El proceso administrativo EL PROCESO ADMINISTRATIVO Y LA PLANIFICACIÓN
Evolucion del Pensamiento Administrativo UB
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Dr. Jesús E. CASTREJE SUÁREZ: CAPÍTULO 3: EVOLUCIÓN DEL
PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO
3.1 SU ROL EN LA FORMACIÓN BÁSICA
El tratamiento de la evolución del pensamiento
administrativo en los textos introductorias de la disciplina
ha sido significativamente relegado si lo comparamos con el
que se le dispensara hasta no hace mucho tiempo. Ese camino
está en correspondencia con el rol que actualmente se le
adjudica al tema en la formación de las carreras de grado. De
todos modos, existe el suficiente consenso en que sigue siendo
indispensable un recorrido por esa evolución para precisar la
identidad de la disciplina y para asumir sus fortalezas y
debilidades.
La evaluación generalizada del “estado del arte” a fines de
los años 50’, en el plano académico, no era muy generosa con
el desarrollo alcanzado hasta allí. No era muy distinta la
evaluación de la formación específica de los dirigentes
empresarios:
La norma profesional de la mayoría de los ejecutivos empresariales
estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial era el analfabetismo
administrativo, situación en la que los especialistas de la corporación veían la
realidad desde el punto de vista de su función en particular (Flaherty, 2001:
73).
Recordamos, en esa época los EE.UU. eran la Meca del
Management mundial, y lo siguen siendo.
Esa evaluación tiene una inocultable impronta
“druckeriana”, y el acceso a su interpretación parecería un
tanto “tortuoso”, aún ateniéndonos a las pautas que señala el
1
propio Drucker para acometerlo, dado el rol preponderante que
el autor austríaco recientemente fallecido le atribuía al
Management en las transformaciones que tuvieran lugar en la
actividad económica y en el conjunto de la estructura social,
especialmente desde los umbrales de la Primera Guerra Mundial.
Una explicación nosotros pretendemos encontrarla en la
distinción hecha por Fayol entre administrar y dirigir; a
partir de la cual se habían hecho hasta allí no pocos avances
para la primera de las tareas, pero escasos para la segunda.
Partimos de que la evaluación que tomamos como referencia
se refiere al Management, término que a nuestro idioma ha sido
traducido indistintamente como Gestión, Gerenciamiento,
Dirección, etc.; y que en los desarrollos de Drucker aparece
claramente identificado con la conducción de las
organizaciones. Él hace basar al Management en unos pocos
principios esenciales:
Hacer a la gente capaz de eficacia conjunta
Comprometer al propio Management con la integración
de las personas en un proyecto común, por lo que le exige
insertarse profundamente en la cultura de los países en
los cuales las organizaciones se desenvuelven
Hacer comprometer a las empresas y a sus miembros
con objetivos comunes y valores compartidos
Tener la capacidad para hacer desarrollar a las
empresas y a cada uno de sus miembros a medida que
cambian las necesidades y las oportunidades
Hacer que las empresas se construyan sobre la base
de la comunicación y la responsabilidad individual
2
En cuando a la medición de la eficacia del
Management, ella no puede ser hecha sobre la base de los
resultados obtenidos por sí mismos, sino que esa eficacia
debe construirse, medirse –o al menos juzgarse- y mejorarse
continuamente
Recordar que en cada empresa los resultados se dan
hacia el exterior: un cliente satisfecho, un paciente
curado, un estudiante que aprendió algo que habrá de
aplicar al trabajo diez años más tarde. Dentro de la
empresa sólo hay costos1.
Evaluar y establecer las metas de la evolución del
pensamiento administrativo alrededor de esos “principios”
constituye un inédito acercamiento de los desarrollos
disciplinarios a las exigencias cotidianas de la gestión.
Los retos son enormes, pero ello no tiene por qué llevar a
las falsas oposiciones entre la “teoría” y la “práctica” que
habitualmente se reclaman.
En las actuales condiciones del desenvolvimiento
empresario, y más específicamente, con la agudización
incesante de la competencia en todos los ámbitos, el
entrelazamiento entre ambas es ineludible. Un interrogante
sin respuesta en esos marcos es: “quién empuja a quién”?. Si
pensamos que es la teoría la que empuja a la práctica, es
como si las innovaciones teóricas fueran las que le imponen
nuevos desafíos a la gestión y pugnan por constantes
rupturas en sus rutinas. Si partimos de que son las
prácticas organizacionales las que apartan a la teoría de
cauces prematuramente estructurados de evolución, son las1 Ver: DRUCKER, 1990, 332-334
3
opciones sin respuestas convincentes que a diario se abren
en la gestión, al obligar a nuevas reelaboraciones, las que
en muchas ocasiones llevan a desestimar una y otra vez lo
que hasta entonces venía siendo “pacíficamente” aceptado
desde lo teórico.
La respuesta es que los roles se cambian, se permutan.
Gestiones “sólidas” e “imaginativas”, avaladas por
desempeños razonablemente exitosos, deben preocuparse por
estar permanentemente abiertas al cambio continuo de sus
marcos de referencia, e introducir nuevos supuestos y nuevas
herramientas que no necesariamente son derivables de su
evolución previa. A su vez, marcos teóricos sólidamente
fundados en su construcción se ven permanentemente
desafiados por nuevas experiencias, y con ello se abren
caminos al desarrollo futuro no transitados hasta entonces.
La evolución posterior modificó sustancialmente la
imagen de Flaherty, y la del propio Drucker, que
reproducíamos más arriba. En nuestro recorrido buscamos
aproximarnos al marco actual, donde, si bien subsisten los
fuertes tonos críticos –cualquier campo del conocimiento que
se precie sería impensable sin ellos-, la madurez de la
disciplina se evidencia como incontrastable, y su
apropiación por las organizaciones se hizo ineludible para
asumir la gestión.
3.2 EL CARÁCTER INTERDISCIPLINARIO DEL CONOCIMIENTO
ADMINISTRATIVO
4
La constatación de Flaherty nosotros la hacemos empalmar
con la siguiente visión de un texto reiteradamente reeditado
durante varias décadas, y adoptado como bibliografía básica en
los cursos iniciales de las carreras de grado en los cinco
continentes:
La variedad de enfoques para el análisis administrativo, la gran variedad de
investigaciones y la diferencia de puntos de vista han dado por resultado una
gran confusión respecto de lo que es administración, respecto a lo que es
ciencia y respecto a lo que forma parte de los hechos y sucesos
administrativos (Koontz, O´Donnell y Weihrich, 1983: 17-18)
Las diversas miradas tienen que ver con el propio objeto
de estudio de la disciplina, las organizaciones, a su vez
preocupación genuina de otros campos del conocimiento.
Una visión más reciente toma nota de esa situación y le
atribuye a ese objeto de estudio a analizar un carácter
decididamente interdisciplinario, estableciendo a continuación
los aspectos centrales que deberían profundizarse. Ellos
serían:
El efecto de las organizaciones en el comportamiento
y las actividades de los individuos que las forman
Los efectos de las características y de los actos
individuales en la organización, con énfasis especial en
la eficacia e, incluso, la posibilidad de la influencia
de individuos poderosos (por ejemplo, mediante el
liderazgo) en los sistemas organizacionales
El desempeño, el éxito y la supervivencia de las
organizaciones
5
Los efectos recíprocos de los entornos, incluidos
los ambientes de recursos y tareas, los políticos y los
culturales de las organizaciones y viceversa
Las inquietudes respecto de la epistemología y los
métodos de investigación de cada uno de esos temas
(Pfeffer, 2000: 2-3).
Sugestivamente, la novedad que se introduce aquí es que,
quien hace esa postulación, desde la administración, no
reclama reservar esa problemática para nuestra disciplina,
como ostensiblemente lo pretendían Koontz y sus colaboradores.
Acepta sin remilgos su multiplicidad de alcances y el carácter
en estudio, haciendo notar la permeabilidad de las fronteras
de las disciplinas en ese abordaje.
Pese a todo, algunas de las conclusiones de Pfeffer a
partir de allí no son muy diferentes a las de las fuentes
citadas previamente. Veamos si no la siguiente afirmación:
A medida que los estudios de la organización amplían su ámbito para incluir
prácticamente todos los métodos y perspectivas teóricas pertinentes, esta
amplitud hace mucho más difícil la integración de los conocimientos, e,
incluso, la cognición del dominio completo de los estudios de la organización
(op.cit.: 3).
Esta multiplicidad de miradas dificultó enormemente la
definición de los marcos de la administración como campo del
conocimiento diferenciado, y puede explicar, por lo menos en
parte, los déficits de madurez que permanentemente se le
achacan.
Por su responsabilidad central –al menos como disciplina-
en la gestión del comportamiento organizacional, la
6
administración debe esforzarse continuamente por integrar, no
sólo sus propios desarrollos, sino también los desarrollos
paralelos de las disciplinas conexas en los temas involucrados
por dicha gestión. No siempre esa integración es pacífica: son
reiteradas verdaderas pujas entre disciplinas, cada una
queriendo imponer su propia mirada como la visión dominante.
3.3 MÁS ALLÁ DE LOS PARADIGMAS
Existen algunos rasgos de la literatura administrativa
que, a pesar de que le son exclusivos, desbordan muchas veces
los marcos de lo razonable. Hacemos referencia aquí a dos de
ellos, estrechamente relacionados entre sí.
El primero lo encontramos reflejado en la elocuente
observación de Mintzberg, hecha en una de sus frecuentes
revisiones del pensamiento estratégico. Allí nos dice:
En la bibliografía actual sobre management existe una enorme predilección
por lo actual, lo último, lo más moderno. Esto es injusto y perjudicial, no sólo
hacia los maravillosos viejos autores, sino en especial para los lectores, a
quienes se les ofrece lo nuevo y trivial en lugar de lo antiguo y significativo
(Mintzberg, Aholstrand y Lampel, 1999: 22).
El segundo rasgo que queremos destacar es la enorme
proliferación de “teorías” en Administración, y los breves
lapsos de tiempo en que muchas veces tienen lugar los ascensos
y caídas en su vigencia. Makridakis necesitó cuatro páginas de
un texto suyo para listar las que él mismo enfrentó desde su
iniciación en la disciplina – año 1965 – hasta la época en que
elaborara ese texto – año 1990 -: son más de treinta. A la
7
fecha de la edición del texto, la casi totalidad de ellas
tenían una escasa vigencia (Makridakis, 1993: 3-7).
La razón obvia de esto último es que esas teorías no
pasaron el examen que significó su puesta en práctica, o más
aún, no soportaron siquiera los testeos de la investigación
empírica, que demostró antes su inconsistencia.
Ambos rasgos, si bien hacen más compleja la tarea que
aborda esta Unidad, no son excesivamente preocupantes. De
hecho podría decirse que son inevitables. Acompañaron a la
disciplina en toda su evolución desde su nacimiento. No
obstante, nos parece oportuno advertir que no son inocuos:
permanentemente están impulsando políticas y acciones
organizacionales claramente perjudiciales.
Ferraro, Pfeffer y Sutton hacen aquí algunos
señalamientos que se concentran sobre todo en las
consecuencias de un presupuesto epistemológico que viene
siendo utilizado de modo generalizado en las últimas tres
décadas. Nos estamos refiriendo a los paradigmas “kuhnianos”
(Kuhn, 1970), que enfatizan la importancia del consenso entre
los teóricos en la creación y sostenimiento de una teoría en
particular, y no del hecho de si la teoría en cuestión es
verdadera o no lo es. Casi en la misma época en que Kuhn
expusiera de modo relativamente completo sus argumentos,
Murray Davis2 señalaba lo siguiente:
…las grandes teorías en las ciencias sociales logran su status, no en razón de
que sean verdaderas, sino de si son interesantes y logran la atención de su
2 Davis, M.S.: Thats interesting!. Toward a phenomenomenology of sociology and sociology of phenomenology. Philosophy of the Social Sciences 1971, I, 309-344
8
audiencia de expertos y practicantes (Davis, 1971; cit.por
Ferraro, Pfeffer y Sutton, 2003: 7).
Los mismos autores remarcan en todo su ensayo que esas
cuestiones tienen dolorosas consecuencias, tanto por su
profunda influencia en el diseño de las políticas y las
acciones humanas, como por su incidencia en la propia
conformación del comportamiento en todos los niveles
(sociales, organizacionales, individuales), rematando todo
ello con una inquietante conclusión final:
Cuando las teorías producen creencias autocumplidas, entonces las
sociedades, las organizaciones y los líderes se ven entrampados en un ciclo
improductivo y nocivo de comportamientos que son casi imposibles de
cambiar. Es improbable que surjan evidencias de su inconsistencia, en razón
de que la gente no lo intenta, tanto por una actitud contemplativa, o, de
alguna manera, porque lo enfrenta como verdades aceptadas (op.cit.:
30).
La disciplina ha tomado debida nota de esta advertencia,
y hoy asistimos a una virtual escalada en la puesta en
práctica de testeos y experimentos orientados a verificar y/o
corregir todas y cada una de las propuestas teóricas que se
lanzan. Esto genera una revitalización ininterrumpida de la
teoría administrativa, que de ese modo encuentra cauces
siempre renovados para alcanzar su madurez definitiva. Sin
embargo, no estamos frente a un proceso homogéneo: siguen
abiertos interrogantes críticos, sobre los que habremos de
volver a lo largo de la revisión que iniciamos a continuación.
3.4 PRIMEROS DESARROLLOS
9
Se dijo reiteradamente que la aparición de la
Administración, como campo del conocimiento diferenciado, y,
especialmente, como reconocimiento al rol crucial de las
actividades de dirección en el logro de altos niveles de
eficiencia y de eficacia en los desempeños de las unidades
económicas, fue notoriamente tardía frente a las demandas
objetivas de la evolución histórica.
Si se identifica a la administración y a la dirección
idóneas como las herramientas insoslayables para asegurar la
implantación de claros principios de organización y de pautas
rigurosas de eficiencia y control, aparece como un
contrasentido histórico el que enormes unidades productivas,
que agrupaban a centenares y miles de trabajadores –uno de los
fenómenos más distintivos surgidos con la Revolución
Industrial- funcionaran durante un siglo y medio con
parámetros de comportamiento notoriamente alejados de esos
requisitos.
Esta es una evidencia irrefutable, que los pioneros de la
disciplina nunca se cansaron de reiterar. Pese a ello,
analizada esa experiencia en el marco histórico de la
transición gradual desde una sociedad predominantemente
agraria y campesina a la moderna sociedad industrial y urbana,
nosotros vemos un llamativo paralelismo entre la gestación,
evolución y progresiva maduración (estabilidad) de las
instituciones centrales –políticas, sociales, económicas- de
la sociedad contemporánea y los procesos similares que
ocurrieran en la administración y el gobierno de las
10
organizaciones, y entre éstas, en particular de las grandes
empresas.
3.4.1 La perspectiva weberiana: el modelo burocrático
El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) dedicó buena
parte de sus investigaciones académicas iniciales a
identificar los procesos de institucionalización de los rasgos
distintivos de la nueva sociedad, que avanzaba inexorablemente
hacia su globalización.
Profundamente comprometido con ese avance, Weber ve en
como ella organiza el trabajo libre –la referencia es aquí a
una fuerza de trabajo liberada de su anterior sumisión a los
patrones de las relaciones feudales- su modo de gestión
específico (Weber, 1984: 31); y en esa gestión –el manejo
diario de la administración- el verdadero ejercicio del poder
y del control social.
En sus trabajos posteriores, recopilados póstumamente
(Weber, 1992), y especialmente en su Sociología de la
Dominación, Weber proyecta un modelo de organización y control
social pensado como el marco más idóneo para hacer realidad
todas las potencialidades del nuevo régimen. A ese modelo lo
denomina Modelo Burocrático.
En sus desarrollos no distingue demasiado entre la
organización del Estado y la organización de las unidades
económicas privadas, esto es, las empresas. Los principios
centrales abarcarían a ambas. Sintetizamos a continuación sus
prescripciones en cuanto a las funciones específicas de ese
modelo organizativo:
11
I. Atribuciones oficiales fijas, ordenadas por lo
general mediante reglas, leyes o disposiciones del
reglamento administrativo; lo que supone:
a. Firme distribución de las actividades metódicas
– deberes oficiales- necesarias para cumplir los
fines de la organización burocrática
b. Determinación fija de los poderes necesarios
para su cumplimiento, con clara delimitación –
mediante normas – de los medios coactivos que se le
asignan
c. Nombramientos de personas con aptitudes bien
determinadas para el cumplimiento regular y continuo
de los deberes y el ejercicio de los derechos
II. Vigencia de la jerarquía funcional y la tramitación:
un sistema firmemente organizado de mando y supervisión
mutua de las autoridades, mediante una inspección de las
inferiores por las superiores, con el derecho sólidamente
regulado de la autoridad inferior de apelar a la superior
III. Administración basada en documentos y en un cuerpo
de empleados y escribientes de toda clase
IV. Actividad burocrática basada normalmente en un
concienzudo aprendizaje profesional
V. Exigencia de todo el rendimiento de los funcionarios
para el desempeño de los cargos
VI. Desempeño de los funcionarios basado en normas
generales, y más o menos completas.
12
Weber señala con insistencia la inevitabilidad de la
burocracia: una vez entronizada totalmente, sostiene, no
habría de desaparecer, salvo por el hundimiento total de la
civilización conjunta que la sustentaba. El aspecto distintivo
de la burocracia moderna sería su especialización y
preparación profesionales sobre una base racional.
El reconocimiento posterior de algunas de las
consecuencias más negativas generadas por la implementación
del modelo no alcanzaron de todas maneras a hacerle modificar
su compromiso con su implementación y vigencia.
Tardíamente reconocido por la disciplina –se lo introdujo
en los años 40’ del siglo XX-, buena parte de sus postulados
reforzaron los desarrollados hasta entonces por las corrientes
clásicas y neoclásicas, especialmente en lo que hace al diseño
organizacional y a los estilos de gestión.
Prontamente esas postulaciones fueron sometidas a fuertes
cuestionamientos; en un principio desde la sociología (Merton,
Selznick, Gouldner…3), y luego por desarrollos crecientemente
enfocados a la gestión. Sobre todo desde los años 70´, el
estilo de gestión burocrático, y el modo en el que el “aparato
burocrático” – son palabras de Weber – acumula y ejerce el
poder dentro de las organizaciones, se convirtieron en el
enemigo a vencer para las tendencias dominantes de la teoría
administrativa. La batalla no terminó, ni mucho menos. No
obstante, es inocultable la persistencia de la influencia de
algunos de sus postulados centrales en no pocos de los
desarrollos posteriores.
3 ver: March y Simon, 1969: 39-51
13
3.4.2 Los Clásicos
El fenómeno weberiano tuvo otro origen: lo sostenía una
visión totalizadora de la sociedad y de su administración y
gobierno. La que ahora es conocida como la Escuela Clásica fue
un producto genuino de un vasto movimiento generado en
especial desde las grandes empresas, buscando promover un
salto sustancial y definitivo en sus niveles de eficiencia y
productividad, y delinear herramientas y estilos de
organización y control más racionales. Es a partir de ese
movimiento que se conforma finalmente la Administración como
un campo específico de teoría y acción, aunque con notorias
carencias todavía en cuando a la delimitación de su identidad.
Sus pretensiones iniciales fueron encontrar respuestas
efectivas a problemas inmediatos, partiendo por lo general de
un conjunto de supuestos implícitos y explícitos no
necesariamente respaldados por desarrollos teóricos
medianamente estructurados.
En la etapa inicial, esos supuestos sólo con notable
rezago fueron sometidos por sus propios gestores a testeos
apropiados, argumento constantemente esgrimido por sus
críticos contemporáneos y avalado por buena parte de los
desarrollos académicos posteriores. Ni a las empresas ni a sus
gestores pareció importarles demasiado esa falencia en la
época en que su vigencia fue dominante.
En su despegue, los protagonistas principales de esta
corriente fueron dos ingenieros. Lo que los vinculaba era una
formación disciplinaria similar, y que ya presagiaba un sesgo
14
particular en sus propuestas; pero sus respectivos desarrollos
profesionales los llevaron a preocupaciones muy diferentes.
3.4.2.1 Frederick Winslow Taylor (1856-1914): La
Administración Científica
La preocupación central del ingeniero estadounidense fue
la ejecución del trabajo por los operarios. Él veía allí la
fuente principal del desperdicio de recursos, término que hizo
famoso a fuerza de reiterarlo una y otra vez en sus escritos y
conferencias, y que denotaba la brecha existente entre los
niveles de eficiencia y productividad que se alcanzaban y los
que potencialmente a su juicio eran posibles. En su
concepción, la escasa eficiencia y productividad del recurso
humano generaba, adicionalmente, severos problemas para el
debido aprovechamiento de las materias primas, materiales y
equipamiento involucrados en el proceso productivo, con lo
cual abarcaba así la totalidad de los factores determinantes
del nivel de costos de los productos en la concepción de la
época.
El reclamo de Taylor fue absolutamente claro: la
dirección debía comprometerse en todas las fases del proceso
productivo, es decir, antes de su puesta en marcha, durante su
ejecución y en la fase inmediatamente posterior. Sus
propuestas fueron igualmente precisas:
1. En la fase previa:
a. Estudio sistemático de los procesos de trabajo
para determinar los mejores métodos a utilizar
15
b. Selección “científica” y entrenamiento
sistemático del personal que llevaría a cabo la
ejecución de las tareas
c. Determinación previa de los niveles –
estándares – de producción a alcanzar por cada
trabajador en una unidad de tiempo
d. Establecimiento de un sistema de remuneraciones
–pago a destajo – que recompensara la producción
efectivamente realizada, y que además premiara
adecuadamente los rendimientos que excedieran a la
media
e. Adecuación de los sistemas de control vigentes
a nuevas pautas: supervisión funcional y control por
excepción
f. Generación de las condiciones necesarias en el
entorno de trabajo del operario para asegurar el
logro de los estándares previstos
2. Durante la ejecución:
a. Promoción de la cooperación activa del
trabajador con un trato cordial y amistoso
b. Asesoramiento y supervisión idónea (el que
supervisa debe conocer más de la tarea que el que la
ejecuta)
3. Después de la ejecución:
a. Asegurar que lo ejecutara correspondiera a lo
previsto
b. Tomar las medidas correctivas que fuera
menester.
16
Esta es la síntesis habitual de los aportes de Taylor que
hace la literatura que aborda el tema. Lorino pone de relieve
un aspecto adicional, rescatado por las revisiones
relativamente recientes de las experiencias del período. Nos
dice:
Taylor fue, en efecto, uno de los pioneros del control de gestión industrial: fue
el que desarrolló la contabilidad analítica, la asignación de los costos
indirectos, el cronometraje y el seguimiento de los tiempos de mano de obra
directa, los estándares, la asignación de los costos indirectos mediante los
tiempos de la mano de obra o los tiempos de máquina, la gestión de las
existencias y de las materias y la remuneración al rendimiento, y esto entre
1889 y 1895. Seguramente ejerció una influencia determinante en los
sistemas de gestión, no solamente en Dupont de Nemours, sino también en
General Motors (filial por un tiempo de Dupont de Nemours) y en General
Electric, donde el concepto de costo estándar se adoptó y generalizó
inspirándose en estas enseñanzas (Lorino, 1993: 8. Ver también: Johnson y
Kaplan, 1988: 26, 60-63, 69-72)
Chiavenato señala las principales críticas que le fueron
hechas a esas propuestas y a los resultados generados por su
puesta en práctica: mecanicismo, superespecialización del
operario, visión microscópica del hombre, ausencia de
comprobación científica, estudio incompleto de la
organización, limitación del campo de la aplicación.
Por su parte, Hermida, Serra y Kastika resaltan los
indudables avances aportados en materia de planeamiento,
estándares por pieza, estudio de la relación hombre-máquina,
eliminación de tiempos y trabajo inútiles, estudios de
relación de cercanía entre máquinas, normas de control de
17
calidad, supervisión funcional y entrenamiento y capacitación
adecuada del operario.
3.4.2.2 Henry Fayol (1841-1925): La Administración
Industrial y General
Ingeniero francés, aunque nacido en Constantinopla, es el
padre de una vertiente que complementó la Administración
Científica de Taylor. Con su aporte hizo que la
Administración, ya en esa época, y con todas sus carencias, se
convirtiera en un marco de referencia integrado para la
gestión.
Sus preocupaciones se centraron en la problemática a
afrontar por los niveles superiores de dirección, con una
premisa irrevocable: la posibilidad, y más que nada, la
necesidad, de un campo de conocimientos sólidamente
estructurado sobre cómo administrar y dirigir organizaciones.
Ante la generalizada insatisfacción por los desempeños
directivos que dominaba en su época, en una primera instancia
se apuntó a la búsqueda de algunos principios rectores mínimos
que deberían ser establecidos como referencia para guiar y
evaluar esos desempeños. Sujetos a numerosas revisiones y a
duros cuestionamientos4, este fue un inicio muy modesto para
crear un ámbito que permitiera afirmar un espacio propio para
el desarrollo de las tareas de dirección.
Su segundo aporte significativo fue la percepción de que
las organizaciones están constituidas por espacios
diferenciados, esto es, por funciones heterogéneas, todas y
cada una igualmente indispensables para el logro de los4 Ver, por ejemplo, Simon, 1971: 21 y siguientes
18
objetivos que se proponen para ellas. A esas funciones las
denominó técnicas, de comercialización, financieras, de
seguridad, de contabilidad y de administración. Cada una de
ellas con requerimientos y pautas específicas de
funcionamiento. La función de administración sería la
encargada de articular y coordinar a las demás.
Fayol hizo un énfasis muy especial en esta última
función, descomponiéndola en sus aspectos más relevantes:
previsión (planeamiento), orden (organización), mando,
coordinación y control.
Por último, a partir de sus aportes se terminó por
conformar una visión integrada de las empresas, a través de la
llamada organización formal:
… un conjunto de encargos funcionales y jerárquicos orientados hacia el
objetivo económico de producir bienes y servicios. La estructura orgánica de
este conjunto de encargos está condicionada por la naturaleza de la
actividad, por los medios de trabajo, por las circunstancias socio-económicas
de la comunidad y por la manera de concebir la actividad empresarial
(Chiavenato, 1983: 86-87).
A esa organización formal, el mismo Chiavenato le asigna
las siguientes características principales:
División del trabajo, como requisito para la eficiencia
productiva: la manera mediante la cual un proceso se puede
descomponer en pequeñas tareas
Especialización, que implica la simplificación de tareas,
atribuyendo a cada puesto de trabajo tareas simples y repetitivas que
requieren experiencia del ejecutor y escasos conocimientos previos
19
Jerarquía, derivada de la inevitabilidad de la función
de comando, cuya misión es dirigir y controlar todas las actividades para
que cumplan armoniosamente sus respectivas misiones. Exige de hecho
la presencia de de una estructura jerárquica, que
funciona de modo paralelo a la estructura funcional para
dirigir a los niveles que le están subordinados
Distribución de la Autoridad y la Responsabilidad, que conlleva la
delimitación explícita de áreas de autoridad y
responsabilidad, cuya esencia es la necesidad de utilizar
la autoridad para exigir que sean ejecutadas las tareas
Racionalismo, que parte de la siguiente premisa: dentro
de límites tolerables, los miembros de la empresa se comportarán
racionalmente, esto es, de acuerdo con las normas lógicas de
comportamiento prescriptas para cada uno de ellos.
Una crítica unánime a esta corriente fue la de haber
adoptado una concepción decididamente mecanicista del
comportamiento organizacional. Esa crítica se puede extender
al modelo burocrático de Weber –Simon no concuerda totalmente
con esa asimilación-, y Morgan encuentra que, aún hoy, esa
concepción está relativamente extendida. Advierte que ciertas
ideas que tienen ese origen se engranan normalmente en nuestra forma
de pensar sobre una práctica organizacional (Morgan, 1991: 23)5. Esperamos
de aquellos con quienes interactuamos conductas regulares, previsibles, ajustadas a
supuestos y exigencias que muchas veces creemos inmutables, y en las que sólo
tardíamente advertimos sus falencias y condicionamientos.
El resto de las críticas hechas al fayolismo tienen
bastante similitud con las hechas al taylorismo: se lo ve como5 en ese texto presenta un tratamiento del tema que merece ser leído
20
un enfoque simplificado de la organización formal, carente de
trabajos experimentales, con un racionalismo extremo en su
concepción de la administración y con una obsesión por la
unidad de mando.
Se rescata al mismo tiempo su carácter de pionero en el
tratamiento de la problemática de las tareas de dirección y de
los temas básicos de la estructura organizacional, y en los
avances en cuanto a cómo afrontar la esencia de la
administración.
3.4.3 Corrientes Conductistas
Por la formación de sus principales protagonistas –
teóricos, investigadores y profesionales de las disciplinas
cuyo objeto de estudio es el comportamiento humano, en
especial sociólogos y sicólogos-, se trata de una nueva visión
del comportamiento organizacional que venía a cubrir notorias
falencias en la aproximación de los clásicos y de sus
seguidores, y que sometió a duros cuestionamientos muchos de
sus supuestos.
Su irrupción y su creciente incidencia en el análisis
organizacional y en el diseño de nuevas herramientas de
gestión – en especial las que buscaban afectar directamente
los procesos motivacionales, y los que tenían que ver con los
procesos de selección y administración del personal- se
explica por algunas evidencias incontrastables de la época de
su surgimiento. Precisamos las más relevantes:
La madurez creciente de las disciplinas de origen, y
el auge indudable en su aceptación social
21
La emergencia de nuevos fenómenos de conflictividad
organizacional, que exigían un manejo idóneo
La marcada insuficiencia de las herramientas
diseñadas desde el enfoque clásico para promover
adecuadamente un ascenso ininterrumpido en los niveles de
eficiencia y productividad de las empresas.
La participación de instituciones de la envergadura del
Consejo Nacional de Investigaciones y de la Academia Nacional
de Ciencias de los Estados Unidos en la experiencia
emblemática que oficializó el naciente protagonismo de la
nueva corriente –la llevada a cabo en los talleres Hawthorne
de la empresa Western Electric, filial de ITT-, y su
implementación y conducción a cargo del Departamento de
Relaciones Industriales de la Universidad de Harvard –
conjuntamente con funcionarios de dirección de la empresa
analizada- habla a las claras de un nuevo status de la
problemática administrativa a nivel de toda la sociedad, y de
su necesidad de apertura a nuevos enfoques.
Los aportes de esa experiencia tuvieron una vasta
difusión, y son resumidos en una lista igualmente extensa de
publicaciones de todo tipo. Nosotros los puntualizamos en una
muy apretada síntesis:
Identificación de fenómenos de formación de grupos
dentro de la empresa que, en lo analizado, y
contrariamente a los supuestos previos, llevaba muchas
veces a un importante crecimiento de los niveles de
productividad del trabajo
22
Identificación del rol central de la motivación en
ese crecimiento
Constatación de la presencia de fenómenos de
liderazgo y de su incidencia en los comportamientos
grupales, aún cuando, por su complejidad, el alcance de
esa incidencia abrió serios interrogantes6
La asunción de la importancia de la comunicación, en
especial de la comunicación informal, para el manejo de
los conflictos organizacionales.
La experiencia fue interrumpida abruptamente, luego de
ocho años de iniciada, en medio de los efectos generalizados
de la severa depresión de los años treinta. Superados esos
efectos, especialmente a partir de los años 40’ se hizo
visible una escalada en los desarrollos teóricos y en las
investigaciones de campo para profundizar los tratamientos de
esa temática, aún en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Ellos permitieron un acercamiento mayor a su comprensión
analítica y al diseño de herramientas más apropiadas para la
gestión.
Habitualmente, en los relevamientos hechos hasta aquí de
la evolución del Pensamiento Administrativo, las fuentes hacen
referencia a los importantes aportes de sociólogos y sicólogos
desde entonces, cuyas investigaciones de campo en ese período
permitieron acceder a caracterizaciones más ajustadas de los
distintos tipos de liderazgo y de los comportamientos de los
6 todavía hoy, el tema está instalado como uno de los aspectos más abordados y más controvertidos de la teoría y la práctica administrativa
23
grupos no formales, cuya presencia se detecta regularmente
dentro de las organizaciones, así como de los tipos de
necesidades humanas y su influencia sobre la motivación, temas
de permanente preocupación para la gestión.
Esos aportes permitieron significativos avances en el
delineamiento, sobre bases mucho más profundas y objetivas, de
las políticas de administración de personal, cuya planeación
adquiere a partir de allí crecientes niveles de complejidad y
sofisticación. No obstante, para una caracterización del rol
histórico de estas corrientes en la etapa que aquí relevamos –
desde los años 20’ hasta fines de los años 50’ -, rescatamos
la siguiente conclusión de Braverman:
La característica más relevante de estas diversas escuelas… es que… por lo
general, no se interesan en la organización del trabajo, sino más bien en las
condiciones que propician que el trabajador coopere con el plan de trabajo
organizado por el ingeniero industrial (Braverman, Labor and Monopoly
Capital, Monthly Review Press, Nueva Cork 1974: 10: cit. en
Pfeffer, 2000: 13).
Existen múltiples evidencias y documentaciones acerca de
lo riesgoso de la generalización a la que aquí se arriba, pero
con ello no se oculta el predominio, a pesar de esos aportes,
de una visión mecanicista en esa organización, que sólo en las
dos décadas siguientes comenzó a ceder paso a una concepción
más orgánica a la hora de la gestión.
3.4.4 HERBERT SIMON: LA TEORÍA DE LA ORGANIZACIÓN
24
Con Herbert Simon, Premio Nobel de Economía 1978, se
instala definitivamente la Administración como campo de
conocimiento con identidad propia. Formado originalmente en
Ciencias Políticas, sus inquietudes intelectuales lo llevaron
a abordar con igual profundidad una singular variedad de
disciplinas, conexas y no tanto, lo que le permitió un nivel
de integración de la problemática administrativa que luego se
hace muy difícil desatender.
3.4.4.1 Centralidad de las Decisiones
El primer reconocimiento fue una constatación que ponía
en tela de juicio de modo radical la propia esencia del modelo
burocrático. Ese modelo le adjudicaba a las normas un rol
central para regular los comportamientos en el seno de las
organizaciones, determinando las acciones a emprender en el
ejercicio de los cargos de todos los niveles jerárquicos. Por
el contrario, la constatación de Simon era que el desempeño de
esos cargos exigía constantemente tomar decisiones que no
estaban incluidas en las normas, o que si lo estaban, lo era
de modo sólo parcial. Era clara su insuficiencia para
establecer las acciones a realizar, o cuándo y/o cómo
llevarlas a cabo.
Los puntos de partida de su primer texto fundamental
fueron:
Relevar del protagonismo previo a la autoridad y a
la disciplina en el comportamiento administrativo; y
Replantear de modo sustancial los lineamientos que
llevan a la formulación del marco normativo que rige el
25
diseño de las estructuras y las políticas empresariales y
la ejecución de los planes de acción.
Simon instala como elementos decisivos de ese
comportamiento a los procesos decisorios, sometiendo a
múltiples cuestionamientos todo lo desarrollado hasta allí:
La tarea de “decidir” se extiende a la organización administrativa total, lo
mismo que la tarea de “hacer”: en realidad se encuentra íntimamente ligada
con esta última. Una teoría general debe incluir principios de organización
que aseguren una toma de decisiones correcta, de la misma manera que
puede incluir principios que aseguren una acción efectiva (Simon,
1971:3).
3.4.4.2 Racionalidad Limitada
Se parte de la premisa de que las decisiones “correctas”
a las que se refiere la definición previa deben ser
necesariamente racionales, y de que esa racionalidad está
determinada en esencia por el grado de conocimiento de las
consecuencias futuras de las decisiones que se tomen, y por el
grado de correspondencia de los objetivos considerados por los
decididores con los objetivos fijados para la organización
como un todo.
En un caso, se nos dice, estamos frente a juicios
fácticos, de hecho, objetivos: ante cualquier situación dada,
y adoptando el procedimiento más razonable, cualquier
decididor habrá de identificar de modo objetivo cuál es la
decisión más conveniente.
En el otro, por el contrario, estamos ante juicios de
valor, subjetivos: cada decididor parte de una de escala de
26
valores/preferencias que le es propia, y que no necesariamente
tiene que coincidir con la tenida en cuenta al procederse a la
fijación de los objetivos organizacionales.
En el mundo de los Clásicos de la Administración, que es
el de la microeconomía neoclásica7, la inexorabilidad de las
leyes del mercado hace que la situación de decisión lleve al
decididor a optar por la mejor de las decisiones posibles para
la organización. Como conclusión, se decía, las organizaciones
optimizan sus decisiones.
Tal curso de acción exigía la vigencia de dos supuestos
igualmente cuestionables:
En cuanto a los juicios fácticos, la organización
poseía la información completa y/ o estaban a su alcance
los caminos para conseguirla
En lo que se refiere a los juicios de valor, la
organización podía y debía imponerle a los decididores
desistir de su propio juicio, e imponerle el fijado
previamente por ella.
Para Simon y sus seguidores, ninguna de esas dos
condiciones se correspondía con las observadas en el
comportamiento real de las organizaciones:
Respecto a los juicios de hecho, nunca nos
encontramos en las condiciones del conocimiento total de
las consecuencias futuras de nuestras decisiones. Al
momento de tomar la decisión, nunca se conocen todas las
alternativas posibles disponibles. De las tomadas en
cuenta, sólo evaluamos las que juzgamos más relevantes.
7 con la que Simon venía polemizando de modo continuado desde su formación de grado
27
Nuestras evaluaciones vuelven a estar sujetas a
restricciones y condicionamientos que nos alejan
claramente de la certeza que es atribuible a las
afirmaciones irrefutables.
En cuanto a los juicios de valor, en la organización
formal nunca están especificadas todas las
interrelaciones de la organización real; muchas de las no
especificadas pueden estar en contradicción con las
especificadas; y la autoridad -… el poder de tomar decisiones que
guíen las acciones de los otros – tiene a su vez alcances
limitados. Sólo es efectiva dentro del área de aceptación
de los “subordinados”.
En el campo del comportamiento administrativo estaríamos
por tanto en el mundo de la Racionalidad Limitada, donde las
organizaciones toman decisiones sólo satisfacientes.
3.4.4.3 Consecuencias para la Gestión
A partir de esa constatación, Simon y sus colaboradores
establecen tres soportes fundamentales para asegurar la mayor
racionalidad posible del comportamiento administrativo:
La secuencia a seguir por el proceso decisorio. En sus textos,
Simon esbozó de modos diferentes esa secuencia, pero en
esencia ella sería: Identificar/ precisar los problemas a
resolver – Establecer las alternativas posibles de
solución en cada caso – Evaluar las alternativas más
relevantes – Elegir la más conveniente para el logro de
los objetivos organizacionales.
28
La implementación y puesta en marcha de un Sistema de Información
orientado a la toma de decisiones. Ese Sistema debe estar
estrechamente vinculado a cada uno de los pasos del
proceso decisorio que acabamos de explicitar, y debe
asegurar la captura y el procesamiento de la información
pertinente y en tiempo oportuno para todos los niveles de
la organización; generando los informes de evaluación
idóneos que la complementen.
La generación de un Sistema de Influencia que complemente el
Esquema de Autoridad de la Organización Formal. Su necesidad
estaría avalada por el escaso éxito de los sistemas
basados en las teorizaciones superficiales de los
conceptos de “moral” y “satisfacción”. Ese sistema debe
estar orientado:
o al cambio de los valores asociado a un estado
de cosas dado; y/o
o al cambio de las consecuencias percibidas de
una acción alternativa; y/o
o al cambio del conjunto de cosas que son
evocadas (ver: March y Simon, 1969: 57)
Simon caracteriza las condiciones de desenvolvimiento de
las organizaciones en base sobre todo al grado de conocimiento
de las consecuencias futuras de las decisiones que se toman.
Lo hace en un continuo que va desde la Incertidumbre
(conocimiento cero), al Riesgo (conocimiento incompleto), y de
allí a la Certeza (conocimiento total). Asume que tanto la
incertidumbre como la certeza son alternativas meramente
teóricas, de escasa o nula presencia en la realidad
29
organizacional. Las organizaciones deberían por lo tanto estar
capacitadas sobre todo para afrontar y resolver situaciones de
riesgo, y esa capacidad dependería fuertemente de la calidad
de las tareas administrativas.
Simon ensayó graficar de diversas maneras un Cuadro de
Correspondencias entre el tipo de Variables Involucradas, el
grado de Conocimiento Disponible, el Nivel de la Estructura
Organizacional donde se toman las decisiones y las Técnicas de
Decisión utilizadas en cada caso. Nosotros lo habíamos
sintetizado como sigue: Nivel
de la
Estructura
Grado
de
Conoci-
miento
Tipo de
Variables
Tipo de
Decisiones
s/Nivel de
Planeam.
Tipo de
Decisiones
s/Grado
de Autono
mía del
Decididor
Técnicas
de
Decisión
Superior Incertidum-b
Bre
No
Controladasdas
Políticas
Estratégicas
No
Programadas Heurísticas:
Entrenamiento
del Decididor
Programas
Heurísticos de
Capacitación
Medio Riesgo Relativamente
Controladas
Tácticas No
Programadas
Operativo Certeza Controladas InstrumentalesProgramadas Investigación
Operativa
Procesamiento
Electrónico de
Datos
30
(J.Castreje Suárez: Simon y el análisis del proceso de toma de decisiones; en
Ader et al, 1992: 246)8
3.4.4.4 Sistema de Planeamiento y Control
A pesar de que en los textos más difundidos de esta
corriente no se hace demasiado hincapié en el tema, su
presencia en ellos no se puede dejar de advertir; y es
indudable el rol relevante- por no decir central- de su
vigencia en la implementación de la gestión organizacional
conforme al punto de vista de esta concepción. Simon advierte:
pese a que el diseño final sería aprobado de modo
autoritario, …el procedimiento de planificación permite que toda clase
de especialidades tomen parte en la decisión sin que las líneas de autoridad
de la organización impongan ninguna traba… durante todo el proceso de
formulación se aportaron, desde todas las partes de la organización,
sugerencias y recomendaciones, sin plantear el problema de la unidad de
mando, … la organización formal sólo adquiere importancia en las instancias
finales del proceso (Simon, 1971: 218).
En esa advertencia Simon no hace más que reflejar lo que
en los tratamientos específicos de los temas de planeamiento
aparece como obvio, es decir, la necesidad de establecer de
manera relativamente consensuada un sistema integrado de
metas, y los modos de cómo alcanzarlas. En esa trama están
implícitos los requisitos planteados a cada una de las partes
componentes de la organización, y que al mismo tiempo suponen
otras tantas restricciones para las decisiones sobre los
cursos de acción por los que ellas pueden optar. De nuevo
Simon relativiza aquí el uso de la autoridad, relegando su87 ver además: Simon 1963: 24; Simon, 1984: 44
31
ejercicio a una fase necesariamente posterior a los procesos
de formulación y discusión de las distintas opciones acerca de
los cursos de acción a emprender. Se realzaría de nuevo de ese
modo el rol de la racionalidad en el comportamiento
administrativo, la que debería actuar como basamento dominante
para la participación conjunta en la toma de decisiones. Aquí,
como vemos, Simon no ignora a Weber. Ni siquiera pretende
superarlo: lo sigue puntillosamente.
En cuanto a la revisión (control), hace notar que, en
primer lugar, su ejecución capacitaría a quienes ocupan una
posición de autoridad en la jerarquía administrativa para
determinar realmente lo que hacen sus subordinados. Más adelante
especifica las funciones de esa revisión. Ellas consistirían
en:
Diagnosticar la calidad de las decisiones que se
toman
Modificar las decisiones potenciales por medio de la
influencia
Corregir las decisiones incorrectas ya tomadas
Imponer sanciones a los subordinados, para que
acepten su autoridad al tomar las decisiones.
La adopción posterior por Simon del enfoque sistémico –
con cuya gestación y maduración estaba largamente
familiarizado9- potenció más aún la relevancia y el grado de
integración a alcanzar de todo lo desarrollado hasta aquí.
3.4.4.5 Equilibrio Organizacional
9 ver, Barros, 2004
32
Este es otro aspecto importante de la corriente que
estamos analizando, adelantado por el propio Simon en su texto
inicial, y luego desarrollado más extensamente por Cyert y
March.
Con él se pone énfasis, por primera vez en la main stream
de la literatura administrativa, en la existencia de intereses
objetivamente diferenciados de los “partícipes necesarios” en
el accionar de las organizaciones. Inversores, trabajadores,
clientes, proveedores y la comunidad que conforma el entorno
inmediato constituirían una coalición de hecho, donde la
contribución de cada uno de esos grupos es indispensable para
el logro de los objetivos organizacionales, pero a su vez,
todos ellos tienen expectativas diferenciadas, y
frecuentemente contrapuestas, respecto de las compensaciones a
recibir a cambio de los aportes que cada uno entrega.
El mantenimiento del equilibrio organizacional, y, en
última instancia, la propia supervivencia de la organización,
sólo sería concebible a través de procesos de negociación y
regateo continuo, que suponen asimismo una alteración
reiterada de los acuerdos a los que se arriba, en respuesta a
los cambios producidos en el medio. Aquí se está anticipando
la problemática planteada mucho más recientemente alrededor
del tratamiento de los stakeholders en la gestión
organizacional.
En sus últimos escritos Simon retoma una fuerte polémica
con los postulados neoclásicos: frente a la centralidad de los
mercados que plantean estos últimos, él sostiene la
centralidad de las organizaciones. Esta vez sus antagonistas
33
directos son las modernas corrientes neoinstitucionalistas,
que, pese a las importantes modificaciones que introducen en
el marco conceptual tradicional, siguen asumiendo en esencia
buena parte de los postulados centrales de la teoría de la
empresa (o teoría de la firma, como comúnmente se la conoce)
de ese origen. En esa polémica está implícita la resolución
del interrogante de hasta qué punto la evolución de las
empresas está determinada por las leyes del mercado –elevadas
estas últimas al grado de inmutabilidad de las leyes de la
naturaleza -, o, por el contrario, las empresas son un sujeto
activo potencialmente capaz de incidir de modo más o menos
sustancial en la creación de las condiciones de su propia
evolución.
3.4.4.6 Análisis versus Intuición
En otro lugar10, nosotros habíamos volcado una síntesis de
la polémica mantenida durante décadas entre Mintzberg y Simon
alrededor de este tema. Allí nosotros sintetizamos dicha
polémica desde la versión dada por Mintzberg (Mintzberg, 1991:
49-105). Recordamos: Mintzberg se pronunciaba por la
supremacía de la síntesis y la intuición en la formulación de
las estrategias organizacionales, y por la pérdida definitiva
del protagonismo que había detentado el análisis durante
siglos.
En un artículo publicado en el Journal of Economic
Psichology11 por el Departamento de Psicología de la
Universidad Carnegie-Mellon, se hace un detallado recorrido
10 Castreje Suárez, 1996: 41-4311 Departamento f Psichology Carnegie Mellon University, 2003
34
por los tratamientos hechos por Simon sobre el tema, donde se
documenta la postura opuesta, y que Simon mantuviera hasta sus
últimos trabajos publicados.
En la reseña se resaltan sus contribuciones a la
Economía, a la Sicología, a la Teoría de las Decisiones y a la
Teoría de la Organización, además de poner de relieve que se
lo considera el padre de la Inteligencia Artificial (IA). En
este último carácter, condujo reiteradamente a la programación
exitosa de “máquinas inteligentes”, que generaban
comportamientos con altos niveles de autonomía para resolver
problemas extremadamente complejos.
Para nuestro objetivo aquí, nos parece suficientemente
ilustrativo reproducir las conclusiones del ensayo sobre su
postura:
Simon hizo claro que la intuición, o el potencial reconocimiento
subconsciente, es una externalidad positiva de un extenso período de estudio,
y parte del procesamiento humano de la información, pero una parte
subconsciente. Con eso en el cerebro, la intuición extiende nuestra capacidad
para usar la capacidad de cómputo y la memoria, extiende nuestra
capacidad para un comportamiento racional, y, por tanto, enriquece nuestra
capacidad para producir racionalmente. La pregunta es si puede enriquecer
nuestra intuición (Departamento of Psichology Carnegie-Mellon
University, 2003: 15).
Los alcances de esa postura son claros: si nosotros
ponemos en el centro la racionalidad de los comportamientos, y
especialmente de aquellos que están enfocados a la resolución
de problemas complejos, entonces la intuición, para que sea
efectiva, exige estar precedida de laboriosos procesos de
35
análisis de la información acumulada sobre ellos. Sólo a los
que pasaron por ese esforzado período previo les estaría
concedido encontrar síntesis verdaderamente superadoras de los
reiterados dilemas que se presentan a quienes buscan explicar
y resolver esa complejidad.
Como se desprende del corolario del párrafo que
reproducimos, la polémica sigue abierta. Nosotros sólo
quisimos introducirla nuevamente y poner de relieve la
posición de Simon al respecto. Esa posición no necesariamente
puede caracterizarse como “antigua” y “definitivamente
desplazada”, como pareciera sugerir una copiosa bibliografía
al respecto. La pregunta final que se hacen los autores del
artículo, quienes compartieron y defienden abiertamente buena
parte de sus posturas, no necesariamente lleva a adherir sin
reservas a la que con tanto empeño postulara Simon sobre ese
tema en particular.
3.4.5 TEORÍA DE SISTEMAS: EL TODO Y SUS INTERRELACIONES
La evolución de la Teoría General de los Sistemas (o, si
se prefiere, el Enfoque de Sistemas, optando por alcances un
tanto más modestos para esta forma de abordaje a los objetos
de estudio) ha sido vista tradicionalmente como un movimiento
esencialmente académico, del cual luego se vieron beneficiados
con la aplicación de sus múltiples desarrollos distintos
aspectos de la vida económica, social, cultural, etc. Esos
desarrollos, primero aparecían demasiado complejos e
intrincados como para pensar en su aplicación inmediata a la
vida cotidiana. Sin embargo, en la época de consolidación de
36
ese movimiento académico, no era menor la complejidad de la
problemática organizacional, abrumada por las consecuencias de
visiones demasiado estrechas y cortas de miras en el abordaje
de la gestión.
Es que, paralelamente, se estaba extendiendo un
sentimiento de decepción e impotencia, ante la persistencia de
una problemática irresuelta que demandaba imperiosamente el
recurso a nuevos conceptos y herramientas para afrontarla.
En ese sentido, son reiterados los cuestionamientos de
Drucker al funcionamiento tabicado de las organizaciones, con
gerentes que se autoclausuraban en visiones que no iban más
allá de su función, e incapaces –por lo común desinteresados-
de incorporar en la agenda de sus desempeños las pesadas
consecuencias que acarreaban esas visiones para el
funcionamiento de las empresas en su conjunto12
En un texto pionero para el inicio del traslado masivo de
los desarrollos sistémicos a la Administración, sus autores
describen de un modo un tanto subido de tono el por qué de la
necesidad de ese traslado:
La gran corporación se ha convertido en un “gigante dormido” que supera la
capacidad de la mayor parte de los gerentes para comprenderla o analizarla
en conjunto (Johnson, Kast y Rosenzweig, 1971: 7)
Más adelante, en el mismo texto se recoge lo que ya se
estaba convirtiendo en una convicción crecientemente
generalizada en los ámbitos académicos y empresarios:
El vasto crecimiento en tamaño, complejidad y diversidad de operaciones en
las organizaciones modernas de negocios ha creado funciones
administrativas excesivamente difíciles, pero necesarias, para el éxito de las12 ver en especial, Drucker, 1974
37
empresas. Nuestra tarea señala que las actuales empresas de negocios en
gran escala deben aplicar el concepto de sistemas para hacer frente a las
crecientes complejidades y a la proliferación de las operaciones. Entonces
proporciona un marco de referencia dentro del cual el gerente puede integrar
sus operaciones en una forma más efectiva (op.cit.: 11).
Intentamos a continuación una breve síntesis de ese marco
conceptual para introducir a los alumnos en su comprensión,
una tarea que, adelantamos, no es sencilla; más aún si se le
adiciona que las postulaciones fueron luego tomadas por la
corriente hoy dominante en la disciplina, la Administración
Estratégica, sin que tampoco parezca apropiado en muchos casos
separar tajantemente ambos campos.
3.4.5.1 Punto de partida
A mediados de los años 50’, alrededor del concepto de
sistemas se cristalizó un vasto movimiento multidisciplinario
que impuso un cambio radical en los modos de comprensión de
los objetos de estudio y el profundo impacto consiguiente en
la definición de los temas de investigación y en su
metodología de abordaje13.
Todavía subsiste cierta polémica alrededor de los
liderazgos efectivos de ese movimiento. Los orígenes del
concepto de sistemas en el pensamiento universal son remotos,
y es muy notoria la continuidad de su vigencia a lo largo de
13 para muchos, el acta fundacional de la nueva corriente fue laconstitución de la Sociedad para la Investigación de Sistemas en elaño 1954, con el biólogo Ludwig von Bertalanffy, el matemático AnatoleRapoport y el economista Kenneth Boulding como sus principalesprotagonistas
38
los siglos. La evolución más reciente hace centro en el
rescate de la máxima aristotélica: el todo es más que la suma
de las partes; y en el énfasis puesto en afirmar que lo que
diferencia al todo de la suma de sus componentes puede ser
explicado siguiendo la metodología científica, con un rigor
similar al que se sigue para conocer y explicar el resto de
los temas en estudio:
… el hecho de que el orden u organización de un todo o sistema, trascienda a
sus partes cuando éstas son consideradas por separado, no es algo que entre
en el campo de la metafísica, ni una superstición antropomórfica, o una
especulación filosófica: es un hecho con el que nos enfrentamos cada vez que
miramos a un organismo vivo, un grupo social, e incluso un átomo14
Bertalanffy patentiza claramente la evidente crisis del
pensamiento analítico para afrontar la comprensión y
explicación de los problemas contemporáneos, caracterizados
por su creciente complejidad. Él le impone a las
aproximaciones analíticas dos condiciones para su
aplicabilidad:
Que no existan interacciones entre “partes”, o que
ellas sean tan débiles como para que puedan dejarse de
lado en ciertas investigaciones; lo cual lleve a permitir
“deslindar” las partes y luego volverlas a “juntar”
Que las relaciones que describen el comportamiento
de las partes sean lineales, es decir, que se
correspondan con las conocidas relaciones de causa a
efecto, donde los eventos puedan ser atribuidos en cada
caso a causas identificables.
14 Bertalanffy, Ludwig von, Historia y situación de la Teoría General de Sistemas, EnBertalanffy et al, 1987: 31
39
3.4.5.2 Composición del Pensamiento Analítico y del
Pensamiento Sistémico
Para ejemplificar esa contraposición, Ackoff opone dos
Eras; la Era de la Máquina y la Era de los Sistemas, cada una
asociada con procesos productivos, culturas, metodologías y
doctrinas diferenciadas. La Era de la Máquina es asociada con
la mecanización y el análisis; la Era de los Sistemas con la
elección y la síntesis.
Los rasgos decisivos para diferenciar la segunda Era –
que en opinión de ese autor habría comenzado a emerger en
algún momento durante la Segunda Guerra Mundial – respecto de
la primera de nuevo tienen que ver con el elevado ritmo del
cambio y los creciente niveles de complejidad.
Al tratar por separado cada una de ellas, Ackoff va
introduciendo precisiones que tuvieron una aceptación
relativamente extendida en nuestra disciplina, y que estimamos
útil sintetizar aquí.
En cuanto al pensamiento analítico, dicho autor establece la
siguiente secuencia en sus tratamientos:
1. Desarmar el objeto que se trata de comprender
2. Tratar de comprender la conducta de las partes
3. Tratar de estructurar los conocimientos parciales
para comprender el todo.
A este modo de pensar le atribuye tres rasgos
distintivos:
40
Reduccionismo: toda la realidad y nuestra
experiencia pueden ser reducida a elementos últimos
e indivisibles
Determinismo: la aceptación de una sola causa para
determinar el efecto; con lo cual no se requería
nada más para lograr la explicación, ni siquiera el
medio ambiente
Mecanicismo: la conducta del universo es determinada
por su estructura interna y por las leyes causales
de la naturaleza (Ackoff, 1983: 19-27)
Al pasar a los tratamientos en la Era de los Sistemas,
Ackoff define en primer lugar la naturaleza de los propios
sistemas. Estaríamos en presencia de un sistema cuando:
1. La conducta de cada elemento tiene un efecto sobre
la conducta del todo
2. La conducta de los elementos y sus efectos sobre el
todo son interdependientes
3. Sin importar cómo se forman los subgrupos de
elementos, cada uno de ellos tiene un efecto sobre la
conducta del todo, ninguno tiene un efecto independiente
sobre él.
Concluye afirmando:
Las propiedades esenciales de un sistema,
considerado como un todo, derivan de las
interacciones de sus partes, no de las acciones de
esas partes tomadas separadamente
Cuando un sistema es desmembrado, pierde sus
propiedades esenciales
41
Un sistema es un todo que no puede ser
comprendido por medio del análisis.
La propia naturaleza de los sistemas, y su centralidad a
la hora de acceder al conocimiento, lleva a replantear de raíz
los pasos a seguir para obtener dicho acceso. Ackoff establece
para el pensamiento sistémico los siguientes:
1. Identificar un todo que contenga (un sistema), del
cual el objeto a explicar es una parte
2. Explorar la conducta o las propiedades del todo que
contiene
3. Explicar la conducta o las propiedades del objeto
que va a ser explorado en términos de su(s) funcion (es)
dentro del todo
Luego hace una afirmación que no siempre es compartida
dentro del pensamiento sistémico: la síntesis es la clave del
pensamiento en la Era de los Sistemas; tanto como el análisis
lo fuera del pensamiento en la Era de la Máquina, pero ambos
son complementarios. El desarrollo de esa complementariedad
sería una de las tareas más importantes en la Era de los
Sistemas.
3.4.5.3 Sistemas Abiertos: la importancia del Entorno. El
aporte de la Cibernética
El concepto de Sistemas Abiertos (Sistemas Dinámicos,
Sistemas Vivientes…) es crucial para profundizar la separación
entre el pensamiento tradicional y el pensamiento sistémico; y
a la vez es un puente que habilita a pensar en la intensa
aplicación de este último para afrontar la problemática de
42
múltiples disciplinas, y en particular la de la que aquí nos
ocupa, la Administración.
Desde sus preocupaciones específicas como biólogo,
Bertalanffy postulaba apoyarse en la comprensión de los
problemas de su disciplina para pensar y entender el mundo en
general15. El centro de sus desarrollos apuntaba, a nivel
práctico, a una serie de puntos clave:
1. Hacer hincapié en el entorno en el que la
organización existe. Se acentúa la importancia de la
capacidad de detección de los cambios en el entorno
general y activo –aquél con el cual la organización
interactúa de modo directo y habitual -, de la habilidad
para soslayar y manejar restricciones y las áreas
estratégicas apropiadas. Gran parte del interés en la estrategia
corporativa es un producto de la realidad de que las organizaciones deben
ser sensibles a lo que ocurre más allá de su mundo
2. Definir una organización en términos de subsistemas
interrelacionados. A partir de la detección de
relaciones interorganizacionales en esos términos
sistémicos, se utilizaron configuraciones de subsistemas
para describir modelos e interconexiones claves. Esta
forma de pensar ayuda a reconocer cómo cualquiera
depende de cualquiera de los demás; y a encontrar modos
para gestionar las relaciones entre los subsistemas
críticos y el entorno
15 él oponía el mundo de la biología, dinámico y abierto; al mundo de la física, estático y cerrado, que había sido hasta entonces el parámetro de referencia habitual del pensamiento tradicional
43
3. Establecer sistemas e identificar y eliminar
disfunciones potenciales. Aquí el principio de variedad
obligada es importante para el estudio de los sistemas
de control y para gestionar los límites internos y
externos. El principio de diferenciación e integración
es muy útil para organizar distintas áreas dentro de la
organización (ver Morgan, 1991: 34-35).
Teniendo en cuenta este punto de partida, no se puede
dejar de evaluar la importancia de los aportes hechos desde la
Cibernética, una disciplina que surgió y se desarrolló durante
tramos importantes de su evolución de modo paralelo al
pensamiento sistémico, y con el cual tiene múltiples puntos de
contacto. Ya su fundador, Norbert Wiener, la caracterizó como
la ciencia de los sistemas dinámicos, totalidades cuyos
elementos se encuentran en relaciones funcionales mutuas,
referidas al todo; y que reaccionan, en cuanto miembros del
todo, ante los influjos externos.
En esta disciplina (a veces también llamada Teoría de la
Regulación, o Teoría del Control) el elemento conceptual
básico es la información, y su punto de partida es el que la
forma y superación del desorden o entropía procede y se apoya
en la información.
La primera Cibernética se limitaba a lo directamente
observable, los inputs y los outputs medibles, dejando de lado
el proceso de transformación como no-observable (black box o
caja negra). En un estadio posterior se incorpora el
“aprendizaje”, a partir del cual al sistema que se define se
le imponen las siguientes exigencias:
44
Capacidad para percibir y observar detalladamente
aspectos relevantes de su entorno
Procesar la información así obtenida, comparándola
con las normas de operación que guían el comportamiento
del sistema, para obtener de dicha comparación
información fiable sobre las observaciones relevantes
Como culminación, iniciar las acciones correctivas
si se constatan desviaciones.
Lo descrito hasta aquí correspondería al bucle simple
cibernético, referido a la existencia de ciertos estándares
fijados previamente para guiar al sistema dentro de una cierta
gama de cambios. El sistema se limita aquí a la
autorregulación. Cuando se exceden dichas normas, el proceso
se interrumpe.
La búsqueda se prolongó luego al aprendizaje del
aprendizaje, que permitiría detectar incluso los errores de
las pautas de medida, el denominado segundo bucle cibernético.
El instrumental del análisis cibernético está concebido para
ser utilizado con independencia de la naturaleza de la
sustancia física de sus objetos16.
3.4.5.4 Apropiación por el Pensamiento Administrativo del
Enfoque Sistémico
Presentada esa trama, no es difícil advertir la
potencialidad de cada uno de los hitos que se fueron marcando
en la conformación del Enfoque Sistémico para revitalizar el
16 ver: Rodríguez de Rivera, 2005
45
Pensamiento Administrativo y reposicionarlo como una
herramienta central de la Gestión.
Por una parte, ese enfoque obliga a situar como punto de
partida para abordar la Gestión la debida comprensión de la
identidad organizacional, la definición de sus objetivos más
generales y la puntualización de las pautas fundamentales de
interacción que determinan el funcionamiento actual y el
deseado. Vista desde allí, la potencialidad de las
interacciones de los distintos componentes de las
organizaciones complejas es tan determinante para el logro de
los objetivos que hace impensable concebir esos componentes
como compartimentos estancos, tal como hasta entonces venían
siendo considerados, sólo responsables por el logro de sus
propios fines, que en gran medida ellos mismos se fijaban.
En segundo lugar, la sola introducción del concepto de
Sistemas Abiertos, en constante intercambio de influencias con
el medio que los rodea, y la comprensión de las organizaciones
como uno de esos sistemas – ubicadas en los niveles de
apertura más elevados, en la escala de Boulding-, significó
una ruptura radical con las concepciones previas. Establecer
objetivos para las organizaciones al margen de los constantes
cambios que ocurren en el medio en que se desenvuelven,
conduce necesariamente a crisis reiteradas, hasta entonces
vistas como anomalías, con escasas explicaciones sobre su
origen y evolución, y una ausencia casi total de herramientas
para su prevención y tratamiento. Con el pensamiento sistémico
es el diseño el que deviene central a la hora de determinar
identidades y comportamientos. Se busca precisar con él el
46
todo y las interacciones de las partes que lo componen en su
evolución dinámica, poniendo de relieve aspectos que hasta
entonces apenas si habían sido considerados.
En tercer lugar, los desarrollos que tuvieron lugar en el
campo de la Tecnología de la Información (TI), en buena medida
se asimilan a la evolución del propio pensamiento sistémico.
El entrelazamiento de ambos desarrollos llevó no pocas veces
en las últimas décadas a excesos de voluntarismo, que
ignoraron aspectos importantes de las realidades
organizacionales y restringieron significativamente el
aprovechamiento integral de las potencialidades disponibles.
Todo ello tuvo un impacto peculiar en los Sistemas de
Planeamiento y Control que se intentaron implementar, y en la
contraposición – en nuestra opinión excesivamente enfatizada –
entre Análisis e Intuición, de la cual la polémica Simon-
Mintzberg que mencionáramos más arriba es una muestra
elocuente.
Rescatamos no obstante que, sin los avances que tuvieron
lugar en ese pensamiento, es impensable que pudiera tener
lugar la magnitud del impacto que la TI generó en los
comportamientos organizacionales en todos los niveles y
ámbitos de la acción empresarial, y que terminaron por
impulsar y luego consolidar transformaciones radicales en la
concepción de la gestión y en los modos de encauzarla.
Acotamos finalmente que en este apartado no fueron
incorporados temas centrales de la concepción sistémica, de
intensa aplicación y debate en la Administración. Somos
concientes de ello, y pedimos disculpas por las omisiones,
47
pero el tratamiento abarcativo que supone excedería
notablemente los propósitos del texto.
No podemos dejar de consignar que hoy el Pensamiento
Sistémico atraviesa todos los campos del conocimiento, y que a
partir de él se exploran y se afrontan las realidades más
diversas. Pareciera que todo pudiera ser visto desde su
concepción y modo de abordaje; y ello sería válido también
para todo tipo de organizaciones, al margen de su tamaño,
carácter, propósitos, etc. Advertimos sin embargo, que
importantes desarrollos de nuestra disciplina, previos y sobre
todo posteriores a la aparición y vigencia de este enfoque,
parecen poner en cuestión muchas de sus facetas; y no siempre
aquellas que se cuestionan –muchas veces con vehemencia –
carecen de relevancia a la hora de asegurar la vigencia
omnipresente del enfoque que reiteradamente se pretende.
3.4.6 ADMINISTRACIÓN ESTRATÉGICA: LAS EXIGENCIAS DEL MERCADO
Con la Administración Estratégica asistimos a un nuevo
giro: convertir de modo inédito a las exigencias de
competitividad de los mercados en el eje de la gestión
organizacional, y en el marco de referencia obligado para los
tratamientos teóricos e instrumentales de la disciplina.
Para encontrar explicaciones fundadas a este giro,
nosotros nos vamos centrar primero en el profundo impacto
provocado por las ideas de Peter Drucker, un académico y
consultor austríaco radicado en los EE.UU. desde fines de la
década del 30’ del siglo veinte, y que desde los años 50’
48
tuvo un indudable protagonismo en todos los aspectos de la
gestión empresaria.
3.4.6.1 Peter Drucker (1909-2005): Un pensador
“inclasificable”?
Nuestro autor es esencialmente polémico, ya desde su
estilo de escritura. Ese estilo fue caracterizado muy
prolijamente por un profundo conocedor de su vida y obra, y a
la vez uno de sus más entusiastas propulsores:
Sea expresando verdades profundas o triviales muestras de sentido común,
su prosa no puede calificarse de académica en el sentido más aceptado, sino
que es impresionista, con fuerza, a menudo anecdótica, y no pocas veces
dogmática (Stein, 2003: 9).
Para el propósito de este apartado, vamos a limitar
nuestras referencias al impacto de cuatro de sus textos
fundamentales:
The Practice of Management (1954)
Management for Results (1964)
The effective executive (1967)
The Age of Discontinuity (1969).
Flaherty recoge las repercusiones de la publicación del
primero de esos textos en los testimonios de varios
consultores del período, expresados pocos años después:
The Practice of Management fue, sin excepción, el único libro que se
encontraba en todas las oficinas de las corporaciones estadounidenses.
También es el libro de texto más importante para la administración en la
nueva área de los programas de capacitación gerencia en el lugar de trabajo
(Flaherty, 2001: 81).
49
Nosotros transcribimos en el punto 1. de este Capítulo la
caracterización del propio Flaherty de los hábitos y las
normas de gestión dominantes en la inmediata posguerra. En ese
marco, los primeros puntos en los que puso énfasis Drucker al
concebir los textos de esa época fueron:
Enfocarse en una amplia visión de los fines, más que
en las características instrumentales de los medios
Rescatar la estrategia, partiendo del concepto
sistémico de que el todo es mayor que la suma de las
partes
Combinar las funciones empresariales en un esquema
de integración dinámica, más que intentar definirlas.
Respecto a los fines, Drucker postula que para las
empresas ellos están afuera de las mismas, y que adentro sólo
hay costos. De lo que se trataría sería de crear un cliente, y
sería éste el que en última instancia establecería esos fines:
… es el cliente quien determina lo que es un negocio, y sólo él quien, mediante
su disposición a pagar por una mercancía o por un servicio convierte los
recursos económicos en riqueza, las cosas en bienes (Drucker, 1974:
51).
En cuanto al logro de la integración de la empresa como
un todo, veían en primera instancia en la Administración por
Objetivos el concepto innovador, la herramienta que permitiría
integrar las especialidades funcionales en la corporación como
un todo. Ese fue, recordamos, el tema central del siguiente
texto, Management for Results.
En ese primer texto que aquí analizamos, la visión de
Drucker del rol de la información se contraponía notoriamente
50
con la de Simon. A su juicio, las presiones enfrentadas por
las grandes empresas para manejar el cambio y ajustarse a un
ambiente cada vez más complejo las llevaban a un estado de
confusión, y a no estar preparadas para manejar la sobrecarga
de información:
Por lo general, el resultado era un diagnóstico equivocado de la misión y una
confusión tal en las relaciones entre las funciones, que cada departamento
hacía sus propias cosas (Flaherty, 2001: 89).
El tema excluyente del siguiente texto, The effective executive,
es el de la eficacia (efectividad) de los desempeños, pero
remarcando en todo su tratamiento la necesidad de considerarlo
a partir de tomar nota del desplazamiento que tuviera lugar
del trabajador manual tradicional por el trabajador cerebral,
como centro de gravedad de las organizaciones. Allí desarrolló
extensamente dos aspectos sustanciales:
Primero, que al trabajador manual se le requiere
eficiencia, esto es, destreza para hacer bien las cosas
Segundo, que el trabajador cerebral pone en marcha
lo que se origina en su cerebro, debiendo adoptar
decisiones y no sólo cumplir órdenes. El propio
trabajador sería quien controlaría en buena medida sus
metas, pautas y contribuciones a la organización.
Druker concluía luego:
El trabajador cerebral no puede ser supervisado de cerca, ni minuciosamente.
Sólo cabe ayudarlo. Pero debe autodirigirse y encaminarse por sí mismo
hacia la ejecución y la contribución, esto es, hacia la efectividad (Drucker,
1989:12)
51
Por último, en The Age of Discontinuity, Drucker
puntualiza las principales discontinuidades que avizora. Como
él mismo manifiesta:
… aún cuando todavía no se vislumbran en el horizonte visible, ya empiezan a
cambiar la estructura y el significado de la economía, de la forma de
gobierno y de la sociedad (Drucker, 1971: vii).
Esas discontinuidades, él las advertía en cuatro campos
principales:
En la disponibilidad de tecnologías auténticamente
modernas que crean industrias principales y novísimas
grandes empresas, haciendo obsoletos los mayores negocios
e industrias existentes
En el paso de una economía internacional a una
economía global
En la desilusión creciente de la sociedad respecto a
la gestión de las tareas sociales de importancia por
grandes instituciones manejadas por administradores
En la conversión del conocimiento en el capital
fundamental, presagiando profundos cambios y desafíos
para su gestión.
El último trabajo que tomamos como referencia no hace más
que confirmar que Drucker, con sus más y con sus menos, era un
hombre de su tiempo. Antes y después, son múltiples y variadas
las manifestaciones sobre la convicción creciente en la
inminencia de cambios trascendentes en el marco económico y
social. Resaltamos en ese sentido los trabajos pioneros de
David Bell y de Herman Kahn; y luego las investigaciones y
propuestas del Club de Roma, de Zbigniew Brzezinsky, de la
52
Comisión Norte-Sur, etc. En otro plano, con un notable impacto
mediático sobre la comunidad empresaria, rescatamos los
nombres de Alvin Töffler, Bruce Nussbaum, Naisbitt… Todos
ellos se propusieron objetivos ambiciosos en cuanto a
anticipar las futuras pautas de la evolución global. Las
concreciones, en general, fueron mucho más modestas.
En The Age of Discontinuity, Drucker reitera, una y otra vez, el
tema de la impredictibilidad:
La proyección cuantitativa más exacta, jamás puede predecir lo
verdaderamente importante: el significado de los hechos y las cifras dentro
del contexto de un futuro distinto (op.cit.: x).
A veces, en su afán por imponerle a los acontecimientos
el derrotero con el que él estaba personalmente comprometido,
el propio Drucker pasa por alto los alcances de esa penetrante
observación.
3.4.6.2 La evolución de las últimas décadas: un nuevo
concepto de administrar
La visión de la disciplina de las últimas décadas
reconoce como marco común y como “etiqueta” – esto último, a
veces un tanto tardíamente – el que le brinda la llamada
Administración Estratégica.
Como vimos, no pocos de sus desarrollos fueron promovidos
– o anticipados al menos- por Peter Drucker. Muchos otros
tienen el más variado origen, y desbordan notoriamente esa
concepción. La rigurosa tipificación de Mintzberg y sus
colaboradores (Mintzberg et al, 1999) ubica la visión de
Drucker como una de las escuelas –la empresaria – del nuevo
53
rumbo; dentro de un amplio espectro -diez- que para esa
fuente al menos por ahora parecen completar el cuadro17.
A continuación nosotros damos cuenta de algunos hitos
fundamentales en la evolución de los últimos treinta años.
3.4.6.2.1 Las mutaciones del Sistema de Planeamiento y Control
En la etapa inicial, la preocupación central fue
modificar sustancialmente el Sistema de Planificación y
Control tradicional, reemplazándolo por una nueva concepción
que se adaptara a los tiempos de cambios constantes y a la
notable agudización de las pujas competitivas.
En general, la revisión de esa evolución se atuvo durante
bastante tiempo a la cronología de Ansoff, pensada sobre todo
para recoger las prácticas de las corporaciones
multidivisionales. Transcribimos sus sucesivas etapas de
evolución que define ese autor y una breve caracterización de
cada una de ellas:
PLANEAMIENTO FINANCIERO: en función de la
generalizada escasez de fondos de financiamiento, la
herramienta central para asignar recursos y luego
controlar su utilización fue durante buena parte de la
primera mitad del siglo veinte el Presupuesto corporativo
PLANIFICACIÓN POR EXTRAPOLACIÓN DE TENDENCIAS: en
esta etapa, el eje (el disparador) de todo el Sistema era
el Plan de Ventas, alrededor del cual luego se iban
articulando el resto de los Planes sectoriales
17 acotemos que esa categorización no es la única, y que los autoresencuadrados en las diferentes corrientes en esa fuente, en otras sonvistos desde otras perspectivas
54
corporativos. El entorno adoptado para las previsiones
era el del pasado reciente, procediéndose luego a
proyectar la evolución para el período que se planificaba
suponiendo –con las correcciones puntuales que fueran
pertinentes – que se iban a mantener estables en general
las condiciones que se habían experimentado hasta allí.
Con esto nos acercamos a fines de la década del 60’,
punto de quiebre para toda la concepción.
PLANEAMIENTO ESTRATÉGICO: esta concepción introduce
de inicio dos rupturas significativas respecto a la etapa
anterior. En primer lugar, no se supone que el futuro sea
extrapolable. Por otro lado, no se espera que necesariamente el
futuro sea mejor que el pasado, supuesto de partida raramente
cuestionado hasta allí. Luego se precisan los pasos a
seguir en la planeación:
o Análisis de las expectativas de la empresa: identificación
de tendencias, amenazas, oportunidades y sucesos
“innovadores” singulares que puedan cambiar las
fuerzas históricas
o Análisis competitivo: identificación del mejoramiento
competitivo obtenible del mejoramiento de las
estrategias competitivas de las áreas de negocios
o Análisis Estratégico de la Cartera: comparación de las
expectativas de las áreas de negocios,
establecimiento de prioridades y distribución de los
recursos estratégicos futuros entre dichas áreas.
Determinación posterior del potencial actual, que
apunta a discernir la brecha competitiva. Si se
55
acepta el nivel de brecha existente, se pasa luego a
la implantación. Si se considera inaceptable la
línea de potencial actual vamos al siguiente paso >
o Análisis de la Diversificación: diagnóstico de las
deficiencias de la cartera actual e identificación
de las nuevas áreas de negocios hacia las que se
intentará desplazarse (Ansoff, 1997: 16-17)
3.4.6.2.2 Michael Porter: El Posicionamiento Estratégico
Sin absorber la década, el gran protagonista de los años
80’ fue un hombre de Harvard, Michael Porter, autor de dos
textos fundamentales en la década:
Competitive Strategy (1980); y
Competitive Advantage (1985).
En palabras del propio Porter, en el primero se presenta
una estructura de técnicas de análisis que pretende sobre
todo:
Analizar los sectores industriales en conjunto y su
futura evolución
Entender la competencia y la posición de la empresa
Traducir ese análisis en una estrategia competitiva
para una empresa en particular.
Más adelante, Porter va desgranando lo que para su visión
deben ser los lineamientos básicos de ese análisis:
La esencia de la formulación de una estrategia
competitiva consiste en relacionar a una empresa con su
medio ambiente
56
El aspecto clave del entorno de la empresa es el
sector o sectores industriales en los cuales compite
La situación de la competencia en un sector
industrial depende de cinco fuerzas competitivas básicas
cuya acción conjunta determina la rentabilidad potencial
del sector.
Las cinco fuerzas que identifica son: la Amenaza de
Nuevos Ingresos (competidores), la Presión de los Productos
Sustitutos, el Poder de Negociación de los Proveedores, el
Poder de Negociación de los Clientes y la Intensidad de la
Rivalidad de los Competidores Existentes.
Allí, se dirá, están concentradas las oportunidades y las
amenazas que debe enfrentar la empresa para la obtención y
mantenimiento de Ventajas Competitivas.
Para enfrentarse con éxito a esas cinco fuerzas, diría
más adelante Porter en el mismo texto, hay tres estrategias
genéricas de éxito potencial para desempeñarse mejor que otras
empresas en el sector industrial elegido. Ellas serían en su
opinión:
Liderazgo General en Costos
Diferenciación
De Enfoque o de Alta Segmentación.
En ocasiones, puntualiza, la empresa puede seguir con éxito más
de una estrategia como su objetivo principal, aunque rara vez esto es posible.
Si en Competitive Strategy Porter había desarrollado la primer
cuestión importante que sostiene la elección de la estrategia
competitiva, esto es, el atractivo de los sectores industriales para la utilidad
a largo plazo y los factores que la determinan, Competitive Advantage está
57
dedicado a desarrollar la segunda cuestión central para el
autor: … los determinantes de una posición competitiva relativa dentro de un
sector industrial.
Aquí también, en su Introducción, Porter va desplegando,
con enorme poder de síntesis, las que serán las ideas
centrales de su argumentación:
La ventaja competitiva no puede ser comprendida
viendo a la empresa como un todo. Ella radica en muchas
actividades discretas que desempeña la empresa
Cada una de estas actividades puede contribuir a la
función de costo relativo de las empresas y crear una
base para su diferenciación
Para analizar las fuentes de la ventaja competitiva
es necesaria una forma sistemática de examen de todas
esas actividades, y de cómo ellas interactúan. La cadena
de valor sería la herramienta básica para hacerlo
El obtener y mantener la ventaja competitiva depende
no sólo de comprender la cadena de valor de una empresa,
sino de cómo encaja la empresa en el sistema de valor
general. Ese sistema de valor está integrado por las
cadenas de valor de sus proveedores y clientes, y por los
canales de las cadenas de valor de los productos en su
camino hacia el cliente.
En este caso, Porter identifica cinco Actividades
Bpasicas (logística interna, operaciones, logística externa,
marketing y ventas y servicios de posventa); y cuatro
Actividades de Apoyo (abastecimiento, desarrollo tecnológico,
administración de recursos humanos e infraestructura).
58
Con sus desarrollos, evaluarán luego Mintzberg y sus
colaboradores, Porter desplazó al planificador, colocando en
su lugar al analista; aunque con ello el proceso de formación
de la estrategia se habría reducido a la realización del
Análisis Estratégico.
3.4.6.2.3 Hamel y Prahalad: Las “core competentes” y la
construcción del futuro organizacional
La década estuvo atravesada por reiterados procesos de
reingeniería y reestructuración, que buscaban fortalecer la
rentabilidad empresaria sobre todo a través de la reducción de
costos, con el consiguiente acotamiento de las estructuras. A
principios de los años 90’, Hamel y Prahalad vieron en esos
desarrollos un enorme peligro para la potencialidad
empresaria. Su evaluación fue que la de que así se estaba
renunciando a buena parte de las potencialidades de desarrollo
futuro.
Partiendo de la definición relativamente consensuada de
lo que se entendía por competencias: patrones de despliegues de
recursos y habilidades pasados y presentes que ayudan a la organización a alcanzar
sus metas y objetivos; ellos llamaron entonces a las empresas a
identificar sus competencias nucleares18, que serían aquellas
que las hacían diferentes de las demás, al tiempo que
sustentaban sus ventajas competitivas esenciales, único punto
de partida para asegurar ese desarrollo.
Hamel y Prahalad encontraron esta definición para dichas
competencias:
18 cada texto encuentra un término distinto para traducir el inglés“core”: nucleares, esenciales, centrales...
59
… cualidades intrínsecas del grupo empresarial que lo impulsan al éxito
económico. Esas cualidades se expresan también a través del aprendizaje
colectivo en la organización, específicamente, cómo coordinar diversas
habilidades de producción e integrar múltiples corrientes de tecnología en las
empresas del grupo y en los productos finales (Hamel y Prahalad: The
core competentes of the corporation; Harvard Business Review,
1990; pp. 79-91; cit en: Álvarez Medina, 2003: 1).
Luego Bartney aportó nuevas precisiones a esa propuesta,
centrándola en el concepto más amplio –para su caracterización
– de recursos. El supuesto básico de este autor era que los
recursos estratégicos, aquellos obtenidos y desplegados de modo que no
puedan ser duplicados fácilmente por otras organizaciones, estaban
distribuidos de manera heterogénea entre las empresas; y que
ese tipo de recursos marcarían diferencias en el desempeño
estables en el tiempo. Para que generen ventajas competitivas
sustentables, esos recursos deberían ser valiosos, raros,
inimitables e insustituibles.
En la definición de Bartney de esos recursos, de nuevo se
vuelven a advertir ciertos rasgos comunes a los de las
definiciones previas; pero al mismo tiempo se observan nuevos
giros. Ellos comprenderían a todos aquellos activos,
capacidades, procesos organizacionales, atributos de la firma,
conocimientos, etc., controlados por la empresa, y que le
permiten concebir e implantar una estrategia que mejore la
eficiencia y la efectividad.
Por su parte Leonard-Burton hizo una propuesta teórica,
que luego aplicó a sus investigaciones, para la búsqueda de
identificación de la relación entre los proyectos de la
60
empresa que crean nuevos productos y procesos y sus
competencias nucleares. En esa propuesta, la autora definía
dichas competencias como un sistema de conocimiento
interdependiente que provee ventaja competitiva, con cuatro
dimensiones:
Conocimientos y habilidades de los empleados
Sistemas técnicos que permiten acumular, codificar y
estructurar conocimiento tácito
Sistemas de dirección, que incluyen caminos formales
e informales para crear y controlar conocimiento, tales
como los sabáticos, los programas de aprendizaje, las
redes de socios y los sistemas de incentivos
Normas y valores asociados con varios tipos de
conocimiento y con el proceso de su creación y control.
En las postulaciones de Bartney y de Leonard-Burton se
advierte claramente un énfasis acentuado hacia la
preponderancia del llamado conocimiento tácito dentro del
campo de los recursos/competencias estratégicas. Ese
conocimiento tácito fue caracterizado como …el que se encuentra en la
mente de las personas… el producto de la experiencia, la sabiduría, la creatividad, y
que resulta difícil de expresar o formalizar… aquél que la persona tiene incorporado
sin tenerlo permanentemente accesible a la conciencia, pero del cual el individuo
hace uso cuando las circunstancias lo requieren, y que es utilizado para manipular
el fenómeno que se está analizando.
Los desarrollos más recientes profundizan estas
tendencias previas: los sistemas de administración y control
deben ser capaces de generar y sostener desempeños superiores
a partir, en última instancia, de ventajas competitivas
61
sustentables cuya disponibilidad se convierte en un objetivo
vital para las organizaciones desde el punto de vista
estratégico. A partir de esa evolución se hacen evidentes
algunos supuestos comunes; y en no menor medida las fuentes de
esas ventajas se hacen residir crecientemente en factores e
interrelaciones cada vez más complejas, menos visibles y menos
susceptibles de ser administradas y controladas con las
prácticas tradicionales.
3.4.6.2.4 La llegada de la Dirección Estratégica
Si decimos no al Sistema de Planificación y Control
tradicional –e incluso no al Planeamiento Estratégico – como
herramienta central para conducir la gestión organizacional,
con qué lo sustituimos?.
Existe coincidencia generalizada acerca de la necesidad
de esa sustitución; empujada, forzada, por el aumento
progresivo de la turbulencia en el entorno. Para Ansoff, las
limitaciones de la acción estratégica de la empresa al
insistir en utilizar los puntos fuertes del pasado para
actualizar sus estrategias competitivas – uno de los motores
del rápido auge de la Planificación Estratégica - fueron uno
de los detonantes para ese reemplazo: no necesariamente las
empresas iban a encontrar áreas de negocios atractivas en las
que aplicar esos puntos fuertes (Ansoff, 1997: 18).
Ante la necesidad de ese reemplazo, el mismo Ansoff
señala dos opciones: desarrollar sistemas más sutiles,
complicados y rápidos; o, por el contrario, reducir la
62
complejidad, “mantenerla simple”, apelando a la intuición y a
la experiencia.
Él opta decididamente por la primera, que consistiría en
adicionarle a la planificación estratégica la planificación de
la capacidad. Esta última tendría tres componentes esenciales:
Las capacidades internas de la empresa
La capacidad de dirección funcional; y
La capacidad de dirección general.
Esta última, la dirección general, tendría a su vez, a
juicio de ese autor, cinco componentes clave, que se apoyan
entre sí y la determinan:
a) Capacidades y mentalidad de los gerentes clave
b) Clima social (cultura) dentro de la empresa
c) Estructura de poder
d) Sistema y estructura de la organización; y
e) Capacidad de la gerencia general para realizar el
trabajo de dirección (op.cit.,: 19).
En la bibliografía no abundan las precisiones sobre el
carácter y el alcance de los ejes sobre los cuales debería
basarse esa dirección estratégica de las organizaciones. Sí
los “excesos” de todo tipo. Mintzberg y sus colaboradores
extraen de la corriente en la que Ansoff está instalado el
siguiente mensaje central:
La estrategia debía ser guiada por un cuadro de planificadores altamente
instruidos, parte de un departamento especializado en planificación
estratégica con acceso al directivo principal (Mintzberg et al, 1999:
70).
63
La evolución reciente del pensamiento estratégico y de
las prácticas empresariales muestra un cuadro mucho más
complejo y heterogéneo. Nosotros seguimos a continuación el
tratamiento que le fuera dado por Johnson y Scholes (Johnson y
Acholes, 2001).
En primer lugar, esos autores se encargan de precisar el
alcance que ellos le atribuyen a la Dirección Estratégica:
… se ocupa de la complejidad derivada de las situaciones ambiguas y no
rutinarias, con implicaciones sobre la totalidad de la organización, más que
sobre operaciones específicas.
Los mismos autores identifican luego lo que ellos
consideran sus componentes fundamentales y el contenido de
cada uno de ellos:
ANÁLISIS ESTRATÉGICO: consiste en comprender la posición
estratégica de la organización en función de su entorno externo, sus recursos
y competencias internas, y las expectativas e influencias de los stakeholders.
ELECCIÓN ESTRATÉGICA: implica la compresión de las bases
subyacentes de la futura estrategia, con el fin de crear opciones estratégicas
que deberán evaluarse para poder seleccionar entre ellas
IMPLANTACIÓN ESTRATÉGICA: se ocupa de cómo traducir la
estrategia en acción organizacional mediante el diseño y la estructura de la
organización, la planificación de recursos y la gestión del cambio estratégico
(op. cit.: 15-20).
A partir de allí se abre una gran divisoria de aguas,
entre las posturas que optan por asignarle un carácter
deliberado a esos procesos – los directivos establecen qué
camino debe seguir la organización – y los que se inclinan por
la evolución incremental, donde el cambio estratégico es visto
64
como un proceso continuo de cambios graduales a partir de la
actividad de los subsistemas de la organización.
Más allá de esa disputa, el gran tema hoy parece ser el
cambio; aunque al mismo tiempo la evidencia incontrastable es
que las empresas necesitan además estabilidad:
… a pesar de la impresión transmitida en casi toda la bibliografía, la
estrategia es un concepto arraigado en la estabilidad y no en el cambio. Las
organizaciones buscan estrategias para lograr coherencia. Pero en ocasiones
también necesitan el cambio estratégico: deben descartar sus orientaciones
establecidas para responder a una modificación del entorno (Mintzberg
et al, 1999: 456).
Son demasiados los interrogantes y las paradojas sobre la
evolución futura de las estrategias empresariales y de las
teorizaciones acerca de cómo hacerlas emerger y cómo gestionar
su implementación, su puesta en marcha y su control como para
que desde un texto meramente introductorio como el presente se
puedan lanzar respuestas definitivas.
Dr. Jesús E. Castreje Suárez
Abril de 2006
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