El origen del narco, según la glosa popular sinaloense

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10 EL ORIGEN DEL NARCO , SEGÚN LA GLOSA POPULAR SINALOENSE Froylán ENCISO i i Investigador visitante del Centro de Estudios México-EU, Universidad de California en San Diego. Candidato a doctor en Historia por Stony Brook University de New York y becario de la Harry Frank Guggenheim Foundation. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México.

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E L O RI G E N D E L N A R C O , SE G ÚN L A G L OSA POPU L A R SIN A L O E NSE

Froylán ENCISO

                                                                                                                      Investigador visitante del Centro de Estudios México-EU, Universidad de

California en San Diego. Candidato a doctor en Historia por Stony Brook University de New York y becario de la Harry Frank Guggenheim Foundation. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México.

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Los intelectuales sinaloenses sobre todo desde Badiraguato, municipio al que llaman la cuna del narco han sido muy efectivos en estilizar una historia, en que el narcotráfico es producto de influencias, poderes y apetitos foráneos. Frecuentemente voltean la pregunta de por qué Sinaloa ha sido tan influyente en el establecimiento de rutas de trasiego y la producción de drogas: es una leyenda negra: a los sinaloenses, nos harta que nos criminalicen así de bote pronto, señalan la tirante relación entre quienes están y quienes no están metidos en el mundo del narco, reparten culpas entre los consumidores gringos, su gobierno y sus políticas equivocadas y copiadas por los gobiernos mexicanos.

Sólo así nos permitimos vivir y crear en la vida mientras allá afuerita caen los muertos y los narco siguen siendo un poder real por simbólico y omnipresente.

Gran parte de la crítica a lo qudebe a los cronistas, periodistas, historiadores y un político con sus memorias. Un texto fundacional ha sido

Presagio, número 26 en agosto de 1979. Ahí, Valenzuela estableció la narrativa fundamental de la vida sinaloense entre las drogas:

Difícil resulta precisar fechas respecto a la iniciación del cultivo de la amapola adormidera en Sinaloa, pero sabido es que en la década de 1940, y con motivo de la segunda guerra mundial, se intensifica esta actividad con fines de tráfico en el municipio de Badiraguato, para abastecer de heroína a los Estados Unidos. Por datos precisos y fidedignos se enseñó el procesamiento del opio a un chino que radicaba en Jesús María, el cual se trasladó a Santiago de los Caballeros para trasmitir a varias personas la técnica de procesamiento aprendida por él. Muy pronto aparecieron sembradíos de adormidera en todo el municipio (pp. 15-16).

En el texto los campesinos productores de amapola, primero, y

marihuana, después, aparecen como personajes sin mucha iniciativa. Se dice que actuaban de buena fe para sobrevivir la marginación y la pobreza, al mismo tiempo que eran atacados por agentes del gobierno que condicionaban el ejercicio de la violencia a cambio de un tributo

primero en especie y luego en dinero cuando la producción de opio cundió y bajó de precio. Con los años, vino el colmo de la

campesino llegaron a la voracidad de cobrar tributo y quitarles las cosechas a los cultivadores, enviándolos a la cárce

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Según Valenzuela, durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) era ya evidente para el gobierno que no podían seguir los abusos de autoridad. Por eso, el presidente asignó al general badiraguatense Teófilo Álvarez Borboa para que instrumentara una campaña antinarcóticos. El general Álvarez citó a algunos productores de drogas en Mazatlán. Los perdonó por última vez y pidió que no siguieran en ese negocio. Les pidió que denunciaran a los soldados y policías abusadores. No todos los productores y traficantes dejaron el negocio y, según se infiere del relato, a pesar de la idea del general por castigar a soldados abusadores, muchas arbitrariedades continuaron.

El negocio de las drogas ilegales fue creciendo. Llegó el momento, en la década de 1970 en que, según dice Valenzuela, el consumo interno de drogas en Sinaloa era alarmante. ¡Ya hasta morían por sobredosis! Su preocupación por el consumo, no está de más mencionarlo, iba a contrapelo del mito repetido por el gobierno de México para tumbarse la barra ante los gringos: en México no se consume droga, ese es un problema del primer mundo. Esto por no mencionar que no fue sólo un problema de campesinos pobres, narcos y policías, como se infería por las crónicas en los periódicos. Como todos sabemos ahora, hubo personas connotadas de la élite sinaloense y nacional que entraron en la actividad.

En esos años, se creó la idea de que las campañas de los militares y la PGR algo harían para disminuir el consumo local y salvar a Sinaloa de la leyenda negra. Sin embargo, como apuntó Valenzuela en lo que parece una caricatura previa de lo que repiten en contradictorio mantra moralista muchos narcointelectuales de hoy, las soluciones tienen asideros más sencillos:

Como mejor solución al problema, considero que deben implementarse programas de explotación minera, de bosques, establecer metalúrgicas y aserraderos en la sierra, todo lo cual daría ocupación a cientos de personas que dejarían de practicar ilícitas actividades. Además debe emprenderse una campaña masiva para educar a los padres de familia, con el objeto de tener mayor acercamiento con sus hijos, pues los distanciamientos y conflictos familiares arrojan a los muchachos, a buscar el camino de su liberación, que por lo general lo encuentran en el vicio y la prostitución (p. 17).

Es en esta idea donde se evidencia que la forma en que hemos

contraatacado la leyenda negra sinaloense es inconsistente: en tan

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criminalizado terruño nos hemos contado la historia del narco de forma equívoca: el narcotráfico es producto de problemas de desarrollo económico y cultural; si no fuera así, las soluciones girarían alrededor de cuentos de policías y criminales. ¿Por qué lo contamos como un asunto de origen chino y desprotección ante gobiernos y criminales, nacionales y extranjeros, todos corruptos? En el fondo, quizá, todos queremos ser parte de tan épica y global narración. Recuérdese bien que, como dijo Valenzuela desde finales de los 1970,

la tierra de Loera) triste desde luego en este renglón, llegó a tal como productor

Con el tiempo, varios elementos de las historias locales de las

drogas en Sinaloa se han vuelto lugares comunes de la manera en que los mexicanos nos contamos la historia del narco nacionalmente. Entre otras cosas, el papel de los chinos se ha discutido en Sinaloa a través de los años. Y, por lo menos, luego de los 1970, se ha atribuido el origen del narcotráfico a la llegada de la semilla y la flor de la amapola en manos de un chino que fue parte de una especie de complot estadounidense para obtener fuentes alternativas de opio a las asiáticas, antes de la Primera Guerra Mundial. Ese chino, en parte de la historiografía y la cobertura periodística lleva el mítico nombre de Lai Chang Wong.

En el número de Presagio, ya referido, Enrique Ruiz Alba publicó que

la primera referencia escrita sobre el chino ligado al origen del narcotráfico, según la narrativa sinaloense que hemos podido encontrar.1 Según Ruiz Alba, Lai Chang Wong nació alrededor de 1869 en Hong Kong y se vio obligado a abandonar su tierra natal por un lío de faldas: su propio tío lo persiguió con un sable para lavar la honra de su familia: Lai Chang Wong había embarazado a su tía política.

De acuerdo con Ruiz Alba, la tía de Lai Chang Wong había

dos muchachos que vivían en la misma casa, Lai Chang Wong se embarcó en la primera nao a San Francisco como cocinero. No se sabe la fecha exacta del viaje. En cuanto llegó a California se dice que

                                                                                                                     1 También glosan esta historia García Ramírez, Guadalupe, y Jesús Ramón Gutiérrez. 2004. Partidos políticos y movimientos sociales en Sinaloa, 1929-1940. Ciudad de Culiacán, Sinaloa: Consejo Estatal Electoral de Sinaloa, p. 66.

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consiguió trabajo en una botica, porque se había empapado de lecturas médicas desde muy joven.

Cuando las noticias de la Revolución Mexicana llegaron a sus oídos, en California Lai Chang Wong se las arregló para introducirse a México alrededor de 1911 y se enroló como médico con los revolucionarios del noroeste de México. Durante diez años anduvo en campaña, hasta que un balazo lo dejó rengo de la pierna derecha de

en El Dorado, Sinaloa. Allí, el sacerdote católico José Amarillas2 lo convirtió al cristianismo, y le impuso su nombre.

En El Dorado, el recién bautizado José Amarillas hizo dinero con sus conocimientos médicos. Tuvo muchos amigos y gustaba del juego. En una noche de buena suerte, Amarillas ganó mucho dinero. Sus compañeros querían que siguiera jugando para reponerse, pero huyó, se escondió y poco después se mudó al pueblo de San José de la Puerta, en el municipio de Badiraguato. Puso su primer consultorio y le fue bien como curandero. Enamoró a una lugareña con la que procreó cuatro hijos. Al poco tiempo la dejó y ya en 1927, vivía en la cabecera municipal de Badiraguato, donde se enamoró de una sierreña de ojos verdes, de nombre Jesusita Monjardín.

Era fama que José Amarilla enamoró a Jesusita con estilo de macho mexicano (vaya usted a saber cómo será un macho sinaloense, chinesco y rengo): montado a caballo y con tequila en mano llevaba

Luego casó con ella y tuvo doce hijos. Siendo ya todo un macho                                                                                                                      2 No hemos hallado información de ningún sacerdote José Amarillas. En cambio, hay registro de un revolucionario de ascendencia yaqui con tal nombre. Dice el general neoleonés, José Francisco Naranjo de la Garza, que José Amarillas nació en 1878 en Potam, Sonora. Fue parte

Victoriano Huerta y Pascual Orozco. Luego se unió a Álvaro Obregón en la columna de general Juan G. Cabral. Fue parte de la fuerzas yaquis que participaron en la toma de la ciudad de México en 1914. Durante la intervención estadounidense en Veracruz, en 1914, compartió el mando de las fuerzas yaquis con Morales. Como seguidores de Cajeme, formaron el 20° Batallón de Sonora y luchó contra Pancho Villa. Luego bajo el mando de los generales Joaquín Amaro Domínguez y Heliodoro Charis participó en la Batalla de Ocotlán el día de San Valentín de 1924. Por sus méritos revolucionarios llegó a obtener el grado de General de División. Murió en Mazatlán, Sinaloa, en 1959, pero fue enterrado en Irapuato, Guanajuato, porque de allá era su esposa. En las memorias compiladas por el político sonorense Juan de Dios Bojórquez León, Amarillas aparece como un revolucionario justo, humanitario, institucional y cumplidor que prefería la casa de campaña que el furgón de ferrocarril (Bojórquez, Juan de Dios. 1960. Forjadores de la Revolución Mexicana. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, pp. 133-135; Naranjo, Francisco. 1935. Diccionario biográfico revolucionario. México, D.F.: Imprenta Editorial "Cosmos", sub verbo).

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sinaloense de inesco -

al enorme huerto que tenía su casa y consultorio. También era fama que los chinos en Sinaloa cultivaban muchas

verduras, flores y hierbas medicinales. José Amarillas cultivó col, rábanos, lechugas, tomates, pepinos y esas flores desconocidas entonces pero que pronto serían objeto de gran polémica: las amapolas. Esas hermosas flores de amapola eran una de las materias primas de Amarillas para su medicina natural: conocía los poderes narcóticos y curativos de los opiáceos.

Él mismo dijo Ruiz Alba recolectaba la goma de los bulbos y preparaba las mezclas que en forma de cataplasmas aplicaba en úlceras, llagas y heridas de sus pacientes, para calmarle los fuertes dolores; él mismo preparaba gotas, cucharadas y soluciones elaboradas personalmente, o bien recetaba la Vitacura, medicamento chino que surtía una droguería de San Francisco y era buena para curar hasta 75 enfermedades.

El conocimiento médico del chino José Amarillas fascinaba a

los sinaloenses. Tenía libros escritos en chino que contenían dibujitos de los órganos internos, corazón, hígado, cerebro, estómago. Revisaba los libros y luego atendía al paciente. No usaba el bisturí para nada. Descubría las heridas de los balaceados, estudiaba la trayectoria del proyectil y, si podía, les succionaba la sangre hasta que salía la bala. Si no podía sacar la bala con ese procedimiento o si el proyectil estaba alojado en algún órgano interno, mejor los mandaba con los cirujanos

Dice Ruiz Alba que cuando los chinos empezaron a ser

perseguidos por los gobiernos revolucionarios,3 Amarillas consiguió el favor del entonces presidente municipal de Badiraguato, Raúl Uriarte,4 para irse disfrazado de arriero de arriero chino, así como lo lee al poblado Guadalupe y Calvo, Chihuahua. José Amarillas tuvo la buena suerte la suerte del médico puede ser infortunio del enfermo, como bien se sabe en las agencias funerarias sinaloenses de que hubo un brote de viruela negra en esas tierras. El chino ideó un remedio para

                                                                                                                     3 Quién sabe a qué persecución se referirá, porque hubo muchas. 4 Nótese que Raul Uriarte Cuén no fue presidente municipal de Badiraguato sino hasta 1954-1956 por el PRI (Soto Quintero, Miriam Faviola. 2011. Badiraguato. Culiacán: COBAES/La Crónica de Sinaloa A.C./Ayuntamiento de Badiraguato/La Crónica de Culiacán, p. 27).

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alisar las pieles cacarizas de las personas que tuvieron la enfermedad: excremento de vaca cocido aplicado sobre los hoyos en la piel.

Cuando pasó la campaña antichina apoyada por Plutarco Elías -

cargado de dinero con que pagaba a la banda para que le tocara rago de tequila. Los pacientes de

José Amarillas empezaron a peregrinar a Badiraguato desde Chihuahua, para ver a su sanador. Le traían dinero y regalitos. Con esos presentes, se daba la gran vida, enamoraba muchachas, mantenía a sus 48 hijos, curaba gratis a quien no tenía dinero. Parece haber adoptado las formas del mitológico hombre poderoso del campo sinaloense: sensible y generoso con la gente pobre.

En 1948, José Amarillas decidió retirarse. En compañía de su hijo Chepe se fue a vivir a Jesús María, en la colindancia entre Culiacán y Badiraguato. Murió allí en 1953.

No sabemos gran cosa sobre los más de 40 hijos que se supone que tuvo José Amarillas. Según Ruiz Alba, cinco de los que procreó con Jesusita se convirtieron en profesores normalistas y las dos hijas mayores, Margarita y María, se encargaron de escribir las recetas que dictaba su padre, pero no hay huella de ellas ni de las recetas. Sin embargo, perduran las anécdotas que mezclan el papel de José Amarillas con un plan estadounidense para sembrar opio en Sinaloa poco antes de que iniciara la Segunda Guerra Mundial.

Humberto Valenzuela Álvarez, profesor normalista originario de Surutato y ex presidente municipal de Badiraguato (1990-1992), narró por primera vez la historia de un chino de apellido Amarillas que introdujo la siembra del opio, en una entrevista con Luis Astorga en 1990.5 Luego, en 2001, publicó un breve artículo ampliando los detalles de la historia en la revista Tribuna de los Mochis:

Mire usted: poco antes de 1940, después del pacto que autoridades de altos mandos de Estados Unidos de Norteamérica y México hicieran para tal fin, la comisión encargada de buscar el lugar apropiado para la siembra del enervante, se hizo acompañar de un señor de apellido Amarillas, de ascendencia China que tenía su domicilio en Jesús María, cerca de la presa El Varejonal (hoy López Mateos) y los llevó hasta las montañas en busca de clima y tierras apropiadas, pero también de hombres en que pudieran confiar por su capacidad y valor, así como su discreción. Para tal fin se llegó a

                                                                                                                     5 Astorga Almanza, Luis Alejandro. 1995. Mitología del "narcotraficante " en México. México, D.F.: UNAM/Plaza y Valdés Editores, pp. 62-63.

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Santiago de los Caballeros, Badiraguato, con la seguridad de que en esa región surgieron revolucionarios relevantes como el Coronel Eduardo Fernández, el Sargento Jesús Caro, el Mayor Martín Elenes, el Capitán Mauro Valenzuela, y sería largo enumerar los hombres que pusieron en alto el honor de Badiraguato; unos a lado del General Ángel Flores y otros a lado del General Ramón F. Iturbe, los que jugaron un papel importante, tanto en la toma de

de Mazatlán o defensa como punto clave en todos estos tiempos de lucha revolucionaria. Después fueron solicitados estos hombres de la región de Santiago de los Caballeros, para poner orden en diferentes partes del país, desde Jalisco hasta Cananea ya con el nombre estas circunstancias fueron determinantes para que en esta región, les gustara para la siembra de amapola, una preciosa, pero maligna flor.6

El profesor Valenzuela Álvarez no especifica los términos del

acuerdo entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Sólo lo enuncia sin detalles de dónde quedó algún registro que lo pruebe. Dice que lo aprendió leyendo, hablando con especialistas y observando la vida de su tierra. Para 1946, el cultivo de amapola llegó a su pueblo en la sindicatura de San Javier, Badiraguato, una de las regiones más alejadas del estado. Dijo que para ese tiempo todas la barrancas y cerros de Badiraguato estaban llenos de amapola y que la gente peleaba por obtener semilla para vender el producto a intermediarios que trabajaban para el ejército y el gobierno federal

entregar a los comisionados de los Estados Unidos de Norteamérica, dond El gobierno mexicano perdió el control de esta producción con el tiempo. Llegó el momento en que la comercialización de goma de opio era masiva.

-¡¿Compras goma?!, gritaba alguien de un lado de la calle. -¡No, ya quisiera vender tres kilos que tengo!, contestaban de

la acera de enfrente. Las primeras luchas, dice Valenzuela, no fueron tanto por la

eliminación de narcotráfico, sino para mantener el control del mercado por parte de los productores que estaban aliados con algunos personeros del gobierno. Este proceso que se extendió en las décadas de los años 1950 y 1960 fue el origen del problema que vivimos hoy

                                                                                                                     6

, abril de 2001. El artículo fue reproducido en Soto Quintero, op. cit., pp. 251-256.

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en día, según se infiere del relato de Valenzuela Álvarez. Aunque no aporte muchos datos del supuesto vínculo de José Amarillas con la supuesta comisión binacional de producción de opio, dice que hubo un rápido proceso de aprendizaje de los habitantes locales, en especial los que participaron en la Revolución. También deja claro que no todos los sinaloenses participaron del proceso. Sobre todo quienes tuvieron influencias familiares que los hicieron proclives a la educación formal. Valenzuela Salazar rememora lo que decía su padre.

algo a la familia y a su pueblo. Esas flores se ven muy bonitas, pero son del diablo. De ahí sacan veneno, envenenan a la gente. Nunca vayan a sembrar de esa flor. Fueron estos consejos de su padre y el apoyo de su tío y

padrino, Raúl Valenzuela Lugo, lo que alejó a la familia del profesor Valenzuela del camino del narcotráfico. De sus ocho hermanos, cuatro fueron maestros normalistas, dos ingenieros civiles, uno abogado y otro comerciante. Y su familia no fue la única, hubo otras familias en San Javier que llegaron a ofrecer educación formal a sus hijos, como los Báez Hurtado, Angulo Valenzuela, Báez Márquez, Martínez Lugo y Serrano Salazar. Esta formación, dice Valenzuela, ayudó para que resistiera las tentación de corromperse cuando le ofrecían regalos siendo alcalde de Badiraguato, como un tractor DC-7, una camioneta Ram Charger del año o dos toros de registro Cebú y Suizo.7

Entre las múltiples preguntas que han dejado las ideas sobre el origen del narco en Sinaloa y México en general resalta la falta de una explicación rigurosa acerca de cómo llegaron los chinos a Sinaloa. La historia de un tal Lai Chang Wong que de boticario en California salta a enrolarse en una revolución al sur de la frontera, de ninguna manera

                                                                                                                     7 En 2010, cuando intentaron desaparecer los albergues escolares, Valenzuela Álvarez se enfureció y declaró a la prensala gente de la sierra y hay otras que únicamente atiende intereses muy personales y de grupos y no se preocupan realmente porque las nuevas generaciones se preparen, sabiendo que la preparación es una de las mejores armas para combatir delincuencia, narcotráfico y una serie de delitos que trae co

ta. Semanario de Sinaloa, 26-V-2010, consultado en http://www.semanariolagaceta.com/scgibin/noticias.cgi?Action=Viewdetails&Pk=3553).

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parece disipar las dudas y se antoja ser parte de las mitologías que mezclan hechos con la transmisión de historias orales.

En 1986, el historiador sinaloense de ascendencia japonesa, Heberto Sinagawa Montoya, proporcionó una de las primeras respuestas documentadas sobre el origen del narcotráfico en esas tierras. En su diccionario Sinaloa, historia y destino, bajo la palabra

Desde que llegaron en los inicios del Siglo XX, los chinos se

dedicaron a establecer pequeños negocios: abarrotes, lavanderías, moteles, huertos y restaurantes donde compartían su conocimiento culinario. Sin mediar explicación, Sinagawa dice que los chinos trajeron la semilla de la amapola para seguir con el vicio del opio que transmitían de generación en generación:

Ellos trajeron la semilla de amapola, la sembraron en sus huertos y el producto lo destinaros para su uso personal. Muchos de ellos eludieron a los inspectores del servicio de migración y por medio de un trabajo intenso hicieron fortuna y se acoplaron a la sociedad mexicana; pero la mayoría se encerró en sus sórdidas madrigueras para satisfacer un vicio muy arraigado que se transmitía de padres a hijos en la patria alejada y pobre.

En 1927, el gobierno del Presidente Elías Calles avaló una

campaña antichina que fue popular en Sinaloa y Sonora. Esta campaña racista era apoyada activamente por líderes de cámaras comerciales y amplios sectores de la sociedad mexicana. Llegaron al grado de expulsar de México a chinos con descendencia mexicana. Al parecer, el móvil de fondo era la competencia que los chinos representaban para los pequeños comerciantes en las ciudades del noroeste. Dice Sinagawa que muchos funcionarios que apoyaron la campaña terminaron adueñándose de los exitosos negocios chinos. Pocos chinos lograron eludir la expulsión y los que lo hicieron cayeron en depresión, se encerraron en guetos y aumentaron el uso personal de opio. Con el tiempo, la demanda de opio para los combatientes y ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial y para consumidores que intentaban mantenerse a flote en la vida acelerada de la sociedad industrial aumentó. Según Sinagawa, algunos campesinos sinaloenses asesorados por los chinos produjeron opio en grandes cantidades para salir de la pobreza y abastecer estos nuevos mercados:

La extraordinaria riqueza que propició tal cultivo se extendió como reguero de pólvora especialmente en los municipios sierreños, donde

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la cicatera de la naturaleza se expresa en magras cosechas de maíz y frijol y donde el hambre y el abandono son marcas indelebles en la piel de los sinaloenses ajenos a los avances económicos y sociales frente a una demanda creciente de parte de combatientes y ex combatientes de las guerras y por los viciosos de nuevo cuño que engendró la voraz resaca de la sociedad industrial deshumanizada y cruel.

Sinagawa no menciona ningún pacto entre el gobierno de

México y Estados Unidos. Desde su perspectiva, el origen del narco sinaloense se debió a la transmisión del conocimiento sobre opio de los chinos a campesinos pobres y aventureros cazafortunas. De su narrativa se puede inferir que son estos cazadores de fortunas quienes crearon las expresiones más vistosas de la ahora llamada narcocultura y quienes fueron los responsables de que surgiera tanta violencia en Sinaloa: los ganadores de un negocio ilegal que no puede entenderse sin sus vínculos con gobernantes y la economía política internacional:

La amapola se convirtió en el recurso más socorrido de los que flagelados por miserias ancestrales o por aventureros hambrientos de fortunas rápidas quisieron cobrarse cuentas atrasadas y ascender en la escala social con el lubricante del dinero. Surgieron así fabulosas fortunas exhibidas en los escaparates de residencias diseñadas por famosos arquitectos, llenas de prados, árboles y flores de aluminio, mármol y maderas africanas de bibliotecas compradas por metros, de vajillas de plata adquiridas por kilo, de automóviles de últimos modelo, de ranchos con ganado del más alto registro, con la maquinaria más eficientes y Tal prosperidad ficticia y mal habida creó la peor corrupción social de que se tenga memoria en Sinaloa, alegrada con el ritmo de la tambora y de la metralleta y que fue el origen de una violencia que midió injustamente con la misma vara a todos. A los miembros de las mafias de traficantes y a los sinaloenses ajenos a aquel derroche y dedicados a su trabajo honrado de sobrias y legítimas ganancias. El narcotráfico mancha un estado amante del trabajo y de la paz.

La versión del origen de la migración china y su vínculo con el

inicio de la producción de opio en Sinaloa se tornó más compleja y completa muy pronto en la pluma de Héctor R. Olea. Un par de años después de la aparición del libro de Sinagawa, Olea publicó una

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monografía sobre la historia de Badiraguato, su lugar de origen.8 La criminalización territorial de Sinaloa, y Badiraguato en particular, ha sido evidente en muchos artículos periodísticos sensacionalistas y en la percepción de la sociedad mexicana, inconscientemente respaldada por las historias que han contado los escritores y políticos. Por eso Olea quería dejar claro que no todos los habitantes de ese lugar participaban o avalaban el narcotráfico.

Luego de hacer un recuento de las primeras crónicas sobre el pasado prehispánico por parte de colonizadores y conquistadores espirituales, Olea nos adentra en la historia colonial que resaltaba la enorme riqueza minera, especialmente de oro, en Badiraguato. Cuando esta región se incorporó a la provincia de Nueva Vizcaya a finales del siglo XVI, llevó el nombre de Provincia de Santiago de los Caballeros, porque tenía la categoría de Real de Minas. En nuestros días sólo un pequeño pueblo lleva por nombre Santiago de los Caballeros, y es famoso por ser el lugar de nacimiento de innumerables bandidos y líderes en el tráfico de drogas durante el

emoria de su sobrino, devoto de Santiago el Mayor, don Francisco de Ibarra, a quien sustituyó como gobernador cuando murió en 1575. Además los primeros colonizadores que exploraron las tierras de Badiraguato alrededor de los años de 1530, el capitán de jinetes Cristóbal de Oñate y el capitán José de Angulo eran Caballeros de la Orden de Santiago.

Desde el siglo XVI, Badiraguato se integró a la historia de la minería en la Nueva España: tuvo su primer bonanza minera a finales del siglo XVI; recibió misioneros jesuitas al ritmo que se explotaban nuevos yacimientos en el siglo XVII; sus riquezas fueron registradas y se incluyeron en crónicas burocráticas durante las reformas borbónicas a finales del siglo XVIII, cuando los jesuitas fueron expulsados al mismo tiempo que el lugar se erigió como el epicentro de la minería en la región. Después de este breve y rico relato, Olea sintetiza una historia de modesta participación heroica del pueblo en la guerra de independencia; las pugnas por la formación de la República en la

                                                                                                                     8 Olea, Héctor R. 1988. Badiraguato: visión panorámica de su historia. [Badiraguato, Mexico]: H. Ayuntamiento de Badiraguato y Dirección de Investigación y Fomento de Cultura Regional, Sinaloa.

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primera mitad del siglo XIX;9 las revueltas liberales a finales del siglo XIX10 y la Revolución Mexicana a principios del siglo XX.

La decadencia minera de finales del siglo XIX, es lo que, según Olea, explica el inicio de estallidos sociales revolucionarios, el auge de ciertos bandidos y los primeros momentos del cultivo de amapola en Badiraguato. Menciona Olea a revolucionarios que lucharon ahí. Unos venían de Santiago de los Caballeros: Martín Elenes y su tío del mismo nombre, Eduardo Fernández, Eligio Samaniego, Mauro Valenzuela y Candelarios Ortiz. Otros del poblado de Babúnica, como los hermanos Pilar, Francisco (chico) y Valente Quintero. Otros habían nacido en Durango, en especial en el pueblo de Copalquín, como Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha, sus hijos Mateo y Clara y su sobrino Nabor. Y menciona a José María R. Cabanillas, Juan Ramón Rangel Valenzuela, quien nació en Higueras de Ballaca,

Obeso y su hijo Lázaro. Vale la pena detenerse en su narración sobre la Revolución en Badiraguato; muchos de los personajes, su descendencia y los lugares tuvieron un papel en el inicio del narcotráfico en Sinaloa.

Entre las batallas revolucionarias de 1911 para llevar al poder a Francisco I. Madero narradas por Olea está la toma de Jesús María, poblado señalado como zona de cultivo por quienes sostienen la historia de José Amarilla. Juan M. Banderas y Francisco Quintero estaban a cargo de las tropas que no sólo lograron la toma del ahora mítico Jesús María, sino de Higuera de Ballaca y Ocualtita el 2 de marzo de 1911. La pelea continuó hasta que las tropas maderistas al mando de José María R. Cabanillas tomaron la cabecera municipal de Badiraguato el 23 de marzo. Fue hasta el 31 de marzo que, luego de una cruenta lucha, los revolucionarios cabalgaron hasta Culiacán para anunciar su triunfo al gobernador maderista Diego Redo.

La lucha continuó luego de la usurpación de Victoriano Huerta. El 6 de agosto de 1914, perdió la vida el coronel Juan Ramón Rangel Valenzuela mientras defendía Mazatlán del asedio huertista. El 27 de

                                                                                                                     9 Olea resalta, por ejemplo, que los habitantes de Badiraguato se unieron a la rebelión de Francisco Iriarte y Conde, quien se erigió en gobernante de Sinaloa, y votaron por separar a Sinaloa de Sonora, cuando eran una sola unidad política, el Estado de Occidente (p. 43). 10 En Badiraguato, los ciudadanos juraron la Constitución liberal de 1957 en el palacio municipal, a pesar de que el Obispo había amenazado con excomulgar a quien lo hiciera. Además en las enconadas luchas electorales de los liberales, Badiraguato fue juarista. Por Badiraguato cruzó la columna de Donato Guerra durante la Revolución de Tuxtepec, pone por ejemplo Olea (pp. 44-46).

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diciembre de 1915, las tropas del general Ángel Flores atacaron a fuerzas villistas al mando de J. Miramontes, pero fueron derrotadas. Días después, el mayor badiraguatense Eliseo Quintero venció a los villistas en el cerro de El Macho, y puso fin a la incursión de estas fuerzas antihuertistas en Sinaloa. Al triunfo de Carranza, el general Flores fue designado gobernador del estado el 1 de mayo de 1916. Su sucesor Ramón F. Iturbe confirió la categoría de municipio a Badiraguato, con lo que se eligió a su primer presidente municipal, Candelario Elenes, quien asumió mando el 1 de enero de 1918.

La familia Elenes tiene un lugar prominente en la historia oral y la cultura popular que exalta a los bandidos y revolucionarios de Badiraguato, al igual que sus acérrimos enemigos de entonces, los Quintero. En 1921, se dice que Rosendo Monzón Quintero escribió una de las canciones favoritas de las fiestas en la sierra sinaloense

Elenes de Santiago de los Caballeros y los Quintero de Babúnica. La canción cuenta cómo el mayor Martín Elenes mató a Valente Quintero en una fiesta por una rencilla de honor.11 Para Olea, es una muestra de

expresiones internas de la vida singular y emocional de su Aunque no da pistas para entender cómo estas rancherías y

pugnas se relacionaron con el origen de la producción de drogas. Pero ahora sabemos que algunas tienen un lugar en la historia del narcotráfico: en Santiago de los Caballeros, nació Ernesto Fonseca; La Noria es lugar de origen de Rafael y Miguel Ángel Caro Quintero; de Babúnica es el patriarca de los Quintero que se involucraron en el narcotráfico, Emilio Quintero Payan, y su hermano Juan José; y en Bamopa fue enterrado el revolucionario Valente Quintero. El problema es que Olea ni nadie nos ha contado cómo sucedieron las

                                                                                                                     11 Quintero./ Valente se fue a Santiago/ iba a ver a sus amores/ se fajo su carrillera/ con sus cuatro cargadores./ Su querida le decía/ Valente qué vas a hacer/ el mayor anda borracho/ algo te ha de suceder./ Valente le contestó/ no te quedes con pendiente/ que al cabo si él es mayor/ yo también soy subteniente./ Cuando Valente llegó/ les mando tocar El toro / si el mayor paga con plata/ yo se los pago con oro./ Los músicos le contestan/ no la sabemos tocar/ si no me tocan El toro cántenme a Heraclio Bernal ./ Valente andaba borracho/ con su sombrero de lado/ con esta cuarenta y cinco/ no respeto ningún grado./ Sale el mayor y le dice/ bastante muy disgustado/ Valente tú no eres hombre/ no eres más que ocasionado./ Yo no soy ocasionado/ yo soy hombre de valor/ nos daremos de balazos/ si usted gusta mi mayor./ Se agarraron de los brazos/ se apartaron de la bola/ a los poquitos momentos/ se oyen tiros de pistola./ Llegaba la policía / a ver qué había sucedido/ Valente ya estaba muerto/ el mayor muy mal herido./ Vuela vuela palomita/ si no has de volar detente/ estas son las mañanitas/ del mayor y de Valente.

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cosas. Se limita a dar su versión de cómo los chinos llegaron e iniciaron la actividad. Según él todo empezó con la promoción de inmigración china por parte de Estados Unidos, luego de que los

gobierno norteamericano, para poblar los nuevos territorios, en 1848, trajo mil familias asiáticas que fundaron el famoso barrio chino de San Francisco. Estos Orientales, bagaje de vicios, trajeron el cultivo de la

Sociedades secretas en Pekín, Shangai y Hong Kong

organizaron la inmigración de estos orientales, según Olea. Las mafias secretas chinas, o tongs, fueron un problema en la Alta California desde los años 1860, pero los chinos se dispersaron por todo el Pacífico, a pesar de la resistencia popular. Olea cuenta algunas escenas de resistencia a la supuesta invasión asiática:

La inmigración china invadió los puertos sinaloenses. El nacionalismo y la competencia comercial asiática originó algunos motines. En el puerto de Mazatlán, al anunciarse la llegada del vapor

inmigrados en el muelle, la tarde del 28 de marzo de 1886. Mas el

Manuel Márquez de León, enemigo y opositor del porfirismo, recibido con entusiastas vítores. Ante el fracaso, la muchedumbre se dedicó a recorrer las calles del puelapidando la casa de don Jesús Escobar, agente de la compañía transportadora de asiáticos y el restaurante del oriental Chau. Don Bernardo Vázquez, prefecto del distrito, intervino personalmente a caballo y al frente de la policía montada, que disolvió a los amotinados. El general don Emilio Lojero envió, también, dos partidas de fuerzas federales para reestablecer el orden público (pp. 76-77). Estas manifestaciones de protesta popular contra los chinos

eran frecuentes en aquella época en muchas ciudades del noroeste de México. Dice Olea que se debían principalmente al deseo de impedir su avance en el comercio y la industria en que los chinos lograron

lo chinos varones se unían a mujeres mexicanas. También fueron parte de estos objetivos el deseo de evitar el avance del vicio, porque los chinos eran asiduos a los juegos de naipes y los fumaderos de opio. Olea parece ver en estas protestas cierta resistencia heroica del pueblo de Sinaloa frente a la insensibilidad del gobierno. Cuenta que Ramón

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Corral, miembro del gobierno porfirista, aprobó que el diplomático don Manuel de Aspíroz y el embajador de China en Washington Wo Ting Fan firmaran un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en 1893.12 Según Olea, la mafias chinas se ampararon en este convenio para dedicarse al tráfico de drogas, porque las autoridades no se atrevían a procesar a los orientales, ni había algún inspector de

ar la clausura de los fumaderos de opio y la destrucción de los enormes plantíos de amapola y adormidera que crecían, a la vista de todo público, en las huertas aledañas a la ciudad de Culiacán y en el pueblo de Jesús María, que tenía entonces un millar de

Los sinaloenses tenían la impresión de que los chinos se habían convertido en una invasión de intocables comerciantes viciosos que degeneraban la raza.13 Por eso, Olea parece notar cierto carácter heroico en el surgimiento de comités antichinos en la región. Dice que en 1929 en Culiacán surgió un movimientos nacionalista antichino que sesionaba en la casa de la profesora doña Concepción Ocaranza en la esquina de Colón y avenida Constitución que vino a fortalecer la campaña gubernamental antichina iniciada en 1920. La campaña de

estos comités antichinos con participación de la sociedad sinaloense. Los asiáticos fueron, por fin, expulsados de territorio nacional, gracias al rompimiento de relaciones amistosas con China en 1931, instrumentada por el secretario de Relaciones Exteriores de origen mazatleco, Genaro Estrada, luego de que China perdiera la guerra contra Estados Unidos.

                                                                                                                     12 La migración de chinos al noroeste de México se intensificó con la Chinese Exclusion Act que promulgaron en Estados Unidos durante 1882. Además México y China firmaron un Tratado de Amistad y Comercio, que incluía una cláusula de la "nación más favorecida" en 1893. Según esta autora en la caja fuerte de la Biblioteca Nacional en la Ciudad de México se encuentra una copia de esté tratado, ratificado en 1900, bajo el título "Tratado de amistad, comercio y navegación entre los Estados Unidos Mexicanos y el Imperio de China (Hu-DeHart, Evelyn. "Los chinos del norte de México, 1875-1930: la formación de una pequeña burguesía regional", en: China en las Californias, Centro Cultural Tijuana, CONACULTA, México, 2002, p. 11). 13 También pudo deberse a la falta de empleo. En 1889 el cónsul Edward Kelton, que se encontraba en Mazatlán, envió una carta al Departamento de Estado en que observó que la Anglo Mexican Mining Co. había estado contratando durante dos años trabajadores chinos y que en ese momento tenía alrededor de 150 (Hu-DeHart, Evelyn. "Los chinos del norte de México, 1875-1930: la formación de una pequeña burguesía regional", en: China en las Californias, Centro Cultural Tijuana, CONACULTA, México, 2002, p.11).

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La expulsión de los chinos y el inicio de la Segunda Guerra Mundial son los factores determinantes para explicar el inicio de la

diversas partes del mundo, apoyados por magnates de gran poder económico, en la región se dedicaron al cultivo de plantas narcóticas o

escribió un década antes, acerca del abastecimiento de opio para el frente de batalla estadounidense y del chino en Jesús María que enseñó el procesamiento de la amapola a los badiraguatenses. Olea escribió que en 1941 ya había certeza de la lucha por el narcotráfico y puso como primer evento importante las operaciones de erradicación e intercepción de opio en Badiraguato comandadas por Alfonso Leyzaola, jefe de la policía judicial del estado de Sinaloa:

Acompañado de una fuerte escolta, un martes 1 de abril de 1941, Leyzaola destruyó platíos de amapola e incautó goma de opio de los pobladores de la zona de Santiago de los Caballeros. A su regreso, un docena de hombres los emboscaron desde la parte alta de una cañada llamada Los Alisos. Leyzaola sobrevivió, gracias que su ayudante Francisco Urías lo condujo a una choza para curarlo. Poco tiempo después, sus atacantes los alcanzaron, los torturaron y colgaron a Leyzaola de un árbol.

Luego de este trágico inicio de la lucha por el narcotráfico, la actividad se mantuvo en la región. Olea explica el hecho por motivos geográficos, económico, sociales y psicológicos. La orografía de la Sierra Madre fue buen escondite de cultivadores que aprovechaban el clima propicio para la siembra de amapola. Dada la crisis de la minería, el cierre de la casa de Moneda de Culiacán que atizó la Revolución dejó a la población como un enorme ejército laboral de reserva para actividades ilícitas. En términos sociales, la gente de Badiraguato no estaba consciente de la prohibición de estos cultivos y sustancias. En el ámbito psicológico, según Olea, en la década de los 1940, hubo una ola de miedo generalizado entre la población que permitió trabajar libres a los traficantes. Finalmente, el narcotráfico tuvo auge porque se abrieron nuevos nichos en el mercado internacional de opio, dada la calidad de la amapola de Badiraguato que permitió competir con productores asiáticos.

Heberto Sinagawa complementó esta historia del inicio de la violencia del narcotráfico en Sinaloa con una nota autobiográfica sobre la relación que, desde aquellos años, se estableció entre los productores y traficantes de la sierra con la gentes del Valle de

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Culiacán. Es fama, según Sinagawa, que desde su construcción el mercadito Rafael Buelna de Culiacán fue fundamental para entender cómo la violencia de los productores de opio de la sierra bajó hacia el fértil valle de Culiacán a finales de los años 1940. En el mercadito había una terminal de los tranvías que iban a la sierra, con lo que este espacio se volvió el punto de conexión entre ambas orografías.

narcotráfico en 14

Según él, este germen de violencia se empezó a evidenciar al final de la II Guerra Mundial, pero no después de 1952, cuando las balaceras de los pendencieros campesinos eran ya frecuentes. Luego de bajar del tranvía y cambiar sus dólares, los nuevos productores y traficantes de opio se metía en las cantinas. Había tamboras tocando música tradicional por todos lados. No faltaban los rivales que se aparecían a dirimir sus diferencias a balazos. Fue entonces que se empezó a hablar del narcotráfico y, poco a poco, la violencia se fue esparciendo en todos los rincones de la ciudad. Muchos narcotraficantes construyeron casa en la ciudad de Culiacán, porque según dice Sinagawa (aunque a mí no me convenza) no eran del valle sino de la sierra. Venían del lado de las montañas de Topia o de Canelas, Durango, y se instalaban al oriente de la ciudad. Los de Badiraguato, en cambio, se fueron a vivir a la colonia Tierra Blanca. La fama narca de la colonia Tierra Blanca, retratada en la novela homónima de Leonides Alfaro, se consolidó en aquellos años. Muy pronto llegaron viajeros que, enterados de la tremenda violencia de este pedazo de tierra culichi, preguntaban a los intelectuales locales: -¿Qué es lo que pasa en Tierra Blanca? -¡Pues simplemente que la gente de la sierra ha venido a construir su casa en Tierra Blanca y aquí viven muy contentos! Además se convirtió en un verdadero polvorín, se matan unos con otros, siempre en las famosas vendettas de las bandas rivales, contestaba Sinagawa Los intelectuales sinaloenses no se quedaban callados. Aclaraban a los fuereños que había narcotraficantes muy nobles y serviciales con su comunidad. Sinagawa reprodujo las conversaciones

                                                                                                                     14 Algunos de sus discursos y conversaciones se conservaron en esta publicación: Sinagawa Montoya, Herberto, and Luis Antonio García. 2005. Después de todo, fue muy divertido: relatos autobiográficos de Herberto Sinagawa Montoya. [Mexico]: H. Ayuntamiento de Culiacán, p. 53.

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de los narcotraficantes con la gente del pueblo: -¡Óyeme que tengo a la mujer parida! -¿Cuánto necesitas? -¡Que mi hijo! -¡Que medicinas! -¡Que no llovió! -¡Que necesito comprar un par de mulas! -¡¿Cuánto le hace falta?! Muchos narcos desde aquellas fechas suplieron al gobierno proveyendo de algunos servicios. Se veían muy generosos y pues, si el gobierno no se hacía cargo de llevar los servios a la sierra, les pedían a ellos. Seguramente, muchos narcotraficantes hubieran preferido que el gobierno llegara y se hiciera cargo de los gastos, pero como nunca pasó ellos desembolsaron, por ejemplo, para llevar energía eléctrica a los pueblos perdidos entre los cerros de la Sierra Madre. El costo social fue lidiar con la violencia de sus negocios, porque con ese dinero no todo podría ser bondad. é no le causa ninguna alarma al sinaloense este baño de

Eran tiempos en que el narcotráfico implicaba un destino. Los narcotraficantes seguían ciertos lineamientos o reglas. Sabía que

el Ejército. También liquidarían a los traidores, que poniendo cara de socio buena gente hacían malas jugadas. El pueblo sinaloense y sus intelectuales tenían la certeza de que los grupos de narcotraficantes

estas bandas rivales decía Sinagawa son las que se liquidan unas a otras y son las que nos mantienen en constante zozobra a todo el mundo porque en el alto del semáforo, no sabe uno si de repente lo

Y como el dinero no tiene principios morales ni ideología, fue con base en el dinero que los narcotraficantes entraron a todos los espacios de la sociedad sinaloense. Llegaron a colonias, como la Guadalupe y la Chapultepec, que antes estaban reservadas a los agricultores decentes, sobre todo de ascendencia griega, que se dedicaron a la innovación tecnológica y a la exportación de hortalizas. Los narcotraficantes también atestaron los bancos locales con cuentas de ahorro que nunca se invertían. Luego lograron casar a sus hijos con la hija de algún agricultor poderoso. Se extendieron en cada ámbito de la buena sociedad.

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Ya en los años 1960, era frecuente ir a alguna fiesta del Hotel Ejecutivo, que estaba de moda, para darse cuenta que era el matrimonio de alguna niña bien de Culiacán con el hijo de un narcotraficante sierreño. En alguna ocasión, hubo una de estas fiestas en el Country Club: trajeron gardenias y tulipanes desde Holanda, había caballos y una carroza de los establos de Pedro Domeq y el servicio de banquete viajó desde la ciudad de México con todos sus chefs y meseros. ¿El recuerdito de la fiesta?: Centenarios. Oro macizo para que el bodorrio fuera inolvidable. Por esta profunda vinculación social con el narcotráfico, Sinagawa atinó en llamarnos a aceptar la triste realidad sinaloense:

Culiacán creció con el empuje del tomate, del algodón, del sorgo, del trigo, del arroz, pero también por la fuerza espantosa, terrible del narcotráfico, y en otras circunstancias el narcotráfico ha venido a llenar ciertos vacíos de tipo económico que ha venido permitiendo que la ciudad siga manejándose a cierto nivel con cierta solvencia. Porque muchos economistas se preguntan ¿Qué sería de Culiacán, de Sinaloa, sin el aporte significativo del narcotráfico? ¡tenemos que aceptar esa realidad!

el municipio más pobre de Sinaloa, como es previsible en el relato de Olea y Sinagawa, son el desarrollo económico mediante la explotación de la riqueza minera, ganadera y forestal y la educación. Olea señala que no hay bibliotecas ni escuelas suficientes en el municipio. Faltan profesores y medios de comunicación para llegar a todas las pequeñas comunidades esparcidas en las montañas. Pero se tiene la esperanza de que se logre formar a una élite educativa que ayude a sacar a Badiraguato de la pobreza y el estigma de la ilegalidad, pues el pueblo

tiene fe, a pesar de las privaciones y dificultades pecuniarias,

espera que se logre una cohesión social de todos aquellos niños que se instruyen por medio de una nueva mentalidad, que están en la época de gestación de su generación, elite que se irá formando ante los grandes hechos y variaciones que vayan apareciendo, en su etapa de receptividad, no obstante otros factores agregados que puede interponer una renovación de la sociedad.

En 1991, el periodista sinaloense José María Figueroa Díaz dio

su propia versión del origen del narco sinaloense en su best seller local

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La muerte de Lamberto Quintero. Cuenta del pleito entre la familia Lafarga y la familia Quintero que llevó al asesinato de Lamberto, mitologizado mediante un famoso corrido. Según él, era por todos sabido que la semilla fue traída por inmigrantes chinos a finales del siglo XIX. Figueroa dice que los chinos entraron por puertos

diligencias, intensificó a principios del siglo XX. A diferencia de Sinagawa, Figueroa atribuye, con tono abiertamente racista, su llegada a su

Man Chu se intensificó a principios de esta centuria, cuando se les ocupó como peones en la construcción del Ferrocarril Sud-Usa la referencia a Fu Manchu, personaje ficticio de las novelas del escritor inglés Sax Rohmer. Este personaje no sólo ha circulado desde la primera mitad del siglo XX como arquetipo del malvado criminal asiático en Europa y América, sino que en español permite

agrega irónico Figueroa eran muy afectos a estos paraísos inhalantes. La implacable campaña anti-china los regresó a su tierra, dejándonos como herencia maravillosa esta benéfica fuente de trabajo, favor que

15 Las mitologías sinaloenses sobre el origen del narco han circulado alrededor del mundo, por los menos, durante décadas. Las mitologías sinaloenses, que tanto ha analizado Luis Astorga, se mantendrán por muchos años, dado su gran arraigo popular.16 Nos referimos a la fuerza que adquieren las historias a cuento de contarse mil veces, y también a las relaciones de poder político y económico que las sostienen: las grandes cantidades de dinero que trajo el tráfico de cocaína desde finales de los 1980, la habilidad de los gobiernos para mantener un discurso de persecución a la par de que obtiene cantidades millonarias de recursos corruptos para combatir o colaborar con esta actividad empresarial ilícita, la incapacidad de crear proyectos de desarrollo en la sierra y la habilidad de los traficantes sinaloenses para adaptarse a un mercado cambiante y competitivo. El primer gran mito del origen del narco en Sinaloa es este que atribuye a los chinos todo el crédito por el origen del mal. Es evidente que los chinos sufrieron la persecución racista de los sinaloenses y

                                                                                                                     15 Culiacán, Sin.: Impr. El Diario de Sinaloa, p. 24. 16 Astorga Almanza, Luis Alejandro. 1995. Mitología del "narcotraficante " en México. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Plaza y Valdés.

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sonorenses incluso después de haber colaborado con su esfuerzo al desarrollo económico de estas tierras. Con el correr de los años y las investigaciones, es posible afirmar que los inmigrantes chinos trajeron consigo conocimiento sobre el opio y que, dados sus antecedentes con el imperio inglés (recuérdense las consecuencias de la Guerra del Opio), también trajeron su dependencia física a los opiáceos. Pero los chinos no pudieron iniciar solos ni fueron los grandes beneficiarios de las primeras redes de contrabando de opiáceos. Quedan muchas dudas sobre cómo se establecieron estas primeras redes, cuál fue el papel del gobierno y quiénes fueron los personajes que mayores beneficios obtuvieron de estos contrabandos. Habría que profundizar en la investigación aún de esta compleja historia. Por lo menos parte de esta exploración debería analizar el papel de los campesinos que tuvieron algún papel en el paso de la Revolución Mexicana por Sinaloa. De los pocos datos que tenemos del proceso de aprendizaje de los sinaloenses sobre la producción y el tráfico de drogas son los vínculos entre los grandes apellidos revolucionarios de la región con el subsecuente desarrollo industrial del tráfico. ¿Qué falló en el discursos y los primeros años del ejercicio de poder de los gobiernos revolucionarios que llevó a la división de esta nueva élite entre quienes estaban metidos en el tráfico y quienes no? ¿Qué vínculos hay entre facciones post revolucionarias que no pudieron resolver los conflictos derivados de políticas revolucionarias más que a balazos y abriendo la puerta a nuevas actividades económicas ilícitas? ¿Fue la Revolución un periodo histórico de aprendizaje de habilidades que ayudaron al inicio del narcotráfico? Estas y otras preguntas quedan en el aire, cuando una revisa con cuidado tan prolíficas historias.

El segundo gran mito que circula sobre el origen del narco sinaloense es el supuesto pacto con Estados Unidos para producir opiáceos para el frente de batalla durante la II Guerra Mundial. Esta idea es sostenida en nuestros días por muchos académicos, periodistas, comentaristas políticos, entre muchos otros, debido a versiones como la del intelectual y periodista sinaloense Antonio Haas, quien señaló en 1988 que "...la siembra industrial de la amapola se inició en la sierra sinaloense durante la II Guerra Mundial a instancias y con financiamiento del gobierno de Roosevelt (...) Ávila Camacho accedió a la medida propuesta (...) al terminar la guerra, los dos gobierno acordaron ponerle fin al cultivo..."17

                                                                                                                     17 Antonio Hass, Siempre!, 23 de marzo de 1988, pág.24, citado por Astorga, op.cit., pág.63, nota 45.

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Ha habido intentos de parte de algunos académicos por romper

pacto es parte de las creencias compartidas no sólo por sinaloenses de varias generaciones, sino también por académicos nacionales y extranjeros que le han dado crédito a pesar de la falta de pruebas

Luis Astorga en su libro de 2003, Drogas sin fronteras

hasta que se demuestre lo contrario, el supuesto pacto forma parte de las mitologías sinaloenses sobre el tráfico de drogas, originadas muy probablemente en las oficinas del gobierno estatal de la época o en otros espacios locales de fabri

Los textos de Astorga es de los muy pocos donde de niega tan extendido mito. No es extraño, por tanto que incluso desde la academia otros autores señalen que poco se puede hacer ante la insistencia popular en extenderlo. Nery Córdova, investigador de la UAS, ha señalado que importantes figuras políticas del estado han afirmado con la certeza de quien vio las cosas el afamado mito:

Aunque se ha hablado mucho sobre este pacto cuasi oficial, en realidad no existe algún documento ni firmas explícitas en algún archivo

procurador de Justicia en aquellos años, en el sexenio del gobernador

procurador de Justicia en tres gobiernos diferentes de Sinaloa (los cuarenta, los sesenta y los ochenta del siglo XX), el presidente mexicano Miguel Alemán justificaba el convenio no escrito con la idea

18

El comentario de Nery Córdova se inscribe, estratégicamente, en la frontera entre la reafirmación del mito y la afirmación de las realidades que el ex procurador de Sinaloa, Manuel Lazcano Ochoa dice haber visto. Efectivamente, Lazcano arguye que los agentes aduanales estadounidenses se hacían de la vista gorda cuando los sinaloenses llegaban cargados de goma de opio a la frontera durante la II Guerra Mundial, lo que le parecía algo extraño, pero no afirma ninguna evidencia, más allá de su observación, de algún pacto entre

                                                                                                                     18 Córdova, Nery. 2011. La narcocultura: simbología de la transgresión, el poder y la muerte : Sinaloa y la "leyenda negra". Culiacán, Sinaloa: Universidad Autónoma de Sinaloa, pp. 60-61.

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gobiernos.19 Al margen de esto, Córdova es efectivo en señalar la prevalencia de los mitos fundacionales del narco sinaloense.

En 2007, la periodista sinaloense Judith Valenzuela Ortiz publicó un artículo con un título más que evocativo para los propósitos de este

-Estados Unidos para producir drogas. En su texto, Valenzuela repite muchas de las anécdotas y testimonios que aquí hemos revisado, y cita como fuente la novela Tierra Blanca de Leonides Alfaro para reafirmar la existencia del pacto México-EU para sembrar amapola.20 También cuenta una anécdota alucinante:

Armada de valor para averiguar la verdad sobre el pacto, se enfila rumbo a Badiraguato. El arco y el boulevar curvo de la entrada de la cabecera municipal la reciben en un clima caliente y de calles desoladas. La gente anda en camionetones y cuatrimotos nuevas. Sale de allí rumbo a un poblado llamado El Sitio, como a 15 kilómetros. Atraviesa la carretera que construyó algún hombre con su propio dinero para llegar a su rancho cómodamente quince años atrás. No hay señalamientos, porque este hombre era narco y no quería dar pistas a quien lo persiguiera a su casa. A los costados de la carretera hay tumbas, cruces, imágenes de la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo, santo de las causas difíciles. Finalmente llega a El Sitio y se reúne con Alonso Amarillas, un hombre de 95 años conocido como Loncho que aún recordaba los tiempos en que el narco era legal. Aún ágil y lúcido, Loncho la recibe en su casa de adobe, sentado en una silla de ixtle tejido en su zaguán. Contó cómo empezó a sembrar opio enseñado por su padre Lai Chang Wong en los 1940. Dijo que este naturalista chino tuvo hijos con cuatro mujeres sinaloenses, y que fue contratado para enseñar a otro para que abastecieran en exclusiva a Estados Unidos. Don Loncho suspira y sintetiza la historia:

Mi padre fue el primer hombre que trajo la semilla, sembró y procesó la goma de opio por aquel tratado que hubo entre México y los Estados Unidos, y enseñó a muchos a trabajarla. Se ganaba buen dinero en aquellos años, y a eso nos dedicábamos los que vivíamos aquí en la sierra. En esos tiempos, muchas familias completas se dedicaban a sembrar la amapola, pues cada quien tenía su pedazo de tierra en la sierra para eso. Luego le sacábamos la goma, la hacíamos bola y luego la vendíamos a quien nos la comprara. Grandes fortunas se amasaron a finales de la década de

                                                                                                                     19 Córdova, Nery, Una vida en la vida sinaloense. M emorias de M anuel L azcano O choa , 1992, Universidad de Occidente, Los Mochis, Mexico. 20 Alfaro B., Leonides. 1996. Tierra blanca. [Culiacán, Sinaloa, México]: Fantasma Editorial.

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los 30 y principios de los 40. Ricas y conocidas familias que actualmente manejan comercios importantes en el Estado, o son dueñas de grandes superficies de tierras, tuvieron el origen de su riqueza en el cultivo y el tráfico de drogas. A mí me fue muy bien con las ganancias, pero yo me lo gasté todo. Me gustaba mucho la

aquellos! Vaya usted a saber.