Ética y tragedia. De la conciencia de lo irremediable a la convicción de lo posible: el caso...
Transcript of Ética y tragedia. De la conciencia de lo irremediable a la convicción de lo posible: el caso...
Ética y tragedia.
De la conciencia de lo irremediable a la convicción de lo
posible: el caso Antígona
Por Ana Laura SantamaríaTecnológico de Monterrey, campus Monterrey.
La reflexión filosófica sobre la tragedia ática, un
género literario que nació junto con los ideales democráticos
de la antigua Atenas, nos lleva al reconocimiento de nuestra
fragilidad como seres contingentes y de la fragilidad de
nuestra la bondad como seres inherentemente morales. En este
sentido, el saber trágico -con su exploración sobre las
tensiones entre la libertad y el destino, entre lo humano y
lo divino, entre lo racional y lo demencial, entre la
autonomía ética y la vulnerabilidad moral-, resulta
indispensable para el pensamiento ético contemporáneo.
El objetivo de este ensayo es explorar la forma en que
se vincula la experiencia trágica con la experiencia ética a
través de conceptos como: phrónesis, hybris, katarsis, éleos, phóbos y
hamartía, y la forma en que estos conceptos se han
transformado en las rescrituras contemporáneas de los mitos
trágicos. Estos conceptos constituyeron una paideia para el
ciudadano griego y pueden seguir alimentando la reflexión
ética de nuestros días al constituir una reflexión sobre
nuestra fragilidad racional y moral en medio de un mundo
altamente desacralizado y tecnológico. Esta reflexión implica
la consideración de un logos poético y mítico que permite re-
pensar los alcances de la razón moral y, a partir de la
conciencia de nuestra posibilidad innegable de equivocarnos,
de hacer el mal, de actuar inhumanamente aun en contra de
nuestras propias intenciones, formular una ética que
trascienda la normatividad prohibitiva para convertirse en
una ética compasiva y solidaria.
Entre el corpus de textos trágicos que nos legaron
Esquilo, Sófocles y Eurípides, he decidido seleccionar
Antígona para proponer una reflexión entre ética y tragedia,
por dos razones: a) porque representa un nivel máximo de
tensión entre los conceptos que definen la condición
humana,1 y b) porque, tal vez debido al motivo anterior, es1 George Steiner, Antígonas (Barcelona: Gedisa), 179 señala que en
Antígona están presentes las cinco principales constantes de conflictopropias de la condición del hombre: el enfrentamiento entre hombres ymujeres; entre la senectud y la juventud; entre la sociedad y el
una de las tragedias más veces reescrita a lo largo de la
historia de la literatura dramática.
Así, el presente ensayo consta de tres partes: 1) una
exploración sobre la forma en que la ética puede nutrirse de
las reflexiones que se derivan de la tragedia clásica; 2) una
revisión de Antígona de Sófocles desde la perspectiva de la
fragilidad y la recomendación de la prudencia; y 3) una
contrastación con algunas de las rescrituras que este mito ha
tenido en América Latina.
Con este trabajo pretendo realizar una contribución
modesta dentro del ámbito que vincula a la literatura con la
filosofía moral, un terreno infinitamente rico en
posibilidades de exploración.
1. Ética y tragedia
a) De la timé homérica a la sophrosyne trágica.
individuo; entre los vivos y los muertos; entre los hombres y Dios (o losdioses). “El conflicto entre Antígona y Creón agrupa estos conceptos endos bandos: Antígona es mujer, es joven y está comprometida con losmuertos y con los dioses, mientras que Creón representa la masculinidad,la madurez y el orden social, su compromiso está con los vivos y desafíaa los dioses”.
E. R. Doods2 denomina “cultura de la vergüenza” al
conjunto de valores del mundo heroico expresados en los dos
grandes poemas atribuidos a Homero: La Ilíada y la Odisea. El
héroe homérico es una figura perfecta y ejemplar que
impresiona e invita a la emulación y cuya motivación social
radica en evadir la vergüenza de perder su honor. Tiene un
estatus de noble, pero este estatus debe ser continuamente
legitimado por sus méritos, y estos sólo se logran en
combate. De esta forma, al héroe homérico se le considera
virtuoso, aunque se comporte arbitrario y violento, siempre
que sea un gran guerrero. La virtud fundamental es la de
hacer prevalecer la propia valentía por encima de la de los
enemigos y rivales.
Las hazañas heroicas producen respeto y timé (honor)
entre súbditos y enemigos, pues, desde la lógica heroica, no
hay nada más ofensivo que perder el honor propio. Y sólo se
puede afirmar la propia virtud violentando la timé ajena, de
manera que la afirmación de sí mismo requiere de la negación
del otro. La dinámica de la virtud del combate y el honor,
2 E.R. Doods, Los griegos y lo irracional (Madrid: Alianza, 1997).
que no admite la idea de respeto fundado en la igualdad,
exige siempre la restitución de la timé perdida a riesgo de
caer en la vergüenza social. Así, la vergüenza, la venganza y
la ira, son el motor principal de la acción: “Canta, ¡Oh! diosa la
cólera de Aquiles…,” comienza el más célebre poema homérico.
Sin embargo, la propia Ilíada refleja ya un problema
fundamental para las nacientes polis. Y es que a pesar de los
valores que exaltan la individualidad, el pueblo griego
tendrá que enfrentar una empresa colectiva. Mario Vegetti3
destaca un hecho altamente significativo: a pesar de que
Agamenón ha robado a Aquiles su esclava Briseida, violentando
su timé y avergonzándolo, Aquiles y Agamenón tendrán que
luchar juntos a las puertas de Troya. El ejército griego
tendrá que enfrentar una empresa colectiva y debido a la
duración de tal empresa tendrá que convivir como una naciente
polis. Sin embargo, no existen todavía ni estructuras de
organización de poder, ni formas de mediación político-legal,
ni presupuesto alguno para una concepción moral que permita
la colaboración basada en valores comunes.
3Mario Vegetti, La ética de los antiguos (Madrid: Síntesis, 1989), 38.
Cabe señalar que si bien Homero sitúa la historia en la
época micénica, unos cuatro siglos antes de la época en que
está escribiendo, es decir en el siglo XII a. de C., mejor
conocida por “Edad Oscura”, de alguna manera los problemas
que refleja son los de su tiempo, el siglo VIII a. de C.,
donde ante la desaparición de la figura del Ánax, —antiguo rey
con atribuciones divinas y cuya competencia comprendía todos
los ámbitos de la sociedad micénica: la economía, la guerra y
la religión—, hay un vacío de poder Así que, desaparecido el
Ánax, el problema a resolver es cómo una vida en común puede
apoyarse en elementos dispares y cómo fundamentar la vida en
común. La crisis que expresa la “sociedad homérica” inducirá
una reflexión sobre el poder y sus componentes, la cual se
reflejará en una nueva concepción religiosa que hará que Zeus
deje de ser el rey de la sociedad heroica para transformarse
en un principio de justicia cósmica. Con esta transformación,
la cultura de la vergüenza se convertirá en lo que E.R. Doods4
denomina como cultura de la culpa, que implica una seria
consideración de la sophrosine, comúnmente traducida como
4 Doods, Los griegos y lo irracional, 39-59.
templanza. Los excesos, producto del orgullo, se verán ahora
como viciosos y dignos de castigo. Mario Vegetti5 considera
que la metamorfosis de Zeus en señor de la justicia recorrerá
un largo camino que va desde la Odisea —donde el mayor mérito
del héroe ya no es el combate sino la astucia—, hasta los
poemas de Hesíodo, quien establece en el siglo VII a. de C.
que la Díkè (justicia) es hija de Zeus y, a partir de
entonces, éste será considerado como un padre justo, mientras
que Díkè y sus “treinta mil demonios” serán vistos como
guardianes de la justicia que vigilan a los hombres. Zeus y
Díkè transformarán la hybris (orgullo) humana, antes inocente y
virtuosa, en motivo de culpa y expiación.
Con Zeus, y su hija como garantía, había que proceder a
la conformación de un orden legal que garantizara la
distribución del poder y resolviera los conflictos con base
en la interiorización de valores comunes, donde el viejo “yo”
combativo se transformaría en un “nosotros” cooperativo y
comunitario.
5 Vegetti, La ética de los antiguos, 58-59.
La tragedia surge entonces en un nuevo contexto que
privilegia la deliberación, la templanza y el sentido de
colectividad, y donde cualquier acto que conduzca a una
gloria puramente privada es rechazado por la ciudad.
Así, en contraste con la antigua hybris del guerrero que
luchaba por la restitución o el engrandecimiento de su honor
y con la hybris del rico y del vengador, se perfila el ideal
del justo término medio, de la proporción, el autocontrol y
la templanza, es decir: la sophrosyne. Para la tragedia griega,
sobre todo la sofóclea, la hybris es un sentimiento
imperdonable. Todo aquel que se jacta de bastarse a sí mismo
(Axay, Creón, Edipo, incluso, paradójicamente la misma
Antígona) tiene un desenlace catastrófico.
b) Apolo y Dionisos: la desesperación que canta
Nietzsche nos recuerda que un aspecto fundamental que
se produjo en el tránsito de la “sociedad homérica” a la
época clásica, es el culto a Dionisos. Las celebraciones en
honor de Dionisos tenían un carácter catártico y están
asociadas con el surgimiento de la tragedia.6
Si bien Dionisos no es un personaje relevante dentro de
las tragedias de las que tenemos noticia, su espíritu es una
de las fuentes que nutre lo trágico. Para Nietzsche, la
tragedia representa la síntesis de dos potencias antagónicas,
de dos mundos estéticos diferentes: el espíritu apolíneo y el
espíritu dionisiaco.
Apolo es el dios de la luz y de la forma, es “la
apariencia radiante, la divinidad de la luz”.7 Tiene bajo su
advocación todas las artes y el deporte. Es el dios del
mundo como representación, es decir, del principium individuationis,8 y
está ligado con una ética de la medida y la proporción.
Como divinidad ética (Apolo) exige de los suyos la medida, y parapoder conservarla, el conocimiento de sí mismo. Por lo que a laexigencia estética de belleza viene a sumarse la disciplina deConócete a ti mismo y Nada en demasía. Por esto, el descuido y laexageración serían los demonios hostiles de la esfera apolínea”.9
6 Hacia el siglo V se celebraban en primavera las llamadas “Grandesdionisiacas”. Las fiestas duraban varios días y en ellas se representabantetralogías compuestas por tres tragedias y un drama satírico.7 Nietzsche, El orígen de la tragedia (México: Espasa calpe, 1985), 37.8 Nietzsche retoma estos conceptos de su maestro Schopenhauer. El “mundocomo presentación” es el mundo de las apariencias, en el que losindividuos parecen aislados unos de otros, cuando en realidad, en el“mundo de la voluntad” todos son parte de la misma fuerza metafísica.9 Nietzsche, El origen de la tragedia, 37.
En Apolo quedan unidas las virtudes de la belleza y las
de la sabiduría10. Apolo es pues el dios de la estética de la
proporción y de la ética de la medida. El culto a Apolo se
refleja en el espíritu olímpico. Lo que exhiben los atletas
es la capacidad humana de vencer, mediante un ejercicio
metódico y una severa disciplina, a esos factores de la vida
humana que son el destino y el azar.
En contraste, Dionisos es el dios de la alegría, el que
dispensa todos los bienes y el libertador; pero es también el
temible, el dios desorbitado que devora la carne cruda y
descuartiza a los hombres. Dionisos representa lo terrible,
el misterio, la fatalidad y el vacío que yace en el fondo de
las cosas. Es la fuerza amorfa de la vida y de la muerte. Es
por tanto la disolución de la individualidad y de la forma.
Dionisos significa el que se muestra o aparece, a diferencia
de otras deidades, con él no hay un sacerdote intermediario
que lo revele al profano. El dios se revela por sí mismo al
orgiasta, a quien sobreviene el éxtasis, ese literal estar
10 Lo bueno, lo bello y lo verdadero conforman una unidad indisolubledesde la visión socrático-platónica.
fuera de sí en que se pierden los límites de distinción entre
lo humano, lo infrahumano y lo sobrehumano.
La regulación del culto resultó inevitable, su
institucionalización hizo que el culto perdiera sus rasgos
más desmesurados hasta convertirse en un festival periódico
organizado por la polis, pero nunca perdió su carácter
netamente popular. Así surgieron las famosas fiestas
dionisiacas, donde se originó el teatro.
Dionisos queda instituido así como el dios del teatro,
no porque los dramas representados tengan un tema dionisíaco
-con excepción de Las Bacantes de Eurípides-, sino porque es el
dios de la máscara, el dios de la alteridad y el entusiasmo,
el de la farsa y la fiesta, el de la dependencia y la
fragilidad humanas.
Dionisos parece exigir del hombre el reconocimiento de
su fallida condición, lo hace sentirse otra vez envuelto en
la necesidad. La exaltación dionisiaca es mística, oscura,
depende del más allá y es transitoria. Su fuerza radica en la
conciencia de ser seres desvalidos y en la aceptación de una
fuerza superior irracional y poderosa.
Lo que Dionisos enseña es que la autosuficiencia
apolínea era una ilusión. Juntas, las dos divinidades
corrigen la hybris humana, promoviendo la auto-conciencia. El
saber de sí mismo también es una luz y es, en este sentido,
apolíneo, pero implica la sombra dionisiaca. Así, la síntesis
apolíneo-dionisiaca que representa la tragedia contiene la
fuerza incomprensible y caótica que late tras la plasticidad
formal del espectáculo. Y el espíritu trágico, al poner
énfasis en los límites de la aspiración a la autonomía
racional a través del reconocimiento de ese ámbito misterioso
e inaccesible a la razón humana -ámbito que produce la
sensación de estar “a merced de...”- genera una corrección
del orgullo y de la soberbia.11 Como dice Bentley: “Si bien la
actitud trágica no es de ningún modo hostil a la razón, sí es
hostil hacia ese racionalismo que pretende convencer a los
hombres de que nada hay de misterioso en el mundo”.12 11 Cabe señalar que esta conclusión se aleja por completo del vitalismo deNietzsche, para quien las fuerzas irracionales constituyen fortaleza yvitalidad. 12 Eric Bentley, La vida del drama, (México: Paidós, 1985), 260.
Este reconocimiento del misterio, de la oscuridad, de la
vulnerabilidad y la fragilidad humanas constituye la esencia
de la tragedia. Pierre-Aimé Touchard 13la denomina canto de
desesperación. La definición implica una exquisita paradoja,
dado que la desesperación no canta. “Cuando un hombre
desesperado empieza a cantar, quiere decir que ya ha
trascendido la desesperación. Su canto constituye la
trascendencia”. Decir que la tragedia canta es decir que
ordena, armoniza, ilumina. Así, con todo su caudal de
oscuridad y misterio, la tragedia es luz en su forma.
c) La enseñanza trágica y la experiencia estética
Tanto para Schopenhauer como para Nietzsche, y en
general para la interpretación romántica, la tragedia parece
revelar una innegable verdad, aunque el contenido de esta
verdad no sea el mismo para los distintos autores. Desde la
interpretación especulativa realizada por el romanticismo
alemán (Schiller, Schelling, Holderlin, Hegel) la tragedia
conlleva una comprensión no intelectual como visión de lo
suprasensible, es decir como revelación del absoluto. Esta13 Pierre-Aimé Touchard, cit. en Bentley La vida del drama, 271.
sería una vertiente positiva, afirmativa, en el sentido de que
lo que la tragedia revela sería la dignidad humana para
enfrentar la experiencia del dolor provocado por un embate de
fuerzas que están fuera de nuestro control, sean estas
externas (dioses, destino), o internas (pasiones desaforadas).
En sentido opuesto, para Schopenhauer y Nietzsche, la
tragedia revela una verdad que no es afirmativa, sino que
cuestiona toda moralidad tradicional. Para Schopenhauer la
tragedia es la representación del calabozo que es el mundo —
donde todo es dolor y sufrimiento inmerecido— y a través de
la compasión llegamos a una conclusión aún más trágica y sin
embargo liberadora: que detrás de los muros del calabozo no
hay nada. Por tanto no queda más remedio que abandonar toda
esperanza. Nietzsche, por su parte, establece que la tragedia
es expresión de una verdad, de una verdad que rechaza el
falso atavío de la realidad del hombre civilizado al poner en
evidencia la lucha de las fuerzas que mueven al mundo.
Sea el aprendizaje “afirmativo” o “negativo”, ambas
posturas coinciden en señalar que se trata de un saber que
trasciende los aspectos meramente intelectuales, una
comprensión que se da a través del phatos trágico. Como afirma
Martha Nussbaum, los poetas “no nos ofrecen sólo una vía
alternativa hacia un conocimiento contemplativo o platónico
sino que proponen un saber que excede las posibilidades del
solo intelecto”.14
Es verdad que las obras trágicas ponen ante nuestra
mirada la sabiduría práctica y la responsabilidad ética de un
ser mortal, contingente. Pero ese ser no es puro intelecto ni
pura voluntad. Nussbaum lo describe así:
Contemplamos a la razón y al sentimiento actuando juntos, de maneraque cuesta distinguirlos […] Asistimos además a una adhesiónrecíproca de iluminación entre pasiones y pensamientos: vemossentimientos despertados por la memoria y la deliberación yaprendizajes producidos por el pathos.15
Por lo tanto, los poetas trágicos no dan soluciones
prácticas, sino que describen el conflicto y reconocen que
carece de salida. En este sentido, lo máximo que puede hacer
el agente es mantenerse en su sufrimiento —la expresión
natural de su bondad de carácter— sin sofocarlo desde un
14 Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (Madrid: Visor, 1995), 81.15 Nusbaum, La fragilidad del bien, 82.
erróneo optimismo. Y, ante ello, lo mejor que nosotros
podemos hacer por él como espectadores es respetar la
gravedad de su situación, respetar las reacciones indicativas
de su bondad y pensar que su caso desvela una posibilidad de
la vida humana en general.
En suma, lo que la tragedia hace es llevarnos a las
fronteras, a los límites, es la conciencia de la paradoja, de
la ironía y del misterio: no la sumisión al sinsentido, no la
renuncia a la razón, sino el estremecimiento estético de
quien canta aún en las “cimas de la desesperación”16. La
tragedia es la afirmación de nuestra condición humana capaz
de generar la palabra poética aun en medio del silencio y de
la muerte.
Por lo tanto, re-pensar hoy la tragedia no es
entregarnos al pesimismo sino asumir la ironía, abrir
espacios para una racionalidad más consciente de sus propios
límites, en la que pueda generarse una ética que reconoce los
límites de su autonomía. El mito trágico, como señala
16 Título del libro de Cioran, En las cimas de la desesperación.
Ricoeur, “es el depositario de lo Ineluctable implicado en el
ejercicio mismo de la libertad”.17
2. La Antígona de Sófocles y el desgarramiento entre lo
humano y lo divino
Los historiadores coinciden en señalar el 442 a. de C.,
como el año del estreno de Antígona. 18 En ese entonces, Atenas
se encontraba en un período de transición entre los vestigios
de una sociedad mítica y el establecimiento del estado
democrático. Veinte años atrás, Pericles había tomado las
riendas del gobierno e instaurado una democracia radical,
mientras que el Areópago, como asamblea aristocrática que
regulaba la actividad de los magistrados, había perdido toda
su influencia y tenía a su cargo sólo labores ceremoniales.
Pero los nuevos tiempos democráticos no se establecieron
sin ciertas dosis de angustia e incertidumbre. Como señala
Albin Lasky, “la consolidación del estado democrático va
acompañada de angustia, y la tragedia, en lugar de limitarse
17 Paul Ricoeur, Finitud y culpabilidad (Madrid: Trotta, 2004), 448.18 José Lasso de la Vega, “Prólogo”, en Sófocles, Tragedias (Madrid: Gredos)57.
a legitimar el nuevo orden, lo problematiza asumiendo esa
angustia”.19
Sófocles, quien ocupara importantes puestos políticos
dentro de la administración de Pericles, estaba involucrado
en la construcción de un nuevo hombre para los nuevos
tiempos. Este hombre nuevo está desgarrado internamente. Se
sabe poseedor de un alma racional, capaz de construir una
sociedad armónica y, al mismo tiempo, se sabe atado a poderes
irracionales que se le manifiestan como un destino cruel e
incomprensible. En las tragedias de Sófocles se experimenta
una vivencia de desgarramiento entre lo humano y lo divino
que no se había visto en el teatro anterior y que hace
conducir la acción dramática hasta el paroxismo del dolor.
Si en Esquilo (525 – 456 a. de C.) había un sentido de
conciliación de contrarios: hombres y dioses, libertad y
destino; en Sófocles (496 – 406 a. de C.) el centro de
interés se desplaza al conflicto visto como irreconciliable;20
19 Albin Leski, La tragedia griega, (Barcelona: El Acantilado, 2001), 188.20 George Thomson La filosofía de Esquilo (Madrid: Ayuso,1970), 61 establece unparalelismo entre Pitágoras y Esquilo, por la búsqueda de conciliación; yentre Sófocles y Heráclito, por el énfasis en el conflicto.
mientras que en la obra del más joven de los tres poetas
trágicos, Eurípides (480 – 406 a. de C.)21, la relación entre
el hombre y los dioses tomará un nuevo giro: el hombre deberá
vivir por cuenta propia. Eurípides no necesitará a los dioses
para crear sus tragedias, le bastan los hombres, y
particularmente las mujeres, con toda la fuerza de sus
pasiones.
En cambio, en Sófocles la relación entre el hombre y lo
divino no es de consonancia, pero tampoco advierte un
alejamiento total entre ambas dimensiones a la manera de
Eurípides. Sófocles representa la dolorosa conciencia de que
el vínculo que une lo divino y lo humano se ha fracturado
irremediablemente; que el ser humano ha sido abandonado por
los dioses, pero que, al mismo tiempo, no se puede afirmar
sin ellos, porque sabe que a fin de cuentas es nada sin los
dioses. Esta “excentricidad” de lo humano con respecto a lo
divino provoca en el héroe sofocleo un terrible sufrimiento y
una desconfianza en su capacidad de razonar.
21 La tradición cuenta una anécdota preciosa: dice que mientras Esquilopeleaba en la batalla de Salamina entre los griegos y los Persas,Sófocles cantaba las glorias de la guerra y Eurípides nacía.
Sófocles refleja así la crisis del espíritu griego en la
que hay una persistencia de lo antiguo con una germinación de
algo nuevo. En su momento, el repertorio de creencias está en
crisis. Y, como explica Lasso de la Vega: “mientras dura el
tránsito, mientras (el hombre griego) vive en dos creencias
situado en un umbral que es a la vez entrada y salida, su
desarraigo de lo divino es un desarraigo íntimo, el de poder
o no poder el hombre hacer sin el dios, el de no tener en lo
divino el asidero que tuvo”.22
Efectivamente, ahora el orden de lo humano no puede
fundarse en el orden divino, no sólo porque los designios de
los dioses son incomprensibles e inalcanzables para la razón
humana —situación que explora ya la tragedia de Esquilo—,
sino porque la ley de los hombres (nomos) ya no es hija de
Dikè, es decir, ya no está dictada desde el orden divino, sino
producto de una decisión humana, que por humana puede ser
arbitraria. Éste será justamente el tema central de Antígona.
Sófocles, por tanto, fundamenta la situación trágica en
una base mucho más radical que Esquilo: la soledad22 Lasso de la Vega, De Sófocles a Brecht, 47.
existencial propia de la condición humana: Lasso de la Vega
lo explica de la siguiente manera: “La fuerza incomparable de
la tragedia sofoclea, reside en la figura aislada, en el
dolor que descarga sobre la figura del protagonista, dolor
absoluto y sin salida.”23
El sufrimiento de Ayax, quien se suicida enloquecido; de
Heracles, a quien su esposa mata accidentalmente provocándole
terribles dolores; de Edipo Rey, sacándose los ojos tras
saber de su incesto y parricidio; de Creón, perdiéndose a sí
mismo; y de Antígona, enterrada viva, no constituyen un
trámite intermediario entre el sufrimiento presente y el gozo
futuro, como en Esquilo (o, siglos después, como en algún
dramaturgo cristiano: Calderón de la Barca), no es “una prima
que garantiza un seguro de eterna bienaventuranza”.24 El
sufrimiento de los personajes de Sófocles es, además de
inevitable, estéril y sin salida.
El hecho de que el héroe trágico experimente un dolor
tan absoluto es la condición para que tome conciencia de su
23 Lasso de la Vega “Prólogo” en Sófocles Tragedias, 48.24 Lesky, La tragedia griega, 48
ser verdadero. En medio de las apariencias que engañan y de
las pasiones que ciegan, sólo el dolor tiene una consistencia
de verdad que proviene de la revelación de la propia
identidad. Aunque no lo quieran: Edipo es el que ha matado a su
padre y se ha acostado con su madre, Creón es el gobernante que ha
actuado con soberbia y se ha equivocado, Deyanira es la asesina de su
esposo. Así, el héroe sufre un dolor sin consuelo que tiene la
virtud de revelarle su verdadera imagen, su yo más profundo y
genuino. Una vez que sabe quién es, el héroe no puede, no
sabe, no quiere transigir. La consecuencia de su
intransigencia es su soledad, el aislamiento total, la muerte
(Antígona) o la condena a permanecer errante (curiosamente ni
Edipo ni Creón encuentran la muerte, que sería a fin de
cuentas una forma de liberación, sino que su mayor condena es
permanecer con vida).
En la obra de Sófocles, el problema de lo trágico es un
problema de conocimiento, o, dicho de otra forma, de
ignorancia, pero no entendida como ausencia de conocimiento,
sino como conocimiento ilusorio, de una apariencia que entra
en tensión con la verdad. Es un problema de hamartia. El héroe
cree saber, de ahí la ironía; Edipo, Creón, Deyanira, creen
saber, y acaba por revelárseles una verdad del todo contraria
a sus creencias. Es justo este límite de la razón, o mejor
dicho, esta conciencia sobre los límites del conocimiento y
del hacer humano, uno de los temas centrales de la reflexión
ética implícita en las tragedias de Sófocles.25
De tal forma que el héroe sofocleo no sólo experimenta
el desarraigo de los dioses, de quienes se ha enajenado, sino
de su propia conciencia que lo hace caer en un conocimiento
ilusorio y le revela la verdad cuando ya es demasiado tarde,
cuando no queda más salida que la muerte o el derrumbe total.
Lo que Sófocles problematiza, expresando los dilemas de
su tiempo, es el deseo de los hombres de fundamentar sus
acciones al margen de los dioses, pero se encuentran con que
su propia razón —insuficiente, limitada y contradictoria— no
les alcanza para basar en ella su capacidad de elegir y
actuar. La humanización de la justicia y la desacralización
25 Cabe señalar aquí que la influencia del exepticismo sofista es notoria.Recordems las tres tesis de Gorgias: 1. Nada existe. 2. Si algo existierasería imposible conocerlo . 3. Si algo existente pudiese ser conocido sería imposible comunicarlo.
del orden público conllevan el riesgo del error, de la
crueldad y de la barbarie.
Esto tiene serias implicaciones de orden político, pues
la ley escrita ya no puede verse como la transcripción de un
orden divino, debido a que hay una separación irrevocable
entre la dimensión política y la dimensión sacra. Estamos
frente a un proceso de secularización de la política, y la
Antígona de Sófocles será precisamente la encargada de
problematizar este proceso, advertir sobre sus consecuencias
y recomendar la única virtud viable ante la amenaza de la
catástrofe: la phrónesis.
Desfondado el orden cívico, con los hombres exiliados de
los dioses, sujetos a sus pasiones (expuestos por tanto a la
hybris) y engañados por una racionalidad insuficiente, la
barbarie aparecerá en el corazón de la civilización con toda
contundencia. Si bien la barbarie es la materia de que se
alimenta la tragedia, y ya está presente en Esquilo, será
Sófocles quien la presente en su descarnada y dolorosa
desnudez.
Recordemos brevemente el argumento: tras la guerra
contra Tebas, los hijos de Edipo se han dado muerte
mutuamente, Eteocles defendía a la ciudad, Polinices la
atacaba. Creón, tío de ambos, ha decretado rendir honras
fúnebres a Eteocles y dejar insepulto el cadáver de
Polinices. Antígona decide enterrar el cuerpo de su hermano
desafiando el decreto de Creón. El gobernante manda enterrar
viva a Antígona a pesar de las advertencias sobre lo
inadecuado de su postura, tanto en términos políticos como
divinos. Ante los malos augurios que le presenta el vidente
Tiresias, Creón cambia de parecer, pero ya es muy tarde,
Antígona se ha ahorcado; Hemón, hijo de él y prometido de
Antígona, se ha suicidado tras intentar atacar a su padre, y
Eurídice, su esposa, al enterarse de la muerte de su hijo,
también se quita la vida.
Se confrontan así dos valores de la civilización: los
derechos de la familia por un lado, y las leyes de la ciudad,
por el otro; el enfrentamiento es tan absoluto que termina
por cuestionar la propia naturaleza del orden social.
Creón encarna el racionalismo secular de lo que algunos
críticos han dado en llamar la “ilustración sofista”, esto es
la fe exclusiva en la razón humana al margen de la verdad y
de las fuerzas divinas. Creón no apela a los dioses olímpicos
para legitimar sus decisiones, sino a la conveniencia de la
ciudad y a su propia autoridad.
Religión y política son dos principios civilizatorios,
sin embargo, la consecuencia de su enfrentamiento será la
intromisión de lo bárbaro, la inversión del “orden” entre
vivos y muertos: el cadáver de Polinices yace insepulto,
mientras que Antígona es enterrada viva.
Así, la obra puede leerse como el reflejo oscuro y
caótico de la hybris (soberbia) humana, que tiene su sede en la
radiante imagen de su inteligencia y capacidad para controlar
la naturaleza y crear civilización, pero que resulta
insuficiente cuando deja de acompañarse por la phrónesis.
Estamos entonces frente a una racionalidad escindida: por un
lado, hay una razón instrumental que domina la naturaleza y
promueve la civilización, pero que puede ser motivo de
orgullo desmedido; y por otro, una razón prudencial, consciente
de los límites de la naturaleza humana, sabedora de su propia
fragilidad y humilde ante los mandatos de lo incomprensible.
La tragedia de Antígona problematiza la primera y recomienda la
segunda.26
3. Antígona en América Latina: del mito tebano a la
convicción política
Como hemos visto hasta ahora, para los griegos la
tragedia corregía la soberbia humana, la terrible hybris que
hacía que los hombres se pensaran independientes de los
dioses; a través de la compasión y del terror, los griegos
promovieron la cohesión de la polis, exaltando la capacidad
de identificar como propio el sufrimiento del otro, y
exaltando la templanza y la prudencia frente a lo
incognoscible e irreparable.
26 Aristóteles distingue entre dos virtudes intelectuales: sophía yphrónesis. Sophía (sabiduría) es la capacidad de pensar bien sobre lanaturaleza del mundo, esto es, sobre lo necesario, lo que no puede ser deotra manera. Phrónèsis (prudencia) es la capacidad para saber cómo y porqué debemos actuar en circunstancias concretas y particulares, es sabermoral sobre lo contingente. La phrónesis requiere tiempo y experiencia, poreso se pueden encontrar jóvenes sabios en geometría o navegación, perodifícilmente jóvenes prudentes (Aristóteles, Ética nicomáquea Libro VI).
El héroe trágico es siempre un desamparado, un
desarraigado, un ser que se enfrenta, casi siempre en
soledad, al destino inexorable, al sufrimiento, al error, a
la ironía. Los dioses le son hostiles y la Fortuna, la
terrible Tické, le vuelve la espalda a cada paso. No hay
espacio para la esperanza ni para la resignación, apenas para
la conciencia de la precariedad humana.
Ahora viene la pregunta: ¿es posible en el s. XXI, tras
siglos de culpa y redención cristiana, tras el humanismo
renacentista - que dio origen a la tragedia isabelina-, tras
las promesas fallidas del racionalismo y la Ilustración, tras
el enaltecimiento de la autosuficiencia y el culto al
individualismo, tras la modernidad y su desencanto, seguir
escribiendo tragedias? Nuestro desacralizado mundo pos e
hiper moderno se sabe ya huérfano de dioses y no se resigna
ante la crueldad del “destino”. George Steiner, en La muerte de
la tragedia lo señala radicalmente: “Cada vez que los dioses
muertos han sido convocados ante las candilejas modernas, han
traído consigo el olor de la putrefacción”. 27
27 George Steiner, La muerte de la tragedia (Barcelona: Azul Editorial, 2001 ), 242.
Por eso en el siglo XX el destino toma nuevas
configuraciones. En Europa el destino asume el rostro de la
guerra. Así, nos encontramos con dos re-escrituras
paradigmáticas de Antígona: la de Jean Anouilh, de 1944,
durante la ocupación alemana -en la que el autor francés
identifica subrepticiamente a la hija de Edipo con el
movimiento de Resistencia para llegar a la conclusión de que
su desafío al poder es tan absurdo como estéril, en un tono
de radical pesimismo existencial-; y la Bertold Brecht, de
1945, en la que el dramaturgo alemán retoma la traducción de
Hölderlin para realizar una abierta declaración a favor de la
paz, donde Polinices no es un invasor sino un pacifista que
se negó a ir a la guerra.
En América Latina, las rescrituras trágicas de Antígona
llegan a los escenarios tamizadas tanto por Brecht como por
Anouilh. La tragedia se torna teatro épico, teatro
documental. El coro crea distancia, a veces complicidad, las
obras enfatizan su carácter representacional, juegan con la
teatralidad, rompen la linealidad de la acción, la
fragmentan, los personajes dialogan directamente con el
público y el coro reaparece disfrazado de periodistas o de
una clase social particular. Tragedia alejada de Aristóteles
y convertida en denuncia social.
En América Latina, tal vez ninguna otra tragedia se ha
rescrito tantas veces como Antígona, su voz ha denunciado los
abusos del poder. Se ha hecho eco de los torturados, de los
desaparecidos, de los indígenas, de los sublevados.
Las Antígonas de las que aquí hablaré: La pasión según
Antígona Pérez de Luis Rafael Sánchez; La ley de Creón, de Olga
Harmony; y Usted está aquí, de Bárbara Colio, desde distintos
lenguajes teatrales, expresan con claridad lo que podríamos
denominar como una ética de la convicción. He seleccionado
estas tres obras entre el universo que conforman las
rescrituras de Antígona en América Latina debido a que han
sido escitas en tres momentos paradigmáticos para nuestro
país: 1968, año del movimiento estudiantil y de la terrible
represión del gobierno de Díaz Ordaz; 1984, año del
levantamiento zapatista, y 2009 punto álgido de la violencia
producida por la llamada “Guerra del Narco”. Así las obras
están distanciadas por periodos de alrededor de 20 años, que
marcan una forma distinta de comprender las relaciones de
poder. Cabe señalar que aunque la primera, Antígona Pérez no fue
escrita en nuestro país, sino en Puerto Rico, la problemática
de los gobiernos autoritarios y dictatoriales que la obra
refleja fue una característica que sufrió una buena parte no
sólo de Latino América sino del mundo occidental. Además,
estas tres obras expresan la fuerza de una convicción
irrenunciable desde tres frentes diferentes La pasión de Antígona
aborda el terreno de los excesos de la represión política, La
ley de Creón expresa los abusos de la desigualdad económica; y
Usted está aquí nos enfrenta con el muro de la corrupción del
poder judicial y la extrema crueldad de los llamados “poderes
fácticos”. Estas tres perspectivas, a pesar de su distancia
en el tiempo, nos dan un mosaico multidimensional de los
retos del mundo contemporáneo.
Según el filósofo francés Paul Ricoeur la convicción es
el antecedente de la disidencia, por tanto es la expresión
más contundente de la indignación que precede e impulsa toda
prefiguración utópica. No hay imaginación de un mundo posible
sin el rechazo de una realidad intolerable. Ricoeur en Sí
mismo como otro28 explica que la convicción surge tras una
experiencia de crisis, de desajuste, de des-ubicación. Tras
esta experiencia de estar a la intemperie y de experimentar
la propia errancia, viene entonces la experiencia de lo
intolerable, es decir, el punto límite del aguante. A partir
de este momento extremo lo intolerable genera una reubicación
en el mundo y otorga un nuevo lugar desde donde enfrentar la
confusión y la pérdida. Lo intolerable revierte la crisis con
su vacío de sentido, para convertirse en adhesión y
compromiso con aquello que sostiene nuestra confrontación con
él:
En la convicción, yo me arriesgo y yo me someto. Yo elijo, pero medigo: no puedo hacer otra cosa. Yo tomo posición, tomo partido yasí reconozco lo que más grande que yo, más durable que yo, más dignoque yo, me constituye en deudor insolvente. La convicción es laréplica a la crisis: mi puesto me es asignado, la jerarquización depreferencias me obliga, lo intolerable me transforma de cobarde ode espectador desinteresado, en hombre de convicción que descubrecreando y crea descubriendo.29
Por tanto, la convicción permite la imaginación y la
construcción de la utopía a través de la negación. El
28 Paul Ricoeur, Sí mismo como otro (México: Siglo XXI, 2006).29Paul Ricoeur, Sí mismo como otro, 92-93.
compromiso no parte entonces de una adhesión abstracta a un
orden determinado, sino de la confrontación en la crisis con
la experiencia concreta de lo inaceptable, de lo intolerable,
es decir, aquello más allá de lo cual la experiencia de ser
persona se disolvería. La Antígona de Sófocles se vislumbra
como un arquetipo de la convicción, de la experimentación de lo
intolerable que la conduce a reubicar su identidad. Así, la
convicción, según explica Ricoeur, no es una propiedad de la
persona, sino un criterio de ella; es decir, una condición de
posibilidad de ser persona. Ese criterio significa que no
tengo otra manera de discernir un orden de valores capaz de
requerirme, sin identificarme con una causa que me supera. En
esta dialéctica de autoafirmación y sometimiento a una causa,
las Antígonas latinoamericanas se juegan la vida. Veamos
cómo:
En el convulso y emblemático año de 1968, el autor
portorriqueño Luis Rafael Sánchez escribe La pasión según
Antígona Pérez, una contundente condena a la figura del dictador
latinoamericano. Antígona es aquí una estudiante de Historia
que participa en un atentado contra el tirano Creón Molina y
roba y entierra los cadáveres de sus camaradas fusilados.
Encarcelada y torturada, Antígona cuenta, desde la oscuridad
de su celda, su historia; una historia que nada tiene que ver
con las versiones oficiales de la prensa amarillista. En este
sentido, la pasión de esta Antígona se establece como un
ejercicio de memoria frente a la falsedad y manipulación de
los medios.
Como en el texto de Anouilh, la “pequeña rebelde” dice
“no” al orden impuesto sobre el silencio y el miedo. Y, pese
a los ruegos de su madre y las amenazas de Creón y de la
esposa de éste, Inés -terrible evocación de Lady Macbeth, que
presiona a su marido para que asesine a la joven-, Antígona
Pérez no puede renunciar “a las convicciones que respaldan
sus actos.”30Antígona Pérez no se resigna, no se conforma y no
transige con la injusticia porque se considera la encarnación
de un ideal: la libertad. Al finalizar su diálogo con Creón,
la protagonista señala:
ANTÍGONA: Hay una noche en que también los tiranos agonizan. Esperaesa noche en tu calendario; vendrá esa noche Creón Generalísimo
30 Luis Rafael Sánchez, La pasión según Antígona Pérez (Puerto Rico: Editorial Cultural, 1996), 28.
cuando todo Molina descubra que ningún pueblo es de ningún hombre,que ningún hombre es de ningún hombre, que cada quien es de sulibertad31.
La Antígona de Luis Rafael Sánchez está completamente
sola; la iglesia y los medios son cómplices del poder, su
madre no la comprende y el hombre al que ama, Fernando, -a
diferencia del Hemón de Sófocles que la acompaña hasta la
muerte-, la ha traicionado: se ha comprometido con la mejor
amiga de Antígona, ha transigido con el poderoso, y, peor
aún, se ha convertido en su carcelero. Ella es la única capaz
de rebelarse, la única capaz de “un acto radical de
conciencia”, la única verdaderamente libre, aunque esté
confinada y ultrajada en su prisión:
ANTÍGONA: Hasta la esclavitud tiene sus defensores. Hasta la ruinhipoteca de la conciencia. Hasta el juego imposible de ser libresin serlo. De ahí que la definición absoluta se persiga, seprocese, se niegue… La salvación no estará en quedarse tranquilos,satisfechos, indiferentes, sino en cuestionar una, dos, muchasveces, si de alguna manera nos están echando de nosotros mismos.También yo comenzaré a gritar: América, no cedas: América, nosufras; América, no pierdas; América, no mueras; América prosigue;América, despierta… 32.
Así, la protagonista representa la encarnación de la
utopía de la libertad en la América Latina de los años 60,
31 Sánchez, La pasión según Antígona Pérez,98.32 Sánchez, La pasión según Antígona Pérez, 104.
capaz de sobrevivir a su propia muerte física, a su propia
“pasión”.
Antígona [dice la propia protagonista] es otro nombre para la ideaviva, obsesionante, eterna de la libertad. Y las ideas no sucumbena una balacera ni retroceden desorientadas por el fuego de un cañónamaestrado. No recortan su existencia porque un tirano inútildecrete pomposamente su desaparición.33
Casi 20 años después de la aparición de Antígona Pérez, en
1984 (año del levantamiento zapatista en Chiapas) la
escritora y crítica teatral mexicana Olga Harmony, escribe La
ley de Creón. La acción está situada en una hacienda mexicana en
los albores de la Revolución de 1910. Antígona, aquí llamada
Cristina, ha interrumpido los preparativos de su boda porque
su tío, un poderoso hacendado, en complicidad con el ejército
federal, disparó contra una rebelión indígena y el cadáver de
Lorenzo, amigo de la infancia de Cristina, quedó expuesto en
la tierra como una trampa para atrapar a los cabecillas de la
rebelión cuando acudan a enterrarlo.
“¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?... ¿Por qué esto. Dios
Santo? ¿Por qué? ¿Por qué dispararon, Nana?”34 son las
33 Sánchez, La pasión según Antígona Pérez,121.
34 Olga Harmony, “La ley de Creón” en Tramoya No. 66 (Xalapa: Universidad Veracruzana, 2001) 7.
primeras palabras que pronuncia Cristina. La protagonista de
La ley de Creón, como la Antígona de Anouilh, tiene una Nana, e
iniciará la primera escena en un diálogo íntimo con quien la
ha cuidado desde niña; pero, a diferencia de la protagonista
del autor francés, que no quiere comprender: (“Comprenderé
cuando sea vieja. Si llego a vieja. Ahora no”),35 la Cristina
de Harmony, antes que nada quiere comprender, quiere
comprender por qué dispararon contra su amigo Lorenzo, por
qué dejaron su cuerpo expuesto, por qué se han rebelado los
indígenas, por qué hay tanto resentimiento, por qué el cura
del pueblo toma partido por los ricos y no por los pobres. La
obra es en realidad la historia de una toma de conciencia y
su consiguiente acto de rebeldía. Poco a poco, Cristina irá
comprendiendo y descubrirá que “los ricos lo son a expensas
de los pobres”, que sus privilegios son frivolidades frente
al sufrimiento de los desposeídos. Ya en el segundo acto es
capaz de este acto de contrición:
CRISTINA: ¡Hay tanto de que deba acusarme! Sí, me acuso: hesido indiferente y egoísta ante el dolor de mis semejantes.He vivido con frivolidad, ocupada en fruslerías, mientras que
35Jean Anouilh, Antígona (Buenos Aires: Losada, 1960) 85.
a mi alrededor la miseria mataba niños, secaba senos,destruía vidas. ¡Y todavía me creía buena!36
Esta “revelación” que la lleva reconfigurar su identidad
la obliga a tomar partido. Cristina, experimenta el límite de
lo tolerable y a partir de ahí establece sus “nuevas
fidelidades”, fidelidades que trascienden su dimensión
espacio-temporal.
CRISTINA: Estoy sola; ya no tengo amigos. ¡Pero qué digo!Tengo muchos, aunque no los conozca a todos. Soy amiga detodos aquellos que me antecedieron en el sacrificio, de todoslos que vislumbran un mundo mejor y aún de aquellos que, sinesperanza, han sufrido en sus vidas la marca de todas lasinjusticias. No puedo flaquear; no estoy sola.37
De esta manera, Cristina toma dimensiones heroicas
abiertas por la convicción. No puede aceptar transigir con la
injusticia como su hermana Isabel. En un interesante giro al
hipotexto de Sófocles su deseo va mucho más allá del entierro
de un cadáver, ella se ha adherido a la causa de los
desposeídos:
CRISTINA: Que entierren o no a Lorenzo, es ahora un hechosecundario. Lo importante es no contemplar con los brazoscruzados toda la injusticia que padece la gente38.
36Harmony, La ley de Creón, 31.37Harmony, La ley de Creón, 41.38Harmony, La ley de Creón, 33.
De manera muy significativa, el enfrentamiento central
de la obra no se da entre Cristina y su tío (Antígona y
Creón), sino entre Cristina y el Cura, a quien la joven
reprocha su complicidad con el poder y su abandono de la
causa de los desposeídos.
CRISTINA:…Ya no creo, padre, ya no puedo apoyarme en él(Dios) y por eso estoy tan sola y desdichada. Querría llenarsu vacío con el amor a la gente, pero tampoco sé amarlapuesto que no puedo luchar por ella (paráfrasis de la célebrefrase de Antígona: yo no vine a compartir el odio sino elamor)
CURA: Deliras. No sabes lo suficiente y te confundes.
CRISTINA: Usted sabe mucho. Usted ha sido ungido como surepresentante y se ha negado a intervenir frente a lainjusticia. Usted no se confunde, padre, pero tampoco hace loque debiera39.
Así, si la Antígona de Sófocles era una defensora
de la tradición religiosa, la Cristina de Harmony
desafiará a la autoridad eclesiástica en función de sus
valores.
En otro giro interesante de la versión sofóclea,
aquí, Cristina morirá de un balazo del ejército al
intentar advertir a los rebeldes que no se acerquen a
39Harmony, La ley de Creón, 32.
enterrar el cadáver de Lorenzo porque es una trampa; su
prometido, quien también se ha solidarizado con la causa
y ha enfrentado el poder de su propio padre, caerá
abatido cerca de ella por un segundo disparo.
Cristina es, como lo dice su nombre, la voz de la
verdadera buena cristiana, consciente de que sus
privilegios son resultado de la desdicha ajena,
solidaria con la causa de los desposeídos, de los “sin
rostro”. Aquí no vemos su “pasión”, ni su tortura, sino
su toma de consciencia y la aceptación de su “culpa” y
la construcción de una nueva identidad que la ubique en
el mundo.
En una de las versiones más más reciente de la tragedia,
Antígona se llama Ana, es una maestra jubilada de primaria y
busca el cadáver de su hijo secuestrado. La dramaturga
mexicana Bárbara Colio nos dice en su texto Usted está aquí,
escrito en 2009, que Tebas está aquí, porque la corrupción
está aquí, porque el poder se ha llenado de inmundicia aquí,
porque es aquí donde la legalidad ha sido secuestrada, donde
reina la impunidad, donde las instituciones protegen a los
criminales, pero también es aquí donde una madre, con su
frágil presencia, desafía el orden criminal y encuentra a los
secuestradores para entregarlos a la justicia, sólo para que
unos minutos más tarde sean liberados impunemente. Es aquí,
en cualquier ciudad de México y de América Latina, donde la
injusticia es imposible.
Basada en una historia real, que sin duda se replica
innumerables veces, la autora construye una tragedia
contemporánea en la que el espectador se sabe partícipe.
Porque es aquí donde los pájaros se han ido huyendo de la
podredumbre, aquí donde se construyen centros comerciales
como si fueran templos y donde los medios, cada vez con mayor
frecuencia, se hacen cómplices del silencio y la impunidad.
La causa de Ana no es la de América, ni la de los indígenas,
sino la causa individual y entrañablemente humana de una
madre en búsca de su hijo, en un contexto en el que
cualquiera puede ser la próxima víctima, incluso los actores
que representan el drama, pues éste es súbitamente
interrumpido por la temida llamada de un celular que, en un
juego metateatral, avisa al actor que su hija ha sido
secuestrada. Con esta ruptura el espectador toma conciencia
de que el “aquí” de la ficción, es el “aquí” de la realidad,
porque es aquí donde estamos todos los mexicanos y muchos
latinoamericanos sobreviviendo a nuestra tragedia, mientras
las balas nos rozan los oídos en espera de no ser nosotros su
siguiente blanco.
Pero esta tragedia de hoy, ésta que cada vez sentimos
más cercana, no es inevitable, no es, como las de Sófocles,
producto de la voluntad de unos dioses locos o malvados, esta
tragedia no es hija de Tiké, sino hija de la corrupción, de
la desigualdad, de la impunidad.
Usted esta aquí, La ley de Creón y la pasión según Antígona Pérez son
tres tragedias modernas, separadas entre sí por más o menos
veinte años, y, aunque obedecen a contextos diferentes, sus
tres protagonistas comparten la soledad y la convicción, son
tres mujeres hundidas en el anonimato, rebasadas por una
sociedad indiferente. La primera se enfrenta a la dictadura
política y su ideal es el de la libertad de expresión; la
segunda se enfrenta a la desigualdad económica y el olvido de
los indígenas y su ideal es el de la justicia económica; y la
tercera se enfrenta a la corrupción y barbarie de los poderes
fáticos y su ideal es el de la justicia. Las tres pierden su
lucha, sin embargo, están muy lejos de las víctimas del
melodrama, porque las tres toman el destino en sus manos y se
enfrentan, desde su fragilidad, al poder que ha
institucionalizado, de una u otra manera, la crueldad.
Aunque hay otras Antígonas en nuestra América como por
ejemplo, Antígona Velez, de Leopoldo Marechal (1951), Pedreira
das almas de Jorge Andrade (1958) y Antigona furiosa de Griselda
Gambaro (1986). No quisiera cerrar esta reflexión sin
recordar el bello poema dramático de José Watanabe que resume
el sentido de la convicción y la posibilidad de la utopía,
pero abierta ahora no por Antígona, sino por Ismene, la
hermana que calló ante el poder, la que transigió por miedo
ante la injusticia. En el texto del poeta peruano Ismene es
la narradora de la historia y quien culmina el entierro
iniciado por Antígona, ella se nos revela así en su
dualidad: la heredera de la causa y la guardiana de la
memoria:
NARRADORA: Las muertes vienen a mí no para que haga oficio de contar desgracias ajenas.Vienen a mí, y tan vivamente porque son mi propia desgracia:yo soy la hermana que fue maniatada por el miedo. …En tu elevado reino pídele a Polinices que me perdone la tarea que no hice a tiempoPorque me acobardó el ceño del poder, y dileque ya tengo castigo grande:el recordar cada día tu gestoque me torturay me avergüenza40.
Antígona es el arquetipo de la rebeldía y la fidelidad a
una causa, el arquetipo de la convicción de que a través de
la negación del presente es posible imaginar un futuro
diferente; pero su valentía tan inquebrantable y radical nos
la hace admirable y lejana. Ismene, por el contrario, se
parece más a la mayoría de nosotros, sabe que lo que ocurre
no es correcto, pero calla su indignación, acepta con su
silencio y se acomoda para sobrevivir. Sin embargo, la
vergüenza de la Ismene de Watanabe es el principio de una
nueva convicción, una convicción que implica la necesidad de
40 José Watanabe, “Antígona” en Poesía completa (Madrid: Editorial Pre-textos,2008)
una redefinición personal para sobrevivir con dignidad en el
presente
BIBLIOGRAFÍA
Anouilh, Jean, Antígona, Buenos Aires: Losada, 1960
Aristóteles, Ética nocomáquea, Mexico: UNAM, 19883.
Bentley, Eric, La vida del drama, México: Paidos, 1985.
Colio, Bárbara, Usted está aquí, Monterrey, CONARTE, 2010.
Doods, E.R., Los griegos y lo irracional, Madrid: Alianza, 1997.
Harmony, Olga. “La ley de Creón” en Tramoya No. 66
Universidad Veracruzana 2001.
Lasso de la Vega, José, De Sófocles a Brech, Barcelona: Planeta,
1970.
----------, “Prólogo”, en Sófocles, Tragedias, Madrid: Gredos,
1998.
Leski, Albin, La tragedia griega, Barcelona: El Acantilado, 2001.
Nietzsche, El orígen de la tragedia, México: Espasa calpe, 1985.
Nussbaum, Martha, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía
griega (Madrid: Visor, 1995),
Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, México: Siglo XXI, 2006.
Sánchez, Luis Rafael, La pasión según Antígona Pérez Puerto Rico:
Cultural, 1996.
Sófocles, Tragedias Madrid: Gredos, 1998.
Steiner, George, Antígonas, Barcelona: Gedisa, 1996.
-----------, La muerte de la tragedia Barcelona: Azul Editorial,
2001.
Thomson, George, La filosofía de Esquilo Madrid: Ayuso, 1970.
Vegetti, Mario, La ética de los antiguos, Madrid: Síntesis, 1989
Watanabe, José. “Antígona” en Poesía completa, Madrid:
Editorial Pre-textos, 2008.