Feminismo y politica en Despierta mi bien despierta de Claribel Alegria

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Feminismo y política en Despierta, mi bien despierta de Claribel Alegría Durante la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, realizada en la ciudad de México en 1975, se produjo el ya conocido encuentro entre la boliviana y activista política Domitila Barrios de Chungara y la feminista liberal norteamericana, Betty Friedan. Como representante de un movimiento que enfatiza la opresión genérica sobre todo otro tipo de opresión y lucha por el reconocimiento de los derechos igualitarios de las mujeres en su incorporación a los sistemas sociales ya establecidos, 1 Betty Friedan echó en cara a Domitila su concentración en la política y la instó a olvidarse del sufrimiento del pueblo y de las masacres para hablar sobre lo que ambas, en cuanto mujeres, tenían en común. En Si me permiten hablar , Domitila relata así su respuesta: -Muy bien, hablaremos de las dos. Pero, si me permite, voy a empezar. . . . Yo veo que usted tiene cada tarde un chofer en un carro esperándola a la puerta de este local para recogerla a su casa; y, sin embargo, yo no. Y para presentarse aquí como se presenta, estoy segura de que usted vive en una

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Feminismo y política en Despierta, mi bien despierta de Claribel Alegría

Durante la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, realizada en la

ciudad de México en 1975, se produjo el ya conocido encuentro entre la

boliviana y activista política Domitila Barrios de Chungara y la feminista

liberal norteamericana, Betty Friedan. Como representante de un movimiento

que enfatiza la opresión genérica sobre todo otro tipo de opresión y lucha

por el reconocimiento de los derechos igualitarios de las mujeres en su

incorporación a los sistemas sociales ya establecidos,1 Betty Friedan echó

en cara a Domitila su concentración en la política y la instó a olvidarse

del sufrimiento del pueblo y de las masacres para hablar sobre lo que

ambas, en cuanto mujeres, tenían en común. En Si me permiten hablar,

Domitila relata así su respuesta:

-Muy bien, hablaremos de las dos. Pero, si me

permite, voy a empezar. . . . Yo veo que usted tiene

cada tarde un chofer en un carro esperándola a la

puerta de este local para recogerla a su casa; y, sin

embargo, yo no. Y para presentarse aquí como se

presenta, estoy segura de que usted vive en una

vivienda bien elegante, en un barrio también elegante,

no? Y sin embargo, nosotras las mujeres de los

mineros, tenemos solamente una pequeña vivienda

prestada y cuando se muere nuestro esposo o se enferma

o lo retiran de la empresa, tenemos noventa días para

abandonar la vivienda y estamos en la calle.

Ahora, señora, dígame: tiene usted algo semejante a

mi situación? Tengo yo algo semejante a su situación

de usted? Entonces, de qué igualdad vamos a hablar

entre nosotras? Si usted y yo no nos parecemos, si

usted y yo somos tan diferentes? Nosotras no podemos,

en este momento, ser iguales, aun como mujeres, no le

parece? (225)

Este enfrentamiento resultó ser muy importante porque mostró con mucha

claridad, las limitaciones y problemas que presentaba el feminismo liberal

en su aplicación a Latino América, especialmente en una década como la de

los setenta, en que la represión y las dictaduras militares predominaban en

el área y miles de mujeres abandonaban el espacio privado de la casa para

lanzarse al activismo político. El feminismo liberal, con su énfasis en la

igualdad de derechos, en la existencia de una supuesta "hermandad" entre

las mujeres de todas las áreas y regiones en base a la opresión genérica, y

en la identificación de un enemigo común, el hombre, no sólo no respondía a

la realidad de las mujeres latinoamericanas que sufrían la represión, la

tortura, y la desaparición de sus familiares, sino que era incapaz de

articular una teoría inclusionista que reconociera en la actividad de las

mujeres como Domitila, un nuevo tipo de feminismo. Por ello, el feminismo

liberal tuvo una acogida negativa en Latino América y las feministas

latinoamericanas que siguieron esta corriente "were dismissed as upper

middle-class women who were concerned with issues that were irrelevant to

the vast majority of women throughout the region" (Sternbach, Navarro-

Aranguren, Chuchryk, and Alvarez 207).

Por otra parte, y talvez más importante aun, el enfrentamiento entre

Domitila y Betty Friedan puso de manifiesto la necesidad de articular un

feminismo que, sin olvidar los problemas propios de las mujeres, resultara

más adecuado a la problemática latinoamericana. Por ello, y de acuerdo a

Sternbach, Navarro-Aranguren, Chuchryk y Álvarez, los grupos feministas que

surgieron en Latino América a mediados de los setenta intentaron

desarrollar una práctica que articulara la preocupación feminista a la

política:

From the moment the first feminist groups appeared in

the mid-1970s, many Latin American feminists therefore

not only challenged patriarchy and its paradigm of male

domination--the militaristic or counterinsurgency

state--but also joined forces with other opposition

currents in denouncing social, economic, and political

oppression and exploitation. . . . For example, from

the beginning, feminists in countries ruled by military

regimes unveiled the patriarchal foundations of state

repression, militarism, and institutionalized violence,

a stance that was gradually adopted more generally by

Latin American feminists. (210)

A partir de la década de los ochenta, esta tendencia del feminismo

latinoamericano también se ha hecho presente en la literatura de algunas

escritoras como Claribel Alegría, Gioconda Belli, Diamela Eltit y Luisa

Valenzuela. En este trabajo me interesa explorar el feminismo que Claribel

Alegría postula en una de sus obras narrativas menos difundidas, como es

Despierta, mi bien despierta (1986). En ella, esta autora centroamericana

elabora un discurso feminista que incorpora los dos proyectos a que Chandra

Talpade Mohanty se refiere al hablar de la construcción de los feminismos

tercermundistas. Así, esta crítica señala:

Any discussion of the intellectual and political

construction of "third world feminisms" must address

itself to two simultaneous projects: the internal

critique of hegemonic "Western" feminisms, and the

formulations of autonomous, geographically,

historically, and culturally grounded feminist concerns

and strategies. (51)

Como el lector podrá apreciar, en Despierta, mi bien despierta

Claribel Alegría realiza, simultáneamente, una crítica al feminismo liberal

y un planteamiento que entrelaza las categorías de clase, género y

geopolítica. Fundamental en su análisis viene a ser la estrecha relación

que Alegría advierte entre la opresión de la mujer y la opresión política y

social que sufren diversos estratos de la sociedad. Sin llegar a

subordinar la primera a la segunda, Alegría sustenta la posición de que en

un contexto patriarcal y políticamente represivo como es el de El Salvador

de los años setenta, estas formas de opresión están interrelacionadas y

ninguna puede erradicarse si la otra se mantiene en pie. En consecuencia,

cualquier postura feminista que ignora dicha interrelación y se produce

desligada de ella es concebida como inoperante por la autora.

En The Feminine Mystique, publicado en 1963, Betty Friedan se centra

en el estudio de las mujeres norteamericanas blancas de clase media,

argumentando que el matrimonio y la limitación de las funciones de estas

mujeres a los papeles de esposas y madres crean en ellas una insatisfacción

permanente y profundos sentimientos de frustración y soledad. Como esta

crítica norteamericana apunta en su estudio, a pesar del bienestar material

de que gozan estas mujeres, pero careciendo de una identidad propia, sus

días se encuentran llenos de tiempo vacío y frecuentemente buscan en el

sexo una forma de volver sus vidas menos agobiantes y aburridas. Para

Friedan, la salvación de estas mujeres se encuentra en el desarrollo de su

yo, mediante un trabajo creativo y remunerado fuera de la casa (344-345).

Como parte de la crítica al feminismo liberal que Claribel Alegría realiza

en su obra, al comienzo de Despierta, mi bien despierta la autora

centroamericana nos presenta a una protagonista que experimenta una

situación bastante similar a la que viven las mujeres norteamericanas

analizadas por Friedan. Lorena es una mujer de cuarenta años,

perteneciente a la clase media alta, con hijos ya mayores, que para escapar

del aburrimiento, del vacío de su vida, y del autoritarismo de su marido,

retoma su interés en la literatura y se lanza a una aventura extramarital.

A través de la apertura de nuevos espacios, Lorena toma conciencia de su

opresión genérica e intenta liberarse de la autoridad patriarcal que

representa su marido. Sin embargo, la liberación intentada por la

protagonista fracasa, mostrándose así la inviabilidad de las alternativas

feministas liberales dentro del contexto centroamericano. Para mostrar

esta inviabilidad, Alegría introduce en su análisis la consideración del

contexto político e histórico en que la protagonista se desenvuelve y la

clase social a la que ésta pertenece.

La obra se ambienta en El Salvador de los años setenta, es decir, en

los años inmediatamente anteriores a la guerra civil de ese país. La

característica fundamental de este período es la hegemonía de una clase

oligárquica sumamente tradicional que en alianza con los poderes represivos

del Estado busca desmembrar y exterminar mediante la represión, los

asesinatos y la tortura a la emergente resistencia popular que amenaza sus

privilegios. Este exterminio se lleva a cabo mediante la organización

directa de escuadrones de la muerte, a través de su financiamiento, o

mediante la utilización de los cuerpos de seguridad del Estado. Víctimas

de los escuadrones y de la violencia represiva no sólo son los miembros de

las organizaciones revolucionarias, sino también cualquier persona o grupo

disidente, como los sectores progresistas de la Iglesia Católica,

estudiantes universitarios, sindicalistas y maestros. Todo ello se produce

en articulación con un sistema patriarcal que, atravesando las diferentes

clases sociales, estructura la subordinación de la mujer al hombre, el

machismo, la separación entre el espacio privado y el espacio público, y

refuerza y alimenta la cultura de la dominación, el militarismo y la

violencia.2

Esa imbricación que se da en El Salvador entre el patriarcado y las

estructuras políticas y represivas del Estado es representada de diversas

maneras en la obra, teniendo, todas ellas, importantes implicaciones en la

vida de la protagonista y en sus intentos de liberación genérica. La más

importante de ellas es sin duda la conexión que se presenta en el texto

entre la estructura autoritaria y jerárquica de la familia y la estructura

jerárquica y autoritaria de la sociedad. Esta conexión se canaliza a

través de la caracterización del personaje de Ernesto, esposo de la

protagonista. Éste no sólo es un miembro y representante de esa oligarquía

que tiene en sus manos el poder político y social y cuyo lema es "Haga

Patria, mate a un cura", sino también un hombre que en el ambiente familiar

representa y ejerce la autoridad patriarcal. Por ejemplo, dentro del

círculo familiar es él quien toma todas las decisiones por Lorena. Como

ésta misma confiesa, ella jamás le ha desobedecido ni se ha atrevido a

tomar una decisión sin consultársela, salvo la de asistir al taller de

escritores. Pero así como en la sociedad los campesinos y los disidentes

no son escuchados ni por la oligarquía ni por el Estado y se les reprime en

sus demandas, lo mismo le ocurre a Lorena cuando intenta afirmar sus

derechos y volverse "visible" ante su marido, mostrándose, así, cómo la

violencia doméstica viene a ser la cara privada de la opresión social: "En

mangas de camisa y con el rostro descompuesto Ernesto irrumpió en la

habitación y sin decirte nada te dio una bofetada en la mejilla con la mano

abierta. --Puta--gruñó, sos una puta" (58). Por otra parte, y como Alegría

deja muy claro en su texto, también la sexualidad se vuelve un espacio que

señala la articulación entre las estructuras patriarcales y las estructuras

políticas represivas. Lorena no sólo compara a su marido en la intimidad

con un "tanque" (24), sino que luego afirma: "Bacinicas para nuestros

maridos, eso es lo que somos. Cuando a ellos les da la gana y nada más"

(28). En otras palabras, la sexualidad que la protagonista experimenta en

su vida marital tiene las mismas connotaciones de dominio y de imposición

que en la vida social del país experimentan las clases desposeídas en

relación a la oligarquía y los aparatos represivos del Estado. Lo que

Evelyne Accad señala en relación al ejercicio de la sexualidad dentro del

contexto de la guerra en Líbano, puede aplicarse a lo que Alegría

manifiesta en su obra: "Man uses his penis in the same way he uses his gun:

to conquer, control, and possess" (245).

Como consecuencia de esa imbricación, muchas de las actividades que la

protagonista realiza en su proceso de liberarse de la opresión genérica

tienen importantes consecuencias políticas, incluso sin ella sospecharlo.

Por ejemplo, Lorena decide asistir a un taller de escritura una vez que sus

hijos se marchan al extranjero, con el objetivo de llenar su tiempo libre y

encontrar un proyecto interesante que la realice. Pero en una sociedad tan

polarizada como es la salvadoreña de la década de los setenta, incluso el

espacio geográfico se divide de acuerdo a las fracciones enfrentadas y, por

ello, muy pronto Lorena se ve asistiendo a un lugar, la Universidad

Nacional, considerado como "subversivo" por los poderes dominantes. Su

presencia en ese espacio la vuelve sospechosa a los ojos de los miembros de

los cuerpos de seguridad que patrullan la zona, y es así como atrae la

atención de Fernando, el empleado de su marido y agente de la Policía de

Hacienda, quien comienza a vigilarla. Por otra parte, su deseo de

establecer una relación de pareja diferente a la que sostiene con su

marido, lleva a Lorena a fijarse en Eduardo, un compañero de taller y

estudiante universitario de bajos recursos. Pero este hombre, al igual que

Ernesto, también mantiene una doble posicionalidad: no sólo es alguien que

se encuentra en los márgenes del sistema patriarcal sino que también

colabora con los movimientos subversivos de manera clandestina.

El romance con Eduardo es el eje alrededor del cual la protagonista

inicia un proceso de cambio, agudizándose en ella la conciencia de la

opresión genérica a que se ve sometida dentro de un matrimonio

caracterizado por el machismo y la opresión sexual. Eduardo la conecta con

su mundo interior, instándola a escribir, y, sobre todo, la enfrenta con la

posibilidad de una relación igualitaria, más allá del esquema

opresor/oprimido y del autoritarismo simbolizado por Ernesto: "Escuchemos a

Zitarrosa ahora . . . antes de que me vaya --dijiste incorporándote a

medias en la cama--, en serio, Eduardo, --agregaste--, vos me has enseñado

a descubrir . . . la maravilla que es mi cuerpo" (25). Simultáneamente, y

también como consecuencia de su relación con Eduardo, una incipiente

conciencia política comienza a desarrollarse en la protagonista. Por

ejemplo, Lorena ya no puede negarse a sí misma que en el país están pasando

cosas muy desagradables: "Sí, --dijiste--, su hermana, sentada allí a mi

lado, me contó que a su marido junto a unos quince hombres los había

asesinado la Guardia, en el ingenio de Las Colinas, lo sabías?" (20). Sin

embargo, y como Alegría enfatiza en el texto, el desarrollo de la

conciencia política de la protagonista es limitado y unidimensional.

Circunscrita a lo largo de la vida al espacio privado de la casa Lorena

carece de la capacidad crítica para establecer la relación que se produce a

nivel estructural entre su opresión como mujer y la realidad nacional, es

decir, la relación que se da entre el orden patriarcal que se manifiesta en

su matrimonio y la estructura jerarquizada, opresora y clasista de su

sociedad. En este sentido, es muy apropiada la observación de Ana Vásquez

cuando señala que, "hemos aprendido que, como género históricamente

dominado, carecemos (mejor dicho, hemos sido desposeídas) de los

instrumentos y las estructuras conceptuales que debieran permitirnos

entender nuestra situación" (citado en Kaminsky 56). Debido a esta

limitación, hay aspectos de la realidad en que Lorena se halla inserta que

trágicamente se le escapan. Por ejemplo, a pesar de conocer el

autoritarismo de Ernesto, Lorena no puede captar la función que éste y el

resto de sus amigos oligarcas desempeñan en la represión que se da a nivel

nacional. Es por eso que cuando Eduardo le da a conocer la noticia que

trae "Los Ángeles Times" acerca de los revolucionarios decapitados en el

matadero de Ernesto, ella defiende ciegamente a su marido: " -No puede

ser, Eduardo, no puede ser -repetías visiblemente perturbada-, Ernesto es

burgués y machista y todo lo que querrás, pero jamás un asesino o un

cómplice de uno. Meto mi cabeza al fuego por él" (43).

En el desarrollo textual hay otros signos que también connotan esta

ceguera. Entre ellos se destacan la incapacidad de la protagonista para

descifrar sus sueños acerca de Ernesto y, también, su imposibilidad para

reconocer los signos que la realidad le envía. Desde el comienzo de la

obra, el desarrollo de la protagonista ha sido narrado al lector utilizando

la segunda persona. En otras palabras, Lorena encarna el "tú" que un

narrador omnisciente, un "yo" que se mantiene en la sombra, describe en su

despertar. El uso de la segunda persona en relación a Lorena y el punto

de vista omnisciente utilizado, sugieren la cercanía de este "yo"

desconocido al "tú" de la protagonista. Es este "yo" la voz de la

realidad, del inconsciente de Lorena, o un aspecto de su personalidad que

también está en la sombra? Alegría deja abierta cualquiera de estas

interpretaciones. Sin embargo, casi al final del texto, por primera y

única vez este "yo" interviene como una presencia que si bien se mantiene

en la sombra, se halla cerca de la protagonista y le envía signos que ésta

no puede reconocer: el "yo" narrante dice pintar en la pared de la calle el

signo apocalíptico del sexto sello. Irónicamente, Lorena lo confunde con

una nueva marca de coñac español: "Al llegar a la esquina con el anuncio de

Alka Seltzer te fijaste que en el muro había tres seises pintados en rojo

vivo. Los pinté yo, para avisarte. Te preguntaste si sería una nueva

marca de coñac español" (66). A veces, la presencia cercana de una voz que

se le manifiesta en sueños, y que Lorena tampoco puede reconocer, también

se destaca: "Escuchaste el tic tac de tu corazón y escuchaste también esa

voz, esa voz que a veces te asaltaba en sueños. Te decía cosas

incoherentes, que no acababas de entender" (72).

En esa ceguera de la protagonista indiscutiblemente también influye su

clase social, el otro elemento que Alegría introduce en el texto como

importante categoría de análisis. Como la autora hace evidente en la obra,

para Lorena es mucho más sencillo comprender su opresión como mujer, que

reconocerse perteneciente a una clase social que oprime y asesina a otros.

Es por ello que le es más fácil culpar a Fernando, el empleado de su

marido, de los decapitados en el matadero, que a este último: "--Fernando

estuvo en la Policía de Hacienda y de un lugar así no se sale inocente --lo

miraste a los ojos--, tiene muchos amigos allí" (48). La opinión que

Deirdre Lashgari tiene respecto a las mujeres que nacen dentro de una

situación privilegiada de clase, viene a reforzar el planteamiento de

Alegría: "Women born into relative privilege . . . often find it hard to

recognize how they stand with one foot in the camps of the dominator and

the dominated. . . . the heavy price paid for privilege is a peculiar

blindness . . ." (8).

La categoría de clase social no sólo se hace presente en la ceguera de

la protagonista para comprender la interconexión de las fuerzas que la

rodean, sino también se manifiesta en la manera en que Lorena concibe su

liberación del autoritarismo patriarcal de su marido. Como Rosemarie Tong

apunta, la crítica al feminismo liberal, especialmente la realizada por

Alison Jaggar en Feminist Politics and Human Nature, indica que la

concepción que este movimiento de clase media tiene de la persona humana

como un yo autónomo y racional conduce al solipsismo político. Este

solipsismo político se entiende como la creencia de que "the rational,

autonomous person is essentially isolated, with needs and interests

separate from, and even in opposition to, those of every other individual"

(Tong 35). Como consecuencia, continúa Tong, el énfasis se pone en la

libertad individual de la persona para hacer lo que ésta considere

conveniente o más apropiado (35). Este solipsismo político y el énfasis en

lo individual puede observarse en la actitud de la protagonista de Alegría

al intentar su liberación. Incapacitada para captar los hilos internos que

conectan a las distintas fuerzas sociales, e ideológicamente condicionada

por su clase a enfatizar lo individual, para Lorena basta su decisión de

romper con el confinamiento y la opresión a que el patriarcado la condena,

para que esta liberación se produzca. Así, en cuanto su marido se entera,

mediante un anónimo enviado por Fernando, de su romance con Eduardo, Lorena

decide abandonarlo y comenzar una nueva vida junto al amante, sin

considerar, ni por un momento, su incorporación a ningún movimiento que la

una de manera orgánica a un proceso colectivo de liberación. Como el

lector puede apreciar en la siguiente cita, su discurso está enmarcado

dentro de un contexto sentimental, muy cerca de lo que bell hooks considera

"a very romantic notion of personal freedom" (24):

"Life is a beautiful thing," empezaste a tararear una

de las canciones de Ella Fitzgerald, sintiéndote de

pronto extrañamente ligera y casi alegre . . . Estoy

enamorada, por primera vez, a los cuarenta y dos años

he descubierto el amor y me dispongo a vivirlo

plenamente. "I'm in love, I'm in love," gritaste con

todas tus fuerzas mientras salías de la Colonia

Escalón.

El futuro, como un pergamino luminoso se empezaba

a desplegar ante tus ojos. Sería fácil olvidar a

Ernesto, a tu pasado. Le ayudarías a Eduardo en todo

lo que pudieras. Eras libre, libre, te habías salido

de la línea recta por la que te habían enseñado a

caminar y descubrías que las desviaciones eran

peligrosas, pero mucho más estimulantes. (66)

Sin embargo, como Alegría acentúa en la última parte de su obra, esta

liberación de la protagonista y sus ilusiones de independencia no pasan de

ser un intento fallido, que pronto se estrella contra la realidad que hasta

ese momento no ha podido discernir. Ello se produce en la última escena de

la obra, cuando Lorena encuentra en el asiento de su carro, como regalo de

cumpleaños, en vez de la tan esperada nota de Eduardo, su cabeza

decapitada: "Pusiste tu cartera en la otra mitad de tu asiento, quitaste

el papel del bulto y diste un grito. La cabeza de Eduardo, con los

cabellos revueltos y el rostro lívido te miraba con ojos desorbitados"

(81). La cabeza de Eduardo funciona en el texto como un signo que rompe

para Lorena, de manera trágica e irónica, la separación entre lo personal y

lo político, señalando su interrelación. En un primer nivel, y al igual

que los otros decapitados en el matadero de Ernesto, Eduardo se convierte

en el signo de la represión política que la clase dominante ejerce en el

país. Al mismo tiempo, viene a ser el signo del aplastamiento que el

sistema patriarcal, encarnado en Ernesto, hace de la liberación de la

protagonista, tal como ésta la ha concebido hasta ese momento. Con este

cierre narrativo la obra de Alegría señala no sólo cómo en un país como El

Salvador, la opresión genérica y la opresión política se articulan, sino

también que para que la liberación femenina se vuelva efectiva, las

estructuras opresivas a nivel político, social y económico deben ser

simultáneamente desmontadas.

Notas

1. En el feminismo Occidental pueden encontrarse varias tendencias o

perspectivas feministas que difieren especialmente en tres aspectos

importantes: en la manera cómo describen la opresión de las mujeres, en las

causas y consecuencias de esta opresión y en las estrategias que deben ser

empleadas para su liberación. Dentro de estas tendencias se tienen, entre

otras, el feminismo liberal, radical, marxista, socialista, psicoanalítico,

existencialista y posmoderno (Tong 1). El feminismo liberal, por su parte,

es un movimiento que tiene sus raíces históricas en la filosofía liberal y

en el pensamiento de Mary Wollstonecraft, John Stuart Mill y Harriet

Taylor. Durante el siglo veinte, Betty Friedan ha sido una de sus

principales representantes, como lo ha sido, también, la Organizacion

Nacional de Mujeres, en los Estados Unidos. Alison M. Jaggar resume así

algunos de los puntos más importantes de este movimiento:

Liberal feminists believe that sex discrimination is

unjust because it deprives women of equal rights to

pursue their own self-interest. Women as a group are

not allowed the same freedoms or opportunities granted

to men as a group. In a discriminatory situation, an

individual woman does not receive the same

consideration as an individual man. Whereas man is

judged on his actual interests and abilities, a woman's

interests and abilities are assumed to be limited in

certain ways because of her sex. In other words, a man

is judged on his merits as an individual; a woman is

judged on her assumed merits as a female. Liberal

feminists believe that justice requires equal

opportunities and equal consideration for every

individual regardless of sex. (176)

2. Para un estudio de este período en El Salvador ver el libro de Robert

Armstrong y Janet Shenck. También el libro de Tommy Sue Montgomery es de

mucha utilidad, sobre todo para un estudio del desarrollo de la guerra

civil a través de sus doce años de duración.

Obras Citadas

Accad, Evelyne. "Sexuality and Politics: Conflicts and Contradictions for

Contemporary Women in

the Middle East." Third World Women and The

Politics of Feminism. Ed. Chandra Talpade Mohanty, Ann Russo y Lourdes

Torres. Blomington:

Indiana UP, 1991. 237-250.

Alegría, Claribel. Despierta, mi bien despierta. San Salvador: UCA

Editores, 1987.

Armstrong, Robert, y Janet Shenk. El Salvador: The Face of Revolution.

Boston: South End Press,

1982.

Friedan, Betty. The Feminine Mystique. New York: Bantam, 1984.

hooks, Bell. Feminist Theory: From Margin to Center. Boston: South End

Press, 1984.

Jaggar, Alison M. Feminist Politics and Human Nature. Totowa, N.J.:

Rowman & Allanheld, 1983.

Kaminsky, Amy K. Reading the Body Politic: Feminist Criticism and Latin

American Women Writers. Minneapolis: U of Minnesota P, 1993.

Lashgari, Deirdre. Introduction. Violence, Silence, and Anger: Women's

Writing as Transgression. Ed. Deirdre Lashgari. Charlottesville: U

of Virginia P, 1995. 1-21.

Mohanty, Chandra Talpade. "Under Western Eyes: Feminist Scholarship and

Colonial Discourses."

Third World Women and The Politics of Feminism. Ed. Chaldra Talpade

Mohanty, Ann

Russo y Lourdes Torres. Blomington: Indiana UP, 1991. 51-80.

Montgomery, Tommie Sue. Revolution in El Salvador: From Civil Strife to

Civil Peace. 2nd ed.

Boulder: Westview Press, 1992.

Sternbach, Nancy Saporta, et al. "Feminism in Latin America: From Bogota

to San Bernardo." The

Making of Social Movements in Latin America: Identity, Strategy and

Democracy. Ed. Arturo Escobar y Sonia E. Alvarez. Boulder: Westview

Press, 1992. 207-239.

Tong, Rosemarie. Feminist Thought: A Comprehensive Introduction. Boulder:

Westview Press,

1989.

Viezzer, Moema. "Si me permiten hablar . . ." : Testimonio de Domitila,

una mujer de las minas de Bolivia. 12 ed. México: Siglo XXI, 1988.

1. El feminismo liberal es una de las varias tendencias dentrodel movimiento feminista occidental. Como Rosemarie Tong senala,tiene sus raices historicas en la filosofia liberal y en elpensamiento de Mary Wollstonecraft, John Stuart Mill y HarrietTaylor. Durante el siglo veinte, Betty Friedan ha sido una de susprincipales representantes, como lo es tambien La OrganizacionNacional de Mujeres, en los Estados Unidos. El feminismo liberalbusca la igualdad sexual o mejor dicho, una justicia generica.Asi, Rosemarie Tong senala: "What liberal feminists wish to do isfree women from oppressive gender roles --that is, from thoseroles that have been used as excuses . . . for giving women alesser place . . . (28). Para una completa exposicion delfeminismo liberal ver tambien el libro de Alice Jaggar, FeministPolitics and Human Nature. Por otra parte, una buena introducciona la critica de este tipo de feminismo es el el libro de bellhooks, Feminist Theory: From Margin to Center.

2. Para un estudio de este periodo en El Salvador, ver el libro deRobert Armstrong y Janet Shenck, El Salvador: The Face ofRevolution. Tambien, el libro de Montgomery es de mucha ultilidad,sobre todo para un estudio de la evolucion de la guerra civil atraves de sus doce anos de duracion.