matarlos, sumado a la felicitación y el

mérito que las autoridades les otorgaban a quienes lo hacían

efectivamente, fueron forjando la conciencia de los soldados que

perdían lo poco que les quedaba de culpa muerto tras muerto. Otros

testimonios demuestran que la misma práctica se utilizaba para

practicar el tiro con armas de fuego. Esta cita de un soldado

imperial, recogida por Laurence Rees, es precisa para explicar la

situación: “La primera vez aun tienes conciencia y te sientes mal.

Pero si te etiquetan de corajudo, te honran y te dan merito, y si

eres alabado por tener este coraje, eso será lo que te lleve a

hacerlo la segunda vez. Si hubiera pensado en ellos como seres

humanos no lo podría haber hecho, pero como pensaba en ellos como

animales o seres infrahumanos, lo hicimos”.

Michel Foucault plantea que en la modernidad el Estado asume el

rol de hacer vivir y de dejar morir, y que ante el surgimiento del

bio-poder y la bio-política, el Estado ya no puede ejercer su

poder soberano matando si es responsable de asegurar y mejorar la

vida de su población. Se pregunta como un Estado que debe hacer

14

vivir, puede hacer morir. Encuentra esta respuesta en el racismo

como instrumento del Estado, el cual le permite delimitar quienes

deben morir, para que otros puedan vivir (Foucault: 1983). Es

evidente que el Imperio japonés necesito del racismo para poder

invadir China, y para eso necesito inculcar en sus soldados la

idea de que el enemigo no era como ellos, sino que era distinto, y

fundamentalmente, que era inferior. Este fuerte proceso de

deshumanización no es hecho siquiera de una forma sutil, sino,

como ya vimos, bastante burda y clara. Los chinos son sub-humanos

y matarlos es como matar animales, esa fue la mentalidad que se

forjo en cada soldado imperial, mentalidad forjada a sangre y

golpes, sin la cual los planes imperialistas nipones no podrían

haberse llevado a cabo. Como explicar sino que quienes habían

dado a principios de siglo un trato digno a sus prisioneros, ahora

los masacraban con una brutalidad sorprendente. El hecho de que el

Emperador Hirohito hubiera impuesto que los chinos no estaban

sujetos a los convenios internacionales no parece ser, no puede

ser, suficiente para explicar un genocidio. La explicación debe

caer en la construcción de la otredad negativa, un largo proceso

al que fue sometido el ejército imperial, y que tuvo como

desenlace no solo Nanjing y los crímenes de los Escuadrones en los

campos de concentración, sino todas las crueles matanzas que

ocurrieron en la guerra sino-japonesa, en el marco de la Segunda

Guerra Mundial. Crímenes que fueron opacados por los cometidos en

Europa durante aquella época, los cuales es difícil creer que

tuvieran una repercusión tan mínima y tengan al día de hoy una

presencia tan mínima en la memoria colectiva, producto de la

clásica visión eurocéntrica de la historia. Pero estos temas los

analizare en profundidad más adelante.

15

La Masacre de Nanjing

“Este es el día más corto en el año pero aun contiene 24 horas de este infierno en la

Tierra”

Dr. Robert Wilson, 21 de diciembre de 1937.

Una vez explicado el adoctrinamiento y la intensa disciplina a la

que fue sometido el ejército imperial, es tiempo de realizar un

recuento de los hechos que ocurrieron en Nanjing a partir del 13

de diciembre de 1937.

Como ya se mencionó, no es el objetivo de este trabajo el hacer un

simple recuento de los hechos de Nanjing, ni de realizar una

innecesaria y morbosa descripción de cada una de las atrocidades

que se cometieron en la entonces capital china. Sin embargo,

considero que en este caso es importante dar una noción de la

intensidad y la enorme cantidad de crímenes cometidos, por

diversas razones. En primer lugar, ayuda a entender las

dimensiones de la masacre ocurrida, su magnitud, y permite dar una

idea de lo que esta generó en el pueblo chino. Segundo, la

información es extraída principalmente de relatos de

sobrevivientes, los cuales fueron utilizados luego en los juicios

para ejercer las condenas correspondientes. Y finalmente, el nivel

de violencia y el sorprendente carácter sanguinario de los

acontecimientos permite diferenciar dicho caso no solo con otros

16

genocidios de otras partes del mundo, sino con distintos procesos

dentro del propio genocidio acaecido sobre el pueblo chino,

interesante distinción que constituye uno de los pilares de este

trabajo.

Nanjing (utilizo el nombre original de la ciudad, es común que se

la llame también Nanking o Nankín) era la capital de China por

aquella época, sin embargo, la defensa ante la invasión japonesa

fue mínima. Esto se debe a que, como ya expuse brevemente, las

tropas japonesas se habían encontrado con una fuerte resistencia

meses antes en la ciudad de Shanghai. La ofensiva china en aquella

ciudad fue mucho más fuerte de lo que los japoneses esperaban, por

lo que la cantidad de muertos supero lo presupuesto y demoro los

planes imperiales. Este obstáculo en los objetivos japoneses es

frecuentemente considerado como una de las razones por las cuales

el nivel de violencia en Nanjing fue tan grande, debido a la

frustración y el cansancio que sufrían los soldados imperiales.

Razón que, a mi parecer, fue influyente pero no es determinante

ante explicaciones mucho más relevantes como el entrenamiento con

civiles vivos.

Luego de la derrota de Shanghai, el gobierno chino (que en ese

momento estaba en manos de los nacionalistas pero cuyo poder

estaba muy debilitado por el enfrentamiento con los comunistas)

decidió retirar la mayoría de sus tropas de Nanjing, creyendo que

una resistencia como la de Shanghai no tendría sentido, ya que se

perderían tropas de elite. China apostó, por el contrario, a

utilizar la extensión territorial como una ventaja y a esperar que

las tropas japonesas lleguen debilitadas al enfrentamiento.

La capital quedo así desprotegida e incapaz de resistir la

17

invasión japonesa, y desprovista de todos los servicios

gubernamentales, quedando a cargo como única institución el Comité

Internacional para la Zona de Seguridad de Nanjing. Dicho Comité

fue creado por una veintena de inmigrantes, su mayoría

estadounidenses o europeos, que residían en Nanjing o se

encontraban allí por cuestiones comerciales. Estos decidieron

quedarse en vez de huir y crear una zona de seguridad, acordando

con las autoridades japonesas que la misma no sería atacada por

las tropas siempre y cuando se hallara totalmente desmilitarizada.

Fue un factor clave para establecer esta región protegida que su

líder sea el alemán John Rabe, miembro afiliado del partido nazi

(aliado de Japón en la guerra) y presidente de la empresa

telefónica Siemens en China. Muchos soldados que se encontraban en

Nanjing para defenderla, ante el terror de la invasión japonesa,

descartaron sus armas y sus ropas y se infiltraron en la población

civil dentro de la zona de seguridad.

Si bien los ataques a civiles dentro de la zona de seguridad

fueron muchos, así como la violación de mujeres y niñas y el robo

de bienes personales, es cierto que el acuerdo fue respetado hasta

cierto punto y la violencia en esta zona fue notablemente menor

que en el resto de la ciudad. La promesa de las autoridades

japonesas del respeto a la zona de seguridad y el hecho de que

esta estuviera presidida por un afiliado Nazi, considerando el

pacto Anti-Komintern en el que Alemania y Japón se encontraban

envueltos, fue fundamental para salvar la vida de miles de

habitantes de la ciudad. Para muchos, John Rabe es considerado el

Oskar Schindler de China.

18

El comité internacional planeaba gobernar la ciudad, administrando

los servicios y comida, hasta que las autoridades japonesas

formaran un nuevo gobierno en la ciudad y restauraran el orden. Se

observa en la correspondencia del Comité, principalmente hacia la

embajada japonesa, intentos de establecer una coexistencia

pacífica para poder reinstalar los servicios de electricidad,

teléfono y agua que habían sido perjudicados por los bombardeos

japoneses.

La correspondencia emitida por el propio John Rabe, así como por

otros miembros del Comité Internacional, como el Dr. Robert

Wilson, son una fuente fundamental para conocer los hechos que

ocurrieron durante esas semanas en la ciudad. No solo son muy

valiosas para hacer un recuento de los hechos, sino que como ya

fue mencionado los propios tribunales que juzgaron a los japoneses

ya finalizada la guerra se valieron de estos registros e incluso

de los propios testimonios para poder indagar en los hechos

acaecidos.

El Dr. Wilson escribió cartas a su familia casi todos los días desde que la masacre comenzó, probablemente sin saber la importancia que tendrían en el futuro, y en ellas se presenta de forma muy clara todas las atrocidades cometidas (considerando que era el único medico en la zona de seguridad) y como el relato se va volviendo más desesperanzado a medida que avanzan los días. En las sucesivas cartas a su familia, Wilson relata la miseria quegenera la invasión japonesa en Nanjing, el exceso de pacientes para un personal médico escaso, el problema de no poder dar el alta a pacientes que no tienen hacia dónde ir, la dificultad de realizar intervenciones quirúrgicas cuando el suministro de electricidad, agua y comida se ve afectado ante las incesantes explosiones. Algunas citas extraídas de las cartas del Dr. Wilson ayudan a complementar lo descrito:

“El día de hoy marca el sexto día de este Infierno de Dante moderno, escrito en letras enormes con sangre y violación. Homicidio al por mayor y violación por miles de casos.

19

Parece no haber freno para la ferocidad, lujuria y atavismo de los brutos. Al principio intente ser amable con ellos para evitar aumentar su ira pero la sonrisa se ha ido gradualmente y mi mirada esta tan fríamente sospechosa como la de ellos”.

“Toda la comida está siendo robada a la gente pobre y están en un estado de pánico histérico afligido por el terror”.

En los distintos relatos de sobrevivientes o personas que lograron

escribir lo que vieron durante su tiempo en Nanjing, se

encuentran: miles de casos de violaciones de mujeres, niñas y

ancianas, violaciones en grupos, robos, incendios, asesinatos a

civiles (incluidos bebes y niños) sin razón aparente o por no

inclinarse ante la presencia de un japonés, miles de heridos o

muertos por ataques con bayonetas, el entierro de prisioneros

chinos vivos e incluso registros de soldados japoneses abriendo el

vientre de mujeres embarazadas y bayoneteando a los fetos. La

violación de mujeres llego incluso a ser un acto de iniciación

dentro del ejército, y una actividad de la cual los novatos no

tomaban parte. En otros casos, los soldados obligaban a sus

víctimas a violar mujeres pertenecientes a sus propias familias,

incluso a monjes que se habían dedicado al celibato. El nefasto

suceso de las “Mujeres de Confort” tuvo lugar en base a esto,

donde las autoridades japonesas ordenaron secuestrar mujeres para

obligarlas a prostituirse, con la intención de que eso bajara la

cantidad de violaciones por parte de los soldados imperiales.

Miles de chinos, tanto soldados como civiles, eran llevados hasta

la orilla del rio Yangtsé o de una trinchera y acribillados a la

par por una ametralladora.

En el camino de las tropas imperiales hacia Nanjing incluso se

registró una competencia entre dos soldados que tendría como

ganador al primero que lograra matar a 100 personas usando una

20

espada, “hazaña” que ambos lograron. Ambos soldados fueron

ejecutados luego del fin de la guerra, y este hecho como tantos

cometidos en el marco de la guerra es motivo de debate entre

japoneses sobre su real existencia.

Las matanzas y violaciones se extendieron a lo largo de seis

semanas dejando a su paso miles de muertos y heridos, así como un

nivel de destrucción sorprendente. El saldo total de muertos y

mujeres violadas fue y es tema de discusión entre los asiáticos, y

será analizado con mayor profundidad hacia el final de este

trabajo. Por supuesto Nanjing no fue un hecho aislado, sino el

mayor exponente dentro de un marco de matanzas en el marco de la

guerra sino-japonesa. Hecho que genero conmoción en occidente pero

que tuvo una repercusión mínima comparado al de otros sucesos de

igual o menor magnitud. Se ha planteado que este genocidio es un

desenlace predecible conociendo el fuerte proceso de

estigmatización y deshumanización de los chinos por parte del

ejército imperial japonés, y cuyo exterminio no era el fin último

sino un medio para lograr cumplir los objetivos de las autoridades

japonesas. Antes de enmarcarse en un análisis preciso del carácter

genocida de la ofensiva japonesa sobre China, se presentara el

accionar del infame Escuadrón 731, el principal escuadrón de

investigación biológica y desarrollo de armas químicas del

ejército imperial. Este es parte indiscutible del proceso

genocida en China, pero con características llamativamente

diferentes a los hechos ocurridos en Nanjing, lo cual me permite

comparar y contrastar ambos eventos, buscando el punto en común

así como analizando las claras diferencias.

21

Escuadrón 731

Camuflado oficialmente como un laboratorio encargado de la

prevención de epidemias y la purificación de agua, la unidad o

escuadrón 731 liderada por Shiro Ishii, general del ejército

Kwantung, permanece como uno de los aspectos más dramáticos y

misteriosos tanto de la segunda guerra sino-japonesa como de la

Segunda Guerra Mundial. Representa la principal, pero no la única,

unidad encargada de realizar pruebas bacteriológicas y el

desarrollo de armas químicas. Se encontraba en Harbin, en la zona

que desde 1931 recibía el nombre de Manchukuo (anteriormente

Manchuria) la cual había sido invadida por los japoneses, como ya

he mencionado, por su riqueza de recursos y en la cual se instauro

un gobierno títere que simulaba autonomía liderado por Pu Yi,

quien fuera el último Emperador de China antes de que la misma se

proclamara una Republica 20 años antes.

Financiada por el gobierno imperial, la unidad 731 realizo todo

tipo de experimentos biológicos sobre miles de prisioneros que

eran enviados a la base tanto por el ejército imperial como por su

marina. Dichos prisioneros, quienes eran en su gran mayoría

chinos, pero también rusos, habitantes del sudeste asiático y una

minoría de Aliados; eran utilizados como conejillos de indias.

Durante su estadía, los prisioneros eran sometidos a todo tipo de

investigaciones biológicas y químicas, las cuales consistían

principalmente en el contagio de diversas enfermedades para poder

estudiar cómo estas funcionaban en el cuerpo. El método utilizado

22

consistía en otorgarles inyecciones, las cuales podían contener

una gran variedad de enfermedades, y esperar aproximadamente 24

horas o más para comenzar a ver si los prisioneros habían

contraído la enfermedad y los resultados que estas generaban en

los cuerpos. El suplicio de los prisioneros alcanzaba su máximo

nivel, así como su final, cuando se practicaba sobre ellos una

vivisección, muchas veces sin ningún tipo de anestesia, para poder

estudiar los efectos de las enfermedades en los órganos del ser

humano. Por miedo a que la muerte generara descomposición y

condicionara los resultados del experimento, los órganos de las

víctimas eran sustraídos quirúrgicamente mientras aún seguían

vivos, en pos de aumentar el conocimiento que se tenía sobre estas

plagas.

Los objetivos de Shiro Ishii y de toda su unidad no eran

simplemente un mayor desarrollo del conocimiento médico que

pudiera ser utilizado para proteger y asistir a las tropas

imperiales, sino el testeo y la creación de diversas armas

químicas que luego serían utilizadas para el ataque tanto de

civiles como de militares. Los experimentos realizados, aparte de

los ya mencionados, consistían en una gran variedad de atrocidades

sumamente dolorosa para sus víctimas, las cuales no procederé a

relatar detalladamente, pero que convierten a la unidad 731 en una

de las prácticas más polémicas del siglo XX.

Muchos de los prisioneros que se encontraban en este laboratorio

fueron traslados a campos abiertos donde fueron utilizados como

blanco, recibiendo los ataques aéreos o terrestres cargados de

enfermedades contagiosas. Una vez que se había estudiado el

efecto de las enfermedades en los cuerpos de los prisioneros y que

23

se habían realizado las pruebas en los campos abiertos para

observar la efectividad de las armas, el ejército imperial

procedió a utilizar su armamento biológico contra poblaciones

civiles. Es difícil estimar un número de víctimas y los datos

varían según las fuentes, pero cientos de miles de civiles chinos

(tanto de zonas ocupadas ya por Japón como de zonas que aún se

encontraban bajo el control de la resistencia China) murieron a

causa de los ataques biológicos realizados por el ejército

imperial. No fueron los chinos las únicas víctimas, por supuesto,

ya que Japón continuo expandiéndose hacia el sudeste asiático

mientras mantenía su lucha en la China ocupada; e incluso hay

evidencia de que un ataque biológico a la población civil

estadounidense estaba planeado pero no pudo concretarse ya que los

nipones se rindieron unas semanas antes (Lamont-Brown: 2013).

Estos ataques consistían principalmente en realizar descargas

aéreas de ratas o pulgas infectadas con enfermedades o toxinas,

que luego transmitirían las plagas a los civiles condenándolos en

muchos casos a una muerte segura. Era tal el poder de estos

ataques que incluso un grupo de aproximadamente 1600 soldados

japoneses murieron cuando el ataque fue realizado en el lugar

equivocado.

Deshumanización y diferencias con Nanjing

El accionar del escuadrón 731 y el tratamiento que recibieron

muchos prisioneros políticos durante la guerra por parte de los

japoneses quizás sea, junto con el ataque a Pearl Harbor y las

bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, uno de los aspectos más

recordados de la Segunda Guerra Mundial involucrando al Imperio de

24

Hirohito. Es también, por ende, uno de los responsables de la

creación de la figura del japonés como naturalmente malvado, cruel

y heredero de una cultura milenaria enfocada en el combate.

Irónicamente, a pesar de su importancia quizá sea también uno de

los aspectos de los que menos se sabe, así como también uno de los

crímenes que menos castigo recibió. Esto se debe a que luego de

los bombardeos atómicos por parte de Estados Unidos y de la

invasión soviética de Manchukuo, anticipando el fin de la guerra,

las autoridades del laboratorio liberaron gas toxico en las celdas

de los prisioneros para matarlos, y luego quemaron sus cuerpos,

junto con gran parte de la información documentada que habían

recopilado en sus experimentos. Si bien la destrucción de la

documentación no fue total y los testimonios de los perpetradores

brindan más información, un gran porcentaje de los documentos

realizados en la unidad 731 y en todas las instalaciones de

pruebas biológicas fueron destruidas. Los avances médicos logrados

y la gran cantidad de información recopilada le valieron una

polémica amnistía otorgada por los Estados Unidos a sus

perpetradores, a cambio del otorgue de todo lo que habían

descubierto, en un controvertido acuerdo que recuerda a la infame

Operación Paperclip3.

Resulta interesante estudiar estos eventos ya que parecieran ser

de una lógica distinta, en cuanto a su modus operandi, a los

hechos ocurridos en Nanjing. La lógica de tomar prisioneros

enviados por las fuerzas armadas, retenerlos secretamente mientras

se experimenta sobre ellos, pareciera dar una imagen

cualitativamente diferente a la de una ola de matanzas y 3 Operativo estadounidense que otorgo inmunidad a científicos nazis a cambio de que contribuyan con la información recogida en la lucha contra la Unión Soviética.

25

violaciones desenfrenadas durante el transcurso de 6 semanas, de

forma aparentemente no planeada y, por decirlo de alguna forma, a

la vista de todos. La primera constituye un planificado y

secuencial accionar, con mayor semejanza al accionar de una

sociedad burocrática, mientras que la segunda es más

desorganizada, burda y sin objetivos tan concretos como los que

tenía la unidad de experimentación biológica. La tortura de

prisioneros para la experimentación puede ser entendible (no

justificable) desde el punto de vista de los objetivos imperiales,

pero la matanza indiscriminada de civil y la violación de mujeres

no pareciera responder necesariamente a objetivos oficiales, o no

lo hace al menos, de la misma forma. Sin embargo, hay un

antecedente en el cual ambas prácticas coinciden, un proceso que

ya se ha mencionado y sin el cual no se puede explicar los eventos

que ocurrieron: un fuerte proceso de deshumanización y de

construcción de una otredad negativa.

Durante el entrenamiento militar, sabemos que a los soldados

imperiales se les enseñaba que los chinos eran “chancorro”, es

decir, sub-humanos, animales inferiores. Esta lógica

deshumanizadora no es ajena a la Unidad 731, donde los prisioneros

solían ser referidos en el lenguaje de los oficiales como Maruta,

término que si ha de traducirse debería recibir la denominación de

“leño”. Esta objetivación de seres humanos continúa la misma lógica

deshumanizadora, donde los prisioneros recién llegados eran

referidos por las autoridades oficiales como leños, como simples

objetos con los cuales se iba a experimentar. Es así que ante la

llegada de nuevos prisioneros a los miembros de menor jerarquía se

les informara simplemente que se estaban transportando unos leños

26

En el documental francés “Kizu (les fantômes de l’unite 731)” el

director Serge Viallet accedió a entrevistar a algunos veteranos

japoneses que habían participado de los experimentos de la unidad

731. Uno de ellos confiesa que se unió a la unidad creyendo que

podría retirarse cuando quisiera, solo para descubrir que los

soldados que intentaran escapar eran castigados como desertores, e

incluso los desafortunados que contrajeran algunas de las

enfermedades con las que se estaba experimentando, podían pasar a

ser ellos mismos objetos de investigación. Quienes se negaran a

realizar las vivisecciones podían ser privados de su alimento

hasta que aceptaran hacerlo. Los soldados habían sido convencidos

que los prisioneros no eran humanos y que todos esos sacrificios

eran necesarios para la guerra, sin embargo el relato de uno de

los veteranos resulta interesante en este sentido. Declara que con

el tiempo empezaba a conocerlos más y a evitar el contacto visual

todo lo que pudiera. Si bien en estos casos torturador y

prisionero se encontraban en el mismo espacio físico, experiencias

como las de Milgram demuestran que evitar el contacto visual puede

haberle facilitado la tarea de torturar a otro ser humano. Como

declara el japonés, incluso a los que había visto eventualmente ya

no podía reconocerlos, ya que habían perdido tanto peso y su piel

se había oscurecido tanto por la enfermedad que le era imposible.

En un Imperio que destinaba tanta importancia a sus fuerzas

armadas y el fuerte adoctrinamiento que estas practicaban, con una

gran parte de la población integrándolas al menos por un par de

años, es lógico que la construcción del pueblo chino como el

“otro” al que hay que eliminar se haya expandido notablemente. Sin

embargo, la deshumanización nunca afecta a la totalidad del grupo

y se observa que gran parte se negó a realizar las torturas en

27

primer lugar, o al menos le genero grandes controversias el

hacerlo. Pero los métodos coercitivos de las autoridades militares

japonesas empujaron a sus soldados a realizar estas prácticas, las

cuales se iban volviendo cada vez más “normales”, revalidando el

proceso de deshumanización.

¿Dos procesos distintos o dos caras de una misma moneda?

¿Qué relación existe entre los hechos de Nanjing y los de la

Unidad 731? ¿Cómo se articulan ambos sucesos dentro de un mismo

proceso? Como ya he dicho, observo una diferencia clara entre

ambos procesos. La siguiente cita de Weber, utilizada por Bauman

para explicar la Shoah puede explicar en parte el accionar de la

Unidad 731, pero no pareciera contribuir mucho al análisis de la

Masacre de Nanjing: “En la administración estrictamente

burocrática, los siguientes aspectos alcanzan el punto óptimo:

precisión, rapidez, falta de ambigüedad, conocimiento de los

expedientes, continuidad, discreción, unidad, estricta

subordinación y reducción de las fricciones y de los costos

materiales y de personal. La burocratización ofrece sobre todo una

posibilidad óptima para poner en práctica el principio de

creciente especialización de las funciones administrativas

siguiendo consideraciones puramente objetivas… El cumplimiento

“objetivo” de las tareas significa principalmente que estas tareas

se llevan a cabo según unas normas calculables y “sin tener en

cuenta a las personas” “(Bauman: 1997). El accionar preciso,

rigurosamente documentado, fuertemente disciplinado y unitario de

la Unidad 731 pareciera ser un logro de la administración

burocrática, una posibilidad que solo podría existir como fruto de

la modernidad. El deseo por el desarrollo de armas químicas y la

28

capacitación médica de sus tropas responde a la lógica

burocratizada propia de la modernidad, en la cual se cumplen los

tres requisitos que Bauman tomaba de Herbert C. Kelman: la

violencia está autorizada (las ordenes eran dadas por sus

superiores), las acciones están enmarcadas dentro de una rutina

(el aplicar enfermedades y realizar vivisecciones era una tarea

diaria que se fue convirtiendo en algo natural) y las victimas

están deshumanizadas (los prisioneros subhumanos a los que se los

refería como Maruta). Pero esta lógica del trabajo conjunto, de

las torturas solo con el fin de realizar avances científicos, no

se identifica con las acciones de los japoneses en la antigua

capital china. La frase de Bauman (utilizada nuevamente para el

caso Nazi) refleja en este caso el contraste entre ambas

experiencias “Una multitud de individuos vengativos y sanguinarios

no encajaría con la efectividad de una burocracia pequeña pero

disciplinada y rígidamente coordinada”. (Bauman: 1998)

Considero que ambos eventos analizados en este trabajo

probablemente sean dos caras de un mismo proceso. Distintas, sin

duda, pero parte de una misma lógica imperial. La investigación

biológica y el desarrollo de armas químicas requería de un

accionar burocrático, donde los experimentos no podían ser

alterados y el ambiente era, por decirlo de alguna forma, seguro

para los japoneses. De hecho se podría decir que los soldados

japoneses que realizaban los experimentos en la Unidad 731 tenían

más razones para temer a sus propios superiores y los castigos que

estos aplicaban que a los prisioneros, quienes no podían hacer

mucho más que resistirse al comienzo a los experimentos, estando

totalmente indefensos como se encontraban. (Forty: 2013). En la

invasión de Nanjing, por otra parte, los soldados se encontraban

29

en un contexto de varios meses de guerra y a punto de tomar el

control de la ciudad más importante del país, donde si bien es

cierto que las defensas de Nanjing eran prácticamente nulas, los

japoneses sabían que muchos de los soldados que se habían quedado

para defender Nanjing se habían despojado de sus uniformes e

incorporado a los civiles. Esto desato la paranoia de los

soldados, la cual quizás realmente haya sido potenciada por el

hecho de haber encontrado una resistencia mucho más fuerte y una

mayor cantidad de muertos de lo que esperaban en Shanghái, así

como por la unión temporal entre los nacionalistas de Chiang Kai-

Shek (Kuomintang) y los comunistas de Mao que la invasión japonesa

había generado. La evidencia también parece indicar que el hecho

de que el comandante en jefe Matsui Iwane, quien condeno la

masacre, haya ingresado a la ciudad 4 días después para luego ser

reemplazado por Asaka (miembro de la familia imperial) puede haber

agravado la violencia de los soldados. Osaka podría haber

utilizado su influencia imperial para enviar a Matsui de vuelta a

Japón y quedar a cargo de la operación (Goma: 2010). Es una

posibilidad también que la repercusión de los crímenes cometidos

en Nanjing en el momento hayan influenciado al Imperio a esconder

las prácticas de la Unidad 731, pero los evidentes bombardeos y

ataques japoneses no parecen fortalecer la teoría de un intento de

discreción por parte de los nipones, al menos durante el

transcurso de la guerra.

Es claro que ambos procesos tienen una base en común el cual es la

estigmatización y deshumanización que sufrieron los chinos en el

ejército, así como los objetivos de expansión territorial que las

autoridades japonesas se plantearon en sus objetivos

imperialistas. Sin este pilar fundamental no se puede comenzar a

30

analizar lo ocurrido durante la guerra. Por eso considero que

ambas tragedias eran resultados potenciales para cualquier

habitante del suelo nipón que haya sido víctima del fuerte

adoctrinamiento al que eran sometidos, las cuales varían de forma

tan marcada por los diferentes contextos en que tuvieron lugar y

por los diferentes objetivos a los que respondían, constituyendo,

como he intentado explicar, dos caras de una misma moneda.

¿Genocidio?

Conociendo ya los dos sucesos que se plantearon analizar en este

trabajo, y considerando el proceso de deshumanización como la base

de ambos, es tiempo de intentar enmarcar los hechos ocurridos

durante la segunda guerra sino-japonesa dentro del concepto de

genocidio. No me preocupare todavía de como definieron

jurídicamente los crímenes cometidos los tribunales que

enjuiciaron a los responsables en los años posteriores al fin de

la guerra, eso se verá más adelante. Pero se intentara enmarcar lo

acaecido en China dentro de las distintas definiciones de

genocidio no solo preocupándose por su carácter jurídico, sino

sociológico, con el objetivo de poder tener una mayor comprensión

del proceso y de la selección de las víctimas y un mayor respaldo

para evitar sucesos como estos en el futuro.

Tomando como punto de partida la definición de genocidio realizada

por la Convención para la Sanción y Prevención del Delito de

Genocidio de ONU en 1948: “se entiende por genocidio cualquiera de los actos

mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o

parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de

miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del

31

grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de

acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir

nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro

grupo" se procede a intentar analizar los hechos bajo esta óptica.

Es evidente la destrucción parcial de un grupo nacional como lo es

el pueblo chino, encontrando con facilidad los crímenes nombrados

en a), b) y c). Respecto al impedimento de nacimientos en el seno

del grupo y el traslado por la fuerza de niños a otro grupo, se

presentan mayores dificultades a la hora de definir su existencia.

La matanza de mujeres embarazadas y los bombardeos químicos

considero bien podrían ser leídos de esa manera, pero no hay

evidencia de procesos de esterilización forzada o de segmentación

por sexos para evitar nacimientos en los grupos. Tampoco se

encuentran casos de niños extraídos de sus padres y luego

entregados a otros sujetos, dato que no pareciera ser un atenuante

del proceso considerando la enorme cantidad de niños que fueron

asesinados junto a sus padres.

Retomando la definición, la intención del perpetrador siempre

presenta problemas para ser probada, ya sea mediante documentos o

mediante las acciones. La existencia de documentos como el de

Matsui Iwane especificando el respeto que debían sufrir los chinos

prisioneros así como la falta de documentación que pruebe que tal

de nivel de violencia haya sido ordenada, pueden ser utilizados

para relativizar la intención. Considero sin embargo que el hecho

de excluir a los prisioneros chinos de la convención internacional

por orden de Hirohito, educar a los soldados japoneses de que los

chinos son “chancorro” y recluir a miles de personas en un

laboratorio para experimentar con ellos son símbolos irrefutables

de la intención de las autoridades japonesas, más allá de si la

32

magnitud de los hechos estaba o no en los planes. La

responsabilidad del propio Hirohito en los crímenes cometidos por

el ejército imperial fue y sigue siendo un largo debate. El hecho

de que las acciones sean realizadas en el marco de la guerra es

siempre una dificultad a la hora del análisis, ya que se puede

excusar (como veremos que se hizo) que los crímenes cometidos son

simplemente acciones contra milicianos dentro del marco de una

guerra, y no por fines ajenos a ella.

Es claro el carácter de grupo nacional de las víctimas, pero la

definición de la convención genera otra polémica respecto al

carácter de grupo como tal. ¿Fueron asesinados los chinos

simplemente por su nacionalidad? ¿O hubo acciones que determinaron

que se los incluya en ese grupo? Cierto es que China se encontraba

dividida entre los nacionalistas y los comunistas, ambos grupos

con intereses e ideologías que contrastaban con la política del

Imperio japonés. La unión temporal de ambas facciones para

enfrentar la invasión nipona y la infiltración de las milicias

entre los civiles exacerbaron el ataque japonés, pero pareciera

ser que más allá de la ideología del pueblo a dominar la figura

negativa creada consistía en cualquier grupo que se interpusiera

en los objetivos de expansión territorial. Es decir, considero que

Japón utilizo la estigmatización del pueblo chino como medio para

justificar su invasión y destrucción con el fin de cumplir sus

objetivos imperialistas, frente a la escases de recursos y el

aumento demográfico. La articulación de la identidad nacional

china junto con el rol subversivo de la resistencia política

frente a la invasión, crearon una imagen de todo miembro de la

sociedad china como un sujeto a destruir, reflejado en las

matanzas de mujeres, niños y ancianos. Pero teniendo en cuenta los

33

flamantes deseos del Imperio de expandirse, así como la

realización de auto-atentados para poder justificar sus

invasiones, se podría estimar que más allá del accionar político

del pueblo a invadir el Imperio generaba una imagen negativa del

otro para convencer a sus soldados, siempre fieles a su emperador

divino, de cometer cualquier crimen que beneficiara los intereses

nacionales.

Otros autores se distanciaron de la polémica definición de la

convención y realizaron sus propios aportes a intentar definir

procesos como este. Tal es el caso de Daniel Feierstein, quien

ofrece otro enfoque al asunto y cuyos conceptos utilizare para

seguir analizando la viabilidad de enmarcar el caso chino dentro

de la figura del genocidio. Comprendiendo que un genocidio

comienza mucho antes del aniquilamiento de personas, en este caso,

antes del inicio de la guerra; y que finaliza después del mismo,

se debe abarcar un lapso de tiempo indefinido mayor que el de los

8 años de guerra para poder comprender realmente el carácter de

estas prácticas (Feierstein: 2014). Feierstein deja por un lado el

concepto de genocidio, el cual reserva a su definición jurídica, y

desarrolla para un análisis sociológico el concepto de practica

social genocida, propia de la modernidad, a la cual define como:

“aquella tecnología de poder cuyo objetivo radica en la destrucción de las relaciones

sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una sociedad, por medio del

aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos de sus

prácticas) de dicha sociedad, y del uso del terror producto del aniquilamiento para el

establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos  identitarios.” El

aniquilamiento físico de las victimas pasa a ser así un medio, y

no un fin en sí mismo, para reorganizar las relaciones sociales.

34

No se realiza simplemente una matanza, sino que se utiliza la

misma como medio para destruir las relaciones sociales existentes

así como la identidad de la víctima, reemplazándolas en su lugar

con unas nuevas. A diferencia de la definición de la convención,

el énfasis recae en la acción del perpetrador y no en el carácter

de las victimas (nacional, étnico, etc.). A partir de esto, se

propone un intento de periodización delimitando 6 etapas que un

proceso genocida debe cumplir (aunque no necesariamente de forma

secuencial) para poder reformular las relaciones sociales.

Comprendiendo que la práctica social genocida se divide en dos

sucesos, la realización material y la simbólica, las 6 etapas

consisten en: la construcción de una otredad negativa y la

estigmatización, el hostigamiento, el aislamiento, el

debilitamiento sistemático, el aniquilamiento material y la

realización simbólica. Mirar el caso en cuestión a través de esta

óptica aporta al análisis del carácter genocida del mismo.

Creo que se ha desarrollado bastante el concepto de construcción

de una otredad negativa a lo largo del trabajo, por lo que un

análisis detallado seria redundante. Se demostró, mediante la

presentación de hechos y testimonios históricos y siguiendo el

pensamiento teórico de Foucault, como el imperio japonés creo una

imagen negativa y sub-humana del integrante del pueblo chino,

prejuicio sin el cual no podría haber justificado su lógica

imperialista. La violencia en este punto es aun simbólica

(respecto a las víctimas, al menos) y una nueva figura del “otro”

como algo negativo y fuente de los problemas es insertada poco a

poco en el inconsciente colectivo.

Para analizar el proceso desde el hostigamiento hasta el efectivo

aniquilamiento, considero pertinentes ciertas reflexiones que

35

ayudan a comprender mejor el caso particular que nos compete. A

diferencia de otros procesos genocidas, el enemigo en este caso es

totalmente externo, tratándose el mismo de la población, o al

menos en un comienzo la población combatiente, de otro país (el

hecho de que hubiera chinos viviendo en Japón no le da relevancia

a la existencia de un enemigo interno pues no afecta los fines de

expansión del imperio). Por otra parte, los hechos ocurridos entre

ambas naciones asiáticas se dieron en el medio de una guerra entre

ambos y posteriormente en el marco de la segunda guerra mundial.

El hecho de un enfrentamiento bélico entre ambos permite

comprender que las etapas y cualidades necesarias de una práctica

social genocida pueden darse con mucha mayor rapidez, o incluso a

la par, que en otras experiencias similares. Si bien la

construcción de la otredad negativa fue un proceso planificado y

se podría decir justificadamente que invadir China estaba en los

objetivos imperiales desde hace largo tiempo, las situaciones de

crisis o relevancia extrema intensifican la rapidez con que el

proceso avanza.

El hostigamiento se caracteriza por elevar la violencia del plano

simbólico al material y se caracteriza por la existencia de dos

tipos de acciones simultáneas: una de violencia directa esporádica

realizada por la vanguardia de la fuerza social dominante y otra

estatal de sanción de medidas jurídicas que legitimen la

discriminación. Como mencione previamente, el carácter externo del

otro negativo generó que este tipo de acciones comiencen a verse

claramente ya en el mismo año de la masacre y en el marco de la

guerra. Asesinatos de campesinos chinos en el avance hacia la

invasión del país o la utilización de los mismos como práctica de

entrenamiento para los soldados, así como la sanción jurídica que

36

expele a los chinos de los tratados convencionales sobre el trato

a prisioneros de guerra son ejemplos de estas prácticas. En estos

niveles el objetivo es aún más de exclusión que de exterminio, en

el caso sino-japonés esto se refleja en el pedido al ejército

chino de rendición, con el cual se podría especular que los

sucesos posteriores podrían haber sido distintos si esto ocurría.

El hostigamiento también cumple la función de testear el nivel de

aceptación de la sociedad, lo cual quizás podría retrotraerse

hasta la invasión de Manchuria de 1931, pero la creación de un

Estado títere con el último emperador chino a su cargo y la

ausencia de matanzas masivas pareciera poner a ese suceso en un

marco anterior.

Frente al momento del aislamiento, se presenta una problemática en

donde este no existe de una forma clara, y de hacerlo lo hace ya

en pleno proceso bélico. La particularidad del caso es que

considero que la fracción negativizada es, en un punto, la

totalidad del conjunto social. Esto impide que una separación

entre ambos y la ruptura de sus lazos pueda ocurrir. Si bien

alguien podría argumentar que el enemigo eran los milicianos y no

el pueblo chino, los hechos posteriores demuestran que la fracción

negativizada abarca a la totalidad de la población, la cual al ser

un enemigo externo no puede ser físicamente delimitada dentro del

Imperio. Si bien el avance de las tropas japonesas iba haciendo

retroceder y replegar a los chinos, así como muchos que intentaron

escapar fueron asesinados, esto se da en el marco de una guerra y

no de una forma que fuera propia de una práctica genocida. El

respeto parcial de la zona de seguridad, creada por occidentales

residentes en China y no por los propios japoneses, siempre y

cuando la misma se encuentre desmilitarizada, sea quizás el

37

aspecto más cercano al aislamiento en el sentido que se dio en

otros procesos genocidas.

Las políticas de debilitamiento sistemático se dan prácticamente a

la par del exterminio, el resquebrajamiento físico es evidente

frente a las torturas y bombardeos previos a los que fue sometida

Nanjing o los ataques bacteriológicos que los nipones lanzaron

sobre miles de civiles chinos. El aspecto psíquico del

resquebrajamiento es igual de notorio frente al asesinato de

familiares enfrente de los mismos, la violación de mujeres

enfrente de su propio entorno social o la cantidad de hombres a

los que se los obligo a violar a otras mujeres, sean o no de su

propia familia. Testimonios de soldados robando vestimentas de

civiles para poder infiltrarse en la zona de seguridad también

iluminan este aspecto de destrucción de las relaciones de

solidaridad. En un comienzo hay un proceso de selección, al menos

en el discurso, de los milicianos como el objetivo de los

japoneses. El hecho de que ex soldados se entremezclen con los

civiles pareciera ser más una excusa para poder masacrar a un

sector más amplio de la sociedad, considerando que los ataques

frente a mujeres ancianos y niños ya venían teniendo lugar con

anterioridad.

El eventual aniquilamiento material también ha sido largamente

desarrollado en este trabajo, destacando su particularidad de

asesinatos extremadamente directos por gran cantidad de soldados,

basándose en lo fundamental de la disciplina y el seguimiento de

órdenes en el ejército japonesa así como la devoción a la figura

divina del emperador.

Ambos procesos estudiados en este trabajo representan una parte

fundamental en el proceso genocida, pero tan solo inician otro

38

proceso, el final, el de la realización simbólica, sin la cual una

práctica no puede ser definida como genocida. El proceso no puede

estar completo si no se realiza también una reformulación en la

forma en que se representa la experiencia y la identidad de

quienes sufrieron la practica genocida. Es necesario “clausurar

los tipos de relaciones sociales que estos encarnaban (o

amenazaban encarnar) para generar otros modos de articulación

social entre los hombres…” (Feierstein: 2014). La existencia de

una efectiva realización simbólica será estudiada con mayor

profundidad en la parte final del trabajo, considerando el

negacionismo japonés, la acusación de un complot contra Japón y la

justificación de los actos cometidos bajo una lógica de guerra.

Considero, como quedó reflejado previamente, que enmarcar los

hechos en cuestión dentro de esa periodización presenta algunas

complicaciones, y el caso presenta particularidades que hacen que

sea difícil de enmarcar en la figura de práctica social genocida.

Como ya mencione, el hecho de ser un enemigo totalmente externo y

en el marco de una guerra acelera procesos y genera diferencias

con otras prácticas genocidas. Sin embargo considero que la fuerte

presencia de los procesos simbólicos, es decir la estigmatización

y la realización simbólica (a mi juicio los más importantes junto

al necesario aniquilamiento material), permiten enmarcar a las

acciones japonesas sobre el pueblo chino en la figura de una

práctica social genocida. Es clara la existencia de una tecnología

de poder que destruye las relaciones de autonomía y de cooperación

así como reconstruye la identidad de la víctima, mediante un uso

del terror pocas veces visto en el siglo XX. La definición de

genocidio establecida por la convención en 1948 también enmarca el

accionar del Imperio del Sol naciente en el de una práctica

39

genocida, pero, ¿Por qué es importante esto?

El definir a un proceso como genocida, ya sea jurídica o

sociológicamente, va más allá de las sanciones que la misma

implique para los perpetradores. De hecho, como veremos a

continuación, si bien muchos japoneses tuvieron impunidad ante los

hechos gran parte de ellos fue sancionado intensamente, llegando

incluso a la pena capital.

La importancia de denominarlo genocidio radica en el hecho de

devolverle a las victimas el sentido de sus prácticas, de no caer

en banalizaciones y respetar la identidad, como esa articulación

entre el ser y el hacer, de las víctimas. Respetando la figura de

las víctimas como sujetos sociales con prácticas que denotan su

identidad, se evita un asesinato simbólico de las mismas y se

avanza en el camino hacia prevenir que hechos como estos vuelvan a

ocurrir. Jurídicamente, se busca de la misma forma evitar reducir

al sistema judicial a un simple aparato represivo/punitivo, sino

utilizarlo como generador de conciencia y verdad. El papel de la

realización simbólica del genocidio así como de la negación de las

víctimas y la importancia de denominar al proceso como genocidio

será profundizado en el final del trabajo, de forma posterior a un

estudio de las sanciones que efectivamente emitieron los

tribunales que juzgaron a las autoridades japonesas tras la

derrota del Imperio en la guerra, las cuales se presentan a

continuación.

TRIBUNALES DE JUSTICIA

40

Debilitado el Imperio por los bombardeos atómicos, el fracaso en

la conquista de China y la dificultad de mantener su guerra en el

resto de Asia ante los embargos económicos, el pueblo japonés

debió escuchar a su Emperador Hirohito anunciar por la radio el

fin de la participación japonesa en la segunda guerra mundial.

Esto dio lugar a una invasión estadounidense con el objetivo de

determinar cómo serían juzgados los criminales de guerra japoneses

y cuál sería el futuro del país. Me centrare en dos procesos

penales, el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano

Oriente realizado por los países aliados en Tokio y el Tribunal de

Crímenes de Guerra de Nanjing realizado por el gobierno

nacionalista chino de Chiang Kai-Shek.

Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

Este tribunal es uno de los de mayor importancia en el siglo XX

respecto a crímenes cometidos en la guerra, así como uno de los

más polémicos. Realizado por jueces de 11 naciones (China,

Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá,

Filipinas, URSS, Países Bajos, Nueva Zelanda e India)4 y tomando en

parte como modelo a los juicios de Núremberg, se dispuso durante

un lapso de más de dos años a recopilar evidencia y oír

testimonios para determinar la culpabilidad de los perpetradores

de algunas de las masacres cometidas por el Imperio nipón en la

guerra. Enumeró un total de 55 delitos, divididos a su vez en tres

categorías principales:

- Crímenes en contra de la paz (delitos 1-37)

4 Nueve de ellos habían participado en la firma del Acta de Rendición de Japón.

41

- Homicidio (delitos 37-52)

- Crímenes de guerra convencionales y crímenes contra la humanidad

(delitos 53-55)

La primera categoría abarcaba mayormente la planificación o

conspiración para realizar una guerra no provocada contra China,

Estados Unidos y varios países que habían enfrentado al país

imperial y ahora lo estaban juzgando. La segunda categoría por su

parte se centraba mayormente en los homicidios cometidos, el trato

que recibieron los prisioneros de guerra y el incumplimiento de

convenciones internacionales acerca de los derechos de los mismos.

Dentro de esta categoría destaca el delito 45 el cual remite

directa y únicamente a los hechos cometidos en la ciudad de

Nanjing a partir del 12 de diciembre. Dentro de la tercera

categoría destaca el polémico e innovador delito n°55, el cual

fuera criticado por muchos sectores. El mismo incluye la figura de

omisión, planteando como criminales a quienes “Deliberada y

desinteresadamente desobedecieron su deber legal de tomar los

pasos adecuados para asegurar la observancia y prevenir

infracciones de la misma, violando entonces la ley de la guerra”.

Declarando la inacción para prevenir crímenes de guerra como un

crimen contra la humanidad, el Tribunal de Tokio estableció un

nuevo precedente para ley internacional, uno que no había sido

tenido en cuenta en Núremberg. (Brook: 1999)

El Tribunal Internacional de Tokio fue duramente criticado por

muchos sectores, si bien la mayoría de los japoneses acepto las

condenas emitidas al finalizar los juicios y el país acepto la

legitimidad del mismo oficialmente en 1951. Dentro de las críticas

recibidas destaca el hecho de haber otorgado inmunidad no solo a

42

Hirohito y el príncipe Asaka sino a toda la familia imperial. Esta

decisión desato grandes controversias entre quienes

responsabilizaban a Hirohito de lo ocurrido y quienes,

independientemente de la responsabilidad del Emperador, no

consideraban una buena decisión juzgar a la máxima autoridad

japonesa. Esto aumento aún más el desprecio de algunos sectores al

Tribunal por ser altamente funcional a los intereses

estadounidenses. Al finalizar la guerra del pacifico los Estados

Unidos habían invadido Japón y la realización de un tribunal para

juzgar a los responsables había sido delegada al Comandante

Supremo de las Fuerzas Aliadas, el estadounidense Douglas

MacArthur. En el recaía la obligación de tomar una decisión

respecto a Hirohito, considerando las consecuencias de enjuiciar a

la máxima autoridad, una eminencia divina para su pueblo. Su

“protegido”, el militar Bonner Fellers realizo investigaciones

desde el 22 de septiembre de 1945 hasta el 6 de marzo de 1946,

interrogando a más de 40 líderes de guerra japoneses

principalmente en la prisión de Sugamo. Creyendo que la

destitución de Hirohito como Emperador podría generar revueltas

populares en un Japón golpeada por la posguerra y la crisis

alimenticia y dificultar la transición del país asiático a un

orden democrático, las historias de los interrogados fueron

coordinadas para lograr que la responsabilidad no caiga en el

divino Emperador, sino en su primer ministro Tojo. Muchos países,

incluida la Unión Soviética estalinista, querían culpar a Hirohito

de las acciones pero pensaban hacerlo solo si Estados Unidos

también lo hacía. Incluso la propia China nacionalista de Chiang

Kai-Shek, la principal víctima del Imperio japonés pero sumida en

una profunda guerra civil contra los comunistas de Mao Tse-Tung,

43

no quería culpar a Hirohito ya que consideraba que su presencia

podía ayudar a frenar el avance del comunismo. Considerando

mantener el apoyo financiero que Estados Unidos otorgaba a los

nacionalistas chinos en su guerra civil, Chiang Kai-Shek no

entrego toda la información que había recopilado desde 1938 sobre

el uso de gas veneno ni la política japonesa de “Matar todo,

quemar todo, robar todo” (Sanko Sakusen); crímenes que de todas

formas habían ocurrido mayoritariamente en las zonas comunistas

del país por lo que no eran de tanta importancia para el líder del

Kuomintang. Hirohito de esta forma no solo fue exonerado sino que

no otorgo diarios o documentos ni dio testimonio ante el Tribunal

de Tokio, e incluso cuando las autoridades japonesas hacían

declaraciones que de forma no intencional podían complicar la

situación del Emperador, eran corregidas en sus próximos

testimonios. (Bix: 2007)

La crítica a la lógica de “Justicia del Vencedor” que recibió el

Tribunal de Tokio, al igual que la había recibido Núremberg

(siegerjustiz) toma mayor fuerza considerando la inmunidad que

recibieron Shiro Ishii y todos los responsables del accionar de la

Unidad 731 y otras unidades de experimentos biológicos. El uso de

gas veneno y otras armas químicas así como la experimentación en

personas utilizadas como conejillos de indias no recibieron

ninguna sanción, y sus responsables fueron exonerados de sus

crímenes a cambio de la información que habían recopilado. Esta

información podía serle útil a Estados Unidos en su naciente

guerra con la superpotencia soviética, por lo que sancionar

legalmente su uso resultaría contraproducente para sus intereses.

Los crímenes cometidos por los Aliados incluyendo las dos bombas

atómicas y el incendio de Tokio, claro está, no fueron juzgados en

44

este Tribunal perpetrado por naciones victoriosas.

Sumados a la nacionalidad de los jueces favoreciendo intereses

Aliados y la introducción del delito por omisión, el Tribunal

recibió críticas por vulnerar principios básicos de la legalidad

como la irretroactividad, ante la falta de leyes internacionales

previas a los delitos, y la tipicidad, ante la imprecisión de los

conceptos contenidos en los delitos a juzgar. Sectores

descontentos con el Tribunal también criticaron la posibilidad de

sancionar a individuales por acciones estatales.

Uno de los principales críticos del Tribunal fue Radhabinod Pal,

el juez de la Alta Corte de Calcuta y representante de India en el

propio Tribunal Internacional de Tokio. En un escrito de 1235

hojas de largo, cuestiona la legitimidad del Tribunal y pretende

exonerar a todos las autoridades japonesas de todos los cargos en

su contra. Pal plantea que el uso de la propaganda política puede

haber influenciado en los testigos y relativiza muchos

testimonios, considerando que no se puede demostrar la veracidad

de los mismos. De la misma forma deslegitima el delito n°55

creyendo que esta fuera de su jurisdicción al no estar integrada

en los estatutos para el Tribunal de Tokio establecidos por

Douglas MacArthur. Si bien Radhabinod no niega los hechos de

Nanjing ante la masiva cantidad de evidencia, no cree que haya

evidencia para demostrar que lo ocurrido fue resultado de una

política de gobierno, por lo cual no cree que haya que sentenciar

a las autoridades gubernamentales por ello. Plantea que las

autoridades gubernamentales debieran ser juzgadas distinto a las

autoridades militares, sin embargo no cree que haya

responsabilidad en ninguno de ellos, resaltando el carácter de

maquinaria de las fuerzas armadas y la dificultad de un individuo

45

para controlar su funcionamiento. La conspiración para desatar una

guerra agresiva, uno de los delitos en los estatutos del Tribunal,

no era un delito en 1937 por lo que Pal exigía que los acusados no

podían ser sentenciados por ese cargo.

Frente a la masacre de Nanjing de 1937, tan solo dos acusados

fueron sancionados por las acciones cometidas. Matsui Iwane,

Comandante en jefe del ejército del área central de China, y

Hirota Koki, ministro de exterior del Imperio en el momento de la

ocupación.

Matsui, quien había ingresado a Nanjing cuatro días después de

iniciada la Masacre, fue acusado de 9 delitos pero encontrado

culpable solo del delito n°55, por la omisión de su deber legal de

frenar las matanzas, y solo por ese delito fue condenado a morir

en la horca. La responsabilidad de Matsui fue largamente debatida,

considerando sus testimonios muchas veces contradictorios y la

documentación por él escrita. Si bien no se lo considero

responsable de haber ordenado ni realizado ninguno de los

crímenes, y a pesar de evidencias que parecieran demostrar su

sincero arrepentimiento, el Tribunal considero que Iwane no

cumplió la responsabilidad de su rol como Comandante en Jefe de

frenar el accionar criminal de sus tropas.

Hirota Koki, por su parte, fue acusado de 8 delitos pero

encontrado culpable de solo tres, incluyendo el 55, por lo cual

fue considerado responsable tanto por acción y conspiración para

iniciar una guerra contra China así como por omisión de su deber

legal de frenar las masacres y finalmente condenado a la horca.

El Tribunal no solo juzgo los hechos ocurridos en la ocupación de

46

China (de hecho fue criticado por no investigar lo suficiente las

ocupaciones de China y Corea) sino que juzgo las acciones

cometidas por el Ejercito Imperial en toda Asia, incluyendo otros

infames crímenes como los de Manila, la Marcha de la Muerte en la

ciudad filipina de Bataan y la construcción del Ferrocarril de

Birmania, conocida popularmente por su representación en la

célebre novela y película “El puente sobre el rio Kwai” (Bix:

2007). A diferencia de los juicios de Núremberg, en Tokio no hubo

ninguna absolución, y todos los acusados fueron encontrados

culpables al menos de uno de los cargos. La inmunidad otorgada a

la familia imperial y a los responsables de las unidades de

investigación biológica relativizan, por supuesto, tal mérito.

De los aproximadamente 6000 japoneses acusados en el Tribunal, 70

correspondían a la primera categoría de crímenes, de los cuales 28

representaban autoridades máximas japonesas. Las condenas que

recibieron, sin embargo, fueron exoneradas por las autoridades

japonesas en 1958 y los responsables puestos en libertad. Tanto

Shiro Ishii como los miembros de la familia imperial incluyendo al

propio Emperador continuaron con cargos de autoridad y totalmente

impunes durante el resto de sus vidas, teniendo que resignar sin

embargo Hirohito su condición de autoridad divina, como parte de

los acuerdos establecidos con el Comandante Supremo de las Fuerzas

Aliadas Douglas MacArthur, cuya reunión fue inmortalizada en una

fotografía que quedo marcada en la historia de ambas naciones.

Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing

De menor repercusión y magnitud fue el Tribunal de Crímenes de

Guerra de Nanjing de 1946, uno de los 13 tribunales nacionales

realizados por Chiang Kai-Shek para juzgar a los responsables de

47

la masacre. En estos tribunales se juzgó a cientos de japoneses de

los cuales muchos fueron condenados a la pena capital. En el

Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing, sin embargo, solo

cuatro japoneses fueron juzgados por su responsabilidad en la

masacre. El general Okamura, responsable de la masacre que no se

encontraba dentro de los cuatro juzgados, fue protegido por Chiang

Kai-Shek para ser utilizado como consejero militar para el

Kuomintang. De los 4 acusados, solo uno, el teniente general Tani

Hisao, era una autoridad militar al momento de la caída de

Nanjing. El resto de los responsables estaban siendo juzgados por

el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente o

ya se encontraban muertos. Tani Hisao fue declarado culpable ante

la gran cantidad de evidencia y fusilado por el gobierno chino.

El deseo de Chiang Kai-Shek de no confrontar con Japón y Estados

Unidos finalizada la guerra y la presión constante ante la intensa

guerra civil que azotaba su gobierno y generaría el ascenso de Mao

Tse-Tung en 1949, tuvo como consecuencia que los tribunales

ocurridos en China no tuvieran la magnitud ni el funcionamiento

sistemático que tuvo el Tribunal Internacional de Tokio.

Tomando como base los testimonios de testigos de los eventos así

como la información otorgada por las casas funerarias y las

organizaciones caritativas que enterraron cadáveres, el Tribunal

de Crímenes de Guerra de Nanjing declaro oficialmente 300.000

muertos como un estimado de las víctimas de la masacre. Dicho

número, se encuentra aún grabado en la pared que homenajea a los

caídos en la ciudad de Nanjing, y es frecuentemente utilizado por

China como el número real de víctimas en manos del ejército

imperial japonés.

48

Reflexiones Finales: Negación de la identidad de las víctimas y

Realización Simbólica

Presentado ya el caso y su análisis, es interesante estudiar la

repercusión que los hechos ocurridos tuvieron en el mundo y el

papel que juegan incluso hoy en día no solo en las relaciones

sino-japonesas, sino en la memoria colectiva de todo el mundo. Si

bien es cierto que no puede decirse que los hechos de Nanjing y la

unidad 731 no hayan tenido repercusión alguna considerando que

incluso en occidente las noticias llegaron a oídos del pueblo, la

magnitud de los hechos ocurridos junto con la importancia del

Tribunal Internacional de Tokio en contraste con la poca cantidad

de trabajos de investigación respecto al tema, así como

representaciones en películas o libros, pareciera demostrar que

los crímenes no mantuvieron hasta el día de hoy el nivel de

repercusión que probablemente hubieran tenido si hubieran ocurrido

en otra parte del mundo.

La falta de repercusión respecto a las atrocidades cometidas por

el ejército imperial responde a varios factores, ejerciendo una

clara influencia la fuerte cosmovisión occidental que se observa

del mundo. Los crímenes cometidos por la Alemania Nazi, aliada de

Japón en la guerra, tienen hoy en día una repercusión notablemente

mayor, contando con una gran cantidad de producciones literarias y

filmográficas sobre el tema y una fuerte presencia de la Shoah en

el discurso y en la conciencia de la mayoría de los habitantes del

mundo. A diferencia del caso asiático, el cual podría decirse

vulgarmente que no tiene nada que envidiarle al caso nazi en

49

muchos aspectos, el carácter europeo del accionar del nazismo y su

confrontación con las grandes potencias del mundo le otorgan otro

nivel en el patrimonio histórico mundial. Ya siguiendo a Traverso

se puede observar como el racismo y muchas de sus prácticas se

encontraban presentes en países del tercer mundo con anterioridad

al nazismo y el fascismo, pero estuvieron muy lejos de generar una

indignación mundial de esa magnitud (Traverso: 2002). De hecho,

es claro que el aspecto que más presente se encuentra del Imperio

japonés es su accionar en la guerra del pacifico con Estados

Unidos, con el ataque a Pearl Harbor, los pilotos kamikaze y la

caída de las dos bombas atómicas.

El hecho de que las víctimas no hayan sido en el corazón de Europa

no alcanza, sin embargo, para entender el manto de sombra que

envuelve a muchos de los hechos ocurridos en la segunda guerra

sino-japonesa. No es el objetivo el demonizar a los japoneses como

un pueblo victimario ni presentar a los chinos como las víctimas

inocentes, sino el realizar un análisis acertado de

responsabilidades que ayuden a entender la complejidad del

proceso. El intenso adoctrinamiento de un servicio militar

obligatorio así como la fuerte censura que había por parte del

Imperio, presenta dificultades a la hora de analizar tanto las

culpabilidades como el conocimiento real de lo que ocurría en el

pueblo japonés. Pero no se puede ni debe desviar la vista de

quienes, incluidas las propias autoridades chinas, desviaron la

atención del conflicto por intereses propios estratégicos. La

inmunidad otorgada a toda la familia imperial así como a Shiro

Ishii, el hecho de que Hirohito haya continuado con su cargo aun

así haya resignado a su condición divina, el sometimiento de

muchos países a las decisiones de un Tribunal Internacional

50

altamente funcional a intereses estadounidenses y el conveniente

silencio de Chiang Kai-Shek y Mao Tse-Tung para no perjudicar sus

intereses propios en una China azotada por la guerra civil; son

todos factores que contribuyeron a que tanto Nanjing como el resto

de los crímenes permanecieran prácticamente ocultas por décadas, y

lo sigan estando aun hoy en día para un gran sector de la

población. La existencia de los hechos ha sido una fuente de lucha

en las relaciones sino-japonesas a través de los años, siendo uno

de los exponentes del nacionalismo chino frente a los

nacionalistas japoneses revisionistas que niegan o relativizan la

veracidad de los hechos. Las filmaciones del misionero

estadounidense John Magee sobre la masacre de Nanjing fueron

incluso sacadas por contrabando del país y enviadas a Estados

Unidos, John Rabe por su parte se dispuso a otorgarle las

evidencias a Hitler con la expectativa de su intervención, pero

fue presionado por la Gestapo para no difundir esa información.

En 1997 la escritora estadounidense Iris Chang, hija de padres

asiáticos, publico su célebre novela “La violación de Nanking” la

cual se volvió inmediatamente en un best-seller y reavivo el tema

de la masacre en el discurso público. La obra literaria narraba

los hechos ocurridos durante las seis semanas posteriores a la

entrada del ejército imperial en la capital china y tuvo grandes

méritos en volver a dar a luz a un hecho que parecía sumergido en

las sombras. Su magnum opus sin embargo fue fuertemente criticado

por muchos sectores, tanto revisionistas japoneses que niegan que

los hechos hayan ocurrido como historiadores que denuncian a la

obra por estar minada de errores históricos y descripciones

erróneas de las fotografías utilizadas. A pesar de sus análisis

51

quizás banales del porqué del accionar japonés, relacionándolo con

la implantación por parte del Imperio japonés del bushido (código

ético de los samurái) como baluartes morales para toda su

población continuando una secuencia milenaria de una cultura

guerrera, su obra contribuyo a reavivar el reclamo por justicia y

reconocimiento de los caídos en Nanjing. Diversos documentales,

películas y libros han sido publicados durante los últimos 20

años, de orígenes tanto occidental como oriental.

Como ya se ha mencionado, no basta con el aniquilamiento material

para perpetrar una práctica social genocida, sino que es necesario

completar el proceso en el ámbito simbólico e ideológico, re-

narrando las experiencias y las representaciones de las víctimas,

transformando sus identidades. Si bien durante años e incluso hoy

en día algunos sectores ultra-nacionalistas siguen argumentando

que esos hechos nunca ocurrieron y fueron fabricados como

propaganda de guerra, muchos otros no niegan la totalidad de los

hechos sino que minimizan su magnitud o tergiversan los objetivos

imperiales y la forma en que fueron llevados a cabo. En su obra,

Feierstein aclara que “no es el olvido absoluto la fórmula más

efectiva para la realización simbólica. El olvido absoluto

implicaría apenas un “salto hacia atrás” en la experiencia, la

desaparición de una relación social, pero no necesariamente su

clausura…” (Feierstein: 2014). El genocidio debe destruir las

relaciones sociales que estos encarnaban (y que atentan contra el

orden del perpetrador) para establecer nuevas relaciones sociales

afines a los intereses de la nueva organización. El deseo

imperialista de Japón de conseguir nuevos recursos lo urgía a

apresurarse frente a la primera unificación de China bajo el

52

gobierno nacionalista y luego ante la unión entre estos y los

comunistas para enfrentar la invasión nipona.

En la representación que gran parte de Japón realizaba, incluyendo

su ministerio de Educación, el Imperio Japonés había luchado en

defensa propia y liberado a los países asiáticos de la influencia

toxica de occidente en el continente, siendo luego el propio

Imperio la victima por los sucesos de Hiroshima y Nagasaki. Todos

los libros de texto escolares deben pasar por la supervisión del

Ministerio de Educación, el cual hasta 1994 no informaba a sus

estudiantes acerca de los aproximadamente 20 millones de muertos

que el ejército de Hirohito dejo como saldo en la Segunda Guerra

Mundial. La polémica frente a los libros escolares estuvo latente

por años y sigue en menor medida hasta el día de hoy, donde por

décadas la mayoría de los libros aprobados por el gobierno no

contenía referencia a los hechos o eran brevemente explicadas,

hecho que en 1982 genero una crisis diplomática en varios países

asiáticos. Ienega Saburo, historiador japonés, se entablo en una

batalle legal con el gobierno en la década del 60 por su deseo de

incluir la masacre de Nanjing en los libros escolares, hecho que

le valió críticas e incluso amenazas de muerte. Misma suerte

corrieron Azuma Shiro, el primer veterano japonés en reconocer las

atrocidades cometidas; y Motoshima Hitoshi, Mayor de Nagasaki a

quien su crítica a Hirohito le valió un disparo en la espalda que

no logro asesinarlo. Incluso la célebre película de 1987 “El

último Emperador” sufrió en Japón un recorte de 30 segundos en una

escena que mostraba los crímenes de Nanjing, hecho que genero el

repudio de su director Bernardo Bertolucci. (Chang: 1998)

La realización simbólica encuentra uno de sus puntos máximos en la

negación de la identidad de las víctimas, donde todas estas son

53

agrupadas bajo la categoría de inocentes y despojadas así de la

identidad y el accionar que las volvió victimas en primer lugar,

atribuyendo su exterminio al simple hecho de pertener a un

determinado grupo, legitimando así el discurso genocida. Si bien

ya exprese mi opinión de que cualquier pueblo que se hubiera visto

en el medio de los deseos de expansión imperialistas probablemente

hubiera corrido la misma suerte, es cierto que el carácter

político de una china enfrentada en una guerra civil pero

unificada frente a la amenaza extranjera tenía un carácter

subversivo para los intereses japoneses. Este proceso suele verse

acompañado de una “transferencia de la culpa” (Feierstein: 2014)

donde la responsabilidad recae en aquellos que se resistieron al

exterminio, las victimas culpables, proceso que se observa en

Japón en los sectores que plantean que los únicos muertos fueron

los soldados que combatieron y los que se infiltraron en la

población civil, siendo su muerte algo natural e inevitable de

todo proceso bélico.

Si bien las voces mayoritarias, tanto oficiales como no oficiales,

reconocen los crímenes cometidos por Japón durante la década del

30 y el 40, el discurso pos genocida aún se encuentra fuertemente

arraigado en la sociedad, no solo en su expresión más burda de

negar la totalidad de los hechos sino en la reformulación de la

identidad de las víctimas y el porqué de su muerte, así como en un

exceso de énfasis en el sadismo de las torturas ocurridas y no en

avanzar hacia una mayor comprensión de las razones que llevaron a

ese desenlace. Devolver a las victimas su carácter de sujeto

social, de identidad por acción más que por pertenencia a un

grupo, es la importancia de caracterizar a un proceso como

genocida e intentar que las relaciones sociales que aquellas

54

victimas representaban no sean destruidas en el discurso y

reemplazadas por las del propio perpetrador del genocidio. No

reconfortarse, si es que se puede usar el término, en la maldad

absoluta y natural de los perpetradores para escapar del rol de

potencial genocida que cualquier sociedad puede tener, si es

víctima de todos los procesos psicológicos necesarios para poder

efectuarlo. Mantener viva la memoria real de las víctimas y el

accionar que las llevo a convertirse en ellas, es nuestro deber

social para combatir el genocidio en su faceta simbólica y evitar

que sucesos como los aquí presentados vuelvan a ocurrir.

“De modo que no tuve empacho en destruir algunas piedras talladas que habían hecho

los esclavos. Por el contrario, me proporcionó cierta satisfacción el hacerlo. Destruimos

completamente las imágenes y de ellas no quedaron más que polvo, de modo que no hay

rastro alguno de ellas. Así también destruimos a Espartaco y a su ejército. Y así también,

con el tiempo, destruiremos hasta su recuerdo y el recuerdo de lo que hizo y por qué lo

hizo”

General Craso

Espartaco, Howard Fast, 1951.

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