El Deber de Cooperación, como corolario del Principio de Buena Fe

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El Deber de Cooperación, como corolario del Principio de Buena Fe Gonzalo Rivera 1) Introducción. El presente trabajo hará referencia al deber de cooperación o colaboración que radica sobre las partes, tanto en la etapa de formación o perfeccionamiento del contrato, como en la fase de ejecución o cumplimiento del mismo. Dicho deber u obligación deriva del principio de buena fe, postulado general que si bien está ínsito en la dinámica contractual, hunde sus raíces en el ordenamiento jurídico todo, en tanto la necesidad de actuar de acuerdo a los cánones de la buena fe no se reduce a esta especie del ámbito negocial, sino que cubre todo el derecho civil en su conjunto, e incluso otras disciplinas, como el derecho laboral, el de familia y el administrativo, por citar solo algunas. Una exposición completa del principio de buena fe contractual excedería los confines de este modesto trabajo, que por ende se concentrará en uno de sus corolarios: el deber que tiene cada contratante de cooperar con la otra a efectos de permitir, por un lado, el conocimiento de todas las condiciones que regirán el contrato, y por otro, el cumplimiento en tiempo y forma de las obligaciones emergentes del mismo. No obstante este primera aproximación al concepto del deber de cooperación, se observará en el desarrollo de esta monografía que su contenido es bastante más amplio, en tanto es posible incluir dentro del mismo a obligaciones tales como la de no interrumpir las tratativas precontractuales salvo causa justificada, o la de renegociar las condiciones contractuales en caso de cambio de circunstancias, entre otras. Asimismo, será posible comprobar que el deber objeto de nuestro estudio no solo está vinculado al principio de buena fe, sino que tiene inequívocas conexiones con otras

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El Deber de Cooperación,como corolario del Principio de Buena Fe

Gonzalo Rivera

1) Introducción.El presente trabajo hará referencia al deber de

cooperación o colaboración que radica sobre las partes,tanto en la etapa de formación o perfeccionamiento delcontrato, como en la fase de ejecución o cumplimiento delmismo.

Dicho deber u obligación deriva del principio de buenafe, postulado general que si bien está ínsito en ladinámica contractual, hunde sus raíces en el ordenamientojurídico todo, en tanto la necesidad de actuar de acuerdo alos cánones de la buena fe no se reduce a esta especie delámbito negocial, sino que cubre todo el derecho civil en suconjunto, e incluso otras disciplinas, como el derecholaboral, el de familia y el administrativo, por citar soloalgunas.

Una exposición completa del principio de buena fecontractual excedería los confines de este modesto trabajo,que por ende se concentrará en uno de sus corolarios: eldeber que tiene cada contratante de cooperar con la otra aefectos de permitir, por un lado, el conocimiento de todaslas condiciones que regirán el contrato, y por otro, elcumplimiento en tiempo y forma de las obligacionesemergentes del mismo.

No obstante este primera aproximación al concepto deldeber de cooperación, se observará en el desarrollo de estamonografía que su contenido es bastante más amplio, entanto es posible incluir dentro del mismo a obligacionestales como la de no interrumpir las tratativasprecontractuales salvo causa justificada, o la derenegociar las condiciones contractuales en caso de cambiode circunstancias, entre otras.

Asimismo, será posible comprobar que el deber objetode nuestro estudio no solo está vinculado al principio debuena fe, sino que tiene inequívocas conexiones con otras

ideas directrices del derecho contractual contemporáneo,tales como el abuso del derecho y el principio deequilibrio.

1.1) Aclaración metodológica. En el desarrollo delpresente trabajo monográfico, nos referiremosindistintamente al “deber de buena fe” o a la “obligaciónde buena fe”, así como a sus derivados “deber/obligación decooperar”, “deber/obligación de renegociar”,“deber/obligación de informar”, sin que ello implique enningún caso tomar posición respecto a la naturalezacontractual o extracontractual de las referidasobligaciones/deberes.

En efecto, el abordaje de tan interesante cuestiónsupondría desarrollos que exceden el propósito de estapresentación. En tal sentido, solo huelga indicar que laposición que ha resultado mayoritaria en la jurisprudencianacional es la que fuera sostenida hace décadas por Gamarra(1977), conforme con la cual existe una obligación deactuar de buena fe, lo que sitúa al tópico en el ámbito dela responsabilidad contractual. No obstante, dicho criteriono cuenta con apoyo unánime en doctrina, habiéndoseargumentado en algunas ocasiones que el incumplimiento deldeber de actuar de buena fe genera responsabilidadextracontractual.

Tal como adelantamos, no incurriremos en dichapolémica, y haremos mención indistintamente a aquellassituaciones jurídicas subjetivas en algunos casos como“deberes”, y en otros como “obligaciones”.

1.2) El principio de buena fe contractual. Tal comodestaca Ordoqui (2005), “la buena fe como tal va más allá de losnegocios jurídicos, y está presente en toda situación jurídica en la que serelacionen dos sujetos de derecho. Todas las personas deben obrar de buena feen sus relaciones jurídicas, adoptando una conducta leal, honesta, tanto en laconstitución como en el desarrollo de la misma”.

Se trata de un principio general del derecho, al cualla jurisprudencia uruguaya ha asignado raigambreconstitucional, con apoyo en los artículos 7, 72 y 332 dela Carta; señala en tal sentido Van Rompaey (2013) que “Elderecho y el deber de actuar de buena fe se inscriben en la esencia humanistade la disposición del art. 72, adquieren jerarquía supralegal por suincorporación a la citada "cláusula abierta" susceptible de interpretación

evolutiva, expansiva o amplificadora. Deben ser considerados inherentes a todapersona humana por su eminente dignidad de tal”.

Enseña Reyes Terra –citado por el autor- que la buenafe implica reconocimiento y exaltación de los valores de lapersona como fin en sí mismo, como un ser con dignidad,cuya honorabilidad natural se presume; y que, como persona,no puede ser burlada impunemente en la confianza quedeposita en sus semejantes (Van Rompaey, 2013).

Reiteradamente la Suprema Corte ha señalado laimportancia del principio de buena fe “que encuentra sufundamento en valoraciones que provienen del orden ético social (…). Esteprincipio de buena fe objetiva, por tratarse de una regla de comportamiento,debe ser encarado como un principio general del derecho, llamado a cumplirdiversas funciones, entre las que se destacan la integradora y correctiva delcontrato” (Cfme. Sentencia SCJ 846/2012).

La buena fe se ha plasmado en el derecho positivo endos sentidos: uno subjetivo, que tiene que ver con unaactitud de conciencia, consistente en la ignorancia deperjudicar un interés ajeno tutelado por el derecho,aspecto relacionado con la protección del adquirente debuena fe y la teoría de la apariencia; y uno objetivo, quedice relación con un modelo de conducta social debida, alcual se debe adaptar el comportamiento de la persona(Ordoqui, 2005).

El objeto de nuestro estudio se concentra en una delas manifestaciones del segundo de estos sentidos, en tantoalude a un deber de conducta impuesto al sujeto integrantedel vínculo contractual.

Señala Gamarra (1977) que la buena fe objetiva imponea los sujetos la obligación de comportarse de ciertamanera, esto es, actuar conforme al principio general debuena fe; se exige una conducta leal, honesta, escrupulosa,incluso solidaria con los demás sujetos, a quienes se debetratar en tanto que aliados, y no como enemigos; en suma,un comportamiento activo de cooperación, fiel a la palabraempeñada, destinado a satisfacer los intereses de los demássujetos, con los cuales se entró en vinculación.

La norma clave en la materia resulta ser el art. 1291inc. 2º del Código Civil, de acuerdo con el cual, loscontratos “deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan, nosolo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las consecuencias que según su

naturaleza sean conformes a la equidad, al uso o a la ley”. De estamanera, la buena fe proyecta en el contrato, al decir deOrdoqui (2005), una función jurígena normativa, comoverdadera fuente de derechos y obligaciones.

Ahora bien; la disposición legal citada no es más quela expresión de un principio general del derecho, queinspira al legislador en todos los ámbitos del sistema. Aldecir de Gamarra (1977), “toda la relación obligacional contractual,comprendiendo a los dos sujetos a quienes vincula (acreedor y deudor), quedasometida a la regla de la buena fe; el contrato mismo, en sus distintas etapas,incluso el período precontractual (…) se rige por la buena fe”.

En igual sentido, ha dicho el TAC 4º que "la noción debuena fe consagra una regla de conducta en todos los ordenes de la vida, esdecir que excede el ámbito del art. 1291 C.C. que la incluye en todo contrato(función integradora) como obligación específica cuya violación importailicitud, o sea que tutela al contratante tanto en el período precontractual comoen el de su interpretación y ejecución” (Cfme. Sentencia TAC 4º278/2004).

1.4 El deber de cooperación, corolario del principiode buena fe. Del principio de buena fe contractual deriva asu vez una extensa gama de sub-principios, que resultanser, de algún modo, corolarios de aquel. Ordoqui (2008)incluye entre éstos a los principios de equilibrioprestacional, igualdad jurídica de las partes, adecuacióneconómica, tutela de la confianza en la apariencialegítima, transparencia, razonabilidad, protectorio,cooperación, “favor contractus”, congruencia, coherencia ycorrespondencia.

De todos ellos, nos enfocaremos en el principio odeber de cooperación, que de acuerdo con el enfoque deGamarra (2011), se trata de una especie de buena feinspirada en el principio de solidaridad, conforme a lacual, existe el deber de cooperar para proteger el interésdel otro contratante.

Betti (citado por Ordoqui, 2005) resalta el valor eimportancia de esta obligación, que se funda en el deber delealtad que conlleva cumplir la legítima expectativa delco-contratante, y que consiste en la colaboración de laspartes para que ambas prestaciones se realicen.

En un excelente fallo de la Suprema Corte de Justicia,redactado por el Dr. Leslie Van Rompaey, se argumenta que

“como aplicación concreta del principio general de buena fe, de raízconstitucional (arts. 7, 72 y 332 de la Carta) y fértil y concreta expresión legal ensede de ejecución contractual (art. 1.291 C. Civil), las partes deben cooperar ocolaborar en la obtención de la finalidad común que conforme la meta mismadel contrato. Como sostiene Juan Carlos Rezzónico (Principios Fundamentalesde los Contratos, págs. 476 - 477), es la finalidad común la que indica el mejorcamino para cooperar (co-operar) es decir, actuar con concierto en la acciónnecesaria. Esto se hará armónicamente, de manera que no se desvíe elesfuerzo, con reciprocidad en el intento. Y es la buena fe el principiofundamental que orienta la cooperación” (Cfme. Sentencia SCJ204/2002).

Este principio ha sido recogido, asimismo, en elart. 5.3 de las normas contractuales de Unidroit, en el quese señala que una parte debe cooperar con la otra cuandoesta colaboración sea razonablemente esperada para elcumplimiento de las obligaciones de esta última.

Pero además de esa faceta del deber de cooperación,atinente a la etapa de ejecución del contrato, existe otracronológicamente anterior, relativa a la etapa deperfeccionamiento del vínculo, que es la que es analizaráen el próximo apartado.

2) El deber de cooperación en la etapa anterior alperfeccionamiento del contrato.

En toda la fase que precede a la conclusión delnegocio, las partes están obligadas a comportarse deacuerdo al canon de la buena fe. En efecto, desde que seinician las tratativas tendientes a la posible celebraciónde un contrato, los sujetos intervinientes deben actuar conlealtad y respeto frente a los otros negociantes, y en casode incumplir dichos deberes u obligaciones, incurrirán enresponsabilidad precontractual.

Como ha dicho la Suprema Corte, citando a Betti, “labuena fe exige una lealtad al tratar, como la obligación de expresarse conclaridad, que impone hacer patente a la otra parte el verdadero estado decosas, desengañándola de eventuales errores y absteniéndose de toda formade reticencia fraudulenta (non disclosure). No se trata sólo de deberesnegativos originados en la idea de no dañar, sino de cargas positivas delealtad, claridad e información -dar a conocer la realidad de las cosas tal comose las conoce según ciencia y conciencia- configurando una buena fe de

naturaleza contractual concebida como un efecto prodrómico del acuerdoderivado del contrato social” (Cfme. Sentencia SCJ 204/2002).

Conforme a tales postulados, puede sostenerse que eldeber de cooperación rige ya en la etapa previa alperfeccionamiento del contrato, manifestándoseprincipalmente en dos facetas: a) el deber de informar; b)la obligación de no interrumpir las tratativas salvo motivojustificado.

2.1) El deber de informar. Tal como apunta Gamarra(2006), el deber de informar no es exclusivo de lastratativas, dado que abarca etapas posteriores alperfeccionamiento del contrato; pese a ello, no puedesoslayarse que es en la etapa precontractual donde el mismoalcanza mayor significancia, en tanto su cumplimientogarantiza mayor libertad en la contratación.

Ilustra Caffera (2000) que tradicionalmente hanexistido dos enfoques respecto a la información en la etapaprecontractual.

Por un lado, el enfoque obligacional, que pone elacento en el emisor, cuyo eje está centrado en el deudor deinformación, sobre el cual pesa una conducta debida. Enesta perspectiva, la respuesta tradicional ante elincumplimiento es de carácter sancionatorio –de regla,resarcitorio-. A esta matriz corresponden todos los modelosbasados en la aplicación del principio de buena fe en lafase de tratativas (art. 1291 inc. 2º CC, y también arts.1672, 1717 y 1721 CC).

Por otro lado, el enfoque estructural, que pone elacento en el destinatario de la información, centrando suatención en las consecuencias de la falta de información.En este modelo, la respuesta ante el incumplimiento es lanulidad, en tanto se considera inválida una voluntadformada en base a una información insuficiente o errónea(art. 640 Código de Comercio).

El autor agrega, a su vez, la presencia de un nuevoenfoque, en el cual el acento está puesto en la proteccióndel mercado. Señala que el gran cambio que subyace a lasleyes de defensa del consumidor y de defensa de lacompetencia es el pasaje a una consideración global osocial del tópico, en busca de obtener transparencia yracionalidad del mercado. El modelo de respuesta

perteneciente a este nuevo enfoque está aún en discusión,aunque nuestra Ley 17.250 ya optó por el sancionatorio ypor la conservación del contrato (Caffera, 2000).

Corresponde analizar ahora cómo fue previsto estedeber en el Código Civil, y de qué manera ha sido recibidoy regulado en la Ley de Relaciones de Consumo.

2.1.1) El deber de informar en el régimen del CódigoCivil. Entiende la doctrina, en forma prácticamenteunánime, que el Código Civil previó la existencia de undeber de informar en la etapa de las tratativas, obligaciónque deriva del principio de buena fe contractual, recogidoen el multicitado art. 1291 inc. 2º del Código.

A nivel jurisprudencial, cabe destacar un excelentefallo del TAC 2º, redactado por el Dr. John Pérez, en elque se señalara que si bien no resultaban aplicables alcaso las disposiciones de la Ley 17.250, debido a que elnegocio había sido celebrado con anterioridad a su sanción,de todos modos “el demandado tenía el deber de informar respecto detodas las condiciones concretas atinentes a la celebración del contrato. Enefecto tal obligación encuadra dentro de las que Betti denomina generales deprotección, de respeto y de reciproca conservación de las esferas de interesesque se ponen en contacto y están regidas a prevenir y alejar daños de la esferade intereses de la contraparte: (Cfm. Betti, Emilio. Teoría General de lasObligaciones. Rev. de Derecho Privado. Madrid. 1969. pág. 110). (…)

Como afirma Bianca el canon de la lealtad, está plasmado en trescomportamientos negativos: no inspirar intencionalmente falsas expectativas,no fomentar intencionalmente falsas expectativas, y no especular sobre lasfalsas expectativas que razonablemente genere en la otra parte. Es por ello quedeben ser comunicadas las circunstancias que se conozcan, para evitar a lacontraparte la producción de un daño, un aumento de costos o una prestacióninexacta (Cfm. Bianca. Diritto Civile 3. giuffre editore Milano 2000)” (Cfme.Sentencia TAC 2º 28/2010).

Conforme las enseñanzas de Gamarra (2006), existendiversos criterios para determinar los casos en los cualescorresponde dar mayor trascendencia al deber de informar.En tal sentido, debe atenderse en primer lugar a la calidadde los contratantes, en tanto la obligación de informarserá especialmente relevante cuando haya un “experto” y un“profano” (por ejemplo, en la relación médico-paciente). Ensegundo término, debe considerarse la naturaleza delcontrato, dado que el deber en estudio será más riguroso en

los llamados “contratos asociativos” o “de colaboración”(como la sociedad o el mandato). Y en tercer orden, habráde tomarse en cuenta la importancia del contrato, puestoque la necesidad de cooperación será particularmenterelevante en los negocios de gran envergadura económica.

En cuanto al contenido de la información debida,sostiene el Maestro que la misma está limitada a los datosque resultan trascendentes, esto es, aquellos que influyensobre la decisión de suscribir o no el contrato, o al menosde celebrarlo en las condiciones presentadas. Agrega eltratadista que, en virtud del principio deautorresponsabilidad, no existe un deber de informaraquellos datos que la contraparte puede procurarse por símismo (Gamarra, 2006).

Sin perjuicio de citada la norma general del art. 1291inc. 2º, el deber de informar ha sido previsto en diversasdisposiciones específicas del Código Civil; así, en materiade saneamiento por vicios ocultos, donde la no comunicaciónpor el vendedor de un vicio conocido genera suresponsabilidad (art. 1721 CC); también existe aquellaobligación en sede de evicción, habilitando al compradorque no fue informado del gravamen a rescindir el contrato oa obtener la indemnización respectiva (art. 1717 CC); delmismo modo, cuando el vendedor conoce la pérdida del objetovendido, y no la comunica, surge también su responsabilidad(art. 1672 CC); por último, se ha previsto en sede devicios del consentimiento, que quien cometa dolo incidenteen el proceso de formación del contrato, quedará obligado asatisfacer cualquier daño que hubiere causado a lacontraparte engañada (art. 1276 CC).

2.1.2) El deber de informar en el régimen de la Ley deRelaciones de Consumo. En el ámbito de las relaciones deconsumo será el proveedor el sujeto encargado de instruiral consumidor. El deber en estudio adquiere un rol centralen la Ley 17.250, puesto que “el art. 32 consagra su vigencia en laetapa precontractual y asimismo en la fase de perfeccionamiento y ejecucióndel contrato, y crea varios ‘deberes especiales’, a los que además tipifica yregula minuciosamente, luego de proclamar a la información (suficiente, claray veraz) como derecho básico del consumidor (art. 6, C)” (Gamarra, 2006).

En cuanto al alcance del art. 6º de la ley, cuyoliteral C enumera como derecho del consumidor a “lainformación suficiente, clara, veraz”, ha señalado Caffera (2000) que

se trata de “una norma programática: señala un camino que luego debeser completado por otras normas (…) En el caso concreto del derecho a lainformación la línea indicada por el mencionado Artículo 6º se completamediante las normas que establecen los deberes de informacióncorrespondientes. (…) El literal C es una directriz y su concreción se manifiesta,a su vez, en normas jurídicas de tipo primario como los Artículos 15, 17 o 20 dela misma ley. No hay en el mencionado literal C una fuente autónoma dedeberes de información”. Gamarra (2006) adhiere a estainterpretación de la norma.

Para Szafir (2009), en cambio, como contracara delderecho consagrado en el art. 6º lit. C, pesa sobre elproveedor la obligación de informar en forma clara, veraz ysuficiente desde antes del nacimiento del contrato,obligación de origen legal, que configura un deber deconducta accesorio; por ende, según esta posición, quemodestamente compartimos, existe un deber general deinformar a cargo del proveedor, el cual se extiende másallá de lo específicamente dispuesto en los arts. 15, 17 y20 de la ley.

Por su parte, en relación a las consecuencias de laviolación del deber de informar, destaca Caffera (2000) queel art. 32 de la ley, al enumerar las respuestas ante elincumplimiento de dicho deber, no incluye respuestasanulatorias, optando por el modelo sancionatorio,inclinándose de esta forma por la conservación delcontrato; no obstante lo cual, la posibilidad de resolucióndel mismo, establecida por dicho precepto, acerca el modeloen términos prácticos al resultado final de la anulación,sin perjuicio de que, desde un punto de vista teórico, setrate de institutos bien diversos.

2.2) La obligación de no interrumpir las tratativassalvo motivo justificado. Una segunda manifestación deldeber de cooperación en la etapa precontractual, es aquellarepresentada por la obligación que tienen los tratantes deno desvincularse de las negociaciones cuando han generadoen la otra parte una legítima y razonable expectativa deque el contrato llegará a formarse, excepto que tenganaquellos una causa que justifique tal desvinculación.

Respecto de dicha temática, enseña Gamarra (2006) quela libertad de las partes en el período precontractualdetermina que, en principio, no exista obligación decontinuar las tratativas hasta el final, porque la voluntad

en este periodo no alcanzó concreción ni definitividad; esuna voluntad que se encuentra vacante, que sigue indecisa,y que por tanto puede orientarse libremente, ya sea haciala formación del contrato, ya sea en sentido de abandonar osuspender las tratativas. Ahora bien, ello no significa quese deje sin tutela alguna a la confianza de las partes enla formación del contrato, la cual solamente puedesacrificarse cuando quien interrumpe la relación tiene unmotivo justificado para ello.

Expresa en tal sentido el Maestro que, para que puedaconfigurarse la responsabilidad precontractual, se exigentres requisitos: a) confianza legítima y razonable de unade las partes en la formación del contrato; b) recesoinjustificado (sin justa causa) de la otra; y c) dañoprovocado por la interrupción. Luego agrega, siguiendo laposición de la Corte de Casación italiana en Sentencia defecha 8/5/1963, que “si el desarrollo de las tratativas es tal por suseriedad y determinación, que crea una confianza en la estipulación delcontrato, es responsable la parte que rescinde sin justa causa violando laobligación de comportarse de buena fe” (Gamarra, 2006).

En consecuencia, cuando se interrumpan las tratativassin motivo justificado, habiéndose generado previamente unaespecial confianza en la contraparte, se configurará unsupuesto de responsabilidad precontractual para el sujetoque se desvinculó de las negociaciones, quien quedaráconstreñido a reparar los daños y perjuicios generados porese hecho ilícito.

2.3) Posibles consecuencias al incumplimiento deldeber de cooperación en la etapa precontractual. Diversasson las respuestas que el ordenamiento jurídico prevé paralos casos de incumplimiento de este deber.

a) La sanción típica, que constituye la regla generalen la materia, será la obligación de indemnizar los daños yperjuicios generados por dicho incumplimiento; laresponsabilidad será contractual o extracontractual, segúnse entienda que el comportamiento ilícito configura unaobligación o un deber general de conducta.

Esta respuesta de índole resarcitoria está previstapara el incumplimiento del deber de informar en el art. 32de la Ley de Relaciones de Consumo, así como en los yareferidos arts. 1276, 1672, 1717 y 1721 del Código Civil.

Asimismo, igual consecuencia prevé la doctrina para loscasos de interrupción ilícita de las tratativas.

b) Asimismo, en algunas ocasiones, una violación deldeber de informar que se haya producido en la faseprecontractual, puede habilitar luego a la contraparte asolicitar la resolución del contrato fundada en talincumplimiento; dicha posibilidad es admitida tanto en elart. 32 de la Ley 17.250, como en el art. 1717 del CódigoCivil.

c) Otra posible consecuencia, para determinados casosde incumplimiento de la obligación de informar, puede serla nulidad del negocio, hipótesis que ocurrirá cuando laomisión de información recaiga sobre uno de los elementosesenciales del contrato y sea de tal gravedad que no puedaconsiderarse válida a la voluntad emitida por el sujeto quedesconoció dicha información sustancial (vicio delconsentimiento: error).

En tal sentido, puede citarse una impecable sentenciadel TAC 2º, redactada por el Dr. John Pérez, que confirmóel pronunciamiento de primera instancia emitido por elJuzgado Letrado de Primera Instancia en lo Civil de 3ºTurno (Dra. Claudia Kelland), por el cual se había anuladoun “boleto de reserva”, en el que se le había ofrecido enventa a la actora un apartamento dúplex de tresdormitorios, sin habérsele informado que los dosdormitorios de la planta alta no eran bienes propios, sinobienes comunes de uso exclusivo. Señaló el Tribunal en elfallo de segunda instancia que los demandados “ocultaroninformación relevante que determinó en la actora la existencia de un error enla sustancia del bien que pretendía adquirir, que de conformidad a loclaramente preceptuado por el art 1271 del CC determina la nulidad delcontrato celebrado” (Cfme. Sentencia TAC 2º 295/2010).

d) Por su parte, en algunas oportunidades, elincumplimiento del deber de informar puede dar lugar a unanulidad parcial del contrato, que afecte exclusivamente aaquellas cláusulas que se vieron condicionadas por esainformación insuficiente o irregular. Es lo que ocurre enla hipótesis regulada por el art. 640 del Código deComercio, en sede de contrato de seguro, que si bienestablece que la omisión de información por parte delasegurado determina la anulabilidad del contrato –como untodo-, ha sido pacíficamente interpretado que faculta a

exigir la nulidad de la cláusula específica respecto a lacual se observa el defecto de información.

e) Otro efecto de la violación del deber de informaren la etapa precontractual radica en que dichacircunstancia justifica la ruptura de las tratativas porparte del contratante que advierte la transgresión(Gamarra, 2006).

f) Finalmente, el incumplimiento del deber decooperación en el íter negocial puede dar lugar a laaplicación del aforismo "nemo auditur propriam turpitudinemallegans", cuyo sustrato ideológico es el mismo que el delprincipio general de buena fe, y que impide fundar unaacción o defensa en la propia culpa. Tal ha sido latesitura adoptada por la Suprema Corte en dos destacadosfallos (Sentencias SCJ 388/2004 y 820/2012), en los cualesse desestimaron defensas o acciones promovidas por sujetosque habían incumplido aquel deber de conducta.

2.4) Jurisprudencia respecto al deber de cooperaciónen la etapa precontractual. Haremos referencia a algunosfallos dictados en los últimos años que han tratado elpresente asunto, en general descartando que haya existido,en los casos sujetos a estudio, incumplimiento del deber decooperar.

a) En primer término, cabe destacar dos recientessentencias en las cuales se analiza si la desvinculación delas tratativas por parte de uno de los negociantes eslegítima, o si por el contrario genera responsabilidadprecontractual.

En una de ellas, recaída en torno a un contrato dearrendamiento de inmuebles, el propietario solicitaba lacondena en daños y perjuicios del sujeto que habíapretendido arrendarlo y luego se había desvinculado de lanegociación. El Tribunal actuante hizo una extensa cita dela obra de Gamarra, en cuanto a la responsabilidad de laparte que rescinde sin justa causa violando la obligaciónde comportarse de buena fe, y señaló que, en el caso,obraba prueba de “la existencia de esa causa válida –que debe ser situadaen la esfera externa del recedente– que no es otra que tener en consideraciónque el bien adolecía de defectos, como específicamente se hizo constar por elcodemandado LOYOLA como causa de que no lo alquilaba (fs. 89), extremo ésteque no surge de autos que no fuera verdad, ya que es más se dice que se

efectuaron las reparaciones con posterioridad al mismo. (…) se puede inferirfácilmente que existió una justa causa para dar por concluidas lasnegociaciones, lo que tira por tierra la existencia de mala fe necesaria parareclamar la responsabilidad que se pretende” (Cfme. Sentencia TAC 2º166/2012, Dr. Álvaro França –r-).

b) El otro pronunciamiento sobre este tópico pertenecea la Suprema Corte, y descarta también la existencia deresponsabilidad precontractual, señalando que “no quedóacreditado comportamiento de mala fe del co-demandado Enrique VidalMartins (ni, por consiguiente, de la sociedad civil “Hijos de Enrique J. Vidal”) alponer fin a las tratativas, ni ruptura intempestiva de las negociaciones. (…)Resulta de la valoración probatoria efectuada por la Sala que transcurrió másde un año el periodo de las tratativas, hasta que el codemandado Vidal (de 88años de edad) se agotó de éstas, de la larga espera, expresando que deseabauna respuesta de los actores para terminar el negocio. (…) El lapsocomprendido entre febrero de 2003 y febrero de 2004 resulta prudente paraconsiderar que debió existir una voluntad concreta (de los actores) deconcluir con las tratativas y celebrar el negocio, razón por la cual la decisión deVidal de culminar con esa situación de incertidumbre e indefinición, resultalegítima y sin tinte alguno de comportamiento de mala fe de su parte”(Cfme. Sentencia SCJ 820/2012, Dr. Ricardo Pérez Manrique –r-).

c) Por otra parte, cabe considerar algunas sentenciasque desestimaron alegados incumplimientos del deber deinformar en la etapa precontractual.

El primer caso refiere a una promesa de compraventaque no llegó a concretarse, argumentando en su defensa elapelante (promitente adquirente) que la afectación, poreventual concreción de una proyectada expropiación para elensanche de la avenida donde estaba situado el bien,configura el impedimento previsto en la cláusula 2ª, lo quese le había ocultado en las negociaciones. Señala el TAC4º, en fundado pronunciamiento redactado por el Dr. JorgeLarrieux, que la cuestión llegada a su conocimientoconsiste en “decidir si el apelante fue informado de la situación, si laconocía con anterioridad a las reservas (…) lo sustancial para el progreso dela defensa era acreditar que la actora inobservó los deberes de información(arts. 137, 139, 140 CGP), deber general ínsito en la buena fe en la relaciónsocial anterior al contrato mismo, con el inicio de las tratativas (art. 1291 C.C,Gamarra Ob.cit. T. Xi pág. 39 y ss. ed. 1979)”.

Luego de analizar la prueba, concluyó el Tribunal que“no sólo no hay indicios de intención dolosa ni aún reticente de los actores,

sino que las propias partes admiten gestiones prolongadas de negociación, conasesoramiento de profesionales y también se acredita que los antecedentesdominiales se pusieron a disposición de su Escribana (…) El recurrentedispuso entonces de asesoramientos, negoció primero un alquiler y luego lacompra del inmueble asiento de la explotación comercial, tuvo conocimiento dela expropiación posible por ensanche de la Avda. y no probó además que ello lepudiera ocasionar perjuicios futuros -de concretarse la expropiación- a suemprendimiento comercial, que pudiera justificar la no celebración de loscontratos para el 11.6.2001, por incidencia amplificadora en el término"impedimento", de forma que la responsabilidad del incumplimiento sólo a élcorresponde imputar” (Cfme. Sentencia TAC 4º 62/2005).

d) El segundo caso refiere a un contrato de seguro,cuestionándose por parte del asegurado que se le hubierainformado que las primas eran reajustables. El litigio seresolvió por la ya citada sentencia del TAC 2º 28/2010, enla que se indicó que, en la etapa precontractual, pesansobre cada contratante no sólo los deberes negativosoriginados en la idea de no dañar, sino también cargaspositivas de lealtad, claridad e información. Se sostuvoasimismo que, en la especie, no surgía de un examen delcontrato ni de las probanzas aportadas que se hubierenvulnerado tales deberes; “En efecto, a juicio de la Sala, surge conclaridad meridiana, de una lectura del contrato celebrado, que se encontrabaespecíficamente establecido que se trataba de primas reajustables situaciónque hoy pretende desconocer el recurrente. Es de resaltar que la póliza seencuentra redactada en términos sumamente claros y precisos no habiendoacreditado la actora que conforme su "intelectualidad" de cliente medio nohubiera podido entender lo que todos entienden”.

e) En tercer lugar, cabe hacer referencia a otroasunto, vinculado también a un contrato de seguro, en elcual la aseguradora pretendía no cubrir un siniestro,alegando que el asegurado había actuado con reticencia alno haber indicado concretamente de qué material era eltecho que había sufrido el daño. En segunda instancia sehabía acogido la defensa de la aseguradora, desestimando lapretensión indeminizatoria promovida por el asegurado(Sentencia TAC 3º 255/2003). Interpuesto recurso decasación por parte del accionante, el mismo es acogido porla Suprema Corte en una excelente sentencia redactada porel Dr. Daniel Gutiérrez, en la que se señaló, en primerlugar, que “el vínculo contractual entre las partes es un contrato deadhesión en tanto fue instrumentado en formulario redactado en exclusividad

por la demandada (…) Por tanto, constituía un imperativo de diligenciamínima para el asegurador exponer de modo claro las condiciones en las queestaba dispuesto a cubrir los riesgos en caso de verificación del siniestro. (…)

Resulta, pues, a juicio de la Corte, equivocada la conclusión de la Sala encuanto a que el asegurado incurrió en reticencia transgresora del principio dela buena fe, implicando ello el derecho a la cobertura pactada (art. 640 C.Comercio). Y ello por cuanto no puede imputarse falsa declaración, reticencia omala fe a la parte que adhiere a un contrato extendido en formulario tipo,redactado por quien luego pretende agraviarse de que no fue contestado loque ella misma omitió preguntar. (…) La lealtad y buena fe que debenpresidir el perfeccionamiento del vínculo contractual y el cumplimiento de lasobligaciones en él pactadas, tienen, pues, idéntico alcance para ambas partes,resultando, en función de la relevada omisión de la aseguradora alconfeccionar el contrato tipo, de aplicación el aforismo "nemo auditurpropriam turpitudinem allegans", cuyo sustrato ideológico es el mismo que eldel principio general de buena fe, e impide fundar una acción o defensa en lapropia culpa. No puede, entonces, la aseguradora invocar reticencia delasegurado para exonerarse del cumplimiento de la cobertura pactada cuantoestaba en condiciones de incluir en el contrato todas aquellas cláusulas queconsiderara relevantes, en defensa de su interés y aun de realizar lasverificaciones o descartes que entendiera pertinentes” (Cfme. SentenciaSCJ 388/2004).

f) Por último, merece destaque la ya aludida Sentenciadel TAC 2º 295/2010, en la que se consideró que existió unrelevante incumplimiento del deber de informar por partedel promitente vendedor de un apartamento dúplex de tresdormitorios, que había omitido comunicar a los promitentesadquirentes la relevante circunstancia de que dos de losdormitorios no eran bienes propios, sino bienes comunes deuso exclusivo. Sostuvo en tal oportunidad el Colegiado que“tal circunstancia no solo no surgía de la oferta efectuada, sino que tampocose podía inferir tal extremo por parte de un comprador medio, al cual estabandestinado los folletos informativos. No es lógico suponer que un dormitoriopueda constituir un bien común de uso exclusivo. Debemos tener presente quela parte demandada tenía el deber de informar respecto de todas lascondiciones concretas atinentes a la celebración del contrato. (…) Ahora bien,nada de ello aconteció en la especie, ya que ambos codemandados, no solopresentaron una unidad como que poseía un determinado metraje, sino quetambién ocultaron información relevante que determinó en la actora laexistencia de un error en la sustancia del bien que pretendía adquirir, que deconformidad a lo claramente preceptuado por el art. 1271 del CC determina lanulidad del contrato celebrado”.

3) El deber de cooperación en la etapa de ejecucióndel contrato. Conforme lo dispone el inc. 2º del art. 1291CC, los contratos deben ejecutarse de buena fe.

Destaca J.L. Gamarra (2007) que dentro de lasfunciones otorgadas a la buena fe, sobresale suconsideración como límite al ejercicio de un derechoderivado de un contrato, y que no es casual que esteprincipio sea reclamado prevalentemente en la fase deejecución, ya que ésta constituye, al decir de De Majo, unazona franca en ocasión de cual el comportamiento incorrectopuede causar grave perjuicio a la otra; la concreción delprincipio “toma en cuenta no la posición de cada parte singularmenteconsiderada, sino especialmente la relación creada, la posición ambos sujetos(…), comportamiento que en definitiva debe orientarse a la protección de lapropia función económico-social del acuerdo”.

Señala Ordoqui (2005) que el principio de la buena feen la ejecución del contrato permite priorizar solucionesacordes a una mayor justicia social, que suavizan lasrelaciones entre el deudor y acreedor, los que se debenentre sí cooperación mutua, dado que ambos deben actuar debuena fe; ello lleva a que, desde un punto de vistapositivo, deban cooperar para que se cumpla el contrato, entanto, desde un enfoque negativo, deben evitar realizaractos que puedan afectar la normal ejecución del negocio;el deber de actuar de buena fe en la etapa del cumplimientose concreta con la vigencia de deberes específicos, uno delos cuales es justamente este deber de cooperación.

En igual sentido, enseña Larenz –citado en laSentencia de la SCJ 820/2012- que de las exigencias de labuena fe derivan, para todos los participantes en unarelación obligatoria, “determinados deberes de conducta que hacenreferencia a la preparación de la prestación propiamente dicha, a su forma deejecución, a la cooperación que según la equidad puede esperar cada parte dela otra en semejante relación (Cfme. Derecho de Obligaciones, I, p. 154)”.

La Suprema Corte ha sostenido con insistencia que“como aplicación concreta del principio general de buena fe, de raízconstitucional (arts. 7, 72 y 332 de la Carta) y fértil y concreta expresión legal ensede de ejecución contractual (art. 1.291 Código Civil), las partes debencooperar o colaborar en la obtención de la finalidad común que conforme lameta misma del contrato” (Cfme. Sentencia SCJ 204/2002; en

igual sentido Sentencias SCJ 348/2012 y 846/2012, entreotras).

Una precisa conceptualización del deber de cooperaciónen fase de ejecución puede leerse en una fundada sentenciadel TAC 2º, redactada por el Dr. John Pérez, en la cual seseñala que no debe perderse de vista que “la buena fe negocialdomina y tutela todo el ordenamiento jurídico y que ambos sujetos (acreedor ydeudor) se ven compelidos a actuar de buena fe. La buena fe incide sobre laconducta del acreedor en dos sentidos, imponiéndole el  deber de  cooperar  eimpidiéndole  el  ejercicio  abusivo  de  su derecho. Por incidencia del primerode estos efectos de la buena  fe, el accipiens no puede limitarse a esperar quesu deudor cumpla, él también protagoniza la relación, por lo tanto carga con eldeber de prestar toda la colaboración que exija  la  naturaleza de laprestación. Le esta prohibido adoptar una actitud absolutamente pasiva queagrave el deber de prestación del deudor, ni mucho menos que impida uobstaculice la realización de la conducta debida” (Cfme. Sentencia TAC2º 195/2013).

En conclusión, existe en todo contrato un deber decooperación que pesa sobre el acreedor, consistente encolaborar con el deudor para hacer posible el cumplimiento,por parte de este último, de las obligaciones emergentesdel contrato que los vincula.

3.1) Necesaria distinción entre deber de cooperación ycontratos colaborativos. Este deber de cooperación en laejecución que venimos analizando y que recae, como hemosdicho, sobre el acreedor, no debe confundirse con laobligación de colaboración que pesa sobre las partes enciertos contratos, en atención al objeto específico de losmismos (como la sociedad, el mandato, el arrendamiento deobra, el seguro, etc.).

En tal sentido, ha dicho la Corte que en determinadosnegocios “la nota de colaboración –necesaria en todos los contratos-aparece como predominante. Como señala Rezzónico: “Es bien distinta laposición de quien compra un objeto y quien debe asumir la representación deotra parte o llevar adelante un contrato de edición. En estos últimos casos(mandato, locación de obra, edición, sociedad) existe una manera particular enque los contratantes deben participar, y de no hacerlo así el fin del contrato nose logra o no se alcanza en el tiempo o de la manera deseables...” (Autor citado“Principios Fundamentales de los Contratos”, p. 482, nota al pie de página 32)”(Cfme. Sentencia SCJ 738/2012).

Si bien ambos temas están estrechamente relacionados,el objeto de nuestro estudio se centra en el deber genéricodel acreedor de cooperar con el deudor en la ejecución detodo contrato, y no en esta específica obligación decolaborar, propia de algunos contratos en particular.

3.2) El deber de cooperar supone no abusar del derechode crédito. Se entiende por abuso de derecho, aquellaactividad ilícita consistente en el ejercicio de un derechode modo contrario a la buena fe, la moral, las buenascostumbres, o inclusive con intención de dañar o en formadesviada.

Tal como destaca Jonas Bergstein –citado en laSentencia de la SCJ de fecha 12/3/2003- el abuso de derechoy la buena fe son dos principios generales del derecho quetienen idéntico sustrato ideológico, en función de lo cual,se considera que se incurre en abuso de derecho, y por lotanto en ilicitud, toda vez que el mismo es ejercido enviolación al padrón general de conducta impuesto por labuena fe.

Pese a la ubicación del art. 1321 CC, que integra lasección dedicada a los delitos y cuasidelitos(responsabilidad extracontractual), la doctrina entiende,en forma pacífica, que la temática regulada por el mismo,esto es, el abuso de derecho, excede los márgenes de dichosistema, coloreando al ordenamiento jurídico todo. La normaen cuestión refiere al exceso de “derecho” sin distinguir,por lo cual, es dable considerar que también los derechospersonales, relativos, o de crédito, pueden ser objeto deabuso en su ejercicio por parte del titular, quien en talcaso quedará obligado a responder por los perjuicioscausados.

Pues bien, de acuerdo a tales postulados, cabeconcluir que una violación del deber de cooperación en lafase de ejecución del contrato, supone que se ha hecho unejercicio abusivo del derecho de crédito del cual estitular el acreedor.

Así se ha considerado en la referida Sentencia del TAC2º 195/2013, en la que se consigna que la buena fe impideal acreedor el ejercicio abusivo de su derecho, lo cualimplica la prohibición de asumir una conducta totalmente

pasiva o reticente, que dificulte, agrave o impida elcumplimiento de la prestación por parte del deudor.

3.3) Vinculaciones del deber de cooperación con otrosinstitutos o figuras afines. El incumplimiento de estedeber de colaborar en la etapa de cumplimiento tieneparentescos con otras conocidas figuras del derechocontractual, en todas las cuales se analiza la conducta delsujeto activo de la obligación, tales como “la mora delacreedor”, o “el hecho o culpa del acreedor”.

En efecto, los referidos institutos tienen en común laparticularidad de quitar el foco del lado pasivo delvínculo obligacional, observando otras circunstancias queestán más allá del deber de realizar la prestación, paraanalizar si la contraparte: a) ha dejado de colaborar conel deudor para hacer posible la realización de la conductadebida (violación del deber de cooperación); b) haimpedido, u obstaculizado el camino, para que el sujetopasivo pueda liberarse de su obligación (mora delacreedor); c) ha contribuido causalmente a la generacióndel daño provocado por el incumplimiento (hecho o culpa delacreedor).

Dada la similitud de estas figuras, es posible que enciertos casos el incumplimiento del deber de cooperación sepresente en conjunto con alguna de las otras mencionadas.

En cuanto a la mora del acreedor, enseña Berdaguer(1994) que la misma supone incumplimiento de la obligaciónde cooperar con el deudor para hacer posible elcumplimiento, y requiere que la falta de cooperación noesté justificada, citando como ejemplo la falta deconcordancia entre el contenido de la obligación y laprestación ofrecida por el deudor.

La definición que da el autor da una idea de la íntimavinculación entre la mora del acreedor y el deber decooperación en fase de ejecución. Por ejemplo, en uncontrato de arrendamiento de inmueble, una vez finalizadoel mismo, el arrendatario tiene la obligación de restituirel bien al arrendador; si este último opone trabas,negándose a recibir el inmueble, puede verse configuradauna hipótesis de incumplimiento del deber de cooperaciónque pesa sobre el arrendador (acreedor de la obligación de

restitución), y darse, a su vez, los requisitos para quetenga lugar la incursión en mora del mismo.

Ahora bien, debe tenerse en cuenta que una vezverificada la mora del acreedor, ello no es suficiente paraextinguir el vínculo obligacional, sino que resultanecesario transitar los procedimientos de liberacióncoactiva, esto es, promover los procesos de oblación yconsignación (puede verse, en tal sentido, las Sentenciasdel TAC 1º 135/2009 y 20/2012). En cambio, para considerarconfigurado un incumplimiento del deber de cooperación,estimo que no resulta preceptivo transitar tales caminosprocesales.

Por otra parte, la violación del deber de cooperarpuede determinar, en ciertas ocasiones, que el daño que elacreedor alega haber sufrido, no sea imputable en sutotalidad al incumplimiento del deudor, sino soloparcialmente, en tanto se entienda que la conducta delacreedor contribuyó causalmente a la producción de esedaño, lo que la doctrina denomina como “hecho o culpa delacreedor”.

En tal sentido, puede convocarse una fundada sentenciadel TAC 5º del año 2008, redactada por el Dr. Luis Simón,recaída ante una demanda de responsabilidad contractualpromovida por un cliente de una empresa de seguridad, luegodel hurto que sufriera éste en su domicilio, sin contar conrespuesta efectiva por parte de la empresa. Señaló elColegiado que “la negativa del actor a que permaneciera en el lugar unguardia de la empresa demandada o su no insistencia en la realización de unainspección minuciosa, por las razones que fueren, implicó no prestar suconcurso al cumplimiento de la prestación de su contraria. En efecto, se cambióin itinere de empresa contratada, no consintiéndose la permanencia de guardiani indicándose formas de completar la inspección (…) Así como la restanteempresa convocada pudo luego comprobar desperfectos y convocar a laPolicía, podría haberlo hecho antes la demandada, pero no lo llevó a cabo poromisión propia y conducta corroborante del acreedor, quien directamente optópor convocar a otra empresa, sin agotar las posibilidades de la convención quele ligaba con la accionada ni cooperar con ésta para una mejor inspección. Porconsiguiente, concluye el Tribunal que únicamente resulta imputable a la partedemandada el 40% del resultado lesivo, obedeciendo el 60% restante alproceder de la propia víctima o su esposa y al comportamiento ilícito deterceros” (Cfme. Sentencia TAC 5º 26/2008).

3.4) Vínculo del deber de cooperación con el principiode equilibrio contractual. La obligación de renegociar.Enseña Blengio (2004) que el principio de equilibriocontractual, manifestación objetiva del principio deigualdad en las relaciones entre particulares, tiene unenfoque estático y uno dinámico; el primero dice relacióncon el momento de perfeccionamiento del contrato, y esconcebido en general como “la composición armoniosa del contenidonegocial”; el segundo, en tanto, está vinculado al estadiode ejecución del contrato, oportunidad en la cual aquellacomposición armoniosa puede verse alterada por diversascircunstancias.

Señala el autor que las circunstancias que puedenalterar el equilibrio contractual en su faz dinámica puedendividirse en dos grandes grupos, uno que incluyecircunstancias relativas al comportamiento de las partes, yotro integrado por factores dependientes del medio jurídicoy socio-económico en que se inserta el contrato. Entreestos últimos, se plantea la cuestión de la excesivaonerosidad superviniente, o la alteración de las basesobjetivas del negocio, ámbito donde el principio deequilibrio contractual puede ser un importante instrumentopara servir de base a la recomposición del equilibrioalterado (Blengio, 2004).

Es aquí donde entra a jugar la existencia de unaobligación de renegociar, que tanto en la opinión deBlengio como de Gamarra (2009), recae sobre las partes deun contrato oneroso sujeto a tales circunstanciasextraordinarias.

Pues bien; tal obligación, a mi juicio, no es más queotra modalidad del deber de cooperación en fase deejecución, en tanto será el acreedor de la obligacióndineraria quien deberá prestar su colaboración con eldeudor para recomponer los términos del negocio, intentandohacer menos gravosa la prestación de este último.

Sostiene el Maestro que el fundamento de derechopositivo de la obligación de renegociar se encuentra en laregla de conducirse de acuerdo a buena fe, consagrada en elart. 1291 CC, precisamente para la etapa en la que puedeacontecer el riesgo contractual, la buena fe in executivis.Aclara luego que “si el derecho a renegociar se basa en la necesidad deregular la incidencia de las circunstancias modificativas supervinientes sobre la

economía del contrato, deben configurarse todos sus caracteres, antespuntualizados. En consecuencia, aunque se diga que el contrato ya no es másfijo y determinado, sino fluido y cambiante, la afirmación está acotada, porqueel remedio conservativo va a operar excepcionalmente, en casos limítrofes yanormales” (Gamarra, 2009).

Si bien el tratadista no admite, como sí lo hace elProf. Blengio, la aplicación de la teoría de laimprevisión, ni la revisión judicial de los términos delcontrato, acepta sí que el juez condene “a indemnizar los dañosy perjuicios causados por el tratante de mala fe, o aquel que no se aviene a unasolución razonable. (…) la tutela resarcitoria puede configurar un modoindirecto de provocar la adecuación del contrato” (Gamarra, 2009).

El punto fue objeto de estudio en una excelentesentencia dictada por el TAC 4º, cuya redacción estuvo acargo de la Dra. Graciela Gatti, en la que finalmente sedesestimó el alegado incumplimiento de la obligación derenegociar, por considerarse que en el caso no se habíanverificado las circunstancias extraordinarias exigidas porla doctrina.

Sostuvo la Sala que, en la especie, “el resultadoeconómico del contrato se deriva de los márgenes previstos por las propiaspartes al utilizar el mecanismo de reajuste de las obligaciones pactando elprecio del arriendo en moneda extranjera (…) los negociantes perfeccionaronel arrendamiento debatido y sus componentes, entre ellos el precio y el plazo,en estricto ejercicio de la autonomía de la voluntad, conforme ecuacióneconómica de inversiones y riesgos, que si bien para el caso no se concretaronen beneficio del arrendador, no habilitan a imponer a los demandados laobligación de revisión de los términos del acuerdo y ante su incumplimiento, elpago de daños y perjuicios, en total ausencia de vicios del consentimientoposibles, y en tanto, por demás, la estipulación de que el pago debía hacerse enmoneda extranjera implica la asunción de riesgos que excluye la aplicabilidaddel instituto de la imprevisión, y con ella la de la obligación de renegociar, alresultar irrelevantes las fluctuaciones del valor del signo monetario nacionalfrente a la divisa foránea que asume el rango de la moneda del contrato y demedio solutorio necesario y excluyente” (Cfme. Sentencia TAC 4º241/2012).

3.5) Posibles consecuencias al incumplimiento deldeber de cooperación en la fase de ejecución del contrato.Sostiene Gamarra (2011) que “la protección de la buena fe carece deregulación legal específica, y como las violaciones pueden asumir muy diversasformas, y la solución ha de tener en cuenta las circunstancias de cada casoconcreto, el juez tendrá que estar dotado de las armas que le permitan

proteger plenamente a las víctimas de los comportamientos contrarios a labuena fe; de ahí la necesidad de contar con una pluralidad de remedios”.

Agrega luego el Maestro que si bien la reaccióntradicional es la reparación del daño, se han idoadicionando nuevas herramientas de tutela, como ser lapreclusión y pérdida de derechos o excepciones, denegaciónde efectos, nulidad, reintegración en forma específica, ola resolución del contrato, que componen un sistemaarticulado y flexible, dentro del cual el juez opera conpoderes discrecionales, porque lo que importa es elegir,para cada especie, la mejor manera de neutralizar laconducta del infractor (Gamarra, 2011).

En la ya citada Sentencia de la SCJ 204/2002, seseñala, citando a López Ferreira, que “la conducta contraria a labuena fe conforma un comportamiento disvalioso y antijurídico, cuyaconsecuencia será la exclusión de quien incumpla el deber jurídico de buena fede aquellos beneficios otorgados a quien lo acate, así como la sanción contrala validez o eficacia del acto o negocio jurídico de que se trate”.

Las consideraciones expresadas respecto de laviolación de la obligación de actuar de buena fe resultanplenamente aplicables a la hipótesis de incumplimiento deuno de los corolarios de dicha obligación, cual es el deberde cooperación en la etapa de ejecución del contrato.

El repaso jurisprudencial que se realizará en éste yen el próximo apartado permite inferir la existencia dedistintas respuestas a dicho incumplimiento, las cuales nose agotan en la clásica reacción resarcitoria, sino queincluyen una extensa gama de remedios, que pueden ir desdela reparación del daño, hasta la ineficacia del actoejercido en contrariedad con la buena fe.

a) Existirá en primer lugar, de regla, una obligaciónde reparar los perjuicios causados a la contraparte por elincumplimiento del deber de cooperación.

Al respecto, pueden convocarse las resultancias de unlitigio resuelto recientemente por el TAC 2º, en relación auna pretensión resarcitoria formulada por una empresa quehabía resultado adjudicataria de una licitación convocadapor la Intendencia de Montevideo para la construcción deuna vía de tren. En el caso, luego de dictado el acto deadjudicación, la empresa adjudicataria presentó a laAdministración el proyecto definitivo para la realización

de la obra licitada y comenzó la ejecución de los trabajos,antes de que dicho proyecto recibiera aprobación, la cualfinalmente nunca llegó. La empresa formuló entonces demandade daños y perjuicios contra la Comuna, la cual fue acogidaen primera instancia por Sentencia Nº 109-74/2012 delJuzgado Letrado en lo Contencioso Administrativo de 1ºTurno, a cargo del Dr. Federico Tobía.

Sin embargo, el Tribunal actuante en segunda instanciarevocó la sentencia de condena, al considerar queformalmente no había existido aprobación del proyectodefinitivo, por lo que no asistía razón al planteo de laactora (Cfme. Sentencia TAC 2º 54/2013, Dr. Tabaré Sosa -r-). La decisión se adoptó por mayoría, quedando discordeel Ministro Dr. John Pérez, quien expresó que laIntendencia no adujo la existencia de defectos técnicos ocircunstancia alguna que impidiera la aprobación delproyecto, sino que se desprende de autos que simplemente nolo aprobó para dejarlo morir, lo cual supuso un actuarcontrario al principio de buena fe, por lo que entendió queprocedía la condena a reparar los daños causados a laempresa.

b) En segundo lugar puede señalarse, como posibleconsecuencia del incumplimiento del deber de cooperación, ala ineficacia del acto ejercido por el acreedor encontravención al principio de buena fe.

Apunta en tal sentido Gamarra (2011) que “nuestrosmagistrados utilizan el abanico de remedios mencionados sin interrogarsepreviamente acerca de la naturaleza de la sanción que están aplicando, ni decitar normas legales. (…) si la buena fe del art. 1291 inc. 2º pertenece a laetapa de ejecución del contrato, entonces es más adecuado hablar dedenegación de efectos, en lugar de nulidad, vicio genético; las sentencias querechazan, desestiman o se niegan a tutelar el derecho esgrimido, estánfundadas en la ineficacia aunque no lo expresen”.

Asimismo, desde otro enfoque, considerando alincumplimiento del deber en análisis como un caso deejercicio abusivo del derecho de crédito, puede llegarse aigual conclusión. En efecto, tal como destaca Blengio(2008), el abuso de derecho puede dar lugar a una variadagama de consecuencias, una de las cuales es la de que, “alno haber derecho, sino hecho ilícito, no se producirán las consecuenciasvinculadas a la actuación de aquel (ineficacia en sentido amplio)”.

El abuso de derecho se puede configurar, por ejemplo,en relación al ejercicio de la potestad de resolver elcontrato por incumplimiento, pactado en una cláusularesolutoria; en tal hipótesis, si el sujeto que resuelve elcontrato por incumplimiento de la contraparte habíaincumplido a su vez su deber de cooperación, laconsecuencia será la ineficacia del ejercicio de lacláusula resolutoria.

Tal fue la situación ocurrida en dos casos resueltospor sendas sentencias de la SCJ, en los cuales elcontratante que había ejercido la cláusula resolutoria nohabía satisfecho su carga de cooperar con la contrapartepara facilitar el cumplimiento de las obligaciones de estaúltima; en virtud de ello la Corte consideró, en amboscasos, que el ejercicio de dichas cláusulas resolutoriashabía sido ilícito, privando de efectos al mismo, yconcluyendo que el contrato continuaba vigente (Cfme.Sentencias SCJ 100/1999 y 846/2012).

Otro caso en que también se privó de efectos a un actopor resultar violatorio del deber de cooperación en fase deejecución, fue el resuelto por la multicitada Sentencia dela SCJ 204/2002. En la especie, la controversia giraba entorno a la notificación al promitente enajenante (cedido)de la cesión de derechos de promitente adquirente queefectuara el titular originario de tales derechos (cedente)a un tercero (cesionario).

En el fallo, señaló la Corporación que no podíaaceptarse que el escueto y lacónico telegrama colacionadoenviado al deudor operara hábilmente como comunicación almismo de la cesión parcial del crédito, dado que dichomedio de notificación no hacía referencia alguna alreferido negocio de cesión, ni ponía a disposición delnotificado documento acreditante de dicha transmisión.Adujo la Corte que “el mentado telegrama colacionado no satisface nipor asomo el deber de cooperación, información y exposición clara de lasituación contractual, modificada en virtud de la previa cesión parcial, ínsito enla obligación de ejecutar de buena fe el contrato. (…) la inadecuación de laconducta de los accionantes al standard de la buena fe en la ejecucióncontractual se torna ostensible si se tiene en cuenta que pese a exigírselesreiteradamente la notificación de la cesión parcial del crédito del promitenteadquirente, y estando a su disponibilidad, sin esfuerzo alguno, cumplir condicho requisito legal de eficacia, se mantuvieron en una rígida negativa”.

Por tales fundamentos, concluyó el Colegiado que “laintimación de escrituración cursada por vía de telegrama colacionado remitidopor las actoras a las enajenantes demandadas, resulta claramente inhábil oinidónea (…) para operar la comunicación de la cesión parcial de los derechosde la parte promitente adquirente exigida legalmente como requisito deeficacia de la cesión respecto de la parte enajenante” (Cfme. SentenciaSCJ 204/2002).

c) Una tercera consecuencia de la violación del deberde cooperación, que puede observarse justamente en las tressentencias de la Suprema Corte que acaban de reseñarse, esla de enervar el incumplimiento del deudor. En efecto, alconsiderarse que el acreedor no prestó la debidacolaboración con el deudor para que éste pudiera cumplircon las obligaciones asumidas, se concluye, en los tresfallos citados, que en realidad no llegó a configurarseincumplimiento del sujeto pasivo (Cfme. Sentencias SCJ100/1999, 846/2012 y 204/2002).

Lo mismo puede constatarse en una sentencia del TAC 2ºdel año 2008, en la que se señala que “el reclamante, en tantoacreedor de la obligación cuyo cumplimiento en especie pretende, tenia unaobligación de cooperar con el deudor para hacer posible el cumplimiento, yque en autos es palmaria esa falta de cooperación como causa delincumplimiento señalado y de las obligaciones reclamadas” (Cfme.Sentencia TAC 2º Nº 141/2008).

En similar sentido, en otro pronunciamiento del mismoTribunal, se entendió que no se había configuradoincumplimiento de la demandada, en tanto no había pruebaalguna que indicara que la actora había exigido la entregade la mercadería antes de determinada fecha; se sostuvo enel fallo que las comunicaciones relevantes “debieron habersehecho en forma inequívoca, no siendo suficientes informales comunicacionesvía correo electrónico”, y que ese “informalismo y ausencia de controlgerencial debe tener consecuencias sobre quienes deben ajustarse a la buenafe, al deber de informar, cumpliendo rectamente con el deber decolaboración o cooperación” (Cfme. Sentencia TAC 2º 151/2010).

d) Otro posible efecto del incumplimiento de estedeber, es el relativo a la participación causal en laproducción del hecho ilícito, aspecto al que ya hiciéramosreferencia al comentar la Sentencia del TAC 5º 26/2008,referente a la ineficaz respuesta de una empresa deseguridad frente a un delito cometido en la casa objeto de

protección, cuyo dueño había dificultado la labor de laempresa.

En tal sentido, pueden existir hipótesis en las cualesla configuración de un incumplimiento del deber decooperación por parte del acreedor determine que el juezconsidere que los daños alegados por éste no sonenteramente atribuibles a la conducta del deudor, sino quedeben imputarse en parte al actuar del acreedor, rebatiendoen consecuencia el monto indemnizatorio.

e) Por último, cabe analizar si la falta decumplimiento de este deber de cooperar faculta a la otraparte a pedir la resolución del contrato en virtud de talincumplimiento.

A mi juicio, la respuesta debe ser negativa, en tantose entiende pacíficamente por parte de la doctrina yjurisprudencia nacional que el drástico remedio de laresolución está previsto únicamente para el caso deincumplimiento relevante de la obligación principal,requisito éste que no se vería satisfecho si lo que seincumple es simplemente el analizado deber de cooperacióndel acreedor.

3.6) Jurisprudencia respecto al deber de cooperaciónen la etapa de ejecución del contrato. Corresponde realizarun repaso de una serie de sentencias dictadas por nuestrosTribunales, en las cuales se analizan situacionesvinculadas con el cumplimiento o incumplimiento de estedeber.

a) Analizaremos en primer término las sentencias quedescartan alegados incumplimientos del deber decooperación.

Así, en un caso decidido por la Corte en el año 2012,en el que el recurrente (promitente vendedor) afirmaba queel promitente comprador había aprovechado la más mínimadiferencia entre las partes para alegar que su obligacióndesaparecía automáticamente en clara contradicción con eldeber de cooperación impuesto por el principio de buena fe,sostuvo la Corporación que “la obligación incumplida por elpromitente vendedor sólo a él correspondía; véase que surge de la cláusuladécimo quinta que: “La parte promitente vendedora se obliga a obtenerpreviamente a la compraventa definitiva...” y no surge que con su conducta elSr. Ugarte (promitente comprado) hubiera obstaculizado de alguna forma

el cumplimiento de esa obligación por parte de Neldir S.A. Por consiguiente, “...a la luz del principio de buena fe...” surge evidente que la obligación deobtención de la documentación siempre permaneció en el ámbito decumplimiento de Neldir S.A. (…) Así, teniendo presente que sin losdocumentos exigidos (certificado especial expedido por el B.P.S. con constanciade las construcciones existentes en el bien, recibo de pago de la contribucióninmobiliaria al día y declaración jurada sellada por DGI y el último recibo depago que acrediten estar al día con el pago del Impuesto al Patrimonio), lacompraventa no pudo efectivizarse, y que su consecución sólo correspondía alpromitente vendedor, no surge de autos que el comprador incumpliera sudeber de colaboración” (Cfme. Sentencia SCJ 348/2012, Dr. JorgeRuibal –r-).

b) Asimismo, en otra sentencia de la SCJ, se desestimael recurso de casación interpuesto por la parte actora (WayFree Shop Ltda.), quien pretendía desplazar laresponsabilidad por una estafa -cometida por sus propiosempleados- hacia la demandada (American Express),argumentando que tratándose esta última de una profesionalen el manejo de tarjetas de crédito, y ante un aumentovertiginoso en la facturación, debió haber extremado loscontroles en la autorización de las compras efectuadas consus tarjetas, omisión ésta que configura culpa delacreedor, por omisión de la obligación de cooperar con eldeudor.

En el fallo, expresó el Colegiado que no se advierteen American Express “una conducta contraria a su conducta anterior(teoría de los actos propios), precisamente porque de acuerdo a cómo sedesenvolvió la maniobra delictiva, esto es con la participación activa de losempleados de la actora (…), aparece claro que la demandada actuó en todomomento de buena fe. Durante la maniobra no tenía motivo para sospecharde su existencia y luego que ella fuera descubierta se encuentra en todo suderecho de reclamar el resarcimiento del daño que se le infringió. Es así que noexistió culpa del acreedor (American Express), quien actuó de acuerdo aderecho y fue víctima - del mismo modo que la actora - de las maniobrasdelictivas de empleados de Way Free Shop” (Cfme. Sentencia SCJ154/2003, Dr. Gervasio Guillot –r-).

c) Por su parte, en una sentencia dictada por el TAC1º, se entendió que la actora (arrendadora) “no violó suobligación de cooperar con el cumplimiento de la obligación de Canalmar S.A.(arrendataria) ya que ésta pretendía entregar la planta en las condicionesen las que se encontraba, que no eran las que tenía al comienzo del arriendo,sin perjuicio de que también estaba incursa en mora en el pago de los

arriendos (…) De ahí que la única causa del deterioro del inmueble y de ladesaparición o mal estado de los bienes muebles arrendados solo puedaradicar en la conducta omisa de Canalmar S.A. y de la CND.

Tampoco son de recibo los agravios que involucran el rechazo de laconfiguración de mora del acreedor (…) De lo que se expuso en elconsiderando anterior surge la existencia de discordancia entre lo debido y loofrecido, y descarta la configuración de mora. (…) En efecto, no hubo moradel acreedor porque -como se dijo- los telegramas colacionados no fueronidóneos a tales efectos, lo que no implica que no se pueda señalar –como lohizo la a quo- que si la deudora entendía que la resistencia de la arrendadoraera ilegítima y quería extinguir su obligación, debió haber promovido losprocesos correspondientes para obtener su liberación (arts. 1488 y 1484 CC)”(Cfme. Sentencia TAC 1º 20/2012, Dra. Nilza Salvo –r-).

d) El mismo Tribunal desestimó asimismo una demanda deresolución de contrato y daños y perjuicios, la cual sefundaba, entre otros argumentos, en que la demandada(compradora) había incumplido su obligación de recibir eledificio objeto de la compraventa.

En el fallo, consideró la Sala que la actora(vendedora) había incurrido en mora en una fecha previa aaquella en que la contraparte no quiso recibir el bien.Agregó que si bien el deudor moroso puede cumplir suprestación aún después de haber incurrido en mora -lo quese conoce como “cumplimiento tardío”-, y si bien pudo lademandada haber colaborado con su deudora recibiendo laprestación tardía que se le ofrecía, en caso de resistenciade ésta correspondía a la actora promover losprocedimientos de oblación y consignación para liberarse desus obligaciones. Concluyó entonces que, no habiéndoseprocedido de esa manera, la pretensión de la actora dehaber cumplido no es de recibo, y no tiene el efecto derevertir la situación de mora en la que se hallaba(Sentencia TAC 1º 135/2009, Dra. Alicia Castro –r-).

e) Un interesante caso fue resuelto por una sentenciade la Suprema Corte dictada en mayoría, redactada por elDr. Pablo Troise; en la especie, se cuestionaba la conductade la parte actora (una imprenta), a la que la demandada(cliente de la imprenta) acusaba a ésta de no haberprestado su colaboración, por no haber ido a retirar losmateriales que debían ser impresos, actuar que suponía unincumplimiento al principio de buena fe contractual.

La Corporación desestimó la defensa ensayada por lademandada, señalando que “no surge del instrumento suscrito que fuerade carga de la actora retirar los artículos a los fines de su publicación. (…) enestos autos la accionante utilizó los mecanismos a su alcance para lograr quese cumpliera efectivamente la negociación celebrada, no obstante existir lasdificultades relevadas por la Sala referidas a la ejecución utilitaria del contrato.En función de lo cual, y partiendo de los hechos tenidos por probados por elTribunal en cuanto a que la actora habría efectuado distintos reclamos a fin deque se le entregara el material, su actitud no puede entenderse enmarcadadentro de la mala fe contractual, sino que, por el contrario, quedacomprendida en los principios de lealtad y buena fe, y en consecuencia se hallaajustada a la normativa que se pretende vulnerada en la especie” (Cfme.Sentencia SCJ 129/2005).

Quedó discorde el Ministro Dr. Leslie Van Rompaey,quien expresó que “el mencionado telegrama, por el que el actorreclamó el cumplimiento, con la consiguiente respuesta de que los materiales"estaban a disposición", no fue seguido de una actitud de colaboración ocooperación entre ambos contratantes que lograra restablecer la dinámicanecesaria del vínculo contractual que les unía. (…) Tras el envío del telegramacolacionado intimando la entrega de materiales, y recibida la respuesta de lademandada poniendo a su disposición los materiales a publicar, la conductade Gargiullo (representante de la actora) parece enderezada aprobar el incumplimiento de la contraparte, y no a cooperar o tratar lealmentede recomponer las relaciones entre las partes contratantes. Y, a mi juicio talcomportamiento, trasgresor del deber de cooperación entre las partes quepreside la ejecución de las obligaciones recíprocas, obsta al progreso de lasprestaciones constitutivas del objeto de la litis”.

f) Por último, dentro de las sentencias que desestimanque se haya incumplido este deber, cabe hacer referencia ala ya aludida Sentencia del TAC 4º 241/2012, relativa a laobligación de renegociar. En la demanda, el actor(arrendador) reclamaba el pago de los daños y perjuiciosocasionados por los demandados (arrendatarios) al negarsea renegociar el contrato de arrendamiento en función de lasmodificaciones de las circunstancias consideradas en elmismo, lo que implicaría un proceder contrario a la buenafe.

La pretensión fue desestimada en primera instancia porSentencia 68/2011 del Juzgado Letrado en lo Civil de 14ºTurno (Dra. Beatriz Venturini), fallo que fuera confirmadopor el tribunal de alzada.

La sentencia dictada por el Tribunal, luego de citarla posición de Gamarra respecto a la procedencia de laobligación de renegociar, señala que “el contrato de referencia fueotorgado dentro de los márgenes de extensión previstos legalmente (art. 1782C.C.) con actualización de precio en base al Decreto Ley 14.500 mediante elrecurso a la divisa estadounidense y sin que se advierta abuso de derecho porparte del arrendatario que le obligare a resarcir perjuicio alguno. En todo caso,el resultado económico del contrato se deriva de los márgenes previstos por laspropias partes al utilizar el mecanismo de reajuste de las obligacionespactando el precio del arriendo en moneda extranjera, con lo cual asumieron,sin dudas, un alea en cuanto al resultado económico final. No se trató en elcaso de un contrato sin régimen de reajuste alguno, (…) pues conforme a losartículos 9 y 10 del D.L. 14.500 las cláusulas en moneda extranjera sonconsideradas por expresa disposición legal un tipo de estipulación cuyo fin es,precisamente, el mantener el valor de la obligación contraída. (…) laestipulación de que el pago debía hacerse en moneda extranjera implica laasunción de riesgos que excluye la aplicabilidad del instituto de la imprevisión,y con ella la de la obligación de renegociar, al resultar irrelevantes lasfluctuaciones del valor del signo monetario nacional frente a la divisa foráneaque asume el rango de la moneda del contrato y de medio solutorio necesario yexcluyente” (Cfme. Sentencia TAC 4º 241/2012, Dra. GracielaGatti –r-).

g) Pasaremos ahora a considerar las sentencias queacogieron pretensiones o defensas fundadas en elincumplimiento del deber de cooperación en la fase deejecución.

En primer término, puede destacarse una excelentesentencia de la SCJ, redactada por el Dr. Ricardo PérezManrique, referente a un contrato en el que las parteshabían pactado una cláusula resolutoria para el caso deincumplimiento de algunas de las obligaciones emergentesdel mismo. Se trataba de un contrato de ejecucióncontinuada, por el cual una empresa (Rosartur SRL) seobligaba a transportar diariamente al personal dependientede otra empresa (Establecimientos Colonia S.A.), a cambiode un precio. En determinado momento, esta última alegó laexistencia de un incumplimiento de una obligación de laprimera (prestar los servicios de transporte en tiempo yforma), y en función de ello ejerció la cláusularesolutoria, poniendo fin al contrato. La empresatransportista consideró que no había existidoincumplimiento de su parte, por lo que promovió acción

resarcitoria contra la contratista, la que a su vezpromovió reconvención.

En primera instancia, el Juzgado Letrado de Colonia de2º Turno amparó parcialmente la demanda y desestimó lareconvención; dicha decisión fue revocada por Sentencia delTAC 3º 382/2011, que desestimó la demanda y acogió lareconvención.

Interpuesto recurso de casación por parte de laactora, el mismo fue acogido por la Corte, la que señaló:“(…) el incumplimiento alegado por la demandada y que habría dado lugaral ejercicio de la cláusula resolutoria por ésta, no estaría comprendido en loscasos previstos en la cláusula 9.2 del contrato (fs. 8-9), donde se señalan enforma taxativa las hipótesis en las que se podía solicitar la resolución en formainmediata, es decir, sin la comunicación previa de irregularidades para susubsanación, prevista en la cláusula 6.2. (…) En este contexto, y en virtud delincumplimiento alegado por la demandada para ejercer la cláusula resolutoria,ésta debió, como era su obligación de conformidad con la cláusula 6.2.,comunicar a la actora las irregularidades constatadas en el transporte delpersonal, a fin de que ésa pudiera imprimir los correctivos necesarios a efectosde corregir sus incumplimientos”.

Concluyó la Corporación que “De haber actuado de buena fe lademandada, en cumplimiento de la cláusula 6.2, era su obligación informar ala actora de los incumplimientos de las reglas de tránsito que se le imputaban,para así corregir, si correspondiera, la forma en que su dependiente, el choferdel vehículo, conducía el mismo. En la forma en que actuó, informando a su co-contratante el alegado incumplimiento, recién diez días después de habercursado el telegrama dando por rescindido unilateralmente el vínculo, debeentenderse que violó el principio de buena fe en la ejecución del contrato (art.1291), y aún el 1253, en la medida que el cumplimiento del contrato no pudode modo alguno quedar supeditado a su exclusivo arbitrio. (…) En suma: lademandada Establecimientos Colonia S.A. no logró acreditar el alegadoincumplimiento de la obligación de transporte a cargo de Rosartur S.R.L., por locual la comunicación de receso inmediato basada en el incumplimiento devieneilícita” (Cfme. Sentencia SCJ 846/2012).

h) Otro pronunciamiento del máximo órgano judicial enque se consideró incumplido el deber de cooperación fue laya analizada sentencia del año 2002, concerniente a lanotificación de una cesión de derechos de promitenteadquirente, la cual se consideró inoponible al cedido(promitente enajenante) debido a que el telegramacolacionado enviado al mismo “no satisface ni por asomo el deber decooperación, información y exposición clara de la situación contractual,

modificada en virtud de la previa cesión parcial, ínsito en la obligación deejecutar de buena fe el contrato” (Cfme. Sentencia SCJ 204/2002).

i) Cabe considerar también otra sentencia de laCorporación, en la que se entendió que la demandada(promitente vendedora) no había cooperado con la actora(promitente compradora) en lo relativo a la obtención de latitulación y los certificados registrales necesarios parainstrumentar el contrato definitivo.

Se señala en el fallo la existencia de responsabilidadde la promitente vendedora, puesto que “si bien es cierto quedentro del contenido de la actividad de profesional del promitente compradorcabe incluir el examen de los títulos así como la solicitud de la informaciónregistral destinada a conocer la situación jurídica de los bienes, devienenecesario para ello, la colaboración del promitente vendedor tendiente a laefectiva ejecución del contrato celebrado (art. 1.291 C. Civil) y en tal sentido elTribunal afirma que la demandada faltó a su deber de colaboración, que el Esc.Chavez dice que Berges no encontraba los títulos y que era obligación delvendedor ponerlos a disposición, y que sin títulos no se puede hacer unacompraventa definitiva” (Cfme. Sentencia SCJ 100/1999, Dr. JuanMariño –r-).

j) Otro fallo al que cabe hacer referencia en esteapartado es la Sentencia del TAC 5º 26/2008, relativo alcaso de la empresa de seguridad, en la que se consideróincumplido por parte del cliente el deber de cooperacióncon la contraparte, al haberse negado a que permaneciera enel lugar un guardia de la empresa demandada, no haberinsistido en la realización de una inspección minuciosa, yhaber cambiado in itinere de empresa contratada. La Salaconcluyó, en el caso, que únicamente resultaba imputable ala parte demandada el 40% del resultado lesivo, obedeciendoel 60% restante al proceder de la propia víctima o suesposa y al comportamiento ilícito de terceros.

k) También resulta de destaque una sentencia del TAC2º que desestimó una demanda indemnizatoria promovida porun ex funcionario de la Cámara de Senadores, el cualalegaba que durante varios años no había tomado la licenciareglamentaria.

Se resalta en el fallo que “el actor era la persona encargadade llevar la documentación funcional correspondiente a licencias, horarioscumplidos, faltas, etc. (…) Debemos tener presente que el reclamante, entanto acreedor de la obligación cuyo cumplimiento en especie pretende, tenia

una obligación de cooperar con el deudor para hacer posible el cumplimiento,y que en autos es palmaria esa falta de cooperación como causa delincumplimiento señalado y de las obligaciones reclamadas”. Se concluyeentonces que existió “un retraso desleal por parte del actor queconstituye o configura una clara actitud abusiva en el ejercicio de los derechossubjetivos, que colide precisamente con el principio de la buena fe” (Cfme.Sentencia TAC 2º 141/2008, Dr. John Pérez –r-).

l) Otra interesante sentencia sobre la materia,dictada por la misma Sala e incluso por el mismo redactor,recayó recientemente ante una demanda incoada por laempresa OTIS contra una copropiedad, alegándoseincumplimiento del contrato de mantenimiento de cincoascensores, en el cual se había establecido que “durante lavigencia del contrato solamente los funcionarios de OTIS tendrán acceso a lasala de máquinas y/o realizar cualquier reparación, ajuste o reemplazo dealguna parte de la instalación”.

Sostuvo la Sede que “de la prueba producida en autos surge quela hoy recurrente (la copropiedad) violó flagrantemente tal disposicióncontractual celebrando un contrato con otra firma y pretendiendo reducirunilateralmente el objeto contractual al mantenimiento de un solo ascensor.(…) no debemos perder de vista que la buena fe negocial domina y tutela todoel ordenamiento jurídico y que ambos sujetos (acreedor y deudor) se vencompelidos a actuar de buena fe. La buena fe incide sobre la conducta delacreedor en dos sentidos, imponiéndole el  deber de cooperar e impidiéndoleel ejercicio abusivo de su derecho. (…)

En la especie, nada de ello respetó la hoy recurrente, quien siendoplenamente consciente de que el vínculo contractual se encontraba vigentepretendió unilateralmente modificar el mismo, incumpliendo las obligacionesque asumió. (…) Un detalle no menor es que encontrándose vigente el vinculocontractual que la unía con la actora, la hoy recurrente celebro con TK uncontrato no solo para la modernización de los ascensores sino para elmantenimiento de los mismos (fs. 155/158 -específicamente ver cláusula 11.2.1de fs. 157 in fine-, y 219/226). Es decir que en plena vigencia del contrato conOTIS la copropiedad contrató el mismo objeto con otra empresa del ramo,circunstancia que jamás pudo haber ocurrido si la demandada hubieraactuado de buena fe” (Cfme. Sentencia TAC 2º 159/2013).

m) Finalmente, en otro pronunciamiento del mismoTribunal, redactado en este caso por el Dr. Tabaré Sosa,relativo a un contrato de transporte marítimo, se consideróque la actora no había satisfecho el deber de colaboracióncon la empresa transportista, puesto que las comunicacionesrealizadas por la primera, solicitando la entrega de la

mercadería para antes de determinada fecha, no fueronclaras ni contaron con las formalidades necesarias.

Señaló la Sala que, en la especie, no resultabansuficientes las “informales comunicaciones vía correo electrónico, muycordiales pero carentes de rigor lingüístico y técnico, realizadas por simplesfuncionarios que poco conocen de las obligaciones y responsabilidades que lesincumben a las partes en sede de los contratos vinculantes”, y que “talinformalismo y ausencia de control gerencial debe tener consecuencias sobrequienes deben ajustarse a la buena fe, al deber de informar, cumpliendorectamente con el deber de colaboración o cooperación” (Cfme.Sentencia TAC 2º 151/2010).

4) Conclusiones.Los valiosos aportes doctrinarios y fallos

jurisprudenciales repasados a lo largo de este trabajo nosconducen a concluir que el deber de cooperación, tanto enla fase de perfeccionamiento del contrato, como en la etapade ejecución del mismo, resulta hoy día un aspectosumamente relevante dentro del interesante e inagotabletema de la buena fe contractual.

Ahora bien; no obstante haber sido presentado yestudiado como un corolario del principio de buena fe, haquedado claro asimismo que este deber de cooperar estáíntimamente vinculado con otros institutos fundamentales dela moderna teoría del contrato, tales como el principio deequilibrio contractual, y el abuso de derecho.

Como señala Caffera en relación al deber de informar,el cual supone una manifestación de la obligación decooperación en el período precontractual, “el gran cambio quesubyace a las leyes de defensa del consumidor y quizás también a las dedefensa de la competencia es el pasaje a una consideración global, social, deltópico. (…) El acento se ha desplazado ahora al tema del equilibrio y el no-abuso. Ya no es tanto la preocupación por el proceso sicológico interno de uncontratante o la actitud de mala fe de otro, sino una preocupación más global:la de la transparencia y racionalidad del mercado” (Caffera, 2000).

También Gamarra ha puesto de manifiesto la vinculaciónentre el deber de informar y la necesidad de equilibrio, alsostener que “cuando una parte conoce y la otra ignora, existe unasituación de desequilibrio que impone recurrir a la distinción entre partecontratante fuerte y parte débil. Es en las relaciones de consumo donde elfenómeno se presenta en forma aguda y claramente perceptible, pero la

solución es de carácter general y consiste en gravar al sujeto fuerte (…) con eldeber de poner al corriente a la otra parte sobre aquellas circunstancias querevisten decisiva importancia para la conclusión del acuerdo” (Gamarra,2006).

Por su parte, en lo que refiere a la fase de ejecucióndel contrato, el deber de cooperación cumple asimismo lasfinalidades de mantener el equilibrio negocial, al evitarque el comportamiento de una de las partes haga más gravosoo dificultoso el cumplimiento de las obligaciones de laotra, y de impedir situaciones que constituyan un abuso delderecho de crédito del cual es titular el acreedor, alsancionar aquellas conductas que supongan un ejercicioabusivo de las prerrogativas que asisten a este último.

El vínculo entre el deber de colaboración en la etapade cumplimiento del contrato y el principio de equilibrioresulta aún más evidente en la analizada obligación derenegociar, cuya finalidad consiste justamente en servir debase para la recomposición del equilibrio alterado por lasuperveniencia de circunstancias extraordinarias (Blengio,2004).

En definitiva, tanto la fase de perfeccionamiento comola de ejecución de los contratos requieren actualmente unaconducta de lealtad y cooperación, con el objeto dealcanzar una mayor transparencia en la formación delvínculo negocial, y una mayor solidaridad en elcumplimiento del mismo.

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